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£Debates en la Revista S u r
£Pedro Luis Barcia: Pedro Henríquez
Ureña y la Argentina
£J.M. Barrie:
Peter Pan (El niño que nunca quiso crecer)
£Emilio Carilla: ARCHIVOS DE
Otros ensayos sobre Pedro Henríquez Ureña LITERATURA
£Laura Febres: DOMINICANA
Pedro Henríquez Ureña, Tulio Manuel Cestero
crítico de América.
Transformación y firmeza. Estudio de Pedro Pedro Henríquez Ureña
Henríquez Ureña Aída Cartagena Portalatín
£Eva Guerrero Guerrero: Pedro René del Risco Bermúdez
Henríquez Ureña, abordajes críticos Junot Díaz
£Rafael Gutiérrez Girardot: Pedro Rita Indiana
Henríquez Ureña: Estudios culturales
£Max Henríquez Ureña:
Mi padre. Perfil biográfico de Francisco Henrí-
quez y Carvajal
£Pedro Henríquez Ureña:
En la orilla. Gustos y colores
En la orilla. Mi España.
£Walter Pater: Estudios griegos
£Alfredo Roggiano: Pedro Henríquez
Ureña en los Estados Unidos
£Oscar Wilde:
Huerto de granadas. Salomé
ARCHIVOS VII
PEDRO HENRÍQUEZ UREÑA
MIGUEL D. MENA,
EDITOR.
© Ediciones CIELONARANJA, 2018.
Santo Domingo
Visite nuestra página web:
http://www.cielonaranja.com
Prohibida la reproducción total o parcial de esta obra por cual-
quier medio, sin autorización escrita por el editor.
La presente obra está amparada en las leyes de
Propiedad Intelectual.
Portada interior: máscara de PHU realizada por Alberto Garduño.
ISBN: 978-9945-8-0263-4
ÍNDICE
Presentación, 7
ESTUDIOS
Leonardo Martínez Carrizales: Pedro Henríquez Ureña: el territorio
simbólico del hombre de letras, 9
Daniel Link: Pedro Henríquez Ureña: filología y comparatismo, 35
Fernando Degiovanni: Una disciplina de guerra: Pedro Henríquez
Ureña y el latinoamericanismo, 53
Mónica Bernabé: El canon de la expresión americana, 85
María J. Yaksic Ahumada: Aportes de Pedro Henríquez Ureña a la
historiografía literaria en Latinoamérica, 101
Mariana Brito Olvera: Vida y narración. Los modelos de realidad vi-
tal en las “Memorias” de Pedro Henríquez Ureña, 127
Guillermo Toscano y García: Una gramática de la nación argentina.
Sobre “El libro del idioma”, de Pedro Henríquez Ureña y Narciso
Binayán, 169
Daniel Moreno Moreno: Pedro Henríquez Ureña y Jorge Mañach:
primeros traductores de Santayana al español, 189
José Emilio Pacheco: Entre la esclavitud y la utopía. Pedro Henrí-
quez Ureña (1884-1946), 203
EVOCACIONES
Domingo Villalba: [Pedro Henríquez Ureña], 213
Jesús de Castellanos: Pedro Henríquez Ureña, 215
Enrique Díez Canedo: Letras de América. Ensayo sobre Pedro Hen-
ríquez Ureña, 219
RESEÑAS
Biblos: La versificación irregular de la poesía castellana, 231
APÉNDICE
Pedro Henríquez Ureña: Los mejores libros (1909), 237
Pedro Henríquez Ureña: Las cien mejores poesías (1909), 243
Pedro Henríquez Ureña: Obras de lectura (1925), 251
Colaboradores, 261
PRESENTACIÓN
Miguel D. Mena
Santo Domingo,
2 de octubre de 2018.
PEDRO HENRÍQUEZ UREÑA: EL TERRITORIO
SIMBÓLICO DEL HOMBRE DE LETRAS
Leonardo Martínez Carrizales
I. PALABRAS PRELIMINARES
n los círculos mexicanos a los cuales perteneció durante
1
Walther L. Bernecker, “El fin de siglo en el Río de la Plata:
intereses internacionales y reacciones latinoamericanas”, pp. 15-28,
36-39; Oscar Terán, “El primer antiimperialismo latinoamericano”,
pp. 89-110.
EL TERRITORIO SIMBÓLICO DEL HOMBRE DE LETRAS 11
2
Carlos Real de Azúa, “Prólogo a Ariel”, pp. IX-XV.
3
Michal Glowinski, “Los géneros literarios”, pp. 97-102; Julio
Ramos, Desencuentros de la modernidad en América Latina.
Literatura y política en el siglo XIX, pp. 51-62.
4
Porfirio Parra y José Enrique Rodó, “Cartas cambiadas entre el Sr.
Dr. D. Porfirio Parra y D. José Enrique Rodó, con motivo de la
publicación que de Ariel hizo la Escuela N. Preparatoria”, pp. 130-
131. Alfonso García Morales publicó en nota al pie de página esta
misiva de José Enrique Rodó (El Ateneo de México (1906-1914).
Orígenes de la cultura mexicana contemporánea, pp. 129, n. 14); yo
reuní el brevísimo intercambio epistolar entre Parra y Rodó en el
12 LEONARDO MARTÍNEZ CARRIZALES
7
Altamira, España en América, Valencia, F. Sempere y Cía.
Editores, 1908; España y el programa americanista, Madrid,
Editorial América, 1917; Eva María Valero Juan, Rafael Altamira y
la “reconquista espiritual” de América. Alicante, Universidad de
Alicante, 2003.
8
Rafael Altamira, Prólogo, p. 9. Los estudios de Belén Castro sobre
Ariel de Rodó han explicado la perspectiva según la cual este
opúsculo se encuentra condicionado por los acontecimientos de
1898 y el clima de las ideas regeneracionistas. Belén Castro,
Introducción a José Enrique Rodó, Ariel, pp. 50-58.
14 LEONARDO MARTÍNEZ CARRIZALES
9
Con respecto de esta noticia editorial conviene citar una
observación de García Morales: “La Revista Crítica es, en realidad,
la Revista Crítica de Historia y Literatura Españolas, Portuguesas e
Hispanoamericana, publicada en Madrid bajo la dirección de Rafael
Altamira y Antonio Elías de Molins. Entre 1900 y diciembre de
1902, en que dejó de existir, no publicó Ariel; lo que sí publicó fue
una famosa reseña de Altamira sobre el mismo […]. Y esto es lo
que debió confundir a los jóvenes mexicanos.” El Ateneo de México
(1906-1914). Orígenes de la cultura mexicana contemporánea, pp.
124-125, n. 8.
EL TERRITORIO SIMBÓLICO DEL HOMBRE DE LETRAS 15
10
Ibid., pp. 123-124.
11
Ibid., p. 124.
12
Charles Hale, La transformación del liberalismo en México a fines
del siglo XIX, pp. 266-319; José Hernández Prado, estudio
introductorio a José María Vigil, Textos filosóficos, pp. 7-22; Antolín
Sánchez Cuervo, Krausismo en México. México, Universidad
Nacional Autónoma de México-Red Utopía A. C.-Jitanjáfora
Morelia Editorial, 2004.
13
Véase capítulo 6 de este libro.
16 LEONARDO MARTÍNEZ CARRIZALES
14
Oscar Terán “Pedro Henríquez Ureña: una deriva intelectual”, p.
604; Soledad Álvarez, “La pasión dominicana de Pedro Henríquez
Ureña”, pp. 624-646; Arcadio Díaz Quiñones, “Pedro Henríquez
Ureña y las tradiciones intelectuales caribeñas”, pp. 69-70.
15
El interés profundo, constante y técnicamente muy desarrollado
de Henríquez Ureña sobre la educación universitaria acompañó,
desde la perspectiva y los intereses de su generación, el proceso de
reforma educativa encabezado por el ministro de Instrucción
Pública Justo Sierra, de cuyo grupo de interés el dominicano era un
integrante destacado. La tesis que Henríquez Ureña escribió con
objeto de obtener el título de abogado en 1914 prueba los
conocimientos especializados sobre el estatuto histórico y jurídico
de la universidad moderna que se había esforzado por atesorar
(Pedro Henríquez Ureña, Universidad y educación, pp. 45-69;
también Javier Garciadiego, Cultura y política en el México
posrevolucionario, pp. 509-520).
EL TERRITORIO SIMBÓLICO DEL HOMBRE DE LETRAS 17
16
Justo Sierra, Obras completas V. Discursos, pp. 373-386.
17
Christophe Charle, El nacimiento de los “intelectuales”. 1880-
1900, pp. 34-40.
18 LEONARDO MARTÍNEZ CARRIZALES
18
Alfonso García Morales, El Ateneo de México (1906-1914).
Orígenes de la cultura mexicana contemporánea, pp. 9-16; Literatura
y pensamiento hispánico de fin de siglo: Clarín y Rodó, p. 76; Soledad
Álvarez, “La pasión dominicana de Pedro Henríquez Ureña”, pp.
635-637.
19
Pedro Henríquez Ureña, “Altamira en México”, p. 101.
20
Ibid., p. 103.
EL TERRITORIO SIMBÓLICO DEL HOMBRE DE LETRAS 19
21
Loc. Cit.
22
Ibid., p. 105. He querido subrayar en la redacción del párrafo que
da pie a esta nota las pautas simbólicas de la mentalidad retórica que
todavía en el periodo tienen un gran peso en la construcción social
de la figura pública del hombre de letras. La acción del orador se
representa en las páginas de Henríquez Ureña como prueba de
virtudes intelectuales y morales, tal y como acontece con el aparato
escénico que da sustento al sermón laico de Próspero en Ariel (Ette,
“’La modernidad hospitalaria’: Santa Teresa, Rubén Darío y las
dimensiones del espacio en Ariel, de José Enrique Rodó.”, pp. 76-
79).
23
Rafael Altamira, Mi viaje a América. (Libro de documentos.), p.
352.
20 LEONARDO MARTÍNEZ CARRIZALES
24
Henríquez Ureña, “Altamira en México”, p. 105. Para un pano-
rama de los acontecimientos relativos a la fundación del Ateneo de
la Juventud: Alfonso García Morales, El Ateneo de México (1906-
1914). Orígenes de la cultura mexicana contemporánea, Sevilla,
Escuela de Estudios Hispanoamericanos, 1992; y Susana Quinta-
nilla, “Nosotros”. La juventud del Ateneo de México. De Pedro
Henríquez Ureña y Alfonso Reyes a José Vasconcelos y Martín Luis
Guzmán, México, Tusquets, 2008. La perspectiva hispánica de
Antonio Caso destacada por la cita de Henríquez Ureña se condice
con uno de los ejes más destacados y comentados de Ariel, aunque
sin la nota defensiva con respecto de los Estados Unidos de
América, y toma en cuenta los intereses propagandísticos de
Altamira. Estas palabras también se hacen eco del componente
prohispánico en la diplomacia cultural de Justo Sierra, cabeza del
grupo de intelectuales universitarios en México y, sobre todo, del
interés erudito de los integrantes del Ateneo con inclinaciones
filológicas por la historia de las letras españolas (Justo Sierra, Obras
completas V. Discursos, pp. 277-283; Claude Dumas, Justo Sierra y
EL TERRITORIO SIMBÓLICO DEL HOMBRE DE LETRAS 21
27
Significativamente para nuestra discusión, Henríquez Ureña
también caracteriza a Francisco García Calderón con los atributos
de un evangelista: “difunde por América las agitaciones del pensa-
miento europeo. Los novísimos movimientos filosóficos no han
encontrado mejor evangelista que él entre nosotros; y no es corta la
ayuda que presta a la orientación libre y amplia de la juventud
hispanoamericana de hoy, ansiosa de escapar a los viejos moldes, lo
mismo escolásticos que positivistas, y entrar en una concepción viva
y total del mundo” (“Profesores de idealismo”, p. 145). Pocas
palabras antes Henríquez Ureña se ha referido al escritor peruano
como un “latino fervoroso”, un hombre de letras cuyas preferencias
y gustos son latinos. “En el fondo, anima a este pensador un hondo
deseo de contribuir al ascenso de su patria y de su América, la
nuestra, la española […]” (144-145).
28
Pedro Henríquez Ureña pone especialmente de relieve la
condición partidista de la velada organizada por el Ateneo en honor
de Altamira en otro de los escritos en cuyas páginas se refiere al
profesor español: su Diario. El tono de la escritura autobiográfica
EL TERRITORIO SIMBÓLICO DEL HOMBRE DE LETRAS 23
31
Pedro Henríquez Ureña, Obra crítica, pp. 187.
32
Leonardo Martínez Carrizales, “La figura”, pp. 119-136.
33
Pedro Henríquez Ureña, Obra crítica, p. 188.
EL TERRITORIO SIMBÓLICO DEL HOMBRE DE LETRAS 25
34
Ricardo García Cárcel, La leyenda negra. Historia y opinión, pp.
171-184.
35
Pedro Henríquez Ureña, Obra crítica, p. 188.
36
Pedro Henríquez Ureña, Obra crítica, p. 189.
37
Ibid., p. 234.
38
Emilia de Zuleta, “España en la comprensión de América de
Henríquez Ureña”, pp. 67-86.
26 LEONARDO MARTÍNEZ CARRIZALES
39
Pedro Henríquez Ureña, Obra crítica, p. 250.
EL TERRITORIO SIMBÓLICO DEL HOMBRE DE LETRAS 29
40
Ibid., p. 447.
41
Ibid., 447, 448, 458. En este sentido, Henríquez Ureña indicó los
problemas que muchos años después se discutirían alrededor del
sustrato ideológico del término Barroco. Jesús Pérez Magallón,
“Modernidades divergentes: la cultura de los novatores”, pp. 43-56;
José Ramón Jouvé Martín y Renée Souludre-La France,
“Introducción: The Hispanic Baroque Project y la constitución del
Barroco”, pp. 1-10.
EL TERRITORIO SIMBÓLICO DEL HOMBRE DE LETRAS 31
42
Pedro Henríquez Ureña, Obra crítica, p. 451.
32 LEONARDO MARTÍNEZ CARRIZALES
43
Ibid., pp. 475-478. El esquema retórico de estos retratos de
insignes varones de la más alta cultura letrada que Henríquez Ureña
era capaz de concebir nos conduce naturalmente al retrato de
Góngora que escribió Alfonso Reyes hacia 1928. Góngora, según la
perspectiva del ensayista regiomontano, fue un modelo de las
virtudes intelectuales del Renacimiento español que, gracias a su
prestigio, se prolongan como norma de la cultura literaria del siglo
XVII (Obras completas, t., VII, p. 184).
44
Pedro Henríquez Ureña, La utopía de América, pp. 6-8, 11.
EL TERRITORIO SIMBÓLICO DEL HOMBRE DE LETRAS 33
45
Pedro Henríquez Ureña, Obra crítica, p. 251. La categoría
“expresión” es uno de los ejes del discurso historiográfico de Pedro
Henríquez Ureña a propósito de la literatura hispanoamericana.
Dicha categoría organiza su famoso ensayo “El descontento y la
promesa” (241-253), incorporado en su libro Seis ensayos en busca
de nuestra expresión, publicado en 1928. A este respecto, cito la
siguiente frase: “Llegamos al término de nuestro viaje por el palacio
confuso, por el fatigoso laberinto de nuestras aspiraciones literarias,
en busca de nuestra expresión original y genuina” (251).
PEDRO HENRÍQUEZ UREÑA:
FILOLOGÍA Y COMPARATISMO
Daniel Link
1
Borges, Jorge L. El oro de los tigres. Buenos Aires, Emecé, 1972, p.
133.
FILOLOGÍA Y COMPARATISMO 37
2
Roggiano, Alfredo A. Pedro Henríquez Ureña en los Estados
Unidos. México, Editorial Cultura/ State University of Iowa
Studies in Spanish Language and Literature, 1961. Otras referencias
biográficas pueden encontrarse en el libro de su hija, Sonia
Hernández Ureña: Pedro Henríquez Ureña: Apuntes para una biogra-
fía (México, Siglo XXI, 1993), y en la biografía de Enrique Zuleta
Álvarez: Pedro Henríquez Ureña y su tiempo. Vida de un hispanoame-
ricano universal (Buenos Aires, Catálogos, 1997).
3
Su alumno Enrique Anderson Imbert lo describe así: “Tenía una
rotunda voz de bajo, tenía unos ojos muy negros que sin esfuerzo
lo veían todo, tenía una sonrisa irónica y dulce con la que nos
dirigía... Sobre todo nos enseñó a ser justos” (Anderson Imbert,
Enrique. Estudios sobre escritores de América Latina, Buenos Aires,
Raigal, 1954).
38 DANIEL LINK
10
Auerbach. “Filología de la Weltliteratur”, publicado originalmente
en 1952 en alemán. Republicado en The Centennial Review, XIII: 1
(invierno 1969). Traducción al inglés de Maire y Edward Said,
quienes explican por qué no traducen Weltliteratur.
11
Curtius, Ernst Robert. Literatura europea y Edad Media latina.
Traducción de Margit Frenk y Antonio Alatorre. México, D.F.,
1955, p. 400. Para la concepción auerbachiana, cfr. Figura.
Traducción de Yolanda García. Madrid, Trotta, 1998.
12
Hamacher, Werner. 95 tesis sobre la Filología. Trad. Laura
Caruhati. Buenos Aires, Miño y Dávila, 2011, p. 20.
FILOLOGÍA Y COMPARATISMO 41
13
Hamacher, Werner, op. cit. pág. 24
14
Hamacher, Werner. 95 tesis sobre la Filología. op. cit, p.29.
42 DANIEL LINK
15
Hamacher, Werner. Para la filología, op. cit. pág. 5
16
Amado Alonso invitó a Pedro Henríquez Ureña a integrarse al
Instituto de Filología del cual fue su cuarto director (a partir de
1927), donde trabajaron en un mismo escritorio. El Instituto había
sido inaugurado en 1923 a instancias de Ricardo Roja, para promo-
ver la investigación en filología general, romance, americana e
indígena y sus primeros directores fueron, por períodos breves:
Américo Castro (1923), Agustín Millares Carlo (1924) y Manuel
de Montoliu (1925).
17
La estrecha vinculación entre gramática y literatura se mantuvo
en los discípulos de Pedro Henríquez Ureña y Amado Alonso,
ejemplarmente en Ana María Barrenechea, quien dictó al mismo
tiempo en la Facultad de Filosofía y Letras “Gramática” e “Intro-
ducción a la Literatura” (hasta 1966) y cuyos aportes fueron decisi-
vos tanto para en el campo de la lingüística como en el de la crítica
y la teoría literaria, y en Mabel Manacorda de Rosetti.
18
El libro del idioma. Lectura, gramática, composición, vocabulario,
FILOLOGÍA Y COMPARATISMO 43
21
“La utopía de América” (1926) incluida en La utopía de América;
Biblioteca Ayacucho, pág., 35
22
Miguel Rosetti. “Las literaturas comparadas desde América
Latina: Deleuze y las escrituras del Nuevo Mundo” (2013, mimeo)
23
Y continúa: “Dos posibilidades extremas de la filología: la
filología es una vida, que se lleva a cabo como deletreo del nombre
y que no puede ser acertada por ninguna denominación. Así se
vuelve sagrada y un asunto de teología viva. O bien: el lenguaje es
FILOLOGÍA Y COMPARATISMO 45
25
En una semblanza publicada en Jornada Semanal (México D.F.: 13
de mayo del 2001). Reproducida como “Pedro Henríquez Ureña
visto por sus pares” en Cielo Naranja. Espacio de creación y
pensamiento, dominicano y del caribe. Versión online en:
http://www.cielonaranja.com/phu-pitol.htm.
26
“Patria de la justicia” en Henríquez Ureña, Pedro. La utopía de
América. Caracas, Biblioteca Ayacucho, 1978, pág. 10
FILOLOGÍA Y COMPARATISMO 49
27
“La utopía de América”, La Plata, Ediciones de Estudiantina,1925.
En La utopía de América. op. cit.
28
Pedro Henríquez Ureña. “El positivismo independiente”, Revista
Moderna de México (agosto de 1909), pág. 362-369. Incluido en
Antonio Caso y otros. Conferencias del Ateneo de la Juventud con un
Anejo Documental. México, UNAM, 2000, pág. 317-325. Allí se lee:
“La conferencia final de [Antonio] Caso fue un alegato en favor de la
especulación filosófica. Entre los muros de la Preparatoria, la vieja
escuela positivista, volvió a oírse la voz de la metafísica que reclama
sus derechos inalienables. Si con esta reaparición alcanzara ella
algún influjo sobre la juventud mexicana que aspira a pensar, ese
sería el mejor fruto de la labor de Caso” (pág. 325)
29
Sobre el problema del andalucismo dialectal de América. Buenos
Aires, Biblioteca de Dialectología Hispanoamericana, 1932, tesis
anticipada en varias intervenciones de la década anterior.
30
“La misma preocupación por lo americano y por sus raíces
europeas e indígenas que apuntaba en los juveniles Ensayos críticos
50 DANIEL LINK
32
“La utopía de América” (1925), op. cit, pág. 4.
52 DANIEL LINK
33
“La utopía de América” (1925), op. cit, pág. 4.
UNA DISCIPLINA DE GUERRA:
PEDRO HENRÍQUEZ UREÑA Y EL
LATINOAMERICANISMO
Fernando Degiovanni
1
Henríquez Ureña a Agnes Morgan, 19 de noviembre de 1942, Ar-
chivo de Pedro Henríquez Ureña, Caja 1, El Colegio de México,
México.
2
Todos los textos de Henríquez Ureña escritos originalmente en
inglés se citarán en esta lengua como recordatorio de las condi-
56 FERNANDO DEGIOVANNI
5
Américo Castro a Amado Alonso, 31 de octubre de 1941. Archivo
de Amado Alonso, Residencia de Estudiantes, Madrid.
6
La ausencia total de referencia al latinoamericanismo antimperia-
lista de Ugarte en la ensayística de Henríquez Ureña ha sido subra-
yada por Pedro L. Barcia 31-32.
PEDRO HENRÍQUEZ UREÑA Y EL LATINOAMERICANISMO 59
7
En enero de 1941, la Oficina de Asuntos Interamericanos había
obtenido los resultados de una encuesta en torno a “What people in
the United States think and know about Latin America and Latin
Americans”. El cuestionario, que contenía diecinueve adjetivos des-
criptivos, partía de la pregunta “from this list, which words seem to
you to describe best the people who live in Central and South Ame-
rica?”. Los resultados eran del todo desalentadores para una política
de entendimiento: setenta y siete por ciento de los encuestados —
la mayoría— respondían que los latinoamericanos eran “dark-skin-
ned”, y los atributos que seguían en su caracterización eran “quick-
tempered”, “emotional”, “backward”, “religious”, “lazy”, “igno-
rant” y “suspicious”. El adjetivo menos elegido era “efficient”
(Schoultz 315).
PEDRO HENRÍQUEZ UREÑA Y EL LATINOAMERICANISMO 65
8
El manuscrito de “Cultural Ties” reúne apuntes a partir de los cua-
les, al parecer, Henríquez Ureña improvisó en público. Está escrito
a mano y a máquina, y mezcla ideas en inglés y español, aunque ma-
yormente está escrito en inglés ya que Henríquez Ureña se dirigió
en ese idioma al grupo de Tufts. De ahí las citas en español de esta
sección.
PEDRO HENRÍQUEZ UREÑA Y EL LATINOAMERICANISMO 69
9
Henríquez Ureña dice en la primera página de su libro que dedi-
cará las conferencias a la “literature of Hispanic America”. Y aclara:
“I prefer this designation to the more popular though less satisfac-
tory ‘Latin America’” (Literary Currents v). Esta oposición al uso
más corriente de “América Latina” en inglés se debe, por un lado, a
su firme decisión de no incluir a Haití en las discusiones, y, por
otro, a su deseo de enfatizar la historia común de España y Portu-
gal hasta 1640, cuando los reinos se separaron. En su Historia de la
cultura en la América Hispánica lo aclara así: “La historia de la cul-
tura [imperial] portuguesa está ligada a la de la cultura española; en
la literatura ha habido influencias mutuas” (26). En Literary Cu-
rrents el relato de la unidad “hispánica” se basa, por ejemplo, en la
influencia jesuítica en todo el orbe colonial español y portugués de
América (32-34).
74 FERNANDO DEGIOVANNI
10
Sobre la cuestión lingüística en Henríquez Ureña, cf. Juan R. Val-
dez.
PEDRO HENRÍQUEZ UREÑA Y EL LATINOAMERICANISMO 77
11
Howard Mumford Jones a Pedro Henríquez Ureña, 3 de mayo
de 1941. Mumford Jones escribe: “I think the public lecturer may
well feel a sense of discouragement —his words are as wind, some-
times the hall is half empty, often the audience seems so naif as to
be childlike, and so on- but nevertheless I am honestly of opinion
that your visit made us great good, and that, in particular, your
book, when it appears, will have a real success”.
80 FERNANDO DEGIOVANNI
BIBLIOGRAFÍA CITADA
Aguilar, Gonzalo, y Mariano Siskind. “Viajeros culturales en la Ar-
gentina (1928-1942)”. Historia crítica de la literatura argentina VI.
Noé Jitrik y María T. Gramuglio, eds. Buenos Aires: Emecé, 2002.
367-391.
Barcia, Pedro L., ed. Pedro Henríquez Ureña en la Argentina. Santo
Domingo: Ferilibro, 2006.
Castro, Américo. “Carta a Amado Alonso”. 31 de octubre de 1941.
Manuscrito. Archivo de Amado Alonso. Residencia de Estudiantes,
Madrid.
Clayton, Lawrence A. Perú and the United States: The Condor and
the Eagle. Athens: U. of Georgia P., 1999.
12
William M. Omán a Pedro Henríquez Ureña, 7 de abril de 1941.
El manuscrito en inglés de A Concise History se guarda también en
el archivo.
13
Ver cartas de Pedro Henríquez Ureña a Cyrus T. Brady, 27 de
diciembre de 1939; de Morrill Cody a Pedro Henríquez Ureña, 30
de mayo de 1945; y de Morrill Cody a Pedro Henríquez Ureña, 18
de septiembre de 1945.
PEDRO HENRÍQUEZ UREÑA Y EL LATINOAMERICANISMO 81
I.
n el ensayo “La influencia de la revolución en la vida in-
1
El libro reúne las conferencias dictas en la cátedra Charles Eliot
Norton durante el año académico 1940-1941, fue editado en inglés
en 1945 por la Harvard University Press y, traducido por Díez
Canedo. Fondo de Cultura Económica lo editará en 1949 en forma
póstuma.
88 MÓNICA BERNABÉ
2
Su alumno de entonces, Enrique Anderson Imbert, lo evoca: “Nos
llevó a su casa, nos enseñó a vivir y a pensar, a oír música y a escribir
cuentos, a leer los clásicos e informarnos de las ciencias, a disfrutar
de las literaturas modernas en sus lenguas originales, a conversar, a
gustar de la pintura, a trabajar y apreciar el paisaje y la bondad. So-
bre todo nos enseñó a ser justos”, (cit. en Henríquez Ureña
1978: 532).
EL CANON DE LA EXPRESIÓN AMERICANA 91
II.
Otro momento significativo en cuanto a la necesidad de pen-
sar el canon latinoamericano es el que se desata a fines de la
década del sesenta y que, en cierta medida, presenta una línea
de continuidad con el latinoamericanismo de principios de si-
glo, desde el momento en que se mantiene la idea de que la
literatura es depositaría de funciones sociales y que esta
vez, enmarcadas en la “teoría de la dependencia” y en los efec-
tos que la revolución en la isla de Cuba desató sobre el conti-
nente, se tradujeron en objetivos de liberación nacional y an-
timperialistas.
América siguió siendo el lugar para la utopía —una utopía que
a partir del boom de la novela latinoamericana se tiñe con la es-
tética del “realismo mágico” o lo “real maravilloso”— y un es-
pacio abierto a la posibilidad del cambio social revolucionario.
En este sentido, resulta valioso revisar en América Latina en
su literatura, volumen de carácter colectivo editado bajo los
auspicios de la Unesco, las modalidades que asume la idea de
la unidad latinoamericana analizada, ahora, desde la presión
modernizadora y de la dependencia económica y cultural de
92 MÓNICA BERNABÉ
III.
En las dos últimas décadas, los estudios literarios latinoame-
ricanos se desarrollaron en estrecha conexión con categorías
como “literatura heterogénea”, “literatura híbrida”, “litera-
tura alternativa”, “literatura diglósica”, “literatura subal-
terna”. No nos interesa ahora realizar el análisis de la conve-
niencia o no del uso de esas categorías que provienen de dis-
EL CANON DE LA EXPRESIÓN AMERICANA 97
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
Arguedas, José María. El Zorro de Arriba y el Zorro de Abajo. Obras
Completas, Tomo V. Lima, Horizonte, 1983.
Conejo Polar, Antonio. Formación de la tradición literaria en el
Perú. Lima, CEP, 1989.
____________________. Escribir en el Aire. Lima, Horizonte, 1994.
Cortázar, Julio. “Un gran escritor y su soledad”, en Life en español,
Nueva York, 7 de abril de 1969, pp. 44-55.
Fernández Moreno, César, Cood. América Latina en su literatura.
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Philadelphia, Asociación Internacional de Peruanistas, 1996.
EL CANON DE LA EXPRESIÓN AMERICANA 99
1
Mariátegui, José Carlos. “Seis ensayos en busca de nuestra
expresión por Pedro Henríquez Ureña”. La utopía de América.
Caracas: Biblioteca Ayacucho, 1978, p. 258.
2
El conjunto de problemas que nos presenta el desafío de realizar
una historiografía literaria para Latinoamérica radica en los tres
elementos que la componen —historia, literatura y la región
misma—, los cuales en sí mismos arduos núcleos de discusión
teórico-metodológica. Sobre esto hay dos ejes principales de
discusión que son importantes de destacar: por un lado, todo lo
APORTES DE PEDRO HENRÍQUEZ UREÑA A LA HISTORIOGRAFÍA 103
3
“Cuestiones conceptuales: hibridez y mestizaje”. El sur y los
trópicos. Ensayos sobre cultura latinoamericana. Madrid: Universi-
dad de Alicante, 2004, p. 102.
4
Rama, Ángel. “Algunas sugerencias de trabajo para una aventura
intelectual de integración”. En Pizarro, Ana. (Coord.) La literatura
latinoamericana como proceso. Buenos Aires: centro editor de
América latina. 1985, p. 90.
5
Utilizo el término mestizaje aquí en el sentido que él mismo lo
entendía: como la posibilidad de mezclas culturales heterogéneas
entre la tradición hispana y las diversas tradiciones y componentes
activos de América Latina. Sin rehuir en su caso, del uso posterior
que tuvo la idea —y posterior concepto— de mestizaje para los
procesos de blanqueamiento indígena por parte de los Estados,
principalmente, continentales. Ureña se aferra tempranamente a la
APORTES DE PEDRO HENRÍQUEZ UREÑA A LA HISTORIOGRAFÍA 105
6
Aunque a Mariátegui le haya parecido un ensayo de otro orden y
“ajeno” al núcleo central sobre el problema de la expresión
americana, no deja de parecerse al contrapunto que el mismo
peruano realiza en su ensayo contrastivo entre América latina y los
Estados Unidos, “El sentimiento religioso” (Siete ensayos sobre la
realidad peruana), específicamente sobre a las condiciones del
arraigo cristiano y protestante.
APORTES DE PEDRO HENRÍQUEZ UREÑA A LA HISTORIOGRAFÍA 107
7
La utopía de América. Caracas: Biblioteca Ayacucho, 1978, p.4-5.
8
Seis ensayos en busca de nuestra expresión. Buenos Aires: Babel,
1928, p. 256.
108 MARÍA J. YAKSIC AHUMADA
9
Ibídem, p.7.
10
Ibídem, p.12.
APORTES DE PEDRO HENRÍQUEZ UREÑA A LA HISTORIOGRAFÍA 109
11
Ciertamente, aquí enfatiza en la posibilidad de que la expresión
en una lengua pueda ser la base para un diálogo entre las diversas
herencias culturales. Sería interesante extender esta reflexión a
otros debates posteriores sobre literatura y lingüística, especial-
mente a aquellos que se desplegaron en el Caribe donde la pregunta
por la lengua nacional posee alcances más complejos en contextos
de disglosia. Es allí cuando esta discusión adquiere otros alcances y
algunas de las expresiones más vanguardistas, como las que provie-
nen del Caribe francófono y anglófono. Ver Kamau Brathwaite,
Édouard Glissant (2008); y por supuesto, toda la literatura que
surge del movimiento martiniqueño de la Créolité.
12
Seis ensayos en busca de nuestra expresión. Buenos Aires: Babel,
1928, p. 13
13
Ibídem.
110 MARÍA J. YAKSIC AHUMADA
14
Señalo aquí las artes en general, porque resulta interesante que
Henríquez Ureña no solo se haya interesado por la producción
literaria. su noción de cultura abarca todas las formas de expresión
posibles que reflejen ese lenguaje particular deseado. Esta mirada
integral de las artes como discursos expresivos de una identidad
regional anticipa noción de cultura que acuñaran posteriormente
los Estudios Culturales y la teoría crítica latinoamericana.
APORTES DE PEDRO HENRÍQUEZ UREÑA A LA HISTORIOGRAFÍA 111
15
La utopía de América. Caracas: Biblioteca Ayacucho, 1978, p. 5.
16
Ibídem, p. 6.
112 MARÍA J. YAKSIC AHUMADA
17
Grínor Rojo en su ensayo “Pedro Henríquez Ureña en busca de
nuestra expresión” analiza las influencias en el pensamiento de
Ureña de forma detallada. Para él la reunión, por un lado, de las
nociones hegelianas de totalidad y particularidad, y por otro, las
propuestas de desarrollo espiritual latinoamericano de José Enrique
Rodó resultan una reunión prodigiosa entre la dialéctica hegeliana
y la confianza en la educación estética del hombre del pensador
uruguayo.
18
Rojo también destaca la postura antiimperialista del dominicano,
que para nosotros tiene plena relación con su conciencia regional a
la hora de mapear el desarrollo de las literaturas del continente.
19
La utopía de América. Caracas: Biblioteca Ayacucho, 1978, p. 8.
APORTES DE PEDRO HENRÍQUEZ UREÑA A LA HISTORIOGRAFÍA 113
20
Este concepto lo propone Foucault en su artículo ¿Qué es un
autor? Conferencia presentada en el Collège de France ante la
Sociedad Francesa de filosofía el 22 de febrero de 1969.
21
La utopía de América. Caracas: Biblioteca Ayacucho, 1978, p. 17.
114 MARÍA J. YAKSIC AHUMADA
LA PROPUESTA HISTORIOGRÁFICA
En el ensayo “Caminos de nuestra historia literaria”
Henríquez Ureña propone cuatro ejes y tres subejes para
APORTES DE PEDRO HENRÍQUEZ UREÑA A LA HISTORIOGRAFÍA 115
22
Henríquez Ureña, Pedro. Seis ensayos en busca de nuestra
expresión. Buenos Aires: Babel, 1928, p. 16.
23
Ibídem.
116 MARÍA J. YAKSIC AHUMADA
24
Ibídem, p. 18.
25
Ibídem, p. 20.
APORTES DE PEDRO HENRÍQUEZ UREÑA A LA HISTORIOGRAFÍA 117
26
Ibídem, p. 21.
118 MARÍA J. YAKSIC AHUMADA
27
Ibídem, p. 22
28
Ibídem, p. 22.
29
Ibídem, p. 23.
APORTES DE PEDRO HENRÍQUEZ UREÑA A LA HISTORIOGRAFÍA 119
30
Ibídem, p. 24.
31
Pienso especialmente en el concepto de cultura que aparece en el
clásico de Raymond Williams, Marxismo y literatura.
32
Por ejemplo, este aspecto lo destaca Beatriz Sarlo en su artículo
“Raymond Williams: una relectura”. Punto de Vista 45, 1993.
120 MARÍA J. YAKSIC AHUMADA
33
Varios autores subrayan este aporte del intelectual dominicano.
Por ejemplo, se puede revisar en el artículo de Rama “Algunas
sugerencias de trabajo para una aventura intelectual de integración”,
y el de Carlos Pacheco y Ana Pizarro “Aprehender el movimiento
de nuestro imaginario social”, ambos compilados en La literatura
latinoamericana como proceso.
APORTES DE PEDRO HENRÍQUEZ UREÑA A LA HISTORIOGRAFÍA 121
34
Se puede consultar una propuesta de sistematización actualizada
de las zonas culturales que definen la heterogeneidad latinoame-
ricana en el artículo “Áreas Culturales en la modernidad tardía” de
Ana Pizarro.
35
Pizarro, Ana. La literatura como proceso, p. 19.
36
Esta compilación de trabajos de críticos relevantes de Latino-
américa tiene como antecedente las propuestas presentadas en
Hacia una historia de la literatura latinoamericana, compiladas por
la misma autora.
122 MARÍA J. YAKSIC AHUMADA
37
Henríquez Ureña, Pedro. Seis ensayos en busca de nuestra
expresión. Buenos Aires: Babel, 1928, p.45.
38
Al respecto me parecen fundamentales los trabajos que ha
realizado la sociocrítica de Agenot, Duchet, Robin y otros, los
cuales incorporan la literatura a un sistema mayor discursivo que
conforma “el discurso social” en un momento dado.
39
Sobre las diferentes propuestas para abordar el problema de la
periodización, Ana Pizarro se refiere en su “Introducción” a La
literatura latinoamericana como proceso. Allí también, se incluyen
APORTES DE PEDRO HENRÍQUEZ UREÑA A LA HISTORIOGRAFÍA 123
REFERENCIAS
Cándido, Antonio. “Literatura e Historia”. Hacia una historia de la
literatura latinoamericana. México DF: El colegio de México, 1987
Barthes, Roland. “¿Historia o literatura?”. Sobre Racine. México:
Siglo XXI, 1992
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poética del acriollamiento. Una Conversación”. Literatura y
Lingüística 19, 2008, pp. 311-329. Disponible en:
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la historia literaria latinoamericana”. En: Pizarro, Ana. (Coord.) La
literatura latinoamericana como proceso. Buenos Aires: centro
editor de América latina. 1985
1. EL AFÁN DE PERFECCIÓN
En “La utopía de América”, Pedro Henríquez Ureña dice
que, a diferencia de otras religiones en las que la perfección se
alcanza sólo hasta la “otra vida” o por medio de una divinidad,
“Grecia cree en el perfeccionamiento de la vida humana por
medio del esfuerzo humano”1. Es significativo que de todas
las ideas que atraviesan la cultura griega y que él bien conocía
dado su apego a la tradición helénica, ponga especial énfasis
en el aspecto que corresponde a la potencialidad que tiene el
ser humano para perfeccionarse en esta vida.
La lectura creativa que el crítico dominicano hace de la
tradición griega le muestra el sujeto que desea para nuestra
América: una mujer u hombre siempre perfectible, que puede
aspirar a mejorarse a sí mismo y también a mejorar la sociedad
en la que está inmerso. De esa noción de sujeto surge la utopía
ureñista: una persona que, en el reino de este mundo, es capaz
de incidir activamente en el curso de su propia historia. Esta
concepción de ser humano, por una parte, abre el horizonte
de la utopía, en tanto que siempre es posible modificar las
condiciones actuales, “superar lo dado y con ello trascenderse
a sí mismo”2; por otra parte, la misma noción marca un
1
HENRÍQUEZ UREÑA, Pedro. “La utopía de América”. En La
utopía de América. Ayacucho, Caracas, 1989. p. 7.
2
RAMÍREZ FIERRO, María del Rayo. “Imaginación y utopización”.
En Intersticios, núm. 11, México, 1999. p. 114.
128 MARIANA BRITO OLVERA
3
Estas Memorias fueron publicadas póstumamente. El primero en
editarlas fue el argentino Alfredo A. Roggiano, que consiguió los
textos conservados por Isabel Lombardo Toledano, quien fuera
esposa de Henríquez Ureña. Fragmentos extensos de la obra se
citaron en su libro Pedro Henríquez Ureña en los Estados Unidos.
Posteriormente, dio a conocer unas notas de viaje que comprenden
un período del año 1911 en el que el autor dominicano realizó un
viaje a Cuba. El material que proporcionó la viuda de Henríquez
Ureña también contenía un Diario, que era la continuación de las
memorias de 1909. En 1988, publica en la Revista Iberoamericana
“Las Memorias de Pedro Henríquez Ureña” y, finalmente, el Texto
de las Memorias de Pedro Henríquez Ureña, que contenía parte de
los materiales antes mencionados. La edición a la que yo haré
referencia es la que preparó Enrique Zuleta Álvarez para el Fondo
de Cultura Económica en el año 2000, aunque ya desde 1989 había
publicado una edición en argentina bajo el mismo sello editorial.
VIDA Y NARRACIÓN 129
4
HENRÍQUEZ UREÑA, Pedro. Memorias/Diario/Notas de viaje,
introducción y notas de Enrique Zuleta Álvarez. FCE, México,
2000. p. 39-40.
130 MARIANA BRITO OLVERA
5
Philippe Lejeune habló del “pacto autobiográfico” para explicar lo
que ocurre en textos de esta índole. Para explicar el término,
Lejeune parte de la distinción básica en teoría literaria que hay entre
autor, narrador y personaje. Autor como el referente tangible en la
realidad extratextual que escribe el relato; narrador como el
mediador intratextual entre lector y mundo narrado; y personaje
como el agente intratextual del mundo narrado. Una distinción que
puede ser tan elemental en el género narrativo pero tan inobservable
en la escritura autobiográfica, ya que el lector del libro equipara
totalmente al autor de carne y hueso con la voz que enuncia el
discurso y el personaje del que habla. El “pacto autobiográfico”
consiste en la homologación autor-narrador-personaje que nos lleva
a pensar que debido a que el personaje y narrador es, en apariencia,
el mismo que el autor, entonces su narración será “real”, “verdad”.
Por ello, el teórico francés expresa que la autobiografía no debe
leerse sólo en clave textual: parte del pacto que se juega está afuera,
en lo extratextual, en lo que representa la firma del autor y su
correspondencia con lo que éste escribe en su autobiografía.
LEJEUNE, Philippe. “El pacto autobiográfico”. En LOUREIRO,
Ángel G. (coordinador). La autobiografía y sus problemas teóricos.
Suplementos Anthropos. Núm. 29, México, 1991. pp. 47-61.
6
MOLLOY, Sylvia. Acto de presencia. La escritura autobiográfica en
Hispanoamérica. Colegio de México/FCE, México, 1996. p. 16.
132 MARIANA BRITO OLVERA
7
WEINTRAUB, Karl J. “Autobiografía y conciencia histórica”. En
LOUREIRO, Ángel G (coord.). La autobiografía y sus problemas
teóricos. Suplementos Anthropos, núm. 29, México, 1991. p. 21.
VIDA Y NARRACIÓN 133
8
No obstante, la secuencia lógica para narrar una vida no es
condición absolutamente necesaria a la hora de hacer autobiografía
o memorias. Como dice James Olney, la idea que se tenga del bios,
de la vida, influye notablemente en la manera en que se concibe el
yo y la personalidad propia. Es por ello que “[l]a práctica de la
autobiografía es casi tan variada como el número de personas que la
llevan a cabo”. OLNEY, James. “Algunas versiones de la memoria/
Algunas versiones del bios: la ontología de la autobiografía”. En
LOUREIRO, Ángel G. (coord.). La autobiografía y sus problemas
teóricos. Suplementos Anthropos. p. 33.
9
“Pues si yo soy efectivamente, ¿por qué pido que vengas a mí,
cuando yo no sería si tú no fueses en mí? No he estado aún en el
infierno; mas también allí estás tú. Pues si descendiere a los
infiernos, allí estás tú”. AGUSTÍN, San. “Las confesiones”. En Obras
(tomo II), edición crítica y anotada por Custodio Vega, Ángel.
Biblioteca de Autores Cristianos, Madrid, 1955, Libro I, capítulo
II. p. 85. No entraré aquí en el debate aún irresuelto de si las
Confesiones de San Agustín son en verdad autobiografía, al ser este
género, como lo apunta Karl Weintraub en el artículo antes citado,
un fenómeno que se despliega con fecundidad hasta el siglo XIX
debido a ciertos fenómenos filosóficos, sociales, políticos y
culturales que propician otra comprensión histórica de la existencia.
Según apunta Weintraub, la autobiografía sólo puede desarrollarse
cuando el hombre es consciente de que su individualidad se enmarca
en el cauce histórico general, de ahí que crea relevante la publicación
de un texto que, por su carácter íntimo, podría interesar sólo a un
número muy reducido de personas. En torno al nacimiento de la
134 MARIANA BRITO OLVERA
13
WEINTRAUB, Karl J. “Autobiografía y conciencia histórica”. p.
21.
14
Quisiera anotar que, para fines expositivos, aquí desarrollo el
análisis de las Memorias en tanto que autobiografía, a pesar de ser
consciente de la diferencia entre éste género y el de las “memorias”,
sin embargo, en el apartado tercero se justificará teóricamente esta
determinación.
136 MARIANA BRITO OLVERA
15
HENRÍQUEZ UREÑA, Pedro. Memorias/Diario/Notas de viaje.
pp. 27-28.
VIDA Y NARRACIÓN 137
16
HENRÍQUEZ UREÑA, Pedro. Memorias/Diario/Notas de viaje. p.
28.
17
PIÑA-CONTRERAS, Guillermo. “El universo familiar en la
formación intelectual de Pedro Henríquez Ureña”. En Cuadernos
americanos, núm. 90, México, 2001. pp. 143-179.
138 MARIANA BRITO OLVERA
18
HENRÍQUEZ UREÑA, Pedro. “Ariel”. En Ensayos críticos, Obra
crítica. FCE, México, 2001. p. 25.
19
RODÓ, José Enrique. Ariel/Motivos de Proteo. Ayacucho,
Caracas, 1976. p. 6.
20
RODÓ, José Enrique. Ariel/Motivos de Proteo. p. 53.
VIDA Y NARRACIÓN 139
21
RODÓ, José Enrique. Ariel/Motivos de Proteo. pp. 9-10.
22
Ahora, es importante no obviar el hecho que, pese a esta gran
confianza que Rodó depositó en la juventud, cuando hablaba de ella,
no se refería a toda la juventud, sino sólo a algunos jóvenes que
podían aspirar a ser el Ariel que Rodó tenía en mente. Dirá al
respecto de ello Óscar Terán: “[e]ste esquema reitera un paradigma
ampliamente difundido en esas décadas en Latinoamérica, que no es
sino el de una república aristocrática tutelada por una activa
‘autoridad moral’”. TERÁN, Óscar. “El Ariel de Rodó o cómo entrar
en la modernidad sin perder el alma”. En WEINBERG, Liliana
(coord.). Estrategias del pensar I. CIALC/UNAM, México, 2010.
p. 57.
140 MARIANA BRITO OLVERA
23
HENRÍQUEZ UREÑA, Pedro. Memorias/Diario/Notas de viaje.
pp. 39-40.
VIDA Y NARRACIÓN 141
rodoniano:
Las Feltz, que por entonces contaban alrededor de treinta
años (una más y otra menos), habían sido siempre amigas
de la casa; y Leonor, que es hoy la mujer más ilustrada de
Santo Domingo, fue siempre la discípula predilecta de mi
madre. Bajo su influencia y estímulo, comenzamos una
serie de lecturas que abarcaron algunos campos diversos: el
Ariel de José Enrique Rodó nos hizo gustar del nuevo estilo
castellano […]; leímos a D’Annunzio, en las traducciones
francesas de Georges Herelle; releímos Shakespeare, en la
traducción castellana de Mac Pherson; recorrimos diversas
épocas del teatro español […] Pero lo que vino á dar
carácter á aquellas reuniones y á aquellas lecturas fue el
descubrimiento (sí, para nosotros no fue menos cosa) de
Ibsen24.
24
HENRÍQUEZ UREÑA, Pedro. Memorias/Diario/Notas de viaje.
pp. 61-62.
142 MARIANA BRITO OLVERA
25
HENRÍQUEZ UREÑA, Pedro. Memorias/Diario/Notas de viaje.
pp. 102-103.
26
HENRÍQUEZ UREÑA, Pedro. “Ariel”. p. 24.
VIDA Y NARRACIÓN 143
27
HENRÍQUEZ UREÑA, Pedro. Memorias/Diario/Notas de viaje. p.
66.
28
MOLLOY, Sylvia. Acto de presencia. La escritura autobiográfica en
Hispanoamérica. p. 27.
29
DELIGNE, Gastón F. “Muerta”. En Galaripsos, prólogo de Pedro
Henríquez Ureña. Librería Dominicana, Santo Domingo, 1963. p.
106-110.
144 MARIANA BRITO OLVERA
Hispanoamérica. p. 30.
VIDA Y NARRACIÓN 145
31
HENRÍQUEZ UREÑA, Pedro. Las corrientes literarias en la América
hispánica. FCE, Bogotá, 1994. p. 56. Me parece importante resaltar
este aspecto del pensamiento ureñista no sólo por lo que de
avanzada representa para su época, sino porque esta concepción de
la mujer permitió que en sus obras historiográficas emprendiera
valiosos rescates de numerosas escritoras, desde la época colonial,
que muchos más estudiosos de la literatura habían marginado.
Evidentemente, este pensamiento no escapaba a sus propias
contradicciones, tal como se muestra en algunas epístolas con
Alfonso Reyes, donde el dominicano habla de su esposa, Isabel
Lombardo Toledano, como de un ser infantil, poco activo, incapaz
de tomar decisiones.
32
HENRÍQUEZ UREÑA, Pedro. Memorias/Diario/Notas de viaje. p.
43.
146 MARIANA BRITO OLVERA
35
HENRÍQUEZ UREÑA, Pedro. Memorias/Diario/Notas de viaje. p.
30-31.
36
Dice en las Memorias: “Ricardo Gómez era devoto de
Schopenhauer y le era intolerable el positivismo. Yo, en cambio,
estaba en plena época positivista y optimista; y muchas veces
discutimos, sin que yo cediera en mis trece. Con Rubén Valenti
también comencé a discurrir sobre filosofía, y él, que leía revistas
italianas y gustaba del naciente movimiento pragmatista, me
despertó la afición por las nuevas tendencias, que yo veía ya
mencionadas en las revistas europeas.”, pp. 109-110. Y más tarde:
“En el orden filosófico, he ido modificando mis ideas, á partir,
también, del mismo año 1907. Mi positivismo y mi optimismo se
basaban en una lectura casi exclusiva de Spencer, Mill y Haeckel
[…]. El positivismo me inculcó la errónea noción de no hacer
metafísica (palabra que se interpretó mal desde Comte); y a nadie
conocía yo que hiciera otra metafísica que la positivista, la cual se
daba ínfulas de no serlo. Por fortuna, siempre fui adicto á las
discusiones; y, después que los artículos de Andrés Gómez Blanco
y Ricardo Gómez Robelo me criticaron duramente mi optimismo
y mi positivismo (el del libro Ensayos críticos), tuve ocasión de
discutir con Gómez Robelo y Valenti esas mismas ideas. Por fin,
148 MARIANA BRITO OLVERA
39
HENRÍQUEZ UREÑA, Pedro. Memorias/Diario/Notas de viaje. p.
33.
40
La noción de lo “heterogéneo” en Pedro Henríquez Ureña no
tiene aún los matices que introducirá décadas después en sus
trabajos sobre “heterogeneidad cultural” el crítico de la literatura
peruano Antonio Cornejo-Polar, pero me parece que es un
planteamiento que, sin nombrarse así, sigue una línea similar.
41
HENRÍQUEZ UREÑA, Pedro. Las corrientes literarias en la América
hispánica. p. 45.
150 MARIANA BRITO OLVERA
42
MARTÍ, José. Nuestra América, edición de Cintio Vitier, La
Habana, Centro de Estudios Martianos, 2010, p. 15.
VIDA Y NARRACIÓN 151
43
HENRÍQUEZ UREÑA, Pedro. Memorias/Diario/Notas de viaje. p.
38.
44
HENRÍQUEZ UREÑA, Pedro. Memorias/Diario/Notas de viaje. p.
46.
45
HENRÍQUEZ UREÑA, Pedro. Memorias/Diario/Notas de viaje. p.
52.
152 MARIANA BRITO OLVERA
46
En páginas anteriores relata la formación de estas dos antologías
hechas por los hermanos Ureña en su infancia bajo la dirección de
Salomé Ureña.
47
HENRÍQUEZ UREÑA, Pedro. Memorias/Diario/Notas de viaje.
pp. 46-47.
VIDA Y NARRACIÓN 153
48
HENRÍQUEZ UREÑA, Pedro. Memorias/Diario/Notas de viaje.
pp. 34-35.
154 MARIANA BRITO OLVERA
49
PIÑA-CONTRERAS, Guillermo. “El universo familiar en la
formación intelectual de Pedro Henríquez Ureña”. p. 165.
50
Gabriel Zaid citado en CURIEL, Fernando. La Revuelta.
Interpretación del Ateneo de la Juventud (1906-1929). UNAM,
México, 1999. p. 24.
51
CURIEL, Fernando. La Revuelta. Interpretación del Ateneo de la
Juventud (1906-1929). p. 229.
VIDA Y NARRACIÓN 155
52
HENRÍQUEZ UREÑA, Pedro. “La cultura de las humanidades”. En
Obra crítica. FCE, México, 2001. p. 598.
53
HENRÍQUEZ UREÑA, Pedro. “La cultura de las humanidades”. p.
598.
156 MARIANA BRITO OLVERA
54
HENRÍQUEZ UREÑA, Pedro. Memorias/Diario/Notas de viaje. p.
114.
158 MARIANA BRITO OLVERA
55
LEJEUNE, Philippe. “El pacto autobiográfico”. p. 48.
56
WEINTRAUB, Karl J. “Autobiografía y conciencia histórica”. p.
19.
VIDA Y NARRACIÓN 159
57
HENRÍQUEZ UREÑA, Pedro. Memorias/Diario/Notas de viaje. p.
28-29.
58
En el siglo XIX, por ejemplo, el argentino Juan Bautista Alberdi
acusó a Sarmiento de egocéntrico por sus incursiones autobio-
gráficas: “Ni usted ni yo, como personas, somos asunto bastante para
distraer la atención pública”. Citado en MOLLOY, Sylvia. Acto de
presencia. La escritura autobiográfica en Hispanoamérica. p. 193.
160 MARIANA BRITO OLVERA
59
No deja de ser curioso, de cualquier forma, que el mecanuscrito
que se conserva de las memorias –que sirvió a la edición preparada
por Alfredo A. Roggiano y a la del Fondo de Cultura Económica,
preparada por Enrique Zuleta Álvarez– tiene agregados a mano de
Henríquez Ureña –unas veces indicados por asteriscos, otras no–,
lo que sugiere que necesariamente releyó el texto, lo corrigió, lo
amplio: todo lo que hace alguien que escribe con conciencia autoral.
VIDA Y NARRACIÓN 161
60
WEINTRAUB, Karl J. “Autobiografía y conciencia histórica”. p.
19.
61
MAY, George. La autobiografía. pp. 147-148.
62
MAY, George. La autobiografía. p. 145.
162 MARIANA BRITO OLVERA
63
ZULETA ÁLVAREZ, Enrique. “Introducción”. En HENRÍQUEZ
UREÑA, Pedro. Memorias/Diario/Notas de viaje. p. 21.
64
ZULETA ÁLVAREZ, Enrique. “Introducción”. p. 19.
VIDA Y NARRACIÓN 163
Sin duda una declaración que puede ser polémica66, pero que
65
En REYES, Alfonso; HENRÍQUEZ UREÑA, Pedro. Correspon-
dencia / 1907-1914. FCE, México, 1986. p. 79.
66
Pues podría albergar cierto aire elitista en cuanto a la idea de que
ese pacto intelectual “puede realizarse con muy pocos”. Una de las
cosas que poco se dicen en torno a la figura de Henríquez Ureña es
la contraposición existente entre su generosidad fecunda con sus
discípulos elegidos y su parquedad y distancia con aquellos que
consideraba poco aptos para la labor intelectual. En diversos
comentarios de la correspondencia con Alfonso Reyes, el maestro
dominicano muestra la meticulosidad con que escogía sus
amistades. En una nota al pie acerca de este mismo tema, dirá José
Luis Martínez que “[d]irecta o indirectamente, Pedro Henríquez
Ureña sometía a un examen intelectual a sus posibles amigos”. En
REYES, Alfonso; HENRÍQUEZ UREÑA, Pedro. Correspondencia /
1907-1914. p. 82.
Quisiera también subrayar algunos elementos metodológicos
vinculados al empleo de textos epistolares como materia de análisis.
El fragmento que comento de la epístola dirigida a Alfonso Reyes
164 MARIANA BRITO OLVERA
BIBLIOGRAFÍA DIRECTA
HENRÍQUEZ UREÑA, Pedro. Memorias/Diario/Notas de viaje,
introducción y notas de Enrique Zuleta Álvarez. FCE, México,
2000.
68
WEINTRAUB, Karl J. “Autobiografía y conciencia histórica”. p.
33.
166 MARIANA BRITO OLVERA
BIBLIOGRAFÍA SECUNDARIA
AGUSTÍN, San. “Las confesiones”. En Obras (tomo II), edición
crítica y anotada por Custodio Vega, Ángel. Biblioteca de Autores
Cristianos, Madrid, 1955.
CURIEL, Fernando. La Revuelta. Interpretación del Ateneo de la
Juventud (1906-1929). UNAM, México, 1999.
DELIGNE, Gastón F. “Muerta”. En Galaripsos, prólogo de Pedro
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LEJEUNE, Philippe. “El pacto autobiográfico”. En
LOUREIRO, Ángel G. (coordinador). La autobiografía y sus
problemas teóricos. Suplementos Anthropos. Núm. 29, México,
1991. pp. 47-61.
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Centro de Estudios Martianos, 2010.
MAY, Georges. La autobiografía. FCE, México, 1982.
MOLLOY, Sylvia. Acto de presencia. La escritura autobiográfica en
Hispanoamérica. Colegio de México/FCE, México, 1996.
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versiones del bios: la ontología de la autobiografía”. en LOUREIRO,
Ángel G. (coord.), La autobiografía y sus problemas teóricos.
Suplementos Anthropos. pp. 33-47.
PIÑA-CONTRERAS, Guillermo. “El universo familiar en la
formación intelectual de Pedro Henríquez Ureña”. En Cuadernos
americanos, núm. 90, México, 2001. pp. 143-179.
VIDA Y NARRACIÓN 167
1. INTRODUCCIÓN
Mucho menos (re)conocido y examinado que la Gramática
castellana (1938, 1939) que, casi una década más tarde, publi-
carían Amado Alonso y Pedro Henríquez Ureña, El libro del
idioma, de Henríquez Ureña y Narciso Binayán, es, sin em-
bargo, un texto clave en la historia de la enseñanza de la
lengua en la Argentina. Publicado en un momento en que
todavía perduran los debates sobre las consecuencias que la
inmigración masiva habría producido en el español hablado en
el país, El libro del idioma se propone a los maestros argentinos
como un trabajo que, sensible a ese fenómeno de reconfigura-
ción de la identidad lingüística, busca al mismo tiempo renovar
los criterios de enseñanza de la lengua y aportar a la construc-
ción de un sentido de la nacionalidad.
Para ello, Henríquez Ureña y Binayán desarrollan una estra-
tegia que se despliega en dos frentes: por una parte, en un
contexto en el que la práctica docente ha comenzado apenas
un proceso de profesionalización, El libro del idioma inaugura
una práctica editorial novedosa y despliega en dos volúmenes
(uno para el alumno y otro para el maestro) su recorrido
pedagógico. Se trata, como veremos, de una doble transposi-
ción didáctica: los autores se constituyen no solo como presti-
giosos mediadores de un saber para los estudiantes, sino tam-
170 GUILLERMO TOSCANO Y GARCÍA
1
En adelante, LI y GU, respectivamente. Citamos el LI por su
quinta edición (sin fecha) y la GU por la primera (1927).
2
Dominicano uno, nacido en Chile aunque radicado en la Argentina
desde los dos años el otro (cfr., al respecto, Trenti Rocamora 1997:
11). Ambos se inscriben, así, en la tradición de intelectuales que,
como Vicente Rossi o Arturo Costa Álvarez, habiendo nacido fuera
de la Argentina tuvieron sin embargo luego una gravitación decisiva
UNA GRAMÁTICA DE LA NACIÓN ARGENTINA 171
5
En este único caso, la denominación “gramática” presente en el
título del LI se reformula como “ejercicio” al dar nombre a la
respectiva sección; el cambio es ilustrativo de la concepción subsi-
diaria y funcional que los autores tienen de la teoría gramatical,
tema sobre el que volveremos en las secciones siguientes.
6
Una sección, “Manejo del diccionario”, aparece solo en la lección
I de la primera parte del LI.
7
Sardi distingue este tipo de texto del libro de cosas, la novela
UNA GRAMÁTICA DE LA NACIÓN ARGENTINA 173
9
Todavía en 1943 Amado Alonso denunciará esta misma situación
en un texto ya clásico, “Para la historia de la enseñanza del idioma
en la Argentina”.
10
La excepción es Trenti Rocamora (1997: 11): “Párrafo aparte
merece El libro del idioma, compuesto en colaboración con
Henríquez Ureña, también con infinidad de ediciones, pero que
además tiene la particularidad de que sus autores redactaron un
libro paralelo destinado a los profesores titulado Guía para el uso de
«El libro del idioma». Esto era en el año 1926 [sic]. Habría que pasar
medio siglo para que las editoriales y autores advirtieran esta veta y
se tomase como novedosa. Son los manuales para leer El principito
y últimamente El nombre de la rosa, pasando hasta por el manual
para el pato Donald. Binayán y Henríquez Ureña fueron pioneros
en la modalidad. El hecho talentoso fue el poner en manos del
profesor una herramienta anexa al libro mismo, y por ese medio
poder desarrollar sus clases con mayor amplitud ilustrativa”.
11
Pero no inédita: de hecho, la Gramática castellana de Gregorio
Martí se publica en un volumen destinado a los maestros (1876) y
otro a los alumnos (1877).
UNA GRAMÁTICA DE LA NACIÓN ARGENTINA 175
12
La noción de “instrumento didáctico” se recupera nuevamente al
final del “Prólogo” (GU: IX): “Alentamos la ilusión de que este
libro, a pesar de tal cual deficiencia que la práctica hará notar, puede
ser útil en la escuela como instrumento didáctico, y provechoso
como factor de cultura”.
176 GUILLERMO TOSCANO Y GARCÍA
COMENTARIO DE LENGUAJE
SUJETO Y PREDICADO; VERBO, ORACIÓN Y FRASE
El maestro hará leer en alta voz el trozo correspondiente a
esta lección y escribir en el pizarrón las palabras que
aparecen subrayadas en el primer párrafo: ostenta, ocupan,
recorren, llenando, constituyen, proveen, sirven, desenvol-
ver, levantar, es, marcha.
Hará notar en seguida a los alumnos que todas estas
palabras indican acciones. Se tratará de que esta conclusión
sea obtenida por los mismos alumnos.
[…] En el curso de esta explicación el maestro deberá llegar
a algunas conclusiones que hará copiar en un cuaderno
especial.
La primera conclusión será la siguiente:
Verbo es toda palabra que indica acción.
13
Es interesante registrar que la editorial F. T. D. (fundada por los
Hermanos Maristas en la última década del siglo XIX), dedicada a
la publicación de textos escolares, fue una de las primeras en España
en acompañar sus manuales con un Libro del maestro, si bien su
versión, a diferencia de la de Henríquez Ureña y Binayán, se limita
a indicar ejercicios sin consejos pedagógicos ni ampliaciones
teóricas (se ha consultado el Libro del maestro correspondiente a la
Gramática castellana para tercer grado, 1922).
14
Lo anterior permite también especular sobre las aportaciones
específicamente realizadas por Alonso y Henríquez Ureña en la
preparación de su Gramática castellana (1938, 1939): es posible
suponer, así, y considerando el alto grado de innovación respecto
UNA GRAMÁTICA DE LA NACIÓN ARGENTINA 179
15
En “El problema argentino de la lengua”, Alonso dirá: “Ese escritor-
UNA GRAMÁTICA DE LA NACIÓN ARGENTINA 181
17
Identidad nacional que es, también, identidad lingüística. En este
sentido, resulta significativo que la publicación del LI y la GU se
produzca durante el mismo año en que el debate sobre la posible
existencia de una “lengua de los argentinos” vuelve a emerger en el
ámbito de la masiva prensa porteña: de este año son la conferencia de
Borges “El idioma de los argentinos”, publicada en el diario La
Prensa, la encuesta que, entre el 11 y el 29 de junio de 1927, el diario
184 GUILLERMO TOSCANO Y GARCÍA
BIBLIOGRAFÍA
Alonso, Amado. 1932. “El problema argentino de la lengua”. Sur 6.
124-178.
Alonso, Amado. 1943. “Para la historia de la enseñanza del idioma
en la Argentina”. La Argentina y la nivelación del idioma. Buenos
186 GUILLERMO TOSCANO Y GARCÍA
1
José Beltrán Llavador es autor, entre otros textos, de Celebrar el
mundo: introducción al pensar nómada de George Santayana,
Valencia, Universidad de Valencia, 2008.
2
George Santayana, Diálogos en el limbo, Raimundo Lida, pról.,
Buenos Aires, Losada, 1960 (Col. Biblioteca contemporánea, núm.
299), 149 págs.
190 DANIEL MORENO MORENO
3
Guillermo de Torre, “Jorge Santayana”, La Torre. Revista General
de la Universidad de Puerto Rico, vol. 16, núm. 59 (1968), p. 164; y
“Jorge Santayana”, en Del 98 al barroco, Madrid, Gredos, 1969, p.
144. Con todo, en la impresionante nómina de ediciones argentinas
de Santayana que recoge a continuación, Guillermo de Torre olvida
Dominaciones y potestades: reflexiones acerca de la sociedad, la liber-
tad y el gobierno, José Antonio Fontanilla, trad., Madrid, Aguilar,
1953.
4
Enrique Zuleta Álvarez, “Santayana en Hispanoamérica”, Revista
de Occidente (Madrid), núm. 79 (1987), p. 21.
PEDRO HENRÍQUEZ UREÑA Y JORGE MAÑACH 191
5
Septimana Spinozana, Hagae Comitis, Martines Nijhoff, 1932.
192 DANIEL MORENO MORENO
6
Como sugiere Zuleta Álvarez, “Santayana en Hispanoamérica” [n.
4], p. 20.
7
A esta edición se ajusta la traducción de Carmen García Trevijano
que publicó Tecnos (Madrid) en 1996 con el título Diálogos en el
limbo. En el momento de escribir estas notas se anuncia una
reedición en la misma editorial que incluirá los diálogos añadidos
por Santayana en 1948, “El filántropo”, “El alma escondida” y “El
vórtice de la dialéctica”.
8
“Religión última”, Revista de Occidente (Madrid), núm. 126
(1933), pp. 274-292; y “Prólogo a Los reinos del ser”, Revista de
Occidente (Madrid), núm. 144 (1935), pp. 233-254.
9
“Largo rodeo hacia el Nirvana”, Cruz y Raya (Madrid), núm. 4
(1933), pp. 64-81.
10
“Breve historia de mis opiniones”, Sur (Buenos Aires), núm. 7
(1933), pp. 7-44. Podría pensarse que estos Diálogos en el limbo
recogían todas las traducciones de Marichalar, pero no es así. Había
publicado también “Prólogo y epílogo a El último puritano”, Sur
(Buenos Aires), núm. 34 (1937), pp. 7-28; y “Prólogo al Reino de la
verdad’, Sur (Buenos Aires), núm. 63 (1939), pp. 11-17.
PEDRO HENRÍQUEZ UREÑA Y JORGE MAÑACH 193
11
La tesis de Lida fue publicada en San Miguel de Tucumán,
Argentina, por la Universidad Nacional de Tucumán; ha sido
incluida en R. Miguel Alfonso, ed., La estética de George Santayana,
Madrid, Verbum, 2010, pp. 65-185.
12
Vicente Cervera Salinas, “El Sur de Santayana”, en José Beltrán,
Manuel Garrido y Sergio Sevilla, eds., Santayana un pensador
universal, Valencia, Universidad de Valencia, 2011, en prensa.
13
Herman J. Saatkamp Jr. y John Jones, George Santayana: a
bibliographical checklist, 1880-1980, Bwoling Green, Ohio,
Philosophy Documentation Center, 1982. La bibliografía posterior
a esa fecha, o descubierta más tarde, aparece anualmente en las
actualizaciones que desde 1983 lleva a cabo la revista santayaniana
Overheard in Seville. Bolletin of the Santayana Society, dirigida por
Angus Kerr-Lawson.
194 DANIEL MORENO MORENO
14
George Santayana, Tres poetas filósofos: Lucrecio, Dante, Goethe,
José Ferrater Mora, trad., Buenos Aires, Losada, 1943, libro
reseñado por Xavier Villaurrutia en El Hijo Pródigo (México), núm.
3 (15 de junio de 1943), p. 187. La reseña está recogida en Xavier
Villaurrutia, Obras, México, FCE, 2004, pp. 939-940.
15
“¿Por qué España —que con tanto empeño aspira a tener
filósofos— no se entera de quién es Santayana?”, Pedro Henríquez
Ureña, “En la orilla”, Índice. Revista de definición y concordia
(Madrid), núm. 1 (1921), p. 4.
PEDRO HENRÍQUEZ UREÑA Y JORGE MAÑACH 195
16
En carta del 28 de abril de 1921, un eufórico Henríquez Ureña le
escribe a Alfonso Reyes, siguiendo su costumbre de ponerle al
corriente de cuanta novedad literaria, tanto anglosajona como espa-
ñola, caía en sus manos: “Santayana ha escrito un libro muy notable,
Character and opinion in the United States”, véase Pedro Henríquez
Ureña y Alfonso Reyes, Epistolario íntimo (1906-1946), Juan
Jacobo de Lara, recop., Santo Domingo, Universidad Nacional
Pedro Henríquez Ureña, 1983, vol. III, p. 194. Una vez asentado en
Buenos Aires, Henríquez Ureña volvió a hablar de Santayana en su
estudio “Veinte años de literatura en los Estados Unidos”, Nosotros
(Buenos Aires), año 21, tomo 57 (1927), pp. 353-371; y en varios
números de Patria (26 de mayo, 2, 16, 23, 30 de junio y 7 de julio de
1928). Con el título “Panorama de la otra América”, fue incluido en
su libro Seis ensayos en busca de nuestra expresión, Buenos Aires,
Babel, 1928. El apunte de ciertas diferencias de fondo entre Santayana
y Henríquez Ureña se muestra en su diferente reacción ante el libro
editado por Harold E. Stearns, Civilization in the United States: an
inquiry by thirty Americans (1922). Véase Henríquez Ureña, “Veinte
años de literatura en los Estados Unidos”, antes citado, y George
Santayana, “Marginal notes on Civilization in the United States”,
Dial, núm. 72 (junio de 1922), pp. 553-568.
17
Cf. México Moderno, ed. facsimilar, México, FCE, 1979, pp. 185-
186.
196 DANIEL MORENO MORENO
18
El título de primeros traductores corresponde a Guillaume Lerolle
y a Henri Guentin, quienes en 1917 tradujeron Egotism in German
philosophy (1915).
19
Susana Speratti Piñero, “Crono-bibliografía de Pedro Henríquez
Ureña”, en Pedro Henríquez Ureña, Obra crítica, México, FCE,
1981, p. 789.
PEDRO HENRÍQUEZ UREÑA Y JORGE MAÑACH 197
20
México Moderno [n. 17], pp. 186-187.
21
George Santayana, Soliloquios en Inglaterra y soliloquios
posteriores, Daniel Moreno Moreno, trad. y notas, Madrid, Trotta,
2009, p. 13.
198 DANIEL MORENO MORENO
22
La cita continua: “Extraigo esta reconfortante seguridad de las
páginas de Dickens”, ibid., p. 69. Es sabido que a Santayana la Gran
Guerra —llamada más tarde, por pulcritud enumerativa, Primera
Guerra Mundial— le alcanzó en Oxford, donde leyó a Dickens. De
modo que el ahora de la cita y el ardiente crisol están referidos a la
guerra. Sólo que Santayana no habla de Europa sino de la cristiandad
(Christendom). Ignoro las razones que llevaron a Henríquez Ureña
a hacer tal cambio.
PEDRO HENRÍQUEZ UREÑA Y JORGE MAÑACH 199
23
Escrita mejor en minúsculas, como aprendí más tarde, e, incluso
con los años sucesivos colocados delante, así: 1927 revista de
avance, 1928 revista de avance, 1929 revista de avance, 1930 revista
de avance. De hecho la propia revista se cita a sí misma como 1927,
1928, etc. Es decir, siempre distinta, siempre la misma. Otra
particularidad es que, en la portada, el elemento destacado es el año
que, en un juego tipográfico a tono con las vanguardias, parece
bailar o estar inquieto: el 1 cae peligrosamente hacia la izquierda,
mientras que el 9 y el 2 —o el 9 y el 3, en su caso— juntan sus
cabezas en apoyo mutuo que aleja la caída y el 7, 8, 9 y 0 se escoran
hacia la derecha. Es un juego, con todo el peligro y la inocencia que
éste conlleva, propio de poetas e intelectuales jóvenes que aspiraban
a remover el mundo cultural de La Habana. Me parece un acierto
genial en su aparente sencillez; de hecho aún resulta incómodo citar
la revista con exactitud, no se deja apresar fácilmente. Una
sugerencia al paso: ¿por qué no publicar juntas las “Directrices” que
abrían cada número? Y una confesión personal: mientras buscaba
referencias a Santayana, me descubría leyendo las “Directrices” con
avidez y sorpresa, hay ahí mucha información y, sobre todo, un
tono que estaría muy bien rescatar.
24
En revista de avance, DE:
<http://eddosrios.org/obras/literatura/avance.htm>.
200 DANIEL MORENO MORENO
25
La nota biográfica informa que: “Jorge Santayana es un notabilí-
simo filósofo de origen español que, por no haber escrito sino en
lengua inglesa, apenas es conocido fuera del mundo anglosajón,
donde goza de raro prestigio. ‘1927’ quiere contribuir a divulgar el
conocimiento entre los nuestros de ese notable pensador de nuestra
estirpe —catedrático que fue, durante veinte años, de Historia de la
Filosofía, en la Universidad norteamericana de Harvard— publi-
cando este bello y profundo ensayo, cuya versión castellana, del ori-
ginal inglés, ha sido hecha especialmente para estas páginas”, 1927
revista de avance (La Habana), núm. 4 (1927), p. 79.
PEDRO HENRÍQUEZ UREÑA Y JORGE MAÑACH 201
26
Sin embargo, Mañach recoge otros datos igualmente olvidados: la
noticia de la muerte de Santayana dada en “Jorge Santayana”, Diario
de la Marina (La Habana), 28-X- 1952, p. 56; y su artículo
“Santayana y D’Ors”, Cuadernos Americanos (México), vol.
LXXXIII, núm. 5 (septiembre-octubre de 1955), pp. 77-101; cf.
Dolores F. Rovirosa, Jorge Mañach: bibliografía, Madison, Wi.,
Universidad de Wisconsin, 1985, p. 75.
27
1927 revista de avance (La Habana), núm. 6 (1927), p. 147. La
reseña incluye una memorable cita: “Comprendiendo demasiado
202 DANIEL MORENO MORENO
PRIVILEGIO Y DEBER
En 1909, a los veinticinco años, escribió: “Nuestra literatura
no es sino una derivación de la española... Solo cuando logre-
mos dominar la técnica europea podremos explotar con éxito
nuestros asuntos”. El dominio de esa técnica exigía en primer
término el conocimiento del español, el vínculo incomparable
que une a nuestros países, y a ello dedicó tantos esfuerzos
como al rescate de la tradición clásica castellana, tan nuestra
como de los peninsulares, de la que nos había incomunicado
el mismo proceso descolonizador.
Al tiempo que secularizaba las letras grecolatinas para sacarlas
del convento y el seminario y ponerlas en la plaza pública,
valoraba a los grandes escritores de nuestros países y nos daba
la primera noción firme y orgánica de una literatura hispano-
americana. Para él una tragedia griega y una novela de Jane
Austen eran objetos tan dignos de estudio y admiración
como los romances populares y las leyendas folklóricas.
El privilegio de adquirir la cultura impone el deber correlativo
de distribuirla por medio de la enseñanza, la conferencia, el
libro, la revista, el periódico. Sin Henríquez Ureña toda la
empresa vasconcelista, que aún sustenta a la educación mexi-
cana, hubiera sido muy distinta. El libro fue el instrumento
predilecto de Henríquez Ureña. Todas las colecciones de
clásicos que se han hecho después responden a su idea inicial,
como las antologías, las historias literarias, los textos panorá-
micos. Su presencia en el mundo editorial —de los libros que
editó Vasconcelos al Fondo de Cultura Económica y Siglo
XXI, de “Las cien obras maestras” de Losada a las traducciones
de literatura europea moderna hechas por “Sur”— aún está por
reconocerse en cuanto significa.
Tampoco se ha visto su importancia en el periodismo literario
al que impuso los mismos niveles de rigor que al trabajo
académico, en contra de lo que llamó el “impresionismo” y la
hojarasca seudolírica que sustituía a la reflexión y la
documentación.
ENTRE LA ESCLAVITUD Y LA UTOPÍA 205
HOMENAJES Y DESAGRAVIOS
Las enumeraciones podrían continuar sin que se agotara la
lista de nuestras deudas con Henríquez Ureña. En una breve
serie de notas trataremos al menos de aludirlas y de insistir en
su influencia personal y directa sobre nuestros grandes escri-
tores —de Reyes, Guzmán, Vasconcelos y Torri, a Borges,
Martínez Estrada, Novo, De la Selva y Sábato— que sólo
puede compararse a la que simultánea mente ejerció Ezra
Pound en lengua inglesa.
El 7 de mayo de 1981, cuando los restos de Henríquez Ureña
fueron trasladados de Buenos Aires a Santo Domingo, Borges
intentó decir unas palabras que se vieron interrumpidas por
el llanto. Alcanzó a expresar que Argentina se portó tan mal
con Henríquez Ureña que ni siquiera le permitió la titularidad
como profesor. Unos años antes Sábato había dicho que su
país lo trató como si hubiera sido argentino. En México debe-
mos reconocer que aquí también le dimos trato de mexicano:
dos veces, en 1914 y en 1924, la conspiración de los mediocres
(y los nada mediocres) lo arrojó de esta implacable ciudad —
pero nada ni nadie logró destruir los cimientos que dejó para
siempre. Todos los homenajes de 1984 tendrán pues un
carácter vergonzante de desagravio.
LA ISLA ESPAÑOLA
Henríquez Ureña pertenece a toda América y muy especial-
mente a México, Argentina y Cuba, pero es sobre todas las
cosas un dominicano, un antillano, y no podríamos entender-
lo sin el hecho decisivo de que nació en Santo Domingo y en
la élite intelectual independentista de las Antillas. Como
aprendimos y olvidamos en la escuela primaria, Cristóbal
Colón llegó en su primer viaje a la isla Quisqueya. “Madre de
Todas las Tierras”, nombre simbólico después porque de allí
partieron todas las expediciones de conquista. El 12 de
diciembre de 1492 el almirante tomó posesión de la isla y la
llamó Española. Cuatro años más tarde su hermano
Bartolomé fundó Santo Domingo. Allí comenzó todo: la
206 JOSÉ EMILIO PACHECO
RUINAS Y PRESAGIOS
En 1878 la joven, que escribía con el pseudónimo de
“Herminia”, recibió en un acto popular consagración como la
más grande poetisa dominicana y la voz de la patria y el
progreso. Es decir, desempeñó en su patria un papel muy
similar al que había representado para los independentistas
irlandeses “Speranza”, Jane Francesca Elge (1826-1896), la
madre de Oscar Wilde.
Salomé Ureña de Henríquez fundó en 1881 el Instituto para
Señoritas, primera escuela de enseñanza superior abierta a las
mujeres de Santo Domingo. En su Antología de la poesía
hispanoamericana Marcelino Menéndez y Pelayo la definió
como “egregia poetisa que sostiene en sus brazos femeniles la
lira de Quintana y Gallego, arrancando de ella robustos sones
en loor de la patria y la civilización, que no excluye más suaves
tonos para cantar deliciosamente la llegada del invierno o
vaticinar sobre la cuna de su hijo primogénito.” En realidad,
los vaticinios no fueron sobre el primogénito, Francisco, sino
sobre el segundo hijo, Pedro, a quien su madre auguró un
porvenir semejante al que Evaristo Carriego profetizó para el
niño Borges: “Mi Pedro no es soldado; no ambiciona/ de
César ni Alejandro los laureles;/ si a sus sienes aguarda una
corona/ la hallará del estudio en los vergeles.”
210 JOSÉ EMILIO PACHECO
Antes de que nacieran sus dos hijos, a los que siguieron Max
y Camila, también muy importantes para nuestra historia
cultural, Salomé Ureña había escrito en su más célebre
poema, “Ruinas”: “¡Oh mi Antilla infeliz que el alma adora!
/Doquiera que la vista/ ávida gira en su entusiasmo ahora,/
una ruina denuncia, acusadora,/ pasadas glorias de tu genio
artista.” Este fue el mundo que encontró al nacer Pedro
Henríquez Ureña.
1911.
I
os ojos de Pedro Henríquez Ureña se posan sobre los
II
Inclinado desde la niñez a la meditación y al estudio nos
hacen ver a Pedro Henríquez unos versos de la mujer
extraordinaria que fue su madre: Salomé Ureña, la gran
educadora. La corona con que toda madre sueña para su hijo,
ha de salir para el de ella de los vergeles intelectuales.
Tienen sus juegos, algo de serio que a pensar inclina,
va anotando, en observación anhelosa, la madre:
entre el ruido del mundo irá sereno,
predice. Y así es. Amante, como el que más, de su patria;
alejado de ella desde que se inicia su madurez; viéndola
atravesar estoicamente los tiempos más ásperos, sabe ofrecerle,
de continuo, el puro homenaje de su labor diaria, sin que la
amargura del momento o la preocupación del derecho hollado
por la fuerza enturbien el límpido razonar de su mente.
Ante un libro de Pedro Henríquez nos encontramos como
libres del tiempo. Sólo temas esenciales, en que el espíritu
salta de pronto a la generalización desde el caso particular,
son los que hallamos en sus páginas.
Sería inútil buscar en su libro acerca de España un ensayo
interpretativo del alma ibérica; pero en cada página vemos
apoyado el razonamiento por una inteligencia profunda que
liga el hecho literario de que se habla con sus fuentes
filosóficas, con sus causas históricas.
Cuando evoca el pasado, se le siente vivir en él a sus anchas.
El viajero con prejuicios que llegó a vencerlos en nuestras
ciudades, estaba admirablemente preparado para interrogar a
lo que viera. Nada esencial le era desconocido de nuestro
pasado histórico. La España de Pedro Henríquez tiene, ante
todo, este prestigio. Del pasado, claro está, le interesan parti-
cularmente las manifestaciones artísticas. Son parte de su
caudal hereditario, y él ha sabido analizarlas y valorarlas con
minuciosa exactitud.
Sus aportaciones al estudio de nuestra versificación en un
libro que hemos de examinar aparte, revelarían por sí solas, a
224 ENRIQUE DÍEZ CANEDO
III
Aludíamos antes —al tocar el estudio de Pedro Henríquez
sobre el poeta Moreno Villa— a cierto pasaje muy curioso de
su labor: a un intento de clasificación estricta de nuestra litera-
tura militante, a una división en cinco grupos, que vienen a ser
LETRAS DE AMÉRICA 227
LILIUS GIRALDUS.
1
En el recorte de este artículo en el álbum de PHU, encontramos
subrayados los números 35 y 40, y a un margen, escribe los
nombres de Alarcón y Galdós. N.d.e.
LAS CIEN MEJORES POESÍAS
Señor
Vemos, por el Boletín de la Biblioteca Nacional de Costa
Rica que acompaña a su excelente REPERTORIO AMERI-
CANO, cuánto le interesa propagar las listas de buenos li-
bros. Pero ¿por qué propaga una lista que contiene errores
magnos, como el de incluir entre los cien mejores libros de
la humanidad el absurdo ensayo de Demolins sobre La supe-
rioridad de los anglosajones (su título sólo basta para juzgar-
lo), la obra pueril de Smiles sobre El carácter, la mediocre
novela pompeyana de Bulwer, las meramente agradables de
Mereshkovski (es imperdonable escribir Merejkowsky, a la
alemana), la atrasada Astronomía popular del ridículo Flam-
marión, la bien documentada pero indigesta Historia de la
literatura española de Fitzmaurice-Kelly, la deplorable selec-
ción de autores españoles hecha por los jesuitas, y hasta una
disparatada Apología científica de la fe cristiana? Pero ¿a qué
seguir enumerando? Muchas obras hay en la lista que son
buenas, pero no supremas, y no tienen por qué figurar entre
los “cien mejores libros”.
Creyendo urgente combatir el error, no con la polémica,
sino con la propaganda de la verdad, y convencidos de que
nuestra lista, por ser obra de grupo y producto de amistosa
discusión, será de utilidad, la enviamos a usted para su Bole-
252 LA CORTE DEL SALÓN OSCURO
1
Véanse los números 17 y 1 del Repertorio Americano, tomos 8 y
10 respecti-vamente.
258 LA CORTE DEL SALÓN OSCURO