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El discurso (del latín discursus) es un término que refiere a tendencias de
elaboración de un mensaje mediante recursos expresivos y diversas estrategias.
Para comprender el discurso es necesario tener en cuenta el contenido
presentado (tema), el contexto donde es producido, y los elementos expresivos,
que pueden tener diversas funciones. Referencial, si está dirigido hacia el
contexto; persuasivo o connotativo, si el propósito es influir en el
receptor; metalingüístico, si está en función del código; de contacto, si está
centrado en establecer comunicación con el receptor; y poético, si el mensaje se
representa como signo artístico.1
El análisis del discurso es una praxis que se desarrolló en los años 1960 en
la antropología, la lingüística, la sociología, la filosofía, y la psicología. Más tarde,
también lo hizo en otras disciplinas como la historia, el estudio de
la comunicación y el psicoanálisis. A partir de esto, algunos autores han logrado
definir el concepto discurso de distintas formas; por ejemplo, para Foucault, los
discursos son un material del que parte el análisis de lo social y de lo histórico. El
sujeto hablante queda excluido, no es este quien dota al discurso de realidad y
sentido, sino que son las prácticas discursivas que crean los objetos y sujetos;
mientras que para Ricoeur, el discurso se concibe como una dialéctica de
proposiciones y referente. Él piensa que en un texto existen varios sentidos, y
estos dependen de la subjetividad del sujeto, quien asumen un papel de intérprete
frente al texto. Por otra parte, Benveniste define al discurso como la aplicación
concreta del sistema lingüístico, cuando este queda a cargo o es asumido, incluso
transformado, por el locutor en su acto de habla; el discurso para él es un modelo
de comunicación.2
Tipos de discurso[editar]
Discurso
Algunos autores distinguen entre texto y discurso; sin embargo, otros consideran
que son dos términos complementarios o simplemente sinónimos. Entre los autores
que defendían, en un primer momento, la distinción entre texto y discurso se
encuentra Beaugrande (2004). Para este autor, el texto es un “evento comunicativo”
y el discurso es un “multisistema de textos relacionados” (§ 35). Un texto es, pues,
una unidad comunicativa mientras que el discurso incluye una serie de textos
relevantes en una situación comunicativa. Sin embargo, años más tarde
Beaugrande (2011: 290) reconoció la confluencia de ambas nociones: es difícil de
aceptar, como se pensaba en los inicios de la lingüística del texto, la propuesta de
una teoría formal del texto independientemente de sus condiciones de uso.
Así pues, el discurso, además de tener relación con su entorno inmediato (el
contexto), establece una relación dialéctica con su realidad social. Y la forma más
básica de esta construcción de la realidad social se produce en la conversación
espontánea, en los encuentros cotidianos. Es también por ello que la persistencia y
el cambio en el sistema social y cultural quedan reflejados en los discursos, al mismo
tiempo que se reproducen a través de estos discursos. Esta relación dialéctica ha
dado lugar a la diversificación de los discursos mismos como expresión y creación
de significados sociales en contextos particulares de situación. Esta diversificación
se completa en la diferenciación en géneros discursivos.
Estructura
Los líderes políticos deben adaptar su discurso a las distintas audiencias o lugares
escogidos para la presentación de sus candidaturas. Para ello, suelen preparar
módulos de discurso sobre cada uno de las diez o veinte cuestiones o «temas»
principales sobre las que con más frecuencia disertarán. Como señalan Trent y
Friedenberg (2000: 182), «cada módulo es una unidad independiente que puede ser
ofrecida como un discurso de dos a siete minutos sobre el tema», cuya extensión
puede variar simplemente añadiendo pequeños fragmentos, estadísticas de apoyo,
ejemplos ilustrativos o alusivos al lugar donde se pronuncia, etc. Los líderes no sólo
han de repetir los discursos sino que tienen que repetir incesantemente el mensaje
central de la campaña con cierta disciplina (Carville y Begala, 2003).
Cada uno de estos módulos de discurso ha de estructurarse de acuerdo con el
propósito del candidato, según alguna de las siguientes secuencias lógicas más
comunes: motivada, temporal, repetida o de la refutación.
En primer lugar, la estructura más habitual de los discursos
políticos contemporáneos es la secuencia motivada. La estructura de la
«secuencia motivada» de Monroe se basa en la siguiente presentación lógica:
Apertura
Dado que el objeto primordial del inicio de un discurso de campaña es atraer la
atención y el interés de la audiencia, no resulta adecuado exponer con carácter
previo el tema del mismo. Resultará más pertinente para mantener la atención de
los seguidores omitir el objeto principal del discurso y jugar con los receptores a que
éstos intenten adivinar o determinar cuál es la cuestión central que abordará el
orador. Tampoco resulta adecuado anticipar los aspectos principales del mensaje
que se intentará desarrollar a lo largo de la intervención, a diferencia de los
discursos apropiados en otros contextos (académicos, empresariales, etc.), ya que
las enumeraciones iniciales distancian emocionalmente al orador de la audiencia.
Una buena apertura, según Richard Dowis (2000)[2], necesita cumplir varias
funciones: establecer una terreno común o una relación entre el orador y su
audiencia –ello puede conseguirse dirigiéndose a los simpatizantes como
«compatriotas» o «amigos»–; establecer el tono del discurso; reforzar o establecer
las cualidades del orador; suscitar el interés por el tema de la alocución; usar la
ventaja proporcionada por el «periodo de gracia» del orador; y entrar ligeramente
en el tema del discurso.
En la apertura del discurso, no sólo es adecuado introducir elementos de
identificación con la audiencia sino que también pueden utilizarse algunos de los
principios con los que se identificaban abiertamente sus partidarios. Estas ideas o
valores no necesariamente han de ser de refuerzo de la identificación partidista sino
que incluso la descripción de algunas características distintivas de la nación o del
país pueden ser útiles.
Los lemas introductorios no deben ser eslóganes o frases de campaña, que deben
reservarse para los momentos culminantes de los discursos, sino frases que recojan
afirmaciones y visiones contundentes, especialmente ideas o principios generales
compartidos por el auditorio.
Desarrollo
Hay numerosas formas de dar estructura a un discurso sin recurrir a las típicas
enumeraciones. Uno de los modos más usuales de construir retóricamente la
alocución a través de secuencias de párrafos paralelos. Estas estructuras paralelas
permiten transmitir y comunicar mejor las ideas que si son expuestas como una
enumeración lógica y suelen dotarse de ritmo usando grupos o conjuntos de
anáforas. Estas anáforas pueden combinarse con cláusulas en gradación,
intentando obtener un cierto efecto en el público.
Determinados líderes suelen construir sus discursos mediante estructuras paralelas
en las que la repetición de términos (mediante anáforas, epíforas o
conduplicaciones) se extiende a los párrafos. Algunos de los discursos políticos más
célebres están construidos a partir del uso de estructuras paralelas, con repeticiones
y series de anáforas, ya que permiten que la atención de la audiencia se centre o
fije alrededor de algunas ideas, términos o palabras clave. De hecho, la técnica de
la repetición, cuando se hace saturadora, puede ejercer un efecto de atracción hacia
algún pasaje en especial, como en el célebre discurso de Martin Luther King en
defensa de los derechos civiles el 23 de agosto de 1963, en las escalinatas del
monumento a Lincoln en Washington, y conocida por su expresión más repetida
(hasta en nueve ocasiones), «Tengo un sueño» («I have a dream»).
Este es un mecanismo extremadamente eficaz en la retórica política. De hecho,
algunos de los ejemplos más elocuentes de esta saturación en el uso de anáforas
se han convertido en ejemplos verdaderamente clásicos de
la oratoria contemporánea.
Otra alternativa diferente es desarrollar la tesis central del discurso mediante
yuxtaposiciones extendidas a lo largo de la alocución, haciendo avanzar la
argumentación alrededor de ideas opuestas y contrastes y planteando las
alternativas entre las que se debe escoger.
Conclusión
En el cierre o conclusión el discurso debe alcanzar su clímax o su punto culminante.
De manera que el orador debe avanzar aumentando de modo gradual la intensidad
de su alocución, aunque los tipos de clausuras pueden ser muy diversos:
resúmenes de la alocución, peticiones o llamamientos a la acción del público o los
seguidores, cierre de la tesis o idea principal, cierres anecdóticos, cierres
inspiradores, etc. (Dowis, 2000: 187)[2]. Sin embargo, lo más frecuente es utilizar
esta fase de los discursos para hacer llamadas a la acción y a la movilización, al
proselitismo o al ejercicio del voto de los partidarios.
En esta fase final resulta también especialmente apropiado utilizar combinadamente
distintas técnicas retóricas de repetición, como anáforas, conduplicaciones o
epístrofes, y repetir distintos estribillos o eslóganes de campaña, para estimular e
inspirar a la audiencia. El ejemplo clásico reciente del uso de estribillos y eslóganes
para conseguir un efecto de clímax en la fase final de un discurso es el uso de la
epífora «Sí, podemos» («Yes, we can») por parte de Barack Obama, un estribillo
coreado como un gospel por sus partidarios. Otra forma muy efectiva de concluir los
discursos es reproducir alguno de los eslóganes del partido o de la campaña y
desarrollar la argumentación alrededor de ellos. Por ejemplo, sobre el tema de la
esperanza o el cambio, en el célebre caso mencionado de Obama.
Argumento
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Para otros usos de este término, véase Argumento (desambiguación).
Un argumento (del latín argumentum) es un razonamiento mediante el cual se
intenta probar, refutar o justificar una proposición o tesis;12 es un discurso dirigido
con una finalidad. Es la expresión oral o escrita de un razonamiento.3
Las cualidades fundamentales de un argumento son: la consistencia y coherencia;
entendiendo por tal el hecho de que el contenido de la expresión, discurso u obra
adquiera un sentido o significado que se dirige a un interlocutor
con finalidades diferentes: