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FACULTAD DE FILOSOFÍA, LETRAS Y ESTUDIOS


ORIENTALES

ESCUELA DE LETRAS

INVITACIÓN A LA MASACRE DE MARCELO FOX: UN BEAT MALDITO


ARGENTINO

PROFESORES: GRANÁ, LEONARDO Y PÉREZ GRAS, MARÍA LAURA

ALUMNA: STECCONI SOFÍA

TRABAJO FINAL DE SEMINARIO DE LITERATURA ARGENTINA

CAMPUS USAL NUESTRA SEÑORA DEL PILAR


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INTRODUCCIÓN

En este trabajo se demostrará que Marcelo Fox, escritor olvidado de la literatura


argentina, fue un escritor de la generación beat, pero que al escribir su obra invitación a la
masacre se consagra como escritor maldito

Los años sesenta de Estados Unidos propiciaron un marco ideal para el surgimiento
de la generación beat reconocida mundialmente por su verso libre, arte con un componente
crítico de la sociedad, de la época; la escritura al ritmo de jazz y del rock, la juventud
maginada que cobra preponderancia y se conforma como autónoma.

Esos mimos años fueron, también, caóticos en la Argentina. A eso se le suma el


influjo de escritores beats como Keoruac o Burroughs y surgen de bares y fiestas los beats
argentinos con un estilo propio.

Entre los beats argentinos se encuentra Marcelo Fox. Difícil encasillarlo o intentar
clasificar su literatura por el contenido malicioso e inmundo, por momentos, que configuran
su obra. Entre sus textos, Invitación a la masacre será el foco de interés para este trabajo,
porque allí se ve, claramente, la influencia de los poetas malditos del siglo XIX. La obra es
la constitución de Marcelo Fox como un poeta maldito del siglo XX.

Las loas a la muerte, el satanismo, el querer la liberación por medio de la


destrucción, entre otros factores, construyen a la figura de Fox como maldito, primero, por
el influjo de Rimbaud y, segundo, por los temas que conforman la obra en su totalidad.

En la posteridad, Fox influyó a escritores como Alberto Laiseca y Rodolfo Enrique


Fogwill.
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EL ESPLENDOR DE LA GENERACIÓN BEAT

Los movimientos literarios y la estética de algunas décadas son producto del


contexto en el que están inscriptas. La juventud suele ser un foco de innovación. Sin
determinar épocas o momentos precisos, el motor impulsor de muchos surgimientos
artísticos fueron personas con tintes de rebeldía, ideas nuevas, inconformismo y otros
factores que van variando según la situación.

Es necesario saber qué hechos históricos dieron el pie para nuevas formas de
creación literaria. Giovanni Martín estudia a la generación Beat en uno de sus trabajos y
comenta sobre la época: « Era la década del 50 y en Nueva York las cosas no estaban muy
bien. La depresión económica, la segunda guerra mundial y la amenaza de la bomba
atómica no hacían otra cosa que desesperar a la gente» (2009, p. 2). Generalmente, los
momentos de tensión a nivel político y social desprenden ideas y formas de rebelión que
suelen ser artísticas, debido al poder de manifestación que tiene el arte. Además, el arte
inspira a la catarsis, la liberación y la construcción de cosas nuevas.

Martín afirma: «Un grupo de amigos escritores que compartían su amor por la
prosa y la poesía, una interesante visión de la cultura y varias ideas nada convencionales
comenzaron a generar un nuevo movimiento literario que revolucionó la escena bohemia
norteamericana de fines de los cincuenta y principio de los sesenta» (2009, p. 2) y agrega
que este grupo de jóvenes era: «Caracterizado por su visión cruda y ácida de la terrible
realidad que los rodeaba» (2009, p. 2). Esas características iban aparejadas con ese contexto
sociohistórico particular. Manuel Brito indica que: « Fue especialmente en la última parte
de los años cincuenta cuando los sociólogos advierten de una nueva situación donde la
juventud desarrolla un papel preponderante» (2014, p. 44). La creatividad en la literatura y
la pintura fue el espacio en donde los jóvenes se encontraron más a gusto para trabajar.

Los años cincuenta fueron la antesala para la explosión cultural de los sesenta.
Aquello «Desembocó en la rebelión de la juventud del baby boom ante las convenciones de
una sociedad rígida, paralizada por el terror a la guerra fría, pacata, materialista y
alienante» (Duval, 2013, p. 15). La búsqueda de nuevos preceptos, romper con la estructura
demagógica y el clima alienante de una época que había vivido la Guerra Mundial fueron
temas claves para el surgimiento de esta generación.
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El influjo de ideas no abarcó a un pequeño grupo, sino que «Se dieron cuenta que
toda la sociedad estaba hundida del mismo modo, ocurría entonces nombrar no a un par de
pobres diablos sino a toda una generación abatida y derrotada. La llamaron `The Beat
Generation´» (Giovanni, 2009, p. 2). Más conocida como la Generación Beat en los países
hispanohablantes. El término hace referencia a la expresión beaten down, que podría
traducirse como «derrotado», entre otras acepciones.

Brito opina que los jóvenes tuvieron problemas, trabas, inconvenientes con el curso
de sus vidas que se originaron debido a la segunda Guerra Mundial y agrega que esas
frustraciones «derivaron en una marginación y divorcio de esa juventud con respecto a la
generación adulta, ya que ésta no se había preocupado de investigar las verdades interiores
del yo» (2014, p. 40). Lo interesante es que esa juventud que se emancipa pasa a cobrar
preponderancia en los focos culturales. Cuestiona las verdades dadas e indaga en nuevos
horizontes.

La generación Beat formó parte de una acción más individualista por parte de los
jóvenes en contra de una sociedad de masas o, mejor dicho, «fue una muestra más de la
búsqueda de una identidad propia a la que se habían lanzado los artistas de la generación
más joven» (Brito, 2014, p. 44). El contexto instó a este tipo de revelación enérgica que
exploró alternativas literarias.

Uno de los recursos para hacer eco de su arte era el verso libre. Brito comenta que:
«El uso de la prosa espontánea una sintaxis coloquialmente activa y un ritmo en
consonancia con la respiración física (muy relacionada con el ritmo del jazz)» (2014, p. 45)
los diferenciaron a nivel artístico y fueron claves a la hora de crear. Pero, «sobre todo,
plasmando en sus temas y narraciones sus vivencias experimentadas directamente y con
gran intensidad» (2014, p.45). Las andanzas, el frenesí y experiencias relacionadas con
drogas y alcohol forjaron una generación de rebeldes en contra de la moralidad, las
costumbres y las tradiciones tan respetadas por la sociedad estadounidense de esa época.

El término Beat fue conocido y utilizado con naturalidad ya en esos momentos y


Brito reúne posibles significados del término:
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1) «Beat» significando cansado, procedente del participio «beaten down». Esta


acepción tiene una clara referencia al hombre como desterrado social.

2) En segundo lugar, se puede originar en el jazz, que se suele ejecutar mediante una
serie de golpes, «beats» para llevar el ritmo.

3) Y, por último, de acuerdo con Jack Kerouac, se puede tomar como un derivado de
los términos «beatific» o «beautitude», haciendo referencia al estado de éxtasis que se
lograba mediante el uso de drogas o la práctica zen (2014, p. 45).

Una de sus máximas preocupaciones era el poder desarrollarse y expresarse


libremente. Sus héroes eran los rebeldes y clamaban por la libertad del espíritu y la
autodefinición. Parte de escribir sobre experiencias propias les daba la potestad de exponer
discriminaciones y la hipocresía de esa sociedad.

Entre los precursores de la generación beat, varios escritores mencionan a Arthur


Rimbaud por la exploración de los sentidos, el desarraigo, el malditismo y otros temas
tratados en sus escritos. Esta conexión no es al azar y tiene inidencia en varios escritores
que explotan un estilo como el de Rimbaud o Verlaine. Entre los escritores más importantes
de la generación Beat podemos encontrar a Jack Kerouac, Allen Ginsberg y William
Burroughs, entre otros.

Jordi Costa afirma que: «La revolución beat fue, en definitiva, una revolución del
pensamiento, cuyo campo de batalla eran las mentes adormecidas por una sociedad
capitalista que debían ser despertadas de su letargo» (2014, p. 2). El consumismo había
convertido al individuo en una pieza más de las masas. Esta generación llegó para sacudir
los cerebros dormidos y liberar al hombre de su prisión. Además se puede resaltar que «La
figura del perdedor pasaría a formar parte de esa mitología beat hecha de anti-mitos, de
marginados, de vagabundos, de seres sin rumbo ni origen» (Costa, 2014, p. 3). Esos
antihéroes, marginados se configuran como los nuevos protagonistas sin cambiar esa
esencia.

LA GENERACIÓN BEAT EN ARGENTINA


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La Argentina tuvo su generación Beat al mismo tiempo que ésta se gestó en Estados
Unidos. Para poder entender por qué un fenómeno como ese tuvo lugar en un país que tenía
otro tipo de realidad es necesario indagar en el contexto.

En el año 1955 fue derrocado el Presidente Juan Domingo Perón por las Fuerzas
Armadas. Se estableció, entonces, la Revolución Libertadora en manos del General
Eduardo Lonardi, reemplazado por Pedro Aramburu, quien quedó como Presidente.

Se convoca a elecciones en el año 1958 y toma el poder Arturo Frondizi hasta el año
1962. Fue un gobierno con una preponderancia militar que intervenía en hechos sociales y
políticos tales como las huelgas o la toma de decisiones.

El golpe militar del 29 de marzo de 1962 termina con la presidencia de Frondizi, a


quien llevan detenido a la isla Martín García. Fue un año con diversas idas y vueltas, peleas
por el poder, incertidumbre. Finalmente, en el año 1963 se convoca a elecciones y Arturo
Illia pasaría a ganar la presidencia de la Argentina hasta el año 1966.

Illia fue derrocado por un levantamiento militar que nombró como presidente a Juan
Carlos Onganía en la denominada Revolución Argentina. Este sistema duró hasta el año
1973 donde retorna el peronismo. Vuelto del exilio Perón y, luego de su fallecimiento,
sucedido por su esposa María Estela Martínez de Perón.

El clima convulsionado de los Estados Unidos no era el mismo que se vivía en


Argentina, pero en ambos países la década de los sesenta fue tormentosa, ideal para que
surgiera una juventud cansada de los cambios, las revueltas y los golpes militares como en
el caso de Argentina.

Entre los años 1963 y 1969 aparecen dos revistas en Argentina con un contenido
cultural particular, las voces de los beats. Esas revistas son Opium y Sunda. Rafael
Cippolini opina que se parecen o acercan a Kerouac, Ginsberg, Corso o Snyder y comenta:
«Su sintaxis es ritmo, pulso, respiración agitada, improvisación, ruido, es otra música. Hay
jazz, blues, pero también tango, bossa nova y bolero. Y el inevitable rock» (2016, pp. 9-10).
Los beats argentinos importaron la cultura beat norteamericana y la tiñeron con un estilo
local.
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Para Cippolini eran: «Una micro-sociedad de lecturas y viajes, de narraciones y


versos, otro tipo de tribu tan literaria como urbana» (2016, p. 13). Estos Beats coparon los
sesenta y se configuraron como hipsters rebeldes, modernos y bohemios. El «nosotros»,
plural de constante encuentro, cruce y coincidencia se instauró en una década difícil que
estuvo mediada por el golpe militar del 1966.

Oscar Terán, en un libro en el que habla de esta década y estudia la juventud, dice:

Tendencias alternativas y contestatarias que reintroducían en los estilos de vida


la cultura de la libre sexualidad, el pacificismo, las religiones orientales, el retorno
pretecnológico a la naturaleza y la alabanza de los paraísos artificiales de la droga
comenzaban a impugnar lo que en clave de época se designó como el establishment
(1991, p. 71).

Las reuniones en bares, la música que acompañaba, el consumo de estupefacientes,


todo se reunía en una generación que profesaba en hastío y la impotencia ante la realidad.
La mayoría de ellos se conocía y frecuentaba, se leían entre sí. Muchos de sus escritos no
eran publicados

Eran jóvenes disconformes que cuentan lo que les pasa, el lenguaje que utilizaban
era el conversacional e integraban espontaneidad al acto de la escritura. Eran métodos
novedosos para esa época. Federico Barea señala que: «Diagramar, editar, vender de mano
en mano, salir por los bares a canjear ejemplares fueron prácticas que empezaron en ese
momento» (2016, p. 19). Los beats porteños fueron quienes fundaron la primera editorial
autogestiva del país Sunda B.A.

Para Barea el gobierno de Illia propició un oasis creativo que los beats supieron
capitalizar en el bar El Moderno. Y comenta que allí: «Intercambiaban revistas, textos,
conformando una pequeña red subterránea, literaria, pseudoclandestina por su
marginalidad» (2016, p. 20). En esas revistas expresaron sus manifiestos, eran su forma de
existir. Las dos revistas eran Opium y Sunda. En Opium encontramos textos de Nestor
Sánchez, Mario Gómez, Gustavo Trigo, Vicky Rabín, José Peroni y en Sunda, textos de
Enrique Molina, Poni Micharvegas, Diana Machiavello, entre otros.
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Entre los manifiestos de Opium afirman: «Asomados a la confusión de Baires,


nuestro pan cotidiano, sintiendo todo el peso del hemisferio sur del caos, aparecemos
nosotros y Opium» (2016, p. 25). Hay una clara alusión al momento convulsionado que
vivía el país y ellos se presentan en una especie de marginalización. Luego continúan:
«Poesía de nosotros, de ustedes, de ellos; la de los desarraigados de la realidad
armamentista, de los humillados por los Quesos de la Cultura y los Sicarios del Bien»
(2016, p. 25). En un tono irónico, cargado de crítica se configura un grupo que va en contra
de lo establecido. Los Quesos de la Cultura son los «intelectuales» del momento pero los
beats trastocan el significado, lo mismo con los Sicarios del bien. Ellos son quienes tienen
el poder, pero, al mismo tiempo, atentan contra ese Bien.

En otro de los manifiestos dicen: «Nos conocimos en revistas, en bares, en confusas


reuniones a las tres de la mañana. Nos conocimos orinando juntos en baños donde leímos
que Perón o Tarzán nos salvarían» (2016, p. 26). Y más adelante ratifican: «Queremos vivir
y seguir caminando bebiendo, odiando, amando o, simplemente, ocupando espacio. En
alguna oportunidad, tal vez ataquemos» (2016, p. 26). Tales manifiestos inauguraron la
revista Opium, anclaron sus costumbres, su personalidad aparentemente desinteresada pero
comprometida, sus armas de ataque eran sus letras.

UN BEAT MALDITO

Uno de los beats más difíciles de encasillar es Marcelo Fox, quien publicó un
escrito en Opium, pero poco se sabe de su vida. Nació en el año 1942 y falleció en 1972.
Publicó Invitación a la masacre (1965) y Señal de fuego (1968), entre algunos poemas o
cuentos que se fueron copilando por medio de las revistas donde aparecían.

Para llegar a conocer a Fox es interesante la descripción que hacen sobre él tres
contemporáneos que lo conocieron, cuyos testimonios se encuentran en el blog `Golosina
Canibal´. Yoel Novoa cuenta: « Lo conocí como “el gordo Fox” y lo leí cuando Opium lo
incluía en sus ediciones. Creo que jamás crucé una palabra con él, pero éramos ingredientes
de una misma sopa». En los bares y las fiestas de ese momento, coincidían, como se
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mencionó anteriormente, muchos intelectuales o artistas que llegaron a entablar relación, en


algunos casos, y en otros no.

En cuanto a lo físico Novoa lo describe: «Fox era un gordo abotargado, grandote,


marítimo, que plantaba su presencia como un Buda indiferente. La mayoría de la fauna
artística de entonces, decía de él: `Es un nazi de mierda´. Cuando le preguntaron a los de
Opium porqué lo publicaban contestaron `Porque escribe bien´», Poni Micharvegas opina
algo similar: «Fox era un tipo alto, uno ochentaicinco-uno noventa por lo menos, gordo (y,
por periodos, increíblemente flaco o enflaquesido!), fofo y desaliniado, con pelo revuelto y
anteojos de culo de lábil, frágil, débil»1.

En cuanto a su pensamiento, todos coinciden en que lo llamaban nazi, tenía ideas


que bogaban por la salvación a través de la destrucción. Juan-Jacobo Bajarlía confieza:
«Rimbaud, mucho antes, en su carta a Paul Demeny, de 1871, también arremetía contra el
orden que impedía la creación poética. Marcelo Fox siguió estas huellas». Las ideas de Fox
se vieron influenciadas por escritores como Arthur Rimbaud y Antonin Artaud. Poni
Micharvegas afirma lo mismo diciendo que: «El ‘malditismo’ como épica, era un tema
reiterativo en esos paliques» en los paliques o conversaciones cotidianas de Fox.

En cuanto a su estilo de vida, provenía de una familia de clase media, nunca le faltó
dinero, pero era una persona muy descuidada. Micharvegas describe su habitación de esta
forma:

Era un escándalo de abandono y susiedad con libros de autores místicos que se


empenió en mostrarme, revistas porno venidas de los fríos pueblos del Norte en
correos sertificados, envases de drogas sicotrópicas, analgésicas, jarabes, gotas nasales
y colirios que contendrían efedrina o algún derivado de la coca y consumidas como
estimulantes: recursos de esos anios esperimentales...

Por último, les llega la noticia de su suicidio, Micharvegas dice: «Fox se habría
arrojado a las vías del tren. Otros aseptaron como más que posible la versión del asidente,
del tropieso de ese gran talento literario, enfrascado más en si mismo que en la realidad
vertiginosa que se yevó por delante». Su muerte fue de muy joven y algunos escritores que
lo conocieron hablaron de obras suyas que no habían sido publicadas pero que habían leído.
1
Se conserva la misma escritura de Martín `Poni´ Micharvegas, por eso las erratas.
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Hoy día se destaca como la más importante Invitación a la masacre, también es la más
conocida. Marcelo Fox es un escritor olvidado, poco se sabe sobre su vida y obra y poco se
ha escrito al respecto.

INVTIACIÓN A LA MASACRE Y EL MALDITISMO

Como se dijo anteriormente, Invitación a la masacre fue escrita hacia 1963 y


publicada en 1965 por Falbo Librero Editor. Según Cippolini: «El libro circulaba en
fotocopias que pasaban de mano en mano. No sé quién fue su primer difusor, aunque
muchos sigan insistiendo en señalar a Alberto Laiseca» (2016, p. 17). La obra no fue
reeditada «Fox era una literatura secreta, pero ante todo una leyenda personal. Extrema»
(2016, p.17). De hecho, Fox sabía que su obra quizás no fuera a ser leída en la prosperidad,
su contenido es poco común.

Se puede leer en el comienzo de la obra:

No por favor. No aparten las miradas de estas líneas porque las crean escritas
por un degenerado. Concedan unos minutos de tregua al odio y ellas les explicarán la
verdad aunque yo ya no exista. Entonces me salvaré a través de sus conciencias. La
muerte sería más soportable sabiendo que voy a ser rescatado a posteriori. Nunca nadie
las leerá. Estoy condenado. Pero quizá. Escribo (Fox, 1965, p. 3).

La incertidumbre, por momentos pensamientos certeros. Un ir y venir de opiniones


que pujan por hacerse un espacio dentro de su obra. El escritor es desordenado, caótico e
incongruente. Invitación a la masacre es un libro con alto contenido maldito, signos de
desprecio, búsqueda de la salvación por medio de la catástrofe. Caminos que se cruzan, se
vuelven paralelos y por momentos, perpendiculares.

Invitación a la masacre es el proyecto logrado de Marcelo Fox para convertirse en


un escritor maldito en el siglo XX. Él tuvo influencias de Rimbaud, uno de los precursores y
escritores malditos más conocidos de la historia. No obstante, él no fue el primero.

Remontarse a los antecedentes del malditismo o al primer poeta maldito puede ser
una tarea difícil. Si bien Francia aparece como el país que gesta a estos poetas, hablar de
fechas es más complicado. En un trabajo conjunto de Diego Giraldo, Diego González,
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Lucas Arteaga, ellos dicen que buscar los inicios del malditismo es: «Remontarse al siglo
XV, a un poeta frenético, desordenado pero brillante. Nos referimos a François Villon, al
parecer nacido en 1461, desterrado por el parlamento francés en 1493» (2008, p. 179). Su
vida estuvo plagada de trifulcas, robos, acusaciones y estuvo varias veces en la cárcel, pudo
salir por sus capacidades intelectuales. Según estos autores: «La vida y la obra de François
de Montcorbier, François Villon, es reconocida por los poetas simbolistas como el
antecedente docto de la poesía maldita» (2008, p. 180). Por ende, el malditismo no surge,
como muchos piensan, en el siglo XIX. Sino que se remonta a varios siglos anteriores.

Los poetas malditos del diecinueve tienen un precursor que los nombra y les da
identidad. Jesus Ros del Moral dice: «El punto de arranque y primera acuñación de poètes
maudits se debe a Verlaine, que la crítica aplicó en lo sucesivo a los poetas que entraban en
la línea trazada por él mismo en su ensayo» (1985, p. 50). Verlaine inaugura estrictamente
lo que hoy conocemos como poetas malditos y de allí derivan otros poetas como Arthur
Rimbaud, Charles Baudelaire, Stéphane Mallarmé, entre otros.

La poesía maldita surge para reflejar una realidad, «Una verdad menos romántica y
más gótica, una verdad de suburbio, triste y sombría, una verdad moderna que se las
arreglaba con el nuevo modelo social naciente: el orden capitalista» (AAVV, 2008, p. 180).
Estos escritores, en su mayoría parisinos, se vieron decepcionados por los cambios que se
llevaron a cabo, por ejemplo, por Haussmann, en donde se dejó atrás todo lo rústico de
París y se dio paso a las remodelaciones más modernas y capitalistas que se conservan, en
gran medida, hasta nuestros días.

Los poetas malditos no formaron una escuela, Ros del Moral dice: «No nos
hallamos ante un movimiento con sus características peculiares de grupo literario; no hay
esquemas propios ni manifiesto del conjunto como tal, y lo que es más, muchos de ellos ni
llegaron a conocerse» (1985, p. 50). La historia los acuñó a todos bajo el mismo título y sus
escritos lo confirmaron, pero ellos no eran un grupo unido que practicaba el malditismo de
una forma consiente y queriendo implementar reglas o recursos literarios específicos. Ellos
compartían fines en común. «La obra de los malditos representa un elemento adverso, es
decir una contraparte que se resiste y procura desmantelar los criterios morales de una
época» (AAVV, 2008, p. 182). Su propio resquemor ante los cambios culturales, sociales y
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políticos los llevó a tener una lucha de fondo en común, un descontento que los identificó.
Pero como se dijo anteriormente: «No tienen conciencia de grupo ni preocupación por
formar escuela. Viven al día y sienten un desmesurado hastío, una viva repulsión por todo
lo que significa conformismo y tradición» (Ros del Moral, 2008, p. 56). Escritores que
rompen con los esquemas preestablecidos.

Lo mismo sucede en el caso de Fox. Es un escritor que no tolera la realidad que


vive, busca una fuga que logra a través de su literatura y vive en su día a día con la
particularidad de sentir rechazo ante los sucesos de su generación.

El escritor maldito «se vuelve vidente por un logro inmenso y razonado


desequilibrio de todos los sentidos. Todas las formas de amor, de sufrimiento, de locura; él
mismo busca, agota en sí todos los venenos» (AAVV, 2008, p. 184). A medida que el
escritor se transforma en observador de su propia realidad, el poeta descubre «la verdad del
hombre inmerso en el periplo oscuro de su época, y en cierta medida, llegan a profetizar el
sufrimiento del hombre» (2008, p. 184). Algo similar se vislumbra en la obra de Fox
cuando menciona: «Cuando sea ejecutado el mundo quedara sumido definitivamente en las
sombras de la cotidianeidad y el olvido. Ya no más esperanzas. Cortarán el último vínculo
con la Trascendencia» (1965, p. 10). Si el poeta, que es el gran vidente, es ejecutado, es lo
mismo que sumir a la sociedad en una ceguera que trae aparejado lo rutinario, lo poco
trascendente.

Para estos escritores «su preocupación estriba en expresar la degeneración, el hastío,


la disgregación de la sociedad. Todo decae: la religión, las costumbres, la justicia» (Ros del
Moral, 1985, p. 60). Ellos son quienes tienen la capacidad de formular e indagar sobre los
problemas de su sociedad y ellos saben de la decadencia de todos los estandartes.

En Invitación a la masacre, Marcelo Fox en su lugar de escritor maldito dice: « Es


hora de morir: Todo se acaba. El viento, sopla como siempre y yo, espero. La guillotina
caerá lúcida y exacta» (1965, p. 9). Es el escritor que se prepara para una especie de fin de
su vida, es una visión apocalíptica de la época, como se puede leer en escritores como
Baudelaire. Y se presenta de la siguiente manera: «Yo soy distinto. Yo debo ser distinto. Yo
quiero ser distinto hasta el fin» (1965, p. 9). El demostrarse distinto de los demás, lo
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excluye de toda masificación posible. Él es un beat, pero por una cuestión más
generacional. Su esencia como escritor es de maldito.

Una de las posibles explicaciones es como opina Karl Rosenkranz: «De modo
enfermizo, cuando una época está física y moralmente corrupta, le falta la fuerza para
concebir lo bello auténtico pero simple, y desea disfrutar de las delicias de la frívola
corrupción» (1992, p. 93). Es por eso que en la corrupción misma de la década de los
sesenta, Fox escribe cosas como: «La Muerte es la Vida. El Sufrimiento es el Gozo. El
Odio es el Amor» (1965, p. 12). Como pasa con los poetas malditos, se canta a la muerte, el
sufrimiento, el odio porque son constantes en sus vidas. Con lo cual, «una época tal ama las
sensaciones mixtas que tienen como contenido una contradicción» (Rosenkranz, 1992, p.
93) y los valores se trastocan a sus contrarios, como el sufrimiento en gozo o la muerte en
vida. Y el poeta maldito tiene conciencia de ello.

En el mundo que pareciera al revés el poeta maldito exalta: «Solo son bellas las
estatuas rotas. Las paredes descascaradas. Los rostros horadados por la lepra» (1965, p. 12).
Porque los valores están opuestos, lo bello pierde su naturalidad y se exalta como bello lo
que en otro momento es feo. Según Rosenkranz: «Pero lo complicado, lo contradictorio, lo
anfibológico, y, por lo tanto, también lo criminal, lo extraño, lo delirante, es interesante»
(1992, p. 139). Otro de los temas tan familiarizados con los escritores malditos es el
infierno, lo satánico. O las tantas alusiones a la muerte. La apreciación de algo estético en
la muerte: «Qué hermosa es la muerte» (1965, p. 12). Las loas a la muerte son un tema
común que tiene que ver con la sintonía de la generación que se muere, decae y se destruye.
Para Rosenkraz:

El infierno no es sólo ético y religioso, es también estético. Estamos inmersos


en el mal y el pecado, pero también en lo feo. El terror de lo informe y de la
deformidad, de la vulgaridad y de la atrocidad nos rodea en innumerables figuras desde
sus pigmeos comienzos a la deformidad gigantesca con la que la maldad infernal ríe
sardónicamente enseñándonos los dientes. Y es a ese infierno de lo bello al que
queremos descender. Es imposible simultáneamente penetrar en el infierno del mal, en
el infierno real, pues lo más feo de lo feo no es lo que nos repugna en la naturaleza: en
pantanos, árboles mutilados, sapos y salamandras, en monstruos marinos de ojos
saltones y voluminosos paquidermos, en ratas y simios; lo más feo de lo feo es el
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egoísmo, que manifiesta su locura en los gestos pérfidos y frívolos, en las cicatrices de
la pasión, en la mirada torva del ojo, en el crimen (1992, p. 53).

Lo criminal, lo bajo, todo es partícipe del mundo al que el escritor crea. En


Invitación a la masacre se puede leer: «Si existe el infierno yo quiero ir allí a gozar de las
delicias del fuego junto a los rebeldes a los asesinos» (1965, p. 13). Los escritores se hacen
libres a través de lo malo. En uno de sus libros dice Bataille: «El lado del Bien es el de la
sumisión, el de la obediencia. La libertad es siempre una apertura a la rebelión y el Bien se
vincula con el carácter cerrado de la regia» (2000, p. 272). El mal implica la libertad, la
rebelión, la búsqueda de horizontes nunca antes explorados. El escritor invita a incorporarse
en lo tenebroso de la muerte. «A veces la vida necesita no huir de las sombras de la muerte,
sino por el contrario dejarlas crecer en sí, hasta los límites del desfallecimiento, hasta el fin
de la misma muerte» (Bataille, 2000: 100). Él se instala en el inframundo y desde este
configura su nuevo yo.

Una vez que el escritor maldito sale del mundo del bien dice: «Con que ya me era
imposible volver a insertarme en el mundo» (1965, p. 36). Se va para no volver y se separa
del resto de la multitud y asume un lugar de superioridad. «Solo yo existo. Ustedes no son
más que sombras de sombras de mi fulgor. Soy el Sol» (1965, p. 49). Desde ese lugar de
Dios, apolíneo, exalta: «Me río de Pensar lo que pasaría si vieran los hilos que los unen a
mis manos y se dieran cuenta de que no son sino títeres a merced de ellas. Si les mostrara
los textos de lo que van a decir al segundo siguiente. Todo lo sé. Todo lo abarco. El poder
que detento es sin fronteras» (1965, p. 49). El poeta empoderado, el escritor maldito se
compara a un dios y asume a la sociedad como meros actores de una obra que él dirige,
porque ellos no tienen la posibilidad de ver la realidad que él sí. Entonces relata lo que ve:
«Veo al hombre como un absurdo porque el hombre ha perdido su sentido. Su razón de ser
que era ser la forma superior de la materia en el planeta Tierra. El futuro ya no es de él. Es
de la máquina y sus sucesores» (1965, p. 60). El avance de las ciencias, del capitalismo y
de los próximos posibles gobiernos militares hace que Fox plantee, en su ficción, una
mirada objetiva de las cosas. Se pregunta por el futuro: «Cuándo reventará el mundo y
seremos felices. Muertos. Sólo en la Muerte está la perfección. El acabamiento. Ella es la
Oscuridad que nos llama para salvarnos de los garfios de la oscuridad» (1965, p. 81). Y se
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reivindica como un maldito al creer que la salvación está en la muerte misma, como lo
vieron algunos otros poetas.

Luego, se enraiza diciend: «Soy mayor que Satán» (1965, p. 81), él se apodera de
todos los reinos, el del bien y el del mal, parte de los dominios de Satán. Y por último,
«Qué saben de esta oscura luz. Del placer de sentir las bocas de los bichos carcomiendo
despacio los nervios. Los tendones. La médula. Qué saben del infierno y sus goces. De la
hermosura del Mal y los sutiles ritos de la Peste» (1965, p. 82). En donde se consagra,
definitivamente como el amo y dueño de todos los males, quizás el escritor más maldito de
todos.

CONCLUSIÓN

Para finalizar el trabajo se deben tener en cuenta ciertos factores que prueban lo
estudiado. Entre ellos, saber que la generación beat surge en Estados Unidos y tiene mucha
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influencia de escritores malditos franceses. La generación beat estadounidense fue quien


produjo la generación beat argentina, al margen de la situación sociohistórica de ese
momento en particular que, como en Estados Unidos, también fue turbulenta.

De los beats argentinos la atención del trabajo se centró en Marcelo Fox por ser un
escritor olvidado y por ser quien más influjo tuvo de los escritores malditos al punto de
querer consagrarse él como uno de ellos en Invitación a la masacre.

Entre sus cuentos, poesías y su obra Señal de fuego también puede verse, quizás con
menos preponderancia, los factores que lo van constituyendo como un maldito. Escribió
más textos pero no han aparecido hasta el día de hoy.

Lo interesante es que, al ser un escritor que persuadió y brindó herramientas a


escritores como Laiseca y Fogwill, Marcelo Fox no debería pasar inadvertido a través de
los años. Sus textos son rebeldes, morbosos, satánicos y libertinos, pero dotados de un
estilo de escritura tan peculiar como rico para el análisis.

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
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Barea, F. (2016), Argentina Beat: Derivas literarias de Opium y Sunda, Prólogo de Rafael
Cippolini, Buenos Aires: Caja Negra.

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FORTVNATAE, nº 25, pp. 39-49.

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Duval, J. F. (2013), Kerouac y la generación beat, Barcelona: Anagrama.

Fox, M. (1965), Invitación a la masacre, Buenos Aires: Falbo Librero Editor.

Giraldo D., González D., Arteaga L. (2008), Los poetas malditos, una subversión a la moral
del siglo XIX, Medellín: Fundación Universitaria Luis Amigó, pp. 177-189.

Martín, G. (2009), Movimiento Beat: Sonidos desesperados, ecos del aullido que quedaron
en el camino, XXI Congreso de Investigación, Centro Universitario México A.C,
pp. 1-11.

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de Murcia, Anales de filología francesa, nº1, pp. 49-68.

Rozencranz, K. (1992), Estética de lo feo, Julio Ollero Editor.

Terán, O. (1991), Nuestros años sesentas, Buenos Aires: Puntosur Editores.

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