Sunteți pe pagina 1din 97

CONTRIBUCIONES TEMATICAS Y CONCEPTUALES A LA COMPRENSION DE LA

SEXUALIDAD EN SU DOBLE CARACTER DE EXPERIENCIA PERSONAL Y SOCIAL

Elaborado por académicosm de la Universidad de Chile bajo la dirección de Irma Palma 2


1. Término, concepción y perspectiva acerca de la sexualidad.

1.1. ¿De qué hablamos cuando decimos “sexualidad”?

¿De qué hablamos cuando decimos “sexualidad”? Una forma de definir y comprender la sexualidad
se expresa en la afirmación sintética dicha muy frecuentemente por docentes: que los seres
humanos nacemos sexuados y somos sexuados. Esta idea de nacer y ser sexuado tiene el valor de
introducir una legitimidad a la sexualidad, reconocida como parte de la naturaleza humana y
sometida a ser desarrollada como otros aspectos de la vida personal. Expresa una manera de
sintetizar una concepción histórica específica, una manera particular de definir y comprender la
sexualidad, sea como fruto de una programación biológica del individuo, como fruto de una
evolución filogenética de la especie que supone un específico y particular modelo de sexualidad
(cúspide evolutiva), o como una evolución de la sociedad humana desde una sexualidad primitiva
variada, hasta la heterosexualidad monogámica como su máximo desarrollo.

En este sentido, la condición sexual sería previa al orden social. En esta perspectiva, a la sociedad
le cabe canalizar o reprimir la expresión del impulso sexual (Parker y Gagnon, 1994). A su vez, la
sexualidad sería del nivel del individuo, un atributo biológico y psicológico, como cuerpo y como
identidad. Con ello, la sociedad sería sólo un contexto, un medio para el aprendizaje de formas
civilizadas de vivir y convivir en la sexualidad. Por otra parte, la sexualidad estaría configurada
dicotómicamente, como sexualidad femenina y como sexualidad masculina, universales y
comunes. Del mismo modo, la función reproductiva fundaría el sentido y las prácticas. Así, la
sexualidad deviene heterosexualidad. Finalmente, se dice que seríamos sexuados en todas las
dimensiones de la vida; el sexo entonces sería como un hilo organizador de todas las relaciones
humanas. Así, la sexualidad sustituye al género.

1.2. Construcción social de la sexualidad.

En general, la sexualidad se ubica muy centralmente en un debate que relaciona biología y cultura,
naturaleza y sociedad. Por ello, su observación y su conceptualización es también una construcción
histórica; a medida que la sociedad ha re-conceptualizado dicha relación, también ha sometido a
revisión y debate las teorías de la sexualidad, y consecuentemente, las elaboraciones sociales
prevalentes.

La sexualidad en los seres humanos es al mismo tiempo fruto de posibilidades biológicas, procesos
psicológicos y configuraciones sociales, culturales, históricas. Sobre esto sostiene Jeffrey Weeks:
“es una construcción histórica, que reúne una multitud de distintas posibilidades biológicas y
mentales (…) que no necesariamente deben estar vinculadas, y que en otras culturas no lo han
estado. Todos los elementos constitutivos de la sexualidad tienen su origen en el cuerpo o en la
mente (…) Pero las capacidades del cuerpo y la psique adquieren significado sólo en las relaciones
sociales”. (1998, p. 20). En esta perspectiva, la biología actúa para fijar límites potenciales y
referencias de respuestas en cada individuo. Estos establecen los parámetros dentro de los cuales
la cultura y el entorno pueden ejercer su influencia, tal como ha sostenido Milton Diamond (1976),
investigador que ha profundizado en el efecto combinado de la genética y el entorno sobre el
comportamiento sexual y el desarrollo. Jeffrey Weeks señala que “las posibilidades eróticas del
animal humano, su capacidad de ternura, intimidad y placer nunca pueden ser expresadas
‘espontáneamente’, sin transformaciones muy complejas…" (1985, p.21). En esta perspectiva, la
sexualidad es más bien un producto altamente específico de nuestras relaciones sociales, mucho

Elaborado por académicosm de la Universidad de Chile bajo la dirección de Irma Palma 3


más que una consecuencia universal de nuestra biología común. La sociedad en otras
perspectivas puede ser concebida como un principio represivo que canaliza, inhibe o constriñe
deseos, pulsiones o instintos para alcanzar formas sexuales socialmente aceptables, aquí funciona
más bien como un principio de producción de las prácticas, significaciones y relaciones asociadas a
ella.

Por ello, el comportamiento sexual constituye un comportamiento social (Bozon, 2002; Gagnon y
Simon, 1973). Las ciencias sociales operan con el postulado que los comportamientos humanos no
pueden ser analizados como hechos instintivos, programados por la naturaleza (Gagnon y Simon,
1973). Este postulado se aplica también a los comportamientos sexuales. Sin embargo, esto no es
obvio. En otro tipo de comportamiento humano sucede parecido. La violencia contra las mujeres
puede ser concebida como fruto de unos atributos biológicos masculinos –impulsos agresivos- que
se activan en determinadas interacciones que implican a las mujeres, o como expresión o efecto de
un dominio masculino que encuentra en el ejercicio de la violencia un mecanismo de control sobre
éstas. Ambas afirmaciones expresan elaboraciones sociales existentes sobre la violencia. Al mismo
tiempo, expresan concepciones teóricas distintas y divergentes. Focalizadamente lo mismo puede
decirse de la violencia sexual. Históricamente los violadores han justificado su comportamiento
basándose en una elaboración social sobre la sexualidad de los hombres que afirma la existencia
de impulsos sexuales débilmente controlables, los que expuestos a ciertas situaciones resultan
incontrolables.

Desde esta perspectiva, la sexualidad es menos el principio original que explica las otras
conductas, sino una conducta que tiene su fuente y que puede ser explicada a partir de otros
aspectos de la vida social. Los procesos socioculturales juegan un rol fundamental en determinar lo
que percibimos e interpretamos, más precisamente cómo construimos lo que es y lo que no es lo
sexual (Ortner y Whitehead, 1981a y b; Herdt y Stoller, 1990). En esta perspectiva es lo no-sexual
lo que confiere significado a lo sexual, no de modo inverso. (Bozon, 2002), “y el comportamiento
sexual puede expresar y servir fines no sexuales” (Gagnon y Simon, 1973, p. 17).

Como tal, el término sexualidad no designa una esfera constituida propiamente tal, sino una
construcción sociocultural e histórica, que estructura una relación entre prácticas físicas,
significados y relaciones específicas entre las personas que tienen base en el cuerpo y el sexo.
Refiere a una configuración de deseo, sexo y género. Organiza las formas del erotismo y de la
reproducción, así como las relaciones y los contextos en que éstos se manifiestan. Se sitúa tanto
en el nivel de los individuos como de las relaciones y vínculos entre éstos, y de las relaciones de
éstos con las instituciones. Constituye a la vez una experiencia personal e histórica, y su
construcción y su transformación se realizan en el proceso mismo en que se construye y se
transforma la realidad social. Se ubica en relaciones sociales específicas de poder, entre las cuales
las más importantes son las de género, las económicas, las étnicas y las generacionales.

A esta aproximación se le denomina “construcción social de la sexualidad” y refiere al hecho de que


si bien es cierto el sexo tiene un fundamento biológico, la forma en que se realizan las prácticas,
cómo se significa, cómo se elabora y representa socialmente la sexualidad es un hecho cultural y
social. La noción de construcción social de la sexualidad alude también a su carácter histórico, es
decir, que se transforma junto con las transformaciones que ocurren en la sociedad.

Elaborado por académicosm de la Universidad de Chile bajo la dirección de Irma Palma 4


1.3. Construcción cultural y social del sexo y el género: oposiciones,
complementariedades, especializaciones, jerarquizaciones y dominio.

Hemos sostenido antes que no existen conexiones universales, necesarias, naturales, fijas ni
esenciales entre la naturaleza y los procesos de aculturación de los individuos. Según el sociólogo
británico Jeffrey Weeks, “La cultura moderna ha supuesto que existe una conexión íntima entre el
hecho de ser biológicamente macho o hembra (Es decir, tener los órganos sexuales y la capacidad
reproductiva correspondiente) y la forma correcta de comportamiento erótico (Por lo general el coito
genital entre hombres y mujeres)” (1998, p. 19).

Se han desarrollado dos categorías para comprender esta conexión: sexo y género. Originalmente,
el último fue definido en contraposición a sexo, en el marco de una lógica binaria. La noción de
sexo designó una caracterización biológica que distingue al macho y la hembra de la especie
humana; el concepto de género, en tanto, aspiraba a distinguir entre el hecho del dimorfismo sexual
de la especie humana, y la caracterización de lo masculino y lo femenino que acompañan en las
culturas a la presencia de los dos sexos en la naturaleza. La noción sexo/género se orientó a
diferenciar lo supuestamente natural e inmodificable (El primero), de lo cultural y por lo tanto
modificable (El último). Sin embargo, esa formulación en la actualidad se encuentra sometida a
análisis. Tal como sostiene Judith Butler, el sexo lejos de ser algo dado o pre-simbólico es una
categoría política; el sexo es parte de una práctica regulatoria que produce los cuerpos de varones
y mujeres como oposiciones, complementariedades, especializaciones; que funda y legitima
ordenamientos jerárquicos y dominaciones en distintos planos de la vida social; y que normativiza
la sexualidad. En este sentido, el sexo igual que el género, no es lo que uno es sino en lo que uno
se convierte.

Los cuerpos de hombres y de mujeres han sido construidos históricamente en sociedades bajo una
lógica de oposiciones, complementariedades, especializaciones, jerarquizaciones y dominio. En
este sentido, las diferencias entre los cuerpos han sido organizadas de un modo estrictamente
unidimensional, en el que uno y otro cuerpo son construidos como opuestos, contrarios, polos de
un mismo eje; por ello se construyen como antípodas: mientras más cerca de un polo se esté, más
lejos del otro se está.

Asimismo, tales diferencias en los cuerpos, más precisamente en su anatomía y fisiología, pueden
ser interpretadas como muy intensas y decisivas en lo que hombres y mujeres sienten, hacen,
interactúan, aspiran, etc. La intensificación de las diferencias o similitudes es histórica y social. En
esta perspectiva, pueden ser interpretadas (Como importantes diferencias en tamaño corporal,
tamaño de cerebros, fuerza física, reproducción biológica, etc.) las cuales, a su vez, darían lugar a
diferencias psicológicas y sociales.

Sin embargo, los cuerpos no sólo son organizados en sus diferencias en sí mismas; son, al mismo
tiempo, jerarquizadas. Es justamente, el proceso social y cultural de jerarquización lo que hace
comprensible la intensificación de las diferencias prevalente en nuestra sociedad. Los binarismos
clásicos producen no sólo diferencias, producen jerarquizaciones. Las categorizaciones fuerte-
débil, o activo-pasivo atribuidos a hombres y mujeres no son neutras; conllevan especializaciones,
subordinaciones, dependencias, discriminaciones, dominio; es decir, se inscriben en relaciones
sociales de poder.

Elaborado por académicosm de la Universidad de Chile bajo la dirección de Irma Palma 5


Del mismo modo, las diferencias a su vez pueden ser interpretadas como una estricta
complementariedad anatómica y funcional de atributos. A una función del un cuerpo corresponde
otra complementaria en el otro, a una forma corresponde otra complementaria.

También las formas de los cuerpos pueden ser elaboradas originando directa y linealmente desde
la biología a una determinada y particular sexualidad. Así, el hecho morfológico que las mujeres
tienen genitales “hacia adentro”, es decir que se sitúan en la zona genital de una forma en que no
pueden ser vistos, sino sólo si se abren las piernas, hace que en una relación sexual con un
hombre en su interior es introducido el pene hacia adentro. Hay quienes elaboran esta forma
corporal de sus órganos, oculta al observador, como dando lugar a una femenina “sexualidad
secreta”. Esto constituye una naturalización de los cuerpos y la sexualidad. En este caso, las
formas de la naturaleza, producirían, a su vez, particulares formas en las prácticas y en las
subjetividades.

También existe una aproximación a los cuerpos humanos como si mantuvieran intactos y latentes
los atributos que tuvieron en la prehistoria, y la historia social y cultural de la especie humana no
podría inhibir su manifestación, es más, se actualizarían sistemáticamente. Tales atributos tendrían
una doble función de sobrevivencia y de organización de la vida. Así, el cuerpo del hombre es
elaborado como cuando estaba provisto para la caza y la defensa y dotado para el trabajo fuera del
hogar; mientras el cuerpo de la mujer estaba dotado para la recolección y las labores domésticas,
la agricultura doméstica y la crianza. Esto fue así en ciertos períodos de la humanidad. No
obstante, la transformación de las sociedades, particularmente el cambio en la economía y la
tecnología, ha reducido la diferenciación funcional entre hombre y mujer en las actividades
productivas o generadoras de bienes y servicios en muchos ámbitos; la tecnología anticonceptiva
ha modificado la reproducción biológica, se ha reducido la fecundidad y con ello las mujeres pasan
periodos más cortos de su vida en los eventos reproductivos y destinan menor tiempo en su vida a
su función de cuidado materno que en el pasado.

1.4. El ocaso del concepto de perversidad sexual y el surgimiento de la diversidad


sexual.

En el contexto de la modernidad se han configurado relaciones particulares entre prácticas físicas,


deseos, significados, relaciones y representaciones que han llegado a constituir sujetos sexuales.
Tal es el caso de la persona homosexual. La identidad homosexual contemporánea, antes de la
modernidad no era tal, sino un acto sodomítico. El acto (Sexual) pre-moderno deviene identidad
(Sexual) en la modernidad.

La ciencia médica contribuye a producir esta transformación, a lo que los historiadores señalan
como la invención de la homosexualidad operada por la psiquiatría. El acto sodomítico pre-
moderno era considerado en su tiempo como un delito o vicio; en la modernidad la recién
construida identidad homosexual deviene enfermedad, además de delito. La medicina establece
una taxonomía de la perversión (término que aparece en 1885); diseña una enfermedad mental,
con sus particularidades, síntomas y gradaciones. El ‘homosexual’ se constituyó en un tipo
psicológico anormal. Cuando esto ocurre, se introduce una alteridad radical entre el normal o
heterosexual y el patológico u homosexual. Este último, un perverso. Así, “el lenguaje de la
perversión divide al mundo de la sexualidad en lo normal y anormal, los elegidos y los condenados,
y rara vez coinciden.” (Weeks, 1998, pág.77).

Elaborado por académicosm de la Universidad de Chile bajo la dirección de Irma Palma 6


Perversidad: (Del lat. perversĭtas, -ātis). 1. f. Cualidad de perverso. (Del lat. perversus). 1. adj.
Sumamente malo, que causa daño intencionadamente. U. t. c. s. 2. adj. Que corrompe las
costumbres o el orden y estado habitual de las cosas. U. t. c. s.

En la segunda parte del siglo XX, el ‘homosexual’ que se había constituido desde la segunda mitad
del siglo XIX en un tipo psicológico anormal, fue normalizado en virtud de que no había patología
psiquiátrica asociada, en la década de 1970 por la American Psychiatric Association. Una
recategorización del fenómeno de la homosexualidad se produce en el ‘Diagnosis and Statistical of
Mental Disorders III’, El DSM-III-R, de la American Psychyatric Association en los años sesenta –
desde 1974 a 1980-. Precedió a la decisión de declarar la desvinculación de la homosexualidad de
la taxonomía psicopatológíca institucional, un conjunto de investigaciones clínicas sobre el ajuste
psicológico de los sujetos homosexuales.

Investigaciones que controlaron variables tales como la no pertenencia a instituciones carcelarias o


psiquiátricas, el género, la edad o el estado civil, y que controlaron los sesgos de los
investigadores, concluyen en la ausencia de psicopatología asociada a la condición de
homosexual. (Hooker, 1957; Green, 1972; Saghir y Robins, 1973; Hoffman, 1977; Reiss, B., 1980;
Marmor, 1980a, en: La Sexualidad Humana, Tomo 2, Masters, W., Johnson, V. y Kolodny, R.,
1987). De este modo, normalizada la homosexualidad, la perversidad devino diversidad sexual.

Diversidad: (Del lat. diversĭtas, -ātis). 1. f. Variedad, desemejanza, diferencia. 2. f. Abundancia,


gran cantidad de varias cosas distintas.

La diversidad, que podría haber sido organizada como múltiples posibilidades en los planos del
deseo, las prácticas y las identidades, se organiza fundamentalmente como identidades sociales
sexuadas bajo la denominación de orientación sexual. Así, se adoptan las categorías de
heterosexualidad, homosexualidad y bisexualidad. La verdad que la orientación heterosexual no se
presenta como una identidad sexual pública propiamente tal. La orientación bisexual no se ha
constituido en una identidad sexual. Las identidades son públicas y se configuran en la historia, y la
bisexualidad es en la actualidad aún un poco tránsfuga, no tiene rasgos propios y reconocibles. La
orientación homosexual es la que se ha constituido en una identidad sexual pública. Se trata de
una identidad configurada históricamente muy recientemente, y es propiamente una autodefinición
–no la definen ni las prácticas por si solas ni la atracción, sino una reflexividad, una adscripción, un
estilo o una comunidad-, y hoy ésta se conoce como identidad gay.1

1.5. Autonomización de la sexualidad y surgimiento de la tecnología anticonceptiva.

En esta perspectiva puede ser comprendido uno de los elementos constitutivos de la concepción
contemporánea de la sexualidad: una vez desarrollada e introducida la tecnología anticonceptiva
médica a mitad del siglo XX, la sexualidad emergió como una esfera autonomizada respecto de la
reproducción.2

1 
La
constitución
reciente
de
identidades
sociales
sexuales
conecta
también
con
una
transformación
cultural
de
las
identidades.
En
las

sociedades
 pos-tradicionales,
 la
 identidad,
 más
 que
 una
 ‘esencia’
 dada,
 deviene
 en
 algo
 que
 debe
 ser
 trabajado,
 reflexionado,

negociado
 con
 otros
 en
 forma
 permanente.
 Sugiere
 Zygmunt
 Bauman
 (2003;
 2004)
 que
 el
 proyecto
 moderno
 “prometía
 liberar
 al

individuo
 de
 la
 identidad
 heredada.
 No
 obstante,
 no
 se
 oponía
 a
 la
 identidad
 como
 tal,
 a
 tener
 una
 identidad
 (...)
 únicamente

transformaba
 la
 identidad
 de
 una
 cuestión
 de
 adscripción
 en
 una
 conquista,
 convirtiéndola,
 por
 lo
 tanto,
 en
 una
 tarea
 individual
 y
 en

responsabilidad
de
todo
individuo”.
(2003,
p.
30).


2
En
este
nuevo
carácter
de
la
sexualidad
(no
reproductivo)
se
encuentran
la
sexualidad
heterosexual
con
las
no
heterosexuales,
que
lo


tuvieron
desde
siempre.


Elaborado por académicosm de la Universidad de Chile bajo la dirección de Irma Palma 7


En el curso del siglo XX la sexualidad se desvincula de su relación ancestral con la reproducción.
En la actualidad, la concepción puede ser artificialmente producida e inhibida. Las tecnologías
reproductivas surgidas a mediados del siglo XX han logrado producir una ruptura más o menos
radical entre sexualidad y reproducción. Primero surgen las tecnologías anticonceptivas, mediante
las cuales los actos sexuales se separan de la reproducción. Luego, el surgimiento de las
tecnologías reproductivas conceptivas, separa la reproducción respecto de los actos sexuales; no
se desvincularía de los cuerpos, pero prescindiría de los actos sexuales. Asistimos a una
socialización de la reproducción, mediante transformaciones tecnológicas en el campo de la
reproducción humana que permiten hoy que la concepción pueda ser artificialmente producida e
inhibida.

El surgimiento de la tecnología reproductiva conlleva una autonomización de un dominio


propiamente sexual. En la actualidad, lo propio de la sexualidad es ser infecunda (Bozon, 2002).
Los actos sexuales destinados a la procreación constituyen progresivamente situaciones
específicas que interrumpen una sexualidad no reproductiva y una práctica contraceptiva. La
fecundidad devino proyecto personal, cuyo peso en la organización de una vida es mucho más
leve, y su ejecución demanda preparación y reflexión (Leridon, 1995 en Bozon, 2002). Se
introducen sobre la fecundidad las nociones de derecho, elección y decisión; decisiones que suelen
orientarse por elecciones habitualmente realizadas en otros dominios de la vida.3 El desarrollo de
las tecnologías anticonceptivas modernas ha permitido que el acto sexual asuma un carácter más
focalizado y de menor efecto biográfico de lo que solía tener antes de la contracepción.

En la sociedad chilena, el Estado inicia una política promocional del uso de la recientemente
desarrollada tecnología anticonceptiva médica desde mediados de la década de 1960. Su
introducción hizo factible un notable y progresivo descenso del nivel de fecundidad de las mujeres
en la sociedad chilena a partir de su adopción. Han transitado sucesivamente, generación a
generación, desde un nivel superior a cinco hijos en la década de 1950 -5.0 para el primero y 5.3
para segundo quinquenio- a un nivel de 1.9 hijos por mujer al término del periodo reproductivo en
2003. También se han reconfigurado los contextos en los cuales se realiza la maternidad –y
paternidad- de las nuevas generaciones de niños/as: se reducen los nacimientos bajo la forma del
matrimonio y se incrementan los nacimientos de hijos/as nacidos de mujeres solteras y co-
habitantes. Los calendarios reproductivos de las mujeres se han modificado en el curso de las
generaciones: se desplazan y concentran en ciertas edades. En el curso de los últimos cuarenta
años, en la sociedad chilena se ha reducido la brecha entre los estratos sociales en el número de
hijos, produciéndose crecientemente una relativa convergencia de las mujeres en niveles de
fecundidad según estatus socioeconómico.

De este modo, la tecnología ha contribuido al surgimiento de condiciones en que la sexualidad


puede ubicarse en el dominio de decisiones, elecciones y acciones de cada individuo. Del mismo
modo, generan las condiciones que posibilitaron el surgimiento de lo que Giddens (1995) ha
denominado “sexualidad plástica”. Expresa una ruptura de su relación ancestral con la

3
Es
más,
la
 píldora
utilizada
desde
su
invención
por
las
mujeres
con
la
función
manifiesta
de
planificar
el
número
de
miembros
de
la


familia,
traspasa
inesperadamente
las
fronteras
de
su
objetivo
inicial,
el
control
de
la
natalidad.
Liberada
por
los
métodos
anticonceptivos

y
culturalmente
separados
sexualidad
y
reproducción,
la
mujer
pudo
participar
activamente
en
la
reinvención
del
mundo
a
partir
de
su

actoría
social
en
el
espacio
de
lo
público
(Stelling,
2000).


Elaborado por académicosm de la Universidad de Chile bajo la dirección de Irma Palma 8


reproducción, por la cual una vez autonomizada, la sexualidad adquiere un carácter abierto,
susceptible de configuraciones diversas.

Elaborado por académicosm de la Universidad de Chile bajo la dirección de Irma Palma 9


2. La transformación de la sexualidad, estructuras e instituciones sociales y procesos
de individualización.

2.1. Estructuras e instituciones sociales y procesos de individualización.

Al observar la sociedad y la sexualidad, ponemos particular atención en un concepto central: el


concepto de cambio o de transformación. Una forma de observar las transformaciones ocurridas en
la sociedad es el de individualización. Observamos que el cambio en la sociedad presenta una
orientación general que puede ser enunciada como un movimiento desde una visión homogénea de
la sociedad a una visión heterogénea de la misma. El trasfondo de este cambio está sugerido por
los conceptos de modernización y de modernidad.

Estructuras e Individuo
instituciones individualización

Homogeneidad Sociedad Heterogeneidad

Tradición y Trayectorias
normatividad biográficas

Modernización - modernidad

Elaborado por académicosm de la Universidad de Chile bajo la dirección de Irma Palma 10


Entenderemos la modernización como la racionalización y complejización creciente de la sociedad
(De los procesos productivos, de las organizaciones y de las funciones que permiten la
sustentabilidad del orden social). Entenderemos por modernidad al conjunto de ideas, de
representaciones y de imágenes que fundan y animan la cultura en las sociedades modernas y que
remiten a la preeminencia de la razón en los asuntos humanos (El dominio de las leyes de la
naturaleza, el dominio de la ley en el orden social, el dominio de la voluntad humana). En las
últimas décadas, la idea de modernidad ha incorporado también la noción de cambio como parte de
su propia definición; la modernidad actual asume que el cambio es parte integral de la experiencia
social y, con ello, que la propia modernidad está siempre en cambio.

El sentido amplio del cambio puede ser comprendido utilizando los conceptos de homogeneidad y
heterogeneidad. El primer concepto alude a una visión de la sociedad en la cual opera una idea de
que el movimiento de la sociedad tiende a hacerla cada vez más homogénea, es decir, que tanto
las estructuras y las instituciones sociales como las prácticas y la cultura tienden a ser iguales para
todas las personas y en todos los lugares; tras esta forma de comprender la sociedad yace una
idea de progreso, de desarrollo continuo en el tiempo. De este modo, se esperaba que la
educación, que el desarrollo económico y que el avance científico y tecnológico finalmente
permitiera alcanzar una sociedad desarrollada y homogénea para todos los individuos. En esta
visión, muchas de las orientaciones normativas son percibidas como universales e iguales para
todas las personas, en todos los lugares; por ejemplo, se piensa que la moral debe ser única e
igual para todas las personas y, con ello, que es posible declarar que muchas conductas, juicios y
proposiciones son “inmorales” o desviantes. A esta homogeneidad normativa se corresponde
también la homogeneidad de las instituciones normativas, en que todas ellas operan sobre
fundamentos comunes y sobre imágenes de lo que debe ser la sociedad y el comportamiento de
las personas.

El concepto de heterogeneidad apunta en el sentido opuesto: la sociedad muestra más bien una
tendencia hacia la diferenciación y la diversificación de las estructuras y las instituciones sociales,
de las prácticas y de las orientaciones culturales; no opera un modelo único de sociedad ni
tampoco ésta tiende a ser homogénea sino plural, diversa, variada. Del mismo modo, no opera una
moral única y universal sino, más bien, actuaciones y decisiones morales de los individuos, los
cuales tienen que hacerse cargo de sus circunstancias, de las situaciones concretas en que
realizan sus vidas; las personas operan moralmente en situación, es decir, están confrontadas a
decidir haciéndose cargo de las consecuencias de sus decisiones. La creciente globalización
financiera, tecnológica y comunicacional acelera este proceso de diferenciación interna de las
sociedades al poner en contacto formas de organización del tiempo y del espacio (Por ejemplo, los
malls y los hipermercados) que surgieron en contextos distintos a aquellos en los cuales se instalan
y que reestructuran las formas de vida locales. También la globalización supone que productos y
respuestas culturales generadas en otros contextos se instalan en las sociedades y comunidades
locales, resignificándolas, transformándolas.

La heterogeneidad creciente de la sociedad abre paso al surgimiento de la diferenciación individual


o individualización (Que no es lo mismo que “individualismo”), lo que supone que el individuo tiene
la responsabilidad y la oportunidad de hacerse cargo de sí mismo, de auto-construirse en el curso
de sus propias trayectorias biográficas. Los sujetos no sólo tienen que hacerse cargo de sus
trayectorias biográficas sino que están también confrontados a construir sus identidades
individuales o auto-identidades y orientarse de acuerdo a ellas. En palabras de Beck (2001, p. 235),
vivimos en un mundo en que “los individuos se transforman en actores, constructores,

Elaborado por académicosm de la Universidad de Chile bajo la dirección de Irma Palma 11


malabaristas, directores de sus propias biografías e identidades y también de sus vínculos y redes
sociales. [...] Hoy en día las oportunidades, los peligros y las incertidumbres biográficas que antes
estaban de algún modo predefinidas dentro de ciertas instituciones y mandatos, deben ahora
percibirse, decidirse y procesarse por los propios individuos”.

En la actualidad, los sujetos han de desarrollar mayores capacidades para interrogar y reflexionar
sobre las condiciones de su existencia (Reflexividad), lo que amplía las posibilidades de cuestionar
y problematizar las fuentes tradicionales de sentido (Beck, 2001). Al mismo tiempo, la sociedad se
vuelve más compleja y diferenciada, se multiplican los sistemas de creencias y valores,
diversificándose las opciones en relación a las cuales los individuos han de construir y hacer
significativa su experiencia (Lechner, 2002). En un contexto de ‘des-tradicionalización’, cada
individuo debe tomar decisiones cotidianamente, evaluar opciones y cursos de acción posibles. Las
identidades personales se abren, así, a una multiplicidad de oportunidades, riesgos y
ambigüedades que cada individuo debe gestionar reflexivamente en un horizonte donde las normas
y las reglas de acción son cada vez más inciertas. El proceso de individualización no significa la
ausencia de tradiciones u orientaciones sociales para la acción, sino más bien que éstas son
cambiantes, muchas veces contradictorias y, fundamentalmente, asumidas por las personas como
posibilidades u opciones más que como obligaciones. Así, el valor normativo que adquieren las
tradiciones hoy en día proviene, en gran medida, más que de sí mismas, de la decisión reflexiva del
individuo de adscribirse a ellas (PNUD, 2002).

De manera general, en la sociedad en que prevalecían imágenes de homogeneidad operaba un


conjunto de imágenes sociales acerca de lo que una persona debía ser y hacer en su vida; aunque
no fuese un modelo explícito, sí operaba una cierta idea de trayectoria biográfica. De este modo,
por ejemplo, se esperaba que el hijo de un profesional también lo fuera, o que un hijo de un obrero
fuese obrero. Si el hijo de un obrero llegaba a ser profesional, entonces era observado como
movilidad social, es decir, como su paso a un estatus social superior, adquirido en base a sus
méritos. En ambos casos, la imagen de una ‘buena’ vida estaba asociada a la idea de cumplir un
rol social entre los roles sociales validados por la sociedad. En este sentido, los proyectos de vida
posibles estaban institucionalizados, es decir, estaban reconocidos y validados por la cultura, por
los usos, por los valores, por las creencias de las personas. También estaban institucionalizados
los roles sociales y los atributos asociados a dichos roles.

2.2. Procesos de individualización y desigualdades sociales, de género y generaciones.

La individualización pone en el seno de las relaciones familiares, de género y de generaciones la


cuestión de la autonomía de los sujetos. Sin embargo, el proceso de individualización no
representa necesariamente una ruptura con un orden jerárquico de relaciones sociales y puede
coexistir con múltiples jerarquías en las relaciones de sujetos y grupos; en tal sentido, puede
coexistir con las matrices iniciales y generales a partir de las cuales fue posible el desarrollo de la
individualización como proceso individual e histórico. A este respecto, Michel Bozon (2004, p.3)
señala que “al contrario de lo que el optimismo democrático podría indicar, se trata de un proceso
complejo y ambiguo, que no hace tabla rasa de las herencias jerárquicas, ni conlleva
necesariamente una igualdad entre los sujetos”. Tampoco asegura los soportes básicos en relación
con las condiciones de vida, que se constituyan en los recursos institucionales que puedan
configurarse alternativas y permitir hacer opciones por parte de los individuos.

Elaborado por académicosm de la Universidad de Chile bajo la dirección de Irma Palma 12


Cada individuo, desde su particular posición en el desigual orden social, es compelido a construir
su propia biografía, a elegir permanentemente sus cursos de acción en un entorno cambiante e
inestable que no ofrece ya, con la claridad de antaño, marcos colectivos de referencia y
arraigamiento, y donde se han disuelto gran parte de los lazos tradicionales de solidaridad
(Comunidad, familia extendida, organizaciones sociales, religiosas y políticas), a través de los
cuales se accedía a bienes y servicios públicos, al ingreso, al trabajo, etc. Más bien, lo disponible
son trabajos estacionales, migratorios, temporales, ocasionales, mal pagados y en relaciones
laborales informales. En este contexto, la individualización aparece traspasada por la diferenciación
social y cultural.

La presión sobre el sujeto a hacerse cargo de sí mismo se realiza en condiciones tales que éste no
dispone de las posibilidades y oportunidades de elección en aspectos fundamentales de sus
trayectorias biográficas. En estas condiciones de alta vulnerabilidad el individuo no sólo está
confrontado a evaluar los efectos futuros de sus acciones y, por tanto, el riesgo asociado a ellas,
sino que, además, tiene escasas o nulas posibilidades u oportunidades de elección y, por tanto,
tiene escaso control sobre su trayectoria de vida (Flores et. al, 2000). Puede pensarse, por ejemplo,
en una adolescente que se embaraza y es madre tempranamente. Si antes podía permanecer en
su familia de origen al modo de una madre soltera que ha quedado fuera del mercado matrimonial,
hoy se encuentra apremiada a ser una jefa de hogar de una familiar nuclear monoparental. Es
decir, mientras antes podía realizar trabajo doméstico en una familia extendida, hoy deberá
abandonar su familia de origen y generar una nueva familia cualesquiera sean sus condiciones de
vida.

2.3. Diversificación de trayectorias biográficas y sexuales.

Sugerimos que la sexualidad en una persona puede ser comprendida mejor si se la observa como
una trayectoria, como un recorrido, vivida en un contexto social en que otros muchos aspectos de
la vida personal y social se transforman constantemente.

En un contexto social y cultural de heterogeneidad y diferenciación, las personas en sus vidas


cursan cada vez menos que en el pasado etapas comunes a todas las de su misma edad. Los
individuos parecen más actores, constructores, malabaristas, directores tanto de sus propias
biografías e identidades, como también de sus vínculos y redes sociales (Beck, 2001). Los actores
recorren a lo largo de sus vidas un continuo de experiencias que van trazando itinerarios –a veces
más previsibles, a veces más aleatorios- que se construyen simultánea y pluralmente en múltiples
dimensiones: familiar, social, laboral, política, religiosa, cultural.

El concepto de trayectoria se refiere a una línea de vida o carrera, a un camino a lo largo de toda la
vida, que puede variar y cambiar en dirección, grado y proporción” (Elder, 1991, en Tuirán, s/f). La
trayectoria no supone ninguna secuencia en particular ni determinada velocidad en el proceso del
propio tránsito (Blanco, 2001, en Tuirán, 1990).

Su contribución reside en su posibilidad de producir una concatenación entre las dimensiones


interiores y exteriores a las personas (2006, Heilborn et al.). Tuirán sugiere un uso del concepto de
trayectoria en relación a la experiencia vital que transcurre en un doble vínculo entre procesos
estructurales e historias personales y familiares. Según Pierre Bourdieu (1988), toda trayectoria
social debe ser comprendida como una manera singular de recorrer el espacio social. Sin embargo,

Elaborado por académicosm de la Universidad de Chile bajo la dirección de Irma Palma 13


cada posición tomada en el campo es una exclusión de otras posiciones, por lo que a medida que
se recorre el espacio social, se da un envejecimiento social, una imposibilidad de volver atrás, de
variar. Los actores recorren a lo largo de sus vidas un continuo de experiencias que van trazando
itinerarios –a veces más previsibles, a veces más aleatorios- que se construyen simultánea y
pluralmente en múltiples dimensiones: familiar, social, laboral, política, religiosa, cultural.

Las trayectorias pueden desarrollarse sin presentar rupturas profundas, lo que le da un marco de
continuidad a lo largo del tiempo. Del mismo modo, las trayectorias pueden ser desbordadas por
otras dimensiones. Francis Godard (1996) respecto de este entrelazamiento de distintos dominios
afirma: “Un individuo no es una historia. Se constituye como tal a partir de varias historias. Cada
unidad de observación, cada individuo es por lo menos cuatro historias: historia residencial, historia
familiar, historia de formación e historia profesional.” Cada sujeto hace la suya, pero ésta se
encuentra inscrita en la transformación de las trayectorias de grupos de sujetos en un momento y
en una sociedad determinada.

Las trayectorias sexuales de las generaciones nacidas en las últimas décadas son cada vez más
diferentes a las de las generaciones más adultas. Cursan con largos periodos de sexualidad activa,
no conyugal ni reproductiva. Se ha constituido un periodo de sexualidad juvenil. Se ha producido
una prolongación del periodo educacional –que alcanza hasta el fin de la tercera década de la vida
en los programas de doctorado-, la reducción del número de hijos –que llega a sólo dos en el curso
de la vida- y el desplazamiento a edades más adultas de la fecundidad –entre 25 y 35 años-, la
retardación de las edades de uniones –el matrimonio se realiza hacia 26 años entre las mujeres y
29 años entre los hombres.

Las trayectorias sexuales de las mujeres se han prolongado en sus vidas. Hoy se observa un
retardo en la interrupción de la sexualidad activa, y ello implica un alargamiento de la sexualidad en
etapa post-reproductiva. Los procesos de cesación de la sexualidad activa no se organizan en la
actualidad en una vinculación simple con los fenómenos corporales de climaterio y envejecimiento,
y tampoco, linealmente con los cambios en la situación de pareja de las personas. Del mismo modo
que los umbrales de entrada a la vida sexual activa se adelantan, los umbrales de salida
retroceden.

En la actualidad, el divorcio ha implicado una reorganización de la vida postmarital en términos de


las relaciones de pareja y de la sexualidad. Ha surgido una sexualidad postmarital entre los
hombres y las mujeres, especialmente importante respecto de las últimas, que hasta hace algunas
décadas un ordenamiento normativo tradicional prescribía su abstinencia en tal situación. Entre las
mujeres divorciadas que viven solas o con niños, tener una vida sexual no inscrita en el marco de
una pareja se vuelve crecientemente frecuente y aceptado.

Lo anterior se ubica en un contexto en que la homogeneidad de paso a la heterogeneización de la


sociedad. Los individuos realizan unas trayectorias socio-sexuales y socio-afectivas diversificadas.
En este sentido, en las últimas generaciones, son menos parecidas las trayectorias que en las
generaciones pasadas. Comparten una edad, pero no sus etapas ni sus cursos biográficos.
Algunos han realizado tareas de unas etapas en otros momentos que los previstos, otros no han
logrado cumplir con las metas de ciertas etapas. Sin duda, serían algunos clasificables como
inmaduros.

Elaborado por académicosm de la Universidad de Chile bajo la dirección de Irma Palma 14


3. La sexualidad en el marco de las relaciones sociales.

Las prácticas, las relaciones y las significaciones sexuales de las personas constituyen una síntesis
de las experiencias en las cuales se construyen como seres sociales. Las formas específicas que
asume la experiencia de la sexualidad son el resultado de condiciones y modelamientos
diferenciales según el lugar en que se esté situado en la estructura social. Las desigualdades y las
asimetrías en las relaciones de poder y la dominación son actuadas en las relaciones sexuales.
Puede hablarse propiamente de una traducción sexual de las relaciones sociales (Bozon, 2002). La
sexualidad no constituye una esfera de la vida personal y social que pueda por sí sola producir
desigualdades o su anverso, equivalencias entre los sujetos. Esta expresa lo que ocurre en general
en las relaciones sociales. La sexualidad, como otros aspectos de la vida personal y social, se
encuentra configurada socialmente en el marco de relaciones sociales de poder. Del mismo modo,
su configuración se encuentra ligada a otras relaciones sociales, conformando un entramado de
relaciones de poder en el que se inscribe la sexualidad.

Las relaciones de género, la clase social y la etnicidad constituyen relaciones sociales que son
llamadas ejes maestros. Sugerimos un tipo de relación social complementariamente a las
anteriores, la relación inter-generacional, definida por la dependencia de los individuos jóvenes
respecto de los adultos. Esta categoría permite observar una relación preferente en dos ámbitos
básicos de socialización, subjetivación e individualización de niños, niñas y adolescentes, a saber,
las familias y escuelas, entre hijos/s en la niñez y adolescencia y padres y madres, y entre
estudiantes y profesores/as, direcciones y pares.

3.1. Las relaciones de género.

a. Categoría.

Género a veces se usa como un término, no como una categoría. Se lo usa como antes se usó el
término sexo, para designar a hombres y mujeres. Cuando se lo usa, a veces se lo hace como una
categoría psicológica (En cuanto identidades) o psicosocial (En cuanto como roles). La categoría
de género no refiere sólo a un ordenamiento de las relaciones sociales –públicas y privadas- entre
hombres y mujeres (Atribuidas al sexo). También refiere a las relaciones de los hombres y de las
mujeres entre sí. Una dimensión que organiza tales relaciones es el deseo. Por ello, se trata más
propiamente de un ordenamiento de los siguientes elementos: sexo, género y deseo.4 El género es
primeramente una categoría política. Remite al poder, en tanto la diferenciación supone
jerarquización y dominio.

Esquemáticamente dicho, el poder refiere a la capacidad de una persona para hacer actuar a otra,
para movilizarla. En este sentido, para muchas personas su experiencia social conlleva la
participación simultánea en múltiples sistemas de relaciones de poder y, por tanto, en múltiples
esquemas de subordinación y coordinación, cada uno de los cuales presenta su propia
especificidad (Bourdieu, 1994). Las personas participan en sistemas diversificados de relaciones de
poder. Se ha utilizado el concepto de posicionamiento para dar cuenta tanto del contexto en el que

4
Un
elemento
que
atraviesa
la
organización
tanto
de
las
relaciones
entre
hombres
y
mujeres,
y
de
hombres
y
de
mujeres
ente
sí
es
la

práctica
 corporal
 y
 la
 atracción
 sexual,
 es
 decir
 con
 quienes
 interactúan
 sexualmente.
 Una
 organización
 contemporánea
 de
 prácticas

corporales
 y
 atracciones
 es
 aquella
 que
 distingue
 entre
 heterosexualidad,
 es
 decir,
 entre
 hombres
 y
 mujeres,
 homosexualidad
 -de
 los

hombres
entre
sí,
lesbianismo
–de
las
mujeres
entre
sí-
y
de
bisexuales.
Más
ampliamente
el
género
refiere
a
ordenamientos
identitarios

que
incluyen
el
fenómeno
trans-género
en
general.





Elaborado por académicosm de la Universidad de Chile bajo la dirección de Irma Palma 15


se dan las relaciones inter-genéricas5, como de las diversas posiciones que hombres y mujeres
ocupan (Montecino y Rebolledo, 1996).6 La dominación refiere al control que se ejerce sobre otra
persona, control que busca el sometimiento, y ante una resistencia de ésta busca la capitulación o,
directamente, su aniquilamiento.

Las relaciones jerárquicas o de poder pueden ser observadas como relaciones de subordinación y
de coordinación que suponen modos de legitimación, de organización y de gestión de la
diferenciación y la asimetría social. En este sentido, tanto las relaciones de género como las
relaciones entre generaciones constituyen sistemas complejos que están sujetos a sus propias
tensiones; la subordinación requiere de la coordinación como condición para su auto organización o
auto reproducción como sistema de manejo de la diferenciación social. A la vez que una
imposición, el orden social es también conflicto y negociación. Cada actor que participa en el
sistema de relaciones dispone de alguna capacidad para influir en ella; no obstante, ello tiene una
estrecha relación con el contexto de la relación o de la interacción o el ambiente social y cultural en
que se realiza. En ello radica su carácter de construcción social en ello radica también su
posibilidad de transformación (Luhmann, 1995).

b. Reconfiguración de las relaciones de género.

Las relaciones de género se encuentran actualmente en proceso de reconfiguración. Se tensiona


una situación en que las relaciones entre los hombres y las mujeres se organizaban sobre la base
de una separación de las esferas pública y privada, tanto en los planos de la política, la economía,
la familia, entre otros, sobre la legitimación de la desigualdad, la asimetría, la dependencia
femenina y el dominio masculino. Las relaciones de género se reconfiguran o recomponer a partir
de la instalación de una tensión que introduce un conjunto de transformaciones producidas en la
sociedad, entre éstas, las luchas reivindicatorias o emancipadoras de los movimientos de mujeres
en el marco de surgimiento de múltiples movimientos sociales, y que ponen en cuestión la
legitimidad de tal organización.

Decimos recomposición y reconfiguración para indicar la coexistencia de autonomías y


dependencias, de simetrías y asimetrías, de libertades y dominaciones. Por ejemplo, puede decirse
que los procesos de divorcio expresan, por una parte, un ejercicio de autonomía por parte de las
mujeres al tomar tal decisión; pero, por otra, una sujeción posterior a una división sexual del trabajo
post-marital en condiciones de precarización económica (quedan a su cuidado los hijos y disponen
de menos dinero en su economía familiar); tienen una creciente autonomía en decisiones
reproductivas en ciertas zonas del mundo, sin embargo, la opción más radical de prevención, la
esterilización, es ejecutada en la sociedad chilena fundamentalmente por las mujeres (27% contra
0,1%, en Chile); la violencia de género, uno de los aspectos más duros de la convivencia entre
mujeres y hombres, en su inmensa mayoría corresponde a una agresión de los últimos contra las
primeras.

5
Con
inter-genéricas,
se
hace
referencia
a
las
relaciones
que
se
dan
entre
los
géneros
masculino
y
femenino;
mientras
que
con
lo
intra-

genérico,
se
denomina
aquellas
relaciones
que
se
dan
dentro
de
un
género,
sea
este
el
femenino
o
el
masculino.


6
Puede
sugerirse
a
modo
de
ejemplo,
el
siguiente
caso:
“una
mujer
de
algún
país
latinoamericano,
profesional
de
clase
media,
casada,


atravesará
por
distintas
posiciones
en
un
mismo
día:
puede
estar
en
una
relación
de
subordinación
con
sus
esposo;
pero
de
superioridad

frente
a
su
empleada
doméstica;
luego
en
el
trabajo
está
en
una
posición
superior
a
la
del
estafeta
y
el
secretario;
en
igualdad
con
sus

pares
y
en
subordinación
con
su
jefe,
etc.”
(Montecino
y
Rebolledo,
1996).


Elaborado por académicosm de la Universidad de Chile bajo la dirección de Irma Palma 16


3.2. Estratificación social y movilidad educacional en las trayectorias sexuales y
socio- afectivas.

La relación entre estratificación social y prácticas, significados y relaciones ha sido tratada como
una diferencia cultural. Más precisamente, como la existencia de culturas sexuales asociadas a las
clases sociales. Un cierto sentido común clasista elabora la existencia de las clases sociales como
ordenamientos evolutivos de los grupos sociales; a su vez, tales grupos reproducirían una
evolución cultural de las sociedades, portadores de unas sexualidades más primitivas o más
evolucionadas; a la existencia de sociedades con sexualidades más próximas a la naturaleza,
sociedades primitivas, y sociedades con sexualidades evolucionadas, sociedades civilizadas

Un tipo de análisis también posible en las ciencias sociales puede asociarse a una comprensión de
los estudios sobre la pobreza, que la observan cultura sexual, concebida como patrones de
comportamientos socio-demográficos repetidos persistente y continuamente: reproducción,
uniones, trabajo doméstico, etc.

Un cierto sentido común elabora la relación entre la sexualidad y la estratificación social al mismo
tiempo como causas o consecuencias la una respecto de la otra, o como influencias recíprocas.

En el curso de los últimos cuarenta años, en el país ha habido una reducción diferenciada de la
natalidad, mayor en las mujeres de menor NSE -correspondientes a los dos primeros cuartiles- y
menor en las mujeres de mayor NSE -correspondientes a los dos últimos cuartiles- (Valenzuela,
Tironi y Scully, 2006). Se ha reducido la brecha entre unas y otras mujeres en el número de hijos,
produciéndose crecientemente una relativa convergencia en el comportamiento reproductivo.
Ambas mujeres tienen menos hijos en la actualidad, pero la primera redujo su fecundidad de forma
más intensa, y al hacerlo, devienen más parecidas en sus procesos reproductivos.

Del mismo modo, existen comportamientos que son atribuidos a la clase que, sin embargo
corresponden más bien a otras condiciones, que pueden o no coincidir con ésta. Esto puede ser
observado en la siguiente situación. Se dice que las mujeres pobres por el hecho de pertenecer a
una cierta cultura de la pobreza tendrían un patrón reproductivo específico. El proceso de
incorporación al mercado del trabajo por parte de las mujeres que se produce en las últimas
décadas introduce una brecha en su comportamiento reproductivo. El INE7, en un análisis de los
tres últimos censos nacionales, informa que las mujeres activas tenían un promedio de 1,6 hijos
por mujer en 1982 y en 1992; en tanto que en 2002 éste alcanzó a 1,5. A su vez, las mujeres
inactivas tuvieron un nivel de fecundidad de 3,3 hijos por mujer en 1982; de 3,1 en 1992 y de 2,5
en el año 2002. El nivel general de fecundidad alcanzaba a 2,5 hijos promedio por mujer en 1982; a
2,4 en 1992 y a 2,0 en 2002.

La noción de clase social aparece cualificada por los procesos de movilidad social estructural que
tienen lugar en la sociedad; los individuos pueden haber nacido en un medio social y haber
modificado sus pertenencias e identidades sociales a lo largo de sus trayectorias biográficas. En
este sentido, las inscripciones sociales de los individuos pueden ser observadas al mismo tiempo

7 
Instituto
Nacional
de
Estadísticas.
Nov.
2006.
Fecundidad
en
Chile:
Situación
reciente.


Elaborado por académicosm de la Universidad de Chile bajo la dirección de Irma Palma 17


como una herencia de su medio social de origen, y como unas trayectorias y unos recorridos
propios por los cuales éstos construyen una posición social personal.

Puede sugerirse que los procesos de individualización e individuación tienen una incidencia directa
en las elaboraciones posibles de realizar por una persona a lo largo de su trayectoria biográfica; la
disponibilidad de condiciones sociales, económicas y culturales para la construcción de trayectorias
biográficas dotadas de autonomía aparece entonces como una condición para la elaboración
reflexiva de la sexualidad. Del mismo modo, la ausencia de dichas condiciones reduce
drásticamente las posibilidades y oportunidades para la interpretación y reinterpretación reflexiva
de las experiencias sexuales.

Así, cuando las mujeres situadas en los sectores de menores ingresos en las nuevas generaciones
alcanzan un nivel educacional superior al de los padres (Con bajos niveles de escolaridad), hacen
una entrada en la sexualidad activa más tardía. Del mismo modo, cuando las jóvenes no alcanzan
niveles educacionales superiores al de los padres, sino que comparten con ellos un bajo nivel de
escolaridad, hacen una entrada en la sexualidad activa más temprana que las primeras. Puede
sugerirse que una movilidad educacional ascendente, a su vez, está asociada a una retardación de
la iniciación sexual, expresaría una trayectoria biográfica más orientada por un proyecto
profesional, que posterga un proyecto de conformación de un proyecto de familia.

Elaborado por académicosm de la Universidad de Chile bajo la dirección de Irma Palma 18


4. La transformación normativa en la sexualidad, personas e instituciones.

4.1. Introducción.

En contexto de modernidad, en el ámbito de las relaciones entre personas e instituciones, se


produce crecientemente una profunda transformación normativa. Sugerimos que esto ha de ser
observado en un conjunto de planos: transformación en las orientaciones normativas, del sistema
de soporte de la norma, reconfiguración de la relación entre la persona y las instituciones
normativas, y relaciones entre instituciones normativas.

4.2. Cambio de las orientaciones normativas.

Es manifiesta la existencia de un proceso en curso de transformaciones en las orientaciones


normativas respecto de la sexualidad. Dichas transformaciones no se limitan a la sociedad chilena
sino que son parte de cambios más globales, que involucran a la política, a la cultura, a la
escolaridad, a las comunicaciones, a la generalización del uso cotidiano de tecnologías de punta
(Internet, computadores, máquinas domésticas, etc.) y, no menos influyente, a la generalización del
mercado en los intercambios entre individuos. Por cierto, se trata de cambios que no son
homogéneos, ni generalizados como tampoco presentan orientaciones únicas (el sentido mismo del
cambio es debatible).

A propósito de esto, examinamos a continuación el estudio sobre educación sexual (“Estudio


Educación en Sexualidad”), realizado por el MINEDUC en 2004, que pregunta a padres, profesores
y estudiantes por las edades más adecuadas para iniciar las relaciones sexuales, para casarse y
para tener un primer hijo. Respecto de la edad de iniciación sexual de las mujeres y hombres,
profesores y padres la sitúan en torno a los 19 años y las edades del matrimonio y del inicio de la
paternidad y maternidad se sitúan con algunas diferencias en torno a 25-27 y 26-28 años,
respectivamente. El desfase entre lo que padres y profesores consideran la edad más adecuada
para la edad de iniciación sexual y la edad del matrimonio es notable, pues supone que no se
espera que las mujeres experimenten la primera en el marco del último, y además que esperan que
exista un periodo de sexualidad juvenil previo al matrimonio. La generación de profesores y padres
ha cambiado su orientación normativa respecto de la virginidad femenina; ha perdido su valor del
pasado.

Investigaciones desarrolladas por el Grupo Iniciativa (1999) y por la Fundación Futuro (2000),
permiten situar una tendencia cultural que atraviesa gran parte de la sociedad chilena. La primera
muestra que casi 6 de cada 10 de las mujeres entrevistadas tiene una opinión favorable sobre el
inicio de la vida sexual antes del matrimonio; de éstas 1 de cada 4 mujeres opina que la mujer
puede iniciar su vida sexual cuando lo desee. Esta proporción aumenta a una de cada 3 mujeres en
el tramo de mujeres más jóvenes, 20 a 33 años. Esta opinión coincide con lo que expresan los
hombres. Por su parte, la última muestra que respecto a las relaciones sexuales antes del
matrimonio, un 46.5% de la población opina que no son ni buenas ni malas, un 39.5% opina que
son buenas y sólo un 11.5% que son malas. Ello deviene en reconocimiento de la sexualidad juvenil.

Elaborado por académicosm de la Universidad de Chile bajo la dirección de Irma Palma 19


4.3. Transformación del sistema de soporte de la norma.

El sistema mismo de la institucionalidad que propone o que sostiene la norma se ha modificado;


esto es, la presencia simultánea de múltiples instituciones dotadas de legitimidades particulares
(Religiosas, médicas, legales, demográficas, políticas, culturales, nacionales e internacionales),
pone en cuestión el reconocimiento de alguna de ellas como institución exclusiva con capacidad
normativa, es decir, con capacidad para proponer la norma y demandar su realización. En general,
la homogeneidad estructural, institucional y normativa da paso a la heterogeneidad. Existe una
proliferación de normas y de instituciones y agentes con capacidad para operar en el ámbito de los
discursos públicos, sin embargo, con más dificultad para legitimar y mantener sistemas de
controles públicos y privados.

Las instituciones y agencias clásicas de la socialización, familias, escuelas e iglesias constituyen


más bien fuentes productoras de discursos normativos que de sistemas de control. Las familias en
la medida que transforman las relaciones de género en su interior, ejercen con menos fuerza que
en el pasado la vigilancia de la reputación de las hijas y hermanas; las escuelas encuentran límites
a sus sanciones institucionales respecto de los estudiantes homosexuales en virtud de su derecho
a la no discriminación; incluso uno de los sistemas más clásicos de la institucionalidad católica, la
confesión, ha reducido su capacidad de control sobre sus fieles.

En otras palabras, el sistema institucional y normativo de la sexualidad se ha diversificado y se ha


vuelto heterogéneo y en muchos sentidos contradictorio. La formulación normativa de una
institución enfrenta una alta probabilidad de colisionar con las formulaciones normativas propuestas
por otras instituciones. Con frecuencia, las propuestas normativas de una institución son
contestadas por las propuestas de otras instituciones, construidas en referencia a otras fuentes de
legitimación y autoridad: la religión, la ética, las ciencias biomédicas, las ciencias sociales, los
movimientos y colectivos sociales.8

4.4. Relaciones entre instituciones normativas.

Si la norma está confrontada a persuadir a los individuos, las instituciones normativas están
confrontadas a incrementar su eficacia en la sociedad, de modo de poder efectivamente influir
sobre ella; en la sociedad contemporánea, ninguna de ellas, de manera aislada, aparece provista
de la capacidad para hacerlo, salvo de manera limitada. Se reconfiguran, entonces, las relaciones
entre instituciones; éstas buscan influirse mutuamente, de modo de lograr que sus propuestas
normativas sean adoptadas o representadas por las otras.

El campo en que ello se realiza es el de la relación con el Estado, es decir, el poder para
transformar la norma en ley (la norma puede transgredirse sin que necesariamente tenga costos, la
ley no). Por ello, tanto las instituciones religiosas como las instituciones médicas, científicas,
culturales o sociales se dirigen activamente al Estado, procurando que sus orientaciones
normativas sean reconocidas en la legislación, operando prescriptiva o proscriptivamente (Por
ejemplo, la disputa legal por la “píldora del día después”).

8
Puede
recordarse
aquí
el
debate
sobre
la
introducción
de
la
anticoncepción
de
emergencia
en
el
país.
La
medicina
y
la
Iglesia
católica

ofrecieron
ambas
argumentaciones
al
mismo
tiempo
científicas
y
éticas.



Elaborado por académicosm de la Universidad de Chile bajo la dirección de Irma Palma 20


4.5. Reconfiguración de la relación entre las personas y las instituciones normativas.

Finalmente, se han reconfigurado las relaciones entre el sujeto y las instituciones normativas; más
que con un carácter prescriptivo o proscriptivo, la institución tiende a reducir su capacidad de
control y tiende a un carácter más bien indicativo, es decir, la norma tiene que explicarse o
justificarse a sí misma frente a los individuos, tiene que convencerlos, seducirlos, parecer racional,
ser biográficamente productiva. Su valor radica en que sea inteligible, viable y útil para el individuo;
éste requiere hacer sentido de la norma, interpretarla, adaptarla a sus requerimientos biográficos,
vivirla socialmente en la relación con el mundo. En este sentido, en general, el individuo cobra
autonomía respecto de las instituciones normativas, está confrontado a discernir reflexivamente la
norma en la diversidad de situaciones que le toca vivir cotidianamente, hacerse cargo de sus
decisiones.

Incluso los sentidos que tiene un mismo concepto normativo, el de la responsabilidad sexual, usado
extendidamente por las instituciones, puede ser (Y lo es) reinterpretado y significado
constantemente por los individuos, y en direcciones divergentes respecto de las instituciones. En tal
sentido, puede sugerirse que cuando una mujer usa una tecnología preventiva (Por ejemplo la
píldora), al hacerlo puede contravenir una norma religiosa de la iglesia a la que pertenece (Que
indicaría el uso de un método natural), y sigue la norma médica (Que indica el uso de formas
eficientes y que reduzcan riesgos para la salud), sin embargo, ella construye una coherencia
interna sobre la base de una alta responsabilidad personal respecto de la maternidad o la salud,
etc., que le permite continuar sintiéndose miembro de su iglesia.

En la sociedad chilena se ha producido una transformación profunda de los contextos de iniciación


sexual entre las mujeres9: un contexto relacional fuertemente marital da paso a uno denominado en
su tiempo pre-marital. En la generación de mujeres nacidas entre 1949 y 1968, se inician en el
matrimonio un 37% de evangélicas, un 32% de las católicas y 28% de las mujeres sin adscripción
religiosa. La generación de mujeres nacidas entre 1969 y 1978 profundiza esta tendencia. Las
católicas descienden a un 6%, las no creyentes pasan a un 1, y las evangélicas a un 25%. (Palma,
2009).

9 
Una
iniciación
sexual
marital
resulta
excepcional
en
las
nuevas
generaciones
de
hombres
y
mujeres
(5%).


Elaborado por académicosm de la Universidad de Chile bajo la dirección de Irma Palma 21


5. Experiencias y relaciones afectivas y amorosas, realizaciones y sujeciones.

5.1. El amor como sentimiento humano.

El amor es un sentimiento humano. Al mismo tiempo, constituye una filosofía y una construcción
social histórica específica en las sociedades. Del mismo modo, aún cuando menos observado de
este modo, el amor constituye una práctica (Una práctica de lo amoroso) situadas en el marco del
conjunto de las relaciones sociales; entre éstas, las relaciones de poder.

En cuanto sentimiento, el amor dice relación con los afectos, y por ello, es una experiencia común a
los seres humanos, independiente de sus condiciones históricas y sociales. En el primer tiempo de
vida, entre un ser humano y su progenitora se establece por una parte una relación de dependencia
biológica –no se sobrevive sin ella en la naturaleza, su lactancia y cuidado- y por otra, un lazo
basado en unas posibilidades corporales derivadas de la evolución biológica de los cuerpos que
hacen que lo anterior se produzca en una proximidad corporal (Los cuerpos se encuentran en un
abrazo que la madre provee, más allá de la cercanía de las glándulas mamarias y la boca) y en un
contacto visual (uno/a y otro/a se observan y responden mutuamente). Entre dependencia biológica
y contacto intenso de los cuerpos emergería el lazo emocional. La expectativa del/a hijo/a sobre la
proximidad del cuerpo materno que le alimenta y abraza fundaría la emergencia del lazo afectivo,
que implica primero a los cuerpos y las emociones recíprocas, y más tarde al lenguaje y las
representaciones y significaciones mutuas. El elemento más primario del lazo afectivo consistiría
en el apego, que provee seguridad y confianza. Más tarde en la vida, el lazo afectivo se extendería
a la sociedad humana, cuando ya es posible transitar de la dependencia respecto de la madre a la
dependencia del grupo, y más adelante, a las relaciones afectivas entre individuos.

5.2. Filosofía, construcción social del amor y las relaciones amorosas.

Al mismo tiempo, el amor se ubica en el campo de la filosofía. Nuestras propias referencias


filosóficas conectan con el amor romántico (Paz, 1996), que constituye el modelo propiamente de la
modernidad en occidente10, tiene como un elemento fundamental lo que podría denominarse como
la libertad de los amantes. Se sostiene sobre una idea de aleatoriedad de los encuentros que
conducen primero a la experiencia amorosa (que acontece a los sujetos) y luego a la relación
amorosa. La noción de libertad que se introduce mediante la filosofía del amor romántico
transforma históricamente el modo predominante en que se organizan socialmente las uniones. Es
el sentimiento y no la economía familiar, los sujetos y no sus familias lo que organizarían las
uniones.

Lo anterior expresa bien el carácter histórico de las construcciones sociales específicas del amor
que se producen en una sociedad cualquiera, y cómo, por tanto, también se transforman con el
tiempo. Es decir, constituyen representaciones, imágenes e ideas acerca de las relaciones
amorosas (Amores ideales, legítimos, indecentes o prohibidos), subjetividades en torno al
sentimiento y a las relaciones, contextos en que se produce (Enamorarse de una persona de otra
pertenencia social, religiosa, nacional o política, etc.), normatividades legales (Regulaciones
monogámicas de las uniones, prohibición de uniones homosexuales, infidelidades, crímenes
pasionales, etc.) y consuetudinarias (Homogamia, es decir, relacionarse afectivamente y unirse con
personas pertenecientes a una misma condición, por ejemplo es más frecuente casarse con


Según
De
Rougemont
(1938)
no
procede
del
romanticismo
europeo
(siglo
XIX)
sino
en
torno
a

la
literatura
medieval
a
fines
de
la
edad

10

media,
y
sustituye
al
amor
cortés
más
propiamente
de
la
edad
media.


Elaborado por académicosm de la Universidad de Chile bajo la dirección de Irma Palma 22


personas del mismo nivel socioeconómico; lo otro sucede en las teleseries y su carácter
excepcional interesa a las personas, o los grados de parentesco en que está prohibido el
matrimonio en un grupo particular por ejemplo cuándo pueden casarse entre primos.)

5.3. Intimidad o el orden emocional de las relaciones.

La intimidad11 puede ser observada como un “orden emocional” en las relaciones entre las
personas en la esfera privada, sobre la base de la equivalencia o igual valor entre los individuos
implicados. Desde una perspectiva sociológica, la intimidad se constituye en un nuevo dominio en
desarrollo en las relaciones familiares, de pareja, parentales. En esos casos, sea entre los hombres
y sus hijos o entre los integrantes de una pareja, la intimidad es posible si las personas implicadas
tienen equivalencia entre sí en la relación.

Más próximos a la psicología, puede afirmarse que la intimidad supone en un mismo proceso –en
los niveles personal y relacional-, diferenciación y porosidad. Requiere de un hábito psicológico de
consistencia similar a la de las membranas porosas de que hablan los biólogos: unir manteniendo
la separación. Personas no diferenciadas entre sí establecen vínculos no individualizados; sujetos
sin límites personales no realizan intercambios afectivos propiamente tales. Del mismo modo, en
sentido contrario, una forma de expresar la noción de intimidad, esta vez por negación, es la de la
línea férrea, en cuyos largos tramos, hay dos rieles sostenidos en durmientes, siempre próximos,
no obstante permanecen siempre a igual distancia y, por ello nunca podrían intersectarse,
encontrarse.

La intimidad supone condiciones para la disponibilidad espacial y/o temporal de las personas. Más
en general, conlleva diversos elementos concurrentes: factores facilitadotes y bloqueadores,
componentes específicos, requerimientos y disposiciones personales. (Calderone, 1972).

En la actualidad, la construcción de intimidad implica cada vez más el establecimiento de


relaciones, comunicaciones, interacciones e intercambios entre personas cuyas trayectorias
biográficas y sexuales no son lineales ni simples. Por ello, la construcción de vínculos amorosos no
está asegurada de antemano sino que se presenta propiamente como una construcción que, a su
vez, requiere que las personas modifiquen constantemente sus marcos de referencia para el
encuentro con otra persona. En este sentido, la producción de un vínculo amoroso se presenta
como una construcción de una situación de encuentro, proximidad e intimidad entre personas que
tienen trayectorias biográficas y sexuales distintas. Por ello, la construcción de vínculos de
intimidad se presenta también en un registro de complejidad, es decir, de baja predictibilidad del
otro. Esto opera en dos sentidos: por un lado, en el sentido de que difícilmente se puede predecir
las trayectorias del otro u otra; por otro lado, en el sentido de que difícilmente puede afirmarse a
priori algo respecto de lo que atrae, prefiere o gusta al otro u otra persona. En este sentido, la
intimidad es un mutuo reconocimiento, mutua exploración y mutuo-revelación.

5.4. El amor como práctica: el desigual trabajo amoroso de hombres y mujeres.

Aún cuando menos observado de este modo, el amor constituye una práctica (una práctica de lo
amoroso), más propiamente un sistema organizado de prácticas, que estructuran los afectos de los
sujetos. En esta perspectiva, una relación amorosa puede ser considerada como un conjunto de

11 
La
palabra
intimidad
procede
del
latín
intimus,
que
significa
"lo
de
más
adentro",
"lo
más
profundo".


Elaborado por académicosm de la Universidad de Chile bajo la dirección de Irma Palma 23


entregas de sí mismo que cada uno de sus miembros hace. Son mutuas entregas de sí. Sin
embargo, éstas no pueden a priori ser definidas como idénticas o equivalentes. Es en este plano
donde son estructurantes las relaciones de género de las relaciones afectivas: ¿cómo participan las
partes, hombres y mujeres, en estas disposiciones activas hacia el otro u otra en las relaciones
amorosas en la vida cotidiana?

Cada uno remite no solamente a lo que puede disponer, en función de la naturaleza de sus
capitales, sino igualmente de lo que puede invertir en la relación, en función de una división sexual
del trabajo afectivo. Los sujetos, hombres y mujeres, pueden decir que se entregan enteramente
uno/a al/la otro/a, pero ello no necesariamente resulta ser así desde la perspectiva de lo que hacen.

En los sentimientos amorosos de los hombres y de las mujeres puede constatarse todavía hoy la
existencia de una asimetría, basada en una dependencia afectiva de las últimas respecto de los
primeros, que no es consecuencia de su dependencia económica, sino producto de la ideología del
amor romántico, de una elaboración de la identidad personal y femenina como incompleta mientras
no se “encuentre” al hombre ideal y único que le complementará y le confirmará (Sonia Dayan-
Herzbrun, 1982). Por ello, en sus prácticas las diferencias en el tiempo disponible para el otro u otra
varían (Las mujeres suelen buscar obtener tiempo del otro y los hombres suelen concederlo), en la
activación y continuidad de la conversación en la relación (De responsabilidad de las mujeres), en
el cuidado (Asignado a las mujeres respecto de todo el grupo familiar), en la expresión física del
afecto (Más emocional en ellas y más corporalmente erotizado en ellos) y en la creación de
condiciones para la intimidad (Se dice que ellas serían por naturaleza más proclives a la intimidad y
a la auto-revelación).

5.5. Amor, violencia y muerte: del crimen pasional al femicidio.

« L’amour est-il une exception, la seule, mais de première grandeur,


à la loi de la domination masculine, une mise en suspens de la violence symbolique,
ou la forme suprême, parce que la plus subtile, la plus invisible, de cette violence ?»
(Pierre Bourdieu)12

Las relaciones amorosas se ubican también en un campo de tensiones, conflictos y relaciones de


poder. En el plano de las ideas e imágenes sociales acerca del amor, es decir, del amor ideal,
pareciera como si las relaciones amorosas estuvieran liberadas de dominación y violencia; no
obstante, también el amor podría constituir o encubrir una forma más sutil e invisible de violencia
simbólica (Bourdieu, 1995, en Bozon, 2003).

Por ello, esta distinción entre la idea del amor como amor ideal, con frecuencia imaginado como
liberado de dominación y violencia, y las prácticas amorosas, traspasadas por las circunstancias de
la vida real, requiere de atención. Con frecuencia, la dominación y la violencia son legitimadas en
referencia al amor, sobre el argumento de que tales comportamientos son demostrativos de la
significación del otro, es decir, de lo importante que es el otro u otra para un individuo (La violencia
como significante del vínculo).

12 
La
Domination
Masculine,
Paris,
Editions
du
Seuil,
1998.


Elaborado por académicosm de la Universidad de Chile bajo la dirección de Irma Palma 24


Un 68% de los homicidios de mujeres que se producen al año en todo el mundo son a manos de
hombres con los cuales mantenían o habían mantenido una relación afectiva (Lorente, 2005).
Asimismo, la violencia entre los miembros de la pareja presenta una clara direccionalidad: se trata
de la violencia del hombre hacia –contra- la mujer, según lo señalan múltiples investigaciones
(Cantera, 2004; Corporación la Morada, 2004; Maturana, Maura y Rojas, 2004; de Miguel, 2005;
Lorente, 2005; Jalmert, 2006, entre muchos otros).

El sentido común usa unas expresiones que asocian el sentimiento amoroso a la muerte y a la
violencia: “morir por amor”, “amores que matan” o “matar por amor”. La ley dio un estatuto especial,
lo llamó “crimen pasional”. Quien asesina a otro/a en nombre del amor, presa de una locura de
amor u obnubilación del juicio debido a la pasión que le une a éste/a. Este "estado alterado de
conciencia", como lo nombra a menudo la justicia, suele ser elaborado socialmente como la
respuesta a una ofensa que merece ser “vengada” (Jimeno, 2002). Podría preguntarse si el
asesinato es fruto de una pasión basada en una ofensa al sentimiento amoroso, ¿Por qué se mata
a mujeres?, ¿Por qué no asesinan ellas por las mismas razones y en las mismas situaciones? El
sentimiento amoroso se presenta marcado por la dominación masculina. La traición femenina
constituiría una ofensa a la masculinidad.

El asesinato de una mujer por parte de su pareja o ex pareja constituye un femicidio. Cuando la
pasión conduce a un asesinato, el acto criminal se nos aparece como un acto sorpresivo e
imprevisible, sin embargo, es con mucha frecuencia un desenlace de una prolongada historia de
violencia de género. El asesinato vinculado a las relaciones afectivas no es el efecto de un conflicto
en el campo de la pasión, del erotismo o la sexualidad, sino que es fruto del sexismo, es decir,
expresa el intento de un hombre de doblegar, someter o capitular a una mujer en cuanto tal para
mantener la posición de dominio respecto de ella.

5.6. El amor en la prescripción cultural de la “selectividad sexual femenina”.

Usamos a continuación el término “selectividad” para comprender una de las prescripciones


culturales que organiza las elecciones de las mujeres en el número de parejas sexuales y los
contextos en que establecen intimidad sexual con éstas. Se trata de un principio de selectividad
femenina que expresa una sujeción de la sexualidad de éstas en el marco de su propia
subordinación en el conjunto de relaciones sociales y privadas con los hombres. Este principio tuvo
alta legitimidad social en las instituciones en contexto tradicional. Parecía que la monogamia
femenina sólo expresaba el orden natural de la sexualidad humana y de la familia. No parecía
discriminatorio que esto fuera promovido por las instituciones, intensamente controlado y
fuertemente sancionada su transgresión. Parecía justificado por las necesidades de la vida familiar
y social. Al principio de selectividad femenina se le unía un sistema de control social: la “reputación
femenina”.

Las mujeres pertenecientes a las generaciones mayores en la sociedad chilena (Nacidas en las
primeras décadas del siglo XX)13 reconocen que las prescripciones sociales y culturales les
indicaban mantenerse vírgenes hasta el matrimonio, no ser infieles y tener una única pareja en el
curso de la vida. Para los hombres, en tanto, las prescripciones sociales y culturales indicaban una


En
las
generaciones
de
mujeres
nacidas
en
las
décadas
de
1930
dos
de
cada
tres
mujeres
se
iniciaba
sexualmente
en
la
“noche
de

13

bodas”;
entre
las
que
nacieron
en
la
década
de
1950,

dos
de
cada
cinco,
y
entre
las
que
nacieron
en
la
década
de
1970
sólo
una
de

cada
veinte
lo
hace
en
el
matrimonio.


Elaborado por académicosm de la Universidad de Chile bajo la dirección de Irma Palma 25


pluralidad de contextos, una alta disponibilidad para el sexo y una rigurosa clasificación de las
mujeres. El matrimonio era propiamente el espacio para la sexualidad de las mujeres.

Las generaciones de edades medianas –nacidas en torno de la década de 1950- experimentaron el


paso de la prescripción de la selectividad femenina del sexo conyugal a sexo por amor. Este último
recupera una lógica relacional –no institucional- en versión moderna. Preserva, con ello, el principio
de selectividad de las mujeres. El amor opera como principio de selección. Expande el número de
parejas de las nuevas generaciones de mujeres; no obstante, lo delimita incesantemente. En esta
generación la elección no conlleva ensayos y errores; por el contrario, se demanda de ellas una
alta capacidad de acertar en las mismas, elegir novios apropiados en vistas a convertirse en
buenos maridos, periodos prolongados y una iniciación sexual que viene en la madurez de una
pareja consolidada.

Las mujeres pertenecientes a las generaciones jóvenes se inician sexualmente sin estar casadas y
lo hacen más tempranamente que sus madres y abuelas; tendrán más parejas sexuales que éstas
en virtud de la postergación de la edad de las uniones, de la ruptura marital, de la ampliación de los
contextos en los que se tiene sexo, etc. Se espera de ellas que inscriban su vida sexual en un
contexto relacional y que el amor sea su fundamento. Aún cuando entre los/as jóvenes las
relaciones sexuales surgen en etapas tempranas de la conformación de una relación de pareja, la
expectativa del vínculo amoroso da sentido a la implicación sexual de las mujeres. Sin embargo, ya
en ese momento de sus trayectorias los hombres de su misma generación habrán tenido más
parejas sexuales que ellas (A los 22 años ellas habrán tenido dos y ellos, cuatro). En este sentido,
la libertad sexual alcanzada por las mujeres respecto de su entrada no marital en la sexualidad
activa no le deja fuera de los juicios críticos sobre la cantidad de parejas sexuales; pueden ampliar
el número de parejas respecto de las generaciones anteriores, pero al mismo tiempo han de cuidar
una imagen social de selectividad personal y, con ello, su reputación personal.

El principio de selectividad femenina se encuentra presente también en la sexualidad post-marital


de las mujeres. La experiencia de la ruptura conyugal, sea después del matrimonio o de la
cohabitación, se vuelve una experiencia crecientemente común en nuestra sociedad. La separación
se incrementa en la última década; en las mujeres aumenta preferentemente en las cohortes
mayores (Sobre 45 años) y en los hombres desde las cohortes de edad mediana (Desde los 30
años). La existencia de periodos en que los sujetos están sin pareja es creciente.

Elaborado por académicosm de la Universidad de Chile bajo la dirección de Irma Palma 26


6. La transformación de las relaciones de pareja, des-institucionalización, subjetivación
e individualización.

6.1. El paso de la noción institucional de matrimonio a la noción de pareja como


vínculo.

Puede afirmarse que las relaciones de parejas se encuentran en un proceso de transformación en


nuestra sociedad. Uno de sus elementos manifiestos es la existencia de una declinación del
matrimonio. Ello no implica, no obstante, una declinación de la pareja. La noción de pareja se ha
instalado y desplazado a la noción de matrimonio en los discursos sociales, -el matrimonio ha
devenido un tipo particular de pareja: la pareja conyugal- la sustituye y la incluye. En la actualidad,
el proceso conducente al establecimiento de relaciones de pareja se realiza en un contexto de
transformación de la institución matrimonial. Por cierto, el matrimonio fue, tradicionalmente, un
contrato que unía a dos familias y conducía a una forma de organización que aseguraba la
procreación, la distribución y conservación del patrimonio; conllevaba exigencias en la esfera de la
sexualidad, sin embargo, no suponía una unión emocional profunda entre los cónyuges. Aun
cuando persiste el matrimonio como un lazo legal, su concepción en la actualidad remite cada vez
más a la noción de pareja, en cuanto una unión emocional de sus integrantes. El matrimonio devino
pareja.

A su vez, la pareja fue constituyéndose en un dominio relativamente autónomo de la familia.


Transita desde una lógica de parentalidad a una de conyugalidad. Esta se configura claramente en
torno al dominio de la pasión, el erotismo y la intimidad.

El proceso de entrada del afecto en las relaciones conyugales y familiares hizo surgir el ideal y la
práctica del matrimonio por amor14 (Singly, 1987), que se vuelven dominantes en el siglo veinte
(Aries, 1973; Luhmann, 1985; de Singly, 1987): el matrimonio por amor implica, por una parte, que
el casamiento no depende ya de las negociaciones entre familias, sino de una elección personal de
los cónyuges y, por otra, que la única razón de la elección es el sentimiento amoroso (Bozon,
1991a; Bozon, 1991b).

Más recientemente, en las últimas décadas, el ideal del matrimonio por amor se disuelve
progresivamente en el de pareja por amor. Para aproximarse a una re-conceptualización de la
relación de pareja, Bozon usa la expresión “pareja subjetiva contemporánea,” queriendo dar cuenta
con este término de la transformación en la conyugalidad en las sociedades occidentales, indicando
que el elemento constitutivo de la pareja habría pasado de una definición institucional del casamiento
a una definición interna y subjetiva (Bozon, 2002).

La pareja contemporánea se caracteriza tanto por la referencia al sentimiento amoroso, cuanto por
la importancia creciente que asumen. Por un lado, los dominios, autonomías relativas e intereses

14
Por
otro
lado,
y
en
una
perspectiva
que
analiza
el
vínculo
de
la
relación
amorosa
con
la
sexualidad,
Octavio
Paz
(1993),
propone
una

diferenciación
entre
la
sexualidad,
el
amor
y
el
erotismo.
En
cuanto
a
las
relaciones
intersubjetivas,
la
sexualidad
sería
el
primer
escalón

del
desarrollo
de
la
especie
y
el
amor
el
último.
Aunque
la
frontera
entre
amor
y
erotismo
a
veces
es
sutil
y
se
diluye,
la
diferenciación

fundamental
radicaría,
sin
embargo,
en
que
en
el
primer
caso,
existe
atracción
hacia
una
persona
única,
mientras
que
en
el
segundo,
no

se
da
esta
relación
de
exclusividad
entre
dos
personas.
Para
Paz,
la
idea
de
amor,
es
relativamente
reciente,
la
sitúa
en
el
siglo
XII,
con

el
nacimiento
del
amor
cortés
en
el
sur
de
Francia.
Este
amor
aunque
existía
en
forma
difusa
como
sentimiento,
no
es
sino
hasta
la
Edad

Media
que
se
constituye
en
modelo
de
relación14.



Elaborado por académicosm de la Universidad de Chile bajo la dirección de Irma Palma 27


individuales de las personas en el contexto de las relaciones de pareja y, por otro, el papel de
sexualidad en la constitución y mantención de las relaciones.

La difusión del ideal del matrimonio por amor, y luego de la pareja por amor, modifica la relación de
dependencia que ligó tradicionalmente la sexualidad al matrimonio: el intercambio sexual -que se
apoya sobre el lazo amoroso- devino motor interno de la conyugalidad moderna (Bozon, 1991b;
Bozon, 1998). La sexualidad se volvió así a la vez el producto y el alimento de la relación.

Respecto de este fenómeno señala el Informe de Desarrollo Humano del año 2002 que: “(En la
sociedad chilena) la pareja se vuelve un fin en sí mismo y se desliga en su significación del
matrimonio y de la procreación. Ello estimula relaciones más flexibles y más complejas, donde el
conflicto y la negociación forman parte deseable de la vida en común. Allí la sexualidad se vuelve
un aspecto central” (p. 227). Las tendencias de cambio en la noción de pareja y la centralidad que
adquiere la sexualidad al interior de ella dibujan un nuevo escenario marcado por la afirmación de
la individualidad, la que da origen a una nueva noción de pareja en que ella importa “como relación
entre individuos y como espacio de potenciación del aprendizaje y del desarrollo personal”. Así, la
sexualidad es percibida “como una dinámica fundamental en las relaciones de pareja y también en
la realización personal. Se constituye, así, en un campo con dinámicas y sentidos que cada
persona debe moldear y poner al servicio de la expresión personal. Las personas observan en ello
un cambio muy notorio respecto de la sexualidad de las generaciones anteriores, la que
caracterizan como una práctica regulada por la sociedad y difícilmente moldeable por cada
individuo” (PNUD, 2002, p. 225).

François de Singly (2000) vincula los procesos de transformación de las relaciones de pareja a
fenómenos de individualización contemporáneos. En una sociedad caracterizada por una fuerte
individualización de la vida privada, vivir juntos obliga a cada uno de sus habitantes a tener en
cuenta a los otros, a la coexistencia. Los individuos “con”, deben elaborar un espacio que inscribe
su común pertenencia. Pero deben también respetarse mutuamente cuando en otro momento
quieren definirse como individuos “solos”.

La devaluación del matrimonio como institución y de la cohabitación como forma de vida común
descansa sobre crítica idéntica. Las dos –la institución y el espacio- son percibidos como un
encierro de las parejas para el primero en los roles, en estatutos preestablecidos, para el segundo
en una rutina. Lo que significa lo mismo desde el punto de vista de los efectos: a saber la
imposibilidad de ser uno mismo y de constituir una comunidad respetuosa de las identidades
personales.

La separación y el divorcio se configuraron en las décadas pasada como medios a nuestra


disposición para pasar de las fases de vida en conjunto y de la vida solo, a la manera de un
balance, para creer que uno es capaz de prescindir del otro; sin embargo, la independencia al
mismo tiempo que aporta encantamiento, trae consigo desencantamiento, es incontestable pero no
suficiente, ella es “medio” y no un “fin” (Singly, 2000).

Más recientemente, se configuran unos modos de relaciones que buscan articular al mismo tiempo
-y no sucesivamente- momentos de soledad y momentos de comunidad, una vida que autoriza a
estar juntos permitiéndose al mismo tiempo a estar solo si lo desea. Por ensayo y error, se trata de
llevar una “doble vida”: no en el sentido de dos vidas conyugales, sino en el sentido de una vida
conyugal asociada a una vida personal (Singly, 2000).

Elaborado por académicosm de la Universidad de Chile bajo la dirección de Irma Palma 28


6.2. Vivir a dos: cotidianeidad, intimidad, erotismo y prácticas sexuales.

Con frecuencia, las personas afirman que vivir juntos es indispensable para ser feliz cuando se está
en pareja. Compartir una vivienda aporta a la relación de las personas comprometidas en una
pareja. En una sociedad caracterizada por una fuerte individualización de la vida privada, vivir en
un espacio compartido obliga a cada uno de sus habitantes a tener en cuenta a los otros, ellos
mismos confrontados a esa coexistencia. Los individuos “con” deben elaborar un espacio que
inscribe su común pertenencia. Pero deben también respetarse mutuamente cuando en otro
momento quieren definirse como individuos “solos”. La complejidad de la vida en común tiene que
ver con esa alternancia entre espacios y tiempos de vida común y espacios y tiempo de vida
separados. Por ese hecho, la persona que vive con otro no se regula únicamente en función de sus
propias normas; ellos deben resistir (Según grados variables) a la tentación del egoísmo. El lazo
social, al exterior de la esfera privada, no puede formarse solamente entre individuos socializados
al interior de la familia (O de un equivalente) es decir, acostumbrados a vivir “con” y entonces a
tener en cuenta al otro.

a. Intimidad como orden emocional de las relaciones cotidianas.

La intimidad tal como se la define en la actualidad constituiría una experiencia común a los
miembros de una familia, aún puede suponerse fundadamente que esto no sucede a menudo,
Cuando un muchacho cuyos padres están divorciados, dice respecto de su padre con el cual no
vive cotidianamente y a quien visita, que es un padre “lejano”, probablemente no está diciendo que
lo sea físicamente o que no le provea de recursos materiales, sino que puede estar situándolo en el
plano de la intimidad. Ello refiere a una transformación reciente en la relación entre padre e hijos,
que abandona progresivamente la posición superior del primero -una función de autoridad a la
manera de una ley y una distancia emocional vinculada al control sobre el último- para construirse
sobre una intensa comunicación emocional15, que al menos imaginariamente suspende dicha
superioridad. Lo anterior refiere a una versión moderna de la intimidad.

La intimidad supone condiciones para la disponibilidad espacial y/o temporal de las personas.
(Calderone, 1972). En la tercera parte de la película El Chacotero Sentimental16 puede verse la
importancia que puede el espacio privado –cuando se carece del mismo- en relación con la
construcción de intimidad, emergencia del erotismo y lugar para el sexo. .


Basada
primariamente
en
la
seguridad
y
la
confianza,
extendiéndose
entre
otras
cosas,
al
gozo.

15


 Tercera
 historia
 TODO
 ES
 CANCHA,
 de
 la
 película
 EL
 CHACOTERO
 SENTIMENTAL,
 dirigida
 por
 Cristián
 Galaz
 y
 actuada
 por

16

Tamara
Acosta,
Pablo
Macaya,
Alejandro
Trejo.
CEBRA
Producciones,
DVD
Video,
Video
Chile.



Elaborado por académicosm de la Universidad de Chile bajo la dirección de Irma Palma 29


b. Desenvolvimiento de la sexualidad en condiciones de la vida cotidiana.

Existe en la actualidad una fuerte conexión entre intimidad y prácticas sexuales. Presentan dos
tipos de conexiones según el contexto de relaciones entre las personas. Intimidad es condición en
las parejas y en quienes tienen sexo en contexto de amistad. La intimidad antecede a la situación
erótica y le provee de la condición emocional17.

Cuando las parejas viven todo o un alto nivel de tiempo unidas (casadas o conviviendo), una
condición muy propia de ellas es la cotidianeidad. Vivir juntos supone compartir la vida en su
dimensión de cotidianeidad, la intimidad, el erotismo y las prácticas sexuales.

El siguiente esquema sugiere un modo de aproximarse a las conexiones que organizan la conexión
entre la sexualidad y otras de las dimensiones de la vida de las parejas en que sus integrantes
viven juntos:

17 
Recuérdese
un
reclamo
que
a
veces
hacen
las
mujeres
a
sus
parejas
masculinas
en
el
sentido
que
carecerían
de
ternura
o
atención


emocional
previa
(el
dicho
“Dos
cucharadas
y
a
la
papa”
expresa
bien
este
juicio).


Elaborado por académicosm de la Universidad de Chile bajo la dirección de Irma Palma 30


Según el filósofo Humberto Giannini, la cotidianeidad puede ser concebida como un movimiento
reflexivo del sujeto (Regresa constantemente a un mismo punto de partida), que se reitera
silenciosamente y día a día. Es lo que ocurre todos los días. Lo que pasa cuando no pasa nada
(Nuevo), y que produce una invisibilidad de lo familiar / próximo. Es rutina: Proviene de ruta. La ruta
que regresa a su punto de origen. Regreso a lo consabido. Se trata de un tiempo que vuelve a traer
lo mismo: los hábitos (La habitación). Nos mantiene, gracias a los imprevistos evitados, en una
identidad no cuestionada. Hace que lo imprevisible se ponga fuera de nuestro alcance (Normas
tácitas). Esta ruta tiene en el domicilio y el trabajo (Escuela) sus coordenadas principales. El
primero conecta con lo que llama el recogimiento cotidiano de espacio, tiempo y cosas familiares
que están disponibles. Sería un orden rutinario a disposición del ser en sí. Puede sugerirse que las
conversaciones cotidianas, aquellas que se producen cuando las personas regresan a casa,
sencillas, recurrentes, banales expresen bien el sentido de lo anterior.

Con alguna frecuencia se afirma que la rutina reduce o inhibe a las parejas las oportunidades
materiales y disposiciones psicológicas para situaciones de intimidad. Puede sugerirse que por el
contrario una cotidianeidad organizada, en que las rutinas se encuentren establecidas y los
comportamientos se ajusten a ellas, provee de mejores condiciones para la intimidad. Un ejemplo
que indica un elemento –el de las oportunidades materiales- es el de automaticidad de una
conducta que necesita ser realizada constantemente: el cepillado de dientes, mientras más
impensadamente (Menos reflexivamente) se haga, menos debemos ocuparnos en planear, decidir,
etc.; su gracia es que se vuelva justamente rutina. Lo mismo puede decirse de la compra en el
supermercado, el lavado de ropas, etc. Una práctica cuyo automatismo afecta intensamente las
condiciones para la intimidad –más importante, a nuestro juicio, que la ubicación del televisor en el
dormitorio- es la disponibilidad espacio-temporal estricta para los integrantes de una pareja en el
hogar. En ello, una práctica fundamental es la relacionada con el horario en que se duermen los
hijos e hijas en la niñez. Tiempo de sueño de los últimos es tiempo abierto a la intimidad para los
primeros.

Elaborado por académicosm de la Universidad de Chile bajo la dirección de Irma Palma 31


Cuando en las parejas sus integrantes viven juntos y por ello el erotismo opera fuertemente sobre
la cotidianeidad (Se tiene sexo con una cierta recurrencia en unos días, unos horarios, unos
lugares por lo general rutinarios, predecibles), sin embargo se presenta a las personas como
extraordinario, extra-cotidiano, irrumpiendo sobre ella. Cuando el erotismo no se experimenta de
este modo y, por el contrario, y los actos sexuales se presentan como pura rutina, predecible hasta
en sus máximos detalles, amenaza con dejar de ser tal. La intimidad se posibilita a partir de una
cotidianeidad organizada, en la cual hábitos que tienen condiciones espaciales y temporales, dejan
a los integrantes de una pareja disponibles para la misma. A su vez la intimidad puede devenir en
situación erótica (Según el modo en que se activa, despliega y se acopla el deseo). De allí en
adelante se transita a la interacción sexual.

La intimidad se presenta allí como clima emocional, pero al mismo tiempo como contactos
emocionales singularizados. En ese marco, en las parejas cuyos integrantes viven juntos en medio
de la intimidad emerge el erotismo, que quiebra la continuidad de una cotidianeidad y se abre a la
construcción extra-cotidiana de una senda posible que entremezcle el deseo propio con el deseo
del otro, a partir de contenidos eróticos incipientes: imágenes y fantasías; evocaciones y vivencias;
olores, sudores, caricias, abrazos, texturas y colores; decires, susurros y gemidos.

El erotismo, dice Octavio Paz, es una sexualidad transformada. Puede sugerirse que el erotismo es
una sofisticación. Ello es posible por versatilidad de los cuerpos humanos (Su gran movilidad, la
plasticidad en sus posiciones, la capacidad de abrazarse, de mirarse), y por la integración de las
funciones hipotalámicas asociadas a la función sexual con centros de la corteza cerebral.18
También es posible porque las sociedades humanas construyen social y culturalmente formas


Las
prácticas
sexuales
se
aprenden.
Respecto
de
las
respuestas
funcionales,
a
diferencia
de
una
elaboración
social
muy
común
que

18

sostiene
que
serían
puro
resultado
de
la
naturaleza
biológica
y
que
cree
que
serían
muy
diferentes
en
formas
e
intensidades,
éstas
han

de
 ser
 aprendidas
 aún
 en
 los
 actos
 elementales
 del
 coito
 (Harlow
 y
 Harlow,
 1965).
 Las
 pautas
 de
 conducta
 copulatoria
 están
 mucho

menos
 diferenciadas
 sexualmente
 en
 los
 seres
 humanos
 que
 en
 los
 animales.
 Los
 sistemas
 neuronales
 que
 producen
 las
 pautas

motoras
 humanas
 menos
 diferenciadas
 son,
 a
 su
 vez,
 menos
 diferenciados.
 Aunque
 se
 observan
 algunas
 diferencias
 fundamentales

entre
las
respuestas
masculinas
y
femeninas
a
los
estímulos
sexuales,
existen
probablemente
menos
diferencia
entre
los
sexos
que
la

variación
individual
ente
personas
de
un
mismo
sexo
(Kronhausen
y
Kronhausen,
1965).

Elaborado por académicosm de la Universidad de Chile bajo la dirección de Irma Palma 32


estéticas y morales (Sus prescripciones y trasgresiones), saberes y lenguajes, subjetividades y
prácticas que organizan las actuaciones de los cuerpos y de las personas, los deseos, los
estímulos y las respuestas, los imaginarios y fantasías, los lugares y los tiempos del sexo.

A diferencia del pasado en que era un deber en la pareja (El débito conyugal), las prácticas
sexuales hoy se ubican más bien en una lógica de derecho. El surgimiento de la norma del
orgasmo simultáneo en los hombres y, sobre todo, en las mujeres, que indica el reconocimiento de
una especificidad y de una autonomía del placer femenino. Por ello se orientan al placer y se
vuelven más plásticas.19 No obstante, contradictoriamente, si en la década de 1960 el orgasmo fue
demanda femenina, devino en la actualidad un deber. Se ha introducido una intervención médica
sobre las prácticas sexuales (Terapias, viagra, etc.), que buscaría volverlas placenteras, pero al
mismo tiempo les asocia una norma de rendimiento sexual.

Por ello, cada época, cada sociedad produce una organización específica de las prácticas. Por
ejemplo, tradicionalmente la práctica de sexo anal estaba altamente especializada: estuvo
exclusivamente asociada a las prácticas comercializadas, sólo esperables con la prostituta, nunca
con la esposa. Lo mismo puede sostenerse respecto de quién hace el despliegue del deseo (Lo
que llamaban la iniciativa, ubicada hasta hace poco exclusivamente en los hombres). Lo anterior
indica también el hecho que dicha organización es resultado, nunca el origen, de las relaciones
sociales de género. El estado de estas últimas relaciones se expresará en la organización de las
prácticas de hombres y mujeres.

c. Activación, despliegue, acoplamiento y deseo común.

El deseo erótico, a diferencia de una expectativa común, no necesariamente emerge como fruto de
una compartida y simultánea activación entre quienes están disponibles para un encuentro sexual.
El deseo suele activarse en una de las personas, quien lo sitúa respecto de sí misma y del otro
como intencionalidad. Desde esa intencionalidad lo despliega hacia la otra persona. Tal despliegue
puede activar una respuesta erótica o no. Esta última por ello a su vez en puede abrirse y
disponerse a acoplar un propio deseo emergente con la otra persona. En tal situación los deseos
son deseos mutuos, comunes, compartidos.

19
 El
 surgimiento
 de
 la
 tecnología
 reproductiva
 conlleva
 una
 autonomización
 de
 un
 dominio
 propiamente
 sexual.
 
 En
 la
 actualidad,
 lo

propio
 de
 la
 sexualidad
 es
 ser
 infecunda
 (Bozon,
 2002).
 En
 las
 representaciones
 sociales
 de
 la
 sexualidad,
 los
 actos
 sexuales

destinados
a
la
procreación
se
constituyen
progresivamente
en
situaciones
específicas
que
interrumpen
una
sexualidad
no
reproductiva

y
una
práctica
contraceptiva.
Aun
cuando
ello
no
se
logre
plenamente,
como
sucede
preferentemente
en
las
sociedades
en
desarrollo,

aún
 allí,
 los
 sentidos
 comunes
 se
 representan
 la
 separación
 como
 disponible
 tecnológicamente.
 Las
 tecnologías
 reproductivas
 han

logrado
producir
una
ruptura
más
o
menos
radical
entre
sexualidad
y
reproducción.



Elaborado por académicosm de la Universidad de Chile bajo la dirección de Irma Palma 33


Prácticas sexuales

Deseo común

Acoplamiento deseo

Despliegue deseo

Activación deseo

Situación erótica
Intimidad

El tránsito desde el erotismo a las prácticas sexuales puede operarse o no. Requiere de un manejo
suficiente, de un contexto y de unos guiones compartidos entre quienes interactúan.

d. Las personas, la calidad de las relaciones entre las personas y la satisfacción


sexual.20

La satisfacción sexual ha sido relacionada con la frecuencia de las relaciones sexuales, haber
experimentado orgasmo y tipo de prácticas sexuales, (Haavio-Manila y Kontula, 1997; Laumann et
al, 1994). Estudios más recientes afirman, sin embargo, que su importancia sería relativa y menor
en relación a variables afectivas y relacionales.21

a.) La comunicación de temas íntimos se asocia positivamente a la satisfacción sexual, hallazgo


que revela la importancia de los procesos de comunicación al interior de la pareja; b.) La
experiencia de estar enamorado de la pareja sexual es una variable muy importante en la
evaluación de la satisfacción por las personas; c.) El grado de exclusividad sexual se asocia
positivamente a los niveles de satisfacción sexual; d.) La estabilidad del vínculo se asocia
positivamente a la satisfacción sexual. Además, creer que la relación tiene un horizonte temporal
también se asocia positivamente con la satisfacción sexual; e.) Los años de duración de la relación
también se asocian a la satisfacción sexual, observándose que a más años de relación tiende a
disminuir progresivamente los niveles de satisfacción originando, de esta forma, un ciclo de
evolución de la satisfacción sexual; f.) Son relevantes las sensaciones post-relaciones sexuales. De
esta forma, no es lo mismo sentir que placer que tristeza, y así las emociones positivas se asocian
a mayores niveles de satisfacción sexual y las negativas a mayor insatisfacción sexual; g.) Una
iniciativa compartida en las relaciones sexuales se asocia positivamente a la satisfacción sexual; h.)
La negociación de las discrepancias en el deseo de tener relaciones sexuales, sería una variable

20
Lo
que
presentamos
a
continuación
está
basado
en
la
Tesis
Doctoral
del
psicólogo
Jaime
Barrientos,
titulada
La
satisfacción
sexual
en

Chile
(2003).
La
satisfacción
sexual
en
Chile.
Tesis
Doctoral.
Faculta
de
Psicología,
Departamento
de
psicología
social,
Universitat
de

Barcelona,
Barcelona,
España.
No
publicada.
21 
Laumann
et
al,
1994;
Haavio-Manila
y
Kontula,
1994;
Metts
y
Cupach,
1989,
1991;
Cupach
y
Comstock,
1990;
Byers,
Demmons,


Lawrence,
19989;
Byers
y
Demmons,
1999;
Yela,
2002;
Waite
y
Joyner,
2001;
Bozon,
2002ª
y
b;
DeLamater,
1991;
Davies,
Katz,

Jackson,
1999;
CONASIDA-ANRS,
2000;
Haavio-Manila
y
Kontula,
1997.


Elaborado por académicosm de la Universidad de Chile bajo la dirección de Irma Palma 34


fuertemente asociada a la satisfacción sexual, especialmente en contextos de fuertes desigualdad
de género; i.) La equidad y reciprocidad en la inversión e intercambios de recursos en la relación
sexual, y así variables como la iniciativa de las relaciones sexuales se asocian positivamente a la
satisfacción sexual.

6.4. Sexualidades adultas en las familias: el caso de la continuidad de la vida sexual en


contexto post-marital.

En las familias conviven diversas experiencias de la sexualidad y de la afectividad. Se encuentran


las experiencias de unas y otras generaciones (Las de los padres y madres, las de los hijos, incluso
las de los abuelos y abuelas); de las personas situadas en distintas etapas del ciclo vital (De niños
y niñas, de adolescentes, de personas de edad mediana, de personas mayores); diferentes en el
género (Hombres y mujeres); de diversas trayectorias biográficas, maritales y sexuales (Padres
unidos o divorciados, hermanos/as mayores en relaciones de pareja).

Sus prácticas y significaciones difieren; sus sentidos, sus normatividades, sus prescripciones
difieren. Lo que puede ser hecho en una edad no necesariamente puede ser hecho en otra (Tener
relaciones sexuales, por ejemplo, no puede hacerse en la niñez), lo que puede ser hecho bajo una
normatividad social no necesariamente puede ser hecho en otra, y, además cambian en el tiempo
en una sociedad determinada (Tener o no tener sexo antes del matrimonio, en el pasado; tener
sexo o no en el hogar paterno cuando se es adolescente). Unas sexualidades y otras no
necesariamente son miradas o vistas recíprocamente. Tampoco comunicadas necesariamente
(Prácticas privadas) Pero todas ellas circulan en las familias.

Tales experiencias constituyen experiencias, al mismo tiempo, personales e interpersonales,


individuales y sociales. Uno significa del modo en que puede significarse en un colectivo y en una
sociedad particular. Las conversaciones familiares, aunque no tengan por objeto la sexualidad
pueden incorporarla, como los chistes, las bromas, los garabatos, los cuentos, las confidencias, las
historias familiares, en general las narrativas refieren a la sexualidad sin necesariamente hablar de
ella. Del mismo modo, prácticas no sexuales pueden tener significaciones sexuales. Cuando una
madre al duchar a sus hijos pequeños insiste respecto de las niñas sobre el aseo intenso en la
zona genital porque sería una zona sucia -donde hay mayor cantidad de microorganismos, con mal
olor, etc-, cosa que muy probablemente no haría con un hijo varón -es decir, que no intensificaría el
aseo ni se detendría en las características antes señalas para las mujeres (Acumulación de fluidos,
mal olor, etc.), al intentar higienizar la zona genital puede estar, inadvertidamente, generando una
sensación de asco y obscenidad respecto de tales zonas en las mujeres.

A continuación hacemos una referencia a una sexualidad, la de las mujeres madres en contexto
post-marital. Lo hacemos porque parece ser menos conocida y menos problematizada en términos
de las percepciones construidas desde las relaciones de género –de las mujeres separadas- y de
las relaciones inter-generacionales, en este caso de las madres.

La experiencia de la ruptura conyugal, sea después del matrimonio o de la cohabitación, se vuelve


una experiencia crecientemente común en nuestra sociedad. La existencia de periodos en que los
sujetos están sin pareja es creciente. Esta situación contribuye a transformar los contextos de la
actividad sexual para las mujeres, en la perspectiva de legitimar una sexualidad de individuos, no
inserta en la institución matrimonial ni en el marco de la pareja.

Elaborado por académicosm de la Universidad de Chile bajo la dirección de Irma Palma 35


Después de una separación o ruptura conyugal, comienza un periodo de reorganización de la vida
familiar y personal. Entre los factores determinantes de la probabilidad de contraer una nueva unión
sentimental estable (Ya sea una pareja de hecho o un matrimonio), es posible identificar el sexo o
género, la edad, el tipo de unión anterior, la duración de la unión, la presencia de hijos y el capital
social. La encuesta del CEOC muestra que los principales problemas para reiniciar una relación
son los hijos, en un 39,6%, con un 29,0% la falta de deseo de encontrar pareja y 22,6% manifestó
que sentía que era complicado volver a conocer a alguien.

La edad es el factor individual más importante para determinar la formación de una nueva unión. A
mayor edad, menor probabilidad de constituir una nueva pareja. En este caso, la influencia es más
fuerte para las mujeres que para los hombres: dicha probabilidad se reduce en un 25% entre
mujeres separadas con 30 años o más, respecto a aquéllas que se separan a los 20 años en
Estados Unidos (Bumpass y otros, 1990; Coleman y otros, 2000; Cassan y otros, 2001). De nuevo,
estas diferencias de género se suavizan si se hace referencia a una unión consensual (Wu y
Balakrishnan, 1994). El tiempo transcurrido entre el divorcio y las segundas nupcias y la
constitución de una nueva unión se prolonga con la edad tanto en hombres como mujeres. Muy
relacionada con la edad a la separación, la duración del primer matrimonio muestra una relación
negativa con las segundas nupcias, más por un efecto edad que por los hábitos que se hayan
podido adquirir en el matrimonio. La edad al contraer el primer matrimonio tiene un efecto negativo
en la entrada en unión consensual post-divorcio en las mujeres (en el hombre no sería
significativo), es decir, a mayor edad cuando se casan, menor propensión a entrar en cohabitación
después de una ruptura (Bumpass y otros, 1990).

El sexo también condiciona la probabilidad de establecer una nueva unión matrimonial: una mujer
tiene menos probabilidades de volverse a unir que un hombre, y esta dificultad se incrementa con
la edad, con el nivel educativo y con la situación de empleo (Coleman y otros, 2000).
Contrariamente, el nivel educativo, indicador indirecto del capital social, favorece la probabilidad de
encontrar un nuevo cónyuge entre los hombres (Cassan y otros, 2001). En las uniones
consensuales, estas divergencias de género no serían tan claras. La educación como determinante
de las consecuencias postdivorcio tiene un fuerte impacto positivo en ambos sexos en la transición
a la cohabitación (Wu y Balakrishnan, 1994).

Relacionado con su coste —financiero para el nuevo cónyuge y con la complejidad relacional de las
familias reconstituidas—, la presencia de hijos también modifica las probabilidades de volver a
establecer una unión de pareja, lo cual hace disminuir las probabilidades, tanto en hombres como
mujeres (Coleman y otros, 2000). Si nos referimos a una unión consensual, el caso canadiense nos
muestra un efecto positivo para los hombres (Bumpass y otros, 1990); también en el caso francés,
cuando el hombre tiene más de dos hijos, la presencia de descendencia es un factor que favorece
la segunda unión. El efecto de la edad de los hijos (Negativo hasta los 10 años del niño o la niña)
está más relacionado con las dificultades de la madre a volverse a unir (Cassan y otros, 2001).

La red social influencia la transición a la segunda unión, en el sentido de que una mujer con poco
apoyo social, a partir de una cierta edad, tiene menos probabilidad de volverse a unir (Coleman y
otros, 2000). En cambio, en el caso de Gran Bretaña, el hombre supliría la falta de una amplia red
social mediante la formación de una nueva unión (Sigle-Rushton, 2006).

Sin embargo, Villeneuve-Gokalp (1999) afirma que en situaciones de ruptura las mujeres dan
prioridad a sus compromisos familiares. Michel Bozon (2001b) reinterpreta de dos modos distintos

Elaborado por académicosm de la Universidad de Chile bajo la dirección de Irma Palma 36


el hecho que las mujeres divorcias y separadas hagan menos que los hombres la experiencia de
una siguiente unión. Por una parte, puede interpretarse tal situación como consecuencia de una
dominación masculina en el mercado matrimonial, lo que favorece a las mujeres más jóvenes y
atrasa (más que impide) la formación de una segunda pareja para las mujeres que tienen un
pasado conyugal. (Bozon, 2005a). Por otra parte, puede ser interpretado como un distanciamiento
por parte de las mujeres a la orientación conyugal, sin renunciar a una vida sexual, en beneficio de
una aproximación más individualista: dejarían de concebir la actividad sexual como parte de una
relación de pareja, no susceptible de ser vivida en contextos no relacionales.

Michel Bozon (1995) sostiene que los períodos que siguen a una ruptura son propicios para un
cuestionamiento de las actitudes previas en relación a sexualidad, sobre todo entre las mujeres
respecto de los contextos sexuales en los cuales es posible y legítimo tener sexo.
Complementariamente, los hombres y mujeres que forman una segunda pareja, después de una
vida conyugal de cierta duración, tienen una actitud menos “conyugal” en relación a la sexualidad;
sus actitudes respecto a la fidelidad en la pareja, por ejemplo, son menos estrictas que en los
sujetos en parejas nacientes. (Bozon, 1988). Las mujeres en tales periodos y en tales condiciones
familiares pueden mantener relaciones sexuales o afectivas, más estables o más episódicas, sin
formar una segunda pareja (Por lo menos no enseguida).

En la sociedad chilena, en las situaciones de separación, la continuidad familiar se organiza


frecuentemente a través de una división sexual del trabajo familiar post-conyugal. Como fue
señalado precedentemente, una proporción muy importante de las mujeres divorciadas
(separadas/anuladas) cumple funciones de jefatura en hogares monoparentales. En el año 2002,
un total de 341 mil hogares están integrados por la mujer sola con sus hijos, de las cuales casi la
mitad es menor de 40 años. Ello expresa una división sexual del trabajo post-conyugal que deviene
en la responsabilidad de proveer cuidado a los hijos y asegurar la continuidad de la familia –en
esta situación, nuclear monoparental-, como un rol femenino, cuestión que se basaría en una
mayor aptitud de las mujeres para la crianza, y que la legislación chilena estructura como una
mayor responsabilidad relativa de las mujeres en la tuición de hijos e hijas. Complementariamente,
las mujeres divorciadas (Separadas/anuladas) presentan los niveles más elevados de participación
laboral entre el conjunto de mujeres en Chile (59,8%).

Del mismo modo, presentan niveles educacionales relativamente altos; un poco más elevados que
las casadas y similar a los hombres con igual status marital. Sin embargo, pese a sus altos niveles
educacionales y su mayor integración al mercado laboral, pertenecen mayoritariamente a los
quintiles más pobres de la población. Y no se trata de un efecto general sobre los sujetos del
divorcio. Los hombres y mujeres separados presentan ubicaciones disímiles en la estructura
socioeconómica, inversas entre sí: las mujeres separadas principalmente en quintiles primero y
segundo, moderadamente en el tercero y cuarto, y más reducidamente en el quinto, los hombres,
en cambio, hombres separados se ubican principalmente en quintiles quinto y cuarto,
moderadamente en el tercero, y más reducidamente en el primero y segundo.

En 2008, el Centro de Estudios de Opinión Ciudadana (CEOC), de la Universidad de Talca, realizó


una encuesta en que preguntó a las personas que han terminado una relación conyugal han tenido
alguna cita y el tiempo que demoraron en tenerla después del término de su conyugalidad y los
resultados fueron que el 75% de los entrevistados señaló que si ha tenido una cita, del cual el
porcentaje de hombres en esta condición es de un 81,9%, mientras que las mujeres es de un 71%.
El tiempo que los hombres demoran en promedio en tener una cita es de diez meses, en

Elaborado por académicosm de la Universidad de Chile bajo la dirección de Irma Palma 37


contraposición a las mujeres que demoran cerca de los diecinueve meses en volver a salir con
alguien. La encuesta también indagó sobre si las personas han encontrado una nueva pareja y los
datos arrojados señalan que entre los hombres, un 79,5% manifestó que si ha logrado tener una
relación estable y duradera y un 20,5% que no, mientras que las mujeres señalan que un 67,4% ha
logrado dicho cometido contra un 32,6 que no. Referente al tiempo que pasó hasta entrar en una
nueva relación, señalan que el promedio es de 30 meses, con un 25% de personas que se
demoraron menos de un año, contra el mismo porcentaje que demoró más de tres años. Los
hombres demoran cerca de veintidós meses en formar una nueva relación y las mujeres presentan
un tiempo mayor, de treinta y siete meses para relacionarse de manera cercana e intima con una
nueva pareja.

En la Encuesta CONASIDA/ANRS, realizada en 1998 por el Ministerio de Salud, las personas


separadas y divorciadas presentan diferencias de género sustantivas en relación con la
permanencia en la condición de activos sexualmente en la situación de ruptura. Tal estado inhibe
mucho más significativamente a las mujeres que a los hombres: 45.8% de ellas no ha tenido sexo
en los últimos doce meses, en tanto entre los últimos sólo alcanza al 17.4%.

¿En qué contextos se sitúa la sexualidad post-conyugal?, ¿Con quiénes tienen sexo las mujeres
divorciadas y separadas que permanecen activas sexualmente? Interesa aquí indagar sobre una
eventual redefinición de los contextos y escenarios que definen los vínculos, así como los grados
de proximidad y distancia entre los sujetos participantes en las interacciones sexuales. Así, junto
con precisar contextos de pareja y de ocasionalidad –como se haría habitualmente-, en el caso del
último indagamos sobre la proximidad y recursividad de los escenarios en las interacciones con ex-
parejas, a las cuales añadimos las interacciones con la figura del/a esposo/a, puesto que
técnicamente corresponde a una ex-pareja (Decir esposa o esposo para designar al sujeto que lo
fue en el pasado es un uso más frecuente entre los hombres, como puede observarse en el gráfico
que se presenta a continuación).

Las mujeres estructuran su sexualidad post-conyugal en torno a la pareja no conyugal (41.6%), a


las ex-parejas (29.6%) y a la sociabilidad de amigos (27.8%). Por su parte, los hombres la
estructuran en torno a la sociabilidad de amigos (38%), a la pareja no conyugal (27.2%), a las ex-
parejas (25.8%) y a la ocasionalidad con recién conocidos (11.1%).

La presencia de ex-parejas da cuenta de una organización de relacionamiento que es recursiva,


especialmente en las mujeres, y que organiza contextos de sociabilidad cercana. Ellas exploran y
varían entre lo conocido en secuencias más temporales que territoriales. Por otra parte, la mayor
presencia de interacciones en contexto de pareja entre las mujeres debe ser observado
cuidadosamente porque exprese un desfase vinculado a la estructuración del mercado de parejas,
por cuanto es altamente probable que mientras permanecen en relaciones de parejas no
conyugales (Pololeo), muchos hombres que vivieron rupturas se encuentren ya en relaciones de
pareja conyugales.

En este sentido, proponemos que se constituye un contexto de relacionamiento que puede ser
definido como ‘sociabilidad sexual’, es decir, como construcción de un vínculo de proximidad
emocional entre dos personas que puede dar lugar a la sexualidad de manera recursiva, no
constante, pero tampoco episódica. Ya no se trata de la figura tradicional del o de la amante sino
de una figura nueva en que la intimidad (En cuanto afecto y confianza) opera como una condición
para la relación, es decir, como un orden emocional de las relaciones en que habría simpatía,

Elaborado por académicosm de la Universidad de Chile bajo la dirección de Irma Palma 38


confianza y equivalencia en los sujetos. En los materiales analizados, este contexto se presenta
principalmente en dos situaciones: amigos y ex-parejas. En ambos casos, no se configuran
propiamente los contextos ni de pareja ni de ocasionalidad; en el primero porque la relación no se
orienta hacia su reiteración exclusiva en una unidad de tiempo mutuamente acordada (Pues
entonces se constituiría en pareja), en el segundo caso porque, a diferencia de la ocasionalidad
masculina, sí se construye sobre un vínculo afectivo no amoroso, pero sobre todo, se basa en
proximidad emocional.

Elaborado por académicosm de la Universidad de Chile bajo la dirección de Irma Palma 39


7. Procesos familiares y transformaciones socio-demográficas.

Las transformaciones en las prácticas y en los discursos sexuales en la sociedad chilena se


realizan en el contexto de transformaciones importantes en los campos de la fecundidad, de las
uniones, de los hogares, de la educación y del trabajo. Estas últimas han ocurrido en el proceso de
transformación modernizante de la sociedad expresado en la economía, en la política, en las
relaciones sociales, en la cultura. En ellas el Estado ha tenido un rol destacado, particularmente en
el campo de la implementación de políticas de regulación de la fecundidad y en el campo de la
educación. En general, puede asumirse que unas transformaciones conducen a otras o que éstas
están estrechamente vinculadas entre sí; por ejemplo, modificaciones en la fecundidad y en las
uniones pueden presentar una estrecha conexión con la constitución de los hogares, con el nivel de
escolaridad y con el acceso al trabajo y el ingreso.

Tales transformaciones constituyen el telón de fondo sobre el cual se proyectan y se experimentan


las transformaciones en la sexualidad. Aunque su evolución parece ocurrir lentamente, su
acumulación en el tiempo termina por configurar una realidad social en constante transformación,
más allá de si episódicamente alguno de estos ámbitos ha sido objeto de políticas estatales
regresivas, es decir, orientadas a revertir algún efecto de políticas aplicadas con anterioridad (Por
ejemplo, en el campo del control de la fecundidad y la natalidad).

Su inclusión en esta investigación de tesis tiene el propósito de ofrecer un marco de referencia para
comprender algunas de las principales transformaciones en la sexualidad que se presentan en las
conclusiones de este trabajo, discernir su significación y establecer las conexiones que pueden
resultar importantes para explorar sus proyecciones y sus impactos en la transformación social y
sexual continua de la sociedad chilena.

7.1. Diversificación de las formas familiares.

No todas las sociedades ni todas las personas operan con un mismo y único concepto de familia;
tampoco es siempre el mismo en la historia en una misma sociedad. Es probable que una generación
no comparta sus concepciones de familia con las generaciones anteriores (Por ejemplo entre nietos y
abuelos) ni con otros grupos sociales contemporáneos (Por ejemplo entre musulmanes árabes y
protestantes alemanes). De hecho, el concepto de familia se transforma con la sociedad y tanto sus
significados y experiencias, prácticas y normas, así como también el lugar que ocupa la familia en la
sociedad son el resultado de las experiencias históricas por las que ha pasado la sociedad. “Cada
época conoce sus formas de familia”, dice Martine Segalen, y agrega: “sociedad y familia son el
producto de fuerzas sociales, económicas y culturales comunes, sin que una sea el resultado de la
otra.” (en Valenzuela, Tironi y Scully, 2006) El uso de una noción acrítica y ahistórica del concepto de
familia, asume una particular configuración de familia como la forma de organización natural y
universal de los seres humanos independientemente de sus contextos. Dice a este respecto Reuben:
“la familia como concepto genérico, esto es en su forma más primigenia, puede ser considerada
como una institución que cumple con funciones elementales por lo tanto, la familia debe pensarse
según condiciones históricas existentes; asumiendo formas distintas en el cumplimiento de esas
funciones.” (2001, p. 27).

Por ello, resultaría más apropiado hablar de familias, en plural, que de una “modalidad” única y
singular de familia. La expresión “modalidades de familia” puede referirse a muchas de sus
dimensiones, que tienen algún grado de autonomía entre sí. Típicamente se ha utilizado para

Elaborado por académicosm de la Universidad de Chile bajo la dirección de Irma Palma 40


distinguir estructuras domésticas, vale decir de hogares; los criterios para clasificarlas son muy
variados, pero en general apuntan a diferenciar entre las nucleares y las más amplias que éstas;
las unipersonales y las no familiares quedan como categorías especiales y secundarias. Las
segundas corresponden a las unidades donde no se hay relaciones de parentesco entre sus
miembros (Naciones Unidas, 2003; Arriagada, 2001). También se distingue entre familias centradas
en el padre o en la madre, o en los adultos mayores (Yount y Agree, 2004). Otra distinción refiere a
las relaciones intrafamiliares, donde se efectúa un contrapunto entre familias autoritarias y
democráticas (Jelin y Díaz-Muñoz, 2003); entre familias simétricas y asimétricas —en particular en
materia de relaciones de género (Tuirán y Salles, 1996)-, entre familias de lazos fuertes y débiles
(Reher, D.S., 1998); entre familias retenedoras o expulsadoras según el momento en que
promueven la autonomización de los hijos (ONU, 2002), etc.

Existe un conjunto de otros atributos indicativos de nuevas formas familiares: familias mono-
parentales (en su mayoría lideradas por mujeres) y recompuestas (“Tus hijos, mis hijos y los
nuestros”, a veces llamadas step families en inglés), que derivan del incremento de las
separaciones, divorcios y segundas uniones (Jelin y Díaz Muñoz, 2003); los casos emergentes de
parejas homosexuales (Jelin y Díaz- Muñoz, 2003; Beck-Gernsheim, 2002)22 y algunos fenómenos
que por definición se apartan de la noción de familia, pero que constituyen formas alternativas de
unión como ocurre con las parejas que viven aparte o living apart together (De Jong, 2004; Beck-
Gernsheim, 2002; UNECE-UNFPA, 2002). Algunas de estas nuevas formas familiares no son
propiamente nuevas (Por ejemplo, las mono-parentales), aunque sí lo son sus condiciones de
manifestación (En grupos etarios y sociales diferentes, por ejemplo).

Puede sugerirse que una aproximación a la diversidad histórica de las modalidades de familia
requiere observar sus procesos de transformación y desarrollo de tendencias a la generalización de
ciertos rasgos a escala global -como lo fue en su momento la nucleación, y como lo está siendo la
equiparación de las relaciones entre géneros y generaciones en su interior-, a la vez que precisar
los rasgos culturalmente específicos, respecto de los cuales no resulta predecible su tendencia
futura.

En la sociedad chilena, desde 1992 en adelante los censos usan una tipología de hogares que
distingue siete tipos de hogares, de formas familiares y no familiares (SERNAM, 1992; SERNAM-INE.
2004). Los hogares están definidos por la forma que ellos se organizan de acuerdo a la presencia o
ausencia de determinados miembros en el hogar. Para tales efectos, los miembros del hogar,
detallados en la pregunta censal correspondiente, se clasifican en: cónyuge (esposo/a y conviviente);
hijo (hijo/a e hijastro/a); pariente (yerno/nuera; nieto/a; hermano/a; padres y suegro/a). Esta tipología,
sin embargo, todavía deja fuera, por ahora, como decíamos más arriba, al tipo de hogar sin el vínculo
típico de conyugalidad.23 Su actual caracterización es la siguiente:

22 
En
este
sentido,
una
matriz
hetero-normativa
dejaría
fuera
otros
ordenamientos
familiares
no
hegemónicos,
por
ejemplo
las
mujeres

que
tienen
familias
homoparentales.

23 
Se
ha
sugerido
el
uso
de
la
noción
de
familias
“posnucleares”
(Requena,
1993,
citado
por
González,
2003),
para
conceptualizar
las


formas
 familiares
 originadas
 en
 uniones
 no
 matrimoniales,
 las
 parejas
 sin
 descendencia,
 las
 familias
 “combinadas”,
 con
 hijos

procedentes
de
uniones
anteriores,
las
familias
mono-parentales,
las
familias
homoparentales.

Elaborado por académicosm de la Universidad de Chile bajo la dirección de Irma Palma 41


Fuente: SERNAM-INE, 2004

La sociedad chilena transita hacia familias pequeñas. El tamaño medio de los hogares ha disminuido
paulatinamente desde mediados de la década de 1960 hasta la actualidad, en el contexto de las
transformaciones producidas en la fecundidad de las mujeres (En general, del proceso de transición
demográfica que se inicia en ese periodo), en la estructuración de las uniones y organización de las
relaciones de parejas en general. El tamaño medio del hogar ha evolucionado de 5.1% miembros en
1970, a 4.5%, en 1982, a 3.9%, en 1992, y a 3.6%, en 2002.

En dicha evolución se ha ido produciendo una reducción de la brecha que diferenciaba el tamaño de
los hogares entre los estratos socioeconómicos, desde un mayor tamaño en los estratos sociales
populares a uno menor en los estratos altos. En los últimos años se mantiene estable el tamaño de los
hogares en mejor posición económica relativa, en tanto continúa descendiendo en los otros
(Raczynski, 2006, citado en Valenzuela, Tironi y Scully, 2006).

Durante la década de 1990 se produjeron transformaciones en la forma de organización de los


hogares y especialmente en la jefatura por sexo de los mismos. En primer lugar, el modelo de hogar
nuclear con ambos miembros de la pareja ha disminuido levemente su presencia y, a pesar de ser la
forma de organización mayoritaria, aumentan otras formas de organización de los hogares. Pueden
observarse las siguientes variaciones en el curso de esos diez años en la distribución por tipo de
hogar: a.) Los hogares nucleares bi-parentales mantienen su condición de principal forma de
organización familiar, pero su importancia relativa disminuye en tres puntos porcentuales (50% a 47%)
entre los censos de 1992 y 2002; b.) Aumenta de manera significativa la proporción de hogares
unipersonales, desde un 8% a un 12% en dicho periodo; c.) Aumentan los hogares nucleares mono-
parentales su presencia de 9% a 10%; d.) En las restantes formas de organización de los hogares, se
observa una disminución leve en la proporción de los hogares extensos con ambos miembros de la
pareja.

Elaborado por académicosm de la Universidad de Chile bajo la dirección de Irma Palma 42


En segundo lugar, en la década se produce un significativo aumento de la jefatura de hogar femenina
(Pasa de 25% a 32%), fundamentalmente en los hogares bi-parentales, ya sea nuclear o extenso.24
Este fenómeno -el aumento de la jefatura femenina en hogares bi-parentales- expresa
transformaciones de las relaciones de género en la pareja, ya que puede ser leído como el
reconocimiento al aporte de la mujer al ingreso del hogar (SERNAM/INE, 2004).

En tercer lugar, la jefatura femenina promedio (32%) es muy variable: en los hogares nucleares mono-
parentales alcanza al 85%, mientras en los hogares nucleares bi-parentales lo hace sólo al 11%. La
distribución de los hogares mono-parentales por sexo del jefe muestra a la vez que las mujeres, con
mucha mayor frecuencia que los hombres, forman hogares donde viven sin pareja solas con sus hijos.
En 2002, un total de 341 mil hogares estaban integrados por mujeres y sus hijos, de las cuales casi la
mitad era menor de 40 años.

7.2. Transformación en las uniones en la sociedad chilena.

La evolución de la tasa de nupcialidad durante el siglo XX en la sociedad chilena muestra un


fenómeno notable: el intenso descenso producido en su última década. Hacia la tercera década se
produjo una elevación de la tasa –desde 6, en 1910, a 9.1 en 1930-, luego hubo una leve baja y
posteriormente se estabilizó en torno a siete hasta la década de 1990, en la que se produjo una
brusca caída a niveles inéditos. En el curso de la década de 1990 se produce un descenso
progresivo que lleva la tasa de nupcialidad a un nivel sustantivamente inferior a comienzos de la
actual década (3.6 en 2003).

Del mismo modo, se produce una reducción leve de las uniones entre los censos de 1992 y 2002 -
desde 57.5% a 55.1%. Al mismo tiempo que el matrimonio desciende en el periodo -de 51.8% a
46,2%-, se produce un ascenso importante de la convivencia –de 5.7% a 8.9%. Por ello, puede
afirmarse la existencia, en la actualidad, de una recomposición interna de las uniones en la
sociedad chilena. El descenso en los niveles de sujetos unidos, aparece también asociado a un
incremento de la proporción de sujetos separados –que dejan la condición de unidos- y de solteros
–que no ingresan a ella.

Por otra parte, al mismo tiempo, se modifican las edades del matrimonio. Se ha producido un
aumento de la edad promedio del matrimonio de aproximadamente tres años entre 1980 y 2000
para hombres y mujeres; no obstante, persiste una sistemática brecha etaria cercana a tres años
entre los géneros.

En el contexto de variaciones en los niveles de uniones en la sociedad chilena en la última década


nos preguntamos: ¿Cómo se organizan las uniones en la actualidad?, ¿Cómo se comportan
hombres y mujeres respecto de las uniones?, ¿Cuáles son las sincronizaciones de los sexos en
relación a las uniones?

A continuación se presenta un análisis de las modificaciones de las uniones y estados civiles en la


sociedad chilena en el periodo reciente, basado en las versiones de 1990 y 2003 de la Encuesta
CASEN.

24 
Es
decir,
en
hogares
donde
el
cónyuge
está
presente
y
dentro
de
éstos
donde
la
mujer
cónyuge
es
económicamente
activa.


Elaborado por académicosm de la Universidad de Chile bajo la dirección de Irma Palma 43


De forma general, en Chile se ha producido en la última década un descenso de las uniones.
Observado el fenómeno por cohortes etarias, no obstante, se presenta una reducción de las
uniones en los segmentos más jóvenes y de edades medianas -la mayoría-, al mismo tiempo que
un leve incremento en los segmentos de edades mayores –más minoritarios. En efecto, descienden
entre los grupos de 15 a 49 años en las mujeres y entre los 15 y 59 años en los hombres, y
después de esas edades, se estabilizan o aumentan las uniones.

En el periodo 1990-2003 se observa de forma general un descenso notable del matrimonio en los
diversos grupos de edad, con la sola excepción de los hombres mayores de 80 años y de las
mujeres mayores de 65 años. Ello implica un desplazamiento de la edad del matrimonio hacia
edades mayores. Pero, al mismo tiempo, implica un descenso de la condición conyugal en la
población chilena.

En este periodo los descensos del matrimonio son mayores entre los hombres que entre las
mujeres, en un marco de niveles disímiles de conyugalidad, en el cual éstos presentan los mayores
niveles. Por ello, puede sugerirse una reducción de la brecha conyugal entre los sexos. ¿Qué
grupos etarios cambian más significativamente en relación al matrimonio? El matrimonio no
desciende de igual forma en todas las cohortes etarias. Entre las mujeres, las cohortes en que más
desciende el matrimonio son las situadas entre los 20 y 34 años de edad. Entre los hombres, las
cohortes en que más desciende el matrimonio son las situadas entre los 20 y 44 años de edad.

Cuando el matrimonio disminuye en los grupos etarios aquí analizados, preferentemente entre los
más jóvenes ¿qué le substituye? o ¿qué otros estados civiles absorben la diferencia? La
cohabitación y la soltería son los dos estados que pueden asociarse a una substitución de la
conyugalidad. Sus ascensos sincrónicos en tales grupos etarios así lo indican. Por cierto, en el
mismo periodo, se observa un aumento notable de la cohabitación en los diversos grupos de edad,
con la sola excepción de los hombres y mujeres mayores de 80 años, en el marco de niveles
generales relativamente reducidos. En 1990, ninguna cohorte supera el 7% en la población chilena;
en 2003, varias cohortes se ubican en torno al 15%.

Del mismo modo, se observa un aumento de la soltería en los diversos grupos de edad, aunque
desigual. La proporción de solteras/os aumenta 10 puntos porcentuales entre las mujeres del grupo
20-24 años; entre los hombres de 25-29 años, llega a 13 puntos porcentuales. Por cierto, ello se
explica por un desplazamiento de la edad del matrimonio. No obstante, un incremento leve de la
soltería en las cohortes mayores es expresivo de un leve descenso general de las uniones.

Por su parte, la separación se incrementa en el periodo; no obstante, aporta magnitudes menos


importantes en la substitución de la conyugalidad. En 1990 existían niveles disímiles de separación
entre las mujeres y los hombres. Se incrementan en el periodo estudiado: en las mujeres
preferentemente en las cohortes mayores (sobre 45 años) y en los hombres desde las cohortes de
edad mediana (desde los 30 años).

7.3. Tendencias de la fecundidad: calendarios, contextos y estatus socioeconómico.

En la década de 1950 la fecundidad de las mujeres en el país se situaba por sobre cinco hijos -más
precisamente, 5.0 y 5.3 para el primero y segundo quinquenio-. Inicia su descenso a partir de la
década de 1960. Desciende primero en un proceso de reducción acelerado hasta fines de la

Elaborado por académicosm de la Universidad de Chile bajo la dirección de Irma Palma 44


década de 1980 -descendió a 2.7 en el quinquenio 1985-1990-25; le sigue un descenso más
moderado y progresivo durante la década de 1990, hasta alcanzar a 2.1 en el año 2000, y en los
primeros años de la actual década continua descendiendo: en el año 2003 alcanza a 1.9, situando
a Chile bajo la barrera de los dos hijos/as por mujer al final de la vida fértil.

El proceso de reducción de la fecundidad afecta a las mujeres de todos los grupos de edad, a
pesar de que su intensidad es variable; y modifica, a su vez, el aporte relativo a la tasa global de
fecundidad de los mismos. Del mismo modo, observada la evolución en términos de tasas de
fecundidad por grupos de edades -es decir la cantidad de mujeres que dentro del rango de edad ha
tenido hijos, y en este caso se calcula por cada mil mujeres- también existen diferencias indicativas
de una transformación de las edades de la maternidad en la sociedad chilena.

El segmento de mujeres mayores de cuarenta años inicia a partir de la década de 1970 un


descenso muy importante y sostenido en su tasa específica de fecundidad: el grupo de 40-44 años
desciende de 56 por mil en 1950 a 14.9 por mil en 2003; el grupo de 45-49 años desciende de 17
por mil en 1950 a 0.8 por mil en 2003.26 El aporte específico a la tasa global de fecundidad
disminuye notablemente entre los períodos 1970-1975 y 1990-1995. En la actualidad, hacen un
aporte bajísimo a la fecundidad global en la sociedad chilena (3% cada uno en 2003).

Por su parte, el segmento de mujeres entre 20 y 29 años ha tenido históricamente las tasas más
altas de fecundidad. Las ha reducido en las últimas décadas, no obstante, continúan siendo
mayores. En1950 la tasa específica del grupo de 20-24 años alcanzaba a 195 por mil, y la del
grupo de 25-29 años alcanzaba a 198 por mil; en 2003, alcanzan a 94 por mil y a 100.4 por mil,
respectivamente. También el segmento de mujeres entre 30 y 39 años ha reducido de forma
importante en las últimas décadas, no obstante, los grupos etarios que lo componen han
presentado intensidades y ritmos distintos en su evolución, lo que produce una divergencia
manifiesta tanto en las tasas de fecundidad propias como en sus aportes relativos. Por una parte,
las tasas específicas de los grupos de 30-34 años y 35-39 años alcanzaban en 1950 a 161 y 131
por mil, respectivamente; en 2003, alcanzan a 88.6 y 51.7 por mil, respectivamente. Es decir, el
grupo mayor descendió de forma más importante, permaneciendo el más joven más próximo a los
segmentos de 20-29 años, por tanto, situado entre los grupos de mayores tasas de fecundidad. Así,
el mayor aporte relativo a la tasa global de fecundidad se ha situado en los grupos de mujeres entre
20 y 34 años. Los grupos 20-24 años, 25-29 años y 30-34 años presentan en la actualidad los
niveles más altos y semejantes entre sí: 23%, 24% y 22%, respectivamente, en el año 2003. El
grupo de 35-39 años ha tendido a la reducción de su aporte en el tiempo (13% en el año 2003).

Finalmente, el segmento adolescente -grupo de mujeres entre 15 y 19 años- inicia más tardíamente
y en menor magnitud su descenso en su tasa específica de fecundidad. En 1950 la tasa alcanzaba
a 73 por mil. Hasta 1975 la tasa de fecundidad adolescente se mantuvo bastante constante en
torno a 80 por mil. A partir de 1975 comenzó a descender, aunque con fluctuaciones, hasta
alcanzar una tasa en torno a 60 por mil hasta el año 2000; luego desciende más aceleradamente
hasta la tasa actual –2003- de 54.7 por mil.27 No obstante la reducción en la tasa de fecundidad
adolescente, dado que los descensos entre las mujeres mayores han sido más significativos, su
aporte relativo a la tasa global de fecundidad muestra una tendencia, aunque fluctuante, al
aumento en las últimas décadas. Entre 1950 y 1975 el aporte relativo de la fecundidad de las

25
Fuente:
INE/CELADE.

“Estimaciones
y
proyecciones
de
población
por
sexo
y
edad.
Total
país:
1950-2050”
26 
Instituto
Nacional
de
Estadísticas,
INE.
Anuario
de
Estadísticas
Vitales.
Año
2003.

27 
Instituto
Nacional
de
Estadísticas,
INE.
Anuario
de
Estadísticas
Vitales.
Año
2003.


Elaborado por académicosm de la Universidad de Chile bajo la dirección de Irma Palma 45


adolescentes muestra un ascenso desde el 8% hasta el 12%, aproximadamente, nivel que se
mantiene relativamente estable hasta 1990. Según las proyecciones de población de INE/CELADE
para los quinquenios 1995-2000 y 2000-2005, el aporte seguiría descendiendo, hasta algo menos
de un 10%. No obstante, información basada en las estadísticas vitales señala que el aporte
relativo en los últimos años es superior al proyectado; alcanza a 15% en el año 2003.28 La
información del período examinado permite observar que mientras la tasa global de fecundidad
disminuyó en un 50%, el aporte del grupo de 15 a 19 años se incrementó en torno a 100%,
constituyéndose en el grupo que aumentó de manera más significativa su importancia relativa.

El proceso de reducción de la fecundidad ha afectado fundamentalmente a las mujeres casadas,


las que muestran una fuerte caída de la natalidad a lo largo del periodo, con una reducción de su
tasa de natalidad desde 258.9 niños por 1.000 mujeres en esa condición en1960, a 68.9 en el año
2000. La mayor reducción se sitúa en la década de 1960, periodo en que justamente se inicia en el
país la política de planificación familiar, que se dirigió principalmente a las mujeres unidas,
especialmente a las casadas.

Por su parte, el nivel de nacimientos fuera del matrimonio aumentó de 15.9% en 1960 a 53.8% en
el año 2003. Dicho incremento se explica, según Osvaldo Larrañaga (2006, en: Valenzuela, Tironi y
Scully, 2006), por una caída en la tasa de natalidad de las mujeres casadas y, al mismo tiempo,
una elevación en el porcentaje de mujeres no casadas en todos los tramos de edad a partir de
1990, ya que la tasa de natalidad de natalidad de mujeres no casadas se ha mantenido
relativamente estable en el periodo (sólo a partir de 1990 contribuye con las mujeres jóvenes).

Los nacimientos fuera del contexto marital se producen en tres contextos distintos: la maternidad
en soltería, la maternidad de mujeres separadas- y la parentalidad en convivencia. Recientemente,
en 2003, un 22% de los nacimientos corresponde a madres que cohabitan, una proporción un poco
menor corresponde a solteras (18,3%) y una proporción pequeña (5,2%), a separadas.

Análisis realizados por Osvaldo Larrañaga (2006), basados en los últimos censos -en los cuales se
aproxima el NSE a través de los años de escolaridad y se considera una cohorte de mujeres de 35-
39 años para estimar el número de hijos al término del periodo reproductivo y se las clasifica en
cuartiles que permiten considerar la evolución de la escolaridad en el tiempo-, muestran que ha
habido una reducción diferenciada de la natalidad, mayor en las mujeres de menor NSE -
correspondientes a los dos primeros cuartiles- y menor en las mujeres de mayor NSE -
correspondientes a los dos últimos cuartiles-.

En el curso de los últimos cuarenta años, en la sociedad chilena se ha reducido la brecha entre
unas y otras mujeres en el número de hijos, produciéndose crecientemente una relativa
convergencia en el comportamiento reproductivo. Así, en 1960, mientras una mujer perteneciente al
primer cuartil de escolaridad tenía 5,72 hijos al término del periodo reproductivo, la del cuarto cuartil
tenía 3,01; en el año 2000, la primera sólo tiene 2,88 y la última sólo 1,91. Ambas mujeres tienen
menos hijos en la actualidad, pero la primera redujo su fecundidad de forma más intensa, y al
hacerlo, devienen más parecidas en sus procesos reproductivos.

28 
Instituto
Nacional
de
Estadísticas,
INE.
Anuarios
de
Estadísticas
Vitales.
Años
2000,
2001,
2002
y
2003.

Elaborado por académicosm de la Universidad de Chile bajo la dirección de Irma Palma 46


7.4. Doble trabajo de las mujeres, doble inequidad.

En el curso del siglo XX la participación de las mujeres en el mercado de trabajo se mantuvo en


niveles persistentemente bajos y relativamente estables hasta las décadas de 1960 y 1970, y, a
partir de la década siguiente, de 1980, con transformaciones en el plano de la economía, que
impone reformas estructurales que modifican el patrón de desarrollo del país hacia una economía
abierta al comercio exterior. Tales transformaciones crean una demanda de nuevos empleos que
requieren nuevas habilidades y aptitudes supuestamente más “femeninas”, y porque la reproducción
doméstica no puede ser ya sostenida exclusivamente por el salario familiar del hombre.
Según el INE, en 2003, la tasa de participación femenina llegaba a un 35,7%. 29 Las mujeres
adolescentes han reducido su participación en el mercado laboral en el contexto de una prolongación
creciente de los estudios en este período; las mujeres entre 20 y 24 años han tendido a incrementar su
tasa en la última década, no obstante, más levemente que entre los grupos de mujeres mayores, ya
que en esta edad confluyen factores que inducen a la prolongación de los estudios y los que presionan
a la mayor participación laboral; los grupos de mujeres con edades superiores a 25 años incrementan
más sustantivamente su participación en la última década (hasta alcanzar un 50,7% de participación,
en 2003, entre las mujeres de 40 a 60 años.

Existe una intensa relación positiva entre niveles de escolaridad y grados de inserción en el mundo
laboral. La más alta tasa de participación se presenta entre las mujeres que tienen los más altos
niveles de escolaridad. Las mujeres con educación superior tienen una tasa cercana a 75%, en 2003,
más alta que todas las otras mujeres, aunque más baja que la tasa de participación de los hombres.
Las mujeres con educación secundaria tienen una tasa más baja que las anteriores, cercana a 55%.
Por su parte, las mujeres con educación básica o sin educación tienen una tasa inferior a la mitad de
las mujeres con niveles de educación superior. La evolución de las tasas en la última década, no
obstante, indican que los mayores incrementos más altos entre los dos últimos grupos de mujeres. Del
mismo modo, en el primer quintil hay un 24,5% de participación y en el último quintil hay 52%. Esta
diferencia también se observa en la formalización del empleo: un 45,1% de las trabajadoras
pertenecientes al quintil más pobre del país lo hace en condiciones de un contrato laboral, en tanto
esto alcanza a 87,16% entre las mujeres del quintil más adinerado.

Un estudio internacional realizado por la OIT y PNUD (2005), sostiene que la mujer sufre una
exclusión del mercado de trabajo en nuestro país que ocurriría en dos niveles: La exclusión del
mercado de trabajo remite a las condiciones socioeconómicas y culturales que se interponen al
desempeño por parte de una mujer a realizar una actividad remunerada. Dentro de esta dimensión, la
distribución de tradicional de tareas domésticas implica, en definitiva, formas de subordinación de la
mujer que limitan su acceso al mercado del trabajo. En el periodo 1998-2002, las mujeres tardaron
más en conseguir un empleo que los hombres y tuvieron una mayor tasa de desempleo que ellos. En
segundo lugar, la exclusión en el mercado del trabajo alude a la discriminación de género que muchas
mujeres reciben en sus respectivos lugares de trabajo. En esta dimensión, el género se asoció
fuertemente a las situaciones de pobreza e indigencia que ellas experimentan. La pobreza de las
mujeres revise un carácter más crónico, a diferencia de la pobreza de los hombres, pues las primeras
carecen muchas veces de autonomía económica y social. La situación de vulnerabilidad es mayor


La
mayoría
de
los
países
latinoamericanos
tiene
más
de
un
50%
de
participación
femenina.
Esta
diferencia
se
acentúa
aún
más
si
se

29

compara
con
los
países
de
la
OECD,
los
que
a
fines
de
la
década
de
los
noventa
tenían
una
tasa
promedio
que
llegaba
a
un
60%1.
(OIT,

1998).



Elaborado por académicosm de la Universidad de Chile bajo la dirección de Irma Palma 47


cuando la mujer trabajadora es jefa de hogar, especialmente en los quintiles más pobres, en donde el
tamaño familiar es mayor.

La Encuesta CASEN de 2006 muestra que el aumento de las jefaturas de hogar femenina es
porcentualmente mas importante en los estratos más pobres, lo que implica que las mujeres están
siendo sostenedoras económicas y de la gestión reproductiva de los hogares. En el primer quintil
de ingresos hay más mujeres jefas de hogar que en los quintiles de mayor ingresos (34,3% v/s
26,1%)30

Hasta ahora la incorporación de mujeres al mundo del trabajo se realiza en un contexto económico,
social y cultural en el cual, por una parte, ingresan en un mercado de trabajo flexible y precarizado en
el que se concentran en los puestos menos calificados, peor remunerados, de menor estatus social,
aun cuando los niveles educativos de la fuerza de trabajo femenina superan a los de la fuerza de
trabajo masculina; y, por otra parte, experimentan las tensiones derivadas de unas transformaciones
que aunque han debilitado las representaciones tradicionales de las funciones adscritas a las mujeres
abriéndoles nuevas opciones de desarrollo personal y de autonomía, no han alcanzado los patrones
que norman las relaciones de género. Así, las mujeres ingresan al mundo del trabajo ampliando su
repertorio identitario, pero manteniendo las funciones de cuidado y de administración doméstica que
les atribuía el modelo de familia que sostenía la sociedad capitalista industrial. No se produce una
redistribución del tiempo social de trabajo entre los sexos lo que se traduce, por una parte, en una
mayor carga de trabajo total para las mujeres, y por otra, en la exposición de las mujeres a factores de
riesgo derivados del ejercicio de dos trabajos simultáneos pero diferentes: el trabajo productivo y el
reproductivo.

En la sociedad contemporánea, las familias están confrontadas a resolver la tensión entre la


disponibilidad de los adultos o el adulto para el cuidado de los miembros más jóvenes de la familia,
y la necesidad de generar ingresos para que estos últimos puedan disponer de condiciones para su
autonomía (estudiar, alimentarse, acceso a los servicios de salud, acceso a los bienes culturales,
etc.). Más que una elección, el trabajo fuera del hogar se presenta como una condición de
viabilidad familiar y como una condición de ejercicio de la propia autonomía, a la vez que como una
condición de aprendizaje de la futura de los hijos e hijas. Se trabaja fuera del hogar para generar
ingresos que permitan que las generaciones más jóvenes dispongan de mejores oportunidades
para realizar sus proyectos de vida, a la vez que para realizarse como personas y para que los
hijos e hijas aprendan a compatibilizar la pertenencia familiar con el mundo fuera de ella.

La Encuesta Experimental de Uso del Tiempo en Chile (INE-MINSAL, 2007),31 que analiza lo
división sexual del trabajo a interior de los hogares, muestra que un 77,3% de las mujeres se
dedica a las tareas del hogar, independientemente si trabaja remuneradamente fuera del hogar, en
tanto sólo un 36,6% de los hombres realiza esa misma labor. En cuanto al cuidado de personas en
el hogar, un 32,8% de las mujeres lo realiza, cifra que desciende drásticamente al 7,8% de los
hombres.

30 
 Trabajo
 doméstico
 no
 remunerado
 en
 las
 mujeres.
 Notas
 para
 el
 debate
 sobre
 la
 participación
 de
 las
 mujeres
 en
 la
 economía
 del

trabajo
 no
 remunerado.
 Documento
 Temático
 elaborado
 por
 MIDEPLAN
 como
 material
 de
 apoyo
 al
 Seminario
 Protección
 Social
 y

Género.
Octubre
2008
31 
Encuesta
Experimental
sobre
el
Uso
del
Tiempo
en
el
Gran
Santiago.
Resultados
Preliminares.
2008.
INE-MINSAL
Chile.


Elaborado por académicosm de la Universidad de Chile bajo la dirección de Irma Palma 48


Por su parte, la Encuesta "Valorización del Trabajo Doméstico No Remunerado" (SERNAM, 2008),
realizada en la RM, informa que utilizan en tiempo comprometido por las mujeres en el trabajo
doméstico no remunerado es un 23,8% de su tiempo, en tanto es sólo un 10,3% entre los hombres.

Asimismo, las mujeres realizan el 60,1% del trabajo doméstico no remunerado; los hombres, sólo el
39.9%. Del mismo modo, las mujeres dedican 233.63 minutos promedio a los quehaceres
domésticos; los hombres, sólo 93,37 minutos. Mientras los hombres ocupan en promedio 380
minutos diarios en trabajar, educarse o capacitarse, las mujeres ocupan 288 minutos de su tiempo
en las mismas actividades; una diferencia de 100 minutos a favor de los varones. El promedio de
tiempo libre declarado por los varones es levemente mayor que el declarado por las mujeres, sin
embargo la diferencia no es significativa: en promedio las mujeres dedican 270 minutos diarios a
actividades de tiempo libre y los hombres 305 minutos, lo que significa una diferencia de 30
minutos en promedio.

7.5. Relaciones y socialización de género en la vida familiar.

La familia constituye un espacio de aprendizaje de las relaciones de género, las posiciones y


relaciones de poder de hombres y mujeres (sexo/género: imágenes de femineidad, funciones
domésticas y públicas, etc.), y de la organización social de la sexualidad con base en el género
(sexo/género/deseo: homosexualidades, transexualidades, atipicidades, etc.).

En este sentido las madres y los padres de niños, niñas y adolescentes de hoy, ya tienen consigo
aprendizajes en el ámbito de las relaciones de género que les orientan, aunque insuficientes y
muchas veces contradictorios, hacia unas prácticas y discursos, significaciones e interpretaciones,
hacia una mayor igualdad entre hombres y mujeres.

De este modo, podemos apreciar una reconfiguración en las relaciones de género al interior de los
grupos familiares, así como una transformación en los modos de socialización de género al interior
de estos espacios.

En esta perspectiva se pueden observar elementos de transformación en las relaciones de poder,


donde por ejemplo, hasta hace algunas décadas, la violencia del padre hacia la madre, o bien, la
exigencia del sexo marital, estuvieron naturalizados. En la actualidad, estas acciones constituyen
un atropello a los derechos humanos de las mujeres, y un delito en el caso de la violencia.

Al mismo tiempo el trabajo en la esfera doméstica estuvo en un contexto tradicional, a cargo de las
mujeres, dándose también una distribución desigual en la colaboración en el trabajo doméstico de
hijos e hijas. Así, podíamos ver como a las hijas se les socializaba para las labores domésticas, se
les exigía ayudarles a las madres en este tipo de labores mientras que los hermanos varones, o
bien el padre gozaba de no tener que realizar estas labores, o bien, realizarlas en menor medida.

En la socialización actual de las hijas, las madres y los padres, desean y tratan de que ellas
estudien y tengan una profesión. Desde un punto de vista histórico ello implica una incursión de las
mujeres en territorios tradicionalmente masculinos y lo hacen, no sólo por las transformaciones del
mercado y el desarrollo personal, sino también porque las familias estiman que ser autónomas

Elaborado por académicosm de la Universidad de Chile bajo la dirección de Irma Palma 49


asegura mejor a las hijas mujeres para enfrentar las vicisitudes de la vida en pareja, el divorcio o la
violencia32.

En este sentido, la socialización femenina al interior del espacio familiar, en la actualidad, se centra
principalmente en el aprendizaje para la inclusión e integración en el mercado laboral, y para la
realización de labores doméstica y el cuidado de las y los otros integrantes de su espacio familiar.

Ello implica el desarrollo en la vida familiar de nuevas prácticas, nuevas normas, nuevas
conversaciones que conduzcan a nuevos aprendizajes para los niños, niñas y adolescentes en
todos los planos de la vida de esta manera.

De esta manera se hace fundamental revisar aspectos que muchas veces pasan desapercibidos,
por obvios y “naturales”, conduciendo a la reproducción de relaciones que no quisiéramos
promover.

Por ejemplo, los padres y las madres favorecen desigualmente la conversación entre las niñas y
niños como un modo preferente de resolución de conflictos en las parejas y familias, y con ello
contribuyen a establecer unos modos sexistas de resolverlo en la adultez. Así, las niñas son
intensivamente estimuladas y reforzadas en la conversación, incluso ante los conflictos en que
unos modos conversacionales son valorados como propiamente femeninos por una menor
agresividad que implicarían, mientras que los niños son menos estimulados a hacer aprendizajes
de la conversación y, en caso de conflictos son entrenados en el uso de los golpes físicos, con el
argumento de saber defenderse de los ataques de otros; cosa que se estima poco femenina para
las mujeres y muy masculina para los hombres.

Al mismo tiempo, se puede observar que la socialización en los juegos infantiles presenta pautas
diferenciadas de los roles masculinos y femeninos que niñas y niños deberían cumplir en el futuro.
Es así como por ejemplo, existen muñecas que simulan hijos/as, coches y juegos de tacitas para
las niñas, mientras que los niños pequeños suelen jugar con súper héroes y medios de transporte.

Si bien se puede ver en estos juegos pautas de socialización diferenciadas según el género,
podemos dar cuenta que estas pautas se encuentran en transformación y tensión. Por ejemplo, al
momento que se logra inculcar en el niño la responsabilidad paterna, o a la niña determinados
valores o roles que habían sido considerados tradicionalmente como masculinos, o bien, cuando
existe la posibilidad de realización de juegos integrados para niños y niñas donde los pone y los
representa a futuro en espacios de mayor equidad.

Del mismo modo, en los aprendizajes prácticos del trabajo domestico se produce con frecuencia
una intensidad y esfuerzo desigual por parte de los padres y las madres respecto de los niños y
niñas: a los primeros, porque se les atribuye una mayor torpeza manual y de motricidad fina, se les
asignan menos tareas o se les asignan tareas complementarias, de colaboración; a las niñas, en

32
 Al
 mismo
 tiempo,
 más
 que
 una
 elección,
 el
 trabajo
 fuera
 del
 hogar
 se
 presenta
 como
 una
 condición
 de
 viabilidad
 familiar,
 una

condición
de
ejercicio
de
la
propia
autonomía
e
individualización
de
los
adultos,
y
como
una
condición
de
aprendizaje
de
la
autonomía
e

individualización
de
las
generaciones
más
jóvenes.

Se
trabaja
fuera
del
hogar
para
generar
ingresos
que
permitan
que
las
generaciones
más
jóvenes
dispongan
de
mejores
oportunidades

para
realizar
sus
proyectos
de
vida,
a
la
vez
que
para
realizarse
como
personas
y
para
que
los
hijos
e
hijas
aprendan
a
compatibilizar
la

pertenencia
familiar
con
el
mundo
fuera
de
ella.

Elaborado por académicosm de la Universidad de Chile bajo la dirección de Irma Palma 50


cambio, se les enseña más aplicadamente las tareas domésticas, en especial las vinculadas a la
crianza de hijos e hijas en el futuro.

7.6. Familia, auto-reconocimiento y proyectividad personal.

Los aprendizajes de relaciones, vínculos afectivos que tienen lugar en la familia tienen como
referencia inmediata a las experiencias que sus miembros tienen, día a día, fuera de la misma, en
el mundo exterior: en el trabajo, en la calle, en la escuela, en los espacios públicos, en otros
domicilios, etc. En este sentido, la experiencia de familia se construye también, de manera muy
importante, a partir del hecho de que cada uno de sus miembros “vive” también en sociedad; la
familia, en sentido figurativo, tiene significado en tanto opera como un fundamento para la vida de
los individuos en la sociedad o en el mundo de la vida.

Lo anterior implica que la familia juega un doble papel en relación a sus miembros: por un lado,
constituye un grupo de pertenencia e identificación para cada uno de sus miembros y, por
otro, permite que sus miembros realicen los aprendizajes que les servirán para construir sus
propios proyectos de vida o proyectos biográficos en la sociedad. A continuación, proponemos el
siguiente mapa conceptual para representar la situación de la familia en la sociedad contemporánea:

Interacciones e Interacciones e
intercambios intercambios
públicos. En el públicos. En el
Individuo Individuo
trabajo, escuela, trabajo, escuela,
calle. calle.
Familia
Pertenencia
Identificación
Interacciones e Interacciones e
intercambios intercambios
públicos. En el Individuo Individuo públicos. En el
trabajo, escuela, trabajo, escuela,
calle. calle.

Como se observa en la figura anterior, la familia se constituye como un grupo humano que provee
sentidos de pertenencia e identificación para sus miembros. No obstante, cada miembro de la familia
construye relaciones y compromisos de acción con múltiples otras personas fuera de la familia, con las
cuales realiza intercambios estratégicos, es decir, que contribuyen a su propio proyecto de vida y a
sus propias trayectorias biográficas (en la escuela, en el trabajo, en la calle, en los lugares públicos,
etc.). De esta forma, la familia se presenta como un proceso siempre abierto y constante de
construcción de un espacio y un tiempo común, que integra las conversaciones y los vínculos que sus
miembros sostienen fuera de ella, permitiendo que cada miembro sienta que pertenece a un círculo
pequeño, íntimo y separado del mundo.

La calidad de la inserción de cada uno de los miembros de la familia en la comunidad o en la sociedad


(en el trabajo, en la escuela, en las instituciones públicas, en la cultura, etc.) también influirá en la
conformación de la familia y viceversa: si un miembro de la familia tiene dificultades para sentir que
pertenece a ella o si la identificación con su familia es precaria, también es probable que su inserción

Elaborado por académicosm de la Universidad de Chile bajo la dirección de Irma Palma 51


en el entorno social y cultural sea problemático. En este sentido, la familia juega un rol fundamental en
los aprendizajes sociales de los individuos más jóvenes.

Para que esta conexión entre los individuos y la sociedad se logre, es fundamental la realización en
la familia de dos procesos de aprendizaje: la socialización y la subjetivación. La primera dice
relación con el aprendizaje y la internalización de las normas sociales que hacen posible que el
individuo opere en relación a las instituciones y a otros individuos; en este sentido, la socialización
responde a las expectativas que la sociedad tiene respecto del individuo y su integración social. La
subjetivación, por su parte, dice relación con los modos en que los individuos elaboran y significan
sus propias experiencias de estar y vivir en sociedad y del sentido de su vida en tanto única y
singular; en este sentido, la subjetivación constituye el modo en que los individuos ‘actúan sobre sí
mismos’ produciendo sus propios modos de pensar, de sentir y de actuar.

Examinemos esto último con un ejemplo. Si se piensa en adolescentes que viven en una población
de la periferia de Santiago donde el micro-tráfico de drogas ilegales busca incluirles, que promueve
su consumo y les integra a las redes de distribución a cambio de dinero, que pueden estar fuera del
sistema escolar y del mundo del trabajo, que han abandonado tempranamente la primera y no
están capacitados para ingresar al último; puede decirse que requerirán una alta solvencia
subjetiva. Allí, donde los riesgos están próximos (hay droga a la mano, riñas, etc.), requieren estar
constantemente volcados sobre sí mismos, sobre sus propias experiencias, actuar sobre sí mismos
y hacerlo con una alta reflexividad, requerirán nunca estar des-subjetivados (ebrios o drogados, con
armas, etc.). Si se piensa en adolescentes que viven en comunas de altos ingresos, es verdad que
tienen riesgos importantes pero serán distintos (más riesgo de accidentes automovilísticos que de
drogas). No queremos decir que no usen drogas, sin embargo, no se encuentran cotidianamente
con ella, cercana y disponible ni están asediados por micro-traficantes como lo están los primeros.
Por ello, respecto de un fenómeno –en este caso la droga- requiere una menor solvencia subjetiva.

Tanto la socialización como la subjetivación tienen en la familia un lugar fundamental, un punto de


partida, para las generaciones más jóvenes. Ambos fenómenos se presentan como procesos
sociales, es decir, operan como procesos colectivos a la vez que individuales. En el plano del
individuo, tanto la socialización como la subjetivación tienen una incidencia directa tanto en las
conformaciones de las identidades personales como en las posibilidades de construcción de
proyectos de vida individuales. Observemos la Figura siguiente.

Elaborado por académicosm de la Universidad de Chile bajo la dirección de Irma Palma 52


Proyecto de vida

Individuo

Socialización Subjetivación

Familia
Normas sociales Aprendizajes
Instituciones Significados
Tradición Sentidos

Identidad
Auto-reconocimiento

Como se observa, en la familia los individuos construyen tanto sus identidades personales como
sus proyectos de vida. En este caso, la noción de proyecto de vida indica una orientación hacia la
realización de una vida con sentido, que se proyecta hacia algo, que se despliega en el tiempo
biográfico (por ejemplo, estudiar para alcanzar una carrera técnica o profesional). Los procesos de
socialización y de subjetivación tienen una incidencia directa sobre la conformación de la identidad
personal de cada uno de los miembros de la familia, así como también en la conformación de sus
proyectos de vida.

La base de la construcción de la identidad personal está dada por el ‘auto-reconocimiento’, es


decir, por la capacidad del individuo para construir el sí mismo en relación con los otros: los otros
son aquellos cuyas opiniones y gestos respecto de nosotros que internalizamos, al mismo tiempo
que construimos la conciencia de ser diferente de ellos. Por ello, la identidad y el auto-
reconocimiento de un individuo se construyen en la interacción y comunicación con las personas
que nos rodean, partiendo por la familia. En ello radica gran parte de la importancia que tiene la
familia para un individuo.

Por último, asumimos que una función fundamental de la familia concierne a la proyectividad de sus
miembros, es decir, a crear las condiciones para que los miembros más jóvenes puedan acceder a
la educación, a la salud y, en general, a los bienes culturales de la sociedad. Hemos señalado
antes la importancia que en los procesos de construcción de la propia identidad personal y de la
propia proyectividad biográfica juega el auto-reconocimiento, es decir, el aprendizaje de auto-
confianza, auto-estima y auto-respeto. Estos mismos aprendizajes constituyen también la base
para la construcción de proyectos de vida de cada uno de los miembros de la familia.

Elaborado por académicosm de la Universidad de Chile bajo la dirección de Irma Palma 53


8. Sobre la niñez, la sexualidad y el desarrollo.

8.1. Introducción.

Las sociedades hacen un esfuerzo importante y extendido por socializar en la niñez en materia de
sexualidad, esto que se denomina tipificación social genérica, que no se limita al aprendizaje de
roles, sino que alcanza a la configuración de la subjetividad, y a la estructuración de las relaciones
sociales.

A veces las preguntas acerca de la sexualidad y la niñez, suelen producirse en un contexto en que
los adultos e instituciones socializadoras -entre éstas, la escuela-, se encuentran atravesados por
representaciones e imaginarios sociales atemorizantes –sobre desviaciones, sobre-erotizaciones,
riesgos y daños, etc. Hay preguntas que se formulan sobre el desarrollo sexual; se orientan a saber
lo que sería esperable como comportamientos y experiencias en la niñez y lo que constituiría una
alteración del mismo. Este tipo de preguntas con frecuencia se orienta a conocer el origen de
comportamientos, representaciones, identidades y deseos que se considerarían impropias del
desarrollo, no normales, desviadas. Todo ello con el fin de disponer de los conocimientos que les
permitan detectar tempranamente las señales que les permitirían actuar para inhibirles
oportunamente en el momento en que se inician. Lo mismo ocurre con el desarrollo sexual y los
potenciales daños de determinados comportamientos y experiencias infantiles. Se busca conocer
los efectos de estos comportamientos y experiencias en la adultez, con el fin de disponer de las
herramientas que les permitan configurar ambientes más protectores y niños más auto-cuidados,
así como detectar tempranamente señales de daños a evitar o reducir.

A continuación tratamos un conjunto de elementos que dicen relación con la comprensión del
desarrollo sexual de los individuos en la niñez. Nos situamos ante la temática buscando hacernos
cargo de su complejidad y del estado todavía limitado de la investigación en el campo científico.
Por todo esto, un modo particular que asume este texto es el de la pregunta acerca de las
preguntas relacionadas con la sexualidad en la niñez. Se orienta a servir a los y las docente ante
una situación en que se hace manifiesta la sexualidad y su relación con el género tal como son
experimentados y expresados por los niños y niñas con los cuales desarrolla su labor pedagógica.

8.2. Crítica a noción unitaria del desarrollo psico-sexual.

Formulamos a continuación una crítica a la visión unitaria del desarrollo psico-sexual prevalente en
la psicología. La perspectiva evolutiva suele dar cuenta de las dis-continuidades intra-sujetos (al
interior del individuo en sus etapas de desarrollo), pero se afirma en las regularidades inter-sujetos
(entre uno/a y otro/a); en esa medida, da cuenta de lo común y regular a los sujetos (Araujo y cols.
2005).

Al individuo le fija etapas de desarrollo, a las que establece funciones y logros asociados.
Construye una línea y supone una potencialidad que, dadas las condiciones adecuadas, se
desarrollará en las direcciones previstas (Katchadourian, 1992). Cuando no se produce, esto es
interpretado como inmadurez, alteración o desviación. EL desarrollo humano se extiende por toda
la vida y no existe un estado final que pueda contarse como un estado de madurez o de
maduración. Sin embargo, en el desarrollo existen procesos continuos y discontinuos que se
desenvuelven en momentos variables del ciclo vital. Se caracteriza, por tanto, por la plasticidad.
Las personas viven y experimentan a lo largo de su vida una gran variabilidad individual, mostrando

Elaborado por académicosm de la Universidad de Chile bajo la dirección de Irma Palma 54


al mismo tiempo sus potenciales para el cambio. Es un proceso en el que existen periodos de
crecimiento y de estancamiento, relacionados con las capacidades de adaptación del individuo en
el sentido positivo y negativo.

Supone la unicidad del desarrollo, no su diversidad. No reconoce múltiples direcciones del


desarrollo. El proceso de desarrollo humano es multidimensional y multi-direccional, en el sentido
que no puede reducirse a un criterio único y monolítico que evolucionaría en una sola dirección.
John Gagnon y William Simon, en el contexto de una crítica a la tradición psicoanalítica, sostienen
que “el proceso de desarrollo psico-sexual, al mismo tiempo que un componente universal de la
experiencia humana, no se realiza de acuerdo a modalidades universales. (…) No tiene en cuenta
las formas extremas de diversidad de las culturas, las diferencias marcadas que se observan al
interior de nuestra propia sociedad, que requieren no de una descripción unitaria sino de
descripciones de diferentes procesos de desarrollo, que caracterizan diferentes fracciones de la
población” (Gagnon y Simon, 1973, p. 17).

No integra tempranamente en el desarrollo la noción de diversidad, que es ampliamente usada


para dar cuenta en la adultez de lo que se denomina como identidades sexuales y genéricas de
segmentos de la población. Una mujer adulta con autodefinición lésbica es comprendida como un
tipo particular, en el marco de un conjunto de orientaciones sexuales. Para comprenderla de este
modo, suele usarse el concepto de diversidad; no existe una versión de sexualidad humana, sino
siempre más de una. Esta mujer que en la adultez es comprendida en el marco de una diversidad
sexual, ¿podría ser comprendida antes, en su adolescencia, también como diversa? Podría haber
también diversidad antes, en la adolescencia; diversidad en sus sentimientos amorosos y deseos
eróticos, en sus prácticas y significados, en sus relaciones y los contextos en que éstas las
vivieron.

Jeffrey Weeks formula una crítica a la noción de desarrollo que subyace en la discusión sobre la
‘homosexualidad’, que puede ser observada como un analizador de la complejidad de una
aproximación hetero-normativa a la cuestión del desarrollo. En la carta de respuesta que Freud
envía a una madre de un joven homosexual, afirma que la homosexualidad no constituye
degeneración ni enfermedad ni delito. Sin embargo, constituye “una inhibición en el desarrollo”33.
Cuando se introduce la noción de “inhibición”, antes se ha introducido en el desarrollo un punto de
término apropiado, una meta34. Afirma que esta aproximación al desarrollo psico-sexual presenta la
dificultad de ser inconsistente cuando sostiene meta única y variedad. Dice: “Una vez que se
introduce una versión de la sexualidad dirigida a una meta, por más subrepticiamente35 que sea,
empieza a tambalearse todo el edificio de la variedad sexual, tan laboriosamente construido.”
(Weeks, 1998, págs. 75-76).

33 
“Por
supuesto
que
la
homosexualidad
no
es
ninguna
bendición,
pero
no
es
nada
de
lo
que
uno
tenga
que
avergonzarse;
no
es
un
vicio


ni
una
degradación,
y
tampoco
se
puede
considerar
una
enfermedad.
Nosotros
estimamos
que
es
una
variación
del
desarrollo
sexual.

Muchos
 hombres
 notables
 de
 los
 tiempos
 antiguos
 y
 modernos
 fueron
 homosexuales,
 entre
 ellos
 personajes
 ilustres
 como
 Platón,

Miguel
Angel,
Leonardo
da
Vinci,
etc.
Es
una
gran
injusticia,
y
también
una
crueldad,
tachar
de
delito
a
la
homosexualidad.”

(destacado

nuestro)
(Notas
históricas:
una
carta
de
Freud
a
una
madre,
1951
citado
en
Weeks,
1998)


34 
 Respecto
 del
 desarrollo
 psico-sexual,
 Freud
 reproduce
 su
 hipótesis
 sobre
 la
 evolución
 de
 las
 sociedades:
 el
 paso
 desde
 la


promiscuidad
y
la
perversidad,
que
habrían
sido
típicas
de
una
sexualidad
primitiva,
hasta
la
heterosexualidad
monogámica,
que
sería

típica
de
una
sexualidad
civilizada.

35 
 Subrepticiamente:
 que
 se
 realiza
 en
 forma
 oculta
 y
 a
 escondidas.
 En
 el
 contexto,
 se
 refiere
 a
 que
 se
 realiza
 discretamente
 o
 de


manera
no
explícita.


Elaborado por académicosm de la Universidad de Chile bajo la dirección de Irma Palma 55


8.3. La experiencia temprana del sexo y el género.

Cuando un ser humano nace, el grupo humano al que se incorpora hace una atribución de género,
y lo hace basándose en la apariencia de sus genitales externos. El primer grupo humano,
generalmente la familia, se vincula con el bebé y le socializa sobre la base de esta distinción de
sexo, sobre un cuerpo identificado. El sexo anatómico opera –tal como es entendido por
investigadores como John Money y Robert Stoller-, como un estímulo social, es decir, activa en el
entorno del bebé una serie de disposiciones socializadoras respecto de identidad, conducta y
deseo.

La experiencia más temprana del género en la infancia es la experiencia privada e íntima de


pertenencia a un sexo. Esta experiencia supone una doble operación de distinción y pertenencia a
unas categorías de cuerpo en razón del sexo. (Green, 1987). Se trata de una consciencia de
pertenecer a una de dos categorías de seres humanos, como hombre o mujer.36

Probablemente en una mayoría de niños y niñas la consciencia de pertenecer a un sexo es


consistente con una conciencia privada e íntima de ser de una de las dos categorías de género
disponibles, a saber, ser femenina o ser masculino. El conocimiento de ser hombre o mujer es
anterior al sentimiento íntimo de masculinidad o feminidad. Los aspectos biológicos sólo tendrán un
efecto perturbador o reforzante en la identidad genérica, construida fundamentalmente desde el
intercambio humano. Los órganos sexuales indicarían al individuo y la sociedad si se es hombre o
mujer, no obstante, no son esenciales a la hora de explicitar el sentimiento de ser de un género u
otro. El caso del travestismo masculino expresa bien este aserto: un hombre vestido de mujer
ilusiona con ser femenino al hacerlo, sin embargo, existe una clara conciencia de ser hombre. (Dio
Bleichmar, 1994).

Existen algunos niños y niñas para quienes la experiencia privada e íntima de pertenencia a un
sexo es muy compleja y problemática: perteneciendo a un sexo biológico, preferirían ser o
pertenecer al otro sexo.37 Existen también algunos niños/as cuya experiencia privada e íntima del
género no ajusta en su desarrollo una conciencia de ser de una de las dos categorías de género
disponibles, a saber, ser femenina o ser masculino; escapa a los ordenamientos binarios
(femenino/masculino) y se ubica en un campo de mixturas genéricas.

Se espera que niños y niñas ajusten sus expresiones corporales, conductas sociales y significados
asociados, emociones y afectos; intereses, relaciones interpersonales y contextos interaccionales a
la tipificación de conductas de sexo/género de la sociedad en que viven, tipificación social genérica
que en contextos tradicionales sitúa a hombres y mujeres en papeles extremos, opuestos y
complementarios.

El juego constituye uno de los espacios de socialización y subjetivación en la infancia y niñez. Este
se encuentra atravesado por el género, es decir, busca producir tempranamente en la vida de los
individuos una organización de sus identidades, papeles y deseos. Juegos y juguetes están

36 
Hacia
los
tres
años
la
mayoría
de
los
niños
y
niñas
puede
seleccionar
a
una
figura
de
una
muñeca
consistente
con
su
propio
género
y


hacia
 los
 cuatro
 años
 puede
 seleccionar
 correctamente
 la
 muñeca
 del
 sexo
 tipo
 adulto
 en
 el
 cual
 esperan
 crecer.
 La
 mayoría
 de
 los

niños
y
niñas
de
dos
años
de
edad
responden
correctamente
a
la
pregunta:
“¿Eres
tú
un
niño
o
una
niña?”,
y
a
los
tres
años
de
edad
la

mayoría
responde
correctamente
a
la
pregunta:
“¿Eres
tú
como
este
muñeco
(en
el
caso
de
un
niño)
o
esta
muñeca
(en
el
caso
de
una

niña)?”.

37 
 Esto
 último
 puede
 ser
 expresado
 directamente
 por
 niños
 pequeños
 como
 el
 interés
 por
 ser
 del
 otro
 sexo,
 en
 tanto,
 niños
 mayores


aprenden
que
no
es
posible
cambiar
de
sexo
y
que
una
frase
en
ese
sentido
va
a
ser
desaprobada.


Elaborado por académicosm de la Universidad de Chile bajo la dirección de Irma Palma 56


organizados generizadamente, aún cuando varía la forma e intensidad en que esto ocurre. En el
juego, niñas y niños desenvuelven el género en sus expresiones corporales –pueden tener rígida y
estereotipadamente las expresiones de rudeza o de suavidad. También lo despliegan en los
papeles que adoptan al jugar y los significados que les atribuyen –un niño varón puede jugar el
juego doméstico (de las “casitas”) y atribuirse el papel de padre o hermano y sentirse íntimamente
un hombre, o puede situarse en el rol de madre. A los juegos y juguetes les acompañan emociones
y afectos positivos o negativos respecto de los objetos, de sí mismos y de los otros –alegría o
desagrado al jugar un determinado juego altamente generizado- muñecas y juego a las “casitas”,
para mujeres, camiones y futbol (y en general, juegos que implican lucha física y competencia),
para hombres.

Las elecciones que hagan en torno de juegos y juguetes expresan sus intereses –a pesar que a
medida que crecen los niños y niñas aprenden cuáles son aquellos tipificados generizadamente, y
que se espera que jueguen. Muchos juegos son diádicos o colectivos. En los juegos se desarrollan,
por tanto, relaciones entre los individuos y estas relaciones se producen en contextos
interaccionales específicos. Las relaciones interpersonales y los contextos se encuentran
asociados a la naturaleza de los juegos y sus reglas. Las relaciones interpersonales entre los
actores que juegan pueden ser más fluidas, estandarizadas y predecibles, ó más interferidas y
ambiguas desde la perspectiva de lo que se espera como relaciones de género.

Probablemente una mayoría de niños y niñas ajustan óptimamente a lo que se espera en términos
de adecuación al género en sus expresiones corporales, conductas sociales y significados
asociados; emociones y afectos, intereses, relaciones interpersonales y contextos interaccionales.
Esto se traduce en un proceso de desarrollo temprano en la vida de los individuos, de una
organización de sus identidades, papeles y deseos.

Hay niños y niñas que no ajustan a las características de lo que se denomina “conductas e
intereses de sexo tipo”. Son niños y niñas que no parecen interesados en ajustar expresiones
corporales, conductas sociales y significados asociados, emociones y afectos, intereses, y
relaciones interpersonales y contextos interaccionales a lo que la tipificación social genérica les
indica y con la cual ajusta la mayoría de niños y niñas.

Si se les observa, estos niños y niñas inter-género aparecen más próximos a los/as del otro sexo
de su misma edad, y más diferentes a los/as de su mismo sexo y edad. Pueden ser más próximos
o más diferentes en distintas formas e intensidades.

Cuando se les da la oportunidad de jugar con juegos del tipo niño o del tipo niña, estos niños/as
inter-género eligen juegos y juguetes más próximos a los que elegirían los/as del otro sexo de su
misma edad, y más diferentes a los/as de su mismo sexo y edad; o puede expresarse sólo como
desinterés o ausencia de participación en juegos tipificados a su sexo.

Los niños y niñas que no ajustan en su proceso de desarrollo de sus identidades, papeles y deseos
a la tipificación social genérica suelen ser sometidos a exigencias extraordinarias de adecuarse a
las conductas de sexo tipo. Cuando esto ocurre, los niños y niñas atípicos pierden oportunidades
para flexibilizar sus conductas de sexo tipo. Cuando son forzados/as a comportarse de un modo
masculino (en el caso de los niños hombres) o femenino (en el caso de las niñas mujeres) muy
típico o exageradamente típico (como cuando el padre lleva al niño a jugar fútbol o a aprender box;
cuando se fuerza a la niña a usar ropa extremadamente femenina) a ellos/as les resulta

Elaborado por académicosm de la Universidad de Chile bajo la dirección de Irma Palma 57


inconfortable, no saben cómo actuar, se sienten exigidos, no pueden gozar con hacerlo de esa
manera y, sobre todo, sufren por no responder a las expectativas familiares y temen a la agresión,
ofensa y rechazo de sus pares, los otros niños. Se les socializa con intensidad y ansiedad en la
expectativa de evitar o reducir su atipicidad (sobre todo, prevenir una eventual homosexualidad en
la adultez).

Existe una mayor flexibilidad cultural hacia la conducta de las niñas. No suelen ser percibidas como
radicalmente inadecuadas; puede esperarse que en la adolescencia se vuelvan “femeninas”, o
pueden ser percibidas como teniendo atributos que les ayudarán cuando sean adultas a incursionar
en campos de la vida social tradicionalmente masculinos y que requerirían de tales atributos. No
existe flexibilidad cultural alguna, en cambio, hacia los niños. Se cree que su atipicidad sería una
expresión temprana de una futura homosexualidad adulta; que habría, por tanto, que inhibirla.

Algunos de estos niños y niñas probablemente dirigirán en el futuro sus intereses eróticos y
románticos hacia personas de igual sexo. Existe una relación más intensa entre una atipicidad en la
niñez y una orientación sexual posterior homosexual. Al mismo tiempo, sucede que una atipicidad
en la niñez pueda mantenerse hasta la adultez en conexión con una orientación heterosexual.
También sucede que una orientación homosexual en la adultez no ha sido necesariamente
precedida por una atipicidad en la niñez.

También los niños atípicos son sometidos a las primeras experiencias homofóbicas por parte de
sus pares, los que a su vez de ese modo la aprenden. La homofobia constituye un principio
organizador de la definición de virilidad; más que el miedo hacia los hombres gay, es el miedo a
aquello que de sí pueda percibirse como tal, es decir, a lo que los demás hombres puedan
desenmascarar o revelar aspectos no masculinos (Kimmel, 1997). Se ejerce violencia física y
simbólica sobre aquellos que representen la diferencia o alejamiento de los límites de lo masculino.
En el lenguaje, la homofobia se mezcla con el sexismo: mariquita, amanerado, niñita.

8.4. Jugar y aprender papeles para la vida social y familiar.

En la niñez las personas juegan a aprender unos modos históricos específicos en que su sociedad
y su comunidad resuelven los asuntos de la sobrevivencia y de la vida en común. Estas funciones
dan lugar a papeles a ejercer por las personas. Existen funciones comunes a todas las personas,
otras se encuentran organizadas diferenciadamente. Existen funciones vinculadas a la
sobrevivencia humana, y que por ello deben ser resueltas siempre: la reproducción biológica, la
provisión de recursos y la protección continúan siendo fundamentales. No obstante, todas son
realizadas de modos distintos en la historia de la humanidad por las sociedades y comunidades.

En las sociedades occidentales en contexto de la modernidad, las especializaciones debidas al


sexo se encuentran en proceso de transformación. El trabajo productivo incorpora crecientemente a
las mujeres; también la reproducción biológica ha reducido el tiempo que éstas dedican a los
eventos de embarazo y crianza, porque tienen menor número de hijos y porque la crianza es
asistida institucionalmente por servicios especializados (en nuestro caso, salas de cuna y jardines
infantiles); también la seguridad es abordada como una cuestión de defensa común. No queremos
sugerir que no exista una diferencia derivada de la función reproductiva ni que prevalezcan
especializaciones –inequitativas e injustas-, como es el caso de las mujeres en el trabajo doméstico
aunque se encuentren en el campo del trabajo remunerado (la doble jornada femenina).

Elaborado por académicosm de la Universidad de Chile bajo la dirección de Irma Palma 58


También en las sociedades occidentales en contexto de la modernidad, mientras la diferenciación
por sexo se reduce, una nueva diferenciación por edades se introduce. El trabajo productivo y la
reproducción biológica se vuelven funciones de la adultez; a niños/as, adolescentes y ancianos/as
se les libera de ejercerlas. Aunque en la práctica en los países pobres continúan cumpliendo estas
funciones, la tendencia es la enunciada aquí y su persistencia es asumida como un problema.

Hay funciones que se encuentran cultural y socialmente organizadas para ser realizadas por
hombres y por mujeres. A eso se llama en la socialización durante la niñez una tipificación social de
género. Niños y niñas aprenden las funciones indicadas como papeles generizados; es lo que se
llama roles sexuales.

Aún quienes piensan que todas las funciones y papeles de las personas en la vida social y en la
vida familiar derivan de atributos biológicos de la especie que determinan los comportamientos de
los machos y hembras humanas, afirman que se aprenden en el proceso de la socialización.
Sostienen que se trata del aprendizaje de unos papeles y funciones altamente diferenciados y
fundados en las funciones productivas (hombres como proveedores de recursos de subsistencia y
protección) y reproductivas (mujeres en las tareas de parir y criar hijos) como fuera necesario en
etapas prehistóricas de la humanidad. El aprendizaje es concebido como un entrenamiento en los
niños y niñas para asumir papeles y funciones, basados en esa lógica fundamental; cualesquiera
que sean los contextos y condiciones históricas la socialización reproduciría esas funciones
primarias.

Los papeles relacionados con funciones generizados se organizan socialmente en lo básico


respondiendo a una múltiple pregunta: ¿Qué y por qué se hace?, ¿Cómo, cuándo y dónde se
hace?, ¿Quién hace qué? y ¿Por qué corresponde a un género y no a otro hacerlo?, ¿Qué se
siente y cómo se significa por las personas lo que se prescribe hacer a su género?, ¿Lo que se
prescribe hacer en qué relaciones entre hombres y mujeres se sitúan?

8.5. Aprendizaje de la masculinidad en la niñez.38

Elisabeth Badinter (1993) sostiene que el proceso de construcción identitaria de los hombres en la
niñez se basa en una socialización genérica uno de cuyas características es que opera mediante
la negación de tres figuras: no ser mujer (Ser débil), no ser niño (No llorar), no ser homosexual (Ser
viril). Por ello, su desarrollo se acompaña de gran ansiedad (Temor a no llegar a serlo) y de
esfuerzo (Intentar llegar a serlo).

Los hombres desde la niñez, y a partir del dato anatómico del pene, aprenderían que son hombres,
que por su origen biológico lo son. Sin embargo, al mismo tiempo, aprenderían que son
incompletos, y que la plenitud se logra en la adultez. Norma Fuller (2003) distingue, desde un punto
de vista secuencial del ciclo vital, dos dimensiones de la masculinidad: una natural asociada a la


 Para
 Michael
 Kimmel
 (1997),
 la
 masculinidad
 puede
 ser
 definida
 como
 un
 conjunto
 de
 significados
 siempre
 cambiantes,
 que

38

construimos
a
través
de
nuestras
relaciones
con
nosotros
mismos,
con
los
otros,
y
con
nuestro
mundo.
La
virilidad
no
es
ni
estática
ni

atemporal,
 es
 histórica;
 no
 es
 la
 manifestación
 de
 una
 esencia
 interior;
 es
 construida
 socialmente;
 no
 sube
 a
 la
 conciencia
 desde

nuestros
 componentes
 biológicos;
 es
 creada
 en
 la
 cultura.
 La
 virilidad
 significa
 cosas
 diferentes
 en
 diferentes
 épocas
 para
 diferentes

personas.
Hemos
llegado
a
conocer
lo
que
significa
ser
un
hombre
en
nuestra
cultura
al
ubicar
nuestras
definiciones
en
oposición
a
un

conjunto
de
otros,
minorías
raciales,
minorías
sexuales,
y,
por
sobre
todo,
las
mujeres.



Elaborado por académicosm de la Universidad de Chile bajo la dirección de Irma Palma 59


virilidad y otra social vinculada con la hombría. La primera se refiere a los atributos que se
representan como derivadas del cuerpo, la fuerza física, el control de las emociones, la sexualidad
activa, etc. La última se refiere a un estatus masculino que los hombres deberían alcanzar para
merecer el respeto y el honor.

El aprendizaje de la masculinidad así concebido supone una paradoja: pese a nacer hombres,
deben hacerse hombres. Que los hombres se sometan a lo que estos investigadores llaman
ortopedia, es decir, un proceso o recorrido que tiene como resultado final el hacerse hombres en
que los varones, pese a nacer hombres, sienten que se deben hacer hombres. La existencia de
ritos de iniciación es interpretada como una respuesta a la ambigüedad y complejidad que entraña
la identidad del varón: los rituales marcarían los límites con relación a lo femenino. Olavarría,
Benavente y Mellado (1998) sostienen que habría mecanismos de sanción, cuya principal finalidad
sería el de delimitar la subjetividad masculina.

Uno de estos, el más radical probablemente, ocurre cuando el varón ingresa al campo de lo
abyecto, aquel terreno que marca la ruptura y pérdida del individuo respecto de la condición
masculina. Este límite es lo femenino, y el último bastión de la virilidad estaría representado por la
homosexualidad pasiva, que sería la mayor amenaza, por cuanto la disposición penetrativa
constituiría el verdadero núcleo de la masculinidad. (Fuller, 1997). De fondo, la homosexualidad es
–como dice Robert Connell- “la bodega de todo lo que es simbólicamente expelido de la
masculinidad hegemónica.” (Connell, 1997, pág.41)

8.6. Sobre la construcción social del cuerpo: representación personal y símbolo


sociocultural.

El término ‘cuerpo’ designa cualquier cosa que tiene una extensión limitada. El cuerpo humano
tiene una extensión limitada y es, por lo tanto, un cuerpo físico; en tanto cuerpo físico, a su vez, el
cuerpo humano es morfología y es función. La figura es la morfología superficial del cuerpo
susceptible de ser captada por la mirada y contiene una multiplicidad de elementos, de los cuales
destacan el rostro y la silueta. Las funciones y mecanismos corporales proporcionan al individuo las
sensaciones de poseer un cuerpo, de habitar un cuerpo, de ser un cuerpo.

El término “corporalidad” alude propiamente a una construcción social del cuerpo. Consideramos
dos aspectos primarios de esta construcción social: la representación personal, es decir, la noción
que cada individuo tiene de su propio cuerpo y que puede ser expresada como imagen corporal,
experiencia y significados, y el cuerpo como símbolo sociocultural, es decir, la noción de cuerpo
que predomina en la sociedad y en la cultura en un momento determinado. En este sentido, la
corporalidad se presenta como un campo de elaboración de un individuo: su propia corporalidad se
inscribe en la noción de corporalidad que predomina en la sociedad en su propia época y su propia
comunidad.

La corporalidad es un cuerpo organizado: diferencia funciones, órganos y sistemas; nombra y


jerarquiza. Por ello, hay zonas que no se tocan o que no se muestran. La corporalidad es un cuerpo
“mapeado”: ha establecido conexiones emocionales entre tales elementos; ha interactuado con
otros cuerpos, se ha sometido a sus estímulos y respondido a éstos, ha experimentado la intimidad
o la violencia, etc. Por ello, una caricia nueva en una zona puede traer la vivencia de una antigua
agresión.

Elaborado por académicosm de la Universidad de Chile bajo la dirección de Irma Palma 60


8.7. Higienización del cuerpo femenino en la niñez.

Los cuerpos aprenden, incluso aquello que no pensamos habitualmente como aprendizaje. Las
prácticas sexuales proceden de un proceso en el cual se adquiere una capacidad para reconocer lo
que constituye y no constituye una situación sexual, una capacidad de percibir estados del cuerpo
(tanto el deseo, la excitación o el orgasmo, como el asco, la ansiedad, el temor o la vergüenza) y
reconocer situaciones de potencial erotismo e intimidad; saber operar los movimientos y
posiciones, los ritmos y coordinaciones en la interacción sexual, lo que se debe hacer con tal o cual
persona (por ejemplo, como en el pasado, diferenciar estrictamente lo que se hacía con una
trabajadora sexual de lo que se hacía con la esposa), en tal o cual circunstancia o en tal o cual
momento; precisa los sentimientos y motivaciones que le son apropiados; y aporta elementos que
unen la vida erótica a la vida social en general (Gagnon y Simon, 1987). Ello, a su vez opera en el
plano subjetivo de la vida mental, en el plano de la organización de las interacciones, en el plano de
las prescripciones culturales más generales.

Aspectos más complejos y que se encuentran fuertemente asociados no sólo a las prácticas, sino
también a las experiencias y significados de la sexualidad son por ejemplo, sentimientos como el
asco o el temor. Piénsese, por ejemplo, en la experiencia de la vergüenza. La experiencia de
sentirse avergonzado en una situación específica es del orden de las emociones y significados
(uno/a se “siente”) y de ser reconocida esta experiencia por otra persona es del orden de la
observación del cuerpo (uno/a “ve” el enrojecimiento de las mejillas). La experiencia de la
vergüenza así analizada permite entender el grado en que una experiencia –en este caso, moral-
puede incardinarse en el cuerpo de un individuo, al punto de ser directamente expresada y
verificada allí. Lo mismo sucede con el asco y el temor que puede experimentarse en la esfera de
la sexualidad.

El primero de éstos, el asco, es un aprendizaje temprano en que las personas encargadas del
cuidado corporal de las y los niños, sin buscarlo, participan activamente. En la enseñanza de la
limpieza del cuerpo, por ejemplo, que con frecuencia se basa en la prevención de probables
infecciones y el control de olores y fluidos, puede estarse instalando al mismo tiempo una
preocupación intensa sobre los riesgos, temores, vergüenza y asco a los contactos genitales,
texturas, humedad, olores y colores. Este aprendizaje tendría consecuencias determinadas en la
posterior vivencia de la sexualidad, al aparecer como una reacción casi automática frente a estos
elementos, y que no necesariamente tendrán una explicación clara por parte de la persona, en ese
momento en esa situación, pero que finalmente son aprendizajes que se adquirieron en algún
momento de su vida.

8.8. Sobre la pregunta por la masturbación.39

Esta pregunta puede responderse por los profesionales afirmando que es normal o que es anormal.
Pueden decir que es dañina para el desarrollo o que lo enriquece: puede así considerárselo como
un elemento conducente a la configuración del erotismo, necesario o, por el contrario, que les
vuelve viciosos del sexo, que les conduce a no tener intimidad sexual con otras personas. Por otra
parte, puede decirse que un nivel adecuado de excitación es normal, que uno más elevado sería
expresivo de una alteración del desarrollo psico-sexual; o que es normal en condiciones de
privacidad y de soledad. También pueden comprender la masturbación como una conducta

39 
Samuel
Augusto
Tissot
en
1760
publicó
el
primer
texto
científico,
“L’Onanisme”,
sobre
lo
que
hoy
se
denomina
como
masturbación.


Elaborado por académicosm de la Universidad de Chile bajo la dirección de Irma Palma 61


primitiva en el desarrollo (A la manera del "niño salvaje" que aún no sería un "ser social"), que ya
crecerá y la abandonará.

Sugerimos que la masturbación constituye un lugar preferente que cristaliza una de las ansiedades
sociales acerca de la sexualidad. Primero, si en la niñez no se tienen relaciones sexuales todavía,
¿Qué significado tendrían esta práctica y experiencia placentera?, ¿Qué efectos tendría sobre su
desarrollo? o ¿Qué efecto tendría sobre la auto-regulación de los placeres? Segundo, dado que
refiere a una sexualidad no reproductiva y a una sexualidad que prescinde de las interacciones
entre personas, su existencia activa el fantasma de una sexualidad desprovista de vínculos
afectivos y que renuncia enteramente a la procreación. Por tanto es una cuestión más moral que
científica. Tercero, los niños y niñas, que no han configurado las fronteras y límites entre los
espacios privados y públicos, podrían ser vistos, y por ello activar inadvertidamente el deseo
perverso de algunos adultos. Su ocurrencia les expondría al abuso.

En la actualidad, a algunos padres, madres o docentes les preocupa la práctica auto-erótica de los
niños y niñas. Examinemos esto. Se preguntan por la normalidad de ésta en relación con su
desarrollo sexual, especialmente cuando se trata de las mujeres.

Por su parte, los y las profesionales -médicos, psicólogos, psiquiatras- pueden responder a tal
pregunta como si fuese propiamente una pregunta que hace al desarrollo psico-sexual; no
primeramente una pregunta moral como lo antes de la modernidad, cuando podía ser elaboraba
socialmente como un vicio, no como enfermedad. Esta pregunta puede responderse por los
profesionales afirmando que es normal o que es anormal. Pueden decirse que es dañina para el
desarrollo o que lo enriquece: puede así considerárselo como un elemento conducente a la
configuración del erotismo, necesario o, por el contrario, que les vuelve viciosos del sexo, que les
conduce a no tener intimidad sexual con otras personas.

Puede decirse que un nivel adecuado de excitación es normal, que uno más elevado sería
expresivo de una alteración del desarrollo psico-sexual; o que es normal en condiciones de
privacidad y de soledad. También pueden comprender la masturbación como una conducta
primitiva en el desarrollo (A la manera del "niño salvaje" que aún no sería un "ser social"), que ya
crecerá y la abandonará.

Hay que interrogarnos por nuestras razones para preocuparnos o interesarnos. Sugerimos que la
masturbación constituye un lugar preferente que cristaliza una de las ansiedades sociales acerca
de la sexualidad. Por una parte, y que es la que aquí interesa, es acerca de la sexualidad en los
niños. Si no tienen sexo todavía, ¿Qué significado tendrían estas prácticas, deseos y experiencia
placentera; qué efectos tendría sobre su desarrollo? o ¿Qué efecto tendría sobre la auto-regulación
de los placeres? Refiere también a una sexualidad no reproductiva, a la sexualidad que prescinde
de las interacciones con otro. Por ello, aparece amenazante. Las personas podrían renunciar
enteramente a los vínculos. Podría ser una práctica viciosa. Por tanto es una cuestión más moral
que científica.

8.9. La preocupación contemporánea por los daños tempranos.

En las sociedades contemporáneas niños y niñas son objeto en la actualidad de una fuerte
preocupación en relación con sus cuerpos sexuados. Una perspectiva de desarrollo (sano), de
riesgo (daño) y de derecho se entrecruzan en esta preocupación. Lo anterior se vincula con una

Elaborado por académicosm de la Universidad de Chile bajo la dirección de Irma Palma 62


creciente valoración de los/as niños/ como sujetos de derecho. También se relaciona con una
reconfiguración de los riesgos en torno a la sexualidad que pone a la violencia como un elemento
central a ser excluido, con transformaciones de las relaciones inter-generacionales en las familias,
según las cuales éstos/as tienen derecho a la integridad, a la intimidad, a la autonomía, etc.

Así, se han incorporado unas disciplinas del cuerpo que intensifican su atención en sus contactos
corporales de los/as niños/as con adultos (Orientadas a evitar las diversas formas del abuso
sexual) y con otros/as niños/as (A fin de evitar su erotización). También se ha activado la
reflexividad social respecto de los mismos riesgos y daños; los medios de comunicación han sido
importantes en su sensibilización, y activos elaboradores de concepciones en torno al fenómeno
que resultan preocupantes (En la medida, por ejemplo, en que argumentan que se trata de
experiencias que “dejan huellas irreparables, indelebles, imborrables” en quienes las han vivido. Se
han construido recursos profesionales, legales –institucionales- para su detección y tratamiento de
las víctimas, y sanciones a los culpables.

Se ha introducido una pedagogía destinada a prevenirlo. Sobre esto último habría que inventar el
modo en que esto pueda hacerse sin producir un miedo tal a los contactos corporales conectados a
la intimidad y el afecto entre las personas, en este caso entre niño/as y adultos, que les conduzca
en la adultez a generar una ansiedad tal que les inhiba en su intimidad sexual. Poner atención a los
niños y niñas a fin de evitarles esa experiencia y favorecer aprendizajes de auto-cuidado es muy
importante, pero al mismo tiempo hay que atender a los adultos, a la cultura de la violencia sexual,
el maltrato y la desigualdad entre adultos y niño/as y entre hombres y mujeres. Quienes abusan
sexualmente son personas que tienen acceso a las relaciones sexuales con otros adultos; quienes
tienen deseo exclusivo por los niños o niñas son muchos menos.

Elaborado por académicosm de la Universidad de Chile bajo la dirección de Irma Palma 63


9. Proceso de entrada a la sexualidad activa en la adolescencia.

9.1. La transformación de las edades en la sexualidad.

El calendario asociado al proceso de entrada en la sexualidad activa de un individuo expresa las


condiciones culturales, sociales, económicas y políticas específicas en que él y su sexualidad se
inscriben, y cómo se incorpora y expresa su trayectoria biográfica, en sus relaciones con otros
individuos y entre éstos y las instituciones. Por ello, los calendarios se han constituido en un
indicador de transformaciones culturales y sociales en las sociedades occidentales
contemporáneas. Puede observarse a partir de tres perspectivas complementarias, a saber: como
un indicador de la forma en que se organizan las relaciones de género, como una configuración
específica de la estructuración social de las edades (Entre otras, de las uniones), y como expresión
de procesos de autonomización de los sujetos en las sociedades contemporáneas.

La temporalidad se ha constituido en un indicador de la forma en que se organizan las relaciones


de género en el ámbito de la sexualidad40, la reproducción y las uniones. Las configuraciones –y
las reconfiguraciones- de las relaciones de género son observadas en las temporalidades
(Momentos, sincronías) de un conjunto de eventos, a saber, la proximidad (o distancia) de los
calendarios de iniciación sexual, la reducción (o no) de las divergencias en las edades de los
actores –hombres y mujeres- en el proceso de iniciación sexual en las generaciones, las distancias
(o proximidades) de tal suceso respecto de la reproducción biológica –la maternidad,
principalmente-, las formas de la introducción de la tecnología preventiva, etc.

La temporalidad anterior, que examina las relaciones entre hombres y mujeres en una generación
particular, la generación joven, puede ser observada también en el conjunto de grupos
generacionales en una sociedad. Las configuraciones de una generación se ubican en el contexto
de tensiones, continuidades y discontinuidades. Las discontinuidades conllevan reconfiguraciones
que pueden producir transformaciones no sólo en el plano de las relaciones de género, sino
también entre una generación y la o las siguientes. Una transformación a ser observada entre las
generaciones es la relacionada con la estructuración social de las edades. Tal es el caso de la
transformación combinada de las edades de la primera relación, de las uniones y de la fecundidad,
que crea condiciones para un periodo de una sexualidad propiamente juvenil en las trayectorias
biográficas en las nuevas generaciones.41

A su vez, una separación temporal por un periodo prolongado de la sexualidad respecto de las
uniones y de la reproducción puede ser analizada como un elemento de recomposición de las
relaciones inter-generacionales en las sociedades contemporáneas según la cual una
autonomización sexual promueve o expresa una aún mayor autonomía respecto de los padres.
Funda condiciones culturales para una sexualidad más propiamente de individuos -en el sentido
que las relaciones sexuales no están ya subordinadas a la existencia previa de pareja ni del
matrimonio (Bozon, 1991b, 1998). De igual modo, tal separación temporal entre sexualidad juvenil y
conyugalidad favorece la diversificación de las trayectorias sexuales y socio-afectivas.

40
La
iniciación
sexual
puede
ser
observada
como
un
indicador
de
la
forma
en
que
se
organizan
las
relaciones
de
género
en
un
contexto

particular,
el
de
la
entrada
en
las
relaciones
sexuales
y
de
pareja.
Más
ampliamente
puede
ser
concebida
como
un
momento
–decisivo,

en
opinión
de
Bozon
(2003)-
en
la
construcción
y
en
la
interiorización
de
las
relaciones
entre
los
sexos.
41 
Sucintamente,
ello
puede
ser
expresado
como
una
reducción
de
la
edad
femenina
de
iniciación
sexual
conectada
a
una
sincronización


de
 los
 calendarios
 de
 hombres
 y
 mujeres,
 del
 mismo
 modo
 que
 la
 instalación
 de
 una
 separación
 entre
 las
 edades
 de
 entrada
 en
 la

sexualidad
activa
y
de
iniciación
de
relaciones
conyugales,
a
su
vez,
más
tardías
en
las
nuevas
generaciones


Elaborado por académicosm de la Universidad de Chile bajo la dirección de Irma Palma 64


9.2. Sobre maduración hormonal y comienzo de las prácticas sexuales.

En la interpretación sobre las edades más tempranas de la iniciación sexual en la sociedad chilena
por parte de algunos/as investigadores/as se combinan y articulan dos fenómenos, uno biológico y
otro cultural: una maduración sexual que activa impulsos e impele a su realización, y agencias
culturales que producen una hiper-erotización ambiental, y que por ello provocan sobre los sujetos
adolescentes la estimulación e incitación en una condición de alta activación sexual de sus
organismos.

En sentido contrario, no interpretamos la iniciación sexual menos como fruto de la interacción entre
maduración sexual y estimulación ambiental, sino como fruto de prescripciones culturales y
patrones sociales que organizan las edades de las uniones, la conformación de familia, la
fecundidad, etc.

En el mundo hay unas sociedades en las cuales la socialización sexual y socio-afectiva se orientó
tradicionalmente a que las mujeres formasen uniones (Con hombres ostensiblemente mayores) y
estuviesen en condiciones de procrear lo más próximamente a la pubertad -a evitar su retardación-.
En esas sociedades, al mismo tiempo, no existía una prescripción social intensa para que los
hombres jóvenes se iniciaran sexualmente en las mismas edades ni en las mismas condiciones
que las mujeres, aunque éstos tenían por lo general un periodo de vida sexual pre-marital. Se trata
de una orientación, en general, la edad de iniciación sexual fue más tardía en los hombres y más
temprana en las mujeres. Este modo cultural de iniciación sexual ha sido prevalente
tradicionalmente en Africa sub-sahariana (Por Ejemplo en Mali, Senegal o Etiopía).

En otras sociedades, en sentido inverso, la socialización se orientó tradicionalmente a retardar la


entrada en uniones por parte de las mujeres y a inhibir su entrada en la sexualidad activa –a que
las mujeres la situaran su sexualidad en el contexto del matrimonio y, por ello, sujetaran su entrada
al momento en que éste se produjese. Esas sociedades se orientaban tradicionalmente a incitar a
los hombres jóvenes hiciesen su iniciación sexual lo más próximamente a la pubertad -a evitar su
retardación-.confirmaran mediante las prácticas sexuales su identidad masculina y, por ello,
hiciesen una entrada precoz en la sexualidad. Este modo cultural de iniciación sexual ha sido
prevalente tradicionalmente en Europa del Sur, Latinoamérica, y secundariamente en algunas
sociedades de Asia.

Otras sociedades en el mundo se caracterizaban por una proximidad de las edades de iniciación
entre hombres y mujeres, tardía para ambos. La socialización sexual y socio-afectiva se orientó
tradicionalmente a la formación tardía de uniones. Este modo se lo encontraba tradicionalmente en
algunas sociedades de Asia como Singapur o Sri Lanka, China y en Vietnam; también en
sociedades católicas no latinas como Polonia y Lituania. En otras sociedades europeas de Europa
del Norte, también Suiza, Alemania o República Checa existe una tradición de iniciación sexual
similar para hombres y mujeres y más temprana que en las sociedades del resto del continente.

Elaborado por académicosm de la Universidad de Chile bajo la dirección de Irma Palma 65


9.3. Sexo antes del sexo.

En la Encuesta Nacional de Juventud de 2006, un 71.9% de jóvenes entre 15 y 29 años que han
tenido relaciones sexuales declara haber experimentado, no obstante, caricias sexuales, 74.8% de
los hombres y 68.8% de las mujeres. 39.5% de las y los adolescentes entre 15 y 19 años las han
experimentado.

Porcentaje de relaciones sexuales con penetración por sexo y edad


(Encuesta Nacional de Juventud, INJUV, 2006)
Total Sexo Tramos de edad
Hombre Mujer 15-19 20-24 25-29
Sí 71,9 74,8 68,8 39,5 86,3 95,3
No 27,8 24,8 30,8 60,1 13,3 4,4
No responde 0,4 0,3 0,4 0,4 0,4 0,2
Total 100,0 100,0 100,0 100,0 100,0 100,0

La entrada en la sexualidad activa corresponde más bien a un proceso de familiarización y un


aprendizaje progresivo –y recursivo- respecto del cuerpo, las prácticas, sensaciones, reacciones y
placeres. Del mismo modo, se trata de un proceso de aprendizaje del orden emocional de las
relaciones, de un aprendizaje en las emociones y los sentimientos, en la intimidad y el goce.

Se trata de un conjunto de etapas sucesivas desde el beso profundo a las caricias sobre el cuerpo
y los genitales, las relaciones sexuales sin penetración (outercourse), la penetración genital, y más
aún, a explorar otras formas de realizar los acoplamientos corporales.

Actos sexuales experimentados por los no iniciados sexualmente por sexo y edad
Total Sexo Tramos de edad
Hombre Mujer 15-19 20-24 25-29
Besos con lengua 75,9 74,4 77,1 76,3 75,4 70,2
Caricias corporales (sin tocar genitales) 51,5 53,1 50,1 50,9 52,9 55,6
Caricias sexuales (tocando genitales, sin penetración) 16,6 19,0 14,7 14,9 22,1 27,0
Sexo oral 2,0 3,0 1,2 2,2 1,5 1,9
Ninguna de las anteriores 18,6 18,8 18,5 19,0 16,2 21,2
No responde 1,5 1,5 1,4 1,4 0,9 4,2
Total 166,1 169,7 163,1 164,7 169,0 180,2

Estas prácticas son interpretadas por algunos investigadores a veces como prácticas alternativas,
como prácticas de sexo seguro. Las sitúan en una lógica de práctica preventiva. Sugerimos que
sobre todo se trata de prácticas orientadas a la construcción de un guión sexual personal e
interpersonal

9.4. Evolución de las edades de la entrada en la sexualidad activa en las


generaciones y los géneros: hacia una sincronización de las edades del sexo.

Durante la segunda parte del siglo XX se produce un descenso de las edades de entrada en la
sexualidad activa de las generaciones de mujeres, del mismo modo que muestra una oscilación
entre los hombres nacidos durante el siglo XX en la sociedad chilena (Más precisamente, desde
1929). Las mujeres y hombres nacidos en las décadas recientes en la sociedad chilena tienen unos

Elaborado por académicosm de la Universidad de Chile bajo la dirección de Irma Palma 66


calendarios de entrada en la sexualidad activa más próximos entre sí que las mujeres y hombres
nacidos en las primeras décadas del siglo XX. (CONASIDA/ANRS, 1998) 42

Como puede observarse en la tabla a continuación, la evolución de las edades de entrada en la


sexualidad activa ha tenido un paulatino y progresivo descenso durante el siglo XX entre las
generaciones de mujeres. Las mujeres nacidas entre 1929 y 1949 presentan edades medianas de
iniciación sexual en torno a los 20 años. Entre las nacidas en las dos décadas siguientes baja
aproximadamente un año, situándose en torno a los 19 años. Desde 1970 en adelante baja
aproximadamente un año más. Las generaciones nacidas desde 1970 y hasta 1980, presentan
medianas en torno a los 18.8 años.

Por su parte, la evolución de las edades de entrada en la sexualidad activa ha tenido un curso
discontinuo y fluctuante durante el siglo XX. Los hombres nacidos entre 1929 y 1959 presentan
edades medianas de iniciación que fluctúan en torno a los 16.5 y los 17.7 años. Las generaciones
posteriores presentan una cierta estabilización en torno de los 17 años. Así, en la cohorte de
hombres nacidos entre 1960 y 1964 la edad mediana es de 17 años. En los años siguientes se
observa una leve elevación (17.3 años en la cohorte 1965-1970, 17.5 años en la cohorte 1970-1974
y 17.2 años en la cohorte 1975-1980).

EVOLUCION DE LA EDAD DE LA PRIMERA RELACIÓN SEXUAL SEGUN SEXO Y AÑOS DE NACIMIENTO


(MEDIANA Y RANGO INTERCUARTIL DE EDADES EN AÑOS)*

MUJER HOMBRE
Mediana de Edad Mediana de edad de
Rango Intercuartil Rango Intercuartil
Cohortes de iniciación (Años) iniciación (Años)

1929 – 1934 20,3 9 17,6 4


1935 – 1939 20,3 10 16,5 4
1940 – 1944 21,0 8 17,7 5
1945 – 1949 20,3 8 16,8 4
1950 – 1954 19,3 6 17,1 4
1955 – 1959 19,8 5 16,6 3
1960 – 1964 19,3 6 17,0 4
1965 – 1969 20,2 6 17,3 4
1970 – 1974 18,8 5 17,5 4
1970 – 1974 18,8 - 17,2 -

EDAD MEDIANA DE PRIMERA RELACION SEXUAL SEGÚN SEXO


1997 2000 2003 2006
hombre 17,33 17,05 17,03 17,29
mujer 19,79 18,92 18,72 18,49
Total 18,51 17,88 17,88 17,82

Si la edad de entrada de las mujeres ha cambiado más sustantivamente en la sociedad chilena,


existe una mayor discontinuidad en la experiencia sexual femenina entre las distintas generaciones.
Ciertamente, la evolución de la distribución de las edades de la primera relación sexual expresa la
amplitud de dicha evolución. Entre las abuelas y sus nietas nacidas en el siglo XX en la sociedad


La
Encuesta
Nacional
de
Comportamiento
Sexual
(CONASIDA/ANRS)
provee
información
de
la
población
chilena
desde
18
a
69
años

42

de
edad
en
el
tiempo
de
su
aplicación
y
la
hemos
organizado
en
cohortes
por
año
de
nacimiento,
desde
1929
a
1980,
de
forma
general

por
quinquenios
situados
en
los
diversos
decenios
del
siglo.


Elaborado por académicosm de la Universidad de Chile bajo la dirección de Irma Palma 67


chilena, la experiencia de la entrada en la sexualidad activa está organizada, entre otros elementos,
por una diferencia en las edades.

Por otra parte, en un sentido complementario, lo anterior conlleva una reducción de las diferencias
en las edades respecto de los hombres. Asistimos a una reducción de la brecha entre los sexos en
las generaciones más jóvenes. La evolución de las edades de entrada en la sexualidad activa
conlleva –o es expresiva de- una reducción de la asimetría entre los géneros que caracterizó a las
generaciones más antiguas. Ello produce el efecto de una sincronización en los calendarios de
entrada a la sexualidad activa de hombres y mujeres en las nuevas generaciones (Lagrange et
L’homond, 1997). Por cierto, esta sincronización temporal de las primeras experiencias de la
sexualidad sustituye a la relativa dispersión de los comportamientos de antes, e indica la existencia
–como se verá más adelante- de nuevos procesos de construcción social de la entrada a la
sexualidad activa.

9.5. La primera pareja sexual, el surgimiento de la sexualidad no marital entre las mujeres.

Como puede observarse en el gráfico a continuación, hasta los años 1940, entre las mujeres la
primera pareja sexual se organizaba principalmente en torno a la pareja conyugal -el esposo-, y
muy secundariamente en torno al novio/pololo.43 Las generaciones de mujeres nacidas en la
década de 1940 inician una tendencia divergente entre ambos tipos de relaciones44: crece
sostenidamente hasta las últimas décadas del siglo XX la presencia del pololo o novio al tiempo
que disminuye progresivamente, sin estabilizarse aún, la del esposo, produciéndose en las
décadas siguientes una substitución casi plena del esposo por el novio o pololo –90% para las
nacidas entre 1975 y 1980. La inflexión que inicia tal mutación corresponde a las mujeres que
hacen su entrada en la sexualidad activa en la primera parte de la década de 1960, transformación
que incluso precede al descenso de las edades de iniciación sexual.


En
la
cohorte
de
mujeres
nacidas
entre
1935
y
1939,
el
65.7%
se
iniciaba
con
el
esposo.

43


Entre
las
mujeres
nacidas
entre
1940
y
1944,
el
pololo/novio
se
eleva
a
41.5%,
entre
1950
y
1954,
el
pololo/novio
alcanza
a
56.5%
y

44

continúa
elevándose
en
las
décadas
siguientes.
En
la
cohorte
de
1965
y
1969,
un
74.4%
se
iniciaba
con
el
pololo
o
novio,


Elaborado por académicosm de la Universidad de Chile bajo la dirección de Irma Palma 68


De cualquier modo, para las mujeres nacidas a comienzos o a fines del siglo XX, la entrada en la
sexualidad activa se inscribe en un tipo de relación que supone compromiso afectivo y relacional,
antes institucional y, en la actualidad, vincular.

Como puede verse en el gráfico a continuación, para los hombres de todas las generaciones
estudiadas, en cambio, la entrada en la sexualidad activa no se inscribe en modo alguno en el
marco de la pareja conyugal. Antes de la década de 1960 existe una gran diversidad y variabilidad
de primeras parejas sexuales. Son parejas oscilantes en esos años: Recién conocida, prostituta45,
amiga, novia o polola. La primera relación sexual en los hombres nacidos hasta la década de 1950
se produce en dos contextos: uno que articula ocasionalidad y sociabilidad en una incorporación de
amiga, trabajadora sexual y recién conocida -un tipo de sociabilidad diversa, muy próxima a la
ocasionalidad-; y un marco de pareja afectiva, a gran distancia de la conyugalidad.

A partir de los nacidos a mediados de la década de 1960, la primera pareja sexual se estabiliza en
dos tipos de parejas: una basada en la sociabilidad de la amistad, bajo la figura de la amiga, y otra
basada en torno a la pareja afectiva no conyugal -la novia o plolola. Se rediseña la sociabilidad
anterior: la recién conocida y la trabajadora sexual, un tipo de primeras compañeras sexuales de
los hombres de las generaciones mayores, se reconfiguran sobre una articulación de distancia
afectiva y proximidad social en la figura de la amiga, que se conserva en la actualidad, y se
incrementa el contexto amoroso: probablemente, aunque no están diferenciadas en el cuestionario,
la pareja afectiva no conyugal evolucionó desde la novia a la polola.

9.6. Experiencia de adolescentes no heterosexuales en contexto de homofobia

Hace algunos años una estudiante secundaria del Liceo José Francisco Vergara, de Viña del Mar,
en la V Región presentó una denuncia por discriminación a la autoridad de educación. El objeto de
la discriminación habría sido una conducta interpretada institucionalmente como manifestación de

45 
La
Encuesta
CONASIDA/ARNS
utiliza
en
el
instrumento
el
término
prostituta
por
su
mayor
capacidad
de
ser
comprendido
por
las
y
los


entrevistados
en
ese
momento
en
el
país.
Sin
embargo,
en
adelante
usaremos
el
de
trabajadora
sexual.


Elaborado por académicosm de la Universidad de Chile bajo la dirección de Irma Palma 69


lesbianismo; el efecto de la discriminación sería su expulsión. La resolución fue la del falso
testimonio, no obstante, ameritó una exclusión espacio-temporal de la institución escolar. También
fue expulsada, y posteriormente reincorporada, una estudiante de cuarto medio del Centro
Politécnico de la comuna de San Ramón, luego de que uno de los inspectores la viese caminando
en la calle con otra adolescente al modo de las parejas heterosexuales. Hace tres años un
estudiante de 18 años del Liceo Guillermo Rivera de Viña del Mar formuló una denuncia de
discriminación por orientación sexual, que tiene a otros estudiantes, sus pares, su generación como
los sujetos que le agreden y humillan, en especial de un colectivo de ideología neo-nazi y de
prácticas violentas intolerantes. El vivió la brutal violencia de algunos de sus compañeros –y la de
la indiferencia o beneplácito de los profesores ante el abuso- cuando se autodefinió como
homosexual.

Estas experiencias nos interrogan acerca de la existencia de una transformación en las prácticas
sexuales y generizadas, y auto-definiciones identitarias, de la visibilización de lo minoritario sexual
y ampliación de derechos sexuales y relacionales. También constituyen un desafío a las y los
investigadores para la comprensión de las experiencias para las personas y familias. Las
comunidades escolares están desafiadas a generar condiciones para transformarse en
comunidades inclusivas.

En una aproximación más clásica del desarrollo, en la adolescencia podrían producirse prácticas,
afectos, atracciones que eran interpretadas como transitorias, confusiones temporales en la
construcción de la identidad sexual adulta. En las últimas décadas, se ha asumido una
especificidad del desarrollo de gays y lesbianas, sin embargo, presentaría una cierta linealidad en
una progresividad que comienza en la niñez con la atracción por el mismo sexo, seguido de la
conducta sexual por el mismo sexo durante la adolescencia temprana, culminando en la
autodefinición en la adolescencia tardía o en la madurez joven (Fox, 1996). Esta formulación, no
obstante, no considera las identidades variables; más recientemente se reconoce la bisexualidad
como una identidad sexual no transitoria (Diamond, 1998: Doll, 1997; Fox, 1996).

Proponemos que en la actualidad, en sociedades contemporáneas como la nuestra, los procesos


que los estudios anglosajones denominan como el “coming out”, la revelación o “salida del armario”
se produzcan más tempranamente que en generaciones anteriores. Ello, en vinculación con los
procesos de individualización y autonomización inter-generacional que generan condiciones para
que ello ocurra, y del mismo modo, en un escenario social y cultural marcado por una reducción,
aunque también una persistencia, del fenómeno de la homofobia.

Como señaláramos más arriba, en nuestro tiempo, la homosexualidad o el lesbianismo ha devenido


no solamente una de las opciones posibles de la sexualidad, una práctica (o antes aún, una
atracción), sino también una sexualidad que organiza la existencia de un sujeto, una auto-identidad.
Por cierto, ello implica que un grupo de sujetos en la actualidad hace un tipo de trayectoria
biográfica, sexual y socioafectiva que le configura y estructura como tal. En este sentido, los sujetos
jóvenes homosexuales y lesbianas son confrontados al problema de la construcción de un modo de
vida que haga integrable su particular orientación sexual, y lo son de de una doble manera: como
los otros de su generación, han de realizar los procesos de autonomización, sin embargo, ellos y
ellas deben también configurar una orientación sexual especifica (Schiltz, 1997), respecto de la cual
disponen de escasos elementos de socialización (en términos de guiones interpersonales) y en
medio de procesos y disposiciones subjetivo-culturales marcadas por un doblez entre la aceptación
del otro en la mayor distancia social y la propia experiencia de exclusión en la cotidianeidad.

Elaborado por académicosm de la Universidad de Chile bajo la dirección de Irma Palma 70


Gómez (2004) propone una nomenclatura de un conjunto de fases para comprender estos
complejos procesos de adopción y construcción de identidad de los y las jóvenes gay y lesbianas:

• Estadio I: Sentimiento de diferencia. Un número significativo de gays y lesbianas tienen memorias


tempranas de “sentirse diferente” a la mayoría de sus compañeros y compañeras de clase, primos,
hermanos, etc.

• Estadio II: Confusión de Identidad y Negación. Durante esta fase los jóvenes tienden a no
enfrentar sus sentimientos y deseos, como mecanismo de defensa y protección ante lo que no
pueden afrontar psicológicamente46. Puede aparecer un auto-rechazo de sus sentimientos y
atracciones.

• Estadio III: Auto-reconocimiento y Homofobias interiorizadas. Implica un cambio de concepto


sobre uno mismo. Obliga a enfrentar y afrontar las propias homofobias aprendidas y que han sido
interiorizadas.

• Estadio IV: Experimentación, exploración e intimidad. Esta etapa se define como una exploración
de la vivencia homosexual. Es una fase caracterizada por la búsqueda de apoyos de socialización
con los iguales.

• Estadio V: Auto-aceptación e integración. Puede pasar tiempo desde el reconocimiento afectivo


sexual hasta la instauración de una identidad homosexual. Se caracteriza por ser un proceso en el
cual el/la adolescente integra su orientación consigo mismo y su entorno.

• Estadio VI: Manifestación. Este es un proceso que puede durar toda la vida o un tiempo corto.
Los/ las adolescentes necesitan decidir cuándo y a quién revelar su homosexualidad. Si la
manifestación de la homosexualidad es una etapa en el proceso de salida del armario, la revelación
puede convertirse en un proceso interminable cada vez que la persona va entablando nuevas
amistades heterosexuales.

• Estadio VII: Consolidación e identidad: El/la joven se percibe como un ser global. La orientación
sexual deja de sentirse como un componente único de la identidad. La persona automatiza su
identidad sin necesidad de estar en un continuo proceso de análisis, es una perspectiva más
integradora y normalizada.

Según Herdt (en Blumenfeld, 2005) existen otras variables implicadas en el proceso de “salida” que
desarrollan los adolescentes y jóvenes. Así, puede señalarse, en primer lugar, que los(as)
adolescentes con comportamiento de género no convencional o atípico y con experiencias
homosexuales tempranas tienden a vivir el proceso de modo más rápido, pues las probabilidades
de esconderlo son menores. Esto genera en el/la joven una menor confusión en su identidad de
orientación sexual. Aquellos(as) que, sin embargo, han tenido comportamientos de género acordes
a lo esperado socialmente y han mantenido experiencias heterosexuales inicialmente, tienden a
tener un mayor grado de confusión en su identidad de orientación sexual.

46
Algunos/as
adolescentes
verbalizan:
“podría
ser
homosexual,
pero
también
podría
ser
bisexual”,
“quizás
solo
sea
algo
temporal,
una

fase”,
“mis
sentimientos
solamente
son
hacia
esta
persona,
en
este
caso
es
una
mujer,
pero
esto
es
algo
excepcional”.


Elaborado por académicosm de la Universidad de Chile bajo la dirección de Irma Palma 71


En segundo lugar, el apoyo familiar es fundamental para un ritmo sano del proceso de construcción
de la identidad gay, mientras que la falta de apoyo o rechazo del entorno familiar puede retrasar
dicho proceso. En familias con profundas raíces étnicas existe menor rechazo a alguno de sus
miembros gays y lesbianas, para preservar la unidad familiar. Sin embargo, este falso grado de
aceptación a menudo proviene de la asunción de que “lo de nuestro hijo/a queda entre nosotros”, lo
que conlleva aislamiento con el mundo exterior, pudiendo dañar la autoestima del/ la adolescente.

En tercer lugar, el proceso de salida en los jóvenes de forma saludable está vinculado a la mayor
visibilidad existente y al grado de apoyo recibido por la comunidad homosexual. Lo que implica que
en lugares carentes de estos apoyos, como son los entornos rurales, resulta más complicado. Esta
etapa puede ser especialmente difícil para los jóvenes que conviven al interior de identidades
étnicas, raciales y religiosas, pues genera un sentimiento de una identidad ya construida por otra
diferente, en lugar integración de ambas. En cuarto lugar, el mayor riesgo en materias tales como
depresión, abuso de sustancias, suicidio, violencia sexual, etc., están relacionados más con el
estigma y rechazo que con la propia confusión y capacidad de mantener relaciones íntimas.

9.7. Bullyng homofóbico.

Peter-Paul Heinemann47 describió cómo los/as niños/as en grupo no sólo se relacionan de modo
constructivo, sino que también pueden desarrollar dinámicas en las que ejercen violencia física o
mental, hostigamiento y marginación con alguno/a o algunos/as de sus compañeros/as. Patricia
Donoso (2000) define matonaje como la discriminación que se ejerce grupalmente contra algún
miembro de la comunidad escolar excluyéndolo de la convivencia grupal. El matonaje es violencia
grupal indebida, provocada por el deseo de causar malestar a una persona. Este malestar incluye
desde ofensas sutiles hasta la violencia física. El matonaje es expresión de dinámicas grupales
antes que de la voluntad individual.

El bullying homofóbico consiste en el maltrato a las personas por su orientación sexual (Rivers,
1995). Podemos hablar de bullying homofóbico cuando el discriminado es una persona que
autodefine (no necesariamente de manera pública) como homosexual. La orientación sexual sólo
puede ser definida por el sujeto en cuestión: no podemos definir a otro/a como homosexual sin que
éste se designe a sí mismo como tal. La determinación de la orientación sexual no opera como un
“diagnóstico” que pueda ser “detectado” por otro. Surge en un proceso de construcción subjetiva de
la identidad de las personas. El matonaje se dirige a mujeres y hombres adolescentes que así se
auto-definen. También se dirige a adolescentes que son percibidos como atípicos en su adecuación
a la tipificación social genérica. En términos de magnitud el mayor maltrato se produce en relación
con estos/as adolescentes. También probablemente es el maltrato experimentado desde etapas
anteriores a la adolescencia.

Las formas de bullying o matonaje son diversas, sutiles y manifiestas, usan métodos antiguos y
nuevos: a.) Maltrato físico: empujones, puñetazos, patadas, agresiones con objetos, y ataques a la
propiedad; b.) Maltrato verbal: poner sobrenombres, insultar, ridiculizar, amenazas, intimidación,
descalificaciones y menosprecios en público; c.) Maltrato psicológico: mediante acciones
encaminadas a minar la autoestima del individuo y fomentar su sensación de inseguridad y temor;

47 
 Heinemann
 En:
 Donoso,
 Patricia:
 El
 matonaje:
 la
 discriminación
 grupal
 que
 margina.
 En:
 Magendzo,
 Abraham;
 Donoso,
 Patricia


(Eds.):
 Cuando
 a
 uno
 lo
 molestan….
 Un
 acercamiento
 a
 la
 discriminación
 en
 la
 escuela.
 Santiago.
 LOM
 Ediciones
 /
 PIIE.
 Primera

edición,
noviembre
de
2000.



Elaborado por académicosm de la Universidad de Chile bajo la dirección de Irma Palma 72


d.) Maltrato social: especialmente manifiesto en la propagación de rumores descalificadores y
humillantes que pretenden la exclusión y aislamiento de la persona; e.) Maltrato indirecto: cuando
se induce a agredir a un tercero; f.) Abusos sexuales: intimidaciones y vejaciones; g.) Llamadas a
teléfonos celulares o mensajes al correo electrónico obscenos o intimidatorios.

Las conductas de acoso suelen repetirse en el tiempo de forma reiterada para que puedan ser
consideradas como tales. Además, su mantenimiento las consolida y hace más dañinas. Entre las
víctimas y los agresores suele darse siempre un desequilibrio de poder, bien sea físico, psicológico,
de status social o de otro rango48. Los/as hostigadores generalmente justifican su actuar en la
medida que consideran que el/la hostigado/a (el que sufre el matonaje) presenta una conducta
provocativa, lo cual puede tener algo de verdad o ser sólo imaginación. Los actos de intimidación o
matonaje se producen en su mayoría lejos del alcance de los adultos y más dentro que fuera del
recinto escolar. En las escuelas los lugares preferentes de ocurrencia son la clase sin profesor/a,
los recreos sin vigilancia, los pasillos y la clase con profesorado, en este orden.

Todas las conductas de acoso producen efectos dañinos a corto, medio y largo plazo en quien la
sufre y también consecuencias negativas en el resto de los/as participantes. Aunque exista un
blanco directo sobre quien el agresor dirige sus ataques, indudablemente el bullying afecta a todos
los participantes, víctimas, agresores/as y testigos.

a. Para la víctima: Es para quien tiene consecuencias más nefastas ya que puede desembocar en
fracaso y dificultades escolares, niveles altos y continuos de ansiedad, insatisfacción, fobia a ir al
colegio, riesgos físicos, y en definitiva conformación de una personalidad insegura distante del
desarrollo integral de la persona. La imagen que tienen de sí mismos/as puede llegar a ser muy
negativa en cuanto a su competencia académica, conductual y de apariencia física. En algunos
casos puede desencadenar reacciones agresivas e intentos de suicidio.

b. Para el agresor/a: Puede suponer para él/ella un aprendizaje sobre cómo conseguir los objetivos
y, por tanto, estar en la antesala de la conducta delictiva. Con ello, el agresor/a consigue un
reforzamiento sobre el acto de dominio-sumisión como algo bueno y deseable y, por otra parte, lo
puede instrumentalizar como método de tener un estatus en el grupo, una forma de reconocimiento
social por parte de los demás. Si ellos/as aprenden que esa es la forma de establecer vínculos
sociales, generalizarán esas actuaciones a otros grupos en los que se integren, donde serán
igualmente molestos/as. Incluso, cuando vayan a conformar relaciones de pareja, pueden extender
esas formas de dominio y sumisión a la convivencia doméstica, como los casos que
lamentablemente sufren muchas mujeres.

c. Para los/as espectadores/as: Los/as espectadores/as no permanecen libres de influencia


respecto de estos hechos, supone un aprendizaje sobre cómo comportarse ante situaciones
injustas, un refuerzo para posturas individualistas, y lo que es más peligroso, un escaparate para
valorar como importante y respetable la conducta agresiva. Fundamentalmente está en juego la
educación moral y el posicionamiento sobre lo justo e injusto, sobre si intervenir o no, sobre si ver
agredir a un igual de forma gratuita merece mi respuesta o no, hasta que punto. Se trata del peligro
de llegar a la desensibilización ante los sufrimientos e injusticias ajenas, legitimando el ejercicio
abusivo de poder del agresor sobre su víctima.

48 
Avilés
Martínez,
José
María:
Op.
Cit.


Elaborado por académicosm de la Universidad de Chile bajo la dirección de Irma Palma 73


10. La instalación de la práctica preventiva en las generaciones jóvenes.

10.1. ¿Cómo surge en la sociedad chilena el uso de formas preventivas en la primera


relación sexual en la vida?

Si los padres y madres de los y las adolescentes de hoy han nacido entre las décadas de 1960 y
1970, con seguridad habrán tenido un acercamiento precario a la prevención en sus primeras
relaciones sexuales; sólo uno de cada cuatro la habrá experimentado en su propia vida. Las
trayectorias preventivas de ambas generaciones –de padres y de hijos- son distintas: Una
generación hace una entrada a la práctica preventiva más tardía, la otra está demandada a hacerla
más temprana; una estuvo más orientada al embarazo no previsto, la otra se encuentra presionada
también por la existencia del sida.

En la sociedad chilena el proceso de incorporación de tecnología preventiva en la iniciación sexual


es tardío en las generaciones nacidas en el siglo veinte. No usaron tecnología preventiva alguna
las generaciones nacidas en la primera mitad del siglo; por cierto, la sociedad no disponía todavía
en esa época de una tecnología eficiente para ello. La sociedad chilena dispuso de tecnología
anticonceptiva médica a partir de los últimos años de la década de 1960, sin embargo, su
incorporación aparece débilmente asociada a la iniciación de las generaciones que hicieron su
entrada en la sexualidad activa en ese periodo.

Surgió más asociada a la sexualidad adulta, al establecimiento de uniones, y más específicamente


a la regulación de la reproducción de las mujeres después de un primer hijo. La generación nacida
entre 1950 y 1960 –que es la que se inicia a mediados de las décadas de 1960 y 1970- es
expresiva de una primera apropiación de la píldora -crece especialmente el uso de tecnología entre
las mujeres nacidas en ese periodo-. Aumenta el uso en las generaciones nacidas en las décadas
siguientes, y conecta con el ingreso masculino a la gestión preventiva.

Las sociedades contemporáneas experimentaron desde comienzos de la década de 1980 el


surgimiento de la epidemia del VIH/SIDA. El fenómeno del VIH introduce una inflexión a la lógica
preventiva pre-existente: el ingreso del condón como medio preventivo privilegiado y la indicación
del uso en los procesos de iniciación sexual, entre otros. Las generaciones nacidas desde 1970 en
adelante lo hacen en presencia de la epidemia. Es propiamente el fenómeno de emergencia del
VIH/SIDA, no el surgimiento de la píldora, el elemento activador de la incorporación de tecnología
preventiva en los procesos de entrada en la sexualidad activa en la sociedad chilena.

Ello es manifiesto en los niveles de uso de la tecnología anticonceptiva médica en las generaciones
que hicieron su entrada en la sexualidad activa en las distintas generaciones. Las generaciones de
hombres y mujeres nacidos antes la década de 1950 en Chile, homogéneamente no usaron –o,
más precisamente, lo hicieron sólo uno de cada veinte; en la generación nacida en la década
siguiente, es decir, de 1950, lo hace uno de cada diez, y lo hacen principalmente las mujeres; entre
las personas nacidas en la segunda parte de la década de 1960 y en la de 1970, uno de cada
cuatro usa tecnología.

Elaborado por académicosm de la Universidad de Chile bajo la dirección de Irma Palma 74


10.2. El proceso personal de entrada en la práctica preventiva.49

En la sociedad chilena la incorporación de tecnología preventiva en la iniciación sexual es una


práctica individualmente progresiva en la vida de los hombres y mujeres adolescentes y jóvenes.
La V Encuesta Nacional de Juventud del INJ, (2006) muestra una transición entre el uso en la
primera relación sexual y las etapas posteriores. Usa en primera vez un 44.7% y usa en última
relación sexual un 72.4%. Se incrementa en casi treinta puntos Existen diferencias de género esta
progresión: los hombres pasan de 47 a 69.3%; las mujeres pasan de 42.1% a 75.9%. Los hombres
usan más que las mujeres en la primera vez, luego las mujeres los superan.

Una progresión importante se experimenta en una etapa muy temprana del proceso, en el periodo
en que se está aún con la primera pareja sexual. En el cuadro a continuación, en la Encuesta
UCHILE/CONASIDA (2005) puede observarse esta evolución. Un 28 de mujeres y 26 de hombres
que no habiendo usado la primera vez, incorporan la tecnología preventiva inmediatamente
después. En sentido contrario, existe un 3% de mujeres y un 17% de hombres que habiendo usado
la primera vez, la abandonan inmediatamente después.

Sugerimos que una primera relación desprotegida puede constituirse en una experiencia personal o
interpersonal de temor y remordimiento. Cuando a una relación desprotegida le sigue un retraso en
la regla menstrual, la experiencia de temor ante la probabilidad de un embarazo no previsto
activaría una evaluación crítica y remordimiento sobre la desprotección que le precedió. Eso genera
unas disposiciones subjetivas favorables a la práctica preventiva.

CUADRO 1

Usa forma Usa forma Frecuencia de Flujo preventivo Proporción Proporción


preventiva preventiva uso de formas en primera población población
primera RS posteriormente preventivas pareja sexual MUJERES HOMBRES
Sí Sí Siempre Prevención inicial y sistemática 37 32
Sí Sí No siempre Prevención inicial y asistemática 10 9
No Sí Siempre Prevención tardía y sistemática 18 14
No Sí No siempre Prevención tardía y asistemática 10 12
Sí No Nunca Prevención inicial y continuidad desprotegida 3 17
No No Nunca Desprevención Sistemática 17 1
Sí No continuó RS Prevención inicial 2 8
No No continuó RS Des-prevención inicial 3 7

10.3. Transición de método o la feminización de la prevención.

El condón es el método más usado la primera vez. Un 88.8% de los que previenen la primera vez lo
usan; en la última relación desciende su uso a 42.6%. La píldora es el segundo método más usado.
Al revés del condón, su uso asciende. Un 14.8% de los que previenen la primera vez, la usan; en la
última vez aumenta su uso a 38.2%. Se incorpora el DIU. Un 0.9% lo usan en la primera vez; en
última vez su uso alcanza a 15.1%.

49 
Véase
la
Encuesta
Nacional
de
Comportamiento
Sexual
(CONASIDA/ANRS,
1998),
las
encuestas
nacionales
de
juventud
(INJUV,
en


sus
versiones
de
1997,
2000,
2003
y
2006),
el
Estudio
de
Mercadeo
Social
del
Condón
(CONASIDA/Demoscópica
y
Fondo
Global
de

Lucha
contra
la
Tuberculosis,
la
Malaria
y
el
SIDA,
2005)


Elaborado por académicosm de la Universidad de Chile bajo la dirección de Irma Palma 75


Esto es expresivo de un tránsito y una transferencia desde una gestión masculina inicial a una
gestión femenina estabilizada en el proceso de instalación de la prevención. En la actualidad el
condón constituye un método temporal en el curso de una relación, que define más bien una fase
de iniciación –un método en contexto de incertidumbre- , que es abandonado y sustituido por la
píldora en una fase de estabilización de las relaciones de pareja, que se constituye en un método
para un contexto de estabilidad.

10.4. ¿Qué moviliza la práctica preventiva la primera vez?

El embarazo no previsto es muy importante en lo que moviliza el uso de tecnología preventiva en la


primera relación sexual en la vida. La V Encuesta Nacional de Juventud muestra que un 80.7% de
adolescentes y jóvenes sexualmente activos así explica su uso. Son 86 de las mujeres y 76.9% de
los hombres. El VIH y otras ITS sólo alcanzan el 18.5%. Es cierto que la encuesta exige al
entrevistado a hacer una elección que considera excluyentemente una de las alternativas. Por ello,
no es posible realmente dimensionar exactamente cuánto moviliza el VIH e ITS el uso de
tecnología preventiva en la primera relación sexual en la vida.

10.5. La desestabilización de la práctica preventiva.

Una práctica preventiva instalada por un o una adolescente en su vida sexual puede desestabilizarse.
Existen diversas situaciones en las cuales la práctica preventiva que opera en la normalidad se
desestabiliza.50 Un tipo de situación sexual en que la práctica preventiva se desestabiliza es la crisis
en el pololeo.

Una pareja de adolescentes que ha construido un guión compartido de protección y que ha decidido
usar una tecnología la píldora, la usa como un método para la estabilidad de la práctica sexual -de uso
sistemático y recursivo, día a día– en un contexto que así la incorpora –la relación de pareja, que es
continua. La píldora en su sistematicidad sigue al ritmo de la continuidad de la relación de pareja.
Cuando la última .la relación- se vuelve discontinua introduce una misma tensión en la en la primera –
la píldora- que la acompañaba en la práctica sexual.

En el devenir de una relación de pareja puede sobrevenir una crisis: una ruptura entre los miembros
de la relación que procede como un distanciamiento ambiguo y una ambivalencia emocional. La crisis
desestabiliza la práctica sistemática en su adherencia al método: su uso permanece a la espera de
una resolución de la crisis, pero a medida que pasa el tiempo se vuelve irregular, hasta que finalmente
se abandona.

Un re-encuentro en medio de la crisis puede generar condiciones para un encuentro sexual no


previsto entre unos adolescentes que aprendieron a usar tecnología preventiva para ser usada en
contexto de pareja, y que no han enfrentado situaciones más asimilables a la ocasionalidad. Una
situación como esta requiere que ambos hayan construido un guión interpersonal compartido,
producido previamente, que organice lo que cabe hacer por ellos, que en lo básico responda a una
múltiple pregunta: ¿Qué se hace?, ¿Por qué se hace?, ¿Quién hace qué? y ¿Para qué se hace?

50 
Entre
otras
situaciones,
puede
suceder
en
una
situación
de
consumo
excesivo
de
alcohol
u
otra
sustancia
ilícita.


Elaborado por académicosm de la Universidad de Chile bajo la dirección de Irma Palma 76


10.6. Un planeador que observa el territorio del sexo.

Una imagen expresa de mejor manera la idea que queremos formular a propósito de una
experiencia necesaria en una etapa de entrada en una práctica de coordinaciones, reconocimiento
del cuerpo, de las emociones, los significados. Proponemos la imagen del “planeador”, el aparato
deportivo que permite a un sujeto volar por cerros y valles, costas y desiertos, sin urgencia y sin
prisa, que sobrevolando una y otra vez un territorio, organiza sus coordenadas y conoce sus
evoluciones. A distancia lo conoce. Si un día fuera a alguno de los cerros, valles, costas o
desiertos que sobrevuela, reconocería sus coordenadas fundamentales, se encontraría en un
territorio por él mapeado.

Sugerimos que al territorio del sexo puede arribarse mejor al modo de un planeador. Esta
formulación opera sobre una crítica a dos elaboraciones sociales prevalentes sobre este proceso.
Vamos a sugerir una denominación para éstas; la tesis del momento o la oportunidad y la tesis de
no se piense. La primera sostiene que el sexo en la vida de un o una adolescente sobreviene,
afirma su espontaneidad y su fuerza instintiva o pasional, asume que no es programable, que es
susceptible de ser provocado por el amor en las mujeres y siempre activado en los hombres, que
no existe finalmente control posible, que acaecerá cuando tenga que ser. La segunda elabora el
sexo como tentación, que puede ser controlado poniéndolo fuera del pensamiento; si no se piensa
en él no sucede. En ambas aproximaciones no cabe la conversación, por innecesaria, por
incitadora.

Como hemos mostrado precedentemente, el nivel de uso inicial de método es bajo en Chile (44.7%
usa en primera vez; 47% los hombres y 42.1% las mujeres), sin embargo, crece posteriormente
(72.4% usa en última relación sexual; hombres usan 69.3%; las mujeres, 75.9%. El nivel de
protección inicial, así como el tránsito posterior son expresivos de una escasa planeación.

Proponemos a continuación un análisis sobre la conversación en etapa previa a las primeras


prácticas sexuales, bajo el supuesto que constituye uno de los elementos básicos en la
configuración de la planeabilidad de las prácticas sexuales, en la medida que expresaría al mismo
tiempo que generaría condiciones para la reflexividad, la toma de decisiones, el establecimiento de
consenso interpersonal y la coordinación operacional en la relación interpersonal.

En la Encuesta UCHILE/CONASIDA (2005), que estudia a jóvenes entre 15 y 24 años, un 53.2%


de los hombres y un 59.4% mujeres declaran haber conversado con su pareja sexual antes sobre
la prevención antes de la primera relación sexual.

Existe una relación directa entre el tipo de relación que se tiene con la otra persona implicada y los
niveles de conversación que precede a los primeros actos sexuales. Así, la iniciación en contexto
de una pareja presenta superiores niveles de conversación (70.3% en hombres y 65.8% en
mujeres) que en contextos de amistad y de ocasionalidad (recién conocidos), que presentan niveles
relativamente similares (entre 32.1% y 40.4%).

Entre las mujeres los niveles de conversación tienen una relación directamente proporcional con
las edades en que se produce la iniciación sexual; en los hombres, estos permanecen
relativamente constantes. Cuando se inician a los 15 años, la conversación alcanza a 42% en las
mujeres; cuando se inician a los 18 años, la conversación alcanza a 73,5%.

Elaborado por académicosm de la Universidad de Chile bajo la dirección de Irma Palma 77


La conversación se relaciona en forma positiva con el uso de tecnología preventiva en la primera
relación sexual que se tiene en la vida. En el estudio analizado aquí, un 51.4% de jóvenes usa
tecnología preventiva en su primera relación sexual; un 55.4% conversa antes de la primera
relación sexual. Entre quienes sí previenen la mayoría ha conversado: 36.6% conversa y previene,
y un 14.8% no conversa y sí previene. Entre quienes no previenen la mayoría no ha conversado: un
29.8% no conversa y no previene, y un 18.8% conversa y no previene. Puesto de otro modo, entre
quienes sí conversan la mayoría previene: 36.6% conversa y previene, y un 18.8% conversa y no
previene. Entre quienes no conversan la mayoría no previene: un 29.8% no conversa y no
previene, un 14.8% no conversa y sí previene.

Las conversaciones que preceden a las interacciones sexuales entre los y las adolescentes se
orientan a coordinarse primero normativamente para una práctica preventiva; luego, a generar un
guión compartido de auto y mutuo cuidado.

10.7. Toda opción demanda siempre planeación.

Un o una adolescente puede tener o no tener relaciones sexuales en ese momento de la vida.
Ambos comportamientos son opciones legítimas, más o menos legítimas según las valoraciones
personales y de sus familias y comunidades. Tener uno u otro comportamiento puede ser una
elección interna o una indicación de su familia o comunidad. En la sociedad chilena, como hemos
mostrado antes, una de cada veinte mujeres jóvenes inicia su actividad sexual en el matrimonio.
Cualquiera sea el caso, su implementación requiere de un proceso de decisión. En su caso, es un
proceso de constantes decisiones. Esto, porque la sexualidad en esa etapa de la vida no tiene
necesariamente los contextos estabilizados, como tiende a ocurrir con los adultos.

Tener y no tener relaciones sexuales en ese momento de la vida tienen exigencias de gestión
importantes. No basta con elegir abstenerse para que sea sostenidamente así. Tampoco basta con
elegir tener sexo protegido para que sea realmente así. Ambas opciones son, en un sentido,
provisionales, situacionales.

Cualquiera sea la decisión a la que arribe un o una adolescente -sea estar sexualmente active/a o
no tener relaciones sexuales- para su implementación y sostenimiento en todas las situaciones
demanda de él o ella siempre una planeación.

Elaborado por académicosm de la Universidad de Chile bajo la dirección de Irma Palma 78


11. Embarazo, maternidad en la adolescencia y escuela: estudiantes y derecho a la
educación.

El embarazo adolescente constituye un problema social tanto por sus efectos biográficos sobre las
mujeres –reduce drásticamente sus posibilidades y oportunidades de estudio, de trabajo, de
movilidad social, de realización personal, de ejercicio de derechos-, por sus efectos sobre los hijos
e hijas –puede afectar drásticamente las condiciones de la crianza, de socialización y de inserción
social-, como por la estratificación sociocultural a la cual está asociada.

En este sentido, se trata de un fenómeno a ser evitado en su ocurrencia. No obstante, también se


trata de un fenómeno a ser abordado responsable y activamente en su ocurrencia, de modo de
aminorar sus efectos negativos. Una vez ocurrido, dependerá de cómo la sociedad, la familia y la
escuela se dispongan a apoyar o no a la adolescente embaraza cuáles sean los efectos e impactos
sobre sus proyectos y cursos de vida.

11.1. Embarazo adolescente: Magnitud del fenómeno

El embarazo adolescente51 es aquel que sucede en la segunda década de la vida de una mujer,
edad en la cual resulta social y culturalmente extemporáneo. Esto, en el entendido de que no
constituye una edad para procrear, sino una edad para crecer y desarrollarse. A pesar de que
tradicionalmente esta fue considerada una edad adecuada para la maternidad, progresivamente en
nuestra sociedad se ha ido considerando problemático el embarazo para el desarrollo personal y
social de las mujeres y sus hijos e hijas, para el ejercicio de sus derechos, para la equidad en las
relaciones de género, para su plena integración social.

Para su estudio se utiliza como indicador la fecundidad de las mujeres entre 15 y 19 años de edad,
que corresponde a los nacidos vivos de las mujeres entre estas edades. En este indicador se
incluye la fecundidad de las mujeres menores de 15 años, y deja fuera, todos aquellos embarazos
que no llegan a término (Principalmente abortos) así como aquellos que comienzan a los 19 años y
finalizan a los 20.

El último Censo nacional del año 2002 indica que el 12.3 de las jóvenes entre 15 y 19 años declara
tener hijos, es decir, ese segmento de mujeres, que alcanza a 77,29 por mil mujeres, se encuentra
experimentando biográfica y socialmente la condición de maternidad adolescente.

La tasa de fecundidad adolescente es la más baja de Latinoamérica; sin embargo, su consideración


deja fuera tanto el aborto inducido como el embarazo no previsto. Se ocultan, de este modo, las
implicancias sociales, médicas y económicas, éticas y de derechos humanos de ambos fenómenos.
Por cierto, puede equivocarse quien cree que Chile es un país en el cual el embarazo adolescente
no constituye un problema de gran magnitud, a partir sólo de la estimación de la tasa de fecundidad
adolescente. Así, en el 2005, ingresaron un 22 de mujeres adolescentes al sistema público de
salud por embarazo. Esto muestra que aproximadamente una quinta parte de los embarazos en
Chile corresponden a embarazos adolescentes. Cabe destacar que la centralidad del fenómeno no

51 
Según
la
definición
de
la
OMS,
adolescencia
es
la
etapa
de
la
vida,
que
transcurre
entre
los
10
y
los
19
años
de
edad,
en
la
cual
se


completa
la
maduración
sexual,
la
independencia
psicológica
y
se
transita
desde
una
dependencia
a
una
independencia
económica
y

social,
a
lo
menos,
relativa.




Elaborado por académicosm de la Universidad de Chile bajo la dirección de Irma Palma 79


se encuentra en su magnitud, sino que en la distribución socio-demográfica en los estratos más
bajos y las consecuencias que esto trae a las personas involucradas 52.

11.2. Embarazo adolescente, distribución social y pobreza.

La cuestión de la distribución social de la maternidad adolescente es un tema crítico en la sociedad


chilena: es lo que otorga un carácter social, político y cultural particular. Allí se condensan no sólo
unas orientaciones culturales diversas, sino que, al mismo tiempo, expresa inequidades en
materias de habilitación de los sujetos y acceso a medios de prevención de riesgos y reducción de
daños.

Al respecto, en Chile, la información disponible evidencia una enorme distancia entre comunas de
estratos populares y las otras en la proporción o aporte a las tasa de fecundidad por parte de las
mujeres adolescentes. En la RM, en sus extremos, en La Pintana, uno de cada 4 niños/as que nace
tiene por madre a una adolescente, mientras en Vitacura, sólo uno de cada 126 niños nace bajo
esa condición materna.

Por otra parte, diversas dimensiones de la maternidad de mujeres en etapa adolescente


constituyen elementos cruciales de reproducción de trayectorias de pobreza. De forma específica,
la mayor prevalencia del embarazo fuera del matrimonio, la mayor deserción del sistema escolar
producida ante el embarazo o la maternidad y una inserción precaria en el mercado laboral, y, más
generalmente, la transmisión inter-generacional de patrones de maternidad adolescente generan
condiciones para que estas jóvenes mujeres, y con ellas, sus hijos conformen un tipo de hogar
especialmente vulnerable desde el punto de vista económico y social.

En estudios de seguimiento, se ha observado que los hijos de madres adolescentes tienen más
probabilidades de desnutrición, menores niveles de estudio, mayores probabilidades de colocación
en servicios de menores y mayores riesgos de maltrato infantil, presentan mayores riesgos de
problemas en la infancia y la adolescencia53. Entre aquellas mujeres que han sido madres
adolescentes existe un mayor riesgo de que su hija sea madre adolescente también, ya que puede
existir reincidencia generacional54.

Por otro lado, la maternidad adolescente ha sido asociada a condiciones de pobreza en cuanto da
lugar a una jefatura de hogar femenina55. En general se ha establecido la existencia de tres
conjuntos de factores que determinan la mayor pobreza de los hogares con jefatura femenina, en
comparación con los hogares con jefatura masculina:

• Los hogares con jefatura femenina son más pobres que los que tienen jefatura masculina porque,
tienen que sustentar comparativamente a más dependientes; tienen menos adultos que contribuyan
económicamente.

52 
UNFPA.,
FLACSO
Chile.
(2007),
Salud
Sexual
y
Reproductiva
en
Chile
2007:
actualización
de
datos
estadísticos.


53 

SERNAM-UNICEF,
Julio
1992.
54 

Nadia
Núñez.
(1993)
“Muñecas
por
niñas”,
en
Rompan
Filas
28,
Nº
109.





En
http://serpiente.dgsca.unam/rompan/40/rf40d.html
55 
 Véase
 Buvinic,
 Mayra.
 (1990).
 “La
 Vulnerabilidad
 de
 los
 Hogares
 con
 Jefatura
 Femenina:
 Preguntas
 y
 Opciones
 de
 Política
 para


América
Latina
y
El
Caribe”
CEPAL.
Santiago,
Chile.


Elaborado por académicosm de la Universidad de Chile bajo la dirección de Irma Palma 80


• La vulnerabilidad económica de estos hogares se explica por diferencias de género: el hecho de
que debido a que las jefas son mujeres, tienen menores ingresos medios, menos bienes y menos
acceso a empleos remunerativos y recursos productivos, como tierras, capital y tecnología, que los
jefes de hogar masculinos.

• La mayor pobreza de los hogares encabezados por mujeres también es el resultado de la


combinación singular de tener como jefe a una mujer. Este efecto puede operar mediante tres
mecanismos diferentes: El primero, tiene que ver con el hecho de que cumplir funciones
domésticas o de producción hogareña, tienen mayores limitaciones de tiempo y de movilidad, que
puedan dar por resultado su "preferencia" por trabajar menos horas por un pago y por "escoger"
empleos de remuneración inferior; el segundo mecanismo, dice relación con que mujeres que son
jefas de hogar pueden enfrentar una mayor discriminación en el acceso a los empleos o recursos
que la que enfrentarían normalmente debido a su género; por último, el tercer mecanismo, alude a
que las jefas de hogar pueden tener historias de maternidad precoz e inestabilidad familiar que
tiende a perpetuar la pobreza de una generación a otra.

Por otro lado, Olavarría (2008) plantea que dentro de la población de adolescentes embarazadas
de los quintiles de más bajos ingresos, destaca que la mayor parte (67) pertenecen a hogares
extendidos, vale decir, conviven con otros parientes, además de uno o ambos padres y/o
hermanos/as. Esto en contraste con la población de adolescentes no embarazadas, pertenecientes
a los mismos quintiles, las que en su mayoría son parte de hogares nucleares (60,1), es decir, vive
con uno o ambos padres y/o hermanos/as.

11.3. Relación entre embarazo adolescente y escuela en la sociedad chilena.

La situación de las estudiantes embarazadas o madres respecto del sistema escolar formal puede
ser formulada como una estructura que vincula a un sujeto (la estudiante) y una institución (el
sistema escolar). Por ello mismo, por un lado, se expresa una subjetividad (una vida) expuesta a la
experiencia del riesgo de la exclusión de uno de sus caminos principales de realización biográfica
(la educación); y por otro lado se expresa una institución (una estructura cristalizada de respuestas
habituales) con capacidad para tomar decisiones que pueden abrir o cerrar el liceo (o la educación)
como camino biográfico disponible para las estudiantes embarazadas.

Elaborado por académicosm de la Universidad de Chile bajo la dirección de Irma Palma 81


Con frecuencia la experiencia del embarazo se le presenta a la adolescente como una "situación
límite" para la cual no se estaba preparada y frente a la cual no operan respuestas fundadas en el
cálculo racional, sino esencialmente una urgencia de encontrar una "salida" que permita sustentar
aún la posibilidad de realizar un "proyecto de vida". El sistema escolar (la institución) puede operar
o no como posibilitadora de una salida (a la situación límite) que permita reducir el riesgo de
quiebre del proyecto de vida de la estudiante embarazada.

Puede sugerirse que existe una doble dirección en la relación entre la maternidad adolescente y el
nivel de escolarización. Por una parte, el embarazo a edades tempranas puede tener como
consecuencia la deserción del sistema de educación formal. Por otra parte, el bajo nivel de
instrucción, asociado al no ingreso o deserción temprana del sistema de educación formal por
razones distintas a la maternidad, pueda generar condiciones para la ocurrencia de un embarazo a
edades tempranas.

Según datos del INE 2005, mientras un 78% de las adolescentes que no son madres asisten a un
establecimiento educacional, sólo un 5% de las que son adolescentes madres lo hacen56.

Elaborado por académicosm de la Universidad de Chile bajo la dirección de Irma Palma 82


La principal razón de las adolescentes no madres para no asistir a un establecimiento escolar son
los problemas económicos, mientras que en el caso de las adolescentes madres es la maternidad.
En este sentido, según el INJUV (2007) el 20,3 de los adolescentes que no asisten a un
establecimiento educacional, lo hace porque debe cuidar a su hijo/a, convirtiéndose ésta en uno de
los principales motivos de deserción escolar entre las mujeres. No obstante, la maternidad se
articula, a su vez, con problemas económicos. Por cierto, la carencia de recursos económicos hace
más crítica la situación de responder a las necesidades del/a hijo/a por parte de la adolescente y/o
familia y, a la vez, destinar tiempo y recursos económicos a permanecer en el sistema escolar.

Lo anterior constituye una tensión crítica para la continuidad en la escuela: abandonar la escuela
en vistas a trabajar, con un horizonte reducido de opciones para ingresar al mercado laboral y
ocupar empleos precarios; si la incursión en el mercado laboral es exitosa, es decir, logra un
empleo, no logrará generar recursos para retornar a la escuela; quedan así ubicadas en sectores
precarios del mercado laboral, sub-calificados e inestables. Si fracasan, una vez hecha la
deserción, quedarán en sus casas al cuidado de los hijos y responsables del trabajo doméstico
como una forma de contribuir a la economía familiar. Sapelli y Torche (2004), plantean que a
medida que aumenta la edad, crece la deserción escolar por la mayor posibilidad de conseguir
trabajo. De igual manera, mientras más bajos sean los ingresos de la familia, más alta es la
probabilidad de que un adolescente deje de estudiar, por ende, mayor deserción.

El abandono escolar, al interferir con las opciones de educación, capacitación y desarrollo de las
adolescentes, especialmente las de los sectores más pobres, dificulta la salida de ellas, de sus
hijos y sus familias del denominado círculo vicioso de la pobreza. En este sentido, las mujeres
tienen mayor probabilidad de desertar al sistema escolar que los hombres, aunque estar en
situación de maternidad o paternidad aumenta las posibilidades de abandono escolar, ocurriendo
en muchos casos, durante el embarazo, lo que en algunos casos se traduce en el no retorno a los
estudios. La necesidad de generar ingresos impulsa a muchas adolescentes a una temprana
incorporación a la fuerza laboral sin estar previamente capacitadas para ello. Lo anterior las lleva a
buscar y permanecer en trabajos precarios y mal remunerados y con posibilidades escasas de
mejorar su situación en el futuro.57 En este sentido, Beyer (1998), plantea que la baja escolaridad
aumenta la probabilidad de estar desempleado. Asimismo, una adolescente que ha desertado del
sistema educacional para insertarse en el mercado laboral, irá adquiriendo experiencia a lo largo de
la vida, sin embargo, al tener un bajo nivel educacional, sus ingresos crecerán sólo marginalmente.

Según estimaciones de Olavarría (2008), casi tres cuartas partes de adolescentes embarazadas no
asistían a un establecimiento educacional en el año 2006. Asimismo, las adolescentes
embarazadas sí se encontraban estudiando, en comparación con el grupo total de estudiantes,
contaban con tres características: a) mayor situación de carencia económica, B) menor acceso a
sistemas de protección; C) pertenencia a familias extensas y responsabilidades mayores al grupo
de estudiantes de la misma edad.


Cuadernillo
temático:
Análisis
de
la
Sexualidad
y
Maternidad
adolescente
en
Chile.
INE.
Agosto,
2005.
Chile.

56


 Electra
 González;
 Adolescente
 embarazada.
 
 Aspectos
 Sociales.
 
 En:
 Embarazo
 en
 adolescentes.
 
 Diagnóstico
 en
 1991;

57

UNICEF/SERNAM.
Santiago,
1992.


Elaborado por académicosm de la Universidad de Chile bajo la dirección de Irma Palma 83


11.4. Reconocimiento del Estado al Derecho a la Educación de adolescentes
embarazadas/madres para su inclusión en el Sistema Educativo.

En la última década del siglo XX, el Estado chileno ha generado y perfeccionado una normativa
tendiente a asegurar la permanencia de las adolescentes embarazadas/madres en el sistema
escolar formal y ha tendido a buscar los medios a través de los cuales puede constituirse en un
mecanismo eficaz para la permanencia de las estudiantes embarazadas y madres en dicho
sistema.

La normativa vigente, así como las acciones de instituciones y personas expresa la disposición de
la sociedad y del Estado chileno a proveer medios concretos a través de los cuales los/as jóvenes
escapen a las determinaciones ambientales restrictivas y puedan desplegar sus proyectos de vida,
especialmente los pertenecientes a los estratos sociales populares; a reducir los daños del
embarazo y la maternidad y asegurarles igualdad de oportunidades y derechos a las mujeres
jóvenes, ampliar el ejercicio de los derechos sexuales y reproductivos de las y los adolescentes y
jóvenes; a prevenir los riesgos y promover los derechos de los niños y niñas nacidos en esta
particular condición de maternidad.

Según el inciso tercero del Artículo 2º de la ley Nº 18962, que regula el estatuto de las estudiantes
en situación de embarazo y maternidad, es un derecho para ellas ingresar y permanecer en la
educación básica y media, no pudiendo ser objeto de ningún tipo de discriminación, así como
tampoco ser presionada u obligada a cambiar de jornada o curso producto de la situación de
embarazo o maternidad. De igual manera, el establecimiento educacional debe proporcionar todas
las facilidades académicas necesarias a la estudiante en esta condición para asistir a
establecimientos de salud para el control prenatal periódico, así como controles post parto y los que
requiera el lactante. Con ello se pretende evitar la deserción escolar de un segmento de jóvenes
mujeres a causa de la maternidad, asegurarles oportunidades de desarrollo y promover contextos
escolares, familiares y sociales, más globalmente, no discriminatorios, responsables y
humanizados.

En los últimos años, el MINEDUC ha ido desarrollando una estrategia de apoyo a la permanencia
de las adolescentes embarazadas y madres en el liceo, compuesta por un conjunto de
orientaciones referidas al diseño, implementación, operación y evaluación de un programa de
acompañamiento y apoyo psicosocial ofrecido en el contexto del sistema escolar, al que se
integra una conexión con servicios y beneficios existentes en las redes estatales locales, dirigido a
adolescentes embarazadas y madres destinados a favorecer su retención y permanencia en el
sistema escolar. El objetivo central de esta estrategia, es producir la mayor compatibilidad
alcanzable ente la función materna y la condición de estudiante en aquellas adolescentes de
estratos sociales populares en situación de embarazo o maternidad, de modo de inhibir los
efectos negativos de la maternidad temprana sobre el desarrollo personal y social de las mujeres,
sus hijos/as y familias.

En este sentido, la estrategia contempla la provisión de apoyo psicosocial para crear las
capacidades de funcionamiento básico de las adolescentes ante el acontecimiento del embarazo
y ante la función materna a desarrollar; además, propone desarrollar acciones tendientes a
facilitar el acercamiento de las estudiantes embarazadas y madres a la oferta de servicios y
beneficios que necesitan y que son ofrecidos por la red; asimismo, la estrategia propone generar
las normativas que contribuyan a crear condiciones de flexibilización y adecuación institucional a

Elaborado por académicosm de la Universidad de Chile bajo la dirección de Irma Palma 84


las particulares características y necesidades de estas estudiantes; por último, se plantea la
implementación de acciones dirigidas a generar condiciones y oportunidades para llevar a cabo
iniciativas de autogestión comunitaria y, a fomentar la organización y asociatividad de las mujeres
jóvenes en condición de madres y otros actores comunitarios.

Acción institucional orientada a producir compatibilización entre función materna y


condición de estudiante en contexto de pobreza.

Hijo/a Adolescente Liceo

Condición de madre Condición de estudiante

Construir compatibilidad

Función a desarrollar Condición a retener

Puede sugerirse que el trabajo que se realice con las estudiantes ha de focalizar en un conjunto
amplio de dimensiones -las cuales definen aspectos específicos a considerar prioritariamente en la
intervención-, diversos ámbitos de intervención –actores, relaciones, territorios e instituciones a los
cuales implica directa o indirectamente-, un conjunto de criterios y principios que orientan la acción,
así como un conjunto de ideas-fuerza que sintetizan los sentidos y propósitos de la intervención.

Las dimensiones remiten a un conjunto de ámbitos de la vida cotidiana, relaciones e instituciones


en las cuales transcurre la vida de las adolescentes. Son, propiamente, las redes de soporte y de
apoyo de las personas en contextos sociales y comunitarios.

Las dimensiones propuestas son las siguientes: inclusión a la comunidad escolar (pertenencia e
identificación con la comunidad escolar y la inclusión de la estudiante hacia ésta); inclusión al
grupo de pares (pertenencia e identificación al grupo de pares); compromiso con el aprendizaje
(razones y emociones que mueven al sujeto a querer estudiar, incorporarse y permanecer en el
liceo, a desplegar esfuerzos y adquirir una disciplina que sea compatible con el logro de éxitos en
sus aprendizajes y rendimientos); estudio compatible (promover los ajustes personales,
familiares, institucionales y comunitarios para que resulte posible la compatibilización de la
maternidad y la asistencia al liceo); compromiso con la maternidad (compromiso de las
estudiantes con su maternidad, es decir, con la relación con su hijo o hija, y con las funciones y
vínculos en ella implicados); legitimidad (La situación de las estudiantes embarazadas y madres
habitualmente supone una vulneración de los derechos del/la niño/a. Una persona hace efectivo un
derecho cuando lo conoce, lo valora y tiene los medios para exigir su cumplimiento. Por eso,
promover los derechos como parte del proceso educativo es crucial); soporte familiar (promover

Elaborado por académicosm de la Universidad de Chile bajo la dirección de Irma Palma 85


que la familiar pueda situarse como un soporte de la adolescente); cuidado infantil (El cuidado
infantil se presenta como uno de los obstáculos a la continuación de la educación para las
estudiantes madres. Por ello, gestionar formas que provean un cuidado seguro y pertinente a los
niños es una dimensión fundamental a considerar); salud infantil (estos niños y niñas son más
vulnerables); salud sexual y reproductiva (para las adolescentes en situación de embarazo o
maternidad, resulta crucial la consideración de la prevención del embarazo no deseado/no
planificado, de la violencia sexual, de la infección por vih e its); Derechos SUF, AF y PASIS (se
trata de que las adolescentes hagan uso de los programas de subsidios del Estado cuando
corresponda); habitabilidad (Se trata de promover que la adolescente y su hijo/a tengan
condiciones habitacionales mínimas).

Finalmente, puede sugerirse que el desafío institucional que enfrenta el sistema educacional
respecto del embarazo y maternidad adolescentes es el de construir una compatibilización entre
maternidad y educación que haga posible el éxito escolar en condiciones de pobreza.

Elaborado por académicosm de la Universidad de Chile bajo la dirección de Irma Palma 86


Bibliografía.

Acosta, F. (2003), “Centralidad de la familia en los estudios de población en América Latina”, Papeles de
Población, Año 9, no 37.

ADIMARK. (2005), “Encuesta de Opinión Pública Los católicos opinan. Septiembre 2005. Santiago.

Agar, L.; Ferrer, M. (1998), “Demographie et contexte socio-economique en Amerique Latine et dans les
Caraïbes”. Ponencia presentada en las Terceras Jornadas Científicas de la Red de Demografía, organizado
por la Université des Reseaux D’Expression Française (UREF).

Alvarez, M. (1986), “Deprivación y modelos parentales”. Santiago: Editorial Universitaria.

Amuchástegui, A. (1996), "El Significado de la Virginidad y la Iniciación Sexual: Un Relato de Investigación"


en: Szasz, Ivonne y Susana Lerner (Eds.) Para Comprender la Subjetividad: Investigación Cualitativa en
Salud Reproductiva y Sexualidad. El Colegio de México. México.

Araujo, K. et al. (2005), “Discurso Estatal y Configuración de la Sexualidad en la Sociedad Chilena


Actual. Informe Final Proyecto Fondecyt 1030193. Programa de Género y Sociedad, Universidad Academia
de Humanismo Cristiano. Santiago

Arriagada, I. (2001), “Familias latinoamericanas. Diagnóstico y políticas públicas en los inicios del nuevo siglo”.
Santiago, CEPAL, serie Políticas Sociales, No 57.

Badinter, E. (1993), XY. “La Identidad Masculina”. Alianza Editorial. Madrid.

Bauman, Z. (2003), “Modernidad Líquida”. Fondo de Cultura Económica (FCE). Buenos Aires.

---------------. (2004), “Amor Líquido. Acerca de la Fragilidad de los Vínculos Humanos”. Fondo de Cultura
Económica (FCE). México.

Beck-Gernsheim, E. (2002), “Reinventing the family”. Polity Press, Gran Bretaña.

Beck-Germshein, E.; Beck, U. (2003), La Individualización. Paidós. Barcelona

Beck, U. (2001, La sociedad del Riesgo: Hacia una nueva modernidad. Paidos Ibérica S.A.

Beech, C. (1985), “Learning to read”. New York: College Hill Press.

Bejín, André. (1987), “Crepúsculo de los Psicoanalistas, Aurora de los Sexólogos” en: Ariés, Philippe ; Béjin,
A. y Foucault, Michel. Sexualidades Occidentales. Ediciones Paidós Barcelona.

Berger, P.; Luckman, T. (1968), “La Construcción Social de la Realidad”. Amorrortu. Buenos Aires.

Berman, M. (1988), “Todo lo Sólido se Desvanece en el Aire”. Siglo XXI. México

Beyer, H. (1998), ¿Desempleo juvenil o un problema de deserción escolar?, en Estudios Públicos, 71


(Invierno 1998).

Blancarte, R. (1993), "Modernidad, Secularización y Religión. La Iglesia Católica, el Estado y la Sociedad


Mexicana en el Umbral del Siglo XXI" en: Blanco, Joaquín y Woldenberg, J. (Comp.) México a Fines de Siglo,
Tomo II. México.

Elaborado por académicosm de la Universidad de Chile bajo la dirección de Irma Palma 87


Bourdieu, P. (1998), “La Dominación Masculina”. Editorial Anagrama. Barcelona.

Bozon, M. (1988), “Amour, Désir, Durée. Cycle de la sexualité conjugale et rapports entre hommes et femme“
in Bajos N., Bozon M., Ferrand A., Giami A., Spira A..La sexualité aux temps du SIDA. PUF. Paris

---------------------. (1990), "Les Femmes et l’ecart d’âge entre Conjoints. Une Domination Consentie". Revue
Population, I et II. Population, 2, pp.327-360 et Population, 3, pp.565-602.

---------------------. (1991ª), "Le Choix du Conjoint" en: de Singly, François (Dir.) Famille : L’Etat des Savoirs. La
Découverte. Paris.

---------------------. (1991b), "La Nouvelle Place de la Sexualité dans la Constitution du Couple". Sciences
Sociales et Santé. N°4. París. pp. 69-88.

---------------------. (1993), "L’entrée dans la Sexualité Adulte. Le Premier Rapport et ses Suites". Revue
Population Nº5. Paris.

---------------------. (1995), “Amor, Sexualidade e Relações Sociais de Sexo na França Contemporânea”.


Estudos Feministas (1)

---------------------. (1998), “La Sexualité a-t-elle changé?” en: Bajos, N., Bozon, M.
Ferrand, M., Giami, A., Spira, A. et le Groupe ACSF. La Sexualité aux Temps du SIDA. Sociologie d aujourd
hui. Presses Universitaires de France (PUF). Paris.

---------------------. (2001ª), “Orientations Intimes et Constructions de soi. Pluralité et Divergences dans les
Expressions de la Sexualité“ en: Les Cadres Sociaux de la Sexualité. Sociétés Contemporaines. Paris.

---------------------. (2001b), “Sexualidade e Conjugalidade A Reformulação das Relações de Gênero na França


Contemporânea” publicado em: Cadernos Pagu, Tradução: Plínio Dentzien. Tomado de: Bloss, Thierry (Org.)
La Dialectique des Rapports Hommes-femmes. Presses Universitaires de France (PUF). Paris.

---------------------. (2002), Sociologie de la Sexualité. Nathan Editions. Paris. Nº 128.

--------------------. (2003), “Supplément à un post-scriptum de Pierre Bourdieu sur l’amour ou peut-on faire une
théorie de l’amour comme pratique? “

---------------------. (2003ª), “A quel Age les femmes et les hommes commencent-ils leur vie sexuelle ?
Comparisons mondiales et évolutions récents“. Population et Societés. Nº 391. Junho. Paris

---------------------. (2003b), Sexualidade e conjugalidades. A reformulacao das relacoes de genero na Franca


Contemporanea. Cadernos Pagu. Nº 20. Brasil.

---------------------. (2004), Individualizacao e Hierarquia. Conclusao do Seminario Relacoes Familiares,


Sexualidade e Religao. Grefac-Clam. 4-6 Agosto. UERJ. Rìo de Janeiro.
---------------------. (2005ª), Les Femmes et l’individualisation de la sexualitè. Overture de possibles, rigiditè des
roles. La Découverte. Paris

---------------------. (2005b), Novas Normas de Entrada na Vida Sexual na América Latina e Brasil. (Ined).
France.

Bozon, M.; Héran, F. (2006), “La Formation du Couple. Textes essentiels pour la sociologie de la famille”. La
Decouverte. Paris.

Elaborado por académicosm de la Universidad de Chile bajo la dirección de Irma Palma 88


Bozon, M.; Hertrich, V. (2002), "Sexualidad Préconyugal et Rapports de Genre en Afrique et en Amérique
Latine. Une Comparaison à partir de 20 Enquêtes EDS" en: Brouard, Nicolas et Khlat, Myriam (Dir.) Rapport à
la Direction de la Population et des Migrations pour la 35ème session de la Commission de la Population et
du Développement des Nations Unies. Janvier. Paris.

Bozon, M.; Kontula, O. (1998). “Sexual Initiation and Gender in Europe: A Cross-cultural Analysis of Trends
in the Twentieth Century” authored by (Bozon and Kontula, 1998).

Bozon, M.; Leridon, H. (Dir). (1996) “Sexuality and the Social Sciences”. A French survey on sexual
behaviour. Aldershot. Dartmouth.

Bruner, E.; Turner, V. (1986), “The Anthropology of Experience”. Urbana and Chicago, University of Illinois
Press. Illinois.

Burin, M. (1998), “Estudios de género. Reseña histórica” en M. Burin e I. Meler (comps.) Género y familia:
poder, amor y sexualidad en la construcción de la subejtividad. Argentina: Paidós.

Burín, M.; Dio Bleichmar, E. (Comp). (1996), “Género, Psicoanálisis, Subjetividad”. Ediciones Paidos.
Buenos Aires.

Burín, M.; Meler, I. (1998), Género y Familia. Poder Amor y Sexualidad en la Construcción de la subjetividad.
Ediciones Paidos. Buenos Aires.

Buvinic, M. (1990), “La Vulnerabilidad de los Hogares con Jefatura Femenina: Preguntas y Opciones de
Política para América Latina y El Caribe” CEPAL. Santiago, Chile

Canales, M.; Rovira, C.; Jiménez, J. (2003). Acción y Poder: Estudio Exploratorio Cualitativo mediante
Grupos de Discusión. Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD). Santiago.

Caplan, P. (Ed.) (1987), The Cultural Construction of Sexuality. Routledge. Londres.

Connell, R. (1997) “La organización social de la masculinidad”, en T. Valdés y J. Olavarría (Eds.)


Masculinidades. Poder y crisis, Ediciones de las Mujeres N° 24. ISIS Internacional. Santiago: FLACSO-Chile.

-----------------------. (1998), “El imperialismo y el cuerpo en los hombres” en: Valdés, Teresa y Olavarría, José.
(Eds.) Masculinidades y Equidad de Género en América Latina. FLACSO-UNFPA, Santiago, Chile.

Conway, J.; Bourque, S.; Scott, J. (1996), “El Concepto de Género” en: Lamas, Marta (Comp.) El Género,
la Construcción Cultural de la Diferencia Sexual. Serie Ciencias Sociales, Estudios de Género, UNAM.
México.

De Barbieri, T. (19929, “Sobre la Categoría de Género: Una Introducción Teórico Metodológica” en: Fin de
Siglo y Cambio Civilizatorio. Ediciones de las Mujeres N° 17, Isis Internacional. Santiago.

De Jong, G. (2004), “Remarriage, Unmarried Cohabitation, Living Apart Togheter: Partner Relationships
Following Bereavement of Divorce”, Journal of Marriage and Family, tomo 66, no 1.

De Jong, G. (2004), “Remarriage, Unmarried Cohabitation, Living Apart Togheter: Partner Relationships
Following Bereavement of Divorce”. Journal of Marriage and Family, Nº66, pp 236-243.

Diamond, M. (1976), “Desarrollo Sexual humano. Fundamentos biológicos para el Desarrollo Social”. En “La
sexualidad humana en cuatro perspectivas”. Beach F.A. Edit. Baltimore, John Hopkins Press.

Elaborado por académicosm de la Universidad de Chile bajo la dirección de Irma Palma 89


Diamond, M. (2001), “Sexualidad. Orientación e identidad”. En Enciclopedia Corsini de Psicología y ciencia
del Comportamiento. 3ª. Edit.John Wiley and sons. New York.

Dides, C.; Morán, J.; Benavente, M.; Pérez, S. (2007), “Salud Sexual y Repreoductiva en Chile 2007:
Actualización de Datos Estadísticos”. UNFPA, FLACSO Chile.

Donoso, P. “El matonaje: la discriminación grupal que margina”. En: Magendzo, Abraham; Donoso, Patricia
(Eds.): Cuando a uno lo molestan…. Un acercamiento a la discriminación en la escuela. Santiago. LOM
Ediciones / PIIE. Primera edición, noviembre de 2000.

Elías, N. (1991), “ The Society of Individuals”. Basil Blackwell. Oxford, England.
Erikson, Erik H. 1971. Identidad, Juventud y Crisis. Editorial Paidós. Buenos Aires.

Erickson, E. (1968), “Identidad, juventud y crisis”. Buenos Aires: Paidós.

Ferrand, M. (2004). Féminin-Masculin. La Decouverte. Paris.

-------------------------. (2003). Nous urons les jouissances que nous voulons. Le feminisme et la question de la
sexualité dans le féminisme francais contemporain. In D. Welzer Lang (Dir.) Genre et Sexualité. L’Harmattan.

Foucault, M. (1981), "El Sujeto y el Poder" en: Rabinow, Paul y Dreyfuss, Hubert. Michel Foucault. Más allá
del Estructuralismo y la Hermeneútica. UNAM. México.

Foucault, M. (1990), “Historia de la Sexualidad I. La Voluntad de Saber”. Siglo XXI. Buenos Aires.

Freud, S. (1983), “Ensayos sobre la Vida Sexual y la Teoría de las Neurosis”. Alianza Editorial. Madrid.

Freud, S. (1990), “Tres ensayos de teoría sexual”. Buenos Aires: Amorrortu.

Fuller, N. (1997), “Identidades Masculinas. Varones de clase media en el Perú”. Lima: Pontificia Universidad
Católica del Perú.

Fuller, N. (2001), “Masculinidades. Cambios y Permanencias”. Fondo Editorial de la Pontificia Universidad


Católica del Perú. Lima.

Fuller, N. (2003) “Adolescencia y riesgo: reflexiones desde la antropología y los estudios de género.” En J.
Olavarría (Ed.) Varones Adolescentes: género, identidades y sexualidades en América Latina. Santiago:
FLACSO.

Fundación Futuro. (2000), “Encuesta de Opinión Pública La Vida Sexual de los Chilenos”. Mayo. Santiago.

Gagnon, J. (1980). “Sexualidad y Conducta Social”. Editorial Pax-México. México.

--------------------. (1991), “The Explicit and Implicit Use of the Scripting Perspective in Sex Research, en
Gagnon, John, An Interpretation of Desire: Essays in the Study of Sexuality. Series: (WD-CSSGC) Worlds of
Desire: The Chicago Series on Sexuality, Gender, and Culture

---------------------. (1987), “A Sexual Scripts Approcah” in: Geer, J.; O’Donohue, W. Theories of Human
sexuality. Plenum Press, New York.

Gagnon, J., Simon, W. (1973), “Sexual Conduct, the Social Sources of Human Sexuality”. Chicago-Aldine.
USA.

Elaborado por académicosm de la Universidad de Chile bajo la dirección de Irma Palma 90


García Canclini, N. (1990), “Culturas Híbridas. Estrategias para Entrar y Salir de la Modernidad”. Colección
Los Noventa Nº 50. Grijalbo/CNCA. México.

Gergen, Kenneth J. (1985), "The Social Constructionist Movement in Modern Psychology" en American
Psychologist 40. Washington. pp. 266-275.
Giannini, H. (1987), “La Reflexión Cotidiana: hacia una arqueología de la experiencia”. Ed. Universitaria.
Santiago.

Giddens, A. (1995), “La Transformación de la Intimidad. Sexualidad, Amor y Erotismo en las Sociedades
Modernas”. Ediciones Catedra. Madrid.

-----------------. (2000), “Modernidad e Identidad del Yo”. Ediciones Península. Barcelona.

Gilmore, David. (1994), “Hacerse Hombre. Concepciones Culturales de la Masculinidad”. Paidós. Buenos
Aires.

Glaude, M.; De Singly, F. (1986), “L'organisation Domestique: Pouvoir et Négociation”. Economie et


Statistique 187. France.

González, E. (1992), “Adolescente embarazada. Aspectos Sociales”. En: Embarazo en adolescentes.


Diagnóstico en 1991; UNICEF/SERNAM. Santiago.

Graffigna, M. (2005), “Trayectorias y estrategias ocupacionales en contextos de pobreza: una tipología a


partir de los casos.” En: Trabajo y sociedad. Indagaciones sobre el empleo, la cultura y las prácticas políticas
en sociedades segmentadas. Nº 7, Vol. VI, junio-septiembre 2005. Argentina.

Green, R. (1974), “Sexual Identity Conflict in Children and Adults”. New York: Basic Books.

Green, R. (1987), “The "Sissy Boy Syndrome" and the Development of Homosexuality”. Yale Univ Pr

Grupo Iniciativa. (1999), “Encuesta Nacional Opinión y Actitudes de las Mujeres Chilenas sobre las
Condiciones de Género, Santiago, Chile.

Halpern, R. (1986), “Effects of early childhood interventions on primary schools progress in Latin America”.
Comparative Education Review Nº 30.

Heilborn, M.; Bozon, M.; Knauth, D.; Aquino, E. (org.). (2006), “Aprendizado de Sexualidade: reproduçao e
trajetorias sociaes de jovens brasileiros”. Editora Garamond. Brasil.

Herring, S. (1996), “Bringing Familiar Baggage to the New Frontier: Gender Differences in Computer
Mediated Communication” en: Vitanza, Víctor (Ed.) CyberReader. Allyn & Bacon.

Hollsteiner, M.; Tacon, P. (1983), “Urban migrations in developing countries: consequences on families and their
children”. En: D. Wagner y E. Bass (eds.) New Directions for Child Development 5-26. San Francisco: Jossey
Bass.

INE/CELADE. (1989), “La Transición de la Fecundidad en Chile: Un Análisis por Grupos Socioeconómicos y
Áreas Geográficas”. 1950-1985. Instituto Nacional de la Juventud (INJUV) - Centro Latinoamericano y
Caribeño de Demografía (CELADE). Santiago.
Chile.

Elaborado por académicosm de la Universidad de Chile bajo la dirección de Irma Palma 91


Instituto Nacional de Estadísticas (INE) de Chile. (2000), “Matrimonio en Chile”, Enfoques Estadísticos, No 6,
Registro virtual: http://www.ine.cl/27-prensa/documentos/pdf/enfo6.pdf.

--------------------. (2003), “Cuánto y cómo cambiamos los chilenos. Censos 1992 y 2002” (varios autores),
Santiago, Cuadernos Bicentenario.
-----------------------. (2003), Anuarios de Estadísticas Vitales. Años 2000, 2001, 2002, 2003.

----------------------. (2005), Cuadernillo temático: Análisis de la Sexualidad y Maternidad adolescente en Chile.


Chile. (Agosto, 2005).

----------------------. (2006), “Fecundidad en Chile, Situación Reciente”. Chile. (Noviembre 2006).

Instituto Nacional de la Juventud. (2006), Quinta Encuesta Nacional de Juventud.

Irarrázaval, I.; Valenzuela, J. (1992), “La ilegitimidad en Chile: ¿Hacia un cambio en la formación de la familia?”,
Santiago, Centro de Estudios Públicos (CEP), Serie Documentos de Trabajo, No 188.

Jadue, G. (2003), “Transformaciones familiares en Chile: Riesgo creciente para el desarrollo emocional,
psicosocial y la educación de los hijos”. Estudios pedagógicos, Nº 23, pp 115-126.

Jelin E.; Díaz-Muñoz, R. (2003) “Major trends affecting families: South America in perspective”, documento
preparado para el Departamento de Asuntos Económicos y Sociales de las Naciones Unidas, abril, mimeo.
United Nations Economic Commision for Europe and United Nations Population Fund, (2002).

Katchadourian, H. (Comp). (1992), “La Sexualidad Humana. Un Estudio Comparativo de su Evolución”.


Fondo de Cultura Económica. México.

Katchadourian, H. (1992) “La terminología del género y del sexo” en H. Katchadourian (Comp). La
Sexualidad Humana. Un Estudio Comparativo de su Evolución. Fondo de Cultura Económica. México.

Kimmel, M. (1992), "La producción teórica sobre la masculinidad. Nuevos aportes", Isis Internacional, Ed. de
las Mujeres Nº 17, Santiago.

Kimmel, M. (1997), "Homofobia, Temor, Vergüenza y Silencio en la Identidad Masculina", en T. Valdés y J.


Olavarría (Eds.) Masculinidades. Poder y crisis, Ediciones de las Mujeres N° 24. ISIS Internacional, FLACSO-
Chile, Santiago.

Kinsey, A. ; et al. (1948), “Sexual Behaviour in the Human Male”. Saunders. Filadelfia.

---------------------------. (1953). Sexual Behaviour in the Human Female. Saunders. Filadelfia.

Kontula, O.; Haavio–Manila, E. (1994), “Sexual Behavior Changes in Finland During the Last 20 years”.
Nordisk Sexologi.

Lacqueur, T. (1994), “La Construcción del Sexo. Cuerpo y Género desde los Griegos hasta Freud”.
Ediciones Cátedra. Madrid.

Lamas, M.; Saal, F. (ed.) (1991), “La Bella Indiferencia”. Madrid: Siglo XXI Editores.

Lamas, M. (1998), “Sexualidad y Género: La Voluntad de Saber Feminista” en: Szasz, Ivonne y Lerner,
Susana (Comps). Sexualidades en México. Algunas Aproximaciones desde las Ciencias Sociales. El Colegio
de México. México.

Elaborado por académicosm de la Universidad de Chile bajo la dirección de Irma Palma 92


Laumann, E.; Gagnon, J.; Michael, R.; Michaels, S. (1994), “The Social Organization of Sexuality”. Sexual
Practices in the United States. The University of Chicago Press. Chicago.

Loyola, M. (Org.) (1998), “A Sexualidade nas Ciencias Humanas”. Editora da Universidade do Estado de Río
de Janeiro. Río de Janeiro.

Luhmann, N. (1991), “Sistemas Sociales. Lineamientos para una Teoría General”. Universidad
Iberoamericana/Alianza. México.

-------------------. (1985), “El Amor como Pasión”. Ediciones Península. Barcelona.

Masters, W.; Johnson, V.; Kolodny, R. (1987), “La Sexualidad Humana”. Tomos 1, 2 y 3. Ediciones Grijalbo
SA. Barcelona.

Ministerio de Educación. (2004), Reglamento Inciso Tercero del Artículo 2º de la ley Nº 18962.
Departamento Jurídico. Santiago, Chile.

Money, J. (1986), "Género: Historia, Teoría y Uso del Término en Sexología y su Relación con los Conceptos
de Naturaleza y Crianza". Revista Latinoamericana de Sexología. Vol. 1. Nº 2. Sociedad Colombiana de
Sexología. Cali.

-----------------. (1988), "Mapas de Amor dentro de las Parafilias, Víctimas de Patologías y Víctimas de éstas
Víctimas". En: IV Congreso Latinoamericano de Sexología y Educación Sexual. Buenos Aires. Tomo II

-----------------. (1992), "Mapas del Género y Mapas del Amor". Revista Latinoamericana de Sexología. Vol. 7.
Nº 3. Sociedad Colombiana de Sexología. Cali.

Montecino, S. (1998), “Juego de Identidades y Diferencias: Representaciones de lo Masculino en Tres


Relatos de Vida de Hombre Chileno”. Centro Integrado de Estudios de Género (CIEG). Facultad de Ciencias
Sociales Universidad de Chile. Santiago.

Montecino, S.; Rebolledo, L. (1996), “Conceptos de Género y Desarrollo. Programa Interdisciplinario de


Estudios de Género” (PIEG), Facultad de Ciencias Sociales, Universidad de Chile. Santiago.

Moscovici, S. (1981), “Psicología de las minorías activas”. Editorial Morata, Madrid.

Naciones Unidas. (2003), “Indicadores de la familia”. Nueva York, ST/ESA/279.

Núñez, N. (1993), “Muñecas por niñas”, en Rompan Filas 28, Nº 109. En


http://serpiente.dgsca.unam/rompan/40/rf40d.html

OIT, PNUD. (2005), “Mujeres, Brechas de Equidad y Mercado de Trabajo”. Chile.

Olavarría, J. (Ed.) (2003), “Varones Adolescentes: Género, Identidades, Sexualidades en América Latina”.
UNFPA; FLACSO; Masculinidad/es Chile. Santiago.

Olavarría, J.; Benavente, C.; Mellado, P., (1998), “Masculinidades Populares”. Varones Adultos Jóvenes de
Santiago. FLACSO-Chile. Santiago.

Olavarría, J.; Moletto, E. (Eds.) (2002), “Tercer Encuentro de Estudios de Masculinidad/es y Sexualidad/es:
Hombres, Identidades y Sexualidades”. Red Masculinidad/es Chile; FLACSO, Universidad Academia de
Humanismo Cristiano. Santiago.

Elaborado por académicosm de la Universidad de Chile bajo la dirección de Irma Palma 93


Olavarría, J.; Palma J.; Donoso, A.; Valdés, T.; Alt, C. (2008), Informe Final: Diagnóstico, seguimiento,
análisis y evaluación de la situación de maternidad, paternidad y embarazo en el sistema educativo chileno.
Ministerio de Educación, Universidad Arturo Prat.

Olavaria, J.; Parrini, R. (1999), “Los padres adolescentes/jóvenes”, FLACSO.

Oyarzún, K. (2000), “La Familia como Ideologema. Género, Globalización y Cultura, Chile 1989-1997”.
Revista Chilena de Humanidades. Nº 20. Santiago.

----------------------. (2001). “Sexualidad y Cultura: Identidades Disidentes. Una Mirada desde la Teoría Crítica
Latinoamericana” en: Aceituno, Roberto (Ed.), Identidades. Intervenciones y Conferencias Coloquio Chileno-
Francés de Psicoanálisis y Disciplinas Afines. Universidad Diego Portales. Santiago. pp. 203-215.

Palacios, P. (2003), “Territorios Discursivos del Amor Poder y Sensibilidad entre Jóvenes Hombres Y
Mujeres de Sectores Populares Urbanos”. Tesis de Título de Antropólogo Social. Centro Integrado de
Estudios de Género (CIEG) - Dpto. Antropología. Facultad de Ciencias Sociales Universidad de Chile.
Santiago.

Palma, I. (2009), “Las instituciones religiosas en la transformación normativa contemporánea en la sexualidad


en Chile”. Revista Psicología

Palma, I;, Quilodrán, C.; Palma, S.; Villela, H. (1993), "Discursos sobre Sexualidad y Salud Reproductiva en
Adultos Jóvenes: Factores Facilitadores e Inhibitorios en la Prevención de Riesgos”. Investigación Cualitativa.
(Ined.) Special Programme of Research, Development Research Training in Human Reproduction de la
Organización Mundial de la Salud. Proyecto 90129 BSDA. Santiago.
Parker, Richard. 1996 “Estado de la Investigación en Sexualidad: Avances y Desafíos” en: Shepard, Bonnie,
Valdés, Teresa y Hernández, Isabel (Coords.). Primer Seminario-Taller Sudamericano Investigación Socio-
cultural en Sexualidad: Prioridades y Desafíos. EAT-UNFPA. Santiago.

Parker, R.; Herdt, G.; Carballo, M. (1995), “Cultura Sexual, Transmissao do HIV e Pesquisas sobre AIDS”
en: Czeresnia, Dina; Monteiro, Simone; Simões Barbosa, Regina e Santos, Elizabeth Moreira (Orgs.). AIDS:
Pesquisa Social e Educação. Ed. Hucitec/ Abrasco. São Paulo/Rio de Janeiro.

Parker, R.; Gagnon, J.; (Eds). (1995), “Conceiving Sexuality: Approaeches to Sex Research in a Postmodern
World”. Routledge. Great Britain.

-----------------------. 1998. “Hacia una Economía Política del Cuerpo, Construcción de la Masculinidad y la
Homosexualidad Masculina en el Brasil“ en: Valdés,Teresa. y Olavaria. José (Eds). Masculinidades y Equidad
de Género en América Latina. FLACSO. Santiago.

Paz, O. (1993), “La Llama Doble. Amor y Erotismo”. Editorial Seix Barral. Barcelona.

Plummer, K. (1991), “La Diversidad Sexual: Una Perspectiva Sociológica” en: Nieto, José Antonio (Comp).
La Sexualidad en la Sociedad Contemporánea. Lecturas Antropológicas. Fundación Universidad Empresa.
Madrid.

Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo. (1998), Informe Desarrollo Humano en Chile. 1998.
Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD). Santiago.

-----------------. (2000), Desarrollo humano en Chile, Más sociedad para gobernar el futuro. PNUD. Santiago.

-----------------. (2002), Desarrollo humano en Chile, Nosotros los chilenos, un desafío cultural. PNUD.
Santiago.

Elaborado por académicosm de la Universidad de Chile bajo la dirección de Irma Palma 94


Raczynski, D. (2005-2006), “Política de infancia temprana en Chile: Condicionantes del desarrollo de los niños.
En Foco, Nº 77, Instituto de políticas públicas “Expansiva”, UDP.

Reher, D.S. (1998), Family ties in western Europe: Persistent Contrasts. Population and Development Reviews.
Vol 24, Nº2, pp 203-234.

Reuben, S. (2001), “Política social y familia”, Población del Istmo 2000: familia, migración, violencia y medio
ambiente, Rosero, L. (editor), San José, Costa Rica, Centro Centroamericano de Población.

Rivers, I. (1995), “Mental health issues among young lesbians and gay men bullied in school”. Health and
social care in the community, 3, 380-383.

Robles, F. (2000), “El Desaliento Inesperado de la Modernidad. Molestias, Irritaciones y Frutos Amargos de
la Sociedad del Riesgo”. Universidad de Concepción. Ed. Sociedad Hoy. Concepción.

Rodríguez, J. (2005), “Unión y Cohabitación en América Latina: ¿Modernidad, Exclusión, Diversidad?”


Proyecto Regional de Población Centro Latinoamericano y Caribeño de Demografía (CELADE) / División de
Población de la CEPAL / Fondo de Población de las Naciones Unidas (UNFPA). Serie Población y Desarrollo
Nº 57. Santiago.

Rodríguez, R.; Seoane, A.; Pedreira, JL. (s/f) Niños contra niños: el bullying como trastorno emergente.
Registro virtual: http://el-refugio.net/index.php?option=com_content&task=view&id=245&Itemid=2

Rubín, G. (1996), “El Tráfico de Mujeres: Notas sobre la ‘Economía Política’ del Sexo” en: Lamas, Marta. El
Género: La Construcción Cultural de la Diferencia Sexual. PUEG/UNAM. México.

Salem, Tania. (2004), “Homen... yá viu, né?”: Representaçoës sobre Sexualidade e Gênero entre Homens de
Classe Popular” en: Heilborn, María Luiza. Familia e Sexualidade. FGV Editora. Brasil.

Sapelli, C.; Torche, A., (2004), “Deserción escolar y trabajo juvenil: ¿dos caras de una misma decisión?”. En
Cuadernos de Economía, Vol. 41

Satir, V.; Stachowiak, J.; y Tashman, H. (1975), Helping Families to change. New York. Jason Aronson.

Scott, J. (1990), “El género: una Categoría Util para el Análisis Histórico” en James S. Amelang y Mary Nash,
eds. Historia y género. Las mujeres en la Europa Moderna y Contemporánea. Valencia: Edicions Alfons el
Magnànim.

---------------. (1996), “El Género: Una Categoría Util para el Análisis Histórico” en: Lamas, Marta (Comp.) El
Género: La Construcción Cultural de la Diferencia Sexual. PUEG. México.

Selvini, M. (1996), “Perturbaciones mentales graves y distorsión de la realidad”. Nuovo Centro per lo Studio della
Famiglia, Milán.

Servicio Nacional de la Mujer (SERNAM). (1992), Documento N° 44, “Las familias de Chile según el último
Censo de Población de 1992”.

------------------. (2000), “Familias y Políticas Públicas: Una Reflexión Necesaria”, Santiago, Chile. (Febrero
2000).

SERNAM - INE. (2004), “Mujeres Chilenas. Tendencias en la última década”. Censos 1992- 2002.

Elaborado por académicosm de la Universidad de Chile bajo la dirección de Irma Palma 95


Sharim, D.; Silva, U.; Rodo, A.; Rivera, D. (1996), “Los Discursos Contradictorios de la Sexualidad”.
Colección Estudios Sociales. Ediciones Sur. Santiago.

Shina and Stone, A. (1995), “Computers and Communications” en: John Downing, Ali Mohammadi y
Annabelle Sreberny-Mohammadi (Eds.) Questioning the Media. Sage Publications. USA.

Stelling, M. (2000), “La Píldora desde una Perspectiva Sociológica”. Artículo escrito para el Centro
Latinoamericano Salud y Mujer. Caracas.

Stone, A. (1992), “Will the Real Body Please Stand up?: Boundary Stories about Virtual Cultures” en:
Benedickt, Michael (Ed.) Cyberspace: First Steps. MIT Press. USA.

Szasz, I. (2004), “El Discurso de las Ciencias Sociales sobre las Sexualidades” en: Cáceres, Carlos; Frasca;
Timothy; Pecheny, Mario y Terto, Veriano (Eds.) Ciudadanía Sexual en América Latina: Abriendo el Debate.
Universidad Peruana Cayetano Heredia. Lima.

--------------------. (Comp). 1996. El Género y la Construcción Cultural de la Diferencia Sexual, Universidad


Nacional Autónoma de México. Programa Universitario de Estudios de Género. México.

Tiefer, L. (1987), "Social Constructionism and the Study of Human Sexuality" en: Sex and Gender. Newbury
Park, Sage. California.

Tuiran, R. (1990), “Theoretical approaches to the study of life courses”. University of Texas. Austin.

Tuirán, R. (s/f), “Transición demográfica, curso de vida y pobreza en México”. Consejo Nacional de
Población.

Tuirán, R.; Salles, V. (1996), “Mitos y creencias sobre la vida familiar”, Revista Mexicana de Sociología, México,
Volumen 59, No 2.

Turkle, S. (1995), “Life on the Screen: Identity in the Age of the internet”. Touchstone. USA.

UNESCO/UNICEF. (1996). “La prioridad es la infancia. Cumplimiento de las metas de la cumbre mundial a favor
de la infancia”.

United Nations (2001), United Nations expert group meeting on policy responses to population ageing and
population decline, Nueva York, ESA/P/WP.168, versión preliminar.
United Nations Economic Commision for Europe (UNECE) and United Nations Population Fund (UNFPA) (2002),
Dynamics of fertility and partnership in Europe. Insights and lessons from comparative research. Volume I, Nueva
York y Ginebra.

------------------. (2002), “Partnership and reproductive behaviour in low-fertility countries”, Nueva York,
ESA/P/WP.177.

United Nations Economic Commision for Europe (UNECE) and United Nations Population Fund (UNFPA).
(2002), “Dynamics of fertility and partnership in Europe. Insights and lessons from comparative research”. Volume
I, Nueva York y Ginebra.

Valdés, T.; Olavaria, J. (Eds). (1997), “Masculinidad/es, Poder y Crisis”. ISIS Internacional. Santiago.

Valdés, T.; Olavarría, J. (1998), “Ser hombre en Santiago de Chile: a pesar de todo, un mismo modelo”, en
T. Valdés, y J. Olavarría (Eds.), Masculinidades y equidad de género en América Latina. Santiago: FLACSO,
UNFPA.

Elaborado por académicosm de la Universidad de Chile bajo la dirección de Irma Palma 96


Valdés, T.; Gysling, J.; Benavente, M., (1999), “El Poder en la Pareja, la Sexualidad y la Reproducción”.
Mujeres de Santiago. FLACSO-Chile. Santiago.

Valenzuela, S.; Tironi, E.; Scully, T. (2006), “El Eslabón Perdido: Familia, modernización y bienestar en chile”.
Ed. Taurus. Santiago.
Perdido”. Editorial Taurus. Santiago.

Vattimo, G. (1994), “Post Modernidad: ¿Una Sociedad Transparente?” en: Vattimo Gianni. (Ed.) En Torno a
la Post Modernidad. Anthropos. Barcelona.

Walsh, F. (1993), “The concept of family resilience: Crisis and Challenge”. Family Process. Nº 35, pp 261-281.

Watzlawick, P.; Krieg, Peter. (Comps). (1995), “El Ojo del Observador: Contribuciones al Constructivismo”.
Editorial Gedisa. Barcelona.

Weeks, J. (1985), “Sexuality and its Discontents: Meaning, Myths and Modern Sexualities”. Routledges &
Kegan Paul. London.

---------------------. (1998ª), “Sexualidad”. Universidad Nacional Autónoma de México - Programa Universitario


de Estudios de Género. Editorial Paidós. México.

---------------------. (1998b). “La Construcción Cultural de las Sexualidades ¿Qué Queremos Decir cuando
Hablamos de Cuerpo y Sexualidad?” en: Szasz, Ivonne y Lerner, Susana (Comps.) Sexualidades en México.
Algunas Aproximaciones desde la Perspectiva de las Ciencias Sociales. El Colegio de México. México.

--------------------. (1998c). “La Construcción de las Identidades Genéricas y Sexuales. La Naturaleza


Problemática de las Identidades” en: Szasz, Ivonne y Lerner, Susana (Comps). Sexualidades en México.
Algunas Aproximaciones desde la Perspectiva de las Ciencias Sociales. El Colegio de México.

Weeks, J. (1993), ”El malestar de la sexualidad. Significados, mitos y sexualidades modernas” TALASA
Ediciones S.L.Madrid.

Weste, C.; Zimmerman, D. (1999), “Haciendo Género” en: Navarro, Marysa y Stimpson, Catharine (Comps.)
Sexualidad Género y Roles Sexuales. Fondo de Cultura Económica. Buenos Aires.

Yount, K.; Agree, E. (2005), Differences in Disability among older women and men in Egipt and Tunisia.
Demography, Vol. 42, No. 1 (Feb., 2005), pp. 169-187.

Elaborado por académicosm de la Universidad de Chile bajo la dirección de Irma Palma 97

S-ar putea să vă placă și