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La política como ficción.

Las prácticas espaciales y narrativas: el ´GenkiDama´


por la educación de los estudiantes chilenos. (*)

Óscar García Agustín & Félix Aguirre1.

Resumen (*)
Las movilizaciones de los estudiantes chilenos de 2011 se produjeron en el
contexto de una ola de protestas globales. Aunque se trata de un movimiento
organizado que responde a una idiosincrasia histórica específica, comparte con el
movimiento mundial el uso de nuevas tecnologías, la apropiación de los espacios
públicos y una indisimulada preocupación por la democracia y la igualdad. Se trató
además de un movimiento que desplegó formas flexibles de organización y
movilización, como el caso que nos ocupa en este texto, el flash mob Genkidama por
la educación. Los estudiantes crean una narración basada en la famosa serie Manga
Dragon Ball Z para replantear el conflicto entre el gobierno y el movimiento, ampliando
con ello la participación de otras identidades políticamente menos definidas. En este
caso, la performance (flash mob) se comporta como un evento comunicativo en el que
la narrativa persigue elaborar un sentido de comunidad que se apropia de las
principales calles de Santiago de Chile. Para analizar las conexiones entre la narrativa
de esta ficción y el uso del espacio público nos basamos en la teoría de Michel de
Certeau sobre las prácticas espaciales y la función de la historia y el lugar/espacio. Se
trata de analizar hasta qué punto la práctica espacial contenida en el flash mob desafía
el orden social y recrea una victoria simbólica de los estudiantes sobre el sistema
político.

1 Departamento de Estudios Globales de la Universidad de Aalborg, Dinamarca & Núcleo de Investigación


sobre Cultura Política Contemporánea y Espacio Público, Instituto de Sociología de la Universidad de
Valparaíso, Chile.
(*) Óscar García Agustín & Félix Aguirre (2014): “Spatial practices and narratives: the GenkiDama for
Education by Chilean Students”, Journal of Language and Politics (en prensa).
Introducción y contextualización

Aunque desde 1990 la cuestión educativa ha constituido uno de los principales


debates en la sociedad chilena post dictadura, la movilización de estudiantes
secundarios durante 2006, conocida como la revolución de los pingüinos, y, más
recientemente, desde 2011, las protestas lideradas por los estudiantes universitarios,
constituyen dos hitos fundamentales del mencionado debate. En ambos casos nos
encontramos ante la expresión de movimientos sociales en un contexto de
democratización, como el chileno, extraordinariamente peculiar, marcado, mutatis
mutandis, por un proceso exitoso a la hora de terminar con una dictadura militar al
tiempo que lastrado por una Constitución autoritaria, que fija los límites de la
democratización política al imponer un conjunto de Leyes Orgánicas que, hasta la
fecha y por diferentes razones, apenas han sido modificadas por los sucesivos
gobiernos democráticos.

En 2005, tras una movilización de estudiantes secundarios espoleada por el


alza en el precio del transporte escolar, el Ministerio de Educación creó una Mesa de
Trabajo que funcionó durante todo ese año, conformada por los Centros de Alumnos
de enseñanza secundaria de Santiago a la que días después se adhirieron diversos
colectivos sociales y políticos. La frustración que provocó en las bases estudiantiles
los exiguos resultados de esta instancia de diálogo se tradujo en una extensa ola de
movilizaciones que durante el 2006 se tomó la agenda política y mediática del país, a
pesar de que esas demandas de ese año eran las mismas que se discutieron de
manera estéril todo el año precedente: exigir reformas urgentes en la Ley Orgánica
Constitucional de Enseñanza, promulgada durante el último suspiro de la dictadura
militar, reclamar la gratuidad del transporte escolar y lograr una ostensible reducción
del valor de la inscripción en la Prueba de Selección Universitaria.

El 12 de mayo de 2011, la denominada primavera estudiantil chilena comenzó


con una manifestación que convocó a unas 20 mil personas en Santiago. Hasta
noviembre de ese mismo año, cada demostración pública logró reunir un promedio de
150.000 manifestantes, pero, desde julio las demandas de los estudiantes ya no eran
sólo económicas sino también políticas. Apelaban a un Estado verdaderamente
protagonista en materia educativa, que entendiera la educación como un derecho
social y un pilar para el desarrollo. Ya en ese momento, los manifestantes criticaban la
orientación privatizadora de un modelo que había sido fortalecido y rediseñado por los
gobiernos democráticos desde 1990 hasta esa fecha, mediante la aplicación de un
conjunto de políticas que continuaban profundizando la brecha que separaba la
universidad de la sociedad. A pesar de la apuesta a favor del desgaste del movimiento
estudiantil, en ese mismo mes el gobierno obtuvo en las mediciones públicas la más
alta reprobación de su gestión, y, presionado por el clamor estudiantil, se vio obligado
a realizar un segundo cambio de gabinete que incluía al máximo responsable de la
cartera de educación, lo que no impidió que en agosto la suma de los movilizados se
empinase al millón de personas.

Hasta el momento, la lectura predominante respecto a las tensiones y conflictos


que las movilizaciones estudiantiles han dejado emerger se limita a señalar cómo las
lógicas economicistas impulsadas por los diferentes gobiernos chilenos durante estos
últimos veinte años, han provocado un creciente malestar frente al neoliberalismo
rampante del que el movimiento estudiantil sería su principal expresión. El sociólogo y
académico de la Universidad de Chile, Alberto Mayol (2012) sugiere que el modelo
neoliberal chileno se debate en una suerte de crisis terminal, tras la que se avizora un
cambio del paradigma modernizador prevaleciente durante toda la post-transición. Un
nuevo tiempo en el que la indignación ciudadana arrasa una y otra vez con las
agendas políticas tradicionales, en pugna por redimensionar la relación del ciudadano
con las instituciones sociales y políticas. El detonador del malestar, naturalmente,
apunta al movimiento estudiantil, pero no es su único síntoma. Desde la oposición a
diferentes proyectos energéticos a la toma de una capital regional por una ciudadanía
empoderada, pasando por la resistencia de vecinos organizados frente al apetito
incontrolado por el suelo urbano del que hacen gala las inmobiliarias, pareciera que la
confianza pública en la acción auto-reguladora del mercado, verdadero catecismo del
neoliberalismo criollo que constituye el baluarte ideológico en el que descansa el estilo
de las políticas públicas ensayadas durante estas cuatro décadas, hubiera desnudado
la fragilidad, el profundo cuestionamiento y la escasa legitimidad de la que hoy gozan
los sistemas institucionales de representación de intereses y demandas del
ciudadano. Y sobre todo, la verdadera faz de un Estado contemplativo (cuando no
ausente) incapaz de reaccionar salvo cuando las irregularidades, los escándalos y las
faltas a la fe pública se tornan en delitos flagrantes.

Las conclusiones de un informe reciente, de título inquietante, elaborado por el


Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD, 2012) avala solamente parte
de esta hipótesis, aportando además algunos datos empíricos de interés. Y es que, en
Chile, la sensación de abuso y desconfianza hacia las instituciones convive –de ahí lo
inquietante del título del informe- con la alta satisfacción de la que cada chileno dice
gozar en su vida privada. La mayoría considera que hoy su vida es mucho mejor que
hace diez años (55%), y la puntuación promedio de satisfacción con la vida, en una
escala de 1 a 10, es de 7,3. Sin embargo, esta satisfacción aparece desigualmente
distribuida: mientras el 90 por ciento de las personas del grupo ABC12se encuentran
muy satisfechas con sus vidas, sólo el 56 por ciento del grupo E declara lo mismo.
Cuando la mirada se torna transversal, la satisfacción subjetiva aumenta: mientras en
1995 un 58 por ciento de la población se declaraba muy satisfecha o satisfecha, hoy el
porcentaje se eleva al 77. Por el contrario, la percepción de la sociedad es no sólo
negativa, sino que ha venido empeorando con el tiempo. Así, los encuestados evalúan
con una nota promedio de 4,1 sobre 10 las oportunidades que el país entrega a las
personas, y en ciertos ámbitos, como la seguridad humana y la participación, Chile
obtiene nota roja. Algo similar ocurre con la confianza en las instituciones; mientras en
1995 un 30 por ciento confiaba en las instituciones, hoy solo lo hace un 20 por ciento
(PNUD, 2012). Lo que resulta aún más trascendente es que frente a la percepción de
que para alcanzar la felicidad la sociedad no importa, el Informe parece demostrar lo
contrario: la percepción de un proyecto de vida satisfactorio aparece correlacionado
con la estructura social, de modo que todo esfuerzo individual puede resultar
inconducente si no encuentra un marco de condiciones sociales que lo estimulen
(PNUD, 2012, p.16-28).

2 Los profesionales del marketing en Chile vienen usando este índice (ABC1, C2, C3 y E) para
facilitar el análisis del comportamiento del público consumidor y poder con ello segmentar los
mercados. Para definir este índice intervienen aspectos sociales, educacionales, posesión de
bienes, tipo y ubicación de la vivienda que se habita, nivel de ingresos, etc. El resultado es una
clasificación de los diferentes grupos socioeconómicos extraordinariamente amplia y subjetiva,
de modo que, por ejemplo, un mismo individuo podría ser clasificado ABC1 (más alta) a la hora
de medir su capacidad para comprar un producto X, y C2 a la hora de medir su capacidad para
comprar un producto Y.
En lo que sí coincidimos con Mayol (2012) es en el profundo cuestionamiento
que el movimiento estudiantil ha instalado en contra del principal del imaginario social
que ha llenado de significación social el modus operandi del neoliberalismo chileno. La
idea de que la sociedad no es un cuerpo moral, sino un ente puramente relacional,
donde la justicia social y el bien común se subordinan ante la que debe ser la primera
prioridad perseguida por los poderes públicos, un crecimiento económico del que
todos en algún momento se iban a beneficiar.

Un poco de teoría para entender el GenkiDama por la educación

En la búsqueda de una creatividad que fomente nuevos repertorios de protesta


capaces de reflejar la diversidad del movimiento estudiantil y sus prácticas culturales,
los flash mobs se han convertido en una forma popular de demostración. Las
referencias a la cultura pop suele ser una práctica recurrente en este tipo de
intervenciones. Este fue el caso, por ejemplo, de la performance del tema ´Thriller´ de
Michael Jackson, con los estudiantes disfrazados de zombies, que semanas antes del
caso que nos ocupa se tomó la Plaza de la Constitución, en el corazón de la capital
chilena. Obviamente que no era el primer flash mob que recurría a la música de
Michael Jackson, lo que hacía diferente esta performance del 'Thriller' era que la
intención de los organizadores no se dirigía a homenajear al artista, sino a apoyar los
reclamos de los estudiantes chilenos. En definitiva, un ejemplo más de la enorme
influencia de la cultura pop en esta forma de movilización, enraizada en los cosplay
entre héroes y villanos.

La performance GenkiDama por la educación se inspiró en el imaginario


Manga de la serie Dragon Ball Z. El objetivo de nuestro trabajo es mostrar cómo el uso
de la narrativa y de la enunciación creaban una forma alternativa de interpretación (y
de participación) en el conflicto entre los estudiantes chilenos y el gobierno. Se realizó
mediante una intervención, un flash mob, que se apropió del espacio público al tiempo
que remitía al imaginario juvenil de Manga, una ficción creada previamente (y
mantenida) mediante el uso de nuevos medios de comunicación social. El uso de
nuevas expresiones (el flash mob) y la inclusión de una nueva identidad (los
seguidores de Manga) parecían poner en entredicho la idea de que nos
encontrábamos frente a un movimiento estudiantil clásico.

Nuestro marco teórico descansa en dos ideas. La primera reconoce que el flash
mob constituye una nueva forma de hacer política, basada en la discontinuidad y la
generación (momentánea) de afecto y de emociones. La segunda idea apunta a la
teoría de las prácticas espaciales de Michael de Certeau, la que reinterpretamos en
términos de su valor para la explicación de la relación entre los flash mobs y los
espacios virtuales y materiales. Hemos usado una noción de espacio que puede
seguirse en la obra de Michel de Certeau porque creemos también que se trata de una
reflexión útil para constituir un modelo de análisis que combina la narración y la
enunciación para dar forma al “espacio” como alternativa al “lugar”. Los estudiantes,
travestidos de su identidad fan, actúan como una suerte de cazadores furtivos capaces
de alterar los significados del orden, transformando los lugares por los que discurre la
performance en un espacio creativo y transgresor.

Para entender la dinámica generada por el flash mob, distinguimos tres


momentos que caracterizan el evento comunicativo. El primer momento es la llamada
a asistir al evento, anunciada a través de Facebook y apoyada con videos publicados
en YouTube. El segundo momento se centra en la reproducción de la performance en
Internet, particularmente en sitios web administrados por estudiantes, especialmente
en YouTube. El tercer momento se focaliza en la evaluación de la intervención y en los
comentarios y discusiones que pudieron seguirse en Internet después del mismo.

La recolección de información se basa en la observación de los tres


momentos (origen, reproducción y evaluación) y se analiza en relación a dos
categorías: los espacios de narración (el primer y tercer momento) y de enunciación (el
segundo momento). El momento narrativo se basa en cinco videos subidos a la red
YouTube, protagonizados por los personajes de Dragon Ball Z y publicados antes de
la performance, a través de los cuales los estudiantes se reapropian de la narrativa de
la serie para crear un marco para la interpretación de su lucha social. Es importante
señalar que el material que utilizamos para analizar la intervención no proviene de
grabaciones personales, sino de los videos publicados en YouTube, Facebook y otros
sitios administrados por los estudiantes o por simpatizantes. A través de estos vídeos
no sólo podemos comprender cómo los estudiantes representan el evento, sino
también qué uso hacen del espacio público. Esto significa que otros aspectos
relevantes, como la organización de la performance, la dinámica interna dentro de la
actuación, la dimensión emotiva o el análisis lingüístico que entraña la actuación,
quedan fuera de nuestro marco interpretativo.

El corpus teórico ha sido cuidadosamente seleccionado para cubrir nuestro


objetivo general, que no es otro que entender la creación de un espacio ficticio y el uso
del espacio público que involucra esta intervención. En nuestro análisis ilustramos este
objetivo basándonos en algunos ejemplos relevantes. La metodología se inspira en la
sociología de la narrativa (Ewick & Silvey 1995), concretamente en la distinción entre
cuentos hegemónicos e historias subversivas. Consideramos el GenkiDama como una
historia subversiva, que analizamos a través de los medios que nos provee la narrativa
textual (momento fundacional/acciones-actores/legitimación). Además, consideramos
la performance (espacio de enunciación) como una narrativa, puesto que describe
prácticas constitutivas de contextos sociales (Ewick & Silvey 1995), lo que nos permite
operacionalizar la intervención mediante categorías de apropiación, usos del espacio y
de la relación-posición. Una vez establecidas estas dimensiones como pruebas del
material empírico, el análisis se basa en esta identificación.

Nuestro principal interés es subrayar que lo interesante de este flash mob es


que implica una alteración temporal del espacio público, cuya importancia se ve
amplificada por la difusión que encuentra el evento en los medios de comunicación
social y la capacidad que demuestra de generar reacciones, debates y comentarios. Y,
naturalmente, priorizar en nuestro análisis el punto de vista de los estudiantes: ¿cómo
representan el conflicto social?; ¿de qué herramientas se proveen para enfrentarlo?;
¿cuáles son las implicaciones de su lucha?; ¿cuáles son los temas a discutir qua van
dando forma a su agenda?

La noción de "cultura de la convergencia", desarrollada por Henry Jenkins, es


útil también para explicar la importancia de la cultura de los fans y el potencial que
puede tener su politización. Jenkins (2006) considera la idea de “convergencia” como
un cambio cultural, durante el que "los consumidores son alentados a buscar nueva
información y establecer conexiones entre contenidos mediáticos dispersos". El
consumo se ha convertido de hecho en un proceso colectivo que genera 'inteligencia
colectiva' que puede ser considerada como una fuente alternativa de ´energía´. Esto
abre la posibilidad de desplegar las competencias adquiridas a través de este
aprendizaje colectivo para fines más 'serios', que en nuestro caso aparece politizado
en la lucha por un sistema educativo más justo.
La llamada a un 'GenkiDama por la educación' muestra también la influencia
de la cultura Manga en los jóvenes manifestantes. Se trata de una cultura basada en
los populares personajes de los libros de cómics y animación Manga Dragon Ball Z. Es
un término que resume un conjunto de historietas japonesas que tienen una gran
variedad de subgéneros, muchas veces asociados con la violencia y el erotismo. Con
un estilo fácilmente identificable, tanto en las características de los personajes como
en el diseño de las páginas, Manga se asocia con una animación que ha visto
reforzada su popularidad por la extraordinaria difusión que tiene en TV y en diferentes
formatos DVD. Es un fenómeno muy influyente entre la juventud japonesa, pero
también se ha extendido a los Estados Unidos, Europa y América Latina. Su impacto
es claro en la aparición de una subcultura llamada otaku, una versión más radical que
la American geek, que se caracteriza "por ser políticamente silenciosa, aislada y
autosuficiente" (Vincent 2007). Sin embargo, Jenkins señala que ningún aficionado es
pasivo y que los fans de Manga no son la excepción, sino un activo público que se
reúne en las comunidades físicas y virtuales, en los debates, en los foros; que crea
blogs y participa en los medios de comunicación; que hace investigaciones
académicas y que es capaz de financiar sus propias creaciones (Cobos 2010).

Dragon Ball Z, en particular, es una de las series más famosas de Manga. El


protagonista de la serie es Goku, cuyo itinerario vital desde la infancia está marcado
por la búsqueda de los Dragon Balls, siete orbes místicos que pueden invocar a un
dragón que concede deseos. En su camino, Gok conoce a villanos, amigos y
personajes diferentes que comparten el mismo objetivo. La historia está repleta de
combates entre los personajes que utilizan un GenkiDama (´espíritu innato') en sus
ataques. Es una técnica de combate que consta de una esfera de energía utilizada por
los guerreros, cuyo poder (la fuerza del ataque) depende de la cantidad de organismos
que apoyan su uso.

El 19 de julio de 2011, unos tres mil estudiantes participaron en el flash mob


'GenkiDama por la educación' en Santiago de Chile. Durante la performance, inspirada
en los personajes de Dragon Ball Z, la identificación de los aficionados con los
personajes de Manga es transcendida, añadiendo una dimensión política que permite
la reformulación del conflicto entre el gobierno y los estudiantes. Se abre hacia la
inclusión de una identidad que, al parecer, es políticamente apática: los estudiantes se
apropian del GenkiDama como una forma simbólica de ataque basado en el consumo
de energía colectiva para derrotar al enemigo; toda una metáfora para replantear su
conflicto con el gobierno…
El uso del GenkiDama representa un valor intertextual que es capaz de ofrecer
a los participantes un fuerte sentido de identificación. El GenkiDama es un guerrero
que sostiene un corazón puro en su mano del que emana una energía que, con la
ayuda de las esencias del universo y de otras personas, se concentra en una gran
esfera circular que vuelve al guerrero cada vez más poderoso. La esfera simboliza la
unidad de la gente honesta, que presta su energía para derrotar a los malvados. En
otras palabras, la esfera, que circula a través de las manos de los participantes,
representa un momento de unidad para un propósito común. En el desempeño de la
multitud, la esfera de la energía estuvo representada por una bola gigante diseñada
por los estudiantes de la escuela de arquitectura de la Universidad de Chile, construida
con tubos de vinilo y bolsas de plástico. La bola gigante recorrió algunas de las calles
más emblemáticas del centro histórico de Santiago sostenida por las miles de manos
de los estudiantes movilizados.
Además del significado estático dado a los lugares a través de la planificación
urbana, el significado histórico y colectivo debe tomarse muy en consideración. Como
sabemos, los flash mobs otorgan nuevos significados a los espacios y en muchas
ocasiones transgredan los lugares y los significados históricos. Martín Rojo (2014)
sostiene que los espacios urbanos y los mensajes de protesta interactúan en la
producción de significados, usando el ejemplo de Madrid y la importancia histórica de
sus edificios emblemáticos, algo que muy bien podríamos extrapolar al caso de
Santiago de Chile.

Además de la apropiación del espacio por el imaginario de Dragon Ball Z, los


estudiantes utilizan el itinerario como una lucha por un territorio en disputa (Jelin y
Langland 2003). Los estudiantes escenifican la memoria de la dictadura no sólo a
través de cantos y de otros símbolos que rememoran las protestas de los años 80,
sino también mediante la apropiación de lugares históricos; lugares donde se asientan
los actuales poderes del Estado, El punto de encuentro, la Plaza de Armas, no sólo
alberga el edificio actual del Municipio de Santiago. La ciudad fue fundada aquí
durante el período colonial, y ahí se estableció el primer gobierno republicano,
justamente en uno de los edificios adyacentes a la actual sede del poder local. Las
personas que asistieron a la manifestación, como consecuencia de la convocatoria
hecha a través de las redes sociales, experimentan ser parte de un grupo que lucha
por sus derechos. La bola de energía continúa su viaje hacia la Catedral de Santiago,
girado a la izquierda hacia la calle Bandera, justo en la esquina de donde se reunió el
primer Congreso Nacional y a una cuadra de la sede del actual Poder Judicial. Los
participantes se consideran una parte emocional de esta unidad política cuando
caminan por las calles con el objetivo de mover la esfera alrededor, pasando por todas
las manos y tratando de llegar juntos a su destino en Plaza de la Moneda. Cuando la
bola de energía del GenkiDama finalmente llega a su destino, el Palacio de la Moneda,
la unidad de los manifestantes contra el poder está articulada por dos signos: la bola
de energía se sitúa en medio de una enorme bandera chilena, combinando
inesperadamente dos símbolos que representan la nación unida y la potencia de la
unidad en el universo de Manga. Es una combinación irónica e irreverente de un
símbolo popular e institucional de la comunidad nacional, la bandera, con el símbolo
de la comunidad otaku, la pelota. El primero es reconocible para todos los chilenos,
pero el segundo solamente es fácilmente identificable por los fans de la serie….

Alcances y temas para debate


Por contraste con otros movimientos sociales que surgieron en el 2011, el
movimiento estudiantil chileno irrumpe con un objetivo bien definido, al centrarse en un
conjunto de demandas pensadas para horadar el modelo educativo imperante durante
más de tres décadas. A pesar de ello, aunque ocupar plazas o expulsar autócratas del
poder no era parte de su repertorio, los estudiantes chilenos también apreciaron que
una buena combinación entre un uso eficaz de las nuevas tecnologías con las redes
sociales, y el valor afectivo de estar juntos, compartiendo asambleas y actuaciones en
el espacio público, podía terminar constituyendo una mezcla explosiva, capaz de
cambiar la agenda completa de un gobierno.

Como una forma de demostración, los flash mobs son característicos de una
nueva forma de movilización de característica descentralizada, espontánea y
discontinua, muy diferente a los movimientos sociales tradicionales. Mediante el uso
de flash mobs los estudiantes se abren hacia nuevas formas de acción política.
También hacia otras maneras de entender las identidades políticas. En el caso del
GenkiDama por la educación, mediante las referencias simbólicas a un marco
generacional, los estudiantes crean una subjetividad que no es política en sí misma (la
metáfora de la comunidad otaku) sino que se convierte en política por la apropiación
del imaginario Manga; los jóvenes inventan una nueva forma creativa de hablar de la
política que no se limita a los estudiantes más militantes. Como “ventiladores”, los
estudiantes crean un “meta” texto (Jenkins, 1992) mediante la producción de
significados sociales y políticos alternativos. En términos de Lakoff (2006) los
estudiantes evitan el uso de la estructura dominante (y sus evocaciones) y en cambio
replantan la cuestión mediante la creación de una nueva narrativa que asigna nuevos
roles y funciones de los actores sociales, por lo que os estudiantes que no pueden
reconocerse en el discurso del gobierno pueden hacerlo en las referencias
generacionales que evoca el GenkiDama para educación.

Para entender este fenómeno y la importancia adquirida por la utilización del


espacio, usufructuamos de la teoría de Certeau sobre las prácticas cotidianas. Dos
aspectos son fundamentales para la comprensión del flash mob como práctica
espacial: la idea del espacio como lugar de práctica y la conexión establecida entre el
espacio y las historias. Basándonos en sus ideas de historia como “teatro de acción y
el espacio de la enunciación”, presentamos un modelo de análisis que refleja los usos
de la narrativa como espacio fundamental; es decir, como espacio de narración, y los
usos del espacio público como espacio de la enunciación. Como se muestra en el
modelo, el espacio de la narración se erige en un momento fundante, articulado en
torno a la necesidad de luchar contra las fuerzas extrañas en un relato basado en
héroes y villanos, y en el uso de la esfera simbólica de la energía ('GenkiDama'),
legitimado por el objetivo de la enseñanza gratuita y la derrota del lucro. El espacio de
la enunciación combina el uso de la esfera de la energía (apropiación de la serie de
Manga) con las maneras cómo los lugares históricos son desafiados por el uso
particular que hace que el flash mob del espacio – como oposición al gobierno y a los
medios de comunicación.

Al juzgarlo en términos de su eficacia política, Rheingold nos advierte sobre la


inevitable caducidad de toda forma de protesta, y añade que el ciclo álgido de cada
una de ellas apenas dura diez años. Es probable que tenga razón. Sin embargo, por
ahora, el fenómeno de los flash mobs continúa presente en el repertorio de acciones
políticas, no solamente espontáneas, sino también constitutivas de los nuevos
movimientos sociales organizados. En este segundo caso, los estudiantes chilenos
ilustran muy bien la complementariedad del movimiento con la movilización. El modelo
neoliberal hegemónico, especialmente en el campo de la educación, es disputado por
los estudiantes, echando mano de una de las llamadas subculturas de “ventilador”,
manifestaciones abiertamente globalizadas (como la otaku) que expresan disidencia
frente a las representaciones hegemónicas de manera irónica (Broca 2013). El
GenkiDama por la educación supo aprovechar el potencial trasgresor de la una
subcultura al desafiar el discurso del gobierno desde una perspectiva inusual. La
identificación de los participantes en su doble dimensión, como estudiantes y como
fans, es un ejemplo de convergencia cultural que crea una nueva forma híbrida de
activismo político. Acá el uso de los espacios adopta la función política de cuestionar
el poder y ofrecer una plataforma para la presentación de las demandas de los
estudiantes. Pero también una oportunidad para reconocerse en un imaginario y un
momento de alegría al compartir un nosotros...

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