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15/10/2018

Filosofía de la Historia
David Felipe Buitrago Rivera

«Los hombres individualmente apenas son encarnaciones de los actores impersonales de la


historia. El que intente comprenderla necesita observar a esos millares de hombres que
obran: leer sus cartas, oírles quejas y cantos; asistir a sus nacimientos, obras y muertes, y
luego abstraer por orden de importancia comprensiva y actuante los instintos o latencias
sociales que representan. De otro modo no hay comprensión sino sensaciones de
fenómenos dispersos en número indefinido. Así es como la inteligencia llega a comprender
los bosques: ordenando, clasificando.»
Fernando González Ochoa, "Santander", 1940.

En el fragmento de Gonzales Ochoa se puede ver reflejada la idea de que la historia no es


construida a partir de reyes, instituciones o países, sino más bien desde la sociedad en sí y
todo el conjunto de relaciones que se dan para lograr una mejor comprensión del pasado. La
posición en donde se encuentra Gonzáles Ochoa es compartida por la línea de los Annales
de la Historia, que según Iggers (2013) “se preocupaban de estudiar una cultura o una época
como aparte del curso de la historia, más que de relatar un proceso de cambio a través de
eras sucesivas.” (p.95) Este tipo de perspectiva niega todo progreso histórico y propone una
“pluralidad de tiempos que coexisten entre sí” (p.96) si bien los grandes actores de la
historia son los que crean cambios en ella, como, por ejemplo, Alejandro Magno. La
historia no se reduce a la vida, toma de decisiones y muerte de un rey o emperador, pero
tampoco se puede negar el hecho de que estos personajes son los que crean procesos a
través del tiempo que moldean civilizaciones y les dan un camino específico.
La huella histórica es compartida tanto por la sociedad de su tiempo como sus actores más
relevantes, aunque claramente la intención de la historia de estudiar fenómenos pasados
cambiará con la intensión del historiador, es decir, será diferente la historia relatada de la
Edad Media si el historiador tiene algún propósito de verdad o de progreso para su estudio a
que si el historiador solo le inquieta cómo era la vida en sociedad en la Edad Media. La
historia es generalmente percibida como una unidad total, pero no se ha tenido en cuenta
que puede haber tantas corrientes históricas como percepciones de lo que la historia es. Por
ello, es importante, desde mi punto de vista, especificar objetivos y métodos propios.
La historia es diferente para el positivista, marxista, romanticista o idealista. El primero y el
segundo tendrán la tendencia de explicar la historia con leyes universales, para el
romanticista, la historia tendrá una idea maniquea de la realidad, el triunfo del héroe o el
bien sobre el mal, etc. Y, por último, para el idealista la historia será representada como una
argumentación dialéctica desde su sistema. (Concuera, 2005, p.130-131).
Esto crea un problema de objetividad, si lo queremos llamar así, el problema de la verdad
en la historia debe ser posicionado desde el tipo de historia que se está versando. Por ello,
mencionaba que era importante especificar objetivos y métodos propios antes de la lectura
histórica para que el lector esté advertido de la línea de pensamiento que está tomando. El
problema de las diferentes corrientes históricas que se puedan dar no es solamente que el
lector cuestione la veracidad de un hecho en el pasado (que es como generalmente se pone
a prueba la historia) sino también ahora, tener en cuenta a qué método, corriente y objetivo
tiene el historiador que se está leyendo.
Gonzáles Ochoa acierta en que el hombre común es el actor impersonal de la historia, el
agente anónimo y libre, perdido en el tiempo y siendo hijo de su sociedad y época son los
que crean una memoria colectiva del tiempo que nos interesa estudiar. Y además abre
nuevas posibilidades de estudio, así como hizo Bloch en su “La historia rural francesa” de
1931 donde se puede percibir una interdisciplinariedad de las demás ciencias con la cultura
y la antropología. (Iggers, 2013) este tipo de estudios no solo enriquecen el conocimiento
histórico, sino también permiten un mejor conocimiento del hombre a través del tiempo sin
hacer uso de anacronismo o juicios de valor desde nuestra condición humana. Entonces, la
visión de Ochoa, no solo permite comprender la historia desde una perspectiva más social o
cultural, también le permite al anónimo del pasado dejar su huella en la historia y, por
último, mantener una mejor comprensión del hombre a través del tiempo sin tener en
cuenta el progreso, intereses también de las demás ciencias del hombre.

Bibliografía
Iggers, G. G. (2012). La historiografía del siglo XX: desde la objetividad científica al
desafío posmoderno. Santiago: Fondo de Cultura Económica.
de Mancera, S. C. (1997). Voces y silencios en la historia. Siglos XIX y XX. Mxico:
Fondo.

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