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EL
DE MI POBRE
PATR A.
¡ QUE barullo! ¡Que zahurda! ¡Que desórden! Concurren al
coliseo multitud de hilos de distintas m'ldres á hacer todo lo qie les
dá su gana: unos echan gr'lndes bocaradas de humo por la boca pa-
ra molestar á los demas con el olor y la sofocacion: otros goritan,
otros silvan, otros dan grandes golpes con garrotes sobre los escalios
y las tablas: casi torios estan con so.nbreros puestos: unos se desga-
fiitan pidiendo otro. otro: otros dicen no, no. no. Apenas empieza la
música, empiezan tarnbien lo~ golpes sobre las tablas, de modo que
sofocan los dulces sonidos de los instrumentos, y obligan á los mú-
sicos á depir sus armoniosas sonatas: sale uno de los actores á aílun-
ciar la funcion siguiente, y unos dicen: no que"emos, no queremos,
otross~,si, de mancrn que los cómicos no saben que !lacero Allí no
h"y respeto por el Jefe de la República, por el Gubernador de la
Provincia, por el Jefe polltico del can ton, por las Señoras, por el
público: cualquier <,,,clavo. rlla!'l"¡pr rri<U!a. cu",I',uier muchach-º. se
toma libertades, que no se tornaria en un palenque de negros.
Sabido es, que toda persona úe regular educacion estando en -vi-
sita, 6 en cU'llquier parte done e haya alguna Senara, alguna au-
toridad, Ó alguna otra persona de lespeto entra con su sombrero
en la mano, guarda compostura en sus acciones y en sus palabrasl
:se tarden tanto en los intermedios; pero esto no toca á los con-
currentes; toca al Juez de teátro; á mas de que en el nuestro fal:.
ta todo, y es necesario dar tiempo á que preparen sus decoracio-
nes l:OlUO· PUc:::dllU. UD es de pr~surnjr que huyan de estar los acto-
res tras del telon haciendo maña, como dicen tos muchachos, pues
Jladie mas que aquellos es interesado en que la funcion concluya
para descansar.
Un nuevo abuso se ha introducido recientemente, que no
'es de los menos repren'sibles: se anuncia la pieza que va á repre-
sentarse en la proxima funcion, y con que dos ó tres cachaco,s
griten, no la que1'ernos, ya basta para que no se ofrezca al pú-
blico. i quién les ha dado tal facultad'? toca la eleccion, ó al me-
nos la revision de las piesas al Juez de teátro. Si á unos n'o les
gl:lsta la piesa 'anunciada, porque ya la hayan visto, ó por cua'!-
quiera otra razon, á otros les gustará, y sobre 'todo, al 'que no
le guste, que no vaya.
Se ha dicho 'tambien, que el' des6rden que se advierte
en el teátro consi~te en que no hay reglu'¡llento que lo rija, ni au-
toridad que lo dé; pero esto es una cosa inesacta. 'Hay leyes po-
sitivas, que han estado en observancia desde que hay teátlo en es-
ta ciudad: leyes reglame'nta¡'ias que han consultado á cuantos casos
puedan ocurrir, que hacen cuantas prescripciones se pueden desear
par", "l ¿.don, 't:¡;;uladdau J ,.!t".;cm,ja tanto de los aclares, cómo del
público espectador: leyes, que se guardaron con tanta 'rigides y
esactitud en tiempo de los Vireyes, y en la primera época de la
República, que nunca hubo en el coliseo motivo alguno tlé desa-
grado racional. Las reales órdenes de Fernando 6. o de Noviem-
'bre de 753, tle Carlos 3. o de 763, de:! Iilismo de 31 dt: 'Octubre