Documente Academic
Documente Profesional
Documente Cultură
distancia
Mario Bunge
El psicoanálisis nació a la luz en 1900, con la publicación de La interpretación de los sueños,
de Sigmund Freud. Ernest Jones, su fiel discípulo inglés y principal biógrafo, nos cuenta que
este libro, al que Freud siempre consideró su obra maestra, se reeditó ocho veces en vida de
su autor. Y afirma que «No se hizo ningún cambio fundamental, ni hubo necesidad de
hacerlo».
Semejante inmutabilidad basta para despertar la sospecha de cualquier mente crítica. ¿Por
qué no fue necesario modificar nada esencial en una doctrina psicológica en el curso de tres
décadas? ¿Será porque no hubo investigación psicoanalítica de los sueños? ¿O porque el
primer laboratorio de estudios científicos de los sueños fue fundado recién en 1963, en la
Universidad de Stanford, y sin la participación de psicoanalistas? Y si es así, ¿no será que el
psicoanálisis es más literatura fantástica que ciencia?
7. El tipo de personalidad es efecto del modo de aprendizaje del control de los esfínteres.
Falso. La investigación ha mostrado la inexistencia de esta correlación: las personalidades
"oral" y "anal" son producto de la fantasía incontrolada de Freud. Hay muchos tipos de
personalidad, y todos son producto del genoma, del ambiente y del propio esfuerzo. Más aún,
lejos de ser inalterable, la personalidad puede ser transformada radicalmente por
enfermedades cerebrales, accidentes cerebrovasculares, drogas y reaprendizaje.
8. Los actos fallidos (lapsos de la lengua) revelan deseos reprimidos. Sólo en algunos casos, y
son los menos. La mayoría de las transposiciones de palabras son errores inocentes. Para
provocarlas deliberadamente se arman los trabalenguas. Además, algunos sujetos son más
propensos que otros a cometerlas.
9. El superyó reprime todos los deseos y recuerdos vergonzosos, los que se almacenan en el
inconsciente. El analista lo destapa con el método de la asociación libre. Los experimentos
más notables sobre el tema, los de la famosa investigadora Elizabeth Loftus (quien no es
psicoanalista), no han mostrado la existencia de la represión. Y la experiencia clínica muestra
que tampoco existe la asociación libre, puesto que el analista transmite a su cliente sus
propias hipótesis y expectativas. A medida que aprende la jerga freudiana, el cliente
"confirma" lo que su analista espera de él.
En resumen, las fantasías psicoanalíticas son de dos clases: las incomprobables y las
comprobables. Las primeras no son científicas. Y las segundas son de dos clases: las que han
sido puestas a prueba y las que aún no han sido investigadas científicamente. Todas las del
primer grupo han sido falsadas. Y, evidentemente, las del segundo grupo siguen en el limbo.
¿Qué queda de todo un siglo de psicoanálisis? Nada más que fantasía incontrolada. Los
psicoanalistas no hacen experimentos, y ni siquiera llevan estadísticas de sus tratamientos.
Además, ignoran por principio los hallazgos de la psicobiología y de la psiquiatría biológica. Su
psicología es de sillón y sofá, porque son prisioneros del mito primitivo del alma inmaterial que
no puede captarse por medios materiales, tales como la resonancia magnética funcional y
otros métodos de visualización de procesos mentales.
El éxito comercial del psicoanálisis se explica porque (a) no requiere conocimientos previos;
(b) no exige rigor conceptual ni empírico; (c) pretende explicarlo todo con un puñado de
principios: desde las neurosis y la rebelión adolescente hasta la religión y la guerra; (d) es un
sucedáneo de la religión; (e) llenaba vacíos que dejó hasta hace poco la psicología científica,
en particular la sexualidad, las emociones y los sueños; (f) se jacta de curaciones inexistentes;
y (g) según el propio Freud, los psicoanalistas les hacen el favor a sus clientes de cobrarles la
consulta: no hacen obra social.
Pero éxito comercial y penetración en la cultura de masas no son lo mismo que triunfo
científico. Cien años de fantaseo psicoanalítico no han arrojado resultados equivalentes a los
que arroja una semana de investigaciones de laboratorio en neurociencia cognoscitiva.
El caso de la PNEIF es uno de los pocos en que se conoce la fecha exacta del nacimiento de
una ciencia: 1955. Ese año se descubrió el primer fármaco neuroléptico para el tratamiento de
una enfermedad mental: la depresión. Antes sólo se conocían estimulantes, tales como la
cafeína, la benzedrina y la cocaína; calmantes, tales como el opio; y drogas que, como el
alcohol y el tabaco, al principio estimulan y luego inhiben.
Todo esto se ha sabido desde que los seres humanos empezaron a interesarse por sus
procesos mentales. Lo que no se sabía antes es que estos procesos están bastante bien
localizados en el cerebro. Por ejemplo, un ser humano que tiene una lesión grave en la
corteza prefrontal (detrás de los ojos) tiene el juicio moral deteriorado. Es el caso,
afortunadamente muy raro, de los psicópatas.
La PNEIF está de moda porque está abordando y resolviendo una pila de enigmas de la vida
mental, y porque su uso médico promete curar o al menos atenuar las angustias de los
enfermos mentales y acabar con el psicomacaneo y la psicocurandería.
Por ejemplo, si con una píldora diaria se logra controlar a un esquizofrénico, quedan sin
trabajo tanto el brujo que sostiene que se trata de un caso de posesión demoníaca como el
psicoterapeuta que asegura que el trastorno es resultado de un episodio infantil, y que trata al
paciente con meras palabras.
Para comprobar lo que acabo de afirmar basta preguntarle a un boticario qué píldoras se
recetan con algún éxito para tratar angustias, obsesiones, depresiones, esquizofrenias y otros
trastornos mentales. Y quien quiera saber qué fundamento tienen tales recetas, deberá
consultar las revistas científicas que se ocupan de la mente y sus trastornos, así como los
semanarios científicos generales Nature y Science.
Estas publicaciones están llenas de nuevos resultados sobre la psique. Ninguna de ellas
acepta macaneos psicoanalíticos. Los psicoanalistas sólo usan revistas psicoanalíticas:
constituyen una secta marginal con respecto a la comunidad científica. Su alquimia no
transmuta ignorancia en conocimiento, sino mito en oro.