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Capitulo 1: El anhelo del hombre: Relaciones íntimas. Los seres humanos fuimos
creados para ser felices, para amar y ser amados y ese amor se expresa a través
de las relaciones intimas con nosotros mismos y con los demás. Se llama
relaciones intimas a aquellas que son autenticas, profundas y sinceras. La
intimidad del ser humano consigo mismo implica el saber quiénes somos, hacia
donde vamos y cuáles son nuestros valores en la vida. Para saber quiénes somos
es necesario ser consientes de nuestros sentidos, emociones, mente, voluntad y
de nuestra interioridad. Nuestros sentidos perciben al mundo y al darnos cuenta
de esas percepciones experimentamos una inmensa gama de sensaciones
positivas y negativas, que producen en nosotros diversas reacciones emocionales,
es entonces cuando nuestra voluntad decide como actuar. Este proceso podrá
realizarse de manera más sana e integral a medida que nos vayamos dando
cuenta de las raíces de las conductas que tenemos y las veamos a la luz de
nuestros valores. Como resultado, nuestras respuestas a las percepciones,
sensaciones y emociones adoptaran vías cada vez más adecuadas de manejo,
aceptación y expresión dentro de una identidad propia. La intimidad con nosotros
mismos es la clave para relacionarnos bien con nosotros mismos, los demás y
Dios. Puesto que cuando se ha logrado un avance en este proceso de
autoconocimiento, (de conocer y ser conocido), es posible comenzar a compartir
en ese mismo nivel de profundidad con otras personas. La intimidad es una
experiencia trascendente que se expresa y llega a su plenitud en relación con el
otro, es un proceso que nos va llevando al cambio para crecer y madurar, es
dinámica y por tanto siempre va en aumento.
Por otra parte, la otra necesidad básica del ser humano son las relaciones sanas.
Tener una relación sana significa ser quiénes somos y poder permitirle al otro ser
quien es, es aquella que nos permite crecer y madurar y nos deja ser libres para
ser nosotros mismos. Por tanto, las relaciones sanas no se logran fácilmente pues
los modelos de relación que hemos tenido en nuestra vida han sido pobres,
enfermos o no han existido. Después de reconocer como son nuestras relaciones
y ver lo ideal que sería relacionarnos sanamente, podremos tomar la decisión de
curar las heridas del pasado para vivir el presente.
Las emociones que interviene en el proceso adictivo son las de enojo, miedo,
culpa y vergüenza. El proceso de reconocerlas, sentirlas, escucharlas, aceptarlas
y manejarlas nos ayuda a tener una vida emocional equilibrada e integrada. Este
proceso de curación y manejo de las emociones se inicia cuando dejamos de
reprimir y en cambio reconocemos y le damos nombre a alguna emoción.
Esta obra relata la historia de que en un país después de año nuevo, dejaba de
ocurrir la muerte de personas; a pesar de los accidentes, enfermos moribundos, la
agonía de la Reyna madre, todos se quedaban suspendidos entre la frágil línea
entre la vida y la muerte. Creándose un caos de inició de entusiasmo que poco a
poco se fue transformando debido a los paradójico de dicha anormalidad; en
primera instancia los medios de comunicación salieron a las calles a entrevistar a
las personas, realizaron llamadas a los hospitales, a la cruz roja, funerarias y
policía; buscaron las declaraciones del ministro de sanidad quién expresó que no
se debían alimentar falsas esperanzas, no obstante el jefe redactor del periódico,
considero desaconsejable desde el punto de vista empresarial desalentar la
alegría colectiva por lo que uso el titular de siempre “Año nuevo vida nueva” .
Con el paso de los días y ante el hecho de que nadie moría la población
empezaron a salir a la calle a proclamar y gritar que ahora si la vida era bella; sin
el miedo cotidiano a morir. Además, tras la idea de una señora viuda empezaron a
colocar en los balcones y ventanas la bandera nacional. Era imposible resistirse a
su fervor patriótico. No obstante, importantes sectores profesionales, preocupados
por la situación, empezaron a transmitir la expresión de descontento. Como era de
esperarse las primeras reclamaciones fueron de las empresas del negocio
funerario y ante la escasez de muertos humanos solicitaron al gobierno declarar
obligatorios los entierros o la incineración de todos los animales domésticos que
murieran. Posteriormente, los directores y administradores de hospitales se
unieron al descontento, pues que tenían problemas de logística al no tener
espacio para los enfermos de nuevo ingreso pues aquellos que en condiciones
normales deberían morir no lo habían hecho, teniendo que colocarlos en los
pasillos tentativamente pero pronto no habría ningún espacio disponible; hacían
hincapié que la decisión de lo que debía hacerse no sería ni medica, ni
administrativa sino política. Obteniendo como respuesta por parte del gobierno
que aquellos pacientes que tienen el perfil no haber muerto según se esperaba
fueran entregados a los cuidados de su familia, asumiendo los establecimientos de
salud la responsabilidad de asegurarles los exámenes y tratamientos médicos.
Cabe mencionar, que en situaciones similares vivían los hogares de la tercera
edad y las compañías de seguros.
Por lo que se llevó a cabo una comisión interdisciplinaria entre filosos y delegados
de las religiones, para que reflexionaran sobre las consecuencias de un futuro sin
muerte, identificaran los retos a los cuales la sociedad se tendría que enfrentar y
las posibles formas de intervención. No obstante, no llegaron a ninguna conclusión
ya que tanto la filosofía necesita de la muerte como las religiones. Monsieur de
Montaigne dijo que filosofar es aprender a morir y algunos en el sentido común
estaban aprendiendo en el camino, paradójicamente no tanto a aprender a morir
ellos mismos sino a engañar la muerte de otros ayudándola. Lo cual se reflejó en
una familia de pequeños agricultores, quienes vivían la desgracia de que el abuelo
y el nieto estaban en la agonía entre la vida y la muerte, sin lograr bien morir. Por
lo que el abuelo, solicitó fuera llevado a la frontera donde aún había muerte y se le
enterrará. Por lo que esperaron a que los vecinos apagaran las luces y salieron en
el carromato para enterrar al niño y al abuelo en la frontera donde pudieron
liberarse de la agonía y morir. Sin embargo fueron vistos por un vecino, quien a la
mañana siguiente le preguntó al yerno del abuelo a donde habían ido a media
noche y tras interrogatorios le contó la verdad y le pidió lo acompañase a la
policía. No fueron juzgados ni condenados. Pero fueron criticados como asesinos
y criminales. No obstante, otras familias repitieron la acción después de oír la
historia. Provocando inconformidad por parte de los gobiernos países limítrofes y
la oposición política interna; por lo que el jefe de gobierno condenó la acción
inhumana, apelo al respeto por la vida y anunció que fuerzas armadas se
posicionarían en la frontera para impedir el paso de cualquier ciudadano que
buscase la muerte por iniciativa propia o por decisión de los parientes. Durante
dos semanas la acción funcionó pero después recibieron amenazas telefónicas
de una mafia denominada maphia, quienes buscaban establecer acuerdos con el
gobierno para encargarse del que ahora era un negocio el llevar a los moribundos
a la muerte en la frontera. Al principio no se logró el acuerdo, por lo que varios
policías perecieron en manos de la maphia en consecuencia la mafia consiguió el
negocio con gran demanda y ahora con una oferta de encuentro a la muerte; para
ello se alió con las agencias funerarias. Pero, debido a la invasión de territorio de
los países limítrofes por parte de comandos de enterradores maphiosos, los tres
gobiernos decidieron establecer sus tropas para disparar al tercer aviso. El país
se encontraba agitado, con un poder confuso, la autoridad diluida, la pérdida del
sentido cívico aunado a que la justicia del país se encontraba desprovista para
actuar jurídicamente contra los enterradores tras su pacto. Por lo que se propuso
que en el certificado de defunción se registraran como suicidas aquellos que eran
llevados a la frontera para morir.
Un aprendiz de filósofo, hablo con el espíritu que paira sobre las aguas del acuario
y le explicó que no solo había una muerte sino varias, que la muerte de los seres
humanos se había suspendido pero que la de los animales y vegetales seguía
operando y le solicitó lo contara a los demás. Por lo que surgió la polémica en
contra y a favor. La iglesia retomo la tesis para reafirmarse pues bastaba con
remitirse a los milagros que dios había hecho, solo que ahora en lugar de afectar a
un individuo le daba a un país el elixir de la inmortalidad. La polémica sobre la
muerte y las muertes se agudizo con el artículo de un economista el cuál expuso
en materia económica la catástrofe que se avecinaba ante la posible inmortalidad
afectando en la actitud de la sociedad hacia los pacientes terminales para peor al
considerarlos una carga interminable.
Esta situación de caos social, moral y espiritual tuvo un giro radical cuando una
carta misteriosa de color violeta llegó al gerente de la televisora local, en la cual se
le pedía que diera a conocer al público en general que el acontecimiento de morir
se reanudaría a partir de las doce la noche de ese día y que de ahí en adelante a
cada persona se le anunciaría su fecha de defunción –con carta violeta de por
medio-- con una semana de anticipación para que tuviera tiempo suficiente de
realizar los preparativos que tuviera a bien hacer antes de dejar este mundo.
Por otro lado, la semana de anticipación que la muerte otorgaba a las personas
fue motivo de diferentes reacciones, unos cumplían sus deberes ciudadanos, otros
se entregaban a orgías de sexo y alcohol, algunos otros se suicidaban como un
reto hacia la muerte, pero en general se provocó angustia y tanto las iglesias como
los psicólogos se vieron rebasados en la demanda de sus servicios al
requerírseles para hallar una guía o consuelo ante tal situación. Este estado de
cosas orilló a que ahora a la muerte se le llamara cruel, tirana, malvada, etc.
Como no hay regla sin excepción, sucedió que una de las cartas violeta que la
muerte enviaba a los próximos a morir, le fue devuelta, ante la sorpresa la volvió a
enviar y le fue nuevamente devuelta, lo intentó una tercera vez y sucedió lo
mismo, causándole enormes dudas sobre su efectividad, consultó sus registros y
para mayor asombro comprobó que esa persona ya debía de haber fallecido, esto
le causó gran estupor tanto que llegó a consultar su libro que le fue otorgado
desde que se le asignó la misión de ser la segadora de vidas, encontró en él que
ante un caso así ella tenía la libertad de obrar como bien le pareciera, ante esto,
decidió realizar una visita a la persona cuya carta de muerte le era devuelta,
resultó que se trataba de un músico violonchelista que vivía con un perro, no era
nada extraordinario, así que reflexionó sobre lo que debería hacer y decidió
entregar la carta ella misma, para ello tomó la forma de una hermosa mujer de 36
años y se tomó una semana para cumplir su cometido, asistió a los conciertos en
los que el músico participó, entabló una conversación poco usual al término del
primer concierto pero no pudo entregarle la carta porque la había olvidado en el
cuarto de hotel donde se hospedaba de modo que le avisó que se la entregaría en
el próximo concierto, el músico quedó intrigado por la presencia de tan extraña
mujer en su vida a tal grado que no podía dejar de pensar en ella lo que le llevó a
enamorarse. La muerte no acudió al segundo concierto pero sí al parque donde
cada domingo el músico paseaba con su perro, no le entregó la carta pero sí se
despidió de él, aunque a media noche fue a su casa, le pidió que tocara algo de
música para ella, una obra de J.S. Bach que duraba media hora, al término de la
cual la emoción los llevó a hacer el amor, después la muerte enamorada decidió
quemar la carta con una cerilla y se quedó con el músico, y al día siguiente nadie
murió.
OPINIÓN PERSONAL
Esta obra nos hace reflexionar sobre la idea de que se hiciera realidad la
posibilidad de que las personas no murieran, de primera instancia parecería
maravilloso dejar de sentir miedo hacia la muerte; no obstante tras leer la obra
cambió mi percepción hacia la muerte en sí misma como un proceso natural y
necesario, liberador del alma, que precisa ser revalorado desde una perspectiva
de equilibrio ontológico. Esta visión de equilibrio es la que se requiere introyectar a
la sociedad a través de la sensibilización organizada por parte de los profesionales
del sector salud, ampliando la conceptualización de la salud mental al considerar
la muerte como un indicador de la misma, ya que en muchas ocasiones solo se
enfoca su intervención en grupos sociales que están próximos a vivir un proceso
de duelo y aquellos que están a punto de fallecer.
Por otra parte el autor ejemplifica la manera en cómo giran alrededor de la muerte
diferentes subsistemas sociales como la religión, la política, el Estado, los medios
de comunicación, la economía y hasta las organizaciones delictivas que pueden
llegar a beneficiarse o verse afectados por la misma cuando cambia la oferta y la
demanda de la muerte al no presentarse.