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Arte y Cristianismo:
Entre el Misterio y la Belleza
Gastón H. Guevara
Colección “Aquinas”, Nº 1
“Rigans Montes”
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Presentación
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1ELDERS, L. Conversaciones teológicas con Santo Tomás de Aquino. Ediciones del Verbo Encarnado, San Rafael,
2008, p. 384.
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Nostalgia de Dios: Cuando la Belleza hiere y educa
Introducción
El autor del diario Nostalgia de Dios, Pieter Van der Meer de Walcheren
(1880-1970), nació en Holanda, en una familia protestante. Desde la
infancia estuvo atrapado en las tinieblas del protestantismo; sin embargo,
cuando un alma es bastante amada por Dios como para concebir el deseo de
conocerle, le buscará por todas partes, excepto en el lugar donde Él se
encuentra: en la Iglesia de Cristo, que guarda la llave de todos los misterios.
I. Nostalgia y Belleza
3 Van der Meer de Walcheren, P., Nostalgia de Dios. Lohlé-Lumen, Bs. As., 1995, p. 38.
4 Ibídem, p. 182
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satisfechos con lo temporal, lo limitado, lo finito? ¿Por qué busca mi espíritu lo
infinito, lo eterno?”5
Ahora bien, las creaturas de este mundo sensible significan las cosas
invisibles de Dios, en parte, porque Dios es origen y fin de toda creatura.
Entonces podemos decir que, las cosas, si las contemplamos bien, nos
remiten al Creador, puesto que en todo lo que suscita en nosotros el
sentimiento puro y auténtico de lo bello, hay realmente presencia de Dios.
Hay como una especie de encarnación de Dios en el mundo, cuyo signo es la
belleza. De manera que este es el destino de la belleza: traslucir, ser una
suerte de ventana hacia lo eterno, obrar en el hombre a través de los
sentidos, poniéndolo frente a las cosas inmediatamente y frente a Dios a
través de ellas.
5 Ibídem, p. 47
6 Ratzinger, J. La belleza. La Iglesia. Encuentro, Madrid, 2006, p. 15.
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delicia, nuestros anhelos nos empujan más y más y nuestros sueños atisban
eternos mundos inaccesibles? ¿Acaso hemos perdido algo?” 7
“Es un alma que nada sabe de Dios, que ignora su Rostro, pero que comprende
que su existencia es necesaria, y comprende asimismo que no pudiendo ser
huérfana de la Nada, sea Él quien la haya concebido y dado a luz. Sus lágrimas,
sus suspiros, los latidos de su corazón, le han enseñado que Él está en alguna
parte, muy lejos o muy cerca, y que buscándole bien le encontraría.” 8
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suerte de “sacudida”, que lo hace salir de sí mismo, lo arranca de la
resignación, de la comodidad de lo cotidiano, lo hace sufrir 10, lo hiere al
mismo tiempo que lo “despierta”, empujándolo hacia lo alto, noble y
profundo.
De a poco, el contacto que Van der Meer tenía con la expresión de lo bello
iba produciendo en su alma efectos incalculables, convirtiéndose en una via
pulchritudinis, y en un itinerario de fe. Temor y temblor se producía en él al
escuchar una bella melodía, contemplar absorto un paisaje, descubrir un
nuevo conocimiento, disfrutar de las obras de arte, vislumbrar la simpleza y
hermosura de alguna persona; puesto que la belleza estremece y coloca
irrevocablemente ante Dios.
“(…) El sol brilla en un cielo límpidamente azul; (…) la tierra con sus jardines,
con sus estupendas colinas, sus hermosos montes lejanos, se extiende a nuestro
alrededor como un paraíso. ¡Y como un campo abierto recibo yo la lluvia de
oro de la belleza!” 12 Impresionado por la belleza de la hora en la que el sol
concluye su tarea diaria, describe profundamente lo siguiente: “Cuando
regresábamos a casa, caminando por la llanura (…) se puso el sol. Me es
imposible decir lo que esa hora maravillosa despierta en mí. ¿Qué es?
10 Benedicto XVI a los artistas: “La belleza camino hacia Dios”; 2009, Ciudad del Vaticano.
11 Van der Meer de Walcheren, P., op. cit., p. 16.
12 Ibídem, p. 87.
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¿Melancolía, triste felicidad, nostalgia por acompañar en su ronda a la luz
declinante? (…) ¿Qué es lo que no se puede engarzar en ese pórtico abierto de
luz dorada que es el cielo del poniente? Es como si uno estuviese delante de su
propia alma y, a través de ese pórtico de oro, se pudiese llegar hasta las
eternidades divinas. El corazón se inflama, se siente pesadumbre y al propio
tiempo la entrañable dulzura de la dicha (…)”13
“Ya que la fe era viva, lo impregnaba todo; el arte inspirado y sostenido por la
fe era puro. Los hombres creían. (…) Sabían que tenían un alma, creada a
imagen de Dios, cuyo destino final consistía en contemplar a Dios en el Paraíso
celestial ¿Acaso no se reflejan estos anhelos, esta gloriosa nostalgia, en el arte
de la Edad Media, en la arquitectura de las iglesias y en los frescos, en los
himnos y en los cuadros, en la música y en las hermosas leyendas?” 16
Este arte comienza a arrebatar cada vez más su espíritu, absorto por las
cosas a las que no sabía dar nombre, pero que le revelaban aquello que
habitaba en su corazón.
13 Ibídem, p. 144.
14 Ibídem, p. 84.
15 Ídem.
16 Ibídem, p. 86.
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Comprendió, entonces, que el arte era trascendente, y llevaba en sí el
profundo pensamiento de donde ha brotado la Iglesia, porque el objeto de
ésta es hablarnos en todo momento de Dios del modo más hermoso. Algo
similar le ocurrió ante la belleza de la liturgia. Por invitación de un amigo
visita la Trapa de West-Malle, lo que describe de la siguiente manera:
“Escuchaba con gran atención, mi ser estaba abierto de par en par… Entonces
una voz entonó la “Salve Regina”; me estremecí, me embargó la emoción. El
cántico asciende y desciende con ritmo grandioso y sin embargo sencillo, (…)
los sonidos son como un vuelo de hermosos pájaros y no obstante vibra en ella
una profunda melancolía y una nostalgia infinita, (…) es como una presencia
fuerte y suave, reverbera al inconfundible reflejo de la luz divina”18.
“Ayer leí el capítulo del Evangelio de San Mateo en el que Jesús enseña a sus
discípulos la mejor oración: “Pater noster qui es in caelis” y en aquel momento
supe, lo sentí como siento mi propia existencia, que es realmente verdad que
Dios existe.”19
17 Ibídem, p. 79.
18 Ibídem, p. 80.
19 Ibídem, p. 77.
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“Por primera vez, he experimentado la sensación de que ocurría algo inefable;
cuando el sacerdote oficiaba la Misa pronunció las palabras de la
Consagración, primero sobre el pan, luego sobre el vino. No sé decir cómo o de
dónde me vino ese pensamiento, pero supe que algo había cambiado y que allí
había ocurrido algo de una tremenda grandeza.” 20 Finalmente sentencia:
“Siento la profunda belleza de estos signos y es casi imposible que no sean los
símbolos de la verdad.”21
Dice el Card. Ratzinger: “La belleza lastima, pero así es exactamente como
impulsa al hombre a su destino supremo”22. La auténtica belleza hiere, pero
por ello mueve al hombre, lo pone en marcha, lo llena de nueva esperanza,
abre el corazón humano a la nostalgia, al deseo profundo de conocer, de
amar, de perfeccionarse, de salir más allá de sí mismo. De aquí se desprende
que esa misma belleza que atraviesa al hombre y lo hiere, es también la que
lo exalta, lo eleva y lo educa, porque es capaz de despertar en él el deseo de
Dios. Esto es justamente lo que la belleza hizo en Pieter:
Al final del diario, Van der Meer expresa cómo, en este arte de educar en
la belleza, Dios es el único maestro:
Conclusión
25 Ibídem, p. 20-21.
26 En: Ibídem, p. 7.
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La mirada del niño o el misterio se hace arte
Gastón H. Guevara27
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Introducción
28 Escrito en 1907, este ensayo pertenece al volumen póstumo “Lunacy and Letters” (traducido
como “El reverso de la locura”) de 1958. La traducción pertenece a Guillermo Blanco para Gilbert
K. Chesterton: El reverso de la locura, Santiago de Chile, Editorial del nuevo extremo, 1959. En:
ALLEGRI, E. Aproximación a Chesterton. EDUCA, 1996, Bs. As., pp. 199-204.
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de la persona mayor, 29 transida por la finalidad práctica, utilitarista y
cuantitativa: la abierta por la modernidad y sus grandes personajes, baste
nombrar aquí a Bacon y Descartes, y profundizada hasta nuestros días.
29 Caro al autor de “El Principito” es esta caracterización, pues para él una “persona mayor” son
todos los que no han conservado los rasgos de la infancia. Y es interesante notar, además, que no
usa la expresión “adulto”, ya que la adultez supone una etapa de la vida en la que usualmente se
alcanza la madurez.
30 Seguimos aquí la lectura realizada por el Dr. Rafael Breide Obeid sobre las consideraciones
que sobre este tema lleva adelante Guillermo Gueydan de Roussel. En: BREIDE OBEID, R.
Teología Política según Gueydan de Roussel. Gladius, Bs. As., 2010, pp. 105-116.
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No existe ámbito que se halle al margen de estas formas de mirar. Por lo
tanto el arte es también resultado de esa mirada lanzada al mundo. Veamos.
Si ese modo de ver es como la luz matutina al despuntar el alba, la belleza
no será meramente esteticista sino que será reflejo de la verdad: splendor
veritatis y, asimismo, escala propicia para la salvación del alma. El artista no
querrá simbolizar su yo, sino pasar como anónimo, trabajando y callando,
contemplando y creando símbolos de lo eterno. El arte así entendido es una
epifanía de la intemporalidad y de la eternidad refractada en el tiempo.
31 CÁMARA, C. Reminiscencias del arte sagrado. Vórtice, Bs. As., 2015, p. 21.
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el centro de la cultura, su síntesis y su más alto exponente. Todas las
aspiraciones del hombre medieval confluían en él y en él se verticalizaban.
Se ha considerado al arte sacro de la Catedral como un valor “cuasi
sacramental”, es decir, como símbolo de lo sagrado, que trata de expresar
por lo visible lo invisible. El templo, no es por ningún motivo un
monumento –como hoy creen los turistas- sino un santuario; es un
ambiente que permite a la gracia manifestarse de la mejor manera,
provocando una comunicación con lo divino. 32 Es un espacio y un tiempo
consagrado, sustraído de toda utilidad. No podemos dejar de nombrar –
aunque hablaremos de ella más adelante- a la Liturgia -cántico sempiterno
rebosante de vida-, pues todas estas manifestaciones culturales no fueron
espontáneas, sino que tienen su principium, es decir, su origen permanente
e intrínseco, en el culto: la cultura vive del culto, ha dicho Josef Pieper33 Y la
medieval era por excelencia un rebozar de belleza y armonía porque vivía
del culto y en el culto.
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b. El mundo moderno y la negación del Misterio
35 BOIXADÓS, A. La revolución y el arte moderno. Ediciones Dictio, Bs. As., 1981, p. 13. Si bien esta
aseveración no es falsa, cabe aclarar que el desgajamiento comienza a producirse con el funesto
error del nominalismo.
36 Cfr. PITHOD, A. Dios y el hombre contemporáneo. Grupo Editor Latinoamericano, Bs. As., 1993,
p. 24.
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vivir sin el Misterio”.37 No se advierte que el ente es siempre misterioso. No
se advierte que la existencia misma es misteriosa. Misteriosa la identidad de
cada persona. Incomprensible que yo exista o deje de existir. El que las
cosas sean así y no de otra manera. “El ser está envuelto en misterio. Y tanto,
que mirarlo causa admiración y veneración. El hombre racional de la ciencia
moderna ha abolido el misterio, y con él la admiración y la veneración ante el
ser”.38
“Si uno les dice a las personas mayores: ‘he visto una hermosa casa de ladrillos
rojos, con geranios en las ventanas y palomas en el techo’, no acertarán a
imaginar la casa. Es necesario decirles: ‘he visto una casa de cien mil francos’.
Entonces exclamaran: ¡Qué hermosa es!”.39
Este pequeño párrafo nos pinta de cuerpo entero al mundo que se rige
por la omnipresencia del número, de la cantidad, de lo cuantificable y
medible y descarta la admiración del niño. Es el hombre masificado que ha
perdido la capacidad del asombro, la conciencia de su esencia más
profunda.
37 De la introducción al libro de Pieter van Der Meer de Walcheren, Nostalgia de Dios. Ediciones
Carlos Lohlé, Bs. As., 1955, p. 7.
38 PITHOD, A., op. cit., p. 24.
39 SAINT-EXUPÉRY, A. El Principito. Obras Completas, Plaza & Janés, Barcelona, 1967, p. 514.
40 CÁMARA, C., op. cit., p. 40.
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manifestación de la fe vívida y vivida, nos preguntamos: ¿qué podemos
decir de los “nuevos templos”? ¿Acaso el maltrato del espacio, del tiempo,
de la música no denota falta de fe?
La mirada del niño es como un amanecer que hace todas las cosas nuevas,
las vuelve a iluminar como la primera vez y las descubre una y otra vez. Tan
sólo aquel que vuelva a mirar como niño y a inaugurar una y otra vez las
cosas cotidianas y ordinarias, sentirá que sus ojos físicos se abren a una
nueva luz que le permitirá trascender las apariencias: “Sólo se puede
entrever la luz divina con los ojos corporales si el que la contempla participa
en dicha luz, se deja transformar por ella”.42 Es la visión espiritual, que sólo
la alcanza el corazón puro, y es la única que “ve a Dios” (Cfr. Mt. 5, 8).
42 SÁENZ, A. El Icono, esplendor de lo sagrado. 4ª ed. Gladius, Bs. As., 2004, p. 186.
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niño se propone conseguir algún fin en su juego, pero, asimismo, está
impregnado de sentido. Y aquí, en este punto, podemos analogar el juego
con el culto, ambos tienen su fin en sí mismo, ambos son inútiles, en ambos
se presenta un tiempo dentro del tiempo, un tiempo sagrado y al margen de
toda utilidad y en ambos hay un desbordamiento de vida. En este sentido es
que Guardini ha caracterizado a la Liturgia como juego: un juego
maravilloso, un cántico eterno.
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exiliamos un día, porque ya no la sentíamos propia, pero el destierro hace
añorar la patria, y poco a poco nace el deseo y la nostalgia de volver: “La
casa de la cual eres te sirve en tu desierto, aunque lejana. La amada te sirve
aún lejana y dormida”45. Debemos ser como esos marineros bretones del
siglo XVI de los cuales nos habla Saint-Exupéry que “desde su partida
comenzaban ya a regresar”.
El hombre moderno, al igual que el niño del cual nos habla Chesterton,
una noche, subrepticiamente, de mano de la ciencia y la técnica moderna,
intentó arrancar el misterio de la realidad. Pasados varios siglos y con una
ciencia y una técnica hiper avanzada y especializada aún sigue con su
intento primero. Está tan cegado en querer conocer todo empíricamente que
parece no haberse percatado del terrible daño perpetrado, al querer
arrancar de raíz el Misterio destruye todo, absolutamente todo. Pero el
Misterio resiste. Y cada día y cada hora y cada año y cada siglo el Misterio se
le muestra inexpugnable y de innegable permanencia.
Para que este Misterio se haga palpable hay que saber disponer la mirada
para poder ver. Y esto sólo es posible si somos niños o somos como niños. Es
cierto que no podemos ser siempre niños, pero sí podemos tener siempre la
visión del niño, que es otra manera de decir que podemos ser humildes. No
podemos ser siempre niños, pero podemos conservar la transparencia y
frontalidad, ahora asumidas libremente. Y de igual modo, en el orden
espiritual la ley sigue siendo la misma: si un hombre quiere alguna vez
descubrir algo grande, debe hacerse siempre pequeño; si engrandece su ego
hasta el infinito, no descubrirá nada, pues no hay nada más grande que el
infinito; pero, si él reduce su ego a cero, y se dispone a recibir, entonces
descubrirá que todo es grande: pues no hay nada más pequeño que él
mismo.
Por tal motivo es necesario que el niño crezca bajo la atmósfera del
misterio y la belleza. Para que por el atractivo de las cosas bellas, de los
actos bellos y de las bellas ideas el niño sea conducido y despertado a la
vida intelectual, moral y artística ¿Acaso no es el misterio y la belleza el
Otra vez León Bloy: “Se puede vivir sin pan, sin vino, sin techo, sin amor, sin
una dicha temporal, mas no se puede vivir sin el Misterio”.
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San Luis
1 de agosto de 2017
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