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Historia del
pensamiento
musical
2016-2017
Índice general
1
ÍNDICE GENERAL 2
C romana pusieron las bases de la cultura europea posterior. Pero esta influencia
no se dio tanto en la música práctica como en el pensamiento musical: las ideas y
teorías desarrolladas en la antigua Grecia se mantuvieron vivas hasta el Renacimiento;
y no solo en el pensamiento musical de la Europa latina, sino también en las culturas
bizantina y árabe.
La palabra griega μουσική (musiké) significaba «relativo a las musas». Las musas, en
los relatos míticos, eran nueve y estaban relacionadas con actividades como la poesía,
la historia, la tragedia, la comedia o la danza. Todas estas actividades se englobaban
bajo el concepto de musiké, que comprendía por tanto la música, la poesía (lírica, épica
y dramática) y la danza. La música, pues, era para los antiguos griegos una actividad
mucho más diversa que lo que el término designa en nuestra cultura.
Es decir, si una cuerda tocada al aire produce una nota determinada, al pulsar en
su centro y hacer vibrar la mitad de la cuerda sonaría su octava; si hacemos vibrar los
dos tercios, sonaría su quinta; y si hacemos vibrar los tres cuartos, sonaría su cuarta. Lo
mismo se puede aplicar a las longitudes de los tubos sonoros y a muchos otros objetos
que producen notas.
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1 EL PENSAMIENTO MUSICAL EN LA ANTIGÜEDAD CLÁSICA 4
Por tanto, los intervalos básicos de la música griega (y después la occidental y mu-
chas otras) corresponden a las proporciones de la serie 1:2:3:4, formada por los cuatro
primeros números naturales, cuya suma es 10, y que para los pitagóricos representaba
la perfección, simbolizada gráficamente en la τετρακτύς (tetraktys):
Al margen del significado místico o esotérico que estas proporciones tuvieran para
los pitagóricos, su descubrimiento tuvo una importante aplicación práctica en la afi-
nación vocal e instrumental durante la Antigüedad y la Edad Media: todos los demás
intervalos se calculaban a partir de las tres proporciones indicadas (Cuadro 1). Además,
el estudio de la música se consideró parte de las matemáticas, incluyéndose al final de
la Edad Antigua en lo que se denominó Quadrivium: Aritmética, Geometría, Astrono-
mía y Música, el conjunto de las cuatro disciplinas matemáticas que conformaban la
educación superior (y que se mantendría durante la Edad Media).
1 EL PENSAMIENTO MUSICAL EN LA ANTIGÜEDAD CLÁSICA 5
Octava − Quinta 2
1
÷ 32 = 43 (Cuarta)
Quinta − Cuarta 3
2
÷ 43 = 98 (Tono)
Tono + Tono 9
8
× 98 = 81
64
(Ditono)
Cuarta − Ditono 4
3
÷ 81
64
= 256
243
(Semitono menor diatónico)
Tono − St menor 9
8
÷ 256
243
= 2187
2048
(Semitono mayor cromático)
St mayor − St menor 2187
2048
÷ 256
243
= 531441
524288
(Coma pitagórica)
12
12 quintas ( 32 ) = 531441
4096
= 129,746
7
7 octavas ( 21 ) = 128
1
= 128
Diferencia 531441
4096
÷ 128
1
= 531441
524288
(Coma pitagórica)
Los textos seleccionados hacen referencia a los tres apartados señalados an-
teriormente: los textos 1 a 3 desarrollan el tema de las proporciones matemáti-
cas; los textos 4 y 5 exponen la teoría de la armonía de las esferas; por último,
los textos 6 a 8 se centran en la teoría del ethos.
Texto 1.1
Nicómaco de Gerasa, Enchiridion Harmonices (ss. I-II dC)
7
1 EL PENSAMIENTO MUSICAL EN LA ANTIGÜEDAD CLÁSICA 8
mismos lo habían hecho sospechar. La cuerda mayor, comparada con la más pequeña,
que representaba 8 unidades, hacía sonar la quinta, y probó que estaban en una ratio
de sesquitercia, al ser esa la ratio de los pesos. Luego la comparó con la siguiente, con
respecto al peso que soportaba. La más grande de las otras dos cuerdas, de 9 unidades,
hacía sonar la cuarta; así estableció que estaba en la proporción sesquitercia inversa, y
que esta misma cuerda estaba en el ratio de sesquiáltera con la más pequeña, pues 9 a
6 es la misma ratio, así como la segunda cuerda más pequeña con 8 unidades está en
una ratio de sesquitercia con la de 6 unidades, y en una ratio de sesquiáltera con la de
12 unidades.
Por consiguiente, se confirmó que el intervalo entre la quinta y la cuarta —la can-
tidad por la que la quinta excede a la cuarta— está en la ratio de sesquioctava, 9:8. La
octava era el sistema formado por la unión de una y otra, a saber, la quinta y la cuarta
situadas una al lado de otra. Así, la proporción doble se compone de la sesquiáltera y
la sesquitercia, 12:8:6; o, a la inversa, por la unión de la cuarta y la quinta, de manera
que la octava está compuesta de la sesquitercia y la sesquiáltera en este orden, 12:9:6.
Texto 1.2
Aristoxeno de Tarento, Elementos de armonía (s. IV aC)
Texto 1.3
Claudio Ptolomeo, Armónicos (s. II dC)
Creo que he demostrado suficientemente que los intervalos armónicos hasta el em-
meleis están definidos intrínsecamente por ciertas proporciones fundamentales, y he
respondido también a la pregunta de qué proporción corresponde a cada uno de ellos.
Quien se haya interesado profundamente por la causa perceptiva de nuestros cálculos,
así como por su investigación práctica —es decir, por los métodos que he examina-
do para usar el monocordio— no puede dudar ya de que en todas las afinaciones la
corroboración del oído es buena. La consecuencia natural es que cualquiera que haya
practicado estos cálculos, si conserva alguna sensibilidad para la belleza, debe asom-
brarse ante el poder y la belleza que habita en las armonías; sin embargo, esto coincide
también completamente con los cálculos del intelecto, y con la mayor precisión descu-
bre y produce las afinaciones en el uso práctico. También será presa, por decirlo así,
de un sagrado anhelo de comprender y entender las verdaderas relaciones de esta fa-
cultad con otros fenómenos de nuestro mundo. Por consiguiente, intentaremos tratar
esta última parte de nuestra tarea científica de la manera más amplia posible, para dar
expresión al carácter sublime de esta maravillosa facultad.
Texto 1.4
Teón de Esmirna, Expositio rerum mathematicarum (s. II dC)
Texto 1.5
Censorino, Sobre el día del nacimiento (s. III dC)
Texto 1.6
Platón, La república (ss. V-IV aC)
—De todos modos —contesté—, supongo que esto primero sí estarás en condiciones
de afirmarlo: que la melodía se compone de tres elementos, que son letra, armonía y
ritmo.
—Sí —dijo—. Eso al menos lo sé.
—Ahora bien, tengo entendido que las palabras de la letra en nada difieren de las
no acompañadas con música en cuanto a la necesidad de que unas y otras se atengan a
la misma manera y normas establecidas hace poco.
—Es verdad —dijo.
—Por lo que toca a la armonía y ritmo, han de acomodarse a la letra.
—¿Cómo no?
—Ahora bien, dijimos que en nuestras palabras no necesitábamos para nada de tre-
nos y lamentos.
—No, efectivamente.
—¿Cuáles son, pues, las armonías lastimeras? Dímelas tú, que eres músico.
—La lidia mixta —enumeró—, la lidia tensa y otras semejantes.
—Tendremos, por tanto, que suprimirlas, ¿no? —dije—. Porque no son aptas ni aun
para mujeres de mediana condición, cuanto menos para varones.
—Exacto.
—Tampoco hay nada menos apropiado para los guardianes que la embriaguez, mo-
licie y pereza.
—¿Cómo va a haberlo?
—Pues bien, ¿cuáles de las armonías son muelles y convivales?
—Hay variedades de la jonia y lidia —dijo— que suelen ser calificadas de laxas.
—¿Y te servirías alguna vez de estas armonías, querido, ante un público de guerre-
ros?
—En modo alguno —negó—. Pero me parece que omites la doria y la frigia.
—Es que yo no entiendo de armonías —dije—; mas permite aquella que sea capaz
de imitar debidamente la voz y acentos de un héroe que, en acción de guerra u otra
esforzada empresa, sufre un revés o una herida o la muerte u otro infortunio semejante
y, sin embargo, aun en tales circunstancias se defiende firme y valientemente contra su
mala fortuna. Y otra que imite a alguien que, en una acción pacífica y no forzada, sino
espontánea, intenta convencer a otro de algo o le suplica, con preces si es un dios o con
advertencias o amonestaciones si se trata de un hombre; o al contrario, que atiende a
los ruegos, lecciones o reconvenciones de otro y, habiendo logrado, como consecuencia
de ello, lo que apetecía, no se envanece, antes bien, observa en todo momento sensatez
y moderación y se muestra satisfecho con su suerte. Estas dos armonías, violenta y
pacífica, que mejor pueden imitar las voces de gentes desdichadas o felices, prudentes
o valerosas, son las que debes dejar.
—Pues bien —dijo—, las armonías que deseas conservar no son otras que las que
yo citaba ahora mismo.
—Entonces —seguí—, la ejecución de nuestras melodías y cantos no precisará de
muchas cuerdas ni de lo panarmónico.
—No creo —dijo.
—No tendremos, pues, que mantener constructores de triángulos, péctides y demás
instrumentos policordes y poliarmónicos.
—Parece que no.
—¿Y qué? ¿Admitirás en la ciudad a los flauteros y flautistas? ¿No es la flauta el
1 EL PENSAMIENTO MUSICAL EN LA ANTIGÜEDAD CLÁSICA 12
instrumento que más sones distintos ofrece, hasta el punto de que los mismos instru-
mentos panarmónicos son imitación suya?
—En efecto, lo es —dijo.
—No te quedan, pues —dije—, más que la lira y cítara como instrumentos útiles en
la ciudad; en el campo, los pastores pueden emplear una especie de zampoña.
Texto 1.7
Papiro de Hibeh (s. IV aC)
Texto 1.8
Claudio Ptolomeo, Armónicos (s. II dC)
Las facultades originales del alma son tres: la facultad del pensamiento, la facultad
del sentimiento y la facultad de la vida. Los intervalos originales idénticos y consonan-
tes son también tres: la identidad de la octava y las consonancias de la quinta y la cuarta.
Podemos, por lo tanto, comparar la octava con la facultad del pensamiento —pues en
ambos prevalece la simplicidad, la igualdad y la equivalencia—, la quinta con la facul-
tad del sentimiento, y la cuarta con la facultad de la vida. La quinta está más cerca de
la octava que la cuarta, y suena mejor porque su excedente está más cerca de la unidad.
Análogamente, la facultad del sentimiento está más cerca del pensamiento que la fa-
cultad de la vida, pues participa en una cierta medida de la conciencia. Algunas cosas
tienen ser pero no sentimiento; otras tienen sentimiento pero no pensamiento. Por otra
parte, todas las cosas que sienten tienen también ser, y todas las que tienen pensamien-
to poseen también sentimiento y ser. Así, en la armonía, donde está presente la cuarta
no hay necesariamente una quinta, ni donde está la quinta, una octava; pero una quinta
contiene siempre una cuarta, y una octava una quinta y una cuarta. La cuestión es que
los poderes de la vida y el sentimiento se corresponden con los intervalos incompletos
emmeleis y su combinación, y el poder del pensamiento con el completo.
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Unidad didáctica 2
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2 EL PENSAMIENTO MUSICAL EN LA EDAD MEDIA 15
SAJONES
ANGLOSAJONES
ESLAVOS
REINO DE
LOS TURIGIOS LOMBARDOS
REINO DE
Roma
LOS VISIGODOS
IMPERIO ROMANO DE ORIENTE
imperial fueron numerosas, convirtiéndose de hecho en la religión del Imperio; esto fue
ratificado en el año 392 por Teodosio, que proclamó el cristianismo como religión oficial.
Por otra parte, Constantino mandó edificar una ciudad sobre el emplazamiento de
la antigua Bizancio, junto al Bósforo, para convertirla en capital del Imperio. Esto era
la prueba definitiva de la decadencia de la ciudad de Roma, que desde tiempo atrás
había dejado de ser sede imperial. El traslado de la capitalidad a la nueva Constanti-
nopla suponía un refuerzo de la zona oriental —griega— del Imperio en perjuicio de
la occidental latina. El deterioro de esta última se agravó tras la decisión de Teodosio,
a su muerte, de dividir el control del Imperio entre sus dos hijos: el mayor, Arcadio,
gobernaría como emperador desde Constantinopla y el segundo, Honorio, sometido
a su hermano, gobernaría Occidente, primero desde Milán y después desde Ravena.
Esta situación se mantendría oficialmente hasta 476, aunque Occidente experimentaría
una progresiva germanización, con el asentamiento de varios pueblos (principalmente
visigodos, ostrogodos y francos) que acabaría con su fragmentación en diversos reinos,
teóricamente sometidos al emperador romano de Oriente (Ilustración 3).
Esta situación se complicará a partir del siglo vii con la expansión del Islam tras
la muerte de Mahoma: el espacio del antiguo Imperio Romano se dividirá así en tres
zonas diferenciadas en lo religioso, lo político y lo cultural: el Imperio, de cultura griega
y religión cristiana ortodoxa; el mundo árabe musulmán; y el Occidente germano-latino
y católico.
Los primeros siglos de la Edad Media —conocidos habitualmente como «Alta Edad
Media»— se caracterizan en Occidente, además de por esta fragmentación, por una
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Frente a esta postura, otros, como Ambrosio de Milán o Agustín de Hipona («¿A quién
elevar este canto sino a Dios?»), defienden el uso de la música.
Otro debate central durante toda la Edad Media, herencia también del mundo an-
tiguo, es la oposición entre música teórica y música práctica, definida en la época me-
dieval con los términos de músico y cantor. El «músico» es el teórico que conoce los
fundamentos de la ciencia musical, especialmente su base matemática; el «cantor», por
su parte, es quien lleva a la práctica la música, como un oficio. El prestigio de la ciencia
y el desprecio por el trabajo manual que caracteriza buena parte del pensamiento me-
dieval, hacen que se sitúe también por encima el papel del músico frente al del cantor; la
música, por otra parte, será parte de los estudios superiores de ciencias, el quadrivium,
junto con la aritmética, la geometría y la astronomía.
Por último, hay que tener en cuenta que el sistema de escritura musical que se había
utilizado desde el siglo iv ac deja paulatinamente de usarse a partir del siglo ii dc, lo
que lleva a desarrollar en la Alta Edad Media la idea de que la música reside solo en la
memoria y es por tanto un ejemplo de la fugacidad. En palabras de Isidoro de Sevilla,
Si los sonidos no se retienen en la memoria humana, perecen, ya que no pueden
escribirse.
Texto 2.1
Agustín de Hipona (354-430), Comentarios a los salmos
He aquí que Él casi te da el tono de la melodía a cantar: no vayas en busca del texto,
como si pudieses traducir en sonidos articulados un canto en el que Dios se recree.
Canta en el júbilo. Cantar con arte a Dios consiste en eso: cantar en el júbilo. ¿Qué
significa cantar en el júbilo? Comprender y no saber explicar en palabras lo que se canta
con el corazón. Aquellos que cantan durante la siega, o durante la vendimia, o durante
cualquier otro trabajo, primero advierten el placer que suscita el texto de los cantos, pero
más tarde, cuando la emoción crece, sienten que no pueden expresarla en palabras y
entonces se desahogan en una sola modulación de notas. Este canto lo denominamos
júbilo.
El júbilo es esa melodía con la que el corazón expresa todo lo que no puede expresar
con palabras. ¿Y a quién elevar este canto sino a Dios? En efecto, Él es lo que tú no
puedes expresar. Y si no lo puedes expresar y tampoco callarlo, ¿qué otra cosa puedes
hacer más que jubilar? Entonces el corazón se abrirá a la alegría, sin utilizar palabras, y
la grandeza extraordinaria de la alegría no conocerá los límites de las sílabas. Cantadle
con arte en el júbilo.
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2 EL PENSAMIENTO MUSICAL EN LA EDAD MEDIA 20
Texto 2.2
Agustín de Hipona, Sobre la música
—Dime, por tanto, te lo ruego: ¿no te parecen semejantes al ruiseñor aquel cuantos,
guiados por cierto instinto, cantan bien, es decir, lo hacen armoniosa y suavemente,
aunque no pueden dar respuesta alguna a quien les pregunta sobre los ritmos en sí o
sobre los intervalos de los sonidos agudos y graves?
—Pienso que se parecen muchísimo.
—¿Qué diremos de aquellos que, sin tener esta ciencia, los escuchan gustosamen-
te? Cuando vemos que los elefantes, los osos y algunas otras especies de animales se
mueven al ritmo del canto, y que hasta las aves mismas se deleitan en sus propias voces
(pues si en ellos no hubiese, además, algún provecho, no harían esto tan intensamente
sin placer alguno), ¿no habrá que compararlos a estos animales?
—Así lo estimo.
Texto 2.3
Boecio (470-524), Tratado de música.
Aquel que escribe de música debe saber exponer en primer lugar las partes en que
los estudiosos han subdividido la materia. Estas son tres: la primera está formada por
la música del universo (mundana); la segunda por la música humana, y la tercera por
la música instrumental, como la de la cítara, de las flautas y de los demás instrumentos
con los que se puede obtener una melodía.
La música del universo, que hay que estudiar sobre todo en los cielos, es resultado de
la unión de los elementos o de la variación de las estaciones. ¿Cómo podría moverse en
carrera muda y silenciosa el mecanismo del cielo tan veloz? A pesar de que tal sonido
no llegue a nuestro oído —y ello sucede necesariamente por múltiples razones— el
movimiento rapidísimo de cuerpos tan enormes no puede darse sin sonido alguno,
especialmente porque los movimientos orbitales de los astros están vinculados en una
relación tan perfecta que no se puede imaginar nada más compacto y proporcionado.
En efecto, algunos se mueven más arriba y otros más abajo, girando todos ellos con
un impulso tan bien combinado que sus diferentes velocidades dan lugar a un orden
racional en los movimientos. Por ello no puede ser ajeno a este movimiento rotatorio de
los cielos el orden racional en la modulación de los sonidos. [...]
Todos pueden comprender lo que significa la música humana examinándose a sí
mismos. En efecto, ¿qué une al cuerpo la incorpórea vitalidad de la mente sino una
relación ordenada, como si se tratase de una justa combinación de sonidos graves y
agudos para producir una única consonancia? Además, ¿qué podría asociar entre sí las
2 EL PENSAMIENTO MUSICAL EN LA EDAD MEDIA 22
Texto 2.4
Isidoro de Sevilla (559-636), Etimologías
orgánica, que consiste en el soplo; en tercero, rítmica, que recibe la medida de la pul-
sación de los dedos. Pues el sonido se produce por medio de la voz, como en la boca;
o del soplo, como en la trompeta o la flauta; o de la pulsación, como en la cítara; o de
cualquier otra cosa que suene al ser golpeada.
Texto 2.5
Guido d’Arezzo (995-1050), Epístola sobre el canto desconocido
¿No ves que en esta melodía cada una de sus seis partes comienza con un sonido
diferente? Si se aprende con este método el comienzo de cada una de las partes, de
modo que en cualquier momento se pueda comenzar cualquiera de ellas sin dudar,
podría entonarse fácilmente cualquiera de los seis sonidos adecuadamente en cuanto
se viera.
Texto 2.6
Hildegard de Bingen (1098-1179), Epístola a los prelados de Maguncia
Y vi algo más —pues en obediencia vuestra hemos dejado de cantar el Divino Oficio,
celebrándolo solo con la lectura en silencio— y oí una voz que venía de la luz viva,
hablando de las diversas formas de alabanza de las que habla David en los Salmos:
«Alabadlo con el sonido de la trompeta, alabadlo con el salterio y la cítara, alabadlo
con el tímpano y el coro, alabadlo con las cuerdas y el órgano, alabadlo con los sonoros
címbalos, alabadlo con los címbalos del júbilo. Que todo espíritu alabe al Señor». [...]
Cuando nos esforzamos seriamente en alabarlo, rememoramos cómo buscó el hombre
la voz del Espíritu vivo, que Adán perdió por su desobediencia [...] Pues Adán perdió
esa semejanza con la voz angélica que tuvo en el Paraíso, y así se durmió esa ciencia
musical de que estaba dotado antes de su pecado. Pero Dios, que repone las almas
de los elegidos en su estado original de felicidad por la luz de la verdad, forjó en su
sabiduría esto: que cuando el Espíritu, con una infusión profética, renovara el corazón
de muchos, recobraran estos por esta iluminación interior todo lo perdido de lo que
poseía Adán antes del castigo.
Y para que la humanidad, más que rememorar el destierro de Adán, fuera desper-
tada también a estas cosas —la divina dulzura y la alabanza que había disfrutado Adán
antes de su caída—, los mismos profetas, enseñados por el Espíritu que habían recibido,
no solo compusieron salmos y cánticos, que se cantarían para encender la devoción de
quienes los oyeran, sino que también inventaron diversos instrumentos del arte musi-
cal, que serían tocados con gran variedad de sonidos. Lo hicieron para que los oyentes,
tanto por el sonido de estos instrumentos como por el sentido de las palabras cantadas
con su acompañamiento, fuesen educados en asuntos del interior, impulsados y espo-
leados por objetos exteriores. Hombres sabios y aplicados imitaron a estos santos pro-
fetas e inventaron numerosos tipos de instrumentos humanos, de modo que pudieran
hacer música para el deleite de sus almas y adaptar lo que cantaban con las pulsaciones
de sus dedos, como rememorando que Adán fue formado por el dedo de Dios (que es
el Espíritu Santo); ese Adán en cuya voz, antes de su caída, residía el sonido de toda
armonía y la dulzura de todo el arte musical; y si hubiera permanecido en el estado en
que fue creado, la fragilidad de los hombres mortales no podrían soportar la potencia
y sonoridad de su voz. [...]
Por tanto, quienes sin una razón segura y de peso imponen silencio en la iglesia en
materia de cantos de alabanza a Dios, y privan así injustamente a Dios de su alabanza en
la tierra, serán asimismo privados de la participación en las alabanzas angélicas que se
oyen en el Cielo, salvo que hagan reparación por arrepentimiento sincero y penitencia
humilde.
Texto 2.7
Juan XXII (Jacques Duèze, 1249-1334), bula Docta Sanctorum Patrum, 1325
Hacia 1320 comienza el período que conocemos como Ars Nova, denomi-
nación derivada de varios tratados musicales de la época, principalmente el de
Philippe de Vitry. El carácter innovador de la música del momento, especial-
mente en la música religiosa, molestó a algunas autoridades eclesiásticas. Fruto
2 EL PENSAMIENTO MUSICAL EN LA EDAD MEDIA 25
Texto 2.8
Marchetto de Padua (1274-1326), Lucidarium
Se define músico, según Boecio, a aquel que posee la facultad de juzgar acerca de
los modos, de los ritmos y de los géneros de las cantilenas según la reflexión y la ra-
cionalidad de la ciencia musical. En efecto, todo arte o disciplina tiene naturalmente
en mayor cuenta la razón que no la actividad ejercida con las manos y con el obrar del
artista. Por tanto, el músico conoce las posibilidades y la racionalidad de las proporcio-
nes musicales, y mediante esto (no únicamente mediante el sonido) juzga. El cantor es,
en cambio, como un instrumento del músico, instrumento en el cual opera el artista, o
sea, el músico, realizando prácticamente lo que ya había conocido con la razón. Por eso,
el músico es, con respecto al cantor, como el juez con respecto al pregonero: en efecto,
el juez emite una ordenanza y dispone que se publique por medio del pregonero. Así
ocurre con el músico y con el cantor: el músico conoce, siente, discierne, selecciona,
ordena y compone todo lo que concierne a la ciencia, y dispone que sea realizado en
forma práctica por el cantor como mensajero suyo.
En este otro fragmento del mismo libro, Marchetto resume los principales
temas del pensamiento musical medieval, utilizando el argumento de autori-
dad tan habitual en los escritos de la Edad Media.
La música es la más bella de las artes, por lo que Remigio escribió que la grandeza
de la música alcanza a todo ser, vivo o no; los coros de ángeles, arcángeles y todos los
santos cantan ante la mirada de Dios diciendo sin fin «Santo, Santo».
2 EL PENSAMIENTO MUSICAL EN LA EDAD MEDIA 26
Boecio escribió en su prólogo que nada es tan propio de la humanidad como rela-
jarse con los modos dulces y alterarse con los contrarios; y esto no solo sucede en una
edad o un estado, sino que se extiende a todas las edades y todos los estados, y tanto los
niños como los jóvenes y los viejos coinciden en un mismo afecto espontáneo hacia los
modos musicales, de manera que no hay ninguna edad que rechace el deleite de una
dulce melodía.
Entre todos los árboles, el de la música es el más admirable: sus ramas están hermo-
samente proporcionadas por números, sus flores son las especies de consonancias, sus
frutos las dulces armonías efecto de esas mismas consonancias.
De ella dice Bernardo que la música es lo único en el universo cuya grandeza, por
designio divino, sujeta, mueve y contiene todo lo que se mueve en el cielo y lo que hay
en la tierra y el mar, y en la voz de hombres y animales y lo que aumenta en años, días
y épocas.
O
Unidad didáctica 3
27
3 EL PENSAMIENTO MUSICAL EN EL RENACIMIENTO 28
(a) El laudista y la arpista, grabado de Israhel (b) Concierto de mujeres, óleo del Maestro de las
Meckenem, hacia 1490 medias figuras, hacia 1535
La música es un arte. Aunque el término arte —en la expresión «arte liberal»— de-
signaba desde antiguo las ciencias y por tanto incluía la música, en el Renacimiento
comienza a adquirir el significado actual; la música pasará ahora a ser una de las bellas
artes, y se relacionará no solo con la poesía sino también con las artes plásticas.
Además, al tratarse de una creación humana, los creadores de la música —com-
positores e intérpretes— adquieren la categoría de artistas; y aunque su situación social
seguirá siendo de subordinación, serán cada vez más respetados.
La música está hecha para el placer. A diferencia del concepto medieval que plan-
teaba la música como algo «útil», un instrumento para conseguir diversos fines (por
ejemplo, la alabanza divina), durante el Renacimiento la música puede escucharse sim-
plemente por el placer que proporciona. Este placer puede ser sensorial (el «placer del
oído») o intelectual, similar al que proporcionan la literatura o la filosofía. Y el placer no
lo proporciona solo la audición de la música, sino también su interpretación; por lo que
se desarrollará de manera importante la práctica musical entre quienes no se dedican
profesionalmente a ella, y de modo especial entre los aristócratas.
En conjunto, estas nuevas ideas acaban con algunos de los puntos principales del
pensamiento medieval: el utilitarismo de la música, la diferencia entre teoría y prácti-
ca, el concepto matemático de la música. Únicamente se mantendrá la teoría del ethos,
pero cambiando profundamente su significado: la influencia que ejerce la música no
3 EL PENSAMIENTO MUSICAL EN EL RENACIMIENTO 29
Las reformas religiosas. Las reformas que se desarrollan a lo largo del Renacimiento,
principalmente en el siglo xvi —luteranismo, calvinismo...—, así como la contrarrefor-
ma promovida por Roma, darán lugar a nuevas situaciones para la música religiosa:
las iglesias reformadas exigen nuevas prácticas musicales —o eliminan las anteriores—
; pero también la iglesia católica reformará profundamente su música, suprimiendo
buena parte de las prácticas musicales anteriores y regulando con rigor las nuevas.
Texto 3.1
Johannes Tinctoris (1435-1511), Libro sobre el arte del contrapunto, 1477
Así pues, las concordancias de voces y cantos, en cuya suavidad, como dice Lactan-
cio, se percibe el placer de los oídos, no se producen en los cuerpos celestes, sino en los
instrumentos terrenos en que colabora la naturaleza; y aunque sin duda los antiguos
músicos (como Platón, Pitágoras, Nicómaco, Aristóxeno, Filolao, Arquitas, Ptolomeo y
muchos otros, hasta el mismo Boecio) se dedicaron con gran esfuerzo a estas consonan-
cias, sin embargo no tenemos noticia alguna de que las ordenaran o compusieran. Y,
por otra parte, si debe contarse lo que se ve y se oye, he tenido en mis manos algunos
cantos antiguos de autoría desconocida (a los que llaman apócrifos), compuestos de
forma tan inepta e insulsa, que más que deleitar, ofendían los oídos.
Y no dejo de sorprenderme de que no hay nada que no haya sido compuesto de cua-
renta años para acá que los expertos estimen digno de oírse; pero en esta época, no sé si
por la virtud de algún influjo celestial o por la vehemencia del ejercicio constante, flo-
recen innumerables compositores, entre ellos (y pasaré por alto numerosos armonistas
de obra hermosísima) Johannes Ockeghem, Johannes Regis, Antoine Busnois, Firminus
Caron, Guillaume Faugues, quienes en estos nuevos tiempos se enorgullecen de haber
tenido como maestros en esta arte divina a los difuntos John Dunstaple, Gilles Binchois,
Guillaume Dufay.
30
3 EL PENSAMIENTO MUSICAL EN EL RENACIMIENTO 31
Texto 3.2
Baldassare Castiglione (1478-1529), El cortesano, 1528
Habéis de saber, señores, que este nuestro cortesano a vueltas de todo lo que he
dicho hará al caso que sea músico, y de más de entender el arte y cantar bien por el
libro, ha de ser diestro en tañer diversos instrumentos. Porque (si bien lo consideramos)
ningún descanso ni remedio hay mayor ni más honesto para las fatigas del cuerpo y
pasiones del alma que la música, en especial en las cortes de los príncipes, adonde no
solamente es buena para se desenojar, mas aun para que con ella sirváis y deis placer a
las damas, las cuales de tiernas y de blandas fácilmente se deleitan y se enternecen con
ella. Por eso no es maravilla que ellas en los tiempos pasados y en estos de ahora hayan
sido comúnmente inclinadas a hombres músicos, y se hayan holgado extrañamente con
oír tañer y cantar bien.
[...] Y acordaros he cuán estimada y honrada haya siempre sido entre los antiguos,
y aun fue [...] opinión de muchos sabios y famosos filósofos ser el mundo compuesto
de música, y los cielos en sus movimientos hacer un cierto son y una cierta armonía, y
nuestra alma con el mismo concierto y compás ser formada, y por esta causa despertar y
casi resucitar sus potencias con la música. Y así se lee de Alexandre, que oyendo alguna
vez estando comiendo tañer y cantar algunas cosas bravas y furiosas, fue forzado de
dejar la comida y arremeter a las armas, después mudando el músico aquella arte de
son y ablandándose, amansarse él también, y volver de las armas a la mesa.
[...] Esta es la que en los sagrados templos celebra los divinos oficios, y canta a Dios
los loores y las gracias por los beneficios recibidos, y así de creer es que a él le sea muy
acepta, y que él nos la haya dado por un muy dulce alivio de nuestras fatigas y congojas.
Con esta los trabajados labradores debajo del ardiente sol engañan su mismo trabajo
con el grosero y rústico cantar. Con esta la mozuela que antes de amanecer se levanta
descalza y mal vestida a hilar o a tejer se defiende de sueño, y hace deleitosa su trabajosa
labor. Esta es una recreación muy alegre para los miserables marineros, después que
la fortuna y los vientos han cesado. Con esta descansan los cansados romeros de sus
largas y enojosas romerías, y los afligidos encarcelados entre sus hierros y cadenas se
consuelan.
Texto 3.3
Martín Lutero (1483-1546), Pequeño libro de cantos espirituales
3 EL PENSAMIENTO MUSICAL EN EL RENACIMIENTO 32
Ningún cristiano desconoce, a mi entender, que cantar himnos religiosos es una cosa
buena y grata para el Señor; ya que de todos es conocido, no solamente el ejemplo de
los profetas y de los soberanos del Antiguo Testamento (los cuales glorificaban a Dios
cantando himnos y tocando todo tipo de instrumentos de cuerda) sino también aquella
costumbre especial de la mayoría de los cristianos de cantar salmos desde el principio.
[...] Por tanto, para empezar bien y animar a los que pueden hacerlo mejor, he reunido
con algunos otros ciertos cantos espirituales para difundir por todas partes y promover
el evangelio, que ahora por gracia de Dios ha recobrado fuerza. [...]
Además estos cantos han sido adaptados para cuatro voces por el motivo que yo
deseaba, que los jóvenes [...] tuvieran a su alcance alguna cosa para que se deshicieran
de sus cancioncillas de amor y cantos licenciosos y en su lugar pudieran aprender cosas
moralmente sanas y de este modo someterse con alegría, como conviene al bien.
Texto 3.4
Concilio de Trento (1562), disposiciones sobre la música litúrgica
Todo debe estar regulado de tal manera que, aunque se celebren misas rezadas o
cantadas, y pronunciándose todo de una forma clara y oportuna, llegue suavemente
a los oídos y a los corazones de los fieles. Las composiciones que se suelan tocar con
música polifónica o con órgano no deben denotar nada de profano si se trata solamente
de himnos y loas divinas. [...] Por lo tanto, toda forma de salmodiar en música no de-
be componerse para el deleite frívolo del oído, sino que debe hacerse de una forma tal
que las palabras sean comprendidas por todos a fin de que los corazones de los oyentes
se vean atraídos por el deseo de escuchar las armonías celestes y por la felicidad de
la contemplación de los bienaventurados [...] y expulsen de la iglesia aquella música,
transmitida por órgano o por canto, que de alguna manera esté mezclada con algo las-
civo o impuro [...] de modo que la casa de Dios parezca y pueda ser considerada como
la casa de la oración.
3 EL PENSAMIENTO MUSICAL EN EL RENACIMIENTO 33
Texto 3.5
Gioseffo Zarlino (1517-1590), Instituciones armónicas, 1558
Muchas veces, pensando para mí en todas las maravillas que Dios Todopoderoso
en su bondad ha concedido a los mortales, me ha parecido comprender claramente que
una de las más valiosas era la de articular la voz. Por medio de la voz, el hombre, dife-
renciándose así de los demás animales, es capaz de exteriorizar todos los pensamientos
que le nacen en el alma. Gracias a ella se pone de manifiesto cuánto se diferencia el hom-
bre de las bestias y cuán superior es a éstas.
Éste don ha sido verdaderamente de grandísima utilidad para el desarrollo de la
humanidad. [...] Por eso algunos, que sobresalían por su ingenio en el lenguaje, comen-
zaron a difundir una manera de usarlo más adornada y placentera, a través de bellas e
ilustres sentencias. Se esforzaban por hacer avanzar al resto de los hombres en aquello
que les hace superiores a los animales. Como ni aún así estaban satisfechos, probaron
algo más en su constante anhelo por alcanzar el máximo grado de perfección. Para ello
añadieron al habla la armonía, investigando a partir de ella diferentes ritmos y metros,
pues todo ello unido proporciona gran placer a nuestro espíritu.
[...] Como se pensaba que la música era una suma y singular doctrina, los músicos
eran tenidos en mucho y se les reverenciaba en extremo. Pero, ya por la malignidad
de los tiempos, ya por la negligencia de los hombres que estiman en poco no sólo la
música, sino también cualquier otra forma de estudio, de aquella gran altura en que
estaba colocada, ha venido a caer en los lugares más ínfimos y bajos. Donde antes le
hacían honores increíbles, ahora es reputada de vil y abyecta, y es tan poco estimada
que apenas unos cuantos hombres doctos la reconocen por lo que ella es.
Mi parecer es que ha ocurrido así porque no quedan ni vestigios de la venerable
gravedad que solía poseer la música antiguamente, pues a cualquiera se le antoja lícito
el lacerarla y tratarla de las formas más indignas que uno pueda imaginar. No obstante,
al buen Dios, a quien agrada que su infinito poder, sabiduría y bondad sean ensalzados
y proclamados por los hombres mediante himnos acompañados por graciosos y dul-
ces acentos, no puede consentir que un arte que así sirve a su culto sea tenido por vil.
Tanto más cuanto dicho arte nos ofrece un reflejo de la suavidad que pueden alcanzar
los cantos de los ángeles que en el cielo alaban su majestad. Por eso nos ha concedido la
gracia de hacer nacer en nuestro tiempo a Adriano Willaert, uno de los más raros inge-
nios que nunca se hayan ejercitado en la música práctica. Quien, al modo de un nuevo
Pitágoras, examinando detenidamente todo cuanto a ella se refiere, ha encontrado un
sinfín de errores y ha comenzado a eliminarlos, devolviéndole así el honor y dignidad
que antes tenía y que siempre debió mantener. Nos ha mostrado la manera razonable
de escribir de forma elegante cualquier tipo de composición, dándonos con sus obras
ejemplos clarísimos.
Como he comprendido que muchos, unos por curiosidad y otros por un auténtico
afán de aprender, desean que alguien les muestre la forma de componer música de una
3 EL PENSAMIENTO MUSICAL EN EL RENACIMIENTO 34
Texto 3.6
Francisco de Salinas (1513-1590), Los siete libros de música, 1577
La voz humana merece el primer lugar entre las voces de todos los seres animados;
pues solamente ella está dotada de las facultades de hablar y cantar. Solo del ser hu-
mano se puede decir propiamente que habla y canta; del resto de animales por cierta
analogía y semejanza, como se dice que los prados y las aguas ríen. Para ejercer estas
dos facultades con más exactitud y perfección, la observación, unida a la razón, inven-
tó las más antiguas de las artes, la Gramática y la Música, definidas por los antiguos
una como la ciencia de hablar correctamente y la otra como la ciencia de modular bien.
Ambas son semejantes desde su mismo origen, de modo que no deben considerarse
solo hermanas, sino incluso gemelas. Pues del mismo modo que la Gramática toma su
principio de las letras, de las que recibe el nombre, para después, a través de las sílabas,
que nacen de la mezcla de las letras, y de las palabras, que se forman de la unión de las
sílabas, llegar a completar el discurso; así también la Música (llamada así por las Musas,
a quienes la antigüedad atribuía la pericia absoluta en el canto), a partir de los sonidos,
y de los intervalos que se forman por la mezcla de los sonidos, y de las consonancias
que nacen de la unión de los intervalos, compone y realiza la melodía o el canto. Y al
igual que la elocuencia no puede subsistir si no hay orden en ella, si no hay acento en
las palabras ni cantidad en las sílabas, de modo que el primero mantenga la elevación
y descenso de la voz y la segunda la exacta brevedad o longitud de las sílabas, así tam-
bién se guarda esto en la música y de modo, por así decir, más natural y auténtico: uno
en la armonía y otra en el ritmo, conforman dos partes en la música que contienen en
sí toda su fuerza.
Texto 3.7
Fray Luis de León (1527-1591), Oda a Salinas, 1577
3 EL PENSAMIENTO MUSICAL EN EL RENACIMIENTO 35
Texto 3.8
Vincenzo Galilei (1520-1591), Diálogo de la música antigua y la moderna, 1581
O
Unidad didáctica 4
esde el punto de vista del pensamiento musical, el inicio del período barroco
37
4 EL PENSAMIENTO MUSICAL DEL BARROCO Y LA ILUSTRACIÓN 38
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4 EL PENSAMIENTO MUSICAL DEL BARROCO Y LA ILUSTRACIÓN 42
quisiera seguir el uso común con las partes centrales de que sean tocadas por un ins-
trumento para expresar algún afecto, no siendo buenas para otra cosa. Así di principio
en aquellos tiempos a aquellos cantos para una voz sola...
Texto 4.2
Claudio Monteverdi (1567-1643), Madrigales guerreros y amorosos (Libro octavo de
madrigales, Venecia, 1638)
Considero yo que nuestras pasiones o afectos principales son tres: ira, templanza y
humildad o súplica, como bien afirman los mejores filósofos y la misma naturaleza de
la voz, que la encontramos alta, baja y media; y como la música lo indica claramente
en estos tres términos: agitado, suave y moderado. No he podido encontrar en todas
las composiciones de los compositores pasados ejemplos del género agitado, pero sí
del suave y el moderado; sin embargo es un género descrito ya por Platón en el tercer
libro de la Retórica. [...] Y sabiendo que lo que conmueve más nuestro ánimo son los
contrarios, y que este conmover es el fin que debe tener la buena música, como afirma
Boecio [...], me puse a buscarlo, con no poco trabajo y fatiga por mi parte.
[...] Y habiendo visto en un principio el éxito en esta imitación de la ira, continué
investigando más y con mayor empeño, e hice varias composiciones tanto religiosas
como de cámara; y este género fue tan grato a los compositores de música, que no solo
lo han alabado de palabra, sino que también, a imitación mía, lo han mostrado en sus
obras, para gran gusto y honor mío. Por tanto, me ha parecido bien hacer saber que
partió de mí la investigación y la primera prueba de este género tan necesario al arte
musical, sin el cual puede decirse con razón que ha estado hasta ahora imperfecta, no
habiendo tenido más que dos géneros, el suave y el moderado.
La Seconda prattica
Aunque pertenece a la misma generación que Giulio Caccini, el composi-
tor de Bolonia Giovanni Maria Artusi, al contrario que aquel, defiende las
técnicas de composición renacentistas (las expuestas por Zarlino) frente a las
innovaciones de su época. Artusi ha pasado a la historia más como polemista
que como compositor; fue el iniciador de una famosa controversia que lo en-
frentó a Claudio Monteverdi, en la que participaron, además de ambos compo-
sitores, el hermano de este último, Giulio Cesare Monteverdi, y otros músicos
del momento. El punto central de la discusión era la distinta consideración que
merecía a los músicos de la época el uso del cromatismo y las disonancias en
los madrigales de fines del xvi y comienzos del xvii, que actualmente suelen
4 EL PENSAMIENTO MUSICAL DEL BARROCO Y LA ILUSTRACIÓN 43
Texto 4.3
Giovanni Maria Artusi (h.1540-1613), L’Artusi, overo Delle imperfettione della moder-
na musica (Venecia, 1600)
Ayer, después que hube dejado a V.S., me dirigí a la plaza y allí fui invitado por al-
gunos caballeros a escuchar ciertos madrigales nuevos. Y así, llevado de la cortesía de
los amigos y de la novedad de las composiciones, fuimos a casa del Sr. Antonio Goretti,
noble ferrarés, joven virtuoso y amante de los músicos más que ningún otro que haya
conocido hasta ahora: allí encontré a los Sres. Luzasco e Ipolito Fiorini, hombres seña-
lados con los que se han educado muchos espíritus nobles y de la música conocedores.
Se cantaron una y dos veces, pero se calló el nombre del autor: era la tesitura no ingrata,
si bien como V.S. verá introduce nuevas reglas, nuevos modos y nueva frase del decir;
pero son ásperos y poco agradables al oído, y no pueden ser de otro modo porque faltan
a las buenas reglas, en parte fundadas en la experiencia madre de todas las cosas, en
parte especuladas por la naturaleza y en parte demostradas por la demostración, por
lo que hay que creer que sean cosas deformes respecto a la naturaleza y propiedad de
la armonía y alejadas de los fines del músico, que como ayer dijo V.S. es el deleite.
Texto 4.4
Giovanni Maria Artusi, Seconda parte dell’Artusi overo Delle imperfettioni della mo-
derna musica (Venecia, 1603)
Es verdad que en vuestra segunda práctica nueva, a aquellos que (utilizando vues-
tras palabras) actúan contra la naturaleza y confunden las cosas y las reglas de nuestros
antepasados, los consideráis los mejores y los más elevados ingenios, y con tal medio
creéis que vos y ellos os inmortalizaréis, y os engañáis. Tratan todos los autores en imi-
tar a la naturaleza, y cuantos filósofos son y han sido no piensan ni filosofan sino en
torno a las operaciones por ella realizadas. ¿Y vos alabáis a aquellos que obran contra
la naturaleza? ¿Y llamáis artificios, adornos, supuestos, engaños y acentos a las cosas
hechas por ellos?
[...] Aquéllos [buenos compositores] utilizan las alteraciones sostenido y bemol se-
gún su naturaleza y éstos [los modernos] las utilizan contra la misma. Aquéllos usan
las disonancias en su modo normativo y éstos sin norma. Aquéllos por salto adoptan
los intervalos que son naturales de quinta y de cuarta y éstos todo lo contrario; aquéllos
no creen que una nota pueda ser puesta en lugar de otra, como hacen éstos; aquéllos en
el modo de unir las consonancias disponen el orden y el progreso en un modo y éstos
todo lo contrario. Por lo que de principio a fin éstos son contrarios a aquéllos. Si aqué-
llos son siempre admirados por su belleza, hermosura, bondad y dilección, deseándose
siempre oírlos, éstos es menester que no sean deseados por este efecto, sino por efec-
to contrario; y habrá que reír, burlarse y llenarse de desprecio al considerar la locura
4 EL PENSAMIENTO MUSICAL DEL BARROCO Y LA ILUSTRACIÓN 44
de hechos tan caprichosos, los cuales, pensando que sus cantilenas generan nuevo con-
cepto y nuevo afecto, engendran nueva náusea, nuevo desprecio, porque llevan consigo
nueva confusión, al estar llenas de cosas que confunden lo bueno y lo bello de la mú-
sica, pero ¿qué digo nueva náusea y nuevo desprecio? Náusea y desprecio de lo más
viejo, rancio y maloliente, como comercio de especias de mala calidad [...]
Texto 4.5
Claudio Monteverdi, Quinto Libro dei Madrigali (1605)
buscar el camino que debe tener una parte en relación a otra se pierde de vista lo que
uno se había propuesto, o al menos se ve uno obligado a cambiarlo; y la sujeción a
la primera parte no nos permite siempre dar a las otras un canto tan perfecto como se
pudiera desear. Es entonces la armonía quien nos guía, y no la melodía. Es cierto que un
músico competente puede proponerse un canto bello, conveniente a la armonía; pero
¿de dónde le viene esta feliz facultad? ¿No habrá contribuido la naturaleza? Tal vez; y
si por el contrario le ha negado este don, ¿cómo puede tener éxito? Solamente con las
reglas; ¿y de dónde sacamos estas reglas? Es lo que debemos ver.
Texto 4.7
Jean Jacques Rousseau (1712-1778), Ensayo sobre el origen de las lenguas (1754)
Nadie duda de que el hombre es modificado por sus sentidos; pero, lejos de distin-
guir las modificaciones, confundimos las causas; damos muy poca importancia a las
sensaciones; no vemos que con frecuencia nos afectan no solo como sensaciones, sino
como signos o imágenes, y que sus efectos morales tienen también causas morales. Al
igual que los sentimientos que la pintura nos provoca no vienen de los colores, el do-
minio que la música ejerce sobre nuestras almas no es obra de los sonidos. Unos colores
bellos bien matizados agradan a la vista, pero ese placer es solamente sensación. Es el
dibujo, es la imitación lo que da a esos colores vida y alma: son las pasiones que expre-
san lo que nos emociona; son los objetos que representan lo que nos provoca afectos.
El interés y el sentimiento no dependen de los colores; los trazos de un cuadro emo-
cionante también nos emocionan en una estampa: quitad esos trazos del cuadro, y los
colores ya no serán nada.
La melodía hace en la música exactamente lo que hace el dibujo en la pintura; es ella
la que marca los trazos y las figuras, en las que los acordes y los sonidos son solo los
colores. Se me dirá que la melodía no es más que una sucesión de sonidos. Sin duda;
pero el dibujo no es tampoco más que una composición de colores. Un orador se sirve de
la tinta para trazar sus escritos; ¿quiere esto decir que la tinta es un líquido elocuente?
Imaginad un país donde no tengan idea alguna de dibujo, pero donde mucha gente,
a base de combinar, mezclar y matizar los colores, creyera ser excelente en la pintura.
Esta gente pensaría de nuestra pintura lo que nosotros pensamos de la música de los
griegos. Cuando se les hablara de la emoción que nos causan bellos cuadros y del en-
canto de enternecerse ante un tema patético, sus sabios profundizarían inmediatamente
en el asunto, comparando sus colores con los nuestros, examinarían si nuestro verde es
más suave, o nuestro rojo más brillante, investigarían qué combinaciones de colores
pueden hacer llorar, cuáles pueden provocar la cólera; los Burette de ese país parece-
rían fragmentos desfigurados y andrajosos de nuestros cuadros; y se preguntarían con
sorpresa qué hay de maravilloso en ese colorido.
Si en alguna nación vecina empezaran a formar algún trazo, algún esbozo de dibujo,
alguna figura aún imperfecta, todo eso pasaría por garabato, por una pintura capricho-
sa y barroca; y para conservar el gusto dependerían dependerían de esa belleza simple,
4 EL PENSAMIENTO MUSICAL DEL BARROCO Y LA ILUSTRACIÓN 46
que realmente no expresa nada, pero que brilla con bellos matices, con grandes super-
ficies coloreadas, con amplios degradados de colores sin trazo alguno.
Por último, tal vez a base de progreso llegarían al experimento del prisma. En segui-
da algún artista célebre establecería allí un bonito sistema. Señores, diría, para filosofar
bien hay que remontarse a las causas físicas. He aquí la descomposición de la luz: he
aquí todos los colores primitivos; he aquí sus relaciones, sus proporciones; he aquí los
verdaderos principios del placer que os produce la pintura. Todas esas palabras miste-
riosas —dibujo, representación, figura— son pura charlatanería de pintores franceses,
que piensan que con sus imitaciones producen no sé qué movimientos en el alma, cuan-
do sabemos que solo existen las sensaciones. Os dicen maravillas de sus cuadros; pero
mirad mis colores.
Los pintores franceses, continuaría, han observado tal vez el arco iris; han podido
recibir de la naturaleza una inclinación al matiz y un instinto del colorido. Pero yo os
he mostrado los grandes, los verdaderos principios del arte. ¿Qué digo del arte? De
todas las artes, señores, de todas las ciencias. El análisis de los colores, el cálculo de las
refracciones del prisma, os dan los únicos informes exactos que existen en la naturaleza,
la regla de todas las relaciones. En todo el universo no hay más que relación. Sabemos
pues todo cuando sabemos pintar; sabemos todo cuando sabemos combinar los colores.
¿Qué diremos de un pintor tan desprovisto de sentimiento y gusto para razonar
de este modo, y limitar estúpidamente a la física de su arte el placer que nos causa la
pintura? ¿Qué diremos del músico que, lleno de prejuicios similares, creyera ver solo
en la armonía la fuente de los grandes efectos de la música? Al primero lo pondríamos
a colorear tablones y al segundo a hacer óperas francesas.
Así como la pintura no es el arte de combinar colores de manera agradable a la vista,
tampoco la música es el arte de combinar sonidos de manera agradable al oído. Si solo
hubiera eso, una y otra se contarían entre las ciencias naturales, y no entre las bellas
artes.
Es solo la imitación lo que las eleva a ese rango. Ahora bien, ¿qué es lo que hace de
la pintura un arte admirado? El dibujo. ¿Y qué hace lo mismo de la música? La melodía.
excitar o apaciguar los movimientos del alma, y hacer pasar al oyente de una pasión a
otra.
Sabemos bien cuáles son los efectos que produce sobre los espíritus de los oyentes
un discurso bien pronunciado: por otra parte, no ignoramos cuánto daño puede hacer
a un discurso, por muy bien escrito que esté, una mala declamación. Sabemos también
que, si el mismo discurso debe ser pronunciado por diversas personas, preferimos siem-
pre oírlo por uno que por otro. Lo mismo ocurre con la expresión musical, de manera
que si una pieza es cantada o tocada por diferentes personas produce siempre efectos
diferentes.
Se le pide a un orador que tenga la voz fuerte, clara y limpia; la pronunciación ní-
tida y perfectamente buena; que no junte las letras y no se las coma; que aplique una
diversidad agradable en los tonos de la voz y las palabras; que evite la uniformidad en
la declamación; que haga escuchar el tono de las sílabas y las palabras ya con fuerza, ya
con dulzura, rápida o lentamente; que eleve la voz en ciertas palabras que exigen fuerza,
y que sepa moderarla en otras; que exprese cada pasión con el tono de voz apropiado;
que se ajuste a la dimensión del lugar donde habla; en fin, que se sujete a todas las
reglas que hacen triunfar los talentos de la elocuencia. Es necesario, por consiguiente,
que observe cuidadosamente los preceptos que ha establecido su arte para hacer sentir
la diferencia que hay entre un discurso fúnebre, un panegírico, un discurso jocoso y un
discurso serio, etc. Por último, a todas estas cualidades hay que unir la de tener una
apariencia agradable.
Tras haberme extendido sobre la necesidad de una buena expresión y sobre los de-
fectos que se cometen a este respecto, intentaré demostrar que todo esto de lo que acabo
de hablar debe encontrarse también en la buena expresión musical.
El buen efecto de la música depende casi tanto de los intérpretes como de los com-
positores. La mejor composición puede ser arruinada por una mala expresión, y una
composición mediocre mejora con una buena expresión.
Texto 4.9
Carl Philipp Emanuel Bach (1714-1788), Ensayo sobre la verdadera manera de tocar
instrumentos de teclado (1753)
Carl Philipp Emanuel Bach era hijo de Johann Sebastian Bach y ahija-
do de Georg Philipp Telemann. Fue el compositor más influyente y admirado
de mediados del xviii. Su actividad profesional se desarrolló principalmente
en dos ámbitos: primero como músico de la corte prusiana en Berlín, junto a
Quantz; después, tras la muerte de su padrino, en el puesto que este dejaba
vacante como director musical en la ciudad de Hamburgo.
CPE Bach es el compositor más representativo del Empfindsamer Stil o ‘estilo
sentimental’, la alternativa germánica al style galant francés; ambas corrientes
suponen conjuntamente la superación del barroco y la iniciación del clasicismo
musical. El estilo sentimental influyó en la corriente musical relacionada con el
Sturm und Drang, en la segunda mitad del xviii, y es un precedente de las ideas
que darán lugar al Romanticismo.
Es sin duda un prejuicio pensar que el mérito de quien toca instrumentos de teclas
consiste en la mera velocidad. Un ejecutante puede tener los dedos más ágiles del mun-
do, poseer el trino simple y doble, dominar el arte de la digitación, leer normalmente de
4 EL PENSAMIENTO MUSICAL DEL BARROCO Y LA ILUSTRACIÓN 48
La estética musical
Texto 4.10
Immanuel Kant (1724-1804), Crítica del juicio (1790)
de este arte, que se comunica tan universalmente. Toda expresión toma en la palabra
un tono apropiado a su significación; este tono designa más o menos una afección del
que habla, y la excita también en el oyente, y esta afección a su vez despierta en este la
idea expresada en la palabra por este tono. La modulación es, pues, para las sensacio-
nes como una lengua universal, inteligible para todo hombre. Por lo que la música la
emplea en toda su extensión, y así conforme a la ley de la asociación, comunica univer-
salmente las ideas estéticas que se hallan ligadas a ella naturalmente. Mas como estas
ideas estéticas no son conceptos ni pensamientos determinados, la forma de la compo-
sición de estas sensaciones (la armonía y la melodía), solo sirve, en lugar de la forma
del lenguaje, por un acuerdo proporcionado, para expresar la idea estética de un todo
bien ordenado, comprendiendo una cantidad inexplicable de pensamientos, conforme
a cierto tema que constituye el afecto dominante de la pieza. Este acuerdo descansa so-
bre la relación del número de las vibraciones del aire en tiempos iguales, en tanto que
los tonos formados por estas vibraciones se hallan ligados simultánea o sucesivamente,
y por consiguiente pueden ser reducidos matemáticamente a reglas ciertas. [...]
Mas lo que hay de matemático en la música no tiene ciertamente la menor parte en
el atractivo y la emoción que la misma produce, esto no es allí más que la condición in-
dispensable (conditio sine qua non) de esta proporción, en el enlace como en la sucesión
de las impresiones, que permite reunirlas, impidiéndoles destruirse recíprocamente,
por la cual aquellas se conciertan para producir, por medios de afecciones correspon-
dientes, un movimiento, una excitación continua del espíritu, y, por lo tanto, un goce
personal duradero.
Si, por el contrario, se estima el valor de las bellas artes conforme a la cultura que
dan al espíritu y se toma por medida la extensión de las facultades que en el juicio
deben concurrir para el conocimiento, la música ocupa entonces el último lugar entre
las bellas artes, puesto que no es más que un juego de sensaciones (mientras que por el
contrario, a no considerar más que el placer, es quizá la primera).
O
Unidad didáctica 5
50
5 EL PENSAMIENTO MUSICAL EN EL ROMANTICISMO 51
Ilustración 10: Caminante ante un mar de niebla, de Caspar David Friedrich, representa
los ideales del Romanticismo: el ser humano, solo, frente a una Naturaleza imponente.
El formalismo: Hanslick
Aunque en la música el estilo romántico perdura todo el siglo xix, e incluso continúa
en el xx, en el pensamiento se produce un cambio importante hacia mediados de siglo:
el idealismo romántico da paso al materialismo y al positivismo. En música, este cambio
5 EL PENSAMIENTO MUSICAL EN EL ROMANTICISMO 52
tiene su reflejo en el desarrollo del formalismo musical, que tiene su origen en las ideas
del crítico musical Eduard Hanslick.
Para Hanslick, autor del primer texto de estética musical, Sobre lo bello en música, no
tienen sentido las jerarquizaciones de las artes que proponían los ilustrados y los ro-
mánticos: cada arte tiene sus propios medios de expresión y no puede por tanto com-
pararse con las demás. Esta idea se opone, por un lado, a la idea de «arte total» que
defendían los románticos, y de manera especial, Wagner; por otro lado, rompe con el
eterno conflicto entre poesía y música, al considerar que son artes diferentes que deben
ser juzgadas con criterios diferentes.
Hanslick también deja a un lado el problema central del pensamiento musical hasta
su época: la influencia de la música sobre las emociones. Para Hanslick, es evidente que
la música emociona, pero esto no es un asunto central y no debe ser el criterio de juicio
estético: la música utiliza el sonido como materia, y el único criterio para juzgar estéti-
camente una obra musical debe ser la manera en que utiliza ese material sonoro; a partir
de aquí se desarrollarán las técnicas de análisis musical y la ciencia de la Musicología.
Ambas ideas, la independencia de la música respecto a otras artes y la importancia
de lo sonoro como criterio estético, conducen a la idea de «música absoluta»: la música
debe juzgarse solamente en cuanto música (sonido) y no en cuanto a sus evocaciones
literarias o emocionales. Esta idea, aunque se desarrolla a partir de puntos de vista an-
tirrománticos, coincide en buena parte con la idea romántica de la música instrumental
como significativa, independiente de un texto o de un título literarios. La idea de mú-
sica absoluta, por tanto, es un concepto fundamental en la música del xix y lo seguirá
siendo posteriormente.
Wagnerianos y antiwagnerianos
Las dos corrientes expuestas, la que parte de Schopenhauer y del pensamiento ro-
mántico, y la que parte de Hanslick y el pensamiento formalista, se enfrentarán inten-
samente en la vida musical de la segunda mitad del xix. El conflicto tomará forma en
torno a la figura de Richard Wagner, que encarnaba la tendencia romántica; todo músi-
co europeo —y todo aficionado a la música— debía tomar postura: o se era wagneriano
o se era antiwagneriano.
Wagner fue probablemente el músico que más sintió, y más aplicó, la influencia del
pensamiento de Schopenhauer, que tenía sus raíces en el Sturm und Drang y el prerro-
manticismo de Rousseau. Junto a su amigo —y después suegro— Franz Liszt, llevó al
límite el concepto de la música como enlace entre lo humano y lo sobrehumano, co-
mo objeto de culto religioso; y también la idea de la unión entre todas las artes, con la
música como centro: poesía y música, pero también danza y artes escénicas debían for-
mar un todo, una «obra de arte total», como él mismo la denominó, que se manifestaría
en el drama, diferente de la ópera al uso (principalmente la italiana), a la que Wagner
despreciaba.
En una época en que los músicos solían escribir frecuentemente sobre sus ideas mu-
sicales, Wagner fue probablemente el compositor que más escribió: obras como Ópera y
drama o La obra de arte del futuro exponían claramente su ideología musical e influyeron
decisivamente en muchos músicos de su época.
Wagner parte de una concepción de la música como arte de la expresión, y pone el
acento en la capacidad emotiva de la música; para que esta expresividad sea efectiva, el
oyente tiene que estar en una disposición adecuada, y no debe haber nada que estorbe la
5 EL PENSAMIENTO MUSICAL EN EL ROMANTICISMO 53
recepción del mensaje musical. Para poder llevar a cabo sus intenciones, Wagner creó
el lugar idóneo: el teatro de Bayreuth, financiado por el rey Luis II de Baviera, gran
admirador del compositor, donde se estrenaron varias de las obras del músico y que se
convirtió en lugar de peregrinación para todos sus seguidores.
Frente a la concepción ultrarromántica de la música de Wagner y sus seguidores,
se desarrolló otra corriente, basada en el formalismo de Hanslick y centrada en el len-
guaje compositivo clásico, que tenía como figura principal a Johannes Brahms. Ambas
corrientes dominaron la vida musical de la segunda mitad del siglo en toda Europa, y
continuaron vigentes en los primeros años del xx. Los músicos de fin de siglo comenza-
ron a superar el conflicto, bien planteando que con Wagner se había cerrado una etapa
y debía comenzarse una nueva (Debussy), bien tratando de unir en una sola las dos
tendencias para crear una síntesis (Schönberg).
Wagner influyó no solo en los músicos sino en pensadores y filósofos, como es el
caso de Nietzsche. El pensamiento de este situaba también la música en un lugar cen-
tral y diferenciado del resto de las artes, como Schopenhauer; pero yendo aun más allá,
Nietzsche sitúa a la música como uno de los aspectos centrales de la historia de la hu-
manidad. El filósofo acabaría rompiendo con el músico por varias razones, entre ellas
la insistencia de Wagner en unir música y poesía o el contenido religioso de su últi-
ma obra, Parsifal. Nietzsche pasaría así del wagnerismo al antiwagnerismo de forma
radical.
Textos
Texto 5.1
E.T.A. Hoffmann (1776-1822), La música instrumental de Beethoven (1813)
El gusto romántico es raro; más raro aún es el genio romántico. Muy pocos saben
tocar la lira, cuya voz abre de par en par el fabuloso reino del romanticismo.
Haydn siente románticamente los efectos humanos de la vida humana. Es más con-
mensurable, más comprensible para el gran público.
5 Mozart exige ya en mayor medida el elemento sobrehumano, maravilloso, latente
en nosotros.
La música de Beethoven mueve en cambio las palancas del terror, del escalofrío, del
dolor, y precisamente por esto provoca ese palpitar de infinita nostalgia que es la esen-
cia misma del romanticismo. Él es, pues, un compositor netamente romántico. ¿Y no
10 podría depender de esto su no tan feliz éxito en la música vocal? La vocalidad, en efec-
to, no permite el abandonarse a sensaciones indefinidas, sino que expresa por medio
de palabras afectos concretos, aunque trasladados y vividos de nuevo en el reino de lo
infinito.
El genio poderoso de Beethoven oprime a las plebes musicales, y éstas tratan, en
15 vano, de revolverse contra él.
—Creedlo a pies juntillas —dicen los críticos eruditos mirando a su alrededor con
aires de importancia—. Creed en nosotros que somos personas inteligentes y de pro-
fundos puntos de vista: el buen Beethoven no carece en absoluto de rica y viva fantasía;
pero ¡no sabe ponerle freno!... Y en lo que respecta a la elección, a la estructura de las
20 ideas, no hay nada que decir... Pero él las echa abajo, tal como se le van presentando en
el fervor de la inspiración, según el método llamado «genial»...
—¡Atención! —decimos nosotros—. ¿Y si la íntima y profunda coherencia de las
composiciones beethovenianas se os escapase sólo a vosotros, señores críticos de vista
corta?... ¿Y si dependiese sólo de vosotros el no entender el lenguaje del maestro, com-
25 prensible sólo para los iniciados?... ¿Y si la puerta del Sancta Sanctorum permaneciese
cerrada solamente para vosotros?... En verdad el maestro, que no es inferior desde lue-
go a Haydn y a Mozart en lo que respecta a una ponderada reflexividad, separa su «yo»
del mundo interior de los sonidos, y sobre éste reina, como señor absoluto.
54
5 EL PENSAMIENTO MUSICAL EN EL ROMANTICISMO 55
Texto 5.2
Arthur Schopenhauer (1788-1860), El mundo como voluntad y representación (1818)
En el estudio precedente hemos considerado todas las bellas artes desde un punto
de vista general que habíamos adoptado [...] Al llegar a este punto, observamos que
una de las bellas artes ha quedado, y tenía que ser así, fuera de nuestra consideración
pues, en la sistematización que hemos hecho, no hay lugar alguno para ella. Me refiero
5 a la música, que constituye, por sí sola, un género aparte.
En la música ya no encontramos una copia, una reproducción de una idea de la esen-
cia íntima del mundo. Pero es un arte tan excelso y admirable, obra tan poderosamente
sobre lo más íntimo del hombre y es tan completa y profundamente comprendida como
una lengua universal, cuya claridad supera incluso a la misma intuición, que, por todas
10 estas razones, tenemos que ver en ella, sin duda, algo más que «un ejercicio inconsciente
de aritmética en el que la mente no sabe que está contando», que señaló Leibniz.
[...] Desde nuestro punto de vista, que se centra básicamente en el aspecto estético,
hay que reconocer en la música un significado más serio y más profundo en relacion
con la esencia del mundo y nuestra propia esencia.
15 [...] La música es, en efecto, una objetivación directa y una imagen de la voluntad
toda, como lo es el mismo mundo, como lo son las Ideas cuya manifestación múltiple
constituye el mundo de los objetos singulares. Por eso, la música no es, en modo al-
guno, como las otras artes una representación de las ideas, sino representación de
5 EL PENSAMIENTO MUSICAL EN EL ROMANTICISMO 56
la voluntad misma, de la cual las Ideas son también objetivaciones. Por esta razón, el
20 efecto de la música es mucho más penetrante y más poderoso que el de las otras artes;
estas no expresan más que sombras, aquella habla de la realidad.
[...] Quienes me hayan seguido hasta aquí y hayan penetrado en mi pensamiento no
encontrarán muy paradójico si afirmo que así es posible lograr una correcta explicación
de la música en el conjunto y en los detalles. Si nosotros, pues, enunciamos y desarrolla-
25 mos en conceptos lo que la música expresa a su manera, haríamos, por el mismo hecho,
una explicación razonable y una exposición fiel del mundo expresadas en conceptos o
algo equivalente. Y ello sería la verdadera filosofía y, por consiguiente, desde nuestra
visión mucho más elevada de la música, podríamos parodiar así la antes citada senten-
cia de Leibniz que, desde un punto de vista más a pie de tierra pretendido por él, es del
30 todo correcta: la música es un ejercicio inconsciente de metafísica en que la mente no sabe que
está filosofando, pues saber significa siempre percibir las cosas bajo la forma de nociones
abstractas.
Texto 5.3
Eduard Hanslick (1825-1904), De lo bello en música (1854)
Dado que los sentimientos no puede ser de ningún modo la base para los principios
estéticos, es vitalmente importante estar en guardia ante este punto de vista tan firme-
mente arraigado respecto a la música y los sentimientos. No nos referimos aquí al pre-
juicio convencional posibilitado por el hecho de que nuestros sentimientos y nuestras
5 imágenes mentales son engañados con frecuencia por textos verbales, títulos y otras
asociaciones de ideas meramente incidentales (especialmente en la música religiosa,
militar y teatral), que tan erróneamente inclinados estamos a adscribir a la propia mú-
sica. Más bien, la conexión entre una pieza musical y nuestros cambios de sentimiento
no es en absoluto de una causalidad estricta; la pieza cambia nuestro estado de áni-
10 mo según nuestras cambiantes experiencias e impresiones musicales. Actualmente ape-
nas podemos comprender cómo nuestros abuelos podían entender una cierta secuencia
musical como su correspondiente impresión de un particular estado emocional. Prueba
de esto son la extraordinaria diferencia entre las reacciones de los contemporáneos de
Mozart, Beethoven y Weber ante sus composiciones y nuestra reacción actual. ¡Cuántas
15 obras de Mozart fueron designadas en su época como las más apasionadas, ardientes
y audaces en la búsqueda de la pintura musical de las emociones! En esa época, se con-
frontaba la tranquilidad y salud de las sinfonías de Haydn con los arrebatos de pasión
vehemente, lucha amarga y punzante agonía de las de Mozart. Veinte o treinta años
5 EL PENSAMIENTO MUSICAL EN EL ROMANTICISMO 57
Texto 5.4
Richard Wagner (1813-1883), Música del porvenir (1860)
Yo llamé a la sinfonía el ideal efectivo de la forma de danza. [...] Ahora bien, la danza
que se ejecuta en pleno acuerdo con su música, forma ideal de aquella, es la acción
dramática. Ella es a la danza primitiva exactamente lo que la sinfonía es a la simple
melodía de danza. También la danza popular original expresa ya una acción [...]
5 La grandeza del poeta se mide especialmente por el hecho de que él calle para dejar
que nosotros nos digamos, en silencio, lo que es inefable; ahora bien, es el músico quien
hace que lo que el poeta ha callado resuene claramente, y la forma infalible de su silencio
que retumba tan fuerte es la melodía infinita.
El sinfonista no podrá necesariamente dar forma a esta melodía sin su órgano pro-
10 pio, y este órgano es la orquesta. Pero no tengo necesidad de hacer notar que la empleará
por eso en otro sentido muy diferente del compositor de ópera italiano, en cuyas manos
la orquesta no era más que una enorme guitarra de la cual se servía para acompañar
las arias.
La orquesta estará con el drama como yo lo entiendo en una relación aproximada-
15 mente similar a la que asumió el coro trágico de los griegos con la acción dramática.
El coro estaba continuamente presente; ante sus ojos se desarrollaban los motivos de la
acción que se efectuaba; trataba de profundizar en estos motivos y de formarse por me-
dio de ellos un juicio acerca de la acción misma. Solo que esta parte que el coro tomaba
en la acción era, en general, de naturaleza más reflexiva; permanecía ajeno a la acción
20 y a sus motivos. La orquesta del sinfonista moderno, al contrario, penetrará en los mo-
tivos de la acción con una participación tan íntima que, por una parte, como cuerpo de
la armonía, es la única que hará posible la expresión de la melodía y, por otra, acoge
5 EL PENSAMIENTO MUSICAL EN EL ROMANTICISMO 58
Texto 5.5
Friedrich Nietzsche (1844-1900), Escritos de Turín (1888)
Ayer he oído —¿podríais creerlo?— por vigésima vez la obra maestra de Bizet. Nue-
vamente persistí en un delicado recogimiento, nuevamente no escapé. Esta victoria
sobre mi impaciencia me sorprende. ¡Qué perfectos nos hace esta ópera! Al oírla nos
volvemos una «obra maestra». Verdaderamente, cada vez que escuchaba Carmen me
5 parecía ser mejor filósofo, un filósofo mejor de lo que se solía creer; me había vuelto
tan indulgente, tan feliz, tan sedentario... Estar sentado cinco horas: ¡primera etapa de la
santidad! ¿Podría decir que la orquesta de Bizet es casi la única que sigo soportando?
La otra orquesta tan apreciada hoy en día, la wagneriana, brutal, artificiosa e «inocen-
te» a un tiempo, que habla al mismo tiempo a los tres sentidos del alma moderna, ¡qué
10 daño me hace esa orquesta wagneriana! La llamo siroco. Empiezo a sudar de un modo
fastidioso. Mi buen tiempo ha desaparecido.
Sin embargo, esta música me parece perfecta. Se acerca ligera, suave, de forma ama-
ble. Es agradable, no hace sudar. «El bien es ligero, todo lo que es divino corre con pies
delicados»: primer principio de mi estética. Esta música es malvada, refinada, fatalis-
15 ta; a pesar de ello, sigue siendo popular (posee el refinamiento de una raza, no el de
un individuo). Es rica. Es precisa. Construye, organiza, lleva a buen fin; es la antítesis
de la música tentacular, de la «melodía infinita». ¿Se han oído antes en un escenario
acentos trágicos tan dolorosos? ¡Y de qué forma se alcanzan! ¡Sin muecas! ¡Sin acuñar
moneda falsa! ¡Sin la mentira del gran estilo! Esta música considera inteligente, incluso
20 como músico, al oyente, por lo que incluso en esto es lo opuesto a la música de Wagner,
quien, aunque puede ser juzgado bajo otros aspectos, fue el genio más maleducado del
mundo. [...]
¿Veis cómo esta música me hace mejor? Il faut méditerraniser la musique: tengo mis
razones para esta fórmula. El retorno a la naturaleza, a la salud, a la serenidad, a la
25 juventud, a la virtud. ¡Y yo que era uno de los más corrompidos wagnerianos! ¡Yo, capaz
de tomar a Wagner en serio...!