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A 100 AÑOS DE LA

REVOLUCIÓN RUSA
Ensayo histórico político sobre la primera revolución
social del mundo. Sus antecedentes, triunfo y caída

De los precursores antiguos hasta Marx,


Engels, Lenin y la perestroika.

Gustavo Portocarrero Valda


gus_port@adtekz.com
Índice

I. TRIUNFO DE LA PRIMERA REVOLUCIÓN SOCIAL …………………………………………2


1. Precursores morales del socialismo…..………………………………………………………...2
2. Vigoroso aporte de Marx y Engels al pensamiento revolucionario…………………………… 3
3. De los fundadores del marxismo a la Primera Guerra Mundial……..…………………... …….5
4. El triunfo de la revolución y la sangrienta respuesta de la reacción………………………... …9
5. De la Guerra Civil a la recuperación nacional y al progreso…...………………………..........15
6. Campaña ideológica y acciones contra la revolución…………………………………………19

II. DE LOS ÉXITOS A LOS ERRORES……………………………………………………………….22


1. Papel positivo de la burocracia socialista y su papel negativo posterior…………………….. 22
2. Papel positivo del partido comunista y su papel negativo posterior……….……………….…24
3. De la campaña antisoviética a las reformas, denominadas perestroika…….…………………25
4. Entusiasta ayuda del capitalismo europeo y norteamericano a la perestroilka…..……………. 27
5. Del descontento individual al descontento masivo...………………………………………….. 29
6. La destrucción del sistema en la Europa del Este………………………………………………30
7. Reformas económicas para destruir el socialismo y la Unión Soviética…………..……………33

III. ESPECTACULAR CAÍDA DE LA REVOLUCION……………………………………………. 35


1. Vigorosa invasión de la superestructura capitalista………………………………….…………35
2. Proceso de destrucción de la U.R.S.S. …………………………………………………………37
3. Causas reales para la caída del socialismo……………………………………………….……40
4. Patentes verdades, después de la Guerra Fría…………………………………………………44
5. Desaliento en los seguidores del capitalismo…………………………………….….…….……45

IV. LEGADO DE LA REVOLUCION RUSA AL MUNDO……………………………….…………47

V. Bibliografía……………………………………………………………………………………………49

1
I. Triunfo de la primera revolución social

1. Precursores morales del socialismo. La historia de los precursores por el ideal –muy loable
ideal– de la comunidad de bienes y la producción social, ha ocupado prolongado transcurso de
siglos, plenos de ilusiones, ensueños, esperanzas verdes e ideas abstractas. Aquellos hombres de
bien que elaboraron esbozos mentales en favor de una humanidad feliz y más justa, no fueron
defraudados por la historia. Llegó un día en que sus aportes, así hayan sido de buenos deseos y de
solo contenido literario, se hicieron realidad.

Los atisbos de justicia social, emanados por los antiguos pensadores chinos Mo Tsi (489-381 a. de
J.C.) y su antecesor Lao Tse; asimismo los aportes de los sofistas griegos Gorgias (483-375 a. de
J.C.), Hippias, Antifon, Alkidam y Licofron, son recuerdos históricos de pensamiento positivo en
bien de la humanidad. Las iluminadas ideas del filósofo estoico romano Séneca son ejemplo de
gran integridad moral en el desarrollo de la política y la justicia, y aún el comunismo de Platón
(427-347 a. de J.C.) para las clases altas de la sociedad, es digno de encomio.
Más aun; las narraciones y opiniones de los primitivos cristianos San Lucas, Santiago, San
Barnabás de Chipre, San Clemente de Roma, San Clemente de Alejandría, San Justino mártir
(103-167), Tertuliano (160-240), San Cipriano, Lactancio, San Basilio (329-379), San Gregorio
de Nisa (335-395), San Ambrosio (339-397), San Juan Crisóstomo (344-438), San Jerónimo (347-
419), San Cirilo de Alejandría ( 376-444), San Agustín (354-430), San Gregorio Magno, y muchos
otros más, constituyen un emporio de moralidad, bondad y dignidad por una sociedad justa y sobre
bases de la propiedad social común.
Los herejes de la Edad Media robustecieron la utopía de la propiedad común, acompañándola de
lucha religiosa y social contra el orden injusto. Entre muchos otros, podemos recordar a Arnaldo
de Brescia (1090-1155) Pedro De Valdo (1140-1217, Gioacchino Da Fiore (1135-1202), Gerardo
Segarelli y Fra. Dolcino (1250–1307)

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Los intelectuales de La Edad Moderna, también hicieron sus propios diseños sociales. Tomás Moro
construyó su sociedad comunista idealmente organizada. Francis Bacon, con los mismos
principios pensó en una sociedad de alto progreso tecnológico. Tomás Campanella preparó las
bases para una sociedad comunista más avanzada. El padre Jean Meslier, se constituyó en atacante
directo contra la sociedad explotadora, como revolucionario socialista. Etienne Gabriel Morelly
ajustó la sociedad ideal, de acuerdo a la naturaleza. Gabriel Mably creó su comunismo racional.
Aparecieron después los socialistas utópicos Saint Simon. Owen y Fourier con sus experimentos
sociales y construcciones ideales. Babeuf –el virtual fin histórico de la Revolución Francesa–
sacrificó su vida en el cadalso acabando con su intelectualidad, entrega apasionada y su gran
esfuerzo por los ideales igualitarios. Remató la agotada y frustrada revolución de 1879, con la
preparación de una revuelta comunista dirigida por este soñador, que la hicieron abortar.
Los oprimidos y humillados de la sociedad sabían que tenían sus defensores morales y no solo
añoraban con un mejor futuro social sin sus explotadores. Siempre odiaron a sus opresores y no
dejaron de pensar en romper sus cadenas; empero –excepto improvisaciones de momento– no
tenían bases serias ni ciertas para construir su añorado sueño de libertad, en una sociedad solidaria,
socialista y científica a la vez.
Algo importante faltaba –y ahora lo entendemos así– porque no bastaban los anhelos sociales ni
el puro pensamiento literario para construir una nueva sociedad libre de opresión. Debía
descubrirse previamente que el desarrollo de toda sociedad obedece a leyes objetivas,
independientes de la voluntad de las personas, que llevarían adelante tan noble sueño. Había que
estudiar la ciencia de la sociedad, para saber cómo transformarla.
A esa tarea investigativa se entregaron los grandes estudiosos, Carlos Marx y Federico Engels,
que luego se constituyeron el faro de luz que iluminaría a las clases pobres del mundo, por su
liberación total.

2. Vigoroso aporte de Marx y Engels al pensamiento revolucionario. Sin perjuicio de la vasta


cultura de ambos personajes, y solo para simplificar su pensamiento en favor del lector no siempre
ilustrado, se va a presentar una síntesis esquematizada del pensamiento revolucionario, socialista
y comunista de aquellos geniales ideólogos.

a) Esquema del aporte filosófico político:

- El estudio de la dialéctica, como método para entender la naturaleza y la sociedad permitió


comprender que ésta última, siempre ha constituido un escenario de conflicto permanente
entre oprimidos y opresores, por sus propios intereses antagónicos. [Ley de penetración de
los contrarios]

- Ambas clases, además de ser opuestas, se excluyen la una a la otra. Cada una importa la
negación de la otra [Ley de la negación]

- Cada etapa del desarrollo social implica un cambio cualitativo hacia adelante, que supera
lo anterior y establece lo nuevo. El antiguo esclavo se transformó en el siervo feudal, y a
su vez este en el obrero. Tales son los resultados del mismo proceso evolutivo [Ley de
transformación de la cantidad en cualidad y viceversa]

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- Al continuar adelante este proceso, encuentra que el proletariado ya no puede generar una
nueva clase antagónica porque sus intereses se convierten en los intereses de toda la
sociedad. Consiguientemente se convierte en la clase liberadora de la humanidad, sin más
antagonismos ni clases sociales. De esta forma queda resuelta la contradicción histórica.

b) Esquema del aporte económico:

- El estudio de la teoría del valor llevó al descubrimiento del fenómeno de la plus valía, (el
salario no pagado al trabajador)

- Fue elaborada la economía política socialista.

c) Esquema del aporte jurídico:

- El estudio del Derecho, juntamente con la historia llevó el aporte marxista a descubrir que
el Estado no es una entelequia necesaria por sí misma, sino un instrumento para la
inevitable opresión.

- Las leyes son opresoras porque contienen y reflejan los intereses económicos de las clases
privilegiadas coadyuvando así el poder opresor del Estado.

- La futura sociedad comunista constituirá la negación del Estado, que inevitablemente va


destinado a desaparecer como organismo de coacción.

d) Esquema de la acción marxista en la coyuntura política, desde mediados del Siglo XIX:

- La crítica situación de la clase trabajadora, hizo que los fundadores del marxismo y los
subsiguientes intelectuales, se constituyan en sus guías y estrategas. Consecuentemente,
realizaron todos los esfuerzos para unir y encausar su lucha política por aquella causa.

- Marx y Engels, a través de copiosas publicaciones intelectuales y reuniones especiales, aún


riesgo de su salud y economía, orientaron positivamente al movimiento obrero.

- También tuvieron la dura tarea de combatir y evitar las desviaciones provocadas por otros
ideólogos diferentes; tales como los anarquistas y utopistas.

- El lenguaje marxista resultó profundamente racional, ameno y convincente, dada su


categoría, efectividad y contenido científico.

- La clase trabajadora despertó de su sueño utópico irracional. Desde entonces adquirió el


convencimiento de que la transformación de la sociedad se encontraba en sus propias
manos y no de la burguesía (en la cual confiaba)

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- Se iba clarificando que, semejante obra de redención, no podría jamás ser obra de la clase
antagónica. Tampoco de la buena voluntad y aportes de los antiguos amigos románticos de
los trabajadores.

- Había enfrente todo un mundo nuevo por construir. Así lo sostuvo el Manifiesto Comunista
de 1848: “Que las clases dirigentes tiemblen ante la idea de una revolución comunista. Los
proletarios nada tienen que perder, excepto sus cadenas. En cambio tienen un mundo por
ganar” Fue su consecuencia el slogan, consigna, lema y grito de guerra “¡Proletarios de
todos los países, uníos!”

- La ideología marxista hizo tambalear también a la intelectualidad burguesa, con la frasee:


"Los filósofos sólo han interpretado el mundo de distintos modos, pero de lo que se trata
es de transformarlo".

3. De los fundadores del marxismo a la Primera Guerra Mundial. La conquista, física y


efectiva del mundo nuevo para el pueblo trabajador estaba aún lejana, por tratarse de una ideología
virtualmente nueva. Precisaba de bastante difusión para llegar a todos los confines laborales,
hacerles comprender sobre su destino y despertar su confianza. En cambio estaba muy cerca de
todos, el rico e invencible arsenal intelectual que dejaron los fundadores del socialismo científico
La Economía Política de Marx, enseñada en "El Capital", tuvo más traducciones y ediciones en el
mundo que la propia Biblia cristiana. El Manifiesto Comunista dio varias veces la vuelta al mundo
y los demás escritos y trabajos político-económicos y filosóficos de Marx y Engels sirvieron de
faro que iluminaba el horizonte desconocido: el continente de la nueva sociedad. Sin embargo ni
Marx ni Engels conocieron el fenómeno posterior del imperialismo, porque aún no existía.
Con semejantes como valiosos aportes, la intelectualidad y el movimiento trabajador se iban
inclinando hacia el socialismo marxista, desechando esperanzas en los movimientos progresistas
utópicos. El afán por un auténtico socialismo, aún no realizado, exhibía ya grandiosas entregas
personales a la causa, como brazos efectivos para emprender la lucha para la toma del poder y la
subsiguiente construcción de la nueva sociedad.
Por el lado de la burguesía, apenas se conocieron débiles refutaciones Nunca pudo el pensamiento
burgués, ni sus teóricos, elaborar una construcción igual para robustecer el capitalismo ni su
poderío político; sólo producía historias y esperanzas. Lo único que se percibía efectivo era la
represión física policial del Estado y la edición de material negativo de desprestigio, mentiras y
burlas en contra del socialismo.
Marx murió en 1883, Engels el 5 de agosto de 1895. Este último año, un hombre inquieto por la
sociedad, joven aún con 25 años, demasiado inteligente como ágil y verdadero intelectual para su
edad, sale del imperio ruso para visitar algunos países de Europa Occidental y conocer
directamente a los grandes personajes de la socialdemocracia europea. No obstante no ser su
nombre fue más conocido como Lenin. Probablemente no conoció a Federico Engels, que falleció
por aquellos días, pero si tomó contacto con otras importantes figuras de ese tiempo, como Georgi
Plejánov, destacado revolucionario ruso –padre del marxismo en Rusia– y exiliado anti zarista
que vivía en Suiza. Conoció el grupo político de éste y sus otros fundadores, denominado “Grupo
para la Emancipación del Trabajo” constituido por otros rusos también exiliados.

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Por recomendación de Plejánov, Lenin fue presentado al destacado intelectual Wilhem Liebknecht,
uno de los líderes social demócratas de Alemania. En Francia visitó en París al cubano Paul
Lafargue, otro importante intelectual, médico de profesión, casado con una de las hijas de Carlos
Marx, que continuaba como activista y escritor del marxismo
El 19 de septiembre del mismo año vuelve Lenin a Rusia, con la gran experiencia recibida por sus
contactos humanos en aquél viaje de cuatro meses. Su nombre real, Vladímir Ilich Uliánov, (1870-
1924) se hizo mundialmente famoso como líder y padre de la Revolución Rusa de 1917.
Tocó a Lenin conocer y vivir la nueva etapa transformada del capitalismo, cuyo acelerado
fenómeno de la acumulación de plus valía, fruto de su intensa actividad e intercambio mundial, se
había concentrado, dando origen al capital financiero; motor indetenible de alta velocidad.
El capital financiero llegó a adquirir aún más poder que cualquier otra empresa, por muy grande
que haya sido. Asumió el poder de vigilar, regular e imponer normas de acción, sin importar que
un Estado o país como tal, resulte su cliente sometido (caso típico del Tercer Mundo) Llegó
también a convertirse en un todopoderoso superestado, por la gama de intereses económicos entre-
mezclados que llegó a representar. Su poder mundial le permitió incursionar en la política local y
la internacional. El sistema mundial del capitalismo había conformado ya varios amos mundiales.
Mientras el ideal socialista preparaba conciencias y bases humanas para la toma del poder, el
capitalismo no perdía el tiempo: estaba aumentando su fuerza, cuerpo, vigor y poderío para la
conservación e imposición de su poder por la fuerza bruta. Para este efecto no necesitaba de con-
glomerados sociales, filosofía ni teoría; le bastaba su desarrollo y metamorfosis hacia algo más
todopoderoso, corporalmente más grande, devorador de sí mismo [de sus partes pequeñas, ya
insignificantes para aquél; la pequeña industria.] Sin embargo, el capitalismo tampoco descuidaba
la parte general, ideológica. Estudiaba el marxismo, en particular la economía política expuesta en
"El Capital" de Marx, que le hizo apreciar cómo era realmente. Además sacaba sus propias
conclusiones, buscando mejorar su apariencia. El capitalismo resultó uno de los mejores discípulos
del marxismo; al conocerlo supo cómo enfrentarlo con armas y recursos propios.
Había nacido la bestia imperialista con varias cabezas. Empero continuaría el proceso de su
concentración.
El libro de V. I. Lenin: "El imperialismo, fase superior del capitalismo”, nos proporcionó, ya antes
de la Revolución Rusa, sus particularidades de existencia y desarrollo, que quedaron confirmadas
por los sucesos posteriores.
Las siguientes, son las cinco notas del imperialismo, extractadas de aquella obra:
1. Concentración de la producción.- El incremento, cada vez más agigantado de la industria a
través del proceso veloz de su crecimiento, va formando empresas de tamaño nunca pensadas
anteriormente y determina núcleos poderosos de producción (monopolios) con los cuales no se
puede competir. Naturalmente estos núcleos son resultado histórico, no de siglos, sino de simples
décadas o años de competencia despiadada entre actividades de la misma índole.
Parafraseando a Darwin podemos decir que se produce una especie de "selección natural" de la
economía, donde sobrevive el más fuerte.
Los recursos para aquella lucha, tan despiadada como inteligente, –por lo menos los más
característicos– han resultado: la baja de precios, la baja de costos, la tecnificación

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permanentemente actualizada del proceso productivo, mejora cualitativa del producto y la
competencia desleal para mandar al rival a la quiebra (o comprarle lo propio).
Esta concentración permitió convertir al vencedor en monopolista exclusivo de determinada o
determinadas actividades productivas.
2. Aparición del capital financiero.- El capital financiero es el resultado, por concentración
acumulativa, tanto de la riqueza del capital bancario como del aporte inyectado por el capital
industrial multiplicado y mucho mas enriquecido. El fenómeno ha determinado que la naturaleza
de la banca se convierta en auténtico centro del poderío económico (y naturalmente político)
porque vuelve más fuerte el torrente de la producción capitalista al edificar mundos económicos
más grandes.
Por supuesto, el capital financiero sólo podía estar en manos de una oligarquía financiera mundial
de accionistas industriales y comerciales, demasiado poderosos.
3. Exportación de capital.- En el viejo capitalismo liberal la industria vendía su producción
excedentaria fuera del país, vía exportación. Salía la mercadería y regresaba dinero o valores. Con
el crecimiento del capital financiero, el fenómeno le ha resultado mucho mejor: se exporta dinero
para hacerlo producir en otros países, en cualquier tipo de actividad económica que reporte
ganancias a bajos costos.
El capital financiero abrió tal fuerza de contacto, que desde un país distinto, y aún lejano, se puede
controlar los negocios de otro.
4. Reparto del mundo.- Los sectores o asociaciones de capitalistas que dominan la economía de
los países ricos, con objeto de evitar dificultades entre sí, no han vacilado jamás en asignarse zonas
de actividad exclusiva que faciliten su actuación lucrativa. Poco a poco fueron llegando a dividir
el orbe terrestre sobre la base de las antiguas posesiones coloniales hasta que no quedó en secreto
que ya existían "áreas de influencia" propias, sometidas a su directo y exclusivo poder.
5. Disputa entre los poderosos.- Los intereses mundiales, presentados como intereses de la
humanidad, no son tales sino los intereses de los poderosos. Por ello, y particularmente en el Siglo
XX, los desacuerdos se han materializado en guerras regionales y aún mundiales. Estas últimas,
en realidad, perseguían re-dividir y fraccionar el mundo.
Comentando a Lenin, el tratadista norteamericano George H. Sabine (que de socialista nada tiene),
expone: "Fundamentalmente, sin embargo, el monopolio y el capitalismo financiero son desarro-
llos lógicos del capitalismo libre, de competencia; el imperialismo político es la consecuencia ló-
gica del capitalismo monopolista; y la guerra es el resultado lógico del imperialismo". (G.H.
Sabine: "Historia de la Teoría Política" Pág.600)
La bestia imperialista ya mostraba tentáculos de un pulpo descomunal. De sus propias entrañas
salía más fuerza física, política y económica; también desarrolló la cualidad de mejorar y aún
embellecer su rostro para presentarlo como ejemplo y base de la civilización contemporánea.
Y así iban avanzando los comienzos el Siglo XX, hasta que en 1914 se produce la primera guerra
mundial. V.I. Lenin destaca todas sus cualidades políticas como extraordinario, sagaz y estratega
hombre universal y sus escritos y enseñanzas se constituyen en una guía para la acción. El
leninismo resulta el marxismo de la época del imperialismo; de la nueva época y su gigantesca
obra pública de fundador comienza desde el Partido Comunista (bolchevique) y la Internacional

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Comunista hasta la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS)1

V.I. Lenin reanalizó los cambios experimentados por el capitalismo anterior, desde Karl Marx, con
la finalidad de asegurar una estrategia de lucha óptima para instaurar el socialismo. Por esta razón,
habiendo el capitalismo surgido más fuerte, su destrucción solo podía ser resultado de una fuerza
también fuerte de la clase trabajadora. Se trataba de una dictadura del proletariado, como poder
de fuerza de los trabajadores, organizada a través de sus consejos obreros (los soviets) Cualquier
otra forma que pretenda reformar el capitalismo se veía condenada al fracaso.

Era entonces preciso agrupar a los trabajadores más conscientes en su lucha, en una organización
política que motorice todo el movimiento como vanguardia de la revolución proletaria, cuya
conciencia revolucionaria doctrinaria debía nacer desde fuera, bajo los principios genuinos de la
ideología marxista. Tal obra debía que ser labor del Partido Comunista que, como tal, evitaría las
desviaciones de los trabajadores desorientados y reformistas; cosa que entonces era común dada
la mescolanza de ideas en las organizaciones obreras.

Los objetivos del partido debían ser ejecutados por el mismo partido, debidamente organizado,
bajo la disciplina del centralismo democrático, sin romper con las bases trabajadoras.

Lenin también analizó que el capitalismo –antes nacional, pero que en su tiempo ya devino en
global– bajo el concierto de las naciones más avanzadas, ya había estudiado su estrategia para
evitar la revolución social, forzando la sobreproducción colonial al explotar los recursos naturales
de estos países sometidos, enriqueciendo los mercados. De esta manera se pretendía mejorar y
elevar el nivel de vida de los trabajadores de los países industrializados creando clases obreras
privilegiadas, que apagarían la tensión social. Con estas medidas el proletariado ya no tendría
interés en más reivindicaciones propias ni en la aplicación de las medidas prometidas por los
partidos social demócratas. Finalmente Marx acabaría burlado en cuanto sostuvo que la revolución
social habría de producirse en las naciones capitalistas más avanzadas. Curiosamente esta vez se
produciría –si triunfaba– en la más débil de aquellas: Rusia.

Esto último, a su vez, traía otro problema: de si una revolución triunfante en un país capitalista sin
alto desarrollo, como Rusia, sería capaz de desarrollar económicamente un proceso socialista, que
se entiende como continuación del capitalismo. Además, en lo político, la fuerza extranjera trataría
de acabar con el nuevo sistema insurgente.
Lenin encontró dos soluciones alternativas. La primera, la revolución en un país de menos
desarrollo, puede provocar la revolución en otro más avanzado. De este modo el segundo podría
recibir la ayuda del primero [Nuestro personaje confiaba en que la Revolución Rusa provocaría la
ansiada revolución en Alemania; que casi se logra] Segundo. Si son varios los países insurgentes,

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Sus obras más destacadas: "¿Quiénes son los "amigos del pueblo" y como luchan contra los social demócratas"?
(1894), "El desarrollo del capitalismo en Rusia"(1899), “El Izquierdismo, enfermedad infantil del comunismo” (1900),
“La revolución socialista y el derecho de las naciones a la autodeterminación” (1900), "¿Qué hacer?" (1902), "Dos
pasos adelante, un paso atrás" (1904, "Dos tácticas de la social-democracia en la revolución democrática" (1905),
"Materialismo y empiriocriticismo" (1909), "El Imperialismo, fase superior del capitalismo" (1916), "El Estado y la
Revolución" (1917). Tiene también numerosas otras obras publicadas y trabajos filosóficos y políticos.

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aun siendo subdesarrollados, pueden juntarse en un estado federal, apto para enfrentar a las
potencias capitalistas y continuar con la construcción del socialismo.
De esta segunda forma surgió la Unión Soviética, y confirmó al ilustre revolucionario, –que a
tiempo de abogar por la revolución mundial– sostuvo que el socialismo no subsistiría de otra
manera.

4. El triunfo de la revolución y la sangrienta respuesta de la reacción. La Revolución Rusa se


produce en medio de la Primera Guerra Mundial, razón por la cual es útil el referirse, aunque
brevemente, a esta.
El capitalismo del Siglo XX, ya caracterizado por el surgimiento del fenómeno del imperialismo,
nos muestra una Europa, plagada de conflictos por la expansión física de sus propios intereses.
Sin embargo, la nota principal del momento histórico –dentro aquella complicada maraña
política– muestra a la próspera nación alemana como la potencia que, por llegar muy tarde a la
partición del mundo, solo pudo recibir apenas una miserable tajada. Empero ahora –los años
anteriores a la Primera Guerra Mundial de 1914– precisaba poseer mayor número de colonias y
mercados para su pujante industria. Esta situación crítica, muy importante para aquél importante
país, a su vez pugnaba con otros intereses de las potencias principales, que se ayudaban entre
aquellas, para conservar sus posesiones y no estaban dispuestas a ceder ante las pretensiones
alemanas. Peor aún; Francia buscaba venganza y reivindicar los territorios de Alsacia y Lorena
que había perdido en la guerra franco prusiana de 1871.

Rusia, aunque gigantesco imperio, era un país sumamente retrasado dentro el desarrollo normal
del capitalismo internacional. El año 1905 atravesaba por una aguda crisis económica por falta de
alimentos, sin solución al acuciante problema, no obstante constituir tradicionalmente un país
agrícola, provocando el descontento y rebelión del pueblo, cruelmente sofocada. Llegada la
primera Guerra Mundial, cundieron la indignación y el desaliento ante los desastres bélicos
sufridos por las tropas rusas frente a los alemanes, a lo cual se sumó la incapacidad e intolerancia
del Zar Nicolás II y su esposa para tomar medidas y hacer reformas en favor del pueblo. El
gobierno de la Rusia imperial era el de una monarquía absoluta, plagada de lujos y vida regalada,
tanto para el gobierno como para la nobleza, sin derechos ni libertades para los súbditos (el pueblo)
El Zar gobernaba a su capricho, en forma arbitraria sin rendir cuentas a nadie; la Duma, –el
denominado: parlamento– mostraba su plena sumisión a la monarquía.

El pueblo ruso (obreros, campesinos, empleados y profesionales) vivía en forma humillante bajo
mal trato y salarios miserables con un exagerado número de horas de trabajo por día (hasta 15
horas) La tierra se encontraba en poder de ricos latifundistas y de campesinos enriquecidos –los
kulaks– como resabios de la edad feudal. En cambio, la situación económica y social de los
trabajadores rurales – los mujiks– era miserable; vergonzante para un imperio de semejante
magnitud.

Tan desastrosa situación motivó la reacción y rebeldía, tanto del pueblo como de la burguesía
nacional, incluyendo parte de la nobleza aristocrática. Se produce una sublevación que destrona a
la monarquía del Zar Nicolás II, el 15 de marzo de 1917 y le hace abdicar al trono, estableciendo
la república con Alejandro Kerensky como primera cabeza. La rebelión triunfante estaba dirigida
por el grupo moderado de la revolución (los mencheviques), pero recibió el sólido aporte del grupo

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radical organizado en soviets (los bolcheviques); robustecido también por el masivo contingente
de soldados de la guerra, a quienes Lenin, el jefe político, había dado la consigna de desertar para
unirse a la revolución social que vendría después. También, a pedido de aquél, se adhirieron los
marineros del Mar Negro.

Una aplastante mayoría de soldados rusos se negaban a continuar la guerra. Eran, casi todos,
campesinos que deseaban volver con sus familias y trabajar la tierra.

En estas difíciles condiciones materiales, porque Lenin, se encontraba exiliado en Suiza y desde
allí no era fácil ni efectivo enviar instrucciones políticas –especialmente reservadas– aprovecha
con suma habilidad las coyunturas políticas que se le presentan y las utiliza para retornar a la
capital rusa (Petrogrado) en forma clandestina, para la captura definitiva del poder en favor de la
causa del socialismo.

El Jefe del Estado, Alejandro Kerensky, –que se decía socialista moderado– carecía de simpatía
popular y su gobierno era considerado transitorio, además de frágil. Era tan cierta su debilidad que
los consejos obreros establecieron su propio gobierno paralelo. Por otra parte, su figura se hizo
aún más impopular al haber intentado proseguir la guerra mundial imperialista, que no beneficiaba
en nada al pueblo ruso, ni haber hecho nada en favor de éste, que continuaba sufriendo la crisis
económica. Sus medidas de apertura, tales como la convocatoria a una Asamblea Constituyente,
la concesión de amnistía y derechos, más autonomía a las nacionalidades y abolición de la pena de
muerte, no tranquilizaron al pueblo trabajador. Los obreros pedían, entre otras cosas, una jornada
laboral de 8 horas, la repartición de las tierras y el fin de las hostilidades con Alemania.

Llegado Lenin a San Petersburgo se dirige inmediatamente a los conglomerados masivos del
pueblo con el slogan: “Todo el poder para los soviets” y les ofrece “Paz, tierra y pan”. La lucha
se hace turbulenta como en febrero y la prensa se encarga de acusar a bolcheviques y anarquistas
como autores del desorden, motivo por el cual el gobierno decide perseguirlo, debiendo Lenin
pasar a la clandestinidad. Kamenev y Trotski fueron hechos presos, sin que el país obtenga la
tranquilidad que el gobierno esperaba y sin darse cuenta que el problema era de estómago vacío.

La situación llega a empeorar para al gobierno cuando el general Kornilov se subleva, situación
que es conjurada por los guardias rojos, que cada vez se hacen más fuertes. Cuando Lenin vuelve
a la lucha política, juntamente con Trotski, convoca a un congreso de soviets de toda Rusia para
el 7 de noviembre. Entonces el fin del Gobierno Provisional se hizo realidad. Los contingentes de
soldados rojos vencen la resistencia de las tropas del gobierno. El crucero “Aurora”, acaba
capturado por los marineros y se instala virtualmente en las puertas del Palacio de Invierno, por el
lado del Mar Báltico. Esta vez su cañón apunta directamente al edificio para rendirlo.

Había llegado el momento de tomar las instituciones del Estado, guarnecidas por la vieja guardia
del pasado, También todo objetivo estratégico, como la propiedad privada de privilegiados y
burocracia servidora del viejo régimen.

Cuando los marineros tomaron la compañía telefónica, después de una resistencia armada de toda
la tarde, el pavor se apoderó del personal que se encontraba adentro. Parte de aquél, desesperado
huía por las ventanas. Se ocultaba en el ático o donde podía; sin embargo, el poder victorioso tenía

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sumo interés en hablar con el personal sobre los propios intereses de los empleados, como clase
trabajadora; y así lo hizo. Sin embargo, es digno de narrar un curioso incidente de rechazo –aunque
inofensivo– que reflejaba la profunda tirria de la burocracia servidora, aunque de casta “superior”,
imposible de departir con las fuerzas populares.

Cansados, cubiertos de sangre, pero victoriosos, los marinos y los obreros irrumpieron en la sala de
aparatos. A la vista de todas aquellas lindas muchachas apiñadas, se detuvieron confusos, torpes, con los
pies clavados al suelo. Ni una sola telefonista fue molestada, ofendida o maltratada. Poseídas por el miedo,
se acurrucaban primero en los rincones; después, al ver que no les sucedía nada, dieron rienda suelta a sus
sentimientos. “¡Uff! ¡Gentes sucias! ¡Animales idiotas!» Los marinos y las guardias rojas estaban perplejos.
“¡Brutos! ¡Cerdos!”, les lanzaron con voz chillona las muchachas, ya envalentonadas, al tiempo que se
ponían furiosas sus chaquetas y sus sombreros. ¡Cuánto más romántico era entregar cartuchos o curar
heridas a los jóvenes y brillantes jutikcrs, muchos de los cuales eran de familia noble, y que combatían por
entregar el trono a su bienamado zar! Estos individuos, ¿qué eran? Obreros vulgares, campesinos, plebe
inculta. El comisario del Comité Militar Revolucionario, el pequeño Vishniak, quiso persuadir a las
muchachas de que se quedaran en sus puestos. Empleó todos los recursos de la persuasión. —Hasta ahora
—les dijo— se os trataba mal. El servicio de teléfonos depende de la Duma municipal. Por sesenta rublos
al mes tenéis que trabajar diez o más horas. De ahora en adelante, todo va a cambiar. El gobierno se
propone poner los teléfonos bajo el control del ministerio de Correos y Telégrafos. Vuestros salarios serán
elevados inmediatamente a ciento cincuenta rublos y se reducirá el número de horas de trabajo. Como
miembros del pueblo trabajador tenéis derecho a ser felices. ¡El pueblo trabajador! ¡Bonita cosa! ¿Quería
dar a entender que había algo de común entre estos... salvajes y nosotras? ¿Quedarse? ¡Ni por mil rublos!
... Y, altivas y llenas de desprecio, las muchachas telefonistas abandonaron el lugar. Los empleados, los
hombres de las líneas y los peones, se quedaron. (John Reed: “Diez días que estremecieron al mundo”.
(1918-1919) Boni & Liveright, Inc. USA. Demófilo. 2008. Págs. 166-167)

El levantamiento bolchevique había triunfado. Era el 25 de octubre del antiguo calendario ruso.
Kerensky huyó, pero preparó un movimiento armado para recuperar el poder que fracasó en forma
estrepitosa. Finalmente escapó del país y falleció muchos años después en los EE.UU. Lenin fue
proclamado Primer Ministro por el Congreso de los soviets; en esa condición tomó el gobierno de
Rusia, con la participación de León Trotsky como jefe del ejército rojo y el apoyo y asesoramiento
de un gabinete ministerial o Consejo de Comisarios del Pueblo.

De inmediato, el flamante gobierno adoptó las medidas básicas para el nuevo sistema social,
político y económico. El país pasó a ser una República Socialista Federal, dirigida por comités
organizados de los trabajadores (soviets) Se dispuso la confiscación de la tierra, en su mayor parte
constituida por los latifundios de la aristocracia, burocracia del Estado y gente rica. Quedó abolida
la propiedad privada. La industria también fue confiscada y entregadas las fábricas a los obreros.
Todas las actividades privadas como el comercio, banca, educación y demás rubros en manos
particulares, pasaron a manos del Estado.

Eric Toussaint (“La revolución rusa, el repudio de las deudas, la guerra y la paz”) nos narra: “A
comienzos de 1918, el gobierno soviético suspendió el pago de la deuda externa y a inicios de
febrero de 1918, decretó el repudio de todas las deudas zaristas así como las deudas contraídas por
el gobierno provisional destinadas a continuar la guerra, entre febrero y noviembre de 1917. Al
mismo tiempo, decidió expropiar todos los haberes de los capitalistas extranjeros en Rusia”.

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Finalmente, y por estrategia nacional –dado el peligro de no tener ejército propio debidamente
organizado– se firmó un armisticio de guerra con Alemania y sus aliados, que importó pérdidas
territoriales serias contra Rusia. No había otra salida para aquél grave problema del momento.

Recuadro 1
Una poesía dedicada a la revolución

El delicado poeta, dramaturgo y revolucionario Vladimir Mayakowsky, destacada figura del


futurismo ruso y aún joven, dedicó la poesía que sigue a los trabajadores que, bajo la revolución,
iban a conmemorar su primer 1° de mayo, el año 1918.

MI PRIMERO DE MAYO

A todos, Yo soy marinero,


los que marchan por las calles este Mayo es mío
y detienen las máquinas y talleres. Yo soy soldado,
este Mayo es mío.
A todos,
deseosos de llegar a nuestra fiesta, A todos,
con las espaldas cargadas de trabajo. a las casas,
Salid el primero de Mayo, A las plazas
al primero de los Mayos a las calles,
Recibámoslo, camaradas, encogidas por el hielo invernal.
con la voz entrelazada de canciones.
A todos,
Primavera mía, hambrientos de hambre,
derrite las nieves estepas,
Yo soy obrero, bosques,
este Mayo es mío campos.
Yo soy campesino, Salid en este primero de Mayo
este Mayo es mío.
Gloria al hombre fecundo
A todos, Desbordaos en esta primavera
tendidos en las trincheras, Verdes campos, cantad
esperando la muerte infinita: Sonad, sirenas y pitos
a todos, los que desde su blindado, ¡Yo soy de hierro,
apuntan contra sus hermanos, este Mayo es mío!
hoy es primero de Mayo. Yo soy la tierra,
Vayamos al encuentro este Mayo es mío.
del primero de los Mayos nuestros,
enlazando las manos proletarias. ----------

Callad vuestro ladrido, morteros (Petrogrado, 1° de mayo del año 1918)


Silencio, ametralladoras

Vladimir Mayakowsy continuó intensamente con su obra literaria, falleciendo a la edad de 37


años. Tuvo fama y reconocimiento internacional por su ardua labor.

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Desde noviembre de 1918, cuando las potencias de la primera Guerra Mundial: Inglaterra,
Francia, EE.UU. y otros aliados, resultaron victoriosas frente a Alemania, ya se encontraban en
condiciones de actuar directamente, y sin límites, en ayuda de la contrarrevolución rusa blanca
para restituir las cosas a su pasado y acabar con la revolución. Los gobiernos de todas aquellas
naciones –capitalistas e imperialistas– se hallaban horrorizados sobre las potencialidades de la
clase trabajadora, en cuanto pretendía no solo construir un Estado nuevo, sino un mundo nuevo.
La sola idea de que las ideas del marxismo se diseminen y produzcan una revolución mundial fue
su permanente, molesta y horrorosa pesadilla.

El mismo Lenin quedó sorprendido con semejante determinación extranjera, de firme carácter anti-
ruso y virtualmente de tipo mundial. Empero sabía también que no le quedaba otra cosa que hacerle
frente.

Este magnífico personaje histórico exteriorizó una vez más sus dotes de estadista, estratega y
sobrada inteligencia para enfrentar la situación. Además de organizar la defensa, se constituyó en
un guía moral, en alma de la revolución porque insuflaba fuerza e idealismo político al nuevo
sistema. Generaba en las fuerzas del ejército rojo una especie de mística poderosa, decisión
conciencial y la irrenunciable determinación de proseguir con el abnegado ideal social en bien de
toda la humanidad, bajo la dirección de la clase humillada y oprimida. Lenin constituía la
inspiración segura y optimista que animaba los combatientes en defensa de su patria, invadida por
fuerzas extranjeras, para entregarse a la causa por amor a ella y no como mercenarios. De allí
nació una férrea disciplina y la capacidad de tomar la iniciativa en situaciones críticas.

León Trotsky, segundo líder y destacado estratega militar, quedó a cargo de la dirección del
ejército rojo y no cesaba de circular de un lado para otro, en la caza de contrarrevolucionarios,
constituyéndose en ejemplo de valentía, capacidad bélica e integridad moral. A su habilidad militar
se debe en buena parte el éxito de la larga lucha de años de combate, que se extendió por todo el
país, de extremo a extremo.

Aquella lucha militar por consolidar el nuevo sistema, tuvo una infinidad de facetas especiales,
cuya narración había de llenar libros. En ciertos momentos de la guerra se dieron figuras curiosas
que llegaron a provocar confusión porque el conflicto enfrentaba también a grupos regionales. De
esta forma hizo su aparición un denominado ejército verde, formado por campesinos, que
luchaban contra ambos bandos principales.

La fuerza de la reacción rebelde conformó independencias regionales. En Omsk se estableció un


Gobierno Provisional Ruso, encabezado por cinco miembros: tres del Partido Social-
Revolucionario (Nikolái Avkséntiev, Bóldyrev y Zenzínov) y dos del Partido Democrático
Constitucional (Vinográdov y Volgogódski), que se decían socialistas. A su vez este gobierno
hubo de sucumbir ante la fuerza del gobierno regional siberiano, –ultra reaccionario de la
monarquía– por su fuerza militar significativa. Se trataba del ejército de Kolchak, mucho más
fuerte. En su crisis, los personajes citados hubieron de unirse a sus propios enemigos ideológicos,
sacrificando sus propios principios solo para hacer frente a los bolcheviques.

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Para fines de 1920 los bolcheviques tenían un ejército conformado con más o menos cinco millones
de combatientes. Se incorporaron a sus filas cerca de 30.000 antiguos oficiales zaristas, muchos
de ellos forzados a combatir para no comprometer a sus familias, que quedaron bajo vigilancia.

Para la aplicación de la política bélica, hubo de imponerse el denominado: comunismo de guerra,


nombre dado a un conjunto de medidas que, junto a otras sobre economía, daba prioridad al
Ejército Rojo, relativamente bien equipado por controlar regiones industriales. El uso de trenes
facilitaba ágiles transportes de soldados a los campos de batalla y suministros.

Tal fue el problema de las sublevaciones blancas y la intervención extranjera directa. Como ya se
dijo, no había país que aceptaría un gobierno comunista en la gran Rusia. Había que acabar con la
revolución, aglutinando ayudas para este propósito. ¿Cómo habrían de hacerlo? -Naturalmente con
el empleo de la fuerza, la violencia, el uso de las armas, el desenfreno de la crueldad, y la insaciable
venganza por haber sido destruidos sus privilegios o los privilegios de los amos. No hay duda que
el terror rojo –que hubo, evidentemente– fue la respuesta al feroz y peor terror blanco, agrupado
gracias a sus recursos humanos, la ayuda bélica extranjera y la burocracia militar, intacta en
lugares lejanos, donde todavía no había llegado la revolución. Los abundantes recursos
económicos de la vieja sociedad privilegiada, se gastaban en forma significativa. Empero, esta vez
la intervención extranjera habría de pagar muy caros costos.

Recuadro 2
Más sobre los rusos blancos y la ayuda recibida por aquellos

SANGRIENTA GUERRA CIVIL EN TODO EL INMENSO PAIS


La historia de las intervenciones militares, a poco de la captura del poder por la Rusia revolucionaria, puede llenar
volúmenes cuantiosos de libros. La epopeya sobre la defensa de aquél revolucionario país, acosado por potencias y
no potencias, llega al extremos de incredibilidad; sin embargo así sucedió y al elevado costo del desangre ruso acabó
derrotada tal intervención extranjera. Triunfaron los soviets.
Nunca en la historia de ningún país se dio con tanto descaro como agresividad, la intervención de innumerables países,
colindantes como distantes. Los principales: EE.UU., Inglaterra, Francia, Polonia, Bulgaria, China, Japón, Finlandia,
Rumania, incluso la propia Alemania.
Generales, almirantes y oficiales zaristas se prestaron al juego extranjero costeado con ingentes recursos foráneos que
buscaban derrocar militarmente a la Rusia revolucionaria, ante su fracaso por el lado político.
La copiosa ayuda en favor de la contrarrevolución permitió formar ejércitos de combate, bien pagados, estimulados y
equipados, bajo la cooperación de asesores logísticos y técnicos extranjeros y con alimentación suficiente (en aquella
época de crisis y racionamiento). En cierto momento, los denominados "blancos" llegaron a reunir un millón de
hombres para la ofensiva antisoviética que, bajo la dirección de estrategas especializados atacó a la Rusia revolucio-
naria desde los cuatro costados.
Se recuerda los nombres de sus principales cabezas militares: Kolchak, Denikin, Yudénich, Wrangel (nacionales
rebelados). Hubo también intervenciones directas de tropas extranjeras (principalmente de Polonia). Todo bajo la
coordinación de la "entente" (EE.UU., Inglaterra y Francia), que emergió de una reunión en París.
Se estimulaba con dádivas a los soldados de la contrarrevolución. Fue inocultable y característico el premio de un
millón de rublos al primer regimiento que entre en Moscú, ofrecido por los empresarios de la cuenca del Donetz.
Informaciones escritas sobre detalles nos dicen: "La principal fuerza de choque en la "campaña de los 14 estados" era
el ejército de Denikin. En el verano y otoño de 1919, Denikin recibió de los EE.UU. más de 100.000 fusiles, más de
3 millones de cartuchos, 200.000 proyectiles de cañón, más de 600.000 pares de botas, cerca de 200.000 capotes y

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gran cantidad de otros materiales de guerra. Winston Churchill reconoció posteriormente que "... la principal ayuda
británica, a partir de junio, se le prestó a él (a Denikin) a quien fueron enviados 250.000 fusiles, 200 cañones, 30
tanques y enormes cantidades de municiones y equipo al puerto de Nobosivirsk a través de los Dardanelos y el Mar
Negro. Varios centenares de oficiales del ejército británico y voluntarios, entre los que hubo incluso varios pilotos,
ayudaron a organizar los ejércitos de Denikin, en calidad de consejeros, instructores y encargados de almacenes.
El gobierno francés entregó a Denikin gran cantidad de material de guerra ruso que había quedado en Francia después
de la primera guerra mundial. Los gobiernos de Rumania y Bulgaria pusieron también a disposición de Denikin una
parte considerable de reservas de armas rusas que se hallaban en su territorio, entre otras, más de 300.000 fusiles y 83
millones de cartuchos" (Academia de Ciencias de la URSS: "Compendio de Historia de la U.R.S.S.". Editorial
Progreso. Tomo II, Págs. 84-85).
Por su parte, la revista "SPUTNIK" (enero de 1987, Pág. 86. sobre el artículo de Boris Krotkov), sostiene:
"EE.UU., por ejemplo, entregó a Kolchak, que se había proclamado "Jefe Supremo de Rusia" e instalado su capital en
la ciudad siberiana de Omsk, 600.000 fusiles y equipos militares por valor de 500 millones de dólares. La retaguardia
de Kolchak estaba resguardada por 200.000 efectivos norteamericanos, ingleses, franceses y chinos. Por algo el pueblo
cantaba esta copla burlona: Guerrera inglesa, charretera francesa, tabaco de Japón: es el gobierno de Omsk". Sin
embargo, Kolchak acabó vergonzantemente ejecutado.
(GPV: “El Manifiesto del Siglo XXI”. Págs. 26-27)

La intervención extranjera comenzó durante el verano de 1918 y terminó hacia fines de 1920, cuando las capitales
occidentales constataron su fracaso, y tuvieron que reconocer que el gobierno soviético y el ejército rojo habían
conseguido el control del territorio. Catorce países participaron con sus tropas en esa agresión. Francia envió
12.000 soldados (al mar Negro y al Norte), Londres envió 40.000 (principalmente al Norte), Japón 70.000 (a
Siberia), Washington 13.000 (al Norte junto a franceses y británicos), Polonia 12.000 (a Siberia y a Múrmansk),
Grecia 23.000 (al mar Negro), Canadá 5.300. |5| Hay que señalar que la intervención japonesa se prolongó hasta
octubre de 1922. Según Winston Churchill, ministro de guerra en el gobierno británico, las tropas extranjeras
aliadas alcanzaron los 180.000 efectivos. (Eric Toussaint: “La revolución rusa, el repudio de las deudas, la guerra
y la paz” CADTM)

5. De la Guerra Civil a la recuperación nacional y al progreso. Después de la derrota definitiva


de los blancos y las fuerzas extranjeras, que acabaron huyendo por distintos lados, Hubo de
aplicarse la Nueva Política Económica, consecuencia natural del desastre ocasionado por la
contienda bélica. Su aplicación fue bastante crítica porque entre 1921 y 1922, además de sequías,
se produjo una gran hambruna indetenible en varias partes.

El Estado había de tomar a su cargo las reservas de granos y la distribución ocasionando rebeliones
de campesinos descontentos, que aún no entendían su proceso de adaptación a una estructura de
producción colectiva. Se dijo que el hambre obligó al canibalismo y que el número de muertos se
estimó en cinco millones.

El descontento de los campesinos, reticente s la nueva situación colectiva, llegaba a provocar


medidas de protesta clandestina. Así por ejemplo en varias ciudades se pintaban las paredes con
esta leyenda. “¡Abajo Lenin y la carne de caballo! ¡Dadnos al Zar y la carne de cerdo!”.

Los restos de la selecta nobleza, aristocracia, privilegiados, ricos, empresarios y la elitista


intelectualidad rusa, no tuvo otro camino que emigrar del país, situación que tampoco le fue
gratuita. Se crearon organizaciones que ayudaban el escape en condiciones económicas costosas y
especulativas, que los fugitivos hubieron de cubrir.

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Terminada la guerra civil con la victoria del ejército rojo, el comunismo de guerra había también
terminado. Tocaba el turno para levantar la economía, completamente destruida, y vacías las arcas
nacionales. Debía incentivarse la producción, a cualquier sacrificio; en especial la agricultura, y
reanimarla bajo adecuadas como nuevas formas socialistas.

En el X Congreso del Partido Comunista, el Comisario de Finanzas Grigori Solkólnikov, hizo saber
que el Estado carecía de ingresos, aunque salvaba casi todos sus gastos (el 98 %) emitiendo
moneda sin respaldo.

La Nueva Política Económica, NEP, aunque de dura aplicación y a costa de muchas vidas, sacó
adelante la economía de la Unión Soviética en varios años de sufrimiento general. Tal fue el
doloroso sacrificio del pueblo por la construcción de un nuevo mundo, sin esperanza en el negro
pasado de opresión y humillación.

NACE LA UNION SOVIÉTICA

Paralelamente a las medidas de orden económico de línea dura, Lenin, el Gobierno Central y
especialmente sus dos colaboradores importantes, Trotsky y Stalin, bajo la dirección del masivo
partido único de los trabajadores crearon la Unión de las Repúblicas Socialistas Soviéticas, URSS,
un gigante socialista que agrupó a diferentes países y conglomerados de razas humanas. Todo
aquello tuvo el objeto de robustecer la estructura nacional en un sólido organismo, con su propia
democracia interna ya que se trataba de una integración de países bajo el sistema federativo.

Lenin, ya con su salud quebrantada por haber sufrido un intento de asesinato, hubo de retirarse
para el reposo, falleciendo en 1924. Le sucedió José Stalin, cuyo gobierno tuvo la duración de 30
años, situación que facilitó al país estabilidad política y férrea disciplina, aunque fue acusado de
autocracia y desviación de los principios marxistas.2 Lo evidente es que este personaje –sea como
haya sido– sacó al país de su gran crisis e impuso a la vez la victoria del sistema de la
colectivización agrícola, situación que le permitió enfrentar –en condiciones positivas de
estómago– la invasión del ejército alemán de Hitler, durante la Segunda Guerra Mundial. Quede
claro que esta guerra tuvo como objeto reivindicar nuevamente las aspiraciones imperiales de
Alemania, frente a los demás países rivales que ya se habían apropiado del mundo y sus mercados.

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Entre las muchas críticas contra Stalin –varias interesadas, virulentas y perversas; otras con cierto fundamento y
aún otras con bastante fundamento– se lo ha acusado de fomentar el culto a su personalidad, haberse convertido en
un autócrata-dictador, aún sobre el propio partido y de haber cometido crímenes contra el pueblo. La acusación más
fuerte destacó que sus purgas judiciales por traición, –entre 1936 y 1938– acabaron con destacados dirigentes
históricos del partido que aún vivían (los bolcheviques), entre ellos Zinóviev, Kaménev, Smirnov, Piatákov,
Tujachevski (héroe de la guerra civil) Bujarin, Rikov y una treintena. Quienes sobrevivieron fueron rehabilitados el
año 1953, sin negar que se haya sufrido torturas físicas y psicológicas.

El caso de León Trotsky, asesinado en 1940 en México, marca todas las evidencias de la mano estaliniana, aún fuera
de su país. ¿Quién más pudo ser? Luego de cumplir su condena de veinte años, el asesino se refugió en un país
socialista.

Finalmente, las acusaciones de Nikita Kruschev, Jefe del Partido Comunista de la Unión Soviética, en el año 1956,
no dejaron de tener energía y base cierta de apoyo.

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No obstante que esta segunda guerra provocó diez años de estancamiento a la economía de la
Unión Soviética, Stalin volvió a levantarla de aquella crisis post bélica, la misma que acabó
constituida como una potencia mundial, política, económica y militar. Aplicó el desarrollo de la
industria a través de planes quinquenales que le dieron buenos resultados, por la disciplina y
sacrificio impuestos al pueblo. No renunció jamás a su política de implantar el comunismo en el
mundo.

Podemos mostrar algunos de los muchos logros de la revolución socialista rusa

EMANCIPACIÓN DE LA MUJER.

Alexandra Kolontái fue la primera mujer en la historia de todo el mundo en ocupar una alta función
de gobierno. En su calidad de Comisario (o Ministra) del primer gobierno revolucionario ruso,
hizo todo lo que pudo para la reforma de las estructuras arcaicas anteriores sobre el matrimonio,
la familia, el divorcio y aún el aborto. Abordó por escrito el tema de la liberación femenina,
abogando que la mujer ya no deba ser un instrumento u objeto dentro del Estado, ni tampoco
propiedad el marido. La mujer de la nueva sociedad debe ser respetada en su derecho a la libertad
y voluntad para decidir su futuro, en igualdad de condiciones que el hombre, relación que debe
fundarse en la libre unión de sexos, originada en el verdadero y puro amor y no en las obligaciones
formales y contractuales. Se opuso también a la prostitución por ser ofensiva a la dignidad de la
mujer porque el amor no debe venderse.
El profundo impacto de las reformas, sacudió la conciencia nacional y la mujer efectivamente
logró su liberación, no solo en la relación familiar sino en la sociedad. La prostitución fue abolida
y la mujer adquirió su derecho al trabajo en igualdad de condiciones que el hombre en la jornada
de 8 horas diarias, pudiendo negociar el importe de su salario, mantener el empleo en caso de
embarazo y, luego, gozar de guarderías para el cuidado de sus hijos en las horas de trabajo.
La mujer soviética adquirió –antes que cualquier otra de país alguno en el mundo– los mismos
derechos políticos que el hombre, especialmente el voto. Sus resultados en el trabajo fueron
altamente positivos porque se rompió el mito de la inferioridad femenina. Destacó además en duras
jornadas como consecuencia de las bajas masculinas y el déficit de mano de obra, que fue
provocado por la guerra civil y las hambrunas producidas por la crisis.

EDUCACIÓN

Anatoli Lunacharski, un inquieto revolucionario, designado como Comisario del Pueblo para la
Educación, hizo cosas muy efectivas para aquella. Su primera batalla fue contra el analfabetismo
y resultó muy efectiva porque lo abolió completamente. Hizo que el régimen imponga en toda
educación los principios de laicidad, gratuidad y obligatoriedad para todos los habitantes. El
presupuesto para la educación se multiplicó más de veinte veces en el primer año y, con el correr
del tiempo se multiplicaron las escuelas. Su dinámica gestión creó varios alfabetos para los
idiomas que no tenían escritura.

Al final de la guerra civil, al contar el país con decenas de miles de huérfanos, se procedió a crear
comunidades educativas con niños de todas las edades, a cargo de maestros voluntarios. Se los
educó dentro los principios del espíritu socialista.

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En la misma época, se abolieron los grados en el ejército por mucho tiempo. También se dejaron
sin efecto las reglas académicas en el arte y se simplificaron la gramática y la ortografía para
hacerla más asequible al pueblo. La lucha ideológica por las convicciones, especialmente
religiosas, igualmente adquirió enorme importancia. Se dio prioridad al aspecto científico.

No obstante la carencia de material escolar y de profesorado, aún en las épocas más críticas cuando
la educación se hacía mediocre por falta de infraestructura, la enseñanza produjo los resultados
optimistas perseguidos, especialmente durante los primeros años del régimen.

Desaparecieron los privilegios para ingresar en las universidades. Cualquiera podía hacerlo
libremente si demostraba sus condiciones de estudio, sin prejuicios de riqueza ni alcurnia, como
antes. Bajo el régimen socialista crecieron las universidades y aumentaron de número. El Estado
ayudaba a los estudiantes de pocos recursos mediante una asignación mensual en bonos que
permitía cubrir estudios, libros, alimentación e incluso vivienda, si el estudiante demostraba
esmero y buenas notas. Los estudiantes extranjeros recibían becas mensuales suficientes para
concluir sus carreras superiores.

EL ARTE

Con la vasta cultura que Lenin exhibía y su sagacidad política, las bases populares acataban sus
consignas con todo fervor. Al comenzar las tomas de bienes materiales por la revolución, aquél
gran estratega dio instrucciones a los revolucionarios para que en la ocupación de palacios,
edificios y todo tipo de construcciones, especialmente museos, no se produzcan destrucciones de
ninguna naturaleza, ni aquellos se lleven personalmente nada. Todo el contenido exterior e interior
debía ser cuidado, mantenido y utilizado por el bien de la nueva república mediante conservación
de la cultura que permitiría conocer objetivamente cómo era el pasado. El gobierno también tomó
medidas para inventariar todo el patrimonio cultural que había obtenido al nacionalizar colecciones
privadas. Con todo aquél rico capital cultural se abrieron numerosos museos en distintas partes.

Todo lo anterior no era obstáculo para que la revolución desarrolle sus propias potencialidades en
la creación del arte de la nueva era, siendo verdad que surgieron literatos, poetas, cantantes,
dramaturgos, y otros artistas que reflejaron su inquietud por los tiempos futuros. Se llegó a teorizar
sobre la cultura proletaria en 1920. Ese mismo año, Stalin apoyó estas iniciativas e impuso la
línea del realismo socialista.

Es evidente que el gobierno de la revolución dio impulso a la difusión artística, aún pese a las
críticas condiciones políticas. Oigamos a un historiador del arte:

…hay pocos países que dedicasen tanto dinero a las bellas artes, al teatro, a la literatura o a la pintura como
la URSS en el período más difícil que conoció. Mientras que el hambre reinaba y la contrarrevolución
levantaba la cabeza sobre todos los frentes -interior y exterior-, la joven república de los sóviets gastaba
sumas enormes para desarrollar el arte -y ni siquiera como instrumento de propaganda. (Jean Michel Palmier:
“Historie de l’art et marxisme”, en Esthetique et marxisme”, 1974)

LA ECONOMÍA Y LA SOCIEDAD

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Como objetivo realizado de la revolución socialista, se destruyeron todas las estructuras feudales
y capitalistas del viejo régimen y desapareció la economía de mercado, dando lugar a nuevas
relaciones sociales con la presencia del Estado como ente titular, regulador de la economía y
representante directo del poder popular. Todas las actividades, incluyendo las mínimas, así sean
artesanales, elementales o ambulantes, quedaron a su cargo.

Esta situación de centralismo resultó muy útil para crear bases nuevas de disciplina ideológica de
la sociedad en el nuevo espíritu que la animaba y hacer marchar mucho más adelante el avance y
crecimiento económico, el desarrollo de la ciencia, la administración del Estado y todas las
instituciones nacionales. El ahorro nacional resultó poderoso y permitió ejecutar obras públicas de
gigantesca magnitud así como el crecimiento acelerado en la construcción de viviendas sobre
bases igualitarias de medida, que las hacían más asequibles a los trabajadores. El rublo, como
moneda nacional llegó a tener un elevado poder adquisitivo, situación que incidió en la economía
personal y familiar de los nuevos ciudadanos de la nueva sociedad.

La existencia de la Unión Soviética se hacía cada vez más una realidad, imposible de ser ignorada
en el espacio internacional. Poco a poco fue reconocida, incluso por los países que la agredieron y
llegó a integrarse el año 1934 en el concierto internacional de la antigua Sociedad de las Naciones.
Una infinidad de delegaciones oficiales, culturales, deportivas, de toda naturaleza, turistas y
conocidos personajes e intelectuales, se fueron gradualmente abriendo al Estado socialista.
Innumerables países comenzaron a comerciar con la URSS

Las simpatías por los progresos soviéticos en todos los campos, le adhirieron una infinidad de
simpatizantes en el resto del mundo. En los países-colonias, las simpatías de liberación se hicieron
más fuertes y fueron gradualmente consiguiendo su independencia política con el apoyo soviético.

6. Campaña ideológica y acciones contra la revolución. Se equivocaron profundamente los


círculos intelectuales, políticos y económicos del capitalismo y del imperialismo en cuanto
supusieron que la Revolución Rusa, si bien sobrevivió a la guerra civil y la intervención extranjera,
se hundiría por sí sola y no podría soportar su subsistencia. Pensaron que por sí sola generaría la
autodestrucción de su economía, el consiguiente descontento del pueblo y rebelión. Peor aún,
creyeron que la invasión alemana fascista de Hitler, en la Segunda Guerra Mundial, acabaría con
el comunismo.

Sin embargo, terminada esta guerra con la victoria soviética sobre el invasor, surgió el sistema
mundial del socialismo con la incorporación de una cuarta parte de países de Europa. También de
China, Corea del Norte y otros más, que iban surgiendo gradualmente.

Sabedores de todos los progresos del socialismo, los gobiernos capitalistas no dejaron de
inquietarse frente a su expansión. Hicieron nacer y crecer a la vez el anticomunismo político y el
anti sovietismo; todo aquello financiado con recursos especiales asignados por la asustada empresa
privada, los gobiernos reaccionarios y el propio imperialismo, que tomó la dirección estratégica
para cualquier clase de guerra. No importaba que se trate de nuevo tipo de guerra, principalmente
ideológica y psicológica; así surgió la Guerra Fría que enfrentaría, esta vez, a dos sistemas
económicos y sociales diferentes, generando además del armamentismo exagerado, que llegó a
convertirse en nuclear. Se trataba de una pugna del capitalismo por demostrar que es superior que

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el socialismo; por supuesto este último aceptó el reto y la guerra fría habría de durar más de 40
años.

Los EE.UU, –convertido en primera potencia imperialista mundial– no encontraban resultados


positivos a los efectos de sus acciones, estrategias y propaganda capitalista, porque, pasaban los
años y continuaban apareciendo los países rebeldes, particularmente en su contra. Todos estos, al
surgir enfrentaban los riesgos bélicos del sistema mundial del capitalismo, aunque por igual se
constituían en independientes y se declaraban revolucionarios y socialistas.

El socialismo comenzó a tocar las puestas de América Latina. Tal sucedió con Cuba en 1959, Chile
de 1970 y Bolivia de 1971; estos dos últimos derrocados con ingentes recursos de dólares
americanos, que ocasionaron sangrientas intervenciones militares. Empero también surgieron
países rebeldes en África: el Congo Francés, Angola, Mozambique, Etiopía y otros más. Ya lo
habían hecho antes en Asia, Viet Nam, Laos y Cambodia. Después fue Nicaragua, en 1979, con la
revolución sandinista.

El sistema socialista, particularmente la Unión Soviética, –no obstante su crecimiento y rápido


progreso de pocas décadas– aún se encontraba en proceso de elaboración, especialmente de orden
industrial; empero –y contra su voluntad– se vio obligada a dar prioridad a enormes gastos de
armamentismo. Todo esto, como respuesta a la provocación capitalista; situación que importaba
la privación de recursos y esfuerzos para la producción de mayores bienes y servicios para el
pueblo.

Por el contrario, el capitalismo –que ya llevaba una delantera de doscientos años de experiencia–
se encontraba con ventaja en este campo y se jactaba de sus resultados cualitativos y cuantitativos.
Destacaba y sobredimensionaba sus progresos en la tecnología, situación que difundía en forma
elegante mediante sus medios sutiles de difusión tradicional internacional (prensa, radio,
televisión, comunicaciones, libros y otras publicaciones. Donde podía se empeñaba en desacreditar
al socialismo para presentarlo como una antinatural situación de monstruosa dictadura en contra
de los derechos más elementales de la persona humana. Nunca se cansó de sostener que el
socialismo convertía a su población, en esclava del patrón Estado bajo situaciones de pobreza,
ausencia de libertad, familia, Dios ni derecho a voto para elegir sus gobernantes.

Copiosa y costosa propaganda era el mejor recurso para mostrar las atractivas “bondades” del
sistema de la libre empresa: libertad, elecciones bajo sufragio universal con partidos políticos,
abundancia de bienes de consumo, calidad en la producción industrial, felicidad en la gente, lujo
urbanístico y comercial más otras maravillas exageradas y muchas inventadas. Está probado que
el capitalismo se alquilaba y se compraba intelectuales que vendían su pluma, a precios caros, para
desacreditar y refutar al sistema socialista y peor a la ideología comunista. También pagaba las
deserciones de muchos revolucionarios por solo darse la vuelta y luego escribir en favor del
capitalismo. Instaló emisoras de alta potencia como “Radio Europa Libre” para transmitir
increíbles historias novelescas. Circulaban agentes secretos, tanto en la Unión Soviética como los
países socialistas, para estimular a la gente, particularmente profesionales, su salida hacia
occidente con promesas de trabajo, buena paga y vivienda. Científicos y personajes importantes
de distintos países socialistas –especialmente de Alemania del Este– eran alentados y bien
remunerados para “escapar” del infierno comunista, especialmente si se aplicaban formas
espectaculares (ya predeterminadas), que brinden una idea de que hubo heroicas acciones.
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Mientras tanto, en el otro lado, ya estaba lista la acción vigilante de fotógrafos y periodistas para
dar primicia de una farsa teatral de huida espectacular del terror comunista. Por supuesto, habría
que continuarse después con el “show”, vociferando un cúmulo de consignas –sugestivas mentiras
de libreto preparado– en contra del socialismo.

El espionaje norteamericano no solo se hacía con agentes secretos, sino también con aviones caza
para fotografiar objetivos políticos y militares. Recordemos a este propósito, el avión que resultó
abatido en 1960 y la captura y juicio de su piloto Francis Gary Powers. Bases militares
norteamericanas comenzaron a instalarse en países colindantes con la Unión Soviética, como
Turquía e Irán desde donde operaban radares de espionaje y se fijaban rampas de cohetes
apuntando al país enemigo, desde el otro lado de las líneas fronterizas. Si hacemos un rápido
balance, desde la antigua bomba atómica después de la Segunda Guerra Mundial, la fiebre de los
militaristas norteamericanos contra la URSS, había diseñado otras bombas de acción peor, tales
como la bomba de hidrógeno, la bomba neutrónica y otros medios de destrucción masiva. No había
proyecto de arma que no haya intentado poner en práctica el sistema del imperialismo
norteamericano y sus aliados ideológicos, en su obsesión antisoviética y anticomunista.
El poderío del imperialismo norteamericano y sus aliados sabía muy bien que su mayor problema de
subsistencia –la URSS– no sería vencido fácilmente con la lucha política, ideológica y económica.
El caso debía llegar al extremo bélico –nuclear si tal era preciso– para lo cual constituyó alianzas
militares, multilaterales; varias de típica expresión regional. La más grande e importante fue el
Tratado del Atlántico Norte (OTAN); después el Tratado de Defensa del Asia Sud Oriental (OTASO),
el Tratado Central (CENTO) y otros más. Hubo también un sin fin de tratados bilaterales.
Queda claro que, como respuesta al primero y por considerarla una grave provocación, la Unión
Soviética, conformó el Pacto de Varsovia con los demás países socialistas, hasta entonces existentes.

21
II. De los éxitos a los errores

1. Papel positivo de la burocracia socialista y su papel negativo posterior. Sin riesgo alguno
de equivocación, podemos simplificar el proceso de instauración del socialismo como sigue:

– El pueblo ruso, encabezado y dirigido por la clase trabajadora, soldados de la Primera


Guerra Mundial, mujeres y juventud rebelde, tomó el poder político del Estado y, de
inmediato, adoptó las medidas de ocupaciones y confiscaciones para asegurar la nueva
situación.

– La organización del nuevo sistema económico, social y político, inevitablemente tenía que
partir de un poder estatal de decisión y planificación, coordinado también con los
trabajadores, pero centralizado para la pronta aplicación de sus determinaciones. Sólo así
se pudo vencer en la guerra civil a la conspiración nacional e internacional.

– La variedad de pensamiento entre las fuerzas revolucionarias hubiera sido un caos de no


entrar en acción la guía orientadora del Partido, que tomó a su cargo la dirección ideológica
total. En todo caso, las transformaciones estructurales fueron dirigidas desde el Estado.
Solo así se pudo asegurar el triunfo soviético en la Segunda Guerra Mundial y el
levantamiento de la economía que convirtió al inmenso país en una superpotencia.

– Por la necesidad de rigidez y efectividad de las labores, de una y otra forma, la acción de
la burocracia fue positiva porque ejecutaba fielmente las tareas asignadas. Su eficiencia le
hizo acreedora de estímulos morales honoríficos por cumplir bien con su estricto como
sacrificado deber, entregado a la edificación del socialismo bajo una mística de entrega
total.

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– Era inevitable que la burocracia del socialismo llegue a ser mucho más grande de lo que
fue, porque todas las instituciones de estructura e infraestructura de la sociedad se hallaban
en manos del Estado, así sea como una fase temporal, previa a la edificación de las bases
del comunismo.

– Llega un momento en que la liberación económica del individuo y la abundancia de la


producción que elevó significativamente su nivel de vida, genera también un alto grado de
madurez y desarrollo cultural en el pueblo y en el hombre común. Esta coyuntura le permite
al ciudadano común reflexionar sobre el entorno inmediato que le rodea: la burocracia. Es
entonces cuando comienza a apercibirse sobre aquella en forma nada favorable, porque de
alguna forma ejerce poder frente al individuo.

– Esta situación se produce en el momento histórico en que el prolongado gobierno del


anciano Leonid Brezhnev cae en un proceso estático rutinario, que se hubo calificado como
inmovilismo. Parecía que –tanto para aquél como para su entorno– ya se había llegado a
lo máximo de lo que se podía llegar con el socialismo, descuidando satisfacer la creciente
demanda de la sociedad sobre más bienes de consumo, en lugar de crear más condiciones
para avanzar más en la competencia económica con el capitalismo.

– Tal fue una de las causas determinantes de la crisis, que pone en serios aprietos a la
burocracia dependiente.

El ciudadano de la calle, en aquella sociedad donde todo está estatizado, se apercibe que su ser es
apenas un individuo sin fuerza social ni ánimo reclamar y, menos, para protestar. En este cerrado
tipo de macro administración, –y contra su voluntad– encuentra que desde la búsqueda de trabajo
hasta la compra de alimentos; desde la educación de sus hijos hasta la salud o el permiso para viajar,
tropieza con burocracia que ya no tiene mucho que ofrecer, sino la repetición de gastados slogans
que ya se hacen pesados, tanto por lo repetitivo como por lo algo anticuado. El cumplir
mecánicamente las instrucciones, –dadas desde arriba– sin realidades de mejoramiento iba
ocasionando una lenta distanciación, cuando no el escepticismo y/o el rechazo instintivo de la
sociedad.
Por otra parte, la alta burocracia todopoderosa –saturada de dirigentes sindicales distanciados de
sus bases, teóricos del sistema, autoridades, empleados de jerarquía y militares– no podía evitar la
corrupción –como en cualquier país capitalista– con la diferencia de que en la burocracia socialista
tenía más condiciones para aquello porque controlaba la economía y la vida en general. Sumose a
tal situación la aparición de oportunistas interesados solo en su provecho personal.
De esta forma nacieron el mercado negro de productos escasos y la venta de moneda extranjera,
fomentado desde ciertos círculos organizados para el tráfico, también el soborno y la economía
paralela. El pueblo, que precisamente gracias al socialismo ya pensaba bien, fue gradualmente
comprendiendo que en la burocracia se gestaba una nueva clase parasitaria. El distanciamiento
entre el pueblo y la burocracia aprovechadora, no dejó de provocar el instintivo desprecio (y también
el rechazo cerebral) del primero contra la segunda, que se hizo creciente; con mayor razón en una
sociedad que perseguía la desaparición de las clases.

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Parte importante de la intelectualidad iba ya perdiendo la confianza en el Partido Comunista. Es claro
que al sentirse las personas defraudadas, la fuerza de su instinto resultaba mucho más fuerte que la
pura idolología que mucha gente sentía como simple cantaleta.
No resultaba carente de objetividad la terminología creada con la acepción: nomenclatura, –tomada
de los elementos organizados de la química inorgánica– para distinguir a los grupos privilegiados:
los dirigentes del partido, los militares, las autoridades, los círculos de intelectuales y artísticos
comprometidos con el gobierno, los dirigentes sindicales, científicos, profesionales y técnicos
importantes y muchos más. Constituían aquellos la raíz subyacente de los privilegios en una
economía –en construcción– que no había llegado todavía a su meta: la meta superior del
comunismo, donde la abundancia, debía ser para todos, y todos libres de la opresión del Estado
como expresión dominante de la clase explotadora.
El fenómeno de la burocracia socialista, resultó determinante para la caída del sistema. Es
completamente falso que los trabajadores hubieran rechazado el socialismo; nadie lo dijo así.
Rechazaron la burocracia aprovechadora, engendro negativo de la revolución.

2. Papel positivo del partido comunista y su papel negativo posterior. El partido tuvo tres fases
en su existencia: desde el llano de la lucha revolucionaria, en el poder revolucionario y, finalmente,
dentro el poder burocrático.

La lucha revolucionaria del partido fue heroica. Su mística revolucionaria, entrega a sus ideales de
lucha y el sacrificio de vidas de sus militantes, es un algo que la historia no podrá olvidar jamás. Los
héroes de la lucha desde abajo, son recordados con admiración y respeto porque encarnaron
desinteresados principios en bien de la humanidad. En este sentido el partido comunista ruso y los
distintos movimientos revolucionarios afines, con su abnegación y el noble ideal de romper una etapa
histórica para abrir otra, indudablemente tienen su lugar en la Historia Universal.
El partido en el poder tampoco dejó de ser heroico. Capitalizó enormes movimientos de masas para
consolidar la toma del poder político y económico del nuevo estado socialista, sufrió las serias crisis
de la lucha armada, las intervenciones extranjeras, la destrucción del viejo sistema para poner los
cimientos de uno nuevo, sin experiencia previa real alguna. Sufrió también el desabastecimiento, la
inseguridad y los largos períodos inevitables de penurias y sacrificio.
Levantó finalmente una estructura nueva, con más de setenta años, haciendo de la Rusia monárquica,
atrasada y miserable, una potencia económica cargada de armas nucleares para su defensa y pionera
en la lucha por la conquista del espacio sideral; elevó el nivel de vida del paupérrimo mujik ruso, a
un ser humano alfabetizado y con suficiente grado de instrucción. Venció militarmente a la potencia
militar más grande y organizada de la tierra en la Segunda Guerra Mundial (Alemania), cuando casi
toda Europa ya se encontraba en su mayoría intervenida y derrotada. Todos sus progresos fueron
heroicos porque fueron efectuados frente al cerco y la hostilidad capitalista.
Es falso sostener que el partido haya mantenido al pueblo en el hambre, la miseria, la ignorancia,
que haya quitado los hijos a los padres, que haya abolido la práctica de la religión, la libertad y la
igualdad de las personas, y haya convertido el país en un inmenso campo de concentración. Tales
son las historias de la fantasía negativa y cuentos negros creados por sus detractores, torcedores de
la verdad para desacreditar al sistema, durante el período de la Guerra Fría.

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– Consciente de sus victorias e innumerables éxitos en la construcción del socialismo, el
partido adquirió un poderío moral inconfundible sobre el pueblo: era el auténtico guía que
llevaría a todos hacia el futuro luminoso de toda la humanidad. Se convirtió en una especie
de religión política cargado de la mística sagrada entregada a la realización del comunismo,
como nuevas forma de vida; el paraíso en esta tierra y su dogmática fue la dialéctica de la
naturaleza y de la sociedad.

– El partido, como una especie de mística religiosa, tuvo sus profetas, sus mártires, su historia
de penurias y padecimientos. Tuvo también sus Judas, apóstatas y denigradores; fueron
calumniados sus militantes, perseguidos y torturados en todas partes. Sin embargo, pese a
todos los sinsabores, su colosal Biblia –El Capital de Marx– alcanzó aceptación universal
y derrotó en ediciones e idiomas a la propia Biblia religiosa conocida.

– Los Concilios del partido (congresos) daban la verdad dogmática a la cual había que seguir
y respetar, con la diferencia que no era fácil ser integrante del organismo. Previamente había
que estudiar, hacer méritos en la sociedad y ser digno de tal honor con obras concretas y
conducta ejemplar, para ser militante. [Mucha diferencia con los partidos políticos
capitalistas donde solo interesa incrementar su número]

– Por esta misma razón cualitativa, el partido –probablemente, sin apercibirse– se estaba
convirtiendo en una élite, en una alta como selecta burocracia del Estado. Este destino le
resultó fatal. En su celo por cuidar del sistema y evitar la desviación, aparecía también como
dueño de la verdad, que se encarnaba en sus pronunciamientos. El partido decía lo que estaba
bien y lo que estaba mal, lo que era científico y lo que no lo era. Ese fue su error histórico
aunque involuntario.

– No es de extrañar que, durante su dominio absoluto, la ciencia se haya atado a la seca ideolo-
gía, al igual que en la Edad Media la filosofía debía servir a la teología.

– Los males intrínsecos del partido y del sistema, eran resultado espontáneo inevitable, porque
se marchaba sobre rumbos nuevos, no conocidos, y sólo supuestos. Sin embargo no le era
fácil acusar errores y peor: rectificarse, porque la maquinaria se hacía pesada y podía
reaccionar como la Inquisición medieval, acusando desviaciones. Quedaba solamente o el
adaptarse al sistema burocrático, o ser víctima de aquél.

– El partido había perdido su dinamicidad, pero el Estado y el Gobierno le eran obedientes. Ya


no estaba en condiciones de ejercer un proceso revolucionario que enmiende sus propios
errores y vuelva a la gloria de 1917. Se consolidó como una burocracia poderosa.

Se hacía realidad el aforismo: lo que no se modifica, se petrifica.

3. De la campaña antisoviética a las reformas, llamadas perestroika. La Unión Soviética, nunca


renunció a auspiciar la instauración del socialismo en el mundo porque la razón de su existencia
–su propia naturaleza– encarnaba aquél objetivo universal. Gracias a su ayuda, y aún a su enérgica
protección, las colonias del Tercer Mundo lograron ganar su independencia. Varias de aquellas

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instauraron sus propios regímenes para construir el socialismo, sin tibiezas, cuyos nombres ya
fueron indicados mucho más atrás.

Alguna respuesta debía dar el imperialismo a aquella situación. Proseguía con su campaña anti
soviética, anti comunista y anti liberadora, haciéndola más directa como desembozada. No se
cansaba de publicar en sus campañas de toda naturaleza, los defectos del socialismo –algunos
reales, otros exagerados, otros inventados– en todo caso más los forzados que los reales.
Había de llegar un día en que toda esa campaña haya de dar sus frutos dentro el mundo socialista;
especialmente cuando mostraba la cara bonita del capitalismo: escenas de progreso, tecnología,
abundancia de bienes de consumo, economía de mercado, “libertad” de prensa y radio,
democracia con sufragio universal y permanente prosperidad. Sus medios de difusión, no obstante
la censura oficial socialista, penetraban al lado opuesto.
Aún pese a aquella eficiencia, resulta simplista suponer que la crítica contra el estatismo del
socialismo, saturado de burocracia inmoral y otros asertos difamatorios –pese a tener un
importante porcentaje de verdad– haya sido la causa real de su éxito en la Guerra Fría. La Unión
Soviética también arrastraba otros problemas internos bastante serios, que comprometían el apoyo
de su propio sistema. Una gran verdad objetiva, sin pasiones, –por lo menos en los diez últimos
años del régimen– fue que su economía, antes exitosamente competitiva con el capitalismo, se iba
retrasando frente a los países de la órbita imperialista.
Llegado a la Presidencia de la URSS, Mijail Gorbachev elevó un Informe o Mensaje con motivo
del 70 aniversario de la Revolución Rusa, con la pretensión de efectuar varias reivindicaciones que
según aquél eran de necesaria e inmediata aplicación, frente al estancamiento –con el mote de:
inmovilismo– atribuido al prolongado gobierno anterior. A aquellas reformas denominó
perestroika. Veamos lo que se pretendía:
– Rectificar los errores, superar la organización social y los métodos de trabajo históricamente
limitados, que habían agotado las posibilidades de modernizar al socialismo de acuerdo a los
requerimientos de la ciencia y de la técnica. Estas situaciones eran ya conscientes con el
progreso intelectual al que alcanzó la sociedad soviética.

– Restablecer la concepción leninista del socialismo, desnaturalizada por los regímenes


subsiguientes, que convirtieron a la sociedad en una rígida dictadura, que habría de terminar.

– Democratizar la vida social, como el alma de las transformaciones. De su éxito dependería


el éxito del socialismo.

– Reformar la economía, desburocratizando la vida productiva de la sociedad, con objeto de


incorporar en forma real –según el texto– a la autogestión de los trabajadores, para justifi-
car su papel de decisión. Se trataba de descentralizarla y enriquecerla con la autonomía de
las agrupaciones y empresas, a una gestión de cálculos propios y autofinanciación, que
evitaría convertirse en carga para el Estado.

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– Disciplinar el trabajo, por conciencia y no por imposición y apreciar las cosas con criterio
realista, con energía, coherencia y la fuerza del ejemplo, que daban el partido y cada comu-
nista para renovar la sociedad. Todo aquello bajo la vía de la transparencia informativa, para
alcanzar la meta final: más democracia y más socialismo.
El mensaje presidencial juraba, en su parte final, no apartarse del camino hacia el mundo nuevo: el
mundo comunista.
En realidad el presidente no juraba; perjuraba. Bastó menos de cuatro años para que el mismo
personaje, Jefe del Partido Comunista de la Unión Soviética y Presidente del Presidium Supremo de
la URSS, –luego de desmontar y acabar con el socialismo– termine renunciando a los ideales
indicados en el Discurso anteriormente resumido y concentrado, y declare que el partido ya debería
auto disolverse (como se disolvieron en ese tiempo, los partidos comunistas de Europa Central, para
cambiar de nombre y de contexto hacia el reformismo). Gorbachev, para no aparecer como un
renegado y desertor, terminó indicando que "todavía" cree en el socialismo, sin indicar que éste
constituía la restauración del capitalismo, dado que sus “reformas” se limitaron a abrirle a aquél las
puertas, de par en par.
Con las puertas abiertas el capitalismo encandiló y se hizo más atractivo al mostrar elegantes
cubiertas y envases de sus productos y su comercio caracterizado por el derroche, muestras de su
cara supuestamente próspera, letreros luminosos impresionantes, abundancia de productos y de
variedades.
Este aspecto, sumado a la pesada maquinaria de la distribución soviética en manos de una burocracia
–en buena parte aprovechadora– hacía insuficiente la solución frente a una demanda creciente, con
la rémora del mercado negro. Todo aquello resultaba suficiente para decepcionarse del modo de
producción socialista.
Hubiera sonado a risa (o indignación) en aquellos momentos hablar, del paraíso en esta tierra, que
ofrecía la ciencia del marxismo leninismo.
Como bien lo anticipó Lenin, el carro no avanzó en el sentido que le orientaba el auto convencido
conductor de aquella perestroika.

4. Entusiasta ayuda del capitalismo europeo y norteamericano a la perestroika. Europa


Occidental, temerosa del poderío bélico y nuclear de la Unión Soviética y sus países aliados dentro
el pacto militar denominado "Pacto de Varsovia", se encontraba arrebatada desde la década de l960
cuando el socialismo iba ganando adeptos por millones en el mundo. Surgían los regímenes
revolucionarios como hongos, desde Cuba en América Latina, hasta Etiopía, el Congo, Mozambique,
Angola y otros más en África, con Afganistán en Asia. En las propias puertas de la Europa del año
l974, Portugal, por un milímetro, –luego del prolongado proceso de cambios con la revolución de
los claveles– gracias al sabotaje de los arteros social demócratas –jactanciosos de tal hazaña– dejó
de marchar hacia el socialismo.

Naturalmente, aquellos países "libres" de la culta burguesa Europa del Oeste, al presentarse la
perestroika, le dieron cálida bienvenida. Le ofrecieron su apoyo moral y material, e incluso su
asistencia propia. No pasaba lo mismo con los EE.UU. que, aunque satisfecho con su desarrollo,
solo vertía elegantes frases de admiración, y –con mayor cautela– le sugería al gobierno soviético

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mayores reformas, para brindarle su ayuda. Parecía no tener mucho apuro como el que mostraban
en especial, Alemania, Inglaterra, Francia e Italia., aunque se le adelantaban aquellos al futuro festín.

Desaparecieron las emisiones de radio de Europa occidental, que hostilizaban día y noche al
socialismo. Desapareció también la propaganda antisoviética provocadora, porque ya se podía
introducir directamente cualquier publicación, suavizándola de contenido aunque sin renunciar a su
objetivo minador. Mejoraron las relaciones, se incrementaron los intercambios culturales y el turis-
mo, y poco a poco se fueron dando las condiciones para intervenir en el mundo de los negocios.
Europa Occidental ya había acumulado demasiada plus valía, sin saber en que invertirla porque ni
en sus propios países –plagados de grandes inversiones– había el campo suficiente para obtener
las siempre multimillonarias utilidades que ambiciona el gran capital. No había espacio suficiente
para aquello, ni en la industria, la agricultura ni campó alguno; menos había interés de invertir en los
países del Tercer Mundo (que no son mercados de confianza y no dan las altas tasas de ganancias
que se persigue).
La solución estaba en la Europa del Este y todo era cuestión de desprestigiar sus empresas estatales,
acusándolas de obsoletas, para luego dejar que se desfallezcan, cual fruta madura que cae del árbol.
Destruirlas era el primer paso u objetivo del capitalismo –al cual se le hacía agua la boca– para
luego ingresar libremente y con paso de parada, para devorárselas. Los dientes ya se habían afilado
para comerse inmensos manjares, del vastísimo mercado de tan inmenso país, así como de los
países socialistas del este de Europa, que se "liberaban” del comunismo: Polonia, Checoslovaquia,
Hungría, Alemania Oriental, Bulgaria, Rumania, Albania y Yugoslavia. Curiosamente, y
anteriormente a sus transformaciones socialistas, se los denominaba con cierto desprecio: el patio
trasero de Europa, a los cuales nunca les habían prestado semejante atención como en aquellos
momentos históricos apetitosos.
A ese patio trasero, despreciado y postergado por el capitalismo europeo, tuvo la cualidad de llegar
con anterioridad el socialismo, para arrasar con las estructuras dejadas por las podridas monarquías
de entonces. Claro está que no se pudo hacer –por necesidades prioritarias de la industrialización
pesada y de la defensa– lo que aquél capitalismo, ahora más poderoso, lo haría con toda seguridad:
la producción de bienes de consumo y disfrute personal, rica y variada, que el socialismo todavía
no estaba aún en posibilidades de ejecutar.
Con estas condiciones el nuevo ejército de trabajadores de Europa Oriental, en un sistema de
"prosperidad" y abundancia de inversiones, enriquecería más al nuevo capitalismo y en particular a
sus anónimos dueños, y a la vez se convertiría –por las nuevas condiciones contemporáneas de vida–
en el ejército, no ya de los hambrientos físicos, pero sí de los hambrientos y desesperados de
consumir y consumir más. Es efecto general del capitalismo, que todo consumidor debe sacrificarse,
por no decir matarse, y trabajar duro como desesperado muerto de hambre (si es que hay trabajo)
para así lograr el nivel de vida que se añora (si hay buena remuneración) La verdad es que este
fenómeno es impulsado por los mecanismos propagandísticos del propio sistema.
Las cosas han cambiado a ritmo increíble. La búsqueda de capital y el afán de la modernización
capitalista hacen que se pierdan los valores más elementales que guarnecían el sistema socialista,
basado en el trabajo, la solidaridad, los valores colectivos y la ausencia de lujo y del derroche. En la
guerra psicológica vencieron los patrones consumistas sobre los comunistas y el efecto de la
imitación se hizo poderoso.

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La ingenua Europa socialista, todavía preocupada con el desarrollo de su industria pesada, su
defensa, sus problemas domésticos y otros más, pero vecina de la Europa rica, la Europa del patio
delantero, cayó víctima por el contagio de la proximidad. No tuvo tiempo de preocuparse por la
producción adecuada de bienes de disfrute personal; había problemas más grandes que resolver
todavía.
De esta forma, Europa Occidental se convierte en bondadosa salvadora del desarrollo de la economía
de los ex países socialistas (por no decir en la nueva dueña de sus destinos). Las relaciones ya son
fluidas: las publicaciones de revistas se hacen múltiples, la televisión, la prensa y otros medios de
comunicación social, se enriquecen con la propaganda, y los gobiernos de éstos países
desventurados, aliados por la fuerza a intereses extranjeros –porque no los hay propios, no hay
burguesía nacional– tienen un mito dentro su cabeza que no les deja dormir: acabar con toda la
economía estatal.
La derrota moral sufrida por los partidos comunistas –más cruel y despiadada que cualquier derrota
física– les impedía mostrar la fuerza física que podían tener para formar frentes de lucha
revolucionaria. Es difícil que el burócrata succionador que se sirve del Estado, pueda ser heroico
desde el llano. No se sabe si su impotencia y falta de aliento haya sido resultado de su auto-castración
y falta de recursos que ya no tomaban del Estado, o por su muerte política, que se iba gestando con
su público arrepentimiento simultáneo y la abjuración de las ideas por las cuales habían vivido.

Recordemos, una vez más, que los dirigentes del partido comunista y la burocracia sindical, fueron
integrantes privilegiados de la nomenklatura como cabezas del partido, el Estado y los organismos
superiores anquilosados de la clase trabajadora.

5. Del descontento individual al descontento masivo. Desde los inicios de la Revolución Rusa
hubo descontentos individuales o de pequeños grupos, más propiamente teóricos disidentes, con la
forma de entender y aplicar el sistema; ahí tenemos a los mencheviques. Si la revolución quería tener
éxito, tenía que excluirlos y apartarlos y, si tomaban las armas como así sucedió al aliarse aquellos
con las fuerzas del pasado, había que acabar con tales. Sin embargo, una cosa es la crisis permanente
de la izquierda revolucionaria, porque atrae diversidades ideológicas en el pensamiento –descontento
con las ideas dominantes– y otra el descontento doméstico mismo que nace como efecto o resultado
de la aplicación del sistema.

Se pueden citar algunos casos destacados, particularmente en los países de Europa del Este que
adoptaron el socialismo. En Yugoeslavia, un intelectual y político muy destacado por su afán crítico
–popular en occidente, porque la prensa y otros medios de difusión capitalista, se aprovecharon de
sus escritos para desacreditar al socialismo– fue Milovan Djillas. Este personaje, antes parte del
gobierno de su país, luego de desilusionarse, renegó del socialismo; de sus libros destacan "La Nueva
Clase" y “Conversaciones con Stalin”. En Alemania Oriental, del año l953 se hicieron notorias las
huelgas de los trabajadores demandando reivindicaciones sociales, que acabaron con la dura severa
represión del gobierno a cargo del Partido Socialista Unificado. Se sostenía que no puede haber
huelgas en un sistema que pertenece a los trabajadores, porque no se puede sabotear a uno mismo.
Claro está que, otra vez más, las informaciones ocupaban la primera plana de los periódicos
capitalistas y destacado lugar en la radiodifusión. En Hungría, a fines de octubre de l956 el país
sufrió una fuerte conmoción social reaccionaria, que demandaba libertades de la democracia
burguesa y reformas políticas; situación que acabó con el cambio de gobierno. El nuevo Primer

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Ministro Imre Nagy aceptó el retroceso político que no llegó a una semana, porque se produjo la
intervención militar soviética que arrasó con el movimiento. Esta vez las acciones rebeldes fueron
directamente coordinadas con Agencia Central de Inteligencia de los EE.UU; cosa que se comprobó
después. En Checoeslovaquia, agosto de l968 se dio el clímax, gestado en meses anteriores, de
reformas libertarias. El partido, a la cabeza de Alexander Dubcek, aprobó una serie de medidas para
aflojar las tensiones existentes entre gobierno y pueblo, que partían desde la amplia libertad religiosa
hasta la suavización de la rígida economía estatista. Era claro que los enemigos occidentales del
socialismo tuvieron también su cuota de participación, encubierta. En Polonia, l980, surge un
sindicato de trabajadores, gestado en los astilleros de Gdansk. Lo denominaron: Solidaridad, que
perseguía mejores condiciones de vida, y, aunque inicialmente se cuidaba de atacar al socialismo,
perseguía en el fondo minarlo por dentro. Al crecer significativamente este movimiento no le
quedaba otra cosa al gobierno que reconocerlo; empero se iba convirtiendo en partido político,
cargado de rabiosos anticomunistas, al hacer exhortaciones a los trabajadores de otros países
socialistas para que sigan su ejemplo. La situación llegó a su límite cuando pidió elecciones para
decidir la permanencia o no del partido comunista en el poder, motivo por el cual quedó proscrito.

6. La destrucción del sistema en la Europa del Este. Ni en la involucionaria cabeza de Gorbachev,


menos en el legendario Partido Comunista de la Unión Soviética o los demás partidos socialistas del
sistema, cabía la idea de que el socialismo se derrumbaría de la forma como sucedieron las cosas.
Había conciencia de que el régimen se liberalizaría; jamás que habría de perder el poder. Sin
embargo, los resortes comprimidos durante más de setenta años fueron saltando gradualmente para
desenfrenarse y creer en el disfrute de una extraña libertad primaveral, no conocida anteriormente.
Todo aquello, naturalmente en la Unión Soviética.
En los países de Europa del Este, quizá porque tuvieron menos años de régimen socialista, las cosas
se hacían diferentes y las voces del anticomunismo se hacían mucho más fuertes, pero muy cautas,
por tener una estrategia hábil dirigida desde fuera, donde aparecían también otras motivaciones
adicionales. Empero todo comenzó a destruirse por pedazos.
En Alemania del Este, se explotaba el tema de la unificación alemana, además de los problemas del
descontento contra gobierno de Erick Hoenecker, que se negaba a aceptar las reformas democráticas
que le pedía Gorbachev. Además, por su proximidad con el oeste alemán capitalista era fuerte el
sentimiento por mejoras materiales, que este último había alcanzado.
En Hungría, parecía que no había muerto el fuerte sentimiento pro alemán de siempre, que inclusive
motivo su apoyo en la Segunda Guerra Mundial al nazismo. No se puede negar que la economía y
sistema de vida bajo el socialismo eran elevados; sin embargo se aspiraba a más. Empero, también
se gestaban sentimientos nacionalistas antisoviéticos fundados en la intervención armada de l956 y
la posterior existencia permanente de tropas de la URSS en su país. El partido comunista en el poder,
como rasgando sus vestiduras y reconociendo sus errores, cambió de nombre y de principios,
proclamó que convocaría a elecciones y si perdiese entregaría el poder al ganador. Y así sucedió,
luego de su estrepitosa derrota.
En Polonia, también era fuerte el sentimiento antisoviético, particularmente anti-ruso, que se
arrastraba desde siglos por el avasallamiento sometedor de los antiguos zares del imperio ruso. Se
sumó a esto el fuerte desprestigio sufrido por su partido comunista, que siempre se mostró
tradicional, obsecuente a los dictados de la Unión Soviética. Cargaba también una crisis económica
de abastecimiento, no obstante que la agricultura, nunca dejó de estar en su mayor parte, en manos
privadas. La clase trabajadora tenía aspiraciones burguesas. El partido en el poder cambió de nombre

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del partido, renunció a su pasado staliniano, y pidió público perdón por sus errores. El líder del
movimiento Solidaridad, Lech Walessa, para capitalizar más apoyo, se hacía cada vez más católico
(como católica es casi toda Polonia), más obrero, más intransigente y más temerario. Agradeció
públicamente al Presidente de los EE.UU. por ya ayuda que recibió de aquél, (apoyo nada romántico,
sino económico). Lo congratuló, abrazó y besó. De inmediato proclamó la apertura al capitalismo.
En Checoeslovaquia, al igual que en los anteriores países, no faltaron los sentimientos nacionales,
sumados a los fuertes recuerdos dejados por la intervención militar soviética de l968, que liquidó las
reformas que el propio partido local las había realizado en forma pacífica. Como el sentimiento
antisocialista y antisoviético estaba contagioso, nadie recordaba cuándo había logrado ese pequeño
país, gracias al alto grado de industrialización el socialismo. Convocadas las elecciones nacionales,
ganó la oposición anticomunista por arrolladora mayoría, y lo primero que hizo fue devolver a los
antiguos propietarios los bienes que el poder revolucionario les expropió en l948. Fue característica
la narración de la periodista cubana Nilda Navarrete, que a tiempo de comentar la fuerte
germanización de la economía checoeslovaca, sostenía: "Este pueblo pacífico y pragmático, estaba
tan sediento de aires occidentales, que hasta la llegada masiva de sus antiguos dueños y enemigos ha
sido bienvenida".
En Bulgaria, las cosas no eran iguales. El antisovietismo no tenía fuerza significativa alguna.
Excepto problemas de minorías nacionales, tales como el de la minoría turca y su expatriación, no
se suscitaron acontecimientos de gravedad. La economía del país no era víctima de la propaganda
occidental en forma directa, y el partido comunista nacional un aliado fuerte y seguro al lado de la
Unión Soviética. Era tan aliado e incondicional que bastó una decisión del Kremlin para que sea
substituido Theodore Zivkov, luego de más de 40 años de su ejercicio en el poder en aquél país de
los Balcanes, siendo acusado éste de todo lo malo y de no haber nada bueno. Sus reemplazantes del
partido hicieron las mismas reformas hacia la llamada economía de mercado y democratización del
sistema. Las primeras elecciones nacionales fueron ganadas por aquél ex partido comunista,
cambiado de nombre, comenzando su juego con la democracia burguesa moderna; en las segundas
elecciones perdió el poder.
En Rumania, el Partido Obrero Rumano, se manifestó contrario a cualquier cambio y reforma que
altere el estado de las cosas. Su líder, Nicolae Ceusseascu, sacrificó su juventud y su vida por los
ideales de Marx, Engels y Lenin, revelando un alto sentido de patriotismo e independencia. El
partido, si bien estuvo al lado de la Unión Soviética y el Pacto de Varsovia dentro el contexto
mundial, bajo su dirección nunca estuvo sometido a los dictados del Kremlin, al extremo de no acatar
determinaciones, e incluso, enfrentarlas. Por este motivo no envió tropas rumanas en favor de la
intervención soviética en Checoslovaquia de l968.
El “reformador” soviético, Gorbachev, andaba disgustado. Empero como había que hurguetear otras
razones para dividir a los rumanos y enfrentar al gobierno, esta vez cayó como anillo al dedo el
problema de la minoría húngara dentro Rumanía. Esta minoría siempre tuvo todos sus derechos
respetados, inclusive territorio propio autónomo, uso de su cultura e idioma; sin embargo se la utilizó
para crear problemas al gobierno, demandando su independencia y anexión a Hungría. Las protestas,
que cada vez se hacían mayores y más graves por su seriedad e intransigencia, no fueron
prudentemente controladas, y se hizo uso de la represión violenta con armas de fuego en Timisoara,
capital de aquella región, por la "Securitate" (policía política).
Más de mil muertos, (varios miles según la propaganda rebelde) Esto último encendió la llama de
fuego en todo el país. La situación se agravó al extremo que Ceusseascu, decidido a escarmentar la

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subversión ordena disparar contra las multitudes iracundas tal como sucedió en Timisoara, en la
suposición de que sus instrucciones habrían de ser acatadas. La respuesta la negativa y, como reguero
de pólvora se rebela todo, incluyendo las Fuerzas Armadas. El Primer Ministro huye, pero es
capturado y acaba fusilado juntamente con su esposa. A continuación se le echó todo el barro posible:
corrupción, tiranía, absolutismo, cuentas corrientes por millones de dólares en el extranjero, etc.
Rumania fue el único país donde se derroca al gobierno por la fuerza del pueblo, motivada por la
represión con muerte. Recién después aparecía el anticomunismo.
En Albania, socialista, pero libre del tutelaje soviético por su adversidad ideológica que la separó del
Pacto de Varsovia en l961, y además por la ventaja de no tener proximidad geográfica con la Unión
Soviética, no había órdenes del Kremlin que valgan, y el Gobierno de Ramiz Alia decidió mantener
a toda costa el socialismo sin aceptar reforma alguna. Sin embargo, su cuarto de convergencia hacia
el sistema pluripartidista y la concesión de las mismas libertades fue resultado de negociaciones con
las potencias occidentales. No le quedaba otra cosa a la última república socialista de Europa, ya
ahogada por la situación. En las primeras elecciones nacionales ganó y conservó el poder, empero
en las segundas ganó la oposición anticomunista, acabando con el idealismo revolucionario.
Yugoslavia, que ya marchaba libre desde l948 con su régimen socialista independiente, con pequeños
atisbos capitalistas, el contagio de la perestroika le fue desastroso. El contagio de la perestroika
exigía aún mayores libertades capitalistas de las tenía para, en nombre de aquellas, desatar
sentimientos nacionalistas que le llevaron a la desmembración territorial, fomentados desde
Alemania y EE.UU. En lo político, igualmente se impuso el sistema de las elecciones libres y el
pluripartidismo ya legalizado dividió aún más al país en micro estados Croacia, Eslovenia, Bosnia
Herzegovina, Macedonia, Serbia, Montenegro y Kosovo.

–0–

Como consecuencia de la destrucción gradual del sistema socialista en los países de la Europa del
Este, y la aproximación exagerada de varios de aquellos hacia las potencias capitalistas, se veía
inevitable la destrucción del Pacto de Varsovia, que nació precisamente para salvaguardar el
socialismo ante cualquier agresión del imperialismo. Hungría, Checoslovaquia y Polonia en especial,
estaban demasiado apuradas en sentirse libres, para entregarse al occidente y no depender más de la
Unión Soviética. Pidieron y negociaron el retiro de aquellas tropas asentadas en sus países.
Se trataba de una grave crisis que, en cierta medida comprometía el honor político de la aún potencia
soviética. Para salir del paso, y siempre en sus afanes de mostrar buena cara y buena actitud frente a
los EE.UU. de Norteamérica, Francia, Gran Bretaña, y otros países, o quizá para hacer méritos ante
los todavía rivales, y en lugar de negociar la disolución de la Organización del Pacto del Atlántico
Norte, poniéndose firme en tal posición, –aún pese a la adversidad (los países que se iban a retirar
de su alianza– Gorbachev decide la disolución unilateral del Pacto de Varsovia.
De esta forma, deja libre el campo militar de Europa a la OTAN, bajo promesa de ésta de constituirse
en un ente político y ya no de un bloque militar. ¿Cumpliría la OTAN su promesa? –Claro que no.
Dicho de otra forma, Gorbachev le dejó la cancha libre al equipo rival, que nada tiene de atinada,
sino mucho de sometida. Fue aún más lejos la curiosa pretensión de aquél perestroiko: propuso
ingresar a aquel pacto militar rival, a su propio país.

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7. Reformas económicas para destruir el socialismo y la Unión Soviética. Fue advertido
Gorbachev que el tipo de reformas que pretendía ejecutar traerían el desastre, pero hizo caso omiso
y abrió la Caja de Pandora de donde saldrían malvados seres, allí aprisionados para distribuir
desgracias en la sociedad (de acuerdo a la leyenda griega antigua) Si lo hizo de buena fe resultó
un iluso ingenuo por no tomar las medidas estratégicas adecuadas de protección; sus cálculos
fallaron, desarrolló fuerzas que no pudo controlar resultando víctima de su curiosa candidez
política. Su Perestroika fue calificada como: Katastroika porque llevaba una catástrofe inmersa.
No faltaron voces que lo acusaban de agente del capitalismo porque lo rodeaban dudosos asesores,
especialmente económicos con generosas ofertas financieras para cuando los cambios sean
consolidados.

Amargos fueron los resultados de la Perestroika. Su patriarca, el frustrado como amargado Gorba-
chev quedó virtualmente expulsado del poder al desaparecer la Unión Soviética. Se la pasaba
deambulando por Europa haciendo declaraciones y escribiendo artículos para sostener –después de
haberlo liquidado– que aún cree en el socialismo: "El ideal socialista todavía está vivo y, en mi
opinión, la búsqueda de otros modelos, la necesidad de experimentar, de no encontrar un nuevo
sistema de vida, son parte del ideario socialista". Pretende que se comience desde las ruinas que
aquél dejó en un nuevo ambiente capitalista, sediento de hacer dinero.
Su pregonado anti stalinismo no lo reivindicaría en nada ante la historia. También el Premier Nikita
Jurschev fue anti estalinista, pero no destruyó ni su patria, ni su imperio trabajador; menos
comprometió su ideología. No resultó carente de objetividad la calificación que mereció Gorbachev
como traidor, dado por los propios trabajadores de la Unión Soviética, que lo expulsaron del Partido
Comunista.
Es preciso, sin embargo, guardar mucha atención en el desarrollo de los hechos. El proceso de las
reformas ha partido de estrictas bases de orden legal y pretendió ser ordenado, metódico y gradual.
En ese sentido comenzó con la proclama de la Perestroika que hizo aprobar con el partido, dirigiendo
sus experimentos. Separó al partido de la producción, dio amplia autonomía a las unidades produc-
tivas para evitar que se conviertan en carga para el Estado, y permitió que la crítica sea escuchada y
no reprimida. Lo anterior implicaba una feroz guerra contra la burocracia, sobre lo cual se pronunció
abiertamente; sin embargo con ello ya ganaba su primer enemigo: el sabotaje de aquella burocracia
que se oponía, frenaba y retardaba el proceso del socialismo.
Aquella burocracia, de alguna manera, y por muy carga que haya significado en la sociedad, era la
estricta contralora de la producción. Por muy exigente y despótica que haya sido lograba cuotas que
fijaba la economía planificada. Por muy inmoral, aprovechadora, odiada y desprestigiada que haya
sido mantenía el funcionamiento –aunque forzado– del sistema. Liquidarla equivalía a liquidar la
economía basada en los principios de la sociedad para adoptar los del lucro. Gorbachev fue el torpe
ingenuo que, suponiendo liquidar a la primera, supuso que florecería la segunda. No se imaginaba
que liquidaría a ambas. Mató al parásito y a la planta al mismo tiempo.
Ahora ya se puede comprender cuán pobre y auto consoladora para aquél fue su frase: "se nos
derrumbó el sistema antes que podamos hacer nada", ignorando u olvidando que aquél mismo
derrumbó al sistema, edificado y consolidado en 70 años, porque destruir es fácil; en cambio
construir, no. El sistema tenía su propia estructura asegurada que, aquél singular redentor, la socavó
desde su base, sin establecer nada nuevo ni positivo, excepto improvisaciones e ideas cautivantes.
Ofrecía las fábricas a los propios obreros que así lo desearan, o tierras a los campesinos, dilapidando

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la costosa estructura de las granjas del Estado, sin que ni unos ni los otros tengan experiencia en la
administración directa. Por otra parte, en una economía en derrumbe, aquello nunca brindaría
entusiasmo, sino pavor.
En plenos momentos de la crisis, el profesor Alexander J. Motyl, de la Universidad de Columbia,
Nueva York, experto en asuntos soviéticos, ya lo advirtió: "Gorbachev puso fin a la conducción
económica centralizada sin crear nada en su lugar. Como consecuencia, las repúblicas [de la URSS]
tienen lo peor de los dos mundos: no son capitalistas ni comunistas, y lo mejor que pueden esperar
es un estancamiento prolongado".
El antiguo periodista, filósofo y prominente académico francés Jean-François Revel, socialista en
su juventud pero luego exponente del liberalismo clásico del libre mercado, por su parte sostenía
que sería una locura que Gorbachev democratice la Unión Soviética sin que ésta se descomponga,
ya que el ligamento que la mantenía unida era el comunismo.
Las consecuencias de la descomposición Gorbacheana fueron el abandono de la producción a su
propia suerte y sin capital de operación, aunque ya no había el rígido control de la burocracia del
partido. Los gerentes de todas las empresas industriales y comerciales, los directores de las unidades
agrícolas, granjas cooperativas y estatales (koljosianas y sovjosianas) y, en fin, los directores de
toda unidad así sea de producción de ideas (cine, universidades, arte, etc.), estaban acostumbrados a
recibir órdenes del partido. Carecían sin mentalidad empresarial privada, de mercado, porque
estaban formados en la convicción de ser el engranaje de una gran maquinaria.
Debe entenderse que la estructura económico política de la producción no permitía hacer negocios
lucrativos a las empresas (especulación), ni hacer lo que se les ocurra, ya que eran parte de un todo
social donde aquellos nada planificaban. Solo ejecutaban instrucciones.
Por esta razón, de repente quedaron librados a su propio destino sin saber qué hacer; sin norte ni
brújula alguna. El comunismo de mercado abortó al nacer porque se lo quiso aplicar de golpe. Peor
aún, abrió ojos corrompidos de los gerentes burócratas para negociar –con muchas ventajas
personales, inmorales como antipatrióticas, para sí– las liquidaciones, traspasos y ventas de las
unidades productivas, en favor de los intereses capitalistas. Estos últimos ya estaban esperando
aquello en las puertas, sea para asociarse o preferentemente para adquirirlas a precio de gallina
muerta.
Ante semejantes circunstancias criminales contra el país, la imbecilidad del pregonador demagógico
de la libertad, la democracia y otros mitos ya no podía detener la avalancha de los negociados. El
fenómeno de la desmembración de las estructuras, la desarticulación del mercado natural, la
desconexión con el Estado destruyó definitivamente lo que quedaba de la economía socialista. Ya
no había el catalizador que lo vigorice todo; había desaparecido. Tal cosa eran los comisarios del
Estado en la producción, bajo la dirección del partido, como lo es la empresa privada bajo el dominio
capitalista. Consiguientemente, por muy crítica que haya sido en los últimos tiempos la acción de la
burocracia como el partido, el remedio suministrado no operó como tal, sino como un letal veneno.

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III. Espectacular caída de la revolución

1. Vigorosa invasión de la superestructura capitalista. La sociedad daba la sensación de despertar


de un extraño letargo que no le dejaba pensar propiamente, porque el Estado controlaba y dirigía en
buena parte su pensamiento; situación que tampoco estaba muy mal porque el capitalismo produce
efectos perniciosos que había que evitar, procediendo acertadamente el socialismo con restricciones
para mantener la pureza del sistema. Llega un momento en que el pensar libremente, resulta
desorientador y pernicioso porque las puertas abiertas antes cerradas al capitalismo permiten el
acceso a las lacras occidentales.

Buena parte de la juventud, –que ya había nacido sin la explotación de los amos tradicionales, no
conoció pobreza ni miseria y, más bien, adquirió ilustración obligatoria– se siente con derecho a
exigir más. Operaba muy bien el trauma psicológico de las puertas abiertas, bajo el pretexto de
“libertad”. Cunde la desorientación porque el primero en provocarla es quien antes lo orientaba en
forma opuesta, sólo que esta vez lo arroja simplemente al amplio mundo caótico de la libertad (creer
en lo que se desee). El principio de la economía del mercado ya comenzaba a rendir sus frutos con
la multiplicación de las ideas.
En ese mercado gratuito, la demanda de ideas “nuevas” que ejerce la sociedad desorientada es
grandiosa; en cambio la oferta del debilitado socialismo, muy modesta. La superestructura del
sistema en caída, no alcanzó a producir todavía –pese a sus 70 años de revolución– el caudal rico e
inagotable de cultura del verdadero hombre libre en favor de la humanidad. Le faltaba algo muy
importante, quizá más tiempo. En la coyuntura de bancarrota, ya no podía competir con la barnizada
superestructura del capitalismo, no obstante los inmensos progresos socialistas en la literatura, las
artes plásticas, producción cinematográfica, ballet, y muchas otras manifestaciones de la cultura.
Parecía que los temas culturales padecían de un malestar denominado: monotonía socialista. La
juventud –excitada con lo nuevo– prefería material de aventura y aún de riesgo y desenfreno.

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Dada el ansia de información para saber por otras versiones, que es lo que pasa en el mundo, la vasta
oferta del capitalismo ya no tenía problema en cruzar las fronteras. De otro lado, también agradaba
el estilo agilizado de los países occidentales en contraposición al propio, previamente controlado por
la censura. En estas cosas pensaban muchos intelectuales soviéticos para apoyar la perestroika.
Naturalmente el sediento entusiasta puede también tragarse en su ingenuidad, píldoras cuadradas ya
que no se le ocurría pensar que tampoco la información occidental sea objetiva, dada su alta dosis
de interés político y falsedad. Sin embargo, ¡vaya uno a hacer entender lo contrario, en aquellos
momentos!
En aquellos días –estamos en 1990– el ex alto miembro del partido y desertor de la causa leninista,
Alexander Yakovlev, en un discurso en la Universidad Lomonosov de Moscú, con todo entusiasmo
sostenía: "El país bulle. La lucha a menudo carece de reglas; chocan no tanto las culturas como la
incultura; son frenéticas las búsquedas de la verdad y es atormentador el anhelo de la libertad y la
justicia”. Pretendía, usando fraseología literaria, que el hombre “libre” viva y actúe en una tierra
“libre”. Empero y contra la firmeza de los defensores del socialismo, acusaba que “ha tropezado con
una defensa profundamente escalonada que le oponen la incomprensión, la rabia, el pánico, el
dogmatismo irretractable y la escolástica. Esta defensa se alterna a menudo con contraataques
peligrosos. Son estos conservadores los que generan la inseguridad, paralizan las reformas, fomentan
la desconfianza y frenan el avance. Unos hablan del desorden y añoran el pasado, desde el reciente,
el de Brezhnev, hasta el alejado, el de Stalin…"
Como puede verse, la reacción pro capitalista, esta vez llamaba conservadores, a los comunistas,
además de otros motes indicados líneas más atrás. Si ponemos las cosas en su lugar, el panorama
resulta más claro. No era el futuro lo que se aproximaba; era simplemente lo novedoso, la vuelta al
pasado de la explotación, aunque con sus formas externas más depuradas y decoradas.
El primer impacto superestructural comienza con las ideas religiosas que –fruto de la vista hacia el
pasado ruso– fueron resucitando como reivindicación. Se veía en tal pasado tradiciones que no se
podían abandonar: La Iglesia Ortodoxa, expresión milenaria nacional, contribuyendo a esto un
cúmulo de personajes arcaicos que habían resucitado con impulsos políticos). Junto a aquellas se
iban importando –o iban llegando– sectas cristianas rabiosamente anticomunistas como los Testigos
de Jehová, mormones y un sinnúmero de cultos obscuros, incivilizados, fanáticos y aberrantes, pero
con suficiente dinero para su infraestructura en la conquista de las almas abandonadas. El propósito
ideológico era diáfano: inculcar que en esta tierra no habrá jamás el paraíso comunista, sino en la
otra del más allá [excepto el singular paraíso del que gozan millonarios y multimillonarios. Dios así
lo quiere, según aquellos]
La influencia occidental del pluripartidismo también ya daba sus frutos. La camarilla del partido,
que comandaba el Comité Central, sin consulta nacional con las bases, determina que el Partido
Comunista de la U.R.S.S. renuncia a constituirse en partido único. De este modo también se abría
las puertas del poder a un cúmulo de partidos, principalmente de la burguesía; aunque también
resucitaron los grupos pro-monarquía, pro nuevo imperio, nacionalistas, liberales de cuño occidental,
social demócratas, y aún pro nazis. Varios de aquellos tenían sus programas calcados de Inglaterra
y los EE.UU.
Se dieron las condiciones para que la política de elecciones, sea el mismo juego de dólares,
componendas, conflictos, caos, fraudes, oferta de cargos públicos, sobornos, compra de la prensa y
de la radio, etc. y todo lo demás que el pueblo del mundo capitalista conoce.

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En el diario acontecer del pensamiento, ya no era extraño que una variedad de periódicos norteameri-
canos, ingleses, alemanes y publicaciones, inclusive gratuitas, se ofrezcan en las esquinas de las
calles de Moscú y otras ciudades; también libros. Para borrar el pasado socialista, ya faltaba muy
poco tiempo, porque continuaba el desmontado del pasado anterior cuando se procedía al cambio de
nombre de una infinidad de instituciones y al derribe de monumentos. Leningrado, la segunda ciudad
de la URSS, dejó de llamarse tal para volver a su pasado que honraba al Zar Pedro el Grande (hoy:
San Petersburgo)
El trauma de las ideas, naturalmente habría de abrir puertas a todo; desde la música inconsciente del
Rock y del Rap, porque que causó entusiasmo a la juventud soviética, hasta cualquier otra cosa que
guste. Como se vivía la fiebre o el delirio por algo diferente, no importaba el desenfreno porque se
trataba del uso de la libertad de las personas; a eso se debe el ingreso de la pornografía en idioma
ruso, el consumo de estupefacientes, la prostitución y otros fenómenos que jamás existieron.
Proliferaron después variedades de restaurantes o "snacks" de tipo occidental, particularmente
norteamericano, tales como Mc Donalds, Pizza Hut, Kentucky Fried Chicken, Donkin Donuts hasta
el ingreso de refrescos gaseosos como la Coca Cola.
El mundo socialista –ya ex mundo socialista– sufrió la higiene de un lavado de cerebro, con
peligroso detergente alucinógeno.

2. Proceso de destrucción de la U.R.S.S. El relajamiento del socialismo comenzó a producir efectos


negativos en las diferentes repúblicas componentes de la de la Unión Soviética, donde surgían fuertes
atisbos regionalistas y nacionalistas al amparo del exceso de las libertades; extremadamente útiles
para la destrucción. Particularmente el imperialismo norteamericano estaba muy interesado en aquél
resquebrajamiento y separación y nunca le agradó el tamaño de aquella gigantesca unión, porque le
significaba un temible rival; criterio que quedó confirmado después por sus portavoces.

En su inquietud por el apoyo extranjero ante aquellos conflictos internos, casi diarios, Gorbachev,
el Presidente soviético, no tenía otra alternativa que seguir rindiendo exámenes de democracia ante
la comunidad internacional, y mover la cola como un can en busca de la complacencia del amo
principal y sus vasallos europeos que, en forma sutil, no cesaban de hacerle advertencias. Por esta
razón estaba prevenido de tratar el problema separatista sin ayuda de la fuerza, que cualquier otro la
hubiera empleado anteriormente en cumplimiento de su deber. Para salir de aquel problema propuso
medidas retardatorias: una Ley de desmembraciones, sujeta a varios años de prueba, pero inevitable
en sus consecuencias de disgregación.
Aquél colosal imperio, que sacudió a la humanidad entera para instaurar un mundo nuevo y futuro
luminoso para la humanidad –y constituía una garantía para la edificación mundial del socialismo–
avizoraba una horrible crisis potencial. Con semejante medida premonitoria de muerte anticipada, la
desgracia se hizo inminente.
Lituania había caído en manos de un movimiento ultra reaccionario que utilizó la independencia
como plataforma de lucha. Fue el primer país en declarar su separación de la Unión Soviética,
aprobando de inmediato su nuevo emblema, himno y Constitución, explotando desde sentimientos
antisoviéticos y particularidades nacionales propias hasta su lengua propia y su religión católica, para
dar más fuerza a su decisión. Su audacia contrastaba con su diminuto tamaño. La respuesta de
Gorbachev fue el corte en los suministros de petróleo que abastecían al país separatista.

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Letonia, fue el segundo país que, aunque sin la gran unidad demostrada por Lituania, también
proclamó la independencia con el contagio y apoyo de su vecina. Estonia, siguió el camino de las
anteriores. De esta forma el movimiento independentista de aquellos tres pequeños países del
Báltico, enfrentó con más fuerza al imperio en decadencia. El problema no eran aquellas, sino el
astuto respaldo y advertencia occidental de que no sofocar militarmente las aspiraciones de los
movimientos nacionalistas.
Georgia, le siguió a la cadena separatista, pero ofreciendo cumplir con la ley de secesiones que le
haría esperar cinco años. Un movimiento nacionalista, capitaneado por Zviad Gamsajurdia, un
ardiente anticomunista, tomó el poder y adelantó pasos hacia aquél objetivo. Comenzó a perseguir
físicamente al partido comunista de esa nación. Armenia y Moldavia, ya habían igualmente dado
pasos independentistas.
Rusia, el país más más grande (la Federación Rusa), a través de su nuevo vocero Boris Yeltsin,
expulsado anteriormente del partido comunista por el mismo Gorbachev, pero vengativo y
ambicioso de poder, anunciaba que también podría declarar la independencia. Aquél personaje, ya
electo como Presidente de Rusia, buscaba poder completo, siendo obstáculo la maquinaria aún
vigente de la Unión Soviética.
Ucrania, mostraba fuertes brotes de nacionalismo independentista, fenómeno que también se hizo
realidad en los países asiáticos de la URSS.
En su desesperación Gorbachev convoca a referéndum para que el pueblo soviético se pronuncie
sobre el mantenimiento o no de la Unión Soviética. La respuesta resultó positiva, pese al sabotaje de
algunos países que impidieron la consulta, aunque el aliviante resultado no detenía la presión
internacional, bastante enérgica en favor de los tres países del Báltico. En estos países –quizá por
estrategia, para no ser afectados por la fiebre antisoviética– sus propios partidos comunistas,
decretaron independencia del Partido Comunista de la U.R.S.S.
La presión continuaba arrolladora. Comenzó a aparecer reconocimientos internacionales a las nuevas
repúblicas del Báltico, también con el apoyo del nuevo régimen ruso, pareciendo irreversible la
separación. Empero, cuando llegó el momento –forzado– de aceptar y reconocer la independencia
de Estonia, Letonia y Lituania, este extremo –en vez de calmar la situación– dio aún más aliento a
los demás países separatistas.
En este estado de cosas, esta vez por la crisis económico política del país, se produce un Golpe de
Estado. El Vicepresidente de la URSS Genady Yenayev, de línea ortodoxa, en colaboración con
algunos militares toma el poder por muy pocos días, el mismo que aborta por su pésima dirección y
estrategia.
Es entonces cuando se dan las condiciones para que los rabiosos y vengativos anticomunistas, unidos
a los jovenzuelos admiradores de la nueva ola occidental, explosionen y den rienda suelta a su
histeria personal. Como ya se dijo, estos jóvenes no conocieron los sacrificios de los constructores
de la Unión Soviética; menos el hambre ni la guerra y nacieron en una sociedad ampliamente
superior.
Se trataba ahora de arrasar con todo lo que sea símbolo del despreciado régimen. Por donde quiera
que se recorra, había que derrumbar monumentos de los héroes de la Unión Soviética, silenciar a sus
personajes, cambiarle nombres a las calles, tirar al suelo las estatuas de Lenin, quemar la hoz y el
martillo (como emblemas del comunismo), consolidar la desaparición de Leningrado, resucitando

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oficialmente el nombre de San Petersburgo a la ciudad. La medida más seria que pretendía Yeltsin
(sin lograrlo efectivamente) fue prohibir oficialmente la vigencia del partido comunista, situación
que ya se había aplicado en Ucrania, los países del Báltico y Georgia.
La verdadera crisis política recién estaba por llegar. Ante el desarrollo de semejantes
acontecimientos, los diferentes países de la URSS comienzan a temer por su futuro y por los desas-
tres que puedan venir de la administración centralizada, caótica y casi sin poder. Esta situación les
hace decretar inmediata y unilateralmente su independencia a Bielorusia, Azerbaiján, Ucrania,
Moldavia y Armenia.
Se realizan reuniones extraordinarias y directas entre los diferentes países que aún componían la
URSS.
Uzbekistán, Kirguiztán, Turkmenistán, Thadjikistán y Kasakjstán –los que faltaban– dan la
respuesta adecuada al estado de las cosas. Se va triturando la Unión Soviética y sólo le queda ya el
nombre. Rusia se queda sola y el soberbio Boris Yeltsin, dueño de su situación, ex apoyador de la
independencia de cualquier país que lo desee, esta vez comienza a retroceder y amenaza a sus propias
minorías nacionales rusas (que también pedían independencia) En un momento de arrebato por la
separación de Ucrania –el segundo país más grande– decide tomar en sus manos el futuro de la
situación.
Convoca a reuniones bilaterales con presidentes de las repúblicas independizadas, y resignando
respetar de sus independencias nacionales, acuerdan Rusia, Bielorusia y Ucrania –las tres repúblicas
eslavas– en formar una agrupación de estados independientes (tipo Comonwealth británico), ente al
cual invitan a adherirse a todas las ex repúblicas soviéticas, sobre la base de su independencia,
cualquiera que sea el régimen político que aquellas encarnen, y sobre principios de cooperación
recíproca. A los pocos días se adhieren todas las invitadas, excepto las tres del Báltico y Georgia
(que no pudo pronunciarse, dada su guerra civil).
Así nace un organismo internacional sustitutivo, puramente formal, la denominada C.E.I.
(Comunidad de Estados Independientes), un simple paliativo de subsistencia y amistad.
Al haber desaparecido virtualmente la Unión Soviética, naturalmente debía desaparecer su
infraestructura, su Parlamento y su burocracia. Rusia. En particular, el amadísimo Yeltsin, –que tenía
viscerales razones de venganza frente a su expulsador Gorbachev– se encargaría de hacer desalojar
el Kremlin al triste Presidente, maestro redentor (pero alumno aplazado de sí mismo). Este buen
señor perestroiko –admirado por la opinión pública occidental, agradecido por la unificada
Alemania y los nuevos gobiernos burgueses de la Europa Oriental, laureado con el Premio Nobel de
la Paz, declarado "Hombre del Siglo", etc.– ya inservible, se quedó sin pueblo al cual mandar, ya
sin recursos para subsistir. Sus arcas fiscales se habían quedado sin un solo centavo semanas
anteriores, en la completa soledad del ostracismo en la propia tierra que le vio nacer (Rusia). Su
misión cumplida no resultó nada halagadora, sino más miserable: la destrucción de todo un grandioso
sistema, aún en edificación y la destrucción de la Gran Patria socialista, la Unión de Repúblicas
Socialistas Soviéticas creada por el heroico pueblo ruso, bajo la dirección del hombre más
significativo del Siglo XX: el gran Lenin.
Son atinadas las palabras finales para este capítulo, expuestas por Fidel Castro: "el socialismo no
muere de muerte natural, muere asesinado por la espalda, el socialismo muere además por la
incapacidad de defensa de sus partidos y sus líderes".

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Es útil recordar que después de aquella desintegración, también se desintegraron otros países
socialistas europeos. Checoeslovaquia se partió en dos. Yugoeslavia, después de prolongadas
guerras se dividió en siete partes, Azerbaijan perdió territorio, (cercenado por Armenia) y Georgia
sufrió graves separaciones.

La disolución de la Unión Soviética arrastró una severa crisis económica y una caída desastrosa
en los niveles de vida de sus integrantes; situación muchísimo peor que en la Gran Depresión o
“Crack” de fines de 1929. Todas las economías ex soviéticas y también las ex socialistas de
Europa del Este, se empobrecieron e hizo su aparición la triste realidad del hambre, la miseria y la
delincuencia.

El Presidente de la Rusia actual, Vladimir Putin, al recordar el desastre de la URSS, afirmó que la
caída de la Unión Soviética ha sido la mayor catástrofe geopolítica del siglo XX. La epidemia de
destrucción se expandió incluso en Rusia. El ahorro de los ciudadanos fue aniquilado y los viejos
ideales destruidos.3

3. Causas reales para la caída del socialismo. Un examen cuidadoso del fenómeno, permite
dividir sus causas en tres partes: causas internas, causas externas y factores coyunturales.

A) CAUSAS INTERNAS, Corresponden a la naturaleza misma de la sociedad socialista, por haberse


producido dentro aquella:
a) La contracción gradual del crecimiento económico. A diferencia de décadas anteriores,
cuyas estadísticas señalaban un acelerado progreso, que superaba en buena parte a los
países capitalistas, la tendencia al inmovilismo, se hizo evidente. Mientras tanto, el
capitalismo internacional quedaba airoso en su crecimiento cuantitativo y cualitativo,
gracias a la informática y las comunicaciones.

b) La producción de bienes de consumo estuvo limitada. Al triunfo de la revolución en 1917,


la economía era preponderantemente agrícola y no fue fácil el desarrollo de la industria
pesada, porque tanto la Segunda Guerra Mundial como la agresión imperialista, forzaron
–contra sus propósitos– a concentrarse en la industria de la defensa, que se convirtió en
real prioridad para igualar y aún superar al adversario militarista.

3
La periodista rusa Nadezhda Alexandrovna, hizo saber que a raíz del colapso de La URSS y apertura de fronteras,
se incrementó al por mayor la trata de mujeres, cosa que nunca lo permitió el bloque soviético, que tenía a su favor
su estricta y cerrada estructura.

La propaganda pintaba a Occidente rico y lleno de oportunidades. Ante la feroz crisis, infinitamente superior a los
problemas domésticos del socialismo, las mujeres se convirtieron en estímulo para escapar del surgido infierno.

Algunas tuvieron suerte; empero la mayoría (ya empobrecida en el país), acabó paupérrima en el extranjero; gran
número como prostitutas y otras como esclavas sexuales. La situación llegó al extremo que, en este espléndido
negocio de tráfico, aparecieron involucrados los cuerpos de paz de las Naciones Unidas. Los ex países socialistas
acabaron como proveedores de mujeres para satisfacer los instintos de las bestias antropoides del “Mundo Libre”.

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c) El fracaso de los esfuerzos internacionales de la Unión Soviética, para la reducción de las
armas nucleares. Esta situación obligó a continuar con la ultra costosa industria militar.
Tanto la URSS, como los países socialistas de Europa del Este, pagaron muy caro su escaso
desarrollo capitalista previo. Como bien lo dijo Maurice Godeliere: “El drama del
socialismo es que ha tenido que aprender a caminar con las piernas del capitalismo”.

d) El aumento de la ineficiencia, corrupción, mercado negro y el descontento. Podemos sub


clasificar esta enunciación, y ampliarla con más aportes intelectuales:

d.1. Ineficiencia. Un Estado que deviene en burocrático, pierde su norte y los mecanismos
de su economía y administración actúan como máquina pesada. Su personal trabaja porque
debe cumplir órdenes, su horario y justificar salario. La consciencia del deber social con el
pueblo y la patria se relajan y desaparecen.

d.2 Corrupción. No obstante que la corrupción fue infinitamente menor que en los países
capitalistas, –sin brindar condiciones para convertirse en capitalista– no se puede negar
que este fenómeno constituyó una alarmante y permanente realidad. La corrupción era la
respuesta a fallas en la distribución o su insuficiencia en la producción. También por
desajustes que se imponen desde arriba, cuando hay otras fallas por factores extraordinarios
(crisis del transporte, sequías, y otros fenómenos naturales y sociales)
d.3. Mercado negro. En los momentos de las restricciones, el mercado negro se convierte
en la respuesta forzada a la demanda. Beneficia a minúsculos grupos de la burocracia en
posiciones propicias y perjudica a la población, al imponerle precios superiores, que le
obligan a restricciones familiares.
d.4 El descontento. Este fenómeno es el resultado de la convicción mayoritaria que
perciben privaciones para sí y privilegios para capas superiores de la administración estatal,
porque rompen con el principio socialista de la igualdad, sea en la crisis o en la prosperidad.
Uno de aquellos privilegios era la existencia de almacenes exclusivos para altos
funcionarios, alentando el odio por la discriminación, cosa que se hace peor cuando se
continúa proclamando frases propagandísticas huecas en favor de un socialismo que se
descompone por dentro.
e) La pérdida de confianza de las masas al Partido. Esta situación se ha exhibido cuando en
ninguno de los países del colapso, salieron las masas a defender al sistema, pese aún al
sacrificio heroico por una nueva sociedad, por los predecesores.

f) El descontento de los intelectuales. Este fenómeno no tenía como expresarse por no haber
forma de hacerlo, además por temor a la represión. Cuando llega el momento en que tiene
abiertas las puertas para hacerlo, y manifiesta su criterio positivo para las reformas, la
oculta contrarrevolución, que esperaba su momento, desenfrena exageraciones y calumnias

B) CAUSAS EXTERNAS. Se trata de factores que se generan desde fuerza mediante gigantescas
campañas, bien organizadas, cuya finalidad fue socavar la credibilidad en el sistema socialista, en
ambos lados.

41
La primera (dentro la órbita de dominio capitalista), comprendía entre muchísimas otras cosas:
 La creación de organizaciones de acción propagandística difamatoria contra la Unión
Soviética y países socialistas, sosteniendo la existencia de una cruel tiranía contra el
pueblo, para someterlo al hambre y miseria, persecuciones y crímenes. Se pintaba una
sociedad malvada sin Dios, patria ni hogar, donde los hijos eran arrancados a sus padres
para entregárselos al Estado.

 La dotación de recursos a partidos políticos de distintos países, aún de índole progresista


para aislarlos del socialismo. Está plenamente comprobado, por propias publicaciones
oficiales, que se entregaron generosas ayudas pecuniarias, tanto de la Agencia Central de
Inteligencia de los Estados Unidos (CIA) como de Europa, en favor de los partidos social
demócratas y demócrata cristianos. Aquellas entregas incluyen a sus líderes, teóricos y aún
filósofos como el inglés Harold Laski y el francés Jacques Maritain.

 La dotación sutil y camuflada de recursos a partidos políticos y movimientos de extrema


izquierda (trotskistas, por ejemplo) para que aquellos hagan frente a los comunistas, les
quiten las direcciones sindicales e infantilicen el movimiento revolucionario obrero con
medidas ultra radicales. El propósito fue dividir a la clase trabajadora.

 El aliento y colaboración pecuniaria a cualquier escritor que produzca material útil


anticomunista.

 La implantación de infraestructuras de propaganda anticomunista: radio, televisión, prensa,


libros y revistas en distintas partes del orbe (Radio Europa Libre, por ejemplo)

 El espionaje a las organizaciones revolucionarias occidentales, mediante agentes


infiltrados, para detectar sus actividades.

La característica de la estrategia indicada se basaba en satanizar al socialismo y particularmente a


Stalin, para lograr efectos de desorientación.
La campaña dentro los países socialistas, basada también en la sutil infiltración:
 Alentaba a la deserción del comunismo, en el bloque oriental y al autoexilio con
ofrecimientos pecuniarios, diversos como otros atractivos. Se perseguía la fuga de
cerebros, técnicos, personalidades famosas y la emigración en general. Se brindaban
generosos “asilos” y puestos de trabajo, a todo el que “escape” de la tiranía comunista.

 Enfatizaba el carácter “democrático” y de amplias libertades en los países capitalistas, con


vistas tentadoras de abundancia de productos materiales a disposición de la gente más su
vida nocturna exótica.

 Hacía hincapié en la superioridad tecnológica de los países capitalistas y cierto grado de


progreso al que aún no habían alcanzado los países socialistas.

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Pretendía destacar la notoria superioridad militar de occidente y que, en caso de guerra, la
perderían los países socialistas.
 Espiaba directamente y de distintas maneras a la misma URSS y países socialistas con
objeto de tomar conocimiento sobre su progreso económico, político, científico, urbano y
cultural.

C) FACTORES COYUNTURALES ADVERSOS. Se refieren a una serie de sucesos y realidades, de


resultado interpretativo caprichoso, ajenos a la voluntad de la dirección socialista como de sus
detractores. Los ejemplos son abundantes; empero se destacará algunos.
El pueblo soviético tuvo limitado disfrute en la producción de bienes de consumo, generado en la
necesidad de ceder ese espacio para otras prioridades. Vale decir, la industria liviana tuvo que
resignar ese lugar para acrecentar el poderío armamentista de defensa contra la agresión exterior.
Mientras tanto, el capitalismo exhibía un comercio abundante y variado de bienes de consumo,
con elegante iluminación en escaparates y otras formas de presentación.
Es entendible que por esta razón la Unión Soviética pudo enfrentar al enemigo en la Segunda
Guerra Mundial; empero tenía el gran peso de restaurar a continuación su economía destruida por
aquella contienda. Por supuesto no se encontraba en condiciones inmediatas de mejorar la calidad
y cantidad de aquellos bienes (vestimenta, alimentación, detergentes, medicinas e innumerables
otros productos) Tampoco su industria pesada podía aún avanzar como lo hacía la industria
capitalista, particularmente los EE.UU, cuyo país se encontraba fresco por no haber sufrido un
solo rasguño de guerra.
Las consecuencias de este factor adverso, eran que cualquier enemigo del socialismo se daba el
gusto de pregonar que el socialismo sólo trae pobreza y mala calidad. Mucha gente así lo creía.
Hablemos ahora de otro factor adverso. La tendencia autoritaria del Estado y la represión política
–tanto en los comienzos como en el desarrollo de la Revolución Rusa– fue una situación
inevitable, casi no prevista, pero necesaria para imponer el orden frente al caos. Es claro que la
guerra civil, la invasión extranjera, la difícil construcción de una nueva economía, más el
desabastecimiento, descontento y sabotaje tuvieron efectos negativos. Empero, por igual se
difamaba al socialismo como un vulgar sistema dictatorial, degradante a la dignidad del ser
humano
El anterior ejemplo muestra cuán mucho pesa la realidad sobre misma ideología. Sin embargo para
la difamación aquello se llamaba: “desviacionismo”
Existen más ejemplos. Cuando se normalizaron las condiciones de la economía socialista, esta
situación fue generando un incremento cuantitativo de la burocracia, que resultó muy efectiva por
la rigidez que imponía en el trabajo (cuotas de producción, normas, control, severos castigos y
premios de honor) Fue una situación, que no pudo auto evitarse ni superarse a una forma menos
pesada porque así lo exigía el crecimiento económico nacional.
A aquello se debe que la propaganda anticomunista no se haya cansado en sostener que bajo el
socialismo se ha reemplazado a la clase capitalista por una nueva clase burocrática “explotadora”
(Capitalismo de Estado)

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Continuemos. El ideal revolucionario marxista-leninista de la dictadura del proletariado, no llegó
a hacerse realidad por el peligro del desviacionismo. Resultó mucho más práctico y efectivo que
el Partido asuma aquella tarea a nombre de la clase trabajadoras. De esta forma, y como la clase
trabajadora constituía una la gran mayoría, ésta sólo podía estar representada por sus dirigentes,
generando otro aparato burocrático, aún dentro del Partido. He ahí otro material para continuar
acusando otras desviaciones.
Un último ejemplo de oportunidad política. El pacto nazi-soviético de 1939 entre los cancilleres
soviético y alemán, Molotov-Ribbentrop, no tenía como objetivo un entendimiento ideológico
entre dos tendencias antagónicas (nazismo y comunismo), menos un acercamiento comercial,
cultural o de otra naturaleza. Se trataba de un pacto de no agresión por diez años, pero consolidaba
algunos objetivos nacionales territoriales a favor de la Unión Soviética que, por tratarse de en un
período de pre guerra, había que salvaguardar. Además la estrategia soviética levaba la necesidad
de ganar tiempo para reorganizar el Ejército Rojo con cuya cabeza y jerarquía no dejaron de tener
problemas internos. La dirección soviética nunca dudó que Hitler era un hombre en el cual no
debía confiarse y sabía, que como enemigo efectivo anticomunista, atacaría el país de todas
maneras, así sea más tarde.
Como puede apreciarse otra vez más, la realidad del momento se impone muchas veces a la
ideología. Esta visión pragmática necesaria, no importaba a los detractores del socialismo. Le
importaba sí, explotarla en contra de aquél.

4. Patentes verdades, después de la Guerra Fría.


 El problema de la crisis del socialismo nunca fue ocasionado por razones de estómago
vacío. Nadie se atrevió a sostener que el descontento haya tenido por causa el hambre, la
miseria, el bajo nivel cultural del pueblo o el elevado índice de enfermedades. La República
Democrática Alemana (RDA), por ejemplo, tenía un alto nivel de vida y educación,
superior a cualquier país latinoamericano. Los demás países socialistas, aunque tuvieron
algunas crisis depresivas; jamás recibieron quejas de que sus pueblos hayan sufrido
desnutrición. Es más, nunca tuvieron prostitución ni hubo niño que deambule las calles en
procura de pan.

 La real motivación, cualquiera que haya sido la estrategia para la caída del socialismo
nunca estuvo basada en finalidades altruistas, de libertades desaparecidas, de imponer la
democracia, seguridad, ausencia de terror: menos por amor a la humanidad “esclavizada”
del otro lado de su mundo. Todo aquello era un pretexto de sus obscuros intereses. Su
motivación auténtica fue económica: hacer negocios y adueñarse de las economías en
caída, comprarse países enteros. Y así se hizo.

Para dar un solo ejemplo, basta recordar cómo los alemanes –que invadieron con tropas
militares a Checoeslovaquia en la Segunda Guerra Mundial– medio siglo más tarde la
vuelven a invadir, pero esta vez con copiosos recursos económicos, tecnología y
experiencia. Virtualmente se la compran, ya que el 80% de las inversiones extranjeras,
fueron alemanas. Además, con inteligente previsión –cuidar tanto la estructura como la
propia superestructura– no descuidaron que se debía controlar también el pensamiento. En
este sentido la cadena Newe Pasauer Press se compró una decena de periódicos en distintas
ciudades.

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 Quien piense con criterio sensato apreciará que el socialismo necesitaba reformas y muy
serias. Sin embargo, las reformas, denominadas perestroika, constituyeron un adelanto anti
histórico contra la dinámica del socialismo, si se tiene en cuenta que el panorama mundial
vivía bajo las condiciones de peligrosa polarización. El socialismo crecía y el capitalismo se
achicaba, circunstancias por las cuales la guerra fría, encarnaba la potencialidad de una nueva
guerra mundial, que se veía cerca. La referida perestroika sólo hubiera podido hacerse
efectiva, cuando el socialismo tome el poder en todo el orbe. Entonces, sí, nada hubiera
podido evitar su realidad, ni los cambios hubieran sido traumáticos, como así sucedió.

 La honestidad de cualquier revolucionario del socialismo debe hacerle entender que ni en


Rusia ni en país alguno del socialismo pudo darse la figura de la dictadura del proletariado.
Lenin mismo, con toda su genialidad, percibió que la clase trabajadora, cuando comienza
con su papel revolucionario para la toma del poder político del Estado, se hace propensa a
desviaciones y aún peligros por su falta de experiencia y raciocinio estratégico; situación que
motiva divisiones dentro el movimiento trabajador y aún enfrentamientos peligrosos
internos. La Revolución Rusa los tuvo. Por ello se pensó, como salida al problema, en la
autoridad del partido como guía intelectual y moral del proceso. Sin embargo, nadie podía
prever que en el curso de los años, también éste devendría en un pesado mecanismo
burocrático, con secuelas de anormalidad y corrección.

El material dado deberá ser tema de profunda reflexión para quienes creen en un mundo mejor.

5. Desaliento en los seguidores del capitalismo. Esta situación se acredita por hechos sencillos que
han debilitado, tanto la confianza como la seguridad y el entusiasmo de sus optimistas seguidores,
luego que se dieron cuenta que el socialismo no había muerto.
 El primer síntoma del cambio de situación muestra en que el ideal socialista se ha vuelto
otra vez fuerte Con mucha más claridad y rigor ideológico, la intelectualidad socialista
continúa produciendo más y mejor material de liberación para cambiar la sociedad, acorde
con las nuevas situaciones coyunturales que presenta el mundo. A la inversa, el capitalismo
no produce material de solidez para robustecer su estructura; peor aún en estos tiempos en
que este último se ha desnudado, sin recato, como auténtico destructor de la naturaleza y
el medioambiente. Su único robustecimiento se halla en el militarismo y el uso de la fuerza.

 Las condiciones de sometimiento sutil de los pueblos al sistema han cambiado


negativamente. Ya no estamos en los tiempos de Platón ni de Maquiavelo, cuando
sostenían que hay que suministrar dulces mentiras al pueblo para hacerle grata su sumisión.
La humanidad es ahora mucho más sagaz que antes, pese a los mecanismos de fuerza y
terror que usa el imperialismo aplicar su orden mundial actual su égida, por la rutina de la
costumbre.

 La anterior sagacidad se traduce por hechos que el mismo sistema los reconoce como
evidentes. Una de las muchas sintomatologías de su preocupación, fue la información dada
por la emisora "Voz de los Estados Unidos" cuando reconoce que "hay más marxistas en las

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universidades norteamericanas que en Checoslovaquia y Hungría". Tampoco es de extrañar
que, habiendo desaparecido el "peligro comunista", desapareció también la psicosis que
alimentaba el miedo a aquél fantasma. Consiguientemente habría de surgir el pensamiento
liberador, como así está sucediendo.
.
 No tardó mucho el capitalismo en aparecer como lo es realmente, despintándose a sí mismo.
Al decir del escritor norteamericano James Petras, las huellas dejadas después de la caída
del socialismo, muestran que el concepto: independencia nacional significa la política
económica elaborada por el Fondo Monetario Internacional, FMI y los banqueros
internacionales, el concepto: igualdad significa mayores desigualdades, el concepto:
pluralismo significa el monopolio de los medios de comunicación en manos de los ideólogos
del mercado libre y finalmente el concepto libertad, concentrar en manos de empresarios el
poder de contratar y despedir trabajadores. Citando al renegado Lech Walessa, el Presidente
de Polonia post socialista, la libertad también requiere un látigo.

 El mejor método para combatir al comunismo fue hacerse amante de la libertad. Liquidado
aquél ya no importa lo que venga. Conozcamos brevemente una forma de decepción. Un ex-
soldadito de Moscú, veterano de la guerra de Afganistán, decepcionado cuenta su experiencia
en ocasión de su intervención con miles de jóvenes concentrados ante el edificio del
parlamento ruso, donde se atrincheró Boris Yeltsin para resistir al Golpe en agosto de l991:
"Entonces éramos entusiastas y cándidos...Yeltsin dijo que la democracia y el mercado libre
estaban al alcance de la mano, que sólo había que patear a los comunistas [echarlos a patadas]
Y nosotros le creímos. Ahora estamos frente a la realidad: no sabemos nada de ambos (ni la
democracia ni el mercado libre). El parlamento y los partidos políticos son como un nuevo
circo y los nuevos empresarios me hacen recordar a los estafadores".

 Otra elegante prueba de que el capitalismo, triunfador en le Guerra Fría, no se siente muy
seguro de sus hazañas es que sus titanes billonarios y millonarios, no se ven muy felices,
aún dentro su propio sistema de dominio. No dejan de experimentar dosis de miedo a lo
desconocido, que en el fondo es la rebelión social; por eso viven con muchas seguridades
de orden físico, incluyendo bunkers de seguridad y policía privada.

Lo expresado muestra que han cambiado las cosas y llegado la época de la segunda redención
social porque el capitalismo se mostró como lo que realmente es: un sistema de negocios basado
en el embuste. Y tan grande fue su embuste, que uno de sus pregoneros se atrevió a sostener que
con el triunfo del capitalismo en la guerra fría, la historia había llegado a su fin.4

4
Expresión vertida a mediados de 1989 por Francis Fukuyama, Asesor del Presidente de los EE.UU., cuyo texto fue
ampliamente difundido por los medios de comunicación. Este personaje, dándoselas de filósofo de la historia, tomo el
aserto de Hegel, a su manera, para acomodarlo a la oportunidad del momento en que se encontraba.

El ejemplo muestra que los apologistas del sistema dominante gustan brindar mitos para causar impresión sobre la
gente.

46
IV. Legado de la revolución rusa al mundo

El comentario inicial que corresponde a este importantísimo tema es que, por tratarse de la primera
aplicación práctica de la teoría marxista a una situación real concreta como prolongada, –el
inmenso mundo ruso y el de otros países que se fusionaron a aquel destino– la situación se hacía
virtualmente virgen y resignada a medidas nuevas. No había ninguna experiencia anterior igual ni
similar, excepto los simples antecedentes de anteriores rebeliones sociales, porque la Revolución
Rusa se levantó sola y sin la ayuda de nadie.
Esta situación, –de virtual soledad y aislamiento internacional– hubo de activar la genialidad del
gran Lenin, su conductor principal, que con su férrea voluntad y sabiduría, logró imponerse frente
a las innumerables dificultades que tuvo al frente y salvar situaciones de gran peligro, logrando
resultados exitosos para el avance de la revolución. Naturalmente habría de tener defectos la
aplicación de sus medidas y habría de cometer errores, porque aquella misión equivalía a un barco
en medio de la tormenta, cargado de bruma exterior que impedía la visibilidad. Sin embargo, tan
sagaz timonel, llevó la magistral embarcación hacia adelante, produciendo un cúmulo de
experiencias de alta utilidad, como ejemplo imperecedero de que la humanidad debe marchar hacia
el socialismo. Tal es el primer impacto heroico de la revolución a la sociedad mundial, cuya huella
persiste hasta nuestros días, sin variación, y cuya inspiración impulsa la fe revolucionaria de
quienes aman de verdad al género humano y se hallan dispuestos a continuar con aquella
gigantesca obra de transformar el mundo.

El segundo impacto de la revolución confirmó el carácter científico social de la lucha de clases


como motor de la historia y de mostró irrefutablemente, no sólo que la clase trabajadora puede
hacerse del poder político del Estado e implantar el socialismo [primera fase, del proceso, hecha
realidad], sino que puede conservar el poder [por lo menos por setenta años]

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El tercer impacto fue su intransigente oposición a toda forma de injusticia internacional en el
mundo. En virtud de este principio, mantuvo una posición firme contra el colonialismo y apoyó
efectivamente a todos los movimientos anticoloniales del Tercer Mundo, desde arriba y desde
abajo, en favor de su independencia nacional. Desde arriba, mediante sus vigorosas acciones en la
Organización de las Naciones Unidas, ONU; desde abajo, apoyándolos en distintas formas tales
como el entrenamiento físico de combate, hasta el apoyo material. Semejante impulso
anticolonialista soviético permitió la liberación de países de África, Asia y América, víctimas del
sometimiento y la explotación europea.

Gran parte de los países independizados adoptaron principios del socialismo como modelo de
desarrollo –y este es el cuarto impacto por su ejemplo e inspiración– aunque se trate de socialismo
mezclado con propias peculiaridades nacionales. Importantes líderes de combate –ya en la década
del 60– así lo declararon al asumir el gobierno de sus países, no sin admirar el ejemplo liberador de
la Unión Soviética y su respeto por aquella. Entre ellos se destacan los ilustres presidentes: Jawarlai
Nerhú de la India, Ahmed Sukarno de Indonesia, Ben Bella de Argelia, Gamal Abdel Nasser de
Egipto, Patrice Lumumba del Congo Belga, Muammar Gaddafi en Libia y Julius Nyerere de
Tanzania. Este último expresó con firmeza que "ningún país subdesarrollado puede esperar
convertirse en otra cosa que socialista".

El quinto impacto fue la aceptación para adoptar directamente del modelo revolucionario del
socialismo marxista en distintos países: Cuba en 1959, Chile en 1970, Bolivia en 1971, estas dos
últimas frustradas por la sublevación militar patrocinada por el imperialismo norteamericano y la
reacción interna de las clases privilegiadas afectadas. La Nicaragua de 1990 fue derrotada por los
medios sutiles del imperialismo para derrocar gobiernos (esta vez por elecciones) En África, con
diferentes frustraciones, el socialismo tomó el poder en Etiopía, Angola, Mozambique, el Congo
francés y otros más. En Asia se levantaron Laos, Viet Nam, Cambodia y Afganistán.
La Revolución Rusa también hizo impactó sobre el imperialismo y países capitalistas, porque estos
últimos adoptaron ejemplos de su organización social y formas de progreso científico, que
copiaron por resultarles útiles. Por ejemplo, aplicaron la planificación de la economía.
También aquella gran revolución, –pero esta vez con el doloroso aporte de su crisis y caída–
impactó en la intelectualidad revolucionaria del mundo para que reflexione críticamente sobre la
propia ideología y, –mostrando la honestidad del análisis desapasionado– llegue a la conclusión
de si la teoría fue o no confirmada –total o parcialmente– en los distintos momentos de la cruda
realidad. Y así se ha hecho y lo hacen los intelectuales inquietos, reafirmando que ni la teoría ni el
ideal del socialismo haya muerto, y que el marxismo –como guía de la acción que es– constituye
el excelso método para el estudio e interpretación social de cada realidad específica.
El mejor caldo de cultivo resultó América Latina. Su estado de desarrollo económico, político y
social, se hace propicio para el socialismo, Sus pueblos parecen inmunes a las veleidades que
ofrece el sistema capitalista. El saqueo de sus recursos naturales tiene por contrapartida una mayor
conciencia social. Su innato espíritu revolucionario tiende a la rebelión y a la revolución social.
Finalmente, existe coincidencia histórica; la Revolución Rusa –y así puede verse– prendió en un
país atrasado, mostrando analogía con los países atrasados del Tercer Mundo; más aún con Bolivia,
que mostró llevar gran retraso frente a los demás.

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V. Bibliografia

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Transformaciones Económicas, Sociales y Políticas” Imprenta de T. Núñez Amor. Ave-
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16. Gustavo Portocarrero: “Colapso y Redención del Socialismo”. Editorial Universitaria.


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CADTM.

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