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Cuento a lo’ humano’

Y la tierra estuvo conformada, su centro era líquido y su exterior sólido y llano.


Decidió entonces que ella quería extenderse sobre sí misma, así que creó el vasto
mar y fracturó su dura corteza. De allí surgieron las grandes olas, las frondosas
nubes y las colosas montañas.
Como el planeta deseaba extenderse hacia las estrellas se irguió sobre sí
misma elevando las montañas a los cielos para demostrar su robustez. Y el
horizonte ya nunca más volvió a ser el mismo. Luego fue el turno del océano, su
tarea era dominar los cielos, y entre jugueteo y jugueteo se le ocurrió evaporarse y
convertirse en lagos de nubes; y así era capaz de cubrir el brillo del sol si así le
placía. La tierra es grande y magnífica, el mar y las montañas así lo demuestran.
Y ocurrió que el mar se sentía orgulloso de ser la cúspide de las grandezas
creadas por la tierra, y sintió que necesitaba retribuírselo al resto de las creaciones
de la Gea, entonces decidió que de vez en vez volvería al origen en forma de lluvia
para saciar las gargantas del resto de sus hermanos. Pero resultó que gota con
gota, nada son de manera aislada. Así concluyó que era necesario hablar con las
montañas, las otras grandes creaciones, para que acumulasen una gota con otra y
generar los ríos y los lagos, para que los otros seres pudieran beber de sus aguas.
Y las montañas estuvieron bien dispuestas, recolectando gota a gota mares de
retribución. Hízose la nieve acumulada, y entro el Sol padre a derretir las nieves y
formar los aluviones. Erase creado el gran tributo a la madre tierra. Y gracias a ello
surgió la vida, y crecieron los animales y las plantas.
Las montañas permanecían en el horizonte para mostrarle a las criaturas que
debían honrar a su madre irguiéndose poderosos y macizos, altivos y majestuosos.
Habían marcado surcos y cuencas, para que todos pudieran recordar siempre
dónde el agua nunca habría de faltar.
El mar por su parte, estaba constantemente fluyendo entre el cielo y la tierra,
porque no olvidaba sus orígenes ni mucho menos lo elevado del cielo, y mediante
el agua daba energías a los sedientos caminantes de la vida, para que nunca
dejasen de luchar, de seguir adelante. Así ambos velaban por sus hermanos
menores, tratando de cimentarles el camino para que pudiesen llegar a ser a su
manera, tan grandes como ellos.

Llegó el tiempo de las plantas. La tierra y el mar quisieron pintar a su madre,


y dijeron: “cómeme” y “bébeme” respectivamente. Los árboles comieron tierra y sus
troncos adquirieron su robustez y perseverancia, bebieron agua y las nubes de sus
hojas se pudieron comer la luz, azul más amarillo son igual al verdehoja. Así, una
vez que los árboles se arraigaron en el suelo y se elevaron hacia el cielo, tuvieron
su momento de retribución. Inventaron dos cosas: oxígeno para que sus amigos
pudieran andar y correr por la tierra, sobre todo correr; y flores para aumentar los
colores del arcoíris y aromatizar los vientos traviesos.
Hágase el movimiento danzarín dijo la planetaria madre y los animales
pisaron sus suelos y navegaron sus mares, lagos y ríos, y flotaron sus aires. Y cada
uno invento su propia danza de la vida. Y los animalitos corrieron como el viento,
volaron como las hojas y flotaron como las burbujas. La ternura y la gracia
adornaron sus actos. La travesura que les dotó el viento les confirió el ingenio, y
decidieron usar éste para decidir el tributo. Y como su astucia era gigante, idearon
convertir los deshechos en mana y gracias a eso las heces son el mejor abono para
las plantas. Y de allí surgieron los más frondosos árboles y las más bellas flores.
Y así la vida ha seguido engrandeciéndose y retribuyendo.
En nuestros días ha llegado un nuevo ser, le llaman humano. Puede que
tenga relación con el humo, que sofoca y oculta. Puede que tenga que ver con
mano, pues poseen una extraña herramienta que hace alquimia y transforma hasta
lo inimaginable, que recibe dicho nombre. O puede que sea por ano, porque hasta
el momento solo ha demostrado emanar puros desperdicios a su entorno,
descomposición perfectamente podría ser su segundo nombre.
Éste ser heredó la corrosión del mar y el aire, gracias a eso puede perforar
las majestuosas montañas, cambiar el curso de los ríos y secar los mares. Tuvo la
rigidez de las montañas y piedras, que le permiten mantener sus metas hasta el
final, tercos se titulan muchas veces. De los árboles sacó la capacidad de conocer
sus raíces, historia le llamaron. De las nubes obtuvo la capacidad de ocultar lo
evidente. Del polvo, la minuciosidad y precisión. El viento le dio travesuras.
¿Qué ha retribuido tamaño coloso, se preguntarán? Pues lo mismo nos
preguntamos nosotros.
Uno se imaginaría que son todopoderosos pues tienen lo mejor de todos sus
antecesores, y los superan y someten en todo. Pero por el contrario, nos
lamentamos en comunicaros, que son los más impotentes del planeta, pues no han
sido capaces de ofrendar ni siquiera una pizca de su poder. Tristemente, su
impotencia los ha llevado a la mutilación: han extirpado a muchos otros seres, han
deformado lo más precioso y desvalido a los más valiosos seres. Hasta se arañan
la propia cara, se deshacen las propias manos, se ciegan con cosas invisibles que
llaman palabras, se golpean con cariño, se hacen la guerra y desconocen a sus
hermanos.
¿Quiénes somos nosotros, se preguntarán? Somos hombres y mujeres, alias
los hermanos guachos de eso que llaman humanidad. ¿Y qué queremos?
Queremos retribuir. Añoramos el día en que dejemos de comernos a los demás
hermanos y en su lugar, ayudarlos a mejorar más y a crecer sanos y fuertes.
Necesitamos que se acaben las prisiones y la coartación, que se acabe la negación
de los otros y que en lugar de ello no solo se deje ser a los demás seres, sino que
además se les potencie y favorezca. Queremos que el humano sea como el mar
que da agua a los sedientos, que sea como las grandes montañas que se elevan a
las estrellas y que nos muestran los senderos de las aguas y nos la guarda en nieve.
Como las plantas que le permiten a sus hermanos respirar, queremos ver al humano
brillar y a sus hermanos iluminar allí donde el Sol no logra llegar. Queremos que se
acabe la desazón.Aclamamos de los humanos, su corazón.
¿Será posible todo aquello, teniendo en cuenta a los humanos? Teniendo en
cuenta a la Tierra y a la vida, nos extrañamos nosotros de que no sea un hecho ya.
Que se haga la humanidad, gritamos.

Postdata: Cuando se haga la humanidad quedará escrita su ofrenda a


la vida, no en papeles, sino en seres. Y juntos sonreiremos, y juntos
danzaremos
EPÍLOGO A CAROLINA

Hay cosas que mueven a hombres y mujeres cuando todo luce obscuro, el
cariño es una de ellas.

En un llamado sordo fui prevenido, convocado a obrar. Y un sonoro susurro


me dijo: “Ven, acércate más, yo te contaré la más suave melodía que a tu amiga
habrá de ayudar, sé mi mensajero para ella, que es mi anhelo y lo que me hace
bullir.”
Hay miradas que devoran, que absorben lo que ante ellas se cruzan, esas
son la contemplación y la meditación. Hay otras miradas, en cambio, que emanan,
que comunican; esas te pueden transmitir sentimientos, ideas, alegrías y penas,
ternuras, secretos insondables.

La luna que flotaba como un gran ojo en el cielo me miro, y su mirada


penetrante era del segundo tipo. Su mensaje fue: “Ahora te toca ser un granito de
arena, mírame y mira las estrellas de arcoíris que desde lo lejos fluyen para decir,
yo existo. Sé un contemplador y absorbe nuestros secretos, que nosotros somos
parte del gran tributo y te estamos conminando a cumplir con tu parte.”
Entonces el granito de arena se dedicó a grabar el mensaje que llevaría a
su querida granita que había sido empuñada y entre los dedos se colaba.
De pronto un sonido repiqueteante le cegó la vista y empezó a inducir un
trance.
Al fin despabilas -dijo en su extraño dialecto- yo también te llamaba, abre
los ojos y observa lo que te voy a mostrar, lo que te voy a contar. Y de pronto,
aquello que era más obscuro que la noche del espacio, empezó a insinuar muy
suave y delicadamente un atisbo de luz y con él un tímido sendero que era casi
fantasmal. Entre su flameante superficie negra empezó a titilar un sendero de luz
muy sutil, que manaba desde la lejanía, cual río naciendo en la cordillera. Y volvió
el oráculo a hablar: “Has comprendido ahora lo que es la sutileza, vuelve a
escuchar.”
Y las olas en su constante reventar, en su ir y venir, le contaron otro
secreto. He aquí el mensaje de nuestro creador:
“El sonido de las olas y el mar,
Si los escuchas con atención, notarás que son el ronroneo del mar,
Son mi canto para Carolina
Que nacen desde mi superficie danzarina,
Se lo enseñé a los gatos para serenar sus llantos
Y cesar sus espantos.
La letra que cantan es un clamor,
Uno que dice que nadie está solo en éste mundo ni sin calor.
Porque todos tributamos a la Gaia
Y la favorecemos con nuestras gracias.
Que sea la decadencia menguada por la existencia”
Y volvió a resonar la voz del creador, mientras exhalaba su fragancia
embriagadora:
“¿Acaso no sabes Carolina, que yo me extiendo entre mar y cordillera, entre
montañas y llanos, entre desiertos y bosques, sólo para hidratarte a ti? Incluso allá
donde no me ves con tus ojos miopes, porque hay tanta distancia, y yo aun así me
afano en llegar a ti.
¿Acaso no sabes que cada vez que la lluvia empapa tu cara, que cada vez
que con un trago se extingue tu sed, que cada vez que una nube matiza tus cielos;
soy yo el que busca acariciarte, el que desea saciarte, el que anhela deleitarte?
¿Acaso no sabes que cuando una lágrima se desliza por tu cara, yo soy, el
inmenso mar, el que se lleva tus penas, el que calma tu alma?
Ese es el secreto querida Carolina, a cien kilometros, a quinientos, a donde
quiera que fueses alrededor del globo, yo, el océano, he de buscarte.
La retribución planetaria no se puede extinguir, y toda ella vela porque
puedas fluir, porque existas y a tu modo tributes. No desesperes, que las
montañas y el viento también hacen lo suyo, y también todo el resto.
No te sientas sola ni ida, que cada vez que tu gatito ronronea, te lleva el
canto de los mares embotellado entre bigotes y pelos, entre travesuras y
desmanes, entre maullidos y sigilos.”
Y Así como el mar te quiere, éste su mensajero se cuela en el cuento para
decir que también mucho te quiere.
Y que los sonidos y las fotos del mar, son su limitada manera de en la
distancia fomentar tu andar.

PD: Cuando mis manos y mi pecho no pueden encariñarte y reconfortarte,


en las letras surge un modo de en la mente acariciarte.

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