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QUE ES LA ÉTICA
La ética es la reflexión sobre cómo debemos actuar: qué acciones son correctas y cuáles
no, qué criterios debemos seguir cuando tomamos decisiones, qué objetivos vale la pena
perseguir a lo largo de nuestra vida…
La pregunta sobre cómo actuar es inevitable: tanto si dedicamos mucho tiempo a pensar
sobre ella como si no lo hacemos, con nuestra forma de vivir estamos dándole una
respuesta. La persona tiene margen de libertad para decidir y, cuando lo hace, escoge
la respuesta que, por un motivo u otro, considera la mejor.
Sócrates (470-399 a.C.) no escribió ninguna otra. Conocemos sus ideas principalmente a
través de las obras de su discípulo Platón. Fue uno de los personajes más importantes de
su época y su fama ha perdurado a lo largo de los siglos. En los diálogos que mantenía con
sus contemporáneos, y que fueron recogidos por Platón, aparecen con insistencia grandes
temas como la superioridad del vivir bien, el simple vivir, la valoración de la virtud o el rechazo
de la injusticia, todos ellos, temas morales.
Sócrates se alza contra las actitudes relativistas de sus coetáneos, los sofistas. Éstos
defendían el carácter convencional de las normas políticas y, como consecuencia, de las
normas morales. Esto significa que determinados valores morales: lo justo, lo bueno, lo
valioso… no son absolutos e inmutables, sino que son relativos, que cambian de un pueblo
a otro o, incluso, de un grupo a otro dentro de una sociedad.
Para construir una ciencia moral, Sócrates empieza desde abajo. Cree que, si podemos
definir términos morales, como el bien, la justicia… podremos, a partir de ahí, crear una
ciencia moral que no sea relativista, que sea universal y necesaria. Así, definiendo cada uno
de esos conceptos, como el bien, la justicia… que son abstractos y universales, sabremos
en qué consiste ser una persona piadosa, leal, justa… o, al contrario. Con ello se desarrolla
un tipo de moral intelectual, ya que sólo podremos ser virtuosos si somos capaces de saber
en qué consiste la virtud. A esto se le denomina Intelectualismo moral. Para Sócrates, como
para su discípulo Platón, virtud y saber son una misma cosa. Por lo tanto, no hay personas
malas, sólo hay personas ignorantes. Quien sepa lo que es bueno no puede sino actuar de
acuerdo a ello: el mal no es más que la falta de saber, la manifestación de nuestra ignorancia
Según su pensamiento, todos los ideales, principios, normas y valores de nuestra civilización
carecen de consistencia y son absolutamente vanos y vacíos, es decir, son “nada” (nihil
en latín significa “nada”, de ahí nihilismo). En este sentido, manifiesta que Dios ha muerto;
pues en nuestra tradición, ¿qué era Dios, sino la síntesis de todos los valores: ¿la suprema
realidad, la suprema bondad, la suprema belleza, el ser absolutamente justo, sabio…?
Y puesto que Dios ha muerto y han desaparecido todos los valores, nos hemos quedado
sin brújula, es decir, ni la justicia, ni la moral, ni el bien ni el mal, ni el acierto ni el error tienen
sentido. Ni nada ni nadie pueden mostrarnos ya nuestros derechos ni nuestros deberes.
Ante esta situación, ¿qué cabe hacer? La respuesta de Nietzsche es clara: aceptar
plenamente el nihilismo; reconocer que la vida del ser humano carece de sentido y admitir
jovialmente nuestro destino trágico, es decir, la muerte.
En esta situación, Nietzsche nos propone una nueva ética, una ética absolutamente formal
(es decir, absolutamente carente de contenidos), según la cual, no podemos contar con
principios, valores, ni normas morales, sino que todo depende de los deseos, totalmente
libres, de los seres humanos. Si en otra época las personas se guiaban por principios, hoy,
señala Nietzsche, es nuestro gusto el que decide.
Y según él, podemos decidir bien o decidir mal, pero ahora el criterio moral no lo marcan las
normas, ni los principios ni los valores, sino nuestras propias decisiones. Decidimos bien
cuando lo hacemos de acuerdo con nuestros propios criterios, sentimientos e instintos, y
decidimos mal cuando nos dejamos llevar por los principios y valores de la moral social, de
los usos y costumbres vigentes, cuando nos dejamos llevar por lo que él llama la “moral de
rebaño”.
Es decir, frente a una moral de esclavos que potencia las cualidades más serviles y pasivas
del hombre (humildad, pobreza, castidad, mansedumbre…), reivindica una moral de
señores de donde surge un superhombre que es creativo, original, lleno de energía y vigor.
TEXTOS
Inmanuel Kant vive en el siglo de la Ilustración y, como buen ilustrado, piensa que “la razón
humana ha alcanzado la mayoría de edad” y debe convertirse en la única instancia legitimadora
de la validez y la verdad. Todo debe ser sometido a este tribunal supremo de la razón. Kant
revolucionó tanto la teoría científica como la ética. Kant es el padre de las éticas formales.
Según Kant, todas las morales anteriores tienen unos contenidos que guían la acción de las
personas: si quieres ser virtuoso, debes ser sabio; debes evitar el dolor; debes buscar el
placer… Todas esas frases contienen unos juicios morales que se formulan de forma
imperativa. Pero Kant distingue dos grandes clases de imperativos éticos:
Podemos obrar contra el deber y obrar. En el primer caso, es evidente, nuestro obrar es
moralmente malo. Pero en el segundo caso, aunque aparentemente siempre será moralmente
bueno, para Kant se convierte en un obrar moralmente malo cuando lo hacemos persiguiendo
motivos personales.
Por ejemplo, si robamos, nuestra acción será contra el deber y, por tanto, moralmente mala;
pero si respetamos escrupulosamente las propiedades ajenas, habrá que interrogarse por qué
motivo lo hacemos. Podría ser que lo hacemos porque nos lo prohíben nuestras creencias
religiosas, o porque nos guste presumir de ser honrados o por miedo al castigo… En ninguno
de esos tres casos, Kant considera que se está obrando moralmente bien. Únicamente será
moral cuando la razón que nos impide robar sea, simplemente, porque no debemos intentar
robar (sin ningún otro tipo de añadido ni motivación). Se trata de ser fieles a la norma suprema
de la ética kantiana: el deber por el deber.
Sin embargo, Kant no desea dar ningún contenido concreto a esa obligación, nada que pueda
ser apetecido por unos y rechazado por otros. Por ello, defiende que la ética parta de un deber
que sea universal, es decir, que sirva para todos y que nunca dependa de unas condiciones
concretas para su cumplimiento, como sucede en los imperativos hipotéticos.
Kant elige el siguiente imperativo categórico: Haz en toda circunstancia lo que debas hacer.
Y este imperativo categórico lo enuncia de distintas maneras:
Todo esto significa que, para Kant, la actuación moral, el comportamiento humano se somete
al deber, a la auto-obligación, que se impone el sujeto. Nosotros hacemos las normas y
nosotros debemos obedecerlas. Somos, por ello, autónomos, porque las normas morales no
dependen de ningún principio externo (un dios, un grupo social, un código…), sino de la
racionalidad y la voluntad del propio sujeto.
Resumiendo, la ética de Kant es categórica, autónoma y formal. Es una moral del deber:
toda acción moral debe ser conforme al deber y debe hacerse por el deber, sin esperar una
recompensa externa.
Evidentemente, se trata de una moral de difícil cumplimiento, ya que exige cierta madurez del
sujeto y una gran fuerza de voluntad. Por supuesto, una de las condiciones necesarias para
poder ser sujeto moral es la libertad. Sin libertad no podría ejercerse la voluntad ni realizarse
el deber.
“AÑO DEL DIALOGO Y LA RECONCILIACIÓN NACIONAL”
INGENIERÍA CIVIL
SEMESTRE: VIII
CÓDIGO: 2015189643
TURNO: NOCHE
HUANCAYO - PERÚ