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Esa ofuscación racial tiene su génesis en el ocaso del siglo decimonónico. Era la noche del 23 de
enero de 1899 en el contexto de la Guerra Federal. A consecuencia de un enfrentamiento con las
tropas de Ismael Pando, una veintena de jóvenes chuquisaqueños cayeron heridos en la
altiplanicie paceña y fueron refugiados en la iglesia de Ayo Ayo, auxiliados por los sacerdotes.
El sosiego del lugar, no obstante, fue alterado. Las huestes de Pablo Zarate Willka ingresaron al
templo y mataron a los refugiados. Este hecho fue calificado como la “hecatombe de Ayo Ayo” –
hasta con interpretaciones de antropofagia– para dar cuenta de un dizque ferocidad salvaje de los
indios aimaras. En adelante, la élite señorial chuquisaqueña usaría este relato con recurrencia.
Incluso, edificó un monumento en homenaje a los “jóvenes caídos en Ayo Ayo” en el camposanto
sucrense.
Ese imaginario racial ha vuelto la anterior semana. Dos diputados de oposición, Horacio Poppe y
Oscar Urquizo, han manifestado su indignación por la emisión de los nuevos billetes, en los que se
ha reemplazado la imagen del pintor de la colonia, Melchor Pérez de Olguín, con la del líder
aimara. Urquizo ha calificado esto como una “barbaridad histórica”, porque considera a este
último un criminal, atreviéndose a compararlo con Hitler.
Las posturas de estos parlamentarios no hacen más que develar que, en Sucre, persiste un
imaginario racial. Aunque ellos dicen que su indignación “no es racismo”, soslayan que este tipo de
discursos alientan un racismo que puso a la sociedad sucrense a la deriva.
Con ese tipo de discursos hace una década atrás, en los tiempos de la polarización, una dirigencia
cívica extraviada convocó a los sucrenses a abrir las heridas legadas por la Guerra Federal.
Entonces, esas imágenes aterradoras de los jóvenes chuquisaqueños, en el templo de Ayo Ayo,
aparecieron como íconos de una narrativa lacerante que provocaron uno de los hechos más
vergonzantes para los capitalinos.
Hoy, so pretexto de la imagen de Zarate Willka en un billete, lanzan un grito al cielo. En esa
indignación mimetizan un racismo que hizo estragos con la dignidad de los campesinos
chuquisaqueños. Esas declaraciones, una vez más, pueden agitar las aguas del racismo que no
fueron zanjados. Por añadidura, las declaraciones de los diputados han gozado de un eco
inusitado, sobre todo, en la prensa sucrense.
(*) Sociólogo.