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Políticas de exterminio contra pueblos indígenas

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Nancy Flores / @Nancy_Contra November 24, 2017

Gobierno, empresas y crimen organizado violan los derechos


de los pueblos indígenas, revela diagnóstico de la ONU.
Asesinatos, desapariciones, despojos, desplazamientos,
semiesclavitud, reclutamiento forzoso, criminalización,
empobrecimiento extremo, falta de acceso a salud, educación
y justicia, algunas consecuencias de la discriminación
estructural

A los indígenas en México se les asesina, desaparece forzosamente, viola y tortura en total
impunidad. Datos del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi) indican que al
menos 3 mil 663 indígenas fueron asesinados en el país entre 2012 y 2016.

Los abusos contra esta población vulnerable no sólo son de carácter físico: a ellos se les
despoja masivamente de sus tierras ancestrales y recursos naturales para privilegiar
megaproyectos, y se les obliga al desplazamiento, sea por los niveles de pobreza y
marginación a los que son sometidos, los saqueos a sus territorios –muchas veces con
asistencia policial o paramilitar– o por violencia criminal.

Y es que, en este país, todos los derechos de los pueblos originarios son violados
reiterada y sistemáticamente, revela el diagnóstico preliminar de la relatora especial de la
Organización de las Naciones Unidas (ONU) sobre los Derechos de los Pueblos Indígenas,
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Victoria Tauli-Corpuz.

Así, los derechos sobre las tierras, territorios y recursos; a la autonomía y libre
determinación; a determinar sus prioridades de desarrollo; a la consulta y consentimiento
libre, previo e informado; a una vida libre de violencia y de impunidad y con acceso a la
justicia; así como los llamados derechos económicos, sociales y culturales –a la
alimentación, salud, educación, vivienda digna, vestido, trabajo, lengua– son quebrantados
por gobiernos (en sus tres niveles y en sus tres poderes), empresas y crimen organizado.

En estas graves violaciones opera un patrón de discriminación estructural, que en


ocasiones deriva de la connivencia entre esos actores (autoridades, iniciativa privada y
delincuencia organizada), se desprende del diagnóstico preliminar de la ONU.

Discriminación que afecta a una población estimada por el Inegi en 7 millones 382 mil 785
personas y que se traduce, también, en profundos niveles de marginación y miseria.

Entre los pueblos indígenas, la pobreza sigue siendo “desproporcionadamente alta” en


comparación con la población no indígena, destaca el reporte de la Relatoría Especial de
la ONU: mientras que 71.9 por ciento de la población originaria vive en la pobreza o en la
extrema pobreza, la proporción es de 40.6 por ciento entre la población que no es
indígena.

El reporte descubre que el empobrecimiento extremo y la falta de acceso a derechos


básicos son factores comunes en los 68 pueblos originarios de México, como también lo
es el hecho de que quienes resisten estas embestidas son criminalizados por la autoridad.

Y es que los indígenas que se atreven a defender sus derechos enfrentan “escarmientos”
que van desde la imputación de delitos que no cometieron, fabricación de pruebas,
detenciones arbitrarias y encarcelamiento injusto, hasta la represión física, la desaparición
forzada o las ejecuciones extrajudiciales.

Algo que le ha ocurrido a Arturo Campos Herrera, integrante de la Coordinadora Regional


de Autoridades Comunitarias-Policía Comunitaria en Tixtla, Guerrero: el indígena Ñuu Savi
permanece encarcelado desde el 1 de diciembre de 2013. El de él es un claro ejemplo de
la criminalización, refiere Diana Figueroa, coordinadora de Incidencia del Centro de
Derechos Humanos de la Montaña Tlachinollan.

Agrega que el cargo por el que se encuentra preso –secuestro, de orden estatal– es
infundado, pues el indígena sólo defiende un sistema de justicia al que tienen derecho los
pueblos originarios, y que está respaldado por tratados internacionales.

Políticas de exterminio

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Con sus políticas de violencia y racistas, el
Estado mexicano es responsable de
invisibilizar a los pueblos originarios,
considera Floridalma Pérez, integrante de
Voces Mesoamericanas, un colectivo
chiapaneco que participó en las reuniones
con la relatora Tauli-Corpuz durante su
visita al país, entre el 8 y el 17 de
noviembre pasado.

En entrevista, señala que los indígenas


“se encuentran solos ante un Estado que
reprime, que tortura, castiga y criminaliza,
cuando ellos [los indígenas] lo único que
están pidiendo es un espacio para tener
una mejor vida, porque aquí en Chiapas
no hay acceso al trabajo, a la salud. Son
condiciones infrahumanas las que
enfrentan los pueblos”.

Las comunidades originarias, que han


sobrevivido a esas políticas violatorias del
derecho internacional, también son víctimas permanentes del reclutamiento forzoso por
parte de bandas del crimen organizado –en especial por el narcotráfico– y de la
semiesclavitud en campos agrícolas, fábricas y residencias particulares, descubre el
diagnóstico de la relatora.

“La militarización de los pueblos se da en colusión con el narcotráfico”, refiere la


defensora de los derechos humanos Floridalma Pérez, con base en las denuncias hechas
por indígenas que Voces Mesoamericanas acompaña. Por la violencia que genera esa
colusión, indica, “las personas tienen que huir de sus pueblos de origen dejando su
identidad, su espiritualidad, su tierra y su familia.”

El desplazamiento forzoso se multiplica en el país. En Guerrero, por ejemplo, en años


recientes ha aumentado el número de indígenas desplazados “por el incremento de la
violencia del crimen organizado, sobre todo en la región de Chilapa y el Norte del estado”,
indica en entrevista Diana Figueroa, coordinadora de Incidencia del Centro Tlachinollan.

El camino del exterminio al que están siendo sometidas las comunidades originarias
incluye la pérdida paulatina de su cultura: 42 de los 68 pueblos originarios enfrentan la
extinción de su lengua, elemento fundamental de identidad (“La lengua del colonizador y la
acelerada extinción de los pueblos indígenas de México”, RT, 20 de octubre de 2017).

En su Declaración de cierre de misión, la relatora señala que en México hay un


“inadecuado reconocimiento legal vigente de los pueblos indígenas como titulares de
derechos, aunado a la discriminación estructural”, factores que “están en la base de las
preocupaciones” de la Relatoría.

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El derecho a la tierra
La más grave violación a los derechos sobre la tierra, el territorio y los recursos naturales
de los pueblos indígenas está directamente relacionada con las políticas públicas del
gobierno en materia de desarrollo económico, al tiempo que se le asocia a otras graves
situaciones, como el despojo, desplazamiento forzoso, empleo de la violencia,
criminalización de opositores y ausencia de consulta.

Por ello, el informe preliminar de la relatora destaca que “ha aumentado la preocupación
sobre grandes proyectos promovidos por el gobierno y las cuestiones relacionadas de la
consulta y el consentimiento libre, previo e informado”.

Al respecto, indica que la Comisión Interamericana de Derechos Humanos ya identificaba,


desde 2015, “la violencia relativa a grandes proyectos autorizados en tierras y territorios
indígenas sin consulta previa ni consentimiento como una de las mayores violaciones de
derechos humanos a los que se enfrentan los pueblos indígenas de México”.

Durante su visita al país, la relatora fue testigo de reiteradas quejas de los pueblos “sobre
proyectos de desarrollo económico que no fueron adecuadamente consultados y han
conducido al despojo de las tierras, a impactos ambientales, a conflictos sociales y a
criminalización de los miembros de las comunidades indígenas que se oponen a ellos.
Estos proyectos incluyen los mineros, de hidrocarburos, hidroeléctricos, de energía eólica
y solar, infraestructuras, turismo y proyectos agroindustriales”.

Una de esas quejas fue la de los pobladores de La Parota, Guerrero, que denunciaron la
criminalización de las personas que defienden el territorio contra una presa hidroeléctrica
impulsada por el gobierno federal y el riesgo de que ese proyecto se retome.

“Las personas que siguen defendiendo ese territorio son acosadas, tienen varios delitos
por los que se les está buscando y todo el tiempo su vida corre peligro, porque en
cualquier momento se los pueden llevar detenidos”, explica a Contralínea Diana Figueroa,
defensora de los derechos humanos.

Agrega que también se presentó el caso del Consejo Regional de Autoridades Agrarias en
Defensa del Territorio, que reúne a 16 núcleos agrarios de los pueblos Me’phaa y Ñuu
Savi, cuya lucha contra las concesiones mineras ha logrado revertir algunas de ellas que
afectarían sus territorios ancestrales.

De voz de los indígenas afectados, refiere Figueroa, la relatora también conoció el caso de
San Miguel del Progreso, que ganó un amparo contra una minera. En este tema “se
expuso cómo el Estado mexicano utilizó todos sus recursos legales para echar atrás ese
amparo que se ganó para proteger el territorio de las mineras”.

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En Chiapas, otro estado que visitó la experta internacional, se denunció que “desde hace
más de 50 años, las comunidades indígenas y campesinas viven las consecuencias de
una política de despojo de sus tierras no nada más por megaproyectos extractivistas
(minería, gas, hidrocarburos, geotermia) sino también de infraestructura carretera o
turística, de producción de energía hidroeléctrica y eólica, de agroindustria así como de la
explotación de bienes naturales y comunitarios como el agua y los bosques, entre otros”.

Según el Informe sobre la situación de los derechos de los Pueblos Indígenas de Chiapas
–elaborado por comunidades y organizaciones civiles a propósito de la visita de la
relatora–, “la implantación de estos megaproyectos se ha convertido en uno de los
principales focos de conflictos-ambientales, así como de violación a los derechos humanos
de los pueblos indígenas y campesinos”.

El análisis destaca que ahora “el gobierno mexicano impulsa la creación de Zonas
Económicas Especiales que despojan a las comunidades locales para su instalación,
específicamente en la zona costa de Chiapas, en la frontera con Guatemala”.

Tras su visita a México, la relatora considera que la atención a los derechos sobre la tierra
de los pueblos originarios es un asunto crítico fundamental, pues “se encuentra en la raíz
de muchos de los problemas de derechos humanos que he observado”.

En su informe preliminar, detalla que el régimen mexicano de derechos a las tierras


(reforma agraria) no es consonante con los estándares internacionales sobre los derechos
de los pueblos indígenas a sus tierras, territorios y recursos naturales.

La relatora critica además que el régimen agrario en este país ha desconocido los límites
tradicionales de los pueblos indígenas, su concepto de territorio y sus formas de
organización y representación.

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Consulta previa
De la mano de los despojos vienen otras violaciones a los derechos de los pueblos, en
especial el derecho a la consulta. Por ello, a la relatora le preocupa “el modo en que se ha
concebido y aplicado la consulta hasta el momento en México, en particular en relación
con consultas llevadas a cabo sobre ciertos proyectos mineros, energéticos, extractivos,
de infraestructuras y agrícolas. Se ha señalado reiteradamente que los procesos de
consulta no han sido previos por naturaleza, ya que las decisiones para autorizar dichas
actividades ya habían sido tomadas”.

Otras anomalías detectadas por la experta internacional fueron que en las consultas no ha
habido claridad sobre quién debía ser consultado y quiénes eran las autoridades indígenas
representativas; la falta de confianza y mutua comprensión entre las partes, la falta de
diálogo intercultural real, y falta de acceso a la plena información culturalmente adecuada
sobre las actividades y medidas propuestas.

Como consecuencia, se crean divisiones y conflictos dentro de las comunidades


indígenas, destaca. Para la relatora, México está obligado –por el Convenio 169 de la
Organización Internacional del Trabajo, la jurisprudencia Interamericana y la Declaración
de la ONU– a consultar a los pueblos originarios sobre cualquier actividad o medidas
legislativa o administrativa que pudieran afectarles.

Desplazamientos forzosos
Hace poco más de 6 meses, 248 tzotziles –124 de los cuales son menores de edad–
tuvieron que abandonar sus hogares en el municipio de Chenalhó, Chiapas. Un conflicto
por el poder político a nivel municipal derivó en su desplazamiento forzado el 26 de mayo
pasado, tras los asesinatos de Guadalupe Cruz Hernández y la menor Adriana Méndez
Gutiérrez.

El caso fue apenas uno de los escuchó la relatora. “La información recibida en todos los
estados visitados confirma que la presencia de crimen organizado, caciques y otros grupos
armados ha causado un clima de violencia, impunidad y desintegración social y cultural,
que ha tenido como resultado final un gran número de desplazamientos de familias y
comunidades enteras hacia áreas urbanas o hacia otras comunidades indígenas”.

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Pero la violencia criminal no es la única
causa de las expulsiones territoriales de
los indígenas: “Se me presentaron
también casos de desplazamiento en el
marco de conflictos relacionados con la
tierra, y también como resultado de
impactos directos e indirectos de
megaproyectos”, apunta la experta en su
informe preliminar.

“Esta situación es particularmente


preocupante y exige una acción urgente
por parte del Estado, de acuerdo con los
estándares internacionales, incluidos los
Principios Rectores sobre
Desplazamiento Interno, para garantizar
que todas las personas desplazadas
internas indígenas tengan el derecho a
un adecuado nivel de vida. Esto incluye
servicios básicos culturalmente
adecuados. Además, el Estado
mexicano tiene el deber y la
responsabilidad de crear las condiciones y proporcionar los medios que permiten a los
desplazados internos indígenas el retorno voluntario, con seguridad y dignidad.”

La relatora lamenta que en muchos de los casos que conoció el desplazamiento se ha


prolongado. “Aunque algunas instituciones de gobierno reconocieron esta situación de
desplazamiento, no parece existir una política integral y coordinada ni una respuesta al
fenómeno”.

Uno de esos casos es el de las cuatro familias desplazadas de Banabil, Chiapas, ocurrido
desde el 4 de diciembre de 2011. Entonces, la comunidad indígena fue atacada por
hombres armados. En los hechos, el indígena Pedro Méndez López fue asesinado y
Alonso López Luna, desaparecido, sin que a la fecha se le haya localizado, refiere el
informe de las organizaciones civiles y comunidades de esa entidad, entre las que se
encuentran Serapaz, Maderas del Pueblo del Sureste y el Centro de Derechos Humanos
Fray Matías de Córdova.

Violencia y crimen organizado


La impunidad y la violencia forman parte de las peores agresiones que sufren los pueblos
originarios. Por ello, la relatora de la ONU se ha mostrado particularmente preocupada por
la situación de niños y jóvenes indígenas que viven en un contexto de pobreza extrema,
violencia e impunidad.

“En algunos de los estados visitados recibí quejas vinculadas al reclutamiento forzoso de
niños y jóvenes por parte del crimen organizado. Dada la falta de fuerzas de la ley y de
otras instituciones del Estado en comunidades indígenas remotas, en zonas afectadas por
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el crimen organizado y la producción y tráfico de drogas, la única elección que les queda a
los jóvenes es unirse a estos grupos o ser torturados, desaparecidos o asesinados.”

Uno de los más graves casos que se le presentaron fue el de los 43 estudiantes
normalistas desaparecidos en Ayotzinapa, Guerrero, desde el 26 de septiembre de 2014,
pues 17 de ellos son indígenas, explica la defensora Diana Figueroa.

El informe preliminar destaca, además, que los indígenas no tienen garantizado el acceso
a la justicia, pues en el sistema ni siquiera les proporciona traductores, además que en
cárceles y juzgadas se les maltrata y discrimina.

Sin reparación del daño


En el tema de violencia institucional, la relatora conoció el caso de Inés Fernández y
Valentina Rosendo, violadas sexualmente por elementos del Ejército en 2001.

Diana Figueroa detalla que en este caso, a pesar de que el Estado mexicano fue
condenado en el sistema Interamericano y que se reconoció la responsabilidad estatal del
crimen, no se ha cumplido con la reparación del daño.

“Una de las medidas de reparación es la creación del Centro Comunitario para Mujeres
Indígenas. Ellas participaron en el diseño y se estableció que quienes lo operarían serían
personas de las mismas comunidades, donde se respetara la lengua y la cosmovisión
indígena. El problema es que no parece haber una disposición para que el Centro funcione
de esa manera.”

Ante la relatora, el gobierno también fue responsabilizado por los indígenas de otras
formas de violencia, como la tortura. Al respecto, la activista Floridalma Pérez comenta
que, en el acompañamiento a las comunidades indígenas, Voces Mesoamericanas ha
conocido casos de tortura en los centros de detención migratoria en Chiapas.

“Un caso fue con toques eléctricos a un niño tzeltal, a quien le estaban preguntando si era
guatemalteco; él dijo que no, que era tzeltal, y no le creyeron y lo torturaron. Ahí podemos
ver el elemento racista.”

Otro caso de violencia institucional que conoció la relatora fue el de la comunidad


guerrerense El Coyol, que ganó una recomendación de la comisión estatal de derechos
humanos para que las escuelas estén en buenas condiciones, haya suficientes maestros y
los libros de texto estén en la lengua de los niños. Pero, asegura Figueroa, esa
recomendación se ha incumplido.

Autonomía y participación política


Otra grave violación tiene que ver con los derechos políticos de los pueblos originarios. Y
es que aunque en la ley –el artículo 2 de la Constitución– se establece que éstos tienen
garantizada su autonomía y libre determinación, la relatora comprobó que, en la práctica,
el marco legal, político e institucional vigente no permite su reconocimiento y ejercicio
efectivos.

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De acuerdo con su análisis, las limitaciones del régimen agrario respecto del autogobierno
de los pueblos indígenas a menudo socava las instituciones políticas distintivas de éstos.
Pero México está obligado a reconocer el derecho de los pueblos al autogobierno, a elegir
sus propias autoridades de acuerdo con sus propios procedimientos y a la aplicación de
sus propios sistemas jurídicos y normativos, señala la relatora.

“Las iniciativas de los pueblos indígenas en el ámbito de la autonomía y el autogobierno


debieran gozar de un reconocimiento mayor, y ser reconocidas e incorporadas en la
estructura política general del país.”

Además, para la experta, en el país “persisten numerosos obstáculos para la plena


participación política de los pueblos indígenas. Se recibió información sobre prácticas
persistentes de presiones indebidas sobre los indígenas para influenciar su voto durante
procesos electorales”.

Violencia empresarial
La violencia contra los pueblos no sólo es del crimen organizado y del gobierno, también
es de las empresas. Por ello, la relatora Tauli-Corpuz subraya la preocupante situación de
los jornaleros indígenas.

“Se sigue invisibilizando la migración de pueblos originarios: se invisibilizan las


trabajadoras del hogar y la mano esclavizada que en trabajos domésticos –en donde a las
indígenas les pagan una miseria o no les pagan– y la mano esclavizada de los indígenas
jornaleros, pero el tema de la servidumbre es actual.”

Sobre los indígenas migrantes, la relatora apunta en su informe que “a menudo se


enfrentan a múltiples formas de discriminación, su vida y trabajo están invisibilizados, se
sienten atemorizados y no pueden acceder a mecanismos de denuncia, y son
desproporcionadamente vulnerables a la discriminación, la explotación y la marginación.
Esta situación exige una respuesta integral y adecuada”.

Tras esta visita de observación, Diana Figueroa dice que las comunidades originarias
esperan que la relatora Tauli-Corpuz interpele a las autoridades mexicanas para que
resuelvan los casos de acuerdo con los estándares internacionales de no discriminación y
respeto, y que pongan en práctica políticas públicas efectivas.
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“La petición a la relatora fue que lleve nuestras voces, nuestras necesidades y peticiones y
que nos ayude a poner sobre la mesa con el gobierno todos estos temas”, refiere
Floridalma Pérez, de Voces Mesoamericanas.

Nancy Flores

[PORTADA]

Contralínea 567 / del 27 de Noviembre al 03 de Diciembre 2017

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