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Crees que existe igualdad de genero.

Hoy en día, vivimos en una sociedad mucho


más avanzada ideológicamente que la que les tocó vivir a nuestros padres o nuestros
abuelos, y mucho más concienciada en temas de igualdad entre personas. Y en ese
clima de respeto y modernización de las mentalidades, la igualdad de género se ha
convertido en uno de los temas más cuidados y perseguidos, buscando que hombres
y mujeres tengan los mismos derechos y oportunidades. Pero, ¿existe realmente esa
igualdad de género o es sólo un mito más de nuestra sociedad? Como mínimo, estamos
en el camino. El respeto y el acercamiento entre ambos géneros es mayor de lo que ha
sido nunca, pero no es suficiente. Precisamente por eso, para intentar alcanzar una
sociedad verdaderamente paritaria, ha surgido en nuestro país una carrera universitaria
dedicada a la aplicación práctica de la Igualdad de Género. Sara Fayed es una de los
alumnos que cursan estos estudios, y hemos querido preguntarle cómo ve ella la
sociedad, para intentar desmitificar las verdades y mentiras de la igualdad de género.
-La primera pregunta es obvia: ¿existe la igualdad de género?: Sinceramente, yo
creo que no. La igualdad de género es algo que no existe, pero todo el mundo habla
de ella. Hay mucha “teoría”, un Instituto de la Mujer, ayudas sociales a las mujeres
maltratadas… pero luego, a la hora de la verdad, se impone una mentalidad muy
distinta. En realidad, la igualdad de género es un futuro lejano al que la sociedad
queremos llegar para que hombres y mujeres seamos iguales, pero está claro que eso
aún no es así. Por eso a mí el concepto de “igualdad de género” no me parece justo,
porque si no hay esa igualdad de género, y se sabe perfectamente que no la hay, que
las mujeres estamos en desventaja frente al hombre, ¿por qué le llamas así? No, no
existe una igualdad de género. Hoy en día sería más bien la “desigualdad de género”,
o la “desigualdad de la mujer”, o la “superioridad del hombre”, pero no la igualdad.

-Entonces, ¿crees que es necesario que exista la carrera de “igualdad de género”


en nuestra sociedad? No es que sea algo necesario, no es imprescindible. Al menos
no lo sería si en realidad hubiera igualdad, si las mujeres estuviéramos a la misma altura
que los hombres, sería algo innecesario. Pero no lo estamos. El problema es que la
carrera tampoco va a cambiar la forma de pensar de los que tengan una mentalidad
machista. En realidad es más que nada algo informativo, para la gente que ya está
interesada pueda dedicarse a esto, pero no lo veo imprescindible ni necesario. Sí que
me parece interesante, y creo que sí es algo que ayuda mucho a que la sociedad avance,
ya que si se crean más puestos de trabajo que vayan específicamente dirigidos a
conseguir la igualdad de género, se puede fomentar mucho. Pero no es la solución
definitiva. De hecho, ya no van a volver a ofertar la carrera.
– Tocando también un punto algo más extremo, ¿crees que la violencia de género
tiene que ver con que la sociedad aún no sea igualitaria o es una cuestión que
simplemente tiene que ver con la violencia y no con el género? Claro que tiene que
ver con que la sociedad, sigue siendo una cuestión de desigualdad de género. Lo que
pasa es que nos parece diferente, porque la desigualdad es algo que vemos día a día.
Cualquiera, aún sin querer y sin ser machista, puede hacer un comentario… Es algo que
está impregnado en la sociedad, mientras que la violencia ya nos parece más grave.
Pero claro que la violencia de género tiene que ver con el propio género, porque
aunque el hombre pegue a la mujer porque se ponga nervioso, por rabia, o por lo que
sea, y lo solucione agrediéndola físicamente, en realidad lo está haciendo porque es un
mujer, porque sabe que es suya y que no le va a contestar. No es una cuestión de simple
violencia, porque un hombre no le pegaría a otro hombre con tanta facilidad. Es
cuestión del género, porque el hombre se siente superior, se siente con poder…
-Sin embargo, esta violencia no es sólo una cuestión machista. De las 7.000
personas que denunciaron haber sufrido violencia doméstica en 2013, 2.635 son
hombres. ¿A qué se debe entonces? Te contesto con sinceridad: creo que no se puede
comparar. Sí es verdad que hay mujeres que pegan a hombres, y no lo pongo en duda.
Puede ser que una mujer pegue a un hombre, por supuesto. Pero el problema es que
las cifras no son reales, porque sólo una cuarta parte de las mujeres maltratadas lo
denuncian. Entonces, sí, puede haber denuncias por parte de hombres hacia mujeres,
pero hay que tener en cuenta que en la gran mayoría de casos las víctimas son las
mujeres. Tanto las que aparecen en los datos como las que no denuncian porque creen
que les va a seguir pasando, que no ven una salida… Y esto tampoco va a cambiar,
porque entre ellas mismas, en foros y reuniones de mujeres maltratadas, se
recomiendan no denunciarlo, porque en realidad la justicia en este país a veces es un
poco injusta, y entre trámites, y papeleos, y juicios no llegas a ninguna parte, y lo único
que haces es acrecentar el sufrimiento.
-¿Crees que se le da la misma importancia a la discriminación de los hombres que
a la de las mujeres? No, se le da mucha más importancia a la discriminación de las
mujeres, claro, por el hecho de que como somos “débiles”, somos “sumisas”, somos
“pobrecitas”… cuando nos discriminan es ya la discriminación de la discriminación, la
gente, inconscientemente, dice “ay pobrecitas, no las discriminéis más, que ya bastante
tienen con ser mujeres”. Cuando se les discrimina a los hombres, está el típico
estereotipo de que es un “machote”, el “tío duro”… el hombre es el fuerte, por lo que
no hay que preocuparse si se le discrimina. Hay que darse cuenta de que, aunque se
haga con buena intención, en realidad esto es otra forma de discriminación,
discriminación encubierta. Me parece una absurdez igual; seas hombre o seas mujer, si
te discriminan te tienes que defender. Pero también hay que tener en cuenta que la
discriminación hacia la mujer tiene más visibilidad porque es mucho más frecuente.
Vivimos en una sociedad podrida, en la que tu vida la condiciona tu género, y si eres
mujer vas a tener que luchar muchísimo por conseguir algo a lo que los hombres
podrían llegar más fácilmente.
-Pero pensándolo fríamente, ¿no crees que actualmente se ha dado un poco la
vuelta a la situación y se ha pasado a una sobreprotección de la mujer? Hoy en día
cualquier comentario que haga un hombre puede hacer que se le acuse de
machista, pero ¿no crees que la mujeres hacen el mismo tipo de comentarios sobre
sí mismas y sobre los hombres? Claro que sí. Hay mujeres, entre las que me incluyo,
que siempre que algún hombre dice un comentario machista, saltan rápidamente, está
claro. Y el problema es precisamente lo que tú dices, que muchas veces esos
comentarios lo hacemos nosotras mismas, porque hay miles y miles de mujeres que
tienen una mentalidad machista, que son sumisas y que lo hacen aunque no sea a
propósito. Entonces, si una mujer por sí misma ya es machista y no reivindica sus
derechos cuando su marido la deja en casa haciendo la comida, no tiene nada más que
hacer en todo el día que quedarse cuidando a los niños. Yo conozco muchísimas
mujeres que son machistas, y me da muchísima rabia. La mayoría de la generación de
nuestras madres son mujeres machistas, y aceptan todo lo que dicen los hombres -
dentro de unos límites, claro- sólo por el hecho de ser sus maridos. Entonces claro que
creo que las mujeres también tenemos mucha culpa, pero muchísima, de que haya
desigualdad, por el hecho de que seguimos en una sociedad patriarcal en el que los
hombres se creen que son superiores a las mujeres, pero ellas además lo aceptan. Y
mientras esto siga así no vamos a llegar a ningún lado.
-¿Qué hay que hacer para alcanzar una verdadera igualdad de género La verdad,
no te sé contestar. Porque creo que es algo que no depende ni de políticas sociales, ni
de Ministerios de Igualdad, ni de Institutos de la Mujer, ni de nada de eso. Depende de
la sociedad. Y la sociedad primero necesita evolucionar. Yo creo que es cuestión de
educación: si a los niños, desde pequeños, les educáramos con una mentalidad
igualitaria, no pasaría esto. Por eso hoy en día no puede haber una verdadera igualdad
de género en nuestra sociedad, porque más de la mitad de la población española se ha
educado en una sociedad patriarcal en la que hombres mandan y mujeres aceptan.
Entonces hoy en día lo veo muy lejano. Pero espero que se pueda alcanzar en
generaciones futuras, a lo mejor dentro de 50 años, cuando la educación cambie y las
parejas que tengan hijos no los influencien. Para que haya igualdad se tiene que hacer
un gran esfuerzo, tiene que colaborar toda la sociedad, y tiene que dejar de haber
hombres machistas y, sobre todo, mujeres machistas.
El sexo débil, un mito generado por la sociedad: La "fragilidad femenina" o sexo
débil no es sino un mito -mantenido durante siglos y que en cierto modo
persiste en la actualidad- que ha relegado a las mujeres al "salón de la costura",
según un provocativo ensayo de la autora Colette Dowling. En su libro "El mito de
la fragilidad", Dowling cita un texto de 1879 en el cual un ginecólogo estadounidense
recomienda a las jóvenes pasar el año anterior y los dos años posteriores a la
pubertad "descansando", y que estuvieran "recostadas" durante cada ciclo menstrual
hasta que sus cuerpos se hubieran ajustado al "nuevo orden de vida". Otro médico de
la misma época advertía que el ejercicio excesivo podría tener "efectos negativos" en
los órganos genitales, ya que estos "tienden a la decadencia". Con recomendaciones
como estas, no es de extrañar que durante siglos las mujeres se hayan sentido débiles
e indefensas, y estuvieran obligadas a dedicarse a coser y a otras de las llamadas
"artes femeninas" menos activas. Obligadas a exagerar diferencias: Esta autora
señala que, durante la adolescencia, las jóvenes se veían tradicionalmente obligadas a
exagerar sus diferencias con el sexo masculino, ya que su aceptación social dependía
de ello. Y como las creencias culturales apuntaban a que la mujer ha de ser débil, "las
jóvenes tendían a debilitarse ellas mismas de manera anti-natural".
Un mito que sigue vigente: Dowling argumenta que este mito no ha desaparecido
del todo, una tesis que esta autora ya defendió en su anterior obra "El Complejo de
Cenicienta". En este texto, publicado en la década de los 80, Dowling defendía que la
dependencia psicológica -definida como el "profundo deseo de ser cuidada por
otros"- es la "principal fuerza opresora contra las mujeres de hoy".
Habilidades reprimidas:El "Complejo de Cenicienta" aludía a la red de actitudes y
miedos reprimidos que "mantienen a las mujeres en la penumbra, retirándose del uso
integral de sus habilidades y de su creatividad". "Como la Cenicienta", continuaba la
autora en este ya clásico ensayo, "las mujeres de hoy están todavía esperando a que
aparezca algo externo que transforme sus vidas" (como por ejemplo, un príncipe).
Los hombres ¿más inteligentes? En su último libro, Dowling vuelve a la carga,
enfatizando esta vez el aspecto físico, y comparando la idea de que los hombres son
necesariamente mejores atletas que las mujeres porque son más altos y musculosos
con el mito de que los hombres son más inteligentes porque tienen el cerebro más
grande. El "mito de la fragilidad", argumenta Dowling, ha dado lugar a otro
igualmente desafortunado, el de la mujer "masculinizada", la que excede en
actividades consideradas como de hombres. Ambos han supuesto que muchas
mujeres se abstuvieran de utilizar sus cuerpos, escribe la autora, por temor al ridículo
o porque creían que, efectivamente, por naturaleza estaban incapacitadas para llevar
a cabo estas actividades. Por fin los
mitos se cuestionan: Pero, como Dowling indica, afortunadamente la noción de que
las mujeres no son capaces de llegar a los mismos niveles de desarrollo físico es cada
vez más cuestionable, ya que repetidamente se comprueba que la fuerza y la
habilidad no tienen nada que ver con el sexo, sino con el adecuado entrenamiento y
la capacidad de mejorar. De hecho, en las últimas décadas, las mujeres han
establecido nuevos récords mundiales en diversos deportes en mayor grado que
loshombres, nada sorprendente si se compara la preparación atlética de las mujeres
de hoy con las de sus enclenques antecesoras. En lo que sí difieren ambos sexos -y
esta es una de las pocas concesiones de la autora- es en la manera de experimentar la
competición deportiva: las mujeres quieren ganar la aprobación de otros, mientras
que los hombres buscan, simplemente, ganar.

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