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CURSO: ÉTICA PROFESIONAL

TRABAJO: EXPLICATIVO

TEMA: RELACIÓN ENTRE EL EJERCICIO DE LA ABOGACÍA Y LA ÉTICA

DOCENTE: GIRALDO NORABUENA FRANKLIN

FACULTAD: DERECHO Y CIENCIAS POLITICAS

ESCUELA: DERECHO

AUTOR:

- TAHUA CELESTINO FRANK DEYVY

HUARAZ - 2018
Relación Entre El Ejercicio De La Abogacía Y La Ética

RELACIÓN ENTRE EL EJERCICIO DE LA ABOGACÍA Y LA ÉTICA

La abogacía es una de las profesiones más trascendentales de la vida social; no sólo


porque se ejercita utilizando el derecho como su instrumento fundamental en la búsqueda
de la justicia, sino porque está directamente relacionado con los bienes jurídicos del
individuo de la sociedad, cuya protección organiza la ley. El abogado, utilizando valores
sociales como el derecho o la justicia, tiene en sus manos valores individuales también
muy importantes como la vida, la libertad y el honor. Se trata pues de una actividad
eminentemente social y que por eso trasciende, inclusive, del caso particular al propio
orden de la sociedad, pues, su objetivo no es solamente alcanzar la sentencia que repare la
injusticia en el conflicto de intereses sino que por su precisión de justicia, contribuya al
restablecimiento del orden social quebrantado. En suma, la mayor responsabilidad social
del abogado radica en la búsqueda de la justicia al servicio de la humanidad.

El abogado debe hacer que el derecho cumpla su cometido como instrumento de paz,
debe hacer que las leyes se tornen justas en la realidad donde se aplique. Sebastián Soler
sostiene: “Difícilmente podrá el Estado mantener normas coactivas que impongan a los
súbditos deberes inmorales”, esto implica que en realidad son los operadores del derecho
los que deben hacer justo al sistema jurídico.

En efecto, cuando una persona, como el abogado, tiene sobre sí la doble responsabilidad
como ciudadano y como profesional del derecho, la obediencia a las normas éticas
acarrea consecuencias mucho más graves. Esto, porque en ellos cae la responsabilidad de
que las normas sean eficaces, ¿cómo pedir que la justicia exista, cuando los llamados a
alcanzarla no hacen lo debido para conseguirla?, ¿cómo hacer que las normas sean justas
cuando quienes la elaboran no saben o no conocen los valores positivos?, ¿puede el
derecho, es decir el sistema jurídico de por sí, ser justo? En realidad toda norma o sistema
jurídico no es necesariamente justo y si bien las normas pueden tener un contenido ético,
este contenido puede perderse en tanto el individuo encargado de aplicarlo lo haga
atendiendo solamente a sus intereses por lo que acarrearía el mal uso o el uso arbitrario
del derecho, convirtiendo así, al derecho, en un conjunto de normas injustas, ajenas al
interés común, por ejemplo, el abogado que ejerce la defensa por el puro interés
económico o el mero éxito personal aún sabiendo que su cliente es culpable y que su
defensa será exitosa en la medida que acuda a valores negativos, es decir a las coimas,

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relaciones e influencias personales, o creando con habilidad una duda razonable a partir
del desprestigio de un testigo, olvidándose del interés de toda la sociedad, cual es
recuperar la tranquilidad social sancionando las conductas desviadas. Si bien es un
principio jurídico el que toda persona tiene derecho a defensa, hay situaciones límites
como la planteada en la primera parte de la película en que el abogado se encuentra en
una disyuntiva, la defensa justa o la defensa no ética, en este caso ante la decisión
correcta del abogado de alejarse o separarse del patrocinio de un caso, respecto al cual ha
perdido la confianza necesaria que debe existir en la relación abogado- cliente basada en
la verdad de los hechos a partir del cual se una defensa, queda el deber del Estado de
conferir el derecho a defensa de oficio, la cual debe también responder a criterios de
equidad en la medida de la responsabilidad del patrocinado cliente.

La abogacía es una profesión complementaria con la labor del juez, porque está
comprometido con la justicia y con el derecho; de otro modo, su función sería desviante,
lograr la equidad es uno de sus cometidos. No es fácil lograr un campo de equilibrio en
quien es llamado para defender al cliente y debe hacerlo con decisión; pero el abogado no
es un mercenario, no debe ser un mercader de sus habilidades dialécticas, un manipulador
de la judicatura, un seductor capaz de convertir en mentecato al magistrado. Tampoco
moralmente, no debe actuar como cómplice del mal o como su favorecedor. La identidad
de la profesión jurídica viabiliza la eficacia del derecho . Los abogados deben ser
conscientes que su profesión implica cultivar la justicia, profesar el conocimiento de lo
bueno y equitativo, separando lo justo de lo injusto, discerniendo lo ilícito de lo lícito. Es
decir, se trata de una actividad intelectual dirigida a conseguir lo que es justo y oportuno
en la convivencia social.

El abogado que ha llegado a comprender la idea del Derecho como instrumento de


Justicia y de Paz, sabe bien que en los pilares de un orden social recto, se asientan en la
piedra angular de la libertad y el respeto de la persona humana.

Un concepto de abogado de fácil entendimiento es la que nos la da Llerena Quevedo: es


un servicio especializado, que supone un cierto dominio de un campo determinado y más
o menos amplio del conocimiento, dirigido a la solución de problemas y necesidades de
orden práctico y ejecutado a solicitud de otro, con independencia de criterio, esto supone
que los actos del profesional del derecho deben estar ajustados a la verdad y a la buena fe.

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Si bien se trata de una prestación de servicios normalmente remunerada, la calidad del


servicio no puede ser proporcional a la cantidad pactada.

La abogacía, en tanto ejercicio privado, deja librado al criterio ético del abogado ser
ordenador de las relaciones sociales como colaborador de la magistratura, convirtiéndose
así en el primer realizador de la justicia; es decir, el primer juez.

De todo esto, podemos concluir que del ser humano, en este caso trátese del profesional
de la abogacía o del cliente o patrocinado, del ciudadano depende la correcta aplicación
de las normas para que ella se traduzca en la justicia que se espera. El culpable no puede
ni debe moralmente pretender una absolución ni el acusador buscar condenar al inocente
para aplacar una sed de venganza de la sociedad. Del actuar de los operadores del
derecho, así como de las actitudes de cuestionamiento y rechazo de los ciudadanos
dependerá la inexistencia de la injusticia.

La ética en la profesión del abogado es importante dada la amplitud en el ejercicio de esta


profesión, pues el abogado además de ejercer la defensa, puede desenvolverse como
legislador, juez, fiscal, funcionario estatal, notario, docente, pudiendo ejercer muchas
otras funciones dirigenciales y de importancia en la sociedad. Esto hace que sobre el
profesional del derecho, recaiga la gran responsabilidad de dar el ejemplo tanto con su
vida personal como profesional.

Por tanto, toda profesión, no solo la del abogado, es un ejercicio habitual y continuado de
una actividad laboral desarrollada, que se ejercita luego de haber cumplido ciertos
requisitos entre los cuales está haber aprendido satisfactoriamente los elementos
esenciales de carácter científico y con la finalidad de servicio a la colectividad y a la
propia persona y familia de quien lo ejercita

En “El Abogado del Diablo” hay una honda reflexión frente a la toma de conciencia de
elegir la justicia no en función al interés particular, sino al interés social. Hay dos
situaciones claras que se notan en esta historia:

– La relación defensor cliente.- El ejercicio profesional del abogado en la relación


defensor- cliente, está basada íntegramente en la versión del cliente y se sustenta en la
confianza. De este modo, el abogado cree de buena fe en la versión de su cliente que la

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sustenta en los medios probatorios; a partir de ello, elabora una estrategia de defensa en
base a sus dichos y a las pruebas que posee. El abogado no puede erróneamente
considerar que la contratación de su servicio profesional implica per se una obligatoria
defensa al margen de la verdad, por el hecho del pago de los honorarios profesionales. Su
ejercicio profesional está limitado por la verdad real que él deberá sustentar observando
principios éticos y jurídicos.

– La relación cliente defensor.- Esta situación se refiere a la conducta del cliente, que
puede suponer que, por haber contratado los servicios de un abogado, dichos servicios
deben ceñirse a “su verdad” sin tener en cuenta los principios éticos, ni a la verdad real y
a la justicia. La frase del cliente, “tú eres mi abogado, tienes que defenderme”
pretendiendo su absolución –aún a sabiendas que no se es inocente–, no significa para el
abogado el ejercicio de una defensa incondicional. En este caso la exigencia del
cumplimiento de las normas de la ética, debe recaer no solo en el abogado sino también
en el cliente. Ningún cliente puede pretender que frente a una situación de culpabilidad
tenga su abogado la obligación de demostrar una inocencia inexistente.

A MANERA DE CONCLUSIÓN.
Los valores éticos son inherentes al ser humano. La conciencia del hombre siempre está y
estará presente para evaluar todas las acciones de la vida, se trata del contenido del
sentido común de todo individuo. Si bien “la ley nos da acceso a todo, la ley es poder, es
el paso supremo”; no debemos olvidar que la ley la hacen los hombres, y en consecuencia
es perfectible. De forma tal, que el poder está en los hombres y en su libre albedrío, que
se legitima cuando se ejerce en función del bien común. Solo así la ley será justa y se
constituirá en un verdadero poder, que los abogados, deben coadyuvar a respetar, lo cual
no es solo forma parte de su compromiso con la sociedad, sino también, el que tienen
consigo mismo, sea por vocación o por formación.

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BIBLIOGRAFIA

 CUADROS VILLENA, Carlos F., Ética de la Abogacía y Deontología Forense.


Editora FECAT, Lima,1994. Pág. 46

 LLERENA QUEVEDO, J. Rogelio.”Notas para una Ética del Foro” Separata de


Ética.

 VIÑAS, Raúl. “Ética de la abogacía y de la Procuración”… separata…

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