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Independencia y Revolución

PASADO, PRESENTE Y FUTURO

Coordinadores
GUSTAVO LE YVA
BRIAN CONNAUGHTON
RODRIGO DÍAZ
NÉSTOR GARCÍA CANCLINI
CARLOS ILLADBS

UNIVERSIDAD AUTÓNOMA METROPOLITANA


FONDO DE CULTURA ECONÓMICA
Primera edición: 2010

Leyva, Gustavo, el
Independencia y Revolución. Pasado, presente y futuro / Gustavo
Leyva, Brian Connaughton, Rodrigo Díaz, Néstor García Canclini,
Carlos Illades. - México : FCE, UAM, 2010
819 p. ; 23 x 17 cm - (Colee, Historia)
ISBN 978-607-16-0401-9 (FCE)
ISBN 978-607-477-338-5 (UAM)

1. Historia - México - Independencia 2. Historia - México -


Revolución I. Connaughton, Brian, coaut. II. Díaz, Rodrigo, coaut,
III. García Canclini, Néstor, coaut. IV Illades, Carlos, coaut. V. Ser. V. t.

LC F1232 Dewey 972.03 L179i

Imagen de portada: Alegoría de la Independencia y de la Revolución Mexicana,


de Miguel de la Sota.rriva y Suárez, fechada en 1914 en la ciudad de Puebla.
Cortesía de la Biblioteca de Arte Mexicano Ricardo Pérez Escamilla.
Existen algunas obras de tema revolucionario anteriores a 1914, de José Guadalupe
Posada, Francisco Goitia, Fernando Best Pontones, todas referentes a escenas
de la Revolución. La obra de Miguel de la Sotarriva, pintor de telones para fotógrafo,
es la primera pintura de alegoría que define la ideología de la Independencia
y la Revolución, entrelazándolas.

Distribución mundial

Diseno de portada: Laura Esponda Aguilar

D. R. 2010, UNIVERSIDAD AUTÓNOMA METROPOLITANA, UNIDAD IZTAPALAPA,


Av. San Rafael Ataco, 186; 09340 México, D. F.

D. R. © 2010, FoNno DE CULTURA ECONÓMICA


Carretera Picacho-Ajusco, 227; 14738 México, D. F.
Empresa certificada iso 9001: 2008

Comentarios: editorial@fondodeculturaeconornica,com
www.fondodeculturaeconomica.COM
Tel. (55) 5227-4672 Fax (55) 5227-4694

Se prohibe la reproducción total o parcial de esta obra, sea cual fuere el medio,
sin la anuencia por escrito del titular de los derechos.

ISBN (FCE): 978-607-16-0401-9


ISBN (UAM): 978-607-477-338-5
Impreso en México • Printed in Mexico
EL MUSEO NACIONAL DE MÉXICO
Y LOS GUIONES DE LA NACIÓN,
1825-1867'

MIRUNA ACHTM*

PUESTAS EN ESCENA:
"ANC1ENT AND MODERN MÉXICO" EN LONDRES
Y EL MUSEO NACIONAL DE MÉXICO

WILLIAM BULLOCK regresó a Londres en noviembre de 1823, después de un


viaje de seis meses por México y, para principios de 1824, abrió al público lon-
dinense la primera exposición sobre México. Hábil naturalista y exitoso mu-
seógrafo —antes de su viaje americano había organizado una exposición don-
de recreaba un entorno tropical; otra donde exponía la carroza de Napoleón
y otra sobre una familia de lapones (con renos y lapones vivos)—,2 Bullock
pretendió reconstruir en los dos cuartos de su Egyptian Hall en Picadilly
Square, la atmósfera del México moderno y antiguo. En sus catálogos, descri-
bió cómo —sobre el panorama del valle, con montañas distantes, amplia vista
del lago, la iglesia de Guadalupe al fondo y la Catedral en primer plano— re-
produjo una choza y un jardín "nativo", que reunía, junto a las formas "gro-
tescas y rudas" de nopales y cactus y de calabazas gigantes, el llamativo árbol
de manitas (emblema del muy venido a menos jardín botánico de México,
' La investigación de este ensayo fue generosamente apoyada por una beca de estancia biblio-
gráfica otorgada por la División de Ciencias Sociales y Humanidades de la Universidad Autóno-
ma Metropolitana, Cuajimalpa. Ésta permitió mi u-abajo en la Bibliothéque Nationale y en los
Archives Nationales en París, así como en la British Library, Londres, durante el verano de 2008.
Asimismo, quisiera agradecer al personal del Fondo Reservado de la Biblioteca Nacional de
México, de la Biblioteca del Museo Nacional de Antropología y al Archivo General de la Nación
por su ayuda, y a Miguel Angel Díaz Perora por la generosidad con la cual comparte sus archivos
personales. Gracias a Alejandro Araujo y a Rodrigo Martínez Baracs por sus atentas lecturas y
comentarios a distintas versiones de este trabajo.
* Universidad Autónoma Metropolitana, Cuajimalpa.
Para información detallada sobre diferentes aspectos de la vida y obra del polifacético
Bullock, véanse Nigel Leask, Curiosity arad the Aesthetics of 7l-avel Writing, 1780-1840, Oxford
University Press, Nueva York, 2002; Robert Aguirre, Informal Empine. Me_xico and Central Amen.
ca irt Victorian Culture, University of Minnesota Press, ivlinneapolis, 2005: Michael Costeloe,
"William Bullock and the Mexican Connection", Mexican StudiesiEstudios Mexicanos, vol. 22.
núm. 2, 2006; y Judith Pascoe, A flurnmingbird Cabinet: A Raro and Curious History of Romantic
Collectors, Cornell University Press, Ithaca, 2006.
491
492 LAS CONMEMORACIONES: ENTRE EL PASADO, EL PRESENTE Y EL FUTURO

sobre el cual todo viajero se sentía obligado a escribir). Completaban la expo-


sición del "México moderno" modelos de plantas y frutas, un gran número de
animales embalsamados y abundantes muestras de las riquezas minerales
del país. Había también un indio nativo de "Chuyula", a una legua de "Tezco-
co", José Cayetano Ponce de León, quien se movía libremente por los salones
del Egyptian Hall y quien, según algunas reseñas de la exposición de Bullock,
era dócil e inteligente, bien informado sobre la historia y los asuntos de su
país y, dentro de sus conocimientos del inglés, capaz de explicar los usos de
los objetos expuestos; sobre todo, insistían algunos visitantes, Cayetano po -
día interpretar jeroglíficos y leer algunos de los códices expuestos en la parte
dedicada al México antiguo.
En el cuarto destinado al "México antiguo", el curador aprovechó la
reciente remodelación del Egyptian Hall como templo egipcio para recrear
"el Templo de México" (e?), con los objetos pertenecientes a la antigua reli-
gión de los mexicanos. De gran interés es el recuento del curador sobre cómo
obtuvo algunos de estos objetos. Las paredes estaban cubiertas con códices
prehispánicos —originales y copias— provenientes de la colección que e]
caballero italiano Lorenzo Boturini había reunido a mediados del siglo anterior
y que se hallaban, a principios del siglo xrx en el Seminario de Minería. Por
instrucciones de Lucas Alamán, ministro de Relaciones Interiores y Exteriores,
el catedrático de historia natural José María Bustamante, profesor del
seminario, le permitió a Bullock copiar algunos manuscritos. Fue, según lo
confesó el propio Bullock en sus catálogos de la exposición, el mismo apoyo
y liberalidad de las autoridades mexicanas, la que permitió al viajero regresar
a Londres con algunos códices y manuscritos originales de la colección Botu-
rini, luego de haber prometido que los devolvería después de la exposición.
Esto ocurriría unos años después, en 1826, cuando Bullock regresó a México
como dueño de una mina en Temazcaltepec. Las paredes cubiertas de códices
formaban el escenario de un gran número de piezas prehispánicas, que el cu-
rador había encontrado o copiado durante sus recorridos por la Ciuda d de
México y sus alrededores.'
En su relato de viaje, Sic Months' Residence in Mexico (1825), Bullock
manifestó el asombro que le había provocado hallar objetos prehispánicos
por todos lados: toda la Ciudad de México era un museo de antigüedades.
Pero, entre las piezas más representativas de su exposición, se encontraban
moldes, que Bullock habla tomado de varias esculturas masivas, con apoyo
del ministro Alamán. En uno de los episodios más interesantes de su libro,
encontramos al emprendedor Bullock en el patio de la Universidad donde por
orden del ministro Alamán se había quitado gran cantidad de pavimento
alrededor de la llamada "piedra de sacrificios" o "piedra de Tizoc" (que, junto con
3
Las descripciones de la exposición organizada por William Bullock provienen de sus dos
catálogos, A Description of the Unique Exhibition, Called Ancient Mexico, Collected on the Spot in
1823 y Catalogue of the Exhibition, Called Modem Mexico, Containing a Panoramic View of the
City, With Specimens of the Natural History of New Spain, ambos publicados en 1824.
EL MUSEO NACIONAL DE MÉXICO Y LOS GUIONES DE LA NACIÓN 493

la Coatlicue o Teoyamiqui, se encontraba enterrada en el patio de la Universi-


dad desde finales del siglo xvm, con el fin de evitar manifestaciones idólatras
por parte de los indígenas); para tomar moldes de la enorme pieza. Bullock v
su hijo debieron trabajar con mitad del cuerpo sumergido en agua y rodeados
de curiosos que no entendían por qué los ingleses, cristianos en teoría, adora-
ban a los mismos dioses que los antiguos mexicanos. Bullock supo aprovechar
la afluencia de gentes, preguntó a los curiosos si tenían fragmentos de piezas
prehispánicas y logró comprar así varios objetos. Además del molde de la
"piedra de sacrificios", Bullock transportó a Inglaterra los moldes de una gi-
gantesca serpiente, dentro de cuyas fauces se entrevé la cabeza de un hom-
bre, de la Teoyamiqui, diosa de la muerte y de los sacrificios, y de la Piedra del
Sol, al cual se refiere como el "reloj de Moctezuma".
Bullock expuso los objetos del "México antiguo" con particular instinto
para intensificar la sensación de terror ante las prácticas sacrificiales de los
antiguos mexicanos. Definitivamente, los efectos buscados por Bullock pasa-
ron todo menos desapercibidos. La enorme serpiente —lo último que vería
una víctima antes de ser sacrificada en la piedra de Tizoc— había dejado tan
impresionado al inglés George Francis Lyon que, unos años después, cuando
éste llegó a México como agente de una compañía minera, dedicó largas ho-
ras a buscar el original del molde expuesto por Bullock: las indagaciones
compasivas de Lyon por "la pobre criatura que se deslizaba por la garganta
del monstruo sólo provocaron risas". Lyon concluyó que la serpiente no exis-
tía sino en la imaginación de Bullock. Por otro lado, Lyon encontró y pudo
comprar delicadas miniaturas en cera de otras piezas en exposición, lo que
nos indica que, a mediados de los veinte, existía ya un mercado local dirigido
a satisfacer la curiosidad y el afán coleccionista de los viajeros.'
Lyon fue sólo uno de los numerosos visitantes de la exitosa exposición
sobre México, que permaneció en Piccadilly Square hasta septiembre de 1825,
cuando la mayoría de las piezas se subastaron (algunas piezas acabaron en el
British Museum, mientras los moldes fueron comprados por el National Mu-
seum of Scotland en Edinburgo). Otros visitantes célebres de la exposición de
Bullock incluyeron al prusiano Jean Frederick Waldeck, quien pronto viajaría
a México, y a lord Kingsborough, cuya obra magna consiste de nueve volúmenes
de facsímiles de códices y documentos pertenecientes a la historia
prehispánica de México (algunos copiados directamente en la exposición de
Piccadilly Square). A través de sus catálogos y de su libro, el primer escrito
extranjero sobre el México independiente, Bullock seria referencia obligada
para todos aquellos europeos interesados en el presente y en el pasado de la
recién independizada —y, por lo tanto, recién abierta a viajeros extranjeros—
nación mexicana. En primera instancia, Bullock llamó la atención sobre las
misteriosas ruinas mexicanas en un momento cuando, a poco más de 20 arios

4
George Francis Lyon, Journal of a Residence and Tour of the Republic of Me.uco, in 1826.
1828, p. 121. [La traducción es mía.]
494 1.AS CONMEMORACIONES; ENTRE EL PASADO, EL PRESENTE Y EL FUTURO

de la Comisión de Napoleón en Egipto, las ruinas eran un apasionante objeto de


interés y atracción. Asimismo, las sugerencias de Bullock sobre supuestas
similitudes entre la cultura mexicana antigua y la egipcia, recalcadas por la
exposición del México antiguo en un templo egipcio, y sobre la posibilidad de
un origen común de estas civilizaciones, aunque insinuada varias veces des-
de la llegada de los primeros europeos a México, encontraron terreno particu-
larmente fértil en la imaginación de los anticuarios europeos de la primera
mitad del siglo XIX. El enigma de las semejanzas y la posibilidad de resolver el
origen de las razas y del hombre americano estimularon el interés en la civili-
zación mexicana y excitaron los intentos de descifrar los jeroglíficos y la icono
grafía de los restos de ésta.
Por otro lado, este nuevo interés en las antigüedades mexicanas tuvo como
consecuencia inmediata transformar las minas mexicanas en mercancías que
respondieran al gusto del público por lo exótico, lo misterioso o lo sensacional.
En este sentido, en los escritos de Bullock es difícil separar sus intereses anticuarios
de sus intereses comerciales y, en gran parte, tanto sus catálogos de las
exposiciones como su libro presentan al lector europeo con las oportunidades para
enriquecerse en México: "El Nuevo Mundo abre ahora a los ingleses fuentes de
riqueza y honor nunca antes alcanzadas en ningún otro momento en los anales
comerciales de su país," escribía Bullock, 5 agregando al mismo tiempo que
solamente con el apoyo de una nación libre, ilustrada y emprendedora, podría
México alcanzar todo su potencial político y que sólo la ciencia moderna sería
capaz de arrancar al suelo mexicano sus riquezas inagotables, convertir
"bendiciones en usos". De manera mucho más burda y menos disfrazada, un
visitante de la exposición describió las actividades de Bullock en México de la
siguiente forma: "El señor Bullock llegó cuando los diques se abrieron por primera
vez en siglos y sus únicas dificultades fueron coleccionar lo mejor y llevarse lo
máximo. A nuestro compatriota más innovador se le permitió saquear la6
espléndida capital de México."
Las actividades de los ingleses y de otros extranjeros en el México recién
independizado se articulan así mediante la misma metáfora, la del descu-
brimiento o del "desencubrimiento": sacar ídolos o arrancar metales al suelo
era revertir el sueño al que habían sido condenadas las riquezas culturales y
minerales por la supuesta indolencia o falta de innovación de los españoles.
Bullock, A Description of the (Migue Exhibition_ op, cit., p. 212. Obviamente, Bullock
tenga en mente a Inglaterra al referirse a una nación ilustrada y emprendedora y, de hecho, la
segunda edición del libro en inglés (que se publicó también en 1825) venía acompañada por una
traducción de la Constitución mexicana, para mejor provecho de ingleses emprendedores. El libro
de Bullock alcanzó un éxito inmediato y se publicó en francés, alemán y holandés y sirvió como
primera introducción a México y a sus grandes potenciales económicos para ciudadanos hacen-
dosos de otros países también.
• La traducción es mía. El original en inglés dice: 'Sir. Bullock arríved when the floodgates
were opera for the first time during centuries and bis ordy difficulties seern to have len to colle-ct the
best and carry out the most. U.] Our tnost innova.ting countryrnan cuas allowed to ransack
the superó
EL MUSEO NACIONAL DE MÉXICO Y LOS GUIONES DE LA NACIÓN 495

En otras palabras, desde la década de los veinte del siglo) (a se forjaron, des-
de Europa y desde los Estados Unidos, los argumentos que legitimaron inter-
venciones europeas y estadunidenses en México —y en América Latina en
general— a lo largo de ese siglo: la exploración, saqueo o estudio de antigüe-
dades, así como el reconocimiento y aprovechamiento de las riquezas mine-
rales y naturales o de las oportunidades estratégicas del país acabarían por
vencer su retraso tecnológico y cultural y por revelar la verdadera historia y
misión de la nación mexicana. Esta faceta "civilizadora" y la íntima relación
entre representaciones e intereses culturales, por un lado, e
imperialismos comerciales o políticos, por otro lado, han sido examinadas por
una importante lista de historiadores anglosajones y franceses, dedicados a
entender las actividades
de viajeros y exploradores como William Bullock o John Lloyd Stephens y
Frederick Catherwood en sus dimensiones más amplias.'
Ausente en esta nueva tendencia historiográfica fue la respuesta rnexica-
na a las actividades de viajeros, comerciantes, diplomáticos, mineros o anti-
cuarios ingleses, franceses, alemanes o estadunidenses. Tal ausencia resulta
hasta cierto punto paradójica, ya que los primeros años después de las guerras
de Independencia constituyeron, en el caso mexicano, un importante mo -
mento de reconocimiento tanto del presente de México —sus realidades de-
mográficas, geográficas, climáticas, por ejemplo—, corno de su pasado. Entre
las instituciones más representativas de la búsqueda de la memoria mexicana
y del afán por describir la nueva nación, se encuentra el Museo Nacional, fun-
dado en 1825, al cabo de una serie de gestiones por varios miembros del go-
bierno mexicano.
En su reporte al Congreso en noviembre de 1823, Alamán declaró que no
podía haber libertad sin educación y llamó la atención sobre el imperativo de
establecer un museo, con el propósito de fomentar la educación pública y
de evitar la dispersión y destrucción de los "preciosos monumentos de la an-
tigüedad mexicana" y de los documentos coleccionados por Boturini, de los
cuales muchos habían desaparecido o habían sido destruidos. Los que que-
daban, resguardados desde 1821 en el Despacho de Relaciones Interiores y
Exteriores, podrían juntarse, sugería Alamán, con los manuscritos, dibujos
y antigüedades depositados en el Seminario de Minería, coleccionados por el
capitán Guillermo Dupaix y el dibujante Luciano Castañeda a lo largo de sus
expediciones, entre 1805 y 1807, a varios lugares, entre ellos Palenque. En su
:k
siguiente reporte al Congreso, el 11 de enero de 1825, Alamán volvió a insistir
en la fundación de un Museo Nacional que anexara los restos de la antigüe-
dad mexicana y producciones naturales, provenientes éstas del Gabinete de
Historia Natural dispuesto por José Longinos Martínez a finales del siglo xvni
y del Seminario de Minería. Por su parte, Isidro Icaza, el primer conservador
Véase Nigel Leask, op. cit.; Robert Aguirre, Informal Empire... , op. cit.; y Tripp Evans,
llornancing the Mayas: Mexican Antiquity in the American Imagination, 1820-1915, University of
Texas Press, Austin, 2004.
496 LAS CONMEMORMIONES: ENTRE EL PASADO, EL PRESENTE Y EL FUTURO

del Museo Nacional, escribió en su borrador del reglamento del museo, el


4 de mayo de 1826: "Es demasiado notoria la importancia o, por mejor decir,
la necesidad de este establecimiento que no puede omitirse sin renunciar los
títulos de nuestra historia, para que sea necesario recomendarla
En los escritos de los políticos y eruditos mexicanos, el Museo Nacional
surge así corno sinónimo de libertad, definición y protección de un patdmo-
, nio nacional, de título de la historia de los mexicanos. Pero, si su importan -
cia simbólica era incuestionable aun entre políticos de tendencias divergen-
tes, las condiciones materiales del museo no fueron una prioridad para los
múltiples gobiernos que se sucedieron durante las primeras décadas del
México independiente, en las cuales el Museo Nacional contó con muy poco
dinero, careció de un espacio propio —los objetos del museo ocuparon, de
manera caótica, el patio y algunos salones de la Universidad, mientras sus
curadores buscaban, infructuosamente, un lugar más conveniente , y per- —

maneció cerrado al público por largos periodos. Tampoco reunía el museo,


durante esta primera época de su existencia, una colección que podría carac -
terizarse corno coherente bajo cualquier criterio; más que seguir un guión
específico, e) museo se dedicó a acumular objetos de todo tipo, provenientes
de lugares diversos. Estas particularidades del Museo Nacional de México
durante sus primeros 40 años han determinado, en parte, que la historio -
grafía se haya ocupado poco de la historia de esta institución antes de la
República Restaurada. Para los historiadores quI"‘"eles buscan en el Museo
Nacional la genealogía de disciplinas específicas —la antropología, la arqueo-
logía o la botánica, por ejemplo—, la etapa temprana del museo no es sino
una especie de prehistoria. 9
Este ensayo trata de los primeros años del museo, particularmente me-
diante la historia de los objetos que llegaron a integrar la colección institucional
durante esta época temprana. Al seguir la trayectoria de los objetos, pretendo
--. comprender las prácticas de colección, interpretación y exposición del museo.
¿Cómo circulaban los objetos y cómo llegaban al Museo Nacional? ¿Cuáles
objetos fueron seleccionados como representativos y cuáles no? ¿Qué lectu -
ras recibieron y a qué usos —políticos, culturales— fueron sujetos por extran-
jeros y mexicanos? ¿En qué sentido era la colección del Museo Nacional una

e Isidro Laza, "Carta a Guadalupe ‘rictoria.", sin sección, caja 82. expediente 20, AGN, 4 de
mayo de 1826.
Para la primera época del museo, el libro de Castillo Lerdón (E! Museo Nacional de Arqueo-
logía, Historia y Etnografía. 1825-}925_ Reseña histórica escrita para la celebración de su primer
centenario, Talleres Gráficos del Museo Nacional de Arqueología Historia y Etnografía, México,
1924) sigue siendo el más completo_ Véanse también referencias a esta etapa temprana del Museo
Nacional, en Miguel Angel Fernández., H r i f O r t a de los museos de México, Banco Nacional de
México, 1987: Enrique Florescano, El patrimonio cultural de México, FCE, México, 1993; Luis
Gerardo morales moreno. ünkeno..s de la museología vrte.xicaria: fuentes para el estudio del Museo acional,
175,0-1 840, Universidad Iberoamericana, México, 1994; y Mechthild Rutsch, Entre el campo y el
gabi nem NaciDnate5 y extranjeros en la profesionalización de la antropología mexicana ( ir
8774920) . ~Istituto de Investigaciones Antropológicas umAm, México, 2007.
-
EL MUSEO NACIONAL DE MÉXICO Y LOS GUIONES DE LA NACIÓN 497

colección nacional, efecto de afanes o ansiedades por representar la recién


independizada nación? Finalmente, con base en la historia de los primeros años
del Museo Nacional, sugiero las razones por las cuales no se ha escrito todavía
una historia de esta temprana institución del México independiente.

¿GABINETE DE CURIOSIDADES, ALMACÉN O Museo NACIONAL?

La fundación del Museo Nacional de México tiene su fecha oficial en un decre-


to presidencial del 18 de marzo de 1825, cuando "el presidente de la República
[resolvió] que con las antigüedades que se habían traído de la Isla de Sacrifi-
cios y otras que existen en esta capital, se forme un Museo Nacional, y que a
este fin se destine uno de los salones de esa universidad, erogándose por cuenta
del Gobierno Supremo los gastos necesarios para estantes, cerraduras, cus-
todio del museo. Después de una ronda de difíciles negociaciones entre la
Universidad por un lado y el gobierno de Guadalupe Victoria por otro, se
acordó que el Museo Nacional ocuparía el Salón de Matemáticas y el patio
de la Universidad, donde, desde el siglo anterior, se hallaban ya varias piezas de
escultura prehispánica, entre ellas, las que Bullock tuvo que desenterrar pro-
visionalmente para sacar moldes. A pesar de que el arreglo no era del todo del
agrado, ni de la Universidad, ni del museo, el primer encargado del Museo
Nacional, Ignacio Cubas —quien había servido en 1808 en la Junta de Antigüe-
dades convocada por el gobierno virreinal para conservar y estudiar textos y
monumentos prehipánicos y mexicanos y quien, desde 1821 se había encar-
gado de estudiar documentos relativos al virreinato depositados en el Despa-
cho de Relaciones Interiores y Exteriores— tomó posesión inmediata del es-
pacio e hizo todas las diligencias necesarias para aprovecharlo: mandó fabricar
los soportes necesarios (estantes, tablas, vitrinas) para el almacenamiento,
cuidado y exposición de los objetos y coordinó labores para transportar al mu-
seo piezas de grandes dimensiones.
Además de las piezas provenientes de la Isla de Sacrificios, de la colec-
ción Boturini y de los objetos de historia natural, Ignacio Cubas recibió el
7 de mayo de 1825, por parte de Diego de la Rosa y Landa, 16 piezas prehis-
pánicas talladas en piedra: una serpiente enredada de melenas [con] diámetro
de dos tercios y en la parte de abajo muy bien tallada [sacada] del barrio de
San Salvador; varios "muñecos sentados" provenientes del barrio de Santiago,
y lagartijas talladas sobre piedras cuadradas" encontradas bajo el puente de
Alvarado; una piedra cuadrada de media vara con una serpiente enredada en
la Luna, objeto que, según el donante, reflejaba la "consideración" de los
antiguos de que las serpientes se comían a la Luna, razón por la cual ésta men-
guaba, Un mes después, el 2 de junio de 1825, doña Manuela de la Mota entregó

Presidencia de la República, "Correspondencia de la Presidencia", sin sección, caja 82, expe-


diente 20, AGN, 18 de marzo de 1825.
498 LAS CONMEMORACIONES: ENTRE EL PASADO, EL PRESENTE Y EL FUTURO

al museo otros objetos prehispánicos, en posesión de su familia desde finales


del siglo anterior: "una vívora enroscada", un "coyote sentado sobre su cola",
cuatro calaveras y unos huesos de tezontle. En su inventario, Ignacio Cubas
llamó la atención sobre un objeto de particular interés, "del cual toman su
nombre las calles del Indio triste de la capital": la estatua de un "indio triste
sentado sobre una piedra [...] apreciable por su actitud [que] denota bastante la
tristeza y abatimiento de su alma al ver sufragada su patria por los bárbaros
españoles"."
Además de piezas prehispánicas, desde los primeros meses de su existen-
cia, el museo se interesó por ampliar la colección de objetos naturales. En
marzo, Ignacio Cubas reportó el ingreso de una asta de venado alazán, dos
cráneos de venado común, una vértebra, tres trozos de huevos grandes enor-
mes, 53 semillas con nombre y 82 sin nombre, 44 ejemplares de rocas reco-
gidas en San Miguel Chimalapa y sus alrededores, seis recogidas en los
cerros de Tehuantepec, dos en el río del Milagro, tres en el río de Istaltepec,
Petapa y cercanías, 33 paquetes de conchas, así como varias muestras de
madera (cuatro andullos de tabaco de Chimalapa y dos canutos de leche,
entre otros).
Muy probablemente, los especímenes minerales fueron mandados por
miembros de la comisión de reconocimiento del Istmo de Tehuantepec, cuyo
propósito principal era determinar si se podía abrir allí un paso interoceánico.
Más allá de sus variados reportes geográficos, topográficos, mineralógicos y
climáticos, algunos miembros de la comisión mandaron objetos al Museo Na-
cional. Con fecha del 27 de junio, el general Juan Pablo Anaya remitió a Lucas
Alamán dos piezas curiosas arrojadas por el mar en la costa de Tehuantepec:
"son, a primera vista," explicaba Anaya,

muy semejantes a dos cuernos de ciervo, que a más de las varias ramificaciones
o puntas que figuran, su nacimiento lo hacen totalmente como el cuerno del cita-
do animal que hasta parece en esta parte un pedazo de cráneo el cual es un hueso
elástico. Lo demás es una sustancia córnea muy salada y quemándola se fundió
mismo que el cuerno; su olor es igual y más fuerte: ambos tienen un pedazo de
cráneo que he dicho que estaban unidos en él, aunque ya se separan con el mane-
jo. Indica parecerse a una especie de planta pero bien examinado es una produc-
ción animal que no deja duda. [._.] Y porque pueda sea una curiosidad para nues-
tro museo las he dejado en su poder para que las ponga en manos del Gobierno
con el fin de que se examine por científicos facultativos y averiguado lo que sea
quede uno en el citado museo y otro se me devuelva. Si considera precio, ponga
todo esto al conocimiento del presidente de la república."

" Estos objetos aparecen en varios inventarios y registros de recibo firmados por Ignacio
Cubas a lo largo del agio de 1825 (AGN, sin sección, caja 82, expediente 20).
U Juan Pablo Anaya, "Carta al Ministro de Relaciones Interiores y Exteriores", sin sección,
caja 82, expediente 20, AGN, 27 de junio de 1825.
EL MUSEO NACIONAL DE MÉXICO Y LOS GUIONES DE LA NACIÓN 499

En el mismo envío llegó también la carta del general Juan Orbegoso, quien, al
experimentar "el olor de asta quemada que dan los fragmentos [de los objetos]
cuando se quemad" concluyó que contenían una porción grande de amoniaco
como el cuerno, pezuñas de animales, etc." y que eran, indudablemente una 'c

producción de insectos formada en el fondo del mar, al modo del coral"'4


semejantes al Antipathex ulex (viex) de Linneo. Con fecha de 15 de julio de
1825, Alamán contestó las cartas invitando a Orbegoso a seguir mandando,
"después que se lo permitan las atenciones mayores de su comisión, este gé-
nero de curiosidades y las demás que crea importantes, como objetos de his-
toria natural o como relativos a las antigüedades del Pais".'s Del precio o de
cualquier tipo de remuneración, Alamán no mencionó nada, aunque no era
inusual, como veremos adelante, que el museo comprara objetos.
Por el otro lado, desde los primeros momentos, la institución asumió la
misión de proteger e impedir la salida del país de objetos que pudieran con-
siderarse de interés para la nación. En este sentido, el primer gesto de Ignacio
Cubas a cargo del museo tiene un peso simbólico. En una carta fechada el 12
de marzo, el ayuntamiento de Tlaxcala le informó a Cubas que el italiano
Santiago (Giacomo) Beltrami, dedicado a "mapear toda la parte del continente
que pudiese y recoger producciones de naturaleza y monumentos antiguos para
escribir una obra geográfica y de historia natural» pidió, además del "pays de
la antigüedad" (códice) que le había sido libremente franqueado, el códice
en el que estaba estampada la entrada de Cortés" a la ciudad de Tlaxcala. Por
ser "monumento que debe obrar en la sala y Archivo comisarial", el ayunta-
miento se negó a entregar el códice. Mediante una carta fechada el 18 de marzo
de 1825, el Museo Nacional reforzó el rechazo del ayuntamiento, remitiendo
orden al gobierno de Tlaxcala de que no permitiera que sacara "antigüedad
alguna de aquellos archivos, ni aun en copia, el italiano D. Santiago Beltrami". '6
Beltrami regresó a Europa en 1826, para publicar, en 1830 su libro Le Mexique,
donde hacía alarde de haberse llevado todo monumento antiguo que quiso.
Comentarios como los de Bullock, de Beltrami o de tantos otros viajeros por
México han contribuido en gran parte a crear la impresión de que las autorida-
des no se preocupaban demasiado ni por definir ni por proteger los monumen-
tos de la patria. Sin embargo, el intercambio de cartas entre el ayuntamiento
de Tlaxcala y el Museo Nacional, muestra que ése no fue el caso, aunque no
siempre fueron exitosos los intentos mexicanos de proteger lo que se conside-
raba como patrimonio nacional.
13
Juan Orbegoso, "Anexo a la carta maridada por Juan Pablo Anaya al ministro de Relaciones
Interiores y Exteriores", sin sección, caja 82, expediente 20, AGN, 27 de junio de 1825.
''ídem.
'5 Lucas Alamán, "Carta a Juan Pablo Anaya", sin sección, caja 82, expediente 20, AGN, 15 de
julio de 1825.
16
El intercambio de cartas entre el gobierno de Tlaxcala, el Ministerio de Relaciones Interio-
res y Exteriores y el Museo Nacional es resumido en el "Orden al Gob. de Tlaxcala para que no
permita que saque antigüedad alguna de aquellos archivos, ni aún en copia", emitida por Lucas
Alamán el 19 de marzo de 1825, AGN, sin sección, caja 82, expediente 20,
500 LAS CONMEMORACIONES: ENTRE EL PASADO, EL PRESENTE Y EL FUTURO

Por ejemplo, a anales de 1825, Cubas escribió una carta al Colegio de los
Santos preguntando por qué el colegio había vendido a un inglés de apellido
Campbell una piel de culebra de 56 varas castellanas (unos 35 metros), "sin
contar la cabeza y la cola que le faltaba que acaso [agregaría] un tercio más".
A nombre del colegio, Francisco Molinos contestó el 2 de enero de 1826 que
la piel había llegado al colegio a finales del siglo anterior, entre 1788 y 1790,
junto con varias "manufacturas y curiosidades de los indios de Nootka" y
que era imposible recuperar la piel porque Campbell ya la había mandado a
Europa» Insistiendo que la nación tenía derecho eminente sobre "esta pre-
ciosidad, para instrucción de la juventud", el presidente dio órdenes para que
el inglés dispusiera el regreso del objeto y pidió cautela por parte de los adua-
neros porque, al parecer, Campbell ya tenía pasaporte para los Estados Uni-
dos, por el puerto de Veracruz.ls Ha sido imposible averiguar cómo acabó la
historia de la fantástica piel de culebra, pero, lé; base esta corresponden cia
truncada, podemos inferir, otra vez, que desde los primeros momentos del
México independiente, tanto el gobierno mexicano como el Museo Nacional
tornaron en serió su tarea de impedir el éxodo de objetos que consideraban
de posible valor para el país.\NIWI- > " •

Después de estar nueve meses bajo la supervisión de Ignacio Cubas, a fi-


nales de 1825, la dirección del Museo Nacional pasó a manos del presbítero
Isidro ¡caza, quien redactó para finales de diciembre un primer inventario de
la institución (exclusivamente de algunos de los objetos prehispánicos) y,
para mayo de 1826, un reglamento. Aquí quedaba especificado el objetivo del
museo, de "dar el conocimiento más exacto de nuestro día en cuanto a su
población primitiva, origen y progresos de ciencias y artes, religión y costumbres
de sus habitantes, producciones naturales y propiedades de su suelo y clima".
Para cumplir con esta tarea, el museo se dedicarla a coleccionar

toda clase de monumentos mexicanos anteriores o coetáneos a la invasión de


los españoles y los de pueblos antiguos del otro continente y de las demás nacio-
nes americanas; las estatuas, pinturas, jeroglíficos &c., según el gusto y uso de
los indígenas; las medallas, lápidas, inscripciones y memorias relativas a los
acontecimientos y personajes notables de esta y otras regiones; los originales y
copias insignes de pintura, escultura y otras artes; las maquinas científicas y mo-
delos de invenciones útiles; las colecciones mas completas de los u-es reynos
en que se divide la historia natural; las producciones raras y curiosas de la
naturaleza con especialidad de nuestro suelo; las obras maestras de antigüe-
dades e historia natural manuscritas e impresas y las que den a conocer nuestro
territorio, sus revoluciones y la analogía de sus moradores con los de el resto

del globo.

"7 Francisco Molinos, "Respuesta", sin sección, caja 82, expediente 20, AGN, 2 de enero de 1826.
LO Gobierno del Distrito Federal, 'Carta del Gobierno del Distrito Federar, sin sección, caja 82,

expediente 20, AGN, 17 de enero de 1826,


EL MUSEO NACIONAL DE MÉXICO Y LOS GUIONES DE LA NACIÓN 501

s Finalmente, Icaza especificaba la necesidad de dividir el museo en tres sec-


ciones la primera, formada por los monumentos de antigüedad, nacionales
y extranjeros; la segunda, por "cuadros monetarios y modelos modernos de
todas clases"; la tercera, por el Gabinete de Historia Natural, cada una bajo la
dirección de un catedrático.'9 La división de la colección se formalizó, en teoda
si no en la práctica, en un decreto de 1831.
Lejos de cumplir con los ja-rópósitos de estudiar los objetos de la colec-
ción, durante sus primeras décadas, el museo se dedicó casi en exclusiva a
acumular objetos de una asombrosa variedad. Esta impresión se confirma
con leer las listas de objetos que entraban al museo durante estos años. De par-
ticular riqueza es el inventario de la primera parte del año 1828.20 El autor
divide estos objetos en cinco categorías, a saber, antigüedades, curiosidades,
piedras y conchas, plantas y animales. Entre los objetos más llamativos se
encontraba la armadura de Hernán Cortés, "que vino de la [Casal de la Mo-
neda" por orden del gobierno; un "mapa antiguo muy precioso de los pobla-
dores de México» donado por José Vicente Sánchez; varias figuras de piedra,
cortesía de don Isidro Gondra (quien participó en la primera publicación del
museo); "un pájaro pequeño en mosaico de pluma" y "tres ramos de flores
artificiales y una danza de figuras muy pequeñas hechas de pluma", cedidas
por doña Josefa Icaza y por doña Guadalupe Silva, respectivamente; "una
estampa de la despedición de Napoleón en Fontainbleau, con marco de vidrio"
y "una estampa de la Independencia de los Estados Unidos, con marco y vi-
drio", ambas compradas; "dos vestidos de indios de Nuevo México", donados
por Joel Roberts Poinsett, secretario de la legación de los Estados Unidos en
México; "un vaso de alabastro, que representa un mico muy curioso y bien pe-
gado, un arco de serpentina muy fino, una estampa sepulcral con cinco retra-
tos de la familia real de Francia, un bastón formado de vértebras de tiburón
con una quebradura y una muela petrificada" donados por el obispo de Pue-
bla; así como "un ídolo de madera de la Nueva Zeelandia", "zapatos de los ha-
bitantes del río Colombia, arcos y flechas de los habitantes del grado 72 de la
Bahía de Kotrebuey", "un modelo de canoa para pescar la nutria en las islas de
Codiak, de las posesiones rusas, dos capas de pluma de los Indios del río de la
Bodega Misión de San Francisco Solano, en California, dos capas de buche
de lobo marino de las posesiones rusas de Sitica", todas donaciones del comer-
ciante alemán Enrique Virmont (Virmond), quien operaba desde Acapulco y
se dedicaba al comercio con la Alta California.
19
La información precedente sobre la organización y las metas tempranas del museo provie-
nen del reglamento redactado por Isidro Icaza, "Reglamento del Museo Nacional de México", sin
sección, caja 82, expediente 20, AGN, 25 de mayo de 1826.

Un manuscrito anónimo y sin fecha del Fondo Manuscritos de la Biblioteca del Museo
Nacional de Antropología e Historia ("Objetos del Museo de Antigüedades Mexicanas", 1* Serie,
Legajo 1-A, Documento 7, caja 1) se puede cotejar con otro del AGN, fechado el 15 de junio de 1828
y firmado por Isidro 'caza para completar la información sobre este amplio inventario del Museo
Nacional. Mientras el primero nos presenta datos sobre las prácticas clasificatorias del museo, el
segundo informa sobre la procedencia de cada uno de los objetos.
502 LAS CONMEMORACIONES: ENTRE EL PASADO, EL PRESENTE Y EL FUTURO

El mismo Virmond donó también algunos ejemplares de producciones


naturales, "varias cornamentas de venados de California" y, bajo la categoría
de "plantas y animales" del inventario, destacan también "setenta pájaros de
África disecados en sus nichos," muy probablemente canjeados por Jean-
Henri Baradére, por copias de los manuscritos de Guillermo Dupaix sobre
sus exploraciones a Palenque que se hallaban en el museo. Entre las piedras
y conchas referidas encontramos "un diamante mexicano labrado de un grano
y 3/32", "un grano de oro de veinte y tres onzas y 6/8 y cinco conchas de
California con perlas", cortesía del presidente, un "trozo de antimonio", "una
exquisita piedra de plata" v "una piedra nativa de ópalo" donados por Miguel
Muñoz y por Luciano Castañeda, respectivamente, "'cinco conchas de las Ca-
lifornias" y "treinta caracoles y conchas de Acapulco y Monterrey". Por otro
lado, parece que Icaza no obtuvo los fondos para comprar las "cuatro piedras
de plata virgen con pocas materias extrañas, de las más apreciables que pue-
dan producir los minerales de la República", que le proponía don Juan Nepo--
muceno Sánchez, vecino de Batopila, Chihuahua, En una elocuente carta al
presidente Guadalupe Victoria, Icaza solicitó fondos para las cuatro piedras,
dejando vislumbrar, al mismo tiempo, cómo era percibida la misión del mu-
seo por sus encargados:

Vuestra] E[xcelencia] sabe que los ejemplares curiosos del reyno mineral mere-
cen singular aprecio en todos los gabinetes bien organizados, en los cuales debe
procurarse acopiar un surtido más completo posible. En México especialmente,
que debe gran parte de su fama a la riqueza de las minas, se hace ya muy extra-
ño no puedan presentarse producciones de este genero comparables a las que
de aquí se han llevado con sumo aprecio para enriquecer los establecimientos
ex tranjeros.2

No hay documentación sobre cómo se expusieron o almacenaron estos u


otros objetos que llegaron al Salón de Matemáticas de la Universidad ocupado
por el museo durante sus primeras décadas de existencia. A todas luces, du-
rante su etapa temprana, la colección del Museo Nacional de México corres-
pondía a la de un gabinete de curiosidades, pero en esto, el Museo Nacional
no era diferente de otros museos nacionales europeos o americanos. De he-
cho, como lo dejan entrever las declaraciones de Icaza, el Museo Nacional
compartía con los demás museos un gusto similar por lo exótico y lo curioso,
aspiraba a emular los "gabinetes bien organizados" de Europa y a competir
en el mercado internacional de curiosidades y, en parte, su afán acumulativo era
producto de la aprensión de que los objetos más curiosos fueran comprados
y acabaran en otras colecciones. Tampoco sabemos si las piezas recibidas
fueron sujetas a procesos de estudio o investigación, con el propósito de dar a

Isidro Icaza, "Carta a Guadalupe Victoria'', sin sección, caja 109, expediente 5, AGN, 20 de
abril de 1828,
EL MUSEO NACIONAL DE MÉXICO Y LOS GUIONES DE LA NACIÓN 503

conocer, como lo había sugerido Icaza en el reglamento al museo de 1826,


aspectos diversos de la historia del país o de sus particularidades naturales,
geográficas, climáticas o minerales, por ejemplo. Al contrario, la mayoría de
las veces, el conservador Icaza, rebasado tal vez por el volumen de los objetos
que entraban al museo, se limitaba a identificarlos de manera bastante escue-
ta, a través de una brevísima descripción de cada pieza o de su procedencia.
Como veremos más adelante, hubo una importante excepción: la publicación
en 1827 de los tres números de la Colección de antigüedades mexicanas que
ecsisten [sic] en el museo, donde Isidro Icaza e Isidro Gondra daban a conocer
al público, a través de litografías y notas descriptivas, algunos de los objetos
del Museo Nacional.
Por otro lado, los primeros inventarios del museo permiten hacer varias
observaciones sobre los medios a través de los cuales se iban formando las co-
lecciones del museo. Destaca la presencia de un amplio grupo de donantes,
pertenecientes, por lo general, a la antigua aristocracia colonial criolla y a la
clase alta comerciante y minera. Las colecciones entregadas por personajes
como Manuela de la Mota, Vicente Cervantes o Luciano Castañeda habían
sido creadas a finales del siglo xviii como productos de intereses y formas de
sociabilidad ilustrada que encontrarían continuación en la fiebre anticuaria
de la primera parte del siglo x[x. Donar piezas al museo era reconocer la im-
portancia simbólica de éste y manifestaba a la vez el deseo del donante de ,,-

asociar su nombre con el de la naciente institución. Al mismo tiempo, al lado


de donantes mexicanos, el museo se benefició de donaciones y de intercam-
bios con viajeros extranjeros como Virmond, Poinsett y Baradére (esto es,
cuando los extranjeros no se dedicaban a saquear piezas del país).
Entre los agentes más importantes de las redes nacionales e internacio-
nales a través de las cuales circulaban los objetos asociados con el Museo
Nacional, destaca el ministro de Relaciones Interiores y Exteriores Lucas
Alamán, quien se había formado en el Seminario de Minería a principios del
siglo xix y viajó por Europa durante la guerra de Independencia, conociendo
allí a varios célebres hombres de ciencias, combinó a lo largo de su vida sus
intereses principales, la ciencia, la historia y la política. Aprovechó su cargo
como ministro (1823-1825 y 1830-1832) para fomentar la creación y el creci-
miento del museo (conformado en sus principios, como vimos, eii-base a docu-
mentos y objetos a cargo del Despacho de Relaciones Interiores y Exterio-
res), no solamente con discursos o decretos a favor del museo, sino, sobre
todo, mediante acciones e intervenciones personales y concretas: en varios
momentos apoyó la compra o la donación de objetos para el museo; en otros,
la gestión del ministro probó ser indispensable en misiones delicadas, como lo
fue la repatriación de los códices originales de la colección de Boturini que
Bullock se habla llevado a Londres. Desmintiendo que a Bullock se
le hubiera permitido llevarse documentos originales, Alamán solicitó la inter-
vención de José Michelena —el representante oficial de México en Londres—
para asegurar el retorno de los documentos y, al mismo tiempo, ejerció pre-
504 LAS CONMEMORACIONES: ENTRE EL PASADO, EL PRESENTE Y EL FUTURO
sión directa sobre Bullock, a través de la promesa de un contrato de minas,
que Bullock obtuvo finalmente cuando regresó a México con los códices. Por
otro lado, Alamán fue un corresponsal asiduo de exploradores y científicos
extranjeros, intercambió objetos y libros con éstos y frecuentemente apoyó
su actividad en México, consiguiéndoles pasaportes o garantizando su libre
paso por el territorio nacional. Entre los más beneficiados se encuentra Jean-
Frederick Waldeck, cuyo viaje a Yucatán fue financiado, en gran parte, gra-
cias a los esfuerzos de Lucas Alamán para conseguir suscriptores entre los
gobernadores de los estados de la República Mexicana y entre otros personajes
pudientes.
Para resumir, la primera década del Museo Nacional se puede calificar
como una etapa de centralización y de acumulación de objetos muy diversos,
que circulaban —e ingresaban al museo— a través de varias redes de inter-
cambio. Entre los participantes en estas redes, encontramos, por un lado, a
representantes de la vieja aristocracia criolla mexicana, para quienes donar
objetos o dinero al museo era una forma de forjar o de hacer visible su preemi-
nencia cultural y social en una sociedad donde los antiguos códigos de com-
portamiento estaban cambiando. Por el otro, comerciantes, viajeros o cien-
tíficos extranjeros se relacionaban con el museo para buscar algún tipo de
intercambio o ventaja (y a veces, también para sustraer documentos o pie-
zas). Gracias a donaciones y canjes, la colección del museo aumentó consi-
derablemente durante los primeros años y contaba, como escribió Icaza en
1832, con "200 monumentos jeroglíficos anteriores o muy cercanos a la época
de la Conquista, entre los cuales se encuentran más de 20 que han merecido
la atención de las Naciones cultas de Europa, y el estudio de algunos anti-
cuarios nacionales y extranjeros, que han procurado descifrarlos"." El dic-
tamen del conservador sobre el estado del museo no era del todo optimista,
sin embargo: la institución "no había tenido todos los aumentos que serían
de desear en esta clase de establecimientos y que exige la cultura del siglo,
_
así como la estención del gusto que últimamente se ha definido por el estu-
dio de las antigüedades", y las colecciones de máquinas y de producciones
naturales casi no habían crecido.

Pero, más que de objetos, el museo carecía de un guión coherente que


transformara en colección el montón de objetos adquiridos indiscriminada-
mente y de una narrativa que justificara o diera razón de ser a esta colección.
Las reseñas de los visitantes extranjeros al museo fueron implacables en este f
sentido. El coronel inglés Mark Beaufoy visitó el museo en 1826 y quedó fas-
cinado con la "pila" de 30 o 40 pergaminos (e?) cubiertos de jeroglíficos y con
los ídolos de apariencia egipciaca, pero criticó la poca organización de la colec-
ción y el poco cuidado que se le daba —al parecer, un soldado tuvo que rorn-
21 Isidro Icaza, "Manuscrito en el que se exponen las condiciones materiales en que se encuen-
tran las colecciones del museo", 1' Serie, Papeles sueltos, Legajo 1-A, Documento 6, Biblioteca
del Museo Nacional de Antropología e Historia, Fondo Manuscritos, 1831.
EL MUSEO NACIONAL DE MÉXICO Y LOS GUIONES DE LA NACIÓN 505

per la puerta para que Beaufoy pasara, porque la llave se había perdido—."
Unos 20 años después, los comentarios no eran distintos. Frances Calderón
de la Barca encontró que el museo contenía obras raras y valiosas y muchas
antigüedades curiosas de los indios, pero los objetos estaban mal organiza-
dos. Por otro lado, en su Mexico, as it Was and as it Is, Brantz Mayer, el secre-
tario de la legación estadunidense en México (1843-1844), quien dedicó un
estudio bastante comprehensivo al museo y a algunas piezas, describió su
impresión general de la colección de esta manera: "estarás sorprendido de
hallar entre esa masa de polvo, basura y muebles inservibles, reliquias de la
antigüedad, para las cuales, el British Museurn, el Louvre o la Glyptotheca
de Munich pagarían miles".24 A su vez, pocos años antes de la invasión de México
por los Estados Unidos, en 1845, el viajero estadunidense Benjamin Moore
Norman en su Rambles in Yucatan , urgía a sus compatriotas a aprovechar
la "falta de interés" de los mexicanos por sus antigüedades y a llevar a cabo la
exploración e ilustración de estas "maravillas" que pertenecían apropiada-
mente a los americanos (del Norte). Si no, los Belzonis o Champoilions del
Viejo Mundo podían usurpar su propósito!'
Para Isidro Icaza, primer conservador del museo, acumular objetos, sobre
todo monumentos y documentos prehispánicos, significaba estar al día con
los gustos del siglo, dar un paso fuera de la barbarie y hacia la civilización,
reclamar —como él mismo había insistido en su primer borrador del regla-
mento del museo los "títulos de la historia"— y tomar posesión simbólica de
un territorio definido por la extensión de sus ruinas o de sus producciones
naturales más curiosas o características. Sin embargo, cómo forjar la unión
entre las prácticas de acumular y exponer objetos, por un lado, y las de co-
nocer y representar la nación a través de una colección nacional, por el
otro, es una pregunta que quedó sin una respuesta definitiva en las décadas
ideológica y políticamente tumultuosas después de la Independencia. Sur-
gieron durante estos años varias formas de pensar el pasado y el presente
de los mexicanos, cada una vinculada a intereses y usos diferentes. En sus
intentos de dotar a los objetos del museo con valores simbólicos o de ima-
ginar, a través de ciertos objetos, los orígenes y el estado de su nación, los
mexicanos contendrían, como lo hicieron al momento de adquirir objetos,
con los viajeros, comerciantes, espías, especuladores y científicos extranje -
ros quienes estaban forjando sus propias narrativas sobre la joven nación
mexicana.

23
Mark Beaufoy, Mezican Illustrations Founded upon Facts, Indicative of the Present Conditions
of Society, Manners, Religion, and Manners, arnong the Spanish and Native Inhabitants of Mexico:
with Observations opon the Government and Resources of the Republic of Mexico, as they Appeared
during Part of the Years 1825, 1826, and 1827, Carpenter and Son, Londres, 1828, p. 199.
" Brantz Mayer, Mexico as it Was and as it Is, J. Winchester, New Jersey, 1844. [Traduc-
ción mía.]
23
Benjamin Moore Norman, Rambks ira Yucatan; or Notes of Travel Through the Península,
Including a Wsit to the Pubis of Chi-Chen, Kabah, Zayi and Uxmal, Nueva York, 1843, p. 101.
506 LAS CONMEMORACIONES: ENTRE EL PASADO, EL PRESENTE Y EL
FUTURO

LOS ORIGENES DE LOS MEXICANOS Y LOS USOS DEL PASADO

Benjamin Moore Norman no tenía razón cuando escribió que los mexicanos
no se habían preocupado por explorar sus antigüedades. Desde la época co-
lonial el estudio de los monumentos y de los documentos prehispánicos tuvo
discípulos célebres; entre ellos destaca Antonio de León y Gama, cuyos escri-
tos sobre las piezas desenterradas en la Plaza Mayor de México en 1791 fueron
reeditadas en 1832 por Carlos María de Bustamante. Por el otro lado, durante
la época independiente, el Museo Nacional publicó una efímera serie de gra-
bados y notas sobre algunos objetos de la colección. Entre sus primeros actos
como conservador del museo, el 29 de noviembre de 1825, Isidro Icaza había
propuesto la publicación de "una literatura".26 Año y medio después, el 25 de
agosto de 1827, se imprimió una hoja volante, con el título "Museo mexica-
no", donde Icaza sugirió que las antigüedades pudieran servir como hilos
conductores hacia un pasado "sepultado en el olvido" y envuelto en "tinieblas
casi impenetrables" por la ignorancia y el fanatismo y, con este propósito,
anunció la publicación mensual de cuatro láminas —de esculturas, dibujos,
jeroglíficos y pinturas históricas prehispánicas escogidos entre los objetos de
la colección— acompañadas de notas y explicaciones. Los tres números de la
Colección de las antigüedades mexicanas que ecsisten [sic] en el museo, editadas
por Isidro Icaza e Isidro Gondra, ilustradas con litografías de Jean Frederick
Waldeck e impresas por Robert, salieron durante los últimos meses de 1827
y dejaron de publicarse por falta de suscriptores." Este precario esfuerzo de
estudiar y dar a conocer la colección anticuaria del museo es un valioso testi-
monio del empeño de los editores por representar el alto grado de civilización
mexica (comparable, según los editores, al de otras civilizaciones clásicas,
como la griega) y por reflexionar sobre el balance negativo de la dominación
española. Sin embargo, sorprende la ausencia de cualquier intento por en-
contrar en la civilización de los antiguos mexicanos el origen de la nación
moderna o por establecer vínculos o continuidades entre las dos.
Por otro lado, a partir de mediados de los años veinte, el enigma de los oríge-
nes, tanto de los mexicanos como de la humanidad, empezó a buscarse en otro
lado: entre las ruinas —envueltas en el misterio de los años y de una vegetación
lujuriante— de Palenque. Aunque a finales del siglo xvw y principios del xix
hubo varias exploraciones de las ruinas de Palenque, su efecto electrizante en la
imaginación europea comenzó en 1822, cuando se publicó en Londres el libro
Descriptions of the Ruins of an Ancient City, Discovered near Palenque, la traduc-
ción de un manuscrito del capitán español Antonio del Río sobre sus exploracio-
nes en Palenque entre 1786-1789. La traducción inglesa venía acompañada
de un tratado sobre los orígenes míticos —atlántidas y cartaginenses— de los
26 Isidro Icaza, "Informe", sin sección, caja 82, expediente 20, AGN, 29 de diciembre de
1825.
" Isidro Icaza e Isidro Gondra, Colección de las antigüedades mexicanas que ecsisten en
el
Museo Nacional de México, México, 1827.
EL MUSEO NACIONAL DE MÉXICO Y LOS GUIONES DE LA NACIÓN 507

antiguos habitantes de Palenque, escrito por el guatemalteco Félix Cabrera a


finales del siglo xvai. En 1825, la Société de Géographie de París dio testimonio
del interés europeo en Palenque al anunciar un premio para el estudioso que
lograra descifrar el misterio de estas ruinas. Muchos aceptaron el reto.
En 1827, Jean Henil de Baradére, quien había llegado a México para deter-
minar si había condiciones propicias para establecer una colonia francesa en las
orillas de la laguna de Coatzacalcos y quien en 1828 se hallaba en la Ciudad de
México, donó al museo varios pájaros disecados, a cambio de copias de los ma-
nuscritos de Guillermo Dupaix y de los dibujos de Luciano Castañeda. Estos
manuscritos se publicaron por primera vez en 1834 con el título de Antiquités
mexicaines, en traducción al francés, en un espléndido folio que reunía también
notas explicativas de Baradére y Saint-Priest, un discurso de Charles Farcy —
miembro de la Sociedad de Anticuarios de Francia— e interesantísimos co-
mentarios sobre los paralelos entre las ruinas de Palenque y las de Egipto y del
Industán, escritos por Alexandre Lenoir, participante en la antigua Comisión de
Napoleón en Egipto. Baradére envió dos ejemplares del libro a México: uno para
Lucas Alamán y otro para el museo, Con los siete monumentales volúmenes de
los Antiquities of Mexico (1830-1848), donde Lord Edward Kingsborough reco-
piló varios códices mexicanos, las Antiquités rnexicaines fueron un importante
acicate para el estudio de antigüedades mexicanas por mexicanos y extranjeros.
Baradére coincidió en México con Jean Frederick Waldeck, quien había
visitado la exposición de Bullock en Londres y como comentamos antes, hizo
las litografías de la Colección de antigüedades publicada por el museo." En
1828, Waldeck solicitó apoyo a Lucas Alamán para llegar a Palenque, descri-
biendo el propósito de su proyecto como el de encontrar el origen del pueblo
mexicano, "todavía un problema que está por resolver". En su carta a Alamán,
Waldeck insistía que:

Debemos buscar su origen y hallar su rastro en las provincias de Yucatán y de


Chiapas pues hasta ahora ninguna historia, crónica, ni tradición anteriores o pos-
teriores a la Conquista hacen mención a las ruinas llamadas de Palenque, las que
por su estilo y el arte que caracterizan su construcción demuestran haber sido
obra de un pueblo adelantado en la civilización, instruido y muy antiguo.""

Waldeck se comprometía a dibujar las ruinas y sacar moldes de los bajorre-


lieves de Palenque, sobre todo de la estela que —se pensaba— representa la
" Para estudios más detallados sobre el pintoresco Waldeck, véanse Claude Franois Baudez,
Waldeck, peintre. Le premier explorateur des ruines mayas, Hazan, París, 1993; y, sobre todo, la
investigación de posgrado inédita de Miguel Angel Díaz, De viajeros y coleccionistas de anti-
güedades, Frédéric Waldeck en México: Historia, origen y naturaleza del hombre americano en los
albores de la modernidad, tesis de doctorado, Centro de Estudios Históricos de El Colegio de
Michoacán, Zamora, 2008.
" G. F. Waldeck, "Proyecto para explorar Chiapas y Yucatán para estudiar antigüedades mexi-
canas", 1' Serie, Legajo 1-A, Documento 5, Biblioteca del Museo Nacional de Antropología e
Historia, Fondo Manuscritos, 1831 .
508 LAS CONMEMORACIONES: ENTRE EL PASADO, EL PRESENTE Y EL FUTURO

adoración de la cruz. Estos moldes se presentarían, explicaba Waldeck, en


exposiciones públicas en Londres y París y "vendrán a ser después propiedad
del Museo de Antigüedades de México". Para llevar a cabo su proyecto, que
implicaba, según los cálculos de Waldeck, 2 000 leguas de camino y dos años
de trabajo, Waldeck pedía 10 000 pesos, divididos en 40 "acciones" de 250
cada una, La obra final, un libro, seria propiedad de los suscriptores y el autor
se quedaría con la tercera parte del liquido.
Alamán acogió la propuesta de Waldeck con entusiasmo: en nombre del
vicepresidente de la República, el ministro Alamán defendió la importancia
del proyecto de Waldeck para "conducir al conocimiento de antigüedades y
monumentos preciosos que ilustran la historia del país y puedan satisfacer
los deseos que los anticuarios de Europa han manifestado de comparar las
antigüedades mexicanas del Palenque con las egipcias" y, mediante una circu-
lar, invitaba a los gobernadores de los estados a suscribirse." En junio de
1832, Waldeck se hallaba ya en Palenque; de allí, escribió una carta al curador
del museo, Isidro Icaza, informándole que "[había tenido] el desconsuelo" de
ver que la famosa estela de la adoración de la cruz había sido sacada del lu-
gar. Una tal doña Irina había vendido varios bajorrelieves a estadunidenses.
Diputados locales también tenían escondidos en sus casas bajorrelieves de
gran importancia, uno de los cuales representaba, según Waldeck, a Yupiter
o Brahma y otro a Vichnu-Tlaloc.n
Waldeck insistía que era urgente transportar, con trabajos y muchos cui-
dados, los bajorrelieves que quedaban al museo de la capital y exponía las
maneras y los costos del transporte: "de acá a la playa no son más de ocho
leguas de camino algo cómodo. Se los puede cargar al hombro hasta las em-
barcaciones que se van por la barra de Tabasco".32 Era imprescindible, con-
cluía Waldeck, que antes de que fueran sacados del lugar o que quedaran en
manos de hombres, quienes "con falta de luces, los hicieran inútiles, maltra-
tándolos como hacen cada día y los vuelven perdidos para la historia", los
bajorrelieves llegaran al Museo Nacional. Las piezas nunca llegaron al museo
y el proyecto de exploración de Waldeck afiliado de alguna manera al museo se
vio truncado en medio de señalamientos por parte de los miembros de una
autodenominada "Sociedad Anticuaria de Palenque" formada en la Ciudad
de México, que acusaba a Waldeck de estar saqueando las ruinas yucatecas."
El extranjero fue expulsado del pais, después de que se le confiscaron gran
" Lucas Alamán, "Circular donde se da a conocer que el dibujante anticuario Dn. G. F. Waldeck
ha presentado al E. S. V. presidente un plan para realizar una expedición científica a Yucatán y
Chiapas', 4" Serie, Documentos varios, Legajo 24, Biblioteca del Museo Nacional de Antropolo-
gía e Historia, Fondo Manuscritos, 17 de octubre de 1831.
3
' G. F. Waldeck, "Carta al R[everen]do D[oct]or D[o]n Isidro Icaza, Conservador del Museo
Nacional de México", 3* Serie, Legajo 28, Documento 4, Biblioteca del Museo Nacional de Antro-
pología e Historia, Fondo Manuscritos, 1832.
" ídem.
Lefevre [0], "Carta al Conde de la Cortina", Legajo 1-A, Manuscrito 3, Biblioteca del Museo
33

Nacional de Antropología e Historia, Fondo Manuscritos, si.


EL MUSEO NACIONAL DE MÉXICO Y LOS GUIONES DE LA NACIÓN 509

parte de sus dibujos y notas, aunque, como notaba en su Voyage pittoresque


et archéologique (1836) había tornado la precaución de guardar copias.
El interés en Palenque se mantuvo durante las décadas siguientes a través
de los escritos de otros aficionados o exploradores extranjeros: Baradére,
Kingsborough, Stephens, Catherwood y, más tarde, Brasseur de Bourbourg.
En 1843, el conde de Saint-Priest (participante en la edición de Antiquités
rnexicaines) escribiría una carta al gobernador de Yucatán, pasando por alto
al gobierno federal, donde informaba que el tema principal de la sesión de la
Sociedad Real de Londres de abril de 1843 había sido Palenque y que perso-
najes influyentes corno el príncipe Alberto de Inglaterra, el duque de Cam-
bridge, Robert Peel, y el escritor francés Chateaubriand, entre otros, estaban
organizando una expedición transatlántica a Yucatán, con e l propósito de
resolver el misterio del origen de la civilización americana. Saint -Priest le
pedía al gobernador información puntual sobre las condiciones materiales y
de seguridad que enfrentarían los miembros de la expedición europea y con -
cluía su carta insistiendo que la presencia de tan ilustres personajes extran -
jeros en Yucatán seria una fuente importante de legitimidad política y cultu ral
para la nueva República yucateca recién independizada del resto de la nación
mexicana.
La carta de Saint-Priest fue publicada el 28 de marzo de 1845 en el perió-
dico Registro Yucateco y tuvo ecos importantes también en la capital. Desde
el Museo Mexicano, una especie de voz no oficial del Museo Nacional, el ge-
neral José María Tomei escribió que los estudios de Saint-Priest y sus colabo-
radores sobre las culturas antediluvianas en Palenque habían logrado una
revolución en las ciencias: "Cristóbal Colón había descubierto una Améri ca
nueva y ellos han descubierto una América antigua". Lejos de ser una
"playa malsana y cenagosa, habitada por pueblos degenerados", México había
sido cuna de civilizaciones cuyo grado de adelanto reflejaba su antigüedad.
Explorar estas civilizaciones y, por extensión, los orígenes de los mexicanos,
era una deber del gobierno nacional, insistía Tornel.
Para los estudiosos extranjeros, la exploración de Palenquépodria" ser
instrumental en resolver los enigmas de una historia universal de la civili -
zación: ¿dónde había comenzado la civilización? ¿Cuáles eran sus eta pas
dentro del esquema de un progreso que tenía como máximos representan tes
a algunos países europeos del siglo xix? ¿Cómo podían compararse e
interpretarse las semejanzas y las diferencias entre culturas en diferentes
momentos? Para sus promotores mexica nos, en cambio, el estudio de las
antigüedades prehispánicas empezaba a tener, en la década de los cuarenta,
usos mucho más inmediatos, que acabarían por invertir la colección del
Museo Nacional con sentidos narrativos y justificatorios. Por un lado, las
ruinas se volvieron herramientas para hacer política: construir genealo -
gías míticas, vincular el presente con el pasado, circunscribir y legitimar
territorios nacionales. En el contexto de un Yucatán sublevado contra el resto
de la nación mexicana, era urgente contestar si la exploración de Palenque
510 LAS CONMEMORACIONES: ENTRE EL PASADO, EL PRESENTE Y EL FUTURO

era asunto del gobierno yucateco o del Museo Nacional. Por otro lado, el
estudio de las antigüedades y del alto grado de civilización que represen-
taban, confrontaba a los mexicanos a una dificil pregunta: ¿cómo explicar
el presente miserable ante un pasado glorioso? ¿Había que considerar a los
mexicanos del siglo xix como herederos de las culturas prehispánicas? El
espectro de la degeneración —cultural, moral y racial— llegó a constituir
una amenaza real, alejada por momentos con explicaciones sobre el retraso
que había implicado el dominio español. Las respuestas a las preguntas
sobre el origen y la genealogía de los mexicanos no se acabarían de definir
hasta los años setenta del siglo xIx.

CONCLUSIONES

En su libro, Imagiried Communities, Benedict Anderson nos invita a pensar


en los procesos a través de los cuales una nación es construida (imaginada) por
los miembros (ciudadanos) que se consideran parte de ella. Para Anderson, el
mito de la nación es forjado con ayuda de los medios masivos de comunica-
ción y de la literatura impresa, popular y vernácula, que permiten codificar
memorias colectivas y definir identidades nacionales, Los museos nacionales
son también espacios que sostienen la representación de la nación: sus oríge-
nes mistiás, su genealogía, su territorio inviolable.
Este breve recuento del Museo Nacional de México durante los primeros
años después de la Independencia de México matiza las suposiciones de
Anderson y propone entender la relación entre la nación y su Museo Nacional
1
desde otro ángulo. Si a lo largo de unas cuatro décadas los curadores del
museo insistieron en que éste era de "importancia notoria para el país", no
siempre mostraron con claridad en qué sentido lo era. Como representar la
nación no fue un asunto obvio ni natural y, durante su etapa temprana, el
museo reflejó la falta de una narrativa coherente que vinculara la acumula-
ción de objetos al conocimiento, al ordenamiento histórico y a la interpre-
tación simbólica de éstos. En parte, esto fue producto de la falta de dinero,
de personal y de espacio que padeció el museo en sus primeros años, pero
1
también de las fuertes convulsiones políticas, sociales e ideológicas que vivió
el país antes de 1867. Al mismo tiempo, la presencia entre los directivos del
Museo Nacional de personajes que habían formado parte de las antiguas
élites criollas y que se habían criado o hablan sido activos durante los últimos
años del régimen colonial —Ignacio Cubas, Luciano Castañeda, Vicente
Cervantes, Isidro Icaza y Lucas Alarnán, entre otros— nos permite
comprender por qué el museo fue pensado en sus principios como una con-
tinuación de los antiguos gabinetes virreinales y de las formas de sociabilidad
criolla, y no como la institución que rompería de manera convulsiva con el
pasado colonial para imaginar el futuro de la nueva nación mexicana
independiente.
EL MUSEO NACIONAL DE NIXICO Y LOS GUIONES DE LA NACIóN 511

Por otro lado, la falta de un poderoso guión interno de la nación se vuelve


aún más evidente en comparación con la proliferación de relatos extranjeros
—escritos por viajeros, diplomáticos, comerciantes o coleccionistas—sobre el
México recién independizado. Podría pensarse, en este sentido, que el vacío
o la falta de coherencia discursiva mexicana se llenó de narrativas y
explicaciones foráneas, que buscaban en la brecha entre la riqueza anticuaria,
natural o minera y los débiles intentos de apropiársela por los mexicanos, la
legitimación para intervenir, saquear, interpretar o imaginar la nación
mexicana. En el caso específico del museo, serían los mismos comerciantes,
viajeros, especuladores o exploradores extranjeros quienes crearían gustos,
intereses y tendencias en los estudios de las antigüedades o de la historia natu-
ral del país.
Este panorama cambió drásticamente con el nombramiento de José Fer-
nando Ramírez como director del Museo Nacional (1852-1854 y 1857-1864).
En 1865, cuando Ramírez emprendió su viaje a Yucatán para acompañar a
Maximiliano y Carlota, dejó cerrados los gabinetes del museo y se llevó las
llaves. Léon Méhédin, integrante de la Comisión Científica en México, organi-
zada por el Ministerio de Instrucción Pública de Francia, se quejaría amarga-
mente al ministro de Instrucción pues no podía hacer bien su trabajo de 'foto-
grafía": el tal "Ramires" —decía— era un Argos de mil ojos, siempre al tanto de
sus colecciones.'" La historiografía sobre el Museo Nacional de México em-
pieza en 1867, con la República Restaurada y asume, inconcientemente, el
gesto simbólico de este hecho protagonizado por José Fernando Ramírez como
punto de origen. Cerrar los gabinetes, llevarse las llaves y reclamar la repre-
sentación de la nación mexicana para los mexicanos, hicieron posible escri-
bir la historia del museo como historia de una colección nacional.
¿Qué implica, entonces, escribir la historia del Museo Nacional de México
durante las décadas anteriores? Por un lado, renunciar a escribir la historia de
un objeto aislado o a rígidas oposiciones entre el aquí y el allá, entre lo local
y lo global, para destacar la participación del museo en el tráfico y movilización
de objetos, ideas y personas entre México, Europa y los Estados Unidos du-
rante la primera mitad del siglo xix, trazando los hurtos, compras, canjes,
donaciones, u otras formas de desplazamiento de las cosas y los recorridos de
estudiosos, curiosos, coleccionistas, especuladores, saqueadores, agentes c0-
m erc iales, mineros y espías. Por otro lado, aceptar que el olvido, las amne-
sias, los recuerdos indiscriminados o las narrativas contradictorias pudieron
coincidir en el mismo espacio, antes de que el Museo Nacional se constitu-
yera como el museo de la nación.
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versal de 1867, Méhédin reconstruyó un templo mexicano recreando adentro, como lo había hecho
Bullock 40 años antes, el terror de la religión sangrienta de los antiguos mexicanos. Al respecto,
véase Hippolyte Gatnier, Les curiosités de l'exposinkm universelle de 1867, Delagrave et Cíe para, 1g67.
512 LAS CONMEMORACIONES: ENTRE EL PASADO, EL PRESENTE Y EL FUTURO

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