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Hablar sobre lo ocurrido en la emblemática noche de los lápices nos impone a hablar
necesariamente sobre un largo periodo de cambios económicos, y sociales que la
precedieron y posteriormente constituyeron en uno de los grandes hitos de la historia
Argentina.
Es así que el gobierno que tomo al mando en esa época (1976-1983) fue un gobierno
de dictadura cívico- militar que derroco al gobierno constitucional de la presidenta
María Estela Martínez de Perón y estaba encabezada por una junta militar integrada
por tres comandantes de las fuerzas armadas.
El régimen impuesto disolvió todos los cuerpos legislativos y removió a todos los
funcionarios.
Durante este período, la deuda empresarial y las deudas externas pública y privada se
duplicaron. La deuda privada pronto se estatizó, cercenando aún más la capacidad de
regulación estatal.
Con ese clima económico, la Junta Militar impuso el terrorismo de Estado ,desarrolló
un proyecto planificado, dirigido a destruir toda forma de participación popular.
Hasta 1980, cuándo el único sobreviviente, Pablo Díaz, fue liberado, el mismo quien,
10 años después contaría la experiencia vivida, transformándose en el relator de la
película.
Los otros, pasarían de una prisión a otra, perdiéndose con el tiempo su rastro y
pasando así a formar parte de una larga lista de desaparecidos (eufemismo que los
ideólogos sostuvieron para ocultar sus crímenes: debido a la naturaleza, una
desaparición encubre la identidad de su autor. Si no hay preso, ni cadáver, ni víctima,
entonces nadie presumiblemente es acusado de nada-Amnistía Internacional, en su
informe sobre la desaparición de personas por motivos políticos).) durante aquella
época, ya que gran cantidad de ellos fueron ejecutados y enterrados en fosas
comunes o arrojados al mar desde aviones militares.
Asimismo se crearon asociaciones para buscar a los hijos de los desaparecidos como
las Abuelas de Plaza de Mayo.
En los juicios que se siguieron contra las Juntas Militares y el personal de la Policía de
la Provincia de Buenos Aires se investigó el caso de la Noche de los Lápices. Los
autores intelectuales de su desaparición fueron condenados. Algunos de los
ejecutores fueron procesados. Otros se ampararon en la ley de obediencia debida. Los
condenados finalmente fueron indultados por decreto presidencial.
Como conclusión se puede decir que los jóvenes de aquella época allanaron el camino
para conseguir años después un gobierno democrático, jóvenes que lucharon para
construir un futuro mejor y que fueron víctimas de un mundo convulsionado, donde se
mezclaban los intereses de la clase dominante con la simple lucha por obtener los
derechos que les correspondían, por obtener justicia, por sobre todo.
Muchos años después los secundarios de hoy vuelven a despertar el interés por los
problemas del país. Organizan centros de estudiantes y vemos como defienden cada
vez más la escuela pública. Constituye un hito de la memoria social por el precio que
posee para reflexionar acerca de lo acontecido, para que no vuelva a ocurrir nunca
más ni aquí, ni en otros lados, y por sobre todo para valorar, cuan importantes son las
libertades que tenemos y que nunca valoramos en su justa medida. Hoy en día, se
debe seguir luchando por nuestros derechos, puesto que la lucha nunca termina.