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escuela?
Los niños y los adolescentes de hoy en día son más maleducados que nunca. Parece
que las familias no cumplen su función de educar. Aunque a lo mejor no es algo tan
nuevo, porque creo que esto siempre ha pasado, mis abuelos también creían que los
jóvenes no tenían (buena) educación; también lo creyeron mis padres y lo piensan
actualmente muchos ciudadanos mayores de 40 años. Ir a comer con los niños a un
restaurante, por poner un ejemplo, puede ser más estresante para los padres que
aprobar unas oposiciones para notario. Los camareros, el resto de clientes, padres y
madres sentados en otras mesas les evalúan, examinan si sus hijos están (bien)
educados o no.
Así ocurre que cuando ni los padres ni los alumnos tienen la (buena) educación
necesaria para convivir de manera pacífica y respetuosa, se dan situaciones que
llevan a los docentes al hartazgo. Supongo que si Ramón y Cajal hubiese vivido en la
época de lo digital, habría escrito un post quejándose de sus maleducados discípulos
que se reían a carcajadas en sus clases magistrales. Aunque creo que por entonces,
la función de educar (bien), residía más en las escuelas que en los hogares, donde a
los padres aún no se les exigía toda la responsabilidad en cuanto a educación se
refiere.
A mí me encantaría que no solo los niños, sino también los adultos, fueran personas
(bien) educadas ¿a quién no? Nos facilitaría la vida personal y la profesional
enormemente. También las familias acabamos hartas de algunos adultos
maleducados cuando en el momento de educar (bien) a nuestros hijos nos
encontramos con diferencias que nos crispan, incluso dentro de la misma familia. A
veces a los padres no nos gusta cómo actúan los abuelos, o los tíos, o los vecinos, o
los profes, o los padres de otros niños del colegio. Pero tenemos que vivir con ello.
A muchos padres, por citar algunos ejemplos, no les gusta que cuando van a cruzar
la calle con sus hijos pequeños, mientras esperan a que el hombrecito - o mujercita
porque los semáforos también educan, se ponga verde, llegue algún peatón y se lo
salte en rojo. No les gusta que después de haberle contado a sus hijos que fumar
mata y que por eso ha fallecido el abuelo de su mejor amigo, aparezca su tío con un
cigarrillo en la boca. No les gusta saber que a pesar de que están inculcando a sus
pequeños que los videojuegos violentos son deleznables, cuando van a casa de un
amigo se hartan a jugar al Call of Duty. Pero a menos que eduques a tus hijos como
Viggo Mortensen a los suyos en Captain Fantasticte vas a tener que resignar a vivir
con ello. Es la maravillosa sociedad que hemos construido.