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La admisión en una institución para toxicómanos

Rubén Bernardo Ghía

El Cenareso es un organismo pùblico perteneciente al Ministerio de Salud de la Nación. Entre sus


objetivos se encuentra el brindar tratamiento a toxicòmanos. El centro, como otros organismos del
àmbito de la salud mental, se propone albergar una manifestaciòn del sufrimiento subjetivo en el campo
de la oferta pùblica asistencial. El enfoque institucional, que se define como clìnico social, considera la
diversidad subjetiva, estructural y contextual de las presentaciones. En el marco señalado se propone un
acercamiento profesionalizado e interdisciplinario a través de diferentes pràcticas entre las que se incluye
la aplicación del psicoanálisis.

Si bien la institución, como tal, establece regulaciones que rigen “para todos”, dadas las características
enunciadas es permeable a la consideración de lo singular y de la excepciòn.

Acerca de la oferta.

Siendo el Cenareso una institución que recorta su campo de intervención al tema de las toxicomanìas, se
constituye como tal, en un centro” especializado”. Lo mencionado convoca a la propia interrogación
institucional dado que esta “especificidad” de la oferta condiciona muchos de los pedidos de intervención
que en ella se efectúan.

Dice J.A. Miller (1):” Es bastante difícil que podamos conducir al sujeto a perder su oropel identificatorio,
su “yo soy toxicòmano”, que le permite ubicarse en el Otro social, dentro de una institución para
toxicómanos. Hay que hacer una operación muy paradojal que implica subvertir desde el interior el lugar
que le es ofrecido.”

H. Freda le responde (2): “ las instituciones estàn obligadas a intentar una suerte de barrera a la droga,
desligarlo del producto como primer objetivo. La cuestión es saber hasta que punto el trabajo que se
pueda hacer allì, marque en la subjetividad un antes y un después, cosa que està marcada desde antes
sòlo por la droga.”

Un camino posible en tal sentido, consiste en sostener la idea freudiana de considerar cada caso como si
fuera el primero, orientarse hacia una clìnica del sujeto y no de las identidades sociales, lo que se ve
desvirtuado si se atiende a la droga como eje del discurso.

La demanda de intervención.

Ya desde las primeras entrevistas, en el proceso de admisión surgen demandasque, por la modalidad de
su formulaciòn generan tempranos condicionamientos a la propuesta institucional.

Se trata de situaciones complejas en las que se pone de manifiesto la dificultad del Otro social para
tramitarlas solicitando perentoriamente una respuesta a una diversidad de aspectos que se velan bajo el
significante “ drogadicto” o “toxicómano”.

Son reiteradas las derivaciones de juzgados civiles o penales en las que se suele indicar la internaciòn
compulsiva para la rehabilitación de personas que presentan (según el DSM IV) diversos tipos de
trastornos, todos ellos articulados con el uso de sustancias actuales o pretéritos . Son frecuentes tambièn
las derivaciones realizadas por organismos de salud en las que ya viene predeteminada la indicación
terapéutica.

En cuanto a las demandas de los familiares, surge recurrentemente la exigencia de internaciòn ante
hechos de violencia, problemas con la ley, conductas impulsivas o estados confusionales mencionando el
consumo de drogas como causa.

En lo que se refiere a las presentaciones “espontáneas”, de ciertos toxicómanos, sus pedidos se


relacionan màs con presiones sociales o con la necesidad de un control sobre la ingesta de tóxicos que
con una demanda inicial de tratamiento. Por otro lado, cada vez con màs frecuencia surgen
presentaciones que adquieren el carácter de emergencias o urgen- cias subjetivas.

Si pensamos cual puede ser el denominador comùn en las formas de presentación descrip- tas, podemos
señalar que en ellas aparece una demanda de asistencia y curación que expresa en lo manifiesto:
-La exigencia de una respuesta inmediata, urgente.

-Un conocimiento previo acerca de la causa: lo que ocurre es consecuencia directa del consumo de
drogas reforzando asì ciertas identificaciones y la dimensión imaginaria.

-La reducción del consumo a un signo, un elemento extraño, producto de una desviación (biológica, social
o psicológica) que debe ser erradicado vìa medicación o alguna otra terapéutica establecida con el
consiguiente aislamiento del síntoma desconectado de la historia significante del sujeto.

-Un camino de intervención presupuesto: Internaciòn- desintoxicaciòn- rehabilitación-reinserciòn para


reintegrar al paciente a la red social y al circuito productivo.

-La presunción de la abstinencia como condición previa a un tratamiento.

En resumen, cuando la estrategia del consumo falla, el Otro social està presto a cerrar la posible
aparición del sujeto reforzando un significante al cual identificarse, “soy toxicòmano”. Dada la ausencia
de su palabra, es la ciencia mèdica, refrendando a lo jurídico, la que interviene, produciendo la
categorización del mismo por la clasificación de su acto . Se trata de un discurso excluyente,
desconocedor de las determinaciones inconscientes y de la responsabilidad subjetiva.

Los “toxicómanos” suelen aceptar esta definición socialmente adjudicada concurriendo desde una posición
objetalizada a la institución para que“se los trate.”

La admisión.

Frente a lo anteriormente señalado, los profesionales que desde una escucha analìtica

realizan las entrevistas de admisión suelen formularse diversos interrogantes : ¿ Còmo alojar
institucionalmente este malestar emergente que exige acciones partiendo de presupuestos previos que
pretenden condicionarlas?, ¿Còmo intervenir desde las primeras entrevistas?. ¿Qué se admite?, ¿A quièn
se admite?, ¿ Porquè alguien elige una institución para toxicómanos y no otra?.

Preguntas necesarias de realizar en tanto que según la modalidad de tramitarlas se puede establecer una
divisoria entre el criterio clìnico antes mencionado y diversas propuestas estandarizadas que tienden a
responder sin cuestionar la lógica social en la que estàn inmersas. Una respuesta” terapeùtica” y
“especializada” podría dar consistencia a estas demandas a partir del denominador comùn y
homogeneizante del consumo, procediendo a admitir a todos aquellos que se nombran o son nombrados
como “adictos”. De esta manera, se condicionarìa desde un inicio el tratamiento posible a partir de ciertos
“saberes institucionales”, en mayor o menor armonìa con la “demanda social de cura”. El toxicòmano se
convertirìa asì en el representante de la definición del Otro, que da un significado a su conducta y
prescribe un tratamiento, anticipándose a la formulación de cualquier demanda y a la posiblidad de
sintomatizar la dependencia.

Como señala J.A. Miller, ” En el momento actual, la demanda generalizada de prácticas terapeùticas, hay
que pensarlas como resultado de la acelerada caída del padre que desvela una nueva dimensión de la
inexistencia del Otro lo que desemboca en una demanda generalizada de sentido para paliar la irrupción
de lo real”.

Los profesionales que realizan las entrevistas de admisión para poder tomar distancia de estos
condicionamientos institucionales, tienen que establecer un diagnòstico de las carac- terísticas de la
demanda. Poder escuchar: ¿Quiény qué demanda?, ¿Còmo formula la misma?, ¿ Aquién la dirige?, ¿Por
qué lo hace en este momento?, ¿Còmo intervenir ante su ausencia o frente a las peculiares formas de su
presentación? Para comprender las situaciones presentes ypretéritas quedesembocano no en una
demanda. Es a partir de lo anterior que se podrà concluir en una decisión: admisión , derivación intra o
extra institucional. También decidir ante determinadas circunstancias, que no hay posibilidad para un
tratamiento.

Se trata entonces de discriminar si son pacientes pasibles de trabajo con la transferencia , pero tambièn
de ir creando las condiciones para que el sujeto estè dispuesto a interpelarse por las causas de su
malestar, para que consienta en interrogar a sus síntomas.

Lo anterior no tiene nada que ver con los criterios para seleccionar o priorizar la demanda que se usan en
salud mental: presiones sociales, especialización, aspectos burocráticos o administrativos, manejo
limitado del tiempo, selección en función exclusiva de los perfiles de admisión o del diagnòstico de
supuesta gravedad de los síntomas, segùn la connotación negativa de la estructura subjetiva de que se
trate.

Un tratamiento de la demanda.

“La intoxicaciòn en todas sus formas, es una respuesta no sintomática que intenta anular la divisiòn
subjetiva. El toxicòmano es ese personaje de la modernidad quien a partir de su hacer quiere probar que
el inconsciente no existe. Le corresponde a los psicoanalistas demostrar lo contrario.” (3)

Cuando èste llega a la institución es frecuente que la ilusión que mantenìa con el objeto droga se haya
conmovido. No obstante aùn lejos de formularse alguna pregunta dice acerca de su ser: “soy
toxicòmano” y pone esta condición de ser como causa de lo que le ocurre.

¿Còmo operar allì para que a lo compacto de su autodefinición, ratificada por el Otro, se suceda el
espacio posible de una pregunta?.

El admisor se orientarà por el recorte de la singularidad y en el caso por caso, buscando una vìa posible
de acceso par quien ha asumido su identidad de “toxicòmano”, hacia su condición de sujeto. Desde las
primeras entrevistas su escucha y sus intervenciones propiciaràn la apertura a los enigmas discursivos .

Es cierto que, en muchas de estas presentaciones no siempre se formula una demanda de saber o surge
algún interrogante que se abra al devenir significante. Es frecuente la mostra- ciòn de un goce, que no
puede tramitarse simbólicamente, que no adopta una forma sintomática.

¿Còmo habita, en estos casos el deseo del analista, cuàles son sus intervenciones posibles en el uno por
uno?

Èste debe presentarse tal como dice Miller, como un objeto versátil, guiarse por las particulares formas
de presentación de sujetos que no son del psicoanálisis puro. Es promoviendo el despliegue transferencial
que se posibilita intervenir, ante la aparición de lo real, desde lo simbólico; Se oferta al sujeto establecer
un vìnculo diferente, una legalidad discursiva. La posición del admisor debe suponer aùn en estas
presentaciones, una subjetividad velada, apostando a su emergencia.

El definirse como toxicómano, puede expresar en un sujeto neurótico una renuncia al compromiso de un
saber acerca de las particularidades de su goce. Las intervenciones se orientaràn aquì a escuchar y
comprender en que medida està dispuesto a transitar la experiencia de su división subjetiva.

En el caso de la psicosis el consumo de tòxicos puede tener un efecto apaciguador y el nombrarse como
adicto, el ser reconocido como tal, serìa un intento de estabilización a través de un significante que
permite la construcción de un cierto lazo. Claro que si esta identificación precaria fracasa, puede
producirse la irrupción de un goce deslocalizado. El admisor habilitarà aquì un dispositivo de escucha que
permita un lugar para la palabra y el restablecimiento de un discurso que incluya en el lazo social. Será
en el transcurso del tratamiento, que se irá produciendo el ciframiento de goce en un sinthome, en una
identificación, en la creación de un nuevo significante que lo organice.

Viñeta clìnica.

“Yo soy drogadicto”:


Alberto un joven de 30 años, ingresa a la institución por orden judicial derivado desde un hospital en el
que estuvo internado debido a profundas heridas de arma blanca producto de una gresca callejera.
Consumidor compulsivo de diferentes sustancias (marihuana, alcohol , cocaína) los mèdicos ponen como
condición previa al alta clìnica, su internaciòn en el centro para que realice un tratamiento. El joven se
incluye asì en el programa residencial luego de una entrevista psiquiàtrica.

Dada la modalidad de su ingreso, sin un pasaje previo por admisión,se le ofrece un espacio de primeras
entrevistas para evaluar su incorporaciòn a los dispositivos del tratamiento.

Alberto refiere en un primer encuentro: ”No sè muy bien que estoy haciendo aquì. Bueno, si, soy
drogadicto. Consumo drogas desde los 14 años, últimamente venìa dándome con todo. Por eso mi madre
y mi pareja me trajeron por indicación mèdica y del juez”.Relata accidentes con la moto, detenciones por
hechos de violencia en la vìa pùblica y episodios de sobredosis. Enumera otros tratamientos en C.T.
abandonándolos a poco de iniciados.

Dice no poder controlar su consumo, estar drogándose demasiado, pero no sabe si podrà estar internado
dado que siempre hizo lo que quiso y le cuesta aceptar las normas.

Al concluir esta primer entrevista, se le propone mantener una serie de encuentros para acordar si es
posible un tratamiento en la institución, dado que de eso “aùn no se sabe”. Al dìa siguiente, Alberto
concurre a una actividad grupal, allí comenta su sorpresa y desconcierto por lo acontecido en la
entrevista individual. Refiere no entender porque hay que evaluar su situación. Pregunta: ¿Es que acaso
no soy un adicto? ¿La institución no està para atender a los drogadictos?.¿Entonces, como es el
tratamiento?

Comentarios: Alberto se nombra como “drogadicto” y como tal, màs allà de su convencimiento o acuerdo
es trasladado a un centro especializado para ser tratado. Su “ser adicto”, aparece para èl y el Otro social
como un signo, referente de su identidad. Existe una aparente univocidad entre el nombrarse adicto y lo
que ello quiere decir.

En el caso, las intervenciones se orientaron a interrogar esta presentaciòn ubicándose el entrevistador en


el lugar de ” no saber” a que hacía referencia el joven al definirse como tal.

Aceptar el nombre con el que alguien se designa, sin realizar intervenciones que permitan, paso a paso,
la apertura a nuevas preguntas, produce como dice E. Sinatra ”efectos de ignorancia: complicidad entre
analista y analizante en no querer saber de eso”.

Para concluir : Las instituciones no cesaràn de ser demandadas a reproducir la lógica social a la que
sirven. El analista, quien también participa y està condicionado por esta lògica, tendrá que correrse de
ese lugar de transmisor de los imperativos sociales para promover desde las primeras entrevistas, la
emergencia del sujeto y su particular demanda, la del develamiento de la verdad del deseo y del goce
que lo determinan.

Notas:

1) Jacques Alan Miller en colaboración con Eric Laurent: “La secta y la globalización” ( Cap. XV, p{ags. . 313 y 314).en El Otro
que no existe y sus comités de ética. Editorial Piadós. Bs.As., 2005.

2) Ibid

3) ibid, pág. 307.

Bibliografía :

Miller, J.- A. Colab. Laurent Eric: “La secta y la globalización” en El Otro que no existe y sus comités de ética. Págs. 303 a 316.
Editorial Paidos 1ª. Buenos Aires, 2005.

Padilla E. R. (ELP,Madrid) “De la transferencia a la institución, a la institución de la transferencia.” (Pags. 22 – 26),


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Naranjo J:S: (ELP; Màlaga) y Fernàndez Blanco M. (ELP, La Coruña): “Instituciones sin el Otro de la institución”, en Colofón N°
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Garcìa Dupont E.: “Hacia un diagnòstico diferencial de la oferta y la demanda”. Fundación Estilos. Premio “Ensayos” 1994.
Tema: El diagnóstico diferencial. Su valor en la institución asistencial (pública o privada).

Verdicchio O. y Viganò C.: “La clìnica de Jacques Lacar en un centro para toxicómanos y alcohólicos.” (Págs: 17-27),
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Dèglon J. J: “Un caso ejemplar: La Toxicomanía” en El libro negro del Psicoanálisis.Vivir, pensar y estar mejor sin Freud.
Dirección: Meyer C. ; Borch-Jacobsen M., Cottraux J, Pleux, D. y Van Rillaer J.V. Editiones Les arènes. París, 2005 (págs. 616-
637). Traducción del francés: Edith Guallini. Centro Descartes. (Texto circulación interna).

Freda. F. H.: “S.N.C”., en Reflexiones sobre el sujeto y la cultura . Compiladora : Inchaurraga S. Ediciones Homo Sapiens.
CEADS-UNR. Rosario, 1998.

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