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Hace cinco años, el 13 de marzo del 2013, era elegido el Papa Francisco. Dos
Encíclicas (Lumen fidei, sobre la fe, que continúa lo escrito por Benedicto XVI,
y Laudato sí, sobre el cuidado de la casa común, cuidar la Creación no es de
los verdes sino de los cristianos), dos Exhortaciones apostólicas (Evangelii
gaudium, texto programático del Pontificado para una Iglesia “en salida”,
misionera, y Amoris Laetitia sobre el amor en la familia), 23 Motu
Propios(reforma de la Curia Romana, gestión y transparencia económica,
reforma del proceso de nulidad matrimonial, traducción de textos litúrgicos,
con indicaciones para un mayor descentramiento y más poderes a las
Conferencias Episcopales), dos Sínodos sobre la familia, un Jubileo dedicado a
la Misericordia, 22 viajes internacionales con más de 30 países visitados y 17
visitas pastorales en Italia, 8 ciclos de catequesis en la audiencia general de los
miércoles (Profesión de fe, Sacramentos, Dones del Espíritu Santo, la Iglesia,
la familia, la misericordia, la esperanza cristiana, la Santa Misa). Y casi 600
homilías espontáneas en las misas en Santa Marta, más de 46 millones de
seguidores en Twiter y más de 5 millones en Instagram. Sin contar los
innumerables discursos, mensajes y cartas y los millones de hombres, mujeres
y niños de todo el mundo encontrados, abrazados, acariciados.
Críticas internas
También aumentaron las críticas dentro de la Iglesia. Hay quien incluso califica al Papa de
“hereje”, quien dice que rompe con la tradición secular de la Iglesia, quien se enfada
porque “aporrea” a los cercanos y acaricia a los alejados, quien lo contrapone a los Papas
precedentes. Y sin embargo, Benedicto XVI ya había invitado a reflexionar sobre el
discernimiento en la cuestión de la Comunión a los divorciados vueltos a casar en ciertos
casos especiales. También Juan Pablo II ya había respondido a Monseñor Lefebvre – hace
cuarenta años – explicando el verdadero significado de la Tradición que “encuentra su
origen en los Apóstoles y progresa en la Iglesia bajo la asistencia del Espíritu Santo”.
En efecto, “la comprensión, tanto de las cosas cuanto de las palabras transmitidas, crece
(…) con la reflexión y el estudio de los creyentes”. Pero es “sobre todo contradictoria” –
afirmaba San Juan Pablo II – “una noción de Tradición que se opone al Magisterio
universal de la Iglesia, de la que es poseedor el Obispo de Roma y el Cuerpo de los
Obispos. No se puede permanecer fieles a la Tradición rompiendo el vínculo eclesial con
aquel al que el mismo Cristo, en la persona del Apóstol Pedro, ha encomendado el
ministerio de la unidad en su Iglesia”. “La autodestrucción o el fuego de los conmilitones –
afirma el Papa Francisco – es el peligro más solapado. Es el mal que perjudica desde
dentro; y, como dice Cristo, todo reino dividido en sí mismo cae en ruinas”. El Papa
Francisco cita con frecuencia al diablo: Es el que trata de destruir a la Iglesia. La suya “es
una guerra sucia” y “nosotros, ingenuos, estamos a su juego”.
Obras abiertas
Dos acciones que Francisco ha aprobado con fuerza están aún en camino: la primera es la
reforma de la Curia, por la complejidad de reorganizar una institución secular (“hacer
reformas en Roma es como limpiar la Esfinge de Egipto con un cepillo de dientes – dijo el
Papa citando a Monseñor de Mérode –. Y también los escándalos, como “Vatileaks2”, no
detienen al Papa Bergoglio. La segunda acción es la lucha contra los abusos sexuales en la
Iglesia. De la Pontificia Comisión para la tutela de los menores, – creada por Francisco –
han renunciado algunos miembros, denunciando resistencias y retrasos. Pero el Papa
reafirma la “tolerancia cero” porque “no hay lugar en el ministerio para aquellos que
abusan de los menores”. Y Francisco va adelante.
Diplomacia de la paz
Francisco promueve la cultura del encuentro en ámbito ecuménico, interreligioso, social y
político, sin olvidar la dimensión humana. Se mueve hacia la unidad, pero sin borrar las
diferencias y las identidades. Es importante su rol en el deshielo entre Estados Unidos y
Cuba y en el proceso de paz en Colombia y en la República Centroafricana. Ataca a los que
fabrican y venden armas. Al mismo tiempo, denuncia con firmeza las persecuciones contra
los cristianos, quizás hoy más graves que ayer, en el «silencio cómplice de tantas
potencias», que pueden detenerlas. Lanza llamamientos contra la trata de seres humanos
«nueva forma de esclavitud».