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Una Voz llama.

En el desierto los caminos abren el paso,


y caen los días y caen los años.

En el desierto hay una herida


y la herida escucha la Voz.
Si la herida da testimonio de la Voz,
entonces la Voz es,
y si no, no.

La herida revela el misterio


y aun cuando la herida no pueda escucharla,
la Voz ya no se apagará.
La herida vuelve sonoro al aire
y lo llena de color.

La herida no sana —permanecerá.


La herida se abre —partirá.
Uno y otro adiós
conforman la posibilidad de la Voz,
que late en silencios.

La herida llora
y cada lágrima es un acto de amor:
en el desierto florece la vida.

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