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La nueva alianza (31,31-34).

Este corto oráculo puede ser calificado con toda justicia como el «testamento
espiritual de Jeremías»; todo su mensaje ha quedado condensado en estas pocas palabras sobre la nueva alianza.
31. La única vez que aparece la expresión «nueva alianza» en el AT. Ahora tenemos testimonios de ella en
Qumrán, pero no designa otra cosa que la misma alianza mosaica, con fuertes tendencias legalistas. Tendremos
que aguardar hasta el NT —que significa precisamente «nueva alianza»— para saber cómo se han de entender
y cómo tuvieron cumplimiento estas palabras de Jeremías (Le 22,20; 1 Cor 11,25; especialmente Heb 8,8-12,
la cita más larga del AT en el NT; cf. J. van der Ploeg, RB 54 [1947], 217-20). La naturaleza y forma de la
alianza han sido tema de recientes estudios escriturísticos, que han puesto en claro que esta institución es tan
antigua como el yahvismo (cf. un artículo que resume el tema, D. J. McCarthy, CBQ 27 [1965], 217-40).
Casa de Judá: Esta adición posterior, si la comparamos con el v. 33, aclara que la nueva alianza se extiende a
todo el pueblo. Rudolph es partidario de ligar esta perícopa con toda la sección de 30,1-31,22; según esto,
Jeremías sólo pensaría en el reino del norte al hablar de Israel. Pero como ya hemos visto, el final del cap. 31
(versículos 23-40) es un conglomerado de oráculos inconexos que han de ser examinados por separado; además,
esta nueva alianza es comparada explícitamente con la antigua, en la que se incluían todas las tribus. Por esta
razón, Israel, en este pasaje, se refiere siempre a todo el pueblo.
33. después de aquellos días: Rudolph (op. cit.) y J. Coppens (CBQ 25 [1963], 15) toman estos «días» como
distintos de los que se nombran en el v. 31; por consiguiente, se insinuaría la idea de un período intermedio, es
decir, el exilio o el tiempo que habrá de pasar entre la proclamación de la nueva alianza y su cumplimiento.
Pero no es necesario; la expresión es empleada frecuentemente por Jeremías (7,32; 9,24; 16, 14, etc.) con una
resonancia escatológica, pues indica una especie de ruptura en el curso de la historia israelita por una
maravillosa intervención de Yahvé. la escribiré en sus corazones: La antigua alianza estaba escrita en tablas de
piedra (Ex 31,18; 34,28ss; Dt 4,13; 5,22) o en un libro (Ex 24,7). El corazón como lugar de una escritura es
invención propia de Jeremías (cf. 17,1), aunque existe un paralelo muy cercano en Dt (6,6; 11,18; 30,14). Yo
seré su Dios...: Esta cláusula de la alianza es muy frecuente en Jr y en los escritos posteriores (7,23; 11,4; 24,7;
30,22; 31,1; 32,38; Ez 11,20; 36,28, etc.; Zac 8,8; Lv 26, 12, etc.). 34. enseñar: En esta nueva era, mediadores
tales como Moisés, los sacerdotes y los profetas serán inútiles, pues Yahvé intervendrá directamente (cf. Is
54,13). Conocer: Este conocimiento consiste en tener en cuenta a Dios, prácticamente, en todo acto y en toda
situación; una actitud vital, el más pequeño... el más grande: En esta nueva alianza entrarán a tomar parte todos
los hombres, sin distinción de edades (cf. 5,4). ¿Cuál es la naturaleza exacta de esta nueva alianza y qué
relaciones la unen con la antigua? Si bien hay algunos investigadores que piensan en una ruptura completa entre
las dos alianzas, lo cierto es que, en definitiva, son la misma: Yahvé concluyó ambas por propia iniciativa; las
dos se centran en Dios; el pueblo es el mismo en ambos casos; la respuesta se manifiesta en una misma
obediencia a la ley, que no cambia.
No se habla de promulgar una nueva ley. Por consiguiente, la novedad no está en los elementos esenciales de
la alianza, sino en el terreno de su cumplimiento y de los medios para lograrlo. No será nunca rota, como lo fue
muchas veces la antigua (v. 33), porque todos serán fieles (v. 34). La razón de un cambio tan absoluto es que la
alianza ha penetrado ahora en el corazón de cada uno de los miembros que integran la comunidad. Así, pues, la
novedad que aquí se anuncia consiste en los medios que se aplicarán para asegurar la fidelidad a ella, la total
«interiorización » del compromiso. Jeremías debió de llegar a esta visión a través de un conocimiento profundo
de su propio mensaje y de su experiencia religiosa. Según él, Dios conoce el interior del hombre, «escrutador
de la mente y del corazón» (11,20; 12,3; 17,10; 20,12), y exige su purificación; el corazón debe ser circuncidado
(4,4; 9,25). En una palabra: la primacía de los valores interiores, como la obediencia, el amor, el conocimiento
de Dios, es la condición requerida para una práctica auténtica de la religión (cf. cap. 7). Recordemos también
que Jeremías, al igual que Oseas, concebía la alianza fundamentalmente como una cuestión de amor y
misericordia, simbolizada por el matrimonio, que exige ese tipo de relaciones, interiores y sinceras. Los
acontecimientos que le tocó presenciar a Jeremías contribuyeron a que comprendiera esta novedad. Había sido
testigo de un intento de renovar la alianza del Sinaí, que luego resultaría ser un esfuerzo vano. Todo cuanto
intentó la reforma de Josías por medios humanos sólo podría ser realizado por un don divino. Finalmente, sus
«confesiones» prueban que él vivía esta religión interior y personal. Ahora será todo el pueblo el que alcance
este/ mismo nivel.
Esta extraordinaria profecía tuvo gran influencia y encontró un cierto cumplimiento en manos de Ez y del Dt-
Is (cf. S. Porúbcan, II Patío Nuovo [Roma, 1958]). Estos no hablaban de una nueva, sino de una eterna alianza,
que nunca habría de ser rota (Ez 16,60; 34,25; 37,26; Is 55,3; 61,8). Será posible porque en el pueblo va a ser
creado un «corazón nuevo» y le será dado un «nuevo espíritu» (Ez 11,20; 18,31; 36,26; Is 59,21; cf. P. van
Imschoot, ETL 13 [1936], 201-20).

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