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NEUROPSICOLOGÍA - ESPIRITUALIDAD Y RELIGIOSIDAD

NEUROPSICOLOGÍA
ESPIRITUALIDAD Y RELIGIOSIDAD

ARTIDORO CÁCERES VELÁSQUEZ


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UN

SIEMPRE ES
UNABUENA
NOTICIA
NEUROPSICOLOGÍA ESPIRITUALIDAD Y
RELIGIOSIDAD

ARTIDORO CÁCERES VELÁSQUEZ

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“Una vida sin reflexión no vale la pena de ser vivida”

Sócrates
El hombre nace libre, y en todos lados se encuentra
encadenado”
Jean Jacques ROUSSEAU
Dios mío, si tú hubieras sido hombre,
Hoy supieras ser Dios;
Pero tú, que estuviste siempre bien,
No sientes nada de tu creación.
Y el hombre sí te sufre: el Dios es él!

Los dados eternos


Truenos
César Vallejo
“Es hora de que el estudio de la espiritualidad y la religiosidad salga de
las manos de los filósofos, metafísicos y teólogos para ser “biologizada”.

Matthew ALPER. Dios está en el cerebro.


“Si cerráis vuestra puerta a todos los errores, la verdad quedará afuera”

Rabindranath TAGORE
a ERIKA

Fuente de espiritualidad
BUSQUEN A DIOS

Busquen a Dios
y avísenle que sus hijos se están muriendo
de miseria, de hambre y de vergüenza;
Díganle que sus hijos se están odiando,
y matando entre ellos,
que la tierra está hirviendo.

Busquen a Dios donde esté,


en el cielo,
debajo del sol, en la luna, en Saturno,
o más allá, en Urano,
o en otra galaxia,
y díganle
que no esconda su vergüenza y su culpa;
podrá ser perdonado, pero que venga;
sus hijos quieren verlo antes que sea demasiado tarde;
asegúrenle que tendrá un proceso justo,
que no huya del planeta,
un verdadero padre no huye, porque
un pastor no abandona al rebaño,
no es un político sinvergüenza, miserable y ladrón.

Que vuelva si está lejos,


que venga;
aún tiene una oportunidad,
aún puede ser perdonado.

A.C.V.
ÍNDICE

CONTENIDO

1.- INTRODUCCIÓN 23
2.- EXORDIO 25
3.- NEUROPSICOLOGÍA 37
4.- ESPIRITUALIDAD – RELIGIOSIDAD 49
5.- RELIGIONES Y SECTAS 55
6.- ATEOLOGÍA 61
7.- NEUROTEOLOGÍA 65
8.- DEL PSICOANÁLISIS AL NEUROANÁLISIS 77
9.- DE LA LOCALIZACIÓN A LA CONSTELACIÓN 79
10.- EL NUDO BORROMEO: TEORÍA DE LOS NUDOS 81
11.- TEORÍA PACOR 87
12.- BASES NEUROPSICOLÓGICAS DE LA MENTE 93
13.- LÓBULO LÍMBICO-ESPIRITUALIDAD-RELIGIOSIDAD 103
14.- DE LOS GENES A LOS “MEMES”: DEMÓCRITO,
Richard DAWKINS, Dean HAMER 131
15.- NEUROPSICOLOGÍA Y APRENDIZAJE 143
16.- NEUROANÁLISIS DE LA MENTIRA 147
17.- NEUROPSICOLOGÍA DE LA AMISTAD
Y DE LA LEALTAD 151
18.- ARTE Y LENGUAJE MUSICAL, José INGENIEROS 155
19.- NEUROPSICOLOGÍA DE LA CREATIVIDAD MUSICAL:
Maurice RAVEL 165
20.- LEONARDO DA VINCI: ZURDO GENIAL 173
21.- EPÍTOME 179
22.- BIBLIOGRAFÍA 181
Neuropsicología - Espiritualidad y Religiosidad

I. INTRODUCCIÓN

E l término “neurociencias” ha tenido éxito en el mundo tanto


“científico” como “profano” (en el concepto carente de conoci-
mientos y autoridad en una materia), y se ha transformado en un paspar-
tú que admite en su seno a una serie de áreas que tiene algo o mucho de
ciencia, pero también contenidos que escapan o están fuera del concepto
estricto de “científico”. Así, encontramos en la galaxia “neurociencias” a
la neurobiología molecular, a la neuroanatomía, a la neuroimagenología,
a la neuropsiquiatría, entre las que podríamos considerar las “clásicas”;
y ahora último se introducen, aparentemente con éxito, la “neuroeduca-
ción”, la “neuroeconomía” y hasta el “neuromarketing”. Ya antes estuvo
la “neurolingüística”, la auténtica, la creada por Henri Hecaen en Francia,
y Alexander Luria en Moscú, que fue distorsionada y hasta desplazada
por una práctica casi totalmente ajena al concepto princeps de los autores
mencionados. También está la “neuroteología”.

En este enorme campo está la Neuropsicología. Yo la defino como


“disciplina”, es decir que su campo tiene “ciencia”, pero no solo eso: la
neuropsicología involucra tecnología, con frecuencia muy sofisticada; es
arte, no solo en sus métodos de evaluación, diagnósticos y terapéuticos,
sino también en la creación de pruebas de investigación; y lo es tam-
bién, y con mucho filosofía, en sus conceptos epistemológicos, axioló-
gicos, teleológicos, gnoseológicos. Por eso he propuesto –y lo vuelvo a
hacer ahora- que el término “neurociencias” debe ser cambiado por el

23
Artidoro Cáceres Velásquez

de “neurodisciplinas”, a mi juicio más real, más completo, más auténtico


y más inclusivo. De ese enorme tronco se iban desprendiendo las ramas
ya mencionadas y otras que vendrán incorporándose por la necesidad,
los diversos intereses y hasta por las modas que crean, que inventan, que
descubren y con frecuencia imponen personas con diferente formación
y con diversas ambiciones.

En este libro me he propuesto, desde mi campo profesional – la


Neuropsicología – otear a la espiritualidad y a la religiosidad con interés
analítico, reflexivo, comprensivo. No soy yo quien deba decidir cuánto
habrá de ciencia, de tecnología, de arte o de filosofía en las páginas que
he escrito. Lo que pido es la indulgencia a los lectores por haber osado
caminar por terrenos, algunos sólidos, otros pantanosos y otros fantas-
males o etéreos, que con frecuencia son defendidos, hasta la intolerancia,
por personas preparadas para eso desde su infancia.

Tengo que agradecer a todos los autores a los que menciono en la


bibliografía, a todos los que no están pero que me ayudaron a construir el
edificio conceptual que creo poseer, a las miles de personas que confian-
do en mí me buscaron para compartir sus problemas, sus angustias, sus
pesares, sus dolores… y también sus alegrías; y a mis maestros de ayer y
de hoy, de aquí – el Perú – y de otras partes del mundo.

Mi reconocimiento a Irinuska Vargas, secretaria Asistente de la UAP


por su ayuda en la copia de mis manuscritos.

Un nuevo y renovado agradecimiento a la Universidad Alas Perua-


nas en la persona de su rector, el doctor Fidel Ramírez Prado, por permi-
tir la publicación de este nuevo volumen de mi autoría.

Artidoro Cáceres Velásquez

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Neuropsicología - Espiritualidad y Religiosidad

II. EXORDIO

Por orden alfabético de autores


(referencias en la Bibliografía)

Matthew ALPER: Dios está


en el cerebro
La humanidad no puede considerarse como un producto de Dios,
sino que al contrario, Dios debe considerarse como un producto de la
cognición humana (pág. 104).

¿Dios es un fantasma cognitivo?

Así como el cerebro humano había desarrollado una inteligencia


lingüística, musical y matemática, parece ser que también desarrolló una
inteligencia espiritual (13).

… para poder entender la naturaleza de la realidad humana primero


debemos entender la forma en que funciona nuestro cerebro (232).

Hasta la época actual, la historia es un registro lamentable de los


errores que pueden atribuirse a la religión: sacrificios humanos, particu-
larmente el asesinato de niños, el canibalismo, las orgías, la superstición
abyecta, el odio racial, la preservación de costumbres degradantes, la his-
teria y el fanatismo; todo esto puede abonarse a su cuenta. La religión es
el último refugio del salvajismo humano (242).

Según el musicólogo John Blacking, “hay tanta música en el mundo


que es razonable suponer que ésta, al igual que el lenguaje y probable-
mente la religión, sea un rasgo propio de la especie humana” (82).

25
Artidoro Cáceres Velásquez

“La religión es la fuente de todas las locuras y perturbaciones imagi-


nables. Es la madre del fanatismo y de la discordia civil, es la enemiga de
la humanidad”. Voltaire (237)

John D. CAPUTO: Sobre la religión

La religión en mi argumento es un pacto o una “alianza” con lo im-


posible. Tener un sentido religioso de la vida es desear, con un corazón
inquieto, una realidad más allá de la realidad, estremecerse ante la posibi-
lidad de lo imposible (pág. 27).

La estructura de lo religioso irrumpe en nuestras vidas justo en el


momento en que experimentamos los límites de nuestras capacidades,
potencias y posibilidades y nos encontramos de frente con lo imposible,
que está más allá de nuestro alcance (44).

Existe un elemento profundamente religioso, con o sin religión


(141).

La religión es el corazón de un mundo sin corazón (158).

La religión (con o sin religión) está donde quiera que haya hombres
y mujeres que aman y sirven a la justicia, que aman y sirven a Dios (173).

El amor de Dios es demasiado importante como para dejarlo a las


religiones o a los teólogos.

Jorge Derrida: “Religión sin religión” (175).

Alexis CARREL: La incógnita del hombre – El Hombre, ese desco-


nocido

Las leyes de la mística fueron conocidas antes que lo fueran las de


la fisiología.

Hace falta que nuestra curiosidad se encamine por rutas diferentes a


aquellas por donde hasta ahora ha marcado. Debe dirigirse de lo físico y
de lo fisiológico hacia lo mental y espiritual.

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Neuropsicología - Espiritualidad y Religiosidad

Antonio DAMASIO: El error de Descartes

Quizá la cosa más indispensable que podamos hacer como seres


humanos, cada día de nuestras vidas, es recordarnos a nosotros mismos
y a los demás que somos complejos, frágiles, finitos y únicos. Y ésta es,
desde luego, la tarea difícil: desplazar el espíritu de su pedestal en ninguna
parte hasta un lugar concreto, al tiempo que se conserva su dignidad y su
importancia.

Richard DAWKINS: El espejismo de Dios

Cuando una persona sufre espejismos, eso se denomina locura.


Cuando muchas personas sufren espejismos, se denomina religión”.

Robert M. Pirsig (pág. 16)

“La ciencia sin religión está coja. La religión sin ciencia, está ciega”.

Albert Einstein (pág. 24)

“Sacúdete de encima todos los miedos de los prejuicios serviles,


bajo los que las mentes débiles están servilmente acuchilladas. Sienta fir-
memente a la razón en su asiento y lleva a su tribunal cada hecho, cada
opinión. Cuestiónate con valor incluso la existencia de un Dios, porque
si hubiera uno debería dar el visto bueno a un homenaje a la razón, antes
que al miedo ciego”.

Thomas Jefferson; carta a Peter Garr (51)

“Llegará un día en el que el origen místico de Jesús, con el ser supre-


mo como padre, en el vientre de una virgen, sea clasificado junto con la
fábula de la creación de Minerva en el cerebro de Júpiter”.

Thomas Jefferson en carta a su predecesor John Adams (109)

“Los sacerdotes de las diferentes sectas religiosas… tienen pavor al


avance de la ciencia como las brujas temen a la llegada del amanecer, y

27
Artidoro Cáceres Velásquez

fruncen el ceño cuando el fatal heraldo anuncia el quebrantamiento del


engaño en el que viven”.

Thomas Jefferson (123)

Uno de los verdaderamente efectos de la religión es que nos inculca


como virtud al estar satisfechos con el desconocimiento (138).

“La política ha asesinado a miles, pero la religión ha asesinado a


decenas de miles”.

Sean O’Casey (253)


“La religión es un insulto a la dignidad humana. Con o sin ella, hay
buena gente haciendo buenas obras y mala gente haciendo malas obras.
Pero para que la buena haga cosas malas se necesita la religión.

Steven Weinberg, físico ganador del Premio Nobel (267)

“Los hombres no hacen el mal tan completa y alegremente como


cuando lo hacen por convicción religiosa”.

Blaise Pascal

“¡Qué fácilmente exige totems la religión, con qué resultados fatales


y con qué facilidad nos disponemos a matar por ellos! Y después de que
los hayamos hecho suficientes veces, el caos resultante hará más fácil
repetirlo muchas veces”.
Salman Rushdie (pág. 279)

“La religión es considerada cierta por la gente normal, falsa por el


sabio y útil por los gobernantes”.
Séneca, el Joven (296)

“Mucha gente preferiría morir antes que pensar. De hecho lo ha-


cen”.

Bertrand Russell (327)

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Neuropsicología - Espiritualidad y Religiosidad

“En todo pueblo hay una antorcha – el maestro – y un extintor – el


sacerdote”.
Víctor Hugo (331)

Fedor DOSTOIEWSKI: Los hermanos Karamazov

“No acepto este mundo de Dios, y aunque sé que existe no lo acep-


to en absoluto. No es que no acepte a Dios, entiéndalo, es el mundo
creado por ÉL lo que no acepto ni puedo aceptar”.

Ludvig FEUERBACH: La esencia de la religión

… de hecho el teísta lo que hace es transformar su propia incapaci-


dad de entender a la vida como una manifestación de la naturaleza en una
incapacidad de la naturaleza para generar ella misma la vida, convirtiendo
así las limitaciones de su intelecto en limitaciones de la naturaleza (39).

Si el sol se encontrara siempre fijo en el cielo no se habría llegado


el encender en el hombre el fuego de la pasión religiosa.- Solo cuando
el sol desapareció ante sus ojos y la noche hubo impuesto su horror al
hombre, y de nuevo se le volvió a aparecer en el cielo, solo entonces se
postró humilde de rodillas ante él, invadido por la alegría de su inespera-
do regreso….

… Solamente la variación de la naturaleza hace al hombre inseguro,


humilde, religioso (54).

El sentimiento de dependencia respecto de la naturaleza es, por eso,


ciertamente, la causa de la religión (57).

“Los dioses – dice Epímero – existen en los intersticios del mundo”


– Excelente: existen solo en el espacio vacío, en el abismo; se encuentran
entre el mundo de la realidad y el mundo de la representación, entre la ley
y la aplicación de la ley, entre la acción y el resultado de la acción, entre
el presente y el futuro. Los dioses son entes representados, entes de la
representación, de la imaginación; en rigor entes que, por tanto, deben su
existencia no al presente sino al futuro y al pasado (93)

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Artidoro Cáceres Velásquez

“Creer” significa imaginarse que existe lo que no existe, significa por


ejemplo imaginarse que este cuadro es un ente con vida, que este pan es
carne y este vino sangre, es decir, que es lo que no es. Por eso demuestras
un gran desconocimiento de la religión si esperas encontrar a Dios con
el telescopio en el cielo de la astronomía, o con la lupa en un jardín bo-
tánico, o con el martillo mineralógico en las minas de la geología, o con
el cuchillo anatómico o el microscopio en las vísceras de los animales y
de los hombres; solamente lo encontrarás en el pensamiento, solo en la
imaginación, solo en el corazón del hombre, porque Dios mismo no es
otra cosa que la esencia de la fantasía o de la imaginación del hombre, la
esencia del corazón humano (104).

Sigmund FREUD: Totem y Tabú

A. “… la investigación psicoanalítica del individuo nos ha eviden-


ciado que él mismo concibe a Dios a imagen y semejanza de su
padre carnal, que su actitud personal con respeto a Dios depen-
de de la que abriga con relación a dicha persona terrenal y que,
en el fondo, no es Dios sino una sublimación del padre”.

B. El Malestar de la Cultura
La génesis de la actitud religiosa puede ser trazada con toda cla-
ridad hasta llegar al sentimiento de desamparo infantil.

Michael GAZZANIGA: ¿Qué nos hace humanos?

Hay que pensar en los grandes problemas. No es solo que sean tras-
cendentales, son estimulantes, sugestivos y duraderos (pág. 15).

Dean HAMER: El gen de Dios

“Los sentimientos son la fuente esencial de la religión”


William James (pág. 35)

“Creo en Dios, lo que pasa es que yo lo llamo naturaleza”


Frank Lloyd Wright (pág. 45)

No conocemos a Dios, lo sentimos (pág.183)

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Neuropsicología - Espiritualidad y Religiosidad

Aldous HUXLEY:

A. Las puertas de la percepción – Cielo o Infierno

Cuando por una razón cualquiera los hombres y las mujeres no lo-
gran trascender de sí mismos por medio del culto, las buenas obras y los
ejercicios espirituales, se sienten inclinados a recurrir a los substitutos
químicos de la religión: el alcohol y las “píldoras” en el moderno occi-
dente, el alcohol y el opio en el Este, y el hashish en el mundo mahome-
tano; el alcohol y la marihuana en la América Central, el alcohol y la coca
en los Andes, y el alcohol y los barbitúricos en los regímenes más al día
de la América del Sur.

B. Un mundo feliz

Dios no es compatible con el maquinismo, la medicina científica y


la felicidad universal.
Grande esta verdad, pero más grande todavía, desde el punto de
vista práctico, el silencio sobre la verdad.

Lo que el hombre ha unido, la naturaleza no puede separarlo.

Sesenta y dos mil cuatrocientas repeticiones crean una verdad. Solo


la repetición constante logrará finalmente grabar una idea en la memoria.

La educación moral… nunca, en ningún caso debe ser racional.

La efectividad de la propaganda política y religiosa depende de los


métodos que se emplean, no de las doctrinas que se enseñen.

Para el termes individual, servir al termitero es la libertad perfecta.

La libertad está amenazada y la educación para la libertad es de ne-


cesidad muy urgente.

Debemos comenzar sin demora a educarnos y a educar a nuestros


hijos para la libertad y el gobierno de nosotros mismos.

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Artidoro Cáceres Velásquez

El mundo de la religión es diferente del otro mundo de la diversión,


pero se parecen entre sí en que manifiestamente “no son de este mun-
do”. Los dos son distracciones y, si se vive en ellos demasiado continua-
mente, uno y otro pueden convertirse, según la frase de Marx, en el “opio
del pueblo” y, por lo tanto, en una amenaza para la libertad.

La víctima de la manipulación de la mente no sabe que es una vícti-


ma. Los muros de su prisión son invisibles para ella. Se cree libre. Su falta
de libertad solo se manifiesta a otros.

C. Nueva visita a un mundo feliz

Cualquier cultura que en interés de la eficiencia o en nombre de


cualquier dogma político o religioso trate de uniformar al individuo hu-
mano, comete un ultraje contra la naturaleza biológica del hombre.

El mundo de la religión es diferente del otro mundo de la diversión,


pero se parecen entre sí en que manifiestamente “no son de este mun-
do”. Los dos son distracciones y, si se sirve en ellos demasiado continua-
mente, uno y otro pueden convertirse, según la frase de Marx, en el “opio
del pueblo” y, por tanto, en una amenaza para la libertad.

Reunidas en una multitud las personas pierden su poder de razona-


miento y su capacidad de opción moral. En pocas palabras, un hombre
en una multitud se comporta como si hubiese ingerido una fuerte dosis
de algún poderoso tóxico. Es víctima de lo que yo he denominado “en-
venenamiento de rebaño”.

Entre las masas el instinto es supremo y del instinto surge la fe.

En las esferas de la política y la teología, la belleza es perfectamente


compatible con la insensatez y la tiranía… las obras maestras de la pintu-
ra, la escultura y la arquitectura han sido productos de propaganda reli-
giosa o política, se han hecho a la mayor gloria de un Dios; un gobierno
en su sacerdocio y la mayoría de los reyes y de los sacerdotes han sido
despóticos y todas las religiones han estado plagadas de supersticiones.
El genio ha sido el supervisor de la tiranía y el arte ha anunciado los mé-
ritos del culto local.

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Neuropsicología - Espiritualidad y Religiosidad

Desde un púlpito o una tribuna hasta el más concienzudo de los


oradores tienen muchas dificultades para decir la verdad.

La efectividad de la propaganda política y religiosa depende de los


métodos que se cumplen, no de las doctrinas que se enseñen.

La libertad está amenazada y la educación para la libertad es la ne-


cesidad más urgente.

La víctima de la manipulación de la mente no sabe que es una vícti-


ma. Los muros de su prisión son invisibles para ella. Se cree libre.

D. La Isla

En religión todas las palabras son palabras sucias. A todo el que se


muestra elocuente sobre Buda, o Dios, o Cristo, habría que lavarle la boca
con jabón de fenol (V 1).
Para los insensatos nada es más enloquecedor que la sensatez (VI).

No podemos salir de nuestra irracionalidad fundamental por medio


del razonamiento. Lo único que podemos hacer es aprender el arte de ser
irracional en forma racional (XI).

E. En el libro La experiencia mística y los estados de concien-


cia. Compilador: John White.

Creo que se puede definir la existencia mística de una manera bas-


tante simple diciendo que es la experiencia en que se trasciende la relación
sujeto-objeto y en la cual hay un sentimiento de completa solidaridad en-
tre el sujeto y otros seres humanos y con el universo en general (pág. 73).

INGENIEROS, José: El Lenguaje Musical

Fenómenos psicológicos sin materia no pueden existir en tanto que


admitamos la psicología fisiológica determinista: una sugestión aceptada,
una distracción, una asociación de ideas, significan siempre movimientos
materiales en centros nerviosos determinados, representan siempre arti-
culaciones y desarticulaciones de las prolongaciones protoplasmáticas de
las neuronas.

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Artidoro Cáceres Velásquez

Si no se admite eso se vuelve a la psicología metafísica, al animismo


más anticientífico, atribuyendo al “alma”, espiritual e inmaterial, las for-
mas de actividad propia de los centros nerviosos superiores (pág. 204).

E.O JAMES: Historia de las religiones

Malinowski afirmaba que “La ciencia comparativa de la religión nos


obliga a reconocerla como primera fuerza motora de la cultura humana.
La religión impulsa al hombre a las mayores empresas de que es capaz y
hace por él lo que ninguna otra cosa puede hacer: darle paz y felicidad,
armonía y un sentido para su vida, y todo ello de manera absoluta”.

Karel KOSIK: En el libro “El hombre nuevo” con A. Leontiev


y A. Luria.

En las relaciones humanas entre los hombres y la relación del hom-


bre con el hombre, el Dios cristiano desempeña el papel mediador abso-
luto. Dios es un mediador que hace del otro hombre mi prójimo… Dios
el mediador metafísico entre los hombres (pág. 98).

Egon LARSEN: Sectas y cultos extraños

El sabio apologista cristiano Tertuliano escribía hace 1,800 antes:


“Credo guía impossibile”, lo que se traduce generalmente como “creo
porque es absurdo…”

Para creer no hay que pensar ni comprender. Se ahorra mucha ener-


gía mental al estar dispuesto a aceptar, sin cuestionarlo, lo que nos dice
cualquier profeta o dogma (pág. 10).

Si se hace publicidad ingeniosamente, los hombres son capaces de


creer cualquier cosa (pág. 54).

Los hombres son capaces de creer cualquier cosa que deseen que
sea cierta: César: “quod volunt credumt” (pág. 59).

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Neuropsicología - Espiritualidad y Religiosidad

Aimé MICHEL: El misticismo. El hombre interior y lo inefable

El hombre que mira el mundo interior nació al mismo tiempo que


el hombre en sí, durante los milenios de la prehistoria.

Michel ONFRAY: Tratado de Ateología

La credulidad de los hombres sobrepasa lo inimaginable. Su deseo


de mover la realidad, sus ansias de un espectáculo alegre aun cuando
provenga de la más absoluta de las ficciones, y su voluntad de ceguera,
no tienen límites… Son preferibles las fábulas, las ficciones, los mitos,
los cuentos para niños, a afrontar el desvelamiento de la crueldad, de
lo real que obliga a soportar la evidencia de la tragedia del mundo. Para
conjurar la muerte, el Homo Sapiens la deja de lado. A fin de evitar resolver
el problema, lo suprime. Tener que morir solo concierne a los mortales:
el creyente, ingenuo y necio, sabe que es inmortal, que sobrevivirá a la
hecatombe universal (pág. 22).

Es hora que se deje de asociar el mal del planeta con el ateísmo. La


existencia de Dios, me parece, ha generado en su nombre muchas bata-
llas, masacres, conflictos y guerra en la historia, que paz, serenidad, amor
al prójimo, perdón de los pecados o tolerancia (pág. 59).

La cultura impide el acceso a Dios (pág. 159)

La teocracia vuelve imposible la democracia. Mejor aún, la sospecha


de teocracia impide la existencia misma de la democracia (pág. 184).

Lobsang RAMPA: El tercer ojo

Solo el sendero de Buda conduce a la vida eterna.

Geirgo John ROMANES: La evolución mental del hombre

“… hasta las formas más elementales de la religión y de la morali-


dad descansan en ideas de una naturaleza mucho más abstracta o intelec-
tual que las que se pueden encontrar en cualquier otro animal”.

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Artidoro Cáceres Velásquez

Huston SMITH: Las religiones del mundo

La vida religiosa encierra en su seno una clase de dicha particular,


la perspectiva de un final feliz que corona los comienzos necesariamente
dolorosos, la promesa de la aceptación y la superación de las dificultades
humanas.

D.T. SUZUKI – Erich FROMM: Budismo zen y psicoanálisis

La religión es la respuesta formal y elaborada a la existencia del


hombre cómo puede ser compartida en la conciencia y a través del ritual
con otros; hasta la religión más inferior crea una sensación de raciona-
lidad y de seguridad por la misma convicción con otros. Cuando no es
compartida, cuando los deseos regresivos están en contraposición con la
conciencia y las exigencias de la cultura existente, entonces la “religión”
secreta, individual, es una neurosis.

E.O. WILSON on Human Nature

Citado por M. ALPER (pág. 85)

“La predisposición a la creencia religiosa es la fuerza más compleja


y poderosa de la mente humana y, con toda probabilidad, una parte inde-
leble de su naturaleza”.

C.Lewis WILLIAMS. Dentro de la mente neolítica

David PEARCE:

“Los auténticos cristianos están hechos para ser esclavos: lo saben y


apenas les importa”.

Jean Jacques ROUSSEAU (pág. 42).

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Neuropsicología - Espiritualidad y Religiosidad

III. NEUROPSICOLOGÍA (*)

a. Definición:

L a neuropsicología es la disciplina que estudia la mente, las con-


ductas y los comportamientos de los seres vivos, incluyendo al
ser humano, con técnicas basadas en metodología psicológica
y con fundamentos analíticos e interpretativos, neuroanatómicos, neuro-
fisiológicos y neuropatológicos, que siguen leyes y principios del sistema
nervioso, preferencialmente encefálico.

Existe, en consecuencia, una neuropsicología animal y otra huma-


na. En esta última se reconoce a la neuropsicología médica con las si-
guientes variedades: neuropsicología pediátrica (incluyendo pubertad y
adolescencia), neuropsicología del adulto y neuropsicología de la vejez y
de la ancianidad. Se reconoce igualmente la división por procesos fun-
cionales, es decir: neuropsicología de lenguaje, neuropsicología del gesto
(praxias), neuropsicología del reconocimiento (gnosias), neuropsicología
de la memoria, del aprendizaje, de los procesos cognoscitivos, de la afec-
tividad, de la sexualidad, del esquema corporal, de la creatividad y de la

*Extracto del libro Del Psicoanálisis al Neuroanálisis


Fondo Editorial U.A.P. Lima-Perú. 2007.

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Artidoro Cáceres Velásquez

personalidad. También se tiende a diferenciar la neuropsicología según lo


estudiado, y existen abundantes trabajos que consolidan la posibilidad de
clasificar a la neuropsicología según la entidad nosográfica: de la amnesia,
de la esquizofrenia, etc.

Dentro del campo médico, esta subespecialidad es practicada


fundamentalmente en la neurología, psiquiatría, pediatría, geriatría y
fisiatría. Su proyección futura la sitúa como el centro reintegrador de la
neuropsiquiatría.

En este libro se intentará relacionar neuropsicología con espirituali-


dad y religiosidad.

b. La Neuropsicología en el mundo:

La preocupación por concordar conductas, comportamientos y fun-


ciones mentales con el sistema nervioso, y fundamentalmente con el en-
céfalo, es muy antigua. El hecho está referido en el papiro egipcio lla-
mado “Papiro de Edwin Smith”, descifrado por James Breasted, y que
probablemente fue escrito 17 siglos antes de Cristo con rasgos jeroglí-
ficos que caracterizan a una copia de un texto anterior, correspondiente
al Antiguo Imperio, redactado tres mil años antes de Cristo. P. Soury
(Système Nerveux Central, París, 1890) ha recordado que Alcmeón de
Crotona ha sido uno de los primeros en localizar claramente en el cere-
bro actividades como las sensaciones, las percepciones y el pensamiento,
y pareciera que fue en este anatomista y fisiólogo que pensó Platón cuan-
do, en su obra Fedón, Sócrates pregunta con ironía “si es la sangre que
hace el pensamiento, o tal vez el aire, o el fuego, o si no es ninguna de es-
tas sustancias sino el cerebro el que nos procura las sensaciones del oído,
la vista, el olfato, y si de memoria, pensamiento y mente en reposo nace
la ciencia”. Así pues, desde hace miles de años, creció progresivamente
la preocupación por enlazar cerebro y mente. En el camino están figuras
notables que reforzaron este concepto, pero es necesario también recor-
dar la equivocada creencia de Aristóteles de negar tal relación. Hipócrates
atribuyó a una lesión en el cerebro las convulsiones del lado opuesto del
cuerpo, eso que hoy se conoce como “epilepsia Jacksoniana”.

38
Neuropsicología - Espiritualidad y Religiosidad

En el siglo IV de nuestra era, Poseidonius, siguiendo una propuesta


de Galeno, se esforzó en relacionar siempre a una lesión más o menos
limitada del encéfalo “los trastornos del movimiento, de la sensibilidad o
de las facultades mentales”, localizando en la región del cerebro (lóbulos
frontales) las actividades imaginativas, en el ventrículo medio la razón, y
en la parte posterior del cerebro (lóbulos occipitales) la memoria. Hasta
San Agustín (354-430), padre de la iglesia católica y obispo de Hipona,
hijo de Santa Mónica, y autor de Confesiones, La Ciudad de Dios y Tratado
de la Gracia, dividió los hemisferios cerebrales en tres vastas regiones,
reconociendo que en la parte anterior (oral) se procesaban las funciones
sensitivas, en la posterior (cervical) las motrices, y en la región media
la memoria. Solo recordaré la importante opinión de René Descartes
(1596-1650) sobre el trabajo cerebral y, particularmente, de la glándula
pineal, o conarium, o epífisis en las actividades mentales.

Pero todas estas eran opiniones sin demostración efectiva, sin mé-
todo analítico científico, sin relación puntual entre una función mental
y una determinada región encefálica que estableciera, en términos casi
experimentales, indiscutibles y repetibles, esta relación. Se considera a
Paul Broca como el padre o creador de la neuropsicología, por haber
sido él, sin discusión, el que demostró en 1861 que una lesión en el pie de
la tercera circunvolución cerebral frontal izquierda era la responsable de
la pérdida del lenguaje expresivo, conocida hoy con el término de afasia,
y a la que él denominó afemia. Aunque Broca no utilizó el término “neu-
ropsicología”, su descubrimiento en el cerebro del paciente Leborgne,
llamado “Monsieur tin, tin”, le dan el merecimiento de tal paternidad.

La neuropsicología se desarrolló con rapidez uniformemente


acelerada desde Francia, primero, y desde Alemania e Inglaterra después,
durante los últimos años del siglo XIX y los primeros del siglo XX. Los
nombres de Wernicke, Dejérine, Pierre Marie, Foix, Trousseau, Babinski,
Freud, Liepman, Head y muchos otros, son suficientemente conocidos
y apreciados por los especialistas. Después, y con mucho éxito, se
agregaron otros nombres y otros países: Alajouanine, Jean y François

39
Artidoro Cáceres Velásquez

Lhermitte, Hecaen, Luria, Ajuriaguerra, Benton, Geschwind, Critchley,


Conrad, Penfield, Pribram, Sperry, Damasio y muchos otros más que
harían extremadamente larga la lista, aunque meritoriamente reconocida.
Los centros de investigación se extendieron por todo el mundo, y los
servicios hospitalarios y asistenciales, tanto clínicos como quirúrgicos y
de rehabilitación, crecieron por lo menos en las principales capitales y
centros académicos.

c. La Neuropsicología en Latinoamérica:

Sin ninguna duda y hasta nuevas investigaciones, la neuropsicología


en Latinoamérica comenzó en el Perú. En el próximo ítem referiré con
más detalle lo concerniente a este hecho; mientras tanto, señalaré a este
respecto los principales acontecimientos ocurridos en este lado del mun-
do, fundamentalmente desarrollados durante el siglo XX.

Los principales países en los que se desarrolló la neuropsicología fue-


ron Perú, Uruguay, Argentina, México, Chile, Colombia, Brasil y después
Honduras, Cuba y Bolivia. No tengo conocimiento de atención clínica,
investigatoria, docente o asistencial en otros países. Los nombres de C.
Mendilaharsu, Hernández Peón, Azcoaga, J. Gonzáles, Velazco Suárez,
F. Dalmás, A. Ardila, Cairo, Ostrosky, Pineda, Donoso, Mattos Pimenta,
Condemarín, Roselly y otros más, han aparecido en numerosos trabajos
en variadas revistas y abundantes libros que han ido diseñando el perfil de
la neuropsicología latinoamericana y que concluyeron con la formación
de la Sociedad Latinoamericana de Neuropsicología, fundada en Buenos
Aires el 22 de junio de 1989, con ocasión del Primer Congreso Latino-
americano de Neuropsicología. Según V. Feld, de Argentina, la primera
“escuela de neuropsicología” en Sudamérica se habría fundado alrededor
de los años cincuenta. Según refiere este psicólogo en un informe para
INSNER (N° 2,1996) de la International Neuropsychological Society,
“el 18 de agosto de 1958 Célica y Carlos Mendilaharsu reunieron en su
servicio asistencial del Instituto Neurológico, que dirigía el profesor Ro-
mán Arana, a lo que podría considerarse el primer grupo de pacientes
portadores de trastornos del lenguaje”.

Solo para fines de referencia histórica, debo señalar que tuve el honor
de conocer tanto al profesor Arana como a los doctores Mendilaharsu
en Montevideo, en Lima, y que, subrayando la importante dedicación
que ellos pusieron a la neuropsicología, mi memoria y mi revisión de
40
Neuropsicología - Espiritualidad y Religiosidad

la literatura no me permiten confirmar que hubiera existido, ni en Uru-


guay ni en ningún otro país de Latinoamérica, un “centro especializado
en trastornos del lenguaje” antes de 1970. El término mismo de “neu-
ropsicología” no circulaba en Latinoamérica con la precisión que hoy lo
usamos. Asimismo, en la Argentina, B. De Quiros no utilizó este término
en sus artículos, libros, clases o conferencias, como lo plantea y lo quiere
Feld. El Dr. De Quirós fue gran promotor del conocimiento, tanto diag-
nóstico como terapéutico, de los trastornos del lenguaje. Pero también,
en honor a la verdad, debo recordar que J.O. Trelles llegó de Francia al
Perú en marzo de 1935, y desde mayo de ese año se entrega con toda su
energía a transformar el entonces “Refugio Santo Toribio de Mogrove-
jo”, hoy Instituto de Neurociencias, en Lima. Y creó el primer centro de
rehabilitación neurológica, en el que desde 1938 dedicó atención a los
enfermos afásicos.

d. La Neuropsicología en el Perú:

Lo que antecede me permite ingresar a la revisión de lo que ha sido


el desarrollo de la neuropsicología en nuestra patria durante el siglo XX.
Cuando trabajaba en mi tesis de bachiller en medicina en el Hospital
Santo Toribio de Mogrovejo, por consejo del maestro Trelles, director del
hospital y profesor principal de la cátedra de neurología de la Facultad
de Medicina de San Fernando de la Universidad Mayor de San Marcos,
estudiaba las relaciones entre síntomas conductuales, alteraciones en la
palabra y del lenguaje, tanto hablado como escrito, inteligencia, memoria,
afectividad, praxias y gnosias de los enfermos con síndrome de Parkinson
y las posibles lesiones córtico-cerebrales en los lóbulos de ambos hemis-
ferios. En esos tiempos de los primeros años sesenta, una ola de agitación
estudiantil invadía los claustros universitarios. Y a ese carro subversivo
se subieron -o treparon- varios profesores, entre los cuales muchos eran
“pescadores del río revuelto”. Dos de ellos, muy pronto, tras aquella re-
nuncia masiva del cuerpo docente sanfernandino, que luego dio lugar a la
creación de la Universidad Cayetano Heredia, afirmaban públicamente,
en mítines, arengas y panfletos, que en San Fernando “nunca se había
dado una enseñanza cabal de la neurología” y que, “desde la neuroanato-

41
Artidoro Cáceres Velásquez

ALFREDO ARDILA

Table I. Main landmarks in Latin America neuropsychology.

Year Event Country

1879 First paper written on neuropsychology Perú

1958 Laboratory of Brain Dysfunctions Uruguay

1960s and Several international symposia México


1970s on neuropsychology Perú
Uruguay

1973 Graduate program in psychology México

1981 Panamerican Congress of Neuropsychology Colombia

1982-1985 Bulletin Latin America Society México and


Of Neuropsychology Colombia

1983 11th Annual Meeting International México


Neuropsychological Society

1983-1988 Seven national neuropsychology Argentina


Societies are created Chile
Colombia
Honduras
México
Nicaragua
Perú

1985 First South Cone Neuropsychology Uruguay


Conference

1989 First Latin America Meeting Argentina


of Neuropsychology

1989 Latin America Society of Neuropsychology Argentina


Foundation

42
Neuropsicología - Espiritualidad y Religiosidad

mía, pasando por la fisiología y la semiología, jamás se hizo otra cosa que
dar a los alumnos copia flagrante de lo extranjero, especialmente francés,
con desdén aristocrático y majadería feudal”. En esas circunstancias y
con vehemencia juvenil llegué a convencer al profesor Trelles que yo
había tomado la decisión de cambiar el sujeto de mi tesis. Después de
la justificada protesta paternal, aceptó la convulsiva actitud, no sin antes
prevenirme que corría el altísimo riesgo de que esos mismos profeso-
res acusadores pudieran ser miembros del jurado calificador, hecho que
ocurrió exactamente. El título: Las disciplinas neurológicas en la facultad
de medicina. No voy a referir esa tormentosa y torturadora etapa de mi
vida; será para otra ocasión, cuando el recuerdo fermentado y metaboli-
zado alambique lo más constructivo de esa experiencia. Solo diré que esa
ocasión me permitió descubrir que fue en el Perú donde se produjeron
los primeros trabajos de Latinoamérica con contenido neuropsicológico.
Este hecho ha sido reconocido después por otros investigadores no pe-
ruanos, entre los que está Alfredo Ardila, quien en 1990 publicó lo que
creo es la primera referencia bibliográfica de la historia de la neuropsi-
cología en América Latina (“Neuropsychology in Latin America”. The
Clinical Neuropsychologist, 1990, vol. 1, N° 2, pág. 121-132).

Como se observa en el cuadro que extraigo de ese trabajo, fue aquí


en el Perú en donde se publicó la primera referencia de neuropsicología
en Latinoamérica. En efecto, de la revisión cuidadosa para la mencionada
tesis con la que me gradué de médico cirujano, rescaté el título “Ligeras
ideas sobre fisiología del lenguaje”, que escribió M. Ceballos T.,
importante enfoque analítico que sorprende, entre otras, por tres razones:
a)El trabajo se presenta en pleno período floreciente, en el que después
del descubrimiento y otras demostraciones de Paul Broca en París en
1861, en Europa se hacían otros descubrimientos y demostraciones que
necesitaban trabajos de síntesis que elaborarán teorías más completas,
convergentes y armonizadoras. Nadie puede desconocer que allá, en ese
continente, fue S. Freud el que logró tal mérito. Paralelamente lo hacía un
peruano en Sudamérica. b) El trabajo de Ceballos habla sobre “fisiología”,
y lo hace sobre datos científicos, anatómicos y neuropatológicos, a los que
agrega el ingrediente psicológico indiscutible. Para ese momento y para
este lugar tan distante del epicentro de los descubrimientos europeos,
es otro mérito indudable. c) Finalmente, es bueno recordar que en esos
momentos el Perú vivía un drama bélico, y la guerra, las penurias y las

43
Artidoro Cáceres Velásquez

indignidades no detuvieron a ese joven estudiante de medicina que


presentó sus “Ligeras ideas” para obtener su título de médico en 1879.
Después, encontramos “El lenguaje normal y patológico”, trabajo de
L. Espejo presentado a la Facultad de Medicina de San Fernando en
1918. El título lo dice todo. Y al mismo tiempo nos enrostra el desinterés
que lamentablemente asfixió a los médicos peruanos durante décadas
para estudiar, comprender, diagnosticar y tratar ese proceso funcional
neuropsicológico que diferencia a los seres humanos de los animales: el
lenguaje. Considero entonces que esta es la primera referencia histórica
de índole bibliográfica neuropsicológica en nuestra patria, en ese siglo.

Como ya lo recordamos, el Dr. J. O. Trelles, que había estudiado en


Francia y regresado al Perú en 1935, se hizo cargo del llamado “Refugio
de Incurables”, recientemente transformado en Hospital Neurológico,
con una historia que recuerda a la del Hospital Salpêtriére en París. Un
amigo y compañero de aventura del Dr. Trelles se encargó de la medicina
rehabilitadora de los enfermos neurológicos en ese hospital; fue el Dr.
Mario Méndez. El Dr. Trelles recordó esta etapa de su vida con estas
frases: “Fuimos nombrados médicos ad honorem del Hospicio de Incura-
bles, que transformaríamos Méndez y yo con tesón e infatigable esfuerzo
que, a la distancia, me parece hoy un epopeya hospitalaria” (Anales de la
Facultad de Medicina. Tomo XXVIII, 1955). En 1937, el Directorio de
la Sociedad de Beneficencia Pública de Lima acordó cambiar el nombre
de “Refugio de Incurables” por el de Hospital Santo Toribio de Mogro-
vejo, y en 1938, es decir al año siguiente, fueron nombrados médicos de
este centro asistencial los doctores Julio Oscar Trelles y Mario Méndez
(De Refugio a Instituto: 300 años de recorrido. Juan Altamirano, Edit.
Universo, 1996). El doctor Méndez decidió dedicarse a la parte rehabili-
tadora, y en su servicio ofrecía posibilidades de ayuda a los pacientes con
trastornos del lenguaje. Tenía a un colaborador de apellido Villanueva
que se esforzaba, con interés increíble, en dar la comunicación verbal a
los pacientes. El “rehabilitador de afasias” como se le llamaba a Jorge,
creo, vivía en el mismo hospital y había sido él mismo antiguo paciente,
aunque portador de otra nosografía. En esos años iniciales solo había
buena voluntad e intuición, pero los enfermos y en especial sus familiares
sentían la ayuda y la protección y guardaban gratitud, aunque la mejoría
hubiera sido exigua. Por eso yo afirmo que los primeros intentos rehabi-

44
Neuropsicología - Espiritualidad y Religiosidad

litarios de la afasia en Latinoamérica se produjeron en el Perú, en el Hos-


pital Santo Toribio de Mogrovejo, en el servicio del Dr. Mario Méndez.

En los años cuarenta aparecen dos trabajos cuyos contenidos tienen


carácter neuropsicológico, aunque entre las líneas de los contenidos de
ambos no aparezca, como tampoco en los títulos, ese término. Víctor
Paredes Sánchez, otro de los grandes clínicos que ha tenido la neurología
peruana y a quien, creo, la historia, a veces displicente y otras olvidadiza,
en especial cuando es escrita o verbalizada por analistas superficiales o
embriagados por la parafernalia o los fuegos artificiales del protagonismo
con intereses de poder, no le ha reconocido suficientemente sus méritos.
Maestro de varias generaciones con quien tuve la suerte y el honor de
aprender a amar con pasión la neurología y que ingresó al Santo Toribio
para trabajar en la sala de mujeres, presentó su tesis “Observaciones sobre
la alexia pura”, la primera descripción neuropsicológica sobre esa materia
en Latinoamérica, hasta donde llega mi conocimiento. El otro trabajo es
de Emilio Majluf, quien publica en 1949, en la Revista de Neuropsiquia-
tría (tomo XII, pág. 56), el análisis de un caso con tumor cerebral usando
la prueba de Rorschach. En 1955, Leopoldo Chiappo escribe en la misma
revista (tomo XVIII, N° 3) su “Investigación experimental acerca del
proceso configurativo noético perceptivo en los afásicos”, y en 1958 “La
evolución verbal categorial en las lesiones cerebrales” (tomo XXV, N°
3). En esos años ocurrió otro hecho extremadamente importante para la
neuropsicología peruana, latinoamericana y mundial. Lo que voy a referir
no ha sido relatado, subrayado, ni siquiera mencionado en la transcen-
dencia de los hechos que hacen historia. Con estas frases quiero rendir
mi homenaje a los promotores, a los intuitivos, a los primeros explorado-
res del cerebro y la mente, que con frecuencia pasan desapercibidos en
nuestra patria. No hay duda de que el término neurolingüística aparece
en la segunda mitad de este siglo por méritos reconocidos de dos grandes
neuropsicólogos, uno francés, Henri Hecaen, y el otro ruso, Alexander
Luria. Al mismo tiempo, pero separadamente, publican en 1967, el uno
desde París y el otro desde Moscú, sendos artículos titulados “La Neu-
rolingüística”. Considero que ambos son los creadores del término, del
concepto, de la disciplina que es la parte específica de la neuropsicología
y que estudia el lenguaje normal y patológico. El hecho concreto es ana-
lizar el proceso funcional con estrategias no solo neurológicas o psicoló-

45
Artidoro Cáceres Velásquez

gicas, sino también lingüísticas. Naturalmente hay antecedentes para este


parto feliz. Estimo que en este campo el trabajo más importante de este
siglo es el libro Le Syndrome de Desintegración Phonétique dans L´Aphasie, de
T. Alajouanine (neurólogo), A. Ombredanne (psicobiólogo) y M. Durand
(lingüista), publicado en 1939.

Desconozco si el libro publicado en francés y el trabajo conjunto


eran suficientemente conocidos en el ambiente peruano. Es de presumir
que sí. Lo real es que en los años cincuenta, el Dr. J. Voto Bernales logra
congregar en su servicio de neurología del entonces llamado Hospital
Obrero a otros dos profesionales que con él deciden estudiar y ayudar
a los pacientes portadores de afasia; fueron los doctores Leopoldo
Chiappo, psicólogo y filósofo, y Luis J. Cisneros, lingüista. Justo es, pues,
reconocer que la neurolingüística tiene en el Perú estos importantes y
nobles antecedentes.

Los años setenta son los que redondean y configuran el perfil neu-
ropsicológico peruano. Al regresar de Francia y después de beber los
conocimientos neuropsicológicos de H. Hecaen, F. Lhermitte, A. Luria,
M. Critchley, R. Angelerques, entre otros, y de N. Geschwind, A. Benton,
L. Waites, Einsenson, de los Estados Unidos de Norteamérica, tomé la
decisión de dedicar toda mi atención a esta disciplina. El profesor J.O.
Trelles aceptó, toleró y ayudó, con la inteligencia y la afabilidad que lo
caracterizaban, a que pudiéramos crear en el Hospital Santo Toribio de
Mogrovejo el primer centro asistencial con ese nombre: “Neuropsico-
logía”. Las autoridades de la Sanidad de las Fuerzas Policiales, como se
llamaba en ese entonces a la actual Sanidad de la Policía Nacional, acep-
taron -con algunas férreas, prejuiciosas e intolerantes posiciones oposi-
toras- y contribuyeron a la creación de lo que en realidad fue el primer
Instituto de Neuropsicología y Patología del Lenguaje en Latinoamérica,
en ambiente hospitalario y de carácter médico y multidisciplinario. Lo-
calizado en el jirón Cueva del distrito de Pueblo Libre, en Lima, fue una
extraordinaria y provechosa experiencia que se ha venido abajo por obra
y gracia de los perros del hortelano, que abundan en nuestra patria. Des-
pués, y en los años ochenta y noventa, han sido creados algunos centros
neuropsicológicos, preferencialmente en Lima. Desagradablemente, en la
mayoría de hospitales, por no decir en casi todos, no existe la dedicación
que deberían tener los médicos, sobre todo de las especialidades de neu-

46
Neuropsicología - Espiritualidad y Religiosidad

rología y psiquiatría. En hospitales o centros asistenciales de provincias,


la situación es clamorosa.

Paralelamente se inició y desarrolló la enseñanza. Comenzamos des-


de el Hospital Santo Toribio a enseñar neuropsicología en el Departa-
mento de Neurología de la Universidad Cayetano Heredia, en los últimos
años de la década de los sesenta. Después se creó la cátedra en San Mar-
cos, pero no en medicina, sino en psicología. Allí iniciamos la prepara-
ción de psicólogos que hacían sus prácticas en el Centro de las Fuerzas
Policiales. Durante los años setenta, ochenta y noventa hemos continua-
do en esta tarea, a la que se han sumado otros profesionales. Desde la
década de los ochenta, tuve la responsabilidad de los tres cursos de neu-
ropsicología que a nivel de posgrado se impartieron a los residentes de
pediatría de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Sin embargo,
el desarrollo docente en el área psicológica, y hasta creo que pedagógica,
sigue lamentablemente superando a la médica. En estos tiempos en que
es urgente cerrar la brecha entre neurología y psiquiatría, en estos años
en que se habla cacofónica y lamentablemente de “psiquiatría biológica”,
en estos años, en fin, de neurociencias, “imagenología”, y de “neuropsi-
cofarmacología”, es absolutamente importante e impostergable enseñar,
en pregrado y posgrado, neuropsicología médica, no solo recordando y
definiendo el liderazgo que siempre tuvo el Perú desde los orígenes, sino,
y sobre todo, impulsando el conocimiento y creando nuevas y originales
formas de análisis, diagnóstico y terapéutico, que saquen a nuestra patria
del quiste de la dependencia, de la abulia, a esta parte del conocimiento
del hombre. En psicología, aunque el movimiento es lento, felizmente
continúa.

Un último capítulo de esta breve revisión de la neuropsicología en


el siglo XX en el Perú lo constituye la referencia a congresos y reuniones
nacionales e internacionales. El primer gran evento internacional con te-
mas neuropsicológicos lo constituye el Segundo Simposio Internacional
de Dislexia Específica de Evolución, de la Federación Mundial de Neu-
rología, que se realizó en Lima en octubre de 1972 y que tuve el honor
de organizar y presidir: veinticinco expertos de todo el mundo habían
constituido este grupo de investigación bajo el patrocinio de la World Fe-
deration of Neurology que presidía, en ese entonces, el profesor Macdo-
nald Critchley, del Queen Square Hospital de Londres. Un año después,

47
Artidoro Cáceres Velásquez

entre el 21 y el 24 de octubre de 1974, se realizaron el Segundo Congreso


Panamericano de Audición y Lenguaje y el Primer Congreso Peruano de
Patología del Lenguaje, en Lima. Cerca de cuatro mil personas -hecho
nunca antes visto en nuestra capital- participaron en temas, conferencias,
mesas redondas y trabajos libres dedicados al análisis del lenguaje normal
y patológico, y analizaron, debatieron y confraternizaron en este evento
latinoamericano de ciencia y amistad.

Pasaron ocho años antes de que hubiera un evento internacional


de la magnitud de los señalados anteriormente. La Sociedad Peruana de
Psiquiatría, Neurología y Neurocirugía organizó un simposio internacio-
nal sobre afasia en el mes de setiembre de 1981. Fueron invitados los
mejores expertos en el tema y se pusieron al día los conocimientos neu-
ropsicológicos sobre afasiología. De los tres eventos mencionados que-
dan, felizmente, como testimonio las actas con los trabajos presentados
y sustentados. Después se han hecho reuniones dentro de los congresos,
en especial de la Sociedad de Neurología y, últimamente, de la Asociación
Psiquiátrica y de la Sociedad Peruana de Sexología, que tocaban temas
neuropsicológicos, pero preferencialmente relacionados con aprendizaje,
memoria, demencia y sexualidad.

Durante los últimos años del siglo faltó concretar el esperado


Congreso Peruano y Latinoamericano de Neuropsicología. El futuro
es promisorio en la construcción del puente neuropsiquiátrico. La
neuropsicología tendría mucho que aportar en esa construcción que
permitiría, por lo menos, que neurólogos y psiquiatras caminen juntos
hacia un objetivo común, en lugar de mirarse las espaldas y andar en
divergencias desintegradoras que no aportan nada útil a la cultura médica
peruana. Y la integración de la psicología es fundamental e indispensable
en estos tiempos en los que se consolida nuestro concepto que “la mente
es el procesamiento intracefálico de información extraencefálica”.

48
Neuropsicología - Espiritualidad y Religiosidad

IV. ESPIRITUALIDAD-RELIGIOSIDAD

ESPIRITUALIDAD.- Naturaleza y condición de espiritual. 2.- Cua-


lidad de las cosas espiritualizadas o reducidas a la condición de eclesiásti-
cas. 3.- Obra o cosa espiritual. 4.- Conjunto de ideas referentes a la vida
espiritual.

ESPIRITUAL.- Perteneciente o relativo al espíritu. Dícese de una


persona muy sensible y poco interesada por lo material.

ESPÍRITU (…..).- Ser inmaterial y dotado de razón. 2.- Alma racio-


nal. 3.- Don sobrenatural y gracia particular que Dios suele dar a ciertas
criaturas. Espíritu de profecía. 4.- Principio generador, carácter íntimo,
esencia o sustancia de algo. 5.- Vigor natural y virtud que alimenta y
fortifica el cuerpo para obrar. 6.- Ánimo, valor, aliento, brío, esfuerzo.
7.- Vivacidad, ingenio. 8.- Diablo (ángel rebelado). 9.- Vapor sutilísimo
que exhalan el vino y los licores. 10.- Parte o porción más pura y sutil que
se extrae de algunos cuerpos sólidos y fluidos por medio de operaciones
químicas. 11.- Signo ortográfico con el que en la lengua griega se indica
la aspiración o falta de ella.

Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española (DRAE)

49
Artidoro Cáceres Velásquez

RELIGIOSIDAD.- Calidad de religioso. 2.- Práctica y esmero en


cumplir las obligaciones. 3.- Puntualidad, exactitud en hacer observar o
cumplir algo.

RELIGIOSO (A).- Perteneciente o relativo a la religión, o a quienes


la profesan. 2.- Que tiene religión y, particularmente, que la profesa con
celo. 4.- Fiel y exacto en el cumplimiento del deber. 5.- Moderado, parco.

RELIGIÓN.- Conjunto de creencias o dogmas acerca de la divini-


dad, de sentimientos de veneración y temor hacia ella, de normas morales
para la conducta individual y social y de prácticas rituales, principalmente
la oración y el sacrificio para darle culto. 2.- Virtud que mueve a dar a
Dios el culto debido. 3.- Profesión y observancia de la doctrina religiosa.
4.- Obligación de conciencia, cumplimiento de un deber. 5.- Orden (ins-
tituto religioso).

Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española (DRAE)

Desde los orígenes, los seres humanos nos hemos sorprendido, in-
quietado, interrogado, emocionado por todo lo que nos rodea. El día y la
noche, la claridad y la oscuridad, la luz y las tinieblas, el frío y el calor, la
lluvia, el relámpago, el trueno, los colores de hojas y flores, el arco iris, el
cántico de los pájaros y el rugir de las fieras, todo, todo lo que nos rodea
llegó a través de nuestros sentidos y nuestro sistema nervioso periféri-
co y penetró en nuestro encéfalo, y desde allí latió nuestro corazón, se
expandieron los pulmones, surgió el sudor de la inquietud, las lágrimas
del dolor y la sorpresa, el miedo, la alegría, la tristeza y todas las mani-
festaciones corporales y mentales que tiene la vida emocional y afectiva.
Los años pasaron y los seres humanos buscaron explicaciones para todos
estos fenómenos. ¿Por qué?, ¿Cómo?, ¿Para qué?, ¿Quién?, ¿Dónde? Y
otras interrogantes surgieron y otras tantas respuestas nacieron. Y de
uno, pasaron a otros seres humanos; se comunicaron, se sugirieron y
hasta se impusieron. Los gustos, las inclinaciones, las preferencias, de-
jaron su marca en los hijos, en las comunidades, en las sociedades. Se

50
Neuropsicología - Espiritualidad y Religiosidad

promovieron algunos, se prohibieron otros. Del mundo de las percep-


ciones y a través de las inquietudes, incertidumbres y respuestas surgió la
espiritualidad y la religiosidad. Con la creación de símbolos primero y del
lenguaje hablado y escrito después, surgió la expresión artística, los mitos,
las leyendas, las tradiciones.

Los trazados, los dibujos, las pinturas, los tallados en cavernas, ce-
menterios y templos; la cerámica, los tejidos, la música, las danzas, las
representaciones histriónicas, las invocaciones y las manifestaciones ora-
torias solicitando lluvia, alimentos, éxitos en la pesca y en la caza a entes
sobrenaturales, son el origen de creencias, de explicaciones, de relacio-
nes humanas, de emparejamientos sentimentales y coitales, de entregas
y sacrificios afectivos a hijos, a padres, a miembros de la comunidad.
Todo esto fue construyendo un universo mental, especial, particular, ca-
racterístico de esa especie llamada humana, sublimizada en las palabras
amor-espiritualidad-religiosidad. Todas esas experiencias, como un pa-
limpsesto, fueron acumulándose en los encéfalos humanos a través de
los siglos, fortaleciendo la construcción de centros y vías que permiten la
creatividad, la metáfora, la divinidad; y en esa estructura neuronal y fibri-
lar están como en el Olimpo, los dioses, los sentimientos, las creencias,
los ritos, eso que se llama fe y que genera conductas, comportamientos
y mentalidades que perviven a través de milenios, dando explicaciones a
los misterios y ofreciendo tranquilidad a la incertidumbre, al miedo a lo
desconocido y al terror de lo ignorado.

Uno de esos misterios, tal vez uno de los más temidos, ha sido y es
el de la muerte y lo que sigue a la muerte. Ese gran enigma, esa atroz in-
certidumbre necesitaba por lo menos el consuelo de una esperanza que
afirmara que no todo termina, que no todo es efímero, que hay algo en
ese más allá ignorado; y frente a esa inquietud surgen las respuestas de
ese manantial que constituye la imaginación, la fantasía, la inventiva; y
aparecen las explicaciones, nacen las creencias, y con ellas las divinidades
y las religiones. Ludwig FEUERBACH lo escribió durante el siglo XIX:
“Como el niño, los pueblos en sus estados “infantiles” de civilización

51
Artidoro Cáceres Velásquez

desconocen, se maravillan y temen la inmensidad de un cosmos para


ellos inextricable. Ignoran sus leyes, son incapaces de dominarlo y sien-
ten ante el ser inferioridad e impotencia constitutivas que enseguida se
transforman en miedo y en necesidad de protección. En un salto audaz
hacia la tabla de salvamento a la que aferrarse en el naufragio existencial,
surge en el hombre algo mágico, de las simas de la psique humana ascien-
de fantásticamente la solución que asegura su existencia: el deseo. ¿Qué
tipo de deseo? Lo que Schopenhauer llamó “necesidades metafísicas”: la
necesidad de comprensión de las fuerzas naturales, de control de sus pro-
cesos, de protección ante las mismas de saber qué viene tras la muerte; el
deseo de creer, la fe en algo. En definitiva, el deseo de resolver el enigma
de la existencia para cuya satisfacción el ser humano inventa la práctica de
la magia, las creencias supersticiosas en lo sobrenatural, la religión en sus
múltiples formas, el culto a los antepasados, el animismo, el politeísmo,
el monoteísmo…

Espantado como un niño del relámpago y del trueno, el hombre pri-


mitivo encuentra en las prácticas supersticiosas un modo de sobornar
la arcana voluntad de la naturaleza; contemplemos este espectáculo que
tenemos ante nuestros ojos, dispongámonos con precisa actitud de ciru-
jano a tomar el bisturí, sajemos y extraigamos cuidadosamente con más
pinzas el meollo del asunto. ¿Qué tenemos? La esencia de la religión”.

La “religión” es una forma de “espiritualidad”. La religión como la


estética, o la moral y la ética, son formas de espiritualidad. Es espiritual
la poesía, como es el amor, o la libertad y la justicia. Los llamados valores
axiológicos, moral, ética, deontología, pertenecen sobre todo a la “espi-
ritualidad”. Muchos de estos aspectos han sido desarrollados a través de
los milenios y casi todos integran la originalidad del Homo Sapiens, frente a
sus parientes ancestros que le precedieron. Por eso mismo, considero que
esa herencia cultural tiene bases biológicas que podrían sustentarse en
bases funcionales, fundamentalmente encefálicas y, por lo mismo, neu-
ropsicológicas. También esto fue advertido por FEUERBACH, cuando
escribió: “La afirmación de que la religión es innata en el hombre, de

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Neuropsicología - Espiritualidad y Religiosidad

que es algo connatural a él, es falsa si por “religión” se están entendien-


do las distintas formas de “teísmo”, es decir, la creencia y la fe en Dios.
Sin embargo, dicha afirmación es absolutamente verdadera si lo que se
entiende por “religión” es el sentimiento de dependencia, el sentimiento
o la conciencia que tiene el hombre de no existir ni poder existir sin un
ente distinto a sí mismo y, por tanto, de no deberse a sí mismo su propia
existencia. En este sentido la religión es para el hombre exactamente tan
necesaria como lo es la luz para el ojo, el aire para los pulmones y la co-
mida para el estómago”.

Pero es esta necesidad la que ha hecho que los seres humanos bus-
quen y encuentren explicaciones y respuestas que tranquilicen su in-
quietud, apacigüen sus dudas. Y en el camino fueron víctimas de su in-
genuidad, de su ignorancia y de sus miedos al ser manipulados y hasta
enajenados por mentirosos, farsantes, embaucadores, estafadores, delin-
cuentes, biotraficantes. El mismo FEUERBACH acaba afirmando: “Esta
incomprensibilidad no te da derecho a explicar lo inexplicable por medio
de la suposición de seres inventados; no te da derecho a hacerte ilusiones
y a engañarte a ti mismo y a los demás con una explicación que nada ex-
plica; no te da derecho a convertir tu “no-saber” de las causas naturales
y materiales en un “no-ser” de dichas causas, a divinizar tu ignorancia, a
personificarla y a objetivarla en un ser que debería sacarte de encima tal
ignorancia, pero que en realidad no expresa más que la naturaleza de esa
ignorancia tuya que la ausencia de explicaciones positivas y materiales”.
La búsqueda de respuestas hizo que el hombre inventara a los dioses, los
que se hicieron imprescindibles en el devenir de los milenios a tal punto
que, como afirmó Alexis Carrel: “El hombre tiene necesidad de Dios
como del agua y del oxígeno”. Y agregó luego: “El espíritu es a la vez
razón y sentimiento”.

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Neuropsicología - Espiritualidad y Religiosidad

V. RELIGIONES Y SECTAS

D e esa “angustia existencial”, de esa inefable preocupación por


encontrar respuestas que le den seguridad, que le ofrezcan
y prometan tranquilidad, que apacigüen y hasta tal vez que
hagan desaparecer el terror a lo desconocido y la duda de lo ignorado,
surgen las respuestas que son capitalizadas por los creadores de mitos, de
leyendas, de “religiones”. El mito, dice Mircea ELIADE, cuenta una his-
toria sagrada, relata un acontecimiento que ha tenido lugar en el tiempo
primordial, el tiempo fabuloso de los “comienzos… es, pues, siempre el
relato de una creación: se narra como algo ha sido producido, ha comen-
zado a ser… En suma, los mitos describen las diversas, y a veces dramá-
ticas, irrupciones de lo sagrado (o de lo “sobrenatural”) en el mundo”. Y
agrega: “De una manera general se puede decir que el mito, tal como es
vivido por las sociedades arcaicas, 1° constituye la historia de los actos de
los seres sobrenaturales, 2° que esta historia se considera absolutamente
verdadera (porque se refiere a realidades), y sagrada (porque es obra de
los Seres Sobrenaturales); 3° que el mito se refiere siempre a una “crea-
ción”, cuenta cómo algo ha llegado a la existencia o cómo un comporta-
miento, una institución, una manera de trabajar, se han fundado; es esta la
razón de que los mitos constituyen los paradigmas de todo acto humano
significativo; 4° que al conocer el mito se conoce el “origen” de las cosas
y, por consiguiente, se llega a dominarlas y manipularlas a voluntad… 5°
que, de una manera o de otra, se “vive el mito, en el sentido que se está
dominado por la potencia sagrada que exalta los acontecimientos que se
rememoran y se reactualizan”.

55
Artidoro Cáceres Velásquez

Yo me suscribo a estas opiniones de ELIADE, las acepto como subs-


trato de las religiones y de las sectas, como constructores del “Homo
religiosus” que llegó a ser el Homo Sapiens, seguramente desde el paleo-
lítico superior y, en especial, el neolítico; de ese “pensamiento primitivo”
que ha quedado anclado en el cerebro humano, particularmente, y como
lo veremos más adelante, en el paleoncéfalo y en el rinencéfalo, subyu-
gando y, con frecuencia, asfixiando al neoencéfalo, particularmente a las
estructuras prefrontales de ambos hemisferios cerebrales.

Por supuesto que no fueron todos los seres humanos los creadores
de las explicaciones y fórmulas explicativas de los misterios de la vida y
de la naturaleza. Fueron los más imaginativos y asimismo los que mejor
manejaron la explicación y lo que ellos creyeron ser, las soluciones de
esos enigmas; pero, por supuesto, también los que tenían mejores me-
canismos de imposición y convencimiento. Así han surgido los brujos,
los chamanes, los magos, los ilusionistas, o iluminados, y por supuesto
también los alucinados, muchos de los que, incluso, tuvieron delirios y
paranoias. De estas especulaciones para “comprender” el misterio nacie-
ron las cosmogonías que explicaban el origen y que daban cuenta de la
continuidad de la vida y hasta del retorno.

Así aparece y se desarrolla el “ser religioso”, que John CAPUTO


compara con el ser político y el ser artístico. Lo “religioso”-dice- es una
estructura básica de la experiencia humana, e incluso… la propia esencia
que constituye principalmente la experiencia humana, como experiencia,
como algo que de verdad sucede. No confino la religión -agrega- a algo
confesional o sectario, como ser musulmán, o hindú, católico o protes-
tante… La religión irrumpe, no necesariamente cuando nos adscribimos
a una u otra fe confesional, sino cuando confesamos nuestro amor por
algo además de por nosotros mismos, cuando (en una etimología) “nos
vemos ligados (re-ligare) o algo distinto, es decir, distinto de nosotros
mismos, o (en otra terminología) cuando nos recogemos (re-legare) y nos
encontramos en un foco que transforma nuestro amor”. Y es contunden-
te con esta afirmación que hemos insertado en nuestro capítulo Exordio:
“Existe un elemento profundamente religioso, con o sin religión”.

De ese elemento religioso, de esa forma de espiritualidad, surgen los


“dioses” que desde lo sobrenatural protegen, explican, enseñan y cas-

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Neuropsicología - Espiritualidad y Religiosidad

tigan. Que la religión haya sido primero magia, es muy posible; que la
magia sea también una forma de espiritualidad, no es negable; lo que sí
es seguro es que en toda religión, una forma de religiosidad, también hay
magia y que tiene crédito la existencia de lo que llamamos pensamiento
mágico-religioso.

Manuel MARZAL, partiendo de DURKHEIM (1912) llama “reli-


gión” al sistema de creencias, ritos, sentimientos, formas de organización
y normas éticas sobre lo divino, que generan ciertas actitudes y estados
de ánimo en el individuo y sirven para dar sentido trascendente a la vida.
Las normas a las que él se refiere son lo que yo llamo morales, más, mu-
cho más que éticas. Lo que afirmo es válido, sobre todo, para las sectas,
que según el Diccionario de la Real Academia Española: son “conjunto
de seguidores de una parcialidad religiosa o ideológica, doctrina religiosa
o ideológica que se diferencia o independiza de otra; conjunto de creyen-
tes en una doctrina particular o de fieles a una religión que el hablante
considera falsa”.

La enorme cantidad de sectas religiosas existentes en el mundo son,


a mi juicio, la demostración de su endeble conformación ideológica, la
debilidad epistemológica de su naturaleza y hasta de la falsedad de sus
“principios”. Creados por centenares y hasta miles de personajes que
pescan a río revuelto, permanecen sólidas en las creencias populares y son
cartas de navegación o brújulas para millones de personas que buscan
salir del laberinto de sus miedos y de sus incertidumbres.

Se han tenido que formar en el cerebro humano centros, núcleos y


conexiones que progresivamente desarrollan procesos funcionales par-
ticulares y hasta específicos para las creencias religiosas. Las evidencias
arqueológicas enseñan que el hombre de la Edad de Piedra habría dejado
huellas de los orígenes de las religiones y de la religiosidad misma. Los
enterramientos, los objetos de culto y las obras en pintura o escultura
serían testigos que esto ocurrió en el paleolítico superior, aunque la pre-
sencia de cráneos en el pleistoceno medio podrían ser evidencias más
antiguas, de hace 400 mil años encontradas en China (rev. E.O. JAMES).
Creencias tan antiguas, amarradas fuertemente por los lazos socializan-
tes, terminaron por representar soluciones con las que se satisfacían ne-
cesidades básicas y se mantenían las seguridades en la supervivencia; eran

57
Artidoro Cáceres Velásquez

bálsamos tranquilizantes que abrieron zanjas, surcos, cisuras y crearon


procesos mentales gratificantes, apaciguadores, y ofrecieron fórmulas de
auto y hetero engaño, mientras nacía y se fortalecía la racionalidad y la
ciencia que permitían encender la llama que iluminaría la oscuridad. Pero
mientras, y durante siglos, iluminados, o avispados personajes, cuando
no delirantes, inventaron, crearon y desarrollaron mandamientos, catecis-
mos, “principios”, “idearios” con creencias manipuladoras y enajenantes,
dignas de catálogos de suplicios y torturas.

Se organizaron sectas que llevaban a orgías, a mutilaciones, a entregas


materiales de bienes, buscando la salvación eterna. Entre estas enfermi-
zas agrupaciones están los SKOPTSY, de la Rusia de la década de 1750,
como lo describe Egon LARSEN: “Las autoridades no oyeron hablar de
ellos hasta alrededor de quince años después, cuando un campesino del
distrito de Orel fue arrestado, acusado de haber invitado a una docena
de campesinos como él a mutilarse a sí mismos o mutuamente, cortán-
dose los órganos genitales en medio de orgías de salmodias y danzas”. Y
continúa: “Estudiosos de la secta han llegado a la conclusión de que la
redención por sí sola no puede explicar su enorme atracción. Después de
todo, un hombre no ofrecería su máximo sacrificio a menos que creye-
se obtener así importantes recompensas. Renegados Skoptsy insinuaron
que existía un secreto que solo se revelaba a los miembros después de
su castración, el secreto de cierto poder sobre los demás, que incluía el
de hacer milagros. No cabe duda que los castrados creían en un poder
de ese tipo, supuestamente mucho mayor que la pérdida de su potencia
sexual… La forma más elevada del ritual de castración, llamada “gran
sello”, consistía en la amputación no solo de los testículos sino también
del pene, mientras que el “pequeño sello” era simplemente la castración
“ordinaria”, es decir, la amputación de los testículos. El ritual llamado
“sello de Dios” o “bautismo de fuego” se consideraba el único camino
hacia la salvación…”

Actualmente, en pleno siglo XXI, ya no existe más este atroz, ho-


rrible espectáculo de creencias tan infames pero, aunque la amputación
anatómica ha desaparecido, aún persiste la castración psicológica con la
entrega de la sexualidad a la divinidad; me refiero a los votos de castidad
exigido no solo por sectas sino también por religiones llamadas “gran-
des”, por los millones de adeptos y por la “enormidad” de sus reglas,

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Neuropsicología - Espiritualidad y Religiosidad

preferentemente por los y las personas que practican lo que he llamado


“alternativa sexual mística”, supuestamente un ejercicio de su libre deci-
sión y albedrío (“voluntad no gobernada por la razón, sino por el apetito,
antojo o capricho”. DRAE).

Todo esto y a través de los siglos ha dejado su impronta en el encé-


falo humano, particularmente en las regiones paleo y archiencefálicas,
ahogando la formación neoencefálica y descerebrando especialmente las
regiones prefrontales del cerebro.

Agrupaciones como las de los Amitas, los del Reino Mundial de la


Paz o la del Padre Divino, los Soka Gakkai, la iglesia del Querubín y el
Serafín, el movimiento de conciencia Krishna, el culto de la serpiente, las
diversas iglesias evangélicas, las del Hermano Jones que llevó al suicidio
colectivo a más de 1000 personas en la Guyana en el siglo pasado, la
llamada Los Niños de Dios que merecieron denuncias aquí en el Perú y
en otros países, y muchas otras más que actualmente difunden sus inten-
ciones de convencimiento utilizando los recursos que ofrece la tecnolo-
gía informática moderna; son la demostración de un hambre voraz por
conseguir la paz espiritual a través de medios y de caminos que tienen
poco que ver con la racionalidad y que plantean la urgente necesidad de
analizar, investigar, buscar y encontrar los mecanismos neuropsicológi-
cos responsables de tan enorme “placebo ontológico” (M. Onfray).

Es sorprendente como el poder de religiones y sectas han llegado


hasta los niveles más altos de gobierno de los pueblos. En la actualidad,
el chaman o el brujo, gozan aún de privilegios en los pueblos en los que
se cree en ellos. Esta influencia vive desde los orígenes de las sociedades,
pero lo más sorprendente es que en sociedades llamadas civilizadas ese
poder alcanza a los gobernantes políticos, los que al llegar a la cima del
gobierno sucumben a sus creencias irracionales, o a la de las mayorías
electorales, haciendo que la tan cantada división de poder entre la reli-
gión y el gobierno político civil desaparezca. De otro lado, los jerarcas
religiosos y sectarios se infiltran cada vez más en partidos para, desde allí,
asaltar el poder y tener influencia y mando sobre leyes y disposiciones
que terminan imponiendo sus catecismos y asfixiando a la inteligencia y
a la racionalidad, bloqueando al conocimiento científico e imponiendo la
filosofía de las moscas: “coma basura porque cien millones de moscas lo
recomiendan”.

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Neuropsicología - Espiritualidad y Religiosidad

VI. ATEOLOGÍA

“No estaré yo celoso de Stendhal?”


Me robó la mejor ocurrencia propia de un ateo,
una frase que yo habría podido decir: “la única
excusa de Dios es que no existe”.
También yo he dicho en otro lugar:
¿Cuál ha sido hasta ahora la gran
objeción contra la existencia de Dios?
La idea de Dios…
Friedrich NIETZSCHE
Ecce Homo. Por qué soy tan inteligente.

E n el año 2005, Ediciones Grasset y Fasquelle, de París, publi-


ca el libro Traité d´atheologie de Michel ONFRAY, cuya traduc-
ción al español lo hace la Editorial Anagrama de Barcelona
en el año 2006, y su segunda edición en 2008.

Para mí, era la primera vez que conocía al término “ateología”. On-
fray describe su hallazgo en esta forma: “el término no es un neologismo
que yo haya inventado: se encuentra en Georges Bataille, quien expresa
en 1950 en una carta a Raymond Queneau, con fecha 29 de marzo, el
deseo de reunir sus libros publicados en Gallimard, en tres volúmenes,
bajo el título de La Suma Ateológica”; y más adelante confiesa: “No estoy
a favor de la acepción que Bataille da al término… sino a favor de lo que
podemos hacer con éste hoy en día: las vías paralelas a la teología, el ca-
mino que se remonta a los orígenes de Dios para analizar los mecanismos
más de cerca, con el fin de descubrir el otro lado de la escenografía de un
teatro universal saturado de monoteísmo. La posibilidad de un desmon-
taje filosófico”.

61
Artidoro Cáceres Velásquez

… “¿El desafío? Una física de la metafísica: por lo tanto, una verda-


dera teoría de la inmanencia, una ontología materialista”.

Así, entonces, habría sido Georges Bataille el creador del término, y


es Michel Onfray el divulgador, el analista, el disector de la metafísica, el
promotor de llevar la idea de Dios de las religiones a la mesa de examen
- dice el “materialista”- que para mi interés es, neuropsicológica.

Recurramos a Nietzsche: “El concepto de “Dios” fue inventado


como antítesis de la vida: concentra en sí en espantosa unidad todo lo
nocivo, venenoso y difamador, todo el odio contra la vida. El concepto
de “más allá”, de “mundo verdadero”, fue inventado con el fin de desva-
lorizar el único mundo que existe, para no dejar a nuestra realidad terre-
nal ninguna meta, ninguna razón, ningún quehacer…”

Entiendo entonces que el concepto de “ateología” tiene más de epis-


temología que de negación; se trata de escudriñar en la “teología” como
a una cara de la moneda acuñada hace muchos siglos y mirar ahora la otra
cara, con interés esclarecedor, con objetivo (“verifílico”) no vericida y
con la razón abierta, más lúcida que nunca, no para ver lo que el espíritu
quiere, sino para saber por qué ese espíritu cree y quiere. Dice Onfray:
“La negación de Dios y de los mundos subyacentes surgió probablemen-
te del alma del primer hombre creyente… El diablo y Dios funcionan
como el anverso y reverso de la medalla, como teísmo y ateísmo”.

El gran problema, otra vez, es iluminar una caverna ennegrecida y os-


curecida por siglos; es hacer un real y verdadero lavado cerebral (el autén-
tico, no el maniqueista y manipulador) para limpiar el barro depositado
por miles -si no millones- de páginas y de millones de billones de palabras
y frases repetidas y repetidas como verdades que han calado profundo en
el espíritu humano. “Lo primitivo subsiste en lo posmoderno, lo animal
perdura en el hombre, y la bestia aun vive en el Homo Sapiens (Onfray)”.

Volvamos a Nietzsche: “Los conceptos de “Dios”, de “inmortalidad


del alma”, de “redención”, de “más allá”, son ideas a las que no he presta-
do ninguna atención ni les he dedicado ningún tiempo, ni siquiera cuan-
do era niño, tal vez porque nunca he sido bastante pueril para hacerlo.

62
Neuropsicología - Espiritualidad y Religiosidad

No considero que el ateísmo sea en modo alguno un resultado, y menos


todavía un hecho; yo le doy instintivamente por supuesto. Soy demasiado
curioso, demasiado problemático, demasiado orgulloso, para contentar-
me con una respuesta burda. Dios es una respuesta burda, una falta de
consideración para con los que nos dedicamos a pensar; en el fondo,
incluso, no es más que una burda prohibición que nos hacen diciéndonos
que no debemos pensar”.

Entiendo, entonces, que lo “ateológico” no es negar a Dios, sino pen-


sar en él, pensar, reflexionar, meditar, con claridad, alerta, vigilancia, con-
centración, alejándonos del problema para verlo mejor, y acercándose a
él para escudriñarlo mejor, despojándonos de los guiones impuestos des-
de la infancia y arrojando lo inservible con los instrumentos de la ciencia.
“Hablamos, pensamos, vivimos, actuamos, soñamos, imaginamos, come-
mos, sufrimos, dormimos y concebimos en judío-cristiano, moldeados
por dos mil años de formateado del monoteísmo bíblico” (M. Onfray).

Para terminar con este capítulo pongamos un ejemplo de lo que


aportaría la ateología, desde el pensamiento de Onfray: “¿Quién es el
autor de Jesús? Marcos. El evangelista Marcos, primer autor del relato de
aventuras maravillosas del llamado Jesús. Probable compañero de Pablo
de Tarso en su trevesía misionera, redactó su texto hacia el año 70. No
hay pruebas de que haya conocido a Jesús en persona; ¡y con razón! “Je-
sús existió, sin duda, como Ulises y Zaratustra, de quienes importa poco
saber si éstos vivieron físicamente, en carne y hueso, en un tiempo dado y
en un lugar específico. La existencia de Jesús no ha sido verificada histó-
ricamente: Ningún documento de la época, ninguna prueba arqueológica
ni ninguna certeza permite llegar a la conclusión, hoy en día, de que hubo
una presencia real que mediara entre dos mundos y que invalidara uno
nombrando al otro”…
“Los creyentes inventan su criatura y luego le rinden culto: el princi-
pio mismo de la alienación”.

63
Neuropsicología - Espiritualidad y Religiosidad

VIII. NEUROTEOLOGÍA

“… el remedio para ver a Dios, es la muerte…”


Santa Teresa de Ávila
Cuentos de conciencia

“Felizmente, el dominio de la ciencia abarca la totalidad


de lo que es observable y puede extenderse por medio
de la fisiología hasta las manifestaciones de lo espiritual”.

Alexis Carrel
La Oración

A sí como confirmo que el término Neuropsicología debe


ser atribuido a Paul Broca, el neurólogo francés que demos-
tró por primera vez la estricta relación entre la pérdida de un
proceso mental -el lenguaje- y una región del cerebro en el hemisferio
izquierdo, lo que aconteció en 1861; igualmente afirmó que el térmi-
no Neurolingüística es de creación franco-rusa, pues al mismo tiempo
Henri Hecaen y Alexander Luria publicaban, uno en París y el otro en
Moscú, artículos con ese título en 1967. Esos creadores tuvieron an-
tecesores. Broca no propuso la palabra neuropsicología, y antes que él
hubieron propuestas que señalaban la responsabilidad del cerebro en los
procesos mentales: incluso se afirma que un médico francés, Marc Dax,
habría presentado una “Memoire” para graduarse, creo que en Marsella,
pensando que era el hemisferio cerebral izquierdo el responsable del len-
guaje verbal humano. Tuve la suerte y el honor de asistir a una reunión
de la Sociedad Francesa de Neurología que se realizó en el Hospital La

65
Artidoro Cáceres Velásquez

Salpêtrière de París, en la que hizo esta declaración el neurólogo inglés


MacDonald Critchley, a la sazón, presidente de la Federación Mundial de
Neurología. Igualmente, hay antecedente para el término “neurolingüís-
tica”. “No hay nada nuevo bajo el sol” escribió Shakespeare en Hamlet.
Pero como documentos escritos, como cartas bautismales son los que he
referido, los de Hecaen y Luria.

Así también diré que hay cierto consenso en afirmar que fue Aldous
Huxley quien introdujo el término “neuroteología”. Todo hace pen-
sar que lo hizo en su novela Island (La Isla, ver bibliografía) publicada
en 1962. También aquí hubo antecesores, entre los que estarían William
James, Carl Jung, Viktor Frankl y otros. Busquemos en La Isla lo que
escribió Huxley después de haber planteado, con anterioridad, muy im-
portantes sugerencias de las relaciones entre espiritualidad, mística y reli-
giosidad, en sus novelas Un mundo feliz, Nueva visita a un mundo feliz, y Las
puertas de la percepción-cielo e infierno.

La Isla narra el encuentro, en una imaginaria isla del Pacífico (Pala), de


dos culturas representadas por un periodista inglés (Will Farnaby), náu-
frago, y los habitantes de la isla Pala, quienes tienen diferentes estilos de
vida, métodos de trabajo, concepción ideológica distinta a la occidental,
en economía, religión, biología experimental y una preocupación existen-
cial (resumida por Farnaby en la expresión “horror esencial”.

En el capítulo XIII de la novela hay una contundente afirmación, de


tremendo contenido filosófico, cuando una de las personas afirma:

“…. Todos los dioses son de fabricación casera y …. nosotros somos


quienes tiramos de sus cuerdas y les damos el poder necesario para que
tiren de las nuestras”.

Pero veamos cómo aparece el término en la novela. Dialogan, en el


capítulo VII, Susila, viuda de Dugald, quien fue hijo del médico McPheil,
y el periodista náufrago Will Farnaby.

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Neuropsicología - Espiritualidad y Religiosidad

“Will pensó en el vecinito que se había ofrecido a ayudarle a pintar los


muebles del comedor, y rió ante el recuerdo de su exasperación.

- ¡Pobre pequeño queridito! - prosiguió ella – tiene tan buenas in-


tenciones, se muestra tan curioso de ayudar…

- Pero la pintura cae sobre la alfombra, las impresiones digitales


manchan todas las paredes…

- De modo que a la postre tiene que librarse de él.

- ¡Vete, chiquillo!, “¡ve a jugar al jardín!” Hubo un silencio

- ¿Y bien? Interrogó él al cabo

- ¿No se da cuenta?

Will meneó negativamente la cabeza.

- ¿Qué sucede cuando está enfermo, cuando ha sido herido? ¿Quién


repara el daño? ¿Quién cura las heridas y elimina la infección?
¿Usted?

- ¿Y quién, si no?

- ¿Usted? Insistió ella - ¿Usted? ¡La persona que siente el dolor y se


preocupa y piensa sobre el pecado y el dinero y el futuro! ¿Usted
es capaz de hacer lo que es preciso?

- Oh, ya veo a qué se refiere

- ¡Por fin! – se burló ella

- Me envía a mí a jugar en el jardín para que los mayores puedan


hacer su trabajo tranquilos. ¿Pero quiénes son los mayores?

67
Artidoro Cáceres Velásquez

- No me pregunte a mí – repuso ella – esa es una pregunta para un


neuroteólogo

- ¿Qué quiere decir eso? preguntó él

- Quiere decir precisamente lo que dice. Alguien que piensa en la


gente, simultáneamente en términos de la Clara Luz del Vacío y
del sistema nervioso vegetativo.

Los mayores son una mezcla de mentalidad y fisiología”

Es así como aparece la palabra y, de allí, se deduce el concepto. En


realidad no se habla del concepto, no denota el significativo, pero en las
páginas de esa novela se concreta el pensamiento de Huxley: las conduc-
tas y comportamientos humanos corresponden a la mente como pro-
ducto encefálico, en cualquiera de sus manifestaciones, incluyendo a las
místicas, religiosas afectivo-emocionales y espirituales.

“Una experiencia puede ser verdadera en relación con algo que su-
cede dentro del cráneo de uno, pero completamente ajena a todo lo ex-
terior” - Como diría El Principito de Saint-Exupery: “Los ojos ven lo
que el espíritu cree”. Y es en el capítulo IX en donde Huxley concreta su
concepto:

“…. Y otra cosa que apenas comenzamos a entender – dijo Vijaya–


es la correlación neurológica de estas experiencias ¿Qué sucede en el
cerebro cuando uno tiene una visión? ¿Y qué sucede cuando se pasa de
un estado mental pre místico a uno auténticamente místico?

- ¿Lo saben ustedes? pregunto Will

- “Saber” es una palabra grande. Digamos que estamos en condi-


ciones de hacer algunas conjeturas plausibles. Los ángeles y las
nuevas Jerusalén y las Madonas y los Futuros Budas están todos

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Neuropsicología - Espiritualidad y Religiosidad

relacionados en cierto tipo de estimulación poco corriente de las


zonas cerebrales de proyección primaria, la corteza visual, por
ejemplo. Todavía no hemos descubierto cómo produce la medici-
na moksha esos estímulos extraordinarios. Lo importante es que
de una u otra manera lo produce; y, de una manera u otra, también
hace algo extraordinario con las zonas silenciosas del cerebro, las
zonas que no están vinculadas en forma específica con la percep-
ción, el movimiento o el sentimiento.

- ¿Y cómo reaccionan las zonas silenciosas?

- Empecemos con las reacciones que no tienen. No reaccionan con


visiones o audiciones; no responden con telepatía o clarividencia
o cualquier otra cosa de ejecución parapsicológica. Nada de esas
divertidas cosas pre místicas. Su reacción es la total experiencia
mística. Ya sabe: Uno en todo y Todo en uno. La experiencia
fundamental con sus consolarios: limitada compasión, insondable
misterio y significación.

- Para no mencionar la alegría – dijo el doctor Robert – una alegría


indecible.

- Y todo eso está en el cráneo de uno – dijo Wipp. Es estrictamente


privado. No tiene referencia a hecho exterior alguno, a parte del
hongo.

Y más adelante concreta el doctor Robert:

“… Yo digo que la medicina moksha opera sobre las zonas silencio-


sas del cerebro, abriendo algún tipo de compuerta neurológica, lo que
permite que un mayor volumen de Mente, con M mayúscula, entre en su
mente con m minúscula”.

En estas referencias están – así lo creo – los fundamentos de la “neu-


roteología”, de su “neuroteología”, la de Aldous Huxley, cuyos anticipos

69
Artidoro Cáceres Velásquez

vinieron en Un Mundo Feliz y Las puertas de la percepción – cielo e infierno,


como ya lo dije.

Pero Huxley no solo introduce el término -que a mi parecer debiera


llamarse neuropsicoteología- sino que plantea la posibilidad que estos
procesos mentales -espiritualidad y religiosidad- no son solo adquiridos
sino que serían innatos, connaturales, hereditarios.

Revisemos su concepción en la siguiente parte del diálogo:

- …¿Pero qué hace una niña como esa? (dijo Will) - ¿Y ustedes, los
más cultos, alientan ese tipo de cosas?

- Ni las alentamos ni las desalentamos, las aceptamos como acep-


tamos esa tela de araña de la cornisa. Dada la naturaleza de las
arañas, sus telas son inevitables. Y dada la naturaleza de los seres
humanos, lo mismo sucede con las religiones. Las arañas no pue-
den dejar de construir trampas de hilos, y los hombres no pueden
dejar de fabricar símbolos. Para eso está el cerebro humano: para
convertir el caos de la experiencia dada en una serie de símbolos
manejables. A veces los símbolos corresponden con cierta exacti-
tud a algunos de los aspectos de la realidad exterior que informa
nuestra experiencia; y entonces nacen la ciencia y el buen sentido.
A veces, por el contrario, los símbolos no tienen casi vinculación
con la realidad exterior y entonces hay paranoia y delirio. Más a
menudo son una mezcla, en parte realista y en parte fantástica:
es la religión. Buena religión o mala religión: eso depende de la
mezcla del coctel” (capítulo XI).

En otras palabras, los seres humanos estamos condicionados para


“crear” religiones, y lo hacemos a partir de esa condición natural y ge-
nética de espiritualidad que la naturaleza, en su camino evolutivo, “creó”
para tranquilidad y contento no solo de cada individuo sino también del
grupo en el que este individuo vive.

70
Neuropsicología - Espiritualidad y Religiosidad

Todo nos lleva a pensar que esto ha ocurrido desde el paleolítico y ha


ido complementándose, complejizándose y diversificándose en marcha
evolutiva, perfeccionando sistemas neurales y estableciendo las redes que
se requieren para esos procesos mentales, a los que llamamos espiritua-
lidad y religiosidad. De esas redes y de esos procesos intenta ocuparse la
neuroteología; mitos leyendas, creencias, misticismo, estados regresivos,
búsqueda del éxtasis, estados alterados de conciencia, experiencias vi-
sionarias, conciencia cósmica, conciencia absoluta, poder de la oración,
transcendentalismos, estados de trance, ascetismo, estigmas, purificacio-
nes, milagros, y otros más “fenómenos” ligados a las creencias religiosas,
muchos de los cuales, sino todos, caen en lo “parapsicológico”, o en lo
“metapsicológico”, evaluados a través de métodos y tecnologías de las
neurociencias, incluyendo a los neuropsicológicos.

Se trata en realidad de una multidisciplina, con la exigencia de un


marco referencial estrictamente científico, con la necesaria participación
no solo de disciplinas biológicas sino considerando los factores socioló-
gicos, antropológicos y filosóficos.

“La búsqueda del éxtasis, la necesidad de algo por encima de la nor-


malidad diaria, parece tener raíces en el hombre. La “civilización” no ha
matado la necesidad primitiva: ésta continúa hoy día en el uso del LSD
y de otras drogas, en la rebelión de “la gente de las flores” contra las
normas sociales aceptadas y en su búsqueda de una nueva salida y de una
nueva visión. Quizás no tengan la vitalidad y el ardiente poder de sus
antecesores, que bailaban en aquelarres y practicaban sus ritos naturales,
pero su propósito es el mismo. E incluso si el misticismo, la penitencia y
el éxtasis están un poco pasados de moda en la Iglesia Cristiana hoy día,
las tradiciones están vivas y fuertes en Oriente”, escribe en Mind Alive
(en el libro a cargo de John White).

Si todas las experiencias referidas en el campo religioso deben y tie-


nen que ser analizadas y explicadas desde la creencia, igualmente deberán
serlo las que se consideran artísticas o estéticas. El estado actual de las

71
Artidoro Cáceres Velásquez

neurociencias permite escudriñar estos terrenos y nada prohíbe que a los


métodos utilizados para este oteo no se los califique con el prefijo “neu-
ro”, como es el caso de la “neuroteología”.

Es evidente y esperable que los “tradicionalistas” no compartan este


parecer -y algo más- hasta se opongan a estas prácticas. Se refiere que
Aldous Huxley se vio “obligado” a distanciarse de su maestro Swami
Prabhavananda, de la secta Ramakrishna, porque ésta se negó a aceptar
el uso del ácido lisérgico (LSD) como substituto de la oración y la me-
ditación para la trascendencia mística y la transformación de conciencia.
Están de por medio las consideraciones de lo “sagrado”, de lo “tradicio-
nal”, de lo “misterioso” y hasta de lo “tabú”, que hace que los métodos
de investigación científica sean considerados invasivos, artificiales y dañi-
nos para la “obediencia” a las enseñanzas – de los maestros y serían una
interferencia en la relación “natural” del hombre con Dios.

Luis E. ECHARTE, de la Universidad de la Sabana, en Colombia, ha


publicado un interesante artículo sobre neuroteología, en su relación con
el pensamiento de Aldous Huxley. Allí establece tres planos de análisis de
la neuroteología, a los que llama, siguiendo a Huxley, “operacionismos”:
operacionismo trascendental; espiritualismo, o también operacionismo
místico; y uno último, el “operacionismo práctico”, el que sería el más
fácil, el más adecuado a la investigación neurocientífica.

Estos tres niveles o “pilares”, como los refiere el autor, son factibles
de análisis incluyendo al experimental.

“La mente humana - escribe - está implementada en un cerebro que


permite pero también condiciona el modo de conocimiento y el de las
verdades religiosas”… “al campo de la neuroteología le corresponde-
ría conocer y mostrar concretamente de qué manera el cerebro humano
formula enunciados morales, o sea, predicados que aluden a creencias
últimas, a cosmovisiones ya materialistas o espiritualistas, y distinguir en
ellas lo meramente contingente de lo subjetivo”.

72
Neuropsicología - Espiritualidad y Religiosidad

En todos estos niveles se ha utilizado métodos de investigación tec-


nológica moderna de tipo tanto electroencefalográfico, como tomográfi-
co, y electromagnético; asimismo, se han analizado encéfalos post mortem
después de aplicar rigurosas pruebas neuropsicológicas pre mortem. Una
de estas experiencias originales y hasta espectaculares fue la realizada por
Vilayanur S. Ramachandram, director del Center for Brain and Cognition
de la Universidad de San Diego, utilizando un estimulador magnético
transcraneal. Ramachandram describe la sensación provocada por la es-
timulación de sus propios lóbulos temporales: “Sentí a Dios por primera
vez en mi vida”. Esto mismo que se logra con la estimulación témporo-
cerebral se ha conseguido en sustancias psicoactivas, a las que se tiende a
llamar “enteógenos”, las cuales son experiencias realizadas desde épocas
primitivas que han hecho considerar a los chamanes y al chamanismo
como antecedentes promotores de la “neuroteología”. Diferentes sus-
tancias han sido utilizadas con este objetivo, sustancias a las que también
se las ha calificado de “drogas espirituales” y uno de los promotores
más reconocidos es Aldous Huxley, incluyendo su propia experiencia
personal en el uso de mescalina y sus estudios del LSD y la psilosibina.
Las “experiencias místicas” que describe el autor están reflejadas en sus
novelas, en las que particulariza el uso de “soma” y “moksha” para crear
resultados neuropsicológicos, incluso de “armonía cósmica”. Como lo
afirma L.E. ECHARTE, la neuroteología se presenta entonces como un
puente y como un “ámbito óptimo y concreto para el diálogo entre cien-
cia, razón y fe, y para la colaboración entre creyentes y no creyentes en la
consecución de sus propias metas”.

Algunos autores no consideran a A. Huxley como el creador y pro-


motor de la neuroteología, a la que llaman “bioteología” o “neurociencia
espiritual”. Sitúan en este nivel a Herbert Benson, de la Harvard Medical
School, cardiólogo que estudió el papel del sistema nervioso autónomo
(simpático y parasimpático) en el proceso de enfermedad y en su recupe-
ración, estableciendo una relación entre fe y salud. Se consideró que era
el sistema nervioso parasimpático que favorecía la “sanación” mediante
la meditación basada en la fe.

73
Artidoro Cáceres Velásquez

Muchos otros en los años finales del siglo XX y en la primera década


del XXI han engrosado investigaciones y resultados sobre esta temática.
Se examinaron a meditadores y se reportó que en la cumbre de la ora-
ción ocurría un aumento del flujo sanguíneo en los lóbulos frontales y
una disminución en los parietales; se evaluaron pacientes diagnosticados
de epilepsia con focos en los lóbulos temporales en los que se encontró
manifestaciones clínicas de carácter místico incluyendo alucinaciones de
“tipo religioso”; se han repetido las experiencias de Wilder Penfield es-
timulando la corteza cerebral en las áreas temporales y desencadenando
“auras” y “sensaciones de iluminación repentina o de temor espiritual”
o “escapes del cuerpo”, y otros que recordaban a las manifestaciones
descritas en Juana de Arco; San Pablo; Santa Teresa de Ávila, de Mahoma
y de otros personajes de la historia religiosa. Con exámenes de tipo neu-
roimágenes como la PET (Positrom Emission Tomography) o la RMF
(Resonancia Magnética Funcional) investigadores como A. Newberg, E.
D’Aquili y V. Rause han registrado activación de los lóbulos temporales
y disminución de actividad en los parietales en monjes budistas tibeta-
nos (Luis María Gonzalos. Aceprensa 016/07, 14-02-2007. Newberg A,
D’Aquili E; Raus V. Why God Won´t go away Brain, Science and Biology
of Belief. Ballantine Books, 2001). Experiencias como éstas han servido
para avanzar en la interpretación de los “fenómenos religiosos” desde
el campo científico de las neurociencias, área a la que se tiende a llamar
“neuroteología”.

Otra serie de investigaciones, mucho más de carácter neuropsicoló-


gico, encontró que las lesiones en el lóbulo temporal derecho desenca-
denaban un cuadro de “hipereligiosidad”, y que las lesiones en el lóbulo
parietal derecho “propician la espiritualidad”, y que cuando estas lesiones
se sitúan en la parte posterior de estos lóbulos se generan emociones de
“trascendencia”. Yaiza Martínez informa que Denis Chan, del Institute
of Neurology de Londres, sostiene que “los lóbulos temporales del ce-
rebro están vinculados con la religiosidad”. En ese informe se señala que
“en personas que sufrían tumores cerebrales, solo aquellas a las que se les
extirparon tumores de las zonas parietales posteriores del cerebro vieron

74
Neuropsicología - Espiritualidad y Religiosidad

modificados sus niveles de “autotrascendencia”, que es una de las tres di-


mensiones del carácter que, según la psicología, agrupa las características
de espiritualidad, misticismo, pensamiento mágico y religioso, así como
la visión de uno mismo como parte integral del universo”.

Así, entonces, con estas y otras investigaciones se está difundiendo,


desde la “neuroteología”, el “cerebro místico”. No se trata de volver a los
tiempos localizacionistas de comienzos del siglo XX, ni de “globalizar”
en exceso para confusión y oscurantismo; se trata de poner a la neurop-
sicología, como disciplina, al servicio del esclarecimiento de una de las
actividades mentales más humanizante y característica del Homo Sapiens:
la espiritualidad.

75
Neuropsicología - Espiritualidad y Religiosidad

VIII. DEL PSICOANÁLISIS AL


NEUROANÁLISIS

M illones de personas en el mundo utilizan la palabra, conocen


el concepto y emplean el método llamado Psicoanálisis. El
diccionario de nuestra lengua lo define así: “Método de
exploración o tratamiento de ciertas enfermedades nerviosas o mentales,
puesto en práctica por el médico vienés S. Freud y basado en el análisis
retrospectivo de las causas morales y afectivas que determinaron el estado
morboso. 2. Doctrina que sirve de base a este tratamiento, en la que se
concede importancia decisiva a la permanencia en lo subconsciente de
los impulsos instintivos reprimidos por la conciencia, y en los cuales se ha
pretendido ver una explicación de los sueños”. Hasta aquí el diccionario.

Por esas razones de ahorro o pereza intelectual la palabra se acortó,


y ahora hasta los propios “psicoanalistas” se autocalifican de “analistas”,
así a secas, sin darse cuenta o sin querer saber que la palabra se aplica des-
de diferentes conceptos; por ejemplo, “analista” es el autor de anales, la
persona que hace análisis químicos o médicos, quien se dedica al estudio

77
Artidoro Cáceres Velásquez

del análisis matemático, quien define un problema y determina lo que se


requiere para resolverlo, o el experto en homosexualidad masculina (¿?).
Todo esto es, o puede ser, “analista”.

El consenso achaca a Freud la creación del psicoanálisis. Havelock


Ellis, “meritísimo investigador de la sexualidad y noble crítico del
psicoanálisis”, no lo cree tanto así, como lo señala, al parecer, el mismo
Freud en un articulito aparecido en sus Obras Completas (vol. 13, ensayo
CVI), sin firma, y que fue escrito en 1920. Allí señala que H. Ellis atribuye
al doctor Garth Wilkinson la creación del método en 1857, y que tal
práctica “debe considerarse como una labor artística”.

Pero dejemos al psicoanálisis en su existencia, en su agonía o en su


muerte. Mi interés es otro. Es señalar que quien se ocupe de hacer un
análisis de la conducta normal o patológica tiene todo el derecho de ser
calificado de “psicoanalista”, haya pasado o no por esos laberintos for-
mativos que a veces construyen las fronteras de una secta, con dogmatis-
mos y fanatismos agregados. Ahora lo que quiero es proponer otro tér-
mino, otro concepto, otro método, otra actividad, otra filosofía. La llamo
Neuroanálisis porque parte del interés interpretativo de las conductas
normales y patológicas, así como de la mente sana y enferma, basándose
en mecanismos de funcionamiento del sistema nervioso, especialmente
encefálico y básicamente cerebral. La disciplina que lo utiliza es la neu-
ropsicología dentro del contexto médico neuropsiquiátrico. Es, pues, un
método de diagnóstico y tratamiento y una forma de caminar al siglo XXI
acompañados de la tecnología clínica e “imagenológica”, construyendo,
con mucha más seguridad científica, la sinapsis neurología-psiquiatría, y
alimentando con más racionalidad el pensamiento precategorial, mágico,
religioso o metafísico. No he tenido la ocasión de encontrar el término en
ninguna parte con el concepto que le estoy dando, y esta modesta colabo-
ración desde este rincón del mundo no tiene vanidad. Espero continuar
describiendo los pormenores de su corpus.

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Neuropsicología - Espiritualidad y Religiosidad

IX. DE LA “LOCALIZACIÓN” A LA
“CONSTELACIÓN”

D urante siglos se buscó afanosamente “localizar” el alma en


alguna parte del cuerpo del ser humano. Unos negaban tal
intento y afirmaban que el cuerpo como el alma tenían ca-
minos diferentes y ambos marchaban separadamente; otros creían que
las dos instancias convergían, se unían, pero el “cuándo” y el “dónde”
los atormentaba, y el enigma continuaba. Los griegos, con Aristóteles,
creían que el asunto no era tan difícil: el alma estaba en todo el cuerpo,
que como materia, era asunto secundario, perecible y hasta rechazable;
solo contaba lo espiritual, lo anímico, el “nous”.

Galeno pensó que el alma podría estar en el cerebro. Mucho más


tarde, Descartes presentó la glándula pineal o conarium o epífisis como
el “centro modulador del alma”, la que “estaría en todo el cuerpo”, pero
preferentemente en el cerebro, en esa glandulita enigmática y estratégica-
mente situada en el centro mismo del encéfalo y de tan notable parecido
al clítoris vulvar femenino. Francis Gall inventa la “frenología” y afirma

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Artidoro Cáceres Velásquez

que todas las funciones “mentales” (el alma incluida) están en el cerebro
y - ¡oh maravilla! - pueden evaluarse tocando el cráneo de las personas,
como lo quiso y difundió su discípulo Spurzheim. Pero fue Paul Broca,
en 1861, quien primero demostró que las capacidades mentales, como el
lenguaje, tenían un “centro”, un “foco”, una “localización en el cerebro
humano”.

A partir de entonces, el pensamiento “localizador” triunfó, se desa-


rrolló y dominó. Desde hace más o menos cincuenta años, hemos apren-
dido que las “localizaciones” son relativas y que los grandes procesos
mentales son el resultado de un trabajo más extenso, más difuso, más
extendido que el que puede ofrecer un grupo de neuronas o un “centro
cerebral”. Hoy sabemos y defendemos que la mente de los seres vivos
y todas sus capacidades, inclusive las espirituales, son el resultado de un
trabajo complejo pero muy organizado y extraordinariamente muy bien
desarrollado en el encéfalo. Lenguaje, atención, memoria, afectividad,
personalidad, creatividad, entre otras, son el resultado del trabajo de mi-
llones de neuronas y de fibras que convergen en un objeto común y
favorable.

Qué bien haría y cuánto ganaría la humanidad si los políticos y go-


bernantes aprendieran de estas sabias conclusiones de los investigadores
en neurociencias. ¿Cómo es posible que se pretenda que un solo hombre
sea presidente, ministro, director o jefe, resuelva los problemas de todos
y mantenga a la sociedad sana y equilibrada? Asuntos como la violencia,
corrupción, el delito, la guerra, no pueden ser resueltos “localizando” el
poder en un hombre, mujer o grupúsculo sabelotodo. No se puede espe-
rar que los problemas de una sociedad sean resueltos si no participan en
el empeño muchos, todo los que viven en esa sociedad. La búsqueda de
soluciones no puede llevar implícita la ideología “localizacionista” sino la
“constelativa”, porque solo en la constelación de esfuerzos están asegu-
rados el desarrollo y la permanencia del equilibrio. De lo contrario, todo
será efímero, supuesto, artificial y falso.

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Neuropsicología - Espiritualidad y Religiosidad

X. EL NUDO BORROMEO

E xtractos del Libro: Psicología de la Criminalidad, Artidoro


Cáceres V. Fondo Editorial Universidad Alas Peruanas. Lima,
Perú. 2010.

La “mente criminal”, sin duda, ¡existe! ¿Son, acaso, las bases, los fun-
damentos biológicos, sociológicos, antropológicos, psicológicos y filosó-
ficos, los factores que construyen, que diseñan, que modelan esta mente
que luego, y frente a estímulos disparadores diversos, se transforman en
actos, en conductas y comportamientos delictivos? ¿Qué hace que el doc-
tor Jekyll se transforme en Mister Hyde? ¿Qué contiene esa mixtura, esa
pócima que inventa Henry Jekyll, doctor en Medicina y miembro de la
Royal Society, respetable y respetuoso ciudadano londinense, “hombre
de unos cincuenta años, alto, fornido, de rostro delicado, en una expre-
sión algo astuta, quizá, pero que revelaba inteligencia y bondad…” y que
lo transforma en ese Hyde asesino, en esa “criatura enmascarada, más
semejante a un simio que a un hombre”, en ese Edward Hyde, “único
entre los seres del mundo que era solamente mal”?

81
Artidoro Cáceres Velásquez

El “procedimiento” que construye y ejecuta un acto criminal tiene,


sin duda, sus columnas fundamentales en factores biológicos, sociológi-
cos, psicológicos, antropológicos, filosófico-metafísicos a los que me he
referido anteriormente. Pero hay algo –o tal vez mucho más- que hace
falta para una mejor comprensión del acto criminal.

Para Margaret Mead hay tres tipos diferentes de cultura que diseñan la
mente humana. La cultura “posfigurativa”, en la que los niños aprenden
primordialmente de sus mayores; la cultura “cofigurativa”, en la que tan-
to los niños como los adultos aprenden de sus pares, es decir, los adultos
de otros adultos, y los niños de otros niños; y la cultura “prefigurativa”,
en la que los adultos también aprenden de los niños. Y Margaret Mead
afirma: “Las sociedades primitivas y los pequeños reductos religiosos e
ideológicos son principalmente posfigurativos y extraen su autoridad del
pasado. Las grandes civilizaciones, que necesariamente han desarrollado
técnicas para la incorporación del cambio, recurren típicamente a alguna
forma de aprendizaje cofigurativo a partir de los padres, los compañeros
de juegos, los condiscípulos y compañeros aprendices. Ahora ingresamos
en un período sin precedente en la historia, en el que los jóvenes asumen
una nueva autoridad mediante su captación prefigurativa del futuro aún
desconocido”.

En nuestra cultura asignamos un papel predominante en la educación


a lo que lo adultos enseñan, a lo que los adultos inculcan, a lo que los
adultos –padres, maestros, sociedad en general- introducen en la men-
te de los niños y, con frecuencia, aún en los púberes y adolescentes; es
decir, nuestra cultura es aún de predominio “posfigurativo”. Margaret
Mead agrega: “La cultura posfigurativa depende de la presencia real de
tres generaciones. Por consiguiente, este tipo de cultura es peculiarmente
generacional. Su continuidad depende de los planes de los ancianos y de
la implantación casi imborrable de dichos planes en la mente de los jóve-
nes. Depende de que los adultos puedan ver a los padres que los criaron
mientras ellos crían a sus hijos en la misma forma en que ellos fueron
criados”. Es decir, la presencia de los abuelos en este tipo de cultura
es fundamental. Yo considero, por eso, importante en la definición, en
la incorporación, en la integración de la familia, a los abuelos, que son
depositarios de la tradición, que son representantes de la historia, que

82
Neuropsicología - Espiritualidad y Religiosidad

son mordientes y catalizadores de la influencia de los padres. Desgracia-


damente, ni los padres quieren ya que participen los abuelos, ni los hijos
quieren aceptarlos, y, lo que es peor, los abuelos o ya no quieren parti-
cipar o no saben cómo hacerlo, y cuando están obligados a hacerlo, por
diversas circunstancias, actúan a desgano, desinformados o ignorantes;
construyen o reconstruyen muñecos remendados que, lamentablemente,
terminan como el personaje de Mary Shelley de la novela Frankestein.
Dice Margaret Mead: “Las respuestas a las preguntas: ¿quién soy?, ¿cuál
es la naturaleza de mi vida como miembro de mi cultura, cómo hablo y
me muevo, cómo duermo, hago el amor, me gano la vida, me convierto
en padre, me encuentro con la muerte? se experimentan como prede-
terminadas. Es posible que un individuo no consiga ser tan valiente o
paternal, tan industrioso o generoso como lo estipulan los mandatos que
le transmitieron las manos de su abuelo, pero en medio de su fracaso es
un miembro más de su cultura, en la misma medida en que lo son otros
en medio de su éxito. Si el suicidio es una posibilidad conocida, unos
pocos o muchos podrán suicidarse. Si no lo es, los mismos impulsos
de autodestrucción asumirán otras formas. La combinación de impulsos
humanos universales y mecanismos de defensa posibles, los procesos de
reconocimiento y apercepción, de reconocimiento y rememoración, de
reintegración, estarán presentes. Pero la forma en que se combinarán será
abrumadoramente particular y distintiva”. Hasta aquí lo afirmado por
Margaret Mead. En otras palabras, sea una cultura basada en el pasado,
es decir, “posfigurativa”; en el presente, es decir, “cofigurativa”; o en el
futuro, esto es, “prefigurativa”, finalmente hay algo “distintivo” y “parti-
cular” en cada individuo, en cada persona que imprime un sello original
y único a sus conductas y comportamientos. Entonces, vayamos a buscar
ese mecanismo de estos tres factores culturales en el desencadenamiento
de un acto, en el caso que nos interesa particularmente, de un acto cri-
minal.

El psiquiatra francés Jacques Lacan, a quien tuve el honor de cono-


cer en París en los años sesenta del siglo pasado, gracias a la generosa
orientación y amistad de uno de mis maestros más queridos y recor-
dados, el profesor Oscar Trelles Montes, ha utilizado una alegoría para
explicar la forma en que las personas pueden construir lo que, en última
instancia, es la fuente, la matriz, el germen, la génesis de conductas y

83
Artidoro Cáceres Velásquez

comportamientos. Se inspira en la Teoría de los nudos, que tiene vigencia


en la topología matemática, y en lo que llama “El nudo Borromeo”, que
deriva de los antiguos borromeos, personajes que sellaron una alianza de
tres familias, representadas cada una por un anillo que se unía a los otros
dos, anudándose de tal manera que si uno de los tres se rompía, los otros
dos quedaban libres, quebrándose la unidad. Lacan toma esta alegoría
como símbolo de tres niveles, de tres instancias, de tres procesos, de tres
registros: un círculo representa la realidad, es decir, el entorno, lo tangible
o intangible que rodea a la persona; otro círculo es la mente, y represen-
ta a la “psique”, el mundo consciente, a la inteligencia, pensamientos,
afectos, voluntades, etc.; y entre ambos anillos (mundos), un tercero que
cumple el papel de puente, de engranaje, de instrumento de relación, de
útil interconectante, de sinapsis psicosocial entre la realidad y la mente: el
lenguaje, representado por los símbolos, los signos y sus significantes. Lo
real se hace pensamiento, imaginación, fantasía, creatividad, en función
de lo simbólico y a través de lo simbólico.
Interpreto así lo que Lacan plantea con su “nudo borromeo”.

MENTE

REALIDAD LENGUAJE
SÍMBOLOS

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Neuropsicología - Espiritualidad y Religiosidad

Entonces, una mentalidad criminal puede ser consecuencia de una


realidad que es interpretada e incorporada a través de palabras o sím-
bolos, en aquello que llamamos mente. El lenguaje, ese extraordinario
mecanismo de comunicación que ha hecho que el Homo Faber se haga
Sapiens, nos hará actuar en perspectivas de amor o de odio, de paz o de
guerra, de aceptación o rechazo, de egoísmo o de caos, de ley o de delito.
Para un individuo que confunde el orden con el caos, la dignidad con el
atropello, la norma con la anomia y la vida con la muerte; el amor será
odio, la revolución será fusilamiento, la religión, intolerancia, la verdad,
mentira, la seguridad, miedo, y la confianza, incredulidad. Se ha construi-
do así la “demencia semántica”, una torre de babel en la que ya nadie se
comprende.

Henri Laborit, famoso neurobiólogo francés, señala en su libro Les


Bases Biologiques des Comportements Sociaux un esquema que recuerda a los
mecanismos cibernéticos, tan defendidos por Norbert Wiener (véase mi
libro Norbert Wiener, de la cibernética al humanismo), y con el que intenta
explicar cómo la realidad se introduce, por intermedio de los sentidos, al
sistema nervioso humano y deja huella en todos los niveles que estruc-
turan el encéfalo, alcanzando los pisos corticales del cerebro y estructu-
rando el mundo mental y espiritual en el neocórtex. El medio ambiente
ingresa al encéfalo y éste archiva información y construye respuestas que
regresan al medio exterior en “retroacción” constructiva o destructiva.
Más adelante presentaré otros modelos que explican neurobioló-

85
Artidoro Cáceres Velásquez

gica, neuropsicológicamente, los mecanismos, a mi juicio, mucho más


científicos y más racionales, de este “nudo” encefálico entre “pasado”
(herencia genética y cultural), “presente” (aprendizaje, cultura, noósfera)
y “futuro” (filosofía, teología, “proactividad”, metafísica), lo que desde
ahora llamaré “neuropsicología de la criminalidad y de la espiritualidad y
religiosidad”.

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Neuropsicología - Espiritualidad y Religiosidad

XI. TEORÍA P.A.C.O.R (1)

E n mi libro Psicología de la Criminalidad, y en el capítulo llamado


“Definiciones”, dejé sentado los conceptos de ambos térmi-
nos: “psicología” y “criminalidad”. En el intento aclaratorio
he definido las palabras “disciplina”, “conductas”, “comportamiento”,
“mente”. Creo haber planteado, entonces, connotado tres niveles que
aquí quisiera denotar. En primer lugar el nivel “ideario”, que es el “re-
pertorio de las principales ideas de un actor, de una escuela, o de una
colectividad”. Así lo establece el Diccionario de la Real Academia de la
Lengua Española. Por eso, creo, aparecen los términos “glosario” y el
mismo “diccionario”. Cosa diferente son los otros dos niveles, a menudo
enredados, confundidos y hasta equiparados en nuestro medio; me refie-
ro a los términos “ideología” y “doctrina”.

Ideología es el “conjunto de ideas fundamentales que caracterizan al


pensamiento de una persona, colectividad, época, movimiento cultu-
ral, religioso, político, etc.”. Entiendo entonces que el término apunta a

(1) Del libro: Psicología de la Criminalidad


(op.cit.)

87
Artidoro Cáceres Velásquez

“ideas”, “nociones”, “conceptos”. Cuando he definido los términos “con-


ducta”, “comportamiento” o “mente”, lo que he hecho es establecer un
“ideario”; al haber planteado una definición de “psicología” estoy ingre-
sando al terreno ideológico. La palabra “doctrina” describe el conjunto
de ideas, nociones; conceptos, teorías, practicadas y defendidas por una o
más personas. La doctrina implica praxis, que es obrar, ejecutar, accionar,
poner en movimiento, concretar esas ideas, clasificando su significado, es
decir, su ideario.

Las doctrinas constituyen en la práctica el corpus ideológico de di-


ferentes creencias en varios campos: político, religioso, filosófico, cien-
tífico. En el campo de la psicología, las ideas, los conceptos, los idea-
rios, han constituido ideologías como “psicoanálisis”, “conductismo”,
“estructuralismo”, “funcionalismo”, “gestalismo”, etc. A las ideologías,
en psicología, se les ha llamado “sistemas”, sin aclarar suficientemente
la concepción estructural, funcional, integrativa que hay en el término,
y creo que por eso se formaron y crecieron los “grupos”, los “especia-
listas”, los “feudos” y hasta los sectarismos, en no pocas ocasiones en-
frentados e irreconciliables. En el mismo término “sistema” estuvo ya el
germen confrontacional. Como se sabe, sistema es una palabra con raíces
griegas y latinas. Por un lado significa “conjunto de reglas o principios
sobre una materia enlazadas entre sí” (Diccionario de la Real Academia
Española), o “conjunto de principios verdaderos o falsos reunidos entre
sí, de modo que formen un cuerpo de doctrina” (Diccionario Larous-
se), y en este caso puede asimilarse al concepto de ideología. Pero en
ambos diccionarios referidos, la palabra sistema significa también: “Com-
binación de partes reunidas para obtener un resultado o formar un con-
junto” (Larousse), o “Conjunto de órganos que intervienen en alguna
de las principales funciones vegetativas, sistema nervioso, por ejemplo”.
Como “sistemas”, entonces, el psicoanálisis, el conductismo y la neurop-
sicología tendrán que ser “partes” de un conjunto que debieran reunirse
para, armónicamente, buscar respuestas a los numerosos problemas que
plantea la mente humana. Y ¿qué ocurre en realidad con estas doctrinas?
Que ni aceptan ser partes de un todo, ni convergen en “reglas, princi-
pios, enlazados entre sí”. Ni siquiera la noción de “sistema” se entronca
con estructura y, entonces, la realidad, la concepción de la realidad, no
se alcanza, o –siguiendo a Lacan y su nudo Borromeo- las palabras que

88
Neuropsicología - Espiritualidad y Religiosidad

cada “sistema” crea introducen en la mente concepciones, “ideas”, con-


ceptos tan diferentes uno del otro, que cunde el caos, la enajenación, la
“demencia semántica”, el fundamentalismo, el error, la seudoverdad, el
fanatismo. Y, en consecuencia, la aplicación práctica, la “praxis”, la doc-
trina, fracasa, engaña, pervierte, enloquece.

Por eso considero que puede ser útil plantear aquí algunas ideas para
construir una ideología, una doctrina para la psicología de estos tiempos,
reconociendo, sin duda, los aportes de esas diferentes “escuelas”, de esos
variados “sistemas” y, por lo tanto, de tantos y variados talentosos crea-
dores que, lamentablemente, para ellos y su creación, no tuvieron en sus
seguidores -la mayoría de ellos- la precaución y la perspicacia holística
conciliadora, integradora y constructiva, convergente y menos conflic-
tiva.

Recuerdo que he planteado esta definición de psicología: “Disciplina


que estudia las conductas, los comportamientos y la mente de los seres
vivos, incluyendo al ser humano”. Establecí también en páginas anterio-
res que existen seis fundamentos, o bases, de la conducta, del comporta-
miento y de la mente de los seres humanos:

A. BIOLÓGICOS.- Ya no se puede dudar más del hecho de que la


mente humana se ha construido –y sigue haciéndolo- con base
a condicionantes biológicos indiscutibles. La herencia que recibe
cada nuevo ser que se gesta es muy antigua porque viaja millo-
nes de millones de años más atrás de los propios padres. Esa
herencia “arcaica” que el espermatozoide y el óvulo transmiten
a la futura persona, al unirse, comienza en el origen de la vida y
se eslabona y construye en la evolución desde los protozoarios
a los primates. La etología demuestra la riqueza y la complejidad
de conductas y comportamientos que diseñan la mente en su
camino, en su largo y penoso camino hacia el Homo sapiens. He
definido a la Etología como la disciplina que investiga, analiza,
estudia los comportamientos, las conductas, la mente de los seres
vivos, comparativamente, con base a principios, leyes, axiomas
de la teoría de la evolución. Con este criterio, hay que admitir
que la mente tiene un fundamento biológico, es decir, genético,
cromosómico, etológico.

89
Artidoro Cáceres Velásquez

Dijimos también que dentro de lo biológico hay que considerar


hechos que ocurren en la fecundación, en la gestación, durante el
parto y después de él. Enfermedades, traumatismos, una variada
cantidad de influencias en el crecimiento y en el desarrollo, son
factores que intervienen en la construcción del encéfalo y, por lo
tanto, de la mente.

B. SOCIOLÓGICOS.- Mencionamos ya la importante influencia


de la familia, de la escuela, de la sociedad en general, en el diseño
de conductas, comportamientos y mente de los seres humanos.

C. PSICOLÓGICOS.- Al considerar este término, dejamos cons-


tancia de todos los factores que intervienen en el aprendizaje, re-
firiendo además los estímulos y su relación con el tiempo, a lo
que se ha llamado imprinting, o troquelado. Los seres vivos y el
humano, por supuesto, estructuran la mente con base a factores
externos que se incorporan a los que aporta la herencia, y que
ingresan al encéfalo a través de los sentidos, y cuya influencia es
mayor y, a veces, predominante en ciertas etapas de la vida, más
allá de las cuales los resultados son menores y en algunos casos
nulos.

La llamada “psicología del desarrollo” o “psicología evolutiva”


se ocupa de demostrar esta estructuración, pero también su de-
terioro.

D. ANTROPOLÓGICOS.- Hemos señalado el significado de los


factores culturales, de los mitos, de las leyendas, y también de las
costumbres, hábitos, prejuicios, creencias, entorno, medio am-
biente, noósfera, en la formación de la mente humana. Múltiples,
variadas, numerosas investigaciones antropológicas y/o etnoló-
gicas lo testifican.

E. FILOSÓFICO-METAFÍSICOS.- Las ideologías, las doctri-


nas, la concepción del ser humano, el conocimiento de su exis-
tencia, la comprensión del pasado, la concepción de su futuro,

90
Neuropsicología - Espiritualidad y Religiosidad

el reconocimiento de los valores tanto éticos como morales, su


integración en grupos humanos, desde la familia hasta la huma-
nidad planetaria, pasando por las instituciones de diverso orden,
que incluyen a las religiosas, esotéricas, sectarias, fundamentalis-
tas, etc., integran las bases de la mente, de las conductas y com-
portamientos normales y patológicos.

Considerando todos estos hechos, y tomándolos como fundamento,


he elaborado una teoría aunque tal vez el término sea ambicioso, y
en ese caso la llamaré “propuesta”, a la que denomino P.A.C.O.R.,
utilizando las siglas de las palabras POTENCIAL - APRENDIZAJE -
CAPACIDAD - OPORTUNIDAD - REALIZACIONES.

P = POTENCIAL: Es todo el bagaje construido por los ancestros,


el pasado, la evolución, la memoria arcaica; esa mochila existencial que
significa nuestras raíces más universales y más personales y que consti-
tuyen las bases, los resortes, y que determinan las “potencialidades”, es
decir, la fuerza, las posibilidades, las facultades de realizarse y de concre-
tizarse cuando sea posible o necesario.

A = APRENDIZAJE: Lo constituyen los múltiples estímulos apre-


hendidos e incorporados en el curso de la existencia; los cambios de con-
ductas y comportamientos con base a experiencias que el ser humano en
concreto adquiere en su tránsito por la vida y que diseñan su perfil perso-
nal y -se supone- libremente adquirido; aunque, insisto, se supone, sea el
producto de ese irrenunciable valor llamado libertad. Y digo que “se su-
pone” porque, a decir verdad, cómo hablar de libertad, si a cada paso se
reconoce que los seres humanos somos pasivo dependientes de factores
y maniobras educativas que imponen su sello, que introducen su fuerza
y que con frecuencia ingresan a la mente, en especial infantil, por todas
las fisuras cerebrales sin que se pueda hacer nada para evitarlo o sin que
se tenga la menor oportunidad de defensa y oposición, como ocurre en
el caso de las enseñanzas religiosas, por ejemplo. Así también se “apren-
den” ideas políticas, como los “nacionalismos”, los “fascismos”, los ex-
tremismos y fundamentalismos que terminan con demasiada frecuencia
en conductas y comportamientos criminales. Pero también se aprenden

91
Artidoro Cáceres Velásquez

influencias positivas, constructivas, estímulos que elaboran mentes sabias


y que terminan aportando grandes bienes a la sociedad.

C = CAPACIDAD: El potencial y el aprendizaje concluyen constru-


yendo “capacidades” o “competencias”, es decir, aptitudes, talentos, sufi-
ciencias, habilitaciones, medios, disposiciones, con frecuencia personales,
originales, propios, novedosos. Potenciales, aprendizajes y capacidades
son factores, resultados, elementos a predominio biológico, sociológico,
psicológico.

O = OPORTUNIDAD: ¿Qué sería de un ser humano, de un indivi-


duo, de una persona, con potenciales, aprendizajes, capacidades y compe-
tencias guardados y mantenidos en su cerebro, en su cuerpo, en su mente,
en su alma, en su espíritu, o como quiera llamársele, sin posibilidades de
exteriorizarlos, de mostrarlos, de presentarlos, de actuarlos, si no tiene, si
no busca, si no se le ofrece “la oportunidad” de realizarlos? Las oportu-
nidades las dan la sociedad, el entorno, la noósfera; son por eso un factor
a predominio sociológico y, por supuesto, político; es decir, de esa forma
se diseñan las formas de vivir, de actuar, de participar, de contribuir en
el modus vivendi de los ciudadanos, de la gente, del grupo con el cual se
comparten ideas, sentimientos, pesares, angustias, esperanzas, alegrías y
tristezas. Sin oportunidades no hay realizaciones.

R = REALIZACIONES: Son el resultado final de todo ese viaje


existencial. Aquí, en este concreto, real, auténtico y positivo instante en
que se lleva a cabo un acto, se termina una obra, se actúa, se manifiesta
en conductas y comportamientos la fuerza que nació en el potencial, se
matizó de aprendizajes, desarrolló capacidades, encontró la oportunidad;
es aquí, con las realizaciones, que se termina la cadena complicada, com-
pleja, es decir, no solo con diversos eslabones, sino también enredados,
enmarañados y también misteriosos y con frecuencia oscuros, crípticos.
Las realizaciones son la punta del iceberg de factores biológicos, socio-
lógicos, psicológicos, antropológicos, filosóficos, metafísicos de la “per-
sona humana”.

A este esquema, a este edificio, a esta propuesta, a esta teoría, la llamo


P.A.C.O.R, y es, a mi juicio, un instrumento de comprensión, también,
del acto criminal, del heroismo, de la santidad, de la religiosidad y de la
espiritualidad.

92
Neuropsicología - Espiritualidad y Religiosidad

XII. BASES NEUROPSICOLÓGICAS


DE LA MENTE

L os misterios de la mente o, como en otras épocas se llamaba,


“alma”, “psique”, “espíritu”, “nous” y tantos otros términos,
han sido preocupación constante de miles y miles de pensa-
dores, sabios, filósofos, chamanes, religiosos, alquimistas, investigadores,
literatos, esotéricos, científicos y cuanto ser pensante se interesó por la
conciencia, el pensamiento, la inteligencia, la memoria, la creatividad, los
sentimientos, los afectos, los amores, los odios, el carácter, la locura…

Desde el hombre de Cro-Magnon surgió la inquietud por explicar las


cualidades normales y patológicas de los seres humanos. En Egipto, que,
como dice Howard Haggard “… es la tumba de los orígenes de la civili-
zación, ocultos en sus arenas, están los anales, ya en parte descubiertos,
de cómo pasó el hombre de un estado primitivo al de una gran cultura
y un arte refinado”; en este pueblo se buscó explicar los complicados
y misteriosos laberintos de conductas y comportamientos humanos, así
como los escondidos y oscuros secretos de la vida y de la muerte. Ha-
ggard nos recuerda que, en Egipto, “el arte de embalsamar las momias
nació en la creencia de que después de la muerte el espíritu íbase a vivir

93
Artidoro Cáceres Velásquez

a otro mundo, donde tendría necesidad de un cuerpo y de alimentos.


Preparábanse los egipcios para esa vida futura aprendiendo de memoria
el Libro de los muertos, que era como una especie de guía de ese mundo
desconocido…”

Los papiros hablan de Imhoped, cuyo nombre quiere decir “el que
viene en paz”; vivió hace cerca de cinco mil años durante el reinado del
rey Zoser, faraón de la tercera dinastía, del que llegó a ser su gran visir.
Además de todo lo que representaba este nombramiento como deberes
políticos, Imhoped fue sumo sacerdote en el templo de Edfu, que él
mismo diseñó y donde ejerció como médico, mago y hechicero; aplacó a
los dioses y espíritus causantes de las enfermedades “porque los egipcios,
como los pueblos primitivos, continuaban creyendo en el origen sobre-
natural de las dolencias…”. Imhoped fue deificado como dios egipcio de
la salud y de la medicina. Sus enseñanzas han quedado grabadas en ese
“papiro de quince pies de largo” y en el que se describen casos clínicos,
fracturas, heridas, con su tratamiento correspondiente; descubierto por
el arqueólogo Edwin Smith y que ha sido descifrado por James Breasted.
Allí también se trazan los rasgos indiscutibles de una relación cerebro-
mente, y al describir los resultados en el cuerpo y en la conducta de
los enfermos con lesiones craneocerebrales se ponen los cimientos de la
neuropsicología moderna.

Los pensadores griegos son un eslabón imprescindible en la relación


cerebro-mente. Teofrasto, que sucedió a Aristóteles en la dirección del
Liceo, y que vivió entre los siglos III y II antes de Cristo, escribió el libro
De sensus, y allí cita a Alcmeón de Crotona, quien afirma que “el cerebro
es el lugar donde terminan todas las sensaciones que parten de todas las
partes del cuerpo. Los sentidos se unen de alguna manera al cerebro y se
trastornan cuando el cerebro está en movimiento o modifica su posición,
puesto que así suprime o cambia las vías por las que llegan las sensacio-
nes”. Este texto demuestra que este órgano ocupa un lugar privilegiado
en el cuerpo.

Demócrito estableció una suerte de sentencia cuando escribe, en su


obra Sobre la naturaleza del hombre, que “el cerebro vigila, como un centine-
la, la extremidad superior del cuerpo, confiado a su guardia protectora…
es el guardián de la inteligencia…”

94
Neuropsicología - Espiritualidad y Religiosidad

Platón, Pitágoras y el mismo Sócrates, han priorizado al cerebro


como órgano del pensamiento, de la inteligencia, de los sentidos, de la
voluntad. Después vendría Galeno, que retoma la tesis del historiador
griego Timeo, quien afirmó que “el alma racional habita el cerebro, causa
y principio de las sensaciones y los movimientos voluntarios”, y agrega:
“A él llegan todas las sensaciones, de él nacen todas las representaciones
de la imaginación, todos los conceptos del entendimiento”.

Cuánto hubiéramos progresado si este movimiento racional, analítico


y reflexivo hubiera continuado en movimiento uniformemente acelera-
do. Pero, claro, las religiones, los prejuicios, las ignorancias, eran piedras
grandes y pesadas en el avance de la inteligencia, y aparecieron el oscu-
rantismo, las ideas retrógradas y la torpe creencia de que todo dependía
de los dioses, del más allá, de fuerzas que no dependían del propio ser hu-
mano. La Edad Media y el Renacimiento no aportaron gran cosa y, fuera
de discusiones clandestinas o descripciones anatómicas, no se modificó
mayormente lo ya adquirido, en especial gracias a Galeno.

Y llegamos a René Descartes. Este filósofo francés plantea básica-


mente en dos de sus libros: Tratado de las pasiones y El hombre, una idea
extremadamente original. Piensa Descartes que el alma es indivisible y
que sus acciones están coordinadas por una estructura cerebral: la glán-
dula pineal o conarium, situada en el “centro del cerebro”. Cogito, ergo sum
(“pienso, luego existo”), je pensé donc je suis (“pienso, luego soy”), fue su
famosa frase que ha corrido por los siglos. Y ese “pensamiento”, que es
la esencia de su “existencia”, está en el cerebro. Después, numerosos in-
vestigadores dejaron huella en la historia de las relaciones cerebro-mente.

Este no es el lugar apropiado para una descripción detallada de estos


asuntos. En la bibliografía están anotadas algunas obras con las que se
puede complementar esta breve descripción. Pero voy a detenerme muy
brevemente para recordar a mi amigo y maestro Alexander Luria. Él pro-
puso un esquema simple, sabio y claro de lo que llamó procesos funcionales
del encéfalo, y que me inspiró un modelo que creé en los años setenta y
describí en los ochenta del siglo pasado, y que propondré después.

95
Artidoro Cáceres Velásquez

René Descartes: la glándula pineal, el cerebro, los senti-


dos, el movimiento (L´Homme).

René Descartes: la glándula pineal, el cerebro, el alma, los


espiritus animales (L´Homme).

96
Neuropsicología - Espiritualidad y Religiosidad

Alexander Luria ha planteado que existen tres niveles en el encéfa-


lo que explican los mecanismos funcionales de la mente. El Nivel I lo
constituye el tronco cerebral y, fundamentalmente, ese entramado cé-
lulo-fibrilar que se llama sustancia reticulada o sistema multisináptico
de asociación. Allí, desde el bulbo raquídeo hasta el tálamo óptico, en
el centroencéfalo, se procesan los mecanismo mentales de la atención,
de la concentración, de la vigilancia, de la alerta, del tono “vital”, de la
“conciencia”. El Nivel II está integrado por los lóbulos parieto-témporo-
occipitales de ambos hemisferios cerebrales; en otras palabras, las es-
tructuras hemisféricas que se localizan por detrás de las cisuras de Silvio
y de Rolando. En esos lugares se procesan mecanismos mentales de la
simbolización, del análiss e interpretación, es decir, la decodificación del
lenguaje verbal y gráfico (en el caso del hemisferio cerebral izquierdo)
y de otros símbolos, como las figuras geométricas, los números, los co-
lores, los elementos especiales, distancias, ubicaciones, mapas, en fin, el
tiempo y la memoria. En el Nivel III se procesa el control de los actos,
se miden y resuelven los conflictos tomando decisiones; se escogen al-
ternativas, se delibera, se deduce, se intuyen consecuencias, se proyecta al
futuro. Esta importantísima región constituida por los lóbulos frontales
de ambos hemisferios, pero básicamente por la parte más anterior, es
decir, por los llamados lóbulos prefrontales, es la estructura cerebral que
controla principios, normas, reglas, leyes; ahí está el interruptor que en-
ciende o apaga la luz de la moral, del respeto a los otros, a la sociedad, a
los valores. No es esto decir que la ética y la deontología tengan una base
cerebral definida y limitada anatómica y funcionalmente; se sabe que en
un acto criminal, delictivo, por ejemplo, participará todo el encéfalo y el
cuerpo, pero como un interruptor de luz eléctrica que, como dijimos,
enciende o apaga la corriente que llega a las lámparas; así, este Nivel III
es fundamental en las conductas y comportamientos normales y patoló-
gicos. Los lóbulos prefrontales tienen un desarrollo único y específico en
el Homo sapiens, y por eso se espera que sea el hombre el único ser capaz
de analizar, reflexionar, deducir y actuar con pleno conocimiento de las
consecuencias de sus actos. Así lo plantea el profesor Alexander Luria.

Por mi parte, acepto este importantísimo planteamiento; sin embar-


go, considero que hay otras dos estructuras en el encéfalo que no pue-
den dejar de considerarse en el análisis funcional de la mente humana.

97
Artidoro Cáceres Velásquez

Esos dos niveles son: el Nivel IV, constituido por los llamados lóbulos
límbicos, es decir las regiones que constituyen las caras internas de los
hemisferios cerebrales, los que se localizan alrededor del hipotálamo, de
los tálamos ópticos y del cuerpo calloso. Esas regiones juegan un papel
fundamental en la vida vegetativa, en las emociones, en el carácter, en la
sexualidad. En toda conducta, en todo comportamiento participan estos
factores en mayor o menor intensidad. El agrado o el desagrado, el amor
o el odio, la simpatía o la antipatía, la aceptación o el rechazo, tienen
el combustible afectivo-emocional que se procesa fundamentalmente en
estas estructuras encefálicas. Y, finalmente, considero asimismo funda-
mental la participación del cuerpo calloso, ese puente fibrilar con más
de doscientos millones de cables que entrelazan las diversas regiones de
ambos hemisferios cerebrales y sin el cual, creo, la actividad mental sería
un verdadero caos. Lo demuestran las lesiones de esta región que produ-
cen ese extraño y atroz cuadro clínico de desconexión cerebral llamado
Split-Brain, en el que doctor Jekyll y mister Hyde, del novelista Stevenson,
tienen su explicación neuropsicológica. Este es, para mí, el Nivel V de los
procesos encefálicos funcionales de la mente humana.

Espero que con esta breve descripción neuroanátomo-funcional y


neuropsicológica se comprendan mejor las conductas y comportamien-
tos normales y patológicos del ser humano.

98
Neuropsicología - Espiritualidad y Religiosidad

SISTEMAS FUNCIONALES DEL ENCÉFALO HUMANO


SEGÚN A. LURIA
Cuerpo
Calloso Cerebro
(Coro Interno)

NIVEL I
(TRONCO CEREBRAL)
Cerebro (SUSTANCIA RETICULADA)
-ATENCIÓN
Hipotálamo -CONCENTRACIÓN
-VIGILANCIA
-ALERTA
-TONO
-CONCIENCIA
NIVEL II
(HEMISFERIOS CEREBRALES)
(retro-rolándico)
-SIMBOLIZACIÓN
-ARCHIVO
-ANÁLISIS
INTERPRETACIÓN
(DECODIFICACIÓN)

NIVEL III
(LÓBULOS FRONTAL Y PREFRONTAL)

-CONTROL
-DELIBERACIÓN
-PROYECTO (FUTURO)
-DEDUCCIÓN

VISTA FRONTAL DE LOS DOS HEMISFERIOS CEREBRALES

99
Artidoro Cáceres Velásquez

CARA INTERNA DE LOS HEMISFERIOS CEREBRALES:


NIVEL IV

Lonulillo paracentral Circunvolución frontal superior


Lóbulo cuadrado Circunvolución del cuerpo calloso
(prcuña) (Gyrus einguli)

Trigono Septum pellusidum


Cuña
Pliego de paso
emporolimaico Comisura subcallosa
Encrucijada olfatoria Cárea
Circunvolución (paraolfatoria de Broca)
occipito-tenmporal
interna (G.lingualis) Gancho del hipocampo (Uncus)
Circunvolución occipitotemporal
Circunvolución del hipocampo externa (gyrus fusiones)
Circunvolución temporal inferior

PRINCIPALES CIRCUNVOLUCIONES DE LA CARA MEDIAL


DEL HEMISFERIO CEREBRAL HUMANO

Surco paracentral
Surco Central
Surco del cuerpo calloso
Ramo marginal
Cisura callosomarginal
Surco subpariental (S.Ciguli) porción subfrontal

Lóbulo pariental Lóbulo frontal


Cisura parietooccipital
Surco paraolfatorio anterior
Cisura calcaria
Lóbulo occipital Surco paraolfatorio posterior
Surco del hipocampo
Lóbulo temporal Cisura rinal

Surco colateral Surco temporal inferior

100
Neuropsicología - Espiritualidad y Religiosidad

CUERPO CALLOSO:
NIVEL V

Rodilla del cuerpo calloso

Fibras frontales

Fibras tranversales
del cuerpo calloso

Lóbulo temporal Fibras de la corona radiante

Ínsula

Fasculo longitudinal inferior


Fascículo longitudinal
superior Estría longitudinal medial
(tracto blnaco Lancisi

Rodete del cuerpo calloso

Tapetum
Cingulum
Fórceps mayor

Fórceps mayor

101
Neuropsicología - Espiritualidad y Religiosidad

XIII. LÓBULO LÍMBICO:

ESPIRITUALIDAD – RELIGIOSIDAD

“… L´étude des individus et un examen approfondi de la


structure de l´organe de leur esprit conduira à une meilleure
compréhension de leurs possibilités et de leurs limites, des
moyens dont ils disposent pour contruire une societé et, par
la, aidera indirectement a definir cé type d´ordre qu´est la
sagesse”

(El estudio de los individuos y un examen profundo de


la estructura del órgano de su espíritu conducirá a una me-
jor comprensión de sus posibilidades y de sus límites, de los
medios de los que disponen para construir una sociedad y,
así, ayudará indirectamente a definir a ese tipo de orden que
es la sabiduría).

Gerhardt von Bonin


Essai sur le cortex cerebral
(Ensayo sobre la corteza cerebral)

103
Artidoro Cáceres Velásquez

Durante siglos se pensó que el cuerpo y la mente andaban separados


y hasta divergentes, cuando no divorciados. El cuerpo -soma- y la men-
te -psiquis, alma, espíritu – eran dos instancias de diferente valía y, por
supuesto, de diferente “naturaleza”. Al cuerpo se lo hizo terrenal, a la
mente, divina. El cuerpo te lo daban tus padres, la mente venía del cielo;
el cuerpo se quedaba aquí, al morir; la mente volaba y se movía hacia
los cielos o a los infiernos, pero no se instalaba en la tierra; regresaba
solo cuando los “espiritistas” lo hacían regresar a una mesa levadiza para
“conversar” con parientes o amigos que conservaban la creencia en la
eternidad. El culto a los cráneos que posiblemente se practicó a partir del
paleolítico superior, hizo pensar que algo estaba en esa parte del cuerpo
que valía la pena conservar y, a lo mejor, hasta respetar y valorar. Pero, en
general, esa tan extraña instancia que no moría en la muerte del cuerpo
era insustancial, inmaterial y hasta inefable. Durante la vida se valoraba
y protegía al cuerpo; los griegos afirmaron que “mente sana” solo podía
existir en “cuerpo sano” y seguramente por eso inventaron los juegos
olímpicos que aún hoy son tan significativos, tan promocionados y tan…
¡rentables! Al morir el cuerpo, algo salía de él para, tal vez, a través de un
“túnel”, o de un “puente”, viajar al “más allá”. El cuerpo moría cuando
moría el corazón: “primun movens, ultimun mortens”; el alma, el espí-
ritu, la mente se escapaba con el “neuma” a través de la nariz o la boca.
Por eso la muerte se diagnosticaba escuchando el latido del corazón o
tocando el pulso radial, cuya inexistencia eran altamente significativos en
el término de la vida. O con un espejito que recogía el “último aliento”.

¿Cuántas personas habrán sido enterradas vivas?

¡Y llegó René Descartes! Aunque antes que él ya se localizaba a la


mente en el encéfalo humano, fue Descartes quien tomando hipótesis ga-
lénicas y los “espíritus animales” construyó todo un sistema explicativo
de la relación cuerpo-mente; y, en especial, en sus libros Las Pasiones del
Alma y El Hombre plantea la hipótesis de que los “espíritus animales” que
viajaban a través de los nervios por todo el cuerpo eran controlados por
una estructura glandular que se situaba en la entraña misma del cerebro
y que tenía el nombre de “conarium” o “glándula pineal”, o “epífisis”.
El nombre, o los nombres, lo daba su forma (cónica o como el fruto del
pino) y su localización (encima de la hipófisis). No creo que Descartes

104
Neuropsicología - Espiritualidad y Religiosidad

haya afirmado que la mente, o el “alma”, esté “localizada” en la epífisis


o glándula pineal; lo que creo es que él estableció un pequeño órgano
de control, que es diferente que dé origen a los llamados hasta entonces
“espíritus animales”. Me parece que esta distorsionada interpretación se
parece a aquella otra tan corriente y extendida del “Je pense, donc, je
suis”. Es frecuente la traducción de “Pienso, luego, existo”, en lugar de
“Yo pienso, luego soy”. La glándula pineal existe, pero no es el “centro
del alma”.

Así, a través de los años y de millones de palabras habladas y escritas,


mente y cuerpo caminaron separados para provecho de metafísicos y de
diletantes.

Y así como Descartes tuvo antecesores, estos también existieron an-


tes de Paul Broca. Entre los más conocidos tal vez están Bouillaud, Gall y
Spurzheim. El haber demostrado que un proceso mental tan importante,
y altamente significativo en la hominización, tenía un correlato anatómi-
co en el lóbulo frontal del hemisferio cerebral izquierdo, tendió un lazo
importantísimo en la relación cuerpo (encéfalo) – mente (alma, espíritu).

Después de Broca surgieron las interpretaciones. Primero con el len-


guaje y luego con otros procesos cerebrales que tomaron nombres di-
versos (esquema corporal, praxias, gnosias, neurona, atención, vigilancia,
sueño, etc., etc.), surgieron “localizaciones” y “esquemas”. Centenares de
puntos, básicamente en la corteza cerebral, con el nombre de “centros”,
daban cuenta de las “actividades psicológicas”. Los “localizacionistas”
fueron continuados por los “asociacionistas”, y así pasaron los años y las
discusiones hasta que Alexander Luria plantea otra alternativa explicati-
va. A pesar que también él parte de material de necropsia y, por lo tanto,
de la patología cerebral, a predominio de traumatismos encefalocranea-
nos de guerra (aunque no todos), creo que fue quien mejor interpretó la
recomendación preventiva de H. Jackson, de que no era lo mismo loca-
lizar una lesión que localizar una función: (“Localizar la lesión que des-
truye el lenguaje, y localizar el lenguaje, son dos cosas diferentes”). En el
capítulo anterior de este volumen expusimos un resumen de la propuesta
de Luria. Y así se inicia la interpretación de los procesos mentales, como
“procesos funcionales”.

105
Artidoro Cáceres Velásquez

Uno de los muchos ejemplos de esta transición puede ser el de la


escritura. Exner había planteado, durante la etapa localizacionista, que
existía un “centro” en la parte posterior de la segunda circunvolución
frontal izquierda que era responsable de la escritura. Pero esta actividad
no es solo motriz; y, de otro lado, se encontró que personas con disca-
pacidades en las manos, en especial, derecha, podían escribir con el pie,
o con la boca, cuyos centros motrices no están en la región expuesta
por Exner. Además, escribir requiere manejo visual, control del espacio,
manejo de variables conceptuales como arriba-abajo; derecha-izquierda;
reconocimiento (gnosias) de los símbolos gráficos, control temporal, etc.,
etc., y que, por lo tanto, “escribir” era un hecho complejo que no podía
ser explicado por el funcionamiento de un “centro” (se le llamó “centro
de Exner”) que solo podía explicar uno de los eslabones de la cadena
gráfica y cuya lesión se manifestaba por una forma de “agrafia”.

Hasta entonces todos los esfuerzos estaban dirigidos a interpretar he-


chos que hoy conocemos como “cognoscitivos”. De lo emocional, afec-
tivo, espiritual, se habla casi nada hasta el siglo XX. Aunque el mismo
Paul Broca fue el que propuso llamar a la cara interna de los hemisferios
cerebrales como “Lóbulo Límbico”, por estar, según afirmó con razón,
en el limbo del cerebro, no se establecían relaciones funcionales muy se-
guras entre estas estructuras y el mundo mental espiritual.

Alexander Luria lo recuerda así:

“La tesis según la cual la actividad psíquica descansa en el trabajo de


“centros” innatos y fijados de una vez por todas, que serían los recepto-
res de las diferentes “aptitudes”, ha revelado que no tiene fundamento.
La ciencia muestra que el cerebro humano es un sistema que reúne dife-
rentes posiciones de tejido nervioso, cuyo trabajo conjunto permite efec-
tuar el análisis y la síntesis más complejos de la realidad y la regulación
de las más intrincadas formas del comportamiento activo del hombre…”

Y en relación a la religión, agrega:

“Hasta se ha llegado a buscar un fundamento filosófico de los senti-


mientos religiosos. Hay quienes se han esforzado por localizar este fenó-

106
Neuropsicología - Espiritualidad y Religiosidad

meno sociopsicológico complejo en algunos sectores determinados de la


corteza cerebral, y el psiquiatra alemán K. Kleist ha procurado indicar la
circunvolución cerebral ligada al… “Yo” religioso del hombre”.

Y complementa su pensamiento con estos términos:

“Se ha comprendido al cerebro cada vez más como un sistema alta-


mente intrincado de partes individualizadas, o “bloques”, cada una de
las cuales cumple una función determinada. Su trabajo conjunto le per-
mite al hombre recibir la información proveniente del mundo exterior,
crear una imagen subjetiva del mundo objetivo, pronosticar el porvenir,
apreciar los resultados de sus actos y regular su comportamiento. Esta
concepción se ha formado gracias a los éxitos de la anatomía fina del
cerebro, de la fisiología y la psicología, de la neurología contemporánea.
Sus observaciones acerca del trabajo del cerebro humano y de los cam-
bios provocados por las lesiones de éste han permitido comparar nues-
tras ideas respecto de su funcionamiento con algunos datos anatómicos
precisos”.

Es teniendo en cuenta estos principios, estos postulados, estas re-


flexiones, que presento mi creencia que también se basa en una de las
concepciones del término “mente”, que propusiera el investigador espa-
ñol José M.R. Delgado en su libro Control físico de la mente: “elaboración
intracerebral de la información extracerebral”, que propongo en mi tesis,
que lo básico y al mismo tiempo fundamental de la espiritualidad
y, en especial, de la religiosidad, se procesa en el lóbulo límbico de
ambos hemisferios cerebrales. Con esta concepción pienso contribuir
parafraseando el subtítulo de la obra de J.M.R. Delgado, a la formación
de una sociedad neuropsicocivilizada.

La palabra “limbo” tiene en la lengua castellana diversas acepciones.


Procede del latín y puede ser el borde de una cosa, la extremidad, la ori-
lla, la orla, el contorno de un astro. El diccionario establece también que
“limbo” es un lugar donde estaban detenidas las almas de los Santos y el
lugar a donde van las almas de los que antes del uso de la razón mueren
sin el bautismo. Lo “limbo” es, pues, lo que contornea, lo que orilla, lo
que es frontera, y de hecho puede ser lo que está antes de la razón.

107
Artidoro Cáceres Velásquez

En el excelente libro Fisiología y Clínica del Sistema Límbico de Luis Ba-


rraquer Bordas, escrito ya hace muchos años y que es uno de los textos
más completos sobre la materia, aparece el “esquema de la organización
funcional del sistema nervioso central”, que planteó J. Campbell en 1954,
y en el que el lóbulo límbico figura como intermediario entre el cerebro
anterior responsable del futuro, y el posterior, o retrolándico, procesador
del pasado (ver figura…), situándose así como enlace límbico, respecto a
la “orientación en el tiempo”.

No es evidente que Paul Broca haya pensado en todas estas acepcio-


nes al escoger el nombre “límbico” para este gran lóbulo al que él dedicó
tanta atención, y si éste fue el único quien bautizó así a esta estructura
cortical a la que Kleist llamara “Cerebro interno”, y Mac Lean “cerebro
visceral”. Lo que sí es evidente es que muchos investigadores han estu-
diado su morfología, su cito y mieloarquitectonía, su vascularización y su
histoquímica, y lo han relacionado con procesos vegetativos, afectivos,
caracteriales, sexuales, mnésicos, inconscientes, agresivos, violentos, híp-
nicos y hasta parapsicológicos. Es en esta línea de análisis que propongo
su intervención en la espiritualidad y en la religiosidad.

Inclusive, se atribuye papel importante al lóbulo límbico en los me-


canismos de la atención, de la concentración y de la vigilancia. Así, por
ejemplo, Joaquín M. Fuster (Revista de Psiquiatría y Psicología Médica,
tomo IX, N° 1, 1969) concluye que en los procesos cerebrales de la aten-
ción juegan como modulares fundamentales. a) La formación reticular
mesencefálica, que constituye el substrato excitatorio básico inespecífico,
el determinante del estado de vigilia; b) la corteza asociativa, aportadora
de la información cognoscitiva, y c) el sistema límbico, aportador de in-
fluencias afectivo-motivacionales.

Paul Broca escribe en 1878: “Le non de circonvolution Limbique que


j´ai adopté indique les rapports constants de cette circonvolution avec
le limbe de l´hemisphere” (el nombre de circonvolución límbica que he
adoptado indica las relaciones constantes de esta circonvolución con el
limbo del hemisferio). Bajo esta denominación, como lo recuerda Gol-
dar, Broca incluía “deux arcs” (dos arcos): uno superior o circonvolución

108
Neuropsicología - Espiritualidad y Religiosidad

del cuerpo calloso, y otro inferior o circonvulución del hipocampo, situa-


do en la región interna del lóbulo temporal.

Paul Maclean, investigador de Boston, erigió el concepto de “cerebro


visceral” para el lóbulo límbico, y es oportuno recordar que trabajó con
un neurólogo peruano, Alejandro Arellano, quién creó sistemas especia-
les para el análisis electroencefalográfico de esta región, de difícil aborda-
je, de la cara interna del cerebro. A partir de ellos se consolida el concep-
to de la relación vegetativa- emocional-afectiva-sexual de esta región más
que con la simbolización intelectiva y la cognición.

ABSTRACT DISCRIMINATION ABSTRACT DISCRIMINATION


OF FUTURE OF PAST

PLANNING RECALL
CORTEX

CUPRAXIA EUGNOSIA

SIMPLE DISCRIMINATIVE MOVEMENT SIMPLE DISCRIMINATIVE SENSATION


Basal Canclias Chalamus
SUBCOTRICAL

MOTOR SENSORY

FUTURE PAST

El lóbulo límbico situado en posición “neutra” entre las actividades tem-


porales del futuro y del pasado, según J. Campbell, en el libro Fisiología y
Clínica del Sistema Límbico de Luis Barraquer-Bordas.

109
Artidoro Cáceres Velásquez

Considero importante subrayar la riqueza anatómica, histológica, fi-


brilar y madurativa del lóbulo límbico. El conocimiento de sus centros
y de sus conexiones son ya una evidencia de su riqueza funcional. Estas
bases biológicas de muy importantes procesos psicológicos han ido en-
riqueciendo progresivamente las interpretaciones y deducciones de con-
ductas y comportamientos humanos que, progresivamente, han aclarado
misterios que alcanzan territorios filosóficos y metafísicos que incluyen a
los aspectos espirituales y religiosos. Las experiencias con animales y las
evaluaciones de seres humanos que sufrieron lesiones en esas áreas, in-
cluyendo las extirpaciones neuroquirúrgicas con diferentes fines, han es-
tablecido claramente que allí estaban los elementos esclarecedores de los
misterios místicos y de las creaciones ideológicas religiosas. Con algunos
esquemas que pertenecen a trabajos clásicos de la literatura neuroana-
tómica, neurofisiológica, neuroquirúrgica y neuropsicológica, dejaremos
constancia de la importante región cerebral que es el lóbulo límbico en
el procesamiento de la vida emocional, afectiva, sexual, vegetativa, mné-
sica, espiritual y religiosa. Sin embargo, a pesar de la riqueza estructural
y funcional de esta región del cerebro, analizada e investigada durante
todo el siglo XX, ese siglo priorizó, en los fenómenos de hominización,
a los lóbulos frontales, y más particularmente a los prefrontales, en los
que situaron las bases fundamentales de la planificación, de la flexibilidad
cognitiva, del pensamiento abstracto, de la toma de decisiones, de la inhi-
bición de conductas inapropiadas, del aprendizaje de normas, de reglas y
de leyes, del uso oportuno y adecuado de la memoria, de la intuición y de
la proyección al futuro. Como lo recuerda Michael Gazzaniga en su libro
¿Por qué nos hacemos humanos?: “los investigadores han descubierto que la
sustancia blanca prefrontal es en proporción mucho mayor en los seres
humanos que en otros primates, y concluyeron que esto sugiere un grado
superior de conectividad en esta parte del cerebro”. Pero ni este ni otros
autores establecían que gran parte de esta conectividad se establecía con
el lóbulo límbico, y lo que ya desde antes se conocía como regiones “para
límbicas”. Sin embargo, y en reconocimiento de la obra de Gazzaniga,
escribe este autor: “La corteza prefrontal también resulta interesante en
otro sentido. Los mamíferos no primates tienen dos regímenes princi-
pales en la corteza prefrontal, y los primates tres. Las regiones originales
que están presentes en otros mamíferos y evolucionaron antes, son la
región prefrontal orbital, que responde a los estímulos externos que in-

110
Neuropsicología - Espiritualidad y Religiosidad

dican una recompensa futura, y la corteza cingular anterior que procesa


información sobre el estado interno del cuerpo. Ambas zonas trabajan
juntas para contribuir a los aspectos “emocionales” de la toma de deci-
siones. La nueva región que se añade a estas dos se denomina “corteza
prefrontal lateral”, y es ahí donde está el área 10. Esta nueva región es
al parecer exclusiva de los primates y tiene que ver principalmente con
los aspectos racionales de la toma de decisiones, con nuestros esfuerzos
conscientes por llegar a tomar una decisión. Esta región está directa-
mente interconectada con otras regiones que también son mayores en el
cerebro humano – la corteza parietal posterior y la corteza temporal – y
fuera de la neocorteza, está conectada con diversos grupos de células en
el tálamo dorsal y el núcleo pulvinar. En opinión de George Striedter lo
que ha aumentado no es un grupo de áreas y núcleos al azar sino todo un
circuito. Sugiere que este circuito es lo que ha hecho a los seres humanos
más flexibles y capaces de hallar nuevas soluciones a sus problemas. En
este circuito se incluye la capacidad de inhibir las respuestas automáticas,
que resulta necesaria si se trata de encontrar nuevas respuestas”.

Esta larga cita que he hecho de M. Gazzaniga, cuyo libro (Human) se


publicó en el año 2008 y la traducción al español en 2010, con una segun-
da impresión en el año 2012, tiene como objetivo señalar, por un lado, la
prioridad que aún se hace de los lóbulos prefrontales en el concepto de
“humanización”, pero, por otro, igualmente subrayar la enorme impor-
tancia en ese proceso de las estructuras conectadas con las diversas partes
del lóbulo límbico y la participación de éste, no solo en las actividades
propiamente llamadas cognoscitivas sino, y sobre todo, en las emociona-
les, creativas, espirituales, artísticas, afectivas y religiosas.

No es este el lugar para hacer un análisis exhaustivo de los núcleos,


centros, áreas y conexiones del lóbulo límbico que, por otro lado, están
descritos en diversos tratados que se han escrito desde antes de la mitad
del siglo XX. Entre estos bastaría señalar las obras de: P. Masquin y J.O.
Trelles; B.K. Doane y K. F. Living Stone; Th. Alajouanine; L. Barraquer
Bordas; J.C. Goldar; G. Bonin; entre muchos otros.

Los esquemas que muestro a continuación han sido extraídos de


esas obras, escritas por maestros de la neurología, de la psiquiatría, de

111
Artidoro Cáceres Velásquez

la neuropsicología, en la especialidad neuroanatómica, neurofisiológica,


neuroclínica, neuroquirúrgica, neuropatológica y neuroquímica. Perso-
nalmente, he contribuido en el diseño de algunos de estos esquemas para
la obra clásica, en especial en Francia, de los maestros Masquin y Trelles,
lamentablemente no traducida al español.

Considero que todos estos trabajos tienen un valor internacional


(para no emplear el pleonasmo “universal”) que fundamenta la necesidad
de su divulgación.

Esquemas de la filogénesis de la corteza cerebral en los vertebrados


(G. Von Bonin).

112
Neuropsicología - Espiritualidad y Religiosidad

Desarrollo filogénico del lóbulo límbico en tres tipos de animales pre humanos, según
P.D. Mac León (en el libro The Limbic System. B. K. Dosme; K. F. Livingston

Desarrollo ontogenético del encéfalo humano: Embrión de 9.7 mm. y


de 13.8 mm. (abajo), G. Von Bonin.

113
Artidoro Cáceres Velásquez

Desplazamiento filogenético del hipocampo


(Beccari – Von Bonin)

114
Neuropsicología - Espiritualidad y Religiosidad

A. Campos corticales de la cara interna del hemisferio cerebral derecho, incluyendo


el lóbulo límbico, según Brodmann.

B. Cara interna del hemisferio cerebral izquierdo, mostrando fisuras y surcos (G.V.
Bonin).

Localización de las áreas corticales en la cara externa e interna


del hemisferio cerebral izquierdo (G.V. Bonin).

115
Artidoro Cáceres Velásquez

Mesocórtex

Juxta-mesocórtex

Allocortex
Juxta-allocortex

Citoarquitectomía del rinencéfalo, según A. Cáceres V. en el libro de


P. Masquin y J. O. Trelles.

Relaciones del tronco cerebral con algunas estructuras del lóbulo límbico (J.C. Goldar).
FRBP= Formación reticular bulbopóntica. LC= Locus coeruleus
LN= Locus niger; NIP= Núcleo interpeduncular; PU= Putamen
FPM= Fascículo prosencefálico medial. FS= Fondús striatí
NC= Núcleo caudado; AS= Núcleo accubens; PO= Área preóptica
HT= Hipotálamo; M= Cuerpo mamilar.

116
Neuropsicología - Espiritualidad y Religiosidad

Estructuras relacionadas con la región hipocámpica del lóbulo límbico.


HC= Hipocampo – CC= Cuerpo calloso; CA= Comisura blanca anterior. PO= Área
preóptica. S= Subículo; A= Tálamo; DM= Núcleo dorso mediano del tálamo; DS= Nú-
cleo dorsal superior del tálamo; CTBLP= Corteza temporal basolateropolar; COP= Cor-
teza orbitaria posterior. GCA= Cyrus cinguli anterior y posterior; AM= Amígdala; PS=
Presubículo; CE= Corteza entorrinal; PHC= Uncus; PI= Corteza olfatoria o piriforme;
CPF= Corteza prefrontal. RE= Corteza retroesplenial.

Algunas conexiones límbicas (J.C. Goldar)


F= Fornix; FL= Fornix longus (Fore); FPR= Fornix precomisural; FPC= Fornix postco-
misural; SM= Stria medullaris del tálamo; FMT= Fascículo mamilotalámico.

117
Artidoro Cáceres Velásquez

Conexiones Límbicas (J.C. Goldar)


FU= Fascículo uncinado; PCA= Proyección ángulo-amigdalina; PIT= Pedúnculo inferior
del tálamo; FTA= Fibras témporo-amigdalinas; PSPL= Conexiones sensorio paralímbi-
cas; PIT= Pedúnculo inferior del tálamo; ST= Stria terminalis; FPM= Fascículo prosen-
cefálico medial; SU= Sistema amígdalofugo ventral; B= Bandeleta diagonal. Los números
1-2 y 3 representan las fibras poscomisurales, comisurales y precomisurales de la stria
terminalis.

Conexiones Límbicas (J.C. Goldar)


PSL= Conexiones sensoriolímbicas; C= Cingulum; PLT= Pedúnculo lateral del tálamo;
PAT= Pedúnculo anterior del tálamo; PM= Pedúnculo mamilar; FPM= Fascículo prosen-
cefálico medial; FA= Fascículo angular; FR= Formación reticular del tallo cerebral.

118
Neuropsicología - Espiritualidad y Religiosidad

Diagrama de algunos centros límbicos, según Penfield y Jasper. En el libro Fisiología y


Clínica del Sistema límbico, de Luis Barraquer – Bordas.

Conexiones del rinencéfalo (A. Cáceres V. en el libro de P. Masquin y J.O. Trelles).

119
Artidoro Cáceres Velásquez

Los círculos límbicos y sus conexiones: Gran lóbulo Límbico; área marginal externa; área
marginal interna. (P. Masquin y J.O. Trelles).

La amígdala cerebral y sus núcleos, según A. Cáceres V. (en el libro de P. Masquin


y J.O. Trelles).

120
Neuropsicología - Espiritualidad y Religiosidad

Descargas amigdalianas después de su estimulación eléctrica, según Arana, en el libro de


Th. Alajouanine.

121
Artidoro Cáceres Velásquez

Registro Electroencefalográfico obtenido desde las regiones profundas del Encéfalo duran-
te el orgasmo (cf= corteza fronto temporal; co=cortex occipital; sa=Septum anterior izquier-
do. sm=septum medio derecho; gc=girus cingular; cc=cuerpo calloso; s=septum; a=amígdala;
h=Hipocampo; gh=Girus hipocámpico) Ondas lentas en especial en el Septum. Según HEATH;
del libro L´HOME NEURONAL J.P CHANGEAUX

Registro electroencefalográfico de las áreas y circuitos límbicos durante el orgasmo,


según Heat, en el libro L’Home Neuronal de J.P. Changeaux (Fayard, París, 1983).

122
Neuropsicología - Espiritualidad y Religiosidad

Esquema de las áreas operatoriamente extirpadas, (“psicocirugía”) en el sector supero-anterior


del sistema límbico (“cingulectomía anterior”) con el intento de corregir diversos trastornos men-
tales, incluyendo adicciones y dolor. (Whitty, Duffield; Tow y Cairns, en el libro de L. Barraquer
Bordas).

Esquema de la corteza cerebral (Isocortex) con seis capas celulares y fibras de conexión
(aferentes, eferentes y transcorticales) (G.V. Bonin).

123
Artidoro Cáceres Velásquez

Citoarquitectura de la corteza cingular y del hipocampo del Lóbulo Límbico


(Gerhardt V. Bonin).

Los esquemas de centros y conexiones de las regiones límbicas son el


testimonio de su complejidad y de la variedad de procesos mentales, en
los que participan situándose entre funciones vitales instintivas, afectiva-
emocionales y cognoscitivas. Como bien lo describe J.C. Goldar: “Los
centros límbicos, en sentido estricto son: 1) La amígdala, 2) el hipocam-
po, 3) el área septal, 4) la corteza orbitaria porterior, 5) el tubérculo olfa-

124
Neuropsicología - Espiritualidad y Religiosidad

torio, 6) el núcleo accumbens, 7) el fundus striati, 8) el área preóptica, 9)


la sustancia innominada, 10) el hipotálamo, 11) la corteza entorrinal, 13)
el subículo, 14) el presubículo, 15) los núcleos talámicos anterior, dorsal
superficial y dorsal mediano (parte interna o magnolecular).

Las regiones paralímbicas son: 1) La corteza orbitaria gyrus cinguli


anterior, 4) el núcleo dorsomediano del tálamo (parte lateral), 5) el puta-
men ventral, 6) la cola del núcleo caudado. De esta manera, distinguimos
tres cerebros: interno o límbico (mecanismos amigdaliano o hipocám-
pico); intermedio o paralímbico (orbitrario anterior, temporal basolate-
ropolar y cingular anterior), y externo o lateral (neocorteza de la con-
vexidad frontal y parietotémporo occipital); funcionalmente estos tres
cerebros son respectivamente…los componentes centrales de las esferas
vital, valorativa e intelectual”.

Desde el punto de vista de las conexiones, Goldar propone lo siguien-


te: “… podemos delimitar cuatro sistemas fasciculares del hipocampo: el
fornix poscomisural o columna del fornix (hipocampo mamilar, hi-
pocampo talámico, e hipocampo reticular); el fornix precomisural cen-
trífugo (hipocampo septal, hipocampo accubens, hipocampo preóptico)
y el fascículo angular (entorrino hipocámpico)”.

“La amígdala es un centro límbico situado por delante del hipocam-


po en la región interna del lóbulo temporal. Contiene un sector interno o
medial, filogenéticamente primitivo y que mantiene estrechas relaciones
topográficas con la corteza entorrinal, y otro sector externo o lateral,
que alcanza su máximo desarrollo en el cerebro humano. Por su origen
y composición, la amígdala es un centro límbico córtico-subcortical, las
fibras eferentes de la amígdala o proyecciones amigdalo-fugas pueden
ser divididas en cuatro grupos: stría terminalis, fascículo de Johnston o
sistema amigdalofugo ventral, pedúnculo inferior del tálamo y bandaleta
diagonal”… “pueda considerarse que, en muchos sentidos, el fascículo
prosencefálico medial, conductor de impulsos límbico basales controla-
dos por la amígdala, es la “vía motora” del cerebro interno”.

En el terreno clínico, tanto neurológico, psiquiátrico y neuroquirúr-


gico, se hicieron muy importantes estudios con pacientes en los que la

125
Artidoro Cáceres Velásquez

enfermedad o la cirugía daba oportunidad para evaluar las conductas, los


comportamientos y la mente de esas personas. También la neurocirugía
experimental en animales, básicamente en primates, ofrecían oportunida-
des de estudio de las manifestaciones ocurridas como consecuencia de
esas lesiones.

Desde la época de ese gran neurólogo inglés que tanto ha aportado en


la construcción de lo que hoy tan simple y fácilmente se llama neurocien-
cia, Hughlings JACKSON, se conoce que lesiones en la región caudoven-
tral del sistema límbico daban síntomas con perturbaciones sensoriales,
en especial olfativas y gustativas, de tipo alucinatorio. A estas crisis se las
calificó de “uncinate fits”, o crisis del uncus del hipotálamo que, además,
se acompañaban de curiosas modificaciones de la conciencia, parecidas
a los estados de “ensueño”. Como lo asegura L. Barraquer Bordas, el
“dreamy state” de la crisis uncinada se aproximaba al “general hallucina-
tory state”, fundamento psicológico de toda verdadera alucinación.

Diversas alteraciones orgánicas del sistema límbico han aproximado


desde años a la neurología con la psiquiatría, y de este maridaje se enri-
quece grandemente la neuropsicología. Síntomas alucinatorios, ensueños,
variaciones en las apariciones del tiempo y del espacio, modificaciones
del esquema corporal, confusiones o tendencias a invertir el mundo inte-
rior con el mundo exterior, sinestesias, cambios en el humor, tendencias
a variar impulsos, como, por ejemplo, violencia por bulimia. En las expe-
riencias con animales se lograron cambios en conductas visuales y moto-
ras, “falsas rabias”, actitudes de expectación y de “azoramiento” y furor.

Los llamados estados de “mutismo aquinético” se consideraron ser el


resultado de lesiones cingulares anteriores bilaterales que evolucionaban
según los investigadores (Nielsen entre ellos, nombrado por L. Barraquer
B.) en dos fases sucesivas: a) una primera, llamada mutismo aquinético, y
b) una fase terminal con estupor y coma. Se seguiría así una evolución de
la vigilia, la inmovilidad y el coma.

Curiosamente, cuando las lesiones en seres humanos eran congénita-


mente adquiridas, los síntomas o eran menores o eran inexistentes.

126
Neuropsicología - Espiritualidad y Religiosidad

Los numerosos hallazgos en todos estos casos, por diferentes auto-


res, en países diversos y en épocas diferentes, no solo deja la inquietud
de develar misterios antes desconocidos, cuando no negados, de las rela-
ciones de cuerpo y mente, de cerebro y espíritu, sino que también ofrece
claridad al entendimiento de la patología mental, y creo, con evidencia,
que no puede ser negada, de esos estados “límbicos” entre la normalidad
y la patología mental; me refiero a estos estados religiosos, místicos, de
arrobamiento y trascendencia, o a esos momentos de “encuentros espiri-
tuales”, o de “entrega al más allá”, o lo que quiera llamarse a esos estados
mentales, que hasta hace poco se mantenían en el terreno metafísico o
parapsicológico. Como dijo GOLDAR hace ya tantos años: “Cuando se
estudian los trastornos sentimentales, ya sean éticos o estéticos, se llega a
la sintomatología esquizofrénica. Lo que primero debe contemplarse es
la actitud psicótica frente a los objetos del espíritu, es decir las produc-
ciones humanas. No es raro que los esquizofrénicos, durante el brote o
algún tiempo después de las crisis, hipervaloren situaciones culturales, o
bien, opuestamente, adopten posturas de indiferencia. Pueden ocuparse
incesantemente de colectividades, instituciones de bien público, hogares,
iglesias, etc., bajo el argumento de una nueva disposición anímica” que se
sustenta en exaltación de la autovaloración, con crecimiento desmedido
del orgullo hasta llegar a la arrogancia. Esta expansividad, tan típica de
los casos hebefrénicos, es una falla sentimental ética tan clara como el
cuadro opuesto con autoacusaciones y necesidad imperiosa de “lavar los
pecados”. Y agrega, en relación a la hebefrenia: “aquí como en ningún
otro cuadro clínico de las psicosis, se observa la desconexión entre el in-
telecto y la esfera vital defensiva. Los valores preventivos que conducen
el conocimiento claro y distinto del mundo hacia la capa profunda instin-
tiva, están gravemente afectados. Se puede pensar que la falla preventiva
es instintiva; mejor dicho que las respuestas defensivas están apagadas. …
El enfermo ha perdido casi totalmente la capacidad para construir seña-
les de peligro, para vivenciar inseguridad ante lo potencialmente nocivo.
La hebefrenia autista grave, o estado terminal, que debe denominarse
psicosis de la valoración preventiva es, probablemente, una enfermedad
sistemática de la corteza temporal basolateropolar y de las proyecciones
témporo amigdalinas”.

127
Artidoro Cáceres Velásquez

Esta clara y notable deducción de J.C. Goldar trae al recuerdo los


numerosos personajes, tanto de las ideologías religiosas como políticas,
que se inmolan por causas que, para una mentalidad racional, no son
justificables ni humanas. Solo con ánimo referencial cito el caso célebre
de San Simeón Estilita. Lo describió Aimé Michel: “Simeón nace en el
año 389, en Sis, en la frontera de Siria con Cilicia. En sus primeros años
es pastor y después ingresa en el monasterio de Teleda, cerca de Alespo,
donde el ardor de sus mortificaciones aterra a los monjes que acaban por
echarle de allí. Después de varias peripecias fija su domicilio en la cima
de una montaña situada al nordeste de Antioquía y, para asegurarse de
que permanecerá allí, se hace encadenar a un peñasco con una cadena
de diez metros de largo sujeta a su pie derecho. Allí estuvo varios años
hasta que el patriarca de Antioquía le hizo observar que se facilitaba las
cosas al fiarse de una cadena más que de su propia voluntad, y entonces
Simeón tuvo una idea mejor: construyó una columna de cinco metros de
alto, de la que hasta su muerte, acaecida en el año 459, no bajó más que
para ocupar columnas más altas (seis y once metros). Todas estas colum-
nas acababan en una plataforma de dos metros de lado rodeada de una
balaustrada en la que el santo se apoyaba, pues pasaba la mayor parte del
tiempo de pie para no dormirse.

El cuerpo de Simeón, expuesto siempre a la intemperie, se cubrió de


llagas y úlceras. Un día sus llagas se llenaron de gusanos. “Caían de su
cuerpo a sus pies, de sus pies a la columna y de la columna al suelo, don-
de un joven llamado Antonio que le servía y que ha visto y escrito todo
esto, los recogía y se los devolvía. Simeón volvía a ponérselos en las llagas
diciendo: “Comed lo que Dios os da”. Personajes como Simeón abun-
dan en el santoral de las religiones, en especial en la católica, en todos los
países que han aceptado esta fe.

Para concluir con este capítulo voy a referir los resultados de investi-
gaciones realizadas por varios autores y que fueron presentadas en la ex-
celente obra - a mi juicio una de las mejores- publicada bajo la dirección
del profesor Thomas ALAJOUANINE: Physiologie e Pathologie du Rhinen-
céphale, en París, en el año 1961:

128
Neuropsicología - Espiritualidad y Religiosidad

1. “… podemos afirmar que el estudio de las conexiones aferentes


y eferentes del hipocampo y del complejo amigdaliano demues-
tra que estas estructuras rinencefálicas están verdaderamente al
servicio de funciones de una naturaleza esencialmente diferente
de las que están representadas a nivel cortical…Numerosas ob-
servaciones sugieren que el rol del rinencéfalo en el cuadro de
estas funciones globales sería el de elaborar reacciones afectivas
y facilitar los mecanismos que permitan la fijación mnésica dura-
ble de un evento”.

P. GLOOR (Canadá)

2. “La hipótesis de Papez (1937) hace del hipocampo el centro mis-


mo de los procesos emocionales.

Con el hipotálamo, que Cannon y Bard han demostrado que es


el centro mismo del comportamiento emocional, los núcleos ta-
lámicos anteriores y el córtex cingular constituyen un “conjunto
armonioso” capaz tanto de elaborar la emoción central como de
participar en su expresión”.

P. PASSOUANT y J. CADILHAC (Francia)

3. “La amígdala no es, aparentemente, esencial para un funciona-


miento cerebral normal, puesto que su ablación unilateral no
causa déficit alguno, y su ablación bilateral no ocasiona, aparen-
temente, trastornos importantes.

Desde el punto de vista fisiopatológico, nos parece importante


insistir sobre todo en el rol que se ha atribuido a la amígdala en
la epilepsia psicomotriz… lo que permite decir: crisis psicomo-
trices es igual que compromiso seguro del núcleo amigdaliano,
sin que se pueda afirmar que éste sea funcional u orgánico”.

O. MAGNUS – R. NAQUET (Holanda)

129
Artidoro Cáceres Velásquez

4. “El rinencéfalo es un poderoso aparato de integración de las ac-


tividades víscero-somáticas que participan en la elaboración de
actividades de vigilancia y de conductas emotivo-instintivas. Su
actividad integrativa se ejerce en colaboración estrecha con otras
estructuras: a) de la región cortical rostro-medio-basal (frontal,
orbitaria, temporal); b) del diencéfalo, especialmente del hipotá-
lamo.

En los últimos años se ha precisado el lugar de origen de diversas


conductas emotivas e instintivas en el rinencáfalo (lóbulo pirifor-
me, hipocampo y complejo amigdaliano)”,

Marcel MONNIER - H. GANGLOFF (Suiza)

5. “El sistema límbico constituye un conjunto anátomo-funcional


que puede, en ciertas condiciones, funcionar de manera autóno-
ma, en circuito cerrado.

Esta “esquizofisiología potencial” del sistema límbico y neocor-


tical constituye para MacLean una característica dominante de la
actividad funcional del cerebro visceral”.

J. de AJURIAGUERRA – C. BLANC (Suiza)

130
Neuropsicología - Espiritualidad y Religiosidad

XIV. DE LOS GENES A LOS “MEMES”


DEMÓCRITO – R. Dawkins – D. Hamer

¿C uándo es que la búsqueda de la verdad deja el terreno del


mito y se convierte en epistemología, es decir, en filoso-
fía? - ¿Cuándo domina la metafísica y en qué momento la
religión absorbe a la filosofía y asfixia a la espiritualidad?

Los historiadores discuten, divagan y se mantienen en el laberinto


como esos sabios del cuento hindú que discuten en un cuarto oscuro
sobre lo que puede ser lo que palpan – que es un elefante – y que para
unos es una columna, para otros un sable y para otros una serpiente,
hasta que aparece el empleado ignorante portando un farol y aclarando
el misterio. El mundo occidental engrandeció la figura de Platón y con él
a Sócrates; sin embargo, ni Platón ni Aristóteles salieron de la caverna en
lo tocante a Dios y a los mitos. Dios era la realidad última responsable del
universo; más allá de la física estaba la metafísica, un absoluto inmutable
y un “alma” supremamente buena. Incluso, hay quienes afirman que la
filosofía nació con Sócrates, Platón y Aristóteles, colocando a pensadores
anteriores no en la historia sino en la prehistoria de la filosofía, como
quienes aseguran que la historia de los pueblos comienza con la inven-

131
Artidoro Cáceres Velásquez

ción de la escritura y que, por lo tanto, pueblos ágrafos como se dice, a


mi juicio muy equivocadamente, que lo fue el Perú, habrían vivido en la
“prehistoria”. Es en los filósofos griegos llamados “presocráticos” don-
de hay que buscar el germen del logos, de esa coyuntura fundamental que
fue el camino del mito a la razón.

Demócrito es tal vez el más importante para interpretar esa transi-


ción y encontrar el inicio y el camino de la renovación espiritual del hom-
bre. Demócrito nace en el año 460 antes de Cristo, año en el que también
nacen Hipócrates y Tucídides. A él se atribuye la invención de la teoría
atomista, pero antes que él ya Leucipo de Elea o de Mileto (no se conoce
con seguridad el origen) planteó la necesidad de buscar en lo descono-
cido, en lo “que no es”, y en ese camino postuló la existencia de innu-
merables elementos: los átomos. Pero fue Demócrito el que consolidó la
teoría en sus numerosas obras (más de sesenta: Miguel Morey) liberando
al pensamiento de las cadenas del mito y proponiendo la búsqueda de la
verdad de las cosas en lo “ente” y en lo “no ente”. El modelo planteado
establece que las causas materiales de lo existente están constituidas por
el ser y el no ser, lo lleno y lo vacío, y que este último es el que permite el
movimiento. El ser está constituido por elementos indivisibles, invisibles
e imperecederos llamados átomos, los que al unirse e integrarse forman
y constituyen los cuerpos visibles, son ellos los que por su estructura y
sus movimientos forman los entes y el universo en general. Al movi-
miento se le llama “necesidad”, porque así se realizan las uniones posi-
bles gracias a una fuerza a la que le llama azar: “todo lo que existe en el
universo es fruto del azar y de la necesidad”. Es por este procedimiento
que se ha creado y formado todo, no por la voluntad de los dioses ni por
capricho de seres sobrenaturales. El Premio Nobel de Medicina francés
Jacques Monod, autor del libro El azar y la necesidad, reconoce este hecho
al transcribir en la primera página de su obra la afirmación de Demó-
crito, y con una claridad digna de su talento, Monod escribe: “… si la
ambición última de la ciencia entera es fundamentalmente, como
creo, dilucidar la relación del hombre con el universo, entonces es
justo reconocer a la biología un lugar central puesto que es, entre
todas las disciplinas, la que intenta ir más directamente al centro
de los problemas que se deben haber resuelto antes de poder pro-
poner el de la “naturaleza humana”, en unos términos que no sean
metafísicos”.

132
Neuropsicología - Espiritualidad y Religiosidad

Y la neuropsicología es una disciplina biológica.

Es en esta línea de pensamiento presocrático que creo aparece Ri-


chard Dawkins. Titular de la cátedra Charles Simonyi de la Facultad de
Conocimiento Público de la Ciencia, de la Universidad de Oxford en
Inglaterra, es biólogo y autor de libros bestsellers: El gen egoísta, El cuento
de los antepasados, El relojero ciego, El capellán del diablo, Destejiendo el arco iris,
y, en especial, El Espejismo de Dios. Dawkins piensa que “no necesitamos
a Dios para ser buenos o malos”, pone en duda la existencia de Jesús
refiriendo las investigaciones de G.A. Wells, de la Universidad de Lon-
dres, en su libro: ¿Existió Jesús? (Pemberton, Londres, 1989); acusa de la
“elección arbitraria de los cuatro evangelios del Canon oficial” de entre
una muestra mayor de, al menos, una docena, incluyendo los Evangelios
de Tomás, Pedro, Nicodemo, Felipe, Bartolomé y María Magdalena; re-
cuerda la afirmación de Adolfo Hitler, escrita en su libro Mi lucha (Mein
Kanpf): “… estoy actuando de acuerdo con la voluntad del Creador To-
dopoderoso: defendiéndome contra el judío, estoy luchando por el traba-
jo del Señor”; y planteándose la pregunta: “¿Qué hay de equivocado en
la religión? (capítulo 8 de su libro: El espejismo de Dios) inserta la opinión
de George Carlin: “Realmente la religión ha convencido a la gente de que
hay un hombre invisible – que vive en el cielo – que observa todo lo que
haces, cada momento de cada día. Y el hombre invisible tiene una lista
especial de diez cosas que Él no quiere que hagas. Y si tú haces cualquiera
de esas diez cosas, Él tiene un lugar especial, lleno de fuego, de humo,
de tortura y de angustia, donde te enviará a vivir y a sufrir, a quemarte
y asfixiarte, a chillar y a llorar para siempre jamás, hasta el final de los
tiempos”.

En el capítulo 9 del mismo libro, Dawkins aborda uno de los asuntos


más delicados, más críticos, más importantes, relacionados con la educa-
ción. Lo titula “Infancia, abuso y la fuga de la religión”, y lo inicia con la
declaración de Víctor Hugo: “En todo pueblo hay una antorcha - el
maestro- y un extintor - el sacerdote”, y escribe:

“Agradezco a mis propios padres que tuvieran la idea de que a los


niños no había que enseñarles tanto qué pensar sino cómo pensar. Si ha-
biendo sido justa y apropiadamente expuesta a las evidencias científicas,

133
Artidoro Cáceres Velásquez

creen y deciden que la Biblia es literalmente cierta, o que los movimientos


de los planetas rigen sus vidas, ese es su privilegio. El punto importante
es que es su privilegio decidir qué van a pensar, y no es el privilegio de sus
padres imponérselo por fuerza mayor”.

En otra parte, Dawkins se pregunta: ¿“La religión llena un vacío muy


necesario”?, y esta es su respuesta:

“A menudo se dice que hay un vacío en forma de Dios en el ce-


rebro que necesita ser llenado: tenemos una necesidad psicológica de
Dios – amigo imaginario, padre, gran hermano, confesor, confidente – y
que necesita satisfacerse tanto si Dios existe realmente, como si no. Pero
¿podría ser que Dios nos confundiera con un vacío que haríamos mejor
en llenar con otras cosas? ¿Quizá con la ciencia? ¿Con el arte? ¿Con la
amistad humana? ¿Con el humanismo? ¿Con el amor a esta vida del mun-
do, el real, no dando crédito a otras vidas tras la muerte? ¿Con el amor
a la naturaleza o, como lo ha llamado el gran entomólogo E.O. Wilson,
Biofamilia?

En uno u otro tiempo se ha pensado que la religión rellena cuatro ro-


les principales de la vida humana: explicación, exhortación, consolación
e inspiración.

Y plantea otra muy intrigante pregunta:

¿“Podría ser la irracional religión un sub producto de los irracionales


mecanismos que originalmente fueron construidos en el cerebro por la
selección para enamorarse”?

Esto implicaría que el cerebro de los seres humanos ha evolucionado


con una necesidad “instintiva” a crear y amar a algo, y que en las etapas
formativas de la infancia hay que llenar ese vacío. Y surgen dos vías de
análisis y de investigación: la necesidad creada en el encéfalo, y lo que se
ofrece con la educación para llenar ese vacío. Aquí creo que está el más
importante de los asuntos que los educadores y los gobiernos debieran
considerar. Siempre pensé que es un crimen de lesa humanidad introdu-
cir en los cerebros infantiles, inmaduros e ingenuos, precozmente, repeti-

134
Neuropsicología - Espiritualidad y Religiosidad

tivamente (“mil mentiras hacen una verdad”), forzada e imperativamente,


ideologías políticas y religiosas (peor aún si son ambas) que son marcas a
fuego en la vida de las personas. Y eso lo saben los manipuladores, ma-
niqueistas, titiriteros que actúan, en especial, en familias y colegios con la
complicidad de los gobiernos de turno, descerebrando a los ciudadanos y
desoyendo, o ignorando, las disposiciones legales como las de la Conven-
ción Internacional de los Derechos de la Infancia. En mi libro Sexualidad
y Criminalidad (Edit. Univ. Alas Peruanas, Lima, 2011) he dejado plasma-
das mi protesta y mi indignación.

Ha sido Richard Dawkins el creador del término “Memes”: “Memes


= unidades mínimas de información cultural. Neologismo creado por el
biólogo Richard Dawkins por su semejanza fonética al término “genes”
y para señalar la similitud de su raíz con “memoria” y “mimesis”. Según
Dawkins, nuestra naturaleza biológica se constituye a partir de la infor-
mación genética articulada en genes, y nuestra cultura se constituye por la
información acumulada en nuestra memoria y captada generalmente por
imitación (mimesis), por enseñanza o por asimilación que se articula en
memes” – (es la definición que aparece en el libro El gen de Dios, de Dean
Hamer, y que figura a pie de página como nota de la traductora Rosa
Cifuentes en la edición española).

Entonces, el cerebro humano tiene estructuras desarrolladas en la


evolución, que permiten que los educadores introduzcan “memes” en
esas regiones ávidas de copiar y amar. ¿Será posible que la ciencia confir-
me estas hipótesis?

Matthew ALPER cree que es así y ha escrito el libro Dios está en el


cerebro, para demostrarlo. Alper es un filósofo norteamericano conside-
rado como uno de los fundadores de la nueva corriente “neuroteológi-
ca”, y que está convencido que existe una programación neuropsicológi-
ca predeterminada en nuestro cerebro para que “sea posible la creencia
en Dios”.

Con apoyo de esta teoría está el descubrimiento que se ha hecho de


las llamadas “neuronas espejo” en el área premotora de la corteza cere-
bral de monos que observan a otros monos realizando diferentes actos,

135
Artidoro Cáceres Velásquez

gestos y movimientos. “Gerald Huther, en su libro Hombres, el sexo débil y


su cerebro, escribe: “Los niños infieren de manera semejante, observando
a las personas a las que están apegadas, cómo percibir y valorar el mundo
y cómo desenvolverse en él. El aprendizaje por imitación constituye la
base de la transmisión de modelos de percepción, valoración y conducta
de una generación a la siguiente”. Y agrega: “Pero, claro, no somos ni
monos ni ratas topo, sino humanos, y nuestro lóbulo frontal es la única
región cerebral que nos diferencia más claramente de nuestros familiares
animales. Es interesante reseñar también que es la única región que se
estructura a través del proceso que llamamos “educación” y “socializa-
ción”. Pero hay algo de las meta-competencias ancladas en nuestro lóbu-
lo frontal que nos trae especialmente de cabeza: no se dejan enseñar…”

La situación, a mi modo de entender, está clara. Por un lado, la evolu-


ción ha logrado desarrollar en el cerebro humano regímenes con apeten-
cias espirituales y religiosas que se trasmiten genéticamente; y, por otro,
la educación introduce en esas regiones encefálicas conocimientos, ideas,
aprendizajes, que quedan marcados como una impronta, que cuanto más
temprano se introducen más imborrables quedan, interfiriendo las co-
nexiones con la racionalidad cuya base de coordinación fundamental está
en los lóbulos prefrontales, que “no se dejarán enseñar” después porque
el sitio “ya está ocupado”. Considero que los mecanismos que procesan
estas actividades estarían básicamente en las estructuras límbicas y para-
límbicas.

Y ¿cómo es que ocurrirían esas transmisiones que después de miles


de años se han sucedido y formado en los encéfalos humanos? – Dean
Hamer piensa que es a través de los genes, y así lo expone en su libro El
gen de Dios:

“El Homo Sapiens ha tenido creencias espirituales desde los albores


de nuestra especie. Hace más de 30 mil años, nuestros ancestros pinta-
ban, en lo que es hoy Europa, las paredes de sus cuevas con imágenes
de extrañas quimeras, cuerpos humanos y cabezas de animales, que los
antropólogos creen que representaban hechiceros o sacerdotes. Estos
primeros humanos enterraban los cuerpos preparados cuidadosamente
para la otra vida. A veces les proveían de alimento y suministros para el
viaje… así actuaban los creyentes… La espiritualidad es una de nuestras
herencias básicas. Es, de hecho, un instinto”.
136
Neuropsicología - Espiritualidad y Religiosidad

Sin duda hay una relación estrecha – como ya lo dijimos en páginas


anteriores – entre espiritualidad y religión – una y otra están imbricadas
en conceptos y realidades. Hamer cree que la religiosidad tiene un com-
ponente genético pero que éste es mucho más débil que la espiritualidad.
Y abunda más, dice: “La religión, a diferencia de la espiritualidad, no se
transmite fundamentalmente por genes, sino por los “memes”: unidades
auto replicadoras de la cultura, ideas que pasan de un individuo a otro a
través de la escritura, el discurso oral, los rituales y la imitación”.

El autor cree haber encontrado el gen de la espiritualidad y, en con-


secuencia, el gen de Dios. “Un importante hallazgo revelado en El gen
de Dios -dice- es nuestro descubrimiento de un gen específico asociado
a la espiritualidad. Este “gen de Dios” codifica un transformador de mo-
noamina: una proteína que controla la cantidad de sustancias químicas
que emiten señales en el cerebro. Curiosamente, ciertas drogas pueden
desencadenar estas mismas sustancias químicas capaces de provocar ex-
periencias místicas”.

El gen, al que hace referencia Hamer, sería entonces responsable de


un mecanismo neuroquímico más que del desarrollo de áreas cerebra-
les; su importancia sería de tipo neurotransmisor sináptico más que del
desarrollo de moléculas, núcleos o áreas encefálicas. Y ¿cuál es ese gen
específicamente humano?

“El primer gen en la lista de candidatos era el D4DR, que codifica


un receptor que detecta la presencia de Dopamina – una de las monoa-
minas – en el cerebro. Era el principal sospechoso por varias razones.
En el estudio de Comings (D.E. Comings y otros: The DRO4 Gene and
the Spiritual Transcendence Scale of the Character Temperament Index.
Psychiatr. Genet. 10, 2000, 185-189), la dopamina era, de todos los exa-
minados, el neurotransmisor asociado con más fuerza a la autotrascen-
dencia”. Y he aquí una afirmación particularmente importante para el
objeto de mi libro:

“La elevada asociación del D4DR en la autotrascendencia puede ocu-


rrir también porque se expresa tanto en el sistema límbico del cerebro
– cerebro emocional – como en la región prefrontal – la parte reflexiva
de nuestro cerebro”.

137
Artidoro Cáceres Velásquez

Así pues, a la neuroanatomía, a la neurofisiología, a la neuropsicolo-


gía, a la neuroelectrofisiología, a la neuroimagenología, se agrega ahora la
neuroquímica y con ella los neurotransmisores, cuyo papel fundamental
se ejerce en las sinapsis tanto axosomáticas, como axo-axonales, y axo-
dentríticas, y entre estos neurotransmisores, las neurociencias serían los
intermediarios bioquímicos responsables – también – de sentimientos,
afectos, valores. En la elaboración de estas sustancias desempeñaría un
papel fundamental el gen VMAT2.

Las monoaminas son elementos químicos que contienen un solo gru-


po amino (un átomo de nitrógeno y tres de oxígeno unidos a cadena de
carbonos) y que se dividen en dos grupos: las catecoláminas (dopamina,
adrenalina y noradrenalina) y la indolamina (serotonina). Los numerosos
investigadores de esta rama de las neurociencias reconocen que la seroto-
nina es la sustancia de los sentimientos negativos y cuya acción se ejerce
prácticamente en todo el sistema nervioso central, incluso en la médula
espinal; y que la dopamina es la sustancia del “sentirse bien” y que es
producida por estructuras del pedúnculo cerebral y de los núcleos grises
centrales, distribuyéndose en la amígdala cerebral, el núcleo accumbens,
la corteza prefrontal y frontal. La noradrenalina se produce en el tronco
cerebral, en la estructura denominada locus coeruleus, y se distribuye en
el cerebelo, el hipocampo, la corteza cerebral, entre otras regiones.

Estas diferentes sustancias, activas en diferentes regiones, serían con-


troladas en su flujo por el gen VMAT2. He aquí lo que afirma su descu-
bridor:

“La dopamina afecta a la conciencia de muchas maneras, relaciona-


das con la autotrascendencia y la espiritualidad”. Altera las percepciones:
una característica de la experiencia mística; aumenta la sociabilidad: una
característica de la identificación transpersonal. Sube el ánimo, una ca-
racterística de la percepción de lo sagrado. Todo lo puede hacer una sola
monoamina… “Parece una hipótesis razonable que sea lo que sea lo que
hace atractiva la espiritualidad a la gente, probablemente tenga que ver
con la dopamina”.

138
Neuropsicología - Espiritualidad y Religiosidad

Como lo señalamos anteriormente, otra línea de investigación “neu-


roteológica” la constituyen los estudios realizados en un grupo de “místi-
cos” durante la meditación, utilizando métodos de neuroimágenes, como
la cámara SPECT (single, Photon, Emission Computed, Tomography),
que localiza las emisiones radioactivas del encéfalo en el que se ha intro-
ducido un trazador en el flujo sanguíneo. De esta manera se sabe qué
partes del encéfalo se activan más y cuáles menos durante la meditación.
D. Hamer hace referencia importante a las investigaciones de Andrew
Newberg, de Pensilvania, quien se dedica desde hace años a investigar las
bases neurobiológicas de la religión y la espiritualidad. “En colaboración
con el psiquiatra Eugene D’Aquili ha desarrollado una teoría sobre cómo
la creencia de Dios estaba grabada a fuego en la estructura neurológica
del cerebro humano”, informa Hamer; y agrega:

“La consecuencia más obvia de la meditación que Andrew Newberg


observó fue un incremento del flujo sanguíneo en la corteza frontal y el
tálamo… también el tálamo y la circunvolución cingular -componentes
del sistema límbico, la parte del cerebro relacionada con los sentimientos-
se calentaban mientras los budistas meditaban”.

Otra serie de resultados resultaron de estas investigaciones. Por ejem-


plo, qué otras partes del cerebro disminuían su actividad durante la me-
ditación. Esto ocurría particularmente en los lóbulos parietales, en parti-
cular en la región póstero-superior. Resulta entonces que la “meditación”
(y considero que podría pensarse igualmente en la “oración”) enciende,
aumenta la actividad córtico prefrontal, especialmente izquierda, y dismi-
nuye o apaga la parietal postero superior, también izquierda.

La neuropsicología ha demostrado desde hace ya varios años que


los lóbulos parietales, además de su participación en la sensorialidad
y en el control de los gestos con fines constructivos (praxias), tienen
también fuerte actividad en el desarrollo del esquema corporal y del
espacio. El lóbulo parietal izquierdo participa en el lenguaje verbal y
gráfico, y el derecho en la melodía (prosodia) de la palabra. Pero existe
en la parte posterior una región común en estrecha relación con los
lóbulos occipitales y temporales que se ha llamado pliegue curvo. En esta
región se integran informaciones visuales, táctiles, auditivas, témporo-

139
Artidoro Cáceres Velásquez

espaciales, y se construye la orientación y la tridimensionalidad y la


posición en el espacio. Se comprende lo que ocurría cuando esta región
se lesiona por una alteración vascular, por un tumor, por un traumatismo
cráneo encefálico o por cualquier otra patología. Hace ya muchos años,
G.H. Monrad-Krohn, y también D. Denny-Brown, llamaron al pliegue
curvo la región de la “morfosíntesis” y a su alteración la calificaron de
“amorfosíntesis”, en la que el paciente perdía la capacidad de realizar
la complementación de los elementos procedentes de diferentes vías
sensoriales y de construir la unificación y la identificación global de los
objetos. Aunque después se ha puesto en discusión tales interpretaciones
del papel de estas regiones, en especial del hemisferio derecho, queda,
sin embargo, establecido que incluso la toma de consciencia de la propia
enfermedad (anosognosia), o del hemiespacio contralateral (hemiagnosia
espacial), son productos del trabajo funcional de estas estructuras y que
es significativo que en la “meditación” y, a mi parecer, también en la
autoconcentración y aislamiento que produce la oración, se produzca una
especie de disfunción “amorfosintética”, con insumos relacionados tanto
con el lóbulo límbico, en especial en su parte témporo- hipocámpicas,
como en la relación tálamo-límbico-córtico-prefronto-pliegue curvo,
produciéndose, en términos neuropsicológicos, una “desaferentación”, y
en términos neuropsicológicos, una “desconexión cerebral”.

Comentando estos resultados, Hamer escribe:

“En consecuencia, el cerebro de los meditadores budistas ya no dis-


tingue dónde empieza el cuerpo y dónde termina el mundo exterior. Han
perdido la conciencia secundaria, a pesar de que la primaria - el conoci-
miento - permanece igual o se ha elevado…”

Newberg y D’Aquili argumentan que la numinosidad se origina por


una leve estimulación de las estructuras límbicas, el hipotálamo junto con
la amígdala y el hipocampo, lo que desencadena una desaferentación par-
cial de la parte posterior del cerebro, en especial del área asociada a la vi-
sión. La desaferentación más intensa se da en lo que Newberg y D’Aquili
llaman “estado unitario absoluto”, que asimilan a la unión completa y
fusión indiferenciada, denominada “unión mística” por los cristianos y
“nirvana” por los budistas. Se caracteriza por una profunda sensación de

140
Neuropsicología - Espiritualidad y Religiosidad

armonía y una supresión total del yo. Se alcanza, por regla general, tras
una intensa meditación ya sea pasiva o activa, pero en algunos individuos
también puede ocurrir espontáneamente.

Pero este estado tan particular de “desaferentación” o “desconexión


cerebral” no solo se alcanza con la meditación o la oración, también ocu-
rre con la repetición monótona de gestos o movimientos corporales, por
sonidos o cánticos, o por la expectación de paisajes o cuadros, e incluso
por la audición de melodías o partes de canciones o trozos musicales.
Algunos psiquiatras han llamado a este estado “síndrome de Stendhal”,
(Henri) el escritor francés (1783-1842), autor de Rojo y Negro, La Cartuja
de Parma, y otras novelas y obras de crítica biográfica, que al parecer su-
fría de estos trastornos que implicaban momentos de inmensa alegría, de
avasalladora sensación de un placer inefable y de una comunión del obje-
to con el paisaje o con la situación experimentada, que se llegaba incluso
al llanto y al desvanecimiento. Hamer recuerda a Fedor Dostoiewski en
una de las descripciones que hace de sus auras epilépticas:

“Vosotros los fuertes no os hacéis idea del placer que experimenta-


mos los epilépticos en los momentos que preceden a las crisis. Me so-
breviene una sensación de felicidad que nunca experimento en la vida
normal y que resulta indescriptible. Se trata de una armonía conmigo
mismo y con el ancho mundo”.

Los que hemos atendido, evaluado y examinado a pacientes portado-


res de lesiones o desarreglos cerebrales, particularmente de los lóbulos
temporales y en especial hipocámpicos, sabemos de estos estados de so-
brecogimiento numinoso, tan relacionados con la religiosidad o con la
inspiración artística e incluso con actividades mágicas, o con el consumo
de sustancias psicoactivas, en esa extraña mezcla de exaltación, placer,
despersonalización, angustia, miedo, posesión, inspiración, religiosidad,
trascendencia, creatividad y desrealización.

El asunto está planteado, el problema y su misterio están en el campo


del análisis científico, la espiritualidad y la religiosidad han sido puestas en
el laboratorio de biología molecular y se han trasladado a la educación y
a la cultura. El resumen es que ambas, espiritualidad y religiosidad, son el
producto de genes para la primera, de “memes” para la segunda.

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Neuropsicología - Espiritualidad y Religiosidad

XV. NEUROPSICOLOGÍA Y
APRENDIZAJE

Extractos del libro: Del Psicoanálisis al Neuroanálisis


A. Cáceres V. Fondo Edit. Univ. Alas Peruanas
Lima – Perú, 2007

H emos planteado la utilización del término Neuroanálisis para


calificar el estudio, la investigación y el diagnóstico de una
conducta o de un comportamiento, normal o patológico,
desde la perspectiva neurológica. De hecho es un neologismo que, más
que sustituir, creo, tiene el mérito de completar, desde un terreno mu-
cho más científico y tecnológico, al de psicoanálisis, arrinconado en la
generalización indebida, en lo descriptivo más que en lo experimental,
en lo imaginario más que en lo objetivo, en lo metafórico más que en lo
simbólico, y hasta en lo ideológico, religioso, místico y mítico más que en
lo científico, real racional.

El neuroanalista es y debe ser médico, neurólogo, psiquiatra o Neu-


ropsicólogo, sea médico o psicólogo. Si es neurólogo, de formación bási-
ca tendrá que bucear en lo “mental” y en lo “conductual” y “comporta-
mental”; y si es psiquiatra deberá meterse a fondo en el sistema nervioso,
en el encéfalo, en el cerebro. El primero tiene que “sicologizarse” y el
segundo debe “biologizarse”. No se puede caminar por dos caminos se-
parados. La mente no existe sin la biología, y el encéfalo es la estructura

143
Artidoro Cáceres Velásquez

de la mente. Esa llamada “década del cerebro” de los años noventa del
siglo pasado lo ha demostrado con contundencia, aunque las bases se ela-
boran desde hace centenares de años. En la formación de los psicólogos
debe ser prevalente la neurobiología.

Uno de los aspectos fundamentales de estos últimos tiempos lo cons-


tituye la investigación “neuroquímica”. Pero no nos “fetichicemos” con
los “neurotransmisores”; la sinapsis es solo, nada más ni nada menos,
un eslabón en el procesamiento de los numerosos aspectos funcionales.
Cuentan, y mucho, los cuerpos neuronales y sus múltiples mecanismos
intracitoplasmáticos o intranucleares: las fibras - dendritas y axones - la
membrana celular y fibrilar, las diversas neuroglias, las agrupaciones nu-
cleares, las distribuciones en áreas, los niveles funcionales, el paleocórtex,
el archicórtex, el neocórtex, los hemisferios, lóbulos y circunvoluciones,
y tantos otros aspectos de ese intrincado “telar con miríadas de estrellas
palpitantes”, un aspecto entre paradójico y maravilloso, pasando por lo
mágico de ese conglomerado de cien mil millones de células y billones de
fibras interviniendo en el “aprendizaje”.

La forma como un niño, por ejemplo, sentado en una carpeta de la


escuela primaria durante horas, días y meses, logra “aprehender” para
aprender lo que sus maestros le enseñan es un hecho que interesa, apa-
siona y perturba. Atención, concentración, motivación, alerta, vigilancia,
retención, memoración, reflexión, simbolización, emoción, investiga-
ción, creatividad, cognición, reconocimiento, orientación, y otros, son
términos que ya no flotan en la estratósfera de la palabrería. Son palabras
que tienen - deben tener - un significado neurobiológico. El tronco cere-
bral, el lóbulo límbico, el epitálamo, el cuerpo calloso y otras numerosas
estructuras son las que nos informan, nos dicen, nos aclaran cómo un
niño aprende a leer, a escribir, a calcular, a simbolizar, a crear, inventar,
descubrir y amar.

Si la educación no tiene en cuenta estos hechos quedará rezagada en


los tiempos de la improvisación, del ensayo-error, de la apariencia, de
lo superficial y de lo precientífico, es decir, de lo meramente pretencio-
so.

144
Neuropsicología - Espiritualidad y Religiosidad

Los padres y los “educadores”, en general, deberían -por la enor-


me responsabilidad que tienen en la formación de los seres humanos
bajo su cuidado- conocer siquiera las bases fundamentales del funciona-
miento encefálico para así deducir la enorme responsabilidad que tienen
al inducir, al sugerir, al enseñar lo que enseñan, incluyendo esas ideas
mítico-mágico-religiosas que con frecuencia asfixian a la racionalidad de
sus educandos. Porque “educar” así a un niño - como lo afirmó el antip-
siquiatra David Cooper - “es destruir su personalidad”.

145
Neuropsicología - Espiritualidad y Religiosidad

XVI. NEUROANÁLISIS DE LA
MENTIRA

L a mentira es una conducta demasiado frecuente y, lamentable-


mente, poco analizada y casi nada prevenida; indiscutiblemen-
te satanizada, pero realmente practicada por todos. Miente el
pobre y miente el rico; miente el hombre y también la mujer; lo hace el
culto y lo practica el ignorante; miente el ateo y miente el religioso; en una
palabra, mienten todos. ¿Por qué?

Mentira, dicen los diccionarios es una expresión o manifestación con-


traria a lo que se sabe, cree o piensa; en líneas generales, las definiciones
giran en torno a lo que plantea la biblia lingüística de la Real Academia
de la Lengua Española. Sin embargo, es bueno precisar que para aceptar
que exista una mentira no solo hay que observar que lo que se dice sea
contrario a lo que se sabe, cree o piensa, sino que, en el núcleo del asunto,
exista la intención del engaño, de la trampa, del fingimiento y hasta el de-
lito. Quien miente sabe que lo que dice o hace no es verdad. No interesa
tanto el objetivo, que puede ser muy malo, malo, o caritativo (“mentiras
piadosas” las llaman), sino el hecho de que en realidad la mentira es con-
traria a la verdad.

147
Artidoro Cáceres Velásquez

El asunto ha interesado a pensadores de toda clase, incluyendo, como


es natural, a filósofos. Recientemente, los neurólogos, pero en especial
los neuropsicólogos, nos hemos interesado muy seriamente en el tema.
Comprobamos primero la enorme frecuencia de la mentira que parecía
acantonarse, en especial, en los políticos de todos los tiempos, de todas
las razas y de todos los colores. Luego aprendimos de los etólogos que la
mentira humana tiene que ver mucho con el mimetismo en los animales
llamados inferiores.

Los expertos en conducta animal descubrieron que “mienten” los


reptiles, las aves, los roedores y, por supuesto, los primates no humanos.
Y las investigaciones jalonaron las relaciones “mentirosas” hasta las plan-
tas, porque, ¿qué hace por ejemplo una bellísima y coloreada flor que se
muestra cargada de polen y en cuanto cae un insecto se cierra, lo atrapa,
lo mata y lo devora? Lo más sutil y trágico no es el drama del macho de la
araña viuda negra sino la infidelidad de algunas monas que “ponen cuer-
nos” a su mono jefe, escondiéndose tras árboles para copular con otros
monos, valiéndose de artimañas dignas de muchísimas féminas humanas.
Así pues, la mentira tiene bases biológicas muy antiguas y, naturalmente,
la practican los grupos humanos primitivos; por lo tanto, la etología y la
etnología ofrecen abundante material que permite trazar la herencia bio-
lógica y social de la mentira desde los genes a la cultura.

En los niños existe todo un proceso evolutivo que plantea el hecho


de una “maduración” de la evolución ontogénica en el desarrollo de la
mendacidad. En el camino que va desde la fantasía a la imaginación, a la
ficción y hasta la creatividad, la fabulación, la inventiva y el pensamiento
abstracto, la mentira tiene su sitio, sus relaciones y su vigencia. Y, natural-
mente, la patología nos propone el delirio, la fabulación y la mitomanía.
El llamado síndrome de Korsakow es también un modelo. Todo esto
tiene que ser procesado en el encéfalo humano, desde el tronco cerebral
pasando por el centro encéfalo, el lóbulo límbico y el cuerpo calloso, has-
ta los lóbulos prefrontales, lugar donde se elaboran los controles sociales,
donde se centra la personalidad y nace la moral y sobre todo la ética.

Existe, pues, una neurobiología de la mentira, y es bueno saberlo para


difundir su conocimiento y emprender su control y prevención. Y, en

148
Neuropsicología - Espiritualidad y Religiosidad

especial, para que se elabore una política educativa de la reflexión, que es


el antídoto, desde la libertad y la racionalidad, para la farsa, el engaño, la
manipulación, la mentira, evidentes conductas individuales y sociales que
constituyen una variable del subdesarrollo mental. La neuropsicología ha
descubierto que la verdad y la mentira se construyen en un juego diná-
mico entre el hemisferio cerebral derecho y el izquierdo; y en la relación
entre ellos, el cuerpo calloso ejerce una función de suma importancia. La
desconexión cerebral o síndrome de “Split-Brain” es una clara e indiscu-
tible demostración.

149
Neuropsicología - Espiritualidad y Religiosidad

XVII. NEUROANÁLISIS DE LA
AMISTAD Y LA LEALTAD

L as personas se quieren, los grupos se aman, los países se her-


manan en el afecto y en el sentimiento, mucho más allá de las
fronteras, de los apellidos, de las riquezas, de los títulos nobi-
liarios, inclusive más allá de las regiones, de los partidos políticos, de las
distancias. La amistad es respeto, consideración, ayuda, proyección, amor,
y entonces aparecen dos preguntas: ¿por qué existe la amistad? y ¿cómo
es que los seres humanos se aman? La primera pregunta tiene respuestas
biológicas, psicológicas, antropológicas, sociológicas, filosóficas y hasta
metafísicas. Solo podría decir que si bien la “amistad” puede existir en
los animales subhumanos, en el Homo Sapiens alcanza o debería alcanzar
los niveles más espirituales y más superiores, placenteros y sacrificados.

La segunda pregunta requiere y hasta exige fundamentos, argumentos


y variables neuropsicológicas. Los animales y, particularmente, los seres
humanos cultivan la “amistad” porque tienen un paleoencéfalo y un ar-
quiencéfalo que atesoran las experiencias de millones de años y billones
o multillones (permítaseme el neologismo) de experiencias de relación
placentera y “desinteresada”, de entrega al “otro”. Y también porque esa

151
Artidoro Cáceres Velásquez

entrega, ese amor al prójimo, nos “realiza” en nuestra realidad y nos hace
recordar que no hay que hacer al otro lo que no quisiéramos que nos
hagan a nosotros mismos.

Para eso tenemos en el encéfalo un lóbulo límbico de afectos y senti-


mientos, un hemisferio cerebral derecho de goce y estética, y sobre todo,
dos lóbulos cerebrales prefrontales que nos reafirman en la ética, en el
acatamiento de normas sociales, en el control de la conducta, en el res-
peto a los demás y, en especial, en la deliberación de una conducta con
repercusiones futuras. Y además de esta estructura encefálica, dispone-
mos de neurotransmisores que favorecen el renacimiento y fortalecen los
antiguos esquemas de “amor al prójimo” que se guardan en la entraña
misma de los núcleos y de los citoplasmas neuronales.

Mas no todo está en esos extraordinarios archivos arquetípicos; se


necesita el disparador educativo, el orientador paradigmático establecido
por los padres, los familiares, los “amigos” mismos, la sociedad entera.
Por lo tanto, no todo es afecto, ni leyes ni convenios, ni proyectos, sino
que se necesitan, además, inteligencia, creatividad, voluntad y acción per-
sistente, sostenida y creciente. Nada más, pero tampoco nada menos.

La “amistad” es un “afecto personal, puro y desinteresado, ordina-


riamente recíproco, que nace y se fortalece con el trato”. Así lo define
nuestro diccionario, y agrega que es un “pacto amistoso entre dos o más
personas”. Por lo tanto, la “amistad” es un asunto de los afectos, de los
sentimientos, de la relación, de la comunicación de las personas que “sin-
tonizan”, que se “entienden”, que se “quieren” y que se “aman”, afirma
la biblia lingüística, aunque la palabra “desinteresado” apunta a cosas
materiales, a coordenadas de trueque, de intercambio de productos, de
“me das, te doy”, de “te quiero porque te necesito”.

Porque la “amistad” puede y debe tener “interés” en el otro, en forta-


lecer su goce, su tranquilidad, su bienestar, su “felicidad”; ese “interés” es
ético, y por eso la “amistad” ingresa en el campo de los valores éticos, no
en los intereses de los valores monetarios ni en los de la bolsa de valores.

152
Neuropsicología - Espiritualidad y Religiosidad

Pero si la “amistad” es un afecto personal, recíproco, y si es un “pacto


entre dos personas” y hasta entre pueblos, es permisible entonces hablar
de la amistad “entre dos naciones”, como la peruana y la ecuatoriana, o
chilena, por ejemplo. Y si mantenemos la definición del Diccionario de
la Lengua Española, tendremos que defender que la amistad es, primero
y antes que nada, un “afecto desinteresado” y que existe, se desarrolla y
pervive más allá de los “tratados”, de los “convenios” y de los “proyec-
tos” que pueden, y de hecho lo hacen, fortalecerla, pero que no están en
la entraña de la “amistad” como afecto personal “puro y desinteresado”.

A través de páginas anteriores, he propuesto el término neuroanálisis


para calificar la conducta diagnóstica que deberían adoptar todas las
personas bien informadas, cultas, suficientemente reflexivas, como
para entender que el encéfalo, y básicamente el cerebro, es el gran
procesador y el responsable fundamental del comportamiento de los
animales y, en consecuencia, del Homo Sapiens. Todas las actividades
de la mente, incluyendo las llamadas “funciones superiores” y, por
supuesto, las “espirituales”, son elaboradas, desarrolladas, producidas
por esa masa de tejido nervioso a la que desde hace siglos llamamos
encéfalo. Y este conocimiento no solo se aplicará a las personas sanas
sino también a las enfermas. Es en esa dirección que apuntan disciplinas
como la neuropsiquiatría, la neurolingüística y la neuropsicología, que
aunque jóvenes en su aceptación, no lo son tanto en su concepción y
en su gestación. Y he dicho, y continuaré afirmando, que la medicina
debe reintegrar a la neurología con la psiquiatría, que se han separado
artificial y convencionalmente y que nada las separa, salvo el interés
crematístico, la ociosidad conceptual, o ese algo del maniqueísmo y
tontería que aún quiere hacernos creer que una cosa es la mente y otra el
cerebro. Los psicólogos, de otra parte, no pueden mantenerse ajenos al
avance neurocientífico y no pueden seguir colgados de mitos, religiones
o metafísica.

Lenguaje, memoria, inteligencia, personalidad, sensaciones, afectos,


sexualidad, percepciones, odios, cólera, creatividad, tristeza, alegría, leal-
tad, amor… todo, absolutamente todo, está primero encerrado en esa
caja craneal a la que se atrevieron a llamar “caja negra” unos ignorantes
y enajenadores que tuvieron su cuarto de hora de moda y se subieron a
un carro seudocientífico y, peor aún, seudohumano, llamado “conduc-
tismo”.
153
Artidoro Cáceres Velásquez

Estaba pensando el otro día, y tratando de imaginar los laberintos


neurofuncionales sobre la lealtad. El término es definido como “cum-
plimiento de lo que exigen las leyes de la fidelidad y las del honor y
hombría de bien”. No creo que este concepto impreso en las páginas
de la biblia lingüística, que es un diccionario, sea suficiente. La lealtad,
como sinónimos de fidelidad, traspasa las fronteras de los “fiel” en to-
dos sus sentidos. Creo que la lealtad es un valor ético; la fidelidad puede
quedarse encerrada en lo moral. La lealtad es intemporal e inespacial,
es… eterna. La fidelidad puede ser una norma temporal y hasta regional,
cuando no grupal, pero la lealtad como la fidelidad tiene su “normalidad”
y tiene su “patología”. El asunto es complejo, delicado, y no puedo sino
señalar estos territorios. ¿Cómo dejar de pensar en el fundamentalismo
fanático, sectario y dogmático, dizque “leal” a sus principios? y ¿cómo
dejar de pensar en el irresponsable, tránsfuga enigmático, trashumante
que se pasea de un partido político tal a otro cualquiera que le ofrezca
protagonismo y supervivencia? Mentiras y enajenaciones son conductas
que deben tener sus mecanismos neuropsicológicos entre los lóbulos ce-
rebrales prefrontales y límbicos, fundamentalmente, y por allí tienen que
transcurrir esos influjos de la normalidad y de la patología, enlazados por
un tronco cerebral que mantenga la conciencia, la alerta, la vigilancia, la
atención y la motivación y, por supuesto, la memoria; y enlazando ambos
hemisferios, un cuerpo calloso que cuando funciona mal o está interrum-
pido desdobla la personalidad, haciendo que un hemisferio indique una
cosa, y el otro, otra. Decirle a una persona te amo y luego serle infiel o
traicionarla representa un grave trastorno interhemisférico o intrahemis-
férico, límbico, prefrontal y frontal, seguramente izquierdo.

154
Neuropsicología - Espiritualidad y Religiosidad

XVIII. ARTE Y LENGUAJE MUSICAL


Neuropsicología del arte:
José INGENIEROS

EL ARTE

Una de las formas de espiritualidad es el arte. Entendido como:


“Virtud, disposición y habilidad para hacer algo. 2. Manifestación de
la actividad humana mediante la cual se expresa una visión personal y
desinteresada que interpreta lo real o imaginario con recursos plásticos,
lingüísticos o sonoros. 3. Conjunto de preceptos y reglas necesarias para
hacer bien algo”. (Dic. Real Academia de la Lengua Española). No hay
duda que, en sus diversas formas, lo artístico es “espiritual”.

La pintura, la escultura, la música, la literatura, la fotografía, la cine-


matografía, el teatro y hasta las llamadas “artes marciales” son manifes-
taciones espirituales que, en una u otra forma, son expresiones de las
culturas repartidas en el mundo y cultivadas, según los hallazgos arqueo-
lógicos, desde hace milenios. Es un “universal humano”.

Los conceptos de “arte” y “belleza” están estrecha, entrañablemente


unidos, y en su apreciación interviene: el ejecutante, creador; el observa-

155
Artidoro Cáceres Velásquez

dor, apreciador; la obra en sí y el valor real que los juzgadores puedan dar
a esa obra, sea o no una belleza “natural” (como el cántico de un pájaro,
una catarata, la puesta del sol, un cielo estrellado), o “no natural”, como
un poema, una sinfonía, un lienzo u otra manifestación creada por el ser
humano.

La discusión filosófica que nos llega desde Platón pasando por Kant,
varía en si la belleza está en la obra en sí, en el creador o en el observador.
La expresión “el arte por el arte” agrega la utilidad o no de la obra de arte,
lo que quita toda discusión al valor material, en especial económico de la
obra de arte. Siendo tan antiguas estas manifestaciones, surge la pregunta
¿desde cuándo es capaz el ser humano de producir y apreciar belleza? Mi-
chael Gazzaniga piensa, y así lo escribe en su libro ¿Qué nos hace humanos?,
que “lo que la gente encuentra bello no es algo arbitrario o aleatorio sino
el resultado de millones de años de evolución de las capacidades sensiti-
vas, perceptivas y cognitivas de los homínidos”, y que estas capacidades
son procesos encefálicos que comprometen estructuras neurales diver-
sas, complejas, reconocibles por los diversos medios de comunicación
neurocientífica.

Gazzaniga refiere las investigaciones realizadas en Londres por Hi-


deaki Kawabata y Semir Zeki, según las cuales cuando se observan pintu-
ras “se activa la corteza orbitofrontal, de la que se conoce su implicación
en la percepción de estímulos agradables, y que se activaba más ante una
pintura que el sujeto consideraba bella. También se activaba la corteza
motora, que estaba más activa cuando el sujeto observaba una pintura
que consideraba fea, y que se activa ante otros estímulos desagradables
como los relacionados con la transgresión de normas sociales ante estí-
mulos que producen miedo, incluidas las voces y las caras aterradoras y
cuando el sujeto siente ira” (Kawabata, H. Zekis. Neural correlated of
beauty Jour. of neurophysiology. 91,2003. 1669-1705). Pero el interés de
otros investigadores se desplazó hacia otros aspectos de la apreciación
de la belleza, incluyendo la posibilidad de que este hecho hubiera sido
fundamental para el desarrollo de las áreas prefrontales del cerebro, tan
característicamente humanos; y así Gazzaniga menciona a Camilo Cela
Conde y colaboradores, quienes establecen en el año 2004 que “la corteza
cingulada estaba activa en la decisión sobre si algo es bello o no” y que la

156
Neuropsicología - Espiritualidad y Religiosidad

corteza prefrontal dorsal lateral lo era solo “cuando la decisión era bello”.
Y Gazzaniga concluye: “Esta activación de la corteza prefrontal cuando
decidimos que algo es bello confirma la hipótesis de que un cambio en
la corteza prefrontal permitió la explosión artística en el Homo Sapiens
anatómicamente, y en un grado limitado en los neanderleses”. Cela Con-
de y sus colaboradores también habían establecido que la apreciación de
lo bello activaba más el hemisferio izquierdo, y que “la preponderancia”
cerebral podía desempeñar un papel”.

En esta misma línea de investigación está Antonio DAMASIO, pro-


fesor de Neurociencia, Neurología y Psicología de la Universidad del
Cerebro y la Creatividad. Los títulos de sus cargos son suficientemente
explicativos de su importancia. Es un autor de varios libros, entre ellos:
En busca de Spinoza, Neurobiología de la emoción y los sentimientos, El cerebro creó
al hombre, y El error de Descartes. En este último libro, Damasio escribe:

“… algunos estamos investigando activamente los estados del cere-


bro asociados al razonamiento moral, mientras otros intentan descubrir
el funcionamiento del cerebro durante las experiencias estéticas. La inten-
ción no es reducir la ética o la estética a circuitos cerebrales, sino explo-
rar los hilos que conectan la neurobiología y la cultura”… “Me gustaría
proponer que existe una región determinada del cerebro humano en la
que los sistemas relacionados con la emoción / sentimiento, la atención y
la memoria funcional, interactúan de manera tan íntima que constituyen
la fuente de la energía tanto de la acción externa (movimiento) como de
la interna (animación del pensamiento, razonamiento). Esta región ma-
nantial es la corteza cingulada anterior, otra pieza del rompecabezas del
sistema límbico”.

LA MÚSICA

Se la define como “melodía, ritmo y armonía combinadas. Sucesión


de sonidos modulados para recrear al oído. Arte de combinar los sonidos
de la voz humana o de los instrumentos, o de unos y otros a la vez, de
suerte que produzcan deleite, conmoviendo la sensibilidad, ya sea alegre,
ya tristemente” (DRAE).

157
Artidoro Cáceres Velásquez

Nadie puede negar el valor artístico de la música, y varios investiga-


dores consideran a la música como una “conducta exclusivamente huma-
na” porque “solo los seres humanos componen música, aprenden a tocar
instrumentos musicales y luego actúan en conjuntos, bandas y orquestas
(habitualmente) cooperativos. Ninguno de los grandes simios es capaz de
crear música o de cantar” (M. Gazzaniga).

Desde esta perspectiva, la música es exclusivamente humana, pero


nadie puede negar tampoco que en diferentes especies de animales exis-
ten elementos que de hecho son musicales y que “producen deleite” y
“conmueven la sensibilidad”. El cántico de los pájaros es un ejemplo, y
los sonidos de delfines y ballenas otro.

De acuerdo a que “los pájaros no cantan en la ducha”, muchos seres


humanos tampoco lo hacen, y que en los animales no se encuentran cuar-
tetos ni se componen boleros, salsas, huaynos o marineras, pero aunque
no lo sepan ellos mismos, ni lo aprecien otros animales, el piar de los po-
lluelos y el trinar de los canarios son “una sucesión de sonidos que recrea
al oído” y sensibiliza al espíritu.

Si bien la filogenia o, mejor aún, la etología nos enseña una cadena


evolutiva hacia el Homo Sapiens, la ontogenia nos informa que el feto es-
cucha los latidos cardiacos de la madre y aprende desde la gestación lo
que es el ritmo. No todos los seres humanos tienen la misma apreciación
musical; algunos los entusiasma un concierto de Beethoven, a otros una
sinfonía de Mozart, a otros la ópera, a muchos les agrada el vals, a otros
la rumba, o la salsa; así se forman jerarquías, grupos que incluso llegan al
fanatismo siguiendo a cantantes con “música” estridente que ensordece
y desagrada a otros tantos.

En una u otra forma todos los seres humanos son “músicos” en


el sentido de usuarios o receptivos, algunos privilegiados son creadores,
otros tocan instrumentos, otros son cantantes, otros más pocos son todo
a la vez. Charles Darwin pensaba que la música es un “prelenguaje” y que
era un elemento adaptativo como forma de comunicación y socialización.

158
Neuropsicología - Espiritualidad y Religiosidad

La música expresa emociones, sentimientos, afectos, y así como el


lenguaje, la música es un proceso mental con base encefálica, funda-
mentalmente cerebral, pero que no ha merecido, en cantidad y calidad,
investigaciones científicas como lo ha merecido el lenguaje verbal y el
gráfico. Sin duda son los dos hemisferios cerebrales los responsables del
procesamiento musical, dependiendo del tipo y variedad de lo que se
escucha o se ejecuta. Sin embargo, no faltan estudios sobre la música y
su efecto sobre el estado de ánimo, el aprendizaje, la inteligencia y, por
supuesto, los resultados de diversas patologías que afectan la sensibilidad,
la sensorialidad, la percepción, el reconocimiento, la ejecución y la creati-
vidad musicales. Entre estas investigaciones están las que se refieren a los
efectos de la música en el desarrollo del pensamiento, en el favorecimien-
to de ciertas conductas, comportamientos o procesos mentales. Uno de
estos resultados es el llamado “efecto Mozart” que intenta demostrar
que determinada música clásica podría aumentar las capacidades de re-
conocimiento espacial, otros han insistido en las capacidades de aten-
ción, concentración y memoria, y de enriquecimiento del lenguaje, y de
la inteligencia general. Gazzaniga, al recordar estas experiencias, propone
fortalecer las lecciones de música en la infancia no solo en el aspecto del
canto sino en el de lectura y escritura musical, así como en la ejecución
de uno o varios instrumentos musicales que yo comparto, promuevo y
defiendo.

JOSÉ INGENIEROS (1877-1925).- Argentino, médico psiquiatra,


filósofo, sociólogo, psicólogo, escritor, autor de libros clásicos como
El Hombre Mediocre, y Fuerzas Morales, que han leído miles de jóvenes,
en especial latinoamericanos, y que desafortunadamente fue maltratado
por sus ideas políticas por escritores latinoamericanos pre-juiciosos
con creencias pseudo liberales y desconocedores de la importante
obra literaria y científica de José Ingenieros. Así, por ejemplo, en
el libro Manual del Perfecto Idiota Latinoamericano, escrito por Plino
Apuleyo, Carlos A. Montaner y Álvaro Vargas Llosa, se incluye a José
Ingenieros como integrante del “Retrato de Familia” del “Perfecto idiota
latinoamericano”. Se dice de él lo siguiente: “Del período de exaltación
marxista y de esperanza en el experimento bolchevique, el más ilustre de
los representantes fue sin duda el médico José Ingenieros (1877-1925).
Ingenieros, argentino y psiquiatra -dos palabras que con el tiempo casi se

159
Artidoro Cáceres Velásquez

convertirían en sinónimos- nunca militó en el Partido Comunista, pero dio


inicio voluntario y expresamente a la sinuosa tradición del fellow-traveller
intelectual latinoamericano. Nunca fue miembro de partido comunista
alguno, pero apoyaba todas sus causas con la pericia de un franco-tirador
certero y fatal”. “Los libros de Ingenieros, bien razonados pero escritos
en una prosa desdichada durante la primera mitad del siglo, estuvieron en
los anaqueles de casi toda la intelligentsia latinoamericana”.

Esta infeliz afirmación suscrita por tres escritores que, por supuesto,
nunca alcanzaron el prestigio notable del investigador de la mente huma-
na, y respaldados por el Premio Nobel de Literatura Mario Vargas Llosa,
no desdibuja el perfil de José Ingenieros, que escribió uno de los libros
más notables de neuropsicología musical: El Lenguaje Musical.

El libro fue editado por Félix Alcan, de París, con el título: Le Langage
musicale et ses Troubles Hysteriques, en 1907. La obra fue premiada por la
Academia de Medicina de París y fue aclamada por los más importantes
neurólogos y psiquiatras de la época. El ilustre maestro de la psiquiatría
francesa Pierre Janet dijo que Ingenieros había “agregado un capítulo
interesantísimo al estudio de las perturbaciones neuropáticas”.

El libro fue traducido al español por primera vez en 1952, publicado


por la Editorial Hemisferio de Buenos Aires. Esa edición tiene 221 pági-
nas y contiene una revisión extraordinaria para la época de su aparición.
Está dividido en dos partes: en la primera y en tres capítulos analiza el
origen y función de la música, la psicofisiología de la emoción musical
y la forma y evolución de la inteligencia musical. En la segunda anali-
za con más precisión la psicofisiología del lenguaje musical en relación
con el lenguaje verbal (que él llama articulado) y propone los procesos
neurofisiológicos con la localización de centros y conexiones del len-
guaje musical. En este campo analiza la patología del lenguaje musical,
propone métodos de examen clínico y analiza la patología cerebral y sus
consecuencias en este particular sistema de comunicación. Describe a
las “Amusias”, así como otros cuadros clínicos relacionados. En la parte
tercera de esta segunda parte hace un muy importante y original aporte:
los trastornos del lenguaje musical en los histéricos. Aquí habla por pri-
mera vez en la literatura neurológica -y hoy diría, neuropsicología- de las

160
Neuropsicología - Espiritualidad y Religiosidad

“dismusias” y de las “amusias histéricas”, clasificándolas y proponiendo


métodos clínicos de examen y métodos terapéuticos para su solución.
En los capítulos quinto y sexto de esta segunda parte hace otros aportes
originales: las hipermusias y las paramusias histéricas, cerrando su libro
con un análisis neurofisiológico de las “afasias musicales histéricas”.

¿Por qué me he detenido en el análisis de este libro? Primero, para


subrayar su originalidad y la completa revisión del tema para esa época.
Segundo, para valorar la obra de un médico latinoamericano conocido en
otras áreas del conocimiento; y tercero, para interesar a los neuropsicólo-
gos modernos, tan apegados y, a veces, hasta esclavizados por literatura
foránea, que creen descubrir, repetidamente, al océano pacífico y desco-
nocen la sentencia de Hamlet: “no hay nada nuevo bajo el sol” – Dicho
esto haré un breve análisis de las AMUSIAS.

Desde hace algunos años se acepta el término “neuromusicología”


como la disciplina que estudia las relaciones entre la función musical y
el cerebro. “Se trata de una nueva rama de la neuropsicología clínica en
particular, y de las ciencias del comportamiento en general” (Mihai Ioan
Botez).

El término “amusia” fue introducido por A. Knoblauch en 1888


como el déficit o la pérdida de las funciones musicales después de una
lesión cerebral. El diagnóstico solo es válido en personas oyentes, y en el
caso de lectura y escritura musical en videntes.

Se dice que San Agustín definió a la música como el “arte de orga-


nizar y de controlar los sonidos utilizando una técnica apropiada, que
al mismo tiempo satisfaga al espíritu” (M. I. Botez). Se afirma que el
Obispo de Hipona planteó seis condiciones necesarias en la experiencia
musical: 1 ) realidad física del sonido; 2) oído normal, intacto; 3) facultad
de representar imágenes sonoras; 4) existencia de una memoria musical;
5) apreciación racional y análisis; 6) sublimación.

José Ingenieros, revisando la literatura a su alcance para la época,


estableció que el “lenguaje musical” tenía una relación muy estrecha con
el lenguaje verbal y que el cerebro tenía para el “lenguaje musical” las

161
Artidoro Cáceres Velásquez

mismas áreas cerebrales que se asignaban al verbal. M. I. Botez considera


que es una falsa analogía comparar ambos lenguajes: “no se puede con-
siderar al lenguaje musical como un lenguaje en el sentido del lenguaje
hablado o escrito, puesto que el “lenguaje musical” no puede traducir una
idea como lo hace el lenguaje verbal”.

No hay muchos casos de “amusias” suficientemente bien estudiados;


pero a pesar de esta condición se las ha clasificado en: 1) Amusia expre-
siva (incapacidad de cantar, silbar o entonar una melodía); 2) Amusia
receptiva (imposibilidad de discriminar las características de una nota o
melodía, o del ritmo); 3) Amusia instrumental (incapacidad de ejecutar
un instrumento musical); 4) Amusia amnésica (incapacidad de recordar
melodías o identificarlas); 5) Amusia agráfica (pérdida de la capacidad de
escribir música); 6) Amusia aléxica (incapacidad para leer música).

Me parece importante referir las conclusiones a las que llega Botez


en su trabajo con Thérese Botez, en su libro Neuropsychologie clinique et neu-
rologie du comportement, que dice: “No podemos localizar en un hemisferio
una dominación específica para todas las funciones musicales; la presen-
cia o la ausencia de afasia, así como las lesiones del hemisferio derecho
o izquierdo, no pueden predecir con certitud la presencia, el tipo o la
severidad de la amusia. Podemos ciertamente afirmar la existencia de una
acción interhemisférica en la función musical en su conjunto”.

La neuropsicología del lenguaje ha ofrecido oportunidades para esta-


blecer las relaciones artísticas con lesiones productoras de afasias, es de-
cir, destrucciones de las zonas consideradas responsables de la expresión
o comprensión verbales en el hemisferio izquierdo, preferentemente en
personas diestras.

Thomas ALAJOUANINE ha escrito el libro L’Aphasie et le Langage


pathologie (La Afasia y el lenguaje patológico) y en él ha dedicado un capítulo
al que titula “Realisation artistique y aphasie”, para analizar las relaciones
entre literatura, música y pintura, basándose en casos clínicos, la mayoría
evaluados por él mismo. En relación a la pérdida del lenguaje verbal y
la literatura, recuerda a Charles Baudelaire que sufrió afasia y hemiplejia
derecha y cuya única expresión verbal era “non crénon”. El caso que pre-

162
Neuropsicología - Espiritualidad y Religiosidad

senta Alajouanine, y analizado por el propio autor, es el del escritor fran-


cés Valérie Larbaud, poeta, novelista, multilingüe, quien perdiera el len-
guaje verbal quedando reducido éste a la expresión “Bonsoir les choses
d’ici bas” (buenas tardes, las cosas de aquí abajo), pero que, sin embargo,
en el curso de los años de su recuperación, demostró haber conservado la
capacidad de apreciación del gusto literario a tal punto que pudo revisar
la publicación de sus obras completas. Su afasia era del tipo de Broca.

El segundo caso que describe Alajouanine es el de un músico que


sufrió una afasia de tipo Wernicke, es decir a predominio comprensivo.
Se trata de Maurice Ravel y a quien dedicamos el próximo capítulo. Se-
gún Alajouanine, Ravel había conservado el reconocimiento global de
aires musicales ejecutados delante de él, muy especialmente las obras de
las que era autor. Reconocía los mínimos defectos en la ejecución de sus
obras. La lectura y escritura musicales estaban muy perturbadas; el canto
de memoria es ejecutado correctamente para cualesquiera de sus obras y
dice que las melodías le vienen fácilmente y que él puede cantar “dentro
de su cabeza”; lo que, según Alajouanine, testifica que el “pensamiento
musical” está relativamente mejor conservado que el “lenguaje musical”;
y agrega: “Es la intensa perturbación de la realización, de la exterioriza-
ción del pensamiento musical relativamente conservado, con una afecti-
vidad y una sensibilidad estética más o menos intacta, que constituye el
hecho mayor de la observación de nuestro compositor y que explica que
su obra haya sido definitivamente interrumpida por la afección cerebral
de la que fue víctima”.

El análisis que hace Alajouanine de la relación entre afasia y pintura


le permite llegar a esta conclusión: “Si la afasia ha destruido el lenguaje
literario del escritor, roto la expresión sonora melódica del músico, ella
deja intacta la realización plástica o figurada”.

Piensa que el arte pictórico está lejos de ser únicamente una mera
expresión sensorial, y que hay en él múltiples resonancias intelectuales
y afectivas que son respetadas por la afasia. El paciente que analiza sufre
de una afasia de tipo Wernicke sin otros trastornos motores o sensitivo-
sensoriales. Al parecer, la producción artística continúa desarrollándose
como si nada hubiera ocurrido y que, en alguna forma, existen en él dos

163
Artidoro Cáceres Velásquez

planos diferentes que se interfieren: el afásico y el artístico… “Hay dos


hombres: el que se agarra a la realidad para pintar; el otro, el imbécil, que
no sabe desenvolverse con las palabras”. Y el autor agrega: “La afasia no
modifica el poder de expresión plástica porque ésta se desarrolla fuera
del lenguaje, solo una agnosia visual que perturba la percepción de colo-
res y de formas aniquilaría la posibilidad de su utilización en la realización
artística”.

En resumen, las actividades artísticas como manifestaciones de la es-


piritualidad son procesadas por el encéfalo humano y cada una dispone
de mecanismos particulares que le son específicos; pero que, sin embar-
go, se relacionan integrándose y dándose a cada una de estas actividades
su riqueza y su variedad. El lenguaje enriquece este procesamiento neu-
ropsicológico cuya matriz afectiva está en ambos hemisferios cerebrales,
pero básicamente, a mi entender, en los niveles límbico y paralímbico.

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Neuropsicología - Espiritualidad y Religiosidad

XIX. NEUROPSICOLOGÍA DE LA
CREATIVIDAD MUSICAL
Maurice Ravel (1)

MAURICE RAVEL

NEUROPSICOLOGÍA DE LA CREATIVIDAD MUSICAL

E l 7 de marzo de 1875 nace Maurice RAVEL en Ciboure, pe-


queño puerto vasco. Ese mismo año muere Georges BIZET,
el autor de Carmen, La Arlesiana y Los Pescadores de Perlas; y nace
Rainer María RILKE, el genial escritor austríaco, el poeta de Los Sonetos
a Orfeo y de Elegías del Duino. Su ascendencia paterna es suiza, la materna
española; su vida infantil, juvenil y adulta es francesa; su gloria universal.
Se lo describe pequeño, frágil, silente, perfeccionista, elegante. Se asigna
a Stravinsky, su amigo Igor, el último del grupo – Apache - , la expresión:
“Ravel es un músico relojero”, por su carácter puntualista y su afán de ir
cada vez más allá del contenido general; por dar, se diría, casi obsesiva-
mente la hora en su trabajo musical y en su forma de vivir. Soltero em-
pedernido, emprendedor de imposibles, amante del reto, Ravel tenía una
pasión casi delirante por los problemas a resolver, por las dificultades a
vencer; utilizando la expresión de un médico amigo mío diría: por buscar
las “solucionáticas” a todas las problemáticas.

Sus biógrafos escriben que Ravel tenía la apariencia callada, demasia-


do seco, al mismo tiempo que demasiado riguroso, cuidándose siempre

(1) Trabajo publicado en la Rev. Per. Neurol. Vol 3, N°1-3-1997.

165
Artidoro Cáceres Velásquez

de no transmitir la mínima transparencia, la mínima parcela de emoción;


y agregan, psicologizando, que era ésta sin duda una conducta compen-
sadora a su grande timidez. Esto era extremadamente visible en sus pre-
sentaciones como director de orquesta, ocasiones en las que sus gestos,
su postura, todos sus movimientos no trasuntaban la emoción que se-
guramente él sentía, pero que su público no percibía. Sin embargo y a
pesar de lo que se decía y aún se dice de él, Pierre Petit, gran Premio de
Roma, sitial que Ravel pese a todos sus esfuerzos nunca pudo obtener, ha
escrito lo siguiente: “Maurice Ravel, pese a todas las apariencias, era un
sensualista en el que la inteligencia y el profesionalismo estaban siempre
al servicio exclusivo de una sensibilidad exacerbada”.

Sus enemigos lo oponían malvadamente a Debussy, sin embargo,


poco a poco y a pesar de esas voces caninas que ladran cuando se avanza
con la seguridad y la fe del Quijote, Ravel tiene la creatividad y la origina-
lidad del genio. ¿Qué más podría agregar para esbozar un perfil psicoló-
gico, mental, de este talentoso músico francés, con carga biológica suizo
- española? Se me ocurre que su Bolero es la alegoría tal vez perfecta de
su vida. Fracasos como los del Gran Concurso Premio de Roma; frustra-
ciones como la de su persistente y tenaz decisión de incorporarse al ejér-
cito de su país durante la Primera Guerra Mundial para terminar como
un simple conductor de camión por su talla pequeña y su complexión
delicada. Este peso pluma quería ser aviador y es aceptado después de
muchos trámites y suficiente perseverancia como soldado de segunda
clase. Ya desde esta fecha aparecen los primeros diagnósticos de carácter
médico: inepto, mal estado físico, complexión insuficiente. En mayo de
1916, su adorada, su queridísima madre es hospitalizada. La salud físi-
ca y mental de Ravel da signos de quebrantamiento. En cartas escritas
por él manifiesta dos constantes: fatiga extrema, insomnio pertinaz. Su
madre muere el 5 de enero de 1917; la salud del compositor se compro-
mete seriamente; él mismo lo dice a sus más próximos amigos: “siento
un letargo mortal”. Los términos utilizados por los profesionales que lo
atienden son suficientemente explicativos: “gran depresión”, mutismo
total. Por esta situación es retirado de sus responsabilidades militares. Él
mismo manifiesta sentirse como “un gran autómata”. Se retira de París a
la casa de su madrina de guerra, la Sra. Dreyfus. Lentamente se recupera,
y en este estado compone La Tumba de Couperín, en memoria del capitán

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Neuropsicología - Espiritualidad y Religiosidad

de Marliave. El día de la primera audición de esta composición, en 1919,


Ravel dice sentirse “inquieto, fatigado, decepcionado, descorazonado”.
Se le recomienda viajar a la montaña y tomar una cura de reposo. Viaja a
Megeve y se instala en el Hotel del Monte Blanco. Envía cartas y cartas a
sus amigos; las respuestas son escasas. Confiesa tener un “aburrimiento
de muerte” y sufrir las consecuencias de la muerte de su madre, de la au-
sencia de sus amigos, de las consecuencias de la guerra y del rechazo a su
ingreso a la aviación. Escribe lo siguiente: “no encuentro ninguna mejo-
ría de mi salud. Duermo mal; me siento mal…” y, además estoy tan lejos
y tan aislado. Hasta los mismos periódicos no son traídos con frecuencia,
aunque a decir verdad “no tengo ninguna gana de leer…” Días después,
en otra carta confesaría que: “me siento como piojo, ya no duermo nada;
mi hoja de temperatura y de pulso es de una fantasía sin límites”. En
1920, Ravel es nominado para la Legión de Honor. Ravel considera este
hecho como una obra de mal gusto y la rechaza. Sus amigos de París
insisten en que él acepte, pero él se niega a pagar los derechos llamados
de Cancillería y entonces su nombre aparece en el periódico oficial como
renuente y deudor. Y el escándalo explota. En medio de esta trifulca, su
amigo Diaghilev le propone componer y él se pone a la obra. El resultado
es El Vals, pero una vez terminado Ravel se niega a estrenarlo. Como el
anuncio de su ejecución se había hecho ya público se exige su presenta-
ción, lo que solo puede hacerse el 12 de diciembre de 1920.

¿Qué está pasando con la mente de Ravel? ¿Se trata de una importan-
te depresión? Pero, ¿y la extraordinaria creatividad musical de la que hace
gala? ¿Es que con la edad Ravel se ha hecho caprichoso, más exigente,
desconfiado, o es que su inseguridad se ha agravado y su sentido de la
perfección se vuelve intolerante para los demás?, ¿o es que lo inunda un
gusto creciente, aunque antiguo por la paradoja?

Los años pasan y su salud tiene ciclos, altibajos, en los que se mezclan
fatiga, insomnio, aislamiento, bohemia, exigencia y más de un matiz de
manía y obsesión de pulcritud. Es en estas condiciones que compone el
Bolero, que se estrena por primera vez en 1928. Con la tristeza, la inquie-
tud y la fatiga dibujándose más en el rostro de Ravel, en su conversación
y en sus gestos, asiste a un ensayo de la orquesta dirigida por el maestro
Toscanini. Casi bruscamente Ravel increpa al gran director que aceleraba

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Artidoro Cáceres Velásquez

demasiado la ejecución de su Bolero. Toscanini, casi sin inmutarse, le con-


testa tajante: “Qué lástima señor que usted mismo no conozca nada de su
propia música”. A fines de 1928, esa fatigabilidad creciente, el insomnio
persistente y una inquietud que luego se cambia en tristeza, se acrecien-
tan, y a pesar de este estado de quebranto, Ravel, “el relojero de la músi-
ca”, el perfeccionista, el paradójico, el retador, como queriendo salir de su
laberinto, incomprensible para él como lo confiesa una y otra vez, decide
escribir para él mismo un concierto para piano, que sería ejecutado por
él, nada más que por él y para él. Apenas ha comenzado a esbozar este
proyecto cuando recibe la visita del pianista vienés Paul Wittgenstein, que
ha perdido su miembro superior derecho durante la guerra y que solicita,
y hasta suplica a Ravel, escribir un concierto para piano que pueda ser
ejecutado solo con la mano izquierda, pero como si fuera realizado con
las dos manos. El Ravel de la paradoja, el Ravel del reto, de la perfección,
pero también el Ravel fatigado, deprimido, silente, insomne y atormenta-
do no solo acepta la idea sino que decide, casi heroicamente, escribir los
dos conciertos, uno para él y el otro para el amigo vienés. De 1930 a 1931
trabaja Ravel en este crucial proyecto, y el 27 de noviembre se estrena en
Viena: Concierto para piano para la mano Izquierda en Re Menor, “El Concierto
Manchot”. Por esta época los malestares de Ravel persistían, sobre todo
la fatiga y el insomnio pertinaz. Lentamente su rostro iba dibujando este
sufrimiento y aunque, de vez en cuando, salía por las noches, como es-
capándose de su ausencia de sueño, día tras día su resistencia iba minán-
dose, y una inquietud creciente lo invadía, y muy a pesar de este estado
viaja por Europa central acompañado de la pianista Marguerite Long,
gran ejecutora de su Concierto para Piano en Sol Mayor, compuesto para él
mismo, y como Ravel lo decía: “lo compuse para mí y no solo para la
mano derecha”. Al parecer, una dificultad insospechada por los observa-
dores, una muy ligera torpeza creciente justamente en la mano derecha,
no le permitió al gran compositor realizar su deseo de ejecutar esta obra
que pone a prueba la virtuosidad del pianista. Vuelve a París con un
triunfo indiscutible de su concierto para las dos manos. A comienzos de
octubre de 1932 toma un taxi y ocurre un accidente desgraciado sobre
el que se ha discutido y discute todavía como si hubiera sido un factor
determinante en la salud y en la vida de Maurice Ravel. El automóvil en
el que viajaba colisiona con otro. Todo hace pensar que Ravel sufrió una
conmoción muy ligera; sin embargo, a partir de este accidente su salud se

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Neuropsicología - Espiritualidad y Religiosidad

derrumba y todos sus síntomas previos se exacerban notablemente. Hay


quien ha subrayado en extremo ese traumatismo responsabilizándolo de
todo el drama subsiguiente en la vida del compositor. Él mismo escribe
todavía una carta a su primo hermano Alfred Perrín que vivía en Gine-
bra. En esa carta, Ravel trasmite su angustia, su malestar, pero también
los primeros signos en su lenguaje gráfico de que algo transformaba su
escritura, pero no solo su grafismo que podría echarse en la cuenta de su
dificultad motora en la mano derecha, sino en su gramática y hasta en su
semántica. “En cuanto a mí”, le dice Ravel a su primo, “ha bastado este
accidente estúpido para hundirme…” En esa carta hay borrones, correc-
ciones, palabras olvidadas, manchas e incluso faltas de ortografía injusti-
ficables en un hombre caracterizado hasta entonces por su perfección y
meticulosidad. Pero a pesar de todo tiene proyectos, quiere completar los
ya iniciados como las “Canciones Españolas” o la “Pantomima Árabe”,
por ejemplo. Su gran deseo de escribir un gran drama transcribiendo,
como lo había hecho antes, la historia literaria a la composición musical,
no puede concretarse. Este genial artífice, este extraordinario composi-
tor relojero, arquitecto de un puente de unión entre el lenguaje verbal, el
gráfico y el musical, parecería que tiene alterados los caminos, tan caros a
Juan Jacobo Rousseau, senderos que reconstruyen, lo que en la evolución
del hombre transformó al Homo Faber haciéndolo Sapiens porque fue Lo-
quens. La Neuropsicología Moderna afirmaría que el hemisferio cerebral
izquierdo de Maurice Ravel se desconectaba de su homólogo derecho.
En el primero se elabora y construye predominantemente el lenguaje
verbal, en el segundo, se crea y fermenta el musical. En 1934 Ravel viaja
a Suiza y desde las orillas del Lago Léman escribe una carta a su amigo
Maurie Delage. Sería su última carta. Cuando se entera que esa nota de
condolencia había llegado a su destino con retardo, se encoleriza y casi
gritando le dice a su amigo: “Caramba… usted no sabe el esfuerzo que
me ha costado escribir esta carta. He necesitado ocho días para hacerla
y solo lo logré ayudándome con el Larousse”. El grafismo de esta carta
transmite el drama de una disgrafía creciente y de una alexia progresiva.
Pero no hay que olvidar que los síntomas de Ravel se vienen arrastrando
desde hace más de 10 años y que signos y síntomas de naturaleza encefá-
lica podían rastrearse desde 1928. Pero también es bueno recordar que el
Bolero fue compuesto justamente en 1928, y que los conciertos en Sol Mayor
y para La Mano Izquierda en Re Menor lo fueron entre 1931 y 1932.

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Artidoro Cáceres Velásquez

Charles Baudelaire ha escrito en sus Paraísos Artificiales esta sentencia


torturante:

“Horrible situación
tener el espíritu pululante de ideas
y no poder más,
salvar al puente que separa
el paisaje imaginario del sueño
de la cosecha positiva de la acción”.

Supongo, supongo nada más, que Maurice Ravel, que conservaba


una lucidez increíble para reconocer sus propias desgracias, sufrió de
esta “Horrible Situación”. Uno de sus biógrafos (Pierre Petit) ha escrito
lo siguiente: “Y entonces su cabeza iluminaba todavía, y tal vez mucho
más que nunca, cuando toda ella era música, Ravel estaba en una total
incapacidad de escribir una sola nota de lo que seguramente él gozaba
escuchándose a sí mismo”. Ya en esta época, Ravel se quejaba de haber
perdido sensibilidad táctil y los médicos diagnosticaban Disfasia. Pero un
viaje a Sevilla demuestra sin ninguna discusión otra desarmonía, otra des-
conexión, otro síntoma de este “Split Brain” musical. Ravel pasaba horas
de horas, noches enteras escuchando el cante- jondo auténtico; entonaba
mal que bien algunas melodías, pero sobre todo escuchaba y escuchaba
música y más música, encerrándose cada vez más en él mismo y, según
lo informaron sus amigos, viviendo casi como un fantasma entre los vi-
vos. Regresa a París y se le ve en los conciertos, pasa de un teatro a otro,
aún cortés pero silencioso, la mirada perdida como cuando se ensueña,
escondiendo bajo una sonrisa amable la catástrofe de un mal inexorable.
Sus médicos toman la decisión de un tratamiento neuroquirúrgico. El 19
diciembre de 1937 Ravel es operado por un gran neurocirujano: el Dr.
Clovis Vincent. Una semana después, el 28 de diciembre por la mañana,
Maurice Ravel vuela a la eternidad.

¿De qué sufrió y de qué murió Ravel? ¿Qué enfermedad acabó con
este genial compositor? El informe operatorio de su intervención parece
haber desaparecido, así que no se sabe qué encontraron los neurociru-
janos en el encéfalo operado del paciente, compositor, ejecutante y di-
rector. Las lucubraciones abundan y se diagnostica desde una depresión,

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Neuropsicología - Espiritualidad y Religiosidad

pasando por una psicosis maníaco depresiva ligera, hasta un tumor ce-
rebral en el hemisferio izquierdo, sin dejar de mencionar al traumatismo
encéfalo craneano y a la demencia de Pick.

El 1 de setiembre de 1997 se publica en el British Psychiatric Bulletin


un estudio patográfico por la Dra. Eva Cybulska. Según ella, el Bolero
de Ravel es una demostración semiológica, iterativa, obsesiva, creciente,
progresiva y fatal, de la Enfermedad de Alzheimer. Ravel tenía, cuando
compuso esta maravillosa obra, 52 años de edad.

Cualquiera sea el diagnóstico que se quiera hacer del sufrimiento de


Ravel, nada, absolutamente nada podrá empañar la genialidad de su obra,
aunque, sin ninguna duda, ese mismo proceso patológico y esa misma
creatividad artística nos hagan reflexionar una y otra vez sobre la gran-
deza del ser humano y su incalculable poder de desarrollo. Sin ningún
ánimo de aumentar la polémica, yo creo que Ravel tuvo dos cosas: un
tumor en el hemisferio cerebral izquierdo posiblemente de localización
parieto-occipital, y también una extraordinaria genialidad y creatividad
musical que lo ha llevado a la gloria.

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Neuropsicología - Espiritualidad y Religiosidad

XX. LEONARDO DA VINCI: EL


ZURDO GENIAL

L a vida y obra de Leonardo da Vinci han merecido importantes,


profundas y extensas investigaciones que han ido develando
misterios y creando fantasías, descubriendo verdades y cons-
truyendo mitos que, a través de los años y de los siglos, enaltecen la figura
del artista genial del Medioevo, y que también, poco a poco, elaboran
realidades que corren el riesgo de transformar al hombre en trascenden-
cia mística capaz de confundirse con un Cid Campeador, con un Quijote
de la Mancha, o con un Cyrano de Bergerac. Historiadores, críticos de
arte, biógrafos y hasta hagiógrafos han puesto sus intereses analíticos
en la vida personal, en la obra creativa, tanto artística como tecnológica
y científica, de Leonardo. Parcelas de esa gigantesca vida han merecido
diversos estudios de diferentes calibres.

En el campo de la psicología y, particularmente, del psicoanálisis, es


suficientemente conocido el interés de Sigmund Freud, quién en 1910
publicó un recuerdo infantil de Leonardo da Vinci.

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Artidoro Cáceres Velásquez

Para justificar lo que digo más adelante, transcribo unas líneas que
Freud escribió al iniciar ese trabajo: “Cuando la investigación psicoterá-
pica, que en general se contenta con un material humano de nivel vul-
gar, pasa a recaer sobre una de las grandes figuras de la humanidad, no
persigue ciertamente los fines que con tanta frecuencia le son atribuidos
por los profanos. No tiende a oscurecer entre la perfección del gran-
de hombre y la insuficiencia de su objeto humano acostumbrado. Por
el contrario, abriga un extraordinario interés por todo aquello que tales
modelos puedan describirle, y opina que nadie es tan grande que puede
avergonzarse de hallarse sometido a aquellas leyes que rigen con idéntico
rigor tanto la actividad normal como la patológica”. Hasta aquí Freud.

Leonardo es el paradigma del genio. Su mentalidad tiene que interesar


a todo aquel que dedique su tiempo, su vocación, su esfuerzo, su expe-
riencia en buscar, en desentrañar los misterios de la creatividad humana.
La mentalidad de Leonardo, como ya se dijo, tiene límites “que solo po-
demos sospechar, nunca fijar” (Freud citando a Burckhardt y a Alexandra
Konstantinova). En este camino, intento relacionar la zurdería de Leo-
nardo con su creatividad artística, científica y tecnológica.

Aristóteles desmereció la participación del cerebro en la creación de


la mente. Descartes fijó en la glándula pineal, epífisis o conarium, la or-
ganización del alma. Los frenólogos con Francis Gall, al comienzo, situa-
ron en diversas partes del cráneo las variadas funciones mentales. Poco
a poco se construía en el encéfalo lo que las neurociencias modernas y,
particularmente, la neuropsicología establecen hoy.

En los hemisferios cerebrales está el andamiaje fundamental de la


vida anímica, de la psiquis, de la mente. En ellos hay una distribución de
funciones: en el hemisferio derecho está predominantemente el control
espacial, la constructividad práxica, el reconocimiento de rostros, la me-
lodía, el esquema corporal, entre otras; en el izquierdo, las actividades
simbólicas, el lenguaje, la semántica, el cálculo matemático aritmético,
la noción mensurable del tiempo. En el derecho está la emoción, y en el
izquierdo, el entusiasmo; en el derecho la intuición, y en el izquierdo, la
deducción.

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Neuropsicología - Espiritualidad y Religiosidad

En 1861, Paul Broca descubre en el hemisferio cerebral izquierdo la


región que lleva su nombre. Parece que antes que él, un tal Marc Dax, de
Montpellier, Francia, habría deducido que solo una lesión en el lado iz-
quierdo del cerebro podía perturbar la expresión verbal. Sea uno u otro el
descubridor, el resultado actual es que para la mayoría de seres humanos,
sean diestros o zurdos, las zonas del lenguaje están acantonadas en el he-
misferio cerebral izquierdo; pero los zurdos, como Leonardo, tienen en
el hemisferio derecho una reserva, un potencial, una capacidad lingüística
muy importante.

Los zurdos que tienen una lesión en el hemisferio izquierdo recupe-


ran con mucha más facilidad y rapidez el lenguaje verbal. Leonardo tuvo
al final de su vida una lesión cerebral, presumiblemente una trombosis,
que le ocasionó una parálisis del miembro superior derecho. Sin embargo,
las referencias históricas señalan que se recuperó de ambos trastornos, el
del lenguaje y el del movimiento voluntario, a tal extremo que pintó su
autorretrato y el 23 de abril de 1519 redactó su testamento. Pocos días
después, el 2 de mayo de 1519, falleció en el Castillo de Cloux, en Francia.

Siendo Leonardo zurdo, se supone que las áreas del movimiento vo-
luntario predominaban en el hemisferio derecho. Sin embargo, también
hay evidencias del manejo coordinado, si bien subalterno, del miembro
superior derecho, del hemisferio izquierdo. El puente de unión entre am-
bos hemisferios es el cuerpo calloso, paquete de más de 200 millones de
fibras nerviosas que interrelacionan diferentes puntos de ambos lados.

Se sospecha, y hay mucha evidencia clínica, que las personas zurdas


tendrían una mayor riqueza de interrelaciones hemisféricas, tanto en la
cara cerebral externa como en la interna, en el lóbulo límbico, el lóbulo
de las emociones, de los instintos, pulsiones y de la vida vegetativa.

Estadísticamente, las personas zurdas son la minoría en el mundo,


las cifras varían entre 1 y 20 %, según los diversos investigadores y los
lugares. La zurdería predomina en el sexo masculino. Hay menos mujeres
zurdas y no solo por razones sociales, educativas, culturales, aunque con
la modernidad permisiva, la cifra de las diestras es menos dominante que
las siniestras.

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Artidoro Cáceres Velásquez

En el Perú no se han hecho exploraciones con carácter tangencial y


evolutivo sobre esta materia. En 1978, desde la Universidad Nacional de
San Marcos y la Cayetano Heredia, evaluamos una población de 4500
personas: 2300 varones y 2200 mujeres, y encontramos un promedio glo-
bal de 8,5 % de zurdos, entre los que predominaban los varones (82 %)
frente a las mujeres (18 %). No tengo referencias más actuales sobre la
presencia de zurdería en nuestro país.

Grandes personajes de la historia y del presente han sido zurdos. Los


tres más grandes pintores del Renacimiento, Leonardo, Rafael Sanzio y
Miguel Ángel, fueron zurdos. Lo fueron también Ramsés II, Julio César,
Alejandro Magno, Luis XVI, el esposo de María Antonieta, condenado
a muerte por la Convención de la Revolución Francesa, Simón Bolívar,
Charles Chaplin, Benjamín Franklin Roosevelt, David Rockefeller, Bill
Gates, Fidel Castro, Ringo Starr, Diego Maradona, Guillermo Vilas, John
McEnroe, entre muchos otros personajes, más o menos famosos, de la
ciencia, el arte, el deporte y la tecnología de ayer y hoy.

La grande, enorme, casi enigmática pregunta que se ha planteado


siempre es: ¿El cerebro de una persona zurda es más rico, funciona me-
jor, produce mejor que el cerebro de una persona diestra? ¿Son los sinies-
tros más creativos, mejor dotados mentalmente que los diestros?

Habiendo sido Leonardo da Vinci zurdo, siniestro por lo menos ma-


nual, y cuyo cerebro dominante hubiera sido por esa situación el dere-
cho, ¿se explica su genialidad en tantos campos del conocimiento por
esta dominancia hemisférica y esa prevalencia manual? Es posible, pero
no hay, no tengo una respuesta segura; solo digo que es posible. En su
época y aún en la nuestra, los zurdos sufren presiones sociales negativas,
y todavía lo siniestro y catastrófico se sitúan a la izquierda, salvo para
los políticos de ese lado que admiten su hemiplejia derecha. Se afirma
aún que Jesucristo se ha sentado a la diestra de Dios padre, y no creo
que Leonardo haya dejado algún código para contradecir esta afirmación.
Con frecuencia se dice que un buen amigo es “derecho” por ser leal y,
no con poca frecuencia, en los protocolos militares, religiosos, sectarios,
sociales, burgueses y aristocráticos, el invitado o el personaje más impor-
tante en jerarquía se sienta o se acomoda a la derecha del líder, del jefe
o del amo. Y se dice que hasta en la alcoba, en el tálamo nupcial, o en la

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Neuropsicología - Espiritualidad y Religiosidad

litera coital, el macho se coloca a la derecha, cuando no está encima. De


una u otra forma, lo zurdo aún no gana prevalencia ni en los objetos de
manejo cotidiano, como en la culinaria o en la higiene.

Cuando Leonardo da Vinci fue acusado y denunciado anónimamente


de ser homosexual y practicar “sodomía” con un joven de 17 años, llama-
do Jacobo Saltarelli, pasó, se afirma, el “mayor sufrimiento de su vida”.
Fue sobreseído por falta de pruebas, y a partir de entonces comienza a
aislarse y se cree que tomó la decisión de escribir la mayoría de sus tra-
bajos importantes en forma especular, con la típica escritura en espejo
de los zurdos, tal vez para mantener cierto misterio o guardar el secre-
to al abrigo de los envidiosos y acusadores. ¿Cuántos nuevos códigos
habrá escondidos en esa escritura?, y ¿cuánto habrá sufrido Leonardo
por esa acusación que lo atacaba en su sensibilidad de creador? Al releer
esa infamia, he recordado al gran novelista norteamericano Pearl Buck
(1829-1973), premio Nobel de Literatura 1938, que escribió: “La mente
verdaderamente creativa en cualquier campo no es más que esto: una
criatura humana nacida anormal, inhumanamente sensible. Para ella un
toque es un golpe, un sonido es un ruido; un infortunio es una tragedia;
una alegría es un éxtasis; un amigo es un amante; un amante es un Dios,
el fracaso es la muerte. Añadan a este delicado y cruel organismo la abru-
madora necesidad de crear, crear, crear, de modo que sin la creación de
música o poesía o libros o edificios, o algo significativo, su aliento mismo
se interrumpe… Deben crear, derramar creación. Por alguna extraña,
desconocida urgencia interior, no están realmente vivos, a menos que
estén creando”.

Tanto la inteligencia lógico-matemática como la cenestésico-


corporal, la visuoespacial, la musical, la lingüística, verbal y gráfica, la
creativa, y todos esos factores que contribuyen a ese constructo que
conocemos como inteligencia, y a la que defino como los procesos
neuropsicológicos gracias a los cuales se aprende, se conoce, se
comprende, se establecen relaciones y se resuelven problemas,
buscando soluciones que construyan y fortalezcan el bienestar y
el bien ser individual y colectivo, esa actividad mental a la que hoy
podemos evaluar y hasta medir con los llamados test o “pruebas de
inteligencia”, es posible que en el caso de este hombre genial que fue
Leonardo da Vinci haya sido el resultado de varios factores, entre ellos su
dominancia hemisférica cerebral y su prevalencia manual zurda.

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Neuropsicología - Espiritualidad y Religiosidad

XXI. EPÍTOME

“El amor a la belleza conduce al misticismo”


Alexis Carrel
(La Oración)

“Los hombres se empeñan en creer en Dios por-


que no confían en sí mismos”

Mario Vargas Llosa


(La civilización del espectáculo)

L a NEUROPSICOLOGÍA ha cumplido apenas ciento cin-


cuenta años desde que Paul Broca pusiera la primera piedra en
el año 1861; es una disciplina (ciencia, tecnología, arte, filoso-
fía) de reciente nacimiento si consideramos a otras áreas del conocimien-
to que motivaron, primero y mejor, la atención de los seres humanos.
Desde los presocráticos hasta el siglo XXI se han desarrollado antes y
mejor las matemáticas, la astronomía, la botánica, la zoología e incluso
la anatomía; el mundo centró primero su preocupación por el corazón
antes que por el cerebro. Sin embargo, y a pesar de su retraso, las ahora
llamadas “neurociencias” han avanzado en movimiento uniformemente
acelerado y se han multiplicado, diversificado y complejizado, dando al
conocimiento del ser humano muy valiosos aportes que, lamentablemen-
te, aún no son de interés general, en particular de líderes educativos y de
políticos gobernantes; por lo que su aplicación práctica aún no beneficia
como debiera al desarrollo humano.

Los comportamientos -como eslabones- y las conductas -como ca-


denas- de las personas, se han ido analizando desde diversas perspecti-
vas, en diferentes países y por centenares y hasta miles de investigadores,

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Artidoro Cáceres Velásquez

tanto en la normalidad como en la patología. Desde los estudios de las


afasias, con Broca y Wernicke, la neuropsicología avanzó en los enfer-
mos portadores de lesiones cerebrales, de los adultos a los niños y a los
ancianos; y después, la neuropsicología experimental en el auxilio de la
neurocirugía estudió animales y seres humanos, con resultados notables
y hasta asombrosos, como los de Wilder Penfield y los de Roger Sperry,
solo para citar dos reconocimientos en la historia lejana y aún reciente.

Pero los diversos intereses no avanzaron en tierras ignotas como los


de la espiritualidad y la religiosidad. Ingresaron temerosa y hasta cándida-
mente. Muchos se aventuraron en la empresa y se quedaron tímidamente
en parte del camino, abortando sus esfuerzos, o tiñéndolos de interpre-
taciones con matices metapsicológicos, como los que elaboró Sigmund
Freud cuando creó el Psicoanálisis. Alexis Carrel, ganador del premio
Nobel de Medicina en el año 1912, tuvo razón cuando escribió en su
clásico libro La Incógnita del Hombre: “y es preciso confesarnos que una
tentativa no muy feliz, aunque en parte abortada, vale más que la ausencia
de toda tentativa”. Y en 1933, cuando escribió su famosa obra, ya plan-
teaba que “la atención de la humanidad debe dirigirse desde las máquinas
y el mundo físico al cuerpo y al espíritu del hombre. Debe interesarse en
los procesos fisiológicos y espirituales, sin los cuales las máquinas y el
universo de Newton y de Einstein no existirían”.

Entre otras, esa ha sido la motivación del autor de este libro. No tiene
otra pretensión que salir de la caverna y de la obscuridad y plantear la
urgente necesidad de enfrentar a la descerebración que hace perder las
estructuras encefálicas, que han hecho que este “pobre barro pensativo”
(C. Vallejo) se quede en el lado de la irracionalidad.

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Neuropsicología - Espiritualidad y Religiosidad

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185
Neuropsicología - Espiritualidad y Religiosidad

AYAHUASCA

El ayahuasca no es placer fugitivo, ventura o aventura sin semilla


como para los wiracochas.

El ayahuasca es una puerta, pero no para huir, sino para entrar en


éstas y otras naturalezas. Para recorrer las provincias de la noche que no
tienen distancia, inabarcables.

La luz del ayahuasca no explica, no revela misterios.


El ayahuasca riega la tierra desconocida y esa es su manera de alum-
brar.

Y cuando se le llama con urgencia y con respeto, el ayahuasca es el


costado de un cuchillo de piedra.
Separa el cuerpo de su ánima.

Si un ánima está enferma, la divorcia de su materia dura, niega el


contagio, lo empala. El ayahuasca enseña el origen y la ubicación del
mal. Y dice qué cantos, con qué ícaros espantarlo.

Y si el cuerpo está enfermo, igual.


Los separa de su ánima para que no la pudra. Enseña también las
raíces que mantienen al cuerpo espiritual del ánima material distantes,
separados, hasta que la carne resucita en el preciso corazón de su salud.

Y eso que parece ser nada, lo es todo.


Hay dones, hay poderes, hay mandatos, hay raíces y jugos de raíces.

187
Artidoro Cáceres Velásquez

Cortezas precisas para esto y aquello. Ciertos tipos de lluvia que se


beben y también ciertas piedras.

Cómo y cuándo utilizarlos y prepararlos, eso es lo que sabe el


ayahuasca.

Y eso lo transfiere si así lo considera, si el cuerpo y el ánima lo me-


recen.

Cuando se sabe llamar al ayahuasca con urgencia y con respeto, no


hay error, no hay milagro, ni antes ni después del ayahuasca.

Hay lo que merecemos conocer, lo que merecemos ignorar. Todo es


merecimiento.

Cuando se sabe llamar al ayahuasca es fácil todo imposible,


porque hasta la ceniza se vuelve agua cuando un sediento
la besa.

César Calvo
Poemas

188
Este libro se terminó de imprimir en los talleres gráficos
de la Universidad Alas Peruanas
Los Gorriones 264, Chorrillos
Lima-Perú
2014

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