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12 de Noviembre de 2015

Y. P..
De filosofías.
Erit igitur veritas, etiamsi mundus intereat.
La verdad prevalecerá aunque el mundo perezca.
San Agustín.

Duele en el alma cuando se le identifica a uno con lo que menos quisiera. Sea esta consideración
verdadera o una falsa conclusión, duele y duele mucho.
Los hombres buscamos la perfección. Pero ¿es que alguien la ha conocido? Ni idea. Lo cierto es
que nos formamos una idea de ello y es quizá, como dice Ortega y Gasset un órgano que nos falta,
que nunca tuvimos, pero nos duele no tener.
El hombre, ciertamente no es perfecto, pero sí perfectible. Ese arduo trabajo que nos aproxima
a Dios pero nunca nos iguala a él. “Perfecto solo Dios” advierte Pitágoras. Es que más bien el
filósofo es como un sacerdote y servidor de los dioses.
Pero ¡qué fatal para aquel que pretende en el fondo lo perfecto y le parece que so pena de esta
misma pretensión se vuelve pedante y fanfarrón, ridículo!
En esa ardua tarea, piso resbaloso entre la nada y lo absoluto, entre lo ridículo y la tranquilidad
de espíritu hay que tirarse de cabeza, tal cual debe, dice Buda. Entre la nada y lo absoluto hay
múltiples estaciones, quedarse en una de ellas es creerse en el destino cuando en realidad se está
en algún lugar del peaje. Esas casetas en conjunto son el conocimiento humano. Tenerlas todas,
aprehenderlas todas, es captar lo absoluto: deseable, pero imposible. El viaje, en cambio es
ciertamente posible, concluirlo, una ilusión. ¿O es que a caso la muerte pretende tal corona?
No lo sabemos y en todo caso todos vamos para allá. Pero el viaje al que nos referimos es más
bien como esa formación del sacerdocio del que habla Marco Aurelio. Trabajo arduo, pero que
para el que se consagre a ello interrumpir el viaje hacia el destino nos convertiría en desertores
heréticos. No lograríamos la ordenación. Por otro lado, pretender que un solo sistema de
pensamiento lo tiene todo y lo explica todo es negar la primera realidad: la vida, sea como sea que
ésta se dé, fuera de toda filosofía, es antes que toda filosofía: así como la existencia precede a la
esencia, la vida precede a toda filosofía. Cierto es que éstas pueden re-significar la vida. Pero qué
raro es que éstas se presenten de formas diversas; no hay una sola. Leibniz y Newton llegaron en
cierta ocasión a una misma conclusión matemática por caminos diferentes. Con todo ello, no
queremos decir que todas las filosofías tienen el mismo valor o apuntan a un mismo destino, pero
sí que anclarse a una sola no lleva a ningún lado. No puede rechazarse un sistema de pensamiento
sin haberse sumergido en él y ello con el fin ver qué valor ocupa en el océano del conocimiento.
Nuestro barco: la vida; el compás, la razón; la brújula, el estudio.

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