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ENSAYO

“PEDAGOGIA DEL OPRIMIDO”


PAULO FREIRE.

INTRODUCCIÓN

La importancia de la pedagogía en los procesos de mejoramiento cualitativo de la


educación es innegable. La pedagogía estudia la educación como un fenómeno
amplio, abierto, complejo y multireferencial, tomando conocimientos de otras
ciencias o disciplinas como la historia, la filosofía, la sociología, la psicología, la
política, etc.; en este sentido, la pedagogía tiene como propósito incorporar a los
sujetos en una sociedad determinada que posee características particulares y
pautas culturales propias o regionales; en resumen, la educación no solo es teórica,
es una ciencia aplicada cuya acción lleva implícita la intencionalidad del
mejoramiento social progresivo que permita que el ser humano desarrolle todas sus
potencialidades, sus habilidades y sus destrezas a través de la creatividad individual
con un fin colectivo.

Por mucho tiempo la educación ha sido utilizada para la satisfacción de las


“necesidades” de los grupos de poder o las clases opresoras; “necesidades” que en
realidad, son profundas injusticias en cuanto a la desigualdad de oportunidades
reales. Las clases oprimidas son las grandes masas de población que a través de
la revisión de la historia, han sido controladas, marginadas, explotadas y alineadas
a una ideología que en nada les beneficia; son las que más han trabajado, son las
que más han sufrido la miseria, son la clase que más humillaciones y maltratos han
soportado; todo esto debido a la educación alienante del sistema opresor.

El presente ensayo, es una síntesis de la lectura y una asimilación inicial de las


magnas implicaciones que atesora en sus páginas la “Pedagogía del Oprimido”; a
continuación se hace una descripción de la interpretación personal de la revisión
bibliográfica de la obra, así como de la exposición de muchas frases textuales del
propio Freire con el fin de abordar los postulados teóricos del mismo y sumergirnos
en la vastedad y profundidad de la complejidad del ser humano, teniendo en cuenta
que somos seres inconclusos, conscientes de nuestra conclusión y en permanente
movimiento tras la búsqueda del ser más.
DESARROLLO.

Primeras Palabras…

Para empezar, Freire describe el “Régimen de dominación”, planteando que los que
más trabajan, menos pueden decir su palabra y que los dominadores mantienen el
monopolio de la misma; que la mistifican, la masifican y la dominan, por lo que los
dominados deben luchar para decir y tomar su palabra; deben aprender a tomarla
de los que la retienen y la niegan, esa es la "pedagogía del oprimido".

La concepción de opresor y oprimido proviene de "El miedo a la libertad"; pero


“¿Quién teme a la libertad?”. Muchos de los que se consideran oprimidos por lo
general tienen miedo a la libertad, ya que al no existir esta concepción, temen no
poder cambiar de roles y convertirse en opresores; por el contrario, el que se ubica
en el papel del opresor, se siente amenazado por la "conciencia crítica"; la cual, la
considera anárquica y que puede producir un desmoronamiento o un fanatismo
destructivo o revanchista; por lo cual, ambos luchas por perpetuar estas
desigualdades.

La generación de la conciencia nos hace comprender y tener un panorama real de


la injusticia, de la insatisfacción social y las situaciones reales de opresión. La
sectarización de este tipo es mítica y por lo tanto, un obstáculo para la
emancipación; se convierte en un instrumento alienante, irracional, genera una
actitud reaccionaria (no revolucionadora), una falsa realidad, la cual, no es
transformable, produciendo falsos "círculos de seguridad". En cambio, la
radicalización es crítica, liberadora, transformadora y revolucionadora.

CAPITULO I.

En este capítulo, Freire nos habla sobre la “Justificación de la pedagogía del


oprimido”, así como de la “contradicción opresores-oprimidos” y su superación; la
situación concreta de opresión y los opresores, la situación concreta de opresión y
los oprimidos y que “nadie libera a nadie, ni nadie se libera solo”, “los hombres se
liberan en comunión”.

Una pedagogía del oprimido y no del opresor, es necesaria e indispensable, ya que


solo el poder que renace de la debilidad de los oprimidos será lo suficientemente
fuerte para liberar a ambos. En este sentido, ¿Quién además de los oprimidos
puede desarrollarla?, no lo va a realizar el opresor de ninguna manera, debe ser el
oprimido y los que realmente se solidaricen; tal y como lo dice la dedicatoria del
libro: “A los desarrapados del mundo y a quienes, descubriéndose en ellos, con ellos
sufren y con ellos luchan”.

La concepción de Opresores/Oprimidos, tiene una evidente contradicción; ya que


una condición depende de la otra; por lo tanto, el opresor no existiría si el oprimido
dejara de ser oprimido; por lo tanto, quien debe eliminar de si la condición de
opresión, no es el opresor, sino el oprimido; quien es en todo caso, el que sale
desfavorecido. Sin embargo, es el oprimido quien busca ser como el opresor, busca
la posibilidad de convertirse en opresor, por lo tanto en su condición de oprimido,
se encuentra en una DUALIDAD; la cual es, "alojar al opresor dentro de sí”, tratando
de parecer y parecerse con el opresor, dándole así, el poder de oprimirlo.

El miedo del oprimido a la autonomía, a la responsabilidad, a la capacidad de


convertirse en opresor en algún momento, a la represión del opresor y por el otro
lado, el miedo del opresor a perder la capacidad de oprimir; perpetúan estas
diferencias; las cuales, se superan con la “búsqueda del ser más”; no se trata de
que el oprimido se convierta en opresor, pues no hay liberación de la opresión, se
trata de romper el ciclo, buscando ser más que oprimidos u opresores.

En primer lugar, plantea Freire que hay que “reconocerse” en antagonismo al


opresor con el fin de luchar para superar esta contradicción, entregándose a la
praxis liberadora. La superación de la contradicción libera y produce “hombres
nuevos” que no son ni opresores ni oprimidos; esa es la verdadera liberación. Una
vez que se producen hombres nuevos, se plantea la necesidad de la reflexión de
las masas; las cuales, a través de la praxis, transforman la realidad; ya que, ninguna
realidad se transforma a sí misma; deben ser, los “hombres nuevos”, trabajando en
comunidad bajo una clara idea de progreso y desarrollo. En esencia, la pedagogía
del oprimido, es la pedagogía de los hombres que se empeñan en la lucha por su
liberación.
La pedagogía del oprimido, según lo plantea Freire, es humanista y liberadora, la
cual, debería tener dos momentos distintos pero que están sumamente
interrelacionados. En primer lugar, el momento cuando los oprimidos descubre el
mundo de la opresión y se comprometen con su transformación, y el segundo,
cuando una vez transformada la realidad opresora, deja de ser pedagogía del
oprimido y pasa a ser la pedagogía de los hombres en proceso de permanente
liberación, a través de una acción profunda mediante la cual se enfrentará,
culturalmente, a la cultura de la dominación.

La Opresión es en esencia de naturaleza violenta, y quienes ejercen la violencia son


los que oprimen o quien instaura la opresión, o sea, los opresores. Sin embargo,
para los opresores de forma hipócrita, sitúan a los oprimidos como los “violentos”,
los “bárbaros”, los “malvados”, los “feroces”, por lo cual, justifican de esa forma sus
“reacciones” violentas. En cambio, de forma consciente o inconscientemente el acto
de rebelión de los oprimidos, que siempre es tan o casi tan violento cuanto la
violencia que los genera, este acto de los oprimidos si puede instaurar el amor.

El opresor no puede generar este cambio, ya que para él, el hecho de que sus
oprimidos se liberen significa rebelión; significa que el oprimido le está violentando
sus derechos, aun cuando el opresor es quien en realidad los violenta; algo que no
puede ver pues según su visión; él es un ser “generoso” que ayuda a los oprimidos
por medio de la “caridad”, cuando en realidad, es quien genera la desdicha.
Los opresores basan su poder en el tener, incluso, plantean inconscientemente la
necesidad de tener para poder ser; motivo por el cual, su “generosidad es falsa”;
pues con el fin de tener para sí, despojan de la posibilidad de tener a los oprimidos;
por lo tanto, no les permiten ser. El opresor se apropia de todo, incluso de la ciencia
y la tecnología para usarla a su favor, manipulando masas yaplastando con su paso
arrollador, evitando cualquier oportunidad de que los oprimidos se liberen, pues al
hacerlo, también los convierte a ellos en “hombres nuevos”, algo para lo cual, no
están dispuestos a ceder.

El oprimido sufre poderosamente el maltrato físico de la explotación; pero sobre


todo, y es lo que lo mantiene en esa condición, el maltrato psicológico; el opresor
califica y descalifica, ordena y supervisa, es el único que puede criticar; menosprecia
y ridiculiza; sus acciones van encaminadas a reducir la autoestima del explotado, a
minimizar su existencia, inclusive, haciendo creer al oprimido que su situación se
debe a causas divinas o por castigo debido a su supuesta “haraganería”.

Hasta el momento en que los oprimidos toman conciencia de las razones de su


estado de opresión, pueden ver la necesidad de su propia lucha por la conquista de
la libertad y de su afirmación en el mundo. “Sólo cuando los oprimidos descubren
nítidamente al opresor, y se comprometen en la lucha organizada por su liberación,
empiezan a creer en sí mismos, superando así su complicidad con el régimen
opresor”. Sin embargo, esto no debe ser algo meramente intelectual, la liberación
debe ser llevada a la práctica aun con la posibilidad de represión.
CAPITULO II

El capítulo II, describe la concepción “bancaria” de la educación como instrumento


de opresión; la concepción problematizadora de la educación y la liberación; la
concepción “bancaria” y la contradicción educador-educando; la concepción
problematizadora y la superación de la contradicción educador-educando: “nadie
educa a nadie —nadie se educa a sí mismo—, los hombres se educan entre sí con
la mediación del mundo”. “El hombre como ser inconcluso y consciente de su
conclusión y su permanente movimiento tras la búsqueda del SER MÁS”.

Al hacer un repaso retrospectivo de la historia en materia de relaciones educador-


educando, podemos observar que a través de los tiempos el modelo dominante a
pesar de los múltiples esfuerzos realizados en este sentido; ha sido el del discurso,
de las clases magistrales, de las cátedras, etc., etc., donde el “educador” ha sido el
“sujeto” activo de la relación y el “educando”, el “objeto” pasivo de la misma; donde
el educando es “llenado” de “conocimientos”, los cuales son proporcionados por el
educador.

En estos modelos de aprendizaje, el conocimiento y la realidad, son re-digeridos y


mal-presentados como algo estático, sin vida; como situaciones inertes, sin
dinámica ni movimiento, algo que se debe aprender de una forma absoluta y
autoritaria; una cuestión que es indiscutible y por lo tanto con la limitación de la
inflexibilidad; lo que lo conduce a que esta “información” depositada por el educador
en el educando se considere “in-criticable”, lo que lo conlleva a ser palabras huecas,
un verbalismo alienado y alienante. El excesivo y hasta obsesivo empleo de la
memorización mecánica sin una pizca de interpretación, reflexión ni praxis; el simple
acto de “vaciar”, “depositar”, “proveer” o “llenar” de información y la “docilidad” del
educando para dejarse “llenar” producen esta alienación.

En la Educación Bancaria, el educador se considera el sabio, el que tiene el


conocimiento y el educando el ignorante, quien debe aprender exactamente lo que
se le manda a aprender de forma invariable, considerándolo no apto si no lo hace.
EL docente es el que sabe, el estudiante el que no sabe, por lo tanto, el docente
niega la posibilidad de la investigación y cierra los procesos de búsqueda del
conocimiento por otros medios que no sean los que él provee.

Esta es una visión distorsionada de la educación; en la cual, no existe creatividad


alguna, no existe transformación, ni saber. Según Freire, Sólo existe saber en la
invención, en la reinvención, en la búsqueda inquieta, impaciente, permanente que
los hombres realizan en el mundo, con el mundo y con los otros. Búsqueda que es
también esperanzada.

En la visión bancaria, no es de extrañar que los hombres sean vistos como seres
de la adaptación o de ajuste; teniéndose que mientras más se ejerciten los
educandos en el archivo de los depósitos que les son hechos, tanto menos
desarrollarán en sí la conciencia crítica de la que resultaría su inserción en el
mundo, como transformadores o como sujetos del mismo. Mientras, cuanto más se
les imponga pasividad, tanto más ingenuamente tenderán a adaptarse al mundo en
lugar de transformar, tanto más tienden a adaptarse a la realidad parcializada en los
depósitos recibidos.

Si esta visión “bancaria” anula el poder creador de los educandos o lo minimiza,


estimulando así su ingenuidad y no su criticidad; mayormente satisface los intereses
de los opresores. Para éstos, lo fundamental no es el descubrimiento del mundo, su
transformación. Su humanitarismo, y no su humanismo, radica en la preservación
de la situación de que son beneficiarios y que les posibilita el mantenimiento de la
falsa generosidad de la cual habla Freire en el capítulo anterior. Lo que en realidad
pretenden los opresores “es transformar la mentalidad de los oprimidos y no la
situación que los oprime”; esto con el fin de lograr una mejor adaptación a la
situación que, a la vez, permita una mejor forma de dominación u opresión.

Por lo consiguiente, el opresor utiliza la concepción bancaria para alienar y de esta


forma perpetuar su régimen dominante en la medida que los oprimidos no se
interesen por la realidad, en la medida en que lo que aprendan en la escuela, sea
una información manipulada y a conveniencia de quienes tienen el dominio de las
estructuras de poder, de las oligarquías y de la clase que posee las riquezas por las
cuales, de forma injusta violentan los derechos de sus oprimidos.
En el mismo sentido que el oprimido se “reconoce” oprimido, el docente y/o
estudiante en la concepción bancaria de la educación, debe “reconocerse”
igualmente oprimido; en muchas ocasiones por la información “recibida”
incongruente con la realidad.

Para Freire, la razón de ser de la educación libertadora radica en su impulso inicial


conciliador. “La educación debe comenzar por la superación de la contradicción
educador-educando”. Debe fundarse en la conciliación de sus polos, de tal manera
que ambos se hagan, simultáneamente, educadores y educandos. En este sentido,
la educación liberadora o problematizadora no debe enfocarse en la mera
transmisión de información, sino, ser un acto cognoscente. Al contrario de la
concepción “bancaria”, la educación problematizadora, respondiendo a la esencia
del ser de la conciencia, niega los comunicados y da paso a la comunicación.

La concepción “bancaria” niega la dialogicidad como esencia de la educación y se


hace antidialógica; la educación problematizadora a fin de realizar la superación de
la contradicción educador-educando afirma la dialogicidad y se hace dialógica. De
este modo, el educador ya no es sólo el que educa sino aquel que, en tanto educa,
es educado a través del diálogo con el educando, quien, al ser educado, también
educa. Así, ambos se transforman en sujetos del proceso en que crecen juntos y en
el cual “los argumentos de la autoridad” ya no rigen. Según Freire, ahora ya nadie
educa a nadie, así como tampoco nadie se educa a sí mismo, los hombres se
educan en comunión, y el mundo es el mediador.
El intercambio de papeles o la simultaneidad de los roles educador-educando, son
objetivamente, un claro ejemplo de la realidad; en esta concepción
problematizadora, Freire no solo pretende orientar a la simulación de una realidad;
más bien invita a que la realidad se lleve a la educación, a que la formación y todo
el proceso, sea en el contexto real del entorno de la comunidad; pues, no puede
haber una verdadera educación si el proceso de enseñanza-aprendizaje lo situamos
hipotéticamente en un entorno posiblemente similar a la realidad; la realidad está
ahí, el conocimiento se construye en base a los conocimientos previos y los nuevos,
mezclándolos e interconectándolos de forma que en un momento aprendemos pero
también enseñamos, enseñamos pero también aprendemos.

La educación problematizadora provoca en los estudiantes una mayor motivación,


produce mayores desafíos y desarrolla la capacidad crítica, potenciado las
habilidades y destrezas de cada individuo; lo que conlleva a los diferentes matices
y puntos de vista particulares que enriquecen el conocimiento en general. Esto
provee a la sociedad, múltiples y numerosas visiones creativas de la realidad, lo que
sirve de herramienta para el desarrollo y la productividad. En este marco, la
educación puede verse como una práctica de la libertad, la que, a su vez, produce
la reflexión que, al llevarla en comunidad a la praxis, conlleva a la liberación de los
pueblos y la emancipación de la opresión.

En palabras del propio Freire, “Las prácticas bancarias terminan por desconocer a
los hombres como seres históricos, en tanto que la problematizadora parte,
precisamente, del carácter histórico y de la historicidad de los hombres. Es por esto
por lo que los reconoce como seres que están siendo, como seres inacabados,
inconclusos, en y con una realidad que siendo historia es también tan inacabada
como ellos”. A diferencia de otros animales, el ser humano es consciente de su
inconclusión; por lo cual, de forma permanente se encuentra en continuo
aprendizaje.
Nadie puede ser auténticamente, prohibiendo que los otros sean. Esta es una
exigencia radical. La búsqueda del ser más a través del individualismo conduce al
egoísta tener más, una forma de ser menos. No es que no sea fundamental tener
para ser. Precisamente porque lo es, no puede el tener de algunos convenirse en la
obstaculización al tener de los demás, robusteciendo así el poder de los primeros,
con el cual aplastan a los segundos, dada su escasez de poder.

La educación bancaria es estática, recalca la permanencia, es inerte, la concepción


problematizadora es dinámica, refuerza el cambio; por lo cual, la educación bancaria
se hace reaccionaria; en cambio la problematizadora, se hace revolucionaria y como
tal, esperanzada. Sin embargo, este movimiento de búsqueda sólo se justifica en la
medida en que se dirige al SER MÁS, a la humanización de los hombres. Por otra
parte, esta búsqueda del ser más no puede realizarse en el aislamiento, en el
individualismo, sino en la comunión, en la solidaridad de los que existen y de ahí
que sea imposible que se dé en las relaciones antagónicas entre opresores y
oprimidos.

CAPITULO III

En este capítulo, Freire se dedica al tema de la dialogicidad, la cual define como la


esencia de la educación como práctica de la libertad; las relaciones hombres-
mundo, los ''temas generadores” y el contenido programático de la educación; la
investigación de los temas generadores y su metodología.

Para Freire, el diálogo, como fenómeno humano, se traduce en la palabra de la cual


podemos decir que es el diálogo mismo. La existencia, en tanto humana, no puede
ser muda, silenciosa, ni tampoco nutrirse de falsas palabras sino de palabras
verdaderas con las cuales los hombres transforman el mundo. Existir,
humanamente, es “pronunciar” el mundo, es transformarlo. En este sentido, la
palabra, o sea la capacidad de dialogo es un derecho de todos los hombres, es un
derecho de poder decirla, lo cual implica un encuentro de todos y un acuerdo para
poder lograr la transformación.

La concepción opresores-oprimidos impide que esta dialogicidad pueda ser


materializada debido al monopolio impuesto por los opresores. La dialogicidad
puede darse si no hay una pronunciación de unos a otros, debe ser un acto creador;
no hay diálogo si no hay un profundo amor al mundo y a los hombres. “No es posible
la pronunciación del mundo, que es un acto de creación y recreación, si no existe
amor que lo infunda”. Siendo el amor fundamento del diálogo, es también diálogo;
por lo cual, no puede darse en situaciones de dominación.
El dialogo únicamente puede darse cuando se entiende que no existe una verdad
absoluta y que nadie es dueño de la verdad final; por lo tanto, el diálogo solo se
verifica cuando las mentes se encuentran abiertas al mundo y cuando son capaces
de valorar las opiniones y valoraciones de todos; proceso a través del cual, se
construyen los nuevos conocimientos. La autosuficiencia es incompatible con el
diálogo. Los hombres que carecen de humildad, o aquellos que la pierden, no
pueden aproximarse al pueblo. En el lugar de encuentro, no hay ignorantes
absolutos ni sabios absolutos: hay hombres que, en comunicación, buscan saber
más. Tampoco puede haber diálogo sin fe ni confianza en los hombres y en su
capacidad, no puede haber diálogo sin amor ni esperanza. Además, solo puede
haber dialogo si existe un verdadero pensamiento crítico.

Esta concepción de la educación como práctica de la libertad solo puede darse


mediante la dialogicidad que proviene de la educación problematizadora, en la cual,
el conocimiento no es una donación o una imposición, sino la devolución
organizada, sistematizada y acrecentada al pueblo de aquellos elementos que éste
le entregó en forma estructurada.

Para lograr resultados positivos de un programa, sea éste educativo en un sentido


más técnico o de acción política; debe respetar la visión particular del mundo que
tenga o esté teniendo el pueblo en el momento; sin ésta visión, el programa se
constituye en una especie de invasión cultural, realizada quizá con la mejor de las
intenciones, pero invasión cultural al fin.
En relación a la realidad de la que depende cada individuo y en la conciencia que
de ella tengan los educadores y el pueblo, se debe busca el contenido programático
de la educación. El momento de esta búsqueda es lo que instaura el diálogo de la
educación como práctica de la libertad. Es el momento en que se realiza la
investigación de lo que se llama el universo temático del pueblo o el conjunto de sus
temas generadores. Dicha investigación implica necesariamente una metodología
que no puede contradecir la dialogicidad de la educación liberadora. De ahí que ésta
sea igualmente dialógica. De ahí que, concienciadora también, proporcione, al
mismo tiempo, la aprehensión de los “temas generadores” y la toma de conciencia
de los individuos en torno a ellos mismos.

La “metodología concienciadora”, en la cual, los “temas generadores”, no se


encuentran en los hombres aislados de la realidad ni tampoco en la realidad
separada de los hombres y, mucho menos, en una “tierra de nadie”. Sólo puede
estar comprendido en las relaciones hombres-mundo. Investigar el “tema
generador” es investigar, el pensamiento de los hombres referidos a la realidad, es
investigar su actuar sobre la realidad, que es su praxis. La metodología exige, por
esto mismo, que en el flujo de la investigación se hagan sujetos de la misma, tanto
los investigadores como los hombres del pueblo que, aparentemente, serían su
objeto.

Las cosas y situaciones no están ahí, no están en un espacio, todas, están siendo,
no están inertes, estáticas y petrificadas. La metodología concienciadora, nos ayuda
a comprender esta constante dinámica, la cual es problematizada en un ambiente
liberador, pues mientras mayor sea el nivel y la calidad de la crítica, mejor será la
motivación y el combustible que fomentará la búsqueda y planteamiento de los
temas generadores y de ello dependerá la liberación. La inmersión y profundización,
resulta de la concienciación de la situación, la metodología concienciadora nos
conduce a la conciencia histórica; lo cual, se traduce en que mientras más se
investiga el pensar del pueblo, tanto más se educan juntos.

CAPÍTULO IV

Los hombres son seres de la praxis. Son seres del quehacer, y por ello diferentes
de los animales, seres del mero hacer. Los animales no “admiran” el mundo. Están
inmersos en él. Por el contrario, los hombres como seres del quehacer “emergen”
del mundo y objetivándolo pueden conocerlo y transformarlo con su trabajo.
En este postulado, se muestra que la dialogicidad sirve a la liberación, un liderazgo
revolucionario que no sea dialógico con las masas, mantiene la “sombra” del
dominador dentro de sí y por tanto no es revolucionario, o está absolutamente
equivocado y es presa de una sectarización indiscutiblemente mórbida. Incluso
puede suceder que acceda al poder. El diálogo con las masas populares es una
exigencia radical de toda revolución auténtica. La verdadera revolución, tarde o
temprano, debe instaurar el diálogo valeroso con las masas. Su legitimidad radica
en el diálogo con ellas, y no en el engaño ni en la mentira.

La comunicación mediante la dialogicidad responde a la igualdad, a que todas las


opiniones, los tanques de pensamiento, las comunidades, los actores sociales, los
líderes, los trabajadores y trabajadoras, los y las estudiantes, la población en
general pero también de forma individual tomen parte de las decisiones, de la
transformación de su propia realidad, del añorado cambio social; convirtiéndose en
partícipes de su propia revolución; asumiendo compromisos y responsabilidades,
pero a la vez exigiendo sus derechos inalienables, así como la exigencia del respeto
del derecho de los demás y respetándolo de la misma forma. Una sociedad que
dialogue, que se coordine, que palpite al mismo ritmo y con la misma intensidad;
aportando una diversidad de matices culturales, que son los que complementan el
proceso educativo; simultáneamente tomando los roles de educadores-educandos
como “hombres libres”, capaces de construir una mejor realidad, teniendo en cuenta
la memoria histórica, pues la historia no solo es pasado, la historia se construye y
la praxis, las acciones, la reflexión que se dan al mismo tiempo, son la diferencia.
La teoría de la acción antidialógica es la teoría de la acción opresora y se caracteriza
por la conquista, la división, la manipulación y la invasión cultural. El dominador u
opresor por excelencia, pretende, en sus relaciones con su contrario, conquistarlo,
cada vez más como si fuese un objeto produciendo deshumanización; evita a toda
costa la organización de las mayorías, las ve como una amenaza; manipula las
masas oprimidas, monopoliza todo y en primer lugar la educación, produciendo
alienación, manipula psicológicamente con la crueldad, la violencia y la represión,
manipula a través de las élites, por medio de las argollas de poder y finalmente
general la invasión cultural, que es la penetración que hacen los invasores en el
contexto cultural de los invadidos, imponiendo a éstos su visión del mundo, en la
medida misma en que frenan su creatividad, inhibiendo su expansión.

La teoría de la acción dialógica es la teoría de la acción revolucionaria y se


caracteriza por la colaboración, la unión, la organización y la síntesis cultural. En
esta visión, los sujetos se encuentran, para la transformación del mundo, en
colaboración; no existe un individuo como objeto conquistado; el diálogo no impone,
no manipula, no domestica; sino que busca la adhesión; donde el liderazgo se obliga
incansablemente a desarrollar un esfuerzo de unión de los oprimidos entre sí y de
éstos con él para lograr la liberación; al contrario de la teoría de la opresión, en esta,
se busca la organización de las masas populares al buscar la unidad, el liderazgo
busca también la organización de las masas, factor que implica el testimonio que
debe prestarles a fin de demostrar que el esfuerzo de liberación es una tarea en
común en búsqueda de la síntesis cultural por la medio de la acción dialógica.

CONCLUSIÓN.
La “Pedagogía del Oprimido” de Paulo Freire nos habla acerca de algo más que
pura pedagogía en el sentido limitado de la palabra; es algo más que un simple
postulado sobre cómo deben enfocarse los esfuerzos en un proceso educativo. La
Pedagogía del Oprimido nos habla sobre la vida, sobre la educación emancipadora,
liberadora y enfocada en el verdadero desarrollo y busca concientizar sobre el papel
que por mucho tiempo se ha otorgado sin críticas a las clases sociales más
pudientes o adineradas y que a través de la historia se les ha situado como las
clases dominantes, en este sentido Freire menciona que "la pedagogía dominante
es la pedagogía de las clases dominantes", haciendo alusión a que es necesaria
una pedagogía para todos, la cual debería surgir de las clases que por tradición han
sido las dominadas, las oprimidas, las menos favorecidas.
La alfabetización para Freire se trata de que el ser humano aprenda a escribir su
vida; de que por su interacción con la sociedad y en un entorno que le brinde una
verdadera experiencia de aprendizaje, pueda biografiarse, existenciarse,
historiarse; y de esa forma, ver la "Educación como práctica de la libertad", lo que
conlleva a pensar en la liberación del ser humano y la sociedad del lazo que obliga
al ser humano a servir y aceptar sin reproches la voluntad del opresor; a escribir su
propia historia y ser parte de la misma.

Para Freire, alfabetizar en concienciar; por esta razón, plantea una educación con
vocación humanista, donde el docente, el que al inventar sus técnicas pedagógicas,
redescubre a través de ellas el proceso histórico y porque se constituye la
conciencia humana. El docente debe enseñar en primer lugar a que el estudiante
“aprenda a decir su palabra creadora de cultura”; a que por medio del
replanteamiento crítico de las palabras de su mundo llegue a conocer, saber y poder
decir su propia palabra y buscar nuevas palabras para decir y escribir su mundo.

Tal y como se da el proceso en un círculo de cultura propiamente dicho; en el cual,


no se enseña, se aprende, no hay profesor, hay un coordinador; el objeto no es solo
objeto, también es problema. El distanciarse o problematizar genera conciencia que
nos lleva a la reflexión y por consiguiente a la praxis y a la crítica; la cual a su vez,
conduce al ser humano a conquistarse, conquistar el mundo y hacerlo más humano.
Entonces Freire habla sobre u método, el "método de concienciación", un método
de cultura popular que problematiza, da conciencia y politiza.

Todo lo anterior nos enmarca una educación radicalmente opuesta a la educación


tradicional, al concepto alienante de la educación bancaria, la cual, es la pedagogía
de las oligarquías y de los grupos de poder que impiden a su conveniencia el
desarrollo de las sociedades. La pedagogía del oprimido es la pedagogía del amor,
conseguida a través del método de la concientización. Amor por el ser humano,
amor por la vida, amor por los hijos, amor por la sociedad.

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