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INTRODUCCIÓN:
Pocos libros del nuevo testamento han provocado tanta controversia como la
epístola de Santiago. En los inicios de la iglesia ya se debatía si debía tener o no
lugar en el canon.
El reformador Martín Lutero la describió como una “epístola de paja” y, en el
estudio del N.T. la relegó a un segundo plano. Y los teólogos modernos muchas
veces la ignoran porque la ven más bien como una herencia del judaísmo que no
representa la esencia de la fe cristiana.
MacArthur escribe: “En realidad, parte de su hostilidad hacia Santiago proviene
del mal uso de sus adversarios católicos romanos de Santiago 2 para defender la
justificación por obras.
Es cierto que Santiago no es un tratado de doctrina, sino un profundo manual
práctico para la vida cristiana. Pero eso no disminuye su valor, ya que no deben
separarse de la vida de santidad y la sana doctrina”.
Sin embargo, el lugar que el creyente ordinario le da a esta epístola contrasta
claramente con esta visión más bien negativa de los académicos y los teólogos.
Hay muy pocos libros del nuevo testamento que se conozca tan bien y se citen
tanto como la epístola de Santiago. De hecho, probablemente sea uno de los dos
o tres libros del nuevo testamento más populares en la iglesia.
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¿PORQUÉ SANTIAGO ES TAN POPULAR ENTRE LOS
CREYENTES?
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Para entender mejor lo que Santiago quiere comunicar a la Iglesia de hoy,
tenemos que acercarnos a la situación que le llevó a escribir su carta.
LA EPÍSTOLA EN LA IGLESIA:
La epístola de Santiago no está dirigida a una única iglesia, sino a: “las doce tribus
que están en la dispersión” (1: 1). Este encabezamiento general llevó a los
primeros cristianos a catalogar esta epístola, junto con las otras epístolas de
encabezamiento general (1ª, 2ª. De Pedro, 1ª, 2ª, 3ª de Juan y Judas) bajo el
nombre de epístola “general” o “católica” (en el sentido de universal). Como no
estaban dirigidas a una iglesia en concreto, en los inicios no todo el mundo las
aceptó como parte del canon. Santiago no fue aceptada por las dos secciones de
la Iglesia (la occidental y la oriental) hasta el siglo IV.
No obstante, está claro que la epístola de Santiago ya era conocida y muchos
cristianos ya la habían usado mucho tiempo antes. La primera vez que se
menciona por el título es en siglo III. El problema es que los primeros cristianos
tenían el hábito de citar sin mencionar la fuente. La mayoría de lo que enseña
Santiago es enseñanza tradicional. Las dudas en cuanto a la epístola de Santiago
probablemente vengan de la iglesia de Siria, iglesia que con frecuencia
rechazaban las epístolas generales. Aun así, Santiago se incluyó en la traducción
siríaca del nuevo testamento en el siglo V, y también recibió la aprobación de dos
gigantes de la iglesia oriental: Crisóstomo (407 d.C.) y Teodoreto (458 d.C.)
En la iglesia occidental encontramos un patrón similar, aunque la aceptación tardó
algo más en llegar. La aprobación de Jerónimo fue quizá un apoyo decisivo para
que Santiago por fin se incluyera en el canon de la iglesia occidental. Este lo
incluye en su traducción latina y lo cita con bastante frecuencia. Además,
explícitamente identifica al autor con el hermano del Señor. Agustín siguió la
misma línea, y así Santiago ya tuvo un lugar asegurado en el canon de la iglesia
cristiana.
En realidad, debido a su brevedad, el hecho de que se dirigiera específicamente a
los judeocristianos, su falta de contenido doctrinal y porque no fue escrito por uno
de los doce apóstoles ni por Pablo, Santiago fue uno de los últimos libros añadidos
al canon neotestamentario.
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NATURALEZA Y GÉNERO:
Las palabras introductorias de este libro nos informan que estamos ante una carta.
En la antigüedad, el género epistolar era una categoría literaria muy extendida,
que reunía desde pequeñas notas que servían para transmitir algún tipo de
información o realizar alguna petición, hasta largos discursos argumentativos.
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Quizá el menos alejado de la realidad sea pensar que la epístola de
Santiago como un sermón o homilía. El autor, lejos de sus lectores, no
puede exhortarles en persona ni de forma extensa. Por eso, pone su
predicación por escrito, y escribe una carta para cubrir de forma breve las
ideas que quiere que entiendan.
C. La epístola de Santiago tiene cuatro citas directas del Antiguo Testamento y
más de cuarenta alusiones al Antiguo Testamento.
D. Santiago es también el único escritor neotestamentario que emplea el título
del Antiguo Testamento para Dios, “Señor de los Ejércitos”.
(5: 4), (Pablo lo emplea en romanos 9: 29)
AUTOR:
El comentarista inglés Adam Clarke (1853), comienza su comentario sobre
Santiago afirmando que “Ha habido más dudas y más diversidad de opinión sobre
la autoría de esta carta que sobre cualquier otra parte del NT”. Por el versículo 1
del primer capítulo sabemos que el supuesto autor se llamaba Santiago, y que se
consideraba a sí mismo “siervo de Dios y del Señor Jesucristo”. La pregunta, sin
embargo, subsiste: ¿significa eso algo para determinar la autoría de esta epístola?
Las teorías sobre la autoría que se han propuesto son varias. Quizá la teoría más
generalizada sea la teoría pseudoepigráfica. Sostenida desde antaño, según se
desprende de algunas citas de Eusebio y Jerónimo, y que es sostenida
actualmente por muchos comentaristas. Martín Dibelius, por ejemplo, afirma: “Es
natural que algún cristiano de la época que haya querido que su trabajo tenga
resonancia, eligiera autodenominarse hermano del Señor”. Erasmo de Rotterdam
y Martín Lutero, por su parte, sostuvieron que esta epístola fue escrita por “alguien
llamado Santiago”, que no sabemos quién era. No debemos olvidar que Jacobo o
Santiago era un nombre muy común entre los judíos de la época del NT.
El autor de la carta se identifica simplemente como “Santiago, siervo de Dios y del
Señor Jesucristo” (1: 1). De los varios hombres llamados Jacobo en el nuevo
testamento, solo dos fueron tan eminentes como para haber escrito una carta tan
autorizada: “Jacobo el hijo de Zebedeo y hermano de Juan y Jacobo el medio
hermano del Señor”.
Pero la muerte de Jacobo hijo de Zebedeo (Hch. 12: 2) lo elimina como candidato,
dejando a Jacobo el medio hermano del Señor como el autor. Sabemos que en
vida de Jesús sus hermanos lo negaron (Mt. 12: 46 – 50; Mr. 3: 21, 31 – 35). Es
más, ni aun creían en él (Jn. 7: 3 – 9). Pero en Hechos 1: 14 la situación ha
cambiado.
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De allí en adelante se menciona a este Santiago como el que toma la directiva en
la iglesia de Jerusalén. Como tal, preside el Concilio de Jerusalén (Hch. 15: 1),
Jacobo mantuvo ese puesto hasta su martirio alrededor de 61 – 62 d.C. Pablo lo
visita (Hch. 21: 18), y lo reconoce como apóstol (Gál. 1: 19) y “pilar” (Gál. 2: 9).
Pablo sabe de la aparición del Cristo resucitado a Santiago (1ª. de Cor. 15: 5 – 7)
y por ello es compatible que lo considere como apóstol (Hch. 1: 22 y 1ª. de Cor. 9:
1), si bien lo distingue específicamente de los “doce” o “todos los apóstoles”.
Evidencia adicional de que Jacobo escribió la epístola nos llega de los fuertes
paralelos verbales entre la epístola de Santiago y el discurso de Jacobo
mencionados en Hechos 15. El verbo en griego en infinitivo “charein” (salud)
aparece en el nuevo testamento solo en Santiago 1: 1 y en Hechos 15: 23 (salvo
cuando lo emplea el romano Claudio Lisias en Hechos 23: 26). Otros paralelos
incluyen “amados” (1: 16, 19, 2: 5; Hch. 15: 25), “vuestras almas” (1: 21; Hch. 15:
24), “visitar” (1: 27; el mismo verbo se traduce “visitó” en Hechos 15: 14) y
volverse del pecado a Dios (5: 19 – 20; Hch. 15: 19). El carácter claramente judío
de la epístola está en armonía con la descripción de Jacobo dada en Hechos 15 y
21)
DESTINATARIOS:
La epístola general o universal escrita por Santiago, el medio hermano del Señor,
durante su ministerio como pastor en la primera iglesia de Jerusalén, a los
cristianos que, dispersados por las persecuciones de los judíos nacidas después
de la muerte de Esteban (Hch. 8: 2; 11: 19), estaban sufriendo ataques de todo
tipo mientras continuaban reuniéndose en las sinagogas judías y se esparcieron
por todo el mundo conocido llevando consigo el evangelio de Jesucristo. Santiago
no está interesado en detalles, va al grano, quiere hacer una tarea de fondo. No
menciona al Señor, menciona sus enseñanzas. No se acuerda de los detalles,
sintetiza sus grandes enseñanzas, comparte su consuelo, le muestra a Jesús
como Dios y Señor. Otro argumento que se opone a esta teoría afirma que es muy
improbable que un hombre de extracción humilde como un vecino galileo, hijo de
María y José, sea capaz de escribir una epístola con un griego tan pulido.
Esta es una teoría que ha ganado respetabilidad no tanto por lo que afirma sino
por el calibre de los autores que la han propuesto. Sin embargo, debiera notarse
que en la época de Santiago eran muy comunes los escribas o amanuenses,
personas que se dedicaban profesionalmente al arte de escribir documentos.
Siendo Santiago una persona “sin letras y del vulgo” (Hch. 4: 13), es altamente
probable que con asiduidad haya usado los servicios de un escriba o amanuense
para las tareas pastorales que requerían la producción de algún documento, del
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mismo modo que hoy en día alguien puede apelar a un corrector de estilo, o más
comúnmente, a un programa especializado de computador personal en corregir la
ortografía y gramática.
La gran similitud estilística de Santiago con otra carta que también salió de su
pluma más o menos para la misma época (Hch. 15: 23 – 29), indica la gran
probabilidad de que ambas hayan sido escritas por el mismo amanuense.
El carácter eminentemente hebraico de su autor, y su excelente dominio del
griego, hacen este documento propio de quien seguramente estaba día a día, por
casi 30 años, discutiendo con cristianos y no cristianos de todo el mundo que
venían a Jerusalén a visitarle, como hicieron Pedro y Pablo (Hch. 21: 18; Gál. 1:
19). También el género literario de “sabiduría profética”, propio de quien debe ser
pastor de una comunidad tan importante y variada como la jerosolimitana,
favorece la autoría del medio hermano del Señor.
CARACTERÍSTICAS LITERARIAS:
Como ya hemos dicho, esta epístola tiene un carácter general o universal. Le falta
un destinatario específico. La dirección: “a las doce tribus de la dispersión” (1: 1)
acentúa su carácter general, “católico”, circular.
DIATRIBA: PARENÉTICO:
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El texto imita la literatura de sabiduría hebraica, con referencias frecuentes a los
libros de sabiduría del AT, inclusive los deuterocanónicos Sabiduría y Eclesiástico.
El texto destila una atmósfera como del AT. Si bien las citas directas son sólo 5: 1:
11 a Is. 40: 7; 2: 8 a Lv. 19: 18; 2: 11 a Éx. 20: 13; 2: 23 a Gn. 15: 6; 4: 6 a Pr. 3:
34, el texto tiene una gran cantidad de instancias en que el griego recuerda la
fraseología hebraica.
El texto denota paralelismos, una figura poética hebraica: 1: 9, 10; 1: 15, 17; 1: 19,
20, 22; 5: 11, 12. Aliteración y asonancia, es decir, repetición de uno o varios
sonidos semejantes en una palabra o enunciado, para producir un efecto poético:
1: 2; 3: 5; 3: 8; 5: 7. Repetición de palabras de la misma familia: 1: 4; 1: 13; 1: 19;
3: 6; 3: 7; 3: 18; 4: 8; 4: 11; y pleonasmo, una figura literaria que emplea vocablos
innecesarios o repetición de palabras (redundancia) para dar mayor énfasis o
expresividad, o para reforzar el sentido: 1: 7; 1: 8; 1: 19; 1: 23. Sin embargo, y esto
es lo extraño, pocos comentaristas pueden explicar el hecho de que el texto se
exprese en un griego muy fino y pulido, lo que muestra un conocimiento profundo
de la literatura griega (la lengua griega y el texto griego de la LXX).
De modo que, aunque las principales ideas del texto son judías, el modo de
expresarlas es eminentemente griego, con expresiones, sentencias y aun ideas
del ámbito griego de la época del NT. El texto mantiene el género literario
sapiencial, caracterizado por sentencias breves y proverbiales, lo cual, unido a las
abundantes referencias a los temas del Sermón del monte, le dan una cercanía
muy especial al género usado por nuestro Señor Jesucristo. Por el otro lado, el
texto también mantiene un carácter profético (4: 2, 4: 7; 5: 1), extraño en la
literatura de sabiduría del AT.
FECHA:
El problema de la fecha está íntimamente ligado al de la autoría. Por ejemplo, una
teoría pseudoepigráfica necesitaría una fecha tardía, en el siglo II. Nuestra
suposición de que el autor es Santiago, el medio hermano del Señor nos hace
suponer una fecha más bien temprana, es decir, aproximadamente entre el año
40, cuando fuera nombrado pastor de la iglesia, y el año 61, cuando según la
tradición fue martirizado. La mayoría de los comentaristas que favorecen la autoría
de Santiago piensan que lo correcto sería la última fecha posible, es decir el año
61; ya que las principales doctrinas del cristianismo están dadas como supuestas
en el texto. Sin embargo, las características teológicas ya mencionadas en esta
introducción favorecen una fecha más bien temprana. Por ejemplo, la segunda
venida del Señor está viviéndose como muy real e inminente (5: 7 – 9), hay un
orden “incompleto” de la iglesia, ya que se mencionan ancianos, pero no obispos
ni diáconos (5:1 4), los cristianos están reuniéndose todavía en la sinagoga,
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sunagoge (2: 2), hay muchos maestros que discuten entre sí, lo que preocupa a
Santiago (3: 1), todas estas son características de los comienzos del cristianismo.
También hay argumentos de silencio para fechar esta epístola tempranamente,
como el hecho de que no se menciona el Concilio de Jerusalén ni la admisión de
los gentiles en la iglesia, tampoco la caída de Jerusalén, todo ello sumado al
estado de aflicción y lucha interna entre los cristianos, y la persecución por parte
de los judíos. La verdadera importancia de esta epístola no descansa en el hecho
de que se haya escrito en el año 40 o 60. La epístola está interesada en animar y
desafiar a los cristianos de su época. La misma epístola muestra el poco
desarrollo del pensamiento cristiano en aquellas primeras décadas. Santiago está
interesado en poner un fundamento ético a la teología, señalando que la
verdadera vida cristiana se fundamenta en lo moral, en lo que se hace, no tanto en
lo que se dice.
EL PROPÓSITO DE LA CARTA:
Tres propósitos parecen muy apropiados: animar a las iglesias, corregir los
excesos y exponer la necesidad de tener en toda la sabiduría de lo alto.
A. EL PRIMER PROPÓSITO DE SANTIAGO ES ANIMAR A LAS IGLESIAS:
Basta leer los primeros cuatro versículos para darse cuenta de que habla
de gozo en medio de las pruebas, la fe que sostiene al creyente, la
paciencia que es su fruto, y la sabiduría que se produce como resultado de
las pruebas. En varias instancias de la epístola estos temas de ánimo se
repiten, siendo quizá el fin de la carta, la segunda parte del capítulo 5, la
que más claramente pueda ser clasificada como alentadora, confortadora y
consoladora.
B. EL SEGUNDO PROPÓSITO DE SANTIAGO ES EL DE CORREGIR LOS
EXCESOS QUE ESTAS TEMPRANAS CONGREGACIONES CRISTIANAS
SIN DUDA ESTABAN EXPERIMENTANDO. El problema de la palabrería
sin base en la realidad, el de la acepción de personas, el de los múltiples
maestros, el de la fe sin obras, el de la amistad con el mundo, el de la
vanagloria, el de la riqueza mal habida y de la opresión de los pobres, todos
ellos eran un signo, para Santiago, de que las comunidades habían
olvidado lo principal, por lo cual debía llamarles la atención y llamarlos a la
corrección.
C. El propósito final de Santiago es señalar la sabiduría de lo alto y animar a
sus oyentes a vivir en ella. El centro y eje de la epístola está en el pasaje de
3: 13 – 18. En ellos Santiago descubre la verdad esencial del cristianismo:
“Vivir cada día en la sabiduría que viene de Dios”. Las comunidades a
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quienes dirige su carta, sin duda espejo de la propia comunidad que
Santiago pastoreaba en Jerusalén, necesitaban escuchar de su pastor y
maestro la enseñanza que corregiría sus vidas para llevarlas a una correcta
relación con Dios, autor y dador de toda sabiduría.
CONCLUSIÓN:
La pieza de literatura conocida como “Epístola universal de Santiago” es una obra
de literatura de sabiduría, quizá la única en su estilo en todo el NT. Es una obra
pequeña, de pretensiones humildes, casi insignificante frente a las imponentes
obras de la literatura paulina; pero es una obra densa, importante y muy
significativa desde el punto de vista de un cristiano comprometido que quiere de
veras vivir como Jesús. La epístola de Santiago es obra densa, oscura, indigesta,
llena de implicaciones y connotaciones. Es un signo que indica en múltiples
direcciones, es una red de significados, es una obra para leer lentamente, como
los proverbios, uno por día y nada más. Santiago es un escrito para leer
pausadamente, para meditar, para pensar. Cada frase, cada palabra, cada
expresión tiene un significado pleno que lucha por ser comprendido.
BOSQUEJO DE SANTIAGO:
I. SALUTACIÓN. 1: 1
II. CUIDADO CON EL DOBLE ÁNIMO QUE PUEDE VENIR CON LAS PRUEBAS
-TENTACIONES. 1: 2 – 18.
III. CUIDADO CON LA FALSA RELIGIÓN DEL DECIR, PERO NO HACER. 1: 19 - 27.
VI. CUIDADO CON LO QUE UNO DICE, Y CON HACERSE A UNO MISMO MAESTRO.
3: 1 – 12.
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XI. CUIDADO CON EL DESÁNIMO Y EL DESALIENTO. 5: 7 – 12.
XIII. CONCLUSIÓN:
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