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ACCIONES:
Todo buen cristiano ha tenido que leer, aunque sea una vez en su vida, el
Catecismo de la Iglesia Católica, libro originalmente escrito para ser fuente y
texto de referencia para obispos y diocesanos designados en las parroquias, de
manera que ellos lo utilicen en la creación de sus programas catequéticos. Este
libro presenta al Catecismo en su forma más abstracta y académica; el cómo
se debe enseñar la doctrina contenida ahí siempre se ha dejado que sea a
criterio de los catecúmenos locales.
La vida familiar puede ser descrita como el día a día de numerosas actividades
que civilizan esas pequeñas barbaries, las cuales terminamos de pulirlas en
nuestro propio camino de conversión. Hacemos que nuestros hábitos,
costumbres y prácticas de nuestra vida cristiana sean comprensibles y
enseñables a los pequeños sin hacer que estas enseñanzas sean aburridas o
superficiales.
Practicas corporales:
- Tomar menos de las comidas que más te gustan y más de aquellas que te
disgustan
- No comer nada entre comidas
- No utilizar condimentos en la comida
- No utilizar edulcorantes en las bebidas
- Evitar escuchar música en la radio todo el día
- Evitar la televisión y los vídeos; en vez de ello, leer la Pasión de Cristo en la
Biblia o Misal
- Rezar un rosario extra.
Practicas internas:
La práctica de las virtudes y las buenas obras debe ser otro de nuestros en la
Semana Santa. Los Padres de la Iglesia insistieron que durante la Cuaresma se
debe ser fiel a los servicios propios de este tiempo litúrgico y asistir a la Misa
diariamente.
Con el paso del tiempo, nuestra disciplina por el ayuno ha sufrido numerosos y
radicales cambios. Hoy en día, desafortunadamente, la observancia de la
Cuaresma se ha convertido en mero formalismo, reducido a la abstinencia en
ciertos días, sin ninguna preocupación en el crecimiento espiritual o en el
propósito de tener una coherencia de vida.
Es urgente retornar a las raíces del espíritu de esta gran fiesta tan requerida
en estos tiempos en que el mundo es presa de la cultura material y superficial.
Hacer el trabajo que necesita ser hecho sin que alguien te lo pida
No seas ocioso todo el día. Siempre haz algo por los demás o por tu
propio crecimiento espiritual.
Sal al encuentro para ayudar a las personas o conversa con alguien que
está en dificultad.
Actitudes:
1. búsqueda sincera del verdadero Dios viviente; realista y profunda; superando ideas
falsas y purificando la fe. Hasta aceptarle en su auténtico papel en la propia vida
personal, familiar, social;
2. descubrir a Jesucristo como “salvador” efectivo, como única solución definitiva de
la propia existencia, de la existencia de todos y de toda la historia. Conocerle mejor y
aceptarlo más vivamente;
3. sincera conversión; con todas las consecuencias; cambio de mentalidad y de vida en
lo que haga falta. Abrir el alma, la fe, la esperanza, el amor y la vida, al dinamismo de la
muerte y resurrección de Cristo; y, a su luz y con su fuerza, purificar, quemar, arrancar
lo que sea preciso arrancar en el propio vivir egoísta;
4. sellar el encuentro con Dios en Cristo y con los hermanos, en los sacramentos de
la pascua de Cristo: confesión hecha a fondo; redescubrimiento y renovación del propio
bautismo; eucaristía viva y fraterna;
5. vitalizar las “prácticas religiosas”, el culto: sinceridad y vida: encuentro siempre
nuevo con Dios, con Cristo, con los hermanos;
6. llevar a la vida diaria la fe y la vivencia de los sacramentos y del culto: amar de
verdad, servir, ayudar, solidarizarse con los demás, especialmente con los que sufren y
con los más necesitados; vivir al impulso del Espíritu de Cristo que es el amor sin
límites, y comprometerse en la acción de promover a los hombres hacia la libertad, la
justicia, la paz, la dicha y la verdadera existencia que corresponde a la dignidad
humana; hacer que, a través de nosotros, actúe en el mundo la muerte y la resurrección
de Cristo;
7. vivir todo eso de forma que nuestra fe, nuestro amor y nuestra acción, nos sitúen
responsablemente en la Iglesia responsable y servidora del mensaje y el amor de
Cristo; procurar no agriar más las distancias y divisiones dentro de la Iglesia, no
contribuyendo ni a la parálisis de la Iglesia cómodamente situada, ni a la disgregación
de la Iglesia en grupos sectarios; siendo, más bien, fermento de unidad futura en la
fraternidad de la Iglesia que vive pobre para los pobres en el incesante donde sí por el
Espíritu del amor sin límites.