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Pero así como la influencia de la época incaica tiene vital importancia en la historia
de la música andina también es importante la influencia que sufrió la música andina
como consecuencia de la llegada y conquista de los europeos, llegaría con ellos
una gran transformación en la música, llevaron consigo instrumentos de cuerda,
las escalas heptatónicas temperadas y diversas armonías, como toda civilización
donde se mezclan dos culturas totalmente diferentes aparecen nuevas formas de
expresarse y mejoras en instrumentos ya existentes como en los instrumentos
de viento y depercusión, aportarían nuevas formas de armar versos y estrofas y
se crearía una lengua común, como consecuencia de este mestizaje, de lo andino
con lo europeo se crearían nuevos ritos y festejos y se modificarían muchas de
las tradiciones y costumbres que se exponían en las letras de sus músicas y en
las danzas.
Algunos de los compositores más antiguos de la música andina peruana han quedado
en el olvido debido a que no han quedado registradas suficientes partituras y la música
tradicional en el pasado se transmitía oralmente a través de la tradición musical que se
aprendía de generación en generación.
En cuanto a la música andina académica, aquella que utiliza partituras, es a inicios del
siglo XX en que se hacen conocidas las composiciones de Daniel Alomía Robles y Jorge
Bravo de Rueda, autores de El cóndor pasa y las Vírgenes del sol, respectivamente.
Ambas composiciones fueron proclamadas como patrimonio cultural de la nación por el
INC y representan expresiones culturales de música académica reconocidas a nivel
internacional creadas en el ámbito de la corriente indigenista que vivió el Perú en los
años 20 del siglo XX.
Danza en alusión, reminiscencia y parodia a
la presencia de los arrieros argentinos que
viajaban cabalgando desde el Tucumán al
Perú arreando caballos y mulos para
negociar sus productos.
Su vestimenta tiene semejanza a la que se supone usaron los tucumanos y consiste en: sombrero
alón, camisa, dos reatas terciadas a ambos hombros, un mantón de Manila como el que usan en la
Pandilla Puneña, y que le sirve en este caso, de especie de chiripá o chamal; colgado de la
cintura para abajo envolviéndose en él las piernas a modo de pantalón, un par de botas de cuero
y espuelas de las llamadas «roncadoras» por el sonido singular que producen al andar o danzar.
Ejecutan la danza ocho o más parejas de jóvenes de talla alta y figura atlética, de preferencia y
en razón a su vigorosa coreografía y manifiesta gallardía. El acompañamiento musical está
conformado por guitarras, bandurrias, requintos (guitarrillo), violines, chilladores (charango
encordado con cuerdas de alambre) y quenas, o por una estudiantina igual que acompañe a la
Pandilla Puneña. El ritmo de la música es igualmente vigoroso y pareciera imitar el trotar de los
mulas, en ciertos momentos de su ejecución.