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Cristián Fuentes

Francisca Sepúlveda
Psicología III
Profesor: Claudio Morgado.

La esquizofrenia, revisión de los síntomas y


replantamiento de la enfermedad.
Los delirios, las alucinaciones, los trastornos del pensamiento, y todo lo que envuelve lo que
se conoce como "locura", es un fenómeno ligado a la humanidad desde siempre, sin embargo,
su noción , en directa relación con un abordaje científico, derivo que dicho concepto
coloquial terminará bajo el concepto de esquizofrenia1. El presente ensayo, propone primero,
una caracterización de la enfermedad a través de su descripción clínica; segundo, un análisis
histórico de sus principales síntomas, así como una interpretación de lo que efectivamente
caracteriza los síntomas (en su sentido más general) desde la perspectiva de Freud; tercero y
último, una revisión de la noción de enfermedad en su apartado más general, sumado al
planteamiento de como efectivamente visualizar la esquizofrenia desde una óptica más
comprensible acerca del concepto. Toda esta finalidad, permitirá hacer un ejercicio más
crítico y riguroso acerca de la enfermedad en cuestión, así como establecer, que la noción
misma que tenemos de las enfermedades posee un desarrollo histórico que posibilita dicha
comprensión, en tanto que a su vez, intentáremos hacer un ejercicio de diálogos con una
postura más divergente acerca de lo que entendemos por enfermedad – en este caso particular
la esquizofrenia-
.
Estudio clínico Esquizofrenia.
Desde la perspectiva de Ey (1978) el elemento central de la esquizofrenia es la aniquilación
de la realidad, y la alienación de la persona. Sin embargo, tal erosión en un sujeto, se puede
desencadenar de diversas formas, donde un simple caso depresivo atípico, una crisis
originada en algún momento particular, o una serie de signos de diverso orden, pueden
constituir el momento incipiente o de apertura al desarrollo de la enfermedad. Pero, a pesar
de la problemática que suscita su diagnóstico, su formulación se debe a una : "larga
observación si uno no quiere equivocarse, lo que supone grandes inconvenientes prácticos"
(Ey, 1978, pág. 502.). Por ello, desde la perspectiva de Ey (1978), es por la organización
progresiva de sus diferentes signos y trastornos, así como por su desarrollo o transición, la
forma eminentemente esencial por la cual se identifica la aparición de la esquizofrenia.
Siguiendo su pauta, Ey distingue 4 formas de comienzo de la enfermedad, a saber:
I) Formas insidiosas o bien llamada preesquizofrenia, donde la organización de la
personalidad, así como sus conductas, pueden ayudar a inferir a grandes rasgos, la aparición y
agravamiento de dicha etapa. Necesario es señalar que los rasgos principales referidos a
modificaciones intrapersonales e interpersonales, pueden afectar a un sujeto presentando un
debilitamiento y desinterés progresivo con su ambiente. Sin embargo, todo este fenómeno
repentino, puede correlacionarse con la modificación de la afectividad, volviendo al sujeto
retraído sobre sí, en conjunto con un desarrollo acentuando de la apatía. A pesar de dichas

1
Obviando ciertas salvedades o particularidades, así mismo estableciendo la falta de un
análisis minucioso que permitiera problematizar la enfermedad, se pretende establecer para el
presente ensayo una analogía con propiedad, a través de que "locura" y esquizofrenia,
podrían ser nociones intercambiables en función de la situación.
pautas de observación, la tendencia más reveladora es la repentina y progresiva tendencia al
aislamiento, así como la ensoñación, produciendo un desconcierto en el cambio
experimentado por un sujeto, hasta entonces pasivo – si corresponde con el estereotipo
señalado-, El problema acuciante de esta etapa, deriva en que dicha enfermedad puede
detenerse durante un período bastante prolongado, pero ello no es necesariamente el elemento
más desarticulador, pues, dicha etapa, puede confundirse con la histeria por el repentino brote
de violencia y de arrebatamiento que puede sufrir un sujeto en cuestión, finalizando en
diagnósticos erróneos que no permiten un abordaje óptimo.
II) Comienzo por estado psicótico agudo: los comienzos aguados, a diferencia de la primera
parte, se caracterizan por la repentina aparición de crisis delirantes y alucinatorias, Sin
embargo, esta etapa también presenta sus problemas, pues, la duda clínica entre si dichos
síntomas corresponden o bien a una psicosis aguda, o bien a un brote delirante que acabará en
esquizofrenia llaman a una observación aguda y requiere de una prudencia de
experimentación para formar un diagnóstico con valor de propiedad.
III) Formas de Comienzo cíclicas: esta forma, se encuentra impregnada del potencial
evolutivo, referido a los síntomas de las dos primeras etapas, pero en correlación y
predominancia del enojo, la ensoñación y el negativismo. Sin embargo, esta etapa a veces se
presenta como cíclica, desapareciendo, y volviendo, logrando que se necesite un
conocimiento del historial clínico de sus ataques o brotes.
IV) Forma monosintomática: referida al carácter enigmático de ciertos comportamientos o
actos impulsivos, como asesinatos a un desconocido, tentativa de suicidios, agresiones, etc,
que develan la suficiente evidencia para que en la mayoría de los casos, y a falta de una
justificación plausible y lógica, se imponga inmediatamente el diagnóstico esquizofrénico.

Fran ACA VA Tu PARTE


Historia de los principales síntomas de la enfermedad en cuestión.
Rastrear el origen y la evolución de los conceptos psicopatológicos, permite vislumbrar el
efectivo cambio histórico y con ello de foco, que recibieron los diversos síntomas, así, como
también, nos permite manifestar su separación y restitución de nuevo significado, en aras de
un abordaje científico que permitiera diagnosticas mejor la enfermedad. Berrios (1996), nos
condujo por un recorrido acerca de los tres síntomas principales que determinamos como
cruciales para la esquizofrenia: alucinación, trastornos del pensamiento y delirios.
1) Alucinación:
"declaración perceptual con diversos grados de convicción en ausencia de un estímulo
externo" (Berrios, 1996, pág.38) Así es como Berrios define la alucinación, en contraposición
a una visión propia del siglo XIX donde, se la entendía como una imagen o contenido, que
traía un mensaje para el individuo u el mundo. Su posterior desarrollo referido a un síntoma,
se debe plenamente al siglo XIX, en donde se le percibía como "conducta" común a varias
enfermedades.
Berrios (1996) nos explica que en 1817 Esquirol un psiquiatra francés, a través del concepto
de alucinación engloba directamente la modalidad de la percepción: la visión. Por ello, se
garantizó una forma restringida acerca de dicho fenómeno, recortando la diversidad en que se
le aparecía para diversos sujetos. Sin embargo, el esfuerzo de Esquirol frente a su teoría,
buscaba y constituyeron la formalización del fenómeno, es decir, hacerlo parte de un
fenómeno psicológico, y por ello, acoplarlo bajo el dominio de la memoria y la imaginación,
haciendo una referencia al sujeto y a sus vivencias en cierto modo.
Por otro lado, en el siglo XIX se conformaron diversas interrogantes acerca de la naturaleza
de las alucinaciones, y con ello aparece Tamburini, neurólogo italiano que desde la
perspectiva de Berrios (1996) permite responder de una perspectiva actual, las alucinaciones
en su apartado psiquiátrico y neurológico. Sin embargo, su concepto de alucinaciones abría la
puerta a nuevos problemas, pues su visión, era que dicho fenómeno se separaba del historial
del paciente, ya que su contenido se determina mediante estimulación de los sitios cerebrales
específicos. Dicha posición, generó una discusión entre el enfoque "orgánico" propiciado por
Tamburini, e "interno" de la alucinación no resolviendo el conflicto. Además, la discusión se
ampliaba a interrogantes, de si la alucinación, efectivamente poseía una implicancia de
perdida de la razón.
En conflicto con la teoría de Esquirol, Baullager, médico francés, señaló que las
alucinaciones del oído y del olfato, también debería ser tomadas en cuenta dentro de una
teoría de las alucinaciones. Con ello, fue el primero en descubrir el <<eco del pensamiento>>
(Berríos,1996, pág.43) abriendo la brecha de que lo común de las alucinaciones afecta al oído
en su forma de voces.
A efectos del debate, en cierto modo, se podría señalar que las diversas posturas
epistemológicas construyeron sus derroteros o sendas de interpretación de la naturaleza del
síntoma, pero, la noción del siglo XIX fue un manantial que permitió desanclar, la
alucinación de su forma trascendente a un síntoma referido directamente a una enfermedad de
índole psicológica.
2) Trastorno del pensamiento.
Hablar disparates era equivalente a tener pensamientos desordenados, por ello Berrios
(1996), nos muestra que la comprensión que se hizo de los trastornos del pensamiento, fue
separándose y constituyéndose de forma progresiva en un criterio clínico separado de los
trastornos del lenguaje.
A comienzos del siglo XIX, todo proceso del pensamiento, se emparentaba directamente del
lenguaje, donde uno no podía progresar sin el otro. En virtud de lo anterior, este fondo
epistemológico pensamiento-lenguaje, explica la causa de porque los alienistas de dicho
periodo e inclusive hasta finales del siglo XIX examinaban en conjunto dichos factores. Por
ello, se deriva la inexistencia de un criterio clínico que diferenciara las alucinaciones en su
apartado del lenguaje respecto a un afásico, o bien entre otras enfermedades del trastorno del
lenguaje. . A su vez, dicha postura puede explicarse debido a la falta de constitución de los
trastornos del pensamiento como un síntoma, es más, dicha postura, también se explica por el
trasfondo asocionista, donde los procesos del pensamiento, se ligaba en virtud de leyes de
asociación que inclusive en los perturbados mentales operaban de forma normal
El cambio más vivo se desarrollada en la década de 1850, donde la definición de Guslain-
psiquiatra belga. -de la incoherencia de las ideas, fue de las primeras en sugerir una distinción
entre trastornos del lenguaje y del pensamiento. Posteriormente Bleuler y Jung, consideraron
que el trastorno del pensamiento, era el síntoma principal de la esquizofrenia; según Bleuler:"
las asociaciones pierden su continuidad. De los cientos de hilos asociativos que guían
nuestro pensamiento, esta enfermedad parece fortuitamente interrumpir a veces unos cuantos
(…). De este modo el pensamiento se vuelve ilógico y extravagante". (Berrios, 1996, pág 79).
Por otra parte Jung convino con Bleuler en lo tocante a los asociaciones alteradas por la
enfermedad, pero esbozo una crítica en cuanto comprendemos de forma sesgada la diferencia
entre pensamiento normal, anormal y alterado. Así, comentó que en la esquizofrenia existen
innumerables asociaciones normales, produciendo que se desconozcan los procesos que son
realmente específicos de la enfermedad.
Ya en las primeras décadas del siglo XX, el "pensamiento" volvió a redefinirse en función de
términos y del reconocimiento de los conjuntos de los procesos de creación de conceptos y
proposiciones. Con ello, pasó entonces a ser una alteración en la formación del concepto y
proposiciones, en directa causa con una ruptura paulatina en el empleo de las reglas lógicas.
La opinión de Berrios (1996) señala que un análisis histórico del trastorno del pensamiento,
se muestra en directa relación y dependencia con una teoría del pensamiento, donde la
segunda produce las bases de la primera para la explicación de la alteración del pensamiento.
A su vez, dicha relación implica, que desde diversas formas es contingente la modalidad de
los trastornos del pensamiento, - en su manifestación- y que no posee un grado localizable a
diferencia de otros síntomas de la esquizofrenia, haciendo más difícil su visibilización.
3) Delirios
Berrios (1996) comenta que la mayor parte de lo que actualmente se refiere a la descripción y
comprensión del delirio, se gestó durante el siglo XIX. En el siglo XVIII, dicho fenómenos se
entendía en directa correlación con la locura, y no se le separaba de dicha dimensión. Pero los
cambios que propiciaron la vuelta de giro de la noción de delirio, se daba en: a) la nueva
noción de síntoma como indicador y no directa relación con el trastorno mental; b) el
incremento de las teorías de constitución de la personalidad, que permitieron la interpretación
del delirio en consonancia con episodios personales o biográficos.
Así, el contenido del delirio se volvió más importante que su forma y se identificó y
considero sus modalidades como subtipos conducentes a enfermedades distintas, y no a la
locura directa. La noción de comprensibilidad se entendió como crucial para la determinación
del delirio, y con ello, el afán de integrarlos a una lógica, ayudó a establecer diagnósticos en
función de su contenido y no per se.
Es su desarrollo en el siglo XIX lo que acumuló varios criterios para asegurar su diagnóstico:
convicción, excentricidad, dislocación cultural,etc. Sin embargo, su diferencia entre creencias
enérgicamente sostenidas y valoradas no llevó a una separación sustancial problematizando y
complejizando más dicha noción. Pinel médico francés del siglo XIX establece que el
concepto de locura: "es erróneo cuando considera que este estado es inseparable de los
delirios (…) me he sorprendido de hallar pacientes sin ninguna alteración del entendimiento,
que son víctimas de etapas de excitación como si solo las facultades afectivas estuvieras
afectadas" (Berrios, 1996, pág. 94) Por ello, el delirio requirió un sucesivo abordaje para
separarlo de la locura, donde su interpretación fue un trabajo progresivo y de continuo
desarrollo. Sin embargo, aquello permitió una clasificación y no una generalización, de las
modalidades de delirios que afectan a un sujeto, y todo con ello en vista de mejor la
comprensión de la enfermedad.
Ahora bien, haciendo un barrido más global, las enfermedades mentales generalmente se
diagnosticaban en base con molestias somáticas, fue el siglo XX y su desarrollo en el siglo
XIX lo que permitió un viraje donde los síntomas psicológicos agarraron más fuerzas que su
contraparte y permitieron un abordaje clínico más optimo, a partir de que las molestias
somáticas eran básicamente síntomas demasiado generales para un diagnóstico concreto. Sin
embargo, desde la perspectiva de Berrios, la contribución más importante del siglo XIX es la
incorporación de la experiencia subjetiva en el repertorio de los síntomas (Berrios, 1996, pág
32). El énfasis y el análisis de la experiencia contribuyeron a la psicologización de la antigua
noción de conciencia. Tal giro descrito, nos conecta con la opinión de Freud de los síntomas.
Freud y los síntomas
El punto determina es comprender algunos síntomas de la enfermedad, interpretarlos, pero la
forma de dicha comprensión, ha sufrido diversas interpretaciones, que a su vez, abogan por
diferentes resoluciones en cómo tratar una enfermedad en cuestión. Freud nos señala que :"
aún los delirios de los enfermos mentales, si se atinase a traducirlos mostrarían un sentido"
(Freud, 1991, pág 235.).
Desde la perspectiva de Freud, los síntomas poseen directa correlación con el historial del
enfermo, sus acciones que aparecen sin un sentido, entrañan una profunda lógica que ayuda a
reconstruir la enfermedad. Así, ciertas acciones encierran un simbolismo que refieren a
sucesos de la vida de un enfermo que es menester desentrañar, por ello, la acción del enfermo
tomada en sí misma es incomprensible, pero ampliada a y transferida en un aspecto
biográfico es inteligible.
Así, Freud nos señala que la tarea respecto a los síntomas es "para una idea sin sentido y una
acción carente de fin, descubrir aquella situación del pasado en que la idea estaba
justificada y la acción respondía a un fin" (Freud, 1991, pág 247). Sin embargo, el problema
que puede esbozarse contra Freud, es el de los casos y el relativismo de los síntomas tomados
en su aspecto biográfico, pero, su postura se conjuga con el de hecho de la existencia de
síntomas (también reciben el nombre de típicos) que en todos los casos tienden a mostrarse
más o menos semejantes. Freud mismo se dio cuenta del problema esencial que traía dicha
postura, pues, cuando se aborda e interpreta el síntoma desde una perspectiva histórica del
sujeto, lleva a tomar en cuenta signos que no aparecen en otros sujetos, volviendo la
enfermedad un elemento propio del sujeto en cuestión. Sin embargo, su defensa plantea que
si los síntomas dependen de la vivencia del enfermo, los síntomas típicos abren la posibilidad
de que se remonten a una vivencia típica en sí misma y común a todos los hombres, en otras
palabras, la enfermedad se revela por igual con sus síntomas en toda clase de sujetos, en
algún punto manifiesta su transversalidad con todo el domino de sujetos en cuestión.
Creemos que su percepción acerca de los síntomas es homologable a todas las enfermedades
mentales, pues, sería absurdo establecer un análisis de los síntomas y aplicarlos a ciertos
casos particulares que deslegitiman su uso en otras áreas patológicas. La perspectiva de Freud
de lo patológico se conecta con la inflexibilidad, la imposición y su inadaptación (Freud,
1991, pág 242.) ergo, la sucesiva interpretación de síntomas en consonancia con un
conocimiento del historial del enfermo, su lógica inconsciente, y su manifestación de la
enfermedad en este caso, la esquizofrenia, permiten plantearse la enfermedad desde otra
óptica no tan organicista. Lo anterior nos conecta con la posición de Canghillem sobre la
enfermedad.
Canghillem y lo patológico.
Para efectos prácticos de reconceptualizar la enfermedad, Canghillem (1986) nos ayuda a
determinar, el cuidado de distinguir donde empieza la enfermedad en cuestión, si en su
diagnóstico, o en la vivencia del enfermo, en otras palabras, para referirnos a lo normal y lo
patológico es necesario referirse al individuo que padece, porque es éste el que determina si
se encuentra a la altura de los deberes que impone el medio ambiente que le es propicio.
Canghillem (1986) pretende dejar de lado una norma supraindividual que determine la
sanidad de los individuos, y aboga por una norma individual desde el cual abordar la salud.
En cierto modo, su tesís principal se puede exponer de la siguiente manera:
* Si un organismo atiende a las exigencias del medio, dicho organismo se encuentra sano
En consecuencia, el organismo debe percibirse referente a las condiciones del individuo
examinado. Por ello lo normal en otra situación puede convertirse en patológico si se
mantiene idéntico a sí mismo, en efecto, una alucinación en un grupo determinado que
comprende dicha modalidad de la percepción como un mensaje, efectivamente puede
entender una conexión, eliminado todo lo patológico en lo que consideramos como síntoma
de una enfermedad.
Por otra parte, es el individuo mismo quien determina lo patológico a partir de que él, es
efectivamente quien padece la enfermedad, y quien también se encuentra a la intemperie de
sus deberes con un medioambiente, y finalmente quién determina si dicha patología le
perturba.
Para Canghillem el fenómeno patológico es algo que revela una estructura individual
modificada. y por ello siempre es necesario tener presente la transformación de la
personalidad del enfermo, así mismo, determinar también las reacciones que nunca se
presentan en el individuo normal en la misma forma y condiciones que en su estado de
equilibrio.
La nueva mirada plantea que el enfermo no es anormal por ausencia de norma, sino por su
incapacidad para ser normativo, para adaptarse a la norma de las situaciones que le
interpelen, mancillando su capacidad adaptativa. Por ello, el enfermo, debe siempre ser
juzgado en relación a la situación frente a la cual reacciona, y con sus instrumentos de acción
que el medio ambiente ofrece, porque no hay perturbaciones patológicas en sí misma, sino
que siempre se perciben dentro de una relación.
Por otro lado, la cura se comprende como la aparición de nuevas constantes que permiten la
funcionalidad, no como el retorno de un organismo a su estado original. Las nuevas constante
garantizan el orden, sin embargo, su comparación con el estado anterior, revelan la
anormalidad, pero solo desde óptica comparativa. Canghillem (1986) nos comenta que por
ello lo sano, no es lo normal en una situación dada, sino lo normativo en esa situación y en
otras situaciones eventuales. "en rigor puede vivirse con muchas malformaciones o
afecciones (…)- por ello- todo estado del organismo, si es una adaptación a circunstancias
impuestas, termin,, mientras resulta compatible con la vida, por ser en el fondo normal"
(Canghillem, 1986, pág 153.)
La visión de Canghillem nos permite ampliar la noción de esquizofrenia al punto de hacerla
compatible con la funcionalidad de un organismo, solo si el sujeto en cuestión acepta que
dicha vida que lleva es la mejor de todas las posibles a pesar de su enfermedad. Con ello,
construye una perspectiva donde el médico no tiene la palabra para determinar el estado de
salud, sino, que es el enfermo con su carga existencial, el que efectivamente establece que si
dicha alteración en su organismo le impide sus tareas, puede considerarse un organismo
enfermo. Así, un hombre esquizofrénico, a pesar de mostrar diversos síntomas, si se
considera lo suficiente sano a partir de las coordenadas señalas, no podríamos intervenir en su
condición, porque es él mismo quien limita lo que se puede hacer con su organismo a partir
de que se considera funcional, a pesar de todas sus problemáticas. Sin embargo, Canghillem
abre el espacio a la mala comprensión de sus teorías, al aceptar que solo el sujeto estipula su
sanidad, pero ya nos señala que la comprensión del historial, y de la evolución del enfermo en
cuanto a su personalidad, permite también hacer una aproximación a lo que se comprende por
salud.
A modo de cierre, estimamos que la comprensión de la enfermedad ha sufrido un avance
desde su noción de síntomas, y su caso clínico, Pero, el análisis histórico nos arroja las
diversas modalidades que, en consonancia con un trasfondo epistemológico, efectivamente
posibilitaban la comprensión de dichos síntomas con una enfermedad relacionada. Sin
embargo, el recorrido, no nos permite hablar de un relativismo de los paradigmas, sino de
sucesivos virajes que buscaban aprehender más la enfermedad en cuestión. Por otro lado,
tenemos también la visión sintomática de Freud en una directa correlación con el aspecto
biográfico del sujeto, así mismo como el ensanchamiento de Canghillem referido a lo
normal/patológico en función de los deberes a los que se ve interpelado un organismo para
complejizar más la enfermedad en cuestión. Los debates entre organicistas, que revelan la
enfermedad desde una perspectiva de un órgano o función alterada, refere a una hipótesis
fisiológica del mal funcionamiento de una zona del cuerpo, en contraposición a la visión
vitalista de Canghillem y psicoanalítica de Freud. Creemos que el debate está lejos de
zanjarse, y que refiere a una diversidad de enfermedades mentales donde dependiendo del
trasfondo que se le observe, su tratamiento será distinto. Desde nuestra perspectiva, este es el
elemento que estriba la principal problemática las diversas modalidades de cura que se
buscan para hacer funcional al enfermo, creemos que la postura de Canghillem permite un
abordaje más comprensivo, y empático, no tan jerarquizado desde una posición de un experto
que determina como llevar las riendas del asunto, sino, desde el sujeto que sufre, y que
necesita su consentimiento para iniciar un tratamiento. Por último, el estado de cosas no está
dado, sino que la forma en que comprendemos una enfermedad en nuestra época está
profundamente mediado por los sucesivos desarrollos que buscaban ampliar la enfermedad y
que desde nuestra visión, son un rico conjunto de registros para establecer las diversas
corrientes que han influenciado nuestra óptica de los fenómenos.

Bibliografía
Henri, E. Y., & Bernard, P. (1978). Brisset Ch. Tratado de Psiquiatría (8ª edición). Madrid:
Ed.
Berrios, G. (1996). Historia de los trastornos mentales: la psicopatología descriptiva desde el
siglo XIX

Canguilhem, G. (1986). Lo normal y lo


patológico. Siglo XXI.
ISO 690

Freud, S. (1991). Obras completas, vol. XVI, Buenos Aires, Amorrortu Ed.

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