Índice

1. Manifiesto p. 4

2. Investigación p. 6

3. Pliego de Especificaciones p. 8

4. Desarrollo p. 9

4.1 Resumen del proceso p. 9
4.2 Propuestas previas p. 10

5. Solución final p. 12

5.1 Apertura Temporal p. 14
5.2 Invisible de día p. 15
5.3 Ergonómico/Unisex p. 17
5.4 Diseñado para Madrid p. 17
5.5 Higiénico y seguro p. 18

La zona de moda de la noche madrileña es el casco
antiguo. Justo donde las calles estrechas que
recuerdan que una vez Madrid tuvo el urbanismo
de un pueblo o pequeña ciudad, los bares nocturnos
se apelotonan atrayendo a oleadas de personas de
manera puntual.
Malasaña, Chueca, La Latina, Lavapiés... son los
principales «afectados» de este fenómeno. La
principal consecuencia es para los vecinos, con el
frecuente olor a orina que se respira en sus barrios
los días después de fiesta.
Ante este problema, la solución adoptada por el
ayuntamiento es poner urinarios portátiles con
los que pretenden evitar que la gente orine en la
vía pública. Esta propuesta se alza como la única
aplicable en las calles estrechas características del
casco antiguo de Madrid.
Manifiesto
Aunque bienintencionada, la decisión adoptada no
es óptima, ya que descuida detalles importantes
involucrados en el conflicto. Poner urinarios para
que la gente los use es no pensar ni en el usuario
(peca de no intentar entender todos los motivos
y circunstancias por los que alguien orina en la
vía pública) ni en los no-usuarios. En el caso del
diseño evaluado para poner en Madrid, sus grandes
defectos son: invitar a miccionar en la calle,
requiere de logística compleja (para el transporte
y mantenimiento del producto), la higiene es
cuestionable (incluso puede haber problemas de
olores, como los que se pretende evitar) y pueden
causar recelo a los no usuarios (a nadie le gustaría
que su barrio estuviese lleno de urinarios y baños
portátiles).
Fuente: https://somosmalasana.elperiodico.com/wp-content/
Urinarios portátiles
uploads/2016/02/urinarios.jpg de varios tipos

Este proyecto surge para resolver

el problema en su conjunto,
atendiendo y entendiendo
los intereses de todos los
involucrados en el conflicto.
Investigación

Elección del problema

La primera parte del proyecto
se centró en entender el
conflicto de forma global. Para
tener una visión lo más amplia
posible, se investigó sobre el
estado actual de la infraestruc-
tura destinada a satisfacer las
necesidades fisiológicas de los
viandantes en su conjunto (no
solo en la zona centro ni en el
contexto nocturno). Curiosamente,
es bastante deficiente, habiendo
solo un reducido número de baños
públicos, siendo especilamente
escaso en la zona centro de Madrid.
El lado positivo es que ya se está
actuando instalando más baños
del estilo sanisette. Además, otras
ciudades europeas ya solucionaron
problemas similares con diferentes
sistemas que podrían funcionar en
Madrid.
Por tanto, el caso general se
puede solucionar copiando a otras
ciudades. Queda únicamente sin
resolver el caso particular que se
da en la zona centro de la capital,
donde no caben los sanisettes y
que se masifica puntualmente en
horarios en los que la mayoría de
establecimientos están cerrados.
En París se instalaron unos
urinarios públicos recientemente:
llamados Uritrottoir. Este invento
soluciona muy bien aspectos
importantes, como el tamaño o
el tratamiento de la orina. Sin
embargo, son objeto de polémica
precisamente por invitar a la gente
a orinar en la calle, a cualquier
hora del día, así que es más común
que nunca ver a gente haciendo sus
necesidades a la vista de todos. Es
por tanto, una solución incompleta
también.
Es evidente que no hay nada
inventado que resuelva el
problema que viven en la zona
centro de Madrid. Es por esto que
este proyecto se centra en este
conflicto.
Implicados
Solucionar el problema de la gente que orina en la vía
pública involucra, evidentemente, a los «infractores»
y al ayuntamiento. Este es el contexto en el que los
urinarios portátiles pueden parecer una solución.
Sin embargo, también hay que considerar a los
vecinos y a los transeúntes, «sufridores» indirectos
de la solución que se adopte.
Los potenciales usuarios buscan una forma de
satisfacer sus necesidades fisiológicas. La principal
conclusión de la investigación es que nadie orina en
la calle por gusto, es más una opción de emergencia.
Por parte de los potenciales «orinantes públicos»
se busca una solución eficaz y accesible además de
limpieza, siendo valorable la privacidad que ofrezca.
La propuesta debe competir en comodidad con la
alternativa indeseable de hacerlo en la calle.
El ayuntamiento busca eliminar este tipo de
prácticas para erradicar el impacto negativo que
tienen sobre la vida de los vecinos. La administración
también buscará que la solución sea económica y
que se pueda adaptar al urbanismo y estética de la
ciudad.
Los vecinos y los viandantes buscan esencialmente
lo mismo. Principalmente que se eviten los malos
olores de las calles, pero también que el producto
no cause mala sensación (que la solución no genere
malestar y que no cause rechazo o sea desagradable)
y que se adecue a los valores sociales y de civismo
(por ejemplo: que no se vea al usuario y que no invite
a su uso).
Este cruce de intereses sienta las bases del desarrollo
de la propuesta que debe buscar cumplir todas
estas expectativas para ser realmente una solución
óptima.
Peculiaridades
Son las peculiaridades las que hacen que este
problema esté aún sin resolver. Como ya se indicó,
el proyecto se localiza en la zona centro de Madrid,
durante la noche.
En esta zona central, las calles frecuentemente
tienen un ancho menor de 15m, incluyendo calzada
[1], siendo típico que queden aceras de 1.5m de
ancho. En esta zona centro no hay muchas calles que
se salgan de la norma, siendo la gran mayoría así de
estrechas. Las plazas y parques son también escasos,
así que hay una carencia total de hueco, al menos
para los diseños tradicionales (como los sanisettes o
los «chirimbolos»).
Esta parte del estudio buscó analizar las tipologías
de calle existentes, buscando huecos recurrentes
que se saliesen de la estrechez generalizada de
las calles en estos barrios. Se encontró una serie
de espacios muertos en los que se podría colocar
un producto. Conocer estos espacios es clave
para el diseño del objeto ya que su ubicación
condicionará las dimensiones. Las
zonas encontradas fueron las siguientes
(ver bocetos en p. 8):
Ensanches de calles: algunas calles tienen zonas
en las que el ancho disponible pasa de los 1.5m a
más del doble. Se forman en estos casos paredes
perpendiculares a la dirección de la calle que
habitualmente están sin usar. Este tipo de huecos es
especialmente frecuente en Lavapiés.
Esquinas en cruces: en muchos casos, los cruces de
calles no son perpendiculares, dejando aceras en
esquina. La zona próxima al vértice de esas esquinas
no se utilizan. Este espacio muerto es bastante
frecuente, aunque finalmente se optó por no usarlos
por problemas relacionados con la visibilidad del
usuario. Es común en toda la zona centro.
«Cuadrados de aparcamiento»: Cuando en la
calle hay un carril destinado a aparcar coches, es
frecuente que en este carril aparezcan isletas de
acera destinadas a poner farolas, parquímetros,
papeleras... En muchos casos este espacio no está
usado al completo (queda espacio muerto aunque no
todo el cuadrado esté en desuso) y se puede utilizar
para poner un objeto. Es típico de Malasaña y Chueca,
pero muy poco frecuente en Lavapiés.
[1]A. Hernández Aja, TIPOLOGÍA DE CALLES DE MADRID. Madrid: Insti-
tuto Juan Herrera, 1995, p. 7.
Pliego de especificaciones
De la investigación se deduce que la solución debe ser de dimensiones reducidas, de fácil uso y
acceso, cómoda, limpia, económica, que se integre en la ciudad, que no cause rechazo y que no
invite a su uso (más de lo necesario).
Debe, además, estar optimizado para situarse en los huecos investigados, los expuestos en los
siguientes bocetos.

Los urinarios son productos que se perciben como
antihigiénicos e insolubres. Poco importa que se
diseñe uno perfectamente limpio, la gente seguirá
concibiéndolos como algo desagradable y no
aceptarán de buena gana que se instalen en sus
barrios. Por esto, la línea del proyecto es proponer
soluciones que no parezcan un urinarios, propuestas
que solo sean «visibles» y utilizables cuando sea
necesario. Se podría resumir en «ocultar y moderar
su uso».
Esto explica que las primeras propuestas fuesen una
exploración del mobiliario que hay en la calle y en
el que nadie se fija. Buzones, cabinas telefónicas,
cajas eléctricas... no mucha gente sabría decir de
memoria donde hay alguno de estos objetos en su
barrio. Estos objetos se adaptaban muy bien a los
valores del proyecto, por ejemplo, las cajas eléctricas
se ponen contra las paredes de los edificios, incluso
en calles estrechas, gracias a su poca profundidad.
Es un elemento discreto en el que nadie se fija. Son
económicos y ocupan poco espacio, se podrían poner
en muchas calles, gananando accesibilidad y siendo
así una opción cómoda. Si se les añadiese un sistema
que permita su uso solo en horario nocturno en días
de fiesta, ocultando la taza del urinario el resto del
tiempo, la mayoría de los vecinos no sabrían que
es en realidad un orinal. Conseguimos así evitar
críticas de los vecinos e incluso corrregir esa mala
percepción que se tiene de los urinarios.
Esta primera aproximación (imitar a una caja
eléctrica) presentaba algunos problemas,
principalmente relacionados con el funcionamiento
y la visibilidad del usuario. Además, se intentó
conseguir que el orinal fuese utilizable por ambos
sexos, lo que supone un problema de visibilidad
evidente y difícil de solucionar.
Dando especial importancia a que la cara del usuario
quedara oculta por el producto (para dar sensación de
privacidad) y a la integración en la calle, se evoluciona
a un producto que funciona también como mupi, con
una pantalla al lado opuesto. La primera propuesta
de cierre el producto consistió en un formato caja,
con una tapa que se levantaba, habilitando un hueco
para orinar. Esta tapa se levantaría de noche para
funcionar como urinario y se cerraría por la mañana
para ser un mero mupi. Esta propuesta tiene una
Desarrollo
geometría demasiado compleja como para pasar
desapercibida fácilmente. El cuerpo formado por
dos piezas (un prisma de base rectangular y otro de
base cuadrada) llamaría la atención de los curiosos.
Añadido a este problema, tenía un grave problema
de visibilidad del usuario. Se exploró la opción de
colocar pantallas que bloqueasen la visibilidad, pero
esto convertía el producto en un armatoste aún
mayor que es imposoble que pasase desapercibido. El
otro problema grave era que el sistema de apertura
de la taza. Además de no ser unisex, probablemente
causaría recelo. Todos estos motivos llevaron a la
evolución del objeto.
Se propone una nueva geometría ortoédrica,
más parecida a la caja eléctrica que da origen a
la evolución. Se apuesta por una taza móvil con
una forma, posición e inclinación que haga que
el producto sea para ambos sexos. La taza, en este
diseño, rota para meterse dentro del cuerpo del
producto cuando no se va a usar. Se prescinde de
las pantallas de privacidad y se propone, en su
defecto, que se situe en sitios donde haya vehículos
estacionados que funcionen como «pantallas
naturales».
No es el método más efectivo, pero no es intención
del producto animar a la gente a su uso. La misión
del diseño debe ser disuadir a los potenciales
infractores de orinar en una esquina/pared. En
ningún caso se busca animar a usar esta propuesta
a aquellas personas que de otro modo nunca habrían
orinado en la calle. Con esto en mente, se entiende
que el potencial infractor iba a hacerlo a la vista de
todo el mundo, así que no se consideró algo clave (en
relación a la misión última del urinario) brindar de
una total privacidad al usuario. Se consideró más
importante para esa misión la discreción y pequeño
tamaño del producto (por ser los que en última
instancia decidirán si es una solución viable).
 La primera aproximación tenía dos
I secciones y un cierre con tapa. Fingía ser
un simple mupi con su pantalla en la parte
posterior. Los problemas de visibilidad del
usuario y la inseguridad que transmite el
cierre en caja lo convertían en una opción
inviable
Continuando con la línea de las versiones
V anteriores, se modifica la taza ligeramente
para que pueda recogerse en el interior
del cuerpo con un sencillo giro. Se añade
una visera que echa agua para limpiar la
superficie del producto y unas rendijas en
el suelo para recoger esa agua.
En una evolución del I, se propone el uso de
II pantallas para dar privacidad y se corrige
un error en la base del producto: ahora es
posible arrimarse. Las pantallas laterales
complican su camuflaje, perdiendo
discreción. Persiste el problema de la taza.
Los pasos sucesivos consistieron en
VI estilizar la forma, dando por hecho que
el funcionamiento del producto estaba
esencialmente resuelto.
 En esta tercera versión se explora una
III nueva forma para la taza que resuelva
los problemas de los diseños anteriores.
Conserva esencialmente la misma forma
que la versión precedente. La taza es fija,
con una tapa que desliza para habilitar su
uso.
La forma final modifica la forma de la
VII visera para parecerse a la típica de las cajas
eléctricas con la intención de mimetizarse.
Se adorna ligeramente los laterales y
la parte frontal del producto con fines
estéticos.
Las pantallas suponían un problema para
IV camuflar el producto. Tras un estudio de
las localizaciones que tendría el objeto, se
concluyó que los coches pueden funcionar
como separadores naturales, bloqueando
la visión. El diseño se sigue evolucionando
pensando en que se va a situar en los
"cuadrados de aparcamiento". También se
propone una forma ortoédrica más simple.
Solución Final
Camo tiene una forma ortoédrica, taza retráctil de diseño
unisex, sistema de autolimpieza, apertura programada,
«privacidad natural», adaptado al espacio disponible,
higiénico y discreto.
Apertura temporal

Camo surge fijándose en el Uritrottoir parisino pero

corrigiendo sus fallos. Siendo uno de los problemas
principales la incitación a orinar en la calle a la vista
de todo el mundo, la característica más importante
que se pedía a la solución era que solo se pudiese
utilizar cuando no hay alternativas. Durante el día
hay otros baños accesibles (tanto públicos como
de locales), que son una solución objetivamente
mejor para todos en cuanto a limpieza, comodidad y
privacidad, por eso Camo solo funciona en momentos
concretos con un sistema de apertura controlado.
Camo solo funciona cuando es más probable que
alguien se vea obligado a hacer sus necesidades
en la calle por falta de alternativas. El urinario se
abre automáticamente a la hora prevista en los días
programados. Con una rotación, el recipiente sale
del interior del cuerpo, habilitando su uso.
El sistema que controla este movimiento es muy
sencillo. Basta un pequeño motor para mover la taza.
También cuenta con sistemas de protección para
evitar vandalismo (con un cierre de emergencia
cuando nota presión en la taza) o para evitar fugas
si detecta algún problema en el sistema de colección.
En cuanto a la visibilidad, esta se soluciona con
«pantallas naturales»: los coches. Al colocarse en
zonas de aparcamiento, se prevé que haya vehículos
cerca del producto bloqueando la visión. En el
contexto de horario nocturno, se espera que haya
poca gente en las calles, no siendo tan importante
este factor.
Invisible de día

Los urinarios son sistemas estigmatizados como

antihigiénicos e indeseables por cuestiones
históricas. Aunque esta propuesta no tiene las
desventajas de sus precedentes históricos, es lógico
pensar que el vecindario se oponga de primeras a
colocar orinales en sus calles. Es por esto que Camo
busca la invisibilidad, pasar desapercibido.
Su forma ortoédrica se inspira en aquellas piezas
de mobiliario urbano que se diseñan para que nadie
se fije en ellas. La forma sencilla busca no atraer las
miradas. Si no se sabe que está ahí, a nadie puede
molestar. Incluso la visera superior, instalada con
fines de higiene, imita al estilo de las cajas eléctricas
tradicionales.
Cuando se abre, la cosa cambia. El problema de la
invisibilidad diurna es comunicar a la gente su
presencia cuando se debe ser usado. La luz led,
instalada en la «boina» del producto para dar mejor
visibilidad a la taza, ilumina además la acera. Siendo
un foco de luz en medio de la calle, se consigue
atraer las miradas. La función de comunicación
va más allá, los leds de colores pueden informar en
vivo del estado del producto (por ejemplo, ante algún
defecto puede usarse una luz roja, como en la foto de
ejemplo, en la que la taza no pudo salir por completo).
Por si cupiera alguna duda en el potencial usuario
de qué es el producto, una proyección en la parte
superior del cuerpo informa puntualmente de la
función del objeto..
Como esto solo ocurre de noche se consigue una
perfecta comunicación nocturna conservando el
anonimato diurno.
Ergonómico y Unisex Diseñado para Madrid

En el proceso de diseño se tuvo muy en cuenta al
usuario. Igual que la ubicación final del producto
condicionó sus dimensiones máximas, la altura,
anchura, profundidad y posición de la taza surge de
un estudio de las medidas antropométricas y de la
postura al orinar.
La altura del producto es de 1700mm, que es del
orden de un percentil 96 de la altura de los ojos de la
población laboral española [2]. Por tanto, el producto
tapará la cara a casi la totalidad de la población,
compitiendo así en privacidad con las paredes.
La posición de la taza, así como su tamaño, está
basada en urinarios femeninos, entendiendo que
estos son en realidad unisex. La inclinación a 20º
sobre la horizontal hace que pueda ser usado tanto
agachado (en el caso de las mujeres) como erguido
(en el caso de los hombres). La parte superior de este
recipiente se encuentra a unos 550mm.
El ancho del producto (600mm) atiende más a una
razón de similitud con las cajas eléctricas que a una
necesidad ergonómica. En un primer momento se
optó por un ancho de 400mm por ser este del orden
de un P90 del ancho de los hombros [2], cubriendo
así todo el cuerpo del usuario y bloqueando más la
visión. Sin embargo, esta dimensión era demasiado
estrecha en comparación con el referente de las
cajas eléctricas. En virtud de un mayor bloqueo de
la visibilidad y de asemejarse a tal producto, se optó
por un ancho mayor, siempre pensando en que debía
caber sin problema en las ubicaciones elegidas.
En combinación con la ergonomía, las dimensiones
del producto se decidieron atendiendo a los espacios
disponibles en el casco antiguo de Madrid.
El mayor dilema del producto fue decidir la altura.
Por una parte, es desaconsejable que el mobiliario
urbano corte la visión, así que debe ser más bajo
que la altura de los ojos. Por otra parte, uno de los
problemas del Uritrottoir de París que se pretendía
corregir era precisamente que se veía la cara al
usuario. Como se explica en el epígrafe anterior,
se escoje una altura de 1700mm por ser del orden
del P95 de la altura de los ojos. Al ceñir la altura del
producto a justamente a esta dimensión, se consigue
que Camo no sea mucho más alto que un coche SUV,
así que no bloquea especialmente la visión. Se gana
con esto también mayor discreción: cuanto menos
moleste, menos se va a dar cuenta la gente de que
está ahí.
En cuanto a la profundidad, se optó por reducir
esta dimensión al máximo, dejando lo mínimo
para que la taza pudiese quedar en el interior del
producto. Esta dimensión se fijó en 300mm, siendo
lo suficientemente estrecho para poder ser colocado
en sitios donde no hay mucho hueco disponible.
Con la taza desplegada, la anchura crece hasta nos
550mm. En la mayoría de los huecos estudiados en
el centro de Madrid hay espacio suficiente para que
quepa producto desplegado y usuario sin que se
moleste a la circulación en el resto de la acera.
En las imágenes de la izquierda se muestra el
producto situado en algunos huecos encontrados.
Son algunas posibles posiciones finales, siendo más
recomendables las de las dos últimas fotos.

[2]A. Carmona Benjumea, Datos antropométricos de la población laboral

española. CNMP Sevilla, 2001, p. 13-14.
Un urinario higiénico
No es frecuente ver un urinario que parezca
higiénico. Lo sean o no, se asocian estos productos
con lugares sucios por naturaleza y a los que es
mejor no acercarse. Si en un orinal cualquiera la
gente va evitar acercarse salvo que sea necesario,
en el caso de Camo no va a pasar esto: la gente se
a va a acercar sin querer ya que no saben qué es en
realidad el producto. Por tanto hay que prestar una
atención especial a la higiene.
Camo tiene dos sistemas encargados de la limpieza.
El primero es el de la taza. Cuando un caudalímetro
situado antes del sifón detecta que el producto se
ha usado, se echa un chorro de agua por el interior
del canto del colector, limpiándolo por completo.
El segundo limpia la superficie del producto.
Cuando la taza se recoge, desde la visera de la parte
superior del producto cae una cortina de agua
limpiando la superficie del urinario. Estos dos
sistemas consiguen conjuntamente que el producto
quede limpio durante un largo periodo de tiempo,
reduciendo la cantidad de veces que alguien tiene
que ir a limpiarlo.
El producto tiene dos acometidas a la red de aguas.
Una de la que consigue el agua necesaria para la
limpieza; y la otra a la red de saneamiento, usada
para eliminar los desechos. Se elimina tanto la
orina procedente de la taza, como todo lo que haya
caido en la reijilla del suelo que rodea el producto.
Los líquidos procedentes de ambas fuentes, pasan
primero por un sifón antes de ir al alcantarillado,
evitando así malos olores.
Un urinario seguro
El producto va a trabajar en un entorno hostil. Por
el ambiente nocturno y de fiesta, es previsible que
sea objeto de vandalismo. Camo está pensado para
sobrevivir.
La parte frontal del producto está hecha de acero
inoxidable para soportar el ataque de la orina como
consecuencia de su uso normal. El acero usado es el
AISI 304 18/10, que tiene una dureza del orden de
200HB así que es bastante duro. Esta dureza hace
que soporte rayaduras de la mayoría de materiales
que alguien puede llevar encima (motivo por el que
se conoce como acero anti-vándalo).
Otra cualidad del diseño es que ha sido pensado
para que no se pueda introducir nada en la taza.
El cuerpo de Camo tiene el hueco justo para que
se pueda mover la taza y pase la orina. Si alguien
introdujese algo dentro (como por ejemplo, una lata)
esto caería al cerrarse el producto (la taza gira hacia
abajo y el objeto no cabe por el hueco del cuerpo,
así que se cae al suelo). Con esto evitamos atascos
ocasionados deliberadamente. Cabe recordar,
también, el sistema de cierre de emergencia de la
taza al detectar una fuerza anormalmente alta. Con
estas dos cualidades, conseguimos un producto
diseñado para evitar que se estropée. Reducimos
así la necesidad de mantenimiento y conseguimos
que el producto esté operativo una mayor parte del
tiempo.
Y cuando hay que hacer mantenimiento, se puede
acceder fácilmente al interior del producto a través
de uno de las paredes laterales, que gira en torno a
su arista trasera.
Montajes de diferentes propuestas. Evolución del concepto de Camo.

CRÉDITOS
Foto de la portada: Vita Vilcina (@vivivi en
Unsplash) http://vivivi.co.uk
Fotos de Calles: Google Maps Street View
Resto de fotos: Illán Riestra Nava

Camo
Illán Riestra Nava - 52581
Noviembre 2018
Taller III