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CRISIS Y REESTRUCTURACION CAPITALISTA

Dra Ana Emaides


“…ahora, la red del comercio es universal y en ella entran, unidas por vínculos de interdependencia,
todas las naciones…La burguesía no puede existir si no es revolucionando incesantemente los
instrumentos de la producción, que tanto vale decir el sistema todo de la producción, y con él todo el
régimen social”. ManifiestoComunista

I. INTRODUCCION

1.1. El sistema capitalista en el siglo XX

El capitalismo ingresó al siglo XX como el sistema dominante. Los imperios


coloniales, la expansión del comercio, la pujanza de Estados Unidos lo demostraba
así.
Luego llegaría la descolonización y el que muchos en el mundo en desarrollo
cuestionaban ―la viabilidad de los principios capitalistas‖ y optaran por el
socialismo.
Al pasar la primera década, estallaba la Primera Guerra Mundial, que
frenaba la expansión del comercio; ganaba fuerza el proteccionismo económico y el
comunismo conquistaba Rusia.
LA GRAN DEPRESION

En 1929, se derrumbaba la bolsa de Nueva York, la crisis económica


arrastraba a todo el mundo y no faltaba quien pensara que el capitalismo
agonizaba. Era la época del nazismo y el fascismo, que se unieron a un comunismo
en expansión. En ese contexto, estallaba la Segunda Guerra Mundial y de sus
cenizas surgían la Guerra Fría y el bloque soviético.

Es así como el capitalismo ―democrático‖ recién se va a consolidar después


de la Segunda Guerra Mundial y aun entonces solo en parte del hemisferio
“occidental‖: Norteamérica y Europa occidental. Allí funcionó extraordinariamente
bien durante dos décadas; es por eso que aquel periodo de crecimiento económico
sigue dominando todavía las ideas y expectativas de lo que es, o podría y debería
ser, el capitalismo moderno, pese a que, a la luz de las turbulencias que le
siguieron, el cuarto de siglo inmediatamente posterior a la guerra debería verse
como algo absolutamente excepcional.
La situación normal del capitalismo democrático no es la de les trente
glorieuses, sino la serie de crisis posteriores, una situación gobernada por un
conflicto endémico entre los mercados capitalistas y la política democrática, que se
puso de manifiesto cuando el elevado crecimiento económico llegó a su fin en la
década de 1970.

1.2. Las crisis en el sistema capitalista


La teoría de los ciclos
Para muchos analistas el desarrollo capitalista se ha visto interrumpido
históricamente por crisis periódicas de sobreproducción que ocurren en el
capitalismo cada 8 y 12 años dependiendo de las formas, características y
particularidades que tenga cada país. Estas se iniciaron a comienzos del siglo XIX
con el aparecimiento de la gran industria mecanizada

Su inestabilidad, es una de las características históricas más perceptibles del


capitalismo como sistema económico y como conjunto articulado de procesos de
civilización. Sin embargo, a lo largo de los siglos, ha probado tener una enorme
capacidad para lidiar con la incertidumbre, y al mismo tiempo, ha sabido producir y
reproducir los mecanismos más fuertes y resistentes de su existencia, como lo son

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la acumulación de riqueza, la explotación de la fuerza de trabajo, la depredación y
una excepcional capacidad de reinvención ideológica cada vez que se encuentra con
un estado sorpresivo de crisis.
Pero otros economistas consideran que entre la crisis de coyuntura, o crisis
de inventario y la crisis estructural no existen solamente diferencias de carácter
teórico, que podrían encontrarse en los libros de texto, existen diferencias que
tienen que ver con la ejecución histórica de sus posibilidades, perfectamente
registradas en la cronología dinámica del sistema capitalista.

Carlos Marx, en su obra El Capital, si explicó el carácter cíclico de las


crisis las que han sido parciales de superproducción y generales a nivel mundial.
La primera crisis de carácter mundial tuvo lugar en 1847-1848, abarcó a
Inglaterra y a una serie de países del continente europeo y a los Estados Unidos.
Siguió la de 1866.
A finales del siglo XIX el capitalismo experimentó su primera crisis
estructural, que se inició en 1873 profundizada luego con la de 1875, continuó con
las de 1882 y 1890 hasta 1895.A este respecto Lenin en su obra El imperialismo,
fase superior del capitalismo describió cómo esta condujo a la transformación
del capitalismo pre monopolista o de libre competencia a capitalismo
monopolista o imperialismo en que los monopolios se reparten el mundo
luego de la I Guerra Mundial.

En el siglo XX se registran la de 1900-1903 que comenzó en Rusia y tuvo


más fuerza que en ningún otro país; luego vendrán las de 1907, 1920-1921, 1929-
1933, 1937-1938 y en los Estados Unidos después de la Segunda Guerra Mundial,
en 1948-1949 y en 1953-1954. De todas estas fue la de 1929 la que produjo
mayores estragos. Iniciada en Estados Unidos se extendió a Europa y al resto del
mundo llevando a la Gran Depresión. La Unión Soviética fue el único país que se
libró de ella con una inigualable mejora del nivel de vida de la población. Tras ella
vino la II Guerra Mundial.

Pero, como podemos advertir en nuestra realidad, siempre el


capitalismo supo sobrevivir.
De su seno surgieron hombres como John Maynard Keynes que
buscaron dar un toque más humano a la economía de mercado, con la
acción estatal. Paralelamente, nacía el nuevo sistema económico mundial apoyado
en el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial. Durante la guerra
fría el sistema capitalista se acomodaba a las nuevas realidades y se mostraba
desafiante ante su gran rival: el comunismo.

Diferentes perspectivas teóricas de las crisis del capitalismo

Para la perspectiva teórica de Joseph Schumpeter (1883-1950), el


ciclo es la forma específica del desarrollo económico capitalista. En este él
distinguía cuatro grupos de factores de enorme importancia para poder establecer
los distintos niveles de inestabilidad del sistema económico, así como las distintas
vías hacia el equilibrio. El primer grupo estaba compuesto por factores externos,
como la demanda de los gobiernos por nuevo equipos militares, el segundo grupo
lo componían las modificaciones permanentes de la población, el tercero estaba
integrado por el ahorro y la acumulación, y el último estaba compuesto por la
capacidad innovadora del sistema.
Según Schumpeter, el último ingrediente era vertebral en el
desenvolvimiento capitalista hacia una economía de equilibrio, pues el peso de la
innovación descansa sobre las espaldas de hombres imaginativos, visionarios para
quienes la toma de decisiones viene medida por su osadía para correr riesgos en
épocas de inestabilidad. De hecho, la teoría del riesgo en Schumpeter es un
hallazgo colateral a sus grandes intuiciones sobre el ciclo. Una vez establecidos los

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conjuntos de factores a que nos hemos referido arriba, él procede a medir la
duración posible en que podrían operar articulados o no, dependiendo, de nuevo,
de los niveles de riesgo. Y encuentra que, a lo largo del último siglo y medio,
podrían establecerse tres tipos de ciclos: 1-ondas largas de alrededor de 50 años
(ciclos Kondratiev); 2-ciclos intermedios con una duración de 7 a 12 años (ciclos
Juglar); y 3-ciclos cortos de unos 48 meses (ciclos Kitchin)5.
A pesar de las serias objeciones que se le han hecho al ciclo Kondratiev,
debido al sobre énfasis puesto sobre el material estadístico, en virtud de que en los
ciclos largos entran a jugar factores subjetivos de enorme importancia, autores
como Schumpeter lo tomaron muy en cuenta, para sus propios cálculos y
valoraciones sobre el ciclo productivo en el sistema económico capitalista.
Según el autor ruso se puede establecer algún tipo de relación entre
los hechos sociales y el comportamiento del ciclo. Sostiene que durante el
período de expansión y crecimiento de las fuerzas económicas más decisivas se
producen las grandes guerras y revoluciones. Agrega, además, que en los largos
períodos de inflexión o recesión de los ciclos largos, se produce un gran
número de descubrimientos importantes y de invenciones en las técnicas
productivas y comunicativas, las que se aplican en masa durante la etapa
de ascenso del ciclo siguiente. Estas ideas le facilitaron a Schumpeter la
ampliación de su argumento sobre la importancia de la innovación, que se
menciona antes.
Según Schumpeter, como dijimos antes, hay ingredientes externos e
internos en la interrelación que podría establecerse entre diferentes ondas largas
del sistema económico, pues todos los componentes de una crisis o de una
condición depresiva pueden medirse estadísticamente. Ello facilita, sin embargo,
que se puedan establecer paralelismos entre la relativa hegemonía de Inglaterra en
el mercado mundial en el período 1848-1873, seguido de una depresión para los
años 1873-1896; la hegemonía de nuevo del imperialismo inglés en el período
1893-1914, prolongado por una caída precipitada entre los años 1914-1940, y la
fuerte hegemonía del imperialismo norteamericano durante los años 1948-1966,
continuado por un deslizamiento irreversible desde entonces.
Por eso, según esta teoría, debe tomarse en cuenta que es de las
interrupciones del ciclo económico de donde el capitalismo toma sus
impulsos para expandirse a nivel mundial, antes que de las disfunciones de los
mercados. De este modo es posible hacer comparaciones entre las distintas
expresiones hegemónicas del imperialismo, para relacionar el comportamiento de
los mercados, la expansión internacional del capitalismo y el ciclo económico.

De hecho, la mayoría de las crisis y de las grandes depresiones que han


impactado al sistema económico, en los últimos ciento cincuenta años, han
encontrado su origen en las grandes economías industrializadas, centros financieros
y punto de llegada de los procesos de acumulación a escala mundial.

Si está claro, cualquiera sea la teoría que lo explique, que el


comportamiento cíclico del sistema económico es inevitable, así como su
tendencia general a experimentar hundimientos, crisis y depresiones, para quienes
diseñan estrategias e instrumentos de contra peso en tales situaciones, no está
igualmente claro el punto de origen, y el trayecto que esta últimas puedan seguir.
Los marxistas, por ejemplo, creyeron (y muchos aún creen) que tales
perturbaciones podrían conducir al derrumbe histórico del sistema capitalista
como una totalidad, es decir, no sólo en sus niveles económicos y financieros, sino
también sociales, políticos y culturales. Estos analistas siguen sosteniendo que las
políticas económicas, coyunturales o estructurales, y la propia modificación interna
del sistema, pueden atenuar algunas manifestaciones del ciclo, pero no
pueden eliminarlo de raíz, como decíamos antes, ya que forma parte del
carácter intrínsecamente contradictorio del sistema.

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La caída de la tasa de ganancia, los problemas del subconsumo, y las
desproporciones en las que incurre el sistema económico, cuando se trata de
inversiones reproductivas y de ajustes sustanciales en la composición orgánica del
capital, siguen siendo los ingredientes ineludibles en el enfoque marxista de la
crisis y del ciclo, con los cuales se aspira a tener una comprensión más
acabada de las posibles respuestas políticas, sociales y culturales que se le
puedan oponer al sistema como un todo.

Para el ciclo 1972-1978, nos encontramos con una recesión (1974-1975)


que vendrá definida, de nuevo, por la superproducción de mercancías, capitales y
valores. Este deterioro de la acumulación haría que los gobiernos de Reagan en
Estados Unidos y Thatcher en Inglaterra se convirtieran en los puntales de las
políticas neoliberales, que liquidarían sin piedad muchos de los logros alcanzados
por los trabajadores desde la Segunda Guerra Mundial.

Sin embargo, bajo el signo de mayo 68 en Francia y del triunfo de la


revolución en Viet-Nam (1975), el crecimiento de la capacidad de lucha de los
trabajadores organizados en Portugal, Italia, Inglaterra, España y México, iría a
darle nuevas dimensiones a la lucha de clases la cual, al calor de la crisis
económica del sistema, se exacerbaría y encontraría nuevos escenarios
revolucionarios en América Central y el Caribe.

Es en este contexto la razón por la cual en la década de 1970, en el


seno del capitalismo los postulados keynesianos comenzaban a fallar y el
capitalismo afrontaba una nueva crisis. Aparecían simultáneamente la inflación
y la caída de la actividad económica.

Manuel Castells decía en 1978: ―La crisis que sacude al mundo capitalista en
los años setenta es multifacética: política, ideológica y económica. En consecuencia,
la única teoría susceptible de explicarla será aquella que integre esos diferentes
niveles de la realidad social dentro de una perspectiva que entienda el desarrollo
histórico como un proceso contradictorio. La tradición marxista es, en nuestra
opinión, la única que intenta sintetizar el movimiento del capital y el proceso de
cambio social, según su determinación simultánea por la lucha de clases en la
producción, el consumo, el poder y los valores culturales”.

“Mediante la explotación del mercado mundial, la burguesía dio un


carácter cosmopolita a la producción y al consumo de todos los países. Con
gran sentimiento de los reaccionarios, ha quitado a la industria su base
nacional. Las antiguas industrias nacionales han sido destruidas y están
destruyéndose continuamente. Son suplantadas por nuevas industrias,
cuya introducción se convierte en cuestión vital para todas las naciones
civilizadas, por industrias que ya no emplean materias primas indígenas,
sino materias primas venidas de las más lejanas regiones del mundo, y
cuyos productos no sólo se consumen en el propio país, sino en todas las
partes del globo. En lugar de las antiguas necesidades, satisfechas con
productos nacionales, surgen necesidades nuevas, que reclaman para su
satisfacción productos de los países más apartados y de los climas más
diversos. En lugar del antiguo aislamiento de las regiones y naciones que
se bastaban a sí mismas, se establece un intercambio universal, una
interdependencia universal de las naciones” (Marx y Engels en El Manifiesto
comunista).

2. El proceso de reestructuración capitalista.

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El sistema vuelve a responder, una nueva Teoría: el monetarismo de
Milton Friedman gana fuerza a fines de los 70s y sobre todo en las décadas
posteriores, y las innovaciones tecnológicas dan nueva vida al capitalismo y
su principal rival, el socialismo y la URSS, cae al empezar la década de 1990.

Los países en desarrollo y desarrollados iniciaban la era


de las reformas estructurales, (ajustes, flexibilización laboral,
etc.) el comercio mundial adquiría nuevas fuerzas y un nuevo
impulso a la “globalización entraba en escena”.

Recordemos lo anterior:
Para una de las teorías- la teoría del ciclo económico- , entonces,
habrá siempre una etapa de despegue, otra de auge, y una de descenso que, a
veces, abre el camino a la crisis, seguida con frecuencia, de un colapso o de una
parálisis general de la actividad productiva. El último ciclo, que se inicia allá por
1966, es en gran medida, producto de los avances alcanzados por la economía
norteamericana, después de la Segunda Guerra Mundial, cuando pasó a ser la
locomotora de la economía mundial. Recordemos que durante el siglo XIX fue la
economía británica la que jugó este papel. Pero, de acuerdo con el criterio decenal,
el ciclo ha experimentado cortapisas en 1977, 1989, 1997, y la última en 2009 que
aún perdura. Cada una de estas interrupciones críticas de la acumulación, con el
consabido descenso de la tasa de beneficio, ha tenido su expresión ineludible en
un crecimiento desmedido de la tasa de desempleo.

¿Porque esta crisis, como y en base a que podemos


caracterizar la reestructuración capitalista?

Sin duda entre los años de 1948 y 1966 el mundo capitalista fue testigo de
una época de prosperidad sin precedentes para Estados Unidos, debida, en gran
medida, a las fuertes inversiones de recuperación económica que habían impulsado
en Europa y Asia, a través del Plan Marshall. No sólo llegó a ser el principal
acreedor del planeta, sino que también las mayores reservas de oro del
mundo quedaron en sus manos.
Contra tanta riqueza, los Estados Unidos empezaron a emitir masas
descomunales de dólares, con los cuales prácticamente inundaron el mercado
mundial, una estrategia pensada para compensar los indicios de contracción de su
capacidad de pago en oro, debida a las demandas procedentes de las economías
europeas y asiáticas que buscaban reactivar y fortalecer sus actividades bancarias y
financieras.
De esta forma, en la década siguiente, los años setenta, el dólar entró en
crisis, y aceleró una revisión del sistema monetario y del sistema internacional de
pagos. Con la guerra de Viet-Nam (disfrazada de guerra ideológica 1969-
1975), Estados Unidos intentó contra pesar el impacto que la situación estaba
generando en su capacidad de acumulación y en el proceso de reproducción
capitalista, puesto que la crisis del dólar (1974-1977) era simplemente el
síntoma de un mal mayor: la acerada tendencia que tiene la economía
norteamericana al sobre endeudamiento y al sobre consumo, a través
de los cuales se crea a sí misma cuellos de botella que son,
finalmente, desbloqueados por la economía internacional.
Es así, que Estados Unidos decide desvalorizar el dólar y de esta manera les
pasa la factura a las economías emergentes y dependientes o semi coloniales.

Es por eso que la crisis de la deuda en América Latina (1980-1982)


formó parte de este proceso, con el cual la economía norteamericana buscó
remontar sus propios problemas financieros internos. Cuando, durante estos años,

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los países latinoamericanos se declararon insolventes, fue porque las
corporaciones bancarias internacionales, con residencia en Estados Unidos,
habían acelerado el proceso de endeudamiento de estos países para
financiar su propio patrón de crecimiento.

Las economías del capitalismo dependiente latinoamericano hacían crisis


durante los ochenta debido a su deuda externa, en gran parte adquirida para pagar
la factura por los problemas con el abastecimiento de combustibles, y las
economías metropolitanas, alcanzaban el punto más alto de su proceso de
expansión desde la Segunda Guerra Mundial, momento a partir del cual se
volvía imparable el deslizamiento hacia la situación actual, siendo este
periodo de un escenario más beneficioso, pues muchos de los problemas de la
Guerra Fría se habían resuelto durante los noventa.

Quedaba claro, de esta forma, que el sistema capitalista tendría que


darse a sí mismo las respuestas requeridas para readecuar los procesos de
acumulación, producto de una nueva división del trabajo cada vez que el
sistema entraba en crisis. Si desde 1945 la tasa de explotación se medía por el
predominio de la extracción de la plusvalía relativa, llegaría el momento en 1980,
cuando sería posible volver a hablar de tasas de explotación de plusvalía
absoluta, consideradas por mucho tiempo como típicas del capitalismo
decimonónico.
El endeudamiento externo hizo colapsar a la economía
latinoamericana, provocando un retroceso descomunal en áreas tan decisivas,
socialmente hablando, como vivienda, acueductos, educación y salud. El desplome
de economías, otrora tan progresistas como la argentina, la mexicana y la
brasileña, fue un espectáculo que dejó lecciones todavía insalvables.

Como describimos antes, la economía norteamericana, como dijimos en


párrafos anteriores, literalmente ―empapela‖ con dólares al planeta, después de la
última gran guerra y se endeuda de forma descomunal, una deuda que debió ser
saldada parcialmente involucrándose en la guerra de Viet-Nam.
Pero si a ello le agregamos a la crisis del petróleo de 1973-1975, la
crisis de la deuda externa en América Latina en 1980-1984, la crisis por la
llegada de los nuevos países surgidos de la caída del socialismo en 1991, la
crisis financiera de Asia en 1997, y la crisis por las invasiones de Afganistán en
2001 e Irak en 2003, el sistema económico ha puesto en evidencia que la
economía norteamericana ya no es la locomotora que fue en el pasado, y desde
finales de la década de los setenta, cada vez es más cristalina una nueva
regionalización imperialista, en la que sobresalen Europa Occidental( hoy en crisis),
Japón (con dificultades), China, la India, Brasil. Aún así sería ineludible que la
última crisis, en la que estamos inmersos, tuviera su punto de partida en los
Estados Unidos, debido a que en este país se encuentran la mayor parte de los
bancos y de las casas matrices que hicieron posible una globalización financiera con
la se tejió la red de intercambios que, a la larga, significó también la trampa en la
que está metido el resto de las economías del planeta.
Las tormentas económicas han sacudido a muchos países desde 1989,
como Japón y México. En 1997 les toca a los cuatro "tigres asiáticos" (Taiwán,
Corea del Sur, Hong Kong y Singapur) y en 1998 le tocó el turno a Rusia. En
este mismo año Brasil y Argentina fueron víctimas de crisis económicas y
políticas.

La economía de EEUU, desde 2008 y hasta aún hoy-aunque en menor


medida- ha estado afectada por una enorme especulación en los mercados
financieros cuyo desplome da la falsa impresión de que la naturaleza de la crisis es
financiera, pero la raíz más profunda se encuentra en el sistema de producción está

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-como dice el marxismo- en la propiedad privada de los medios de producción y
su contradicción con el carácter social de la producción.

Es así como, a partir de la década de los 70s las


condiciones del capitalismo cambiaron. La
transnacionalización y desregulación de los flujos financieros
internacionales - estrategia buscada para salir de la crisis- y el
cambio de paradigma económico hacia las políticas de ajuste
estructural y reforma del Estado

Galbraight explicó que muchas de las crisis financieras se deben gran


parte de las veces a aspectos como la especulación y la cultura del pelotazo; a la
vez que terminó de explicar que ni la especulación ni la cultura del pelotazo no eran
anormalidades del capitalismo sino que eran parte del corazón de sistema.
Consistían en agentes acondicionadores de la marcha de una economía que eran
permitidos y en algunas ocasiones hasta potenciados. Por ello, la economía de
mercado lleva en su seno una semilla del deterioro recurrente.
A partir de los años 80 asistimos a un nuevo ciclo especulativo casi
constante en el mundo debido sobre todo a la creciente hegemonía de los mercados
financieros. Tan sólo el 5% de los intercambios monetarios corresponden al
comercio de bienes y servicios. Los mercados financieros se mueven con un único
fin que es masificar el beneficio; y para ello la especulación les ofrece una opción
tentadora; puesto que les trae un beneficio sin contrapartida alguna (sin casi
trabajar y casi siempre sin demasiado riesgo).

A finales de los años noventa, el sistema entró en una crisis crónica.


La fuerte polarización social y el aumento de la desigualdad ayudaron a generar
una grave crisis de acumulación excesiva de capital. La extrema concentración de la
riqueza del planeta en manos de unos pocos y el acelerado empobrecimiento. Las
desigualdades globales y el empobrecimiento de amplias mayorías significan que
los capitales transnacionales no pueden encontrar salidas productivas para
descargar las enormes cantidades de excedentes que han acumulado.
Para Soros, por ejemplo, la crisis de las economías asiáticas en el 97
benefició a corto plazo al centro; pero a largo plazo esto iba a ser perjudicial ya
que, debido a la deficiente organización política de estos países; una crisis
económica en ellos podría suponer un abandono de la economía global por su parte.

Hoy, más que nunca antes, una crisis en el centro capitalista, tiene efectos
directos en las otras economías prácticamente ―siervas‖ y periféricas del sistema.
La llamada ―burbuja inmobiliaria‖ es también uno de los detonantes de la crisis en
Japón y México. Hubo momentos en que en el centro de Tokyo un metro cuadrado
de construcción costaba US$300,000. Para construir, sin embargo, se requerían
grandes masas de crédito, y para que éste estuviera disponible se necesitaban
ciertos patrones de consumo y rentabilidad y ésta, a su vez, estaba en relación
directa, supuestamente, con la capacidad productiva de la economía que la hacía
posible.
Pero, si el grueso del dinero en los bancos y financieras norteamericanos es
capital-dinero procedente de inversionistas asiáticos y europeos, o de corporaciones
multinacionales con sede en los Estados Unidos, para hacerlo circular hay que
pagarle elevadas tasas de interés al verdadero propietario de tales capitales, con lo
cual el sistema bancario norteamericano se torna en uno de los más endeudados
del planeta y su población asume igual condición de endeudamiento.
En el Siglo XXI, están de vuelta varios mecanismos para sustentar la
acumulación global, o la obtención de beneficios, ante esta crisis. Uno es la
acumulación militarizada: lanzar guerras e intervenciones que producen ciclos de

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destrucción y reconstrucción y generan inmensos beneficios para un complejo
militar-carcelario-industrial-de-seguridad-financiero en continua expansión.

2.1. Análisis teórico y caracterización de la crisis

La característica de acumulación mundial centralizada desarrollada en


las últimas décadas ha articulado modalidades de generación y apropiación de
riqueza que le ha permitido y permite a los monopolios y oligopolios
transnacionales acceder a fuentes de ganancia extraordinarias.
Entre ellas, la nueva división internacional del trabajo basada en la
configuración de cadenas globales de producción y el uso masivo de fuerza de
trabajo barata ello, se le agrega, la incorporación de la mayoría de los recursos
naturales al proceso de valorización de capital, tanto de la litosfera como de la
biosfera, mas como afirma Petras (2005), la privatización de medios de producción
y sectores económicos estratégicos y la sobreexplotación del trabajo directo,
generación de una desbordante sobrepoblación e incremento de la migración
forzada. Si a todo ello le agregamos la creciente privatización del conocimiento
mediante la propiedad intelectual y explotación del ―capital humano‖, es decir, la
pretensión de subsumir realmente el trabajo científico-tecnológico donde también
participa la migración de trabajadores altamente calificados, podemos explicarnos
la formidable concentración de la riqueza en pocas manos
Sin embargo, como ya dijimos, el capitalismo enfrenta una crisis general que
lo pone en jaque.
Frente a ella se han esbozado distintos caminos, el primero de ellos
impulsa la aplicación de programas de rescate de empresas, lo que no es más que
un respaldo al proceso de concentración y centralización de capital subyacente a la
crisis. En la practica este camino ha significado conservar las bases de la
acumulación mundial centralizada, como la extenuante explotación del trabajo
inmediato —aunado a la tentativa de controlar el trabajo científico-tecnológico— y
la depredación del medio ambiente, y sólo plantea regular la especulación
financiera desorbitada, lo cual puede derivar en un neoliberalismo regulado por el
Estado.

Otro camino alternativo significaría colocar en el centro el sistema la vida


humana en el planeta, para ello es necesario generar cambios profundos en las
estructuras de la sociedad capitalista y en el entramado institucional y político que
le da soporte, en beneficio de la mayoría de las clases sociales que ha sido
paulatinamente despojada de sus medios de producción y subsistencia, expuesta a
condiciones altas de explotación laboral, excluida de los procesos de producción
social y generación de conocimiento. Además, ha sido marginada en espacios de
hacinamiento y servicios precarios, y expuesta a la compra de alimentos y
medicinas caros. ―Este camino plantea la necesidad de ir al fondo del
problema y proponer estrategias posneoliberales y poscapitalistas, porque,
al final de cuentas, bajo el comando del gran capital transnacional, no hay
opciones viables para la mayoría de la población” (Marquez,2009).
2.1.1.
Según la visión dominante (hegemónica, de los países centrales), la
actual crisis del capitalismo mundial está circunscrita en la órbita económica y, en
particular a la financiera. A la causa principal se la ubican en el estallido de una
burbuja especulativa del sector hipotecario debido a la irresponsable colocación de
créditos incobrables entre población de bajos salarios o ingresos inestables y a la
propagación y negociación sucesiva de estos créditos entre diversas instancias
financieras con el afán de obtener ganancias prontas y abundantes. Por ello, la
respuesta política más utilizada han sido los programas estatales de
rescate de las grandes corporaciones financieras e industriales mediante la

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transferencia de multimillonarios recursos públicos, sin que exista
transparencia sobre su uso.
Esta estrategia se presenta como un neo keynesianismo, y en
realidad se parece mas a un neoliberalismo regulado por el Estado. Pero
además, la ruptura de las dinámicas de financiamiento, producción, distribución y
consumo, tiene como telón de fondo un proceso de sobre-acumulación, donde a la
sobreproducción le corresponde el desplome del consumo masivo. Esta
crisis, pone al descubierto los límites de la acumulación mundial centralizada
basada en la super- explotación laboral, la devastación ambiental y la
financiarización de la economía mundial., en síntesis el fracaso del paradigma
dominante.
De este modo, la grave crisis capitalista es presentada, de manera
reduccionista, como una crisis financiera que hizo eclosión en Estados Unidos,
debido a la desregulación del sistema financiero y a la codicia y especulación del
capital financiero, que en la búsqueda de mayores ganancias se desprendió de la
llamada economía real y recurrió a instrumentos financieros como la titularización,
sucuritización, bursatilización, es decir, lo que se ha dado en llamar la
financiarización.
Bajo ese mecanismo, las enormes ganancias del capital transnancional, los
fondos soberanos, los fondos de inversión y otros recursos financieros ingresaban a
la acelerada órbita del capital ficticio que circulaba entre los recovecos del sistema
mundial, con el respaldo de las nuevas tecnologías de la información
y la comunicación y el visto bueno de los Estados nacionales, en la
búsqueda de ganancias rápidas y grandes. Las estafas estuvieron a la orden del
día. Sin embargo, correspondió a los créditos chatarra otorgados a población de
bajos recursos o ingresos irregulares de Estados Unidos, entre ellos los
inmigrantes, los nuevos pobres, presionar para que explotara la burbuja del sector
hipotecario.
Los pobres son invocados, bajo esta interpretación, como el eslabón más
débil que detonó la gran crisis. Los efectos nocivos pronto trasminaron en la
industria de la construcción, donde se ocupa una buena porción de inmigrantes,
y al resto de la economía de Estados Unidos y del mundo. Ahora, esa burbuja
toma las dimensiones de una depresión económica mundial.
2.1.2.
Otras explicaciones a la crisis la encontramos en la ―La tesis de
sobreproducción” .Según Katz (2009) en ella, sus defensores, identifican una
contradicción entre la desbordante capacidad productiva del gran capital y la
política de abaratamiento laboral que desemboca en el declive de la demanda, en
una crisis de realización. Para quienes adhieren a esta tesis, el neoliberalismo está
en crisis debido a su incapacidad congénita para generar crecimiento sostenido y
desarrollo humano, y representa además el fracaso de las políticas de ajuste
estructural y de la institucionalidad capitalista encabezada por el FMI, BM y OMC.
Aunque el neoliberalismo, en tanto proyecto de clase, brinda buenos resultados en
su propósito de concentrar capital, poder y riqueza en pocas manos.
2.1.3
Desde la teoría del sistema-mundo y del análisis geopolítico, se
anticipa el derrumbe de Estados Unidos como potencia hegemónica mundial
(Wallerstein, 2005; Arrighi, 2007), y el advenimiento de una nueva era comandada
por una gran potencia, como la Unión Europea o Japón, o por potencias emergentes
como Brasil, Rusia, India y, principalmente, China.
Otros autores identifican una severa crisis estructural ante la caída
generalizada de la tasa de ganancia y la imposibilidad de recomponer una ciclo de
valorización de largo aliento (Vasapollo, 2008).
Desde una visión más abarcadora, la crisis cimbra al sistema capitalista
mundial en su conjunto y articula la crisis de valorización y con una multiplicidad de
crisis, como la alimentaria y la energética (Petras, 2009; Veltmeyer, 2009;
Beinstein, 2009; Bartra, 2009). Más aún, se postula la idea de crisis civilizatoria

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para evidenciar el riesgo no sólo del proceso de valorización de capital sino de la
organización de la sociedad contemporánea y la existencia de la vida humana en
diversos ámbitos del planeta (Marquez).

Síntesis de los diferentes enfoques teóricos acerca de la crisis


capitalista y su explicación.
En la siguiente tabla, podemos leer y analizar una síntesis de los diferentes enfoques teóricos
acerca de la crisis capitalista y su explicación.
Enfoque teórico Explicación
Financiarización La codicia y especulación del capital financiero detona burbujas especulativas que se
trasmiten a la economía real
Sobreproducción El gran capital produce una masa inconmensurable de mercancías que afronta
problemas de realización ante la caída de la demanda originada por el abaratamiento
laboral
Neoliberalismo El modelo neoliberal ha sido incapaz de generar crecimiento económico y desarrollo
humano, y a profundizado las desigualdades sociales y las asimetrías entre países
Ciclo económico La economía mundial experimenta ciclos que en un momento conducen a la crisis,
pero dentro de la naturaleza del capitalismo existen mecanismo para reanimar el
crecimiento económico
Estructural La caída en la tasa de ganancia genera un quiebre el en proceso de valorización que
interrumpe las dinámicas de financiamiento, inversión, producción, comercialización y
crecimiento
Sistémica El sistema capitalista mundial experimenta una crisis multidimensional en lo
económico, social y ambiental que reclama un cambio de sistema
Civilizatoria La sociedad occidental afronta una crisis estructural y sistémica de gran magnitud que
pone en predicamento el proceso de metabolismo social hombre-naturaleza y atenta
contra las fuentes de la riqueza social
Fuente: Humberto Marquez Covarrubias. Universidad Autónoma de Zacatecas

2.1.4. TRES VERTIENTES PARADIGMATICAS PARA EXPLICAR


LA CRISIS
De alguna manera las explicaciones sobre la crisis se pueden sintetizar en
tres vertientes paradigmáticas.
La primera corriente agrupa la visión convencional u ortodoxa desde
la óptica neoclásico y neoliberal, el llamado pensamiento único, y se ampara en
la idea de que la crisis es un fenómeno localizado, sectorizado y de corto plazo, con
la atenuante de que su respuesta plantea el rescate de los grandes capitales por el
Estado, sin importar que esta disposición contravenga su ideología
neoconservadora, pero sin que esto signifique una confesión de parte sobre la
invalidez de sus proclamas políticas.
La segunda corriente, que aglutina a la perspectiva heterodoxa,
brinda cobijo a posiciones neokeynesianas y socialdemócratas, es decir, cubre el
espectro político de centro izquierda, aunque tiene puntos de coincidencia en la
caracterización de la crisis con la visión dominante en el sentido de que se trata de
un fenómeno localizado, sectorizado y coyuntural, sólo que achaca la
responsabilidad a la desregulación neoliberal y a la codicia de los financistas, por lo
que reclama la implementación de nuevas regulaciones y una mayor participación
del Estado en las tareas de la promoción del desarrollo, pese a que hace una crítica
matizada al neoliberalismo no cuestiona los fundamentos del capitalismo. Su
propuesta, en todo caso, pretende rescatar o reformar al capitalismo neoliberal.
La tercer vertiente analítica es crítica por antonomasia y caracteriza a
la crisis, desde distintos ángulos, como estructura, sistémica y civilizatoria, además
de que le coloca los atributos de global, multidimensional y de largo plazo. Si bien
admite que el gran capital y el Estado tienen mano en la aplicación de políticas de
rescate, advierte sobre el hecho de que éstas no hacen más que postergar el
advenimiento de nuevas y quizá más profundas crisis. La única salida real sería un
cambio estructural y sistémico, una nueva civilización. No obstante, reconoce que a
la fecha no existe un agente colectivo alternativo capaz de confrontar el poderío del

10
gran capital y sus agentes que dan cuerpo al llamado imperialismo colectivo.
(Márquez, 2009)

En la tabla siguiente podemos observar esta síntesis


Enfoque/ Convencional Heterodoxo Crítico
Características
Ubicación Estados Unidos Estados Unidos Sistema capitalista mundial
Definición Financiera Financiera Estructural, sistémica y civilizatoria
Causa Especulación y Desregulación, Neoliberalización, sobreproducción,
codicia especulación y codicia superexplotación laboral y
depredación ambiental
Detonador Burbuja Burbuja hipotecaria Sobreacumulación, financiarización y
hipotecaria Financiarización declive de hegemonía de Estados
Unidos
Sector Financiero- Financiero-hipotecario Capital ficticio
hipotecario Capital transnacional
Amplitud Sistema Sistema financiero con Economía mundial
financiero repercusiones en
economía real
Temporalidad Corto plazo Corto plazo (2008-2009) Largo plazo, se remonta a la década
(2008-2009) de los 70s
Respuesta Rescate de Regulación Cambio estructural y sistémico
grandes capitales Participación del Estado Nueva civilización
Política Programas de inversión y
neoliberal empleo
Flexibilidad
laboral

Podemos entonces concluir, que el análisis dominante de la crisis


contemporánea se orienta a preservar al sistema capitalista y a
rescatar a los grandes capitales centrales. Esta visión presenta a la
globalización como un fenómeno de alcance mundial inevitable, sin
alternativas, y al cual hay que asumir como un reto.
Entonces, ―se torna necesario”, abrir los mercados, ofrecer condiciones
idóneas a la inversión extranjera y afrontar el reto de la competitividad, donde el
Estado debe generar un clima favorable a los negocios, particularmente a las
grandes corporaciones multinacionales, abaratar la fuerza de trabaja barata,
transferir recursos públicos al sector privado.
Este tipo de políticas podemos observar, que las aplican, indistintamente
gobiernos de derecha, centroizquierda e izquierda, salvo algunas excepciones
de gobiernos que intentan resistirse al neoliberalismo y ejecutan políticas que
pueden ser designadas bajo el concepto de nacionalismo radical.
Desde esta concepción, la crisis actual del capitalismo es de tipo
financiero o de la política neoliberal, por lo que el Estado puede jugar un rol más
activo para revertir el ciclo recesivo de la economía y recomponer el rumbo. Entre
las políticas planteadas, de corte neokeynesiano, se contempla el rescate
de empresas, aunque más bien sea de empresarios, no de empleos ni
deudores de las clases populares. No obstante, no se pone en tela de
juicio la llamada globalización que, se dice, es un fenómeno que llegó
para quedarse.

Lo cierto, es que la acumulación mundial centralizada ha propiciado la


concentración de capital, poder, riqueza y conocimiento en manos de una delgada
élite social en el plano transnacional y nacional. No obstante, los mecanismos
centrales de la gestión del capitalismo mundial presentan dificultades y
contradicciones:
En cuanto a la financiarización de la economía mundial. La
canalización de ingentes cantidades de ganancias, ahorros y fondos hacia la
inversión financiera, principalmente bajo pautas especulativas, configura una fuente

11
apetecible de ganancias ficiticias. Las grandes corporaciones canalizaron sus
ganancias hacia la inversión financiera, y no tanto a la inversión productiva o el
financiamiento a la innovación, con el señuelo de acceder a ganancias
extraordinarias. Los países periféricos han sido partícipes del proceso de
financiarización mediante la canalización de ganancias, fondos soberanos, fondos
de pensiones y ahorros hacia fondos de inversión inmersos en estrategias
especulativas del capital financiero, que prometían ganancias prontas y
abundantes, pero sin tener sustento en la economía real. El sistema financiero
internacional se colapsó, al punto en que el crédito entre los propios segmentos e
instancias del capital financiero quedó pronto empantanado.
En cuanto a la sobreacumulación. La sobreproducción y su otra cara, el
subconsumo. La expansión capitalista generó una enorme capacidad de
producción derivado de la ampliación de cadenas globales de producción, la
incorporación de abundantes recursos naturales baratos y la sobreoferta de fuerza
de trabajo barata. Sin embargo, uno de los soportes de este boom fue la
contención y disminución real de los salarios, lo cual repercutió en un desplome de
la capacidad de consumo masivo. La sobre oferta de mercancías no tenían salida
inminente en el mercado vía consumo. Se recurrió al recurso al crédito que
dinamizó el consumo, pero pronto sucumbió bajo los meandros de la
financiarización. El control de las grandes corporaciones transnacionales en la
producción industrial, la agricultura y los servicios produce concentración y
transferencia de riqueza, concentración y destrucción de capital y concentración de
ingreso y expansión de la pobreza, además de que sus operaciones corporativas
devastan el medio ambiente. puesto que sus requerimientos en términos de
cantidad (lo más posible) y de tiempo (lo menos posible)
En cuanto a la enorme explotación del trabajo y la exclusión social.
Sabemos que para el capitalismo, la única crisis que tiene relevancia es cuando se
presenta una caída general en la tasa de ganancia, porque significa una crisis del
proceso de valorización, es decir, una fractura en las dinámicas de financiamiento,
inversión, producción, distribución y consumo. Poco importan las expresiones de
crisis humanitaria, como la pobreza, desempleo, hambrunas, enfermedades, en
todo caso esos son daños colaterales, que eventualmente pueden resarcirse cuando
se recomponga el ciclo natural de los negocios.
Es una crisis de largo plazo, más allá de su contenido como crisis
general de valorización, es una crisis de todo el sistema y es además
multidimensional. Se trata, por lo tanto, de una crisis estructural y
sistémica. Se refiere a expresiones del agotamiento de la estrategia de expansión
capitalista neoliberal. Estas estrategias tratan como mercancías a elementos que de
origen no son mercancías: la humanidad, la naturaleza y el dinero. Es decir, el
capital amplía su dominio sobre las formas de reproducción de la vida humana y el
metabolismo social hombre-naturaleza. Este tratamiento desmesurado pone en
riesgo la existencia misma de la vida humana en varios ámbitos del planeta.

LAS CARAS DE LA CRISIS CIVILIZATORIA


Además de sus componentes financiero y depresivo, la crisis civilizatoria
posee, cuando menos, nueve caras igualmente tenebrosas:

1) Crisis laboral.
Según la OIT GINEBRA. Las elevadas tasas de desempleo que siguen
registrándose a nivel mundial y la persistencia del empleo vulnerable en muchas
economías emergentes y en desarrollo siguen afectando el mundo del trabajo,
advierte un nuevo informe de la OIT. El dato final del desempleo para 2015 se
calcula en 197,1 millones de personas y en 2016 está previsto que
aumente de alrededor de 2,3 millones para situarse en 199,4 millones. Es
probable que otros 1,1 millones de desempleados se agreguen a la cifra en 2017,
según el informe de la OIT Perspectivas sociales y del empleo en el mundo –
Tendencias 2016. Los países subdesarrollados pierden soberanía laboral, es decir,

12
la capacidad de generar el suficiente empleo formal de calidad que demanda su
población en edad de trabajar.

2) Crisis alimentaria.
El orden agroalimentario global antepone los intereses de las empresas
transnacionales, desmantela los sistemas de producción de los países
subdesarrollados y sus modos de vida campesino, y genera el problema de la
pérdida de soberanía alimentaria y la insustentabilidad social. Según cálculos de la
Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), el
fenómeno metereológico conocido como ―El Niño‖, tendría ya efectos devastadores
en la seguridad alimentaria, medios de vida, nutrición y salud de cerca de 60
millones de personas en todo el mundo, por lo que sería necesaria una ayuda
urgente de más de 2.500 millones $ para labores de emergencia y recuperación de
infraestructuras., de lo que serían paradigma la brutal seguía padecida por
Colombia, Honduras, California Vietnam, Etiopía, Timor Oriental y África Austral,
inusuales inundaciones en Somalia, Tanzania, Estados sureños de EEUU, Argentina,
Paraguay y Uruguay y devastadores incendios en California, Australia, Venezuela e
Indonesia. Por su parte, el economista de la FAO Abdolreza Abbassian, en
declaraciones a The Associated Press, ha señalado que para alimentar la población
mundial, (que llegará a 9.000 millones de personas en el 2050), se necesitará un
incremento de 70% de la producción global de alimentos en los próximos 40 años,
tarea que se antoja titánica pues mientras la población mundial crece un 1,55%
anual, los rendimientos del trigo (la mayor fuente de proteína en países pobres),
habrían sufrido un descenso del 1%.

3) Crisis de subsistencia.
Según cifras de la FAO para 2007, dentro del rango de pobreza se ubicaban
4,750 millones de personas en el mundo; casi la mitad de la población mundial,
más de 2,800 millones de personas en el mundo sobreviven con menos de 2
dólares al día y 1,200 millones de personas lo hacen con un dólar o menos al día
(ONU, 2005). Del mismo modo, la ONU estima que al menos mueren unas 50 mil
personas al día en el mundo a causa de la pobreza extrema

13
4) Crisis ambiental.
La desproporción en el consumo de recursos naturales en el sistema capitalista
mundial es desigual: el 20% de la población mundial, concentrada en los países
centrales del norte consume 80% de los recursos naturales (Dierckxsens, 2009b).
La voraz dinámica de acumulación destruye lo que la naturaleza tarda millones de
años en construir.

5) Crisis energética.
El control oligopólico de los mercados de consumo convierte a los energéticos
en una mercancía volátil expuesta a ataques especulativos que castiga, sobre todo,
a los países subdesarrollados dependientes de los energéticos, ya sea porque se
especializan en su producción y exportación o porque, al carecer de ellos, dependen
de su importación. BP acaba de presentar su informe anual sobre producción y
consumo de energía correspondiente al año 2015.
El consumo mundial de energía primaria aumentó en apenas un 1,0% en 2015,
similar al crecimiento inferior a la media registrada en 2014 (+1,1%) y muy por
debajo del promedio de 10 años del 1,9%. Aparte de la recesión de 2009, este
crecimiento global ha sido el más bajo desde 1998.
El crecimiento del consumo ha estado por debajo del promedio de 10 años en
todas las regiones, excepto en Europa y Eurasia; las economías emergentes
representaron el 97% del aumento del consumo mundial. El consumo de la OCDE
experimentó un pequeño aumento, con un crecimiento en Europa que compensa la
disminución de los EE.UU. y Japón. El consumo de China se desaceleró aún más,
aún así registró el incremento más importante del mundo en el consumo de energía
primaria por decimoquinto año consecutivo. Rusia registró la mayor reducción del
volumen del consumo de energía primaria. Por combustible, sólo el petróleo y la
energía nuclear crecieron a tasas superiores a la media, con el petróleo
aumentando su cuota de mercado mundial por primera vez desde 1999.
Las energías renovables continuaron creciendo vigorosamente, hasta casi el 3%
del consumo mundial de energía primaria, mientras que el consumo de carbón
registró el mayor descenso porcentual de la historia. Se estima que las emisiones
globales de CO2 provenientes de la energía han sido planas.

6) Crisis migratoria.
Enormes contingentes de población devienen en redundantes o desechables
para las necesidades de valorización del capital. La cantidad de migrantes laborales
que van de sur a norte y el volumen de las remesas que envían a sus países de
origen han experimentado un crecimiento sin precedentes en todo el mundo. La
cantidad de migrantes ha superado el doble de su magnitud en los últimos 25 años,
alcanzando una marca histórica de 190 millones en 2005. Una proporción creciente
de esos migrantes son migrantes laborales que se trasladan del sur al norte. El flujo
de remesas del norte al sur, que son un componente salarial abocado a subsanar la
subsistencia familiar en lugres de origen, ha crecido aún más, de 48 mil millones de
dólares en 1995 a 199 mil millones de dólares en 2006. El 20 de junio, 2016 el
Secretario General de la ONU enfatizó que el Día Mundial del Refugiado, que se
celebra cada 20 de junio, sirve para hacer balance de los devastadores efectos que
los conflictos ocasionan a las personas. Ban Ki-moon elogió a todos los Estados y
comunidades que realizan esfuerzos en la acogida de refugiados y agradeció
especialmente la generosidad de los países que carecen de recursos, ya que nueve
de cada diez refugiados vive en naciones pobres o de medianos ingresos. El Titular
de la ONU recordó que el año pasado más de un millón de refugiados y migrantes
llegaron a Europa atravesando el mar Mediterráneo en embarcaciones precarias y
que el fallecimiento de miles de personas durante esa travesía es muestra de un
fracaso colectivo a la hora de abordar esta problemática. Ban Ki moon contrastó la
xenofobia y las crecientes restricciones del derecho de asilo en algunos países con
los ejemplos positivos de acogida en otras partes del mundo y llamó a mejorar y

14
ampliar las muestras de solidaridad. Por otro lado, el Alto Comisionado de Naciones
Unidas para los Refugiados (ACNUR), Filippo Grandi, señaló que 2016 tiene que
marcar un punto de inflexión e instó a la toma de acciones colectivas para poner fin
a los conflictos que obligan a miles de personas a huir de sus hogares. Ambos
recalcaron la importancia de la Conferencia de Alto Nivel de la Asamblea General, a
celebrarse el 19 de septiembre, que abordará la temática de los grandes
desplazamientos de refugiados como una oportunidad histórica para llegar a un
compromiso sobre esta problemática.

7) Crisis política.
Se registra una crisis institucional, vista como una pérdida de legitimidad de las
instituciones neoliberales, estatales y financieras. Sin embargo, la concentración de
poder ha sido tan contundente que ha desmantelado proyectos y agentes políticos
que podrían encarnar la alternativa y el cambio social. En la actualidad, no hay un
agente colectivo alternativo al gran capital y sus intereses (Márquez, 2009).

8) Crisis cultural.
El pensamiento único representado por la ideología neoliberal se ha inoculado
en la sociedad como sentido común, con el respaldo de los medios masivos de
comunicación, dominados por instancias empresariales monopólicas, plegadas al
neoliberalismo. Ante el agravamiento de las desigualdades sociales, predomina una
sensación de desánimo y apatía, y en menor medida, de resistencia y rebelión. Se
minimiza la cultura, como espacio de crítica, creación y educación, para reducirla a
su mínima expresión, como entretenimiento. (Márquez, 2009).

9) Crisis teórica.
La generación del conocimiento social afronta un momento de letargo ante la
imposición del pensamiento único y la difusión del posestructuralismo. Asimismo, la
adopción de marcos analíticos microsociales inconexos y descontextualizados.
Como resultado, acontece una ruptura en epistemológica entre lo macro y lo micro,
estructura y sujeto, lo global y lo local, el largo y corto plazos (Márquez, 2009).

2.1.5. ¿CUALES SON LAS CONTRADICCIONES EN EL PROCESO


DE REESTRUCTURACION CAPITALISTA?

Contradicciones en el proceso de reestructuración capitalista actual

Contradicciones Proceso Contradicción


Sobre-acumulación: Concentración de capital, poder, riqueza Destrucción de empresas,
sobreproducción y y conocimiento empleos, infraestructura y
subconsumo cultura
Desarrollo desigual centro- Extracción de excedente y recursos Deterioro económico y político
periferia naturales y humanos y nueva división de la principal potencia
internacional del trabajo capitalista del orbe
Nuevas fuentes de Sobreexplotación laboral y ambiental Disrupción del proceso
generación y apropiación de metabólico hombre-naturaleza
ganancias
Neoliberalismo regulado Rescate de grandes capitales en quiebra Flexibilización y precarización
laboral

¿CUALES SON LOS DISTINTOS PLANOS TEORICOS Y


POLITICOS PARA SALIR DE LA CRISIS?

Frente a la crisis, se expresan salidas o respuestas en distintos planos


políticos y teóricos
Plano teorico-politico Respuestas
Revolución El salto cualitativo del capitalismo en las crisis es la innovación tecnológica que
tecnológica inaugura una etapa de crecimiento
Neoliberalismo El neoliberalismo necesita contener las fuerzas especulativas del mercado,

15
regulado principalmente financiero
Posdesarrollo El mito del progreso y la modernidad requiere ser desmantelado para dar paso a
un retorno romántico a la comunidad
Desglobalización La globalización representa un proyecto impositivo que requiere ser desmantelado
en beneficio de un nuevo regionalismo y nacionalismo desarrollista
Posneoliberalismo Trascender el neoliberalismo significa abandonar la idea del mercado como agente
del desarrollo y el cálculo racional de utilidad como su sustrato
Poscapitalismo Crear una nueva organización social más allá del mercado y del móvil de la
ganancia

La respuesta que se esta imponiendo es la pragmática,


es encabezada por el Estado, y se orienta por la necesidad de rescatar al sector
financiero y las grandes corporaciones que incurrieron en las prácticas
especulativas. Bajo esta operación, se encubre las pérdidas, fraudes y
especulaciones del gran capital, mediante la canalización de ingentes recursos
públicos, pero también mediante la transferencia de excedente social de los países
periféricos hacia los centrales, como sucede con el trasvase de ganancias de las
sucursales a las matrices de los grandes bancos privados. Por ende, se refuerza la
ofensiva en contra de los trabajadores, mediante programas de despido o
profundización de la precarización laboral.
Para Marquez (2009) la respuesta crítica a la crisis debe de tomar en
cuenta su carácter sistémico y la debacle civilizatoria que concita. En contraposición
a la idea burguesa de poner en el centro las necesidades de valorización del capital,
sin reparar en los sacrificios humanos y ambientales que esto representa, se
plantea la necesidad de comenzar por desarticular los férreos controles del capital
sobre el poder, la naturaleza, el dinero, el conocimiento, la información y, en
general, la humanidad.

Y a modo de síntesis afirma: 1) La crisis del capitalismo contemporáneo es


una crisis de largo plazo, gran amplitud y profundidad; 2) El sistema capitalista
mundial no ha logrado recomponer el proceso de acumulación apuntalado por la
estrategia de reestructuración y expansión neoliberal; 3) La reestructuración
capitalista ha generado un conspicuo proceso de concentración de capital en manos
de los grandes monopolios y oligopolios transnacionales, que ha centralizado el
poder imperial en los estados centrales y acentuado la concentración de riqueza en
una delgada élite de la burguesía transnacional; 4) Las dinámicas de
reestructuración y expansión capitalista han profundizado el desarrollo desigual
entre el centro y la periferia mediante la exacerbación de los mecanismos de la
explotación económica, el intercambio desigual y la incapacidad congénita de las
periferias para articular un patrón de acumulación sustentable;5) La
reestructuración capitalista o globalización neoliberal ha descansado en la
superexplotación de la fuerza de trabajo y el medio ambiente y la expansión del
capital ficticio, pero mientras que el tercer elemento se agotó provisionalmente, los
dos primeros aún siguen vigentes e invisibles como parte de la lógica de
acumulación, y pueden emplearse como recurso para responder a la crisis actual;6)
La respuesta a la crisis por parte del gran capital va encaminada a: a) profundizar
el proceso de concentración de capital; b) acentuar el poder político imperialista
como requisito para sostener el sistema y la hegemonía y dominación
estadounidense; y c) enriquecer aún más a la élite de la burguesía detentadora del
gran capital; 7) La respuesta a la crisis por parte de los sectores sociales oprimidos,
despojados y excluidos no se encuentra plasmada en una fuerza social
significativa;8) Una crisis sistémica del capitalismo reclama soluciones igualmente
sistémicas, una crisis civilizatoria requiere una transformación del modelo
civilizatorio.

16
3. Otras perspectivas teóricas

Para Ignacio Ramonet el colapso del sistema financiero estadounidense en


2008 se ha ido convirtiendo desde entonces en una crisis económica y política de
dimensiones globales. ―Los terremotos que sacudieron las Bolsas durante el pasado
septiembre negro del 2008 han precipitado el fin de una era del capitalismo. La
arquitectura financiera internacional se ha tambaleado. Y el riesgo sistémico
permanece. Nada volverá a ser como antes‖.
El desplome de Wall Street es comparable, en la esfera financiera, a lo que
representó, en el ámbito geopolítico, la caída del muro de Berlín. Un cambio de
mundo y un giro copernicano. Lo afirma Paul Samuelson, premio Nobel de
economía: ―Esta debacle es para el capitalismo lo que la caída de la URSS fue para
el comunismo‖. Se termina el período abierto en 1981 con la fórmula de Ronald
Reagan: ―El Estado no es la solución, es el problema‖.

Durante treinta años, los fundamentalistas del mercado repitieron que


éste siempre tenía razón, que la globalización era sinónimo de felicidad, y que el
capitalismo financiero edificaba el paraíso terrenal para todos. Sin duda se
equivocaron.
La estrategia de reestructuración capitalista llevada adelante a partir de los
70s de globalización financiera, concentración y transnacionalización del capital y
concentración de la riqueza hasta ahora ha conducido a la economía mundial a
tomar la forma de una economía de papel, virtual, inmaterial. La esfera financiera
ha llegado a representar más de 250 billones de euros, o sea seis veces el
montante de la riqueza real mundial. Y de golpe, esa gigantesca burbuja ha
reventado.
El desastre es descripto por muchos autores como de dimensiones
apocalípticas. Explicando que más de 200 mil millones de euros se han esfumado,
que la banca de inversión ha sido borrada del mapa desmoronándose las cinco
mayores entidades: Lehman Brothers en bancarrota; Bear Stearns comprado, con
la ayuda de la Reserva Federal (Fed), por Morgan Chase; Merril Lynch adquirido por
Bank of America; y los dos últimos, Goldman Sachs y Morgan Stanley (en parte
comprado por el japonés Mitsubishi UFJ),se han reconvertidos en simples bancos
comerciales.
Y toda la cadena de funcionamiento del aparato financiero ha colapsado. No
sólo la banca de inversión, sino los bancos centrales, los sistemas de regulación, los
bancos comerciales, las cajas de ahorros, las compañías de seguros, las agencias
de calificación de riesgos y hasta las auditorías contables.
El naufragio no debería haber sorprendido a nadie. El escándalo de las
hipotecas basura era sabido, lo mismo que el exceso de liquidez orientado a la
especulación, y la explosión delirante de los precios de la vivienda.
En su momento, la administración del Presidente George W. Bush tuvo que
renegar de sus principios y acudir a principios keynesianos recurriendo
masivamente, a la intervención del Estado. También Obama recurrió a las recetas
keynesianas nacionalizando las principales entidades de crédito inmobiliario,
además nacionalizo a la mayor compañía de seguros del mundo. El Secretario del
Tesoro, Henry Paulson (ex presidente de la banca Goldman Sachs) propuso un plan
de rescate de las acciones tóxicas procedentes de las hipotecas basura (subprime)
por un valor de unos 500 mil millones de euros, que también adelantará el Estado,
o sea los contribuyentes.
Prueba del fracaso del sistema, estas intervenciones del Estado –las
mayores, en volumen, de la historia económica- demuestran que los
mercados no son capaces de regularse por sí mismos. Se han autodestruido
por su propia voracidad. Además, se confirma una ley: se privatizan los
beneficios pero se socializan las pérdidas. Se hace pagar a los pobres las
excentricidades de los banqueros, y se les amenaza, en caso de que se nieguen a
pagar, con empobrecerlos aún más.

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La crisis global contemporánea que, para muchos analistas, apenas estamos
viendo nacer, como constatan las profundas desestabilizaciones económicas
recientes de Europa y EU derribando la ilusión de que conformaba un fenómeno
puramente pasajero, constituye, sin duda, la crisis más compleja, de mayores
alcances e inéditos riesgos, de la historia del capitalismo. Ha llegado cimbrando y
haciendo pedazos la imagen promovida por el discurso del poder en la vuelta de
siglo, ante todo con el crecimiento de EU y el acelerado posicionamiento de China
en la economía del mundo, de que presuntamente había sucedido ya el ingreso
irreversible a una nueva belle époque.

Repitiendo la euforia que acompañó las fases de auge de la acumulación


capitalista en el pasado el crecimiento de fin de siglo XX y primeros años del siglo
XXI; fue precipitadamente exacerbado como el símbolo no solo de un progreso
económico y político garantizado para todas las naciones, sino también como el
símbolo de un nuevo capitalismo que, al ―globalizarse‖ con el ―neoliberalismo‖,
llegaba para vencer y dejar atrás la repetición cíclica de las crisis.

Una de las dimensiones de la crisis en el siglo XXI no solo pone de relieve los
límites históricos del capitalismo, sino los colapsos generados por una de sus
formas. Los de esa configuración a la cual en las últimas décadas equivocada y
demagógicamente se le ha denominado ―neoliberal‖. Al negamos a hacerle
concesiones al discurso del poder debería afirmarse que la configuración que
asumió la mundialización capitalista en las últimas décadas lejos de ser liberal,
más bien, ha sido mentirosa. La crisis del capitalismo global no tiene precedentes
por su magnitud, su alcance global, la extensión de la degradación ecológica y el
deterioro social y la magnitud de los medios de violencia.
No se trata de una crisis cíclica sino estructural –una crisis de
reestructuración, como la que tuvimos en los años setenta, y antes de eso en los
años treinta – que tiene el potencial de convertirse en una crisis sistémica,
dependiendo de cómo respondan los agentes sociales a la crisis y de una multitud
de contingencias desconocidas. Una crisis de reestructuración significa que la
única manera de salir de la crisis es reestructurar el sistema, mientras que
una crisis sistémica es aquella en la que solo un cambio en el propio
sistema resolverá la crisis.

El socialista italiano Antonio Gramsci desarrolló el concepto de la


revolución pasiva para referirse a los esfuerzos de grupos dominantes para producir
un ligero cambio desde arriba a fin de debilitar la movilización desde abajo por una
transformación más trascendental. Parte integral de la revolución pasiva es
conquistar la dirigencia desde la base; su integración al proyecto dominante. El
sistema capitalista global, que ha sido responsable de la extraordinaria prosperidad
en los países desarrollados y que ha ayudado a desarrollarse a otros países
subdesarrollados hasta los 70 puede estarse viniendo abajo en esta última década.
El declive del mercado bursátil de Estados Unidos es sólo un síntoma, y un síntoma
tardío además, de los problemas más profundos que aquejan a la economía
mundial.
Los mercados financieros son intrínsecamente inestables. El sistema
capitalista global se base en la creencia de que los mercados financieros, si se los
abandona a sus propios recursos, tienden al equilibrio.

Uno de los inevitables efectos de la mundialización económica es


una redistribución de la renta a nivel mundial y una deslocalización del
tejido industrial mundial. Esto no quiere decir sino que los países
tradicionalmente desarrollados (Centro) deberían dejar de crecer de forma tan
abusiva como en los años posteriores a la SGM, y que los países en desarrollo

18
(periferia) deberían empezar a desarrollarse y a crecer más deprisa que los países
de la OCDE.
Este efecto se ha producido pero de una forma desigual y deficiente. Con
la crisis de los años 70, se van a incorporar a los mercados internacionales países
hasta entonces al margen, y van a nacer por ello Nuevos Países Industriales (NIC).
Se puede decir que con esto habría empezado la deslocalización del tejido
industrial; pero pasados treinta años de este fenómeno se observa que son muy
escasos los países periféricos que se han aprovechado de este fenómeno. Pasado
este tiempo solo unos pocos países de extremo oriente y América latina se han
beneficiado de esto.
La redistribución de la renta no se produce y las diferencias entre primer y
tercer mundo se mantienen o incluso crecen; y la única salvedad que puede hacer
pensar en una cierta deslocalización es que muchos países subdesarrollados hasta
los 70 han crecido de forma impresionante hasta el punto de que en 30 años se han
convertido en economías de primer orden. El causante de estos efectos no es otro
que el hecho de que el concepto del estado-nación está presente incluso dentro de
los agentes económicos causantes de la economía global.
La economía de EEUU, desde 2008 ha estado afectada por una enorme
especulación en los mercados financieros cuyo desplome da la falsa impresión de
que la naturaleza de la crisis es financiera, pero la raíz más profunda se encuentra
en el sistema de producción

4. El capitalismo en el siglo XXI

Es así que a fines de la II mitad del siglo XX se ha producido un intenso


cambio de la economía mundial. Mientras que durante los años 85-92 Estados
Unidos contrajo el déficit presupuestario más grande de su historia y se convirtió en
la nación más endeudada del mundo, con lo que países más dinámicos como
Alemania o Japón atacaron su competitividad y liderazgo;
Los años ochenta, por su lado, la década perdida en América Latina, son
también, al mismo tiempo, aquellos durante los cuales cristalizó una readecuación
importante de las economías hegemónicas a escala internacional. Con su fracaso en
la guerra de Viet-Nam, los Estados Unidos tendrían que negociar con la vieja Unión
Soviética y con China la distribución geoestratégica que le esperaría al mundo del
siglo XXI, donde una Alemania y un Japón con nuevos bríos emergerían para
participar, como en el pasado, en el reparto del botín.

Igualmente en la URSS, con la Perestroika de 1984, tendría lugar un ajuste


de cuentas sin precedentes en la historia universal de los imperios, pues se trataba
del primero que cometía suicidio y repartía los pedazos al mejor postor. En 1989,
China también experimentaba la primera gran sacudida de un modelo de desarrollo
económico-social y político que empezaba a operar en dos vertientes, no siempre
armónicas, la economía y la institucionalidad política, como se verá después,
durante los años noventa, cuando la restauración capitalista despegaba con
consecuencias sociales todavía por verse.

En la década siguiente, en los Estados Unidos, Gran Bretaña, Japón y otras


potencias industriales, así como en China, el nuevo ―taller del mundo‖, se desataba
un auge espectacular de la construcción, que solo hacía más notoria una de las
contradicciones históricas del sistema capitalista: el problema de la sobre
producción y el sub consumo. El sobre endeudamiento y el sobre consumo, por su
parte, como corolarios de aquella contradicción básica, evidenciaban, que la
llamada ―burbuja financiera‖, el capital ficticio, que no siempre tiene relación
directa con la economía real, era una nueva forma de expresarse la sincronía
alcanzada, a través de la globalización financiera, de las economías centrales a
escala mundial. La crisis asiática de 1997 y el ―efecto tequila‖, procedente de
México en 1995, así lo hacían notar.

19
Los procesos de globalización han globalizado, más que nunca, los
mecanismos de acumulación a escala mundial, y las economías están hoy, como
jamás lo estuvieron en el pasado, perfectamente sincronizadas. De tal forma que la
teoría del ―desacople‖ carece de sustancia si pensamos en que, los Estados Unidos
continúan siendo, aunque precariamente, la locomotora de la demanda a escala
internacional, y cualquier catástrofe en los patrones de consumo de la sociedad
norteamericana, debería leerse como un derrumbe en los otros componentes de la
acumulación a escala internacional.

Si partimos del principio de que dos de las características más notables del
capitalismo del siglo XXI son precisamente un aumento espectacular de la tasa de
ganancia y la imposibilidad de una expansión de la acumulación, que permita
ampliar y profundizar los procesos de reproducción del sistema, nos daremos de
frente con el problema que representa para este último el que la desvalorización del
capital, y su consecuente incremento en la extracción de plusvalor, impida la
gestación de una nueva ola de modernización capitalista, tal y como la había
pensado Schumpeter en sus mejores ensueños.
La situación con China es igualmente aleccionadora. Este gigantesco taller
de manufacturas es el principal abastecedor comercial de Europa y los Estados
Unidos, tanto así como para que ciudades enteras hayan surgido en menos de
veinte años, en su totalidad estructuradas para alojar principalmente a trabajadores
extranjeros, procedentes de Hong Kong e Indochina, y dedicarse por completo a la
fabricación de juguetes por ejemplo. La sobre acumulación en China no ha tenido
eco en su descomunal y lenta maquinaria política y administrativa, y, aunque la
expansión comercial ha posibilitado alguna modernización de la estructura
productiva, este país padece serios problemas laborales y sociales que están al
borde de provocar una explosión sin precedentes en época de restauración
capitalista, sobre todo en las ciudades costeras, totalmente volcadas a la
satisfacción del comercio internacional.

El colapso definitivo de la Unión Soviética en 1991 prueba que el socialismo


burocrático estaba perfectamente bien preparado para recibir la restauración
capitalista, y asestar a la clase trabajadora, de paso, uno de los golpes políticos
más letales de que tenga memoria la historia social de los últimos doscientos años.
Con el eufemismo de ―países emergentes‖ se quiere instalar la idea de que la
restauración capitalista fue todo un éxito en naciones como Rusia.

El momento actual involucra una fase cualitativamente nueva transnacional


o global del capitalismo mundial que se puede rastrear hasta los años setenta y que
se caracteriza por el aumento de capital verdaderamente transnacional y por una
clase capitalista transnacional. El capital transnacional ha logrado liberarse de las
restricciones de la nación Estado de la época anterior, y con ello, a cambiar
fuertemente a su favor la correlación de las fuerzas de clase y sociales en todo el
mundo –y a menoscabar la fuerza de los movimientos populares y de la clase
trabajadora en todo el mundo, después de las rebeliones globales de los años
sesenta y setenta.
Es un sistema que ahora está mucho más integrado, constituido por grupos
dominantes que han acumulado una cantidad extraordinaria de poder y control
transnacional sobre recursos e instituciones globales. (Dieterich)

Y en el siglo XXI el mundo soporta más hambre e insatisfacción,


nuevas crisis una detrás de otra.
En su último informe, la Organización para la Cooperación y el Desarrollo
Económicos sostiene que China sobrepasará a Estados Unidos como la primera
economía del planeta en el año 2016. El informe agrega que, en menos de 50 años,
las economías de China e India combinadas tendrán más peso que las de todo el

20
mundo en desarrollo. La ODCE dice que la contribución de los países emergentes a
la producción mundial será cada vez mayor y que en los países más pobres el
ingreso per cápita se cuadruplicará.

4.1. América Latina.

La nueva plataforma panamericanista propuesta por los Estados Unidos, el


ALCA, estaba prácticamente muerta para el año 2004, y se daba inicio así a una
nueva era de gobiernos progresistas, de izquierda y centro-izquierda que
pretendían iniciar una nueva era en la cual las abrumadoras diferencias
económicas, sociales, políticas y culturales de la región podían ser superadas.
Recordemos, finalmente, que el único país de América Latina y del Caribe, para el
cual el neoliberalismo era extraño, fue Cuba, cuyo maltrecho socialismo tuvo que
hacer las mejoras y modificaciones requeridas con tal de que la debacle soviética
no se la tragara.
Sin embargo, la mayor parte de estos gobiernos populistas latinoamericanos
han tenido que negociar con las burguesías nacionales, para que el espacio de
maniobra política no se les redujera y les impidiera impulsar los planes de trabajo
que tenían pensados al servicio de las grandes mayorías. En esas negociaciones se
han sacrificado una gran cantidad de conquistas de los trabajadores, aunque los
avances en otros terrenos legitiman las medidas de recuperación nacional, a pesar
de que dejan intacto el funcionamiento del sistema económico.
Con la excepción de Chile después de 1973, donde la velocidad y
profundidad de la privatización durante la dictadura alcanzó niveles excepcionales,
en el resto de América Latina, la estampida de la privatización arrasó con todo,
durante los años noventa. La propiedad estatal y el control de los bancos,
telecomunicaciones, petróleo, gas, petroquímicos, agua, transporte público y
electricidad fueron parte de un botín festivo en países como México, Argentina,
Brasil, Perú, Bolivia, Venezuela y Paraguay. Esta privatización no fue únicamente el
producto de presiones externas, según se ha visto al hablar del Consenso de
Washington, sino sobre todo de un crecimiento de las coaliciones del capital interno
y externo que emergería en América Latina, poco después de la crisis de la deuda
al empezar la década de los años ochenta. Para ello había que hacer
importantes modificaciones al aparato de Estado, tal y como hubiera surgido
después de la Segunda Guerra Mundial, y ello exigía igualmente una transformación
a fondo de la estructura sindical, de las distintas estrategias de negociación laboral,
así como de los partidos políticos, que volvían, algunos, a la vieja modalidad
clientelista y caudillista del pasado.
Para el 2002, en el mundo subdesarrollado, América Latina era la región
donde el proceso de privatización había alcanzado niveles insospechados, tanto así
como el 40% del total de las ganancias obtenidas fuera del mundo desarrollado. El
proceso no sólo fue masivo en lo que respecta a su escala sino también con relación
a su velocidad, pues, mientras Gran Bretaña vendía unas veinte firmas estatales en
cuestión de diez años, en México se vendían ciento cincuenta en seis años.

4.1.1. El Consenso de Washington


El punto de origen del Consenso de Washington, uno de los instrumentos
mejor elaborados de los neoliberales del momento para retomar el control en la
economía latinoamericana, estaba en la crisis de la deuda latinoamericana de 1982.
De acuerdo con ellos, América Latina había estado viviendo hacía mucho rato por
encima de sus posibilidades reales, con dinero prestado desde mediados de los
años setenta.
Al inicio de los años ochenta, la economía mundial se topó de frente con una
desagradable combinación de factores, entre los que estaban los altos precios del
petróleo, un crecimiento lento y retardatario, inflación, tasas de interés crecientes,
y una caída de los precios de las materias primas. Esta combinación, contribuyó
mucho para que la crisis de la deuda fuera disparada, e hiciera cualquier proceso de

21
recuperación sumamente difícil. Los años, como decíamos antes, de vivir por
encima de sus posibilidades reales, se habían acabado para América Latina.
La región se vio lanzada a una serie de intentos para ajustar la situación.
Algunos gobiernos, tomaron medidas para reducir con violencia las importaciones,
el gasto público y la demanda interna, con lo cual pensaban impulsar las
exportaciones para reducir la brecha del endeudamiento.
Un escenario así era realmente dramático, pues en 1986 el ingreso per
cápita se acercó al 0.7% por debajo del alcanzado en 1982; y, para 1992, aún no
había recuperado el nivel de los diez años anteriores. La inflación, un componente
crónico en la historia económica reciente de América Latina, despegó sin
precedentes, y la devaluación que la acompañó luego incrementó el precio de las
importaciones. Los recortes presupuestarios fueron anulados por la recesión, la
cual, a su vez, redujo los ingresos por impuestos, obligando a los gobiernos a
imprimir dinero en gran medida.
La inflación promedio anual en unos 19 países de la región fue de 33% en
1970 y de 437% en 1980. Algunos de esos países experimentaron una devastadora
hiperinflación, lo cual nos hace recordar que la inflación actúa como una especie de
impuesto contra los pobres, pues los más ricos, si ahorran divisas, propiedades o
valores, quedarán protegidos contra cualquier inestabilidad monetaria, pero los más
desprotegidos carecen de cualquiera de estas alternativas.

A mediados de los años ochenta se lanzaron una serie de propuestas que


buscaban atacar este problema de manera estructural en países como Brasil,
Argentina y Perú, con las cuales se buscaba quebrar la espiral inflacionaria y
controlar más de cerca a los mecanismos monetarios y de precios. Se creía que
gran parte de la situación inflacionaria inédita era debida a la insuficiencia de la
demanda, y a la incapacidad de los productores para innovar. Para finales de la
década, la situación había empeorado.
Este abandono de prácticas económicas en las cuales el Estado había jugado
un papel esencial, hizo factible la promoción del famoso documento preparado por
John Williamson, (el Consenso de Washington) que recogió en diez puntos las
aspiraciones más sentidas por un conjunto de políticos, intelectuales, empresarios,
economistas y técnicos que creían en la posibilidad de superar la situación
económica y social que vivía América Latina, en aquel momento, a través de tres
ejes vertebrales:

 La estabilidad macroeconómica
 Desmantelar el proteccionismo y abrirse totalmente al comercio exterior, la
competencia y la inversión extranjera.
 Reformar el papel del estado y reforzar el de los mercados con el fin de
hacer más confiables su capacidad para reasignar recursos y capacidades.

Estos tres ejes serían el resultado de una estrategia compuesta por los diez
puntos mencionados y que eran los siguientes:

1. Déficit fiscal lo menor posible para que pudiera ser financiado sin acudir a
tácticas inflacionarias.
2. Gasto público redireccionado para reforzar la inversión en educación, salud e
infraestructura.
3. Reforma fiscal que ampliara la base impositiva y redujera sus tasas marginales.
4. Liberalización financiera, con la intención de que fueran los mercados los que
establecieran las tasas de interés.
5. Una tasa de cambio uniforme lo suficientemente competitiva como para inducir
el rápido crecimiento de las exportaciones no tradicionales.
6. Sustitución de las restricciones cuantitativas al comercio por tarifas, las cuales
serían progresivamente reducidas hasta lograr una tarifa uniforme con un rango del
10% al 20%.

22
7. Eliminación total de las barreras que impidan el ingreso de la inversión
extranjera directa.
8. Privatización de las empresas del Estado.
9. Abolición de todas las restricciones para el ingreso de nuevas firmas extranjeras
que pudieran competir con firmas nacionales, incluso en el nivel laboral.
10. Provisión para proteger todos los derechos de propiedad, especialmente en el
sector informal32.

Este ideario, apoyado en algunos de sus puntos, por organizaciones como la


CEPAL, de supuesta trayectoria estructural y ortodoxa, haría saltar en pedazos a la
economía Argentina, durante los años noventa, y produciría serias transformaciones
políticas y sociales en Brasil, Venezuela, Bolivia, Ecuador, Nicaragua, Paraguay y
Uruguay calificadas de populistas por aquellos que vieron en el retorno de estos
pueblos a la cuestión social y a una renovada participación del Estado, como la gran
pérdida del terreno avanzado por los comisarios del capital, liderados por el ahora
considerado obsoleto Fondo Monetario Internacional.

El Consenso de Washington, que para algunos podría ser llamado también


Bretton Woods II, era la expresión de un nuevo régimen financiero que habría
surgido después de la crisis de 1975-1977, y que se extendería hasta los inicios de
la crisis actual. Recordemos, que Bretton Woods I, era el resultado del triunfo de
los Estados Unidos en la Segunda Guerra Mundial, que puso en sus manos el
control de la estructura financiera internacional.
Para América Latina, este cambio de régimen marcaba la diferencia de haber
aplicado un modelo perverso que separaba lo económico de lo social, ponía el
énfasis sobre la estabilidad contra el crecimiento, y diferenciaba la responsabilidad
de la justicia, creando una clase de desesperación social en nuestros países, que los
condujo inevitablemente a buscar nuevos caminos y a retomar los viejos donde se
habían detenido, debido a golpes de estado y dictaduras militares. Eran las dos
caras de una misma moneda: de haber sido el campo de batalla experimental para
las más exacerbadas expresiones del neoliberalismo, América Latina tenía ahora
que enfrentar las consecuencias de su más sonado fracaso.
América Latina

4.1.2. Una década de crecimiento

Un estudio del Banco Mundial plantea que la clase media en América Latina
se aumentó en un 50 % en la última década de este siglo, de 103 millones de
personas a 152 millones y sostiene que el logro es causa del crecimiento
sostenido en la región durante los últimos años que, pese a la crisis
económica internacional, ha permitido aumentar la clase media.

El informe afirma que los factores más significativos a la hora de promover


la movilidad en América Latina son mayores niveles de educación entre los
trabajadores; mayor nivel de empleo formal; más personas viviendo en áreas
urbanas, y particularmente, más mujeres en la fuerza laboral y una disminución del
tamaño de las familias.
Con estas cifras, la clase media supone el 30 % de la población de América
Latina, y en algunos países como Brasil, Colombia y México, los progresos son
notables. El Banco Mundial estima, en este informe, que un ciudadano de clase
media es aquel que cobra al menos 10 dólares al día (3.650 dólares al año por
persona) y cuya probabilidad de caer en la pobreza sea menor del 10 %.
De acuerdo al Banco Mundial, situando el umbral de pobreza moderada para la
región en 4 dólares al día, como suele hacerlo la institución, un 30,5 % de la
población que vive por debajo de esa cota de ingresos y un 37,5 % vive entre la
pobreza y la clase media (4-10 dólares al día), los considerados ―vulnerables‖.

23
A los miembros de esta ―clase vulnerable‖ les fue mucho mejor que a los pobres en
términos de ingreso, apunta el informe, pero aún carecen de la seguridad
económica de la clase media.
Al menos, el 43% de todos los habitantes de América Latina cambió de clase
social entre mediados de los 90 y fines de los 2000. La mayor parte de este
movimiento fue ascendente?, dice el informe.
El crecimiento de la clase media ha ido de la mano de una fuerza laboral
más educada, mayor participación femenina en el mercado laboral, familias menos
numerosas y una creciente urbanización en muchos países, señaló el presidente del
Banco Mundial, Jim Yong Kim. No es menor el dato que las economías en desarrollo
representan el 75% de la demanda global, frente al 50% en 2006.

De acuerdo al Banco Mundial un 12% de los chilenos logró formar parte de


la clase media entre los años 2003 y 2009, pero sigue siendo desigual. Estos
resultados son presentados en un informe del Banco Mundial, titulado: "La
movilidad económica y el crecimiento de la clase media en América Latina". De esta
manera, Chile es uno de los países de América Latina que tiene mayor movilidad
económico-social de su población en los últimos años, la que se sitúa entre el 50%
y el 60%, niveles similares a los de Costa Rica, Brasil y Colombia. De acuerdo a lo
señalado, los ―vulnerables‖ en Chile alcanzan al 41,1%, cifra mayor al porcentaje
de personas incluidas como pobres, que se estiman en 11,8%. En cuanto a los
ricos, Chile tiene el nivel más alto respecto a su población total de América Latina,
con un 4,8% (cerca de 800 mil personas).

4.1.3. Informe de la CEPAL: cambio estructural con igualdad

En un documento, la CEPAL, ha propuesto colocar la igualdad en el centro de


la discusión económica y social de la región y romper así el paradigma económico
que ha prevalecido durante al menos tres décadas. La propuesta contenida en el
documento Cambio estructural para la igualdad: Una visión integrada del desarrollo
supone difundir a lo ancho de la estructura productiva y del tejido social, el
desarrollo de capacidades, el progreso técnico y plenas oportunidades.
Bárcena dijo que para que los países logren en el largo plazo un crecimiento
sostenido con igualdad, la política y el Estado deberán retomar un rol central. La
propuesta de la CEPAL sostiene que los países de América Latina y el Caribe deben
evitar la primarización de sus economías e invertir en una política industrial que
apueste por sectores intensivos en conocimiento y tecnología que den valor
agregado, incrementen la productividad y generen empleo de calidad.

Alicia Bárcena explicó que la inversión es el eslabón crucial que conecta el


corto con el largo plazo, sin embargo, ésta sufrió una importante merma durante la
crisis de inicios de los años 80 y no se han logrado recuperar los flujos de hasta
25% del PIB registrados en la década del 70. La inversión pública no debe ser la
variable de ajuste y debe blindarse de los avatares del ciclo económico y estar
estrechamente articulada con los objetivos de la política industrial para sostener
una trayectoria de crecimiento de largo plazo.
Lo que propone la CEPAL, dijo Bárcena, es tener la igualdad como horizonte,
el cambio estructural como el camino y la política como el instrumento. De allí se
derivan grandes políticas de Estado: la política industrial con sostenibilidad, la
política macroeconómica para el desarrollo y la política social y laboral.
La política industrial tiene que ser explícita y tener una visión de largo plazo
en donde se invierta en tecnología e innovación y se otorguen estímulos fiscales,
así como créditos que promuevan la inversión de las pequeñas y medianas
empresas.
La política macroeconómica debe ocuparse del crecimiento e ir más allá de la
estabilidad nominal y el empleo. Las políticas fiscales, monetarias y cambiarias no

24
solo deben promover la estabilidad nominal y suavizar el ciclo económico, sino que
deben preocuparse también de los impactos de largo plazo.

En un informe del año 2011, se afirma que Chile, es el país con mejores
indicadores de desarrollo humano de Latinoamérica (según la ONU), es el que ha
sufrido en el último año violentas protestas de sus estudiantes universitarios, que
reclaman acceso gratuito a la educación superior. Hace poco la revista The
Economist se refería a aquellas manifestaciones y las atribuía a las nuevas
exigencias de la emergente clase media latinoamericana.

El economista Nouriel Roubini, gurú de la última crisis financiera mundial de


2008, también mencionaba en un reciente artículo las revueltas en Chile, las
sumaba a otras que ocurren en Europa, el mundo árabe y China y las adjudicaba al
problema de la desigualdad. El índice Gini (indicador que mide la distribución del
ingreso y que va del 0 de la equidad absoluta al 1 de la injusticia mayor) en Chile
es 0,52, un nivel que lo sitúa en el ecuador de Latinoamérica, según el último
Panorama social que publicó la Comisión Económica para América Latina y el Caribe
(CEPAL).
La situación de Chile es una buena excusa para recuperar el capítulo de ese
informe de la CEPAL que se abocaba a observar la evolución de la desigualdad en la
región. Para empezar, los países más igualitarios de Latinoamérica (el organismo
de la ONU evaluó a 18) son Venezuela (0,394), Uruguay (0,422) y El Salvador
(0,454). Los siguen Perú (0,458), México (0,481) y Ecuador (0,495). Costa Rica
(0,501), Argentina (0,509) y Panamá (0,521) vienen después, antes que Chile.
Los países menos equitativos son Guatemala (0,585), Colombia (0,578) y Brasil
(0,576), que al menos ha dejado de ser el peor del mundo en la materia. Los
siguen Honduras (0,567), Bolivia (0,565), República Dominicana (0,554), Paraguay
(0,533) y Nicaragua (0,532).
Algunos economistas discuten si es importante la equidad o no. Pero la
desigualdad no sólo trae perjuicios económicos sino también sociales. De hecho,
expertos en inseguridad ciudadana atribuyen algunos aumentos de los casos de
delincuencia a incrementos en el injusto reparto de los bienes. Un ejemplo de ello
puede ser Argentina, que junto con Paraguay fueron los países en los que más
creció el índice Gini en Latinoamérica entre 1990 y 2002 (más del 1% anual), antes
de que comenzara la bonanza que trajeron los altos precios de las materias primas.
En 2002 Argentina alcanzó la tasa de homicidios más alta en décadas.
Entre 1990 y 2002 la desigualdad aumentó en casi toda la región, con las
excepciones de Guatemala, Honduras, Panamá y Uruguay. En cambio, entre 2002 y
2008, la mayoría de los países experimentaron mejoras, con las salvedades de
México, República Dominicana y, sobre todo, Guatemala, donde la inequidad creció
casi al 2% anual. Venezuela lideró la reducción del índice Gini (más del 3% anual),
seguida por El Salvador y Nicaragua (2%). Argentina, Bolivia, Brasil, Chile,
Ecuador, Panamá y Perú la contrajeron más del 1% anual.
La crisis mundial de 2008/2009 no detuvo los progresos en la
materia, a contramano de lo que sucede en Europa. No se disponen de datos
de 2010 de todos los 18 países evaluados (por ejemplo, no los hay de Chile ni de
Brasil), pero algunos muestran evoluciones muy favorables. México ha reaccionado
y disminuyó la desigualdad a más del 3% anual en el periodo 2008/2010, según la
CEPAL. También se destacaron Uruguay y Venezuela (más del 2%). Después vienen
Perú, Argentina y El Salvador (más del 1%). Hay tres excepciones en las que la
distribución empeoró: Ecuador, Paraguay y otra vez República Dominicana.

La principal causa de la mejora de la desigualdad en Latinoamérica en la


última década obedece al aumento de los ingresos laborales, tanto por el
incremento del empleo como el de la nómina, según el organismo que dirige Alicia
Bárcena (Cepal). El segundo motivo es la creación de transferencias monetarias del
Estado a los sectores más vulnerables, como los planes Oportunidades, de México;

25
Bolsa Familia, de Brasil, y Asignación Universal por Hijo, de Argentina. También se
suman otros factores, como el mejor acceso a la educación, la reducción de las
brechas salariales entre los trabajadores más y menos calificados y las políticas
laborales de algunos gobiernos para acortar las distancias entre ricos y pobres.

La CEPAL aclara que la mejora de la distribución del ingreso aún es leve,


pero significativa si se tiene en cuenta que históricamente siempre había
empeorado hasta transformar a la región en la más desigual del planeta. La
inequidad afecta más a las mujeres pobres, que en general alcanzan niveles
educativos menores que los varones y además muchas veces no pueden trabajar
porque no tienen quién cuide de sus hijos. ―La fábrica de desigualdad es la
heterogeneidad estructural y las rígidas segmentaciones del mercado laboral‖,
advierte la CEPAL. ―La prociclicidad del gasto público (y una gran proporción del
gasto social)‖, es decir, que caiga cuando el PIB se contrae, ―las rigideces en la
asignación de partidas y la tendencia a la privatización de parte del gasto conspiran
contra un avance más sostenido en las políticas sociales y en los sistemas de
protección social en materia de reducción de desigualdades‖, advierte el organismo
de Naciones Unidas.

5. Un capitalismo “senil” y que profundiza la desigualdad

Justamente en el libro de T.P. llamado ―El capital en el Siglo XXI‖,publicado


en 2014, su autor Thomas Piketty (economista francés especialista en desigualdad
económica y distribución de la renta) realiza un aporte muy grande al análisis
precedente al exponer cómo se produce la concentración de la riqueza y su
distribución durante los últimos 250 años.

Sostiene que cuando la tasa de acumulación de capital crece más rápido que
la economía, entonces la desigualdad aumenta. Para evitar lo que denomina un
capitalismo patrimonial, propone los impuestos progresivos y un impuesto mundial
sobre la riqueza con el fin de ayudar a resolver el problema actual del aumento de
la desigualdad.
Sus trabajos cuestionan de manera radical la hipótesis optimista del
economista ruso Simon Kuznets quien establecía un vínculo directo entre el
desarrollo económico y la redistribución de ingresos, y resalta la importancia de las
instituciones políticas y fiscales en la instauración de impuestos e ingresos públicos
y por tanto en la evolución económica histórica de la distribución de la riqueza.

La investigación de las estadísticas históricas realizada por Piketty establece


que la proporción de los ingresos de capital en el ingreso nacional fue de 6 o 7 en el
siglo XIX, cayó a 2 después de la Segunda Guerra Mundial y en el siglo XXI volvió a
un nivel cercano al siglo XIX, con un valor 5 o 6. Por otra parte encontró que en el
largo plazo, el retorno promedio sobre el capital supera la tasa de crecimiento de la
economía, lo cual implica que los propietarios del capital son cada vez más ricos
más rápido que el resto de la población.

El capital en el siglo XXI' pone en entredicho el mito de que el capitalismo


mejora la vida de todos. Una de las consignas del movimiento del 15-M en España,
fue que "el capitalismo no funciona". Ahora, en esta obra excepcional e innovadora
Thomas Piketty explica por qué eso es cierto, y sus tesis han suscitado un debate
internacional.

El libro ha desatado en Estados Unidos acalorados debates acerca de la


dinámica del capitalismo y, en especial, acerca del auge aparentemente imparable
de la minúscula élite que controla una porción cada vez mayor de la riqueza del
mundo.

26
Un colaborador de The Economist ha afirmado que la obra de Piketty ha
reescrito doscientos años de pensamiento económico sobre la desigualdad. Las
polémicas se han centrado en dos polos: el primero es la tradición iniciada por Karl
Marx, quien creyó que el capitalismo acabaría autodestruyéndose en la interminable
búsqueda de unos rendimientos decrecientes. En el extremo opuesto del espectro
se encuentra la obra de Simon Kuznets, para quien la brecha de la desigualdad se
reduce forzosamente a medida que las economías evolucionan y se hacen más
desarrolladas. Según Piketty, ninguno de esos razonamientos se sostiene frente a
las pruebas que él ha acumulado. Es más, logra demostrar que no hay razón para
creer que el capitalismo sea capaz de resolver el problema de la desigualdad; un
problema, que, según insiste, lejos de mejorar, empeora. De la crisis bancaria del
2008 al movimiento indignado del 2011, es algo que ya había sido intuido por la
gente común. La singular importancia de su libro es que demuestra de modo
científico que esa intuición es correcta.

De modo que la tesis de Piketty, respaldada por una exhaustiva


investigación, es que la desigualdad económica del siglo XXI está en
aumento y se acelera a un ritmo peligroso. Existe un peligro real de que si
no se detiene este proceso la pobreza aumente al mismo ritmo; y, según
Piketty, muy bien puede resultar que el siglo XXI sea un siglo con más
desigualdad y, por lo tanto, más discordia social que el siglo XIX.

Piketty explica a su principiante que la renta es un flujo, que se mueve y


puede crecer según el rendimiento. El capital es un patrimonio, su riqueza procede
de lo que se ha acumulado "a lo largo de todos los años anteriores juntos". Es un
poco como la diferencia entre tener un descubierto y tener una hipoteca; y si uno
no consigue ser dueño de la propia casa nunca tendrá patrimonio alguno y siempre
será pobre.
En otras palabras, lo que está diciendo en términos globales es que quienes
poseen capital y activos generadores de riqueza (como, por ejemplo, un príncipe
saudí) siempre serán más ricos que los emprendedores que intentan conseguir
capital. La tendencia del capitalismo en este modelo concentra cada vez más
riqueza en manos de cada vez menos personas.

Su propuesta se puede resumir en las siguientes palabras: "Lo que


defiendo es un impuesto progresivo, un impuesto global, basado en la
imposición a la propiedad privada. Es la única solución civilizada. Las otras
son, en mi opinión, mucho más bárbaras; y me refiero al sistema
oligárquico ruso, en el que no creo, y a la inflación, que en realidad sólo es
un impuesto sobre los pobres." Añade que la inflación no suele afectar a los
muy ricos, porque su riqueza aumenta de todas formas; los pobres, en cambio, se
llevan la peor parte porque aumenta el coste de vida. Un impuesto progresivo sobre
la riqueza es la única solución sensata.

“No se trata necesariamente de una visión apocalíptica. He hecho un


diagnóstico de situaciones pasadas y presentes, y creo que hay soluciones.
Pero antes de ponerlas en práctica, tenemos que comprender la situación.
Cuando empecé a recopilar datos, me quedé muy sorprendido de lo que
encontraba, que la desigualdad crece muy deprisa y que el capitalismo no
parece estar en condiciones de eliminarla. Muchos economistas empiezan
al revés, haciéndose preguntas acerca de la pobreza; pero lo que yo quería
comprender era de qué forma actúa la riqueza o la superriqueza para
aumentar la brecha de desigualdad. Y lo que encontré, como decía, es que
la velocidad a la que crece la brecha de la desigualdad es cada vez mayor.
Significa ante todo un deterioro del bienestar económico colectivo; en
otras palabras, una degradación del sector público. Existe entre los
capitalistas una creencia fundamentalista según la cual el capital salvará el

27
mundo y no es así. No por lo que dijo Marx acerca de las contradicciones
del capitalismo, sino porque, como he descubierto, el capital es un fin en sí
mismo y nada más."

Piketty, a diferencia de muchos economistas, insiste en que el pensamiento


económico no puede separarse de la historia o la política; eso proporciona al libro
un carácter, definido por el premio Nobel estadounidense Paul Krugman, como
"excepcional" y de "visión panorámica".

En varias entrevistas y en especial en una realizada por Jorge Fontevecchia


el 25/01/2015 para el diario Perfil afirmó: “Una de las conclusiones más
importantes de mi investigación histórica en desigualdad es que
necesitamos una institución democrática más fuerte, una institución fiscal
fuerte, pero además, instituciones sociales y educativas para mantener la
desigualdad bajo control, para asegurar que las fuerzas poderosas del
mercado y las fuerzas capitalistas puedan traer innovación y reglas,
beneficiar a todos los grupos sociales y para que la distribución no sea muy
extrema a largo plazo. Entonces, el impuesto progresivo a la riqueza es
importante, pero eso es solamente una de las muchas herramientas
políticas que necesitamos utilizar. La importancia del impuesto a las
ganancias, o del impuesto progresivo y a la herencia es muy grande”.

—“Mi conclusión principal es que tanto Marx como Kuznets estaban


equivocados. Marx pensaba que la desigualdad duraría para siempre;
Kuznets decía que habría una disminución natural. Creo que hay
fuerzas poderosas que se dirigen en ambas direcciones y, al
final, cuál prevalecerá depende de las instituciones y políticas
que elijamos”.
—Hay una gran diferencia en la actualidad, las tecnologías de información y
transporte permiten una verdadera economía mundial globalizada con un flujo de
bienes y servicios, y el flujo de ideas, a escalas que no teníamos antes. En algún
punto nos estamos comparando con lo que a veces llamamos ―la primera
globalización‖, el período de 1870-1914. Y hay mucho en común, pero ahora
estamos mucho más allá. Es un nivel de integración mundial. Además, está el
hecho de que con las nuevas tecnologías de información las personas están
siguiendo lo que ocurre en el resto del mundo con una intensidad que nunca vimos.
Esto tiene consecuencias muy concretas para el proceso de convergencia, ya que la
fuerza clave para la convergencia es la difusión de ideas, habilidades y
conocimientos, y ésa es una fuerza muy poderosa que puede reducir la desigualdad
entre países. Esto también puede ser una fuerza poderosa para reducir la
desigualdad dentro de los países, pero requiere instituciones educacionales muy
inclusivas e inversiones en habilidades y conocimientos para que grupos muy
amplios de la población puedan beneficiarse de esta innovación y de estas nuevas
tecnologías de información.

—―Quiero pensar un nuevo sistema económico y una nueva forma de


organizar el capitalismo para ir más allá de él, pero quiero hacerlo de una
forma concreta. En El capital, podría ser que Marx cuestionara el
capitalismo como un sistema eficaz, pero no pensó demasiado en cómo
organizar el sistema alternativo. Y esto es un problema porque es fácil
destruir el capitalismo, pero entonces, ¿qué harás a la mañana siguiente?
Hay que hacer algo. Y lo que pasó después de la Revolución Bolchevique es
que no se dieron cuenta de que no tenían un plan; por lo tanto, inventaron,
tuvieron que improvisar y, en muchos casos, esto fue un completo
desastre. Es fácil criticar la propiedad privada, pero la propiedad privada
también está relacionada con la libertad personal: la libertad de tener la

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propiedad de tu departamento o de tu negocio también es libertad para
moverse. Podemos pensar en nuevos tipos de propiedad privada. Algunos
sostienen que necesitamos privatizar todo, y creo que es un error. Algunos
países han ido demasiado lejos en términos de privatizar todo, y ahora no
tienen activos públicos, y a veces tienen más deudas públicas y activos
públicos que son capital público negativo, lo que es un desastre. Hay
formas intermedias de propiedad entre lo público y lo privado que
necesitan inventarse. En el sector de las comunicaciones se habla mucho
sobre el desarrollo de una nueva forma de organización, y financiación
colectiva, más gestión pública participativa. En la educación y en el
sistema de salud nadie está proponiendo transformar la Universidad de
Harvard en una compañía con acciones en el mercado de valores. Algunas
personas, en algún momento, vieron que éste era el final de la historia, y
es un error. Déjeme mencionar también el impuesto progresivo a la
riqueza al que me refiero; no es una pequeña adición técnica al
capitalismo, es una transformación muy radical del capitalismo y de la
propiedad privada porque es una forma de hacer temporal la propiedad
privada: en lugar de ser permanente, cada año tiene que devolver parte de
su propiedad. Por tanto, si tiene una propiedad pequeña, no tiene que
devolver nada. Pero si tiene mucha propiedad privada, podría tener que
devolver entre 5% y 10% por año. Todo depende de lo que observemos en
el mundo real”.

—―Muestro que la concentración del capital tiende a alimentarse a sí misma,


así que cuando usted tiene una alta concentración de capital esto también
contribuye, por ejemplo, con estos altos retornos financieros para una gran cartera.
Pero, al mismo tiempo, mi pensamiento va más allá de esto porque yo trato de
mostrar que, incluso con la competencia perfecta, incluso si no se tiene un
problema de monopolio e incluso en el modelo de libro de texto de los mercados
perfectamente competitivos, aun así todavía tendríamos esta tendencia de la tasa
de rendimiento‖.

—―Parte de lo que está funcionando bien en los Estados Unidos se relaciona


con la innovación y el hecho de que existen universidades y departamentos de
investigación muy buenos. El sistema educativo es parte de lo que está funcionando
bien y de lo que al mismo tiempo está funcionando mal en los Estados Unidos, lo
cual hace que las mejores universidades sean muy buenas, pero el resto del
sistema no. Debería existir una inversión pública mucho mayor en la educación de
los Estados Unidos ya que la mitad menos favorecida de la población en los Estados
Unidos, o incluso dos tercios, no sólo no asisten a Harvard, sino que van a escuelas
secundarias y a universidades comunitarias, las cuales en ocasiones son de muy
baja calidad y contaron con muy poca inversión en las últimas décadas en
comparación con los inmensos recursos que se han invertido en las mejores
instituciones. En mi libro doy una estadística sencilla: los padres de los estudiantes
de la Universidad de Harvard son, en promedio, el 2% de la población con ingresos
más altos‖

El problema principal de desigualdad en Europa es el desempleo, pero sigue


siendo una forma de desigualdad que se relaciona con que no organizamos
nuestras instituciones políticas, nuestras políticas y nuestra divisa única lo
suficientemente bien.

—No creo tener una ideología arraigada. Trato de hacer mi trabajo como
científico social. Mi trabajo es más de historia. La única ventaja sobre el resto de la
gente es que tengo más tiempo para recopilar datos, no es que sea más inteligente
o tenga más ideas. Es sólo que me pagan para recopilar datos y para investigar, lo
cual es un trabajo estupendo.

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—―Entre 1910 y 1970 todos los indicadores económicos, y la
distribución de la renta entre ellos, mejoraron sensiblemente y como en los
últimos años las tendencias empeoraron explica el período 1910-1970
como una excepción debido a la gran depresión y las dos guerras
mundiales. Desde mi punto de vista, no hay normas y no hay excepciones.
Todo depende de las elecciones políticas que hacemos, las instituciones
que elegimos. El período 1910-1970 no estoy diciendo que fue una
excepción, sólo que estuvo influenciado por un número muy grande de
eventos específicos. La Primera Guerra Mundial, la Gran Depresión, la
Segunda Guerra Mundial son eventos bastante específicos. Incluso es más
que eso, también resulta que indujeron cambios muy grandes, o
percepciones de la economía, el sistema de creencias sobre el trabajo y la
economía. La Revolución Bolchevique también fue gran parte del cambio.
En Francia, los mismos grupos políticos de derecha o centroderecha
rechazaron el impuesto a las ganancias en 1914 con una tasa impositiva
del 2%. De repente aceptaron tener un impuesto a las ganancias
progresivo con una tasa impositiva del 60%. ¿Por qué cambiaron de
opinión tan rápido? En parte porque la Revolución Bolchevique ha
cambiado completamente el panorama político e intelectual, y ellos
sintieron que, después de todo, la aplicación progresiva de impuestos es
mejor que la expropiación. Estas percepciones sobre desigualdad e
institución pueden cambiar muy rápido, pero en el siglo XX fueron
afectados por estos eventos políticos e internacionales muy específicos”.
Quizá lo único que pienso que fue excepcional en el período 1910-1970, en
la década de la posguerra, es que tenemos un crecimiento muy pero muy rápido en
todos lados, en su mayoría debido a la reconstrucción, porque se había destruido
mucho. Y eso es relativamente único. La transición demográfica también muestra
que hay mucha evidencia que sugiere que esto fue único y que no volverá a
suceder.

—―Debemos hacer todo lo que podamos para ayudar a las personas a tener
el número de hijos que desean. Tengo tres hijos y voy a tener más. Me encantan
los niños y me encanta el crecimiento. Y también debemos fomentar la innovación.
Y si tenemos un crecimiento del 5% voy a ser muy feliz. Sólo estoy diciendo que
deberíamos tener un plan B en caso de que esto no suceda. La gente dirá: ―El
crecimiento va a resolver todos los problemas‖. Es un error. Y la gente dirá: ―Ahora
es diferente, con la tecnología de la información el crecimiento será infinito‖. No,
cuando miro el período de 1900-1910, algunas personas en los Estados Unidos me
dicen: ―No nos preocupamos por esta economía agraria previa a la Primera Guerra
Mundial‖. Pero no se trataba de una economía agraria; 1900-1910 es también un
tiempo con una gran cantidad de innovación, pero al mismo tiempo una gran
cantidad de desigualdad. Hubo una gran cantidad de innovación. Hemos inventado
el automóvil, la electricidad, la radio. Eso es más importante que lo que es
Facebook hoy. O, al menos, tan importante. Y esto no fue suficiente para generar
un valor de crecimiento del 5%; era todavía 1-1,5% al año, lo cual es mucho más
que el 0% de las sociedades preindustriales. Si es del 1,5% por año no será
suficiente para evitar que la alta concentración de la riqueza suceda. No puedo
predecir el futuro, nadie lo sabe‖.
En el prologo al libro ―La crisis estructural del capital‖ de Mëszäros Istvan,
Samir Amin dice: ―La caída del sistema financiero en el 2008 representa solo la
punta del iceberg. Esta larga crisis estructural del tardío capitalismo oligopólico
comenzó en los años 70, acompañada por la crisis de la hegemonía de los
Estados unidos. Aparentemente la misma fue ―superada” por algún tiempo,
entre 1990 y 2008 gracias a la profundización de un nuevo patrón de globalización
imperialista basado en el despliegue del control militar del planeta por los EEUU y
sus aliados subalternos de la OTAN, y en el comienzo de una guerra interminable

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contra las naciones del sur. El financiamiento represento el talón de Aquiles de ese
sistema y, por lo tanto, no sorprende que la crisis pasara a una nueva fase a través
de una caída financiera…‖.

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