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CUANDO LOS DEMONIOS

LLORAN

Nimphie knox
CUANDO LOS DEMONIOS LLORAN

PRÓLOGO

¿La conoces, verdad? ¿La leyenda de Sparda? Cuando era pequeña mi


padre solía contarla. Hace mucho tiempo, en una época muy lejana, un
demonio se rebeló contra los de su propia especie para salvar a la
humanidad. Cerró con su espada el portal del reino de los demonios,
privándoles del acceso a nuestro mundo. Pero, al ser él mismo un ser
oscuro, su poder también quedó atrapado del otro lado.
Yo nunca creí esa historia; siempre me pareció un cuento para
asustar a los niños... Pero pronto descubrí que esa leyenda no era para
nada un mito irreal: Sparda existió.
¿Cómo lo sé?
Porque conocí a los hijos de Sparda; a los dos.
Aunque por las venas de ambos fluía la sangre de su padre,
combatían el uno contra el otro en una eterna lucha sin cuartel. Parecía
que, de alguna forma morbosa, disfrutaban de un placer enfermizo con
esas peleas de hermanos...
Primera Parte: Invade la
Torre Maldita

Y es una paradoja, pero ¿acaso este mundo no es una perfecta y


absoluta paradoja? Muchos se llenan la boca de palabras acerca del
bien y del mal que al oído suenan como una música maravillosa. Pero
detrás de la parafernalia fantástica y de las leyendas antediluvianas
sólo son eso, simples palabras vacías, tan huecas y oscuras como este
mismo universo que se expande y que late como un tumor maligno.
El mundo está lleno de paradojas, Dante... ¿Un demonio que
sacrifica su poder para salvar a la raza de los mortales? Eso no tiene
lógica alguna, sin embargo sucedió. Y nosotros somos la prueba,
nacidos de una mujer tan humana como aquella Eva desnuda e
ingenua que, engañada por el animal más obsceno, le hincó los dientes
a la caja de pandora.
Sé lo que vas a decirme ahora: que eso no es más que un mito.
Bueno, hermano... ¿Es que acaso la historia de nuestro padre no ha
sobrevivido gracias a ellos? La eternidad es cruel, pero más cruel son
los humanos, porque olvidan. Y eso es precisamente lo que los hace tan
fuertes y a la vez, tan vulnerables. Redundan en sus errores una y otra
vez. De todas formas no me quejo: la magia de la eternidad está de
nuestro lado y nos susurra sus secretos al oído. Depende de nosotros el
saber utilizarlos. Y el no olvidarlos.
¿Olvidar? Yo no quiero olvidarte, Dante. Aunque pudiera, no lo
haría.
¿Qué recuerdas de nuestra niñez?
Yo recuerdo las clases de esgrima con nuestro padre. Y tus
berrinches porque querías usar pistolas. Bueno, creo que te has
desquitado, ¿verdad? Te he visto recorrer esta torre sin miedos, bajo la
sombra de las parcas y el estertor de los trasgos... he contemplado con
admiración tu dominio de esa espada que llamas Rebellion y me has
aturdido con el estruendo de las balas reverberando contra los muros.
No has cambiado en nada. Sigues siendo impertinente, vanidoso y
grosero. Admito que siempre has sido el más despierto de los dos y te
odiaba cada vez que me echabas la culpa de tus travesuras.
¿Recuerdas cuando le prendiste fuego a las cortinas de la cámara
regia? Oh, Dante, desgraciado... no te imaginas cómo dolieron aquellos
golpes. Cuando me viste llorar, te compadeciste de mí y dijiste la
verdad. Pero nuestro padre no te creyó.
Siempre fuiste su favorito. Y no lo culpo.
¿Piensas que puedo odiarte, Dante? Estás equivocado. O quizás no.
Lo que siento por ti no tiene nombre. Ninguna lengua humana, de por
sí todas prosaicas y ociosas, podría definir este big bang de emociones
que me causas tú. ¿Podría intentarlo? ¿No sería desafiarme en vano
cargando con la responsabilidad de no confundirte más? Oh, a veces
quiero matarte, Dante... y en otros momentos deseo simplemente
volver a ser el niño mimado de nuestra madre y jugar contigo a las
escondidas en medio de la noche temblorosa y pederasta.
Siempre he sido corto de palabras. En el reparto tú te llevaste la
mejor parte, pero no puedo odiarte por ello. Tengo la sabiduría
necesaria para comprender que no ha sido tu culpa, que sólo ha sido
obra del destino, ese mago sin varita. ¿Podría culpar a la suerte? ¿A
aquella diosa de ébano que se burla de los humanos y se mezcla con
los secretos del mundo?
Vamos, Dante... que no es tan difícil. ¿Es que acaso no comprendes
que te amo con una locura tan frenética y que sería capaz de matarte
sólo para que compartas esta eternidad conmigo?
Tengo miedo, hermano. Miedo de ver morir todo aquello que me
rodea y descubrir en el laberinto de espejos que yo jamás podré morir
y que mucho menos tendré la valentía de cometer un suicidio.
Muchos mitos se tejen en torno a los gemelos, ¿lo sabías? Que sus
cerebros y sus emociones están conectados por hilos de seda invisible.
Que uno puede adivinar lo que está pensando el otro. Puedes reírte si
quieres. Ni tú ni yo jamás pudimos poner en práctica ese maravilloso
don de nacimiento. Habría sido útil en el combate, ¿no lo crees?
¿Qué ves en los espejos, Dante? ¿Te ves a ti? ¿O tal vez son mis ojos
los que te devuelven la mirada desde ese teatro de sombras invertidas?
¿Puedes verlos? ¿Mis ojos en tus ojos, mis manos en tus manos, mi
boca en tu boca? ¿Qué clase de poción dulce y misteriosa burbujeó en
el útero de nuestra madre mientras nosotros permanecíamos allí, tan
juntos como jamás lo hemos estado fuera de él?
Déjame adivinar, me responderás con alguna de esas reflexiones
humanas. Y ahora déjame ser fantasioso, hermano. Quiero imaginar el
suave ondular de nuestros pequeños cuerpos, suaves y tiernos,
tomados de la mano en un cálido abrazo.
Por favor, Dante... abandona ese mundo infame que todo lo olvida.
Déjame soñar que juntos venceremos esta cruel eternidad y que la
próxima vez que mire al espejo pueda verte detras de mí,
asegurándome que, así como fuimos engendrados juntos, juntos
estaremos hasta que este mundo se caiga en pedazos.

Suavemente la luz brilla sobre ti


susurros de gracia sobre nosotros
engañando nuestros corazones inquietos
Una llama le parpadea a Selene,
que devora la noche para invitarnos a ver

¿Vergil, dónde estás? ¿Por qué te escondes? ¿A qué le temes?


He derrotado todo el catálogo de alimañas infernales que se
desplegaban en esta Torre Maldita. La luna brilla en el cielo como la
hoz de la Parca; las estrellas astilladas son los trozos de hielo del
Cancerbero que agoniza; traigo en mis manos a Agni y Rudra, los
custodios de la gran puerta roja; la sangre del Leviatán ha manchado
mis manos y ha lavado mis sueños...
¿Por qué, Vergil? ¿Qué te han hecho estos humanos? ¿Por qué te
esfuerzas en sembrar en este mundo las semillas del mal demoníaco, si
sobre esta tierra estéril y seca hemos nacido nosotros? ¿Qué buscas,
hermano? ¿Poder? El poder de los humanos es diferente del que ofrece
el Infierno. Aquí no hay bestias siniestras ni magias venenosas. Sólo
tronos corruptos forrados en seda. Es una abstracción grosera y
fraudulenta que sin embargo parece dar resultado.
¿Por qué los inocentes, Vergil? ¿Por qué los pobres mortales? ¿Qué te
han hecho?
¿Acaso no tienen suficiente con esa vida de padecimiento, con esa
existencia que para nosotros es tan sólo un suspiro? Asómate desde lo
alto de esta torre y obsérvalos: tienen hambre, sed y frío. ¿Tienen la
culpa de que el Iluminado nos haya dado la espalda? Si ellos mismo
son mil veces más desgraciados que nosotros. No poseen secretos, no
poseen riquezas intangibles. Las únicas maravillas de las que se
enorgullecen son las que han nacido por obra y gracia de sus manos.
¿Qué pueden ofrecerte ellos? ¿Un rato de placer, tal vez?
Por favor, Vergil... sé razonable. Deja de ensañarte con los seres
humanos.
¿Qué puedo hacer yo para que detengas tu ira, si ni siquiera sé sus
causas?
¿Qué oscuridades se agitan en tu alma, hermano? Cuéntame.
Dímelas todas y te juro que haré todo lo posible para hacerlas
desaparecer.
¿Recuerdas cuando me consolabas cuando tenía pesadillas? Pues
bien... ya somos hombres, pero ¿acaso no son los mismos temores, las
mismas sombras las que nos persiguen en la noche? ¿Me dejarías
abrazarte cuando todos esos malos sueños te impidan dormir?
Y por favor, dime que no me odias.

El destino es un mago enmascarado


Y la suerte es una puta de esquina
El poder, un maremoto de fuego
Y la cruz una rama partida
No hay secreto en el alma del muerto
No hay hechizo que devuelva la vida

Dante, a estas alturas ya no hay vuelta atrás. Lo comprendes,


¿verdad?
Cuando estés ante mí quiero hacerte un par de preguntas.
¿Tanto amas a los humanos, como para sacrificar tu vida por ellos?
Eres hábil, hermano, quizás mucho más que yo. Pero de todas formas
no puedo dejar de estremecerme de miedo cuando te observo en plena
batalla con los seres que plagan Temen-ni-gru.
Vamos, Dante. Derrótalos a todos. Muéstrales que no tienen
oportunidad frente al hijo de Sparda.
No te dejes arrastrar por los encantos de Nevan, es una vampiresa
poderosa, casi tan anciana como lo sería nuestro padre si aún viviera...
Dante... por favor...

—Bienvenido. ¿Es tu primera vez aquí?


—Mngh, sí, lo es. ¿Me tratarás bien, no?
—Por supuesto, niño mío... te trataré tan gentilmente que jamás querrás
irte.

Pelea, Dante, acábala. Los milenios le juegan en contra, ya lo verás.


Para alguien tan viejo, incluso la eternidad tiene sabor a locura.
Cuando Nevan se eche a reír, atácala con las espadas de Agni y Rudra.
No me preguntes por qué te estoy ayudando, ya te lo he dicho: te
amo. ¿No lo percibes en cada rincón de esta Torre Maldita cuando
acabas con las parcas? ¿No te lo ha dicho ese malicioso arlequín que
corretea por los pasillos oscuros? ¿No te lo dicen al oído los ángeles
caídos, esos seres que, como nosotros, han sido demasiado orgullosos
para permanecer bajo las órdenes del Iluminado?
Es verdad, Dante, te amo. ¿Por qué has elegido gastar tu eternidad
junto a los mortales, cuando tu propio hermano perece en las sombras?
Te amo con toda la rabia de mi corazón demoníaco y mi amor es
propio de nuestra raza. Es egoísta, dulce y venenoso. Pero te pertenece
por entero. ¿Lo quieres? Es sólo para ti y se ha gestado noche tras
noche, envuelto en recuerdos de una infancia añorada.
Ni se te ocurra perder ante Nevan. Si la muerte decide hacerte suyo,
yo seré llavaré la espada ritual.

Pero yo sé a dónde pertenezco


muy lejos de estos dioses mundanos.
Y esta oscuridad que alumbra la noche
Cura las heridas de las tinieblas.

Vergil, ¿dónde te has metido?


Estoy harto de tener que vérmelas con las musarañas de tus
sirvientes. Nevan, Beowulf, Arkham. Son demasiado débiles y cuando
mueren, me siento fatal. ¿Sabes qué es lo peor? Tal vez sea mi
imaginación, pero percibo que todos ellos, en el momento de la muerte,
se inclinan ante mí como si quisieran revelarme todos sus secretos. Me
obsequian armas, rinden homenaje a mis técnicas de combate, pero se
guardan en su interior el peor misterio de todos. Lo veo en sus ojos y lo
oigo en su llanto.
¿Qué sucede, Vergil? ¿Por qué tus bestias son tan extrañas? ¿Quién
es ese pobre humano vestido de negro que se dice dueño del arcano de
nuestra existencia?
La joven que merodea esta Torre Maldita por su cuenta tiene sus
mismos ojos. ¿Son padre e hija, verdad?
Los humanos sienten un especial temor por el mal. No obstante,
algunos también puedes ser seducidos por él.
¿Quién es ese hombre, Vergil? ¿Por qué has elegido un humano
como compañero, en vez de a tu propio hermano, tu misma sangre, tus
mismos ojos, las mismas penas?
Sí, los mortales son interesantes, pero hasta cierto punto. ¿Por qué no
abandonas este mundo de tinieblas y no vienes conmigo a disfrutar del
amanecer y de los paisajes dorados? ¿Y quieres que te cuente algo
gracioso? He montado una pequeña empresa de investigaciones
paranormales. No sería esta la primera vez ni la última que los seres
oscuros se burlan de nuestro padre y se escabullen del Hades para
venir a molestar a la raza humana. Mi trabajo consiste en acabar con
esos intrusos y devolverlos al infierno. Será divertido, ya lo verás. Y si
no quieres mancharte las manos con la sangre de nuestros viejos
primos demonios... pues, puedes quedarte en casa, preparando la cena.
Últimamente sólo como pizza, ¿sabes?
Déjame suspirar. Y déjame soñar, también. Quiero que volvamos a
ser hermanos, quiero estar contigo hasta el fin de los días, quiero
perderme por las callejuelas sucias y mojadas y que nos tambaleemos
de borrachos hasta llegar a casa... y que nos durmamos muy juntos,
como lo hacíamos cuando éramos niños.
¿Soy demasiado iluso, Vergil?

Débil es la llama que me mantuvo lejos


del abrazo de la crueldad y la ternura.
Mi corazón se agita ansioso,
Mi alma se ahoga en locura.
Cada cosa en su lugar, Dante. En el cielo, las estrellas. La luna, sobre
las mareas. Los demonios, en el Infierno. El universo está regido por
una serie de axiomas de los que no deberíamos renegar.
¿Cómo es eso de que te pagan por acabar con diablos menores? ¿Te
sientes a gusto sabiendo que ellos padecen nuestras mismas miserias?
Juegas al exorcista... ¿Te diviertes? ¿Encuentras placer en la agonía de
un ser tan maligno como tú y como yo?
Me sorprendes, Dante. No me lo esperaba de ti. Bueno, ¿qué puedo
pedir? Has estado tanto tiempo entre esos humanos que se matan entre
ellos por cosas como el honor y la verdad. ¿Qué es el honor? ¿Hay
honor aguardando en la sangre derramada? ¿Qué verdad se esconde
detrás de la alegoría de la cruz?
Hay algo que he descubierto gracias a las noches que he pasado en
esta Torre Maldita, espiando en silencio los movimientos de este
mundo que adoras: la verdad no existe, esa es la única verdad. Otra
paradoja. La verdad tiene colores: cuando crees que lo sabes todo sobre
ella, una nueva aparece. Es infinita. Como el universo, como el tiempo,
como nuestra vida.
Ven conmigo, Dante. Aquí estamos perdidos. Abandona este paraíso
romántico de verdades fragmentadas y acepta la realidad de nuestra
existencia: somos seres oscuros, pertenecemos a Hades y sólo allí
somos bienvenidos. ¿O acaso no sabes que los mortales utilizan la
palabra "demonios" como blasfemia?
Sí, lo sabes.
Por eso, Dante: cada cosa en su lugar.

La rueca del taller del infierno


gira y gira y la Bella está muerta
La manzana la ofrece una virgen,
el unicornio viola a las brujas
y la madrastra se desnuda ante el príncipe

Hermano, no estás perdido. Escucha lo que dices. Sólo hablas


mierdas. ¿Qué has hecho todos estos años? Vamos, cuéntame. ¿Qué te
ha mantenido con vida?
Yo ya te lo he dicho: tengo un trabajo. Y te doy la razón: cada cosa en
su lugar, pero entonces... ¿por qué esos diablos bufones gozan
maltratando a los seres humanos? ¡Que se queden en su sitio! Y es por
eso, porque no van a hacerlo, que yo estoy aquí. Yo soy el encargado
de devolver a los demonios proscritos al infierno. Sin mí, el equilibrio
del que hablas se haría añicos.
Sé que los mortales se horrorizarían de saber que también soy un
demonio. Pero, ¿qué voy hacer? La verdad baila desnuda ante sus ojos
y ellos no quieren verla. Pues que no la vean, mejor para mí. Menos
problemas.
¿Y de qué verdad me hablas? ¿Acaso presenciaste la creación del
universo? No te burles de mí, Vergil. No voy a caer ante tus palabras
de abracadabra, parecen salidas de una canción de rock barato.
No te me escapes de nuevo. ¿Dónde estás? ¡Deja de esconderte! ¿No
te das cuenta de que he recorrido todos los pasadizos de esta torre sólo
para verte, para estar contigo?
Vergil... por favor...
Segunda Parte

Dante
Cuando en el cadáver de Arkham ya no queda más hálito de vida,
Vergil y yo nos alejamos aquel pobre despojo humano, abandonándole
a su suerte. Marie tal vez se encargará de otorgarle un ritual decente,
algunas oraciones que ayuden a guiar su alma errante hacia la luz.
—Esa fue su elección —dice Vergil—. Estaba tan envenenado con la
idea del mal, que no comprendía que el mal es tan sólo una parte de la
verdad.
—Pero tú lo dejaste —le reprocho—. Tú sabías que los humanos que
se involucran con las fuerzas oscuras siempre terminan muertos... y
aun así...
Vergil se da la vuelta.
—Ya te lo he dicho —susurra, acercándose—. Él lo quiso así. —Me
contempla en silencio y veo en sus ojos la misma desesperación que
bulle en mi alma: el desasosiego de ser huérfanos y de estar
abandonados en un universo cruel habitado por extraños que usan
nuestro nombre como insulto. Alarga un brazo hacia mí y me acaricia
el rostro, manchado con la sangre ajena, con la sangre humana.
Vergil
Yo quiero ser esa sangre. Quiero empapar a Dante y abrazarlo con mi
oscuridad aciaga, con mi amor incestuoso y enfermizo, con mis pasiones
secretas...
Dante toma mi mano y la sostiene en el aire, sin apartar los ojos, esas
cuentas celestes que brillan en medio de las tinieblas como dos estrellas
gemelas. Esbozo una sonrisa débil.
—Sígueme —digo.
—¿A dónde vamos?
—A los subsuelos de la Torre. A mi refugio.
Dante no objeta palabra.

Dante
Yo quiero recuperar al hermano que las tinieblas me han arrebatado.
Quiero estar junto a él, sentir el lúgubre calor de sus brazos,
envolverme los oídos con la frialdad de sus palabras. Quiero borrar de
sus rasgos esa sombra de tristeza y dolor cancerígeno causado por la
soledad, curar de sus retinas casi transparentes las quemaduras
ocasionadas por el paisaje de llamas... quiero enfermarme de Vergil.
Dime, Vergil... ¿Cuánto vale tu alma? Quiero comprarla, guardarla
en una caja y ponerla bajo la almohada.

Vergil
Dime, Dante... ¿Cuánto vale tu cuerpo? Saquearía de su oro todos las
catedrales del mundo por un beso tuyo. Bebe la blasfemia que corre por mis
venas, aliméntate de mí, asesíname con toda esa pasión desatada como lo has
hecho con mis monstruos. Dante, acaba con mis pesadillas, quédate conmigo
esta noche y burlémonos del Iluminado que duerme entre las nubes del olvido
Tercera Parte: Devil May
Cry

—¡Dante! ¡Por favor! —suplica Vergil—. ¡Ven conmigo! ¡Deja de


jugar al exorcista!
—¡No juego al exorcista, Vergil! ¿No lo entiendes? Es mi destino, mi
misión. ¡Has traicionado a nuestro padre reviviendo Temen—ni—gru y
ahora los demonios podrán pasearse por el mundo a su antojo!
—Dante...
—¿Por qué no vienes tú conmigo? —pregunta Dante, acercándose a
él. Vergil lo contempla azorado, pero no retrocede. Tener a su hermano
tan cerca es lo que ha rogado invocando el nombre de los dioses más
obscenos. Los ojos de Dante son dos cuentas de un cristal puro y
prístino. Vergil duda que los suyos sean incluso la mitad de bellos que
los de él—. No hay nada que te ate al infierno... ¿O acaso has tenido
hijos?
—No —responde él, apartando la mirada. El frío que reina en la
cima de la torre es cada vez más cruel y tenaz, los vientos soplan sin
clemencia y cuando Vergil mira hacia el vacío que los rodea, un
escalofrío repugnante le hace estremecer.
—¿Entonces? —replica Dante, con una sonrisa—. Anda, baja
conmigo a la tierra.
—¡NO PUEDO, DANTE! ¿ES QUE ACASO NO LO ENTIENDES?
¡DETESTO A LOS HUMANOS!
Ya está: lo ha soltado y es ahora Dante quien lo observa desde las
sombras. En su rostro brilla esa repentina confusión que precede a una
tremenda sorpresa.
—¿Qué...? —susurra—. Pero, ¿qué estás diciendo, hermano? —
sonríe, intentando engañarse, indulgente.
—Lo que has oído —dice Vergil, débilmente—. Yo... no puedo
entender por qué has elegido a los humanos antes que a tu verdadera
naturaleza.
—Antes que a ti, querrás decir —interrumpe él. Vergil suspira con
narcótica desesperación. Su voluntad y su orgullo están a punto de
hacerse trizas y Dante puede sentirlo. Se acerca a él y le alza el rostro
con una mano derecha temblorosa y sucia. Dos cristales líquidos, un
par de lágrimas transparentes resbalan sobre la pálida y cetrina piel de
Vergil—. Los demonios no lloramos, hermano —murmura con
suavidad, limpiándole el rostro con esa misma mano. Suspira de nuevo
y Dante se aproxima más, sin soltarle—. Es increíble... que seamos tan
iguales, ¿verdad? —le pregunta y Vergil le contempla cada vez más
cerca...—. La misma estatura...
Dante ni siquiera ha necesitado inclinarse, y la tarea le resulta
cómoda e incluso más agradable de lo que se esperaba. La respuesta de
Vergil es silenciosa y nula: ni siquiera ha abierto la boca. Pero Dante
sabe que lo hace por orgullo, porque no quiere verse débil frente a un
ser ante el que debería sentirse igual. Empuja un poco con la lengua, y
ahora sí los labios se abren, ansiosos, ante una boca que le reclama
propiedad y cobijo.
Vergil alza las manos y rodea a Dante en un fuerte abrazo; una
opresión posesiva desatada en respuesta al beso y a las caricias. Las
manos de Dante, ahora más calientes, se inmiscuyen por el abrigo azul,
haciendo a un lado la camiseta y dibujando círculos sobre la suave piel
de las costillas... Pero cuando se ha atrevido a ir más allá, una
explosión resuena en lo alto de Temen—ni—gru, y ambos hermanos se
sobresaltan. Las llamas del fuego demoníaco resplandecen
furiosamente en la oscuridad de la noche.
—¡Dante! ¡Vamos, ven conmigo! —grita Vergil, dirigiéndose a las
llamas. Dante lo observa, con el corazón desgarrado. Niega con la
cabeza, obligándose a no flaquear.
—No puedo, Vergil. Si quieres estar conmigo... tendrás que bajar a la
tierra.
Vergil le devuelve la misma mirada de desasosiego. Su cabello
plateado relumbra frente al fuego que arrastra las almas hacia el Hades
y su piel se ilumina con esas llamas y con la misma oscuridad que
alumbra la noche en la Torre Maldita.
—Adiós, Dante.
Y se lanza hacia el fuego demoníaco. Dante permanece allí,
contemplando como las llamas de esa hoguera diabólica lamen el
cuerpo de Vergil, hasta que todo rastro de ellos desaparece dejando tan
sólo un humo con hedor a azufre.
Dante se lleva la mano a su propio rostro y descubre allí unas
lágrimas idénticas a las de su hermano.
—¿Los demonios no lloran, eh? Qué gran mentira... Adiós, Vergil.

FIN
Nimphie Knox

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