Sunteți pe pagina 1din 132

VINCENZO BENASSI – ODIR J. DIAS – FAUSTINO M.

FAUSTINO

BREVE HISTORIA
DE LA ORDEN
DE LOS SIEVOS DE MARÍA

ROMA - 1990
2
INDICE GENERAL

Introducción 7

Capítulo I - EL SIGLO XIII


Desde los orígenes de la Orden (1233 aprox.) hasta su aprobación (1304)
Aprobación de la Orden 9
En el remoto año de 1233... 10
Florencia en la primera mitad del siglo XIII 10
Los inicios en Cafaggio y el retiro a Monte Senario 12
De Monte Senario hacia el mundo 12
El generalato de San Felipe Benicio 14
Vida de los religiosos en el convento florentino de Santa María de Cafaggio en el periodo
comprendido entre 1286-1289 18
Fechas memorables 20
Antología 21

Capítulo II - EL SIGLO XIV


Desde el generalato de fray Pedro de Todi (1314-1344) al de fray Andrés de Faenza (1374-1396)
Un siglo poco conocido 23
El periodo inmediatamente posterior a la aprobación de la Orden por la Santa Sede 23
El difícil generalato de fray Pedro de Todi 24
Figuras de santos 26
Las Legendae (leyendas) del siglo XIV 27
La bula pontificia Regimini universalis ecclesiae (régimen de la Iglesia universal) 28
La peste de 1348 28
Monte Senario en el siglo XIV 30
De la peste de 1348 al nuevo auge bajo el generalato de fray Andrés de Faenza 31
Los conventos de la Orden cien años después 33
Fechas memorables 33
Antología 1. Extracto de la Vita ac legenda del beato Joaquín de Siena (m. 1305) 34
2. Extracto de la Legenda del beato Francisco de Siena (m. 1328) 35

Capítulo III - EL SIGLO XV


Desde el renacimiento de Monte Senario (1404) hasta la muerte de fray Antonio Alabanti (1495)
Un siglo de muchos nombres 37
El renacimiento de Monte Senario 38
La Congregación de la Observancia de los Siervos 39
Auge d e la Orden hacía mediados del siglo XV 42
El generalato de fray Antonio Alabanti de Bolonia (1485-1495) Y la bula pontificia
conocida con el nombre de Mare magnum (1487) 45
La Orden a fines del siglo XV 47
Fechas memorables 47
Antología: Extracto de la Bula del papa Martín V para la Regla de los hermanos
y hermanas de la Hermandad de los Siervos de María (1424); 48
Capítulo primero: Requisitos y condiciones de los que solicitan ser admitidos; Capítulo
décimo tercero: Entretenimiento y salidas; Capítulo décimo quinto: Visita y asistencia a los

3
enfermos; Capítulo décimo sexto: Muerte de los hermanos y hermanas, y relativos
sufragios; Capítulo décimo octavo: Deberes del Corrector y de la Priora; Capítulo
vigésimo: Las reuniones de los hermanos y de las hermanas, las instrucciones de los
superiores. Normas para la completa sujeción de este estado de vida al Prior general, y a
los demás Priores provinciales de la misma Orden

Capítulo IV - EL SIGLO XVI


Del beato Juan Ángel Porro (m. 1505) a Ángel María Montorsoli (m. 1600)
Un siglo complejo y atormentado 51
La situación religiosa en los primeros años del siglo 52
Los Siervos de María desde la muerte del beato Juan Ángel Porro (1505)
a la víspera del Concilio de Trento 52
El generalato de fray Agustín Bonucci (1542-1553) 55
Fin de la Congregación de la Observancia y repercusiones de la reforma
tridentina en la Orden 57
Las Constituciones de los Siervos de María en el siglo XVI 58
Conventos y religiosos en 1581 59
Origen de la Congregación eremítica de Monte Senario 60
La lección de fray Ángel María Montorsoli 61
Fechas memorables 62
Antología: Extracto de la Lettera spirituale de fray Ángel María Montorsoli (1596); 63

Capítulo V - EL SIGLO XVII


De la Observancia alemana (1613) al generalato de fray Julio Arrighetti (m. 1705). Monte Senario,
principal protagonista.
La orden en primer plano 65
Fray Pablo Sarpi 66
Origen y desarrollo inicial de la Observancia alemana 67
Los Siervos de María en 1650 69
La reestructuración “impuesta desde afuera” en 1652 69
El renacimiento de los estudios y el Colegio de Gante en Roma 70
Crece la familia de los Siervos 71
La canonización de San Felipe Benicio 72
El generalato de fray Julio Arrighetti 74
Algunas figuras notables de los Siervos en el siglo XVII 75
Fechas memorables 77
Antología: Extracto de las Constituciones de los ermitaños de Monte Senario (1613).
Cómo recibir a los forasteros 77

Capítulo VI - EL SIGLO XVIII


Del máximo aumento numérico a las supresiones napoleónicas (1810)
Características del siglo 80
Los priores generales del siglo XVIII 81
El culto a nuestros santos y beatos y la canonizaci6n de San Peregrino y Santa Juliana 82
Los estudios en la Orden antes de la aparición del Methodus de fray
Francisco Raymundo Adami 84
Los Siervos de María hacía 1750 84
Influencias que tuvo en la Orden la situación política europea hasta las supresiones
napoleónicas 85

4
Las figuras más notables de los Siervos de María en el siglo XVIII 87
Fechas memorables 92
Antología 93

Capítulo VII - EL SIGLO XIX


De la "Restauración" (1815) a los inicios del siglo veinte
Una esperanza ilusoria 95
La vida en la Orden de 1815 a 1848 96
Las supresiones del Gobierno italiano hasta los años que siguieron a la caída
de Roma (1870) 97
Los Siervos de María en Inglaterra y en Estados Unidos
La canonizaci6n de los Siete Santos Fundadores en el contexto de un incremento
del culto por los santos y beatos de la Orden 99
Congregaciones femeninas servitas 100
El renacimiento hasta los inicios del siglo XX 102
Los Siervos de María en Canadá 103
Los conventos de los Siervos de 1848 a 1911 104
Algunas figuras notables del siglo XIX 105
Fechas memorables 108
Antología 109

Capítulo VIII - EL SIGLO XX


De las primeras misiones (1913) a la situación actual
Los Siervos de María en la actualidad 111
El generalato de fray Alejo M. Lépicier 112
La aceptación de los territorios misioneros por parte de la Orden 113
Expansión en Estados Unidos 114
Los generalatos de fray Alfonso M. Benetti y de fray Alfonso M. Montà 116
Origen del instituto secular servitano y del "Regnum Mariae" 117
La renovación de las Constituciones después del Concilio Vaticano II 117
Algunos acontecimientos y figuras notables del siglo XX 118
Expansión de la Orden en la época contemporánea 122
Actual Distribución de la Orden (1984) 123
Fechas memorables 124
Antología 125

RESEÑA BIBLIOGRÁFICA
Indicaciones bibliográficas de carácter general 128
Por cada siglo de la historia de los Siervos de Maria
Centros actuales de estudio y de investigación dedicados a la historia de la Orden 128

5
6
INTRODUCCIÓN

Recogemos en este libro la síntesis de la historia de la Orden de los Siervos de María, que
apareció en ocho números de la revista bimestral Le Missioni dei Servi di María durante el periodo
comprendido entre septiembre de 1981 y diciembre de 1982.
La cálida acogida otorgada a la inserción en esa revista misionera nos impulsó a preparar la
presente edición, cuya presentación ha sido mejorada, ampliada en varias partes y enriquecida con
nuevas ilustraciones. Además, en cada Capítulo hemos incorporado una antología de textos servitas
relativos al periodo estudiado.
Esta síntesis es obra de varios autores, a quienes se asignaron tareas diversas. Sobra decir
que, al integrar en un volumen los textos publicados periódicamente en una revista, hubo que
modificar la distribución del material dentro de los capítulos. En esa labor atendimos las
sugerencias y comentarios que con tanta amabilidad nos hicieron los lectores, lo mismo que los
miembros del Instituto Histórico de la Orden y nuestros amigos.
Dadas las limitaciones que impone una división en periodos, hemos respetado la subdivisión
inicial y repartido los contenidos en ocho capítulos correspondientes a los siglos de vida de la
Orden. Cada uno comienza con el nombre de un siglo; viene luego un subtítulos de carácter
didáctico, con un temario que permite o facilita una lectura más continua da del libro. Para agilizar
la consulta de algunos aspectos particulares se incluyo, al final, un índice de personas y lugares.
Los límites de espacio nos obligan a ocuparnos principalmente de la historia externa y
publica de la Orden. Pero las breves alusiones a la espiritualidad de los Siervos de María están
integradas, dentro de cada Capítulo, en una antología, que reúne, textos que nos introducen en su
espiritualidad. Al final de los capítulos hemos añadido las fechas memorables cuya finalidad es
ayudar a recordar los acontecimientos, procurando Además subrayar el nexo que los vincula. Por
último, las abundantes ilustraciones de línea tienen por objeto completar la información.
Desde hace tiempo la Orden de los Siervos de María comprende, aparte de la rama varonil
originaria, también la femenina (monasterios autónomos y confederados de monjas de clausura,
veintiuna Congregaciones de religiosas), dos institutos seculares, la orden seglar servita (conocida
mejor con el nombre de Tercera Orden, sin mencionar muchos otros grupos laicos). En este libro no
se prescinde de esos grupos, si bien rebasa sus límites estudiar cada uno en particular.
La reseña bibliográfica se ciñe al carácter divulgativo de esta obra: trata de ser exacta y
ofrece una lista de las fuentes más importantes, pero no pretende ser completa.
El 4 de septiembre de 1977, en Barcelona (España), al iniciarse el Capítulo general de la
Orden, fray Peregrino M. Graffius, prior general saliente, manifiesto: "El único modo de prever el
futuro es prepararlo". La historia de una familia religiosa que se precia de ocho siglos de vida viene
a confirmar la capacidad de prever bien el futuro. Y conocer esa historia nos ayudara sin duda a
preparar nuestro porvenir.

7
8
Capítulo I
EL SIGLO XIII

Desde los orígenes de la Orden (1233 aprox.) hasta su aprobación (1304)

Aprobación de la Orden. En el remoto año de 1233. Florencia en la primera mitad del siglo XIII. Los inicios en
Cafaggio y el retiro a Monte Senario. De la soledad de Monte Senario hacia el mundo. El generalato de S. Felipe
Benicio. Vida de los Siervos en el convento florentino, de Santa María de Cafaggio, entre 1286 y 1289.

Aprobación de la Orden

El 11 de Febrero de 1304, el papa Benedicto XI que


había pertenecido a la Orden de dominicos, en su primer
año de pontificado envía una bula desde el palacio papal de
Letrán en Roma. La bula estaba dirigida al prior general y a
todos los priores y frailes de la Orden de los Siervos de
María y principiaba con las palabras Dum levamus; con ella
aprobaba su Regla y sus constituciones y, en consecuencia,
también aprobaba la Orden de Los Siervos de Santa María,
fundada en Florencia unos setenta años antes.
De esa manera terminaba un largo periodo de espera
y se daba nuevo impulso ,a un joven instituto religioso que
venía a incorporarse a otras órdenes religiosas ya existentes.
En la bula, o carta pontificia, no se mencionan los
orígenes de la Orden: tan solo se señala que observa la
Regla de San Agustín y algunas normas comunes a otras
órdenes que las habían adoptado.
Recuerda el título de "siervos" propio de los
religiosos de la Orden, en el cual se manifiesta su especial
dedicación y devoción a la Virgen. Repite en fin los
motivos, ya varias veces formulados en los "pareceres" de
los juristas de la curia, en que se basa la aprobación de la
nueva orden.
En el momento de la aprobación definitiva por parte de las autoridades, integraban la Orden
por lo menos 250 frailes distribuidos en 27 conventos de Italia y en cuatro situados en Alemania.
Esos conventos (véase la ilustración anexa) estaban agrupados en cinco provincias religiosas: cuatro
en Italia (provincia de Toscana, provincia del Patrimonio, provincia de Romana, provincia de
Lombardía) y una en Alemania (provincia de Alemania).
¿Cómo había nacido y por cuales vicisitudes había pasado esta nueva familia religiosa muy
semejante, ya desde sus inicios, a las otras de vida evangélico-apostólica llamadas más tarde
"mendicantes" : franciscanos, dominicos (frailes predicadores), Agustinos y carmelitas?

9
En el remoto año de 1233...

En las regiones italianas de Lombardía, Emilia y


Venecia, así como en el reino de Sicilia y, en forma diversa, en
gran parte de Italia surgieron manifestaciones "piadosas", es
decir, de una religiosidad más auténtica, no siempre exentas de
un matiz político, que trataban de combatir la herejía y lograr
una renovación de las costumbres. No han faltado cronistas de
aquella época y más recientes que llamen "aleluyático" o del
"gran Aleluya" a ese año, entre otras cosas porque los
predicadores de la época, al finalizar su exhortación o alabanza
a Dios, que invitaban a darle, repetían tres veces la aclamación
Aleluya.
Una tradición bien consolida da nos dice que la Orden de
los Siervos de María nació en el año de 1233. Esa fecha
adquirió aun mayor importancia en el seno de la Orden porque uno de sus santos principales, Felipe
Benicio (m. 1285), había nacido en Florencia en ese mismo año.
Sin embargo, los documentos sitúan en el decenio de 1230-1240 el origen de la Orden,
surgida de la vocación común de siete florentinos adultos. Hasta
ahora es la primera orden religiosa masculina de la Iglesia que no
ha si do obra de uno o dos fundadores sino de un grupo: los
"siete fundadores", que serán canonizados en forma colectiva por
el papa León XIII en 1888.
Sus orígenes están narrados de modo pormenorizado en
un documento escrito casi 80 años más tarde, o sea en el periodo
comprendido entre 1317.1318 aproximadamente, y que se titula
Legenda de origine Ordinis fratrum Servorum Virginis Mariae
(Leyenda de los orígenes de la Orden de los frailes Siervos de
María). Conviene precisar que el vocablo Leyenda no tiene aquí
la connotación de historia imaginaria o relato de episodios
fantásticos, sino la de una narración cuya finalidad es la
edificación espiritual del lector.
Gracias a la existencia de otros documentos auténticos y verídico anteriores a éste, tenemos
dos fuentes históricas que nos permiten seguir paso a paso los momentos más sobresalientes del
itinerario espiritual de los siete fundadores y del origen de la Orden.
Hagamos una breve digresión para recordar la situación económica, política y religiosa de
Florencia en la primera mitad del siglo XIII.

Florencia en la primera mitad del siglo XIII

La historia de Florencia entre 1200 y 1250 es la de una ciudad cuya población urbana se
duplica: de 40 mil habitantes aumento a 80 mil. Se construyó el segundo cinturón de murallas y los
cuatro "barrios" originarios (quartieri) aumentaron a seis (sestieri). Florencia acuñó moneda propia,
primero la moneda de plata y después el finísimo florín de oro de 24 quilates (que muy pronto se
convirtió en la moneda más apreciada en el gran comercio internacional de la época).
Las guerras con Siena y Pisa, la excomunión que los papas lanzan contra el emperador y sus
seguidores, la lucha con los herejes, no le impiden a la ciudad del lirio realizar un comercio cada día
más floreciente.

10
Las artes o los gremios oficiales son más de veinte: entre ellos figuran los grandes gremios
de jueces y notarios, banqueros y comerciantes en telas y tejidos, los cambistas, los comerciantes de
lana, los de "Por Santa María" (o de la seda), los médicos y farmacéuticos, los peleteros.
Encontramos asimismo las artes medias de los ropavejeros, los herreros, los zapateros, los canteros.
Prosperan también las artes menores: los negociantes de vino, los posaderos, los comerciantes en
aceite, sal y queso; los curtidores de pieles, los constructores de carruajes y armas, los que trabajan
el cobre, los que labran varios metales, los comerciantes de madera, los tahoneros y panaderos.
La competencia de los gremios o de las artes afines era despiadada; de ahí la tendencia de
cada oficio a hacerse de un monopolio propio y a evitar tener almacenes en común con los otros.
Las artes o gremios mayores, en especial los de los banqueros o comerciantes en lana, eran
partidarios del poder temporal del papado (güelfos): defendían a ultranza la independencia de
Florencia pero sobre todo la propia.
En la primera mitad del XIII, Florencia era una ciudad dinámica y de gran efervescencia; la
lucha de Federico II con los papas se libraba sin su participación directa, y al conocer las
repercusiones de esa pugna, se tiene la impresión de que en sus aspectos más sobresalientes sabia
Florencia sacar provecho de las vicisitudes del conflicto entre imperio y papado.
Los más prudentes, y también los más astutos, si apoyaban al papa procuraban no
enemistarse con el emperador; cuando no que' daba más remedio que decidir entre ambos bandos,
lo más conveniente era mantenerse a cierta distancia de Florencia.
Si no se tiene presente este bienestar y prosperidad material de la ciudad, no se comprenderá
por qué los númerosos movimientos religiosos que van consolidándose a lo largo del periodo
ofrecen un aspecto común: un decidido llamado a la pobreza, que acompañó siempre al Señor, y
que "lloró con Cristo al pie de la cruz". En efecto, tanto los movimientos heréticos (objeto de
constantes condenas y excomuniones) como los que procuraban ser fieles a la doctrina oficial de la
Iglesia se caracterizaban por un llamado a la penitencia y a la pobreza.
Los valdenses, cátaros, patarinos, humillados (quienes más tarde se reconciliaron con la
Iglesia jerárquica) reivindicaban el derecho no solo a observar la pobreza individual, sino también
la pobreza colectiva. En el ámbito de la ortodoxia católica hay que mencionar algunas £echas
importantes: en 1206 Domingo, de Guzmán, fundador de los dominicos, predica en el sur de
Francia; en 1208 Durando de Huesca, fundador de los Católicos Pobres, se reconcilia con la Iglesia;
en 1209 Francisco de Asís inicia su predicación itinerante, desposando aquella pobreza que, como
dice Dante, "privata del primo marito/millecent'anni e piu di spetta e scura/fino a costui si stette
senza invito" (más de mil años estuvo viuda, desdeñada e ignorada, sin ser apreciada hasta que
apareció él). En el año 1211 encontramos a Francisco en Florencia. En los decenios siguientes se
forman grupos laicos que gustan de llamarse principalmente "pobres".
En el momento en que nace la Orden de los Siervos de María es intensa la presencia de
movimientos religiosos en esa ciudad. Al respecto son muy interesantes las palabras de un
historiador de la orden: "Tierra de monjes, se enriqueció con la presencia de religiosos de la
localidad y del extranjero que propugnaron en su tiempo por una austera vi da eremítica y de
reforma: camaldulenses, vallumbrosianos, cluniacenses viven en la ciudad, mientras que los
cistercienses vendrán a establecerse en Badia a Settimo apenas el 17 de junio de 1236 los
Humillados, uno de los nuevos movimientos se establecen en San Donato a Torri en 1239; los
frailes menores, tras un primer contacto con la ciudad en 1209, deciden radicar cerca del hospital de
San Galo en 1208, y acceden 10 años después a S. Cruz; los frailes predicadores, que habían llegado
a Florencia en 1209, reciben en 1221 la capilla de S. María Novella; las damas pobres se encuentran
en Monticelli desde 1211 y las dominicas en San Iacopo a Ripoli desde 1229.
El grupo de hermanos y hermanas de la penitencia de Florencia es. . . uno de los más
importantes de Italia.

11
Los movimientos que acabamos de mencionar sirven de baluarte contra las númerosas
comunidades de maniqueos o albigenses, quienes encabezados por un obispo amplían su actividad
de proselitismo al centro de Italia: ante su oposición a la jerarquía eclesiástica, su menosprecio del
puesto que en la obra de la salvación corresponde a la humanidad de Cristo y a la maternidad divina
de la Virgen, los grupos laicos ortodoxos de Florencia se sienten impulsados a defender
decididamente esos aspectos de la fe" (Fray Andrés Dal Pino) .

Los inicios en Cafaggio y el retiro a Monte Senario

Sobre el periodo de vida familiar y civil de los


fundadores, la Legenda de origine (Leyenda de los
orígenes) recuerda sobre todo sus dotes morales y
espirituales que, en ese documento, se consideran una
predisposición o preparación para su futura vocación
religiosa. La decisión de abandonar su familia,
actividades, profesión y de abrazar una vida común
de penitencia, pobreza y oración fue tomada según la
tradición, el 15 de agosto de 1233. Esta comprobado
sin lugar a dudas que Cafaggio, localidad situada al
otro lado de las murallas de Florencia, más allá de la
Porta di Bella, fue el lugar adonde se retiraron
inicialmente. Surgía donde hoy se yergue uno de los
conventos más importantes de la Orden: el de la
Santísima Annunziata (la Anunciación).
Al retirarse de la vida pública y ante su opción religiosa tan radical, se suscito tal estupor
que a la nueva ermita acudían visitantes y seguidores. Los siete fundadores (con certeza solo
conocemos el nombre de dos de ellos, Bonfilio y Alejo, aunque por tradición se les asignan a los
cinco restantes los nombres de Amadeo, Bonayunta, Maneto, Sostenes y Hugo), apoyados por el
obispo Ardingo y deseosos de meditar más a fondo su vocación, se dirigen a la soledad de Monte
Senario, una colina de 800 metros sobre el nivel del mar, ubicada a 18 kilómetros de Florencia. No
podemos excluir que en esta decisión haya influido de manera determinante el momento crítico por
el que pasaban en Florencia los güelfos. Sea como fuere, el retiro a Monte Senario se remontaría a
1245, casi por los años durante los cuales desarrollaba en esa ciudad su misión el dominico San
Pedro de Verona, defensor de los derechos del papa, que sentía gran estimación por los siete y que
era un sincero devoto de la Virgen.
Carece de pruebas la tesis sostenida por el historiador de Florencia, R. Davidsohn, según la
cual los fundadores serian fanáticos partidarios de una política de tipo inquisitorial y represiva
propuesta por Pedro de Verona.
A partir de su retiro a Monte Senario, ese convento será siempre para la Orden de los
Siervos de María un punto de referencia sumamente importante, al grado de que hoy todos sus
integrantes lo consideran el símbolo y el testimonio concreto de los orígenes. Aquí se conservan,
entre otras cosas, las reliquias de los siete fundadores. La aspereza del lugar, poco atenuada por las
modernas vías de acceso, parece recalcar la exigencia de ser fieles a los orígenes.

De Monte Senario hacia el mundo

Algunos documentos, cuya veracidad esta fuera de duda y que se remontan al periodo
comprendido entre 1249-1251, nos ayudan a trazar un panorama general en relación con la vida
inicial de la Orden. Nos permitimos transcribir aquí la síntesis que al respecto hace fray Andrés Dal
12
Pino: "La comunidad a la cual se dirige (en 1249), en el primer acto oficial que se conoce, Ranieri
Capocci, cardenal legado de Inocencio IV del título de Santa María en Cosmedin, esta ya
constituida por un prior y frailes que habitan cerca de una iglesia dedicada a la Virgen, en Monte
Senario y se les conoce comúnmente con el nombre de "Siervos de Santa María". El cardenal pone
esa comunidad bajo la protección de la Santa Sede, confirma la concesión que antes le había hecho
el obispo diocesano Ardingo en la cual se le permitía observar la Regla de San Agustín y las
constituciones acordes a ella; la autoriza para que reciba, en calidad de nuevos miembros, a
personas libres que abandonen el mundo y para retener a las que ya había acogido. Asimismo
establece que quien haya hecho profesión religiosa en la comunidad no podrá pasar a otra, salvo que
lo haga para abrazar un género de vida de mayor austeridad y que cuente con cartas testimoniales
del prior. El 18 de febrero del año siguiente el cardenal Pietro, del título de S. Jorge en Velabro,
quien había sucedido al anterior en la legación pontificia, concede al prior y a los frailes sacerdotes
autorización para absolver de la excomunión, en que pudieran haber incurrido por haber seguido a
Federico II, a los laicos que quisieran profesar la Regla de la Orden. Con otra carta fechada en el
mismo día, que envía al obispo de Siena Bonfilio, le pide otorgar a los Siervos de Santa María la
autorización y la primera piedra para construir "ex novo", en un predio propio, una iglesia en las
afueras de Florencia. El obispo acata la orden: el 17 de marzo escribe a "fray Bonfilio, prior de
dicho lugar de Monte Senario". La adquisición del terreno destinado a la construcción se realizó en
Cafaggio, cerca de Florencia, en el l de julio de aquel año, por obra de Enrique de Baldovino; las
formalidades de la transacción muestran el deseo de Bonfilio y sus compañeros de observar un
riguroso régimen de pobreza comunitaria e individual. Tal compromiso de pobreza, evidente
asimismo en otras donaciones de terrenos y casas por aquellos años, esta ratificado en un acto de
carácter capitular (reunión oficia] de religiosos), e1 primero del cual tenemos conocimiento seguro
y que se celebró el 7 de octubre de 1251. En el documento se mencionan explícitamente a fray
Figliolo o Bonfilio, prior del Monte, y luego a otros diecinueve religiosos, de los que se nombra
primero a fray Alejo.
Ese "acto de pobreza" viene a confirmar, por el rigor que lo caracteriza, que la primera
comunidad de la Orden tenía un marcado matiz de vida
fraterna; el lugar escogido (Monte Senario) denota una
orientación de carácter eremítico-contemplativo y, hasta
podríamos afirmar, monástico.
La aprobación papal indirecta, contenida en las
citadas cartas de los dos cardenales, la confirmara Alejandro
IV el 23 de marzo de 1256 con la bula Deo grata.
Sin embargo, todo parece indicar que la benevolencia
que los cardenales legados de Inocencio IV mostraron hacia
los Siervos de María durante la lucha contra Federico II se
debió a dos motivos: la ortodoxia absoluta de ellos y cierto
apoyo que brindaron a la posición de la Santa Sede en
materia política. En otras palabras, bien por su extracción
social, bien por las circunstancias, la primera comunidad se
movía en el campo de los güelfos.
Esta comprobado que antes de 1256 se fundaron los
conventos de Siena, de Ciudad de Castello, de Sansepolcro,
Además de los ya mencionados de Florencia (Cafaggio) y de
Monte Senario.

13
El generalato de San Felipe Benicio

Pese a unos inicios sumamente prometedores y al apoyo recibido de Pedro de Verona, los
siervos afrontaron dificultades muy duras que parecen poner en peligro su supervivencia.
El periodo más borrascoso de los orígenes de la Orden tuvo por protagonista a San Felipe
Benicio de Florencia, quien había ingresado en ella unos veinte años después de la fundación y
falleció en 1285, probablemente antes de que muriera la mayor parte de los siete.
Para poder entender bien esta etapa conviene tener presentes dos puntos de referencia
cronológicos muy importantes: los años de 1215 y 1274. En el primero, bajo el pontificado de
Inocencio III, se habla celebrado el Concilio Lateranense IV. Y en el 1274, bajo el pontificado de
Gregorio X, tuvo lugar el Concilio Lionés II.
En el periodo comprendido entre ambas fechas nacen la orden de los dominicos y la de los
frailes menores.
¿Por qué tienen tanta importancia para la historia de la Orden esos dos concilios
ecuménicos? Por los motivos que a continuación señalaremos.
Entre los temas tratados en el Concilio Lateranense IV (1215) destaca sobre todo la lucha
contra la herejía, pero también la preocupación de poner orden en la multitud de movimientos
religiosos que proliferaban en todos los ámbitos de la iglesia. La política unificadora de Inocencio
III no podía tolerar que escapasen al control de la curia romana. Ahora bien, el canon (la
disposición número 13 del Concilio) establecía de manera perentoria que cualquier persona o grupo
que quisiera consagrarse a la vida religiosa debía escoger una forma ya existente y aprobada por la
autoridad eclesiástica. Si un individuo o grupo deseaban fundar una nueva forma de vi da religiosa
deberían adoptar una "Regla" de las que estaban vigentes y que hubiera recibido la aprobación de la
19lesia, a saber: la de San Agustín y la de San Benito para el Occidente o bien la de San Basilio
para el Oriente. Desde luego, con ello no se pretendía subordinar los nuevos institutos religiosos a
otros ya existentes; sino que más bien causaba muchas dificultades erigir nuevas órdenes. En efecto,
cualquier aspecto innovador de algún instituto Religioso se juzgaba una novedad (novitas) y, por lo
mismo, un motivo que le impedía ser reconocido y aprobado por la 1glesia.
A pesar de ello, terminado el Concilio Lateranense IV, surgieron nuevos movimientos
religiosos, si bien casi todos procuraban asegurar su aceptación adoptando la Regla de San Agustín
o la de San Benito.
Según hemos señalado, desde los primeros años la Orden gozo de la aprobación de la
autoridad eclesiástica local y también conto con la aprobación explícita de la curia romana. El
ministerio o de los papas es único e inmutable, pero no debe olvidarse que cada pontífice le
imprime su sello personal.
Y así el Concilio Lionés II, presidido por Gregorio X, reactualiza el canon 13 del Concilio
Lateranense IV; con mayor rigor y perentoriedad (después de recordar que la disposición del
Lateranense IV no habla sido atendida, al grado que los institutos religiosos mostraban una
desenfrenada proliferación) decreta que no solo queda prohibida la erección de nuevas órdenes
religiosas mendicantes, sino que las surgidas después de 1215 ya no podrán recibir a más miembros
y, en consecuencia, irán desapareciendo paulatinamente. Conforme a la decisión conciliar, esta
medida se aplica a las órdenes mendicantes nacidas después de dicho año que, aun habiendo
obtenido la aprobación de la Santa Sede, profesen una pobreza total y subsistan exclusivamente de
los frutos de la caridad pública (incerta mendicitas) .
A ese grupo pertenecían los Siervos de María que, según el acto de pobreza hecho en 1251,
habían renunciado con él a cualquier ingreso monetario y a la posesión de bienes muebles e
inmuebles.
Solo que esta vez las cosas marcharon peor que después del Concilio Lateranense IV. Con
todo, conviene advertir que la disposición conciliar admitía múltiples excepciones. Aunque la
14
designación de "mendicantes" empleada por el Concilio de Lyon incluía también a los dominicos y
franciscanos, éstos quedaron explícitamente exentos de la disposición. Y como el Concilio no
nombrara a todas las órdenes mendicantes y muchas de las recién surgidas tenían poderosos
protectores en la sede conciliar, más de una de las condenadas a la extinción logro salvarse.
Los cronistas de la época, al hacer la lista de las órdenes suprimidas, nombran
esporádicamente a los Siervos de María. Pero una cosa es cierta: desde ese momento los Siervos
comenzaron la primera y más importante etapa de su historia. Y desde el punto de vista humano
consiguieron sobrevivir gracias a la energía, habilidad y valor de su prior general, que en ese tiempo
fue precisamente San Felipe Benicio.
San Felipe había nacido en Florencia, en el
barrio de Oltrarno, en el año de 1233; era hijo de
Jacobo Benicio y Albaverde. La Legenda de
origine (Leyenda de los orígenes), documento del
que ya hemos hablado, y la Legenda beati Philippi
(Leyenda de San Felipe), de la cual nos
ocuparemos más adelante, nos da una biografía
muy completa de él. Y es en esas dos fuentes en las
cuales basaremos principalmente una breve
reconstrucción de los hechos.
EI jueves después de la Pascua de 1254,
mientras se encontraba en la iglesia de los Siervos
en Cafaggio, San Felipe escucho la misteriosa pero
dará llamada para que se hiciera religioso, y el 18
de abril de ese año entro a la Orden. Narra la
tradición que, al cabo de pocos días de haber
recibido el hábito, pidió a fray Bonfilio permiso para irse a Monte Senario. Los visitantes que
acuden a esa localidad pueden ver todavía la "gruta de San Felipe" sobre la pendiente oriental: cerca
de allí hay un manantial que desde siglos se conoce con e1 nombre de fu ente de San Felipe.
No queriendo dar a conocer su preparación cultural, Felipe había solicitado ser admitido en
calidad de hermano lego. Y lo fue durante cuatro años, hasta que una circunstancia imprevista lo
obligo a revelarla. El episodio se .narra en la Legenda del beato Felipe, la cual pone en boca de éste
la definición más antigua y conmovedora de la misión de los Siervos de María. Ya continuación
citamos el pasaje integro: "y sucedió que por obediencia tuvo que ir a Siena con un fraile de nombre
Víctor. Ya en el camino se encontraron con dos religiosos de los frailes predicadores que venían de
Alemania y que se sorprendieron al verlos con aquel hábito; empezaron, pues, a platicar con el
beato Felipe, preguntándole con curiosidad quiénes eran y de qué orden era el hábito que vestían. El
hombre de Dios les respondió con mucha humildad y profunda sabiduría: En cuanto a nuestro
origen, os diré que somos nativos de esta ciudad; y por lo que respecta a nuestra condición, debéis
saber que nos llamamos Siervos de la gloriosa Virgen en recuerdo de cuya viudez llevamos este
hábito; en nuestra vida seguimos el ejemplo de los santos apóstoles y procuramos vivir según la
Regla del santísimo doctor Agustín. Y en el curso de la conversación tocaron temas muy difíciles;
en todas ellas el hombre de Dios intervino con gran seguridad, demostrando una fe solida y
confirmándola con muchas citas de gran autoridad y con ejemplos de los santos. Después, todos
ellos prosiguieron su camino. Y entonces el compañero del beato Felipe le dijo: 'Hermano, por qué
cuando ingresaste a la Orden no dijiste nada sobre tus conocimientos, sabiendo que necesitamos
varones sabios, y en cambio ahora has discutido tan sutilmente con esos frailes? Por eso te digo que
hoy se ha manifestado entre nosotros la luz de la ciencia. Entonces, el beato Felipe postrándose a
sus pies, le suplica que por el amor de Dios no dijera a nadie lo acontecido; pero cuando retornaron
a Florencia, el compañero empezó a contar de inmediato a todos los frailes como se había portado
15
Felipe con los forasteros. Este suceso lleno de alegría a todos y lo hicieron clérigo, promoviéndolo
después a las órdenes sagradas".
Felipe Benicio al parecer fue ordenado sacerdote en 1258 o 1259 y, según una piadosa
tradición, se afirma que celebro su primera misa en la capilla de la Aparición en Monte Senario.
Nueve meses después fue elegido prior general: tenía apenas 34 años de edad.
No nos detendremos aquí a comentar la tradición según la cual habría renunciado al papado.
Luego de la renuncia, se habría retirado algunos días al monte Amiata. Se dice que por sus
oraciones, en las laderas de ese monte, descubrió o hizo brotar una fuente termal que todavía hoy
lleva el nombre de Baños de San Felipe, en el municipio del Castillejo d'Orcia, en la provincia de
Siena.
Así pues, Felipe Benicio fue elegido prior general en 1267. Siete años más tarde han de
afrontar la delicada situación provocada por la disposición del Concilio Lionés II tendiente a reducir
el número de institutos religiosos. Por haber sido fundados después del 1215, los Siervos de María
se hallaban ante un verdadero dilema que un historiador de la Orden, fray Andrés Dal Pino, sintetiza
en los siguientes términos: "o acogerse a la definición de orden mendicante dada por el concilio o
aceptar una muerte gradual, como hicieron los hermanos de la penitencia de Jesucristo y sus
homónimos de Marsella, o bien sostener que tanto del punto de vista teórico como practico no
debían (prescindiendo de sus orígenes) ser contados entre los mendicantes; con ello pasaban a
equipararse a las órdenes que, aunque habían surgido después del Concilio Lateranense IV, tenían
una Regla canónica, no eran mendicantes, contaban con la aprobación de la Santa Sede y, por tanto,
tenían derecho a sobrevivir".
Felipe opto por la segunda posibilidad; de ahí que algunos autores hablen de un "histórico
cambio de orientación" impreso por él. En realidad, Felipe no hizo más que continuar y consolidar
una orientación que la Orden había tornado a partir del Capítulo general celebrado en 1257.
A decir verdad, había motivos para considerar mendicantes a los Siervos de María:
recordemos el "acto de pobreza" de 1251; las cartas con que lo habían aprobado los papas Inocencio
IV y Alejandro IV, y por último las adquisiciones de terrenos que habían hecho no a nombre suyo,
sino de la Santa Iglesia Romana.
En apoyo de la tesis contraria, que era la única posibilidad de sobrevivir, su prior general
podía señalar que, desde 1257 y por solicitud del Capítulo general, se hablan hecho notables
excepciones al acto de pobreza si bien contando con los permisos correspondientes. Además, desde
el principio la Orden habla adoptado la Regla de San Agustín y en su legislación, quizá revisada
tornando en cuenta precisamente las nuevas exigencias, nada habla que se opusiera a la posesión de
bienes.
Por designios de la Providencia, a un santo, Felipe Benicio, le toco adoptar esta actitud no
exenta de una calculadora previsión y que debla abrirse camino no sin recurrir a cierto compromiso.
Es mucho menos trágico que la defensa de posiciones no justas quede en manos de hombres justos
que en manos de personas inicuas.
Escogido para desempeñar un puesto que no había ambicionado, Felipe cumplió sus deberes
con la congruencia, integridad y desinterés que distingue a los santos.
La política, aunque sería mejor decir la actividad, que siguió tras la disposición conciliar
tendiente a suprimir las órdenes mendicantes surgidas en los últimos sesenta años, se inspiro en el
criterio tan sabio de tornar pequeñas medidas. Intuyo que el tiempo trabajaría en favor de los
siervos, pues siempre intervienen los imponderables que a menudo deciden el curso de la historia.
El primer imponderable lo constituyo el breve pontificado de los papas que ocuparon el
solio pontificio en los años sucesivos al Concilio de Lyon. Gregorio X, que habla organizado su
celebración y que tenía la firme decisión de aplicar sus decisiones, murió en los primeros días de
enero de 1276, antes de entrar en Roma, procedente de la asamblea Lionés. Para sucederle fue
elegido Inocencio V, quien llevó la tiara apenas seis meses; después fue elegido Adriano V, que ni
16
siquiera tuvo tiempo de ser coronado; su sucesor, Juan XXI permaneció en la cátedra de San Pedro
un solo año. Esta mortandad prosiguió y así tenemos los tres años de pontificado de Nicolás III, los
cuatro de Martín IV, los dos de Honorio IV, los cuatro de Nicolás IV, los pocos meses de Celestino
V, los nueve años de Bonifacio VIII y finalmente el breve pontificado de Benedicto XI, quien puso
fin a la cuestión al aprobar la orden definitivamente en 1304.
Un historiador servita del siglo XVI asegura que Felipe, antes de decidir lo que iba a hacerse
para lograr la supervivencia de la Orden, reunió en secreto a los priores en Monte Senario, junto con
los representantes de la Orden, para acordar una acción común. Y en ese momento se habría
decretado la recitación de una serie de oraciones a la Virgen, plegaria que la Orden conserva hasta
nuestros días: en italiano recibe el nombre de "Benedetta" (Bendita) porque se iniciaba con el
término latino equivalente.
Además, por tratarse de una cuestión esencialmente jurídica, Felipe se vio obligado a
recurrir a los juristas de mayor renombre; es decir, acudió a los abogados de la curia romana. Para
pagarles sus honorarios no dudo en pedir dinero a los conventos de la Orden. Mientras tanto éstos
trataban por todos los medios de obtener donaciones que les permitieran demostrar que no eran
"mendicantes". EI papa Juan XXI, en abril de 1277, ratificaba la importante donación de tierras que
el conde Enrique de Regenstein hizo al convento de Santa María del Paraíso, situado en la diócesis
alemana de Halberstadt.
No se olvide tampoco que, entre los cardenales del sacro colegio, había legados a quienes
unía una sincera amistad con los siervos; por ejemplo, Ottobono Fieschi, quien después fue elegido
papa con el nombre de Adrian V, pero murió antes de ser coronado.
Según la Legenda de origine, entre las medidas tomadas por Felipe Benicio para asegurar la
supervivencia de la Orden figuraron iniciativas que podríamos calificar de indirectas: fue un
hombre conciliador y de paz en Florencia y en Forlì, ganándose con ello el aprecio de los legados
del papa quienes no olvidarían esos méritos.
La misión en Forlì tuvo un desenlace memorable.
Felipe llegó al convento cuando esa ciudad de la Romana
estaba bajo el entredicho de Martín IV (26 de marzo de 1282 -
l de septiembre 1283). En su predicación invito a los
ciudadanos a volver a la obediencia del papa. Pero no todos
aceptaron la invitación; un grupo de exaltados se enfrento al
santo, lo golpeo y lo obligo a marcharse de Forlì. Entre ellos se
encontraba el joven Peregrino Laziosi, quien pronto se
arrepintió de lo hecho e incluso pidió ser admitido en la Orden,
llegando con el tiempo a ser el patrón de la ciudad de Forlì,
muy venera do hasta nuestros días. El convento que hoy lleva
su nombre y que conserva sus reliquias es una auténtica joya
de recuerdos, sobre todo después que se han efectuado
excelentes obras de restauración.
La situación de incertidumbre se resolvía con mucha
lentitud, y Felipe tenía que hacer viajes frecuentes a Roma. En
uno de ellos, encontrándose en el paupérrimo convento de Todi
para pasar allí una breve estancia, murió a los 52 años, la tarde
del miércoles 22 de agosto de 1285.
Para defender el derecho que tenía su Orden a
sobrevivir, Felipe hubo de poner de relieve la atenuación, en
cierto modo ya vigente, del compromiso inicial de pobreza
colectiva. Y tuvo la suerte de fallecer en el convento más pobre.

17
La riquísima iconografía de Felipe Benicio suele mostrarlo con un libro en la mano: estamos
ante un símbolo general y de muchos significados. Una tradición devota, que se consolida en el
siglo XV, relata que al momento de morir pidió varias veces "su" libro, es decir, el crucifijo.
La simiente plantada por él para evitar la extinción decretada por el Concilio Lionés II dio
frutos bajo su sucesor Lotaringo de Florencia. Y así, apenas al año de muerto Felipe, comenzaron a
darse "opiniones" favorables por parte de los abogados de la curia romana, que ayudaron a allanar
la situación: la Orden ya no afronto más peligros de supresión ni obstáculos graves que impidieran
su aprobación definitiva por la Santa Sede.
Una controversia tan larga y llena de problemas no podía superarse sin pagar un alto precio.
Según hemos señalado, el "acto de pobreza" de 1251 estaba incorporado en la bula que Alejandro
IV había enviado a la Orden en 1256. Pues bien, entre los reconocimientos otorgados por la Santa
Sede de 1274 a 1304 no se lo menciona, como observa Arístide M. Serra OSM, en su biografía de
San Felipe. Eso hace "pensar que él intervino para introducir en las constituciones una modificación
en lo tocante a la pobreza".
Conforme a los resultados de diligentes investigaciones efectuadas en los conventos más
antiguos de la Orden, en el periodo comprendido entre el Concilio de Lyon y el año de 1304, las
comunidades todavía Vivian la pobreza, si bien no todas ni en forma igual. Algunas de las
contradicciones latentes afloraron inmediatamente después de la aprobación: superado el riesgo de
extinción, se afrontó el eterno problema del desarrollo y adaptación a los tiempos, sin olvidar por
ello la fidelidad a los orígenes. Recuérdese que uno de los fundadores, Alejo Falconieri, sobrevivía
todavía en 1304 y moriría en 1310.
En poco menos de medio siglo, la Orden había pasado por las situaciones de organización
alterna, que siempre acompañan la transición a la institucionalización.
Y aquí nos hacemos una pregunta: ¿cómo Vivian en concreto las comunidades de los siervos
en el siglo XIII? No tenemos suficiente documentación para reconstruir la vida de varias de ellas,
pero escogeremos una de las más importantes para hacernos una idea general.

Vida de los religiosos en el convento florentino de Santa María de Cafaggio en el periodo


comprendido entre 1286-1289

Eugenio M. Casalini OSM, en un escrito titulado Convento del Duecento (Un convento del
siglo XIII), explica la vida de los religiosos en el convento de Santa María de Cafaggio durante el
trienio 1286-1289, analizando para ello el registro de los que llegaron a él y de los que se
marcharon de allí en ese lapso. El escrito se publico en
1966. Transcribimos una página de él:
"Santa María de Cafaggio, convento situado en
Florencia, albergaba cerca de treinta frailes en el
periodo comprendido entre 12861289... El ambiente
material en que vivían resulta bastante pobre. Así, entre
1287 y 1289, carpinteros y albañiles con ayuda de
peones construyen otro dormitorio llamado "la nueva
casa" o "casa de dormitorios"; y la escasa capacidad del
antiguo convento se vierte asimismo en las obras de un
nuevo coro que se compone de unos treinta asientos,
labrados en diversas maderas. El trabajo se encomienda
al maestro Guillermo de Calabria a quien se pagaran 50
florines de oro. . . En la nueva construcción se cuentan,
desde luego, un refectorio, una cocina, así como un
local destinado a la enfermería y otro acondicionado
18
para la enseñanza, pues en el convento había una escuela de "gramática" a cargo de dos maestros
laicos".
"Así pues, en Cafaggio vivían cerca de treinta religiosos y cinco o seis sirvientes, que
efectuaban los trabajos más pesados. . ."
"En esta comunidad todo se ajustaba a las órdenes del prior, que era elegido anualmente en
el Capítulo general... Aparte del oficio de prior, tenía otras obligaciones de cierta importancia y
entre ellas cabe mencionar primero la de procurador. Tenía a su cargo funciones sumamente
delicadas: toda la administración y los contratos con extraños, proveedores, curia episcopal y con la
autoridad civil. El subprior, por su parte, se encargaba del aspecto interno, no disciplinario, del
convento. En la Orden de los Siervos de María, subprior no significaba propiamente vicario del
prior, como en las demás, sino simplemente guía, despensero, y hasta podríamos llamarlo
mayordomo de casa...".
"De los treinta frailes que vivían en Cafaggio, no es posible establecer cuántos eran
sacerdotes. Lo cierto es que algunos oficios importantes, entre ellos el administrador (procurador),
podían asignarse no clérigos (laicos) como lo prueba el registro de los años 1289-1290, en el cual se
asienta la anotación de fray Rogelio, procurador laico, llamado así para distinguirlo de su
homónimo quien era sacerdote y también residía en ese convento".
Luego de haber señalado que la actividad de apostolado en Santa María de Cafaggio tenía
ciertas limitaciones ante la incertidumbre respecto a la sobrevivencia de la Orden, Casalini llega a la
siguiente conclusión: "La Orden de los Siervos de María entre 1286 y 1289 se encuentra en pleno
desarrollo pese al peligro de supresión que desde hacía unos tres lustros se cernía sobre ella. Pero la
vida comunitaria se desarrolla bajo una disciplina que, en comparación con el rigor inicial de origen
eremítico, es más idónea para afrontar un momento tan adverso. Por basarse en la Regla de San
Agustín, las Constituciones muestran aspectos semejantes a la organización de otras órdenes
mendicantes; sin embargo, el hecho de que los fieles, las
autoridades y los institutos religiosos de la ciudad acudan
a la iglesia Porta de Bella extramuros en las fiestas de la
Virgen (Purificación, Anunciación, Asunción,
Nacimiento y sobre todo, la Anunciación), demuestra sin
la menor duda que los religiosos de Cafaggio cultivan,
profesan y difunden una espiritualidad Mariana que
responde claramente a su nombre de Siervos de María.
De ahí que nos parezca discutible el argumento de
algunos autores, para quienes esta característica formaría
parte de los aspectos comunes de la religiosidad del siglo
XIII, en el cual predomina la devoción a la Virgen. En
efecto, en Florencia otras órdenes religiosas y muchas
iglesias podían atender muy bien (y atendían) la
exigencia del culto Mariano. Y no creemos que las
festividades fuesen anunciadas públicamente ni que los
obispos, como Andrés de Mozzi, se desplazasen y no se
diesen ricos donativos de dinero y cera sin un motivo de
carácter tradicional, lo bastante fuerte como para atraer al
pueblo en masa en ocasión de esta solemnidad. La verdad
es que, por lo menos según la información con que
asienta hasta ahora, ninguna otra actividad apostólica o
religiosa caracteriza a los siervos en caso de que
excluyamos esta alabanza a la Virgen, su Señora. . . ".

19
Fechas memorables

1233 "Año aleluyatico", que suele considerarse la fecha del nacimiento de la Orden.
Nace en Florencia San Felipe Benicio.
1245 aprox. Los siete fundadores se retiran a Monte Senario.
1247 Muere Ardingo, obispo de Florencia.
1249 Carta en que el cardenal Ranieri, legado papal en Toscana, acoge bajo la protección
de la Santa Sede a los Siervos de María de Monte Senario.
1250 Pedro, el cardenal legado, concede al prior de Monte Senario, que entonces era fray
Bonfilio, y a sus hermanos autorización para construir una iglesia en las afueras de
Florencia (en Cafaggio, hoy convento de la Santísima Anunciación).
1251 "Acto de pobreza" realizado por los Siervos de María que estaban reunidos en el
convento de Cafaggio.
Fundación del convento de Città di Castello, el primero que se erigió en la región de
Umbría.
1254 Felipe Benicio entra a la Orden.
Inocencio IV escribe dos cartas en favor de los frailes de Florencia.
1256 El papa Alejandro IV, con la bula Deo Grata, acoge bajo su protección al prior y a
los religiosos de Monte Senario (en forma análoga a lo que hiciera Inocencio IV en el
periodo comprendido entre 1251-1252).
1257 Se celebra un Capítulo general en Florencia (el primero sobre cuya celebración se
tienen pruebas documentales seguras) .
1261 Coppo de Marcovaldo pinta una "Virgen de majestad" para el convento de los siervos
en Siena (fundado en 1250). Y lo mismo hará hacia 1268 para el de Orvieto.
1263 Carta Inducunt nos de Urbano IV, en la cual concede a los priores y frailes siervos de
María autorización para celebrar el Capítulo general y para elegir a un prior general
que deberá ser confirmado por el papa.
1265 Primeros testimonios acerca de los Siervos de María en Bolonia, el convento más
antiguo situado al norte de los Apeninos. Arrigo de Baldovino se ofrece a sí mismo,
con todos sus bienes (acto de oblación), al convento de Cafaggio, ante el prior
general Maneto de Florencia.
1267 Felipe Benicio es e1egido prior general, tras la dimisión presentada por fray Maneto.
1272 aprox. El beato Joaquín de Siena ingresa a la Orden y es recibido por Felipe Benicio.
1273 Se concede a la Orden e1 templo parroquial de Foligno.
Aparece por primera vez e1 nombre de un prior provincial, e1 del Patrimonio
(territorios de la Santa Sede).
1274 Se celebra e1 Concilio Lionés II (concilio ecuménico XIV).
1275 Presencia de los Siervos de María en Forlì.
1276 Los conventos de Romana tienen su propio prior provincial.
1277 Concesión que el papa Juan XXI hace en favor del convento servita en Alemania,
fundado unos años antes.
"Parecer" de algunos abogados de la curia romana: los Siervos de María no deben ser
incluidos entre las órdenes religiosas suprimidas por las disposiciones del Concilio
Lionés II.
1282-1283 San Felipe Benicio se encuentra en Forlí durante el entredicho dictado contra esa
ciudad. Conversión de Peregrino Laziosi.
20
1285-1300 Generalato de fray Lotaringo de Florencia. En aquellos años la legislación de los
Siervos de María esta ya orgánicamente estructurada en el texto que, más tarde, se
conocerá con el nombre de Constitutiones antiquae (Constituciones antiguas). Se
irán agregando los decretos promulgados por los capítulos generales posteriores.
Desde 1295 esas añadiduras recibirán el nombre de Constitutiones novae
(Constituciones nuevas).
1286-1287 Diversos "pareceres" de los juristas en favor de la supervivencia de la Orden.
1287 Cartas de Honorio IV en favor de varios conventos de los Siervos de María en Italia.
1288 En Siena, entra a la Orden el beato Francisco.
1288-1292 Pontificado de Nicolás IV, quien envía muchas cartas a los numerosos conventos de
la Orden.
1290 aprox. Peregrino entra a la Orden en Siena.
1294-1295 Fundación de los conventos de Asti y Alejandría, puestos bajo la jurisdicción del
prior provincial de Lombardía.
1297-1302 Abundantes cartas en favor de los Siervos de María enviadas por Bonifacio VIII (una
de ellas, la de 1299, está destinada a la provincia de Alemania).
1304 El 11 de febrero, con la bula Dum levamus, Benedicto XI concede la aprobación
definitiva de la Orden.

Antología

Bula Deo Grata de Alejandro IV (23 de marzo de 1256): el papa acoge al


prior y a los frailes de Monte Senario, llamados Siervos de santa María, bajo
la protección de la Santa Sede, confirma la legislación que el obispo de
Florencia Ardingo y el cardenal legado Ranieri les había concedido y cita
textualmente el "acto de pobreza" de 7 de octubre de 1251.

Salud y apostólica bendición del obispo Alejandro, siervo de los


siervos de Dios, a los amantísimos hijos priores y frailes de Santa María de
Monte Senario, llamados comúnmente Siervos de Santa María, de la Orden de
San Agustín, de la diócesis de Florencia.
Vuestra Orden, que ha encontrado el favor de Dios y de los hombres,
nos hace trataros con simpatía y benevolencia a vosotros que habéis
renunciado a los placeres del mundo para servir siempre al Señor observando
una Regla religiosa; en cuanto nos es posible, accedemos a vuestras
peticiones. Por tanto, amados hijos en el Señor, acogiendo vuestras solicitudes como también lo hiciera
nuestro predecesor el papa Inocencio de feliz memoria, ponemos bajo la protección de San Pedro y bajo la
nuestra a vuestras personas y el lugar donde os dedicáis al servicio de Dios, así como todos los bienes que
razonablemente poseéis ahora y los que con ayuda de Dios, adquiráis con medios justos en el futuro. Y
Además Ardingo, obispo de Florencia, en virtud de su autoridad ordinaria, ya había concedido que vuestros
estatutos, prudentes y justos (formulados, según decís, por vosotros en el mencionado lugar) fueran
observados a perpetuidad, según la Regla de San Agustín. También Ranieri, cardenal diacono de Santa María
en Cosmedin, por entonces legado en aquellas regiones, con. firmo los mismos estatutos, según se especifica
en la carta que se redacto entonces. Por todo ello nosotros, ratificando y aprobando cuanto fue hecho por
vosotros, por el obispo Ardingo y por el cardenal Ranieri, como cosa prudente en si misma y grata a
nosotros, lo confirmamos ahora con nuestra autoridad apostólica y lo respaldamos con la protección del
presente escrito. Y queremos asimismo que el contenido de dicha carta quede inscrito, por precaución, en la
presente. He aquí el texto:
"En el nombre de Dios, amén. En el año de 1251, a siete días de octubre, indicción X. Mediante el
presente escrito se da a conocer lo siguiente: fray Figliolo, prior de la iglesia de Santa María de Monte

21
Senario y los frailes de esa localidad, conocidos con el nombre de Siervos de Santa María, y también los
frailes que a continuación se mencionan, reunidos en su convento situado en las cercanías de Florencia en
una localidad llamada Cafaggio y cuyos nombres son fray Alejo, fray Ricovero, fray Benigno, fray Vigor,
fray Buenaventura, fray Rogelio, fray Juan, fray Clemente, fray Bartolo, fray Albertino, fray Nicolás, fray
Egidio, fray Cambio, fray Mateo, fray Bonayunta, fray Hildebrandino, fray Benito, fray Jacobo y fray
Maneto, todos y cada uno de olios, en honor de Dios todopoderoso y de Nuestro Señor Jesucristo su hijo, y
en honor de la santa y sin mancha Madre de Dios y de todos los santos y santas, y en reverencia de la santa
Iglesia romana, con la anuencia y beneplácito de su prior y rector y contando éste con el asenso, voluntad,
licencia y con el acuerdo de dichos frailes, han prometido y hecho voto, con voluntad libre y espontanea, a
Dios omnipotente y a la Virgen María que nunca, por si mismos ni por su prior o custodio, ni por un
hermano, ni por un síndico ni procurador u otra persona cualquiera, poseerán o harán que otro posea en
nombre de ellos u obtengan el cuasi dominio de un bien inmueble de cualquier especie; tampoco tendrán o
retendrán el dominio o cuasi dominio por si mismos o por otra persona que pertenezca o parezca pertenecer a
dicha orden.
Pero si llega a suceder casualmente que alguien haya querido o haya decidido dar o transferir
algunos bienes inmuebles a su Capítulo, al procurador, al síndico u otra persona en favor de los mismos
frailes, esa propiedad o casi propiedad no debe quedar en mano de ellos, de su capítulo o de alguno de los
frailes ni a su Capítulo, según se ha señalado antes. Los bienes que sean ofrecidos pertenecerán de inmediato
y en forma directa al papa y a la Santa Iglesia Romana, pero en forma tal que el obispo, en cuya diócesis esté
situado el inmueble dona do, tenga piana y absoluta jurisdicción sobre él. Todos los frutos y productos
(rentas) le correspondan a él, pudiendo disponer de ellos y distribuirlos en sufragio del alma del donador y
dar limosna a los frailes de la Orden, según lo juzgue conveniente, pero solo en casos de necesidad. Y contra
esta promesa y voto nada podrá hacerse de modo fraudulento; tampoco podría obtenerse ningún privilegio ni
carta papal, con los cuales se autorice a modificar o transgredir lo que aquí se ha dicho, sino que deberá ser
observado sin alteración alguna por siempre jamás. Y si alguno de los mencionados frailes o de los que
después ingresen a esta Orden viola lo que aquí se ha establecido incurrirá en la maldición de Dios
omnipotente, de la Virgen María y de todos los santos y santas de Dios, y tendrá la misma suerte que el
malvado Judas Iscariote. Además, tanto el prior como todos los frailes se han comprometido a observar y
cumplir todo lo anterior y, en presencia mía, e1 notario que suscribe, que acepto su promesa a nombre de
dicho Capítulo, han renunciado a recurrir a decretales, decretos, a los derechos de los cánones y ayuda de las
leyes, cosas de las cuales podrían valerse para impugnar la decisión tomada. Este documento ha sido
extendido en la iglesia de dichos frailes, situada cerca de la ciudad de Florencia, en la localidad llamada
Cafaggio, estando presentes como testigos Arrigo de Baldovino dell'Anguillara, Rogelio, hijo de Romeo
dell'Antella, Rustiquino, hijo de Gerardo del pueblo de San Feliz en Piazza, y Bonfantino, hijo de Jacobo de
Yse.
Yo Manfredi hijo de Gerardo (finado), juez y notario, atestiguo cuanto se dijo antes y, a solicitud de
los interesados, he hecho de ello un documento oficial".
Desde el palacio de Letrán, el día décimo antes de las calendas de abril, en el segundo año de nuestro
pontificado.

La bula la publicó fray Andrés Dal Pino en I frati Servi di S. María dalle origini all'approvazione (1233 aprox.
- 1304), II. Documentazione, Lovaina, 1972, pp. 14-17 (I 5), con otras indicaciones referentes a la transmisión del
documento. La traducción que aquí hemos transcrito, sustancialmente fiel al texto latino original, fue hecha por
Faustino M. Faustini OSM.

22
Capítulo II

EL SIGLO XIV
Desde el generalato de fray Pedro de Todi (1314-1344) al de fray Andrés de Faenza (1374-
1396)

Un siglo poco conocido. El periodo inmediatamente posterior a la aprobación de la Orden por la Santa Sede. El difícil
generalato de fray Pedro de Todi. Figuras de santos. Las legendae (leyendas) del siglo XIV. La bula pontificia Regimini
universalis ecclesiae. La peste de 1348. Monte Senario en el siglo XIV. De la peste de 1348 al nuevo auge bajo el
generalato de fray Andrés de Faenza. Los conventos de la Orden cien años después.

Un siglo poco conocido

No resulta fácil ni sencillo ofrecer un panorama general sobre la Orden de los Siervos de
María en el siglo XIV. Así, para el periodo de los orígenes disponemos de la voluminosa y bien
documentada obra de fray Andrés Dal Pino (I frati Servi di María dalle origini all'approvazione,
1233 ca. 1304) (Los frailes Siervos de María desde los orígenes hasta la aprobación, 1233
aproximadamente 1304). En cambio, en lo tocante a este siglo se carece de un respaldo documental
tan sólido. Si se exceptúan algunas aportaciones sobre ciertos temas, incluidas en la revista Studi
storici dell'Ordine dei Servi di María, la publicación que nos da una visión global bastante original
es las "actas" de la tercera semana de historia y espiritualidad, celebrada en Monte Senario, del 8 al
13 de septiembre de 1980. Se publicaron hace poco en la colección titulada Quaderni di Monte
Senario. El fascículo que las reúne lleva por títulos: I Servi nel Trecento. Squarci di storia e
documenti di spiritualità (Los Siervos en el siglo XIV. Trozos de historia y documentos de
espiritualidad).
La dificultad que entraña estudiar la vida de la Orden durante este siglo obedece al hecho de
que gran parte de la documentación de archivo se ha perdido irremediablemente o queda todavía
por descubrir y explorar. Faltan los registros de los priores generales, los de los conventos (con
contadas excepciones) y aun no se editan en un "corpus" (Bullarium) los documentos pontificios de
la época relacionados con nuestra Orden.
A las causas anteriores podemos añadir otra más. El siglo XIV es un periodo difícil por lo
que respecta a la historia de la Iglesia. Basta pensar en el traslado de la sede de los papas a Aviñón
(Francia) durante 1305, con los consabidos problemas que ello significo para las relaciones con la
curia pontificia, y en el trauma que causo a Occidente el cisma: dos papas reivindicaban su
legitimidad y autoridad sobre todos los cristianos (y por si eso fuera poco, a comienzos del siglo
XV, ya no serán dos sino tres. . . ). También a los Siervos de María les afecta profundamente esa
situación.

El periodo inmediatamente posterior a la aprobación de la Orden por la Santa Sede

23
Según hemos visto, la Orden había obtenido la aprobación definitiva por parte de la Santa Sede en
1304. Ese año era prior general fray Andrés Balducci de Sansepolcro, elegido cuatro años antes
pese a vivir todavía su predecesor Lotaringo de Florencia, quien al parecer conservaba un poco de
autoridad. Al morir éste en 1304, según ha podido precisarse, Balducci fue elegido al año siguiente
en un Capítulo general convocado expresamente para escoger
al nuevo prior general. No faltaron objeciones por parte de
algunos religiosos, de modo que la confirmación de Balducci
tardó algún tiempo, lo cual en cierto modo preludia la
situación mucho más grave que se presento después durante la
gestión de fray Pedro de Todi.
Al comenzar el siglo XIV, como ya hemos señalado,
los Siervos de María tenían en Italia cuatro provincias (la de
Toscana, la del Patrimonio, la de Romana y la de Lombardía)
y en Alemania contaban con una. Los conventos eran 31 y el
número de frailes no menor de 250.
En 1304 todavía vivía uno de los fundadores, Alejo
Falconieri, quien fallecería seis años después.
El prior general fray Andrés Balducci de Sansepolcro
desempeñó su cargo hasta 1314, año en que muere en Viterbo,
apenas doce días antes de que se celebrara el Capítulo general
regular. En el nuevo Capítulo, convocado para la octava de la
Asunción, en el recién fundado convento de Rímini, fue
elegido fray Pedro de Todi. No es posible que lo haya elegido directamente el papa, aunque un
autor sostiene lo contrario. En efecto, Clemente V murió en Francia un día después del
fallecimiento de Balducci. Juan XXII, quien había sucedido en el trono a Clemente V, fue elegido
en agosto de 1316. Y por esa época fray Pedro de Todi ya fungía de general según consta, por
ejemplo, en los documentos referentes a la erección del convento de Venecia.

El difícil generalato de fray Pedro de Todi

El largo generalato de fray Pedro de Todi (1314.1344), hasta hoy el segundo de mayor
duración después del de Nicolás de Perusa (1427-1461), marco un hito importante en la vida de los
Siervos de María. Conviene recordar Además que se le atribuye la redacción definitiva de la
Legenda de origine, el texto narrativo más importante que se conserva sobre el origen de nuestra
Orden.
Pedro de Todi nació en esa ciudad, hijo de una familia a quien se dan los apellidos de Lotto,
Lottio o dei Lotti, probablemente hacía 1270-1280. Había sido admitido en la Orden en 1295, fecha
que parece absolutamente segura.
Sus primeros años en la comunidad corresponden al generalato de Lotaringo de Florencia.
En 1306 lo eligen provincial de Romana y un año después, de Lombardía.
Fue elegido prior general en el Capítulo que tuvo lugar en Rímini, el 22 de agosto de 1314.
Al analizar las Constitutiones novae, es decir, la parte de las constituciones que contienen
las disposiciones promulgadas por los capítulos generales celebrados durante su gestión, llegamos a
la conclusión de que favoreció la observancia de la Regla y el culto de los santos. Más aún, fue
precisamente una iniciativa suya la que dio origen a la hagiografía servita, por así decirlo.

24
En 1317, llevo a feliz término la traslación de los restos mortales de San Felipe Benicio. No
fue una translación en el sentido ordinario de la palabra, sino más bien la elevación o glorificación
del santo cuyos restos fueron exhumados y depositados en el altar de mayor prestigio en la iglesia
de los Siervos en Todi. El acontecimiento revistió gran solemnidad y tuvo repercusión en toda la
Orden, despertando vivo interés por la hagiografía. Se produjo así una serie de escritos sobre San
Felipe.
En esta promoción tan decidida de la figura del Santo se
refleja una estrategia espiritual, bien definida, del prior general.
Fray Pedro de Todi, hombre activísimo y de fuerte
personalidad, no tuvo una vida fácil en su gestión. Su dinamismo
lo atestigua la expansión de la Orden bajo su generalato: se erigió
la provincia de Venecia, que fue inaugurada en 1326, y se
fundaron más de veinte conventos.
Pese a que desde la tercera década del siglo empiezan a
advertirse síntomas de tensión (sabemos que en el capítulo
general, celebrado en Siena en 1328, fray Pedro de Todi tuvo que
defenderse contra la acusación de apoyar la política de Luis el
Bávaro), todo marcha sin grandes contratiempos. Lo demuestran,
entre otras cosas, las cartas de los cardenales legados Juan Orsini
y Bertrando del Poggetto.
El drama estalló en 1334, año en que por iniciativa de
algunos superiores servitas en Toscana, encabezados por el
convento florentino de la Santissima Annunziata (Anunciación),
se intento lograr la excomunión del prior general. Se le acusaba
de dos cosas: descuidar la disciplina y la observancia, y gobernar con parcialidad y autoritarismo.
El 25 de marzo de 1334, a él y a su fidelísimo e incondicional fray Cristóbal de Parma se les
declaro excomulgados en la catedral de Florencia.
David M. Montagna OSM reconstruye este episodio en los siguientes términos, basándose
en los documentos de la época (cf. la revista Studi storici dell'Ordine dei Servi di María, 1-II/1980):
"El acta de excomunión se redacto seguramente no en Aviñón (donde residía el papa) sino en
Florencia, en la cancillería de un legado papal cuyo nombre era Poncio, con quien los religiosos del
convento sostenían estrecha relación... El documento, preparado en la cuaresma de 1334, fue dado a
conocer el 25 de marzo (fiesta muy importante en el convento florentino), pues al día siguiente un
mensajero jurado del mismo Poncio, y cuyo nombre era Tadeo, recibió de los religiosos una
remuneración por haberlo divulgado en Florencia. Fue dada a conocer en el palacio obispal y en la
iglesia de Santa Reparata (es decir, en la catedral). Los legajos fueron enviados después a la curia
papal, donde se encontraban en calidad de representantes de los frailes florentinos dos religiosos:
Clemente de Florencia (muerto en 1343) y Francisco de Borgo Sansepolcro, para quienes el
convento había conseguido préstamos en moneda de amigos ricos, de religiosos y bancos. Se
enviaron notificaciones de la excomunión al obispo de Pistoia y al de Perusa; todo ello ocurrió al
inicio de la primavera, entre marzo y abril. A esa localidad se dirigió, con un compañero, fray
Grimaldo, quien al parecer era uno de los principales protagonistas y exponentes de la "cuestión".
La repercusión que en la Orden tuvo la notificación de la excomunión debió haber sido moderada,
ya que los interesados habían interpuesto una apelación a la curia papal, aceptando un
"compromiso" con los religiosos de la Annunziata que se estipularía ante el obispo de Florencia…".
Pedro de Todi convoco el Capítulo general que se debía celebrar en Faenza, el l de octubre. La
causa quedo suspendida. El 4 de diciembre de 1334 muere el papa Juan XXII, y durante todo el
pontificado de Benedicto XII (1334-1342) las cosas siguieron igual. La carta pontificia del 31 de
diciembre de 1341, en la cual se recuerdan las acusaciones contra fray Pedro de Todi y se depone a
25
cuatro vicarios nombrados por él, no modifica sustancialmente la situación. Pedro de Todi murió
probablemente en Aviñón, en 1344. La solemne conmemoración de su muerte, que se menciona en
las crónicas del convento de Venecia, confirma que cuando falleció desempeñaba el cargo de prior
general.
Carece de pruebas fidedignas la tradición según la cual habría sufrido una especie de exilio
en el convento de Sant'Ansano, en los Apeninos de Bolonia.
La sombra de la excomunión pesara siempre sobre él a lo largo de la historiografía servitana
posterior, si bien los estudios más recientes tienden a revalorizar por completo su figura y su obra.
Durante su gestión la Orden no solo logro un gran desarrollo en cuanto al número de conventos y
religiosos, sino que Además se logro una renovación de la vi da religiosa.
En un trabajo publicado en 1964, el difunto Rafael M. Taucci OSM (muerto en 1971)
propuso la hipótesis de que el intento de excomulgar a Pedro de Todi se debió a motivos políticos e
intereses particulares. Por lo demás, parece contradictoria la doble acusación en contra suya,
repetida tres siglos después por el analista de la Orden fray Arcángel Giani. En efecto, los méritos
que le reconocen por lo menos en la primera mitad de su gestión incluso los que sostienen que
cometió las faltas posteriores parecen comprobar la teoría del padre Taucci. Lo acusaban de
autoritarismo y de haber propiciado la decadencia de la observancia de la Regla. En realidad su
comprensión con todos, actitud indispensable cuando se intenta restablecer la unidad dentro de una
institución, pudo ser interpretada como autoritarismo por algunos y como debilidad por otros;
esta situación es una constante bien consolidada en la historia de la Iglesia en general

Figuras de santos

El breve espacio disponible no nos permite hacer una


reseña de todos los siervos de María que, en la primera mitad
del siglo XIV, se distinguieron por la santidad de su vida.
Aparte de Alejo Falconieri, el último de los siete fundadores
en morir (el año de 1310), conviene mencionar a los beatos
senenses Joaquín y Francisco, a San Peregrino Laziosi y Santa
Juliana Falconieri. Se recordarán otros en la sinopsis
conclusiva del Capítulo, Fechas memorables.
Los beatos Joaquín y Francisco mueren,
respectivamente, en 1305 y 1328, los dos en Siena. Peregrino
de Forlì muere en 1345 y Juliana Falconieri en 1341. Los dos
últimos fueron canonizados: Peregrino en el año de 1726, y
Juliana en 1737.
En el caso de Joaquín y Francisco, nos han l1egado dos
textos narrativos que en aquella época se llamaban legendae, o
sea "escritos dignos de leerse", que celebran sus virtudes con
discreción y frescura. Más adelante nos ocuparemos de esas
"Leyendas".
Respecto a Peregrino de Forlì, sabemos que su
vocación se debió indirectamente a San Felipe Benicio.
Mientras el Santo se hal1aba en esa ciudad castigada por el entredicho papal (1282-1283), intento
predicar a los forlivenses la reconciliación con el papa. Pero en las afueras de la ciudad lo golpeo un
grupo de exaltados, entre quienes se encontraba Peregrino Laziosi. Según una tradición tardía (del
siglo XVII), Peregrino fue hijo de Berengario y de Flora de los Aspini. Con su oración por los
agresores, Felipe Benicio logró la conversión del joven Peregrino; éste le pidió perdón y, años más

26
tarde, fue admitido en la Orden; realizó el noviciado en Siena, comunidad ejemplar por la presencia
de religiosos muy virtuosos. Y en esa localidad conoció a los beatos Joaquín y Francisco.
Después regreso al convento de su ciudad natal. Fue un fraile lego, es decir, no se ordenó
sacerdote. En los últimos años de su vida (falleció a los ochenta años) sufrió una dolorosísima
úlcera en la pierna derecha, de la cual sanó prodigiosamente en vísperas de una intervención
quirúrgica impostergable.
Sus restos se conservan en el santuario (basílica menor) dedicado a él en Forlì. Las
restauraciones recientes en el convento y la Iglesia han hecho del recinto uno de los lugares más
interesantes de la historia servita. En 1880, León XIII declaró a San Peregrino compatrono principal
de la ciudad y de la diócesis de Forlì.
En varias partes del mundo se lo invoca como patrono contra el cáncer.
Santa Juliana Falconieri es la primera y más importante figura femenina que encontramos en
la familia de los Siervos de María. Fue beatificada en 1678 y su canonización tuvo lugar en 1737.
La tradición hagiográfica, según escribe Emilio M. Bedont OSM, ofrece los siguientes datos
acerca de ella. Abrazó la vida religiosa (hizo "oblación" de si misma) a los 15 años, en manos de
San Felipe, del cual recibió el hábito de oblata (de modo que la fecha más probable de su
nacimiento es el año 1270). Vivió la vida de oblata en su casa; cuando murieron sus padres reunió a
otras compañeras para fundar una comunidad de vírgenes, ideal que logró el 3 de julio de 1332. Al
parecer, su muerte ocurrió el 19 de junio de 1341: hubo muchos milagros cerca de su sepulcro, en la
iglesia de la Santissima Annunziata de Florencia. En opinión del predicador e historiador servita del
siglo XV, fray Pablo Attavanti, Santa Juliana fue la ilustre fundadora de las religiosas y de las
monjas siervas de María. La memoria de su santidad se halla ligada a una gran devoción a la
Eucaristía.

Las Legendae (leyendas) del siglo XIV

Hagamos un breve paréntesis para ofrecer al lector un


panorama general sobre las leyendas, escritos de carácter
eminentemente espiritual, redactadas o escritas en este
periodo. En ellas se dan modelos de una santidad
correspondiente a la estructura definitiva que la Orden asumió
en los últimos decenios del siglo XIII y a principios del XIV.
Al respeto escribía fray Andrés Dal Pino:
"En la Legenda de origine Ordinis (Leyenda de los
orígenes de la Orden) un anónimo, probablemente fray Pedro
de Todi, hacía 1318 retoma elementos de la primera redacción
n escrita quizá antes de 1274 y reelabora, con carácter
hagiográfico, el relato de los inicios y de los primeros
desarrollos; el itinerario de vida contemplativa y de pobreza
de los primeros Padres está inserto en un marco mucho más
amplio, de fuerte acento Mariano, dominado por la figura
modelo de San Felipe Benicio, cuyas reliquias habían sido
trasladadas solemnemente en 1317. Por otra parte, nos han
llegado dos leyendas dedicadas en especial al Santo; ambas se
remontan a la primera mitad del siglo XIV: una que podríamos llamar de origen florentino, derivada
a todas luces de la Legenda de origine..., la otra de origen dudoso, denominada "perusina", que
muestra un carácter más anecdótico. La primera tiene mayor autoridad histórica".
"Otros dos escritos hagiográficos versan sobre dos beatos de Siena: se trata de la Vita ac
Legenda (Vida y leyenda) del beato Joaquín de Siena (1258 aprox. - 1305), escrita en el periodo de
27
1325 a 1335 por un fraile que había convivido con él, y de la Legenda del beato Francisco de Siena
(1266-1328), escrita más o menos en 1350 por fray Cristóbal de Parma, amigo de confianza del
beato y secretario de fray Pedro de Todi.
En el ensayo de Arístide M. Serra OSM, publicado en un volumen colectivo por Luis M. De
Cándido OSM y cuyo título es El camino de los Siervos di María, publicado en 1983, encontramos
una fuente muy útil para comprender el "estilo" particular de santidad de los servitas.

La bula pontificia Regimini universalis ecclesiae (régimen de la Iglesia universal)

En el aspecto legislativo y organizativo nuestra orden había ido integrando paulatinamente


las Constitutiones antiquae (Constituciones antiguas) por medio de decretos sucesivos, que en su
conjunto suelen recibir el nombre de Constitutiones novae (Nuevas constituciones). Las
constituciones propiamente dichas no las tendrá sino en la época tridentina: antes de esa fecha
seguirá observando el régimen iniciado por las normas viejas y modificado ulteriormente por las
más recientes.
Representa una novedad en la legislación, así sea solo en lo organizativo, la bula de
Clemente VI: Regimini universalis ecclesiae del 23 de marzo de 1346, documento que por sus
abundantes innovaciones también se conocerá con el nombre de Constitutiones novae.
Seguramente tuvo su origen en las controversias que se suscitaron durante la gestión de
Pedro de Todi. En realidad, sus disposiciones respondían también a la política de Benedicto XII y
de Clemente VI tendiente a lograr una reforma de las órdenes religiosas. En 1346, año en que se
promulgo la bula, era prior general fray Mateo de Citta della Pieve.
Las normas concernientes a los capítulos generales y provinciales resultan de gran interés.
En primer lugar, se establece que los capítulos generales no se celebren anualmente sino
cada tres años. El prior general, que hasta entonces desempeñaba su cargo con carácter vitalicio,
deberá presentar su renuncia voluntaria al principiar el Capítulo general trienal; si no lo hace,
automáticamente se dará por concluida su gestión. Pero no se excluye la posibilidad de que lo
reelijan. En caso de ser así, no se requerirán cartas de confirmación por parte de la Santa Sede.
Otras disposiciones conciernen a los capítulos provinciales que habrán de efectuarse cada
año. Se prohíbe que los priores provinciales sigan en su cargo más de un trienio en la misma
provincia.
La bula pontificia establece asimismo que los conventos, con un mínimo de doce religiosos,
elegirán directamente al prior conventual, quien deberá ser confirmado en su oficio por el prior
provincial.
Las normas anteriores referentes a los capítulos generales permanecerán en vigencia hasta
1619, año en que empezaran a celebrarse cada seis años.
Si bien el documento se incluye dentro de un marco de reformas más amplio, en gran parte
se debió fundamentalmente a las lagunas y contrastes de índole jurídico-administrativa que se
observaron en los últimos años del generalato de Pedro de Todi.
Le sucedió fray Mateo de Citta della Pieve, quien fue elegido directamente por Clemente VI
y murió al cabo de cuatro años, durante la terrible peste de 1348, acontecimiento que no solo altero
la geografía política de Europa, sino que también afecto profundamente a nuestra Orden.

La peste de 1348

La peste negra o bubónica, conocida también con el nombre de la "gran peste" y que tan
magistralmente describiera Boccaccio en su libro Decamerón, desoló Europa desde 1347 hasta
1350; en 1348 causo un verdadero desastre en Italia, diezmando Venecia (100000 muertos),
Nápoles (60000), Génova (40000) y Florencia. En esta ciudad "en pocos meses la población
28
disminuyo de 80-85 mil habitantes a 45-40 mil" (C. M. Cipolla, Il fiorino e il quattrino). Poco
después atacó Francia y el resto del continente (en Aviñón se registraron 2 000 muertes).
Roma, privada del papa y temporalmente sin el gobierno ilusorio de Cola de Rienzo, en
1348 sufrió las depredaciones de Guarniero de Urslinge y, en 1349, los terremotos del 9 al 10 de
septiembre fueron causa de terribles ruinas.
Para entender mejor las consecuencias que tuvo para nuestra Orden esta calamidad,
conviene ofrecer una panorama general de la situación reinante poco antes de que se desatara.
En el periodo comprendido entre 1304 y el año de la peste, la Orden se había duplicado.
Veamos ante todo las fundaciones en Italia. Cinco nuevos conventos se erigieron en los
últimos años de la gestión de fray Andrés Balducci de Sansepolcro (fallecido en 1314), situados
todos en la Emilia-Romana: Parma y San José en Bolonia (1306), Rímini, Faenza y Reggio Emilia
(1313). En los treinta años del generalato de fray Pedro de Todi (1314-1344) se funda en Italia una
veintena de conventos. El primero en Venecia, durante 1316, es bastante representativo del
desarrollo que se alcanzará en esos años, sobre todo en el norte (y en particular en la región del
Véneto) o en zonas donde no se hallaba presente todavía. Se erigen después Santa Margarita de
Barbiano, cerca de Bolonia (1318), Vicenza (hacia 1321), Módena (en 1322, que fue cerrado poco
después), Monteriggioni en el Senese (poco antes de 1323 ), Verona (1324). Imola (antes de 1325),
Plasencia (1325?), Génova, el primero y único convento que por entonces había en Liguria (1327),
Casole d'Elsa en la provincia de Siena (1327, aproximadamente), San Euterio en Roma (1331).
Conviene advertir que, antes de esta fecha, la Orden no había llegado al sur de Viterbo. Y por
último encontramos Fabriano en las Marcas (antes de 1335), Prato (1336), Ferrara (1339), Santa
María, fundación que después recibió el nombre de San Jacobo, la Giudecca en Venecia (1343) y
Scrofiano en el Senese (1344?). Entre tantos conventos cuya erección se remontaría a la primera
mitad del siglo XIV, según viejas listas frecuentemente poco fidedignas, al parecer algunos si se
fundaron en ese periodo, como el primer convento en Pisa (antes de 1317) y otro en Massa (antes de
1326). A ellos de deben agregar otros dos, de duración muy fugaz: el de Isola d'Istri y el de
Chioggia (erigidos en el decenio posterior a la fundación de Venecia).
Al breve generalato de fray Mateo de Citta della Pieve (13441348) pueden asignarse los
conventos de Treviso (1346) Y de Gubbio (antes de 1348), el único convento que se establece en la
Umbría en el lapso de casi un siglo.
En Alemania, a lo largo de este periodo de poco más de cuarenta años, vemos surgir otros
siete conventos (y aquí, por motivos diversos, las investigaciones resultan más difíciles), a saber:
Bernburgo en Sajonia (antes de 1308); Erfurt, el único convento de este periodo en una gran ciudad
(1309); Radeburgo (antes de 1318) y Grossenhain (1318), ambas localidades situadas al norte de
Dresde, en la Sajonia; Altlandsberg, en la Marca de Brandeburgo, al este de Berlín (1335);
Schörnsheim, en la Hesse renana (antes de 1339); Mariengart cerca de Vacha, donde poco después
había otro convento, entre Hesse y Turingia en el principado de Fulda (1339 o poco antes), única
comunidad de la cual se cuenta con un estudio reciente y bien documentado.
Así pues, son treinta y cuatro (pese a que no tenemos seguridad absoluta de su número
exacto) las nuevas fundaciones que han de añadirse a los treinta conventos de 1304. Y a ellas habrá
que agregar un convento, o "estudio generalicio" por así decirlo: el destinado a los estudiantes
servitas que asistían a la Universidad de Paris.
Aparte de las cinco provincias que acabamos de citar se constituye otra: la de Venecia (por
lo menos desde 1326), que en vísperas de la gran peste había estado formada por ocho conventos.
Podemos suponer que la Orden ya había superado, por esa época, la cifra de 500/600
integrantes.
Los efectos que la gran peste ejerció sobre su desarrollo no parecen haber sido inmediatos.
En efecto, inmediatamente después se abren los conventos de Mestre (1349), Como (1352), Pavía
(1354), fundaciones que siguen la tendencia a una expansión hacía el norte de Italia. En cambio, en
29
los veinticinco años posteriores surgen tan solo tres (y no todos e1los de nueva fundación) : Praga
en Bohemia (1360), Vacha en Alemania (1368), traslado del convento cercano de Mariengart, que
por lo demás nunca fue abandonado por completo, y San Marcelo en Roma (1369), prácticamente
una nueva torna de posesión por no existir ya el precedente convento de San Eusterio. Conviene
puntualizar, a propósito de San Marcelo, que esta fundación tuvo lugar durante la breve estancia de
Urbano V en Italia, preludio a la reinstalación definitiva del papado en Roma.
Por eso, el hecho de que la expansión de los Siervos de María, tras el florecimiento de la
primera mitad del siglo XIV, se reanude bajo la gestión del prior general Andrés de Faenza (1374-
1396) confirma lo siguiente: las consecuencias de la gran peste no fueron inmediatas pero si
resultaron de gran importancia. En efecto, hubo de pasar casi una generación antes de que se
restañasen las heridas provocadas por tan gran calamidad.

Monte Senario en el siglo XIV

Un problema señalado por los historiadores lo constituye el silencio de las fuentes respecto
al convento de Monte Senario en ese siglo. Más adelante tendremos oportunidad de ocuparnos
detenidamente de su renacimiento en los primeros años del siglo XV, pero como explicar que un
lugar tan sagrado para la Orden en toda su historia no sea mencionado en los registros de los priores
generales San Felipe Benicio y fray Lotaringo de Florencia (1285-1300), de fray Andrés Balducci
(1305-1306) y tampoco en los "fragmentos de un registro" de la época de fray Pedro de Todi
(1323)? Y más extraño aun: guardan silencio al respecto los registros de la Santissima Annunziata
de Florencia, comenzando con el de 1286-1289, al cual nos hemos referido al tratar del siglo XIII.
Tampoco hallamos alusión a él en los otros documentos de ingresos y gastos del convento entre
1317 y 1338, actualmente conservados en el Archivo de Estado de Florencia.
Una investigación muy reciente arroja un poco de luz sobre ese largo periodo de silencio. De
ahí la conveniencia de reseñar lo poco que por ahora conocemos sobre Monte Senario en el siglo
XIV.
Tres legados, de 1303, 1319 Y 1321 respectivamente, mencionan a los "ermitaños" de
Monte Senario. Y Además, tanto la Legenda de origine (Leyenda de los orígenes) como la llamada
Legenda "perusina" de San Felipe, escritas ambas
en la primera mitad del siglo XIV, aluden a él en
repetidos pasajes.
El silencio que guardan las fuentes internas
de la Orden queda compensa do por una serie de
testimonios literarios, entre los que sobresale un
trazo del Decamerón, de Boccaccio, obra escrita
entre 1349 y 1353. En el "cuento incompleto" que
antecede a la cuarta jornada, se narra un divertido
episodio de cierto Felipe Balducci que "marcho a
Monte Asínaio (= Senario) y, allí en una celdita,
con su hijo empezó a...".
El mérito de Boccaccio no solo consiste en haber inmortalizado Monte Senario en su obra
sino sobre todo en haber inspira do una representación del hábito de los Siervos de María en el siglo
XIV: una miniatura con que se ilustra un códice italiano del Decamerón, publicado en ese siglo y
conserva do en la Biblioteca Nacional de Paris, muestra a Felipe Balducci y a su hijo en el momento
de entrar en Florencia, vestidos con el hábito de los siervos.
Hace tiempo José M. Besutti OSM aporto otro testimonio literario. Se trata de los Ricordi
(recuerdos), de Juan de Pagolo Morelli, mercader florentino nacido en 1371. En su obra menciona
los "ermitaños de Monte Asinaio" entre las santas personas que han dejado honda huella en el autor.
30
Por último, también Paradise degli Alberti, obra atribuida a Juan Gherardi da Prato (1367-
1446) recuerda el santo lugar de monte Senario y sus "fraticelli" (frailes).
De lo anterior se puede deducir que Monte Senario, quizá inmediatamente después de la
mitad del siglo XIII, dejo de ser un convento regular como los otros. Pero nunca quedo abandonado,
pues allí siguieron viviendo algunos ermitaños. Ignoramos los vínculos que los unían con el resto de
la Orden, sobre todo por parecer poco probable que la comunidad fuese una simple dependencia de
la Santissima Annunziata (Santísima Anunciación) de Florencia.
El hecho de que, a principios del siglo XV, Monte Senario vuelva a cobrar auge en la Orden
confirma que su presencia, tan decisiva en los orígenes, nunca perdió totalmente importancia, ni
siquiera en el siglo anterior. El que no conozcamos los documentos al respecto o que no
dispongamos de ellos no nos permite concluir que no existan ni que nunca existieron. Se ha dicho
que ese siglo es uno de los menos estudiados hasta ahora, por lo que respecta a nuestra Orden. No
debe sorprendernos, pues, que Monte Senario pague las consecuencias de esta laguna histórica.

De la peste de 1348 al nuevo auge bajo el generalato de fray Andrés de Faenza

No obstante las disposiciones de la bula Regimini universalis


ecclesiae (quizás demasiado reciente para aplicarla de inmediato), al morir
en el periodo más exacerbado de la epidemia el prior general Mateo de Citta
della Pieve, el 3 de diciembre de 1348 Clemente VI designa sucesor a fray
Vitale de Bolonia.
Tras cumplir con otros encargos recibidos de la Santa Sede, fray
Vitale fue nombrado obispo de Ascoli a fines de 1362; en julio del siguiente
año es transferido a la sede episcopal de Chieti. Mientras tanto, se había
celebrado ya el Capítulo general trienal en Génova, durante el mes de junio
de 1362. La Orden convoca entonces a un nuevo capítulo que habrá de
efectuarse en Florencia, .
el primero de mayo de 1363, para escoger al sucesor de fray Vitale.
Demasiado tarde. El 20 de febrero, Urbano V ya había elegido para el cargo
a fray Nicolás de Venecia, proveniente de la zona más reciente de expansión de la Orden. Al
Capítulo general no le queda más remedio que aceptar la designación. Una vez seleccionados los
otros superiores, los asistentes (capitulares) regresaran a su convento respectivo.
También fray Nicolás de Venecia fallece en el
ejercicio de su puesto, el 26 de agosto de 1370. Ni siquiera
ha habido tiempo para convocar al Capítulo general especial
(el anterior, de carácter trienal, se había realizado
precisamente en Venecia en 1368). Enésima intervención del
papa: designa en forma directa y oportuna a fray Mateo de
Bolonia (septiembre de 1370). EI nuevo general muere
meses después de la elección, el 2 de enero de 1371. De
inmediato se convoca el Capítulo general para escoger al
sucesor. Fatiga inútil y nueva burla: los frailes ya estaban
reunidos en asamblea en Faenza, cuando reciben la noticia
de que Gregorio XI había designado prior general a fray
Antonio Manucci de Florencia.
Lacónico y significativo el comentario de las
Constitutiones novae: ''Y así se dio por concluido el
Capítulo. Pese a todo los religiosos reconocieron la autoridad
de fray Antonio".
31
Esta situación, aparentemente inexplicable, tenía seguramente algunas razones. No se puede
excluir que algún fraile deseara llegar al poder y tramase para lograr sus propósitos.
Con todo, es probable que algunos empezaran a pensar, en la revancha. Y la elección de fray
Andrés de Faenza parece responder a esa intención, por lo menos desde el punto de vista de la
estrategia a que se recurrió.
Aplicando al pie de la letra las disposiciones de la bula Regimini universalis ecclesiae, sin
esperar que el prior general terminara su periodo o muriese, fue convocado el Capítulo general que
debería celebrarse en Pistoya en 1374. Precisamente ocupaba ese cargo fray Antonio Manucci de
Florencia, desde hacía apenas tres años.
Según mencionan las Constitutiones novae: "los definidores del Capítulo general depusieron
a Antonio de Florencia, sin resistencia ni oposición por parte de él o de otro religioso que hubiera
salido en su defensa. Terminado el escrutinio, por decisión unánime de los asistentes se eligió prior
general a fray Andrés de Faenza".
Fray Andrés de Faenza dirigió la Orden durante veintidós años. Su figura ha sido estudiada
sobre todo en lo tocante a su actividad artística tan singular. Era arquitecto y, en su gestión, hizo
construir, restaurar y embellecer templos y conventos, al grado que se escribió de él: "Mores et
muros ubique refecit" (restauro por doquiera los edificios y las costumbres). Como arquitecto se le
conoce más con el nombre de Andrés Manfedi; lo mencionan las guías y textos de historia del arte,
en relación con las basílicas de San Petronio y de Santa
María de los Siervos en Bolonia.
En su Manuale di storia dell'Ordine dei Servi di
María, Alejo M. Rossi OSM dice que fray Andrés de
Faenza fue "muy celoso de la observancia religiosa,
favoreció el culto de los beatos de la Orden, en particular el
de San Felipe; ordenó reunir todas las memoras suyas para
obtener la canonización. Se dice también que promovió
mucho la difusión de la Orden en España". Declarado
ciudadano honorario de la ciudad por el senado de Bolonia,
al fallecer se le tributaron honras fúnebres de gran
solemnidad. Fue sepultado en la iglesia de los Siervos en
Bolonia, bajo una bella lapida que conserva su rostro al
natural.
Le sucedió en el cargo fray Juan Zaragoza, originario de Bolonia, quien ocupo el puesto
hasta principios del siglo XV.
Durante la gestión de fray Andrés de Faenza se erigieron nuevos conventos en Italia, lo cual
en nuestra opinión se debe a la lenta pero progresiva recuperación de las terribles consecuencias de
la gran peste y al retorno del papado a Roma.
Antes de 1380, o más o menos hacía ese año, surgen los conventos de Pérgola en las
Marcas, de Verucchio en Romana y de Castelnuovo Scrivia en el Piamonte; hacía 1382 los Siervos
de María se establecen en Passignano sobre el lago Trasímeno; después se fundan los conventos de
Módena (1382), Castelfranco Véneto (1390, aproximadamente), Mantua (1392) Y Padua (1393). En
1399 se erige el convento de Racconigi y en 1402 el de Galliate, en el Piamonte. En cambio, parece
que en la segunda mitad del siglo XIV no haya sido fundado ningún otro convento en Alemania.
Mención especial merecen los "estudios" (conventos destinados a los estudiantes). Antes del
cisma de Occidente, todo indica que en la Orden prefería a la Universidad de Paris. No es difícil
recopilar un elenco de religiosos que habían estudiado allí; contamos también con normas de todo
tipo, también de vida practica, promulgadas por los capítulos generales para esos religiosos.
Más tarde irán formando se en el seno de la Orden los conventos de "estudio", especialmente
en las grandes ciudades italianas.
32
La Universidad de Bolonia, donde en 1362 había sido creada la facultad de teología, era uno
de los centros de enseñanza más frecuentados por los estudiantes servitas de toda Italia y también de
Alemania. EI Capítulo general de 1402, admitiendo seguramente una situación que duraba desde
años antes y haciéndose portavoz de una exigencia generalizada, establece que "cada provincia
pueda enviar uno o más estudiantes al estudio de Bolonia": disposición con que se pone fin
dignamente al periodo que acabamos de ex aminar. Un siglo antes, según testimonio de documentos
fidedignos, San Alejo Falconieri pese a su avanza da edad iba a pedir limosna por las calles de
Florencia y de su fondo personal (fruto de sus fatigas) aportaba dinero para sostener a los jóvenes
religiosos que asistían a la Universidad de Paris.

Los conventos de la Orden cien años después


Provincia 1304 1348 1404
Toscana 7 12? 12
Patrimonio 10 13 15
Romana 6 11 13
Lombardia 3 7 12
Venecia 8? 9
Alemania 4 11 13
Convento de Paris 1
Total 30 63? 74

En la tabla anterior se observa que la Orden, en menos de cincuenta años (1304-1348)


prácticamente se duplicó. La escasez de documentos no permite por ahora ofrecer cifras más
exactas (de ahí que en algunas hayamos puesto el signo de interrogación). El estancamiento
provocado por la peste muestra que, después de más de medio siglo (1348-1404), las provincias
seguían siendo 6 y los conventos apenas llegaban a 74.
En este recuento se ha excluido a cuya historia se reanuda precisamente el siguiente
Capítulo. Monte Senario (cfr. texto),en 1404, como veremos en

Fechas memorables

1304 Muere asesinado el beato Jacobo de Citta della Pieve.


1305 Muere el beato Joaquín de Siena.
1306 Fray Buenaventura de Pistoia recibe la profesión religiosa de Santa Inés de
Montepulciano y de sus co-hermanas, confirmándola en el cargo de primera abadesa
de su monasterio.
1309 El papa Clemente V (1305-1314), francés, traslada la sede del papado a Aviñón:
"cautiverio babilónico de la Iglesia", hasta el año de 1377.
1310 Muere fray Alejo Falconieri, uno de los fundadores de la Orden.
1314-1344 Generalato de fray Pedro de Todi.
1315 Muerte del beato Andrés de Sansepolcro.
1315 aprox. Mueren los beatos Ubaldo de Sansepolcro, en Monte Senario, y Buenaventura de
Pistoia, en Orvieto.
1316 Se erige el primer convento de los Siervos de María en Venecia
1317 En Todi, se realiza la solemne traslación de 108 restos de San Felipe Benicio.

33
1318 aprox. Redacción definitiva, probablemente por fray Pedro de Todi, de la Legenda de
origine Ordinis (Leyenda de los orígenes de la Orden).
1326 Aparece por primera vez en los documentos el nombre del prior provincial de
Venecia.
1327 Fundación del convento de Génova (el primero que se erigió en Liguria y sede del
Capítulo general celebrado en 1362).
1328 Muere en Siena el beato Francisco. Pocos meses más tarde, se celebra allí un
importante Capítulo general de la Orden.
1331 Se funda el primer convento de los Siervos de María de Roma, en San Eusterio
(desde 1369, en San Marcelo).
1334 Intento de excomunión contra el prior general fray Pedro de Todi.
1341 Muere Santa Juliana Falconieri (fecha tradicional).
1343 aprox. Muere el beato Tomás de Orvieto.
1345 Muere San Peregrino Laziosi.
1346 Se emite la bula pontificia Regimini universalis ecclesiae. Se pinta un fresco con San
Felipe Benicio en la iglesia de Todi de los Siervos de María (hoy, monasterio de las
clarisas).
1348 Año de la "gran peste" o "peste negra".
1349-1353 Juan Boccaccio habla de Monte Senario en una de las "novelas" (cuentos) de su obra
el Decameron.
1360 Se funda el convento de Praga, en Bohemia.
1362 El prior general fray Vital de Bolonia es nombrado obispo de Ascoli (en 1363 es
trasladado a Chieti).
1374-1396 Generalato de fray Andrés Manfredi de Faenza.
1374 El papa Gregorio XI concede a la Orden facultad de fundar varios conventos en
España y en Portugal.
1378 Se inicia el "cisma de Occidente" (doble elección de papa, en Roma y en Avician).
1402 En el Capítulo general de Florencia se establece que cada provincia pueda enviar uno
o más estudiantes a la Universidad de Bolonia.

Antología

1. Extracto de la Vita ac legenda del beato Joaquín de Siena (m. 1305)

Joaquín nació en Siena; su familia pertenecía a la nobleza.


Desde la niñez manifestó gran devoción por la Madre de Dios.
A los catorce años de edad, tuvo un sueno en que se le apareció
la Virgen y le dijo: "Ven, dulcísimo hijo mío; bien sé cuánto me amas;
te tomo para siempre a mi servicio". EI muchacho, al despertar, quedo
tan profundamente impresionado por la extraordinaria visión, que sin
tardanza decidió ingresar a la Orden de los Siervos de María.
Por entonces se encontraba en el convento de Siena el prior
general, Felipe Benicio, excelso testimonio de Cristo y varón de mucha
santidad; fue él quien lo acogió en la Orden.
Admitido, pues, en la comunidad, Joaquín se entrego entera.

34
mente a practicar una vida de gran humildad. Amaba de manera especial la obediencia, a la que
llamaba alimento del alma.
San Felipe lo envió a Arezzo. Rada un año que residía en dicho convento cuando le ocurrió
esto: en un viaje que realizaba por la campiña junto con fray Acquisto de Arezzo, hombre muy
conocido, los sorprendió la noche y la lluvia. Encontraron refugio en un hospicio donde yacía un
enfermo, quien desde hacía mucho sufría un grave padecimiento. Al oír sus lamentos, Joaquín le
dijo: "Ten paciencia, hermano; esta enfermedad será tu salvación". Y le replico el enfermo: "Es
fácil predicar sobre la enfermedad y resignación, pero otra cosa es sufrirla". Y entonces Joaquín le
respondió: "Ruego a Dios Todopoderoso que te libre de tu enfermedad y que yo la contraiga y la
padezca toda mi vida, para poder llevar siempre en mi ,cuerpo la pasión de Cristo". Y el enfermo se
incorporo y se sintió totalmente curado; el santo religioso, en cambio, contrajo la epilepsia y la
padeció toda su vida en forma muy intensa, viendo en ella casi una corona del martirio.
Cuando Dios le hizo comprender que se acercaba el momento de su muerte, Joaquín le
suplicó que lo llamase a su seno el día en que el Salvador dejo el mundo. El viernes santo, cuando
estaba a punto de iniciarse el canto de la Pasión, llamo al prior y le confesó: "Padre, el Señor me
llamara muy pronto a su seno; reunid en torno a mí a los religiosos, pues quiero verlos por ultima
vez, y administradme los sacramentos de la Iglesia aunque apenas ayer haya recibido contigo el
cuerpo de Cristo". Pero el prior no dio mucha importancia a tales palabras, dejando empero cerca de
él a cuatro frailes. Joaquín, sumido profundamente en la oración mientras se cantaba el Evangelio,
al oír las palabras "E inclinando la cabeza expiro", dirigió hacía lo alto su mirada, y conforta do por
la presencia de sus hermanos, entrego su alma a Dios.

2. Extracto de la Legenda del beato Francisco de Siena (m. 1328)

EI joven Francisco había escogido como madre y señora a la gloriosa Virgen María, y la
honraba con tal devoción de espíritu y de corazón, que siempre se dirigía a ella con el nombre de
Señora. No se cansaba de pedir en sus oraciones la humildad de corazón, paciencia en las
adversidades y fortaleza para rechazar las insidias del maligno.
Luego de morir su madre, el joven religioso, ya sin ningún vinculo que lo uniera al mundo,
se propuso poner en práctica lo que hacía tiempo tenía decidido: como lo había deseado, se retiraría
a la vida solitaria para servir durante toda su vida al creador del universo y a la gloriosa Virgen
María, su Señora.
Era parco en la comida, pero sin exageraciones: decía que al "siervo asno", o sea al cuerpo,
no se le debe negar los alimentos necesarios para que esté dispuesto a hacer el bien, pues de lo
contrario podría rebelarse o volverse arrogante. Y añadía: "Sabemos que Dios hace que todo sirva
para el bien de quienes lo aman".
En 1328, en el día de la Ascensión, terminada la misa se sintió tan débil que le era imposible
sostenerse de pie; pero tenía el compromiso de predicar en Prisciano, un pueblo situado en las
cercanías de Siena. Antes de marchar se arrodillo ante el prior, le pidió la bendición y la absolución
de todos sus pecados y le pidió respetuosamente el bastón de viaje. El prior rechazaba los gestos de
profundo respeto, pues no podía darse cuenta de lo que le sucedía a Francisco e ignoraba por
completo los designios de Dios. Y entonces el siervo de Dios dijo: "Padre, no sé si volveré a pedirte
la bendición". Y habiendo dicho estas palabras se marcho de allí como pudo, apoyándose en el
bastón y en el religioso que debía acompañarlo. Pero apenas se había alejado de la ciudad un tiro de
flecha cuando, totalmente exhausto cayó sobre su rodilla derecha exclamando: "Te amo, Señor, mi
fuerza, mi roca, mi salvador". Y como siempre tenía en la boca el saludo del Ángel añadió: "Dios te
salve, María, nena eres de gracia, el Señor es contigo". Y apoyándose en su compañero de viaje
siguió su camino para ser obediente hasta la muerte.

35
Los textos que acabamos de transcribir san extractos de las "lecturas" litúrgicas referentes a los dos beatos. Véase
Liturgia delle Ore. Propio dell' ufficio dell'Ordine dei Servi di María, edición preparada por la Comisión litúrgica
italiana de la Orden de los Siervos de María, Roma 1978, respectivamente pp. 305-308, para el beato Joaquín, y 347-
350, para el beato Francisco.
Esta versión española se realizo sobre la edición oficial de la Liturgia Horarurn de la Orden cuyas lecturas, en lo tocante
a los dos beatos, están constituidas por extensos trozos tomados directamente de sus Legendae. Cf. también Due beati
senesi. Legende tracentesche dei beati Gioacchino e Francesco, Vicenza 1965 (Panis Servorum, 7).

36
Capítulo III

EL SIGLO XV
Desde el renacimiento de Monte Senario (1404) hasta la muerte de fray Antonio Alabanti
(1495)

Un siglo de muchos nombres. El renacimiento de Monte Senario. La Congregación de la Observancia de los


Siervos. Auge de la Orden hacía mediados del siglo xv. El generalato de fray Antonio Alabanti de Bolonia (1485-1495)
y la bula pontificia conocida con el nombre de Mare magnum (1487). La Orden a fines del siglo XV.

Un siglo de muchos nombres

La Semana de historia y espiritualidad, celebrada en Monte Senario en agosto de 1981 y


dedicada a la historia y a la vida de la Orden en el siglo XV, se refería a este periodo servita como
la "Época de las Reformas". Y así es: en ese siglo asistimos a un compromiso por parte de la Orden
entera tendiente a la reconstrucción material y espiritual de Monte Senario. Y además, en 1430,
nace ese movimiento llamado la "Observancia", el cual dará origen a conventos autónomos por
cuya orientación de vida religiosa, no desde el punto de vista jurídico, se oponen a los conventos
tradicionales.
Ese fenómeno no será exclusivo de los Siervos de María sino que también se da, tarde o
temprano, en otros institutos religiosos, llegando en algunos casos a crear nuevas órdenes
independientes de las originarias.
Poco después de la mitad del siglo XV, las iniciativas de reforma surgidas en el seno de la
Orden se unirán a la Observancia. Este movimiento proseguir a su camino hasta después del
Concilio de Trento, época en que será suprimido y se integrara al tronco central y originario de la
Orden en 1570.
Se justifica, pues, llamar periodo de "Reformas" al siglo XV, incluso en el caso de nuestra
Orden. Con todo, se trata de un siglo rico y complejo que no es fácil precisar con definiciones
ejemplificadas, entre otras cosas porque (como alguien ha señalado) : "la pérdida de los medios de
archivo. .. por una parte, y, por otra, la dificultad que supone efectuar las investigaciones locales tan
minuciosas que se requieren. .. nos impiden por ahora ofrecer un panorama realista de la situación
de la Orden, así sea sintético" (David M. Montagna OSM).
Ya ampliamente difundida en el centro y en el norte de Italia, lo mismo que en Alemania,
también nuestra Orden refleja las consecuencias del clima social, religioso, cultural y político de
este siglo. En el campo económico-social, es un periodo que se caracteriza por un notable desarrollo
económico, con una creciente valorización agrícola de las tierras; florecen los grandes centros
urbanos y también los pequeños, el arte embellece las ciudades, favoreciendo al mismo tiempo el
desarrollo social de estratos siempre más vastos de la población. En el ámbito religioso, el siglo se
inicia con el terrible cisma de Occidente: los papas y antipapas se suceden hasta la elección de
Martín V (1417), pero las consecuencias del cisma se advierten todavía en el Concilio de Basilea-
Ferrara-Florencia-Roma (1431-1445) e incluso después. En el campo cultural, el siglo XV se
caracteriza por el humanismo en las letras y por el renacimiento de las artes, apreciándose entonces
una especie de revolución o, por lo menos, de evidente superación de las concepciones medievales.
Y por último, en el campo político, en Italia este siglo parece dividirse en dos periodos por la paz
firmada en Lodi (1454) que atenuara las largas luchas de la primera mitad del siglo, comenzando así
un periodo de paz que dura hasta el arribo de Carlos VIII (1494) y al inicio de su "guerra del yeso".
37
Como veremos más adelante, los Siervos de María participan activamente en esta situación social,
en el clima religioso, en el ámbito cultural e incluso en la vida política. Y ello justificaría otros
tantos enfoques de la vida de los Siervos en este siglo; solo que ninguno de ellos resultaría bastante
global. De ahí que optemos por seguir de cerca su vida a lo largo de él, señalando los momentos
sobresalientes que ayudan a ubicarla dentro del contexto de la historia eclesiástica y civil, entre los
movimientos del pensamiento y las corrientes espirituales que en esta época fueron múltiples y
dinámicas.
Y a continuación, un comentario sobre el número de frailes a principios del siglo.
En 1404 se celebra en Ferrara el Capítulo general que, entre otras cosas (según veremos
luego), decidirá la suerte de Monte Senario. Por esa época la Orden estaba dividida en seis
provincias, contando en total con unos setenta conventos. Es difícil calcular el número de religiosos,
pero podemos afirmar que no se aproximaba al millar. Con todo, una fuerza suficiente que les
permitía proyectarse con mayor dinamismo en el amplio mundo eclesiástico. A este periodo
pertenecen los primeros obispos de los Siervos de María, si bien aun no estamos en posibilidades de
elaborar una lista segura de ellos.

El renacimiento de Monte Senario

El convento de Monte Senario que, entre 1249 y 1256, preside a la primera Orden de los
"Siervos de la Virgen María", parecía haber desaparecido de la historia de la Orden a partir de 1257,
cuando el prior general fijo su residencia cerca del convento suburbano de Florencia.
En la reconstrucción histórica que ofrecemos en seguida, poco pormenorizada, nos hemos
servido del artículo dedicado a Monte Senario, que Franco Andrea Dal Pino escribiera para el
Dizionario degli Istituti di Perfezione.
El redactor del texto definitivo de la Legenda de origine, probablemente fray Pedro de Todi,
al hablar de Monte Senario había subrayado en 1317-1318 su valor de testimonio vivo de los
orígenes. Señalaba al mismo tiempo el abandono y descuido en que había caído. En esos años
sabemos que vivían allí "ermitaños o religiosos"; el nombre con que se les conocía y una novela
(cuento) de Boccaccio demuestra su vida pobre consistente en "ayunos y oraciones".
Pero no es sino hasta 1404 cuando volvemos a encontrar noticias nuevas y significativas
referentes al antiguo convento. En ese año el Capítulo general de Ferrara, presidido por Antonio de
Bolonia en pleno cisma, programa la restauración espiritual y material por recomendación del prior
del convento, fray Pedro Silvestri. En ese mismo año se traslada a Monte Senario, junto con un
ermitaño de nombre desconocido que quizá vivía allí, fray Antonio de Siena a quien se unirán en los
dos años siguientes otros seis religiosos y luego dos más, toscanos en su mayor parte.
La nueva comunidad se había fijado como meta explicita observar fielmente la Regla de San
Agustín. A partir de 1405, se adopta de inmediato la abstinencia de carnes. En 1412 se admite a los
primeros novicios. Las obras de restauración ya se encuentran muy avanzadas, aunque la iglesia
será consagrada más tarde, habiéndose reconstruido gracias a la ayuda económica de la noble
familia Della Stufa, que hizo colocar su emblema en la puerta del templo.
En el Capítulo general de Pisa, efectuado en 1413 y presidido por el prior general Esteban de
Sansepolcro, mientras la Orden se adhiere al papa "pisano" Juan XXIII, los frailes de Monte
Senario obtienen de la Orden un estatuto jurídico especial que les permitirá sobrevivir sin el peligro
de que se desvirtúen sus objetivos. Se determina que el convento quede bajo la autoridad directa del
prior general y que el prior provincial de Toscana, aun conservando su derecho a realizar las visitas
canonícas de rigor, no puede enviar ni asignar religiosos a la comunidad. También se establece lo
siguiente: durante algún tiempo el convento estará exento, dada su pobreza, de entregar a la Orden y
a la provincia las aportaciones acostumbradas; el prior será elegido cada dos años por la misma

38
comunidad y será confirmado directamente por el prior general, quien le fijara los límites de su
competencia.
Pese a problemas posteriores, los privilegios anteriores serán convalidados, por petición del
"vicario general" y del prior del convento, Bartolomeo de Florencia, en el Capítulo general de
Cesena; los reconfirmará en 1436 el papa Eugenio IV, partidario de los movimientos de la
observancia, que los amplia a las dependencias del convento. Por entonces es prior general fray
Nicolás de Perusa quien está favoreciendo la erección de los primeros conventos de la
"observancia" en el norte de Italia.

La Congregación de la Observancia de los Siervos

Ante todo, una nota aclaratoria. Para aquellos que no estén muy familiarizados con la
historia de la Orden conviene, a propósito de los movimientos de reforma surgidos en su seno,
distinguir bien estos aspectos: el primer renacimiento de Monte
Senario comenzado en el año de 1404; la época de la
Congregación de la Observancia, nacida en 1430 y que llega a
su ocaso en 1570; los casi dos siglos de la Congregación
eremítica de Monte Senario (1593-1778), Y la llamada
Observancia germánica, que apareció en 1613 y que termino, de
hecho, en 1907.
Tanto la Congregación de la Observancia como la Observancia
germánica surgieron con la participación de frailes provenientes
de Monte Senario; por ello es fácil que haya alguna confusión
por lo menos en la terminología.
Por último, conviene precisar que la Congregación de la
Observancia a veces recibe el nombre de Lombardo-Véneta y
Mantuana.
El prior general Nicolás de Perusa es quien más tiempo
ha durado en su cargo ininterrumpidamente: de 1427 a 1461. El
nacimiento y el desarrollo inicial de la Observancia se hallan
estrechamente ligados a las primeras medidas de su gobierno.
Así, el fermento reformador, que de alguna manera se relaciona
con la restauración material y moral del convento de Monte
Senario, empezó a florecer en el primer trienio del gobierno de fray Nicolás de Perusa. La
historiografía más reciente le atribuye la iniciativa de ese movimiento.
Ignoramos las circunstancias concretas que lo impulsaron en 1430 a enviar a los primeros
religiosos a fundar un convento en Brescia. No puede excluirse la posibilidad que hayan influido
mucho los movimientos vinculados, al menos en parte, a la renovación de la vida religiosa de esa
localidad, la cual adquirió mayor intensidad después de ser anexada la ciudad a la República de
Venecia (1426) .
Sea como fuere, en junio de 1430, el prior general envía a Brescia algunos frailes que se
establecerán en el convento de San Alejandro, donde residía el último sobreviviente de una extinta
comunidad de canónicos regulares de San Agustín. Conocemos e1 nombre por lo menos de dos de
los integrantes del grupo inicial de la Observancia: fray Francisco de Florencia y fray Antonio “de
Regno" o de Bitetto. El primero procedía de la comunidad de Monte Senario. El convento de
Brescia será el primero de la; Observancia; se erigirán luego, en 1435, el de Santa María de Monte
Bérico en Vicenza y, en 1439, el de San Cataldo en Cremona.
En 1435 había nombrado el prior general a un vicario general para las fundaciones
"observantes". La bula Viris sanctae religionis (27 de junio de 1440), del papa Eugenio IV, venía a
39
coronar los esfuerzos de todo el decenio anterior dando absoluta libertad al movimiento, ya
irreversible, de la Observancia.
En el momento en que esa corriente supera la fase inicial, la figura de mayor relieve es
precisamente la de fray Antonio de Bitetto, que ira imponiéndose también en los años posteriores,
hasta mediados de siglo.
La bula pontificia que acabamos de mencionar otorgaba a los religiosos de Brescia, Monte
Bérico y Cremona, que estaban "bajo la observancia regular", la exención de cualquier autoridad de
la Ordeno La única excepción la constituía el prior general quien tan solo podía ejercer sobre ellos
el derecho de visita. Estaban facultados para elegir a un vicario del general, debiendo este último
confirmar la elección. Sin embargo, el prior general no podría enviar religiosos a esos conventos ni
cambiar de comunidad a los que pertenecían a ellos, sin e1 consentimiento del vicario y de los
conventos. Se trata de una ampliación de los derechos concedidos por la Orden en 1413 y
confirmados en 1436 por el papa al convento de Monte Bérico.
En los años inmediatamente posteriores parece madurar un
proyecto: tanto e1 cardenal Juliano Cesarini, protector de la Orden
y una de las figuras más notables del Concilio ecuménico que
estaba celebrándose por aquellos años en Florencia (1439-1442),
como el papa Eugenio IV, querían que la Orden entera, así fuera
necesario recurrir a la fuerza, participara en la Observancia y que
se unificaran los dos movimientos que la representaban. Con el
apoyo de una carta papal del 10 de agosto de 1441, ordena el 12 de
agosto que el convento más importante, el de Florencia, pase a
formar parte de la Congregación de la Observancia,
fundamentando la determinación en el relajamiento de la vida
regular; nombra prior a fray Antonio de Bitetto, y a los frailes que
se oponen a la decisión los sustituye por otros que la aceptan de
buen grado. Quizá ya en 1441, pero con seguridad en los dos años
siguientes, la Observancia celebra en Florencia sus primeros
"capítulos generales" anuales, eligiendo vicario a fray Antonio. En
1442 también Monte Senario, pese a su actitud contraria, es
agregado a la Congregación de la Observancia del norte de Italia.
Tras la muerte del cardenal Cesarini (1444) Y de Eugenio IV (1447), el convento de
Florencia, con el apoyo de las autoridades civiles y eclesiásticas de la ciudad, consigue ser
reintegrado a la Orden en el 30 de junio de 1447. Por su parte, el de Monte Senario había de esperar
hasta 1473 para reconquistar su autonomía pues tenía evidentes puntos en común con la
Observancia bresciana.
Y en efecto, salvo contadas excepciones, la Congregación de la Observancia lograra su auge
principal al norte de los Apeninos septentrionales, en la zona de las regiones de Emilia, Romana,
Lombardía y Véneto. En ocasiones llegara a englobar conventos importantes de la Orden. En 1463
se incorpora a este movimiento el convento de Forlì, donde se guardaba el cuerpo de San Peregrino
Laziosi. En 1476 obtiene, por la intervención del dux (magistrado supremo), el convento de Santa
María de los Siervos de Venecia.
La Observancia llego también a Roma, donde ocupo las iglesias de San Nicolás en Arcione
(1461-1478) y de Santa María en Vía (1512). Conviene mencionar que esos dos conventos eran
parroquias.
En 1493 se le asignan veintiseis conventos; en 1506 unos cincuenta, y poco más de sesenta
antes de la supresión (1570).
De la Observancia dependerán asimismo monasterios femeninos, quince en total.

40
Entre los beatos de la Orden del siglo XV, la beata
Isabel Picenardi de Mantua (1428 aprox. - 1468) lleva una vida
de soledad y de oración, en proximidad y en estrecho contacto
con la iglesia local de San Bernabé perteneciente a la
Observancia; el beato Buenaventura de Forlì (m. 1491), austero
predicador de penitencia, es nombrado vicario de la
Congregación de la Observancia en 1488.
Respecto a la legislación (es decir, a las Constitutiones),
he aquí las palabras de David M. Montagna OSM: "La
Observancia se mantuvo, hasta el Concilio de Trento, en línea
con la tradición legislativa más arcaica de la Orden,
representada por las normas que en conjunto reciben el nombre
de Constitutiones antiquae (colección hecha en el periodo
comprendido entre 1295-1304), a las que se añaden algunas
Constitutiones novae promulgadas en los capítulos generales
del siglo XIV. Es legítimo suponer que los frailes de la
Congregación se mantuvieran fieles a esos textos, en la forma
en que circulaban y eran copiados en las comunidades a
principios del siglo XIV y hasta el largo gobierno de Nicolás de
Perusa (1427-1461). Hubo casos en que se utilizaron en los servicios litúrgicos (liturgia de la
profesión religiosa, lectura en el capítulo y durante la comida) los mismos códigos sin transcribir.
Esta fidelidad a las Constitutiones antiquae no impidió que en el seno de la Observancia nuevos
decretos (Constitutiones novae) que hablan emanado de los capítulos generales anuales de la
Congregación. La primera edición que modifico en algo las Constitutiones antiquae fue la de
Venecia en 1516. Con ella la Congregación de la Observancia, anticipándose al resto de la Orden,
fijaba su tradición legislativa pre tridentina en un códice actualizado y que, además, se difundió en
muchos ejemplares idénticos".
En los últimos decenios del siglo XVI la Congregación de la Observancia vio iniciarse un
prolongado periodo de crisis, parcialmente
interrumpido tan solo por los intentos de renovación
efectuados a principios de ese siglo. Al mismo
tiempo, se multiplicaron los contrastes y diferencias
con la Orden aunque ésta trataba de disminuir sus
divergencias con la Congregación: a tal efecto,
organizaba en su seno conventos de "observancia
originaria" en Alemania e Italia, favoreciendo así
los deseos de llevar una vida de soledad y
contemplativa. De ese modo fueron atenuándose las
diferencias entre la Orden y la Observancia, con lo
cual se preparo el ambiente para la futura fusión que
se llevo a cabo en 1570.
La Observancia representó, sobre todo en los
primeros decenios, una llamada decisiva y concreta
a la fidelidad a los orígenes. Con todo, puede
afirmarse que la exigencia de la unidad debió haber
sido la preocupación prioritaria incluso a nivel
organizativo, por tratarse de una orden religiosa que
habla nacido no por iniciativa de un fundador, sino
de un grupo. Una cosa hemos de puntualizar: a diferencia de otras órdenes, en las cuales la
41
"observancia" se desligo de ellas formando instituciones autónomas, en el caso de los Siervos de
María la Observancia fue en realidad un movimiento en el seno de la Orden.
Una imagen plástica de esta visión la encontramos representada en la "Mater misericordiae"
(Madre de la misericordia), un fresco descubierto en el convento de la Santissima Annunziata de
Florencia y que fue pintado en la segunda mitad del siglo XV. En esta pintura la Virgen recoge bajo
su manto a dos grupos de Siervos de María: siete a la derecha y seis a la izquierda. En esta
iconografía se refleja el momento Histórico que en ese momento vivía la Orden: los dos grupos de
religiosos representan a los frailes "conventuales" y a los de la Observancia. Los primeros son
herederos directos de la tradición de los siete fundadores; los de la Observancia, en opinión del
escritor florentino fray Pablo Attavanti, tendrían su origen en seis ermitaños.

Auge de la Orden hacia mediados del siglo XV

Al largo generalato de fray Nicolás de Perusa (1427-1461) siguió otro de gran duración. En
el Capítulo general de Treviso, que se efectuó en 1461 y al
que asistieron 400 religiosos, fue elegido prior general fray
Cristóbal de Giustinopoli que ocuparía ese cargo hasta 1485.
Cristóbal de Giustinopoli, hombre que era apreciado
también por los frailes de la Observancia, proseguirá la
implantación de las medidas reformadoras establecidas
principalmente por los capítulos generales de 1461 y 1473,
contribuirá a la expansión de la Orden y a su participación en
la vida de la iglesia y en la cultura.
La continuidad entre la gestión de fray Cristóbal y la
de su predecesor, que engloban un periodo de casi sesenta
años, parece haber propiciado el florecimiento atestiguado
por la aparición de movimientos femeninos, los frutos de
santidad, la intervención de los religiosos en la vida eclesial
y cultural de la época.
En apoyo a lo anterior, bastaría mencionar algunos
datos relevantes conexos con esos tres aspectos.
David M. Montagna OSM, quien en sus trabajos de
investigación se ha ocupado varias veces del origen y de las
fases iniciales de los movimientos femeninos en el seno de nuestra orden, escribe al respecto: "Ni la
hagiografía originaria de la Orden. .. ni los primeros intentos de confeccionar catálogos o series de
beatos... ponen en relieve a las figuras femeninas cuya vida giraba en torno a los templos de los
frailes servitas. Es apenas bien adelantado el siglo XV (poco después de la bula de Martín V,
emitida en 1424, que versaba sobre la organización de la Tercera Orden) cuando empiezan a
aparecer los nombres de algunas "beatas". El núcleo principal queda fijado bajo la gestión de los
priores generales Nicolás de Perusa y Cristóbal de Giustinopoli". Entre esas beatas se cuentan Juana
de Cremona, Isabel Picenardi de Mantua, María de Génova, una Isabel de Mantua (apellidada
Recordati), Bionda de Verucchio, etcétera.
En este periodo se erigieron el monasterio de Santa María de las Pobres en Perusa, el de
Santa Catalina de Portaria, el de Santa Eufemia de Rímini, el de Santa María de las Gracias de
Sant’Ángelo en Vado, el de S. Concordio y el de la Santísima Trinidad de Espoleto, el de Santa
María de la Paz en Brescia, el de Santa María de la Misericordia en Mantua y otros.

42
Vale la pena mencionar la Regla (regola) escrita en lengua vernácula por el conocido
teólogo y predicador de los Siervos de María, fray
Ambrosio Spiera de Treviso (m. 1455), y destinada a los
grupos feI1leninos que se hallaban en el Véneto.
En el siglo xv el santoral litúrgico de la Orden
recuerda la muerte de varios beatos: Benincasa de
Montepulciano, en 1426; Isabel Picenardi de Mantua, en
1468; Jerónimo de Sant'Ángelo en Vado, más o menos
ese mismo año; Jacobo Felipe Bertoni de Faenza, en
1483, cuando tenía apenas 29 años de edad. Poco
después fallecen el beato Buenaventura de Forlì (1491)
y el beato Juan Ángel Porro de Milán, que fallece en
1505.
Uno de los rasgos comunes, y quizá el más
notable, que caracteriza a todos ellos es la austeridad de
vida y el amor a la soledad. Este idea lo realizan en su
casa (beata Isabel), en el convento (beato Jerónimo y
beato Jacobo Felipe Bertoni) o bien en las ermitas. En
1483, año en que era prior del convento de San Marcelo
en Roma, el beato Buenaventura de Forlì obtiene
autorización de Sixto IV para retirarse en compañía de
otros seis religiosos a un lugar solitario dentro del
ámbito de la Orden; llevarían ahí una vida solitaria y estarían bajo la dependencia exclusiva del
prior general.
Ese estilo de vida no impedía realizar trabajos de apostolado y de gobierno, como sucederá
en el caso del beato Jerónimo, pero sobre todo con Buenaventura de Forlì y con Juan Ángel Porro.
Aunque éste último murió en los primeros años del siglo XVI, su vida y su actividad transcurrieron
en el siglo anterior, distinguiéndose por sus iniciativas innovadoras que realizó en Milán en la
catequesis de los niños, por su vida rigurosa en Monte Senario, por la experiencia vivida en la
ermita del Chianti (surgido en este periodo), por los trabajos de reforma efectuados en la Orden sin
que por ello se adherirse a la Observancia.
El bato Jerónimo de Sant'Ángelo en Vado, que al parecer pertenecía a la familia Ranuzzi (o
Ranucci), era sacerdote y poseía el grado de bachiller. Fue vicario de la provincia romana, llamada
entonces del Patrimonio, y fundador de un grupo de "moniales" (monjas). Tal vez en un principio
eran simples terciarlas servitas, pero serán el origen del actual monasterio de las monjas siervas de
María de Sant'Ángelo en Vado, en las Marcas. El beato Jerónimo fue uno de los consejeros del
duque Federico III de Urbino. Una monografía muy reciente (1982) del beato, escrita en estilo
edificante, fue editada por la CLIOS (Comisión Litúrgica Internacional de la Orden de los Siervos
de María), con una excelente nota histórica de Rosella Barbieri.
La beata Isabel murió antes de los cuarenta años, el 19 de febrero de 1468. La mitad de su
vida la había pasado en su casa, llevando el hábito de la orden en calidad de "mantellata" (religiosas
terciarlas). Quedo huérfana de madre y luego perdió a su padre; paso los últimos tres años con una
hermana que estaba casada con un miembro de una rica familia de Mantua. Todos los días iba a la
iglesia cercana de San Bernabé, de los Siervos de María, donde recibía la Eucaristía y se confesaba,
a veces diariamente. Recitaba el oricio divino de los religiosos. Al morir, se descubrió que llevaba
en su cuerpo los instrumentos de la penitencia. Su padre era un noble de Cremona, al servicio de los
Gonzaga de Mantua. Isabel fue, pues, una "mantelada" o, mejor dicho, una terciaria que procuraba
vivir en el mundo el idea servita.

43
Aparte de los beatos cuyo culto litúrgico ha sido autorizado, podríamos recordar a muchas
otras figuras de frailes y de mujeres, insignes por su santidad y vinculados de alguna manera a
nuestra Orden.
En cambio, carece de fundamento sólido el episodio de los 64 mártires de Praga, cuya
muerte habría ocurrido en 1420.
En lo tocante a la presencia de la Orden en la vida de la Iglesia y en la sociedad del siglo
XV, conviene mencionar a los Siervos de María que fueron elevados a la dignidad episcopal en este
siglo. He aquí los nombres de algunos: en Italia, fray Alberto Boncristiani de Florencia, obispo de
Forlì (1413) y después obispo de Comacchio (1418), fray Mateo y fray Mariano de Florencia,
obispos de Cortona (en 1426 y en 1455, respectivamente), fray Deodato de Génova, obispo de
Ajaccio en Córcega (1457).
Más significativos son los nombramientos relativos a diócesis situadas en el Lejano y
Cercano Oriente, donde la Orden no tenía una presencia estable: en la segunda mitad del siglo XIV
tres siervos de María ya habían si do nombrados obispo de Cardica en Grecia, de Sebaste de
Armenia en Turquía, de Zaitun o Tsian-tchou, diócesis sufragánea de Pekin. En ese mismo siglo
fray Joaquín Torcelli de Génova es nombrado obispo de Famagusta en la isla de Chipre (1414), fray
Esteban Birello, arzobispo de Durazzo en Albania (1458), fray Francisco de Siena, arzobispo de
Ragusa (Dubrovnik) en Yugoslavia (1460).
Varias iglesias de la Orden eran verdaderas parroquias. Intensa era también la actividad de
predicación, no solo en los templos, sino también en las ciudades donde los Siervos de María no
tenían conventos. Por el contrario, no podemos hablar de una actividad misionera. A diferencia de
otras órdenes religiosas, los Siervos de María asumirían trabajos de apostolado en los territorios de
misiones mucho más tarde.
Todavía no se ha estudiado a fondo el nexo
de la Orden con el mundo de la política y con los
movimientos culturales de la época. El apoyo dado
a los estudios y la presencia de ella en las
principales ciudades de Italia favorecieron un alto
nivel cultural en varios conventos.
En el siglo XV los centros más importantes
de estudio en Italia son Florencia y Bolonia,
Además Padua, Pisa, Roma y Nápoles. Los conventos como el de la Annunziata de Florencia o de
Santa María de los Siervos en Bolonia, se convertirán en centros de estudio de gran importancia.
Muchos religiosos asisten a las universidades. Con el tiempo se dan a conocer incluso fuera de su
ámbito. Ciertamente el periodo de oro comprenderá también el siglo XVI y se alargara más allá,
pero en este siglo ya se manifiestan los síntomas de una situación que luego será más general.
Bastaría recordar los libros de muchos Siervos de María que se publicaron al inventarse la imprenta.
Entre los escritores cuyas obras se editan antes del 1485, figuran fray Pablo Attavanti de Florencia,
con doce ediciones referentes a siete obras; fray Galvano de Padua y fray Jacobo Soldi de Florencia,
con una publicación cada uno; por último, fray Ambrosio Spiera de Treviso cuya obra
Cuadragesimal, impresa por primera vez en Venecia en 1476 (es el primer incunable de nuestra
Orden), ha tenido dos ediciones más: en 1481 y en 1485.
A un importante acontecimiento cultural está ligado el nombre del prior general de la Orden
que, en 1485, sucederá a fray Cristóbal de Giustinopoli; nos referimos a fray Antonio Alabanti de
Bolonia, de quien hablaremos más adelante.
Pico de la Mirándola (1463-1495) llego a Roma en 1486 y allí organizo una gran "disputa"
sobre novecientas tesis, la cual debería celebrarse después de la Epifanía del año siguiente. Pero no
se llevo a cabo pues el papa Inocencio VIII la suspendió con el documento en que nombraba una
comisión pontificia de estudio. La integraban 16 personas, entre quienes se contaba el prior general
44
de los Siervos de María fray Antonio Alabanti. La comisión concluyo sus trabajos el 13 de marzo
de 1487. Entre los miembros que se abstuvieron de firmar el acta conclusiva, y al hacerlo evitaban
dar su juicio sobre el humanista, se hallaba Alabanti. No sabemos si su actitud se debía a la amistad
que lo unía a los Medici de Florencia. Lo que ahora nos interesa es subrayar sus vínculos con el
mundo cultural de la época.

El generalato de fray Antonio Alabanti de Bolonia (1485-1495) Y la bula pontificia conocida con
el nombre de Mare magnum (1487)

Los diez años que duro el generalato de Alabanti constituyen un periodo de intensa y
fecunda actividad en favor de todos los niveles de la Orden.
Apenas elegido, fray Antonio Alabanti de Bolonia se dio a la tarea de aplicar una de las
decisiones tomadas en el Capítulo general de 1487 (realizado en Vetralla, en la residencia del
cardenal protector) : la decisión consistía en hacer retornar a los conventos los no pocos frailes que
por diversas circunstancias Vivian solos y diseminados fuera del claustro. Para ello Alabanti se
valió de frailes que tenían gran autoridad y mucha experiencia, entre ellos Pablo Attavanti, famoso
predicador y escritor. También recurrió a los servicios del beato Buenaventura de Forlì y de Juan
Ángel Porro de Milán.
Una de las constantes preocupaciones de Alabanti fue la de difundir la Orden más allá de las
fronteras de Italia. Lo primero que hizo fue tratar de
recobrar, aunque por el momento no tuvo éxito, las
fundaciones que habían existido en Francia y España
y, que se habían perdido a causa del cisma.
En 1486 decide participar personalmente en todos
los capítulos provinciales. Tratara de participar, en
Brescia, también en el Capítulo general anual de la
Congregación de la Observancia, pero no le será
posible. Ese desagradable episodio vino a
intensificar la tensión entre los "observantes" y los
"conventuales" (designación esta ultima que se
aplicaba a los religiosos que no pertenecían a la
Observancia). Parece ser que Alabanti fue el primer
prior general que visito los conventos de la provincia
alemana, a menos que aceptemos la tradición de que
San Felipe Benicio realizó viajes a ese país. En
Alemania presidio el Capítulo provincial en 1486,
asamblea en que se aprobaron rigurosos decretos de
reforma. Antes de regresar a Italia, estableció en tres
conventos (todos ellos erigidos a fines del siglo XIII) una forma especial de "observancia" y la puso
bajo la jurisdicción de su "socio" en Alemania.
Entre los resultados más importantes de su gestión figura el hecho de haber obtenido el Mare
Magnum, o sea la bula Apostolicae Sedis intuitus de Inocencio VIII (27 de mayo de 1487).
También se la conoce con la designación Mare magnum omnium privilegiorum (Colección de todos
los privilegios), pues constituye la "renovación y declaración oficial ampliada de muchos
privilegios pontificios otorgados hasta ese momento a nuestra Orden". Son dieciséis los documentos
pontificios confirmados y consignados íntegramente en la bula. Cabe señalar que entre ellos se
cuenta también la bula de Martín V: Sedis apostolicae providentia (1424) que puede considerarse la
bula de la fundación oficial de la Tercera Orden de los Siervos de María, cuya Regla se incluye en
el documento. Tras un trienio tan fecundo llegamos al Capítulo general que se efectúa en Bolonia
45
en 1488, el más célebre de la historia de la Orden por su grandiosidad y por el número de
participantes. Asisten más de novecientos religiosos. El interés de Alabanti por los movimientos
femeninos servitas se refleja en el hecho de que también participen las "hermanas terciarlas"
provenientes de varias ciudades italianas: en total, cerca de cien. El acontecimiento es recordado por
los cronistas locales. El Diario boloñés, de Gaspar Nadi (1418-1505) dice que en el Capítulo había
1302 frailes. Se celebran procesiones por las calles de la ciudad, con canto y, música, disputas,
predicación. Asiste también el vicario general de la Observancia: el beato Buenaventura de Forlì.
Entre las decisiones más trascendentes del Capítulo conviene mencionar las siguientes: se
reanuda el proceso de canonización de San Felipe Benicio; se crea otra provincia, la de Génova (
que comprende Piamonte y Liguria); la Orden entera se compromete a lograr que los Siervos
regresen a la península ibérica; por cuenta de la Orden se editaran los libros más importantes
escritos por los religiosos, como los sermones de fray Ambrosio Spiera y las predicaciones
cuaresmales de fray Pablo Attavanti.
Mención especial merece el siguiente Capítulo general, efectuado en Verona en 1491. Es el
primero de cuya realización conservamos el texto integro, en actas o en redacción notarial, con la
relación pormenorizada de cada sesión.
Según ha señalado David M. Montagna OSM: "Los capítulos de 1488 y de 1491 fueron,
respecto a su organización, dos asambleas excepcionales, debidas indudablemente también a la
intervención persona] de Alabanti. En los años posteriores, después que Carlos VIII invade Italia
(1494) y dada la difícil situación política del siglo XVI, las normas relativas a los capítulos
generales pasaron por una reforma gradual que modificó su fisonomía (en conformidad con lo
establecido por el breve de Inocencio VIII en abril de 1491)".
Señalando lo que establecía la bula Regimini universalis ecclesiae de Clemente VI en 1346,
el papa limitaba la participación en los capítulos generales y provinciales exclusivamente a los
"capitulares", es decir a los superiores (también locales), a los representantes (los "discretos") de los
conventos y a los profesores de teología en los conventos de estudio. Y así en el Capítulo general de
Verona la participación se redujo a 300 asistentes.
Parece que de junio de 1494 hasta terminar el 1495, Alabanti no salió de Bolonia, ciudad
que era neutral a los acontecimientos políticos de aquellos años. Por ser amigo de los Medici de
Florencia, el prior general mantendrá estrecho contacto con Pedro, hijo de Lorenzo el Magnífico,
que había sucedido a su padre en 1492: seguirán conservando esos lazos de amistad tan estrechos
incluso después de que los Medici fueron expulsados de Florencia el 9 de noviembre de 1494. Se
dice que fue Alabanti quien salvo a los niños, Lorenzo y Clarice, hijos de Pedro de Medici. Se sabe
que en junio de 1494 acoge en el convento de Santa María de los Siervos en Bolonia a los enviados
de la Signoria (Señoría) de Florencia. El convento se convierte así en sitio de reuniones e
intercambio de información sobre proyectos y planes políticos de altísimo nivel. Alabanti cumple
actividades de informador en favor del duque de Milán, Ludovico el Moro, con quien en cierto
momento tiene contacto personal. Resulta que a principios de diciembre de 1495 abandona Bolonia,
no sabiéndose hacía donde se dirija ni qué intenciones tenga. Muere repentinamente en Vigevano
(Milán) donde se encontraba el Moro, el ocho de ese mes. Parece carecer de fundamento la
hipótesis de que haya si do envenenado por obra de los enemigos de los Medici.
El analista de la Orden, fray Arcángel Giani, que redactó sus crónicas en los primeros años
del siglo XVII, nos informa que en los últimos años de su vida Alabanti pensaba seriamente en la
posibilidad de que los Siervos de María participaran en la Evangelización del Nuevo Mundo recién
descubierto por Cristóbal Colón.

46
La Orden a fines del siglo XV

Basándonos sobre todo en datos seguros aportados por las actas de los capítulos generales de
1491 y 1492, ofrecemos un panorama de la expansión de la Orden a fines del siglo XV.
No cabe la menor duda sobre las primeras seis provincias siempre en el mismo orden, pues
las fuentes coinciden en esto unánimemente: Toscana, Patrimonio, Romana, Lombardía (o de
Minia, designación que prevalece en ese entonces), Génova (constituida en 1488 con una docena de
conventos, algunos muy antiguos y desligados de la provincia de Lombardía) Marca trevisana
(título que termino por reemplazar al de Venecia). Su desarrollo, en la gestión de Alabanti, parece
haber sido contenida. Parece que a las anteriores
debe añadirse inmediatamente después una
provincia relativamente joven: la de Istria, creada en
1482.
La provincia nombrada en el octavo lugar
por el capítulo general de 1494 es la de Alemania
(cfr. el mapa anexo). A fines del siglo los conventos
son dieciocho (dieciséis de los cuales se hallan en el
actual territorio de las dos Alemanas, uno en
Checoslovaquia y otro en Suiza), con poco más de
250 religiosos: la presencia más fuerte de la Orden
fuera de Italia.
Una nueva provincia, mencionada por vez
primera en el Capítulo general de 1491, es la de la
Marca Anconetana, erigida ese mismo año o antes.
Estaba formada por los conventos de las Marcas,
siendo los más antiguos de ellos el de Pérgola y el
de Fabriano, pertenecientes antes a la provincia del
Patrimonio.
Menos clara es la información que se refiere a las provincias de España, Grecia, Nápoles y
Córcega. Estas últimas, dado el reducido número de religiosos en esas zonas, constituían más bien
un estimulo para abrir más fundaciones que el reconocimiento de una meta alcanzada.
Seguramente la Congregación de la Observancia logro enorme desarrollo en el periodo
comprendido entre fines del siglo xv y los principios del siguiente. De los veintiséis conventos que
se le atribuyen en 1493, según hemos anotado antes, alcanzara pronto la cifra de cincuenta en una
lista oficial de 1506.
Como no conocemos el número exacto de los conventos de la Orden, más difícil sería
conseguir el número exacto de religiosos. He aquí una buena aproximación: hacia 1495 los
conventos eran 170 más o menos, con un número total de religiosos de unos 1200.
Con el generalato de Alabanti se cierra un periodo bien definido de la historia de la Orden.
los decenios posteriores presentan características muy diversas, abriendo así una nueva fase en la
historia de los Siervos.

Fechas memorables

1404 Capítulo general de Ferrara, en el cual se decide la restauración material y espiritual


de Monte Senario.
1410-1424 Generalato de fray Esteban de Sansepolcro.
47
1413 Capítulo general de Pisa. Se establece un estatuto jurídico especial para Monte
Senario
1414-1418 Primera participación de la Orden, presidida por el prior general, en un concilio
ecuménico, el de Constanza
1417 Elección del papa Martín V y fin del cisma de Occidente.
1424 Bula Sedis apostolicae providentia de Martin v, con la cual se aprueba la Regla de la
Tercera Orden de los Siervos.
1426 Muere el beato Benincasa de Montepulciano.
1427-1461 Generalato de fray Nicolás de Perusa.
1430 El prior general fray Nicolás de Perusa envía un grupo de frailes a fundar un
convento en Brescia. Nace así la Observancia de los Siervos, cuyos primeros
conventos son el de Brescia (1430), Monte Bérico en Vicenza (1435) y Cremona
(1439).
1440 Bula Viris sanctae religionis de Eugenio IV y consolidación plena de la
Congregación de la Observancia.
1441-1447 El convento de la Santissima Annunziata de Florencia pasa a formar parte de la
Congregación de la Observancia.
1442-1473 Monte Senario queda incorporado a la Congregación de la Observancia.
1453-1462 Fundación del monasterio femenino de Sant'Ángelo en Vado, el más antiguo de los
de la Orden.
1461-1485 Generalato de fray Cristóbal de Giustinopoli.
1468 Muere la beata Isabel Picenardi de Mantua.
14.68 aprox. Muere el beato Jerónimo de Sant'Ángelo en Vado.
1476 Primer libro impreso de la Orden: el Quadragesimale de fray Ambrosio Spiera de
Treviso (m. 1455).
1470 Fundación del primer convento en Córcega: el de Cenoturi, en el norte de la isla.
1480 Fundación del convento de Sieti (Salerno), origen de la futura provincia napolitana o
del Reino.
1483 Muere el beato Jacobo Felipe Bertoni de Faenza.
Fundación del convento de Moustiers-Sainte-Marie en Francia, el primero de la
futura provincia de Provenza o Narbonesa.
1485-1495 Generalato de fray Antonio Alabanti de Bolonia.
1487 Bula pontificia llamada comúnmente Mare Magnum.
1488 Celebración del Capítulo general en Bolonia, el más grandioso y el que conto con
mayor asistencia en la historia de la Orden. Fundación de la provincia de Génova.
1489 aprox. Fundación del monasterio femenino de Sagunto (antes Murviedro) en España.
1491 Muere en Udine el beato Buenaventura de Forlí
1497 Fundación del convento de Las Cuevas (Aragón), en España.

Antología

Extracto de la Bula del papa Martín V para la Regla de los hermanos y hermanas de la Hermandad
de los Siervos de María (1424)

Martin obispo, siervo de los siervos de Dios, a perpetua memoria de lo que sigue (...).
La petición que no hace mucho nos han dirigido nuestros amantísimos hijos, el Prior general
y los frailes, las amadas hijas en Cristo, las hermanas de la orden de los Siervos de Santa María, que
48
viven según la Regla y las tradiciones del bienaventurado Agustín, frailes y hermanas que son
llamados de la Hermandad de los Siervos de Santa María, afirmaba que ellos siguieron y que
todavía están siguiendo una cierta laudable Regla u ordenamiento de vida espiritual, en la que se
pueden reconocer algunos estatutos y honestos ordenamientos, razonables y conformes a una
regular disciplina. Y si bien los hermanos, las hermanas y la orden arriba mencionada hayan sido
favorecidos por la Sede Apostólica con varios privilegios, con todo desean que la mencionada Sede
los apruebe, tanto para que tengan una seguridad más estable, como, sobre todo, para poder tributar
a Dios un servicio más devoto, progresando de virtud en virtud con la ayuda de la misericordia del
Altísimo (...)

Capítulo primero: Requisitos y condiciones de los que solicitan ser admitidos

En primer lugar, para que esta Orden pueda tener continuo y perpetuo incremento siempre
mejor (y bien se sabe que esto se logra escogiendo personas bien dispuestas), queremos y
ordenamos que nadie pueda ser recibido en esta Hermandad sin el permiso del Prior general en
persona o de un Vicario suyo, o del Corrector temporáneo de la hermandad de aquel lugar
particular. Sin embargo, debe de haber antes una diligente información sobre la honestidad de vi da
y la buena fama, sobre la sospecha de herejía y, sobre todo, acerca del empeño que pone en sostener
la verdad y la fe católica.
Además, antes de recibir el hábito de esta Orden, si tiene deudas, debe saldarlas
completamente; se reconcilie con su prójimo; procure tener un testamento ya preparado y escrito,
según el consejo y la recomendación de un sabio confesor.
Semejante indagación deberá hacerse con las mujeres que soliciten ingresar en esta Orden. A
las casadas no se les conceda el permiso de agregarse a la Hermandad, si no cuentan con el
beneplácito de sus maridos, y este consentimiento debe constar por documento público; lo mismo
dígase para los hombres casados, a menos que para ellos o para algunos de ellos, no exista alguna
motivación considera da legitima según el parecer de persona prudente (...)

Capítulo décimo tercero: Entretenimiento y salidas

No se debe vagar por la ciudad inútilmente o por curiosidad. Las hermanas, especialmente
las más jóvenes, no salgan solas. Por ningún motivo se acuda a fiestas de bodas, a bailes, a
banquetes desordenados y promiscuos o a espectáculos ligeros. Sin una particular licencia del Prior
o del Vicario o del Corrector de la fraternidad, no se alejen del lugar de residencia, sea ciudad o
pueblo, ni si se tratase de ir de peregrinación (...)

Capítulo décimo quinto: Visita y asistencia a los enfermos

El Corrector encargue a dos de entre los hermanos, para que, llegados a saber que uno de
ellos esta enfermo, se apresuren por visitarlo con amor; y luego, por primera cosa, lo exhorten
eficazmente a recibir la penitencia y los demás sacramentos de la Iglesia. En caso de necesidad, se
esfuercen por oreceré también asistencia material, en los límites de lo posible. Y tratándose de un
pobre, provean suministrarle lo necesario, sacándolo de los bienes propios o comunes, pero siempre
en los límites de sus propias posibilidades. Lo mismo cumplan las hermanas a favor de las
enfermas.

Capítulo décimo sexto: Muerte de los hermanos y hermanas, y relativos sufragios

49
Cuando llegue a morir uno de los hermanos, se avisen los demás cofrades que vivan en la
misma ciudad o pueblo, para que procuren asistir personalmente a las exequias del difunto, y no se
alejaran de él hasta que no haya recibido sepultura. Y todo esto queremos se observe en caso de
muerte de una hermana.
Además, en los ocho días que siguen al sepelio del difunto, cada hermano y hermana
rueguen por su alma: el sacerdote celebre una misa; los que saben leer, recen cincuenta salmos; los
que no saben, 100 Pater noster, y, al final de cada uno, un Requiem aeternam, etc.
Cada uno mande celebrar, cada año, tres misas para la salvación de los hermanos y de las
hermanas, vivos o difuntos; los que saben leer, recen los respectivos salmos; los demás están
obligados a rezar 50 Pater noster (...)

Capítulo décimo octavo: Deberes del Corrector y de la Priora

Oficio del Corrector será el de observar él mismo, con toda atención, lo prescrito por la
Regla y poner una grande solicitud para que los demás hermanos la observen. Y los que hallare
transgresores o negligentes, con suma caridad los corrija y los ayude a mejorarse, o, si le parecerá
más oportuno a los fines de la corrección, los delate al Prior o al Vicario.
Será también oficio de la Priora visitar con solicitud la iglesia; alentar las demás hermanas
en la observancia de la Regla, observar ella misma y las demás con toda diligencia aún
imponiéndolo, que en el andar, en el porte, en el vestido, no haya algo que pueda objetivamente
escandalizar a nadie; vigile particularmente paraqué las hermanas, especialmente las más jóvenes,
no entablen relación de familiaridad con algún hombre, de cualquier condición, a menos que esa
persona no esté vinculada con la hermana cuando menos por el tercer grado de consanguinidad, y
siempre que sea de vida muy buena y de buena fama (...)

Capítulo vigésimo: Las reuniones de los hermanos y de las hermanas, las instrucciones de los
superiores. Normas para la completa sujeción de este estado de vida al Prior general, y a los
demás Priores provinciales de la misma Orden

Cada mes, pero una sola vez, y en día y hora establecidos por los mencionados Priores o
Vicarios, todos los hermanos de la dicha hermandad se reúnan en la iglesia de los frailes de los
Siervos de Santa María para escuchar la palabra de Dios, y, si la hora es oportuna, para participar a
la misa ; se les lea y explique esta Regla por parte de los mismos Priores o Vicarios; se les indiquen
a los hermanos las cosas que deben hacer, se corrijan y ayuden los negligentes para que logren
mejorar, siempre en la forma que parezca más útil, según la voluntad de Dios y apegándose a esta
forma de vida. Cada mes, el primer viernes, también las hermanas se reúnan en la iglesia de los
frailes, escuchando de igual manera y comunitariamente la palabra de Dios y participando en la
misa; a ellas también se les lea y explique esta Regla, y sean corregidas de sus errores, como se dijo
arriba (...)
Dado en Roma, junto a San Pedro, el 16 de marzo, en el año séptimo de nuestro pontificado.

El texto completo en latín, de la bula de Martin v y de la Regla, ha sido publicado en Monumenta O.S.M., VII, pp.
121.130. Cf. también a E. BEDONT, Terz'Ordine e Gruppi Laici, en I Servi di María nell'eta delle Riforme (Atti della
Settimana di spiritualità. Monte Senario, 3-8 agosto 1981), Monte Sena. rio 1981 (Quaderni di Monte Senario, sussidi di
storia e spiritualità, 4) pp.
145-168.

50
Capítulo IV

EL SIGLO XVI
Del beato Juan Ángel Porro (m. 1505) a Ángel María Montorsoli (m. 1600)

Un siglo complejo y atormentado. La situación religiosa en los primeros años del siglo. Los Siervos de María desde la
muerte del beato Juan Ángel Porro (1505) a la víspera del Concilio de Trento. El generalato de fray Agustín Bonnucci
(1542-1553). Extinción de la Congregación de la Observancia y reflejo de la reforma tridentina en la Orden. Las
Constituciones de los Siervos de María en el siglo XVI. Conventos y frailes de la Orden en 1581.Origen de la
Congregación eremítica de Monte Senario. La lección de fray Ángel María Montorsoli.

Un siglo complejo y atormentado

Quizá más que en los siglos precedentes y en los siguientes, resulta difícil encuadrar la
historia de nuestra Orden en la rigurosa subdivisión cronológica que hemos adoptado. La dificultad
nace de la densa y compleja serie de acontecimientos que configuran la existencia de la Orden en
este siglo y de otras fechas de referencia (por ejemplo, la reforma luterana, 1517; el generalato de
fray Agustín Bonucci, 1542-1553; el Concilio de Trento, 1545-1563; la extinción de la Observancia
de los Siervos, 1570; el renacimiento de la vida eremítica en Monte Senario, 1593, y la figura de
Pablo Sarpi, 15521623). Con todo, en el corto espacio de que disponemos no será posible exponer
todo lo referente a la vida de la Orden en este siglo. Se manifiestan en ella las consecuencias de ese
periodo tan atormentado que agitó a la Iglesia. Para entender un poco la situación basta un dato:
mientras que en el siglo anterior la Orden tuvo seis priores generales, en el periodo comprendido
entre la muerte de Alabanti (1495) y la de fray Ángel María Montorsoli (1600) hubo nada menos
que veinte, muchos de los cuales (más o menos la mitad) fueron designados directamente por el
papa. Más aún, en los primeros decenios del siglo, la Observancia, ya en plena decadencia,
experimento terribles divergencias con el resto de la Orden; en cambio, a fines de siglo se recupera
la total unidad. Nace Además la historiografía de la Orden; entre los cronistas conviene mencionar a
Jacobo Felipe, llamado Androfilo, a Felipe María Sgamaita de Bolonia, Cosimo Favilla y Felipe
Albrizzi, Rafael Maffei e Hipolito Massarini. Pero destaca principalmente la obra Chronicon, de
Miguel Poccianti, que "ejercerá un decisivo influjo en la historiografía de los Siervos durante varios
siglos" (Fray Andrés Dal Pino), y al cual seguirá el florentino Arcángel Giani, primer analista de la
Orden.
La abundante producción de escritores servitas en los siglos XVI-XVII ha sido presentada
en las recientes investigaciones realizadas por José M. Besutti y Pacifico M. Branchesi. Para la
cronología de los priores generales de la primera parte del siglo XVI son importantes las
aportaciones de O. J. Días. Marco M. Aldrovandi OSM (en lo tocante a fray Agustín Bonucci) y
Luis M. De Cándido OSM (por lo que respecta a fray Lorenzo Mazzocchio) han estudiado el
pensamiento y la biografía de esos priores generales. La celebración, en 1978, del segundo
centenario de la supresión de la Congregación eremítica de Monte Senario brindo la ocasión de
realizar estudios profundos sobre su origen (1593).
Sin embargo, en esta síntesis que ofrecemos se advertirán las numerosas lagunas referentes
al conocimiento de este periodo de nuestra historia.
51
Presentaremos un panorama general sobre la situación religiosa de principios del siglo XVI
y luego nos detendremos para estudiar los siguientes aspectos: la vida de la Orden desde la muerte
del beato Juan Ángel Porro hasta la víspera del Concilio de Trento; el generalato de fray Agustín
Bonucci; la supresión de la Observancia y las consecuencias que la reforma tridentina tuvo en la
Orden; las Constituciones de los Siervos en este siglo; el origen de la Congregación eremítica de
Monte Senario; la lección de Ángel María Montorsoli. De fray Pablo Sarpi hablaremos en el
siguiente Capítulo.

La situación religiosa en los primeros años del siglo

Se ha dicho que la "historia religiosa del siglo XVI se inicia con la ejecución de fray
Jerónimo Savonarola, quien murió en la hoguera en Florencia, el 23 de mayo de 1498" (V. De
Capraiis). EI austero fraile dominicano, a quien Felipe Neri consideraba un santo, no fue la última
víctima de la Edad Media como sostuvo F. De Sanctis y como canto Carducci en sus poemas..
Quizá haya acertado Roberto Ridolfi cuando en su monumental biografía de Savonarola escribió:
"Si se hubiera escuchado su voz, tal vez Lutero no se habría revelado al otro lado de los Alpes o no
habría encontrado respuesta; entonces, la reforma que
llegaba al corazón de todos los cristianos habría surgido en
el seno de la Iglesia de Roma".
Los fermentos renovadores en el interior de la
Iglesia, con ser tan decididos, no encontraron una expresión
unitaria. Las preocupaciones e intereses políticos
prevalecieron en el papado, mientras la corrupción minaba
las instituciones de la Iglesia privando de credibilidad la
defensa teórica de la ortodoxia. Los pontificados de
Alejandro VI (1492-1503), de Julio II (1503-1513) y de
León X (15131521) son más bien un gobierno de príncipes
que de pastores; a menudo a los enemigos de una ambigua
hegemonía política se los presenta como enemigos de la
religión. En Florencia, mientras Savonarola y la comunidad
dominicana de San Marcos guían el movimiento reformador
de los partidarios de Savonarola (piagnoni), los religiosos
de Santa María Novella apoyan decididamente a sus
contrincantes (arrabbiati). O la hoguera o el veneno son los
medios con que se dirimen las controversias. Y ello se
refleja también en la historia de la Orden de los Siervos de
María. Según la tradición, se dice que, en 1495, murió
envenenado el prior general fray Antonio Alabanti a causa de sus vínculos Con los Médicis. En
1503 moría en iguales circunstancias el cardenal protector Juan Michiel, cuya tumba todavía se
admira en la iglesia de San Marcelo en Roma. El propio Lutero fue un fraile, una prueba más de que
el ataque contra la Iglesia no provino del exterior sino de su seno. La interminable resistencia que el
mismo Pablo III opondrá a la convocación del Concilio no se explica por la ineficacia del Concilio
de Letrán V (1512-1517), sino por la incapacidad de saber ver "los signos de los tiempos" .

Los Siervos de María desde la muerte del beato Juan Ángel Porro (1505) a la víspera del
Concilio de Trento

Muerto fray Antonio Alabanti en Vigevano en diciembre de 1495, al cabo de pocos meses
(el 18 de marzo de 1496) el papa Alejandro VI elige a un vicario general apostólico: fray Andrés de
52
Perusa. El Capítulo general del año siguiente lo elegirá prior general. Desde ese año hasta 1542,
cuando se escogerá a fray Bonucci para desempeñar ese cargo, ninguno será elegido libremente en
un Capítulo general: se sucederán en el cargo supremo siete priores generales designados por la
Santa Sede, que antes de la convocación los nombrará vicarios generales apostólicos. He aquí sus
nombres: Andrés de Perusa, Tadeo Tancredi de Bolonia, Ciriaco de Foligno, Clemente de Mantua,
Jerónimo Foschi de Faenza, Ángel de Arezzo, Jerónimo Amidei de Luca, Dionisio Laurerio de
Benevento.
En este periodo merecen ser recordados: los últimos años del beato Juan Ángel; los ligeros
intentos de renovación hechos por los "hijos de la Observancia del prior general"; la decisión, en
1533, de la reconstrucción material y espiritual de Monte Senario, la figura y obra de fray Dionisio
Laurerio, prior general y cardenal, y algunos otros personajes ilustres.
El beato Juan Ángel Porro murió con fama de santidad en Milán, en 1505, ciudad en que
había pasado los últimos anos de su existencia. Antes de retornar a esa localidad de Lombardía,
después de haber estado en Florencia, en la ermita de Chianti y de Monte Senario, parece ser que
habla permanecido un tiempo en el pequeño convento de Croara, en las cercanías de Piacenza, a fin
de implantar una reforma de la vi da religiosa en las comunidades servitas que, al margen del
movimiento de la Observancia, habla favorecido Alabanti. Ese intento se materializo durante la
gestión de fray Tadeo Tancredi, quien aprobó la constitución de los "hijos de la Observancia del
prior general" en 1506. Esta nueva rama de "Observancia", estrechamente ligada a la Orden, tuvo
poco arraigo; quizá en parte ello se debió a que los priores generales que se sucedieron en la guía de
la Orden ya no eran elegidos por los religiosos, sino que prácticamente los imponla la Santa Sede.
El ejemplo y la iniciativa del beato Juan Ángel dejaron
una profunda huella tanto en la Orden como en la Iglesia de
Milán; su escuela de catequesis para niños fue la antecesora de las
innovaciones pastorales de San Carlos Borromeo.
Confirma la fama de santidad del beato el culto que, a
partir de su muerte, fue difundiéndose en su honor. Sus restos se
conservan en la iglesia de San Carlos en Milán.
Un episodio de resonancia tuvo lugar durante el generalato
de fray Jerónimo Amidei de Luca, que rigió la Orden doce años
(15231535). Ya antes había vivido en Alemania, destacándose
como decidido opugnador de Las doctrinas Luteranas.
En el Capítulo general que se celebro en Siena en 1533,
fray Jerónimo pronuncio ante la asamblea un discurso en que
deploraba el abandono y la ruina en que se hallaba Monte
Senario, insistiendo en la urgencia de tornar medidas antes que
fuese demasiado tarde.
La estructura del convento había sido dañada por un fuerte y
reciente terremoto; la disciplina se había relajado por varias causas, sobre todo después de que el
convento había sido sustraído a la Congregación de la Observancia en 1473.
Conservamos integro el discurso del prior general, escrito en latín. En algunos pasajes de la
alocución se transparenta una preocupación que trasciende la situación de Monte Senario para
abarcar toda la Orden.
Luego de recordar que en Monte Senario había nacido la Orden y de haber mencionado a los
santos que allí habían vivido, Jerónimo Amidei de Luca dice con amargura: "Sin embargo, desde
hace algunos anos, quizá por culpa nuestra, vemos que (Monte Senario) esta moribundo y casi sin
cimientos, al punto que podemos decir con lagrimas en los ojos que ha caído la corona de nuestra
cabeza. . . " Una vez admitida la urgencia de tomar medidas de restauración, el prior general señala
la existencia de dos obstáculos: la escasez de medios disponibles y las divisiones que había en la
53
Orden, lo cual hace que cada comunidad se preocupe únicamente por sus asuntos y no se interese en
las demás. “¿Pero quién de nosotros, añade repentinamente, puede pensar que el sagrado Monte
Senario sea algo que no le concierne? Y habrá alguien que pueda negar que los movimientos de
renovación no han provenido de allí? Tampoco podemos negar que es la casa que acoge a cuantos
desean llevar una vida religiosa de soledad, de oración y santidad... No concibo -concluye- que
alguien se oponga a nuestra exhortación, pues de lo contrario debería pensar yo que esa persona
quiere el mal de toda la familia de los Siervos".
Es lamentable que esa invitación no haya sido atendida: durante otros sesenta años Monte
Senario seguirá en estado de abandono.
El último de los priores generales que en este periodo fue elegido directamente por el papa
es Dionisio Laurerio, religioso nativo de la Italia meridional; había entrado en la orden muy joven
distinguiéndose pronto como un excelente teólogo. En 1530, Enrique VIII de Inglaterra lo escogió
como representante suyo ante la curia romana. Pablo III, quien sentía por él una gran amistad, no
solo lo nombró prior general de la Orden en 1535, sino que cinco anos después lo creo cardenal y,
en 1540, lo hizo obispo de Urbino. EI papa le asignó varias tareas que, muy a menudo, lo
distrajeron 'del gobierno de la Orden. Ya ocupaba el cargo de prior general cuando fue elegido
visitador y reformador de la Congregación de la Observancia. El analista de la Orden anota que su
gestión dio escasos frutos. Sobre todo después de su nombramiento de cardenal, gobernó la Orden
por medio de vicarios generales. Murió cuando apenas tenía 45 años, poco después del Capítulo
general que escogió para sucederle a Agustín Bonucci.
Merecen ser recordadas algunas figuras de los primeros decenios del siglo XVI: el beato
Cedonio de Monza o de Bolonia, fray Jerónimo Foschi de Faenza, la beata Lucia de Bagolino, y el
beato Pedro de la Cruz.
A fray Cedonio, originario de Monza (1420 aproximadamente), se le conoce con el nombre
de Cedonio de Bolonia por su larga estancia en esta ciudad; en muchos aspectos nos recuerda un
poco a san Alejo Falconieri. Conocemos poco de su vida, pero gozo de fama de gran sencillez,
observancia de la pobreza, disponibilidad para con los más débiles. Largos años vivió en una celda
acondicionada al lado del campanario de la iglesia de Santa María de los Siervos en Bolonia. Vivió
más de 100 años (1526) e inmediatamente después de su deceso fue incorporado a los catálogos de
los beatos de la Orden.
En cambio, es singular la figura de fray Jerónimo Foschi
(1445 aprox. - 1532 aprox.). La crónica confirma los escuetos
datos consignados en una inscripción que él mismo dieta: "Fray
Jerónimo Foschi, religioso de los Siervos de María, que viajó a
Asia, Europa y África, llegando hasta las Antillas, predicando
por todo el mundo la palabra de Dios en hebreo, griego, latín,
francés, español, portugués y alemán. . ." Docto, polifacético,
famoso y muy estimado por Julio II, en 1511 fue elegido vicario
general con la seguridad de convertirse más tarde en prior
general. Solo que sus vínculos tan estrechos con el cardenal
Bernardino Carvajal, protector de la Orden, lo hicieron
adherirse en 1512 al concilio menor de Pisa-Milán que sea
calificado de "conciliábulo". El papa lo depuso de inmediato de
su cargo de vicario general, y el dinámico fraile habría sido
encarcelado si no hubiera escapado al extranjero. Pronto se
arrepentirá de su error y conseguirá el perdón del nuevo
pontífice; terminó su vida en la sombra y en la soledad del
convento faentino de Pietralunga, fundado por él mismo en
1507. Pero antes de morir, recibió del prior general encargos de
54
cierta importancia.
Los Anales de la Orden de fray Arcángel Giani, ya en la primera edición (1622), contienen
noticias de una beata Lucía, que fundó el monasterio de las monjas de clausura Siervas de María de
Bagolino (Brescia) y que falleció en 1524 aproximadamente (según Giani, murió en 1520). David
M. Montagna OSM ha dado a conocer hace poco una importante información relativa a esta monja,
que pocos años después de su muerte fue incluida entre los "beatos" de la Orden. Recordamos a esta
religiosa sobre todo por ser sumamente escasa la documentación con que contamos acerca de las
monjas servitas en el período pre-tridentino. El monasterio de Bagolino se erguía en el territorio de
la Observancia, y la beata Lucía fundó, en 1516, su monasterio gracias al apoyo del vicario general
de ese movimiento, fray Deodato Capirola de Brescia. El monasterio volverá a ser mencionado
después en las crónicas al recordar el nombre de otras monjas fieles al impulso de renovación que le
imprimió la fundadora.
El beato Pedro de la Cruz, ermitaño proveniente de Alemania, llega a Roma como peregrino,
y en Viterbo es afectado por una epidemia. Mientras está enfermo pide vestir el hábito de los
Siervos de María. Fallece en 1522, cuando apenas tenía 36 años. Su cuerpo se venera en Viterbo, en
la iglesia de Santa María de la Verdad hasta la supresión de fines del siglo XIX; después, en la del
monasterio de las Siervas de María de Santa María de la Paz (fundado en 1502 y cerrado en 1911).
La fama de la santidad de este beato se menciona en el Chronicon, obra escrita por fray Miguel
Poccianti en 1567. En el Archivo Histórico de la Orden en Roma se conserva una carta que en 1519
le escribió el rey Carlos I de España (que después sería el emperador Carlos V).

El generalato de fray Agustín Bonucci (1542-1553)

Fray Agustín Bonucci es una de las figuras más notables de este siglo, junto con fray Ángel
M. Montorsoli y fray Lorenzo Mazzocchio. Es uno de los superiores generales de las órdenes
mendicantes que asisten al Concilio de Trento como "padre"; en el seno de la Orden llevó a cabo
una eficaz acción renovadora, poniendo las bases de una renovación lenta pero segura.
Aunque también se le conoce con el nombre de Agustín
de Arezzo, probablemente nació en la cercana Monte San
Savino, de una familia emparentada con el papa Julio III (1550-
1555). Ningún parentesco lo une con fray Esteban Bonucci, su
fiel colaborador, que más tarde desempeñará el cargo de prior
general (1570-1573), será elegido obispo y cardenal y cuyo
nombre estará ligado a la supresión de la Congregación de la
Observancia.
Agustín Bonucci fue elegido prior general en el
Capítulo celebrado en Faenza en 1542. Por primera vez, desde
principios del siglo, se permite a los frailes escoger libremente
al general. Pero como suele suceder, las mismas personas que
deploran la falta de libertad no saben usarla bien cuando se la
conceden. Y lo mismo aconteció en Faenza: valiéndose de todo
tipo de sutilezas los integrantes de la Congregación de la
Observancia combatirán primero y luego impugnarán la
elección de Bonucci como prior general. El episodio ponía en
peligro la unidad entre la Orden y la rama de la Observancia. Y
fue entonces cuando Bonucci mostro sus cualidades de líder, pues con intervenciones tenaces y
prudentes a la vez, logró conciliar las facciones y recobrar una constructiva armonía con los frailes
de la Observancia.

55
Participó activamente en los trabajos del Concilio de Trento, donde demostró su gran
preparación doctrinal, equilibrio y profundo conocimiento de la problemática católica y protestante;
pero ello no le impidió trabajar intensamente por la renovación de la vida de su Orden. Intransigente
en su defensa de los derechos de los religiosos servitas (amenazó al papa con renunciar al cargo de
prior general si no se reconocían algunos sacrosantos derechos del convento de Perusa), no fue
menos riguroso en sus iniciativas de reforma. Como señala Marcos M. Aldrovandi OSM: "Las
experiencias que tuvo Bonucci durante las visitas canónicas y su esfuerzo por reimplantar el espíritu
religioso culminaron en la publicación de las Constituciones que llevan su nombre. Los temas
fundamentales que tratan son: el fortalecimiento de la autoridad, la reforma de las costumbres, el
honor del culto sagrado, la seriedad de los estudios. La tradición ha consagrado con el nombre de
"Constituciones" tanto el cuerpo legislativo estable como los decretos que fueron emanados en los
capítulos generales. Las Constituciones de Bonucci se formularon en el Capítulo general de Budrio
de 1548 y se publicaron ese mismo año en Bolonia. No se trata de una reforma de la legislación,
sino de una reactualización de normas que habían caído en desuso y de nuevas disposiciones que
exigían las circunstancias. En este esfuerzo renovador, Bonucci procuró restablecer la autoridad de
los superiores armonizándola empero con el clima comunitario que reinaba en la vida de la Orden.
Para recuperar la interioridad del espíritu comunitario, volvió a suscitar el interés por el culto
reduciendo las exenciones y renovando la obligación de la oración coral, la misa conventual, las
devociones propias de la Orden. En cuanto a la reforma de las costumbres, insistió sobre la
observancia del voto de castidad contra el relajamiento de la época y también recalco la necesidad
de la pobreza, aboliendo los privilegios que se habían consolidado. Respecto a los estudios, impuso
una selección muy severa de estudiantes y profesores. Los jóvenes, desde el momento en que eran
admitidos en la comunidad, debían tener dos maestros: un maestro espiritual y otro de gramática.
Sabedor de que en algunos conventos de la Orden circulaban las ideas y los escritos del
luteranismo, no hostiliza a los que se habían desviado del camino recto, sino que se limita a fijar
normas muy rígidas para el futuro, recordando a los religiosos lo decretado por el Concilio.
Una vez aprobadas y publicadas las Constituciones, Bonucci se esmeró personalmente por
hacerlas cumplir. La elección del papa Julio III vino a dar mayor impulso a la actividad del general.
En el año jubilar 1550 intervino para que las monjas de la Orden pudiesen ganar la indulgencia en
sus monasterios respectivos. Con un breve pontificio se le dio el encargo de reformar el convento de
Santa María de los Siervos en Bolonia. Iniciativa muy importante, por tratarse del principal
convento de esa ciudad, sede de un famoso "estudio" al que se acusaba de simpatizar con las ideas
de los protestantes.
Preocupado siempre por preservar la unidad de la Orden, en 1551 Bonucci concertaba con el
vicario general de la Observancia una actividad reformadora común. Se unen para conseguir del
papa una bula que les permita actuar contra los abusos y tener suficiente autoridad frente a quienes
se habían opuesto a su gestión. En el Capítulo general que ese mismo año se celebró en Rímini,
Bonucci fue reelecto prior general, pero no podrá terminar su gestión pues muere de 47 años de
edad. El sepulcro donde se conservan sus restos se encuentra en la iglesia de los Siervos de S. Pier
Piccolo en Arezzo; también se conserva allí un busto de el. El monumento, atribuido a Montorsoli,
es de un artista desconocido. Fue su amigo y colaborador fray Esteban Bonucci quien compuso el
cuerpo de Bonucci fallecido en Roma y lo trasladó a su ciudad natal.
Al lado de fray Agustín Bonucci, entre los teólogos servitas que destacaron en el Concilio de
Trento figura también fray Lorenzo Mazzocchio de Castelfranco (1490 aprox. - 1560), quien de
1554 a 1557 fue prior general de la Orden. H. Jedin, en la historia de Il Concilio di Trento lo llama
"teologo perspicaz". De cultura sumamente amplia, fue Además poeta. A diferencia de Bonucci,
que se mostraba conciliador también en el campo doctrinal, Mazzocchio era teólogo de tendencia
nominalista pero sin llegar a identificarse abiertamente con una "escuela". En el debate conciliar
sobre la justificación, el secretario Massarelli cuenta que el general servita dio la impresión de haber
56
contradicho la opinión de casi todos los oradores que lo habían precedido y que por cierto no eran
pocos.
Al parecer era una persona extravagante, lo cual se advierte incluso en su agita da elección
como prior general y en la rápida disminución de su prestigio. Terminado el trienio de su gestión,
presento su renuncia. Fue elegido prior de San Marcelo en Roma. Victima de terribles calumnias,
estuvo preso durante cierto tiempo. En la amarga soledad de la prisión conventual escribió rimas en
latín y en lengua vernácula que nos permiten vislumbrar un espíritu sereno. Luego de ser liberado
por su debilitada salud y de ser elegido prior del convento de Santa Catalina de Treviso, murió en
éste en septiembre de 1560 a los 70 años de edad.

Fin de la Congregación de la Observancia y repercusiones de la reforma tridentina en la Orden

Los esfuerzos que fray Agustín Bonucci había hecho por lograr una renovación en que
participasen tanto los "conventuales" como los "observantes" encontró un terreno propicio en el fin
o, mejor dicho, en el reingreso pleno de la Observancia en la Orden. La operación, si podemos darle
ese nombre, no resulto ni tranquila ni indolora; pese a todo fue positiva. En una orden no muy
numerosa, como lo era la de los Siervos, la creciente autonomía de la rama de la Observancia había
termina do por transformarla de "movimiento" innovador -en un cuerpo separado, multiplicando así
las causas de fricción. los decenios posteriores demostraran que su extinción no significo un
debilitamiento de la vitalidad de la Orden, sino una renovación global. Por lo demás, el hecho de
que el "espíritu" del Concilio de Trento fuera impedir divisiones internas en los institutos religiosos
lo confirman las dificultades tan arduas que, en aquellos mismos años, afrontaron Teresa de Ávila y
Juan de la Cruz al intentar una reforma de la Orden Carmelita que culmino al constituirse como
orden independiente la de los carmelitas descalzos.
La bula con que el papa Pio V suprimía la
Congregación de la Observancia fue leída al finalizar
el Capítulo general celebrado en Cesena durante el
mes de mayo de 1570. El prior general que solicito el
documento pontificio, fray Zacarías Faldossi, había
muerta poco después de convocar el Capítulo. Taco a
su sucesor fray Esteban Bonucci encarar el delicado
momento. En efecto, los miembros de la Observancia
que asistían a la asamblea mostraron una reacción
negativa y trataron de rechazar la decisión pontificia.
Todo en vano. Con la prudencia y el tacto que
caracterizaron a su predecesor homónimo, fray
Esteban Bonucci puso fin a las divisiones y un rápido
retorno a la unidad completa de la Orden se consiguió
sin heridas graves. En 1574, los conventos de la
Congregación suprimida formaron dos provincias: la
de Mantua y la de Venecia.
Con todo, el problema más arduo seguía
siendo el de iniciar una auténtica reforma espiritual.
Ante las nuevas exigencias provenientes del
protestantismo y del inicio de la reforma católica
tridentina, las viejas órdenes mendicantes sintieron la necesidad, como diríamos hoy, de
actualizarse. Y una razón más de ello es que, con el Concilio de Trento, habían surgido otras
órdenes y Congregaciones "modernas", entre ellas: los teatinos (1524), los capuchinos menores
(1525), los barnabitas (1530), los somascos (1534), los hospitalarios (1537), los jesuitas (1540), los
57
oratorianos (1575), los clérigos regulares ministros de los enfermos de San Camilo de Lellis (1582).
Al respecto dice Eugenio M. Casalini OSM: "En una confrontación ideal que sin duda se hizo entre
las órdenes religiosas antiguas y las nuevas, las primeras creyeron poder rejuvenecerse
incorporando algunas de estas nuevas modalidades, sin darse cuenta de que la fraternidad a todos
los niveles, el sentido de la autoridad concebida como servicio, el servicio divino en común y la
dedicación también común al pueblo de Dios podían ser un lenguaje modernísimo, muy
comprensible y eficaz en el terreno pastoral, si se hablaba con el renovado vigor que era la
verdadera causa del éxito de las Congregaciones modernas".
A fines del siglo, dos destacadas figuras de los Siervos de María van a la tarea, por diversas
vías, de realizar la reforma. Son fray Lelio Baglioni y fray Ángel María Montorsoli. Los dos fueron
priores generales: el primero de 1590 a 1597, y el segundo de 1597 a 1600. Uno y otro eran
oriundos de Florencia y sobrinos de artistas famosos, Lelio Baglioni, sobrino del arquitecto Baccio
d'Agnolo, quien había trabajado en el convento de la Santissima Annunziata (Anunciación) de
Florencia; Ángel Montorsoli, sobrino del escultor Juan Ángel Montorsoli (1507-1563), discípulo de
Miguel Ángel y religioso servita, muy conocido entre otras cosas por las "fontanas" de Messina, por
el complejo marmóreo del altar mayor de la basílica de Santa María de los Siervos en Bolonia, y
por memorables obras de arte dejadas en Génova.
A fray Lelio Baglioni se debe una reforma de la Orden desde el centro, por así decirlo, que
se llevo a cabo con una serie de disposiciones concretas y con los inicios de la Congregación
eremítica de Monte Senario. En cambio, a fray Ángel María Montorsoli se atribuye una acción más
interior, no antitética sino integradora. Más adelante tendremos ocasión de hablar de ella.

Las Constituciones de los Siervos de María en el siglo XVI

Bajo el impulso de la reforma emprendida por el Concilio de


Trento, la Orden se apresto a revisar y actualizar sus Constituciones.
Ya hemos mencionado las "Constituciones" de Bonucci,
promulgadas por el Capítulo general de Budrio en 1548. El primer
texto, revisado íntegramente, fue impreso en Roma en 1556, siendo
general Mazzocchio. Tres años más tarde se edito otro texto nuevo en
Florencia, bajo el generalato de Zacarías Faldossi.
El Capítulo general celebrado en Parma en 1579, en el cual
fue reelegido para otro trienio el prior general fray Santiago Tavanti
(1576-1582), dispuso una nueva revisión de las constituciones en la
cual intervino también el prior provincial de Venecia, fray Pablo
Sarpi quien tenía entonces veintisiete años de edad. El texto, con
notables cambios respecto a los textos anteriores, se publico en
Venecia en 1580. Se trata de las
Constituciones que habrían de permanecer
sustancialmente en vigor hasta el Concilio Vaticano II.
Ofrecemos a continuación un trozo de fray Santiago Tavanti, tornado
de la introducción a la edición en latín de las Constituciones de 1580.
Hemos optado por una traducción bastante libre para facilitar la
comprensión y darle un carácter más divulgable al extracto.
"Las constituciones que aquí presentamos para que sean observadas
por todos no son realmente nuevas, si bien en cierto modo podemos
considerarlas así. En efecto, se conservan en ellas la piedad originaria de
nuestra orden y de nuestros Fundadores, la caridad, la búsqueda
irrenunciable de la vida eterna, es decir, el compromiso de servir al Señor
58
bajo la protección de la Madre de Dios, de abandonar el mundo y sus pompas e intereses, de
amarnos mutuamente, de rogar a Dios en el altar de Cristo por todos los hombres. Esto es lo que
siempre han contenido nuestras Constituciones; así pues, no hay novedad alguna sino que lo antiguo
permanece inalterado y respetado en absoluto. Sin embargo, dadas las condiciones cambiantes de
los tiempos actuales, las circunstancias, los lugares y las personas encontrara el lector algunas cosas
nuevas. .. Estamos seguros de que quienes, después de los primeros Padres, han tratado de suprimir
alguna cosa o de introducir normas, lo han hecho con el mismo espíritu constructivo de servir a
Dios, obedecer a la Iglesia católica, ensenarnos el camino del Señor. . .".
En el capítulo anterior, hablamos en un breve excursus (digresión) acerca de las
Constituciones de la Congregación de la Observancia. Otra revisión se inicio en 1570, en vísperas
de la inminente supresión de ese movimiento.

Conventos y religiosos en 1581

Provincia Conventos Religiosos


Sacerdotes Profesos Novicios Hermanos Total
Legos
Toscana 23 143 32 35 32 242
Romana 30 127 37 27 31 222
Romaña 18 123 41 27 23 214
Lombardía 38 124 38 14 57 233
Marca Trevisana 26 73 20 19 22 134
Véneta 24 128 39 19 53 239
Mantovana 37 155 60 27 65 307
Genovesa 19 62 16 8 23 109
Napolitana 12 42 17 7 14 80
Narbonesa 8 20
Córcega y Cerdeña 4 10
España 1 8
Total 240 1818

Los datos estadísticos que anexamos aquí, reelaborados con r base en los datos obtenidos del
prior general Santiago Tavanti, representan la situación numérica de los Siervos de María al
realizarse los capítulos provinciales de la primavera de 1581.
Las primeras nueve provincias (llamadas también
"mayores") son las que, según lo estipulado en las
Constituciones de 1580, podían enviar cada una tres
representantes ("vocales") al Capítulo general; las otras dos
(Narbonesa o de Provenza; Córcega y Cerdeña juntas) estaban
representadas por un solo vocal. España no era por entonces
una verdadera provincia en el rigor del término: no existía más
que el convento de Barcelona, fundado hacía poco. Este y los
conventos de la Narbonesa (en Francia) eran las únicas
comunidades no italianas de la Orden. Pertenecían
geográficamente a Italia también Córcega (con 3 conventos),
Istria (con 4 conventos, incorporados a la provincia de la
Marca trevisana) y la parte meridional del Canton Ticino
(donde tenía conventos la provincia de Lombardía). La antigua
59
provincia de Alemania, todavía muy £10reciente a fines del siglo XV, ya había dejado de existir, a
causa de la nueva situación político-religiosa creada por la reforma protestante (todavía en 1522 se
menciona a un prior provincial; escasos son los conventos que lograron sobrevivir hasta casi la
mitad del siglo)
Las provincias Véneta (o de Venecia) y Mantuana habían sido erigidas en 1574, al dividirse
en dos zonas geográficas los conventos pertenecientes a la Congregación de la Observancia,
suprimida pocos años antes. Las dos provincias constituían, en cuanto al número de conventos y
religiosos, más de una cuarta parte de la Orden.
En la provincia Romana, Tavanti registra también 74 "monjas de clausura bajo el cuidado de
la Orden", en los dos monasterios de Portaria y Espoleto en Umbría (datos que no figuran en el
cuadro anexo) .

Origen de la Congregación eremítica de Monte Senario

Sobre la Congregación eremítica de Monte Senario, que durara casi dos siglos, poseemos
una documentación copiosa que nos permite reconstruir casi ano por ano la vida que se desarrolló
en Monte Senario y también en otras ermitas entre 1593 y 1778, año en que (por lo menos
formalmente) se cierra la fase eremítica de la Congregación. Ese mismo año fue reimplantada, en la
cuna de la Orden, la vida cenobítica y comunitaria que todavía se practica. En realidad, durante
1778 terminó ese tipo de vi da en Monte Senario y en San Jorge de Lunigiana. En 1779 ceso en
Cibona y Monterano.
El 24 de agosto de 1593, se tomo la decisión no solo de restaurar los vetustos edificios de
Monte Senario, sino de reconstruir allí una comunidad eremítica de observancia rigurosa, que
estuviera directamente subordinada al prior general y al prior provincial de la provincia toscana y
afiliada, por así decirlo, a la comunidad florentina de la Santissima Annunziata (Anunciación).
Los frailes destinados a iniciar la vida eremítica llegaron a Monte Senario el 22 de mayo de
1594, bajo la guía de fray Bernardino Ricciolini, que había estado antes dos anos en Camaldoli. Las
"memorias'" de la ermita dicen que era vicario.
Los primeros decenios de vida eremítica fueron de mucho rigor y celo. Se trabajó
activamente en el edificio, restaurando la iglesia, construyendo la gran cisterna: obras que se
llevaron a cabo con lentitud, pero sin interrupciones. Se emprendió la reforestación; se sembraron
abetos traídos de Valleumbrosa, Camaldoli y otras localidades.
Para quienes deseaban, había posibilidad de llevar una vida totalmente solitaria: surgieron
así en las laderas de la cumbre las "celdillas", dos de las cuales todavía pueden verse.
El prior general visitaba muy a menudo Monte Senario. Los frailes vestían hábito de tela
sencilla, usaban zuecos, practicaban el ayuno por lo menos tres veces a la semana, se levantaban de
noche a recitar las "Horas" nocturnas del oficio divino. Si se enfermaban gravemente, eran llevados
a la enfermería (u "hospicio" de los ermitaños) del convento de la Annunziata en Florencia; cuando
alguno moría fuera de la ermita, se hacían los arreglos para trasladarlo a Monte Senario y enterrarlo
en el cementerio.
Se emprendió asimismo la elaboración de un texto de las Constituciones para la comunidad,
imprimidas en Florencia en 1613, en lengua italiana.
A partir de Monte Senario los ermitaños, en grupos pequeños, abrieron otras ermitas en las
regiones de Toscana y de Lacio (San Jorge en Lunigiana, Montevirginio, Cibona y Monterano),
favoreciendo así el nacimiento de comunidades en Austria en los primeros años del siglo XVII. De
esto hablaremos más adelante.
He aquí un dato interesante : en el período de mayor vitalidad de la Congregación eremítica
algunos frailes de otras comunidades que venían a visitar la ermita se quedaban allí un tiempo,

60
disfrutando una hospitalidad fraterna y fecunda que todavía hoy se practica como una prerrogativa
de la cual se enorgullece Monte Senario.
El renacimiento del espíritu originario de la Orden en Monte Senario responde al
compromiso de renovación señalado por el Concilio de Trento, y esto lo demuestran el aliento y
apoyo dados a la Congregación eremítica no solo por los priores generales sino también por la Santa
Sede. De 1593 a 1612, según dice Pacifico M. Branchesi OSM, once documentos pontificios
confirman ese respaldo.
El aprecio de que, sobre todo en el primer período, gozaba esa Congregación en el seno de la
Orden se advierte en algunas "memorias" de la ermita, en las que se mencionan más de 600
religiosos que con ofertas de dinero y objetos participaron en la renovación inicial de Monte
Senario. Por su parte, la Congregación dio ejemplos excelentes de santidad y, para toda la Orden,
represento un punto de referencia y un estimulo muy saludable.

La lección de fray Ángel María Montorsoli

Transcribimos a continuación el retrato que de Montorsoli hizo Eugenio M. Casalini OSM,


quien participó en la Semana de espiritualidad celebrada en Monte Senario en 1978, para
conmemorar el ducentésimo aniversario de la extinción de la Congregación eremítica.
"Fray Ángel Montorsoli…, sin desdeñar los decretos de
reforma y sintiendo un sincero aprecio por los ermitaños de
Monte Senario, entre quienes había algunos discípulos suyos,
tenía otras ideas respecto a la renovación. Tras obtener el
doctorado en teología en la Universidad de Florencia, había
recibido el nombramiento de profesor en el convento de la
Santissima Annunziata. En 1579 publica el fruto de esos años de
enseñanza: el primer volumen de Commentarii in librum I
Sententiarum magistri Petri Lombardi (Comentarios sobre el
primer libro de las Sentencias de Pedro Lombardo) ; otros cinco
volúmenes verán la luz en los seis años en que siguió enseñando.
El tiempo libre que le dejan la docencia y el estudio los dedica a
la predicación y a las confesiones".
"En 1588, mientras su cofrade Lelio Baglioni era elegido
procurador general, Montorsoli solicito a los superiores
autorización para vivir recluido perpetuamente en una celda del
convento de la Santissima Annunziata. A decir verdad este tipo
de vida eremítica es bastante raro; refleja una protesta contra el
ambiente, pero no es una fuga ni aislamiento; se caracteriza por
el ascetismo sin que constituya un rechazo de la cultura; es rico en una vida contemplativa que se
comunica a los demás mediante la actividad epistolar, el consuelo y los consejos orales. Y así
Montorsoli, en el período de clausura, escribe cinco volúmenes de Elucubrationes (en este contexto,
elucubraciones significa meditación, reflexiones) sobre las Sagradas Escrituras, dos libros de
ejercicios espirituales de tendencia ignaciana y otros opúsculos de índole ascética. Para nosotros es
importante la Lettera spirituale, destinada especialmente a los religiosos del convento de Florencia
en 1596".
En esta Lettera (carta) -prosigue Casalini- "está muy lejana la idea de que la sola
observancia de la Regla puede convertirse en el medio de perfección religiosa. También es muy
ajena al contenido de toda la carta la convicción de que la restauración y el cambio de las
estructuras pueden renovar a la Orden. Según Montorsoli, la única posibilidad de reforma radica en

61
la obra de renovación espiritual del individuo, decidida por él y realizada en una auténtica sequela
Christi (imitación de Cristo), cuya esencia es la contemplación en la caridad".
La Lettera spirituale de Montorsoli no tuvo la misma acogida por parte de todos; pero
impresionó favorablemente al papa Clemente VIII, quien lo obligó a dejar su reclusión y lo nombró
prior general en 1597.
Montorsoli no aceptó de buen grado el nombramiento, pero emprendió de inmediato la
renovación de la vida religiosa. Designó prior del importante convento de la Santissima Annunziata
al iniciador de la vida eremítica en Monte Senario, fray Bernardino Ricciolini. Entre las
preocupaciones sobresalientes de Montorsoli figuraba la preparación de maestros idóneos
destinados a la formación de novicios y profesos. A tal efecto envió algunos religiosos con los
jesuitas, iniciándolos así en el conocimiento y realización de los ejercicios espirituales de San
Ignacio.
Fray Gregorio Alasia (1579-1626), un historiador de la Orden que cuidó con amor la
colección de las cartas de MontorsoIi, recuerda que aparte de la Lettera spirituale otras cartas
ilustran el sentido de la idea de renovación de la vida religiosa de Montorsoli. Entre ellas se cuenta,
sin duda, una escrita al ex prior general y maestro suyo fray Santiago Tavanti en 1593 y reeditada
por fray Andrés Dal Pino en 1958, en la revista Studi storici dell'Ordine dei Servi di María.
En una carta enviada, en enero de 1597, al prior provincial de Romaña declara Montorsoli su
concepción de la Orden. Se expresa en los siguientes términos:
"Es pequeña nuestra religión (orden religiosa) en comparación con otras órdenes
mendicantes; con la diligente custodia de algunos íntimamente unidos al Señor puede convertirse
fácilmente en una fortaleza inexpugnable. Pero hoy que es casi la Desolata civitas (ciudad
abandonada), se requiere mucho esfuerzo ut aedificentur muri Jerusalem (para que se reconstruyan
los muros de Jerusalén). No debemos dejar que vaya a la ruina, sino que con ayuda de la Madre de
Dios ha de ser restaurada y ampliada a fondo. Otras órdenes tienen por jefe a uno de los santos que
por singulares que sean no podrán superar jamás a la gloriosa Virgen nuestra patrona, y gozamos
del privilegio de llamarnos sus siervos".
Con fray Ángel María Montorsoli se cierra el siglo XVI. El siglo siguiente, tan rico de
acontecimiento en la vida de los siervos, llevará a la Orden a los honores de la crónica "laica" con
fray Pablo Sarpi, el religioso de los Siervos de María más conocido fuera de la Orden.

Fechas memorables

1505 Muere en Milán el beato Juan Ángel Porro.


1506 Nace el grupo de los "Hijos de la Observancia" del prior general.
1512-1517 V Concilio de Letrán.
1515-1516 Vicario general de la Observancia fray Felipe Albrizzi de Mantua. Actualización de
las Constituciones de la Observancia. Albrizzi escribe una breve historia de los
orígenes de la Orden, otra de la Congregación de la Observancia y la vida del beato
Felipe Benicio.
1517 Inicio de la reforma luterana. Al cabo de algunos años, empiezan a ser suprimidos los
conventos en Alemania.
1524 aprox. Muere la beata Lucía, fundadora del monasterio de Bagolino.
1526 Muere en Bolonia el beato Cedonio.
1533 El prior general Jerónimo Amidei de Luca hace un llamado para reconstruir Monte
Senario.

62
1539 Primer cardenal de la Orden de los Siervos de María: fray Dionisio Laurerio de
Benevento (prior general de 1535 a 1542).
1542-1553 Generalato de fray Agustín Bonucci.
1545-1563 Concilio de Trento.
1556 Primera revisión de las constituciones de la Orden en el período tridentino, seguida
en breves lapsos por otras dos: la de 1569 y la de 1580.
1570 Fin de la Congregación de la Observancia que es reunificada a la Orden.
1580 Fundación del convento español de Barcelona.
1593 Inicio de la Congregación eremítica de Monte Senario.
1596 Lettera spirituale de fray Ángel M. Montorsoli.
1597-1600 Generalato de fray Ángel M. Montorsoli.

Antología

Extracto de la Lettera spirituale de fray Ángel María Montorsoli (1596)

Así pues, cada uno de nosotros piense en sus acciones y recuerde que habrá de presentarse
ante el tribunal de Cristo, juez justísimo, sin contar con la ayuda de amigos ni de parientes, "Cada
uno, dice San Pabla, dará cuenta de si mismo al Señor". Decidamos, pues, cumplir íntegramente la
promesa hecha a Dios y liberémonos de todo cuanto nos impide seguir el camina del Cielo,
comenzando por los bienes externos y materiales. En efecto, éstas nos hacen descuidar nuestros
demás deberes, induciéndonos a los placeres, las comodidades, la ambición y la desobediencia. Y
por eso la pobreza, contraria a esos bienes, es mencionada por Nuestro Señor como la primera de
las ocho bienaventuranzas. "Par ser la primera, decía San Ambrosio, es como la madre y fuente de
las virtudes" (...)
Ninguno se disculpe diciendo haber prometido observar la pobreza vista en los otros, incluso
en los religiosos de otras órdenes, pues esa actitud equivale a entregarse en manos del demonio,
aliándose así con los transgresores cualesquiera que hayan sido. Tampoco es posible pensar que, si
uno hace sincera profesión de sus votos, no tenga la intención de cumplir lo mejor posible su
compromiso, conforme a las normas de la Santa Iglesia: vivir en común como los apóstoles en cuya
vida se inspiro San Agustín al escribir su Regla.
No pretendamos acallar nuestra conciencia diciendo que no tenemos nada que ocultar, pues
nada justificara tener aquello que está absolutamente prohibido poseer; tampoco sirve contar con
autorización de alguien que no puede concederla: "si un ciega conduce a otra ciego, ambos caerán
en el pazo".
¿Y qué decir del que, llevada por su necesidad, trata de excusarse diciendo que tiene la
intención de observar perfectamente la vi da común, pero que eso resulta imposible ante la pobreza
de la orden y del convento que impide atender a las necesidades de todos? Eso sería un engaño del
diablo, grande y fácil de descubrir y mostrar, por ser conforme a nuestros sentidas. Os ruego que
reflexionéis sobre el hecha de que injustamente se acusa a la pobreza del convento de impedir vivir
en común, pues la pobreza une a los hombres y los ha ce convivir para que se ayuden mutuamente.
De ahí que esté escrita: "Es mejor estar con otra que solo, ya que la sociedad así formada los
favorece a ambos".
En esta se refleja el singular privilegio de los solitarios. Los apóstoles llevaron una vida
privada cuando poseían bienes; cuando renunciaron a ellos empezaron' a vivir en comunidad.
Los preceptos divinos no se aponen al bien común; tampoco puede el individuo aislarse de los
demás, de modo que lo que constituye un' bien para todos también la es para él. Sin embargo, la
pobreza común del convento no debe nulificar la promesa de pobreza hecha por cada uno; esa
63
excusa se parecería a la respuesta tan imprudente de Adán al declarar: "La mujer que me diste por
compañera me obsequio la manzana". El Señor es quien nos día por compañera a la pobreza, y a
ella la culparíamos de nuestra desobediencia. Pensad un poco: si la pobreza de la Orden pudiera
realmente impedir vivir perfectamente en comunidad y sin nada propio, de ello se colegiría que los
religiosos que realizan la cuestación serian también impedimentos en la observancia de la pobreza
por ser más pobres. Pero eso resulta absurdo. Por el contrario, esos religiosos nos ensenan que, para
observar la palabra de Dios, no siempre es necesario que hagamos la cuestación (estando, sin
embargo, dispuestos a realizarla cuando se requiera); pero si es necesario por lo menos que cada
uno de nosotros ponga en común cuanto recibe por otros medios, a imitación de esos religiosos que
entregan todo lo que reciben y lo ponen al servicio de todos.
Reflexionemos un poco sobre esto: ¿qué hace un padre de familia que no tiene con qué
satisfacer las necesidades de sus hijos? Acaso no los manda a trabajar en el taller y de lo que
reciben torna lo necesario para atender sus necesidades sin hacer distinción alguna? Y eso es
precisamente lo que hemos de hacer también nosotros. Como hoy la orden ya no practica la
mendicidad, las necesidades de los religiosos' se satisfacen (y quizá mejor) poniendo todo en
común. Digo que quizá se atienden mejor sus necesidades porque se evitan muchos gastos
superfluos que se efectuarían de tener que atender cada uno a sus exigencias personales. Como los
hijos de una familia en que el padre no puede prescindir de la colaboración de todos para satisfacer
las necesidades de cada uno, también nosotros debemos trabajar y no darnos a la ociosidad, sino
trabajar con empeño en la viña del Señor hasta que muramos. Dado que todas las demás criaturas
trabajan incesantemente conforme a los designios divinos (como los cielos y las planta s, con su
movimiento y su luz), no es justo que el hombre esté ocioso; el Señor nos ha dicho: "Trabajad y
haced negocios hasta el momento de mi regreso", y nos ha hecho una advertencia en la parábola del
siervo perezoso "que fue arrojado a las tinieblas exteriores por no haber obtenido ganancias
poniendo a trabajar su talento (dinero)". Así pues, el que ahora se esmera en darse sus pequeñas
comodidades, habrá de esforzarse mucho más por el bien común para ayudar más, a sabiendas de
que con ello esta ganándose el premio inmensurable del paraíso. De lo contrario, incurriría en un
error más grave: pecaría contra la caridad al negarse a trabajar por el prójimo, pues estimaría más lo
material que el bien eterno. Se asemejaría entonces al propietario de alguna cosa, absteniéndose de
comunicar sus virtudes y su sapiencia. Estos dones los ha puesto el Señor en el alma y, lo mismo
que la belleza de las flores, ha de manifestarlos con igual liberalidad que ellas. Esto es lo que
señalaba el vicario de Nuestro Señor: "Que cada uno ponga al servicio de los demás los dones que
ha recibido, y todo para gloria de Dios, como buenos depositarios de la multiforme gracia de Dios".

La Lettera spirituale de Montorsoli, escrita en 1596, fue publicada por primera vez en Florencia alano
siguiente. El texto que aquí presentamos esta tomado de la edición más reciente: Lettera spirituale di fra Ángelo María
Montorsoli dei sevi di María ossia Somma di tutto quello che deve farsi dalle persone religiose per servire debitamente
Dio e godere vera pace..., Roma 1935, pp. 8182 (del cap. XIII) y 269-274 (del Capítulo XXXVIII). Cf. también L.
Kinspergher, La "Lettera spirituale di fra Ángelo María Montorsoli, en Studi storici dell' Ordine dei Servi di María, XX,
1970, pp. 110-171.

64
Capítulo V

EL SIGLO XVII
De la Observancia alemana (1613) al generalato de fray Julio Arrighetti (m. 1705). Monte
Senario, principal protagonista

La Orden en primer plano. Fray Pablo Sarpi. Origen y desarrollo de la Observancia alemana. Los Siervos de
María en 1650. La reestructuración "impuesta desde afuera" en 1652. El renacimiento de los estudios y el Colegio de
Gante en Roma. Crece la familia servita. La canonización de San Felipe Benicio. El generalato de fray Julio Arrighetti.
Algunas figuras notables del siglo XVII.

La orden en primer plano

Observa Conrad M. Borntrager OSM: "El historiador de los Siervos de María que quiera
estudiar el siglo XVII y el XVIII se encuentra ante un nuevo tipo de dificultad. El que estudia la
Edad Media trata en vano de encontrar más documentos sobre determinado tema; en cambio, el que
estudia los siglos siguientes tiene que tamizar una multitud de testimonios, cuyo acceso se dificulta
por falta de una clasificación". En efecto, además del abundante material inexplorado que se
conserva en muchos conventos de la Orden, en los archivos públicos y en otros sitios, gran parte de
la documentación oficial disponible e inventariada no se ha analizado todavía. Y como en la
segunda década del siglo XVII (1618) fray Arcángel Giani edita el primer volumen de los Annales
de la Orden de los Siervos de María, queda por analizar a fondo una parte considerable de los
copiosos documentos en que el analista y sus sucesores se basaron al hacer su reconstrucción de la
historia.
A esto hemos de añadir el hecho de que el siglo XVII
es un período sumamente rico para la historia de la Orden.
En efecto, durante el período comprendido entre 1600 y
1700 la gobernaron varios priores generales que se
distinguieron por una personalidad excepcional, tanto en lo
espiritual como en lo intelectual. En segundo lugar, la
renovación religiosa, iniciada en Monte Senario, rindió
frutos significativos en la Observancia alemana y en la
fundación de otras ermitas. Por último, la reestructuración
efectuada en Italia (al implantar algunas disposiciones
pontificias de carácter perentorio) propicio, quizá, una
organización más adecuada. Y esto sin mencionar el notable
desarrollo que los estudios lograron en la mitad del siglo, ni
la consolidación de la Orden en otros países europeos como
Francia, España y los de lengua alemana.
Si quisiéramos compendiar en una sola frase los
rasgos distintivos de la vida de los Siervos de María en este
siglo podríamos afirmar que se alcanzó, por así decido,
cierta burocratización: muchos priores generales son nombrados obispos al finalizar su gestión; un
65
número creciente de religiosos imparten clases en las universidades más importantes de Italia; nace
la provincia de Alemania y poco a poco va configurándose aquello que las Constituciones actuales
en el Capítulo XLII llaman con una designación feliz "Familia de los Siervos": se extienden las
fundaciones de monasterios femeninos, se consolida la Compañía (cofradía) del hábito, llamada
después confraternidad de los Siete Dolores. En esta "burocratización" se inscriben también las
publicaciones de los Annales o, en otras palabras, la historia "oficial" de la Orden. Un Capítulo
aparte merecería la consolidación en el seno de la Orden y en su ministerio pastoral de la devoción a
la Virgen de los Dolores. Según señaló recientemente Pacifico M. Branchesi OSM: "Esta devoción,
fomentada por los religiosos y destinada en primer lugar a los laicos, alcanzará tal éxito entre los
fieles e influirá tanto en el interior de la Orden durante el siglo XVII, que se convertirá en una de
sus características más sobresalientes.
Es evidente, pues, que no resulta nada fácil reunir en unas cuantas páginas la historia y
vitalidad de los Siervos de María en este siglo; más bien se antoja una tarea imposible.
Obligados a hacer una selección rigurosa de los aspectos y acontecimientos más
importantes, nos parece poder sintetizar los puntos esenciales en los siguientes temas: la figura de
fray Pablo Sarpi; el origen y la consolidación de la Observancia alemana; la reestructuración
"obligatoria" que se efectuó en 1652; el renacimiento de los estudios y el Colegio de Gante de
Roma; el crecimiento de la "Familia de los Siervos"; la canonización de San Felipe Benicio; el
generalato de fray Julio Arrighetti, y algunas figuras notables del siglo XVII.

Fray Pablo Sarpi

La figura "publica" de fray Pablo Sarpi casi siempre deja en la sombra dos problemas: su
personalidad de religioso y la actitud que la Orden asumió frente a la posición que Sarpi tomó en el
entredicho de Venecia (1606).
Nacido en Venecia en 1552, Sarpi entró a la Orden de
los Siervos de María en 1565, cambiándose su nombre de pila
Pedro por el de Pablo. Fue ordenado sacerdote en Mantua en
1574. Mientras tanto había sido suprimida la Congregación de
la Observancia a la cual pertenecía la provincia de Sarpi.
Tras una breve estancia en Milán, donde conoció a San
Carlos Borromeo quien acudió a él para hacerle consultas,
Sarpi retorna a Venecia. En 1578 obtiene el doctorado de
teología en Padua. En 1579 es elegido prior provincial de la
provincia Véneta y forma parte de la comisión de tres frailes
encargados de revisar las Constituciones de la Orden que
serían publicadas en 1580. En 1585 lo eligen procurador de la
Orden; y por eso se dirige a Roma, donde permanece hasta
finalizar su cargo trienal. En 1589 es enviado por el cardenal
protector de la Orden a Romaña, en calidad de visitador de los conventos de esa provincia.
Los datos aportados por un trabajo de Pacifico M. Branchesi indican con qué rigor actuó
Sarpi, en esa misión, para restaurar la vida religiosa en los conventos. En 1598 es teólogo oficial del
obispo de Ceneda (hoy Vittorio Véneto). En 1599, el prior general fray Ángel M. Montorsoli lo
nombra vicario general para la visita canónica de los conventos de Venecia. En 1606 es elegido
consultor, teólogo, canonista y jurisconsulto de la República véneta. Acepta con la condición de que
el Senado se comprometa formalmente a defenderlo siempre. En Venecia se une a él Fulgencio
Micanzio, que después será un incondicional de Sarpi y luego su primer biógrafo. En los primeros
días de mayo de 1606 entra en vigor el entredicho papal en contra de Venecia, cuyo gobierno había
pretendido juzgar y condenar a algunos clérigos. Comienza así la "guerra de los escritos" sobre toda
66
esa cuestión. En octubre del mismo año, Sarpi recibe un citatorio, bajo la pena de excomunión, para
que se presente en Roma. Responde con un escrito público, en que dice que no está obligado a
comparecer en Roma; acepta ser juzgado pero en un lugar seguro. El 5 de enero de 1607 es
excomulgado. El 5 de octubre del mismo año lo hieren en un atentado, del cual al parecer recibió
aviso por parte del cardenal Roberto Bellarmino.
La controversia entre Venecia y el papado terminó con un acuerdo, y Sarpi se retiró de la vi-
da pública, prosiguiendo sus estudios. Nos detenemos a examinar su actitud como consultor de la
República véneta, por ser un aspecto muy conocido de su vida. Murió de manera edificante el 14 de
enero de 1623. El mismo año mueren fray Bernardino Ricciolini que, en 1593, había fundado la
Congregación eremítica de Monte Senario y fray Arcangel Giani, primer analista de la Orden.
No parece que pueda ponerse en duda la vida intachable de Pablo Sarpi como siervo de
María. Queda por resolver el problema de la actitud que la Orden adoptó ante él durante el
entredicho y después de él; no fue ajena al hecho de que su Istoria del Concilio tridentino fuera
puesta en el Index librorum prohibitorum (Indice de libros prohibidos), que apareció en 1619. El
problema se complica por la circunstancia de que, entre 1604 y 1609, fue prior general fray Felipe
Ferrari (que volverá a dirigir la Orden en calidad de vicario apostólico durante el período
comprendido entre 1624-1625), quien era muy amigo de Sarpi.
Boris Ulianich, que ha estudiado el problema de las relaciones entre Paolo Sarpi, il generale
Ferrari e l’Ordine dei Serviti durante le controversie veneto-pontificie, es cauto al sostener que las
autoridades jerárquicas de la Orden no atacaron a la persona de Sarpi ni lo censuraron en el seno de
ella. Pero ello no fue obstáculo para que, en el terreno oficial, durante los años del entredicho
algunos exponentes de la Orden defendieran abiertamente la postura de la Santa Sede en la
controversia y reafirmasen la absoluta obediencia de los Siervos de María al papa. Conviene al
respecto recordar los escritos de los religiosos Ángel M. Sermarini, Agustín M. Vigiani y Lelio M.
Baglioni, así como los de una comisión de seis teólogos servitas.
Podemos incluso hablar de un buen "recuerdo" de Sarpi en la Orden; periódicamente fue
defendido por sus co-hermanos: para citar un solo ejemplo, basta pensar en la obra Fra Paolo Sarpi
giustificato (publicado con un seudónimo en 1752 e incluido inmediatamente en el Index), de fray
José Jacinto M. Bergantini (1691-1774). La exposición y la reunión sobre Sarpi celebradas en
Venecia durante octubre de 1983 constituyen una aportación más a su vida y su obra. Pacifico M.
Branchesi se encargo de la públicación de un magnifico catálogo del material pertinente.

Origen y desarrollo inicial de la Observancia alemana

Las fundaciones de los Siervos de María que, desde Innsbruck (1613) se extenderán después
al resto de Austria, Bohemia, Alemania y Hungría y que constituían la llamada "Observancia
alemana", muestran desde el principio la espiritualidad característica de los ermitaños de Monte
Senario. Algunos de ellos habían sido enviados a Austria, incluso con cargos de gobierno. Pero se
considera que, antes de ellos, la verdadera "fundadora" de la Observancia alemana fue la viuda del
archiduque Fernando (m. 1595) de Austria (en el Tirol), Ana Catalina Gonzaga. Había nacido en
Mantua en 1567 y era hija del duque Guillermo; en 1582 Fernando se había casado con ella en
segundas nupcias. En 1612, junto con su hija María (su otra hija, Ana, había contraído matrimonio
en 1611 con el futuro emperador Matías), Ana vistió el hábito de las Siervas de María en un
monasterio de religiosas fundado por ella en Innsbruck (desde ese momento se llamara sor Ana
Juliana, y su hija, sor Ana Catalina). Tres años más tarde, en 1615, hará venir a algunos ermitaños
de Monte Senario para fundar la observancia regular en el convento de los religiosos que estaba
edificando en la misma ciudad. Luego de su muerte, acaecida en 1621, los ermitaños retornaron a
Italia. Pero su ausencia no se prolongará mucho tiempo. En 1624, el propio Urbano VIII por
solicitud del archiduque Leopoldo ordena al vicario general apostólico que envíe otra vez al Tirol a
67
algunos ermitaños de Monte Senario con el propósito expreso de restablecer allí la observancia
religiosa.
Christopher M. Mooney y Luke M. Foster han estudiado
ampliamente los orígenes y el desarrollo de la Observancia
alemana.
Lo dicho hasta aquí nos indica que esta nueva experiencia
está estrechamente ligada a Monte Senario. Los "Estatutos"
especiales de la Observancia alemana (aprobados por la Orden en
1634 y confirmados por el papa Clemente IX en 1668) habían
sido preparados en 1627 en sus aspectos esenciales por fray
Arcángel M. Benivieni, un ermitaño de Monte Senario. No se
olvide que precisamente este religioso gobernó durante 33 años
los conventos de la Observancia alemana.
Respecto a la espiritualidad de los religiosos
pertenecientes a la Observancia alemana se puede recordar esta
afirmación tan terminante, contenida en el texto de una "Regla"
para novicios: el fin especial de la Orden debe ser "la meditación
de la Pasión de Cristo y los dolores que la Virgen sufrió en la Pasión de su hijo y en otros episodios
de la vi da de él. Afirmación que concuerda con la espiritualidad de la Orden en aquel tiempo, si
bien tal punto de referencia (en opinión de Mooney) resultaría más cristocéntrico que las actitudes
análogas de los servitas italianos del siglo XVII.
Durante todo el siglo XVII el desarrollo de la Observancia alemana está estrechamente
vinculado al convento de Innsbruck: de los 480 novicios (según advierte Hugo M. Korbel OSM),
que allí hicieron la profesión religiosa desde los orígenes hasta el año 1700, 123 eran oriundos de
Innsbruck.

La conclusión o fin oficial de la Observancia alemana ocurrió en 1908, cuando las dos
provincias (la Tirolesa y la Austrohúngara), acogiendo los "deseos de la Orden", "aceptaron cumplir
de nuevo el texto de las Constituciones" aprobado en el Capítulo general de 1905 y confirmado por
la Santa Sede con un decreto fechado el 15 de mayo de 1907. Se respetaban, empero, algunas
"costumbres loables". Sobrevivientes de la antigua Observancia Alemana son la actual provincia
Tirolesa y la provincia Húngara, esta ultima en vías de extinción.
El influjo que ejerció la Observancia alemana fue considerable y positivo sobre todo por los
constantes nexos que mantuvo con Monte Senario, comunidad de la cual había nacido y de la cual
siempre quiso ser hija fiel.

68
Los Siervos de María en 1650

Enumeramos a continuación las provincias de que constaba la Orden en 1650, con el número
de conventos respectivos (un total de 293), representados en el mapa atendiendo a su posición
geográfica.
En Italia, las provincias con pleno derecho (es decir,
las que podían celebrar periódicamente su Capítulo y elegir
al provincial) eran nueve, con un total de 261 conventos.
Habría que añadir Córcega (5 conventos) y Cerdeña (2
conventos) que estaban gobernadas por vicarios generales:
hoy las llamaríamos "vicariatos". Estos 268 conventos
representaban el 91.5% de la Orden y se encontraban casi
todos en la Italia actual, exceptuados 5 en Francia
(Córcega), 5 en Yugoslavia (Istria), y 2 en Suiza (Canton
Ticino). Pero recuérdese que tal cifra comprende Además
los conventos más pequeños, no enteramente autónomos,
unidos a conventos cercanos más grandes, como lo revela,
según veremos más adelante, la investigación ordenada por
el papa en 1649 y que dará origen a las supresiones tres años
después.
He aquí las otras tres provincias: Provenza (o Narbonesa), con 7 conventos, todos ellos en
Francia; España (o Cataluña), con 10 conventos, uno de los cuales estaba en territorio francés;
Alemania, con 8 conventos distribuidos sobre una extensa región, en la cual empezaba a
desarrollarse la Observancia alemana y que abarcaba la actual Austria (6 conventos), Alemania
Occidental (l convento) y Checoslovaquia (l convento). Respecto a las provincias no italianas, en el
mapa se indican los conventos que en 1650 contaban con un prior elegido en el Capítulo provincial.

La reestructuración “impuesta desde afuera” en 1652

Conforme a las disposiciones tan precisas del Concilio de Trento, muchos papas habían
prohibido a las órdenes religiosas aceptar nuevos miembros en los conventos que no estuviesen en
condiciones de mantenerlos; tampoco podían realizar nuevas fundaciones sin la autorización del
ordinario del lugar. Tanto los institutos religiosos como los obispos locales a menudo no acataban
tales disposiciones. El papa Inocencio X (1644-1655) decidió adoptar una actitud más estricta y
tomar medidas concretas. Con la constitución apostólica lnter coetera (entre otras cosas) de 1649
ordeno a las órdenes religiosas hacer un riguroso censo sobre el número de conventos existentes en
Italia, sobre la cantidad de frailes asignados a cada uno y sobre el monto de los ingresos del
convento.
Una vez reunidos y analizados todos esos datos, en la constitución lnstaurandae regularis
disciplinae (necesidad de restablecer la disciplina regular) de 1652, paso de las palabras a los
hechos. El documento pontificio no insistió en la existencia de muchos conventos que no podían
sostener a los religiosos, sino en la circunstancia negativa de que el escaso número de religiosos en
cada convento impedía la reforma de las órdenes religiosas y el renacimiento de la observancia
regular.
En lo tocante a los Siervos de María, que han sido objeto de un exhaustivo estudio de
Conrad M. Borntrager, los documentos de archivo disponibles (sobre todo dos grandes volúmenes
titulados Stati dei Conventi, 1650) permiten examinar a fondo la situación de la Orden en Italia al
momento de promulgarse la constitución lnstaurandae regularis disciplinae.

69
En síntesis: la aplicación de las disposiciones papales ordenaba suprimir 102 de los 261
conventos existentes en Italia en 1650, incluidos los de Córcega y Cerdeña.
La aplicación concreta de tal disposición no se llevo a cabo en un día, Además de que
admitía apelaciones bien fundamentadas; por ello, los conventos realmente suprimidos fueron 48:
poco más de un tercio.
Los Annales de la Orden califican de desgracia la supresi6n, pero la historia de los años
siguientes no parece confirmar esa opinión.
Con todo, resulta muy esclarecedora una comparación: los conventos de Italia disminuyeron
de 261 en 1650 a 177 en 1750; en cambio, el número de religiosos crece de 1745 a 1950. Se
aprecia, pues, una tendencia inversamente proporcional en relación con el número de conventos, por
lo menos en Italia. Pero no se olvide que la Orden todavía estaba presente principalmente en ese
país.

El renacimiento de los estudios y el Colegio de Gante en Roma

Desde antes de la reestructuración impuesta a la Orden, los priores generales se habían


preocupado de fomentar un renacimiento orgánico de los estudios. Y ello se releja en algunas
iniciativas de la época. En 1633 el prior general fray Dionisio Bussotti, ampliando un privilegio
vigente desde mucho antes, había obtenido autorización de la Santa Sede para elevar a doce el
número de religiosos a los que podía concederse el magisterio en teología, con un diploma
equivalente en todo al que concedían las universidades. En 1659, al prior general fray Calixto
Puccinelli, Alejandro VII le otorga la facultad de dar dicho doctorado a dos estudiantes de cada
provincia. Se puso la condición de que el grado académico fuese conferido durante la realización de
un Capítulo o dieta provincial o, por lo menos, con motivo de una visita canónica.
Llegamos así al año 1666, cuando en el nuevo convento de San Marcelo de Roma el prior
general fray Ludovico Giustiniani logra traer los primeros estudiantes al nuevo colegio, llamado
Colegio de Gante, en honor del teólogo medieval Enrique de Gante. El centro de estudios tenía la
facultad de conceder los grados académicos en teología.
El papa Clemente IX con el breve Militantis Ecclesiae (Iglesia militante), del 21 de febrero
de 1669, aprueba los estatutos de esa casa de estudios.
El colegio proseguirá sin interrupción sus actividades hasta 1870; las reanudara después con
el nombre de San Alejo Falconieri en 1895. La Facultad Teológica "Marianum", crea da por Pio XII
en 1950, es heredera directa del Colegio de Cante. A partir del 7 de marzo de 1965, es la única
facultad católica del mundo que tiene el privilegio de otorgar el doctorado en teología, con
especialización en mariología, a sacerdotes y religiosos y (desde 1971) también a laicos.
Con la creación del Colegio de Gante en Roma se propicio un renacimiento de los estudios.
En 1697, el prior general Jorge Soggia promulgo una serie de "estatutos" (Leges studiorum et
collegiorum Ordinis Servorum), que pueden considerarse los primeros de su tipo en la historia de
los Siervos de María, al menos por su carácter orgánico. Seis años más tarde (1685), el prior general
fray Julio Arrighetti inaugura en Bolonia un "estudio" en el convento de San José, destinado a los
estudios de filosofía. Entre las finalidades fundamentales de esa iniciativa figura la de preparar
alumnos idóneos para proseguir su formación académica en el Colegio de Gante en Roma.
Un problema especial lo constituye identificar la escuela, filosófica o teológica que siguió la
Orden en este renacimiento de los estudios. La referencia al teólogo medieval Enrique de Gante
(que según algunos historiadores de la Orden había sido un siervo de María, pero su opinión carece
de fundamento) parece revelar una tendencia bastante constante en la tradición cultural de la Orden:
no adherir en forma colectiva a ninguna escuela teológica. Entre los teólogos servitas más
destacados se cuentan tomistas muy firmes, partidarios de Duns Scoto, y eclécticos. El fenómeno
puede atribuirse también a la gran autonomía de las diversas entidades de la Orden, en que nunca
70
hubo una organización rigurosamente centralizada. Esto lo confirma, en el período que estamos
examinando, un episodio singular vinculado al nombre de fray Gerardo Capassi (1653-1737) .
Oriundo de Florencia, Capassi cuando tenía poco más de treinta años era ya maestro en la
Universidad de Pisa. Mientras tanto había enseñado también en Roma, en el Colegio de Gante y en
el estudio del convento de Florencia. Autor de importantes Conclusiones de índole filosófico-
teológica (así se llamaban entonces los "manuales" de filosofía, teología y derecho), conocido
también en el extranjero donde gozaba de la amistad de los eclesiásticos más doctos de la época, en
1688 fue denunciado por sospecha de herejía ante el tribunal de la inquisición de Florencia. Le
confiscaron varios ejemplares de sus obras y fue condenado a algunos meses de prisión, si bien
declaró estar dispuesto a reconocer sus posibles errores.
El cardenal Próspero Lambertini, futuro papa Benedicto XIV, vio en este suceso un
incidente sufrido por un precursor de los tiempos. Pese a todo, las conclusiones de Capassi no
fueron quitadas del Index librorum prohibitorum sino hasta el año 1900.

Crece la familia de los Siervos

Entre los datos más importantes del siglo XVII encontramos los siguientes: en 1628 el papa
Urbano VIII concede al prior general la facultad de erigir en cualquier iglesia la Compañía (
cofradía ) del hábito, la cual desde 1645 se llamará confraternidad de los Siete Dolores; en 1643 se
publica, en Bérgamo, la Regola e Costituzioni da essere osservate dalle monache dell’Ordine
de'Servi di María Vergine, el primer texto moderno de carácter legislativo destinado a las monjas
servitas; en 1648 muere sor María Benedetta Rossi, fundadora del monasterio de Burano (Venecia);
en los años 16571658 y 1689 se fundan los monasterios de Venecia (Santa María del Llanto) y de
Arco, inspirados los dos en la "reforma" de Monte Senario; en 1699 se publica en la Ciudad de
México un opúsculo sobre la Orden destinado a los grupos laicos servitas.
Estos y otros elementos, recogidos en los estudios de Mario Emilio M. Bedont, David M.
Montagna, Pacifico M. Branchesi, Damián M. Charboneau y otros religiosos, vienen a confirmar
que en el siglo XVII la "Familia de los Siervos" conoció en todas sus ramas un notable auge incluso
fuera de Italia; por ejemplo, en los países de habla alemana.
De los monasterios femeninos hablaremos al referirnos a algunas figuras eminentes en este
siglo. Ahora preferimos ocuparnos brevemente de la Tercera Orden y de los grupos laicos.
Se sabe que junto a los conventos, desde los orígenes de la Orden, hubo individuos
(recordemos a Enrique o Arrigo de Baldovino que en 1265 se ofreció como "oblato" a la iglesia de
Santa María de Cafaggio en Florencia) o grupos que deseaban compartir como laicos la
espiritualidad y también la vida de los siervos.
Con la bula Sedis apostolicae providentia (16 de abril de 1424) del papa Martín V, tuvo
prácticamente inició la Tercera Orden, según se comprueba también en un opúsculo destinado a ella
por el futuro analista de la Orden fray Arcángel Giani. También se la conoce con el nombre de
"Consorcio" o "Compañía" de los siervos. El 9 de febrero de 1599, el prior general Ángel María
Montorsoli envía una carta de participación de los bienes espirituales de la Orden "a todos los
amantísimos hombres y mujeres de cualquier estado y condición, de todo el mundo, presentes y
futuros que estén inscritos en la Compañía del hábito o que más adelante se afilien a ella,
congregada con alma y corazón en honor de la gloriosa Virgen María y en memoria de los dolores
que sufrió en la muerte de su Hijo".
En 1607, a estas compañías (o fraternidades) del hábito la Santa Sede les concede privilegios
espirituales especiales, que serán renovados y enriquecidos en años posteriores hasta que en 1645
recibirán el nombre de "confraternidad de los Siete Dolores de la Virgen".
En opinión de Andrés Dal Pino (cuyo trabajo en lo relacionado con la comunidad de Monte
Senario fue publicado en 1969 en un opúsculo titulado Terz'Ordine o gruppi laici dei Servi ieri e
71
oggi, no debemos identificar las confraternidades con la Tercera Orden, la cual continuo de manera
autónoma su desarrollo aunque fuertemente influida por el crecimiento "de la devoción a la Virgen
de los Dolores, pero siempre en forma más congruente con la vida y espiritualidad de la Orden de lo
que podía serlo una simple confraternidad" .
En cuanto expresión laica de la Orden de los Siervos de María, tanto la Tercera Orden como
la confraternidad de los Siete Dolores siempre se nutrieron del espíritu de las comunidades en torno
a las cuales nacieron sus miembros o bien lo hicieron de modo autónomo. Esta precisión es muy
importante. Como se ha dicho: "Hoy la Orden de los Siervos de María está configurada por las
Constituciones (1968) que, por primera vez en su historia, no son solo un código legislativo interno,
sino la manifestación de sus ideas humanas y cristianas, del compromiso que desea asumir
conscientemente en el plano individua y en el colectivo" (Andrés Dal Pino). De ahí la importancia
de su irradiación a varias ramas: exigencia advertida en los momentos del impulso renovador, como
lo fue en la vida de la Orden el siglo XVII.

La canonización de San Felipe Benicio

Felipe Benicio de Florencia fue canonizado por Clemente X el 12 de abril de 1671. El


acontecimiento tuvo grandes repercusiones en la Orden pues fue el primer religioso en ser
canonizado y, junto con San Peregrino Laziosi, ha si do una de las figuras más populares.
A fin de que el lector comprenda mejor por qué ese hecho tuvo tales repercusiones,
recordemos el largo y laborioso itinerario de la causa de canonización. Lo tomaremos del perfil: Un
santo nella Firenze del Duecento, hecho en 1972 por Aristide M. Serra. La cita es larga pero nos
parece que vale la pena anexarla aquí.
"Las primeras manifestaciones del culto a San Felipe
(muy notables) se dieron en la propia Todi, donde los
milagros realizados por el santo inmediatamente después de
su muerte fueron registrados por los notarios locales. El
gran respeto de su memoria está consignado en el registro
del general de la Orden fray Lotaringo de Florencia (1285-
1300). En efecto, en una partida de 1285, el nombre de
Felipe se acompaña del apelativo "santo". La veneración de
que fue objeto encontró después su vehículo natural en la
Orden, donde su culto supero al que se rendía a los Siete
Santos Fundadores. Por lo menos a partir del siglo XV,
incluso en los documentos oficiales se le llama "primer
general", y en ambientes ajenos a la Orden se le tenía por el
fundador. Y los Siervos de María siempre lo han considera
do como la luz que la Virgen puso en el candelero de la
Orden a fin de que, con su doctrina y con su ejemplo, todos
los religiosos aprendiesen a servirle fielmente. Así se
expresa la Legenda de origine".
"Se entiende, pues, el esmero con que la Orden cuido siempre la tumba del santo en sus
varias traslaciones. Con motivo de la primera de ellas, la cual se realizó el lo de junio de 1317, el
cuerpo fue llevado al sepulcro empotrado en la pared derecha de la capilla de San José. El autor de
la Legenda de origine confiesa que los milagros de que fue testigo en aquella ocasión lo impulsaron
a emprender investigaciones y escribir la biografía del santo. Por obra del prior general Santiago
Tavanti, quien despertó el interés de todas las provincias de la Orden en esta empresa, se efectuó la
siguiente traslación de los restos de la capilla de San José al altar mayor, bajo la mesa del altar, el
16 de agosto de 1579. Exactamente veinte años después, cuando los siervos cambiaron el convento
72
y la iglesia originaria de San Marcos por los de Santa María de las Gracias, el 12 de septiembre los
restos del santo fueron llevados solemnemente a la nueva sede, donde se encuentran todavía junto
con algunas reliquias suyas (túnica, solideo, corona de la Virgen de los Dolores, una pequeña
corona de bolsillo, las sandalias y el crucifijo que, según se dice, pidió en su lecho de muerte). A
partir del siglo XIV, en repetidas ocasiones los generales se dieron a la tarea de difundir el culto de
San Felipe y conseguir la canonización forma. Andrés de Faenza (1374-1396), quien hizo divulgar
las memoras del santo, encargo Además la redacción de un oficio litúrgico a fray Guillermo de
Alejandría. En 1456 fray Tadeo Garganelli de Bolonia, socio del vicario general, convoco en Todi a
los principales superiores para estudiar la posibilidad de proponer al papa Calixto II la
canonización. El senado de Todi dio su consentimiento a esta iniciativa, lo mismo que el de
Florencia, el cual envió una carta al pontífice el 6 de abril. El fallecimiento del papa vino a retardar
una vez más el feliz término de la causa".
"El prior general fray Cristóbal Tornielli (1461-1485) fue otro infatigable promotor del culto
de San Felipe. Hizo que conocidos literatos de la época vertieran en latín clásico-humanista las
memoras más antiguas que presentaban un carácter devocional, una especie de biografía (o legenda)
escrita hacia 1317. El Capítulo general de 1470 decreto, entre otras cosas, que en los capítulos
posteriores se pronunciara un discurso conmemorativo del santo y que se tratara de su causa".
"Siguen siendo memorables, en este campo, las disposiciones dadas por el prior general fray
Antonio Alabanti '(1485-1495). Con motivo de su visita a la provincia de Alemania (en 1486)
ordeno que en todos los conventos se conservara una imagen del santo o que le fuese erigido un
altar. Dos años después, en el Capítulo general de Bolonia, se decidió hacer la recopilación del
proceso y restaurar el viejo convento de Todi por cuenta de la Orden".
"Cuando ocupo la sede pontificia León X, originario de Florencia, la atención se centro aún
más en la figura de San Felipe, lo cual se advierte principalmente en el Capítulo general celebrado
en 1515. Gracias a los buenos oficios del cardenal protector Antonio del Monte, el 23 de agosto el
papa concedió a la Orden la autorización de seguir rindiendo culto al santo sin temor a las censuras
canónicas y de celebrar la fiesta, con su oficio propio (bula del 24 de enero de 1516, que se
conserva en Todi), pues por el momento no le era posible hacer la 'canonización propiamente dicha,
agobiado como estaba por gravísimos problemas".
"Tras esta concesión, se multiplicaron en el seno de la Orden las iniciativas tendientes a
lograr la canonización solemne. En Budrio, durante el Capítulo efectuado en 1594, el prior general
fray Lelio Baglioni decreto que se restaurasen o se erigiesen capillas y altares al santo. Nuevos
oficios litúrgicos fueron preparados por varios religioso s, en especial por obra de dos priores
generales: Zacarías Faldossi (1564-1570) Y Ángel Montorsoli (1597-1600)".
"Sobre todo respecto al segundo, conviene mencionar el celo infatigable que mostró para
conseguir una conclusión rápida de la causa. Acudió al consejo de la ciudad de Todi, al gran duque
de Toscana y a otros príncipes de Italia para conseguir su apoyo en los trámites con la Santa Sede.
Ordeno una recaudación de fondos y una recopilación de documentos; personalmente participó en
las investigaciones. Encargo al analista fray Arcángel Gianni redactar la clásica Historia del b.
Felipe Benicio (editada en Florencia en 1604), que puede considerarse el resumen de los más
diversos datos que hasta entonces se habían publicado acerca del santo. Todos los conventos debían
contar con un ejemplar, según la recomendación hecha en el Capítulo genera} de 1603. Montorsoli
había además ordenado oraciones en toda la Orden por la feliz conclusión de la causa de
canonización. Desafortunadamente la muerte no le permitió llevar a término la empresa".
"Después de Montorsoli, reanudo con febril empeño esa tarea fray Baltasar Bolognetti (prior
general de 1614, a 1624), ayudado en ella por el infatigable fray Aurelio Raffaelli, procurador
general en Roma. Gracias al empeño puesto por este último, en 1619 la Santa Sede nombró a tres
auditores de Rota para preparar el proceso apostólico acumulativo acerca de las virtudes y milagros

73
del beato. El proceso florentino se terminó en 1621, principalmente por obra del animoso Gianni.
En el proceso de Todi intervino activamente fray Ángel Berardi".
"Los votos de la Orden se acompañaban de los de Fernando II, que en 1625 recomendó al
pontífice acelerar la causa de beatificación. Sin cesar surgían nuevos obstáculos. Hubo suplicas
posteriores del Emperador Fernando III a Urbano VIII (22 de febrero de 1641) y a Inocencio X (26
de abril de 1645). Con mayor insistencia el emperador Leopoldo I se dirigió a Clemente IX (24 de
diciembre de 1668). La intervención de este soberano, quien volvió a interponer su mediación un
año más tarde, junto con la del gran duque de Toscana y de toda la Orden alcanzaron por fin la tan
aspirada meta. Superadas las últimas dificultades, el beato Felipe fue canonizado por Clemente X el
12 de abril de 1671".
Como hemos visto, la causa de canonización fue larga y estuvo llena de problemas. La
Orden, que tanto empeño había puesto en ella, la intensifico en los años inmediatamente anteriores
y subsiguientes. La Bibliografía dell'Ordine dei Servi, cuya sección del siglo XVII (1601-1700)
estuvo a cargo de Pacifico M. Branchesi, enumera y describe los títulos de muchas obras publicadas
en torno a San Felipe.
Un estudio reciente (1979) de Victorio Casale recuerda también la solemnidad de la
canonización. Leemos en é1: "Para darnos una idea general, basta leer la lista de gastos hechos en la
canonización de San Fe1ipe Benicio y hacer un balance: se contrato a doce artistas, los cuadros
originales (incluidos estandartes y miniaturas) fueron veintitrés, las coplas fueron cerca de diez.
Ahora bien, San Felipe fue canonizado junto con otros cuatro santos: si queremos un panorama
general de la contratación de los servicios de artistas para la canonización de los cinco, hemos de
multiplicar por cinco cada cifra. Asimismo, la fiesta que se celebro en 1671 con motivo del
acontecimiento se nos manifiesta en todo su esplendor a medida que contamos con más datos, al
punto que podemos catalogarla como una de las más grandes festividades barrocas de que se tenga
memoria. Su importancia se revieja en las zonas geográficas a que se extendió (para limitarnos a
Italia, basta citar las ceremonias tan numerosas que se celebraron desde Venecia hasta Mesina), el
número y la duración de las festividades (cinco tan solo en Roma, en las que participó la ciudad
entera de abril a octubre de 1671 en cinco iglesias: San Pedro, San Andrés del Valle, Santa María
sobre Minerva, San Marcelo al Corso, el Jesús) la participaci6n conjunta (nada menos que cuatro
órdenes religiosas dadas a la tarea de difundir la devoción a sus santos: los teatinos, a San Cayetano
de Thiene; los jesuitas, a San Francisco Borja; los siervos de María, a San Felipe Benicio; los
dominicanos, a San Luis Beltrán y Santa Rosa de Lima). A esto hay que agregar el despliegue de
actividad por varios artistas, muy famosos o menos conocidos (de Carlos Maratti a Nicolás
Berrettoni, de Lilzaro Baldini a Alejandro Vasselli, de Francisco Rioli a Luis Garzi)".

El generalato de fray Julio Arrighetti

El influjo de Monte Senario en la vida de la Orden continua


también en los ocho anos del gobierno del venerable fray Julio
Arrighetti, quien fue prior general de 1682 a 1690.
Nacido en San Pedro de Sieve, en las inmediaciones de Monte
Senario en 1622, llevó una vida sumamente agitada casi hasta los
ochenta años. De joven fue maestro en Sansepolcro, después en
Mantua y Venecia; de allí paso a Vicenza y luego a Florencia y Pisa.
También era un buen orador.
En el viaje que realizó a Alemania en calidad de socio del
prior general Calixto Puccinelli (1659), se distinguió también por las
acaloradas disputas teológicas en que intervino. En 1677 fue elegido
prior provincial de Toscana, pero antes de finalizar su gestión dimitió
74
en 1680 y se retiro a Monte Senario para convivir con los ermitaños del lugar, llegando incluso a
cambiarse el nombre de Julio por el de uno de los Siete Santos Fundadores: fray Alejo. Y apenas
dos años después hubo de abandonar la ermita para aceptar la decisión del papa Inocencio XI, quien
lo nombró vicario general de la Orden y, por tanto, prior general. Pero cuando en 1690 terminó el
mandato, hizo todo lo posible por retornar a Monte Senario. No lo consiguió. Fue en 1695 cuando
logro enclaustrarse en una celda del convento de la Santissima Annunziata de Florencia, donde
permaneció hasta su muerte en 1705, renovando en esa cárcel espiritual la experiencia que, un siglo
atrás, había vivido fray Ángel María Montorsoli.
Una hermosa, profunda y edificante biografía del venerable Julio Arrighetti fue escrita por
su sucesor en el gobierno de la Orden, fray Juan Francisco María Poggi, que ocupó el cargo hasta
1702 y que después fue nombrado obispo de San Miniato (Pisa), desempeñando ese oficio pastoral
de 1703 a 1719. Poggi describe el generalato de Arrighetti en los siguientes términos: "Muchos
creían que, desde los inicios de su gestión, iba a promulgar númerosas leyes muy rigurosas
tendientes a extirpar los abusos; pero se engañaron pues publicó una sola pero sumamente eficaz:
un ejemplar estilo de vida. Su máxima era no multiplicar los decretos sino hacer observar con
rectitud y fidelidad las reglas ya existentes... No hay, decía, nada más nocivo para la salud corporal
que el hecho de cambiar a cada momento los
medicamentos y en la práctica constatamos que nunca se
cierran las heridas a las cuales se aplican remedios
contrarios o diversos".
El siglo XVII había comenzado con la renovación
de Monte Senario y se cerraba de la misma manera. Y
quizá tiene un profundo significado el hecho de que una de
las páginas más conmovedoras de la biografía de
Arrighetti escrita por Poggi ofrezca una interpretación
mística del abetal de Monte Senario.

Algunas figuras notables de los Siervos en el siglo XVII

El poco espacio disponible no nos permite más que hacer una sucinta mención de los
personajes más notable de este siglo. A él pertenecen tres analistas de la Orden con quienes
comienzan o se cierran los Annales: Arcángel Giani (m. 1623) y, en su juventud, Luis M. Garbi (m.
1722) y Placido M. Bonfrizieri (m. 1732). Al la do de Sarpi, destacan fray Querubin M. Ranzani
(m. 1675) nativo de Reggio Emilia y constructor del "reloj eterno" programado hasta el año 2000,
reloj que todavía se admira en la sacristía de la basílica de la Virgen de la Ghiara en Reggio Emilia;
el genio polifacético de Juan Battista Drusiani (m. 1656); los artistas fray Juan Ángel Lottini, que
Además fue poeta y autor de representaciones sacras (m. 1629); Arsenio Mascagni (m. 1637), autor
de frescos en el castillo y en la catedral de Salisburgo, y Juan Battista Stefaneschi (m. 1659), fino
miniaturista y excelente pintor, que fue amigo de Galileo Galilei. Algunos de los personajes que
acabamos de mencionar (Bonfrizieri, Mascagni, Stefaneschi) habían sido o eran ermitaños de
Monte Senario.
Con todo, nos parece útil hablar un poco sobre tres figuras, que al la do de las señaladas en
las páginas precedentes arrojan luz sobre la vida y actividad de los siervos en este siglo:
presentaremos primero a sor María Benedetta Rossi (m. 1648) y a sor María Arcángela Biondini
(m. 1712), ambas monjas de clausura. Presentaremos luego la tercera figura sobresaliente: el
hermano lego Pierre Paul Perrier Dupré, que después de ser coronel en el ejército francés se
convirtió en el "santo portero" (como lo llamaba el pueblo) en el convento de la Santissima
Annunziata de Florencia.

75
Nacida en Venecia en 1586, Isabel Rossi recibió el hábito de las terciarias Siervas de María
en esa ciudad, tornando el nombre de sor Adriana. En 1612 entra en el monasterio Agustino de San
Jerónimo. El deseo de fundar un monasterio reformado la impulsa a coronar su sueño algunos años
más tarde, en 1619: erige el monasterio de Santa María de las Gracias en la isla de Burano, en el
edificio de un viejo convento, abandonado mucho antes, de la Congregación de la Observancia. La
clausura fue establecida en 1626; en esa ocasión Isabel volvió a cambiar de nombre y adopto el de
sor María Benedetta. Sus singulares experiencias místicas y una vida muy ejemplar la hicieron
célebre ya en vida; murió en 1648, cuando estaba a punto de inaugurar una nueva fundación: e
monasterio de Santa María del Llanto en Venecia: fundación que se llevo a cabo en 1658.
Arcángela Biondini, nacida en Corfu en 1641 y
bautizada con el nombre de Juana Antonia, entró en 1655 en
el monasterio de las monjas Siervas de María de Burano,
llamadas también capuchinas por la forma de su hábito. Tras
una larga estancia en ese monasterio, del cual fue abadesa
más de diez anos, se traslado a Arco y allí fundó en 1689 un
monasterio, cuyas constituciones fueron aprobadas diez años
más tarde por Inocencio XII. La invasión francesa de 1703
disperso temporalmente a las monjas, quienes al cabo de
algunos meses lograron retomar a Arco. Biondini falleció en
1712, dejando un buen número de escritos donde consigno
muchas de sus experiencias místicas. Se trata de material
todavía inédito, la mayor parte conserva do amorosamente
por las actuales monjas de clausura que habitan en el
monasterio fundado por ella.
Nacido en Lyon (Francia) en 1643, Pierre Paul
Dupré, de familia noble, se enrolo muy joven en el ejército francés, escalando rápidamente los
grados de la carrera militar. Después de alcanzar el grado de coronel cuando tenía un poco más de
treinta años, abandono pronto las armas y, llegado a Italia, consiguió empleo con el embajador de
Venecia en la Santa Sede, primero en Venecia y luego en Roma. Una grave imprudencia que
cometió lo obligó a abandonar repentinamente Roma y refugiarse en Mantua. Aquí pidió y
consiguió ser admitido, como hermano lego, en el convento de San Bernabé de los Siervos.
Transcurridos apenas diez meses de su noviciado, abandono la vida religiosa y se dio de nuevo a
una vida mundana. Siete años más tarde volvió a presentarse en el convento de Mantua y pidió
ingresar en él, pero fue rechazada su solicitud. Regreso a Roma y acudió al prior general Juan
Francisco María Poggi, quien tras repetidas insistencias terminó por aceptarlo. Corria el año de
1694. Terminado su noviciado en el convento de San Marcelo en Roma, fue asignado en 1695 al
convento florentino de la Santissima Annunziata donde murió cinco años después, en 1700. En esos
cinco anos, en que prestó el humilde servicio de portero del convento, Pierre Paul conquisto una
fama tan popular por su bondad que el pueblo lo llamaba "el portero santo". El analista de la Orden
Placido M. Bono frizieri, que conoció a Dupré y que había reunido algunos escritos ya
desaparecidos, escribió su vida que se publico en Lucca en 1713.
Esta singular figura se ha visto iluminada recientemente por una biografía titulada Il
portinaio santo (El portero santo), editada en la colección "Sussidi per i gruppi laici dei Servi"
(Auxiliares para los grupos laicos de los siervos), por iniciativa de la comunidad de Monte Senario.

76
Fechas memorables

1603 Son erigidos en provincia los conventos de España.


1606 Entredicho pontificio contra Venecia. Fray Pablo Sarpi es nombrado canonista de la
República Véneta.
1613 Constituciones de los ermitaños de Monte Senario.
1613-1614 Fundación del convento de Innsbruck (Austria), cuna .la observancia alemana.
1614-1623 Primeros intentos de expansión de los ermitaños de Monte Senario: Montevirginio,
cerca del lago de Bracciano, y un "hospicio" en Roma, cerca del Quirinal.
1618-1622 Primera edición de los Annales de la Orden escritos por fray Arcángel Giani.
1619 Pablo V establece que los capítulos generales de la Orden se celebren cada seis años.
1621 Muere en Innsbruck sor Ana Juliana Gonzaga (fundadora de la Observancia
alemana).
1623 Mueren fray Pablo Sarpi, fray Bernardino Ricciolini y fray Arcángel Giani.
1627 Se une a Monte Senario la ermita de San Jorge en Lunigiana.
1628 Urbano VIII concede al prior general la facultad de erigir en cualquier iglesia la
Compañía del Hábito (llamada, desde 1645, confraternidad de los Siete Dolores).
1636-1637 Se funda la ermita de Cibona, cerca de Tolfa en el Alto Lacio.
1643 Edición de Constituciones especiales, destinadas a las "monjas" Siervas de María.
1647 Primer Capítulo provincial de Alemania y elección del provincial fray Ángel M.
Fieger.
1648 Muerte de Sor María Benedetta Rossi, fundadora (en 1619) del Monasterio de
Burano (Venecia).
1652 Supresión de unos cien pequeños conventos de la Orden en Italia, según lo dispuesto
en la constitución Instaurandae regularis disciplinae de Inocencio X.
1657-1658 Fundación del monasterio de Santa María del Llanto en Venecia.
1663 Fundación de la Tercera Orden de los Siervos en Barcelona (y difusión posterior en
España y en sus colonias).
1666 Se inaugura el Colegio Teológico de Gante en el convento de San Marcelo en Roma
1668 La Observancia alemana recibe confirmación definitiva por parte del papa Clemente
IX.
1671 Canonización de San Felipe Benicio.
1679 El prior general fray Jorge Soggia promulga los estatutos especiales para los estudios
de la Orden.
1682-1690 Generalato de fray Julio Arrighetti.
1689 Fundación del monasterio de Arco.
1692 La Virgen de los Dolores es declarada titular y patrona de la Orden.
1699 Se pública en la Ciudad de México un opúsculo sobre la Orden para uso de los
grupos laicos de los siervos.
1700 Muere en la Santissima Annunziata de Florencia el hermano lego Pierre Paul Perrier
Dupré, llamado el "portero santo".
1701 Muere fray Jorge Soggia, obispo de Bosa en Cerdeña
1705 Muere fray Julio Arrighetti.

Antología

77
Extracto de las Constituciones de los ermitaños de Monte Senario (1613). Cómo recibir a los
forasteros

Una de las cosas más importantes es el deseo de los ermitaños, de que la hospitalidad sea
ejercida con caridad y diligencia en la ermita. Así pues, hay que disponer cuartos separados de las
celdas y de otros locales de la ermita; esos cuartos deberán estar bien instalados y equipados para
que se cumpla debidamente con este santo deber de caridad.
Cuando se edifique el monasterio de San Martín, en él se recibirán los forasteros y
huéspedes; entonces las pocas camas que queden en la ermita se usarán sin sábanas ni tambores;
deberán ser semejantes a las de los ermitaños: un sencillo jergón de paja, cobijas de lana y la manta.
Se harán excepciones cuando se hospede un prelado u otro personaje, quedando esto a discreción
del superior.
Si hubiera que recibir a personas de cierta categoría, se las puede acoger en la ermita cuando
lo juzguen correcto el superior y sus consejeros. Al negar un huésped, el superior (padre rector) será
notifica do de inmediato y ordenara a uno de los monjes encargados de atender a los huéspedes que
lo reciba o lo hará él personalmente conforme la categoría del recién llegado. Se acogerá con gran
alegría a todos los visitantes según las posibilidades de la comunidad, se proporcionara lo necesario
a ellos, a sus compañeros y a sus cabalgaduras.
Se recibirá con mayor caridad a los pobres y peregrinos, pues en su persona se recibe a
Cristo; el respeto a los ricos, en cambio, es una cosa espontanea.
Al arribar un huésped, de inmediato será llevado al oratorio para hacer un poco de oración,
salvo cuando su condición no aconseje eso; en tales casos se procederá de acuerdo con lo que
estime más conveniente el monje encargado de atender a los huéspedes. A los peregrinos que llegan
caminando desde países lejanos y a todos los religiosos que lleguen descalzos, se les lavaran los
pies para dar testimonio de humildad, caridad y edificación. Los monjes encargados de atender a los
huéspedes bendecirán la mesa, antes que los huéspedes empiecen a comer, y al final de la comida
darán gracias al Señor. No deben adornar la mesa con extravagancias como hacen los seglares, ni
poner en ella flores u otros adornos. Quien viole esta norma ayunara tres días a pan y agua.
A nadie, sea seglar o religioso, que llegue a la ermita se le permitirá comer carne (sin
importar si es superior de otra orden, si viene a hacer una visita canónica o 'por otro motivo
cualquiera). Y esta prohibición no solo se aplica a la ermita sino también al convento de San
Martín. El Capítulo conventual está facultado para autorizar que en esta comunidad se coma carne,
en caso de que se aloje allí un personaje muy ilustre; pero esta exención se aplican solo cuando sea
absolutamente necesario. Recuérdese que no deberá darse hospitalidad a religiosos de otras órdenes,
a menos que los conozcan dos o tres de nuestros frailes y que tengan las debidas licencias y
permisos de su superior o del ordinario del lugar de donde provienen; esto se hace con el fin de no
incurrir en la sanción establecida por la bula del papa Sixto V.
Y lo mismo vale en el caso de los ermitaños vagabundos o errantes. Y el sacristán pedirá las
letras dimisorias a los sacerdotes no conocidos que quieran celebrar la misa. El padre rector y el
monje encargado de atender a los huéspedes tendrán mucho cui dado en no recibir a bandidos,
deudores o contumaces del tribunal seglar, a menos que se vean obligados a acceder a ello por
fuerza o violencia. No se permitirá que los forasteros blasfemen o murmuren contra el prójimo.
Se prohíbe introducir en la ermita y también en la hospedería de San Martín todo tipo de
instrumentos musicales; también queda vedado tocar música y otros cantos. No se admitirán juegos
ni instrumentos de juego.
No se permita en absoluto, por ningún motivo o subterfugio, que un seglar permanezca
mucho tiempo en la ermita, aunque haga una donación, testamento, lega do u otro tipo de obsequio.
Quedan exceptuados los administradores y sus parientes, quienes tampoco podrán ser admitidos sin
consentimiento del capítulo conventual. Procúrese en lo posible no dar motivo para que la gente
78
venga a la ermita. Sin embargo, las limosnas que siempre se reciben serán enviadas a San Martín,
cuando ese lugar sea habitable; con ello se lograra que nuestra soledad sea auténtica sin que haya
peligro de que se desvirtué. Tampoco los ermitaños podrán asistir a las iglesias del clero seglar,
quedándoles también vedado dedicarse a la cura de almas salvo en caso de extrema necesidad. Si un
forastero no sabe cómo llegar a su destino, no se le negara ayuda. Los monjes encargados de
atender a los huéspedes tendrán mucha prudencia al servir a las mujeres en los días en que se les
permite entrar a la ermita. Tómense las medidas pertinentes para que, por lo menos una vez al anos,
los encargados de las iglesias cercanas a la ermita recuerden a los feligreses que incurrirán en
excomunión las mujeres que entren en la ermita fuera de los días establecidos.

Este Capítulo (el 32) está tomado íntegramente de la Regola del padre San Agostino e Costituzioni de' Romiti
del Sacro Eremo di Santa María de' Servi di Monte Senario..., Florencia, 1613, pp. 102-104. Cf. también a P. M. DI
DOMENICO, La Congregazione degli eremiti di Monte Senario: elementi essenziali della sua spiritualità, en La
componente contemplativa nella vita dei Servi di María (Atti della Settimana di spiritualità. Monte Senario, 28 agosto -
2 settembre 1978), Monte Senario 1978 (Quaderni di Monte Senario, Sussidi di spiritualità, 1) pp. 37-48.

79
Capítulo VI

EL SIGLO XVIII
Del máximo aumento numérico a las supresiones napoleónicas (1810)

Características del siglo. Los priores generales del siglo XVIII. El culto a nuestros santos y beatos y la
canonización de San Peregrino y Santa Juliana. Los estudios de la Orden hasta el Methodus de fray Francisco
Raimundo Adami. Los Siervos de María hacía 1750. Las influencias que tuvo en la Orden la situación política de
Europa hasta las supresiones napoleónicas. Las figuras más notables de los siervos en el siglo XVIII.

Características del siglo

Al observar los hechos, los hombres y la vida de los religiosos en este siglo, se tiene la
impresión de la sucesión y también de la mezcla de elementos opuestos y hasta contradictorios. En
la primera mitad del siglo, se alcanza el mayor aumento numérico que la Orden haya visto en toda
su historia. Sin embargo, a fines de este siglo y en la primera década del siguiente, a causa de las
supresiones vera desaparecer muchos de sus conventos y la dispersi6n de gran cantidad de
religiosos.
Durante el Siglo de las Luces guiaran la Orden priores generales de gran prestigio, algunos
de los cuales serán nombrados después obispos o elevados a la dignidad cardenalicia. Con todo, casi
siempre será el papa quien los escoja para seguir los destinos de la Orden, no el Capítulo general.
Por lo demás, en el siglo XVIII se celebraran apenas doce de los diecisiete capítulos generales que
debían llevarse a cabo.

La primera mitad del siglo se caracteriza por un extraordinario dinamismo: se suceden las
disposiciones y decretos en apoyo de los estudios; florece mucho el culto a los santos y beatos de la
Orden (se canoniza a Peregrino Laziosi y a Juliana Falconieri, se intensifica el culto de los Siete
Fundadores y el de algunos beatos). Algunos siervos de María participan en las misiones oficiales
de la Santa Sede; casi al iniciarse el siglo, fray Juan Domingo Fabris y Sostenes M. Viani forman
parte de la legislación pontificia que llega a China para tratar la espinosa cuestión de los "ritos
80
chinos". A fines del siglo fray Carlos Francisco Caselli, ex prior general, será consultor teológico de
Spina en las negociaciones concordatarias entre Napoleón y la Santa Sede. Mientras Caselli recibe
distinciones de Bonaparte, otro siervo de María, fray Amadio Bertoncelli, es fusilado el 16 de
septiembre de 1809 por órdenes de Napoleón y otro religioso, el obispo de Sansepolcro (fray
Roberto M. Costaguti), se niega a rendir el juramento a Napoleón y rechaza la legión de honor que
le había concedido el emperador.
En el siglo XVIII no faltan tampoco figuras que bien podríamos calificar de "mundanas":
desde el músico fray Atilio Octavio Ariosti hasta el escultor José Salvetti, desde el literato fray
Alejandro M. Bandiera hasta el historiador fray José Jacinto M. Bergantini, desde el polifacético
fray Luis Baroni hasta el genial apasionado de la aeronáutica fray José Antonio Brusa.
A sabiendas de cuán difícil es ofrecer una síntesis orgánica de los hechos y aspectos de la
vida de la Orden en este siglo, procuraremos reunirlos en los siguientes temas: priores generales del
siglo XVIII; el culto a los santos y beatos y la canonización de Peregrino Laziosi y Juliana
Falconieri; los estudios en la Orden hasta la elaboración del Methodus, de fray Francisco
Raymundo Adami; el influjo que tuvo en la Orden la situación política de Europa hasta las
supresiones napoleónicas, y las figuras más notables de los Siervos de María en este siglo.
Conviene tener presente que, en la historia escrita de la Orden, el siglo XVIII, y
especialmente la segunda mitad, constituye una verdadera laguna si se exceptúan algunas
monografías escritas con gran rigor. Así pues, las carencias que necesariamente se advertirán y
algunas inexactitudes respecto a ciertos aspectos de la vida de los religiosos se deben a la
imposibilidad de presentarlos con suficiente seguridad.

Los priores generales del siglo XVIII

Al prior general fray Juan Francisco M. Poggi, de quien hemos hablado antes, le sucedió
fray Calixto Lodigieri (m. 1710), maestro de teología en el Colegio de Gante en Roma. Muchos de
sus discípulos ocuparan después ese cargo. Antes que Lodigieri terminase su gesti6n, en 1707 fue
elegido obispo de Montepulciano. Para que lo sucediera, el papa nombró a fray Juan Pedro
Bertazzoli. Este fue confirmado durante el lento y difícil Capítulo general celebrado en 1708 (hacía
dieciocho años que no se realizaba uno). Durante el generalato de Bertazzoli se construyeron un
hermoso convento y la iglesia dedica da a la Virgen de los Dolores (Addolorata) en el centro de
Massa, su ciudad natal. Murió poco antes del Capítulo general que había convocado para celebrarse
en Massa en 1714. El Capítulo general tuvo lugar pero no allí sino en Roma, donde se realizaran
todos los capítulos generales de este siglo. En el efectuado en 1714 fue elegido prior general fray
Antonio M. Castelli, cuyo nombre está ligado al establecimiento de normas muy precisas para las
casas de estudio y, como varios de sus sucesores en este siglo, a la difusión de la devoción de la
Virgen de los Dolores: obtuvo autorización para poder celebrar en el viernes de pasión el oficio y la
misa en todos el Capítulo general de 1720, cuando fue elegido prior general fray Sostenes M.
Cavalli. Ambos se dieron a la tarea de mejorar los estudios en la Orden. Durante su generalato se
publico en tres densos volúmenes la segunda edición de los Annales, actualizados hasta 1725, fecha
en la cual hablan sido interrumpidos sin que volvieran a reanudarse en el futuro. Cavalli comisionó
al analista fray Placido M. Bonfrizieri para redactar un Diario sagro que incluyese a todos los
santos, beatos y siervos de Dios de la Orden, exhortando Además a los frailes a leerlo y estudiarlo.
Declaró al beato Alejo Falconieri patrón de los estudiantes de la Orden (1724) y en 1725 consiguió
que el altar de la Virgen de los Dolores de todas las iglesias servitas fuese "privilegiado" todos los
días. Un año antes de concluir su período, Cavalli fue nombrado obispo de Gubbio, donde falleció
en 1747.
Le sucedió en el cargo fray Pedro M. Pieri quien lo desempeñó nueve años (1725-1734),
hasta que fue creado cardenal por Clemente XII. Habla sido elegido prior general por Benedicto
81
XIII. Conocido por ser un gran estudioso y miembro de varias Congregaciones romanas, Pieri
obtuvo para la Orden varios privilegios pues desde hacía mucho gozaba de gran consideración en la
Santa Sede. Entre los privilegios cabe mencionar los siguientes: la exención de la jurisdicción de los
ordinarios y la subordinación directa de las religiosas "terciarlas" a la Orden; el derecho a tener "in
perpetuo" un consultor en la Sagrada Congregación de los Ritos; la aprobación del texto de las
Constituciones de la Observancia alemana (1727); la extensión a toda la iglesia del oficio de la
Virgen de los Dolores el viernes de Pasión (1720). Durante su gestión, como veremos luego, fue
canonizado S. Peregrino Laziosi; también se proyectaba canonizar a Santa Juliana Falconieri, pero
esto fue pospuesto hasta 1737 por la muerte de Benedicto XIII.
Rossi afirma que la Orden alcanzo el máximo grado de
estimación y notoriedad durante el período en que Pieri la
presidio.
Los siguientes priores generales fueron elegidos
directamente por el papa: José M. Inghirami Curti (1734), Juan
Pedro Fancelli (1744) y José Antonio Rossi (1756). Fancelli se
distinguió por su interés en los estudios de la Orden, interés que
tras el generalato de fray Lorenzo M. Vernizzi (1762-1768) se
intensificó con fray Francisco Raymundo Adami (1768-1774),
autor del "método" o programa de los estudios filosóficos y
teológicos que, durante largos años, fue la Ratio studiorum de
la Orden.
En el generalato de fray Sostenes M. Fassini (1774-
1780) se suprimió la Congregación eremítica de Monte
Senario; las ermitas de Monte Senario y San Jorge en
Lunigiana fueron suprimidas en 1778, las de Cibona y
Monterano en 1779.
Al sucesor de Fassini, fray Pier Francisco Costa (1780-1786), se debe la feliz conclusión de
la difícil empresa de abrir un colegio y una escuela en el convento de Mendrisio en Suiza.
Predicador de gran éxito y hombre de estudios fue el prior general fray Gregorio M.
Clementi (1786-1792), autor entre otras cosas de una biografía, todavía inédita, del teólogo de los
siervos fray Cesario M. Shguanin que falleció en Roma en 1769.
Lo sucedió en la dirección de la Orden fray Carlos Francisco Caselli, quien fue elegido por
unanimidad en el Capítulo general celebrado en Roma durante el mes de mayo de 1792. Más
adelante hablaremos de él.
He aquí los otros priores generales que vivieron durante el tormentoso período napoleónico:
fray Felipe M. Cerasoli (1798-1801), elegido directamente por Pio VI; fray Felipe M. Vallaperta
(18021804), quien solo fue vicario general apostólico nombrado por Pio VII; fray Luis Bentivegni
(1804-1814), elegido en el Capítulo general realizado en Florencia en 1804 y deportado a Francia
por Napoleón Bonaparte en 1809.

El culto a nuestros santos y beatos y la canonización de San Peregrino y Santa Juliana

Es innegable que el interés por la historia de la Orden en los primeros decenios del siglo
XVIII y la segunda edición de los Annales, junto con la públicación del Diario Sagro de
Bonfrizieri, contribuyeron a dar una fuerte afirmación del culto a los santos y beatos, siendo al
mismo tiempo una señal y una prueba de ello.
En su Santorale antico dei Servi della provincia di Romagna, Aristide M. Serra sintetiza en
los siguientes términos las vicisitudes de la canonización de San Peregrino.

82
"El primer proceso diocesano referente al culto desde
tiempo inmemorial se inicio el 30 de julio de 1608, con el
reconocimiento canónico de los restos sacros. Una vez transmitida
la causa a la Congregación de los Ritos y comisionada a San
Roberto Bellarmino para que la estudiase, el 21 de marzo de 1609
se consiguió una respuesta favorable. Por tanto, el 15 de abril
concedía Pablo V introducir en el martirologio el nombre del Beato
Peregrino junto con el del Beato Joaquín de Siena. Las primeras
peticiones de la canonización fueron presentadas a Urbano VIII en
1644, con el apoyo de la República Véneta y de la duquesa de
Mantua. Pero fue Inocencio XII quien, en 1696, autorizo la
apertura de un segundo proceso diocesano, el cual terminó entre el
19 y el 21 de junio del mismo año, siendo aprobado por la
Congregación de los Ritos el 26 de agosto de 1702. El decreto
relativo a las virtudes heroicas fue expedido el 23 de agosto de
1720; el referente a los milagros se publicó el 4 de diciembre de
1720. Peregrino Laziosi fue canonizado el 27 de diciembre de 1726, junto con San Juan de la Cruz
y San Francisco Solano" .
Según la costumbre de la época, el "octavario" para celebrar la canonización revistió gran
solemnidad, sobre todo en Roma. Lo anterior se deduce de la factura de gastos que todavía se
conserva en el archivo conventual de San Marcelo en Roma, en la cual están anotados los
honorarios de pintores, artesanos y otras personas que prestaron sus servicios en aquella ocasión.
Con la muerte de Benedicto XIII se pospuso la canonización de Santa Juliana Falconieri.
Tuvo lugar once años más tarde. He aquí lo que dice al respecto David M. Montagna: "el verdadero
culto litúrgico comenzó sólo después de la aprobación canónica (beatificación) en 1678, luego que
un intento de proceso a principios del siglo XVII se había frustrado apenas iniciado. La causa de la
canonización comenzada en 1694 no llegó a término sino en 1737, no sin antes examinar dos
memoras apócrifas que supuestamente eran del siglo XIV" .
En el siglo XVIII, aumento el culto a otras figuras de
la Orden. En 1717 se aprobó el culto al Beato Alejo, el
último de los Siete Santos Fundadores; en 1725 se aprobó el
de los otros seis. En 1728 se autorizaron el oficio y la misa
propia de los Siete Fundadores y su fiesta se fijó para el 11
de febrero. En 1737 y en 1743 fueron obtenidas,
respectivamente, las aprobaciones del culto del Beato Juan
Ángel Porro y el Beato Francisco de Siena. La causa de la
canonización de los Siete Fundadores habría llegado a feliz
término si, bajo el pontificado de Benedicto XIV, no se
hubiera insistido en la necesidad de varios milagros
"individuales". Esa condición mantuvo bloqueada la causa
hasta 1884.
En la segunda mitad del siglo XVIII se logro también
la aprobación del culto (equivalente en este y en otros casos
más o menos a la beatificación) de los Beatos Santiago Felipe
de Faenza (1761), Tomás de Orvieto (1768) y Jerónimo de Sant'Ángelo en Vado (1775) .
Durante 1983 fueron publicadas interesantes aportaciones referentes al Beato Santiago
Felipe de Faenza, con motivo de las celebraciones organizadas en Faenza en su honor y los estudios
publicados con tal motivo. Ya hemos mencionado la monografía del Beato Jerónimo aparecida en
1982.
83
Los estudios en la Orden antes de la aparición del Methodus de fray Francisco Raymundo Adami

Una tesis de doctorado, defendida en la facultad de cincelas políticas de la Universidad de


Padua en octubre de 1980 por Pedro Benassi y dedicada a la "formación cultural" de fray Carlos
Francisco Caselli (1740-1828), resume ampliamente los datos comprobados referentes a la
condición de los estudios de la Orden en el siglo XVIII. Luego de haber recordado las iniciativas en
este campo por parte de los priores generales Antonio M. Castelli (1715), Pedro M. Pieri (1725) y
Giuseppe M. Inghirami Curti (1734), el ensayo presenta las disposiciones y los decretos
concernientes a los estudios, emanados por el Capítulo general de 1750, los decretos ulteriores del
Capítulo general celebrado en 1762 y, por último, el programa detallado de estudios (Methodus
studii philosophici et theologici...) editado por fray Francisco Raymundo Adami en 1769. El
conjunto de tales datos permite hablar de una verdadera Ratio studiorum en la Orden, hacia la mitad
del siglo XVIII.
Los criterios de estudio fijados, la orientación cultural predominante en la época, el rigor de
la evaluación de la preparación de los estudiantes permiten describir algunos lineamientos
interesantes de la "cultura" de los Siervos de María en este siglo.
Ante todo, al parecer podemos afirmar que la reestructuración "obligatoria", efectuada en la
segunda mitad del siglo y ya con una mejor organización de la Orden sobre todo en Italia, había
hecho dar prioridad a las casas de formación encauzando un número creciente de religiosos a los
estudios. En segundo lugar, el análisis del Methodus redactado por Adami (que incluye las materias,
los autores en quienes estudiarlas, los errores que deben rechazarse, las "novedades" que han de
aceptarse; el tipo de preguntas establecidas para los exámenes finales) deja entrever la prevalencia
de una mentalidad ecléctica y, a la vez, abierta a las orientaciones de estudio.
"Del Methodus de Adami no se deduce la adhesión a una escuela, sino más bien la
confirmación de una prerrogativa tradicional en la Orden de los Siervos de María: refutar una
orientación exclusivista. En cambio, cuando las indicaciones son formales, predomina la preferencia
por la teología positiva, mejor dicho histórica".
Por lo demás, se verá que las mismas figuras notables en este siglo sobresalen por su
"diversidad", confirmando así que siempre predomino la apertura sobre la rigidez en las
orientaciones y que la individualidad supero a todas las "escuelas", aún en una época en que
númerosos exponentes de la Orden ocupaban importantes cátedras en las principales universidades
italianas.
Conviene señalar, dentro del contexto de un renovador impulso a los estudios, la aportación
de los religiosos de la Observancia alemana. No pocos fueron los autores en este siglo que se
distinguieron por un gran valor en el campo teológico y ascético.

Los Siervos de María hacía 1750

El cuadro anexo se confecciono según un elenco de conventos (agrupados por provincia y


con la indicación del número de religiosos), publicado en el volumen XX de la colección histórica
Monumenta Ordinis Servorum sanctae Maríae. Como hemos dicho antes, a un siglo de la
reestructuración "obligatoria" de 1652, que culmino en la clausura de 84 conventos en Italia, la
Orden tuvo un incremento notable en el número de religiosos. Probablemente la cifra aquí transcrita
indica la cantidad más alta que alcanzó en sus 750 años de historia.

84
Provincias Número de frailes Provincias Número de frailes
Toscana 289
Romana 195 Napolitana 106
Romaña 205 Córcega y Cerdeña 98
Lombardía 224 Alemania 348
Marca Trevisana 96 Bohemia 110
Véneta 167 Provenza 22
Mantovana 395 España 203
Genovesa 206 Ermitaños 67
Total 2731

Influencias que tuvo en la Orden la situación política europea hasta las supresiones
napoleónicas

Desde los últimos treinta años del siglo XVIII hasta los días que siguieran a la caída de
Roma (1870), la Orden conoció una serie de supresiones de conventos que diezmo su presencia en
Europa. Cronológicamente, se dieron primero las supresiones en los territorios del imperio de los
Habsburgo, luego vinieron las de Napoleón Bonaparte y, por último, las del Estado unitario italiano.
En el período que nos interesa, nos ocuparemos principalmente de las supresiones realizadas en los
territorios sometidos a Austria y de las de Napoleón Bonaparte. Las primeras se indican
habitualmente haciendo referencia al "josefinismo", es decir a la política del emperador José II,
sucesor (1780) de María Teresa de Austria, pese a que tal política ya había tenido manifestaciones
esporádicas bajo María Teresa. Las supresiones, como se verá al hablar del siglo XIX, afectaron
también a los conventos de España. Si se recuerda que los religiosos vivían en los territorios en que
Reglan tales políticas, será fácil imaginar el influjo que esto ejerció sobre la vi da de la Orden.
Cabe señalar que la prolongación de las supresiones en algunas regiones ocasiono la
dispersión de los documentos de archivo y, por lo menos en parte, explica la dificultad de
encontrarlos en la actualidad. En consecuencia, también en lo tocante a los Siervos de María, la
documentación relativa a su historia en esa época es bastante escasa y ha sido estudiada muy poco.
Han publicado apuntes o notas y también colecciones varios autores de la Orden, entre ellos
Graciano M. Casarotto y David M. Montagna respecto a la provincia romana, Gabriel M. Rocca
respecto al convento de la Ghiara en Reggio Emilia.
En fin, recordamos que la suerte de muchos conventos durante la supresión fue compleja:
algunas veces, ciertos frailes "secularizados" lograron permanecer en la Orden; otras veces se
realizó la transición al clero seglar, pese a que los bienes de los religiosos fueron confiscados y
enajenados, como puede haber su cedido (el dato es muy reciente) con Pedro Ricasoli, de la
Provincia Toscana, quien habiendo tornado partido por las tropas francesas se vio obligado después
a refugiarse en Francia. Aquí, en 1816, era párroco de Villemomble (un pueblo al noreste de Paris,
que fue sede desde 1928 de una comunidad de religiosas Siervas de María llamadas de Londres. En
ocasiones, especialmente en Italia, la supresión tuvo efectos menos duros debido a la situación
particular de las localidades.
No obstante, teniendo presentes los datos antes mencionados, es posible fijar algunos puntos
con bastante claridad.
Los conventos de los Siervos de María comprendidos en el área de los Habsburgo, sufrieron
la más severa represión (ya en 1772 hubo manifestaciones esporádicas) a partir de 1781-1783,
cuando ocurrió el llamado "ataque josefinista" contra los conventos, es decir, la segunda oleada de
supresiones tras la muerte (1780) de María Teresa de Austria. Con anterioridad, en 1772, habían
sobrevenido las supresiones en la República Véneta. Además, desde 1770 habían desaparecido los
85
conventos de Provenza, aunque (como admite Conrado M. Borntrager), para los conventos
franceses de Provenza el decreto de supresión se limito a "sancionar una situación de hecho".
Fue muy eleva do el número de conventos y monasterios suprimidos con la oleada
josefinista ya mencionada y con la segunda. En concreto, si se atiende a las disposiciones
restrictivas dictadas después por José II, las tres provincias de la Observancia alemana (Tirol,
Austria y Bohemia) perdieron la mitad de los treinta conventos con que contaban aproximadamente,
pero el josefinismo las desmembró también en su interior provocando la casi total pérdida de
vocaciones.
También fueron suprimidos algunos conventos de Lombardía (ya hablamos de la República
Véneta); pero debe señalarse que, al estallar la Revolución Francesa y al iniciarse el período
napoleónico, los Habsburgo hubieron de atenuar la aplicación de las normas josefinistas todavía
vigentes.

La supresión, o mejor dicho las supresiones napoleónicas, pasaron por diversas fases.
Recordaremos por lo menos las siguientes: la fase que coincidió con la primera campaña de
Napoleón en Italia, la correspondiente a la constitución de la "República Romana" y, en fin, el
decreto del 17 de abril de 1810, con el cual Napoleón suprimía todas las órdenes regulares,
masculinas y femeninas, existentes en los estados ocupados por sus tropas. Estas fases se
caracterizan por una intensificación constante. Al inicio se comenzó expulsando a los religiosos
"extranjeros", o sea los que no eran originarios del lugar donde habitaban, después vino la
confiscación de los bienes de los conventos y el mantenimiento de los religiosos con una especie de
pensión. A continuación se suprimieron los convento s, aún los formados por religiosos oriundos de
la localidad, que no contasen con un mínimo de tres frailes (lo cual se verificaba fácilmente luego
de expulsar a los "extranjeros"). Por último, en 1810 se emprendió la supresión global, cuya
gravedad no fue atenuada sino por su breve duración, es decir, hasta que decayó el imperio de
Napoleón.
A las leyes sobre los "nativos" y "extranjeros" estaban sujetos también los superiores. Se
excluía así toda posibilidad de llevar a cabo capítulos generales y provinciales. La confusión entre
los siervos de María fue enorme, sobre todo en el período (entre la segunda y tercera fase señaladas
con anterioridad) en el cual el estado pontificio estuvo bajo el poder de las tropas francesas y fue
sometido a las leyes de la supresión. Las peripecias de Pio VI y de Pio VII reflejan con realismo la
situación general.

86
En relación con el período comprendido entre 1809 y 1814 Y con lo que sucedió en el
Capítulo general escribe Odir J. Días: "Apenas cinco días después de la anexión de Roma, hecho
acaecido el 10 de junio (1809), el prior general fray Luis Bentivegni, junto con otros superiores
generales, cayó preso en Castel Sant'Ángelo, donde sin embargo parece que continuo ejercitando en
cierto modo su actividad. El 10 de julio Napoleón escribía desde Schönbrunn a su ministro de
finanzas lo siguiente: "Escribe al general Miollis y al consejo que envíen a Paris a todos los
generales de las órdenes monacales, alejando así de Roma este estado mayor". El grupo, en el cual
se encontraban Además de Bentivegni los superiores generales de los franciscanos, de los
conviértales y de los carmelitas, salió de Roma el 14 de agosto, pasando por Florencia, Génova y
Alejandría, y llego a Paris el 19 de septiembre.
"Por el mismo tiempo fue presentada una petición en la cual Bentivegni, expulsado de Roma
y obligado "a retornar a Paris", solicitaba que se ampliasen hasta su regreso las facultades obtenidas
por él en el 22 de abril de 1808. Es decir, poder seguir ejerciendo su cargo en cualquier lugar,
mientras no le asignaran un sucesor o mientras la Santa Sede no dispusiera lo contrario. También
solicitaba poder delegar todas las facultades concernientes al gobierno y a la administración de la
Orden. Su petición recibió una respuesta favorable el 2 de septiembre. El procurador general fray
Felipe M. Dini seria entonces nombrado vicario general por el mismo Bentivegni; se le consideró
vicario por lo menos desde el 28 de septiembre en adelante y con este títulos gobernó la Orden hasta
el mes de junio de 1810, cuando las órdenes religiosas fueron suprimidas en los estados
pontificios".
Un registro de la Provincia Romana narra en los siguientes términos los acontecimientos de
aquellos años: "Quot, et qualia vidimus, ac passi sumus nostris temporibus, a saeculo non es
auditum" (Nadie creería las cosas que hemos visto y sufrido en nuestra época). Mientras Roma y
casi toda Italia estaban invadidas en 1809 por las tropas francesas bajo las órdenes del emperador
Napoleón I, mientras se hallaba preso y deportado el sumo pontífice Pio VII, así como los
eminentísimos cardenales, obispos y prelados, con el decreto del 17 de abril de 1810 ordenado por
Napoleón fueron suprimidas todas las órdenes regulares de ambos sexos que existían en los estados
ocupados por sus tropas. No es fácil describir las ruinas de las provincias y conventos en una época
tan aciaga y terrible. En gran parte fueron dilapidadas y vendidas sus posesiones, arrasados los
locales; en una palabra, quedaron en el abandono y sufrieron el exterminio. Y este es el motivo por
el cual de 1810 hasta el momento actual (1814) no se han podido consultar las actas antiguas de
nuestra provincia".
Como veremos al hablar del siglo XIX, la situación tan crítica de la Orden habría podido
resolverse en forma bastante satisfactoria después de 1815, si cerca de medio siglo más tarde las
ulteriores supresiones por parte del Estado italiano no le hubieran infligido un nuevo y gravísimo
golpe.

Las figuras más notables de los Siervos de María en el siglo XVIII

Dedicaremos una sección entera a este tema, con el propósito de darle mayor unidad a un
panorama general de la vida de la Orden en el siglo XVIII.
Nos detendremos brevemente en 108 siguientes aspectos: la participación de fray Juan
Domingo Fabris y fray Sostenes M. Viani en la legación de Carlos Ambrosio Mezzabarba en China;
los analistas fray Luis Garbi y fray Placido M. Bonfrizieri; fray Hugo M. Días Quaresma, de Brasil,
y la proyectada fundación de la Orden en Brasil; la actividad misionera en China realizada por fray
Felipe M. Serrati; sor Elegida de Jesús, fundadora del monasterio de las Siervas de María en
Baviera; el obispo terciario Manuel Fernández de Santa Cruz y la difusión de la Tercera Orden en
México; fray Carlos Francisco Caselli y fray Amadeo Bertoncelli; las fundadoras de los
monasterios claustrales de las Siervas de María en Roma y en Reggio Emilia; algunas figuras
87
sobresalientes de estudiosos y artistas (fray Atilio Octavio Ariosti, fray Alejandro M. Bandiera, fray
José Jacinto M. Bergantini, fray Luis Baroni, fray José Salvetti, fray José Antonio Brusa y otros).
Una reciente tesis de doctorado, todavía inédita, cuyo autor es fray Tarcisio M. Mascagni
OSM, ha arrojado nueva luz sobre la figura de Sostenes M. Viani. Es famosa la controversia sobre
los "ritos chinos" que se prolongo hasta el pontificado de Pio XII. Se discutía si aceptar o no, que en
las oraciones y en los ritos fúnebres de los cristianos chinos se incluyeran palabras y ritos cuya
forma, que no la sustancia, proviniese de la religión china, en especial el confucianismo. Con la
intención de poner fin a la controversia que dividía incluso a los misioneros, la Santa Sede había
enviado a China en los primeros años del siglo XVIII al joven monseñor Carlos Tomás Maillard De
Tournon, nombrado después cardenal. Este no logro nada y terminó sus días, en 1710, en las
cárceles de la colonia portuguesa de Macao, en la frontera con China. En 1719 mando un segundo
legado en la persona de Carlos Ambrosio Mezzabarba, de treinta y cuatro años, patriarca de
Alejandría y futuro obispo de Lodi. Mezzabarba quiso que en su séquito estuvieran también dos
frailes siervos de María: Juan Domingo Fabris y Sostenes M. Viani, que después sería elegido prior
provincial (I734-1737) de la Provincia Genovesa (llamada después Piamontesa). Viani escribió sus
memoras en el viaje de la legación de Mezzabarba. Se conservan tanto el original como las coplas
casi contemporáneas del manuscrito. El diario de Viani resulta ser un texto sereno y objetivo, pese a
que fue escrito para uso del .autor y, casi ciertamente, para su amigo Mezzabarba que deseaba tener
una relación fiel de los hechos para utilizarla en las interminables discusiones provocadas por la
controversia sobre los ritos chinos. Poco después de la muerte de Viani (1739), el editor Lami de
Lucca publico un ejemplar mutilado del "diario", con falsas indicaciones de la ciudad donde se
editaba y otros detalles igualmente erróneos, suavizando entre otras cosas todo cuanto podía
molestar a los interesados en una versión parcial de los hechos. (Basándose precisamente en esa
versión mutilada, Pastor incluye acríticamente en su Historia de los Papas la insinuación mordaz de
algunos autores: el escrito de Viani no sería más que "una novela calumniosa" y "una relación
parcial"). Por el contrario, el documento tiene gran interés y pone de relieve la noble, docta y
polifacética figura de fray Sostenes M. Viani, Además de la agradable narración del viaje de ida y
regreso de la legación de Mezzabarba, viaje lleno de peripecias que fue descrito con un vivaz
realismo y que contiene abundantes y ricos apuntes geográficos.
La segunda edición de los Annales de la Orden (la primera, obra de fray Arcángel Giani
entre los años 1618-1622, había sido publicada en dos volúmenes) estuvo a cargo de fray Luis M.
Garbi y fray Placido M. Bonfrizieri y se edito en tres volúmenes en 1719, 1721 y 1725. Esta
actualizada hasta 1725 y, en parte, examina también la edición completa de Giani, pero recurre a la
sabia táctica de distinguir el texto de Giani y las añadiduras posteriores. Fray Luis M. Garbi,
profesor en Pisa y que dos veces (1701-1704 y 1719-1722) fue provincial de Toscana, efectuó
muchos viajes después de ser nombrado analista de la Orden, cargo que desempeñó de 1712 hasta
su muerte (1722). Intereses más amplios cultivo fray Placido M. Bonfrizieri (muerto en 1732), ex
ermitaño de Monte Senario y autor Además de numerosas obras morales y ascéticas. A él debemos
también una biografía de fray Pierre Paul Perrier Dupré, "el portero santo", de quien ya hemos
hablado. Bonfrizieri también fue secretario del prior general fray Calixto Lodigieri.
Destacada figura de los Siervos de María fue el brasileño Antonio (fray Hugo M.) Días
Quaresma (1681-1756). Llego de Brasil a Roma para obtener indulgencias en favor de una
confraternidad de Bahía llamada "Esclavos de Nuestra Señora"; conoció allí al prior general Pieri y,
tras una breve estancia como terciario en el convento romano de San Marcelo, fue admitido al
noviciado a los 52 años de edad y ordenado sacerdote en 1733, en Gubbio, por el obispo Sostenes
M. Cavalli. Partió de Roma en 1734, llevando consigo unas constituciones especiales aprobadas por
el papa Clemente XII para una tercera orden regular de los Siervos de María que fundaría en Brasil
y de la cual el propio Días Quaresma había si do nombrado superior y vicario general. Fundó un

88
hospicio en Lisboa en el cual admitió también a religiosos, pero no consiguió autorización de la
Corte para regresar a su patria. Murió en la capital portuguesa en 1756.
Se acostumbra decir que fray Felipe M. Serrati fue misionero en China. A su vida dedica
varias páginas el libro, todavía útil hoy, publicado en 1925 por fray Sostenes M. Berardo: Le
Missioni dei Servi di María.
Nacido en Lodi en 1703; fray Felipe M. Serrati terminó sus estudios en el Colegio de Gante
en Roma (pero fue asignado al convento de Santa María en Vía) y logro, en 1732, ser enviado como
misionero a China. El prior general Pieri lo nombró vicario general de los países a donde llegase,
concediéndole Además la facultad de fundar confraternidades de la Virgen de los Dolores, de
imponer el hábito a terciarios y terciarlas, de bendecir las coronas e indulgenciarlas, de fundar
conventos y de imponer el hábito de religioso Siervo de María. El padre Serrati partió a fines de
1732 junto con un grupo de misioneros de otra orden religiosa. Llego primero a Macao, luego a
Pekin y, en 1738, a Lu-gan-fu, localidad situada en la provincia de Shanxi, donde permaneció hasta
1744. Fatigado y enfermo, debió regresar a Italia. Su actividad, por lo menos en China, no tuvo
éxito.
Una representante ejemplar de la vida claustral fue María Elegida de Jesús, fundadora del
monasterio o de Mónaco en Baviera. Había nacido en Dresde (Sajonia) en 1671, de una familia
noble y de religión luterana, y había ingresado al monasterio de las religiosas de Santa María del
Llanto en Venecia; en 1715 dejo este monasterio para fundar, al año siguiente, la comunidad de
clausura de Mónaco en Baviera, con la adoración diurna y nocturna del Santísimo Sacramento. El
monasterio o se yergue todavía hoy en el corazón de la capital de Baviera y ha logrado superar, sin
intermitencias, las peripecias de las supresiones, lo mismo que las calamidades de la Segunda
Guerra Mundial. La fundación de este monasterio hacía remontar sus orígenes también a las
Constituciones de 1729, como ya antes las de Venecia (1669) y las de Arco (1699), a la
Congregación eremítica de Monte Senario.
Una página aparte merece la erección, hacía fines del siglo XVIII, de la Tercera Orden en
México. Desde 1687 existía en la Ciudad de México una "compañía de los Siete Dolores",
reconocida diez años más tarde por el prior general fray Juan Francisco M. Poggi, Muy pronto hubo
que dar a conocer quiénes eran los religiosos que desde la lejana Italia se dedicaban a la
propagación de esta forma particular de culto Mariano. En 1699 se publico en español, en la Ciudad
de México, una "Breve Relación sobre el origen de la Orden de los Siervos de María", que casi
seguramente fue el primer libro sobre la Orden publicado en América. Por lo que respecta a nuestro
período, no se olvide que en 1777 el papa Pio VI concedió a la diócesis de la Ciudad de México
autorización para celebrar la misa y el oficio de la Virgen de los Dolores según el ritual propio de
los Siervos de María. En una lista de los primeros años del siglo XVIII, la cual con tenía el nombre
de ilustres personalidades españolas pertenecientes a la Tercera Orden de los Siervos de María, se
encuentra también el obispo de Puebla Manuel Fernández de Santa Cruz. El obispo era español y,
según se sabe, existían en España numerosos grupos de terciarios, comenzando con el de Barcelona
que había si do fundado en 1663. Otro grupo se encontraba en Segovia, y precisamente en esta
ciudad Manuel Fernández de Santa Cruz había sido canónico antes de ser nombrado obispo de
Puebla. En esta localidad favoreció la devoción a la Virgen de los Dolores y, en particular, la
confraternidad del mismo nombre. A fines del siglo XVIII, como lo indican las investigaciones de
Damián M. Charboneau OSM, encontramos en México una floreciente Tercera Orden, aunque
todavía no había en ese país ni conventos ni monasterios de la Orden. El primero será fundado en
México en 1948, pero como hemos visto las raíces de la Orden en América Central se remontan
hasta tres siglos atrás.

89
Dos figuras de los siervos están vinculadas, por
diversas razones, a Napoleón Bonaparte. Nos referimos a
Carlos Francisco Caselli y Amadeo Bertoncelli. El primero,
por su participación en calidad de asesor teológico de Spina (y,
por lo mismo, del cardenal Consalvi) en los arreglos
pacificadores entre Napoleón y la Santa Sede, gozo siempre de
la estimación del emperador francés quien le ofreció incluso la
sede archiepiscopal de Paris. Y el aprecio fue reciproco pues
Caselli no le dio la espalda a Napoleón ni siquiera cuando cayó
en desgracia; hasta su muerte (1828) fue consejero de María
Luisa de Austria, duquesa de Parma, de cuya diócesis Caselli
fue Obispo durante 24 años cuando ya era cardenal. Pero,
como se ha señalado, no deja de sorprender que Caselli se haya
mantenido ajeno a la suerte de la Orden en el período en que él
gozaba del favor de Napoleón. Su co-hermano, y también maestro de teología, el conocido
predicador fray Amadeo Bertoncelli (1769-1809), después del éxito obtenido en unos ejercicios
cuaresmales predicados en Viena, fue portador de una misiva enviada al papa por el nuncio
apostólico. Partió de Viena el 6 de mayo de 1809 y, apenas arribado a Semigalla, fue arrestado y
encarcelado porque, así decía la acusación, tenía en su poder correspondencia secreta con la corte
de Roma. Fue fusilado por los franceses el 16 de septiembre de 1809 en Ancona. Afrontó la muerte
con gran dignidad y valor. Transcribimos el texto de la carta escrita por él pocas horas antes de ser
fusilado y dirigida a su amigo fray Jerónimo Tonelli del convento de San Lorenzo en Budrio
(Bolonia). La carta reza así:
"Queridisimo amigo. Son las tres de la mañana: estoy en capilla. Mañana a las cinco llegaré
a la eternidad. Me fusilarán. Rogad por mi pobre alma. Buscad mis cosas; las hallaréis en Fiume
con el que tiene los florines cuyo recibo esta en vuestro poder. Arreglad lo tocante a los créditos que
me habéis concedido y tened piedad de mi familia. Solo escribo a vosotros en mi agonía para que
conozcáis la gran amistad que siento por vosotros. Saludad a todos: al padre prior, al párroco, al
alcalde. Pedid perdón a todos en mi nombre. Nos veremos en el paraíso, si Dios tiene misericordia
de mi. Saludad a las servitas, a sor Candida, a los amigos de siempre. Saludad a mi hermano, a mi
cuñada, a todos los de mi familia, a los amigos que viven en Bolonia. 15 de septiembre. Agradeced
a Rasínelli por todo. Adiós y un abrazo. Soy Bertoncelli".

90
No está suficientemente comprobada la tradición según la cual la orden de ejecutar a
Bertoncelli habría sido dada en un telegrama personal de Napoleón dirigido al general Pouchin con
las palabras: "Fusiladme a Bertoncelli".
¿Se entero Caselli del arresto de su cofrade? ¿Intentó intervenir en su favor? Estas preguntas
merecen una investigación.
Es interesante puntualizar que, precisamente en el período más turbulento de fines del siglo
XVIII y principios del XIX, llegaron a constituirse en forma estable dos monasterios de monjas
Siervas de María.
Durante 1799, por iniciativa de Vicente Masturzi que quiso fundar un monasterio para su
hija Isabel (después sor María Juliana), se inicia en Roma la vida comunitaria y contemplativa de
aquellas que serán las Mantellate Siervas de María (religiosas terciarlas). Entre ellas se encontraba
la venerable María Luisa Maurizi que, junto con otras religiosas, comenzó el noviciado en 1803
(fecha de la fundación del monasterio) y el año siguiente hizo la
profesión religiosa ante el papa Pio VII. Las discípulas de ella
todavía llevan, en la colina de Fanella en Roma, una vida
claustral y su monasterio forma parte de la federación italiana de
monjas servitas.
En 1977 la Sagrada Congregación para las Causas de los Santos
promulgaba el decreto sobre la heroicidad de las virtudes de
María Luisa Maurizi, el centésimo quincuagésimo aniversario de
cuya muerte que fue solemnemente recordado en 1981.
En Reggio Emilia surgía en 1805 el monasterio de las
Siervas de la Virgen de los Dolores, trasladado después en 1887 a
Montecchio Emilia y conocido con el nombre de Santa María del
Olmo, tornado del nombre del antiguo convento de los religiosos
en el cual viven hoy. La historia de esta fundación, escrita por sor
María Magdalena de Jesús (Piazza) que fue la iniciadora, se
publico recientemente (1980) con una amplia introducción de sor
María Ignacia Danieli y una serie de diseños gráficos de
Florencio M. Gobbo OSM. Entre otras cosas, en el escrito se menciona el interés que Caselli mostro
por este monasterio.
Y para concluir, una breve mención a algunas de las figuras más significativas en el siglo
XVIII. Entre los no pocos religiosos que se dedicaron a la música en ese período (Jerónimo Celotti,
Ángel Ferialdi, Cayetano Vogel, Luis Braccini) sobresalió fray Atilio Octavio Ariosti (Bolonia,
1666 - Inglaterra, 1729), compositor y autor de numerosas obras teatrales, de oratorios, de cantatas,
arias, sonatas. Fraile muy inquieto, por describirlo en términos eufemísticos, estuvo en las cortes de
Mantua, Berlin, Viena y Paris. En 1722, forma parte de la dirección de la Royal Academy of Music
en Londres.
Buen escultor y grabador fue fray José Salvetti (m. 1739), originario de Florencia, que nos
ha dejado bustos y retratos de algunos siervos de María de su época.
Fray Alejandro M. Bandiera (1699-1765), ex sacerdote senés de la Compañía de Jesús, fue
un literato de gran talento y tradujo a Cornelio Nepote y a Ciceron. Fue muy estimado por Parini.
En cambio, fray Luis Earoni (1723-1809), bibliófilo y numismático, fue un fino reseñador y critico
de libros, y también reordenador de bibliotecas. Escapó de Francia después de la Revolucion
Francesa y reingresó en el convento de Lucca, donde organizó una biblioteca rica en manuscritos y
ediciones raras.
Un historiador de gran valor fue José Jacinto M. Bergantini (1691-1774), algunos de cuyos
escritos fueron destruidos en el incendio del convento de Venecia en 1769. Fue estudioso y defensor
de Sarpi.
91
El elenco debería continuar pues de lo contrario omitiríamos el nombre de otros religiosos
distinguidos. A continuación mencionamos algunos: fray José Antonio Brusa, precursor en el
campo de los experimentos aeronáuticos, junto con fray Luis Poletti, los dos boloñeses y discípulos
de fray Jerónimo Malisardi (m. 1796); fray Carlos Antonio Tassinari (m. 1731), quien durante
muchos años fue director espiritual de Santa Verónica Giuliani; fray Carlos Traversari (1739-1818)
teólogo, y fray Roberto M. Costaguti (1732-1818), primer rector y organizador de la universidad de
Malta y después obispo de Sansepolcro por cuarenta años; el destacado teólogo tirolés fray Cesario
M. Shguanin (1692-1769).

Fechas memorables

1712 Muerte de sor María Arcángel Biondini, fundadora del monasterio de Arco.
1714 Los conventos de Alemania son divididos en dos nuevas provincias: Alemania
(subdividida en 1756 en austriaca y tiro lesa ) y Bohemia.
1719 Fundación de Monterano.
1719-1723 Los Siervos de María fray Juan Domingo Fabris y fray Sostenes M. Viani participan
en la legación de Monseñor Carlos Ambrosio Mezzabarba en China.
1719-1725 Segunda edición de los Annales de la Orden a cargo de fray Luis M. Garbi y fray
Placido M. Bonfrizieri.
1726 Canonización de San Peregrino Laziosi.
1727 Se aprueban las Constituciones de la Observancia alemana.
1731 Muere fray Carlos Antonio Tassinari, director espiritual de Santa Verónica Giuliani.
1732 Parte rumbo a China fray Felipe M. Serrati. Retorna a Italia en 1744.
1733 Ordenación sacerdotal del primer siervo de María latinoamericano, el brasileño
Antonio (fray Hugo M.) Días Quaresma.
1737 Canonización de Santa Juliana Falconieri.
1742 Muerte de sor María Elegida de Jesús, que en 1716 fundó el monasterio de Mónaco
en Baviera.
1769 Publicación del Methodus, o programa de estudios, del prior general fray Francisco
Raymundo Adami.
1770 Decreto real con el cual se suprimen los conventos de la Orden en Provenza.
1772 Supresión en el territorio de la República Véneta.
1778-1779 Supresión de la Congregación eremítica de Monte Senario por disposición del papa.
1780-1790 Reinado del emperador José II. Supresiones, josefinistas de órdenes y
Congregaciones religiosas.
1798-1799 Primera "República Romana". Continúan las supresiones de las órdenes religiosas en
los territorios ocupados por los franceses.
1801 Concordato entre Napoleón y Pio VII. En él participa fray Carlos Francisco Caselli,
ex prior general (17921798), después nombrado cardenal (1802) y obispo de Parma
(1804-1828).
1803 Fundación del monasterio claustral de Roma.
1805 Fundación del monasterio de Reggio Emilia (desde 1887 en Montecchio Emilia).
1809 Exilio del prior general fray Luis Bentivegni. Fusilamiento de fray Amadeo
Bertoncelli.
1810 Supresión general de Las órdenes religiosas, decretada por Napoleón I.

92
Antología

Varias veces he tratado de profundizar en la grandeza de los dolores de Cristo según la


doctrina del doctor angélico, y he descubierto que, siguiendo sus reflexiones, un nuevo y más
profundo motivo de sufrimiento para el corazón del Redentor fue ver sufrir y llorar a su Madre y a
su discípulo amado. Son muchos los santos que atestiguan, y la misma razón lo prueba claramente,
como esta presencia ocasiono una singular y profunda amargura que nuestra mente apenas si acierta
a entender. He aquí las palabras que al respecto dice San Agustín: "!Oh Señor mío Jesús!, es verdad
que te atormenta la cruz, pero no menos te atormenta la presencia de tu Madre. Te aflige
ciertamente tu dolor; pero no menos te aflige el de ella". También San Bernardo expresa un
pensamiento parecido al decir: "Por el momento hablamos de la cruz de Cristo; pero dime, no crees
que le causo un hondo dolor a su corazón tan tierno ver a su Madre que sufría al pie de la cruz,
contemplar su corazón traspasado por una espada de dolor tan cruel? El sufrimiento de la Madre sin
duda intensificó por cierto el dolor de las llagas del Hijo, quien contemplaba a la Madre junto a la
cruz, con el corazón lleno de dolor". Y San Buenaventura añade entre lágrimas: "Consideremos,
pues, la amargura que invadía el corazón de Jesús, dulzura de los Ángeles. No solo sufría por el
peso de nuestras culpas e ingratitud, sino más bien por la presencia de su Madre a quien tanto
amaba y a quien ahora veía casi abrumada bajo el peso del dolor. Era un sufrimiento demasiado
fuerte, intensificado por el amor profundo y reciproco que los unía en el sufrimiento".
Y fue precisamente eso: un dolor demasiado grande, una amargura inefable.
Seguramente Cristo habría aceptado otra cruz y otra flagelación y espinas, con tal de quitar
aquella espada tan cruel del corazón de su Madre dulcísima. Pero el designio del eterno Padre era
totalmente diferente: por ello un dolor muy profundo afligía a su Hijo. Allí estaba aquella Madre
frente a quien se eclipsan las virtudes y privilegios de dignidad de todas las demás criaturas. Allí
estaba la Madre que se había hecho digna de abundantes y sublimes méritos, al grado de ser corona
da con estrellas. Allí estaba la Madre de un corazón tiernísimo, del regazo maternal, del seno
virginal. Y Jesús la veía cerca, sumergida en un mar de dolor a causa de los sufrimientos de él.
Delante de su Hijo crucificado, veía las llagas, oía los escarnios, contemplaba el tormento de la
cruz. Como atestigua San Jerónimo, por su hijo sufrió más que una mártir. Y el Hijo, pero qué hacía
su Hijo por una Madre tan excelsa? ¿Qué hacía, vuelvo a preguntarme, el más amado de todos los
hijos, que comprendía todos los dolores inexplicables, siempre tan atento con su Madre, siempre tan
amantísimo? Nuestra inteligencia no acierta a pensar sino solo esto: que realmente era un dolor
demasiado grande (. . . )
Leo otra prueba que se refiere al dolor de Cristo en la cruz. Lo que lo hacía sufrir era la
profunda preocupación - por su Madre; por ello, como queriendo dar una prueba palpable de su
angustia tan intima, la confió a los cuidados del discípulo diciendo: "He aquí a tu Madre".
Escuchemos al respecto lo que dice San Juan Crisóstomo: "El Señor Jesús demuestra el grandísimo
amor (y, por tanto, una tiernísima compasión) por su Madre; por ello la confía al discípulo. Nos
ensena así a cuidar con esmero a quienes nos dieron la vida y esto hasta el último suspiro". Nuestros
padres nos han donado la vida mortal, por lo cual tenemos la obligación de cuidarlos con la
generosidad de que Cristo nos dio ejemplo en su extrema agonía.
"El que abandone a su padre es como un blasfemo, quien insulte a su madre es maldecido por Dios"
(Si 3, 16).
Al mismo tiempo vemos otra Madre, que con un parto doloroso nos da a todos la vi da del
espíritu. Es la Virgen Santísima. Cuando estuvo al pie de la cruz, mereció recibirnos a todos como
hijos suyos: aprendamos, pues, el ejemplo de Cristo y amemos a esta Madre y, amándola,
aprenderemos a llorar por sus dolores. El Hijo quiso confiar toda la iglesia a los cuidados de ella en
la persona de Juan. Y la piadosa Madre ofreció por nosotros sus dolores al eterno Padre. Esta es,
93
pues, la obligación de los cristianos: pagar con amor el amor de una Madre tan grande. Por eso
procuremos compartir sinceramente sus sufrimientos y cada día ofrezcámosle nuestra gratitud
constante y devota. Escuchemos atentamente estas palabras que fueron casi las ultimas que
pronuncio Cristo en su agonía: "He aquí a tu Madre". Las dijo para ensenarnos a cuidar con esmero
hasta el último instante de nuestra vida, a aquellos que nos dieron la vida. Este parto místico de
María superaba inmensamente todos los dolores de todas las madres. Por eso, os suplico en nombre
de esos dolores que no seamos tan ingratos que pongamos el culto a la Virgen de los Dolores casi
en último término o que lo externemos con un servicio poco adecuado. El Hijo pende desolado del
patíbulo de la cruz, terriblemente herido, puesto en condiciones lamentables por una crueldad, muy
refinada. Casi se olvida de si mismo y, como único consuelo, pedía solo esto: que Juan, y con él
todos los fieles del futuro, acogiese a la Madre desolada. La gravedad del momento exige aceptar la
última voluntad del Redentor agonizante. Por tanto, si todavía existe en el corazón del hombre un
poco de gratitud, repitamos muchas veces con corazón contrito las palabras del doctor seráfico:
"un dolor demasiado grande se produjo por el amor intenso y reciproco que los unía en el
sufrimiento". Repitámoslas y acojamos con nosotros a la Virgen de los Dolores.

Extracto del opúsculo de fray Crisólogo M. Greimbl OSM (1729-1804) titulado Maximus Christi patientis
dolor iuxta doctrinam divi Thomae Aguinatis piae considerationi propositus a quodam sacerdote s. Ordinis Servo rum
B. V. Maríae provinciae Tyrolensis (El maximo dolor de Cristo en su Pasión según la doctrina de Santo Tomás de
Aquíno, propuesto a la pía consideración por un sacerdote de la Sagrada Orden de los Siervos de la B. V. María de la
Provincia Tirolesa)!, Augusta e Innsbruck, 1762 (pp. 83-86 y 91-93). Traducción de Faustino M. Faustini OSM

94
Capítulo VII

EL SIGLO XIX
De la "Restauración" (1815) a los inicios del siglo veinte

Una esperanza ilusoria. La vida de la Orden entre 1815 y 1848. Las supresiones del Gobierno italiano hasta los
años que siguieron a la caída de Roma (1870). Los Siervos de María en Inglaterra y en Estados Unidos. La
canonización de los Siete Santos Fundadores en el marco de un incremento del culto de la Orden a sus santos y beatos.
Congregaciones femeninas servitas. La restauración hasta los inicios del siglo XX. Los Siervos de María en Canadá.
Los conventos de 1848 a 1911. Algunas figuras notables de la Orden en el siglo XIX.

Una esperanza ilusoria

La "Restauración" ilusoria del convenio europeo pactado en el Congreso de Viena es una


fecha de referencia tanto para la historia eclesiástica como para la historia civil. La personas más
sagaces señalaron el carácter precario de la tan ansia da restauración; pero no faltaron hombres de
talento y perspicacia que esperaban un sólido reflorecimiento de las instituciones devastadas o
desorganizadas por el Imperio napoleónico.
Para las órdenes y las Congregaciones religiosas, la situación fue más compleja pues, como
hemos visto, el ataque contra sus estructuras en Europa había comenzado con el josefinismo y había
proseguido con Napoleón Bonaparte. El siervo de María fray Constantino M. Battini, un hombre de
amplia cultura, escritor vivaz y después prior general (1823-1829), manifestaba a propósito del fin
del Imperio napoleónico: ". .. se empezó a esperar el resurgimiento de las órdenes regulares y de las
monjas". En realidad hubo cierto resurgimiento que fue bastante consistente pero de corta duración,
en especial en el caso de los siervos de María que se encontraban principalmente en Italia. En
efecto, se promulgaran después las leyes de supresión que casi los ponen en los límites de la mera
supervivencia.
Al que estudie la historia de la Orden en este siglo un primer dato le parecerá evidente: el
ano de 1815 marca el principio de un reflorecimiento que, pese a todo, no será muy decisivo. El fin
de este siglo y los primeros años del siguiente reflejaran en cambio, un renacimiento concreto y
duradero (aunque al inicio fue lento), que se prolonga hasta fines de la década de 1960. En el centro
de este lapso tan amplio (1815-1964) se halla la canonización de los Siete Santos Fundadores de la
Orden (1888), acontecimiento que confirma el reflorecimiento en este siglo.
En términos cronológicos, el estudio del siglo XIX tendrá como límites en estas páginas el
año 1815 y la primera década de ese siglo, es decir pocos años antes que los Siervos de María
asuman compromisos importantes en el campo de las misiones. Por otra parte, nos parece que la
Primera Guerra Mundial puede considerarse como un suceso que caracteriza el final de una época y
el comienzo de otra.
En el transcurso del siglo XIX distinguiremos: la vida de la Orden entre 1815 y 1848; las
supresiones por parte del Gobierno italiano hasta los años que siguieron a la caída de Roma (1870);
la Orden en Inglaterra y en Estados Unidos; la canonización de los Siete Santos Fundadores en el
marco de un aumento en el culto que la Orden rinde a sus santos y beatos; el resurgimiento hasta los
inicios del siglo XX; las Congregaciones femeninas de la Orden, y algunas figuras notables de este
siglo.

95
La vida en la Orden de 1815 a 1848

De 1815 a 1848 la Orden estuvo gobernada por un vicario general apostólico, fray Esteban
Antommarchi (1814-1823) y, después, por los priores generales fray Constantino M. Battini (1823-
1829), fray Victorio Amadeo Pirattoni (1829-1834), fray Luis Grati (1834-1841), fray Miguel
Francisco M. Strigelli (1841-1847) Y fray Gayetano M. Bensi (1847-1853).
Un compromiso que compartieron todos ellos fue, por una parte reabrir por lo menos los
principales conventos suprimidos y, por la otra, reorganizar y renovar la vida religiosa de las
provincias y de las comunidades. Pero en el intento de alcanzar esas metas, hubieron de sufrir todas
las dificultades propias de una difícil situación interna y externa, en lo esencial perturbada e
incierta; por eso, solo en una parte muy pequeña puede considerarse que hubo un resurgimiento.
A decir verdad, los priores generales cuyos nombres acabamos de mencionar eran hombres
de gran carácter y decididamente partidarios de la "restauración" por dos motivos: habían sentido en
carne propia los sufrimientos del período napoleónico (por ejemplo, Battini que capturado por los
franceses en 1799 y estuvo prisionero cuatro meses en Dijon, Francia) o bien durante anos habían
ocupado cargos de gran responsabilidad en la dirección de la Orden. Un registro de los religiosos
muertos en el convento de la Santissima Annunziata (Anunciación) de Florencia, en el cual se
recuerda a fray Esteban Antommarchi, señala: "En reconocimiento y en un acto de gratitud por los
trabajos del reverendísimo padre Esteban Antommarchi en la restauración de nuestros conventos de
la Provincia Toscana, los padres celebraron un oficio solemne con catafalco en medio del templo,
recitaron íntegramente el oficio de difuntos en sufragio de él y oficiaron la misa".
Ante la dificultad de reconstruir rápidamente las estructuras provinciales y ante la dispersión
de los religiosos, los priores generales de este período, y sobre todo Antommarchi, escogieron y
nombraron de cuando en cuando a vicarios generales para las provincias de la orden con el
propósito de recuperar los conventos suprimidos.
En 1835 se recobraba el prestigioso convento de Monte Bérico (Vicenza), pero la antigua
Provincia Española moría bajo el peso de las supresiones.
Los frailes españoles dispersos se unieron a los conventos italianos o siguieron viviendo
fuera del claustro procurando mantener viva la tradición de la Orden. Y en efecto, durante más' de
treinta años, en España, ya prácticamente sin conventos servita s, continuaron publicándose los
calendarios litúrgicos propios de la Orden casi hasta la muerte de los religiosos que habían logrado
sobrevivir. Situación análoga a la ex provincia Húngara. Sus conventos suprimidos por el gobierno
nunca fueron restituidos, pero los sobrevivientes siguieron teniendo contactos esporádicos con la
Orden, pese a que apenas si habían quedado unos diez.
No es extraño que los priores generales del período comprendido entre 1815 y 1848 hayan
sido casi todos hombres con gran experiencia en el gobierno, a algunos de los cuales la curia
romana había confiado puestos importantes en sus oficinas. Fray Luis Grati constituye el único
ejemplo en la historia de la Orden de un prior general designado para tal cargo cuando ya era
obispo. La obra de la "restauración" era una tarea muy delicada, cuya realización exigía pericia
jurídica y experiencia burocrática.
No se puede afirmar que en el período de 1820 a 1850 la Orden haya tenido un sólido
resurgimiento, pero el reflorecimiento fue considerable. Y así, en 1848, los conventos son ya 64 y el
número total de religiosos es un poco menos de seiscientos.

96
Las supresiones del Gobierno italiano hasta los años que siguieron a la caída de Roma (1870)

Es preciso distinguir entre la legislación del reino de Cerdeña y la del Gobierno italiano
unifica do, aunque ambas presentan la misma línea cronológica. La legislación religiosa del reino de
Cerdeña tiene las siguientes etapas: la ley del 19 de junio de 1848 que afirmaba la igualdad de todos
los ciudadanos frente a la ley, sin importar el culto que profesasen; las leyes Siccardi del lo. de abril
de 1850 significan la abolición del derecho de asilo y de los privilegios del foro para los
eclesiásticos (una ley promulgada en el mes anterior sometía los institutos de caridad a la
supervisión del Estado) ; la ley de junio de 1350 "sobre la necesidad de autorización gubernamental
para los bienes inmobiliarios adquiridos y los bienes a títulos gratuito"; la ley del 29 de mayo de
1855 respecto a la supresión de las corporaciones religiosas.
En cambio, bajo el gobierno unitario conviene recordar las leyes de 7 de julio de 1866 y las
de 15 de agosto de 1867, con las cuales (sobre todo en virtud de la primera) fue elevadísimo el
número de institutos eclesiásticos suprimidos.
El gobierno mantuvo la pensión anual destinada a los eclesiásticos que pertenecían a las
entidades suprimidas. Esa pensión (costeada con la venta de los bienes eclesiásticos) era
proporcionada por el fondo del culto. De las sedes obispales, solo quedaron las metropolitanas y el
número de seminarios fue limitado a uno por arquidiócesis. Las prebendas episcopales, las rentas y
las temporalidades de los obispados vacantes se devolvieron a los economatos que debían
destinarlas a los párrocos y sacerdotes pobres, a gastos del culto y a la restauración de templos de
escasos recursos.
La historia ha demostrado que una menor rigidez por parte de la Santa Sede y una actitud
más leal por parte del reino de Cerdeña primero y después por ;parte del Gobierno unitario italiano
habrían podido evitar el verdadero saqueo de conventos en Italia entre 1850 y 1870. Basta recordar
el carácter tan drástico del artículo de la ley del 7 de julio de 1866: "No se reconocen ya en el
Estado las órdenes, las corporaciones ni las Congregaciones religiosas regulares y seculares,
tampoco los conservatorios o retiros, que exijan una vida común y tengan carácter eclesiástico. Las
casas y establecimientos pertenecientes a las órdenes, a las corporaciones, a las Congregaciones y
conservatorios o retiros mencionados quedan suprimidos".
Pero no se olvide que, de hecho, tras una imposición muy rigurosa que al inicio se hizo de
dichas leyes, en muchas partes de Italia aparecieron fenómenos de "supervivencia ilegal" de
convento s, gracias a una tolerancia deliberada de los gobiernos. Pero, ¿cómo olvidar que no pocas
iniciativas de los institutos religiosos complementaban en Italia los sectores de la asistencia médica,
el cuidado de los ancianos, etc.? Hay que señalar además que muchos institutos religiosos,
sirviéndose de la experiencia adquirida en las supresiones de José II y Napoleón, estaban
preparados para la nueva situación. Varios de ellos, por medio de prestanombres, lograron
"readquirir" los conventos suprimidos que el gobierno puso en subasta.
También la prohibición de usar el hábito religioso fue violada a menudo sin graves
consecuencias, pues desde la constitución del reino de Italia los gobiernos hicieron constantes
intentos por llegar a un acuerdo con la Santa Sede. En efecto, la causa principal de las supresiones
italianas no fue tanto una motivación ideológica como la necesidad de los gobiernos de reunir
fondos para sostener la administración financiera del Estado.
Para una orden pequeña como la de los siervos, muy diezmada por las supresiones anteriores
y presente todavía en gran parte de Italia, tales leyes pudieron ocasionar su extinción. Una carta del
prior general Bonfilio M. Mura a todos los provinciales italianos, escrita en 1863, habla de una
"cuestión de vi da o muerte" al referirse a la urgencia de tornar alguna iniciativa adecuada.
Con todo, fue providencial que, en el período de 1850-1870, la Orden haya estado presidida
por cuatro priores generales de notables méritos: fray Cayetano M. Bensi (1847-1853), fray Alboino
M. Patscheider (1853-1859), primer prior general no italiano, fray Bonfilio M. Mura (1859-1868),
97
fray Juan Ángel Mondani (1868-1882). Pese a la "iniquidad de los tiempos", como escribía Bonfilio
M. Mura, y ante la imposibilidad de recibir nuevas vocaciones, todos ellos intentaron la expansión
en el extranjero, pero sobre todo en los pocos conventos que quedaron instauraron una rigurosa
observancia religiosa.
Por desgracia, tampoco éste es un período bien estudiado en la historia de la Orden. Las
aportaciones de fray Felipe M. Berlasso OSM sobre la biografía de Mura y la reciente investigación
de fray Richard M. Boyle OSM, así como otros estudios todavía en curso, permiten atisbar un poco
en esa situación tan tormentosa.
Es difícil calcular el número de religiosos Siervos de María en el momento más grave de las
ultimas supresiones. Probablemente se redujeron a un poco más de trescientos. La amenaza de la
extinción se debía a la prohibición de recibir nuevas vocaciones en Italia. Por ello, fray Bonfilio M.
Mura inauguro en 1863 un noviciado en el convento de San Marcelo en Roma y otro en Monte
Bérico, o sea en los dos únicos conventos en que era posible formar a los nuevos religiosos; ordeno
Además que los frailes obligados a vivir fuera del convento entregasen a sus respectivos superiores
la pensión que recibían del Estado, pues con esos fondos se podrían sufragar los estudios de las
nuevas vocaciones.
Desde el generalato de Pirattoni se había empezado a pensar en realizar fundaciones 'fuera
de Europa. En 1830 no había si do posible aceptar una misión en Birmania. Entre 1840 y 1842 se
sitúa la "fallida misión" encomendada a dos religiosos de la antigua provincia de España en
Mindanao (Filipinas). Casi al mismo tiempo se concedía a la Orden la vice prefectura apostólica de
Arabia, con sede en Adén, en el actual Yemen del Sur. Aunque la experiencia durara pocos años
(hasta 1849), encarna el esfuerzo de reacción ante la dureza de los tiempos.
El espacio que dedicamos a este período no nos permite examinar a fondo la actividad de los
priores generales en el lapso comprendido entre 1850-1870. Entre ellos sobresale la figura de fray
Bonfilio M. Mura, de quien hablaremos más ampliamente en el último párrafo. Durante su gestión
se realiza la primera fundación de la Orden en Inglaterra.

Los Siervos de María en Inglaterra y en Estados Unidos

En 1864 dos religiosos Siervos de María, fray Felipe M.


Bosio y fray Agustín Morini, llegaron a Inglaterra para establecer
la Orden. Tres años más tarde inauguraban el convento de
Londres (1867). En el Capítulo general de 1895 los conventos
ingleses fueron erigidos en comisariato provincial y, en 1914,
formaron la actual Provincia Inglesa.
Los inicios no fueron fáciles, sobre todo por las difíciles
relaciones con las religiosas Siervas de María de Londres que
habían pedido el envió de padres servitas a la isla. Los religiosos
a quienes se encargaron las nuevas fundaciones no solo eran
hombres muy preparados y generosos, sino que tenían Además
una fuerte personalidad. Quizá la causa de algunos malos
entendidos fue el estilo "italiano" que se imprimió a las
fundaciones, característica que desgraciadamente duro largo
tiempo y no solo en Inglaterra. Esto se advierte en el reciente
necrologio en memoria de fray Francis M. Mc Enerney OSM
(1896-1983), redactado por la curia de la provincia inglesa; se le atribuye el mérito de haber
proseguido, entre las dos guerras mundiales, la obra iniciada por fray Alfonso M. Coventry en el
intento de liberar a la provincia de la excesiva dependencia "italiana", dándole una fisonomía y una
característica inglesas.
98
Por lo que respecta a Estados Unidos, transcribimos a continuación una noticia aparecida en
el Catalogus OSM, editado en 1970: "La presencia de la Orden en Estados Unidos se remonta a
1852, cuando fray Antonio M. Grundner, de la Provincia Tirolesa, comenzó a trabajar entre los
católicos de lengua alemana en Nueva York primero, luego en la Pennsylvania orienta y finalmente
como párroco de la iglesia de San Alfonso en Filadelfia. No hubo fundaci6n alguna, y la muerte de
Grundner marco el final de la actividad de la Provincia Tirolesa en Estados Unidos. Algunos
religiosos austriacos siguieron trabajando con los italianos en la
zona de Chicago".
"En 1870, monseñor Joseph Melcher, primer obispo de Green
Bay (Wisconsin) invitó a los Siervos de María a su diócesis
durante su estancia en Roma donde participó en el Concilio
Vaticano I. Ese mismo año, cuatro religiosos encabezados por
fray Agustín Morini comenzaron su apostolado en la iglesia de
San Carlos en Menasha, Wisconsin. En 1874 el obispo Foley
invito a la Orden a Chicago, y muy pronto esta ciudad se
convirtió en el centro de la actividad servita en Estados Unidos.
La provincia estadounidense fue erigida en 1909".
Hace años un religioso estadounidense, fray Conrad M.
Borntrager OSM, emprendió investigaciones rigurosas sobre la
actividad de los Siervos de María en Estados Unidos antes de
1870. Sin duda el auge posterior de las provincias de la Orden en
ese país se debe también a un inicio feliz. La gradual
reconstrucción del archivo OSM en la Provincia del Este contribuirá de manera decisiva a dar a
conocer mejor su historia.

La canonizaci6n de los Siete Santos Fundadores en el contexto de un incremento del culto por
los santos y beatos de la Orden

El santoral litúrgico de los Siervos de María muestra un dato muy significativo: en 1804 Pío
VII aprobaba el oficio y la misa de la beata Isabel de Mantua; en 1806, el mismo pontífice aprobaba
el oficio y la misa del beato Santiago de Citta della Pieve y del beato Andrés de Sansepolcro; en
1821 y 1822, aprobaba el culto del beato Ubaldo de Sansepolcro y el del beato Buenaventura de
Pistoia; en 1828, León XII aprobaba y confirmaba el culto de la beata Juana de Florencia y, en
1829, Pio VIII aprobaba el culto del beato Benincasa de Montepulciano.

99
Al mismo tiempo que renacían estas devociones propias de la Orden, se reanudaban los
esfuerzos por conseguir la canonización de los Siete Fundadores.
León XIII, con una decisión personal, estableció en 1884 que la causa de canonización de
los Fundadores podía continuar, tras la interrupción que sobrevino unos 150 años antes,
considerando suficientes cuatro milagros obtenidos con la invocación colectiva de ellos. El 27 de
noviembre de 1887 se pública el decreto con el cual se aprueban los cuatro milagros presentados.
Mientras tanto, la Orden vivía intensamente el sexto centenario de la muerte (1285) de San Felipe
Benicio. El 15 de enero de 1888 León XIII canonizaba a los Siete Fundadores. El historiador fray
Alejo M. Rossi (muerto en 1968) señala que siempre había oído decir que en aquel mes Monte
Senario estaba sepultado bajo una "gran nevada". Por ello, entre los religiosos que fueron a Roma
para asistir a la canonización faltaron algunos que no habían podido salir de Monte Senario porque
los caminos estaban cubiertos de nieve. En cambio, asistió a la canonización fray Antonio M. Pucci,
quien moriría cuatro años después y a quien la Iglesia elevaría a los honores de los altares.
El decreto de canonización mencionaba, obviamente, los
nombres de los Siete Santos Fundadores (Bonfilio, Bonayunta,
Maneto, Hugo, Amadeo, Sostenes y Alejo). De las listas más
antiguas que contenían los nombres de ellos, el documento
pontificio tomo la más reciente que, según los historiadores, no era
muy confiable pues solo se conocía con certeza el nombre del
primero y del último, es decir, de Bonfilio y de Alejo. Al aceptar
(por primera vez en el caso de una canonización que no fuera de
mártires) cuatro milagros colectivos y no individuales, la autoridad
eclesiástica antepuso la identidad de los siete a la de cada uno de
ellos.
Una verdadera inyección de confianza para toda la orden fue el acontecimiento de la
canonización el cual coincidió con un período en que las leyes contra los institutos religiosos de
Italia empezaban a atenuarse de modo gradual. De ahí que no deba sorprendernos que sus
exponentes más ilustres, entre quienes se cuenta fray Antonio M. Pucci, hayan trabajado y elevado
sus oraciones durante tanto tiempo para lograr la glorificación de los fundadores. Y si bien la feliz
conclusión de tantos esfuerzos está ligada al nombre del prior general fray Pier Francisco M. Testa
(1882-1888), el camino lo habían preparado sus predecesores, en particular fray Juan Ángel
Mondani (1868-1882) y, quizá, el mismo fray Bonfilio M. Mura, quien tenía una amistad firme y
personal con León XIII.

Congregaciones femeninas servitas

Desde la mitad del siglo XIX varias Congregaciones de religiosas de diversas naciones
habían entra do a formar parte de la más vasta familia de los Siervos de María. Algunas surgieron
en el interior de la Orden, a menudo teniendo su origen en grupos de terciarlas seculares (como la
Congregación de Florencia, Pistoia, Galeazza, Compasionistas, reparadoras, etc.); otras, impulsadas
por la afinidad de espíritu o por el servicio y la devoción a la Virgen, pidieron y consiguieron
oficialmente ser incorporadas a la Orden, en algunos casos pocos años después de la fundación.
En estos ciento veinte años de historia, contados a partir de 1864, fueron muchas las
Congregaciones femeninas que se afiliaron.
Muchas de ellas ya no pertenecen, por lo menos en forma autónoma, a la familia servita. Las
causas de ese fenómeno son de diversa índole. Nos limitaremos a señalar dos: el hecho mismo de su
desaparición (a veces obligatoria, como está sucediendo actualmente con las religiosas de Albania y
Hungría) ; la unión de algunas Congregaciones entre si, casi siempre de Siervas de María (por
ejemplo, las religiosas de Pistoia han absorbido, entre otras, a las Siervas de María de Viareggio
100
(dirigidas inicialmente por San Antonio M. Pucci), de Saluzzo, de Livorno y, más recientemente,
las "manteladas" de Santa Juliana de Florencia).

En el elenco que ofreceremos a continuación, junto con el año de fundación indicaremos


también el de su afiliación a la Orden de los Siervos de María; en algunos casos se trata de una
"primera" incorporación, que se refería exclusivamente al grupo inicial de religiosas y que más
tarde se renovaría cuando la Congregación alcanzaba cierto desarrollo o deseaba consolidar sus
nexos con la Orden. Con el propósito de ofrecer aquí un panorama general de todas las
Congregaciones actualmente afiliadas a los Siervos de María, hemos incluido en dicho elenco
también a las Congregaciones fundadas o incorporadas hasta la mitad del siglo XX.

Nombre de la Congregación Fundación Incorporación


Servite Sisters (Inglaterra) 1840 1864 1951
Suore di María Addolorata de Nápoles 1840 1868 1876
Serve di María de Ravena 1852 1865 1868
Serve di María ss.ma. Addolorata de Florencia 1854 1883 1951
Sisters of the Mother of Sorrows Servants of Mary (India) 1854 1893 1880
Mantellate Serve di María de Pistoya 1861 1918 1894
Serve di María de Galeazza 1862 1927 1916
Minime dell'Addolorata 1868 1898 1910
Compassioniste Serve di María 1869 1919 1922
Serve di María Addolorata de Nocera 1872 1925 1935
Serve di María Addolorata de Chioggia 1873 1953
Sisters of Providence (Holyoke, USA) 1873
Soeurs Servites de Marie (Bélgica) 1881
Suore dell' Addolorata Serve di María de Pisa 1896
Motrat Servite (Albania) 1898
Serve di María Riparatrici 1900
Servants of Mary (Ladysmith, USA) 1912
Irmas Servas de María (Brasil) 1917
Szervita Noverèk (Hungria) 1922
African Servite Sisters (Swaziland) 1932
Misioneras de María Dolorosa (México) 1942

La fundadora de las Minime dell'Addolorata (Mínimas de la Virgen de los Dolores), sor


Clelia Barbieri (m. en 1870), fue beatificada en 1968. Se han iniciado los procesos de beatificación
de fundadoras y de otras religiosas de diversas Congregaciones: sor María Luisa de Jesús (Ascione),
fallecida en 1875 y fundadora de las Suore di María Addolorata de Nápoles; sor María Consiglia del
Espíritu Santo (Addatis), muerta en 1900 y fundadora de las Serve di María Addolorata de Nocera;
sor M. Magdalena de la Pasión (Starace), fallecida en 1921, fundadora de las Compassioniste Serve
101
di María; sor M. Dolores Inglese, muerta en 1928, de las Serve di María Riparatrici, y sor M. Elisa
Andreoli, muerta en 1935, fundadora de la misma Congregación; sor M. Eleonora Giorgi, fallecida
en 1945, de las Serve di María SS.ma Addolorata de Florencia A estos nombres hemos de agregar
el de Fernando M. Baccilieri, que murió en 1893 y fue terciario y fundador de las Serve di María de
Galeazza.

El renacimiento hasta los inicios del siglo XX

El último decenio del siglo XIX y los primeros años del siglo XX están marcados por
algunos acontecimientos, todos ellos con la característica común de constituir un renacimiento.
En 1891 se fundó el convento de los Siervos de Bruselas. Cuatro años más tarde surge en
Florencia el convento de los Siete Santos Fundadores y se inaugura en Roma, en un local arrendado
cerca de la iglesia de San Nicolás de Tolentino, el Colegio Internacional San Alejo Falconieri,
heredero del antiguo Colegio de Gante y antecesor de la actual Pontificia Facultad Teológica
"Marianum".
En 1897 nace la moderna historiografía de la Orden al publicarse el primer volumen de la
colección Monumenta Ordinis Servorum sanctae Maríae, a cargo de fray Agustín Morini y de fray
Peregrino M. Soulier. En los primeros dos volúmenes se editan, entre otras cosas, las Constitutiones
antiquae y las Constitutiones novae (o sea los decretos de los capítulos generales celebrados entre
1295 y 1473), la Legenda de origine Ordinis y la Legenda beati Philippi; se dan las fuentes para la
historia de los antiguos conventos de Alemania y del "colegio" que la Orden tenía en Paris; se
pública el registro administrativo de los priores generales San Felipe Benicio y fray Lotaringo de
Florencia, correspondiente al período de 1285-1300, lo cual prueba que un renacimiento sano debe
inspirarse siempre en las decisiones fundamentales tomadas en los orígenes.
Sin embargo, el interés de la Orden se centra siempre en su expansión en el extranjero. Si
bien se frustro el intento, hecho en 1900, de retornar a España, un "voto" del Capítulo general de
1901 pidió "reanudar en cuanto fuera posible las misiones entre los infieles". Transcurrirán poco
más de diez años antes que el "voto" sea cumplido. Con todo, se vivía un clima de renovación y de
fervor "misionero". En 1904 los Siervos de María participan con entusiasmo y con una importante
representación en el Congreso Mariano Internacional celebrado en Roma con motivo del
cincuentenario de la definición (1854) del dogma de la Inmaculada Concepción.
Un Capítulo general extraordinario, cuya finalidad era revisar las Constituciones, se efectuó
en Roma en 1905. Las nuevas Constituciones serán promulgadas en 1907. Aceptadas incluso por
los conventos de la antigua Observancia alemana (reagrupados en dos provincias: la Tirolesa y la
Austrohúngara), unen a toda la Orden bajo una misma legislación.
La tempestad "modernista" no parece afectar a los Siervos de María. Al respecto quizá
convenga señalar que, a lo largo de su historia, siempre se distinguió una absoluta obediencia a las
disposiciones pontificias. Después del Capítulo general de 1901 (como indicaba fray Felipe M.
Ferrini [muerto en 1972] al redactar su propia ficha personal), se prohíbe a los religiosos asistir a
institutos fuera de la Orden para obtener grados académicos, lo cual constituye un acto de completo
rechazo a las doctrinas ya difundidas que luego serian agrupadas bajo el nombre de "modernismo".
La disposición se confirmara más tarde con una restricción excesiva, pero que manifiesta
claramente una orientación constante en nuestra historia.
Pero retornemos al clima de fervor misionero que antecedió a la aceptación de los territorios
propiamente de misiones. Esta es una página de la historia que todavía está por escribirse. En los
primeros años del siglo XX se recogían donativos y dinero para las futuras "misiones entre los
infieles", se abrían cuentas en los bancos. No faltaban, pues, las ofertas ni los proyectos de
misiones, algunos de los cuales eran examinados con extremo cuidado. Es interesante señalar que
quien se ocupaba de todo ello, casi con un sentido realmente profético, era un joven sacerdote de la
102
Provincia de Romana, fray Prospero M. Bernardi, que más tarde sería el primer vicario provincial
de las fundaciones en Canadá y luego primer obispo de la misión de Acre y Purús en Brasil.
Hablaremos de él en el Capítulo siguiente. En cambio, antes de dar por terminado el tema del
renacimiento entre dos siglos, veremos el origen de las fundaciones en Canadá.

Los Siervos de María en Canadá

Una aportación relativa al origen de las fundaciones en Canadá, publicada en 1980 en la


revista Le Missioni dei Servi di María, llevaba el títulos: "En Canadá como si fuera una 'misión' ".
Fue precisamente con ese espíritu misionero que anima a la Orden que los Siervos de María
llegaron a Canadá en 1912.
Los factores que están al origen de esta fundación fueron múltiples. Pero ello no quita a
Canadá el mérito de ser el primer resultado concreto de tantos sueños y proyectos misioneros,
incluso antes de la misión de Swaziland. Al lector le parecerá extraño que demos el nombre de
"misiones" a las primeras fundaciones en Canadá. Pero así las llamaban los documentos de la
época. Bastaría leer el discurso preparado por el prior general fray José M. Lucchesi (1907-1913) y
que fue leído en Florencia a tres Siervos de María que se preparaban para partir a Canadá. También
hay que recordar la mentalidad de la época. Se consideraba misionero a todo aquel que dejaba
Europa para irse a trabajar en las iglesias jóvenes del Atlántico, sobre todo entre los emigrados.
Además de los emigrados, habla que evangelizar a los indios, convertir a los protestantes. Sea como
fuere, el inicio de las fundaciones en Canadá fue el primer fruto del fervor misionero nacido y
desarrollado en la Orden tras la canonización de los Siete Santos Fundadores.

En cuanto a Canadá, ejercieron cierta influencia algunas


circunstancias. Aún prescindiendo del "precedente" de que el
obispo de Montreal de 1840 a 1885, monseñor Ignacio Bourget,
era terciario Siervo de María y, por tanto, estaba muy ligado a la
Orden y era propagador de la devoción a la Virgen de los Dolores,
recordemos que en 1910 fray Alejo M. Lépicier, quien pocos años
más tarde seria prior general y luego cardenal, había participado
en el Congreso eucarístico de Montreal. Además, en 1911, llego a
Ottawa como delegado apostólico en Canadá y Terranova
monseñor Peregrino M. Stagni OSM, ex prior general de la Orden
y por entonces obispo de Aquila.
Y apenas un año después arriban a Montreal tres Siervos
de María de la Provincia Toscana: fray Ildefonso M. Francesconi,
fray Angélico M. Barsi y fray Aurelio M. Prosperi.
El proyecto había cuajado en pocos meses. Veamos dentro de este contexto los principales
hechos acaecidos entre el fin del ano 1911 y los primeros meses de 1912. No debe extrañarle al
lector que dediquemos un poco más de espacio a las fundaciones en Canadá. Lo hacemos porque,
en realidad, se trata de noticias casi desconocidas, por lo menos a nivel divulgativo, de la historia
"oficia" de la Orden.
He aquí como sucedieron las cosas: todo comienza con dos "historias" más o menos
paralelas que se remontan a los primeros meses de 1911. Por una parte, la de un párroco de
Montreal de nombre Abbé Rusconi, que' había nacido en Canadá, pero de origen italiano, y que
había manifestado la intención de dejar a otros su parroquia compuesta en gran parte de emigrados
italianos. Monseñor Stagni, al comunicar la noticia en Roma, pensaba naturalmente en la
posibilidad que se abría para los Siervos de María de hacer una fundación en Canadá. Por otra parte,
hay otra historia: la referente al arzobispo de Vancouver, ciudad situada en el extremo occidental de
103
Canadá, quien había escrito a monseñor Stagni sobre la conveniencia de que viniera de Italia algún
sacerdote para trabajar con cerca de 4,000 italianos de su ciudad (y de muchos otros que se
encontraban en toda la diócesis). Por sugerencia de Stagni, el arzobispo acepta con gusto confiar la
atención pastoral de los fieles a una comunidad religiosa italiana, que bien podrían ser los Siervos
de María.
Es esta segunda historia la que va teniendo éxito por ahora. Viendo que no sería posible
obtener para Vancouver sacerdotes italianos de la Provincia Norteamericana de los Siervos de
María, monseñor Stagni se dirigió al prior general en Roma. La propuesta la hizo el 16 de enero de
1912 desde Ottawa y e1 29 del mismo mes era comunicada en Florencia al prior provincial de
Toscana.
Comienzan de inmediato los preparativos. Todo se llevó a cabo con la mayor rapidez.
Exactamente dos meses después que el prior general había escrito por primera vez a Florencia
respecto a este asunto, arriban a Montreal los primeros Siervos de María (29 de marzo de 1912) a
quienes ya nos hemos referido.
¿Qué preparación tenían? Tan solo conocían su lengua materna (el italiano) y el latín. El
entusiasmo y la generosidad son muy importantes, pero no lo son todo. El hecho es que el destino
original era Vancouver. Los religiosos permanecen en Montreal, donde muy pronto aceptan no una,
sino dos parroquias: la del Carmen y la de la Virgen de la Defensa (todavía hoy dependientes de la
Provincia Toscana), las dos formadas por inmigrantes italianos. Pronto les fue confiada también la
parroquia de San Antonio de Padua en Ottawa, igualmente constituida por feligreses de origen
italiano. Allí se instalaría más tarde el seminario para la formación de los futuros Siervos de María
canadienses. En 1920 la mayor parte los candidatos tiene apellido francés. La orientación es contar
con una presencia canadiense de la Orden en este país. El desarrollo será rápido. Luego de haber
erigido un comisariato provincial, los conventos fueron constituidos en provincia autónoma durante
1948. A partir de 1979 también las comunidades de la Orden que se encuentran en Francia forman
parte de esta provincia. En 1948, mientras los conventos de Canadá se transforman en provincia,
ingresa en la Orden el actual prior general fray Miguel M. Sincerny, reelegido para un segundo
sexenio en ese cargo por el Capítulo general celebrado en Roma en 1983.

Los conventos de los Siervos de 1848 a 1911

En 1848, poco después de transcurridos treinta años de la restauración y de la reorganización


de la Orden, los conventos eran 64, todos ellos situados en Europa. Los religiosos eran cerca de
600, cifra a la cual habría que añadir los que en España, tras la supresión de las órdenes religiosas
en 1835, seguían viviendo fuera de su convento, pero que en todo seguían considerándose Siervos
de María. En Adén (actualmente Yemen del Sur), se encontraba fray Marcos M. Gradenigo en
calidad de vice prefecto apostólico de esa misión.
En 1885. tras un largo y tormentoso período de supresiones re1igiosas en Italia, los
conventos se habían reducido a 53 (de los cuales solo 34 eran italianos frente a los 46 'que había en
1848). La orden estaba presente también en Inglaterra, Además de estarlo en Austria y Hungría
como se di.io antes. La novedad más significativa son los dos conventos de Estados Unidos, con 15
religiosos. En total, el número de religiosos era entonces apenas de 359.
Veinticinco años más tarde, en 1911, de los 63 conventos de la Orden 28 no eran italianos (l
en Bélgica y 7 en Estados Unidos). El total de religiosos era de 584 (54 en América).

104
Distribución de los conventos de los Siervos, en los años de 1848, 1885, 1911

Algunas figuras notables del siglo XIX

En este período nos parece conveniente recordar especialmente algunas figuras muy
representativas: la se1eccion será necesariamente limitada y habrá que dejar fuera algunos nombres.
Trataremos en forma breve de los siguientes religiosos: fray Bonfilio M. Mariani, uno de los
últimos sobrevivientes de la suprimida Congregación eremítica de Monte Senario; fray Bonfilio M.
Mura, ilustre figura no solo como prior general sino como maestro, escritor y hombre ligado a los
acontecimientos de su época; fray Antonio M. Pucci, el "párroco" santo de Viareggio; fray Agustín
Morini, iniciador de las fundaciones en Inglaterra y en Estados Unidos, Además de historiador de la
Orden.
Fray Bonfilio M. Maríani, nacido en Camaiore (Provincia de Lucca) en 1734, había
ingresado desde muy joven a la ermita de Monte Senario, pasando luego a las ermitas de Monterano
y de Cibona. Suprimida la Congregación eremítica, fue destinado algunos años después al convento
romano de Santa María in Vía, donde vivió prácticamente hasta su muerte ocurrida en 1831. Un
estudio muy reciente de fray Roberto M. Fagioli OSM reconstruye con abundante documentación la
experiencia humana y espiritual de este fraile. Inmediatamente después de su muerte empezó a
gozar de fama de santidad: tenía una devoción particular por el Santísimo Sacramento y la Virgen
de los Dolores, conociéndosele Además por sus obras de apostolado. De él se conservan varias
memorias que, posiblemente serian muchas más, si al morir Bonfilio M. Mariani, no hubiera
surgido en la comunidad de Santa María in Vía una fuerte controversia respecto al tipo de sepultura
que se le debla dar.
Fray Bonfilio M. Mura nació en Cuglieri (Oristano, Cerdeña) el 6 de agosto de 1810 de una
familia de artesanos muy modestos. Tuvo contacto con los Siervos de María del convento de su
pueblo natal y entro a la Orden a los quince años de edad. Curso sus estudios en Florencia, Génova
y Turín. Ordenado sacerdote en 1833, fue enviado a Sassari donde obtuvo el doctorado en teología,
ocupando el puesto de profesor de filosofía y director de los estudios. En 1842, cuando apenas tenía
treinta y dos años, fue nombrado arzobispo de Oristano por el Gobierno real y por la Santa Sede,
pero renuncio al nombramiento. En 1847 fue elegido procurador de la Orden, desempeñando el
cargo durante un sexenio. En 1853 está a punto de retornar a Cerdeña cuando Pio IX lo nombra
profesor de derecho natural y de gentes en la Universidad de Perusa, donde fue elegido rector en
1854 y reconfirmado en el puesto en 1859. Pocos días antes de los movimientos insurreccionales
unitaristas de Perusa (junio de 1859), el Capítulo general de los Siervos lo eligió prior general. Una
copiosa e interesante correspondencia entre él y Joaquín Pecci, obispo de Perusa (después León
XIII), confirma que su salida de Perusa le evito las represalias que seguramente habrían tornado
contra él los insurrectos.
Fray Bonfilio Mura ocupo el cargo de prior general hasta 1868. Y en ese lapso ocupo otros
puestos. En abril de 1860 fue elegido rector de la Universidad Romana de la "Sapienza",

105
conservando el títulos hasta 1876, aunque el puesto lo había perdido desde el 20 de septiembre de
1870.
A continuación enumeramos los oficios y cargos que desempeñó a lo largo de su vida:
miembro de los colegios teológicos de Florencia, Perusa y Siena, consultor de las Congregaciones
pontificias de la inquisición y de las indulgencias, miembro de la comisión para el Silabo, teólogo
de los cardenales Felipe de Ángelis y Luis Amat de San Felipe y Sorso. En el Concilio Vaticano I
fue consultor "pro rebus ad fidem pertinentibus" (para las cuestiones relativas a la fe). Tras la caída
de Roma, se vio obligado a alejarse de allí a raíz de las demostraciones hostiles por parte de los ex
alumnos de la "Sapienza". Obtenido un salvoconducto del general Cadorna que le permitía llegar
hasta Cagliari, se retiro a su pueblo natal. Entre 1878 y 1879 enseñó derecho natural y de gentes en
el seminario de Cagliari. Nombrado arzobispo de Oristano por León XIII, fue consagrado en su
patria en 1879. Gobernó la diócesis solo tres años. Murió en Cuglieri el 18 de julio de 1882. Su
cuerpo, enterrado primero en el panteón civil de Cuglieri, fue trasladado con exequias solemnes a la
colegiata de Santa María ad Nives de la pequeña ciudad, el 1º de octubre de 1902. La colección de
sus escritos esta forma da por unos treinta títulos, veinte de los cuales son obras publicadas con su
nombre; algunas de ellas llevan las iniciales de su nombre y otras son anónimas. EI nombre de
Mura perdura en Cerdeña donde se lo recuerda con calles dedicadas a su memoria y monumentos.
Los autores que han escrito sobre los últimos años de su vida en la universidad romana de la
"Sapienza" antes de la caída de Roma han dado casi todos un perfil parcial de Mura, calificándolo
de con. servador y reaccionario. Sin duda las obras de Mura reflejan una especie de "pesadilla de la
sociedad moderna". Sin embargo, su desconfianza ante las innovaciones se acompañó siempre de
una gran lealtad y de claridad de los principios, lo que le mereció el respeto de cuantos lo
conocieron de cerca.
San Antonio M. Pucci nació en una familia pobre en 1819. Su papa era sacristán y
campesino del párroco de Poggiole, pequeña parroquia situada en valle alto de Bisenzio. La suya
era una familia de nueve hermanos a los cuales hay que añadir una niña adoptada por sus Padres.
Hasta los 18 años, Antonio vivió con su familia. Fue iniciado "en los estudios por su párroco, un
sacerdote muy preparado según la solida tradición del clero toscano. En 1837, acompañado de su
papa y del párroco, ingresa al convento de la Santissima Annunziata (Anunciación) de Florencia. Se
le admite al noviciado (cambiando entonces su nombre de Eustaquio por el de fray Antonio María),
Pero por las leyes de la época hubo de esperar hasta cumplir 25 años para poder emitir los votos
religiosos. De 1839 a 1843 vive en Monte Senario donde el clima es duro y rigurosa la disciplina.

El 24 de septiembre de 1843 es ordenado sacerdote. El año siguiente lo envían a Viareggio donde,


cuatro años antes, había sido erigida la parroquia de San Andrés. Perfecciona sus estudios. En 1847
obtiene el grado de bachiller en teología. Y el mismo año es nombrado párroco de San Andrés de
Viareggio. En 1859 consigue el doctorado en teología. Permanece en Viareggio hasta su muerte
(1892), incluso en el Período en que fue prior provincial de la Provincia Toscana (1883-1890).

106
En medio siglo de estancia en Viareggio, su vida se caracteriza por algunos acontecimientos
importantes. En 1847, Lucca pasa al gran ducado de Toscana. Y ese mismo año sobreviene una
terrible carestía. 1854 es el año de un devastador cólera. Pucci nunca abandona Viareggio. En 1866
la supresión reduce a los religiosos a una pobreza extrema, pero él no se amilana. Su principal
interés se centrará siempre en ayudar a las paupérrimas fumillas de pescadores de la parroquia; en la
catequesis y la instrucción primaria de los hijos de esas familias; en una preparación esmerada del
sermón dominical (como atestiguan los volúmenes de sermones escritos) ; en la preocupación por la
atención material, sanitaria y moral de los niños y jóvenes, labor que culminara en la creación de un
instituto para la fisioterapia marina (el primero de su género en Italia). La vida espiritual del padre
Pucci refleja las cualidades de sobriedad, sencillez y pobreza. Se distinguió por una gran piedad
eucarística y una profunda devoción a la Virgen de los Dolores, por su apego a la familia de los
Siervos y un vivo interés por las vocaciones. Un excelente perfil del santo fue hecho el 21 de mayo
de 1963, en la basílica de Monte Bérico, por monseñor Albino Luciani, obispo de Victorio Véneto y
futuro papa Juan Pablo I. En uno de los períodos más difíciles de la historia de la Orden, Antonio
M. Pucci afronto con fe y coherencia todos los problemas y vicisitudes. Juan XXIII lo canonizó el 9
de diciembre de 1962. En forma significativa la bula de canonización principia con las palabras:
"Algunas veces reflexionamos sobre la imagen del Buen Pastor". Y es precisamente con el títulos
de Piccola storia di un buon Pastore (Pequeña historia de un buen pastor) que fray Ubaldo M.
Forconi OSM, no muchos años antes de su muerte (1981), escribió una amorosa biografía del
"párroco" de Viareggio.
Acerca de fray Agustín Morini (Florencia 1826 - Roma
1909) contamos con biografías muy completas escritas por fray
Peregrino M. Soulier OSM y, más recientemente, por fray Justino
M. Ryska OSM. Desde joven Morini mostro un gran interés por
los estudios humanísticos y, en especial, por la historia. De gran
apertura mental y carácter polifacético, sostuvo una intensa
correspondencia epístola con los estudiosos y literatos italianos y
extranjeros de su tiempo.
De 1864 a 1888 contribuyo de manera decisiva a las
fundaciones de la Orden en Inglaterra y en Estados Unidos
después. Elegido postulador para las causas de beatificación y
canonización en el Capítulo general de 1888, regreso a sus estudios
coadyuvando a fray Peregrino M. Soulier en la creación y en la
continuación de la colección Monumenta Ordinis Servorum sanctae Maríae. En 1896 le fueron
otorgados los privilegios de los ex priores generales. Murió en el convento romano de Santa María
in Vía a la edad de 84 años.
Muchas otras figuras de los Siervos de María del siglo XIX merecen un recuerdo especial.
Nos limitaremos a mencionar por lo menos algunas: fray Gabino Secchi Murro (1794-1868),
procurador de la Orden en el sexenio de 1835-1841, quien fue defensor y promotor de las misiones,
amigo y defensor de Rosmini (muchos documentos relativos a él se conservan en el archivo del
convento de Santa María in Vía en Roma). He aquí algunas figuras de antecesores de las misiones:
Antonio Bonayunta Foguet, Bernardo Rabascall, José Vines, Peregrino Serafini y Marcos M.
Gradenigo. Fray Alejo M. Biffoli (1828-1892) fue feligrés de Santa María in Vía en Roma; más
tarde seria párroco de San Marcelo durante 20 años y luego obispo de Fossombrone. A continuación
nombramos algunos priores generales de quienes hemos hecho alusión, pero todos ellos de grandes
méritos por haberle imprimido vigor a la Orden: Pier Francisco M. Testa (1882-1888), Andrés M.
Corra do (1889-1895), Juan Ángel M. Pagliai (1895-1901), Peregrino M. Stagni (1901.1907) y José
M. Lucchesi (1907-1913). También habría que mencionar al terciario Siervo de María don
Fernando M. Baccilieri, los padres fray Felipe M. Bosio y fray Antonio M. Appolloni, legados en
107
Inglaterra durante los primeros anos de los Siervos de María en ese país. También habría que
mencionar a fray Maneto M. Niccolini, herido mortalmente en 1867 durante el asalto de Garibaldi a
la ciudad de Viterbo y a quien más tarde, muy a su pesar, se le hizo pasar por héroe.

Fechas memorables

1814-1823 Gobierno del vicario general fray Esteban Antommarchi. Lento renacimiento de la
Orden tras las supresiones napoleónicas.
1831 Muere fray Bonfilio M. Mariani, sobreviviente de la Congregación eremítica de
Monte Senario, y la venerable M. Luisa Maurizi.
1835 Los Siervos de María regresan oficialmente a Monte Bérico (Vicenza). Supresión
definitiva de la Provincia Española.
1840-1842 Fallida misión de dos Siervos de María españoles en Mindanao (Filipinas).
1840-1849 Se concede a la Orden la vice prefectura apostólica de Arabia (con sede en Adén, en
el actual Yemen del Sur).
1841 Fundación del convento de San Andrés de Viareggio. Desde 1847 será párroco,
durante 45, años, fray Antonio M. Pucci.
1852 Primer Siervo de María que llego a Estados Unidos.
1859-1869 Generalato de fray Bonfilio M. Mura.
1860 Establecimiento de la tercera orden en Cuba.
1864 Afiliación a la Orden de las religiosas "manteladas" de Londres (actualmente Servite
Sisters), la primera de una larga serie de incorporaciones. Llegan a Inglaterra los
primeros Siervos de María.
1866 Supresión de las órdenes religiosas por obra del Gobierno unitario italiano.
1870 Inicio de las fundaciones de la Orden en Estados Unidos.
1877 Después de un siglo los Siervos de María regresan a Francia (colegio de
Vaucouleurs).
1885 Solemnes celebraciones en ocasión del sexto centenario de la muerte de San Felipe
Benicio.
1888 15 de enero: canonización de los Siete Santos Fundadores. Se celebra el Capítulo
general en Roma, luego de un paréntesis obligatorio de casi treinta años, precedido
en 1883 por los capítulos de algunas provincias italianas.
Fundación del monasterio de clausura de Bognor Regis (Inglaterra)
1890 Los conventos sobrevivientes de la Provincia Piamontesa son incorporados por nueve
anos a los de la Provincia Picena (conocida ya como de Romana).
1891 Los Siervos de María comienzan sus fundaciones en Bélgica (Bruselas).
1892 Muere fray Antonio M. Pucci.
1895 Se inaugura en Roma el Colegio Internacional San Alejo Falconieri.
1896 Los Siervos de María regresan también a Venecia (nueva fundación en la iglesia del
Sagrado Corazón).
1900 Tentativa infructuosa de regresar a España.
1901 Un "voto" del Capítulo general pide a la Orden "reanudar en cuanto sea posible las
misiones entre los infieles".
1905 Capítulo general extraordinario (en Roma) para revisar las Constituciones.
1907 Se promulgan las nuevas Constituciones de la Orden.
1909 Son erigidos en provincia los conventos de Estados Unidos.
1912 Primera fundación de la Orden en Canadá.
108
Antología

Convencido plenamente de la verdad contenida en aquello de que "es mejor obedecer que
ordenar", había decidido no aceptar cargos de gran responsabilidad delante de Dios y de los
hombres, dados los tiempos tan difíciles que nos ha tocado vivir. Así pues, supliqué por escrito y en
forma verbal; insté a mis superiores para que me liberasen del enorme peso de párroco, cargo que
ya me parecía insoportable por problemas de salud y por otros motivos muy graves que me dictaba
mi conciencia. Pero los superiores no compartieron mi punto de vista; por ello, en vez de atender
mis suplicas decidieron redoblar mi yugo al asignarme Además el oficio tan delicado de prior de
esta respetadísima comunidad. Fueron en vano mis protestas; pusieron mis deficiencias en manos de
Dios para que él me diese la ayuda necesaria, y yo, fiel a mi voto de obediencia, tu ve que
someterme y aceptar un cargo tan deificado.
Y es por eso que, confiando en la asistencia divina, en el benevolentísimo patrocinio de
nuestra fundadora Santa María de los Dolores, así como en la intercesión de nuestros santos y
beatos, asumo hoy, reverendísimos padres en Cristo y hermanos carísimos, el oficio de superior
vuestro, un oficio de gran responsabilidad pues de él se me pedirá cuenta muy rigurosa en el
tribunal de Dios; oficio dedicado, lo repito, porque vivimos en circunstancias tales que, aún
queriendo, no podremos desempeñarlo como se debe aunque conozco bien vuestra docilidad y otras
virtudes que os distinguen. Al dar inicio a mi gestión os exhorto, con el apóstol Pablo, a caminar
rectamente en la vocación a que Dios os llamo cuando un rayo de su luz celestial iluminó vuestro
corazón, os hizo conocer los peligros del mundo y con ayuda de su gracia vosotros determinasteis
dar la espalda al mundo y acogeros presurosos al refugio seguro de la Orden. Aceptados y
admitidos en este refugio, consagrasteis al Señor vuestro cuerpo con el voto de castidad, vuestros
bienes y posesiones con el voto de pobreza, vuestra voluntad con el voto de obediencia. Así pues,
"dedicad al Altísimo vuestros votos", os dice el Espíritu Santo por boca del salmista. Si no queréis
incurrir en la infamia de perjuros y sacrílegos, que nunca albergue vuestra mente algún pensamiento
poco puro y que en vuestro corazón no tenga cabida Ningún deseo indebido ni un afecto malo. Os
recuerdo que las obras de la carne no deben existir en el cristiano común y mucho menos en el
religioso, pues pueden manchar su alma. Manteneos alejados del amor desordenado por los bienes
materiales, a los que habéis renunciado generosamente; y procurad no poner el corazón en aquellos
pocos cuyo uso se os permite conservar. Nunca os dejéis llevar por vuestros caprichos, por vuestra
voluntad, origen tan funesto de los más graves desórdenes, veneno que acaba con la disciplina
regular. La observancia por último de nuestras santas reglas y constituciones, en las cuales se
encuentra la perfección religiosa que debemos buscar in cesantemente, está en lo profundo de
nuestro corazón y a ella nos impulsa el deseo de salvación eterna.
Ahora examinemos nuestro modo de obrar y veamos si no hay nada que podamos
reprocharnos o reformar. Es verdad que todos somos religiosos porque hemos hecho los votos,
porque llevamos el hábito religioso. Pero decidme: ¿donde están las virtudes del religioso
auténtico? ¿Las poseemos nosotros? Y comenzando por sí mismo, ¿dónde está el aislamiento, la
seriedad, la modestia en las miradas y en el trato, en las conversaciones fuera del convento, cuando
todo esto lo exija no la frivolidad sino la caridad, la urbanidad o cualquier otro motivo razonable?
(...) ¿Y dónde está la caridad fraternal que no se engríe con los honores, que no se deja vencer por
las humillaciones, que no conoce rivalidades ni envidia, que no busca su bien, sino que sacrifica los
propios intereses por el bien y la utilidad común? (...)
Pero nada de esto, reverendos padres y hermanos en Cristo, debe desesperarnos ni
desanimarnos, si hasta ahora no hemos correspondido al nobilísimo fin de nuestra vocación. Por el
contrario, con valor y firmeza hemos de decir junto con el profeta: "Lo he dicho, comienzo ahora".
109
Antes no cumplí debidamente los deberes de mi profesión y bajo el hábito religioso que es señal de
paciencia, de humildad, de modestia, de pureza y de abnegación escondí resentimientos, altanería,
vanidad, sensualidad, egoísmo; pero en lo sucesivo ya no habrá nada de eso. Desde hoy, como una
luz sobre el candelero, luego de haberme santifica do, me empeñaré de modo que mis semejantes
queden edificados y den gloria al Altísimo en los cielos (...)
Recomiendo y ordeno la asistencia al coro sin ninguna excepción, salvo aquellos que por
razones de su oficio estén ocupados a la hora del oficio divino. No tolero que haya quienes tengan
privilegios especiales. Que nadie divulgue lo que se dice o se hace en el convento, pues de lo
contrario tendrá que rendirme cuentas; y sin importar si es sacerdote o hermano lego, será castigado
con todo rigor. Por último conservemos entre nosotros la armonía que, gracias a Dios, siempre ha
existido; ayudémonos mutuamente, aprendamos a soportarnos unos a otros, mantengamos la paz y
el Dios del amor estará en medio de nosotros.

El extracto transcrito está tomado del opúsculo Parole di un padre e pastore. 'Prediche scelte del curatino di Viareggio
(Palabras de un padre y pastor. Sermones selectos del párroco de Viareggio), a cargo de Pedro M. Suarez OSM, Roma,
1962 (Studia histórica minora IV), pp. 15-19: transcripcion de manuscritos autografos de Pucci, conservados
actualmente en el archivo del convento de San Andrés de Viareggio. Confrontese también la biografía meh reciente del
"párroco": U. M. FORCONI OSM, Piccola storia di un buon pastore... (Breve historia de un buen pastor), Viareggio,
1978 (respecto a la fecha de este discurso véanse las páginas 118-119: ". ..fue electo prior en el Capítulo provincial de
1859...").

110
Capítulo VIII

EL SIGLO XX
De las primeras misiones (1913) a la situación actual

Los Siervos de María en la actualidad. El generalato de fray Alejo M. Lépicier. La aceptación de territorios
misioneros por parte de la Orden. Expansión en Estados Unidos. Los generalatos de fray Alfonso M. Benetti y de fray
Alfonso M. Montá. Origen del instituto secular servitano y del "Regnum Maríae". La renovación de las Constituciones
después del Vaticano Il. Algunos acontecimientos y figuras notables de nuestra época. La expansión de la Orden en la
época contemporánea. Distribución actual de la Orden (1984).

Los Siervos de María en la actualidad

Para situar la Orden de nuestros días en su perspectiva conviene hacer una comparación. A
diferencia del siglo XVIII, que se caracterizo por el mayor incremento numérico, el siglo XX es el
de mayor expansión geográfica. En efecto, hoy la Orden está presente en los cinco continentes y
casi en treinta países.
Esta internacionalización se refleja asimismo en el siguiente dato. Desde los orígenes hasta
1913 los Siervos de María tuvieron un solo prior general que no fue italiano (fray Albino M.
Patscheider). De 1913 a nuestros días, cinco, de sus nueve priores generales no son italianos: el
francés Alejo M. Lépicier (1913-1920), el inglés fray Agustín M. Moore (1926-1932), los
estadounidenses fray José M. Loftus (1965.1971) y fray Peregrino M. Graffius (1971-1977), el
canadiense fray Miguel M. Sincerny, elegido en el Capítulo general de Barcelona en 1977 y
reelegido para un segundo sexenio en el capítulo general celebrado en Roma en 1983.
Al comparar el siglo XX con el anterior, se observa que, mientras que en este ultimo la
Orden paso por una gravísima crisis a causa de las supresiones impuestas por Napoleón y los
gobiernos italianos, durante la segunda mitad del siglo XX hubo en los países occidentales (igual
que en los demás institutos religiosos) un des. censo impresionante de vocaciones o candidatos.
Pero como a fines del siglo XIX se operó una renovación, síntomas análogos parecen caracterizar
estos últimos anos, aunque las aéreas más prometedoras se hallan en las zonas del sur.

111
Fue en este siglo cuando se renovaron las Constituciones en forma que no tiene precedente
alguno en la historia de los Siervos de María.
Por último, conviene hacer notar otro aspecto. Al desarrollo de la Orden, desde la segunda
mitad del siglo XIX hasta el momento actual, han contribuido indudablemente el número y la
proliferación de las Congregaciones seculares servitas. En cambio, debe ser motivo de reflexión el
notable decremento de la tercera orden (llamada hoy orden secular de los Siervos de María), si bien
con la reciente introducción (1982) de la nueva regla y estatutos cabe esperar un resurgimiento de
esta importante rama de la familia servita.
Una característica central de la vida de la Orden, sobre todo en los últimos anos, es el
desarrollo de las comunicaciones en su interior. El boletín Cosmo, editado en seis idiomas (italiano,
inglés, francés, español, alemán y portugués) por el secretariado general para las comunicaciones, y
los boletines y hojas sueltas de carácter informativo, publicados con frecuencia periódica por todas
las provincias y vicariatos, prácticamente han anulado el riesgo de que la excesiva difusión
geográfica de las comunidades entorpecieran la comunicación entre los religiosos. Por lo demás,
ésta es una consecuencia de la descentralización y de la autonomía que no son el último aspecto que
caracteriza a nuestra época.
Con el propósito de respetar, en general, el orden cronológico de los acontecimientos pero
sin necesidad de repetir varias veces la misma información (lo cual sería inevitable si estudiáramos
la historia de la Orden en el siglo presente partiendo de las diversas zonas geográficas),
dedicaremos apartados especiales a los siguientes temas: el generalato de fray Alejo M. Lépicier
(1913-1920); la aceptación de territorios de misiones por parte de la Orden, lo cual empezó en
1913; la expansión en Estados Unidos; los generalatos de fray Alfonso M. Benetti (1938-1953) y de
fray Alfonso M. Monta (1953-1965); la expansión de la Orden en América Latina, en Sudáfrica, en
Australia; el origen del instituto secular servitano y del "Regnum Mariae"; la renovación de las
Constituciones después del Concilio Vaticano II; algunos hechos y figuras notables de nuestros
días, y la familia de los Siervos en la actualidad.

El generalato de fray Alejo M. Lépicier

De los Siervos de María más distinguidos, que vivieron entre el final del siglo XIX y la
primera mitad del siglo XX, fray Alejo M. Lépicier es quizá uno de los que mejor ha compartido y
encarnado la historia de la Orden en este período.
Nacido en Vaucouleurs, región de Lorena, durante 1863, Henri
Lépicier ingresó a la Orden en 1878 y realizó el noviciado en Londres,
tomando el nombre de Alejo. Fue ordenado sacerdote en la capital
inglesa en 1885, pasando después a Roma donde obtuvo el doctorado
en filosofía y teología en el colegio de Propaganda Fide. En 1887, y
este es un detalle interesante, asistió a la audiencia de León XIII
durante la cual la futura Santa Teresa del Niño Jesús pidió al papa
autorización para entrar en la orden carmelita. (Hace poco se
publicaron las cartas que sor Inés, una de las hermanas de la santa,
escribió a Lépicier entre 1928 y 1935).
Vuelto a Inglaterra en 1890, dos años más tarde León XIII lo
llamó a Roma para sustituir al futuro cardenal Satolli en la cátedra de teología dogmatica en el
colegio de Propaganda Fide. Allí ensenara durante veintiún años. Recibió también muchos cargos
en algunas Congregaciones romanas. Pío X sentía por él una profunda estimación, como lo
confirman algunas cartas enviadas por el papa a Lépicier, quien entonces era rector del Colegio San
Alejo Falconieri en Roma, cartas que se conservan en el archivo general de la Orden dentro de la
sección histórica.
112
Mientras tanto, Lépicier desempeñaba varios oficios jerárquicos en el seno de la Orden.
Fundador y primer rector del Colegio Internacional San Alejo Falconieri, fue consultor general
(1895), procurador general (1901) y, en 1913, fue elegido prior general, sucediendo en ese puesto a
José M. Lucchesi (1907-1913). Sus obligaciones de prior general y los cargos en la curia romana no
le impidieron publicar numerosas obras de teología dogmatica. Entre ellas sobresale el Tractatus de
beatissima Virgine María Matre Dei (1901), que en un lapso de veinticinco años alcanza cinco
ediciones. Pese a ser un tomista riguroso e inflexible en el plano doctrinal, tuvo vastos intereses
culturales. La correspondencia entre Jacques Maritain y él testimonia la larga amistad que unía a
ambos hombres de cultura.
Apenas elegido prior general, Lépicier ratifico la aceptación del territorio de misiones de
Swaziland (Sudáfrica) y, al final de su gestión, aceptó el territorio misionero brasileño del Acre y
Purús. En 1915 erigió el rectorado Véneto que, en 1922, se convertiría en provincia; en 1916 hizo
comenzar la publicación de las Acta Ordinis Servorum beatae Mariae Virginis, que siguen
editándose a cargo de la secretaria general de la Orden y que representan una especie de "Anales",
pues reúne entre otras cosas todos los documentos oficia]es referentes a su vida.
La Primera Guerra Mundial obligó a muchos religiosos a darse de alta. Lépicier se interesó
mucho en ellos, tanto durante el conflicto como en el momento en que los sobrevivientes se
reincorporaron a sus conventos. También fue constante su interés por los estudios, y para
promoverlos promulgo algunos documentos de gran importancia.
En el Capítulo general celebrado en Monte Bérico (Vicenza), a fines de julio de 1920, fue
elegido para sustituirlo fray Luis M. Tabanelli. El Capítulo tuvo lugar mucho tiempo después de
haberse cumplido los seis años de rigor debido a las vicisitudes de la guerra y de los primeros años
de la posguerra. En una amarga relación inédita, escrita algunos años más tarde, Lépicier juzgará
ese Capítulo general tan inquieto como uno de los acontecimientos más oscuros en la historia de la
Orden; su juicio perentorio da una demostración realizada con la meticulosidad propia de un
notario.
En 1924 Lépicier fue nombrado arzobispo titular de Tarso y visitador apostólico de las
Indias orientales (a donde viajó dieciocho meses) y después, en 1927, viajó a Eritrea y Abisinia. En
el consistorio de 19 de diciembre de 1927 fue creado cardenal. Varias veces desempeño el cargo de
legado pontificio. Murió en Roma, el 20 de mayo de 1936. Pio XI, en la carta enviada a la Orden
con motivo del séptimo centenario de su fundación (1933), llamo a Lépicier "gloria de la Orden, del
sacro colegio y de la Iglesia".

La aceptación de los territorios misioneros por parte de la Orden

Los territorios de misiones actualmente asignados a la Orden son cuatro: Swaziland, desde
1913; Acre (Brasil), desde 1919; Aysén (Chile), a partir de 1937; Zululand (Sudáfrica), en parte
desde 1938 y, después, desde 1948.

Dentro del contexto de una creciente actividad misionera se pueden incluir también las
fundaciones en Argentina, desde 1914 (en forma más estable, a partir de 1925); Transvaal
113
(Sudáfrica), a partir de 1935; en Uruguay, desde 1939; en Bolivia, desde 1946; en México, desde
1948; en Australia, desde 1951; en Venezuela, a partir de 1952; en Colombia, a partir de 1963; en
India, a partir de 1974. Hay que mencionar también las fundaciones tan recientes en Mozambique y
en los Estados de Filipinas, Zaire y Uganda.
Aquí conviene recalcar que la presencia de la Orden en los países del tercer mundo tienen
hoy una dimensión especial. Así, en Estados Unidos, por motivos que sería largo consignar, no
pocas comunidades servitas trabajan con los negros y con las poblaciones más pobres de lengua
española.
Nos limitaremos aquí a dar algunos datos sobre la actividad "misionera" de la Orden.
Exceptuada la misión de Aysén, cuyas comunidades religiosas pertenecen al vicariato servita de
Chile-Bolivia, los demás territorios de misiones confiados a la Orden, junto con la estructura
eclesiástica propiamente dicha (una diócesis de Swaziland, una prelatura nullius en el Acre y una
prefectura apostólica en Zululand), constituyen otros tantos vicariatos. El esfuerzo de Actualización
y de vinculación entre los religiosos que trabajan en territorios de misiones esta sostenido por una
secretaria general de las misiones cuyos miembros son, en parte, religiosos que viven en las
misiones. También las provincias y los vicariatos, en su propio ámbito, cuentan con una secretaria
para las misiones. En los últimos Capítulos generales (1971, 1974, 1977 y 1983) se han promulgado
importantes documentos relacionados con la actividad misionera de los Siervos de María.
Como veremos más adelante, muchas de las figuras más notables de la Orden en el siglo XX
son misioneros.
Por último, hay que mencionar un dato muy
significativo: al lado de los misioneros encontramos las
Congregaciones femeninas que, algunas veces, por propia
iniciativa han emprendido esta actividad.
En Swaziland viven las "manteladas" Siervas de
María de Pistoia y la Congregación autóctona de las
Servite Sisters; en el Acre, las Siervas de María
Reparadoras, las Siervas de María de Galeazza, las irmas
Servas de María brasileñas y, en la actualidad, también
algunas Siervas de María de Ravena, quienes entre otras
cosas trabajan en una comunidad de las paupérrimas
"favelas" de Sao Paulo en Brasil; en Aysén encontramos a
las Siervas de María Santísima de los Dolores de
Florencia, presentes también en Colombia. A partir de
1983 se encuentran en México las Siervas de María de los
Dolores de Nápoles; en Aysén se hallan desde hace
algunos anos las Compasionistas Siervas de María y en
Argentina, las Siervas de María Reparadoras.
La actual comunidad masculina de Nampula, en Mozambique, se ha formado en torno a un
monasterio de Siervas de María de clausura, erigido allí en 1975.
Completan el cuadro las recientes fundaciones de las mínimas de la Virgen de los Dolores
en Tanzania (desde 1974), las Servite Sisters inglesas en Jamaica, las religiosas de la Virgen de los
Dolores, las Siervas de María de Pisa y las Siervas de María Compasionistas de la India; las Siervas
de María de Galeazza en Corea del Sur; las Siervas de María reparadoras en la Costa de Marfil en
1983; las Siervas de María de la India (Sisters of the Mother of Sorrows Servants of Mary) en
Australia y Birmania, sin mencionar el instituto secular servitano de Zululand.

114
Expansión en Estados Unidos

En el Capítulo anterior se dijo que las fundaciones de Estados Unidos en 1909 fueron
erigidas en provincia. Los desarrollos sucesivos se sintetizan con las siguientes palabras en la
noticia aparecida en el Catalogus de la Orden, publicado en 1970.
"En 1927 un grupo de religiosos italianos de las zonas de Chicago y Denver se afiliaron a la
Provincia Romana para poder continuar con mayor eficacia su apostolado entre los emigrados
italianos. En 1952 este grupo. se convirtió en una provincia norteamericana independiente, bajo el
patrocinio de San José. Así, en 1952, las dos provincias, la de la Virgen de los Dolores y la de San
José, convivían en los mismos territorios y tenían su centro provincial en Chicago. La provincia de
la Virgen de los Dolores conservo el convento de Benburb en Irlanda y la misión de Zululand, en
tanto que a la de San José se le encomendó la fundación en Australia. Esta ultima paso a formar
parte de la Provincia de la Virgen de los Dolores en 1955".
"El cambio de las circunstancias de la época y las exigencias del apostolado, las enormes
distancias y un excesivo empleo de personal y de recursos financieros hacían que tal coexistencia
fuera irrealista y dispersante. El prior general fray Alfonso M. Monta, en una carta dirigida a los dos
priores provinciales el 8 de mayo de 1964, declaraba que había llegado el momento de efectuar una
división territorio al de ambas provincias y pedía a los dos definitorios provinciales estudiar juntos
las condiciones de esta división. En la reunión del 6 al 7 de octubre de 1964, ambos definitorios
coincidieron en la necesidad de constituir las dos nuevas provincias basándose en una división
geográfica y recomendaron que esto tuviera lugar en los Capítulos provinciales de 1967. La línea
divisoria debería correr entre 108 estados de Dakota y Minnesota, Nebraska y Iowa, Kansas y
Missouri, Oklahoma y Arkansas, Texas y Louisiana. Ambos definitorios trabajaron de manera
conjunta en diez reuniones para precisar 108 detalles de la división; la aprobación final del plan la
concedieron el consejo generalicio el 14 de julio de 1966 y la Sagrada Congregación de Religiosos
el 4 de agosto del mismo ano. La división entro en vigor el 6 de febrero de 1967, fecha del primer
Capítulo provincial de las dos nuevas provincias". Estas se llamaron: Provincia Norteamericana del
Este y Provincia Norteamericana del Oeste.
Durante la gestión de los dos primeros priores generales estadounidenses, fray José M.
Loftus (1965-1971) y fray Peregrino M. Graffius (1971-1977) (el primero de la Provincia
Norteamericana del Este, y el segundo de la Provincia del Oeste) tuvieron lugar dos hechos muy
importantes: la redacción del nuevo texto de las Constituciones de la Orden, elaborado en el
Capítulo general extraordinario de Majadahonda (Madrid) en 1968, y su revisión para obtener la
aprobación definitiva, efectuada por el Capítulo general electivo de Barcelona en 1977.

La nueva división territorial de las comunidades servitas en Estados Unidos se llevo a cabo
en un período en que ya aparecían los primeros síntomas de la crisis de vocaciones que
sobrevendría en los años posteriores. A juicio de algunos, los años siguientes confirmaron que la
subdivisión territorial, en muchos aspectos indispensable y no diferible, tuvo un precio humano
115
bastante elevado. Sobre todo los religiosos más jóvenes, tras una elección más generosa que
ponderada de la provincia a la cual afiliarse, se percataron de las dificultades que entraña un nuevo
ambiente. Ello prueba que toda reestructuración exterior se caracteriza siempre por un elemento de
obligatoriedad cuyas consecuencias es preciso evaluar con detenimiento.

Los generalatos de fray Alfonso M. Benetti y de fray Alfonso M. Montà

Estos dos generalatos comprenden casi treinta años. El primero se prolonga desde 1938 a
1953; el segundo, de 1953 a 1965. Durante el período comprendido entre 1932 y 1938 la Orden
había si do gobernada por fray Rafael M. Baldini. Alfonso M. Benetti era de la Provincia Véneta y
Alfonso M. Monta de la Provincia Piamontesa. Este último falleció en 1982. Ambos dieron gran
impulso a las vocaciones. Bajo el último generalato la Orden tuvo el máximo incremento durante el
siglo XX, precisamente durante la década de 1960.
Durante el generalato de fray Alfonso M. Benetti, la Orden se estableció en Uruguay (1939),
Bolivia (1946), Irlanda (1947), México (1948), Australia (1951), Venezuela (1952) y consiguió
reinstalarse en España (1943). Durante el generalato de fray Alfonso M. Monta se iniciaron las
fundaciones de Alemania (1954) y de Colombia (1963). Se fundó una comunidad en Ginebra
(1958) Y otra en Issy-les-Moulineaux, cerca de Paris (1964). Por el mismo tiempo fue creada
(1950) y después definitivamente aprobada (1955) por la Santa Sede la Facultad Teológica
"Marianum" de Roma, que a partir de 1974 ostenta el títulos de "Pontificia".

La beatificación (1952) y la canonización (1962) de Antonio M. Pucci tuvieron lugar en este


período.
Mención especial merece el impulso dado a los estudios mariológicos tanto por Benetti
como por Montà. En 1939 se fundó la revista científica Marianum. Fray Alfonso M. Montà advirtió
algunas exigencias que no podían posponerse y que encontrarían respuesta después del Concilio
Vaticano II. En este sentido se sitúan sus propuestas hechas al Capítulo general de 1959 sobre la
conveniencia de alargar el período de la profesión religiosa, sobre la necesidad de mejorar la vida
comunitaria que contenía formas dispersas de apostolado, sobre la utilidad de erigir un centro de vi
da espiritual para el período de renovación y actualización de los religiosos. En este mismo Capítulo
general fue creado el Instituto histórico de la Orden.
En vistas al Capítulo general de 1965, fray Alfonso M. Montà, junto con el consejo
generalicio, prepara una serie de propuestas concretas acerca de la revisión del texto de las
Constituciones, acerca de la situación de los religiosos no clérigos y sobre otros temas como la
preparación de los textos litúrgicos de la Orden, la reestructuración de las provincias italianas, los
criterios para consolidar los nexos con las Congregaciones femeninas, los métodos para lograr el
resurgimiento de la tercera orden.

116
Origen del instituto secular servitano y del "Regnum Mariae"

Precisamente bajo los dos generalatos de que hemos venido hablando, nació el Instituto
secular servitano. Sus orígenes son bastante complejos.
En 1943, por iniciativa de la Señorita Juana Bartlett y de fray Gerardo M. Corr surgió en
Londres la "Servite House", la cual reunía laicos que se dedicaban a un apostolado de espiritualidad
servita y reunía características novedosas respecto a la tercera orden tradicional.
Sin embargo, la primera idea de crear en el interior de la familia de los siervos una forma de
vida que, más tarde, tendría las características de un instituto secular, fue propuesta en 1954 por un
religioso de la Provincia Piamontesa: fray Tarcisio M. Bozzo (muerto en 1960). Hacía ya tiempo
que se hablaba del problema. Vinculado a la tercera orden, el incipiente instituto secular se
constituyo en 1965 con el nombre de asociaciones laicas servitanas (SAL). La "Servite House" de
Londres acogió con entusiasmo la idea de formar parte de un instituto secular servita. La muerte
prematura de fray Tarcisio M. Bozzo y otras circunstancias causaron problemas al grupo italiano,
mientras que el grupo inglés, siempre bajo la guía de Juana Bartlett y de fray Gerardo M. Corr, iba
adquiriendo auge. De ahí que la guía del instituto secular servita de reciente fundación pasara
definitivamente al grupo inglés, el cual en poco tiempo logro la aprobación canónica del arzobispo
de Westminster. El 25 de marzo de 1979, Juan Pablo II lo reconoció como institución de derecho
pontificio.
En 1959 nacía en Ancona, en el seno del grupo juvenil de la tercera orden, el "Regnum
Mariae". Lo inicio, junto con un primer núcleo de muchachas, fray Luis M. Poli de la provincia de
Romana. Fue afiliado a la Orden en 1976, y en 1983 fue reconocido como instituto secular. La
"regla de vida" de este organismo comienza así: "El 'Regnum Mariae' está constituido por personas
cuya vocación es vivir la consagración a Dios en el mundo con una actitud de servicio. Surgió
dentro de la Orden de los Siervos de María y con ella desea mantenerse en comunión fraterna.
Como los siervos se han dedicado desde sus orígenes a la Madre del Señor para mejor servirles a
Dios y a los hombres, también los miembros del 'Regnum Mariae' se dedican a ella y la consideran
ejemplo perfecto de vi da evangélico apostólica. . . "
El instituto secular servita y el "Regnum Mariae" constan en total de unos 150 miembros.

La renovación de las Constituciones después del Concilio Vaticano II

El Concilio Vaticano II ha iniciado en la Orden, como en todos los institutos religiosos, la


renovación de las Constituciones. Las que hasta entonces estaban en vigor se remontaban a la
edición de 1940 y eran fieles en lo sustancial a las promulgadas en 1907. Por ello, las que se
elaboraron en esta renovación pueden catalogarse como la Actualización más impresionante que se
haya dado en la legislación de la Orden desde 1580, es decir, desde el período de la reforma
tridentina.
El nuevo texto de las Constituciones, cuya elaboración principio inmediatamente después
del Capítulo general celebrado en Florencia durante 1965, fue redactado por el Capítulo general
extraordinario que tuvo lugar en Majadahonda (Madrid) en el otoño de 1968. A dicho texto, que
entro en vigor el 6 de abril de 1969 a manera de experimento, se le hicieron modificaciones
sucesivas en los siguientes Capítulos generales de Opatija (Yugoslavia) en 1971, en Barcelona
(España) en 1977 y, por último, en Roma en 1983. La aprobación definitiva por parte de la Santa
Sede lleva la fecha de 25 de marzo de 1988.
La guía de la Orden durante este delicado período ha estado a cargo, primero, de fray José
M. Loftus (1965-1971) y fray Peregrine M. Graffius (1971-1977) y, desde 1977 hasta la fecha, de
fray Miguel M. Sincerny.

117
Para comprender el enorme trabajo que supuso la redacción del nuevo texto de las
Constituciones, sobre todo entre 1968 y 1977 y la dificultad de asimilarlo en toda la Orden
precisamente en un momento en que disminuían las vocaciones y entraban en crisis numerosas
estructuras, es de gran utilidad e interés la relación que, sobre el estado de la Orden, el prior general
fray Peregrine M. Graffius hizo en el Capítulo general de renovación realizado en Roma en 1974.
Según la indicación conciliar (Perfectae caritatis, 2), las nuevas Constituciones se proponen
compendiar' y lograr el retorno al espíritu de los orígenes y acoger la necesidad de adecuarse a las
nuevas condiciones de los tiempos. El primer dato lo constituye acaso el abandono de la
fragmentariedad normativa en favor de la afirmación de los valores espirituales; el segundo
elemento se manifiesta en el intento de vivir la fraternidad conforme al binomio de la colegialidad y
la subsidiariedad.
Los instrumentos estables para favorecer la doble orientación fueron el compromiso en el
campo litúrgico, con la creación de una comisión internacional para la liturgia de los Siervos (la
CLIOS), y la promoción del estudio de la historia de la Orden con la creación del Instituto histórico
en 1959.

Algunos acontecimientos y figuras notables del siglo XX

Intencionalmente nos abstendremos de hablar de los acontecimientos, pese a ser muy


importantes, ligados a personas que en su mayor parte todavía viven. En este sentido debe
interpretarse el silencio sobre iniciativas y fermentos de gran relevancia para la vida de la Orden.
Bastaría mencionar la actividad de la "Corsia dei Servi" de Milán en el período bélico y en los años
inmediatamente posteriores a la Segunda Guerra Mundial. Lo mismo dígase del dinamismo del
grupo que se unió en torno a la revista Servitium que, durante algunos años, se publico por
iniciativa y con la aportación de la conferencia de los priores provinciales italianos. Tampoco
expondremos algunas "formas nuevas" de actividad apostólica; por ejemplo, el apoyo dado a la
iniciativa innova dora de don Zeno Saltini, fundador de Nomadelfia, los recientes intentos de
apostolado entre los negros y 108 puertorriqueños en Estados Unidos o entre los pobres de las
"favelas" de Sao Paulo en Brasil.
Se ha dicho que la característica de la Orden, por lo menos en la primera mitad del siglo
actual, ha sido su difusión en muchas partes del mundo, expansión acompañada de un considerable
incremento numérico que alcanzo su máximo nivel en la década de 1960. Por ello, no nos sorprende
que las figuras más notables en ese breve lapso estén ligadas a las nuevas fundaciones en el tercer
mundo, a la consolidación en Estados Unidos y en Europa, a la aceptación de los territorios de
misiones, al problema de la formación de los nuevos candidatos. De ahí que, al recordar algunas
figuras importantes del siglo XX, tengamos muy en cuenta este marco de referencia.
Por su vinculación con múltiples aspectos del desarrollo de la Orden en el siglo XX, nos
parece obligatorio recordar ante todo a fray Gabriel M. Roschini (Castel Sant'Elia, Viterbo 1900 .
Roma, 1977), fundador de la revista Marianum, patrocinador y primer rector de la Pontificia
Facultad Teológica "Marianum".
Sin detenernos en los diversos cargos y funciones desempeñados por e! padre Roschini en la
Orden y en las secretarias de la curia romana, es importante recordar su aportación a la mariología.
Al respecto escribe fray José M. Besutti: "... el aspecto más característico, aquel por el cual el padre
Roschini es reconocido coma un auténtico maestro y que le ha valido fama internacional, es sin
duda su actividad en el campo de la mariología. En este tema ha ejercido un influjo amplio,
duradero e indiscutible. Il Capolavoro di Dio (La obra maestra de Dios) es de 1933; a estos
esquemas de instrucciones marianas (que tendrán cinco ediciones) sucederá en e! período de 1941-
1943 la Mariología en tres volúmenes; en 19471948 esta obra aparecerá en cuatro volúmenes y será

118
objeto de nuevas reelaboraciones y traducciones hasta la última, preparada después del Concilio
Vaticano II''.
"El padre Roschini no fue el primero en estudiar de modo sistemático la vida, la misión, los
privilegios y e! culto de la Virgen. Pero me parece que se puede y se debe afirmar que fue e!
primero en dar a esos temas un tratamiento sistemático en el cual la exposición teórico-doctrinal se
acompaña de una explicación histórica. Los tratados del padre Roschini, como tantas monografías
suyas dedicadas a temas particulares, son una fuente inagotable pues proporcionan al estudioso la
bibliografía y las indicaciones necesarias para profundizarlos. El valor de las aportaciones del padre
Roschini se podrá determinar más adelante. En general, se trata de problemas que ha tocado varias
veces en sus obras. Ellos son: la cuestión del primer principio de la mariología; e! problema de la
interpretación mariológica del proto-evangelio, el motivo principal de la existencia de Cristo y, por
tanto, e! de la existencia de María; la historia del dogma de la Inmaculada Concepción; la
mediación de María; la cooperación de la Virgen a la obra de la salvación; la Asunción y el
problema de la muerte o no muerte de María; la doctrina sobre el culto mariano; la historia de
algunos aspectos de la piedad mariana".
Su amor a la historia de la Orden le hizo reunir, a lo largo de muchos años, un vasto
repertorio biográfico de los siervos, una Galleria servitana (nombre que él le dio) con "más de mil
religiosos de la Orden de los Siervos, ilustres por su santidad, por su ciencia y por el cultivo de las
letras". En los últimos años, sus problemas de salud no le han permitido realizar una paciente
revisión de todo ese material, cuya publicación representa pese a ello importante para conocer la
participación que han tenido los Siervos de María en el estudio de la doctrina mariana.
Como ya se ha dicho, el compromiso tornado por la Orden en el campo de las misiones
durante el siglo actual está ligado al nombre de algunos pioneros que muestran, es preciso
puntualizarlo, el rasgo distintivo de los Siervos de María y de su tradición. En este aspecto son muy
representativos los siguientes religiosos: Alejo M. Rattalino, Peregrino M. Bellezze, Prospero M.
Bernardi, Romualdo M. Migliorini, Constantino M. Barneschi, Joaquín M. Rossetto y Jaime M.
Keane.
Fray Alejo M. Rattalino, de origen piamontés y nacido en Bra, hasta los 33 años
aproximadamente había sido sacerdote secular. En 1898 ingreso en la Orden. Primero estuvo en
varios conventos de la Provincia Piamontesa y de la Provincia Romana. Poco antes de estallar la
Primera Guerra Mundial, fue enviado a Argentina para fundar allí una comunidad. Luego de
algunos años de ministerio sacerdotal en diversas localidades que no tenían sacerdote, se estableció
en la parroquia de San Antonio de Obligado (Santa Fe, Argentina). En 1924 fue a Brasil y llego a
Brasileia, en el Acre, donde permaneció hasta que en 1940 murió de paludismo.
De carácter inquieto y misionero itinerante, fray Alejo
M. Rattalino logro vivir de manera singular el espíritu de los
Siervos, aún permaneciendo largos años en una soledad
completa. Su recuerdo todavía perdura en el Acre donde se le
recuerda por su férrea fe y por su amor a la Virgen.
La historia de la misión de Swaziland, en sus inicios tan
difíciles y laboriosos, está vinculada al nombre y al entusiasmo
de fray Peregrino M. Bellezze. Nacido en Montefiore de
Recanati (Macerata) en 1884, ingreso en la Orden a que ya
pertenecía su hermano Agustín, un hermano lego. Fue ordenado
sacerdote en 1907 y seis años más tarde partió para Swaziland,
que acababa de ser encomendado a los Siervos de María como
territorio de misiones. Cuando en 1923 la misión fue elevada a
la categoría de prefectura apostólica, fray Peregrino M. Bellezze

119
fue nombrado prefecto apostólico, cargo que desempeño durante diez años. Se traslado después a
Brasil donde vivió hasta su muerte, ocurrida en San José dos Campos en 1961.
Con gran intuición y previsión, fray Peregrino M. Bellezze se dio a la tarea de adaptar al
África la predicación evangélica. Pese a toparse con mucha incomprensión, incluso entre los
mismos religiosos, puso un tenaz empeñó en comprender al pueblo de Swaziland, al punto que fue
gran amigo y consejero del rey Sobhuza II. En 1929 las escuelas establecidas por Bellezze en esta
misión ya eran sesenta y dos. Las "relaciones" sobre la misión, que periódicamente enviaba a la
Orden, constituyen un documento donde se reflejan la inteligencia, el compromiso misionero y una
profunda piedad mariana.
Monseñor Prospero Gustavo M. Bernardi fue el primer prelado y obispo de la misión
acreana en Brasíl, encomendada a la Orden en 1919. Ya tenía cincuenta años cuando marcho con
destino al Acre. En efecto, había nacido en Bolonia en 1870 y, antes de esta elección misionera,
había desempeñado el oficio de consultor general y secretario de la Orden. Como se menciono en el
Capítulo anterior, estuvo algunos años en Canadá (1914-1917), ocupando por tres años el cargo de
vicario provincial de esas fundaciones. Permaneció en Brasil hasta 1939, cuando se vio obligado a
regresar a Italia afectado de una enfermedad irreversible. Falleció en 1944 en Monte Bérico, donde
se había instalado después de retornar a Italia.
Hombre sencillo, humilde, dinámico y de una afabilidad extraordinaria, nunca olvido haber
emitido sus votos en manos de San Antonio M. Pucci. A la misión del Acre imprimió una fisonomía
que ha si do duradera. Aún siendo obispo, siguió trabajando con el mismo empeñó y generosidad
que los misioneros más humildes; no deja de ser significativo que el elogio más elocuente de
monseñor Bernardi haya sido hecho varias veces por los hermanos no clérigos de la misión del
Acre.
Fray Romualdo M. Migliorini, quien llevaba ya dos años en la misión africana, fue llamado
en 1933 para su ceder a fray Peregrino M. Bellezze como prefecto apostólico de Swaziland. Aceptó
el cargo con la condición de que no lo nombrasen obispo después. Había nacido en Volegno
(Lucca) en 1884 y, tras ser ordenado sacerdote, había vivido algunos años en Canadá.
Su estancia en Swaziland fue breve. En 1939 tuvo que volver a Italia por motivos de salud.
Sus últimos años los paso en el Colegio Internacional San Alejo Falconieri de Roma, donde fue un
apreciado director espiritual de los jóvenes. Sostuvo con entereza, siendo objeto de amargas
incomprensiones, la veracidad de los escritos de María Valtorta (muerta en 1961) y reunidos
después, por iniciativa de fray Conrado M. Berti (muerto en 1981), en la voluminosa serie publicada
bajo el títulos Il poema dell'Uomo-Dio (El poema del Hombre-Dios) .
Fray Romualdo M. Migliorini se encontraba con los jóvenes profesos de vacaciones en
Carsoli (Abruzzo) cuando la muerte lo sorprendió el 10 de julio de 1953.
En África fue decisiva su participación en el surgimiento de la Congregación de las African
Servite Sisters. En realidad, siempre dio gran importancia a la vida interior y, aunque durante largos
años estuvo dedica do al apostolado activo, su preocupación primordial fue nutrirlo con la oración y
la contemplación.
La vocación misionera de fray Constantino M. Barneschi nació de un pacto singular hecho
por él cuando, siendo todavía estudiante, tuvo que combatir en la Primera Guerra Mundial.
Prometió que partiría a las misiones si se salvaba de la amputación del brazo derecho que los
médicos juzgaban inevitable. Logro que no se lo amputasen y cumplió el "pacto".
En 1923, a los 31 años de edad (Berneschi había nacido en Foiano della Chiana [Arezzo] en
1892), marchó a Swaziland. Durante más de diecisiete años dirigió la misión de San José. Cuando,
en 1939, la prefectura fue eleva da a vicariato apostólico, monseñor Barneschi fue el primer vicario,
con el títulos de obispo de Tagaste.

120
Al cabo de veinte años el vicariato se convirtió en diócesis y él fue el primer obispo de
Manzini. Falleció el 21 de mayo de 1965 y fue enterrado delante del altar de la Virgen de los
Dolores en la catedral de Manzini que él mismo había construido.
Hombre de extraordinaria vitalidad, genial y bondadoso a la vez, monseñor Barneschi puso
las bases de la actual y floreciente diócesis en Swaziland. Erigió un seminario, organizó la
formación de los catequistas, dio una estructura eficiente a las escuelas de la misión. Su pueblo lo
amaba y monseñor Barneschi gozaba de gran estimación por parte del rey de Swaziland quien, por
la veneración que sentía hacía el obispo católico, permitió que la reina madre fuera bautizada en su
iglesia y, al fallecer ella, quiso que monseñor Barneschi oficiara el funeral.
Al lado de los misioneros que hemos mencionado conviene recordar a otros religiosos de
grandes méritos que se distinguieron por iniciativas especiales. Podemos considerar como
misionero en quien M. Rosetto, nacido en Schio (Vicenza) Tirano en 1935.
Había estado entre los primeros que partieron rumbo a la misión de Swaziland, pero de
inmediato se vio obligado a retornar a Italia. Ello le causo un dolor muy profundo, naciendo así el
firme propósito de trabajar por las misiones y su propagación. Cuando en 1915 los conventos de la
región véneta fueron reconstituidos en una entidad autónoma que en 1922 llegaría a ser la actual
provincia de ese mismo nombre, fray Joaquín M. Rossetto fue nombrado prior de Monte Bérico. A
él se debe la construcción, en 1926, del Instituto Missioni della Madonna para preparar a los
jóvenes misioneros. Fundo y dirigió el boletín Le Missioni della Madonna y la revista Pater.
También es obra suya la creación del Instituto San Rafael su patria a fray Joaquín en 1880 y muerto
en para asistir a los peregrinos del santuario de Monte Bérico. Sus numerosas iniciativas llegaron a
feliz término con muchos problemas e incomprensiones que él aceptó con ejemplar serenidad. Se le
reconoce como "el padre" de la renacida Provincia Véneta que, en la actualidad, es la más grande de
la Orden.
Por su tenaz actividad mariana conviene recordar a fray Jaime M. Keane, nacido en Chicago
en 1901 y muerto en Ladysmith (USA) en 1975.
En 1937 Keane fundó la conocida "Novena Perpetua de la Virgen de los Dolores", con su
respectivo boletín semanal Novena Notes, que alcanzo tirajes elevadísimos. La "novena" consistía
en recitar el Vía Matris cada viernes en forma de "novena perpetua". El éxito y la difusión de la
practica fueron extraordinarios, negando incluso a ampliarse a 31 estados de la Unión Americana, lo
mismo que en otros países. Keane organizó y dirigió programas radiofónicos y televisivos
dedicados al conocimiento de María. En 1947 fue elegido consultor general. En ese mismo año
erigió la primera comunidad de los Siervos de María en Irlanda (en Benburg) y, algunos años más
tarde. inicio las fundaciones en Australia.
El librito titulado Novena in honor of our Sorrowful Mother (Novena en honor de nuestra
Madre Dolorosa) obtuvo un tiraje de seis millones de ejemplares, con diecisiete ediciones, y fue
traducido a veintidos lenguas. Con el propósito de crear una comunidad servita favoreció la compra
de un terreno fabril en las cercanías del santuario de Fátima, en Portugal. Un grave accidente de
carretera, del que salió gravemente herido en 1960, interrumpió prematuramente su inagotable
actividad.
Los límites de este pequeño libro nos impiden hablar de otro destacados religiosos,
fallecidos hace poco pero cuyo recuerdo permanece todavía vivo. En lo tocante al incremento de los
estudios de la historia de la Orden vale la pena mencionar a dos religiosos de la Provincia Toscana:
fray Alejo M. Rossi (1888-1968) y Rafael M. Taucci (1881-1971). El primero escribió, entre otras
cosas, un útil y voluminoso Manuale di storia dell'Ordine, publicado por iniciativa de la curia
generalicia en 1956. Al segundo se debe, en gran parte, el renacimiento de la revista científica Studi
storici dell'Ordine dei Servi di María, cuyo primer volumen apareció en 1933.
Los nombres de fray Vicente M. Buffon (muerto en 1975), de fray Conrado M. Berti
(muerto en 1981) y de fray Juan M. Vanucci (muerto en 1984) están ligados a la formación humana,
121
religiosa y cultural de una completa generación de estudiantes Siervos de María después de la
Segunda Guerra Mundial.
Es importante dar por termina da esta rápida reseña sobre los religiosos servitas de nuestra
época, recordando a dos figuras destacadas por su santidad en los últimos decenios: son dos
jóvenes, un estudiante clérigo, fray Venancio M. Quadri, y el otro un hermano lego, fray Joaquín M.
Stevan. Ya se ha iniciado la causa de beatificación de ambos.
Nacido en Vado de Monzuno, en las cercanías de Bolonia, en 1916, fray Venancio M.
Quadri murió en Roma el 2 de noviembre de 1937. Su cuerpo reposa en la basílica de Santa María
de los Siervos en Bolonia. El aspecto excepcional de su vi da fue realizar de manera extraordinaria
las cosas cotidianas. Sus compañeros de estudios aseguran que fray Venancio tenía un gran sentido
de responsabilidad de su vocación, vivía su vida religiosa con una seriedad fuera de lo común,
siempre estaba dispuesto a ayudar a los demás, mostraba una solida y ferviente piedad mariana. Su
muerte fue muy edificante.
Igual seriedad y madurez espiritual se observan en fray Joaquín M. Stevan, nacido en Nove
(Vicenza) en 1921 y fallecido en Vicenza el 18 de abril de 1949. Su cuerpo se venera en el pequeño
claustro contiguo a la basílica de Monte Bérico en Vicenza.
Tenía 26 años cuando pidió y logró hacerse Siervo de María como hermano lego. Dos años
más tarde una meningitis aguda puso fin a su vida. Su conducta, primero, como joven que trabaja en
asociaciones católicas y, después, como religioso Siervo de María, se inspiro en un auténtico ideal
de piedad sincera y de servicio generoso. El "diario" que nos ha dejado testimonia la riqueza de su
alma.
Hemos recordado únicamente a dos jóvenes, pero es obligatorio señalar que en estos últimos
decenios muchos jóvenes Siervos de María, desaparecidos prematuramente, han dejado un ejemplo
vivo de una entrega generosa a su vocación. Acaso también esto sea un "signo de los tiempos", cuya
lectura es mejor dejar a la meditación y reflexión que a la palabra escrita, la cual siempre será
inadecuada.

Expansión de la Orden en la época contemporánea

Según los datos del Catalogus de la Orden de los Siervos de María, actualizado para los
religiosos hasta 1980 y para las comunidades hasta el 30 de junio del mismo ano, la situación actual
de la familia de los Siervos es la siguiente: 1228 religiosos distribuido8 en 228 conventos,
subdivididos en trece provincias y en trece vicariatos; 157 monjas de .clausura, con 14 monasterios;
4952 religiosas Siervas de María, subdivididas en 21 Congregaciones (de las cuales se encuentran
en vías de extinción las de Hungría y Albania), con un total de 614 casas; cerca de 150 miembros de
dos institutos seculares; un número indeterminado de miembros de la tercera orden y de grupos
laicos juveniles.

Geográficamente, la Orden está presente en los cinco continentes y en casi treinta naciones.
El país con mayor número de religiosos es Italia, donde hay seis provincias y un vicariato.
Una palabra final sobre las más recientes fundaciones o sobre aquellas más inminentes. En
1974 la Provincia Véneta fundaba en Mamallapuram (paupérrima aldea del Golfo de Bengala sobre
la costa del Océano Indico, a unos 60 kilómetros de Madrás, la primera comunidad en territorio de
122
la India. Un antiguo sueno se hacía realidad y, hoy en Trichy (o Tiruchirapalli) surge otra
comunidad con un número considerable y prometedor de estudiantes.
La comunidad de jóvenes candidatos erigida en Mozambique, tras la fundación (1975) de un
monasterio de monjas Siervas de María, pertenece ahora a la Provincia Española. Una casa de
formación ha sido instalada por el vicariato de Swaziland en el estado africano de Lesotho. En Zaire
existe actualmente una pequeña comunidad integrada por religiosos de la Provincia Canadiense,
habiendo perspectivas de un futuro desarrollo. La Provincia de Romana estableció una fundación
(julio de 1984) en Filipinas.
Los pocos datos anteriores han sido acogidos en el Capítulo general electivo, celebrado en
Roma del 15 de octubre al 16 de noviembre de 1983, como un motivo de confianza en el porvenir.
En la historia de la Orden, la recuperación del aspecto mariano siempre ha marca do sus mejores
momentos. Por ello, debe considerarse un auspicio positivo el importante "Documento sobre la
Virgen María", aprobado por el Capítulo general efectuado en Roma en 1983 y publicado con el
títulos Haced lo que él os diga. Está dirigido a los miembros de la familia de los Siervos, a los
obispos donde trabajan nuestras comunidades, a los institutos de espíritu mariano y a todos, tanto
religiosos como laicos, que conocen, viven y comparten la vocación de los Siervos de María.

Actual Distribución de la Orden (1984)

Europa: Austria, Bélgica, Francia, Alemania, Gran Bretaña, Irlanda, Italia, San Marino, España,
Hungría.
América: Argentina, Bolivia, Brasil, Canadá, Chile, Colombia, México, Estados Unidos, Uruguay,
Venezuela.
Asia: India, Filipinas.
Oceanía: Australia.
África: Lesotho, Mozambique, República Sud africana, Swaziland, Zaire.

SUBDIVISIÓN RELIGIOSA
Provincia Conventos
Norteamericana del Este 19
Norteamericana del Oeste 12
Brasileña 6
Canadiense 14
Inglesa 6
Italia meridional 8
Piamontesa 9
Romaña 16
Romana 12
Española 4
Tirolesa 7
Toscana 16
Véneta 18
Casas generalicias (Roma) 3

- La Provincia Canadiense comprende además los conventos de Francia y las fundaciones en Zaire;
la de Romana, la fundación en las Filipinas; la de España, la fundación en Mozambique; la de
Toscana, un convento en Montreal (Canadá) ; la Véneta, dos comunidades en India.
123
- Tres de las comunidades existentes en Roma constituyen conventos bajo la jurisdicción directa del
prior general.

- Los religiosos que pertenecían a la Provincia Húngara no pueden vivir en conventos.

Vicariatos y Delegaciones Conventos


Acre (Brasil) de la Provincia Brasileña 3
Australia, de la Provincia Norteamericana del Oeste 5
Bélgica 3
Chile-Bolivia, de la Provincia Véneta 9
Alemania 12
Irlanda, de la Provincia Norteamericana del Oeste 3
México, de la Provincia Véneta 10
Rioplatense (Argentina y Uruguay), de la Provincia Véneta 8
Sicilia, de la Provincia de Italia meridional 3
Swaziland, de la Provincia Toscana 9
Transvaal (Sudáfrica), de la Provincia Véneta 3
Venezuela-Colombia, de la Provincia Romana 3
Zululand (Sudáfrica), de la Provincia Norteamericana del Oeste 6

124
Fechas memorables

1913 Inicio de las misiones en Sudáfrica (Swaziland). Fray Alejo M. Lépicier es elegido
prior general.
1914 El primer Siervo de María llega a Argentina. Erección de la Provincia Inglesa.
1919-1920 Inicio de las misiones en Acre y Purús (Brasil).
1922 Reconstitución de la Provincia Véneta.
1927 Lépicier es nombrado cardenal (al año siguiente será prefecto de la Sagrada
Congregación de Religiosos).
1928 Inauguración de la nueva sede del Colegio Internacional San Alejo Falconieri en
Roma.
1933 Solemnes festejos con motivo del Séptimo Centenario de la Orden. Nace la revista
Studi Storici dell'Ordine dei Servi di Maria.
1935 Inicio de las fundaciones en Transvaal (Sudáfrica).
1936 Muere victima de la guerra civil española sor María Guadalupe Ricart Olmos, del
monasterio de Valencia.
1937 Inicio de las fundaciones en Chile (misiones del Aysén).
1938-1953 Generalato de fray Alfonso M. Benetti. Fundaciones en Uruguay (1939), Bolivia
(1946), Irlanda (1947), México (1948), Australia (1951), Venezuela (1952).
1943 Los Siervos de María regresan a España. Se erige en Londres la Servite House, que
en 1964 se convertir a en instituto secular servita.
1946 Erección de la Provincia de Italia meridional, en el territorio de la antigua Provincia
Napolitana.
1948 Las fundaciones de Canadá se constituyen en provincia.
Los Siervos de María de Estados Unidos principian las misiones en Zululand
1950 Por decreto del Gobierno son suprimidas las comunidades de los Siervos de María en
Hungría.
Nace la Facultad Teológica "Marianum".
1952 Beatificación de fray Antonio M. Pucci. Erecci6n de la Provincia Norteamericana de
San José.
1953-1965 Generalato de fray Alfonso M. Montá.
1954 Los Siervos de María regresan a Alemania.
1959 Creación del Instituto Histórico de la Orden. Surge en Ancona el "Regnum Mariae".
1961 Erección de la Provincia Brasileña.
1962 Canonizaci6n del beato Antonio M. Pucci.
1963 Primera fundación en Colombia.
1966 Creación de la Comisión Litúrgica Internacional de la Orden de los Siervos (CLIOS).
1968 Capítulo general especial de Majadahonda (Madrid) para revisar las Constituciones
de la Orden. Un decreto capitular establece la transición de los comisariatos y
misiones a "vicariatos".
1971 Capítulo general de Opatija (Yugoslavia). Se constituye la Provincia Española.
1973 Se inicia la fundación de un monasterio de monjas de clausura de la Orden en
Mozambique.
1974 Se celebra en Roma el Capítulo general de renovación.
Una fundación en la India por parte de la provincia Véneta.
1977 Celebración del Capítulo general en Barcelona (España).
1979 El Instituto secular servitano es declarado sujeto de derecho pontificio.

125
1983 El "Regnum Mariae" se convierte en instituto secular. Capítulo general electivo
(Roma). Fray Miguel M. Sincerny es reelegido para otro período.

Antología

¿Pero cuales fueron nuestros orígenes realmente? Con esta pregunta, podría poner fin a mi
exposición y dejar al lector que los descubra por si mismo. Sin embargo, todavía hay algunas cosas
que debo expresar.
Ante todo, ¿quiénes eran estos fundadores? Al leer detenidamente la historia espiritual de
aquellos tiempos (no olvidemos que es la época de San Francisco y San Domingo), se advierte que
en toda la Iglesia pululaban movimientos no canónicos, entre otros: "los pobres de Lyon y de la
Lombardía", "los humillados", "los flagelados", "los penitentes", "los hermanos", "los laudenses",
"los disciplinantes" y otros. Los fundadores se encuentran primero en el gran multiforme
movimiento de la "penitencia", al cual pertenece la compañía de Santa María que tiene a su cargo el
hospital de los "siervos" de Fonte viva: compañía que después se bifurca en nuestra rama, llamada
propiamente de los Siervos de Santa María, y en la rama típicamente laica, llamada después
hermandad del Bigallo o de la misericordia.
Se trata, pues, de siete hombres pertenecientes a la naciente burguesía de Florencia, que en
cierto momento empiezan a buscar una forma de auténtico testimonio cristiano, con características
comunitarias, bajo el signo de la penitencia y del servicio dirigido sobre todo hacía los pobres, los
enfermos, los humildes de la sociedad. Una penitencia concebida como ejercicio de las obras de
misericordia espirituales y corporales, entendida a luz de la más genuina inspiración bíblica.
¿Y qué significa todo esto? Significa que es la historia de un grupo espontaneo, un grupo
que no difiere de muchos otros de carácter religioso que todavía hoy abundan en la Iglesia. ¿Y
entonces por qué no percibir entre su historia y la nuestra la analogía de que hablábamos al inicio de
esta exposición? ¿Y por qué no continuar esa tradición? ¿No puede ser cada hermandad un grupo
tan espontaneo como los de aquella época? Y su espontaneidad seria un signo palpable de que
estamos vivos, de que la Iglesia está viva y de que se renueva constantemente.
Es verdad que se trataba de un grupo espontaneo, pero se mantenía dentro de la más perfecta
ortodoxia, pese a encontrarse en medio del gran movimiento revolucionario de los cataros (como en
parte sucede todavía hoy, pues en la reacción siempre existe una especie de catarismo que prolifera
contra el cuerpo de la Iglesia. Solo que el santo se distingue del reformador en esto: éste realiza la
ruptura, mientras que aquel distingue y persevera).
Era un grupo de siete hombres, posiblemente laicos todos ellos o la mayor parte: quizá a ello
se deba que la Iglesia jerárquica encomiende al dominico San Pedro de Verona la tarea de asistirlos
y ayudaros. Es una situación muy semejante a lo que sucede hoy: frente al nacimiento de estos
grupos, el obispo no los suprime ni los combate, sino que envía a una persona de confianza para que
verifique la autenticidad del espíritu y de la doctrina (...)
Nuestros fundadores eran como un racimo de vid, vivían en fraternidad absoluta al punto
("me siempre serán invocados como si formasen una sola cosa. Eran una verdadera comunidad. Y
esto es todavía más esencial y urgente. ¿No es acaso el espíritu comunitario lo que siempre se ha
buscado en la iglesia? ¿No nace la iglesia como comunidad de Jerusalén. de Corinto, de Éfeso? ¿No
es por testimonio comunitario lo que el mundo espera de los creyentes en el Señor? ¿Y no es este
amor el que ilumina a los hombres manifestando así que Dios está presente en medio de nosotros? ¿
Qué san los cristianos según la Carta a Diogneto? Aquellos cuya paradójica forma de hermandad
causa sorpresa al mundo.
En lo más profundo de su ser el cristiano de hoy solitario en el tumulto de la gran ciudad,
busca precisamente esto: la comunión con los hermanos en la fe en una forma más solida de vida
126
comunitaria, contra e1 individualismo y el atomismo que caracterizan a la sociedad moderna.
Pueblo de Dios significa ante todo esta comunión.
Pero como decía antes, para que eso se realice la pobreza es una condición absoluta. Sin
pobreza no hay hermandad. (De ahí la necesidad de la reforma). Y por tratarse de una comunidad
religiosa, no es posible imaginarla sin la palabra de Dios y la vida eucarística. Dios es la palabra que
se encarna y que habita en nosotros, y así la gente vera finalmente el resplandor del rostro del Hijo
del Padre lleno de gracia y de verdad. A Dios no lo ve nadie y será el amor quien lo revele.
Así pues, grupo espontaneo, vida comunitaria y esto es todo cuanto la Iglesia y el mundo
esperan en el campo de la reforma y del testimonio. Pero hay algo más. Los fundadores se llamarán
"siervos". Y serán siervos siguiendo el ejemplo de la Virgen, primera realidad e imagen de lo que
ha de ser la Iglesia. La vida concebida como servicio de Dios y de los hermanos. "He aquí los
Siervos del Señor, hágase en nosotros según tu Palabra".
Servicio y no dominación, ni poder, ni opresión ni explotación. También la Iglesia es sierva
del Señor junto con toda la humanidad. Y el papa no es más que el primer siervo de la Palabra y de
los hermanos en quienes se encarna esa Palabra. Por tanto, una Iglesia humilde y pobre, libre de los
deseos de este mundo. Una Iglesia que no busca el prestigio ni los privilegios: los Siervos no tienen
libreas. Una Iglesia que no sea triunfalista ni monumental, que no se distinga por el fausto, sino por
los sacramentos que son signos muy humildes y pequeños; sobre todo, una Iglesia de la Eucaristía,
el sacramento del amor y del silencio. Es decir, una Iglesia de la donación generosa de sí misma
hasta el aniquilamiento. Como la Virgen dice de si misma: "Todas las generaciones me llamaran
dichosa, porque Dios ha visto la humidad de su esclava". Como la Virgen que casi no habla nunca,
y lo hace una sola vez para decir: "Haced todo lo que él os diga". Y sólo después que los siervos
hacen cuanto él dice, se cumple el milagro y el agua se convierte en vino y será un vino mejor el
que alegre las bodas de los hombres, el que se sirve al final del banquete. Y lo mismo sucederá en la
Iglesia, con una condición: que haga todo lo que Él ha dicho.
Y después la Virgen no vuelve a hablar, porque la Palabra es Cristo. Y debe ser Cristo quien
hable en la Iglesia. No nosotros. Todo lo necesario ha sido dicho, ahora nos toca a nosotros obrar
como los siervos. Siervos de la Palabra; Siervos de la cultura de Dios y del hombre. Siervos que
escuchan. Siervos de amor.

Tomado del prologo de David M. Turoldo OSM (Gli ordini mendicanti nella Chiesa di domani) al libro de A.
DAL PINO. Un gruppo evangelico del duecento. I sette Fondatori dei Servi di Maria..., Monte Senario 1969 (Biblioteca
toscana dei Servi. Agiografia 1), pp. 13-16.

127
RESEÑA BIBLIOGRÁFICA

El lector que desee profundizar en el conocimiento de los hechos narrados en esta breve
historia de los Siervos de María puede recurrir a los instrumentos de estudio que se citan a
continuación, sin que se pretenda con ello agotar sus fuentes. La reseña bibliográfica que incluimos
su pone la lectura de las páginas anteriores y ofrece algunas indicaciones para ampliar la
información de los temas expuestos.
Toda selección, por meticulosa que sea, conlleva exclusiones discutibles. Hemos procurado
no ser arbitrarios. En lo tocante a la historia más reciente de la Orden se ha tratado de señalar
aquellos estudios que por su aparato crítico pueden llenar muchas lagunas y satisfacer con creces la
curiosidad del lector.
Esta reseña consta de tres partes: l) indicaciones bibliográficas de carácter general; 2)
indicaciones bibliográficas por cada siglo de la historia de los Siervos de María y, 3) centros
actuales de estudio y de investigación dedicados a la historia de la Orden.

Indicaciones bibliográficas de carácter general

Aún no se ha publicado la mayor parte de las fuentes o documentos oficiales y no oficiales


relacionados con la historia de la Orden, tanto la antigua como la moderna, aunque son bastante
accesibles no solo en los archivos de la Orden sino también en los archivos públicos.

casi mil páginas ofrece una síntesis completa de la historia de la Orden). I Servi di Maria ieri e oggi,
a cargo de L. M. DE CANDIDO OSM y de D.M. MONTAGNA OSM, Vicenza, 1975. Chiese e
Conventi dell’Ordine dei Servi di Maria. Quaderni di notizie, obra a cargo de U. M. FORCONI
OSM, Viareggio, 1972-1980, 3 volúmenes con 31 "cuadernos" (Provincias: Toscana, Romana (en
colaboración con R. M. FAGIOLI OSM), Romañola, Lombarda y Véneta) con abundantes
ilustraciones. G. M. ROSCHINI OSM, Galleria servitana, Roma, 1976, 2 vols. (subtítulos del
primer volumen: Oltre mille religiosi dell'Ordine dei Servi di Maria illustri per santità, lettere ed
arti). V. BENASSI, Diamante a sette facce. Monte Senario e la sua storia, Florencia, 1977. Il
cammino dei Servi di Maria, de L. M. DE CANDIDO OSM, Roma, 1983. C. M. ROSS OSM, The
Carism of the Servants of Mary, Chicago, 1983 (con un elenco del material existente en lengua
inglesa sobre la historia de la Orden). Para una visi6n de conjunto conviene consultar la Tavola
cronológica della storia dell'Ordine dei Servi di Santa Maria dalle origini al 1983, a cargo de F. M.
AZZALLI OSM, Roma, Istituto storico OSM, 1983 (en la que se incluye una secci6n documental
en los seis idiomas que se hablan en la Orden).

Por cada siglo de la historia de los Siervos de Maria

La inminente publicación de los índices de la revista Studi storici dell’Ordine dei Servi di
María permitirá al lector encontrar cuanto ha sido escrito en los últimos cincuenta años y su interés
especial reside en que da a conocer muchos aspectos particulares de nuestra historia.
En las breves indicaciones que siguen se evitará, pues, hacer referencia a los estudios y
ensayos incluidos en esa revista, pese a que algunas veces se trata de verdaderas monografías
específicas de la historia y de la vida de la Orden.

SIGLO XIII

128
La obra a todas luces más importante, y también la más reciente acerca de los orígenes de la
Orden, es la que escribió F.A. DAL PINO, l frati Servi di S. Maria dalle origini alla approvazione
(1233 ca.-1304), Lovaina, 1972, 2 vols. (Se cuenta con un resumen titulado: Origini e sviluppi
dell’Ordine dei frati Servi di Maria nel sec. XIII, Roma, 1975). Otras obras de no poco valor son:
La "Legenda da origine Ordinis" dei Servi di Maria. Testo latino e traduzione italiana, Roma, 1982;
A. DAL PINO, Un gruppo evangelico del duecento. I sette fondatori dei Servi di Maria, Monte
Senario, 1969 (Biblioteca toscana dei Servi. Agiografia, 1); A. SERRA OSM, Un santo nella
Firenze del duecento. Filippo Benizi da Firenze, Monte Senario, 1972 (Biblioteca toscana dei Servi.
Agiografia, 2) ; Alle origini dei Servi. I fatti e la loro rilettura nell’Ordine lungo i secoli (Atti della
Settimana di spiritualità. Monte Senario, 3-8 settembre 1979), Monte Senario, 1979 (Quaderni di
Monte Senario, 2).

SIGLO XIV

I Servi nel Trecento. Squarci di storia e documenti di spiritualità. (3' Settimana di Monte
Senario, 8-13 settembre 1980), (Quaderni di Monte Senario, 3); P.M. SUAREZ OSM, Spiritualità
mariana dei frati Servi di Maria nei documenti agiografici del sec. XVI, Roma, 1961 (Scrinium
historiale, I) ; Due Beati senesi. Legende trecentesche dei beati Gioachino e Francesco. Monte
Berico, 1965 (Panis Servorum, 7) ; Registro d'entrata e uscita del generalato di fra Andrea Balducci
(1305-1306), obra a cargo de A. M. DAL PINO y 0.1. DIAS, Roma, 1969 (Archiva Ordinis
Servorum, Documenta, 3).

SIGLO XV

I Servi di Maria nell’età’ delle riforme (1374-1535) (4' Settimana di Monte Senario, 3-8
agosto 1981), (Quaderni di Monte Senario, 4); Bibliografia dell’Ordine dei Servi, I [sobre todo:
G.M. BESUTTI OSM, Edizioni del secolo XV (1476-1500)], Bolonia, 1971 (Bibliotheca Servorum
Romandiolae, 4) ; A.M. SERRA OSM, Nicolò Borghese (1432.1500) e i suoi scritti agiografici
servitani, Roma, 1966 (Scrinium historiale VI) ; Il beato Girolamo di Sant'Angelo in Vado, Roma,
1982 Communicantes, Nova series. Memorie liturgiche OSM, Studi e commenti, 1); D.M.
MONTAGNA OSM, Suor Elisabetta Picenardi da Mantova (1428 c.-1468). Notizia biografica e
nuove ricerche documentarie, Milano, 1968 (Bibliotheca Servorum Mediolanensis. Sussidi, 3); Il
beato Giacomo Filippo Bertoni da Faenza (1454-1483) dell’Ordine dei Servi di Maria nel 5000
della morte, Bolonia, 1983 (Bibliotheca Servorum Romandiolae, Serie minore, 1); D.M.
MONTAGNA OSM, Fra Giovannangelo Porro da Milano (1451-1505). Notizia biografica e nuova
documentazione Milanese, Milano, 1967 (Bibliotheca Servorum Madiolanensis, A 4). Desde hace
años D.M. Montagna se interesa en la Congregación de la Observancia de los Siervos: se espera la
publicación de su libro L'Osservanza dei Servi nei secoli XV-XVI, pero ya se pueden consultar sus
diversas aportaciones, sobre todo en la colección "Bibliotheca Servorum Veneta" y en Studi storici
dell’Ordine dei Servi di Maria.

SIGLO XVI

I Servi di Maria nel clima del Concilio di Trento. Da fra Agostino Bonucci a fra Angelo M.
Montorsoli (5° settimana di Monte Senario, 2-7 agosto 1982), (Quaderni di Monte Senario, 5) ;
Bibliografia dell’Ordine dei Servi, II [sobre todo: P.M. BRANCHESI OSM, Edizioni del secolo
XVI (1501.1600)], Bolonia, 1972 (Bibliotheca Servorum Romaniolae, 5); M.M. ALDROVANDI
OSM, Fra Agostino Bonucci priore generale OSM e padre al Concilio di Trento, Roma, 1966
(Scrinium historiale, V); Vera e certa origine del principio dell’eremo di Monte Senario (1593-
129
1604), trabajo a cargo de A.M. DAL PINO y O. DIAS, Roma, 1967 (Documenta, 1); en ocasión del
segundo centenario (1778-1978) de la supresión de la Congregación eremítica de Monte Senario, se
dedico un fascicolo integro de Studi storici dell'Ordine dei Servi di Maria a los ermitaños de Monte
Senario y a las ermitas de los Siervos de Maria (vol. 29, 1979, fase. II).
SIGLO XVII

Bibliografia dell'Ordine dei Servi, III [P.M. BRANCHESI OSM, Edizioni del secolo XVII
(1601.1700); D.M. MONTAGNA OSM, Fra Arcangelo Giani annalista dei Servi (1552-1623)],
Bolonia, 1973 (Bibliotheca Servorum Romandiolae, 6) ; C.A.M. MOONEY, The Servite Germanic
Observance (1611-1668)..., Roma, 1976 (Scrinium historiale, VII); V. BENASSI, Il portinaio santo,
Monte Senario, 1978 (Sussidi per i gruppi laici dei Servi, 2). El siglo XVII en la vida de los Siervos
de Maria es el tema de la sexta semana de historia y espiritualidad de Monte Senario en el ano de
1984. En lo tocante a fray Pablo Sarpi, el lector debe consultar a los catálogos de las editoriales
Einaudi, Laterza, Sansoni, UTET, etc.; aquí nos limitamos a recordar el lujoso catálogo en el que ha
colaborado P.M. BRANCHESI OSM, editado con motivo de la exposición y simposio sobre Sarpi
(Venecia, 28 octubre-19 noviembre 1983): Fra Paolo Sarpi e i Servi di Maria a Venezia nel 7509
anniversario dell'Ordine, Venecia, 1983.

SIGLO XVIII

L. M. FOSTER OSM, Theologr and Theologians in the Servite Germanic Observance,


1636-1783, Roma, 1978 (Scrinium historiale XII); M. Magdalena de Jesus (M.L. PIAZZA), Storia
della fondazione del Monastero delle Serve di Maria Addolorata, Montecchio, 1980.

SIGLO XIX

G.M. CORR OSM, Servites in London, Newbury, 1952; F.M. BERLASSO OSM, Il
pensiero di Padre Bonfiglio Mura (1810-1882) intorno alla società contemporánea, Vicenza, 1960;
U.M. FORCONI OSM, Piccola storia di un buon pastore. Vita di fra Antonio M. Pucci...,
Viareggio, 1978; M.A. STELLA, Le Serve di Maria di Galeazza. Sviluppo storico legislativo dal
1855 al 1918, Roma, 1977 (Scrinium historiale, XI); E. WILLIAMSON, The Nature of the
Congregation of Servite Sisters according to its coU:titutional writings, Roma, 1979, 2 voI. Suore
Mantellate Serve di Maria. Congregazione di Pistoia, Studio delle origini per essere fedeli al
carisma, a cargo de O.H. SPIDALE, Roma, 1977; Serve di Maria Riparatrici. 2. Silloge di
documenti dal 1891 al 1935, a cargo de P. M. BRANCHESI OSM y M.R. VERONESE, Roma,
1978 (Scrinium historiale, XIV) ; el libro de S.M. BERARDO OSM, Le missioni dei Servi di Maria
(Appunti e documenti), Roma, 1925, todavía es util respecto a los primeros intentos de los Siervos
de Maria por aceptar territorios de “misiones" .

SIGLO XX

P.M. BERNARDI OSM, Sua Eccellenza Monsignor Pellegrino Francesco Stagni. Nel secolo
-nel chiostro- nella Chiesa, Vicenza, 1943; AGUSTIN M. LÉPICIER OSM, Dans le sillage
fraternel d'une sainte vie. Le Cardinal Lépicier des Servites de Marie, Gap 1946-1947, 2 volumenes;
G.M. BESUTTI OSM, Bibliografia servitana 1965-1976, Roma, 1979; Dedicados a Maria, la
Madre de Dios -llamados a servir- 750 años, trabajo a cargo de C. ROSS OSM (ediciones en inglés,
italiano, alemán, español, portugués y francés), Roma, 1983. El 750 aniversario de la fundación de
la Orden (1233-1983) fue motivo no solo de iniciativas, sino también de númerosas publicaciones.
Además de las obras dirigidas por L.M. De Candido OSM y de C. Ross OSM, ya mencionadas, las
130
siguientes: un cuaderno monográfico de la revista Servitium (1983/marzo-junio); un excelente mapa
geográfico de los conventos servitas en Italia, preparado por F.M. Faustini OSM; los números del
boletín del Centro de Comunicaciones OSM, Cosmo, que en 1983, bajo la dirección de G.M.
Beaulac OSM y, en 1984, bajo la dirección de I.M. Desgrandchamps OSM, han informado
constantemente sobre las iniciativas en toda la Orden; en Italia, el boletín Serviloggi, dirigido por
D.M. Montagna OSM, sigue su publicación con el títulos Coraliter y es un "Boletín de comunión e
información de [a Familia de los Siervos de santa María en Italia": el número 1 (25 de marzo de
1984) hace un balance de la celebración en Italia del 750 aniversario de la fundación de la Orden.
Vale la pena recordar las dos exposiciones hechas en las bibliotecas Laurenciana y Maruceliana de
los Médicis, en Florencia, en cuya puesta aportaron su valioso apoyo E.M. Casalini OSM y L.M.
Crociani OSM (este último realiza una profunda y prometedora investigación sobre la liturgia en los
inicios de la Orden).

Centros actuales de estudio y de investigación dedicados a la historia de la Orden

La Orden de los Siervos de María cuenta con un Instituto Histórico, que tiene el carácter de
organismo general. Su sede esta en Roma (Viale Trenta Aprile 6, 00153 Roma, tel. 06/581391601) ;
en el mismo lugar se encuentra la sección histórica del Archivo General OSM, cuyo encargado
proporciona informes y orientación a los investigadores. Con cierta periodicidad, el Archivo pública
fuentes documentales de la Orden en la colección Archiva Ordinis Servorum.
Por otra parte, el Archivo General activo se halla en la Curia general (Piazza san Marcelo al
Corso 5, 00187 Roma, te. 06/699301) .
En los centros de documentación, investigación y promoción de Bolonia, Florencia, Milán,
Rovato, Vicenza, Chicago y de otras localidades, también se preparan publicaciones de historia de
la Orden, con secciones especificas dentro de las diversas colecciones.
El Centro de Estudios OSM de Bolonia (Via dei Bersaglieri 1, 40125 Bologna, tel.
051/226807), especializado en documentos de Sarpi, alberga la "Bibliotheca Servorum
Romandiolae"; "The Morini Memorial Collection" de Chicago (Our Lady of Sorrows, 3121 W.
Jackson Boulevard, Chicago, IL. 60612-2729, USA) reúne lo concerniente a las fundaciones en
Estados Unidos; la "Biblioteca toscana dei Servi" imprime sus publicaciones en el convento de la
Santissima Annunziata de Florencia (Via Cesare Battisti 6, 50122 Firenze, tel. 055/266181) ; en
cambio, desde el convento de San Carlos en Milán (Corso Matteotti 14, 20121 Milano, tel.
02/7733021) se difunden las de la "Bibliotheca Servorum Mediolanensis"; la "Bibliotheca
Servorum Veneta", tiene su domicilio en Vicenza, Monte Berico (Viale Cialdini 2, 36100, tel.
0444/320997) ; y, por último en la comunidad de la Santissima Annunziata de Rovato (25038
Rovato BS, tel. 030/7721377) tiene su sede el "Centro di documentazione sugli Ordini mendicanti".
Como se sabe, muchos documentos referentes a la historia de la Orden se encuentran en
archivos públicos y privados, y nos llevaría mucho tiempo dar un elenco de ellos, para obtener
informes basta acudir o dirigirse a los centros de estudio e investigación que acabamos de
mencionar.

La mayor parte de las publicaciones se encuentra disponible en


Centro Edizioni Marianum,
Viale Trenta Aprile 6, 00153
Roma.

Esta reseña bibliográfica confirma a ultranza las grandes lagunas en el estudio de la historia de la
Orden. Un paso preliminar consiste en levantar el inventario de la documentación existente en los
archivos de provincias y conventos, de Congregaciones femeninas y monasterios de la Orden. En
131
este campo como en muchos otros, una mayor sensibilidades condición indispensable para obtener
cualquier avance en la investigación de los orígenes y vicisitudes de la familia de los Siervos de
María.

132

S-ar putea să vă placă și