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Fondo del Centro Internacional de la Cultura Escolar-CEINCE, Berlanga de Duero.
Joaquín Civiac, Luz Fernández, Juan González, Javier Nicolás, Diego Riera, Miguel
Ángel Rodríguez, Nuria Villa, Escuela Tomás de Berlanga Islas Galápagos, Museo
Historia de la Educación de Huelva.
Las imágenes procedentes de otras fuentes se utilizan aquí con fines exclusivamente
didácticos.
Maquetación y diseño
Cristina Santos Ozores
ISBN: 978-84-17405-55-7
Las opiniones expresadas en este trabajo son exclusivas del autor. No reflejan
necesariamente las opiniones del editor, que queda eximido de cualquier
responsabilidad derivada de las mismas.
CEINCE
Berlanga de Duero, 2018
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Índice
Presentación, Heloisa H. Pimenta Rocha 9
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Presentación
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lugar a lo que los analistas han considerado como el affective
turn, un giro interpretativo que parte del cuestionamiento de la
primacía del logos en la historia de la sociedad y de la formación
de los sujetos, y de la inclusión del mundo emocional en la
cultura.
Los llamamientos de Febvre encontraron eco en la reciente
publicación de la colección Histoire des émotions, organizada
por Alain Corbin, Jean-Jacques Courtine y Georges Vigarello,
que trata de hacer de la emoción un objeto central en un
estudio de larga duración: “nuestra ambición es sobre todo
seguir paso a paso la presencia de la emoción en la historia,
de medir el espesor que ella puede dar al tiempo, su impacto
sobre la sensibilidad, el color, la tonalidad, de cada conjunto
cultural”. Examinando en clave histórica las emociones,
los coordinadores de la colección señalan que, aunque las
emociones puedan ser tomadas como experiencias comunes y
reacciones aparentemente compartidas, no se puede perder de
vista que los significados de estas, sus formas, sus matices y su
intensidad, varían según la cultura y el tiempo histórico.
Los historiadores de la educación no se han mostrado
indiferentes a esta discusión. En un artículo publicado en 2012,
al que se alude en esta obra, Noah Sobe indaga acerca de las
contribuciones del estudio de las emociones y de los afectos
para la comprensión del pasado educativo. A partir de la
afirmación de la legitimidad de la historia de las emociones, sus
análisis permiten prever el florecimiento de nuevos estudios
histórico-educativos que se orientarán hacia las dimensiones
social y cognitiva de la vida emocional. Además, el colega
norteamericano apunta en este breve pero sugerente trabajo a
la posibilidad de que tales estudios no se han de limitar al análisis
de las reglas que prescriben los comportamientos y regulan las
conductas, sino que han de considerar asimismo la perspectiva
de la experiencia emocional de los sujetos escolarizados.
En esa dirección convergen las reflexiones de Agustín
Escolano en este libro, una obra que seguramente se va a
constituir en una importante contribución para todos los que
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se interesan por la comprensión de la escuela en perspectiva
histórica. Investigador comprometido con una escritura de la
historia de la educación que permita acceder al “mundo de las
prácticas o de la experiencia”, y sintonizado con las perspectivas
abiertas por la renovación de la historiografía y de las ciencias
humanas y sociales, el autor lanza a los lectores y estudiosos
al desafío de examinar la presencia de las emociones en la
cultura empírica de la escuela. Las indagaciones propuestas en
este trabajo tienen como foco la comprensión de la genealogía
y de la construcción sociohistórica de la cultura de la escuela
como una “cultura que es asimismo de las emociones y de los
sentimientos”.
Reexaminando algunas de las indagaciones que han orientado
los estudios más recientes del autor acerca de la cultura
empírica de la escuela, y sometiendo las fuentes analizadas a
un nuevo y provocador cuestionario, el investigador español
busca aprehender una posibilidad extremadamente fecunda
de reflexión sobre el pasado educativo, la que se orienta al
examen de la dimensión afectiva de la formación que se gesta
en la escuela, por medio de una mirada que busca marcar los
climas emocionales y los dispositivos de control afectivo.
Sus reflexiones convocan a los investigadores a historizar las
emociones y los sentimientos que acompañan el paso por la
escuela, una institución que se ha ido convirtiendo a partir de
la Modernidad en un lugar central en la socialización de los
niños y de los jóvenes.
El examen de esta dimensión nos acerca, como subraya el
autor, a la emergencia de “un nuevo capítulo de una historia
de la experiencia en educación, una corriente innovadora de
amplio alcance, aún en estado incipiente de proposición y
desarrollo, que podría afectar a la episteme y a la construcción
histórica de una cultura de la escuela centrada en el estudio
de las prácticas formativas”. En esta perspectiva, esta obra que
nos brinda el conocido profesor español, tejida a la vista del
examen sistemático de un amplio acervo de fuentes textuales
e iconográficas, muchas de ellas reunidas en la persistente
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y creativa labor que viene desarrollando en el ámbito del
Centro Internacional de la Cultura Escolar (CEINCE), ofrece
significativas contribuciones a una escritura de la historia de la
educación fundada en nuevas y desafiantes interrogaciones. De
sus páginas emerge la invitación a un nuevo buceo en la cultura
de la escuela, que permitirá indagar acerca de los vínculos
existentes entre cognición, emociones y sentimientos.
Con base en la lectura crítica de las contribuciones procedentes
de la psicología, de la neurociencia, de la antropología cultural,
de la filosofía y de la historia, el autor trata de reflexionar acerca
del lugar de las emociones y de los sentimientos en las formas
de sociabilidad y, en particular, en la socialización escolar.
Así, sin eludir la dimensión biológica de los análisis sobre el
comportamiento humano, este trabajo de Agustín Escolano
ofrece importantes aportaciones para el estudio del carácter
social de las emociones y de las vinculaciones de estas con las
prescripciones derivadas de la cultura. Además, el autor llama
la atención sobre el componente racional o intelectual de las
emociones, en un análisis refinado y denso que, a cada paso,
advierte sobre de necesaria articulación entre lo cognitivo y lo
emocional.
Los cuatro capítulos en que está organizada la obra invitan
a seguir las sendas que van siendo abiertas por el trabajo, en
una indagación argumentada y perspicaz acerca de la presencia
y del papel asumido históricamente por las emociones y
los sentimientos en la cultura de la escuela. El proceso de
lectura propuesto por Agustín Escolano hace visibles las
prácticas por medio de las cuales se materializan el gobierno
de las instituciones educativas y la gestión de las emociones
en las representaciones emocionales de las fuentes textuales
e iconográficas, en los objetos materiales y en las narrativas
de los sujetos escolarizados. Todo ello en los contextos de los
diferentes climas emocionales y en los dispositivos específicos
de control de la afectividad. En el examen del proceso por el
cual el niño se configura en alumno, las reflexiones se vuelven,
en ese sentido, hacia la dimensión del mundo de lo emocional,
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buscando escrudiñar los modos en que los diversos climas y
dispositivos de control emocional operan en las prácticas de
formación.
Mediante un cuidadoso análisis del campo de las emociones
y los sentimientos, el autor se detiene en el examen específico
de los espacios y objetos materiales, de los tiempos y los ritmos,
de los códigos de disciplina y urbanidad, de las sutilezas del
lenguaje educativo, de las estructuras textuales e icónicas de
los manuales escolares y de los diversos impresos puestos en
circulación en el ámbito de la institución educativa. Como en
algunos de sus estudios anteriores, bien conocidos en nuestra
comunidad académica, Agustín Escolano subraya nuevamente
la centralidad de los espacios, de los tiempos y de las escrituras
en la comprensión integrada de la cultura de la escuela, en este
caso como elementos implicados en la conformación de una
determinada sociabilidad afectiva.
En el tratamiento de algunas de las cuestiones enunciadas,
el autor de este trabajo se inspira ampliamente en las
contribuciones de Michel Foucault, para subrayar no sólo los
aspectos ligados a la vigilancia, a la disciplina y al control, sino
también los que se refieren a la posibilidad de una educación
que contribuya a la emancipación de los sujetos en relación a
las amarras y a las coacciones que se imponen a todos y a cada
uno de nosotros en el tiempo presente. En esta perspectiva,
las reflexiones de Agustín Escolano apuntan, además, a los
impactos del estudio del pasado educativo sobre las prácticas
escolares de nuestro tiempo, toda vez que, según advierte:
“integrar la historia de la educación en el contexto de la historia
de las emociones implica revisar las prácticas de la historia de
la experiencia formativa, basada esta revisión en una doble
crítica: como prácticas liberadoras, por un lado, y como
prácticas de dominación, de otro”. Una dupla que corresponde
a la dialéctica de nuestro tiempo.
Alegría, felicidad, esperanza, empatía, amor, satisfacción,
emociones entremezcladas con tedio o aburrimiento, miedo,
temor, pudor, vergüenza, sufrimiento, culpa e ira, entre
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otras, componen algunos de los delicados hilos que se tejen
en las sensibles y potentes reflexiones del estudioso español,
con una nueva invitación a la inmersión dialéctica en la “caja
negra” de la gramática de la escolarización, pensada esta nueva
aproximación como una forma de hacer hablar algunos de los
silencios que rodean la constitución de la subjetividad de los
alumnos sometidos al proceso de la escolarización. Silencios
que, en ese caso, inciden sobre la dimensión afectiva de la
experiencia educativa o, en otras palabras, sobre las disputas
en torno a la gestión de las emociones y de los sentimientos en
las intrincadas tramas de las prácticas escolares.
El desafío a que nos invita Agustín Escolano es, al mismo
tiempo, como ya advertía Lucien Febvre en el ensayo que se cita
para encabezar este prólogo, atractivo y difícil. Sin embargo,
ante las dificultades de la tarea, cabe reflexionar en torno a
las alertas que emergen de la lectura de esta obra, en cuanto
a las consecuencias del silencio en relación a esa dimensión
de la experiencia humana y a las responsabilidades que se
imponen en la actualidad a los historiadores de la educación:
si la historiografía educativa ignorara esta dimensión afectiva
del pasado de las sociedades y de sus hombres, sus conclusiones
sobrevolarían la realidad del mundo de la vida en la que se
forman los sujetos, derivando hacia una nueva forma de
alienación intelectualista y moral, es decir, hacia una episteme
sesgada y superestructural. Parafraseando a Lucien Febvre,
podríamos preguntarnos: ¿y entonces? Y a la vez concluir: ¡el
historiador (de la educación) no tiene el derecho de desertar!.
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Introducción
La dimensión emocional de la
formación
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2 Ver: “Nos visitaron: José Jiménez Lozano”, Papeles del CEINCE, 13, 2013,
p. 4.
3 Paul Ricoeur, Tiempo y narración III. El tiempo narrado, México, Siglo XXI,
1996.
4 Jerome Bruner, La educación, puerta de la cultura, Madrid, Visor, 2000, pp.
149-150.
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Introducción: la dimensión emocional de la formación
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Introducción: la dimensión emocional de la formación
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Introducción: la dimensión emocional de la formación
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Capítulo I
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La educación y las emociones
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16 Ibídem, p. 61.
17 Juri Meda y Marta Brunelli han analizado recientemente la iconogénesis
de las orejas de burro como castigo asociándolas a los dispositivos de
represión y control de origen popular y de raíces religiosas que arrancan de
la Edad Media: “The dumb child: contribution to the study of iconogenesis
of the dunce cap”, History of Education & Children´s Literature, XIII/1, 2018,
pp. 41-70.
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La educación y las emociones
ESCENAS EMOCIONALES
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EXPERIENCIAS NARRATIVAS
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34 Ibídem, p. 131.
35 Vid.: Johannes Prüfer, Federico Froebel, Barcelona, Labor, 1930.
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CULTURAS AFECTIVAS
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Capítulo II
La representación de las
emociones
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La representación de las emociones
EMOCIONES EN ESCENA
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La representación de las emociones
A partir del siglo XX, la historia visual fue cada vez más
posible, y la historia ilustrada de la escuela estuvo cada vez
más y mejor documentada. Hoy, estas fuentes históricas, que
registraron muchas facetas del mundo emocional de las escuelas
del pasado, promueven, en cuanto son piezas etnográficas de
valor antropológico que se recogen en centros de memoria,
sentimientos de afecto, repudio o nostalgia, es decir, lecturas
que afectan a las emociones en su contexto de producción y
en el de recepción7. Ello explica su creciente valoración actual
como recursos de memoria para la historia social, de la cultura
y de las mentalidades, en relación con la educación.
Conviene subrayar que las imágenes no son meras
ilustraciones que acompañan estética o didácticamente a
un texto. Pierre Francastel ha hablado de la existencia de un
discurso plástico, en el que el modo de expresión y los contenidos
icónicos configuran un lenguaje y un mensaje8. Si se desea,
en este mismo libro podría ensayarse una lectura transversal
de las imágenes que se insertan en él, con independencia
del texto literario, al que no obstante implementan, con la
intención puesta en el descifrado de señales e indicios que nos
permitan sacar conclusiones acerca de la historia educativa de
las emociones a partir de los indicadores que aporta el lenguaje
de la iconografía. En alguna medida el medio sería en este
caso el mensaje. La mise en scène de ciertas composiciones, los
gestos que ofrecen los actores, las actitudes e interacciones, los
elementos que forman parte de los contextos en que aparecen
y otros aspectos que dibujan el teatro de la escuela permiten
sin duda comprender e interpretar, en clave semiótica, la
vida institucional, en la perspectiva de las emociones y los
sentimientos que promueve la experiencia formativa.
Comenzando por los aspectos registrados en los
documentos visuales, que —no hay que olvidarlo— son
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La representación de las emociones
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ARQUITECTURA Y EMOCIONES
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IR A LA ESCUELA/SALIR DE LA ESCUELA
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Tiempo de recreo
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Tiempo extraescolar
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Tiempo libre
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ESCENARIOS EMOCIONALES
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EMOCIONARIOS
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36 Benito Pérez Galdós, Episodios nacionales extractados para uso de los niños,
Madrid, Sucesores de Hernando, s.a., p. 57 ss.
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La representación de las emociones
“El porte grave de doña Isabel, que tanto realce daba a su juvenil
belleza, las contadas veces que consintió en presentarse en la corte
del rey su hermano, trocábase en franca cordialidad, cuando al salir
de su castillo para asistir a la santa misa, o a cualquier otro menester,
se detenía para dejarse besar la mano por los niños que acudían a su
paso”.
“Los modales de las niñas bien educadas deben ser como la tapia del
jardín del cura: flores, y no espinas”.
38 Ibídem.
39 Carmela Eulate, Isabel la Católica. Su vida, sus grandes obras narradas a la
juventud, Madrid, Araluce, 1942, 21-22.
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EMOCIONES Y SUFRIMIENTO
LA ESCUELA DOLOROSA
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EMOCIONES Y ALEGRIA
LA ESCUELA GIOCOSA
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SIMBOLISMOS Y EMOCIONES
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La representación de las emociones
48 Michel Foucault, Vigilar y castigar, Madrid, Siglo XXI, 1982, p. 169 ss.
49 Michel Foucault, Seguridad, territorio, población, Madrid, Akal, 2008, p.
344.
50 Michel Foucault, Tecnologías del yo, Barcelona, Paidós, 1996, pp. 48-49.
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Capítulo III
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Memoria de las emociones
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Memoria de las emociones
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“La escuela era vieja y tenía dos ventanas grandes, pero no luz
eléctrica. Los pupitres eran de madera para dos alumnos. No había
patio de recreo. Era una escuela mixta para 40 alumnos de todos los
cursos” (Alcorcillo, nacido en 1946).
“El maestro castigaba con los brazos en cruz, con un libro en cada
mano y sin recreo. Yo solo me quedé una vez sin recreo; nunca más
fui castigada” (Mezquita, nacida en 1957).
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Memoria de las emociones
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“Mi profesora era muy mala. Era soltera; se casó aquí. Era bonita y
cantaba bien” (Vimioso, nacida en 1936).
“La profesora era nuestra amiga. Ganaba muy poco. Tenía cinco hijos
y mis padres le daban cosas de lo que cosechaban. No enseñaba mucho
porque tenía también que cuidar de los hijos. Era muy resignada; no se
quejaba. El marido no se portaba muy bien con ella” (Trabazos, nacido
en 1945).
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Memoria de las emociones
“El maestro don Amancio, de unos cuarenta años, era buen profesor
y hombre simpático. Se llevaba muy bien con todos los vecinos”
(Chaguazoso, nacido en 1950).
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6 Agustín Escolano, La cultura empírica della scuola, ed. cit., p. 170 ss.
7 Antonio Damasio, Y el cerebro creó al hombre, Barcelona, Destino, 2010,
p. 196 ss.
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DOLOR Y ALEGRÍA
Dos emociones que se recuperan al ejercitar la memoria
escolar. En una de las imágenes, el sujeto explica a la monitora,
con sufrido gesto, el método que usaba el maestro para
aplicar el habitual castigo de la regla. El dolor recordado se
transforma ahora en emoción controlada, pero la memoria
de lo vivido aún hace aflorar en el sujeto sentimientos de
aversión al castigo.
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10 José Saramago, “Mi abuelo, también”, La emoción de educar, ed. cit., p. 49.
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Capítulo IV
Climas y dispositivos
emocionales en la escuela
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Climas y dispositivos emocionales en la escuela
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4 Ibídem, p. 75.
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Climas y dispositivos emocionales en la escuela
5 Ibídem, p. 87.
6 Thomas Popkewitz, La conquista del alma infantil, México-Barcelona,
UNAM-Pomares, 1998, p. 75.
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ESCUELA-HOGAR Y ESCUELA-JARDÍN
Imágenes de dos escuelas con regímenes emocionales
basados en los modelos doméstico y de escuela-bosque,
respectivamente.
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Climas y dispositivos emocionales en la escuela
ESCUELA-CUARTEL Y ESCUELA-PRISIÓN
Dos modelos de organización de la clase que dan forma a
comunidades emocionales que contrastan con los anteriores:
escuela-cuartel y escuela prisión.
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17 Luis Bello, Viaje por las escuelas de España, Madrid, Magisterio Español
y Espasa Calpe-Compañía Iberoamericana de Publicaciones, 1926-1929, 4
vols.
18 Agustín Escolano y Purificación Lahoz, Tomás de Berlanga. La aventura de
una misión, Berlanga de Duero, CEINCE, 2009, p. 6.
19 Libro de horas de la Virgen tejedora, facsímil del manuscrito guardado en
la Biblioteca de la Fundación Lázaro Galdiano, Madrid, Milenium, 2002.
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Climas y dispositivos emocionales en la escuela
pared frontal, cuyos ritmos marcan el pulso con que las jóvenes
dan las puntadas sobre el tejido. Una de las niñas, en actitud
penitencial, lee a las concurrentes un libro, probablemente de
oraciones o de vidas ejemplares de santas. Toda una metáfora
de un clima emocional disciplinado conforme a las reglas del
ora et labora monacal.
La otra imagen ofrece el modelo de clima emocional
opuesto al anterior, el de la escuela abierta al ambiente en que
se integra, la Isla de Santa Cruz, del archipélago de Galápagos,
un ecosistema emblemático de la Humanidad. La fotografía
registra un actividad de la Escuela experimental Tomás de
Berlanga sostenida por la Fundación Scalesia, asociada a la de
Charles Darwin, que se lleva a cabo en el entorno inmediato
en que se inserta el centro. Niños, niñas y profesora muestran,
en un clima alegre y lúdico, algunos de los frutos recogidos
en el paseo por el entorno que rodea a la institución. En un
contexto ecológico y multicultural, la escuela galapagueña
es un prototipo moderno de pedagogía emocional abierta a
nuevas actitudes y nuevos sentimientos de solidaridad con el
ambiente y con la humanidad.
Hogar, cuartel, jardín, prisión, bosque, atrio, porche,
cueva, patio, celda… son espacios diferenciados. Cada uno de
ellos favorece un singular clima emocional. La arquitectura,
según vimos en epígrafes anteriores, educa por sí misma,
a veces como decía Georges Mesmin de forma silenciosa.
Es evidente que algunos de los anteriores habitats escolares
crean las condiciones para una emocionalidad abierta,
empática y solidaria, mientras que otros favorecen situaciones
disciplinarias y formas de gobierno que abocan al castigo, la
sumisión y el dolor. Ello es así, aunque no sean solo los espacios
los responsables de los regímenes. También los programas, los
métodos y los lenguajes que usan los agentes de formación
influyen en la creación de estos climas.
Pueden darse sin duda emociones abiertas en escenarios
cerrados, así como modos de emotividad negativa en espacios
abiertos. Pero los contextos en los que se procesa la formación
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Climas y dispositivos emocionales en la escuela
ESCUELA-PORCHE Y ESCUELA-CUEVA
Dos modelos diferenciados de espacios-escuela con sus
correspondientes atmósferas o climas emocionales que
condicionan, cada cual a su modo, las formas de sociabilidad
de la infancia.
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a) Ergonomía.
Uno de los dispositivos más eficientes para disciplinar las
emociones se materializa en el control de los cuerpos. La
ergonomía escolar se muestra visible en la acomodación dócil
del cuerpo de los sujetos a los espacios y los enseres que los
amueblan. Obsérvese el aula que reproducimos más abajo, una
imagen que procede del Museo de la Educación de la Universidad
de Huelva. Los pupitres que conforman la bancada escolar
introducen geometría en el espacio-aula y están diseñados,
con medidas antropométricas, para disciplinar los cuerpos
de los alumnos que se acoplen en ellos. Una vez ocupados los
asientos, el clima emocional de la clase quedará en buena parte
regulado. Este clima contrasta con el aspecto desordenado e
indisciplinado que ofrecían las escuelas del Antiguo Régimen.
El maestro desde un lugar central, y a veces elevado, aplica su
ojo panóptico al control de los movimientos de los sujetos. La
ergonomía es un medio eficiente para el encauzamiento del
régimen emocional que se impondrá en la clase.
El pupitre puede además cumplir otras funciones que
reforzarán su carácter de dispositivo ergonómico de control
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ERGONOMÍA ESCOLAR
Imagen de una escuela rural en el Antiguo Régimen (siglo
XVII). Interior de clase con ambiente caótico e indisciplinado
en un espacio oscuro y desamueblado. Los sujetos no están
sometidos a controles emocionales, salvo en las relaciones de
contacto con el maestro.
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Climas y dispositivos emocionales en la escuela
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b) Higiene.
La higiene es otra mediación esencial de la cultura de
la escuela en los ámbitos de la educación del cuerpo y de la
educación social. Introducida en diversas áreas de los espacios
públicos a partir de la segunda mitad del siglo XIX, esta nueva
disciplina —que nace del cruce entre el positivismo científico
y la sociología de las poblaciones— también llegó a la escuela,
no solo como materia curricular sino como estrategia que, más
allá de sus proyecciones en los ámbitos de la salud y el cuidado
del cuerpo, afectaría, como ha destacado la profesora Heloisa
Pimenta, a la moralización de las costumbres21.
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Climas y dispositivos emocionales en la escuela
c) Pudor.
Este fue otro de los dispositivos que la escuela utilizó para
inhibir emociones que se consideraban inadecuadas conforme
a la moral de la época. La cultura escolar registra muchos
comportamientos que tienen que ver con el pudor. Una de las
escenografías que se ofrecen es una sesión de baños de niños de
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HIGIENISMO Y EDUCACIÓN
Dos imágenes relativas al higienismo asociado a la escuela
como factor de disciplina de las emociones y moralización de
las costumbres mediante la educación de los cuerpos.
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Climas y dispositivos emocionales en la escuela
d) Vigilancia.
Los procedimientos arbitrados por la organización escolar
para observar y vigilar los movimientos de los cuerpos en
el espacio destinado a su formación son estrategias de clara
incidencia en el control de las emociones de los sujetos y de
todo el clima afectivo que las envuelve. De acuerdo con la
lógica del panóptico, ya aludida anteriormente, el microespacio
del aula y el espacio escolar como conjunto aseguran que la
mirada de quienes controlan la institución, los enseñantes y
los administradores, es eficaz en el logro del establecimiento
de una sociedad vigilada.
Dos imágenes expresan esta vigilancia. La primera pertenece
a una escuela valenciana de 1902 inscrita en el régimen de
beneficencia social y gestionada por hermanas religiosas, dos
de las cuales aparecen en escena. Casi cien niñas, rigurosamente
24 Véase: Enrique Casas, El origen del pudor, Madrid, edición de autor, sin
datar.
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DISPOSITIVOS DE VIGILANCIA
Imágenes de los dispositivos de vigilancia implícitos en la
arquitectura escolar concebida como estrategia panóptica
de disciplinarización social e individual y de control de las
emociones.
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Climas y dispositivos emocionales en la escuela
La segunda imagen reproduce una escena cotidiana de los
juegos ejercitados en el patio interior del Colegio Miguel de
Cervantes de Madrid, un modelo emblemático de la nueva
escuela graduada.
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Climas y dispositivos emocionales en la escuela
e) Tutela.
La enseñanza es a la vez una estrategia de guía en el proceso
de aprender y una tutela del comportamiento de los alumnos
en las situaciones de formación, en cuya orientación no sólo
opera el método de transmisión, sino también las actitudes que
se dan en la interacción entre los actores intervinientes, que
guardan una relación muy estrecha con la afectividad de los
sujetos.
Las imágenes que se ofrecen aquí son una buena muestra
de la tutela que los maestros tratan de ejercer en su trato
con los alumnos. Uno de los gestos más frecuentes de todo
enseñante es señalar con el dedo índice —esto es, indicar— lo
que se quiere significar. Un análisis de la iconografía escolar
nos indica la reiteración de este gesto en imágenes, láminas,
escenas, manuales y otros materiales. El dedo índice se puede
prolongar, de forma extrasomática, con otros instrumentos
como el puntero, la señal o el lápiz, pero la intencionalidad
es la misma: centrar la atención del sujeto en el punto que
interesa destacar y evitar distracciones de la mirada. Este patrón
profesional del comportamiento docente es al mismo tiempo
un componente de control emocional, ya sea como pauta
motivadora o como instrumento disciplinario de evitación de
otras posibles desviaciones de la actitud del sujeto.
La primera imagen procede de un manual escolar de la
casa editorial Calleja editado a finales del siglo XIX. En ella el
maestro, con el libro en la mano, trata de atraer al niño hacia el
libro. En la segunda, un maestro de los años cuarenta del siglo
último señala con su índice la hoja —al parecer un mapa— en
la que debe posar la mirada el sujeto. En ambas situaciones,
la tutela de los docentes sobre los alumnos se ejerce con
cierta tensión, hecho que expresa la presencia de un mundo
emocional en el que los menores se resisten a atender a los
estímulos y los enseñantes imponen su autoridad en el control
de las emociones.
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Climas y dispositivos emocionales en la escuela
ACTITUDES TUTORIALES
Representaciones de dos actitudes tutoriales del maestro en
las que las miradas y los gestos denotan comportamientos con
expreso control emocional de los dos actores que aparecen
en la escena.
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f) Seducción.
Complementan los anteriores mecanismos de vigilancia los
dispositivos de control emocional basados en la seducción,
modalidad estratégica de conquista de la mente infantil
mediante lenguajes, imágenes y actitudes que tienen que ver
más con el uso de la persuasión que con la imposición. La
tutela suele ser directiva, como ocurría en el patrón anterior.
La seducción en cambio juega con sutiles estrategias permisivas
orientadas a la captación de las motivaciones emocionales de
los sujetos, a los que se solicita adhesión.
Para ilustrar este dispositivo hemos seleccionado dos
imágenes sugerentes. Una de ellas muestra a una joven
institutriz leyendo historias aparentemente atractivas a los
niños antes de que estos se entreguen al sueño. La lectura
actúa en esta situación como un estímulo poderoso capaz
de inducir situaciones próximas a la hipnosis. Todos hemos
experimentado la inducción al sueño a través de la lectura.
La segunda iconografía procede de un libro alemán de
lecturas infantiles editado en español en 1937, antes pues
del comienzo de la segunda guerra mundial, como texto de
propaganda del régimen nazi. La imagen escolar presenta la
figura del führer como la de un hombre que seduce a la infancia
con su amable sonrisa y atractivos mensajes. La propaganda es
en sí misma un mecanismo de captación emocional de sujetos
considerados como destinatarios de acciones de proselitismo o
de comercio. Esto es justamente lo que propone está “inocente”
escena de la “política de simpatía” que impulsó el nazismo en los
países amigos como España durante los años que precedieron
a la guerra.
Leer en la escuela, ya sea de forma individual o colectiva,
fue siempre una actividad persuasiva, sobre todo si lo que
se leía pertenecía al género de los relatos que alimentaba
la imaginación y la fantasía de los niños. Otras actividades,
como la narración oral, el canto coral, la recitación de poesías
u oraciones, o la práctica de la danza en grupo, también han
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Climas y dispositivos emocionales en la escuela
g) Humor.
También el humor se ha convertido en una intermediación
reguladora de las emociones y un modo de interpretación global
de las relaciones de los sujetos con la institución educativa,
tanto en la versión endógena que pueden dar los niños, como
expresión simbólica de defensa ante la presión del mundo
adulto sobre los menores, cuanto en las formas de agresión
externa, bajo lenguajes en clave humorística, hacia los sujetos
educandos. El humor, como subrayó el psicólogo español
Emilio Mira hace años, es una forma de ironía contra lo que
puede parecer “serio, respetable o temible”, una reacción que
al provocar la risa nos libera de la agresividad25. De ello pueden
dar prueba las dos imágenes infantiles que mostramos.
Una de ellas corresponde a la ilustración del interior de
una carpeta escolar y, por lo tanto, oculta. Los niños podían
verla al abrir la carpeta y sonreir. En ella se muestra cómo los
menores llegan a tomar simbólicamente el poder en la escuela,
adoptando lúdicamente los roles del cotidiano institucional
bajo el disfraz de los papeles de personajes difundidos en el
cine y en los comics de la época, en este caso los años sesenta
del siglo XX. Este gesto de humor que genera juegos y sonrisas
generalizadas reduce las tensiones emocionales que dificultan a
veces la rígida convivencia reglada formalmente, suscitando la
posibilidad de formas de gobernabilidad sin violencia.
La segunda imagen es más compleja de interpretar. Pertenece
a un libro de lectura alemán de 1934 intitulado La seta venenosa.
En ella, Ernst Himmer, su autor, trata de atraer a los niños con
humor negro y perverso: “¡Aquí tenéis –les dice- unos dulces!
25 Emilio Mira y López, Cuatro gigantes del alma. El miedo, la ira, el amor, el
deber, México, Compañía Editorial Contienental, 1954, p. 119.
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Climas y dispositivos emocionales en la escuela
EL ARTE DE LA SEDUCCIÓN
Jean Baudrillard habló de la retórica de la seducción como
arte comunicativo de todos los tiempos y también de los
modernos. De ella se ha servido también la educación como
estratagema emocional de captación de la atención de los
menores hacia los mensajes que, a veces de forma subliminal,
pretende inocular. Una imagen muestra el uso de la lectura
como instrumento de hipnosis. La otra ofrece una escena de
seducción de la infancia por un líder autoritario manipulador
de los sentimientos.
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h) Mitologización.
Otra pauta escolar de gobierno de las emociones es la
mitologización de las estrategias de indoctrinamiento político,
religioso o de otra índole. El lenguaje de la educación ha
estado casi siempre colonizado por transversales ideológicos
que transmitían mensajes moralizantes y emancipadores,
dispuestos por la intelligentsia del sistema para dirigir los
sentimientos infantiles hacia la veneración de los iconos
de los líderes sociales o hacia la asunción de los idearios que
se trasvasaban al emocionario escolar. Los movimientos
pastorales o políticos inventaron retóricas estéticas y rituales
para persuadir a la infancia en la asunción de mensajes que
se transmitían en forma de máximas morales o de consignas
ideológicas. Anna Ascenzi y Roberto Sani han hablado, para
la Italia de la unificación, de la creación de una “retórica de
ciudadanía”, un concepto que alude a la mitologización de
los mensajes formales, pero que no se plasma siempre en la
realidad26. Thomas Popkewitz subrayó hace unos años que en
muchos de los discursos sobre educación subyace un proyecto
redentor que sostiene que la salvación de la nación se lleva a
cabo a través de la salvación del alma infantil. Ello fundó un
26 Anna Ascensi & Roberto Sani, Tra disciplinamento sociale e educazione alla
citadinanza, Macerata, Edizioni EUM, 2016, p. 79 ss.
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27 Thomas Popkewitz, La conquista del alma infantil, edición citada, pp. 75-
76.
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i) Juego.
28 Véase: Roger Callois, Los juegos y los hombres, México, Fondo de Cultura
Económica, 1986.
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j) Urbanidad.
La urbanidad es otro de los patrones de control emocional
sujeto a reglas. Incoada como disciplina del currículum escolar
en los tratados de la primera Modernidad, de los cuales el de
Erasmo es siempre un referente esencial, la urbanidad está en el
origen mismo del despegue del proceso civilizatorio, tal como
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Climas y dispositivos emocionales en la escuela
FORMAS DE LUDUS
Dos escenas de juego, de marcado diferencial sexual, en
las que se entremezclan los roles de mímesis, competición
y aleatoriedad que responden a códigos universales y
transversales del ludus.
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k) Rituales.
Dentro de este tipo de dispositivos de control emocional,
el más elaborado en términos sociológicos, y el de más larga
gestación temporal, es el relativo a los rituales.
Buena parte de las estructuras de la escuela están ritualizadas.
Las arquitecturas escolares son espacios organizados para que
los sujetos circulen siguiendo pasos e itinerarios establecidos:
la entrada, los pasillos, las aulas graduadas, los servicios, los
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Climas y dispositivos emocionales en la escuela
RITUALIDADES ESCOLARES
Dos imágenes rituales de la cultura escolar relativas a las
prácticas de paso de un nivel a otro en el cambio de grado
dentro de la progresión en que se estructura el desarrollo del
programa.
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Climas y dispositivos emocionales en la escuela
l) Reprensión.
De los dispositivos que codifican el orden académico de la
escuela pasamos a los de la disciplina de las instituciones. La
escuela es una organización reglada que premia o sanciona
a los sujetos, según se ajusten estos a las normas que se
establecen como mecanismos de orden, o las transgredan.
La reprensión, el castigo o el premio son instrumentos
que aplican los responsables de la escuela para asegurar el
funcionamiento de la institución. La vigilancia y el castigo —
también la gratificación— son acciones que pautan la moral de
las instituciones y de los individuos.
Una de las imágenes que ofrecemos para ilustrar este
mecanismo, extraída de un libro de lectura de Calleja, presenta
una escena escolar en la que el maestro, con el puntero en
la mano, amonesta al alumno por algún incumplimiento,
al tiempo que el sujeto apercibido asume con humildad la
reprensión. Los demás alumnos, en sus bancos, observan
la acción, lo que comporta una experiencia de aprendizaje
social para el grupo en su conjunto. La otra imagen es el cartel
anunciador del conocido film de Aldo Fabrizzi El Maestro,
película premiada en el Festival de Cine de Venecia, en 1957.
En este cartel, el maestro, con actitud severa y firme, apercibe
al menor por su inadecuado comportamiento, mientras este
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REPRENDER, APERCIBIR
Dos imágenes que ilustran el primer grado de castigo
practicado en la escuela: reprensión, amonestación o
apercibimiento.
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ll) Castigo.
Un dispositivo de rigor disciplinario es el castigo físico o
corporal, práctica casi universal en las escuelas tradicionales,
hoy sin embargo en desuso. Toda la problemática en torno
a los castigos escolares forma parte del mundo emocional
que rodea a la infancia. Como es sabido, la literatura clásica
definió la pedagogía como una práctica de doma o devastación
de la ruda condición de los niños. Un tratado escolapio de
1909 sobre la cuestión, basado en los principios de vigilancia
y piedad, sustentaba que la disciplina escolar era el mayor
secreto de la educación correcta34. Las pasiones —se lee en
otro tratado pedagógico-religioso sobre la cuestión— eran
una consecuencia del pecado original, y solo se sobrellevaban
mediante la educación moral en la virtud y los sentimientos, un
discurso que estuvo siempre presente en la escuela tradicional35.
La iconografía y la narrativa acerca de la escuela nos han
legado un sinfín de testimonios sobre este tema. No hay
que insistir mucho en el reconocimiento del castigo como
dispositivo de gobierno de las emociones. El castigo corregía
conductas y al tiempo propiciaba sentimientos de repudio de
estas prácticas. Su recuerdo revela la huella que tales acciones
han dejado en la mente y en la afectividad de los sujetos del
pasado. El odio y la aversión a la escuela tienen mucho que ver
con el uso abusivo de estos dispositivos de castigo.
Las escenas que mostramos para ilustrar estas prácticas están
muy distanciadas en el tiempo. Una pertenece a una escuela
holandesa del siglo XVII, en la que el maestro amenaza con la
palmeta al alumno, que pone su mano para recibir el castigo,
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Climas y dispositivos emocionales en la escuela
m) Recompensa.
Premio, recompensa, gratificación. Estos son, en el mejor
de los supuestos, los dispositivos de que se servirá la educación
institucional para alentar emociones positivas y trascender los
sufrimientos de la aborrecida escuela. Prodigados con menor
frecuencia que los castigos, los premios motivan y despiertan
gratitud y nobles sentimientos en quienes los reciben, al tiempo
que contribuyen a equilibrar en términos positivos los rigores
de la vigilancia, la urbanidad y el castigo.
Recapitulemos. La escuela encauza las emociones con dispositivos
de ergonomía, higiene y pudor, promoviendo con ello cuerpos
dóciles y, si es posible, útiles. También vigila, tutela, seduce y mitifica
estos cuerpos, y hasta tolera en ocasiones el humor como mecanismo
disipativo de la rigurosa termodinámica del sistema. Mediante estos
dispositivos, más estratégicos, la educación se apodera del alma de la
infancia según un plan bien concebido, en el que no faltan la prédica
y la pastoral, a veces disfrazada de tecnología. Luego, la escuela y la
comunidad regulan la sociabilidad con juegos, normas de urbanidad
y rituales fuertemente codificados. Y, finalmente, si es necesario,
la institución educativa castiga o premia a los sujetos para lograr
adhesiones y legitimar el gobierno del mundo emocional en el que
se ve inmersa la infancia a lo largo de un prolongado proceso de
insolación y sociabilidad escolar.
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Climas y dispositivos emocionales en la escuela
CASTIGOS CORPORALES
Dos escenas que ejemplifican algunos de los castigos
corporales practicados en la escuela tradicional. Estas
acciones punitivas eran practicas disciplinarias de efectos
emocionales, de larga duración en el tiempo, como bien ha
registrado nuestra memoria.
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PREMIOS
Dos registros materiales de las gratificaciones que ofrece la
convivencia en la escuela.
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