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La vida social


El pensamiento ilustrado liberal (S.XVIII) se inventó una supuesta vida
individual que era previa a la sociedad. El hombre vivía aislado en un
supuesto estado natural, pero pronto se dieron cuenta de que era más útil
vivir en sociedad, cediendo sus derechos para obtener más seguridad y
bienestar. Pero el hombre no es un ser aislado que se junta con otros
porque la vida le es más fácil o porque no le queda más remedio.

Para el liberal la sociedad no es algo que viene con el hombre, sino que es
una construcción del hombre, un invento del hombre, una ficción posterior al
hombre, y normalmente no tiene sino un carácter de pérdida: en el estado
de naturaleza éramos felices y la sociedad pervierte al hombre, aunque
hace su existencia más segura y cómoda. Es el mito del buen salvaje.

En esta comprensión de la sociedad, la político y lo social son meros
instrumentos para hacer útil la vida del ciudadano. Y desde luego, tienen
que invadir lo mínimo posible la esfera de autonomía del individuo. Todo lo
que viene de los demás es visto con sospecha, como coacción.

Por tanto, la vida social y política queda en una situación muy precaria: no
hay confianza entre los ciudadanos, todos sospechan de todos, todos
piensan que el otro se va a aprovechar de uno y así es complicado poder
crean una sociedad sana que salga adelante, conjuntamente. Spaemann.
Sartre: el otro es el infierno, me coarta mi libertad.
La vida social

Frente a esta visión negativa de lo social, existe la visión clásica de la vida
social y política que arranca ya desde los antiguos griegos.

Somos constitutivamente relación desde que nacemos: nacemos fruto de
una relación y sin los cuidados de los demás no llegaríamos a ,
necesitamos al otro para ser nosotros mismos, es decir, no hay un yo sin un
tú, ser es ser con otros: el ser del hombre es coexistir.

Somos constitutivamente apertura, pertenece a su esencia vivir en
sociedad. Por eso es completamente irrealizable una vida humana fuera de
la sociedad, por eso el destierro es uno de los peores castigos.

Ya Aristóteles observó que “es evidente que la comunidad social es una de
las cosas naturales y el hombre es por naturaleza un animal político”
(Política, 1253a 2)

El hombre no se perfecciona sino es en sociedad. No podríamos ganar en
virtud -ser justos o generosos- sin los demás. Aristóteles: “El que no puede
vivir en comunidad, o no necesita nada por su propia autosuficiencia, no es
miembro de la ciudad, sino una bestia o un dios”. (Política, 1253 a 27).

Por tanto, la vida social es algo que no es posterior al hombre, sino que
nace con él y que el hombre necesita para llegar a ser realmente bueno.
La vida social

Si existe una tendencia natural (por naturaleza) incoada en el hombre hacia
la sociabilidad, si es uno de los fines del hombre, la sociedad y la política
son algo constitutivamente bueno, algo que enaltece al hombre, lo eleva, lo
hace mejor.

Aristóteles: “El fin de la ciudad es la vida buena” y no sólo una convivencia
digna o el simple vivir.

El vivir bien implica la convivencia excelsa con otros, implica la amistad, que
es la forma más elevada de relación social para la consecución de la
felicidad.

En consecuencia, el fin de la sociedad y las instituciones es el de ayudar a
todos los hombres a ser buenos, a una vida plena, a una vida virtuosa, a
una vida feliz.

De aquí se deriva que la vida política tenga mucho que ver con la ética, ya
que si, por ejemplo, la autoconservación a que tendemos naturalmente tiene
como fin principal el bien individual (bien monástico), la vida social y política
tiene que ver con el bien de todos, el bien común.

La culminación de la ética es la poltica (bien político): el bien que
directamente se hace a todos, no a uno sólo.
Elementos de la vida social

a) La acción libre humana: las sociedades surgen de los intercambios, de
las relaciones que los hombres establecen entre ellos.

b) El lenguaje: sin él no existiría sociedad, no podríamos manifestar nada,
ni compartir el conocimiento, ni planificar nada, ni ponernos de acuerdo con
los demás, ni expresar sentimientos o proyectos. En suma, todo lo que hay
en mi pensamiento y en mi intimidad. El lenguaje sirve para dos funciones:
manifestarse y comunicarse. Y sin ellas no hay sociedad

Aristóteles lo vio de forma clara en un pasaje majestuoso de su política: “La
razón por la cual el hombre es un animal político, más que cualquier abeja y
que cualquier animal gregario, es evidente: la naturaleza, como decimos, no
hace nada en vano, y el hombre es el único animal que tiene palabra. Pues
la voz es signo del dolor y del placer, y por eso la poseen también los
animales, porque su naturaleza llega hasta tener sensación de dolor y de
placer e indicársela unos a otros. Pero la palabra es para mostrar lo
conveniente y lo perjudicial, así como lo justo y lo injusto. Y esto es lo propio
del hombre frente a los demás animales: poseer el sólo, el sentido del bien
y del mal, de lo justo y de lo injusto, y de los demás bienes, y la
participación comunitaria de estas cosas es lo que constituye la casa y la
ciudad” (Política 1253a 7-18).
La vida social

No es posible tampoco sociedad sin el intercambio de bienes necesarios.
Estos bienes tienen que ser comparados entre sí en un criterio que los mida
a todos. Y este medio es el dinero. Con el dinero, el hombre iguala el valor
de los bienes y regula su intercambio

La organización de la acción común también lleva consigo como elementos
necesarios, la división del trabajo y la constitución de la autoridad.
La autoridad política

La organización de la convivencia para la consecución del bien común está
al cargo de la autoridad. La más excelsa autoridad es la política, pero no es
la única.

La autoridad ordena según lo que considera bueno para la vida de la polis,
para la vida política, para la sociedad a la que tiene a cargo. Para ello,
promulga leyes, que señalan al ciudadano lo que es bueno que haga, por
eso se le permite hacer.

No existe, por tanto, ningún Estado que sea neutral (pese a que la
democracia liberal insista en ello): todos señalan, equivocadamente o no, lo
que consideraban bueno para sus ciudadanos.

El fin de la autoridad es guiar a sus ciudadanos para alcanzar el bien común
y si dice otra cosa está en una clara equivocación: toda autoridad indica a
sus ciudadanos lo bueno a realizar para ser mejores ciudadanos.

Por su parte los ciudadanos obedecen a la autoridad, algo que no es una
imposición, como entiende el liberalismo. El ciudadano y la autoridad se
necesitan mutuamente para conseguir una sociedad mejor, una sociedad
más perfecta, más humana, más adecuada. El ciudadano recibe las leyes y
las hace suyas, las pone en práctica racionalmente para el bien común,
para toda la sociedad.
La autoridad política

Los fines de las leyes no son los del gobernante, son los de todos y las
razones de las leyes son las de todos.

La vida social y política no es de imposición por la fuerza, sino de diálogo y
persuasión racional y es de doble dirección, si no, es despótica. Pero de
suyo no es despótica, aunque a menudo lo sea.

De lo anterior se concluye que una sociedad no puede mejorar si las
personas no son tratadas como tales en un proyecto común, en las que la
autoridad y los ciudadanos remen todos en la misma dirección. Si no se
debilita la cohesión social y se impone la razón de la fuerza como cohesión
social, se sustituye el diálogo por la confrontación, y la persuasión por el
engaño o la retórica vacía. No hay persuasión, sino imposición de una
voluntad sobre otra: se basa la vida política liberal en el dominio de unos
sobre otros, en el sometimiento, en la coacción.

Esta forma de autoridad mal entendida toma todas las decisiones por sí,
paralizando la libertad de los súbditos, haciendo que no puedan hacer suyo
el proyecto del bien común.

Sociedad libre es la regida por una autoridad política que tenga en cuenta al
ciudadano y le haga co-partícipe de su proyecto.
La autoridad política

La libertad no es absoluta y el fin último de la vida política no es garantizar
la libertad individual de los ciudadanos, pero es necesaria para una polis
adecuada. Es decir, la libertad es necesaria, aunque no sea lo primero ni lo
único a tener en cuenta en el bien común.

Sólo pueblos libres son capaces de progreso material y espiritual. Cuando
no hay libertad, la vida social se paraliza, decae la búsqueda de la verdad,
desaparece la iniciativa y la responsabilidad. Para que esto no se dé, es
preciso que la autoridad no sea despótica, sino política que respete el ser
propio de las personas y tenga una actitud benevolente hacia ellas.
Aristóteles, Política 1277a 35-1277b 7.

En principio es más difícil el gobierno despótico que el político, pues este
último exige el diálogo, la argumentación razonada en la toma de decisiones
en torno al bien común, una apertura a rectificar la postura propia. Aceptar
el diálogo implica ser humilde, reconocer que uno es limitado, que no lo
sabe todo, que se equivoca, que el otro también tiene dones y virtudes, que
es otro yo, otro ciudadano. Pero también es difícil porque, aunque exista un
buen gobernante, también existen los vagos, los que no se enteran, los que
no quieren enterarse, los que gustan de hacer el mal, o sacar un beneficio.
Es difícil confiar en las personas, pero es un riesgo que merece la pena.
Las instituciones

Toda institución es una comunidad, con su vida política y su racionalidad
común. Hay instituciones muy organizadas y complejas, pero si no hay
comunidad, un verdadero tener algo en común, no hay institución.

Hay comunidad cuando el que manda y el que obedece comparten las
razones, los fines y las motivaciones de la tarea común. Tiene que haber
amor de benevolencia: un rostro sonriente no puede ser impuesto por
reglamento, pero puede transformar una institución en una verdadera
comunidad. Si no se convierte en algo frío, sin alma, impersonal,
cosificador.

Nada más contrario al espíritu de la comunidad que la muchedumbre
solitaria que habita en nuestra sociedad de la información. Quienes están
en un espectáculo, quienes cogen el transporte público, quienes ven la
televisión hacen cosas iguales, pero no tienen nada de comunitario.

Tan importante es el papel de las comunidades en la vida de las personas
que toda comunidad se reserva unos días para la manifestación comunitaria
de la grandeza de vivir juntos: celebran la fiesta.

La integración en la comunidad significa incorporarse a su tarea común y
participar de sus bienes. En una universidad se transmiten y comparten
unos bienes, como es el conocimiento. En una empresa, los beneficios, etc.
La vida social

Las relaciones entre los miembros de las diferentes comunidades pueden
son tan ricas que pronto pueden fructificar en amistad social primero y en
amistad personal más tarde.

Las comunidades son el modo más humano de vivir, donde reside la
amistad y el amor. La vida en comunidades (sociales y políticas) nos llevan
hacia nuestro fin de la vida buena, de la perfección, a la excelencia, a la
felicidad.

Existe otro error aparte del individualismo liberal, que no es otro sino el
colectivismo. Ninguno de ellos entiende que es la persona y la sociedad. Si
el liberalismo afirma al individuo frente a la sociedad, el colectivismo
despersonaliza y convierte a la persona en una cosa al servicio de la
comunidad. Si para el liberalismo el enemigo es la comunidad, para el
colectivismo el peligro es la persona. El colectivismo (el comunismo es un
ejemplo) convierte al Estado en Dios, en un Absoluto y a los ciudadanos en
meras piezas para el bien del Estado.

Bubber: “El hecho fundamental de la existencia humana no es ni la
colectividad en cuanto tal ni la colectividad en cuanto tal. El individuo no es
sino en la medida que entra en relación viva con otros ciudadanos”.
Tipos de instituciones (comunidades)

La familia constituye el hogar, verdadero centro de la existencia humana, de
creación de la propia biografía. Es la institución humana más básica, ya que
el hombre no se da la existencia a sí mismo: nace como hijo y conforma una
vida con “los suyos”.

La empresa es la institución económica por excelencia, para proveer en el
mercado de los bienes materiales necesarios para la vida humana.
Mediante el trabajo y la técnica el hombre transforma el mundo, lo habita
para sí y hace posible la existencia humana.

Las instituciones principalmente políticas. La autoridad debe instaurar un
sistema comunitario que apunte a la justicia y el bien común. De hay que se
creen instituciones como el poder legislativo (generan las regulaciones), el
poder administrativo (las aplican) y el poder judicial (velan por su
cumplimiento). El poder ejecutivo debe velar porque esas instituciones
cumplan sus finalidades. La maquinaria política es hoy tan grande que
cuesta ver la relación con la vida buena y la comunidad.

Las instituciones educativas capacitan al hombre para su desarrollo
profesional y humano en el entorno social.

Las instituciones asistenciales velan por los más desvalidos de la sociedad.
La vida social

En el liberalismo no existe la noción de comunidad y por eso la vida de la
polis en general es un auténtico desastre. Enfocada al éxito económico
individual, la institución empresarial se vuelve como la lucha de las bestias
en la selva generando brutales diferencias sociales, la institución asistencial
se debilita (salvo si se ve como negocio), la institución educativa sólo
buscará lo útil, y la familia será arrinconada.

El liberalismo político se consolida en el S. XVIII, pero tiene ya un claro
antecedente en Thomas Hobbes en su obra cumple, el Leviathan, que se
puede caracterizar en dos ideas:
a) La libertad de la persona termina donde empieza la de los demás.
b) El hombre es egoísta en sociedad y busca su propio interés. Pero
buscando el propio interés nos damos cuenta que es mejor vivir juntos,
aunque para ello el Estado tiene que recortar un poco de la libertad
individual (pero siempre hay que estar vigilando al Estado, que a su vez
tiene que estar vigilando el egoísmo de los ciudadanos).

Habría dos esferas en sociedad. El individualismo separa lo público y lo
privado.
La vida social

Para el liberalismo, nuestra verdadera vida es la individual (el hogar, las
aficiones, la familia, el fin de semana). La vida pública se entiende como
instrumento: en la medida que satisface mis intereses individuales. Lo
público es el mal menor que me protege de los demás como enemigos y
protege mis intereses.

El liberalismo no hay pues nada común más allá de las obligaciones que el
estado impone para proteger los intereses individuales.
Relaciones interpersonales

La persona es un ser que se relaciona con otros. El hombre es apertura por
naturaleza, somos sociales por naturaleza. Para expresar nuestra
sociabilidad creamos ámbitos para desarrollar esa capacidad: Son el ámbito
de lo común, del amor y de la amistad. Necesitamos compartir con otros, y
de ahí nacen los mundos humanos de la sexualidad, la familia, el derecho,
la sociedad, la fiesta, etc.
El ámbito de lo común:

Los hombres comparten bienes. Existen dos tipos de bienes compartidos:

Los que no disminuyen cuando se comparten, cuya índole no es material
(por ejemplo las ideas y conocimientos), o incluso aumentan (se ve muy
fácil en bienes como el amor o la alegría). Son los bienes más altos para
todas las personas, y no son meros bienes individuales, sino comunes.

Los bienes materiales que disminuyen cuando se reparten, por ejemplo, una
tarta: no pueden ser compartidos, sino repartidos. Tienen un mero valor de
utilidad, por lo que no son fines en sí mismos: sin por una tarta o por dinero
pierdo a mis amigos, ¿qué sentido tiene? Una polis que sólo reparte bienes
materiales, ¿qué sentido tiene si no sirve para hacer buenos ciudadanos?
Relaciones interpersonales

La vida social es el ámbito de lo común. Algo falla si nos quedamos en el
ámbito del bien particular y no saltamos al ámbito de lo común, del bien
común, el bien que puede ser compartido.

Dentro de lo común, lo que más elevado resulta dentro del compartir en
común es el amor. El que ama no sólo comparte un pequeño aspecto, sino
que, y sobre todo en el amor entre los esposos lleva a compatirlo todo, a
fundirse dos existencias en una, a llevar una vida en común, una vida en
que todo lo del amado es del amante, en la que se da una comunión total.

Hay distintos tipos de amor, pero el amor es más perfecto cuanto más se
comparte, y cuanto más alto es lo amado. Pero amar es afirmar, ¡Es bueno
que tú existas!.

Es lo que se llama amor de benevolencia (bene=bien, volere=querer: nótese
que volere que es querer en latín y voluntad tienen la misma raíz: el querer
es el objeto de la voluntad y por eso, salvo en español, en el resto de
idiomas latinos, querer se dice volere).

La benevolencia quiere a la otra persona sólo por ser, independientemente
de lo que me aporte, solo por ser él. Se llama también amor-dádiva (regalo)
y es un amor alegre, sin cálculos.
Relaciones interpersonales

También existe el amor a la propia plenitud, un quererse a sí mismo. Se le
llama amor de necesidad, porque el objeto del quererse ya no es el otro,
sino uno mismo. Uno no puede querer a los demás si no se quiere a sí.
Pero hay que trascender el amor de necesidad para llegar al otro.

El amor no es un sentimiento (el sentimiento es algo que nos pasa), es un
acto de la voluntad, el querer más profundo, la plenitud del querer. Y la
voluntad es racional. Cierto es que el querer suele ir acompañado de un
sentimiento, pero uno quiere a una persona cuando también se sacrifica por
otra persona, a veces sin el acompañamiento del sentimiento.

El amor no sólo tiene afectos, sino que tiene efectos: se manifiesta en actos
(obras son amores y no buenas razones) Y para realizar actos es necesario
la voluntad, no sólo el sentimiento. Tampoco hay que demonizar el
sentimiento: si acompaña estupendo, pero no podemos guiar nuestras vidas
por el sentimiento, que es como una veleta al viento, que gira para un lado u
otro según sople.

Uno de los efectos del amor es el placer espiritual: gozo o deleite por haber
amado. Siempre que se ama de verdad hay placer. Y el placer es atractivo,
por eso muchos lo buscan desordenadamente como fin (el placer por el
placer) y no como resultado.
Relaciones interpersonales

Existen otros tipos de amores menos plenos pero igualmente necesarios
para el hombre: el amor familiar (padres, hijos, hermanos...) o el amor de
amistad. Son amores más imperfectos, porque la relación entre personas
que exige el amor ya no es exclusiva ni creativa.

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