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De la Obra de Sarmiento en la Educación

Sarmiento y Educación parecerían sinónimos en la Argentina. No es infrecuente,


que inclusive en este mismo foro se ensalce la acción sarmientina, en especial en
vísperas del 11 de septiembre. Todos los que deambulamos por escuelas
argentinas crecimos con la imagen del abnegado y adusto prócer. Apóstol de la
educación y “padre del aula” como se le llamó.

Pero la obra sarmientina más recordada es, sin duda, la labor educativa. Esta fue
llevada adelante por su ministro de Justicia e Instrucción Pública, Nicolás
Avellaneda. La admiración de Sarmiento por USA, lo llevó a “importar” pedagogos
y profesores de ese origen.
Sarmiento mostró siempre una gran admiración por la idiosincrasia yanqui.
Compartía con José Lastarría y Andrés Bello, la concepción de que la población
indígena y mestiza “era culturalmente irrecuperable” (como señala la actual
Directora Gral. de Cultura y Educación de Bs. As. Adriana Puiggrós en su libro
“Qué pasó en la Educación Argentina: Desde la Conquista hasta el Menemismo”;
Colección Triángulos Pedagógicos, Ed. Kapelusz; 1ª Edición, Bs. As., 1997), y
llegó a lamentarse que la conquista no hubiera exterminado a los aborígenes.
Rechazó también las raíces y cultura hispánica y adjudicó el atraso de los pueblos
latinoamericanos a la combinación entre la sangre y cultura españolas y la
indígena. En 1847, Sarmiento viaja a USA enviado por el presidente Montt de
Chile, y queda admirado de la forma en que se articulaba la educación y de que la
comunidad fuera sujeto activo del sistema. Pero su exacerbado rechazo a “lo
hispánico” y estrechez de visión, hicieron que aprobara “lo anglosajón” por el solo
hecho de serlo. Conoció y admiró a Horace Mann y Nathaniel Hawthorne, estos lo
acercaron al círculo de intelectuales de la Universidad de Harvard y la de
Massachussets, a raíz de esto propendió a la educación laica y estimuló la
enseñanza secundaria. Es por ello que en 1870, fundó la Escuela Normal de
Paraná, destinada a la formación docente, la cual fue provista con profesores y
maestras norteamericanas. Procuró crear un sistema de educación básica y
escuelas de artes y oficios; quiso una educación racional y científica.
Todo esto se sintetizó en la máxima “educar al soberano”, entendido este último
como el pueblo. Aunque, al igual que Alberdi, se idealizó un “sujeto pedagógico”
irreal, tomado del modelo yanqui, y que poco tenía que ver con el argentino de
carne y hueso. Concibió un “sujeto pedagógico”, que era una proyección de la
cultura francesa, de la laboriosidad inglesa y de la eficiencia norteamericana; borró
al sujeto real, e hizo una abstracción irreal de su propuesta educativa, la cual
debía haber sido democrática y vinculada con la realidad nacional. De aquí,
que Sarmiento aspiraba a reemplazar, literalmente, a la población criolla, por
población proveniente del mundo sajón. Así se fomentó la inmigración, en especial
la germánica y sajona; pero los inmigrantes no fueron los nórdicos cultos y
laboriosos que Sarmiento imaginó, sino que fueron, literalmente, lo que en un
lenguaje actual podríamos llamar, “villeros europeos”. Pero a diferencia de Alberdi,
que proponía la importación de capitales y población como prerrequisito para un
sistema educativo eficaz, Sarmiento, propuso una educación general, tanto
utilitaria como moral y cívica, para la población educable preexistente. Asimismo, a
diferencia de la Generación del 37’ (al respecto recomiendo consultar “El Dogma
Socialista de la Asociación de Mayo” de Esteban Echeverría), que proponía
posponer la educación temporalmente, Sarmiento, los dividió en educables y no
educables, de modo definitivo.

Tomando como ejemplo la labor de Horace Mann y sus publicaciones del United
States Board of Education, quiso personas capacitadas para el mundo laboral y al
mismo tiempo poseedoras de una formación general, al tiempo que expandió la
órbita educativa, no solo a “lo estatal”, sino a lo que hoy llamaríamos ONG, como
las sociedades de beneficencia, bibliotecas públicas y centros comunitarios. Se
negó a que la enseñanza secundaria fuera un simple proveedor de las
necesidades inmediatas de las empresas, comprendió que el progreso capitalista
exigía un proyecto educativo a largo plazo. Sarmiento quiso implementar esto en
la Argentina. Promovió un sistema educativo más democrático, al tiempo que dejó
afuera a los sectores populares y criollos. Pero como dijimos, el sujeto pedagógico
sarmientino jamás existió, por tanto el sistema educativo por él diseñado, nunca
tuvo los resultados esperados. Su concepción fue anterior al positivismo
pedagógico, y al funcionalismo francés, puede considerarse antecesora de esas
corrientes. Toda la concepción de “educar al soberano”, se ve reforzada por esa
promoción que se hizo de la inmigración europea y de las campañas al desierto,
destinadas a eliminar los restos de población aborigen y la Guerra contra el
Paraguay, en la cual se eliminaron gran cantidad de los negros descendientes de
los antiguos esclavos de la época virreinal. Por lo tanto, Sarmiento, desarrollo un
programa educativo, democrático, participativo, interdisciplinario, integral y
multirreferencial; destinado a un pueblo inexistente, dejando de lado e ignorando
al “argentino real”.
Tras la fundación de la Normal Nacional de Paraná, siguió, en 1871, la Normal
Nacional de Tucumán y muchas otras, bajo la misma estructura anglófila de la de
Paraná. Se fundó la Academia de Ciencias (Córdoba). En 1870, se fundó el
Colegio Militar de la Nación, y en 1872 la Escuela Naval, las cuales tomaron como
modelo, al ejército y marina prusiana y austriaca. Para solventar sus reformas y
extensión de la escolaridad a toda la población, hizo aprobar la Ley de Subsidios,
con la cual financió a las provincias para la instalación y sostenimiento de las
escuelas primarias. Sarmiento, en el fondo, continuó la obra de algunos caudillos
progresistas como Ramírez, López y Artigas, los cuales habían creado ya en su
época las “Juntas Protectoras” de la educación, pero Sarmiento ignoró esto y/o
desmereció la obra de los “bárbaros”, como expone en su “Educación Popular”,
escrito durante su exilio en Chile, en la época de Rosas. Sarmiento, en su
imaginario, opuesto al de Rosas y los caudillos del interior, desmereció “lo
argentino “ por el solo hecho de serlo. Pretendió convertir al país en un segundo
USA, y chocó con una realidad muy diferente a la necesaria para que su proyecto
fructifique. A algunos, nos resulta incomprensible decir “honor y gratitud al
gran Sarmiento, ¡Gloria y Loor!, para el grande...”, cuando en retrospectiva, vemos
la opinión que el 4º presidente (desde la Constitución de 1853), tenía del país y su
gente. Vemos con tristeza, como la historia, manipulada por tantos años, se
convierte en el género literario de vencedores y poderosos...

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