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¿LA CONCIENCIA DE LA MUERTE COMO MÉTODO PARA VALORAR LA

VIDA?

PRESENTADO POR:

ANGELA VALENTINA DORADO GIRONZA

PRESENTADO A:

MEIRA GONZÁLEZ

INSTITUCIÓN EDUCATIVA SAN AGUSTÍN

CASTELLANO

ONCE A

2018
¿LA CONCIENCIA DE LA MUERTE COMO MÉTODO PARA VALORAR LA

VIDA?

"Veronika decide morir"

Paulo Coelho a través de su obra Veronika decide morir, trae al lector una visión

más optimista de la vida, invita a apropiarse del concepto de locura como antídoto

efectivo contra la amargura, aquel deleznable sentimiento que puede consumir

toda nuestra existencia si no sabemos vivir.

Cada uno de nosotros ha llegado a la vida no para construir una historia perfecta o

alejada del dolor, creo que, por el contrario, sin poseer emociones o situaciones

adversas a lo que queremos no podríamos de ninguna manera valorar aquellas

melifluas sensaciones que nos ofrece la vida.

De hecho, el destino de la vida se nos es dado como un arma de doble filo que

cada quién decide por qué lado usar, suena algo confuso, pero puede ser

explicado más concretamente a través de las palabras del propio Coelho, quién

afirma que “hay ciertos combates en la vida que sólo tienen dos resultados

posibles: o nos destruyen o nos hacen más fuertes”1. Y ciertamente así es, como

ya lo dije, para valorar la felicidad necesitamos de la tristeza producida por

situaciones adversas, que, a su vez, se nos es puesta para que la usemos, ya sea

como método de tortura medieval o como método de aprendizaje y fortalecimiento

1
Coelho, Paulo
Veronika decide morir.- 1𝑎 ed.- Buenos Aires: Planeta, 2006. Página 11.
entre los dos resultados posibles. Del mismo modo, para entender el

inconmensurable valor de la vida se requiere del concepto inherente a ella: la

muerte.

Aunque, con lo dicho en las anteriores líneas no pretendo que se me

malinterprete, pues, ¿creen que es necesario sentir la muerte “respirándonos al

hombro” para que sólo ahí, a punto de caer logremos comprender el sentido de la

vida? Por mi parte, con férrea seguridad no lo creo.

Y cuando hablo de muerte no me refiero únicamente a la física. Sábato en su obra

Antes del Fin, citó a Pessoa quién con una actitud pesimista decía: “seré siempre

el que esperó a que le abrieran la puerta, junto a un muro sin puerta”2. Sin

embargo, no estoy de acuerdo con esta posición, para mí, cobarde, pues, no

debemos sentenciarnos a un futuro eternamente sin salida. Quienes deben ir en

búsqueda de nuevas puertas, salidas, oportunidades no es nadie más que

nosotros mismos, pero esta búsqueda debe ser a tiempo. Son las acciones las

que definen nuestro futuro y no podemos esperar a que nuestra vida se encuentre

al filo de la desgracia para tratar de arreglarla.

2
Pessoa, Fernando (Álvaro Campos)
Tabaquería y Otros Poemas con Fecha. Hiperion, 1999.

Ernesto Sábato
Antes del fin.- 4𝑡𝑎 ed.- Buenos Aires: Planeta, 2006. Página 14.
Coelho menciona que el universo siempre va a conspirar a favor de aquellos que

luchan por lo que quieren3. Pero créanme cuando digo que son aquellos que

realmente luchan, aquellos que no intentan complacer a otros, que se entregan en

todo el sentido de la palabra a eso que los hace completos en la vida, que son

diferentes, que son indudablemente locos.

Mas, ¿qué define a la locura?, al dirigirme al diccionario (Larousse) encontré una

definición bastante interesante, por un lado, está el clásico concepto que la

describe como un estado de “demencia” y por el otro uno que dice textualmente

“amor exagerado”, agradezco que conserven por un rato más este concepto.

El libro nos da una visión mucho más optimista y tolerante del asunto. Locura:

“incapacidad de comunicar tus ideas”, por lo que loco es aquel que “vive en un

mundo propio” una persona “diferente a los demás”4. ¿Y eso está mal?,

¿merecemos un juicio por ser diferentes? Es aquí donde vamos a encontrar una

respuesta que nos permite entender en que caótico problema se encuentra la

existencia de gran parte de los habitantes de la tierra.

Retomemos aquel concepto que define a la locura como “amor exagerado”, ¿no

han escuchado aquel dicho que dice que debemos amar con locura?,¿o la célebre

frase de San Agustín: “la medida del amor es amar sin medida” 5?, si es así, ¿no

creen que es incluso positivo el hecho de ser tildado como loco?, ¿y que en este

3
Coelho, Paulo
Veronika decide morir.- 1𝑎 ed.- Buenos Aires: Planeta, 2006. Página 14.

4
Ídem (página 81).
5
San Agustín. Ciudad de Dios.- Siglo IV.
orden de ideas seriamos nosotros quienes deberían ser condenados por señalar a

todos a aquellos que son diferentes a nosotros”? Está bien, quizá estoy siendo

algo exagerada al basar mis ideas en simples dichos populares, pero, mienten si

dicen que jamás han tildado como loco a nadie por hacer algo totalmente diferente

a lo acorde con la cotidianidad: tirarse de un paracaídas, desde un punto más

superficial ponerse unas botas que no van en juego con las actuales tendencias,

escuchar música algo pesada, que muchas veces es llamada “satánica” cuando ni

siquiera se han detenido a analizar la letra; utilizar abrigo en verano, usar escote

en invierno, ponerse gafas en la noche, tener una pareja del mismo sexo, tener

diversas parejas amorosas, querer engordar, hacerse múltiples cirugías plásticas,

tener metas bastante “ambiciosas”, entre otras cosas que quizá por dentro

deseamos ciegamente hacer y de las que final nos cohibimos debido al eterno

miedo que produce equivocarse, no hacer lo que los otros esperan.6

Es ese miedo a rebasar los límites es el que nos ata, y es la dosis de locura el

antídoto que nos escuda de la vergüenza a actuar de forma singular, viendo la

vida de forma diferente, sin miedo a la opinión de las personas, siendo genuino,

siendo completamente transparentes. Bien dice Charly García, “La mediocridad

para algunos es normal, la locura es poder ver más allá”.

Y es que, aunque todo el mundo tenga derecho a morir y vivir como quiera, los

códigos que rigen la sociedad, esa serie de reglas que no se sabe quién inventó

6
Coelho, Paulo
Veronika decide morir.- 1𝑎 ed.- Buenos Aires: Planeta, 2006. Página 85.
reprimen el accionar de las personas y hacen que cada día sea un mismo ciclo

repetitivo que no termina por dejar un sabor dulce.

Así como Veronika, justificamos los problemas que nos acaecen en la “crueldad

del mundo”, en la típica frase de que el mundo va mal cuando no hacemos nada

por arreglarlo, no nos inundan la mente proyectos innovadores, lideres, que

permitan avanzar, siempre vemos lo mismo, creemos que todo está hecho y no

queda nada en lo que podamos ayudar. Escucho decir a algunos mayores que

están agotados de hacer una serie de amargos trabajos, excusando su situación

en el hecho de que hay una familia que mantener, cuando fueron ellos mismos

quienes trazaron el destino en el que viven y en el que valen más unos cuántos

pesos que la felicidad o gozar de sentido en la vida. Hemos dejado que nos

gobiernen los prejuicios, aquellas “verdades” que todos debemos seguir porque es

lo que “está bien”, porque es “lo cuerdo”.

¿Cuerdo es pensar que el mejor esquema de la belleza es ser delgado y rubio, y

que se debe marginar a todo aquél que lo rompe?, ¿cuerdo es levantarse todos

los días durante 60 años a hacer lo mismo para conseguir un bien económico y

esperar a “descansar” cuando la juventud ya se ha ido y no disfrutamos lo que la

vida nos tenía preparado para ese tiempo, sino que esperamos a disfrutar la vida

de nuestros hijos, nietos y no la nuestra propiamente?,¿ahorrar y ahorrar bienes

banales, dejando a un lado “gustos” que podríamos disfrutar y que nos harían

mucho más felices que tener una cuenta en el banco?, creo que no, y en este

caso prefiero estar loca. Prefiero amar exageradamente lo que hago, lo que digo,
lo que uso, sin necesitar la aprobación del otro, prefiero estar donde quiera y con

quien quiera, claro, mientras no pase por encima del otro, que por cierto es otro

tema a tratar. No pretendo que piensen que soy una persona completamente

inmoral, amante del libertinaje; simplemente creo que a veces no está mal romper

esquemas absurdos para ser felices, es sencillo: mientras no vaya en contra de la

integridad del otro puedo hacer y puedo vivir mi vida como quiera. Basta “con

mantener (…) la locura controlada llorar, preocuparse, irritarse como ser humano

normal”7, perdiendo el miedo a ser diferentes.

Si perdemos el miedo a ser diferentes nos liberamos, nuestra mente dejará de

preocuparse por criticar lo “desconocido”, y tratar de parecer “normal” al hablar

despectivamente de una persona que es aún más atrevida que nosotros, que no

necesita de máscaras, que es quién es sin intentar agradarle a otros y

empezaremos a vivir, en todo el sentido de la palabra y con todo lo que esto

conlleva. El problema no es de la vida y su catastrófica degradación progresiva, ni

tampoco es de los demás, el problema es nuestro, de cada quién, por no atreverse

a tomar camino diferentes, por preocuparse por que hace el otro con su vida, por

querer reparar todo y preocuparnos más por lo que piensen cuando avancemos

dos pasos, que por cómo nos sentimos nosotros al hacerlo; por querer vivir todos

los días conservando una rutina y bienes materiales, en lugar de invertir nuestro

tiempo y demás en descubrir nuevas emociones buenas o malas que esconde la

vida, el problema está en el que ya no nos asombramos por nada, porque todo lo

7
Ídem (página 72).
vemos común y no lo valoramos, el problema está en no ver más allá de la nariz,

en no fijar nuestros ojos en la infinidad del universo. Y con sinceridad les digo que

a ese paso: “todos decidiremos morir”.

No debemos esperar a que nuestra vida tenga que ser sometida a la llamada

conciencia de la muerte para salvar nuestras vidas de la amargura, que el ver

venir la inevitabilidad de ésta incremente nuestras ganas de vivir8, por el contrario

debemos hacer nuestro mayor esfuerzo por disfrutar nuestros días con todas las

capacidades físicas y emocionales que se nos han sido dadas, sacar la máxima

expresión de la felicidad que sólo nos puede dar la locura, la cual ahora defino

como la facultad de poder ser diferentes de forma genuina sin brindarle

importancia a lo que los demás ven de nosotros, sino a lo que queremos que

vean; gozar de los momentos de estrés, de enojo y amargura sin permitir que

éstos dominen nuestro camino, sencillamente decidir vivir, y conocer todo lo que

podemos dar, porque: “el riesgo de una aventura vale mil días de bienestar y

confort”.9

8
Ibídem ( página 224)
9
Ibídem ( página 216)

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