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EL EFECTO PIEZOELÉCTRICO

La piezoelectricidad (del griego “piezein”, estrujar o apretar) es un fenómeno que fue


descubierto y puesto de manifiesto por Pierre Curie en 1.883 y que presentan
determinados cristales que, al ser sometidos a compresión, cizallamiento o deformación
por tensiones mecánicas, se produce en ellos una separación de cargas positivas y
negativas de su centro de gravedad y una movilización de electrones y cargas
eléctricas, por lo que adquieren una polarización eléctrica en su masa y una diferencia
de potencial en sus superficies, generándose dipolos elementales en su masa.

Esta propiedad la comparten sistemas altamente organizados gracias a su estructura


reticular: cristales naturales, como el cuarzo, y sintéticos, como cerámicas y polímeros –
éstos sólo tras ser sometidos a una polarización –. Se observa, entre otros, en los
termorreceptores de los peces y se emplea en transductores, micrófonos y ecógrafos.

Este fenómeno se presenta también a la inversa, esto es, los materiales se deforman
bajo la acción de fuerzas internas cuando son sometidos a un campo eléctrico o voltaje
exterior.

Según la ciencia moderna, hay 3 tipos de corriente o conducción: la metálica – que


tiene lugar en alambres metálicos –, la iónica – en membranas celulares – y la semi-
conducción, como es el efecto piezoeléctrico, sólo posible en sustancias con
estructuras moleculares altamente organizadas.

El médico japonés Matsumoto y el profesor inglés Birch sostienen que hay varios tipos
de tejido conectivo con propiedades piezoeléctricas.

El premio nobel Szent-Gyorgyi, médico y fisiólogo húngaro, fue el primero en sugerir


que las estructuras celulares orgánicas están lo suficientemente organizadas para
conducir electricidad mediante la semiconducción a través de cadenas de proteínas,
mucopolisacáridos, ácidos nucleicos y otras macromoléculas, capaces de
transformar estímulos mecánicos en energía eléctrica, de conducirla hasta los
órganos internos y de inducir a su paso una respuesta reparadora. Se generan
corrientes de baja intensidad, con movimiento de cargas microscópicas pero capaces
de viajar largas distancias y de crear a su paso campos de fuerza.

En todas las células hay microtúbulos filamentosos interconectados por


proteínas puente que, junto con otras estructuras filamentosas como la actina y
los centriolos, forman el llamado citoesqueleto, que no es sólo una estructura de
sostén, sino que ejerce como red de comunicación entre la membrana celular y
los elementos nucleares genéticos.
Los microtúbulos representan reuniones orientadas de dipolos que conforman un
gel dinámico cuyas actividades son esenciales para el procesamiento de la
información en la organización celular de las funciones orgánicas: la mitosis, el
movimiento citoplásmico, el crecimiento, la diferenciación, la modulación
sináptica y la liberación de neurotransmisores.

El aparato cardiovascular, el movimiento muscular voluntario, los impactos del medio


externo y la continua actividad celular son capaces de provocar la compresión suficiente
para generar campos eléctricos que se expanden a través del tejido conectivo, creando
señales que alertan a otras células de los movimientos, las tensiones, los efectos
gravitacionales de las posturas y las diversas actividades orgánicas.

Es una transducción que puede asímismo desencadenarse por una manipulación


manual, digital, una aguja o la ex`posición a un campo eléctrico. La corriente inducida
por estimulación de lugares sensibles en la superficie del organismo fluye hacia los
órganos internos a través de canales semiconductores de macromoléculas biológicas.

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