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No cometerás adulterio

“No cometerás adulterio.” (Éxodo 20:14)

¿A cuántos les gustaría que su cónyuge adulterara? ¿Te agrada la idea de que tu esposa
o tu esposo te sea infiel? Si eres una persona casada, creo que no te gustaría que tu
esposa se metiera con otro y viceversa. La infidelidad daña y destruye el matrimonio.
Desafortunadamente vivimos días donde el relativismo moral y el supuesto pensamiento
progresista enseñan que adulterar tiene efectos positivos y que no es tan malo como se
piensa.

Algunos estudiosos de la conducta humana –y evolucionistas– afirman que la


monogamia es una práctica adoptada por imposición social más que una tendencia
natural. En otras palabras, lo que intentan decir es que el hombre es polígamo por
naturaleza (pues nuestros ‘antepasados’ monos así son) y que vivir en una sociedad
monógama es antinatural. Con esto quizás no tratan de desplazar la monogamia, pero sí
buscan descargar la culpabilidad en aquellos que estando casados se meten con otra
persona1.

No tendría caso rebatir la necedad de nuestra generación. El que escribe este artículo
cree en el matrimonio y en la fidelidad. El propósito de este estudio es entender la
importancia del matrimonio y lo perverso que es el adulterio.

La pena capital

Pocos pecados eran castigados con la pena de muerte por las autoridades israelitas. Dios
mismo ordenó a Moisés no dejar con vida al que incurriera en adulterio. El adulterio no
solo se veía como una ofensa a Dios sino como una ofensa a la sociedad. Pocos pecados
eran llevados ante la corte y eran tratados como una afrenta a la sociedad. El adulterio
era uno de ellos. De aquí podemos entender lo desagradable que es el adulterio para
Dios y lo pernicioso o gravemente dañoso que es para la sociedad.

En el libro de Levítico encontramos el siguiente pasaje: “10 Si un hombre cometiere


adulterio con la mujer de su prójimo, el adúltero y la adúltera indefectiblemente serán
muertos.” (Levítico 20:10). Los adúlteros eran llevados a la corte como el que comete
un delito y eran sentenciados con la pena capital sin perdón alguno.

La severidad con la que Dios castiga el pecado nos debería hacer pensar en la gravedad
del mismo. El problema de los que creen que Dios es arbitrario o injusto al ordenar
quitarle la vida a un adúltero es que se miran a sí mismos y no miran el daño que causan
con sus infidelidades. Dios está libre de humanismo pues el fin de toda gloria es él: si
Dios es entonces a él sea la gloria. Sus leyes reflejan su justicia y su santidad.

Además Dios busca el mayor bien para la sociedad. Nada más destructivo para una
familia que un padre o una madre adúltera. Las heridas perduran por generaciones y el
daño casi nunca puede ser reparado.
Mas diréis: ¿Por qué?

El mirar el pecado como cosa liviana no es exclusivo de la gente de nuestros días.


Cuando Dios reprende a su pueblo por la apostasía que vivían uno de los reproches tenía
que ver con la infidelidad matrimonial. Dios fue muy enfático al decir que no recibiría
sacrificio ni ofrenda de los adúlteros.

“13b así que no miraré más a la ofrenda, para aceptarla con gusto de vuestra mano.
14
Mas diréis: ¿Por qué? Porque Jehová ha atestiguado entre ti y la mujer de tu
juventud, contra la cual has sido desleal, siendo ella tu compañera, y la mujer de tu
pacto. 15 ¿No hizo él uno, habiendo en él abundancia de espíritu? ¿Y por qué uno?
Porque buscaba una descendencia para Dios. Guardaos, pues, en vuestro espíritu, y no
seáis desleales para con la mujer de vuestra juventud.” (Malaquías 2:13b-15).

El adúltero es bastante cínico. La sola pregunta ¿Por qué? denota la ceguera que vive.
Son desvergonzados tal cual dice el proverbio: “El proceder de la mujer adúltera es
así: Come, y limpia su boca y dice: No he hecho maldad.” (Proverbios 30:20).

Además el adúltero es un mentiroso. El texto de Malaquías se refiere a la mujer con la


cual contraes nupcias como “la mujer de tu pacto”. Un pacto es un compromiso. Algo a
lo que estabas dispuesto al momento en que te casaste con alguien. En la mayoría de las
sociedades este pacto se hace delante de un juez y muchos testigos. Nadie puede
excusarse diciendo que no sabía lo que hacía. La sociedad misma testifica contra los
adúlteros. De aquí que el adulterio también se constituye como un pecado contra la
sociedad.

El adúltero es falto de entendimiento pues se corrompe sin importarle el perjuicio


propio y el de otros: “32 Mas el que comete adulterio es falto de entendimiento;
corrompe su alma el que tal hace. 33 Heridas y vergüenza hallará, y su afrenta nunca
será borrada. 34 Porque los celos son el furor del hombre, y no perdonará en el día de
la venganza. 35 No aceptará ningún rescate, ni querrá perdonar, aunque multipliques
los dones.” (Proverbios 6:32-35). El adúltero es falto de entendimiento porque no mide
las consecuencias de su pecado. Destruye su alma, destruye su familia, destruye la
familia de un tercero y pone soga a su cuello pues queda a merced de la venganza.

La raíz del problema

Para cometer un adulterio se transita una senda. Nadie adultera de la noche a la mañana.
Jesús tenía bien claro esto y por eso explicó cual era la raíz de los adulterios:

“27 Oísteis que fue dicho: No cometerás adulterio. 28 Pero yo os digo que cualquiera
que mira a una mujer para codiciarla, ya adulteró con ella en su corazón. 29 Por tanto,
si tu ojo derecho te es ocasión de caer, sácalo, y échalo de ti; pues mejor te es que se
pierda uno de tus miembros, y no que todo tu cuerpo sea echado al infierno. 30 Y si tu
mano derecha te es ocasión de caer, córtala, y échala de ti; pues mejor te es que se
pierda uno de tus miembros, y no que todo tu cuerpo sea echado al infierno.” (Mateo
5:27-30).

Tal vez tú seas de las personas que se espanta con el simple hecho de pensar en engañar
a tu cónyuge, pero ¿sientes el mismo espanto y temor cuando miras a un hombre o una
mujer? ¿Te asusta tanto el hecho de adulterar como el codiciar a una persona que no es
tu pareja?

El adulterio es un hecho reprobable, pero así de reprobable –y aún más– es la codicia. Si


eres de las personas que desean a la mujer de su prójimo Dios te mira con el mismo
desprecio con el que mira a los que terminan acostándose con otra mujer que no es su
esposa.

En este asunto de la codicia no solo debemos referirnos a la codicia de tipo sexual. Hay
personas que se enredan sentimentalmente con otras sin llegar a la cama. En otras
palabras, deseas tener en alguien más que no es tu esposo al amigo y compañero que
quisieras. De esta forma también transgredes el séptimo mandamiento.

Las amonestaciones contra codicia permean todo el libro de Proverbios. La fidelidad


matrimonial es perfectamente posible si sacas la codicia de tu corazón.

“25 No codicies su hermosura en tu corazón, ni ella te prenda con sus ojos; 26 Porque a
causa de la mujer ramera el hombre es reducido a un bocado de pan; y la mujer caza la
preciosa alma del varón. 27 ¿Tomará el hombre fuego en su seno sin que sus vestidos
ardan? 28 ¿Andará el hombre sobre brasas sin que sus pies se quemen? 29 Así es el que
se llega a la mujer de su prójimo; no quedará impune ninguno que la tocare.”
(Proverbios 6:25-29).

Hay personas bastantes simples que no guardan sus ojos de ver lo impuro e indecente.
¡Cuánto más dignas de condenar son las personas que desnudan a otras en su mente! Por
esto mismo Jesús dijo que tenías que ser muy radical. “29 Por tanto, si tu ojo derecho te
es ocasión de caer, sácalo, y échalo de ti; pues mejor te es que se pierda uno de tus
miembros, y no que todo tu cuerpo sea echado al infierno. 30 Y si tu mano derecha te es
ocasión de caer, córtala, y échala de ti; pues mejor te es que se pierda uno de tus
miembros, y no que todo tu cuerpo sea echado al infierno.” (Mateo 5:29 y 30). Tienes
que apartar de ti cualquier tentación a la codicia. Si te preocupas solamente por no
adulterar y no sacas la codicia de tu corazón invariablemente vas a caer.

Faltas inexistentes

Cuando se trata de cometer algún pecado las personas buscan cualquier excusa, tal era
el caso de los judíos que usaban del repudio para casarse con otra mujer.

“31 También fue dicho: Cualquiera que repudie a su mujer, dele carta de divorcio.
32
Pero yo os digo que el que repudia a su mujer, a no ser por causa de fornicación,
hace que ella adultere; y el que se casa con la repudiada, comete adulterio.” (Mateo
5:31-32).

Los judíos llevaban su codicia a niveles muy pérfidos. Si se enamoraban de otra mujer
entonces atribuían faltas de todo tipo a sus esposas. Incluso llegaban a inventar que no
eran vírgenes con tal de poder echarlas de sus vidas. Después de todo el divorcio era
permitido en la sociedad judía bajo causa de fornicación (Deuteronomio 22:13-21).
Jesús se levantó a defender el honor de las injustamente repudiadas. Y en tal caso Dios
también mira como adúlteras a las personas que se divorcian por cualquier bobería y se
casan con otra.

Honroso sea en todos el matrimonio

El autor de la epístola a los Hebreos nos exhorta con las siguientes palabras: “Honroso
sea en todos el matrimonio, y el lecho sin mancilla; pero a los fornicarios y a los
adúlteros los juzgará Dios.” (Hebreo 13:4). Mancillar un lecho es figura de adulterar.
El matrimonio debería ser puro en todos los aspectos. Nadie se debería atrever a meter
en su cama a una extraña.

Dios juzgará a los adúlteros en cualquiera de sus presentaciones. Sean aquellos que se
han atrevido a entrar en el lecho de otra –u otro– o bien los codiciosos, no quedarán
impunes. Es momento de recuperar principios. Es momento de temer a los
mandamientos de Dios.

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