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¿A cuántos les gustaría que su cónyuge adulterara? ¿Te agrada la idea de que tu esposa
o tu esposo te sea infiel? Si eres una persona casada, creo que no te gustaría que tu
esposa se metiera con otro y viceversa. La infidelidad daña y destruye el matrimonio.
Desafortunadamente vivimos días donde el relativismo moral y el supuesto pensamiento
progresista enseñan que adulterar tiene efectos positivos y que no es tan malo como se
piensa.
No tendría caso rebatir la necedad de nuestra generación. El que escribe este artículo
cree en el matrimonio y en la fidelidad. El propósito de este estudio es entender la
importancia del matrimonio y lo perverso que es el adulterio.
La pena capital
Pocos pecados eran castigados con la pena de muerte por las autoridades israelitas. Dios
mismo ordenó a Moisés no dejar con vida al que incurriera en adulterio. El adulterio no
solo se veía como una ofensa a Dios sino como una ofensa a la sociedad. Pocos pecados
eran llevados ante la corte y eran tratados como una afrenta a la sociedad. El adulterio
era uno de ellos. De aquí podemos entender lo desagradable que es el adulterio para
Dios y lo pernicioso o gravemente dañoso que es para la sociedad.
La severidad con la que Dios castiga el pecado nos debería hacer pensar en la gravedad
del mismo. El problema de los que creen que Dios es arbitrario o injusto al ordenar
quitarle la vida a un adúltero es que se miran a sí mismos y no miran el daño que causan
con sus infidelidades. Dios está libre de humanismo pues el fin de toda gloria es él: si
Dios es entonces a él sea la gloria. Sus leyes reflejan su justicia y su santidad.
Además Dios busca el mayor bien para la sociedad. Nada más destructivo para una
familia que un padre o una madre adúltera. Las heridas perduran por generaciones y el
daño casi nunca puede ser reparado.
Mas diréis: ¿Por qué?
“13b así que no miraré más a la ofrenda, para aceptarla con gusto de vuestra mano.
14
Mas diréis: ¿Por qué? Porque Jehová ha atestiguado entre ti y la mujer de tu
juventud, contra la cual has sido desleal, siendo ella tu compañera, y la mujer de tu
pacto. 15 ¿No hizo él uno, habiendo en él abundancia de espíritu? ¿Y por qué uno?
Porque buscaba una descendencia para Dios. Guardaos, pues, en vuestro espíritu, y no
seáis desleales para con la mujer de vuestra juventud.” (Malaquías 2:13b-15).
El adúltero es bastante cínico. La sola pregunta ¿Por qué? denota la ceguera que vive.
Son desvergonzados tal cual dice el proverbio: “El proceder de la mujer adúltera es
así: Come, y limpia su boca y dice: No he hecho maldad.” (Proverbios 30:20).
Para cometer un adulterio se transita una senda. Nadie adultera de la noche a la mañana.
Jesús tenía bien claro esto y por eso explicó cual era la raíz de los adulterios:
“27 Oísteis que fue dicho: No cometerás adulterio. 28 Pero yo os digo que cualquiera
que mira a una mujer para codiciarla, ya adulteró con ella en su corazón. 29 Por tanto,
si tu ojo derecho te es ocasión de caer, sácalo, y échalo de ti; pues mejor te es que se
pierda uno de tus miembros, y no que todo tu cuerpo sea echado al infierno. 30 Y si tu
mano derecha te es ocasión de caer, córtala, y échala de ti; pues mejor te es que se
pierda uno de tus miembros, y no que todo tu cuerpo sea echado al infierno.” (Mateo
5:27-30).
Tal vez tú seas de las personas que se espanta con el simple hecho de pensar en engañar
a tu cónyuge, pero ¿sientes el mismo espanto y temor cuando miras a un hombre o una
mujer? ¿Te asusta tanto el hecho de adulterar como el codiciar a una persona que no es
tu pareja?
En este asunto de la codicia no solo debemos referirnos a la codicia de tipo sexual. Hay
personas que se enredan sentimentalmente con otras sin llegar a la cama. En otras
palabras, deseas tener en alguien más que no es tu esposo al amigo y compañero que
quisieras. De esta forma también transgredes el séptimo mandamiento.
“25 No codicies su hermosura en tu corazón, ni ella te prenda con sus ojos; 26 Porque a
causa de la mujer ramera el hombre es reducido a un bocado de pan; y la mujer caza la
preciosa alma del varón. 27 ¿Tomará el hombre fuego en su seno sin que sus vestidos
ardan? 28 ¿Andará el hombre sobre brasas sin que sus pies se quemen? 29 Así es el que
se llega a la mujer de su prójimo; no quedará impune ninguno que la tocare.”
(Proverbios 6:25-29).
Hay personas bastantes simples que no guardan sus ojos de ver lo impuro e indecente.
¡Cuánto más dignas de condenar son las personas que desnudan a otras en su mente! Por
esto mismo Jesús dijo que tenías que ser muy radical. “29 Por tanto, si tu ojo derecho te
es ocasión de caer, sácalo, y échalo de ti; pues mejor te es que se pierda uno de tus
miembros, y no que todo tu cuerpo sea echado al infierno. 30 Y si tu mano derecha te es
ocasión de caer, córtala, y échala de ti; pues mejor te es que se pierda uno de tus
miembros, y no que todo tu cuerpo sea echado al infierno.” (Mateo 5:29 y 30). Tienes
que apartar de ti cualquier tentación a la codicia. Si te preocupas solamente por no
adulterar y no sacas la codicia de tu corazón invariablemente vas a caer.
Faltas inexistentes
Cuando se trata de cometer algún pecado las personas buscan cualquier excusa, tal era
el caso de los judíos que usaban del repudio para casarse con otra mujer.
“31 También fue dicho: Cualquiera que repudie a su mujer, dele carta de divorcio.
32
Pero yo os digo que el que repudia a su mujer, a no ser por causa de fornicación,
hace que ella adultere; y el que se casa con la repudiada, comete adulterio.” (Mateo
5:31-32).
Los judíos llevaban su codicia a niveles muy pérfidos. Si se enamoraban de otra mujer
entonces atribuían faltas de todo tipo a sus esposas. Incluso llegaban a inventar que no
eran vírgenes con tal de poder echarlas de sus vidas. Después de todo el divorcio era
permitido en la sociedad judía bajo causa de fornicación (Deuteronomio 22:13-21).
Jesús se levantó a defender el honor de las injustamente repudiadas. Y en tal caso Dios
también mira como adúlteras a las personas que se divorcian por cualquier bobería y se
casan con otra.
El autor de la epístola a los Hebreos nos exhorta con las siguientes palabras: “Honroso
sea en todos el matrimonio, y el lecho sin mancilla; pero a los fornicarios y a los
adúlteros los juzgará Dios.” (Hebreo 13:4). Mancillar un lecho es figura de adulterar.
El matrimonio debería ser puro en todos los aspectos. Nadie se debería atrever a meter
en su cama a una extraña.
Dios juzgará a los adúlteros en cualquiera de sus presentaciones. Sean aquellos que se
han atrevido a entrar en el lecho de otra –u otro– o bien los codiciosos, no quedarán
impunes. Es momento de recuperar principios. Es momento de temer a los
mandamientos de Dios.