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1.3.- Conquista y romanización de la Península Ibérica.

Principales aportaciones romanas


en los ámbitos social, económico y cultural.

Antecedentes: la colonización púnica. Cartago, antigua colonia fenicia, tomó el control del
territorio fenicio peninsular. La primera presencia púnica se documenta en Ibiza. En el 348 aC
Cartago hizo un tratado con Roma en el que acordaba que el sur quedaba reservado al dominio
comercial púnico. En la Primera Guerra Púnica (264-377 aC) Cartago, derrotada, tuvo de ceder a
Roma sus posesiones de Córcega Cerdeña y Sicilia, ricas islas, además de reclamársele un
tributo de guerra. Para hacer frente a esa pérdida de poder y recursos, en el 237 aC el cartaginés
Amílcar Barca desembarcó en Gadir, y mediante la conquista ocupó primero la costa y después el
interior, obteniendo allí más resistencia por parte de los indígenas. Fundó Akkra Leuke (Alicante),
y murió durante la conquista de Elike (Elche) en el 229 aC. Le sucedió un miembro de su propia
estirpe, los bárquidas, Asdrúbal (228-221 aC). Asdrúbal optó por medios más diplomáticos para
ocupar la península: estrecho lazos con los indígenas (se casó con una ibera), y firmó el Tratado
del Ebro (226 aC) con Roma, en el que se repartían las áreas de influencia: el lado occidental del
Ebro quedaba bajo protección de Roma, y Cartago solo podía ocupar el sur del río. Asdrúbal fundó
Carthago Nova, con un gran puerto y acceso a los recursos minerales de la zona, que convirtió
en la capital del dominio cartaginés en Iberia. Este dominio estaba controlado por los bárquidas, e
incluso acuñó moneda con su efigie. En el 221 aC Asdrúbal fue asesinado por un esclavo celta,
accediendo al poder el hijo de Amilcar, Aníbal, criado en el odio a Roma. Se expandió al sur del
Ebro conquistando los reductos indígenas próximos. En el 218 aC Aníbal sitió Sagunto, al sur del
Ebro, pero era una ciudad federada con Roma, a la que pidió ayuda, iniciándose la Segunda
Guerra Púnica (218-201 aC). Aníbal desplazó sus ejércitos a la península Itálica, dejando a su
hermano Asdrúbal al cargo del control de la península. El general romano Cneo Escipion
desembarcó las tropas en Emporio, cruzando hacia el sur. Con apoyo de algunos indígenas su
hermano Publio Cornelio Escipión conquistó Carthago Nova (209 aC). En el 206 aC Gadir se
rindió sin luchar a las huestes romanas, poniendo fin a la presencia de Cartago en Iberia, que se
rendiría en el 201 aC.

Operaciones militares durante las guerras púnicas (264-241 y 218-201 aC)

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La conquista romana (206-19 aC). Ya
en el 206 aC Indíbil y Mandonio,
antiguos aliados de Roma, se
sublevaron contra el dominio romano,
siendo vencidos. Roma anexó los
territorios ibéricos, y en el 197 aC dividió
la península en dos provincias: Citerior
(noreste) y Ulterior (suroeste). En su
avance por la meseta los romanos se
encontraron con resistencia de los
indígenas. Para hacerles frente se envió
un ejército consular dirigido por Marco
Porcio Catón, al que le sucedió Tiberio
Sempronio Graco, quien mezcló
conquista con acuerdos de paz, lo que
permitiría una paz relativa que condujo a La muerte de Viriato, jefe de los lusitanos, de José de Madrazo
la llegada de colonos romanos y su
asentamiento (fundación de colonias,
como Corduba). En el 155 aC se iniciaron las guerras celtíberas-lusitanas (155-133 aC), en la
que los lusitanos, liderados por Viriato, lograron varias victorias contra los romanos, hasta el
asesinato del líder lusitano en el 139 aC. Paralelamente, los celtíberos también se habían
levantado, prosiguiendo con la guerra con una feroz resistencia en Numancia, cuyo largo asedio
acabó en el 133 aC con la victoria de Publio Escipión Emiliano, y poniendo fin a las guerras
celtíberas y lusitanas. Durante las guerras civiles romanas, durante el siglo I aC Hispania fue
escenario de las distintas luchas entre generales, primero bajo el mando de Sertorio (con

Fases de la conquista romana de la península ibérica (218-19 aC)

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intenciones de desgajar Hispania de Roma) y después bajo Julio César, pretor de la Ulterior. El
sometimiento de la cornisa cantábrica, controlada aun por vacceos, cántabros y astures, sería
efectuado por Octavio Augusto, completando en el 19 aC la dominación de Hispania.
Romanización. A medida que avanzó la conquista de la Península Ibérica por los romanos, la
población indígena fue experimentando cambios culturales, sociales, políticos y económicos que
conllevaron la adopción del modo de vida romano. Ese proceso de cambio, denominado
romanización, se inició a través de las élites indígenas, que fueron las primeras en adoptar el
modo de vida de los romanos. Así, se aprovechó que las sociedades prerromanas se basaban en
lazos clientelares para extender la cultura romana. Las nuevas ciudades fundadas al calor de la
conquista, así como la presencia de las legiones, la creación de nuevos lazos económicos con
Roma o la construcción de las calzadas, permitieron acelerar el proceso de romanización. Así,
cuando ese proceso finalizó las poblaciones indígenas abandonaron los rasgos culturales
prerromanos (de celtas, íberos y celtíberos), y adoptaron los rasgos romanos (uso del latín como
lengua principal, vestimenta romana, adopción de la religión romana, aplicación del derecho
romano...). Por ello, es posible denominar a la población de la península “hispanorromana” para
definir su pertenencia cultural.
Aportación al ámbito social. Desde el inicio de la presencia romana en la península, se produjo
un movimiento de población procedente de Roma, creándose colonias. La conquista romana de
la península supuso que la población pasar a estructurarse acorde al modelo de Roma. Este
estaba basado en una diferenciación entre una élite social ocupada por los antiguos caudillos y
aristócratas, que recibieron la ciudadanía romana (orden senatorial y ecuestre), una clase de
población libre (la plebe), y esclavos carentes de libertad. Los senadores de procedencia hispana
vieron aumentar su influencia, llegando a instaurarse dos emperadores hispanos: Trajano y
Adriano. El modelo familiar romano era patriarcal. En el 212 el emperador Caracalla concedió la
ciudadanía romana a todos los habitantes del Imperio, incluida Hispania, con lo que se integraba
definitivamente a la población de Hispania en el Imperio. En el siglo III el Imperio entró en crisis,
y la sociedad se simplificó en dos clases: los honestiores (con mayores recursos), y los
humiliores), mientras que los esclavos fueron perdiendo peso en favor de los colonos
(campesinos que encomendaban su seguridad a un honestiore).
Aportación al ámbito económico. La participación de Hispania en la economía del Imperio
Romano se basaba en la exportación de vid (la vertiente mediterránea) y aceite (sobretodo en la
Bética). Si bien el cultivo de trigo estaba desarrollado, no llegó a suponer una producción más
destacable que las dos anteriores. Con la conquista, grandes extensiones de tierra fueron
repartidas entre los soldados, aumentando la producción agraria. La romanización supondría
también la adopción de novedades técnicas importadas por los conquistadores, que permitieron
una explotación más intensiva de la tierra. La pesca, así como la venta de pescado en salazón,
se desarrolló gracias a la venta de la la producción (destacando la salsa garum) a todo el imperio.
La riqueza minera peninsular fue explotada directamente por el Imperio, propietario de las
grandes minas de plata y plomo en Cartagena, cobre en Andalucía y Asturias, mercurio en
Almadén, u oro en Galicia y León. La inclusión de Hispania en la economía del Imperio Romano
desarrolló también el comercio, así como una economía monetaria (algunas ciudades acuñaban
moneda propia). A nivel interior, se construyó una red de calzadas que facilitaba la comunicación
y el transporte de mercancías, destacando la Vía Augusta, Vía de la Plata, Vía del Norte y Vía
del Atlántico. Durante la crisis del siglo III la economía, hasta entonces centrada en las ciudades,
pasó a fundamentarse en la explotación agrícola (proceso denominado “ruralización”).
Aportación al ámbito cultural. La conquista romana supuso la adopción de los principales
rasgos culturales romanos: el latín como lengua de uso común y oficial (destacando algunos
escritores hispanos como Séneca), la adopción del derecho romano, la adopción de la religión
politeísta romana... La ocupación romana de la península también legó numeroso patrimonio
arquitectónico y artístico: los acueductos de Mérida y Segovia, los anfiteatros de Mérida y
Tarragona, los arcos conmemorativos como el de Barà (Tarragona)... A partir del siglo III el
cristianismo empezó a impregnar a la sociedad hispanorromana, proceso acelerado tras su
legalización (en el 313) y su declaración como religión de Estado (en el 380). Aquello fue
acompañado del surgimiento de una secta encabezada por Prisciliano, obispo de Ávila: el
priscilianismo, que defendía la igualdad de sexos y la lectura libre de la Biblia. No obstante,
Prisciliano fue finalmente ejecutado por el emperador en el 385.

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