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Líneas sobre Las Palmas.

Entrevista -imaginaria- con Ernst Jünger


Juan Ramírez Guedes

Las Palmas de Gran Canaria, finales de diciembre. Jünger llega con veinte
minutos de retraso a la cita; se excusa con una sonrisa y atribuye la dilación al
tráfico de la ciudad. Esta mañana temprano ha ido a pasear por Las Canteras y
le ha sorprendido allí el mediodía.
- P: ¿Ha encontrado en su paseo muchas diferencias con respecto a la imagen
que transcribe en sus Memorias?
-R: En cierto modo y a pesar de las numerosas transformaciones que he
observado, creo que sustancialmente el espíritu de la ciudad no ha cambiado
demasiado, al menos en lo que mis ojos han percibido en las pocas horas que
llevo aquí. Es posible que la edad haya petrificado mi retina y no tenga ya en la
mirada aquella elasticidad de la visión estereoscópica, pero permítame que lo
dude.
-P: ¿Y cuál sería ese espíritu de la ciudad, de Las Palmas, en que estriba?
-R: Es difícil responder con palabras; yo percibo un cierto desencajamiento del
GeniusLoci, un desacomodo del ser de la ciudad con respecto a su estar en la
historia; añadiría metafóricamente, si me lo permite, que es algo como el
Dasein que no termina de encontrar su ahí. La característica de ese espíritu
que más me impresiona es su tendencia a la indecisión.
-P: ¿Esta tendencia a la indecisión, como se manifiesta?
-R: Insiste usted en formular preguntas de difícil respuesta; debe entender que
hablamos de cosas relativamente inefables; creo que sería preciso recurrir a un
lenguaje, a un pensamiento en imágenes para poderle responder. Las palabras
son radiaciones de imágenes lentas que llegan a través del tiempo; la relación
entre ellas yo diría que se corresponde con aquella relación entre la verdad y
las metáforas, el metal y las monedas, según la idea de Nietzsche. Ahora bien,
regresando a su pregunta, la indecisión de que habla, a mi modo de ver radica
en un estado de indefinición, de no asunción de una posición en el seno de ese
espíritu más general, el Weltgeist, el espíritu del mundo.
-P: No se si acabo de entenderle: ¿este espíritu de la ciudad representa en
realidad un estar fuera?
-R: Quizá sea más correcto decir un no estar. Uno de los nihilismos consiste en
cerrar los ojos y negar la realidad de los tiempos: el nihilismo implícito del que
hablaba Nietzsche; negándose a asumir el hálito del Weltgeist, se coloca, por
así decirlo, al margen de la vida. La reivindicación de los viejos valores bloquea
al final cualquier recolocación en el surco del tiempo.
-Jünger toma un sorbo del dry Martini que le han servido poco antes; tras un
instante prosigue-En La Tijera, escribí sobre la fuerza o la potencia sin nombre
que yace dormida en la ola; lo natural en la ola es comunicar esa potencia en el
movimiento ondulatorio del agua hasta culminar su camino y hacerse espuma
en el arrecife. La espuma del oleaje representa la verificación del destino de la
ola. A este propósito, en Las Palmas, parece que las olas suspenden su
consunción en la espuma. Una ola así, tal vez ya no pueda llamarse ola. La
espuma que hoy he podido ver saltando en el mar azul sobre la barra de Las
Canteras, no hace que consiga desterrar este pensamiento.
-P: ¿Este planteamiento tal vez hace referencia a un estado de perpetua
inconclusión? De ser así usted atribuye a esta ciudad lo que no es más que
una característica de la ciudad contemporánea, y aún diría más, de la ciudad a
través de la historia; la ciudad debe entenderse como una operaaperta.
-R: Evidentemente no radica sólo en ese extremo el sentido de lo que trato de
expresar. Ese carácter de obra abierta viene expresado por la espuma de la
ola; el lugar en la punta de la flecha del tiempo no es un lugar inmóvil; la ola al
estrellarse, se abre; justamente lo que intento decir es que en este caso la obra
ha sido cerrada. Ha sido cerrada si no en el mundo de la apariencia sensible, si
en el mundo más oculto del desideratum, del sentido de la intangible
construcción de una cartografía de los deseos colectivos de los habitantes.
-P: ¿Debo entender que esa cartografía de los deseos representa de alguna
forma la noción de proyecto? No creo que el destino de la ciudad
contemporánea pueda comprimirse en una sola idea, en un único proyecto que
sintetice ese desear colectivo; ¿no piensa que hablamos de una realidad más
poliédrica y sobre todo más fragmentaria?
-R: Me ha hecho dos preguntas y creo que puedo responder a ambas a un
tiempo: en primer lugar esa cartografía lo que representa es un conjunto de
líneas de múltiple geometría: hay líneas paralelas, convergente y divergentes;
algunas de estas líneas deben propender a articularse y construir haces, a
sumar sus fuerzas; otras, por el contrario, se perderán en las estrellas. La
expresión de esta diversidad es lo que posibilita la aparición de un sentido. Son
tan importantes las líneas que colaboran entre si como las que están
destinadas a un infinito viaje, porque unas construyen el suelo y otras el
horizonte.
-P: No obstante me gustaría insistir en el carácter fragmentario del mundo
contemporáneo, aún en esta era, y por lo tanto de la ciudad, lugar de
intensificación de sus cualidades; ¿Cuál sería el papel de su cartografía?
-R: En cierto modo vendría a suponer una polifonía, una construcción coral
donde no todo fuese necesariamente armónico, porque la armonía muchas
veces cierra. Es más, seguramente debería incluir disonancias e incluso ruido.
Son necesarias tanto las líneas divergentes como las convergentes; también
las silenciosas líneas paralelas que sólo pueden encontrarse en el infinito. Lo
importante es la noción de apertura.
-P: En otro orden de cosas las ciudades que usted transcribe tanto en
Heliópolis como en Eumenswil, son ciudades insulares como Las Palmas; la
isla reaparece en su Visita a Godenholm. Parece haber en su obra un
específico interés por lo que la isla significa.
-R: En efecto, así es; y debo decirle por lo demás que aquella ciudad del sol,
Heliópolis, contiene algunas resonancias de Las Palmas: aquellas islas de Las
Hespérides, la cualidad del universo oceánico, el brillo del sol... Pero volviendo
a su afirmación, creo que la isla es un lugar singular donde se confunden las
geometrías del espacio y el tiempo. La isla reúne la condición de la monotonía
del tiempo autodevorado con la apertura que provoca la confrontación con lo
inconmensurable, con el ignoto horizonte oceánico: es un lugar a la vez cerrado
y abierto. De su finitud y su reconcentración puede emanar una intensificación
de la conciencia que provoca la visión estereoscópica.
-P: Pero también son espacios claustrofóbicos, al menos en dos de las obras
citadas.
-R: Es que hay un movimiento y un contramovimiento. Toda moneda tiene su
reverso, y no interprete esto como una declaración de dualismo maniqueo. La
intensificación de la conciencia puede ser un proceso doloroso, pero la
condición de la expansión es la previa compresión. Al final recuerde que es
Ben Gunn el único que conoce el emplazamiento del tesoro.
-P:¿La isla es el lugar de La Emboscadura por antonomasia?
-R: No es casualidad que Waldgang (emboscadura) sea una palabra de origen
islandés; pero se puede uno emboscar en cualquier sitio, en un apartamento en
Brooklyn como el personaje de Auster o en una cabaña más allá de sendas
perdidas como la de Heidegger.
-P: Dígame cual es su arquetipo para la figura del emboscado.
-R: El mundo de la literatura está poblado de estas figuras: quizás la más
completa en su radicalidad sea la que representa el capitán Nemo, cuyo mismo
nombre ya es una forma de emboscadura, emboscado en su submarino, una
isla móvil (Mobilis in Mobile). También se podría decir que Hamlet es un
emboscado, agazapado en las profundidades de su consciencia, tras el
parapeto de la locura.
-P: Sólo un par de preguntas y terminamos: volviendo a la ciudad de Las
Palmas, ¿tiene algún lugar de especial resonancia para usted?
-R: En mi vista de 1970, concretamente a principios de junio, si la memoria no
me engaña, ya estuve en un lugar especial, en La Isleta, donde pude recorrer
las salinas y los secaderos de pescado. Me bañé entre los arrecifes de lava
más allá del Confital y estuve pescando en los charcos y recogiendo conchas
para mi colección; conchas de todas las formas que yacían mezcladas entre
una especie de grava de origen orgánico entreverada de partículas de roca
finísimamente molida por el mar. Recuerdo que pasé aquella tarde invadido por
una especie de bienestar geométrico bajo el silencio geológico sólo roto por el
ulular del viento. Ahora tengo entendido que ese espacio se halla amenazado:
más olas sin espuma. Más allá de lo que representa para el naturalista, creo
que ese lugar constituye un patrimonio poético, si la geografía puede admitir
esa idea. También estuve esa tarde en La Puntilla, donde ahora hay una plaza
y un restaurante; recordando a Melville creí ver más allá de la barra a la
Ballena Blanca.
-P: Para acabar, permítame recordar sus palabras finales de La Tijera; decía
usted que "inmediatamente antes e inmediatamente después -del momento de
la muerte- se producirán muchísimos acontecimientos interesantes"; ¿podría
decirme si finalmente tenía usted razón?
-R: No se cómo responderle. No estoy seguro de cuál fue el instante del
trance... ¿Qué es el fin? Después de que Hamlet pronunciara también aquellas
últimas palabras: "Therestissilence", su voz sigue oyéndose una y otra vez por
todo el mundo traspasando el muro del tiempo.
-P: ¿Volveremos a hablar en otra ocasión?
-R: Seguramente.
-P: Espero que ese no sea un encuentro peligroso.
-R: Yo también, pero en todo caso no olvide los versos de Patmos de Hölderlin,
las líneas del peligro y las líneas de la oportunidad.
-P: Hasta la vista Herr Jünger.
-R: Auf Wiedersehen.

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