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Actividades sociología, unidad 1.

Carrera: profesorado de filosofía.

Estudiante: Valentín Mijoevich.

Profesora: Mariana Alberto

W. Mills: La imaginación sociológica se define como una cualidad mental. Como tal,
es una capacidad que se puede adquirir, para pensar lo que Mills presenta como una
dupla que opera una intersección: los lazos de unión entre la vida privada, y el mundo
social. Es decir, la imaginación sociológica nos permite, en primer lugar, reflexionar la
conexión entre nuestra vida particular y el mundo colectivo. En sus palabras, la
imaginación social permite, a quien la posee, “comprender el escenario histórico, más
amplio en cuanto a su significación, para la vida interior y para la trayectoria exterior
de diversidad de individuos” (Cf. Mills, pg. 25). No solamente permite reflexionar sobre
nosotros mismos, en las condiciones históricas y sociales en las que cada uno se
encuentra, sino también situarnos en relación a otros individuos, en la sociedad
particular que nos encontramos. Identificar nuestra posición social; identificar la
posición social de los demás. Una experiencia palpable, según expone Mills, es cuando
nos vemos ante el sentimiento de que los viejos modos de sentir y pensar se han ido
abajo; y que los nuevos comienzos, ambiguos, pueden producir parálisis moral.
Entonces, y en última instancia, en orden para llegar a entender el sentido de una
época, es necesaria esta capacidad mental para poder dilucidarlo.

Esto es lo que está de fondo a la hora de evaluar el primer fruto de la imaginación


sociológica: el individuo solo puede comprender la propia experiencia y evaluar su
propio destino, localizándose a sí mismo en su propia época. Es aquí donde se ve de
forma más clara la explicita relación de la dupla “biografía-historia”: es decir, entre la
experiencia individual de la propia vida cotidiana y su anclaje en las relaciones
impersonales de la historia (o, mejor dicho, del momento histórico de la propia
sociedad). La imaginación sociológica, como cualidad mental, ayuda a utilizar
información y desarrollar razones (desde una perspectiva sociológica) para conseguir
explicaciones lúcidas de las interacciones entre el yo individual, y la esfera social.

Bajo este punto, entran las preguntas del sociólogo clásico. Postula Mill, que captar las
relaciones entre lo biográfico y lo histórico, como así cada componente de manera
individual (hasta donde permita el aparato analítico), dentro de la sociedad, es la clave
del pensamiento sociológico clásico. Son tres tipos de preguntas, a las que les daremos
nombre provisorio: el primer tipo de pregunta, conciernen a una sociedad en sí misma
(qué estructura tiene, cuáles son sus elementos significantes, etc.), y su diferenciación
con otras formas de organización social. El segundo tipo de preguntas, están
orientadas en un marco histórico: qué lugar ocupa una sociedad en la historia general
de la humanidad, qué mecanismos hacen que esa sociedad cambie, qué aspectos
esenciales del periodo histórico influyen en esa sociedad, y de ser posible, qué tanto
esa sociedad influye en esas características del periodo histórico. El tercer tipo de
pregunta se realiza en relación a los actores sociales, y las relaciones que la sociedad
establece con los mismos: qué tipo de hombre y mujer prevalecen, de qué manera se
los reprime, seleccione, etc.

A este fin, el presente autor presenta una distinción entre “inquietudes personales” y
“problemas públicos de la estructura social”. Entendemos que se trata de dos
categorías que sirven no solo para describir lo social, sino de dos categorías para
establecer una delimitación entre lo social y lo, pongamos por nombre, privado. Un
primer carácter diferenciador, que nos parece el elemento mínimo para entender esta
dicotomía, es el siguiente: los problemas que surjan en las inquietudes personales
requieren una solución particular; los problemas de estructura social, no. Para estos
últimos, es necesaria la apelación a instituciones sociales de distintos órdenes, ya sea
el orden económico, el orden jurídico, entre otras. No se resuelven los problemas de
estructura social según una situación personal ni de un carácter determinado. Y es que
el tipo de solución que requieren los problemas que surgen en estos órdenes explica la
definición: las inquietudes personales se presentan en el carácter del individuo y en la
esfera inmediata de su relación con otros. Es decir, en relación con su yo y su mundo
social determinado, el cual conoce directa y personalmente. Los problemas
trascienden esta esfera, y están en un nivel descriptivo que corresponde a la
organización de diversas instituciones dentro de una sociedad histórica. Con las
maneras en que diversas variables de la esfera social se combinan, que suele dar como
resultado la situación problemática.

Z. Bauman:
Para poder entender por qué es necesario, según Bauman, separar el sentido común
de la sociología, hay que tener en claro de qué modo se relacionan. La caracterización
básica de qué es la sociología: es un tipo de conocimiento que se refiere a las acciones
humanas, al mundo que no existiría si no fuese por ellas. Y para diferenciarla de las
otras disciplinas sociales, agrega Bauman, es que la sociología investiga según un
conjunto de preguntas que le es propio, o en otras palabras, según su propia
perspectiva cognitiva. Es propio de la sociología el considerar las acciones humanas
desde una perspectiva más amplia, específicamente, dentro de una red de
dependencias mutuas. La conexión entre la sociología y el sentido común es que éste
último proporciona la materia prima de la sociología. El sociólogo estudia un objeto del
que es parte. Lo cual es un factor positivo: se lo puede ver desde fuera y desde dentro,
al mundo social. Está dentro de lo que Bauman llama el conocimiento tácito, que es un
tipo de conocimiento operante. Es por esto que, a diferencia de los objetos de estudio
de, por ejemplo, la astronomía que esperan ser nombrados, los objetos de la sociología
ya vienen nombrados: ya vienen cargados de los significados que el sentido común les
da. El motivo del por qué es necesario diferenciar el sentido común de la sociología, lo
encontramos en la segunda y tercera diferencia de las cuatro que son afirmadas. Es
una diferencia del alcance del conocimiento de la sociología, y del tipo de explicaciones
que se dan: mientras el pensamiento sociológico se eleva por sobre la vida cotidiana,
para comparar experiencias y agruparlas, que es el método por el cual se muestran las
redes de dependencia e interconexiones de las que depende aquellas experiencias de
la vida cotidiana (que es donde opera el sentido común). Es decir, cotidianamente el
límite de la acción humana es la esfera inmediata en la cual esa acción tiene lugar; un
conocimiento de lo social basado solamente en esa experiencia sería nulo.

Luego, la manera en que el sentido común da sentido a la realidad humana por


contraposición a cómo la sociología lo hace. El sentido común interpreta la realidad
humana bajo la premisa del actor individual responsable de sus propias acciones. Que
los efectos son el producto de nuestras intenciones, en el plano de la acción material.
Explica Bauman, que por lo general actuamos en pos de conseguir un estado de cosas,
sea cual sea. La sociología se alza en contra de esta pretensión. El esquema básico de
una explicación de esta disciplina tiene por comienzo el de redes de dependencia, es
decir, comienza analizando las configuraciones antes que las intenciones individuales.
En la perspectiva sociológica, la voluntad individual es solamente una metáfora
ineficaz. Se tiene que pensar a la acción humana dentro de un entramado de múltiples
interdependencias humanas. Esa es la manera adecuada, no sólo de entendernos a
nosotros mismos, sino a los demás, en el plano social.

Las otras dos diferencias con respecto al sentido común son las siguientes: la sociología
realiza un discurso que se subordina a las reglas del discurso responsable. Gracias a
esto, el sociólogo puede afirmar enunciados corroborados por la evidencia disponible.
En lugar de afirmar proposiciones que tengan como contenido ideas vagas, no
probadas. Y, además, gracias a esta subordinación, poder diferenciar ambos tipos de
enunciados es algo que, además de ser realizado, es algo que se espera que el
sociólogo realice. Es decir, las posturas de los sociólogos quedan abiertas al escrutinio
y examen colectivo de la comunidad: se trata de un discurso público. Y, por último, al
subordinarse a las reglas del discurso responsable, se toman otros enunciados con los
cuales se relaciona, sea a modo de contraposición, sea a modo de argumento válido,
entre otras formas discursivas que puedan tomar estos enunciados anteriores.

La cuarta, y última diferencia, es que la sociología no toma como auto-evidentes a sus


conceptos, preceptos y prácticas. El sentido común, al repetir hábitos en la vida diaria,
tiende a mostrarnos como familiares aquellos preceptos bajo los cuales actuamos. Y lo
familiar se ve como auto-explicativo. Estos dos aspectos se modelan entre sí: el
carácter habitual de la vida diaria modela el sentido común, como también es el
sentido común el que modela lo que percibimos o lo que asumimos en la vida diaria.
Gracias a la repetición por hábito. La sociología entra como un extranjero aquí, y
examina desde un carácter a la vez crítico como descriptivo, aquello que se da por
sentado. Convierte a lo evidente en un rompecabezas, y tiene el potencial de volver
problemático lo que era una vez familiar.

La desfamilarización que opera pensar sociológicamente tiene una serie de beneficios:


señalamos dos. Primero, nos puede abrir posibilidades antes insospechadas de vivir la
propia vida, y la vida con los demás. Aumentando la autoconciencia. Nos puede volver
más tolerantes y sensibles a la experiencia de la vida cotidiana. Pensar
sociológicamente es un poder de antifijación, y es un poder en todo su derecho. Y así,
nos hace ser más libres, al disminuirnos la posibilidad de que los mecanismos de
opresión y manipulación sean efectivos en los individuos que hacen el ejercicio de
pensar sociológicamente.

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