La esencia de una mujer no se puede percibir solamente por el
perfume que utiliza. Y es que Perfume de mujer no es una película que aborde el tema del romance desmedido y obsesionado, es sino una historia de amistad y de aprendizaje entre un hombre angustiado moralmente por la pérdida de la vista y el encuentro de un joven inexperto en la búsqueda de su propia edificación personal. Es por ende que la historia de dos personas que se llegan a conjugar en un instante determinado de sus vidas o quizás la historia de dos náufragos.
Hugo Murguía Zeballos no tendrá las características del personaje
principal de la película y por supuesto no tiene ninguna angustia que le aqueje, ni mucho menos es un personaje errático, envuelto en una constante lucha interna, aún menos es un actor conocido del star system de Hollywood, es únicamente una persona común y corriente como cualquier otra, empero la diferencia importante es que es una de esas personas que irradia una llama interna inextinguible. Hugo Murguía, mi distinguido tío es una de las personas más sabias con la cual he tenido el gusto de haber entablado una estrecha relación amical más allá de todo parentesco consanguíneo, es aquella buena amistad que nos ha estrechado fuertemente e insondablemente. Lo conocí no hace mucho tiempo, cuando había llegado a superar su octogésima década y por supuesto con una gran sabiduría acumulada por los años no pasados en vano, su paso por las fuerzas armadas como el personaje de la historia, su llamado a vestir los hábitos clericales y seculares, sus viajes por Arequipa. Sus experiencias como estudiante en Chile, me sirvieron como un aliciente para seguir luchando, fue como un manual de coraje y valor para afrontar los golpes más hondos que te da el destino. Mi tío Hugo, es una luz incesante que, así como el teniente coronel Frank Slade (Al Pacino) va instruyendo a su joven e inexperto discípulo con los consejos más sapientes para encarar la vida a cada instante.
Recuerdo haber arribado nuevamente a la ciudad blanca con una
profunda desazón e intranquilidad, estaba harto de todos y tenía conflictos con mis padres y entorno, encontrándome profundamente envuelto en una vorágine sin salida, volviéndose cada vez más rutinaria y falto de confianza en mí mismo, por eso decidí marcharme y descansar un par de días en Arequipa en la casa de mis familiares más cercanos. Recuerdo aún a mi tío Hugo hablar cada tarde y contar una historia nueva cada día, si bien la memoria no me falla le encantaba más que nada la música al igual que a mí, era un melómano empedernido, se paraba junto a la ventana de su habitación y se ponía a dirigir como un experimentado director de orquesta, sobre todo disfrutaba las clásicas de Beethoven y Enrique Chía, hablaba acerca de un espía que conoció y que lo fusilaron en la época de Velasco Alvarado. Conversaba muy lucidamente de los partidos de fútbol, me enseñó a tomar fotos y no paraba de hablar, prácticamente lucía rejuvenecido y lleno de vitalidad como en años anteriores, era un baúl lleno de recuerdos y de consejos cuando le servía como estenógrafo.
“A veces en un momento se vive una vida” frase célebre del Al Pacino
al instante de cortejar a una dama, antes de disponerse a bailar un tango a pesar de su estado de carente visión y que es una parte memorable de la película. Charlie Simms (Chris O’Donnell) es un joven proveniente de una familia poco pudiente y que este becado en un colegio de prestigio para niños ricos, sin contar con el apoyo de un padre; para ganar dinero se ve obligado a servir de acompañante al igual que un lazarillo de ciegos caminantes con el irascible teniente Frank Slade encarnado por el genial Al Pacino.