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UNIVERSITE CATHOLIQUE DE LOUVAIN

Département des Sciences Politiques et Sociales

Nostalgie et réclamation
Pauvreté, identité et contrat social au Chili

Francisca Márquez Belloni

JURY
Promoteur: Guy Bajoit
Membres: Abraham Franssen, Claudia Serrano, Olivier Servais, Michel Singleton

Manuscrit déposé en vue de l'obtention


du titre de Docteur en sociologie
Louvain La Neuve, OCTOBRE 2005
.
Indice

INTRODUCCION 14

PARTE I. LAS PARADOJAS DE LAS POLÍTICAS SOCIALES 18

CAPÍTULO 1 DE INTEGRADOS Y DESAFILIADOS 19


VILLA EL RESBALÓN DE CERRO NAVIA 20
VIVIR EN LA RIVERA DEL RÍO MAPOCHO 20
LOS HABITANTES DEL CAMPAMENTO 21
EL LIDERAZGO MATRIARCAL 22
EL DESEO DE UNA VIVIENDA 24
LA CEREMONIA DE LA INTEGRACIÓN 24
EL CEREMONIAL DE LAS VIVIENDAS 25
LOS EXCLUIDOS 25
LAS NUEVAS CASAS: NOSOTROS Y LOS OTROS 26
LAS FRONTERAS IDENTITARIAS EN VILLA EL RESBALÓN 27
EL SUEÑO DE LA CASA PROPIA 27
LA ASPIRACIÓN A LA INTEGRACIÓN: DESCONFIANZA Y DISPUTA 27
EL TEMOR DE LOS QUE ASPIRAN A LA MOVILIDAD SOCIAL 27
EL TEMOR DE LOS QUE DESEAN UNA COMUNIDAD 29
LA NOSTALGIA 29
LA DISPUTA DEL LIDERAZGO 30
EL APARECIDO DE LA COMUNIDAD 31
COMUNIDAD, INTEGRACIÓN Y SOBREVIVENCIA 32

LA VILLA SIN NOMBRE MAIPÚ SEGREGACIÓN Y ABANDONO 34


LA VILLA SIN NOMBRE 34
LA CASA PROPIA: ILUSIÓN Y ENGAÑO 35
PERRO, AHÍ TIENES TU JAULA 36
LA NOSTALGIA DE LA COMUNIDAD 37
EL SUEÑO DE LA CASA PROPIA 37
LA VERGÜENZA DE ALGUNOS 38
LA AÑORANZA DE OTROS 38
HACINAMIENTO Y CALIDAD DE LA VIVIENDA 39
EL ESTADO AUSENTE 40
BITÁCORA DE SEPTIEMBRE 41

VIVIENDA Y ASISTENCIALISMO SANTOS MARTÍNEZ DE CURICÓ 43


LAS FRONTERAS 44
LAS VECINAS SOLAS 46
FACHADA Y ASPIRACIÓN 48
LA FACHADA DIFUSA 48
LA FACHADA VISIBLE 51
EL ESTADO 52
LUGARES DE NADIE Y LUGARES DE TODOS 53
DE LAS ETNOGRAFÍAS 55

CAPÍTULO 2 POBREZA, ESTADO Y POLÍTICAS SOCIALES EN CHILE 60


1. POBREZA Y VULNERABILIDAD 60
DESIGUALDAD E (INA)MOVILIDAD 64
2. EL ESTADO FRENTE A LA POBREZA 66
LA CUESTIÓN SOCIAL Y LA PROTECCIÓN AL TRABAJO: 1920 – 1950 70
ESTADO DE COMPROMISO Y LAS POLÍTICAS SOCIALES: 1950 -1973 71
EL ESTADO NEOLIBERAL Y LA POLÍTICA DE ASISTENCIA FOCALIZADA: 1973 - 1989 74
EL ESTADO DEMOCRÁTICO Y LAS POLÍTICAS INTEGRADORAS: 1990 - 2005 77
3. POLÍTICAS SOCIALES DE VIVIENDA Y NUEVOS BARRIOS 80

PARTE II. EL SUJETO ANTE EL ESTADO 85

CAPÍTULO 3 POBREZA, IDENTIDAD Y LÓGICAS DE ACCIÓN 85


3.1 POBREZA ABSOLUTA Y MOVILIDAD SOCIAL 85
3.2 LOS ESTUDIOS DE LA POBREZA 87
3.3 CULTURAS EN LA POBREZA 90
3.4 HACIA UNA DEFINICIÓN DE LA POBREZA 93
3.6 EL CONTRATO EN LA POBREZA 94
3.7 IDENTIDAD(ES) EN LA POBREZA 98
3.8 REFLEXIÓN Y TRABAJO DE LA IDENTIDAD 99
3.9 EL POBRE FRENTE AL ESTADO 101
EL SUJETO EN ESCENA 103

CAPÍTULO 4 BENEFICENCIA Y CARIDAD 106


JACQUELINE 106
1. PRESENTACIÓN 112
2. EL CONTRATO SOCIAL 113
3. LA TENSIÓN IDENTITARIA 115
4. EL TRABAJO DE LA IDENTIDAD 117
5. LAS LÓGICAS DE ACCIÓN 119
CAPÍTULO 5 RESISTENCIA COMUNITARIA 122
MARCELINA 123
SANTIAGO 123
EL CAMPAMENTO EL ARENAL 123
LAS AYUDAS 124
LA PROMESA 125
LOS PROGRAMAS SOCIALES 126
LA ERRADICACIÓN 126
LA CASA 127
EL TALLER 127
LA SOLIDARIDAD 128
LA VILLA 128
LOS VECINOS 129
LOS HIJOS 129
LA CASA 130
EL FUTURO 130

CAPÍTULO 6 PARTICIPACIÓN ASISTIDA 148


JOHANA 148
LA ORGANIZACIÓN 148
EL CAMPAMENTO 149
LA CASA 150
LOS VECINOS 150
LA PARTICIPACIÓN 151
EL ALCALDE 151
EL DIPUTADO 152
EL GOBERNADOR Y EL TRABAJO 153
LA CARIDAD 154

CAPÍTULO 7 SUBSIDIARIDAD 173


FRANCISCO 173
LA CASA 174
LA BUROCRACIA 175
LOS VECINOS 175
LA MUNICIPALIDAD 176
EL PODER 177
YO MISMO 178
EL ESTADO 178
LOS HIJOS 179

DEL CONTRATO SOCIAL. CONCLUSIONES 193


DE LAS NOCIONES DEL CONTRATO 194
DE LOS POBLADORES 198
DE LA EFICACIA DE LAS POLÍTICAS SOCIALES 201
DEL IDEARIO DE LA INTEGRACIÓN 208

ANEXOS

ENFOQUE, MÉTODO Y UNIVERSO DE ESTUDIO. ENTRE SOCIOLOGÍA Y ANTROPOLOGÍA 223


LA ETNOGRAFÍA 223
DIBUJOS Y ESPACIOS DE LA IDENTIDAD 225
EL RELATO DE VIDA 226
SISTEMATIZACIÓN DE RELATOS Y ENTREVISTAS EN PROFUNDIDAD 228
UNIVERSO DE ESTUDIO 229

SINTESIS
INTRODUCCION
HACIA UNA DEFINICIÓN DE LA POBREZA 241
EL CONTRATO EN LA POBREZA 242
IDENTIDAD(ES) EN LA POBREZA 245
REFLEXIÓN Y TRABAJO DE LA IDENTIDAD 246
EL POBRE FRENTE AL ESTADO 248

SYNTHESE

INTRODUCTION 255
LES ANTÉCÉDENTS DU PROBLÈME 258
PAUVRETÉ ET VULNÉRABILITÉ 259
L’ÉTAT FACE À LA PAUVRETÉ 260
POLITIQUES SOCIALES DE LOGEMENT ET NOUVEAUX QUARTIERS 261
DES ETHNOGRAPHIES EN TERRITOIRES DE PAUVRETÉ 264
LE SUJET FACE À L’ÉTAT 268
LES ITINÉRAIRES DE PAUVRETÉ 268
CULTURES DANS LA PAUVRETÉ 269
VERS UNE DÉFINITION DE LA PAUVRETÉ 271
LE CONTRAT DANS LA PAUVRETÉ. 273
IDENTITÉ(S) DANS LA PAUVRETÉ 278
RÉFLEXION ET TRAVAIL DE L’IDENTITÉ 279
LE PAUVRE PAR RAPPORT À L’ÉTAT 282

CONCLUSIONS : DU CONTRAT SOCIAL 284


DE L’ÉGALITÉ ET DU CONTRAT SOCIAL 284
DE L’EFFICACITÉ DES POLITIQUES SOCIALES 289
LE BON TRAVAIL 290
LE LOGEMENT DIGNE 291
LA RÉCIPROCITÉ ÉRODÉE 291
FUTUR ET INCERTITUDE 292
DE L’IDÉAIRE DE L’INTÉGRATION 296
INTRODUCCION

“Du moment ou un indigent est inscrit sur la liste des


pauvres de sa paroisse il peut sans doute réclamer des
secours: mais qu´est- ce que l´obtention de ce droit,
sinon la manifestation authentique de la misere, de la
faiblesse, de l´inconduite de celui qui en est revêtu?”
Alexis Tocqueville, Memoire sur le pauperisme, 1835.

La figura del pobre – el que merece por su condición de carencia ser asistido de
manera sistemática por el Estado y sus políticas sociales-, es una construcción
relativamente moderna. Históricamente, el pobre fue el mendigo, el leproso, el
huérfano... y la relación de la sociedad transitó entre la caridad y el castigo, entre la
piedad y la horca. Desde las políticas sociales en cambio, la sobrevivencia y la
integración material es un derecho del ciudadano empobrecido y al cual la sociedad
democrática y moderna debe responder.
Sabemos sin embargo, que las políticas sociales no han logrado erradicar la pobreza
y sus efectos paradojales están a la vista. La idea de que la pobreza es un mal
inevitable al modelo económico tiende a asentarse, y con ello la naturalización de la
pobreza. Se olvida así que la pobreza es siempre una construcción social e histórica.
Lo primero es precisar que nuestro objeto de estudio no lo constituye la pobreza ni los
pobres en tanto categoría genérica, sino los pobres en cuanto asistidos y sujetos de
asistencia social. Asumimos en la perspectiva de Simmel, que los pobres, en tanto
categoría social, no son aquellos que sufren de carencias y privaciones, sino aquellos
que reciben asistencia o deberían recibirla según las convenciones sociales. La
pobreza no puede, en este sentido, ser definida como un estado cuantitativo y
absoluto, sino en cuanto a la relación social que ella genera. La pobreza, tal como
aquí se entiende, es por tanto relativa y se construye socialmente. Su sentido es aquel
que la sociedad le otorga.
Comprender los efectos a menudo perversos de las políticas sociales exige alejar la
mirada de los mecanismos técnicos y de ingeniería social para centrarnos en la “caja
negra” en que se desenvuelve y construye la relación entre los pobres y los agentes
de políticas sociales. La premisa sobre la cual se levanta esta investigación es que los
procesos de superación de la pobreza se asocian tanto a la integración funcional
entendida como la autonomía de los más pobres para asegurar el propio sustento; así
como a la integración social en tanto implicación de los sujetos en cuanto ciudadanos,
en un sistema de derechos, normas y de valores.
La superación de la pobreza se asocia por tanto, a la capacidad de los más pobres
para ejercer un control cultural y económico sobre sus vidas. Pero también a la
definición del contrato social, esto es, a los derechos y deberes del Estado y de ellos
mismos en el logro de la igualdad e integración social. O en la célebre fórmula
roussoniana, a la “forma de asociación que defienda y proteja con toda la fuerza
común, la persona y los bienes de cada asociado, y por la cual cada uno, uniéndose a
todos obedezca tan solo a si mismo y quede tan libre como antes.”1

1
Rousseau, El contrato social, cap. VI Del pacto social, [1762], 1996.
Las formas que adquiere este contrato social entre el Estado y los pobres de nuestra
sociedad dice relación no solo con la oferta pública, sino también con la posición
social y las disposiciones culturales e identitarias que orientan la práctica de estos
sujetos en sociedad. El Estado construye el marco dentro del cual los sujetos deberán
operar, pero también los sujetos interactúan, cuestionan, adhieren o rompen con él.
El concepto de campo de relaciones propuesto en esta investigación nos permite
entrar a esta caja negra que son las relaciones y representaciones que se ponen en
juego entre el Estado y los pobladores. El concepto de campo de relaciones abre la
posibilidad de una lectura de la construcción de la alteridad en estos espacios
públicos y políticos, de la distancia y proximidad con el otro, de la ambigua y siempre
negociada interacción cara a cara; del tema del poder y del control cultural, entendido
como la capacidad de decisión sobre los elementos culturales y sobre los modos de la
convivencia social2. El análisis de las interacciones al interior de este campo de
relaciones nos abre al conocimiento de los procesos por los cuales los más pobres de
nuestra sociedad trabajan su identidad y su cultura a pesar de las condicionantes
estructurales.
Este estudio se pregunta si una concepción del contrato social orientado hacia el
reconocimiento de la comunidad y sus derechos por parte del Estado estaría en
mejores condiciones de crear oportunidades de integración social que una concepción
del contrato sustentada en el principio de la necesidad individual y la beneficencia.
¿Individuos con una identidad comunitaria fuerte, estarían en mejores condiciones de
prescindir y autonomizarse del Estado y sus programas sociales que individuos sin
este soporte comunitario, pero con aspiraciones individuales de movilidad
social?¿Cuáles serían las condiciones que deben cumplirse en esta interacción
Estado/ individuo/ comunidad para que se gatillen procesos de mayor integración
social? ¿Es la articulación al mercado de trabajo? ¿Es el acceso a un mayor y más
diverso número de redes sociales? ¿Es la presencia de un dirigente social eficiente?
¿Es la construcción de un vínculo de confianza entre el agente público y el que
demanda ayuda?
Para abordar este problema se observan, a través del trabajo etnográfico y los relatos
de vida, los procesos de erradicación de campamentos y el traslado de los pobladores
a conjuntos de viviendas construidas por el Estado durante la década de los noventa.
Este análisis comparativo nos permitirá comprender las dinámicas que dan vida a
estas sociedades de campamento y sociedades de villa; así como las formas de
resistencia y adaptación que adquieren estos procesos de transformación social
promovidos por el Estado y sus políticas sociales a lo largo de diez años (1990-2000).
La investigación sigue dos cursos complementarios. En un primer momento se
caracterizan, a través de un trabajo etnográfico en tres villas (conjuntos residenciales
pobres) las modalidades que adquiere este vínculo entre las familias y el Estado.
Posteriormente, a través del análisis de “los relatos de práctica” 3 de cuarenta y ocho
habitantes de estas villas, se profundiza y comparan los procesos de erradicación
desde sus campamentos así como los modelos del contrato social de estos
pobladores, sus tensiones identitarias y lógicas de acción hacia el Estado, el mercado
y su comunidad. La investigación establece la trayectoria de integración social de
estas pequeñas sociedades de campamento y villa a lo largo de diez años, para luego
– desde este relato e imaginario del contrato social - proponer algunos lineamientos
teóricos para un contrato social de derechos a la igualdad en la diversidad.

2
Bonfill Batalla, 1990.
3
Ver anexo metodologico.
Los objetivos
Derivar y contrastar hipótesis relativas a los resultados e incidencia de las políticas
sociales en la integración social de los pobladores.
Caracterizar las formas de resistencia o adaptación de los pobladores a las
condiciones impuestas por las políticas sociales para el logro de la integración social.
Caracterizar los modelos del contrato social que se construyen entre los individuos
pobres y el Estado a lo largo de la década de los noventa.

El método y el universo de estudio


En términos metodológicos el estudio se ubica en la perspectiva de los estudios
cualitativos, privilegiando un enfoque etnográfico, los relatos de vida y entrevistas en
profundidad a habitantes de tres territorios residenciales en los que el Estado ha
construido conjuntos de viviendas y aplicado programas sociales.
Se analizarán las trayectorias sociales y las interacciones cotidianas que 48 individuos
y sus familias sostienen con el Estado y políticas sociales a lo largo de los últimos diez
años (1990-2000). Las familias fueron seleccionadas de acuerdo a su tipo de
vinculación con programas y políticas sociales; y fueron contactadas a través de un
trabajo etnográfico en los tres territorios estudiados: Villa El Resbalón y Villa San
Arturo de la ciudad de Santiago; y Población Santos Martínez de la ciudad de Curicó.
Como veremos, las tres comunas presentan características diferentes tanto en
términos de sus indicadores de pobreza como en términos de su gestión municipal.
Para el año 2003, la encuesta de Caracterización Socioeconómica Nacional (CASEN)
indicaba que en Chile un 18.7% de su población se ubicaba bajo la línea de la
pobreza. Ese mismo año, la comuna de Cerro Navia, mostraba índices de pobreza por
sobre el promedio nacional (21.7%) y una política municipal que privilegiaba un
enfoque participativo en la implementación de las políticas y programas sociales. La
comuna de Maipú ubicada también en Santiago, mostraba en cambio, índices de
pobreza muy por debajo del país (10.5%) y una política municipal contraria a la
construcción de villas y radicación de pobladores en su comuna. El discurso municipal
apuntaba más bien a la construcción de una identidad comunal de clase media; desde
esta perspectiva no existía política alguna de integración comunal para los recién
llegados de campamentos de comunas aledañas lo que talvés explique que desde
1996 la comuna aumentara al menos en casi tres puntos su índice de pobreza. La
comuna de Curicó ubicada en la ciudad de Curicó, poseía para el año 2003, niveles
de pobreza algo inferiores a los promedios nacionales (14.6%), un enfoque
fuertemente asistencial en la implementación de los programas sociales, pero exitosos
indicadores de gestión municipal en términos de la focalización de sus recursos y
programas sociales.
La mayor parte de las familias que conforman nuestro universo de estudio obtuvieron
durante la década de los noventa una vivienda social4. En los territorios seleccionados
se pudo constatar dos tipos de familias que se correspondían con nuestro criterio de
selección de casos: a) Familias pobres vinculadas a la red estatal y programas
sociales con participación local. b) Familias pobres que obtuvieron sus viviendas con
subsidio social a través de sus ahorros individuales y que se vinculan al Estado a
través de programas de ayuda individual. Ambos tipo de familias, como veremos
posteriormente, presentarán diferencias significativas en términos de la integración
social como de la satisfacción con sus viviendas y vecindarios.

4
Vivienda construida y subsidiada por el Estado para las familias de más escasos recursos.
Se seleccionaron para el conjunto de las tres villas, 22 familias que obtuvieron sus
viviendas a través de programas individuales; y 22 familias que obtuvieron sus
viviendas por participación organizada en programas sociales para la vivienda; y 4
familias que no lograron obtener sus viviendas. Para cada una de las familias se
entrevistó a la madre por ser quién presentaba más disponibilidad para relatar la
historia familiar en relación al Estado. Solo en algunos casos el padre de familia
aceptó también entregar su relato, pero en general, siempre como complemento a la
historia de la madre.
La tesis se organiza en tres partes. En la primera parte se abordan “Las paradojas de
la política social en Chile” a través de dos capítulos. En el primero se entregan tres
etnografías que dan cuenta del proceso a través del cual se construyeron tres
conjuntos residenciales producto de las políticas de vivienda social. Para cada una de
estas etnografías se construye un relato descriptivo y se entregan algunas claves
interpretativas en relación a los procesos sociales allí ocurridos. En el segundo
capítulo de esta primera parte se entregan algunas claves sociológicas para
interpretar los procesos sociales ocurridos al interior de estas villas de pobladores de
la década de los noventa. Junto con analizarse el papel que juegan los procesos de
segregación urbana se entregan elementos históricos para problematizar el rol del
Estado y sus políticas sociales en la construcción de la pobreza urbana y los procesos
de integración social en Chile.
En la segunda parte del documento, se presenta “El pobre ante el Estado”. Esta parte
se organiza en cinco capítulos, cada uno de ellos corresponde a una concepción del
contrato social vigente entre estos pobladores. A través del análisis de los “relatos de
prácticas” y de la entrega de un relato in extenso de un(a) poblador(a), se muestran y
analizan cuatro dimensiones que nos aproximan a una mirada comprensiva de la
construcción del sujeto poblador: las dimensiones del modelo del contrato social; las
tensiones identitarias de estos individuos que viven la pobreza; el trabajo que cada
uno, desde su experiencia de pobreza, realiza de si mismo; y finalmente las lógicas de
acción de estos pobladores frente al Estado, al mercado y a su comunidad.
Los tipos ideales del contrato social fueron construidos a partir de la definición de los
principios que definían la acción del Estado frente a la pobreza y de los mismos
pobladores: ¿Qué debe hacer el Estado para ayudar a los pobres a superar su
condición? ¿Qué deben hacer los pobres para salir de la pobreza? Estos principios
permitieron la formulación de cuatro tipos ideales del contrato social: a) Beneficencia y
caridad; b) Protección y solidaridad; c) Comunidad y Derechos; d) Individuo y
subsidiaridad.
En la tercera y última parte del documento se responden, a partir de las evidencias
empíricas, tres preguntas esenciales a esta investigación: ¿De que depende que un
pobre prefiera un tipo de contrato a otro? ¿Bajo que condiciones y por qué razones las
políticas sociales inciden o no en la integración social y funcional de los más pobres?
¿Qué podemos concluir de de la concepción del contrato social durante los últimos
quince años; es decir, desde la recuperación de la democracia en Chile?
En el capítulo final se aportan al debate algunos elementos conceptuales para la
construcción de una teoría del contrato social en Chile.
PARTE I
Las paradojas de las políticas sociales
Capítulo 1
De integrados y desafiliados
Cerro Navia, Maipú y Curicó5

En este capítulo se presenta, a través de un relato etnográfico, la historia de tres villas


construidas por el Estado a fines de la década de los noventa. Esta historias fueron
reconstruidas a partir del trabajo de campo realizado desde mediados de los noventa
en Cerro Navia, Maipú y Curicó.6Los tres relatos hablan de la vida de sus habitantes,
de sus trayectorias de integración y desafiliación, y de su relación con el Estado y las
políticas sociales. Las tres etnografías tienen como objetivo entregar antecedentes
para comprender como a) hacen los más pobres de la ciudad para sobrevivir y
hacerse de un espacio en ella; b) como “baja” el Estado y sus políticas a las
localidades; c) y como ellas contribuyen o no a consolidar los procesos de integración
social en las familias que allí habitan.
Como veremos, las tres villas nacen de un mismo tipo de intervención pública, esto es
de la erradicación de campamentos (Programa Chile Barrio), pero a pesar del mismo
punto de partida, las trayectorias y procesos de integración de sus habitantes se
diferenciarán radicalmente.
En Cerro Navia nos encontraremos con una historia de integración inconclusa; en
Maipú con una historia de desafiliación y olvido; y en Curicó con aquella historia de los
asistidos de siempre.

5
En estas etnografías trabajaron las alumnas del Núcleo de Antropología Urbana de la
Universidad Academia Humanismo Cristiano: Patricia Acevedo, Carla Cerpa, Cecilia Muñoz,
Gabriela Palacios, Francisca Pérez, Marcela Moreno, Gladys Retamal, Francisca Riquelme,
Daniela Serra, Elvira Valdivieso.
6
Ver anexo metodológico.
Integración y disputa
Villa El Resbalón de Cerro Navia

Vivir en la rivera del río Mapocho


A comienzos de los años noventa, para llegar al campamento El Resbalón se requería
de tiempo y sobre todo de paciencia. Partiendo del centro de la ciudad había que
atravesar las comunas de Estación Central, Quinta Normal, Pudahuel y Lo Prado…
Sólo entonces aparecía Cerro Navia, comuna homogéneamente pobre, de calles
estrechas, veredas cuidadas, de árboles grandes, viviendas modestas y pequeños
antejardines.
Cerro Navia es una comuna pobre y constituye un buen ejemplo para caracterizar la
concentración territorial que muestra la pobreza en la ciudad de Santiago. Esta
comuna recibe en los años ochenta un importante número de habitantes producto de
la erradicación de poblaciones de otros
sectores de Santiago, como Las Condes. A El término campamento o población
fines de los años noventa la comuna contaba callampa da cuenta de un territorio
con 92 poblaciones y 11 campamentos. Con ocupado o “tomado” por sus pobladores
una superficie de 10,9 km2 y una población con objeto de poder construir allí sus
cercana a los 176 mil habitantes, es una de viviendas. A menudo estas viviendas son
las comunas más densamente pobladas de construidas con materiales muy precarios
Santiago. (latón, cartones, madrera...) y no cumplen
con condiciones básicas de salubridad. A
Allí en los márgenes de la ciudad de menudo sus habitantes viven en situación
Santiago, emplazado en un gran sitio eriazo, de pobreza extrema y no poseen títulos de
a orillas del río Mapocho, basural de aguas propiedad de sus sitios.
grises y escaso caudal, se ocultaba
campamento El Resbalón. Asentamiento irregular es un concepto
asociado a la regulación urbana y da
Hasta el año 2001 este campamento se cuenta de la irregularidad o ausencia de
componían de cerca de cincuenta frágiles y título de dominio de la propiedad por parte
precarias viviendas de madera, cartón y latón de sus ocupantes. Un asentamiento
organizadas en pasajes que daban forma a irregular no necesariamente supone que
las viviendas que allí existen sean
una U. Al centro, una improvisada cancha de
precarias o que quienes lo ocupan sean
tierra para jugar fútbol y una precaria sede personas que viven en condiciones de
social que funcionaba para reuniones y extrema pobreza.
guardería de los niños más pequeños. Entre
montañas de basura, arena y uno o dos Población alude a sectores
árboles, el campamento ofrecía, a los ojos residenciales populares, construidos
del recién llegado, un panorama desolador. en general con subsidio; cuentan con
En invierno el barrial y el caudal del río todos los servicios básicos,
amenazante; en verano, la sequedad, el construcción sólida.
polvo, las garrapatas, los guarenes y el hedor El término Villa en cambio, surge en
penetrante del río. los años 90 para designar conjuntos
El campamento El Resbalón fue tomando de viviendas sociales cerrados y en
forma antes de pertenecer a la comuna de territorios más pequeños que las
Cerro Navia, incluso antes que la misma poblaciones.
comuna existiera y formara parte en ese
tiempo del antiguo y legendario “Barrancas”. Los antecedentes recopilados, nos
hablan de un sector rural, rodeado de fundos y chacras, donde la única forma de
cruzar el río era a través de troncos y donde el oficio de arenero y el cultivo de
hortalizas eran las principales fuentes de trabajo de quienes habitaban el lugar. El
nombre de “El Resbalón” proviene de un camino de tierra (o resbaloso fango en días
de lluvia) que comunicaba a las parcelas de aquellos tiempos. Origen rural y
pueblerino que permite a los actuales habitantes de la villa construir un relato
nostálgico de lo que fue su pasado:
“Era un pueblito El Resbalón, teníamos tres micros diarias, una a las ocho de la
mañana, la otra a la una, y la otra a las siete de la tarde, era un pueblito. Para allá
eran puros fundos, y aquí era una parcela, donde está el paradero de la micro, donde
está la panadería, derecho para abajo era una parcela, y de aquí al frente para allá
había otra parcela, y una que otra más casi por el derredor no más, había una
comisaría chiquitita, en Huelén con La Capilla, donde están los otros departamentos
nuevos, donde hay un colegio ahí...” (Yolanda, dirigente, Cerro Navia)
En el año 2003 en Cerro Navia viven proporcionalmente más personas pobres (21.7%) que en
el resto del país y la región metropolitana (18.7% y 13.1%). Sin embargo, entre 1996 y el año
2003 la comuna ha disminuido en un 5% su pobreza. En términos de la participación en la
fuerza de trabajo el 2003 la comuna poseía tasas similares a la de la región. Pero, en términos
de desocupados, ese mismo año la comuna tenía un 11.1% de desocupados, con promedios
por sobre la media nacional y regional (9.7% y 9.3% respectivamente). En términos de ingresos
mensuales por concepto de trabajo del hogar, se observa que mientras para Cerro Navia el
promedio asciende a $401.728, para la Región Metropolitana éstos ascienden a $719.000, y en
el país a $535.000. Mideplan, Casen 2003.
Desde principios de la década de los ochenta, la ribera sur del Río Mapocho,
recomenzó a poblarse con nuevos habitantes. Producto de la crisis económica, a las
familias de siempre se suman otras que llegarán de manera sigilosa y de preferencia
en la noche a ocupar el borde del río. En el campamento El Resbalón, nadie sabía a
ciencia cierta cuándo comenzaron a llegar las primeras familias. Algunos dicen que al
menos hace unos 35 años; otros, que allí, a la orilla del río Mapocho, siempre han
existido campamentos y chozas. Y es que en su memoria no hay grandes hitos que
recordar. Relatos circulares, marcados apenas por las estaciones del año: El verano
con sus culebras, garrapatas, zancudos y polvo; en invierno, las inundaciones, las
goteras, el barro y los resfríos. Y las fiestas, la Navidad, el Año Nuevo, el Día del Niño,
el 18 de septiembre y la celebración de los santos, recordaban y marcaban el ritmo
del año.
Lo demás, hábil y empeñosa gestión de la ayuda que nunca, mientras se habitó a la
orilla del río, dejó de llegar: la municipalidad, el Hogar de Cristo, el Fondo de
Solidaridad e Inversión Social, algún político en campaña electoral, la Iglesia católica,
evangélica o mormona… todos pasaban por allí, porque “la gente nos mira diferentes;
es que somos muy pobres, pero los otros tampoco tienen mucho; más que nosotros
sí, pero cualquiera tiene más que nosotros”. (Verónica P., Cerro Navia)
En el campamento, la organización de vecinos se centraba en la recepción de la
ayuda y la distribución de bienes provenientes de la municipalidad o de las campañas
políticas. Aunque la desconfianza e incredulidad hacia los políticos eran comunes a
todos, siempre se agradecía la llegada de ayuda, en especial cuando se trataba de
mercadería.

Los habitantes del campamento


En el campamento el Resbalón habitaban hasta 1999, cuarenta y cinco familias, es
decir 170 personas. De estas familias la mayor parte eran familias nucleares
biparentales con hijos menores de edad. La mitad de estas parejas eran convivientes
y aportaban hijos de uniones anteriores. Muy pocas estaban casadas legalmente.
Entre los mayores de 15 años, la educación escaseaba, más de la mitad poseía
educación básica incompleta. Solo 19 personas, en su mayoría varones, poseían
educación media incompleta y 10 eran analfabetos. Es a partir de los quince años que
la deserción escolar comenzaba a ser general entre los adolescentes. De un total de
16 jóvenes entre 15 y 21 años, sólo cuatro estudiaban.
En términos laborales, menos de la mitad de los pobladores en edad de trabajar se
encontraba haciéndolo remuneradamente, menos de un trabajador por hogar. La
mitad de los trabajadores han tenido un empleo estable y asalariado por más de dos
años, para el resto, la inestabilidad es la característica central de su inserción en el
mercado de trabajo.
Los ingresos por concepto de trabajo se ubican para la gran mayoría de los
trabajadores del campamento, bajo el ingreso mínimo. La mayor parte de los hombres
trabajan como obreros de la construcción y/o albañiles; entre las mujeres predominan
las lavanderas que trabajan en sus casas "lavando ajeno" y las cocineras que de
manera ocasional se desempeñan en restaurantes y casinos; el servicio doméstico es
un trabajo poco frecuente entre ellas.
Para el año 1997, de acuerdo a la percepción de sus habitantes, los principales
problemas que afectaban a las familias eran la deficiente situación económica y la
vivienda, pero también los problemas de organización entre vecinos. La satisfacción
con su lugar de residencia, sin embargo era alta entre las familias, a un 67% de ellas
le gustaba vivir a la orilla de río, aunque algo más de la mitad se habría cambiado si
hubiese podido.( Encuesta Sur/Fos, 1997)

El liderazgo matriarcal
En el campamento El Resbalón, a pesar de los conflictos cotidianos entre vecinos, la
participación en las iniciativas colectivas era alta. De manera espontánea los
liderazgos se alternaban y superponían causando disputas, rumores y
enfrentamientos entre vecinos.
En el campamento predominaba un liderazgo matriarcal; mujeres fuertes que desde
perspectivas distintas, pero complementarias resolvían o aliviaban dos problemas
centrales a la comunidad: la salud y la alimentación.

La sanadora
La señora Rosa, mujer maciza y elegante, de sonrisa amplia y genio cambiante,
sanadora de oficio y líder indiscutible. Su particular historia de familia (parálisis
degenerativa de los hombres) y la transmisión por parte de su abuela de capacidades
paranormales, la transformaron en una sanadora y vidente especializada en mal de
ojo, compostura de huesos y primeros auxilios. A ella no solo acudían los vecinos, en
especial niños y jóvenes del campamento, sino también familias de otras comunas.
Sentada en la puerta de su casa, bajo la sombra de uno de los escasos árboles del
campamento, poseía una ubicación privilegiada para atender a los enfermos o heridos
que venían a solicitar sus cuidados. Posición privilegiada también para informarse de
las riñas en la rivera del río y curar a lo heridos; o atender a los jóvenes del "club de
los voladitos", como las mujeres mayores llamaban afectuosamente a la pequeña
casa ubicada en uno de los extremos del pasaje. Allí, protegidos de la mirada de los
más adultos y de la policía, este “club” servía de espacio de sociabilidad y
resguardado para los jóvenes consumidores de droga del campamento. El río en
cambio, espacio más desprotegido y anónimo, era escenario frecuente de disputas y
muertes entre pandillas de jóvenes. La señora Rosa atendía a unos y otros,
evitándoles acudir a los servicios de salud donde ciertamente serían interrogados y
detenidos.
La enfermedad genética que afecta a todos los hombres de su familia, permitió que la
señora Rosa desarrollara además una gran cantidad de vínculos con el municipio,
instituciones de caridad, concejales, diputados, senadores e incluso el presidente y su
señora. A partir de estos contactos, la señora Rosa accedía a recursos, cursos, sillas
de ruedas, implementos para la curación de enfermos y un sinnúmero de subsidios
que le permitían a ella y su marido no trabajar y destinar el tiempo al cuidado de sus
hijos y la comunidad.
El respeto que su quehacer despertaba entre los vecinos, le permitió por largos años
ser una líder indiscutible al interior del campamento. Con un estilo de dirección y
gestión maternal, alegre, autoritaria y personalista, la señora Rosa convocaba a todos.
Su pasaje, decorado como ningún otro, era ciertamente el epicentro de las fiestas a lo
largo del año.

La celadora
En el resguardo de la comunidad trabajaba también la señora Yolanda. Mujer de 65
años, menuda, de difícil sonrisa, de andar rápido, decidido y que poseía el único
huerto del campamento. Como buena inmigrante del sur de Chile y de tradición
campesina, su cuidada vivienda estaba rodeada de vegetación, flores, verduras y
frutales que crecían bajo el cuidado de su dueña. Preocupada de la alimentación y la
higiene, la señora Yolanda velaba con especial cuidado por los niños de la vecindad.
Estaba al tanto de todas las situaciones de hambre, de maltrato y descuido de
algunos niños del campamento.
En tiempos de cesantía generalizada no dudaba en organizar ollas comunes,
compartir los productos de su huerto, recorrer con otras vecinas las ferias para pedir
los restos de verduras, golpear la puerta del Hogar de Cristo, las oficinas de la
alcaldesa y las asistentes sociales para pedir ayuda.
Su preocupación por la sobrevivencia e imponer una cierta calidad de vida y normas
de convivencia, le valieron con el tiempo, el reconocimiento de una parte de la
vecindad, pero también el transformarse en la principal interlocutora con las entidades
gubernamentales que posteriormente se instalarían en el campamento. Con la señora
Rosa, compartieron la dirección de la organización vecinal por un buen tiempo,
aunque las diferencias de gestión y disputas por la toma de decisiones eran parte de
la relación entre ellas.
El estilo matriarcal de ambas mujeres, sin embargo, logró incluso imponerse a los
intentos de un joven y letrado carpintero por cambiar el estilo de la organización. Tras
casi un año de recolección de fondos entre vecinos, el joven dirigente logró organizar
una gran fiesta de Navidad. La disputa por el destino de tales fondos llevó a que la
fiesta terminara en un gran campo de batalla entre vecinos y el fin del liderazgo de
este carpintero.
La agudización de la crisis económica y la cesantía de aquel tiempo (1997)
favorecieron la vuelta de ambas líderes a la cabeza de la comunidad. Centradas en la
olla común, la recepción de recursos para la comunidad y la sanación, ellas volvieron
a ocupar un espacio central en la organización de vecinos.
El deseo de una vivienda
Desde mediados de los años noventa, la municipalidad y sus asistentes sociales
comenzaron a visitar regularmente el campamento para incentivar a las familias a
ahorrar para una vivienda. Sin embargo, eran pocas las familias que sentían la
necesidad o simplemente creían en la posibilidad de cumplir este sueño. La
satisfacción con el lugar y el temor a ser erradicados a otras comunas también jugaba
en contra. La experiencia de la vecina Sandra y sus dos hijos, que por el Programa
Mujeres Jefas de Hogar había obtenido su casa en la comuna de San Bernardo, pero
que volvía semanalmente al campamento en busca de ayuda para sobrevivir, los
reforzaba en su desconfianza. Era la primera persona que obtenía su vivienda y la
primera en regresar.
No es sino con la llegada de organismos no gubernamentales concertados con el
municipio que la idea de apostar a un cambio en sus vidas comienza a tomar forma.
Se constituye una mesa de coordinación entre estos organismos no gubernamentales,
la municipalidad y las dirigentes. El objetivo propuesto era trabajar organizadamente
para la erradicación del campamento y la obtención de viviendas propias.
Las primeras reuniones entre los habitantes y las instituciones serán de difícil
comprensión. Los habitantes exigen ayuda concreta (bienes) y las instituciones
ofrecen solo asesoría y actividades para formalizar la organización. Las resistencias y
desconfianzas se dejan sentir. Aún así, a mediados del año 1997 se inician una serie
de talleres al interior del campamento que reforzarán la participación y
progresivamente el deseo iniciar una nueva vida. Las reuniones mensuales en la
mesa de coordinación posibilitarán que las dos dirigentas más antiguas se preparen
para liderear este proceso.
Es sin embargo, con la llegada del Programa Chile Barrio que la certeza de los
recursos para la vivienda adquiere fuerza entre los dirigentes y pobladores;
progresivamente la idea y la aspiración de migrar de la orillas del río Mapocho en pos
de una casa propia adquiere forma entre los vecinos.

La ceremonia de la integración
El año 1998 se inaugura el Programa “Chile Barrio” que contempla entre sus acciones
el fin de los 955 campamentos existentes en el país y el traslado de sus habitantes a
viviendas sociales. El Resbalón es uno de los campamentos que deberá ser
trasladado a una villa.
El día que los terrenos asignados para la construcción de las viviendas son
comprados por el Ministerio de Bienes Nacionales, el municipio en conjunto con el
ministerio de Justicia, el de Vivienda y el Programa Chile Barrio deciden festejar con
los pobladores. La ceremonia, a modo de celebración de un rito de pasaje, consistirá
en la unión en matrimonio legal de una pareja del campamento. Los elegidos para
esta ceremonia son la señora Rosa y su marido. Los padrinos del nuevo matrimonio
serán los ministros y la alcaldesa. A la ceremonia, realizada en los nuevos terrenos
frente al río Mapocho, asistirán todos los vecinos. La prensa cubrirá y publicará el
hecho celebrando este nuevo matrimonio con 15 años de convivencia y seis hijos a su
haber.
La señora Rosa, será consagrada por el Estado y su ceremonial como símbolo del
proceso de integración social que se inicia a partir de ese momento. Casada y con
padrinos oficiales ella reafirmará frente a los vecinos su liderazgo y ciertamente su
amplia y eficiente red de contactos sociales. La ceremonia constituye en cierta forma
el hito simbólico que marca el inicio de una nueva vida para estas familias, se pone
así término a la vida en las fronteras y la ilegalidad. Tras la ceremonia, muchas serán
las familias que comenzarán a anunciar que se casarán y bautizarán a sus hijos una
vez trasladados a sus nuevas casas.

El ceremonial de las viviendas


El 26 de Octubre del año 2001, las familias del campamento El Resbalón recibieron
sus nuevas viviendas junto a familias provenientes de otros campamentos y
poblaciones a quienes nunca antes habían visto.
La entrega de la llave de sus viviendas se acompañó con una gran ceremonia. Asistirá
el Presidente de la República, la primera dama, el ministro de la vivienda, la alcaldesa,
el director del Programa Chile Barrio, senadores, concejales y autoridades de otras
instancias públicas. Ubicados en una palestra bajo una carpa levantada para la
ocasión, formal y elegantemente vestidos los pobladores emocionados, escucharon
cinco discursos: la alcaldesa, dos dirigentes, el ministro de la vivienda y el presidente.
En un lenguaje coloquial la alcaldesa recordó el trabajo realizado desde 1996 en
adelante con los campamentos, destacará el hecho que no quede en la comuna de
Cerro Navia ninguna familia viviendo en campamentos. Celebró la fuerza de la
organización de pobladores y “el acto de justicia” que simboliza la entrega de las
viviendas a quienes han esperado más de 20 años para obtenerlas. En seguida, tomó
la palabra, la señora Yolanda y en un breve discurso agradeció simplemente a cada
una de las autoridades y asistentes sociales. El ministro por su parte, en un largo
discurso celebró la radicación en la comuna de origen y “el bonito esfuerzo” de los
pobladores y las mujeres jefas de hogar. Les recomendará cuidar su nuevo barrio y
pagar los dividendos llamando a la responsabilidad para con otros sin casa de este
país. La ceremonia fue clausurada con el discurso del presidente, quien agradeció y
celebró a la organización y sus dos dirigentes el esfuerzo realizado, porque “la
obligación de la democracia, de un gobierno, es cuando hay organización dar la mano
y juntos seguir adelante”. Explicará finalmente las gestiones del gobierno para
disminuir las consecuencias de la cesantía y alentará a los pobladores a continuar
apoyando su gobierno. Finalizará la ceremonia con la entrega de los títulos de
dominio y las llaves de sus nuevas viviendas. Emocionados los pobladores se
apresurarán a entrar a sus casas.

Los excluidos
El mismo día, terminada la ceremonia, las familias del campamento debieron trasladar
a pie sus enseres a las nuevas viviendas. Separados por una calle simplemente, la
mudanza no tardó más de un par de horas. Al poco rato la municipalidad había
cerrado el viejo terreno para evitar que nuevas familias se volvieran a instalar a las
orillas del río.
No todas las familias lograron obtener sus viviendas, algunas se allegaron a algún
familiar, otras – visiblemente conmovidas - debieron ubicar algún sitio eriazo en las
inmediaciones para instalar sus mediaguas. Es la historia de Jorge, hombre de 46
años, soltero a cargo de su hermano enfermo, que nunca creyó ni entendió las
condiciones para postular al subsidio. En plena ceremonia de entrega de las llaves, y
desesperado ante las evidencias del desalojo, suplicaba sollozante alguna ayuda a las
autoridades municipales. En medio de la euforia y la confusión que reinaba en el
lugar, Jorge logrará que la alcaldesa mande a instalarle una pequeña mediagua en un
sitio cercano que él deberá arrendar. Dolido, sabe que ha quedado irremediablemente
excluido de la comunidad. “Me siento mal, siento pena… había un grupo aquí (se
emociona); entonces ahora se pierde; me va a quedar cerca, pero no es lo mismo que
aquí, yo salgo aquí y saludo a todos; a veces yo traigo de Mapocho choritos, y les doy
a ellos, siempre comparto con ellos, pero ahora va a ser diferente…la mala suerte.”
Algunas mujeres, en cambio, amparadas en el hecho que las políticas de vivienda
sociales las priorizan en la asignación de la propiedad, decidieron separarse y
mudarse a la nueva casa solo con sus hijos. Encerradas bajo llave, sus parejas las
maldecían y amenazaban a viva voz desde la calle.

Las nuevas casas: nosotros y los otros


La Villa Nueva Resbalón se compone de 92 viviendas de aproximadamente 50m2,
pequeños balcones y colores vivos que se distribuyen en torno a un espacio común.
De estas viviendas, 80 son departamentos de 47 m2 y 12 casa-taller de 63 m2. Estas
últimas son viviendas de tres pisos de los cuales el primero se destina a uso
productivo.
Las familias que llegaron a habitar este lugar provienen en su mayoría de la misma
comuna y de zonas cercanas a Cerro Navia. Sin embargo, las 45 familias del
campamento El Resbalón, son quienes marcan mayor presencia al interior de la villa,
no solo por número sino también por la fuerte identidad comunitaria y prácticas de
solidaridad que existe entre ellas. A raíz de esto, la villa tiende a ser asociada por el
entorno con el estigma de barrio “peligroso”.
Para los nuevos habitantes, en especial aquellos que provienen de poblaciones, este
estigma los avergüenza, pero además contribuye a generar apelativos entre ellos.
Estos apelativos coinciden con la modalidad de subsidio a través de las cuales ellas
accedieron a sus viviendas: “los del frente”, “los del fondo” y “los de adelante”. Estas
denominaciones ciertamente contribuyen a fijar las fronteras simbólicas e identitarias
dentro de la comunidad.
Los “del frente” (de la rivera del río), son los vecinos provenientes del campamento y
que obtuvieron sus subsidios de manera organizada. Se dice que con el traslado a las
nuevas viviendas estas personas, aunque conservan una fuerte solidaridad entre
ellas, también trasladaron “costumbres” propias a una cultura de la pobreza7. Están
también “los del fondo”, familias que habitan los departamentos del fondo de la villa, y
que son consideradas también marginales, sucios, violentos, sin vínculos solidarios
entre ellos y de “malos hábitos”. El subsidio para la vivienda en general lo obtuvieron
por asignaciones especiales e individualmente. Finalmente están “los de adelante” o
“cuicos” (de clase alta) que corresponden a las familias que habitan las casas-taller
ubicadas en la fachada de la villa. Estas familias poseen mejores ingresos y no
provienen de campamentos. Todos postularon a los subsidios individualmente, pero
en su condición de artesanos o microempresarios de la comuna.8

7
Por lo general, se refieren a costumbres como colgar la ropa desde las ventanas, no tener
cortinas, tratarse a gritos, escuchar música fuerte, tener perros de forma irresponsable, no
cuidar a los niños, despiojarse en la puerta de las casas…
8
Esta frágil frontera no está presente entre los niños y jóvenes, que comparte con todos.
Las fronteras identitarias en Villa El Resbalón

El sueño de la casa propia


En general, los nuevos pobladores de Villa El Resbalón están conformes con su
vivienda, la saben mejor que muchas otras viviendas sociales.
Para las familias que durante años vivieron en campamentos, la obtención de una
casa sólida, como ellos mismos la caracterizan, representa ciertamente, la realización
de sus sueños y la gran posibilidad de mejorar su calidad de vida. La mayor parte de
ellas percibe que sus nuevas viviendas constituyen la culminación de una larga
trayectoria de pobreza y esfuerzo; allí esperan ver crecer a sus hijos y terminar sus
últimos años.
En cambio, para las familias que provienen de otras poblaciones y obtuvieron su
vivienda por sus ahorros y subsidios individuales, la vivienda sólo representa un paso
más dentro de una trayectoria de movilidad social que recién comienza. La casa
constituye un activo (C.Moser, 1996) que se espera poder algún día vender o
arrendar; para así poder cambiarse a un mejor lugar.

La aspiración a la integración: desconfianza y disputa


En la Villa El Resbalón los primeros tiempos de convivencia no podrían ser descritos
como un proceso tranquilo. Si bien todos sus habitantes aspiran a la integración
social, integración que les permita sentirse un habitante más de su comuna, de su
ciudad y su país, los principios y los códigos morales que subyacen a esta legítima
aspiración no son compartidos. La diversidad de percepciones e interpretaciones de
los vecinos en relación a los términos sobre los cuales construir la integración
deseada es punto de fuerte disputa. La desconfianza, el miedo y la inseguridad están
en todos ellos.
“En la misma villa, las vecina prefieren que los niños no salgan a jugar, prefieren que estén
encerrados. Es que, con lo que está pasando, la gente tiene miedo a largar a los niños a la
calle. A veces, llega aquí, entra gente que uno no conoce, eso es lo que pasa, ese es el miedo
que tiene la gente, sobre todo en la noche, que los pasillos son tan oscuros. La gente le da
miedo poner ampolletas, se las roban, ese es el miedo que tienen las mamás de mandar los
chicos afuera. Aquí, los fines de semana son jodidos, ya se han entrado a robar aquí, en la
sede, en las casas, falta más vigilancia aquí... Lo que planteó la presidenta, que está ahora, es
juntar pitos, si se ve algo raro, hacer sonar el pito, y otro se encarga de llamar a carabineros.
(Juan, dirigente, Cerro Navia)
La disputa por los términos de la convivencia y los códigos de la integración social
estaban siempre presentes, demarcando y fijando las fronteras entre vecinos. La
distribución de las viviendas y la ubicación de las familias ciertamente facilita una
cierta segregación entre ellas según origen, y también una “vigilancia o control” de
todos y cada uno de los grupos de familias sobre los otros.

El temor de los que aspiran a la movilidad social


Para todos los pobladores, tanto aquellos que vivían como allegados en poblaciones o
bien en un campamento, llegar a vivir a una villa representaba un signo de distinción y
de mayor status. Aquellos pobladores que provenían de poblaciones sin embargo, se
sentirán prontamente defraudados. La convivencia obligada con las familias
provenientes de campamentos y cuyos códigos hablan de una cultura de los
márgenes, está a la base de esta desilusión y la vergüenza que les produce el que
puedan ser asociados a estas familias de mal vivir. Y esto no es un asunto menor
para quienes su expectativa era cumplir el sueño de una vivienda propia, un
vecindario tranquilo, espacio ordenado, estética homogénea, áreas verdes bien
cuidadas y una ocupación normada de los espacios comunes.
Para estas familias la integración y el logro del reconocimiento social no es sino una
pugna de cada uno y los suyos, y donde el esfuerzo, el trabajo, el resguardo de la
privacidad familiar constituyen los códigos que están a la base de sus trayectorias de
movilidad e integración social. Estos son los llamados habitantes “de adelante”,
familias de casas-taller, artesanos y trabajadores independientes y con mejores
niveles de vida que el resto del vecindario:
“Lo que más deseo es que (la villa) sea…, que no parezca lo que parece. Que cambie, que la
gente aprenda a vivir, me entiendes, que no sea tan “ah, vives ahí, que ordinario”, hacer valer
el condominio... La gente, claro, venía de campamento, pero sabemos vivir dignamente. En
cuanto a eso, para mi es lo peor, en cuanto a las casas estamos llenas de perros (...) Limpieza,
como punto principal, me van a botar todas esas porquerías que están allá atrás, aquí la gente,
lo que es limpieza, lo que es los perros, el estacionamiento, la música (...) si quieren pelear,
peleen, sáquense la mugre si quieren, pero afuera, tienen harto espacio, pero los escándalos
aquí se van abajo.” (Claudia, dirigente, Cerro Navia)
Para los vecinos de casa- taller, la experiencia de vivir en la villa ha estado marcada
por los episodios de conflicto generados “allá atrás”. La poca educación y el mal vivir
son señalados como la causa principal.
“Para mi estando encerrada estoy bien, pero ellos (hijos) no pueden estar así, pero cuando
salen se ven las diferencias, se ven caras, se ven formas, la expresión…Es marcada la
9
diferencia y es fome porque son todos los otros niños iguales. Son “choros ”, en la noche están
hasta tarde en la calle, llevan otra vivencia y cuando salimos tengo que sacarlo en brazos
hasta afuera porque le dan miedo los perros”. (Elisabeth, vivienda taller)
Para ellos el Estado y el municipio no han hecho si no premiar al más vivo y al que
menos se esfuerza. La pobreza y no el esfuerzo para salir de ella, se han constituido
en Chile en los principios de integración social:
“Lo que pasa que aquí la persona cuando postula a una vivienda, para tener mayor opción,
tienen que ser pobrísimos, vivir en la miseria, entonces eso le da puntaje y le da más prioridad.
Entre más pobre, más miserable es la gente, más oportunidades tiene. ¿Y después como
paga? Y cuando la visitadora la va a encuestar: Estoy sin trabajo, hace tres días que no como,
mi marido se fue, estoy sola, tengo cinco niños… bla, bla, bla, puras miserias. ¿Y como me
dan un departamento, con que pago? ¿Por qué no nos dan la casa a la gente que realmente
hemos luchado por ella?... Molesta que tengamos que vivir en la peor miseria para lograr esto.
Que es lo que pasa, creen que al momento de tener la casa, la gente va a cambiar la manera
de pensar, va a actuar de otra manera. ¡Noooo, si la gente está acostumbrada a vivir así!
Tiene muy pegado el pobre: “Es que yo soy pobre”, “ es que yo siempre he sido pobre”. Y yo
también, si no soy rica, pero tengo el espíritu de superación, me entiende? (Claudia, Dirigenta
de asa taller, Cerro Navia)

9
Choros: desafiantes, envalentonados.
El temor de los que desean una comunidad
Para aquellos vecinos que vienen de campamentos la experiencia de haber vivido en
comunidad, la presencia de redes de parentesco y la pobreza, marcan sus
aspiraciones. Para ellos la disputa por la integración social se da sobre bases
distintas. Si para los demás vecinos las prioridades se centran en el cuidado del
entorno, la limpieza, las "buenas maneras" y la vida puertas adentro; para los vecinos
de campamentos, la preocupación se centra en la recuperación de la comunidad
perdida y el resguardo de la relación largamente construida con el Estado. La
solidaridad y la confianza son los códigos básicos para hacer frente a la pobreza y el
logro de cuotas mínimas de integración social. Estos son, ciertamente los habitantes
que cuentan con una larga historia de pobreza y una tradición de organización a la
orilla del río. La vivienda propia simboliza para ellos la culminación y el fin de una
larga historia de invisibilidad. La comunidad continuará siendo sin embargo, el soporte
central a sus vidas.
Y aunque la mayoría se muestra conforme con sus casas, la nostalgia de esa manera
“comunitaria” de vivir a las orillas del río y de la protección del Estado permanecerá.
La comunidad y el Estado son levantados como dos pilares básicos de la integración
a esta sociedad, dos pivotes de una red de protección imprescindible para quienes a
pesar de haberse transformado en pobladores siguen siendo igualmente pobres y
estigmatizados. Estigmatización y discriminación que ya no proviene de los márgenes
externos a la comunidad, sino desde las fronteras internas a la propia villa. Yolanda,
antigua líder del campamento relata de manera aguda, como estas fronteras internas
son reforzadas por cada uno de sus habitantes:

“Ellos (los vecinos de casa taller) nos miran en menos a nosotros. Ese día dijeron que tenían
que presentarse en la reunión... Entonces ellas empezaron, yo soy fulana de tal de la casa-
taller. Yo le dije, me llamo fulana de tal y soy de la casa pobre, de adentro, del departamento.
Le pidieron que se presentara la persona, no la vivienda, y yo se lo dije a la vicepresidenta. Le
dije, para otra vez presenten bien, a la persona no la hace… (la casa); porque nadie tenía
interés en saber si era de casa-taller o de un simple departamento. La persona es la que vale,
no la casa... Los que miran en menos son los de casa-taller, como que apocan, pero aquí yo
creo, somos todos iguales.”
En síntesis, mientras para unos, la villa debiera abocarse a apoyar y resguardar las
aspiraciones de mejoramiento de la calidad de vida y movilidad social de cada una de
las familias; para los otros, la tarea del vecindario no es sino el resguardo de la
comunidad y la solidaridad entre iguales, en especial de aquellos que no tienen. Para
estos últimos, la celebración de las fiestas, el resguardo de una cierta tradición
comunitaria y la manutención del vínculo con el Estado constituyen principios con los
que no se transa.

La nostalgia
Los habitantes de la villa a menudo establecen en sus conversaciones comparaciones
entre su vida actual y la anterior. Por lo general, los que vienen de otras poblaciones
extrañan la vida cotidiana de un lugar donde las redes de confianza estaban definidas.
Asimismo, los que provienen del campamento, añoran la convivencia entre iguales y
donde la pobreza no tenía que ser ocultada, por el contrario, compartirla era lo que
generaba las respuestas de solidaridad entre vecinos. Sin embargo, en el
campamento, así como se podía compartir, la comunidad también contaba con
espacios de privacidad e intimidad. En el campamento no solamente las viviendas
eran más grandes, también el diseño y la intrincada distribución de sus viviendas
posibilitaban siempre un cierto resguardo de la mirada del otro. Para los más jóvenes,
el club de los voladitos y la rivera del río otorgaban los espacios de intimidad
necesaria.
Rosa, dirigenta, Cerro Navia: “Hecho de menos mi campamento, a la gente que nos reuníamos
en las tardes. Por ser a esta hora estábamos todas afuera en la fogata, hacia frío, pero igual
salíamos para afuera. Conversábamos entre nosotros, hacíamos onces en la sede para dar
opiniones, cosas así... Aquí no, aquí cada uno se rasguña con sus uñas. Allá no, porque uno
sabía si a alguien le faltaba un pedazo de pan; hacia colecta entre toda la gente y se ayudaba
a esa persona que le faltaba. Aquí es como que se levantaron mucho...”
Ciertamente, el escaso tamaño de los departamentos y el reducido espacio colectivo
contribuyen a reforzar una cierta idealización de la vida anterior. El diseño y la
distribución de éstos impiden toda privacidad. Aunque así se desee es imposible
sustraerse del grito, del conflicto, de la fiesta, de los que entran, de los que salen, del
rumor y del comentario. Para los jóvenes es aún más difícil, la sociabilidad y la
sexualidad no pueden sino vivirse en los extramuros de la villa, lejos de la mirada y el
resguardo de sus padres y la comunidad.

La disputa del liderazgo


Al momento del traslado a las nuevas viviendas solo existía la directiva del antiguo
campamento. Con el incentivo de la municipalidad, se realizó una elección donde de
las 80 familias apenas votaron catorce. La nueva directiva quedó conformada
fundamentalmente por personas de ahorro individual y de vivienda taller.
Esta organización se propuso como primera tarea sacar la ley de copropiedad para
poder funcionar legalmente como un condominio y en cierta forma, consolidar la
aspiración a hacer de la villa un espacio claramente distinto a las poblaciones y
campamentos. El proyecto de estos nuevos dirigentes era elaborar normas de
seguridad, comportamiento público, convivencia en comunidad, aseo y ornato según
las normas legales. No es de extrañar entonces que quienes más se movilizaran para
dirigir este proceso fuesen los habitantes interesados en normar y regular la
convivencia entre vecinos; es decir, las familias de vivienda taller y subsidios
individuales. Su segunda tarea era gestionar los arreglos de las viviendas por parte de
la empresa constructora.
Desconfiando de la capacidad de gestión de la nueva directiva, la señora Yolanda
optó por alejarse y guardar bajo llave los bienes obtenidos en el campamento gracias
a un proyecto Fosis10. El tiempo le daría la razón. La nueva directiva solo duró dos
meses. La falta de representatividad, las dificultades para comunicarse con el resto
del vecindario, en especial aquellas familias provenientes de campamentos, y la
desaparición de la principal líder con dineros municipales destinados a equipamiento
comunitario, terminaron por desprestigiar y disolver a su directiva.
No pasó mucho tiempo para que las viejas líderes y matriarcas volvieran a ocupar su
sitial. Al poco tiempo, las dificultades económicas de las familias más pobres se
hicieron sentir. Las nuevas viviendas junto con traer una mejor calidad de vida,

10
Fondo de Solidaridad e Inversión Social. Los bienes son: una mesa de ping pong, un
televisor, un video grabador, mesa, sillas, aparato para tomar presión, botiquín; y un taller para
la fabricación de velas que solo funcionó mientras tuvieron insumos del proyecto; pero no logró
generar ingresos.
exigían mayores gastos para el pago del dividendo, el agua, la luz y el gas. Con el
mismo nivel de ingresos las familias no podían cubrir lo nuevos gastos. Algunas
desesperadas volvieron a la orilla del río a cocinar con leña, otras simplemente
comenzaron a alumbrarse con velas o simplemente dejaron de pagar sus dividendos.
Se reinstaló así un estilo de dirigencia sustentado en las confianzas, los vínculos
comunitarios, la ayuda a los más pobres y la defensa de sus intereses como lo ilustra
la fuerte defensa de sus perros ante los intentos de la nueva dirigencia por imponer la
eliminación de aquellos más enfermos y que aparentemente no tenían dueños.

Rosa, dirigenta, Cerro Navia: “La reunión se hizo para los containers, sobre la cuestión de la
basura, sobre las áreas verdes, los proyectos, todas esas cosas. Yo poco entendí, no se
cuántos números están metidos, yo lo único que hacia era escuchar no más. Y sobre los
perros, los famosos perros callejeros... quieren venir a ver si pueden eliminar a los perros. Pero
es que no se puede¡¡ ¿Sabe por qué? Porque la Municipalidad puede mandar a que boten
todos los perros, pero...¿y si tienen dueño? Ellos no pueden llegar y mandar a matar un
animal. Aquí vinieron a matar hartos perros, pero la mayoría de la gente los escondió. Por ser
aquí donde estoy yo, tengo dos perros, el Chocolate y el Pirata. A esos nosotros los cuidamos
porque en la noche aquí, se vienen del otro lado a robar...”
Con mayor capacidad de convocatoria y credibilidad, la nueva directiva funciona
informalmente. El cruce de poderes y soterrada pugna de liderazgos entre los
antiguos dirigentes del campamento y los nuevos líderes llegaba a su fin. Ciertamente
el problema de fondo respondía a dos lógicas de ejercer la autoridad y liderazgo.
Mientras la antigua directiva se levantaba sobre vínculos solidarios con los más
pobres; los nuevos dirigentes, lo hacían sobre la autoridad que les otorgaba el vivir en
viviendas taller y aspirar a una movilidad social. Lo cierto es que a pesar de la
vivienda, las ceremonias y los proyectos de inversión comunitaria, la vida de las
familias en términos de sus trabajos e ingresos no había cambiado; la pobreza era la
misma y para muchos, ella se hacía más evidente. Un liderazgo afanado en fijar
normas de convivencia, y de aseo y ornato carecía de todo sentido. Las urgencias y
las prioridades eran las de siempre, alimentación y sobrevivencia. Las viejas
matriarcas así lo comprendían.

El aparecido de la comunidad
A las pocas semanas de haberse disuelto la nueva directiva, ocurrió un hecho que
contribuyó a recuperar entre las familias del viejo campamento, el sentimiento de
comunidad. El pelaíto, como cariñosamente denominaban a uno de los hijos fallecidos
de la sanadora, comenzó a aparecerse (penar) y a realizar jugarretas (mover cosas,
botar juguetes....) en las casas de los antiguos vecinos del campamento.
El adolescente tenía 15 años cuando murió al poco tiempo de llegar a la villa; como
todos los hijos hombres de la familia, sufría de una larga enfermedad de atrofia
muscular que lo tuvo durante muchos años postrado. En el campamento era querido e
integrado a la vida social como uno más. La muerte de este niño conmovió
fuertemente a todas las familias que lo vieron nacer y crecer en las orillas del
Mapocho. Se lo veló en la casa y los pasillos de los departamentos fueron adornados
con flores y cintas.
Para su funeral la señora Rosa consiguió dos buses con un concejal de derecha de la
comuna; se convocó a los medios de comunicación y se denunció el drama de este
niño que debió morir en su casa y no en un hospital con los medicamentos
adecuados11. El ataúd fue llevado hasta el Palacio de La Moneda en señal de
protesta; lo presidían la señora Rosa y el concejal de un partido de derecha. El
recorrido fue ampliamente cubierto por los canales de televisión. Y aunque no
lograron ser recibidos por el presidente le dejaron una carta en la que le pedían más y
mejor salud para los más pobres. En aquellos días, coincidió que el gobierno
anunciaba el Plan Auge12. La señora Rosa atribuye hasta hoy día la muerte de su hijo
a este anuncio presidencial.
Al poco tiempo, la figura del “pelaito”comenzó a aparecerse en las casas, pero solo de
aquellas familias que provenían del campamento. El pelaito se paraba en el umbral de
la puerta y con zapatos negros. Cada una de estas apariciones anunciaba algún
acontecimiento a la familia, el nacimiento, la muerte, un viaje, una enfermedad…
Simultáneamente el pelaíto comenzó a botar cosas en las casas, se movían tazas,
floreros y los juguetes se caían de las repisas: el pelaíto quería jugar.
La muerte, las apariciones y las jugarretas del pelaíto comenzaron a ser objeto de
vivas conversaciones y preocupación de las familias que alguna vez lo conocieron en
el campamento. Las mujeres reunidas en los pasillos y en los patios fueron
recuperando la sociabilidad animada, siendo el centro la señora Rosa, antigua
dirigente, sanadora y madre del pelaíto. Fue en esas conversaciones y discusiones
acaloradas sobre lo que estaba sucediendo a las familias del campamento, que
algunas vecinas recordaron que el pelaíto había sido enterrado sin zapatos a causa
de la atrofia de sus pies. Los antiguos vecinos reunieron fondos, le compraron un par
de zapatos y se los fueron a dejar a su tumba junto a algunos juguetes. El pelaito se
tranquilizó, pero se dice que aún anuncia las desgracias a las familias que lo
conocieron y lo quisieron cuando vivían a las orillas del río. Hoy su tumba se ha
transformado en una animita13, llena de juguetes, flores y velas. Con la muerte del
pelaito la comunidad volvió a recuperar cierta sociabilidad. Es en este mismo período
que la señora Rosa, afectada por una fuerte depresión, recupera sus dones de
sanadora y de vidente; a través de los sueños continuará anticipando hechos que
suceden a las familias que habitaron el campamento.

Comunidad, integración y sobrevivencia


Hoy la convivencia entre vecinos se vuelve a reorganizar en torno al ritmo que
imponen los hitos que marcan el año, las fiestas, las muertes y la gestión diaria de la
sobrevivencia. Menos “proactivos” e igualmente pobres, estas familias mantienen un
nivel de organización básica que al menos les permite mantener cierta convivencia,
resolver sus conflictos, mantener las solidaridades básicas con los más pobres del
vecindario e interlocutar con el municipio. Reestablecida una dinámica de convivencia

11
Este reclamo al gobierno no parece propio a la señora Rosa, ella parece haber surgido por
iniciativa del concejal (de oposición al gobierno). Al relatar la muerte de su hijo, la señora Rosa
se pregunta si ella no habrá sido “utilizada” por el concejal, como le dijo, en aquella ocasión, la
alcaldesa (partidaria del gobierno). Ciertamente ello es posible, como buena sanadora que es,
bien sabía cuidar a su hijo en el propio hogar, pero la necesidad de contar con micros y ayuda
para darle un buen funeral a su hijo era más importante. En esta misma lógica, de la necesidad
y la sobrevivencia, es que debe comprenderse el hecho que a pesar de la cercanía de los
pobladores a su alcaldesa (de izquierda), la mayoría vote por la derecha. En las campañas
electorales ciertamente los candidatos de derecha no dudan en ofrecer todo a cambio del voto.
12
Reforma de la Salud que prevee la cobertura de enfermedades catastróficas para quienes no
pueden ingresar al sistema privado de salud.
13
Animita: pequeño santuario donde se reza al muerto y se le piden favores a cambio de algún
sacrificio o regalo.
centrada en el día a día y los gestos cotidianos de solidaridad, la comunidad y las
confianzas parecieran reconstituirse.
Una comunidad que a pesar de la casa propia, de las políticas sociales de inversión
local y el esfuerzo del ceremonial público por otorgarles una carta de ciudadanía,
sigue viviendo al ritmo de la pobreza, de la urgencia de la sobrevivencia y de la
incertidumbre de no poder costear los gastos que implican el ser propietario de una
vivienda.
Joselyn, Cerro Navia: “Aquí la gente trata de ocultar su pobreza, porque tiene que ser mucho
para que vayan a golpear a una casa y pidan algo. A mí me han pedido, han venido a pedirme
una verdura, un limón, un poquito de fideos, pero eso la entristece a uno. Le duele el alma ver
que uno puede apenas ayudar a una persona porque si uno tuviera más, más la podría ayudar.
Porque yo he visto gente así, en este pedazo yo he visto a tres personas sin agua por meses.
Y yo he visto a la señora que tiene como siete niños acarreando agua en un tarro de allá del
último block para acá. Yo decía, como los vecinos del lado no le dan agua? Entonces es
mucha la pobreza en esta villa. Y más encima que cada uno vive su vida no más, al vecino no
le importan si el vecino no tiene para un pan, no le interesa, total él tiene para comer y los
demás no. No es problema de ellos, porque si fuéramos un poquito más unidos, sería otra
cosa. Se nota mucha rivalidad entre los vecinos… si ya estamos divididos. De esta mitad para
allá, son todos limpios, y de aquí para acá somos todos cochinos, según ellos. Somos todos
los más cochinos, somos los más delincuentes, somos los peor. Y no pues, si no es así... Por
eso que tenemos tres tipos de personas, que es la persona luchadora, la persona dejada y
floja, como la persona que lo tiene todo, que no depende de los demás, que ellos son ellos y
no comparten con nada porque no necesitan ayuda de nadie, son independientes.

La definición de los términos de la integración social y un estilo de vida digno


continúan siendo objeto de disputa. Lo que no pareciera ser objeto de discusión es
que todos, absolutamente todos, aspiran a permanecer, si no en la villa, al menos en
su comuna. La percepción de pertenecer a una comuna que los reconoce como
vecinos y ciudadanos es ciertamente un logro de la intervención pública en este
territorio. La identidad con Cerro Navia no responde al solo hecho de haber nacido o
crecido en ella; sino por sobre todo a la percepción que allí han logrado ser
reconocidos y respetados en tanto ciudadanos. Los gestos del Estado ciertamente
son importantes: la preparación larga y cuidadosa que permitió de manera organizada
ahorrar e incluso “optar” por su vivienda; la satisfacción con sus nuevas viviendas y
una villa que reconocen más hermosa y mejor terminada que muchas otras; una
ceremonia pública imponente que los visibilizó en tanto habitantes de su comuna; una
disposición del municipio y su alcaldesa a acudir a la villa y escuchar las demandas de
los vecinos; la disposición de nuevos fondos que permiten continuar fortaleciendo la
organización y hermosear algo más los espacios comunes.
Pero en Villa El Resbalón, a pesar de la presencia del Estado y la perseverancia de la
comunidad solidaria, sus habitantes continúan siendo igualmente pobres y su
integración aún inconclusa.
La villa sin nombre
Maipú
Segregación y abandono

La villa sin nombre

En la periferia de la comuna de Maipú, entre la avenida Ferrocarril y el canal Santa


Marta, existe una villa, de la cual, nadie, ni aún la municipalidad, conoce con certeza
su nombre: San Arturo, Don Arturo, Los Héroes, Carlos V... La villa – a pesar de haber
sido construida con fondos públicos - tampoco posee existencia legal ni se la
encuentra en los mapas de la ciudad; a ella no llega locomoción colectiva, tampoco
ambulancias y rara vez la policía. Desde 1999 sin embargo, allí habitan 408 familias.
La villa se compone de 46 edificios - que sus vecinos llaman “las naves” -, cada uno
de tres pisos y 12 departamentos que
dan a un pasillo común. Cada En el año 2003 en Maipú viven
departamento no supera los 44 metros
cuadrados y en ellos viven un promedio proporcionalmente menos personas
de cinco personas por familia. De
diseño simple, pero colores alegres, la pobres (10.5%) que en el resto del país
villa asemeja a una más entre muchas
otras. Con escasas y deterioradas (18.7%). Sin embargo, a diferencia de
áreas verdes, una sede social
completamente destruida y saqueada, lo ocurrido en el país y la región
la villa ofrece un panorama de aridez y
desolación a quien por primera vez la metropolitana, en la comuna de Maipú
visita.
la pobreza ha aumentado entre el año
En esta villa viven por lo general,
familias con niños pequeños de cuatro a 1996 y 2003 en tres puntos
cinco personas que llegaron de
comunas diversas a través de subsidios porcentuales. Ello se explica
individuales y colectivos (programas
sociales convencionales y programa fundamentalmente por la política que ha
social participativo).
La población adulta, en su mayoría vivido esta comuna de construcción de
joven (40 - 45 años), tiene estudios
secundarios incompletos. Sus hijos en conjuntos de viviendas sociales y la
cambio por lo general, se encuentran
realizando estudios en liceos recepción de familias pobres de otras
comerciales o técnico industriales.
comunas de la Región Metropolitana.
Para el año 2000, el ingreso promedio de las familias entrevistadas era menor o
equivalente al sueldo mínimo. La escasa participación laboral de las mujeres, el alto
Engastos
número de hijos en edad escolar y los nuevos términos
quedeimplican
la participación en lacasa
vivir en una
propia, vuelven la situación económica de estas familias especialmente difícil. Tras la
fuerza
erradicación de sus comunas de origen, muchos de trabajo
hombres el 2003sus
perdieron la comuna
trabajos; para

poseía casi tres puntos porcentuales

más de activos que el promedio de la

región. Ello se explica


ese mismo año sólo dos de cada siete personas económicamente activa tenía trabajo
estable (en construcción principalmente). Los restantes se empleaban en trabajos
ocasionales como cartoneros y carpinteros; en el caso de algunas mujeres, planchado
y aseo en viviendas de Maipú.

La casa propia: ilusión y engaño


En una cosa todos los vecinos están de acuerdo, los dividendos son demasiado altos
para sus ingresos y la calidad de las viviendas. Pero nadie, ni aún el dirigente de la
junta de vecinos, logra entender por qué poco antes de recibir sus departamentos se
les exigió firmar ante notario una declaración por ingresos familiares superiores a los
reales. Frente a la posibilidad de no obtener sus viviendas, todos firmaron.
Aparentemente era la fórmula que el Estado, entrampado en sus propias normas,
encontraba para otorgar estas viviendas a familias que carecían de los ingresos
suficientes para pagar los dividendos.14 El resultado es que para muchas familias el
monto mensual del dividendo equivale al 50% de sus precarios ingresos. La
morosidad llega por ende, al casi 100% de los hogares. La percepción de haber sido
engañados y forzados a firmar está presente en todos ellos:

“Yo llevaba mi liquidación de sueldo, $100.000.-, eso era lo que yo ganaba, reconocido por el
municipio y en todas partes… pago un impuesto para poder trabajar en la calle. Llegamos allá
donde estaba el mapa y se escogían los departamentos, donde se entregaban los
15
documentos; y el gallo que atendía nos dice que con ese sueldo no podíamos postular a ese
departamento. – Vayan a la notaría que está abajo y declaren $220.000 – La cosa era tan
rápida que bajabas y te tenían la declaración lista. Era cosa de llenar datos, nombre, tu carné
de identidad, listo, se entregaba… Por supuesto, todos mentimos… Claro que hay culpa
nuestra, si yo veo que no voy a poder pagar…Eso lo sé, pero la presión de quince años
viviendo de allegados, y se te da la oportunidad… uno va y se arriesga. Sin ir más lejos, hay
como veinte familias que no saben leer ni escribir y firmaron igual.“ (Victor, presidente Junta de
Vecinos)

Aún así, y aunque nunca pudieron ver sus viviendas antes de trasladarse a vivir en
ellas, y la entrega se aplazaba una y otra vez, la noticia de haber salido asignados es
recordada como uno de los momentos más emocionantes de sus vidas.

“A mi me avisaron como a las seis de la mañana que había salido (la casa); porque mi esposo
trabaja en el diario…Entonces en la mañana él tomo el diario, lo empezó a ver antes que
hicieran la entrega, me llamó por teléfono y cuando me dijo… En realidad, yo toda mi vida he
16
“andado” . Para mi fue algo maravilloso, o sea yo ya pensaba que…, además que a los años
míos, encontraba que poder tener una vivienda a estas alturas. Lo encontraba lo más
fantástico que me podía haber pasado en la vida. A esa hora frente a toda la poca gente que
me conoce, a mi patrona… les avisé, lloré, grité y estaba feliz. Y lo único que quería era
conocer el departamento. Vine muchas veces y fue muy emocionante, vine muchas veces,
pero nunca pude entrar a verlo y realmente fue un poco defraudante, no se como es la
palabra...” (Gladys N., Maipú)
“Fue todo lindo al principio, todo lindo porque cualquier persona se alegra de tener lo suyo. O
sea te costó tanto que ahorrar, que el trámite, que desilusiones, que salió llamada, que no salió

14
La norma legal dice que el monto del dividendo no debe exceder al 25% del total del ingreso
del grupo familiar.
15
Apelativo usado para denominar a una persona cualquiera.
16
Término para decir que nunca tuvo algo propio donde asentarse, vivir establecida.
llamada y de repente salir llamada. Yo por ejemplo, yo me volví loca cuando salí llamada,
17
gritaba y gritaba, yo jamás tomo, pero me mandé una curá ... o sea es lindo, es lindo de saber
que vas a tener tu casa.” (Berta Q., Maipú)

Perro, ahí tienes tu jaula


A pesar de las diferentes historias y aspiraciones de estas familias, el deseo de
integración y reconocimiento está presente en cada una. Y aunque la vivienda la
saben mejor que sus viejas mediaguas18, incluso mejor que las viviendas sociales de
los años ochenta, todos ellos se saben excluidos, habitantes de los bordes de la
ciudad. En este modelo de ciudad segregada y ciudadanía privada, la ausencia de
rituales, ceremonias y festejos que celebren el inicio de una nueva vida se viven mal.
Sin títulos de dominios, sin otro gesto que la entrega apresurada de la llave, los
vecinos perciben que sus vidas no serán lo que ellos tanto soñaban y que el estigma
de su pobreza aún los acompaña. Así contaban los pobladores de Maipú que se
sintieron cuando les entregaron las llaves de su nueva casa:
"Yo pienso que la ceremonia era importante, porque es como el sello de tu sueño; o sea, es
digno de… o sea, yo pienso que para todo lo que hemos luchado de estar de allegados,
arrendando, pasando mil cosas, o sea, la ilusión de algo digno, era la ceremonia, y verse ahí
poco menos que protestando ahí para recibir lo de uno....
Es que yo ví la inauguración de la casa de mi hermana y fue a inaugurarla un cura, y fue el
alcalde y todo, y fue bonita la ceremonia, pero aquí la emoción, no la hemos sentido.
Uno cuando inaugura, los departamentos salen en la tele. Hemos salido, pero por protestas...o
crónica roja… me da vergüenza, porque prácticamente es como limosna.
Para mi hubiera sido… rico si por ejemplo, no importa si no hubiera estado el presidente, es lo
de menos, pero una autoridad por ejemplo del mismo ministerio de la vivienda; hubiera dado
su sermón ahí, un discurso, hubiera sido como más legal, más dedicado.
Si por que lo que nos paso a nosotros fue muy frío, muy helado, supongamos que aquí mismo
está en la casa y en esa casa te van a entregar las llaves, así, ah, como que diciendo que…
perdón la palabra, toma perro ahí tienes… tu jaula. Pero, claro son bonitos los departamentos
y todas las cosas que tienes…, pero fue muy doloroso la manera de entregarlos.
Si, estoy con lo que él dice, en realidad fue bien humillante eso porque a nosotros nos dijeron:
A usted le va a tocar al fondo allá en el departamento 301, vayan, caminen para allá no más,
búsquenlo, allá me esperan. Y después apareció él… tenía que firmar un papel: Si quiere
bueno y si no váyase, y decídalo luego...
Por lo mismo ahora no le podemos reclamar a nadie, por que nosotros no nos entregó una
persona prácticamente adecuada a los departamentos como para después decir, esa persona
nos entregó los departamentos, a esa persona le vamos a ir a reclamar y esa persona va a
tener que responder. ¿Nosotros aquí a quién le reclamamos? ¿Al maestro que nos entregó las
llaves? (Grupo de conversación de vecinos, Maipú)
Ciertamente, el Estado de los noventa resolvió el gran déficit habitacional que se
acarreaba de las décadas anteriores. En Chile, en toda su historia, nunca se ha
construido más vivienda social. Y ello ha permitido resolver el problema de los sin
techo y allegados de este país. Sin embargo, aún así, ellos están descontentos. De lo
que estos pobladores nos hablan es de ceremonial, de gestos, de símbolos que
aglutinen, y que acompañen uno de los mayores esfuerzos de toda familia, como es la
obtención de una vivienda. De lo que ellos hablan, finalmente es de los términos sobre

17
Borrachera.
18
Vivienda precaria de madera y techo de latón.
los cuales quieren y aspiran a construir su relación con el Estado y la sociedad en su
conjunto.

La nostalgia de la comunidad
Entre los habitantes que llegaron a Maipú a través de un subsidio colectivo, están lo
habitantes del campamento El Arenal ubicado en un antiguo basural de Cerro Navia.
Entre callejuelas y pasajes, ocultas tras una pequeña reja de fierro, se encontraban
las veinte viviendas estrictamente ordenadas a ambos costados de un angosto
sendero de ripio. Con viviendas y jardines amplios, de construcción simple, pero
firmes, el campamento asemejaba a una población más; salvo que en este caso sus
familias ocupaban ilegalmente un terreno privado.
El Arenal era un campamento que según el recuerdo de sus habitantes tenía más de
veinte años. La gente fue llegando, con sus familias y sus conocidos desde mediados
de los años ochenta. En sus inicios no había luz ni agua, pero la autogestión y la
habilidad de las familias permitió que al poco tiempo contaran con todo: El agua, con
un vecino buena persona; la luz, con un trabajador de Chilectra colgado de un poste,
la presencia de la tele, los llamados a la alcaldía, las mujeres adelante, los hombres
en la retaguardia para no ir presos. Veredas, rejas, limpieza y organización corrían por
cuenta de los mismos pobladores. Hasta que los límites de la autogestión se hicieron
evidentes en la solución de la cesantía y la obtención de la vivienda. Entonces vino el
repliegue y el resguardo en la propia familia. Pobres, pero dignos. Estudio, limpieza,
respeto, familia, deporte, trabajo, mucho trabajo formaban parte del código moral que
la comunidad, como un todo, se construía en su campamento, que al decir de sus
habitantes, no lo parecía.
Hasta que al campamento El Arenal llegó el Estado y su programa de erradicación,
Chile Barrio. Hábiles en la organización y gestión de fondos no tardaron en reunir el
dinero y ganarse proyectos para montar talleres de costura, las mujeres y carpintería,
los hombres. Una vez erradicados a la comuna de Maipú, los pobladores pusieron a
disposición de los nuevos vecinos sus máquinas y bienes obtenidos a través de
proyectos sociales. Al poco andar, les fueron robando todo: la cocina a gas, los
muebles, los implementos dejados en la sede social... Hoy, los pocos bienes que les
quedan (unas máquinas de coser, unos vasos y platos) permanecen guardados entre
reja en la casa de una antigua dirigenta. La sede social, completamente destruida, no
es más que un improvisado hotel de parejas, territorio de nadie.
Recluidas en sus viviendas y afanadas en la obtención de los ingresos para la
sobrevivencia, las familias del antiguo campamento El Arenal ya no participan salvo
en el cuidado de la pequeña iglesia evangélica que construyeron y la plazoleta que
comparten, la más verde de la villa. Lo demás es simple sobrevivencia. En sus
relatos, a pesar de la satisfacción con la vivienda, surge una y otra vez la nostalgia por
la comunidad del viejo campamento.

El sueño de la casa propia


Entre las familias que postularon individualmente a los subsidios para la vivienda, la
realización de sus aspiraciones está aún lejos de alcanzarse. La vivienda para
muchos de ellos no es sino un paso más entre muchos otros que aún deberán dar.
Para estas familias no hay nostalgia alguna, sino solo la aspiración de un futuro mejor.
Proyecto familiar y no colectivo, de esfuerzo, trabajo, ahorro e incluso endeudamiento.
La villa, para estas familias, no puede sino representar aquello de lo que justamente
se desea escapar: la pobreza y el mal vivir. En sus relatos se descubre la
desconfianza y la desilusión de tener que compartir con familias cuyas costumbres y
hábitos de vida están lejos de acercarse al estilo de vida deseado.
A diferencia de quienes tienen una tradición de organización y de participación
colectiva en programas sociales, estas familias habitan menos el entorno de sus
viviendas y mucho más puertas adentro. La opción de construir un "nosotros" parece
contraída a las cuatro paredes de la vivienda. Independientemente de su capacidad
de pago, el pago de dividendos, agua o luz, no es un problema que se explicite, ello
es asumido como parte del "contrato” formalmente contraído con el Estado.

La vergüenza de algunos
El sentimiento de vergüenza es recurrente en estos relatos, sentimiento del cual a
menudo se prefiere no hablar. La vergüenza social, nace cuando la imagen de sí no
se reconoce en la mirada del otro en tanto referente; esto es, en la mirada de los que
no habitan en la villa. La vergüenza nace cuando el grupo de pertenencia, la
comunidad en este caso, se confrontan a una mirada exterior que cuestiona la idea
que cada uno se ha construido de sí y de su propia vida.
Es el caso de los habitantes que provienen de poblaciones, que accedieron por
subsidio individual y que buscan a cualquier precio afirmarse como diferentes a sus
vecinos. Pero que sin embargo, tampoco logran ser reconocidos como un igual por
aquellos otros que se perciben como referentes ideales de sí mismo (los que no viven
en la villa). La ruptura y el esfuerzo para distinguirse de los más cercanos, los vecinos
que provienen de campamentos, no pareciera ser más que una respuesta a estas
situaciones de poder que engendran el rechazo y la estigmatización por parte del
grupo de referencia, los otros. Entre estos habitantes la vergüenza terminará
finalmente por engendrar el silencio, el repliegue sobre sí mismo, hasta el punto de la
inhibición.
“Aquí las mismas cosas que han pasado han salido en los diarios, en la tele. Y uno va para
otro lado y te dicen… ¡Oh! ¡Adonde vives tú mataron a tres personas! Da vergüenza eso, eso
que la anden apuntando con el dedo, a mi me da vergüenza… Y uno no encuentra que
responder. Es complicado porque mi hija fue al colegio y después llegó a la casa y me dijo,
mamá sabes que me da vergüenza; incluso dije que no vivía aquí, aquí en estos
departamentos… Pero sentí vergüenza, porque al ver que a mi hija (…) los niños del grupo le
19
dicen, no vamos para allá porque hay volados , les tenemos miedo...Por eso muchas veces
da vergüenza.” (Claudia L., Maipú)
“A mí me tocó ir a pagar un dividendo al banco… y estaba en la fila, y estaba gente de las
casas y hablaban cada cosa de los departamentos. Y yo estaba ahí detrás esperando. Y
decían: Que hay que hacer firmas, que hay que hacer esto, que esta gente se tiene que ir, son
lo último, son aquí, son acá…Y yo ya no aguanté, le toqué el hombro y le dije: Sabe, yo soy de
los departamentos, pero no por uno vamos a echarlos a todos al saco. Yo puedo ser mucho
más respetable que ustedes a lo mejor, pero no considero que un ser humano denigre tanto a
otro ser humano.” (Angélica P., Maipú)

La añoranza de otros
Para aquellos habitantes que provienen de campamentos, y que traen una historia de
participación y pobreza, en cambio, no es el peso del estigma lo que más les duele y

19
Drogados.
avergüenza. Para ellos, es la ausencia de gestos de solidaridad entre iguales y la
ausencia de una vida comunitaria lo que más añoran y sienten.
“Sabes por que no me gusta acá, porque acá la gente no es igual que allá (en el campamento).
Por ejemplo, allá nosotros éramos unidos, la gente, mucha de edad como ustedes, se juntaba
con los jóvenes, vacilábamos, jugábamos a la pelota, no se andaban drogando. O sea igual se
20
fumaban un pitito , pero no se drogaban como se drogan acá. Allá la gente ayudaba a los
drogadictos y aquí no, aquí lo único que saben es marginar a los drogadictos y a las finales
todos tenemos hijos...” (Beatriz R., Maipú)
“Donde vivíamos nosotros (campamento) la gente adulta tratábamos de sacar a la juventud de
la droga. Sin apoyo de profesionales, o sea mamás y papás no más. Entonces que es lo que
pasa que nosotros el día domingo las actividades empezaban a las diez de la mañana,
21
hacíamos partidos de fútbol, hombres y mujeres, niños y todo el cahuín , hacíamos partidos
de fútbol con una parrilla en la cancha. Y teníamos una cancha de tierra, nada de
pavimentado, por que esta es excelente cancha. La cancha la hicimos nosotros mismos y la
parrilla ahí. Y todos nos poníamos con unas monedas y hagamos un asado y ahí
almorzábamos en familia con los niños, con los jóvenes… si la cancha era como la segunda
casa de todos.” (Gabriela E., Maipú)
El encierro, la soledad y la falta de solidaridad es lo que caracteriza a la villa según
estos pobladores. Desconcertados, impotentes ante la desconfianza y la violencia que
se ha apoderado de la vida barrial, estos pobladores simplemente añoran la
comunidad que perdieron y no dejan de soñar en recuperar algo de este antiguo modo
de vida:
“Lo rico sería que todos nos juntáramos, para el año nuevo, pusiéramos un equipo ahí en la
plaza y todos bailáramos, y nos diéramos el abrazo, y tomáramos. Una cuestión así como yo
vivía en la Florida. Y yo viví hartos años de chica y vivía en un pasaje y también son
departamentos. Allá para los 18 los años nuevos y las pascuas ponemos el equipo afuera;
todos bailan y es peor que acá, si es súper mala esa población e igual es unida la gente”.
(Fresia L., Maipú)

Hacinamiento y calidad de la vivienda


La mala calidad, el hacinamiento, la promiscuidad y la falta de privacidad son los
aspectos que más destacan de sus nuevas viviendas aquellos habitantes que
provienen de campamentos. Acostumbrados a espacios amplios y adaptables a las
necesidades de las familias, en el campamento la organización del espacio era
flexible. Los nuevos departamentos en cambio simplemente los obligan a vivir en un
espacio organizado de manera fija, rígida; y donde toda adaptación supone
necesariamente transgredir el espacio común. El hacinamiento y la promiscuidad no
eran características presentes en la vida del campamento; la forma intrincada y de
laberinto que poseía la distribución y diseño de las casas aseguraba espacios
diferenciados, y la compatibilidad entre la convivencia comunitaria y la intimidad
privada. Las actuales viviendas en cambio, no solo por su diseño y tamaño sino
también por su mala calidad, ponen a las familias frente a una situación de evidente
stress ante la falta de espacio y las dificultades para mejorarlo y ajustarlo a las propias
necesidades. Aún así, muchas familias se atreverán a transgredir las normas y
construirán lo que requieren.
“Estos departamentos venían todos cerrados con rejas y la gente las ha sacado todas, se las
han robado. Por ejemplo, aquí abajo se tomaron la pasada de tierra, hicieron un negocio,

20
Marihuana.
21
Reunión en lengua mapudungun.
hicieron ampliaciones. Atrás hicieron los tremendos cobertizos, han construido hacia fuera, han
agrandado todas las piezas. Hacia la villa San José donde se supone que es plaza, se
tomaron los terrenos… se tomaron todas esas plazas e hicieron dos o tres piezas, más living-
comedor. El señor que está haciendo el cobertizo acá dice que ese pedazo es de él; pero
según la ley de condominios ese pedazo corresponde a las doce personas que residen en
esos metros cuadrados. Hay mucha gente que fue a reclamar al municipio y el municipio
contestó que ellos no pueden hacer nada.” (Victor, Presidente Junta de Vecinos)
Para las familias que provenían como allegadas, la falta de espacio no es un factor
que les moleste especialmente, el hacinamiento existe pero al menos se vive en
familia y no con extraños; ellas pasaron años viviendo así, como allegados. Pero sí les
preocupa la mala calidad de sus viviendas y el deterioro del entorno. La aspiración de
partir algún día las hace temer no poder venderlas a buen precio; la vivienda es
percibida fundamentalmente como una inversión a mediano lazo.
“...al principio, bonito, pensar que íbamos a habitar e íbamos a pagar lo que iba a ser
nuestro, al principio, o sea, los primeros prácticamente tres cuatro meses… , pero
luego, notar la calidad que era la vivienda y para el precio que nosotros íbamos a
pagar, la calidad de estructura que tenía la vivienda no compatibilizaba el hecho…Y si
usted ha recorrido un poquito esto, prácticamente estamos bien dejaditos de la mano
de la municipalidad referente a basura, escombro y todo eso; como de repente dicen
en la municipalidad que todavía no existimos, como no está recepcionada esta villa.
Entonces muchos hemos dejado de pagar por lo mismo…porque no vamos a pagar
un departamento, la cantidad de plata que nos están pidiendo, la cantidad que nos sale el
dividendo mensualmente, que vale cuarenta mil pesos y en otras comunas, en otras
poblaciones, que son los mismos departamentos, de mejor calidad, que son de obra gruesa
completa prácticamente, pagan dieciséis mil, dieciocho mil, hasta veinte mil los que pagan
más…claro la ilusión bonita esa que traíamos de vivir acá por que Maipú es bonito, o sea, uno
lo recorre y… pero lo que es esta villa, no tiene nada de bonita.(Juan R., Maipú)

El Estado ausente
En esta villa sin nombre, sus habitantes tienen dificultades para explicarse la ausencia
del Estado en su territorio. Los rumores que corren de boca en boca y las
conversaciones de pasillo dan forma a la escasa sociabilidad entre vecinos: Que
serán desalojados, que sus terrenos serán vendidos, que una gran tienda ha decidido
construir allí, que los vecinos de los barrios más pudientes han exigido su expulsión
de la comuna son algunos de los rumores que más se escuchan.
Lo que todos saben es que Maipú es una comuna de nueva clase media, la llamada
clase aspiracional, y donde la pobreza no es bienvenida. Con escasas escuelas
públicas, sin micros que entren a la villa, sin ferias donde comprar a buen precio, sin
llegada ni ayuda de la municipalidad, sin títulos de dominio y sin ceremonial que
consagre su nueva vida, los habitantes de esta villa se perciben abandonados.
“Lo que nosotros sentimos es que nadie nos toma en cuenta para nada. Porque nosotros
vemos televisión y vemos por ejemplo que va el ministro de la vivienda, que va el presidente,
que va el secretario, que va este, que va Pedro, Juan y Diego a hacerles una entrega oficial de
la vivienda ¿verdad?, le entregan el título de dominio y todo lindo y todo fiesta. La televisión, y
la radio, el diario y todos felices, y acá fue como que nosotros, como te explico… como me
siento yo de como nos miraron, como que nosotros no valemos nada. De lástima te voy a
entregar la llave y tu vive ahí, como quieras y como puedas. Y jamás se han preocupado si te
mojas, que si tienes hambre si no tienes hambre. Aquí nadie se preocupa de nada. Ninguna
autoridad se preocupa por nosotros, porque se han hecho hartos trámites, la directiva ha
hecho hartos trámites, yo en mi caso particular me lluevo por montón. El agua me corre por las
paredes en el invierno. He ido a hartas partes a pedir ayuda y no la obtengo. Me las he tenido
que arreglar por mis propios medios…” (Pedro G., Maipú)
Las respuestas de los vecinos se van construyendo esporádica y desordenadamente:
Tomarse la calle para exigir la presencia del alcalde, llamar a la televisión para contar
su situación, contratar un abogado para gestionar sus demandas en frente al
ministerio de la vivienda... Sin claro rumbo, las acciones se suceden una tras otras sin
jamás ver resultados; finalmente el sentimiento de impotencia frente a la invisibilidad:
”Nosotros no existimos”, decía una vecina.
Quienes participaron en programas colectivos en general conservan sus viejos
vínculos con la municipalidad de origen, llevan a sus hijos al consultorio de Cerro
Navia o Estación Central, mantienen la relación de amistad con la asistente social y
visitan regularmente a sus antiguos vecinos. La solución a sus problemas la continúan
buscando entre los cercanos y donde aún existe sentido de pertenencia y
reconocimiento.
Para aquellas familias, que han llegado de manera individual, la necesidad de acudir a
la nueva municipalidad ha sido una experiencia difícil y humillante. Sin embargo, la
disputa por los términos de la relación suele darse con frecuencia.
“Yo fui hace poquito a pedir una ayuda para mi hija, hace dos semanas atrás, la tuve súper
mal. Fui a pedir una ayuda y resulta que la visitadora me humilló todo este rato para poder
prestarme la ayuda. Ella … vino a verme a la casa si era verdad que yo vivía acá o no,
imagínese. Entonces ¿Cómo se siente uno? O sea, tirada a la basura, humillada, incluso yo
me puse a llorar allá en la municipalidad. Me dio rabia de ver a mi hija enferma, más encima
que ella… no teníamos ayuda. Solamente que cuando yo ví que ella no hizo nada, yo le dije
mire, entrégueme un papel, entrégueme todos mis papeles, yo me voy, pero esto lo voy a
hacer público. Me dijo ella: para que?¿y puede? Yo le dije que sí. Fue muy humillante, sobre
todo la visitadoras sociales que hay en la municipalidad.” (Tania P., Maipú)
El anonimato y la invisibilidad tienen sin embargo sus ventajas…poder vivir sin tener
que pagar, aunque el costo sea no ser jamás escuchado:
“En estos momentos lo que menos nos conviene es que nos reconozcan, porque van a
presionar a la gente con los dividendos y va a llegar un momento en que Serviu va a cerrar sus
puertas y nos va a echar a la calle. No creo que nos vengan a desalojar, porque muertos nos
sacarán de aquí; ese es un dicho que tiene la gente: ¡muertos nos sacarán de aquí!...Nosotros
hemos seguido los conductos regulares, no hemos querido pasar a llevar a nadie, pero
estamos llegando a un punto en que nadie nos quiere escuchar. Nosotros vamos a los canales
de televisión, nos toman todas las entrevistas, pero cuando eso pasa al director para que
apruebe el reportaje, no se aprueba y los periodistas han sido tan honestos que nos han
llamado para explicar. Hemos llevado documentación, fotocopias, nos sacan foto y no hay
caso…” (Víctor C., Presidente Junta de Vecinos, Maipú)

Bitácora de septiembre 22
En pleno mes de fiestas patrias y comienzo de la primavera, los vecinos pudieron ver
con alegría como en las inmediaciones de la villa, a un costado de la línea del
ferrocarril, se instalaba una gran y colorida carpa circense. El entusiasmo sin
embargo, duró poco. El circo lo componían fundamentalmente actores, malabaristas,
domadores, payasos homosexuales y travestis. Indignados, un pequeño comité de
vecinos acudió a carabineros a solicitar se les impidiera instalarse allí. Sin embargo,
nada lograron. Paulatinamente, las canchas de fútbol, las pequeñas plazoletas y
pasajes de la villa comenzaron a ser ocupadas por estos actores circenses que
durante las tardes jugaban y ensayaban sus ejercicios con gran alboroto. Su

22
Este relato retoma antecedentes del cuaderno de campo de la alumna de antropología
Paulina Pavez, Septiembre 2002.
presencia comenzó a volverse cotidiana, pero lejos de hacerse familiar y cercana a los
pobladores, estos empezaron a temerles y a comentar su promiscuidad y
exhibicionismo. Los pobladores indignados con "esa gente que se anda exhibiendo de
esa forma" (escasos de ropa) comenzaron a temer por sus hijos adolescentes. El
rumor de que algunos jóvenes de la villa se quedaban a dormir en el circo y se
prostituían a cambio de alcohol y drogas comenzó a rondar entre las familias.
Enfurecidos, algunos padres se enfrentaron y agredieron verbalmente a los actores.
Pasadas las fiestas patrias el circo partió, pero la percepción de haber sido
violentados en su vida familiar y vecinal quedó entre todos los pobladores.
Fue durante esos mismos días también que una cadena de hechos violentos se
fueron sucediendo en la villa uno tras uno. El día jueves 19 de septiembre la señora
Alejandra murió desangrada en el baño de una vecina tras recibir una puñalada de su
marido. Meses antes él había sido encarcelado por la denuncia de maltrato a su
esposa y sus dos pequeños hijos. Y aunque los vecinos llamaron a una ambulancia
para trasladar a la señora Alejandra a un hospital, esta jamás llegó pues no existe
mapa alguno que permita saber donde se ubica esta villa. El marido aún prófugo,
amenazó de muerte a los vecinos si ellos declaraban en su contra. Atemorizados,
estos compraron unos silbatos para alertarse mutuamente en caso de ser agredidos.
Al día siguiente, 20 de septiembre, en horas de la madrugada un joven diez y seis
años proveniente del campamento El Arenal recibió nueve puñaladas de un joven
vecino de quince años. Según los vecinos la causa habría sido por "un lío de faldas".
El día sábado 21 de septiembre, también de madrugada, un pequeño bebé de meses
murió en el sueño y otro vecino se intentó suicidar cortándose las venas. Y aunque
nadie sabe bien las causas, estos hechos comenzaron a ser leídos como señales de
que la muerte ronda la villa. Asustados los vecinos comenzaron paulatinamente a
dejar de hablarse entre ellos y a encerrarse en sus estrechas viviendas. Tal como le
sucedió al equipo de antropólogos que trabajaba por esos dias en la villa, las
advertencias a media voz de “tener cuidado” pasaron a ocupar el centro de las
escasas y rápidas conversaciones entre vecinos.
A pesar de los subsidios, de la viviendas, las aspiraciones a la movilidad, la nostalgia
y el empeño por reconstituir la comunidad, los vecinos de esta villa tienen miedo; cada
uno se sabe olvidado y lejos, muy lejos de lograr la tan anhelada integración y
reconocimiento social. El abandono, la violencia, la invisibilidad y el estigma de su
pobreza es lo queda finalmente de esta historia.
Vivienda y asistencialismo
Santos Martínez de Curicó23

Aguas Negras24, sector poblacional, se encuentra ubicado en la zona sur poniente de


la ciudad de Curicó, séptima región. Algunas de sus poblaciones surgen ya desde los
años 50, caracterizándose por ser uno de los sectores más marginales y temidos de la
ciudad. Muchas de las poblaciones ubicadas en Aguas Negras nacen a partir de
tomas de terreno, erradicaciones y migraciones desde sectores rurales. Hoy Aguas
Negras constituye el gran bolsón de pobreza de la ciudad de Curicó, territorio de
nadie, que con solo nombrarlo despierta
entre los curicanos exclamaciones y En el año 2003 en Curicó viven
advertencias sobre su peligrosidad. proporcionalmente menos personas
pobres (14.6%) que en el resto del
La etnografía que aquí se presenta fue país (18.7%). Asimismo se observa
realizada en una de sus poblaciones que entre el año 1996 y 2003 la
denominada Santos Martínez. Esta es una pobreza ha disminuido
población relativamente joven nacida en la sostenidamente en casi un 14%. En
década de los noventa, en ella viven desde términos de la participación en la
hace tres años 344 familias de bajos fuerza de trabajo el 2003 la comuna
ingresos. Algunas familias, que provenían poseía tres puntos porcentuales más
de campamentos, obtuvieron el subsidio de activos que el promedio del país.
para la vivienda colectivamente (Programa Ello se explica fundamentalmente por
Chile Barrio) y otras, familias allegadas, a la importancia que tiene en esta región
través de sus ahorros y postulaciones a el trabajo temporal en la fruta. En
subsidios individuales. términos de desocupados, ese mismo
Este sector se caracteriza por estar año la comuna tenía un 7.8% de
urbanizado, sedes sociales, áreas verdes, desocupados, con un promedio debajo
alumbrado público, pero carece de de la media nacional y regional (9.7%
servicios públicos.25 Aquí se entregaron y 9.4% respectivamente). En términos
viviendas básicas, viviendas de de ingresos mensuales por concepto
construcción progresiva y también en de trabajo del hogar, se observa que
comodato para ancianos. mientras para Curicó el promedio
asciende a $406.000, para la VI
El relato de sus dirigentes, a menudo Región éstos ascienden a $372.000, y
autodesignados, nos muestra como a en el país a $535.000. Mideplan,
través del Estado y sus programas, pueden Casen 2003.
imponer decisiones y plazos en función de
una lógica que nada o poco corresponde a la de las familias involucradas. Lógica que

23
Esta etnografía fue realizada en Curicó, en el sector de Aguas Negras, Población Santos
Martínez Etapa III entre los meses de Mayo y Octubre del 2003. En esta etnografía trabajaron:
María Elvira Valdivieso alumna de la escuela de antropología de la Universidad Humanismo
Cristiano, Mildred Fuentes y Paulina Pavez de SUR, y Francisca Márquez.
24
Traducción del término Curicó en mapadungun.
25
Aunque en la población Santos Martínez no existe ninguna institución, sí existen en las
poblaciones cercanas: Escuela Aguas Negras; Escuela Japón; Liceo Politécnico Aguas
Negras; Jardines Infantiles INTEGRA; Consultorio los Aromos; Tenencia de Carabineros; 4º
Compañía de Bomberos; Parroquia Cristo Resucitado; Iglesia Ejército Evangélico; Fundación
de la Familia; Hogar de Cristo; Children International; Corporación NAIM; Colonias Urbanas de
Verano Infantil.
a pesar de decirse “participativa” se vale de la organización y sus dirigentes para
hacer efectivas decisiones ya tomadas. El relato de estas familias está lejos de ser de
actores que participaron en un proceso. Por el contrario, salvo los dirigentes, el resto
de los habitantes de Aguas Negras percibe ciertamente, que tanto la vivienda como la
decisión de vivir en la actual población, se impusieron desde afuera a la comunidad de
vecinos. Una vez entregadas las viviendas, la relación con el Estado volvió a ser
fundamentalmente asistencial e individual. Ello explique talvés el fuerte abandono que
se observa de sedes y espacios construidos por el Estado para su uso colectivo. Hoy
el único espacio donde la vida colectiva se manifiesta es la feria. Levantada
espontáneamente por las propias familias este es el único punto de encuentro y ayuda
recíproca entre iguales. El único espacio donde la mano del Estado no ha intervenido,
y donde las expresiones de ciudadanía surgen vinculadas a la cotidianeidad y la
ayuda mutua. El resto, es simplemente sobrevivencia, asistencia y encierro.

Las fronteras
La población Santos Martínez26 terminó de construirse en 1999. El nombre “Santos
Martínez” lo recibe del propietario que donó el terreno, José Santos Martínez, dueño
de una carnicería de Curicó. Según sus habitantes era reconocido por su bondad.
“Dicen que era muy bueno; una vez a la semana repartía carne a la gente pobre; pero
un nombre especial no tenemos; nosotros desde que nos entregaron acá lo
conocimos como Santos Martínez Tercera Etapa, y específicamente nombre no tiene.”
Efectivamente el dirigente no se equivoca, su denominación responde a la misma que
las poblaciones aledañas. Lo que hace la diferencia es solo un número que los sindica
como la tercera etapa de un programa habitacional.
En Santos Martínez las fronteras sociales abundan y los espacios de encuentro
escasean. Muchos de sus habitantes provienen de sectores cercanos, algunos de
poblaciones donde vivían como allegados o arrendatarios, y otros de campamentos.27
Las fronteras internas se construyen ciertamente a partir de las diferencias de origen
de las familias, pero ello se refuerza con la distribución espacial de las viviendas
organizadas en función del tipo de programa que provienen. Los pobladores hacen
permanentemente referencia a este ordenamiento territorial al referirse a sus vecinos
como “los de campamento”, “los de allá abajo”, “los abuelitos de las casas de adulto
mayor”, “los del fondo”, “las mujeres solas”, “los de allá, los indios”. Términos que
posibilitan no solo establecer las diferencias en su relación con el Estado y la política
de vivienda, sino también fijar las fronteras que establece el origen social.

Las diferencias entre los vecinos se dejan sentir de manera permanente en las
conversaciones y las denominaciones que unos y otros se dan. La distribución
espacial no facilita tampoco el intercambio ni el conocimiento entre los distintos
grupos de familias. Para los vecinos, hay diferencias claras entre las personas que
venían de campamento y las que llegaron desde poblaciones. Estas percepciones
quedan de manifiesto al referirse al modo de vida que llevan sus vecinos y la dificultad
que tienen para relacionarse con ellos.

26
La población Santos Martínez Etapa III tiene un total de 55.516,36 mt2 de superficie. De este
total, el 24,26% corresponde a superficie de vialidad; el 9,43% a superficie de áreas verdes y
equipamiento; y el 66,31% a área habitacional.
27
Salvo los pobladores que postularon por el Programa Chile Barrio (76 familias provenientes
de campamentos), el resto de las familias (268) provienen de poblaciones diversas de la ciudad
de Curicó.
“La gente de acá no se junta con los de allá… porque allá son personas de campamento, pero
son todos familiares gente malula. Acá hay gente más... no puede decir uno que más rica,
pero... yo encuentro que la gente es de lo más bajo que hay por allá…La gente de acá por lo
menos es más civilizada; nosotros conversamos las cosas. Allá no, allá hay uno que grita… y
le sacan la mamita. Entonces por eso la gente de aquí no se quiere juntar con los de allá. …
¿Sabe que lo que pasa? Por ejemplo, para allá son de campamento, son personas de menos
recursos que nosotros.”(Jeannette)

Los de Inca de Oro28


El campamento Inca de Oro se formó el año 1996 a partir de una toma de terreno
ilegal en la calle Mataquito de Aguas Negras. Cuando una familia se atrevió a instalar
su mediagua, se comenzó a correr la voz:
“Nosotros todos éramos familias que vivíamos de allegados en las casas de familiares… Un
día se presentó una oportunidad, que había un terreno botado por acá en Santos Martínez. Y
por ahí empezó una familia a venirse a ese terreno, y por ahí se corrió la voz. Y cómo éramos
varios los que se conocían se corrió la voz… que era ahí en calle Mataquito al fondo. Así como
las personas nos conocían a nosotros nos dijeron acaso queríamos venirnos a la toma… y a
través de eso después integramos como veinticinco familias más o menos en el terreno”.
(Sandra R., Curicó)
Las autoridades llegaron un buen día, trataron de sacarlos, pero ellos no quisieron irse
porque ya no tenían donde vivir. Estuvieron ahí un año. Organizados en un comité,
conversaron con el alcalde de ese entonces y llegaron a un acuerdo: trasladarse a un
terreno municipal al lado del río Guaiquillo con el compromiso de que la municipalidad
limpiaría el lugar, pondría luz y agua.
En el campamento se hicieron visibles, las autoridades y la ayuda no dejaba de llegar:
un concejal, hoy día alcalde de Curicó les organizó ollas comunes y repartió
alimentos; la televisión y la radio, reportearon las condiciones de vida de las familias
en el invierno; finalmente el Programa Chile Barrio les ofreció la solución definitiva.
Desde ese momento el comité, que ya existía, formalizó su estructura y se eligió una
directiva. Así comenzaron a trabajar con el Programa Chile Barrio; se organizaron
actividades para juntar el “ahorro solidario” , esto es, los fondos que de manera
colectiva les permitieran tener un monto de dinero que serviría como pie de sus
viviendas y para postular al subsidio.
No todas las familias lograron juntar el ahorro, de las veintiseis sólo diez y nueve
obtuvieron sus viviendas, el resto se quedó o migró de manera dispersa a otros
rincones de la rivera del río. Una vez instaladas en sus nuevas viviendas las familias
no volvieron a reunirse ni a participar en actividad alguna.

28
Entrevista realizada a Jorge C. del Campamento Inca de Oro, actual dirigente del Comité
Solidario 28 de Septiembre en la Población Santos Martinez.
Los nómadas del Puente Rauco

La historia de los habitantes provenientes de Puente Rauco es algo diferente. Todos


ellos migraron del sur de Chile, de Temuco, la mayoría mapuches. Fueron llegando
paulatinamente, por temporadas, a trabajar en la cosecha de la fruta y en los packing
de la zona de Curicó. Fue así como construyeron sus frágiles viviendas a la orilla del
río. Algunos solo la ocupaban tres a cuatro meses al año para luego volver a Temuco.
Para muchos de ellos la vida transcurría en un ir y venir permanente en busca de la
fuente de trabajo. Muchos sin embargo, se fueron quedando, las mujeres trabajando
como empleadas domésticas y los hombres como ripieros a las orillas del Río Rauco.
Todos coinciden en que la idea de una vivienda propia no estaba en sus proyectos
familiares ni comunitarios. Pero, “vino el gobernador un día y nos dijo que si
queríamos existir, si queríamos ser alguien aquí en Curicó, teníamos que tener una
dirección, una casa.” (Norma M., Curicó)
El trabajo de organizarse no fue fácil, las familias no querían dejar sus precarias
viviendas ni salir de las orillas del río, aunque todas coinciden que los inviernos eran
difíciles. Sin embargo, la estrecha alianza entre la dirigenta del campamento (a quien
las familias perciben como una advenediza al Estado) y el Programa Chile Barrio,
permitió finalmente que las familias a pesar de sus resistencias, lograran sus ahorros
y obtuvieran el subsidio para sus viviendas de construcción progresiva. El desencanto
por la vida en la población y la nostalgia por la vida en la orilla del río están más
presentes que en ningún grupo de familias.
“De ahí tengo buenos recuerdos. O sea, éramos todos unidos, toda la gente que está aquí
éramos todos uno solo, aquí no, sabe que cambiaron harto. Hacíamos todo, por lo menos
hacíamos la once para los niños, para la navidad hacíamos once para los niños, para todos
nosotros, para el día del papá, nos acordábamos de todo; del papá, para el día de la mamá,
todos los papás se acordaban de nosotros, y se hacían las cosas, se juntaban los hombres,
todos así. A la playa íbamos varios juntos, o sea, hacíamos un grupito y nos íbamos a la playa,
a islote.Ellos (los hombres) siguen compartiendo como era allá en el puente y aquí no. Las
mujeres todas en sus casas. Antes compartíamos, jugábamos a la pelota, íbamos al río a jugar
así, jugábamos entre las mujeres, eso que teníamos hijo y todo, jugábamos a la pelota las
mujeres con los hombres y era algo... Había una cancha donde jugábamos todas las mujeres y
los hombres, y todo. Era casi a la orilla del río que teníamos todo y jugábamos, hombres con
mujeres. Incluso tuvimos un club deportivo, y fuimos para todos lados, para ese club deportivo
la municipalidad nos regaló las camisetas. Los hombres jugaban, pero las mujeres iban por si
había mujeres allá para jugar.” (Bernarda M., Curicó)
Las familias perciben que las viviendas definitivas no han hecho más que empobrecer
sus vidas. Viviendas aún no terminadas, siempre en proceso de construcción,
alejados de las fuentes de trabajo que la orilla del río y sus alrededores le otorgaban,
estas familias mapuches no solo se urbanizaron, también terminaron por
sedentarizarse y perder los vínculos que mantenían con su tierra de origen, Temuco.

Las vecinas solas


Un tercer grupo de vecinos lo integran mujeres jefas de hogar que obtuvieron sus
viviendas por el Programa Jefas de Hogar. Estas mujeres provienen de poblaciones
cercanas. Todas estaban separadas al momento de postular a sus viviendas, vivían
de allegadas o arrendaban; y todas trabajaban para mantener a sus familias e hijos.
La Municipalidad las contactó para participar en cursos, talleres, completar los
estudios y organizarse; para muchas la prioridad era obtener una casa propia.
Al comienzo, la organización la formaron más de sesenta mujeres; sin embargo, con
el tiempo muchas fueron quedándose fuera, ya sea porque no lograron sus ahorros o
simplemente porque sus maridos, aunque separados, habían obtenido ya un subsidio
para la vivienda. Sólo veinticinco mujeres pudieron obtener finalmente sus viviendas.
Ciertamente gran parte de lo logrado se explica porque “a nosotras nos fueron a
buscar; yo al menos tenía al más chico en el jardín y sacan los datos de ahí. Ahí nos
mandaron a buscar, nos reunieron.” señala Consuelo B.
Para estas mujeres, la vivienda y no el barrio, constituye su gran orgullo, la
tranquilidad de poder dejar algo a sus hijos está presente en todas ellas. “¡…No es
tanto el barrio, sino que es poder vivir solas! Es la alegría de tener nuestra casa” dice
Cecilia.
Uno de los proyectos pendientes es hacer un testamento en la notaría para dejar
claramente estipulado que en caso de muerte de alguna de ellas, la casa queda a
nombre de sus hijos y no de su marido.
A diferencia de otros vecinos de Santos Martínez, estas viviendas muestran una
fachada especialmente cuidada, antejardines y algunos locales de ventas. La mayor
parte de ellas sin embargo, percibe que lo logrado es solo un paso más en una
trayectoria de movilidad ascendente. Hoy afanadas en mantenerse y consolidar su
nueva vida, la participación y la organización ha ido perdiendo fuerza. Con menos
presencia del Estado y el programa que originalmente las convocaba, las mujeres
suelen reunirse ocasionalmente.

Los ancianos
Cuarenta viviendas de ladrillo de 33 metros cuadrados, ubicadas frente a una plaza
con escasa vegetación, fueron entregadas en comodato29 a un grupo de ancianos que
participó en el Programa para el Adulto Mayor. Antes de llegar no se conocían, pero
una vez en el sector se reunieron y formaron a iniciativa del municipio el Grupo del
Adulto Mayor.
Los ancianos se muestran conformes con lo obtenido, tras toda una vida de pobreza y
esfuerzo la posibilidad de contar con un lugar tranquilo, con vecinos que los respetan,
y espacios verdes para sentarse a tomar el sol y desarrollar una cierta sociabilidad de
barrio es un buen logro.
Aunque las viviendas fueron asignadas a ellos y sus parejas, la mayoría ha ido
paulatinamente recibiendo familiares allegados. Las viviendas están cuidadas, pero no
han hecho inversiones ni transformaciones, la mayoría no tiene rejas ni protecciones,
pero si pequeños jardines que cuidan las ancianas.
Tal como sucede con la mayor parte de ancianos que participan en estos programas
sociales ellos perciben un cierto reconocimiento social y agradecen al Estado sus
viviendas participando regularmente de las actividades que el programa les propone.
Pero la participación se activa solo cuando existe la convocatoria de algún agente
estatal, sin ella, los ancianos no se reúnen.

29
Préstamo o arriendo de por vida: si alguno de los ancianos muere, la casa es
inmediatamente entregada a otro adulto mayor.
Fachada y aspiración
En Santos Martínez, a pesar de la homogeneidad arquitectónica de los conjuntos de
viviendas sociales, éstas presentan diferencias significativas en la fisonomía y cuidado
de sus fachadas.30 Diferencias que ciertamente se hacen más evidentes entre
aquellas familias que llevan más tiempo en el lugar.
Tal como se observa en estas fotos, pudimos observar que mientras algunas de esas
viviendas ofrecen a la vista del transeúnte verdes jardines, cuidadas ampliaciones,
rejas de fierro, pinturas recientes, cortinas prolijamente instaladas, otras muestran
improvisados cierros de madera, pintura deteriorada, jardines de escaso verde,
ventanas sin cortinas que protejan de la mirada exterior, y alguna pequeña banqueta
en el antejardín o la vereda. Mientras unas viviendas lucen sus fachadas, otras las
ocultan tras empalizadas que destacan por la pobreza de sus materiales.
Al entrar a estas casas y conocer a las personas que en ellas habitan, se constata que
las diferencias de fachadas se corresponden exactamente con las diferencias de
origen social y residencial de las familias. Aquellas viviendas de fachadas prolijamente
cuidadas corresponden siempre a familias que provenían de allegados o arrendatarios
de alguna población, y que habían postulado al subsidio habitacional por iniciativa
individual. Las viviendas de fachadas deterioradas, en cambio, corresponden a
familias provenientes de campamentos y cuya postulación se realizó de manera
colectiva y participativa.31 Tan estrecha es la correspondencia entre tipo de fachada y
origen residencial de la familia, que en nuestro trabajo de campo podíamos anticipar
el origen sin necesidad de preguntar. Ciertamente las diferencias socioeconómicas,
de habitus y estilo de vida bien podrían servir como claves interpretativas para
comprender estas diferencias tan evidentes. Sin embargo, la investigación y el trabajo
etnográfico arrojan nuevas evidencias que complejizan una interpretación fácil. Las
diferencias no terminan ahí.
Aquellas familias que presentan viviendas de fachadas cuidadas poseen claras
intenciones de irse en un corto plazo de sus casas. Las familias de viviendas con
fachadas ocultas y deterioradas, en cambio, si bien no están totalmente satisfechas,
no tienen ninguna intención de cambiarse. Por el contrario, aspiran a vivir para
siempre en la casa que con tanto esfuerzo lograron obtener.

La fachada difusa
Para las familias que durante años vivieron en campamentos, la obtención de una
casa sólida, como ellos mismos la caracterizan, representa ciertamente la realización
de sus sueños y la gran posibilidad de mejorar su calidad de vida. La mayoría percibe
que sus nuevas viviendas constituyen la culminación de una larga trayectoria de
pobreza y esfuerzo; allí esperan ver crecer a sus hijos y terminar sus últimos años.

30
¿Las fachadas, ¿son el límite de lo privado o el umbral del espacio público?, se pregunta F.
Carrión (2004): “Cuando se pinta una fachada, se define la frontera del espacio público, porque
desde allí se la ve y no desde el espacio privado. La reglamentación de la fachada debiera
dirigirse más hacia lo público (armonía, escala) que a lo privado, porque desde esa
perspectiva, el propietario lo único que busca la individualidad”. A partir de nuestro ejemplo,
cabría preguntarse cómo y desde qué parámetros podría consensuarse una definición de la
fachada pública. ¿Quién y cómo se define lo que es armónico, estético y funcional?
31
Programa Chile Barrio, creado para la erradicación de campamentos o asentamientos
irregulares.
Sin embargo, acostumbrados a espacios amplios y adaptables a sus necesidades, la
estrechez del espacio, el hacinamiento y la falta de privacidad se harán sentir
inmediatamente, constituyéndose en un aspecto crítico de sus nuevas vidas. Si en el
campamento la organización y el uso del espacio eran flexibles y siempre
transformables, en sus nuevas viviendas deberán aprender a vivir en un espacio
organizado de manera fija, rígida, y donde toda adecuación supondrá necesariamente
transgredir el espacio común.
El hacinamiento no era una característica presente en la vida del campamento; la
amplitud de las viviendas, pero sobre todo la forma de laberinto que poseía la
distribución y diseño de las casas, aseguraba espacios diferenciados, así como la
compatibilidad entre la convivencia comunitaria y la intimidad.32 Las actuales viviendas
sociales, en cambio, no sólo por su diseño y tamaño sino también por su mala calidad,
ponen a las familias frente a una situación de escasa privacidad y evidente estrés;
aunque así se desee, en aquellas viviendas es imposible sustraerse del grito, del
conflicto, de la fiesta, de los que entran, de los que salen, del rumor y del
comentario...33
Las dificultades económicas y legales para mejorar, ampliar y ajustar sus viviendas a
las propias necesidades conducen a que las familias construyan progresivamente, a
través de estructuras precarias y livianas, un continuum entre sus casas y las veredas;
entre el espacio público y privado. El ocultamiento y casi desaparición de las fachadas
originales de muchas de estas viviendas tras estructuras de madera que amplían las
viviendas hacia las veredas, así como la ausencia de jardines, vuelve ciertamente
difuso el límite entre lo público y privado. La explicación pareciera encontrarse no sólo
en la falta de recursos para construir ampliaciones más sofisticadas, sino también en
la reproducción de pautas culturales y de diseño propias de quienes por años
habitaron un espacio donde los límites y fronteras entre lo privado y lo público, si bien
estaban establecidos, siempre fueron maniobrables y flexibles. En situación de
extremo hacinamiento como el que hoy día enfrentan, dichas pautas de construcción y
habitabilidad adquieren todo su sentido y pertinencia. Tal como lo muestran las fotos
anteriores, la vivienda rígida y fija adquiere así la liviandad, movilidad, funcionalidad y
estética propia a las viviendas del campamento.
“Estos departamentos venían todos cerrados con rejas y la gente las ha sacado todas, se las
han robado. Por ejemplo, aquí abajo se tomaron la pasada de tierra, hicieron un negocio,
hicieron ampliaciones. Atrás hicieron los tremendos cobertizos, han construido hacia fuera, han
agrandado todas las piezas. Hacia la villa San José, donde se supone que es plaza, se
tomaron los terrenos… Se tomaron todas esas plazas e hicieron dos o tres piezas, más living-
comedor. El señor que está haciendo el cobertizo acá dice que ese pedazo es de él; pero

32
Skewes (2002) señala que se trata de estrategias espaciales de ocultación, fundadas en la
ocupación silenciosa y el diseño del entorno. El grupo subordinado debe procurarse espacios
para sí, aislados del control y la supervisión superior. Al apropiarse de espacios intersticiales
en la ciudad prohibida, los residentes dependen de su acción colectiva, compartiendo la
preocupación por ocultar estos sitios que escapan a la dominación, sitios donde sus
“transcritos ocultos” pueden elaborarse con relativa seguridad. El secreto sirve a quienes se
desvían de las normas que les son externamente impuestas.
33
La relación entre patologías y falta de espacio ha sido estudiada por E. T. Hall (1966; 1971)
en su análisis de la proxemia; a propósito de un estudio sobre la clase obrera francesa de M J.
Chombard de Lauwe, indica que bajo los 8 a 10 metros cuadrados por persona, los incidentes
patológicos (psíquicos y sociales) y la sobrepoblación aparecían estrechamente ligadas. Entre
10 y 14 metros cuadrados la relación aún se observa, aunque de manera menos marcada. Hall
advierte, sin embargo, que esta definición de espacio óptimo no tiene ningún valor universal, y
solo es válida para una fracción de la población francesa. Aun así, cabe destacar que para el
caso aquí analizado, algunas familias pueden llegar a tener fácilmente 7 a 8 metros cuadrados
por miembro.
según la ley de condominios, ese pedazo corresponde a las doce personas que residen en
esos metros cuadrados...” (Víctor, presidente Junta de Vecinos, Curicó)
Y así como se transgreden los límites entre lo público y lo privado, y la vivienda
recupera algo de aquella vieja y precaria mediagua de madera y latón, también la
sociabilidad será una y otra vez recreada, con esfuerzo y mucha nostalgia. Son estas
mismas familias provenientes de campamento las que más ocupan las estrechas
calles y pasajes de estas villas; la pequeña e improvisada banqueta arrimada al muro
exterior de la vivienda así lo atestigua: mujeres conversando en las puertas de sus
casas, jóvenes cesantes agrupados en las esquinas, niños bañándose en los grifos de
agua, ancianos tomando sol, hombres durmiendo su borrachera bajo un árbol… los
espacios públicos son siempre los espacios de los más pobres y marginales de las
villas.
Para aquellos habitantes que provienen de campamentos, y que traen una historia de
participación y pobreza, no es la estrechez de sus viviendas lo que más les
aproblema. Es la ausencia de gestos de solidaridad y de una vida comunitaria lo que
más añoran.
Para estos habitantes, la nostalgia y el desencanto refieren principalmente a una
sociabilidad y a una comunidad fuertemente debilitada, pero también a la persistencia
de la pobreza y el progresivo “abandono” del Estado. Para muchos pobladores de
campamento, en la villa la vida se les “urbanizó” y también se sedentarizó. Como bien
señala una antigua habitante del campamento de Puente Rauco en Curicó, “en la
población se perdieron los juegos y el tiempo para una pichanga a la orilla del río”
entre hombres y mujeres, mientras los niños se bañaban o la ropa sucia se lavaba.
Acercarse a la ciudad o disolver la pequeña comunidad de iguales que era el
campamento, significó para muchos ver cómo los problemas de la droga y el robo
rápidamente se instalaban entre ellos, en especial los más jóvenes. La capacidad de
resguardo y protección en estos nuevos espacios residenciales, donde habitan 300 o
400 familias, se volvió simplemente imposible para estas familias y sus comunidades.
Ciertamente, el escaso tamaño de los departamentos y el reducido espacio colectivo
contribuyen a reforzar una cierta idealización de la vida anterior. El recuerdo de sus
viejos territorios constituye para cada uno de los vecinos un elemento de identificación
y diferenciación siempre presente en las conversaciones. La vida en sus antiguas
residencias es una fuente inagotable de remembranzas. La antigua sociabilidad, la
calidad de vida, el tamaño de las viviendas, las costumbres, el trabajo, los vecinos…
son objeto de añoranza permanente. La convivencia entre iguales permitía también no
ocultar la pobreza; por el contrario, compartirla era lo que generaba las respuestas de
solidaridad entre vecinos. La nostalgia por lo perdido y la construcción de un relato
idealizado están siempre presentes.
Aún así, las estrechas calles y pasajes de la población son ocupadas en general por
estas familias más pobres, mujeres conversando en las puertas de sus casas, jóvenes
cesantes agrupados en las esquinas que venden droga y cobren peaje a quienes
transitan por allí, niños bañándose en los grifos de agua, ancianos tomando sol en
algún banco de la plaza, algún hombre durmiendo su borrachera bajo un árbol… los
espacios públicos son los espacios de los más pobres y marginales. Paradojalmente,
entre las familias provenientes de campamentos, aunque sienten que han perdido su
comunidad en este nuevo barrio, el deseo de migrar no aparece, al menos en sus
relatos.
Para estas familias una de sus grandes preocupaciones es no perder sus viviendas;
los altos montos de los dividendos y la paulatina retirada del Estado de sus vidas,
forman parte de sus angustias cotidianas. Al Estado se le busca, se le demanda y se
le exige asumir su rol benefactor, protector, solidario y fundamentalmente activo,
siempre presente. El Estado no es percibido como un recurso más entre varios, sino
un apoyo central y necesario. En algunos casos, el único recurso desde donde poder
mejorar las condiciones de vida o sostener situaciones de crisis y marginalidad. Del
Estado se espera no sólo recursos y subsidios materiales; el trato deferente,
respetuoso son dimensiones que se exigen en esta interacción. Sin desconocer el rol
que cumplen los vínculos comunitarios y de vecindad en la protección de todos, el
Estado es siempre percibido como el principal garante en el resguardo de lo adquirido.

La fachada visible
Para las familias que provienen de otras poblaciones y obtuvieron su vivienda por sus
ahorros y subsidios individuales, la vivienda sólo representa un paso más dentro de
una trayectoria de movilidad social que recién comienza. La casa constituye un
activo34 que se espera algún día vender o arrendar; para así cambiarse a un mejor
lugar. Para estas familias, en especial jóvenes, no hay nostalgia alguna, sino sólo la
aspiración a un futuro mejor; la vivienda corresponde a un proyecto familiar y no
colectivo, de esfuerzo, trabajo, ahorro e incluso endeudamiento. Independientemente
de sus ingresos, el pago de los dividendos, el agua o la luz, no es un problema que se
explicite; es asumido como parte del "contrato” contraído con el Estado. Las
demandas hacia el Estado son principalmente de tipo policial y represivo, mayor
control de la drogadicción y la delincuencia en el entorno.
El gran cuidado que muestran las fachadas de estas viviendas y sus jardines en
comparación con las casas de aquellas familias que provienen de campamentos, no
sólo da cuenta de mayores recursos económicos, sino también de la preocupación por
hacer de la casa un reflejo de los logros y proyectos familiares. Las ampliaciones
agregadas a las viviendas son a menudo percibidas también como una inversión que
permitiría a futuro, cuando se decida venderla, “sacarle mejor precio”. Para todos
ellos, sin embargo, el entorno barrial constituye un espejo, que les muestra los límites
y la fragilidad de lo alcanzado.
La delimitación clara y precisa del adentro y del afuera a través de rejas de fierro
mantenidas con llave, es también una característica que se condice con el escaso uso
que estas familias hacen del espacio público. A diferencia de quienes provienen de
campamentos, éstas habitan menos el entorno de sus viviendas y mucho más puertas
adentro. La opción de construir un "nosotros" parece contraída a las cuatro paredes
de la vivienda. La villa, para estas familias, no puede sino representar aquello de lo
que justamente se desea escapar: la pobreza y el mal vivir. En sus relatos se
descubre la desconfianza y la desilusión de tener que compartir el vecindario con
familias cuyas costumbres y hábitos de vida están lejos de acercarse al estilo de vida
deseado.
En este trayecto de esfuerzo y aspiración a la movilidad social, el Estado es percibido
como un recurso más entre varios otros; pero ciertamente no el único, ni el más
central. Más liberales en su concepción de la sociedad, al Estado se le atribuye un rol
subsidiario y pasivo, último refugio donde las familias puedan buscar ayuda. En estas
trayectorias de familias, la intervención del Estado aparece de manera puntual y
estratégica a lo largo de sus vidas, y a menudo por iniciativa de la familia que conoce
los mecanismos para acceder a los recursos ofrecidos. Son ellas las que se mueven
hacia el Estado y no el Estado hacia ellas. Del Estado no se demanda
necesariamente una interacción deferente ni participativa; lo que se exige es eficiencia

34
Véase escritos de C. Moser (1996) sobre vulnerabilidad y activos, donde la vivienda es
definida como uno de los activos centrales en la superación de la pobreza.
y eficacia en la entrega de los recursos demandados por la familia; esto es, un Estado
moderno, impersonal, pero oportuno y pertinente a las necesidades que ellos tienen
en cuanto ciudadanos de este país. Su percepción, sin embargo, es que el Estado y el
municipio no han hecho sino premiar al más vivo y al que menos se esfuerza; y que la
pobreza, no el esfuerzo para salir de ella, se han constituido en los principios de
integración social.

El Estado
En Santos Martínez solo hay cuatro organizaciones sociales35, todas ellas nacieron
por iniciativa del Estado y funcionan estrechamente vinculadas a programas sociales.
La participación es escasa y las actividades se limitan a ejecutar o utilizar los
programas sociales que normalmente llegan desde el Estado al territorio.
Sin embargo, para aquellas familias más pobres, en general provenientes de
campamentos, la relación con el Estado es cotidiana y asistencial; al menos una vez
por semana se va (caminando durante una hora) a la municipalidad en busca de
alguna ayuda, a menudo mercadería. Para las familias que obtuvieron sus viviendas
por ahorro individual esta relación es más esporádica y supeditada a necesidades
puntuales.
De un total de 344 familias, 308 han solicitado ser encuestadas para la asignación de
subsidios36. Sin embargo, al obtener sus nuevas viviendas, muchas de ellas han
perdido sus subsidios al disminuir el puntaje que las califica para la ayuda asistencial.
Aún así muchas golpearán puertas insistentemente, aunque predomine la percepción
de que para obtener algo están obligados a definir su posición política. A no ser que,
con suerte, logren un favor de algún funcionario público:
“Aquí hay que tener color político. Si yo voy a uno, por ejemplo, a la gobernación, y después
voy al municipio, si saben que yo estuve en la gobernación me cierran las puertas. Yo he ido a
la gobernación a puro echarlos a pelear, al gobernador con el otro (el alcalde). Son todos
mentirosos. Ahora me acuerdo cuando estábamos en la reunión del comité de cesantes,
habíamos más de 500. Ahí nos ofrecieron a nosotros locomoción, otro ponía tres
locomociones. ¿Y por qué no nos ponen plata para comida? ¿Y por qué son así con nosotros,
con los pobres? ¿Para eso tienen plata, para locomoción, para ir a lesear al presidente? …
quieren ganar política con nosotros, con la pobreza y siempre voy a eso. Y cuando me ve el
gobernador me saluda: ‘hola flaco –me dice- el conflictivo.´ No es que sea conflictivo, la verdad
no más, le digo yo.“ (Nelson F., Curicó)
Las diferencias entre los vecinos provenientes de campamentos y el resto se dejan
también sentir en su percepción del Estado. Para aquellos pobladores que provienen
de poblaciones, el Estado premia a través de sus programas al más vivo y al que
menos mérito hace por salir de su situación de pobreza y castiga a quien se esfuerza
por salir de su situación.
“…porque a la gente de Chile Barrio la ayudan tanto y a las demás gente también deberían
haberlas ayudado, porque todos llegaron en las mismas condiciones, en la misma situación…
después de tres años empezaron a quitarles los subsidios a las chiquillas. Sí, porque las
vienen a ver acá y tienen casa de dos pisos y qué sé yo... y no se puede hacer nada (…)
Nosotras dijimos que tenían que cambiar las leyes ahí en la municipalidad para poder ayudar,
porque tenían que ir como muy a lo puntual, o sea, a la gente. Por ser, aquí hay gente
que(…)son matrimonio(…), a veces trabajan los dos, casi siempre trabajan los dos; pero qué
es lo que hacen: andar con el cigarro, andar con las cositas del fin de semana. Y la gente de

35
Junta de vecinos, Comité Solidario 28 de Septiembre, Grupo del Adulto Mayor.
36
Los subsidios entregados al año 2002 son: Pensiones asistenciales, Subsidio Único
Familiar, Subsidio al Agua Potable. No reciben subsidios 773 personas.
nosotros qué hace: es una persona, una mujer, trabaja y para qué, para pagar dividendo,
agua, luz, mantener y vestir a los hijos. ¿Y por qué no ayudan a esa persona que se esfuerza y
ayudan a la otra persona que se malgasta su vida? Nosotros por ganar la casa perdimos lo
demás. Así que se ha ganado y se ha perdido.” (Ana G., Curicó)
Para aquellos habitantes que provienen de campamentos y con serias dificultades
para asegurar el sustento familiar, el Estado más bien los ha abandonado tras la
entrega de las viviendas, desconociendo el sinnúmero de necesidades que perduran.

Lugares de nadie y lugares de todos


Santos Martínez cuenta con dos espacios públicos: un área de equipamiento y un
área verde. En el primero se ubica la sede comunitaria, una multicancha y una
plazoleta. Los trabajos de limpieza del entorno y reparación de la infraestructura la
realizan personas que trabajan en el Programa de Pro empleo. En el segundo espacio
se ubica la Sede para el Adulto Mayor y una cancha de baby football improvisada por
algún esforzado dirigente.
A pesar de su nombre (área verde), la plaza se caracteriza por ser una manzana de
tierra, sin mucha vegetación y que cuenta sólo con dos bandejones de pasto. Las
sedes asimismo, presentan un aspecto abandonado, y en sus paredes cuelgan solo
avisos del Gobierno de Chile. Nada da cuenta de actividades organizadas por
iniciativa de la propia población. Las sedes se utilizan fundamentalmente como un
espacio para la implementación de programas sociales del Estado. Las fotos tomadas
un día de semana muestran su poco uso y escasa integración al entorno. El abandono
y el desuso de estos espacios son evidentes. Rara vez se observan familias o grupos
de vecinos ocupando estos lugares; salvo algunos dirigentes que una y otra vez
convocan a reuniones, pero la participación de los vecinos es mínima.
En contraste con las abandonadas sedes sociales construidas por el Estado
justamente para facilitar la sociabilidad y participación entre vecinos, existe cerca de
Santos Martínez un gran terreno baldío que los vecinos se han apropiado para dar
vida a una Feria Persa llamada “el shopping”37. Lugar de encuentro y sociabilidad las
familias venden, compran e intercambian con sus vecinos objetos de segunda mano.
Lugar de reducción de especies robadas también, este lugar constituye a menudo la
única posibilidad de poder adquirir algún bien a un precio razonable para el exiguo
presupuesto familiar. Los vecinos y algunos comerciantes que vienen de todos los
sectores de Curicó, incluso de lugares cercanos a la ciudad como Molina y Teno,
ofrecen sus productos de segunda mano. Los feriantes comienzan a instalar sus
puestos a las seis de la mañana para asegurar su lugar. Es a esa hora de la mañana
también que se realizan las transacciones de compra y venta entre los comerciantes y
algunos jóvenes que ofrecen artículos robados.
La gente comienza a recorrer la feria como a las 10 de la mañana, y el movimiento no
termina hasta la tarde. Los comerciantes tienen que pagar por instalar sus productos
$200 pesos diarios al Club deportivo que está a cargo de la cancha. La feria se
transforma así en un lugar de participación y apoyo a las escasas actividades
comunitarias. Porque como señala un comerciante, “es uno de los “centros
comerciales” más grandes de Curicó. En serio, se reunirán unos trescientos
comerciantes más o menos.” (Jaime N., comerciante)

37
Funciona todos los fines de semana (entre las 8 de la mañana y las 16 horas) en una cancha
de tierra de la Población Prosperidad.
Aquí se vende y se hace trueque de ropa usada, libros usados, verduras, legumbres,
frutas, sopaipillas, empanadas, herramientas, muñecas, pinturas, lavadoras, cocinas,
equipos de música, discos, neumáticos y toda una variedad de cosas viejas y usadas.
Los precios se ajustan a la demanda, al igual que el trueque; un par de zapatos de
niños puede costar $1.000 más 1 kilo de harina.
“Hay gente que es hasta de allá atrás, gente que necesita, entonces yo creo que a veces no
tienen monedas y van a vender cualquier cosa, por sacar lo que sea, cien pesos, doscientos
pesos, no ve que sirven. [Venden] ropa, cosas así, casi la mayoría vende cosas así no más,
ropa y de repente la gente lleva verdura, pero es casi pura ropa, zapatos. Nosotros todos los
fines de semana vamos para allá, pero a veces, cuando tenemos unas monedas, qué sé yo. Si
venden cualquier cosa, si uno pilla de todo...” (Olga M.)
Ciertamente la feria constituye el único lugar de participación activa de los vecinos de
Aguas Negras38, allí las fronteras se vuelven más difusas, los colores, la música y los
gritos de quienes ofrecen su mercadería ofrecen un espectáculo de gran fiesta que se
repite una y otra vez. Tierra de nadie, este gran terreno baldío al que el Estado ni el
mercado con sus leyes entra, se transforma por acción espontánea de los vecinos en
un espacio de participación, sociabilidad y recreación de viejas prácticas comunitarias
como es el trueque de especies y favores.
La historia de Santos Martínez finalmente, representa un buen ejemplo para analizar
la vacuidad de programas sociales locales que se levantan e imponen la participación
de la noche a la mañana a las familias. Pero también, de las dificultades que ofrecen
las políticas sociales para responder y dialogar con el sinumero de aspiraciones y
proyectos de estas familias. Aún así, este relato etnográfico nos habla de la capacidad
de sus pobladores para hacer de sus territorio y sus viviendas, un espacio de ejercicio
de ciudadanía.

38
Además de esta feria persa existe una gran cantidad de actividades económicas informales
en esta población. Al recorrer el barrio observamos que en las ventanas, en los patios y afuera
de las casas se instalan carteles donde se ofrecen distintos servicios: “reparación de todo tipo
de artículo electrónicos y electrodomésticos. Presupuesto gratis”; “Pescado frito, cazuela,
caldillo de marisco..”; “se corta el pelo Niños $ 800, Adultos $1000”; “Se hacen costura”; “Se
hacen rejas, protecciones, cobertizos, escalas, portones, ventanas”; “se repara tv-video, radio-
equipos, lavadoras-centrífugas, cocinas y otros ; “se hacen rejas cobertizos protección de
ventanas”; “Se venden plantas y tierra de hoja”; “Se venden volantines y bolitas”; “se venden
maravillas, frutas verduras y carbón”, “se hace gasfitería general, cocina, calefont, lavadora y
eléctrico“; “maravillas, helados de jugo y leche”; “Se hacen galpón, protecciones, cobertizos,
tejas”; “Cazuela de pollo y carbón”.
De las etnografías

¿Pueden constituirse las políticas sociales en un recurso para la integración social

de los más pobres? ¿Cómo “modelan” y transforman el Estado y sus políticas

sociales las vidas y trayectorias de estas familias y sus comunidades?

La premisa sobre la cual se construye esta investigación es que la incidencia de las


políticas sociales y el Estado en los procesos de integración social se asocia
estrechamente a la cualidad del vínculo que ellas construyen con los más pobres.
Para abordar este problema hemos comenzado por la caracterización y el análisis – a
través de la observación y el relato etnográfico - de las políticas sociales de vivienda y
la relación entre estos pobladores y el Estado a lo largo de la década de los noventa.
De la lectura de estas tres etnografías, podemos concluir que las políticas sociales de
vivienda en estos territorios tienen un efecto paradojal. Junto con resolver los
problemas de infraestructura de estos pobladores, las viviendas profundizan los
problemas de exclusión de muchos de ellos y exacerban el conflicto, la desconfianza,
la estigmatización y la percepción de desigualdad y exclusión al interior de estos
territorios.
Si bien los pobladores perciben avances y logros en ciertas dimensiones de su
integración a la sociedad (la vivienda propia) también perciben pérdidas y retrocesos
en ámbitos que antes creían tener asegurados (la solidaridad, la convivencia entre
vecinos39).

La incertidumbre y la afirmación de si mismo: Es sabido que los primeros años en una


villa constituyen momentos de crisis e incertidumbres. Es en este período donde se
revela con fuerza la tensión entre la aspiración a un nuevo status social y las
dificultades que el contexto social les ofrece. En este proceso de traslado del
campamento al conjunto de viviendas sociales, del paso de ilegal a poblador, las
certezas, los saberes, las viejas creencias y principios entran en una fase de fuerte
incertidumbre e inestabilidad. La tensión y las contradicciones con lo que fue la vida
cotidiana, los hábitos y las costumbres en el campamento se hacen sentir en la
construcción y resguardo de un “nosotros”.
Y ello talvez no constituiría un problema si no fuese por la percepción generalizada
que allí, en esos espacios, las condiciones para realizar las propias aspiraciones son
escasas. Si el campamento representaba el inicio de una nueva vida y una forma de
hacerse un espacio en la ciudad; la villa, conjunto de casas precarias, estrechas,
construidas y asignadas sin participación, no siempre se ajustará a las expectativas
que se traían.
Es entonces cuando afirmar y explicitar los propios proyectos y aspiraciones se vuelve
una necesidad para cada una de las familias. Marcar territorio, levantar fronteras,
afirmar la propia identidad pasan a constituir una práctica desesperada de cada uno
para distinguirse con aquello de lo que se desea escapar: la pobreza y la exclusión.

39
Estas conclusiones coinciden con las evidencias encontradas en un estudio de Pnud/Sur
(2002) sobre conjuntos de viviendas sociales en Chile.
Fronteras identitarias que debilitan finalmente la posibilidad del encuentro y de un
nosotros comunidad. Distinciones y disputas entre vecinos que no son más que la
expresión de una exclusión que se les impone y que terminan por debilitar finalmente
cualquier iniciativa colectiva o posibilidad de consenso. El deseo de migrar de estas
villas está directamente asociado a la desconfianza y al temor de sus pobladores ha
quedar atrapados en la pobreza de siempre.

La solidaridad transformada en activo: Si en el campamento la solidaridad, la


reciprocidad y la caridad eran valores que circulaban internamente a la comunidad y
formaba parte de las prácticas cotidianas que la regían, con la llegada de los
programas sociales participativos la solidaridad pasa a ser un activo que promete abrir
las puertas al Estado y sus recursos. De una solidaridad recíproca y difusa los
pobladores transitarán hacia una solidaridad funcional y estratégica que les servirá
para competir por la obtención de un subsidio estatal.
En este proceso, el líder y celador de estos principios de igualdad y solidaridad al
interior del campamento, pasará – como en el caso de Curicó - de su tarea de
resguardo de los precarios equilibrios internos, a constituirse en el principal
interlocutor con el Estado. De líder sin poder40 se transformará progresivamente en un
líder con el poder que le otorga ser reconocido como la cara visible de los vecinos
frente al Estado y sus programas. De él o ella dependerá finalmente que la comunidad
cuente con la información necesaria, cumpla con los plazos y compita para poder
obtener los subsidios estatales prometidos. Imbuidos de su nuevo status, estos líderes
no siempre sabrán escuchar y velar por el interés común.
Con la llegada del Estado al campamento se refuerzan también los procesos de
diferenciación interna: Entre el que tiene el contacto con el Estado y quien no lo tiene;
entre quien maneja la información y quien no la maneja; entre quien cumple con el
ahorro y quien no lo cumple; entre quien entiende las reglas del juego y quien no las
entiende; entre quien obtiene su vivienda y quien no lo logra... Con la irrupción del
Estado y sus programas las distinciones entre los iguales se asentarán.

Segregación y estigma: Estas historias de pobladores nos señalan que la experiencia


de habitar en estos conjuntos de viviendas sociales a menudo es percibida como
expresión de inferioridad social, de segregación, aislamiento y abandono. La llegada a
una villa reafirma que la pobreza constituye un estigma del que no es fácil
desprenderse.41 Descalificación social que los aproxima a una condición de no-
ciudadanía: pobre es aquel que está fuera del mercado y de la sociedad. Sin los lazos
básicos, el pobre no puede sino vivir como un extranjero al resto de la sociedad.
Contradicción y tensión permanente que destruye progresivamente la imagen de sí y
transforma la capacidad de acción. Es el caso de esta villa de Maipú olvidada en los
márgenes de la ciudad, donde la desesperanza de sus habitantes ha terminado por
transformarla en “territorio de nadie”; en un espacio “desanclado” de toda realidad
social.

40
En los campamentos descritos, al dirigente se le exigen dos cualidades básicas: capacidad
expresiva y generosidad/ solidaridad. Jamás se reconocía a un líder si este no sabía
expresarse frente a los suyos y frente a los otros; jamás se reconocía a un líder si este no daba
signos claros de honestidad y entrega. Es esta verdadera obligación de generosidad de la que
nos habla Marshall Sahlins, la que estaba a la base de su autonomía (no dependía de nadie),
de su prestigio y su capacidad de justicia.
41
En su sentido etimológico, estigma es una marca en el cuerpo que se imponía con hierro
candente como pena infamante o como signo de esclavitud.
Como bien lo muestran los tres ejemplos analizados, el sentimiento de vergüenza de
habitar estos espacios es recurrente. El disimulo de su inferioridad estigmatizante y el
miedo de los otros está a la base de esta experiencia de la pobreza. Para estos
pobladores la integración, la cohesión y el logro del reconocimiento social pasa
progresivamente a ser una pugna de cada uno y los suyos. Constituirse ante “otros”,
con “otros”, distintos, otros no-pobres, es una experiencia que estos pobladores,
segregados en los extramuros de la ciudad, a menudo desconocen.42

La aspiración a la integración: El relato etnográfico da cuenta también de la aspiración


de estos pobladores a la integración social; integración que les permita sentirse un
habitante más de su comuna, de su ciudad y su país. El análisis de las prácticas y
trayectorias de vida de los pobladores nos indica que ellas no pueden ser
comprendidas al margen de la búsqueda del reconocimiento social y respeto a su
condición de pobres. Reconocerse en la mirada del otro (existir para el otro) son
necesidades primordiales para hacerse un lugar en el seno de una sociedad, para
existir, para participar. Como comprender sino la importancia que han adquirido los
medios de comunicación en las expresiones públicas de los pobladores. “Aparecer” en
los diarios o la televisión es la posibilidad siempre de hacerse visible, y por tanto, de
asegurar una respuesta por parte de las autoridades.43

Segregados y faltos de interlocutores no es de extrañar que al Estado se acuda y se


apele una y otra vez, a menudo de manera silenciosa y pragmática44 La nostalgia de
muchos de estos habitantes por lo que fue su vida en el campamento debe ser
comprendida justamente como parte de esta pérdida de comunidad y del deseo de
refundarla en un contexto social donde las condiciones han cambiado radicalmente. El
reclamo por la pérdida de estos lazos primarios y el deseo de recuperar un relato
común está en cada uno de estos pobladores.
Es en esta perspectiva que debe comprenderse la figura del “aparecido” del Resbalón.
En este nuevo contexto, la figura del “pelaito” , que se aparece solo a los antiguos
habitantes del campamento, constituye un acto fundante que remite a un tiempo y a
un mundo anterior. La muerte de este niño, sus funerales y su vuelta desde el más
allá, es un hito que rearma comunidad en el nuevo escenario. La “aparición” de este
niño y sus anuncios recuerdan a estos habitantes de la rivera del río la importancia de
recuperar y reactualizar los viejos principios de solidaridad y reciprocidad generalizada
en nombre del resguardo del bien común.

42
Heidegger decía que ser – con – otro es la condición básica del ser – en – el – mundo. Tal
relación supone éticamente hablando, otra que es fundamental, la facultad de poder ser – con,
de ser ante otro (de ser interpelado, enjuiciado, por otro).
43
En el campamento El Resbalón sus pobladoras se quejaban de que los periodistas
siempre publicaban las fotos en que ellas salían sin “arreglarse”, descuidadas o realizando
actividades poco dignas para “aparecer” en un diario (cocinando, lavando niños...). En el
caso de Maipú, en cambio, uno de los dramas es que ni siquiera han logrado “aparecer” en
los diarios o la televisión, su “caso” no interesa a nadie; radicados en los bordes de la
ciudad, en territorios que nadie disputa, su drama no es objeto de noticia. Parte de la mala
evaluación que hacen los pobladores a su única experiencia de manifestación colectiva, se
explica por el hecho de no haber logrado atraer el interés de los medios, por tanto; tampoco
de las autoridades.
44
Talvez Sennet (2003) no se equivoca cuando a propósito del ghetto nos advierte que “en
una comunidad pobre no se sobrevive por ser el mejor – o el más duro – sino por mantener
la cabeza baja y evitar el contacto visual que pueda interpretarse como desafío... En los
lugares donde los recursos son escasos y falta la aprobación del mundo exterior, el honor
social es frágil y necesita afirmarse día a día.“
Al igual que la demanda por ceremoniales y rituales, estos actos simbólicos son parte
de este deseo de refundar un “nosotros” que en el paso de la invisibilidad a la
legalidad simplemente de desdibujó. Es por esto que en contextos de “erradicación”
(traslado del campamento a la villa), la celebración colectiva de su nueva condición de
ciudadanía adquiere una particular relevancia. Reunirse junto a Otros en torno a una
palestra para recibir la llave, para cortar la cinta, para bendecir las casas, para
escuchar los discursos, para fotografiarse, para recibir sus certificados de propiedad,
para abrazarse, en fin, para celebrar… es consagrar de alguna forma el paso desde
los márgenes de la comunidad al todo social. Es poder verse en los diarios, y no en la
crónica roja sino en aquella sobre los asuntos del país… Es volver a percibirse,
aunque sea por un momento, parte de la communitas45, de un proceso colectivo. El
rito trabaja para el orden nos advierte Balandier (1994). En efecto, cuando la
pobladora señala: “un discurso, hubiera sido como más legal, más dedicado”, a lo que
apela es justamente a la integración.46

Lo que hemos querido mostrar en esta primera parte, es que la capacidad del Estado
y sus políticas de potenciar y fortalecer los procesos de integración social pasa no
solo por la entrega de más y mejores viviendas. Ciertamente ello es imprescindible, en
especial el ajustar e igualar los standares de construcción y de habitabilidad de estas
viviendas a los niveles de desarrollo y calidad de vida de este país. Pero aún así, ello
no basta si sus habitantes siguen percibiéndose ciudadanos de segunda categoría. La
construcción de un individuo más autónomo y más ciudadano exige también de
soportes, es decir, de recursos materiales y simbólicos que alimentan su comprensión
y su quehacer en sociedad.
De lo que se trata entonces es de comprender la articulación entre las condiciones
objetivas y subjetivas en los procesos de exclusión: cuál es aquella parte de las
políticas que corresponde a las determinaciones estructurales y cuál es el campo
donde los sujetos y ciudadanos pueden aportar en términos de las dinámicas de
inserción.47 La superación de la condición de precariedad social y económica del
pobre es inseparable del proceso que éste, en tanto sujeto y actor, construye frente a
su condición de pobreza o de sin techo. Hemos visto en este ejercicio que los límites
son más difusos y están más articulados de lo que tradicionalmente se considera.
Prestar atención a los sentidos que los individuos de esta sociedad dan a su
experiencia y a su relación con el Estado es abrir las políticas sociales a la implicación
de lo individuos en la definición de los términos bajo los cuales se debiera construir el
contrato social.
En términos más generales, podemos señalar que si bien las políticas de vivienda
ofrecen servicios y subsidios que mejoran en el corto plazo la integración funcional de
las familias —es decir, se resuelve el problema de los sin techo—, descuidan su rol
intermediador en la construcción de la autonomía e integración social. Esto es, no se
contempla la construcción de una comunidad de sentidos desde donde sostener
procesos de construcción de sujetos y ciudadanos autónomos y donde el derecho a
hacer de la vivienda un proyecto (colectivo o individual) sea posible.
La distinción entre integración funcional e integración social ha sido a menudo
olvidada en las discusiones sobre políticas sociales. La integración funcional supone

45
Turner, 1972; Espósito, 2000.
46
Pero aún cuando el rito trabaje pare el orden, él ofrece la ilusión y la posibilidad de sentirse
parte de... con todo el riesgo que ello implica de reforzar las estructuras o el temor al ejercicio
de la libertad.
47
De Gaulejac y Taboada Leonetti,1994.
la capacidad de asegurar el propio sustento de manera autónoma y la
interdependencia con un todo social; la integración social, en cambio, supone la
implicación de los sujetos en cuanto ciudadanos en un sistema de derechos, normas y
de valores. En estos territorios ambos procesos tienden a ser disociados.48 Nuestra
política habitacional es un claro ejemplo: por décadas, las viviendas han sido
construidas y entregadas sin atender a las aspiraciones, costumbres, valores,
patrones culturales y estéticos de sus habitantes. Reunir ambas dimensiones de la
integración en la elaboración de las políticas sociales pareciera ser una exigencia para
el buen logro de sus objetivos.

48
Véase análisis en Remy,1996 y Güell, 2002.
Capítulo 2
Pobreza, Estado y políticas sociales en Chile

1. Pobreza y vulnerabilidad

En la última década Chile experimentó un La definición de pobreza que ha dominado


crecimiento económico sostenido y avances durante las últimas décadas considera como
sustantivos en la reducción de la pobreza. referencia la capacidad que tienen los
La primera parte de la década de los hogares y las personas de satisfacer una
noventa muestra cifras positivas en cuanto canasta básica de alimentos, calculada
a crecimiento económico, empleo y en sobre bases nutricionales y otras
especial, al ritmo de reducción de la necesidades básicas. El indicador utilizado
pobreza. En la actualidad, Chile es uno de para medir esa capacidad son los ingresos
los cuatro países latinoamericanos con monetarios a que aquellos acceden. De allí
menor incidencia de la pobreza. su denominación de enfoque biológico y
absoluto de la pobreza, por un lado, y del
Sin embargo, aunque la pobreza ingreso, por otro. A partir de los ingresos se
estadística disminuyó a la mitad y todos los definen los umbrales absolutos que
hogares, de una u otra forma, han visto consagran situaciones y categorías
aumentar sus ingresos tanto en forma diferentes en cuanto al grado de
subconsumo o privación: los indigentes, los
relativa como absoluta, aún hay tres
pobres y los no pobres. El índice de pobreza
millones de personas viviendo en malas Casen considera en condiciones de
condiciones.49 Al finalizar el año 2003, la indigente a aquellos hogares que, aun
población en situación de pobreza en el cuando destinaran todos sus ingresos a la
país bordea los 2 millones 904 mil satisfacción de las necesidades alimentarias
personas, correspondiente al 18.8% de la de sus integrantes, no lograrían satisfacerlas
población total. La población en pobreza adecuadamente. Y se considera en
extrema o indigencia a nivel nacional se condición de pobre a aquellos hogares
acerca a las 724 mil personas (4.7% del cuyos ingresos son insuficientes para
total).50 satisfacer las necesidades básicas,
alimentarias y no alimentarias de sus
El argumento que afirma que lo importante miembros. (P.Barros et al, 1996; Mideplan,
es el crecimiento acelerado de la economía 2000)
pues este reduce la pobreza (lo cual se ha
probado cierto para una fracción de la
población) pierde fuerza cuando se constata que el crecimiento no logra mejorar con
la rapidez deseada las condiciones de vida de los más pobres. Durante la década de
los noventa, junto a los beneficios del crecimiento emerge con claridad que la
reducción de la pobreza y sobre todo de la indigencia, comienza a volverse más lenta
y dificultosa51.

49
Cabe advertir sin embargo, que la línea definida para el cálculo de la pobreza no se ha
actualizado desde el año 1985. CEPAL ha calculado que si se actualizara esta línea, la
pobreza en Chile podría ascender a un 35% de su población; se comprende por que los
distintos gobiernos han evitado asumir esta tarea.
50
Casen, 2003.
51
Es posible suponer que el millón y medio de personas que salieron de la situación de
pobreza en estos años, eran las que tenían más altos niveles de calificación laboral y
Luego de la crisis económica que se inicia en 1998 la vulnerabilidad de la pobreza se
dejó ver con toda su fuerza. Durante este período muchas familias pobres habían
visto mejorar sus ingresos y calidad de vida. En estas mejorías incidieron un conjunto
de factores tales como la incorporación de un segundo miembro del hogar al mercado
laboral, un gasto social que creció significativamente, la disminución de la inflación, el
aumento de los salarios reales en un 45% y la solución masiva de sus problemas
habitacionales. La crisis de fines de los noventa sin embargo, terminará con este
período de bonanza y dejará entrever el carácter altamente precario y frágil de estos
procesos de movilidad y mejoría de la calidad de vida.52
Hoy sin embargo, los grandes problemas que afectan a los más pobres no son la falta
de techo, el hambre, el abandono institucional o el analfabetismo, sino la fuerte
vulnerabilidad en sus trayectorias de movilidad.
La única encuesta panel realizada en Chile entre los años 1996-200153 para un
conjunto de familias pobres e indigentes nos confirma que la vulnerabilidad se ha
vuelto un rasgo sustancial a la comprensión de la pobreza en nuestro país. Desde la
perspectiva de esta encuesta la vulnerabilidad se entenderá como el riesgo que tiene
un hogar hoy de caer en la pobreza mañana.54 En efecto, la encuesta panel nos
entrega claras evidencias del fenómeno de rotación de la pobreza que, lejos de
constituir una situación estable y que afecte a los mismos hogares y personas,
presenta un alto dinamismo. Concretamente así como un 11% de los hogares
chilenos salieron de la indigencia y de la pobreza entre 1996 y el 2001, un 9% cayó en
la indigencia y la pobreza en el mismo período. Es evidente, entonces, que a pesar de
que el nivel de pobreza en Chile ha disminuido, la vulnerabilidad es muy alta; y que
las políticas sociales enfrentan dificultades para enfrentar esta realidad.
En la siguiente tabla se muestran las diversas situaciones de los hogares desde el
punto de vista de las condiciones de pobreza que presentaban en 1996 y las que
presentaban en 2001. En ella se aprecia que del total de hogares encuestados, tan
solo un 1% de ellos se encuentra en una situación de indigencia en ambos años. Es
decir, el 1% de los hogares observados se encontraría eventualmente en una
situación de estancamiento en la indigencia. Si le sumamos los hogares que se
encuentran en ambos años dentro de una situación de pobreza o indigencia,
observamos que llegan a un 9,2% de los hogares observados en la muestra panel. Es
decir, si bien hay una rotación de la pobreza, una parte de los hogares pobres e
indigentes rotan al interior del propio mundo de la pobreza, lo que constituiría un
núcleo duro de pobreza al permanecer en tal condición a lo largo del tiempo. Sin
embargo, la mayor parte de la pobreza se caracterizaría justamente por su alta
movilidad.

educación. El ritmo al cual se redujo la pobreza, en los primeros años de gobiernos


democráticos no volverá a reproducirse, para ello se requeriría de un aceleramiento del
proceso de crecimiento económico y una fuerza de trabajo de reserva.
52
Bengoa et al, 2002; Márquez, 2001; Tironi, 2003.
53
El Ministerio de Planificación y Cooperación en Chile es responsable del diagnóstico de
la situación socioeconómica de los habitantes del país con el fin de orientar la
programación de las políticas sociales y verificar la distribución del gasto social. MIDEPLAN
cuenta con las encuestas Casen, realizadas a partir del año 1990 para observar cómo varía
la magnitud de la pobreza y la indigencia cada dos años y sus características. Sin embargo
no es posible observar la evolución en los mismos hogares. Para corregir este problema,
MIDEPLAN planificó una encuesta panel de 4.699 hogares, que consiste en encuestar a la
misma población en dos momentos diferentes del tiempo, requiriendo información similar
de los hogares en ambas oportunidades. (Mideplan, 2002)
54
Contreras et al. 2004.
Cuadro N°1: Movilidad de los hogares indigentes, pobres y no pobres en Chile entre
los años 1996-2001
Situación de los hogares de Chile 1996-2001
2001
1996 Indigentes Pobres No pobres Total de
hogares
no
indigentes
Indigentes 1,0% 1,9% 1,8% 4,8%
Pobres no indigentes 1,3% 5,0% 9,2% 15,5%
No pobres 2,0% 7,0% 70,7% 79,8%
Total de hogares 4,3% 14,0% 81,7% 100,0%

Fuente: Mideplan, 2002

El estudio muestra asimismo que si bien se constata una considerable movilidad en el


conjunto de los hogares entre los años 1996 y 2001, ella corresponde especialmente
a aquellos hogares que se encuentran en los límites entre los diversos estratos de
pobreza. Son aquellos hogares situados en torno a esos límites los que presentarán
cambios significativos en su situación de pobreza como resultado de variaciones no
necesariamente significativas desde el punto de vista de sus ingresos.
Las características de esta movilidad que afecta a los hogares, desde el punto de
vista de sus condiciones de vida, permite distinguir aquellos hogares que
experimentan una pobreza de carácter crónico o permanente (el núcleo duro) de
aquellos que experimentan una pobreza de carácter más coyuntural o transitoria.
Teóricamente se podría suponer que la pobreza crónica es resultado del bajo capital
productivo de un hogar, mientras que la pobreza transitoria está asociada con un
shock que el hogar no fue capaz de asimilar. Las políticas para enfrentar la pobreza
crónica por tanto, deberían orientarse a aumentar el capital o la remuneración del
capital de los hogares, mientras que las políticas para combatir la pobreza transitoria
deberían ser enfocadas a suavizar el consumo familiar mediante mejoras en los
mercados de capitales, redes sociales, sistemas de seguros.55
A partir de la definición operacional de la pobreza, se deduce que las variables que
inciden de forma más clara en las variaciones que presenta la dinámica de la pobreza,
corresponden a aquellas relativas a los ingresos de los hogares. A este respecto, el
tamaño y composición de los hogares, desde el punto de vista de la incorporación de
sus miembros en la fuerza de trabajo, representan un primer grupo de variables
asociadas con los cambios en los tipos de pobreza entre 1996 y 2001. Especialmente
en este caso, la posibilidad de que un hogar pueda contar con el empleo como un
activo económico se asocia estrechamente con algunas variables demográficas del
hogar, siendo una de las más importantes el ciclo de vida familiar.56
El tamaño del hogar es claramente determinante en la clasificación del hogar, ya que
las líneas de pobreza se calculan a partir del ingreso per cápita. Mientras más
miembros tenga el hogar mayor probabilidad tiene de estar bajo la línea de pobreza y
viceversa.

55
Ravallion y Jalan.2000. cf. Contreras et al. 2004.
56
Kaztman et al,1999.
Es posible apreciar que se observa un aumento en el número de ocupados de los
hogares en aquellos hogares que han pasado a una situación de no pobreza. Aquí, la
diferencia más alta se dio en los hogares que pasaron de ser indigentes a ser no
pobres.
Por su parte, en aquellos casos en los que el número de ocupados por hogar
experimenta un descenso, coincide con aquellos hogares que cayeron en una
situación de indigencia durante el período estudiado. Por otro lado, la relación entre la
fuerza de trabajo del hogar y el número de inactivos también presenta una clara
relación con el tipo de trayectoria de los hogares. Así, en las trayectorias de los
hogares hacia la indigencia coincide con aumentos significativos en la tasa de
dependencia del hogar.
En segundo lugar, algunos atributos del jefe de hogar explicarían también el tipo de
movilidad experimentada por el hogar en el período observado. Un resultado
interesante que indica el análisis de esta misma encuesta, es que no se observan
efectos significativos de los años de educación del jefe de hogar sobre la probabilidad
de salir de la pobreza.57 Por otro lado, hogares con jefes más educados exhiben una
menor probabilidad de caer en esta condición. De esta manera, se puede concluir que
la educación en Chile funciona como un seguro, más que como un premio, al
determinar la dinámica de ingresos de los hogares en torno a la línea de la pobreza.
La evidencia sugiere asimismo, que los niveles secundarios y universitarios son
significativos para evitar caída en la pobreza, mientras que dichas categorías no
muestran incidencias en la probabilidad de salir de esta condición. Por el contrario, la
educación técnica sirve como instrumento para superar la condición de pobreza, pero
no resulta significativa para evitar caer en ella. Esta evidencia que la educación
técnica es relevante para salir de la pobreza en contraposición con la educación
media y universitaria, es un resultado nuevo para el diseño de políticas sociales.
Otra variable asociada con el tipo de trayectoria que siguieron los hogares en el
período en estudio, es la referida a la calidad del empleo de los jefes de hogar. De
acuerdo a varios estudios, una de las tendencias que el mercado del trabajo ha
mostrado durante los últimos años, es hacia una mayor precariedad58 en algunos
empleos, lo que se traduce normalmente en menores salarios, menor estabilidad
laboral y mayores grados de desprotección social.59
El estudio infiere que en el 2001 existe un 38,6% de jefes de hogar (de la muestra
encuesta panel) que se encuentran en situación de precariedad. La mayor proporción
de jefes de hogar que se mantuvo en una situación de empleo precario fueron los de
los hogares que se mantuvieron en situación de indigencia, seguidos por los hogares
que cayeron de la no pobreza a la indigencia. Por su parte, las mayores proporciones
de hogares que lograron salir de la precariedad se encuentran en los hogares que
pasaron de la indigencia y la pobreza no indigente a la no pobreza. Sin embargo, aún
cuando la mayor proporción entre quienes vieron empeorada la calidad de su empleo
(o mantuvieron la mala calidad del mismo) se da precisamente en los hogares con

57
Universidad de Chile, 2004.
58
Precariedad del empleo se define a partir de variables utilizadas para determinar la
informalidad del mismo (tamaño de la empresa en que labora la persona, la categoría
ocupacional y la rama). Se añaden a estas variables la existencia de contrato de trabajo
(en el caso de los asalariados) y la cotización en algún sistema previsional. Los ocupados
precarios son: empleadores que no cotizan en sistema provisional; trabajadores por cuenta
propia (exceptuados profesionales y técnicos) que no cotizan; empleados, obreros y
trabajadores del servicio doméstico que no tienen contrato de trabajo o bien no están
cotizando en sistema previsional; familiares no remunerados.
59
R. Agacino y M. Echeverría.1995; PNUD.1998.
trayectorias descendentes; también es posible observar que incluso en los hogares
con trayectorias ascendentes, la proporción de quienes cuentan con empleos
precarios es significativa.
Interesante es notar que dentro de los grupos con movilidad ascendente se observa
claramente que la tasa de participación laboral de la mujer tuvo un aumento
significativo. Por el contrario aquellas personas que tuvieron estancamiento o
trayectorias negativas muestran una incorporación de la mujer al mercado del trabajo
sustancialmente menor.
Se encuentra asimismo, que los hogares más pobres son vulnerables a los problemas
de salud en tanto no son capaces de resolverlos de manera eficaz a diferencia de los
hogares más ricos que sí están provistos de mecanismos para suavizar el efecto
negativo de sus problemas de salud. Este resultado advierte la existencia de una
desigualdad en la provisión y en la efectividad del sistema institucional de salud en
Chile.
En relación a las redes sociales, la encuesta detecta asimismo que las trayectorias
descendentes presentan una mayor proporción de quienes no recurren a nadie
cuando deben enfrentar problemas económicos. Los más empobrecidos en Chile
tienden a prescindir de la ayuda de instituciones y personas ajenas al sistema de
parentesco cuando deben enfrentar problemas económicos o de salud.
En síntesis, la hipótesis respecto a la existencia de un núcleo de pobreza dura que
parece refractario a las políticas sociales, no parece tener el suficiente asidero, si se
consideran las cifras sobre los hogares indigentes que permanecen en tal condición
después de cinco años. Sin embargo, hemos visto que existe cerca de una décima
parte de los hogares encuestados que circulan al interior del mundo de la pobreza.
Esto es, si bien presentan un dinamismo en el sentido de pasar de una situación a
otra, lo hacen desde la indigencia a la pobreza y de la pobreza a la indigencia. Ellos
corresponden a un grupo de hogares que efectivamente requiere políticas adecuadas
que les permita romper con el círculo de la pobreza.
Si la pobreza está lejos de ser una situación estática que afecta a los mismos hogares
a lo largo del tiempo, se requeriría innovar en materia de política social. La
focalización de los recursos en aquellos hogares en situación de extrema pobreza,
podría resultar inapropiada si se pierde de vista el dinamismo que presenta el mundo
de la pobreza y que lleva a reconocer que la condición de vulnerabilidad va más allá
de los límites de un criterio puramente clasificatorio.

Desigualdad e (ina)movilidad
En Chile si bien la pobreza medida en términos de la línea de pobreza ha disminuido,
la ubicación estamental de sus individuos tiende a asentarse. La clase alta, la de
mayores ingresos, representa un 7 por ciento de las familias y controla más del 60 por
ciento de los ingresos del país. En 1990, el 20 por ciento más rico recibía 14 veces
más que el 20 por ciento más pobre. En el año 2000, diez años más tarde, recibe 15,5
veces.60
La inequidad en la distribución de los ingresos por una parte reduce las posibilidades
de disminuir la pobreza; y por otra, aumenta las brechas absolutas entre los grupos
sociales, generando una autopercepción de empobrecimiento en los sectores más

60
Encuesta Socio Económica Nacional- Casen, 2000.
bajos. Todos los indicadores sobre participación en el ingreso monetario de los
distintos estratos de población señalan que entre 1990 y 2000, no se lograron
avances en materia distributiva y, más aún, en los últimos años de la década pasada
se produjo una tendencia a la reconcentración de los ingresos laborales en los deciles
más altos61.
La base de esta desigualdad se encuentra en cómo se distribuyen los ingresos
autónomos (por concepto de trabajo), lo cual es sólo marginalmente alterado por el
gasto social, aún considerando la importante inversión en los servicios de salud y
educación. Aquella desigualdad básica, a su vez, es mayor en las áreas urbanas que
en las rurales.
Estudios cualitativos sugieren que una buena parte de las certezas se han vuelto
obsoletas62. En esta década el viejo imaginario mesocrático y equitativo da paso a uno
donde la desigualdad toma fuerza.63 En Chile se constata que existe una alta
movilidad en los primeros nueve deciles de la población, pero una inamovilidad
extremadamente alta entre los últimos deciles, los más ricos, que muy rara vez
descienden.64
La movilidad posicional ha sido utilizada en el debate académico y público como el
grado de desigualdad de oportunidades; detrás de la movilidad habría un proceso
meritocrático en el cual las personas pueden mejorar y/o mantener su situación
gracias al mérito y la productividad. Desde esta perspectiva la movilidad sería una
característica positiva asociada a la igualdad de oportunidades.
Sin embargo, la alta movilidad posicional observada en Chile no refleja características
positivas, sino que al contrario es una “movilidad no deseada” que refleja la alta
vulnerabilidad económica de la mayoría de la población. Si bien una visión estática de
la economía chilena puede identificar a un grupo muy grande de hogares no pobres,
es muy difícil garantizar aquellos hogares no serán pobres en otro período.
Por otra parte se observa que la inamovilidad del grupo más adinerado en Chile es
aún mayor que en países que destacan por tener estructuras sociales injustas y
desiguales. Existe en Chile una élite altamente inmóvil e impermeable (son muy pocos
los hogares que entran y salen del decil diez) y que concentra además las riquezas
del país.65
El análisis de vulnerabilidad que recién comienza a realizarse en Chile, evidencia una
gran concentración de la riqueza; pero además que la movilidad absoluta de ingresos
está restringida en su gran mayoría a cambios de aproximadamente 100.000 pesos
per capita. Dado que más del 80% de los hogares se encuentra por debajo de los
200.000 pesos per capita se observa que esta variabilidad de ingresos tiene un serio

61
Fosis. 2001.
62
Lechner, 1999; Garretón, 2000; Mideplan, 2000; Robles, 2000; entre otros.
63
En un estudio realizado por Mideplan (2000) sobre las percepciones culturales de la
desigualdad se señala: Un 63% de los encuestados piensa que la desigualdad es un mal
inherente a las relaciones sociales, que afecta a toda la sociedad y que tenderá a existir
siempre; siendo su efecto principal la destrucción de la solidaridad. Provoca consecuencias
en el plano colectivo, genera la desunión del país o crisis de comunidad; y en el plano
individual, provoca pobreza espiritual, frustración y angustia. Respecto del futuro, solo un
13% de los encuestados cree que el crecimiento económico eliminará la pobreza en veinte
años, en tanto 60% cree que la distancia entre pobres y ricos se agranda de modo que
habrá más pobres en veinte años más.
64
Contreras et al. 2004.
65
Contreras et al.2004; Mideplan.2002 ; Libertad y Desarrollo. 2004.
impacto negativo en el bienestar justamente para el 80% de la población con menor
ingreso. 66
Estas trayectorias negativas son probablemente el elemento más preocupante que
deja ver el análisis de movilidad social. Un 9% de los hogares que no era pobre hace
cinco años atrás el año 2001 vive en condiciones de pobreza o indigencia. Las
consecuencias sociales, psicológicas y económicas de una caída de este tipo son
difícil siquiera de dimensionar. Gran parte de la indigencia está compuesta por
personas que no pudieron evitar una trayectoria bruscamente negativa. Asimismo
todos aquellos “nuevos” en pobreza, la mitad de los pobres para el 2001, se ubican en
promedio al borde de la línea de indigencia. La tasa de entrada es grande en cantidad
y profundidad. Afortunadamente la tasa de salida colabora en mantener los
indicadores de pobreza relativamente estables. Sin lugar a dudas estos datos
corroboran el fuerte dinamismo de la pobreza en este tiempo; pero las caídas fueron
más agudas que las subidas. Esta evidencia, que las trayectorias negativas fueron
“más largas”, es un elemento que debiera inquietar. Incluso se podría argumentar que
una trayectoria negativa, producto del fuerte desajuste producido, es más “dolorosa”
para la sociedad que la satisfacción provocada por una trayectoria positiva de la
misma magnitud. Esto supone que una persona está menos preparada para caer que
para subir.67 Lo cierto finalmente, es que parece evidente que la hipótesis sobre una
indigencia o pobreza estancada o dura tiende a relativizarse y a disminuir su peso en
las discusiones sobre pobreza y políticas sociales.

2. El Estado frente a la pobreza

La preocupación de las élites y clases dominantes por el pobre es muy antigua.


Históricamente, el pobre fue el mendigo, el vagabundo, el leproso, el huérfano... y la
relación de la sociedad ha transitado entre la piedad y la horca, al decir de Geremek;
entre la caridad y el castigo como dos caras de la relación social con los más pobres.
Desde la Colonia hasta fines del siglo XIX, la caridad – en gran medida ligada a
procesos de expresión de fé – marcó la relación con la pobreza a través de
instituciones como hospitales, hospicios, orfanatos, leprosarios... La caridad no solo
posibilitaba al clero actuar como depositario de recursos públicos y privados para la
protección de los más pobres, sino también le daba la posibilidad de influir y orientar
la vida social. La caridad junto con crear un conjunto de obligaciones, contribuía
también a su naturalización. Pobres laboriosos y pobres peligrosos, dos formas
antiguas de clasificarlos y determinar las acciones hacia ellos. A los primeros se los
educa y cuida, la casa de huérfanos y el hospicio eran instituciones paradigmáticas de
todo el siglo XIX hasta principios del XX. A los segundos, a los peligrosos, se los
castiga y encierra…
La caridad y la beneficia hasta comienzos del siglo XX contribuyeron a ubicar la
solución de los problemas de la miseria en las manos privadas; pero simultáneamente
establecieron los vínculos clientelares como parte de un orden patrimonial antes que
pastoral. La natural compasión y misericordia movían las obras de caridad; pero
simultáneamente también servían como medio eficaz para conquistar la salvación y

66
Contreras et al.2004.
67
Castro, R. y Kast. 2004.
ostentar la riqueza y la conducta pía.68 "Orden censurante" que da cuenta no solo de
un ordenamiento económico sino que también de la cultura de una civilización propia
que acompaña a la burguesía del siglo XIX, cultura pro-civilizamiento en los términos
de la historiadora Illanes.
Si durante la colonia el pueblo circulaba libremente por la ciudad, en la República, los
espacios públicos son distribuidos socialmente según las clases sociales. A la
Catedral ya no entrará el pueblo, y menos el pueblo que viste poncho, la Catedral será
para las clases aristocráticas, lo mismo que una parte de la Alameda. El Santiago
circunscrito por un camino de cintura que separa el Santiago propio del Santiago
impío y plebeyo es el más claro de estos esfuerzos civilizatorios del espacio urbano y
social. Utopía urbana de Vicuña Mackenna de limpiar la ciudad de la plebe y la
pobreza...69
Ante la beneficencia y la naturalización de la pobreza, surge “la cuestión social”. La
aparición de la Encíclica Rerum Novarum de León XIII en 1891 “sobre la situación de
los obreros” cambia el eje de la discusión hacia los derechos de la clase obrera. Surge
a comienzos del siglo XX la denuncia social de la explotación laboral y de las masas
paupérrimas que habitan en el campo y las ciudades. La pobreza comienza a ser vista
asociada al modelo de desarrollo, la explotación y sometimiento de los trabajadores.
Con el surgimiento de la “cuestión social” se quiebra la idea naturalista de la pobreza.
Son los tiempos de Luis Emilio Recabarren, dirigente obrero y fundador del Partido
Comunista, quien denuncia activamente la pobreza y la desigualdad de esta sociedad
chilena. El siglo XX se inaugura con el movimiento obrero, pero también con la
masacre de la Escuela Santa María de Iquique el 21 de diciembre de 1907…
Si en el siglo XIX los gobiernos se apoyan en una sociedad aristocrática y proclive a la
beneficencia y la caridad con los más desposeídos; los gobiernos del siglo XX
orientan su accionar hacia los estratos mesocráticos y a una actitud protectora para
todos los estratos de la sociedad. Con el siglo XX se inaugura la idea del Estado
benefactor a cuya ayuda y protección todo individuo tiene derecho. No se habla de
pobres sino de trabajadores y del Derecho del Trabajo; son los tiempos donde
“gobernar es educar”.
Desde Alessandri y las reformas de 1925, pasando por el primer gobierno de Ibañez,
hasta el Frente Popular, queda consagrado el imaginario estatal que predomina a lo
largo del siglo XX. Chile, más que ningún país latinoamericano, parece marcado por la
centralidad del Estado en su quehacer frente a los sectores más excluidos de la
sociedad. En “la idea cardinal del Chile Republicano, históricamente considerado, es
el Estado el que ha ido configurando y afirmando la nacionalidad chilena a través de
los siglos XIX y XX; y la finalidad del Estado es el Bien Común en todas sus
dimensiones: defensa nacional, justicia, educación, salud, fomento de la economía,
protección a las actividades culturales…”70
Es el Estado el que da origen a la nacionalidad y consolida la república; es el Estado
el que hace de referente a la convivencia social. Él es el motor de las estrategias de
industrialización y desarrollo económico, así como el propulsor de las reformas
sociales. Es el Estado Docente, que unifica y homogeniza al país a través de la
escuela (y el servicio militar), y el Fisco, que representa el país mesocrático. Por sobre

68
Geremek, 1989.
69
No hay disciplinamiento más eficaz que aquel que se vale de la distribución de los individuos
en el espacio, diría Foucault.
70
Góngora, 1981.
todo, en Chile la convivencia encuentra en el Estado la simbolización del compromiso
de clases sociales y fuerzas políticas.71
En el nacimiento del Estado chileno, está la autoridad y el celo por la cosa pública, la
referencia centralizadora, pero siempre la participación de los grupos en la decisión y
el poder. La experiencia cotidiana de las familias chilenas así como sus biografías,
difícilmente pueden ser comprendidas sin la presencia del Estado en cada una de las
dimensiones de sus vidas.
Frente al debilitamiento del Estado durante las últimas décadas y el progresivo
predominio del mercado en la vida de los ciudadanos, la nostalgia y el reclamo por la
reconstrucción político-estatal de un imaginario público comienzan a hacerse parte del
sentido de muchos chilenos, en especial aquellos que no han sido beneficiados por el
mercado.72 La demanda por la ampliación del ámbito público comienza a recuperar
terreno tras las debilidades que ha mostrado un modelo que consagra la experiencia
del mercado y rompe con la construcción político – estatal del imaginario público por
un imaginario privado. La crisis de fines de los noventa parece haber quebrado esta
ilusión del individuo como figura central de un “imaginario de mercado”. Imaginario
presente aún entre muchos ciudadanos, pero que pareciera entregar pocas claves
para vislumbrar y vivenciar lo social. Frente al predominio del modelo neoliberal no
solo los espacios públicos para articular las diferencias y la diversidad parecieran
perder terreno, también las oportunidades de los ciudadanos, en especial aquellos
más pobres, para elegir y realizar el tipo de vida que quieren llevar.
Se señala también, que junto con la descomposición de la política y el descreimiento
de sus instituciones, otros modos de expresión ciudadana ganan fuerza. Lo público no
desaparece aunque toma otras formas, talvés más silenciosas y anónimas. Hombres
y mujeres perciben que muchas de las preguntas propias de los ciudadanos (a dónde
pertenezco y qué derechos me da, cómo puedo informarme, quién representa mis
intereses) se contestan más en el consumo de bienes y en los medios de

71
Este universo simbólico-imaginario permite institucionalizar los conflictos, a la vez que
representa la progresiva expansión de la democracia. Esa integración política, y la posterior
integración social, forman el núcleo político del imaginario estatal. La extensión del
imaginario estatal va acompañada de una expansión de lo público. La sociedad se vuelca a
un espacio público mediado por el Estado, el que abarca tanto a los partidos políticos y la
administración pública como a los servicios de educación, salud y vivienda. Incluye la
universidad pública y la previsión social, además de la promoción de organizaciones
comunitarias. PNUD, 2002.
72
Desde distintos autores, sin embargo, el mercado y el campo mediático han sido levantados
como ámbitos privilegiados para igualar o asimilar la categoría de ciudadano al de consumidor.
J.J. Brunner (1996 y 1997) se hace parte de esta postura al sugerir que estaríamos en
presencia de nuevas formas de participación social que tienen por base al mercado y que se
estructuran en torno a las prácticas de consumo, ya sea de bienes o de mensajes transmitidos
por la industria de las comunicaciones. Estas formas, propone, deben considerarse como
expresiones nuevas y modalidades distintas de participación ciudadana, para las cuales
todavía no se dispone de un lenguaje apropiado que permita entenderlas como nuevos
fenómenos de ciudadanía. Al igual que Canclini, asume que la participación se desliga del
ámbito público, político y se transforma en una práctica de carácter privado por medio de la
cual los individuos se realizan como consumidores en el mercado o como espectadores frente
a los medios de comunicación.
comunicación73 que en las reglas abstractas de la democracia por la participación
colectiva en espacios públicos.74
A esta autonomización del concepto de derechos ciudadanos del espacio público, se
le cuestiona y discute el tipo de derechos de que podría disponer el ciudadano -
mercado (o informativo) en la estructuración de este ámbito social. En la esfera del
mercado se advierte que los ciudadanos no concurren en forma libre e igual. Por el
contrario, el mercado es por definición un espacio social no igualitario ni libre. El
principio de una persona, un voto es reemplazado por un peso un voto, y la libertad
entendida como capacidad responsable de autodeterminación es sustituida por la
capacidad de producción y consumo. La pregunta obligada entonces es si al igualar
ciudadano a cliente, dichos derechos pueden inscribirse dentro de un orden
democrático.75
Sin embargo, a pesar de estas disquisiciones la presencia del Estado pareciera
continuar siendo central en la vida cotidiana, en las prácticas y en el imaginario de los
más pobres. El mercado forma sus necesidades ciertamente, pero es con el Estado (y
sus más cercanos) con quien cuentan al momento de buscar satisfacerlas. Ni aún en
los años 80, en pleno discurso neoliberal antiestatal la presencia del Estado en la
sociedad chilena se redujo, no solo por el exacerbado control que este ejercía sobre
las decisiones y vidas de cada chileno, sino también por su presencia en ámbitos
como la educación, la salud y las decisiones en aquellos ámbitos que el mercado
descuidaba.
En los años noventa, el rol del Estado sigue vigente; un ejemplo de ello es su papel en
el rol compensador con la pobreza a través del aumento y mayor focalización de los
subsidios. El Estado de los noventa ha jugado un rol activo en el aumento de los
ingresos de dichas familias, pero por sobre todo en la corrección en parte de la
desigualdad que se aprecia en los ingresos monetarios de los hogares chilenos.
En efecto, la focalización de las políticas sociales logra impactos redistributivos que no
ocurren con los ingresos provenientes del trabajo. Como resultado se aprecia que en
el 2000, gracias a los subsidios, se acorta la distancia entre el 20% más pobre y el
20% más rico de 15.5 veces a 13.9 veces.76 Gran logro, pero que sin duda habla de
las falencias de un modelo de desarrollo incapaz de generar cuotas de igualdad a
través del empleo.
Esta presencia y centralidad del Estado en la construcción de una sociedad más
equitativa y menos pobre, no impide sin embargo, que la demanda por un Estado y
una política más cercana y con mayor capacidad de reconocer y aglutinar la
diversidad comienze a surgir desde los mas pobres, dando así cuenta de la necesidad
y de la búsqueda de un nuevo vínculo entre Estado y ciudadanos.

73
La OIT (1995) advertirá que “la alta legitimación del consumo tiende a poner en duda el
trabajo y las formas tradicionales de movilidad social. Frente a esta realidad, las respuestas
de las políticas y del Estado se muestran insuficientes; para lo cual sugiere un enfoque
territorial de intervención social…”
74
García-Canclini, 1994.
75
Micco,1998.
76
En el capítulo anterior se entregan las cifras sin incorporar el impacto de los subsidios, por
eso la distancia es mayor. Casen, 2000.
La cuestión social y la protección al trabajo: 1920 – 1950

La noción actual de "política social" nace En 1920 se promulga Ley sobre


estrechamente ligada al Estado - Nación y a la Enseñanza Primaria Obligatoria; 1924
constitución de un "proletariado" urbano libre se aprueba un conjunto de leyes
de las relaciones de servidumbre. sociales que regulaban los contratos de
trabajo, los sindicatos, el derecho a
En su origen, la idea de "política social" se huelga e indemnizaciones por accidente
deriva del reconocimiento de las desigualdades de trabajo; se crea La Caja del Seguro
inherentes a la relación entre capital y trabajo Obligatorio, la Caja de empleados
asalariado, y su primera forma institucional es particulares; el Ministerio de Higiene,
el Derecho del Trabajo. Al reemplazar la noción Previsión y Asistencia Social. En 1925,
la Caja de Empleados Públicos;
de "pobres" o “pauper” por la noción de
impuestos a la renta y e impuesto global.
desigualdades originadas en causas propias de En 1931, Código del Trabajo; 1936 Caja
la organización social, se abrió un espacio de Habitación popular; 1938, Ley de la
legítimo para la introducción de correctivos Madre y el Niño. En 1942, la Dirección
institucionales en lugar de la apelación a la General de Protección a la Infancia y la
conciencia caritativa de las personas o los Adolescencia que hace extensiva su
gobernantes.77 atención a los grupos marginales y
desocupados.
Junto a la efervescencia social del movimiento
obrero y el naciente sector público de
comienzos de siglo nace una creciente conciencia social acerca de la responsabilidad
directa del Estado y los problemas sociales pasan a ser considerados así una
cuestión de justicia.
La primera fase de este período se caracterizaría así por una serie de políticas
protectoras orientadas a mejorar las condiciones de vida y de trabajo de los grupos
sociales emergentes. A fines de la década de los cuarenta se aprecia una
preocupación por los grupos marginales no adscritos a la previsión social.78

77
Martinez y Palacios, 1996.
78
Schkolnik y Bonnefoy. 1994.
Estado de compromiso y las políticas sociales: 1950 -1973

La extensión de la República expandió, posteriormente, las materias que reclamaban


intervención del Estado hacia la educación, la salud, la seguridad social en aras de la
constitución de una ciudadanía homogénea que garantizara la unidad de la Nación y
el principio democrático. Desde entonces, hasta la constitución y crecimiento del
llamado "Estado de Bienestar" la noción de política social creció sumando nuevos
sectores y materias.
En este período se crea el Servicio Nacional
Alentado por los efectos favorables de las
de Salud, la Junta Nacional de Jardines
medidas intervencionistas anticíclicas, el Infantiles, la Junta Nacional de Auxilio Escolar
modelo keynesiano se impuso en todas y Becas, Servicio de Seguro Social. Se
partes. La base económica era el modelo incorporan al sistema de previsión nuevos
de desarrollo hacia adentro caracterizado grupos de trabajadores, se crea la asignación
por la industrialización de sustitución de familiar, el subsidio de cesantía y subsidio de
importaciones con un fuerte rol del Estado. maternidad. A partir de 1964, se agregan no
El modelo político estaba constituido, por solo los programas sociales dirigidos
un lado, por el denominado Estado de satisfacer necesidades básicas, sino también
compromiso. Esto es, una situación donde reformas estructurales tendientes a modificar
la distribución del ingreso permanente de los
no hay más hegemonía absoluta de un
hogares, así como a favorecer los programas
sector social al interior del Estado, como de movilización social y autoayuda a través de
era en la época oligárquica, sino la Promoción popular. Se impulsa la Reforma
acomodaciones inestables y asimétricas Agraria que significa la expropiación del 15%
entre diversas fracciones de la burguesía, de la superficie agrícola y la sindicalización en
capas medias y trabajadores industriales. el campo; y se crea el marco legal para las
La referencia cultural era al mismo tiempo Juntas de vecinos y las organizaciones de
el Estado, la Nación y el Pueblo, y una pobladores; y la operación sitio que permitirá
visión de cambio social global y radical.79 regularizar la propiedad de terrenos urbanos.

En Chile la política de industrialización


sustitutiva de importaciones, favoreció la consolidación de un sistema estatal de
servicios sociales altamente estratificado, pero de amplia cobertura. El Estado,
congruente con la valoración y funciones que se esperaban de él, asumió un rol activo
en el financiamiento, producción y gestión de los servicios sociales. Ello permitió
simultáneamente dar cuerpo a una representación social del Estado Benefactor que
cubría todas las dimensiones de la vida social y cotidiana. Una inversión en servicios
sociales de amplia cobertura, nivel del gasto social creciente, administración central y
vertical, dieron cuerpo a un Estado que no solo normaba, financiaba y ejecutaba la
política social, sino que también se hacia omnipresente en la cotidianeidad así como
en los imaginarios de la sociedad chilena. El Estado asumía así la responsabilidad de
redistribuir parte de la producción y la riqueza nacional en pos del desarrollo de la
nación, manteniéndose viva la idea que las instituciones, las leyes y el esfuerzo del
Estado beneficiaría no a un solo sector de la sociedad chilena.80
Frente a la desigualdad social y como una forma de alcanzar a los sectores rurales y
de pobreza urbana, al final del período, años 60 e inicios de los 70, las políticas
sociales se orientaron al apoyo de la organización vecinal y comunitaria urbana a
través de programas de “promoción social / popular” y a la organización campesina a
través de su sindicalización. Los programas sociales funcionaban centralizadamente y
eran guiados por principios universales. Asimismo se iniciaron las reformas

79
Garretón, 2000.
80
Espinoza, 1988; Salman, 2002.
estructurales que afectaron la tenencia de la tierra como fue la Reforma Agraria y la
propiedad industrial a través de la definición de un “área de propiedad industrial”.81
Co-existía a este Estado de compromiso, un actor social central que puede ser
definido como el Movimiento Nacional Popular, y que abarcaba los diferentes
movimientos sociales, a pesar de sus particularidades. El movimiento o actor social
paradigmático del Movimiento Nacional Popular fue en Chile el movimiento obrero.
Caracterizó a este Movimiento Social central, así como a los movimientos urbanos, la
combinación de una dimensión simbólica que clamaba un cambio social global y una
dimensión de demandas concretas. El Estado continuaba siendo el interlocutor de las
demandas sociales y el locus de poder sobre la sociedad. 82
El origen de las poblaciones y barrios populares más emblemáticos de la ciudad de
Santiago, debe ser rastreado justamente en la década de los cincuenta y sesenta,
período marcado por el nacimiento del movimiento urbano y el crecimiento de la
pobreza que se generaba junto a la alta la migración rural. Es en este período de
incremento de la población marginal urbana que el Estado establece los primeros
planes nacionales de vivienda. Las décadas que siguen serán testigos de la
expansión de las capacidades organizativas de los “pobres de la ciudad” para influir
en la satisfacción de sus necesidades de vivienda y en el reordenamiento urbano.
Este proceso de apropiación de la ciudad por parte de los pobladores, fue no sólo
relevante en términos de la actoría que ellos alcanzaron en la ciudad, sino también
por su ingerencia en los procesos de cambio social y político que removieron a la
sociedad chilena. El movimiento de pobladores iniciado a mediados del siglo XX
permitió alcanzar y reivindicar formas más dignas de vida en la ciudad.83
Los años cincuenta fueron en cierto modo, los años de lo que Garcés (2002)
denomina un “interregno” entre el Frente Popular y la Revolución en Libertad. Un
tiempo de tránsito entre dos proyectos con alto componente de movilización social
orientada a producir cambios políticos y sociales en las clases medias y populares. Si
en los años del Frente Popular fueron relevantes los sindicatos de trabajadores
urbanos; en los años de la Revolución en Libertad, serían los pobladores a través de
las políticas de vivienda y de la promoción popular; y los campesinos a través de la
Reforma Agraria. Los pobres de la ciudad crecieron en este período y se convirtieron
en un actor central de la sociedad. La acción de los pobladores ponía de manifiesto el
problema de la inclusión en la ciudad y en la sociedad. El Estado, finalmente
reaccionó no solo porque no era deseable que fenómenos sociales como la toma de
La Victoria en 1957 se repitieran, sino porque un mínimo de justicia obligaba a poner
en marcha los planes de vivienda popular. El Plan Habitacional de Alessandri, más
allá de la precariedad de las nuevas formas de poblamiento, inauguró un sistemático
plan de reubicación de lo más pobres en la ciudad. El gobierno posterior de Frei
Montalva no pudo evitar el incluir en sus planes de vivienda las denominadas
“soluciones habitacionales”, es decir, formas de poblamiento precario, pero en un sitio
propio, cuando la presión y la movilización popular ya no admitían esperas.
Si bien los pobladores eran portadores de sus propias tradiciones organizativas, estas
se vieron potenciadas a fines de los cincuenta y hasta fines de los sesenta por actores
portadores de nuevos discursos de cambio y de justicia social. Entre ellos fueron
relevantes el Partido Comunista, la Iglesia Católica y la Democracia Cristiana. El

81
Raczynski y Blázquez, 2000.
82
Garretón, 2000.
83
El concepto mismo de “poblador”, con el que se denominó a los pobres de la ciudad,
surgió y se extendió en los años sesenta. Sin embargo, fue en la coyuntura electoral de
1970 cuando la ciudad se pobló de “campamentos” y los pobladores fundaron nuevos
barrios en la capital y alcanzaron una nueva posición en la ciudad y la sociedad urbana.
proceso de expansión de los sistemas públicos de protección social culmina a
principios de los años 1970, cuando el sistema escolar, así como la atención de salud,
alcanzan tasas de crecimiento nunca más logradas, y el sistema de previsión se
universaliza, incorporando a los trabajadores del sector informal.
En el curso de este proceso, se generó un aparato estatal y una burocracia
relativamente fuertes – aunque jamás el Estado ni el gasto social alcanzaron tamaños
desmedidos, y aún durante el gobierno del presidente Allende, se mantuvieron en
niveles84 muy por debajo del tamaño que tienen en los países más avanzados.
Los mil días de gobierno de la Unidad Popular se inician con un Programa de
Gobierno en el que se diagnostica la pobreza generalizada y el estancamiento
económico y social. Salvador Allende ganó la presidencia, en un proceso que se tornó
abiertamente revolucionario, aplicando masivamente la ley de reforma agraria
aprobada durante el gobierno anterior, hasta expropiar la totalidad de las tierras
susceptibles de ello; y nacionalizando el cobre con el apoyo unánime de todos los
partidos en el parlamento, entre varias otras medidas de profundo alcance.85
El programa de la Unidad Popular contemplaba la constitución del Poder Popular y de
un Estado Popular, la construcción de una nueva economía planificada que asumiera
también las tareas sociales, culturales e internacionales dado el fracaso en Chile de
“un sistema que no corresponde a las necesidades de nuestro tiempo. Chile es un
país capitalista, dependiente del imperialismo, dominado por sectores de la burguesía
estructuralmente ligados al capital extranjero, que no pueden resolver los problemas
fundamentales del país, los que se derivan precisamente de los privilegios de clase a
los que jamás renunciaran voluntariamente.”86
La Unidad Popular se propondrá romper con “las recetas reformistas y desarrollistas
impulsadas por la Alianza para el Progreso que hizo suyas el gobierno de Frei”.87 “Los
desarrapados, los miserables, iban a cambiar de vida y a sentirse protagonistas de la
posibilidad, de una primavera humana distinta, justa, superior..."88
La “Unidad y la acción del pueblo organizado” constituyó el eje desde donde se
construiría la gran transformación social. “Los Comités de la Unidad Popular,
articulados en cada fábrica, fundo, población, oficina o escuela por los militantes de
los movimientos y de los partidos de izquierda. El nuevo orden institucional sería así el
Estado Popular, “organización única del Estado, estructurada a nivel nacional,
regional y local que tendrá a la Asamblea del Pueblo como órgano superior de poder.”
Entre las tareas sociales, el programa de gobierno de la Unidad Popular tuvo como
centro de su preocupación “las aspiraciones sociales del pueblo chileno” que “quiere,
por ejemplo, viviendas dignas, sin reajustes que esquilmen sus ingresos; escuelas y
universidades para sus hijos; salarios suficientes; que terminen de una vez las alzas
de precios; trabajo estable; atención médica oportuna; alumbrado publico,
alcantarillado, agua potable, calles y aceras pavimentadas; una previsión social sin
privilegios, justa y operante, sin pensiones de hambre; teléfonos, policías, jardines

84
En su punto máximo, el gasto en salud y educación alcanzaron del orden de entre 4,5% del
PIB la primera, y 7.2% del PIB la segunda, siendo éstas las principales partidas del gasto social
de entonces – en la actualidad la principal, de lejos, la constituye el deficit previsional producto
de la privatización del sistema de pensiones, el que absorbe más del 41% del total del gasto
social actual. Riesco,2003.
85
Riesco, 2003.
86
Programa básico de gobierno de la Unidad Popular, Candidatura Presidencial Salvador
Allende, 17 diciembre 1969.
87
Idem, 1969.
88
Guastavino, Luis, 2003.
infantiles, canchas deportivas; turismo y balnearios populares.”89 Entre estas
medidas, una de las que más impactó fueron los programas de apoyo alimentario
como los Comedores Populares y el programa del “Vaso de Leche”, que aseguraba a
través de las escuelas la leche a todos los niños del país.
A estas tareas sociales se sumó el desafío de “una cultura nueva para la sociedad” a
través de la educación para todos (Escuelas Nacionales Unificadas – ENU) y la
promoción del acceso de la cultura masiva (Editorial Quimantú). “El nuevo Estado
procurará la incorporación de las masas a la actividad intelectual y artística, tanto a
través de un sistema educacional radicalmente transformado, como a través del
establecimiento de un sistema nacional de cultura popular. Una red de Centros
Locales de Cultura impulsarán la organización de las masas a ejercer su derecho a la
cultura.”90
Este ciclo de expresión y fuerte actoría social y popular así como de expansión del
Estado de Compromiso culminó con las generalizadas crisis fiscales y el quiebre del
compromiso democrático del proyecto social y popular de Allende.
El olvido de la noción “pueblo” y el renacimiento de la noción de "pobres" en el
contexto de la política social del Estado se produjo en este momento. El quiebre
democrático y las crisis fiscales, determinaron una estricta reducción del gasto público
y las nociones de "pobres y pobreza" (como categoría absoluta) pasaron a ser las
herramientas conceptuales para ordenar y “focalizar” la operación restrictiva de un
Estado neoliberal.

El Estado neoliberal y la política de asistencia focalizada: 1973 - 1989

Desde el principio de los años ochenta, el crecimiento de la desocupación y la


aparición de nuevas formas de pobreza parecieron llevarnos atrás. Los intentos
neoliberales por “desmontar” el sistema estatal desde mediados de los setenta no
hicieron sino agravar la situación. La abrogación de derechos civiles y políticos y la
crisis económica a partir de los ochenta proporcionaron el marco no solo para una
restricción de los derechos sociales sino también un crecimiento de la pobreza. La
adopción de las políticas de ajuste estructural y las reformas del Estado caracterizaron
la “década pérdida” de los años ochenta.
El régimen militar de los setenta y ochenta y algunas transformaciones institucionales
implicaron consecuencias profundas para los movimientos urbanos. La naturaleza
represiva del régimen militar, y el intento de desmantelamiento general del Estado,
cambiaron dramáticamente los vínculos con el Estado y la política. Los actores
sociales se volvieron ciertamente más autónomos y más orientados hacia la identidad
y autoreferencia que a lo reivindicativo.91

89
Programa UP, 1969.
90
Idem.
91
Garretón, 2000.
La llegada del régimen militar, no solamente terminó con las “tomas” organizadas de
terrenos y silenció el movimiento de pobladores sino que además creó la política de
erradicación de poblaciones más grande que haya conocido la historia de Chile. En
pocos años, los “pobres” fueron
“reubicados” y “atomizados” en los En este período se establece el principio de la
subsidiaridad y la focalización; se concentra el
márgenes de la ciudad, en viviendas
esfuerzo social en sectores donde el modelo
semejantes a “cajas de fósforos”, por su neoliberal genera costos y crisis sociales. Se
tamaño y forma. focaliza casi por completo en la extrema
Las erradicaciones de pobladores, con sus pobreza. Se diseñan instrumentos de
viviendas para pobres y en comunas de clasificación de los hogares según situación
socioeconómica (Ficha CAS; mapa extrema
pobres, inauguran así una nueva etapa en
pobreza, Encuesta CASEN). Se crean
la construcción de la ciudad de Santiago. subsidios focalizados con carácter asistencial:
No solo la segregación urbana se En 1975, las Pensiones Asistenciales; en
consolida, sino también el miedo y la 1981, el Subsidio Unico Familiar. Entre los
violencia en una ciudad constituida de subsidios no monetarios se focalizan hacia la
ghettos y apartheid. El déficit de políticas extrema pobreza el Programa Nacional de
de vivienda no hará sino agudizar el drama Alimentación Complementaria y el Programa
de los sin casas. El allegamiento y el de Alimentación Escolar creados durante los
hacinamiento caracterizarán las 50. En los 80 se crean las Administradoras de
condiciones de vida de una parte no menor Fondos de Pensiones y las Isapres, entidades
privadas de salud. El sector salud fue
de las familias pobres de la década de los
descentralizado y se traspasa la gestión de
ochenta. Resistencia y sobrevivencia atención primaria a las municipalidades y se
marcarán el quehacer subterráneo de las crea el Sistema Nacional de Servicios de
organizaciones de pobladores. Salud. En la educación se redujo el rol del
Es a mediados de los setenta, junto a la Estado a través de la descentralización de los
establecimientos fiscales, traspasando a las
implantación de un modelo de desarrollo
municipalidades y sector privado la gestión. En
neoliberal que privilegia el crecimiento de la materia habitacional se otorgó un mayor rol a
economía, la apertura externa, la las empresas inmobiliarias y al mercado de
ampliación del mercado, la competencia, capitales como mecanismo de financiamiento;
que el sector económico privado comienza se desregula el mercado de suelos urbanos.
a incursionar en el ámbito social de la
educación, la salud y la seguridad social. El
papel del Estado se restringe por tanto, a la atención de la población más pobre, a
aquellos que no logran con sus medios acceder al mercado y satisfacer por sí mismos
sus necesidades básicas. El crecimiento de la economía y un gasto social negativo
son levantados como la clave de la superación de la pobreza.
En esta misma lógica se crea e implementa la red social, un conjunto de subsidios
compensatorios en beneficio de los sectores en extrema pobreza, se implantan
instrumentos de focalización de la política y los programas (Ficha CAS y mapa de la
extrema pobreza). El resultado es finalmente la adopción de una estrategia mixta que
combina políticas de corte universal con políticas focalizadas.
El concepto de “focalización”92 de los recursos estatales en los más pobres hace su
aparición como principal instrumento de reducción del gasto social y por ende de la
tributación; los programas universales no desaparecen, pero se restringirán. A los
argumentos de crisis fiscal se agregaron otros que argumentan una mayor eficiencia y
eficacia de la “focalización” para la asignación de recursos.

92
De acuerdo a la Cepal (1995), focalizar consiste en concentrar los recursos disponibles en
una población o en un territorio de beneficiarios potenciales, a la que se quiere llegar con un
determinado programa o proyecto. La focalización supone por tanto, la selección de
determinados sectores sociales para ser receptores de beneficios sociales. La Cepal advierte
ya en los noventa del riesgo de estigmatización de la población beneficiaria.
El paradigma de la “subcultura de la pobreza” inspira por cierto las políticas sociales
normalizadoras y disciplinadoras de los años 80. El énfasis en la integración social
será leído no solo como integración a mejores oportunidades laborales sino como la
creación de “conductas” y motivaciones hacia la adscripción a los valores de la
integración. El postulado es, pues, que la vida bajo el límite absoluto de ingresos que
establece operativamente la "línea de la pobreza" genera a nivel de los individuos una
respuesta de desesperanza aprendida respecto a las probabilidades de movilidad
social ascendente.93
Distanciadas de las viejas explicaciones de la desigualdad social de los años 60, las
políticas sociales de los ochenta, basan parte importante del fundamento de su
intervención, en un contexto de economía de mercado, en esta proposición histórica y
antropológica de la autorreproducción de la pobreza.
En los términos de las políticas sociales: bajo un cierto umbral de ingresos (la línea de
la pobreza) las personas pobres no estarían en condiciones de visualizar ni
aprovechar las oportunidades que el mercado les ofrece. Fijados en una situación de
sobrevivencia, las familias tenderían a acumular, producir y reproducir
intergeneracionalmente pautas de comportamientos y valores propios a una “cultura
de la pobreza”, esto es, de la desesperanza y el dejarse estar. Sin la intervención del
Estado, por tanto, no hay posibilidad de romper este circuito de la reproducción de la
cultura de la pobreza y la falta de motivación.
La superposición entre el estrato pobre y la cultura de la pobreza es una mera
suposición que se adopta para el efecto de dar justificación a la definición de un
grupo-objetivo de la ayuda estatal. Sin embargo, esta suposición aspira a llenar un
vacío real en la construcción teórica del concepto, aunque lo haga de un modo
distorsionado: si la pobreza ha de ser motivo de atención continuada e institucional
por parte del Estado, en efecto, es porque se reconoce la existencia de un hiato entre
la orientación a la movilidad social y la probabilidad efectiva de movilidad.94
En la perspectiva de otorgar mayor centralidad al mercado, progresivamente se
promueve una mayor ingerencia del sector privado en la entrega de servicios sociales,
traspasando atribuciones y competencias a instancias descentralizadas como los
municipios; se implantan instrumentos de subsidio a la demanda y fomenta la libertad
de elección. Los recursos orientados a fines sociales se reducen, situación que afecta
con particular intensidad los sectores de vivienda, salud y educación.
En síntesis, durante el régimen militar, la asistencia directa a grupos es radicalmente
técnica y focalizada y la intervención del Estado en asuntos socioeconómicos
disminuye radicalmente. Se tecnifican las instancias responsables para todas las
dimensiones específicas de la administración, y desaparece el rol integrador, de
encuentro y convergencia de “lo nacional” que hasta inicios de los setenta el Estado
había cumplido.
Hacia 1990, sin embargo, a pesar de los intentos de desmontar el sistema estatal, el
Estado continuaba siendo el responsable mayoritario del financiamiento y provisión de
al menos salud y educación.

93
Martínez y Palacios, 1995.
94
Martínez y Palacios, 1995.
El Estado democrático y las políticas integradoras: 1990 - 2005

Durante los años noventa, con el retorno a la democracia, los lineamientos básicos del
modelo neoliberal se conservan y con ello la concepción de las políticas. El objetivo
declarado sin embargo, será eliminar los rasgos “paternalistas” que el Estado había
adquirido en décadas anteriores. Se trata de quebrantar así las actitudes clientelares y
fomentar el sentido de responsabilidad y ejercicio ciudadano.
La orientación hacia el libre mercado va, sin embargo, de la mano de un concepto de
la democracia en el que la toma de decisiones a nivel macro es delegada a un grupo
de especialistas y administradores.
En términos de los paradigmas de las
De estos programas para la superación de la
políticas sociales, la década de los
pobreza, durante los años noventa ha
noventa vio complejizarse la predominado el enfoque de inversión social. En
percepción de igualdad como principio efecto se observa que un 12% son netamente
del contrato social del Estado de asistenciales, un 50% asistenciales e inversión
Compromiso. A la idea de "reducción social, un 39% de inversión social priorizando la
de las desigualdades” (por lo general expansión de capacidades personales,
comprendida como la reducción de productivas y/u organizacionales o de gestión.
las disparidades de ingresos), se (Hardy. 2000) En este contexto nace el Fondo
agregan las nociones de equidad y de Solidaridad de Inversión Social (FOSIS); el
oportunidades. Este último, más que Servicio Nacional de la Mujer (SERNAM); el
Instituto Nacional de la Juventud (INJUV); la
poner el énfasis en la igualdad del
Corporación Nacional de Desarrollo Indígena
punto de partida, lo que propone es el (CONADI), la Comisión de Discapacidad y la del
acceso a recursos para el desarrollo Adulto Mayor. Todos pasaron a depender del
de capacidades y habilidades que Ministerio de Planificación Social (MIDEPLAN).
faciliten la movilidad en el tiempo, Si en 1995 se contaban 114 programas en 1999
incluso intergeneracional. llegaban a 191. (Raczinsky y Serrano, 2000)
Oportunidades que el Estado
facilitará, pero que será
responsabilidad de los individuos utilizarlas en su propio beneficio. Principio que
asume por tanto, que los resultados podrán ser diferentes y no siempre igualitarios.
El cuestionamiento del sistema de desarrollo o las dinámicas sociales que favorecen
la reproducción de la pobreza y la desigualdad están ausentes en el debate público
hasta comienzos de la década del 2000. El debate de las políticas sociales de los
noventa no se centra en la superación de la desigualdad social sino en el desafío de
la superación de la línea de la pobreza.95
Durante los noventa, las viejas políticas de bienestar teóricamente universalistas de
inspiración keynesiana tienden a preservarse en el núcleo central de las políticas.
Esto es, políticas sectoriales y universales que permitan asegurar un nivel básico de
ciudadanía: educación, salud, vivienda, seguridad social, trabajo y justicia.
Se reafirma por cierto el papel del Estado en el ámbito social, se redefine la relación
entre crecimiento económico y desarrollo social enfatizando la complementariedad de
ambos procesos (crecimiento con equidad aconsejará la Cepal).96 La reforma
tributaria de 1990 permite al gobierno de la Concertación recuperar el valor de los
subsidios monetarios dirigidos a los más pobres y a fortalecer el núcleo central de la

95
G.Bajoit, 2002.
96
Raczinsky, 2000.
política social, que se encontraba en situación de fuerte deterioro. Paralelamente se
desarrollo la línea “innovadora” de la política orientada a los grupos más vulnerables.
En la estrategia política de “lucha contra la pobreza” se privilegian las políticas
“focalizadas” que “invierten” o “habilitan” a las personas más pobres para su
participación en un entorno competitivo. Esta estrategia sin embargo, mantiene una
línea de asistencia social97, que asegura el acceso de los más pobres a una gama de
subsidios, siendo la Ficha CAS de los años ochenta el instrumento privilegiado. Se
agrega una segunda línea, que busca hacer factible la orientación hacia la inversión
social y fortalecimiento de la ciudadanía a través de la creación de programas sociales
con instancias de “participación” de la población objetivo en los espacios locales.
La intervención estatal en los temas sociales se refuerza con el proceso de
descentralización iniciado en la década anterior, y cuyo objetivo es el lograr una
mayor eficacia y eficiencia de la acción estatal. El objetivo es un acercamiento distinto,
más pertinente a los ciudadanos y los territorios, a fin de lograr una mejor respuesta a
sus necesidades y una mayor participación en la ejecución de las políticas estatales.
El proyecto neoliberal de modernización así como la redefinición de ciudadanía que
esto implica, se propone aprovechar de esta manera recursos culturales y materiales
de la sociedad civil.98 Es justamente en este marco que nociones de participación y
“empowerment” – anteriormente reservados a los movimientos sociales – hicieron su
aparición en el discurso gubernamental.
El discurso sobre los objetivos de las políticas sociales de los años noventa opone (o
agrega) a la normalización y disciplinamiento de los ochenta el objetivo de la
participación social local de los más pobres como expresión y fortalecimiento de
ciudadanía social. La asistencia social de lo ochenta pierde terreno en el conjunto de
las políticas sociales y gana fuerza el componente de inversión social levantado como
instrumento de integración social y ciudadanía. La “focalización” de estos programas
en la población y en los territorios más pobres y vulnerables, se espera que aseguren
una mayor eficacia en el cumplimiento de estos objetivos.
La participación constituye uno de los ejes orientadores de las políticas sociales de los
noventa. La invitación que el Estado hace a los ciudadanos para “participar” en el
diseño y ejecución de los programas sociales, constituye uno de los aspectos más
“innovadores” de la década.
El concepto de “participación” encuentra en las políticas sociales su espacio
privilegiado, pues es allí (y no necesariamente en otros espacios de la gestión pública)
donde se espera el desarrollo de la expresión ciudadana para que los programas sean
más eficaces y pertinentes. En los años noventa la participación fue conjugada con
gobernabilidad. A ello por cierto contribuyó que las dinámicas de mercado fueran
suficientemente generosas como para no entrar en conflicto con las dinámicas de la
sociedad. Un crecimiento sostenido al 7% facilitó muchos consensos.99
Una compleja ingeniería social, posibilitó dar forma a cientos de proyectos
autogestionados localmente, vinculando estrechamente el principio de la focalización
al de la participación. Los recursos fueron de este modo condicionados a la capacidad
de las comunidades y sus dirigentes para formular proyectos, quienes
progresivamente se transformaron en hábiles especialistas. La superposición de la
lógica estatal del “proyectismo” a la lógica social de las comunidades y sus familias
rara vez ha sido puesta en cuestión. Pero el olvido de la estructura social de los más

97
Asistencialidad: mecanismo de corrección , entrega directa de recursos materiales y/o
económicos a una familia, de manera de ayudarla a satisfacer necesidades específicas.
98
Assies, Calderón y Salman, 2000.
99
Guell, 2002.
pobres así como de sus lógicas y temporalidades, permite comprender por qué más
que fortalecer los procesos de construcción de identidades colectivas y de expresión
de ciudadanía o de efectivo mejoramiento a los ingresos, a menudo estos proyectos
dividieron a las comunidades o se esfumaron apenas terminado el subsidio estatal.
A pesar del discurso y los esfuerzos de descentralización pública, en términos de las
políticas sociales y sus programas, se observa que rara vez el nivel regional y local
tiene injerencia en el diseño de ellos. Por el contrario, es el nivel nacional y central
que se especializa en el diseño y asignación de recursos, el nivel regional en la
ejecución y monitoreo; y el nivel local en la ejecución.100
A fines de la década de los noventa, las mediciones de la pobreza mostraban sin
embargo, que a pesar de haberse
reducido, persistía un porcentaje de Chile Solidario se propone mejorar las
condiciones de vida de 225 mil familias en
indigentes cercano al 5% de los hogares
extrema pobreza. Para ello introduce una
de Chile. El menor ritmo de reducción de inflexión en lo que fueron las políticas sociales
esta pobreza y la vulnerabilidad creciente de los noventa a través de: a) la incorporación
de las familias indicaba que las políticas del concepto de red de protección social; b) la
sociales compensadoras de combinación simultánea de la asistencia y
disfuncionamientos pasajeros se habían promoción social; c) un fuerte énfasis
vuelto ineficientes y a menudo perversas psicosocial en la familia como eje de la
en sus efectos. Es así como el año 2002, intervención; d) la focalización automática de
se anuncia una nueva estrategia para las prestaciones sociales en las familias más
combatir la miseria: Chile Solidario. Más pobres (sin postulación previa) y no sobre la
base de la demanda de los individuos a los
que una programa social, Chile Solidario
servicios públicos; e) y el concepto de egreso
se anuncia como un sistema o una red de la red estatal como principio central del
que opera para con los más excluidos sistema. Podría agregarse un cuarto concepto,
independientemente de los gobiernos de el de integralidad, pero este no es nuevo, pues
turno. ya a principio de los años noventa venía
promoviéndose junto a la necesidad de
políticas intersectoriales.
Importante es señalar que el Sistema
Chile Solidario se suma a otras
experiencias latinoamericanas que también exploran nuevas respuestas para hacer
frente a la creciente vulnerabilidad y heterogeneidad de la pobreza en nuestro
continente. Este nuevo enfoque plantea el concepto de protección social como un
componente holístico para el manejo de una pobreza más moderna, pero más
vulnerable. El enfoque de protección social parte del reconocimiento de esta situación
de vulnerabilidad de las familias y ofrece un "aseguramiento sistémico" para prevenir o
mitigar los riesgos a través de un conjunto de intervenciones públicas dirigidas a
apoyar a las personas, hogares y comunidades frente al riesgo o situaciones de crisis,
particularmente a quienes se encuentran en extrema pobreza. Enfatiza por tanto la
responsabilidad pública en la provisión de seguridad de ingreso mediante una red de
protección y rompe radicalmente con las apuestas de comienzos de la década de los
noventa por la participación local.
Entre los elementos innovadores de este nuevo enfoque está el que asuma a las
familias en su contexto social y económico de vulnerabilidad permanente. En este
sentido, introduce una perspectiva preventiva y anticipatorio; pero haciendo de la red
estatal el eje del sistema de protección.
El enfoque de protección social que propone Chile Solidario, autoriza sin embargo, la
intervención pública solo en cuanto los mecanismos de mercado no existen o
colapsan. En este caso, operaría la red de protección social. Sin embargo, en

100
Serrano et al, 2001.
circunstancias que la vulnerabilidad social que impone el mercado de trabajo hoy en
Chile se tiende a generalizar, ciertamente se requerirán progresivamente de
mecanismos más permanentes y eficaces para que el Sistema se constituya en una
red eficiente de protección. Las dificultades de este sistema para dar respuesta a los
problemas de empleo puede llevarlo a terminar reducido a simples medidas de
carácter asistencial y compensatorio, pero no de desarrollo de una política de
integración sustentable.
Sabemos, que más que los subsidios, es la naturaleza de los canales de ingreso al
trabajo y los espacios laborales los que más relación tienen con la movilidad y la
integración social, la dignidad y la cohesión social... Si Chile Solidario no logra
amarrar la asistencia con una red social universal y ciudadana su potencial de impacto
hacia los más vulnerables y excluidos será nulo. Para ello, sin embargo, se necesita
que el Estado asuma de manera ineludible la compleja articulación entre gestión
pública moderna, redistribución de los ingresos y políticas de cohesión social. Pero
también, una sociedad civil fuerte que controle y asegure el cumplimiento de este
nuevo contrato social.101

3. Políticas sociales de vivienda y nuevos barrios

A diferencia de la propuesta de Chile Solidario el año 2000, la gran innovación de las


políticas sociales para la superación de la pobreza de los años noventa, fue su
focalización en territorios donde se concentra la pobreza: poblaciones, villas,
vecindarios, barrios, asentamientos irregulares o campamentos...
El supuesto básico, era que aún cuando la lucha por la superación de la pobreza
necesitaba de la transformación de estructuras de oportunidades como la creación y
el acceso al empleo por parte de los más pobres; también se requería por parte del
Estado potenciar a través de las organizaciones locales, el desarrollo de capacidades
de estos hogares e individuos pobres. Se esperaba así que los programas sociales
focalizados en el territorio, lograsen gatillar el uso de recursos y capacidades
colectivas hasta ahora escasamente potenciados por el Estado y sus políticas
sociales.

101
El trabajo de campo de esta investigación finalizó el año que se comenzó a implementar el
Sistema Chile Solidario por lo que en el universo de familias no hay beneficiarios de este
sistema.
La implementación de estas políticas focalizadas a principios de los años noventa
coinciden con el surgimiento de los nuevos campamentos de la democracia a las
orillas de los ríos, líneas de trenes,
basurales, terrenos baldíos y terrenos El Programa Chile Barrio fue creado en 1997
estatales. Espontáneamente se reactivarán bajo el alero del Ministerio de Vivienda y
así las ocupaciones “ilegales” por familias Urbanismo. Destinado a superar las
que hasta la fecha habían vivido en condiciones de marginalidad social,
condiciones de miserable allegamiento. Ya económica y cultural, concentra iniciativas y
no se hablará sin embargo, de “tomas” sino recursos públicos en asentamientos
precarios y campamentos. Sus líneas de
de “asentamientos irregulares”. Y en acción son: i) Desarrollo comunitario e
estricto sentido, estas ocupaciones están inserción social, ii) Habilitación laboral y
lejos de ser lo que fueron en los años productiva, iii) Mejoramiento de la vivienda y
setenta. De manera silenciosa y solitaria, del barrio, y iv) Apoyo al fortalecimiento
los “sin casa” se desplazarán en las institucional de programas destinados a la
noches, con sus cartones y maderas para superación de la pobreza. Recogiendo los
allí construir sus precarias viviendas. principios orientadores de las políticas de los
años noventa, el Programa Chile Barrio se
La llegada de la democracia, no activará el propone inducir un proceso de cambio en los
movimiento y las demandas colectivas, destinatarios que los transforme en
pero abrirá un espacio de “respiro” y protagonistas de su propio desarrollo a
esperanza de solución. Los años noventa, través de la entrega de beneficios materiales
marcan así un nuevo pacto entre y acciones de fortalecimiento personal e
pobladores y Estado. Con políticas más institucional entendidas como la expansión
descentralizadas, los municipios no tendrán de capacidades para un trabajo cooperativo
y sinérgico entre los diversos grupos y
dificultad en “focalizar” en los “lunares de
agentes presentes en el territorio.
pobreza” las nuevas políticas sociales. El
aumento significativo de la construcción de
viviendas sociales permitirá, junto a políticas para el incentivo del ahorro, que muchas
familias accedan al “sueño de la casa propia”.
La meta de “erradicar” los 970 campamentos que existían a mediados de la década
de los noventa a lo largo del país, llega a constituirse en política pública. La obtención
de la vivienda pasa entonces a ser objeto de preocupación de las políticas sociales
para “la superación de la pobreza”. A mediados de los noventa, la vivienda se
transformará en un instrumento clave, el punto de partida, para la erradicación de la
pobreza y la indigencia en Chile.
El Programa Chile Barrio nace justamente de la constatación de estos 970
campamentos, pero también de la dispersión de los programas públicos para abordar
las situaciones de extrema pobreza. La escasa flexibilidad y descentralización de sus
instrumentos, pero por sobre todo la verificación de que los resultados logrados con
sectores en extrema pobreza eran precarios, conducen al Estado a diseñar un nuevo
programa para los “sin casa”.
No serán los pobladores organizados quienes demandarán este derecho, sino el
Estado que a través de una compleja ingeniería social, incentivará a las familias
organizadas para postular a este derecho. A través de la entrega de subsidios y de
apoyos complementarios a las familias, la vivienda y el barrio estará en el centro de
un enfoque “integral” e intersectorial para la superación de la pobreza.
Históricamente, en Chile el problema de vivienda más importante en el sector urbano,
era el de los allegados. Para 1983 se calculaba que los allegados en el Gran Santiago
alcanzaban a 86.460 familias en los estratos económicos bajos, esto es, el 66,5% de
este grupo.102 Esta situación cambió drásticamente en la década de los noventa. Las

102
Ogrodnik, 1983.
condiciones de urbanización para la población pobre se han visto mejoradas
sustantivamente. La producción de viviendas sociales alcanzada durante la década
pasada superó incluso la tasa de crecimiento poblacional vegetativo.103
Entre la década del ochenta y la del noventa, la tasa de producción anual de vivienda
social creció en un 36,4% y desde 1980 hasta el año 2000 se habían construido
alrededor de 173 mil viviendas de interés social en Santiago- lo que equivale al 21%
del parque habitacional construido en la Región Metropolitana.104 En otras palabras,
cerca de 700 mil personas viven hoy en día en algún tipo de vivienda social de bajo
400 UF, construidas entre 1980 y 2000.105
Durante la última década (1992-2002) las viviendas aumentan en un 25.7%, cifra muy
por encima del crecimiento poblacional del período (13.3%) y decreció en un 42.9% el
número de viviendas construidas con materiales precarios (mediaguas, piezas…).
Según el Censo 2002, alrededor del 60% del total de las viviendas construidas en el
país pertenece a programas habitacionales subsidiados. Con ello las condiciones de
vida y de urbanización de los más pobres mejoraron sustantivamente. 106

Cuadro N° 2: Evolución del déficit de vivienda en Chile 1990 - 2000.

1990 1992 1996 1998 2000


Total déficit de
viviendas
666.194 584.063 503.527 459.857 421.179

Nota: (*) Se excluye servicio doméstico puertas adentro y su núcleo familiar.


Fuente: MIDEPLAN, Departamento de Información Social, Encuesta CASEN de años respectivos.

El esfuerzo estatal realizado en materia habitacional implicó el traspaso residencial


definitivo de la población que habitaba en campamentos o como allegados hacia las
nuevas “villas” de vivienda social, que pasan a concentrar a la mayor parte de los
pobres urbanos. La nueva pobreza urbana de Santiago, es hoy en día, la pobreza de
“los con techo"107.
El modelo de construcción de vivienda social que impera en los últimos años posee
una tendencia a la densificación. La construcción en altura se acompaña de un diseño
urbano basado en blocs frontales entre sí, con balcones estrechos, lo cual agudiza las
condiciones de hacinamiento y la “sensación” de encierro de los habitantes. Este
cambio o modalidad constructiva se debe al proceso de encarecimiento del suelo
urbano y no a las expectativas de la demanda. Numerosos estudios muestran que la
familia chilena de hoy- como la de antes- sigue prefiriendo la vivienda unifamiliar en
extensión.108 Sin embargo, recientes estudios del PNUD/SUR y del Minvu, indican que
la principal insatisfacción de los habitantes de estos nuevos barrios no dice relación
principalmente con sus viviendas sino con el barrio y el vecindario. El deseo de migrar

103
CEPAL, 1999.
104
SUR, 2001.
105
De bajo 400 UF ajustadas.
106
Los resultados positivos en las condiciones de vida de los beneficiados son evidentes.
El uso de letrina o pozo negro como sistema de eliminación de excretas bajó entre 987 y
2002 de 47% a 27,4% en el I quintil y de 36,2% a 16% en el II. Esto, debido, en gran
medida, al fuerte esfuerzo en materia de vivienda social realizado en el período.
107
Rodríguez, 2001.
108
Palmer, 2001.
está directamente asociado a la insatisfacción con el modo de vida y sociabilidad que
se impone entre estos habitantes.
En el stock acumulado de vivienda social en los últimos veinte años, están presentes
las mayores deficiencias urbano arquitectónicas (cierres ciegos, quiebre en relación
con el patrón arquitectónico barrial, espacios residuales inutilizados, frentes
discontinuos, apropiación indebida de espacios públicos) así como de conectividad y
transporte público urbano. Por otra parte, los grandes volúmenes de inversión en
casas, no han sido acompañados de un volumen importante de inversión en el plano
de los servicios públicos. Crecen las villas alejadas de escuelas, consultorios, parques
y espacios públicos, con lo cual se incrementa dramáticamente la sensación de
aislamiento y marginalidad.109
Muchos son los estudios que denuncian las falencias de este sistema: la supremacía
de la cantidad por sobre la calidad, la estrechez indigna de las viviendas, la
segregación y guetización de estos territorios, la imposibilidad de elegir donde vivir, la
ruptura de los vínculos de vecindad…
La sumatoria de los problemas vinculados a la realidad de la segregación urbana y la
vivienda social en Chile, genera hoy graves problemas sociales relacionados con las
dificultades para la convivencia, la formación de redes sociales y la generación de
nuevas formas de participación social. Se impone así la visión que la construcción de
conjuntos de viviendas sociales aporta cuantitativamente en el combate contra la
pobreza, pero que la acentúa en términos cualitativos. La vivienda social otorgaría
mejor calidad de vida material, pero atentaría contra las costumbres y lógicas
socioculturales propias de los pobres en su vida cotidiana y productiva.110 Los altos
índices de violencia intrafamiliar que allí se concentran así lo atestiguan.111 Desde
esta perspectiva, no serían solo los cambios sociales o económicos los que gatillarían
este déficit solidario, sino también la propia configuración socioespacial de los
conjuntos. Es decir, los problemas que surgen en las villas no serían un problema de
la pobreza, sino de la pobreza que hacinada y enjaulada habita en las villas.
Los beneficiados con una vivienda social deben residir en conjuntos densos,
extensos, homogéneos, desprovistos de historia, segregados de la ciudad y – muy
probablemente-distantes de sus redes primarias. Lo anterior, a una escala de 86.000
viviendas anuales, genera una situación social y urbana que impide el desarrollo de
barrios integrados, sino también la imposibilidad de percibirse como un habitante más
de su ciudad, un ciudadano. Por el contrario, estos extensos territorios se convierten
en “caldo de cultivo” para la delincuencia, el deterioro de la infraestructura, la
drogadicción, la estigmatización, la inactividad, la deserción escolar y el embarazo
adolescente112..., la anomia.
La percepción de inseguridad que afecta la vida social de la ciudad, también está
presente en estos guetos de pobreza. La diversidad de relaciones sociales no solo
escasea, también existe una tendencia al confinamiento y la perdida de los espacios
públicos de encuentro. La antigua reivindicación de los años sesenta por un espacio
digno en la ciudad, es reactualizada por el Estado a través de conceptos tales como
seguridad ciudadana, regularización de terrenos, barrios seguros …
La multiplicación de los cierres y las rejas en torno a cada bloc, la división de los
pasajes de uso común con nuevas rejas son clara expresión del temor de gran parte
de los más pobres para reapropiarse de sus espacios públicos y de generar vínculos

109
SUR-PNUD. 2001.
110
Ducci, 1998; Skewes, 2000; SUR-PNUD, 2001.
111
Rodríguez, 2004.
112
Ducci, 1998; Rodríguez, 2000; Sabatini, 2001.
estrechos con los vecinos. La inseguridad ciudadana se torna de este modo en el
síntoma más evidente de los procesos de fragmentación social urbana.
El aumento y consolidación de las desigualdades sociales, la pérdida del control del
territorio por parte del grupo de pertenencia, la crisis del Estado para garantizar la
seguridad y protección de todos los ciudadanos, la inseguridad, el surgimiento de un
modelo de ciudadanía privada basada en la “autorregulación” y la consecuente
privatización de la vida social son algunos de los elementos más nombrados al
analizar la segregación urbana que afecta a los más pobres. Esta tendencia tiende a
mantenerse hasta hoy en día, y no existen evidencias de una rectificación.

Sea por una lógica de rentabilidad del suelo (económica)113, o simplemente una cierta
tolerancia (cultural) a la pobreza, lo cierto es que hoy se abren y se refuerzan las
viejas fronteras sociales y espaciales dentro de la ciudad. La segregación a gran
escala, propia al proceso de urbanización latinoamericano, es decir, comunas de
pobres y comunas de ricos, siguen caracterizando las fronteras urbanas de Santiago,
radicalizándose sus consecuencias sociales114 e identitarias. La consolidación de los
guetos de pobreza va aparejado del efecto de la estigmatización de su gente y la
percepción de “estar de más”. Las fracturas urbanas, las fronteras al interior de la
ciudad, aparecen entonces como la expresión y el recurso de integración e
identificación al interior del propio grupo de pertenencia; pero también de exclusión y
distinción en relación al resto de la sociedad.

113
Salcedo, 2000.
114
Sabatini y Cáceres, 2001.
Parte II
El sujeto ante el Estado

” Ce qu´il y a de plus terrible dans la


pauvreté est le fait qu´il y a la des êtres
humains qui, dans leur position sociale, sont
pauvres et rien que pauvres.”115 George
Simmel, Der Arme, 1908.

Capítulo 3
Pobreza, identidad y lógicas de acción

3.1 Pobreza absoluta y movilidad social


La definición de pobreza que ha dominado durante las últimas décadas considera
como referencia la capacidad que tienen los hogares y las personas de satisfacer una
canasta básica de alimentos, calculada sobre bases nutricionales y otras necesidades
básicas. El indicador utilizado para medir esa capacidad son los ingresos monetarios
a que aquellos acceden. De allí su denominación de enfoque biológico y absoluto de
la pobreza, por un lado, y del ingreso, por otro.116 A partir de los ingresos se definen
los umbrales absolutos que consagran situaciones y categorías diferentes en cuanto
al grado de subconsumo o privación: los indigentes, los pobres y los no pobres.117
Esta definición de "líneas" sociales -indigentes, pobres y no pobres- ha servido de
base para medir y evaluar la evolución económica en términos de su éxito o fracaso
en superar dichas situaciones, así como de fundamento para la formulación de las
políticas de superación de la pobreza orientada a aquellos segmentos sociales más
desfavorecidos para participar en el mercado. En pro del principio de igualdad de
oportunidades, la acción del Estado se orienta por tanto a facilitar y subsidiar la
integración de este segmento de pobres en el mercado.

115
G.Simmel, 2002.
116
P.Barros et. al, 1996.
117
Los indigentes, segmento de hogares y personas cuyos ingresos per capita no son
suficientes para asegurar una canasta básica de alimentación para cada uno de sus miembros;
los pobres, segmento conformado por todos los hogares cuyos ingresos per capita bastan para
satisfacer la canasta básica de alimentos, pero que igualmente tienen limitaciones para
satisfacer el conjunto de sus necesidades básicas porque no alcanzan a completar un ingreso
monetario igual o superior al doble del valor de una canasta básica de alimentos en las áreas
urbanas o 1.75 veces en el sector rural.
La utilidad de una definición absoluta de pobreza, esto es de una línea bajo la cual se
puede hablar de pobres e indigentes, permite establecer un punto de referencia para
establecer las bases de un "derecho de los pobres"; y, asimismo fijar el gasto social
público.
Que la pobreza sea un estrato social (definido a partir de la variable ingresos) o una
categoría estadística no lo transforma por cierto, en una categoría social, por el
contrario, ella no es más que una pre-noción, en el sentido de Durkheim118. Bajo la
llamada “línea de la pobreza” encontramos grupos sociales tan diversos como
mendigos, mujeres solas, ancianos, cesantes, sin casa, niños, campesinos…El
estrato de la pobreza reúne tantos individuos como sea posible imaginar, pero cuyo
único punto en común es la carencia que finalmente los vuelve merecedores de un
trato diferencial por parte del Estado.119
Los estudios de la pobreza y la superación de tal condición, deben ser diferenciados
de los análisis de la movilidad social. En la literatura sociológica, el estudio de la
movilidad se ha orientado principalmente hacia las condiciones estructurales que
favorecen el ascenso o descenso social de las personas en la estructura social.120 A
través de la comparación de las posiciones de los individuos o familias en la
estratificación social con aquellas posiciones que sus padres o ellos mismos tuvieron
alguna vez, la sociología ha podido determinar el grado de (im)permeabilidad de la
estructura social.121 Estos cambios en la posición relativa y la evolución de los niveles
absolutos de ingreso han permitido a su vez interpretar las consecuencias del modelo
de desarrollo en las transformaciones de la estructura social, como también la
incidencia de las políticas sociales en los niveles de vida de los más pobres.
La educación, considerada tradicionalmente el principal mecanismo de movilidad
individual, también ha sido un indicador privilegiado en la interpretación de los
procesos de movilidad social, pues las evidencias empíricas han demostrado una
estrecha asociación entre años de escolaridad y posibilidades de ascenso en la
escala ocupacional y de ingresos.122 Asimismo sucede con los estudios que indican la
asociación entre factores demográficos, como la fecundidad y el ciclo vital de las
familias pobres y los procesos de movilidad social. Las variables demográficas sin
embargo, deben ser leídas e incorporadas como variables que a menudo dependen
estrechamente de pautas culturales propias a las familias y sus tradiciones.123 Los
empleos de calidad, sin embargo, constituyen un factor central e indiscutible para la
obtención de niveles socialmente aceptables de bienestar. El acceso a mejores
oportunidades de vida no puede construirse si los miembros del hogar no se
incorporen a actividades bien remuneradas por el mercado.

118
Durkheim.1973.
119
Lo cierto es que independientemente de la eficacia operacional que nos ofrece el concepto
de pobreza absoluta, carencias medidas estadísticamente, ella ha permitido reemplazar los
antiguos actores sociales populares por una categoría genérica de “pobres” y en la cual, como
corolario de política, la responsabilidad es devuelta a cada uno individualmente.
120
Clacso 1976; ver Raczynski para Chile, 1974
121
Así definida, la movilidad social nos remite por sobre todo a la relación actor - sistema
social; a los comportamientos, las estrategias que interactúan con la estructura social y se
inscriben en la compleja jerarquía de posiciones sociales. Weiss,1986.
122
Raczynski, 1974; Filgueira, y Genetti 1982; Sainz, y León, 1996.
123
Los estudios de la CEPAL (1997) se sitúan en esta línea. Sin embargo, el enfoque
demográfico puede ser exitoso en lo predictivo, pero es de difícil sustento teórico. La pregunta,
de si es la movilidad descendente es resultado del tipo de familia o viceversa, no es de fácil
respuesta. Aún así, las dimensiones del comportamiento demográfico como el ciclo vital de la
familia, la maternidad temprana, el envejecimiento, la migración deben ser incorporadas al
análisis.
Los estudios de superación de las condiciones de pobreza en cambio, se enfocan en
el análisis de las salidas o entradas de tal condición (fijada por la línea de la pobreza)
sin que ello suponga necesariamente cambios en términos de la posición en la
estructura social. La superación de la pobreza si bien supone un cierto “movimiento”
en términos de ingresos, ella da cuenta más bien de una movilidad horizontal; es
decir, del reemplazo de un status por otro sin ascensión social propiamente tal. Es el
caso por ejemplo, de una empleada doméstica pobre que encuentra trabajo como
vendedora de un pequeño negocio y logra ingresos que la logran ubicar sobre la línea
de la pobreza. En términos de ingresos y status su condición mejora, pero no
necesariamente su posición al interior de la estructura social.
Este estudio se centra en la superación de la condición de pobreza entendida como
movilidad o “movimiento” horizontal e intrageneracional. Es decir, el acento se pone
en las trayectorias de los individuos y sus familias durante los últimos diez años y solo
en ocasiones hacen alusión a la movilidad de sus padres. En términos generales, en
este estudio se enfoca al análisis de la superación de la pobreza y no de la movilidad
social. Precisar esta noción de pobreza y su superación, es el objetivo de este
capítulo.

3.2 Los estudios de la pobreza


Desde las evidencias y vacíos de los enfoques económicos y demográficos, han
surgido en América Latina una diversidad de enfoques para el estudio de los hogares
enfrentados a situaciones de carencia. Estos enfoques, más cualitativos que los
estudios sobre la movilidad social, se abren a nuevas preguntas sobre los procesos y
la génesis de la pobreza. ¿Cómo reaccionan los hogares pobres cuando su ingreso
disminuye, los trabajos son escasos y aumenta su gasto en alimentos y servicios? 124
¿O como hacen las familias enfrentadas a situaciones de marginalidad urbana para
insertarse en el mercado de trabajo?125 ¿Como enfrentan las familias pobres las
situaciones de riesgo y vulnerabilidad social?126 Desde esta perspectiva cualitativa,
más que la naturaleza de los recursos que estas familias movilizan, interesan los
procesos que ellas construyen para salir de las situaciones de carencia o riesgo que
las afectan. Por consiguiente la atención se centra en las estrategias de adaptación de
las familias a circunstancias cambiantes, aun cuando dicha adaptación no implique
mejoras en la situación de bienestar, ni modifique la capacidad para utilizar las vías de
movilidad e integración social.
Caroline Moser, antropóloga británica, levanta desde el Banco Mundial127 el concepto
de “activo” para referirse al conjunto de recursos cuya movilización permite el
aprovechamiento de las estructuras de oportunidades existentes en un momento
dado, ya sea para elevar el nivel de bienestar o para mantenerlo ante situaciones que
lo amenazan. Moser señala que para incrementar la productividad económica de los
pobres se requiere un enfoque global e integral de la política social, reconociendo la
compleja interdependencia del capital social y humano; por lo que sugiere que se
necesitaría una política social en la cual se combinaran imaginativamente la opción
individual con la participación comunitaria y se vinculara el desarrollo humano con el
desarrollo de la sociedad.

124
Moser, C.,1996, estudio de cuatro comunidades pobres; Katzman, et al, 1998 en
Montevideo.
125
Lomnitz, 1968, en Cerrada de Cóndor, Ciudad de México.
126
Raczinsky, Serrano y Valle, 2002, en Chile.
127
Moser. 1996. Estudia Budapest en Hungría, Guayaquil en Ecuador, Manila en Filipinas,
Lusaka en Zambia.
Larissa Lomnitz por su parte, en su estudio de Cerrada de Cóndor en México, se vale
del concepto de “confianza” como un capital central a la construcción de redes de
compadrazgo y protección social. Sin confianza128, señala Lomnitz, la creación de
estos grupos con fines de ayuda mutua para la supervivencia individual y colectiva
sería imposible. La relación de reciprocidad y confianza con el intercambio de
mercado en el caso de los marginales urbanos, es complementaria, y representa
finalmente el mecanismo de seguridad económica que permite su supervivencia.
Estos enfoques abren el análisis de la pobreza hacia factores tales como la
asociatividad, las redes de apoyo y el emprendimiento. El enfoque del capital social
postula que las relaciones de las personas son las que le ayudan a movilizarse, al
abrirles acceso a nuevas oportunidades y recursos. En esta línea, las redes sociales
abren oportunidades a las personas por el sólo hecho de pertenecer a ciertos grupos
o clases. Estos estudios sobre la pobreza han demostrado la relevancia de las redes
sociales en su capacidad de captar recursos (Lomnitz 1978), oportunidades laborales
y también reproducir la desigualdad social. En Montevideo, Rubén Katzman apuesta
al capital social y al trabajo como recursos centrales y destaca también el rol
preponderante de los recursos provenientes del Estado en la construcción de
oportunidades para los sectores más pobres.
En Chile, a fines de la década de los noventa, Mideplan (1998) rompe también con el
enfoque económico e integra al análisis los procesos microsociales. Frente a la
pregunta por qué frente a iguales condiciones de privación económica y social
algunas personas logran superar la brecha que los define como pobres y otros no, se
levantan dos conceptos como claves comprensivas de los procesos de movilidad: el
de “reproducción intergeneracional” de la pobreza y el de “transmisión
intergeneracional” de la pobreza. Mientras la reproducción involucra elementos
exógenos a las familias (cambios en la estructura del empleo, comportamiento
demográfico…), el de transmisión alude a elementos de captación de oportunidades
de vida (valores, actitudes de vida, conductas en hogares, herencias
generacionales...). Se propone así superar el enfoque de los ingresos e incorporar
explícitamente la dimensión de la cultura, aspecto escasamente abordado en estudios
sociológicos sobre la pobreza. El estudio sin embargo, logra mostrar la tendencia a la
reproducción, pero no otorga claves comprensivas sobre las situaciones de
distanciamiento o ruptura de la familia con las pautas culturales que los han
acompañado desde generaciones.
En un estudio reciente sobre situaciones de quiebre de ingreso en hogares medios y
bajos en Chile, se logran detectar mecanismos de protección anticipatorios y
mitigadores de las propias familias frente a situaciones de vulnerabilidad. La
conclusión central muestra que aunque las familias siempre elaboran alguna
respuesta y poseen márgenes de maniobra frente a estas situaciones de
desestabilización económica, todas ellas ansían una mayor estabilidad y menor
incertidumbre en sus vidas. Como bien concluyen las autoras, en una sociedad con
los niveles y ritmos de transformación social y económica como la chilena, y cuyo eje
de funcionamiento es el mercado, la inestabilidad pareciera inevitable. En este
contexto social es posible sostener que el riesgo social tenderá a permanecer.129

128
“La confianza constituye un rasgo cultural que en cada situación debe describirse
etnográficamente y que evoluciona en el tiempo. Ego confía en alter cuando piensa que éste
tiene la habilidad, voluntad y buena disposición de entablar una relación personal de
intercambio recíproco, y cuando siente un suficiente grado de familiaridad con alter para
efectuar el acercamiento inicial. Este acercamiento consistirá generalmente en pedir un favor, e
incluso en ofrecerlo sin temor a ser mal interpretado.” Lomnitz, pág. 212, 1968.
129
Raczinsky, Serrano y Valle, 2002.
Las preguntas que se abren en la discusión actual se orientan hacia las profundas y
aceleradas transformaciones de nuestras sociedades y economías; y de los procesos
a través de los cuales el cambio social y estructural se instala en la vida y la cultura de
los sujetos y sus familias. En términos de política social, aparece especialmente
relevante comprender también cómo es que los más pobres y vulnerables logran
superponerse a un contexto altamente desestabilizante y donde la certeza de la
incertidumbre130 se instala entre todos.
Lo cierto es que las características de la estructura social y ocupacional que hoy día
se observan, dan cuenta de que tener un trabajo asalariado ya no supone ser parte de
una red de seguridad social ni tampoco dejar de ser pobre. Ser asalariado y vivir en
condiciones de vulnerabilidad o pobreza es una realidad en Chile y América Latina.
Aún cuando esta sociedad salarial no integró jamás al conjunto de la población, actuó
como un sistema de integración creciente que asociaba el trabajo a garantías y
derechos. El debilitamiento progresivo de este contrato social expresado en el
debilitamiento y precarización del sistema de protección salarial a partir de la década
de los setenta, ha tenido implicancias sobre el modelo de integración que
representaba. Integración precaria que no solo remite e impacta al mundo laboral,
sino también a todo el entorno social y cultural desde donde se construyen las
disposiciones hacia la integración social.
Debilitada la sociedad salarial y sus certezas básicas, la posibilidad de superar la
pobreza e iniciar procesos de superación de la pobreza no parece asociarse hoy en
día sólo a la adscripción a una determinada categoría ocupacional o posición en la
estructura ocupacional. Más bien, ella se vincula a la capacidad de los sujetos de
construirse una red o soporte de protección y seguridad social que los cobije frente a
las vulnerabilidades y facilite el logro de mejores niveles de vida.
Las trayectorias sociales se enfrentan a cuestionamientos e incertidumbres que no
conocieron generaciones anteriores. En Chile el análisis de la experiencia de los
sujetos indica que son ellos quienes deberán construir no sólo sus trayectorias, sino
también la orientación de sus prácticas.
Las historias de vulnerabilidad y exclusión social, de reproducción de la pobreza,
obligan a preguntarse si acaso estas posiciones en el mercado y la estructura social
representan hoy una condena, o si las personas que están en una u otra posición
pueden cambiar de escenario. Efectivamente, para estos sujetos el margen de
maniobra parece ser escaso. Pero las biografías muestran también que la propia
posición no siempre indica una condena, que a menudo los sujetos descubren
caminos y soportes que permiten transitar hacia mayores cuotas de bienestar y
realización del propio proyecto vital. La pregunta por el margen de maniobra, en
especial los más pobres, se vuelve inevitable. La integración social depende no solo
de las condiciones objetivas como es la incorporación al mercado de trabajo y el
acceso a las oportunidades; sino también de las dimensiones subjetivas que inciden
en la dinámica de la inserción social.
Para avanzar en una mirada más comprensiva de la pobreza, pareciera ser necesario
superar el enfoque de los ingresos131 y concentrarse en los procesos y trayectorias de
estos individuos, de modo de incorporar a través de una perspectiva transversal y
dinámica en el tiempo, la experiencia social con las oportunidades que la sociedad, el
Estado y el Mercado les abren o les niegan. La pregunta por el rol que juega el Estado
y las políticas sociales en la construcción de esta incipiente red de protección social; o

130
Dirección del Trabajo, 2003.
131
Moser, 1996; Katzman, 1999; Mideplan, 1998.
la representación que estos mismos sujetos pobres se hacen del Estado y sus
obligaciones hacia ellos son sin embargo, aún ámbitos escasamente abordados.

3.3 Culturas en la pobreza

Como ya lo mostraban los clásicos estudios estructurales, las oportunidades y activos


de los pobladores y sus familias podrán dar cuenta de las probabilidades de acceso a
un trabajo o a una vivienda, por ejemplo, pero ello no es suficiente para predecir o
comprender la orientación que seguirán sus trayectorias ni la incidencia que estos
recursos tendrán sobre la calidad de sus vidas. El rumbo de las trayectorias también
dice relación con las disposiciones culturales que orientan la acción de estos
pobladores. Si se entiende la cultura como el modo en que una sociedad produce sus
formas de convivencia, se las representa y las reproduce, el dominio o “control
cultural”132 de estos pobladores, - la defensa y capacidad de decidir sobre la cultura
propia y la ajena - puede ser también un recurso esencial para comprender el sentido
que adquieren sus trayectorias en la ciudad.
El debate sobre la incidencia de la cultura en los procesos de superación de la
pobreza y la movilidad social no está aún resuelto. ¿Es efectivamente la
internalización de normas y valores de la integración social lo que permite la movilidad
por motivación al logro? O más bien, es la capacidad de controlar y decidir sobre una
diversa y amplia gama de códigos culturales, lo que ubica a los pobladores y sus
familias en mejor disposición para aprovechar los resquicios y recursos que el
mercado, la sociedad y el Estado le puedan ofrecer?
La tesis del “control cultural” cobra especial sentido en contextos de rápida
transformación y donde finalmente lo definitivo pareciera ser la capacidad de cada
poblador para construir su propia experiencia social. Durante el modelo de
industrialización sustitutiva los modelos de integración parecían ciertamente más
claros: si se era obrero, entonces se poseía una cultura propia y un proyecto de
movilidad colectiva. En la actualidad, el antiguo obrero puede ser un trabajador
independiente que aunque se siga pensando obrero sabe que las certezas de su viejo
proyecto social ya no corresponden. Se debilita así la noción de pertenencia a una
cultura como un todo estable y normativo; y se abre la pregunta respecto de cómo las
diversas orientaciones culturales contribuyen o no a la construcción de procesos de
movilidad e integración social.
La pregunta por la relación entre pobreza y cultura ha sido abordada por la
antropología latinoamericana en estudios clásicos como son los de O. Lewis (1966) y
L.Lomnitz (1975)133 en México. En oposición a los enfoques estructuralistas que
ubicaban la pobreza de los países del sur en la dependencia con el norte y la
conformación de estructuras sociales excluyentes, Lewis levanta la tesis de la
presencia de una cultura propia entre sectores pobres que estaría actuando en la
reproducción de sus condiciones de vida. El carácter desviante de los
comportamientos de los pobres se explica así por la existencia de valores y modelos
culturales distintos a los dominantes en la sociedad. Se hablará de “subcultura de la

132
Bonfil, 1995.
133
Lomnitz en su estudio de las redes de compadrazgo en Cerrada de Cóndor en Ciudad
de México en cambio, destaca la capacidad de estos pobladores marginales para hacer
frente a su miseria y celebra sus redes sociales como recurso vital a la sobrevivencia.
pobreza” como aquellos valores y modelos de comportamiento transmitidos
intergeneracionalmente y que explicarían la baja posición de las personas en la
estructura social. En términos de las políticas sociales, la tesis de la subcultura de la
pobreza, se ha comprendido como la “desesperanza y el dejarse estar” de las familias
que se ubican bajo un cierto umbral de ingresos (la línea de la pobreza). Para romper
con el círculo de la pobreza se requeriría entonces que estos pobres aprendan e
internalizen los códigos de la integración para poder visualizar y aprovechar las
oportunidades que el mercado les ofrece. Concepción muy similar a las políticas de
aculturación, entendidas como los procesos de contacto cultural a través de los cuales
las sociedades o grupos asimilan o se les imponen rasgos culturales de otras
sociedades o grupos, en general dominantes.134
No existe sin embargo, evidencia empírica que respalde la idea que la orientación
hacia la superación de la pobreza se “gatille” al traspasar el límite de la llamada "línea
de pobreza"; ni tampoco que el estrato pobre comparta una sola "cultura", o que la
"cultura de la pobreza" se corresponda con el "estrato" pobre. Aún así esta tesis de la
subcultura de la pobreza ha permeado no solo el sentido común de nuestras
sociedades, sino también ha orientado gran parte del diseño de las políticas sociales.
Como bien concluyen Martínez y Palacios (1995), la superposición entre el estrato
pobre y la cultura de la pobreza es una suposición que se adopta para el efecto de
justificar la definición de un grupo-objetivo de la ayuda estatal. Sin embargo, esta
suposición aspira a llenar un vacío real en la construcción teórica del concepto,
aunque lo haga de un modo distorsionado: si la pobreza ha de ser motivo de atención
continuada e institucional por parte del Estado, es porque se reconoce la existencia de
un hiato entre la orientación a la superación de la pobreza y la probabilidad efectiva de
superarla.135
En Chile, la relación entre cultura y pobreza ha sido abordado por Irarrázabal (1995)
quien propone el concepto de “habilitación” para dar cuenta de la necesidad de los
más pobres de internalizar determinados valores para el logro de la movilidad de las
familias. De acuerdo a este enfoque, a mayor habilitación mayor posibilidad de
motivación al logro y por ende mayor movilidad y superación de su condición. Ello
supone también una cierta deseabilidad social que es la de “todos integrados” en la
homogeneidad. Habilitación (Irarrázaval, 1994) y adscripción a la cultura de la
decencia y la integración (Martínez y Palacios 1998) son conceptos que dan cuenta
de la estrecha relación entre internalización (o aculturación) de valores y movilidad de
las familias más pobres.
Coincidentemente con Bourdieu (1984), aunque sin adscribir a su marco teórico, estos
autores reconocen que la adscripción a los códigos culturales dominantes (funcionales
a las relaciones de poder) pareciera ser clave para el logro de la superación de la
pobreza. Si bien ambos coinciden que finalmente los códigos transmitidos se
seleccionan en el tiempo en función de las recompensas sociales, no concuerda en su
diagnóstico para Chile.
Para Irarrázabal quienes adhieren a los códigos dominantes de la integración,
mostrarían mejores resultados en términos de sus condiciones de vida y capacidad de
movilidad. Mientras que quienes se distancian de estos códigos de la integración y el
“buen vivir” tendrían a perdurar en la pobreza. Esta tesis se asemeja a la tesis de
Bourdieu, cuando nos advierte de los efectos negativos (histeresis) que puede tener
sobre los individuos el transgredir o disentir de un sistema de disposiciones
culturalmente estructurado (“habitus versus histeresis”). Bourdieu no es el único en

134
Concepto acuñado por la Escuela culturalista, cuyo principal representante fue Herskovits,
1958.
135
Martínez y Palacios, 1995.
advertir de los riesgos de disentir del sistema normativo y cultural, Elias (1996)
coincide también en enfatizar los aspectos negativos producidos por el desajuste
entre posiciones objetivas y vivencias de los actores; entre los códigos transmitidos y
validados socialmente y la internalización que el sujeto hace de ellos.
Martínez y Palacios por su parte, van en un sentido contrario a la tesis de Irarrázabal y
destacan que en Chile, las señales del mercado no parecieran ser congruentes con
las señales de la integración social o con la adscripción al Código de la decencia (de
la integración).136 Por el contrario, las señales son ambiguas y contradictorias por lo
que la adhesión al código de la integración y la decencia no siempre se expresan en
mejores condiciones de vida. Por el contrario, quienes aprenden a “trampear” (la ruse
en francés) y transgredir los mandatos básicos de la cultura de la integración, podrían
llegar a obtener mejores resultados en términos del logro de la superación de la
pobreza.
Nuestro estudio retoma esta evidencia empírica y va en el sentido de una hipótesis
alternativa. La relevancia o el peso de la cultura en las probabilidades de superar la
pobreza se juega hoy en Chile en el “control cultural” que los pobladores posean
sobre una variedad de códigos culturales.137 En este sentido la posibilidad de iniciar
procesos de movilidad se asocia no tanto a la adscripción a los códigos dominantes
de la integración, sino al control sobre un stock variado de capital cultural, incluido el
dominante. En Chile, el control de este stock de códigos culturales se ha vuelto
determinante en el acceso a nuevas oportunidades, a nuevos contactos sociales y por
ende a mayores probabilidades de obtener mejorías en la propia calidad de vida. En
otros términos, no existe posibilidad de iniciar una trayectoria de movilidad, si los
pobladores no poseen un “control” simultáneo sobre los principios culturales
dominantes, pero también los propios. En este sentido, coincidimos con Dubet (1994)
cuando advierte sobre la importancia de romper con una visión homogeneizadora y
determinista de la cultura y abrir espacio al margen de maniobra, al sujeto y la
posibilidad de valerse de lógicas que no siempre son las de la integración.
En sociedades modernas y de creciente diferenciación, segmentación y desigualdad
como la chilena, los logros en términos de movilidad y superación de la pobreza se
asocian a un control de la diversidad cultural. Por tanto, la capacidad de los
pobladores de dialogar con esta variedad de códigos y, como consecuencia, su
capacidad de distinguirse y diferenciarse, puede ser más importante y mejor predictor
de éxito que la simple adscripción a un solo código de integración, sea el dominante o
el de los excluidos. Esta capacidad de control cultural es lo que le otorgará el poder de
negociar o disputar sus propios intereses y derechos frente al mercado, el Estado y a
la sociedad mayor.

136
Idem, 1995.
137
Seguimos los postulados de Erickson, 1996 y Dubet,1994.
3.4 Hacia una definición de la pobreza

Lo que hemos querido mostrar en este breve recorrido por las discusiones en torno al
concepto de pobreza, es que en las sociedades modernas, la pobreza no corresponde
solo al estado de una persona que carece de bienes materiales, ella corresponde
también a un status social específico, inferior y desvalorizado que marca
profundamente la identidad de quienes la viven. Este elemento no es del todo nuevo
en el debate sobre la pobreza. Tanto el programa filantrópico del siglo XIX como la
doctrina social del cristianismo colocaban en primer plano el aspecto de la
degradación moral que la miseria determinaba en la existencia humana.
Históricamente, el denominador común de los elementos que hacían de la miseria un
fenómeno social lo constituyó la función degradante de tal estatus.138
George Simmel, en un breve texto titulado Der Arme139 escrito en 1908, se plantea
justamente la ambigüedad de la noción de pobreza como categoría sociológica. Para
Simmel, la pobreza, es no solamente relativa, sino que ella también se construye
socialmente. El significado de la pobreza, es aquel que la sociedad le otorga. El
enfoque teórico simmeliano contribuye así a evitar una definición substancialista del
pobre, reubicando la mirada sobre la relación de interdependencia con la sociedad y
en especial el Estado.140
En Simmel, es la relación simultánea de asistido y temido que da forma a la figura del
pobre en nuestra sociedad; a la relación de piedad y castigo diría Geremek. Sin
desconocer su carácter de “indeseado”, inútil, miserable… Simmel reconoce que en la
relación de asistencia tanto el pobre como el donante se encuentran en una relación
social. De allí la invitación a comprender las formas sociohistóricas de esta
interdependencia que se construye entre los pobres y el resto de la sociedad. Aquello
que es sociológicamente pertinente no es la pobreza en tanto tal, sino las formas
sociales que ella adquiere en la sociedad en un momento específico de su historia.141
Esta sociología de la pobreza se vuelve en realidad una sociología del lazo social.142
Simmel precisa una definición: “les pauvres, en tant que catégorie sociale, ne sont pas
ceux que souffrent de manques et de privations spécifiques, mais ceux qui recoivent
assistance ou devraient la recevoir selon les normes sociales. Par conséquent, la
pauvreté ne peut, dans ce sens, être définie comme un état quantitatif en elle-même,
mais seulement par rapport à la réaction sociale qui résulte d´une situation spécifique.”

138
Geremek, 1989, Paugam, 2002.
139
El Pobre.
140
Castel (1995) recupera esta noción a través de su concepto de “desafiliados”, es decir,
le “desafilie” seria quien ha roto con todos los vínculos de protección social, incluyendo los
más cercanos.
141
Paugaum y Schultheis, 2002.
142
En una línea similar, el enfoque téorico de redes sociales intenta resolver el problema de
la construcción de categorías basadas en atributos individuales, a partir del análisis de las
relaciones entre individuos. Las estructuras se corresponden con las pautas de relaciones
recurrentes en aun grupo social, antes que a agrupaciones de individuos con
características similares. La definición de categorías sociales se hace así comparando el
conjunto de relaciones sociales de diversos individuos, principalmente en términos de su
estructura. En este sentido, dos individuos pertenecen a una misma categoría sólo cuando
sus relaciones sociales se intersectan de tal forma que los hacen estructuralmente
equivalentes. De esta forma, un pobre sólo es igual a otro pobre, cuando las relaciones
sociales de ambos tienden a superponerse y no sólo cuando pertenecen a la misma
categoría de ingreso. Espinoza, 1999.
Los pobres, así definidos, no están fuera de la sociedad, sino en ella. Ellos ocupan por
cierto, una posición particular por el hecho de encontrarse en una situación de
dependencia en relación a la colectividad que los reconoce y los trata como tal. Falto
de autonomía material (integración funcional) y falto de los lazos sociales (integración
social) el pobre comparte con el extranjero el atributo de distancia y proximidad al todo
social, posición ambigua y nunca resuelta.
La distinción entre integración funcional e integración social ha sido a menudo
olvidada en las discusiones sobre políticas sociales. La integración funcional supone
la interdependencia con un todo social y la autonomía para asegurar el propio
sustento; la integración social, en cambio, supone la implicación de los sujetos en
cuanto ciudadanos en un sistema de derechos, normas y de valores.
Hoy día, ambos procesos tienden a ser disociados.143 La integración funcional puede,
por cierto, asegurarse por una multiplicidad de medidas y de procesos que aseguren
la integración económica de los individuos. La integración en estos términos no
requiere para su logro del conjunto de normas, valores y sentidos imperantes. Nuestra
política habitacional es un claro ejemplo: por décadas, las viviendas han sido
construidas y entregadas sin atender a las más básicas aspiraciones, costumbres,
patrones culturales y estéticos de sus habitantes. En estas circunstancias, cuando
mundos y referentes sociales diversos se encuentran en esos espacios homogéneos
y excluyentes que son los conjuntos de viviendas sociales, inevitablemente se debilita
la percepción de integración y cohesión social. La sensación de “no existir”, de sueños
incumplidos, de engaño e incluso vergüenza, termina por afectar la construcción de
una comunidad de sentidos y la capacidad de los individuos de proyectarse como
ciudadanos.
Reunir ambas dimensiones —integración funcional y social— en la conceptualización
de la pobreza es una exigencia. Aquello que es sociológicamente pertinente no es la
pobreza en tanto que pre-noción, sino las formas sociales que adquiere esta esta
condición. Al pensar la pobreza solo en términos de ingreso se deja de lado una
necesidad primordial: aquella de ser considerado como responsable de aquello que se
es en tanto sujeto.144 En estos términos, el análisis de la condición del pobre es
inseparable del análisis del proceso que este sigue en términos de intercambio y de
construcción de respuestas a su condición de asistido. Como afirma De Gaulejac “Il
s’agissait de mieux comprendre l’articulation entre les conditions objectives et les
conditions subjectives dans les processus d’exclusion. Quelle est la part respective
des déterminations sociales et des réactions des sujets concernés dans les
dynamiques d’insertions145

3.6 El contrato en la pobreza

Esta definición de la dimensión material y social de la pobreza nos abre también a la


pregunta por las aspiraciones y capacidades de cada individuo, rico o pobre, para
definir, manejar y decidir entre sistemas de integración diferentes y no siempre
coherentes entre sí. La pregunta por el modo de integración deseada está a la base
de la experiencia social de estos individuos que viven en condiciones de pobreza; así
también la definición de los principios que debieran orientar este proceso. En un

143
Véase análisis en Remy (1996) y Güell (2002).
144
De Gaulejac, 2002.
145
De Gaulejac y Taboada Leonetti, 1994.
contexto de alta vulnerabilidad y precariedad social como es el chileno, la pregunta
por los principios subyacentes a la definición de un contrato social es ineludible. La
invocación a redefinir un nuevo contrato o pacto social se filtra en cada una de los
relatos de estos pobladores. Un contrato o un pacto social, para el cumplimiento de
ese derecho a la integración y a una sociedad basada en el principio de la igualdad.
Las tres etnografías (capítulo 1) son claras en este aspecto; todos los pobladores
comparten la aspiración a una sociedad más igualitaria, a una mejor calidad de vida y
al reconocimiento de sus derechos. Todos, unos desde su reivindicación a ser
tratados desde su individualidad y otros desde su búsqueda comunitaria, coinciden es
su aspiración a una vida "más decente", dicho en sus propios términos; y donde el
resguardo del buen nombre de familia, el valor del trabajo, de la educación, de la
limpieza y el orden en el (con)vivir son también, con más o menos fuerza, principios
que orientan el ideario de estos pobladores. La cultura de la integración social, como
aspiración, está presente en todos ellos.
Sin embargo, es importante señalar que aunque los pobladores se reconocen en su
aspiración a una cultura de la integración; ellos sí se diferencian en la definición de los
términos bajo los cuales aspiran a construir este principio de la igualdad, del contrato.
Disputa que como hemos visto en los relatos etnográficos, tiende a exacerbarse con
el traslado de estos pobladores desde el campamento a la villa; desde un espacio
homogéneo, comunitario y pobre, a un espacio de fronteras, segmentación y
vulnerabilidad social. Estas diferencias entre los pobladores aluden a dos preguntas
centrales en la definición del contrato social:
¿Que debe hacer al Estado para contribuir a mejorar la situación de los más pobres?
¿Qué deben hacer los más pobres para mejorar su situación de carencia?
En relación a los principios que debieran orientar la acción del Estado hacia la
pobreza encontramos dos respuestas tipos que ordenan el discurso de los
pobladores:
Solidaridad: como principio básico del Estado hacia los pobres, con los que nada
tienen, con los que más lo necesitan. Quien merece ser ayudado por el Estado es
aquel que se define por su condición de carencia.
Equidad: como principio de igualdad de oportunidades para el que aspira a salir de su
condición de pobreza. El Estado debe ayudar en virtud del reconocimiento a la
conducta y al esfuerzo de quienes quieren surgir.
En relación a los principios que debieran orientar el actuar de los pobres las
respuestas pueden ser ordenadas en dos tipos:
Comunidad: Los pobres deben organizarse y proteger un “nosotros” como posibilidad
de garantizar el cumplimiento del contrato social, es decir, de la igualdad y de la
superación de su condición de pobreza.
Individuo: Los pobres deben esforzarse individualmente para salir adelante y surgir de
la condición de pobreza; al Estado debe acudirse cuando los caminos alternativos se
pierden o desdibujan.
De estas tensiones que subyacen a la experiencia social de estos pobladores,
podemos al menos distinguir cuatro grandes modelos del contrato y que orientan el
quehacer y las prácticas de quienes adscriben a ellos. Ciertamente estos modelos
corresponden a “tipos ideales” en el sentido weberiano del término, y por tanto “la
acción real solo en casos raros, y de manera aproximada, transcurre tal como fue
construida en el tipo ideal.”146 Efectivamente tanto el Estado como los mismos pobres

146
Weber [1922], 1992.
transitan entre un tipo ideal y otro; pero de acuerdo a las épocas, los regímenes
políticos y las culturas estos modelos de la acción social tienden a aparecer con más
o menos fuerza en el discurso y en la práctica de unos y otros.

Los modelos del contrato social según la noción de la pobreza y el principio de acción
estatal.

Las nociones de la pobreza


¿Por qué se es pobre?

La pobreza es asunto La pobreza es un


de cada uno asunto estructural
(Individuo) (Sociedad)

Principio de solidaridad a) Modelo de b)Modelo de protección


beneficencia y caridad solidaria

El Estado debe ayudar a


los que más necesitan
Principios de la
acción estatal (condición del pobre)

¿Qué debe hacer el


Estado para
Principio de equidad c) Modelo de d) Modelo de
ayudar?
subsidiaridad
El Estado debe ayudar a derechos colectivos
los que se esfuerzan y
aspiran a salir de la
pobreza
(conducta del pobre)

Modelo de la beneficencia o caridad


Concepción de la pobreza como carencia individual; en este modelo no está presente
el sentido de acción colectiva sino el de la reproducción y la sobrevivencia individual.
Es obligación del Estado la caridad y la ayuda asistencial al que más lo necesita. Este
modelo se corresponde con los programas de los años ochenta de los subsidios
individuales (subsidio al agua potable, el subsidio único familiar).
En una versión distinta también este modelo del contrato se corresponde con el
modelo de ayuda del Hogar de Cristo a través de la figura del Padre Hurtado y su
lema del “Dar hasta que duela” . En la década de los cuarenta Alberto Hurtado
organizó a los jóvenes de la Acción Católica para colocar a los universitarios que allí
participaban frente al mundo de la pobreza. En 1944 crea el Hogar de Cristo cuyo
objetivo será hasta hoy “dar posada al mendigo, darle alimento, darle educación, si
fuese posible iniciar a algunos en un trabajo que los haga escapar de su horrible
miseria”. Actualmente programas tales como “un Techo para Chile” a través de su red
de jóvenes voluntarios continúa construye mediaguas (viviendas de madera) para los
pobres sin casa, aunque sin la denuncia social que acompañó la acción del Padre
Hurtado para quien “la caridad comienza donde termina la justicia."147

Modelo de la protección solidaria o caridad colectiva


Concepción de la pobreza como carencia colectiva y que afecta a un “nosotros” (los
pobres); y que exige de un Estado protector, solidario y caritativo que los ayude a
aliviar su condición de carencia. Este modelo se reconoce en programas sociales de
los años sesenta, ochenta y noventa como las campañas de invierno u operativos de
salud, en que los bienes (techos, frazadas, alimento, remedios, atención médica…) se
entregan a la comunidad previamente organizada. En este modelo la organización se
valora ya sea como un medio de optimización de la entrega de los recursos y/o de
fortalecimiento de las capacidades de gestión y de autonomización de los pobladores
en tanto sujetos de derechos. Sin embargo, como veremos posteriormente, la entrega
de bienes y servicios orientadas a “aliviar” la pobreza más que a introducir cambios
radicales en estos territorios, tiende a romper la confianza interna a las organizaciones
y a favorecer las relaciones clientelares hacia el Estado.

Modelo de la subsidiaridad
Concepción individual de la acción, pero sustentado en un principio de equidad o
igualdad de oportunidades. En este modelo del contrato social, se espera que el
Estado premie o refuerze la conducta y no la condición del pobre; esto es, que ayude
al que aspira y se esfuerza por salir de la pobreza. Los programas de capacitación
laboral o de nivelación de estudios de los años noventa son un ejemplo prototípico. El
programa Chile Joven, de capacitación laboral a jóvenes populares, corresponde a
esta concepción del contrato social. Jóvenes sin formación técnica o profesional se
inscriben en cursos subsidiados, estudian, se titulan y el Estado los apoya finalmente
en su inserción laboral.

Modelo de derechos y justicia colectiva


Concepción colectiva y participativa de la acción orientada a la superación de la
pobreza; la participación es entendida como el ejercicio colectivo de los derechos. Al
Estado le corresponde asegurar el cumplimiento del principio de equidad y de
igualdad de oportunidades; ayudar a los que colectivamente se esfuerzan y aspiran a
salir de su condición a través del reconocimiento a la acción colectiva de los más
pobres en tanto sujetos de derechos.
La “revolución en libertad” y el programa de reforma agraria de Frei Montalva en los
años sesenta, el gobierno de Allende en los setenta ciertamente se ubicaban en esta
perspectiva. En los noventa, los programas sociales del Fondo de Solidaridad e
Inversión Social, a pesar de sus falencias148, recogen – aunque de manera mucho

147
La labor de Alberto Hurtado s.j.se inicia con el trabajo de caridad en especial hacia los
mendigos; pero desemboca a fine de la década de los cuarenta con la organización de la
Acción Sindical Chilena, fundada en junio de 1947; y la Revista Mensaje, fundada en octubre
de 1951.
148
Clientelismo e ineficiencia fundamentalmente.
más reducida que en los períodos de Frei Montalva y Allende – el espíritu de estos
principios de derechos y justicia colectiva.

3.7 Identidad(es) en la pobreza

En contextos de fuerte transformación de vida, así como se diversifican los principios


que definen el contrato social, así también ocurre con las certezas en torno a las
identidades y al propio proyecto vital. El concepto de nueva cuestión social149 surge
justamente para dar cuenta que debemos hacer frente a una nueva forma de pensar
la relación entre los individuos, sus identidades y el todo social.
Una manera de aproximarse al problema de las transformaciones identitarias ha sido
desde los cambios estructurales de la sociedad globalizada. Se la llame sociedad red,
modernidad tardía o sociedad del riesgo150 se coincide en señalar la profundidad de
los cambios que afectan al actual orden social y el desencanto de la colectividad como
marco ordenador de la vida social. Enfrentados a la caducidad de los viejos referentes
normativos y sociales que definían las acciones y dotaban de ciertas certezas, se
advierte que los sujetos se ven obligados hoy día a actuar en un contexto donde los
márgenes de imprevisibilidad, contingencia e incertidumbre se amplían
considerablemente. Pero mientras algunos autores ponen el acento en la progresiva
emancipación o autonomización del sujeto, otros advierten sobre los riesgos y déficit
del individualismo y la pérdida de los referentes colectivos y públicos.
Más allá de las diferencias entre autores, se coincide en señalar la tendencia
creciente a la individualización de lo social y sus repercusiones sobre la experiencia
de cada uno. Efectos que no solo aluden a cuestiones de orden económico,
tecnológico e industrial, sino que designan también los efectos de un proceso de
desinstitucionalización de los marcos colectivos que estructuraban la identidad social
e individual (familia, escuela, tradiciones, religión) y que obligan a repensar las nuevas
dimensiones de las identidades en las sociedades contemporáneas.
Hoy día, señala Bajoit (2002) “ce n´est pas évident, en effet, de se doter d´un projet
identitaire auquel ils puissent eux-mêmes adhérer et qui leur soit reconnu par les
autres, donc, de se donner une identité dans lequelle ils se sentent bien. Cette sorte
d´harmonie acceptable entre l´individuel et le social – ce sentiment de devenir soi-
même en faisant ce que la société attend-, qui a pu paraître plus “naturelle”, plus
évident , plus simple a d´autres générations, semble être devenue difficile
aujourd´hui… De tout évidence, il y a un malaise, dans la maniere dont notre société
socialise ses membres. On peut don parler d´une tension, plus ou moins forte, entre
l´individu et la société: réussir socialement et réussir sa vie, ce n´est plus tout a fait la
même chose.”151
Efectivamente, si antaño el hijo de minero sabía que su destino era serlo igual que su
padre, hoy ese mismo hijo sabe que la respuesta por su futuro está pendiente; y que
su búsqueda es una trayectoria fundamentalmente solitaria. Los modelos de
integración ya no parecieran estar asegurados. Acortar la brecha entre lo deseable y
lo posible, se asocia estrechamente a la capacidad de los sujetos de construir una
experiencia social que logre combinar y transitar adecuadamente entre las
construcciones sobre sí mismo y aquellas que operan en torno a él; la importancia de

149
Rosanvallon,1998.
150
Castells, 1998; Giddens,1998; Beck, 1997.
151
Bajoit, 2002.
las tensiones estructurales y de los soportes básicos a la realización identitaria no es
menor.
Las historias de reproducción de la pobreza remiten necesariamente a la pregunta si
acaso estas posiciones en el mercado y la estructura social representan una condena
o si bien las personas que están en una u otra posición pueden cambiar de escenario.
Efectivamente en condiciones de extrema pobreza y fuerte desigualdad social, el
margen de maniobra parece ser escaso; pero las biografías muestran también que la
propia posición no siempre indica una condena.

3.8 Reflexión y trabajo de la identidad

El asistido es por definición quien merece ser ayudado por el Estado; es el excluido, el
desafiliado de Castel, el que carece de los vínculos básicos para hacerse de un
ingreso que le permita resolver su sobrevivencia e iniciar una trayectoria de
integración social. La superación de la pobreza, en estos términos, sería también la
transformación de su condición de dependencia del Estado, de la asistencia. Este es
el desafío al que se ve confrontado el pobre en su relación cotidiana con la sociedad.
El esfuerzo de superar la doble condición de pobre y asistido supone también acortar
la distancia entre lo deseado y lo posible. La expresión “trabajo de la identidad” tiene
este sentido; el trabajo permanente de los individuos por conciliar y aproximar este
sentimiento de realización de si y el reconocimiento de los otros.152 La capacidad de
hacerse una identidad153 surge de este trabajo que cada uno realiza para disminuir la
distancia entre lo deseado y lo asignado.154 Esfuerzo permanente, que en el caso de
quienes se encuentran en una situación de dependencia y pobreza es especialmente
difícil de alcanzar. Los soportes para la realización de un proyecto identitario son por
cierto, frágiles para quien vive en situación de pobreza y desigualdad de
oportunidades.
Sabemos que tras todo asistido, por muy dependiente que este sea del Estado, hay
una historia individual, que se remite y adscribe a un tiempo y a un espacio
específico... Y es justamente esta inscripción social, cultural e histórica la que le
otorga un lugar, una identidad, una posibilidad y una impronta a la biografía de cada
sujeto, por muy pobre que este sea. Y si bien la historia y la propia posición social
marcan tendencias en la realización y construcción del sujeto, ellas no lo deciden. Las
trayectorias biográficas son por definición la identidad puesta en acción; y aunque
jamás podrán escapar a las dinámicas de lo heredado, tampoco podrán hacerlo al
deseo permanente de realización de sí.155

152
Estas dimensiones se reconocen en la mayor parte de la literatura sobre identidad; la
identidad es por definición la construcción y tensión permanente entre la identidad para sí/ la
identidad para el otro; cuya expresión puede concretarse en términos de una realización
identitaria o bien permanecer como proyecto futuro, postergado o difícilmente alcanzable. Los
análisis sobre la identidad ponen siempre a prueba esta matriz tensiones en los procesos de
construcción identitaria. Bajoit, 2002, Belin, 1995; Larraín, 2000.
153
Bajoit (2002) utilizará el concepto de “gestión de las tensiones existenciales”, he preferido
sin embargo, hablar de “procesos de construcción identitaria”, y evitar de este modo el término
“gestión” por la asociación que tiende a tener con la administración racional de recursos.
154
Bajoit utilizará el término de consonancia existencial para referirse a este trabajo de
resolución de las tensiones que se generan entre la identidad deseada y asignada.
155
De Gaulejac, 1999.
Especificar en qué la identidad está determinada por la posición del individuo en la
estructura social, no niega sin embargo su singularidad. En sociedades desiguales y
en proceso de transformación, la experiencia social e individual no está asegurada,
porque ella ya no es una; son los individuos quienes deberán esforzarse por dar
sentido a sus prácticas. Esta diversificación de la experiencia, junto a las exigencias
de la individualización, surge hoy como la forma de la experiencia moderna. No es de
extrañar que las referencias identitarias sean múltiples, poco consistentes y a menudo
débiles a nivel colectivo. Los individuos deben realizar ajustes permanentes para
intentar mantener una cierta coherencia en un medio ambiente que requiere de
respuestas rápidas y oportunas.
El análisis de los relatos de los más pobres, nos permitirá dar cuenta de estos
procesos y mostrar los acuerdos que los sujetos, en su situación de asistidos,
establecen con su entorno social para superar su situación de carencia y experimentar
el sentimiento de “ser alguien en la vida”.
Las trayectorias de vida son siempre un acto fundacional que apela a la memoria, a la
imaginación y a la capacidad reflexiva. La identidad es justamente esta tentativa de
construcción y proyección de si mismo frente a los otros. La realización personal no
puede comprenderse ni realizarse sin el reconocimiento social; sin la mirada amable y
respetuosa de un entorno desde donde poder levantar complicidades para “realizar” y
concretar un proyecto vital y simultáneamente social.156
Como hemos señalado en otros textos157, las historias de los más pobres, de los
asistidos, son a menudo historias de postergación de sus proyectos vitales; entre los
más pobres la vida a menudo transcurre en la sobrevivencia, esto es, en el afán
cotidiano y por ende la ausencia de proyectos, cualquiera estos sean.
En términos simples, las historias y trayectorias de los más pobres a menudo hablan
de postergación y resignación. Es decir, de la dificultad para concretar o poner en
acción el propio proyecto vital; proyecto que como sabemos no siempre responde a lo
que se soñó para sí mismo, pero proyecto al fin. En las vidas postergadas sus
protagonistas perciben que entre lo deseado y lo logrado existe un abismo
infranqueable y en el mejor de los casos, difícil de sortear.
La historia de muchos pobres, es un buen ejemplo de como la realización de la propia
vida se construye en una compleja transacción entre las oportunidades que la propia
posición y circunstancias otorgan y la capacidad del sujeto de valerse y poner al
servicio de sí mismo los recursos que esta estructura de oportunidades le ofrece.
En esta búsqueda permanente, el peso de la historia y de la cultura sobre cada sujeto
puede ser más o menos importante, pero el individuo no se reduce nunca totalmente a
estas condicionantes, sino que él responde, construye y crea de acuerdo a su propia
lógica, respuestas a su situación.
La realización de la propia vida pareciera estar estrechamente vinculada a la
resolución de esta tensión, entre las construcciones que un individuo tiene sobre sí
mismo y aquellas que operan en torno a él. Aún cuando la relación entre ambas
dimensiones es estrecha (la imagen de sí es dependiente del reconocimiento del otro,
y viceversa), ambas no tienen la misma significación. El análisis de los itinerarios
individuales, ilustra ampliamente la pertinencia de esta distinción. En los relatos de
vida a menudo se descubren desesperados esfuerzos de los sujetos por romper con
esta distancia entre la imagen de si y el reconocimiento que los otros hacen de ella.

156
Bajoit, 2002; Sennet, 2003.
157
Márquez, 2002; Bengoa, Márquez y Aravena, 2000.
En síntesis, la realización del propio proyecto vital y de la identidad parece asociarse
estrechamente a la capacidad de los sujetos de construir una experiencia social que
logre combinar y transitar adecuadamente entre lo heredado y lo deseado. La forma
que cada uno resuelva esta tensión no será nunca similar; las lógicas del sujeto varían
siempre; entre conformismo o rebeldía cada sujeto deberá buscar los caminos para
resolver la distancia entre lo deseado y lo posible. “Chacun se débrouille comme il
peut, entre ce qu´il veut et ce qu´il doit, avec son mélange de vérité et de mesonge, de
lucidité et de ruse, de droiture et de compromission. Pour rester sujet, il faut savoir
tantôt fermer les yeux sur soi-même, tantôt les ouvrir.158
Es por medio de este proceso que los individuos construyen su identidad; identidad
que cada uno buscará concretar ya sean en su familia, su trabajo, su comunidad, el
Estado, el barrio… El trabajo sobre si mismo, la identidad, supone siempre un “trabajo
con otros”, en relación a los otros; es un trabajo de vínculos y de compromiso,
siempre. Es allí, en la práctica cotidiana, individual y colectiva donde se pone a prueba
finalmente la capacidad de estos pobladores de construir el proyecto identitario
deseado.

3.9 El pobre frente al Estado

¿A través de qué acciones logran los pobres de la ciudad superar su condición de


carencia y de dependencia en relación a la ayuda estatal? ¿Bajo qué condiciones
logra el Estado incidir en el curso de estas trayectorias de movilidad y autonomía?
La superación de la condición de pobreza y el inicio de trayectorias de integración
social no pueden comprenderse si no se analiza al sujeto y sus prácticas sociales;
esto es, las acciones orientadas socialmente con otros. El estudio del complejo juego
de negociaciones e interacciones entre el Estado y los sujetos es central para
comprender como a través de él se acuerdan compromisos y acciones para constituir
de manera conjunta el orden social. El peso estructurante de las dimensiones
externas requiere complementarse con un análisis de la práctica, es decir, de la
interacción y de los sentidos puestos en juego por los asistidos y los agentes de
política.159
La relación entre estos agentes y asistidos es una relación que se construye por
ambos lados. Admitir la existencia de esta diversidad de prácticas obliga por tanto a
enfocar el problema desde una perspectiva de “campo de relaciones”160; y donde unos
y otros juegan estrategias diferentes. Ciertamente los agentes públicos tienen su
propia manera de representar e interpretar los problemas que afectan a los más
pobres; y son ellos también quienes definen los criterios y las acciones que, a su juicio
y en el marco de su posición dentro de la estructura estatal, parecen las más
adecuadas.
El concepto de “campo de relaciones”161, nos permite relevar dos aspectos centrales a
nuestro propósito: la noción de campo162 que alude a las fuerzas estructurantes de la
sociedad y sus agentes; y la noción de relaciones que alude a las interacciones de los
actores y su relativa autonomía de las estructuras. La noción de campo posibilita

158
Bajoit, 2002.
159
Remy et al, 1991
160
Bajoit, 2002.
161
Hirschman (1970) hablará de “sistema de relaciones”; Villasante (1994) de “conjunto de
acciones” en una perspectiva similar a la nuestra.
162
Bourdieu, 1987.
incorporar al análisis las diferencias entre los agentes y también la
complementariedad y rivalidad que entre ellos se construyen. Nos aproxima por tanto
a la comprensión de las relaciones de fuerza entre los ejecutores de programas y
políticas y sus lógicas de competencia. Cuanto más grande los recursos, programas y
subsidios con que el Estado cuenta, mayor será el control del campo.
El concepto de campo, en oposición a la visión interaccionista, nos propone una visión
estructural que considera los efectos que allí se dan al margen de cualquier
interacción. La distribución desigual de capital pesa también sobre todos los agentes.
Cuanto peor situados estén más restringidas serán sus posibilidades de actuar e
imponerse. El campo propone un futuro previsible y calculable, y los agentes
adquieren en él conocimientos práctico y disposiciones transmisibles (rutinas) que son
la base de sus prácticas.
La noción de campo marca la ruptura con la lógica abstracta de la determinación
automática. Es la estructura del campo, es decir, la estructura de la relación de fuerza
o de poder entre los agentes, la que determina las condiciones en que ellos deciden
(o negocian) el traspaso de la ayuda estatal. Esta visión de la acción restituye a los
agentes cierta libertad y margen de maniobra, pero sin olvidar completamente que las
decisiones no son más que opciones entre posibilidades definidas; y que las acciones
deben también su orientación y eficacia no solo a la relación intersubjetiva sino
también a la estructura de las relaciones dadas, objetivas.
La noción de relación e interacción, sin embargo, introduce la posibilidad que los
asistidos intervengan y entren en la disputa por los términos de la relación al interior
de este campo. El peso o la fuerza que este actor tenga, actor que padece el campo
al mismo tiempo que lo estructura, depende finalmente del conjunto del espacio
social.163 Lo que queremos decir es que la transferencia, es decir, el traspaso a los
pobladores de determinados recursos, capacidades o valores por parte del Estado no
opera de un modo lineal ni directo. Por el contrario, existen una serie de mediaciones
sociales que abren distintas posibilidades de apropiación o de utilización de la oferta
estatal por parte de los sujetos.
Los pobladores, sujetos de política, tampoco son un grupo uniforme y homogéneo.
Determinar esta diversidad, exige analizar la representación de esta relación y los
recursos que en el intercambio se logran movilizar. Así también el grado de
dependencia en relación a los servicios ofrecidos es esencial para comprender sus
estrategias y orientaciones hacia la movilidad social. Los pobladores tienen sus
representaciones, discuten, negocian o aceptan los criterios que se les imponen; pero
siempre en la perspectiva de adecuar estos servicios y recursos a sus particulares
estrategias, identidades y proyectos de vida.164
Los pobladores no son nunca sujetos pasivos en la relación con los agentes estatales.
Ellos interpretan y actúan de acuerdo a las perspectivas y procesos identitarios que
les otorga su horizonte social y cultural. En su cotidianidad y con distinto grado de
control y poder, siempre negocian y reinterpretan las propuestas del Estado. La
realidad social no es solo un condicionante que dificulta o impide determinadas
estrategias de acción, ella también define, utilizando la célebre fórmula sartriana, “un
campo de lo posible”.
Es sabido entre los funcionarios municipales cómo la gente "esconde sus cosas"
cuando se las encuesta para la ficha CAS con el objeto de parecer más pobre de lo

163
Bourdieu, 2000.
164
Martinic, 1995.
que es y tener acceso así a la posibilidad de subsidios; o, lo que es más
sorprendente, “esconde su pobreza” para evitar la estigmatización del subsidio165.
En el curso de la interacción existen asimismo, consecuencias no intencionales y que
resultan claves para comprender la importancia simbólica o material que asume un
subsidio o un programa social para un grupo o sujeto determinado. En otras palabras,
las estrategias de intervención social puestas en práctica por los agentes estatales
tienen efectos diferentes en el actuar de los sujetos y sus familias, así como en la
construcción del campo de relaciones entre ellos y la red estatal. Toda oferta estatal,
toda política social constituye, desde el punto de vista de su contenido y oferta, una
estrategia de intervención que, por un lado, propone una respuesta técnica y, por otro,
organiza un espacio social en el cual se estructuran las relaciones sociales entre los
actores que intervienen en la experiencia.
En síntesis, estudiar la relación entre pobladores y las políticas públicas, no es
estudiar la relación cara a cara entre un individuo y un agente público, sino un “campo
de relaciones complejas” entre pobladores y funcionarios que no tienen ni las mismas
preocupaciones, ni los mismos recursos, ni la misma concepción de cómo concretar
nociones del contrato social a veces radicalmente diferentes.
El tema de cómo se construye esta experiencia y cuáles son las lógicas que orientan
el acceso a estas oportunidades teóricamente abiertas a todo el mundo, constituye
precisamente nuestro tema de análisis.

El sujeto en escena
Desde la perspectiva asumida en este estudio, el individuo juega un rol central en la
construcción de su proyecto vital, así como en la construcción del campo de
relaciones en el que se desenvuelve. Ello supone por tanto, la consideración de una
doble transacción. Por una parte, “il y a celle qui releve d´une dramaturgie intérieure
ou chacun négocie avec lui-même son récit de vie. D´autre part, il y a celle ou se
“négocie la position dans un échange inégal”. Cette double transaction permet de
mieux construir comment le jeu de pouvoir, de contre-pouvoir s´entremêle a la
construction de sens.”166 En la dinámica de la experiencia de la pobreza se articula
finalmente, aquello que es objetivamente conflictivo con aquello que es
subjetivamente dramático. La interacción cotidiana con el Estado y sus agentes de
política está llena de estos ejemplos. En la presentación de si mismo frente al
trabajador social, el “asistido”, el sujeto de política, deberá resolver de la mejor (o
peor) manera la tensión entre lo que quisiera mostrar de sí y aquello que finalmente el
otro le exige en su condición de poder; esto es, de quien decide si el que demanda es
o no merecedor de asistencia social.167

165
De acuerdo a los asistentes sociales de la comuna de Pudhahuel, este fenómeno es más
reciente, y se observa en familias que, durante mediados de los años noventa, esto es en
pleno crecimiento de la economía chilena, lograron traspasar la “línea de la pobreza”, pero que
a fines de la década vieron decaer nuevamente sus ingresos. Estas familias se resisten a
volver a ser “encasillados” o “clasificados” como pobres / asistidos por lo que ocultan, no los
bienes, pero sí su cesantía o disminución de ingresos; aun cuando ello les signifique por
ejemplo, que sus hijos no reciban beca de alimentación en la escuela. (notas de terreno,
agosto 2002)
166
Remy, 1994.
167
Es en este ámbito, que Goffman aporta con la analogía entre el teatro y la vida social. El
autor nos propone tres espacios que debieran ser observados para comprender la vida
social a la manera de un teatro: a) la escena donde cada uno juega su rol; b) la sala en la
cual se encuentra el público que consagra o rechaza la pieza actuada; c) y las bambalinas
Justamente porque el individuo, cualquiera este sea, no se reduce nunca a ser uno
más dentro una categoría general, las interacciones sociales transcurren siempre
sobre un fondo de incertidumbre y búsqueda de sentidos. La dinámica de la
interacción social entre el agente público y el asistido supone siempre compromisos a
la vez estables y precarios.168 Aunque la escena y los actores, diría Goffman, varían
en el tiempo, la intriga y el drama permanecen.
Resolver la condición de asistido, exige un cambio de posición en este campo de
relaciones. “Compte tenu de l´idée qu´il se fait de ce qu´il est et veut devenir, et de ses
possibilités que lui ouvrent ou lui ferment les liens qu´il a avec les autres dans les
différents champs relationnels, l´individu reconstruit constamment ses “projets de vie: il
cherche de voies concretes pour parvenir a ses fins, pour réaliser pratiquement son
identité engagée.”169 Interacciones y transacciones múltiples desplegadas en la vida
cotidiana de la familia, el barrio y las instituciones. A la manera como lo propone el
paradigma transaccional, nuestro punto de partida es la vida cotidiana, por tanto el
problema que nos ocupará no será el status ni el acatamiento de la norma en este
juego de interacciones, sino más bien como la norma puede transformarse en un
componente regulador del intercambio entre los actores.
En nuestra perspectiva, la intersubjetividad (interacción y acción recíproca) constituye
la unidad base para comprender como los sujetos más pobres de nuestra sociedad
logran superar los condicionamientos “objetivos” a su situación (la exclusión del
mercado de trabajo, la obtención de una vivienda, el acceso a la educación…); y
también los condicionamientos “subjetivos” (esto es, ser sujeto y ciudadano en el
pleno sentido de los términos). Las formas como se construye esta intersubjetividad
en un contexto de pobreza y desigualdad, constituye la caja negra a descifrar. La
pregunta de por qué ante contextos y políticas sociales similares los individuos
reaccionan diferenciadamente, está en el centro de nuestro estudio.
Más que un modelo abstracto que nos termine por ocultar los elementos esenciales
del sujeto en lo social, nuestra preocupación se centrará en la lectura comprensiva de
los movimientos que los actores realizan en pos de lograr sus proyectos. Los
individuos son productores de los sentidos de la acción, de las reglas del juego y por
cierto de la reinterpretaciones de las interacciones en las que están inmersos.170
Este juego de actores en busca de la realización de su proyecto, supone una relación
de proximidad al interior de un campo de relaciones, cualquiera este sea. Relaciones
de proximidad que implican una presencia frecuente de actores que se conocen171,
pero también encuentros ocasionales en espacios dispersos. Espacios que se vuelven
lugares intensos de interacciones múltiples; y donde la tensión y la disputa entre
intereses diversos está a menudo presente. Es, por ejemplo, el caso del Estado y sus
políticas sociales cuando intervienen en un territorio e “imponen” una modalidad de
relaciones, de participación, que irrumpe y se superpone a las dinámicas propias a
cada territorio.172

donde se es observado por los pares al momento en el que se juega el rol. La coexistencia
de estos tres espacios permite a quien juega su papel, moverse en los tres registros, sin
dejarse capturar ni reducir por ninguno completamente. El individuo puede así conservar su
distancia y la posibilidad de una cierta reflexividad. En términos de las interacciones
colectivas, este enfoque permite comprender también como ellos son siempre atravesados
por la dimensión personal de la existencia.
168
Remy, 1994; 1996.
169
Bajoit, 2002.
170
Remy, 1994.
171
Alvarenga, 1994.
172
Nuestro trabajo tomó como punto de partida (capítulo 1) la construcción de estos
intercambios de proximidad con el Estado y entre los vecinos al interior de los territorios de
Importante es destacar que en este campo de relaciones las lógicas de acción173 de
los individuos no son necesariamente homogéneas a lo largo de su trayectoria de vida
y tampoco en relación a todas las políticas y programas del Estado. Asimismo, un
proyecto social o programa puede reforzar diferentes lógicas de acción en distintos
momentos de su desarrollo.
En este proceso de (des)encuentro al interior de los campos de relaciones las
exigencias son múltiples: entre el si mismo y las expectativas del otro; entre la
individuación y la socialización; entre la distancia y la proximidad; entre la confianza y
la desconfianza; entre la transparencia y la opacidad.174 En fin, lo importante a retener
es que en las prácticas cotidianas que se despliegan en los campos de relaciones, se
articulan una pluralidad de registros y finalidades, tan opuestos como pueden ser por
ejemplo, el cálculo del interés y la afirmación de sentidos; la integración funcional y la
cohesión a una comunidad de pertenencia. En este continuum que son la acción y la
práctica social, la formalización, la norma, no siempre intervienen.

En los siguientes cuatro capítulos se analizan, a partir de las categorías conceptuales


aquí presentadas, los relatos de vida de cuarenta y ocho habitantes de las tres villas
analizadas (capítulo uno). El objetivo de este análisis es dar cuenta de las
concepciones del contrato social,- de los derechos y los deberes entre estos
habitantes de los márgenes de la ciudad y de su capacidad de intercambiar, negociar
e imponer sus puntos de vista frente al Estado y sus agentes públicos. De acuerdo a
esta matriz de análisis proponemos comprender los procesos a través de los cuales
las políticas sociales inciden (o no) en la movilidad e integración social de los más
pobres de la ciudad. La secuencia del análisis de los capítulos siguientes es:

i) Caracterización del modelo del contrato social entre los entrevistados. Interesa dar
cuenta de los principios que él o ella definen como necesarios para salir de la
situación de pobreza; los derechos y deberes por parte de cada poblador y el Estado;
las contradicciones y dificultades percibidas para el cumplimiento de estos principios.
ii) Las tensiones identitarias de estos pobladores frente a la realización o no
realización de este contrato social. Las contradicciones entre la idea y la aspiración
que se hace de sí y la realización efectiva de su proyecto identitario; los obstáculos
(los límites) que se perciben al cumplimiento de esta idea de si mismo.
iii) El trabajo identitario de estos sujetos sobre si mismos y sobre sus relaciones de
alteridad; que es lo que ellos finalmente se dicen para justificar, resolver y realizar su
proyecto identitario y satisfacer sus aspiraciones, en los limites que él asume.
iv) Finalmente, los principios que orientan la acción de cada poblador frente al Estado,
el Mercado y sus iguales para cumplir con sus proyecto y concepciones del contrato
social.

residencia, para luego analizar los intercambios de 48 de estos habitantes con el Estado, el
Mercado y la sociedad (capítulos 4, 5, 6 y 7) a lo largo de diez años.
173
“La logique d´action suppose que l´on reconstruise une cohérence qui se dégage aprés
coup en faisant ressortir principalement en quoi les comportements étaient pertinents par
rapport a un contexte… La stratégie suppose un processus conscient et rationnel ou l´on se
donne des objectifs a long terme, dont on rédefinit les modes de réalisation par adaptations
successives aux circonstances. A diferencia de la estrategia que supone el dominio de una
coherencia “ex - ante”, en la lógica de la acción, la coherencia es obtenida por el investigador
“ex – post”. Remy,1994.
174
Simmel, (1892) 1987; Remy, 1994.
Capítulo 4
Beneficencia y caridad

Jacqueline175
Nací en Curicó en La Cera, según lo que mi mami me ha contado, pero no sé dónde
queda ese lugar, sólo sé que queda detrás de la cárcel; tengo 38 años. Cuando chica
vivía con mi papá, mi mamá y mis hermanos hasta los cuatro años por lo menos. La
casa era de mi abuela, cuando nos fuimos de ahí, nos fuimos a arrendar al cerro.
Ahora mi mamá tiene casa propia, allá en Los Aromos viven ellos, en una población
grande. En cuanto a mi papá, era victoriero (de Victoria) y trabajaba en carnicería. Mi
mami es maestra de cocina y ha trabajado toda la vida en eso. Trabajaba en el
Estadio Español, en el Instituto del Comercio y en el Club de La Unión. Sacó el primer
y segundo lugar de la mejor cocinera de Curicó, es famosa.
Estudié hasta octavo, pero a la mitad. Después me fui a trabajar a Santiago, tenía
como trece años. Me fui con unos vecinos que tenían un negocio donde vendían
sellos…no me acuerdo. Los conocí por una amiga que trabajaba con ellos y por ella
me llevaron a trabajar allá. Estuve un tiempo trabajando en Santiago, como ocho o
nueve meses y después me vine, porque eché de menos mi casa, mi mami,
todo…Volví a Curicó y me quedé aquí. De ahí no trabajé, después tuve el primer hijo.
Eso fue cuando tenía 17 años, iba a cumplir 18. Y de ahí después tuve otro porque
tuvimos cuatro hijos, seguidos. Con el papá estuve como trece años, pero era muy
bueno para el trago. Entonces me trataba mal, me separé de él.
Vivíamos con mi mamá en Los Aromos. Allá estuve inscrita en casa, tuve problemas,
donde mi marido pasaba curado no podía tener la plata para la libreta de ahorro. Eso
fue hace muchos años atrás, por lo menos tenía como 18 a 20 años cuando me
inscribí para tener casa, cuando postulé, una cosa así, ya llevo años acá (a las orillas
del río) viviendo. A mí me habría tocado en esos tiempos tener casa propia, pero
también hubo problemas. Para postular tenía que tener, ¿cuánta plata era?… No me
acuerdo, pero tenía que ir a postular a la municipalidad. Yo quería tener mi casa
propia… todavía. Hasta ahora no he tenido posibilidad de tenerla. Después me
separé.
La segunda pareja
Así que me fui donde la hermana del marido que tengo ahora. Aquí en la (población)
Santa Lucía vivía él, aquí al lado. Ahí estuve viviendo un tiempo. Me volví a emparejar
y con mi pareja actual ya llevo diez años. Es el papá de mi hija que tiene seis años,
chiquitita, la regalona de todos. Trabajábamos la fruta y en lo que más podíamos, para
ir a dejarle plata para el mes a mi mami, porque ella me cuidaba los niños para que yo
pudiera trabajar.

175
Historia realizada en el verano del año 2003, en el living de la precaria casa de madera y
cartón de la señora Jacqueline, a orillas del río Rauco en Curicó.
Vivíamos con una cuñada en la pieza, comprábamos el gas, ayudábamos con las
cosas de comida. Pero se puso pesada la hermana, entonces para que no pelearan,
nos fuimos donde la otra hermana. Allá pasó lo mismo y entonces fuimos a arrendar
una pieza. Estuvimos dos años no más y después nos vinimos donde el papá de él.
La patrona, la dueña de la casa, la pidió la pieza. En ese tiempo mi marido trabajaba
en IANSA (fábrica de azúcar) como contratista, parece que ganaba el mínimo.
Después nos vinimos a donde el papá de mi marido. Ahí él nos puso una pieza, pero
nos trataba muy mal, de maraca (mujer de mala vida) me trataba porque yo no le
daba plata para vino, no le daba ni para cigarros. Era alcohólico, claro. Un día yo
estaba gordita (embarazada) de la niña y no hallábamos qué hacer porque no
teníamos donde irnos. Llega entonces mi marido y lo escucha cuando me estaba
retando y yo estaba llorando, desahogándome… ese mismo día “me mejoré” (parió);
de tanto llorar y tan mal que me trató. Entonces yo le dije: “Jaime vamosnos para
donde sea”. Y como justo aquí (en la orilla del río) había una toma de terrenos y
estaba un primo de él, le dijimos si acaso nos podíamos venir. Y el primo estaba verde
(con ganas) porque nos viniéramos, porque nosotros teníamos la televisión y ellos no
tenían. Un caballero de al lado nos prestó el camión, él mismo nos fue a buscar con el
camión de él y no nos cobró. Teníamos esa pura piececita, nada más, y nos
quedamos acá en el río.
Los hijos
Me habría ido de aquí del río hace tiempo. Tengo una hermana en Antofagasta, me
decía que me fuera con ella, con la niña; pero, y mi hijo? Un hombre, de veintidós.
Ese pasa puro andando, igual que el papá. Puro tomando por ahí con los amigos,
también estuvo preso. Lo culparon de un robo, un tonto de por aquí lo culpó que le
había robado una cartera a una señora, no sé. Estuvo tres años, ya salió.
El otro menor que tengo también está preso, porque también le echaron la culpa de
robar en una carnicería. Tiene veinte años ese, pero a ese le queda un año, en un año
si Dios quiere queda libre. Yo creo que lo deben pasar mal en la cárcel. Por ser en la
semana no voy porque trabajo, pero el día domingo estoy parada ahí esperando la
visita. Le llevo de todo, pancito, de todo lo que le falta. Dos horas, de las dos a las
cuatro estamos con ellos. Los días de fiesta son todo el día. Por ser para la Pascua
estuve todo el día, de las diez a las cuatro y media, para el Año Nuevo igual. Con mi
hija no más, porque a los otros no les gusta ir a la cárcel. Yo tampoco los entusiasmo
a que vayan porque, para qué?
Mi hijo dice que está bien, por lo menos está luchando, esperando que le llegue el
tiempo, ese es el segundo. Él llegó hasta cuarto (enseñanza básica) parece, pero está
terminando allá adentro. Parece que después le hacen cursos ahí, después le dan un
diploma o no sé que cosa para que estudien afuera el tercero y el cuarto medio. Es
que mi marido lo hizo así (en la cárcel), hizo el primero y el segundo no más.
Mi hijo mayor, estudió todos los cursos, hasta cuarto medio. Adentro de la cárcel eso
sí, para lo que le ha servido... Mi hijo trabaja de repente, va a trabajar la fruta, pero
trabaja sus tres a cuatro días y ya se pone con sus amigos a tomar. Para trabajar en
la fruta no necesita cuarto medio. No sé que querrá, quiere irse para el campo donde
la familia del papá. Es que ese es más cercano a ellos, como es más parecido a él. Le
digo yo, “por eso eres bueno para tomar”. Porque el papá lo agarra ahí en la misma
calle y le dice, “venga hijo para acá”, y le ofrece una copa de vino y eso no lo debería
hacer el papá. Pero lo hace y ahí está el hijo, como él.
El tercero de mis hijos se llama Juan Pablo, él tiene dieciocho años. Ese trabaja en
panadería, estudió hasta primero medio y se salió. Mi mamá le pagaba todos los
estudios a él y se retiró y está trabajando en panadería. Recibe plata todas las
semanas haciendo pan. Aprendió porque mi cuñada trabaja en eso y lo llevaba los
domingos y le enseñó todo; y ahí aprendió porque es bueno para trabajar, hace todo
tipo de pan. Pablito me ayuda con el pan, todos los días me manda el pan a mí y a mi
mamá. Me saca de apuro en harto porque el pan es básico.
El trabajo
En este tiempo yo trabajo en tomates, la fruta…el período no más. El resto del año no
me deja él (pareja). El trabaja, él tiene que poner todo para la casa. Ahora llevamos
un mes trabajando la (cosecha de) guinda. Después en marzo viene la uva, ahí
también trabajo la uva, dura como quince días y nada más. Ahí no trabajo más.
También está la pera, la manzana, pero eso es muy pesado para mí. O sea, yo lo
encuentro pesado, además él no me deja. Si al final trabajo el mes de la guinda y los
quince días de la uva.
Antes trabajaba igual no más y el resto del año le iba a ayudar a mi mami, le salían
peguitas de maestra de cocina y ahí partía yo a ayudarle. No me hubiese gustado
dedicarme a trabajar con ella, mucho trabajo. Es duro, uno tiene que llegar con todo,
de repente piden una comida de repente piden otra, otra… Aprendí harto eso sí, pero
como ayudante sí, porque uno ayudaba a pelar papas, que hacer esto, que hacer esto
otro, pero para maestra no, no serviría.
Mi marido no me deja trabajar, si sólo en esta temporada… hacen dos años que
trabajo. Ahora me deja trabajar porque sacamos más frutos no más pues. Se gana un
poco más al estar los dos. Ahora solo trabajamos de día porque de noche mi marido
entra a la cárcel. Sale veinte para las seis (de la mañana) de la cárcel y se viene. Es
un sacrificio todo eso. Y no puede no volver a dormir a la cárcel porque lo vienen a
buscar y tiene que pagar en cárcel lo que le queda. El le pegó a la mujer que tenía,
porque la mujer se había ido con otro y a él lo dejó tirado, por eso está pagando por
esa condena. Seis años eran y estuvo tres años siete meses sin nosotros, y ahora va
a la cárcel a puro dormir todos los días. Hay que tener harta paciencia estando sola.

La organización
Cuando a mi marido lo tomaron preso la niña estaba recién nacida. Entonces yo
estuve años sola, luchando. Así que de ahí fue cuando me inscribí para la casa.
Tengo todos los papeles de cuando me inscribí para la casa aquí. Cuando mi marido
cayó en la cárcel, ahí fue cuando llegó esta toma de terrenos. Ahí me metí para
postular a las casas en el grupo que se llamaba La Nueva Esperanza. Ellas mismas
me invitaron a que me metiera en el grupo, ya pues, yo me metí. Me hicieron abrir una
libreta, la abrí. Mi marido consiguió con un carabinero de adentro (de la cárcel), que lo
quiere mucho, unas monedas y yo me conseguí otras monedas con mi mamá.
A mí me exigían todos los días la plata. Llegó al extremo que un día, la presidenta del
campamento me dijo que tenía que tener todo, los ciento veinte mil pesos de la
semana. Y yo sola no podía. Si yo no podía trabajar, a mi no me dejaban. Yo vendía
carteras, monederos, todas esas cosas para tener para la casa, las vendía en el
mercado. De repente me iba a vender ropa también, me traían ropa de Santiago las
mujeres de la cárcel que venían a ver a los maridos o a los hijos. Ellas me
conversaban y yo les conversaba y les preguntaba si tenían ropa que no usaran y que
me la trajeran. Y ahí vendí para puro juntar plata para la casa.
La semana que había que tener toda la plata de un día para otro, a mí me dijeron:
“Ya, mañana los ciento veinte mil pesos”. Y yo ¿de a dónde iba a sacar de un día para
otro? Si fueron meses no más, fue rápido, porque estuvieron como siete, ocho meses
luchando en el campamento. Hacíamos bingos, hacíamos de todo, y yo no vi ni un
peso de esa plata. No me devolvieron la plata, me mandaron una muñeca plástica de
esas que venden a quinientos pesos en el centro. Yo fui y se las tiré y les dije yo no
soy tan… para mi hija yo no quiero esas cosas. Así que no se las recibí, se la tiré no
más…Y al final dije yo, perdí no más. De ahí la municipalidad nos retiró la luz, porque
nosotros quedamos solos aquí en el río.
Me acuerdo que me hicieron firmar un papel antes de la reunión con Don Bernardo
Pérez (de la gobernación). La presidenta del campamento me hizo firmar un papel en
blanco. Yo lo firmé pensando que era para algo bueno, nunca pensé que era para
retirarme del grupo, porque yo no tenía plata. Después cuando llegó don Bernardo la
presidenta le dice:

-¿Sabe qué, don Bernardo? Tenemos un problema, sabe que esta señora se retiró del grupo.
- Yo le dije, ¿qué?
- Sí pues, usted se retiró, me firmó un papel.
- A ver, muéstreme el papel que firmé. Y va y me muestra el papel con todo escrito.
-Yo dije: Pero esa nunca ha sido mi letra.
- Pero es tu firma.
- Sí, es mi firma, pero el papel estaba en blanco cuando me hiciste firmarlo.
- Y me dijo don Bernardo: ¿Por qué lo firmó? ¿Por qué la hizo firmar?
- Porque ella me exigió la plata de un día para otro, le dije. Y me va a perdonar la palabra le
dije, pero era una “maracada” pedir la plata de un día para otro. Menos los ciento veinte mil
pesos cerrados. Ella me exigía de hoy día para mañana que tuviera esa plata y yo no la pude
tener. Pregúntele si acaso ella la tiene en la libreta.
- Yo la tengo, me dijo.
- Mentira, le dije yo, no la tienes, acá ninguno tenemos la plata.
Si nadie la tenía… después vino “Un Techo para Chile”, “Chile Barrio”176, ese les dio la
plata a todos. Incluso había una señora que tenía unos paneles viejos ahí y esa
señora no tenía ni uno. Yo tenía quince mil pesos y ella no tenía nada, y le dieron toda
la plata. A mí me hicieron borrarme, esas tontas me hicieron borrarme del grupo
porque yo no tenía la plata.177
En la municipalidad me dijeron que no podían hacer nada. La única que me dijo algo
fue la señorita Carolina. Ella me dijo que yo tratara de poner la plata. La municipalidad
me dijo, si usted se va a quedar en el río va a quedar sin luz y sin agua. Me quedé sin
luz y sin agua, pero a mí me da luz una señora de allá atrás, yo le pago todos los
meses eso si. Pero yo le pago de los (subsidios) familiares de mis hijos. No debería
hacerlo así. De ahí tengo que sacar para pagarle, porque esa es la plata de ellos, pero
ellos están conscientes…Son tres platas las que saco, la de la niña, de mi hijo que
está aquí que estudia y la mía. La plata de los tres se me va en pagar la luz y el agua.

176
Jacqueline confunde dos programas de vivienda: Un Techo para Chile de la iglesia católica
(que en el caso de esta historia no interviene) y Chile Barrio del Estado que si aporta subsidio.
177
El Programa Chile Barrio exige un ahorro mínimo, en este caso $120.000.-, para otorgar el
subsidio a la vivienda. Aquellas familias que no logran ese ahorro quedan automáticamente
fuera de la postulación y pierden su derecho al subsidio y por ende, la vivienda. Existen sin
embargo, casos especiales, como el que nombra Jacqueline, para personas ancianas o con
discapacidad física o mental; ellas están exentas de cumplir el ahorro mínimo. Jacqueline no es
considerada un caso especial, por eso al no cumplir con la meta fijada por el grupo es excluida.
La manera engañosa de hacer que Jacqueline renuncie a la postulación, se explica
probablemente, porque el grupo de familias temió perder todo el subsidio al no lograr que todas
las familias tuvieran los ahorros exigidos por el Estado. Cada familia debe también ahorrar
individualmente, rara vez los fondos colectivos son suficientes para completar la meta exigida.
La ayuda
La señorita Carolina es la del SERVIU178 (Secretaria de Vivienda y Urbanismo), esa
también nos ayudaba con mercadería. Ella me ayuda casi todos los meses para que
no me falten cositas para la casa. Ella me dice: “Cuando no tenga usted, viene.” Y yo
le voy a hacer visita y me da algunas cositas. Ella viene a visitarnos primero; pero yo
iba a lo lejos a buscar ahí porque acá en la municipalidad me ayudaban más la
señorita Julia y la secretaria de ella. Ahora hace como dos meses que no la voy a ver
porque estaba trabajando en la guinda.
La señorita Carolina es buena, súper buena, me dijo que tratara de poner lo más que
pudiera en la libreta de la vivienda y ella nos ayudaba. Yo le dije que si, que iba a
tratar de poner dinero, pero como éste (la pareja) no quiere, porque no estamos
casados los dos. Entonces no le toca a él la casa, le toca a mis puros hijos y mi hija.
Entonces, yo no quiero ayuda de él. Por un lado prefiero hacerlo sola, para que si
algún día me llego a morir queden mis hijos con sus cosas, porque yo lo quiero para
ellos. Y así digan, “el día de mañana se puede morir mi mami y voy a tener donde
quedarme”.
Entonces yo le dije que iba a tratar de juntar unas monedas. Pero hasta ahora no he
podido porque las dan de a poco, en la guinda, las dan de a diez mil pesos. Hay que
gastar la plata para el pan, que no vaya a faltarnos. Para la Pascua nos pasaron
treinta mil pesos, para el Año Nuevo otros treinta. ¿Qué vamos a hacer con treinta?
De a gota… Ya me comprometí a no trabajarle más a ese dueño porque de a gota el
sueldo no nos sirve. Tenía pensado poner toda la plata en la libreta, ciento sesenta, la
parte mía. Pero ahora terminamos mañana y solo tenemos ganado cuarenta. ¿Y qué
vamos a hacer?

Soy agradecida
La municipalidad me ayudó con el techo. Este techo es nuevo, porque yo antes
prendía fuego, vendía leña aquí. Es que las visitadoras a mi siempre me han ayudado,
a mi me conocen. La Julia, es súper buena conmigo me ayuda en mercadería
también. Cuando estaba sola me ayudaron harto, ahí me regalaron el techo porque
estaba sola y se me llovía todo esto. Cuando mi marido estaba en la cárcel, entonces
yo pasaba arrinconada en un rincón para poder dormir con la niña, o a veces dejaba
todo botado y me iba para donde mi mamá, porque mojadas pues…Así que ahí la
municipalidad me vino a ver un día y ahí me dijo, ya vaya tal día y le vamos a regalar.
La municipalidad me ha ayudado harto. Me ha servido bastante. En mercadería, en el
techo, si me ha faltado algo para poner para mí o mi hija me lo dan, hasta los pañales.
Cuando Jaime cayó preso y la niña estaba chiquitita me daban todo desde el pañal
para arriba, la leche, etc. Iba todos los meses porque a mí la señorita me decía, venga
todos los meses. Me ayudaban harto, ellos repartían una bolsita así y a mí me la
daban. No sé, me querían las señoritas, a lo mejor no fui mala yo pienso. Me refiero a
atrevida con ella, no como otra gente que iba por pocas cosas y salía echando la niñá
(el garabato, enojo) para afuera. Entonces como no fui así... todo se los agradecía,
por poquito, pero les agradecía. Además, me conocen hace muchos años. Yo creo
que más de veintidós años.

178
Es un error, en Serviu no pueden ayudarla con comida, Jacqueline se refiere a la
Gobernación; nuevamente no distingue claramente el origen de la ayuda.
Voy a tener que luchar
De deseos para el futuro… trabajar, pero yo sé que no me van a dejar nunca. No sé,
será miedo, porque cuando él estaba con la mamá del niñito que tiene, trabajaba en
un packing (centros de embalaje de fruta) y creo que la mujer andaba con uno y con
otro en el packing. Entonces ese es el miedo de él, pero yo le digo que no me tiene
que tener miedo porque no me tuvo miedo los tres años que estuve sola y me va a
tener miedo estando presente con él mismo. Los tres años que estuve sola era para
“joderlo” (serle infiel) con cuantas personas. Yo luché por mi hija, por él y por mí. Yo
salía a vender, a las ocho de la noche ya estaba estirada en mi cama con mi hija.
Entonces qué saco con decir que voy a trabajar si no me va a dejar... qué saco con
desobedecerlo… y mi hija… ¿Si después me separo de él? Una vez teniendo mi
casa... No sé, yo voy a tener que luchar, de aquí a este año que viene voy a tener que
tener la casa no más, como sea voy a tenerla. Por último voy a la radio y me ayudan.
Mi “yerna” (nuera) fue a la radio y le dieron la plata para su casita. Fue ella a hablar
con el dueño de la radio La Montina y le dijo acaso podían hacerle una ayuda porque
a ella le vendían una mediagua en el Hogar de Cristo. Y llegó un caballero y le dijo
qué cuánta plata necesitaba. Y ella le dijo lo correcto, le dijo: - “Cuarenta mil.” Le dio
los cuarenta mil y fuera de eso le dio cien mil pesos, qué mejor. Yo misma escuché
pues, lo escuché en la radio, pero me da no sé qué hacer lo mismo, yo no sé cómo
hacerlo. Esto fue en la radio de Curicó. Nosotros no hemos podido lograrlo todavía.
Pero no me gustaría quedarme aquí a no ser que pongan un baño. Quién no desea
tener su casa. En todo caso no estamos tan mal, pero sí deseamos tener la casa.
Nosotros aquí no estamos aburridos, queremos más, quien sabe lo que pase…
Cuando llega mi hija pregunta, “cuando vamos a tener una casita para bañarme en el
baño, para ducharme” o “una casa más bonita porque esta casa es fea”. Para ella es
fea, pero no sabe que el corazón es más grande que la casa.
Lo primero es que tengo que lograr mi meta de tener mi casa, pero para dejarles a mis
hijos sí. Tengo que tener esa meta, lograr tenerles la casa porque yo sé que no se van
a ir conmigo al campo. Me gusta el campo a mí, me gusta criar pollitos. Cuando estén
grandes nos comemos los pollos, los estoy criando para invierno, para cuando no
tengamos nada; si no hay plata se vende uno. Planté unas plantitas, tomates, ají,
planté choclo, porotos de todo un poquito. Son cosas de la vida real, eso me gusta a
mí, estos porotos, estos choclos.
Los sueños de mi marido... ah, es el sueño de irse al campo. De sobrevivir si pues,
que vamos a hacer... No sé, yo deseo tener mi casa con mis hijos no más.
1. Presentación
Esta es la historia de Jacqueline, dueña de casa y trabajadora ocasional. Su relato se
asemeja a la de otros siete pobladores: Rosa, Margarita, Luis y Pamela también de
Curicó; Angélica y Lucía de Maipú; Guillermo, de Cerro Navia.
Todos estos relatos comparten la dificultad de sus protagonistas para narrar sus
vidas; son relatos de escasas palabras, de fragmentos, y de muchos vacíos. Salvo
Lucía con enseñanza media, pero esquizofrénica, todos tienen enseñanza básica
incompleta y trabajos temporales y precarios. Angélica, analfabeta, no duda en
señalar su dificultad para comprender lo que sucede en esta sociedad: “Se le echa la
culpa al Gobierno, a los ricos, pero yo soy ignorante y no se por qué pasa eso de que
no hay trabajo…”
Todos ellos comparten una trayectoria de pobreza extrema, de la cual nunca han
podido ni sabido salir. Son historias donde la sobrevivencia es lo central, y el trabajo
remunerado escasea o la precariedad de estos vuelve imposible cualquier mejoría en
su condición de marginalidad y exclusión. Como Jacqueline, las mujeres deberán
aprender a sobrevivir del dinero que les provee su pareja y el Estado, y aprender a
sortear la prohibición de sus maridos para poder trabajar al menos esporádicamente.
Angélica, 51 años, enseñanza básica incompleta, empleada doméstica, casada, dos hijos,
Maipú: “Yo trabajo por día (como empleada doméstica), pero hasta las personas con las que
trabajaba están mal. La semana pasada no, es bien irregular…Me pagan cuatro mil pesos, yo
les hago el aseo. Ni siquiera me da la plata de la locomoción, pero como está tan mala la
situación uno no se puede regodear.”
Luis, 45 años, enseñanza básica incompleta, calichero (extrae caliche del río), casado, 4 hijos,
dos hijos viven en hogares de menores por maltrato infantil, Curicó: “Nuestras condiciones de
trabajo no van a mejorar, el río siempre va a ser igual, para los calicheros siempre va a ser
igual, hay una planta ahí y la planta nos limita. Una planta de árido que hay ahí, esa es la
planta que nos corta los brazos porque las empresas sacan lo más fácil y a nosotros nos dejan
lo más difícil, se saca mucho molido.”
Lucía, 35 años, 3° medio, dos intentos de suicidio, dueña de casa, dos hijos, su pareja es
obrero, drogadicto, Maipú: “Yo no puedo trabajar, yo soy demasiado nerviosa y si no estoy con
medicamentos me puedo volver loca, esa es la realidad de las cosas… Los doctores me dijeron
que tenía crisis de pánico y después se me presentó una enfermedad limítrofe, con intentos de
suicidios, puro suicidarse e ir contra de uno.”
Jaime, esposo de Jacqueline, 48 años, trabajador temporal, cumple pena remitida (duerme) en
la cárcel, Curicó: “Yo soy originalmente del puente Rauco. Yo fui criado en el puente Rauco,
llegué de un año acá al río. Toda mi vida ha sido el ripio, no sé otro trabajo que no sea el río.
Mi padre trabaja allá, toda mi familia ha trabajado en el río.”
La vivienda ha sido siempre una preocupación en sus vidas: allegados, arrendatarios,
habitantes de la calle, y finalmente de campamentos, los años noventa representan la
gran posibilidad de obtener una vivienda propia y “sólida”, al decir de ellos. Sin
embargo, no todos pudieron obtenerla. A pesar de haber intentado ahorrar y participar
en un programa estatal, tres de estos pobladores aún viven en campamentos. Para el
resto la casa “les llegó” y la agradecen aunque la erradicación, es decir la salida de
los lugares donde durante años habitaron, se les impuso desde arriba, desde el
Estado y sus asistentes sociales. Ellos hubiesen preferido continuar viviendo en sus
campamentos, donde “no estábamos mal”. La memoria y la nostalgia de un modo de
vida más rural y libre permanece en todos:
Luis, Curicó:”Allá en el río estaba todo libre, a todo campo, le llamaban “pueblo sin ley”. Así le
pusieron porque así se ganó la gente, sin permiso de nadie llegaron y pusieron rucas y vamos
no más y vamos parando, si era verdad. Pero ahí no teníamos miedo, no pues, si era el lugar
de nosotros, sabe que yo tengo casa ahí del ochenta y cinco… Yo me iría para allá si tuviera
una casita que no se me fuera a mojar, yo hubiese tenido una mediagua completa yo me
hubiese ido ya. Yo aquí en la villa más lo que he perdido que lo que he ganado.” (Y
efectivamente, junto con la erradicación, pierde a sus dos hijos al ser acusado de maltrato
infantil)

2. El contrato social
Estos relatos sin embargo, a pesar de las dificultades para relatar sus vidas dejan
entrever, en un lenguaje simple y a menudo lleno de vacíos, un conjunto de
significaciones que permiten aproximarse a los principios que debiera seguir el Estado
y ellos mismos para salir de la situación de pobreza. A menudo estos principios se
definen más por ausencia y por el deseo que así fuese; son verdades que nacen de la
propia experiencia de marginalidad.
Justamente porque se saben a si mismos sin salida, sumidos en la pobreza de
siempre, de la sobrevivencia, al Estado se le demanda atenerse al principio de la
solidaridad ante la necesidad de los más débiles y carenciados. A cada uno según su
necesidad, según su propia carencia, individual. En todos estos casos, lo que se pide
al Estado es el reconocimiento de la necesidad de sustento y ayuda; de manera
directa, rápida y permanente en el tiempo. Esa es la forma del contrato social
imaginado, un Estado omnipresente, paternal, presente en la vida de cada uno, capaz
de resolver hasta las más pequeñas y particulares necesidades.
Margarita, 35 años, 4° básico, dueña de casa, tres hijos, su pareja es trabajador temporal en la
cosecha de fruta, Curicó: “Yo creo que lo que pediría a la municipalidad es que me ayudara,
que viniera a echar un poquito de ripio para el invierno, para los niños, por el agua, porque ni
dios lo quiera…que se moje todo adentro... Esa ayuda le pediría porque la municipalidad no
ayuda en nada, no hace nada, solamente si uno va a pedirle algo allá, pero ellos venir a
ofrecerse, no. Y eso es un error encuentro yo, porque si ellos viven preocupados de la gente
también tienen que bajar a terreno a ver como es el caso. Tampoco no pueden llegar y dar
tampoco, pero tienen que ver el caso, y no hacen eso… Porque ¿quién nos aconseja?”
El consejo, el subsidio, la mercadería, la construcción y reparación de la vivienda…
son leídos como gestos de un Estado que los reconoce en su necesidad, en su
miseria y que asume el cuidado de los que más necesitan. Sólo así el Estado habrá
cumplido su deber hacia ellos. La asistencia, la ayuda a la sobrevivencia cotidiana de
cada uno está a la base de lo que debe ser el contrato social. Un Estado comprensivo,
oportuno y pertinente; es decir, un Estado que resuelva lo que cada uno, desde su
singularidad, le demanda.
Asistencia individual y no colectiva, cara a cara, que permita identificarse
mutuamente, reconocerse y ojalá poder establecer un vínculo de afecto que asegure
que la ayuda, en lo posible acompañada de un consejo o un gesto de deferencia,
siempre estará allí, disponible para cuando se necesite. “Cuando no tenga usted,
viene”, le dice la asistente social a Jacqueline que agradece ese gesto por sobre todo.
Al Estado se le pide sin embargo, que la ayuda no se pierda en el camino, porque en
estos relatos las dificultades para comprender y confiar en las acciones colectivas son
inmensas. Esta es una desconfianza que habla de las dificultades para comprender la
lógica de la comunidad organizada, pero también de los “proyectos sociales
participativos” que les propone el Estado. Estas son experiencias de escasa
sociabilidad, de marginalidad y donde los códigos para la participación y acción
concertada con otros a menudo están ausentes.
Lucía, Maipú: “Mira por eso te digo, que las cuestiones grupales no sirven, y si no son
responsables o se gastan la plata… Entonces para que la plata se ocupe en lo que
verdaderamente la gente necesita. Por último que cada persona beneficiada con esa plata la
vinieran a visitar para ver que ha hecho, si realmente la necesitaba, si han tirado para arriba,
en que están, para que todo sea transparente. En grupo no funcionan las cosas, uno que hay
muchos conflictos, mucha envidia, muchas peleas, para esa cuestión yo no me presto. La
municipalidad debiera dar canastas familiares, todas esas cosas, a las personas que lo
necesitan sí. Dime una cosa, ¿como cuando ellos necesitan un voto llegan aquí las canastas
familiares o los paquetes?”
La desconfianza en la intermediación de los dirigentes y las prácticas de clientelismo
que en torno a ellos surgen, les indica que es mejor vincularse directamente – sin
intermediaciones - con el Estado si se quiere obtener algún beneficio. La escasez de
redes que vinculen a los iguales y al Estado conduce a desconfiar y buscar una salida
individual. Como Jacqueline que finalmente percibe que el Estado le creyó más a la
organización y a su dirigenta que a ella misma.
La desconfianza en los iguales también nace de la evidencia de “ser el último
peldaño” de la escala, por tanto, de la poca probabilidad de ganar si se compite con
otros. “Hasta yo recibí un paquete de mercadería” señala sorprendida Lucía cuando
recuerda los medicamentos que llegaron a la villa para las campañas electorales del
diputado en su comuna.
La desconfianza en la organización también nace de la evidencia que el poder para
cambiar su propia situación de pobreza no está en ellos. Luis, calichero del río Rauco
por años, sabe que a pesar de participar en el sindicato de ripieros de nada sirve
organizarse frente al poder de las empresas para imponer las reglas de la extracción
de arena.
El modelo de un Estado que los ayude de manera permanente en el tiempo, es algo
que ellos saben está lejos de asemejarse a su realidad. La experiencia les indica que
el Estado tiene dificultades para identificar a los más carenciados e impone criterios
de ayuda que desconocen que la pobreza persiste a pesar de la partida de los hijos, a
pesar de lo múltiples subsidios. La pobreza es dura:
Rosa, Curicó: “En la Municipalidad una vez me dieron cosas. Las otras veces yo fui y
me dijeron que no porque yo era sola, ellos ayudaban a las personas que tenían niños.
Yo le dije:” así que uno porque vive sola no tiene derecho a comer”. Y en todas partes
lo mismo porque en el Hogar de Cristo igual, cuando uno va a pedir algo, le dan a las
personas que tienen niños no más, a las solas no.”
Margarita, Curicó: “Con la visitadora del (subsidio) familiar una vez al año voy a conversar con
ella. No me gusta el trato porque a mí lo que me gustaría es que me dieran una esperanza o
una respuesta buena, porque no saca nada ir uno y uno y uno, mil veces. A mí me gustaría
que adonde uno fuera a hacer un trámite no nos molestaran tanto, que nos trataran un
poquito mejor. Ellos dejan los papeles ahí no más, le dicen que hay que seguir esperando, esa
es la respuesta.”

Finalmente, la entrega o no de ayuda es percibido como una decisión


fundamentalmente arbitraria. A ello se agrega que la negativa de asistencia o la
desconfianza de la asistente social hacia quien pide ayuda serán siempre leídos como
gestos de humillación y de negación de la propia persona, hasta el absurdo como bien
describe Guillermo:
Guillermo, 43 años, enseñanza básica incompleta, estafeta, soltero, vive con un
hermano enfermo mental de 48 años, no logró obtener su vivienda por ser soltero sin
hijos, Cerro Navia: “…me dijeron que yo podía participar en el sistema de Chile Barrio,
pero después me salieron que no porque como yo era soltero no tenía derecho a
departamento...Y entonces ahí hubo un pequeño descontento porque uno me decía
una cosa y otro me decía otra. Y le dije yo: “entonces por un departamento tendría
que casarme con mi hermano o tener un hijo con mi hermano…No quiero seguir
viviendo más como gitano, si usted me dice que en tanto tiempo van a entregar la
casa y los departamentos yo en ese tiempo junto la plata que me está pidiendo…aquí
yo soy soltero, pero tengo un hermano que es mi familia”.

3. La tensión identitaria
En estos relatos, la socialización primaria aparece siempre como una historia de
abandono y errancia en la memoria. Todos se hicieron adultos muy jóvenes, aún
púberes se emparejaron, tuvieron hijos o comenzaron a trabajar. Socialización de
apremios y sentido de sobrevivencia que los iguala en su identidad de marginales, de
“gitanos”, de “forasteros y esclavos”, como ellos mismos se denominan. Una infancia
de la que no hay recuerdos felices y que, como Guillermo, es difícil de relatar sin
emocionarse.
“Yo soy Guillermo Rojas Carrera, tengo 41 años y de chico trabajé para alimentar a mi mamá,
para ayudar para la casa. Yo empecé a trabajar a la edad de 8 años, salía a fletar a la feria, iba
más bien dicho a pedir a la feria, a los puestos verdura... Mi manera de fletar no era un
carretón, eran de esas cajas plataneras que las amarraba con un cordel y en eso, cómo niño
chico, la gente me ocupaba y yo tiraba con un cordel las cajas y llevaba las bolsas, ya después
fui creciendo… fue mucho deambular, parecíamos gitanos. Arrendábamos siempre, nunca
tuvimos una casa (se le quiebra la voz) Por ser mi padre está muerto, el murió cuándo yo tenía
tres años... ahí cuándo nosotros estábamos chicos comíamos hasta en la calle con mi
mamá…ahí en los subterráneos dormíamos.”
Una identidad que se va constituyendo en el vagar sin rumbo y la soledad de vivir
siempre en los márgenes. En estos relatos “el nosotros” no surge jamás, son historias
solitarias, de mucho abandono y donde las identidades colectivas no existen. Sin
familias estables, sin oficio, sin comunidades desde donde construir vínculos de
pertenencia, las identidades se van armando de manera fragmentada, frágil, desde la
carencia y la ausencia de atributos: “soy ignorante, no comprendo…” Y aun
Jacqueline, que sí tuvo una madre que le enseñó un oficio, no logra – al igual que
todas las demás mujeres- jamás la autonomía, romper con la dependencia a sus
hombres que junto con maltratarla, la protegen simbólicamente de un entorno social
incierto y desvalorizante. Como Rosa, que “se junta” con su pareja “para no andar
sola…”
Rosa, Curicó: “Me casé a los trece años, no estaba ni ahí, no sabía ni una cosa. No me casé,
me robaron. Él era mayor como doce años. Ahí nos fuimos para Osorno, para el campo… Me
junté con el segundo marido que pillé para no andar sola, y me vine. Lo mataron aquí en la
población cuando llegamos, hacía un año que estábamos…Si a él parece que lo mataron así a
palos. Nadie reclamó nada, si no tenía familiares y yo... El papá de las chicas, ese es muerto
igual. Al papá de las chicas nunca le dio por tener casa, era más... le gustaba andar para allá y
para acá, si donde había trabajo vivía…Yo andaba con él y las chicas, por eso nunca teníamos
nada, casa por lo menos. ¡Qué! …si no tenía papeles, ni carnet, nada. Y yo estaba en las
mismas, si no se le daba ni a él, menos a mí. Yo tampoco estaba registrada…Yo tenía como
veintiocho años más o menos cuando saqué el carnet (de identidad).”
En esta búsqueda de la propia identidad, la cuestión central es la alteridad; la
conciencia de un "otro". La familia, el grupo, la localidad son las fuentes primarias de
sentidos identitarios para los individuos. Estos son espacios de significados que
permiten establecer las orientaciones básicas para vivir en sociedad: la historia, el
origen, quienes constituyen la comunidad, sus principios morales y sus ideales a
defender. En estos relatos sin embargo, estos espacios de significados se nos
muestran fragmentados, trizados… no hay cimientos fuertes desde donde levantar un
“yo” y un “nosotros”, porque como señala Rosa, ellos son forastero…de esta
sociedad.
Rosa, Curicó: “En la Gobernación nos dijeron que… no nos iban a tomar en cuenta, nos iban a
tomar como un forastero, una visita que viene aquí a Curicó, no más. No éramos, como le
dijera, no nos tenían en cuenta como que vivíamos acá, como que estábamos radicados aquí,
entonces nos dijeron:” Si a ustedes les llega a pasar algo a la orilla del río nunca van a tener
una ayuda porque no están radicados todavía aquí”, y por eso lo hicimos (postular a una
vivienda). No nos consideraban porque nos miraban como un turista más que venía a turistear,
y qué… si ya estábamos instalados, viviendo años allí…”
Esta invisibilidad dice relación con la propia historia, pero también con los símbolos de
la nacionalidad y de todo aquello que definiría el ser un habitante de este país. Son
relatos que tienen dificultades para levantarse como tales, porque no existe certeza
alguna…y si no hay claridad sobre la propia biografía, difícilmente puede haberla en
relación a un “nosotros”. Lo que se descubre más bien son relatos de muchos
quiebres y desconfianza respecto a lo que se puede esperar de la sociedad, del
Estado y finalmente de sí mismos...
Son relatos donde el cuestionamiento de sí tampoco aparece, sino la adscripción
sumisa a aquello que siempre se ha dado por “natural”, el machismo, la
discriminación, el anonimato y el saberse pobre desde siempre y para siempre. Una
identidad de la marginalidad y la sobrevivencia va así tomando forma, día a día; y
donde la asistencia del Estado o de un golpe de suerte se levanta como la única
posibilidad de sobrellevar con menos dureza una existencia ya dada.
El proyecto identitario se hace difícil de asir, salvo cuando se piensa en los hijos,
porque para sí mismo pareciera no haber salida. Sin embargo, éstos son proyectos
frágiles, porque no existen modelos que ofrecerles a los hijos, salvo el propio, definido
siempre desde los márgenes y el día a día. Aún así, todos aquellos que tienen hijos se
aferran a la esperanza de verlos salir de la pobreza y de que logren “ser alguien”. Sin
embargo, los hijos son una ayuda importante para la sobrevivencia familiar. La historia
se tiende entonces a repetir: hijas tempranamente embarazadas, hijos que abandonan
la escuela para poder trabajar, que se vuelven alcohólicos tempranamente o que,
como los tres hijos de Jacqueline, pasan años en la cárcel o la correccional.
Sin proyectos identitarios claros, pero la certeza que sus vidas serán lo que siempre
fueron, las tensiones identitarias son a menudo profundas. Es el caso de Lucía y su
marido, ambos con varios intentos de suicidios y cuya mayor preocupación es que su
hija siga los mismos pasos. Para todos sin embargo, la aspiración es una sola, “que
los hijos sean más que uno”.
Margarita, Curicó:”A mí me gustaría para mis chiquillos que ojalá salieran adelante, tuvieran
más que uno, fueran más que uno. Ojalá se casaran, tuvieran su casa y no anduvieran dando
bote como nosotros, ese es el futuro que me gustaría para mis hijos. Apoyarlos, sacarlos
adelante. Ojalá que ellos ahorren cuando sean grandes y no sean como uno que tiene que
ahorrar al último para poder tener una casa.”
Jaime, Curicó: “Les digo que estudien, al mismo niño de ella yo le digo que estudie, esfuérzate,
si quieres ser alguien en la vida tienes que puro estudiar, si quieres ser un “gañan” (trabajador
rural) tienes que puro verla no más pues, no sigues estudiando y te vas a trabajar y vas a ser
igual que uno, un perro que siempre anda trabajando por una miseria, dando lástima de
repente y con los estudios en cambio, puedes ser alguien en la vida y tienes que puro
esforzarte tu estás joven.”
Guillermo, Rosa y Mercedes – sin hijos- en cambio, caen en una profunda depresión
que les impide tejer un proyecto de futuro.
Guillermo, Cerro Navia: Bueno, mi futuro ya lo estoy viendo un poco malo, porque ya no tengo
vuelta, ya no tengo futuro…que otro futuro voy a ver…no sabría que futuro…
Rosa, Curicó: No tengo sueños para adelante, no sé que es lo que va a pasar después… morir
trabajando.
Si por tensiones identitarias entendemos las contradicciones entre la idea que cada
uno se hace de su vida y de los obstáculos que percibe sobre el camino, ellas
parecieran centrarse en la preocupación por la sobrevivencia, y la aceptación
resignada de toda la ayuda que la asistente social está dispuesta a otorgarle. Todos
ellos se mueven entre el deseo de sobrevivir y la percepción de que los límites que se
enfrentan son ampliamente superiores a dicha aspiración.
Las tensiones, el vacío y la angustia dicen justamente relación con el temor a no ser
jamás reconocidos por la asistente social, por el párroco, por el presidente de la junta
de vecinos, por el alcalde… en su carencia, en su marginalidad y agobio permanente;
en su dificultad para visualizar un futuro, pues saben que ellos no existen y que
probablemente, nunca existirán para esta sociedad, “porque siempre ha sido así”.

4. El trabajo de la identidad
Frente a las tensiones y a la distancia entre lo deseado y lo posible, el trabajo sobre la
propia identidad es siempre arduo e incierto. Y si bien comparten la percepción de
saberse marginales, invisibles y sobrevivientes, todos buscan la mejor forma de salvar
una ya frágil imagen de sí. Adaptar o romper a pesar de las difíciles circunstancias
que los rodean, son respuestas que se dan a si mismos una y otra vez.

Sobrevivir a la pobreza
Adaptar y justificar la propia situación pareciera ser el camino más recurrente para
hacer menos dolorosa la realidad e intentar encontrar salidas dentro del estrecho
margen de lo posible. “Tenía que aceptar donde me tocara, si cuando uno es pobre no
tiene opciones, tiran para donde ellos (el Estado) quieren...”, dice Lucía para
explicarse porqué vive donde vive y no en el campamento que aún recuerda con
afecto. O Angélica que se dice a si misma que las viviendas del pobre, por principio
son de mala calidad: “Y yo no me di cuenta que por ser pobres, por ser viviendas
sociales, nos estaban entregando esto.”
En el caso de Guillermo, quien no tiene hijos, adaptarse pareciera ser la única salida
posible:
Guillermo, Cerro Navia: “Ahí tengo el problema (de no tener casa) pero, lo he asumido de a
poco no me queda otra. Ya estoy acostumbrado ya…estoy casi igual que en un campamento,
porque cuando llueve en la noche, en la mañana cuando me voy a la pega tengo que pasar por
el barro igual…yo diría casi peor que en el campamento. Es un tormento que hay ¡estoy
trabajando y estoy peor!… pero ya me hice el ánimo de no echarme a morir, ya tengo cuarenta
y seis años, porque si me achaco más con eso me voy a poner más viejo, me van a salir más
canas... Entonces, ya me adapté al sistema…”
O Margarita que se dice una y otra vez que no debe sentir vergüenza, porque cuando
se necesita sobrevivir, no hay vergüenza que valga; lección de vida que se
preocupará de enseñar también a sus hijos.
Margarita, Curicó “Si yo tengo que ir a pedir por mis hijos, yo salgo a pedir por mis hijos.
Nunca lo he hecho, pero si lo tengo que hacer.... Da harta vergüenza andar pidiendo a la muni
o ir a pedir a otra parte, a mí me da vergüenza. Primer año que lo hago y me da vergüenza,
porque a veces estás toda la mañana allá, y a veces van mamás con guaguas (bebé). Da
vergüenza porque también te pueden decir no, te cierran las puertas, y uno no anda
leseando… yo le digo a mi hijo, el Toño, si viene el de la junta de vecinos háblale no más del
caso, a ver si te puede ayudar, no tengas vergüenza.”

Valorarse en la pobreza
Cambiar y trabajar otra idea de si mismo, convencerse que otra vida es posible,
constituye un camino que algunos ensayan, en especial aquello que tienen hijos.
Reforzarse en su deseo de cambiar, por los hijos y la vergüenza que ellos puedan
sentir, es una preocupación presente en estos relatos. “Yo no estoy mal… es por mis
hijos”. Cómo hacer para aliviar la pobreza y la vergüenza a los hijos son aspectos que
los interpelan en sus propias opciones y proyectos identitarios:
Jaime, Curicó “Aquí estamos bien, yo me encuentro que estamos bien porque yo no aspiro
mucho, pero si como dicen allá (en la correccional de menores), por mi hija y por los chicos no
más, me gustaría comprar una casa. Es para tenerles a ellos, porque ellos son los que están
creciendo y de repente con el tiempo crecen con vergüenza, como que se sienten
menospreciados… por los demás compañeros de ellos, por donde vivimos, así que pueden
sentirse mal ellos, así que por eso. Yo por mí viviera siempre aquí porque me gusta, y así no
tengo contacto con la gente, me gusta más vivir a mi así, aislado lejos de toda la gente porque
no me gusta salir para ningún lado.”
Angélica en cambio, sabe que ella está al final de la escala social, ser empleada
doméstica es mal valorado, sin embargo, como bien dice “si no fuera por las nanas…”:
Angélica, Maipú, empleada doméstica (nana): “Las nanas son muy mal valoradas, por que si
las nana no existieran, como podrían esos niños, cuidarse, alimentarse, que estuvieran limpios ,
ordenados que se yo, si las nanas no plancharan, no cocinaran, sino hicieran el aseo como
estarían esas casa, si no fuera por las nanas. Yo tuve una patrona que yo creo que gran parte
del divorcio que tuvo fue eso de no haber aprendido de ser una buena dueña de casa, por que
pienso yo que una mujer, debe saber todo, cocinar, planchar, todo saber llevar y dirigir su
casa, es lo mas importante que uno tiene en la vida como mujer, saber valorar lo que dios a
uno le va dando, no sabemos nada con tener una profesión si no sabemos ni siquiera hacernos
un plato de comida.”
El quiebre con la propia identidad e historia de pobreza, el cuestionamiento a las
propias opciones, y la búsqueda de cambios radicales surge en aquellos momentos
límites en que la adaptación o el conformismo no caben, porque la violencia psíquica,
física y/o el peligro de perder a los hijos son extremos. La mirada de los otros se
vuelve imposible de soportar, la voluntad de buscar una salida estalla. Es entonces
cuando se gatilla un trabajo sobre si mismo a pesar que en el fondo ellos saben que
las posibilidades de salir de esa situación requiere también de un cambio del contexto
que los rodea. Aún así, las preguntas y la mirada de futuro comienzan a tomar forma.
Es el caso de Luis, quien descubre que sus hijos, internados por el maltrato que
sufrían en su hogar, están en vías de ser adoptados sin su consentimiento. Junto con
rebelarse y enfrentar a las asistentes sociales y al juez, Luis comienza a preguntarse
como volver a recuperarlos, pero sobre todo aprender a ser un padre más cercano
para volver a vivir con ellos.
Repetirse una y otra vez, a veces sin mucha convicción, que a pesar de las
circunstancias, es posible salir adelante, que finalmente es un asunto de voluntad.
Esta es una de las formas también de decirse que a pesar de los errores, se puede
cambiar y salir adelante para que los hijos no sufran, porque finalmente, dice Lucía, la
voluntad depende de cada uno, y nadie puede quitársela:
Lucia, Maipú: “Como yo debía tanto dinero, me tomé tres pastillas para matarme, porque yo
era tan estúpida que no sabía que hacer, me ponía nerviosa porque estaba sin plata…sin nada.
Entonces hice esa tremenda tontera que afectó a mis chiquillos… a todos. Pero yo me digo que
si algún día me quedara sola yo sería igual que mi mamá, porque yo soy bien así...como te
dijera...me propongo algo y tengo que hacer lo que sea para que me resulten las cosas. Tengo
esa cosa así y nadie me lo va a quitar porque eso es tan mío, que me gusta ser así. No me
gusta ser derrotista, ni que me pasen a llevar, que me tengan lástima, no me gusta eso… Claro
que yo puedo planificar muchas cosas, pero que me resulten es otra cosa.”
Ya sea por el mecanismo de la adaptación/ justificación – no hay que sentir vergüenza
porque es así – o la ruptura con la propia identidad, todos buscarán hacerse sujetos.
Unos en el margen de lo posible, justificando, adaptando y buscando un nicho donde
el reconocimiento a sí mismo – aunque sea en su carencia – sea factible. Otros, los
menos, a través de la ruptura y el quiebre con una identidad que los ha llevado a una
situación insostenible en su violencia hacia lo más querido, sus hijos.
En aquellas historias donde la adaptación a una identidad asignada – soy pobre no
tengo que sentir vergüenza - pareciera ser la única forma de trabajo sobre sí mismo y
sobre los otros, la figura del individuo en tanto actor social se vuelve más difusa. Sin
embargo, nadie se adapta sin una reflexión previa sobre la propia opción. En este
acto de justificarse y reflexionar, se devuelve todo el sentido y la dignidad a la propia
trayectoria. Ello no impide sin embargo, que a menudo, el repliegue sobre si mismo, el
silencio, el ensimismamiento frente al vacío que genera el adaptarse a una identidad
no deseada, gane lugar. Y aunque todos se resisten a ser objeto a la mirada de los
otros, la validación social para la propia opción es tan frágil y precaria, que volverse
actor de su propia historia, es un trabajo difícil de lograr.
Como veremos a continuación, ambos tipos de trabajo identitario – la adaptación y la
ruptura- se expresaran en pequeñas y esforzadas acciones, aunque simbólicamente
significativas, para salvar lo que de sí mismos aún persiste y resiste. Cuando los
soportes que se poseen – trabajo, redes, educación, vivienda, salud…- son escasos,
la adaptación pareciera siempre más fácil de concretar que el cambio y el quiebre con
la propia historia.

5. Las lógicas de acción


Con escaso margen de maniobra sobre sí mismos y su entorno, estos individuos
aprenderán desde pequeños a valerse de la caridad y la ayuda estatal para sobrevivir.
Sea cual sea la ayuda propuesta ellos la aceptarán siempre.
Frente a la escasez de recursos del Estado y las trabas para obtener la ayuda, se
comprende también por qué ellos preferirán emprender la búsqueda de manera
individual e insistir en su situación de carencia. Como señala Lucía, al menos así
estarán seguros de que obtendrán algo. A pesar de la mayor confianza en la relación
cara a cara, la construcción de este vínculo no es fácil. Por el contrario, los
argumentos o criterios de la asistente social para no otorgar la ayuda, sea cuales
sean, serán siempre percibidos como respuestas que dependen del buen o mal humor
de la asistente, de la simpatía o rechazo que su persona genera o de la incapacidad
de explicar adecuadamente los procesos a seguir.
Margarita, Curicó: “En la Gobernación se habla con la señorita Carolina. A veces la
señora Carolina está con buen ánimo, porque a veces está con la maña, como todas
las personas no andamos con el genio bueno, “sí tengo”, y a veces “no tengo”. Y las
hace cortita y chao. A veces da inmediatamente y es buena esa ayuda porque ella nos
da, teniendo…,pero a veces anda con el genio malo y uno no sabe los problemas que
tendrá ella.”
Pragmáticos y fundamentalmente solitarios en su lógica de acción, ellos sabrán
agradecer siempre a quien los escuche y ayude. Como dice Jacqueline, todo se los
agradecía, por poquito, pero les agradecía…
Margarita, Curicó: “Hay algunas señoritas que tienen buen trato. La señorita del subsidio del
agua me trato súper bien, me dio bien explicada las cosas. Sí, porque me explicó bien que eso
duraba tres años y que después de los tres años tenía que renovarla de nuevo. A la muni es
donde uno va a pedir cosas de almacén, pero es mucho “hueveo” ir a pedir ayuda allá la que
es buena es la señorita Julia, es súper buena, ella atiende los puros días lunes. Usted le va a
pedir algo y va al tiro, pero las otras ayudantes no, cuesta mucho que le den algo, y si se lo
dan le dicen “Ya, no venga a molestar”. Y uno va a molestarlos porque lo necesita, porque si
no lo necesitara no andaría por allá pidiéndole algo. Así que a mí me gusta que esté la señora
Julia.”
Sobrevivir y hacerse visible, y en lo posible “querible”, aunque sea a través de la
victimización, por la asistente social, por el párroco, por quien sea…La búsqueda de
afecto y de reconocimiento a su situación de precariedad está presente en cada
interacción social. No todos sin embargo, lo logran de igual forma. No todos son
hábiles en conseguir esa mirada de reconocimiento y afecto. Salvo si se vive una
situación de violencia extrema como la de Lucía o de pobreza y abandono como
Jacqueline, o se tienen las fuerzas y la habilidad de Margarita que no se cansa de
recorrer las oficinas públicas en búsqueda de la ayuda que requiere para continuar
sobreviviendo. El resto, se conformará con lo que les llegue, porque las dificultades
para “comprender” la lógica y los criterios de asignación de subsidios son grandes.
Como Guillermo que además de no entender el proceso de asignación de viviendas
tampoco busca acercarse a un municipio que siente hostil hacia su persona. O
Angélica que prefiere la ayuda y el consejo de la iglesia para evitar la depresión que le
genera el sentirse abandonada por el Estado. O Pamela, Rosa que simplemente
aceptan lo que se les dé. Adaptarse a la identidad de pobre y marginal es el camino.
Ciertamente podemos decir que en estas historias el Estado es a menudo el recurso
central y a menudo el único con el que se puede contar. Ya sea bajo la forma de
mercadería, subsidios, programas participativos, consejos, contención o control, la
intervención estatal siempre se busca. Y cuando la ayuda pública no llega siempre
habrán otros caminos, la iglesia cumple un rol central en esta demanda por caridad y
afecto:
Lucia, Maipú: “A mi me ayudan en la iglesia católica, me dan mercadería todos los meses,
todos los dieciocho, los quince, también me dan la cena de navidad, me mandan dos pollos,
regalos para todos los chiquillos, en la sagrada familia, queda aquí no mas. Como tenga
problemas, la orientadora me anota para tres meses mas, ahora voy a tener que ir mañana
para inscribirme para tres meses mas, por que no estoy bien, no tengo mercadería…”
Angélica, Maipú: “Hace poco fui a una iglesia católica que esta cerca de los supermercados,
porque me dijeron que ahí estaban inscribiendo para trabajos y fui con mi hijo. Para hombres
no había trabajos y yo me inscribí para lavado, planchado, lo que fuera. Me anotaron y ya dos
veces me han venido a dejar mercadería, canasta familiar. Pero trabajo no… igual me ayuda
cualquier cantidad en el sentido que si yo no hubiese estado en la iglesia estaría con una
depresión terrible. Estaría muy mal.”
Los únicos momentos en que ellos se enfrentan y discuten su derecho a la ayuda es
cuando esta se les niega por razones que consideran arbitrarias, como es el caso de
Jacqueline cuando se enfrenta al Estado por haber sido excluida del grupo para la
obtención de vivienda, o Guillermo y Rosa que por no tener hijos, dejarán de ser
prioridad para recibir asistencia social. Pero son momentos escasos, todos han
aprendido a vivir de la ayuda, de manera silenciosa y resignada. Incluso cuando se
percibe claramente la arbitrariedad y la humillación de la cual son objeto.
Guillermo se pregunta como lograr un ambiente “digno” en su pequeña vivienda de
madera, como hacerse de una mesa y unas sillas para evitar la vergüenza de no tener
como recibir a sus visitas. O como Angélica y Pamela que se refugian en la caridad de
la Iglesia y sus instituciones para no caer en el vacío y la desesperación de saberse
sin salida alguna. O Jacqueline que sumisa acepta la prohibición de su marido para
buscar un trabajo estable y agradece toda ayuda que quiera darle el Estado.
Guillermo, Cerro Navia: “Tengo que buscar como ampliarme más y hacer las otras dos piezas
que me quedan como dormitorio, para estar mas independiente de todo…para no estar con la
mesa y comiendo ahí mismo, que la cama está al lado. Entonces eso es lo que nos tenía
incómodos. Habían compañeros, amigos que me querían venir a ver a la casa y “no”. Porque
usted conoce… estar almorzando, y que esté la cama al lado, entonces no. Y las sillas que
tengo no resisten más, las tengo que mandar a arreglar, entonces que la gente se siente en la
cama para mi es incómodo, me siento mal yo. Aunque me dicen “no vamos por lo que tú
tienes, vamos por tu persona”, pero igual. Ahí, cuando yo iba para la casa de ellos, ¿me
entiende?, es diferente el sistema. Claro que la situación económica de ellos es mejor que la
mía, pero igual. El hecho ya de ir a la casa de ellos, después que ellos vengan aquí… Me siento
mal, me siento incómodo... Entonces, ya me adapté al sistema, ahora usted me dice, una
libreta por cuenta mía, saqué una libreta pero de ahorro, de ahorro personal y que estoy
poniendo todos los fines cinco mil pesitos, la saqué hace poco, pero algún día, este fin de
semana sacarme el Kino y ahí...”

El conflicto con el Estado surge escasamente, salvo en el caso de quienes deciden


quebrar radicalmente con la mirada invalidante como Luis que se enfrenta a la
asistente social y al juez para defender su derecho a la paternidad.
Luis, Curicó: “Ahí donde el niño la otra vez me quejé porque ya tuve un problema con la
visitadora que no me dejaba verlo y quería que lo adoptaran al niño. Y, no pues, yo soy el
padre, cómo lo van a adoptar. Yo les dije acá en el juzgado, porque los niños están por acá en
el juzgado y les dije esto y esto, así que la señorita se fue de reto. Por algo uno se queja, si no
lo voy a ver, a la otra no lo pillo. Además al niño yo lo tenía internado por tres cuatro años no
más, y ahora me dicen que no lo saque porque pierde lo mejor que lleva el niño, que lo deje
hasta que el niño sea otro y aprenda lo que tiene que aprender. Voy a ver hasta qué curso
puede llegar estudiando allá y si puedo después lo saco y me lo traigo para la casa, veo un
modo a ver como puede trabajar por ahí…”
Solo cuando la identidad se ve violentada al extremo de lo permitible, de la vida en el
caso de Lucía, y de la pérdida de los hijos en el caso de Luis, la rebeldía surge
dejando entrever que la imagen deseada de sí mismo, aún está viva. Sumida en la
pobreza, violada y fuertemente maltratada por su pareja, Lucía intentará suicidarse y
luego abandonará a su marido junto a sus dos hijos. Es entonces cuando empieza a
preguntarse como sería su vida si ella estuviese sola; buscará sus certificados de
enseñanza media y comenzará a buscar una salida laboral y planificar su futuro.
En los otros casos la crítica y el distanciamiento con el Estado nunca se hacen
presentes; o solo bajo la forma de una crítica silenciosa entre las cuatro paredes del
hogar. Como Lucía, que rechaza los criterios de asignación de subsidios, pero que
jamás se atreverá a expresarlo frente a un agente del Estado.
La búsqueda de un vinculo de confianza, entendida como la posibilidad de construir
ciertas certezas básicas que posibiliten al menos consolidar la relación de ayuda, o
como en el caso de Lucía, reconstruirse como persona, es una dimensión esencial en
estos relatos, que nos da cuenta del deseo profundo de vivir en sociedad. Superar la
situación de marginalidad permanente, exige tener la prueba de que la sociedad
también está interesada en construir ciertos puentes y vínculos desde donde
comenzar a dialogar, a sentirse querido, respetado… Pareciera ser que la temprana
historia de abandono y maltrato hubiese dejado en ellos huellas difíciles de borrar.
El problema central entonces se vuelve para ellos poder producir estas condiciones de
aceptabilidad, de manera de recuperar la confianza en el mundo, y recuperar la
confianza en sí. Es por eso la importancia que adquiere la palabra, el gesto y la
mirada detenida de quien entrega la ayuda. O el valor transformador que puede tener
el paso de la critica apagada y privada a la confrontación y la expresión pública. Así
comprendida, la confrontación – como la de Luis frente al juez- aun cuando lleve al
alejamiento de la red estatal, se transforma también en un modo de acreditación y
reconocimiento público al status de ciudadanía alcanzado.

En síntesis, estas son historias de marginalidad dura, de la que se

reproduce generación tras generación; relatos de pobladores

habituados y resignados a vivir de la caridad


Capítulo 5 y la asistencia social.
Resistencia
Con lazos familiares, comunitaria
laborales, sociales muy precarios, para estos

pobladores el Estado (y/o la iglesia) constituye el principal y si no

único soporte de protección y resguardo.

Desde esta experiencia se construye una relación con el Estado

sustentada en los principios de la beneficencia y la caridad hacia el

más pobre; pero donde la idea de igualdad y derechos ciudadanos,

desde donde debiera fundarse todo contrato social, tienden a estar

escasamente presentes.

Sin imaginar salidas posibles a su situación de marginalidad, estos

pobladores esperan del Estado, encarnado en la figura de la

asistente social, una presencia y ayuda constante en cada uno de

los detalles de sus vidas. Habituados a ser sujetos de beneficencia y

caridad, sus identidades se construyen con dificultad, y siempre

desde una adscripción sumisa a su condición de marginal y asistido.

Aun así, el trabajo sobre la propia identidad se debate entre la

adaptación silenciosa a las gestiones – a menudo humillantes – que

les demanda la sobrevivencia; y la valoración de las propias

capacidades para, a pesar de las dificultades, resistir y salir


Marcelina
Mis papás siempre han sido sureños, ellos vivían en la novena región, camino a Chol
Chol a nueve kilómetros de Nueva Imperial. Ellos son campesinos, más bien dicho
son mapuche. Mi niñez la pasé en el campo, nací, me críe y estudié en el campo
hasta quinto año. Cuando la micro se venía, los estudiantes a veces nos veníamos a
pie y los zapatos no nos duraban, eran puros caminos de tierra.
Yo le dije un día a mi papá: “yo voy a estudiar de noche y voy a trabajar de día”. Así
que una profesora de ciencias sociales me pasó la casa y yo hacía el aseo en la
mañana y en la tarde estudiaba. Ella me daba un sueldo, vivía en esa casa y
estudiaba. Llegué a segundo medio bien terminado, pero después no estudié más
porque tuve que irme para el campo a cuidar a mi mamá, porque todos mis hermanos
mayores – somos nueve – venían a trabajar a Santiago o a Temuco. Después quería
seguir estudiando, me fui a Temuco a trabajar puertas adentro y en la noche seguí
estudiando y tampoco me resultó porque siempre yo era la que tenía que ir a cuidar a
mi mamá o a mi papá. Así que empecé mi peregrinar, pero mi talento de estudiar era
siempre, tenía la ocasión de estudiar parvularia, me gustaban los niños, por eso había
estudiado en el liceo para después entrar a la técnica; y mi futuro era ese, estudiar;
pero no fue posible, así que la pasaba trabajando de Temuco a mi casa. Ese
peregrinar hasta el año ochenta.
Mis padres ya no tienen terrenos como en años pasados. Los que tienen plata van a
comprar y se adueñan de los terrenos de los indígenas, a mi papá le pasó así, mi
papá tenía miles de terrenos y llegó un gringo y compró tantas hectáreas, pero cerró
todo lo que quiso, ¿me entiende?, ¿y a donde nosotros vamos a construirnos una
casa ahora, por ejemplo, si somos ocho hermanos y cada hermano toma dos
hectáreas? Y ¿cómo vamos a vivir si allá se espera un año la cosecha?

Santiago
El año ochenta llegué acá a Santiago a trabajar puertas adentro como empleada
particular y ahí después nunca más decidí estudiar y hasta ahí quedó mi carrera. Me
puse a trabajar para mandarle plata a mi papá, siempre ayudándolos a ellos. Me vine
a Santiago a trabajar porque mi hermana tenía conocidas acá. El año ochenta y dos
me puse a pololear, me junté con mi esposo, tuvimos el primer hijo y vivimos en Cerro
Navia, arrendamos dos piezas; ahí vivimos unos tres años. Después nos cambiamos
a la Población Yugoslavia, ahí nació la Mónica y el Fernando. Luego, compramos una
caseta y arrendamos un sitio, ahí es donde empieza el campamento El Arenal.

El campamento El Arenal
Yo llegué al campamento El Arenal en el año ochenta y cuatro, no habían muchas
casas. Hacen catorce años, la edad de mi hija. Nosotros llegamos a arrendarles al
dueño de este lugar, no tenía ni luz ni agua, ese era el campamento que nosotros
vivíamos. Después llegaron más de veinte familias. Entonces llegamos a
establecernos y de ahí ya nadie nos iba a mover; empezamos a hacer la casa bien
hecha, todo era de nosotros.
Desde el año ochenta y seis yo empecé a postular al Serviu, a poner plata, pero
después como no salíamos llamados - en dos, tres llamados no salía – saqué la plata.
Y así siguió llegando la gente y empezó a armarse como una población.
En el año noventa nos pusimos de acuerdo para formar el comité y ahí empezamos a
ahorrar, empezamos a reunirnos una vez a la semana. Hicimos un grupo y nos
organizamos vendiendo comida dos veces al mes, los grupos eran de seis o cuatro
personas. La comida que hacíamos la vendíamos dentro del campamento y fuera del
campamento, en los negocios, en la escuela.
Con la plata que se ganaba, cada grupo empezó a ir al banco; y con esa plata
empezamos a movilizarnos, gastábamos en locomoción para ir a reuniones, a Serviu,
a la visitadora de la municipalidad y lo que quedaba se repartía; aunque sea de cinco
mil pesos se iba al banco.
La idea de organizarse en un comité y empezar a juntar plata nace porque ya
estábamos hartos, porque nos faltaba el agua, la luz, no teníamos lo propio. Teníamos
muchas dificultades porque para poder tener luz nos teníamos que colgar (sacar luz
con cables propios). Nos decidimos un día que vinieron los de Chilectra y cuando
estuvieron arriba de los postes les dijimos: “Miren, nosotros vamos a bajar la escalera
cuando ustedes estén arriba, pero en este día queremos solución.” Así es que el
furgón tuvo que mandar a cambiarse con el chofer y avisar que teníamos a un
trabajador arriba del poste. Le hablamos al jefe, le dijimos que nosotros no éramos un
delincuente para que nos corten la luz a cada rato y queríamos una solución. Ahí
esperamos porque teníamos uno de los trabajadores arriba del poste. Le quitamos la
escalera, lo dejamos arriba y llamamos a la radio, a la televisión y vinieron. Llamamos
a todas partes de la difusión, así es que ahí fue la solución; así conseguimos la luz.
Entonces la municipalidad vio que nosotros estábamos haciendo algo y al otro día
vinimos con pancartas a la municipalidad de Cerro Navia. El alcalde que había en ese
tiempo se escondió y la secretaria nos atendió. Entonces la secretaria movilizó a
obras públicas para que nos fueran a instalar luz propia; de la noche a la mañana
tuvimos luz. Así que en ese sentido, luchamos por ese destino.
Allá en el campamento cuando nos organizábamos los niños estaban siempre con
nosotros, los hombres eran los que no participaban porque se los llevaban presos.
Nosotras éramos astutas y a los hombres los echábamos todos para adentro. Mi
esposo nunca participó, era yo y mi hija. A él no le gustaba y además trabajaba, pero
como él igual quería casa, me dejaba toda la libertad a mí y él ponía la plata. Yo soy
más activa, tengo más paciencia para poder escuchar, aunque sea por años. Yo le
decía a él, “este año va a ser, como sea voy a salir.”
Me acuerdo de una anécdota del agua. Yo no podía vivir sin agua, así que logré tener
mi medidor; pero los demás no. Entonces empezamos a hacer reuniones, nos
juntamos y sacamos de mi medidor cañerías bien hechas con materiales comprados
por todos, los pobres vecinos trabajaron toda la noche. Nunca se dieron cuenta en
EMOS porque yo siempre pagaba por mi, así tuvimos al final todos los vecinos el
agua.

Las ayudas
En ese tiempo de la ayuda que me acuerdo es de un concejal (de derecha y
empresario de la comuna). Ese dio un poco de ayuda cuando nosotros
necesitábamos, por ejemplo cien vienesas, ayudó en pan y vienesas.
Una sola vez fue el Hogar de Cristo, fue para un temporal, esa vez tocamos ropa
nosotros, más de bebé, no tocamos ropa grande como para mí, así es que la
devolvimos.
La municipalidad se portaba bien, cuando les pedíamos ayuda ellos estaban. Incluso
un año les pedimos pizarreños y ellos cumplieron y vinieron. Un año que estaba
lluvioso también le pedimos ripio en mediería179 y nosotros pusimos la otra mitad. Lo

179
Mediería: término campesino para referirse al trato entre el dueño de la tierra, que pone los
insumos y la tierra, y el campesino que pone su trabajo. La cosecha se reparte a medias o
único que no cumplieron es en los baños que siempre los necesitamos para que
vengan a buscar los líquidos, en ese sentido no respondieron, pero en otras cosas si.

La promesa
Después llegó la Gálvez al campamento, la elegimos (de alcaldesa) nosotros. Empezó
a ir el doctor Gálvez también (hermano de la alcaldesa, candidato a diputado), nos
fueron a ofrecer todo gratuito, atención medica para los niños. Una vez fueron Gálvez
y Gálvez a una reunión; de candidatura ella empezó a ofrecer que nos iba a ayudar:
“si me ayudan, ustedes van a tener cuatro unidad de fomento para la vivienda de cada
familia.” Y nosotros para no quedar en menos, porque todo esto era organizado,
teníamos grabadora, por si acaso se echaba para atrás. Y se echo para atrás, con
cuatro unidades de fomento (para la vivienda).
Entonces un día a la señorita visitadora - Gálvez ya era alcaldesa - le reclamamos:
“Tenemos la grabadora, usted dispuso esa plata y queremos que la plata sea
depositada”. Nosotros hablamos con ella directamente. Ella se había echado para
atrás, pero nosotros le dijimos: “Tenemos todo grabado, inmediatamente se hace el
depósito”. Y empezamos a sacarle la plata; más de cuatro unidades de fomento cada
uno, eran veintidos familias. Esa plata pasaba directo de la municipalidad a la libreta
de ahorro para la casa.
Entonces empezamos a coordinarnos y optamos por que la municipalidad tuviera la
libreta, porque si nosotros la teníamos íbamos a sacar la plata, a gastarla. Así que
nosotros íbamos a depositar y pasaba después a la municipalidad.
Y entonces el comité del campamento siguió marchando, pero varias veces se fueron
los presidentes. Yo creo que la gente trataba bien a los dirigentes, porque cuando nos
portábamos mal o no hacíamos las cosas nos decían. Ellos nos creían y si no nos
creían también lo iban a averiguar a la municipalidad. La municipalidad en muchos
sentidos nos ayudó, se movieron harto, bueno que nosotros estábamos encima de
ellos porque tenían que hacer cosas. Es que éramos unidos, cuando proponíamos
una cosa estábamos todos ahí.
Y al final llegó el presidente don José Arévalo, entonces yo decidí de trabajar con el
vecino José, en las buenas y en las malas estábamos. El problema es que la gente
muchas veces no comprende, así es que el vecino pasó muchos malos ratos. Incluso
con sus mismas cosas porque dejaba todo su trabajo botado y pasaba en la
municipalidad haciendo trámites y los vecinos no comprendían eso. Si se disolvían los
comités nosotros seguíamos marchando, seguíamos averiguando como podíamos
postular nuevamente; varios años nos rechazaron la postulación porque no nos
alcanzaba el puntaje.
En mayo vencía la postulación, pero nosotros ya habíamos mandado todos los
papeles a la municipalidad que nos dijo: “Nosotros los reactivamos por computación”,
pero quedamos cachudos (desconfiado), como dice un buen chileno. Y con el
presidente fuimos a la municipalidad a preguntar qué pasaba, porque nosotros
teníamos que saber. Y la señorita Leonor, que era la visitadora de la municipalidad
nos dice: “Está todo ok”. Y nosotros por ahí hablamos con una señora que se llamaba
Angélica y le preguntamos: “¿Qué pasa que a nosotros ya dos veces nos han
rechazado, cómo podemos llegar por medio de ustedes a SERVIU?” Y ella de buena
voluntad dijo: “Vengan todos los dirigentes, presidentes, secretarios, tesoreros y toda
la directiva que está por delante de ustedes, tal día los voy a atender y vamos a ir a
SERVIU.”

según sea el trato. Marcelina homologa este trato a la relación entre el Estado y los
pobladores.
Y fuimos al SERVIU, me acuerdo, al sexto piso, fuimos donde se activaba el llamado.
No estábamos en la computadora para poder salir llamados ese año. La municipalidad
no había hecho el trámite, no había hecho nada. Entonces nosotros agarramos la
carpeta indignadas y fuimos al jefe del SERVIU. Ya estábamos tan cansados; nos
habían dicho tanta mentira en el SERVIU. Más encima, después nos fueron a ofrecer
un convenio para poder salir rápidamente del campamento. Era un fraude. Todos nos
entusiasmamos. Después como nosotros éramos inquietos empezamos a averiguar y
en una de esas nos dimos cuenta que era puro fraude. Sabían todo, sabían cuanto
ahorro teníamos… Ellos sacaban la cartola, nosotros no podíamos sacarla me
acuerdo, y la tenían al instante. Entonces nosotros empezamos a ponernos cachudas
(desconfiadas). Nadie cayó gracias a dios, a final los que podían caer en el fraude,
porque les alcanzaba la plata, no quisieron porque no se sabía lo que iba a pasar con
los otros vecinos.

Los programas sociales


A nosotros lo que más nos ayudó fue Chile Barrio, nos ayudaba en orientación: donde
teníamos que reclamar, donde tenemos que ir, que día teníamos que ir. Una Ong
también se involucró, iba a ver como estábamos en invierno, llegaban con su ayuda,
tenían reuniones con nosotros. No ayuda grande, pero su presencia era estable para
uno porque a quien íbamos a decir: “Señorita, sabe que necesitamos ripio por
ejemplo, caso usted puede contactarse con la alcaldesa”; y en un dos por tres
nosotros teníamos ripio. Imagínese, hasta eso llegábamos nosotros. Nos iban a hacer
clases también, ahí algunas personas aprendieron a leer, incluso mi hijo hizo un curso
por Inacap. Nosotros también hicimos orientación porque ya estábamos con
demasiado estrés, hicimos uno de autoestima. Lo pasábamos re bien. Había gente
que nosotros conocíamos, pero que no sabíamos lo que pasaba en su hogar. Acá en
la villa no se hace nada de eso, se nos perdió toda la autoestima cuando llegamos a
acá, es que como somos hartos, acá estamos más dispersos.
También llegamos a FOSIS por la Intendencia, empezamos a formar dos grupos, un
grupo de mujeres y otro de hombres; entonces empezamos a ver qué actividades
podíamos hacer con esos recursos. Pensábamos una serie de cosas que podíamos
hacer, vender huevos o postular a un horno industrial para hacer pan amasado,
pasteles…Habíamos postulado por Fosis y ganamos 10 millones de pesos. Así que
ahí empezamos a organizarnos en eso y ahí nosotros cuando nos fueron a entregar la
plata hicimos un evento. Ahí fue la Intendencia, la alcaldesa, varios diputados, fue el
chico Zaldivar (senador). Y nosotras nada de tontas porque queríamos salir luego del
campamento, acaso nos querían apaciguar con 10 millones de pesos… Como éramos
revoltosas empezamos con las pancartas: “Nosotros queremos una solución pronto
señor presidente, señor intendente, señora alcaldesa…que a nosotros no nos toman
en cuenta”. Esa vez no andaba la televisión, diarios no más nos entrevistaron. Y el
Intendente me dice: “¿Y ustedes que pretenden hacer con esas pancartas?” Bueno,
usted está viendo le dije yo, llevamos quince años postulando al Serviu y nunca
obtenemos la casa.

La erradicación
A nosotros nos preguntaron dónde queríamos vivir, pero nunca nos ofrecieron Cerro
Navia y nosotros peleamos porque queríamos quedarnos, pero no quisieron. Nos
decían que era mucha gente, que no había capacidad para tanto. Incluso fuimos
donde la señora alcaldesa a reclamar, al SERVIU, pero no hubo posibilidad y la
verdad no se por qué a nosotros no nos quisieron dejar allá siendo que después
integraron a más gente. Yo quería quedar con casa porque tiene patio y uno puede
hacerle un segundo piso. Empezamos a decidirnos donde había mayoría, así que
quedamos en Maipú. Incluso peleamos por quedarnos en el lugar donde estábamos.
Ahí no se metió la municipalidad, el que nos estaba ayudando era el diputado Plaza,
pero después vio unas cosas raras y nos dijo: “Mejor no peleen chiquillos porque ya
está todo dado vuelta”. Lo que pasa es que ya habían vendido ese terreno a una
empresa de microbuses.
Una vez yo fui a una entrevista y pregunté todas esas cosas, pero nadie me explicó
nada. Esa entrevista era con todos los campamentos y toda la gente, esa vez había
toda clase de personalidades, estaba el representante de la alcaldesa porque parece
que ella estaba de vacaciones. Esa vez yo les dije todo, cómo estaba la situación,
como estaban las casas, como nos habían engañado con el dividendo. Cuando a
nosotros nos hicieron presentar las liquidaciones de sueldo para poder postular,
nosotros presentamos por 120 mil pesos, y nos dijeron: “No, es que no te va a valer,
vaya a hacerlo por 190 mil pesos base”. Eso fue lo que nos dijeron los que hacían los
papeles. Bueno, por eso ahora estamos perjudicados, yo creo que en relación a eso
sacaron el monto tan alto del dividendo.

La casa
Y seguimos esperando, seguimos esperando y en una de esas dijeron, “salieron
llamados”. Y nosotras vueltas locas comprando el diario y gracias a dios salimos
llamados. Fue la felicidad más grande, pero después pasaron los meses y nada; no
pasaba nada y ya se acercaba el año 2000. Me acuerdo que yo decía “no lo quiero
pasar acá en el campamento”. Y entonces vinimos un día acá a ver las casas; toda la
gente que le tocaba acá vinieron esa vez a reclamar. Llegaron los carabineros,
llegaron de SERVIU. Y empezó el jefe de obras a entregarnos los departamentos ahí
mismo en una oficina.
Nosotros teníamos todo organizado, algunos no tenían para pagar el flete y
empezamos a hacer reuniones, vamos a hablar con la visitadora a ver si acaso nos
pueden pasar un camión. Fuimos a hablar con la alcaldesa y nos dijo: “Ningún
problema yo le paso todos los camiones que quieran a ustedes”. Entonces la
alcaldesa ese mismo día se fue a despedir de nosotros. Así es que se portó bien en
ese sentido, todos llegamos bien por acá, gratuitamente trajimos las cosas.
Llegamos al 2000 acá. La ong también se portó bien esa vez, si nos trajo champagne
en vísperas del Año Nuevo y lo más bonito es que fue acá que celebramos todos
juntos los del block, hicimos una mesa de té club allá afuera. Es emocionante,
llorábamos de alegría todos, feliz. Y los hijos también, los hijos lo único que querían
era salir.

El taller
La plata que ganamos en el FOSIS la invertimos para hacer un taller de costura:
“Mujeres El Trébol. Taller de Costura”. Obtuvimos diez máquinas y empezamos a
organizarnos. Cuando llegamos a la villa recién ocupamos la plata, funcionó por
meses, hicimos cursos de confección, ahí también estuvo metido Chile Barrio, FOSIS,
se unieron todos y nos consiguieron todo para hacer cursos gratuitamente. Nosotros
gastábamos solamente en la locomoción, participábamos dieciocho personas.
Empezamos a funcionar así, pero resulta que después cuando llegó la cuenta de la
luz nadie quiso cooperarme y ahí mi esposo me dijo: “No, termina el taller y listo”.
Después dejamos una señora para vender, pero no se hizo responsable de vender las
cosas y ahí quedamos. Habíamos salido nosotras con la señora Sonia a vender los
sábados y domingos cuando la feria se colocaba aquí cerca, ahí vendimos varias
cosas y de ahí nos dio flojera y nadie movió nada. Empezamos a recurrir a la Junta de
Vecinos para que nos prestaran la sede; no podíamos ocuparla porque SERVIU no
había autorizado todavía, la municipalidad tampoco la entregó. Viera como está la
sede ahora, toda destrozada, habíamos colocado protecciones y las hicieron tira, los
vidrios rotos, la taza del baño, todo roto. Habíamos hecho todo un inventario de las
cosas, la equipamos, compramos cocina, compramos galón de gas, compramos de
todo lo que se necesita en un centro comunitario, fondos, ollas, lo tenemos todo.
Entonces está el problema de que SERVIU no autoriza a usarla y tampoco está la
municipalidad que responda. Hemos ido varias veces a SERVIU a preguntar, por que
todavía no hay entrega ni de estas casas. No estamos existiendo, somos fantasmas,
en ese sentido estamos estancados. Las únicas cosas que nos han robado es la
cocina embalada, cuatro banquillos nuevecitos, y menos mal que alcancé a retirar a
las dos de la mañana la mesa de ping - pong, sino también lo hubiesen sacado. En
ese sentido estamos topando, pero queremos hacer reuniones, por último que nos
den una caseta la municipalidad, la instalamos detrás de la Iglesia para hacer un
taller, lo único que necesitamos es que tenga luz. Es ahí donde estamos topando,
porque nosotros teníamos a la profesora que iba a venir y eso todo lo hemos perdido.
El presidente de la junta de vecinos se está encargando de hablar con la
municipalidad, pero nadie hace nada.

La solidaridad
Allá en el campamento pasaron hartas cosas, se quemaban las casas, se me
murieron familiares. Tristezas, pero también alegrías, hartas niñas se casaron. Era
super tranquilo ese lado, nadie se metía con nadie, éramos amigos; pero llegamos
aquí y todos se desunieron nos hablamos igual, pero no como allá.
Yo creo que esto pasa porque estamos pagando individualmente el departamento,
nadie se mete con nadie. Pero por ejemplo, si a una vecina le quitaran el
departamento porque debe muchos meses yo creo que sacaríamos fuerzas de donde
sea para que no lo perdiera, buscaríamos una solución. Al menos yo, si me piden una
ayuda estoy dispuesta a ayudar. A lo mejor no tengo el mismo pensamiento de ellos,
desde que llegamos acá cada uno anda por su lado.
Por ejemplo, el otro día estaba buscando trabajo una señora. Yo le dije, ya muévete y
yo te paso por último la máquina que está aquí y vendes cualquier cosa, pero haga
plata aunque sea para ir pagando de a poco, pero no te quedes ahí. Organicémonos
de nuevo, como sabes. Por último le dije yo, ponemos,- mire el pensamiento mío-, una
carpa y ponemos la alfombra allí afuera y hacemos un taller. Imagínese… lo
importante es estar organizadas, batallando. Llamemos a la televisión, como no nos
van a ayudar, vamos a dejar una carta y que nos vengan a ver como estamos
trabajando. Nosotros tenemos la personalidad jurídica, “Las Mujeres del Trébol”. Mi
socia no se ha movido mucho, está floja. Más encima yo estoy trabajando. Por eso le
dije a la señora Ana que le doy todo el derecho a que se mueva, que vaya a hablar
con la municipalidad, por último que nos faciliten un sitio.

La villa
En el campamento igual había robos, había de todo allá. A mí me entraron a robar
tres veces. Estaba ahí mismo el ladrón, no se como robaba la gente, habían ladrones.
Igual yo encuentro que acá en la villa es más seguro como yo tengo protecciones
(rejas) y aquí hay más gente; allá en el campamento eran potreros por ahí se metían.
De acá me gusta todo, porque es más limpio, la comunidad, todo; además tenemos
todo cerca, se puede pagar la luz, el dividendo, todo cerca, tenemos banco y
supermercado.
Lo único que no me gusta de acá es que las cosas son más caras, al menos allá en
Cerro Navia eran más baratas las cosas; las cosas son todas caras aquí, como que
allá vivíamos en la pobreza las ferias libres eran súper baratas. Lo que pasa es que
piensan que porque uno vive en departamento uno tiene cualquier cantidad de plata,
eso es lo que pasa, ese es el cambio.
Yo estuve siempre en Cerro Navia y el cambio para acá fue difícil, al menos a mi me
costó acostumbrarme. Allá yo tendía la ropa con agua para que la tierra se mojara,
hacía lo que quería, pero en este momento uno no puede hacer esas cosas. Todo
cambió, todo cambió. La gente es diferente, todo es diferente. Pero al menos nos
conformamos con que uno es dueño de una propiedad, eso lo tenemos bien claro.
Allá no pagábamos arriendo y acá tenemos que ponernos como sea y pagar el
dividendo, la luz, el agua, teléfono y la educación de los niños; así que en ese sentido
cambió todo para nosotros.
El dividendo sale pesado, cuando estábamos en el campamento esa plata no se
gastaba. Como mi esposo está sin trabajo yo he tenido que, después de años,
empezar a buscar trabajo puertas afuera. Ahora estoy en un aseo industrial que hay
acá en Maipú, en una empresa particular. Mi cuñado trabaja allá y por medio de él me
dio los datos. No salí a veranear, ni una cosa este año; trabajé no más, para estar al
día en el dividendo, en todo. Yo le digo a los chiquillos, la casa ahora es de ustedes,
uno algún día voy a morir, ustedes van a quedar con casa así es que tienen que
luchar por eso, que mi hija encuentre trabajo ahora no más, para que tiren ellos para
arriba. Yo el año pasado estuve haciendo sopaipillas, pero como ahora estoy
trabajando estoy más estable, no he tenido problemas. El otro día hicimos completada
y sopaipillas y se vendió todo en un rato. Yo no he necesitado hacer eso ahora,
porque como mi hijo me está pagando todas las cuentas, pobrecito le saco el jugo
De todos modos es la mejor situación que hemos tenido, porque uno está viviendo de
lo de uno, de lo propio. Allá teníamos lo propio, pero no estábamos seguros.
Imagínese en cualquier momento nos podían sacar y a dónde íbamos a ir, íbamos a
seguir dando vueltas y vueltas. En cambio acá no, ya postulamos, salimos con este
departamento, aunque la prioridad de nosotros era casa, pero hay que conformarse.
Nosotros nos imaginábamos como iba a ser, pero todo no podía salir como nosotros
queríamos.

Los vecinos
Al principio tuvimos problemas con los que no eran de El Arenal, era un lío, pero
después ya no. La gente acá es cariñosa, uno muchas veces no entiende a la gente,
muchas veces uno piensa que son mañosas y no son así. A lo mejor de nosotros
piensan lo mismo: ¡esa señora, mira que antipática!, pero son solidarios, no son
peleadores, pero es diferente a la gente de El Arenal. Allá si había que ayudar a
alguna persona, lo ayudábamos; pero acá cada uno vive su mundo, no vamos a decir
que pasamos de convivencia en convivencia. Aunque a mi me gustaba más cuando
estábamos organizados, éramos porfiado nosotros, insistíamos porque queríamos
salir de allá.
Bueno ya que nos vinimos acá definitivamente nos tenemos que adaptar a todo,
adaptar. A mi no me ha costado adaptarme, a mi vecina sí, ella todavía sueña con irse
a Cerro Navia.

Los hijos
Tengo tres hijos, mi lola tiene dieciocho y está haciendo la práctica de contabilidad,
uno de diez y el mayor que estudio técnico en computación. A este niño cuando salió
de cuarto medio su papá le pagó un Instituto particular, hizo un curso por ocho meses
en tecnología de última avanzada, reparaciones y armado de computador. Y mientras
estaba haciendo el curso trabajaba en la feria, después sacó la licencia de conducir,
partía con el camión y vendía. Encontró otra pega en la construcción ¡imagínese
donde está ahora! Entró un mes de jornalero y ahora este mes ya pasó a maestro,
porque el jefe de él es su primo; así que ahí lo tienen trabajando, pero es super
inteligente, trabajador y futbolista...
Yo creo que la educación es un privilegio para todos, de todos los niños que venían
del campamento ninguno terminó de estudiar, incluso tenían mejor situación que yo.
Como usted educa a sus hijos irán a ser, no es cierto, mi mamá era analfabeta, no fue
a la escuela nunca. Yo nunca pensé que mis hijos iban a terminar de estudiar, yo
pensaba que iban a quedar a la mitad, pero gracias a dios lograron sacar su cuarto
medio y eso es harto decir. Porque como están las cosas, imagínese está la droga,
esta tanto libertinaje que hay hoy en día y uno tenía ese miedo. Porque uno a veces
no tenía, imagínese yo tenía que pagar 23 mil pesos mensuales, y de donde iba a
sacar eso; y por su esfuerzo el ganó su beca por dos años, becado y de almuerzo. Si
hubiese sido estudioso yo creo que hubiera estado que rato en la Universidad.
A mis hijos les gusta acá. Allá en el campamento mis hijos no tenían amigos, como
veían esa pobreza…. No tenían polola, nada; si lo tenían lo tenían afuera no más, no
la llevaban; por vergüenza seguramente, incomodidad puede ser…Mis hijos querían
casa. Ellos tienen más capacidad para adaptarse, con la juventud, con los amigos.
Nosotros estamos mejor de todas maneras, ellos pudieron ver la pobreza que yo tenía
antes. Con decirle que a los doce años recién vine a conocer un zapato, a pura patita
pelada yo estudié y no me da vergüenza decirlo, si fui pobre.
Yo no le hecho culpa a mi papá ni a mi mamá, bueno que todos hemos tenido que
pasar ese proceso, porque fueran ellos educados a lo mejor como yo he educado a
mis hijos, seríamos otras cosas. Yo lo único que les he dicho a mis hijos es que ellos
ya sacaron su cuarto medio, ahí ven ellos si después estudian, si quieren hacer algo
más, ellos verán de seguir o no seguir estudiando.

La casa
Lo que más me gusta de mi casa es la comodidad, porque uno está independiente, al
menos tiene su baño, allá teníamos que ir al baño más lejos de lo que teníamos la
casa; al menos el mío estaba dentro, pero siempre más afuera de todas las cosas; no
como ahora que está todo independiente, eso me gusta. Lo que más me gusta es
tener mi agua calentita.
Y lo que más me encantó cuando llegué acá y lo primero que vi y lo único que le dije:
gracias señor porque voy a poder por fin, no voy a calentar más agua en la cocina;
claro si imagínese yo pensaba que me iban entregar sin calefont, pero venía
instalado, llegar y colocar el gas y bañarse; eso es lo que más me gustó. Porque allá
calentábamos agua en una tetera, en una olla, teníamos una olla sucia aparte,
bañándose, echándonos agua; en el verano no era tanto porque teníamos duchas
heladas no más; claro que en el invierno los niños, el frío…lo más lindo que hay es el
calefont. A lo que más me costó acostumbrarme fue al espacio.

El futuro
Lo que más me gustaría es que mis hijos terminaran sus estudios y que tuvieran
después trabajo, esa es la aspiración mía, que mi hijo mayor así como esta trabajando
se consiga plata y pague su matrícula. Así que eso es lo que más anhelo, que ellos
sean diferente a mí, no trabajando como empleada particular, sino que el orgullo más
grande que tengo es que sacaran su profesión, que terminaran de estudiar al menos.
Si un día llegan ellos por su voluntad a la universidad sería la mujer más feliz.
Falta el dinero, falta trabajo, eso es lo que nos falta. Si ellos tienen ganas tienen que
salir adelante así como uno salió adelante con ellos, entre la pobreza y la riqueza, la
enfermedad, salimos adelante y le dimos sus estudios. Porque muchas niñitas que
vinieron se han casado, han tenido hijos y no han terminado sus carreras, al menos yo
soy orgullosa porque mis hijos ya se están titulando. Pero para poder apoyarlos y
ayudarlos nos hace falta el dinero más que nada; es que hay que pagar todo, primero
tenemos que tener un buen trabajo; y eso sería el futuro, esa es la opinión mía,
delante de ellos se los digo.
A mi me gustaría trabajar en la cocina, ya sea en un hotel, en donde haya cocina, ese
es mi sueño, pero para eso hay que tener un apoyo, la oportunidad, no se de quien,
yo creo que del municipio o de una empresa, del gobierno, porque muchas veces el
gobierno dice: el país está bien, no hay cesantía ¿y en que estamos?
Yo al menos por vivir en el campamento muchas veces me sentí mal, porque yo
pienso que estaba viviendo mal, con suciedad, por ser tan pobre para no decir otra
cosa. Yo no sé por qué la gente de afuera nos trataba mal, porque estamos viviendo
iguales, unos pueden tener más cosas que yo, pero vivimos todos iguales. Si vamos a
sentir un olor todos sentimos aunque vivan un poco más allá, pero así es la gente.
No hay batalla que se de que no se gane, a la larga va a tener que dar algo. Siempre
hemos tenido la paciencia de esperar. La casa es una batalla ganada, igual que el
Fosis, los hijos terminando la educación, sacando su cuarto medio es una batalla que
se gana.
Usted llega a su casa ahora puede decir “gracias a dios” porque pude tener un baño,
porque pude tener un calefón y un techo a mi hijo. No es lo mismo vivir así, sin baño,
sin luz. En el campamento hay mucha suciedad y mucha discriminación... Yo encontré
una discriminación sobre mi hijo porque cuando vivíamos allá él no pololeaba, no
llevaba a la casa a sus compañeros porque sentían inseguridad, como que vivían en
una pobreza, ellos la llamaban “última”. Y eso que mi hijo estudió en una escuela
particular, no fueron internados igual que su mamá, y trabajaba yo y mi esposo. Pero
en ese sentido, cuando llegaron a la casa dieron gracias porque ahora pudieron traer
a sus compañeros de estudio y van a estudiar a su casa, pudieron invitarlos a alojar
en una cama limpia y ordenada, y eso acá lo tenemos. Entonces yo me siento
orgullosa por tener lo que he logrado.

1. Presentación

Esta es la historia de Marcelina de Maipú, ella se asemeja a la de Sonia y Carmen de


Maipú; Clara, Mercedes y Yuri de Cerro Navia; Delfina, Consuelo y Bernarda de
Curicó. Todos ellos construyen su historia aferrados a la comunidad de iguales y a un
ideario de justicia colectiva.
Trayectorias estables en su pobreza, pero donde se reconoce el valor de la
comunidad en el logro de mejoras en su calidad y nivel de vida. Por ello talvés, uno de
los temores compartidos es el miedo a que la comunidad se rompa
irremediablemente.
Una característica común es también la experiencia de migrantes rurales. Todos
provienen del campo, del sur de Chile, Temuco, Los Ángeles, San Carlos, Chillán...
Todos llegaron a trabajar a la ciudad aún siendo niños movidos por el deseo de una
mejor vida: “Tú te levantabas en la mañana con ganas de comer, de hacer algo y la
casa era mísera, era pobre, mi papá borracho, mi mamá apenas podía lavar ajeno…”
Una vez en la ciudad, las niñas trabajarán como empleadas domésticas y los niños en
servicios varios. Sus relatos están marcados por un permanente contrapunto entre la
vida en el campo, vida de mucha miseria, y la vida en la ciudad, vida de soledad,
temores y también oportunidades.
Carmen, Maipú: “Soy de los Ángeles, pero acá se me han abierto las puertas de hartas cosas,
por lo menos tengo mi casa. También he logrado bastantes cosas que a lo mejor allá no habría
logrado, es que es más chico, más difícil, acá se me ha hecho más fácil, a lo mejor en los
Ángeles no hubiera estado acá, habría sido distinta, quizás calladita...”
Justamente porque todos migraron y comenzaron a trabajar desde muy pequeños, la
educación es precaria. En este universo tres mujeres son analfabetas, y aunque todas
han hecho esfuerzo por aprender a leer y escribir, las tres se saben fuertemente
limitadas en su capacidad para desempeñarse en el mercado de trabajo.
Un rasgo común a todos estos pobladores es su gran capacidad de desempeño en los
asuntos de la comunidad. Todos, ya sea como dirigentes o vecinos, tienen una
trayectoria de activo compromiso en sus villas y poseen fuertes vínculos de
solidaridad y amistad con su entorno. Una de las pobladoras analfabetas cuenta con
orgullo, como a pesar de no saber leer ni escribir llegó a ser tesorera en su
campamento gracias al valor de su palabra y la confianza que ella despertaba entre
sus vecinos.
Un temor común sin embargo, es el miedo a perder estos lazos de protección y
solidaridad. Dos de ellos, Yuri y Mercedes relatan con impotencia como, a pesar de
haber sido dirigentes comprometidos con la organización de vecinos y el ahorro para
la vivienda, finalmente quedaron solos y excluidos del proceso de postulación a una
vivienda. Ambos, se declaran hoy escépticos y defraudados por esta comunidad;
dicen no creer en nadie solo en su propio esfuerzo.
Como veremos, tras cada una de estas historias se ha construido un relato que
ordena la propia experiencia de vida, los recuerdos y un ethos cultural que funda una
cotidianidad donde el valor de la comunidad está siempre presente. Son relatos que
dejan entrever, en un lenguaje simple, un conjunto de significaciones implícitas, pero
que dibujan un mundo de la vida que todos quisieran más solidario y justo.

2. El contrato social
Estos pobladores perciben que su propia situación de marginalidad es producto de las
condiciones económicas, laborales y sociales que los rodean. Es justamente sobre la
base de esta percepción compartida que se invoca la intervención del Estado en su rol
de garante de los principios de igualdad y justicia social. La concepción del contrato
social recoge esta mirada: un Estado que respete y vele por el cumplimiento de los
derechos de los más pobres; y una organización de pobladores que exija y controle
estos principios de igualdad y justicia social.
Para estos pobladores, no hay otra manera de superar la pobreza que desde una
acción participativa entendida como el ejercicio colectivo de los derechos. Esta acción
requiere sin embargo, de la concertación con un Estado cuyo papel central es el
asegurar el cumplimiento del principio de la igualdad y ayudar a los que se esfuerzan
y aspiran a salir de manera solidaria y organizada de su condición. El reconocimiento
a la organización por parte del Estado es finalmente el reconocimiento a los más
pobres en tanto sujetos de derechos. Así concebido el contrato social, no es de
extrañar que a diferencia de otros relatos, en estos encontremos de manera
recurrente conceptos como democracia, igualdad, justicia y derechos...
Mercedes, Cerro Navia: “Me gustaría que se preocuparan más de ... que si van a erradicar un
campamento que sea a todos por igual, no porque algunos tengan hijos y otros no tengan,
todos tienen derecho a lo mismo, no dejar gente en el camino a brazos cruzados o no prestarle
ni una ayuda.”
Si la pobreza persiste y la percepción de desigualdad se impone en este país, es
porque el cumplimiento del contrato social tiene deficiencias serias. Como dice Yuri
desde la rabia y la impotencia: “Estoy en contra de la injusticia, todo, todo...pero la
igualdad llegó para todos, o sea estamos todos cagados (mal) ahora... por parejo,
llegó la igualdad para todos, eso era lo que quería el presidente.”
La desigualdad social se percibe como una de las principales trabas para poder salir
de la situación de marginalidad y exclusión. Pero como ellos señalan, históricamente
siempre ha sido así, el poder de los que tienen más sobre los que tienen menos:
Sonia, Maipú: “…y no es de ahora no más, el pobre tiene que andar, como se dice, a la
voluntad de los que tienen más. Los que tienen más poder y eso siempre va a ser así, es que
yo creo que si nosotros hubiésemos tenido más plata... pero como falta lo principal que es la
plata, entonces siempre va a ser eso así. Porque siempre el que tiene más va a joder al que
tiene menos, y va a querer tener más de lo que tiene. Pero yo creo que con plata o sin plata
somos todos iguales, vamos a ir a parar todos donde mismo, porque el día que nos muramos
no van a decir este aquí no porque tiene más plata...”
Clara, Cerro Navia: “Tanto que hablan de que en este país se va acabar la pobreza, pero eso
nunca va a ser así porque siempre los de arriba van a estar apuntándolo a uno con el dedo,
pero yo no me siento derrotada aunque viva en campamento, aunque me da pena por mis
hijos. Eso es lo peor que no somos lo adultos los perjudicados son también los niños, a ellos
les están jodiendo la psiquis, están descalificándolos y eso sí que duele...”
La percepción de que hay dos Chile que no se conocen, un Chile de los que tienen
éxito y poder y el otro de los que viven en la miseria y el olvido, es parte de las
evidencias que estos pobladores destacan para explicarse las dificultades de hacer
realidad un contrato social que privilegie la solidaria y la justicia social:
Juana, Curicó: “No sé por que el gobernador no viene a los lugares, pienso que la realidad de
ellos no es lo mismo que si la viéramos en terreno, así que ellos dicen la pobreza, pero no
vienen a ver la pobreza, si no que hablan de ella pero no la conocen en realidad, si la
conocieran los puntos de vista serían diferentes a como la ven ahora, así que para mi punto de
vista no sé, yo pienso que si las autoridades, si la municipalidad se acercara a ver la pobreza.”
El estigma de la pobreza y la percepción que siempre se tiene todas las de perder, y
que la justicia ha sido hecho para beneficiar a otros es también un elemento presente
en los relatos de estos pobladores:
Mercedes, Cerro Navia: “Sea uno como sea, tiene derecho a vivir, a tener donde vivir, a comer,
a vestirse, no porque sea mayor de edad, que no tenga beneficios, entonces para mí eso es
muy injusto que el gobierno y quienes los acompañan, hacen esas leyes.”
Para estos pobladores, el Estado y las autoridades a menudo desconocen a la
comunidad organizada, también los acuerdos y la palabra empeñada. Desde su
percepción, la ineficacia de muchos recursos públicos en el mejoramiento de sus
condiciones de vida se explica en la poca relevancia que el Estado otorga a los lazos
comunitarios; o en el uso acotado y excesivamente funcional que el Estado hace de
estos vínculos solidarios. Su experiencia de vida, les ha demostrado que sin
comunidad y esfuerzo colectivo, poco es lo que se habría logrado:
Sonia, Maipú: “Porque donde nosotros estábamos antes, si nosotros no luchábamos y no
trabajábamos, nosotros seguíamos ahí... Porque si nosotros esperábamos que nos ayuden,
todavía estaríamos esperando. Eso lo tengo más que pensado, porque nosotros lo pasamos.”
La relación con el mercado de trabajo no es fácil, como no lo es para todo nuestro
universo de pobladores. Sin embargo, como veremos posteriormente, todos ellos son
persistentes y hábiles en su búsqueda de trabajo. Aún así, frente a las evidentes
dificultades que el mercado le ofrece a quien cuenta con pocas capacidades y
educación, ellos demandan un Estado más activo en la intermediación con el
mercado. No es un Estado empleador lo que se demanda (como sí lo es en el caso
del modelo de protección clientelar), sino un Estado facilitador y articulador con las
fuentes laborales. Para ello el Estado debiera ser más hábil en identificar y distinguir
al que tiene verdadero interés por insertarse en un trabajo del que simplemente busca
sacar provecho de la relación con el Estado.
Clara, Cerro Navia: “El gobierno debería preocuparse más de todos por igual no solo de la
gente que tienen capacidad para hablar o tienen como se dice BLA BLA, que saben envolver...
Debería ofrecer más trabajo para la gente, por que aquí por ejemplo, llega ayuda pero acá es
muy poco lo que se ve, hace proyectos pero uno tiene que ganárselos. Yo de la municipalidad
no tengo que decir nada bueno ni malo, pero no me gusta el sistema que usa... Pero mira,
nosotros no pedimos que nos den nada, así me criaron a mi, me gusta luchar por lo que tengo,
pero me ha ido mal no puedo arreglar mi dentadura y así no puedo ir a buscar trabajo,
mientras yo no pueda arreglar mis dientes no voy a poder trabajar, yo soy joven y me la
puedo…somos todos iguales y hay que luchar por todos por parejo…”

3. La tensión identitaria
En estas historias, a diferencia de muchas otras, existe siempre el recuerdo de una
temprana experiencia comunitaria… Memoria y orgullo por los orígenes, por el campo,
por la familia extendida, por la comunidad mapuche... El orgullo de ser sureño refiere
a un origen campesino y donde el esfuerzo por salir adelante los distingue de aquel
pobre urbano que sucumbe a la pobreza y al dejarse estar:
Delfina, Curicó: “Hay mucha gente que le gusta que le den, pero ellos no ponen nada la gente
que todavía está acostumbrada a que todo se le de tan fácil, y como a ellos nada les cuesta.
Estos son los poto pelaos (los que nada tienen, ni calzones) de aquí no más. La diferencia es
que nosotros tenemos espíritu de superación, cosa que ellos no tienen, nosotros no nos
conformamos con que, a nosotros nos entregaron esta casetita y aquí no más nos íbamos a
quedar. Si, todo sureño tiene espíritu de superación, vaya a cualquier casa, a la casa de mi
hijo…”
En la ciudad sin embargo, la conciencia de ser los excluidos, los discriminados, “los
últimos” de la sociedad, adquiere fuerza. Adscripción identitaria que con el tiempo - a
pesar de la resistencia, - va tomando forma en la imagen que cada uno se hace de sí:
Mercedes, Cerro Navia: “Yo como mujer valía la pena, era una persona que a pesar que tenía
dos hijas, era limpia, ordenada, dueña de casa… Ahora no tengo donde vivir....no me siento
bien...ahora estoy...como acobijada... yo siempre he estado de allegada, como el patito feo en
todas partes...”
Delfina, Curicó: “Porque como sabes yo soy pobre, no tengo medios como para que alguien
importante me escuche mis ideas.”
Frente a la exclusión y la discriminación todos responden con un “nosotros” que habla
de una solidaridad fuerte entre habitantes de los bordes de la ciudad. Estos son
relatos que rara vez se hacen en primera persona, por el contrario, la experiencia de
la pobreza se construye y se relata siempre desde un “nosotros”. Es por ello que aún
siendo relatos individuales, estos tienden a tomar la forma de un relato colectivo. Es
justamente desde esta capacidad de construir un relato común que se levanta el
proyecto familiar y comunitario: salir de la exclusión, romper con la reproducción de la
pobreza exige conservar la solidaridad comunitaria.
La tensión identitaria, esto es, las contradicciones entre la idea que se hacen de sí y
los obstáculos que se perciben en el camino, es fuerte. Frente a una sociedad donde
lo que se impone es la voz del que más tiene, la vulnerabilidad de las propias
apuestas se deja sentir en la vida cotidiana y también en las posibilidades de imaginar
un futuro distinto. La rabia y la desesperanza surgen entonces como en el relato de
Yuri de Cerro Navia.
La experiencia les muestra que a pesar de la comunidad de iguales y de los fuertes
lazos de solidaridad, la estigmatización y la discriminación los fijan en una identidad
no deseada. Y que el deseo de salir de la situación de exclusión choca
permanentemente con los obstáculos que la sociedad y el Estado ponen en su
camino: falta de educación, trabajo, segregación urbana, valoración de la
competitividad, droga, violencia... haciendo así más difusos e inalcanzables los
proyectos para si, para los hijos y por cierto, para la comunidad. Nostálgicos y
aferrados a la idea de recuperar sus lazos comunitarios tan debilitados por el contexto
de pobreza y segmentación social que los afecta, estos pobladores tienen dificultades
para vislumbrar una salida a sus proyectos vitales. Para quienes obtuvieron sus
viviendas el orgullo de lo alcanzado es grande, pero sobre todo por los hijos para
quienes siempre se desea lo mejor:
Consuelo, Curicó: “Lo que yo siempre he dicho, que ellos tengan una profesión, esa es la
aspiración mía, que el Jonathan tenga una profesión y trabaje, que gane plata le digo yo y que
se vaya de este barrio, yo quiero que viva en otra parte... así que yo siempre lo voy a ayudar
para que ellos ojalá salgan de esta población...”
Para aquellos pobladores que no obtuvieron su vivienda en cambio, las ganas de
partir lejos o de no despertar nunca más, habla de la gran desesperanza que los
embarga:
Yuri, Cerro Navia: “Yo no pedí ser chileno, yo nací aquí en este maldito pueblo, en esta maldita
tierra, porque nací aquí no más, pero si tu me preguntas si estoy frustrado, estoy achacado, si
porque tengo cuarenta años, y pregúntame que hecho en mi vida, nada. No tengo nada, nada,
nada. No porque me haya comprado un par de zapatillas nuevas, no porque tenga un auto, yo
no soy, no soy un acomodado. Soy un pobre no más yo quise estudiar algo en la vida y no
pude, porque no tuve posibilidades. O sea, yo quiero que mi hijo se vayan de este país, que se
vayan de este país...”.
Mercedes, Cerro Navia: “Para el futuro (se apaga su voz), espero tener mi vivienda para mi
vejez, porque la vejez es triste, es cuando uno es sola y no tiene entrada de nada y más triste
es cuando uno no tiene donde vivir. Quiero tener mi techo para estar segura. Confío en mi
propio esfuerzo, en mí para salir adelante... voy a andar igual que los gitanos, eso es lo que a
mí me preocupa.”
En síntesis, tensiones identitarias que se debaten entre el resquebrajamiento de un
“nosotros” comunitario y rural; y las evidencias de la desconfianza y la discriminación
que impera en con su nueva vecindad. Y aunque la adscripción a una identidad
colectiva aun está presente entre estos pobladores migrantes; ella tiene dificultades
para concretarse en prácticas sociales al interior de sus territorios.

4. El trabajo de la identidad

El trabajo de la identidad en estos pobladores es un arduo ejercicio. Ser sujeto de


derechos está a la base de este trabajo que ellos hacen sobre si mismos; aunque a
menudo las preguntas son más que las certezas. “Si yo hubiese sido más viva...” se
dice una y otra vez una pobladora... Sin embargo, más que el culparse a si mismos,
ellos recurrirán frecuentemente a la afirmación orgullosa del propio origen: “yo soy
sureña”, “yo fui pobre”, “yo soy hija de campesinos”; afirmación de sí que reivindica
una memoria y una historia.
El énfasis en el “nosotros” les impide también construir fronteras identitarias entre sus
semejantes y los refuerza en la percepción que finalmente todos somos iguales (los
que vivimos aquí). Y si vivimos en la pobreza y la exclusión no es por culpa de un
“nosotros”, sino por “otros”, los que tienen el poder: el Estado, los ricos, los
empresarios, los políticos… Justamente porque no somos culpables es que a la
comunidad de iguales hay que refundarla y protegerla a como de lugar.
¿Pero cómo seguir siendo uno mismo, como superar la identidad de excluido que
pesa sobre cada uno y recuperar la tan añorada autonomía comunitaria? A través de
dos caminos complementarios; a) reconocerse en las propias capacidades,
habilidades y logros; b) reafirmar la comunidad. Mecanismos de reafirmación que
permiten a estos pobladores levantarse dignamente desde una identidad sustentada
menos en la carencia y más en las propias capacidades:
Sonia, Maipú:”Igual me da un poquito de vergüenza, pero no soy ni la primera ni la última que
no sabe leer. Y para hacer trámites uno tiene que saber hablarlos... yo aprendí a
desarrollarme, porque era tímida y aprendí a sacar todo mi yo de adentro... porque uno a
veces escucha o no habla porque piensa que al hablar a lo mejor va a hablar mal... si es
verdad, porque uno tiene que defender sus valores también o sus derechos porque uno
también tiene derecho.”
Mercedes, Cerro Navia: “Si volviera a nacer me gustaría ser la misma persona con el mismo
pensamiento, pero nacer en otra familia o tener la experiencia que tengo ahora, nacer con esa
experiencia, pero cuando joven. Pero no me gustaría nacer con otra mentalidad, porque yo al
menos me encuentro que no soy mala. Tengo buenas intenciones con la gente, con todos me
gustan las cosas derecha...gracias a Dios que siempre he sido fuerte. Tengo iniciativa propia y
así hago las cosas mirando en las vitrinas, en las revistas. Entonces hago inventos… Por eso,
si yo hubiese tenido una buena educación de chica y hubiese tenido medios para seguir
estudiando, yo habría sido otra, no estaría aquí, porque me encuentro que no soy tonta, soy
habilosa. Entonces me faltó un lugar seguro donde estar y tener dinero para estudiar...”
A pesar de este autoreconocimiento, Mercedes a ratos se vuelve escéptica y se pregunta si
talvés más le habría servido más en la vida no ser tan honesta. Una y otra vez se repite que ya
no cree en nadie y en un gesto cargado de significados, se deshace de la ropa que vestía
cuando era dirigente en el campamento, para poder olvidar: Porque no quiero recordar nada,
no sé como explicar, me gustaría quedarme dormida un mes, un año y volver a vivir y no tener
que pensar en nada, o sea, ser otra...”
Junto a este trabajo de valoración de las propias capacidades, estos pobladores
nunca dejan de recordar las razones más estructurales que subyacen a su situación
de pobreza. Razones que hablan de un país que excluye, que les niega un trabajo
digno, que les niega la educación…en fin, que impide que cada uno se realice en lo
suyo. Si frente a si mismo siempre cabe alguna respuesta o alguna reflexión que
permita encontrar una salida, cuando se trata de los propios hijos todas parecieran ser
insuficientes. Como Yuri que desesperado anticipa el futuro incierto de sus hijos; o
Delfina, que frente a su entrevistador se sincera y admite que lo único que quiere es
irse lejos para no ver como su hijo se pierde irremediablemente en el consumo de la
droga; o Consuelo que aterrada del ambiente de violencia y droga que impera en su
entorno se repite una y otra vez que algún día logrará sacar a su hijo de la población.
Por los hijos se está dispuesto a todo, ellos constituyen el principal orgullo y una parte
central del sentido de existir, de ser en este mundo. Pero también los hijos son la
principal evidencia de los límites que el entorno y cada uno de ellos posee para
cumplir el proyecto soñado. Frente a los hijos todo trabajo sobre si mismo topa
irremediablemente con más incertidumbre que certezas:
Yuri, Cerro Navia: “Mira, siento harta frustración porque…yo no tuve ninguna, cero posibilidad
de estudios en este país, ¿por qué?, porque yo me crié en el periodo más malo del gobierno
militar. Entonces nosotros lo único que hacíamos era sobrevivir, sobrevivir. Luchábamos por el
pan de cada día, nada más, y ¿quien va ir al colegio?, no tenía zapato, no tenía pantalón,
nunca me regalaron un par de zapatos nuevos porque no… no había la posibilidad. Entonces,
a lo mejor dirán, a lo mejor estoy, soy un poco resentido, ¡claro que estoy resentido!, ¡mierda,
si yo pude haber hecho otras cosas!, pude haber llegado mas lejos y no pude... Pero si tu me
preguntas si pienso… yo ya en mi no pienso tanto, pienso más en ellos (los hijos) , yo quiero
que ellos salgan de aquí de Chile.¿Que le espera a mis hijos más adelante? ¿Irán a tener
algún futuro? ¿Irán a ser profesionales? Si a mí me cagaron la vida, no puedo tener como
pagarles la universidad. ¿Que van a ser mis hijos? Otros cagados igual que yo… ¿Por que
tantas trabas”
4. Las lógicas de acción

El Estado
En este modelo del contrato social que hemos denominado de los Derechos
Colectivos, el accionar de estos pobladores se caracteriza por su convicción de
saberse sujetos de derecho. La capacidad de estos pobladores de interpelar, controlar
e incluso disputarse con el Estado para que cumpla con sus compromisos y deberes
no puede comprenderse sin esta noción de derechos colectivos:
Yuri, Cerro Navia: “Yo era el vicepresidente, pero… de palabra no más… decían queremos
que tu seas el presidente, porque se ve que eres más entrador. Yo iba a la municipalidad, la
alcaldesa no me daba audiencia de un mes para otro, para tres meses. Pero yo le decía a la
secretaria, si usted no me permite hablar con ella, yo me tomo la municipalidad y le hago flor
de escándalo. Don Yuri, por favor, entre. ¿Te das cuenta? Por la fuerza; pero yo le hablaba
de la fuerza con el grupo, y las cosas cambiaban…”
Sonia, Maipú: “La alcaldesa nos llevó nylon, unos palos, unos pizarreños para la gente y ahí yo
le recordé a la asistente: ¿Por qué ahora aparecieron por aquí? Porque anda la prensa, la
tele? ¿Se acuerda cuando nos dijo a nosotros que el invierno se les terminó a ustedes? Pero
todavía no se nos termina, venga para acá a ver. Había como tres personas que estaban
inundadas. ¿Ve que el invierno nos tocó todavía? Y ella me dijo “Ay, señora Sonia, no se
enoje. Yo le contesté ¡Usted como está calientita y no anda metida en el barro lo dice fácil,
pero todavía no se nos termina el invierno¡ Como andaba la tele andaban todos, entonces yo
le dije: Vienen a pararse para la tele a decir ¡ Ay! , nosotros estamos con los pobres. Pero a mí
no me venga a decir que nosotros estamos con ustedes...”
Imbuidos de una identidad fuertemente colectiva y comunitaria, para estos pobladores
el principio de la igualdad constituye una orientación básica que los guía en su
relación con el Estado. Es desde este principio que cada poblador se enfrenta a la
ayuda estatal; del Estado no se está dispuesto a recibir lo que no se necesita; y es por
eso que ellos no dudarán en explicitar, pelear y denunciar su derecho a ser
subsidiados y ayudados en lo que consideran necesario y pertinente. En esta lógica la
organización es clave para poder existir e interpelar al Estado; la comunidad y sus
dirigentes son los principales garantes para velar por el respeto a los acuerdos
previamente establecidos.
Uno de los aspectos que contribuye a consolidar y concretar esta concepción de los
derechos, especialmente en el caso de los pobladores de Cerro Navia, es la
existencia de un espacio municipal abierto y favorable a la participación. Estos
pobladores, como muchos otros, se encuentran con un Estado que los convoca a
“participar” organizadamente en los programas sociales. La invitación será acogida,
pero no desde una lógica pragmática y de conveniencia, sino desde la identificación
con los valores del hacer colectivo. En esta perspectiva la invitación del Estado para
trabajar organizados no solo les hace sentido sino también, los reafirma en su
proyecto individual y comunitario.
Mercedes, Cerro Navia: “Yo me sacrifiqué, porque cuando la señora alcaldesa nos dijo en una
reunión, pónganse las pilas y depositen, depositen para la vivienda porque de aquí vamos a
salir. Yo me puse las pilas y trabajé con todos los demás.”
En estos procesos de participación, surgen soportes claves tales como la figura de la
asistente social que apoya, informa y hace efectivo el vínculo entre la comunidad y el
Estado. Al romperse la dinámica de la burocracia y fluir la información, aumentan
entonces las posibilidades de potenciar y agilizar los procesos de emprendimiento
colectivo, pero también de autonomía y poder de decisión.
Carmen, Maipú: “Había una asistente social que nos apoyaba mucho, mucho, mucho, mucho,
no me acuerdo de su nombre, pero ella siempre estaba diciendo: Saquen sus papeles y yo
trato de dejarlos siempre arriba (en prioridad) porque sino no van a salir nunca con su casas;
...en la municipalidad tienen culpa porque esos papeles están estancados aquí. Y ella se
preocupó de nosotros ella empezó a preocuparse y luego salimos con casa dentro del año.
Ella siempre nos citaba y ella iba siempre adonde nosotros o llamaba por teléfono al que era
presidente.”
En estos procesos de construcción de procesos de participación e integración social,
la intermediación de estos dirigentes entre el Estado y la comunidad es también
central para el control sobre la intervención pública. Los dirigentes son la puerta de
entrada a estas comunidades reticentes a la ayuda pública, pero también son quienes
“traducen” y “controlan” hacia uno y otro lado los códigos y propuestas:
Delfina, Curicó: “Y conversando con la asistente social, le dije hubo una campaña por el PAP?
Y me dijo, invite a su gente pues señora Carmen, a usted le hacen caso, invite a su gente. Mire
señora Helena, le dije yo, por mi agarraría a todas estas viejas de las mechas y las traería,
pero son muy porfiadas. ¿Cómo las hago entender?¿Y no saldría más a cuenta, le dije yo, que
el consultorio fuera para allá? Después en otra oportunidad me dijo que iban a ir al
campamento. Fueron con una ambulancia y en la misma ambulancia hicieron el test.
Conseguimos que fueran a bañar los perros también y hartas cosas se lograron.”
¿Cómo comprender sin embargo, que estos pobladores y dirigentes logren – en su
relación con el Estado - perseverar en el resguardo de sus comunidades sin derivar
en el clientelismo? Evidentemente para ellos también la vida colectiva se debate entre
la cooptación y el logro de la autonomía o empoderamiento. Pero a diferencia de otros
pobladores, la solidez de su identidad e historia pareciera constituir la principal
garantía para perseverar en el resguardo de su comunidad. Un nosotros que cuenta
con los recursos identitarios para velar por si mismo, y por tanto para negociar y exigir
al Estado los recursos que ellos necesitan.
Estos son pobladores que poseen también la capacidad de buscar la información que
requieren. El buen manejo de antecedentes, contactos y proyectos compartidos los
ubica por tanto en una buena posición para controlar, discutir e interpelar al Estado y
sus funcionarios. En esta lógica comunitaria el dirigente no puede ni debe estar jamás
solo, la comunidad supervisa cada una de sus acciones. A diferencia de aquellos
casos donde los dirigentes se valen de la comunidad para construir relaciones
clientelares, entre estos pobladores no se permite la autonomización del dirigente en
relación a la comunidad, ni aún para representarla. A menudo son los mismos
dirigentes que exigen a los vecinos presencia en cada una de las gestiones y
decisiones. “La comunidad siempre atrás” mirando, observando a sus dirigentes
constituye una clave que posibilita resguardarse de las trampas del poder público y
también de las tentaciones de la cooptación y el clientelismo.
Consuelo, dirigenta, Curicó: “Nosotras hablábamos en forma grupal con Serviu, nunca en
forma individual. Por ser, yo iba a conversar con la secretaría nunca sola. Siempre yo le decía
a las chiquillas, uno no tiene que andar sola, porque uno no puede confiar en lo que dice.
Porque nosotras tuvimos hartos problemas con la presidenta que hubo antes, ella siempre
decía que ella era la única que tenía que ir a Serviu, que no podía ir otro persona, entonces,
después no era así. Cuando fuimos todas, don Pedro, dijo cualquiera puede venir a consultar
las cosas y que no era necesario que viniera solamente la presidenta. Entonces cuando yo
tome el lugar, les dije, yo sola no, siempre vamos a andar de dos o tres o las que quieran
andar, porque así no va ser la palabra que yo les diga. Así ustedes van a tener la oportunidad
de escuchar ustedes mismos lo que ellos digan.”
Estos pobladores saben también que las oportunidades y recursos jamás se dan solo
desde arriba o solo desde abajo; solo de la relación con la autoridad pública o solo de
sus propias capacidades colectivas. Las destrezas para examinar y valerse de uno y
otro recurso, venga de arriba o de abajo, pero por sobre todo para hacerlos converger
en función de los intereses de la comunidad es una clave que estos dirigentes
manejan bien y la comunidad lo sabe. Entre estos pobladores nadie piensa siquiera
intentar resolver sus problemas a través de una relación directa con la autoridad, por
el contrario, la confianza en la capacidad de intermediación de los dirigentes está
siempre presente. El dirigente es quien mejor resuelve, pero sobre todo quien mejor
representa y defiende los intereses de la comunidad:
Mercedes, Cerro Navia: “Yo para llegar al gobierno así de ir a la Moneda y decirle yo quiero
hablar con el presidente nunca va a pasar, ni creo que pase con nadie. Siempre a través de
terceras personas, los dirigentes, se pueden conseguir las cosas... ellos tienen los buenos
contactos.”
Desde la lógica de estos pobladores para que exista una justicia redistributiva, el
incentivo público no puede estar ausente. No hay posibilidad de justicia social sin
Estado y no existe posibilidad de alcanzar los niveles de igualdad deseados sin una
participación que sea efectivamente vinculante. Es entonces que la participación de
estos pobladores logra contrarrestar las complejas formas que adquiere el poder
público. Establecer las reglas del juego entre todos y hacerlas respetar constituye
para ellos un principio básico que orienta todo su quehacer. La participación y el
compromiso con los suyos desafía e interpela el modo de hacer política local, el relato
de Marcelina lo deja claro.
La participación está siempre incrustada en la política y también en la economía;
aunque sea una participación elaborada, si no se logra cambiar la estructura que
sostiene la desigualdad y pobreza, el proceso puede ser participativo, pero será
incapaz de cambiar las condiciones de vida. Estos pobladores lo tienen claro y así lo
expresan con toda su fuerza y rabia. Si la participación no toca al mercado laboral y al
poder económico no se logrará la ansiada igualdad; podrá haber menos violencia,
pero jamás justicia redistributiva.
Yuri, Cerro Navia: “La municipalidad solo ofrece cursillos, si no estudias una cuestión que te
sirva, que te enseñe, y no que los porotos tienes que remojarlos y echarles el arroz... Esos no
son cursos, agarrar a los tontos para que no anden parados en la esquina y entretenerlos ahí
un rato, nada más. Y para justificar el gasto de plata de los municipales, de sus organismos...
Si esto no funciona, no funciona...”
La larga experiencia de dirigencia, de organización, de inventiva y de rebuscárselas
para salir adelante les advierte que algo en el Estado no funciona...falta de creatividad
dice Delfina angustiada al comprobar la incapacidad de los programas públicos para
sacar a los jóvenes de la población de la droga. No son creativos, es decir, incapaces
de comprender a estos jóvenes y sus motivaciones. La imaginación, la creatividad y el
compromiso de lo público son aspectos altamente valorados por parte de estos
pobladores. Sin ellos la motivación y el deseo de cambiar parecieran no encontrar
lugar:
Delfina, Curicó: “Tengo un hijo drogadicto y no quiero tener otro. Estoy aburrida, porque el
Estado no tiene creatividad, no son creativos para sacar y para ayudar a la juventud. Hay que
ser creativo, hay que pensarlo...Le voy a poner el caso de mi hijo, mi hijo siempre estuvo con
nosotros ... pero ellos quieren cosas que a ellos les guste hacer, no que nosotros les
impongamos, eso no les gusta. Nunca van a lograr nada en este país con ese sistema que
tienen porque no son creativos... para ayudar a la juventud hay que llevarles cosas que a ellos
les gusten, empezar por ahí, cosas que los entusiasmen.”
Ciertamente, a pesar de sus graves falencias, el Estado abre una puerta a través de
sus programas, la insistencia de las mujeres en el significado que para si mismas y
sus proyectos identitarios ha significado salir de sus casas para participar en cursos
de capacitación, es recurrente. Más que el aprendizaje de un oficio las mujeres
destacan la importancia que tuvo en sus vidas el empezar a pensarse como sujetos
de derecho frente a otros y frente al Estado.
Clara, Cerro Navia: “El curso fue como una especie de terapia para mí, ya que estaba muy
estresada, entonces a mi me sirvió bastante...mi marido no estaba acostumbrado a que yo
saliera de la casa entonces me costó harta guerra porque batallé hasta el último porque quería
terminar el curso. Más encima el curso era en la tarde cuando llegaba mi marido. Me costó y
salí adelante y me gustó. A mi me encantó el curso...aumenta la autoestima…porque yo soy
una persona que no sé ni leer ni escribir ... Imagínese nosotras gente de campamento
ganamos un proyecto, cuando algunas personas no dan un peso por nosotras, aunque
tengamos casas nuevas.”
La participación en los programas del Estado ayuda a salir de la rutina doméstica y del
encierro, pero como relata Carmen, la sociabilidad que estos programas favorecen o
fortalecen pueden gatillar efectos sinérgicos insospechados. No solo articular y
fortalecer las redes internas a la comunidad sino también abrir ventanas hacia nuevos
horizontes, como por ejemplo empezar a buscar un trabajo:
Carmen, Maipú:” ...nosotras varias hicimos cursos y hoy día yo estoy trabajando en unos
casinos porque si yo no hubiese hecho ese curso a lo mejor no hubiera estado y me sirvió…
hacíamos talleres con asistentes sociales. También aprendimos harto porque ahí nos
desarrollamos nosotros, porque yo era calladita y ahora lo mas que hablo… hicimos escuelas
vecinales nos enseñaron hartas cosas que nosotras no sabíamos …”
Así como el Estado incentiva a la organización para la gestión de sus programas, así
también tiene dificultades para aceptar la autonomización de los grupos que nacen
desde su gestión y luego se consolidan. El siguiente relato muestra como la
promoción de la participación por parte del Estado puede generar una relación de
poder difícil de romper:
Consuelo, Curicó: “… la asistente social dijo que nos juntáramos, todas nos íbamos a ayudar
unas a otras con el puntaje y ahí nos iba a resultar la casa... entonces optamos a ojos cerrados
y si no había otra opción, era esa. Entonces ahí empezamos a trabajar a hacer bingos, etc.
Una vez fuimos a Curicó a dejar unas cartas, fuimos al mismo Serviu…fuimos a entregar
cartas a donde nosotras pensamos que nos podían ayudar y después la asistente social se
nos enojó porque nos dijo que lo primero que deberíamos haber echo era conversar con
ella….”
Cuando el Estado traiciona la confianza, en especial aquellos compromisos contraídos
con la comunidad, la ruptura puede llegar a ser radical, al punto de llevar a que los
pobladores renieguen de todos aquellos principios por los que alguna vez apostaron.
Mercedes, antigua dirigenta, no deja de preguntarse por que a pesar de sus gestiones
y de su colaboración estrecha con el Estado éste no le entregó su casa; un Estado
que no supo reconocer su esfuerzo y empeño en la organización. Yuri, ex dirigente de
campamento, no logró tampoco obtener su vivienda; ambiguo, transita entre el
agradecimiento hacia la autoridad por haberle asignado las viviendas a los vecinos y
la amargura de haber quedado excluido de este proceso y por tanto, de la comunidad.
Aun cuando el Estado proponga el diálogo y la participación, ello no siempre ocurre…
los pobladores a veces ni siquiera llegan a comprender lo que se les quiere decir. El
Estado a menudo se desentiende de la organización cuando los recursos a repartir
son escasos o los criterios de asignación obligan a dejar a algún miembro fuera. “Me
llamaron por separado” cuenta Mercedes al relatar como, a pesar de haber vivido un
largo proceso de postulación colectiva al subsidio de la vivienda, finalmente cuando le
informan que ella ha quedado excluida por no cumplir con los criterios de asignación
del subsidio, la relación se vuelve individual. Separada de su red comunitaria,
Mercedes queda sola y desprotegida de los vínculos sociales por los cuales tanto
trabajó.
Bernarda, exasperada de no poder comprender lo que dicen “las autoridades” y
sospechando que no es más que una estrategia “para confundirlos” opta por retirarse
de las reuniones y actos:
Bernarda, Curicó: Está la municipalidad, está FOSIS, están todos esos... Cuando vienen nos
enredan a todos, viene el gobernador, viene el alcalde, vienen en grupos, y que viene este,
que el señor va a venir tal día, que este señor... entonces uno se embola. Y cuando hay
reuniones uno va a escuchar, la verdad va a escuchar no más. Yo todavía no conozco cual es
el gobernador, se que vino el gobernador, pero no se cual es, no ve que vienen en grupos así.
Aquí cada vez que vienen nos agarran, si vienen a puro darnos calmantes.”
Así como los “enredan”, el Estado a veces también los debilita en sus solidaridades
internas e introduce la desconfianza y la sospecha entre vecinos. Hábiles en
“descifrar” esta lógica, estos pobladores tienen plena conciencia de la maniobra y
aunque a menudo no saben como responder y reaccionar, en ellos queda la
percepción de haber sido manipulados y pasados a llevar en sus principios:
Bernarda, Curicó: “Las asistentes me miraron la ficha y dijeron: Ah, de veras que usted no
viene de hace tiempo, denle una canasta de alimento pero, escondida. Y me escondieron de la
demás gente para no darles. Y pasé por detrás de la municipalidad para que no me viera la
demás gente que estaba pidiendo cosas. Fue malo eso, o sea, yo me sentí mal porque yo
había ido con mi hermana, con mi mamá, y a ellas no les dieron.”
La percepción que el Estado trata de “deshacerse” de las personas cuando los
recursos escasean o los proyectos se terminan es también una percepción recurrente.
El Estado rompe también con la lógica comunitaria cuando la intervención en un
territorio determinado ha logrado los objetivos buscados. Queda en claro que la
organización interesa no como práctica ciudadana más generalizada, sino
fundamentalmente como principio estratégico y funcional de gestión social. Se termina
el proyecto participativo se termina la interlocución colectiva.
Mercedes, Cerro Navia: “...ahora va gente a la municipalidad y como si te he visto no me
acuerdo. Porque antes uno iba a hacer cualquier cosa de tramite, la veían a uno como
dirigenta y la atendían y ahora no. Ahora uno va y si la ven no la saludan...la otra vez fui y la
asistente social me dio a entender que yo era como una peste.”
En la resolución de estas tensiones las instituciones intermedias como las
organizaciones no gubernamentales son también importantes. Un buen curso de
desarrollo organizacional, de autoestima, de comunicación... abre nuevos horizontes
de comprensión y a menudo contribuye a reafirmar el valor de la autonomía, de la
identidad colectiva y la organización de pobladores. Abrir el espacio público a nuevos
actores, no sólo públicos es una estrategia propia a estos pobladores. Mientras más
amplios los contactos, más posibilidades de allegar nuevos recursos y oportunidades
a la comunidad de pobladores....pero también más posibilidades que los juegos del
poder y el clientelismo se restringan y pierdan espacio.

El mercado
En estas historias existe una gran valoración y capacidad de aprovechar los
resquicios y trabajos que les ofrece el mercado. Todos son hábiles en buscar y
generarse ingresos aunque los resultados no les hayan permitido jamás salir de la
pobreza y la percepción de denigración persista:
Yuri, Cerro Navia: “He trabajado a veces en construcción, algunas veces en las chacras, que
es denigrante, porque digo yo podía haber hecho otras cosas, y estaba arrancando porotos,
sacando tomates. A pleno sol te picaban los zancudos, acarreando cajas con uvas.”
La larga y esforzada experiencia de trabajo que cada uno de estos pobladores posee
les ha entregado las claves para comparar entre ofertas distintas; y aunque para ellos
las posibilidades de trabajo no son muchas, a diferencia de otros pobladores, su buen
conocimiento del mercado les permite evaluar, tomar y dejar opciones de trabajo:
Consuelo, Curicó: “Yo hice la práctica en San Angello, y me querían dejar trabajando ahí, pero
encuentro yo que ganan poco, ahí pagaban el mínimo, no daban la comida y yo me tenía que
costear 4 pasajes diarios. En cambio a mi en la fruta me dan la comida, en esos años me
daban la comida, bus gratis por que uno se va y se viene y a mi me gustaba embalar y yo
embalando ganaba mucho mas, y yo trabajaba pensando en que me podía comprar esto
comprar esto otro y yo feliz trabajaba, trabajaba y trabajaba, a mi me decían la signo pesos,
porque yo trabajaba y trabajaba, mientras la chiquillas conversaban, o se iban a fumar al baño,
yo me dedicaba a puro trabajar y a la hora de colación a descansar y a comer hasta cuanto ya
era la hora de entrar,
Cuando el mercado de trabajo no ofrece alternativa alguna o no se cumplen los
requisitos para siquiera postular a un trabajo, nacen posibilidades de subsistencia
como el trueque entre vecinos, la venta de cosas usadas, la recolección de deshechos
o simplemente el autoempleo en los estrechos límites de la población.
Bernarda, Curicó: “Yo a veces salgo de cartonera, salgo en el micro, me agrupo con cualquiera
que ande de aquí. Vamos para Los Boldos, para la Santa Fé.. ahí me va bien, porque lo que
se reúne, el cartón, papel y cosas van para vender, por lo menos juguetes, todas esas cosas
uno las recoge y las va a vender allá en el persa (de la población). Los cartones los
entregamos en el centro. Pagan a treinta pesos el kilo de cartón, a cuarenta pesos el kilo de
papel blanco y así. Lo metimos en saco, lo traemos para acá para juntarlo. También se
cambian cosas. Resulta harto, porque aquí hay varios que no trabajan en el persa (feria) y
hacen eso de cambiar. Es bueno porque así se ayudan. El otro día vino una señora de por allá
y ni la conozco yo, vino a cambiarme unas chalitas (sandalias) para mi hijo por harina. Y yo se
la cambié, siempre compramos harina, es importante eso. Ella miro a los niños y me dijo: ”¿No
le quedará buena?”. Y se las probé y le quedaron. Yo le cambié ese día por un kilo y medio de
harina y le di mil pesos en plata... Estaban nuevas, esas cuestan seis mil pesos en el centro.”
Y aunque miran con suspicacia y escepticismo las ofertas de trabajo del Estado por
considerarlos miserables, estos pobladores también se valen de sus cursos como
oportunidad de aprendizaje y crecimiento personal más que como respuesta a sus
necesidades de empleo.
Carmen, Maipú:”Iban abogados a los talleres y había gente que la echaban de un trabajo y
llegaban sin ninguna cosa o lo que decía el patrón estaba bien y ellos no podían defenderse.
Entonces a nosotros en todo eso nos enseñaron, que lo que es un contrato de trabajo, que es
un finiquito, entonces todo eso explicado para que supiéramos más o menos todas esas cosas
en cuanto a trabajo.”
Todos coinciden que las ofertas de empleo o capacitación del Estado no sirven para la
inserción laboral. Los trabajos son altamente precarios y los oficios nunca se
aprenden y si se aprenden están lejos de cumplir con los requerimientos y exigencias
del mercado. La lógica del mercado pareciera obedecer más a principios como el
“pituto” o contacto por sobre las capacidades; la corrupción por sobre el trabajo
honrado; la explotación por sobre el salario justo. El Estado y el empresariado son
señalados como principales responsables de la primacía que han adquirido estos
principios en nuestra sociedad:
Yuri, Cerro Navia: “Para encontrar un buen trabajo, hay que ser hijo del presidente. Claro,
tener un buen pituto no más. Ser hijo de algún general, de algún jefe de investigaciones o un
sobrino de milico con rango. O ser corrupto, no te faltaría la pega, o sea, coimear, ganarías
plata igual.”
Consuelo, Curicó: cuando yo hice el curso, si se puede llamar curso del cuidado del adulto
mayor estuvimos haciendo la práctica a los del Hogar de Cristo ... Claro que primeros auxilios
nos enseñaron a nosotros, nos hicieron creer que nos habían enseñado, pero para auxiliar
no pasó nada cuando hicimos la práctica tampoco de nada nos sirvió, porque eran adultos
valentes, por ejemplo que se valían por sí solos. Entonces de que te sirvió hacer la práctica, de
nada. Al municipio ya no iría a postular para trabajo porque ahí ya llegan los trabajos de
empresas...ya que son los últimos. Por ejemplo, ellos acuden al municipio como saben que
hay gente que trabaja hasta por una miseria.”
Desde su participación en cursos e instancias formativas, los pobladores sin embargo,
logran comprender que no basta con el propio esfuerzo para encontrar un buen
trabajo, sino que existen condicionamientos y transformaciones estructurales que
cada día dificultan más que ellos puedan conseguirse un trabajo y permanecer en él.
Carmen, Maipú: “Si no hubiera hecho el curso a lo mejor yo no hubiera sabido de que hoy la
tecnología es muy grande entonces si antes te ocupaban diez personas para hacer ejemplo
una cocina, hoy día pueden ser tres y las otras seis ya no están porque la máquina hace
todo... entonces antes había mucho mas trabajo...yo veo hoy día mismo porque yo voy hacer
un tramite antes había que pasar por una ventanilla preguntarle quiero tal cosa después se
pasaba a otro lado y al final hasta que llegaba el documento que yo quería y después venia
mano por mano así pasando hasta que llegaba a mi lugar, yo me demoraba toda una mañana
para sacar por ejemplo un papel de civil. Y hoy día no uno va y rapidito...”
De los fracasos de los proyectos productivos que les propone el Estado, estos
pobladores también aprenden de la lógica del mercado; que en sus barrios y comunas
el mercado es pequeño; que en contextos de pobreza la demanda es poca y la
competencia mucha para poder siquiera pensar en levantarse su propia fuente de
trabajo:

La comunidad
Para estos pobladores la comunidad de iguales antecede al Estado y a la institución
pública. Antes que el Estado los “descubriera”, la comunidad ya existía y organizada
buscaba salida a su precaria existencia material. Sin Estado “la vida era buena” como
recuerda una antigua pobladora de la rivera del río Rauco. La comunidad no sólo
velaba por la cooperación y resolución de sus conflictos, sino también por la
legitimación de sus líderes para la gestión de los recursos en forma común y
compartida. El recuerdo orgulloso de este tiempo está en cada uno de estos relatos:
Yuri, Cerro Navia: “El gobierno llegó para las medallas, cuando ya estaba todo listo ¡ehhhh!
Chile Barrio, el gobierno participó en esto...? Nada. Al principio fue organización toda de
nosotros no más. Salió un comité, presidente, vicepresidente, tesorero, secretario y una
comisión revisadora. Todo un sistema, nuestro.”
Carmen, Maipú: “Nosotros empezamos claro y después ellos (el Estado) al ver el esfuerzo de
nosotros, ver que nos esforzábamos también nos apoyaron.”
A pesar de las fuertes transformaciones que han tenido sus vidas tras la erradicación
del campamento y el desmembramiento de la vida colectiva, estos pobladores no
dejan de alimentar y reforzar sus relatos y sus vidas de lo que alguna vez fue su
experiencia pasada. Las dificultades del presente son leídas bajo los códigos a
menudo idealizados, de la experiencia pasada. Viejos mapas comunitarios que aún
orientan su convivencia cotidiana y ofrecen al menos, algunas coordenadas básicas
para hacer frente a un presente de inseguridad e incertidumbre. Como señala
Inglehart (1990), los mapas podrán estar caducos y no ser más que un esbozo, pero
incluso un mapa borroso es una mejor guía que el dar vueltas al azar. Para estos
pobladores al menos, proteger y cuidar su viejo mapa comunitario constituye también
una buena forma de reafirmar la legitimidad de sus conductas cotidianas en este
nuevo contexto que es la villa. Estos son principios que a modo de una brújula
orientan a estos pobladores en lo que es adecuado, justo y verdadero de hacer,
pensar y sentir. A diferencia de los pobladores extremadamente marginales donde la
memoria es precaria y fuertemente asociada a la sobrevivencia y al azar; en estos
pobladores en cambio, la historia colectiva otorga el soporte básico desde donde
poder continuar apostando legítimamente (“antes era así y éramos felices”) a la
comunidad. Un relato épico que habla de un nosotros capaz de oponerse y levantarse
al Estado, aunque no siempre se ganara.
Si antes en el campamento la carencia era transformada en fuerza y sentido de la
acción, “antes luchábamos por algo” dice una antigua dirigenta; hoy que ya no viven
en el barro, ese sentido de la lucha colectiva, del sentido del juego y del “pasarlo bien”
en comunidad pareciera haber perdido fuerza para quedar relegado en el pasado y la
nostalgia:
Sonia, Maipú: ”A mi antes el campamento me gustaba, bueno que no estábamos tan bien,
pero me gustaba porque ahí andábamos trabajando, hacíamos algo por los demás y a lo mejor
eso aquí a mí me ha costado... es que aquí no... allá andábamos trabajando, con la Marcelina
nos sacábamos los zapatos trabajando, si teníamos que andar a pata pelada metidas en el
barro, andábamos todo el pasaje donde vivíamos, de punta a punta le echábamos ripio….
Antes nosotros luchábamos y peleábamos por algo, por tener algo y si tenemos la
directiva, tenemos alguien que nos respalde... allá donde vivíamos nos movíamos harto, a
donde teníamos que ir íbamos, si no nos llamaban a reunión nosotras mismas íbamos y
hacíamos reunión... hasta que logramos tener la casa. Allá éramos como un poco más unidos,
aquí cada uno por su lado, yo lo veo así, es que allá como que teníamos más fuerzas, más
ganas de hacer algo.”
Aún así, a pesar de la comunidad fuertemente debilitada, el sentido de la igualdad y la
solidaridad persiste y se defiende. El rechazo a las apariencias, al arribismo, a la
vergüenza de los orígenes y a la estigmatización de la pobreza están siempre
presentes entre estos pobladores. Todos fueron y son pobres, experiencia de vida que
se lleva con orgullo
De este pasado y memoria épica de lo que fue la vida en el campamento va tomando
forma el mito de un Chile solidario y cariñoso, que aunque a ratos se desdibuja,
finalmente está allí en los más pequeños gestos de la vida cotidiana de los más
pobres de esta sociedad. Reciprocidad, cooperación y confianza entre iguales
retroalimentan y refuerzan estas solidaridades básicas entre los individuos y su
colectividad.
Carmen, Maipú: “Los chilenos tenemos algo rico, que somos cariñosos y de verdad ... El
chileno como sea nos unimos y siempre nos queremos, porque donde yo vivo igual ando
preocupada de la gente... donde vivíamos antes. Y siempre hacíamos eso y yo encuentro que
eso es rico porque somos como acogedores... que si yo necesito la casa siempre está abierta,
yo creo que a todos nos pasa eso... siempre están las puertas abiertas de nuestras casas para
ayudar a quien podemos ayudar.”
El recuerdo de la reciprocidad en el campamento, entendida como relaciones de
intercambio no-mercantiles, difusas, vinculantes y basadas en los obsequios de
objetos y ayudas se entreteje en cada una de los relatos de estos pobladores. La
reciprocidad era parte constitutiva de su vida cotidiana y social, era finalmente el
cemento que permitía unirlos en la búsqueda de una vida mejor:
Delfina, Curicó: “Yo allá era la presidenta, pero aparte era como la mamá y la tía y la abuelita
de las otras personas porque yo les hacía todos los trámites, hasta esos papeles notariales
que eran personales … Pero yo andaba insistiendo a la gente, supongamos que hoy día le
pagan a la gente de los huertos, no se olviden de la plata de la libreta, les decía...Si yo venía,
por ejemplo, a sacar un papel, señora Delfina usted va a ir al centro? Sí, mañana tengo que ir.
¿Por qué no me saca usted la fotocopia a mi carné? Y al otro día, señora Delfina sabe que
tengo la plata para depositar, pero no tengo tiempo para ir al centro, me la pasaría usted a
depositar?”
Aunque en la villa la confianza se va perdiendo, para estos pobladores la relación con
los iguales aún se concibe como el ejercicio de un “nosotros” que vela por el
resguardo del interés de cada uno y de todos. Reforzar vínculos, sumar, no excluir y
movilizar son acciones que se emprenden siempre en la perspectiva del resguardo de
una identidad y una historia común. La colectividad es el principal recurso para
superar las precarias condiciones de vida. Es en esta perspectiva también que se
eligen los representantes de la comunidad. Una diferencia distintiva de estos
pobladores en relación al resto de nuestro universo, es el énfasis que ellos ponen en
el prestigio o buen nombre de quien los representa. Por sobre el poder o los vínculos
con el Estado, lo que se valora es la autoridad emanada del prestigio de esta mujer o
este hombre. Sea quien sea el líder o dirigente este se debe a la comunidad, cueste lo
que cueste. La capacidad de escucha, de comprensión y la paciencia con sus iguales
son virtudes que los resguardan ante las tentaciones del caudillismo y la cooptación
por el Estado y sus poderes locales.
La autoridad del dirigente, sustentada en su prestigio de hombre o mujer justa (big
man) lo transforma en un testigo de fé indiscutible y permanente en el tiempo, aun
cuando él no detente el cargo, su autoridad y credibilidad persistirá frente a la
comunidad. “Yo los hacia participar o sea era justa...el trato todos por igual”, dice una
antigua dirigenta de campamento. El sentido de justicia y esfuerzo de estos antiguos
dirigentes del campamento, explica que aun cuando ya no ocupen cargo alguno,
continúen siendo consultados y solicitados en gestiones de intermediación y
representación frente al Estado. Su palabra y su sola presencia continúan siendo
signo de respeto y credibilidad:
En estos nuevos contextos que son las villas, la tarea del dirigente deberá ser por
tanto, la formación de una solidaridad organizada, un nosotros que pueda levantarse y
constituirse con fuerza ante un adversario común. La capacidad del líder de identificar
y controlar a este “otro” es central a su autoridad al interior de la comunidad. Más allá
de las capacidades de estos dirigentes y líderes para guiar a estas comunidades de
pobladores, entre ellos prevalece la solidaridad afectiva, fusional y donde lo lúdico
convive con los afectos de quienes se saben portadores de una identidad y una
historia común.
Cuando el encuentro entre las comunidades y el Estado se realiza en torno a los
códigos de la participación y la igualdad, la cooperación, es decir, la búsqueda y
concreción de objetivos compartidos puede llegar a construirse fluidamente.
Sin embargo, estos pobladores solo cooperarán con el Estado cuando la ayuda o el
subsidio hace sentido con sus proyectos colectivos y familiares. Tal vez es por ello
que todos adhieren con entusiasmo a las propuestas participativas de algunos
proyecto sociales. Cuando se comprende que la propuesta difiere enormemente de la
realidad, surge el desencanto y la lógica de cooperación se quiebra dando paso a la
disputa por los términos del acuerdo entre la comunidad y el Estado.

Estos relatos corresponden a migrantes rurales, todos con un fuerte sentido


comunitario y valoración de la acción colectiva. Para estos pobladores el modelo de
contrato social debe ser construido sobre la base del respeto a los derechos de la
comunidad; el Estado y la comunidad misma son los principales garantes para velar
por su cumplimiento. A diferencia de los pobladores que adscriben a un modelo de la
asistencialidad, para estos pobladores el Estado no esta llamado a “aliviar” la pobreza,
sino a asegurar que existan las condiciones estructurales que posibiliten a todos y
cada uno emprender un proceso de movilidad social. Al Estado no se le pide que se
transforme en empleador ni asistente, sino que garantize el derecho de todos al
trabajo, la educación y la vivienda. La concepción de derechos sociales está presente
más que en ningún otro modelo del contrato social. La memoria de un pasado rural y
comunitario contribuyen a la construcción de una identidad con fuerte arraigo en los
principios de la solidaridad y la confianza; a diferencia de los pobladores que
adscriben a un modelo asistencial, para ellos no hay sumisión ni adaptación posible
frente al Estado y las duras circunstancias del entorno. El trabajo de la identidad por el
contrario, va justamente en el sentido de reafirmarlos en sus capacidades y en el valor
de la comunidad. Con identidades sólidas, ellos sabrán moverse frente al Estado de
manera más autónoma; la negociación y la confrontación son frecuentes en esta
relación que no siempre se construye todo lo participativa y respetuosa de sus
derechos como ellos quisieran. Frente al clientelismo o la cooptación por parte del
Estado, estos pobladores y dirigentes crearán los mecanismos de resistencia y
resguardo de los intereses de la comunidad.
En síntesis, para estos pobladores, migrantes rurales y muchos de
ellos dirigentes, el modelo del contrato social se construye sobre la
base del respeto a los derechos y la autonomía de la comunidad. Es
la comunidad misma, la principal responsable para velar por su
cumplimiento. A diferencia de los pobladores que adscriben a un
modelo de la beneficencia, estos pobladores no demandan al Estado
que les “alivie” su condición de pobreza ni que se transforme en un
empleador, sino que les garantize Capítulo
condiciones6económicas y sociales
justas para que todos y cada uno de ellos puedan emprender un
Participación asistida
proceso de integración y superación de su condición de pobreza. La
concepción de derechos sociales y activa resistencia comunitaria está
presente más que en ningún otro modelo del contrato social.
La memoria de un pasado rural y comunitario contribuyen a la
Johanaconstrucción de una identidad con fuerte arraigo en los principios de
Mi mamá la solidaridad
era de Zapallary la confianza;
y mi papá a dediferencia
los Queñes, de los
delpobladores
campo. Mi papá que antes era de
adscriben a un modelo asistencial, para ellos no hay sumisión
plata, o sea, la familia de él era de plata. Mi papá era patrón, es que cuando ni tenía la
edad deadaptación posible
nosotros tenía unafrente al Estado
quinta, ni aQueñes,
allá en los las durasdonde
condiciones del van a
los hombres
entorno.
bailar con El trabajo
mujeres, de la
a pasarlo identidad,
bien. Mi papávaera justamente en el sentido
el que arrendaba de eso
ahí, en la
trabajaba. Mi mamá en
reafirmación erasus
empleada
propias de mi papá y ahí…
capacidades Ya llevan
así como en lascomo
de la cincuenta años
juntos, comunidad, principallos
todavía se soportan garante
viejos.del derecho a la integración en igualdad
de condiciones.
A nosotros mi papá nos dio puros problemas. Es que mi papá es muy bueno para
tomar, entonces eso lodesde
Es justamente fue jodiendo y lo llevó
este principio a dondecolectivo
identitario está… Tiene un accidente
que estos
pobladores
vascular, hace un año.se enfrentarán,
Y ahí está, negociarán
vegetal; la mamáy discutirán con lo
es la que uncuida.
Estado que
no siempre es todo lo democrático y respetuoso que ellos quisieran.
Yo tenía catorce
Frente años cuandoo conocí
al clientelismo a mi esposo.
la cooptación, estos Fue más pory salir
pobladores de mi casa, si yo
dirigentes
lo conocí,
sabrán crear los mecanismos de resistencia y resguardo de losde mi casa,
por decir, hoy día y al otro día me junté con él. Era por salir
estaba intereses
aburrida donde mi mamá. Así
de la comunidad. La que lo conocí
defensa de suyautonomía
ahí nos pusimos a vivir. Tenía
y del control
catorcecultural
años, después
sobre sus a los dieciocho
decisiones estuve a mi primer
un principio con hijo, a Nicolás.
el cual estos Vivíamos en
una pieza en la casa del
pobladores no transan. hermano de mi marido... era fome; de repente dejaban hasta
la puerta de la calle con llave para que uno no saliera.
Mis hermanos me trajeron a vivir al lado de ellos en el campamento para que pudiera
tener mi casa. Fue una salida de escape, porque allá no lo pasábamos bien, me
humillaban, me echaban a la calle. Mi marido en ese tiempo estaba trabajando en
Santiago, yo me fui sola con mi hijo y paramos la casita. Después la municipalidad
nos trasladó al campamento Inca de Oro, a la orilla del rio.

La organización
Mi hermana era la presidenta del campamento. Ella por ahí se movió, hizo hartas
cosas y por ahí salimos más rápido; nosotros le pasábamos los papeles y ella los
movía, la que hacía contactos. Yo no estaba postulando, no tenía ni idea y no tenía
ganas de postular tampoco…pero ya estábamos postulando en grupo cuando llegó
Chile Barrio a hablar de un apoyo. Nos ofreció una alternativa que nos podía ayudar,
nos iban a dar la mitad de la plata. Casi a la mayoría nos dieron la mitad de la plata
para que postuláramos y así empezamos a juntar y con lo que ellos nos dieron nos
ayudaron harto.
De primera hacíamos peñas folclóricas, hacíamos bingos, hacíamos actividades,
cosas así. El bingo me acuerdo que lo hicimos ahí en la Fundación La Familia. Y
después los tíos de Naim (ong) también hicieron otra peña folclórica, también
ayudaron ellos. Tuvimos harto apoyo. En Chile Barrio estaba la señorita Carmen Paz,
siempre estuvo con nosotros ayudándonos, animándonos a que juntáramos la plata. A
veces nos daba ideas para juntar plata, pero las actividades las hacíamos nosotros
solos. Nosotros conseguíamos la ayuda en todas partes. Ahora en cambio, si viene
alguien y trae, por ejemplo, cosas de almacén a eso la gente va al tiro. O si vienen y
traen cosas para los niños, para comer, ahí están todos, pero si hay una reunión nadie
está.
Yo no sabía ni que existía el Programa Chile Barrio. Si al principio no sabíamos de
qué se trataba. Después fuimos “cachando” que nos querían ayudar con lo de la
vivienda, para que saliéramos del campamento. Eso era bueno. Claro que al principio,
por lo menos yo no creía que nos iba a resultar, como que lo encontraba difícil. Lo que
pasa es que nunca había estado metida en esas cosas, como que no tenía
experiencia en eso.
Los de Naim (ong) llegaron allá a hacerles juegos a los niños, llevaban dulces a los
niños y a la vez conversaban con nosotros. Iban los días sábados niños de colegios
cuicos llegaban allá a jugar, les enseñaban, los sacaban a pasear, y ahí después se
armó la casa de acogida, pero yo no mandé a mi hijo, porque se suponía que era para
los niños que estaban en la droga, y los hijos de uno no estaban ahí. Pero igual se
portaron súper bien con los hijos de nosotros. Si he necesitado igual voy a la casa de
acogida, igual voy a conversar con ellos, me conocen y me han ayudado. Ellos
también hicieron ollas comunes allá, el tío Carlos también hizo ollas comunes ahí, el
alcalde en ese tiempo hacía dos veces por semana y los tíos también lo hacían.
La asistente de la municipalidad también llegaba al campamento los días domingo a
darle también once a los niños, les llevaba dulces, le llevaba cosas así. Por eso la
conocimos. Buena persona, muy simpática, porque yo estaba embarazada y ella
también estaba embarazada. Entonces ahí nos conocimos más, conversábamos de la
guagüita… y ahí empezamos a hacernos más amigas. Después yo estuve trabajando
en la cosecha de pimentón y le regalaba pimentón a ella, y así nos conocimos más.
Incluso la última vez que vino ella ya no trabajaba por Chile Barrio, pero vino a ver a
mi hijo. Y ella nos trajo a la guagüita para que las conociéramos.
Así que por el hecho de haber venido de un campamento, todo era más fácil en la
municipalidad. Yo antes no sabía que uno podía optar a cursos, que podía tener
algunos beneficios. Cuando estaba en el campamento, ahí conocí esos programas,
las instituciones.
Yo tenía la plata, pero la sacaba, porque después quedé embarazada de mi guagua y
yo no tenía plata. En las condiciones en que vivíamos allá uno no quiere que los hijos
pasen necesidades, yo estaba dispuesta hasta perder la casa con tal de darle comida
a mis hijos… que no les faltara nada. Yo me acuerdo que esa vez saqué sesenta mil
pesos para comprarle ropita. Y después, yo le conté mi problema a la asistente social,
por qué la había sacado y ella me dio los sesenta mil pesos para la libreta. De ahí yo
ya no saqué nada más. Cuando vivimos en el campamento no trabajaba, juntaba de lo
que me daba él (marido). Claro que a veces no más, cuando podía.

El campamento
Era bonito porque era todo más unido, pasábamos todos más juntos y a la vez
también era triste cuando te preguntaban: ¿dónde vives? En tal parte…, cómo que la
discriminan a uno por el hecho de vivir en campamento. Como que la gente la mira en
menos a uno, o sea, eso sentía yo. Cuando uno iba al policlínico y decía: ¿A dónde
vive? “En Inca de Oro al fondo, en el río… “ La gente queda mirando así como que
fuéramos de otro planeta, una cosa así. Igual daba vergüenza. Ahora no, porque si
preguntan ¿A dónde vives? “Santos Martínez”. Uno se siente orgullosa de donde uno
vive, aunque no sea un barrio bueno, pero yo me siento orgullosa de donde vivo,
porque ya no nos miran así medio raro.
No me arrepiento de haber vivido en un campamento, porque ahí nos conocimos
todos, le conocimos las mañas a toda la gente, como son, como eran. Uno vive con
gente que ni siquiera conocia y de repente están todos juntos. Si uno tenía un
problema allá estaban todos juntos con uno, apoyándola. Y si a una de repente le
faltaba algo, si le teníamos que ir a pedir a los vecinos, siempre estaban ahí
ayudando. Ahora no, porque ahora no es lo mismo. Todos nos separamos, allá
estábamos más juntitos, las casas estaban al ladito y acá no. Allá nos unía lo que era
luchar por lo que uno quería que era la casa. Lo más importante era la casa que uno
quería tener, y acá ya la tenemos. No sé qué pasó, pero ya no es lo mismo.
Yo tenía dos piezas, pero abajo era pura tierra. Casi la mayoría de las casas eran así.
Había un río, me acuerdo yo, el río Guaquillo, que le llaman, ahí nos íbamos a bañar
también, la pasábamos bien. Era bonito, porque lo pasábamos bien. Como que la
gente nos tomaba más en cuenta; por el hecho de ser discriminados la gente nos
tomaba más en cuenta, vivíamos más bonito. No teníamos comodidades, pero
vivíamos bien, todos felices, como que éramos todos una familia.

La casa
Yo no trabajaba cuando vivía en el campamento, cuando llegué aquí dije: “Yo quiero
tener una casa más bonita, o sea, quiero luchar para mis niños”. Y empecé a trabajar
en el packing de fruta y nos compramos refrigerador, nos compramos cocina, nos
compramos el equipo, el televisor, y empezamos a comprar cosas de a poquito. Ahora
llevo dos años trabajando en los proyectos de empleo de la municipalidad, trabajo
todos los inviernos en los proyectos. Cuando me llegó el primer bono me compré este
living. Este año les compré el regalo de pascua a mis hijos, porque trabajé solamente
para darles a ellos. El (pareja) se encarga de darnos de comer, la luz y el agua.
Me gusta el baño, porque donde vivíamos allá no habían baños, de repente teníamos
que ir a un potrero, era desagradable. Y aquí no porque usted entra al baño y se
ducha. Allá no porque para bañarse tenía que bañarse con ropa, con una manguera y
aquí no porque aquí se baña como usted quiere. O sea, es distinta la vida allá a la que
usted tiene aquí. Es más privada la casa también porque como eran casas de
madera, esto ya es más privado.
Me gusta la plazoleta, la cancha, la sede, porque no estamos en pasaje. O sea, no
tenemos vecinos frente a frente, sino estamos más libres. Entonces aquí mismo yo
salgo a la plazoleta con los niños, y en cambio allá, los llevábamos para el potrero, los
llevábamos para la orilla del río.
Yo creo que no importa donde usted viva total viviendo en lo suyo, no importa lo que
usted esperaba, pero yo pienso que si uno sabe vivir no importa donde uno viva. Este
barrio no es lo que uno deseaba, pero tiene que conformarse con lo que uno tiene no
más.

Los vecinos
Aquí es poca gente que se puede contar y otra gente no se puede contar. Los fines de
semana la droga, el alcohol, a veces las peleas... aquí se ve, sobre todo en estas
partes que son plazoletas, los jóvenes pelean…los mismos vecinos que uno tiene son
medios malitos, así que han hecho allanamiento a las casas. Andaban arriba de los
techos, pillan a los delincuentes, meta balazos, pero eso ya no pasa aquí. Eso fue
cuando recién nos vinimos para acá, hace tiempo que no vemos algo así. Bueno que
allá en el campamento donde vivíamos también lo veíamos.
Se hacen actividades, pero la gente no están ni ahí. La verdad es que no están ni ahí
con lo que pasa, porque a reunión nadie va. De repente vienen, por ejemplo, de
Prodemu a ofrecer los cursos, no van. Somos cuatro o cinco las que siempre estamos
ahí y nada más. Mi hermano es el presidente aquí, les decimos que vamos a ir a
inscribir a los niños para los juguetes, nadie va, nadie está dispuesto a ayudar para la
población. De repente fallece alguien, mi hermano anda pidiendo una colecta,
tampoco damos. O sea, de repente somos medios canallas, porque hay gente que no
está ni ahí con las actividades y después, si estuviéramos en el lugar de ellos, ahí
quieren que nosotros los apoyemos o estemos ahí, pero es que eso no es así.
Cambió todo, todo ha cambiado del campamento a aquí.
Todos quieren trabajar para su casa, vivir ahí en su casa no más, como si fuera un
palacio o algo así, pero para cahuinear (copuchar) en la esquina usted las ve todos
los días en las tardes paradas, para eso son buenas. Viven pendientes de la vida de
los demás, acaso usted sale, acaso usted llega, a qué hora sale, así…Antes igual
existía el cahuineo, pero nunca tanto como ahora. Así que cada uno vive su metro
cuadrado no más.

La participación
Yo soy la presidenta del centro de padres del jardín infantil y cuando mi hermano
(presidente de la junta de vecinos) necesita ayuda, igual ando metida en todas. Para
los juguetes, hasta las once de la noche por ahí caminando; si hay que pedir colecta
igual voy, siempre ayudando. En el jardín igual, de repente paso todo el día en el
jardín. Me gusta lo que hago, ayudar…que ayudando a la tía, que averiguando esto,
averiguando esto otro. Aparte que he conocido también por el jardín, así que me ha
gustado, he conocido gente.
Lo que hacemos es luchar por el jardín infantil, cuando nosotros llegamos a ese jardín
no tenían juegos. Ahora usted ve, tienen juegos. Con las personas más altas, siempre
andamos pidiéndoles ayuda, ya los tenemos aburridos, pero igual nos cooperan, igual
están ahí con nosotros. Este año que pasó nos fue mejor que todos los otros años,
porque para la fiesta de la primavera participamos en el carro alegórico, sacamos el
segundo lugar. Después nos llegó una subvención de la municipalidad de quinientos
mil pesos. Le compramos un televisor, un video-grabador para que los niños vean
videos, muebles…y así compramos cosas.
Conocemos a tanta gente que ya se me olvidan los nombres: diputados, el alcalde, los
encargados, el gobernador, las asistentes… hemos ido a todas partes.

El alcalde
Ahora en marzo se inscriben los niños en la municipalidad para el familiar porque es
más seguro, porque de repente puedes quedar sin trabajo y ya no tienen…yo prefiero
en la municipalidad porque usted lo tiene todo el tiempo, o sea, cuando usted pierda el
trabajo…la última vez que recibí fueron diez mil y tantos, porque conseguí hasta el
familiar mío, por ser mamá soltera me daban el mío. Recibía el mío y el de mis dos
hijos.
La municipalidad tiene que atendernos mejor, una atención mejor. Y que nos den el
subsidio del agua, de los familiares, que no los quiten, porque no es mucha plata, pero
es un apoyo que tiene uno. Pero la asistencia social… es pesadita. En la
municipalidad no nos tratan dignamente. Siempre nos tratan… como somos pobres
nos tratan como que ese viene a molestar, que vienen a hacer aquí… Entonces no, o
sea, somos todos iguales…porque ellas tienen un título (profesional) nos humillan. No
lo dicen directamente, pero con la manera de expresarse con uno lo demuestran. Las
asistentes sociales son así… a veces las secretarias. Es que son con ellas con las
que uno tiene que hablar casi siempre.
A la municipalidad voy por el jardín, voy de repente a firmar papeles, que cuando
necesitamos pintura, nos conseguimos pintura con el alcalde. Que tenemos que
conseguirnos un camión para sacar la basura…pero cuando se trata de uno la tratan
mal. Si voy como presidenta del jardín infantil me tratan súper bien, “señora Johana
cómo le va…” Es así, porque usted no anda en lo suyo. Por ejemplo, si uno va a pedir
mercadería para uno mismo, no me darían, he ido y no me han dado. Pero hay gente
que aquí va y le dan. La otra vez yo fui porque no les tenía leche a mis hijos. Yo no le
pedí más que leche, me dijo “pídale al papá que le dé”, esa fue la contestación que
me dio.
No es como la asistente del alcalde, ella es súper buena. La otra vez fui a hablar con
la asistente porque en ese tiempo estaba pobre y me dijo que no, que no estaban
dando cosas. Y ahí fui a hablar con el alcalde y él bajó conmigo y le preguntó que por
qué no le han dado. Ella le dijo “porque no habían cosas”. Y él le dice “cómo que no,
si las cosas llegaron ayer, cómo no le dieron, -le dijo- a parte que es para un niñito
que está en el hospital, no es para ella.” Me dieron toalla, un cepillo, jabón de glicerina
y útiles de aseo para el hospital. Y ahí ella le dijo que no tenía, entonces el alcalde le
dijo “si no tienen manda a comprar”. Esa fue la contestación que le dio el alcalde,
como él también me conoce. O sea, con el alcalde uno consigue todo, yo por lo
menos consigo todo con él, porque lo conozco.
De repente voy y me lo topo por el pasillo; es fácil porque uno ya sabe a qué hora
llega. Entonces uno siempre lo encuentra en el pasillo y de pasada habla con él y ahí
se consigue todo. Al alcalde lo conocíamos de antes, cuando era concejal y llevaba
para hacer ollas comunes en el campamento, en el tiempo que no había trabajo. El
quería ser alcalde, y llevaba cosas para que nosotros mismos cocináramos.

El diputado
El diputadoTapia él era el que estaba en la cuestión de las casas, él era el que daba
las casas. Mi hermana nos presentó allá en el campamento al diputado, incluso
andaba con don Sergio Correa de la Cerda. A todos nos dijeron que teníamos una
reunión y fuimos a su oficina. Mi hermana consiguió esa reunión de las casas… que
cuanta plata teníamos que tener, qué papeles teníamos que tener, todo eso.
Y ahí dijo que era diputado y que nos quería ayudar, y empezó también a hacer ollas
comunes. Después, cuando hacíamos ollas comunes, él iba a almorzar a la casa de
cualquier persona, con nosotros, igual que cualquier persona en la casa de uno.
Cuando hacíamos el almuerzo él iba para allá a almorzar con nosotros. Era bueno,
porque era una ayuda para nosotros… con tanta conversación yo creo que nos ayudó,
porque yo creo que una conversación con los más grandes también ayuda. Nos decía
que iba a hablar con la gobernación para que no nos dejaran afuera y… no sé si
habrá hablado con el gobernador, pero el hecho es que igual tenemos la casa. Era
una buena persona, no tengo nada que decir de él. Conmigo ha sido bueno, me
atiende. Cuando me ve me saluda, me dice ¿Johana, cómo estas? Conmigo, por lo
menos, siempre ha sido respetuoso. Pero yo creo que la ayuda depende más de las
asistentes sociales, porque ellas son las que deciden si van a ayudar o no. Yo creo
que depende de la voluntad de las personas.
Es buena persona en todo caso, trata bien a la gente. Por el jardín le he pedido para
la navidad dulces para los niños, para hacer una fiesta a los niños. Le pedí regalos
cuando hicimos un concurso, rifa, también nos dio porque siempre los diputados
ayudan a las instituciones como el jardín, el colegio, siempre ayudan, por eso nos
dirigimos a él. La misma directora del jardín nos pidió que fuéramos. Tuvimos que
mandar una carta y… siempre está apoyándonos, ayudándonos.
En la municipalidad, también por ir a pedir cosas por los niños para el jardín he
conocido a otros diputados; buenas personas, porque cuando les hemos pedido
ayuda también nos han ayudado.

El gobernador y el trabajo
Al programa de empleo yo llegué porque la secretaria de la gobernación vino a
inscribir gente aquí para trabajar, pero yo no sabía para qué lo que era. Me inscribió y
yo fui. Y en ese tiempo me mandaron a trabajar a la escuela de San Ramón de
ayudante de cocina. Y a parte que nos iban a hacer un curso de capacitación de
manipulación de alimentos. Dijeron curso y a mí como me gustan los cursos. Eran dos
cosas, así que, así como llegué a esos pro-empleos. De este campamento fui yo la
única que fui, nadie más quiso ir. Se inscribieron, pero no fueron. A mi no me
conocían, es suerte. Es que uno tiene que decir yo vivo sola, tengo dos hijos… Tiene
que mentir para que puedan darte trabajo, porque si no, no te dan.
Al gobernador lo conocimos por estas reuniones del programa Pro-empleo… la
primera vez que llegamos decía que él era el gobernador. Aunque no teníamos mucha
confianza, de repente me llega a dar vergüenza tratar tantas cosas con ellos, pero
igual hemos conversado hartas cosas, cosas del jardín, también porque hemos tenido
reuniones con él allá en la gobernación. A veces lo pillo en la escalera, siempre está.
Cuando viene siempre nos saluda porque como ya nos conoce ya saluda. Y yo digo si
acaso puedo conversar con él, y conversamos de lo que sea, o sea, si son problemas
del jardín igual me ayuda, si son problemas míos igual me ayuda.
Cuando vivíamos en el campamento, teníamos una reunión con el gobernador aquí en
la sede, y estaba la secretaria de la asistente social y dijo que iba a hacer un curso de
cocina. Nos preguntó a quién le interesaba hacer ese curso y yo le digo yo. Me pidió
los datos, pero no era por interés de estudiar porque dije yo qué saco con estudiar a
esta edad. Al tiempo después me van a ver al campamento, la secretaria del
programa Mujeres Jefas de Hogar. Ella me explicó en qué consistía: Sabe –me dijo-
usted está inscrita en las mujeres jefas de hogar, usted va a tener todo el apoyo que
usted quiera. Hasta qué curso llegué, me preguntó. Yo le dije tengo tercero básico, y
ella me dijo si acaso me gustaría estudiar y yo le dije que sí. Saqué mi cuarto medio,
me hicieron cursos de capacitación, me arreglaron mi dentadura, he visto médico,
psicólogo, todo eso. Para navidad me regalaron una canastita con mercadería.
Tengo también un curso de aseo industrial, eso lo dieron por la municipalidad, por las
mujeres jefas de Hogar. Y hice un curso de manipulación de alimentos, hice un curso
de control de calidad en huertos y frutales. Y ahora nos hicieron un curso de
enfermera. No me gustó. Estaba de ayudante de paramédico. No me gustó el
hospital… Era obligación que teníamos que hacer, por el trabajo que teníamos.
Me sirvió harto ese programa de Jefas de Hogar, porque conocí gente que no
conocía, conocí partes que no conocía cuando estaba estudiando. Y lo importante es
que aprendí, porque teniendo su cuarto medio ya se siente otra persona, no se siente
tan ignorante como cuando le dicen que uno es analfabeta, ahora uno se siente
superior a los demás. Porque aunque íbamos a entrar al pro-empleo, si usted no tenía
un curso usted no podía entrar a trabajar al hospital. Si usted no sabía escribir no la
ponían donde usted iba a trabajar, trabajaban haciendo aseo, y yo nunca trabajé
haciendo aseo. A mi me miraron como una persona más del grupo de ahí del hospital.
O sea, uno se siente bien. Para un buen trabajo… primero que nada la presencia,
porque si va así “picante” (mal vestida) no la pescan. Un buen estudio, y… hay que
tener simpatía para entrar ahí, porque sí no…. personalidad. Si donde usted vaya:
“¿Hasta qué curso llegaste?” Si usted no tiene 4º medio sonaste, porque a mí me ha
pasado, antes me pasaba.
La caridad
El Hogar de Cristo qué no ha hecho por nosotros. También es otra institución que a
nosotros nos apoyó harto, que nos daba todos los días alimentación, y cuando
tocamos estas casas ellos nos regalaron una mediagua. Ahora, que tenemos como
vivir y vivimos bien, no es mucho lo que se gana, pero le alcanza para sobrevivir, hay
que darle la oportunidad a la gente que realmente lo necesita.
La señora Inés, la visitadora del policlinico, ahora, para la navidad, le hicieron una
once a los niños, le trajeron regalitos. Siempre vienen para la navidad a misionar las
casas con los niños de la iglesia de La Merced. Y en las casas que misionan les dan
de regalo una canasta familiar. Pero no a todas, a algunas casas. Por los menos a mi
nunca me ha tocado que me misionen, pero a las demás chiquillas si; yo nunca estoy
aquí, como yo trabajo no estoy en mi casa. Con ella conversamos igual, nos
saludamos… no es tanta la confianza, pero siempre cuando necesito algo, un favor de
ella, por ejemplo, hora para un médico, siempre me la consigue. La última vez que fui
estuvimos conversando, me dijo que me porte bien. Y a parte sirve como sicóloga
porque da muy buenos consejos. Cuando traté de matarme ella me ayudó, cuando me
tomé unas pastillas hace como diez meses cuando mi marido se fue. Y me llevó al
médico, es buena persona, tiene buen corazón. El trato es súper bueno. Al final todos
los que nos han ayudado son súper buenas personas porque ellos sin interés nos
ayudaron a todos.
Mi hijo mayor está apadrinado en La Fundación Children. Mi hermana menor estaba
apadrinada. Entonces, mi mamá me llevó a donde tenía que hablar, y me inscribió a
mi hijo. Y después llegó un papel a la casa donde que mi hijo estaba aceptado, que un
padrino lo había aceptado. Y de ahí que mi hijo está apadrinado. Ahora recibió para
navidad una toalla de playa, una mochila, recibió un jabón, peineta, cepillo y pasta de
dientes. Para el colegio le llegan cuadernos, zapatos nuevos, una camisa.... Y a mitad
de año le llegaron dos frazadas. Y el año pasado le llegaron ollas, sartén, cucharon, o
sea, siempre están mandando a mí o al niño. No le digo que todos los meses, pero
son como tres veces al año, para la navidad, para entrar al colegio y a mitad de año.
Tienen médico particular y dentista gratis. Claro, de repente si uno tiene piojos, usted
lo lleva y les dice mi hijo tiene piojos, se lo compran el shampoo. Si el niño está muy
enfermo y usted no tiene plata en el momento para comprar una receta , por lo más
cara que sea, allá se la compran. O sea, ni pariente con lo que uno va al consultorio
porque no es lo mismo. La otra vez mi hijo casi se me muere y nadie hizo nada por él
en el consultorio. Y en el hospital para que la puedan atender, tiene que tener un
pituto (contacto). Eso lo tengo más que claro, o sea, si usted tiene amistades todo
funciona bien.
1. Presentación Este es el relato de Johana de Curicó; así como ella otros quince
pobladores más, comparten su historia de pobreza y activa
participación en los programas del Estado. De este universo de entrevistados, la
mayoría ha tenido puestos de dirigencia ya sea en la junta de vecinos, el comité de
vecinos, el centro de padres… En todos ellos encontramos un discurso sobre una
identidad que apela a un “nosotros”, que se construye en parte, desde la experiencia
de vivir la pobreza en colectividad, pero también de saber que ese “nosotros” es lo
que posibilita hacerse visible frente al Estado y sus programas sociales. Muchos de
estos pobladores provienen de campamentos y obtuvieron sus viviendas participando
de manera organizada en los programas sociales. Salvo Belinda y Elisabeth, ambas
dirigentes, quienes lograron sus casas por gestiones personales y mecanismos
claramente clientelares.
Las trayectorias de vida de estos pobladores, no se diferencian mucho de otras
analizadas en nuestro universo de estudio. Aunque estas historias no son de extrema
marginalidad, ellas dan cuenta también de una socialización de fuerte abandono y
escasos espacios de protección. La ausencia de un núcleo familiar protector es un
rasgo común a todos ellos. Ana de Maipú, emocionada cuenta su infancia sin amigos,
sin padre, pero en la casa grande de sus patrones que la educaron y la vistieron como
si hubiese sido su hija. Hoy vive extremadamente pobre:
Ana, 51 años, enseñanza media incompleta, dos hijos estudiantes, empleada doméstica,
siempre ha participado en organizaciones de vecinos, actualmente es la delegada de su
edificio, su marido recoge cartones y desechos para venderlos, obtuvieron su casa por
programa participativo, Maipú: “Yo vivo soñando con esa casa de los patrones en el sur,
siempre vuelvo a mi infancia. Es que lo pasé muy bien yo, ahí yo tuve de todo, pero lo que
nunca pudo es llenar el vacío de la mamá y del papá, yo ni siquiera estoy reconocida por mi
papá. Me pusieron el apellido los patrones porque el colegio era un colegio de monjas, era
pagado y ahí había que llevar los dos apellidos… Ellos (los dueños de casa) se iban a dormir
la siesta y mientras ellos dormían yo me bañaba en el estanque; pero ahí no tuve yo amigas,
no me permitieron tener amigas porque ellos eran reacios a meter a cualquier persona para
adentro… pero a los 18 años la señora se enfermó y ya tuve que partir… Irme a la casa de mi
mamá fue un cambio bien brusco en todo caso…ya no hubo nadie que pusiera el capital para
estudiar..., mi mamá nunca me ayudó para nada, nunca puso un peso. Por eso le digo, yo me
críe con una familia extraña, o sea, no con mi familia.”
Sin embargo, a pesar de estas historias de abandono y maltrato, muchos de ellos, en
especial dirigentes, reconocen una socialización temprana en la organización y la
familiaridad con un mundo más amplio que el entorno cercano. Este “adiestramiento”
en el trabajo dirigencial y el trato con “otros” (no pobres) les permite explicar la
facilidad con la que hoy día se mueven en las gestiones de intermediación y en las
actividades que vinculan a la comunidad con el Estado. Estos mediadores, como diría
Geertz (1983), están aquí y están allí, y aunque comparten su pertenencia de clase
social con el resto de los pobladores, ellos poseen un “capital social” y de recursos
derivados de las conexiones con ciertos grupos o redes de contactos, que los
distingue claramente del resto de la comunidad.
Jocelyn, 40 años, tres hijos entre 15 y 8 años, microempresaria, dirigente de la villa, casada,
marido obrero de la construcción, la municipalidad la demandó judicialmente por gastar el
dinero de un proyecto para la comunidad, Cerro Navia: “Un tiempo viví con mis padres, pero
mucho tiempo viví interna…también vengo de campamento, por lo tanto sé lo que es la vida
del campamento... No soy de las personas, que se pueda decir que vengo de una vida donde
todo se me dio fácil. Desde que tengo uso de razón empecé a trabajar de niñera, a los siete
años; dejé de estudiar a los nueve años. Pero siempre me relacioné con una manera de
pensar productiva, por así decirlo. Trabajé en casas de asistentes sociales, de abogados y de
jueces en Talca. Yo toda mi infancia la tuve en el campamento, prácticamente del orfanatorio
pasé al campamento, y del campamento al internado, y del internado me arranqué y llegué
aquí a Santiago…no me gustaba la manera de tratar.”
Claudia, 32 años, trabaja en cosas varias, separada, una hija, tiene experiencia como dirigente
y participación en cursos que no le han servido para encontrar trabajo, Cerro Navia: “Ya he
participado organizando a la gente, yo creo que saqué el don de mi mamá, mi mamá igual
alega, pero es muy metida. Mi mamá siempre fue la delegada de su manzana, siempre fue la
presidenta del curso de nosotros y fue la tesorera por nueve años del Centro de Padres del
colegio. Entonces nosotros nos acostumbramos a ese sistema de ver a la mamá, a reunión
que iba yo escuchaba que alegaban, que hacían un montón de cosas y me fui acostumbrando
a ese cuento y fíjate que en mi familia son todos bien metidos en esas cosas.”
Como en todas las historias de pobreza, existe una diversidad de arreglos para
sobrevivir, desde la dependencia de los maridos en el caso de las mujeres (incluso
estando separadas) hasta la participación en programas de empleo, y en menor
número la utilización de fondos sociales para las necesidades familiares. Todas estas
familias se encuentran atrasadas en el pago de sus dividendos, no solamente porque
los ingresos siguen siendo igualmente precarios que cuando se vivía en el
campamento, sino también porque el costo de la vida les ha aumentado enormemente
desde que obtuvieron su vivienda. El trabajo o la falta de trabajo, su inestabilidad y
fuerte precariedad es una constante en estas trayectorias de vida. Como un trabajador
“canapé” (pequeño sándwich) se define Javier, es decir, un trabajador que pueden
ajustarse a cualquier situación con tal de tener un ingreso para sobrevivir. La
trayectoria laboral que él describe, bien podría corresponder a cualquier otro de los
entrevistados:
Javier, 29 años, enseñanza básica completa, obrero de la construcción, presidente de la Junta
de vecinos, casado, dos hijos estudiando, Curicó:“Bueno yo soy como prácticamente un
trabajador, como le dijera, canapé, porque voy a todas. Por ejemplo, yo le hago a todo, le hago
a la construcción, le hago de jefe de obra, de colectivero, de auxiliar de buses, le hago de
distintos tipos de trabajo, donde haya trabajo yo trabajo. Si estoy mal hoy día de trabajo el día
de mañana ... yo voy a cosechar tomates, voy a cortar uvas en la temporada, voy a cortar
peras, manzana, voy a lo que hay. El que más ha dado plata es la construcción, pero
sacrificado, bueno que todo trabajo es sacrificado. No hay ninguno que no sea sacrificado,
porque uno donde vaya se expone al sol, es sacrificado. Por ejemplo, de aquí caminando diez
cuadras ya es sacrificado, porque uno tiene que irse a pie para llegar a un trabajo, allá llega
cansado a trabajar, es sacrificado todo lo que uno haga.”
Vivir en un campamento fue para todos ellos una estrategia para escapar a las
humillaciones propias al que vive como allegado en “casa ajena”; pero también una
estrategia para poder obtener sus viviendas; una manera de hacerse visibles ante el
Estado y también de poder ahorrar dinero.
En estas historias todos recuerdan el momento o la situación en la cual descubren y/o
son descubiertos por el Estado. Es en la condición de “sin casa” que todos
comprenden que el Estado, sus programas e incluso los políticos pueden constituir un
campo fecundo para el acceso a los bienes y servicios que todos necesitan; siempre y
cuando esa demanda se realice desde un “nosotros” colectivo.

Juana, Curicó: “ Cuando estábamos en el campamento la idea de tener una casa propia no
existía. En la mente nuestra todavía no existía, o sea, de hecho nosotros pensábamos que nos
íbamos a quedar ahí para siempre, pero un día llegó a una reunión de campamento, porque
todos los meses se hacía una reunión y llegó Don Guillermo Figueroa. Era el Ministro de Fe de
la municipalidad. Llegó a hacernos una reunión, y él nos decía ese día que bien organizados
podíamos sacar una vivienda mejor, que podíamos estar mejor. Nosotros le decíamos que no
se podía, que nosotros no hallábamos quién nos apoyara, quién nos ayudara.”
Una vez obtenidas las viviendas, el vínculo con el Estado tenderá a permanecer,
aunque para muchos la llegada a la nueva villa les ha significado empobrecer y
descubrir incluso que existe una pobreza aún más dura que la propia. A diferencia de
otros pobladores que perciben que el Estado los ha abandonado, estos por el
contrario, lograrán seguir siendo sujetos de ayuda aún después de recibir sus
viviendas. Es en este momento también que se consolida la reivindicación de un
“nosotros los pobres” y la construcción de un vínculo con el Estado al que se pide
protección y resguardo.

2. El modelo del contrato


La percepción de marginalidad y pobreza está presente entre todos ellos, pero
siempre como una condición que afecta a la colectividad en su conjunto. Es desde
esa condición – nosotros habitantes de villa, cesantes, pobres… - que se exige y
revindica el derecho a la ayuda y el reconocimiento estatal. La comunidad organizada
y solidaria es un principio central en la relación que se desea construir con los agentes
del Estado. Este “nosotros pobres” da cuenta así de una identidad que requiere de
ayuda y protección pública para poder existir; una comunidad construida mirando
hacia el Estado, un nosotros “para” el Estado y sus políticas. Identidad colectiva que
se cuida y resguarda con objeto de obtener los bienes y servicios ofrecidos por el
Estado y “los de arriba”, como dice una pobladora.
Jorge, Cerro Navia: “Los proyectos sociales tienen que ser de una cantidad de gente, lo que
sea individual hay que olvidarse. Y si además se va al Estado con un pituto (contacto) te
ayudan inmediatamente. Existe mucho abuso de poder, aprovechamiento de poder, y que es
lo que pasa, nosotros como ciudadanos, tenemos que estar aguantando todas las estupideces
a los que tienen el poder.”
Saben que solo organizados podrán hacerse visibles al Estado y acceder a los
programas y proyectos ofertados por los agentes municipales, los políticos y los
intermediarios. Mantener esta comunidad entre los mismos pobres es percibido como
una condición esencial para la superación de la situación de pobreza y exclusión. A
diferencia de aquellos pobladores que conciben la organización y la solidaridad como
una tarea de la comunidad, para estos habitantes de villa, los agentes de políticas
sociales tienen también un papel que cumplir en la construcción y resguardo de este
“nosotros”.
Elisabeth, Cerro Navia: “La asistente social tiene que venir para acá porque hay harto
problema, porque vamos a necesitar harto apoyo en lo que es tratar de unir la gente y que
entiendan que no somos enemigos, que todos tenemos que trabajar juntos, va a costar.”
Para estos pobladores existe una deuda social con los que siempre han sido pobres, y
que exige que el Estado asuma su responsabilidad sin hacer otra distinción más que
la necesidad de cada uno. Una ayuda que debe ser permanente y receptiva a la
demanda de este “nosotros pobres”. La institución más indicada para asumir este
deber es la municipalidad, institución local que debería estar siempre cerca:
Javier, Curicó: “La labor de la municipalidad debería ser preocuparse más del sector, de tener
mas contacto con la gente de escasos recursos, que realmente se necesita del municipio y el
municipio no esta; ese seria un punto que la municipalidad hiciera por acá por el sector, no
solamente por mi familia, por todos en común, se preocupara por todos y por igual , de ver la
calidad, de cuando uno los necesita ellos estén ahí , no hacer puras promesas, que de repente
dicen ya estamos, vamos a ir , vamos ha ir mañana, pasado. No, se requiere que estén
siempre y lo atiendan como corresponde y tratar de ayudar a todos por igual, no a uno.”
Aun cuando la municipalidad y el alcalde son señalados como los principales
responsables de cumplir con este principio de ayuda a los más pobres, se reconoce
que los recursos a menudo no bajan desde el nivel central al local. El Estado
desconoce y olvida a los más pobres ahorrándose los recursos destinados a pagar
mejores “remuneraciones de los asistente, de los consultorios, de los hospitales…”
para que el trato hacia los más pobres sea mejor y más eficiente.
Ana, Maipú: “Aquí es uno de los pocos países que no ayuda a su gente; los otros países
ayudan a su gente, ya sea en la salud o en la educación. En eso el gobierno no ha hecho
nada. Entonces ¿porque si el Estado toma el modelo en cuanto al comercio, toma el modelo
en cuanto a otras cosas, porque no toma el modelo también de que debiera hacerse cargo el
100% de su gente?”
¿Qué piden finalmente que el Estado les entregue? Todo. Todo lo que ellos necesitan
para superar su condición de pobreza: vivienda, educación, salud, alimento,
organización… pero por sobre todo, trabajo. Como dice Susana, al Estado se le debe
exigir todo “porque hemos sido gente pobre toda la vida”. Entre estos pobladores
existe una noción de deuda social en el nombre de la cual se pide, se exige y se usa
la ayuda estatal.
Susana, Cerro Navia: “Yo pienso que el municipio debería tenerme un trabajo estable. A mí me
ayudarían aquí dándome pega, y… recreación. Pueden ser paseos para que toda la gente se
una, ponte tu antes la municipalidad hacía paseos ahora porque piensan que tenemos casa
creen que somos millonarios, pero tú más deudas tienes. Menos puedes salir, más pagas, todo
eso. Yo pienso que el gobierno debería regalarnos las casas (risas), la pulenta (lo mejor).
Porque hemos sido gente pobre toda la vida y para que vivamos medias relajadas ahora. Para
que podamos arreglar nuestras casas o comprar los muebles, darnos algún gustito…yo me
saco la cresta trabajando.”
Las dificultades que se reconocen en la relación con el Estado son muchas, pero la
principal crítica es hacia la evidente retirada del Estado y la disminución de los
subsidios después de recibir sus viviendas. Los pobladores perciben que a pesar de la
pobreza y la precariedad de sus ingresos, el Estado los abandona.
Gregoria, Cerro Navia: “Ahora que me van a quitar el familiar yo fui a hablar a la Municipalidad,
pero me dijeron que no podían hacer nada porque es una orden del presidente. Entonces, yo
pienso, que el presidente cree que porque tenemos esta casa estamos súper bien. Si es la
pura casa que tenemos, no tenemos nada más y no nos hemos superado en nada, y como
está el país, con tanta pobreza y nos quitan el familiar…y ese familiar servía de mucho porque
uno pagaba el agua y la luz con eso, que le compraba cualquier cosa a los niños, muchas
veces servía para comer también y ahora lo van a quitar.”
Al Estado se le invoca, en nombre del principio de protección y ayuda a los más
pobres, a constituirse como empleador y generador de trabajo, estable y remunerado.
Porque el mercado es injusto, miente y los excluye, es el Estado al que se interpela
para que asuma esta función o al menos los vincule a mejores fuentes laborales.
Ana, Maipú: “La municipalidad por ejemplo, debiera tener personas a cargo de los jardines y
tanta cosa que hay. Aquí mismo en esta villa hay mucha gente que esta cesante y aquí hay
varias placitas. Darle la oportunidad a la gente que está cesante aquí mismo en la población,
que se encarguen de la limpieza de la población, de las plazas de la población. Darles trabajo
aunque no importa que les paguen el mínimo, pero la cuestión es que nos den ese trabajo.”
Los dirigentes barriales, en general con mejores niveles de educación que el resto de
los pobladores, pero también con mayores habilidades para hacerse de contactos
diversos, serán los principales defensores de este modelo de Estado protector de la
comunidad. Sin embargo, es un reclamo frecuente que, entre quienes adhieren a este
modelo del contrato, tienden a construirse relaciones clientelares entre los dirigentes
vecinales y el Estado. Clientelismo que divide a la comunidad, pues junto con dejar a
muchos afuera, beneficia a los más cercanos, a los familiares y a los amigos de estos
mismos dirigentes. Ciertamente, en un modelo de política social, donde lo central es la
oferta a la demanda a través de proyectos, concursos…es decir, la competencia, el
campo queda abierto para que en estos contextos de pobreza y desigualdad social
aflore el clientelismo. Los dirigentes serán los que más explícitamente reivindicarán,
en nombre de este “nosotros”, que alcaldes y políticos cumplan con aquellos pobres
que votaron y confiaron en sus promesas. Aunque, como señala Rosa, dirigente
vecinal:”Usted sabe que los gobiernos prometen y no cumplen, nunca”.
Javier, presidente Junta de Vecinos, Curicó: “El alcalde debería preocuparse más de acá, aquí
igual lo apoyaron harto para que saliera como alcalde y se ha despreocupado, ha dejado de
lado a la gente que lo ayudó para que saliera y eso no debería de ser. El igual debería
preocuparse de las poblaciones donde consiguió los votos, con los que necesitan y no
solamente con la gente que tenga una situación superior a uno; el debería acordarse de que
hay personas pobres, que a través de las personas pobres son los votos que ellos consiguen
para ser lo que son. Sino fuera por la gente no son lo que son, el no estaría de alcalde sino de
concejal. Ese sería un tema que el municipio debería preocuparse de los de escasos recursos,
por lo menos el alcalde, dar más a las poblaciones más humildes.”

3. Las tensiones identitarias


Todos estos pobladores comparten el reconocimiento del papel que el Estado, el
municipio, los diputados, los senadores… “los de arriba”, cumplieron en la
consolidación de sus identidades. El subsidio público, la ayuda del diputado, el apoyo
de la asistente social, la “paleteada” de la alcaldesa… gatilla siempre cambios,
transformaciones y readecuaciones en la imagen de si mismo. Como dicen varias
pobladoras, “ahora somos dueños y señores”; “acá a mi hija nadie me la va a
humillar”, y por sobre todo, cambia el estilo de vida, “vivimos más decentes”.
Juana pobladora de Curicó, aún recuerda que cuando vivían en el campamento los
pobladores les decían “la casa de las chancheras, por la falta de higiene, no teníamos
como lavarnos.” Así era como los reconocían en el entorno y “a nosotros nos parecía
mal, nos ofendíamos”, dice Juana. Con la llegada del Estado y las autoridades y la
obtención de la vivienda propia la vida les cambió: “Nació una persona y se la
destinaron a buenos padres una cosa así, para mi fue eso la casa.”
Javier, dirigente, Curicó: “El cambio 100% más creativo, creo yo, porque vivir en un
campamento y después llegar a un sector poblacional, cambia la imagen de lo que es uno.
Porque nosotros vivíamos en un campamento era como estuviéramos en un potrero
prácticamente, al margen de un sector poblacional. Nosotros vivíamos atrás de una población,
botados, no teníamos contacto con la gente de una población.¡Nada! En cambio al vivir en una
población es mas recreación, conocer más gente, compartir con gente que a lo mejor nunca
pensaba conocer. Cambia la vida al conocer nuevos vecinos.”
La ayuda, el subsidio, la gestión para el acceso de nuevos recursos siempre remueve
la mirada sobre si mismo y el entorno. Esto es válido para todos los pobladores y
villas aquí estudiadas. Para quien ha vivido siempre en espacios ajenos y con la
amenaza permanente de ser expulsado, la obtención de una vivienda marca un
cambio esencial en sus vidas e identidades. Y ello no puede sino generar un gran
orgullo, como dice una pobladora, una gran satisfacción consigo mismo, la percepción
de que “me la pude”, “salí adelante…” es recurrente en estos relatos.
En el caso de las mujeres, la seguridad y el poder que ellas adquieren al recibir las
viviendas a su nombre, les permitirá incluso romper con la relación de sumisión y
dependencia hacia sus parejas; al punto que en varios casos ellas deciden separarse,
vivir solas junto a sus hijos y dejar de ser niñas, como dice Elisabeth:
Elisabeth, dirigente, Cerro Navia: “Participo desde que entró mi hijo a la escuela, lo que pasa
es que cuando era chica (estaba casada) no me dejaban participar en nada. Entonces ahora
como estoy sola y nadie me manda aprovecho, aprovecho de hacer todo lo que me gusta,
aprovecho de ayudar y ver lo que pueda salir.”
Edilia, Cerro Navia: “Todas estas cosas son mías no más, no tengo nada que decir “mi marido
me dejo esto”, no, todo es mío, con mi esfuerzo.”
Los modelos identitarios de estos pobladores que se esfuerzan por salir de la pobreza
de manera colectiva, pero mirando siempre hacia el Estado, no son sin embargo,
homogéneos entre si.

Pobreza y dignidad: Por una parte están aquellos que a pesar de las fuertes
transformaciones en sus condiciones de vida, siguen definiéndose fundamentalmente
como pobres “Yo soy pobre y siempre lo seré” dice una pobladora, como respuesta a
la evidencia que salir de la pobreza es difícil o imposible, y también como una
reafirmación de un pasado que se lleva con orgullo y no menos sufrimiento. “Yo soy
pobre, pero digno, solidario…”, una identidad de la carencia, pero también del
reconocimiento de los valores que en esa misma pobreza los acompañan y
resguardan de caer en la absoluta marginalidad.
Marcela, Cerro Navia: “Mi vida cambio harto con la casa... Sabe yo nunca me he avergonzado
de decir que soy pobre, porque aunque yo tenga esta casa yo soy pobre, porque si no me
alcanza para comer, sino me alcanza para esto, para esto otro, es porque soy pobre, aunque
tenga la casa, porque no me puedo comer la casa, no puedo sacarle un pedacito. Pero esto es
para los niños más que nada.”
Ana, Maipú: “Aquí hay personas honradas, pobres pero honradas. Pero así también hay un
grupito que ha dejado mal el nombre de esta villa. Porque han ido a los supermercados a
estirar la mano y entonces, cuando uno habla de la Villa San Arturo, les llega a tiritar el alma;
pero uno le dice: No, yo no soy de esas personas, yo soy una persona decente; decente y
honrada.”
En estos modelos identitarios de marginalidad y dignidad, las tensiones son
muchas…pero la principal dice relación con el miedo de volver a caer en la miseria, en
el volver a “quedar botado”; en perder los escasos bienes ganados en su relación con
el Estado. Dejar de ser reconocido por el Estado y perder su protección, al punto de
retroceder… de no poder sostener lo que se ha avanzado. Porque entre ellos existe la
certitud, que sin Estado… no hay como sostener lo poco que se ha obtenido con
esfuerzo y organización. La percepción de vulnerabilidad está en cada uno de estos
relatos:
Susana, Cerro Navia:” El pobre se aburre de sufrir tanto, sabe que a mí me han dado hasta
ganas de matarme por desesperada… Porque yo todos los días:¿Que hago?¿Me irán a echar
de aquí, me irán a echar? Porque viví tantos años en un campamento para llegar a andar
botada de nuevo… no me gustaría. Yo en el campamento fui súper feliz, no tengo nada que
decir, pero no me gustaría andar así, porque van a decir: “Todo lo que luchaste por tu casa y
ahora andas botada”.
El modelo del contrato social se ha construido en buena parte desde esta tensión
identitaria, de esta evidencia que la organización se construye sobre la base de una
identidad de asistido. Como veremos más adelante, al Estado por tanto más vale
tenerlo de aliado, de amigo, de patrón, pero jamás de enemigo. Estas son pequeñas y
vulnerables sociedades que no pueden sino pensarse con el Estado, jamás contra Él
(con mayúscula), usando la vieja fórmula de Pierre Clastres.

Movilidad y poder: Entre los dirigentes tiende a predominar un modelo identitario


donde se combinan estratégicamente la solidaridad, la aspiración a la movilidad y el
poder sobre los suyos. En este modelo identitario la aspiración a la movilidad social
está muy presente, una movilidad individual, pero que se sabe requiere de los otros,
de la comunidad. Movilidad social y poder sobre la comunidad, son rasgos identitarios
que distinguen a muchos de estos mediadores y dirigentes poblacionales. Dirigentes
que como veremos posteriormente, no sólo ejercitan la dominación en virtud de su
posición en la comunidad, sino que también proponen e intentan enseñar las “buenas”
maneras de resolver los problemas de la vida cotidiana y pública.
Belinda, dirigente, Curicó: “Cuando a uno lo eligen de dirigente, uno dice...tendré que servir al
pueblo como se dice...Entrando al barco uno aprende a navegar, es muy complicado, es muy
ajetreado, es que son muchas paredes. Bueno, uno es elegido por el pueblo no es que uno
quiera serlo. Yo era pobladora antes, yo llegue acá siendo pobladora... iba a las
reuniones…había una directiva… la verdad de las cosas, no me gusta desmerecer a nadie,
eran puras peleas, nunca hicieron nada. Mientras que en mi presidencia yo he hecho la sede,
yo gané un fondo por Fosis, yo gané un fondo municipal… yo renuncié (por fondos no
rendidos)… pero la gente me volvió a reelegir de nuevo, porque yo no quería seguir trabajando
por la población, porque la gente igual es bruta, igual es testaruda, entonces cuesta...”
Pasar de ser un vecino más a un dirigente tiene muchas compensaciones, además de
las materiales, a menudo significa simplemente dejar de ser un poblador más y
comenzar a existir, a ser visible:
Javier, Curicó: “Yo no tenía ningún contacto de nada yo era uno más del montón no más, así
que no tenía nada. Si yo era un vecino más, no más. Yo tampoco era dirigente, yo no era
nadie, era un vecino no más.”
En este modelo identitario las tensiones son muchas. ¿Como surgir, como poder irse
de esta villa y conservar el acceso a los recursos y vínculos que confiere el hecho de
pertenecer a la villa? ¿Como distinguirse de la pobreza, autorrealizarse, sin cortar los
vínculos con quienes le asignan la autoridad para guiarlos y representarlos? ¿Cómo
surgir y salir de la pobreza sin tener que romper con aquellos con quienes intercambio
votos por favores? Compleja tensión entre la obediencia a si mismo, la colectividad y
el poder de los “de arriba”. Más aún cuando es justamente la pertenencia a esta
comunidad de pobres, “los de abajo”, lo que facilita el acceso a vínculos y recursos de
los “de arriba”. La comunidad, sus votos, son el principal capital de muchos de estos
dirigentes frente al Estado y los políticos, en especial los locales. Es común entonces
que estas tensiones tiendan a resolverse con lógicas de acción fuertemente
individualistas y clientelares; y en el caso más extremo, incluso ilegales.
El gran temor de estos dirigentes e intermediarios entre el Estado y las localidades, es
verse atrapados y confundidos con el mundo de los pobres. Ser asimilado con aquello
de lo cual justamente se quiere escapar. Nosotros y los otros, parecieran ser
definiciones/ distinciones identitarias que nadie puede no hacer. En el caso de estos
dirigentes este ejercicio de distinción, de reconocimiento y de explicitación de
fronteras identitarias al interior de estas localidades es un ejercicio necesario para
poder señalar la propia ubicación. “Esos son los de campamentos, estos otros los de
casa taller, ahí vivo yo.”
Joselyn, Cerro Navia: “En el caso mío por el hecho de estar con la directiva tengo contacto no
sólo con la gente de las casas-taller sino con la gente de adentro de la villa. Por eso me he
podido dar cuenta de que hay gente con diferentes maneras de pensar, se ve mucho la
violencia intrafamiliar, se ve mucho el alcohol, la drogadicción. Son personas “yo soy yo”, y no
tengo nada que ver con directiva, ni con el vecino, ni nada… A mi no me gusta ver eso en MI
VILLA, porque yo la considero MI VILLA, trabajo para MI VILLA, pero hay cosas que no me
gustan. No hay respeto, eso es lo que más me molesta… Es que dentro de la villa tenemos
muchos problemas sociales, tenemos mucha gente que está sola, otros que no tienen trabajo,
otras que los maridos no se encuentran. Entonces hay que ver todos esos planos, siempre
tienen como que tener una persona al frente que los guíe. Bueno me tocó la suerte que me
eligieron a mí.”
La construcción de estas fronteras, las distinciones en términos de la entrega de los
favores y bienes según la pertenencia de cada uno constituye la fórmula, como
veremos posteriormente, que muchos dirigentes siguen para “distinguirse” y salvarse
de quedar inmersos y confundidos con la pobreza de la cual se aspira a salir. El haber
dejado de ser de campamento y pasar a ser pobladores es un cambio importante,
pero complejo de consolidar cuando se continúa viviendo entre los vecinos de
siempre:
Javier, dirigente, Curicó: “Me gustaría juntar ahorro y irme de acá del sector. Me gustaría
postular a otro lado, pero no una parte tampoco que sea más elevado. Es que aquí hay
muchas personas que no saben vivir, hay algunas que son muy, muy ordinarias, andan con la
grosería en la calle, de repente echando garabatos. Y aquí donde vivo yo hay familias así y a
mi no me gusta involucrarme al lado de ellos. Por la mala imagen echan a perder todo, porque
yo al estar viviendo al lado de ellos echan a perder todo, a lo mejor no es así, pero usted sabe
que la gente lo apunta, como si todos fueran iguales… y va pasando gente de la población y
escucha, y dice: Mire donde vive el presidente! La gente dice: ¡Este debe ser de los
mismos! Me lo han hecho saber, me lo han dicho. Yo que diablo, yo me iría, me cambiaría
para salirme de la imagen de ellos; pero no puedo, tengo que seguir igual no más, y vivir la
experiencia que tengo. Bueno, algún día a lo mejor será.”
Claudia, dirigente, Cerro Navia: Yo estudié secretariado porque es un trabajo donde la mujer
se siente bien, no sé pues, donde tienes que vestir de otra manera, te vas a relacionar con otro
tipo de gente y tienes otras posibilidades, puedes ser una secretaria bilingüe y es otra cosa, un
trabajo donde puedes ir escalando…Lo que sí sé, es que no quiero vivir toda la vida aquí,
mis anhelos son tratar de pagar lo que más pueda y dejar este departamento y hacer un
cambio.
Tensión identitaria que en general es difícil de resolver, pues ellos saben que su
principal recurso frente al Estado y los programas es justamente su conocimiento y
diversidad de contactos con las comunidades pobres. Sin embargo, la esperanza de
poder distinguirse para romper con esa historia de pobreza hace que a menudo las
estrategias individuales ganen lugar, hasta el punto de quebrar con la comunidad y el
respeto ganado. Es el caso de Jocelyn que desaparece con los fondos de la
organización para la construcción de áreas verdes de “MI VILLA”; o Jorge que debe
renunciar a la directiva e irse un tiempo del campamento, cuando se descubre que se
ha gastado los fondos recaudados por la comunidad de vecinos.
Lo cierto, es que sea cual sea el modelo identitario y sus tensiones, para todos la
adscripción comunitaria es necesaria como soporte para intentar salir juntos de la
situación en que se encuentran. Un “nosotros” que mira hacia el Estado, las
autoridades y hacia sus dirigentes, pero que transita ambiguamente entre un discurso
de la solidaridad comunitaria y el interés individual.

4. El trabajo de la identidad

¿Cómo explicarse a si mismo por qué se es lo que se es y se está donde se está?


¿Como justificar(se) frente a si mismo y los otros que para salir de la pobreza lo que
ellos requieren es ayuda, protección… venga de donde venga? Entre el conformismo
y la mirada estratégica, estos pobladores construyen sus explicaciones sobre la vida,
su identidad y la propia situación de pobreza.

La vida es así
Susana, Cerro Navia: “De repente yo digo, porque habré nacido pobre yo? Bueno la vida es
así …. Pero en todo caso igual soy pobre, pero igual soy feliz. Yo lo único que le pido a Dios
es que me dé vida, salud no más y trabajo…si uno nació pobre uno tiene que ser así no más.
Yo creo mucho en el Señor porque el siempre me ha ayudado a mí. Yo digo, gracias a que el
Señor me tiene un caminito, yo voy por aquí por que si no me quisiera no estaría como estoy
ahora. Yo decía, Señor si tú me quieres demuéstrame que algún día yo voy a tener mi casita.
Lo único que te pido le decía yo. Ahora tengo casita, pero no voy a tener pega.”
Nací pobre, moriré pobre se dicen una y otra vez estos pobladores… habrá que
adaptarse, porque la vida es así. Adaptación ante la evidencia que a pesar de la casa
soñada, a pesar del Estado, a pesar de la vecindad, y a pesar de Dios… no hay
trabajo desde donde poder surgir. Trabajos denigrantes y mal pagados frente a los
que no queda otra que “agachar la cabeza”. Adaptarse y convencerse que finalmente
lo logrado no está tan mal, como dice Javier, dirigente, “para que más nos iba a
alcanzar a nosotros que nacimos pobres”.
Ana, Maipú: “Yo me adapto a todo, donde está mi familia ahí estoy yo; donde está mi marido y
mis hijos ahí estoy yo. Yo me adapto en todos lados, pero mi marido, no. Le digo yo, pero esta
casita es la que Dios nos dio, así es que tenemos que luchar por ella igual... Para nosotros dos
solos para que queremos más…”
Adaptarse y arreglárselas dentro de los márgenes de lo posible, para seguir siendo
“una buena madre”, como Marcela que se desespera ante las críticas que se le hacen
por dedicarse a trabajar y a estudiar teniendo seis hijos:
Marcela, Cerro Navia: “Desde que yo empecé en la empresa estoy mal , porque yo soy la
mamá que abandona a los niños, yo soy la mamá que no va a las reuniones. Pero es que lo
que yo les he intentado explicar es que abandono es si yo a los niños los dejara solos, o sea, a
su suerte, no están tan solos, porque se quedan en la casa de la abuelita, al niño yo estoy
pagando para que me lo cuiden...”
Asumir la identidad asignada, a menudo humilla, avergüenza y enfurece; es entonces
cuando pareciera que resignarse no será posible y las explicaciones surgen:
Susana, Cerro Navia: “Si uno no es culpable de ser pobre a veces, si yo hubiese tenido plata
nunca hubiese vivido así, ¿o no? Y de repente que se burle tu misma gente de cerca, tus
compañeras “¿verdad que viviste en campamento?” Sí, les digo yo, viví harto tiempo, gracias a
Dios que ahora tengo mi casa. Hay gente que les da vergüenza decirlo...”
Sea como sea, la identidad se construye, se aprende, y la experiencia les indica que
es mejor esperar, ir poco a poco, adaptarse y aceptar es también una forma de crecer
y conocer los propios límites y las propias virtudes:
Ana, Maipú: “Pero quiero ir paso a paso. Pasito lento y más seguro, la vida me ha enseñado a
ser así, ser más pausada, no ser tan atolondrada porque las cosas atolondradas salen mal, no
salen bien hechas. Entones prefiero ir paso a paso y ver la forma como poder yo valerme por
mi misma y no estar dependiendo.”

El que no llora no mama


Así como algunos trabajan su identidad desde la adscripción y la adaptación – a
menudo desde la vergüenza y la impotencia - , para otros la experiencia de ser pobres
les enseñó que, como dice el viejo tango, “el que no llora no mama”. Que la identidad
se pelea, que el deseo de ser alguien se gana a punta de grito, de astucias, de
estrategias e incluso de trampas. Y en pedir… no hay engaño, siempre habrá una
buena causa en el nombre de la cual pedir, negociar, ganar… Esas buenas causas
tienen muchos nombres: comunidad, hijos, compensación al propio esfuerzo…Lo
importante es ser vivo e inteligente y por sobre todo, atreverse a dar el primer paso:
Elisabeth, dirigente, Cerro Navia: “Escribí entonces la carta para La Moneda, para la primera
dama. Si pues, dije, “si pido todo para los demás por que no pido para mí. No estoy pidiendo
nada dado”. Yo estaba pidiendo para aprovechar esa plata (subsidios) que en el fondo la
estaba perdiendo…así que ahí me fue bien.”
Tejer redes, vínculos e intermediar entre la comunidad y los partidos, pero “sin
venderse”, “sin ser uno de ellos” aclara Joselyn, dirigente hábil en negociar todo tipo
de ayudas con los partidos que se acercan a la villa; ayudas que reconoce, le sirven
prioritariamente a ella y su familia:
Joselyn, dirigente, Cerro Navia: “Yo le digo que soy independiente, no soy de ningún partido.
Pero eso no significa, si ellos me dicen que va a haber que trabajar por x persona de tal
partido, y eso significa, que entran fondos, se podría decir que se trabaja para la
conveniencia…, sí…Pero eso no significa de que me venda, mis ideales son mis ideales, y si
trabajo es por un sueldo, porque necesito el dinero para mis hijos, porque necesito salir
adelante con mi familia, y eso no les da el derecho a comprarme. Entonces, tengo muy
distinguidas mis cosas, y ellas las tienen muy claras, y entonces eso como que hace que haya
una comunión especial, tampoco me aíslan, comparto con ellos, estoy dentro del núcleo sin
ser del núcleo, ya? Yo participo con ellos, sin ser de ellos, veo como trabajan, y todo, voy
aprendiendo cosas, aprendiendo incluso algo de política, algo de solidaridad, algo de social,
médico, de todo, sin pertenecer en sí a ningún partido. Digamos, sacando lo bueno, lo que me
sirve para mí, pero no sirviéndoles a ellos, que ellos me sirvan a mí. (risas)”
Salvo Joselyn y Claudia, ambas dirigentes vecinales, para los demás el acto de pedir
requiere siempre de una justificación, de un trabajo sobre si mismo que permita a la
mirada del otro mostrar otra razón que la propia necesidad, que el propio interés.
Pedir – al Estado y a la sociedad - no es un acto validado socialmente; evitar la
vergüenza y la deshonra exige por tanto, encontrar una mejor causa que si mismo:
pedir por la comunidad, por un hijo enfermo, o simplemente porque un cacique o un
político local se los aconsejó…
Rosa, dirigente, Cerro Navia: “Decían que yo me valía del niño, que pedía cosas por el niño
¡Sí!, yo no lo niego, pero era por él no por mi. Y ahora (que murió) yo no le pido nada a nadie.
Nunca me gustó molestar a mi, nunca me gusto molestar nadie, si yo pudiera que rato hubiera
podido tener para mi hijo. Siempre la gente me decía señora Rosa vaya aquí, vaya allá…por
mi hijo pedí, y don Luis Plaza (concejal) fue el que me dijo que lo hiciera así.”

5. Las lógicas de acción

La servidumbre voluntaria, como diría De La Boétie, es un rasgo que caracteriza a


estos pobladores deseosos de obtener los beneficios del Estado. Siempre con el
Estado, jamás sin él ni contra él.
Para estas personas la posibilidad de concretar su aspiración a la integración y la
movilidad social no reside sólo y exclusivamente en el despliegue de sus capacidades
y habilidades individuales (que además saben escasas y precarias), sino por sobre
todo en la capacidad de construirse una red de apoyo y protección sólida, comunitaria
y también estatal. Para ellos superar su condición de pobreza exige también contar
con las condiciones sociales y económicas apropiadas; el garante principal para el
cumplimiento de dichas condiciones debe ser el Estado.

Al Estado se le busca, se le demanda y se le exige asumir su rol benefactor,


protector, solidario y fundamentalmente activo, siempre presente. El Estado no es un
recurso más entre varios, sino un apoyo central y necesario en esta red de protección
social. En algunos casos el único recurso desde donde poder mejorar las condiciones
de vida o sostener situaciones de crisis y marginalidad. Sin desconocer el rol que
cumplen los vínculos comunitarios y de vecindad en la superación de su situación de
pobreza, del Estado se esperan recursos, subsidios, trabajo o al menos gestiones
para ayudar a insertarse en el mercado de trabajo.
Pertenecer a las organizaciones vecinales constituye para estos pobladores una
buena y eficiente vía de acceso a los recursos del Estado y sus programas; aunque
no se compartan los principios y dinámicas organizacionales, se sabe que finalmente
por ahí la ayuda, aunque tarde, llega:
Ana, Maipú: “Hay cosas que no me gustan mucho de la organización, pero ya estoy inscrita y
no se puede tampoco renunciar, y además que uno pierde muchos beneficios. De partida, que
uno esté en el Centro de Madres ya hay beneficios. Entonces me armo de paciencia. Como
siempre, te digo yo, he tenido paciencia y esperar, esperar, esperar y esperar; porque se
supone que con seis meses funcionando recién la Municipalidad le va a tener profesores a uno
y de lo que uno pida. De aquí a seis meses pueden pasar tantas cosas, incluso tener las
máquinas de coser.”
Acudir al Estado en nombre de la organización o de lo vecinos no asegura sin
embargo, ser recibido u obtener la información necesaria. Cada dirigente deberá
armarse de paciencia y de buenas estrategias para lograr que se le escuche y
atienda. Aún cuando se golpeen las puertas en nombre de la organización, nada está
asegurado y las probabilidades de ser escuchado o atendido son escasas.
La señora Alicia, dirigenta de un grupo de ancianos, acude a la municipalidad de
Curicó para hablar con el alcalde. Su visita la programa para el día miércoles, pues
sabe que ese día de la semana el alcalde atiende personalmente. El motivo de su
visita es solicitar una reja para la sede social. La señora Alicia va muy bien vestida, tal
como lo hace cuando va al centro o a la iglesia (“porque no la toman en cuenta a uno
cuando va desordenada, si uno va bien arreglada la atienden bien”). La última vez que
la señora Alicia se entrevistó con el alcalde por este mismo motivo fue hace tres
meses. Esa vez sin embargo, se lo encontró por casualidad en un pasillo de la
municipalidad y allí pudo conversar rápidamente con él. Este miércoles la señora Ana
se dirige directamente a la alcaldía y allí entabla el siguiente diálogo con su secretaria:

Señora Alicia: Buenos días, señorita ¿Podría hablar con el alcalde?


Secretaria: No, él no está atendiendo en estos días. No está, no sé hasta cuando. [responde
sin mirarla]
Señora Alicia: ¿Y cuándo podría hablar con él?
Secretaria: No, es que él no está atendiendo en estos días. No está dando visitas ahora.
Señora Alicia: ¿Anda de vacaciones?
Secretaria: No, no está de vacaciones. Es que tiene muchas reuniones, por eso no puede
atender. ¿y para qué lo necesita? [la secretaria deja lo que está haciendo y mira a la señora
Alicia]
Señora Alicia: es que era por el asunto del cierre de la sede del adulto mayor. Es que... mire
[toma unos objetos del escritorio y le explica] Ésta es la sede y necesitamos que cierre aquí
porque no tiene agua, entonces si no se cierra se roban el medidor.
Secretaria: ¿Pero él sabe? ¿Ya habían hablado con él?
Señora Alicia: Dijo que no había plata.
Secretaria: ¿O sea que ya le dieron una respuesta? ¿O él le dijo que viniera?
Alicia: Él nos dijo que viniéramos ahora, empezando el año, porque a lo mejor había plata
ahora.
Secretaria: Ahhh… sí a lo mejor hay plata ahora, porque talvez el año pasado no había. ¿Y
sólo han hablado con él o han mandado alguna carta de solicitud?
Señora Alicia: Las dos cosas. Hemos hablado y mandado cartas. Es que yo prefiero venir
empezando el año.
Secretaria: Yo le aconsejaría que le mandara una solicitud escrita, porque con tantas cosas
que tiene que hacer se le puede olvidar. Pero tiene que venir otro día a hablar con él, no sé
cuando.
Señora Alicia: Muy bien señorita, entonces le hacemos una carta. Muchas gracias, hasta
luego.
En el pasillo la señora Ana reflexiona, “habrá que seguir insistiendo, talvés por
cansancio...”, al igual que todos los demás dirigentes ella sabe que lograr lo que se
desea por parte del Estado es un asunto complejo, insistir hasta el cansancio es el
camino más común. Las estrategias son múltiples, presentarse bien vestido, seguir las
formalidades de la burocracia, abordar directa y sorpresivamente a la autoridad,
saltarse las barreras administrativas o usar aquellos contactos y “pitutos” que faciliten
desandar el complejo laberinto de la burocracia estatal.
Elisabeth, actual dirigenta, no lograba obtener subsidio para su vivienda por tener
ingresos que la dejaban fuera de los programas de viviendas sociales. Ante la
negativa de la municipalidad decide escribir directamente a la Primera Dama, no con
“cartas lloronas, sino que explicando lo que le pasa a uno y que uno quiere una
oportunidad.” Así como algunos optan por golpear directamente las puertas del
Palacio de La Moneda y hacerse escuchar por el presidente o su señora, ejerciendo
así todas sus capacidades y destrezas; otros se organizarán y a través de estrategias
diversas intentarán seducir al Estado, ganárselo y convencerlo de que ellos sí
merecen una oportunidad:
Marcela, Cerro Navia: “Cuando nosotras nos formamos y postulamos tuvimos que luchar en
contra de la discriminación, porque en la municipalidad las empresas que habían eran de
hombres, entonces nosotras mujeres, ¿mujeres? con pala, con chuzo, con picota... ¡no! Incluso
un día asistimos a un consejo comunal y nos presentamos. Después escuchamos que no
querían correr el riesgo de que hiciéramos mala mantención de los jardines de la comuna.
Nosotras conversamos con los demás microempresarios,..., nos juntamos e invitamos a los
concejales a un almuerzo. Eso igual es una técnica, porque quisimos escuchar directamente
de ellos la opinión, en ese momento todos aceptaron... Después de eso en el próximo consejo
comunal, todos nos apoyaron, pero no fue el almuerzo, fue que ellos nunca habían tenido la
oportunidad de escucharnos; después llegaron a la conclusión de que a nosotras tenían que
darnos la oportunidad.”
La reciprocidad, en nombre de la comunidad, es construida a través de acciones
concretas como reuniones, festejos, compromisos mutuos que permiten consolidar los
vínculos de confianza entre Estado y comunidad. La confianza no se sitúa en el plano
personal, lo trasciende para involucrar al conjunto del grupo. En nombre de la
colectividad se obtienen proyectos y recursos y al Estado se responde entonces con
participación y cooperación.

Dirigentes y clientelismo: La relación con el Estado se levanta sobre vínculos


horizontales y de confianza…en este trabajo el rol de los dirigentes es central. Ellos
piden en nombre de un “nosotros” y comprometen a la comunidad con el
consentimiento de ella. En este construir y consolidar los vínculos de confianza, las
situaciones de semiclientelismo son frecuentes. Es decir, situaciones en que la
comunidad, a través de su dirigente o caudillo local, negocian con el municipio, el
alcalde o diputado, favores, proyectos e infraestructura que potenciará su capacidad
de autonomía y ciudadanía a cambio de lealtades políticas. La reparación de una
sede social, el financiamiento de una cancha para los niños a cambio de muestras de
adhesión y simpatía hacia el político o la autoridad que ha gestionado dichos
recursos, es frecuente:
Belinda, Curicó: “Yo te digo, soy apolítica, pero siendo dirigente, de repente me he tenido que
vestir de cualquier color, de cualquier color político. Un día me llama don Eduardo, me llama un
día domingo y me dice, señora Belinda, usted es la presidenta, nos podría prestar el sitio de
adelante que es estacionamiento privado para hacer una campaña? Pero claro, señor alcalde
no se preocupe, si quiere luz yo le consigo luz. A todo esto también iba a estar doña Carmen
Olivo que también es una parlamentaria, entonces era muy especial para conversar con ellos.
La presidenta, yo, no tenia idea para donde iba la micro, pero resulta que ahí yo, entre ellos,
metía la cuchara (opinaba), entonces me empezaron a ofrecer... y yo postulé al Fondeve para
implementar la sede social.”
“En pedir no hay engaño”, es el lema de muchos de estos pobladores, más aún
cuando se hace en nombre de la organización. No se pide para sí, sino para todos.
Pragmáticos y recurrentemente clientelares en su relación con el Estado, estas
familias, rara vez se distancian de la red, podrán entrar en conflicto, pero la opción de
prescindir de ella no se observa. Los recursos del Estado finalmente siempre sirven:

Javier, Curicó: “Estuve en un curso de albañilería, carpintería y de electricidad, pero no


aprendimos nada. No me sirvió mucho porque eran muchos alumnos, y las horas que
teníamos eran muy pocas y eran muchos alumnos para aprender lo que era teoría, el practico
era muy poco. Porque había un profesor como para cuarenta y los trabajos eran muy poco. Yo
aprendí a instalar no más y listo... todos lo terminamos, lo que pasaba en ese curso es que nos
pagaban igual y varios alumnos iban por recibir la plata y como la presencia de ellos valía allá,
así que nos tomaban en cuenta, nos pasaban la lista, está presente y nos pagaban. Y por eso
nosotros no aprendimos mucho... “
La percepción que los programas del Estado benefician a los más vivos, a los que
tienen conocidos entre los agentes del Estado y/o políticos es común, en especial a
quienes no son dirigentes.
Pero esta percepción de la importancia de los vínculos clientelares en la relación con
el Estado, la corroboran también los dirigentes con su experiencia. Tal como relata
Javier, el hecho de ser dirigentes le ha abierto oportunidades y recursos a los que
difícilmente habría accedido si no tuviera ese cargo:
Javier, Curicó: “El año pasado me tocó trabajar por Pro-empleo y ahí bueno... yo creo que fue
un poquito por pituto (contacto) porque yo en realidad nunca había estado inscrito ahí. Yo
conocía al gobernador y un día vino acá a la sede social y ahí nos empezamos a conocer. Y
ahí yo supe de los Pro- empleo y un día él me ofreció una mano y me dijo: Cuando necesite
algo de mi, usted como dirigente vaya y ahí estamos. Y justo un día voy a la gobernación y me
topé con el gobernador y le dije: “Hola don Raúl”, lo saludé. Y le dije, usted se acuerda de mi?
Y me dijo, como no me voy a acordar, si usted es dirigente de Santos, me dijo. Sabe don Raúl,
le dije, estoy mal, no tengo trabajo, no se si usted me pudiera dar una ayudita realmente,
económicamente estoy mal y necesito trabajar. Y me llevó para lo oficina con la secretaria y le
dijo anota a don Cáceres. Yo nunca pensé que iba a dejarme inmediatamente, ahí estaba en
las listas, fue porque el me ayudó me hizo un pituto (favor, contacto).”
Los privilegios de ser dirigente y los vínculos de confianza que se llegan a tener con el
Estado pueden significar el acceso a bienes y servicios que mejoran y elevan el nivel
de vida de los dirigentes y sus familias de manera significativa. Entre estos pobladores
tenderán a consolidarse las lógicas de dependencia y clientelismo; la participación
organizada en los programas sociales será fundamentalmente instrumental. Para
todos, el Estado se transforma así en “EL RECURSO” desde donde poder resolver
sus problemas personales, familiares y comunitarios.
Para algunos pobladores los beneficios obtenidos de su relación con asistentes
sociales, políticos, alcaldes, diputados, caudillo locales...pueden llegar a ser altamente
significativos en términos del mejoramiento de sus condiciones de vida. “Jamás pensé
que llegaría a tener esta casa” dice una dirigente que recibe dinero a cambio de
trabajar en la campaña de un diputado. Ya sea como cliente o como intermediario
entre el Estado y los vecinos, unos y otros saben que para obtener ayuda se requiere
estar organizado. Es en nombre de este “nosotros organización” que pedirán ser
ayudados. Como bien dice uno de los dirigentes, “aquí la ayuda llega a la
organización”. Estos relatos de vida nos hablan de las tensiones que pueden
introducir en estos espacios sociales los programas y proyectos que se definen como
asociativos y participativos. Como se deja entrever en el siguiente relato, la frontera
entre el beneficio individual y comunitario es difusa. Aunque muchos de los recursos
se solicitan en nombre de la comunidad, muchos también van a dar directamente al
hogar de quién intermedia en nombre de la comunidad.
Joselyn, Cerro Navia: “A la alcaldesa prácticamente la veo casi todos los días (risas), 8 años,
todos los días cuando voy a la Municipalidad. Ella sale afuera de su oficina, yo estoy
conversando con su secretaria, la saludo, un beso en la cara. Y yo le comunico a la secretaria
los procesos que estamos en la Villa...digamos que ella tiene un informativo a través de mi
persona...Ella me da tarjetas, firmadas por ella, autorizaciones para que yo vea médicos para
otras personas, simplemente yo sirvo como un puente, para comunicarme, para hacer
trámite... inclusive yo la mayoría de los trámites los hago por teléfono... No me puedo quejar...
Yo tengo esa suerte...tengo la puerta bien grande...a través de mi persona he logrado muchas
cosas....toda la gente me dice, “ ah, lo que pasa que tú eres comadre de la alcaldesa” (risas)…
De la Alcaldía he tenido mucha ayuda, tanto de parte de la alcaldesa, como sus empleados,
inclusive del diputado que me hizo un préstamo para poder postular. Yo se lo pagué
trabajando en su campaña y terminé de trabajar el mismo día que a mí se me entregó la
vivienda. Era un contrato que teníamos, yo pagaba mi deuda y me retiraba. A última hora, el
diputado, por intermedio de unos de sus secretarios, me envió un cheque de sesenta mil
pesos...La cocina me la regaló un señor que trabaja también en la Municipalidad, en el partido,
él es un anciano, pertenece a la directiva social del partido, me transmitió mucho de lo que yo
sé, en cuanto a lo social, me regaló la cocina, me regaló un equipo, me regaló el microonda
para que yo trabajara... para que yo saliera adelante, porque yo era capaz de salir adelante, y
junto con eso, sacar yo adelante los demás. Y así… me siento satisfecha con lo que he hecho,
quiero seguir haciendo más cosas, no solamente por mí, ahora ya tengo a noventa y dos
familias...que dependen en el fondo de mí, que sepamos hacer las cosas...”
Aunque todos se definen como apolíticos, el partido constituye una buen facilitador a
la hora de postular a fondos del Estado:
Belinda, Curicó: “Mi marido estuvo conversando con un amigo y le contó que no pasaba nada
con las casas. Y él le dice: - Oye, pero dile a tu señora, o anda tu a la oficina de Roberto León
del partido de la Democracia Cristiana. Y yo de ahí, yo fui por el partido de Democracia
Cristiana y el trato fue totalmente diferente, impresionante. Después que la asistente a mí me
atendía súper mal porque yo ya la tenía hinchada (molesta)...Mi marido en ese tiempo no tenía
ningún cargo de dirigente de junta de vecinos y yo no soy política. Con decirte que yo ni
siquiera estoy inscrita en los registros electorales. El trato cambió completamente después con
la asistente del SERVIU, porque incluso yo elegí este departamento. Y es lo más curioso...
porque la asistente me dice: “Señora Belinda, la señora Pilar me acaba de llamar, espérese un
segundito.” Seguramente hizo un contacto con ella....Me dice: - Dice que usted se conoce con
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la señora Pilar.... Y yo la ultra “cachiporra” : - Si, le dije yo. Pensé, Dios mío, que no me haga
ninguna otra pregunta personal porque no tengo idea. Pero lógico, claro si es que todas las
cosas son así…hoy en día, la verdad de las cosas, una persona de bajas condiciones sociales,
con poca educación y con poca plata, no consigue nada.”
Los padrinos y los favores se pagan con lealtad, violar esta regla puede significar no
sólo la pérdida de los favores del político o la autoridad, sino también sufrir la sanción
de la comunidad:
Rosa, Cerro Navia: “El alcalde en ese tiempo me preguntó si quería que él fuera el padrino de
mi niño. Yo le respondí que ningún problema y fuimos a bautizarlo. Pero ahora está enojado
conmigo, no vino al velorio de mi hijo, de su ahijado, porque yo andaba con don Luis Plaza.
Ahora todos me dicen que Plaza me utilizó a mi. Entonces el exalcalde se enojó conmigo. El
ahora es concejal, es de Renovación Nacional y Luis Plaza es de la UDI (ambos de partidos de
derecha). Yo ahora no hablo con el concejal Solano desde que se enojó conmigo porque dijo
que Luis Plaza me había usado a mi para la opinión pública, por eso que yo fui la culpable que
mi hijo haya muerto. Me lo mandó a decir… si yo lo único, lo único que yo quería era un
médico, nada más. Yo no pedía plata, no pedía nada, yo lo único que pedía era un médico,
nada más que eso y el concejal Luis Plaza me ayudó hasta última hora.”
En situaciones de clientelismo el intercambio de favores, yo me inscribo y tú me
ayudas, es percibido como un asunto donde ambos ganan. El Estado capta clientes
para sus programas sociales y los pobladores, los beneficios que de allí se derivan. La
lógica del “intercambio” de favores da cuenta del gran conocimiento que estos
pobladores poseen de la lógica de funcionamiento estatal. La “captura” de clientes
para los programas sociales no es siempre evidente, pero allí están ellos para llenar
los cupos que el Estado y sus programas sociales requieren para poder funcionar: “a
mi me llamaron yo creo que, sinceramente, para llenar los cupos del curso de áreas
verdes, porque necesitaban llenar para poder hacerlo.”
El clientelismo surge para muchos pobladores como una amenaza a la unidad interna
a la comunidad, al “nosotros” que se levanta desde una historia de necesidades
comunes, pero también como condición para la entrega de los bienes y servicios.

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Que se reconoce con mayor valor.
Marcela, Cerro Navia:”Yo pienso que la política es sucia porque mientras salen en las
votaciones prometen, prometen, prometen y después se olvidan. Por eso yo pienso que la
alcaldesa debería seguir y si no debería postular a un cargo mayor, porque, por lo menos la
alcaldesa aquí es una de las pocas personas que yo he visto que ha cumplido. Pero yo tengo
como una molestia con ella, porque cuando la representante legal de nuestra empresa nos
robó, la alcaldesa, en el fondo, quería limpiarle el nombre a esta mujer porque ella le hizo el
puerta a puerta en la campaña política.”
Las dificultades que se perciben para el buen cumplimiento de este modelo de
contrato social se asemejan a la de todos los pobladores: el Estado tiende a dejar a
muchos afuera, pues sus criterios de entrega de ayuda no se ajustan a la realidad de
los más necesitados. La sospecha que las preferencias y los vínculos clientelares
tienden a prevalecer está siempre presente:
Luis, Curicó: “Les toca casa a mucha gente que no tienen necesidad y gente que realmente
necesita muchas veces la pasan por alto. Yo no entiendo que será, será que muchas veces
puede ser compadreo entre las autoridades, no sé que es lo que hay. Eso es lo que yo no me
explico.”
Los favores y privilegios no se obtienen sólo por adscripción partidaria, compartir una
misma creencia religiosa puede también constituir fuente de confianza y favores.
Profesar un mismo credo, en este caso, el evangélico, puede permitir sortear más
fácilmente las trabas propias a la burocracia estatal. El intercambio de favores, sin
embargo, toma otra forma al clientelismo tradicional. Ya no se trata de favores o
bienes a cambio de votos, sino favores personales a cambio de favores personales.
Entre “hermanos en la fe” los vínculos tienden a transformarse en lealtades que
perduran. Aparecer en la lista de seccionados para el subsidio de la vivienda o en la
listas de los empleos de emergencia puede traducirse con el tiempo en tener que
trabajar como empleada doméstica, de jardinero, de gasfiter o maestro... en la casa
del “hermano” que ayudó. Trabajos sin embargo, que a menudo se agradecen y se
leen como gestos de confianza y hermandad en la fe evangélica:

Luis, Curicó: “Cuando él (el funcionario) comenzó a hacerme los papeles me dijo: Mire para
arriba y Dios le va a solucionar los problemas. Si –le dije yo- si eso lo sé, porque yo creo en El.
Y por ahí, como le digo yo, empezamos a intercambiar palabras. Entonces ahí, por ese motivo,
él se alegró, me felicitó, me dio la mano… y ahí él me explicó en otra forma, ya no me trató
como una persona… él me trató como hermano, hermano en la fe. Entonces me dijo, váyase
confiado en Dios. Cuando llego, como a los quince días, todo solucionado. Salí favorecido en
la primera lista.”
La iglesia católica constituye también una fuente de apoyo material y espiritual, pero los
vínculos que con ella se construyen responden más a la lógica de la caridad que al intercambio
de favores entre hermanos en la fé. Ante la ausencia del Estado o el maltrato, la iglesia – a
través de sus sacerdotes o asistentes sociales del Hogar de Cristo – surge como un último,
pero incondicional, soporte ante la necesidad y la depresión. Aunque todos perciben que la
ayuda de la iglesia está destinada a los más pobre de los pobres, se reconoce que ella jamás
cierra sus puertas a quien lo necesita. La ayuda material así como la espiritual (el buen
consejo) constituyen dos componentes esenciales en este vínculo con la iglesia católica.

El mercado
El mercado de trabajo es también señalado como uno de los principales
impedimentos para salir de la situación de carencia:
Marcela, Cerro Navia: “Es difícil que nos den crédito los bancos, aunque digan que los bancos
apoyan y apoyan, mentira. Mienten, dicen que los bancos apoyan a la microempresa, pero
nada. Poco menos tienen que tener una parcela en garantía para que den un crédito, aunque
sea de cien mil pesos.”
El municipio podrá hacer cursos e intermediar con el mercado laboral, pero es
evidente que para todos estos pobladores el trabajo sigue siendo escaso y altamente
precario; la vulnerabilidad de su situación laboral los lleva una y otra vez a volver su
mirada hacia la ayuda del Estado. Para quien logra un trabajo remunerado, acudir al
servicio público puede empezar a ser altamente ineficiente, el cálculo de costos y
beneficios comienza a operar:
Belinda, Curico:”En el policlínico hay que estar toda una mañana, a mi no me conviene perder
un día de trabajo, por que yo con el día de trabajo yo compro el bono y me sobra plata...”
Sin embargo, son pocos los que se alejan de la red estatal, por el contrario, de
nuestro universo de entrevistados todos permanecen en ella. Aunque participen en
programas sociales de empleo o se capaciten en uno y otro curso, nadie tiene la
esperanza de aprender y encontrar un trabajo a partir de esa ayuda. Si se participa,
es porque para todos, estos programas constituyen más bien una fuente de ingresos
que permiten paliar las urgencias de la sobrevivencia cotidiana. El pago de la
locomoción, el almuerzo, un subsidio...todo sirve.
En municipios pobres como los que aquí se analizan, las ofertas de trabajo no son
muchas, por eso las estrategias para conseguirlo requieren de gran habilidad para
saltarse las trabajas burocráticas. La confrontación y las amenazas son también parte
de las estrategias para hacer cumplir al Estado su papel de empleador o al menos de
intermediador laboral. Susana no mendiga ni pide por favor un trabajo, tampoco lo
exige en nombre de su derecho como ciudadana; ella lo exige y lo reclama a gritos
frente a un Estado que la ignora y no asume su responsabilidad frente a la extrema
carencia por la que ella pasa:
Susana, Cerro Navia: “Entonces yo le dije (al encargado de la Oficina Municipal de
Intermediación Laboral) yo necesito trabajar. Ahora estoy viviendo en un campamento y me
quieren dar mi casa y con que piensa usted que yo le voy a pagar si no me dan trabajo?
Entonces le dije yo, mire si uno no se moviliza pasa por floja, yo tengo ganas de trabajar, pero
no me quieren dar trabajo. Entonces yo quiero ver de que manera lo puedo hacer porque ya
estoy aburrida de andar besándole los pies para que me den una pega. Le dije, yo lo que más
espero es una semana para que me dé un trabajo, no espero más. Pero se la canté dura. Le
dije, si ahora usted no me da pega yo voy a ir hablar con la alcaldesa que no me toman en
cuenta. ¿Entonces para que existe la municipalidad? ¿usted está para estar sentado aquí? No,
le dije yo.. Me dijo, mira muchacha, aquí voy a hacer lo posible …No, no quiero que haga lo
posible, quiero que me dé un trabajo, le dije yo; pero no me haga venir por venir porque de
partida plata para la micro a mi no me sobra. Después fui y me dijo: “Ya chica, me apuraste y
todo así que hasta que me salió tu pega.” Pero tuve como que presionarlo.”

Los iguales
Comunitarios en sus acciones, estos pobladores saben que el proceso es largo y
difícil, que las caídas son permanentes y que la vulnerabilidad es un rasgo común a
todas ellos. Con una cultura no menos aspiracional, estos pobladores comúnmente se
muestran más satisfechos con lo alcanzado: la casa, el curso de capacitación, la
ayuda social, el consejo, un saludo deferente... En ellos siempre está presente el
recuerdo de una historia de pobreza que los lleva a valorar cada progreso familiar, por
muy pequeño que éste sea. A diferencia de los pobladores que adscriben a un modelo
de subsidiaridad individual, estos se muestran más comprensivos y solidarios con las
familias vecinas que no han logrado alcanzar mejores niveles de vida y permanecen
sumidas en la marginalidad extrema. Es frecuente escucharles apelar a un Estado
protector y solidario frente a los más pobres entre los pobres.
Las prácticas clientelares que tienden a imponerse entre estos pobladores, el Estado,
los políticos y los caudillos locales a menudo rompen y debilitan las confianzas y
reciprocidades comunitarias. En la medida que las confianzas entran en una dinámica
de deterioro o erosión, y el recelo entre vecinos y dirigentes gana lugar, la
reciprocidad comienza también a ser afectada. El recelo y la desconfianza hacia
quienes se benefician de los bienes públicos debilitan los vínculos recíprocos, esto es
las expectativas de que cada uno de ellos reconocerá y respetará el vínculo de
vecindad, amistad y responderá a las exigencias que se desprenden de él.
En la medida que los dirigentes se valen de la comunidad en la obtención de bienes y
favores para si mismo y su entorno más cercano, la confianza de los vecinos hacia su
intermediador y representante se verá afectada. Estos dirigentes transitan
ambiguamente entre su adscripción a la lógica pública (gestionar proyectos de interés
estatal), comunitaria (defender los intereses de los vecinos a quienes se representa) y
el propio interés (disfrutar de los privilegios que otorga el hecho de ser dirigente,
contactos, bienes, favores…). Imbuidos de una lógica aspiracional, a menudo estos
dirigentes se valdrán de la comunidad y su rol de intermediadores con el Estado y el
entorno para usufructuar de los bienes y favores que tal condición les puede aportar.
Claudia, dirigenta Cerro Navia: “Yo no acudo sólo para mí, ¿me entiendes? Igual de repente
por ayudar, no se pues, igual voy al Hogar de Cristo para ayudar a personas de acá que
necesitan mercadería... Ahí también conozco harta gente, pero son contactos. Por ejemplo, les
181
digo “vamos mami yo la acompaño” ; o cuando me dice, “oye, hazme un favor”, yo
ayudo…ese tipo de cosas.”
Los conflictos surgen en general cuando la comunidad descubre que el intermediador
traiciona la confianza que la comunidad ha depositado; y los favores lejos de
beneficiar a la comunidad simplemente llegan al intermediario, su familia y sus
cercanos. Es allí cuando la reciprocidad deja de ser comunitaria y adquiere los rasgos
de un clientelismo clásico: favores personales por votos.
Susana, Cerro Navia: “El (concejal de derecha) dio cajas de mercadería. El Hogar de Cristo
también estaba dando cajas de mercadería. Pero ellos (los dirigentes) se pasan el dato entre
ellos. No dicen, la vecina está mal, le voy a avisar para que vaya a buscar algo. Sabes que
cuando me di cuenta que venían todos con las cajas y bolsas con ropa, muertos de la risa...Es
malo lo que hacen porque aquí somos todos iguales, todas necesitamos. Yo le dije es malo,
porque yo no tenía ni azúcar, esa vez.”
Las fronteras sociales también se imponen en los territorios y debilitan las confianzas
entre vecinos. La percepción de que los dirigentes finalmente tienden a olvidar a los
más carenciados y a velar por los más cercanos es una crítica compartida. “Ella juega
ser de la directiva, pero le falta mucho...” dice una pobladora al referirse a las
dificultades de los dirigentes para asumir el principio de solidaridad con los más
necesitados y pobres de la villa. Ciertamente, para los dirigentes mantener las buenas
relaciones con el Estado y sus agentes es una preocupación central. Agradecer y
celebrar todos los “favores” y asignaciones de recursos constituyen actividades
recurrentes:
Joselyn, Cerro Navia: “Hemos hecho dos convivencias que han sido un éxito, una fue para
poder celebrar el cumpleaños de la asistente social que nos ayudó en todo lo que es
microempresa. En estos momentos ella trabaja en los fondos concursables. Ella fue como el
puente entre el municipio y nosotros, ella fue la que tuvo que buscarnos para hacernos el
índice Cas y ver si funcionábamos como microempresarios. Después, por las cosas del
destino, ella nos avisó de los proyectos productivos. Por alegría del destino quisimos compartir
con nuestros vecinos lo que nos habíamos ganado haciendo un asado.”

181
“Mami” es un término que usan las asistentes sociales y en general funcionarios públicos
para tratar a las mujeres que solicitan ayuda al Estado; su uso por parte de esta dirigenta da
cuenta de su distancia con los vecinos y su familiaridad / proximidad con la lógica pública.
Estos relatos, a diferencia de todos los demás, presentan una complejidad y
ambigüedad mayor. El modelo del contrato social habla de una concepción
comunitaria de la acción junto a la apelación a un Estado asistencial y
protector. Salir de la pobreza es un asunto de la colectividad; y la
comunidad constituye el principal garante que todo lo que al Estado se
demanda es por el bien de un “nosotros” y el interés de la comunidad. En
este aspecto ciertamente el modelo se asemeja al modelo de los derechos
colectivos.
Sin embargo, si en el modelo de la resistencia comunitaria, los pobladores se
enfrentan y disputan por la ayuda y recursos del Estado, en este tercer modelo del
contrato se invoca el principio de la solidaridad, el Estado debe ayudar a los que
más necesitan, es decir al pobre en tanto carenciados. Este principio del contrato
social lo asemeja en parte al modelo de la beneficencia y la caridad.
Las consecuencias en términos identitarios
Capítulo y de
7 lógicas de acción, son
radicalmente diferentes a los dos modelos anteriores. Si en el modelo de
Capítulo
resistencia comunitaria, la identidad 7 desde un pasado común y
se constituía
la defensa de la autonomía; en este modelo la identidad colectiva se
Subsidiaridad
construye al alero del Estado y sus programas sociales. Una “comunidad de
pobres” que existe en tanto el Estado y sus programas los acoge y los
ayuda. En estos términos más que autonomía, lo que se descubre es una
identidad fuertemente dependiente de la ayuda pública; pero que a
Francisco
diferencia del modelo de la beneficencia, se expresa no en términos
individuales, sino colectivos.
Para estos pobladores, en su mayoría dirigentes, la comunidad constituye
entonces
Mis papás un recurso
originalmente erancentral en los
del sur, la medida
dos eranquedepermite cumplir
la provincia con las y como
de Osorno
mi mamá exigencias y criterios de
quedó embarazada deasignación de recursos
mí, se casaron. Mi papá delseEstado; es un proyecto
vino a Santiago un
tiempo y después se vino mi mamá y acá nací yo. Llegaron a arrendar a dondelos
estratégico, pero que se está dispuesto a abandonar apenas se logren unos
recursos
familiares; despuésnecesarios
se fuerona la propia movilidad.
a arrendar cerca deNadie se piensa de
unos familiares sinmi
el papá,
Estado y
después nadie se imagina
estuvimos que esay relación
en Nogales después,pueda construirse
al poquito tiemposin un “nosotros”
como al año, les que
salió la
cumpla con las condiciones que el Estado pone
casa gracias al compañero Allende… Al poco tiempo le dieron el sitioa la entrega dey su ayuda;
ellos armaron
esto es,fue
su casa…eso la organización y la participación.
en la Villa Francia, ahí llegamosAasemejanza
vivir nosotros.del modelo
Entonces deahí yo
viví másderechos
o menoscolectivos,
hasta como estos pobladores
los 27 años… poseen líderes hábiles en la
intermediación frente al Estado; pero a diferencia de aquellos, estos, líderes
A los 23más
añosqueentré a por
velar trabajar a un tallercolectivos,
los intereses de joyeríaaymenudo
allá mismo en la por
lo harán Villasus
Francia
conocí propios
a mi señora que tenía como 17 años. En ese taller empezamos
intereses. Ambiguos en sus relatos, lo cierto es que la construcción a aprender.
Estuvimos como dos clientelares
de relaciones años, luego sonvivimos
más en San Miguel,
frecuentes entredespués nos vinimos
los pobladores que a
trabajaradscriben
a la casa adeeste
mismodelo
papás, que
después nos fuimos
en ningún otro. a arrendar a San Pablo, después
a San Fernando, Chimbarongo…pero por problemas míos… me gustaba la jarana
(droga), me gustaba todo tipo de cosas que te hicieran vivir la realidad… Entonces me
fui para allá para chantarme (parar), arranqué, porque ya era mucho… Allá como que
se me aclaró la película, como que empecé a saber para donde quería llevar mi vida,
porque antes de irme para allá yo quería puro morirme…Y ahí me centré un poco y de
ahí nos vinimos de nuevo a Santiago.
Estuvimos dos años viviendo en la población Alianza en Cerro Navia, vinimos a
arrendar. Me gustó de primera, igual llega uno a un barrio ahí no más… igual era
como un condominio, pero poblacional y no conocía a nadie. Como al mes
empezamos a alternar con todos los vecinos…todos eran dueños de las casas,
entonces a ellos les había dado la casa el gobierno de Pinochet… es que depende
mucho que gobierno de turno te entregue la casa para que tu te sientas
comprometido. Uno hablaba con ellos y te dabas cuenta que estaban comprometidos
con Pinochet.
Yo siempre me he sentido comprometido con los gobiernos socialistas, es que yo
tengo admiración por mi papá, sabes? Cuando era chico lo admiraba harto, después
cuando era adolescente no le creía nada… mi papá es súper sabio…Entonces él me
hablaba del tiempo que vivieron con Allende, cómo era la relación que tenían con el
gobierno que era más cercana, entonces después cuando ya salió Lagos, me gustó.
Bueno yo no tenía nada porque cuando voté por él yo estaba arrendando. Entonces
después pasó esto… salió la casa.

La casa
De repente un amigo me contó lo de la casa…lo que pasó entonces es que faltaban
dos personas para llenar los cupos. Entonces este amigo me dijo y yo al principio no
creí mucho. Hablé con las personas de la municipalidad, la primera persona a la que
yo llegué fue Liliana. Yo hablé con ella primero y después fue todo súper rápido, tenía
que tener 320 mil pesos y conversé con mi señora y me dijo: “Yo me consigo la plata”.
Habló con mis papás, con los papás de ella, porque los papás de ella tienen un
negocio y a ellos les va bien, pero nosotros nunca les pedimos mucha ayuda o sea
nada de ayuda. Pero ahora como tenemos casa soy el yerno preferido ¿sabes?… no,
si esta cuestión es así, puro interés.
La relación con la persona de la municipalidad fue buena, excelente, ella es
colombiana y bueno, uno tiene otra recepción con esas personas que son como más
cálidas, y me hablaba bien lento y súper claro, y simpática. Aparte de ser amoRosita
como super entregada en la pega de ella y con uno mismo. Aparte que ella en
Colombia había trabajado en esto, en orfebrería, entonces sabía más o menos,
entonces me preguntó: -¿Tú tienes herramientas? -Sí, le dije yo.
El mismo día, yo todavía no tenía la plata en la mano, había abierto la libreta de
ahorro. A lo mejor esto no es bueno que lo diga porque van a creer que hay
cuchufletas (enredos, clientelismo), pero bueno…eso se hace en hartos países del
mundo… ese día yo no tenía todavía la plata en la mano y me dijeron todos los
papeles que tenía que tener. Y llegué de la municipalidad a la casa y me acuerdo que
ese día hacía frío, llegué contento.
Sabes que estas casas yo no las había venido a ver, y como ya sabíamos que íbamos
a tener la plata el día lunes, el día sábado las vinimos a ver y me entusiasmé; es
como que estaba seguro que me iba a salir. El día 20 me vine para acá porque el 19
en la tarde me entregaron las llaves…así el corazón hinchado. ¿Y sabes quien me las
entregó? El caballero que estaba cuidando. O sea no fue con protocolo ni nada, yo no
quería protocolo ni cuática, yo quería que me entregaran las llaves y chao no más. Yo
no quería ceremonia porque no me gusta el show, la parafernalia, para nada. Yo
prefiero de repente que venga una persona a hablar conmigo y conversar
directamente con ella, no como que sea un show la cosa. Me gustan las cosas reales
y esas cuestiones son puro show para la tele y para la gente. Entonces, me
entregaron las llaves en la tarde, vinimos y limpiamos la casa y dejamos todo listo. Al
otro día nos cambiamos y ahí empezamos a vivir otra vida.182
Trajimos algunos muebles y después fuimos comprando…, pero nosotros siempre
vivimos con lo que podemos tener no más, no somos muy aspirantes a cosas
materiales que tienen que ver con una casa. Siempre estamos pensando en una
herramienta, una máquina, siempre lo vemos más por el lado del taller, porque el taller
da para ir comprando otras cosas… Es que este trabajo es mi vida, es mi pasión, no

182
En Villa El Resbalón sí hubo ceremonia de entrega de las viviendas; pero los habitantes de
las casas taller se autoexcluyeron en su mayoría; se subentendía que la ceremonia era para
quienes venían de campamentos, los más pobres.
es un trabajo que me da de comer no más… En realidad, nosotros necesitábamos una
casa propia y más con el taller, fue muy importante, o sea… no podría haber sido
mejor, yo creo que no podría haber sido de mejor forma. De hecho, si nosotros
hubiéramos postulado y hubiera salido un departamento, no nos hubiera servido,
porque no podríamos tener todo esto en una pieza, o a lo mejor nos podríamos haber
acomodado pero aquí podemos crecer. Yo creo que tuvimos bastante suerte; y yo
creo que la merecíamos, porque, y no es por ser sapo, pero aquí hay harta gente que
tiene casa-taller y no se la merecen.

La burocracia
Es la primera vez que he tenido tan buen trato de parte de la gente de la
municipalidad, de la gente del Serviu, de parte de gente que trabaja en oficinas
públicas… bien gentil. No como antes que tu llamabas por teléfono, te dejaban
esperando y al final te atienden mal. Poco menos que antes te echaban un garabato y
ándate, como si te hicieran un favor…acá era distinto, era como si yo les hiciera un
favor a ellos. Como que tenían estas casas y necesitaban las personas, por eso yo
sentí que era diferente hacia uno que es el último pelo de la cola en el escalafón de la
sociedad. ¿Entiendes? Siempre es puro trámite y trámite, al final te aburres. Pero
sabes…acá hubo burocracia, pero siempre con buen trato, nunca me dijeron “oye,
cabréate”. Y yo iba a veces todos los días, entonces por eso te digo que desde ahí
empezamos a vivir otra cosa.
La casa fue harto de suerte también, porque la plata no la teníamos, nos conseguimos
la mitad con la mamá de la Consuelo, la otra mitad con mis papás y eso también….o
sea habían hartos factores, el nacer en buena familia, o sea no son de plata, son
trabajadores constantes, pero hay buena onda para ayudarse…
Además que fue como que el beneficio nos andaba buscando a nosotros, no nosotros
al beneficio, porque siempre tuve fé y yo siempre he escuchado que ahora, en época
de democracia, siempre hay cosas que se están dando. Como que en las
democracias siempre se consiguen cosas, porque en el gobierno de Pinochet nada, si
mi papá se tenía que sacar la cresta y ningún regalo, nada, cero… Se daban los
alimentos a los chicos que eso es de siempre, pero de ahí nada más. Yo creo que se
llenaban los bolsillos los milicos y los asesores de los milicos, los sobrinos…tú
sabes… el yerno de Pinochet. Ese loco tiene cualquier plata, cualquier hectárea en el
sur, en Osorno, entonces en esa época se enriquecían ellos no más y lo que
quedaba…para el perraje [risas].

Los vecinos
Yo esperaba un poquito más y aún espero un poquito más. Me gustaría un poquito
más aislado de los vecinos, no tan apegado, un poquito más aislado, que tuviera un
patio al medio…Cuando llegamos aquí igual fue medio difícil porque pasaron varias
cosas bien malas. Por ejemplo, el primer día cuando nosotros llegamos aquí,
empezaron a abrir el grifo de agua, como era verano…y llegaron como treinta chicos,
se llenó, y empezaron a mojar los autos..., En una de esas, es bien terrible, un auto
acelera y le pega el medio golpe en la cabeza a una niñita y ahí quedó…yo nunca
había visto un atropello...la niña no falleció, pero quedó con secuelas…fue una
cuestión impactante, era un río de sangre, horrible. Bueno y ese fue el primer
día…después el primer fin de semana aquí atrás empezaron en la noche la señora
Blanquita, que se copetea (toma alcohol) con los hijos y, escándalo, gritos para
afuera… pelean entre ellos con la ventana abierta, la música a fuerte y se ríen con
escándalo como para no dejar dormir y gritando: “no estamos ni ahí con los hueones”.
Ahí yo dije…donde vinimos a caer, igual fue chocante porque siempre veíamos
problemas…nos daba miedo por los niños y no los dejábamos juntarse con nadie.
Otro día el medio fuego y llegaron los bomberos, resulta que se estaba incendiando
un departamento…Empezamos a darnos cuenta con el tiempo el tipo de gente que
era… una noche gente de ahí trajeron invitados de otros lados y le pegaron a la mamá
y a los tres hijos… Yo me quería volver, allá era una taza de leche, los vecinos
amables, ningún problema entre vecinos.
Acá fue como el afiatamiento…aunque esa palabra no existe, bueno es como un
modismo, pero la cuestión es que parece que la gente acá se relaciona así, porque
eran de campamento, casi todos eran de campamento, unos eran allegados, pero de
poblaciones. Después empezamos a conocerlos, empezaron a venir para acá a
ofrecer cosas. Ellos nos tratan de usted, nos tratan de usted todos, el trato de ellos
hacia nosotros es diferente… Ellos no nos ven en ningún problema entre vecinos ni
con ellos…Ellos no lo dicen, pero como que uno lo siente y también lo siente de parte
de uno, que uno es diferente a ellos. Porque si de repente nosotros somos
escandalosos, somos escandalosos aquí adentro, no para afuera. Como que a ellos
les gusta gritar y que la gente sepa, que los escuchen pelear entre ellos…
Yo conozco a todos los vecinos de aquí de las casas, y con unos no me llevo bien,
con los de la reja roja, no me gustan como son, porque si la basura va a pasar a las
tres de la tarde la dejan a las diez de la mañana afuera y llegan los perros y dejan la
escoba. Nosotros no pues, estamos pendientes si pasa la basura y la sacamos,
hicimos una canastita para poner la basura, pero ellos no… y tienen esa costumbre…
Lo que menos me gusta es que este tipo de gente es insensible, porque hay una clase
social que se nota. Se nota que la gente que viene de campamento es de más bajo
nivel y son como insensibles entre unos y otros. No tienen como un amor al prójimo,
para nada, bueno si, debe haber algo, pero no lo he notado… No te voy a decir que
en todas las casas, pero hay como una mayoría que son insensibles, como que no
sienten por los demás, eso no me gusta. No es que cada familia “sálvate sola”, sino
como que cada persona “sálvate sola”, papá, mamá, hijo, hija. No digo todos, pero
eso me di cuenta aquí, que la gente que tiene un nivel un poquito más bajo… porque
uno se siente un poquito más arriba de los peldaños. No me gusta porque lo estás
viendo, ese desligue de los hijos que tienen. Aquí viene una niñita a jugar…la otra vez
se cortó la luz y ni ahí, la otra vez tembló fuerte y ni ahí los papás…los dejan no más y
eso no me gusta….Ahora mismo, este niño le pegó a la mamá y la hija quedó como
mandando la casa, echó al otro hermano y el otro hermano anda dando bote. De
repente viene para acá a pedir algo para comer y si hay algo igual se le pasa, y es
humilde; “me gusta porque usted me aconseja”, me dice. Es algo de cariño y son
cosas tan básicas como aconsejarlo porque el es bueno para el copete y de repente
quiere pelear y saca la cortapluma. Y yo fui para allá porque yo conversaba con ellos,
y el que tenía la cortapluma no tenía nada de fuerza, nada, nada, no valía nada. Y
como que a uno le tienen respeto porque no te ven tomando, no te ven fumándote un
pito, entonces te ven como que soy correcto… Y después siguió tomando y yo le di
unos panes y... como que en eso yo me he dado cuenta que tengo como harta
humanidad. La gente está muy deshumanizada, porque pasa algo y como que nadie
está ni ahí y eso es más palpable aquí que en ningún lugar donde he vivido…
Con mi niña tengo un poco más de cuidado, no sé si porque seré celoso, pero no la
dejo salir mucho y no la dejaría que se juntara con las niñas de acá atrás, y si va a
casa de compañeras, me deja el teléfono y yo la llamo…si pues… si con las niñas no
cuesta nada que se las tiren y salga una guagua (bebé)…es complicado.

La municipalidad
Creemos que nuestra idea de “no pedir” cosas a la municipalidad tiene que ver con la
relación que tenemos con las personas que trabajan allá…nosotros hemos pedido
soluciones a la municipalidad, pero soluciones de problemas que hay acá, que un
vecino o el asunto de las peleas, ahora con el asunto de la basura yo llamé y pregunté
que iba a pasar con los tarros, para esas cosas…
Yo creo que a esas personas que van siempre, que ya las conocen, no creo que les
den muy buen trato. No sé, no lo he visto ni lo he vivido, pero pienso que es así,
porque sé que llega gente que se las sabe todas, cada cosa que sale se la saben, o
sea, viven del asistencialismo. De repente hay reuniones… y yo no voy a todas las
reuniones porque yo tengo que trabajar, para mi es esencial porque mi trabajo es lo
que me da de comer. Por ejemplo, ahora vienen otros proyectos de la municipalidad y
parece que quieren trabajar con la gente de aqui, pero yo en este momento no me
metería porque yo no veo cómo poder agrandarme, como poder crecer. Yo ahora
quiero trabajar las maquinas que tengo y no llenarme mucho de máquinas si las voy a
tener paradas entiendes? No quiero tomar un recurso que a lo mejor se le puede dar a
otra persona y que lo ocupe bien, no quiero estar agarrando y agarrando y que las
cuestiones queden paradas, no pues, me daría vergüenza…
Aquí los intereses míos y de mi señora es la familia, de comer todos los días, las
necesidades que uno tiene normales en una casa, las cosas que te van pidiendo los
chicos… Lo que pasa es que uno es inconformista, siempre esta mirando que
necesita algo, y como hacerlo… porque quedarse tampoco es muy bueno. Es
importante lo que tenemos ahora, ahora estamos muertos de la risa para como
estábamos hace tres años atrás, ahora tenemos casa, tenemos un taller impecable,
los niños han crecido más y han pedido cosas más caras ahora para la Navidad y
gracias a Dios se les ha podido dar… lo único malo es que no vamos a tener
vacaciones este año. Es que antes éramos más pajaritos nosotros, entonces nos
mandábamos cambiar para el sur, nos íbamos a mochilear, pero ahora no podemos,
siempre tenemos que pagar, ahora estamos muy pillados con las deudas.

El poder
La otra vez fuimos a Impuestos Internos… Y como que en Impuestos Internos son
medios juleros (tramitadores, engorrosos), eso me gustaría recalcarlo, que son super
juleros para atenderte, y como que les importa bien poco lo que uno les dice, porque
ellos juran que todos los que llegan ahí quieren estafar al Estado, entonces te mandan
para acá, para allá. El otro día yo fui y tuve que ir al día siguiente para lo mismo. El
primer día me atendió una vieja como de unos cuarenta, media neurótica, y al otro día
me atendió uno como de mi edad y ese me atendió bien, pero los otros viejos son
cara de palo para atender, bueno… yo creo que esa es una cuestión del servicio
público. Bueno es mutuo porque uno está ahí para pagar los impuestos, pero con
mayor razón deberían atenderte bien, pero no…mala la atención, no me gustó para
nada. Me molestó la indiferencia, el mal trato, hay que hacerles un cursito de “buen
trato” [risas] porque como siempre creyendo que te vas a caer y te pueden meter a la
cárcel. Entonces como que tienen poder sobre uno….yo creo que lo único bueno es
que uno puede hacer iniciación de actividades y puedes optar a las franquicias
tributarias, porque lo demás es puro problema. En serio, puros dramas, porque todo el
mundo trabaja informal, yo creo que las puras empresas grandes trabajan legal, pero
todos los chicos…si nadie te da boleta y te muestran como que todo el mundo trabaja
recto y nunca… Y cuando llegan los inspectores entran como si fueran la policía. El
otro día estaba yo en un negocio y de repente, “permiso, buenas tardes” y la gente
queda tiritando. Y ni siquiera un “espérate”, nada. Entonces esa cuestión me
molestó… Yo creo que a esos tipos les pasas un billetito y se van piolita y los tienes
después de amigo… como yo que tenía un amigo que se fumaba los pitos
(marihuana) conmigo y después estaba de actuario…[risas] Claro, no tenía ni tema de
conversación y después estaba de actuario, de corbata…Yo creo que pasa en el
sistema judicial y en Impuestos Internos importa mucho la pinta (aspecto físico,
presentación)…

Yo mismo
Últimamente no he tenido problemas por la pinta, porque ahora voy a cualquier lado.
Antes, hace unos dos o tres años atrás, si hubiese tenido que ir a Impuestos Internos
o a Serviu, me habría puesto pantalón largo, ahora no pues, me da lo mismo…Es que
ahora tengo casa, tengo un espacio en el mundo que yo sé que es mío, entonces ya
tengo un valor agregado entiendes? Aparte que uno se va dando valor, tengo un
taller, no dependo mucho del Estado. O sea, el Estado no tiene que mover una
empresa para que me de pega a mi, entiendes? Yo me muevo por mi mismo,
entonces yo creo que tengo un valor que me voy dando yo mismo, entonces no estoy
ni ahí con ir a poner una facha a un servicio público o a donde sea…
Desde que tengo casa me siento mucho más seguro y una persona ubicable. Por
ejemplo, las cuentas de luz, las cuentas del teléfono, llegan a mi nombre y eso cuando
yo lo veía en mi papá, yo encontraba que ya eras una persona que valía, pasas a
formar parte de la sociedad porque cuando uno es más joven no quiere nada con la
sociedad, pero llega un momento que tienes que aceptar igual, estás obligado…
Me siento con más derecho de opinar, de criticar, contra otras personas que yo sé que
están actuando mal. Me siento con ese derecho, antes no me sentía así, me sentía
más como en el aire. Yo creo que un hogar dignifica harto a una persona y a nosotros
más que somos independientes, es como un valor agregado, nos sentimos mejor… y
en todos lados porque en la misma familia cambia todo. Cambia la imagen para tus
suegros, para la familia de tu señora en general, para todos. Ya soy otra persona; no
sé que pasará, pero ya no te miran como antes…El caso mío se fue dando de a poco.
El otro día la abuela de la Consuelo estaba peleando con mis hijos y ella vive de
allegada…Entonces yo les dije a mis hijos, “ya, saben que más nos vamos a ir porque
usted TIENE SU CASA.” Así bien marcado…”no tiene por qué andar en casa ajena.”
Y la vieja quedó loca…, no me dijo nada, porque por lo menos mi hijo tiene casa hasta
los 18 años… Frente a mi mamá no tuve que demostrar que ahora tengo mi casa
porque mi mamá siempre me ha querido igual, o sea, nunca me ha mirado en menos,
siempre me ha visto igual…, pero mi papá no pues, ahora me respeta más.

El Estado
En los países desarrollados yo siempre he escuchado que a los desempleados se les
paga un seguro de desempleo o que viven, como podría decirse… esos son países
desarrollados. Y yo creo que en este país igual, o sea si tu puedes criar a tus hijos y
desarrollarte mediante esos medios, yo creo que es válido…Yo creo que es un deber
del Estado, pero eso es bien a conciencia de las personas que están gobernando y yo
creo que es un deber pero no todos los gobiernos lo cumplen. Porque por ejemplo,
nosotros estuvimos en el gobierno de Pinochet y ni ahí con nosotros, en ese tiempo
vivíamos en la Villa Francia y a mis papás nunca se les dio nada, nunca se les regaló
nada. Aquí nosotros hemos ganado la casa que salió rápido, a los niños una vez en el
colegio les regalaron una mochila y siempre les regalan cosas en el colegio…Y
nosotros siempre abiertos a esas cosas, pero con la beneficencia o el
asistencialismo… yo no estoy de acuerdo. Si te vienen a cortar el agua, ¿por qué
tienes que partir a la municipalidad para que te pasen unas monedas para pagar? Yo
con eso no estoy de acuerdo, yo no lo haría, de hecho me han venido a cortar el agua
y gracias a Dios siempre hemos tenido…Yo pienso que hay gente que necesita más
que uno, porque si uno está trabajando… también pasa por el orgullo de uno porque
ya es como mucho… o sea, yo no haría cosas como al limite. Yo siempre escucho de
la gente que vive acá, que dicen que la municipalidad los dejó botados y que están
como pajaritos… No pues, yo no estoy de acuerdo en llegar a ese asistencialismo...
Yo sé que hay gente que conoce todas las movidas de la municipalidad, todas.
Entonces cualquier beneficio parten todos para allá. Yo no pues, no ando detrás de
nada, pero por ejemplo si son proyectos para el taller o cosas en el colegio, o sea
cosas que están más a la mano, si pues, como lo de las franquicias tributarias que
podemos postular a hacer cursos y eso es gratis porque el gobierno lo paga, o sea
una parte tienes que pagarla tu… Nunca voy a ir a pedir, poniendo la cara o haciendo
una cola, no lo haría.

Los hijos
Nosotros no somos como inflados (arribistas) y esas cosas… por ejemplo, los tres
chiquillos almuerzan en el colegio y eso nos da más libertad porque así no estamos
tan pendientes del almuerzo. La gente piensa que cuando uno es independiente
trabaja menos y no es así…nosotros a veces trabajamos hasta las doce de la noche
desde las siete de la mañana, paro para comer no más. Pero igual siento que tengo
los niños más cerca, salimos a hacer cosas, los llevas en la micro, los haces rabiar, y
eso es bueno porque con mi papá el contacto era ahí no más, muy lejano, nos
veíamos poco porque trabajaba mucho. Y si yo trabajo harto no quiero
despreocuparme de los chicos. Pero me veo con problemas a futuro con mis hijos,
porque de repente estamos trabajando aquí y ellos llegan y no los pescamos, pero no
en mala…entonces después pienso que no les doy todo el tiempo que debería,
porque ahora tú les hablas a los chicos y no te pescan, pero uno hacía lo mismo…
Lo que me hace pensar que vamos a tener una mejor situación económica es el mirar
para atrás, como he ido en ascenso. Entonces no pienso quedarme así plano sino
seguir trabajando en esto, porque ahora vamos a tener un local en el barrio alto, pero
el local va a atenderlo una hermana mía, porque nosotros no podemos movernos de
acá. Ahora dependemos más de los clientes y de los intermediarios, pero me veo
dependiendo más de mi mismo.
1. Presentación
Estas son historias de esfuerzo y movilidad social, pero sobre todo de mucho trabajo
por distinguirse y diferenciarse de la pobreza. Además de la historia de Francisco,
está la de trece pobladores más: Pamela de Cerro Navia; Luis, Rosita, Victoria, María,
Atractiva, Julia, Rossana, Rachel de Maipú; y Mónica, Janet, Soledad de Curicó. En
estos relatos a menudo existe la memoria de un pasado mejor, un pasado en el que
había familia, casa y un relativo bien pasar desde donde cada uno pudo crecer,
educarse y a veces incluso, adquirir un oficio.
María, 28 años, enseñanza básica,dueña de casa, dos hijos, marido obrero en fábrica, Maipú:
“Yo vivía allá en Cerrillos con mis papás y una tía, después mi papá compró un sitio y nos hizo
la casa en que ahora mi mamá vive, una casa de madera; teníamos todas las comodidades. Mi
mamá y mi papá toda la vida han trabajado. Mi mamá es nana, cuida niños. Mi papá no pues,
hace lo que a él le dicen, hace casas mi papá, lo que le manden a hacer. La mejor casa ha
sido la de mis papás porque estábamos solos ahí, nadie nos molestaba. Yo tenía veinte años
cuando me fui de ahí, si pues, todos viejotes, si toda una vida, ahí pasamos penas y alegrías, y
gracias a Dios estamos todos bien. En la casa teníamos todas las comodidades, todos
teníamos pieza a parte y lindo el patio, con animalitos… Es bonita la casa de mi mamá ahora,
es grande, todo bonito y más encima que es loca por la limpieza, la tiene bien cuidadita,
compran cosas, la mantienen bien arregladita, además que mi papá la hizo al gusto de él, ahí
está toda la mano de mi papá, mi hermano mayor le ayudó.”

La mayor parte de estos pobladores proviene de familias migrantes y ello es


recordado como un signo claro de la voluntad de surgir. Es en ese contexto de vida
esforzada que ellos crecieron y se formaron una idea de quienes deseaban ser.
Rosita, 55 años, educación básica, migrante rural, 4 hijos, empleda doméstica, marido obrero,
Cerro Navia: “Nosotros vivíamos al ladito del río, nosotros vivíamos en una comuna que se
llamaba Nancahue, ahí vivíamos nosotros. Estudiamos en el campo, nosotros nos íbamos
como a las siete y media; mi papá y mi mamá nos mandaban al colegio. Pasaba una micro
cerca de unos potreros, había una calle pasaba una micro y nos llevaba hasta el colegio, era
micro que llevaba gente que aprovechábamos. Y mi papá al año le pagaba, le daba unos dos
corderos al chofer, o le daba unos gansos. En las tardes en el invierno, la micro pasaba como
a las siete y ya estaba oscuro, lloviendo, y mi papá nos iba a buscar a la micro a nosotros y
nos llevaba algo para taparnos. Mi papá trabajaba, sembrando trigo, haciendo huertas, las
papas, las cebollas. Vivíamos en campo, campo.”
Santiago representa y representó para todos la posibilidad de nuevas oportunidades,
“aquí vine a saber lo que es vivir” señala Luis que ha visto educarse y crecer a sus
hijos como él no pudo hacerlo. La rigurosidad y la disciplina en llevar su precaria
economía doméstica es una muestra de la voluntad de cada uno para surgir por sus
propios medios:
Julia, 47 años, empleada doméstica, sin educación, casada, tres hijos, solo dos viven con
ella, todos educación media, marido mecánico y dibujante técnico, Maipú: “Me ha costado, a
veces me cuesta en el mes para poder juntar el dinero, yo no espero que a mi me paguen sino
cuando yo tengo plata voy juntando hasta cuando tengo la plata del dividendo. Se me hace
bien difícil por que en este momento estoy yo sola, tengo que pagar dividendo, pagar luz,
agua, el teléfono, comer, el niño el colegio, es difícil, eso depende de mi no mas, pero no nos
hemos atrasado, gracias a Dios.”
Entre estos pobladores la idea que cada uno se hace sobre si mismo y su proyecto
vital, tiene nombre y fecha. La aspiración a la movilidad social, a poder “escalar” como
dice una y otra vez, una pobladora, a salir de la villa y del entorno de pobreza está en
todos ellos. Es esto lo que les permite finalmente construirse una estrategia de acción,
fundamentalmente individual. El más claro ejemplo, es que todos finalmente
postularon al subsidio para sus viviendas individualmente, sin la intermediación de
organización alguna, pero sí con buenos contactos que permitieron agilizar sus
gestiones.
Para estos pobladores hacer realidad su aspiración a la movilidad no puede
sino construirse a través de una práctica fundamentalmente individual y
sustentada en el propio esfuerzo. Desde esta mirada, el camino a la movilidad
social se construye desde el apego irrestricto a las normas de la integración y el
esfuerzo individual; una cultura aspiracional que a menudo reniega del entorno
de pobreza que los rodea pues en ellos ven la encarnación de lo que se desea
superar y dejar atrás: la cultura de la pobreza y el dejarse estar. Sin embargo,
en unos y otros finalmente, persiste la percepción que la meta a alcanzar está
aún lejos, e incluso, que con la llegada a la villa más que avanzar, han
retrocedido en términos de sus condiciones de vida, pero sobre todo, en la
posibilidad de escapar y distanciarse de la pobreza que tanto temen.
Victoria, amasandera y comerciante, 5 hijos, 1 nieto, marido obrero Maipú: “¡Yo me recuerdo
en las casas en que vivía y en lo que vine a parar! No pierdo la esperanza digo yo, algún día
tener una casa pero con un sitio en otro lugar.”

2. El modelo del contrato social


La valoración del esfuerzo individual y la
aspiración a la movilidad social se conjugan fuertemente en el relato de estos
pobladores. La confianza en sus propias capacidades y la experiencia de una historia
familiar de mucho trabajo contribuyen a reforzar una concepción del contrato social en
el cual la responsabilidad última en la superación de su situación de pobreza, recae
en ellos y sus familias, pues finalmente “todo depende de uno” y “cada cual se las
tiene que rasguñar solo...”.
En este modelo del contrato social, al Estado le corresponde premiar la conducta y no
la condición del pobre; esto es, ayudar al que aspira y se esfuerza por salir de la
pobreza. Lo que se pide es igualdad de oportunidades, un piso básico desde donde
levantarse y salir…
El rol del Estado consiste para estos pobladores en igualar las oportunidades
para la movilidad social. El Estado debe intervenir en aquellas situaciones de
pobreza extrema o crisis socioeconómicas puntuales y de este modo contribuir
a que las familias superen su deprivación y logren salir adelante cuando se lo
proponen. Sobre esta base mínima, la posición que las personas y sus familias
alcancen en la sociedad dependerá fundamentalmente de sus atributos
personales, y las desigualdades imperantes no serán más que el fruto de la
capacidad, el mérito y el esfuerzo de cada cual.
Los programas de subsidio y ayuda para aquellos sectores de extrema pobreza o
vulnerables constituyen un instrumento muy valorado en esta tarea estatal de
asegurar la igualdad de oportunidades. Pero sobre todo el Estado debe estar allí,
ofreciendo las oportunidades a quien las sabe aprovechar. Al Estado se le exige una
mano, una oportunidad, pero no cualquiera, para que las familias logren realizar el
proyecto deseado. El Estado debe premiar esta conducta de esfuerzo, pero puntual y
oportunamente. Lo que se requiere por tanto, es un Estado moderno. Por sobre la
amabilidad, la deferencia, o el ceremonial lo que interesa a estos pobladores es que el
Estado sea eficiente y eficaz en su ayuda, pero por sobre todo, que respete el
derecho de los pobladores a poder elegir u optar entre una cartera de subsidios y
ofertas públicas. El derecho a poder elegir y rechazar la ayuda pública es parte
inherente a este modelo del contrato social.
Algunos pobladores van más lejos y la figura imaginada es la de un Estado que
asemeje a un gran banco o una gran tienda en el que cada familia posea su “cuenta”
en función de obtener los subsidios requeridos. Pero a diferencia de la lógica actual, lo
que se pide al Estado es la valorización de los logros, es decir a mayor puntaje del
hogar más subsidio, a mayor capital familiar más crédito en los términos bancarios.
Pamela, enseñanza básica, casada, marido comerciante, se siente engañada por el Estado
por darle la casa que no quería, Cerro Navia: “Ahora yo no recibo ningún subsidio familiar, me
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dijeron que tenía ”mi cuenta” CAS muy alta. Eso no me parece, para que a uno le den
familiar uno tiene que vivir en una pocilga, porque si tienes limpiecito y si tienes tus cosas con
esfuerzo, te lo anotan y si tienes mucho no te dan. No tienes que tener ni tele, ni refrigerador,
ni nada de eso, tienes que ser bien pobre, bien pobre y bien sucio para que te vean pobre.
Pero no estoy de acuerdo con eso, y no me interesa tampoco.”
Desde esta aspiración a la movilidad social, el Estado es percibido como un recurso
más entre varios otros; pero ciertamente no el único, ni el más central. Más liberales
en su concepción de la sociedad, al Estado se le atribuye un rol subsidiario y pasivo,
un refugio, a veces el último, donde las familias puedan buscar ayuda.
En estas trayectorias de familia, la intervención del Estado aparece de manera puntual
y estratégica a lo largo de sus vidas y a menudo por iniciativa de ellos mismos que
conocen los mecanismos para acceder a los recursos ofrecidos. Son los mismos
pobladores los que se mueven hacia el Estado y no el Estado hacia ellos. Como
veremos más adelante, no es extraño entonces que una vez logrados (o no) los
recursos, las familias opten por desertar de la red pública y valerse de otras ayudas.
Las prácticas clientelares u organizativas no son propias a estos pobladores.
Pamela, Cerro Navia: “La Municipalidad brilla por su ausencia, lo único que le importaba a la
señora Cristina es que uno diera los votos para ella no más y yo nunca quise inscribirme eso
si, no me inscribí para votar, porque nadie va a venir a ayudarme a mi, - no, si el presidente
tanto y tanto va a hacer harto por nosotros -, mentira porque el sacrificio es de uno y si uno
quiere trabajar, trabaja, yo no voté por nadie, nadie me dio trabajo e igual trabajo sola y tengo
mi casa sola, entonces por eso yo no estoy ni ahí con lo que es política.”
Común es escuchar a estas familias decir que el Estado es poco oportuno, “cuando
uno los necesita no te abren la puerta como debe ser”, ineficiente y poco eficaz en la
focalización de sus recursos, tiende a “premiar” o “privilegiar” a quienes menos se
esfuerzan por salir de la miseria y no a quienes, como ellos, usan sus capacidades
para salir por si mismos de la situación de pobreza aunque no la exhiban en toda su
magnitud:
Julia, Maipú: “Yo creo que si me vinieran a ver me dirían, usted no tiene ninguna necesidad de
pedir nada, por que a uno le ven la casa, como uno la tiene; pero ellos no saben las
necesidades que uno tiene por dentro, ellos no saben si uno tiene para pan o para el día de
mañana. Así le paso a mi amiga, la vinieron a visitar de la municipalidad y le dijeron que no
tenia ninguna necesidad de pedir ayuda por que tenia ese departamento y por que tenia esa
verdulería. Pero si ahí no trabaja nadie más que ella, más encima tres niños estudiando, la
niña embarazada…uno tendría que estar yo creo viviendo en el barro para que la
municipalidad le pudieran creer de que realmente uno necesita... ellos no saben lo que uno
tiene por dentro.”
Pero por sobre todo el Estado se lo culpa de desconocer la realidad de quienes viven
la pobreza y de los estándares de la realidad chilena.

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Ficha de Caracterización de Asistencia Social utilizada en las municipalidades para la
asignación de subsidios. A mayor puntaje menor posibilidad de adjudicarse subsidios.
Rachel, 48 años, casada, 4 hijos, 1 nieto que vive con ella, empleada en pastelería, Maipú: “Yo
digo que Chile está bien, la población ha crecido, hay que hacerle caso a la mayoría de la
gente, hay que hacer algo donde quepan más personas, yo entiendo todo eso, pero háganlo
pensando en ellos, pónganse viviendo adentro del departamento y piensen: ¿me gustaría
tener el baño al lado del comedor?”
Al igual que muchos pobladores, se percibe que el Estado asigna sus recursos en
función de preferencias personales y no de criterios estandarizados.
Janet, 35 años, casada, enseñanza media completa que terminó en el Programa Mujeres
Jefas de Hogar, tres hijos Curicó: “Finalmente que el estado ayude depende de la persona que
da la ayuda, yo creo que depende de ella no más...porque le simpatizaban... entonces yo creo
que uno tiene que caerle bien para poder que ella la ayude...”

3. Las tensiones identitarias


Todos estos pobladores se construyeron mundos de vida en los cuales las
expectativas por salir de la pobreza se encubaron desde temprano. El proyecto
identitario es uno solo: surgir, dejar de la pobreza atrás, pero por sobre todo
distinguirse de los más pobres. Por eso la obtención de una vivienda propia es
siempre celebrada como un logro importante, como una fuente de orgullo que no da
cabida a mirar con nostalgia la vida en el campamento:
Julia, Maipú: “Allá en el campamento era un callejón no más, era todo distinto, los niños no
tenían amigos, no salían a jugar por que de la puerta salían al pasaje y eso era todo. Y acá era
todo como algo nuevo, como que no era de noche ni de día, ninguna cosa de esas, o sea
como le dijera era todo tan diferente, si por ejemplo allá donde vivíamos antes a las ocho uno
ya estaba acostada, si no tenía a donde ir, ni que mirar.”
La identidad sin embargo, se construye también desde la aspiración a la movilidad y la
esperanza de dejar de ser un habitante de villa… “ser otro”. En esta búsqueda, los
hijos, los vecinos son referentes importantes que indican si se va o no por buen
camino. La afirmación y concreción de un estilo de vida, de un habitus, parecieran a
menudo ser el único camino posible en este esfuerzo por marcar las fronteras
identitarias y de distinción con la pobreza que finalmente los rodea…y donde “la
pobreza se confunde con la cochinada.“ La valoración y ejercicio obsesivo de la
limpieza, la seguridad, el orden, las buenas maneras, el cuidado personal… hablan de
temores y tensiones que genera el saberse finalmente rodeado de un mundo social al
que se teme y del cual se desea escapar.
Rossana, 37 años, enseñanza media incompleta, casada dueña de casa, 2 hijos, marido
contratista, Maipú: “Era una alegría grande cuando recibí la casa, no era un palacio lo que
estábamos esperando, pero algo con que empezar porque el esfuerzo, la espera, tuvo un fin
bueno. Pero después de eso ya vino la desilusión. Aquí viviendo con las vecinas es un
calvario…fue una desilusión tan grande, mujeres de tan baja…, ordinarias en cuanto al hablar,
al tratarte, buscan problemas, viven pendientes de ti.”
Las tensiones identitarias se construyen justamente sobre la base de este temor a ser
identificado con el pobre que no se desea ser… el de la suciedad, el de la flojera, “el
del mal vivir”, el de la caridad y la asistencia social permanente. Marcar estos signos
de distinción frente a los suyos, frente a los vecinos, al Estado… pasa a ser central en
la construcción de sus interacciones cotidianas. Son interacciones donde la alteridad
esta marcada por el principio de la distinción y la aspiración a surgir.
Rossana, Maipú: “Lamentablemente yo no es que mire en menos a la demás gente, pero yo
vengo de un condominio de carabineros, porque soy hija de funcionario de carabineros y
donde yo vivía era un barrio de funcionarios que estábamos en Viña. Era otra clase, era otro
roce, entonces yo acá no me puedo acostumbrar a que la gente aquí sea tan ordinaria. No se
puede hablar con ellas porque si tu le pones mala cara te suben y bajan a puros garabatos, es
mejor quedarte callada. Ellos vienen de un lugar llamado vulgarmente conventillo y yo no,
entonces, yo no me puedo poner al mismo nivel de ellas entonces me dicen agrandada, la
paca (policía)…”
La depresión, la vergüenza, el llanto son las manifestaciones más evidentes de esta
tensión identitaria que tiende a exacerbarse ante la evidencia de un entorno social (la
villa, sus vecinos) y una casa que a modo de un espejo les recuerda
permanentemente que aún falta mucho para poder salir de ahí y concretar sus
aspiraciones a la movilidad, a una vida “como la gente”:
Rachel, Maipú: “Para muchos Maipú era como Las Condes. Yo antes venía para acá de visita
y decía que Maipú es lindo, hay casas lindas, un rico ambiente, pero me sentí pésimo cuando
vine a ver los departamentos y vi como toda la gente (refiriéndose a la gente de las villas
vecinas) construía rejas, como aislándose de la lacra que iba a llegar. Yo me sentí pésimo e
hice el comentario: “y estos que se creerán, que vamos a llegar caníbales”. Y ahora me doy
cuenta que tenían toda la razón de enrejarse tanto, si ellos se estaban protegiendo de tanto
ladrón. Imagínate la vergüenza que sentí al ver los basurales que ahora están allá, antes
estaban aquí en las esquinas, daba vergüenza traer a alguien porque la basura llenaba toda la
calle, imagínate el mosquerío. Aquí lamentablemente lo que llegó no fue muy bueno, somos
muy pocos los que venimos, no te digo de una alta alcurnia de Vitacura o Las Condes, pero sí
con una mirada diferente, otras ideas, otra mentalidad; aquí hay mucha gente que no sé de
donde las sacaron y los cabros aquí se echaron a perder todos.”
Los temores se consolidan también frente a la evidencia de la vulnerabilidad de sus
vidas y de su inserción en el trabajo. Como dice una entrevistada, finalmente “el único
límite a mis sueños es la plata (dinero)”. Sin embargo, aún así el proyecto jamás se
transa, a pesar de las evidentes dificultades, cada uno se esforzará por proteger y
también sumar a sus hijos a la propia apuesta:
Pamela, Cerro Navia: “Todavía tenemos fe que algún día nos vamos a ir de aquí, tengo fe, que
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me gane el Kino (risas). A mí me gustaría irme a Peñaflor, Melipilla, con un aire más limpio,
me tiene aburrida este polvo. El sueño de nosotros es tener una distribuidora de artículos de
aseo porque ese es el rubro de nosotros, pañales, detergente, todas esas cuestiones, y tener
una camioneta 4x4, y no nos falta tanto para eso tampoco… irme a una casa donde viva sola,
donde nadie pase por aquí por mi puerta, donde no me anden golpeando a cada rato, donde
no sienta el olor a marihuana, donde no me amanezcan botellas de vino allá afuera, nada de
eso…una casa con patio, donde yo sé que mi hijo va a salir y va a estar seguro y no aquí, que
se va a meter a un parque y capaz que me lo maten. ¡Me da miedo que mi hijo crezca acá!
Horror me da.”
Los hijos son parte importante en estos proyectos identitarios, a veces son la gran
esperanza de poder cambiar sus vidas. Sus nombres compuestos, propios a los
estratos altos (Maria Fernanda, José Ignacio, María Victoria…), instituyen de cierta
forma este proyecto de “familia aspiracional”.
Maria, Maipú: “Quiero que mi hija sea una niña de provecho, y como soy yo, creo que los dos
van a ser de buen provecho; yo soy estricta, cuando le veo una cuestión mala a mi hijo lo reto.
El no me sale ni afuera, no juega tampoco, él del colegio aquí y de aquí al colegio. No tiene
amigos aquí, porque los jóvenes son muy ordinarios, son muy picantes en el vocabulario que
tienen, hasta las niñitas, son muy ordinarios para hablar aquí, puros garabatos. Mi hijo me
dice, mamá, tú no me dejas ir para ningún lado. No, le digo yo, donde mis ojos te vean. A
Sergio Felipe lo veo grande, bonito como es mi hijo, estudiando, teniendo su profesión; y a mi
hija María Fernanda igual, con su profesión, bonita como es y con mi marido bien unidos.”
Muchos de estos hijos participan también de este proyecto, produciendo tensión y
preguntas que los padres a menudo no saben ni pueden responder:

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Juego de azar.
Janet, Curicó: “Usted sabe que de repente uno es media orgullosa y yo no voy a decir tengo
cosas o soy rica, las tengo, pero a veces estoy mal. Allá en el Estadio de la Universidad
Católica donde juega fútbol mi hijo van todos los papás a dejar a sus hijos en auto, y soy la
única que no tengo auto. Mi hijo me dice: ¿Mamá, por qué no te compras un auto? ... de
adónde digo yo.”
El reclamo de los hijos por más compañía de los padres...los remite sin embargo,
permanentemente a la pregunta por el costo afectivo de tanto esfuerzo y horas
dedicadas al trabajo:
Mónica, 26 años, educación media incompleta, casada, 2 hijos, comerciantes con local en su
casa, Curicó: “Lo que reclaman las niñas, o sea, la niña mayor, es por que nunca salimos. Ella
dice, mamá sácame al mall, mamá vamos allá. No se puede, no hay tiempo. A veces por
tiempo y a veces por la plata, porque algo así, si uno va a salir tiene que llevar plata, no va a ir
a puro mirar y ella a mirar como los niños se divierten, fome. Entonces como estamos recién
iniciando el negocio y estamos medios afligidos de plata, plata que tenemos, plata que la
ocupamos en mercadería al otro día. Antes íbamos a los juegos, a La Alameda…teníamos
tiempo para ella y salir con ella…se podía, en cambio ahora no se puede.”

4. El trabajo de la identidad
En este trabajo de la identidad romper con la historia de pobreza y el estigma es una
preocupación central. Frente al terror a parecer lo que no se es o no se quisiera
ser…los argumentos que se levantan para hacerse respetar son diversos. La mayor
parte de ellos sin embargo, buscan afirmarse en la diferencia a través de visibilizar y
destacar los propios atributos: somos más limpios, más sensibles, más esforzados,
más cultos; “puedo hablar de tú a tú”, le dice una pobladora a su entrevistadora:
Rossana, Maipú: “Hay una amiga que al igual que yo somos de Valparaíso, yo venía de Viña.
Somos más centradas, no sé como decirte más cultas. Por el hecho que ahora estemos
conversando puedo estar a un nivel tuyo, conversar bien. Pero si tu te pones a hablar con las
demás personas(lo vecinos) tu no hayas que decirle, porque tu no hayas como guiar ese
vocabulario que ellas tienen. Lamentablemente te dejarían con la boca cerrada, vulgarmente,
como se dice.”
Distinguirse desde el dolor y la adversidad, valorar el propio empeño y reflexionar para
aprender de las caídas, es otra manera de trabajarse a si mismo, de insistir en la
validez del propio proyecto, de perfeccionarlo y sobre todo, de no decepcionarse a si
misma, como señala Pamela:
Pamela, Cerro Navia:”Por el hecho de uno de estar aquí (en la villa) te vienen las malas
rachas, a mi marido lo han estafado, le robaron casi dos millones de pesos en mercadería...
Entonces hay que volver a pararse... si no lo hago me decepciono a mi misma.”
Al igual que para la mayor parte de nuestro universo de pobladores, es en nombre de
los hijos que muchos explican su perseverancia y sobre todo el rechazo a aceptar, la
estigmatización y la descalificación…Por los hijos se estaría dispuesto a todo, incluso
a robar y a matar... como madre y como padre que se es:
Janet, Curicó: “…si él quiere ir a una universidad de las buenas, tenga que... hay un dicho que
dice “aunque tenga que robar por mi hijo...”. Yo creo que uno como mamá de alguna
manera…y otra yo creo que lo logra para que sus hijos sean más que uno, porque yo por lo
menos, así como soy, he sufrido mucho, y no me gustaría que mis hijos pasaran lo mismo.”
Luis, 56 años, educación básica incompleta, oficios varios, ocho hijos, su segunda mujer lo
abandonó llevándose los ahorros para la vivienda; actualmente vive en sitios eriazos con un
hijo, no pierde las esperanza de ser ayudado por el Estado, Cerro Navia: “Si yo fuera otro yo la
demando por maltrato (a la actual pareja de su ex mujer)...con los cincuenta y seis años que
tengo, soy capaz de enfrentarme a un hombre, soy capaz, pero no lo hago porque con mis
cincuenta seis años estar metido en la cárcel, manchar mis papeles, no puedo… Muchas
veces he estado a punto, varias veces he tenido las ganas, pero me he contenido.”
Pero no todos logran trabajar sobre si mismos y encontrar desde donde reafirmarse.
Frente a la mirada despectiva de sus vecinos y la impotencia de no poder surgir y
tener una mejor calidad de vida, Victoria se repite una y otra vez, “es que no puedo,
no puedo, no puedo”; o Rachel que lo único que quisiera es poder desaparecer.
Ambas, en su desesperación, dan cuenta de los límites del trabajo de la identidad
cuando a pesar del esfuerzo y la voluntad, la posibilidad de proyectarse o pensarse a
si misma es en vano frente al peso de las evidencias.
Rachel, Maipú: “Estoy con una angustia y con una depresión grande porque me pregunto, ¿y
para esto junté plata?, para la calidad de vida que tengo aquí... uno puede ser muy humilde
pero decente... pero la droga... cuando a uno le toca vivirlo con un hijo... Yo le he preguntado
por que lo hizo. Porque uno no es perfecto y a veces no sabe, a lo mejor me está castigando.
Pero el me dice que lo hace porque a él le gusta... lo único que anhelo es sacarme un premio
para desaparecer...”
Sin respuestas ni salidas claras a sus aspiraciones, la tendencia a autoafirmarse en el
aislamiento, levantar murallas y fronteras es también una respuesta identitaria que
habla del miedo a ser confundidos con la pobreza y el “mal vivir” que los rodea.

5. Las lógicas de acción

El Estado
Estas son historias de escasos e intermitentes vínculos con la red estatal. Al Estado, y
sobre todo a los subsidios universales, se lo requiere y se lo usa siempre en función
del propio proyecto biográfico o familiar y principalmente para hacer frente a las
deficiencias del mercado de trabajo. Nadie se acerca al Estado sin embargo, sin antes
hacer un cálculo del costo beneficio que implican los largos y a menudo engorrosos
trámites para el acceso a subsidios:
Julia, Maipú: “Yo soy bien apática a estas cuestiones con el Estado; decía yo, que voy a perder
el tiempo, mejor hago las cosas de la casa; y a veces, cuando me venían a buscar, yo iba.”
Atractiva, 45 años, casada, empleada en negocio, 4 hijos, 1 nieto, un hijo estudia en la
universidad Informática, el marido tiene eseñanza básica incompleta y trabaja independiente
en una bodega, Maipú: ” El año pasado a mi hijo le habían dado la posibilidad de postular a la
Beca Presidente de la República, pero nunca me llamaron, nunca supe por qué no había
salido... Tampoco me di el sacrificio de ir a preguntar…Como no eran tan grandes mis
necesidades nunca insistía...Yo no me acerco realmente a averiguar, por falta de tiempo para
ir a averiguar. Si no salió, no salió.”
Acudir al Estado nunca es percibido como la llave para superar problemas, apenas
para resolver una urgencia; a él se acude en situaciones en las que “no queda otra” o
bien como parte de una estrategia a más largo plazo, y donde las ofertas del Estado
son recursos que hay que “aprovechar” y ponerlos al servicio del propio proyecto.
Como Rosita que paga puntualmente el dividendo para luego “arreglarlo y arrendarlo.”
Rechazar un subsidio es también frecuente y ello ocurre cuando se percibe que la
ayuda no se corresponde con lo deseado.
Rachel, Maipú: “Postulé directamente al subsidio y esperé como nueve años, claro que dentro
de esos nueve años me había salido casa otras veces. Una vez me salió casa para Puente
Alto, pero era muy malo; después me salió casa para Maipú, para la población San Luis, pero
ahí me dijeron que era terrible. Cuando enviudé tenia que tomar esta opción y la tomé
pensando en que había elegido otro terreno, otro ambiente, otra calidad de vida.”
El Estado se lo acusa de no resguardar los intereses de quienes se esfuerzan por salir
de la pobreza; las villas son un claro ejemplo de cómo finalmente el Estado no los
respeta ni los proteje en sus aspiraciones de diferenciación de la pobreza y de
movilidad social:
Atractiva, Maipú: “Dijeron los del Serviu que iban a seleccionar a la gente, que no iba a ser
cualquiera, que iba a ser gente trabajadora, entonces no separaron la gente de campamento.
Habría que colocar en una villa especial a la gente individual y gente de comité. Muchas
peleas se ve entre la gente.”
Estos pobladores no son clientes que acudan de manera frecuente; pero es común la
percepción que cuando se acercan el Estado éste les informa mal, les miente y les
hace mentir:

Pamela, Cerro Navia. “A nosotros nos asesoraba la asistente social. Esa fue la
mentiRosita, porque ella fue la que nos prometió… Fui a la municipalidad como hace
tres meses atrás a rogarles que me cambiaran de aquí, fui a entrevistarme con la
alcaldesa. Bueno, (irónica) ella nos cambió de casa, nos ayudó y todavía estamos
metidos aquí, ella nos dijo que iba a tratar de agilizar los papeles y a llevarnos de aquí.
Nos dijo - mire, por el engaño que le hicieron a usted, yo los voy a ayudar -. Salí a
sabiendas que iba a tener que salir de aquí por mis propios medios, porque la
municipalidad son puras mentiras… mentirosos, ellos saben como mentirle a la gente,
pero lo que pasa es que uno no es ignorante y no le van a meter el dedo como se lo
meten a toda esta gente de aquí que creen que la señora alcaldesa es la Virgen María,
mentira.”
Frente a la desconfianza que el Estado les genera, estos pobladores despliegan sus
estrategias individuales para resguardarse de estas “mentiras”:
Julia, Maipú: “Yo no tuve dificultades para reunir mi dinero, yo iba depositando todos los
meses. Los de la municipalidad dijeron que teníamos que tener tanto dinero en la libreta...claro
que en mi libreta yo no tenía todo el dinero, iba ahorrando en otra libreta. Entonces después
cuando la pidieron yo traspasé el dinero que tenía para la vivienda, así que no tuve
dificultades. Porque yo dije y si después no me sale...”
Al Estado no se lo espera, se lo busca en función de las propias necesidades y
proyectos. Pero todos saben que sin un buen “pituto” (contacto), las posibilidades de
ser recibido y escuchado son remotas. Es justamente por esta razón que estos
pobladores rara vez tratan de llegar directamente al Estado. Por el contrario, antes de
llegar a golpear sus puertas ellos buscarán hábilmente los resquicios para valerse del
amigo, del conocido, del patrón, del cliente…que les facilite el camino para ser vistos y
escuchados en sus demandas:
Mónica, Curicó: “Con una clienta que tenía yo, a través de ella hice las gestiones para
ubicarme con la persona de la gobernación. Es que eran conocidos los dos, entonces, fue
como una paleteada, una cosa así. Bueno, en realidad yo fui a pedirle que me tocara casa
esquina... Y esa fue la ayuda que me prestó, yo creo que prácticamente a mi no me atendió
tan mal, donde iba recomendada por la persona que lo conocía a él, se conocían de niños.
Pero al no conocerlo no sé si me habría escuchado, porque no lo encontré muy simpático.”
A diferencia de otros pobladores, ellos privilegiarán, no los contactos con dirigentes,
párrocos o funcionarios, sino principal y exclusivamente contactos que provienen de
su mundo laboral. Garzones, empleadas domésticas o vendedores...estos pobladores
cuentan con una red de conocidos que les permitirá acceder ya no solo a la asistente
del municipio, sino también al médico del hospital, a un jefe de servicio ministerial...es
decir, a personas con algún poder de decisión.
Mónica, Curicó: “Mi marido conoció a una compañera de trabajo que lavaba ropa, ella le
comento que su mamá tenía un pariente que trabajaba de nana en la casa de un caballero de
la gobernación que ahora es diputado; y que eran muy amigos. Y nos dijo, vamos a hablar con
él a ver que podemos hacer... Mi marido me lo comentó y fuimos con otro matrimonio, un
cocinero con su señora. El diputado también iba a comer al restaurante, entonces lo conocían,
se ubicaban de vista… Yo antes muchas veces intenté hablar con él y tenia que pedir cita.
Pero es imposible que alguien que sea tan importante en Curicó fuera a recibir a una persona
de población y sola… y así nos ayudó.”
Justamente porque el Estado se percibe como un aparato ineficiente, burocrático y
donde el contacto es clave para ser recibido, es que todo esfuerzo de modernización y
eficiencia es celebrado. Más que gestos de deferencia, lo que estos pobladores
esperan del aparato público, es rapidez, claridad y eficacia en su ayuda.
Frente a las muestras de ineficiencia del Estado, estos pobladores no dudarán en
increparlo, discutirle y sobre todo, confrontarlo. Cuando el Estado no respeta o
responde a los acuerdos, los conflictos estallan, pero siempre de manera individual,
uno a uno… A la confrontación le sigue a menudo un alejamiento de la red estatal,
pero también la resignación; si no se los reconoce en su diferencia y esfuerzo por salir
y distinguirse de la pobreza, más vale alejarse aunque se pierdan sus beneficios.
Soledad, 29 años, enseñanza básica, dueña de casa, dos hijos (el mayor es autista), marido
garzón, Curicó: “Le golpeé la puerta al director del hospital; me dijo que él no tenía tiempo para
atender a nadie y le dije que me tenía que atender porque si no me atendía le iba a hacer un
escándalo. Y todos me miraban porque yo era flaca, flacuchenta, nadie se lo imaginaba. Y le
dije que si no me atendía yo le iba a hacer un escándalo. La cosa que me tenía que atender
igual. Le dije, sabe yo vengo a poner una queja, una queja contra todo el hospital y usted
principalmente porque usted es la que da las ordenes…. No me venga a ver la cara, no crea si
la edad que tengo yo la aparento no mas, me han tocado vivir demasiadas cosas duras así
que no crea que cualquiera me pasa a llevar. Me dijo, bueno esas son las normas del hospital
y yo no puedo hacer nada, en todos los hospitales hacen lo mismo…”

El Mercado
Insertarse en el mercado de trabajo constituye una preocupación central en la vida de
estos pobladores. Cada uno sabe que no hay otra manera de salir de la pobreza. La
búsqueda de nuevas fuentes de trabajo se hace a través de estrategias múltiples y
entre las cuales ciertamente también cuenta el Estado y sus programas, aunque solo
si la urgencia y la cesantía se imponen. La experiencia les indica sin embargo, que los
trabajos que ofrece el Estado están lejos de ser aquellos a los cuales ellos aspiran
acceder:
Atractiva, Maipú: “Mi hijo cuando quedó sin trabajo acudió a la municipalidad, pero no encontró
trabajo por ahí, porque no había trabajo para lo que él había estudiado, para lo que él quería
trabajar, no había. Había puro para gente que trabajaba en construcción, cosas así; pero por el
diario consiguió el trabajo donde está.”
A pesar de las estrategias para conseguir trabajo, del esfuerzo y las habilidades de
cada uno, lo cierto es que todos tienen trabajos precarios, inestables y de muy bajos
ingresos:
María, Maipú: “Ahora no estamos pagando dividendo, lo tenemos congelado, porque el año
pasado a mi marido lo habían despedido del trabajo y lo echaron, y al otro día lo volvieron a
recibir. Quedó sin trabajo el treinta de octubre del año pasado y lo llamaron el cinco de
noviembre a trabajar ahí mismo…pero es baja la renta que tiene ahora, se la bajaron, no es lo
mismo, para nada, si ahora no tenemos ni aguinaldo. El sueldo es mucho más bajo, si él no
quería meterse ahí, pero peor estaba en la casa.”
Para las mujeres salir a trabajar fuera de sus hogares no es fácil, el principal
impedimento es siempre su pareja, que encontrara uno y otro argumento para
oponerse a la salida del hogar. Cuando estas pobladoras no pueden salir a buscar
trabajo, toda su energía se aboca entonces a invertir en la educación de sus hijos, en
seguirlos y empujarlos a cumplir el proyecto de movilidad:
Atractiva, Maipú: “Yo a mi hijo, a mi segundo hijo, lo empujé y él terminó en un instituto
comercial, hizo su practica, trabajó de junior, después él empezó a estudiar en un instituto
privado particular, después terminó su carrera y ahora (24años) empezó a hacerse su carrera
universitaria junto con trabajar como programador en el Banco de Santiago. Mi hija trabajó de
secretaria, trabajó en un negocio de automóviles, donde venden y arreglan. Estuvo trabajando
de secretaria y quedó sin trabajo y empezó a buscar de secretaria acá y justo salió este trabajo
de vendedora en una tienda del barrio alto. Ella ya había trabajado en ventas por hartos años
de AFP, de Isapres de distintas cosas ha trabajado.”
Distinto es el caso de aquellas mujeres que logran generarse un empleo desde el
propio negocio familiar; aunque siempre supone muchas horas de dedicación y una
gran disciplina en términos de la administración de la economía doméstica, en estos
espacios la relación entre marido y mujer es ciertamente más horizontal y
complementaria.
Mónica, Curicó: “Prácticamente no tenemos días libres porque esto de tener un negocio… hay
que estar todos los días aquí. Ahora él salió, fue a la casa de la mamá y esa es la única
distracción que tiene… No tenemos gastos extras, o sea, estamos sin hacer gastos extras, nos
estamos reprimiendo nosotros mismos porque o si no la cosa no va a funcionar, porque si nos
ponemos a gastar la plata no vamos a salir adelante.”
A todos estos pobladores les “gustaría encontrar un trabajo donde uno pudiera escalar”, pero
Las condiciones que les pone el mercado de trabajo todos estos pobladores las conocen bien.
Educación, “¡tener bonito físico!” y un buen contacto son factores con los que no siempre se
cuenta, pero que pueden ser decisivos al momento de buscar un trabajo. Sin embargo, todos
coinciden en que las señales que les entrega el mercado son confusas, difíciles de
comprender y difíciles de cumplir:
Rossana, Maipú: “Para tener un buen trabajo se necesita una carrera, no sé en realidad no
podría expresarme bien porque hay gente con estudios, con carrera y están igual de parados,
no encuentran nada. No sé en realidad que es lo que piden, los trabajos, antecedentes mismos
no sé porque los niños jóvenes ahora que tienen por decirte una carrera de ingeniería y no
pueden encontrar trabajo porque no tienen experiencia. Y hay gente adulta, que ellos le llaman
adulta a 35 o 33 años, y tienen la carrera y tienen la experiencia y no lo toman porque son de
edad. Entonces no entiendo qué es lo que piden.”
Nada es más ajeno sus intereses y capacidades que la participación en un trabajo
colectivo de autogestión. Aquellos que lo intentaron rápidamente sacaron cuentas y
descubrieron que los costos son ciertamente mayores que los beneficios.
Julia, Maipú: “Yo participé en un curso que nos hicieron para decorar su departamento…nos
regalaban el puro género y nosotras teníamos que hacerlas, teníamos una profesora y ella nos
iba enseñando. Las platas las dio el FOSIS para comprar las máquinas, el género y todo. Yo
alcancé a estar un mes, porque después…quedó ahí estancado. Yo terminé lo que tenía que
terminar y me retiré, una por que no iba a tener tiempo para ir a hacer los turnos, era mas bien
dicho una micro empresa. Yo creo que fue por muy poca comunicación, la gente es muy
envidiosa… Yo me retiré...era como ir a perder el tiempo y a veces yo tenía que pedir permiso
al trabajo para asistir. Y todas las veces no me iban a dar permiso. Y yo vi que no íbamos a
ganar, entonces yo no podía llegar y salirme de mi trabajo para irme a otra cosa que yo no
veía ningún porvenir, entonces dije yo no mejor, me retiro y me quedo en mi trabajo no mas…”
Las metas y los plazos claros son talvéz el rasgo más distintivo de estos pobladores
que confían en sus propias capacidades y esfuerzos para salir de la pobreza.
Pamela, Cerro Navia: “A los 25 años yo tengo que irme de aquí y tengo que tener mi capital
mío, mi negocio, no importa que no tenga distribuidora, pero mi capital mío y mi auto, un buen
auto, y todo eso en cuatro años más.”
Los vecinos
En estos relatos la preocupación por distinguirse del otro, en especial del más pobre,
es una obsesión que los acompaña en cada uno de sus gestos cotidianos. Los
esfuerzos por tomar distancia en términos de las conductas, la estética, el estilo de
vida… e incluso de los valores de los más pobres está presente en cada uno de ellos.
La llegada a la villa se transforma rápidamente en la principal evidencia de que
distinguirse de los más pobres no les será fácil si se los tiene como vecinos.
Pamela, Cerro Navia: “Nosotros estábamos contentos porque dijimos - casa taller, vamos a
estar aislados de la gente-, porque sabíamos que era gente de campamento. No por
discriminarla porque igual son gente de esfuerzo, pero nosotros no estábamos acostumbrados
a vivir como viven ellos... Pero olvídate, esto es una pocilga para la gente que pasa por aquí.
Un condominio es un lugar donde va gente con educación, respetuosa. Y aquí no, aquí viene
pura gente con poquitita cultura y a esto no tendrían que haberle llamado nunca condominio...
esto tendría que llamarse población. Igual aguantaremos cuatro años más aquí. Lo hemos
tomado bien, porque igual se ha ido un poco la angustia de vivir aquí, antes parecía ánima
porque pasaba puro llorando,...me daba miedo salir a comprar, me daba miedo salir a barrer
afuera…”
La sociedad pareciera dividirse en dos para estos pobladores; una mirada dual de
esta sociedad chilena que se divide entre los de abajo y los de arriba, entre los de
campamento y los cuicos; entre los buenos para enfiestarse y los de esfuerzo, entro
los sucios y los limpios... A medio camino entre unos y otros, estos pobladores harán
todo lo posible para asemejarse a los de arriba y distinguirse de los de abajo. Aún
así, a menudo el contexto se encargará de demostrarles que las posibilidades de salir
de allí, de la villa y de la pobreza, es una tarea de largo aliento y siempre incierta.
Mónica, Curicó: “Aquí la gente, bueno...la gente cree que por ser pobre arrastra la pobreza con
la suciedad, con todo. O sea, ellos son pobres, pero tienen que ser sucios, tienen que ser
todo, no pueden ser pobres limpios, entonces, como que la gente confunde mucho las cosas…
Y no están ni ahí con nada, no miran nada…”
Entre las estrategias de distinción y autoprotección de un entorno que perciben
peligroso, está el encierro en los estrechos límites de su hogar, “yo no me junto con
nadie”, “yo no conozco a nadie” son afirmaciones que refuerzan este temor y rechazo
a la construcción de una sociabilidad con aquellos vecinos que les recuerdan el
entorno de pobreza que los rodea. En este encierro, las estrategias para hacerse un
estilo de vida “decente” y como se estila en el barrio alto, pueden llegar a ser muy
complejas y a menudo, casi imposibles de realizar a pesar de la voluntad y el deseo
de distinguirse del resto:
Atractiva, Maipú: “Yo aquí no tengo casi contacto con gente... es que nosotros realmente
donde crié a mis hijos era barrio donde usted es poco los contactos que hace. Es igual que si
185
viviera en Vitacura , son pocos los contactos que tiene con los vecinos, nosotros vivíamos
nuestro mundo… yo en mi casa soy así, todos mis hijos se encierran aquí.... O sea, el
ambiente no es - mi manera de pensar - no es para relacionarse. Porque mi hijo encuentra
muy picante a la gente. Mi hijo es de las personas que no le gusta que mi marido salga sin
camiseta. Le dice, te ves súper ordinario papi éntrate. Y hay gente de aquí a veces lo hace. O
por ejemplo, yo le digo a mi hijo, me hace falta un cordel para tender ropa. Mami no lo hagas,
se ve algo tan ordinario, no es lo mismo que estar encerrado que se va un poco más decente.
Esas cosas a nosotros no nos gustan.”
El temor al otro, a la delincuencia y a todo aquello que pueda representar una
amenaza al propio proyecto familiar e individual los acompaña siempre como una
sombra. Al igual que la clase media, estas familias invocarán al aparato público y sus
dispositivos de “seguridad ciudadana” como principales garantes de sus barrios y sus

185
La comuna de mayores ingresos de Chile.
hogares. Sin embargo, el temor a sus vecinos incluso les impide cualquier gestión
legal, finalmente el silencio y el resguardo bajo rejas terminan siendo las estrategias
más utilizadas. Lejos están de aquellos pobladores que confían en sus propias
capacidades asociativas al interior de la población para el control social. Salir pronto
de la villa constituye la aspiración de todos estos pobladores y para ello fijarán plazos
y rigurosas estrategias de ahorro.
Estos son historias de pobladores, pero no los más marginales y pobres de estos
territorios. La mayor parte de ellos son trabajadores independientes que han
podido, a partir de su propio esfuerzo, salir adelante, educar a sus hijos, obtener
una vivienda... Fuertes en una cultura aspiracional, ellos reniegan del Estado en
su rol de asistencia, y le exigen hacer de soporte a los esfuerzos que cada uno
de ellos realiza para salir de su condición de pobreza. Esfuerzo individual y
Estado subsidiario constituyen los dos pilares de este modelo del contrato social.
Incrédulos en las capacidades organizacionales, estos pobladores apuestan a la
construcción de una identidad sustentada en los valores de la integración, el
trabajo, la familia y el esfuerzo honrado. Este poblador, más que ningún otro, se
aferra a construir principios y señales de distinción, fronteras identitarias que le
permitan tomar distancia de un entorno que les recuerda la pobreza de la cual
tanto se desea escapar. Las tensiones identitarias son muchas y ellas nacen del
temor y la vergüenza a ser identificados con el mundo de los más pobres.
Distinguirse de los vecinos, en especial los más pobres, valorar el propio
empeño y aprender de las propias caídas constituyen trabajos que hablan del
profundo deseo de salvarse a si mismo de un entorno estigmatizante.
Para estos pobladores, la solidaridad y los valores comunitarios no son
principios que orienten su práctica cotidiana; por el contrario, ellos prefieren el
encierro y el resguardo en el núcleo familiar; muy rara vez participarán de la
vecindad. En una lógica similar, al Estado solo se acude cuando el mercado de
trabajo falla y los excluye. Del Estado y sus políticas sociales se pide
oportunidad y eficacia en su ayuda.
Del contrato social
Conclusiones

La igualdad, la distancia entre grupos sociales respecto del poder y la riqueza,


constituye la gran preocupación que acompaña a nuestras sociedades modernas. La
sociedad nace de la búsqueda de la integración; y el pensamiento de lo social se hace
eco de este temor a la ruptura y la disgregación. Así nos advierten los análisis que
dan cuenta del paso de la comunidad a la sociedad; o de cómo el capitalismo y el
individualismo atentan contra la sociedad. En este marco es que hay que comprender
que a pesar de las desigualdades y asimetrías sociales, la mayoría de las sociedades
actuales afirman el principio de la igualdad, la igualdad de los derechos, la igualdad de
las libertades e incluso la igualdad de oportunidades y capacidades...186
Desde el Iluminismo todas las filosofías políticas o sociales, incluidas las más liberales
aun cuando justifican ciertas libertades reales, postulan la igualdad en algún ámbito
entre los hombres. Tocqueville ya identificaba la modernidad y el propio sentido de la
historia como el triunfo obstinado de la igualdad. Igualdad que no era solo la igualdad
real de las condiciones de vida, sino la extensión de un principio de igualdad de los
individuos a pesar de las desigualdades sociales reales.
Para Rousseau, la igualdad estará en el centro de la justificación de un orden civil no
perverso. El Estado, nacido del pacto inicial entre los hombres tiene la obligación de
garantizar la libertad a través de las leyes, promover la equidad distributiva de la
riqueza y alentar un sistema educativo basado en el sentimiento del amor por la
colectividad. Sobre estos pilares se basa el equilibrio de una sociedad que encadena
a sus integrantes, pero a la que, sin embargo, resulta beneficioso pertenecer. En este
acuerdo generalizado, cada hombre se entrega a la comunidad; y todos ganan, ya
que lo que se pierde individualmente es compensado por lo que se recibe de los
demás. En la célebre fórmula del contrato social, de lo que se trata es de encontrar
entonces, “una forma de asociación que defienda y proteja con la fuerza común, la
persona y los bienes de cada asociado, y por la cual cada uno, uniéndose a todos,
obedezca tan sólo a sí mismo, y quede tan libre como antes. Tal es el problema
fundamental al cual el contrato social da solución.”187
Así concebido, el contrato social genera una nueva entidad moral colectiva al que
pertenecen todos los ahora “ciudadanos”, alcanzando derechos tales como los de
libertad, igualdad y propiedad. En la modernidad los individuos serían considerados
como iguales y sus desigualdades empíricas no podrían basarse en el nacimiento, la
raza, ni en la tradición.
Todas las teorías del contrato social, colocan como principio una igualdad inicial a
partir de la cual sería posible discriminar entre las desigualdades justas e injustas.
Efectivamente, las sociedades modernas son igualitarias en la medida que ellas
extienden el derecho a la igualdad, especialmente a la igualdad de oportunidades, y
en la medida que en términos normativos, jurídicos y políticos, ellas aceptan las

186
Dubet, 2000, 2003.
187
Rousseau, (1762), 1999, Libro Primero, VI.
desigualdades pero no impiden a los individuos competir por las oportunidades
económicas, políticas, jurídicas y educacionales.
La igualdad finalmente está en el origen de la dinámica social de la modernidad, de
las utopías de los movimientos sociales; y del imaginario de muchos individuos.

De las nociones del contrato


En la teoría de Rousseau el contrato social está a la base de la construcción del
Estado; para efectos de nuestro análisis de los relatos y las percepciones de los
pobladores, entenderemos por contrato social la relación entre los pobres y el Estado,
sus derechos, deberes y obligaciones… en la base de esta conceptualización aplicada
del contrato social está la ciudadanía.
En la concepción moderna del ciudadano confluyen el principio de la igualdad básica
de las personas y la consideración del individuo como miembro pleno de una
colectividad, expresada mediante el reconocimiento de una serie de derechos
fundamentales. Así, la ciudadanía remite siempre a la idea de una estructura de
derechos y responsabilidades de las personas en su relación con el Estado y la
comunidad política. El contrato social de Rousseau concibe que todos quienes
participan del contrato tienen igual condición ciudadana, pero en las sociedades con
altos índices de pobreza y desigualdad, los más pobres saben que ello no se cumple.
El contrato social es por tanto, un concepto adecuado para comprender el tipo de
ciudadanía imaginada desde estas historias de pobreza.
Una primera evidencia que arroja nuestro estudio son las múltiples caras que adquiere
hoy, entre los más pobre, la noción del contrato social. Nociones diversas que se
superponen y a veces oponen entre sí. Hemos podido establecer cuatro tipos ideales;
esto es, cuatro formas de imaginar y representar el acuerdo (implícito o explícito)
entre actores diversos; acuerdos que no solo expresan las aspiraciones de la
colectividad; sino también la legitimidad de los intereses colectivos y por los cuales
cada uno está dispuesto a postergar o a renunciar a una parte de los propios
intereses; acuerdo que, en nuestras sociedades modernas, arbitra el Estado.
En nuestras sociedades modernas, la pobreza en tanto “cuestión social” es un asunto
de preocupación pública; es el Estado el llamado a ocuparse de ella. En sociedades
con los niveles de pobreza como las latinoamericanas la noción del contrato social
contiene siempre una respuesta a la pregunta por la responsabilidad del Estado frente
a los carenciados y excluidos de la sociedad: ¿Que debe hacer el Estado para ayudar
a salir a los más pobres de su condición? Las respuestas a esta cuestión social
sabemos, depende a su vez, de la manera de representarse y concebir la pobreza a lo
largo de la historia y las sociedades. Una pregunta ineludible a la definición del la
cuestión social es ¿como o por qué se llega a ser pobre?
Si la pobreza es concebida como un asunto estructural, será deber del Estado ayudar
a los más pobres en tanto categoría social y víctimas del funcionamiento del sistema
social. Ya sea protegiéndolos y asistiéndolos en su condición de “pobladores
organizados”, “colectivo de trabajadores”, “de mujeres”…; o bien, ayudándolos a
unirse, solidarizar y movilizar proyectos colectivos para sacar ventaja de su relación
de fuerza. Salir de la pobreza exige entonces, a los actores dominados, denunciar y
actuar sobre la producción estructural de la pobreza y la exclusión.
Si los orígenes de la pobreza se sitúan en el individuo, corresponderá al Estado
ayudar a los pobres a salir de la pobreza a partir de la entrega de los medios
adecuados. En tanto marginales ellos podrán ser resocializados, disciplinados,
habilitados y aculturados en las normas dominantes; en tanto dependientes o
desafiliados, se requerirá ayudarlos a adquirir los recursos, calificaciones y capitales
que les permitan volverse autónomos y responsables de sus destinos personales.
Salir de la pobreza es entonces un asunto de capacidades y esfuerzo de cada uno.
La responsabilidad última del Estado y la definición de los principios de la ayuda
estatal se debaten, entre dos vertientes de la idea clásica de justicia social: la equidad
y la igualdad. La igualdad apunta a la menor distancia aceptable entre categorías
sociales respecto del poder y la riqueza, supone un piso y un techo; y exige por tanto,
de una acción redistributiva, y no solo correctiva, del mercado por parte del Estado.188
La consideración del contrato social como un asunto de solidaridades instituidas hacia
los más pobres, requiere entonces instaurar mecanismos de redistribución de la
riqueza. La igualdad formal proclamada por la Declaración Universal de Derechos
Humanos, constituye el fundamento mínimo de una igualdad llamada a hacerse real
en la medida que la redistribución de riquezas se concrete. La legitimidad de tal
contrato se funda en las necesidades materiales de la gente, en las condiciones de
pobreza; probar tal condición de carencia es por tanto una condición del individuo y/o
su comunidad para poder beneficiarse legítimamente de la ayuda instituida
socialmente y que el Estado se encarga de administrar.189
La equidad, por su parte, apunta a la igualdad de oportunidades para la satisfacción
de necesidades básicas o aspiraciones definidas socialmente. Esto exige del Estado
un marco de políticas generales que lleven a asegurar un piso a todos, y políticas
correctivas del mercado cuando esto no se da. El pobre debe probar, para tener
acceso legítimo a la ayuda instituida, no solamente la necesidad material, su
condición de pobre, sino también su compromiso e interés por salir de la pobreza y
lograr su autonomía individual o colectiva. El Estado por su parte, deberá asegurarle
la igualdad de oportunidades y acceso a los medios para el logro de tal autonomía.
En el principio de la igualdad se reconoce la idea del contrato social que prevaleció
durante toda la primera fase de la modernidad, aquella de la sociedad industrial.
Mientras que los principios de la equidad hacen su aparición junto a la instauración del
modelo neoliberal, y las rápidas transformaciones de nuestra sociedad.
Nuestro estudio muestra la existencia de estas dos dimensiones en las percepciones
de los pobladores. El principio de la equidad entendido como el derecho de todo
chileno a tener acceso a un mínimo de subsistencia digno; y el principio de igualdad,
entendido como la afirmación del carácter solidario y anticlasista de la sociedad. La
ausencia del primero afecta y erosiona la identidad de los individuos; la ausencia del
segundo en cambio, afecta y erosiona a la sociedad en tanto comunidad
Las cuatro nociones del contrato social que nos entregan los relatos de estos
pobladores nacen justamente de la respuesta a esta dos pregunta: ¿Por qué se es
pobre? Y ¿Qué debe hacer el Estado frente a la pobreza?

Beneficencia y caridad
La apelación a un contrato social de la beneficencia y la caridad, esto es, de la
bondad solidaria y compasiva, nos remita a una imagen premoderna y precapitalista
de un Estado que protegía a los más desvalidos y ellos en un acto de reciprocidad le
entregaban su voto, su aplauso, su cariño e incondicionalidad. Este modelo de los
deberes y los derechos, lo encontramos entre aquellos pobres que se perciben y son
percibidos como los marginales de siempre. Modelo de ciudadanía que se incuba en
historias de reproducción de la pobreza. La noción de contrato social, si es que existe,

188
Carretón y Cumsille, 2002.
189
Bajoit, 2005.
se sustenta en lo que la antropología ha llamado, “la desesperanza aprendida”; es
decir, la certeza que nada cambiará en sus vidas, hagan lo que hagan, “porque
siempre ha sido así”. De lo que se trata entonces es de sobrevivir, en lo posible, con
la ayuda caritativa del Estado y la sociedad. Sin redes de ayuda, ni siquiera entre
iguales, sin educación, sin oficio, sin trabajo estable, se reclama la ayuda, no en
términos de derechos y deberes, sino simplemente como un gesto de compasión
hacia su miseria. Ellos sabrán agradecer y expresar su buena voluntad hacia quien se
compadezca. Aunque se saben marginales y marginados, han aprendido a desear
vivir como todo el mundo, ser como los otros, tener una casa, un trabajo… y ser
alguien en la vida. Aspiraciones que dan cuenta de las profundas tensiones
identitarias que los acompañan. Trabajar el estigma, la discriminación, la mirada
invalidante, despertar la compasión es un esfuerzo permanente. La espera paciente y
silenciosa en los pasillos del consultorio, en las salas de la municipalidad, en la puerta
de la parroquia ocupan sus días, así es como se aprendió que debía ser. Este es
ciertamente el modelo que más se aleja de la noción roussoniana del contrato social,
pues más que la igualdad de derechos y oportunidades, más que la autonomía y el
control cultural sobre lo propio y lo ajeno, lo que se reclama es simplemente, el
cuidado de un padre todopoderoso, benévolo y caritativo.

Comunitarismo de resistencia
Esta noción del contrato social como comunidad de resistencia tiene una larga
tradición en Chile. Es el grupo el que se constituye en demandante de derechos, por
ejemplo el derecho a la vivienda. Frente a la marginalidad y la ausencia de
ciudadanía efectiva el grupo se cohesiona en torno a valores comunitarios,
principalmente la solidaridad mutua que da sentido a la acción y a la vida. Se exigen
soluciones del Estado y reconocimiento. A diferencia del contrato roussouniano en
que los individuos confluyen en forma individual como sujetos de derecho a la
constitución del Estado, aquí es la comunidad de los desheredados la que apela a la
ciudadanía.
Esta noción del contrato social la encontramos entre aquellos pobres que sabiéndose
parte de una categoría social excluida, buscan romper con su condición de
desafiliados. La experiencia de trabajo comunitario y/o un pasado rural de fuerte
organización y solidaridad constituyen características biográficas de todos aquellos
que insisten en esta noción del contrato. Entre ellos persiste el recuerdo, a menudo
nostálgico, de un pasado en que la autonomía y el ejercicio de derechos ciudadanos
no solo fue posible, sino que también rindió sus frutos en la construcción de una
comunidad con una historia y una identidad fuerte. Estos son pobladores y dirigentes
cuya experiencia habla de una gran capacidad de control cultural sobre sus propios
destinos. El recuerdo de “batallas ganadas” con y contra el Estado son la señal de su
capacidad de maniobrar aún en condiciones y contextos sociales adversos. Al Estado
se lo invoca solo en cuanto contribuya al reencuentro con la sociabilidad y la
comunidad perdida. En situaciones de encuentro con un Estado democrático y abierto
a instancias de diálogo, estas capacidades que parecían dormidas afloran con toda su
fuerza dando vida a una noción del contrato que a menudo se creyó perdida.

Participación asistida
Esta noción del contrato social está presente entre aquellos pobres que en su
condición de categoría social desfavorecida estiman tener el derecho a la ayuda del
Estado en tanto tales (poblador, cesante, anciano…). Es una alianza entre “nosotros
los pobres” y un Estado que “premia” el esfuerzo colectivo a través de bienes y
servicios. Aunque en su fuero interno quisieran distinguirse y salir del mundo de la
pobreza, estos pobladores aprenderán que es esa misma pertenencia y adscripción
identitaria la que paradojalmente les abre las puertas a los recursos del Estado y les
asegura sus derechos de ciudadanía.
La reactualización de sus prácticas participativas y comunitarias se hace siempre en
la perspectiva de acceder a la ayuda estatal y la aspiración a salir de la pobreza y
también de su entorno. El principio de la participación interesa en la medida que se
pone al servicio, no de los derechos colectivos, sino del interés individual. Interesante
es notar que esta noción del contrato social nace justamente al alero de políticas y
programas que valoran y promueven la participación ciudadana, pero que en el
encuentro con estos pobladores, terminan por generar el efecto no deseado del
clientelismo.
Si el modelo anterior es solo comunidad de resistencia, en este la participación en los
programas del Estado los transforma en clientelas con un cierto grado de autonomía.
La participación como alianza entre los pobladores y el Estado fija la línea
demarcatoria con el modelo comunitario. Algunas de las actuales políticas del Estado
moderno en Chile se centran en este tipo de contrato social.

Subsidiaridad o ciudadanía moderna


Este es el modelo de ciudadanía moderna, con deberes y derechos, obligaciones del
Estado y de los individuos. Corresponde a la ciudadanía propiamente roussoniana en
que los individuos por entregar al Estado parte de su soberanía, recuperan la libertad
en el mercado. La noción del contrato social se construye desde una concepción del
pobre en tanto individuo autónomo, pero vulnerable en su aspiración de autonomía y
movilidad. El contrato de la subsidiaridad está presente entre aquellos pobladores que
guardan en su memoria momentos de bonanza y bienestar familiar; pero que también
perciben que en la sociedad existen oportunidades y que finalmente depende de cada
uno el aprovecharlas.
Son pobladores con educación, oficio, identidad laboral sólida y la aspiración de lograr
una movilidad social a partir del propio trabajo. Estos pobladores conocen el mercado
y es allí donde esperan poder competir y hacerse de un lugar en la sociedad. Esta
noción de un Estado subsidiario es parte de aquellos que aspiran a participar de las
promesas del modelo de mercado. Conscientes de las dificultades y limitaciones de la
estructura social chilena, - al igual que la mayoría de los pobladores, salvo los más
marginales -, ellos se distinguen por la confianza en si mismos y en sus conocidos. La
experiencia les indica sin embargo, que las caídas existen y que sus trayectorias son
vulnerables, por eso al Estado se le demanda presencia y eficacia en los momentos
que se le requiera. Frente a la vulnerabilidad de sus vidas, la esperanza termina por
depositarse en un Estado que los ayude a acceder a una oportunidad a través
recursos y capitales (económicos, sociales, culturales…). En contrapartida ellos
responderán con su capacidad de iniciativa para aprovechar las oportunidades que el
Estado, la sociedad y el mercado les faciliten.

En síntesis, hemos visto que en la construcción y génesis de estos tipos ideales no


solo se conjuga una cierta idea de lo que es la pobreza, la vida del pobre, sino
también de aquello que se espera del Estado y de si mismo. Las nociones del contrato
social nacen de un contexto social e histórico, de una experiencia, una identidad y la
definición de un acuerdo social posible.
Es a partir de esta diversidad de nociones del contrato social que los pobladores y los
agentes del Estado entran en relación y construyen su campo de acción. En el
contexto de esta práctica, de las condiciones materiales y sociales, de los sentidos
culturales e ideológicos se construyen las relaciones de confianza o desconfianza, de
suspicacia o sumisión, de dominación o autonomización, de estratégico pragmatismo
o silenciosa nostalgia... Es en el marco de estas interacciones, que cada uno
interiorizará las finalidades legítimas, adquirirá las competencias, se valdrá de los
recursos, participará de las oportunidades y ejercerá o sufrirá las formas de
dominación.
Justamente porque la imposición o la traducción del contrato social está mediado por
la propia experiencia, siempre existirán múltiples relecturas e interpretaciones. En la
práctica, los pobres perciben de diversa manera su ciudadanía; hay quienes a la largo
de su vida de miseria no han acumulado noción alguna de sus derechos y solamente
imploran al Estado su ayuda y caridad (modelo de la beneficencia); hay otros pobres,
de fuerte tradición comunitaria y campesina, para quienes los derechos ciudadanos se
construyen colectivamente y al Estado solo se exige el reconocimiento a su condición
de tal (modelo de comunitarismo de resistencia); hay pobres en cambio que
aprendieron que los derechos de ciudadanía se construyen colectiva y hábilmente al
alero del Estado y sus políticas sociales (modelo de participación asistida); finalmente
están aquellos pobladores, que siendo pobres, aprendieron a lo largo de su trayectoria
que así como hay derechos también existen obligaciones; del Estado simplemente se
demanda que abra y facilite las oportunidades (modelo de ciudadanía moderna).
La relación de ayuda y asistencia al más pobre, se construye desde esta diversidad
de miradas y punto de vista, como diría Bourdieu. Ella es siempre una relación
problemática que transita de manera ambigua entre el discurso por los derechos de
los pobres y las evidencias de la dominación y la escasez de oportunidades.

De los pobladores
El deseo de una mejor vida, de un “lugar” en la sociedad y la ciudad, es y ha sido
históricamente una reivindicación a la base del movimiento de pobladores en Chile.
En este deseo, los pobladores de los noventa no parecieran diferenciarse de sus
antecesores. Sin embargo, sus relatos dejan entrever tres elementos distintivos de lo
que fueron los viejos actores populares de mediados del siglo XX. Uno, la debilidad de
su adscripción de clase (obrera, popular); dos, la creciente – aunque no exclusiva -
aspiración a la integración y movilidad individual; y, tres, estrechamente ligado a los
dos anteriores, la fuerza que adquieren – en la relación con el Estado y sus políticas
sociales - el silencio, la nostalgia, el pragmatismo, la desesperanza y una acción
fragmentada y de evidente reclamo clientelar.
Tal vez en estos rasgos resida uno de los cambios más importantes – considerando la
tradición comunitaria y de lucha social – del mundo poblacional en Chile. La creciente
individualización y desapego de los vínculos y hábitos que los “contenían” y a la vez
protegían es una evidencia que nuestro estudio confirma.
La participación del mundo poblacional, entendida como expresión de ciudadanía,
durante décadas contribuyó a controlar y limitar el poder del Estado. Pero sobre todo,
la participación del movimiento de pobladores, estimuló el desarrollo una cultura de
mayor actoría y justicia social. Hoy día, la constitución de actores sociales se enfrenta
no sólo a la diversificación de sus principios de acción y a la carencia de temas
unificadores, sino también a la exclusión y a la vulnerabilidad social. En situaciones de
frágil integración social respecto de los modelos de modernidad, los actores
poblacionales están ausentes del escenario y debate público. No solo el control
cultural se ha erosionado, también la noción del contrato social se ha fragmentado.
Desde la precariedad de los referentes colectivos y los obstáculos del mercado, la
construcción de “si mismo” pasa a ser para la mayor parte un trabajo agobiante. Las
dificultades para la autodeterminación de los individuos en estos universos de pobreza
y desmovilización, son evidentes. Los procesos de individualización surgen entonces
como una tensión que se debate entre el terror a la pérdida de la comunidad y el
deseo compulsivo a la ruptura con estos lazos atávicos al mundo solidario y a la vez
encasillante de la pobreza. Para unos, la pérdida de estos lazos no puede sino
significar el hundimiento en la pobreza e incertidumbre frente a un contexto de fuerte
vulnerabilidad y exclusión; para otros la posibilidad de una emancipación y finalmente,
integración a las promesas de la modernidad, el mercado y la añorada movilidad
social190. Lo cierto es que todos los pobladores buscan, unos desde la obstinada
nostalgia y otros desde el desapego, la tan añorada integración social.
En los relatos de estos pobladores, la pobreza y la desigualdad, aparecen, por un
lado, como un imperativo ético irrenunciable, porque la pobreza y la desigualdad
destruyen la solidaridad de la sociedad y sus comunidades; pero por otra parte, existe
un gran escepticismo respecto de la capacidad del Estado, de la sociedad y de cada
uno para salir de ella.
La desconfianza en las capacidades del Estado sin embargo, no alcanza a
constituirse en una confianza hacia los mecanismos del mercado o la sociedad civil.
Por el contrario, el Estado es aun percibido como el principal (y a veces único)
responsable del desarrollo y la igualdad. El “reclamo” sin embargo, viene de la
percepción que el Estado no tiene la capacidad o la voluntad de resolver los
problemas que los aquejan. El “reclamo” no es una negación del Estado ni un grito de
sublevación, el reclamo no es más que una queja de quien se sabe olvidado por el
padre protector. La experiencia les ha enseñando que sin Estado, no habrá
redistribución ni sobrevivencia posible. A pesar de las evidencias de la burocracia, del
poder, de las influencias, de los intereses privados... frente a las evidencias de la
propia pobreza, la invocación al Estado persiste.
El escepticismo respecto a la superación de sus condiciones también nace de la
percepción que los actores colectivos, las organizaciones y los vínculos comunitarios
se han debilitado. La “nostalgia” sin embargo, en un pasado de solidaridades deja
entrever que la acción colectiva aun se valora. Nadie piensa, sin embargo, que
reactivando estas viejas solidaridades se podrán superar las condiciones de pobreza y
desigualdad. La desconfianza, el estigma, la violencia y la discriminación están ahí
para abortar todo intento de reactivación de estas colectividades.
Es precisamente esta tensión entre el imperativo ético de la igualdad y el escepticismo
hacia el Estado y los actores sociales como instrumentos para lograrlo, que explica
una buena parte del ambiguo pragmatismo que persiste entre estos pobladores.

190
Lechner (2000) en sus estudios sobre la vida cotidiana y la política en Chile, advertía
que los procesos de individualización constituyen una fuerza y una impronta que no pueden
ser obviados en el análisis de nuestra sociedad. Junto a autores contemporáneos, nos
señalaba que el surgimiento del sujeto se transforma en pieza clave para la comprensión
de las mutaciones contemporáneas de nuestra sociedad. De lo que se trata hoy es de
poder comprender como en un movimiento simultáneo, los individuos son actores
condicionados socialmente y como siendo actores, ellos – desde la lucha silenciosa y el
trabajo de si mismos - logran producir nuevas estructuras de sentidos y control cultural. En
la tradición sociológica el individualismo siempre fue percibido negativamente, como una
amenaza para el orden social. El gran temor de Weber era el triunfo de una racionalidad
instrumental fría, sin referencia a los valores; el temor de Durkheim se resumía bien en los
términos de anomia y pérdida de cohesión social; y aún Tocqueville, pensador liberal,
manifestaba su temor a que cada uno se preocupara más de su pequeña sociedad
personal que de la gran sociedad. La sociología clásica se prohibió la consideración de la
capacidad reflexiva de los individuos siempre reduciendo al actor a la aplicación de un
programa colectivo.
“Rascarse con las propias uñas”, valerse por si mismo, surgen como respuestas, más
que como valoración de los mecanismos del mercado, como mecanismos defensivos
de una desesperanza aprendida. Más que un proyecto individualista, lo que se
observa es una fuerte nostalgia por la comunidad perdida y un persistente reclamo por
un Estado debilitado. Entre estos pobladores la valoración de un contrato social que
apueste a la igualdad convive con la desconfianza de su concreción.
Históricamente en Chile han convivido los cuatro niveles de ciudadanía y modelos del
contrato social. El más tradicional ha sido el de la beneficencia. Los pobres ven en el
Estado la posibilidad de protección que en los sistemas hacendales y semifeudales
les otorgaba el patrón. Fue también la base del populismo de las izquierdas
latinoamericanas.
Frente a la ausencia de ciudadanía las comunidades se organizaron en sociedades de
resistencia. En Chile existe una larga tradición que va desde comienzos del siglo
veinte hasta hoy en día, donde la solidaridad es el valor central que organiza a la
comunidad. Se presiona al Estado que reconozca los derechos de los pobres, por
ejemplo a la vivienda ganada de manera mancomunada.
La participación de los pobladores en la solución de sus problemas ha estado
presente en muchas de las políticas estatales más recientes. Es así que se produce
una suerte de alianza entre pobladores y Estado en función de logros concretos,
vivienda, agua potable, alcantarillado, luz eléctrica, pavimentación...
Finalmente, la noción de derechos propiamente tal, que reconoce en los pobres a
ciudadanos plenos, sujetos de derecho, es aún una noción de ciudadanía ciertamente
inacabada. Es este un imaginario presente en muchos pobres, pero que es difícil de
lograr ya sea por la precariedad en el empleo, el acceso fragmentario al mercado, la
ausencia o realización parcial de sus derechos económicos sociales y culturales, y por
lo mismo sus derechos civiles y políticos.
El análisis de estos cuatro modelos nos muestra que en la medida que se disuelven
los sistemas tradicionalmente asistenciales o de la beneficiencia (el Estado ausente),
o se debilitan y erosionan los mecanismos de carácter comunitarios (la comunidad
perdida) van quedando solamente los modelos de participación asistida (cooptada) y
de ciudadanía incompleta. Desprovistos del padre benefactor y los vínculos solidarios
de la comunidad, se genera en ese interfase un conjunto de relaciones que podrían
denominarse como anómicas y que hablan de la ausencia de mecanismos de
integración y la aparición de altos niveles de descontrol social, con consecuencias de
violencia, delincuencia y formas deterioradas de convivencia social.
2. De la eficacia de las políticas sociales

La pobreza es una construcción de la política social actual, pero también de los


pobres, que en esta relación de “asistidos”, se construyen a si mismos.
Los pobres de la actualidad no lo son solamente por carecer de bienes; por no tener la
capacidad y el derecho a la oportunidad; por depender de la asistencia del Estado; por
carecer de control y poder en nuestra sociedad. Ellos lo son también, por su
capacidad de acomodación, pragmática y silenciosa, a un Estado que los ha
empobrecido y fragmentado en su condición de ciudadano, de poblador o
simplemente de asistido.
El problema de la pobreza, por tanto, no se sitúa en la sola carencia o necesidades
básicas, sino en el ámbito del poder sobre los otros y el poder sobre si mismo. La
incidencia de las políticas sociales se juega justamente en su capacidad de moldear y
construir las condiciones para facilitar o simplemente anular la capacidad de decidir
autónomamente sobre el propio destino.
El análisis de los relatos de vida indica que el Estado y sus políticas rara vez gatillan
procesos significativos de autonomización y ciudadanía. Por el contrario, la
dependencia, el clientelismo, la desesperanza e incluso la anomia son rasgos que
caracterizan a la pobreza de estos tiempos.

El buen trabajo
Sean cuales sean las transformaciones del mundo del trabajo en Chile, lo cierto es
que este continúa siendo no solo el principal factor en la superación de la pobreza en
términos de ingresos, sino también un referente identitario para la integración social.
Nuestra investigación permite concluir, que la articulación virtuosa de los pobladores
con el mercado de trabajo escasea; los trabajos son de una precariedad tal que
difícilmente se permanece en ellos por mucho tiempo. Sin embargo, todas las familias
de nuestro universo que lograron que alguno de sus miembros encontrara un trabajo –
con o sin la ayuda del Estado -, muestran evidencias significativas de mejorías en sus
ingresos, calidad de vida y percepción de una mayor dignidad en tanto ciudadano.
Con la integración al mercado, no sólo los ingresos crecen, también el sentido de
derechos y de respeto a si mismo. El alcance que pueda tener la inserción laboral en
el logro de una integración plena entre estos pobladores, advierte de la importancia
que tiene el papel del Estado en facilitar e intermediar esta inserción laboral; pero
también de la centralidad que tiene para una integración sustentable, el derecho a un
buen trabajo, esto es, a un ingreso y una jornada digna. Nuestros relatos dan cuenta
del costo que conlleva para la crianza de los hijos, las largas jornadas y sobrecarga
de trabajo de muchos de estos pobladores y pobladoras. La madre que vive de un
pequeño almacén en el patio de su casa y debe turnarse con sus hijos para atenderlo,
sin nunca poder compartir un almuerzo o una cena con ellos, es el más claro ejemplo,
de las tensiones que al interior de sus vidas exige sostener una fuente laboral. Vimos
también cómo la incorporación de estas mujeres al mundo laboral a menudo las pone
en conflicto con sus parejas y también con el cuidado de sus hijos; creando
situaciones de stress y también violencia intrafamiliar. El resultado puede ir desde el
abandono del trabajo hasta tener que asumir cargas de trabajo y responsabilidades
que pueden llegar a triplicar sus jornadas.
El papel que el Estado pueda cumplir en la intermediación con el núcleo familiar así
como el mercado laboral es central para el inicio de procesos de autonomización en
los pobladores. En este sentido, supera la pobreza, no solo quien logra ingresos
monetarios, que le permiten solventar más de dos canastas básicas de alimentos
mensuales; sino por sobre todo quien logra levantarse y mantener su condición de
trabajador en el tiempo. Sabemos sin embargo, que las políticas de empleo y
capacitación laboral constituyen una parte muy menor de la oferta que ellos reciben; y
a menudo de una calidad tal, que rara vez se resuelven y gatillan procesos
significativos de inserción laboral.

La vivienda digna
Uno de los recursos más importantes de estas familias es la vivienda. Su valor es de
uso y también simbólico…en ella se realizan las tareas de reproducción de la familia,
se trabaja, se invierte, se levantan los sueños y aspiraciones de integración y
movilidad social.
Nuestra investigación, así como otros estudios, muestran sin embargo, que en Chile
los pobladores que residen en estos conjuntos habitacionales —casi un millón de
personas— están insatisfechos: dos tercios quiere irse, y no tiene otra opción que
quedarse.191 Las viviendas sociales construidas las últimas décadas, no solo son
deficientes en términos de su calidad constructiva, ellas tampoco se adaptan a las
necesidades y aspiraciones de estas familias. La percepción de no tener derecho a
una vivienda digna, es decir, a una vivienda que se ajuste a sus modos y estilos de
vida, está presente en muchos de ellos.
La arquitectura y el urbanismo de las viviendas y los conjuntos sociales privilegian la
cantidad por sobre el diseño que haga más amable la vida en ellos. Los pobladores se
ven obligados a modificarlos y ampliarlos fuera de toda norma legal o de seguridad.
Sin embargo, además de las deficiencias estructurales o materiales, las viviendas
traen consigo problemas que exacerban la desconfianza, la estigmatización y la
opacidad de las relaciones en el nuevo entorno. Como profecía autocumplida, al poco
tiempo de habitados, estos espacios son descuidados y maltratados transformándose
efectivamente en espacios de alta inseguridad y temor para sus habitantes. El
repliegue al interior del hogar (el enrrejamiento); el abandono de los espacios que
estaban destinados a espacios verdes y de uso recreacional; la vergüenza y el
ocultamiento son parte también de los resultado no esperados de estas políticas
sociales de vivienda.

La reciprocidad erosionada
En contextos de pobreza, la sobrevivencia cotidiana constituye la preocupación
central de cada una de las familias. Pero si en el campamento o a la orilla del río, la
reciprocidad ampliada aliviaba en parte estas urgencias, en los conjuntos de viviendas
sociales, estas lógicas de reciprocidad tienden a romperse. Apremiados por las
deudas, los trabajos precarios, la escasez de tiempo libre e inseguridad creciente…,
los pobladores tienen dificultades para mantener las relaciones sociales y su
capacidad de reciprocidad se vuelve extremadamente limitada. El partido de fútbol, las
tardes sentados en el banco improvisado, las conversaciones al calor de la fogata, las
reuniones de la organización...son prácticas poco frecuentes en estas villas. Entre los
pobladores de estos conjuntos de viviendas sociales de los noventa, las prácticas de

191
Rodríguez, 2005.
sociabilidad y reciprocidad ciertamente sufren un gran deterioro a pesar de la memoria
nostálgica de algunos viejos pobladores.
Aún cuando el propósito de estas intervenciones públicas es fortalecer las
capacidades solidarias y asociativas de los más pobres, los resultados hablan de una
fuerte erosión y deterioro de ellas. La llegada de los programas de inversión social
exige por parte de los pobladores de un gran esfuerzo para comprender la lógica
pública y sus requerimientos; pero también de un trabajo de adecuación a los
términos de la relación. La focalización de estos programas (que separa a la población
en beneficiarios y no beneficiarios) y su lógica de “formulación de proyectos” obliga a
los pobladores a tener que competir por las “oportunidades” y la “inversión social” que
el Estado les ofrece. Si en el campamento la ayuda y la solidaridad se organizaban en
torno a los lazos de consanguinidad real o ficticia (la vecindad en estos espacios era
también hermandad), tras la llegada de las políticas y programas sociales el trabajo
colectivo se orientará hacia fines más abstractos como es el “proyecto”, principio
unificador y de futuro próximo en el que todos y cada uno deberá invertir. Tal como
hemos vistos, en este proceso las estructuras solidarias, las adscripciones
comunitarias y las formas tradicionales de reciprocidad tienden entonces a
transformarse y erosionarse.

Futuro e incertidumbre
Si en las sociedades de campamento el día a día organizaba la vida de los
pobladores, en la villa el temor a no poder responder a las deudas y compromisos
contraídos obligará a una actitud ciertamente más previsora y estratégica. En el
campamento el futuro era incierto, y estaba determinado por una cotidianidad del
presente y la urgencia; imaginar algo distinto a lo conocido se volvía impensable,
inimaginable… el campo de lo posible estaba demarcado. Los recursos, ropa,
alimentos, medicamentos… así como llegaban, faltaban. En el campamento no había
excedente posible, y si los había – en tiempos de navidad, temporales y caridad –
estos se consumían. El trabajo en las sociedades de campamento, cobraba todo su
sentido en asegurar la sobrevivencia, las necesidades básicas, esto es, la
reproducción simple. Más que acomodar el mundo a su voluntad, las sociedades de
campamento, eran hábiles en acomodarse al mundo, en conservar para conservarse.
Los ritmos de la reproducción cotidiana, marcados por las estaciones y los eventos del
año, garantizaban contra los imprevistos e imponderables de una sociedad cambiante.
La llegada a vivir en estas sociedades de villa en cambio, siempre ensancha el
horizonte; el futuro podrá ser también incierto, pero la obtención de una vivienda
propia anuncia que un futuro distinto es posible. Si antes el excedente se consumía,
ahora todo excedente se destinará al ahorro disciplinado para pagar el dividendo, para
ampliar la vivienda, para hacer una pequeña inversión, para educar, para separarse…
en fin, para cambiar el curso de la propia vida.
Si en las sociedades de campamento el resguardo de la sociabilidad y la reproducción
constituían un imperativo colectivo; en las sociedades de villa el mandato pasará a ser
uno solo: pagar la vivienda y ojalá partir lejos. La planificación, las metas, el orden del
presupuesto familiar, los horarios, la organización doméstica pasan a ser centrales en
pos de un proyecto familiar.
La sociabilidad y la reciprocidad que en estas sociedades de campamento se vivían
como presente y futuro a la vez, en la villa pasan a ser un costo en detrimento del
tiempo y la energía que debiera invertirse en el trabajo y el ahorro para poder alcanzar
la tan añorada movilidad social.
Si en las sociedades de campamento el trueque, el favor, el don y la caridad
organizaban el intercambio de bienes y servicios hacia adentro; en las sociedades de
villa el intercambio monetario será lo que prevalecerá. El paso del intercambio basado
en el valor de uso potencial (en el campamento todo se guardaba, todo podía servir) a
la moneda es un paso difícil; no por el trabajo de abstracción que ello implica, sino por
las dificultades de los pobladores para hacerse de ese dinero. Si en las sociedades de
campamento prevalecía el intercambio (Mauss) en las sociedades de villa lo será el
crédito y el préstamo informal.
El paso a la villa rompe con estas pequeñas sociedades de campamento ubicándolas
en una situación de vulnerabilidad tal que las nuevas obligaciones profundizarán la
percepción de incertidumbre. La ausencia de soportes económicos, sociales y
culturales que acompañen estos procesos de transformación agudizará aún más la
percepción de indefensión y aislamiento, se perderá el sentido de autonomía y se
exacerbará el reclamo por un Estado más presente y la nostalgia de una comunidad
perdida. Tal como lo han mostrado los estudios sobre redes sociales y pobreza,192 los
estrechos círculos sociales en los que se desenvuelven los más pobres ofrecen una
escasa variedad de recursos a los que poder echar mano. Si algo caracteriza
fuertemente a la pobreza es su invisibilidad social, así como la escasa diversidad de
sus vínculos de referencia y pertenencia desde donde imaginar, construir y sostener
proyectos de integración social.

El control cultural
Nuestras etnografías y relatos de vida, nos indican que el control cultural no
necesariamente se fortalece con la llegada del Estado a las vidas de estos
pobladores; tampoco con el paso del campamento a las villas. Dos fenómenos
paralelos tienden a debilitar la capacidad de los pobladores para decidir sobre sus
vidas y formas de convivencia; esto es, sobre el control cultural:
Uno, la pérdida de los liderazgos tradicionales basados en el prestigio y la solidaridad;
dos, el surgimiento de dirigentes hábiles en la intermediación y gestión de los recursos
públicos basados en mecanismos clientelares, pero no siempre en función de las
lógicas e intereses poblacionales. Las relaciones de clientelismo que desde esta
relación con el Estado se construye son a menudo una fuente de concentración de
poder al interior de estos territorios, que más que unir, tienden a dividir a los
pobladores.
La línea divisoria entre las sociedades de campamentos y las sociedades de villas,
pasa tal vez menos por la obtención de una vivienda sólida y legal, que por la
transformación profunda que sufren los liderazgos al interior de estos territorios de
pobladores.
La presencia de líderes portadores de un saber anclado en una tradición – la
sanación, el cultivo de huertos, la cultura mapuche, la cultura campesina... - al interior
de estos campamentos eran expresión de una cultura e identidad propia que a
menudo se constituía en un mecanismo socialmente válido para las decisiones
comunitarias. Viejos líderes cuyo poder se sustentaba en el prestigio y el respeto de
su actuar comunitario, más que en el poder que les pudiera otorgar el control sobre
recursos ajenos a la comunidad.
Con la llegada del Estado y sus programas sociales, en cambio, la capacidad de
decisión pareciera concentrarse en ciertos pobladores, que aunque no gozan del
prestigio, liderazgo y saber de los viejos dirigentes, son más hábiles y rápidos en

192
Lomnitz, 1968; Durston, 2000; Espinoza, 1999.
descifrar y comprender los códigos y normativas del aparato público para la entrega
de subsidios y ayudas. Sin embargo, más que defender los códigos e intereses de sus
comunidades, estos dirigentes aprenderán a dialogar y actuar de acuerdo a los
intereses estatales y ciertamente también los propios. Mediación que por tanto,
contribuye a consolidar las distancias y las fronteras de distinción con la comunidad
de iguales; pero sobre todo a asentar mecanismos de cooptación y clientelismo y a
debilitar el control cultural de los pobladores sobre sus propios intereses.
Mientras en estos escenarios que son las villas, los viejos líderes y dirigentes luchan
por mantener la cohesión y autonomía de la comunidad, recurriendo incluso a
invocaciones sobrenaturales cargadas de simbolismo; los nuevos dirigentes – nacidos
en general al alero del Estado y sus recursos- luchan por la integración a los códigos
de la movilidad individual. Menos solidarios y más aspiracionales, estos dirigentes son
campo fecundo para la instalación del clientelismo al interior de estos territorios.
La lógica del clientelismo no nace solo del interés de algunos pobladores; sino
también del interés del Estado por mantener y reproducir su propia ingeniería social y
el control cultural sobre estos pobladores. Enfrentados a estas pequeñas sociedades
de campamentos, “pueblos sin ley” o pequeñas sociedades sin Estado (forzando la
figura de Pierre Clastres), éste último pondrá en juego todas sus fuerzas centrípetas
para romper cualquier posibilidad de fuerza en sentido inverso. La voluntad de la
diferencia, de la alteridad y la autonomía parecieran no poder tener lugar en este
(des)encuentro Estado-pobladores. Si en alguna sociedad se cumple la tesis de “el
sentido y el gusto de lo idéntico y de lo único” es sin duda en la chilena. “Si ustedes no
salen del río no existen” le dice el gobernador de la provincia de Curicó a los
habitantes del río Rauco.
El traslado a las villas desdibuja los esquemas de interpretación y de significación que
hacían de la propia realidad social un orden inteligible y previsible. Las dificultades
para reconstruir un “sentir común” capaz de integrar la diversidad social y cultural
terminan finalmente por debilitar toda experiencia de ciudadanía y toda posibilidad de
ejercer un “control cultural”. Las erradicaciones de campamento contribuyen a la
disolución de lo múltiple y lo diverso en lo único. Estado unificador y homogeneizador
donde las sociedades de campamentos, sociedades sin Estado, representan un
peligro. Porque como nos advierte Clastres, las sociedades sin Estado no pueden
sino ser sociedades contra el Estado. Las villas, construidas por el Estado, a su sola
medida y manera, constituyen un buen ejemplo, de disciplinamiento del cuerpo y de
las aspiraciones; de aculturación profunda y de reubicación de estos pobladores en
los bordes de una ciudad ya segregada. Desde esta perspectiva, las políticas sociales
de vivienda refuerzan el aislamiento y segregación social de los territorios de pobreza
al interior de las grandes ciudades193 y con ello sus estructuras de oportunidades. Las
sociedades de villa son en cierto modo, una instancia para resituar el ejercicio del
control cultural desde donde nunca debió salir: el Estado, único y central.

Reconocimiento y descalificación
Una dimensión que complejiza la incidencia de las políticas sociales en las historias
de pobreza, refiere a la percepción de descalificación y maltrato que predomina en
esta interacción. Sean cuales sean sus aspiraciones y demandas, existe entre los
pobladores la percepción que el Estado no los escucha y los ignora en tanto sujeto de
derecho.

193
González de la Rocha, 1999; Katzman, 2000; Kessler, 2000; Svampa et al, 2001.
Maltrato y descalificación social en una relación donde el Estado y sus políticas son
parte central de la red de apoyo con que cuenta la mayor parte de estos pobladores.
Relación paradojal y que persiste en el tiempo a pesar de la creciente valorización que
al interior del mundo poblacional adquiere el discurso del mercado como posibilidad
de “libertad de elección” y de integración a la modernidad. Sabemos sin embargo, que
entre los pobladores el mercado no forma parte de cada uno de los aspectos de sus
vidas. En términos de previsión, salud, educación, vivienda…sus vidas transcurren
estrechamente vinculadas a los pasillos del municipio, a los subsidios y a los servicios
públicos. Ellos son, aunque no siempre lo admitan, los asistidos y sujetos de política
social de los noventa. Del Estado se habla, se opina y se da cuenta como se hace de
cualquier vecino o familiar al que se pide ayuda en los momentos difíciles....
Nuestro estudio permite concluir que existe, entre estos pobladores, un hiato, un
quiebre y tensión profunda entre lo que es su experiencia en tanto sujeto de política y
sus aspiraciones identitarias. Para unos y otros existe una distancia subjetiva
profunda con un Estado que a pesar de la interacción cotidiana, los fija en su
condición de excluidos y asistidos. Protesta silenciosa, pero de resistencia cultural
frente a un Estado que sienten ajeno en su maltrato. La distancia y tensión que los
pobladores experimentan entre sus deseos, aspiraciones y prácticas de vida concreta,
dan cuenta de un rechazo profundo a la relación estigmatizante y excluyente de su
relación con el Estado; a la descalificación social que allí se produce.
Solitarios y sin lazos comunitarios sólidos, los pobladores transitan entre la nostalgia
de la comunidad, el reclamo por un padre protector y el deseo de integración a las
promesas emancipatorias del mercado. La convivencia social en el mundo
poblacional se debate así entre la privatización y el comunitarismo; entre el mercado y
el Estado; entre la cooptación y la autonomía. En esta perspectiva, las políticas
sociales también pueden confirmar e incluso reforzar la identidad negativa. Ser pobre,
ser asistido, ser enfermo... puede llegar a transformarse en un rol social, en un juego
de roles sociales. Los mecanismos cómo esto puede llegar a ocurrir son diversos y no
siempre evidentes, pero los efectos perversos de una política social donde se impone
la lógica del corto plazo y del oportunismo pragmático están a la vista si de
construcción identitaria se trata.
En un universo social caracterizado por la descalificación y vulnerabilidad social, el
campo de lo posible, de lo imaginable ciertamente se estrecha. El pensamiento y las
posibilidades de si mismo, pueden reducirse – como lo vimos entre los más
marginales – simplemente a su más mínima expresión, a la banalidad de la
sobrevivencia del día a día. De esta cotidianidad de la sobrevivencia difícilmente
emergerá un proyecto emancipatorio y ciudadano. Sobre este fondo de déficit
identitario, no puede sino instaurarse entonces un proyecto pragmático y defensivo
para preservar y asegurar lo que de si mismo persiste y resiste. Vida social y vida
subjetiva se reafirman entonces en su significaciones negativas; llevando a que el
individuo poblador lea en si mismo y en su habitat los signos de su carencia. La
sumisión voluntaria a este Estado omnipresente de la que nos hablaba Etienne de La
Boetie en su “Discurso” surge para algunos como la única salida posible.
Nuestro estudio confirma que las políticas que sostienen o crean redes de interacción
social pueden proporcionar las condiciones para el desarrollo de los individuos y sus
organizaciones. Son estos los programas y políticas que crean las condiciones para
afrontar activamente situaciones que atentan contra la propia dignidad. Son estas las
políticas que más se acercan a la construcción de espacios sociales en los que la
persona pueda relacionarse con los demás de manera independiente y desarrollar el
sentido de la autoestima.194 Son estos los espacios que permiten también crear

194
Giddens, 1996.
mecanismos de reparación de las identidades dañadas y de desarrollo del sentido del
respeto, escapando así del asistencialismo como forma principal de abordar la
pobreza.
Nuestras etnografías muestran que no hay valoración de la autonomía y los derechos
colectivos sin experiencias e historias de interlocución y participación. Es allí donde la
noción de derechos, de justicia social y de un trato ciudadano con el Estado y la
sociedad pareciera incubarse más fácilmente. La demanda o reclamo de beneficencia,
caridad y dependencia por su parte, nacen justamente de la ausencia o estrechez de
espacios y recursos sociales a los que echar mano. La experiencia de desamparo y
marginalidad, de soledad y maltrato, hacen difícil imaginarse sin un padre protector.
Precarios en términos de sus redes sociales y su inserción en el mercado, no cabe
sino mirar hacia el Estado. La sumisión, el silencio y el pragmatismo son parte de este
trabajo de si mismo, y en el cual la noción de contrato y de derechos se construye
difícilmente. Cuando los soportes son escasos, cuando las redes con que se cuentan
son pocas, y la identidad comunitaria débil, el camino para la construcción de
relaciones de dependencia y clientelismo queda abierto.
En síntesis, las posibilidades de ejercer un control cultural sobre sus propias vidas, se
asocia estrechamente a los espacios sociales que estos pobladores ocupan. Mientras
más amplios y diversos, mayor el reclamo de autonomía y control cultural. Por el
contrario, mientras más estrechos y reducidos estos mismos espacios, menor la
diversidad de códigos culturales y menor la capacidad de ejercer un control sobre las
propias decisiones.

Temporalidad y reproducción de la pobreza


Tal como lo pudimos observar para la mayor parte de nuestro universo, los déficit
identitarios se articulan también a déficit en la historia familiar. Muchos de estos
relatos de vida muestran la estrecha articulación entre la desvalorización de si mismo
y la ausencia paterna (o materna) en contextos de dificultosas historias familiares. La
circularidad y la reproducción de las carencias, de los conflictos y de las dificultades
de identificación tienen sus raíces en historias de pobreza intergeneracional. La
pobreza, entendida ya sea como carencia de ingresos o disposición cultural, es por
sobre todo una construcción social de largo aliento195. La desesperanza, las prácticas
y los habitus (diría Bourdieu) de la pobreza no se transforman tan fácilmente, ni aún
con la voluntad o esfuerzo de las personas o una buena cartera de subsidios. Tal
como hemos visto en nuestros relatos de vida, las condicionantes estructurales
pueden pesar tanto o más que la cultura y las propias convicciones al momento de
actuar y de construir la propia trayectoria vital.
Nuestro estudio indica que la incidencia de las políticas sociales se juega por
tanto en esta capacidad de actuar en dimensiones temporales que permitan
transformaciones de largo alcance. La imposición de una lógica del presente y
de la rentabilidad social contribuye al olvido de los orígenes y a la erosión de
las capacidades de decisión y control cultural de estos pobladores.
La relación entre estos pobladores de los noventa y el Estado es una relación
marcada por el pragmatismo, el silencio y el presentismo. De allí que uno de los
problemas fundamentales en el diseño de políticas sociales radica justamente en su
dificultad para ampliar el campo de lo posible y acompañar los procesos de fuerte
transformación de vida, de autonomización y capacidad de decisión en contextos de
vulnerabilidad y escasez de opciones.

195
Lewis, [1966] 2003; Hoggart, 1957.
La capacidad del Estado de comprender que las aspiraciones y exigencias de estos
pobladores consigo mismo y hacia el Estado nacen de un pasado y una historia
común, que se transforma y se diversifica, tal como ocurre en el conjunto de la
sociedad, pareciera ser una condición central al éxito de estas políticas en el logro de
la autonomía, la integración y la explicitación de un
3. Del ideario de la integración sentir-común.

Los principios de justicia social e igualdad a través del ideario de la integración social
fueron utopías presentes en pensadores e ideólogos de gran parte del siglo XX en
América Latina. Desde Germani en Buenos Aires, Solari en Montevideo, Hutchinson
en Río de Janeiro, Vekemans y la Desal con su preocupación por la integración y la
marginalidad disfuncional al desarrollo, las explicaciones sobre los fenómenos de
pobreza levantados desde paradigmas estructural-funcionalista levantaban
esperanzas sobre la integración social. Algo similar ocurría desde la mirada cepaliana
y de la teoría de la dependencia de Quijano y el argentino Nun con su enfoque
neomarxista y la explicación de la marginalidad a partir de un esquema biclasista.
Frente al empiricismo de la corriente estructural funcionalista que entendía la
marginalidad como “la falta de integración a…”, Quijano postulaba que la marginalidad
era más bien resultado de la naturaleza de la estructura social.
Más allá de las diferencias en las formas de leer la realidad latinoamericana, se
compartió la confianza en una racionalidad histórica que era preciso conocer y
también movilizar. Transformación que permitiría superar los resabios tradicionales,
campesinos y atrasados de nuestros pueblos para encaminarse hacia valores más
modernos y donde se desenmascararían las relaciones de explotación y dominación
propias a las sociedades latinoamericanas.
Sin embargo, al poco andar las esperanzas se esfumaron; la realidad latinoamericana
resultó ser mucho más diversa y resistente de lo que se pudo suponer. Con el
incremento de la urbanización crecieron los cinturones periféricos de pobreza urbana,
poblaciones, callampas, favelas o villas miseria. Consecuencias visibles de una
limitada integración social y del insuficiente dinamismo del mercado de trabajo para
absorber la población inmigrante, del empleo precario, la informalidad y el desempleo.
Estos estudios anunciaban cuan rígida o estamental era nuestra sociedad y como la
redistribución del poder y el prestigio en las sociedades latinoamericanas no tenía
lugar.196
Con el desplome del modelo desarrollista de los años sesenta, se da paso a la
apertura comercial y la restricción fiscal; le siguen la reforma y reestructuración del
Estado y cambia el concepto mismo de lo público – social; que ya no se construye
sobre la lógica del trabajo, la cooperación y la seguridad social, sino sobre la lógica
de la realización individual y la acción residual de la política social cuando se
producen fallas en el mercado.197
La crisis del desarrollo y crecimiento de nuestros países terminó con las ilusiones del
viejo paradigma dejando en evidencia los mecanismos sociales y políticos que

196
Filgueira, 2000.
197
Serrano, 2004.
incidían en las posibilidades de integración social de un sistema altamente
estratificado. A partir de mediado de los setenta, en toda América Latina, se constata
con claridad que crecimiento económico, justicia distributiva y democracia no se
mueven necesariamente por el mismo camino. La polarización y desigualdad
económica aumenta y se diversifica, a pesar de los procesos de democratización
política y los indicadores económicos que dan cuenta de un acelerado crecimiento.198
La desigualdad imperante al interior de nuestras sociedades se transforma así en un
impedimento central a la posibilidad de reposicionar un ideario de la igualdad y la
integración.
En Chile, sociedad democrática, pero fuertemente desigual, la pregunta por la
igualdad se reinstala con dificultad en el debate público. A pesar de la evidente
disminución de sus índices de pobreza, Chile es el séptimo país con peor distribución
del ingreso del mundo. Sociedad de diferenciación y segmentación creciente, los
modelos de integración se han vuelto vulnerables y la precariedad de la estructura
social y ocupacional pareciera instalarse. La desigualdad social se transforma así en
un componente estructural de nuestra sociedad en un doble sentido: respecto del
funcionamiento del mercado y respecto del Estado que se encuentra lejos de cumplir
su pretensión de integración universal. Con un Estado de bienestar residual y
protección social crecientemente privatizada, pareciera ser que las desigualdades del
mercado difícilmente serán reparadas por la redistribución social.199 La desigualdad
socioeconómica priva a parte importante de la población de acceso a información,
educación y conocimiento para el ejercicio ciudadano y el control cultural. Se
introducen así drásticas asimetrías de poder en la capacidad de ejercicio y
reivindicación del derecho a la integración.
Las discusiones que hoy se abren en torno a la necesidad de repensar las políticas
sociales se hacen en parte eco de esta nueva cuestión social; y de la necesidad de
explorar caminos que apunten a una reactivación o revitalización de la noción de
derecho social; del derecho a la inserción y la igualdad; pero por sobre todo, de un
Estado que reduzca la incertidumbre y la exclusión que el crecimiento económico
genera a través de la desigualdad. La pregunta que cabe hacerse en este nuevo
contexto social es si acaso el papel del Estado y sus políticas sociales consiste solo
en minimizar la vulnerabilidad o no debiera más bien garantizar el derecho a la
inserción y la igualdad social.
La política social está estrechamente ligada al fundamento de la vida democrática; ella
es una dimensión de la política de las naciones modernas. La sobrevivencia y la
integración material, son un derecho del ciudadano empobrecido y al cual la sociedad
debe responder para asegurar las condiciones mínimas al ejercicio de derechos y
valores que fundan la legitimidad política y social de nuestras democracias.
En Chile, como en muchos otros países latinoamericanos, las políticas sociales están
cambiando. De sistemas sociales de extensión de derechos y beneficios se pasa
progresivamente a modelos de asistencia focalizados y programas de transferencia
directa de ingresos.200 La crítica más recurrente a este cambio de orientación, es al

198
Jelín, 2003; Cepal, 2003.
199
Esping Andersen, 1996.
200
A partir de los años noventa en Chile así como en el resto de América Latina, se
despliega una política social a dos bandas. Por una parte persisten programas de carácter
microlocal centrados en enfoques de ciudadanía, y a la vez, se instalan macro programas
dirigidos a los más pobres de carácter focalizados y cuya principal herramienta de acción
es la transferencia monetaria de ingresos (en Chile, el Sistema Chile Solidario). Mientras el
primero habla de integración, bienestar y capacidades; el segundo habla de protección
marcado signo asistencial que estos programas imponen y el riesgo de dependencia
y clientelismo estatal que ello conlleva. Aún cuando estas nuevas políticas sociales
aluden a la idea de derechos respecto de mínimos sociales y apuestan a resolver
problemas de condiciones de vida y riesgos futuros, ellos no contribuyen a la
construcción de ciudadanía y la generación de capacidades; tampoco a la
construcción de una sociedad con mayores niveles de equidad o igualdad social. Las
dinámicas de protección focalizadas que se proponen no reconocen criterios de
solidaridad alguna a nivel de la sociedad ni de las localidades en que estos sujetos de
políticas habitan.201
Los efectos paradojales de las políticas sociales en la fragmentación de las
concepciones de ciudadanía y el contrato social entre los más pobres están a la vista.
Es por esta misma razón, que una vuelta a la caridad o al control sancionador – a la
piedad o a la horca en los términos de Geremek - como formas de intervención de las
políticas sociales deben ser descartadas. Ellas atentan a la dignidad e igualdad de
todos los individuos, principios rectores del contrato social.
La integración social y la superación de la pobreza no pueden lograrse por coacción,
sino con la participación activa en el ejercicio de las decisiones que a cada uno le
competen. Una concepción adecuada de las políticas sociales parece requerir, por lo
tanto, un balance de derechos y responsabilidades; de un reconocimiento social de la
historia del movimiento poblacional, así como de sus capacidades de organización,
innovaciones y participación en el ejercicio del derecho a la diversidad y la igualdad.
Sean cuales fueren las medidas objetivas y los dispositivos de intervención social o
legal, la necesidad primera es considerar al otro como sujeto. Preservar la imagen de
sí y el propio proyecto identitario es esencial a cada poblador involucrado en las
intervenciones sociales del Estado. Prestar atención a la identidad y los sentidos que
los pobladores dan a su experiencia es abrir las políticas a la participación e
implicación en la definición de los términos bajo los cuales quisieran ejercer su
ciudadanía.
Entrelazar el deseo de autonomía de los pobladores y la institucionalización de los
sistemas funcionales, es un desafío al cual las políticas sociales no pueden
sustraerse. La acción cultural de las políticas sociales debe apuntar a este proceso
que entrelaza el deseo de ser sujeto (colectivo, individual) con el marco, a menudo
restrictivo, de las instituciones que aseguran su integración funcional.
En definitiva, romper con la actual tendencia de las políticas sociales, exige
reposicionar el debate en torno a las visiones modernas del problema de los derechos
de las personas en materia económica, social y cultural, y poner en el centro de la
discusión el “derecho a tener la oportunidad” de construirse a si mismo.202 La violación
de estos derechos se produce en la medida en que se establecen barreras que
impiden que los individuos tengan igualdad de oportunidades; el derecho que se viola
por tanto, es el derecho a tener el espacio, la oportunidad para levantarse como
sujeto, como ciudadano. La pobreza se ubica entre los Derechos económicos,
sociales, culturales, civiles y políticos, porque quienes viven en situaciones de
pobreza ven no solo denegados sus derechos económicos, sino también sus
derechos como ciudadanos.
En un contexto de desigualdad y fragmentación creciente el reconocimiento de los
derechos jurídicos de los pobres y de las obligaciones jurídicas de terceros, puede

social, vulnerabilidad e incapacidad de determinados segmentos sociales de hacer frente a


los riesgos. Serrano, 2005.
201
Serrano, 2005.
202
Bengoa, 2004.
constituir el primer paso para sacar afuera al sujeto que en cada uno de estos
pobladores yace silencioso y agazapado en la nostalgia o el encierro. Reconocer la
violación a los derechos de los más pobres implica finalmente que en el diseño de
políticas y programas sociales, la pobreza deje de ser considerada un efecto
inevitable de las dinámicas propias al modelo económico. En definitiva, la definición
de la pobreza ligada a derechos establece un marco de poder y de control, en que los
pobres no son más sujetos de caridad o de políticas sociales compensatorias. Se
establece un marco de obligaciones al Estado que lo obliga a abrir el espacio a la
expresión de los sujetos pobres en tanto ciudadanos. El modelo de la protección y el
bienestar es entendido entonces como un derecho ciudadano y no como asistencia
reparadora de la economía en su incapacidad de ofrecer inclusión social.
Levantarse como sujetos de derechos y no como sujetos de asistencia, puede no sólo
hacer una gran diferencia en términos identitarios, sino también del reposicionamiento
del viejo ideario de la igualdad y la inserción social.
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ANEXOS
Enfoque, método y universo de estudio
Entre la sociología y la antropología

Esta investigación se reconoce tributaria de dos disciplinas, la sociología y la


antropología. Y es allí, en esa frágil frontera donde hemos trabajado, aunque no
siempre de manera fácil y fluida. Ocupar el lugar de los intersticios no es evidente, las
preguntas y las dudas son más que las certezas. De la sociología hemos tomado su
preocupación por la institucionalidad estatal y la construcción del sujeto en relación a
ella. De la antropología por su parte, recogemos su preocupación por el estudio del
hombre en su totalidad y en su diversidad de manifestaciones culturales.
En términos metodológicos este estudio sigue un camino inductivo y
fundamentalmente cualitativo pues se sitúa en una óptica comprensiva del hecho
social. Los datos empíricos provienen del estudio de fuentes cualitativas y a través del
análisis de los datos se levantan hipótesis y se avanza en la construcción teórica del
problema.
Este enfoque metodológico se vale de una serie de instrumentos más cercanos a la
tradición etnográfica y que permiten responder adecuadamente a la perspectiva
transversal, comparativa y comprensiva de este estudio: la etnografía, los relatos de
vida, las entrevistas en profundidad y los mapas simbólicos. Se combina asimismo el
estudio de casos de localidades urbanas y de los individuos que habitan en ellas.

La etnografía

Esta investigación es inseparable de un método: la observación directa de los


comportamientos sociales; es decir, de la familiaridad con los grupos e individuos que
se busca conocer. Los cinco años de trabajo de campo, de observación y de acucioso
trabajo de la alteridad con un ”otro” (no siempre dispuesto a ser observado),
constituyeron el centro de nuestro quehacer etnográfico.
Trabajo de terreno, observación directa y participante que se funda sobre una
aproximación deliberadamente micro sociológica y en la que se observa de manera
atenta todo aquello que se encuentra, incluidos los comportamientos más anodinos,
los pequeños incidentes, los gestos, las expresiones corporales, los silencios, los
suspiros, las sonrisas, las muecas...
A diferencia de la explicitación de los criterios con que un sociólogo diseña una
encuesta, determina una muestra y controla la formulación de un cuestionario, la
etnografía como metodología se caracteriza por la flexibilidad con que los
investigadores se vinculan con sus sujetos de estudio, reconocen los contextos que
convierten a la información en significativa, y recorren las redes sociales al interior de
muestras no-probabilísticas. La descripción etnográfica, consiste en la aceptación
incondicional de la realidad tal cual ella aparece. La etnografía es la descripción de lo
visible, de las superficies, de las imágenes tal como ellas aparecen.
El etnógrafo es aquel que relata lo que ha visto a partir de su propia mirada. La
escritura etnográfica de esta descripción expresa la realidad en sus diversas
modalidades de aparición y expresión. Aquello que busca la descripción propiamente
etnográfica son los fenómenos sociales en tanto totalidad (M.Mauss), dejando
constancia de la cotidianeidad, de las repeticiones y de los sucesos ínfimos.
El levantamiento etnográfico de las localidades en que habitan los sujetos de nuestro
estudio tuvo justamente como objetivo describir comprensivamente estos contextos en
el cual los pobladores desarrollan sus prácticas cotidianas. Para ello se abordaron las
siguientes dimensiones: a) las características sociodemográficas y materiales de
estas localidades y sus viviendas; b) los actores y agentes públicos en estos
territorios; c) los intermediarios sociales (dirigentes, líderes…); d) la cotidianidad en
las localidades; e) las dinámicas sociales e identitarias; las disputas y las tensiones de
este vecindario en torno a los proyectos e identidades colectivas; f) las prácticas y
significados de la interacción entre la localidad, el Estado y sus política sociales. 203
La escritura de lo observado constituye talvés el punto más complejo de este proceso
de investigación. La descripción etnográfica (que significa la escritura de las culturas)
sin la cual no existiría antropología, no consiste solamente en ver, sino también en
“hacer ver”.204 Es decir, en escribir aquello que observamos y creemos comprender.
La descripción y la escritura etnográfica de las tres localidades observadas exigieron
un gran esfuerzo de síntesis de más de una decena de cuadernos de campo, apuntes
de terreno, cintas transcritas y material visual recopilado durante estos años de
observación. Como escribir, que lenguaje utilizar, como hacer ver a través de las
palabras, como dar cuenta de la manera más minuciosa y fiel de la realidad social a la
cual pudimos tener el privilegio de acceder… son preguntas que acompañaron toda la
escritura etnográfica de esta tesis.
Es en esta descripción y escritura etnográfica que se juega también la cualidad de la
observación, de la imaginación científica y de la capacidad comprensiva del
investigador. Y es allí también donde se espera que surja el etnólogo, es decir, aquel
que hace emerger la lógica propia de una determinada cultura. Es solo a partir de este
texto organizado que comienza a elaborarse un saber: el saber característico de los
antropólogos, la descripción densa o interpretativa diría el antropólogo inglés
C.Geertz.
La construcción de esta escritura fue una tarea doblemente compleja; en parte por la
cantidad de material empírico recopilado, pero también por el uso que hicimos en este
esfuerzo de descripción interpretativa de conceptos y categorías teóricas tributarias de
la sociología, más que de la tradición antropológica. Es justamente en este punto del
quehacer investigativo donde nuestro trabajo se aproxima a una sociología
contemporánea esforzada en dar cuenta de la diversidad de puntos de vista205, de
comprender a la sociedad y al sujeto en toda su compleja realidad.
Esto constituyó una empresa difícil pues obligó a establecer relaciones entre
disciplinas que – en especial desde la tradición latinoamericana - se conciben de
manera separada. La tensión entre estas categorías teóricas y conceptuales
originales a la sociología y el desafío de la antropología de construcción de un saber
desde las categorías del “otro”, cruzó toda la escritura de esta tesis. En pocas
palabras, como valerse de los conceptos y nociones sociológicas sin traicionar la

203
Ver pauta al final del anexo.
204
Laplantine, 1995.
205
Bourdieu, 1992.
experiencia de la alteridad (y la elaboración de esta experiencia) que nos propone la
antropología para ver aquello que jamás habríamos podido imaginar ni conceptualizar
sin antes estar ahí.

Dibujos y espacios de la identidad


Una de las formas de representar las
construcciones sociales e identitarias en el espacio son los dibujos, croquis o mapas
simbólicos. Los mapas simbólicos (a diferencia de la cartografía física) expresada en
croquis o dibujos, da cuenta de límites metafóricos, imaginados, de hitos, de
demarcaciones que indican y unen territorios a una memoria colectiva, a una lengua,
a una manera de hacer las cosas que enlaza y da sentido.206 Mediante los croquis se
señalan recorridos y ocupaciones simbólicas e intersecciones entre los sujetos y los
espacios. Estos croquis o dibujos dan cuenta de un territorio pero también del lugar
hasta donde se llega y desde donde se parte; de las idealizaciones y de las añoranzas
de los espacios habitados en el tiempo biográfico. La palabra, el relato de vida en el
caso de nuestra investigación, constituyeron el soporte de esta cartografía simbólica
que da cuenta de estos lugares biográficos y de fuerte impronta identitaria.207
En la tradición antropológica y sociológica, el concepto de identidad se levanta como
clave para aproximarse a la realización colectiva de ciertas búsquedas individuales.
Sabemos que los significados que alimentan las identidades no provienen únicamente
de enunciados discursivos, una importante fuente de esos significados provienen de
prácticas concretas y del contexto físico / espacial en que ellas se desenvuelven. Es a
esta condición de la identidad que denominaremos territorialidad.
La territorialidad es un rasgo compartido por todos los sujetos sociales, y por ello es
un componente básico de su identidad. Un componente cuyo peso específico, varía
en las diversas coyunturas históricas…Las referencias territoriales están marcadas en
la sociedad contemporánea por el hecho (descrito por Baudrillard) que no solo tiene
un valor de uso, sino también son signos de prestigio, de distinción, de clasificación
social. La movilidad, los desplazamientos y ocupaciones cotidianas no pueden ser
explicados en su totalidad por las necesidades en sentido estricto, sino también por la
producción significante en los espacios y los territorios. Las representaciones de
nosotros mismos en el mundo están íntimamente ligadas con las maneras en que
ocupamos el espacio y hacemos territorio. El espacio urbano es una construcción
social que se manifiesta a partir de las prácticas sociales que allí se cristalizan. Sin
embargo, el espacio junto a las prácticas que allí se ponen en juego debe ser también
comprendido en función de las representaciones y las connotaciones simbólicas e
identitarias que los sujetos elaboran a través del tiempo en él.
Los croquis y dibujos solicitados a los pobladores no tienen como objetivo mostrarnos
el espacio (el campamento, la villa) tal como es, sino la manera como los pobladores
creen que él es. Desde nuestra investigación nos interesa la historia del espacio
vivido, incorporando tanto el espacio real como el imaginado; es decir, tanto las
acciones como los elementos simbólicos; de lo que fueron y de lo que desearían
fueran sus territorios; de los proyectos identitarios que subyacen a la propia historia y
experiencia en el espacio del propio territorio.208 En este sentido, los croquis que aquí
acompañan el relato etnográfico y biográfico no nos entregan ninguna idea objetiva
del espacio y pueden incluso ser muy distintos al espacio geográfico; lo que nos
interesa son los significados que los pobladores instalan en ellos. Es en esta

206
Rodríguez, 2003.
207
Augé, 1996.
208
De Certau, 1998.
perspectiva que se solicitó a cada poblador que dibujara la vivienda que habitaba
antes de llegar a la villa y la vivienda actual. Pertenencia identitaria al territorio y
experiencia del espacio significado son las dos variables que nos interesa rescatar a
partir de estos croquis.

El relato de vida

En ciencias sociales, el relato de vida resulta de una forma particular de entrevista, la


entrevista narrativa, en la cual el investigador demanda a un sujeto contarle toda o
parte de su experiencia de vida. A diferencia de la biografía o la historia de vida, el
relato de vida, si bien es también un testimonio de la experiencia vivida, es un
testimonio orientado por la intención de conocimiento del investigador que lo recoge.
Esta intención, explicitada desde el primer contacto, es interiorizada por el sujeto bajo
la forma de un filtro implícito a través del cual selecciona, en el universo semántico de
sus experiencias, aquello que es susceptible de responder a las expectativas del
investigador. El relato de vida contiene dos aspectos que son la clave para
aproximarnos a los individuos, su trayectoria de integración y movilidad social y su
relación con el Estado:
a) el conjunto de acontecimientos que han ocurrido durante la existencia de un
individuo (o su familia); es decir, los elementos concretos que han caracterizado la
vida de este individuo, de su familia y de su medio;
b) el conjunto de relatos producidos por el sujeto y/o por otros sobre su construcción
biográfica. En este sentido, es un instrumento privilegiado para dar cuenta de la
compleja construcción del vínculo entre el individuo y el agente estatal.
Bertaux (1997) propone el relato de vida como instrumento metodológico para el
estudio de un fragmento de la realidad socio-histórica, un objeto social; para
comprender como él funciona y como se transforma, las configuraciones de las
relaciones sociales, los mecanismos, los procesos, las lógicas de acción que lo
caracterizan. En esta perspectiva, el uso del relato de vida no invalida el uso de otras
fuentes tales como la observación directa de los comportamientos, los gestos y
hábitos de quienes participan en la investigación y por cierto, los textos, documentos y
estadísticas. Lo central sin embargo, y en esto coinciden diversos autores209 es que la
principal característica del relato de vida es la de describir la estructura diacrónica de
la vida recorrida. Esta característica lo distingue radicalmente de otras formas (no
narrativas) de entrevista. Existe relato de vida desde que existe descripción narrativa
de un fragmento de la experiencia vivida. En este sentido, el relato de vida puede
constituir un instrumento excepcional para extraer saberes, imaginarios, proyectos de
vida, identidades, a condición de orientarlos hacia la descripción de experiencias
vividas personalmente y en los contextos en los cuales se inscribieron. Bertaux
denomina este tipo de relatos “relatos de prácticas”, relato que permite poner al que
relata en relación con la acción en una determinada situación. Una acción que se
desplaza en el tiempo; y que puede ser muy bien descrita por la forma narrativa del
relato.
El relato de vida, más que una técnica, da cuenta de un enfoque de trabajo. Este
aborda la vivencia singular de lo social; aprehende al sujeto en su quehacer cotidiano
y en la manera que negocia sus condiciones sociales y culturales. Investigar desde la
subjetividad, desde lo singular, plantea el paso desde el espacio del individuo singular
a la expresión colectiva de un fenómeno social. De aquí se deriva una de las

209
De Gaulejac,1999; Ferraroti,1991.
consecuencias epistemológicas más importantes de la aproximación del relato de
vida: el desafío de vincular la historia de vida, que es por esencia un abordaje de lo
singular, con la construcción social. En otras palabras, como la subjetividad inherente
al relato de vida puede transformarse en conocimiento de las condicionantes sociales
que lo hicieron posible; cómo pasar de la comprensión de las identidades individuales
y fragmentadas a las identidades colectivas y socialmente construidas.210 En este
sentido, el relato de vida nos abre a la identidad entendida como proyecto vital.211 Los
relatos de vida permiten entender al individuo como la expresión de un grupo, de una
cultura, de una historia social; pero no por ello se olvida el trabajo que lleva a cabo
cada sujeto para contribuir a la construcción de su propia existencia.212
El relato de vida es pues la expresión de dos dimensiones esenciales de toda
biografía: la sociedad a la cual pertenece su autor, y la dinámica existencial que lo
caracteriza. Los relatos se construyen de hecho en el cruce de estos dos aspectos: la
relación del individuo con su medio social y cultural, y la producción de su
individualidad.213 En síntesis, la recopilación de los relatos se aboca a:
a) Reconstruir los hitos formativos de las trayectorias de integración social: Asumimos
como señala Bertaux (1997) que “los relatos de práctica” son una fuente fructífera
para ubicar al que relata en relación a acciones y contextos concretos y por tanto
hacer comprensivas las dimensiones de su trayectoria social. Se abordarán los
siguientes hitos: a) nacimiento, formación de la familia. b) consolidación del grupo
familiar; c) las identidades, tensiones y trabajo identitario, d) las decisiones en torno a
la propia trayectoria biográfica; e) el trabajo (salidas y entradas) de sus miembros; f)
los vínculos e interacciones al Estado g) las migraciones en la familia, cambios de
lugar de habitación, traslados y movimientos ocurridos en la vida; h) los momentos de
descenso y pobreza; i) los momentos de holgura; j) las redes de apoyo.
b) La cuestión del sujeto, su capacidad de elección y decisión, está en el centro de la
aproximación biográfica. Ella nos lleva directamente al análisis de las dinámicas
individuales y familiares y de decisiones en torno a la relación con la red de ayuda
estatal. Se prestará especial atención a las tensiones, frustraciones, logros,
negociaciones, conflictos que esta relación con el Estado suscita en cada individuo y
al interior de su familia. Interesan especialmente las decisiones de continuar o
suspender el vínculo con el Estado a lo largo de diez años (1990-2000).
Utilizaremos el concepto de relatos de vida como relatos de prácticas, pues nuestra
premisa es que el uso de su tiempo y sus fuerzas es indisociable de los intentos de
manejar (maîtriser) la situación y de un trabajo de mise en sens de la realidad
social.214 Explorar las características y sentidos del conjunto de las prácticas referidas
a la búsqueda de su integración social será el camino para acceder no solo a la
comprensión de la praxis identitaria allí construida, sino también a la representación
del contrato social que sirve de sustrato a las lógicas de acción.
El análisis de este discurso y su relación con las prácticas requiere no confundir las
construcciones que un actor individual o colectivo tiene sobre sí mismo, con aquellas
que operan en torno de él, o la interiorización que éste hace de ellas. Aún cuando la
relación entre ambas dimensiones es estrecha (la imagen de sí es dependiente del
reconocimiento del otro, y viceversa), ambas no tienen la misma significación. El
análisis de los itinerarios individuales y familiares en relación al Estado, ilustra

210
Márquez y Sharim, 1999.
211
Bengoa, Márquez y Aravena, 2000; Poirier, Calpier et Raybaut, 1995, De Gaulejac, 1999.
212
De Gaulejac, 1999, Sautu, 1999; Desmarais y Grell, 1994.
213
De Gaulejac, 1994.
214
Bertaux,1997; Kessler, 2000.
ampliamente la pertinencia de esta distinción. El relato de vida es pues la expresión
de dos dimensiones esenciales de la identidad: la sociedad a la cual pertenece su
autor, y la dinámica existencial que lo caracteriza. La identidad se construye de hecho
en el cruce de estos dos aspectos: la relación del individuo con su medio social y
cultural, y la producción de su individualidad.
En los relatos de vida a menudo se descubre el esfuerzo de los sujetos por romper
con esta distancia entre la imagen de si y el reconocimiento que los otros hacen de
ella. La exacerbación de esta distancia y la imposibilidad de romper con ella, abre
espacio a la construcción de estigmas y estereotipos en los cuales los sujetos quedan
fijados / congelados en la relación y la mirada de un otro; que para el caso que nos
preocupa, a menudo puede ser el asistente social, el alcalde, el político…
Entrevistas semi-estructuradas: el primer análisis de los relatos de vida nos indica
aspectos que se revelan interesantes a profundizar, sin tener que recorrer
nuevamente la biografía o trayectoria completa de la familia. La entrevista
semiestructurada, pauta de preguntas abiertas que invitan al entrevistado a
explayarse sobre el tema en cuestión, es un instrumento adecuado para estos
efectos. En términos generales las entrevistas se abocan a:
a) reconstruir los hitos formativos de la trayectoria social de los sujetos, a partir de sus
“relatos de práctica”, esto es de las acciones emprendidas para la obtención de sus
viviendas y la consolidación de la movilidad social, en especial en relación a los
subsidios y ayudas de los programas sociales.
b) la cuestión del sujeto, su capacidad de elección y de decisión a lo largo de esta
trayectoria para la obtención de su vivienda y superación de su condición de pobreza.
c) la construcción del sujeto y sus proyectos y tensiones identitarias; tensiones,
frustraciones, logros, negociaciones, conflictos que la relación con el Estado y sus
agentes suscita a lo largo de su trayectoria de por la obtención de la vivienda y
búsqueda por consolidar su proyecto de integración social.

Sistematización de relatos y entrevistas en profundidad

El vaciado y sistematización de los relatos de vida y entrevistas en profundidad se


realizó a partir de tres etapas sucesivas. Cada uno de los relatos/entrevistas de las 48
familias (40/50 páginas de transcripción) fue vaciado primero en una planilla que tenía
como objetivo reconstituir la trayectoria de vida e inserción social durante la década
de los noventa. Para ello se identificaron los años que el informante recordaba en su
relato y para cada año: a) los hitos familiares que caracterizaron ese año
(migraciones, muertes, nacimientos, etc.); b) los indicadores de movilidad social
definidos como los cambios de status, posición social, empobrecimiento, mejoría de
las condiciones de vida... A través de una línea se graficó la movilidad social y sus
indicadores según el relato del informante; c) recursos y vínculos de la familia para
cada año mencionado de la trayectoria familiar; interesó identificar los recursos
materiales, simbólicos, estatales y privados; d) finalmente se vació el relato textual de
cada informante para referirse a: sus tensiones identitarias, el trabajo sobre su propia
identidad; la lógica de la acción en su interacción con el Estado, con el mercado y con
la comunidad de cercanos (los vecinos, el entorno más mediato).

Planilla de vaciado y sistematización


Años 1990 1991 1992 1996 1997 2000 2001

Hitos de la trayectoria de vida


familiar

Inserción social de la familia

Recursos y vínculos a los que


la familia accede
Descripción del modelo del
contrato social
Tensiones identitarias

Trabajo de la identidad

Descripción lógica acción con


Estado
Descripción lógica acción con el
Mercado
Descripción lógica acción con la
Comunidad (vecinos, entorno
mediato)

Finalmente, la información vaciada y sistematizada en estas fichas fue descrita y


analizada comparativamente de acuerdo a los cuatro modelos del contrato social
presente en los relatos de estos individuos: a) modelo de la beneficencia; b) modelo
de la protección solidaria; c) modelo de la subsidiariedad; d) modelos de derechos
colectivos.

Universo de estudio

La mayor parte de las familias que conforman nuestro universo de estudio obtuvieron
durante la década del noventa una vivienda social. En los términos de los indicadores
de las políticas sociales, ellas dejaron de ser prioridad de los programas de asistencia
social. En este sentido, estas familias corresponderían a aquel segmento de la
pobreza que durante la década de los noventa vio mejorar su nivel de vida y
necesidades básicas. Para efecto de este estudio, este segmento social
correspondería a la llamada “nueva pobreza”, esto es, aquel segmento de pobres que
habiendo resuelto carencias básicas como la vivienda, se enfrentan actualmente a
necesidades y aspiraciones derivadas justamente de su nueva condición.
La investigación se llevó a cabo en tres comunas:
1. Cerro Navia, Región Metropolitana, con altos índices de pobreza y una política
municipal que privilegia un enfoque participativo en la implementación de las políticas
y programas sociales.
2. Maipú, Región Metropolitana, con índices medios de pobreza y una política
municipal contraria a la construcción de villas y radicación de pobladores en su
comuna. El discurso municipal apunta a la construcción de una identidad comunal de
clase media, desde esta perspectiva no existe política alguna de integración comunal
de estos erradicados de campamentos.
3. Curicó, VII Región, comuna con componente de pobreza urbana y rural, pero
exitosos indicadores de gestión municipal en términos de la focalización de sus
recursos y programas sociales; y un enfoque fuertemente asistencial/ tecnocrático en
la implementación de los programas sociales

Distribución porcentual de la población por pobreza según comuna 1990-2003.


Comuna
1990 1996 2003

Indigent Total Indigent Total Indigent Total


e pobres* e pobres e pobres
Cerro Navia 21.3
58.1 6.6 26.6 5.7 21.7
Curicó
16.0** 46.2** 4.4 27.1 1.8 14.6
Maipú
4.9 24.6 0.1 7.7 3.2 10.5
Total país
13.0 38.6 5.7 23.2 4.7 18.7

* Total pobres: suma indigentes + pobres. ** Para este año no hay datos para la comuna de
Curicó, se da como referencia las cifras de Talca. Fuente: Encuesta Casen, Mideplan.

Las familias fueron seleccionadas a través de un trabajo etnográfico en tres conjuntos


de viviendas sociales construidas en la década del noventa: Villa El Resbalón de
Cerro Navia, Villa San Arturo de Maipú y Población Santos Martínez de Curicó.
Todas las familias pobres que se analizan en este proyecto, han tenido una relación
relativamente estable con el Estado y sus agentes para el acceso a programas y
subsidios. Desde los años 80, esta relación ha estado marcada por los criterios de
focalización en los hogares, de acuerdo con el puntaje de la Ficha CAS y los informes
de trabajadores sociales.
Este universo de familias, obtuvo su vivienda a través de dos modalidades diferentes
de relación con el Estado. Un primer grupo de personas lo obtuvo a través del
subsidio individual, esto es la asignación de un subsidio monetario por puntaje que
califica como merecedor de asistencia; y un segundo grupo, a través del subsidio
vinculado a la participación organizada215. Esta distinción de la forma que adquiere el
vínculo de estas familias con el Estado nos permitirá comparar los tipos de
experiencias a lo largo del tiempo y sus consecuencias en términos de sus
trayectorias de integración social.

215
Programa Chile Barrio.
a. Individuos y familias pobres vinculadas a la red estatal y sus distintos programas
sociales principalmente a través de programas de participación local. En los tres
últimos años, estas familias han participado de políticas focalizadas en su territorio,
que marcan un énfasis comunitario en la relación con el Estado. Estas familias
obtuvieron sus viviendas recientemente participando en Programas como Chile
Territorio, Mujer Jefa de Hogar o Adulto Mayor.
b. El segundo grupo de familias está compuesto en cambio, por familias que
individualmente han accedido a los subsidios estatales y han logrado obtener su
vivienda gracias al ahorro familiar. Ella han mantenido un vínculo uno a uno con el
Estado y no participan de organización alguna. Algunas de estas familias tienen una
historia pasada de beneficiarios de la Ficha Cas, otras simplemente siempre han
acudido al Estado en situaciones puntuales y de extrema necesidad. No han sido
parte de programas sociales participativos en sus localidades.
c. Finalmente, se considerará un tercer tipo de familia, que si bien ha sido objeto de
programas sociales como los dos tipos anteriores, no ha logrado acceder a una
vivienda y permanece o como allegado en estos nuevos territorio, o simplemente en
los lugares / sitios ocupados ilegalmente.
De esta manera en las tres poblaciones se pudieron detectar 22 familias que
obtuvieron sus viviendas a través de postulación y ahorros individuales; y 22 familias
que obtuvieron sus viviendas por participación organizada en programas sociales para
la vivienda. Y cuatro familias que no lograron obtener sus viviendas a pesar de haber
participado en un programa estatal.

Universo de pobladores entrevistados según territorio y tipo de postulación subsidio a


la vivienda.
Territorio Nueva El Resbalón Villa San Arturo Población Santos Martínez
Cerro Navia Maipú Curicó
Pobladores Pobladores Pobladores Pobladores Pobladores Pobladores
que postulan que postulan que postulan que postulan que postulan que postulan
organizadas a individual organizadas a individual organizadas a individual
viviendas mente a viviendas mente a viviendas mente a
sociales subsidios sociales subsidios sociales subsidios
vivienda vivienda vivienda
sociales sociales sociales

8 8 8 8 8 8
16 16 16
48 pobladores
Nota: De este universo total 4 pobladores no lograron obtener una vivienda a pesar de
haber postulado.

Características del universo de pobladores y sus familias216

216
Esta caracterización es fundamentalmente cualitativa y no tiene como objetivo sacar
conclusiones de relaciones entre variables.
Estos 48 pobladores, al igual que sus familias, son sujeto de política social pues viven
con menos de dos canastas básicas de alimento mensual, esto es menos de 100
dólares mensuales. Todas ellas complementan sus precarios ingresos con subsidios
estatales. Cuarenta y cuatro de estas familias sin embargo, se ubican en un momento
de sus trayectorias, en el cual han logrado obtener una mejoría de sus condiciones de
habitat a través de la obtención de una vivienda propia. Desde el punto de vista del
Estado, estas familias han logrado gracias a su esfuerzo y el subsidio estatal una
mejoría significativa en términos de su nivel de vida, quedando así fuera de los
parámetros de pobreza que los pueda hacer objeto de subsidios de asistencia social.
Tipo de familias: Del universo total de familias entrevistadas, poco más de la mitad
corresponde a familias nucleares con hijos. Luego le siguen las familias uniparentales
con mujer jefa de hogar.

TIPO FAMILIA N°
NUCLEAR SIN HIJOS 2
NUCLEAR CON HIJOS 25
NUCLEAR EXTENDIDA 8
MUJER JEFA DE 9
HOGAR
UNIPERSONAL 4
Total 48

Respecto a la relación existente entre tipo de familia y los tipos de trayectoria de


movilidad social217, se puede observar que el tipo de trayectoria ascendente se asocia
esencialmente con las “Familias nucleares con hijos” (13 familias). No hay familias
extendidas que tengan una trayectoria de movilidad ascendente. En el tipo de familia
descendente, no obstante constituir tan solo 4 de los casos, se encuentran dos casos
de Familias Nucleares extendidas” y una mujer Jefa de Hogar. La mitad de nuestro
universo se ha mantenido estable en el tiempo.

TIPO DE TRAYECTORIA Total


FAMILIA ASCENDENT DESCENDENTEESTABLE
E
NUCLEAR SIN HIJOS 2 2
NUCLEAR CON HIJOS 13 1 11 25
NUCLEAR EXTENDIDA 2 6 8
MUJER JEFA DE HOGAR 4 1 4 9
UNIPERSONAL 4 4
Total 17 4 27 48

Ciclo Vital: En términos del ciclo vital se observa que 27 de las 48 familias se
encuentran en una etapa de constitución del núcleo familiar, es decir tienen hijos
menores de 16 años. Las familias en etapa de consolidación (hijos mayores de 16
años) y de nido vacío (hijos fuera del hogar) se encuentran en igual proporción.

ETAPA N°
FAM. S/ HIJOS 5

217
Ascenso o descenso de una categoría de indigente, pobre, no pobre de acuerdo a una
escala comparativa de condiciones materiales de existencia. (Fondecyt 1020318)
CONSOLIDACIÓN 8
CONSTITUCIÓN 27
NIDO VACÍO 8
Total 48

A continuación se aprecia que entre las familias el número de hijos que predomina
son dos, seguido por las familias con tres hijos. Las familias con dos hijos se ubican
preferentemente entre aquellas con trayectorias de movilidad social ascendente;
mientras que las familias con más de dos hijos tienden a presentar trayectorias
estables.

Nº DE HIJOS TIPO DE TRAYECTORIA Total


ASCENDENTE DESCENDENTEESTABLE
0 6 6
1 2 1 3 6
2 9 1 6 16
3 4 1 5 10
4 1 3 4
5 1 2 3
6 1 2 3
Total 17 4 27 48

Nivel Educacional Jefe De Hogar: El nivel educacional de los jefes de hogar es en su


mayoría educación básica incompleta; solo catorce jefes de hogar tienen enseñanza
media incompleta y una sola persona educación técnico profesional. En nuestro
universo cinco jefes de hogar son analfabetos (tres mujeres).

Nivel N°
Educacional
ANALFABETO 7
E. BÁSICA 26
E. MEDIA 14
INST. Técnica Prof. 1
Total 48

La siguiente tabla expresa la relación existente entre la variable “Nivel Educacional del
Jefe de Hogar” y el “Tipo de trayectoria”. Al respecto, se puede observar que los jefes
de hogar con enseñanza media incompleta tienden a presentar trayectorias
ascendentes. Y que los con enseñanza básica incompleta, una trayectoria de
movilidad más bien estable.

Nivel Educacional del TIPO DE TRAYECTORIA Total


JEFE DE HOGAR
ASCENDENTE DESCENDENTEESTABLE
ANALFABETO 7 7
BÁSICA 10 16 26
INST. PROF. 1 1
MEDIA 8 2 4 14
Total 17 4 27 48

Situación Laboral y categoría ocupacional: En nuestro universo, 37 jefes de hogar se


encuentran trabajando y 8 desocupados. Los oficios que ellos ejercen son diversos,
pero la gran mayoría de escasa calificación como puede observarse en el cuadro
siguiente. Comerciantes y obreros vinculados a la construcción son las categorías
ocupacionales más frecuentes.

TIPO DE TRAYECTORIA
ASCENDENT DESCENDE ESTAB
CATEGORÍA OCUPACIÓN E NTE LE Total
BODEGUERO, AUXILIAR DE
CANCHA, ESTAFETA, GARZÓN,
INSPECTORES, LOCOMOCION
COLECTIVA 3 5 8
CARPINTERO, CERRAJERO,
OBRERO CONSTRUCCIÓN,
OBRERO MAESTRANZA,
CONTRATISTA 4 1 5 10
CUENTA PROPIA,
MICROEMPRESARIA,
REPOSTERÍA, ARTESANO 3 1 4
COMERCIANTE, DUEÑA ALMACÉN,
VENDEDOR, FERIANTE 3 2 7 12
EMPLEADA DOMÉSTICA,
EMPLEADA PASTELERÍA 2 2
PENSIONADA 1 1
PROG PRO EMPLEO 1 1 2
TEMPORERO* 1 1
SIN OFICIO 3 1 4 8
Total 17 4 27 48
SINTESIS
INTRODUCCION

“Du moment ou un indigent est inscrit sur la liste des pauvres de sa paroisse il peut sans doute
réclamer des secours: mais qu´est- ce que l´obtention de ce droit, sinon la manifestation
authentique de la misere, de la faiblesse, de l´inconduite de celui qui en est revêtu?”
Alexis Tocqueville, Memoire sur le pauperisme, 1835.

La figura del pobre – el que merece por su condición de carencia ser asistido de
manera sistemática por el Estado y sus políticas sociales-, es una construcción
relativamente moderna. Históricamente, el pobre fue el mendigo, el leproso, el
huérfano... y la relación de la sociedad transitó entre la caridad y el castigo, entre la
piedad y la horca. Desde las políticas sociales en cambio, la sobrevivencia y la
integración material es un derecho del ciudadano empobrecido y al cual la sociedad
democrática y moderna debe responder.
Sabemos sin embargo, que las políticas sociales no han logrado erradicar la pobreza
y sus efectos paradojales están a la vista. La idea de que la pobreza es un mal
inevitable al modelo económico tiende a asentarse, y con ello la naturalización de la
pobreza. Se olvida así que la pobreza es siempre una construcción social e histórica.
Lo primero es precisar que nuestro objeto de estudio no lo constituye la pobreza ni los
pobres en tanto categoría genérica, sino los pobres en cuanto asistidos y sujetos de
asistencia social. Asumimos en la perspectiva de Simmel, que los pobres, en tanto
categoría social, no son aquellos que sufren de carencias y privaciones, sino aquellos
que reciben asistencia o deberían recibirla según las convenciones sociales. La
pobreza no puede, en este sentido, ser definida como un estado cuantitativo y
absoluto, sino en cuanto a la relación social que ella genera. La pobreza, tal como
aquí se entiende, es por tanto relativa y se construye socialmente. Su sentido es aquel
que la sociedad le otorga.
Comprender los efectos a menudo perversos de las políticas sociales exige alejar la
mirada de los mecanismos técnicos y de ingeniería social para centrarnos en la “caja
negra” en que se desenvuelve y construye la relación entre los pobres y los agentes
de políticas sociales. La premisa sobre la cual se levanta esta investigación es que los
procesos de superación de la pobreza se asocian tanto a la integración funcional
entendida como la autonomía de los más pobres para asegurar el propio sustento; así
como a la integración social en tanto implicación de los sujetos en cuanto ciudadanos,
en un sistema de derechos, normas y de valores.
La superación de la pobreza se asocia por tanto, a la capacidad de los más pobres
para ejercer un control cultural y económico sobre sus vidas. Pero también a la
definición del contrato social, esto es, a los derechos y deberes del Estado y de ellos
mismos en el logro de la igualdad e integración social. O en la célebre fórmula
roussoniana, a la “forma de asociación que defienda y proteja con toda la fuerza
común, la persona y los bienes de cada asociado, y por la cual cada uno, uniéndose a
todos obedezca tan solo a si mismo y quede tan libre como antes.”218
Las formas que adquiere este contrato social entre el Estado y los pobres de nuestra
sociedad dice relación no solo con la oferta pública, sino también con la posición

218
Rousseau, El contrato social, cap. VI Del pacto social, [1762], 1996.
social y las disposiciones culturales e identitarias que orientan la práctica de estos
sujetos en sociedad. El Estado construye el marco dentro del cual los sujetos deberán
operar, pero también los sujetos interactúan, cuestionan, adhieren o rompen con él.
El concepto de campo de relaciones propuesto en esta investigación nos permite
entrar a esta caja negra que son las relaciones y representaciones que se ponen en
juego entre el Estado y los pobladores. El concepto de campo de relaciones abre la
posibilidad de una lectura de la construcción de la alteridad en estos espacios
públicos y políticos, de la distancia y proximidad con el otro, de la ambigua y siempre
negociada interacción cara a cara; del tema del poder y del control cultural, entendido
como la capacidad de decisión sobre los elementos culturales y sobre los modos de la
convivencia social219. El análisis de las interacciones al interior de este campo de
relaciones nos abre al conocimiento de los procesos por los cuales los más pobres de
nuestra sociedad trabajan su identidad y su cultura a pesar de las condicionantes
estructurales.
Este estudio se pregunta si una concepción del contrato social orientado hacia el
reconocimiento de la comunidad y sus derechos por parte del Estado estaría en
mejores condiciones de crear oportunidades de integración social que una concepción
del contrato sustentada en el principio de la necesidad individual y la beneficencia.
¿Individuos con una identidad comunitaria fuerte, estarían en mejores condiciones de
prescindir y autonomizarse del Estado y sus programas sociales que individuos sin
este soporte comunitario, pero con aspiraciones individuales de movilidad
social?¿Cuáles serían las condiciones que deben cumplirse en esta interacción
Estado/ individuo/ comunidad para que se gatillen procesos de mayor integración
social? ¿Es la articulación al mercado de trabajo? ¿Es el acceso a un mayor y más
diverso número de redes sociales? ¿Es la presencia de un dirigente social eficiente?
¿Es la construcción de un vínculo de confianza entre el agente público y el que
demanda ayuda?
Para abordar este problema se observan, a través del trabajo etnográfico y los relatos
de vida, los procesos de erradicación de campamentos y el traslado de los pobladores
a conjuntos de viviendas construidas por el Estado durante la década de los noventa.
Este análisis comparativo nos permitirá comprender las dinámicas que dan vida a
estas sociedades de campamento y sociedades de villa; así como las formas de
resistencia y adaptación que adquieren estos procesos de transformación social
promovidos por el Estado y sus políticas sociales a lo largo de diez años (1990-2000).
La investigación sigue dos cursos complementarios. En un primer momento se
caracterizan, a través de un trabajo etnográfico en tres villas (conjuntos residenciales
pobres) las modalidades que adquiere este vínculo entre las familias y el Estado.
Posteriormente, a través del análisis de “los relatos de práctica” 220 de cuarenta y ocho
habitantes de estas villas, se profundiza y comparan los procesos de erradicación
desde sus campamentos así como los modelos del contrato social de estos
pobladores, sus tensiones identitarias y lógicas de acción hacia el Estado, el mercado
y su comunidad. La investigación establece la trayectoria de integración social de
estas pequeñas sociedades de campamento y villa a lo largo de diez años, para luego
– desde este relato e imaginario del contrato social - proponer algunos lineamientos
teóricos para un contrato social de derechos a la igualdad en la diversidad.

219
Bonfill Batalla, 1990.
220
Ver anexo metodologico.
Los objetivos
Derivar y contrastar hipótesis relativas a los resultados e incidencia de las políticas
sociales en la integración social de los pobladores.
Caracterizar las formas de resistencia o adaptación de los pobladores a las
condiciones impuestas por las políticas sociales para el logro de la integración social.
Caracterizar los modelos del contrato social que se construyen entre los individuos
pobres y el Estado a lo largo de la década de los noventa.

El método y el universo de estudio


En términos metodológicos el estudio se ubica en la perspectiva de los estudios
cualitativos, privilegiando un enfoque etnográfico, los relatos de vida y entrevistas en
profundidad a habitantes de tres territorios residenciales en los que el Estado ha
construido conjuntos de viviendas y aplicado programas sociales.
Se analizarán las trayectorias sociales y las interacciones cotidianas que 48 individuos
y sus familias sostienen con el Estado y políticas sociales a lo largo de los últimos diez
años (1990-2000). Las familias fueron seleccionadas de acuerdo a su tipo de
vinculación con programas y políticas sociales; y fueron contactadas a través de un
trabajo etnográfico en los tres territorios estudiados: Villa El Resbalón y Villa San
Arturo de la ciudad de Santiago; y Población Santos Martínez de la ciudad de Curicó.
Como veremos, las tres comunas presentan características diferentes tanto en
términos de sus indicadores de pobreza como en términos de su gestión municipal.
Para el año 2003, la encuesta de Caracterización Socioeconómica Nacional (CASEN)
indicaba que en Chile un 18.7% de su población se ubicaba bajo la línea de la
pobreza. Ese mismo año, la comuna de Cerro Navia, mostraba índices de pobreza por
sobre el promedio nacional (21.7%) y una política municipal que privilegiaba un
enfoque participativo en la implementación de las políticas y programas sociales. La
comuna de Maipú ubicada también en Santiago, mostraba en cambio, índices de
pobreza muy por debajo del país (10.5%) y una política municipal contraria a la
construcción de villas y radicación de pobladores en su comuna. El discurso municipal
apuntaba más bien a la construcción de una identidad comunal de clase media; desde
esta perspectiva no existía política alguna de integración comunal para los recién
llegados de campamentos de comunas aledañas lo que talvés explique que desde
1996 la comuna aumentara al menos en casi tres puntos su índice de pobreza. La
comuna de Curicó ubicada en la ciudad de Curicó, poseía para el año 2003, niveles
de pobreza algo inferiores a los promedios nacionales (14.6%), un enfoque
fuertemente asistencial en la implementación de los programas sociales, pero exitosos
indicadores de gestión municipal en términos de la focalización de sus recursos y
programas sociales.
La mayor parte de las familias que conforman nuestro universo de estudio obtuvieron
durante la década de los noventa una vivienda social221. En los territorios
seleccionados se pudo constatar dos tipos de familias que se correspondían con
nuestro criterio de selección de casos: a) Familias pobres vinculadas a la red estatal y
programas sociales con participación local. b) Familias pobres que obtuvieron sus
viviendas con subsidio social a través de sus ahorros individuales y que se vinculan al
Estado a través de programas de ayuda individual. Ambos tipo de familias, como
veremos posteriormente, presentarán diferencias significativas en términos de la
integración social como de la satisfacción con sus viviendas y vecindarios.

221
Vivienda construida y subsidiada por el Estado para las familias de más escasos recursos.
Se seleccionaron para el conjunto de las tres villas, 22 familias que obtuvieron sus
viviendas a través de programas individuales; y 22 familias que obtuvieron sus
viviendas por participación organizada en programas sociales para la vivienda; y 4
familias que no lograron obtener sus viviendas. Para cada una de las familias se
entrevistó a la madre por ser quién presentaba más disponibilidad para relatar la
historia familiar en relación al Estado. Solo en algunos casos el padre de familia
aceptó también entregar su relato, pero en general, siempre como complemento a la
historia de la madre.
La tesis se organiza en tres partes. En la primera parte se abordan “Las paradojas de
la política social en Chile” a través de dos capítulos. En el primero se entregan tres
etnografías que dan cuenta del proceso a través del cual se construyeron tres
conjuntos residenciales producto de las políticas de vivienda social. Para cada una de
estas etnografías se construye un relato descriptivo y se entregan algunas claves
interpretativas en relación a los procesos sociales allí ocurridos. En el segundo
capítulo de esta primera parte se entregan algunas claves sociológicas para
interpretar los procesos sociales ocurridos al interior de estas villas de pobladores de
la década de los noventa. Junto con analizarse el papel que juegan los procesos de
segregación urbana se entregan elementos históricos para problematizar el rol del
Estado y sus políticas sociales en la construcción de la pobreza urbana y los procesos
de integración social en Chile.
En la segunda parte del documento, se presenta “El pobre ante el Estado”. Esta parte
se organiza en cinco capítulos, cada uno de ellos corresponde a una concepción del
contrato social vigente entre estos pobladores. A través del análisis de los “relatos de
prácticas” y de la entrega de un relato in extenso de un(a) poblador(a), se muestran y
analizan cuatro dimensiones que nos aproximan a una mirada comprensiva de la
construcción del sujeto poblador: las dimensiones del modelo del contrato social; las
tensiones identitarias de estos individuos que viven la pobreza; el trabajo que cada
uno, desde su experiencia de pobreza, realiza de si mismo; y finalmente las lógicas de
acción de estos pobladores frente al Estado, al mercado y a su comunidad.
Los tipos ideales del contrato social fueron construidos a partir de la definición de los
principios que definían la acción del Estado frente a la pobreza y de los mismos
pobladores: ¿Qué debe hacer el Estado para ayudar a los pobres a superar su
condición? ¿Qué deben hacer los pobres para salir de la pobreza? Estos principios
permitieron la formulación de cuatro tipos ideales del contrato social: a) Beneficencia y
caridad; b) Protección y solidaridad; c) Comunidad y Derechos; d) Individuo y
subsidiaridad.
En la tercera y última parte del documento se responden, a partir de las evidencias
empíricas, tres preguntas esenciales a esta investigación: ¿De que depende que un
pobre prefiera un tipo de contrato a otro? ¿Bajo que condiciones y por qué razones las
políticas sociales inciden o no en la integración social y funcional de los más pobres?
¿Qué podemos concluir de de la concepción del contrato social durante los últimos
quince años; es decir, desde la recuperación de la democracia en Chile?
En el capítulo final se aportan al debate algunos elementos conceptuales para la
construcción de una teoría del contrato social en Chile.
3.4 Hacia una definición de la pobreza

Lo que hemos querido mostrar en este breve recorrido por las discusiones en torno al
concepto de pobreza, es que en las sociedades modernas, la pobreza no corresponde
solo al estado de una persona que carece de bienes materiales, ella corresponde
también a un status social específico, inferior y desvalorizado que marca
profundamente la identidad de quienes la viven. Este elemento no es del todo nuevo
en el debate sobre la pobreza. Tanto el programa filantrópico del siglo XIX como la
doctrina social del cristianismo colocaban en primer plano el aspecto de la
degradación moral que la miseria determinaba en la existencia humana.
Históricamente, el denominador común de los elementos que hacían de la miseria un
fenómeno social lo constituyó la función degradante de tal estatus.222
George Simmel, en un breve texto titulado Der Arme223 escrito en 1908, se plantea
justamente la ambigüedad de la noción de pobreza como categoría sociológica. Para
Simmel, la pobreza, es no solamente relativa, sino que ella también se construye
socialmente. El significado de la pobreza, es aquel que la sociedad le otorga. El
enfoque teórico simmeliano contribuye así a evitar una definición substancialista del
pobre, reubicando la mirada sobre la relación de interdependencia con la sociedad y
en especial el Estado.224
En Simmel, es la relación simultánea de asistido y temido que da forma a la figura del
pobre en nuestra sociedad; a la relación de piedad y castigo diría Geremek. Sin
desconocer su carácter de “indeseado”, inútil, miserable… Simmel reconoce que en la
relación de asistencia tanto el pobre como el donante se encuentran en una relación
social. De allí la invitación a comprender las formas sociohistóricas de esta
interdependencia que se construye entre los pobres y el resto de la sociedad. Aquello
que es sociológicamente pertinente no es la pobreza en tanto tal, sino las formas
sociales que ella adquiere en la sociedad en un momento específico de su historia.225
Esta sociología de la pobreza se vuelve en realidad una sociología del lazo social.226
Simmel precisa una definición: “les pauvres, en tant que catégorie sociale, ne sont pas
ceux que souffrent de manques et de privations spécifiques, mais ceux qui recoivent
assistance ou devraient la recevoir selon les normes sociales. Par conséquent, la

222
Geremek, 1989, Paugam, 2002.
223
El Pobre.
224
Castel (1995) recupera esta noción a través de su concepto de “desafiliados”, es decir,
le “desafilie” seria quien ha roto con todos los vínculos de protección social, incluyendo los
más cercanos.
225
Paugaum y Schultheis, 2002.
226
En una línea similar, el enfoque téorico de redes sociales intenta resolver el problema de
la construcción de categorías basadas en atributos individuales, a partir del análisis de las
relaciones entre individuos. Las estructuras se corresponden con las pautas de relaciones
recurrentes en aun grupo social, antes que a agrupaciones de individuos con
características similares. La definición de categorías sociales se hace así comparando el
conjunto de relaciones sociales de diversos individuos, principalmente en términos de su
estructura. En este sentido, dos individuos pertenecen a una misma categoría sólo cuando
sus relaciones sociales se intersectan de tal forma que los hacen estructuralmente
equivalentes. De esta forma, un pobre sólo es igual a otro pobre, cuando las relaciones
sociales de ambos tienden a superponerse y no sólo cuando pertenecen a la misma
categoría de ingreso. Espinoza, 1999.
pauvreté ne peut, dans ce sens, être définie comme un état quantitatif en elle-même,
mais seulement par rapport à la réaction sociale qui résulte d´une situation spécifique.”
Los pobres, así definidos, no están fuera de la sociedad, sino en ella. Ellos ocupan por
cierto, una posición particular por el hecho de encontrarse en una situación de
dependencia en relación a la colectividad que los reconoce y los trata como tal. Falto
de autonomía material (integración funcional) y falto de los lazos sociales (integración
social) el pobre comparte con el extranjero el atributo de distancia y proximidad al todo
social, posición ambigua y nunca resuelta.
La distinción entre integración funcional e integración social ha sido a menudo
olvidada en las discusiones sobre políticas sociales. La integración funcional supone
la interdependencia con un todo social y la autonomía para asegurar el propio
sustento; la integración social, en cambio, supone la implicación de los sujetos en
cuanto ciudadanos en un sistema de derechos, normas y de valores.
Hoy día, ambos procesos tienden a ser disociados.227 La integración funcional puede,
por cierto, asegurarse por una multiplicidad de medidas y de procesos que aseguren
la integración económica de los individuos. La integración en estos términos no
requiere para su logro del conjunto de normas, valores y sentidos imperantes. Nuestra
política habitacional es un claro ejemplo: por décadas, las viviendas han sido
construidas y entregadas sin atender a las más básicas aspiraciones, costumbres,
patrones culturales y estéticos de sus habitantes. En estas circunstancias, cuando
mundos y referentes sociales diversos se encuentran en esos espacios homogéneos
y excluyentes que son los conjuntos de viviendas sociales, inevitablemente se debilita
la percepción de integración y cohesión social. La sensación de “no existir”, de sueños
incumplidos, de engaño e incluso vergüenza, termina por afectar la construcción de
una comunidad de sentidos y la capacidad de los individuos de proyectarse como
ciudadanos.
Reunir ambas dimensiones —integración funcional y social— en la conceptualización
de la pobreza es una exigencia. Aquello que es sociológicamente pertinente no es la
pobreza en tanto que pre-noción, sino las formas sociales que adquiere esta esta
condición. Al pensar la pobreza solo en términos de ingreso se deja de lado una
necesidad primordial: aquella de ser considerado como responsable de aquello que se
es en tanto sujeto.228 En estos términos, el análisis de la condición del pobre es
inseparable del análisis del proceso que este sigue en términos de intercambio y de
construcción de respuestas a su condición de asistido. Como afirma De Gaulejac “Il
s’agissait de mieux comprendre l’articulation entre les conditions objectives et les
conditions subjectives dans les processus d’exclusion. Quelle est la part respective
des déterminations sociales et des réactions des sujets concernés dans les
dynamiques d’insertions229

3.6 El contrato en la pobreza

Esta definición de la dimensión material y social de la pobreza nos abre también a la


pregunta por las aspiraciones y capacidades de cada individuo, rico o pobre, para
definir, manejar y decidir entre sistemas de integración diferentes y no siempre

227
Véase análisis en Remy (1996) y Güell (2002).
228
De Gaulejac, 2002.
229
De Gaulejac y Taboada Leonetti, 1994.
coherentes entre sí. La pregunta por el modo de integración deseada está a la base
de la experiencia social de estos individuos que viven en condiciones de pobreza; así
también la definición de los principios que debieran orientar este proceso. En un
contexto de alta vulnerabilidad y precariedad social como es el chileno, la pregunta
por los principios subyacentes a la definición de un contrato social es ineludible. La
invocación a redefinir un nuevo contrato o pacto social se filtra en cada una de los
relatos de estos pobladores. Un contrato o un pacto social, para el cumplimiento de
ese derecho a la integración y a una sociedad basada en el principio de la igualdad.
Las tres etnografías (capítulo 1) son claras en este aspecto; todos los pobladores
comparten la aspiración a una sociedad más igualitaria, a una mejor calidad de vida y
al reconocimiento de sus derechos. Todos, unos desde su reivindicación a ser
tratados desde su individualidad y otros desde su búsqueda comunitaria, coinciden es
su aspiración a una vida "más decente", dicho en sus propios términos; y donde el
resguardo del buen nombre de familia, el valor del trabajo, de la educación, de la
limpieza y el orden en el (con)vivir son también, con más o menos fuerza, principios
que orientan el ideario de estos pobladores. La cultura de la integración social, como
aspiración, está presente en todos ellos.
Sin embargo, es importante señalar que aunque los pobladores se reconocen en su
aspiración a una cultura de la integración; ellos sí se diferencian en la definición de los
términos bajo los cuales aspiran a construir este principio de la igualdad, del contrato.
Disputa que como hemos visto en los relatos etnográficos, tiende a exacerbarse con
el traslado de estos pobladores desde el campamento a la villa; desde un espacio
homogéneo, comunitario y pobre, a un espacio de fronteras, segmentación y
vulnerabilidad social. Estas diferencias entre los pobladores aluden a dos preguntas
centrales en la definición del contrato social:
¿Que debe hacer al Estado para contribuir a mejorar la situación de los más pobres?
¿Qué deben hacer los más pobres para mejorar su situación de carencia?
En relación a los principios que debieran orientar la acción del Estado hacia la
pobreza encontramos dos respuestas tipos que ordenan el discurso de los
pobladores:
Solidaridad: como principio básico del Estado hacia los pobres, con los que nada
tienen, con los que más lo necesitan. Quien merece ser ayudado por el Estado es
aquel que se define por su condición de carencia.
Equidad: como principio de igualdad de oportunidades para el que aspira a salir de
su condición de pobreza. El Estado debe ayudar en virtud del reconocimiento a la
conducta y al esfuerzo de quienes quieren surgir.
En relación a los principios que debieran orientar el actuar de los pobres las
respuestas pueden ser ordenadas en dos tipos:
Comunidad: Los pobres deben organizarse y proteger un “nosotros” como posibilidad
de garantizar el cumplimiento del contrato social, es decir, de la igualdad y de la
superación de su condición de pobreza.
Individuo: Los pobres deben esforzarse individualmente para salir adelante y surgir
de la condición de pobreza; al Estado debe acudirse cuando los caminos alternativos
se pierden o desdibujan.
De estas tensiones que subyacen a la experiencia social de estos pobladores,
podemos al menos distinguir cuatro grandes modelos del contrato y que orientan el
quehacer y las prácticas de quienes adscriben a ellos. Ciertamente estos modelos
corresponden a “tipos ideales” en el sentido weberiano del término, y por tanto “la
acción real solo en casos raros, y de manera aproximada, transcurre tal como fue
construida en el tipo ideal.”230 Efectivamente tanto el Estado como los mismos pobres
transitan entre un tipo ideal y otro; pero de acuerdo a las épocas, los regímenes
políticos y las culturas estos modelos de la acción social tienden a aparecer con más
o menos fuerza en el discurso y en la práctica de unos y otros.

Modelo de la beneficencia o caridad


Concepción de la pobreza como carencia individual; en este modelo no está presente
el sentido de acción colectiva sino el de la reproducción y la sobrevivencia individual.
Es obligación del Estado la caridad y la ayuda asistencial al que más lo necesita. Este
modelo se corresponde con los programas de los años ochenta de los subsidios
individuales (subsidio al agua potable, el subsidio único familiar).
En una versión distinta también este modelo del contrato se corresponde con el
modelo de ayuda del Hogar de Cristo a través de la figura del Padre Hurtado y su
lema del “Dar hasta que duela” . En la década de los cuarenta Alberto Hurtado
organizó a los jóvenes de la Acción Católica para colocar a los universitarios que allí
participaban frente al mundo de la pobreza. En 1944 crea el Hogar de Cristo cuyo
objetivo será hasta hoy “dar posada al mendigo, darle alimento, darle educación, si
fuese posible iniciar a algunos en un trabajo que los haga escapar de su horrible
miseria”. Actualmente programas tales como “un Techo para Chile” a través de su red
de jóvenes voluntarios continúa construye mediaguas (viviendas de madera) para los
pobres sin casa, aunque sin la denuncia social que acompañó la acción del Padre
Hurtado para quien “la caridad comienza donde termina la justicia."231

Modelo de la protección solidaria o caridad colectiva


Concepción de la pobreza como carencia colectiva y que afecta a un “nosotros” (los
pobres); y que exige de un Estado protector, solidario y caritativo que los ayude a
aliviar su condición de carencia. Este modelo se reconoce en programas sociales de
los años sesenta, ochenta y noventa como las campañas de invierno u operativos de
salud, en que los bienes (techos, frazadas, alimento, remedios, atención médica…) se
entregan a la comunidad previamente organizada. En este modelo la organización se
valora ya sea como un medio de optimización de la entrega de los recursos y/o de
fortalecimiento de las capacidades de gestión y de autonomización de los pobladores
en tanto sujetos de derechos. Sin embargo, como veremos posteriormente, la entrega
de bienes y servicios orientadas a “aliviar” la pobreza más que a introducir cambios
radicales en estos territorios, tiende a romper la confianza interna a las organizaciones
y a favorecer las relaciones clientelares hacia el Estado.

Modelo de la subsidiaridad
Concepción individual de la acción, pero sustentado en un principio de equidad o
igualdad de oportunidades. En este modelo del contrato social, se espera que el
Estado premie o refuerze la conducta y no la condición del pobre; esto es, que ayude
al que aspira y se esfuerza por salir de la pobreza. Los programas de capacitación

230
Weber [1922], 1992.
231
La labor de Alberto Hurtado s.j.se inicia con el trabajo de caridad en especial hacia los
mendigos; pero desemboca a fine de la década de los cuarenta con la organización de la
Acción Sindical Chilena, fundada en junio de 1947; y la Revista Mensaje, fundada en octubre
de 1951.
laboral o de nivelación de estudios de los años noventa son un ejemplo prototípico. El
programa Chile Joven, de capacitación laboral a jóvenes populares, corresponde a
esta concepción del contrato social. Jóvenes sin formación técnica o profesional se
inscriben en cursos subsidiados, estudian, se titulan y el Estado los apoya finalmente
en su inserción laboral.

Modelo de derechos y justicia colectiva


Concepción colectiva y participativa de la acción orientada a la superación de la
pobreza; la participación es entendida como el ejercicio colectivo de los derechos. Al
Estado le corresponde asegurar el cumplimiento del principio de equidad y de
igualdad de oportunidades; ayudar a los que colectivamente se esfuerzan y aspiran a
salir de su condición a través del reconocimiento a la acción colectiva de los más
pobres en tanto sujetos de derechos.
La “revolución en libertad” y el programa de reforma agraria de Frei Montalva en los
años sesenta, el gobierno de Allende en los setenta ciertamente se ubicaban en esta
perspectiva. En los noventa, los programas sociales del Fondo de Solidaridad e
Inversión Social, a pesar de sus falencias232, recogen – aunque de manera mucho
más reducida que en los períodos de Frei Montalva y Allende – el espíritu de estos
principios de derechos y justicia colectiva.

3.7 Identidad(es) en la pobreza

En contextos de fuerte transformación de vida, así como se diversifican los principios


que definen el contrato social, así también ocurre con las certezas en torno a las
identidades y al propio proyecto vital. El concepto de nueva cuestión social233 surge
justamente para dar cuenta que debemos hacer frente a una nueva forma de pensar
la relación entre los individuos, sus identidades y el todo social.
Una manera de aproximarse al problema de las transformaciones identitarias ha sido
desde los cambios estructurales de la sociedad globalizada. Se la llame sociedad red,
modernidad tardía o sociedad del riesgo234 se coincide en señalar la profundidad de
los cambios que afectan al actual orden social y el desencanto de la colectividad como
marco ordenador de la vida social. Enfrentados a la caducidad de los viejos referentes
normativos y sociales que definían las acciones y dotaban de ciertas certezas, se
advierte que los sujetos se ven obligados hoy día a actuar en un contexto donde los
márgenes de imprevisibilidad, contingencia e incertidumbre se amplían
considerablemente. Pero mientras algunos autores ponen el acento en la progresiva
emancipación o autonomización del sujeto, otros advierten sobre los riesgos y déficit
del individualismo y la pérdida de los referentes colectivos y públicos.
Más allá de las diferencias entre autores, se coincide en señalar la tendencia
creciente a la individualización de lo social y sus repercusiones sobre la experiencia
de cada uno. Efectos que no solo aluden a cuestiones de orden económico,
tecnológico e industrial, sino que designan también los efectos de un proceso de
desinstitucionalización de los marcos colectivos que estructuraban la identidad social

232
Clientelismo e ineficiencia fundamentalmente.
233
Rosanvallon,1998.
234
Castells, 1998; Giddens,1998; Beck, 1997.
e individual (familia, escuela, tradiciones, religión) y que obligan a repensar las nuevas
dimensiones de las identidades en las sociedades contemporáneas.
Hoy día, señala Bajoit (2002) “ce n´est pas évident, en effet, de se doter d´un projet
identitaire auquel ils puissent eux-mêmes adhérer et qui leur soit reconnu par les
autres, donc, de se donner une identité dans lequelle ils se sentent bien. Cette sorte
d´harmonie acceptable entre l´individuel et le social – ce sentiment de devenir soi-
même en faisant ce que la société attend-, qui a pu paraître plus “naturelle”, plus
évident , plus simple a d´autres générations, semble être devenue difficile
aujourd´hui… De tout évidence, il y a un malaise, dans la maniere dont notre société
socialise ses membres. On peut don parler d´une tension, plus ou moins forte, entre
l´individu et la société: réussir socialement et réussir sa vie, ce n´est plus tout a fait la
même chose.”235
Efectivamente, si antaño el hijo de minero sabía que su destino era serlo igual que su
padre, hoy ese mismo hijo sabe que la respuesta por su futuro está pendiente; y que
su búsqueda es una trayectoria fundamentalmente solitaria. Los modelos de
integración ya no parecieran estar asegurados. Acortar la brecha entre lo deseable y
lo posible, se asocia estrechamente a la capacidad de los sujetos de construir una
experiencia social que logre combinar y transitar adecuadamente entre las
construcciones sobre sí mismo y aquellas que operan en torno a él; la importancia de
las tensiones estructurales y de los soportes básicos a la realización identitaria no es
menor.
Las historias de reproducción de la pobreza remiten necesariamente a la pregunta si
acaso estas posiciones en el mercado y la estructura social representan una condena
o si bien las personas que están en una u otra posición pueden cambiar de escenario.
Efectivamente en condiciones de extrema pobreza y fuerte desigualdad social, el
margen de maniobra parece ser escaso; pero las biografías muestran también que la
propia posición no siempre indica una condena.

3.8 Reflexión y trabajo de la identidad

El asistido es por definición quien merece ser ayudado por el Estado; es el excluido, el
desafiliado de Castel, el que carece de los vínculos básicos para hacerse de un
ingreso que le permita resolver su sobrevivencia e iniciar una trayectoria de
integración social. La superación de la pobreza, en estos términos, sería también la
transformación de su condición de dependencia del Estado, de la asistencia. Este es
el desafío al que se ve confrontado el pobre en su relación cotidiana con la sociedad.
El esfuerzo de superar la doble condición de pobre y asistido supone también acortar
la distancia entre lo deseado y lo posible. La expresión “trabajo de la identidad” tiene
este sentido; el trabajo permanente de los individuos por conciliar y aproximar este
sentimiento de realización de si y el reconocimiento de los otros.236 La capacidad de
hacerse una identidad237 surge de este trabajo que cada uno realiza para disminuir la

235
Bajoit, 2002.
236
Estas dimensiones se reconocen en la mayor parte de la literatura sobre identidad; la
identidad es por definición la construcción y tensión permanente entre la identidad para sí/ la
identidad para el otro; cuya expresión puede concretarse en términos de una realización
identitaria o bien permanecer como proyecto futuro, postergado o difícilmente alcanzable. Los
análisis sobre la identidad ponen siempre a prueba esta matriz tensiones en los procesos de
construcción identitaria. Bajoit, 2002, Belin, 1995; Larraín, 2000.
237
Bajoit (2002) utilizará el concepto de “gestión de las tensiones existenciales”, he preferido
distancia entre lo deseado y lo asignado.238 Esfuerzo permanente, que en el caso de
quienes se encuentran en una situación de dependencia y pobreza es especialmente
difícil de alcanzar. Los soportes para la realización de un proyecto identitario son por
cierto, frágiles para quien vive en situación de pobreza y desigualdad de
oportunidades.
Sabemos que tras todo asistido, por muy dependiente que este sea del Estado, hay
una historia individual, que se remite y adscribe a un tiempo y a un espacio
específico... Y es justamente esta inscripción social, cultural e histórica la que le
otorga un lugar, una identidad, una posibilidad y una impronta a la biografía de cada
sujeto, por muy pobre que este sea. Y si bien la historia y la propia posición social
marcan tendencias en la realización y construcción del sujeto, ellas no lo deciden. Las
trayectorias biográficas son por definición la identidad puesta en acción; y aunque
jamás podrán escapar a las dinámicas de lo heredado, tampoco podrán hacerlo al
deseo permanente de realización de sí.239
Especificar en qué la identidad está determinada por la posición del individuo en la
estructura social, no niega sin embargo su singularidad. En sociedades desiguales y
en proceso de transformación, la experiencia social e individual no está asegurada,
porque ella ya no es una; son los individuos quienes deberán esforzarse por dar
sentido a sus prácticas. Esta diversificación de la experiencia, junto a las exigencias
de la individualización, surge hoy como la forma de la experiencia moderna. No es de
extrañar que las referencias identitarias sean múltiples, poco consistentes y a menudo
débiles a nivel colectivo. Los individuos deben realizar ajustes permanentes para
intentar mantener una cierta coherencia en un medio ambiente que requiere de
respuestas rápidas y oportunas.
El análisis de los relatos de los más pobres, nos permitirá dar cuenta de estos
procesos y mostrar los acuerdos que los sujetos, en su situación de asistidos,
establecen con su entorno social para superar su situación de carencia y experimentar
el sentimiento de “ser alguien en la vida”.
Las trayectorias de vida son siempre un acto fundacional que apela a la memoria, a la
imaginación y a la capacidad reflexiva. La identidad es justamente esta tentativa de
construcción y proyección de si mismo frente a los otros. La realización personal no
puede comprenderse ni realizarse sin el reconocimiento social; sin la mirada amable y
respetuosa de un entorno desde donde poder levantar complicidades para “realizar” y
concretar un proyecto vital y simultáneamente social.240
Como hemos señalado en otros textos241, las historias de los más pobres, de los
asistidos, son a menudo historias de postergación de sus proyectos vitales; entre los
más pobres la vida a menudo transcurre en la sobrevivencia, esto es, en el afán
cotidiano y por ende la ausencia de proyectos, cualquiera estos sean.
En términos simples, las historias y trayectorias de los más pobres a menudo hablan
de postergación y resignación. Es decir, de la dificultad para concretar o poner en
acción el propio proyecto vital; proyecto que como sabemos no siempre responde a lo
que se soñó para sí mismo, pero proyecto al fin. En las vidas postergadas sus

sin embargo, hablar de “procesos de construcción identitaria”, y evitar de este modo el término
“gestión” por la asociación que tiende a tener con la administración racional de recursos.
238
Bajoit utilizará el término de consonancia existencial para referirse a este trabajo de
resolución de las tensiones que se generan entre la identidad deseada y asignada.
239
De Gaulejac, 1999.
240
Bajoit, 2002; Sennet, 2003.
241
Márquez, 2002; Bengoa, Márquez y Aravena, 2000.
protagonistas perciben que entre lo deseado y lo logrado existe un abismo
infranqueable y en el mejor de los casos, difícil de sortear.
La historia de muchos pobres, es un buen ejemplo de como la realización de la propia
vida se construye en una compleja transacción entre las oportunidades que la propia
posición y circunstancias otorgan y la capacidad del sujeto de valerse y poner al
servicio de sí mismo los recursos que esta estructura de oportunidades le ofrece.
En esta búsqueda permanente, el peso de la historia y de la cultura sobre cada sujeto
puede ser más o menos importante, pero el individuo no se reduce nunca totalmente a
estas condicionantes, sino que él responde, construye y crea de acuerdo a su propia
lógica, respuestas a su situación.
La realización de la propia vida pareciera estar estrechamente vinculada a la
resolución de esta tensión, entre las construcciones que un individuo tiene sobre sí
mismo y aquellas que operan en torno a él. Aún cuando la relación entre ambas
dimensiones es estrecha (la imagen de sí es dependiente del reconocimiento del otro,
y viceversa), ambas no tienen la misma significación. El análisis de los itinerarios
individuales, ilustra ampliamente la pertinencia de esta distinción. En los relatos de
vida a menudo se descubren desesperados esfuerzos de los sujetos por romper con
esta distancia entre la imagen de si y el reconocimiento que los otros hacen de ella.
En síntesis, la realización del propio proyecto vital y de la identidad parece asociarse
estrechamente a la capacidad de los sujetos de construir una experiencia social que
logre combinar y transitar adecuadamente entre lo heredado y lo deseado. La forma
que cada uno resuelva esta tensión no será nunca similar; las lógicas del sujeto varían
siempre; entre conformismo o rebeldía cada sujeto deberá buscar los caminos para
resolver la distancia entre lo deseado y lo posible. “Chacun se débrouille comme il
peut, entre ce qu´il veut et ce qu´il doit, avec son mélange de vérité et de mesonge, de
lucidité et de ruse, de droiture et de compromission. Pour rester sujet, il faut savoir
tantôt fermer les yeux sur soi-même, tantôt les ouvrir.242
Es por medio de este proceso que los individuos construyen su identidad; identidad
que cada uno buscará concretar ya sean en su familia, su trabajo, su comunidad, el
Estado, el barrio… El trabajo sobre si mismo, la identidad, supone siempre un “trabajo
con otros”, en relación a los otros; es un trabajo de vínculos y de compromiso,
siempre. Es allí, en la práctica cotidiana, individual y colectiva donde se pone a prueba
finalmente la capacidad de estos pobladores de construir el proyecto identitario
deseado.

3.9 El pobre frente al Estado

¿A través de que acciones logran los pobres de la ciudad superar su condición de


carencia y de dependencia en relación a la ayuda estatal? ¿Bajo que condiciones
logra el Estado incidir en el curso de estas trayectorias de movilidad y autonomía?
La superación de la condición de pobreza y el inicio de trayectorias de integración
social no pueden comprenderse si no se analiza al sujeto y sus prácticas sociales;
esto es, las acciones orientadas socialmente con otros. El estudio del complejo juego
de negociaciones e interacciones entre el Estado y los sujetos es central para
comprender como a través de él se acuerdan compromisos y acciones para constituir
de manera conjunta el orden social. El peso estructurante de las dimensiones

242
Bajoit, 2002.
externas requiere complementarse con un análisis de la práctica, es decir, de la
interacción y de los sentidos puestos en juego por los asistidos y los agentes de
política.243
La relación entre estos agentes y asistidos es una relación que se construye por
ambos lados. Admitir la existencia de esta diversidad de prácticas obliga por tanto a
enfocar el problema desde una perspectiva de “campo de relaciones”244; y donde unos
y otros juegan estrategias diferentes. Ciertamente los agentes públicos tienen su
propia manera de representar e interpretar los problemas que afectan a los más
pobres; y son ellos también quienes definen los criterios y las acciones que, a su juicio
y en el marco de su posición dentro de la estructura estatal, parecen las más
adecuadas.
El concepto de “campo de relaciones”245, nos permite relevar dos aspectos centrales a
nuestro propósito: la noción de campo246 que alude a las fuerzas estructurantes de la
sociedad y sus agentes; y la noción de relaciones que alude a las interacciones de los
actores y su relativa autonomía de las estructuras. La noción de campo posibilita
incorporar al análisis las diferencias entre los agentes y también la
complementariedad y rivalidad que entre ellos se construyen. Nos aproxima por tanto
a la comprensión de las relaciones de fuerza entre los ejecutores de programas y
políticas y sus lógicas de competencia. Cuanto más grande los recursos, programas y
subsidios con que el Estado cuenta, mayor será el control del campo.
El concepto de campo, en oposición a la visión interaccionista, nos propone una visión
estructural que considera los efectos que allí se dan al margen de cualquier
interacción. La distribución desigual de capital pesa también sobre todos los agentes.
Cuanto peor situados estén más restringidas serán sus posibilidades de actuar e
imponerse. El campo propone un futuro previsible y calculable, y los agentes
adquieren en él conocimientos práctico y disposiciones transmisibles (rutinas) que son
la base de sus prácticas.
La noción de campo marca la ruptura con la lógica abstracta de la determinación
automática. Es la estructura del campo, es decir, la estructura de la relación de fuerza
o de poder entre los agentes, la que determina las condiciones en que ellos deciden
(o negocian) el traspaso de la ayuda estatal. Esta visión de la acción restituye a los
agentes cierta libertad y margen de maniobra, pero sin olvidar completamente que las
decisiones no son más que opciones entre posibilidades definidas; y que las acciones
deben también su orientación y eficacia no solo a la relación intersubjetiva sino
también a la estructura de las relaciones dadas, objetivas.
La noción de relación e interacción, sin embargo, introduce la posibilidad que los
asistidos intervengan y entren en la disputa por los términos de la relación al interior
de este campo. El peso o la fuerza que este actor tenga, actor que padece el campo
al mismo tiempo que lo estructura, depende finalmente del conjunto del espacio
social.247 Lo que queremos decir es que la transferencia, es decir, el traspaso a los
pobladores de determinados recursos, capacidades o valores por parte del Estado no
opera de un modo lineal ni directo. Por el contrario, existen una serie de mediaciones
sociales que abren distintas posibilidades de apropiación o de utilización de la oferta
estatal por parte de los sujetos.

243
Remy et al, 1991
244
Bajoit, 2002.
245
Hirschman (1970) hablará de “sistema de relaciones”; Villasante (1994) de “conjunto de
acciones” en una perspectiva similar a la nuestra.
246
Bourdieu, 1987.
247
Bourdieu, 2000.
Los pobladores, sujetos de política, tampoco son un grupo uniforme y homogéneo.
Determinar esta diversidad, exige analizar la representación de esta relación y los
recursos que en el intercambio se logran movilizar. Así también el grado de
dependencia en relación a los servicios ofrecidos es esencial para comprender sus
estrategias y orientaciones hacia la movilidad social. Los pobladores tienen sus
representaciones, discuten, negocian o aceptan los criterios que se les imponen; pero
siempre en la perspectiva de adecuar estos servicios y recursos a sus particulares
estrategias, identidades y proyectos de vida.248
Los pobladores no son nunca sujetos pasivos en la relación con los agentes estatales.
Ellos interpretan y actúan de acuerdo a las perspectivas y procesos identitarios que
les otorga su horizonte social y cultural. En su cotidianidad y con distinto grado de
control y poder, siempre negocian y reinterpretan las propuestas del Estado. La
realidad social no es solo un condicionante que dificulta o impide determinadas
estrategias de acción, ella también define, utilizando la célebre fórmula sartriana, “un
campo de lo posible”.
Es sabido entre los funcionarios municipales cómo la gente "esconde sus cosas"
cuando se las encuesta para la ficha CAS con el objeto de parecer más pobre de lo
que es y tener acceso así a la posibilidad de subsidios; o, lo que es más
sorprendente, “esconde su pobreza” para evitar la estigmatización del subsidio249.
En el curso de la interacción existen asimismo, consecuencias no intencionales y que
resultan claves para comprender la importancia simbólica o material que asume un
subsidio o un programa social para un grupo o sujeto determinado. En otras palabras,
las estrategias de intervención social puestas en práctica por los agentes estatales
tienen efectos diferentes en el actuar de los sujetos y sus familias, así como en la
construcción del campo de relaciones entre ellos y la red estatal. Toda oferta estatal,
toda política social constituye, desde el punto de vista de su contenido y oferta, una
estrategia de intervención que, por un lado, propone una respuesta técnica y, por otro,
organiza un espacio social en el cual se estructuran las relaciones sociales entre los
actores que intervienen en la experiencia.
En síntesis, estudiar la relación entre pobladores y las políticas públicas, no es
estudiar la relación cara a cara entre un individuo y un agente público, sino un “campo
de relaciones complejas” entre pobladores y funcionarios que no tienen ni las mismas
preocupaciones, ni los mismos recursos, ni la misma concepción de cómo concretar
nociones del contrato social a veces radicalmente diferentes.
El tema de como se construye esta experiencia y cuales son las lógicas que orientan
el acceso a estas oportunidades teóricamente abiertas a todo el mundo, constituye
precisamente nuestro tema de análisis.

248
Martinic, 1995.
249
De acuerdo a los asistentes sociales de la comuna de Pudhahuel, este fenómeno es más
reciente, y se observa en familias que, durante mediados de los años noventa, esto es en
pleno crecimiento de la economía chilena, lograron traspasar la “línea de la pobreza”, pero que
a fines de la década vieron decaer nuevamente sus ingresos. Estas familias se resisten a
volver a ser “encasillados” o “clasificados” como pobres / asistidos por lo que ocultan, no los
bienes, pero sí su cesantía o disminución de ingresos; aun cuando ello les signifique por
ejemplo, que sus hijos no reciban beca de alimentación en la escuela. (notas de terreno,
agosto 2002)
El sujeto en escena
Desde la perspectiva asumida en este estudio, el individuo juega un rol central en la
construcción de su proyecto vital, así como en la construcción del campo de
relaciones en el que se desenvuelve. Ello supone por tanto, la consideración de una
doble transacción. Por una parte, “il y a celle qui releve d´une dramaturgie intérieure
ou chacun négocie avec lui-même son récit de vie. D´autre part, il y a celle ou se
“négocie la position dans un échange inégal”. Cette double transaction permet de
mieux construir comment le jeu de pouvoir, de contre-pouvoir s´entremêle a la
construction de sens.”250 En la dinámica de la experiencia de la pobreza se articula
finalmente, aquello que es objetivamente conflictivo con aquello que es
subjetivamente dramático. La interacción cotidiana con el Estado y sus agentes de
política está llena de estos ejemplos. En la presentación de si mismo frente al
trabajador social, el “asistido”, el sujeto de política, deberá resolver de la mejor (o
peor) manera la tensión entre lo que quisiera mostrar de sí y aquello que finalmente el
otro le exige en su condición de poder; esto es, de quien decide si el que demanda es
o no merecedor de asistencia social.251
Justamente porque el individuo, cualquiera este sea, no se reduce nunca a ser uno
más dentro una categoría general, las interacciones sociales transcurren siempre
sobre un fondo de incertidumbre y búsqueda de sentidos. La dinámica de la
interacción social entre el agente público y el asistido supone siempre compromisos a
la vez estables y precarios.252 Aunque la escena y los actores, diría Goffman, varían
en el tiempo, la intriga y el drama permanecen.
Resolver la condición de asistido, exige un cambio de posición en este campo de
relaciones. “Compte tenu de l´idée qu´il se fait de ce qu´il est et veut devenir, et de ses
possibilités que lui ouvrent ou lui ferment les liens qu´il a avec les autres dans les
différents champs relationnels, l´individu reconstruit constamment ses “projets de vie: il
cherche de voies concretes pour parvenir a ses fins, pour réaliser pratiquement son
identité engagée.”253 Interacciones y transacciones múltiples desplegadas en la vida
cotidiana de la familia, el barrio y las instituciones. A la manera como lo propone el
paradigma transaccional, nuestro punto de partida es la vida cotidiana, por tanto el
problema que nos ocupará no será el status ni el acatamiento de la norma en este
juego de interacciones, sino más bien como la norma puede transformarse en un
componente regulador del intercambio entre los actores.
En nuestra perspectiva, la intersubjetividad (interacción y acción recíproca) constituye
la unidad base para comprender como los sujetos más pobres de nuestra sociedad
logran superar los condicionamientos “objetivos” a su situación (la exclusión del
mercado de trabajo, la obtención de una vivienda, el acceso a la educación…); y

250
Remy, 1994.
251
Es en este ámbito, que Goffman aporta con la analogía entre el teatro y la vida social. El
autor nos propone tres espacios que debieran ser observados para comprender la vida
social a la manera de un teatro: a) la escena donde cada uno juega su rol; b) la sala en la
cual se encuentra el público que consagra o rechaza la pieza actuada; c) y las bambalinas
donde se es observado por los pares al momento en el que se juega el rol. La coexistencia
de estos tres espacios permite a quien juega su papel, moverse en los tres registros, sin
dejarse capturar ni reducir por ninguno completamente. El individuo puede así conservar su
distancia y la posibilidad de una cierta reflexividad. En términos de las interacciones
colectivas, este enfoque permite comprender también como ellos son siempre atravesados
por la dimensión personal de la existencia.
252
Remy, 1994; 1996.
253
Bajoit, 2002.
también los condicionamientos “subjetivos” (esto es, ser sujeto y ciudadano en el
pleno sentido de los términos). Las formas como se construye esta intersubjetividad
en un contexto de pobreza y desigualdad, constituye la caja negra a descifrar. La
pregunta de por qué ante contextos y políticas sociales similares los individuos
reaccionan diferenciadamente, está en el centro de nuestro estudio.
Más que un modelo abstracto que nos termine por ocultar los elementos esenciales
del sujeto en lo social, nuestra preocupación se centrará en la lectura comprensiva de
los movimientos que los actores realizan en pos de lograr sus proyectos. Los
individuos son productores de los sentidos de la acción, de las reglas del juego y por
cierto de la reinterpretaciones de las interacciones en las que están inmersos.254
Este juego de actores en busca de la realización de su proyecto, supone una relación
de proximidad al interior de un campo de relaciones, cualquiera este sea. Relaciones
de proximidad que implican una presencia frecuente de actores que se conocen255,
pero también encuentros ocasionales en espacios dispersos. Espacios que se vuelven
lugares intensos de interacciones múltiples; y donde la tensión y la disputa entre
intereses diversos está a menudo presente. Es, por ejemplo, el caso del Estado y sus
políticas sociales cuando intervienen en un territorio e “imponen” una modalidad de
relaciones, de participación, que irrumpe y se superpone a las dinámicas propias a
cada territorio.256
Importante es destacar que en este campo de relaciones las lógicas de acción257 de
los individuos no son necesariamente homogéneas a lo largo de su trayectoria de vida
y tampoco en relación a todas las políticas y programas del Estado. Asimismo, un
proyecto social o programa puede reforzar diferentes lógicas de acción en distintos
momentos de su desarrollo.
En este proceso de (des)encuentro al interior de los campos de relaciones las
exigencias son múltiples: entre el si mismo y las expectativas del otro; entre la
individuación y la socialización; entre la distancia y la proximidad; entre la confianza y
la desconfianza; entre la transparencia y la opacidad.258 En fin, lo importante a retener
es que en las prácticas cotidianas que se despliegan en los campos de relaciones, se
articulan una pluralidad de registros y finalidades, tan opuestos como pueden ser por
ejemplo, el cálculo del interés y la afirmación de sentidos; la integración funcional y la
cohesión a una comunidad de pertenencia. En este continuum que son la acción y la
práctica social, la formalización, la norma, no siempre intervienen.

En los siguientes cuatro capítulos se analizan, a partir de las categorías conceptuales


aquí presentadas, los relatos de vida de cuarenta y ocho habitantes de las tres villas
analizadas (capítulo uno). El objetivo de este análisis es dar cuenta de las

254
Remy, 1994.
255
Alvarenga, 1994.
256
Nuestro trabajo tomó como punto de partida (capítulo 1) la construcción de estos
intercambios de proximidad con el Estado y entre los vecinos al interior de los territorios de
residencia, para luego analizar los intercambios de 48 de estos habitantes con el Estado, el
Mercado y la sociedad (capítulos 4, 5, 6 y 7) a lo largo de diez años.
257
“La logique d´action suppose que l´on reconstruise une cohérence qui se dégage aprés
coup en faisant ressortir principalement en quoi les comportements étaient pertinents par
rapport a un contexte… La stratégie suppose un processus conscient et rationnel ou l´on se
donne des objectifs a long terme, dont on rédefinit les modes de réalisation par adaptations
successives aux circonstances. A diferencia de la estrategia que supone el dominio de una
coherencia “ex - ante”, en la lógica de la acción, la coherencia es obtenida por el investigador
“ex – post”. Remy,1994.
258
Simmel, (1892) 1987; Remy, 1994.
concepciones del contrato social,- de los derechos y los deberes entre estos
habitantes de los márgenes de la ciudad y de su capacidad de intercambiar, negociar
e imponer sus puntos de vista frente al Estado y sus agentes públicos. De acuerdo a
esta matriz de análisis proponemos comprender los procesos a través de los cuales
las políticas sociales inciden (o no) en la movilidad e integración social de los más
pobres de la ciudad. La secuencia del análisis de los capítulos siguientes es:

i) Caracterización del modelo del contrato social entre los entrevistados. Interesa
dar cuenta de los principios que él o ella definen como necesarios para salir de la
situación de pobreza; los derechos y deberes por parte de cada poblador y el Estado;
las contradicciones y dificultades percibidas para el cumplimiento de estos principios.
ii) Las tensiones identitarias de estos pobladores frente a la realización o no
realización de este contrato social. Las contradicciones entre la idea y la aspiración
que se hace de sí y la realización efectiva de su proyecto identitario; los obstáculos
(los límites) que se perciben al cumplimiento de esta idea de si mismo.
iii) El trabajo identitario de estos sujetos sobre si mismos y sobre sus relaciones de
alteridad; que es lo que ellos finalmente se dicen para justificar, resolver y realizar su
proyecto identitario y satisfacer sus aspiraciones, en los limites que él asume.
iv) Finalmente, los principios que orientan la acción de cada poblador frente al
Estado, el Mercado y sus iguales para cumplir con sus proyecto y concepciones del
contrato social.
SYNTHESE
Introduction

La figure du pauvre, celui qui mérite en raison de sa condition de carence et de


débilité d’être assisté de façon systématique par l’État et ses politiques sociales, est
une construction relativement moderne. Historiquement, le pauvre fut le mendiant, le
lépreux, l’orphelin, etc… et sa relation avec la société passait de la charité au
châtiment, de la piété à la pendaison. Par contre, à partir des politiques sociales, la
survie et l’intégration matérielle sont un droit du citoyen appauvri, auquel la société
démocratique et moderne doit répondre.
Nous savons cependant que les politiques sociales ne sont pas parvenues à en finir
avec la pauvreté et ses effets paradoxaux sont visibles. L’idée que la pauvreté est un
mal inévitablement lié au modèle économique tend à être acceptée, et par le fait
même la naturalisation de la pauvreté. C’est ainsi que l’on oublie que la pauvreté est
toujours une construction sociale et historique.
En premier lieu, il convient de préciser que ni la pauvreté ni les pauvres en tant que
catégorie générique ne constituent notre objet d’étude, mais ce sont plutôt les pauvres
assistés et sujets d’assistance sociale. Dans la perspective de Simmel, nous
assumons que les pauvres, en tant que catégorie sociale, ne sont pas ceux qui
souffrent de carences et de privations, mais ceux qui reçoivent assistance ou
devraient la recevoir selon les conventions sociales. La pauvreté ne peut pas, en ce
sens, être définie comme un état quantitatif et absolu, mais plutôt par rapport à la
relation sociale qu’elle génère. Telle qu’on l’entend ici, elle est alors relative et on la
construit socialement. Son sens est celui que la société lui donne.
Comprendre les effets souvent pervers des politiques sociales exige de prendre du
recul vis-à-vis des mécanismes techniques et d’ingénierie sociale pour nous centrer
sur la boîte noire dans laquelle on entretient la relation entre les pauvres et les agents
de politiques sociales et on la construit. Les prémices à partir desquelles on construit
cette recherche consistent en ce que l’on associe les processus de dépassement de la
pauvreté aussi bien à l’intégration fonctionnelle comprise comme l’autonomie des plus
pauvres pour assurer le nécessaire à leur propre subsistance qu’à l’intégration sociale
en tant qu’implication des sujets comme citoyens dans le cadre d’un système de
droits, de normes et de valeurs.
Le dépassement de la pauvreté se trouve donc lié à la capacité des plus pauvres pour
exercer un contrôle culturel et économique sur leurs vies, mais aussi à la définition du
contrat social, à savoir aux droits et aux devoirs de l’État et d’eux-mêmes en vue de
rendre réelles l’égalité et l’intégration sociales, ou encore, selon la célèbre formule
rousseauiste, à la « forme d’association qui défende et protège avec toute la force
commune la personne et les biens de chaque associé et grâce à laquelle chacun
d’eux en s’unissant à tous n’obéisse qu’à lui-même et reste aussi libre qu’avant. » 259
Les formes que revêt ce contrat social entre l’État et les pauvres de notre société dit
relation non seulement avec l’offre publique, mais aussi avec la position sociale et les
dispositions culturelles et identitaires qui orientent la pratique de ces sujets en société.

259
Rousseau, Du contrat social, chap. VI Du pacte social [1762], 1996.
L’État construit le cadre dans lequel les sujets devront opérer, mais de plus les sujets
interagissent avec lui, le mettent en cause, y adhèrent ou rompent avec lui.
Le concept de champ de relations proposé dans cette recherche nous permet d’entrer
dans cette boîte noire que sont les relations et les représentations mises en jeu entre
l’État et les pobladores (habitants de quartiers populaires). Le concept de champ de
relations ouvre la possibilité d’une lecture de la construction de l’altérité dans ces
espaces publics et politiques, de la distance et de la proximité avec l’autre, de
l’ambiguïté et de l’interaction face à face toujours négociée, du thème du pouvoir et du
contrôle culturel260. L’analyse des interrelations à l’intérieur de ce champ de relations
nous introduit à la connaissance des processus au cours desquels les plus pauvres de
notre société travaillent leur identité et leur culture malgré les conditions structurelles.
Cette étude introduit la question de savoir si une conception du contrat social orienté
vers la reconnaissance de la communauté et de ses droits de la part de l’État serait en
de meilleures conditions pour créer des occasions d’intégration sociale qu’une
conception du contrat s’appuyant sur le principe de la nécessité individuelle et de la
bienfaisance. Des individus avec une forte identité communautaire seraient-ils en de
meilleures conditions pour se passer de l’État et de ses programmes sociaux et pour
prendre une autonomie à son égard que des individus sans support communautaire
mais avec des aspirations individuelles de mobilité sociale ? Quelles seraient les
conditions que l’on doit remplir dans cette interaction État/individu/communauté pour
que des processus de plus grande intégration sociale puissent partir d’un coup ? Est-
ce l’articulation avec le marché du travail ? Est-ce la présence d’un dirigeant social
efficient ? Est-ce la construction d’un lien de confiance entre l’agent public et celui qui
demande de l’aide ?
Pour aborder ce problème on observe, par l’intermédiaire du travail ethnographique et
des récits de vie, les processus d’éradication de campements et le déplacement des
pobladores à des ensembles de logements construits par l’État au cours de la
décennie des années nonante. Cette analyse comparative nous permettra de
comprendre les dynamiques qui donnent vie à ces sociétés de campement et aux
sociétés de villa (ensemble résidentiel pauvre), ainsi que les formes de résistance et
d’adaptation que ces processus de transformation sociale promus par l’État et ses
politiques sociales pendant dix ans (1990-2000) obtiennent.
La recherche suit deux pistes complémentaires. En un premier moment, on
caractérise, à partir d’un travail ethnographique dans trois villas, les modalités que ce
lien entre les familles et l’État revêt. Ensuite, à partir d’une analyse des récits de
pratique (D.Bertaux, 1995) de quarante-huit habitants de ces villas, on approfondit et
on compare les processus d’éradication depuis leurs campements ainsi que les
modèles de contrat social de ces pobladores, leurs tensions identitaires et leurs
logiques d’action vis-à-vis de l’État, du marché et de leur communauté. La recherche
établit le parcours d’intégration sociale de ces petites sociétés de campement et de
villa au cours de ces dix ans, pour ensuite, à partir de ce récit et de cet imaginaire du
contrat social, proposer quelques linéaments théoriques pour un contrat social de
droits à l’égalité dans la diversité.

Les objectifs
Dériver des hypothèses relatives aux résultats et à l’incidence des politiques sociales
dans l’intégration sociale des pobladores et les mettre en contraste.

260
Bonfill Batalla, 1990.
Caractériser les formes de résistance ou d’adaptation des pobladores aux conditions
imposées par les politiques sociales pour parvenir à l’intégration sociale.
Caractériser les modèles du contrat social qui se construisent entre les individus
pauvres et l’État au cours de la décennie des années nonante.

La méthode et l’univers de l’étude


En termes méthodologiques, l’étude se situe dans la perspective des études
qualitatifs, tout en privilégiant une optique ethnographique, les récits de vie et les
entrevues en profondeur aux habitants des trois territoires résidentiels dans lesquels
l’État a construit des ensembles de logements et y a appliqué des programmes
sociaux.
On analysera les itinéraires sociaux que quarante huit individus et leurs familles ont
parcourus au cours des dix dernières années (1990-2000) et les interactions
quotidiennes qu’ils ont entretenues avec l´État et des politiques sociales. Les familles
furent sélectionnées en accord à leur type de relation avec des programmes et des
politiques sociaux et elles furent contactées à travers un travail ethnographique dans
les trois territoires étudiés : Villa El Resbalón et Villa San Arturo à Santiago et la
Población Santos Martínez de la vile de Curicó. Comme nous le verrons, les trois
communes présentent des caractéristiques différentes aussi bien en termes de leurs
indicateurs de pauvreté qu’en ceux de leur gestion municipale.
Pour l’année 2003, l’enquête de Caractérisation Socio-économique Nationale
(CASEN) indiquait qu’au Chili 18% de la population se situait en-dessous de la ligne
de pauvreté. Cette même année, la commune de Cerro Navia montrait des indices de
pauvreté au-dessus de la moyenne nationale (21.7%) et elle mettait en place une
politique municipale qui privilégiait une optique participative dans l’exécution des
politiques et des programmes sociaux. La commune de Maipú, située aussi à
Santiago, présentait au contraire des indices de pauvreté bien au dessous de ceux du
pays (10.5%) avec une politique municipale opposée à la construction de villas et à
l’implantation de pobladores dans la commune. Le discours municipal visait plutôt la
construction d’une identité communale de classe moyenne ; de ce point de vue, il
n’existait aucune politique d’intégration communale pour les nouveaux arrivants de
campements venant des communes voisines, ce qui explique sans doute que depuis
1996 la commune augmentât de presque trois points son indice de pauvreté. La
commune de Curicó possédait en 2003 des niveaux de pauvreté un peu inférieurs aux
moyennes nationales (14,6%) ; elle s’appuyait fortement sur une optique d’assistance
dans la mise en place des programmes sociaux, mais elle présentait des indicateurs
de succès de gestion municipale en termes de la focalisation de ses ressources et de
ses programmes sociaux.
La majorité des familles qui conforment notre univers d’étude ont obtenu un logement
social au cours de la décennie des années nonante 261. Dans les territoires
sélectionnés, on a pu constater deux types de familles qui répondaient à notre critère
de sélection de cas: a) des familles pauvres en lien avec le réseau de l’État et des
programmes sociaux avec participation locale; b) des familles pauvres qui ont obtenu
leurs logements avec un subside social par l’intermédiaire de leurs économies
individuelles et qui étaient en lien avec l’État à travers des programmes d’aide
individuelle. Ces deux types de familles, comme nous le verrons plus loin,
présenteront des différences significatives en termes d’intégration sociale ainsi que de

261
Logement construit par l’État et avec des subsides apportés par lui au bénéfice des familles
de plus faibles ressources.
satisfaction à l’égard de leurs logements et de leurs voisins. On les choisit pour
l’ensemble des trois villas, vingt-deux familles ayant obtenu leurs logements par
l’intermédiaire de programmes individuels et vingt-deux l’ayant fait grâce à une
participation organisée dans le cadre de programmes sociaux pour le logement, et
quatre familles qui n’arrivèrent pas à obtenir leurs logements. Pour chaque famille, on
a réalisé une entrevue à la mère pour être celle qui présentait davantage de
disponibilité pour raconter l’histoire de la famille dans sa relation avec l’État. Ce n’est
que dans quelques cas que le père de famille accepta aussi de transmettre son récit,
mais en général en complément de l’histoire de la mère.
La thèse est organisée en trois parties. Dans la première, on aborde Les paradoxes de
la politique sociale eu Chili en deux chapitres. Dans le premier, on présente trois
ethnographies qui rendent compte du processus par l’intermédiaire duquel on
construisit les trois ensembles d’habitation comme produit des politiques de logement
social. Pour chacune de ces ethnographies, on construit un récit descriptif et on fournit
quelques clés interprétatives en relation aux processus sociaux qui s’y sont déroulés.
Dans le second chapitre de cette première partie, on fournit aussi quelques clés
sociologiques pour interpréter les processus sociaux qui se sont déroulés à l’intérieur
de ces villas de pobladores au cours de la décennie des années nonante. Tout en
analysant le rôle que les processus de ségrégation urbaine jouèrent, on présente des
éléments historiques dans le but de problématiser le rôle de l’État et de ses politiques
sociales dans la construction de la pauvreté urbaine et des processus d’intégration
sociale au Chili.
Dans la seconde partie du document, on présente Le sujet face à l’État. Cette partie
est organisée en cinq chapitres, chacun d’eux correspondant à une conception du
contrat social en vigueur à l’endroit des pobladores. A travers l’analyse des récits de
pratiques et de la remise d’un récit in extenso d’un poblador ou d’une pobladora, on
montre et on analyse quatre dimensions qui nous approchent d’un regard
compréhensif de la construction du sujet poblador: les dimensions du modèle du
contrat social, les tensions identitaires de ces individus qui vivent la pauvreté, le travail
que chacun d’eux, depuis son expérience de pauvreté, effectue de lui-même, et
finalement les logiques d’action de ces pobladores face à l’État, au marché et à leur
communauté.
Les types idéaux du contrat social furent construits à partir de la définition des
principes qui explicitaient l’action de l’État vis-à-vis de la pauvreté et des mêmes
pobladores: Que doit faire l’État pour venir en aide aux pauvres à dépasser leur
condition? Que doivent faire les pauvres pour sortir de la pauvreté? Ces principes ont
permis de formuler quatre types idéaux du contrat social: a) bienfaisance et charité; b)
participation assistée; c) communauté de résistance; d) individu et subsidiarité.
Dans la troisième et dernière partie du document, on répond, à partir d’évidences
empiriques, aux questions essentielles à cette recherche : De quoi dépend qu’un
pauvre préfère un type de contrat à un autre ? Dans quelles conditions et pour quelles
raisons les politiques sociales ont une incidence sur l’intégration sociale et
fonctionnelle des plus pauvres ou n’en ont pas ?
Dans le chapitre final, on apporte au débat certains éléments conceptuels en vue de la
construction d’une théorie du contrat social au Chili.

1.- Les antécédents du problème


1.1. Pauvreté et vulnérabilité
Au cours de la dernière décennie, le Chili expérimenta une croissance économique
soutenue et des avancées substantives quant à la réduction de la pauvreté. La
première partie de la décennie des années nonante montre des chiffres positifs quant
à la croissance économique, à l’emploi et particulièrement à la réduction de la
pauvreté. Actuellement, le Chili est l’un des quatre pays latino-américains avec la
moindre incidence de la pauvreté.
Cependant, bien que la pauvreté du point de vue des statistiques diminua de moitié et
que tous les foyers, d’une manière ou d’une autre, ont vu augmenter leurs ressources
aussi bien de façon relative qu’absolue, il y a tout de même trois millions de personnes
vivant en de mauvaises conditions.262 À la fin de l’année 2003, la population en
situation de pauvreté dans le pays bordait les deux millions 904 mille personnes,
correspondant à 18.8% de la population totale. La population en situation de pauvreté
extrême au niveau national s’approchait des 724 mille personnes (4.7% du total).263
L’argument selon lequel l’important est la croissance accélérée de l’économie vu
qu’elle réduit la pauvreté, ce dont une fraction de la population a pu faire la preuve,
perd de sa valeur quand on constate que cette croissance ne parvient pas à améliorer
avec la rapidité voulue les conditions de vie des plus pauvres. Au cours de la décennie
des années nonante, en même temps que les bénéfices de la croissance, il apparaît
clair que la réduction de la pauvreté et surtout de l’indigence commence être plus lente
et plus difficile. 264
Lors de la crise économique qui commença en 1998, la vulnérabilité de la pauvreté se
laissa voir avec force. Au cours de la période antérieure, de nombreuses familles
pauvres avaient vu s’améliorer leurs ressources et leur qualité de vie. Dans ces
améliorations un ensemble de facteurs tels que l’incorporation d’un second membre
de la famille au marché du travail, des dépenses sociales en augmentation de façon
significative, la diminution de l’inflation, l’augmentation des salaires réels de 45% et la
solution massive des problèmes de logement eurent leur incidence. Cependant, la
crise financière des années nonante mettra fin à cette période de prospérité et laissera
entrevoir le caractère fort précaire et fragile de ces processus de mobilité de la qualité
de vie.
Aujourd’hui cependant, les grands problèmes qui affectent les plus pauvres ne sont
pas le manque de toit, ni la faim, ni l’abandon institutionnel ou l’alphabétisme, mais la
forte vulnérabilité dans leurs itinéraires de mobilité.
L’unique enquête panneau réalisée au Chili entre les années 1996-2001 sur un
ensemble de familles pauvres et indigentes nous confirme que la vulnérabilité est
redevenue un trait substantiel à la compréhension de la pauvreté dans notre pays. Du

262
Il vaut la peine de faire savoir cependant que la ligne définie pour le calcul de la pauvreté n’a
pas été actualisée depuis 1985. La CEPAL a calculé que si on actualisait cette ligne, la
pauvreté au Chili pourrait atteindre 35% de la population; on comprend pourquoi les divers
gouvernements ont évité de le faire.
263
Casen, 2003.
264
Il est possible de supposer que le million et demi de personnes qui sortirent de la
situation de pauvreté au cours de ces années étaient de celles qui avaient un plus haut
niveau de qualification professionnelle et d’éducation. Le rythme auquel on a réduit la
pauvreté au cours des premières années des gouvernements démocratiques ne se
reproduira pas, car pour cela on aurait besoin d’une accélération du processus de
croissance économique et d’une force de travail de réserve.
point de vue de cette enquête, on entendra par vulnérabilité le risque que court un
foyer de tomber dans la pauvreté demain.265 En effet, l’enquête nous fournit de claires
évidences du phénomène de rotation de la pauvreté qui, loin de constituer une
situation stable et qui affecte les mêmes foyers et les mêmes personnes, présente un
dynamisme notable. Concrètement, c’est ainsi qu’alors que 11% des foyers pauvres
sortirent de l’indigence et de la pauvreté, 9% tombait dans l’indigence et la pauvreté
au cours de la même période. Il est donc évident que malgré la diminution du niveau
de pauvreté au Chili, la vulnérabilité est très élevée, et que les politiques sociales
doivent faire front à des difficultés pour faire face à cette réalité.

1.2. L’État face à la pauvreté


Au Chili, l‘idée de l´ État –providence selon laquelle tout individu a droit à l’aide et à la
protection remonte au XIX e siècle. Depuis Alessandri et les réformes de 1925, passant
par le premier gouvernement d’Ibañez jusqu’au Front Populaire, l’imaginaire de l’État
qui prédomine tout au long du XX e siècle reste consacré. Le Chili, plus qu’aucun autre
pays latino-américain, semble marqué par le centralisme de l’État dans son labeur
face aux secteurs les plus exclus de la société. Dans « l’idée fondamentale du Chili
républicain, considéré du point de vue de l’histoire, c’est à l’État que revient le fait
d’avoir configuré et affirmé la nationalité chilienne au cours des XIX e et XX e siècles, et
la finalité de l’État est le bien commun en toutes ses dimensions : défense nationale,
justice, éducation, santé, fomentation de l’économie, protection aux activités
culturelles... » 266
C’est l’État qui donne origine à la nationalité et qui consolide la république; c’est lui qui
sert de référence à la vie sociale. C’est lui qui est lel moteur des stratégies
d’industrialisation et de développement économique, ainsi que le propulseur des
réformes sociales. Il est l’État enseignant qui unifie et donne son homogénéité au pays
grâce à l’école, et au service militaire, ainsi qu’au fisc qui représente le pays de classe
moyenne. Par dessus tout, au Chili la vie en commun trouve dans l’État la
symbolisation de l’engagement des classes sociales et des forces politiques.
À la naissance de l’État chilien, il y a l’autorité et le zèle pour la chose publique, la
référence centralisatrice, mais toujours la participation des groupes à la décision et au
pouvoir. L’expérience quotidienne des familles chiliennes tout comme leurs
biographies peuvent difficilement être comprises sans la présence de l’État dans
chacune des dimensions de leurs vies.
Face à la débilité croissante de l’État au cours des dernières décennies et à la
prédominance progressive du marché dans la vie des citoyens, la nostalgie et la
réclamation pour une reconstruction politico-étatique d’un imaginaire public commence
à faire partie du sens de nombreux chiliens, en particulier de ceux qui n’ont pas reçu
les bénéfices du marché. La demande d’ampliation du domaine public commence à
récupérer du terrain après les débilités d’un modèle qui consacre l’expérience du
marché et qui rompt avec la construction politico-étatique de l’imaginaire public en
faveur d’un imaginaire privé. La crise de la fin des années nonante semble avoir
rompu cette illusion de l’individu comme figure centrale d’un imaginaire de marché,
imaginaire encore présent chez de nombreux citoyens, mais qui semblerait fournir peu
de clés pour projeter le social et le faire passer dans la vie. Face à la prédominance du
modèle néolibéral non seulement les espaces publics pour articuler les différences et
la diversité sembleraient perdre du terrain, mais il en va de même pour les

265
Contreras et al. 2004.
266
Góngora, 1981.
opportunités des citoyens, en particulier des plus pauvres, pour choisir et réaliser le
type de vie qu’ils veulent mener.
On signale aussi qu’en même temps que la décomposition de la politique et que
l’incrédulité de ses institutions ont lieu, d’autres modes d’expression de la citoyenneté
gagnent en force. Le public ne disparaît pas bien qu’il prenne d’autres formes, peut-
être plus silencieuses et plus anonymes. Des hommes et des femmes perçoivent que
de nombreuses questions propres aux citoyens (À quel lieu est-ce que j’appartiens et
quels droits cela me donne ? Comment puis-je m’informer ? Qui représente mes
intérêts ?), trouvent leurs réponses davantage dans la consommation de biens et dans
les moyens de communication267 que dans les règles abstraites de la démocratie par
la participation collective dans les espaces publics. 268
Cependant, la présence de l’État semblerait continuer à être centrale dans la vie
quotidienne, dans les pratiques et dans l’imaginaire des plus pauvres. Le marché
modèle certainement leurs besoins, mais c’est sur l’État, et leurs plus proches, qu’ ils
comptent au moment de chercher la satisfaction de ceux-là. Pas même au cours des
années quatre-vingt, en plein discours néolibéral anti-État, la présence de l’État dans
la société chilienne se réduisit, non seulement en raison du contrôle exacerbé que
celui-ci exerçait sur les décisions et les vies de chaque Chilien, mais aussi en raison
de sa présence dans des domaines tels que ceux de l’éducation, de la santé et des
décisions dans certains autres que le marché négligeait.
Dans les années nonante, le rôle de l’État continue d’être en vigueur, exemple de cela
celui de compensateur vis-à-vis de la pauvreté à travers l’augmentation et une
meilleure focalisation des subsides. L’État de ces années a joué un rôle actif dans
l’augmentation des ressources de ces familles, mais par dessus tout dans la correction
partielle de l’inégalité, que l’on peut constater dans les ressources monétaires des
foyers chiliens.
En effet, la focalisation des politiques sociales obtient des résultats de redistribution,
ce qui ne se produit pas pour les ressources provenant du travail. Comme résultat, on
peut observer qu’en 2000, grâce aux subsides, on a réduit la distance entre les 20%
les plus pauvres et les 20% les plus riches de 15.5 fois à 13.9 fois. Succès
remarquable, mais qui sans aucun doute parle des failles d’un modèle de
développement incapable de générer des quotités d’égalité à travers l’emploi.
Cette présence et cette centralité de l’État dans la construction d’une société plus
équitable et moins pauvre n’empêche pas cependant que la demande en faveur d’un
État et d’une politique plus proches jouissant d’une meilleure capacité de
reconnaissance et d’agglutinement de la diversité commence à surgir à partir des plus
pauvres, rendant ainsi compte de la nécessité et de la recherche d’un nouveau lien
entre l’État et les citoyens.

1.3 Politiques sociales de logement et nouveaux quartiers


La grande innovation des politiques sociales pour le dépassement de la pauvreté des
années nonante fut sa focalisation dans des territoires où elle se concentre :
poblaciones, villas, quartiers, installations irrégulières ou campements…

267
Le OIT (1995) fera observer que « la forte légitimation de la consommation tend à mettre
en doute le travail et les formes traditionnelles de la mobilité sociale. Face à cette réalité, on
se rend compte de l’insuffisance des politiques et de l’État, ce pour quoi on suggère une
optique territoriale d’intervention sociale... »
268
García-Canclini, 1994.
Le supposé fondamental était que même si la lutte pour dépasser la pauvreté
nécessitait la transformation de structures d’opportunités comme la création et l’accès
à l’emploi de la part des plus pauvres on avait aussi besoin de la part de l’État d’un
renforcement du développement des capacités de ces foyers et de ces individus
pauvres grâce aux organisations locales. On espérait ainsi que les programmes
sociaux focalisés dans un territoire arriveraient à provoquer l’emploi de ressources et
de capacités collectives jusqu’à maintenant rarement rendu possible de la part de
l’État et de ses politiques sociales.
La mise en place de ces politiques focalisées au début des années nonante coïncide
avec le surgissement de nouveaux campements de la démocratie sur les bords des
rivières, des lignes de chemin de fer, des décharges d’ordures, des terrains vagues et
des terrains appartenant à l’État. Spontanément on réactivera ainsi les occupations
illégales par des familles qui jusqu’à cette date avaient vécu dans des conditions
d’entassement misérable. On ne parlera plus néanmoins de prise de terrain mais
d’installations irrégulières. Et au sens strict, ces occupations sont loin d’être ce qu’elles
furent dans les années septante. De façon silencieuse et solitaire, les sans logis se
déplacèrent de nuit avec leurs cartons et leurs bouts de bois pour aller construire
ailleurs leurs logements précaires.
L’arrivée de la démocratie n’activera pas le mouvement et les demandes collectives,
mais ouvrira un espace pour souffler et une espérance de solution. Les années
nonante marquent ainsi un nouveau pacte entre pobladores et État. Avec des
politiques décentralisées, les municipalités n’auront pas de difficulté pour focaliser
dans les tache de pauvreté les nouvelles politiques sociales. L’augmentation
significative de la construction de logements sociaux permettra, jointe à des politiques
pour encourager l’épargne, que de nombreuses familles réalisent le rêve du logement
propre.
L’objectif d’éradiquer les 970 campements qui existaient au milieu de la décennie des
années nonante au long du pays arrive à se constituer en politique publique.
L’obtention du logement passe alors à être objet de préoccupation des politiques
sociales pour le dépassement de la pauvreté. Au milieu de la même décennie, le
logement en vient à être un instrument clé, le point de départ pour tout dépassement
de la pauvreté et de l’indigence au Chili.
Le programme Chile-barrio (Chili-quartier) naît justement de la constatation de ces 970
campements, mais aussi de la dispersion des programmes publics pour aborder les
situations d’extrême pauvreté. La rare flexibilité et la décentralisation de ses
instruments mais surtout la vérification du fait que les résultats obtenus avec des
secteurs en situation d’extrême pauvreté étaient précaires conduisent l’État à dessiner
un nouveau programme pour les sans-logis.
Ce ne seront pas les pobladores organisés qui réclameront ce droit mais c’est l’État
qui par l’intermédiaire d’une ingénierie sociale encouragera les familles organisées à
revendiquer ce droit. À travers l’attribution de subsides et d’aides complémentaires
aux familles, le logement et le quartier seront le centre d’une vision intégrale et
intersectorielle en vue du dépassement de la pauvreté.
Historiquement, au Chili, le problème du logement dans le secteur urbain était celui
des personnes entassées. Pour l’année 1983, on comptait que les personnes
entassées dans le grand Santiago atteignaient 86 460 familles situées dans les strates
économiques bas, c’est-à-dire 66.5% de ce groupe. 269 Cette situation changea de
façon drastique au cours de la décennie des années nonante. Les conditions
d’urbanisation pour la population pauvre se sont vues nettement améliorées. La

269
Ogrodnik, 1983.
production de logements sociaux atteinte pendant cette décennie dépassa le taux de
croissance végétative de la population. 270
Entre la décennie des années quatre-vingt et celle des années nonante, le taux de
production annuelle de logements crut de 36.4% et depuis 1980 jusqu’à l’année 2000
on avait construit environ 173 000 logements d’intérêt social à Santiago, ce qui
équivaut à 21% du parc du logement construit en Région métropolitaine.271 Autrement
dit, près de 700 000 personnes vivent aujourd’hui dans un certain type de logement
social en dessous de 400 UF construits entre 1980 et 2000.272 Grâce à cela, les
conditions de vie et d’urbanisation des plus pauvres s’améliorèrent substantivement.
L’effort de l’État réalisé en matière de logement impliqua le transfert résidentiel définitif
de la population qui habitait dans des campements ou comme personnes entassées
vers de nouvelles villas de logement social qui en viennent à concentrer la plus grande
partie des pauvres urbains. La nouvelle pauvreté urbaine de Santiago est aujourd’hui
la pauvreté de ceux avec toit. 273
Le modèle de construction de logement social qui domine au cours des dernières
années possède une tendance à la densification. La construction en hauteur est
accompagnée d’un dessin urbain fondé en des blocs face à face, avec des balcons
étroits, ce qui rend plus aiguë les conditions d’entassement et la sensation
d’enfermement des habitants. Ce changement ou cette modalité de construction est
dû au processus de cherté accrue du sol urbain et non aux expectatives de la
demande. Cependant de récentes études du PNUD et du ministère du Logement et de
l’Urbanisme indiquent que la principale insatisfaction des habitants de ces nouveaux
quartiers n’exprime aucune relation principalement avec leurs logements mais bien
avec le quartier et le voisinage. Le désir d’émigrer est directement associé à
l’insatisfaction à l’égard du mode de vie et de sociabilité que l’on impose à ces
habitants.
La somme des problèmes attachés à la réalité de la ségrégation urbaine et au
logement au Chili génère aujourd’hui de graves problèmes sociaux liés aux difficultés
de convivialité, de formation de réseaux sociaux et de génération de nouvelles formes
de participation sociale. On impose ainsi la vision que la construction d’ensembles de
logements sociaux apporte de façon quantitative dans le combat contre la pauvreté,
mais qu’elle l’accentue en termes qualitatifs. Le logement social octroierait une
meilleure qualité de vie matérielle, mais attenterait contre les coutumes et les logiques
socioculturelles propres des pauvres dans leur vie quotidienne et productive. 274 Les
hauts indices de violence intrafamiliale qui se concentrent là en rendent témoignage.
275
De ce point de vue, ce ne seraient pas seulement les changements sociaux ou
économiques qui provoqueraient ce déficit solidaire, mais aussi la propre configuration
socio-spatiale des ensembles. C’est-à-dire que les problèmes qui surgissent dans ces
villas ne seraient pas un problème de la pauvreté, mais plutôt de la pauvreté entassée
et encagée qui habite dans ces villas.
Que ce soit en raison d’une logique de rentabilité du sol (économique)276 ou
simplement d’une certaine tolérance (culturelle) envers la pauvreté, ce qui est certain
est qu’aujourd’hui on ouvre et fortifie les vieilles frontières sociales et spatiales à
l’intérieur de la ville. La ségrégation à grande échelle, propre du processus

270
CEPAL, 1999.
271
SUR, 2001.
272
Au dessous de 400 UF réajustées.
273
Rodríguez, 2001.
274
Ducci, 1998; Skewes, 2000; SUR-PNUD, 2001.
275
Rodríguez, 2004.
276
Salcedo, 2000.
d’urbanisation latino-américaine, c’est-à-dire des communes de pauvres et des
communes de riches, continue à caractériser les frontières urbaines de Santiago,
rendant les conséquence sociales et identitaires plus radicales. La consolidation des
ghettos de pauvreté va de pair avec l’effet de stigmatisation de leurs gens et la
perception d’être de trop. Les fractures urbaines, les frontières à l’intérieur de la ville
apparaissent alors comme l’expression et le moyen d’intégration et d’identification à
l’intérieur du groupe d’appartenance, mais aussi d’exclusion et de distinction par
rapport au reste de la société.

2. Des ethnographies en territoires de pauvreté

Peut-on constituer les politiques sociales en un moyen facilitant l’intégration sociale


des plus pauvres ? Comment les vies et les itinéraires de ces familles et de leurs
communautés modèlent et transforment l’État et ses politiques sociales ?
Les prémisses sur lesquelles on construit cette recherche sont que l’incidence des
politiques sociales et de l’État dans les processus d’intégration sociale est étroitement
associée à la qualité du lien qu’ils construisent avec les plus pauvres. Pour aborder ce
problème, nous avons commencé par la caractérisation et par l’analyse, à travers
l’observation et le récit ethnographique, des politiques sociales de logement et la
relation entre ces pobladores et l’État au cours de la décennie des années nonante.
De la lecture de ces trois ethnographies, nous pouvons conclure que les politiques
sociales dans ces trois territoires ont un effet paradoxal. Tout en résolvant les
problèmes d’infrastructures de ces pobladores, les logements approfondissent en
même temps les problèmes d’exclusion de beaucoup d’entre eux et exacerbent le
conflit, la méfiance, la stigmatisation et la perception d’inégalité et d’exclusion à
l’intérieur de ces territoires.
S’il est vrai que les pobladores perçoivent des avancées et des succès dans certaines
dimensions de leur intégration à la société (le logement propre), il en va de même
quant aux pertes et aux retours en arrière dans des domaines qu’auparavant ils
croyaient tenir comme assurés (la solidarité, la vie en commun entre voisins277).

L’incertitude et l’affirmation de soi-même. C’est bien connu que les premières années
dans une villa constituent des moments de crise et d’incertitudes. C’est au cours de
cette période que se révèlent avec force la tension entre l’aspiration à un nouveau
statut social et les difficultés que le contexte social offre à ces pobladores. Au cours de
ce processus de transfert du campement à un ensemble de logements sociaux, du
passage de l’illégal à poblador, les certitudes, les savoirs, les vieilles croyances et les
principes entrent dans une phase de forte incertitude et d’instabilité. La tension et les
contradictions avec ce que furent la vie quotidienne, les habitus et les coutumes dans
le campement se fait sentir dans la construction et la reconnaissance d’un nous.
Cela ne constituerait peut-être pas un problème si ce ne fut en raison de la perception
généralisée que dans ces espaces les conditions pour réaliser ses propres aspirations
sont rares. Si le campement représentait le début d’une nouvelle vie et une forme de
se construire un espace dans la ville, la villa, ensemble de maisons précaires, étroites,

277
Ces conclusions coïncident avec les évidences rencontrées dans une étude du PNUD/Sur
(2002) sur des ensembles de logements sociaux au Chili.
.
construites et assignées sans participation ne correspondra pas toujours aux
expectatives que l’on s’était faites.
C’est alors qu’affirmer et expliciter les propres projets et aspirations deviennent une
nécessité pour chacune des familles. Marquer un territoire, tracer des frontières,
affirmer la propre identité en arrivent à constituer une pratique désespérée de chacun
pour prendre ses distances de ce à quoi on veut échapper : la pauvreté et l’exclusion.
Des frontières identitaires qui affaiblissent finalement la possibilité de la rencontre et
d’un nous communauté. Des distinctions et des disputes entre voisins qui ne sont
autre chose que l’expression d’une exclusion qu’on leur impose et qui finit par affaiblir
n’importe quelle initiative collective ou toute possibilité de consensus. Le désir
d’émigrer de ces villas est directement lié à la méfiance et à la peur de la part de ses
pobladores de rester attrapés dans la pauvreté de toujours.

La solidarité transformée en actif. Si dans le campement la solidarité, la réciprocité et


la charité étaient des valeurs qui circulaient à l’intérieur de la communauté et faisaient
partie des pratiques quotidiennes qui la régissaient, avec l’arrivée des programmes
sociaux participatifs la solidarité devient un actif qui promet d’ouvrir les portes à l’État
et à ses ressources. D’une solidarité réciproque et diffuse, les pobladores transiteront
vers une solidarité fonctionnelle et stratégique qui leur servira à entrer en concurrence
pour l’obtention d’un subside de l’État.
Dans ce processus, le leader et le zélé de ces principes d’égalité et de solidarité à
l’intérieur du campement passeront, comme dans le cas de Curicó, de leur tâche de
protection des équilibres précaires internes à se constituer en principal interlocuteur
avec l’État. De leader sans pouvoir 278, il se transformera progressivement en un
leader avec le pouvoir que lui octroie le fait d’être reconnu comme la figure visible des
voisins vis-à-vis de l’État et de ses programmes. De lui ou d’elle dépendra finalement
que la communauté compte posséder l’information nécessaire, qu’elle respecte les
délais et entre en concurrence pour obtenir les subsides promis de l’État. Imbus de
leur nouveau statut, ces leaders ne sauront pas toujours écouter et veiller sur l’intérêt
commun.
Avec l’arrivée de l’État au campement, les processus de différenciation internes sont
aussi raffermis : entre celui qui a le contact avec l’État et celui qui ne l’a pas, entre
celui qui manie l’information et celui qui ne peut pas le faire, entre celui qui dépose son
épargne et celui qui ne le fait pas, entre celui qui comprend les règles du jeu et celui
qui ne les comprend pas, entre celui qui obtient son logement et celui qui n’y arrive
pas…Avec l’irruption de l’État et de ses programmes, on affermira les distinctions
entre les égaux.

Ségrégation et stigma. Ces histoires de pobladores nous signalent que l’expérience


d’habiter dans ces ensembles de logements sociaux est souvent perçue comme une
expression d’infériorité sociale, de ségrégation, d’isolement et d’abandon. L’arrivée à
une villa réaffirme que la pauvreté constitue un stigma dont il n’est pas facile de se

278
Dans les campements décrits, on exige du dirigeant deux qualités fondamentales : une
capacité d’expression et une générosité/solidarité. On ne reconnaissait jamais un leader si
celui-ci ne savait pas s’exprimer devant les siens et devant les autres ; on ne reconnaissait
jamais un leader si celui-ci ne donnait pas de signes clairs d’honnêteté et de dévouement. C’est
d’une véritable obligation de générosité dont nous parle Marshall Sahlins, elle qui était à la base
de leur autonomie (ne dépendre de personne), de leur prestige et de leur capacité de justice.
défaire.279 Disqualification sociale qui les rapproche d’une condition de non-
citoyenneté: un pauvre est qui est en dehors du marché et de la société. Sans les liens
fondamentaux, le pauvre ne peut pas faire autre chose que vivre comme un étranger
par rapport au reste de la société. Contradiction et tension permanentes qui détruisent
progressivement l’image de soi et transforment la capacité d’action. C’est le cas de
cette villa de Maipú perdue en lisière de la ville, où le désespoir de ses habitants a fini
par le transformer en un territoire de personne, en un espace sans ancrage avec toute
réalité sociale. Comme le montrent bien les trois exemples analysés, le sentiment de
honte d’habiter ces espaces est fréquent. La dissimulation de leur infériorité
stigmatisante et la peur des autres sont à la base de cette expérience de la pauvreté.
Pour ces pobladores, l’intégration, la cohésion sociale et la conquête de la
reconnaissance sociale deviennent peu à peu une lutte de chacun et des siens
propres. Se constituer face à d’autres, avec d’autres, distincts, d’autres non-pauvres
est une expérience que ces pobladores, ségrégués hors des murs de la ville,
méconnaissent souvent. 280

L’aspiration à l’intégration. Le récit ethnographique rend compte aussi de l’aspiration


de ces pobladores à l’intégration sociale, intégration qui permette à chacun de se
sentir un habitant de plus de sa commune, de sa ville et de son pays. L’analyse des
pratiques et des itinéraires de vie des pobladores nous montre qu’ils ne peuvent pas
être compris en marge de la recherche de la reconnaissance sociale et du respect de
leur condition de pauvres. Se reconnaître dans le regard de l’autre, exister pour l’autre,
sont des nécessités primordiales pour se construire une place au sein d’une société,
pour exister, pour participer. Comment comprendre alors l’importance que les moyens
de communication ont acquise dans les expressions publiques des
pobladores. Apparaître dans les journaux ou à la télévision est toujours la possibilité
de se rendre visible et partant de s’assurer d’une réponse de la part des autorités.
Ségrégués et manquant d’interlocuteurs, il n’est pas étonnant qu’ils s’adressent à
l’État et en appellent à lui une fois ou l’autre, souvent de façon silencieuse et
pragmatique.281 La nostalgie d’un bon nombre de ces habitants à l’égard de ce que fut
leur vie dans le campement doit être comprise justement comme faisant partie de
cette perte de communauté et du désir de la refonder dans un contexte social où les
conditions ont radicalement changé. La réclamation pour la perte de ces liens et le
désir de récupérer un récit commun sont présents en chacun de ces pobladores.
C’est dans cette perspective que l’on doit comprendre la figure de l’apparu du
Resbalón. Dans ce nouveau contexte, la figure du « pelaito »282 que l’on applique
seulement aux anciens habitants du campement constitue un acte fondateur qui
renvoie à un temps et à un monde révolus. La mort, les funérailles et le retour de l’au-
delà de cet enfant représentent un fait fondamental qui réarme une communauté dans

279
Dans son sens étymologique, le stigma est une marque sur le corps que l’on imposait avec
un fer rouge en guise de peine infamante ou comme signe d’esclavage.
280
Heidegger disait qu’être – avec – autre est la condition fondamentale d’être – dans – le –
monde. Une telle relation en suppose, éthiquement parlant, une autre qui est fondamentale, la
faculté de pouvoir être – avec, d’être devant un autre, à savoir d’être interprété, mis en
accusation par un autre.
281
Peut-être Sennet (2003) ne se trompe-t-il pas quand, à propos du ghetto il nous signale
que « dans une communauté pauvre on ne survit pas pour être le meilleur – ou le plus dur –
mais pour maintenir la tête par en bas et éviter le contact visuel que l’on peut interpréter
comme un défi… En ces lieux où les ressources sont rares et où manque l’approbation du
monde extérieur, l’honneur social est fragile et a besoin de s’affirmer de jour en jour. »
282
La traduction exacte se réfère à un chauve ; le terme est souvent employé comme un
diminutif populaire et amical pour désigner un parent ou un voisin proche.
le nouveau scénario. L’apparition de cet enfant et ses annonces rappellent à ces
habitants des bords de la rivière l’importance de récupérer et de réactualiser les vieux
principes de solidarité et de réciprocité généralisées au nom de la défense du bien
commun. Tout comme la demande pour des cérémoniaux et des rituels, ces actes
symboliques font partie de ce désir de refonder un nous qui, dans le passage de
l’invisibilité à la légalité, s’est simplement effacé. C’est pour cela que dans des
contextes d’éradication (transfert du campement à la villa), la célébration collective de
leur nouvelle condition de citoyenneté acquiert une particulière importance. Se joindre
à d’Autres autour d’une arène pour en recevoir la clé, pour couper le cordon, pour
bénir les maisons, pour écouter des discours, pour se faire photographier, pour
recevoir les titres de propriété, pour s’embrasser, enfin pour célébrer, c’est consacrer
d’une certaine façon le passage des marges de la communauté au tout social. Pouvoir
se voir dans les journaux et non dans la chronique rouge mais dans celle qui traite des
affaires du pays… Même si c’est pour un moment, c’est se percevoir à nouveau partie
de la communitas 283 , d’un processus collectif. Le rite travaille pour l’ordre, nous fait
remarquer Balandier (1994). En effet, quand la pobladora signale qu’un discours eût
été comme plus légal, plus direct ce à quoi elle fait appel c’est justement à
l’intégration. 284
Ce que nous avons voulu montrer dans cette première partie, c’est que la capacité de
l’État et de ses politiques de fomenter et de renforcer les processus d’intégration
sociale ne passe pas seulement par la remise de davantage de logements et
meilleurs. Cela est certes indispensable, spécialement le fait d’ajuster les standards de
construction et d’habitabilité de ces logements aux niveaux de développement et de
qualité de vie de ce pays et de les égaliser. Mais même ainsi, cela ne suffit pas si ses
habitants continuent à se percevoir citoyens de seconde catégorie. La construction
d’un individu plus autonome et plus citoyen exige aussi des supports, c’est-à-dire des
ressources matérielles et symboliques qui alimentent sa compréhension de la société
et ses actions en elle.
Ce dont il s’agit alors c’est de comprendre l’articulation entre les conditions objectives
et subjectives dans les processus d’exclusion, à savoir quelle est cette partie des
politiques qui peut correspondre aux déterminations structurelles et quel est le champ
où les sujets et les citoyens peuvent apporter en termes des dynamiques
d’insertion.285 Le dépassement de la condition de précarité sociale et économique du
pauvre est inséparable du processus que celui-ci, en tant que sujet et acteur, construit
vis-à-vis de sa condition de pauvreté ou de sans-logis. Nous avons vu dans cet
exercice que les limites sont plus diffuses et sont plus articulées que ce que l’on
considère habituellement. Prêter attention aux sentiments que les individus de cette
société accordent à leur expérience et à leur relation avec l’État est ouvrir les
politiques sociales à l’implication des individus dans la définition des termes en
fonction desquels on devra construire le contrat social.
En termes plus généraux, nous pouvons signaler que s’il est vrai que les politiques de
logement offrent des services et des subsides qui améliorent à court terme l’intégration
fonctionnelle des familles, c’est-à-dire que l’on résout le problème des sans-logis, elles
négligent leur rôle d’intermédiaire dans la construction de l’autonomie et de
l’intégration sociale. De fait, on ne tient pas compte de la construction d’une
communauté de sens à partir de laquelle soutenir des processus de construction de

283
Turner, 1972; Espósito, 2000.
284
Mais quand le rite travail pour l’ordre, il offre l’illusion et la possibilité de se sentir partie
de…avec tout le risque que cela implique quant à renforcer les structures ou la crainte ou à la
crainte de l’exercice de la liberté.
285
De Gaulejac et Taboada Leonetti,1994.
sujets et de citoyens autonomes et où le droit de faire du logement un projet, collectif
ou individuel, soit possible.

3. Le sujet face à l’État

3.1. Les itinéraires de pauvreté


Les questions qui s’ouvrent dans la discussion actuelle sur la pauvreté s’orientent vers
les transformations profondes et accélérées de nos sociétés et de nos économies,
ainsi que vers les processus à travers lesquels le changement social et structurel
s’installe dans la vie et la culture des sujets et de leurs familles. En termes de politique
sociale, il est particulièrement important de comprendre aussi comment il se fait que
les plus pauvres et les plus vulnérables arrivent à dépasser le contexte hautement
déstabilisant et dans lequel l’incertitude286 s’installe chez tout le monde.
Ce qui est certain est que les caractéristiques de la structure sociale et
occupationnelle que l’on peut observer aujourd’hui rendent compte qu’avoir un travail
salarié ne suppose plus que l’on fasse partie d’un réseau de sécurité sociale non plus
que l’on cesse d’être pauvre. Être salarié et vivre dans des conditions de vulnérabilité
ou de pauvreté est une réalité au Chili et en Amérique latine. Même si cette société
salariale n’intégra jamais l’ensemble de la population, elle agit comme un système
d’intégration croissant qui associait le travail à des garanties et à des droits. La débilité
progressive de ce contrat social exprimé dans la faiblesse croissante et dans la
précarisation du système de protection salariale à partir de la décennie des années
soixante-dix a eu des répercussions sur le modèle d’intégration qu’il représentait. Une
intégration précaire qui non seulement renvoie au monde du travail et y produit des
effets, mais qui le fait aussi quant à l’entourage social et culturel d’où l’on construit les
dispositions destinées à promouvoir l’intégration sociale.
Une fois la société et ses certitudes fondamentales débilitées, la possibilité de
dépasser la pauvreté et d’en initier les processus ne paraît pas être seulement
associée aujourd’hui à la prise en considération d’une catégorie occupationnelle
déterminée ou d’une position dans la structure occupationnelle. Elle est plutôt liée à la
capacité des sujets de construire un réseau ou un support de protection et de sécurité
sociale qui les couvre face aux vulnérabilités et leur facilite l’obtention de meilleurs
niveaux de vie.
Les itinéraires sociaux sont affrontés à des remises en cause et à des incertitudes que
ne connurent pas les générations précédentes. Au Chili, l’analyse de l’expérience des
sujets indique que ce sont eux qui devraient construire non seulement leurs itinéraires
mais aussi l’orientation de leurs pratiques.
Les histoires de vulnérabilité et d’exclusion sociale, de reproduction de la pauvreté
obligent à se demander si par hasard ces positions par rapport au marché et à la
structure sociale représentent aujourd’hui une condamnation ou si les personnes qui
sont dans l’une ou l’autre position peuvent changer le scénario. De fait, pour ces
sujets, la marge de manœuvre semble assez mince. Néanmoins, les biographies
montrent aussi que la propre position n’indique pas toujours une condamnation, et que
souvent les sujets découvrent des chemins et des supports qui leur permettent de
transiter vers de meilleures quotités de bien-être et vers la réalisation de leur propre
projet de vie. La question concernant la marge de manœuvre, particulièrement pour
les plus pauvres, devient inévitable. L’intégration sociale ne dépend pas seulement
des conditions objectives comme le sont l’incorporation au marché du travail et l’accès

286
Direction du Travail, 2003.
à des opportunités, mais aussi des dimensions subjectives qui ont leur incidence sur la
dynamique de l’insertion sociale.
Pour entrer plus avant dans un regard plus compréhensif de la pauvreté, il semblerait
nécessaire de dépasser l’optique des ressources287 et de se concentrer sur les
processus et les itinéraires de ces individus, de façon à incorporer, à travers une
perspective transversale et dynamique du temps, l’expérience sociale avec les
opportunités que la société, l’État et le Marché leur ouvrent ou leur nient. La question
concernant le rôle que jouent l’État et les politiques sociales dans la construction de ce
réseau débutant de protection sociale ou la représentation que ces mêmes sujets
pauvres se font de l’État et de ses obligations à leur égard sont cependant encore des
domaines relativement peu abordés.

3.2. Cultures dans la pauvreté


Comme les études classiques structurelles l’ont déjà montré, les opportunités et les
actifs des pobladores et de leurs familles pourraient rendre compte des probabilités
d’accès à un travail ou à un logement, par exemple, mais cela n’est pas suffisant pour
prédire ou comprendre l’orientation que leurs itinéraires suivront ni l’incidence que ces
ressources auront sur la qualité de leurs vies. La direction de leurs itinéraires exprime
aussi une relation avec les dispositions culturelles qui orientent l’action de ces
pobladores. Si l’on entend par culture le mode dans lequel une société produit ses
formes de vie en commun, si on les représente et les reproduit, la maîtrise ou le
contrôle culturel 288 de ces pobladores – la défense et la capacité de décider sur la
culture propre et sur celle étrangère – peut être aussi une ressource essentielle pour
comprendre le sens que leurs itinéraires dans la cité acquièrent.
Le débat sur l’incidence de la culture dans les processus de dépassement de la
pauvreté et dans la mobilité sociale n’est pas terminé. L’internationalisation des
normes et des valeurs de l’intégration sociale est-elle ce qui permet la mobilité en
raison d’une motivation d’obtenir une satisfaction ? Ou bien est-ce la capacité de
contrôler et de décider sur une gamme de codes culturels vaste et diverse ce qui situe
les pobladores et leurs familles dans une meilleure disposition pour profiter des
occasions et des ressources que le marché, la société et l’État peuvent lui offrir ?
La thèse du contrôle culturel prend un sens particulier dans des contextes de
transformation rapide et où finalement le définitif paraîtrait être la capacité de chaque
poblador pour construire sa propre expérience sociale. Pendant la durée du modèle
d’industrialisation substitutive, les modèles d’intégration paraissaient certainement plus
clairs : si on était ouvrier, on possédait alors une culture propre et un projet de mobilité
collective. Dans l’actualité, l’ouvrier d’antan peut être un travailleur indépendant qui,
bien qu’il continue à se croire un travailleur, sait que les certitudes de son ancien
projet social ne correspondent plus à la réalité. C’est ainsi que la notion
d’appartenance à une culture comme à un tout stable et normatif s’affaiblit et
qu’apparaît la question quant à savoir comment les diverses orientations culturelles
contribuent ou non à la construction de processus de mobilité et d’intégration sociale.
La question relative à la relation entre pauvreté et culture a été abordée par
l’anthropologie latino-américaine dans des études classiques comme celles d’O.Lewis

287
Moser, 1996; Katzman, 1999; Mideplan, 1998.
288
Bonfil, 1995.
(1966) et de L.Lomnitz (1975)289 au Mexique. En opposition aux optiques
structuralistes qui situent la pauvreté des pays du sud en dépendance du nord et dans
la conformation de structures sociales excluantes, Lewis construit la thèse de la
présence d’une culture propre chez les secteurs pauvres qui agirait dans la
reproduction de leurs conditions de vie. On explique ainsi le caractère déviant des
comportements des pauvres par l’existence de valeurs et de modèles culturels
distincts de ceux dominants dans la société. On parlera de sous-culture de la pauvreté
comme constituée par ces valeurs et ces modèles de comportement transmis de façon
intergénérationnelle, et qui expliqueraient la position des personnes en bas dans la
structure sociale. En termes de politiques sociales, on a compris la thèse de la sous-
culture de la pauvreté comme le désespoir et le laisser- être des familles qui se situent
en-dessous d’un certain niveau de ressources (la ligne de pauvreté). Pour rompre
avec ce cercle de la pauvreté, on ferait alors appel au fait que les pauvres doivent
apprendre et intérioriser les codes de l’intégration pour pouvoir visualiser les
opportunités que leur offre le marché et en profiter. Conception fort semblable aux
politiques d’accumulation entendues comme les processus de contact culturel à
travers lesquels les sociétés ou les groupes assimilent, ou qu’on leur impose, des
traits culturels d’autres sociétés ou d’autres groupes en général dominants. 290
Il n’existe cependant pas d’évidence empirique à appuyer l’idée que l’orientation vers
le dépassement de la pauvreté disparaisse en transférant la limite de la
dénommée ligne de pauvreté, non plus que celle que le strate pauvre partage une
seule culture ou encore que la culture de la pauvreté soit en relation avec le strate
pauvre. Même ainsi, la thèse de la sous-culture de la pauvreté a pénétré non
seulement le sens commun de nos sociétés, mais elle a aussi orienté une grande
partie du dessin des politiques sociales. Comme Martínez et Palacios (1995) le
conclurent correctement, la superposition du strate pauvre et de la culture de la
pauvreté est une supposition que l’on adopte pour justifier la définition d’un groupe-
objectif de l’aide de l’État. Cependant, cette supposition aspire à remplir un vide réel
dans la construction théorique du concept, bien qu’elle le fasse avec distorsion : si la
pauvreté doit être un motif d’attention continue et institutionnelle de la part de l’État,
c’est parce qu’on reconnaît l’existence d’un hiatus entre l’orientation en vue d’obtenir
le dépassement de la pauvreté et la probabilité effective de l’obtenir.291
Au Chili, la relation entre culture et pauvreté a été abordée par Irarrázaval (1995) qui
propose le concept d’ habilitation pour rendre compte de la nécessité des plus pauvres
d’internaliser des valeurs déterminées pour que la mobilité des familles puisse se
réaliser. D’accord avec cette optique, à plus grande habilitation plus grande possibilité
de motivation pour que cela réussisse et par suite plus grande mobilité et majeur
dépassement de la pauvreté. Cela suppose aussi une certaine capacité de désir social
qui est celle du tous intégrés dans l’homogénéité. Habilitation (Irarrázaval, 1994) et
adhésion à la culture de la décence et de l’intégration (Martínez y Palacios 1998) sont
des concepts qui rendent compte de l’étroite relation entre internalisation (ou
« acculturation ») de valeurs et mobilité des familles les plus pauvres.
Pour Irarrázaval, ceux qui adhèrent aux codes dominants de l’intégration montreraient
de meilleurs résultats en termes de leurs conditions de vie et de leur capacité de
mobilité, tandis que ceux qui prennent de la distance vis-à-vis de ces codes de
l’intégration et du vivre bien auraient tendance à se maintenir dans la pauvreté. Cette

289
Dans son étude des réseau de compérage au Cerrada de Cóndor à Mexico, Lomnitz, au
contraire, met en relief la capacité de ces pobladores marginaux pour faire face à leur
misère et se réjouit de leurs réseaux sociaux comme ressources vitale à leur survivance.
290
Concept cerné par l’ École culturalista, dont le principa représentant fut Herskovits, 1958.
291
Martínez et Palacios, 1995.
thèse ressemble à celle de Bourdieu quand elle nous signale les effets négatifs
(histeresis) que peut avoir sur les individus le fait de transgresser un système de
dispositions culturellement structuré ou de ne pas être d’accord avec lui (habitus
versus histeresis). Bourdieu n’est pas le seul à signaler les risques d’un désaccord
avec le système normatif et culturel. Elias (1996) coïncide aussi quant à insister sur
les aspects négatifs produits par le désajustement entre des positions objectives et
des expériences de vie des acteurs, entre les codes transmis et validés socialement et
l’internalisation que le sujet en fait.
Martínez et Palacios, de leur côté, vont en un sens contraire à la thèse d’Irarrázabal et
ils mettent en relief qu’au Chili les signaux du marché ne paraissent pas congruents
avec les signaux de l’intégration sociale ou avec l’adhésion au code de la décence (de
l’intégration).292 Au contraire, ceux qui apprennent à ruser avec les commandements
fondamentaux de la culture de l’intégration et à les transgresser, pourraient arriver à
obtenir de meilleurs résultats en termes de succès quant au dépassement de la
pauvreté.
Notre étude reprend cette évidence empirique et va dans le sens d’une hypothèse
alternative. L’importance ou le poids de la culture dans les probabilités de
dépassement de la pauvreté se joue aujourd’hui au Chili dans le contrôle culturel que
les pobladores possèdent sur un stock varié de capital culturel, y compris le dominant.
Au Chili, le contrôle de ce stock de codes culturels est devenu déterminant dans
l’accès à de nouvelles opportunités et par là à de meilleures probabilités d’obtenir des
améliorations dans leur propre qualité de vie. Autrement dit, il n’y a pas de possibilité
d’entamer un itinéraire de mobilité si les pobladores ne possèdent pas de contrôle
simultané sur les principes culturels dominants, mais aussi sur les leurs propres. En ce
sens, nous coïncidons avec Dubet (1994) quand il signale l’importance de rompre
avec une vision homogénéisatrice et déterministe de la culture et d’ouvrir un espace à
la marge de manœuvre, au sujet et à la possibilité de faire valoir des logiques qui ne
sont pas toujours celles de l’intégration.
Dans des sociétés modernes et de différenciation croissante, de segmentation et
d’inégalité comme la chilienne, les succès en termes de mobilité et de dépassement
de la pauvreté sont associés au contrôle de la diversité culturelle. Pour autant, la
capacité des pobladores pour dialoguer avec cette variété de codes et, en
conséquence, celle de prendre leur distance et de se différencier peuvent être plus
importantes et meilleures annonciatrices de succès que la simple adhésion à un seul
code d’intégration, que ce soit le dominant ou celui des exclus. Cette capacité de
contrôle est ce que le pouvoir de négocier ou de discuter leurs propres intérêts et leurs
droits face au marché, à l’État et à la société plus grande leur octroiera.

3.3. Vers une définition de la pauvreté


Ce que nous avons voulu montrer dans ce bref parcours à travers les discussions
autour du concept de pauvreté est que dans les sociétés modernes la pauvreté ne
correspond pas seulement à l’état d’une personne qui manque de biens matériels, elle
correspond aussi à un statut spécifique, inférieur et dévalorisé qui marque
profondément l’identité de ceux qui la vivent. Cet élément n’est pas du tout nouveau
au sein du débat sur la pauvreté. Aussi bien le programme philanthropique du XIXe
siècle que la doctrine sociale du christianisme situaient au premier plan l’aspect de
dégradation morale que la misère déterminait dans l’existence humaine.

292
Idem, 1995.
Historiquement, le dénominateur commun des éléments qui font de la misère un
phénomène social constitua la fonction dégradante de tel statut.293
George Simmel, dans un bref article intitulé Der Arme écrit en 1908, pose le problème
de l’ambiguïté de la notion de pauvreté en tant que catégorie sociologique. Pour lui, la
pauvreté n’est pas seulement relative, mais elle est aussi construite socialement. Le
signifié de la pauvreté est ce que la société lui octroie. L’optique théorique
simmélienne contribue ainsi à éviter une définition substantialiste du pauvre, remettant
à sa place le regard sur la relation d’interdépendance avec la société et spécialement
avec l’État. 294
Chez Simmel, c’est la relation simultanée d’assisté et de craint qui donne forme à la
figure du pauvre dans notre société, ainsi qu’à celle de pitié et de châtiment, dirait
Geremek. Sans méconnaître son caractère d’ «indésirable », d’inutile, de misérable,
Simmel reconnaît que dans la relation d’assistance aussi bien le pauvre que le
donateur se retrouvent au sein d’une relation sociale. D’où l’invitation à comprendre
les formes sociohistoriques de cette interdépendance qui s’établit entre les pauvres et
le reste de la société. Ce qui est sociologiquement pertinent n’est pas la pauvreté en
tant que telle, mais ce sont plutôt les formes sociales qu’elle revêt dans la société à un
moment spécifique de son histoire. 295 Cette sociologie de la pauvreté devient en
réalité une sociologie du lien social.
Simmel précisa une définition : « Les pauvres, en tant que catégorie sociale, ne sont
pas ceux que souffrent de manques et de privations spécifiques, mais ceux qui
reçoivent assistance ou devraient la recevoir selon les normes sociales. Par
conséquent, la pauvreté ne peut, dans ce sens, être définie comme un état quantitatif
en elle-même, mais seulement par rapport à la réaction sociale qui résulte d´une
situation spécifique».
Les pauvres, ainsi définis, ne sont pas en dehors de la société, mais en elle. Ils
occupent, certes, une position particulière par le fait de se trouver dans une situation
de dépendance vis-à-vis de la collectivité qui les reconnaît et les traite comme tels.
Manquant d’autonomie matérielle (intégration fonctionnelle) ainsi que de liens sociaux
(intégration sociale), le pauvre partage avec l’étranger l’attribut de distance et de
proximité au tout social, position ambiguë et jamais résolue.
La distinction entre intégration fonctionnelle et intégration sociale a été souvent
oubliée dans les discussions sur les politiques sociales. L’intégration fonctionnelle
suppose l’interdépendance avec le tout social et l’autonomie pour assurer la propre
subsistance ; l’intégration sociale, au contraire, suppose l’implication des sujets en tant
que citoyens dans un système de droits, de normes et de valeurs.
Aujourd’hui, ces deux processus tendent à être dissociés.296 L’intégration fonctionnelle
peut, certes, être garantie par une multiplicité de mesures et de processus qui
assurent l’intégration économique des individus. L’intégration en ces termes n’exige
pas pour son succès l’ensemble de normes, de valeurs et de sens en vigueur. Notre
politique du logement en est un exemple clair : des décennies durant, les logements
ont été construits et remis sans se préoccuper des aspirations, des coutumes, des
patrons culturels et esthétiques les plus fondamentaux de leurs habitants. Dans ces
circonstances, quand des mondes et des référents sociaux divers se rencontrent dans

293
Geremek, 1989, Paugam, 2002.
294
Castel (1995) récupère cette notion à travers son concept de « désaffiliés », c’est-à-dire que
le « désaffilié » serait celui qui a rompu tous les liens de protection sociale, y compris avec les
plus proches.
295
Paugaum et Schultheis, 2002.
296
Voir l’analyse chez Remy (1996) et Güell (2002).
ces espaces homogènes et excluants que sont les ensembles de logements sociaux,
la perception d’intégration et de cohésion s’affaiblit inévitablement. La sensation de ne
pas exister, de rêves inaccomplis, de duperie et même de honte finit par affecter la
construction d’une communauté de sens ainsi que la capacité des individus pour
envisager le futur comme citoyens.
C’est une exigence que celle de rassembler ces deux dimensions, intégration
fonctionnelle et sociale, dans la conceptualisation de la pauvreté. Ce qui est
sociologiquement pertinent n’est pas la pauvreté en tant que prénotion, mais plutôt les
formes sociales que cette condition acquiert. Si on pense la pauvreté seulement en
termes de ressources, on laisse de côté une nécessité primordiale, à savoir celle
d’être considéré comme responsable de ce que l’on est en tant que sujet. 297 En ces
termes, l’analyse de la condition de pauvre est inséparable de celle du processus que
celui-ci suit en termes d’échange et de construction de réponses à sa condition
d’assisté. C’est ce qu’affirme Gaulejac : « Il s’agissait de mieux comprendre
l’articulation entre les conditions objectives et les conditions subjectives dans les
processus d’exclusion. Quelle est la part respective des déterminations sociales et des
réactions des sujets concernés dans les dynamiques d’insertions. »298

3.4. Le contrat dans la pauvreté.


Cette définition de la dimension matérielle et sociale de la pauvreté nous conduit aussi
à la question sur les aspirations et les capacités de chaque individu, riche ou pauvre,
pour définir et manier des systèmes d’intégration différents et pas toujours cohérents
entre eux, et pour décider entre eux. La question concernant le mode d’intégration
désirée est à la base de l’expérience sociale de ces individus qui vivent dans des
conditions de pauvreté. Dans un contexte de précarité et de vulnérabilité sociales
d’importance comme l’est celui du Chili, la question sur les principes sous-jacents à la
définition d’un contrat social est inéluctable. La demande de redéfinition d’un nouveau
contrat ou pacte social se laisse voir en chacun des récits de ces pobladores. Un
contrat ou un pacte social, en respect de ce droit à l’intégration et à une société
fondée sur le principe de l’égalité.
Les trois ethnographies (chapitre 1) sont claires sous cet aspect ; tous les pobladores
partagent l’aspiration d’une société plus égalitaire, d’une meilleure qualité de vie et de
la reconnaissance de leurs droits. Tous, les uns à partir de leur revendication à être
traités en considération de leur individualité et d’autres à partir de leur recherche
communautaire, coïncident quant à leur aspiration à une vie plus décente, selon leurs
propres termes, dans laquelle la reconnaissance du bon renom de la famille, la valeur
du travail, de l’éducation, de la propreté ainsi que l’ordre dans la vie de chacun et de
celle de la convivialité sont aussi, avec plus ou moins de force, des principes qui
orientent le répertoire des principales idées de ces pobladores. La culture de
l’intégration sociale, comme aspiration, est présente chez eux tous.
Cependant, il est important de signaler que les pobladores, tout en se reconnaissant
dans leur aspiration à une culture de l’intégration, se différencient bien sûr dans la
définition des termes en lesquels ils aspirent à construire ce principe d’égalité du
contrat. C’est une dispute qui, comme nous l’avons vu dans les récits
ethnographiques, tend à s’exacerber avec le transfert de ces pobladores de leur
campement à la villa, d’un espace homogène, communautaire et pauvre à un autre fait
de frontières, de segmentation et de vulnérabilité sociales. Ces différences entre

297
De Gaulejac, 2002.
298
De Gaulejac et Taboada Leonetti, 1994.
pobladores font allusion à deux interrogations centrales dans la définition du contrat
social : Pourquoi en arrive-t-on à être pauvre dans cette société ? Que doit faire l’État
pour contribuer à améliorer la situation des plus pauvres?

Par rapport à la définition de la pauvreté, nous trouvons deux réponses types qui
ordonnent le discours des pobladores :
Individu: la pauvreté s’explique par des caractéristiques psychologiques et culturelles
de dysfonction par rapport à l’intégration sociale.
Société : la pauvreté s’explique par des conditions structurelles, sociales et
économiques en vigueur à un moment historique des sociétés.

Par rapport aux principes qui devraient orienter l’action de l’État envers la pauvreté :
Solidarité : comme principe fondamental de l’État à l’égard des pauvres, de ceux qui
n’ont rien, de ceux qui ont besoin de tout. Qui mérite d’être aidé par l’État est celui que
l’on définit par sa condition de carence.
Équité : comme principe d’égalité d’opportunités pour celui qui aspire à sortir de sa
condition de pauvreté. L’État doit venir en aide en vertu de la reconnaissance envers
la conduite et l’effort de ceux qui veulent en sortir.

De ces tensions sous-jacentes à l’expérience sociale de ces pobladores, nous


pouvons distinguer au moins quatre grands modèles du contrat social qui orientent
l’action et les pratiques de ceux qui y adhèrent. Ces modèles correspondent
certainement à des types idéaux dans le sens wébérien du terme, et partant « l’action
réelle, seulement en certains cas rares et de manière approximative, se passe telle
qu’elle a été décrite dans le type idéal ». 299 Effectivement, aussi bien l’État que les
pobladores eux-mêmes transitent d’un type idéal à un autre ; toutefois, en accord avec
les époques, les régimes politiques et les cultures ces modèles de l’action sociale
tendent à apparaître avec plus ou moins de force dans le discours et dans la pratique
des uns et des autres.

299
Weber [1922], 1992.
Les notions de la pauvreté
Pourquoi être pauvre ?

La pauvreté est l’affaire La pauvreté est une


de chacun affaire structurelle
(individu) (société)

Principe de solidarité Modèle de bienfaisance Modèle de participation


assistée

L’État doit aider ceux qui


en ont le plus besoin
Principes de l’action
de l’État (condition du pauvre)

Que doit faire l’État


pour aider ?
Principe d’équité. Modèle de subsidiarité Modèle de résistance
communautaire
L’État doit aider ceux qui
font des efforts et qui
aspirent à sortir de la
pauvreté.
(conduite du pauvre)

Modèle de la bienfaisance ou de la charité


Conception de la pauvreté comme carence individuelle. Dans ce modèle, le sens
d’une action collective n’est pas présent, mais bien celui de la reproduction et de la
survivance individuelles. C’est à l’État qu’incombent la charité et l’aide d’une
assistance au bénéfice de celui qui en a besoin. Ce modèle correspond aux
programmes des subsides individuels (subside pour l’eau potable, subside unique
familial) des années quatre-vingt.
L’appel à un contrat social de la bienfaisance et de la charité, c’est-à-dire de la bonté
solidaire et faite de compassion, nous renvoie à une image prémoderne et
précapitaliste d’un État qui protégeait les plus faibles et ceux-ci, dans un geste de
réciprocité, lui octroyaient leur vote, leurs applaudissements, leur affection et leur
inconditionnalité. Nous trouvons ce modèle des droits et des devoirs chez ces pauvres
qui se perçoivent comme les marginaux de toujours. Modèle de citoyenneté qui est
incubée en histoires de reproduction de la pauvreté. La notion de contrat social, si elle
existe, s’appuie sur ce que l’anthropologie a appelé le désespoir appris, c’est-à-dire la
certitude que rien ne changera dans leurs vies quoi qu’ils fassent, parce que ça a
toujours été comme ça. Ce que l’on essaie alors c’est de survivre, si possible, avec
l’aide caritative de l’État et de la société. Sans réseaux d’aide, pas même entre égaux,
sans éducation, sans métier, sans travail stable, on réclame de l’aide, non en termes
de droits et de devoirs, mais simplement dans un geste de compassion à l’égard de
leur misère. Ils sauront remercier et exprimer leur bonne volonté envers ceux qui ont
eu de la compassion à leur égard. Bien que se sachant marginaux et marginés, ils ont
appris à désirer vivre comme tout le monde, avoir une maison, un travail, etc. et être
quelqu’un dans la vie. Aspirations qui rendent compte des profondes tensions
identitaires qui les accompagnent. Travailler le stigma, la discrimination, le regard
invalidant, réveiller la compassion sont des efforts permanents. L’attente patiente et
silencieuse dans les couloirs des dispensaires, dans les salles de la municipalité, à la
porte de la paroisse occupe leurs journées, car c’est ainsi qu’on a appris que ça devait
être. C’est certainement le modèle qui s’éloigne le plus de la notion rousseauiste du
contrat social, car plus que l’égalité des droits et des opportunités, plus que
l’autonomie et le contrôle culturel sur ce qui est propre et sur ce qui est à autrui, ce
que l’on réclame est simplement l’attention d’un père tout-puissant, bienveillant et
caritatif.
Dans une version distincte, ce modèle de contrat correspond aussi au modèle d’aide
de l’ Hogar de Cristo à travers la figure du Père Hurtado et de sa devise : Donner
jusqu’à ce que ça fasse mal. Au cours de la décennie des années quarante, Alberto
Hurtado organisa l’Action catholique des jeunes pour mettre les étudiants
universitaires en face du monde de la pauvreté. En 1944, il créa l’ Hogar de Cristo
dont l’objectif sera jusqu´à aujourd´hui d’ « offrir l’hospitalité au mendiant, de lui donner
de l’éducation, si cela était possible d’initier quelques-uns à un travail qui les fasse
sortir de leur horrible misère. » Actuellement, il existe des programmes comme celui d’
« un toit pour le Chili », à travers un réseau permanent de jeunes volontaires, qui se
charge de la construction de logements rudimentaires en bois pour les pauvres sans
logis, bien que sans cette dénonciation sociale qui accompagna l’action du Père
Hurtado pour qui la charité commence là où finit la justice.

Modèle de la participation assistée.


Conception de la pauvreté comme carence collective, se référant par ailleurs à un
nous (les pauvres) et exigeant un État protecteur, solidaire et caritatif qui aide les
pauvres à soulager leur condition de carence. Ce modèle correspond aux programmes
sociaux des années soixante, quatre-vingt et nonante, comme ont pu l’être les
campagnes d’hiver ou des activités opérationnelles de santé, dans lesquelles les biens
(toits, aliments, remèdes, attention médicale, etc.) étaient remis ou offerts à la
communauté auparavant organisée. Dans ce modèle, l’organisation est mise en valeur
comme un moyen soit d’optimisation de la remise des bénéfices soit de renforcement
des capacités de gestion et d’autonomisation des pobladores en tant que sujets de
droits. Cependant, comme nous le verrons plus loin, la remise de biens ou la
prestation de services orientées à « soulager » la pauvreté plus qu’à introduire des
changements radicaux dans ces territoires tend à rompre la confiance interne envers
les organisations et à favoriser les relations de clientélisme vis-à-vis de l’État.
Cette notion du contrat social est présente chez les pauvres qui dans leur condition de
catégorie sociale défavorisée estiment avoir le droit à l’aide de l’État en tant que tels
(poblador, chômeur, vieux…). C’est une alliance entre nous les pauvres et un État
qui récompense l’effort collectif à travers des biens et des services. Bien que dans leur
for interne ils voudraient se distinguer et sortir du monde de la pauvreté, ces
pobladores apprendront que c’est cette même appartenance et cette inscription
identitaire qui paradoxalement leur ouvrent les portes aux ressources de l’État et leur
garantissent leurs droits de citoyenneté.
Si le modèle antérieur est seulement une communauté de résistance, dans celui-ci la
participation dans les programmes de l’État les transforme en clientèles avec un
certain degré d’autonomie. La participation comme alliance entre les pobladores et
l’État fixe la ligne de démarcation avec le modèle communautaire. Quelques-unes des
politiques actuelles de l’État moderne au Chili sont centrées sur ce type de contrat
social.

Modèle de subsidiarité ou de citoyenneté moderne.


Conception individuelle de l’action, mais soutenue par un principe d’équité ou d’égalité
d’opportunités. Dans ce modèle du contrat social, on espère que l’État
récompense ou renforce la conduite du pauvre et non sa condition, c’est-à-dire qu’il
aide celui qui aspire à sortir de la pauvreté et fait les efforts pour cela. Les
programmes de formation professionnelle ou de nivellement des études des années
nonante en sont un exemple prototype. Le programme Chile Joven de formation
professionnelle ouvert aux jeunes du monde populaire correspond à cette conception
du contrat social. Des jeunes sans formation technique ou professionnelle s’inscrivent
dans des cours subsidiés, étudient, obtiennent un titre et l’État, finalement, les appuie
en vue de leur insertion au monde du travail.
C’est le modèle de citoyenneté moderne, avec devoirs et droits, obligations de l’État et
des individus. Il correspond à la citoyenneté proprement rousseauiste dans laquelle
les individus en abandonnant une partie de leur souveraineté à l’État récupèrent la
liberté dans le marché. La notion du contrat social se construit à partir d’une
conception du pauvre en tant qu’individu autonome mais vulnérable dans son
aspiration d’autonomie et de mobilité. Le contrat de la subsidiarité est présent chez
ceux des pobladores qui gardent présents dans leur mémoire des moments de
prospérité et de bien-être familiaux mais qui perçoivent en même temps que dans la
société il existe des opportunités et que finalement cela dépend de chacun d’en
profiter.

Ce sont des pobladores avec de l’éducation, un métier, une identité solide du travail et
l’aspiration d’atteindre un mobilité sociale à partir du propre travail. Ces pobladores
connaissent le marché et c’est là qu’ils espèrent pouvoir entrer en concurrence et se
tailler une place dans la société. Cette notion d’un État subsidiaire fait partie de ceux
qui aspirent à participer aux promesses du modèle de marché. Conscients des
limitations et des difficultés de la structure sociale chilienne,- tout comme la majorité
des pobladores, sauf les marginaux -, ils se distinguent par la confiance en eux-
mêmes et en leurs propres connaissances. L’expérience leur montre cependant que
les chutes existent et que leurs itinéraires sont vulnérables, raison pour laquelle l’État
leur demande présence et efficacité dans les moments où on les leur sollicite. Face à
la vulnérabilité de leurs vies, l’espoir finit par être déposé dans un État qui les aide à
accéder à une opportunité à travers des ressources et des capitaux (économiques,
sociaux, culturels…). En contrepartie, ils répondront avec leur capacité d’initiative pour
profiter des opportunités offertes par l’État, par la société et par le marché.

Modèle de résistance communautaire.


Conception collective et participative de l’action orientée vers le dépassement de la
pauvreté, la participation y étant comprise somme l’exercice collectif des droits. Il
revient à l’État d’assurer le respect du principe d’équité et d’égalité d’opportunités,
ainsi que d’aider ceux qui font collectivement des efforts et aspirent à sortir ensemble
de leur condition à travers la reconnaissance de l’action collective des plus pauvres en
tant que sujets de droits.
Cette notion du contrat social comme communauté de résistance a une longue
tradition au Chili. C’est le groupe qui se constitue en demandeur de droits, par
exemple celui au logement. Face à la marginalité et à l’absence de citoyenneté
effective, le groupe acquiert une cohésion autour de valeurs communautaires,
principalement de la solidarité mutuelle qui donne un sens à l’action et à la vie. Ils
exigent des solutions et une reconnaissance de la part de l’État. Contrairement au
contrat rousseauiste dans lequel les individus confluent de façon individuelle comme
sujets de droit, ici c’est la communauté des déshérités qui fait appel à la citoyenneté.
Nous trouvons cette notion du contrat social chez ces pauvres qui, tout en se sachant
partie d’une catégorie sociale d’exclusion, cherchent à rompre avec leur condition de
désaffiliés. L’expérience de travail communautaire et/ou d’un passé rural de forte
organisation et de solidarité constitue des caractéristiques biographiques de tous ceux
qui insistent sur cette notion du contrat. Chez eux persiste le souvenir, souvent
nostalgique, d’un passé où l’autonomie et l’exercice de droits citoyens non seulement
furent possibles mais aussi portèrent leurs fruits dans la construction d’une
communauté avec une histoire et une identité forte. Ce sont des pobladores et des
dirigeants dont l’expérience parle d’une grande capacité de contrôle culturel sur leurs
propres destins. Le souvenir de batailles gagnées avec et contre l’État est le signe de
leur capacité de manœuvrer même dans des conditions et des contextes sociaux
adverses. On n’invoque l’État que dans la mesure où il contribue à une nouvelle
rencontre avec la sociabilité et la communauté perdues. Dans des situations de
rencontre avec un État démocratique et ouvert aux instances de dialogue, ces
capacités qui semblent dormir affleurent avec toute leur force donnant vie à une notion
du contrat que l’on crut souvent perdue.
La révolution dans la liberté et le programme de réforme agraire de Frei Montalva des
années soixante, ainsi que le gouvernement d’Allende des années septante se situent
certainement dans cette perspective. Au cours des années nonante, les programmes
sociaux du fonds de Solidarité et d’investissement social, malgré leurs erreurs300,
recueillent, bien que de façon bien plus réduite qu’au cours des périodes de Frei
Montalva et d’Allende, l’esprit de ces principes de droits et de justice collective.

3.5. Identité(s) dans la pauvreté


Dans des contextes de forte transformation de vie, tout comme les principes qui
définissent le contrat social se diversifient, il en va de même pour les certitudes autour
des identités et du propre projet vital. Le concept de nouvelle question sociale301 surgit
précisément pour rendre compte que nous devons faire face à une nouvelle forme de
penser la relation entre individus, ses identités et le tout social.
Une façon de s’approcher du problème des transformations identitaires a été de le
faire à partir des changements structurels de la société globalisée. On l’a appelée
société réseau, modernité tardive ou société du risque302 et l’on coïncide pour signaler
la profondeur des changements qui affectent l’ordre social actuel et la déception de la
collectivité comme cadre ordonnateur de la vie sociale.

300
Clientélisme et inefficience fondamentalement.
301
Rosanvallon,1998.
302
Castells, 1998; Giddens,1998; Beck, 1997.
Affrontés à la caducité des vieux référents normatifs et sociaux qui définissaient les
actions et les dotaient de certaines certitudes, on remarque que les sujets se voient
obligés aujourd’hui à agir dans un contexte où les marges d’imprévisibilité, de
contingence et d’incertitude sont considérablement amplifiées. Par ailleurs, alors que
certains auteurs mettent l’accent sur l’émancipation progressive du sujet, d’autres
signalent les risques et le déficit de l’individualisme ainsi que la perte des référents
collectifs et publics. Au-delà des différences entre auteurs, il existe une coïncidence
pour signaler la tendance croissante envers l’individualisation du social et ses
répercussions sur l’expérience de chacun. Effets qui non seulement font allusion aux
questions d’ordre économique, technologique ou industriel, mais qui désignent aussi
les effets d’un processus de désinstitutionnalisation des cadres collectifs, qui
structuraient l’identité sociale et individuelle (famille, école, traditions, religion), et qui
obligent à repenser les nouvelles dimensions des identités dans les sociétés
contemporaines.
Se référant à l’époque actuelle Bajoit (2002) signale ceci : « Ce n´est pas évident, en
effet, de se doter d´un projet identitaire auquel jeunes, pobladores, ouvriers puissent
eux-mêmes adhérer et qui leur soit reconnu par les autres, donc, de se donner une
identité dans laquelle ils se sentent bien. Cette sorte d´harmonie acceptable entre
l´individuel et le social – ce sentiment de devenir soi-même en faisant ce que la
société attend -, qui a pu paraître plus “naturelle”, plus évidente, plus simple à d´autres
générations, semble être devenue difficile aujourd´hui… De toute évidence, il y a un
malaise, dans la manière dont notre société socialise ses membres. On peut donc
parler d´une tension, plus ou moins forte, entre l´individu et la société: réussir
socialement et réussir sa vie, ce n´est plus tout à fait la même chose.”303
Effectivement, si autrefois le fils de mineur savait que son destin était de l’être tout
comme son père, aujourd’hui ce même fils sait que la réponse concernant son avenir
reste pendante et que sa recherche est un itinéraire fondamentalement solitaire. Les
modèles d’intégration ne paraîtraient déjà plus assurés. Raccourcir la brèche entre le
désirable et le possible est étroitement associé à la capacité du sujet à construire une
expérience sociale qui arrive à combiner de façon adéquate les constructions sur lui-
même et celles qui opèrent autour de lui ainsi qu’à transiter au milieu d’elles ;
l’importance des tensions structurelles et des supports fondamentaux pour la
réalisation identitaires n’est pas moindre.
Les histoires de reproduction de la pauvreté renvoient nécessairement à la question
de savoir si par hasard ces positions dans le marché et dans la structure sociale
représentent une condamnation ou bien si les personnes qui sont dans l’une ou l’autre
peuvent changer de scénario. Effectivement, dans des conditions d’extrême pauvreté
et de forte inégalité sociale la marge de manœuvre semble mince, mais las
biographes montrent que la propre position n’indique pas toujours une condamnation.

3.6. Réflexion et travail de l’identité


L’assisté est par définition celui qui mérite d’être aidé par l’État ; c’est l’exclu, le
désaffilié de Castel, celui qui manque de liens fondamentaux pour se faire les
ressources lui permettant de résoudre sa survie et d’initier un itinéraire d’intégration
sociale. Le dépassement de la pauvreté, en ces termes, serait aussi la transformation
de sa condition de dépendance de l’État, de l’assistance. C’est le défi auquel se trouve
confronté le pauvre dans sa relation quotidienne avec la société.

303
Bajoit, 2002.
L’effort de dépassement de la double condition de pauvre et d’assisté suppose aussi
de réduire la distance entre le souhaité et le possible. L’expression travail de
l’identité a son sens, à savoir le travail permanent des individus pour concilier et
rapprocher ce sentiment de réalisation de soi et la reconnaissance des autres.304 La
capacité de se faire une identité305 surgit de ce travail que chacun réalise pour
diminuer la distance entre le souhaité et l’assigné.306 Effort permanent qui, dans le cas
de ceux qui se trouvent dans une situation de dépendance et de pauvreté, est
particulièrement difficile à maintenir. Les supports pour la réalisation d’un projet
identitaire sont bien sûr fragiles pour qui vit dans cette situation de pauvreté et
d’inégalité d’opportunités.
Nous savons que derrière tout assisté, pour très dépendant qu’il soit de l’État, il y a
une histoire individuelle qui renvoie à un temps et à un espace spécifique et qui s’y
inscrit. Et c’est justement cette inscription sociale, culturelle et historique qui octroie un
lieu, une identité, une possibilité et une empreinte à la biographie de chaque sujet pour
très pauvre qu’il soit. Et s’il est vrai que l’histoire et la propre position sociale marquent
des tendances dans la réalisation et la construction du sujet, elles ne le décident pas.
Les itinéraires biographiques sont par définition l’identité mise en action; et bien qu´ils
ne pourront jamais échapper aux dynamiques de ce qui a été hérité, ils ne pourront
pas non plus le faire par rapport au désir permanent de réalisation de soi. 307
Spécifier en quoi l’identité est déterminée par la position de l’individu dans la structure
sociale ne nie cependant pas sa singularité. Dans des sociétés inégales et qui sont en
processus de transformation, l’expérience sociale et individuelle n’est pas assurée
parce qu’elle n’est pas une seule ; ce sont les individus qui devraient s’efforcer pour
donner un sens à leurs pratiques. Cette diversification de l’expérience, en même
temps que les exigences de l’individualisation, surgit aujourd’hui comme la forme de
l’expérience moderne. Il ne faut pas s‘étonner de la multiplicité des références
identitaires, peu consistantes et souvent débiles au niveau collectif. Les individus
doivent réaliser des ajustements permanents pour tenter de maintenir une certaine
cohérence dans un milieu qui exige des réponses rapides et opportunes.
L’analyse des récits des plus pauvres nous permettra de nous rendre compte de ces
processus et de montrer les accords que les sujets, en situation d’assistés, établissent
avec leur entourage social pour dépasser leur situation de carence et pour faire
l’expérience d’être quelqu’un dans la vie.
Les itinéraires de vie sont toujours un acte constitutif qui fait appel à la mémoire, à
l’imagination et à la capacité réflexive. L’identité est justement cette tentative de
construction et de projection de soi-même par rapport aux autres. On ne peut
comprendre ni accomplir sa réalisation personnelle sans la reconnaissance sociale,
sans le regard aimable et respectueux d’un entourage à partir duquel pouvoir établir
des complicités pour réaliser et concrétiser un projet de vie simultanément social. 308

304
On reconnaît ces dimensions dans la plus grande partie de la littérature sur l’identité ;
l’identité est par définition la construction et la tension permanente entre l’identité pour
soi/l’identité pour l’autre, dont on peut concrétiser l’expression en termes d’une réalisation
identitaire ou la garder comme projet futur, repoussé ou de difficile atteinte. Les analyses sur
l’identité mettent toujours à l’épreuve cette matrice de tensions dans les processus de
construction identitaire. Bajoit, 2002, Belin, 1995; Larraín, 2000.
305
Bajoit (2002) utilisera le concept de « gestion des tensions existentielles » , j’ai toutefois
préféré parler de « processus de construction identitaire » et éviter ainsi le terme de « gestion »
en raison de son association qu’il tend à avoir avec l’administration rationnelle de ressources.
306
Bajoit utilisera le terme de consonance existentielle pour se référer à ce travail de résolution
des tensions qui se génèrent entre l’identité désirée et celle assignée.
307
De Gaulejac, 1999.
308
Bajoit, 2002; Sennet, 2003.
Comme nous l’avons signalé en d’autres textes309, les histoires des plus pauvres, des
assistés sont souvent des histoires d’ajournement de leurs projets de vie; chez les
plus pauvres, la vie se passe souvent dans la survie, à savoir dans le désir véhément
et partant dans l’absence de projets quels qu’ils soient.
En termes simples, l´histoire et les itinéraires des plus pauvres parlent souvent
d’ajournement et de résignation, c’est-à-dire de la difficulté pour concrétiser ou mettre
en œuvre le propre projet de vie, projet qui, comme nous le savons, ne répond pas
toujours à ce que l’on rêve pour soi-même, mais projet de toute façon. Dans les vies
ajournées, leurs protagonistes perçoivent qu’entre le souhaité et l’obtenu il existe un
abîme infranchissable et dans le meilleur des cas difficile à esquiver.
L’histoire des pauvres est un bon exemple de comment la réalisation de la propre vie
se construit en une complexe transaction entre les opportunités que la position de
chacun et les circonstances octroient et la capacité du sujet de se faire valoir et de
mettre au service de lui-même les ressources que cette structure d’opportunités lui
offre.
Dans cette recherche permanente, le poids de l’histoire et de la culture sur chaque
sujet peut être plus ou moins importante, mais l’individu ne se réduit jamais totalement
à ces conditions, il lui revient plutôt de répondre, de construire et de créer des
réponses à sa situation.
La réalisation de la propre vie semblerait être étroitement liée à la résolution de cette
tension entre les constructions qu’un individu possède à propos de lui-même et celles
qui opèrent dans son entourage. Même si la relation entre ces deux dimensions est
étroite (l’image de soi est dépendante de la reconnaissance de l’autre et vice versa),
toutes les deux n’ont pas la même signification. L’analyse des itinéraires individuels
illustre amplement la pertinence de cette distinction. Dans les récits de vie, on
découvre souvent des efforts désespérés des sujets pour rompre cette distance entre
l’image de soi et la reconnaissance que les autres font d’elle.
De façon synthétique, la réalisation du propre projet de vie et de l’identité semble
étroitement liée à la capacité des sujets de construire une expérience sociale qui
arrive de façon adéquate à combiner l’hérité et le souhaité et à transiter parmi eux. La
manière de chacun pour résoudre cette tension ne sera pas identique, les logiques du
sujet variant toujours entre conformisme ou rébellion pour en finir avec la distance
entre le souhaité et le possible : «Chacun se débrouille comme il peut, entre ce qu´il
veut et ce qu´il doit, avec son mélange de vérité et de mensonge, de lucidité et de
ruse, de droiture et de compromission. Pour rester sujet, il faut savoir tantôt fermer les
yeux sur soi-même, tantôt les ouvrir.»310
C’est au moyen de ce processus que les individus construisent leur identité, identité
que chacun cherchera soit dans sa famille, soit dans son travail, soit dans sa
communauté, dans l’État, dans le quartier. Le travail sur soi-même, l’identité, suppose
toujours un travail avec d’autres, en relation avec les autres; c’est un travail de liens et
d’engagement, toujours. C’est là, dans la pratique quotidienne, individuelle et
collective, que la capacité de ces pobladores de construire le projet identitaire souhaité
est finalement mise à l’épreuve.

309
Márquez, 2002; Bengoa, Márquez et Aravena, 2000.
310
Bajoit, 2002.
3.7. Le pauvre par rapport à l’État
Par l’intermédiaire de quelles actions les pauvres de la ville arrivent-ils à dépasser leur
condition de carence et de dépendance par rapport à l’aide de l’État ? Quelles
conditions l’État doit-il remplir pour pouvoir avoir une incidence sur ces itinéraires de
mobilité et d’autonomie ?
On ne peut comprendre le dépassement de la condition de pauvreté et le début
d’itinéraires d’intégration sociale si on ne fait pas l’analyse du sujet et de ses pratiques
sociales, à savoir des actions orientées socialement avec d’autres. L’étude du jeu
complexe de négociations et d’interactions entre l’État et les sujets est centrale pour
comprendre comment à travers lui s’accordent des engagements et des actions en
vue de constituer de façon conjuguée l’ordre social. Le poids structurant des
dimensions externes a besoin d’être complété par une analyse de la pratique, c’est-à-
dire de l’interaction et des sens mis en jeu par les assistés et les agents de politique.
311

La relation entre des agents et des assistés est une relation qui se constitue des deux
côtés. Admettre l’existence de cette diversité de pratiques oblige donc d’envisager le
problème á partir d’une perspective de champ de relations 312 où les uns et les autres
mettent en œuvre des stratégies différentes. Les agents publics ont certainement leur
propre façon de se représenter et d’interpréter les problèmes qui affectent les plus
pauvres et ce sont eux aussi qui définissent les critères et les actions qui, à leur
jugement et dans le cadre de leur position au sein de la structure de l’État, semblent
les plus adéquats.
Le concept de champ de relations 313 nous permet de relever deux aspects centraux
pour notre propos : la notion de champ314 qui fait allusion aux forces structurantes de
la société et de ses agents, et la notion de relations qui fait allusion à l’interaction des
acteurs et à leur relative autonomie par rapport à des structures. La notion de champ
rend possible l’incorporation de l’analyse des différences entre les agents ainsi que la
complémentarité et la rivalité qui se construit entre eux. Pour autant, elle nous
rapproche de la compréhension des rapports de force entre les exécutants des
programmes et des politiques et leurs logiques de concurrence. Plus importants sont
les ressources, les programmes et les subsides dont dispose l’État, plus grand sera le
contrôle du champ.
Le concept de champ, par opposition à la l’optique interactionniste, nous offre une
vision structurelle qui prend en considération les effets qui se produisent en marge de
toute interaction. La distribution inégale pèse aussi sur tous les agents. Pire soit leur
situation, plus restreintes seront leurs possibilités d’agir et de s’imposer. Le champ
propose un futur prévisible et calculable et les agents acquièrent en lui des
connaissances pratiques et des dispositions transmissibles (des routines) qui sont les
fondements de leurs pratiques.
La notion de champ marque la rupture avec la logique abstraite de la détermination
automatique. C’est la structure du champ, c’est-à-dire la structure de rapport de force
ou de pouvoir entre les agents qui détermine les conditions dans lesquelles ceux-ci
décident, ou négocient, le transfert de l’aide de l’État. Cette vision de l’action restitue
aux agents une certaine liberté et une marge de manœuvre, sans oublier

311
Remy et al, 1991
312
Bajoit, 2002.
313
Hirschman (1970) parlera de « système de relations » ; Villasante (1994) d’ « ensemble
d’actions » dans une perspective semblable à la nôtre.
314
Bourdieu, 1987.
complètement cependant que les décisions ne sont pas autre chose que des options
entre des possibilités définies et que les actions doivent aussi leur orientation et leur
efficacité non seulement à la relation intersubjective mais aussi à la structure des
relations données, objectives.
Cependant, la notion de relation et d’interaction introduit la possibilité que les assistés
interviennent et entrent dans la controverse sur les termes de la relation à l’intérieur de
ce champ. Le poids ou la force dont cet acteur dispose, acteur qui souffre du champ
en même temps qu’il le structure, dépend finalement de l’ensemble de l’espace social.
315
Ce que nous voulons dire est que le transfert, à savoir celui de ressources
déterminées, de capacités ou de valeurs aux pobladores de la part de l’État n’opère
pas de façon linéaire ni directe. Au contraire, il existe une série de médiations sociales
qui ouvrent des possibilités distinctes d’appropriation ou d’utilisation de l’offre de l’État
de la part des sujets.
Les pobladores, sujets de politique, ne sont pas non plus un groupe uniforme et
homogène. Déterminer cette diversité exige une analyse de la représentation de cette
relation et des ressources que l’on arrive à mobiliser dans cet échange. Le degré de
dépendance par rapport aux services offerts est lui aussi essentiel pour comprendre
leurs stratégies et leurs orientations vers la mobilité sociale. Les pobladores ont leurs
représentations, ils discutent, négocient ou acceptent les critères qu’on leur impose,
mais toujours dans la perspective d’adapter ces services et ces ressources à leurs
stratégies particulières, à leurs identités et à leurs projets de vie. 316
Les pobladores ne sont jamais des sujets passifs dans leur relation avec les agents de
l’État. Ils interprètent les perspectives et les processus identitaires que leur fournit leur
horizon social et culturel et ils agissent en conséquence. Dans leur quotidienneté et
avec un degré distinct de contrôle et de pouvoir, ils négocient et réinterprètent toujours
les propositions de l’État. La réalité sociale n’est pas seulement une condition qui rend
plus difficiles les stratégies d’action et les empêche, elle définit aussi, utilisant la
célèbre formule sartrienne, un champ du possible.
Il est bien connu de la part des fonctionnaires municipaux comment les gens cachent
leurs choses, quand on les soumet à l’enquête pour la fiche CAS, dans le but de
paraître plus pauvres qu’ils ne sont et d’avoir ainsi accès à la possibilité de subsides,
ou encore, ce qui est plus surprenant, ils cachent leur pauvreté pour éviter le stigma
du subside. 317
Au cours de l’interaction, il y a des conséquences non intentionnelles, qui résultent
posséder une position clé pour comprendre l’importance symbolique ou matérielle
qu’un subside ou un programme social assume pour un groupe ou un sujet déterminé.
Autrement dit, les stratégies d’intervention sociale mises en pratique par les agents de
l’État ont des effets différents dans l’agir des sujets et de leurs familles, ainsi que dans
la construction du champ de relations entre eux et le réseau de l’État. Toute offre de
l’État, toute politique sociale constitue, du point de vue de son contenu et de l’offre

315
Bourdieu, 2000.
316
Martinic, 1995.
317
D’accord avec les assistantes sociales de la commune de Pudahuel, ce phénomène est plus
récent et on l’observe dans des familles qui, au milieu des années quatre-vingt-dix, c’est-à-dire
en pleine croissance de l’économie chilienne, arrivèrent à dépasser la « ligne de pauvreté »,
mais qui virent tomber à nouveau leurs ressources à la fin de la décennie. Ces familles se
refusent à redevenir « quadrillées » ou « classifiées » comme pauvres/assistés en raison du fait
qu’ils cachent non pas leurs biens mais bien leur chômage ou leur diminution de ressources ;
même quand cela leur signifie par exemple que leurs enfants ne reçoivent pas de bourse
d’alimentation (notes de terrain août 2002).
elle-même, une stratégie d’intervention qui d’un côté propose une réponse technique
et qui de l’autre organise un espace social dans lequel les relations sociales entre les
acteurs qui interviennent dans l’expérience se structurent.
Dit de façon synthétique, étudier la relation entre pobladores et les politiques
publiques n’est pas le faire au sujet de la relation face à face entre un individu et un
agent public, mais un champ de relations complexes entre pobladores et
fonctionnaires qui n’ont pas les mêmes préoccupations, ni les mêmes ressources, ni la
même conception quant au comment concrétiser des notions du contrat social, parfois
radicalement différentes.
Le thème du comment cette expérience se construit et quelles sont les logiques qui
orientent l’accès à ces opportunités théoriquement ouvertes à tout le monde constitue
précisément le sujet de l’analyse.
Dans la troisième et dernière partie de ce document, nous présenterons brièvement, à
partir de l’analyse des récits de quarante-huit pobladores, les aspects suivants : i) les
conceptions du contrat social, - à savoir des droits et des devoirs entre ces habitants
de la lisière de la ville et de leur capacité d’échanger, de négocier et d’imposer leurs
points de vue face à l’État et à ses agents publics - ; ii) les tensions identitaires de ces
pobladores par rapport à la réalisation ou la non réalisation de leur projet identitaire,
ainsi que les contradictions entre l’idée et l’aspiration qu’ils se font d’eux-mêmes et la
réalisation effective de leur projet identitaire ; iii) le travail identitaire de ces sujets vis-
à-vis d’eux-mêmes et de leurs relations d’altérité, qui est ce qu’ils disent d’eux-mêmes
pour justifier, résoudre et réaliser leur projet identitaire et satisfaire leurs aspirations; et
finalement, iv) les principes qui orientent l’action de chaque poblador par rapport à
l’État, au marché et à ses égaux pour réaliser son projet et ses conceptions du contrat
social.
En suivant cette matrice d’analyse nous proposons de comprendre les processus à
travers lesquels les politiques sociales ont une incidence – ou non – sur la mobilité et
sur l’intégration sociale des plus pauvres de la ville.

4. Conclusions : Du contrat social

4.1. De l’égalité et du contrat social


L’égalité, la distance entre groupes sociaux vis-à-vis du pouvoir et de la richesse
constituent la grande préoccupation qui accompagne nos sociétés modernes. La
société naît de la recherche de l’intégration et la pensée du social se fait l’écho de
cette crainte à l’égard de la rupture et de la désagrégation. C’est ainsi que nous en
avertissent les analyses qui rendent compte du passage de la communauté à la
société, ou du comment le capitalisme et l’individualisme attentent contre la société.
C’est dans ce cadre qu’il faut comprendre que malgré les inégalités et les asymétries
sociales, la majorité des sociétés actuelles affirment le principe de l’égalité, celle des
droits, des libertés et même celle des opportunités et des capacités…318
Depuis l’illuminisme, toutes les philosophies politiques et sociales, y compris les plus
libérales, même si elles justifient certaines libertés réelles, postulent l’égalité entre les
hommes dans certains domaines. Tocqueville identifiait déjà la modernité et le propre

318
Dubet, 2000, 2003.
sens de l’histoire comme le triomphe obstiné de l’égalité. Égalité qui ne sera pas
seulement l’égalité réelle des conditions de vie mais aussi l’extension d’un principe
d’égalité des individus malgré les inégalités sociales réelles.
Pour Rousseau, l’égalité sera le centre de la justification d’un ordre civil pervers.
L’État, né du pacte initial entre les hommes, a l’obligation de garantir la liberté à
travers les lois, de promouvoir l’équité distributive de la richesse et d’encourager un
système éducatif fondé sur le sentiment de l’amour pour la collectivité. Ce sont sur ces
piliers que se fonde l’équilibre d’une société qui enchaîne ceux qui l’intègrent, mais il
est néanmoins bénéfique de lui appartenir. Dans cet accord généralisé, chaque
homme se livre à la communauté et tous y gagnent vu que ce que l’on perd
individuellement est compensé par ce que l’on reçoit des autres. Dans la célèbre
formule de « Du Contrat Social », ce dont il s’agit est de trouver alors « une forme
d’association qui défende et protège avec la force commune la personne et les biens
de chaque associé et en raison de laquelle chacun s’unissant à tous n’obéisse qu’à
lui-même et reste aussi libre qu’avant ; tel est le problème fondamental auquel le
contrat social apporte une réponse. » 319
Ainsi conçu, le contrat social génère une nouvelle entité morale collective à laquelle
tous ceux dès lors « citoyens » appartiennent, obtenant des droits tels que ceux de
liberté, d’égalité et de propriété. Dans la modernité, les individus seraient considérés
comme égaux et leurs inégalités empiriques ne pourraient pas se fonder sur la
naissance, ni sur la race ni sur la tradition.
Toutes les théories du contrat social placent comme principe une égalité initiale à
partir de laquelle il serait possible de discriminer entre les inégalités justes et injustes.
Effectivement, les sociétés modernes sont égalitaires dans la mesure où elles
étendent le droit à l’égalité, spécialement à celle des opportunités, ainsi que dans la
mesure où en termes normatifs, juridiques et politiques elles acceptent les inégalités
mais empêchent que les individus entrent en concurrence pour les opportunités
économiques, politiques, juridiques et éducationnelles.
L’égalité finalement est à l’origine de la dynamique sociale de la modernité, des
utopies des mouvements sociaux et de l’imaginaire de bon nombre d’individus.

Des notions du contrat


Dans la théorie de Rousseau, le contrat social est à la base de la constitution de
l’État ; en vue de notre analyse des récits et des perceptions des pobladores, nous
entendrons par contrat social la relation entre les pauvres et l’État, leurs droits et leurs
obligations ; à la base de cette conceptualisation appliquée du contrat social il y a la
citoyenneté.
Dans la conception moderne de citoyen confluent le principe de l’égalité de base des
personnes et la considération de l’individu comme membre d’une collectivité, exprimée
par l’intermédiaire de la reconnaissance d’une série de droits fondamentaux. De cette
façon, la citoyenneté renvoie toujours à l’idée d’une structure de droits et de
responsabilités des personnes dans leurs relations avec l’État et la communauté
politique. Le contrat social de Rousseau conçoit que tous ceux qui participent à ce
contrat ont une condition de citoyenneté égale, mais dans les sociétés à haut degré de
pauvreté et d’inégalités, les plus pauvres savent que cela n’est pas respecté. Le
contrat social est donc un concept adéquat pour comprendre le type de société
imaginée à partir de ces histoires de pauvreté.

319
Rousseau, (1762), 1999, Libro Primero, VI.
Une première évidence qui parcourt notre étude se trouve dans les multiples visages
que la notion de contrat social acquiert aujourd’hui chez les plus pauvres. Notions
diverses qui se superposent et parfois s’opposent entre elles. Nous avons pu établir
quatre types idéaux, c’est-à-dire quatre formes d’imaginer et de représenter l’accord
(implicite ou explicite) entre divers acteurs, qui n’exprime pas seulement les
aspirations de la collectivité, mais aussi la légitimité des intérêts collectifs en raison
desquels chacun est disposé à remettre à plus tard où à renoncer à une partie de ses
propres intérêts.
Dans ces nos sociétés modernes, la pauvreté en tant que « question sociale » est un
sujet de préoccupation publique ; c’est l’État qui est appelé à s’en charger. Dans des
sociétés aux niveaux de pauvreté tels que ceux des sociétés latino-américaines, la
notion d’un contrat social contient toujours une réponse à la question sur la
responsabilité de l’État à l’égard de ceux qui sont en situation de carences et
d’exclusion de la société. Que doit faire l’État pour aider les plus pauvres à sortir de
leur condition ? Les réponses à cette question sociale, nous le savons, dépendent en
même temps de la manière dont la pauvreté au cours de l’histoire et des sociétés a
été représentée et conçue. Une question inéluctable pour la définition de la question
sociale set celle-ci : Comment ou pourquoi on arrive à être pauvre ?
Si la pauvreté est conçue comme une question structurelle, ce sera un devoir pour
l’État d’aider les plus pauvres en tant que catégorie sociale et que victimes du
fonctionnement du système social, qu’il s’agisse de les protéger et de les assister en
leur condition de pobladores organisés, de collectif de travailleurs, de femmes, ou de
les aider à s’unir, à solidariser et à se mobiliser autour de projets collectifs pour tirer
avantage de leur rapport de force. Sortir de la pauvreté exige donc des acteurs
dominés de dénoncer et d’agir sur la production structurelle de la pauvreté et de
l’exclusion.
Si les origines de la pauvreté se situent chez l’individu, il reviendra à l’État d’aider les
pauvres à sortir de la pauvreté grâce à la mise à leur disposition des moyens
adéquats. En tant que marginaux, ils pourront être resocialisés, disciplinés, habilités et
acculturés selon les normes dominantes ; en tant que dépendants ou désaffiliés, il
faudrait les aider à obtenir les ressources, les qualifications et les capitaux leur
permettant de devenir autonomes et responsables de leurs destinées personnelles.
Sortir de la pauvreté est alors une affaire de capacités et d’effort de chacun.
La responsabilité dernière de l’État et la définition des principes de l’aide de la part de
l’État se débattent entre deux versants de l’idée classique de justice sociale, à savoir
l’équité et l’égalité. L’égalité vise la plus petite distance acceptable entre catégories
sociales vis-à-vis du pouvoir et de la richesse, elle suppose un plancher et un plafond
et partant exige une action redistributive et non corrective du marché de la part de
l’État.320 La considération du contrat social comme affaire de solidarités instituées
envers les pauvres requiert alors l’instauration de mécanismes de redistribution de la
richesse. L’égalité fondamentale proclamée par la Déclaration universelle des droits
de l’homme constitue la base minima d’une égalité appelée à devenir réelle dans la
mesure où la redistribution des richesses se concrétise. La légitimité du contrat
s’appuie sur les nécessités matérielles des gens dans des conditions de pauvreté ;
prouver telle condition de carence est pour autant une condition de l’individu et/ou de
sa communauté pour pouvoir bénéficier légitimement de l’aide instituée socialement et
que l’État se charge d’administrer. 321

320
Carretón et Cumsille, 2002.
321
Bajoit, 2005.
L’équité, de son côté, vise l’égalité d’opportunités pour la satisfaction de nécessités de
base ou d’aspirations définies socialement. Cela exige de l’État un éventail de
politiques générales permettant d’assurer un plancher à tous ainsi que de politiques
correctives du marché. Le pauvre doit prouver, pour avoir un accès légitime à l’aide
instituée, non seulement sa nécessité matérielle, sa condition de pauvre, mais aussi
son engagement et son intérêt pour sortir de la pauvreté et atteindre son autonomie
individuelle ou collective. L’État, de son côté, devra lui assurer l’égalité d’opportunités
et un accès aux moyens pour obtenir cette autonomie.
Dans le principe de l’égalité, on reconnaît l’idée du contrat social qui prévalut durant
toute la première phase de la modernité, celle de la société industrielle, tandis que les
principes de l’équité font leur apparition en même temps que l’instauration du modèle
néolibéral et des rapides transformations de notre société.
Notre étude montre l’existence de ces deux dimensions dans les perceptions des
pobladores, le principe de l’équité compris comme le droit de tout Chilien à avoir accès
à un minimum de subsistance digne et le principe de l’égalité entendu comme
l’affirmation du caractère solidaire et anticlassiste de la société. L’absence du premier
affecte et provoque l’érosion de l’identité des individus ; l’absence du second au
contraire affecte et provoque l’érosion de la société en tant que communauté.
Nous avons vu que dans la construction et dans la genèse de ces types idéaux du
Contrat social se conjugue une certaine idée non seulement de ce qu’est la pauvreté,
la vie du pauvre, mais aussi de ce que l’on attend de l’État et de soi-même. Les
notions du contrat social naissent d’un contexte social historique, d’une expérience,
d’une identité et de la définition d’un accord social et historique.
C’est à partir de cette diversité de notions du contrat social que les pobladores et les
agents de l’État entrent en relation et construisent leur champ d’action. Dans le
contexte de cette pratique, des conditions matérielles et sociales, des sens culturels et
idéologiques on construit les relations de confiance ou de méfiance, de suspicion ou
de soumission, de domination ou d’autonomisation, de stratégie pragmatique ou de
nostalgie silencieuse. C’est dans le cadre de ces interactions que chacun intériorisera
les finalités légitimes, acquerra les compétences, se servira des ressources, prendra
sa part d’opportunités et fera l’expérience des formes de domination ou en souffrira.
C’est justement pour cela que l’imposition ou la traduction du contrat social est
mesurée par la propre expérience, des relectures et des interprétations multiples
existeront toujours. Dans la pratique, les pauvres perçoivent de diverses façons leur
citoyenneté ; il y en a qui tout au long de leur vie de misère n’ont accumulé aucune
notion de leurs droits et ne font qu’implorer de la part de l’État l’aide et la charité
(modèle de la bienfaisance) ; il y en a d’autres, de forte tradition communautaire et
paysanne pour qui les droits citoyens se constituent collectivement et on n’exige de
l’État que la reconnaissance de sa condition de tel (modèle de communautarisme de
résistance) ; il y en a d’autres au contraire qui apprirent que les droits de citoyenneté
se construisent collectivement et habilement sous la protection de l’État et de ses
politiques sociales (modèle de participation assistée) ; enfin, il y a ces pobladores qui,
étant pauvres, apprirent au long de leur itinéraire que s’il y a des droits il y a aussi des
obligations et on demande simplement à l’État qu’il s’ouvre et qu’il facilite les
opportunités (modèle de citoyenneté moderne).
La relation d’aide et d’assistance au plus pauvre se construit à partir de cette diversité
de regards et de points de vue, comme dira Bourdieu. Elle est toujours une relation
problématique qui transite de façon ambiguë entre le discours pour les droits des
pauvres, les évidences de la domination et la rareté d’opportunités.
Des pauvres
Le désir d’une vie meilleure, d’une place dans la société et dans la ville est et a été
historiquement une revendication à la base du mouvement de pobladores au Chili.
Dans ce désir, les pobladores des années quatre-vingt-dix ne semblent pas se
différencier de ceux qui les ont précédés. Néanmoins, leurs récits laissent entrevoir
trois éléments distincts de ce que furent les acteurs populaires du milieu du XXe siècle.
Un, la débilité de leur appartenance de classe (ouvrière, populaire) ; deux, l’aspiration
croissante, bien que non exclusive, à l’intégration et à la mobilité individuelle ; et trois,
étroitement liée aux deux précédentes, la force que, dans la relation avec l’État et ses
politiques sociales, le silence, le pragmatisme, le désespoir et une action fragmentée
et d’évidente réclamation clientéliste acquièrent.
C’est peut-être dans ces traits que réside l’un des changements les plus importants,
en considérant la tradition communautaire et de lutte sociale, du monde des
pobladores au Chili. La croissante individualisation et le détachement des liens et des
habitus qui les contenaient et à la fois les protégeaient sont une évidence confirmée
par notre étude.
La participation du monde des pobladores, comprise comme une expression de
citoyenneté, pendant des décennies contribua à contrôler et à limiter le pouvoir de
l’État. Mais surtout, la participation du mouvement des pobladores stimula le
développement d’une culture de plus grande agitation et de justice sociale supérieure.
Aujourd’hui, la constitution d’acteurs sociaux est affrontée non seulement à la
diversification de leurs principes d’action et à la carence de thèmes unificateurs mais
aussi à l’exclusion et à la vulnérabilité sociales. Dans des situations d’intégration
sociale fragile vis-à-vis des modèles de modernité, les acteurs pobladores sont
absents du scénario et du débat public. Non seulement le contrôle culturel s’est érodé,
mais de plus la notion du contrat social s’est fragmentée.
À partir de la précarité des référents collectifs et des obstacles du marché, la
construction de « soi-même » devient en sa plus grande partie un travail harassant.
Les difficultés pour l’autodétermination des individus dans ces univers de pauvreté et
de démobilisation sont évidentes. Les processus d’individualisation surgissent alors
comme une tension qui se débat entre la terreur de la perte de la communauté et le
désir compulsif de la rupture avec ces liens ataviques du monde solidaire et à la fois
encadrant de la pauvreté. Pour les uns, la perte de ces liens ne peut pas autre chose
que signifier l’enfouissement dans la pauvreté et l’incertitude face à un contexte de
forte vulnérabilité et d’exclusion ; pour d’autres, c’est la possibilité d’une émancipation
et finalement d’une intégration aux promesses de la modernité, du marché et de la
mobilité sociale si attendue, que tous les pobladores cherchent d’une façon ou d’une
autre. Dans les récits des pobladores, la pauvreté et l’inégalité apparaissent d’un côté
comme un impératif inéluctable parce que la pauvreté et l’inégalité détruisent la
solidarité de la société et de ses communautés, mais d’un autre côté il existe un grand
scepticisme quant à la capacité de l’État, de la société et de chacun pour en sortir.
La méfiance à l’égard des capacités de l’État n’arrive cependant pas à se transformer
en une confiance envers les mécanismes du marché-enfouissement ou de la société
civile. Au contraire, l’État est encore perçu comme le principal, et parfois l’unique,
responsable du développement et de l’égalité. La réclamation cependant vient de la
perception que l’État n’a pas la capacité ou la volonté de résoudre les problèmes qui
les affectent. La réclamation n’est pas une négation de l’État ni un cri de soulèvement,
elle n’est qu’une plainte de qui se sait oublié par le père protecteur. L’expérience leur a
enseigné que sans État, il n’y aura pas de redistribution ni de survie possible. Malgré
les évidences de la bureaucratie, du pouvoir, des influences, des intérêts privés, etc.
face aux évidences de la propre pauvreté, l’invocation dirigée à l’État persiste.
Le scepticisme à l’égard du dépassement de leurs conditions naît aussi de la
perception que les acteurs collectifs, les organisations et les liens communautaires se
sont affaiblis. La nostalgie cependant envers un passé de solidarités laisse entrevoir
que l’action collective est encore valorisée. Néanmoins, personne ne pense qu’en
réactivant ces vieilles solidarités on pourra dépasser les conditions de pauvreté et
d’inégalités. La méfiance, le stigma, la violence et la discrimination sont là pour faire
avorter toute tentative de réactivation de ces collectivités.
C’est précisément cette tension entre l’impératif éthique de l’égalité et le scepticisme
envers l’État et les acteurs sociaux comme instruments pour y arriver qui explique une
bonne partie du pragmatisme ambigu qui persiste chez les pobladores. Se gratter de
ses propres ongles, se suffire à soi-même, surgissent comme des réponses plus que
comme une valorisation des mécanismes du marché, comme des mécanismes
défensifs d’un désespoir appris. Plus qu’un projet individuel, ce que l’on observe est
une forte nostalgie pour la communauté perdue et une réclamation persistante envers
un État débile. Chez ces pobladores, la valorisation d’un contrat social qui mise sur
l’égalité et la méfiance vis-à-vis de sa concrétisation se côtoient.
Historiquement, au Chili les quatre niveaux de citoyenneté et de modèles du contrat
social ont vécu ensemble. Le plus traditionnel a été celui de la bienfaisance. Les
pauvres voient dans l’État la possibilité de protection que dans les systèmes des
haciendas et semi féodaux le patron leur octroyait. Ce fut aussi la base du populisme
des gauches latino américaines.
Face à l’absence de citoyenneté, les communautés s’organisèrent en sociétés de
résistance. Au Chili, il existe une longue tradition qui va du début du vingtième siècle
jusqu’à aujourd’hui, où la solidarité est la valeur centrale qui organise la communauté.
On exerce des pressions sur l’État pour qu’il reconnaisse les droits des pauvres, par
exemple celui au logement gagné d’un commun accord. La participation des
pobladores dans la solution de leurs problèmes a été présente dans de nombreuses
politiques les plus récentes de l’État. C’est ainsi qu’il se produit une sorte d’alliance
entre pobladores et État en fonction d’objectifs concrets, logement, eau potable,
égouts, électricité, pavement, etc.
Finalement, la notion de droits proprement dite, qui reconnaît les pauvres comme des
citoyens de plein droit, des sujets de droit, est encore une notion de citoyenneté
sûrement pendante. C’est cet imaginaire qui est présent chez de nombreux pauvres
mais qu’il est difficile d’atteindre soit en raison de la précarité dans l’emploi, de l’accès
fragmentaire au marché, de l’absence ou de la réalisation partielle de leurs droits
économiques, sociaux et culturels, et par là même de leurs droits civils et politiques.
L’analyse de ces quatre modèles nous montre que dans la mesure où les systèmes
traditionnellement d’assistance ou de bienfaisance (État absent), ou que les
mécanismes de caractère communautaire (communauté perdue) s’affaiblissent et
s’érodent, il ne reste que les modèles de participation assistée (cooptée) et de
citoyenneté incomplète. Dépourvus du père bienfaiteur et des liens solidaires de la
communauté, un ensemble de relations, que l’on pourrait dénommer comme
anomiques et qui parlent de l’absence de mécanismes d’intégration, et l’apparition de
hauts niveaux d’absence de contrôle social, avec les conséquences de violence, de
délinquance et de formes détériorées de vie en commun, sont générés.

4.2. De l’efficacité des politiques sociales


La pauvreté est une construction de la politique sociale actuelle, mais elle l’est aussi
de la part des pauvres qui dans cette relation d’ « assistés » se construisent eux-
mêmes.
Les pauvres de l’actualité ne le sont pas seulement pour manquer de biens, pour ne
pas avoir la capacité ni le droit à l’opportunité, pour dépendre de l’assistance de l’État,
pour manquer de contrôle et de pouvoir dans notre société. Ils le sont aussi pour leur
capacité d’accommodation, pragmatique et silencieuse, vis-à-vis d’un État qui les a
appauvris et les a fragmentés dans leur condition de citoyen, de poblador ou
simplement d’assisté.
Le problème de la pauvreté pour autant ne se situe pas dans la seule carence ou dans
les nécessités de base, mais dans le domaine du pouvoir sur les autres et du pouvoir
sur soi-même. L’incidence des politiques sociales se juge justement à partir de leur
capacité de modeler et de construire les conditions pour faciliter ou simplement
annuler la capacité de décider de façon autonome de son propre destin.
L’analyse des récits de vie indique que l’État et ses politiques provoquent rarement
des processus significatifs d’autonomisation et de citoyenneté. Au contraire, la
dépendance, le clientélisme, le désespoir et même l’anomie sont des traits qui
caractérisent la pauvreté de ces temps-ci.

Le bon travail
Quelles que soient les transformations du monde du travail au Chili, il est certain que
celui-ci continue d’être non seulement le principal facteur en jeu dans le dépassement
de la pauvreté en termes de ressources, mais il est aussi un référent identitaire pour
l’intégration sociale.
Notre recherche permet de conclure que l’articulation vertueuse des pobladores avec
le marché du travail se fait rare ; les travaux sont d’une précarité telle que l’on y dure
difficilement pour beaucoup de temps. Cependant, toutes les familles de notre univers
qui obtinrent que l’un ou l’autre de ses membres trouve du travail, avec ou sans l’aide
de l’État, montrent des évidences significatives d´améliorations dans leurs ressources,
leur qualité de vie et leur perception d’une meilleure dignité en tant que citoyen. Avec
l’intégration au marché, non seulement les ressources augmentent, mais aussi le sens
de droits et de respect envers soi-même. Le résultat que l’insertion dans le travail peut
avoir dans l’obtention d’une pleine intégration chez ces pobladores incite à remarquer
l’importance du rôle de l’État dans le fait de faciliter cette insertion au travail et d’y
intervenir, mais aussi celle de la centralité qui est la sienne pour une intégration
durable, pour le droit à un bon travail, c’est-à-dire à une rémunération et une journée
dignes. Nos récits rendent compte du coût que les longues journées et la surcharge de
travail d’un bon nombre de ces pobladores et pobladoras ont sur l’éducation des
enfants. La mère qui vit d’un petit commerce d’alimentation installé dans la cour de sa
maison et qui doit réaliser des tours avec ses enfants pour recevoir les clients, sans
aucune possibilité de partager un déjeuner ou un dîner avec eux, est le plus clair
exemple des tensions que le maintien d’un travail exige au sein de leurs vies. Nous
voyons aussi comment l’incorporation de ces femmes au monde du travail les met
souvent en conflit avec leur conjoint ainsi qu’avec l’éducation des enfants, créant des
situations de stress et aussi de violence familiale. Le résultat peut aller depuis
l’abandon du travail jusqu’à devoir assumer des charges de travail et de
responsabilités qui peuvent l’amener à tripler leurs journées de travail.
Le rôle que l’État peut jouer dans l’intermédiation avec le noyau familial ainsi que sur
le marché du travail est central pour le début de processus d’autonomisation chez les
pobladores. En ce sens, dépasse la pauvreté non seulement qui obtient des
ressources monétaires lui permettant de payer deux canastas de base mensuelles
d’aliments, mais aussi par-dessus tout qui arrive à se redresser et à maintenir sa
condition de travailleur dans le temps. Nous savons néanmoins que les politiques de
l’emploi et de la formation professionnelle constituent une partie fort mineure de l’offre
qu’ils reçoivent et souvent d’une telle qualité que des processus significatifs d’insertion
au travail sont rarement résolus.

Le logement digne
L’une des ressources les plus importantes de ces familles est le logement. Sa valeur
est relative à son usage et elle est aussi symbolique ; on y réalise les tâches de
reproduction de la famille, on y travaille, on y investit, les rêves et les aspirations
d’intégration et de mobilité sociale y surgissent.
Notre recherche, tout comme d’autres études, montre cependant qu’au Chili les
pobladores qui résident dans ces ensembles de logements – presque un million de
personnes – sont insatisfaits : les deux tiers veulent s’en aller mais n’ont pas d’autre
option que celle de rester.322 Les logements sociaux construits au cours des dernières
décennies sont déficients en termes de qualité de construction, ils ne s’adaptent pas
non plus aux besoins et aux aspirations de ces familles. La perception de ne pas avoir
droit à un logement digne, c’est-à-dire à un qui s’ajusterait à leurs modes et à leurs
styles de vie, est présente chez un bon nombre d’entre eux.
L’architecture et l’urbanisme des logements et des ensembles sociaux privilégient la
quantité par-dessus le dessin, ce qui pourrait y rendre la vie plus aimable. Les
pobladores se voient obligés de les modifier et de les agrandir en dehors de toute
norme légale ou de sécurité. Cependant, en plus des déficiences structurelles ou
matérielles, les logements sociaux apportent avec eux des problèmes qui exacerbent
la méfiance, le stigma et l’opacité des relations dans le nouvel entourage. Comme une
prophétie accomplie de par elle-même, en peu de temps ces espaces sont
abandonnés à eux-mêmes et maltraités, se transformant en endroits de haute
insécurité et de peur pour ses habitants. Le repli à l’intérieur du logement
(l’ « engrillagement »), l’abandon des endroits qui étaient destinés à des espaces verts
et à être utilisées pour la récréation, la honte et la dissimulation font aussi partie des
résultats imprévus de ces politiques sociales de logement.

La réciprocité érodée
Dans des contextes de pauvreté, la survie quotidienne constitue la préoccupation
centrale de chacune des familles. Mais si dans le campement ou sur les bords de la
rivière, la réciprocité amplifiée soulageait en partie ces urgences, dans les ensembles
de logements sociaux ces logiques de réciprocité tendent à se rompre. Opprimés par
les dettes, les travaux précaires, le manque de temps libre et l’insécurité croissante,
etc. les pobladores ont des difficultés pour maintenir les relations sociales et leur
capacité de réciprocité devient fort limitée. La partie de football, les après-midi sur le
banc improvisé, les conversations à la chaleur d’une flambée, les réunions de
l’organisation, etc. sont des pratiques peu fréquentes dans ces villas. Chez ces
pobladores de ces ensembles de logements sociaux des années quatre-vingt-dix, las
pratiques de sociabilité et de réciprocité souffrent certainement d’une grande
détérioration malgré la mémoire nostalgique de certains vieux pobladores.
Même si l’intention de ces interventions publiques est de renforcer les capacités
solidaires et associatives des plus pauvres, les résultats parlent de leur érosion et de
leur détérioration significatives. L’arrivée des programmes d’investissement social
requiert de la part des pobladores un gros effort pour comprendre la logique publique
et ses exigences, mais aussi un travail d’adaptation aux termes de la relation. La
focalisation de ces programmes, qui séparent la population entre bénéficiaires et non

322
Rodríguez, 2005.
bénéficiaires, leur logique de « formulation de projets » obligent les pobladores à être
en concurrence pour les « opportunités » et pour l’ « investissement social » que l’État
leur offre. Si dans le campement l’aide et la solidarité étaient organisées autour de
liens de consanguinité réelle ou fictive (le voisinage dans ces espaces était aussi une
sorte de parenté), après l’arrivée des politiques et des programmes sociaux le travail
collectif sera orienté à des fins plus abstraites, comme l’est le « projet », principe
unificateur et de futur proche dans lequel tous et chacun devront investir. Comme
nous l’avons vu, dans ces processus les structures solidaires, les adhésions
communautaires et les formes traditionnelles de réciprocité tendent à se transformer et
à s’éroder.

Futur et incertitude
Si dans les sociétés de campement le jour le jour organisait la vie des pobladores,
dans les villas la crainte de ne pas pouvoir couvrir les dettes et les engagements
contractés obligera à avoir une attitude certainement plus prévoyante et plus
stratégique. Dans le campement le futur était incertain et il était déterminé par une
quotidienneté du présent et par l’urgence ; imaginer quelque chose de distinct du
connu devenait impensable, inimaginable, etc. le champ du possible était démarqué.
Les ressources, les vêtements, les aliments, les médicaments, de la même façon dont
ils arrivaient venaient à manquer. Dans le campement, il n’y avait pas d’éxédent
possible, et s’il y en avait, aux moments de Noël, de tempêtes et de charité, ceux-ci
étaient consommés. Le travail dans les sociétés de campement prenait tout son sens
dans le fait d’assurer la survie, les nécessités de base, c’est-à-dire la simple
reproduction. Plus qu’arranger le monde à sa guise, les sociétés de campement
étaient habiles pour s’accommoder au monde, le conservant pour se conserver. Les
rythmes de la reproduction quotidienne, marqués par les saisons et les évènements
de l’année, étaient une garantie contre les imprévus et les impondérables d’une
société changeante.
Au contraire, l’arrivée pour vivre dans ces sociétés de villa élargit toujours l’horizon ; le
futur pourra être aussi incertain, mais l’obtention d’un logement propre annonce qu’un
futur distinct est possible. Si avant on consommait l’excédent, on destinera désormais
tout excédent à l’épargne disciplinée pour payer les dividendes, pour agrandir le
logement, pour faire un petit investissement, pour l’éducation, pour se séparer, enfin
pour changer le cours de la propre vie.
Si dans les sociétés de campement la garantie de la sociabilité et de la reproduction
constituait un impératif collectif, dans les sociétés de villa l’ordre se transformera en un
seul : payer le logement, et pourvu qu’on parte loin ! La planification, les buts, l’ordre
du budget familial, les horaires, l’organisation domestique deviennent centraux dans la
poursuite d’un projet familial.
La sociabilité et la réciprocité, que l’on vivait dans ces sociétés de campement à la fois
comme présent et futur, dans la villa se transforment en un coût au détriment du
temps et de l’énergie qui devraient être investis dans le travail et l’épargne pour
pouvoir atteindre la si nostalgique mobilité sociale.
Si dans les sociétés de campement le troc, la faveur, le don et la charité organisaient
l’échange de biens et de services vers le dedans, dans les sociétés de villa l’échange
monétaire sera ce qui prévaudra. Le passage de l’échange s’appuyant sur la valeur
d’usage potentiel (dans le campement on gardait tout, tout pouvait servir) à la monnaie
est un passage difficile, en raison non du travail d’abstraction que cela suppose, mais
des difficultés des pobladores pour se faire de l’argent. Si dans les sociétés de
campement c’était l’échange qui prévalait (Mauss), dans les sociétés de villa ce sera
le crédit et le prêt informel.
Le passage à la villa rompt avec ces petites sociétés de campement les mettant dans
une situation de vulnérabilité telle que les nouvelles obligations approfondissent la
perception d’incertitude. L’absence de supports économiques, sociaux et culturels qui
accompagnent ces processus de transformation rendent encore plus aiguë la
perception d’indéfinition et d’isolement ; le sens d’autonomie se perdra et la
réclamation pour un État davantage présent et la nostalgie d’une communauté perdue
s’exacerberont. Tel que l’ont montré des études sur réseaux sociaux et pauvreté, les
cercles sociaux restreints dans lesquels les plus pauvres se déploient offrent une rare
variété de ressources. Si quelque chose caractérise fortement la pauvreté, c’est son
invisibilité sociale, ainsi que la rare diversité de ses liens de référence et
d’appartenance d’où l’imaginer, la construire et soutenir des projets d’intégration
sociale.
Le contrôle social
Nos ethnographies et nos récits de vie nous montrent que le contrôle culturel n’est pas
nécessairement renforcé avec l’arrivée de l’État dans la vie de ces pobladores, pas
non plus avec le passage du campement aux villas. Deux phénomènes parallèles
tendent à affaiblir la capacité des pobladores pour prendre des décisions sur leurs vies
et sur leurs formes de convivialité, c’est-à-dire sur le contrôle culturel.
Un, la perte des liens traditionnels fondés sur le prestige et la solidarité ; deux, le
surgissement de dirigeants habiles dans l’intermédiation et la gestion des ressources
publiques s’appuyant sur des mécanismes clientélistes, mais pas toujours en fonction
des logiques et des intérêts des pobladores. Les relations de clientélisme que l’on
construit à partir de cette relation avec l’État sont souvent une source de concentration
de pouvoir à l’intérieur de ces territoires, lesquelles plus qu’unir tendent à diviser les
pobladores.
La ligne de division entre sociétés de campements et sociétés de villas passe peut-
être moins par l’obtention d’un logement solide et légal que par la transformation
profonde dont souffrent les leaderships à l’intérieur de ces territoires de pobladores.
La présence de leaders porteurs d’un savoir ancré dans une tradition – le pouvoir de
guérir, la culture des jardins, la culture mapuche, la culture paysanne, etc. – à
l’intérieur de ces campements étaient une expression d’une culture et d’une identité
propres qui se transformait souvent en un mécanisme socialement valide pour les
décisions communautaires. Vieux leaders dont le pouvoir s’appuyait sur le prestige et
le respect de leur agir communautaire plus que sur le pouvoir que le contrôle sur les
ressources étrangères à la communauté.
Avec l’arrivée de l’État et de ses programmes sociaux, au contraire, la capacité de
décision semblerait se concentrer en certains pobladores qui, bien que ne jouissant
pas du prestige, du leadership et du savoir des vieux dirigeants, sont plus habiles et
plus rapides pour déchiffrer et comprendre les codes et les normatives de l’appareil
public pour la distribution des subsides et des aides. Cependant, plus qu’à défendre
les codes et les intérêts de leurs communautés, ces dirigeants apprendront à
dialoguer et à agir en fonction des intérêts de l’État et sûrement aussi des leurs
propres. Médiation qui, partant, contribue à consolider les distances et les frontières
de distinction avec la communauté d’égaux, mais surtout à affirmer des mécanismes
de cooptation et de clientélisme et à affaiblir le contrôle des pobladores sur leurs
propres intérêts.
Tandis que dans ces scénarios que sont les villas les vieux leaders et les vieux
dirigeants luttent pour maintenir la cohésion et l’autonomie de la communauté en
faisant même appel aux invocations surnaturelles chargées de symbolisme, les
nouveaux dirigeants - nés en général à l’ombre de l’État et de ses ressources – luttent
pour l’intégration aux codes de la mobilité individuelle. Moins solidaires et avec
davantage d’aspirations, ces dirigeants sont un champ fertile pour l’installation du
clientélisme à l’intérieur de ces territoires.
La logique du clientélisme ne naît pas seulement de l’intérêt de certains pobladores,
mais aussi de celui de l’État pour maintenir et reproduire sa propre ingénierie sociale
et le contrôle culturel sur ces pobladores. Affrontés à ces petites sociétés de
campements, villages sans lois ou petites sociétés sans État (forçant la figure
présentée par Pierre Clastres), ce dernier mettra en jeu toutes ses forces centripètes
pour rompre n’importe quelle possibilité de force en sens inverse. La volonté de la
différence, de l’altérité et de l’autonomie semblerait ne pas pouvoir se rendre présente
dans ces rencontres effectives ou ratées État-pobladores. Si dans certaines sociétés
on peut vérifier la thèse du « sens et du goût de l’identique et de l’unique », c’est sans
aucun doute dans la chilienne. « Si vous ne sortez pas de la rivière vous n’existez
pas », dit le gouverneur de la province de Curicó aux habitants du río Rauco.
Le transfert à des villas fait disparaître les schémas d’interprétation et de signification
qui faisaient de la propre réalité sociale un ordre intelligible et prévisible. Les difficultés
pour reconstruire un « sentir commun » capable d’intégrer la diversité sociale et
culturelle finissent par débiliter toute expérience de citoyenneté et toute possibilité
d’exercer un « contrôle culturel ». Les éradications de campement contribuent à la
dissolution du multiple et du divers dans l’unique. État unificateur et homogénéisateur
où les sociétés de campements, sociétés sans État, représentent un danger. C’est
pourquoi, comme nous en avertit Clastres, les sociétés sans État ne peuvent pas être
autre chose que des sociétés contre l’État. Les villas, construites par l’État, sur sa
seule mesure et à sa seule manière, constituent un bon exemple de façon de
discipliner le corps et les aspirations, d’acculturer en profondeur et de resituer ces
pobladores sur les bords d’une cité déjà ségréguée. De ce point de vue, les politiques
sociales de logement renforcent l’isolement et la ségrégation sociale des territoires de
pauvreté à l’intérieur des grandes cités 323. Les sociétés de villa sont d’une certaine
façon une instance pour resituer l’exercice du contrôle culturel d’où il ne dut jamais
sortir, à savoir de l’État, unique et central.
Reconnaissance et disqualification
Une dimension qui rend plus complexe l’incidence des politiques sociales dans les
histoires de la pauvreté se réfère à la perception de disqualification et de mauvais
traitement qui prédomine dans cette interaction. Quelles que soient leurs aspirations et
leurs demandes, il existe chez les pobladores la perception que l’État ne les écoute
pas et qu’il les ignore en tant que sujets de droits.
Mauvais traitement et disqualification sociale dans une relation où l’État et ses
politiques sont une partie centrale du réseau d’appui sur lequel la majeure partie de
ces pobladores compte. Relation paradoxale qui persiste dans le temps malgré la
croissante valorisation que le discours du marché acquiert à l’intérieur du monde des
pobladores comme possibilité de liberté de choix et d’intégration à la modernité. Nous
savons cependant que chez les pobladores le marché ne fait pas partie de chacun des
aspects de leurs vies. En termes de prévision, de santé, d’éducation, de logement, etc.
leurs vies se passent étroitement liées aux couloirs de la municipalité, aux subsides et
aux services publics. Ils sont, bien qu’ils ne l’admettent pas toujours, les assistés et les
sujets de politique sociale des années nonante. De l´État on parle, on émet des
opinions à son sujet et on se rend compte comment on fait avec chaque voisin ou
parent à qui on demande de l’aide dans des moments difficiles.
Notre étude permet de conclure qu’il existe chez ces pobladores un hiatus, une
cassure et une tension entre ce qu’est leur expérience en tant que sujets de politique

323
González de la Rocha, 1999; Katzman, 2000; Kessler, 2000; Svampa et al, 2001.
et leurs aspirations identitaires. Pour les uns et les autres, il existe une distance
subjective profonde par rapport à l’État qui, malgré l’interaction quotidienne, les fixe
dans leur condition d’exclus et d’assistés. Protestation silencieuse mais de résistance
culturelle face à l’État qu’ils sentent étranger en raison de son mauvais traitement. La
distance et la tension que les pobladores expérimentent entre leurs désirs, leurs
aspirations et leurs pratiques de vie concrète rendent compte d’un rejet profond de la
relation stigmatisante et excluante qu’ils ont avec l’État, de la disqualification sociale
qui s’y produit. Solitaires et sans liens communautaires solides, les pobladores
transitent entre la nostalgie de la communauté, la réclamation pour un père protecteur
et le désir d’intégration aux promesses émancipatoires du marché. La vie en commun
dans le monde des pobladores se débat entre la privatisation et le communautarisme,
entre le marché et l’État, entre la cooptation et l’autonomie. Dans cette perspective, les
politiques sociales peuvent aussi confirmer et même renforcer l’identité négative. Être
pauvre, être assisté, être malade, etc. peut en arriver à prendre la forme d’un rôle
social, d’un jeu de rôles sociaux. Les mécanismes à se produire sont divers et pas
toujours évidents, mais les effets pervers d’une politique sociale où on impose la
logique du court terme et de l’opportunisme pragmatique sont à vue si de construction
identitaire il s’agit.
Dans un univers social caractérisé par la disqualification et la vulnérabilité sociale, le
champ du possible, de l’imaginable se réduit sûrement. La pensée et les possibilités
de soi-même peuvent se réduire, comme nous l’avons vu chez les marginaux, à sa
plus simple expression, à la banalité de la survie du jour le jour. De cette quotidienneté
de la survie un projet émancipatoire et citoyen émergera difficilement. Sur ce fond de
déficit identitaire, on ne peut alors sinon instaurer un projet pragmatique et défensif
pour préserver et assurer ce qui résiste de soi-même. Une vie sociale et une vie
subjective se réaffirment donc en leurs significations négatives, amenant à ce que
l’individu poblador lise en lui-même et en son habitat les signes de carence. La
soumission volontaire à cet État omniprésent dont nous parlait Étienne de la Boétie
dans son « Discours » surgit pour quelques-uns comme l’unique issue possible.
Notre étude confirme que les politiques qui soutiennent ou créent des réseaux
d’interaction sociale peuvent fournir les conditions pour le développement des
individus et de leurs organisations. Ce sont les programmes qui créent les conditions
pour affronter activement des situations qui attentent contre le propre dignité. Ce sont
ces politiques qui s’approchent le plus de la construction des espaces sociaux dans
lesquels la personne puisse établir des relations avec les autres de manière
indépendante et développer le sens de l’auto-estime.324 Ce sont les espaces qui
permettent aussi de créer des mécanismes de réparation des identités endommagées
et de développement du sens du respect, échappant ainsi à l’assistantialisme comme
forme principale d’aborder la pauvreté.
Nos ethnographies montrent qu’il n’y a pas de valorisation de l’autonomie et des droits
collectifs sans expériences et sans histoires d’interlocution de participation. C’est là où
la notion de droits, de justice sociale et d’un traitement citoyen de la part de l’État et de
la société semblerait être incubée plus facilement. La demande ou la réclamation de
bienfaisance, de charité et de dépendance, de leur côté, naissent justement de
l’absence ou de l’étroitesse des espaces et des ressources sociales pour ceux qui
lancent un appel. L’expérience d’abandon et de marginalité, de solitude et de mauvais
traitement rend difficile le fait de s’imaginer sans un père protecteur. Précarité en
termes de réseaux sociaux et d´insertion dans le marché, il n’y a rien d’autre à faire
qu’à jeter un regard en direction de l’État. La soumission, le silence et el pragmatisme
font partie de ce travail de soi-même dans lequel la notion de contrat et de droits se

324
Giddens, 1996.
construit difficilement. Quand les supports sont rares, quand les réseaux sur lesquels
compter sont eux aussi rares et l’identité débile, le chemin à suivre pour la
construction de relation de dépendance et de clientélisme reste ouvert.
De façon synthétique, les possibilités d’exercer un contrôle sur leurs propres vies de
pobladores sont étroitement associées aux espaces sociaux qu’eux-mêmes occupent.
Plus ces espaces sont vastes et divers, plus forte la réclamation d’autonomie et de
contrôle culturel. Au contraire, plus restreints et réduits sont ces mêmes espaces,
moindre la diversité de codes culturels et moindre aussi la capacité d’exercer un
contrôle sur les décisions propres.
Temporalité et reproduction de la pauvreté
Tel que nous avons pu l’observer chez la plus grande partie de notre univers, les
déficits identitaires s’articulent aussi autour de déficit dans l’histoire familiale. Nombre
de ces récits de vie montrent l’étroite articulation entre la dévalorisation de soi-même
et l’absence paternelle, ou maternelle, dans des contextes d’histoires familiales
compliquées. La circularité et la reproduction des carences, des conflits et des
difficultés d’identification ont leurs racines dans des histoires de pauvreté
intergénérationnelle. La pauvreté, entendue comme carence soit de ressources soit de
disposition culturelle, est par-dessus tout une construction sociale de longue
haleine.325 Le désespoir, les pratiques et les habitus, dirait Bourdieu, de la pauvreté ne
se transforment pas si facilement, ni même avec la volonté, l’effort des personnes ou
un bon portefeuille de subsides. Comme nous l’avons vu dans les récits de vie, les
conditions structurelles peuvent peser autant ou plus que la culture et les propres
convictions au moment d’agir et de construire le propre itinéraire de vie.
Notre étude indique que l’incidence des politiques sociales est pour autant jugée à
partir de cette capacité d’agir dans des dimensions temporelles qui permettent des
transformations de longue haleine. L’imposition d’une logique du présent et de la
rentabilité sociale contribue à l’oubli des origines et à l’érosion des capacités de
décision et de contrôle de ces pobladores.
La relation entre ces pobladores des années nonante et l’État est une relation
marquée par le pragmatisme, le silence et le présentisme. D’où le fait qu’un des
problèmes fondamentaux dans le dessin de politiques sociales a sa racine justement
dans la difficulté d’amplifier le champ du possible et d’ accompagner les processus de
forte transformation de vie, d’autonomisation et de capacité de décision dans des
contextes de vulnérabilité et de pénurie d’options.
La capacité de l’État pour comprendre que les aspirations et les exigences de ces
pobladores vis-à-vis d’eux-mêmes et envers l’État naissent d’un passé et d’une
histoire communs, qui se transforment et se diversifient, comme cela arrive dans
l’ensemble de la société, semblerait être une condition centrale pour le succès de ces
politiques en vue d’obtenir l’autonomie, l’intégration et l’explication d’un sentir
commun.

4.3. De l’idéaire de l’intégration


Les principes de justice sociale et d’égalité à travers l’idéaire de l’intégration sociale
furent des utopies présentes chez des penseurs et des idéologues d’une grande partie
du XXe siècle en Amérique latine. Depuis Germani à Buenos-Aires, Solari à
Montevideo, Hutchinson à Río de Janeiro, Vekemans et la DESAL, avec leur
préoccupation pour l’intégration et la marginalité dysfonctionnelles par rapport au

325
Lewis, [1966] 2003; Hoggart, 1957.
développement, les explications sur les phénomènes de pauvreté soulevés à partir
des paradigmes structurels-fonctionnalistes apportaient des espérances sur
l’intégration sociale. Quelque chose de semblable se produisait à partir du regard
cépalien et de la théorie de la dépendance de Quijano et de l’argentin Nun avec leur
optique néomarxiste et leur explication de la marginalité à partir de son schéma
biclassiste. Face à l’empiricisme du courant structurel fonctionnaliste qui entendait la
marginalité comme « le manque d’intégration à », Quijano postulait que la marginalité
était plutôt un résultat de la nature de la structure sociale. Au delà des différences sur
les façons de lire la réalité latino-américaine, on partagea la confiance dans la
rationalité historique, qu’il était bon de connaître, ainsi que dans des mobilisations.
Transformation qui permettrait de dépasser les mauvaises habitudes traditionnelles,
paysannes et arriérées de nos peuples pour les acheminer vers des valeurs plus
modernes où les relations d’exploitations et de domination propres aux sociétés latino-
américaines seraient démarquées.
Cependant, en peu de temps, les espérances s’évanouirent ; la réalité latino-
américaine se montra beaucoup plus diverse et résistante que ce que l’on put
supposer. Avec l’augmentation de l’urbanisation, les ceinturons périphériques de
pauvreté urbaine, poblaciones, callampas, favelas ou villas miseria crurent et avec
eux, conséquences visibles d’une intégration sociale limitée, de la dynamique
insuffisante du marché pour absorber la population immigrante et de l’emploi précaire,
le travail informel et le chômage. Ces études annonçaient combien rigide et stratifiée
était notre société et combien la répartition du pouvoir et du prestige dans nos sociétés
latino-américaines n’avait pas lieu. 326 Avec l’effondrement du modèle
développementiste des années septante, l’ouverture commerciale et la restriction
fiscale firent leur entrée ; la réforme et la restructuration de l’État prirent la suite, ce qui
changea le concept même du public-social, qui dès lors ne se construisit plus sur la
logique du travail, de la coopération et de la sécurité sociale, mais sur celle de la
réalisation individuelle et de l’action résiduelle de la politique sociale quand des failles
se produisent dans le marché. 327 La crise du développement et de la croissance de
nos pays prit fin avec les illusions du vieux paradigme laissant en évidence les
mécanismes sociaux et politiques qui avaient une incidence sur les possibilités
d’intégration sociale d’un système hautement stratifié. À partir du milieu des années
septante, dans tout l’Amérique latine on constata avec clarté que croissance
économique, justice distributive et démocratie n’empruntaient pas forcément le même
chemin. La polarisation et l’inégalité économique augmentent et se diversifient, malgré
les processus de démocratisation politique et malgré aussi les indicateurs
économiques qui rendent compte d’une croissance accélérée.328 L’inégalité dominante
à l’intérieur de nos sociétés se transforme ainsi en un obstacle central de possibilité de
repositionner un idéaire de l’égalité et de l’intégration.
Au Chili, société démocratique mais fortement inégale, la question concernant l’égalité
se réinstalle avec difficulté au sein du débat public. Malgré l’évidente diminution de ses
indices de pauvreté, le Chili est le septième pays du monde à montrer la pire
distribution des ressources. Société de différenciation et de segmentation croissante,
les modèles d’intégration y sont devenus vulnérables et la précarité de la structure
sociale et occupationnelle semblerait s’installer. L’inégalité sociale se transforme ainsi
en un composant structurel de notre société en un double sens : vis-à-vis du
fonctionnement du marché et vis-à-vis de l’État qui se trouve loin de concrétiser sa
prétention d’intégration universelle. Avec un État-providence résiduel et la protection
sociale de plus en plus privatisée, il semblerait que les inégalités du marché soient

326
Filgueira, 2000.
327
Serrano, 2004.
328
Jelín, 2003; Cepal, 2003.
difficilement réparées par la redistribution sociale.329 L’inégalité socio-économique
prive une partie importante de la population de pouvoir accéder à l’information, à
l’éducation et à la connaissance pour l’exercice citoyen et pour le contrôle culturel. On
introduit ainsi de drastiques asymétries de pouvoir dans la capacité d’exercice et de
revendication du droit à l’intégration.
Les discussions qui s’ouvrent aujourd’hui autour de la nécessité de repenser les
politiques sociales se font en partie l’écho de cette nouvelle question sociale et de la
nécessité d’explorer des voies qui visent une revendication ou une revitalisation de la
notion de droit social, du droit à l’insertion et à l’égalité, mais surtout celle d’un État
qui réduise l’incertitude et l’exclusion que la croissance économique génère à travers
l’inégalité. La question qu’il convient de se poser dans ce nouveau contexte social est
de savoir si par hasard le rôle de l’État et de ses politiques sociales consiste
seulement à minimiser la vulnérabilité ou si ce ne serait plutôt celui de garantir le droit
à l’insertion et à l’égalité sociale.
La politique sociale est étroitement liée au fondement de la vie démocratique ; elle est
une dimension de la politique des nations modernes. La survie et l’íntégration
matérielle sont un droit du citoyen appauvri auquel la société doit répondre pour
assurer les conditions minima pour l’exercice de droits et de valeurs qui sont le
fondement de la légitimité politique et sociale de nos démocraties.
Au Chili, comme en de nombreux autres pays latino-américains, les politiques sociales
sont en train de changer. De systèmes sociaux d’extension de droits et de bénéfices,
on passe progressivement à des modèles d’assistance focalisée et de programmes de
transfert direct de ressources. 330 La critique la plus fréquente à ce changement
d’orientation est faite au signe d’assistanat fort marqué que ces programmes imposent
et au risque de dépendance et de clientélisme vis-à-vis de l’État que cela entraîne.
Même si ces nouvelles politiques sociales font allusion à l’idée de droits quant à des
minimums sociaux et visent à résoudre des problèmes de conditions de vie et de
risques futurs, ils ne contribuent pas à la construction de citoyenneté ni à la génération
de capacités, pas non plus à la construction d’une société aux niveaux plus élevés
d’équité et d’égalité sociales. Les dynamiques de protection focalisées que l’on se
propose ne reconnaissent de critères d’aucune solidarité au niveau de la société ni
des localités où habitent ces sujets de politiques.331
Les effets paradoxaux des politiques sociales dans la fragmentation des conceptions
de citoyenneté et du contrat social chez les plus pauvres sont visibles. C’est pour cette
même raison qu’un retour à la charité ou au contrôle sanctionnateur - à la pitié ou à la
pendaison selon les termes de Geremek – comme formes d’intervention des politiques
sociales doit être écarté. Charité ou contrôle sanctionnateur attentent à la dignité et à
l’égalité de tous les individus, principes recteurs du contrat social.
L’intégration sociale et le dépassement de la pauvreté ne peuvent s’obtenir par la
coaction, mais plutôt par la participation active dans l’exercice des décisions qu’il
revient à chacun de prendre. Une conception adéquate des politiques sociales semble

329
Esping Andersen, 1996.
330
À partir des années nonante au Chili comme dans le reste de l’Amérique latine on
déploya une politique sociale à deux voies. D’un côte, des programmes de caractère
microlocal centrés sur des optiques de citoyenneté et, en même temps, on installe des
programmes de caractère focalisé dirigés vers les pauvres et dont le principal outil d’action
est le transfert monétaire de ressources (au Chili, le programme « Chile solidario »). Tandis
que le premier parle d’intégration, de bien-être et de capacités, le second le fait de
protection sociale, de vulnérabilité et d’incapacité de segments sociaux déterminés de faire
face aux risques. Serrano, 2005.
331
Serrano, 2005.
exiger, pour autant, un équilibre de droits et de responsabilités, une reconnaissance
sociale du mouvement de pobladores ainsi que de ses capacités d’organisation,
d’innovations et de participation dans l’exercice du droit à la diversité.
Quelles que fussent les mesures objectives et les dispositifs d’intervention sociale ou
légale, la nécessité première est de considérer l’autre comme sujet. Préserver l’image
de soi et le propre projet identitaire est essentiel pour chaque poblador involucré dans
les interventions sociales de l’État. Prêter attention à l’identité et aux sens que les
mêmes pobladores donnent à leur expérience, c’est ouvrir les politiques à la
participation et à l’implication dans le définition des termes avec lesquels ils voudraient
exercer leur citoyenneté. Entremêler le désir d’autonomie des pobladores et
l’institutionnalisation des systèmes fonctionnels est un défi auquel les politiques
sociales ne peuvent se soustraire. L’action culturelle des politiques sociales doit viser
ce processus qui entremêle le désir d’être sujet (collectif, individuel) avec le cadre,
souvent restrictif, des institutions qui assurent leur intégration.
En définitive, rompre avec l’actuelle tendance des politiques sociales exige de
repositionner le débat autour des visions modernes du problème des droits des
personnes en matière économique, sociale et culturelle ainsi que de mettre au centre
de la discussion le « droit à avoir l’opportunité » de se construire soi-même. La
violation de ces droits se produit dans la mesure où on établit des barrières qui
empêchent que les individus aient une égalité d’opportunités ; le droit que l’on viole est
pour autant celui d’avoir l’espace, l’opportunité pour se dresser comme sujet, comme
citoyen. La pauvreté se situe entre les droits économiques, sociaux, culturels, civils et
politiques parce que ceux qui vivent dans des situations de pauvreté voient déniés non
seulement leurs droits économiques mais aussi leurs droits en tant que citoyens.
Dans un contexte d’inégalité et de fragmentation croissantes, la reconnaissance des
droits juridiques des pauvres et des obligations juridiques de tiers peut constituer le
premier pas pour se défaire du sujet qui en chacun de ces pobladores gît silencieux et
dissimulé dans la nostalgie ou l’enfermement. Reconnaître la violation des droits des
plus pauvres implique finalement que dans le dessin de politiques et de programmes
sociaux la pauvreté cesse d’être considérée comme un effet inévitable des
dynamiques propres du modèle économique. En définitive, la définition de la pauvreté
liée aux droits établit un cadre de pouvoir et de contrôle au sein duquel les pauvres ne
sont plus des sujets de charité ou de politiques sociales compensatrices. On établit un
cadre d’obligations à l’État qui l’oblige à ouvrir l’espace à l’expression des sujets
pauvres en tant que citoyens. Le modèle de la protection et du bien-être est compris
alors comme droit citoyen et non comme assistance réparatrice de l’économie vu son
incapacité d’offrir une inclusion sociale.
Se dresser comme sujets de droits et non comme sujets d’assistance peut non
seulement établir une grande différence en termes identitaires mais aussi en ceux du
repositionnement du vieil idéaire de l’égalité et de l’insertion sociale.

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