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Tejiendo la clínica

Entre el niño y el Otro

Continente Negro
Liora Stavchansky Slomianski

Tejiendo la clínica
Entre el niño y el Otro

PARADISO ED ITORES
(M8xrco)
Colección Continente Negro
A CARGO Dll At.llJANORO CHRDA RusoA

Primera edición: 2012

D.R. © 2012 Paradiso editores S.A. de C.V.

Cuidado de In edici611: Paulina Peláez Ángel


Dise1io de portada: Luis Hori Gonzátez
Dise1io editorial: Alejandra Torales M.

ISBN: 978-607-9553 l-8-0

Impreso y hecho en México


Pri11led n11d mnde in Mexico

Quedan prohibidas, sin la autorización escrita de los titulares del copyrigltt, bajo
las sanciones establecidas en las leyes, la reproducción total o parcial de esta
obra por cualquier medio o procedimiento, comprendidos la reprografía y el
tratamiento informático, y la distribución de ejemplares de ella mediante alqui-
ler o préstamos públicos.
A Carlos ...
Este texto se construyó en las rupturas, los desacuerdos, los des-
encuentros y las inconsistencias que dejaron cicatrices. Pero cada
una de sus letras tienen una razón y un reconocimiento parti-
cular. A Antonio Sánchez Antillón por su lectura y orientación.
Un especial reconocimiento a Adolfo Hemández por su presen-
cia en la forma de pensar la escritura. Y a Pablo Peusner, Hans
Saettele, Helí Morales y Mauricio González Salgado porque sus
recomendaciones aterrizaron en lo pensado y en lo escrito.
Prólogo. Lo que la clínica psicoanalítica lacaniana
con niños n os exige

PABLO PEUSNER
Legerc et 11011 i11telligerc cst ta111q11a111 11011 legere

En 1949 Lacan declaraba que estaba lejos de suponer que la prác-


tica cl ínica con nifios exigía wia formación abreviada. ¿Por qué
hacer una aclaración así en un texto que funcionaba como una
propuesta de reglamento y doctrina para la Comisión de Ense-
ñanza (de la Sociedad Psicoanalítica de París)? Hasta ese momen-
to la historia del psicoanálisis no tenía mucho más de cincuenta
años, pero sin embargo hada algún tiempo ya que la clínica con
niños había dejado de ser una sub-especie dentro del psicoanáli-
sis en general. Esta particular práctica le exigía al analista ciertas
condiciones que, al parecer, no eran necesarias para quien con-
dujera un tratamiento con pacientes adultos. Describá moslas.
En primer luga r el manejo de ciertos conocimientos de la
teoría psicológica a fin de someterlos a su propósito analítico.1
Esta idea que puede sonar algo extraña tiene una enorme cohe-
rencia clínica, ya que está p uesta al servicio de no h·ansformar
en sintomáticas a las diversas etapas de la apropiación de las
heterogéneas categorías simbólicas por parte de un niño. He
escuchado con sorpresa a diversos colegas hablar de un niño
"habitado por la pulsión de muerte", en ocasión de presentar
una conducta clásica: romper juguetes para ver cómo estaban
hechos y cómo funcionaban. ¿Acaso la interpretación por la
pulsión -que, personalmente y en esta ocasión, considero bien
salvaje- no ignora una etapa de la elaboración de Ja noción

1 La frase exacta de Lacan dice lo siguiente: " BI candidato a la especialización

infantil del anális is no solo debe dominar, para someterlas a su propósito


analítico, toda clase de disciplinas psicológicas exógenas". Jacques Lacan,
"Reglamento y doctrina de la Comisión de Enseñanza", en jacq ues-Alain,
Miller, Escisión, Exco1111111ió11, Diso/11ció11. Tres 1110111c11tos e11 la vida de /acq11es Laca11.
Buenos Aires, Manantial, 1987, p. 22.
Prdlogo
10

simbólica de causa? ¿Acaso la inquietud dirigida a saber cómo


funciona algo no es uno de los modos posibles de preguntarse
por esa causa? Y, obviamente, antes de poder reflexionar sobre
ella de modo abstracto, es lógico que la misma se concretice so-
bre los materiales más cercanos al niño - sus juguetes-; y que
los abra, los fuerce y los rompa no es más que una conducta
totalmente acorde a sus fines. El niño, quien probablemente ig-
nora aún lo irreversible de su accionar, intenta luego revertir
el proceso (he aquí una clara manifestación de un pensamiento
topológico, aunque fallido): así es que trata de pegar con saliva
o plastilina eso que rompió. Y en tales casos descubre -diga-
mos justamente- "por afiadidura" cierta particularidad de las
causas irreversibles ... Si después aprende que hay algunos pe-
gamentos más potentes y duraderos, podría ocurrir que alguna
parte del juguete en cuestión se hubiera perdido en el proceso,
o que al pegarlo las partes móviles dejaran de moverse... Así, las
nociones de objeto y de resto - nociones que siempre estuvieron
presentes en lo simbólico aunque sin presentárseles aún al nifio
interrogándolo de algún modo- hacen su entrada articulándo-
se en el asunto de ese pequeño y que, probablemente, ya nunca
lo abandonarán... El lector sabrá disculpar esta digresión, pero
la propongo como una relectura de la afirmación de Lacan: la
interpretación psicoanalítica debe ser precisa y apuntar exacta-
mente allí donde el corpus psicológico de conocimientos revela
su inconsistencia.
En segundo lugar, Lacan indica que la clínica con niños exi-
ge por parte del analista "flexibilidad técnica", señalando que la
misma se lleva adelante mediante invenciones técnicas e instru-
mentales. Esta particular exigencia se presenta con una tempo-
ralidad doble: por una parte, el psicoanalista puede programar
e incluso teorizar algún novedoso recurso o instrumento, el que
será utilizado cuando la situación clínica lo requ iera. Pero, por
otra parte, muchas veces esa nueva herramienta se improvisa
ante determinado encuentro: sorprendido por los modos de co-
mmtlcación propios del niño y de su entorno, el analista res-
ponde y paga con su in(ter)vención. Aquí, más que en cualquier
PnStogo
11

oh·o lado, está presente la consigna Jacaniana de reinventar el


psicoanálisis, y no solo articulándola al caso por caso, sino tam-
bién sesión a sesión con el mismo paciente.
A modo de ejemplo del primer caso, hace tiempo propuse
como recurso pedirle a nuestros analizantes-niños que inventen
y dibujen el escudo de su familia. Se trataba de encontrar algún
tipo de manifestación que permitiera desplegar la co11ti1111idnd
psíquica entre las ge11erncio11es propuesta por Lacan muy tempra-
namente en su escrito "Los cornplejos fam iliares en la forma-
ción del individuo" .2 Dicha continuidad se veía amenazada en
la técnica clásica del dibujo de la familia, justamente por la per-
sonificación en juego. Convenía que eso que se transmite entre
generaciones quedara situado de un modo - digamos- más
abstracto, menos atribuido a las personas. Cuando los niños co-
menzaron a dibujar en medio del supuesto escudo familiar un
billete o un pinto vacío, los valores simbólicos resultaron ser muy
aprovechables para el trabajo. Aclaro aqlú que esos contenidos
no necesariamente deben interpretarse: la mayoría de las veces
los niños solo constituyen un eslabón más en la cadena de trans-
misión y seguramente poco podrían decir de tales contenidos
si fueran interrogados directamente sobre los mismos. Lo inte-
resante es cómo los hacen pasar y la efectividad de ese saber
no-sabido ... El recurso devuelve cierta continuidad a lo que la
personificación nos muestra como discontinuo.
Conviene aquí agregar que como no permitimos la irmp-
ción de los padres de nuestros analizantes-niños en la escena
analítica, disponemos Jos recursos a fin de emplazar el dispo-
sitivo de presencia de padres y parientes. El mismo, en tanto
dispositivo, está compuesto por una serie de líneas de fuerza
(reglas, tiempo, espacio, dinero, etcétera) que tienen por objeti-
vo instalar la sit11nció11 analítica que permita desarrollar el infl ujo
necesario para que dichos actores ocupen el lugar más adecua-
do para favorecer el análisis del analizante-niño.

2 J. Lacan, "Los complejos familiares en la formación del individuo", en Otros

escritos. Buenos Aires, Paidós, 2012, p. 35.


Prófugo
12

Ahora bien, considerando que usted, esti mado lector, tiene


en sus manos un libro firmado por una psicoana lista que no ha
retrocedido ante los niños, conviene preguntarnos si entre las
exigencias que dicha clínica nos plantea también está Ja de pu-
blicar nuesh·as ideas, compartir nuestras intelecciones, revelar
nuestros recorridos teóricos y dar cuenta de nuestro quehacer
cotidiano en los encuentros con esos analizantes-n iños.
Seguramente no, no se trata de una exigencia. El acto de pu-
blicar un libro supone una decisión y, como tal, implica el orden
de la ética. El asu nto es aún más complejo cuando, como en este
caso, se trata del libro de una psicoanalista. Porque, ¿qué posi-
ción adopta la autora de una obra cuan do la misma recoge un
precipitado de su quehacer analítico, cuando su libro se aleja
tanto de un tratado universita1'io, de una obra cerrada y conclui-
da? Lacan afirmaba que transmitir el psicoanálisis era una tarea
imposible. Entonces, Liara Stavchansky no es una transmisora.
Y me inclino a pensar que autorizándose a asumir el riesgo de
publicar sus ideas, se ha situado como enseñante. El término se
inscribe en la tradición de aquellas palabras que - como "ana-
Ji zante" - son forzadas a inclu ir en su construcción el elemento
activo, dinámico, de quien las encarna.
Y si seguimos a Lacan en su elaboración del término, pode-
mos agregar la exacta posición de quien ocupa ese lugar. Cito:
"los invito a confiar en que es donde está el sujeto barrado don-
de se encuentra el enseñante[... ], lo que no implica que lo haya
siempre en el sujeto barrado".3 Esta propuesta retoma -aun-
que desde una perspectiva plenamente analítica - la lógica del
"¿qué importa quién habla?" que Foucault retoma de Beckett y
de la muerte del autor impulsada por Barthes. La obra no está
firmada por una persona sabia, que vuelca sus conocim ientos
sobre un tema particular en un libro que se cierra sobre sí mis-
mo. Porque si segu imos a Lacan, su autora como enseñante ha
dejado pasar su di.visión subjetiva aunque articulada con los

3
J. Lacan, "Alocución sobre la enseñanza", op. cit., p. 320.
Prólogo

13

asuntos desplegados en el libro, con los que nosotros, psicoa-


nalistas que como Liara tampoco retrocedemos ante los niños,
podemos enriquecernos.
Y para probarlo, basta con leer en el inicio de su texto - pá-
ginas que se titulan, cu riosamente, "Perspectiva" (que sin d uda,
es la suya) - cómo está introducida la cuestión que organizará
el li bro todo, mediante w1a pregunta: "¿Es posible pensar topo-
lógicamente el psicoanálisis con niños?".
Los manuales universitarios y los tratados célebres comien-
zan con afirmaciones, nunca con pregw1tas. Una buena pregtm-
ta, casi siempre, es lanzada por un sujeto banado que opera
como agente de un discurso. Y en este caso la pregunta es tan
buena que merece que nos detengamos a reflexion ar sobre ella.
Primero, porque si omitimos por un momento el adverbio,
la pregunta se dirige a interrogar la posibilidad de pensnl' el psi-
coanálisis c01111iiíos. Y si señalo esto, es porque muchas veces los
psicoanalistas repiten fórmulas producidas por nuestros autores
de referencia, colegas desconocidos o hasta ignorados, pero sin
detenerse a pensar ni reflexionar sobre las mismas. Peor aún es
cuando las fórmu las se transforman en contraseñas y solo sirven
para demostrar la pertenencia a tal o cual institución o agrupa-
miento. En este punto, proponer pensar es arriesgado: siempre
se corre el riesgo de no llegar a ninguna intelección clara o, al
contrario, de arribar a una idea que contradiga el edificio todo
del cual se ha partido.4
Segundo. Es sabido que quienes nos dedicamos al psicoa-
nálisis tenemos un estilo cognitivo particular. La facilidad para
movemos en un mundo de términos abstractos y simbólicos
contrasta notablemente con las dificultades que nos ocasionan la
matemática, la física y otras ramas de las ciencias duras. Sin em-
bargo, Liara decide enfrentarse con la topología, aunque de un
modo especial. El lector verificará que el libro no incluye sesudas
parrafadas topológico-matemáticas, ni gráficos incomprensibles.

'Pensar siempre fue peligroso: las d ictaduras, la iglesia, Ja universidad y tantas


olras ins tituciones lo saben bien...
Pnllogo

No estamos ante un intento de articular algo - en este caso, la


clínica con niños- con la topología. Se trata de "pensar topoló-
gicamente" esa clínica. Y la maniobra de transformar ese sustan-
tivo que nombra a las geometrías no-euclidianas en un adverbio,
es la novedad absoluta sobre la que se apoya todo el libro.
La posición del inconsciente en la clínica con niños, el dis-
positivo de presencia de padres y parientes, el juego y el dibu-
jo como herramientas técnicas, los materiales del consultorio,
la lógica de la intervención y de la interpretación con nuestros
analizan tes-niños y sus padres y parientes, admiten ser pensados
topológicamente. Liora Stavchansky lo pone de manifiesto a lo
largo de sus páginas, en un libro generoso y pleno de posibili-
dades para que cada psicoanalista lector tome de allí según sus
intereses y continúe la investigación, extendiendo de ese modo
la frontera móvil de la conquista psicoanalítica.
Introducción. Perspectiva: El des-pliegue de una clínica

En otros tiempos, cuando fui otro, ha-


bía caballos y castillos (.. .]. Todos tene-
mos dos vidas: la verdadera, que es la
que soñamos en la infancia, y que se-
guimos soñando, ya adultos, en un sus-
trato de niebla; y la falsa, que es la que
vivimos en convivencia con los demás,
la práctica, la útil, ésa en la que acaban
por metemos en un cajón.
Femando Pessoa, l11fa11cia si11 ft11

Me deslizo entre la palabra y s11 silencio, donde la letra dejó huella de


lo atí11 110 escrito... alrí se constr11ye la historia.

El interés es iniciar este texto con una pregunta alrededor de Ja


que giran reflexiones acerca de la clínica psicoanalítica como
las siguientes: ¿Por qué recurrir a la topología lacaniana en el
trabajo analítico con niños? ¿Es posible pensar topológicamen-
te el psicoanálisis con niños? A lo largo de los seminarios de
tacan otra escritura se abre paso poco a poco. Una escritura
de la topología donde el compromiso recae en leer a tacan
con Freud. Esta escritura, por un lado, se produce matemáti-
camente pero, por eJ otro, no puede darse sin la clínica. Una
clínica del significante, en la que el significante toma cuerpo.
La dimensión del cuerpo a la que apelaremos no es la biológi-
ca, sino la del cuerpo atrincherado entre lo real, lo simbólico y
lo imaginario.
Por ello, la respuesta a las preguntas anteriores está orienta-
da a una forma de leer la clínica, donde la topología es el medio
para abordar la discursividad con la que los analistas trabajamos.
La estructura del sujeto puede ser pensada desde la topología y
ésta es un acceso a la estructura (real) del espacio, más allá de la
dimensión euclidiana y bidimensional. Estas son herramientas
esenciales que desde la clínica permiten el acceso al registro de

15
/11 t1rou<ció11

16

lo real. La topología perm ite ubicar al inconsciente inventado


por Freud - en su estatuto de a-sustancial, sustraído del cuerpo
biológico, haciendo-se efectivo en las rupturas del discurso, en
los huecos que a parecen entre el decir del analizante y la enun-
ciación, dejando de lado el ritmo y el tiempo universal.
La topología, entonces, no es un recurso literario o mero ca-
pricho. Ubiquemos a la topología lacaniana en el orden de lo
necesario por op osición a lo contingente, p osición que permite
hacer una lectu ra-otra de la clínica y su interpretación. Con el
psicoanálisis, Freud creó una interpretación (De11t1111g) que des-
anudó los s íntomas de la neurosis obsesiva o bien de la hfa té rica.
Por su parte, con el recurso de la topología, Lacan apostó a una
interpretación que descansa en el complejo de castración, donde
el corte (como pivote de la estructu ra) es la operación para escu-
char el sin-sentido en el discurso del paciente.

Tejiendo la clínica: entre el niño y el Otro

Si bien el título tiene una fu nción de nominación y el texto se


construye alrededor de un significante-amo (que puede ser el
titulo o no), una vez terminado el trabajo, éste toma forma y
lugar (un tejido) reorganizando toda la escritura. Es probable
que esta posición parezca contradictoria e incluso no suficiente-
mente clara, sin embargo, responde a la dificultad de nombrar
un texto como "acabado". Es el título lo que en gran medida per-
mite el movimiento por el espacio teórico, sin perder de vis ta las
implicaciones clínicas que de ahí se puedan desprender.
La posición intermed ia de Ja palabra "entre" a la que se alu-
de e n el título, no se finca en otorgarle al espacio clínico un no-
Jugar o un espacio ambiguo. Algunos abordajes psicoanalíticos
apuntan a que el proceso analítico se puede producir (única-
mente) dentro del espacio clínico. A este respecto, Lacan agregó
que el anális is es un proceso que se produce "entre" sesiones.
Para él no se trata de la unión en forma continua (o cronológi-
ca) de la secuencia de las sesiones, sino que cada sesión puede
ser también la interrupción de la continuidad, la ruptura de un
Pmp«llt\1 ' [l 1!es-p/1tg11c dt 11110 c/illiOJ

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continuo, un intervalo, una distancia de la cotid ianidad o del


aburrimiento de la vida, una hiancia (se asoma aquí el interés
por la topología). En otras palabras, es en la sucesión de los in-
tervalos (cortes) donde se puede conducir el proceso analítico,
lo que tiene consecuencias en la clínica.
El psicoanálisis se ha definido como un método que parte
de Ja especificidad de lo escrito en su relación con el lenguaje
y la palabra. Incluso ha sido definido como talking cure. 1 "Te-
jiendo la clínica" hace referencia a ubicar la escritura como una
pregunta acerca del decir (acto enunciativo: enunciado, enuncia-
ción, lala11g11e) y admitir que el decir es un tejido, el des-pliegue
de una estructu ra. Desde el psicoanálisis lacaniano, la escritura
modifica la relación del sujeto con el Otro, en la medida en que
es un esfuerzo por inscribirse en e) Otro, permitiendo así que la
angustia se transforme en síntoma. 2 Entonces, "Tejiendo la clíni-
ca: entre el niño y el Otro" responde a la articulación de los sig-
nificantes primordiales que a traviesan el texto, como son estruc-
tura, sujeto, fa lta, niño, Otro, objeto a y clínica, contemplando la
distm1cia que habita enfre ellos y permitiendo, al mismo tiempo,
la posibilidad de producir algo nuevo: 1111 acto.
Este proyecto surge entre las líneas de Ja clínica y de los lazos
que en ella emergen. Se puede decir que en psicoanálisis, temas
como lo i11fm1til, la infancia y el niño no son nuevos. Sin embargo,
la propuesta de Lacan, a partir de la proposición freudiana, im-
plica pensar y leer de manera distinta tanto la clínica con niños
como las nociones de niño, infancia e infantil.
La intención de este trabajo no es agotar el tema, sino solamen-
te establecer la distinción enh·e estos conceptos. El interés recae en
brindar elementos teóricos que permitan pensar de otra manera la clínica
psicoa11alítica co11 nitlos -y la clínica e11 general-, desde los pla11tea-
mie11tos de Lacnn, los cuales 110 se apartan de los desarrollados por Freud.

1 Sigmund Freud, "Estudios sobre la histeria", en Obras co111pletas, t. 11. Trad.


José L. Etcheverry. Buenos Aires, Amorrorlu, 1986, pp. 1-313.
2 Hans Seattele, Palabra y sileucio e11 psicoanálisis. México, UAM-Xochimilco, 2005,

p.92.
/11trilducdó11

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Aunque se mantiene la relación entre el niño, la infancia y


lo infantil, es importante aclarar que para fines de este texto,
hemos trabajado con el niño buscando destacar uno de los ejes
tomados por Lacan para pensar el estadio del espejo. Ahí don-
de Lacan toma el camino del devenir del sujeto en una historia
que lo antecede, afirmando que la pulsión misma tiene efecto
de límite en el discurso (y no en el cuerpo). El espejo, lejos de
ser una experiencia en la vida del nifio, representa un aspecto
fundamen tal en la estructuración del sujeto, un paradigma de
la articulación de lo imaginario y lo simbólico. El estadio del
espejo no es únicamente w1 momento de estructuración de los
sujetos, sino la matriz de las relaciones con el semejante. Por este
motivo, la pulsión no puede existir sin la defensa contra ella,
esto es, se trata de una función de corte p resente en el análisis.
Barrera necesaria para el despliegue discursivo.
Para entender completamente esta idea, no podemos dejar de
lado el recorrido que hace Freud a lo largo de la sexualidad in-
fantil y los estadios psicosexuales, ni su aportación sobre "lo
infantil" como lo inconsciente. Freud dice: "Lo inconsciente de
la vida anímica es lo infantil" .3 Entonces, los desarrollos freudia -
nos retomados por Lacan, producen tma lectura de lo infantil.
También es necesario subrayar que este texto no pretende
inventar algo nuevo, por lo que "pensar de otra manera Ja clíni-
ca psicoai1alítica con niños", sólo apunta a promover escenarios
que propicien nuevos encuentros de pensan1iento acerca de este
tema, a ltncer 1111 recorrido propio por alg1111os textos de Freud y Lflca11
pnrn propo11er 1111n 1111eun lect11rn sobre In clí11ica psicoanalítica co11
nifios. Además, buscaní tejer puentes de reflexión acerca de lo
que se soporta, se escucha y se escribe en la clínica psicoanalítica
con niños, estableciendo articulaciones con los planteamientos
principales de la topología que utilizó Lacan, es decir, abrir una
puerta para incursionar en las preguntas básicas que la topo-
logía brinda al trabajo analítico con niños. ¿Cómo se consigue

3 S. Freud, "13ª confcrencío. Rasgos a rcaicos e uúantilismo del suefio", en 0¡1.


cit., l. XV, p. 193.
1't rs¡'ffli1'1; fl des-plitgtu 1/t ""ª c/lulrn
- - - - ---- 19

esto? Poniendo la escucha en un inconsciente transindividual


(sujeto), más allá de las personas presentes (niño, padres, pa-
rientes, maestros, etcétera), y no con un adentro ni un afuera,
sino con una topología de la b·ansform(lción continua.4 La to-
pología es la forma más refinada para pensar la estructura, Ja
estructuración y los juegos en la propia estwctura.
Ya desde el seminario Los escritos téc11icos de Fre11d, Lacan
pensaba en este tema cuando comentó el caso Oick de Melanie
Klein. Uno de los argwnentos de Lacan se basó en la insisten-
cia de que en el anál isis del discurso se destaca la primacía del
orden simbólico en su articulación con lo real y lo imaginario:
"Todo el problema reside entonces en la articulación de lo sim-
bólico y lo imaginario en la constitución de lo real" .s La dimen-
sión de Edipo, como narrativa mencionada por Frcud, anuncia
el complejo de castración. Lacan dice: "lo que es humano en la es-
h·ucturación propia del sujeto es esa hiancia".6
Es aquí donde la tragedia de Sófocles pasa de la narración a
la estructura, lo que tiene consecuencias en la forma en que La-
can piensa al padre, es decir, como un operador en la estructura.
Esto indica el paso de una narrativa freudiana (Tótem y tnbú,
Moisés y la religi611 111011oteístn) a la estructura lacaniana (Nom-
bre-del-padre, cuatro discursos, fórmulas de la sexuación).
Por ello, y para articular esta propuesta, no sería errado par-
tir de una cita que Lacan escribe en El mito individual del neuróti-
co, donde se sitúa un importante esfuerzo por pensar a través de
la noción de estructura:

Ustedes no lo ignoran, uno nace tanto de las palabras como


del simple momento en que los padres se acuestan, y las pa-

• Lacan dice: "El inconsciente es aquella parle del discwso concreto en C\lanto
lrnnsindividuol que falta a la d isposición del sujelo para reslabtecer la continui-
dad de su cliscurso consciente". Jacques Lacan, "Función y campo de la palabra
y del lenguaje en psicoanálisis", en Escritos 1. México, Siglo XXI, 2009, .P· 251. .
~ J . Lacan, El Seminario. Libro l. Los escritos técnicos de Fre11d. Buenos Aires, Pat-
dós, 1981, p. 121.
6 lbid., p. 114.
llllrod11ui611

20

labras del casamentero, si puedo decirlo, desempeñan allí


un papel igualmente genésico. Eso reflejará en lo que se lla-
ma inconsciente del sujeto, a saber, en sus síntomas, dicho
de otro modo, en la cnfennedad que habla, en el hueco, si
puedo decirlo, en Ja debilidad fisiológica que le permite ser
integrada en esa pa labra. 7

Esta cita, junto con lo expuesto anteriormente, lleva a pensar


en el siguiente enunciado como idea central de este proyecto:
El 11iiio aparece do11de lo real del sexo, la artiwlnció11 simbólica de los
sig11iftca11tes y lo imagi11ario de su sig11iftcación (la cual es vivida como
sentido o significado) llace1111udo, por lo que el 11iiio nace como sujeto en
el discurso y se tevela en esa lliancia discursiva e11 donde queda extraí-
do lo biológico del cuerpo.
¿Qué implicaciones puede tener esto en la clfoica? Siguien-
do con la idea que Lacan promueve, el síntoma es en sí mis-
mo palabra, es revelación de los límites discursivos del sujeto.
Los síntomas son el padecimiento del sujeto en su carne misma,
aunque conscientemente no estén al alcance de su d iscurso.8
Si el síntoma es palabra que insiste en ser escuchada, en-
tonces es en la situación ana lítica donde adquiere un lugar. La
prenda del análisis, dice Lacan, "no es sino reconocer qué fun-
ción asume el s ujeto en el orden de las relaciones simbólicas que
cubre todo el campo de las relaciones humanas, y cuya célula
inicial es el complejo de Edipo".9
En este sentido, el vínculo de la teoría psicoanalítica con la
práctica clínica infantil presenta en todos los casos varios con-
tratiempos. Algunos de ellos, relacionados con la posibilidad de
escucha del sujeto que dice, soportada por el niño. Por esta razón,
se insiste cada vez más en la cuestión acerca de lo que sign ifica
la clínica psicoanalítica Jnca11ia11a 10 con niños, puesto que mu-

7
J. Lacan, "Del símbolo y su función religiosa", en El mito i11diuid11al del 11e11róti-
co. Buenos Aires, Paidós, 2009, p. 89.
8 /bid., pp. 89-90.
9
J. Lacan, El Seminario. Libro 1. Los escritos léc11icos de Freud, p. ·111.
10
Aunque este punto será trabajado en el capítulo l , es importante aclarar que
P11s¡vcrin1: El des-pliegue dt uua c/111ic~

21

chos espacios clín icos trabajan desde la teoría con la intención


de "aplicarla", pero son pocos los que se detienen a "estudiarla"
para pensar la práctica con nfüos. 11
Es importante señalar que el proyecto ha pasado por cambios
importantes, 12 mismos que ahora permiten colocarlo en otro si-
tio, en un Jugar particu lar, como es el trabajo psicoanalítico con
niños a partir de algunas nociones propuestas por Lacan.
¿Cómo es esta lectura en particular? Si bien el niño no tie-
ne por qué ser recostado en un diván como el adulto, sí posee
un estatuto de sujeto por la sencilla razón de tener un lugar en
su historia familiar, sitio que implica un entramado de deseos
(nuevamente nos referimos al tejido/entratT1ado). Es decir, para
que un sujeto de deseo opere, éste debe entrar en su historia pa-
rental (ahí se teje s u historia).
Aquí yace la perspectiva estructural del sujeto que propone
la teoría lacaniana. Las pa labras, los silencios, los balbuceos, los
dibujos que aparecen en los juegos de los niños, e incluso el jue-

no es obvia Ja manera de utilizar los conceptos y la orientación de Lacan en la


clínica con nilios. Por ello, cuando nos referimos a lo lacm1ia110, queremos decir
una utilización especifica que Lacan construyó en la forma de estudiar y pen-
sar lrt clínica. Lo laca11i11110 nos permite entender estos modos de intervención,
desde una técnica que no se sustenta en diálogos rulecdóticos de los casos con
pacientes ni se apoya en la observación ni se orienta por Jo imaginario, sino
que toma a la letra lo d icho del paciente para escucharlo, leerlo y puntuarlo, y
se inclina en el poder de la palabra y lo simbólico. Cada paciente es escuchado
sin un saber previo, ya sea en técnicas o en fórmulas para intervenir e inter-
pretar. Por ejemplo, no hacer intervenciones desde lo imaginario - de "yo" a
"yo" - , sino a partir de los tres registros, y de las sesiones de duración variable
(herramienta específicamente lacaniana), entre otras. Dicho lo anterior, puede
pensarse que la escucha lacaniana más que indinarse a recuperar los recuerdos
del paciente insiste en escuchar la historia del analizan te como texto, como una
forma de escritura.
11 Pablo Peusner, F1111d11111e11tos de In clínica psicoa11nlítica l11c1111imia co11 11i1ios. 13ue-

nos Aires, letra Viva, 2006, p. 26.


12 Cabe mencionar que a lo largo de tres años este proyecto hrt tenido modifica-

ciones importantes que oscilan desde el interés por estudiar la clínic11 con nu1os
como una poética, hasta la intención por ahondar en la relación que sostiene
esta clínica con el poema y el matema a partir de tacan y su vínculo con la
filosofía, propuestas que tendrán lugar en otro trabajo.
/11trod11<ci~11
-- - - -- --
22

go mismo, siempre dicen (am~que ~o dice~ de la misma m?nera).


Para argumenta1· mejor esta idea s1go a V1ctor Lunger, qmen ha-
ciendo alusión al seminario J de Lacan, afirma: "[ ... ]lo que el pa-
ciente dice concretamen te, y también lo que no dice, en el etuso
de una sesión. [...] el discurso es la puesta en acto de la lengua, o
mejor dicho, como decimos en psicoanálisis, la puesta en acto de
"lalengua" [... ] por parte del sujeto en el lazo social". 13
Esto es, el sujeto en el análisis no dice únicamente enuncia-
dos, sino que la enunciación tiene también efectos. Este decir y su
enunciación implican Ja dimensión del sujeto, el orden significan-
te y el objeto a (visto como resto) en el discurso. Lacan comenta
en el mismo seminario: "Conocen el carácter profundamente di-
simétrico - desde el origen - de cada una de las relaciones dua-
les que compromete la estructura edípica [...] la cua l es, respecto
a la arquitectura que nos interesa en el anáJisis, residual" .14
Queda claro que el decir y toda estructura poseen Lm elemen-
to "residual". Asimismo, la articulación entre lo real, lo simbóli-
co y lo imaginario llevan a pensar una forma específica de orien-
tar la clínica con niños. El ana lista lee, escribe y puntúa ese decir
del niño (carnpo subjetivo donde lo imaginario, lo simbóJico y lo
real, en su articulación, d an cuenta de la relación entre el sujeto y
el Otro). En otras palabras, el niño en el análisis coloca al analista
en el lugar del Otro (podríamos decir, como 52, que el nifio le su-
pone un saber acerca de él), es decir, como maestro o pedagogo
(función de semblante y ortopéd ica/exterioridad constituyente).
Si la introducción del ternario lacaniano h a provocado un gran
impacto en la cl(nica psicoanalítica, entonces es fund amental ca-
librar lo que se podría producir en la clínica con niños.

I) Víctor Lunger, "El discurso y Die Vemei111111g"1 en Benjam ín Domb, Norberto


Ferreyra, Roberto H arari, Víctor Lunger, Hugo Levín e Isidoro Vegh, Seminario
de lectura de Los escritos técnicos de Freud de /acq11es Laca11. Buenos Aires, Le-
tra Viva, 2005, p. 62. Lacan utiliza lala11g11e (!alengua) para diíerenciar entre la
lengua h ablada en tanto estructura del d iscurso y el concepto de lengua como
sistema de signos. Esto es una categoría formal y concepto teórico de la lingills-
tica como ciencia (concepto saussureano).
14
J. Lacan, op. cit., p. 109.
f't1>1l((tit>;1: El dcs-plitg11e dt uri.1 c/1111c11
~-----~------~~

23

¿Por qué es importa11te lo an terior? Porque la dimensión del


lenguaje se muestra en Ja clínica atravesando al niño que, in-
dependientemente de su edad, es hablado por su historia (Lma
cara de lo que Lacan llamó el Otro, o mejor d icho, el Otro de la
historia). Lo que da el carácter de radicalidad a dicha historia,
desde Ja perspectiva del psicoanálisis, es la introducción del
tiempo retroactivo o resignificación (11acl1triiglich o npres-coup),
que revela que el lenguaje está siendo siempre entre dos, es de-
cir, en la relación y articulación de significantes. Esta radicali-
dad consjste también en que hay 1111 p1111to q11e 111111ca p11ede ser
l1istorizado (real). Así pues, el lenguaje pertenece al campo del
Otro (de lo Otro), lo que significa que el sujeto siempre es entre
dos significantes y también que la significación aparece como
una sanción del decir por parte del Otro. Por ello, esta operación
apunta a que en el espacio analítico siempre se dice de más, de
menos, o diferente a lo que intencionalmente (o desde el yo) se
quería decir. Lacan argumenta que:

(... ] la experiencia analítica juega precisamente sobre estas


fu nciones, estas ambigüedades, estas riquezas desde siem-
pre implicadas en el sistema simbólico tal como lo ha cons-
truido la tradición a la que, más que deletrear y aprender,
nos incorporamos como individuos. Considerando única-
mente desde dicho ángulo este problema, vemos que esta
experiencia consiste en mostrar al sujeto que dice más que lo
que cree decir. 15

En este sentido, la posición del analista es necesaria para


producir un sujeto en el espacio analítico y también para que
el analizante escuche de manera diferente aquello que enuncia
cuando olvida su enu nciación ("que se diga queda olvidado,
tras lo que se dice en lo que se escucha"). 16 La sanción del signj-
ficante por parte del Otro, que es ocupado por el analista (quien

is /bid., p. 90. (Las Cllrsivas son mías).


16 J. Lacan, "L'Étourd it", en Escansión 1. Buenos Aires, Paidós, 1984.
/11lrod11tti611

24

encarna al Otro momentáneamente como sujeto supuesto al sa-


ber para luego ser destituido), es un ejercicio de lectura, escritu-
ra y puntuación.
Así pues, a partir del camino recorrido en este proyecto, se
han encontrado ideas que no habían sido contempladas. Si el
niño sólo es observado en su posición evolutiva, entonces está
ausente de la cadena significante, pero si es leído ahí donde lo
evolutivo es reformulado por las marcas simbólicas que atra-
viesan su cuerpo (edad), entonces el niño (sujeto) aparece en el
cruce de lo imaginario, lo simbólico y lo real. Dicho cruce perm i-
te ubicar al niño en tanto agujero, como lo que queda sustraído
en la articulación de los tres registros de referencia. Como ya se
dijo al inicio, el niño 11ace ahí do11de aparece el nudo entre lo real del
sexo, In articulación simbólica de los significantes y lo imaginario de s11
significación. Lo anterior nos lleva a la cuestión del síntoma y a su
lectura (puntuación) por el analista. Lacan dice: "(... ]el síntoma
del niño está en posición de responder a lo que hay de sintomá-
tico en la estru ctura familiar. [...] El síntoma puede representar
la verdad de la pareja fami liar".17 Luego precisa en la relación
entre síntoma y palabra:"[ ... ] el síntoma es en sí mismo palabra,
en la medida en que es algo del discurso concreto, en Jos lúnites,
igualmente concretos, del sujeto. Les demuestra esto por cuanto es
aquello de lo que el sujeto padece en su carne misma, aunque no esté ni
alcance de su conciencia ni ni alcance de su discurso" .18
En la medida en que el analizante dice (con su síntoma), el
analista lee, y cuando interviene, puntúa. Este es el campo sub-
jetivo en el que lo imaginario, lo simbólico y lo real en su articu-
lación dan cuenta de la relación del sujeto con el Otro siendo la
palabra su mediación. El poder estructurante del lenguaje per-
mite el anudamiento de dicha estructura en función de la rela-
ción de sus lugares (topología). Es en'el campo significante del
mismo discurso donde se deja caer lo contingente y lo continuo

11
J. tacan, "Dos notas sobre el niño", en lllterue11cio11es y textos 2. Buenos Aires,
Manantial, 2005, p. 55.
18 J. tacan, El mito i11dividunl del neurótico, pp. 89-90. (Las cursivas son mías).
Pmpcclit'll' El drs·plitgue dt 1111" df11ir.1
------ 25

(cronológico), para dar lugar a la revelación que aparece entre


los mismos significantes, y queda como resto (objeto n) lo que
no es más que el intervalo que habita entre ellos. Para decirlo de
otra forma, el psicoanálisis no espera ni busca completudes ni
armonías, sino que insiste en la inefabilidad que se transmite en
las palabras, ya que al ser emitidas nunca logran decir el deseo
(el deseo está articulado, pero no es articulable). 19 La palabra es
mediadora entre el sujeto y los otros (lazo social), no obstante a
la vez es reveladora e insuficiente. Señala -además del deseo-
el lugar de lo que excede al discurso, es residuo. De esta manera,
Lacan enfatiza que en el análisis se trata de operar justamente
con esos restos de discurso. De alú surge el planteam iento la-
caniano "el inconsciente está estructurado como un lenguaje",
para decir que sólo la topología (grafos, superficies y nudos)
puede mostrar la estructura de la relación significante.
Tenemos, entonces, que del sujeto se deducen la tópica (sitios
donde se dan los procesos psíquicos) en el sentido freudiano y la
topología (articulación) lacaniana. Podríamos aventurarnos a de-
cir que en la cadena significante el niño hace agujero en el cuerpo
del Otro (lo cual posibilita, dada su homología, el engarzamien-
to entre la red significante y la anatomía). Todo lo anterior es
un ejemplo de cómo la clínica lacaniana con niños apunta a una
forma d iferente de pensar, orientar y, por lo tanto, intervenir. Ci-
temos nuevamente a Lacan: "En los intervalos del discurso del
Otro surge en la experiencia del nh1o algo que se puede detectar
en elJos radicalmente - me dice eso, ¿pero q11é quiere?" .20
¿De qué niño se está hablando? Desde la perspectiva freudia-
na, d el niño que transita por la etapa fálica o edípica (que ya ha
pasado por las dos primeras, oral y anal, para atravesar el drama
edípico). A partir de este momento, Freud pensó al niño como
un perverso poHmorfo para explicar que el niño d irige de forma

19 J. Lacan, El Seminario. Libro 5. Las Jor111ncio11es del i11co11scie11te. Buenos Aires,


Paidós, 1999.
20 J. Lacan, El Semi11nrio. Libro 11. Los c1111tro conceptos fr111d11111e11tnles del psico1111á-
lisis. Buenos Ai res, Paidós, 1987, p. 222.
/11tnid11cció11

26

desorganizada e indiferenciada sus deseos sexuales a cualquier


tipo de objeto, lo que hace que carezca de identidad sexual y
posteriormente entre un estado de Jatencia en el que sus deseos
sexuales están aminorados y apagados hasta su florecimiento
en la pubertad (donde se completa Ja sexualidad con Ja genita-
lidad). Así, la propuesta freudiana subraya la importancia de lo
pulsional y, por lo tanto, de la extensión de todo el concepto de
sexualidad. Lo pulsional muestra una "desnaturalización" de to-
do instinto en el niño. Freud consideró que el niño - en compa-
ración con el adulto- , al tener una sexualidad indiferenciada,
gira en tomo a w1 cambio de meta en la pulsión, la cual está
dirigida a un fin asexual, o en oh·as palabras, a la sublimación.
De este modo la perversión no es un estado en el que el sujeto
devenga, sino que ha sido una inhibición en la constitución. 21
La importancia de esta etapa es que se instaura la falta en
la madre para convertirse en la condición primordial de la es-
tructuración del niño. El sujeto se inscribe en la función fálica
gracias al deseo de la madre, es decii~ la madre desea el fa lo y el
sujeto se sitúa en fun ción de ese deseo para ser, a su vez, desea-
do. Esta interpretación responde a la postura de Freud acerca de
la equ ivalencia nuio=falo, restos de la unidad mítica. Una de las
preguntas que surgen para este proyecto es: ¿cuál es la relación
en tre el perverso pofünorfo freudiano, el deseo y la pu lsión?
Si partimos de la afirmación freudiru1a de que cualquier con-
ducta sexual que se lleve a cabo con tm fin placentero que no sea
el de la reproducción es perversa, entonces Jas prácticas sexua-
les hwnanas son perversas. Así, se podría decir que la perver-
sión - de acuerdo a Freud- es el centro mismo de la sexualidad,
puesto que el humano comienza la vida de forma polimorfa per-
versa, procurando el placer por encima de la reproduclividad.
En Tres ensnyos de feorín sexunl, Freud 'describe la perversión (a
diferencia del niño como perverso polimorfo) como una desvía-

21
S. Freud, "Fragmento de análisis de un caso de histeria", en op. cit., t. v11, pp.
tjlJ-45 .
Pmptctiua: El des-pliegue de 1111a c/imm

27

ción del acto sexual dirigida a obtener placer sexual genital. 22


Sin embargo, nunca deja de lado la relación deseo-perversión y
poli morfo-pulsión.
Al tmir las reflexiones anteriores podemos decir que el niño
en cierto momento lógico es homólogo a la estructura perversa,
pues sólo en lo imaginario puede dar cuenta de la falta de quien
encarna al Otro (la madre), sin embargo, esta falta no se u1scribe
en el inconsciente (el cual, reiteramos, está estructurado como un
lenguaje); es decir, en la perversión se asume la falla en lo ima-
gmaTio, mas no en lo simbólico. En cambio, en la neurosis sí se
asume. Esto es lo que opera en el análisis.
Bajo la perspectiva del niño como un perverso polimorfo
que se encuenlra atravesando el periodo fálico (edípico), al
no asumir la falta, la desmiente {operación que distingue a la
perversión). El perverso desmiente la castración. Percibe que
la madre carece de fa lo y simultáneamente esta falta no se ins-
cribe, por lo tanto, tampoco acepta esta realidad traumática de
la castración y la pérdida. El ni1io desmiente lo doloroso, lo
displacentero y lo traumático haciendo intentos fallidos por
reconocer dicha pérd ida, como jugar, dibujar, nombrar y sinto-
matizar. El niño en su decir toma una posición (sosteniendo el
enunciado), pero se encuentra en w1 callejón sin salida desde el
momento en que no puede comprenderse a sí mi smo (descono-
cimi ento del yo).
Como ya lo mencionamos antes, el estadio del espejo es don-
de el sujeto es permanentemente capturado y cautivado por su
imagen, es el momento de la formación del yo (a través del pro-
ceso de identificación en el que asume la imagen como propia).
Sin embargo, Lacan dice que este momento muestra cómo el
yo es también producto de desconocimiento al indicar el lugar
donde el sujeto se aliena en la imagen (en el otro).
Lo anterior nos lleva a entender que este momento especu-
lar representa la introducción al orden u11aginario, lo cual, hace

22 S. Freud, "Tres ensayos de teoría sexual", en op. cit., t. v11, pp. 109-222.
l11trl1ducrión

28

aparecer de forma simultánea a lo si mbólico, pues es el adul-


to quien lleva y sostiene al niño en este tránsito que el espejo
permite, es decir, cuando el niño asume la imagen como propia
se aproxima al adulto (quien encarna en ese momento al Otro)
como una manera de pedir Ja aprobación de dicha imagen. Por
un lado, el niño ve su propia imagen unificada, saturada y com-
pleta (imaginario) en el espejo, pero, por el otro, la presencia del
adulto (Otro simbólico) lo hace percatarse de que esa imagen es
falsa (angustiándolo). Esto lo obliga a permanecer fragm entado
y atravesado por el deseo de completud instaurando así la falta
que lo subjetiviza.
Este recorrido anuncia una vez más la distancia existente en-
h·e estructura y desarrollo, entre sujeto y niño (como persona o
individuo), lo que tiene consecuencias en la forma de pensar la
clínica con niños. Es en ese sentido que lo /acrmiano implica en
la clínica una manera particular de orientar las intervenciones,
ofrecer algunos principios y delimitar lo que no es posible hacer.
El psicoanalista lacaniano orienta su cHnica leyendo la estruc-
tura y no los fenómenos como tales (por ello se acerca más al
estructuralismo que a la fenomenología).
¿Hacia dónde nos conduce esta explicación? A decir, Freud (al
igual que Lacan, pero desde otra pers pectiva) propone que el niño
en tanto perverso polimorfo se organiza a partir del deseo sexual
(que no se trata del deseo lacaniano) resaltando Ja primacía de lo
pulsional. Esta idea permite pensar que cuando el niño - desde la
visión freudiana- queda también articulado al deseo sexual diri-
gido a Ja madre, ingresa a un juego perverso con ella. En este jue-
go, el niño pone en movimiento su deseo, pero no da cuenta de él
(aspecto que se observa en su decir), ya que se le presenta a lama-
dre (y al padre) en distintas posiciones (sú1toma, falo o espectro)13
para cumplir o no con la función (de perverso polimorfo).
En resumen, Ja propuesta central de este proyecto es que al
no asumir la falta, el nifío la desmiente haciendo i11tentos siempre falli-

u Si hablamos de "posición" entonces esto impllca que "síntoma", "falo" o "es-


pectro" son lugares que ocupa el niño dentro de una esh·uctura.
Ptr>pttlnu· El dts-¡olug11t dt 1111~ d í11ico
29

dos de restituirla, 24 intentos - palabras, dibujos y juegos, pero también


síntomas- r¡11e e11cuentm11 s11 escucha e11 el espacio analítico. Estos
esfuerzos abren también la posibilidad de inscripción de la fal-
ta en lo inconsciente (creando una estructura neurótica). Dicho
de otra manera, el 11ifío 110 se posiciona frente a la Jaita de la misma
manera que el adulto. El discurso de uno y otro es habitado por esta
diferencia.
Con lo expuesto hasta ahora es posible afumar que el niño
"no se da cuenta" de que está siendo conti11ua111e11 te vehiculizado
por la falta que lo habita y estructura, pero también lo faliciza.
Esta idea implica que en la clínica se puede observar cómo el niño
tie11e incidencias en lo real y lo real e11 el 11i11o y, sin embargo, 110 puede
dar cuenta de ello. En el trabajo analítico con adultos, en cambio,
el sujeto puede constatar un movimiento en las coordenadas de
la cs trnctura, donde lo real aparece como imposibilidad. Como
ejemplo podríamos decir que existe una imposibilidad de cons-
truir y planear proyectos a largo plazo cuando la persona se en-
cuentra en un momento de encuentro con la muerte, ya sea por
enfermedad o vejez.
¿A dónde pretendemos llegar con esto? Una de las hipótesis
que plantea este estudio es que el niño organiza su discurso a
través de su fantasía (dimensión de lo imaginario) y su decir
(dimensión de lo simbólico), pero esta construcción significante
tiene efectos en lo real, e implica cambios en las coordenadas
de Ja estructura. El adulto, en cambio, hace un movimiento dis-
tinto, es decir, el deseo lo moviliza, pero también lo conduce a
asumir la falta (castración simbólica). El análisis en sí mismo es
un ejemplo de ello. Cuando un adulto habla en el espacio analí-
tico acerca de la muerte de un pariente cercano, además del do-
lor (imaginario) en el que se ve s umido, lo acompafian palabras
(simbólico) que le posibilitan sostener interrogantes acerca de

2~ Son fallidos porque siempre serán intentos por restituir la falta . La falla en
la estructura es lo que hace mover al sujeto, nunca para completarlo, sino para
mostrar la falla en el discurso. En el caso del niño la falla está en sus dibujos, su
juego, sus palabras y en su cuerpo (síntomas).
30

su vida. Sin embargo su discurso se topa inevitablemente con la


imposibilidad de reparar el hecho, pues su decir lo conduce al
enfrentamiento con Jo imposible (real), es decir, con la muerte.
En resumen, el adulto puede dar cuenta de los movimientos que
suceden en su análisis ya que sus mismas preguntas y asociacio-
nes son muestra de ello.
No obstante el problema debe plantearse de manera clara.
Empíricamente, hay una diferencia entre la forma en que el
adulto habla y da cuenta de su análisis y la manera en que los
túños lo hacen, ¿cómo dar cuenta de esta diferencia sin recurrir n
diferencias evolutivas? Y si estas diferencias son estructurales ¿sig-
nifica que hay una estructura adu lta y una itúantil? Es un hecho
que el posicionamiento del analista es dis tinto con el nifio que
con el adulto, ¿pero esto corresponde a una estructura dist inta
del analizan te? ¿O clínicamente una misma estructura se aborda
de modo diferente de acuerdo con la edad? Si el analista se posi-
ciona de manera distinta sin que ello se deba a la csh·uctura, ¿se
trata entonces de una convención social - la escuela, los padres
y los parientes juegan w1 papel diferente en la estmctura - que
modifica la forma de la transferencia, de la intervención, etcé-
tera? ¿Acaso de una convención social que sin embargo tiene
efectos en la estructura? Aquí s urge un problema mayúsculo
que, a su vez, da Lugar a preguntas que son objeto de futuras
indagaciones, las cual es no trataremos en el presente trabajo.
En la clúlica con niños se puede observar cómo el niño ima-
ginariza y simboliza la falta (con juegos, dibujos, frases y pa-
labras), pero sin dar "acuse de recibo" de ella. A continuación
haremos un recorte clínico para explicitar esta idea. Hace poco
tiempo llegó al consultorio Tomás, un niño de cinco años, acom-
pañado por su madre. Ella, sin previo aviso, entró con él a la se-
sión para darle la noticia (estando yo presente) de que su padre
había muerto. Dijo: "Tu papi ya está en el cielo con abuelita ... ¿Te
acuerdas que te dijo por teléfono que se iba de viaje? Pues bue-
no ... tu papi se fue a un viaje largo y no volverá". Ante Ja noti-
cia, Tomás, con la cara pálida y los ojos húmedos, contestó: "Ah,
mi papá se murió ... Ahora ya no podré jugar Wii en s u casa ..."
Ptr>f"clinr FI dtS·plkgttt dt 11111 tl111ica

31

(conviene aclarar que sus padres vivían separados). A lo que


su madre respondió: "Jugarás Wii en nuestra casa, mi amor".
Ante l o abrupto de la situación y la conversación, me mantuve
en silencio rotundo. Quedé sorprendida con lo que estaba su-
cediendo. Tomás, en efecto, logró emmciar que su padre había
muerto (it1cidencia en lo real), pero inmediatamente comenzó a
hablar para desorientar su dolor, es decir, para consolarse. Lo
que interesa de este recorte es mostrar cómo el niño no puede
dar cuenta de la falta en lo simbólico y, por lo tanto, tampoco en
el análisis. El nitio no sostiene la falta, es el analista quien lo hace al
preguntar lo que él no puede hacerse.
Lo anterior implica también una manera diferente de h·a-
bajar las formaciones de lo inconsciente. El nifio no puede pre-
guntarse acerca de su síntoma, sus actos fallidos o sus sueños.
El niño juega con los equívocos (incluso se ríe mucho de ellos) y
trabaja con el lenguaje, pero no puede producir un espacio para
cuestionar sus formaciones. En el adulto, las formaciones de lo
inconsciente se vuelven un en igma y permiten la interrogación.
Para cerrar esta introducción (o perspectiva del trayecto), es ftm-
damental insistir en que la articulación de los tres registros de
referencia (lo real, lo simbólico y lo imaginario) tiene inciden-
cias en la fom1a de orientar la escucha en la clínica psicoanalítica
con niños. En el trabajo referente a estas incidencias rad ica la
apuesta de este texto.
Queda entonces una última interrogante por hacer: ¿qué es
un nifio para el psicoanálisis lacaniano? Ante el objetivo del pre-
sente trabajo, la pregunta parece sencilla de responder, sin em-
bargo, Lacan dirá que el niño es el ú11ico objeto n: "No hay otra
fuente de la toda-potencia infantil, y no diré las ilusiones que ella
engendra de su realidad, que el nifio es el único objeto n, auténti-
co, real, inmediatamente a este tih1lo él contiene al deseante". 25

25J. Lacan, El Se111i1111rio. Libro 14. La lógica del f1111l11s11111. Versión mimeografiada.
Esta cita lleva a la pregunta: ¿cómo se pasa del objeto 11 a lo deseante? En l11-
tert1e11cio11es y textos 2, en "Dos notas sobre el niño", Lacan dice que el síntoma
del niiio responde a lo sintomático de la estTUclura familiar, siendo el síntoma
111troducdó11

32

A lo laTgo de este texto nos percataremos de que el ni11o no


sólo puede ser ubicado como objeto a, sino también como sujeto
sustraído de Ja edad y la madurez que muestra la estructura que
lo arroja (con palabra y cuerpo). Podríamos decir entonces que
entrar a la dimensión del deseo y del niño es una de las tareas
del psicoanálisis y su campo clfrlico. Freud reubicó la mirada de
la sexual idad infantil dándole peso a lo pulsional como un reto
a superru-. También, a través de su lectura del perverso polimor-
fo, abrió las puertas inexploradas de la subjetividad a la ciencia.
Lacan, por su parte, advirtió a la humanidad que el sujeto no se
deja ah·apar sólo por lo imaginario, sino que sabe jugar con la
máscara del "como si" en un más allá desde el cual es mirado.
La apuesta de esta investigación radica en tma clínica en la que
el niño en posición de sujeto (síntoma, falo u objeto a) se inserta
en las fisuras de lo no dicho para ammciarse en acto.

(el nifio) lo que representa la verdad de los padres. Entonces, cuando el nifio
queda expuesto a las capturas fantasmáticas (parentales) se debe a que hay
d istancia entre la identificación con el ideal del yo y el deseo de la madre, esto
es, si la verdad es la revelación de lo inconsciente, entonces el nii'ío se convierte
en el objeto de la madre, teniendo sólo por fu nción revelar la verdad de este
objeto. Bn otras palabras, ya no puede mediar con ella.
Capítulo l. De psicoanálisis y otras historias

La infancia no es algo que se pueda


atrapar o sefialar con precisión, si bien
es una construcción d esde el lenguaje
a la que corresponden muchas acep·
dones, opera mejor como territorio y,
en este sentido, escribir sobre ella tiene
algo que ver con significar...

Graciela Frigerio,
La división de las infancias

La historia se inscribe en el cuerpo... en las palabras de la realidad


inexistente y en el silencio de un tiempo inhabitado...

Recortes teóricos sobre el psicoanálisis con niños

Había una vez un niño que te1úa miedo a los caballos. Fobia,
diría w1 psicoanalista. El padre de este niño lo presentó con un
hombre que decidió indirectamente ubicar su oficio en tierras
fantásticas, mitos y leyendas infanliles, cuentos ... y un poco de
aventura. Estas tierras in fantiles tal vez sean el campo de coin ci-
dencia entre nuestro héroe y cierta figura opaca del nifio, lo que
da inicio al debate.
La discusión acerca de la clinica en la que los analizantes son
niños ha ocupado las estanterías desde hace bastantes años. Ya
en 1937, en su obra Moisés y la religión monoteísta, Freud decía
que el análisis apunta a producir una verdad histórica, insistiendo
en la reconstrucción de tramas e ilusiones en las que el niño ha
estado siempre implicado. Freud señalaba desde aquel entonces
la fundamental operación psíquica donde el niño, al localizarse
en un tejido de relaciones antecedentes, deviene en sujeto. Este
movimiento le permite implicarse en un deseo habitándolo y
siendo habitado, para así tener un lugai· (histórico).

33
34

Por histórico no debemos entender ni un relativismo del


devenir social (construcción social, condiciones socioculturales,
etcétera) ni una historia fáctica de los hechos sociales. Cuando
Freud habla de verdad histórica se refiere a lo que Lacan forma -
liza a través de la estructurn. La estructura es diagonal a lo indi-
vidual y lo social, así como a lo objetivo y lo subjetivo. La verdad
histórica es la interrogante acerca del lugar problemático que
ocupa el niño en el tejido famili ar o genealógico y su materia-
lidad es la esh·uctu ra. Si la verdad histórica es la interrogante
acerca de un lugar en una estructura, debe quedar claro que el
tiempo en dicha verdad es lógico y no cronológico, y que corres-
ponde a movimientos de anticipación y retroacción en una es-
tructura (por ejemplo, un movimiento anticipado por el abuelo
puede ser resignificado retroaclivamente por un acto del nieto
o del hijo del abuelo, es decir, el padre). Es en esta estructura y
bajo este tipo de temporalidad donde, según Freud, emerge la
verdad histórica y las intervenciones posibics.
Freud vio a Hans una sola vez, lo cual significa que el trata-
miento fue llevado a cabo vía el padre (literahnente). El padre
de Ilans envió con anterioridad a Freud notas de observación
acerca de las primeras investigaciones en contribución a las teo-
rías relacionadas con la sexualidad infantil. También le confesó
a Freud su dificultad para responder a los enigmas planteados
por su hijo.
Freud planteó la imposibilidad de aplicar el psicoanálisis a
niños, debido a que la posición que el niño toma en el d ispositi-
vo analítico aún no lo responsabiliza de lo que hace (sus actos)
ni de Jo que dice (su enunciado). En muchas ocasiones son los
padres qu ienes llevan a los hijos a terapia, ya que es a ellos a
quienes les resulta incómoda la conducta de su hijo y no nece-
sariamente al pequeño, por lo tanto, el niño no puede asumir
todavfa una posición frente a su historia como lo hace un adu lto
(no sin d ificultad y sin dar muchas vueltas). Tal vez esto quede
un poco más claro si pensamos que para Freud era esencial la
transferencia para llevar a cabo una cura analítica. Este término
se complejizó al introducir el de transferencia positiva y negati-
Dt psiromdlisii y 11/riu lu~fonh

35

va. La transferencia negativa es resistencia, la positiva es el mo-


tor de la cura (aunque Lacan no está de acuerdo en la distinción
positiva-negativa).
Hasta entonces, la dificultad en el psicoanálisis freudiano
radicaba en la posición del analista frente a la problemática de
la h·ansfcrencia con el niño, ya que quien demandaba el trata-
miento no era él sino los padres. Observamos por lo tanto que
al buscar la responsabilidad del niño en el dispositivo (igual a
la implicación que se espera en un adulto) obtenemos: "¿Qué te
trae por aquí? - Mis padres". 1
freud pensaba inicialmente que sólo era posible plantear el
análisis de un nifio si se reunía en una sola persona al padre y
al aJrnlista, aseveración que rectificó varios años después de la
publicación del caso de Hans en 1908. Posteriom1entc, Mclanie
Klein inclufría entre sus primeros casos, sin adnútirlo pública-
mente, el análisis de sus tres hijos. Con Ja presentación del tercer
análisis le fue otorgado el título de analista. Más allá de las anéc-
dotas, la complejidad se sitúa entre la escucha del sujeto - que
si bien es infante - y la historia del sujeto ven ida del Otro, no
sin desgarramientos durante los primeros años de vida. El ana-
lista actúa como el lector del decir del sujeto, en un titubeante
discurso que recurre al juego como aliado.
Las posturas que a continuación mencionaremos tienen la
intención de situarnos en el terreno donde Lacan inicia su ense-
ñanza, o mejor dicho, su retomo a Freud. El camino que Lacan
toma no está marcado por etapas subsecuentes, sin embargo, la

1 Para el psicoanálisis, el tema de la responsabilidad ha abierto un mar de dis-

cusión entre los analistas que trabajan con "el ni.ti.o" y los que reciben al njño
pero la escuch a apunta al sujeto, a la dimensión subjetiva de relaciones que
le dan cabida. Este campo de trabajo aún sigue siendo controversfol. Se sabe
que esta idea clinica es replanteada por Lacan, poniendo en un primer plano
al s ujeto y no aJ nifio (persona, individuo), lo que permite rescatar la premisa
de que se trata de una responsabilidad recargada en lo subjetivo (inconsciente)
y no en lo jurídico (consciente), lo que a su vez, plantea la interrogante acerca
de la necesidad de que el lenguaje comprometa al niño para introducirlo en la
experiencia clínica.
Uora Sla11Clrn11s ~y

36

problemalización del sujeto resulta tan evidente como la de una


clínica que confía en la aparición de lo inconsciente. Éstas son
las huellas a seguir en la historia del psicoanálisis infantil.
La escucha es del sujeto y sus tiempos, no de la persona y
su edad. Para entender mejor la postura de Lacan, veamos qué
proponen sus antecesores.

A1111a Fre11d

Anna Freud recupera la importancia de lo que ella llama mundo


interno y su influencia en el mundo externo, tomando como es-
cenario lo que sucede fu era como motor de lo interior. Asume de
este modo una clara diferenciación enh·e un adentro y un afuera,
idea que influyó directamente en la perspectiva respecto a la cu-
ración: "Al niño Ja curación no le causa placer, ya que presupone
adaptarse a una realidad desagradable, renunciar a una inme-
diata realización de sus deseos" .2 Más adelante dice: "Incomple-
ta inmadurez del niño permanece en un estado de fluidez" .3
Anna Freud expone que los nfüos no pueden decidir iniciar
w1 análisis. Hace una interesante lectura sobre la "inmadurez"
y la ausencia de decisión que se tiene en esa etapa de la vida,
pues se espera que en algún momento pueda darse una com-
pleta madurez y -siguiendo la metáfora- la persona "caiga
del árbol". También habla de una posible paradoja en cuanto al
tratamiento de un niño, en comparación con el de un ad ulto. m
adulto - dice - puede rememorar sus primeras relaciones de
objeto, mientras que el niño no tiene la voluntad de dejar dichas
relaciones para insertarse en w1a realidad, Al pequeño le resulta
frustrante que, por ser un niño, no tenga nada que rememorar.
Además, retoma las etapas propuestas por su padre (oral,
anal, fá lica, latencia y genital) para situar en éstas el desarrollo
del infante, ev.idenciando de esta manera, m 1 tipo de plantilla
que indicaba en qué momento del crecimiento se encontraba el

2
Anna rreud, Nor11111/id11d y patología e11 /1111iílez. Buenos Aires, Paidós, 1991, p. 28.
3 lde111.
Dt psiroandlisis y otras liisto11as
37

infante y mostraba la razón por la que éste debía atravesar al-


gunos avatares para llegar a la edad autosuficiente, es decir, la
adolescencia. Esto también pone en evidencia la posibilidad d e
realizar un pronóstico (diagnóstico) sobre el niño. Dice: "Hay
muchos ejemplos de lineas de desarrollo, como las descritas, de
las que el analista conoce cada paso y que pueden seguirse sin
dificultad si bien hacía atrás, por medio de la reconstrucción del
cuadro adulto, o hacia delante, por med io de la exploración ana-
lítica longitudinal" .4
Al leer esta cita vemos claramente la propuesta de una clí-
nica con líneas a seguir, ya sea hacía atrás o hacía adelante, que
toma como herramienta la interpretación. Anna Freud plantea
un recorrido diagnóstico (dia, del griego "a través") para indi-
car el tránsito por caminos bidirecciona les, teniendo como in-
dicadores lo esperado en cada etapa del desarrollo. En su libro
Normalidad y patología en In 11iiiez, se puede ver una tabla con el
nombre de "Esquema del perfil diagnóstico'',5 en donde señala
los puntos que debe llevar una historia clínica en tanto evalua-
ción del desarrollo del niño, obteniendo así el siguiente resulta-
do: "El análisis de niños es capaz de evi tarlo [el desequilibrio],
y al mitigar los conflictos, de actuar no sólo como una medida
terapéutica, sino también preventiva en el sentido más real".6
Esto muesh·a el carácter de prevención del psicoanálisis en
los niños ante un posible sujeto perverso, o bien, psicótico, cuya
psique sería orientada desde la niñez evitando anoma lías futu-
ras. Muestra un modo de psicoanálisis preventivo orien tado a
una normalidad adul ta. Es importante destacar que el peso del
tratamiento está depositado tanto en el niño como en los padres,
señalando que existe la opción de que los padres puedan libidi-
nizar las líneas de desarrollo donde su hijo quedó detenido con
el objetivo de desestancar la libido. Algo que llama la atención
en el modo de cuadricular el desarrollo del infa nte es que en

• /bid., p. 66.
5 Jbid., pp. 112-117.
6
lbid., p. 171.
Uora Starxha11sly
38

ningún lado aparece lo que Freud descubrió como punto central


del psicoanálisis, esto es, el tiempo retroactivo (11nc/1triiglich) y la
realidad psíquica.
Evidentemente hay muchos otros factores propuestos por
Anna Freud, no obstante, considerarnos oportuno mencionar
sólo algtmos, ya que no es propósito de este trabajo hacer una
revisión exhaustiva sobre ellos, más bien nos interesa ubicar el
lugar del niño. De este modo, se mira al infante corno un ele-
mento que, a través de un psicoanálisis preventivo, podremos
evitar que devenga en alguna patología. Además de que el psi-
coanálisis - bajo esta misma perspectiva - nos permite hacer
una tabla de equivalencias acerca de qué es lo normal o no a
cierta edad, para que poda mos saber en dónde está estancada la
libido y podamos también desatorada.
¿Hasta qué punto la proposición de una línea de desarrollo
y de los modos de reconducir la libido estancada, por med io del
tratamiento psicoanalítico, obtt.u:a la posibilidad de iniciar un
tratamiento que tenga como pivote el deseo del sujeto, sin im-
portar la edad? Si fuera posible hacer del psicoanálisis un mé-
todo de prevención, ¿acaso no sería una rama de la pedagogía?
Pensar en dotar al yo del nifio de elementos para poder lidiar con
el entorno, ¿no es un modo de prepararlo para obedecer? Sabe-
mos que con cada pregunta planteada surgen otras nuevas, se
abren CaJJ'linos que en este trabajo no podremos transitai· hasta el
final. A pesar de ello, es posible articular dichas preguntas en un
mismo tejido y mostrar la manera en que Lacan las replantea.
No es menos importante el dato de que sean mayormente
mujeres quienes trabajen con niños como si fuera una tarea más
bien apta para ellas. Freud vaticinó que el psicoanálisis infantil
sería un terreno exclusivo de las mujeres. Son pocos los analis-
tas que se .han animado a incursiohar en él, entre ellos Donald
Wümicott, cuya obra ha hecho grandes aportaciones para com-
prender el desarrollo en la infancia, principalmente en el aspec-
to emocional y cultu ral.
Dt p>rroa11dlisis y otras historias
39

Donnld Wi1111icoH

Winnicott hace una propuesta original en la que aparecen con-


juntamente conceptos como ltolding (sostenimiento) y hn11dli11g
(manejo), la madre suficientemente buena, el verdadero y falso
self, miedo al derrumbe, el uso del analista, el odio en la conh·a-
transferencia, la teoría sobre el juego y, tal vez el concepto más
escuchado, el espacio y objeto trn11sicio11nl. Todos estos fueron re-
tomados más tarde por Lacan para proponer su objeto n, el cual
tiene influencia de Winnicott, pero no una relación conceptual
con el objeto transicional.
La importancia que da Winnicott al juego es correlativa a la
que da un analista a Ja asociación libre del analizante, ya que en
él se colocan ansiedades e intentos de elaboración de situaciones
traumáticas. Es Winnicott qu ien, alejándose tanto de su maesh·a
Klein como de los postulados de la IPA, plantea otra metodolo-
gía para el trabajo con niños, incluso con los de pocos meses de
edad. El resultado de este movimiento conceptual dejó como
herramienta clínica y teórica el espacio transicional, el cual, al
ser una paradoja, no debe buscaJ" ser resuelta, sino que desde
ese estatuto tiene su función en la dinámica inconsciente, pues
se trata de un espacio atópico que el nifio construye a través del
juego transicional.
Es importante citar las características de lo que Winnicott
entiende por el espacio tran sicional, es decir, el lugar paradoja!
donde el niño ubica los objetos transicionales con los cuales lle-
va a cabo el juego que le permite tener un i11ter (un puente) entre
el adentro y el afuera.

• El nifio asume derechos sobre el objeto.


• El objeto es afectuosamente acariciado, así como ex-
citadamente amado y mutilado.
• El objeto no debe cambiar nunca.
• Debe sobrevivir al amor pulsional, al odi o y a la
agresividad pura.
• Debe parecerle cá lido, con movimiento, que posee
l wra Stavcha11sky

40

textura o que hace algo que parezca que tiene vida o


realidad propia.
• Viene del exterior (según lo adulto), pero no según el
punto de vis ta del bebé, aunque tampoco proviene
de dentro: no es una alucinación.
• Su des tino es permitir que sea graduah11entc desca-
tectizado, de modo que no se vuelva olvidado, pero
sí relegado al limbo. En la salud, el objeto transicio-
nal no se va para dentro, ni el sentimiento sufre re-
presión, simplemente pierde significado.7

Consideramos conveniente acudir a esta referencia de Win-


nicott, ya que con la inserción del concepto de espacio lransicio-
nal se abre Ja posibilidad de pensar la dimensión de la clínica
con infantes desde una perspectiva estructural sin la intención
del insight (mostrarle al niño lo que no sabe de su inconsciente),
a diferencia de los planteamientos de Anna Freud acerca de la
dualidad adentro-afuera y los impasses que promueven este tipo
de planteamientos duales.
La investigación de Winnicott no se centra en el objeto como
tal, sino en la primera posesión y en la zona intermedia que hay
enh·e lo subjetivo y lo que el niño percibe objetivamente. Win-
nicott llamó a esta primera posesión no-yo. Éste es el primer
referente de diferenciación y separación del objeto primordial.
El objeto madre no está representado por el oso de peluche, sino
que el objeto hace la función de ausencia de la madre al mismo
tiempo que constituye al niño como alguien separado del objeto
madre, a través de un objeto de su posesión que no es una parte
d~ él, pero que le pertenece.8
También presta especial atención al concepto de "normali-
dad" que en Anna Freud aparecía rriás tangible, con la posibili-
dad de pedagogizar al sujeto. En Winnicott no se puede pensar

7
Donald Winnicott, Renlidnd y juego. Barcelona, Gedisa, 1979, p. 22.
s D. Winnicott, Escritos de pedintrín y psicon11álisis. Barcelona, Paidós, 1999, p.
309.
Dt psimmdli5is y otras llistonas

41

Ja normalidad sin la subjetividad, lo que tensa todo intento de


universalizar las posiciones subjetivas y separa las medidas cor-
porales del desarrollo de la construcción simbólica, la cual, po-
demos decir que se excluye de la primera. Incluso nos arriesga-
remos diciendo que la primera se ve atravesada por la segunda,
es decir, por el orden simbólico. Esta postura será desarrollada
de manera radical, con las propuestas de Lacan.
Regresando a la propuesta winnicottiana de una normali-
dad puesta en suspenso, dice lo siguiente:

No todo decaimiento físico causado por conflictos y tensio-


nes emocionales es necesariamente anormal. [... ]Un médi-
co que no comprenda los procesos que se oculta11 bajo tales
síntomas hará su diagnóstico y tratará la enfermedad como
si la misma obedeciese a causas físicas (.. .'l. Para un niño
puede ser igualmente normal estar enfermo que goza r de
buena salud. 9

Incluir la historia del sujeto repercute en la lectura que debe


hacerse en la clínica infantil y, evidentemente, no sólo con niños.
Winnicott retoma a las propuestas freudianas donde la realidad
psíquica tiene el s uficiente peso para relanzar la problemática y
no encerrarla en discusiones en las que se tenga que buscar un
correcto desarrollo y una normalidad tomada del molde bioló-
gico.
Otro punto interesante que plantea es el vínculo cercano en-
tre las fantasías en los niños y la angustia. No hay que pasar por
alto la importancia de las fantasías, pues no se trata de invencio-
nes sin ninguna repercusión en la verdad de quien las enuncia.
Adelantándonos un poco a un tema que analizaremos más ade-
lante, podemos aseverar que en ellas se juega lo que sostiene al
síntoma y por ese motivo, Freud obte1úa en un inicio resultados
terapéuticos favorables, ya que sus pacientes relataban lo acon-
tecido, lo que recordaban que había sucedido.

9 Tbid., pp. 15-16.


Liora Sla1vlm1isly

42

Más que una lectura a la letra del pasado infantil, este rela-
to estaba atravesado por la represión, por olvidos y lagunas en
el prnpio recuerdo. Estas lagunas muchas veces estaban mez-
cladas con las fantasías de los pacientes. En otras palabras, ese
pasado estaba atravesado por la fantasía, la cual no es w1 relato
sin consecuencias, sino un discurso que etiqueta la forma en la
que ese sujeto se muestra y posiciona ante los demás y ante su
propia historia.
El ejemplo al que Winnicott recurre para indicaT la impor-
tancia de la fantasía es el trnuma y su vinculación con la an-
gustia.10 En este caso, una vivencia no puede producir efectos
significativos si el sujeto no ha tenido fantasías (inconscientes)
al respecto, es deci1~ si no ha habido una representación en la
que se anude la vivencia traumática, o no se ha construido una
representación que cobre sentido con la vivencia. Esto confirma
que es imposible explicar el com portamiento de un niño sin el
supuesto de la existencia de fantasías infanti les. 11 Freud ya ha-
blaba al respecto en 1926, en su texto titulado Inhibició11 sínto- 1

ma y angustia, en el que indica que para que las ocurrencias del


mw1do exterior hagan eco en el niño deben tener W1 lazo con el
yo a través de la previa interiorización.
En relación a la idea de w1a estructura mental previa que
se teoriza en 1936, en su articulo titulado "Apetito y sa lud

10
En s u concepción, la angustia más precoz es aquella que se asocia a un sostén
inseguro. Así, la falta de buenos cuidados puede resultar en un sentimiento
de desintegración, de despersonalización o en la cristalización de un folso self
La angustia es "normal" ante Jos fallos en la técnica del cuidado infantil, sin
embargo, Winnicott destaca también, como un factor de suma importancia, la
ausencia de angustia, indicador de un estado de regresión del que es imposible
volver. Siguiendo a Freud, WUmicott retoma la idea de la angustia como sím-
bolo de separación y afirma que tm individuo necesita cierto grado de madurez
y capacidad para la represión antes de poder deci1· que está angustiado, por
lo tanto, un bebé difícilmente podría sentir angustia al nacer. De esta manera,
desmarca el hecho de que el trauma del nacimiento determine tm patrón de
angustia. Para él, en algunos casos el trauma natal determina el patrón de per-
secución, es decir, la forma en que la angustia se expresa.
11
lbid., pp. 22-23 y p. 87.
43

emociona]", 12 Winnicott dice que los niños, incluso los recién na-
cidos, poseen una estructura mental compleja. Bajo esta milada
tenemos al nifio que posee - de algún modo - cierta estructura
psíquica desde el nacimiento, la cual se manifiesta en la manera
de vincularse con la madre o con quien lo cuida, pero siempre a
través del alimento.
En W1 inicio, el niño no sólo come el alimento, sino también
la representación del mismo. Así, Winnicott apuesta por la exis-
tencia de una estructura compleja, problemática que aparece en
Freud en el Proyecto de psicología, cuando menciona la función de
la alucinación como un intento de calmar la aparición del dol01~
la cual indudablemente ofrece un decremento duradero en el
displacer.
Otro punto importante acerca del recién nacido tiene que
ver con la aseveración (tm tanto escandalosa) de que "no existe
nada que pueda ser denominado bebé", 13 misma que no niega la
existencia del producto en potencia. Esto es interesante, ya que,
por un lado, se sabe que en el recién nacido existe una estruc-
tura mental compleja y, por el oh·o, se asegura que aun cuando
no puede ser denominado como "bebé", se le da un estatuto de
individuo. Para Winnicott, la individuación está anticipada por
la llamada "organización ambiental-individual", 14 colocando la
humanización del recién nacido en una organización total. Win-
nicott no considera que el recién nacido sea capaz de coord inar
su cuerpo, a pesar de que posee una esh·uctura mental. En cam-
bio, el recién nacido sufre de angustias propias de la posición
paranoide (de acuerdo con la influencia de la teoría kleiniana)
y lo que neutraliza estos estados de angustia es la técnica del
cuidado infantil. Al respecto, Freud dice lo sigtúente:

Aquí w1a cancelación de estímulo sólo es posible mediante


una intervención que elimine por w1 tiempo en el interior del

n J/Jid., p. 54.
13 lbid., p. 138.
14
ldem.
Llora Statdu111sl:y

cuerpo el desprendimiento [... ), y ella exige tma alteración


en el mundo exterior (provisión de alimento, acercamiento
del objeto sexual) que, como acción específica, sólo se puede
producir por caminos definidos. El organismo humano es
al comienzo incapaz de llevar a cabo la acción específica.
[... ) Esta vía de descarga cobra así la función secundaria,
importante en extremo, del e11te11di111iento (Verstii11dig1111g; o
"comunicación"), y el inicial desvalimiento del ser humano
es la f11e11le primordial de todos los motivos 111ornles. 15

Es fundamental mencionar esta cita tan extensa, no sólo por


el alcance que tiene sobre la moral, sino por su agudeza en cuan-
to a la función de quien viene a calmar el d isplacer. Dicha ac-
ción, como se dijo anteriormente, no sólo alimenta, siJ10 también
nutre de simbolismo al cuerpo fragn1entado. Al inicio, el niño
evidentemente no es dueño de su cuerpo y por eso es necesario
que otro venga a llevar a cabo la acción específica, aquel.lo ~u.e
Winnicott subraya como el punto nodal del proceso d e md1v1-
duación a través del oh·o.
A diferencia de Freud -y también de Lacan - , Winnicott
habla de una angustia en el recién nacido que tendrá una fun-
ción unificad ora (función de límite) en momentos posteriores de
la vida, en los que la ausencia de Ja angustia no evita una regre-
sión, esto es, la angustia -según Winnicott- hace la fu nción de
detención ante la regresión en los primeros cu idados infantiles,
los cuales tienen la funci ón de unifica r e individuar al futuro
infante. El temor no surge ante un peligro sino ante la ausencia
de la angustia como punto de detención para el individuo.
La iJn portancia de la temprana adaptación del niño al en-
torno es fundamen tal para obtener, según Winnicott, una "sa-
lud mental adecuada". En el mejor de los casos, son momentos
donde se produce el descubrimiento del mismo sin que haya
una pérd ida del sentido del ser (al que Winnicott coloca en la

u Sigmund Freud, "Proyecto de psicóloga", en Obr11S completas, t. 1. Trad. de


José L. Etcheverry. Buenos Ai res, Amorrortu, 1986, pp. 362-363.
Dt ps11'1\111Jli5is y olra5 /ri•lonas

45

organización medio-ind ividuo y no como una unidad aislada


del medio). Es la madre qu ien provee de esta buena adaptación
al entorno con los cuidados que tiene hacia el niño.
El resultado de una mala adaptación al medio tiene como
consecuencia una "deformación psicótica de la organización
indiv iduo-medio" .16 Esta premisa se sustenta en las fases pri-
mitivas del desarrollo emocional, las cuales son similares a los
fenómenos que se observan en Ja esquizofrenia adulta. A esto,
como lo dijimos anteriormente, hay que agregar la función d e la
ilusión, cuya función es estar en tre el medio y el individ uo.
Demos un paso más allá. Si el potencia l creador del inclivi-
duo, que a su vez nace de la necesidad, p roduce una prepara-
ción para la alucinación, esto permite que el niño pueda utilizar
la il usión como un espacio entre lo que lo rodea y él mismo.
Ahora bien, si a esa ilusión se la piensa com o el pulgar que chu-
pa el niño al no tener el pecho o la parte de la manta con la que
juega más a menudo, entonces tenemos que la il usión tiene la
función de crear un espacio paradoja), en otras palabras, un es-
pacio transicional.
Así pues, la angustia tiene una función en la constitución del
futu ro individ uo (igual que la madre y sus cuidados), cuya fi-
nalidad es unificar al ni ño en un illicio fragmentado. A pesar de
ser un "niño" fragm entado, posee una estructura psíquica com-
pleja que le permite, a partir de la necesidad, ubicar la alucma-
ción como medio para satisfacer sus necesidades. No obstante
-como sabemos- necesita de algu ien que venga a auxiliarlo,
puesto que al nacer se encuentra en desvalimiento total.
La aportación de Winnicott al psicoanálisis es el llamado ob-
jeto h·ansicional que, como ya hemos dicho, tiene la fun ción de
ser la ilusión que media entre el individuo y su entorno. Es un
espacio paradojal que ni busca ser resuelto ni debe serlo. Las
características de un objeto transicional, según Winnicott, son
las siguientes: "No hallaba en esto un consuelo sino un alivio.

16 D. Winn icott, op. cit., p. 300.


46

Era un sedante que siempre fun cionaba. [... ] cuando alguien le


daba su 'baa' (objeto transicional), inmediatamente se ponía a
chuparlo y se le pasaba la angustia" .17 Después agrega:

Los objetos y los fenómenos lransicionales pertenecen al


reino de la ilusión que se halla en la base de la iniciación
de la experiencia. Esta fase precoz del desarrollo es posi-
ble, gracias a la capacidad especial que tiene la madre para
adaptarse a las necesidades del pequeño, pem1itiéndole así
la ilusión de que las cosas que él crea existen rcalmente. 18

En las citas anteriores quedan anudados la angustia infantil


(que tiene que ver con la desintegración) y el objeto transicional
que proporciona un sedante an te ésta. Es decü~ lo importante
no es el valor simbólico como representante de la mad re, sino el
objeto real que posee el niño y la función de primera posesión
como algo que no es él, un no-yo. La importancia de la propues-
ta es que el objeto es más im portan te como tal que por lo que
simboliza, por ejemplo, el pecho materno. Esta es la pauta que
marca una d iferencia enh·e las ideas de Wiruúcott y la di mensión
de objeto interno de Klein. El objeto transicional de Winnicott no
es un objeto interno. Igualmente hay diferencias en cuanto a las
relaciones objetales.
Por último, sabemos bien de la influencia que tuvo el psicoa-
nalista inglés en la psicoanaJista -incluso el mismo Winnicott la
reconoce- , sin embargo, Klein marca su propia línea de trabajo.

Meln11ie Klein

Segt'.tJl el Diccio11nrio de psiconnálisis elaborad o por Élisabeth


Roud inesco y Mich el Pion, las ideas' de Klein se identi fica n de
la si& ruiente manera: "El kleinismo no es una simple corriente,

17
/bid., p. 315.
I~ /bid., p. 324.
Ot p>iax111áli;¡is y otr~ /1i:itori<1S
.¡7

sino una escuela comparable con el lacanismo. Se ha constituido


como sistema de pensamiento". 19
La revolución del pensam iento kleiniano se vincu la con Ja
reformu lación de va rios aspectos teóricos freudianos. Uno de
ellos es integrar, como parte de la cura analítica, casos de pa-
cientes psicóticos en el tratam iento con niños. No obstante, el
objetivo de Klein no era hacer una pedagogía surgida de los
postulados analíticos para prevenir un desarrollo "correcto" en
los infantes.
Klein también lleva a cabo investigaciones acerca del comple-
jo de Edipo para colocar a la madre como relación primigenia y
no al padre. Un elemento que cabe señalar es que al postular sus
"posiciones", coloca a la locura en el corazón del ser humano,
como parte de su estructura, postulado que permitirá a Lacan
hacer un vínculo enh·e s u práctica psiquiátrica y el psicoa nálisis.
Una de las d iferencias más evidentes con la propuesta laca-
niana tiene que ver con una ausencia de revisión exhaustiva de
los fundamentos epistemológicos, entre ellos, la significación a
posteriori (11ncl1triiglic/1), parte fundamental en la obra de Freud y
Lacan. Por oh·o lado, tampoco inh·oduce la d imensión del sujeto,
p ivote en la obra de Lacan. Pero a esto volveremos más adelante.
La imagen que casi automáticamen te nos viene a la mente
cuando men cionamos a Klein es el psicoanálisis con niños. Aun-
que también debemos reconocer que hizo grandes aportaciones
en la clínica con adultos, pa ra efectos del presente trabajo nos
centraremos en s us aportes clinicos con niños. Llama la aten-
ción la posición casi opuesta de Klein con respecto a la de Anna
Freud. Klein propone que se debe llevar a tm niño a análisis
como parte de su educación, pues para analizarlo no es necesa-
r.io que el pequeño tenga síntomas que perturben su estancia o
la de sus padres:

19
Élisabeth Roudinesco y Michel Pion, Diccio11ario de psicoa111llisis. Barcelona,
Paidós, 1998, p. 598.
48

Dejaremos al niño adquirir tanta información sexual como


exija el desarrollo de su deseo de saber, despojando así a
la sexualidad de una vez de su misterio y de gran parte de
su peligro. Esto asegurará que sus deseos, pensamientos y
sentimientos no sean en parte reprimidos y en parte, en la
medida en que fa lla la represión, tolerados bajo una carga de
falsa vergüenza y sufrimiento nervioso, como nos pasó a no-
sotros. Además al impedir esta represión, esta carga de sttfri-
miento superfluo, estamos sentando las bases para la salud,
el equilibrio mental y el desarrollo positivo del carácter.20

Con esto se presenta como responsable del tratamiento del


pequeño. Otra característica de la técnica kleiniana es que los
padres no forman parte del tratamiento. Las intervenciones .ra-
dican en interpretaciones directas al paciente, lo que fu e motivo
de severas críticas.
Para abordar la intención de las interpretaciones en los aná-
lisis kleinianos, debemos tomar como hilo conductor la angus-
tia, pues como hemos visto - y veremos- la angustia juega un
papel muy importante en la clínica. No es coincidencia que tan-
to Klein corno Winnicott tomaran dicho concepto como parte
nodal en su construcción teórica.
La ansiedad, término que Klein utili za en lugar de angus-
tia se muesh·a desde el principio en la vida del ser humano.
I • '
Apai·ece como amenaza de desmembramiento o fragmentac10n
y persecución en el recién nacido, ante lo cual el pequeño d~b.e
defenderse. En este mismo tenor, Klein plantea que desde el llli-
cio de la vida existen relaciones de objeto, mismas que no son
totales sino parciales. De este modo el recién nacido escinde el
objeto (pecho materno). Este objeto se muestra como satisfactor
o frustrador, lo que lo lleva a las r~laciones de amor y odio. Estas
relaciones están sostenidas por la inh·oyección y la proyección.
Se introyecta lo que se considera bueno y se proyecta lo que se

20 Melarúe Klein, "El d esarrollo de un niño", en Obras completas. Amor, c11/pa Y


reparació11, t. 1. Buenos Aires, Pllidós, 1990, p. 16.
Dt ¡1;iwa11dlisis y otras historias
49

considera malo, de ahí el nombre de pecho-buen o y pecho-ma-


lo. Resulta claro que esto no se refiere a la parte física del cuerpo
materno, sino a la representación mental que el niño se forma
del objeto.
La forma de atacar al objeto malo tiene que ver con las fan-
tasías inconscientes dirigidas a dicho objeto. La fin alidad de la
implementación de estas defensas es la protección del yo tem-
prano, a diferencia de la propuesta freudiana donde no existe
el yo como tal. Sin en1bargo, clquí hay una coincidencia con las
ideas de Winnicott, puesto que ambos proponen que el yo exis-
te, pero permanece desintegrado, y que es la mad re quien funge
como unificadora del mismo.
Con respecto a la aparición de la ansiedad en el recién naci-
do, Klein d ice: "La ansiedad surge de la actuación del ins tinto
de muerte dentro del organismo, es sentida como temor a la ani-
quilación (muerte) y toma la forma de temor a la persecución".
Lo principal es destacar que estos movimientos se instalan
en las fantasías. En ellas el niño escinde tanto al objeto como al
yo, ya que es su modo de salvaguardase de la ansiedad. Otro
modo de defensa es lo que Klein llama identificación proyecti-
va, la cual genera una relación agresiva con el objeto, es decir,
deriva de la pulsión de dañar al objeto (madre) al mismo tiempo
que busca controlarlo. Un desarrolJo "norrnal" se fundamenta
con el equ ilibrio entre el mecartismo de introyección y proyec-
ción en el infante.
Como podemos ver, el terreno donde se fundamentan tan-
to los modos de interpretar como las formas de teorizar es la
fai1tasía. Entonces, ¿qué es la fantasía en Klein? Según Harari,
"fantasía significa estrictamente, según Susan Isaacs: Contenido
mental inconsciente que pued e o no 11acerse consc1en . t e .21 11

La cita anterior indica que la fantasía es la expresión mental


de los instintos. En efecto, el lenguaje que Klein utiliza está rela-
cionado con un tinte biologisista, por ejemplo, habla de instin-

11Roberto Harari, F1111tas11111: Ji11 de análisis?. Buenos Aires, Nueva Visión, 1990,
p. 18.
Liara Stn1JC!rn11sky
/
50

tos. En Freud, la palabra alemana es 11'ie/1 (pulsión, motor). Esto


causa algunos problemas, ya que estas pequeñas d iferencias en
ocasiones vuelven confusa la intención de los conceptos.
Volviendo al concepto de fantasía, no debe entenderse como
una fuga de la "realidad" en el sentido literal de la palabra, sino
que es afín a las experiencias y vivencias del infante o recién
nacido. Incluso se puede decir que la fantasía influye en el modo
de reacción ante las experiencias. Como mencionaba Winnicott,
para que algo del mundo (deJ medio) cause efectos en el njño,
primero debe anudarse a la fantasía. Dicho de otra manera, la
fantasía afecta el modo en que se percibe y se actúa en el contex-
to del pequeño.
La fantasía también ftmge como defensa de la real idad inte-
rior. Freud propuso que la función de la alucinación era dismi-
nuir el displacer generado por necesidades (hambre, impulso
sexual). De un modo s imi la1~ la fantasía en Klein cumple con
ese cometido y algo más, ya que no sólo se trata de la realidad
exterior, sino también de la interior. No sólo es el hambre como
displacer orgánico, sino la representación de la misma ahora
como parte de una realidad interna.
Con Klein, podemos decir que la personalidad está deter-
minada por las fantasías inconscien tes tanto en el yo como en
los objetos internos.22 Debido a esto, gran parte de las interven-
ciones giran en tomo a la interpretación de las fan tasías de los
pacientes, sean nü"fos o adultos. El objetivo es entonces darle
sentido ("aquí y ahora") a lo que el paciente trae de su pasado,
tomando siempre como referente (avalúo) la figura del analista.
En el análisis kleiillano la posición del analista tiene que ver
con lo constitucional, es deci1~ la importancia de la madre es ra-
dical porque depende de ella que las fantasías persecutorias del
nifi.o no predominen y que se logre una integración de w1 yo
fuerte. De la misma manera, el analis ta debe jugar ese papel y
lograr que el paciente pase de la posición esguizo-paranoide a

22
Hruma Segal, lnlrod11cción a la obra de Me/anie Klein. 13arcelona, Paidós, 2006,
p. 26.
rn psiroa11áfi~is yotras /11storia.s
51

Ja depresiva. Esto es un punto nodal tanto teórico como clínico,


pues hacia aquí apuntan las interpretaciones para llevar a cabo
Ja integración del yo, desde tm inicio fragmentado . .Klein dice:

Con la introducción del objeto total durante el segundo


cuaxto del primer afio, se realizan marcados progresos en la
integración. [...) Los aspectos amados y odiados de la ma-
dre ya no son percibidos como tan separados, y en conse-
cuencia se produce un mayor miedo a la pérdida, un fuerte
sentimiento de culpa y estados análogos al duelo, porque
se siente que los impulsos agresivos se dirigen contra el ob-
jeto amado. La posición depresiva entra en escena. 23

La importancia de este movimiento va acampa.fiada de cier-


to monto de envidia, la cual radica en que el niño no sólo pro-
yecta lo malo del objeto, sino tan1bién lo bueno. De este modo la
madre debe fungir como mediadora, ya que en casos extremos
el yo proyecta todo lo bueno en el objeto y se queda con lo malo
(en la fantasía), evitando así la integración de la personalidad.
A continuación mostraremos un ejemplo de interpretación
desde la perspectiva kleiniana, en el que podremos observar ha-
cia dónde apunta y las dimensiones que evoca:

Materia l producido por un paciente antes de una interrup-


ción por las vacaciones. Le angustiaba que yo pudiera termi-
nar prematuramente el lratamiento [... J. En sus asociaciones
se refería frecuentemente a su lactancia insatisfactoria y al
hecho de que su madre lo hubiera alimentado al pecho sólo
durante tmo o dos días [...).Fantaseaba con establecerse en
el extranjero, donde yo lo visitaría durante las vacaciones y
él me hospedaría con todo lujo. Poco después de mencionar
esta fantasía, mencionó el siguiente sueño: Se dirigía a Lma
taberna y en el camino se encontraba con la señorita X, con
quien había tenido una relación temporaria años atrás. La

23 M. Klein, op. cit., pp. 23-24.


l.iora Starxlransk-y

52

señorita X parecía muy desdichada y evidentemente deseo-


sa por renovar su relación con él. EL se sentía incomodo,
algo culpable y un poco tentado. Sentía una especie de de-
seo sexual compulsivo, que a menudo experimentaba fren-
te a mujeres muy feas o desdichadas.
Sus asociaciones Jo retrotrajeron primero a su juven-
tud. Era entonces subgerente de w1a cadena de tiendas; se
sentía muy seguro de sí mismo y muy poderoso. [... ] era
muy promiscuo y le parecía que las empleadas de las tien-
das eran las víctimas naturales de los ejecutivos. La sefiorita
X trabajaba en la sección de lechería. Las muchachas de la
sección de lechería le parecían muy atractivas. Usaban un
bonito uniforme con el que parecían muy puras y severas,
y le daba tma especial sensación de triunfo conseguir que
se acostarán con él (... ).La señorita X lo había hecho sentir
culpable, ya que la había tratado peor que a las demás.
Le interpreté que las muchachas ele la sección de leche-
ría representaban a la madre que le da pecho. Su madre le
había dado de mamar sólo una o dos veces, y su relación
con la señorita X había sido una venganza dirigida asuma-
dre. Como la taberna del sueño era la que estaba sihtada en
la esquina de la calle donde yo vivía, le interpreté que la se-
ñorita X era también yo en la transferencia y vinculé el sue-
ño con la fantasía de encontrarse conmigo en el exh·anjero
y hospedam1e. Tras el deseo de hospedarme, estaba a la vez
el deseo de invertir la situación de dependencia -que yo
me volviera pobre y fea y quisiera renovar mi relación con
él- y de tomar venganza. El paciente se rió de repente y
dijo que ahora comprendía por qué siempre asociaba a la
señorita X con la seti.orita Y. 24

Consideramos necesario utilizar esta cita debido a que aquí


se logra observar el material dado por el paciente y la manera
de darle lectura. Lo que más llama la atención es que al final el
paciente dice que comprende su situación. Esto indica que la

2• H . Sega!, op. cit., pp. 87-88.


Ot psicoanálisis y Qlr"5 /1i;toria;
~~~~~~~~~~~~~~~~~~

53

ji1 terpretación tiene una fu11ción esclarecedora y que uno de los


actores principales es el ru1alista. En este ejemplo la propia ana-
lista se incluye en el sueño como si fuera la señorita X.
La función del analista es similar a la que la madre haría, es
decil~ unificar los objetos, pasar de tener objetos parciales a obje-
tos totales, como lo indica la posición depresiva. Es por ello que
las interpretaciones son aclaratorias. La interpretación apunta a
darle sentido a lo que el nifi.o lleva a consulta. El paciente lleva
cierto material que no logra entender, Juego el anal ista le de-
vuelve el material con una interpretación que unifique el objeto
escindido y lo integre al paciente, con lo cual puede decirse que
el análisis kleiniano busca reintroyectar lo bueno proyectado y
que dicho trabajo debe estar mediado por el analista. Al respec-
to, Harari opina: "Los kleinianos incurren en el despropósito
cdnsistente de hacerle creer al analizante que todo lo que le ocu-
rre sucede porque él, mediante sus fantasías, lo quiere así. De
este modo trabajan incesantemente con ir1tervenciones yoicas a
las que no reconocen como tales". 25
Sin embargo no todo el psicoa11áJisis con niños radicaba en
la misma postura. Oh·a mujer soste1úa lma opinión diferente. Su
nombre es Frani;oise Dolto.

Fran~oise Dolto

A diferencia de Anna Freud, I<lein y Wi.n.nicott, Dolto no sólo


era contemporánea de Lacan, sino su gran amiga. Sus p lantea-
mientos poseen la radicalidad de una clínica donde el analista
en cada caso actúa desde el no-saber.
Dolto tiene otro pLmto de vista acerca del trabajo con infan-
tes, y esto indudablemente se debe a su relación con Lacan. Ella
toma algunos de los conceptos propuestos por Lacan y los adap-
ta para sus propios fines. Esta "adaptación" no se quedaba en el
nivel del lenguaje, también abordaba una técnica y una nueva

v; R. Harari, op. cit., p. 28.


Lrora Staiorha11sly
54

propuesta. Dicha propuesta consistía en utilizar el lenguaje del


niño. Ella recomienda no recurrir a pruebas ni a la interpretación
esclarecedora en la pxáctica clínica con niños pequeños. Algo
relevante de mencionar es que perm itía Ja participación activa
de otros analistas mientras estaba con s u paciente-nifio, lo que
dio lugar a una propuesta sumamen te interesante. Afirma que
no hay analistas de niños, sino analistas que trabajan con niños.
Esto tiene ciertos matices relacionados con la postura lacaniana
acerca del sujeto.
Dolto utiliza la palabra sujeto para designar a quien es ana-
lizado sin importar su edad. Cabe mencionar que esto tendrá
repercusiones importantes en el presente trabajo. Asimismo,
pone un acento en la escucha y en el lenguaje utilizados con el
niño. No recurre a interpretaciones demasiado elaboradas, más
bien utiliza el lenguaje del mismo paciente. Es una manera de
escuchar a quien tiene enfrente sin ponerle significantes que le
sean ajenos. Dolto comenta en 1977:

Si el análisis de niños tiene sentido, es únicamente por


permitir el análisis de lo reptimido, es decir, de las épocas
que precedieron su vida presente. Si nuesb·as interpreta-
ciones aluden a las relaciones actuales del niño, en ese caso
no hacemos análisis, hacemos psicoterapia de apoyo. Si es
psicoanálisis, es porque nada de lo actual entre el nifi.o y
las personas de su vida presente nos concierne. Esta es la
cash·aci6n del anaJista. 26

De esta declaración interpretamos que el analis ta que h·abaja


con nifios debe estar atento a la escucha, estar pendiente de "la
imagen inconsciente del cuerpo" que es -a su juicio - el punto
nodal del análisis.
Para proponer la premisa de "la imagen inconsciente del
cuerpo", el analista recurre al autismo como vía de análjsis, Jo
que evidentemente nos remite al caso Dorninique. De acuerdo

26
Cf Frnn~oise Dolto, LeHre de l'école fre11die1111e de Pnris, núm. 20, 1977.
Dt>psiroa11álirn yolras _lu_ilo_ri_·
as_ _ _ _ __ _ _ __ __

55

con Dolto, en el autismo hay una ruptura del vínculo madre-


hijo, a diferencia de la psicosis, donde de algún modo aún se
conserva la imagen de su cuerpo. Esta imagen no es la misma
que la del estadio del espejo expuesta por Lacan, y tampoco es
Ja imagen de cuerpo fragmentado propuesta en principio por
I<lein y posteriormente por Winnicott; de alú la :importancia de
la aportación de Dolto.
La ruptura del vÚlculo madre-hijo no se refiere al cuerpo real
de Ja madre, sino a lo que Dolto llama sombolígena, es decir,
la imagen inconsciente del cuerpo. El niño puede perder dicho
vÍJ'1culo sin la necesidad de la ausencia de Ja madre. AJ quedar
abandonado, el niño busca sustituir la relación con el otro per-
dido - el objeto perdido- a través de una paite de su cuerpo.
El modo de defenderse de la angustia de aniquilamiento es por
medio de la alucinación como modo primitivo de satisfacción.
En este sentido, cuando busca la satisfacción mediante la aluci-
nación, se aleja del intercambio simbólico con la madre.
Dolto es la primera en proponer que son necesarias tres gene-
raciones para que aparezca una psicosis. Asimismo, diferencia el
autismo, pues lo liga con el deseo y la ley, ya que hay algo en el
corazón del sujeto que no puede ser simbolizado. El sujeto no ha
podido ser redireccionalizado vía la castración: "Dolto se aparta
aquí de Lacan. Para éste, la referencia al Nombre-del-Padre falta en
la h·ama simbólica misma. Para Dolto, faltó alrededor de una expe-
riencia dada; la reactualización de ésta en eJ análisis y su reinscrip-
ción en el lenguaje pemutirá la re-vinculación con lo simbólico" .27
Esta propuesta pretende rei.nsertar la experiencia no recibi-
da por Ja madre y devuelta como símbolo parn anudarla y que
de esta manera se dé la "corrección" que falló. Esto se abordará
en Lacan como el significai1te forcluido donde no hay manera
de volver a insertarlo en la lógica de la cad ena significante. La
ruptura con Jo simbólico (con la presencia de la madre) evoca
que las propias sensaciones corporales se vuelvan la presencia

27 Yannick Fran\ois, Frm1~oise Do/lo: De In ética 11 In practica del psicoa11á/isis de


11i11os. Buenos Aires, N ueva Visión, 1990, p. 136.
L111111 Sl011Xhn11•ly
~~~~~~~~-

56

alucinatoria del cuerpo materno, por lo tanto, no es que el niño


psicótico esté fuera de lo simbólico, sino que está imposibilitado
para acceder al código simbólico.
Hasta ese momento no se había abordado el tema en térmi-
nos del cuerpo. Se había hablado de fantasías, de instintos, de
unificación del yo, de pedagogizarlo, pero es Dolto quien por
primera vez anuncia que el cuerpo es el representante de cada
sujeto. Introduce aJ sujeto en el psicoanálisis con niños, como lo
haría Lacan en su teoría. Afirma que el instrumento con el que
cuenta el niño para vincularse con el otro, con el medio o con la
madre, es su cuerpo:

La imagen del cuerpo es propia de cada uno. Está ligada


al sujeto y a su historia. Es específica de uno en una situa-
ción, corno de un modo de relación libidinaJ. Es eminente-
mente inconsciente; puede tornarse en parte preconsciente
sólo cuando se asocia al lenguaje consciente, el cual utiliza
metáforas y metonim ias referidas a la irnagen del cuerpo
tanto en las mímicas, fundadas en el lenguaje, como en el
lenguaje verbal. 28

La imagen del cuerpo es la síntesis viva de nuestras expe-


riencias emocionales: interhumanas, repetitivamente vivi-
das a través de las sensaciones erógenas electivas, arcaicas
o actuales. Es la encarnación simbólica inconsciente del su-
jeto deseante y existe ya desde la concepción.19

Entonces la propuesta de Dolto es brindar una escucha del


niño, de Jo que d ice, ya sea con palabras, con gestos, con
juego. Éste último no es visto como una d iversión, sino
como un modo de lenguaje donde el significante se le pre-
senta al analista. Esto le brinda las herramientas para que
el niño, tomándose su tiempo, pueda entender el origen de
su sufrimiento.30

l3 lbid., p. 137.
29 F. Dolto, La imagen i11co11scie11te del c11erpo. Buenos Aires, Paidós, 1984, p. 21.
30
/bid., pp. 24-25.
~ P'im111dlisis y olr.u lrisfori.»
57

De esta manera p odemos adelantar que la teoría no debe se-


pararse de la técnica, pues ambas están implicadas en el análisis
infantil. Entonces lo que difiere son los recursos. El inconsciente
infantil se manifiesta a través de síntomas, sueños y fan tasías
que ocuparán un lugar importante dentro del proceso analítico.
El valor simbólico y en gran medida inconsciente del material
lúdico y gráfico, permite al analista acercarse a la problemáti-
ca del niño e intervenir, poniendo en el discurso del pequeño
paciente las palabras que faltan. Sin embargo, el analista debe
cuidarse de utilizar sus significantes sin preguntar aJ pequeño
el significad o que tienen para él las palabras que emplea.
En el análisis estas construcciones no perturban "el desarro-
llo ni previenen una neurosis". La tarea del análisis no es profi-
láctica, educa tiva o de curación. Se trata de acompañar al niño
y propiciar en él esclarecimientos acerca de las cosas que vive.
En efecto, el psicoanálisis difiere de las psicoterapias en la teo-
ría y la práctica. En las psicoterapias generalmente existe una
inten ción reeducativa y de readaptación. En el psicoanálisis, lo
que importa es develar una verdad no-toda que habita en cada
sujeto, conocer hacia dónde apunta el propio deseo. Una de sus
apuestas es un cambio de posición subjetiva que permita al su-
jeto ubicarse de manera distinta frente a las cosas que le pasan.
Por su parte, Fendrick analiza en s u obra Psicomuíli-
sis pnrn niíios el debate originado entre Anna Freud y Mela-
nie Klein, en relación a la manera en que cada una concebía
el análisis infantil. La primera sostenía a la profilaxis y, por
ende, no hacía una separación suficientemente precisa con
respecto a la pedagogía. La segunda privilegiaba la trans-
ferencia como el elemento que determinaría la entrada de
un niño en w i proceso analítico. Ambas utilizaban el juego,
sin embargo, su modo de abordarlo fue bastante diferente.
La propuesta metodológica de Dolto es de gran trascen-
dencia en el reciente escenario del psicoanálisis con niños, pues
aplica un método que emplea los recursos ya señalados, pero
también da lugar a la conversación con el niño entendida como
la provocación de s us variadas ocurrencias. Dolto ilustra su pro-
L1Dra S11wcl1t111~ly

58

puesta en el libro Psicomuílisis y pedintrín, donde incluye múlti-


ples casos tomados de su experiencia clín ica, así como el trabajo
reabzado con pacientes infantiles a lo largo ele varios afi.os. Se-
ñala también la importancia del pago de la sesión por parte del
niño. Un pago simbólico con un objeto generalmente elaborado
por él mismo.

Lo lacania no en la práctica psicoanalítica con n ifios

[los caballos aparecen como! la necesidad estructural


que gobierna no sólo la construcción de cada tma de
las que podemos llamar con las precauciones de cos-
tumbre de pequeños mitos de Juanito, sino también
su progreso y sus transfomrnciones.
Jacques Lacan, La relaci611 de objeto

En Jos apartados anteriores revisamos algunas propuestas del


psicoanálisis con niños. Excepto en Dolto, los otros psicoanalis-
tas colocan al infante en la d imensión empírica de niño pasando
por alto Ja fu nción que éste desempeña en la fa milia. El niño
viene a ocupar un lugar en la realidad psíquica de los padres.
Esta idea no niega en absoluto la dimensión empírica, enten-
diendo ésta como Ja manera en que los padres llevan al niño al
consultorio y lo esperan afuera. La diferencia, a nuestro parecer,
se ubica en el modo en que el niño es escuchado en su deseo y,
según el caso, en su demanda. Se hace una lectura de los signifi-
ca ntes que el nilio lleva en su dimensión de sujeto.
Esta perspectiva complica el escenario, puesto que no se tra-
ta solamente del niño como tal, sino del acontecimiento-niño. El
uúan te no sólo viene a ocupar el lugar del ideal de los padres,
sino también a transgredir toda s.u historia en tanto punto de
detención de la misma.
Lo anterior sólo puede ser pensado desde las ideas lacania-
nas, ya qL1e no deja pasa r por alto la importancia del significante,
el tiempo retroactivo y, evidentemente, la pulsión de muerte y
su relación con el lenguaje, o para decirlo con otra terminología,
lnlangue. Estos elementos freudianos, reformu lados por Lacan
59

(excepto el últin'IO), marcan la d iferencia con lo propuesto por


sus contemporáneos.
Hablar de lo lacm1ia110 va más allá de utilizar este adjetivo
como estandarte para subrayar que una teoría es n1ejor que la
otra. Hemos decidido ubicar lo lacaniano en la lectura que el
analista hace en la clínica. Sin embargo, antes de avanzar, de-
bemos tener presente Jo que Lacan d ice en su seminario en Ca-
racas: "Sean ustedes laca nianos, yo soy freudiano". Indudable-
mente es imposible pensar el psicoanálisis freudiano una vez
que uno ha sido atrapado por el anzuelo lacaniano. Freud es el
semillero, Lacan viene a acelerar el proceso de gestación, pero
no sin causar efectos.
Los elementos que podemos ubicar en Lacan son en s uma-
yoría herramientas que construía en sus seminarios. Nos viene a
la mente el elemento que él mismo denominó como s u único in-
vento: el objeto n. Por otro lado, bajo la influencia de la filosofía
de Heidegger, Lacar1 adoptó la rigu rosidad para dar cuenta del
inconsciente. Asimismo, seducido por las teorías de Frege, se ve
tentado a llevar al psicoanálisis a una logicización. Otro elem.cn-
to importante es la topología como herramienta necesm'ia para
poder repensar el lugar del sujeto en el inconsciente.
Como ya mencionamos anteriormente, con la u1troducción
del sujeto del inconsciente La.can d iscute con las técnicas cuyas
in tervenciones van dirigidas a fortalecer el yo, ya que son solo
terapéuticas y no apuntan a una estructura. Como decía el pro-
pio Laca.11 en 1949: al analista que se ocupa de los ni ños "se le
solicita sin cesar invenciones técnicas e instrumentales, que ha-
cen de los seminarios de control, así como de los grupos de es-
tudio de psicoanál isis infantil, la frontera móvil de la conquista
psicoanaHtica" .31
Se ammcia una técnica que no se sustenta en d iálogos ane-
cdóticos de los casos con pacientes, ni se apoya en Ja observación

11Jacques Lacan, "Reglamento y doctrina de la Comisión de Enseñanza", en


Jacques-Alain, Miller, Escisió11, Exco1111111i611, Diso/11ció11. Tres 1110111e11tos e11 la vida
de jacq11es Laca11. Buenos Aires, Manantial, 1987, p. 22.
/..iqm Stavdw11sly

60

(médica), ni se orienta sólo por lo imaginario, sino que toma lo


dicho del paciente para causar el sinsentido y el equívoco.
Entonces, la especificación de "clínica psicoanalítica lacania-
na con niños" juega con la manera de intervenir y, por lo tanto,
de pensar cada caso, por ejemplo, la demanda de la escuela, la
transferencia de los padres, el decir del niño, etcétera. Todo esto
puede o no ser diferente cuando se trata de un adulto.
Adelantándonos a lo que vendrá después en este trabajo,
podríamos decir que con lo lacaniano es posible pensar w1a
cura durante el análisis con un niño, a partir de situar al infante
en las coordenadas del deseo: el fantasma, la pulsión, la fa lta
del Otro, es decir, en la parte superior del grafo del deseo. Estas
coordenadas no están exentas de Ja formulación lógica del su-
jeto, en relación con lo que Lacan escribe respecto a la posición
(masculina o femenina) del sujeto ante el deseo y el goce.

Figura 1
Grafo d el deseo
De psimm&li~isyotrll!lliiSlória;_ __ _ _ _ _ _ _ _ _ _ __ - -- - -

61

Regresando al tema del niño, el deseo trasgrede ese límite


invistiendo la realidad del tiempo futuro que genera una ilusión
tanto para el niño como para la niña, por lo que la tarea del aná-
lisis sería pem1itir la aparición de esta ilusión (fantasmática) que
organiza el deseo de ese niño o niña. Ese punto imaginado donde
el niño condensa todo su ideal narcisista es la marca misma de la
estructuración de las posiciones subjetivas que encuentran toda
su energía en la represión y en el sepultarniento del complejo de
Edipo. En oh·as palabras, el sujeto (niño) no sabe que el orden
simbólico es parte interesada en esa proyección imaginaria.
Que el niño aprenda a hablar de sus proyecciones figuradas
y de su imaginario deja abierta e intacta la pregunta acerca de
la equivalencia entre figuración y discurso. Para el psicoanáli-
sis lacaniano, la captura en el significante (simbólico) está ya en
hmcionamiento en la figuración (imaginario), pern para el niño,
el dibujo o el acto (real) mismo de jugar toma eficacia en tanto
cosas reales. Esta idea - eje conductor del presente trabajo - es
la que se articulará a lo largo de los capítulos que siguen.
En este sentido, podríamos aventurarnos a decir que la
"radicalidad" de la propuesta lacaniana en la clínica es la in-
troducción del objeto n. Si bien desde w1 inicio Freud propo-
ne al deseo como eje principal, es Lacan quien formaliza dicha
premisa pasando de los escenarios a la escritura de la clínica,
parn lograT una escucha que genere w1 vínculo con lo dicho por
el analizante-nJño. La introducción del objeto n - como resto,
como plus-de-goce, como lo indomable, lo imposible o Jo incalcu-
lable- es el elemento heterogéneo en la estructura que posibi-
lita en su imposibilidad, formalizando así la teoría del discurso.
Aunque el inconsciente está estructurado como un lenguaje, no
es el lenguaje. Siempre habrá retornos de lo reprimido y forma-
ciones del inconsciente que excedan al orden del lenguaje. Es el
lenguaje el que apunta a lo inconsciente, pero el mismo 110 es lo
inconsciente.32

~2Es importante aclarar que los términos de lenguaje, discurso y palabra no


son lo mismo.
Uora Slaochmis.ly

62

Si lo vemos detenidamente, Freud propone al deseo corno


pivote de s u práctica. La energía que vehiculiza dicho deseo,
siempre sexual, es la libjdo. Esta palabra tiene su etimología en
la falta, es decir, es deseo, es falta, es anhelo. Lo que Lacan for-
mu la bajo estos términos no es sino el objeto a, la ausencia de un
objeto satisfactor de la pulsión. Situar al objeto a es operativizar
la falta, el enigma de la ausencia de objeto. No busca resolver ni
nombrar la falta.
El objeto a, en sus vertientes como faJta y como plus-de-go-
ce, nos permitirá lanzar la pregunta por nuestra praxis llevada
a cabo con anal izantes-niños. En relación a los infantes, Lacan
dice: "El n iño es el único objeto a" .33 En efecto, la sentencia es
clara. No obstax1te, la labor de este texto es extender lo que afir-
ma, pues tal vez no sólo se trate de esa equivalencia si.no de algo
más. Con esta provocación continuamos nuesh·o recorrido.
Por último, conviene citar a Agamben para cerrar este ca-
pítulo y a la vez abrir los caminos que serán transcurridos más
adelante:

[...] la infancia a la que nos referimos no puede ser sim-


plemente algo que precede cronológi.camente al lenguaje
y que, en un momento determinado, deja de existir para
volcarse en el habla, no es un paraíso que abandonamos de
una vez por todas para habla1~ sino que coexiste originaria-
mente con el lenguaje, e incluso se constituye ella misma
mediante su expropiación efectuada por el lenguaje al pro-
ducir cada vez al hombre como sujeto.34

Para Agamben, la infancia s itúa al sujeto, aún por venir, en lo


pre-lingüístico, sin palabras, lo inexperimentable, mudo. Es así
que Ja in fancia deja el mundo de 10 inefable para ser desplazada
al campo de la mística, pasaje por el cual defü\e el lugar común

3) J. Lacan, El Seminario. Libro 14. La lógica del f1111tas11111. Versión mimeografiada.


3iGiorgio Agamben, /11f1mci11 e historia. Buenos Aires, Adriana Hidalgo, 2003,
p. 66.
Dt psiro<111dlisis y otrllj histm1as

63

desde donde toda experiencia es posible. Este pasaje exige la


caída de la infancia y su captación por el habla, acontecimiento
en el que ocurre el origen del lenguaje, por lo tanto, es imposible
que la experiencia muela sea al mismo tiempo experiencia del sujeto,
pues la idea de infancia en términos de "sustancia psíquica" es
pre-subjetiva, operación similar a la del sujeto pre-lingüístico.
Este es un punto import<lnte, ya que para Lacan no hay su-
jeto pre-lingüístico. Agamben abre Lma veta para señaJar que
es posible que existan subjetividades que no sean producto de
dispositivos de poder o discursos - para Foucault, cualquier s u-
jeto es producto de un saber/poder- , que exista un sujeto pre-
Jingüístico. ¿Cómo llamaríamos a esto?: illfancia.
Sin embargo, tanto para Agamben como para Freud y Lacan, la
infancia toma sitio en la posible relación del sujeto con el lengua-
je, pero no sin d iferenciarse. Agamben cuestiona la linealidad de
la historia, asigna a la infancia un momento pTe-subjetivo, an-
terjor al lenguaje. En cambio, Freud atribuye a ésta w1 carácter
sexual que predomina a lo largo de la historia subjetiva de cada
sujeto. Al proponer que la infan cia se organiza a partir de un es-
pesor desean te, enmarca la irnportancia de lo pu lsional en el niño
y, por lo tanto, de Ja extensión del concepto "sexualidad". Por
su parte, para hablar de infa ncia, Lacan reubica aJ sujeto en un
plano estructural, lo que significa que es en relación con los fenó-
menos del lenguaje que el sujeto se estructura y se delim ita. Para
él no existe la posibilidad de h ablar de niño ni de infancia si no es
a partir del universo simbólico, pues desde ahí el sujeto se reco-
noce en y con el Otro. Así Lacan incorpora el término infa11s para
distingu ir el tiempo en el que el sujeto i11Jm1til aún no habla (ésta
sería la relación con el concepto de infancia según Agamben).
La infancia caracteriza entonces de manera fundamental al
lenguaje de lo hwnano. Es as( que la infancia abre s u espacio a
la hjstoria producto de un a operación subjetiva, que se renue-
va cada vez que el 11Í11o cum1do habla, atraviesa dicha historia.
1

Es en este sentido que no puede considerase a la historia como


progreso continuo del tiempo lineal, s ino más bien como inter-
valo, discontinu idad, epokhé, historización, por lo que el término
Liom Slat>tlrat1sJ.y

agambeniano de infancia y la perspectiva de niño en el psicoaná-


lisis de Lacan, nos permiten decir que la infancia y el ni11o fueron,
son y serán significantes siempre en falta de significación.
Capítulo 2. Lo infantil y el niño en la teoría freudiana

Pero Jo indecible, cogió un trozo de su


traje, comenzó a borbotear y a buscar
palabras ...

Friedrich Nietzsd1e,
Así liablnbn Z11rnt11slm

Lo indecible no es una indecisión. Lo indecible es una coincidencia


en oposición ... es en la contradicción donde habita lo imposible de 1111
discurso consigo mismo.

Primer apartado

¿Qué se entiende por " lo infantil" en la teoría freudiana? ¿Qué


es un niño para el psicoanálisis? ¿Lo infantil? 1 ¿El niño? Estas
son preguntas que podrían responderse de manera laxa, al ubi-
car las cuestiones que forman parte de cierto momento de la
vida de un individuo, por ejemplo, un niño es aquel menor de
10 años. Así, nos evitaríamos muchas complicaciones, aunque el
problema es que lo infantil no puede reducirse a esta postura.
El niño como sujeto no hace más que destrozar-se (en) el
lenguaje al empezar a hablar, como lo hiciera Joyce. El resquicio

1 Para hacer una primera puntuación, seguiremos a Esteban Levin en la dife-


rencia que propone entre los términos "infancia" e "infantil" en su libro ¿Hacia
t11111 i11Ja11cia virtual? l.a imagen corporal sin cuerpo. Buenos Aires, Nueva Visión,
2006, p . 12. Dice: "La infancia termina, final iza sin retomo, pero lo infantil que
allí se instituye perdura en el tiempo". Esta aclaración responde a que el lector
no debe extrañarse de no encontrar en este capítulo el término "infancia". En el
capítulo 4 retomaremos esta cita para puntualizar dicha diferencia en relación
con el lenguaje y la palabra segt'tn Jean-Frarn;ois Lyotard y Giorgio Agamben,
para así iniciar el recorrido de lo que consideramos estructurante en el sujeto,
en el momento en que apalabra el lenguaje y, al mismo tiempo, (él) surge en el
entre-dicho.

65
1fora Staioeh.111~

66

de lo infantil aparece en el decir del sujeto. l3orges escribe: "El


tiempo es la sustancia de que estoy hecho. El tiempo es w1 río
que me arrebata, pero yo soy el río; es un tig re que me destroza,
pero yo soy el tigre; es un fuego que me consume, pero yo soy
el fuego. El mundo, desgraciada1nente es real, yo, desgraciada-
mente, soy Borges".2
Puede leerse el remolino en el que estamos inmersos desde
niños. Puede leerse también que el tiempo tiene referencia en
el lenguaje siendo "el tiempo[ ... ] la sustancia de [laj que estoy
hecho". Así fue como Freud encontró que "lo sin-importancia"
contiene el núcleo del se t~ lo cual no indica un origen sino un
principio.
En el pri ncipio está el dolor que empuja a la vida, inscdp-
ción de ausencia que moviliza aquello perdido desde siempre.
Todo nacim iento guarda en s u memoria una huella, una marca
de dolor. Freud apunta: "Cualquier teoría psicológica atend ible
tiene que brindar una explicación de la 'memoria"'.3
En un anál isis, el analizante habla de su historia, de la me-
moria que, al ser huella de lo que ya no está, deja tes timonio
de lo que fue y de lo que nunca podrá volver a ser. Si diéramos
oh·o nombre a la memoria (siguiendo al Freud del Proyecto) éste
sería las "huellas duraderas", espacio donde lo infantil ejerce su
influjo en el presente del sujeto.
Estas son las marcas que Joyce d ejaba sin resolver al final
de Retrato del artista adolescente, en el que, como enigma, hace cor-
te para articular lo dicho en la historia fan1iliar: "Antiguo padre
(old fatl1er), antiguo artífice, ampárame ahora y siempre con tu
ayuda" :'
Tales palabras indican que algo de la his toria deja una mar-
ca imborrable que se refleja en la particularidad de cada sujeto,

2
Jorge Luis Borges, "La nueva refutación del tiempo", en Prosn Co111pleln 2. Bar-
celona, Bruguera, 1980, p. 301.
' Sigmund Freud, ''Proyecto d e psico logía", en Obras co111plclns, t. 1. Trad. José L.
Etcheverry. Buenos Aires, Amorrorlu, 1986, p. 343.
• James Joyce, Re/rato del nrlistn ndolescc11/e. México, Ediciones Coyoacán, 2006,
p. 240.
1.4 i11fa11til y ti 11i11o t11 la tror/,¡ frt111tia1111

67

evidentemente con Ja carga erótica que toda demanda contiene


en sí misma.
Pero regresemos a Freud. A pesar del lenguaje cargado de
metáforas referentes a la física y a la química en sus primeros
escritos, es interesante ver sus tres "registros", como son el eco-
nómico, el tópico y el d inámico. En estos registros, al no ser
pensados físicamente ni separados entre ellos por implicarse, se
hace evidente - una vez más - la estructura sin estar ubicada
en el cuerpo. Ya antes en la "Carta 52'',5 Freud había descrito un
cierto funcionamiento del aparato psíquico donde, a partir de
transcripciones y retranscripciones, la memoria tenía lugar en
un topos no corpóreo, inaugurando así, por primera vez, un es-
pacio virtual en el que la ubicación del sujeto está en Otro lugar,
es deciL~ en otra escena.
La importancia de hablar de lugares que no se localizan de
manera espacial hace necesario crear, como Freud lo hizo en el
capítulo Vil de La i11terprelació11 de los sueíios, figuras que permi-
tan su representación.

Lo infantil y los s11eiios

Con los sueños podemos enconh·ar un cierto aroma de resto en


la trnma de lo infan til. Y al subrayarlo, el psicoanálisis no lo cen-
traliza, pero si lo integra al discurso del analizante entonces cum-
ple una función. ¿Cómo sería darle un papel de no-resto?
Para responder, podríamos imaginar a Freud empecinado
en "conocer" el sue11o que el soñante tuvo durante la n oche, y
que el relato fuera un fiel reflejo de esa vivencia onírica; corres-
pondencia exacta entre la palabra y la cosa. El s ueño como tal
está perdido, lo que queda es lo que el sujeto articu la en pala-
bras y silen cios, titubeando, equivocándose, etcétera.
Curiosamente el t'.mico modo de hacer presente el sueño es
"desfigurando" el sueño "soñado", en un afán de darle coherencia.

5 S. Freud, "Carta 52", en op. cit., t. 1, p. 274-280.


1iom Stat>cl1a11sky

68

Es cierto que desfiguramos el sueño en el intento de repro-


ducirlo; reencontramos en esto lo que caracterizamos como
la elaboración secundaria del sueño por parte de la instan-
cia del pensamiento normal, que a menudo ocurre en un
malentendido sobre aquel. Pero tal desfiguración no es, a
su vez, sino un fragmento de la elaboración a que son so-
metidos regularmente los pensamientos oníricos a conse-
cuencia de la censura del sueiio.6

Sin embargo, en lanlo resto, toma su dimensión en el d iscur-


so del soñan te por n o poder dar cuenta de ello, porque no hay
palabras para noinbrado del todo. No por estar perdido deja de
tener efectos sobre el sujeto. Sin sueño perdido, n o hay relato.
Si en la vivencia onírica pudiera recuperarse el sueño tal cual
se soñó, podríamos llamarlo sueño "no perdido" y no habría
"necesidad" de contarlo ni, por tanto, de interpretarlo. El len-
guaje se adecuaría a la Cosa y el tiempo sólo sería una sucesión
ordenada.
Ahora regresemos de nuevo al sueño en relación con lo in-
fantil. Es posible pensar que tanto lo infantil como el sueño "per-
dido" tienen la función de anudar el decir del sujeto, puesto que
ambos son del orden de lo imposible, lo que hace necesario el
tiempo lógico (Nac/1triigliclt1 apres coup) para permitir este nue-
vo despliegue clínico. Veámoslo con un ejemplo, el del p equeño
Hans, paciente indirecto de Freud.
Cuando Hans, un nit1o de cinco años, sueña que juega con
sus compañeras a que lo hacen "hacer pipi", resulta clara la pos-
tura que toma el sueño como cumpl imiento de deseo. Está pre-
sente también la intencionalidad de llevar a cabo algo - que ellas
lo hagan "hacer pipi" - , que al formar parte del contenido oníri-
co deja el rastro de lo que no pudo ser consu mado en la vigilia
y pasa de algún modo al sueño como medio de cumplimiento,
aun cuando una vez despierto le pida a su padre que lo lleve a
un lugar donde no lo vean esas niñas. La represión baja la guar-

6
S. Freud, "La inlcrprclación de los sueños", e n op. cit., t. v, p. 509.
IJJ in/~nhl y el 11iiio t 11 la lror;u frt udia1m

69

dia en el sueño dejando campo libre a la tramitación de una re-


presentación a otra, de ese modo puede verse la fragmentación
del tiempo lineal. Freud d ibuja así la escena: "[... ] encontramos en
el sueño al 11i1io, que sigue viviendo con sus impulsos" .7
Resulta que la d imensión temporal está rebasada por las vi-
vencias oníricas, al mismo tiempo que coloca a lo infantil como
el productor del contenido en el sueño. Las vivencias de la pri-
mera infancia combinadas con las diurnas dan forma a los s ue-
ños de los adultos. Esto no res ta im portancia a las vivencias ac-
tuales, sin embargo, lo in fantil cobra fuerza en la medida en que
p uede leerse en el discurso onírico, donde el factor común es lo
atemporal d e la insatisfacción de la moción pulsional, que una y
otra vez busca repetirse.
La vinculación que h ace Freud entre lo infantil y el sueño te-
niendo en cuenta las propiedades de ambos, no es algo surgido
ex nihilo en términos episternológicos. Lo que citaremos a conti-
nuación perm ite observar con más claridad lo que hasta ahora
se ha mencionado:

No podríamos dar aquí w1a respuesta si no hubiéramos pe-


netrado un poco en la psicología de las neurosis, en especial
de la histeria. [... ] advertimos, por el análisis del sú1toma
formado, que esos pensamientos normales han sufrido un
tratamiento anormal y han sido trasportados al sí11to111a por
medio de co11densació11, Jor111ació11 de co111pro111iso, a través de
asociaciones superficiales, por vía de la regresió11. Dada la plena
identidad enh·e las peculiaridades del trabajo del sueiio y
las de la actividad psíquica que desemboca en los síntomas
psiconeuróticos, nos juzgamos autorizados a trasferir al
sueiio las conclusiones que la histeria nos fuerza a exlraer.8

Este puente tendido desde la histeria hasta el sueño, tiene


relación con lo que en 1957 Lacan llamará "Las formaciones del
inconsciente".

7
S. Freud, "La interpretación de los sueños", en op. cil., l. 1v, p. 206.
8 S. Freud, "La interpretación de los sue11os", en op. cil., t. v, p. 587.
Liora Stal'Chan51:y

70

Las noticias que n os llegan a través de tales manifestacio-


nes tienen un tinte sexual, aunque sea de manera velada. O me-
jor dicho, lo que se reprime (mudando el afecto) y más tarde
surge como manifestación del inconsciente, tiene su origen en
mociones de deseo sexuales infantiles. En La i11terpretació11 de los
suefíos,9 a pesar de ser lo infantil el agente que empuja la for-
mación onírica, Freud dudaba de la posibi lidad de invocar lo
sexual y lo infantil para complementar su teoría del sueño, de-
bido a que aún no contaba con suficiente material cl ínico para
explorarlo. Dicha d ud a es retomada en el vínculo del chiste con
el sueño y lo inconsciente, 10 en donde vuelve a asegurar a la
primera infancia como la fuente de lo inconsciente, siendo los
procesos del pensar inconsciente los que p rovienen por comple-
to de ella.
Lo infantil no sólo tiene relación con el sueño y el síntoma,
sino también con el chiste. Freud dice que el inconsciente es una
forma de pensamiento, por ello se le llama formación del in-
consciente. Pues bien, la risa que surge del ch iste es un rasgo
infantil del pensamiento:

[... ]el buscado carácter específico de lo cómico en el desper-


tar de lo infantil, y concebir lo cómico como la recuperada
"risa infantil perdida". Y luego podría decirse que yo río
por una diferencia de gasto entre el otro y yo toda vez que
en el otro reencuentro al nifio. [...) Por tanto, esa risa recae-
ría siempre sobre la comparación entre el yo del adu lto y su
yo de niño. 11

Tanto en el chiste como en la form ación onírica, además de


evitar un gasto excesivo de energía psíquica, lo infantil fw1ge
como el almácigo de lo inconsciente. Hasta este momento en-
contramos -en Freud- que lo que pulsa en el i11co11scien te es la

9 /bid., p. 595.
m S. Freud, "El chiste y su relación con el inconsciente", en op. cit., t. vrn, pp.
153-172.
11
/bid., pp. 212-213. (Las cursivas son mías).
Lo wfmltl y el 11i1io m la l1t1r/.1 fT<'UJ;..,,,,
- - -- --
71

vida anímica i11fa11til, lo que traería la gran complicación de mar-


car la diferencia entre el material inconsciente que no concierne
propiamente a lo infantil y el que sí. Siguiendo esta línea, cabe
la pregunta: ¿si en el inconsciente habitan n o sólo las represen-
taciones de la vida infantil reprimi da, sino otras más, de qué
material constan éstas? La pregunta es compleja y parece encon-
trar respues ta cuando Freud dice: "Lo inconsciente de la vida
anímica es lo infantil" .12
Limando toda aspereza, lo citado hace equ ivalencia entre
lo infantil y lo inconscientc.13 El movimiento epistémico es leve
pero de gran alcance, pues decir que lo infanti l es lo inconscien-
te deja a estas dos dimensiones en igualdad de ci rcunstancias.
Así, el inconsciente es la vida anímica de la primera infancia
contenida en las representaciones, y sabemos de esa vid a olvi-
dada por el d1iste, el síntoma y el suefio.
De ser así, Ja pregunta que nos hicimos hace un momen-
to no tendría sentido, incluso estaría de sobra, pues podríamos
decir que nuestra investigación es acerca d e lo inconsciente. No
obstante fa lta una pieza más, la cual refuerza nuestra tesis de la
exploración de lo infantil en psicoanálisis como algo diverso al
inconsciente. Para ello recurriremos de nueva cuenta al suei"io,
pero ya no solamente al material latente, sino a la vigilia.
Es claro que lo reprimido por excelencia es la sexualidad in-
fantil en tanto incestuosa, y que lo que se desfigura en el sueño
son estas vivencias. Ahora, este material de la vigilia - ante esto,
Freud nos dice que es lo infantil reprimido- no sólo se plasma,
sino que no es de la misma textura que los restos diurnos que
también pueden ser inconscientes.14 Ambos, a pesar de esta r en
el sueño, no tienen el mismo origen. Aquí cabe mencionar que
lo temporalmente latente en el sueño es preconsciente, está más

12 S. Freud, "131 conferencia. Rasgos arcaicos e infa ntilismo del s ue11o", en op.
cit., t. XV, p. 193.
n S. Freud, "A propósito de un caso de neurosis obsesiva", en op. cit., t. x, p. 141.
14
S. rreud, "141 conferencia. El cumplimiento de deseo", en op. cit., t. xv, pp.
207-208.
Liora Sta11Cha11sly

72

cercano a la conciencia y puede volverse consciente, al igual que


los restos diurnos que además tienen injerencia en la produc-
ción del sueño. Es una mezcla rara de pasado infantil reprimido
con lo pasado actual - restos de la vigilia - con lo que se com-
prueba tma vez más que el tiempo del inconsciente no tiene que
ver con las categorías pasado-presente-futuro.

Del i11co11scie11te y lo infantil

Oh·a dificultad a la que nos enfrentamos radica en la palabra


misma para nominar a esta memoria rara poblada de olvidos,
es decír, el inconsciente (U11bew11sst), pues se utiliza como el in-
consciente en el sentido descriptivo, como si fuera un sistema,
una instancia y como lo inconsciente desde el punto de vista
dinámico. Esta última acepción debió introducirse como con-
secuencia de la dinámica de la represión, por tal motivo se dice
que lo reprimido es inconscie11te, mientras que no todo lo incons-
ciente es reprimido.
Hay algo en el inconsciente que busca abrirse paso hacia la
conciencia mientras la represión, a su vez, está todo el tiempo
dando caza a los retoños de éste. 15 Dicho material reprimido no
solamente es el pasado sino las vivencias actuales, Las percep-
ciones durante la vigilia, por lo que el inconsciente y lo infantil
reprimido no coinciden del todo. Existen otros elementos que
operan en las manifestaciones del inconsciente y en el incons-
ciente mismo. Aquí cabe seña lar que el inconsciente no entra en
las categorías de una clasificación, ya que en él no hay opuestos,
el tiempo no es cronológico. Lo que habita ahí, según Freud, son
representaciones-cosa del mundo. En este sentido, es oh·a lógica
de funcionamiento que no está supeditada a la conciencia.

15
La designación de lo inconsciente o el inconsciente en Freud tuvo varias aris-
tas, lo cual no se intenta resolver aquí, pues merece un tratamiento especial que
no es objeto de este estudio. El lector puede remitirse al tomo x1x de las Obrns
completas, pp. 4 y ss. para ampliar la información.
Lo 111fa11til y rl 11i11o 111 /JJ ti!J1fa/m1dia1111

73

A esto Lacan añade: "Hay que situar al inconsciente en la


dimensión de una sincronía" .16 La sincronía nos mueslra al mis-
mo tiempo la estructura, donde la extensión iniporta poco y las
relaciones-funciones dan consistencia a los elementos que la
conlienen, aspecto que está totalmente relacionado con Freud.
Veamos lo que Freud escribe en Ln i11terpretación de los sueiíos:

En rigor, no necesitamos suponer un ordenamiento rea l-


mente espacial de los sistemas psíquicos. Nos basta con que
haya establecida una secuencia fija entre ellos, vale decir,
que a raíz de ciertos procesos psíquicos los sistemas sean
recorridos por una excitación dentro de una determinada
serie temporal. 17

Tanto la palabra temporal como la palabra espacial son utili-


zadas en una acepción diferente al liempo y al espacio lineal.
Obligadamente lo inconsciente no puede ser pensado como una
caja negra. Al respecto, Lacan dirá en 1964 que no hay por qué
ubicar el inconsciente como el lugar de las divinidades de la
noche, no hay por qué pensar que el inconsciente está en algún
lugar oculto al que se puede tener acceso por medio de la inter-
pretación para mostrarlo al analizante.
Para que algo pase a la memoria debe borrarse de la percep-
ción, así lo plantea Freud en la "Carta 52". Entonces, y tomando
el ejemplo de la presencia del Otro materno, para que exista una
representación la madre debe desaparecer de la percepción del
niño, de lo conlrario no habrá 11ecesidnd de que se inscriba Ja re-
presentación.
Dichas huellas de percepción (Walm1el11111111gszeicl1e11), dice
Freud en La i11terpretació11 de los sueiios, deben estar constituidas
por la simultaneidad. 18 A esto Lacan lo llamó sincrónico. Es en

16 Cf. Jacques Lacan, El Seminario. Libro 11. Los cual ro co11ceptos fi111da111entales del

psicoanálisis. Buenos Aires, Paidós, 1987.


17 S. Freud, "La interpretación de los sueños", en op. cit., t. v, p. 530.

IS /bid., p. 532.
/ ioro1 Sl11t0<h1111~\y

74

la diacronía del lenguaje, en la sucesión significante donde el


punto o la coma detienen el eterno discurrir, donde se produce un
momento sincrónico (npres co11p). A partir de este corte se lee
un sentido.
Aclaremos lo anterior con la clínica. En el caso del fort-dn, el
niño dejaba ir el carretel y luego lo recuperaba. Aquel momento
no era angustiante. Siendo así, ¿dónde podríamos ubicar la an-
gustia si no deviene con la ausencia de la madre? La angustia
podría su rgir cuando la madre no se va y todo el tiempo está
pendiente del bebé. Ante una madre como ésta, no hace falta
ningún significante que se inscriba en su ausencia.
Concebir al mundo bajo esta perspectiva auscnda-prescncia
tiene primord ialmente un efecto de fractura, pues hace fracasar
el principio de constancia y el principio de placer. Freud men-
ciona que los estímulos endógenos, a los que más tarde llamará
pulsiones, son cargas que provienen del interior del cuerpo para
después ser descargadas. Esta descarga - como sabemos - mm-
ca es total. Freud plantea la problemática de la pulsión como
efecto de doble representación, de ahí la propuesta de la pulsión
como aquella que habita en la frontera entre lo somático y lo
psíquico. 19 Lo único que aparece de la pulsión son sus represen-
tantes. La imposibi lidad de la descarga de la pulsión hace del
mundo un lugar contrario al principio de placer.
Así, la pulsión aparece como efecto del significante. Sin em-
bargo, el i11fn11s ("el que no habla"), debido a la tensión acu mulada,
sólo logra hacer una modificación interna, por ejemplo, un grito o
llorar, que funcionan como vía de descarga. La iJ1suficiencia fun-
cional del cuerpo en un inicio de la vida provoca que la descarga
sea imposible al no haber otro presente. Los efectos traumáticos
de la rea lidad sobre un aparnto, cuya finalidad es la suficiente
descarga de tensiones, implican prihcipalmente dos aspectos, por
un lado, el estado de descarga de toda tensión, lo que equiva ldría
a la muerte psíquica, y por el oh·o, el estado de tensión absoluta.

19 S. Freud, "Pulsión y destinos de pulsión", en op. cit., t. x1v, p. 117.


Lo i11fa11/fl y d 11iri<1 rri /g tro1iafrt11tlia1111

75

Sin embargo, la utilización ele la metáfora energética para


aprehender a la vez los efectos del mundo exterior y los de la
pulsión tiene el sentido de una superación de la oposición de lo
psíquico y del mundo exterior. En efecto, no hay separación de
dos campos heterogéneos, sino más bien un trabajo del aparato
psíquico y de lo que especifica la realidad. Vemos ahora el ob-
jeto como producción del principio de realidad, el mundo exte-
rior como posibilidad del acto específico. Esto sign ifica que hay
un otro que responde al grito de este niño. A partir del principio
de realidad hay una sustitución del movimiento de satisfacción,
pues recurre a un objeto exterior al sujeto. Este principio no con-
tradice al del placer, sino que lo asegura.
Una homeostasis es del orden de lo imposible, por lo tanto,
la realidad psíquica aparece COIIlO el campo de las representa-
ciones nacidas de la imposibi lidad, del hecho psíquico como he-
cho de insatisfacción, de algo que siempre falla.
Aun el principio de placer, apoyado en el de realidad, asegu-
ra de alguna forma su supervivencia ante el embate de los estí-
mulos tanto endógenos como exógenos. Esto sólo sucede con la
ayuda de algtúen ajeno a él, que la mayor parte de las veces es la
madre, en tanto función. E incluso la madre debe permanecer a
cierta distancia del niño, pues ella también debe irse, debe faltar
para que sea nombrada.

Lo i11fn11til: sex11nlidad y represión

La madurez del hombre es haber vuelto a encontrar


la seriedad con que jugaba cuando era niño.
Fricdrich Nietzsche, Mtís al/tí del bien y del mal

¿La sexualidad en el ser humano tiene un rostro traumático?


Podemos responder que sí. La sexualidad atraviesa al sujeto de
manera violenta y al violentado lo humaniza. Es importante
acen tuar que en Freud se habla de trauma y no de traumatismo.
También podemos aceptar corno consecuencia una d istiJ1ción,
ya que trau matismo se aplica al hecho exterior que golpea al su-
76

jeto (de índole físico), y trauma, más específicamente al dominio


psíquico.20
El acontecimiento de la sexualidad infantil puede excluir,
por su misma naturaleza, la posibilidad de una "abreacción
adecuada". Además, influyen las condiciones en las que se en-
cuentra el sujeto en el momento del acontecimiento y también el
conflicto psíquico que impide al sujeto integrar la experiencia.
En Freud, el factor común es de índole económ ica, siendo las
consecuencias del trauma la incapacidad del aparato psíquico
por liquidar las excitaciones, según el principio de constancia.
Como lo menciona en la 18il conferencia:

[...] la expresión "traumática" no tiene otro sentido que


ese, el económico. La aplicamos a una vivencia que en un
breve lapso provoca en la vida ruúmica un exceso tal en la
intensidad de estimulo que su tramitación o finiquitación
(A1tfarbeit1111g) por las vías habituales y normales fracasa,
de donde por fuerza resultan trastornos duraderos para la
economía energética.21

En esta misma conferencia, Freud argumenta que el an áli-


sis de los enfermos "nos permite discernir que, dentro de los
síntomas de su enfermedad y por las consecuencias que de es-
tos d imanan, se han quedado rezagados en cierto periodo de su
pasado".22 Asimismo, menciona en Estudios sobre In histeria:"[... ]
el histérico padece por la mayor parte de reminiscencias" .23 De
esta misma manera, continúa en la 18ll conferencia:

Observemos todavía, sobre el tema de la fijación a una de-


terminada fase del pasado, que un hecho así rebasa con

20 Pierre Kauímann, Eleme11tos para 1111a e11ciclopedia del psiconllfílisis. Buenos J\i·
res, Paidós, 2001, p. 523.
21 S. Freud, "181 conferencia. La fijación del trauma, Jo inconcientc", en op. cit.,

t. XVI, p. 252.
22
lbid., p. 251.
u S. Frcud, "Estudios sobre Ja histeria", en op. cit., t. 11, p. 33.
'" i11/~11hl y ti 11i1w n1 la trorid ftmdi.11m
----
77

mucho a las neurosis. Toda neurosis contiene una fi jación


de esa índole, pero no toda fijación lleva a la neurosis, ni
coincide con ella, ni se produce a raíz de ella. Un modelo
paradigmático de fijación afectiva a algo pasado es el duelo,
que además lleva el más total extrañamiento del presente y
del futuro.u

En efecto, es necesario vincular lo traumático de la sexuali-


dad en todas sus aristas con las implicaciones del tratamiento
psicoanalítico, en el que Freud insistía desde el inicio al separar
el sexo de la sexualidad, del mismo modo que ésta última se
instalaba en el sujeto de manera violenta (traumática).
Antes de su texto de 1905, Tres ensayos de teorÍrl sex11al, Freud
había colocado bajo la lupa la sexua lidad humana y la poca dis-
tancia existente entre los que se consideraban norma les y los
llamados neuróticos, d iciendo: "[ ...]el psicoanálisis ha probado
que no hay diferencia fundamental, sino sólo de grado, entre la
vida anímica de las personas normales, los neuróticos y los psi-
cóticos. Una persona normal debe pasar por las mismas repre-
siones y luchar conh·a las mismas eslrucluras sus titulivas". 25
La cita anterior da un golpe al narcisismo del ser humano,
como ya se dijo, pues Freud enunciaría lo que, según él, serían
las tres afrentas de Ja humanidad. En la primera, la tierra dejaba
de ser el centro del universo. En Ja segu nda, el hombre descen-
día del mono, no de una divinidad, mientras que en la tercera,
el yo, racional y autónomo, no es autor de sí mismo sino efecto
de otro, de una historia en su mayoría 110 sabida por él.
Contrario a lo que p odría pensarse en principio, Freud no
colocó al inconsciente como el nuevo centro, sino fue un desce11-
tmmie11to a todo intento de colocar un concepto como p ivote. En
el centro ltny nada. La falta en el esquema freudiano es operativi-
zada, ya que sin ella toda la propuesta freudiana no se sostiene.

2
• S. Frcud, "18 1 conferencia. La fijación del trauma, lo inconciente", en op. cit.,
l. XVI, pp. 252-253.
1.S S. Freud, "Sobre psicoanálisis", en op. cit., t. x11, p. 214.
Uom Stavdmnsky

78

La falta de objeto moviliza los elementos de dicha esh·uctura.


Lo anterior inauguraba UI\ modo diferente de hacer una lec-
tura del discurso instituido para leer entre líneas, lugar donde
el sujeto se cuela. Al sujeto se le nomina, se le representa, pero
nunca se dice lo que es. En este sentido, se está ante una pro-
puesta donde las pequeñas cosas Qas cosas dejadas de lado des-
de siempre) reclaman su importancia. Los olvidos, los sueños,
los síntomas, los lapsus, anunciaban la nueva noticia para el ser
humano civilizado, antmcio en el cual el sujeto se desconoce o
niega la alteridad que se actualiza en las manifestaciones del
inconsciente freud iano.
El entramado del inconsciente freudiano no es un elemento
más de una epistemología en la que el sujeto (cognoscente) se
enfrenta a un objeto (aprehensible) por las definiciones opera-
cionales de cierto marco teórico. El inconsciente freudiano inter-
pela la llamada "prehistoria" del ser humano,26 le da cita para
interrogarla a través de la interpretación (Deutung), para causar
un efecto de sentido. Lo que impide encontrar el sentido "to-
tal" tiene relación directa con lo reprimido. Y nos preguntamos,
¿qué es lo reprimido por excelencia? La sexualidad infantil.
Lo infantil es entonces el punto de anclaje en este capítu lo,
Jo cual no puede pensarse sin su vínculo con la sexualidad, ni
con la represión de ésta. Para ello, haremos referencia d irecta
al texto antes citado de Tres ensayos de teoría sexual, que pue-
de considerarse como punto nodal (de cap.itón) en la dilucida-
ción freudiana en relación con la praxis y la implicación de una
sexualidad no reducida a la genitalidad. En este sentido, Freud
dice:

En el afán de acuñar consignas grandilocuentes, se ha lle-


gado a hablar del "pansexualiSmo" del psicoanáHsis y a ha-
cerle el disparatado reproche de que lo explica todo a partir
de la "sexualidad". (...] todos curu1tos miran con desdén al
psicoanálisis desde su encumbrada posición deberían ad-

26 S. Freud, "Tres ensayos de teoría sexual", en op. cit., t. v11, p. 157.


Lo irifd11lll y ti 11i1io tn la trona frt1111ia11a

79

vertir cuán próxima se encuentra esa sexualidad ampliada


del psicoanálisis al Eros del divino Platón.27

Este anuncio evidencia el descuido de la sexualidad, y aún


más, el descuido de una sexualidad infantil olvidada. Tal pare-
ce que tanto en la historia individual como en la del hombre,
no es casual pasar por alto la sexualidad infantil. El olvido de
cierto estrato de la v ida tenía como producto en ese momento
lo que Freud llamó "los psiconeuróticos". 28 Había una similitud
en la sexualidad de este tipo de personas con la de los infantes,
siendo la amnesia un elemento esencial (en 1905) que daba el
carácter de infantil a la sexualidad.
El ejemplo por excelencia de Jos psiconeuróticos fue Ja fi-
gura de la histérica. Ella estaba atormentada por los recuerdos
de alguna manera olvidados, que, sin embargo, organizaban su
existencia desde otro Jugar que no era el de la conciencia. El
lienzo donde se plasmaban los olvidos era su cuerpo, pero no
con un carácter biológico (órganos), sino un cuerpo tomado por
la palabra.
Freud escuchó a los cuerpos. No los miró con las herramien-
tas del conocimiento científico. Alejándose del discurso médico
y del saber instituido, nos enseñó que no conocemos nada del
paciente y que nuestro saber tiene poco o nada que ver con lo
que le pasa. El paciente sabe más de lo que dice.
Contextualicemos un poco más. Esta ligazón de Jo infantil
- en el sentido de "lo olvidado" - con la figura histérica data
de las conversaciones con Fliess. El tema es tratado en la "Carta
84",29 en la cual Freud dice que lo vivenciado sexualmente tiene
relación con los llamados psiconeuróticos una vez devenidos
adultos y cuando la represión ha hecho su trabajo. Con respecto
a la praxis clínica de aquel entonces, el objetivo de la cura analí-
tica era la eliminación de las lagunas del olvido. La idea era que

27
lbid., p. 121.
28
/bid., p. 159.
NS. Freud, "Cart¡i 84", en op. cit., t. 1, p. 316.
80

el analista conduciría el h·atamiento para alcanzar los recuerdos


olvidados y, mediante la ab reacción de la excitación, conseguir
el efecto catártico que resultaría en la recuperación del recuerdo
que sostenía al síntoma.
La hipótesis en apariencia era sencilla, sólo había que pro-
vocar que el entonces "enfermo" recordara aspectos de su his-
toria y los fu era hilando has ta llegal' al momento justo en que
se suscitó Ja experiencia traumática. Una vez que la persona,
con ayuda del analista, lograra recordar lo aparentemente ol-
vidado, el síntoma desaparecía y como consecuencia venía la
cura. Freud lo enuncia así: "Nuestra terapia opera del siguiente
modo: muda lo inconciente en lo conciente; y sólo produce efec-
tos cuando es capaz d e ejecutar esta mudanza". 30
Lo infantil olvidado era recu perado bajo un tipo de regre-
sión en el momento en que lo no tramitado quedó sin una repre-
sentación no amenazante al yo. Lo que predomina en la teoría
frcudiana acerca de la dimensión de lo infantil en relación con el
olvido es un tiempo (cronológico) lineal al cual es posible regre-
sar para llenar los vacíos del recuerdo. Con ello se apuntaría a
una restau ración del recuerdo borrando la amnesia. Al contrario
de lo señalado al inicio del capítulo, nos parece importante re-
saltar estas d iscontinuidades en la teoría freudiana, puesto que
de ah í parte nuesh·o análisis.
Al introducir la dimensión del conflicto edípico y el vinculo
con el complejo de castración, lo infantil cobra un valor alejado
de una etapa o lugar por donde el sujeto pasa y continúa su "de-
sarrollo". Es así que se inaugura otra vía para la discusión del
entramado temporal lógico.
Vean1os cómo Freud insiste en la determinación orgánica:

En el niño civilizado se tiene la impresión de que el estableci-


miento de esos diques [el asco, el sentimiento de vergüenza,
Lo moral] es obra de la educación, y sin duda alguna ella con-

JO S. Freud, "181 conferencia. La fijación del trauma, lo inconciente", en o¡J. cit.,


t. XV I, p. 256.
ÚI i11/a11lil y ti 11i1lo l 11 l11 lroría /mulimm

81

tribuye en mucho. Pero en realidad este desarrollo es de con-


dicionamiento orgánico, fijado hercditariamente, y llegado el
caso puede producirse sin ninguna ayuda de la educación.31

Será interesante ir descubriendo lo lejos que está el psicoa-


nálisis de w1a teleología biológica. La dimensión de lo infantil
no será entonces un momento por el cual se debe pasar h asta
llegar a w1 momento de plenitud (o completud) en la adultez.32
Esta concepción implicaría, llegado el tiempo, obturar lo que al
inicio fa ltaba.
No obstante, aún debemos explorar otras vías para poder
abordar lo infantil en relación con otros conceptos de la teoría
freudiana. En este sentido, dal'emos una vuelta de tuerca a Jo que
en líneas anteriores se mencionaba como la "amnesia infantil" .
De la misma manera en que Freud retomó la amnesia infan-
til para vincularla con la histeria, es necesario hacer un vínculo
con la represión, ya que lo infantil está de alguna manera deli-
mitado:"[...] por la constatación de que aún no se ha constituido
la represión completamente" .3.3
Con este acercamiento a la dimensión de lo infantil, aún se
tiene un cierto aroma a evolución. Si la amnesia guarda una re-
lación íntima con la represión, no se puede problematizar lo in-
fantil con relación a la represión sin tomar en cuenta al síntoma.
La represión es una pista que Freud nos deja para continuar el
hilo de pensamiento en referencia a lo infantil, no como una fase
que hay que pasar para alcanzar el siguiente nivel, sino como
parte de la esh·uctura psíquica.

31
S. Freud, "Tres ensayos de teoría sexual", en op. cil ., t. v11, p. 161 .
32
La posición de la adolescencia como una eta pa del desarrollo que apunta a
una adultez completa se ve carente de valor cuando lo que caracteriza a esa
adolescencia (inestabilidad emocional y económica, fo lla de responsabilidad,
dependencia de los padres) no es muy d is tinto de lo que pasa en la edad adulta.
¿No será que lejos de ser la adolescencia un puente entre el niño y el adulto,
es el resto de Ja vida, y que la edad adulta es un ideal de desarrollo que mmca
se puede alcanzar? Siendo así, bajo estas características los adultos no existen,
sólo hay aspirantes a s.erlo.
3.J Robert Lévy, Lo i11f1111til e11 psico1111álisis. Buenos Aires, Letra Viva, 2008, p. 20.
1iom Slavd1m1sky

82

De acue rdo con Le Cuen,34 el concepto de represión (Ver-


drii11g1111g) se muestra en varios momentos en la obra de Freud.
Hasta antes de 1895, este concepto estaba ligado a una "volun-
tad de olvidar", lo cual indica una motivación por olvidar el
inconsciente de 1895 a 1910. La represión se ve anudada al com-
plejo de Edipo, siendo éste un eje princip al, ya que la sexualidad
infantil culmina con el sepu ltamiento del mismo, al menos en el
varón, pues en la niña el camino es otro.35
Pero de 1911a1919, Freud da un paso adelante escribiendo
acerca de Ja represión primord ial y secundaria. En 1920, la re-
presión pasa a ser parte de una defensa, como consecuencia del
descubrim iento de la pulsión de muerte, siI1 perder su posición
de eje rector en la praxis psicoanalítica. La explicación anterior
no implica que el concepto de represión esté descrito de Ja m is-
ma manera en los textos freud ianos, siI1 embargo, esto fac ilita
la perspectiva acerca del mismo. _Por el mom.ento, daremos se-
guimiento al Freud de 1911-1919 que nos permite retomar lo
edípíco con relación a lo infantil.
La represión es inh·oducida por Freud en 1915 como un "mo-
mento" intermedio entre la huida al estímulo displacentcro y
el juicio adverso o desfavorable. 36 Plantea que ante un estímulo
externo lo que sigue es la h uida, s in embargo, ante un estímu lo
interno y constante, la imposibilidad de huir del yo se ve mer-
mada. Ante la moción p ulsional, otro recurso es llevar a cabo un
juicio por desesti mación. Enh·e estas dos opciones se encuentra
la represión como una tercera, descubierta por el psicoaná(jsis.
Ahora, la pregunta sería: ¿qué es lo que se reprime?
Para abordar la cu estión es importa nte situar primero la
problemática. La represión se da ante un estímulo interno cons-
tante, es decir, ante la pu lsión (T~ieb). El problema es que segón

~1 Claudc Le Guen, La represión. Buenos Aires, Amorrortu, 1993, p. 14.


35 Será Lacan quién, pnrn poder salir de la aparente encrucijnda, colocará como
el verdndero agente de la constitución del sujeto al complejo de castración, de-
jando como fontasla al complejo de Bdipo.
36 S. Freud, "ln represión", en op. cit., t. xiv, p. 141.
Lo i11fil11til y <'I nilio tu In IMría fm11fin1111

83

los resultados de las investigaciones - Freud lo sabía- , toda


satisfacción pulsional es placentera. No obstante, lo que exige
un trabajo de represión es lo displacentero.
La moción pulsional exige s u satisfa cción, pero en algunos
casos dicha satisfacción ocasiona ría más displacer que el placer
buscado. La exigencia pulsional debe ser apartada de Ja con-
cien cia, lo que no implica que deje de trabajar en el inconscien-
te. Esto resulta incluso favorable, pues desde el inconsciente
puede seguir laborando en silencio, s in ser mterrumpida. Para
realizar ese trabajo, Freud propone dos momentos. El primero
es la represión primordial, la cua l consiste en que a la agencia
representante psíquica de la pulsión se le deniega el acceso a
la conciencia; el segundo, la represión propiamente dicha. Ésta
tiene como función cazar a los retoños que med iantc vínculos
asociativos en tran en contacto con lo reprimido primord ialmen-
te. El "núcleo" reprimido prür1ordia lmente ejerce también una
fuerza de atracción sobre los retoños.37
Lo ya expuesto adquiere consistencia en relación al síntoma
y la represión, ya que: "También los síntomas neuróticos tienen
que haber llenado esa condición (el distanciamiento), pues son
retoños de lo reprimido, que, por intermedio de estas formacio-
nes (los síntomas), ha terminado por conquistarse su denegado
acceso a la conciencia" .38
En resumen, la represión opera al alejar de la con ciencia
aquello que aparece como displacentero. No obstante, lo dis-
placentero, que puede ser una representación (Vorstell1mg), tie-
ne otra vertiente, que es ser también represen tante (riiprese11tie-
re11), pero de una pulsión. A esto Freud lo denomina "monto de
afecto" .39 De este modo, tenemos dos dimensiones en juego. La
pulsión encuentra en el monto de afecto a la agencia represen-
tante psíquica. Un ejemplo de esta transmudación es la angu s-
tia.

;y¡ fbid., p. 143.


3.1 fbid., p. 145.
:¡<) /bid., p. 147.
Liara Slat1t!U111<1(y
-- - - -------------~~ -------

84

En este sentido, se puede entender a la represión como lo


que separa el monto de afecto (displacentero) de la representa-
ción. El monto de afecto se anuda a otra representación menos
amenazante para el yo. Esto explica en la clínica, lo angus tian tes
que pueden resu ltar para ciertos pacientes algunas vivencias,
sueños e imágenes en apariencia i11ofensivas.
Lo anterior permite retomar lo que hemos dicho acerca de
la relación de la amnesia infantil y la his térica. El ejemplo más
claro de la funci ón de la represión es el síntoma de conversión,
ya que aleja definitivamente de la conciencia a la representa-
ción displacentera y finiquita el monto de afecto, clausurando
el síntoma. De este modo el síntoma yiene a ocupa r el lugar
de la reminiscencia, como si la formación sintomática fuera la
huella de aquel rememorar, con lo cual el objetivo no es obligar
al sujeto a recordar. El recuerdo está presente, solamente hay
que saber leerlo, escucharlo. La resistencia ya no es más el ene-
migo a vencer por medio de interpretaciones esclarecedoras.
La resistencia al recuerdo tiene su propio sentido. 40 No es una
etapa en el tratamiento q ue hay que levantar, ya que está en
todo momento.41
De la misma manera, la represión no es del orden de lo con-
tingente ni de la temporaJidad, está alú porque forma parte de la
estructura. Más que hablar de una represión parcial en la infan-
cia (lo cual implicada objetos y pulsiones parcia les), tendríamos
que hablar de la vida adulta donde se da un tipo de represión
total con objetos totales. 42
Parece ser que desde Freud el camino a seguir es la relación
entre la elección de objeto y la iden ti fi~ación. Esta operación
subjetiva indica una nueva forma de vfoculo con el otro, que es
pasar de la elección de objeto ~n un primer momento, a lograr

"J C. Le Guen, op. cit., p. 17.


41
lgual que la trasferencia que actúa como motor y resistencia en la cura psi-
coanalítica siendo el eje sobre el cual el tratamiento se moviliza. SiJ1 embargo,
es obvio que la resistencia que brinda lo reprimido no es la misma resistencia
que nos brinda la trasferencia.
42 R. Lévy, op. cit., p. 31.
¡.., i11fa11l1I y el 11i,io tll la leorfa/1t11dia11a

85

una identificación tomando del objeto un rasgo con el cual el yo


se constituya.
Antes de centramos en la identificación, repasemos lo que
hasta el momento hemos expuesto (la sexualidad, la represión y
lo jnfantil). En 1m inicio existía una coincidencia: la mayoría de los
pacientes de Freud aseguraban haber sufrido en la infancia una
seducción por parte de un adulto. Éste era regularmente cercano
a la familia (sexualidad adulta). En algunas ocasiones, se trataba
de los propios padres del nifio. Aun en el caso de que el seductor
fuera otro ni.fio, éste también habría sido seducido en un inicio por
otro adulto, introduciéndolo antes de tiempo en la sexualidad.'° A
medida que Freud avanza en sus conceptualizaciones comprueba
el origen sexual de la neurosis. En todos los casos aparecen como
causas trastornos de la vida sexual del sujeto (repri mid os).
Esta teoría de la sed ucción no constih1ye una nueva concep-
tualización con relación a la teoría del trauma sino su especi-
ficidad. Ya no es cualquier h·auma el que provoca el monto de
estación cuantitativo que el psiquismo no p uede elaborar, sino
específicamente el trauma sexual infantil.
En la teoría de la séducción, Freud se encontrará buscando
la cronología de la sedu cción que, según el momento en que fue
vivida, podría determ in ar la elección de la neurosis. No obstan-
te, es a partir de la "Carta 57" a Fliess que empieza a dudar de
esa cronología. 44 Y en escritos posteriores, devela sus crecientes
hallazgos acerca de la acción de la fantasía en la vida psíqui-
ca. Esto lo conducirá a escribir Ja "Carta 69" en la que se "de-
rrumba" la teoría de la seducción.45 En ella le confía a Fliess lo
siguiente: "(...] Y enseguida quiero confiarte el gran secreto que
poco a poco se me fue traslucien do en las últimas semanas. Ya
no creo más en mi 'neu rótica"'.46

43 Esta tesis se mantendrá hasta que Freud, en Tres ensayos de leorfa se.r1111/, pos-
tula que en los niños también hay sexualidad, resta ndo al nii'\o pasividad y
supuesta inocencia, colocándolo ante el otro como sujeto descante.
0
S. Freud, "Carta 57", en o¡J. cit., t. 1, pp. 283-285.
0 S. Freud, "Carta 69", en op. cit., t. 1, pp. 301-302.
46
/bid., p. 301. Hay que destacar que Freud también nombraba de esta manera
a s u teoría de la seducción.
Liora Statl(/1a11sky

86

Hemos puesto "derrumba" entre comillas, pues lo que al


inicio podría haber sido un fracaso, no fue más que el descu-
brimiento de la realidad psíquica, que años después tacan co-
locará como cuarto lazo en la cadena borromea. Antes de abor-
dar dicha propuesta, consideramos necesario traer a colación el
problema de la identificación y del significante, temas que serán
trabajados a continuación.

La identificación y lo í11fantil

"La identificación reemplaza a la elección de objeto".47 En este


mismo tenor, tal reemplazo tiene poco que ver con mm secuen-
cia de fases o etapas. La elección de objeto infantil tiene un fuerte
vínculo con el objeto de la vida adulta. Según Freud, es poca la
diferencia entre la vida sexual infantil y la adulta. La diferencia
radica en el tipo de relación con el objeto de amor y la dirección
de las pulsiones. Lo que llama la atención, de acuerdo a la iden-
tificación que reemplaza la elección de objeto, es la referencia a
un movimiento subjetivo.
Para ir avanzando en nuesh·o objetivo (lo infantil), es nece-
sario extender un lazo más hacia la identificación. La manera
como se da la identificación en la infancia es fundamental, pues
al mismo tiempo forma parte del funcionamiento psíquico y de
la estructura del infante.
Identificarse, en psicoanálisis, está lejos de querer parecerse
a alguien o a algo en especial. No es lograr la identidad a h·avés
de la apariencia. Esto más bien es del orden de la psicología.
Para hablar de la identificación -en psicoanálisis- es necesario
abandonar el espacio tridimensional y situamos en otro lugar.
Freud creó un aparato de ficción al que llamó aparato psíquico.
Desde esta invención atópica, la· identificación discrepa de in-
tentar ser vista en fenómenos de semejanza.
La problemática que se le presentó a Freud se situaba
-como lo menciona Nasio- en ubicar la operación subjetiva

• 7 S. Freud, "Psicología de las masas y análisis del yo", en op. cit., t. xv 111, p. 100.
r..o ;11/a11til y c/ nillo en ''' lt'orla fm1¡Ji011a
87

(inconsciente) realizada por el yo cuando éste m.'m no se había


instaurado en el niño. Esta identificación era vista con frecuen-
cia en la praxis cuando el paciente se identificaba con un rasgo
del objeto perdido. En esta aproximación freudiana se encuen-
tran, ya constituidos, el yo y el objeto.
Un niño de 5 años dibuja a su hermanito fallecido años antes.
Lo curioso es gue lo dibuja con los zapatos del padre (unas bo-
tas moradas) y con unos rizos en la parte superior de la cabeza.
En cuanto al padre, ha dejado la casa. Resulta evidente que en
el dibujo el niño plasma los rasgos de ambos objetos perdidos
en una sola figura. El niño enh·e juegos dice: "Mi hermanito me
cuida en serio desde el ciclo,[ ... ] lo extraño, antes yo tenia rizos,
ya me los quité".
Como sabemos, la fuerza subversiva del psicoanálisis es pre-
cisamente ubicar en escena al sujeto olvidado y ocultado por el
discurso científico. Nos invita a ya no pensar Ja identificación sólo
desde el orden empírico. Ahora, hay que ir por el litoral de lapa-
labra para encontrnrnos con lo que se juega en relación al sujeto.
Desde sus trabajos más tempranos, Freud atisbaba que
la identificación aparecía en algunas de sus pacientes histé-
ricas. Inicialmente utilizó el ténnino "identificación" en su
correspondencia con Wilhelm Fliess, específicamente en la carta
del 17 de diciembre de 1896. Un año antes, el mecanismo de
la identi ficación fue descrito en el caso de Elisabeth von R., en
Estudios sobre la hísferin. Recordemos que Elisabeth von R. tomaba
el lugar (ersetzen) de un hijo y un amigo varón junto a su padre
enfermo, pues éste nunca pudo concebir el nacimiento de un
nifio. De este modo, Freud aptmtaba a un tipo de identificación
como la "capacidad" de ocupar posiciones psíquicas diferentes,
es decir, com.o el padre lo deseaba, o mejor dicho, como su padre
hubiera deseado que un hijo varón estuviese a su lado.
Al tomar el lugar de oh'o, esto es, la sustitución (ersatz) de
alguien por obediencia al padre que le asigna esta posición (eins-
tell11ng) psíquica cargada de imposibilidad, Elisabeth von R. está
situada en una encmcijada. No puede salir de ella, "sie Komme
nicht von der stelle", lo que podría leerse como cierta imposibi-
88

lidad de su propia identidad (identificación) ante el deseo del


padre.
Hasta este momento de la teoría freudiana la identificación
es entendida como el deseo reprimido de "hacer como" o de
"ser como", y esto se ejemplifica en la cat"ta a Fliess antes men-
cionada. Otro lugar donde Freud trabajó la identificación es en
La interpretación de los sueíios, especialmente en el ejemplo de "La
bella camicera",48 que trata de un caso de identi ficación histérica
donde el deseo aparece como insatisfecho.49 Como puede notar-
se, al hablar de la identificación y de sus distintas modalidades,
existe otra distinción (implicada tácitamente en las elucidacio-
nes) que parece pertinente hacer. Se podría pensar w1a dimen-
sión de la identificación con respecto a la constitución del sujeto
y oh·a modalidad, como se nos presenta en la praxis clínica.
Acerca de la identificación en el proceso de la constitución
del sujeto se habla con claridad en el capítulo Vll de Psicología
de las masas y análisis del yo. Frcud dice en las primeras hojas de
ese apartado: "El psicoanálisis conoce la identificación como la
más temprana exteriorización de una ligazón afectiva con otra
persona". 50
La fwlción de Ja identificación se establece en la infancia,
siendo a su vez tm rasgo importante de lo in fanti l. ¿Pero en qué
sentido? En el sentido de que la madre como Cosa (das Ding),
como primer objeto del cual el niño forma parte, será también
quien tenga la función de ser el objeto salisfactor del infante.
Más allá del alimento que le brinda, se inscriben además las pri-
meras representaciones, como son olores, voces, gritos, miradas,
caricias y, por supuesto, los deseos.
Ahora bien, lo que llamamos operación subjetiva del reem-
plazo de la elección de objeto por identificación nos pernúte

48 No trabajaremos todo el suei'io ni la interpretación de Fre ud. La intención es

sólo puntuar lo que respecta a la idenlíficación. Lacan, por s u pélrte, también


hace una excelente intervención en El Seminario. Libro 5. Las formacioues del iu-
co11scie11te. Buenos Aires, Paidós, 1999
0
S. Freud, "La interpretación de los sueños", en op. cit., t. 1v, pp. 166-168
so S. Freud, "Psicología de las masas y análisis del yo", en op. cit., t. xv111, p. 99.
lo i11fimtrl y ti 11i1Jo tn talroriafrtudia11a
89

retomar la propuesta de la constitución de lo infant il no sólo


como una etapa. El ejemplo que nos posibilitará seguir por este
conducto es el caso de Ida Bauer. Freud la analiza en el caso
Dora (Ida Bauer). En él sostiene que la elección de objeto puede
transformarse por regresión en identificación. Dora toma de su
padre un "rasgo único" (der einzinger Zug). Y por medio de un
síntoma, la tos que padece el padre, hace presente la interdicción
del incesto. Es hasta 1924 cuando por primera vez Frcud hace la
distinción entre la identificación y la introyección del objeto.51
Al finalizar el complejo de Edipo en el varón, las investi-
duras de objeto (introyección) son abandonadas y sustituidas
por la identi ficación con el padre en tanto significan te. La salida
del complejo edípico es, para decirlo sucintamente, donde cesa
la alternancia inh·oyección-iden tificación (l11 trojekf'io11-Lrlen tifi-
zierrmg). Hace acto de presencia un proceso idenliíi catorio por
el cual el niño des-inviste las imágenes parentales para identifi-
carse con "algo" de esas figuras.
A pesar de todo el trabajo que Freud lleva a cabo al rededor
de la identificación, no queda satisfecho. No obstante, más ade-
lante rescataría el haber podido emplazar la instancia superyói-
ca a la que consideraba un tipo de identificación lograda con la
instancia parental.
En el varón, propone a la instan cia superyóica como la cul-
minación y el sepultamiento del complejo de Ed ipo. Esto es que
se ha dado la identificación del niño con las instancias punitivas
y/o privadoras, por lo que ya no necesita que alguien le diga que
está mal, sino que él mismo se sancionará.
Otras aristas vincu ladas con dichas identificaciones son las
que fu ngen como aquellas que soportan al yo. El último centro
que tuvo el cosmos fue el yo. Ahora sabemos que el yo no es
autónomo, no es origen, incluso no hay un yo que nazca corno
lo hace el cuerpo orgánico. El yo es ftmdamentalmente identifi-
cación.

si S. Freud, "El sepultamiento del complejo de Edipo", en op. cit., t. x1x, p. 184.
liora S1avc/1a11sJ,y

90

Al hablar Lacan del das Ding en tanto huella dejada por la


madre real, permite hacer la lectura de que el rasgo con el cual
se identifica el sujeto es la ausencia radical de aquello que el
espejo no puede reflejar. Lo real deja su rosh·o (o rastro) en la
memoria, que a pesar de ser olvido no deja de afectar.
La memoria construida con las representaciones que influ-
yen en el yo, que hasta antes de Freud considerábamos autor de
sí, tiene como morada el inconsciente. La implicación de esta
modalidad del pensar abre la puerta a la dilucidación de un tra-
bajo de pensamiento, que atrul.e a lo que por mucho tiempo era
considerado como desecho (el sueño, por ejemplo). Para Freud,
la relación de la represión con el inconsciente es fundamental,
cuando propone que: "( ... ) todo lo reprjmido es inconsciente,
pero no todo inconsciente es, por serlo, reprimido". 52 Esto, al no
ser empíricamente comprobable, sólo nos deja algunos rastro:
que podemos seguir.
Lo curioso es que lo infantil, a pesar de estar reprimido, deja
evidencia en el sujeto toda la lústoria de aquella realidad psíqu ica,
que incluso reprimida logra bmlar la barrera para hacerse escu-
chm (sueño, chiste, síntoma, lapsus). De este modo, 110 todo lo in-
co11scie11te es infantil, pero sí todo lo infantil se ha vuelto inconsciente.
Nos enfrentamos a un antiguo problema del psicoanálisis:
el lugar. Ha resultado muy complejo no pensar al inconsciente
desde la obviedad de la dupla adentro-afuera, razón por la que
Lacan, en el sem inario 9, abre la complejidad espacial problema-
tizada desde la topología. Afirma: "Como se trata de topología
y no de propiedades métricas, la cuestión de la significación de
la mayor largura de un lado en relación al otro no tiene ninguna
significación. No es esto lo que nos interesa, ya que es la función
recíproca de esos círculos lo que trato de utilizar''.53
Lo inconsciente no debe buscarse, sino que apatece. Tampo-
co puede anunciarse, sólo se le enuncia. El lugar de lo incons-
ciente radica en el acto mismo de hablar u olvidar. La estructura

52 S. Freud, uEI yo y el ello", en op. cit., t. x1x, p . 19.


53 J. Lacan, El Se111i1111rio. Libro 9. La idenliftc11ció11. Versión mimeografiada.
1.0 i11fa11til y ti 11i1io t11 In teorla frmdia1111

91

desde siempre está en falta, de lo contrario no habría estructm a


ni su característica.
Recordemos que el inconsciente es colocado por Lacan entre
el registro de lo simbólico y lo imaginario. Del lado delo simbó-
lico colocó a la muerte y del lado de lo imaginario al cuerpo.s.i

Segundo apartado

Nachtraglid1: El a posteriori como instante de la sig11ijicació11

(... ]hay ele mentos que no están destinados a la inter-


pretación, o consecuentemente a Ja lectura, sino sólo
aseguran, a manera de d eterminativos, que oh·os ele-
mentos se entiendan.
Sigmund Freud, El i11/erés del psico1111álisis

En psicoanálisis no puede pensarse en un tiempo lineal, ese fue


el gran descubrimiento freudiano. Para entender esta propues-
ta recapjtulemos lo mencionado acerca del trauma en algunos
pál'rafos anteriores: para que una experiencia sea traumática es
necesario que haya lm segu ndo momento.
Juan, de 6 años, fue testigo de una riña enh·e sus padres. El
padre padecía episod ios psicóticos en los que aseguraba que lo
seguían y que su mujer lo engañaba con otros hombres. Una
noche, durante una discusión con ella, la apuñaló. Los padres
de la mujer llegaron al departamento que se encontraba arriba
del suyo. El hombre estaba enloquecido y gritaba que lo mata-
rán. La abuela corrió al cual'to y vio a Juan llorando junto a la
pared mientras decía: "mi papá ya mató a mi mamá". El padre

>1 El nudo foltante en el "caso Joyce" radica en un anudamiento entre estos

dos registros, donde el "ego" Liene la función de anudar la estn1ch.ua. El ego


es asimilado por Lacan como el L11st-lcl1 freudirulO, en el que subraya que. este
"yo-placer" no tiene tma relación entre u n adentro y un afuera. El infante no
tiene una distinción entre lo que le pertenece y lo que no es él. Recordemos que
este "yo-placer" está vinculado con la figma de la madre y, por tanto, con el
das Di11g.
Li~r11 St111x:lramAy

92

del niño se apufialó varías veces. Al llegar la ambulancia sólo


pudieron sa lvar al hombre, la madre había muerto. Esta historia
fu e narrada por el abuelo, mismo que solicitó la entrevista.
Juan entró al consultorio y al preguntarle quién o quiénes lo
habían traído (a consulta), dijo sin dudarlo: "mi mamá". Al p re-
gu ntarle el nombre de ella, sólo respondió: "no me acuerdo".
La escena que este niño presenció es muy fuerte, pero no por
ello resulta traumática. Es necesario tener w152' esto es, un segundo
momento, para poder intentar dar sentido al primero. En este caso,
el tTatamiento apuntaba a recobrar los rastros metódicos de aquella
noche para elaborar en la medida de lo posible tal vivencia.
Lo nuevo e interesa nte de la propuesta freudiana es pensar
en un tiempo a un costado, a un lado, de una marca temporal
lineal, tal como la pensamos desde un sentido comt'.m. Con esta
innovación, los síntomas que parecían no tener ningún senlido
recobran lógica.
En la 17~ y 18~ conferencias,55 Freud da varios ejemplos que
develan la importancia de descifrar al síntoma. Para ello es ne-
cesario subrayar el tiempo lógico, en otras palabras, la resigni-
ficación (11ac/1triiglic/1). También menciona algunos ejemplos de
pacientes, como el de mujeres con rituales antes de dormir o
costumbres sin ningún sentido. Una vez que se recupera la pri-
mera escena (pasado) en el presente (segunda escena), el sínto-
ma no tiene más razón de ser.
La escritura freudiana está plagada de idas y vueltas, lo cual
no implica necesariamente retrocesos. No se trata de ir en busca
del desarrollo de Lma idea. Las complicaciones suceden de un
modo particular de investigación donde se toma un caso clínico
único como referente de un mecanismo. Esta escritura toma la
descripción de un caso clínico en función de la explicación cau-
sal, es decir, no se queda al n ivel 'd e la descripción en el sentido
de la fcno1T1enología. En este sentido Álva rez d ice:

ss S. f1rcud, "17• conferencia. El sentido de los síntomas", en op. cit., t. xv1, pp.
235-249 y S. Freud, "181 conferencia! La fijación al trauma, el inconciente", en
op. cit., t. XVI, pp. 250-261.
Lo iuf~11hl y t'l 11i'10 m la Uorin fw11ti.111n

93

[...] la importancia concedida a los modos de relación de


los elementos que componen la estructura, antes que con-
siderar que dichos elementos poseen un valor intrínseco; la
trascendencia del lenguaíe y de su poder estructurante de la
subíetividad, lo cual permite una articulación de la estruc-
tura en función de las relaciones y los lugares (lopología).56

Se hace evidente la importancia del lenguaje más allá de su


implicación como medio de comunicación. Lo que Freud inau-
gura es el lenguaje en su justa dimensión como constituyente de
un sujeto inserto en un contexto histórico y socia l. Esta idea data
de los primeros escritos, donde plantea la posibilidad de una
asociación lingüística que está relacionada con la memoria.57 En
este caso sabemos que la memoria a la cua l se brinda la escucha
no es la memoria de datos históricos.

El perverso poli11101fo en Freud

El primer gran trabajo del ser humano al nacer será


encontrar significantes para encaramarse al orden
simbólico de la inters ubjetividad, proceso que carac-
teriza- remos como de extraer y dejar marcas, valién-
dose de los materiales del mito familiar( ...).
Ricardo Rod u lfo, El 11i1io y el sig11ifica11te

Una de las figu ras que escandalizaron a los siglos x1x y xx fue
el perverso polimorfo freudiano. En este concepto hace nudo
la educación y las buenas costumbres con lo que nos ha mos-
trado el psicoanálisis en cuanto a la existencia de la pulsión en
el s ujeto sexuado. Freud consideró que el nifio, en comparación
con el adulto, tiene una sexua lidad indiferenciada, la cual gira
en torno a un cambio de meta en la pulsión y está dirigida a un
fin asexual. De esta manera Ja perversión no es un estado en

S6 José María Álvarez, Ramón Esteban y Fr<in~ois Sauvagnat, F1111d11111e11tos de


psicop11fologí11 psico111111lític11. Madrid, Síntesis, 2004, p. 146.
~7 S. Freud, "Proyecto de psicología", en op. cit., t. 1, p. 413.
94

el que el sujeto devenga, sino que ha sido una inhibición en la


constitución. 58
Si bien el niño puede ser llamado perverso polimorfo es en
función de un ideal que fun ge como referente, un ideal que tiene
nombre y apellido, como es el adulto.
La historia ha mos trado que las desviaciones (pervertere)
sexuales resultan obscenas en función de que se tiene un idea l
de ejercicio sexual. Freud p lantea que el ser humano posee en sí
mismo una disposición perversa poJimoda, es decir, el ser hu-
mano, a pesar de elegir un objeto sexual, tiene cierta d isposi-
ción para una bisexualidad (o sexualidad deliberada) en la que
"algo" se reprime.
Aunque estemos habituados a que la palabra "perversión"
tenga un fuerte eco debido al matiz que el lenguaje cotidiano le
ha dado, la etimología latina de la palabra seña la que perversión
tiene que ver con "dar vuelta, destrnir o transformar", mientras
que polimorfo (del griego poly-y morplie) quiere decir "de muchas
formas por lo tanto, este término freudia110 se entiende como
11
,

las múltiples formas de darle vuelta a (o pensar) la sexualidad.


La sexualidad del nif\o como perverso poli morfo en Freud,
hace referencia a que las pulsiones aún no están bajo el domi-
nio de Ja genitalidad, estado en el que el padre del psicoanálisis
p lanteaba la posibilidad de una reunión de las pulsiones para
un fin. Ésta es una propuesta teleológica en la que el fin sería en-
tonces la reproducción. Sin embargo, este punto de vista puede
ser repensado y replanteado.
Esta nueva lectura acerca de la sexua lidad perversa del niño
cobra mayor fuerza posteriormen te, por ejemplo, en el artícu-
lo "La organización genital infan til", que hmge como comple-
mento a Tres ensayos de teoría sexual de 1905. Ahí an uncia que la
llamada perversión, que no tiene relación con la degeneración,
juega un papel muy importante en la constitución del ni ño, ya
que a h·avés de la desmentida, el niño no acepta que la madre no

58 S. Frcud, "Fragmento de análisis de un caso de histeria", en op. cit., t. v11, pp.


44-45.
Ú.' iu/iJutil y el niiio tu "1 ttv1Í.1 /1r·11dim11J
~---- -- ---
95

tiene p ene, luego entonces, no está en fa lta y como consecuen-


cia, él también está completo.
La madre juega un papel fundamental tanto para el niño
como para la niña, siendo su primer objeto de amor. Del nús-
mo modo, La disposición perversa polimorfa se vincula con el
encu entro de la diferencia anatómica de los sexos y sus conse-
cuencias en la estrucluración de cada uno de ellos.
Así, Freud rescata la perversión de las filas de la psiquia-
tría. Ya no se trata como w1a enfermedad, sino como la posición
que ocupa el niño ante lo que debie ra ser. De igual manera, la
perversión polimorfa del niño es ahora el escenario donde las
pulsiones buscan la satisfacción de manera separada. La ley y el
límite que ésta implica vienen alin del exterior.
Al no ser más una anormalidad sino parte de la constitu -
ción del niño la sexualidad perversa polimorfa no hace más que
acentuar la pulsión y su movimiento en herradura, como lo pro-
pone Lacan en el seminario 11. Y la madre - como Otro- , al ser
quien da el significan te, vehiculiza este movimiento. Perverso
no es degenerado, sino otro modo de posicionarse a nte la de-
manda del Otro.

La lectura de In relación madre-hijo y In ecuación 11iíio=fnlo

La varianza y abundancia de materiales que se ade-


lantan a un chico desde antes de su naci miento están
sin duda en relación con su posición predominante
en la fami lia l .. .J.
Ricardo Rodulfo, El niiio y el sig11ifica11te

Lo anteriormente expues to nos perm ite acentuar la idea de que


en Freud la función de la madre es central en tanto que es ella
quien libidiniza al infante.
En un inicio Freud formul aba que eran los adultos qu ienes
erotizaban a los niños, como si el infante fuera m1 ser pasivo y
se dejara investir por el adulto. A parti r de esta teoría expresa
un primer intento por explicar las neurosis: no se trata de algo
96

fáctico sino de lo que llamó fantasía, de la que el adulto, en tanto


encarna al Otro de la historia, no hace sino vehiculizar el deseo.
De acuerdo con Rodulfo, 59 es posible pensar al infante ya
no desde la posición como deseado o no deseado, sino bajo las
coordenadas de x¿deseado para qué o por quién? o ¿no deseado
para qué o por quién? Preguntas que amplían el panorama y
complejizan la relación madre-hijo.
En Freud, el lugar del hijo funge como una de las sa lidas
o soluciones al Edipo en la mujer. Esta equivalencia siinbólica
tiene en sí todas las propiedades que Lacan ubicó en el signifi-
cante. Más allá de pensarlo como un simple cambio, Freud nos
brinda Ja oportunidad de hallar la metáfora en este movimiento
simbólico niño=fa lo. ¿Cómo es esto?
Para la madre, una forma de salir del Edipo es haciendo
la equiva lencia nrno=falo. El falo representa simbólicamente
la fa lta en el Otro, es decir, el falo es un significante (vacío de
signiíicado) que representa la falta., Desde esta. ~ers pe~tiva se
evidencia que la madre, que de algw1 modo fahciza aJ rnfante,
lo inviste del ideal del yo, lo libidiniza vía el Oh·o, esto es, lo
inviste con la historia de la cual ella es portavoz.
Ahora bien, al niño se le quiere para ser portador del sín-
toma en la familia. Él se ubicará en esa posición frente al Otro,
la madre y el padre, abuelos, etcétera. Así, las posiciones que
Rodulfo propone y que nosotros retomamos para dar un paso
adelante son el niño en posición de falo (imaginario y simbóli-
co), de síntoma y de espectro.60
Es preciso aclarar que la dimensión de espectro se puede pen-
sar también como una ecuaci~n. A diferencia de la de niño=falo,
el niño posicionado como quien viene a ocupar el lugar de un
hermano, tío o pariente muerto, implica la negación del acon-
tecimiento (una especie de mela11colía), lo que significa llegar a
una familia y ocupar un lugar diferente en Ja cadena significa11te

lh Ricardo Rodulfo, El 11i11o y el sig11ific1111te. Buenos Aires, Paidós, 2006, pp. 88-1?3·
ro El término de "espectro" es mío. También es necesario reiterar la aclarac16n
de que no se trata del "fantasma" que propone Lacan.
lo /1ifa11tll y ti 11i1lo"" la teoría frt11dia11a

97

de la historia familiar, haciendo la equivalencia donde lo muer-


to se enlaza con lo vivo. Idea que trabajaremos más adelante:

En idéntica negación del niño como acontecimiento incu-


rren, involuntariamente, las posturas estructuralistas de
máxima, donde el ser que nace se reduce a desencadenar lo
preexistente y a ocupar un casillero en el mito familiar sin
alterarlo, a través de lo que Derrida llama "trabajo histórico
de la diferencia" .61

Lo anterior es un ejemplo de una equivalencia para velar


precisamente la presencia de la muerte a costa de la existencia
de alguien, o podría decirse, hacer lo que sen necesario para que
la estructura, la historia familiar, no se mod ifique. Esto es una
forma para que el muerto no se vaya y el vivo ocupe su Lugar,
con la culpa (o no) que esto pueda implicar.62
Es aquí donde comienza a adquirir consistencia lo desarro-
llado en el capítulo, para tejer-se al tiempo ele la escritura. La
posición del niño como falo tiene una fuerte presencia en la obra
de Freud, puesto que, como dijimos anteriormente, era una de
las posibles soluciones al Edipo en la mujer. Falicizar al niño
permite hacerlo metáfora, incluir una nueva significación. La
llegada de un nuevo infante a la famil ia implica de algún modo
la resignificación de las historias tejidas a su alrededor anulando
la temporalidad lineal al mismo tiempo que se hace presente el
tiempo lógico o retroactivo (11acl1triiglic11), que introduce, gracias
a su efecto retardado, un fuera de tiempo en la diacronía, esto
es, la sincronía, inaugurando un rnovimiento diferente.
Así, esa pareja, independienten1ente de su sexo, deberá ocu-
par el lugar de padre y madre, pero no el de sus propios pa-

61 /bid., p. 239.
62
El caso más famoso aceren de esta posición es Bu genio Salvador Feli pe Jacinto
Dalí, mejor conocido como Salvador Da U. El hermano de DaH, quien también se
llamaba Salvador Dalí, murió a los 7 años por un ataque de meningitis. Otros
dos casos famosos de posesión del mismo nombre que el hermano muerto son
el escritor argentino Ernesto Sábato y el pintor Vincent van Gogh.
Liara Stav<lia11sky

98

dres, sino uno diferente que dé sentido al del nuevo integrante.


De este modo, la equivalencia simbólica del niño falicizado no
viene a ocupar el lugar del falo como bisagra enh·e Jos sexos,
sino como articulador de ambos partenaires frente a la función
del mismo, que - como sabemos - es fungir como lazo entre
la inexistente relación (proporción) entre los sexos. Al mismo
tiempo que se señala esta discontinuidad, se hace más evidente
que el nii"io sólo viene a ocupar un lugar en el deseo, en la falta
de los pad res. Este lugar "privilegiado" deberá ser abandonado
para intentar tener eso que a los ojos de los padres es valioso,
fálico (fall11s, insignia), sin más remedio que dejar de serlo. Dejar
de ser el falo para buscar tenerlo.
Más adelante hablaremos de la diferencia en h·e la posición
que toma el niño y el falo (ya sea imaginario o simbólico). Por
ahora es oportuno agregar que para que un padre o una ma-
dre tomen al niño como falo (en este caso simbólico), como
aquél que continuará lo que ellos no hicieron, es también ne-
cesaria su castración. ¿Por qué? Porq ue pensar al niño como su
propia continuación implica asumir que son mortales, aceptar
su propia muerte y, por tanto, tomar posición: la castración.
Sólo aceptando implícitamente la propia muerte, una madre o
un pad re pueden tener un hijo fa lidzad o y no como objeto de
goce.
En los casos del niño como falo (imaginario o simbólico),
pero también en los que es síntoma o espectro, es posible decir
que el niño no es un individuo o una mente, sino un luga r den-
tro de la esh:uch1ra.
Para terminar, podemos mencionar una escena de la película
Abe/. En ella se muestra cómo un niño internado en un hospital
psiquiátrico y que nunca habla, adquiere u na posición cuando
llega a su casa, en la que viven también sus hermanos, y la ma-
dre le p ide que la acompañe a la junta de padres de la escuela.
Es así como Abel toma el lugar de esposo fren te a la madre y
de padre frente a los hermanos. Abel es finalmente elocuente y
actúa de manera normal cuando toma una posición en la fam ilia
y los demás le asignan dicho puesto. Lo que abre esas posibili-
Lo i11fa111i/ y ti 11i1io (/l /R trorínfu11dia11a

99

dades en este niño no son los fármacos o las terapias, sino una
posición en la familia.
Cuando un niño llega al consultorio podemos decir que "en-
ferma" como efecto de sostener a la familia justo como está, es
decir, para mantenerla ilesa. El niño es el chivo expiatorio de la
tensión familiar. Veremos en tonces que en un delirio, una fobia
o un comportamiento obsesivo, habrá una pareja insatisfecha,
una herencia maldita del abuelo o un padre enloquecedor.
En el caso del niño como sfotoma, el analista deberá tomar
en cuenta que su intervención modificará las coordenadas de
esta familia, por ello, cambiará el equilibrio redistribuyendo la
tensión de la insatisfacción o la demanda de satisfacción en los
oh·os miembros de la misma. Esos mismos miembros a la vez
podrán asumir su cuota de tensión o acudir a un experto, pues
"el psicoanalista no está haciendo bien las cosas".
Capítulo 3. El sujeto en Laca11. Apuntes para pensar
el lugar y Ja función del niño en psicoanálisis

Pero lo indecible, cogió un h·ozo de su


lraje, comenzó a borbotear y a buscar
palabras ...

Jacques Lacan, Ln a11g11stia

En la imagen el desconocimiento, en las pnlnbras el reconocimiento, en


el silencio el ncontecimie11to...

Una vez que hemos delimitado nuestra postura respecto a lo


que entendemos por infantil en psicoanálisis y desarrollado una
introducción acerca de la importancia del sujeto, es necesario
señalar Ja importancia que éste tiene en la teoría de Lacan, así
como su impacto en la ciencia, la filosofía y el psicoanálisis. He-
mos revisado también có1no para algunos contemporáneos de
Freud, e incluso para algunos posfreudianos (Melanie Klein,
Anna Freud, Donald Winnicolt) el sujeto pasaba desapercibo.
Sabemos que la problemática del sujeto no surge con el psicoa-
nálisis, no obstante, con la revolución encabezada por Freud se
da una subversión. Es fina lmente Lacan quien apunta Ja proble-
mática hacia donde el sujeto aparece y se desvanece.
Existen muchos textos que problematizan al sujeto. Esto se
debe a que no existe el significante que diga Jo que es. El sujeto
se distingue por su falta en el ser. El único modo de poder ubi-
carlo es el lenguaje, mismo que lo representa frente a los demás
significantes. Esta característica no deja de lado al nifio, en otras
palabras, el niño también está sujeto al lenguaje.
En el capítulo anterior decíamos que el niño era efecto de una
estructura. Demos un paso adelante y, entonces, digamos que
e] niño es efecto de su esh·uctura. Con este avance pretendemos
ubicar dicha estructura en una singularidad. No se trata sólo de

101
Liora Stat>elra11•\y

102

una estructura, sino de una muy específica en la que está captu-


rado por su fantasma. Al decir "su estructura", enfatizamos no
la estructura de su pertenencia, sino aquélla de la que él es efec-
to y donde radica su singularidad con respecto a otros, incluso
ante sus hermanos.

El sujeto (el silencio) del inconsciente


como acontecimien to

Las ciencias duras han pensado lo humano bajo la lógica de l.a


linealidad, una causa con efecto y ambos sin discontinuidad.
Ante esto, lo que sigue es buscar un inicio y, en consecuencia,
una meta o un final. En este sentido, la tendencia ha sido la de
buscar respuestas antes que formµ Jarse preguntas. Se ha foca li-
zado en causa lidades lineales evocadas por discipli nas biológ i-
cas, con una tendencia al desarrollo y a la evolución. Esto liene
como consecuencia el velarniento de Jo que importa al psicoaná-
lisis, es decir, el sujeto.
En muchos de sus textos Freud recurre al desarrollo pen-
sando que en algún momento el psicoanálisis puede ser expli-
cado desde la química y Ja biología, y esperando que los pro-
cesos anímicos ubiquen su respuesta en la química. Tema que,
por otro lado, los científicos se han obstinado en descifra r, pues
actualmente se busca el gen del cáncer, de la obesidad y de las
neuronas que guardan los recuerdos traumáticos, o las partes
del cerebro que intervienen en ciertos procesos específicos. Es-
tos intentos parecen ser un gran progreso donde se conjunta el
pasado con el presente y se proyecta un futuro prometedor.
No obstante, debates tan elevados siguen sin dar cuenta
de esa cuestión que no es más que la subversión del s ujeto. Si
se pudiera definir al sujeto no h abría más h istoria. ¿Pero qué se
entiende por sujeto? Si en el lenguaje existiera Ja pa labra que
dijera Jo que es, pensaríamos un desarrollo perfecto, una circun-
ferencia que se cierra perfectamente sobre sí misma, es decir, el
desarrollo sería la respuesta. Y como toda respuesta apuntaría a
f./ sujtlotll l.anm

103

una certidumbre (¿acaso imaginaria?) que busca cerrar el círcu-


lo, entonces, llevaría a una concordancia. 1
Afortunadamente nuestra apues ta no se encuentra de ese
lado. El reto está en jugar aun sabiendo que ningún sistema es
completo. Existe la fa lta que permi te y posibilita que estos siste-
mas, p or así decirlo, tengan movilidad. La estructuración de lo
humano se debe entonces a los vínculos con otros. Así pues, las
faltas, las fallas y la imposibilidad son lo que nos lanza (en psi-
coanálisis) a construimos en nuestras relaciones con Jos demás.
De esta manera, segt'.in lo hemos venido trabajando, la es-
tructura misma anuncia que algo fa lla. En otras palabras, pensar
en estructura apunta a no dar respuesta, sjno a construir pre-
guntas que interroguen por el sujeto y su posición en el incons-
ciente, y de cierto modo, también su posición en la cultura.
La interrogante entonces no es: "¿ser o no ser?", sino, "ser o
no, ser esa es la cuestión". Al mover Ja coma "del ser" al "no",
el enunciado deja de invitar a la suspensión de la acción y, por
el contrario, anuncia un enigrna que incita al movimiento del
sujeto. Pongamos el acento en Ja segunda parle que es " ... ser
esa es Ja cues tión". Esto lo podemos pensar como el ser que está
siendo a medida que se lo dice. Curiosamente el "ser" del sujeto
no está en la cadena significante. Es así como el sujeto hace su
aparición en la historia, en la filosofía y en el psicoanálisis.
La cuestión del sujeto ah·aviesa toda la obra de Lacan. Si bien
en Freu d no aparece con tanta claridad como en Lacan, sí pue-
de leerse como con cepto y se puede ver que su subversión está
anunciada bajo la lógica del inconsciente. Sabemos que el tema
del sujeto no es nuevo. Descartes, l legel y Freud h ablaron acerca
de él en algún momento, sin embargo, es Lacan quien se toma el
tiempo de despejar los lazos entre un pensa miento y otro.
Aunque Descartes no usa la pa labra sujeto sino ego (yo), hay
una im plicación del ser humano (la cogitación), de sí mismo en
tanto res cogitans. ¿Pero por qué tomarnos la molestia de usar una

1
Esta concordancia <1pun taria a la existencia de una relación entre los sexos.
Ltorn Sfall(/JQnsky

104

palabra y no oh·a? Porque el alcance que éstas cobran debe ser


considerado en su justa d imensión.¿ Y cuál es esa dimensión? El
significante. Si hablamos del individuo hacemos referencia a lo
indivisible y si algo es indivisible no hay fractura. Si decimos ser
humano, incluimos al ser en el juego y como sabemos, el ser no
puede ser definido. La metaHsica se encarga de ese estudio. El
psicoanálisis no es una metafísica. Si decimos persona, hacemos
referencia a una máscara, pues la etimología de persona sigrúfi-
ca justamente eso.
Por otro lado, la palabra "sujeto" tiene varias lecturas. Una
de ellas es sei1alar que el sujeto está sujetado al lenguaje. En psi-
coanálisis no se trata de hablar de "sujeto" como sinónimo de
''tipo''. No se le da el sentido de la frase "ahí va el tipo (sujeto)
aquel", sino que se trata de situarlo con respecto al lenguaje y
al inconsciente. Tenemos un sujeto del inconsciente que no es
sustancia. Hablar de sujeto en psicoanálisis tiene más relación
con el sujet (en francés), que hace referencia al tópi co o idea del
que se habla.
Es insostenible una propuesta fincada en el psicoanálisis
que no incluya la dimensión del descubrimiento freudiano, tan-
to la ausencia de objeto como el escenario donde esto se juega,
es decir, el inconsciente. Aunque Freud no propuso la estructura
como un concepto, sí se pueden rastrear las posibilidades de
pensarla a posteriori.
El inconsciente freudiano no es una caja negra, tiene una ló-
gica y una estructura. No se trata de una conciencia debajo de
oh·a, sino de una memoria de la que e] sujeto no tiene conoci-
miento y que, sin embargo, aparece afectando el actuar y el decir
de quien habla. En Freud, el inconsciente tiene un lugar (tópico)
sin localización corporal, por ello inventó el concepto de aparato
psíqtúco. Lacan, por su parte, se vio obJigado a recurrir a otras
disciplinas como la lógica y la topología para captar al incons-
ciente más allá de los modelos representacionales freudianos.
En efecto, el inconsciente no está dentro de la localización
adentro-afuera. Funciona bajo las operaciones diferenciales del
significante. Aquí es donde aparece el sujeto subvertido -y por
El Sijjtlo ru l.aca11
~~~~~~~~~~~~~~~~

105

qué no, subversivo- del psicoanálisis. Lo interesante es que del


sujeto se dice: "apareció", siempre en pasado. Nunca decimos:
"aparecerá aquí o allí". Dicho en términos heideggerianos, el
sujeto se muestra desvaneciéndose (fadi11g).
Para esclarecer el panorama veamos al sujeto de la ciencia,
pero no al sujeto del cual se habla, sino al que investiga. Aquél
enfrentado al objeto en busca de lm saber que concuerde con la
verdad. En Ja epistemología, el sujeto quiere conocer el objeto, y
este lugar de objeto también puede ser ocupado por otro sujeto.
El problema es que para poder conocer al objeto - cualquiera que
éste sea- antes debe ser defüúdo por el sujeto que investiga.
La llamada objetiv idad está atravesada por la subjetividad,
no hay sal ida. Esta fallida relación evidencia que el modelo de
la epistemología sueña con una concordancia entre el sujeto y el
objeto, térnúnos que nunca van a coincidir, ya que el objeto no
es Ja Cosa (das Ding) - de ella no se puede decir nada, está fuera
de todo referente significante - y el sujeto no es el yo, lugar de
identificaciones.
Avancemos un poco retomando las ideas de Descartes. El
sujeto del inconsciente no es el ego cartesiano, aunque hay lm
vínculo entre ellos. El lazo que nos permite pensai· estas dimen-
siones serán la duda y la certeza (Gewissheit). En esa hiancia
ubica1·emos al inconsciente que falta para hacer del saber algo
completo y de la verdad algo imposible de decirla toda.
En Ja seglmda parte del Discurso del método Descartes se pro-
pone arrancar de su espíritu todas aquellas ideas que le habían
sido enseñadas. La complejidad de este principio radica en la
equivalencia que hace entre la razón, el espíritu, el yo y el alma.
La diferencia subyace en el ser como consecuencia de un yo que
duda pensando. Sin embargo, no se h·ata de un ser perfecto, ya
que dudar para conocer ammcia una falla. Por otro lado, Des-
cartes piensa la existencia de Dios como quien conoce sin dudar,
lo cual pone en evidencia un ser perfecto.2 Dice: "Juzgué que en

1
René Descartes, Discurso del método. México, Porrúa, 2008, pp. 15 y 24.
Uorn Stau<Jmn;ky

106

Dios no podía ser una perfección el estar compuesto de dos na-


turalezas, la .inteligente y la corporal, y, yor lo tanto, que no era
un ser compuesto porque nada hay en El de imperfecto" .3
Descartes recurre a Dios para colocar en ese lugar a la ver-
dad. Incluso la razón no es un elemento que pueda anunciar la
verdad del ser humano. Ella misma no dicta lo que es verdadero
o falso, solamente acentúa que la verdad no está del lado de
quien duda. La certeza, evidentemente, es la duda misma. En
este sentido, al ser el yo quien duela y al dudar de todo lo que
los sentidos le transmiten, Descartes la acepta como otra. Luego,
en tonces, piensa y pensar es existir. El paso siguiente es respon-
der a la pregunta: "¿Quién soy?" La respuesta es: "[ ... ] w1a cosa
que piensa( ... ) y ¿qué es una cosa que piensa? Es w1a cosa que
duda, entiende, concibe, afirma, niega, quiere, no quiere, imagi-
na y siente".4
La res cogitnns no es algún objeto o ah·ibuto de objeto que
pueda nombrarse o incluso imaginarse. La cosa pensante no
pasa por el regish·o de lo imaginario para ser representada. Sólo
puede ser aprehendida por medio de la razón. Con este plantea-
miento Descartes inicia su Discurso del método. Dice que el "buen
sentido", es decir, la razón, es lo mejor repartido en el mundo.
De acuerdo con estas ideas, la razón funge como punto de
apoyo para poder conocer. No hay otra forma, pues los sentidos
nos engafian. En este sentido, el ego cartesiano está definido por
lo que no es, ya que no es un soplo, viento, etcétera. Todos los
elementos del mundo que podamos imaginar para nominar la
res cogitnns pueden ser puestos en duda. La definición no recu-
rre al registro de lo fenomenológico, únicamente se refiere al
acto mismo de pensar. El ser humano cartesiano se sabe pensan-
te, pero no posee la representació.n de lo que podría indicarle lo
que es.
El sujeto del que habla Descartes como ego carece de repre-
sentación en lo que a s u ser se refiere. El pensar (cogito) carece

3 !bid., p. 25.
• lbid., p. 67.
El sujtlo rr1 Laca11

107

igualmente de representación y, al mismo tiempo, por curioso


que parezca, es el punto de Arquímedes para movilizar el resto
de las representaciones.
¿Cómo es posible que el cogito esté excluido en el mismo
acto que lo implica, siendo éste el cen tro del universo de Ia
época clásica? Sin ánimo de hacer equivalencias entre las ideas
cartesianas y el psicoanálisis, se puede pensar que el acto que
implica dudar anuncia lo que venimos trabajando, esto es, el
inconsciente. Evidentemente, Descartes no contemplaba en su
esquema epistemológico dicha dimensión.
Podríamos intentar ir más lejos y decir que el sujeto del psi-
coru1álisis está atravesado por la duda, del mismo modo que el
ego cartesiano. Este atravesamiento es efecto de algo que falta
en el lenguaje para subsanar la grieta. El s ujeto subvertido no es
el que piensa, si.no el que es "pensado", o para decirlo claramen-
te, el sujeto es dicho, no dice.
Lacan no recurre al sujeto de la ciencia ni a lanzar una crítica al
cogito para descalificarlo, sino para confirmar las ideas freudianas.
No hay cenh·o en el universo. La res cogitn11s no es el eje bajo el cual
se puede problematizar y resolver la división enb·e saber y ver-
dad, pues el elemento discordante es la certeza del inconsciente.
No obstante, el campo abierto por Descartes y su idea "yo
pienso, yo existo" anw1cia la ruptura del lazo con Dios e imiu-
gura el tiempo del hombre. No niega Ja existencia de Dios, sin
embargo, plantea que no es necesario acudir a él, o a algo fuera
del alma (yo) pa1·a poder formularse preguntas.
Aún falta un elemento más para poder dimensionar la duda
cartesiana y freudiana, así como el impacto que ambas tuvieron
en la modernidad. Es necesario rescatar al sujeto de la epistemo-
logía. Ante la pregunta ¿qué se puede conocer?, h abíamos men-
cionado que el sujeto tiene un lugaT, pues está frente al objeto.
Es un sujeto activo que busca conocer. Leyendo a Freud, Lacan,
por su parte, enfrenta al sujeto con un resto de él mismo. El su-
jeto en psicoanálisis no enfrenta a] objeto, pues está perdido.
En lo referente a las epistemologías, todas buscan dar res-
puesta a cómo se da el conocimiento en el sujeto, o bien, como lo
Uora Sta1"1ra~ky

108

pregmltara Kant: ¿qué se puede conocer?, ya sea por 1nedio de


la experiencia o la razón. Para el psicoanálisis no es primordial
lograr un conocimiento ajeno al sujeto. Quien va a análisis no
aprenderá más como si fuera a la escuela. El saber que se apa-
labra en el dispositivo analítico es el del inconsciente. Un anali-
zante adolescente dice: "Todo el tiempo supe que era adoptado,
algo en mi lo sabía. Ahora que lo d igo, tengo la sensación de que
siempre lo supe, no sé por qué me sorprendo ... ".
Como lo menciona este analizan te, el saber del que nos habla
no es nuevo. Los signifi cantes que orientan su vida a través de
la escenificación del fa ntasma no son ajenos a él, y tampoco es el
analista quien los injerta para lograr algi'.Ln movimiento subjeti-
vo por la sugestión, por lo tanto, el sujeto s ujetado a una his to-
ria (lenguaje) no busca saber Ja verd ad, a d iferencia del modelo
epistemológico que apunta al encuentro en tre el s ujeto divid ido
y el objeto perdido.
Pero el concepto de sujeto - como hemos visto - no aparece
en Descartes. Entonces, ¿de dónde n os llega la idea del sujeto?
En Freud aparece, sin embargo no lo problematiza. Es Lacan
quien recurre a la filosofía del materialismo h istórico para traer
al psicoanálisis una herramienta con la que aprehender teórica-
mente -en la med ida de lo posible- la aparición del incons-
ciente en el dispositivo analítico.
Con la problematización del sujeto como algo diferente del
yo freudiano se inaugura la dimensión de lo simbólico y, con
ello, el resto de los registros (real e imaginario). En este sentido,
Lacan recurre a Hegel para dar cuenta del sujeto, ya que éste
introduce de manera más clara la negatividad en la filosofía.
Habíamos visto que algo se colaba en el cogito cartesiano, ya que
ese algo no era nada que pud iéramos representarnos, no obstan-
te, es Hegel quien da a Lacan la herramienta para introducir la
palabra como fund ante.
Descartes dice: "yo soy, yo exis to, pero ¿qué soy?" Y contesta
él mismo algo que piensa (res cogitans). Hegel le responde: "Yo
no soy sólo un ser pensante. Soy portador de un Saber absoluto.
Y ese Saber está actu almente en el mismo que piensa, está encar-
El Jujeto ,,, l.110111

109

nado en mí. Hegel. Por lo tanto, no soy sólo m1 ser pensante, soy
además, y antes que nada, Hegel. ¿Qué es pues ese Ilegel?".s
Con la última pregunta abre la posibilidad de pensar al su-
jeto desde su contexto histórico y, por tanto, ligado al lenguaje.
Estas categorías Descartes no las utiliza o bien, las pone en duda,
ya que el hecho de pensar negando todo lo que los sentidos pue-
dan captar es hacer a un lado la h istoria y sus disconlin ui.dades.
Veamos una cita en la que Kojeve teje el pensar y la palabra, y
con ello al sujeto.

Antes de analizar el "yo pienso", antes de introducirnos


en la teoría kantiana de conocimiento, es decir, la relación
entre en sujeto (cognoscente) y el objeto (concebido), es ne-
cesario preguntarse qué es ese sujeto que se revela en y por
e~ "yo pienso". Hay que pregun tarse cuándo, y por qué y
como el hombre es llevado a decir yo. 6

Sin temor a equivocarnos, podemos aseverar que la acción


de que el hombre sea llevado a decir yo, tiene relación directa
con el yo (je) que Lacan propone, como efecto del estadio del
espejo, y la función de este sliifter en la articulación de los signi-
fican tes. Más ad elante Kojeve d ice: "Para que haya au toconcien-
cia hace falta que haya, previamente, conciencia. Dicho de otro
modo, hace falta que haya revelación del ser por Ja palabra".7
Este es el pre-texto que necesitaba Lacan para introducir al
sujeto en su dimensión de "representado" por el sign ifican te. El
acontecimiento del sujeto moderno anuncia la muerte de Dios
(el Otro está en falta), con lo cual ya no hay centro, el universo
no es circular. Incluso Freud no pone al inconsciente como nue-
vo centro.
Hegel piensa la síntesis final o autoconciencia absoluta como
un punto de llegada histórico. Para el psicoanálisis este p unto es

5
Alexander Kojcve, La dinléctic11 del Amo y el esc/11uo e11 Hegel. Buenos Ai res, La
P leyade, 1990, pp. 173-174.
6
lbid., p. 176.
1
ldcm.
Liurn St11v<lmmky
~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~

110

del orden de lo imposible, puesto que el sujeto no puede acceder


a la conciencia de sí de manera absoluta.
Lo anterior puede ser pensado desde otra perspectiva del
psicoan álisis donde el yo no es el sujeto, y el sujeto no es el que
se funda en la acción donde piensa. Algunas veces cuando pien-
sa-duda (cogíto), se sorprende a sí mismo aJ decir algo que no
pasa por su voluntad y lo rebasa. El sujeto es dicho.
Por otro lado, el yo, como lugar de síntesis, no hace pregun-
tas. Freud lo había trabajado como parte de una tópica, como
efecto del desprendimiento del ello. Si esto es así, el yo no es
autor de sí, es efecto de algo ajeno a él. En efecto, es Lacan quien
lo ubica en su fu nción de lugar de desconocimiento. En cuanto
al sujeto, él pregunta, investiga, es dicho por el inconsciente, y
cuando el i11Consciente aparece lo deja mal parado. El yo en tanto
lugar de síntesis v iene a dar respuesta (titubean te) a la pregunta:
¿dónde está el significante que viene a decir lo que es el sujeto? El
yo busca responder, pero no sin falla, a solamente decir: "yo".
El yo no está alú en un inicio, y es precisamen te esto lo que el
yo ignora. Cuando a w1 niño se le pregun ta: ¿cuántos hermanos
tienes? Él responde desde su lu gar de sujeto: tengo tres. Juan,
Pedro y yo. Este ejemplo, además de permitir pensar la fu nción
del significante, deja ver que el yo y el sujeto son excluyentes
entre sí. El sujeto habla y está fuera del lenguaje, mientras que el
yo es efecto de Ja imagen y local izable en la cadena significante,
o bien, en el reflejo.
Es con base en estas cuestiones que Lacan busca problema-
tizar la subversión del sujeto. En el ar tículo, "Subversión del su-
jeto y d ialéctica del deseo en el inconsciente freudiano", Lacan
devuelve al sujeto a su estatuto en Ja epistemología psicoanalíti-
ca y se toma el tiempo necesario para decirnos que stt sujeto no
es el ego cartesiano, n i la autoconciencia (Selbsbew11sstein) hege-
liana, ni el yo freudiano, sino que es en tanto que está inacaba-
do.8 Que esté inacabado quiere decir que algo fa lta, lo cual no

8 JacquesLacan, "Subversión del sujeto y d ialéctica del deseo en el inconsciente


freudiano", en Escritos 2. México, Siglo XXI, 2009, pp. 755-787.
El s11jtlo m l.Art111

111

implica que no tenga tiempos. El sujeto tiene tiempos, pero no


obedece a edades. Más aún, el sujeto es de la emmciación, ese
más a1lá del enunciado. Dice más de lo que cree decir. Si el su-
jeto del inconciente no tiene edad, pero sí tiempo, el dispositivo
analitico apunta al sujeto en su decir y no al yo en su aJienación
en el Otro.
Sabemos que la duda exige una respuesta, sin embargo no
recm-riremos a negar todo cuanto nos rodea. Ésta es la propues-
ta cartesiana. La duda viene como consecuencia de la pregunta
por el ser y la respuesta no es fácil. Como lo mencionamos an-
teriormente, la cuestión obsesiva se embota en "soy o no soy".
La prem isa que implica al sujeto del inconsciente es: "¿Qué soy...
para el Otro?, esa es la cuestión", de ah1 que el sujeto esté sujeta-
do al lenguaje en tanto que habla (parletre). La pregunta es por Ja
existencia, cuestión, dirían algu nos, filosófica. No obstante, todo
el tiempo está puesta en el dispositivo analítico.
Freud supo decantru·la en sus escritos, específicamente en
relación con el deseo y su negatividad. No hace del psicoanálisis
una ontología o una hermenéutica, menos una reducción de las
ideas freudianas a la psicología. Por su parte, se resistía a recu-
rrir a la filosofía para s ituar el d udar acerca de la existencia. En
su lugai~ acude a la mecánica, la física y la biología, lo que tuvo
consecuencias entre sus seguidores, quienes intentabm1 encon-
trar el inconsciente en el cuerpo, pensándolo desde un impasse
euclidiano adenh·o-a fuera.
Al proponer modelos para pensm· un aparato que no tiene
relación con la espacialidad como ya la conocemos, n i una re-
lación y/o ubicación corporal, Freud inaugura una escena que
plru1tea otro modo de problematizar lo humano. Y atmque no
elabora una teoría del instante en el que se funda la existencia,
deja bastantes pistas al respecto. Es Lacan (y no los llamados
posfreudianos) quien retoma las preguntas que Freud había he-
cho para replantearlas.
Como lo hemos visto antes, h ablar del sujeto escindido y su
correspondiente objeto como agujero tiene consecuencias clíni-
cas. Al hacer referencia al agujero, queremos decir que lo pensa-
Liora Sta1>d1a11sky

112

mos desde la falta. Por falta entendemos la ausencia de la pala-


bra que pueda borrar la marca que ha dejado la misma palabra
al inscribirse como sign ificante en el sujeto. Añadiremos enton-
ces que si el psicoanálisis se interesa por los enigmas del sexo y
de la muerte, es debido precisamente a que son los dos pLmtos
en los que eJ sujeto y el objeto a del psicoaná lisis se desvanecen.
El aforismo lacaniano que reza "no hay relación sexual",
señala la imposibilidad de un objeto para completar al sujeto.
Nuestros dramas más intensos y complejos se deben en último
término a esta condición humana. Es por ello que en s u confe-
rencia titulada "Discurso de clausura de las jornadas sobre las
psicosis en el niI1o", Lacan afirma lo siguiente: "Lo que instituye
Ja entrada en el psicoanálisis proviene de la d ifi cultad del ser-
para-el-sexo. Pero la salida de él -si leemos a los psicoanalistas
de hoy - no sería ni más ni menos que Lma reforma de la ética
en la cual se constituye el sujeto". 9
El que exista una d ificultad del ser-para-el-sexo significa que
w1a madre no puede completarse con un objeto llamado niño y
que el niño tampoco puede devenir en una totalidad al taponar
la falta de su madre. A causa de ello, Lacan habla de una "refor-
ma de la ética en la cual se constituye el sujeto". ¿Pero qué quiere
decir todo esto? Que dado que el objeto y el sujeto del psicoaná-
lisis están ah·avesados por la falta, uno debido a que es vacío y el
otro a que está escindido, no hay on tología en el psicoanálisis.
De esta manera, para que Lacan pudiera proponer al objeto
a como pivote de su teoría tuvo que pasar por una excomunión
de orden político (como él la llam ó) y por severas discusiones
con otros psicoanalistas, al tiempo que alimentaba su propuesta
con otros teóricos y d isci plinas. Recordemos que la formación
de Lacan fue la psiquiatría y que su arribo al psicoanálisis se
debió a lo social y no a lo lingüíi:>tico.

9J. Lacan, ''Alocución sobre los psicosis del niJ'\o", en Otros escritos. Buenos Ai-
res, Paidós, 2012. Un grupo de especiolistas se reunió en París en octt1bre de
1967 para llevar a cabo un coloquio sobre la infancia alienado. Este coloquio fue
promovido y organizado por la psicoanalista francesa Maud Mannoni.
ti sujtl9 m uco11
113

Lacan a través del espejo

La propues ta lacaniana fincada en una clínica de Ja estructura ve


sus primeros frutos con el estadio del espejo en tanto dispositi-
vo. En éste no sólo se ve inaugurado el maravi lloso engaño que
conocemos como existencia-realidad, sino también el dispositivo
en el cual la rea 1id ad se desdobla. Para decirlo de otra manera, el
espejo muestra lo endeble de lo que algunos dicen tener entre sus
manos, una realidad que a la menor provocación se fractura.
Con su formu lación final del estadio del espejo, en 1949, La-
can no solamente abre paso a una perspectiva distinta de la del
desarrollo, siJ10 que otorga al yo (je) el estatuto simbólico que
también se anunciaba en freud. Sin embargo, los alcances pro-
puestos por Lacan invitan a pensar desde este 1nomento en los
registros de lo simbólico e imaginario.
En el estadio del espejo, no sólo se subraya la importancia
de la captación del infante en el espejo, sino también Ja de que
de ese encuentro s urge el yo (je) en tanto función de las identifi-
caciones. El irlfante se identifica con la imagen de su cuerpo en
el espejo y bajo esta perspectiva la existencia se funda -como
su nombre lo indica - fuera del infante. El cuerpo se le presenta
como lo otro, como Ja alteridad radical al sujeto. Desde ah í el
cuerpo se an uncia como la otredad al estar med iado por el Oh·o,
siendo éste en tanto lenguaje, el medio por el cua l el sujeto po-
drá ubicarse en el va lle de los espejismos yoicos.
El yo (moi) en tanto especu lar tiene el encargo de soportar la
ilusión de pensar que el yo (moi) es el sujeto, tal como lo mues-
tra el esquema L. 10 Por otro lado, la función del yo (je) tiene el

10
Es importante aclarar que para Lacan la muerte ¿existe o no existe? La conlTa-
dicción entre la existencia y la inexistencia de la muerte nace del hecho de que,
segl'.m él, el sujeto es desdoblado entre un je y un lllOÍ, el si y el s2. Mientras que
para el S1 la muerte es dema nda, el S2 demanda la muerte. La muerte existe en
lo real, en el ensanchamiento (joiso1111e111e11t) de la vida, debído a que tul cierto
lazo ha sido hecho significante, es decir, no hay exis tencia de la muerte, hay la
muerte. La presencia de la mue rte evoca la de algo emparentado con la llegada
aJ mundo del significante.
114

encargo de ser el pronombre vacío al que se recurre para hacer


hablar a las identificaciones simbólicas de la historia del sujeto.
Más tarde Lacan hablará de este yo (je) como el shifter, tomando
como referencia las teorías de Jakobson.

(fü)S
-.,
., - - - - - - .._ - ____ fd\otro
\::./
'

(yo) a

Figura J.
Esquema L

¿Por qué es una necesidad (lógica) el estadio del espejo en


el humano? ¿Por qué sus efectos son, por mucho, más radicales
que los que aparecen en los anima les? ¿Acaso está esto relacio-
nado con la presencia del lenguaje? Estas preguntas no son aza-
rosas. Poseen el sen tido de ubicar lo iJ1acabado de lo hurnano en
el nacimiento. La incornpletud que vive el in fante al no poder
ser independiente, ni siquiera en sus movimientos corporales,
lo entrega al mundo como un ser inacabado.

Toda la dimensión psicológica y fisiológica de este momen-


to lacaniano aparece aquí con toda su estatura. Sin embar-
go, hay en todo ello una luminosa "percepción freudiana" :
el lugar de la falta como causa. Aquello que opera como
causa es en su estructura misma una falla. El estadio del es-
pejo tiene el honor de inaugutar la función de la falta como
estnicturante en el trabajo de Lacan. 11

11
Helí Morales, Sujeto del i11conscie11/e. Diseiio epistémico. México, EcLiciones de
la Noche, 2001, p. 105.
fl sujtto e11 uw111
115

Lacan centra su debate en lo que algunos teóricos se esfuer-


zan en reforzar, esto es, el yo. Lo subraya dada su función de
desconocimiento, la cual se excluye de lo que Freud proponía
como un yo que se funda en el sistema percepción-conciencia. 12
Lo que podemos rescatar de ese mismo texto es un esquema en
el que Freud coloca al yo y ello, al sistema percepción-concien-
cia y al preconsciente en donde - por raro que parezca - ubica
una placa auditiva. Al parecer, no dejó pasar la importancia de
la palabra escuchada como parte fundamental en la constitución
de este aparato. El yo (ie) en su función de desconocim iento no
vincula la mirada y la imagen de su cuerpo con el Otro a través
de la función del yo (je), sino con la palabra acústica que se ins-
cribe y sirve de soporte para que el infante se identifique con lo
dicho por el otro acerca de esa imagen.
No consideramos forzada esta lectura, ya que el lugar de la
voz en Lacan tiene la función de objeto n, tal como la mirada.
Este casquete acústico colocado por Freud (y no retomado en
Lacan) permite pensar en el desdoblamiento de la realidad, a
través de la función del estadio del espejo acompañado por la
voz del Otro, que tiene una función análoga a Ja de la mirada. Es
decir, no sólo captura la imagen del nill.o en el espejo, sino que
también queda capturado por el dicho del Otro en esa misma
imagen acústica. Ahora, no solamente se trata de la fenomenolo-
gía del espejo, pues algo más sucede en ese estad io. Recordemos
que el yo (moi) no es el sujeto, pero tampoco el yo (ie). 13
Por su parte, Le Gaufey problematiza el estadio del espe-
jo tomando en cuenta que no se trata de una teoría del conoci-
miento. No es el yo confund ido con el sujeto quien percibe la
imagen del espejo y se identifica con ella. Tampoco se trata de la
sola percepción ya unificada y únicamente recibida por el suje-
to. Le Gaufey, en su seminario "Les unites imaginaires" dice:

12 Sigmu nd Freud, "El yo y el ello", en Obms co11111Ietas, t. XlX. Trad. José L. Etche-

verry. Buenos Aires, Amorrortu, 1986, p. 27.


u Esto permite responder parcialmente a la pregunta un tanto evidente y no por
eso sin complicaciones: ¿qué sucede con los infantes ciegos de nacimiento?
Liora StaVdlJlt¡s%y

116

En el caso de la percepción desarrollada por Lacan en el


estatuto del espejo, existe una dimensión fundamental: el
"redoblamiento" (redo11bleme11t). La experiencia del espejo
se realizó con nif\os y con changos a una edad en la que Ja
inteligencia de ambos era equivalente. La diferencia entre
la experiencia del simio y la del nifio ante el espejo aparecía
como un objeto más; mientras que para el niño se trataba
precisamente de eso, de una imagen que duplicaba un obje-
to. Ante el espejo, el objeto no aparece como tm objeto más
de la reaJidad, sino que la realidad aparece desdoblada. 14

En ese estadio, el yo (moí) se aliena a la imagen que está aW.


Pero ya mencionamos con anterioridad que no solamente se tra-
ta de percepción, sino d e la función de la palabra que nombra
esa imagen. La imagen con la que se identifica el yo (moi) no se
reduce a la percepción puesto que el sujeto se descentra de la
escena y puede identificar que entre ese yo (moi) y el objeto del
espejo hay una relación. El yo (moi), por s u parte, queda atrapa-
do en ese encanto. Es decil~ el sujeto se pregunta por ese movi-
miento. Esta relación es posible de identificar a este nivel dado
que la función del sujeto es con el lenguaje. El sujeto no puede
reflejarse en el espejo, ya que es ausencia.
En este sentido, no se trata de una metáfora. Lacan habla de
cómo el yo (je) se funda no sin relación con la imagen que el Otro
devuelve de ella. Lo interesante es que la identificación no se redu-
ce a la imagen, sino al sujeto experimentando los efectos de la pala-
bra sobre esa representación. El siguiente paso es aclarar que dicha
identifi.cación se produce a causa de algo que el espejo no devuelve.
Nos referimos a lo no especLtlari.zable, como el falo y el objeto a.
Con el afán de seguir analizando lo fundamental que es la
falta en la construcción del p~icoanálisis con niños, veremos a
continuaci6n la importancia de ubicar al significante de la falta,
es decu·, el falo (que de Freud a Lacan, es tm concepto que pasa
de las metáforas biologicistas a la logicización del mismo).

14
H. Morales, op cit., p. 340.
El 5uptot n 1Aca11

11 7

Falo: significante y significación

Lo único "indecible" es el propio ser-en-el-lenguaje.


Dardo Scavino, El sefío1~ el nmn11te y el poeta

La función del concepto de fa lo en psicoanálisis deja cualquier


resto de organicidad a partir de que Lacan lo reintroduce bajo
la premisa del significan te. De acuerdo a Freud, el primer y más
claro viraje para deslindar al falo de su referente corporal, el
pene, es descrito de la siguiente manera:

El carácter principal de esta "organización genital infantil"


es, al mismo tiempo, su diferencia respecto de Ja organi-
zación genital definitiva del adulto. Reside en que, para ·
ambos sexos, sólo desempeña un papel un ge11ital, el mas-
et1lino. Por tanto, no hay primado genital, sino un primado
defalo.15

Esta cita parece oscura a primera vista. Lo que podemos leer


en ella es la posibilidad de hacer una diferenciación entre lo ge-
nital y el falo, siendo este último el que diferencia la sexualidad
del niño de la del adulto. Ambas posturas son diferentes, aun-
que siempre en relación al falo. Freud propone como rneta de la
sexualidad adulta, que las pulsiones recaigan bajo el primado
de los genitales, lo cual no sucede en la sexualidad infantil, en Ja
que el primado es del falo.
Igualmente leemos que la propuesta de Freud respecto a Ja
genitalidad es hacer referencia a la meta de una organización
libidinal en comparación con los estadios pregenitales de la libi-
do en los niños. No obstante, observamos que Freud nos dibuja
a un niño que, a través de la mirada, se ubica en un mundo en
el que no hay diferencia, ni siguiera en los sexos (es decir, antes
del Edipo). Asimismo, señala que no solan1ente puede hablar
desde la óptica de los varones, siendo que la de las niñas sigue

15
S. Freud, "La organización genital infantil", en op. cit., t. x1x, p. 146.
/.rora Stard1ansty

118

siendo un enigma. Sin embargo, es posible pensar que el desco-


nocimien to no sólo es vivido por el niño, pues también la niña
tiene su postura ante la d iferencia anatómica de los sexos.
Lo expuesto acerca del primad o d el falo en este texto no es
similar a Ja propuesta que lacan haría años después. El prima-
do del falo hace referencia a lo que algunos teóricos han lla-
mado "etapa fá lica". Por su parte, Lacan retoma la impor tancia
del fa lo en relación con el complejo de castración, por lo que
el sig1;ificante deja de tener ese vínculo unívoco con el pene.
Freud ya lo había mencionado con la equivalencia simbólica de
niñ o=pene del padre.
Parece que está ultima equivalencia tiene más sentido con el
falo como signi ficante. Si el significante puede representar, o bien,
velar la falta de esa palabra que pud iera decir lo que fa lta en el
lenguaje, el falo sería ese significante que no dice lo que falta, sino
que se desplaza por la cadena significante como el signi ficante de
la falta que anida en el Otro. Este término cobra vital importancia
en Lacan, especialmente en el texto de 1958, "La significación del
fa lo", en el cual, éste deja d e lad o la referencia directa con el pene
como órgano para colocarse directamente en relación con el com-
plejo de castración, mismo que tiene un a función de nudo.
En este sentido, Lacan coloca al complejo de castración como
el elemento que funge como la ratio (razón) ante la cua l los sín-
tomas se estructurarán. Lo in teresante es que para esta concep-
ción, el falo tiene otra función, que es permfür que el sujeto se
identifique con el tipo ideal de su sexo.
El sujeto tiene una relación con el falo en tanto significante,
sin importar la posición sexual que as uma. 16 Algo sim ilar plan-
teará Lacan en las fórmu las de la sexuación h·abajadas en el se-
minario Aun, en las cuales va más allá de las teorías de género
y, sin importar el tipo de relacion (hombre-hombre, mujer-hom-
bre, mujer-mujer, etcétera), siempre se juega en posición del falo
en tanto fun ción.

16 J. Lacan, " La signiíicación del fa lo", en Escritos 2, p. 653.


fl ~ujtl•' t11 Laca11

119

No obstante, regresemos a la década de los cincuenta, 17


tiempo en el que Lacan retoma lo trabajado en el seminario La
relación de objeto, para problematizar la complejidad de la niña
frente a la castración y al fa lo. Es interesante la comparación con
la teoría freudiana que aparece en "El sepult amiento del com-
plejo de Ed ipo", artículo en el que Freud recurre a la aJrnlogía
en la niña, pues le parecía oscu ro tener acceso al material clínico
de las niñas. Es hasta el texto "Sexualidad femenina" cuando se
dimensiona la d iferencia de dicha postura y el modelo de analo-
gía d eja de explicar la posición de la mujer.
De esta manera, es importante reconocer que cuando Lacan
propone el complejo de castración como pa rte fundan te (ratio)
de los sexos, la discusión que planteaba - si el pene era en sí
mismo la envid ia - pierde trascendencia. El debate se mueve
al ámbito d el fa lo con el atuendo del significan te y sus efectos,
reformulación que surge al prescindir del modelo de las equiva-
lencias entre los sexos.
Lo interesante aqLú es que la mad re continúa presente como
elemento constitutivo tanto en el n iJí.o como en la nii'i a, y que los
síntomas -segú n Lacan- se estructuran una vez que se sabe que
la madre está castrada. De acuerdo a Rabinovich, esto se entiende
de la siguiente manera: "Por eso el síntoma por excelencia en la
infancia en el nivel de estructura, más allá de todas las d imensio-
nes imaginarias que podemos adjudicarle, es la fobia. Las fobias
son una suerte de metáforas paternas fa llidas, no un "síntoma
infantil" originado en una irunadurez supuesta de los niños" .18
Esta cita remite d irectamente a la función del complejo de
cash·ación en tanto nudo, en el sentido de ser la ratio de la for-
mación de síntomas.¿Y a partir de cuándo se forma un síntoma?
Al saber que la madre está castrada y luego dar cuenta de que
es deseante. Hay una operación subjetiva en la que el deseo de

17
J. Lacan, El Se111i11nrio. Libro 4. La relnci611 de objeto. Buenos Aires, Paidós, 1994,
pp. 95-108.
·~ Diana Rabinovich, Lectura de In sig11ijicnci611 del falo. Buenos Aires, Manan tial,
1995, p. 21.
Liorn Stnutli•11sky

120

la madre da una vuelta de tuerca para dar paso a la metáfora


paterna. Es decir, no se trata solamente de reconocer a la madre
castrada, sino de que en esa operación se introduce un tercer
elemento para poder lograr la separación.
Así pues, el síntoma como punto de detención (lugar) en el
grafo del deseo, no es más que el sitio donde el significante co-
bra sentido, por lo tanto, no es casual que en el grafo, s(A) sea
leído como e] síntoma.
Pongamos la cita en la que Lacan a1rnda su propuesta:

El falo se esclarece por su función. El falo en la doch·ina


freudiai1a no es una fru1tasía [.. .]. No es tampoco como tal
un objeto [.. .]. Menos aún es el órgano, pene, clítoris, que
simboliza [... ).
Pues el falo es un significante, un significante cuya fun-
ción, en la economía intrasubjetiva del análisis, levanta tal
vez el velo de la que tenía en los misterios. Pues es el signi-
ficante destinado a designar en su conjunto los efectos del
significado, en cuanto el sig:nificrulte los condiciona por su
presencia de significru1te. 19

Podemos ver el lugar donde Lacan ubica al falo, es decir,


lejos de la ge1útalidad. Un lugar que, además, lo acerca al ám-
bito de la lingüística de Saussure. El falo es el significante que
se encuentra excluido de la cadena significante. Pasará bastante
tiempo antes de que Lacan lo descoloque de las vitrinas de la
lingüística y lo trabaje como lo dice aquí, como una función.
De acuerdo con lo que hemos mencionado, en el seminario
Aun, Lacan escribe en el pizarrón las fórmulas de la sexuación,
colocando al falo simbólico como punto de anclaje con lo que
llamó "La Mujer". Esta localización no es casualidad, pues el
otro ptmto de anclaje fue el significante de la falta en el Oh·o
simbolizado por S{)() y localizado en la parte superior izquierda
del grafo del deseo. Se puede decir entonces que el falo simbóli-
co tiene la función de localizar la falta en el Otro.

19
J. Lacan, "La significación del falo", en Escritos 2, p. 657.
lil s11jelo e11 Uim11

121

El falo, al no ser el pene, es colocado como significante. Para


la década de los setenta, el falo está ubicado como una fw1ción
en relación con la no-complementariedad de los sexos. Y no es
que los sexos estén desvinculados. Aunque sea evidente que no
puede haber macho sin hembra, esto no implica necesariamente
complementariedacl. He aquí el lugar del falo como organizador
lógico fungiendo como el enlace sin ser la amalgama entre am-
bos sexos. Asimismo, es importante puntuar que el encuenh·o
entre los cuerpos sucede. Lo que aparece es la complementarie-
dad de las posiciones del sujeto sexuado, con lo cual el cuerpo
del sujeto puede pensarse como una alteridad, ya que el cuerpo
del sujeto se le presenta como algo ajeno.
Lo que debemos rescatar es que el falo en tanto organizador
o función, al colocarse como punto de quiebre entre el sujeto po-
sicionado como hombre o como mujer, se verá afectado ante la
demanda del Oh·o (ya sea un hombre anatómicamente hablando
que se posicione como mujer, o viceversa). La anatomía no tiene
que ver en la designación del deber ser de cada sujeto, sino la
posición ante la demanda del Otro y la ubicación ante el falo.
En este sentido, La can inaugura la brecha para pensar dichas
posiciones entre el ser y el tener, terreno donde la epistemología
aún intenta loca lizar al objeto, siendo que la pregunta no gira
en tomo a ello, sino ante la falta en ser del sujeto y del objeto
perdido, como la fórmula del fantasma($ Oa) lo demuestra. No
se hata de un sujeto frente a un objeto que lo complete, sino de
un sujeto en falta ante una ausencia.

El niño: sujeto del inconsciente

Lo inefable sólo puede dejamos sin palabra después


de habérnosla dado.
Stanislav Breton

Con lo problematizado anteriormente queda más claro que el


niño no deja de estar sujetado al lenguaje. ¿Pero qué es el len-
guaje? El lenguaje es el puente que tiene el sujeto para moverse
L1vmSta1~1¡y
- - -- --
122

de un lado a otro en tm un iverso que permanece indiferenciado,


sin tiempo, sin territorialidad. Con el lenguaje se ins taura el lazo
que marca la diferen cia en el mw1do.
Un ejemplo servirá para ubicar esto. Si estamos en la ciudad
y decidimos comprar algo, lo único que debemos hacer es inter-
cambiar el dinero por el objeto que pretendemos obtener. Este
movimiento podemos hacerlo incluso en otro país, con la salve-
dad de cambiar nues tra moneda por la de dicho país. Ahora, si
estuviéramos en un lugar donde ni el papel del billete ni el metal
de la moneda tuvieran valor, sería imposible obtener algo, por lo
que tendríamos que crear otras formas de intercambio. El dinero
no vale si no es dentro de su mismo marco de intercambio.
De un modo parecido, el lenguaje no vale si no es dentro de
su mismo sistema de in tercambio, el Otro. La diferencia con la
moneda es que en el mm\do, a pesar de haber miles de lenguas,
el intercambio de significantes se da todo el tiempo. El emisor
habla al receptor de manera "asertiva" sin que por ello pase el
deseo en esos significantes. lncluso en lo relacionado al lengua-
je es bastante más radical, ya que la moneda es un valor de in-
tercambio en el mtmdo, pero el significante, como soporte de la
moneda, es quien abre lo real para crear el mun do mismo. El sig-
nificante subvertido por el psicoanálisis muestra que el lenguaje
sólo vale dentro de su mismo marco, al cual el sujeto está ads-
crito como ausencia. La moneda de lale11g11a (lalang11e) no puede
recurrir a estos intercambios "asertivos" de mensajes. El signifi-
cante no d ice lo que el objeto y el sujeto son, sólo los representa.
Hasta este momento podemos articular la pregimta ¿sujeto
de deseo? No es que esta iJ1terrogan te esté mal planteada. El su-
jeto, desde una perspectiva fenoménica, sí está sujetado al deseo
del Otro. Ahora, el sujeto y el deseo en la cadena signifi cante
están ausentes.
Decir "sujeto del inconsciente" puede ser otra manera della-
mar al fantas ma, ya que en éste aparece el sujeto barrado. Ante la
ausencia del objeto a, ambos comp onentes -sujeto barrado y ob-
jeto perdido- no tienen otra fu nción que la de sostener al deseo,
ya sea como imposible (obsesión), o como in satisfecho (histeria).
El cuj;ll) 1111Aca11

123

En Ja fórmula del fantasma podemos ubicar el estatuto de la fal-


ta: $, simbólico; objeto a, real; O, losa11ge, articulación imaginaria.
En este sentido, la subjetividad está en función de elemen-
tos, como sujeto barrado u objeto perdido, ambos como sustento
del deseo. Un deseo en su función de rostro de Ja falta que arti-
cula el psicoanálisis y el decir del s ujeto independientemente de
la edad y madurez. Estos son elementos sin los cuales resultaría
imposible lograr una escucha de quien n os habla en el dispositi-
vo analítico.
Como se ha visto, el sujeto para el psicoanálisis no es s us-
tancia, lo cual no implica que éste no sea localizable bajo ciertas
condiciones. Es ahí donde Lacan recurre a la topología, ya que es
necesario ix a la ciencia que articula los vacíos (faltas) no en ftm-
ción de las 1nedidas, sino de las relaciones y lugares. Este nuevo
panorama invita a pensar desde otra perspectiva al inconsciente.
Capítulo 4. El lenguaje en la escucha analítica con n:ifios

Esta Cosa siernpre será representada


por un vacío, precisamente porque no
puede ser representada por otra cosa
- o más exactamente, porque sólo pue-
de ser representada por otra cosa - .

Jacques Lacan, A1111

(... ] pero su estatus puramente mítico


no le ha impedido tener una larga his-
toria.

Joan Copjec,
El sexo y la eutanasia de la rnzón

El lenguaje puede nombrar, dado que algo solo aparece como tal desde
el momento en que el lenguaje lo nombra, pero no puede nombrarse a
sí mismo...

Kafka y la muñeca perdida

El escritor Paul Auster relata la historia de otro escritor: Franz


Kafka. Auster nos cuenta acerca de la vida, la muette, la infan-
cia, las historias, las pérdidas, y una renuncia ... Con este relato
comenzamos:

- Vale. Cuénteme ya esa historia.


- De acuerdo. Esa historia. La historia de la muñeca ... Estamos
en el último año de la vida de Kafka, que se ha enamorado de
Dora Diamant, una chica polaca de diecinueve o veinte años
de familia hasídica que se ha fugado de casa y ahora vive en
Berlín. Tiene la mitad de años que él, pero es quien le infunde
valor pal'a salir de Praga, algo que Kafka desea hacer desde
hace mucho, y se convierte en la primera y única mujer con
quien Kafka vivirá jamás. Llega a Berlín en el otoño de 1923
y muere la primavera siguiente, pero esos últimos meses son

125
126

probablemente los más felices de su vida. A pesar de su de-


teriorada sa lud. A pesar de las condiciones sociales de Berlín:
escasez de alimentos, disturbios políticos, la peor inflación en la
historia de Alemania. Pese a ser plenamente consciente de que
tiene los días contados.
Todas las tardes, Kafka sale a dar un paseo por el parque.
La mayoría de las veces, Dora lo acompaña. Un día se encuentra
con una nifia pequeña que está llorando a lágrima viva. Kafka le
pre9unta qué le ocurre, y ella contesta que ha perdido su mufi~­
ca. El se pone inmediatamente a inventar un cuento para expli-
carle Jo que ha pasado. "Tu muñeca ha salido de viaje", le dice.
·Y tú cómo lo sabes?, le pregunta la niña. "Porque me ha escrito
~ina carta", responde Kafka. La niña parece xecclosa. "¿Tienes
ahí la carta?", pregunta ella. "No, lo siento", dice él, "1ne la he
dejado en casa sin darme cuenta, pero mañana te la traigo". Es
tan persuasivo, que la niña ya no sabe qué pensar. ¿Es posible
que ese hombre misterioso esté diciendo la verdad?
Kafka vuelve irunediatamente a casa para escribir la carta.
Se sienta frente al escritorio y Dora, que ve cómo se encuentra
en la tarea, observa la misma gravedad y tensión que cuando
compone su propia obra. No es cuestión de defraudar a la niña.
La situación requiere un verdadero trabajo literario, y está re-
suelto a hacerlo como es debido. Sí se le ocurre una mentira bo-
nita y convincente, podrá sustituir la muñeca perdida por una
realidad diferente; falsa, quizá, pero verdadera en cierto modo
y verosímil según las leyes de la ficción.
Al día siguiente, Kafka vuelve apresuradamente al parque
con la ca rta. La niña lo está esperando, y como todavía no sabe
leer, él se la lee en voz alta. La muñeca lo lamenta mucho, pero
está harta de vivir con la misma gente todo el tiempo. Necesita
salir y ver el mundo, hacer nuevos amigos. No es que no quiera
a la niña, pero le hace falta yn cambio de aires, y por lo tanto
deben separarse durante una temporada. La Irlllñeca promete
entonces a la ni.ñaque le escribirá todos los días y la mantendrá
al corriente de todas sus actividades.
Ahí es donde la historia empieza a llegarme al alma. Ya es
increíble que Kafka se tomara la molestia de escribir aquella
primera carta, pero ahora se compromete a escribir otra cada
El /mguaje m /a acurha 11t1dlílic11 co11111111~

127

día, única y exclusivamente para consolar a la niña, que resul-


ta ser una completa desconocida para él, una criatura que se
encuentra casualmente una larde en el parque. ¿Qué clase de
persona hace una cosa así? Y cumple su cornpromiso duran-
te tres semanas, Nathan. Tres semanas. Uno de los escritores
más genfales que han existido jamás sacrificando su tiempo (su
preciso tiempo que va menguando cada vez más) para redac-
tar ~a~tas imaginarias de una muiieca perdida. Dora dice que
escrib1a cada fra se prestando una tremenda atención al detalle,
que la prosa era amena, precisa y absorbente. En otras palabras,
era su estilo característico, y a lo largo de tres semanas Kafka
fue diariamente al parque a leer otra carta a la niña. La muñeca
crece, va al colegio, conoce a otra gente. Sigue dando a la niña
garantías de su afecto, pero apunta a determinadas cornpUca-
ciones que han surgido en su vida y hacen imposible su vuelta
a casa. Poco a poco, I<afka va preparando a la nifia para el mo-
~1en,to en el que la muñeca desaparezca de su vida por siempre
Jamas. Procura encontrar un fin sa tisfactorio, pues teme que, si
no lo consigue, el hechizo se rompa. Tras explorar diversas po-
sibilidades, finalmente se decide a casa r a la muñeca. Describe
al joven del que se enamora, la fiesta de pedida, la boda en el
campo, incluso la casa donde la mufieca vive ahora consuma-
rido. Y entonces, en la última línea, la muñeca se despide de su
antigua y querida amiga. .
Para entonces, claro está, la nilia ya no echa de menos a Ja
mufieca. Kafka le ha dado a lgo a ca mbio, y cuando concluyen
esas tres semanas, las cartas le han aliviado de su desgracia.
La niña tiene la historia, y cuando una persona es lo bastante
afortunada para vivir dentro de una historia, para habitar un
mundo imaginario, las penas de este 111undo desaparecen.
Mientras la historia sigue su curso, la rea lidad deja de
existir...1

Como en el texto de Auster, y bajo la mi l'ada de Agamben,


qu ien argu menta que"[... l experimentar significa necesa riamen-

1
Paul Auster, Brookly11 Follies. Barcelom1, Anagrama, 2007, pp. 159-J 61.
Liora Stavcl1a11s>:y

128

te volver a acceder a la infancia como patria trascendental de la


historia",2 la infancia se nos presenta como suposición de una
pérdida de cierto lugar entendida como lo inédito, lo que no ha-
bla pero hace hablar. En este sentido, para Agamben, la infancia
da lugar a la palabra, es silencio y búsqueda de palabras; lugar
mismo de la experiencia y la historia. Así, infancia y lenguaje se
remiten uno al otro, introducen la posibilidad de narrar-se una
historia para inscribirse en una misma línea de filiación.
Por su parte, Lyotard propone:

Bauticémosla infantia, lo que no se habla. Una infancia que no


es una edad de la vida y que no pasa. Ella puebla el discur-
so. Éste no cesa de alejarla, es su separación. Pero se obstina,
con ello mismo, en constituirla, como pérdida. Sin saberlo,
pues, la cobija. Ella es su resto. Si la infancia permanece en
ella, es porque habita en el adulto, y no a pesar de eso.3

Para Lyotard, la in/antia traduce y busca la palabra (lo que no


se habla), mientras que para Agamben, es la patria trascenden-
tal. Coloquemos otra incidencia: infans, "el que aún no habla".
Podríamos decir que la infancia es el momento en el que el suje-
to apalabra4 el lenguaje, y que éste es el punto que consideramos
de cruce entre lo infantil y la infancia.
Este cruce teje la realidad de la muñeca perdida que Kafka ,
recupera a través del discurso, para una niña que hace de su
realidad la amiga de trapo perdida. Para ser más preciso, Kafka
articula - por medio de la palabra - otra posibilidad para esa
niña, teje con el lenguaje otra historia, que no está lejos ni cerca,
está ahí, habitando el discurso. Bajo estas coordenadas podemos
comenzar a recorrer los senderos del lenguaje que Lacan traza
con su "Retorno a Freud".

2 Giorgio Agamben, Infancia e historia. Buenos Aires, Adriana Hidalgo, 2003, p.


74.
3 Jean-Frani;ois Lyotard, Mainmise. Buenos Aires, Eudeba, 1997, p. 13.
• En México, "apalabrar" hace referencia a acordar algo, a tomar algo por me-
dio de un acuerdo con otro. Apalabrar como compromiso.
El /e11g11aje tll la tsCllclia mialílica co11 11i1ios
~~~~~~~~~~~~~-

129

Freud propone un trayecto enigmático a lo desconocido que


habita en el sujeto a través de la palabra. Lacan, siguiendo e.sa
apuesta por la estructura del lenguaje, encuentra que en sus
fisuras es donde aparece lo infantil del sujeto, el inconsciente;
infantil en tanto división subjetiva que anuncia por siempre la
distancia entre estructura y desarrollo, entre sujeto y niño.5
Para obtener un poco de claridad entre lo que entendemos
como infancia e infantil, es pertinente retomar la dilucidación
que hace Esteban Levin acerca de estos dos términos:

La infancia, sin duda, termina, finaliza sin retorno, pero lo


infantil que allí se instituye perdura en el tiempo. En cambio
en la niñez, los pequeños al jugar construyen los recuerdos
que andando el tiempo - en la hondura de la emoción -
serán imperecederos. Es una memoria agazapada, aún en
tenue vigilia.6

La infancia, entonces, propone un juego con el lenguaje, co-


locando la condición expresiva en un sitio privilegiado de au-
sencia. Dice Alain Badiou: "[la infa_ncia] como destino y volun-
tad, como concepto innovador que irrumpe desde lo real para
evocar un tiempo in-definido en el que la memoria y el recuerdo
se inscriben en el orden simbólico que invita al juego imaginario
y metafórico con sus significados" .7 La apuesta de la infancia
está inscrita en atentar contra el tiempo y su cronología. Lapo-
lémica no está en lo consciente pedagógico, sino en la postura
lingüística, en la lógica subjetiva que juega con el tiempo y su
ritmo.

5
Es en la experiencia especular en donde el niño ve su imagen unificada, sa-
turada, completa en lo imaginario. Pero con la presencia del adulto, el Otro
simbólico, se percata de que esa imagen es falsa, por lo que se angustia y la
padece. Esto lo obliga a quedar permanentemente fragmentado y atravesado
por el deseo de completud, instaurándose en la falta que lo subjetiviza.
6
Esteban Levin, ¿Hacia una infancia virtual? La imagen corporal sin cuerpo. Buenos
Aires, Nueva Visión, 2006, p. 12.
7
Cf Alain Badiou, El siglo. Buenos Aires, Manantial, 2005, pp. 95-108.
Uora Stavclia11sky

130

Consideramos que la apuesta por el lado de la infancia obede-


ce a otro camino que por el momento no trataremos. Sin embargo,
lo hemos rozado sutilmente, pues es el tiempo en donde el suje-
to (niño) se mueve. No es menos importante que lo que hemos
denominado lo infantil. Atmque, para continuar nuestro camino
hacía los nudos y la topología, es necesario abordar de manera
más puntual aquello que implica lo infantil y el lenguaje.

Lenguaje y lengua(s): entre lo infantil y lo adulto

Cuando dices poético y dices infancia, dices lo mis-


mo. Lo que significa poesía en la infancia es "lo que
está por hacerse y se puede hacer todavía"; cuando
cancelas esa posibilidad es cuando la gente empieza
a ser adulta.
Fernando Pessoa, lllfn11cia si11 fin

No es casualidad que en Freud el lenguaje posea, por estructu-


ra, la vía regia para agujerear lo real y de ahí dar existencia al
mundo. El punto que queremos bordear cuando hablamos de lo
infantil y lo adulto es distinto a lo que plantea Ferenczi con res-
pecto a estas dos posturas (lenguaje infantil y lenguaje adulto).
En "Confusión de lengua entre los adultos y el niño'',8 él habla de
un malen tendido entre el adulto y el niño, pero a este malenten- ·
dido lo ubica en el significado que cada una de las partes le da.
El lenguaje del niño es considerado el "lenguaje de la ternura"
y el del adulto, el "lenguaje de la pasión". Ambas posibilidades
obedecen a la pulsión tal como Freud la evoca. Es dech~ la adultez
se localiza cuando las pulsiones se unifican bajo la pulsión genital.
En el caso de un niño, las pulsiones aún dispersas no tienen como
fin "la reproducción", o en palafüas de Freud, la genitalidad.9

8
.
Sándor Ferenczi. "Confusión de lengua entre los adultos y el nfüo", en Obras
completas, t. 1v. Madrid, Espasa-Calpe, 1984.
9 Sigmund Freud, "Tres ensayos de teoría sexual", en Obras completas, t. v11.

Trad. José L. Etcheverry. Buenos Aires, Amorrortu, 1986, pp. 167 y 171.
El lt 11g11ajt tu la escucha a11alitica co11 11i1ios

131

Podemos precisar que problematizaremos ambas posturas


como lo plantea Scavino, esto es, retornando las fórmulas de la
sexuación de Lacan. Scavino dice que el sujeto de la enunciación
aparece en la posición masculina (también llamada adulta), y en
la vertiente femenina coloca a la posición infantil. Para entender
mejor este planteamiento, es necesario hacer un análisis acerca
de Ja influencia de la antropología, la lingüística y la lógica en
Lacan y su idea del lenguaje.
La lingüística de Saussure y Jakobson fueron la referencia
inmediata de Lacan en ese "retorno a Freud" iniciado en la dé-
cada de los cincuentas. Y por curioso que parezca, este contacto
con la lingüística y con el propio psicoanálisis fue posibilitado
por la cercanía con los textos de Lévi-Strauss. En uno de los tex-
tos de dicha época Lacan comenta: "[...] Ja vida de los grupos
naturales que constituyen la comunidad está sometida a las re-
glas de la alianza [... ]. La alianza está precedida por un orden
preferencial cuya ley, que implica los nombres de parentesco, es
para el grupo, como el lenguaje, imperativa en sus formas, pero
inconsciente en su estructura". 10
Es evidente la influencia de Lévi-Strauss en ese momento
del pensamiento de Lacan. Incluso podemos decir que la con-
cepción de inconsciente le llega, en un primer instante, por el
antropólogo. Dicho inconsciente claramente no es el freudiano.
El inconsciente planteado por Lévi-Strauss funge como una ley
no escrita en la cultura que hace lazo, la cual tiene relación di-
recta con la prohibición del incesto.
Durante la década de los cuarenta, Lacan hablaba del sím-
bolo y del lenguaje, sin embargo, éstos aú n no tenían la marca
estructurante del sujeto. Los trabajos de este periodo giraban en
torno a los modelos ópticos. Fue hasta 1953 cuando Lacan logró
hacer el vínculo enh·e la ley y el lenguaje y, por consiguiente,
con lo simbólico. Con el desarrollo de la lingüística estructu-
ral se inicia la articulación de estos tres registros, mismos que

10
Jacques Lacan, "Función y campo de la palabra y del lenguaje en psicoanáli-
sis", en Escritos 1. México, Siglo XXI, 2009, pp. 267.
Liora Staucl1m1sky

132

veinte años más tarde obligarán a que se cuestione la necesidad


de recurrir a la topología para poder dar cuenta de ellos en la
clínica. Aunque para ese entonces, el significante poseía en su
estructura la de un inconsciente que Freud localizó con una ló-
gica propia. De ahí el aforismo lacaniano en el que el lenguaje se
vuelve la condición del inconsciente. Desde esta perspectiva, la
dimensión del lenguaje hace a un lado la concepción de trans-
mitir un mensaje de una persona a otra y se vuelca como aquel
que constituye la realidad y humaniza al ser humano.
Por oh·o lado, la lingüística estructural incluye a las ciencias
sociales y a las leyes de parentesco, para localizar al sujeto su-
mergido en redes de lenguaje que lo determinan. En otras pa-
labras, son coordenadas significantes que lo rebasan y sitúan
frente al Otro aun antes de salir del vientre.
Con esto podemos avanzar en nuestro planteamiento. Lacan
llega al psicoanálisis - o más bien, el psicoanálisis llega a La-
can- a través de las ciencias sociales, es decir, la antropología.
Evidentemente Lacan no es estructuralista, sin embargo, la lectu-
ra que hace del psicoanálisis sí lo es. Como ejemplo tenemos el se-
minario 11 donde toma una estructura de cuatro elementos y no
sólo de uno. Eso trae como resultado la no-partición de la teoría
freudiana. Por otro lado, la pulsión de muerte es un buen ejemplo
de esto, pues es una noción freudiana repensada por Lacan.
La oposición entre sistema (sincronía, eje de las simulta-
neidades) e historia (diacronía, eje de las sucesiones) permite
a Lacan observar la lógica del lenguaje y, con ello, repensar en
la simultaneidad de los signos lingüísticos dentro de un espa-
cio temporal. El nuevo eje que se abre con el estructuralismo
también posibilita mirar la organización sin tomar en cuenta la
variabilidad temporal.
Esta idea es fundamental para nuestro trabajo, ya que a par-
tir de Lévi-Strauss y De Saussure, quedan establecidas las bases
de un pensamiento reflexivo que desconfía de las apariencias,
de las cualidades y de las relaciones más evidentes, y se descu-
bren los vínculos ocultos y las estructuras significativas que "ac-
ceden al cambio de sentido", estableciendo un sistema general.
El le11g1iaje e11 la escucha a11alítica co11 11ilios

133

Por este motivo, la lingüística - la lógica de todo lenguaje-


se finca en un principio dual, partiendo de la distinción entre
lengua y habla en la que la lengua es el aspecto social y codifi-
cado del lenguaje, un sistema universal de signos, un modelo
absh·acto d e variadas posibilidades combin a torias de signos, y
el habla, una variación efectiva, personal, individual y concre-
ta de la lengua (o código). En este sentido, el modo particular
de utilizar la lengua es un conjunto de signos que sirve para
expresar una idea. Para Lacan, la red de significados "re-actúa
históricamente" sobre la red de los significantes, así como para
De Saussure el habla re-actúa el código de la lengua. 11
En 1920, en Más allá del principio de placer, Freud describe e
interpr~ta el juego d e un niño para explicar la inscripción al len-
guaje. Este consistía en que el niño desaparecía un objeto mien-
tras gritaba "¡Fort!" (que significa "lejos"), y al hacerlo reapa-
recer, exclamaba "¡Da!" ("aquí está"). Para Freud, dicho juego
muestra la compulsión a la repetición, la necesidad recurrente
de realizar un acto que suele ser contrario a los deseos o a la con-
ciencia del sujeto. En este ejemplo, el niño, que desearía la pre-
sencia permanente de la madre, se previene contra las ausencias
periódicas de ésta, remediando con un objeto la alternancia de
sus partidas y retornos.
Ante este caso, Lacan, por su parte, observa en el niño "la de-
terminación que el animal humano recibe del orden simbólico" .12
Fort-da presenta todas las caracter~sticas de una alternativa es-
tructural: oposición binaria articulada en términos acentuados,
significa y efectúa la ausencia o presencia del objeto deseado. El
momento en que el deseo atraviesa la carne es también el tiem-
po en que el niño nace para el lenguaje.
Esto es importante ya que el sujeto hace algo más que con-
trolar su privación. Eleva su deseo a la "segunda potencia" del
lenguaje. Su acción destruye el objeto que ella hace aparecer y
desaparecer en la provocación anticipatoria de su ausencia y su

11
Jean-Baptiste Fages, Para comprender n Lncnn. Buenos Aires, Amorrortu, 1973.
12
J. Lacan, "El seminario sobre 'La carta robada"', en op. cit., p. 61.
Liorit Sta11<l1m1;\y
~~~~~~~~~~~~~~~~~

134

presencia. Así, el niño interviene en el siste ma del discurso con-


creto del ambiente, reproduciendo en elfort-dn! los vocablos que
de él recibe.13 Esta inscripción al lenguaje implica la integración
de una materia significante (fonemas, vocales y consonantes)
ofrecida por el Otro. Lacan continúa: "El símbolo se manifiesta
al principio como el asesinato de la cosa y esa muerte constituye
en el sujeto la elernización de su deseo" .H
Por una parte, el significante (las interjecciones articuladas)
no es la Cosa (dns Di11g). El hecho de que el signo de expu ls ión
"fort" no sea Ja madre, significa que el retorno "dn" 15 es del mis-
mo orden que el primero, y que tampoco es la madre. Por otro
lado, el nifio es arrojado a la posibilidad de ejercitar por sí mis-
mo elementos del lenguaje que ha recibido del Otro, y por con-
siguiente, prolongar ("eternizar") la expresión de su deseo. Con
lo anterior, Lacan e nuncia una de las proposiciones esenciales
de su proyecto: "Si el inconsciente puede ser objeto de una lec-
tura [es porque] está sostenido por una eshuctura idéntica a la
del lenguaje.[ ... ] la estructura del lenguaje tal como se manifies-
ta en los lenguajes que llamaré pos itivos, los que son hablados
efectivamente por masas humanas" .16
Es cierto que Freud hace una serie de observaciones del juego
del fort-dn. Este i11fn11s1 que aún no podía articular los significan-
tes, logra llevar a cabo un juego que le permite hacer un esbozo
de lo simbólico. Un esbozo de lo que después será conve rtido en
palabra, pues gracias al significante, h ace de una ausencia una
presencia. El balbuceo del ni.t1o es w1 ejemplo de que lo simbóli-
co se asoma como operación previa del apalabrar. Lo que Freud
pretende resaltar de este juego es precisamente el hecho de no

13 J. taca n, "Variantes de la cura-tipo", ~n op. cit., p. 319.


1
' ldem.
1
~
En alemán, el vocablo "da" hace referencia a una presencia física no inti1ida,
por lo que podemos concluir que fort-da son ambas caras de una presencia,
m<trcadas por el significante. "Fort" es la simbolización de la ausencia, es decir,
presencia representada y "da" es el retorno de lo que no estaba, que ahorn está
y se reconoce, es decir, presencia esperada.
6 J. Lacan, "Bl psicoanálisis y su enseñanza", en op. cit., p. 417.
1
¡;¡ /t11g11JJjt t11 la tse11clra rurnlllica r111111iMs

135

reducir el carretel del pequeño a un objeto representante de la


rnadre, sino de leer en él un "trozo" de i11fn11s. Borges lo dice de
manera más darn: "El tiempo es la sustancia de que estoy hecho.
El tiempo es un río que m e arrebata, pero yo soy el río; es un
tigre que me destroza, pero yo soy el tigre; es un fu ego que me
consume, pero yo soy el fu ego. El mundo, desgraciadamente es
real, yo, desgraciadamente, soy Borges" .17
El carretel no sólo es s ignificante s ino ausencia que se des-
pende de éste. Esta idea lleva a pensar en la tesis freudiana so-
bre la venverf1111g, donde lo rechazado (nusefosse11 ) implica lo que
no se admite en el interior, de lo que se está excluido y reaparece
en el exterior. Lacan, en el seminario 11, lo explica así:

Si el significante es en verdad la primera marca del suje-


to, cómo no reconocer en este caso - por el sólo hecho de
que el juego va acompaifado por una de las primeras opo-
siciones en ser pronunciadas - que en el objeto al que esta
oposición se aplica en el acto, en el carrete, en él hemos de
designar al sujeto. A este objeto le daremos el nombre ele
álgebra lacaniana: el n minúscuJa. 18

La cita ilustra cómo al llegar al lenguaje, el sujeto estará do-


minado por el orden simbólico y, también, constituido por él. El
sujeto está tejido por la trnmn del lenguaje: relación significante
al significado. 19

11
jorge Luis Borges, "La nueva refutación del tiempo", en Prosa Completa 2.
Barcelona, Bruguera, 1980, p. 202.
18
J. Lacan, El Seminario. Libro 11. Los cuatro co11ce/ltos f1111da111e11tales del ¡1sicoa11á-
lisis. Buenos Aires, Paidós, 1987, p. 70.
19 Cabe mencionar que de la antropología de Lévi-Strauss, Lacan destiló tam-
bién su propuesta acerca de lo imaginario, lo simbólico y lo real como concep-
tos cruciales para la investigación en torno a lo humano, pero dentro de tm
plano estructural. A partir de su obra Las estrucl11ms ele111e11ta/es del parentesco,
Lévi-Strauss afirmó la existencia de los sistemas de signos (el lenguaje mítico,
los signos orales, los signos gesticulares, los signos rituales, las reglas de matri-
monio y de parentesco) como objeto de la antropología. En este sentido, el es-
tructuralismo de Lévi-Strnuss remite a De Saussure y Jakobson para dar rnenta
de que lo relevante es esta relación del significado con el significante.
I fqrn 5111!'</1a11Sky

t36

Entre 1932 y 1952, la postura lacaniana, influenciada por He-


gel, estuvo orientada a lo imaginario, que es en donde Lacan
da cuenta de que la paranoia no es biológica sino histórica. Es
de esta manera que se encontraron en Freud, a partir del texto
Introducción del narcisismo, elementos como la función de desco-
nocimiento del yo y la estructura del conocimiento paranoico
basada en la envidia y la especularidad con el otro.
Entre 1952 y 1968, durante su retorno a Freud,20 Lacan tra-
bajó los conceptos de sujeto y estructura bajo la influencia de
Heidegger, Descartes, Lévi-Strauss, De Saussure y Jakobson.
En este periodo argumentó que la estructura es la red misma
donde se organiza el mundo imaginario, dejando siempre a lo
real como un más allá que, al no ser simbolizable, se vuelve w1
producto de la acción del significante.
Al privilegiar lo simbólico, Lacan asum ió las consecuencias,
mismas que colocaron a la lingiüstica como la disciplina para
su interlocución. El fonema y el mitema, por ejemplo, han sido
los recursos utilizados para explicar el algoritmo saussuriano de
significado/significante, constituyendo así la base para la cons-
trucción de diversas fórmulas, esquemas y grafos con los que se
propuso encaminar al psicoanálisis hacia la forma lización.
Asimismo, a partir de las producciones de Lévi-Strauss y
De Saussure, pudo conceptualizar la noción de estructura e in-
consciente. Para ello, partió de la hipótesis de que el lenguaje
es constitutivo de la cultura y de que el sujeto está tejido por la
trama del lenguaje, y abordó la concepción de un inconscien-
te estructurado como un lenguaje. No obstante es convenien-
te destacar que el sentido que Lacan brindó al significado y al
significante es de otro orden (en contraste con el saussuriano),
debido a que instala la supremacía del sigtúficante. Esta diferen-
cia tiene una importancia fundamental en Ja escucha anaUtica.
Si un analizante relata un sueño, lo que se capta son cadenas de
sigiúficantes y no significados.

Freud, "Tótem y tabú", en op. cit., t. x111, pp. 1-162 y S. Freud, "El malestar
20 S.

en la cultura", en op. cit., t. xx1, pp. 57-140.


f/ lwgrmjt en la escrtclra analitim ron 1111los

137

En el trabajo con niños ocurre lo mismo, su decir en el juego


no tiene un sentido en el contenido como sucede en la psicotera-
péutica, sino que la lógica descansa en la articulación de los ele-
mentos discursivos que osci lan entre las palabras, los silencios y
su juego, es decir, su presencia ordenada. Es en lo inconsciente
donde el significante es lo que se articula en un sistema, esto
es, en una cadena a partir del primer significante, el fa lo. Así,
Lacan pronuncia una respuesta decisiva al establecer la función
del falo: "El falo es un signi ficante[ ... ] destinado a designar en
su conjunto los efectos de significado, en cuanto el significante
los condiciona por su presencia de significante" .21
Esta referencia rem ite a la experiencia en el espejo, en la
cual todo acontece en el momento de la relación de identifica-
ción narcisista con la madre. Más tarde, el papel del padre es
el de una palabra negadora, cuya función es "explicar" las au-
sencias de la madre, haciendo que el niño se experimente como
"no-falo" para estrellarse contra esa fal ta-en-ser. Pero cuando el
Nombre-del-pad re se revela, es su ley la que significa esa falta-
de-ser, es decir, el que el niño no ocupe el lugar de falo, el que
él no sea el falo. Esto no pertenece al mundo de los objetos ni al
de los órganos, sü10 al orden simbólico. El significante que no
siendo objeto sino ausencia, desigt1a la falta-en-ser, el punto en
el que el nifio comenr.ará su larga e interminable búsqueda.
Es por este camino que Lacan, en su retorno a Freud, intro-
dujo conceptos de lingüística, literatura, matemática, topología,
filosofía y anh·opología esh"ttctural de un modo original, ade-
cuándolos al campo del psicoanálisis. Abordó igualmente las
ideas de Freud, pero lo hizo extrayendo el saber útil para la clí-
nica analítica, a partir de los últimos avances de otras ciencias.

11
J. Lacan, "La significación del falo", en Escritos 2. México, Siglo XXT, 2009, p.
657. La traducción dice: "destinado en su conjw1to los efectos del significado".
Es importante el cambio de "del" por "de", ya que invierte el sentido. Decir
"del" significado implica que el significado tiene efectos y es justo al revés.
Decir "de" significado es decir que el significado tiene efecto por la aparición
del significante.
- - - - - - - - --
138

Fue así también que comenzó a conceptualizar el orden sim-


bólico como constituyente del sujeto, estableciendo una equiva-
lencia al concepto de estructura y sosteniendo que la estructura
es inseparnble del lenguaje. Lacan d i.c e:"[ ...] la ley primordial es
pues la que, regulando la alianza, sobrepone el reino de la cultu-
ra al reino de la naturaleza entregado a la ley de apareamiento.
La prohibición del incesto no es sino su pivote subjetivo". 22 En
otras palabras, el complejo de Edipo
Esta frase señala que el Ed ipo ha sido para el psicoanálisis el
eje alrededor del cual todo sujeto se organiza, siendo la prohibi-
ción del incesto su pivote central. El complejo de Edipo (Freud)
es el efecto fenomenológico de una estructura Llamada complejo
de caslTación (LacaJ1). A h·avés del h·abajo de Lévi-Strauss, La-
can leyó el complejo de Edipo para decir que en el momento en
que un humano está atravesado por el lenguaje y se convierte en
ser hablante (Heidegger), hay necesariamente una prohibición
que instituye en él la ley y el lazo social.
La prohibición posibilita estruchualmente el ü1tercambio y
constituye el lazo social. Así, Lacan relacionó que al instituirse
la ley, emergía el deseo de lo proh ibido, no en tanto contenido,
sino como búsqueda de un objeto mítico al que se renuncia para
encontrar otro mejor. Mientras que el complejo de Edipo puede
ser ubicado como fantasía, el complejo de castración es estruc-
tural y lo que da consistencia a la estructura es el vacío, la fa lta
y la imposibilidad, es decir, el agujero.
Este punto es nodal, puesto que a partir de 1968 y hasta 1981,
Lacan trabajó las cuestiones relacionadas con lo imposible (ya
trabajadas por Freud), como son la p ulsión de muerte, lo om ino-
so, el ombligo del sueño, la angustia y Ja ausencia de objeto. En
la aproxi mación teórica a la estructura, se agrega tm elemento
que siempre estuvo a la sombta causando efectos desde alú, y
sjendo señalado por Hegel y Heidegger. Dicho elemento es la
muerte.

J. Lacan, "Función y campo de la palabra y del lenguaje en psicoanálisis", en


22

Escritos 1, p. 268.
- -
El /r11s1mje m la cscuc/m a11alitirn (t>/I ui1i0-<

139

A partir de los textos "Lo om inoso", "Pegan a un niño" y


Más allá del principio de placer, Lacan propició en su propuesta
psicoanalítica u n movimiento que va de lo simbólico a lo real.
Inventó nuevos dispositivos, entre ellos, el objeto n, las fórmulas
de la sexuación, la lnln11g11e, el significante de la fa lta en el Otro y
el fantasma, no para decir lo real, sino para situar su problemá-
tica. Si la prohibición del incesto a partir del Edipo es el aspecto
central para la organización de toda estructura, su referencia
inmediata es la de castración simbólica en tanto que permite la
inscripción de la falta en lo inconsciente, término que también
remite al de ausencia-presencia (fort-dn) en Preud.
Esta idea admite pensar en el análisis y específicamente en la
función del analista, tal como lo preconiza Lacan. La palabra es
la dimensión esencial en el encuentro analítico y, sin embargo,
el análisis calla, no emite sino una palabra vacía: una palabra
"entre". El analista es ante todo el que escucha los silencios. Es
testigo que garantiza Ja palabra que el analizante dirige a otro.
El anal is ta no debe ah·aer en sí la relación de identificación ni
hacer transferir a su cuenta el con1plejo de Edipo. Por el contra-
rio, debe poner al analizante en relación con el Lenguaje.
Así, p ues, en el aforismo "el inconsciente está estructurado
como un lenguaje", encontramos dos puertas esenciales para
sumergirnos por los senderos lacanianos. La primera tiene rela-
ción con las pa labras "como un", en las cuales Lacan e1úatiza la
condición estructural del inconsciente y el lenguaje es la condi-
ción del ÜKonsciente, ya que este último apoya su operatividad
como estruch1ra del lenguaje. Es deci 1~ la estrnctura del lenguaje
es cond ición para lo inconsciente, pero en w1a d imensión del es-
pacio plano donde no hay nada escondido en lo profundo ni un
paso a lo oculto. La banda de Moebius es la superficie topológi-
ca que Lacan utilizó para explicar cómo era que eJ inconsciente
tenía una sola cara. Esto quiere decir que el signi ficado no tiene
la consistencia que corresponde a una referencia clara o exacta a
la cosa representada o imaginada. El significado permanece flo-
tante. El conjunto al que se articula carece de coherencia, ya que
se relaciona con la red de los signjfjcantes. Esta última gobiema
Liorn Slat'flWr•ly

140

el conjunto de los significados, mientras que la lengua rige la


palabra. Dicho de otro modo, el psicoanálisis lacaniano conduce
a la supremacía de los significantes.
La segunda puerta es donde el lenguaje - que recubre la
lengua y el habla a la vez- tiene efecto de /eng11ajes en su uso
plural (lengua[s] positivas), a partir de que sólo puede designar
la estructura; pluralidad en tanto estructura, en tanto escritura
lógica (entre matemáticas e historia). Estructura cuya operación
se recarga en un operador en términos lógico-matemáticos que
posibilita el cambio de w1a posición a otra. En otras palabras, es
la fa lla (objeto a) en la estructura lo que permite este ca mbio.2.1 Y
también es el modo particular d e hacer uso del lenguaje, que no
es precisa y únicamente la palabra. El lenguaje circula por otras
vías además de las palabras. En los niños, por ejemplo, esta ma-
nera peculiar de usar el lenguaje en plural sería el decir, el jugar
y el dibuja1~ todos soportes del lenguaje. Lacan insiste en que
la estructu ra del lenguaje, tal como se manifiesta en las /e11g11as
positivas, es hablada por las masas humanas. No es que existan
muchos lenguajes, sino que siendo una estructura, opera como
soporte rebasando a la palabra misma. 24
En los años setenta Lacan cuestiona a la lingüística de forma
radical con el objetivo de asir lo real de la lengua mediante /a/a11-
g11e. Es decir, desde la perspectiva estructuralista de De Saussu-
re, quedando incluida la dimensión de lo real como articulación

u Lacan suplementa la idea de Foucault sobre la producción discursiva (poder,


saber y producción) introduciendo el concepto de objeto 11 y lo inconsciente en la
teoría de los discursos. Así formaliza su teoría de los cuatro discursos radicales.
21 Antes de que el sujeto hable, el lenguaje ya está ahí. Es el sujeto quien extrae
la palabra de una reserva previa, desde algo que él no ha constituido, pero que
ciertamente va a ay udar a constituir. El sujeto contribuye a la evolución del
lenguaje que él no ha creado, por lo que antes de que el ni11o aprc~da a ha~lar
y se valga de las lenguas, el lengiiaje existe, lo pre-existe. Ahora bien, este .len·
guaje no es solamente el material lingüístico. Son muchas cosas. El lenguaie es
también la estruchua de relaciones en la que se va a inscribir ese s ujeto. Como
ejemplo está el hecho fundamental de que en el lenguaje existen palabrns como
"padre", "madre", "hijo", "esposo", etcétera, pues es en función de esas pala·
bras que el sujeto se va a ubicar de tal o cual manera.
1!/ lt11g11ajt m la t'SCll<lra mwllliro ro111111ios

L4 l

a la palabra. Es decir, para la perspectiva estructuralista no hay


forma de darle un lugar a la falla, al exceso, al resto, es decir, al
goce. 25 No hay lugar que darle al goce pulsional que se satisfa-
ce en la palabra, en el deci r, y que muesh·a que una lengua es
un depósito de recursos para la satisfacción, por lo cual, resulta
in genuo concebir al lenguaje como un instrumento de comuni-
cación exclusivo para h·ru15mitir mensajes.
Como vemos, es más evidente un movimiento epistémico en
este momento de la teoría de Lacan, ya que sabemos que el goce
queda prohibido por el acto de hablar. Pero al mismo tiempo,
hay w1 goce o un ü1tento de recuperación de goce en el mismo
acto de hablar. Es así que el concepto de lenguaje pierde lucidez
ante lo que Lacan propone como /a/a11g11e.

La la11gue: lo real del lenguaje y la enunciación

t...] apenas el sol ac11bó de nacer, el hombre y la mujer


fueron a pintar en la proa del barco, de un lado y de
otro, en blancas letras, el nombre que todavía le falta·
ba ... 1lacia la hora de medio día, con la marea, la isla
desconocida se hizo por fin a la mar, a Ja búsqueda
de si misma.
José Saramago, Et c11e11/o de la isla desco11ocida

La lengua no es la/a11g11e. La can introduce este nuevo término como


consecuencia de la influencia lógica en sus teorizaciones, princi-

25
Desde la propuesta lacaníana, el goce tiene diversas lecturas y momentos.
Su definición tiene un matiz anti-intuitivo. Para fines de este texto es necesario
entender esta idea como un exceso intolerable de placer; una manifestación del
cuerpo próxima al dolor y s ufrimiento. Laca n hace una pri mera referencia al
goce en la "fase del espejo" en la que el niño capta una imagen unificada de sí
mismo. Esta situación Je produce un júbilo, es decir, un goce. Posteriormente,
el goce está asociado a la capacidad de manejar el mundo simbólico, que inau-
gura una autonomía frente a los apremios pulsionalcs. En la fantasía, las pul-
siones aparecen representadas simbólicamente por medio de un acto creativo
que es definfüvamente gozoso.
1-12

palmente lo referente a "no hay relación (proporción) sexual", Jo


cual no sólo subraya la disparidad entre los sexos con relación al
falo y la castración, sino al sistema de los universales. Desde el
psicoanálisis lacaniano, no hay universal que no esté atravesado
por la excepción. Este negativo lógico introduce, o mejor dicho,
articula la dimensión de lo real en lo simbólico. De ahí se des-
prenden otras tantas negociaciones lacanian as que se habían ve-
nido trabajando en seminarios anteriores al seminario 19, ...o peor,
tales como "no hay Oh·o del Otro", y "No hay metalenguaje".
1Iablar de lalm1g11e puede leerse como una ln-ln11g11e, es decir,
la singu laridad, una por una, pues no hay universal. ¿Pero por
qué es tan importante interpelar lo tmiversal? La importancia
radica en el origen del psicoanálisis, el momento en el cua l no
es sin importancia. Se trata del siglo en el que el positi visn10
tiene mayor auge y el saber como acceso a la verdad, mis ma que
se puede conocer en su totalidad. O al menos esa es la idea. La
apa rición del psicoanálisis pone en relieve la falla que la ciencia
positiva ha tratado de obturar.
El pretexto perfecto que Lacan necesitaba para darle orden
a la negación, como elemento lógico de la estruchua del lengua-
je, se lo dio Joyce. Como revisamos anteriormente el escritor ir-
landés desarticulaba el lenguaje y es alú donde Lacan sabe leer
la intención joyceana. La escritura de los maternas lacanianos
- clara mente no matemáticos- apela a un vaciamiento de sig-
nificación, introduciéndolos al juego del equívoco de la lala11g11e.
Durante los años cincuenta, la significación tuvo un papel
fundamental. Apuntaba a la obtención del sentido a través del
movimien to de resignjficación. Para ese momento, la significa-
ción quedaba ubicada en el registro imaginario, lo que le daba
un carácter de temporalidad. Para la época de los setenta, el
anal ista no buscaba comprender ni acceder al sentido, más bien
necesitaba encontrar el equívoco, el juego de la palabra, eJ va-
ciamiento de sentido. Las repercusiones d e esta postura en la
clínica implican al sujeto en su decil~ no que el analista lo invada
de sentido, o bien, de sus significantes. El equívoco .indica un
nuevo lazo.
fl lt11g11ajt tn la 1"$CUc/ui a11alítim n>11 nirit>;

143

La lala11gue es esa lengua venida desde el Otro materno bajo


esa singularidad que, a pesar de ser una lengua, tiene reper-
cusiones diferentes en cada sujeto. De este modo, la barra que
separaba al significante del significado, no era solamente la que
resistía a la significación por medio de la interpretación. Ahora,
eso que resiste es el borde con lo Real y al mismo tiempo, lo
circunscribe. El borde con lo real del lenguaje, la lala11g11e, es con
Jo que el analizante debe lidiar, pero no sin la presencia real del
analista como semblante de objeto n.
En otra vertiente, el analizantc (niño o adu lto) hace un mo-
vimiento bajo h·ansferencia hada la histerización de su deseo.
De acuerdo a la parte debajo de las fórmu las de la sexuación,
el sujeto se fem iniza en el diván, es decir, se pregunta por su
deseo. Ante este movimiento, con tinúa existiendo cierta dispari-
dad subjetiva . El sujeto posicionado del lado macho se relaciona
con el goce bajo los térm inos fá licos (3x Cl>x). En cambio, el sujeto
posicionado desde el lugar hembra tiene otra Lógica, la lógica de
laln11g11e, el no-todo. De todos los sujetos posicionados en esta
relación con <I>, no todo en ellos pasa por esta función. Hay algo
en ellos o ellas, que pasa por fuera del lenguaje, por lo inapren-
sible del lenguaje. En otras palabras: "El hombre entra a la rela-
ción sexual quod castrntio11em, es decir, como sujeto separado de
aquel goce primordial".26
Scavino nos permite pensa r en el goce como un encuentro
fallido con lo real, ya que toda experiencia de lo humano está
atravesada p or la diferencia entre lo rea l y s u representación, lo
que domina, y su figura discursiva, lo terrorífico y lo placentero.
Es por ello que la construcción discursiva es un intento por en-
marcar el goce a través de la puesta en escena imaginaria de la
articulación con el significante. Lo real fa111bii 11 capf11rn en su goce
el acceso ni placer y In satisfacció11.
Bajo esta perspectiva, lala11g11e - siendo lo real el conjunto de
equívocos caracterís ticos de una lengua que se han acumulado

26
David Scavino, El seíior, el 11111n11lc y el porln. Buenos Aires, Eterna Cadencia,
2009, p. 254.
/.iorn Sta11Cha11sly

144

en una historia o en una escritura - lleva en sí el efecto de la


búsqueda fallida en un lenguaje, de la fórmula de la adecuación
de los sexos y del fracaso por encontrar el significante de la mu-
jer que corresponda al significante masculino.

Para Lacan, entonces, "La mujer no existe" porque el artí-


culo La presupone una totalización, y esta w1iversalizac:ión
no es válida cuando de las mujeres se trnta. El hombre, por
el contrario, existe, sólo que no debería ser ese: al hombre
que existe hay que excluirlo, justamente, de la sociedad hu-
mana. Hay entonces una identidad mascufüia [...]. No hay,
en cambio, lma identidad femenina porque la mujer no co-
incide consigo misma (de modo que no hay exclusión sino
escisión). 27

Es en este sentido que en la lógica nrnsculina hay una ley


que se exceptúa del dominio legislado. El Urvater conforma al
fundador de la ley universal que se debe presuponer, sacrificar
o expulsar de sí misma para conservar su consistencia. En la
lógica femenina, en cambio, la mujer en sí misma representa la
excepción. La prohibición de la auto-referencia salva la consis-
tencia del todo, sacrificando la completud.
Esta idea lleva a pensar al sujeto de dos maneras distintas.
El sujeto masculino (de la enunciación) que está excluido de la
tesis enunciada, y el femenfoo (del emmciado), que sería el ab-
surdo en el que se encuenh·a cualquier discurso desde el mo-
mento en que no puede comprenderse a sí mismo, siendo lo real
una moneda con dos caras. Por un lado, el sacrificio que exige lo
simbólico (pérdida de goce fálico) y, por el otro, su propia impo-
sibilidad. El lenguaje, al mismo tiempo que posibilita, limita.
Esta diferenciación permitt:: a Lacan dar un paso más en la
irrupción del discurso psicoanalítico, esto es, desde la perspec-
tiva masculina, el decir se olvida tras lo dicho. Por ello, lalangue
es esa condición viscosa del lenguaje. El sentido puede cambiar

27 /bid., p. 307.
El /t11g11aje flf IntsCllfilP ª...:. 'l_líc_a w
'1ª...: _ 1_• 1_1 i 1 _ i l ' $ - - - - -- - - - - -- - -- -

l45

radicalmente, tanto para una palabra como para tma frase o dis-
curso, incluso para un dibujo, m1 juego o cualquier representa-
ción discursiva. 28
Hacia el final de la vida de Lacan, la estructura significante
toma la forma de nudo Borromeo, articulando así los tres regis-
tros: lo imaginario, lo simbólico y lo real. Es en la clínica donde
esta operación tiene consecuencias importantes, es decir, el su-
jeto habla pu lsionado por ese deseo y pade~e l? .inconsciente, ya
que existe una relación entre la estructura significante y el deseo
inconsciente.
A pat'tir de esta propuesta, el psicoaná_lisis pone esp~ci~ ~­
terés en la interpretación como algo pareado a una explicac1on,
como una especie de traducción que da un sentido sexual, edí-
pico o perverso polimorfo a un dolo1~ una queja.º un sín~oma .
Sin embargo, Lacan puso las cosas en claro al decn que la mter-
pretación no es hacer uso del lenguaje en vías del s.entido o para
obtener una orientación de vida, sino que es un Juego con las
palabras, los equívocos y el sin-sentido. .
La interpretación es la vía del significante como tal, libera-
do de los efectos del sentido y de la representación imaginaria.
La interpretación, entonces, no se comprende ni se entiend~, es
un decir a medias que provoca una ambigüedad en el sujeto,
una resonancia de la condición equívoca de su propio decir del
malentendido al que está sujeto. Al tener la experiencia de saber
más de lo que cree, el sujeto (y su discurso) gira alrededor de
cierto agujero de imposibilidad en /alangue.
Ahora bien, si el inconsciente está estructurado como m1
lenguaje y el sujeto es quien padece lo in.consciente, entonces

2aUn ejemplo de esto se observa en el uso de l~ l~~ra "X" en los me~,ca~o~.


Existe una diferencia importante en la pronunc1aoon de las palabras ~ex1-
co" "Xochimilco", "Xola" y "exclusión", por mencionar algtrnas. La prtmera
se ~scucha como "J" ("Méjico"), la segunda como "S" ("Sochimiko"), la ter-
cera como "Sh" ("S/rola") y la cuarta como "Cs" ("ecsdusión"). Esta distancia
depende de la matriz indígena (menos "exclusi?n") de la len.g~a ~,atema .de
la cual provienen dichas palabras. Para los.mex.1can~s, esta d1stín~on se ~~ve
como natural mientras que para un extran1ero 1mphca un punto smtomahco
por su diferencia en la flrndón fonética.
146

no se trala de una instancia tridimensiona l (que forma parte de


un aparato establecido como el inconsciente freudiano), sino de
que la espacia lidad del inconsciente está relacionada con la es-
pacialidad del lenguaje.
Por otro lado, para Lacan, el lenguaje no pertenece ni al que
habla ni al que escucha, sino que siempre está siendo entre dos, se
construye en ese intervalo. La esh·uctura del lenguaje es, por lo
tanto, de dos d imensiones, en las cuales los significantes son los
elen1entos diferenciales, y la metáfora con Ja metonimia son las
leyes que ponen orden para que estos significantes se articulen
y se desplacen. Es en la bidimensional idad del lenguaje donde
radica la razón por la que Lacan echará mano de la gramálica, la
lógica, la formalización matematizante y la topología.
Entonces, ¿qué función Liene esta pluralidad del lenguaje,
de las lenguns positivas o sopor tes del lengunje en la esh·uctura?
¿Por qué podemos decir que existe una posición discursiva in-
fantil y oh·a adulta? ¿Cómo n os conduce ésta a pensar el trabajo
analítico con niños y su cura?
Si el lenguaje está sie11do entre dos y se conslituye a partir de In
relación entre dos, impl ica la escisión del sujeto, d ivisión en tre
su psiquismo más profundo y su discurso consciente. El orden
del lenguaje que se inscribe en el discurso consciente se organi-
za en una dimensión aparte en virtud de sus articulaciones in-
ternas. No nos referimos a la realidad del mundo o al psiqu ismo
de los sujetos hablantes, sino a que se sitúa entre el sujeto y el
mundo rea l.
En este orden, el sujeto está representndo por varias desig-
naciones como el pronombre personal "yo" (je), el nombre pro-
pio, indicaciones fam iliares, etcétera. El sujeto está representa-
do, pero no está presente. Esta escisión consiste precisamente en
que el sujeto se encuentra simultáneamente representado por el
orden simbólico y excluido de él. La escisión tiene corno conse-
cuencia un eclipse (fndi11g) del sujeto.
Regresemos al niño. El pequeño recibe y soporta el orden
simbólico. Se inscribe en él en virtud de una especie de mime-
tismo, pero no puede pretender dominarlo, como en el cuento
U /(llg11a¡f m la ~cucli1111MllW.1 nm 11i1ir.»

147

de Auster, en el cua l lo imaginario cubre la falta de Ja muñeca,


simbolizándola (la fa lta) sin enfrentada: "El niño pequeño so-
porta la sociedad, su cultura, su organización y su lenguaje y
sólo tiene a su disposición una alternativa h"ágica: constreñirse
a él o naufragar en la enfermedad" .29
Esta es una manera de decir que lo real se asoma, pero lo
imaginario y lo simbólico insisten en velarlo. Cuando el nifio
nace, recibe su nombre y con éste, todas las pa labras que lo su-
mergen en un mar de expectativas y de proyectos por recorrer.
Pero al mismo tiempo que estos significantes lo cobijan, el pe-
queño aún no logra d iferenciarse - con su posición de h ijo- de
este discurso parental que lo circunda. Todavía no puede sepa-
rar -de los otros - esos significantes que le harán interrogarse
y, por consiguiente, ernprender la ficción de la vida.
Es en el estad io del espejo donde, por una parte, se consti-
tuye el advenimiento de una unidad narcisista, de una subjeti-
vidad cenestésica que le permite una primera experiencia para
localizar el cuerpo, y por la otra, se determina una alienación,
una sujeción del niño a su imagen, a s us semejantes, al deseo
de su madre. Lo imaginario no es aún lo simbólico. Integrar su
imagen a su cuerpo es decisivo para la consti tu ción del sujeto
en los tres registros, y esto sucede a partir del intercambio de
miradas. Dice Lacan: "El niño se vuelve hacia aquel que de al-
guna manera lo asiste, aunque no haga otra cosa que asistir a su
juego". Nadie podría decir algo acerca de lo imaginario si éste
no estuviera referido a la cadena simbólica.
Como vemos, es en el tercer tien1po de la relación edípica, la
identificación con el pad re, donde opera el ingreso en el orden
si mbólico, el orden del lenguaje.30 El papel principal del padre

19 Anika Rifflet-Lemaire, jacq11es Lnca11. Bruselas, Dessart, 1970, p. 129.


El estadio del espejo con la relación a la indistinción del nit\o respecto de la
.Jo)

madre es el primer tiempo de la relación edípica. El niño se identifica con el


deseo de la madre, es decir, con el falo. En el segundo tiempo, el padre inter-
viene privando al niño de esa identificación y a la madre del falo: al niño se le
prohíbe compartir el lecho de la madre, y a la madre la recuperación del niño.
Este segundo tiempo es el encuentro de la ley del padre.
1'18

es el de la palabra que significa ley. Es en el Nombre-del-padre


donde se reconoce el fund amento de la función simbólica, que
desde los confines del tiempo simbólico identifica su persona
con la figura de la ley. Asimismo, es esencial que la madre reco-
nozca al padre como representante de la ley mediante la cual el
niño podrá reconocer el Nombre-del-padre.
Si la madre y el niño aceptan la ley paterna, el pequeño se
identifica con el padre como quien es poseedor del fa lo. El padre
vuelve a colocar en su lugar al falo corno objeto deseado por Ja
madre, como objeto distinto del illi'io. En esta restauración lla-
mada "castración simbólica", el padre castra al niño diferencián-
dolo del falo y separándolo de la madre. El niño debe aceptar
que esta castración sea significada, entrando a una constelación
en la h'iada fami liar para encontrar su justa posición. Al supe-
rar la relación dual con la madre, el niño deviene sujeto, por Jo
tanto, se libera de los otros dos y adquiere subjetividad. Así, el
niño ingresa en el mundo simbólico, por lo que la escisión se
instaura "entre" y el "reverso" del sujeto. ¿Cómo sucede esto?
Por un lado, está del lado del lenguaje y del comportamiento
social, y por el otro, del lado del yo (moi) que prolifera a tra-
vés de los papeles a los que se somete o se otorga; papeles que
son fantasmas, reflejos del verdadero sujeto que ha de buscarse
en su reverso, en la parte reprimida, jnconsciente. Para Freud,
esta escisión se expJica a través de Ja incompletud del discurso
consciente, el cual tiene lagunas como laps us, chistes, olvidos,
etcétera; discu rso que se quiebra y pierde su lógica lineal para
obedecer al desatino. Esto -según Freud - es aún más notorio
en el sueño, que en apariencia carece de todo sentido. La activi-
dad de la imaginación lo mismo que la del discurso penetran en
forma velada e incomprensible.
Para continuar pensando en. lo expuesto, es en la clínica don-
de se puede observar cómo el ruño tiene incidencias en lo real,
pero no puede dar cuenta de ello. Es por la vía de lo imaginario y
lo simbólico que el niño cubre lo real. Desde lo imaginario están
las fantasías, los sueños e ilusiones. Desde lo simbólico, el fort-da
muestra el camino por el cual el niño res uelve la imposibilidad.
149

El niño no puede decir: "¡ya entendí!", lo que en pa labras de


Freud, sería "hacer consciente lo inconsciente". Es ahí donde se
espera que el sujeto pueda constatar conscientemente lln mo-
vimiento en las coordenadas de su historia y en donde lo real
aparece como pura imposibilidad.
La cuestión que queremos plantear es que el illi1o organiza
su discurso imaginarizando y simbolizando, pero esta cadena
simbólica también tiene efectos sobre lo real, incluso puede no
asumir eso que simboliza. De ahí el aforismo lacaniano: "el in-
consciente está estrucluxado como un lenguaje", operación que
implica cambios en las coordenadas de la estructura. El adulto
hace además un movimiento distinto, esto es, el deseo lo movi-
liza, pero Jo conduce a asumir la falta (castración simbólica).
Para decirlo de otro modo, el nifio se coloca como sujeto
frente al poder de la significación (imag inario), apalabrando y
re-presentando con su juego y sus dibujos (simbólico), y posibi-
litando así la fisura desde lo real (el agujero). Con esto, el niño
es presa de lo indecible propio. Lo real inumpe desde el silencio
con soportes de lenguaje, o pluralidad de las lenguas, que in-
tentan ocupar esa ruptura, violentando el vacío y construyendo
fragmentos nuevos de realidad, que sólo lo interrogan incesan-
temente acerca de su posición frente al Otro, a lo cual solamen-
te puede responder poniendo en juego su ser finito. De igual
modo sucede en el síntoma, donde el sistema real de las pulsio-
nes - indiferenciado y sü1 fisuras- puede leerse únicamente
por medio del recorrido de descentramientos y h·ansformacio-
nes que se dan en la construcción imaginaria del yo (111oi).
La palabra inconsciente, dice Badiou, designa el conjunto de
las operaciones, por medio de las cuales se puede tener acceso a
lo real de un sujeto, sólo en la construcción íntima e imaginaria
del yo (111oi).31 En otras palabras, lo real que es lo opuesto al reino
de la imagen, ubica al sujeto en el ámbito del ser, más allá de las
apariencias. Por ello, lo rea l es víctima de una ambigüedad.

31
/\. Badiou, op. cit., pp. 70-71.
Lio1~ Sla1'Climr«y
~~~~~~~~~~~~~~~

150

En resumen, al abordar el lenguaje del inconsciente, el psi-


coru.1álisis se abstiene de buscar en él una especie de sintaxis
gramatical o lógica d iscursiva. Fiel a Freud, Lacan se empeñó
en interpretar el lugar del inconsciente a través de las leyes de
la metáfora y la metoni mia, la sincronía y la diacronía, el signi-
ficante y su encadenamiento, y la lnln11g11e, entre otras.
No obstante, volvamos al lenguaje y al i11fn11s. Agamben dice
que infan cia y lenguaje se remiten m utuamente, se juegan en
tqrno a la experiencia.32 Ambos introducen la posibil idad del su-
jeto de narrarse un a historia y, por ello, de inscribirse en un mis-
mo tiempo de filiación, diacrónica y sincrónica. Como lo vimos
antes, a parti r del estadio del espejo y el complejo de Edipo, el
psiquismo del infn11s vivirá en el momento del encuentro con la
mirada y Ja voz ma terna, y la Ley pn terna. Éstas son necesarias,
p ues garantizan la v ida psíquica del sujeto como condición de
existencia. Sin ellas no habría sujeto con un lugar que le fuera
propio, aún cuando ese lugar tuviera que seguir construyéndo-
se a lo largo de la vida. Aulagnier lo escribe así:

La palabra materna derra1na un fl ujo portador y creador


de sentido que se anticipa en mucho a la capacidad del i11-
fa11s de reconocer su significación y de retomarla por cuenta
propia. La madre se presenta como tm "yo hablante" o un
"yo hablo" que ubica al i11fn11s en situación de destinatario
de un discurso, mientras que él carece de la posibilidad de
apropiarse de la significación del enunciado [... ].33

Las aportacion es de Aulagnier que articu lan el luga1· paren-


tal con el campo social permiten p lantear la siguiente reflexión:
¿qué otra cosa si no la palabra es lo que otorga un lugar a quie-
nes nacen, crecen como n iños.y deben tran sformarse en sujetos

32 Parn J\garnben, "experimentar" significa necesariamente volver a acceder a la


irúancia como "patria trascendental de la historia". G. Agamben, op. cit., p. 74.
l l Piera Aulagnier, La viole11cin de In i11terpretnci611. Buenos Aües, Amorrortu,

1977, p . 33.
f l f(lls1mjr t11 la esc11clra 11w1lrtio1 cv11 1111i(lS

151

para inscribirse en el mundo, ser hijos de una historia, habitar la


escena ele ese mundo si mbólico?
Es en este cruce y en este intervalo constmido entre dos,
quien mira y habla (padre y madre) y quien escucha (hijo), don-
de el fenómeno del lenguaje ingresa al campo del Otro. Cuando
el decir del h ablante pasa al campo del oyente (campo del Otro)
se produce lo que Lacan llama "poder discrecional del oyente".
Es ahí en donde el hablante se presenta con carácter de otredad,
sorprendiéndose - él mismo- de sus preguntas y afirmacio-
nes. AJ pasar al campo del Otro, es éste quien avienta "lo dicho"
de más (objeto n). Esta a minúscula correspon de a "eso" de más
(plus), de menos (resto) o d istinto (imposibilidad), respecto a
lo que se quería decir volunta riamente. Este es el carácter de
otredad que permitió a Lacan pensar que el inconsciente es el
discurso del Otro. 3 1 Es a partir de es to que Lacan hereda de los
estudios lingü ísticos de Jakobson las categorías de "enunciado"
y "enunciación", en las cuales, el enunciado remite al dic/10, al
mensaje designado por la comunicación y q ue aparece en el
n ivel del d iscurso, y la enunciación al decir, al acto n1ismo de
quien commuca y que permanece oculto o se manifiesta en otra
parte.
Así, pues, el enunciado nunca habrá de tomarse como tal,
sino como enigma, jeroglífico en el que se vela el sujeto. Enton-
ces, cuando el analista lee (o escucha) a su analizante, lo hace
porque el equívoco se produce al poner por escrito el dicho del
paciente. Lo que queremos decir con esto es que eso que se p ro-

34 Es por esto que la concepción de la verdad en el psicoanálisis no es la concep·


ci6n aristotélica de la adecuación entre el enunciado y la cosa; la adecuación
entre el intelecto y la cosa. El modelo de la verdad que se juega en el psicoaná-
lisis es el del chiste que dice: '¿Por qué me dices que vas a Cracovia para que yo
crea que vas a Lemberg, si en verdad vas a Crncovia?". Desde el punto de vista
a ristotélico, cuando uno de los dos personajes del chiste dke "Voy n Crncovia",
está diciendo la verdad, yo que es cierto que w1 a Cracovia. Pero el chiste, que
devuelve la tnmsindividualidad al diálogo, revela que aun diciendo la verdad
desde el plmto de vista de la referencia, se puede mentir muy bien. Es por ello
que la concepción de la verdad en el psicoanálisis no puede decirse toda, com·
pleta, es decir, es imposible.
152

duce en el análisis se produce entre ambas posiciones como una


mezcla tal que resulta imposible retornar al estado previo.
Este hecho vuelve a poner en discusión al trabajo psicoa-
nalítico y a la psicoterapéutica, entre otras disciplinas, puesto
que éstas se dirigen al trabajo sobre el síntoma y su contenido,
para lograr un desplazamiento y cumplir así con una expecta-
tiva, mientras que el trabajo psicoanalitico insiste en la escucha
y su lectura. Cuando el anaüsta hace el semblan te den propicia
un cambio de dirección en el decir de su anaUzante. Es así que
enconh·amos una diferenciación fundamental entre el yo (moi) y
el sujeto, es decil~ el yo (moi) es siempre la instancia de lo ima-
ginario, el lugar de las identificaciones y alienaciones. El sujeto
es lo que emerge a merced del acceso al lenguaje y de la con-
figuración familiar de los tres personajes: el padre, Ja madre y
el niño. Pero también puede comportarse según el régimen de
lo imaginario, esto es, la confusión entre el yo (moi) y el sujeto.
La línea divisoria pasa entre el sujeto verdadero y el yo (moi)
que es engañoso en cuanto se disfraza de sujeto. Esto es precisa-
mente lo que da la ambigüedad del yo (je) pronombre personal,
cuya función es representar al sujeto, pero que frecuentemente
lo enmascara. Y e] lenguaje hablado, al conferir al yo pronombre
personal un estaluto objetivo, acentúa culturalmente su ambi-
güedad.
De al1í la sospecha de que pudiera tratarse del lenguaje do-
minado por lo imaginario, por el yo (moi). La enunciación, en
cambio, siempre está implícita en el punto de partida de la ca-
dena simbólica. Es aquí donde Lacan inh·oduce1.ma barra de se-
paración entre Jakobson y los lingüistas, y modifica las nociones
de enunciado, enunciación y embrague (pronombre personal),
acentuando los aspectos engafiosos del lenguaje y sus equívo-
cos. Lacan propone, entonces, que para todo hecho enunciativo,
la enunciación (el decir) se queda en una especie de olvido h·as
el enunciado (el dicho). ¿Qué quiere deciT "una especie de ol-
vido"? El enunciado coincide con el momento puntual, con el
acontecimiento de que algo es dicho. Cuando hablamos y deci-
mos cosas, .frecuentemente los adultos olvidamos el acto mismo
El lt11g11ajtn1la tseltclra a11alfti•a co1111iñ0$

153

de haberlas dicho, y damos mayor importancia al contenido de


lo que se diga (enunciación).
Los niños, por el contrario, no aceptan el olvido del decir en
lo diclto. Y por ello la verdad no surge como adecuación entre
el enunciado y el estado de las cosas, sino como el mornento
de discordia entre el decir y lo diclto (o entre significante y sig-
nificado), es decir, a ellos no se les "olvida" el acto en el cual se
dijo. El psicoanalista argentino Pablo Peusner lo dice así: "[...] e]
modo en que el niño habita el lenguaje está annado a partir del
rechazo del enunciado y la reafirmación de la enunciación". 35
En el mismo acto enunciativo queda claro que la primacía del
significante, en su carácter diferencial y sistémico con relación
a otros significantes, fue un elemento de este campo epistémico
que Lacan retomó para dar w1 paso adelante en su investigación;
misma en la que definió al sujeto por ser representado por un
significante para otro significante en una estructura sincrónica y
diacrónica a la vez, y asignó otro significado al inconsciente de
acuerdo con esta lógica (lingüística), afirmando - como ya se
dijo- que "el inconsciente está estructurado como un lenguaje".
Partiendo de la fórmula "un significante es lo que representa
al sujeto para otro significante", Lacan llamó "significante-amo"
a ese significante que representa al sujeto para otro, esto es, el
significante-amo es el que funda el discurso y a la vez posibilita
la serie de todos los demás, teniendo un lugar primordial el de
agente. Esta particularidad fu ndan te es la que sostiene la coinci-
dencia ''total" (o completa) del enunciado y la enunciación.
En otras palabras, según Peusne1~ el amo es un significante
"autorreferencial". Ahí, la noción de inconsciente está sostenida
en un modo de interpretar cierto fenómeno del lenguaje común
y cotidiano. Por ello, cuando decimos algo, siempre decimos de
más, de menos o distinto a lo que queríamos decir. Y el equívoco
que se produce con el "quiere", intenta decirnos algo en el sen-
tido de un deseo del decir.

35 Pablo Peusner, F1mdnme11tos de In clí11icn psicomwlíticn /aca11i1111a con 11i1ios. Bue-


nos Ajrcs, Letra Viva, 2006, p. 35.
Li<1r11 Star<11a11s~y
~~~~~~~~~~~~

15·1

Para entender mejor esta operación en la clú1ica con niños, el


síntoma, generalmente detectado y reconocido por los padres o
Ja escuela, provoca una "sordera subjetiva" al insistir en la repeti-
ción, esto es, que el decir del niño recaiga sobre él mismo evitando
la posibilidad de que el analista - haciendo semblante del Otro-
intervenga preguntando, ptmtuando, subrayando o jugando.
No obstante la sorpresa deviene cuando el hablante logra
hacer esta diferencia enh·e el enunciado y la enunciación; es el
efecto de la aparición del inconsciente, el surgimiento de la pre-
gunta por el deseo del Otro; paso del significante que funda a
un querer saber del Otro. En este efecto en el que lo inconsciente
toma un lugar (Otro), se indica el paso del discurso d el amo al
de la histérica.
A esa apertura, fisura enh·e el enunciad o y la enunciación,
Milner le llamará "producto por homonimia" .36 AUí se inscribe
cierta singularidad de la posición del nifío en la estructura. En
esta posición, el niño capta que es requerido por el Otro, dándo-
se cuenta de la existencia de un deseo que se desplaza sobre él
y de que algunas prácticas con él son manifestaciones de deseo.
Sin embargo, lo que el niño no puede alcanzar es su valor como
objeto respecto al deseo de ese Otro: "[ ...) lo que [el niño] espera
del Otro-amo es el saber acerca de lo que es como objeto" .37
Lo que el ni fío espera del Otro es que le enh·egue cierto saber
acerca de su valor como objeto n, mismo que por siempre que-
dará inconcluso. Es así que en todo discmso existe un elemento
excesivo, un lugar que produce restos y una fundón que impo-
sibilita la reintegración y la reductibilidad de estos res tos.
Por ejern plo, D. es un pequeño de diez años que llegó al con-
sultorio debido a que aún se hace "pipí" en Ja ca ma. Los padres,
cansados y desesperados por la situación, acuden con la espe-
ranza de que "esto" termine. A' los seis meses de tratamiento, el
padre se queja argumentando que el niño aún se orina en las no-
ches y que con .frecuencia comenta que "en la terapia juega y ha-

J6 Jcan-Claudc Milner, Los 110111bres i11disti11tos. Buenos Aires, Manantial, 1999.


37 Slavoj Ziléck, Viole11cin en neto. Buenos Aires, Paidós, 2004, p. 114.
El /c11g11aj' r 11 la ~11rha 1111n/í/irn Cllll 11i1it>;

155

bla de todo ... menos de eso". Sin embargo, el pad re admite que
D. ha comenzado a pregtmtar... y a decir lo que siente y piensa ...
Actos que no hacía antes, hechos que los pad res reconocen con
cierta incomodidad, puesto que D. se ha vuelto "impertinente y
rebelde". Lo que resulta evidente es que a lo largo de estos me-
ses, el análisis ha sido el espacio para hablar de cualquier canti-
dad de cosas, menos - quizá - para insistir acerca del hacerse
pipí en la cama.
Con este recorte clínico nos percatamos de que Lacan no pen-
só únicamente en términos de significantes, sino también en algo
del orden de lo rea l. Es esta Ja d iferencia principal con los otros
abordajes discursivos, como el de Foucaull. Así, Lacan es fiel al
descubrimiento freudiano: "el inconsciente hace de las suyas".
Atmque el inconsciente está estructurado como un lengua-
je, no es el lenguaje. Siempre habrá retornos d e lo xeprim ido,
formaciones ele lo inconsciente como chis tes, sueños, sfotomas,
actos fallidos, etcétera, que exceden al orden del lenguaje. Es el
lenguaje el que apunta al inconsciente, pero él mismo no es el
inconsciente. Bajo esta perspectiva, la falta se ubica a nivel de la
estructura significante, esto es, en el hablante puede faltar un
significante.
Este lugar vacío es central y posibilitará la transmutación
entre los elementos. Estos elementos simbólicos no valen por sí
mismos, sino que al ser co-variantes, el valor de uno depen de de
los demás. Con esto se hace presente el vaciamiento de la refe-
rencia, es d eci1~ la ausencia de signi fi cado o de sentido total. De
esta manera, w1 término no tiene una signi ficación fija y única
en el inconsciente, sino que esta significación será un efecto de
la estructura.
Entonces, el lenguaje como esh·uclura preexiste al sujeto, se
apropia de él. Lacan deno1nina al lugar de los significantes: Oh·o.
Ya se mencionó antes que el sujeto del inconsciente se construye
en relación con ese Otro del lenguaje incompleto por siempre
(eternamente barrado), pues to que esa falta hace la castración
(simbólica) misma, perm itiendo que el sujeto apa1·ezca como de-
seante. Ziiek dice: "( ... ]el histérico se horroriza al 'ser reducido
Uora Sla¡,/1411sty
- -- - --
156

a objeto', es decir, al ser investido con el rígnlmn que hace de él el


objeto del deseo del Otro" .38
Lo que produce el intolerable efecto de castración no es el
hecho de ser privado de "eso", sino, por el contrario, el de po-
seerlo. El efecto de castración no sólo parte de una falta, sino de
un plus o de una imposibilidad, idea que escapa de la impronta
de imaginar o de pensar que Ja cash·ación es "algo" que no está.
Siguiendo a Zi2ek, cuando un sujeto queda enfrentado a un
significante-amo, queda reducido a un objeto de valor respecto
de otro, y entonces, aparece la pregunta por su valor en el sis-
tema del Otro. En otras palabras, el sujeto sabe que representa
un valor respecto del deseo del Otro, lo que no sabe es qué tipo
de valor, si posi tivo o negativo. Este saber lo arroja a la incerti-
dumbre que desencadena preguntas para generar saber. No por
nada Lacan planteó la histerización del sujeto en su discurso
para el análisis.
A partir de esta lectura, encontramos una definición de suje-
to que consiste en hacerlo coincidir con el "sujeto histérico", en
el sentido en que el sujeto histérico es aquel q ue está constituido
por la pregu nta acerca de cuál es su estatuto, cuál es su va lor
como objeto en el deseo del Otro.
La descripción que hace Mi lner del dom in io de la homoni-
mia, se articula con el aporte de Zizek acerca del significante-
amo. Así deriva en el discurso de la histérica para inscribir la
posición del niño en la estructura.
Zizek aborda la problemática de Ja construcción de la matri z
de los discursos, subrayando que toda construcción discursiva
se basa en el hecho de la red11plicntio simbólica. Es decir, la d u-
plicación de una entidad en "sí misma" y "el lugar que ocupa
en la estructura", lo cual refiere a una manera de clasificar las
cosas a partir de una lógica binaria que permite diferenciar, por
un lado, el "sí mismo" y, por el otro, el lugar que ocupa ese "sí

pp. 114-115. Ág11/11111 es una noción griega de valor anterior a la existencia


3.1 fbid.,
de Ja moneda. Es un valor que no permite intercambio, un valor único para
quien lo gana. Por ejemplo: medallas, escudos, etcétera.
fl lm.~uajt m latsrocJw a11alitm1cou 1111los

157

mismo" en la estructura. Zizek ofrece un ejemplo diciendo que


el lugar del Papa es el del vicario de Cristo en la tierra, pero que
puede ser ocupado por el "sí mismo" de un anciano nazi.
Como ya se mencionó, si " un significante es lo que repre-
senta al sujeto para otro significante", el significante-amo es ese
significante que representa al sujeto para otro. Entonces, este
significante en el lugar de amo funda el discurso y a la vez, la
serie de todos los demás. Esa es la característica de pretender
ser el lugar de agente. Sin embargo, hay algo particular en este
significante-amo como agente, puesto que en dicha posición
está sosteniendo en completa coincidencia al enw1ciado y a la
enunciación (significante autorreferencial). La noción de incons-
ciente está sostenida en un modo de interpretar cierto fen61neno
del lenguaje, disti nto de la forma de utili zar el lenguaje cotidia-
namente bajo el discurso del amo.

Lo infantil y lo adu lto en relación


con el enunciado y la enunciación

Cada vez que decimos algo, decimos de más, de menos o distin-


to a lo que queríamos decir. Dado que este fenómeno es cotidia-
no, los psicoanalistas tomamos una posición particular, ya que
pensamos que eso dicho en más, en menos o diferente, nos quie-
re decir algo. El equívoco se prod uce con el "quiere", pues con-
sideramos que nos "quiere decir algo" en el sentido de un deseo
de deci r, o también como texto en una lengua desconocida.
Este fenómeno del lenguaje sobre el que apoyamos la defi-
nición de inconsciente muestra igualmente que el discurso que
se sostiene por el enunciado y la enunciación nunca coincide,39
motivo por el cual el sujeto se divide al hablar. De la posición del

39En la propuesta de "Los cu¡itro discursos radicales", Laca n llamó signific¡in-


tc-amo a ese significante que representa al sujeto pilca otro sig1lificanle. El lugar
que ocupa este primer significante funda la serie de todos los demás discu rsos.
Esta posición del significante-amo está sostenida por la coincidencia completa
del enunciado y la enunciación. En otras palabras, es un signHicante autorre-
ícrencial.
_ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _L_1o_m_Stm1c/ra11sly

158

significante-amo se sostiene la ilusión de la coincidencia plena


entre enunciado y enunciación.
Sin embargo, cuando el sujeto logra hacer la diferencia dis-
cursiva entre enw1ciado y enunciación, comienzan a aparecer
ciertos efectos. La sorpresa ante el efecto de Ja aparición del in-
consciente en el discurso permite vacilar al primer significan-
te (amo-autorreferencial, S1) para deslizarlo hacia un segw1do
significante (S2), permitiendo así la histerización del sujeto. Es
aquí, como ya mencionamos, donde la pregunta por el deseo
del Otro surge. Pasar del sigrüficante autorreferenc.ial a querer
saber acerca del deseo del Otro posibilita formular la pregunta:
¿qué qu ieres decirme, en lo que dices, en lo que yo digo? Inte-
rrogante por el deseo del Otro.
En la operación enunciativa, la lógica del primer significante
que organiza el discurso depende del referente, es decir, el sig-
nificante no es primero, sino que aparece a partir de su referen-
cia. Es por el segundo significante que el pritnero toma su lugar.
Segt'm el lugar que ocupen los elementos en el discurso será su
implicación.
La función enunciativa propone entonces que los elemen tos
o los términos no indican nada en sí. No tienen esencia ni onto-
logía. Su valor depende del lugar que ocupan en el d iscurso y de
la relación entre estos elementos. Así, un significante se define
por lo que es en relación con otros significantes. No tiene valor
por sí mismo, sino que su valor está en el encadenamiento o
relación de diferencia con los demás.
Cabe, entonces, preguntarse: ¿cómo puede un analista leer
al niño para orientar su clínica? ¿Se h·ata de que el deseo circu-
le? ¿O de que un fantasma se constituya? Podemos plantearnos
estas interrogantes de oh'o modo: ¿Cómo opera el acto enuncia-
tivo en el niño? ¿Acaso es lalangue una manera de acotar o mati-
zar la lengua? Scavino responde tales cuestiones como sigue:

El sujeto masculino [posición adulta] funda su posición


de verdad en la autoridad. Pero por este motivo no puede
deshacerse de la h·ru1sgresión inherente[ ... ]. En la vertiente
El ft11gw1je e11 /a ~n1r/i~ m111lílirn C111111i1iPS

159

femenina (posición i.túantil), en cambio, donde no hay me-


talenguaje, la verdad aparece como discordia enh·e el decir
y lo dicho. Y escuchar esta discordia es la tarea del psicoa-
na lista.40

El sujeto de la enunciación, el sujeto masculino o la posi-


ción adulta, es tma excepción ftmdadora autorreferencia l. En
este sentido, el discurso es ante todo la posibilidad de todo, un
fundamento infundado. Pero al mismo tiempo, la respuesta fe-
me1üna, el sujeto del enunciado o la postura infantil, es la aporía
o el impasse en el que se encuentra cualquier discurso desde el
momento en que no puede, sin incurrir en una parndoja, com-
prenderse a sí mismo. Podríamos atrevernos a decir que la solu-
ción masculina o adulta es una manera de evitar el impasse del
indecible femenino o infantil. Es decir, el sujeto de la emmcia-
ción o del inconsciente no cree en s u propia muerte.

De niño a s ujeto: acerca de l a sexuación y el fantasma

[... ] salimos a buscar no sabemos qué, ya no


nos acordamos bien cuándo.
Saer, El Gran/

Un nifio de seis años dibujaba algo parecido a un pa isaje sin


lograr w1 orden en la distribución de los elementos. En el desor-
den, Lm árbol quedaba ubicado arriba de la casa y de i.:ma bici-
cleta. Su mamá, inquieta por el desorden, pregLmtó: "¿pero ... esa
bicicleta, está volando?" El pequefio, sin preocuparse mucho,
respondió: "lo que pasa es que es un sueño".
Llegados a este punto de nuesh·o recorrido y descansando
en la propuesta freudiana, podríamos pensar que en el nifio hay
fantasma 41 atado al deseo del Otro, que surge con el acceso a la

40D. Scavino, op. cit., p. 309.


41
Por fantasma estamos trabajando Ja fórmula S On que Lacan utiliza para re-
ducir los equívocos al mínimo.
Liorn Stau<lransty

160

pubertad. Sin embargo, desde Lacan el discurso del niño en el


espacio analítico es como cualquier otro.
Si seguimos el primer argumento de Freud, y si lo toma-
mos en términos de sexualidad y no de sexuación, es inevitable
decir que la urverdrangung (repre.sión primaria) se termina de
construir con el acceso a la pubertad. Es decir, la pulsión, siendo
parcial, se completa con la genitalidad, produciendo como efec-
to la sexuaüzación, apres coup de cualquier escena anterior. 42 No
obstante, si partimos de la definición lacaniana, el fantasma es la
estructura misma del sujeto. Se trata del arreglo significante con
el cual un sujeto escindido intenta "atrapar" a ese objeto que se
le escabulle, pero lo constiluye: el objeto a. Este fantasma es uno
de los únicos mediadores posibles en la relación con el Otro y
entre los registros.
En la obra de Lacan, esta mediación es viable gracias a la exis-
tencia de una lógica cuya descripción parte de una definición del
movimiento de alienación y separación, que tiene como conse-
cuencia la puesta en escena de dos enunciados fundamentales
como "no hay universo del discurso" y "no hay relación sexual".
Desde esta perspectiva es posible ubicar los logros para la
localización del concepto. En primer lugar situamos la descrip-
ción del eje alienación-separación como conducente al acto de
fundación subjetiva. Por este medio el significante pasa a repre-
sentar a un sujeto para otro significante con el corolario de pro-
ducción del resto, un plus o imposibilidad denominado objeto

2
' Lo que Freud nos enseña con esto es la manera en que el síntoma expresa
un fantasma sexual inconsciente. Tal es el caso de las crisis histéricas, que son
incomprensibles hasta que no se advierte que la paciente que las padece juega
un doble rol: el de una mujer que lucha y se defiende, y el de un hombre que
la agrede. Siguiendo la Lú.1ea histórica del psicoanálisis, es interesante recordar
también que el análisis del sueño del Hombre de los lobos realizado por Freud
hace emerger un fantasma de escena primaria, en el cual el niño da sentido
(npres co11¡J) a su percepción precoz del coito sexual entre sus padres. De esta
manera y con el fin de recubrir el traumatismo de la castración, se elabora en
su psiquismo una representación inconsciente de esta relación sexual enhe los
hombres y las mujeres, y se construye su deseo (reprimido) de formar parte de
esta escena ubicado en el lugar de la madre.
El lengimjc m In t$(t1clra a11alftic11Clm 11 i1i¡15

161

a. La alienación y la separación son las dos operaciones funda-


mentales para formular la causación del sujeto. Ambas se orde-
nan en una relación circular y no recíproca, lo que quiere decir
que no puede haber una sin la otra, ya que cada w1a conduce
hacia la otra. Además, no son recíprocas puesto que son distin-
tas, es decir, cada una funciona según determinada lógica, que
es diferente para cada caso. No puede haber alienación sin sepa-
ración, ni viceversa. En esto Lacan es bastante explícito: "[ ... ]no
es concebible ninguna relación que engendre la alienación, si no
es la del significante''.43
Esta suposición apunta a que el sujeto está alienado al Otro
y debe separarse del Otro. Sin embargo, la primera operación,
que es la de alienación, es al significante y no al Otro. El signi-
ficante produce alienación, pues no existe ningún significante
que por sí solo represente al sujeto. Dice Lacan: "El registro
del significante se instituye por el hecho de que un significante
representa a ll1l sujeto para otro significante. Es la estructura,
sueño, lapsus y rasgo de ingenio, de todas las formaciones del
inconsciente. Y es también la que explica la división originaria
del sujeto" .44
En segundo lugar ubicamos a la escritura de este acto !un-
dante descrito como Urverdrnngung, bajo la forma del denomi-
nado discurso del amo y, en tercero, encontramos la afirmación
que señala que, en el origen, Ja/angue gira ci1·cularmente, en un
constante ritornello, produciendo así un fluido de sentido que
inevitablemente debe ser acotado o matrizado por la lengua. La
fuente que acota ese fluir es el significante-amo, un significante
cualquiera que se convierte, a partir de aquel acto de constitu-
ción subjetiva, en el único sostén del acceso a la lengua. Esta es
una lengua en particular, de la cual si el significante-amo es el
sostén, el Otro es el garante.
Ante este panorama, la formulación del acto de constitución
subjetiva supone una lógica del fantasma que permite resaltar

'.l J. Laca.n, "Posición del inconsciente", en Escrilos 2, p. 799.


44 Jdem.
Lfor~ Slaud:.ut<{y

162
---
algunas cuestiones. Primero, no hay más trazo en el sujeto que
la representación por un significante, operación denominada
Vorstell1111g-Repriise11tn11 z, que no es más que la escisión misma.
Segundo, sólo hay Dasein de un objeto que por definición se es-
cabulle. Pues bien, a este sujeto d ividido le corresponde un ob-
jeto perdido, que además nunca existió. Es un vacío (objeto n)
que produce la ilusión de Lm objeto que podría encontrarse y así
completar al sujeto en falta; tercero, lo anteriormente dicho sólo
es viable en concordancia con la fundación, por el acto de aque-
llo que se denomina sujeto de la enunciación. De acuerdo con lo
ya expuesto, el je, sujeto de la enunciación, no es el 111oi. El sujeto
está tajantemente dividido entre enunciación y enunciado, ya
que no hay enunciación sin fantasma.
Es importante hacer hincapié en que Laca n retomó de Ben-
veniste el concepto de enunciación. Para este lingüista, la enun-
ciación es la única posible generadora de enunciados, es decir,
es el acto de apropiación de la lengua antes de la enw1ciación.
Por ello, la lengua se efectúa en una instancia de d iscurso que
supone ubicar la presencia del Otro. En otras palabras, la lengua
existe como posible sólo cuando el i11fn11s ha sido expuesto a la
posibi]jdad del lenguaje.
A partir de lo planteado, resulta interesante pensaT en la
enunciación en el niño. Tomemos como ejen1.plo la siguiente
experiencia: Imaginemos un formulaTio que un niño trae de la
escuela y le pide a su padre que lo firme. El documento dice:
"Yo autorizo a mi hijo a participar en el campeonato
de futbol..." . El nifio, para facilitar al padre el trabajo, completa
el formulario con el nombre de su padre y le solicita que sólo lo
firme.
Es evidente que hay al menos tres personas involucradas en
esta operación, el niño que escribió el nombre de su padre, el
padre que firma el documen to y alguien que redactó el formula-
rio. Entonces ¿cuá l es el punto de interés? ¿Acaso se trata de ver
quién es el autor empírico de Ja enunciación? Lo que interesa es
conocer qtúén es el autor de la enunciación. Consiste, por lo tan-
to, en esa posición que es ubicable en el lugar del je como punto
fl /t11~1taj1• m la escuclm ~nalllírn nm 11i1i1•5
~~~~~~~-

163

de anclaje, es decir, en la multiplicidad polifónica.45 ¿Acaso es


posible pensar una enunciación que no esté sostenida del lado
del Oh·o? ¿Cuándo Lm ni1io dice algo que sabemos es dicho por
los padres o los maestros, quién es el autor de la enunciación?
Basta con que haya una separación, pues se trata de lo que
Lacan rescata en Freud cuando el niño (que más adelante sería
"El Hombre de las ratas"), fastidiado con su padre, pues lo ha-
bía conh·ariado, le dice: "¡ch tú, lámpara, plato, servilleta!" Son
estas las palabras con las que cuenta para insultar.
Con esto queremos decir que son necesarios significantes
cualesquiera ordenados de tal manera por el significante pri-
mordial -cuestión de la sexuación-, para que se produzca el
acto de apropiación de la lengua, es decir, la enunciación. Acto
por el cual el sujeto se hace agente del discurso en un lugar de
enunciación que no es, ni puede se1~ sin un fantasma. 46
Para concluir, reiteramos una vez más lo ya mencionado: Que
el objeto sea vacío y el sujeto escindido significa que no hay nin-
guna posibilidad de nmnbrar a la muerte y al sexo. No hay sig-
nificante que represente al sexo y a la muerte del Otro. El famoso
aforismo lacaniano que reza "no hay relación sexual" es lo que
señala la iulposibilidad de un objeto para completar aJ sujeto.
Que exista una d ificultad del ser-para-el-sexo significa que
una mad re no puede completarse con un objeto llamado "nüfo",
pero tampoco el niño puede devenir una totalidad al tapona r la

o Mijail Bajtin le llama lambi6n polifonía de la enunciación. Se trata de La po·


lifonía tomada en su sentido más general, es decir, como lo que es amrndo a
partir de tm conjunto de voces - o incluso de melodías- sonando al unísono.
En el caso del i11fm1s lo podríamos llamar un mundo de sonidos, una especie
de caos fónico consistente con aquel rilomello de /11/1111g11e. Asimismo, Lacan se
refiere a los múltiples alcances de la partitura de tma polifonía, tnntas líneas de
significantes musicales por debnjo de la única Lú1ea de audición Por úllimo, se
refiere a las operaciones po6ticas que, a imitación del sueño, en la letra o bajo
la letra aparente, ordenan en forma nueva los signifie<mtes. Aqul nos encontra-
mos con la metáfora y la metonimia.
..s Para Lacan, el fantasma se articula a partir de una prebrimta (che v11oi?) sobre
el Otro, ese lugar del lenguaje en el cual el s ujeto busca saber lo que concierne
a s u ser.
Liom Stavd1a1islt-j

164

falta de su madre. Y, sin embargo, los intentos de que esto su-


ceda existen, y por ello Lacan habla de una "reforma de la ética
en la cual se constituye el sujeto" . ¿Qué quiere decir todo esto?
Que dado que el objeto y el sujeto del psicoanálisis son fallidos,
uno debido a que es vacío y el otro, a que está escindido, no hay
ontología en psicoanálisis.
No hay una estructura del ser en el psicoanálisis, sino una
ética de la constitución del sujeto. En psicoanálisis no hay nin-
guna forma de ser definitiva, sino posiciones éticas frente a una
falta en el ser. Por ello, no existe un ser analista, sino una posi-
ción que se asume en la esh·uctura, no de manera ontológica,
sino en una ética de la escucha, como la de leer al nifio, 47 para
que puedan emerger de ese juego de posibilidades anteriormen-
te inadvertidas. Dice Lacan: "El fantasma en que está cautivo el
sujeto, y q ue como tal es soporte de lo q ue se llama expresamen-
te en la teoría freudiana el principio de realidad" .48
Traer a la ética a colación tiene sus complicaciones, en tanto
que apunta a un bienestar universal, y que, como hemos visto,
la noción de universal en psicoanálisis no puede ser incluida
sin el no-todo. Para concluir este capítulo, sólo propondremos
al a nalista posicionado en relación con la ética, que incluye la
pulsión de muerte. Es decir, la apal'ición de la ética se ve por sus
efectos y ese mismo instante es en e l cual el analista interviene
en acto bajo la escucha de aquello que dice el an alizante.

47
El niño puede tomar una posición en la estructura como síntoma, falo imagi-
nario, falo sirnbóHco o como espectro.
48
J. Lacan, El Seminario. Libro 20. A1111. l3uenos Aires, Paidós, 1975, p. 97.
Capítulo 5. Hacia una articulación topológica con la clínica

He divisado, desde las páginas d e


Rusell, la doctrina de los conjuntos, la
Mengenlehre, que postula y explora
los vastos números que no alcanzaría
un hombre inmortal aunque agota-
ra sus eternidades contando, y cuyas
d inastías imaginarias tienen como ci-
fras las letras del alfabeto hebreo. En
ese delicado laberinto no me fue dado
entrar.

Jorge Luis Borges, La biblioteca de Babel

Los conceptos matemáticos o topoló-


gicos no resultan jamás "aplicados" tal
cuales, siguiendo el método en uso en
las ciencias, sino que son interrogados,
desmenuzados, pres ionados para que
respondan a lo real mismo.

MarcDamon,
Ensayos acerca de la topología laca11ia11a

Del renl se tiene 1111n vngn idea vía la rnzón, el significante no logra abra-
zarlo. El real se nos presenta como 11na etemn repetició11, sin embargo,
como hablantes 110 tenemos más herrnntientn que el le11g11aje parn decirlo.
En ofrns palabras, hncer agujero en lo real pnra bordearlo y con ello, hncer,
saber-lincer...

Fin de análisis no implica vaciamiento del inconsciente

¿Desde dónde y con qué elementos se puede plantear el fui de aná-


lisis con un niño, si éste no necesariamente termina con la cesión
de los síntomas? El "desde dónde", como Lo planteamos al inicio,
sería el campo inventado por Freud, es decir, el psicoanálisis, lo
q ue implica la dimensión del inconsciente y de lo infantil. Como
sabemos, no se trata de encontrarlo dentro o debajo de algo (como

165
Liora Slnt'<lrn11.s,y
166

algunos lo llaman, subconsciente), sino en el adentro-afuera. Con


ello, al no dar cuenta de este nuevo elemento, la lógica de interno.
externo queda corta y es en ese sentido que debemos recurrir a Ja
topología.
Recurrir a los elementos topológicos no está exclusivamente al fi-
nal de la enseñanza de Lacan, como a veces se lo considera. Incluso
en "Función y campo de la palabra y del lenguaje en psicoanálisis",
escrito de 1953, Lacan muestra ya la importancia de esta herramienta.

Decir que este sentido mortal revela en la palabra un centro


exterior al lenguaje es más que u11a metáfora y manifiesta
una estructu ra. Esa estructura es diferente de la espaciali-
zación de la circunferencia o de la esfera en la que algunos
se complacen en esquematizar lo? limites de lo vivo y de
su medio: responde más bien a ese grupo relacional que la
lógica simbólica designa topológicamente como un anillo. ·
De querer dar una representación intuitiva suya, parece
que más que a la superficialidad de una zona, es a la forma
tridimensional de un toro a lo que habría que recurrir, en
virtud de que su exterioridad periférica y su exterioridad
central no constituyen sino una única región. 1

Aunque para este momento Lacan propone a la palabra como


el medio con el cual el sujeto puede resolver w1 cierto fin de análi-
sis, es importante observar el llamado a una espacialidad no intui-
tiva. Es d ecir, una separación diferente a un "adentro-afuera" para
poder situar al inconsciente.
Respecto de la segunda parte de la pregunta, referente a los
elementos que podemos ocupar para ai·ticular nuestra propuesta,
diremos que los tomaremos de Ja topología lacaniana. Desde ahí, se
logra leer el decir del sujeto en ~u tempora lidad lógica, corno bien
apunta Flesler.1

1
Jacqucs Lacan, "Punción y campo d e la palabra y del lenguaje en psicoanáli-
sís", en Escrilos 1. México, Siglo XXI, 2009, pp. 307-308.
2
Alba Plcslcr, El 11ilio en análisis y el lugar de los padres. Buenos Aires, Paidós,
2007, pp. 71-80.
Haci~ 11110 arlirulaciilrr tr¡,1/tlgka n•rr Ja cll11ici1
--- 167

La interrogante que apunta a la cuestión acerCé1 del fin de análi-


sis, o bien, acerca de la finalidad d e un aná lisis en los nifios y en qué
térmmos se da la conclusión de éste, no es un tema cerrado. Ante
nuestra pregunta relacionada con la posibilidad de pensar un final
de análisis, podemos plantear "un fin" no como algo finiquitado,
sino como un cambio de posición subjetiva, puesto que una vez que
el sujeto del inconsciente es escud1ado, por la presencia del deseo
del analista, no puede regresarse al estado anterior.
En Freud, encontramos un final de análisis en términos de
asunción de la castración, o mejor dicho, el encuentro con la roca
viva de ésta. En Lacan, como hemos visto, se habla de más de un
fin, pero ninguno de ellos apunta a un idea l como meta esperada.
Por otro lado, con frecuencia en la clínica estos finales teóricos no
concuerdan necesariamente con los que uno vive en el consultorio.
Si pensáramos en una curn que apunte a un ideal, estaríamos des-
cribiendo a una persona que ahora "es feliz" con su trabajo, con las
cosas que posee, alguien que no habrá de recaer en la neurosis. Por
el contrario, si habláramos de un nii'ío, que al interrumpirse el tTata-
mienlo se acentúan sus síntomas obsesivos, se podría pensar en un
tratamiento fallido, pues no aparece como el ideal del final de las
psicoterapias. Para ahondar en lo anterior veamos un caso clínico.

Joaquín o el llamado des-perfecto

Mi primer acercamiento con Joaquín fue a través de su madre. En


la primera entrevista que sostuve con ella se fue configurando la
estampa de Joaquín. Niño introvertido, aislado, con Lma marcada
incapacidad de expresar lo que quiere, siente y necesita. Tanto ella
como su esposo - me comentó - , habían tomado la decisión de
llevarlo a "terapia" a raíz del diagnóstico que el n eurólogo había
expedido.
- Joaquín padece h·astorno de déficit de atención jLmto con
cierta imnadurez en el desarrollo psicomotor y unos problemitas
para expresarse -dijo la madre con un tono provocador, como
si quisiera develar que en ese entonces se encontraba estudiando
psicología. No pasó mucho tiempo para que ella misma me loco-
LiorQ St'11'rhansty
~~~~~~~~---~~

168

mentara, incluido el comentario acerca del rcconocimienlo del que


gozaba su marido en el círculo arquitectónico de México.
-¿Sabe? - prosiguió la madre-. Lo más pronto posible quie-
ro poner mi consultorio, pero ... mi esposo está muy ocupado con
lo suyo y si ya pasru1 mucho tiempo a solas mis hijos, imagÚlese
ahora que yo...
A la siguiente semana conocí a Joaquín. En ese entonces era
un nillo aún, su mirada reflejaba los diez años que había vivi-
do. Desde ese momento y hasta pasados casi seis meses, Joaquú1
fue silencio. Parecía como si sus palabras se desenvolvieran en su
corporalidad. Mediante gestos y ciertas representaciones con los
juguetes del consultorio, estableció una suerte de comunicación
debido a la cual, junto con la puntualidad del niño, que en cada
sesión me sorprendió, aposté por la transferencia que poco a poco
se iba construyendo. El umbral de mutismo fue resquebrajándo-
se cuando Joaquín empezó a comentarme pequeñas anécdotas de
la escuela y sus hermanos. Me dijo que él es el mayor de cuatro
hermanos, el que le sigue, es dos años menor y a los más peque-
ños, que son cu ates, les lleva cinco. Cuando me comentaba dichas
historias, tanto su comportam iento como su d iscurso fluctuaban
entre la demanda de ayuda y la apatía. Parecía que él, en cierto
modo resignado a su padecer, no tenía que hablar más que de
aquello que el neurólogo había d iagnosticado. Ya "todo estaba di-
cho". Pasó año y medio y las sesiones con Joaquín seguían siendo
punluales.
Suspendinios por dos meses el análisis, pues su familia tenía
la costumbre de pasar todos los vera.nos en la casa de sus abuelos
maternos, en California.
En aquel verano, Joaquín ya había cumplido doce at1os. Mi idea
de que se encontraba disfrutando sus vacaciones se difo minó cuan-
do una tarde, estando en mi casa~ recibí una llamada.
- Bueno - contesté.
- Hola Liora, quiero hablar contigo - era él.
-Adelante Joaquín, te escucho -exclamé de manera cordial.
Recibí como respuesta un silencio abrumador que no presagia-
ba nada positivo.
Hada 1111a artirnlacw11 top<t/6grru nm la cli111CJ1
169

- Adelante Joaqum, te escucho - insistí con la menor intención


de presionarlo.
- No sé que tengo... no puedo decirle ... - murmuró- . Ya casi
sin voz, se despidió, y no me quedó otra alternaliva que hacer lo
mismo.
A lo largo de ese verano recibí alrededor de cuarenta llamadas
similares a Ja primera. Sobra decir que todas estaban impregnadas
de una atmósfera extraña, donde la voz de Joaquín hacía pensar
que algo muy doloroso le estaba sucediendo y que le era complica-
do expresarlo. El intenso deseo por contarme "algo" de lo sucedido
era más que notorio, al igual que la expresa necesidad de que yo
esluviera alú con él, en California, para escucharlo. Este hecho con-
firmó que, aunque ya habían pasado un poco más de dos años de
trabajo, en ese momento la transferencia se concretó.
A su regreso continuamos las sesiones. Por espacio de un par
de meses Joaquín nuevamente se arropó en su reducto silencioso.
Comprendiendo su malestar, dejé que el silencio continuara. FiJ1al-
mente un día, con tono angustian le, dijo:
- Necesito hablar de esto, porque si no lo hago, nw1ca se me
pasarán estas obsesiones...
En ese instante, la palabra "obsesiones" se instaló en mi cabeza
causando un eco que parecía interminable. Cada resonancia emitía
Ja misma interrogante: ¿A qué tipo de obsesiones se refiere? Sin
mostrar la intriga que dicha palabra me causó, segtú el curso de
la conversación simulando que siempre había existido este lipa de
intercam bio. El hecho de que Joaquín hubiera dicho "algo" que re-
fería directamente con su dolor, revolucionó el análisis. A partir de
esa sesión, sus pa labras desenfrascaron sus miedos.
- En este verano que estuve en casa de mis abuelos me sucedió
algo espantoso. Estaba en la computadora de mi abuela y al encen-
derla, apareció una página de pornografía. Era un virus. La curio-
sidad me atrapó y abrí la página, y... vi... cosas horribles... -dijo
Joaquín sfr1 poder d isimular su dolor.
-¿Qué viste? - pregunté.
En ese momento se hizo el silencio. El rostro de Joaquín blandió
un gesto lacrimoso. Como respuesta, lo más certero fue su llanto.
Liorii SlaV<lrm1<l¡y
~~~~~~~~~~~~~

170

En la siguiente sesión, el mismo Joaquín puso en la mesa su


dolor. Parecía decidido a hablar de ello:
- La página que vi era espantosa -dijo como si quisiera justi-
ficar su dolor.
Me mantuve en silencio esperando que hablara más. Los labios
de Joaquín se ondu laban rítmicamente como si se estuviera helando:
- Como hombres con niños -musitó.
Con incipientes lágrimas al borde de sus ojos, de nuevo el llanto no
se hizo esperar.
Durante dos sesiones más ahondó en el tema. Lo que me pare-
ció más interesante de todo lo expuesto por Joaquín fue la angustia
exacerbada que sintió al no poder apagar la máquina o cambiar la
página, al grado de romper el cable de la misma con la intensión
de descomponerla. Como si quisiera borrar hasta el más mínimo
detalle de las imágenes que le causaron tanto terror. Sin embargo,
la responsabilidad del desperfecto aún recaía en él, de modo que
salió a buscar un antivirus para "arreglar" Ja máquina, hecho que
nunca logró hacer.
La computadora "descompuesta" le parecía a Joaqu(n una ra-
zón más que convil1cente para no regresar nunca a la casa de sus
abuelos. Con un lacónico "no", Joaquín frenaba las insistentes pro-
posiciones de su madre por volver ahí. Al percatarse de esto, los
padres supusieron que "algo" le había molestado a su hijo en la
última visita, pero jamás lograron saber qué fue.
El análisis siguió su curso. En las sesiones siguientes Joaquín
trató de evadir el asunto argumentando que no quería hablar de
"ese" tema, decisión que respeté. No obstante siempre regresaba a
ello por su propia voluntad. Solfa decirme que si hablaba de "eso",
era seguro que lo superaría.
Para el tiempo en que )oaqufo cumplió trece ru1os, nueslra rela-
ción ya se había solidificado. Sin"embargo, era evidente que cons-
truir relaciones con otras personas le era sumamente complejo. En
Los recesos de su escuela siempre estaba sólo. Le parecía que sus
conversaciones eran "tontas y superficiales", y las niñas no le ha-
dan caso. Todo lo anterior imprimía un aire alicaído a su persona .
Durante este periodo, la vida de Joaquín giró en un entorno nada
Hacia rma artic11laaó11 to¡1Clógíca co11 la clímra

171

halagüeño. Al perder su padre el empico por razones legales, el


matrimonio empezó a fracturarse, en parte, debido al desequilibrio
económico. En una discusión agresiva entre sus padres, misma que
Joaquín escuchó desde su cuarto, se enteró de que su madre ha-
bía tenido una relación extramarital. Esto le rebasó, provocándole
una gran decepción, enojo y desesperanza hacía ella. También se
acentuó el distanciamiento con su padre. Toda esta vorágine trajo
consigo el inminente d ivorcio de sus padres.
- Me da asco saber que nací de ella, que estuve en su cuerpo -
reprobaba a su madre enérgicamente.
No sólo el acto de infidelidad le causaba enojo, Lambién le molesta-
ba que ella no ejerciera su profesión:
-No entiendo por qué mi mamá no trabaja, no hace nada en
todo el día ... ¿Por qué si estudió psicología, no tiene un consultorio
como el tuyo?
Estando los padres separados definitivamente, Joaquí11 y sus
hermanos se quedaron a vivir con el padre, mientras su madre via-
jaba confumamente a California. Durante este periodo, Ja actitud
de Joaquín en las sesiones fue de lo más concienzuda, por llamar-
lo así. Sus conductas e ideas obsesivas, que giraban en torno a su
"padecimiento", como él solía llamarlo, trataban de clarificar el por
qué de éste. A través de notas que llevaba a sesión en las que escri-
bía los temas a tratar se condicionaba a no perder nada de vista. Era
imperiosa su necesidad de construir una respuesta. En las sesiones,
el discurso de Joaqum se enarbolaba en lo racional, mientras que
Jo afectivo se escondía bajo las faldas de sus palabras. A lo largo
de esa etapa del análisis, Joaquín decidió dejar de tomar su medi-
camento. Las palabras parecieron incentivarlo a creer en ellas y a
darse cuenta de que a través de éstas podían sucederle cosas. Sin
embargo, su precipitada decisión de nulificar el medicamento Je
ocasionó un desequilibrio, lo que le hacía sentirse autónomo a su
propio cuerpo. Recuerdo que una vez comentó:
- Me siento como si mi cuerpo fue ra uno y yo otro. Mi cuerpo
va más rápido de lo que yo pienso.
Aún me pregunto qué es lo que vio en esa computadora aquel
verano. ¿Qué fue aquello de hombres con niños? Sin duda alguna,
Uoru Statlflumsky
172

aquella visión ominosa lo descolocó, descentró su vida, configurán-


dose en un tópíco angustiante dentro de su discurso.
El reloj marcó las cinco de la tarde, justo Ja hora acordada con
Joaquín para sus citas. Ya que mi paciente de las cuatro no había
asistido, estaba atenta de los sonidos que provenían ele la sala de
espera. Oí que alguien entró al baño, el inodoro no se activó, ni me
percaté de ningún sonido que delatara su uso, sólo las perillas del
lavabo y el fuerte chorro de agua me indicaron que alguien, lo más
seguro Joaquín, estaba ahí. Un enérgico frotar de manos me causo
cierta curiosidad. Si es él, ¿por qué se lava las manos tan frenética-
mente? Me pregunté. Mis suposiciones no eran erróneas, pues justo
cuando cesó el ruido en el baño se oyó un abrir y cerrar de puerta,
unos pasos, y después un toe-toe a mi puerta, al que respondí con
un "adelante". Era Joaquín. Cuando entró, me percaté que sujetaba
la peri lla de la puerta protegiéndose la mano con un pafiuelo des-
echable. Disimule.
-:-¿Qué tal? - le dije.
Joaquín permaneció un momento en silencio, suspiró lenta-
mente y dijo:
- No me gusta viajar en transporte público, la gente está su-
cia.
-¿Sucia? -respondí con curiosidad.
-Sí -contestó firmemente-. La gente agarra los objetos pú-
blicos después de tener relaciones sexuales o masturbarse y no se
lava las manos.
- ¿Sucia como la perilla de la puerta?
Al com prender que lo había visto, Joaquín quedó mudo. Se-
gundos después reaccionó y d ijo:
-Últimamente suelo hacerlo, también me lavo las manos muy
seguido - hizo una pausa-. Mmm ... el fin de semana pasado fui
a comer con mi familia a un restatirante, pedí un pescado en sa lsa
blanca y cuando el mesero puso el platillo frente a mí, imaginé que
la salsa era semen. Me d io mucho asco.
En sesiones posteriores, su discurso se concatenó aún más con
el suceso de aquel verano. Me comentó que la sensación de asco
persistía, a tal grado, que dicho malestar era el valor que determi-
Hacía 1111a a111rulaci6u topol6g1ca co11 /a rlim<n

173

naba si un día era bueno o malo. Los días buenos eran esos en los
que lograba librarse del nauseabundo recuerdo de la casa de sus
abuelos, mientras que los malos estaban vinculados a actividades
"sucias" como masturbarse y ver videos pornográficos. A pesar del
asco y dolor que estas acciones le produdan, tenía que enfrentarlas
para llegar a obtener placer. Bajo este contexto, los días malos eran
días de emociones ambivalentes.
Con 17 años cumplidos y cmsando el último año de prepara-
toria, Joaquín serpenteaba a través de sus dudas, mismas que lo
paralizaban. No obstante, después de acabar sus estudios viajó a
Francia en donde trabajó por una temporada como mesero. El he-
cho de que hubiera elegido ese trabajo me pareció un evento favo-
rable para su desarrollo, teniendo en cuenta sus obsesiones con la
gente. Nunca rompió co1mmicación con.rnigo.
De vuelta en México, retomamos el análisis. Joaquin ya había
resuelto estudiar arquitectura, sin embargo, la cuerda floja se ha-
llaba de nuevo bajo sus pies, por lo que dos días antes del inicio
de clases, optó por cambiarse a Psicología. Tomando en cuenta que
su padre es arquitecto y su madre psicóloga, su elección fue signi-
ficativa. Aun así su estabilidad -de cierto modo- era relativa, ya
que decidió continuar con la carrera en California y no en México.
Joaquín, a h·avés de mucho esfuerzo, consiguió que le otorgaran
una beca, logro que me pareció un tritmfo más que merecido. Jus-
to cuando estaba a punto de ii·se, las dudas lo paralizaron nueva-
mente y me comentó que lo mejor -creía él- , sería quedarse en
México. Intervine drásticamente haciéndole entender que no podía
perder una oportunidad así. Además, era un buen momento para
hacer un movimiento en el análisis, por lo que lo concluimos. En
ese momento, los ojos que había conocido hada diez años se llena-
ron de lágrimas. Joaquín me dijo que era demasiado importante en
su vida y que me agradecía todo lo que había hecho por él.
Pasadas un par de semanas, su voz se filh·ó a través del auri-
cu lar de mi teléfono. Este medio le confirmaba una vez más que
yo estaría ahí - mientras él encontrara sus respuestas- para es-
cucharlo. Me comentó que sus roommntes se empecinaban en crear
una atmósfera insoportable en el cuarto mediante bromas pesadas
Liora Stat'l'./wrs.ty
- - - - --- --
l74

de carácter sexual y demás actitudes propias de los jóvenes de su


edad. Mis comentarios fueron sugerencias para que dejara pasar
las cosas con sus compañeros.
El teléfono dejó de sonar. De vez en cuando recibo llarnadas
de él. Cada vez que Joaquín viene a México me visita. Sus dudas
aún lo habitan sin afectar sus proyectos. Nunca más ha retornado
el evento que tanto lo marcó. La computadora que "descompu-
so" aquel verano, es ese capítulo caliginoso de aquella novela que
abandonamos y que espera a ser terminada. Al igual qLte el capítu-
lo abandonado, el desperfecto de esa máquina exige un "arreglo"
11
que solamente queda en manos del interesado. "Arreglo que, para
Joaquín, ha quedado pendiente.
Hace tres meses, recibí un correo electrónico en el que Joaquín,
como presidente de la Sociedad de Alumnos de Psicología de su
universidad, me invitaba a impartir tma conferencia sobre psicoa-
nálisis lacaniano. Tal vez esto sea tm llamado para l'eajustar aquella
computadora y acabar así el capítulo más sombrío de su propia
novela. ¿Será el término del análisis o un nuevo inicio?
El 6 de noviembre del año pasado, recibí una llamada de Joa-
quín . Todas sus preocupaciones - recalcó-, giraban en torno al
estrés que había estado viviendo a causa de su cargo como presi-
dente de la Sociedad de Alumnos de Psicología, sus dos trabajos
y las molestias que su aislamiento social le genera. Sin embargo,
supongo que la causa primordial a la que se debió la llamada, fue el
hecho de tener que pasar el Día de Acción de Gracias (Tlumksgiving
Dny) en la casa de sus abuelos. Su angustia por volver al1í era evi-
dente. Me pidió consejo de cómo afrontar el hecho, al tiempo que
me comentaba que había dejado su frasco de Rivotril en México, y
que sin él, no creía poder sortear la situación.
Sonó el teléfono. Era de nuevo Joaquín. Habían pasado veinte
días desde la última llamada que sostuvimos.
-Todo fue muy tranquilo -enfatizó con alegría - . Me sor-
prende que me sienta tan bien. ¿Sabes? No tuve recuerdos desagra-
dables y me sentí a gusto en casa de Jos abuelos ¿A qué se debe esto
Liora?
Guardé silencio y esperé su reacción.
Hacia mur nrtimladón lo)Xllógica c.m la clí11ica

175

-Seguro que he trabajado mucho para este momento.


Después de terminada su afirmación, la lliwa quedó en silencio,
hasta que preguntó:
- ¿Tienes tiempo ahorita?
- ¿Tiempo para qué? - respondí.
-Es que te quiero comentar a lgo que t'üt.i.rnamente me ha pues-
to mal
- Claro Joaquín, dime.
-Hace unas semanas fui a ver a una psicóloga de la univer-
sidad, y entre las cosas que le comenté, estuvo un recuerdo de mi
infancia. Cuando tenía diez años fui a consulta para que me revi-
sarru1 las hernias. El doctor me dijo que me bajara los pantalones y
me revisó detrás de los genitales. Al terminar de contarle esto, de
irnnediato la psicóloga me dijo que "eso no era normal". ¿No sé por
qué me dijo esto esa psicóloga? A partir de ese momento he estado
mal, llegué a pensar si en realidad ese doctor me había hecho algo.
-¿Y tú qué piensas de eso? - cuestioné de manera que conti-
nuara y hablara más al respecto.
- No siento que haya sido abusado por ese doctor, pero desde
que me dijo eso la psicóloga, ese recuerdo me produce algo extraifo.
Además, todo lo que tiene que ver con sexo me sigue recordando lo
de la casa de mis abuelos.
La última vez que Joaquín regresó a México vino a verme. Con-
versamos...
-Me pregunto - dijo con tono reflexivo, ¿por qué mis papás
no me hablaron de eso?
-¿De qué Joaquín? -respondí.
- Cuando tenía alrededor de diez u once años, no recuerdo
muy bien, les pregtmté cosas..., inquietudes sobre sexualidad. Me
acuerdo que me dio mucho pudor, ¡pero necesitaba que me habla-
ran de eso! - recalcó intensamente, como si quisiera gri tarlo- ¿Y
sabes que hicieron?
Simplemente guardé silencio e hice w1 movimiento con la cabe-
za para sugerirle que prosiguiera.
- Me compraron libros y videos para que, según ellos, estu-
viera uúormado. ¿Liora, por qué me compraron esas cosas para in-
Li11r~ Stai'fhan;\y
176
- - -- ---

formarme? Yo no quería información, ¡quería escucharlos! ¡Quería


que ellos me hablarnn de eso!
El llamado que Joaquín hizo a sus padres fue respondido por
un intermediario, libros y videos que se compran en cualquier li-
breda, con cua lquier tarjeta de crédito, a cualquier hora. En lugar
de hablar con Joaquín, sus padres prefirieron comprarle informa-
ción, comprarle (su) silencio.

D el cuerpo vivo al significante

Para plantear una lectura sobre el presente caso pretendemos es-


quematizarlo por tiempos, no necesariamente cronológicos. Con
ello intentaremos tensar diversas líneas que se tejen en los análisis,
es decir, imaginario, simbólico y real, además de las posiciones que
va ocupando el sujeto frente a su historia, como en el tratamiento.
Los tiempos p ropuestos son los siguientes: 1) " ... días buenos, días
malos", momento en el cual Joaquín rompe el silencio. 2) "Tuve
que descomponerla", momento de la tyché, de la irrupción de lo
· real traumático de la Cosa, que es el núcleo mismo de la situación.
Se le presenta lo real de la sexualidad en la casa de los abuelos ma-
ternos. Joaquín no está pasivo ante este encuentro y tampoco cesa
de buscar ese encuentrn con la Cosa, la cual anuncia lo traumático
de la sexualidad. 3) "Recuerdo d e los 10 años", momento en el cual
el sujeto recibe su mensaje de manera invertida y en el que, a pesar
de no estar en el diván, yendo dos o tres veces por semana, como
apuntaría un análisis ortodoxo, la demanda del sujeto se sigue sos-
teniendo por diversos caminos. Dichos cam inos, que en Jos inicios
del psicoanálisis eran la correspondencia, ahora se ven suplemen-
tados por la tecnología, misma que apun ta a un desdoblamiento, a
una realidad virtual cibernética.3

3
La carta se m ueve en la lót,>ica espacio-temporal cronológica y, a nuestro pare-
cer, el Pacebo_ok, e-mail, entre otros, apu nta n a una lógica en la que la topología
cobra mayor interés para nosotros. Es decir, la distancia y la forma de esta rama
de las matemáticas no tiene mucha injerencia, pero si el lugar y la posición de
los componentes, pm1to que Lacan aprovecha para tomar elementos y replan-
tear s u topología.
Hacia u11• orltw/iui6n lopo/Jgica om la clí1uca

177

... días buenos, días malos

Tras seis años de análisis Joaquín logra un movimiento subjetivo. Re-


sultaba bastante interesante escuchar cómo expresaba sus ideas. En
ocasiones, traía escritos en un papel los temas que quería abordar
en la sesión, con la intención de que no se le fuera a escapar ningún
punto importante y de que no se distrajera con ningún otro aspecto.
Para este momento del trabajo clínico, Joaquín decidió por con-
vicción propia dejar el 1nedicamento. Sin embargo, no le fue senci-
llo puesto que había días en los que decía sentirse como "desestabi-
lizado", con "sensaciones extrai1as en el cuerpo". Comentaba: "me
siento como si mi cuerpo fuera uno y yo otro. Mi cuerpo va más
rápido de lo que yo pienso".
Al entrar y salir del consultorio tenía que pasar al baño a lavar-
se las manos. Tomaba un pañuelo desechable para abrir la puerta.
No soportaba hacerlo directamente con la mano. Una razón por la
que no quería ir lejos a una unjversidad, era que d ebía tomar trans-
portarse público, situación que implicaba 1nezclarse con la "gente
sucia". En una ocasión comentó que Ja gente toca los objetos pú-
blicos después de tener relaciones sexuales o masturbarse y no se
Java las manos. Alguna vez que fue a un restaurante a comer con
su familia, le sirvieron tul pescado bañado en una salsa blanca e
imaginó que era semen, lo cual le dio asco.
Insistentemente decía que tenía días "buenos" y días "malos".
Los "malos" estaban directamente relacionados con el even to de
aquel verano. Solía ponerse la ropa que llevó en esas vacaciones
para venir a sesión y así obligarse a hablar de temas dolorosos. Los
días "buenos" eran aqueUos en los que lograba no pensar en esos
temas. Los días "malos" estaban vinculados a actividades "sucias",
por ejemplo, masturbarse y ver videos pornográficos. Es importan-
te mencionar que, al mismo tiempo que sentía dolor y asco ante
ciertas situaciones, Joaquín se obligaba a hacerlas para obtener pla-
cer. Diríamos entonces que Joaquín gozaba con ese sfotoma, situa-
ción que le d espertó sensaciones ambivalentes.
Como vimos en los capítulos anteriores, la posición del sujeto
del inconsciente se ubica lejos d el sentido que, desde la lógica de la
L1<>ra Slnt<chnmky

178

razón, se puede dar. En el presente caso opera la realidad descubier-


ta por Freud, es decir, la realidad psíquica. La pregunta es: ¿acaso lo
infantil opera desde el inconsciente causando efectos en el sujeto sin
importar la edad? Y si esto es así, ¿de qué modo lo infantil en Joaquín
aparece en la realidad psíquica para afectar la real idad "efectiva"?
Las teorías sexuales infan t·iles tienen Ja función de explicar al
niño tanto el origen como algo de su existencia en relación con el
Otro, con lo cual podemos decir que el sujeto, en su repetición, lan-
za el llamado a este Otro para que le diga lo que sabe. Pero sabemos
que este saber al que apela el sujeto es el saber inconsciente, es de-
cir, se topa con la imposibilidad de saber toda Ja verdad.
Bajo la lógica de la clínica de la interpretación que apunta a
esclarece1~ las intervenciones radicarían en simbol izar el decir del
paciente. Este "simbolizar" con frecuencia es más parecido a que él
entienda y tenga un sentido del "¿por qué?" de sus conduelas, más
que Ja arHculación a través del significante.
Lo infantil en tanto que es l o sexual reprimido aparece en el goce
de hacer algo que avergüenza y, al mismo tiempo, se vuelve el único
camino para obtener un goce parásito en el cual no esté incluido el
Otro sexo (la masturbación). Otra perspectiva de este acto implica al
fantasma, en cuanto a que retribuye Lm monto de placer al sujeto. La
fantasía de que la gente se masturba y con las manos sucias toca los
objetos, anlmcia el fantasma que Joaquín sostiene en su vínculo con
los olTos, es decir, entre días buenos y malos; esos eran los cristales
en los que ubicaba a la gente, y entre ellos, a él mismo.
De este modo el sufrimiento del analizante aparece a l mismo
tiempo como algo buscado, o más bien, deseado. Para esta parte
de nuestro estudio, seguiremos a Peusner en su libro El s11fri111ienfo
de los niiios,4 en el cual plantea que hay un sufrimiento en el niño y,
a la vez, está presente el sufrimiento del Otro causado por lo im-
posible de educar al infante, lo que·indica que el sufrimiento no es
contingente, sino inherente a la cultura y que, en consecuencia, el
tratamiento no apuntaría a quitar el sufrimiento del sujeto, sino a
pregw1tar acerca de la causalidad de éste.

4
Pablo Peusner, El s11fri111ie11lo de los 11i1ios. Buenos Aires, Letra Viva, 2009.
1fnci•1111a nrtin1/atid11 lü¡J<>lógita ro11 la dfoi<a

179

Con relación al sufrimiento, Peusner propone la fórmula laca-


ruana de "Para todo X, tiene valor el malestar en la cultura". Esta
fórmu la apela, en Lacan, a las fórmulas de sexuación al wliversal
fá lico,5 con lo cua l podemos pensar que nuestro adolescente, al es-
tar inmerso en la red significante, también está inmerso en el goce.
¿Pero de qué modos se sirve para llevar esto a cabo? Evidentemente
las posibilidades de goce en el análisis se diversifican por medio de
la transferencia. Sin embargo, este panorama que pudiera parecer
poco alentador o lejos de lo que promete la psicoterapia es parte de
un movimiento que el propio sujeto permite.
Sin duda las acciones obsesivas no son el punto al que van diri-
gidas las interpretaciones para hacerlas desaparecer. El asunto que
nos ocupa es tener claro que el (los) síntoma(s) sirve(n) de guia para
destejer lo que lo anuda al goce de Joaquín, que sabemos está so-
portado por el fantasma de la masturbación. Si leemos el síntoma,
éste apunta a la pregunta por ese goce que no es fácil de dejar. De
este modo podemos intentar situarlo en las posiciones que ocupa
este joven en Ja fam ilia.
Es posible pensar que en un principio el síntoma de Joaquín no
resulta tan claro, pues la queja no viene de él, sino de lo que evita
encontrar, es decir, el rastro de lo sexual del otro. La fantasía que
soporta y da sentido al síntoma está ubicada en ese otro regish·o,
como Lo vimos en el capítu lo dos, en relación al sueño y al sú1toma
histérico. De esta manera consideramos estar autorizados a pensar
lma ligazón libidinal entre las fantasías sexuales de Joaquín y lo
infantil reprimido. La pregtmta es: ¿cómo ubicar en su decir - o
más bien, en su silencio- la apertura de lo infantil en tanto parte
del inconsciente, sin intentar localizar un recuerdo "objetivo", pero
sí un discurrir discursivo?
Para dar seguimiento a esta pregunta es necesario recurrir a
nuestras elucidaciones con respecto a Ja posición del niño en psi-
coanálisis, y a la propuesta de niño como espectro. Para ello es pre-
ciso que ubiquemos a Joaqufo al inicio del trntam iento. Esto nos
permitirá problematizar la enh·ada a análisis y nos dará línea para

5
/bid., P- 18.
180

pensar los cortes de discmso, las construcciones y la aparición de


los tres registros lacanianos. En este enh·amado 13orromeo al sujeto
de la demanda lo llamaremos sujeto de análisis.

Tuve que descomponerla

Como hemos visto en la escritura del caso, Joaquín llega al consultorio


cuando tenía 10 años de edad y recién había llegado a vivir a México.
, ~oaquín me fue referido por el neurólogo. Llegó con un diag-
nostico de trastorno de déficit de atención junto con cierta inma-
durez en el _desarrollo psicomotor y problemas para expresarse, Jo
cual requena, además de med icamento y supervisión médica, una
terapia emocional (sugerida por el médico). Asimismo, la madre
descri~ió a Joaquín como una persona introvertida, un poco aislada
y a qmen le costaba trabajo expresar lo que queda.
Los priIT1eros seis meses que recibí a Joaquín en el consultorio
no le escuché palabra. Solo se limitaba a mover Ja cabeza.
Cuando volvió de unas vacaciones en California, a sus 12 a11 os,
reg_resó también el silencio. Después de tm par de meses dijo: "ne-
cesito hablar de esto, porque si no lo hago, nunca se me pasarán
estas obsesiones ..." .
Por primera vez lo escuché decir "algo" que refería directamen-
te con s~ malestar. Fue cuando vio la página de pornografía en la
que hab1an hombres y niños. A partir de ese momento, la computa-
dora quedó "descompuesta'' .
~ import~~te menc~onar que para este momento del trabajo
~a ht1co, tamb1en sucedieron algunos eventos de importancia. Por
ejemplo, en uno de los viajes a California, la madre le es "infiel" a l
padre, y éste la sorprende de manera violenta. Asimismo, Joaquín
escucha esta historia en una discusión agresiva entre sus pad res, Jo
que le provoca una profunda decepción, enojo y desesperanza hacia
su madre, además de w1 importante distanciamiento con el padre.
.. :o que subrayaremos en el decir de Joaquín para ubicar su po-
s1aon ante el Otro y ante su historia, será la frase que aparece como
complemento (o bien, atravesada por la duda del recuerdo): "La
página que vi era espantosa... como hombres con niños... "
Hoci• 1ma articulación l11p<•l6gir11 cv11 la cliníoi

181

Tocio el relato tiene cierta línea clara, excepto cuando no sabe


con certeza si lo que vio eran hombres con niños. La imagen apa-
rece como resto, como ese objeto que vuelve como exceso y no cesa
de aparecer.
Hemos trabajado la posición del niño desde varias perspecti-
vas, una de ellas es la de espectro. En ésta, el niño viene a ocupar tm
casillero en la fami lia sin alterarlo. Es interesante ver cómo Joaquín,
si bien no se inscribe en el lugar de un muerto, está en w1 lugar
sostenido de casi nada. Este "casi nada" hace referencia a los sig-
nificantes que sostienen la vida en la muerte. Joaquín estaba en un
hogar donde la mirada de los padres se encontraba puesta en otros
lugares y no en él. Esto deja de lado la idea de pensar el silencio de
Joaquín como consecuencia del ca mbio ele residencia y de idioma.
Él habla castellano, pues era el idioma en el que se comw1icaban en
casa.
En cuanto al silencio y al lugar que ocupaba en relación con el
Otro, consideramos que pasa por lo que Freud llamó Ja otra escena.
Y no sólo podría pensa rse en primera instancia, es decir, como algo
enteramente de convivencia, puesto que el hecho de no haber de-
jado amigos al mudarse a México implica una forma de hacer lazo.
No convivía con nadie. Así, el efecto del silencio juega un papel im-
portante, ya que es lo que sostiene el análisis durante varios meses,
hasta que se da el encuentro con lo traumático de la sexualidad en
esta imagen de hombres y niños.
En cuanto a las posiciones que ocupa el niño, como ya hemos
mencionado, no pueden reducirse a una sola. No obstante se pue-
de ensayar Ja posición de Joaquín en tanto espectro con relación a
los padres. Esta posición, a diferencia de la de síntoma o fa ntasma,
permite ubicar a Joaquín en un lugar límbico, por lo que respecta a
ambos padres.
Esto aviva las preguntas, con las cuales concordamos con Ro-
clu lfo, acerca de si el njño es deseado o no. No podemos reducir
esto al decir "Deseado es querido y no deseado es no querido",
puesto que un niño puede ser deseado para no ser querido. Po-
demos ubicarlo en esta paradoja para problematizar la pregunta
"¿qué quiere el Otro de mí?" y el lugar que ocupa este niño en el
_ _ _ _ _ _ __ _ __ __ _ __ L•or1tSt•wtham1:y
182

fan tasma de los padres. Dicha posición podemos pensarla, a partir


de la imagen antes subrayada (hombres y niños), en relación con su
actual imposibilidad de tener una pareja y tener relaciones sexua-
les, a sus 21 años, así como la dificultad de crear un lazo con el otro,
además del silencio.
Estas posiciones están atravesadas por lo que hemos ido loca-
lizando en la obra de Freud y Lacan como lo infantil. Y no sólo
eso, también hemos mencionado el vínculo existente entre sueño
chiste, lapsus y síntoma, en el que los cuatro, son manifcstacione~
del inconsciente, por lo tanto, algo de lo infan til se pone en juego
en estas cuatro categorías. De este modo, la posición de Joaquín no
puede situarse en un plano cronológico de desarrollo, sino por el
contrario, hay que fijar varias coordenadas subjetivas, y para ello,
hemos recurrido a la topología.
En ese orden de ideas, recurrir a la topología implica una nece-
sidad teórica y clínica. Cuando el sujeto no sólo está circunscrito al
decir, sino a lo que se olvida tras lo dicho (enunciación), se encuen-
tra relacionado con lo inconsciente. Éste, a su vez, no está dentro de
ningü n lugar, sino que es éxtimo al sujeto. Las coordenadas subje-
tivas están a merced de lo dicho por los padres. No es casualidad
que haya elegido estudiar psicología después de haber estado poco
tiempo en arquitectura, siendo estas dos posiciones de orden pater-
no y materno.
Por oh"o lado, la posición frente al padre se ve comprometida
en tanto la identificación, pues cabe recordar que lo relacionado
con la sexualidad se presenta como sucio. Sin embargo, no es toda la
sexualidad, sino la que tiene que ver con lo masculino, por ejemplo,
el semen y los condones. Incluso podernos colocar en este rubro a
la masturbación y el malestar que la misma le causa cuando debe
ceder al impulso.
Asimismo, es necesario ubicar '1a posición de Joaquín frente a
la demanda de los padres. Para ello, podemos pensarlo desde el
orden topológico. Veamos el modo en que fijaremos dichas coorde-
nadas vía el camin o onírico. Los padres, a pesar de vivir juntos, han
tenido problemas. Recordemos que justo durante el tratamiento,
los padres se separan como consecuencia de la in.fidelidad de la
Hacio 1111a a1timlació11 tol'o16gua co11 /a c/1111ra

183

madre. Esta situación pone a Joaquí_n con asco frente a la madre y lo


distancia del padre. La frase que Joaquín utilizaba era: "me da asco
saber que nací de ese cuerpo". En este sentido, lo corporal todo el
tiempo está en juego con Joaqutn, podríamos decir que lo real del
cuerpo se hace presente tanto desde lo imaginario como desde lo
simbólico. Salir del cuerpo implica el acto de ser arrojado. Nacer
del cuerpo, en el sentido que lo refiere Joaquín, no hace metáfora,
sino que anuncia la emergencia de lo real. El cuerpo pasa de ser sig-
nificante a coagularse en un dicho que hace signo de su nacimiento.
Aquí entendemos Ja ausencia del movimiento que el significante
permite con respecto al valor fálico.
En este recorte en el que la madre es foco del asco, podemos
anotar lo que Millcr dice acerca del cuerpo del ser humano en re-
lación con el cuerpo del animal. 6 El sujeto no es el cuerpo, se iden-
tifica a esa imagen vía el objeto n, es decir, lo que no es reducible a
la imagen, por lo tanto, decir que el cuerpo es significante imp lica
una identificación con él. En este sentido, el ser humano tiene un
cuerpo, no es un cuerpo. Con respecto a Joaq uín, salir de ese cuer-
po implica habita r un cuerpo separado del significante y habitarlo
como resto.
En lo referente a estar dentro del cuerpo, Joaquín narra un sue-
ño donde el eje es tm sótano con paredes llenas de mierda. Por lo
general, pensaba mucho en sótanos. Contaba que había un sótano
oscuro en su casa que le daba mucho miedo y repudio. El sueño
trataba sobre su hermano menor, quien se había mudado de cuarto
a ese sótano para no estar en la casa. En las paredes había "caca".
Narraba que su hermano también se puso mal a partir del divorcio
de los padres. Así, con la única persona con la que a él le gustaba
estar era con la sirvienta. En ese tiempo el hennano no quería con-
vivir con nadie de la familia por lo que siempre estaba aislado.
No es azaroso que regularmente soi1ara con sótanos, laberintos y
mierda. En esos días decía que su familia era una " mierda". Esto iba
aparejado a la sensación de asco por haber nacido de su madre. Este

6
Jacques-Alain Millcr, Biología lncm1in11n y el nco11tecimie11/o del cuerpo. Buenos
Aires, Colección Diva, 2002, p. 17.
Uora Starc/1a11s\y

184

tipo de sueño es similar al que Freud narra que tuvo Am1a, su hija.7
En él se logra ubicar una relación más cercana a la metonimia que a
la metáfora. Podría decirse que en los niños, la desfiguración onírica
no opera de manera tan radical como en un adulto, pues aparece casi
literal. No obstante, Ja relación del sótano con el vientre materno no
está tan alejada, sin embargo, él no lo asoció de esa manera.
Del mismo modo, los diques de la represión (i.e. asco y ver-
güenza) operan como ese punto de "basta" al mismo tiempo que
orientan el goce. A la par que el sujeto genera el decir de eso que
aborrece, no puede dejar de generar un goce que implica repeti-
ción. Dicha repetición apunta a resolver el conflicto entre la pulsión
y la imposibilidad de solución directa.
Lo que hace nudo es la imagen de las paredes con mierda. Ahí
está ubicado el goce con relación a los padres y vchiculizado hacía
la madre. Sabemos, por lo que hemos trabajado en capítulos ante-
riores, la relación que existe entre la demanda del Otro y el modo
en que el sujeto obsesivo se posiciona ante ella, esto es, haciendo de
dicha demanda su deseo. Lo que da como respuesta, no es más que
lo que no le sirve, en este caso, la mierda. Es interesante recuperar
el significante al que recurría de manera frecuente, es decii~ el sóta-
no, así como la relación que gwu·da este lugar con la cavidad anal
y la posición pasiva ante el padre. Esta posición pasiva (femenina)
frente al pad re lo coloca ante el impasse de la identificación, tenien-
do como elementos que lo sostienen las profesiones de ambos pa-
dres y la elección de la psicología en lugar de la arquitectura.
Recordemos que w1 punto de ruptura tiene que ver con la elec-
ción de seguir la misma profesión de la madre en Ca lifornia. Este
movimiento implicó el término del análisis, sin embargo, abrió Ja
posibilidad de continuar la comunicación con el analista por otras
vías que permitieron el despliegue de otra parte de la historia que
vino a re-signjficar lo anterior.

7 Cf Sigmund Freud, "La interpretación de los s ueños", en Obms complelns, t.


1v-v. Trad. José L. Etcheverry. Buenos Aires, Amorrortu, 1986.
Hacía 1111a artit11/aci611 to¡xilógica ro11 la tlimta

185

Rect1erdo de los 10 111ios

Joaquín se va del análisis para resolver algo que apunta a su de-


seo, lo que nos confronta con un fin de anáHsis en los términos que
hemos mencionado, es decir, asunción de la castración, alravesa-
miento del fantasma (o bien, como lo p lantea Lacan al final de su
enseñanza: identificación con el si11/lto111e). Ante esta diversidad de
finales, pondremos en primer plano la singularidad del sujeto para
pensar lo que se nos presenta como un final obHgadamente sin-
gular. Previo a presentar la tercera parte del caso, revisemos las
implicaciones que guarda el fin con la topología.
En el epígrafe de este capítulo, Borges nos da la pauta necesaria
para abordar lo imposible del aná lisis y la dimensión de lo inJinito
que puede volverse un análisis sin punto de detención. Dicho de
otro modo, un análisis que deja el espacio del dispositivo analítico
para dar paso a otro espacio que llamaremos virtual.
Lo que nos interesa no es dar cuenta de lo infinito, sino de lo
imposible de la representación de éste. La imposibilidad ha sido el
papel que ha delineado la acción del psicoanalista.
Ahora bien, las referencias al orden de lo imaginario no dan
cuenta del panorama que nos hereda el "retomo a Freud" hecho por
Lacan. Freud recurría a las maquetas para representar los procesos
inconscientes, tacan recurre a la escritura de nudos para escribir la
estructura. Ésta es la razón por la que nos vernos obligados a seguir
a Lacan en su incursión, tanto en la lógica como en la topológica.
Para ser más daros, si el sujeto en psicoanálisis está barrado y el
significante sólo lo representa ante otro significante, el objeto causa
del deseo es un objeto perdido. El inconsciente no es lo que no se
sabe, sino lo que no puede saberse. Por otro lado, la topología aban-
dona los espacios adentro-afuera que discuten acerca de un mw1do
interno y otro externo. Además, subraya las relaciones de vecindad,
dejando de lado la métrica y el espacio de dos y h·es dimensiones.
Para Lacan, estas propiedades matemáticas le permiten pensar
el inconsciente, el sujeto, la pulsión, el deseo, la demanda y los tres
registros de manera no intuitiva. Por otro lado, en Freud podemos
localizar varios esquemas que apuntan a formar una imagen casi
Uora Stavclra11sk11

186

tangible de lo imposible, lo cual raya en la contradicción. Con res-


pecto a la utilización de estos nuevos elementos topológicos, La-
can dice: "no es una m etáfora sobre la estructura, sino la estructura
misma". La esh·uctura a la que nos referimos es, evidentemente, la
borroméica.
Esta conceptualización no carece de importancia, ya que si bien
el corte implica separación, en topología apw1ta a una nueva arti-
culación. De ese modo el inconsciente puede ser ubicado bajo estas
coordenadas.
Para continuar, es necesario retomar algunas ideas que Lacan
plantea en su seminario Ln topología y el fiempo. Al iniciar este semi-
nario dice: "Hay una correspondencia entre topología y práctica" .8
Cuando Lacan habla de "práctica" parece hacer referencia a la
psicoanalítica, sin embargo, más adelante hace una corrección de
sentido:

Hay, a pesar de todo, llna hiancia entre el psicoanálisis y la


topología. Esto en lo cual me esfuerzo, es en esta hlancia,
ella permite en Ja práctica hacer un cierto número de me-
táforas.
Hay llna equivalencia entre la estructura y la topología.
Es eso, el ello del cual se trata en Groddeck, es eso lo que es
el ello.9

Aquí tenemos varios elementos. El que llama particularmente


la atención es la presencia del ello en Groddeck. Veamos por qué
esto nos obliga a recurrir a Nietzsche. En El yo y el ello, 1°Freud dice
que el yo es vivido por poderes ajenos a él. Estos poderes son nom-
brados como lo "otro psíquico", que por excelencia es inconsciente.
Son denominados como Lo exh·año, lo ajeno; Es, en alemán, el ello.
He aquí la referencia a Nietszche, puesto que al pie d e página Stra-
chey dice:

& J. Lacan, El Semi11ario. Libro 26. Topología y tiempo. Versión mimeografiada. Cla-
se del 21 de noviembre de 1978.
9
Jdem.
roS. Freud, "El yo y el ello", en op. cit., t. x1x, p. 25.
Hacia wrn nrlic11/ació11 lopo/6gica ""' la c/l11irn

187

La expresión "das Es" ("el ello"), como el propio Freud lo


e~pli;a, C-Ue tomada de Georg Groddeck, un médico que
e1erc1a en Baden Baden. [... ) A su vez, Groddeck parece ha-
ber tomado la frase de su maestro, Ernst Schweninger [... ).
Pero, como también señala Freud, el uso de la palabra se
remonta sin duda a Nietzscbc.11

Strachey explica que la expresión de Nietzsche obedece a la


necesidad de la naturaleza de nuesh·o ser. De esta manera, el ello
puede entenderse como ese lugar de las pasiones. 12 Sin entrar en la
complejidad que implica el ser, Freud coloca al ello como elemento
primero en la estructura. Actualmente podemos comprender que
lo que resiste en el análisis no es el inconsciente, sino el ello, el lugar
de las pasiones.
Ahora podemos hacer la misma lectura del planteamiento de
Lacan acerca de la correspondencia entre topología y la práctica
analítica. Evidentemente no se refiere a la correspondencia de con-
juntos en la que cada elemento de lll1 conjunto corresponde a oh·o
elemento del otro conjunto, pues la hiancia que gesta la imposi-
bi lidad radica en esa parte del inconsciente que no hace m ás que
insistir resistiendo.
La insistencia ante la cual el goce se vuelve la sustancia del ser
anuncia la satisfacción siempre a medias de tma pulsión que no
busca objetos para atravesarlos, sino para bordearlos y regresar.
Estas dimensiones indecibles envuelven al i11fn11s desde antes de
salir del vientre. Por un lado, está lo rea l que lo rodea e incluye su
cuerpo y, por el otro, lo imaginario que viene a alienarlo por medio
de lo simbólico. El Otro y su imagen son vertidos en la carne para
hacerla pulsionar ante la demanda del Oh·o.
A primera vista pareciera que los nudos tienen poco que ver
con una praxis clínica. Sin embargo, consideramos que la clínica ha
tomado un estatuto ético distinto. La topología, por su parte, es una
herramienta útil para leer los nudos de una forma rigurosa. Pero

11
/bid., pp. 7-8.
12 Ibid., p. 27.
Llom Sta1>rlia11•ky
~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~

188

debemos tener en cuenta que no se trata de una lectura objetiva de


la realidad fáctica, sino de una manera formal, particular y ética de
leer un caso.
Cuando mencionamos la dimensión ética hacemos referencia
directa al deseo. Éste es el texto del pre-texto que ha sido en donde
algunos han detenido su marcha, creyendo que han aportado más
elementos al psicoanálisis. El texto de la práctica psicoanalítica se-
ría entonces la topología lacaniana que ubica al deseo. Con Freud,
el deseo ha sido ubicado como moción, es decir, como huella. A
pesar de haber diferencias entre la concepción de deseo en Freud y
en Lacan, la intención de ausencia queda como pivote. Veamos lo
que d ice Freud:

La próxima vez que [la necesidad] sobrevenga, merced al


enlace así establecido se suscitará una moción psíquica que
querrá investir de nuevo la imagen mnémica de aquella
percepción y producir otra vez la percepción misma, vale
decir, en verdad, restablecer la situación de la satisfacción
primera. Una moción de esa índole es Jo que llamamos de-
seo.13

Ahora veamos en dónde ubica Lacan al deseo: "El deseo no es ni


el apetito de satisfacción, ni la demanda de amor, sino Ja diferencia
que resulta de la sustracción del primero a Ja segunda, el fenómeno
mismo de la escisión (Spnlt1mg)" .14 Asinúsmo, en otro texto d ice: "El
deseo se esboza en el margen donde la demanda se desgarra de la
necesidad" .15
En Freud vemos que el deseo está ubicado en la percepción de
sujeto con respecto a Ja aparición de la necesidad real del cuerpo y
el modo en que el niño intenta resolverlo, por medio de la repre-
sentación alucinatori.a del objeto satisfactor. Esta definición de de-

u S. Preud, "La intepretación d e los sueños", en op. cit., t. v, pp. 557-558.


14
J. Laca n, "La significación del falo", en Escritos 2. México, Siglo XXI, 2009, p.
658.
15
J. Lacan, "Subversión del suje to y dialéctica del deseo en el inconsciente freu-
diano", en op. cit., p. 774.
Lrora Starclutu<ky
- - -- - --
189

seo obedece aún al momento intuitivo del niño gritando. En Lacan,


en cambio, podemos ver que el deseo, por un lado, queda como
sustracción de la búsqueda de satisfacción a la demanda de amor
y, por el otro, se anuncia como lo que no logra ser dicho por la
demanda. Así, la necesidad, tanto en Freud como en Lacan, queda
registrada en lo real del dolor corporal.
Hemos hablado del deseo, es decir, de lo real en tanto imposi-
ble y de su obligada dimensión topológica en relación a la deman-
da del analizan te. A estas ideas agregamos la problemática del fina l
del proceso analítico. En Freud, este final también se ve comprome-
tido al fu1al de su vida con un cierto reforzamiento del yo.
En el apa1tado sobre técnica psicoanalítica en Esq11e111n del psi-
comzálisis, Freud hace tma exégesis sobre el fortalecim iento del yo,
dando esta orientación al tratam iento. El analista debe acudir al
auxilio del yo debilitado para poder soportar los embates del ello,
superyó y de la rea lidad . Esta es la orientación que siguen algu-
nos posfreudianos. Lo que nos llama la atención para este trabajo
es la "alteración del yo". Dice: "Vencer las resistencias es la parte
de nuestro trabajo que demanda mayor tiempo y Ja máxima pena.
Pero también es recompensada, pues produce una ventajosa altera-
ción del yo, que se conserva independien temente del resultado de
la transferencia y se afirma en la vida" .16
Como apuntábamos al inicio del capítulo sobre las implicacio-
nes del sujeto que entra a análisis y el que sale de él, la apuesta no
estaba del lado de la adaptación. Freud considera a una de esas
implicaciones como una alteración del yo. Creemos que esta alte-
ración del yo tiene mayor alcance con la introducción del sujeto y,
para ser más exactos, con la función del sujeto supuesto saber, que
en algún momento ubica a la figura del analista como Otro.
El analista da lugar al inconsciente. SimiJar al ejemplo que pone
Heidegger con el alfarero y la vasija, es una relación topológica la
que revela la estructura de vacío. El alfarero creó Ja vasija alrededor
del vacío. El analista en tanto significante proporciona la escucha del
analizante para crear ese misn10 vacío y gestar algo de su deseo.

16
S. Freud, "Esquema del ps icoanálisis", en 0¡1. cit., t. xx111, p. 179.
/.rora Stnt1Cl1n11sky

190

En ese sentido, proponemos pensar que ttna interrupción no


marca el final de un análisis, ya que los efectos a posterioridad y la
figura del analista, quedan como rasgo que marca la diferencia en
el sujeto. Esta es la diferencia que hay entre un sujeto antes y des-
pués del análisis. Al inicio de este capítulo decíamos que, una vez
que se lo ha escuchado, el sujeto del inconsciente no puede volver
a ser ignorado. Es decir, el sujeto resulta afectado por los corles que
articulan su decir.
Joaquín abandonó el dispositivo analítico. No obstante, ese po-
sible fina l permite que pueda colocarse frente a otras posibilidades.
Estos nuevos horizontes no implican una adaptación en el sentido
de borramienlo del ma lestar en la cultu ra, ya q ue éste sigue, es el
síntoma que implica lo necesario de ese malestar, del cua l uno no
puede SA ivarse.
Ahora Joaquín ha pasado de ser un nifio a ser un hombre. Aún
hace llamadas, y más allá del motivo de las mismas, hace el llama-
do a quien alguna vez lo escuchó y permitió, en su silencio, crear
ese espacio para el deseo que estaba taponado por la demanda de
los padres y el diagnóstico médico.
Sin duda el análisis como tal no puede llevarse a cabo, no obs-
tante, el material vertido en esas llamadas está directamente ligado
al segundo momento que habíamos problematizado. Es casi diez
años después cuando la escena de la computadora de la abuela co-
bra el estatuto de traumático. Antes no pod ía hacerse cargo de ello,
tal vez por eso no podía entrar a esa casa de nuevo.
Entre diversas llamadas y correos que envía, hay uno que marca
otro momento: decía que un fin de semana se quedó a dormir en
casa de sus abuelos por primera vez desde el evento de aquel verano.
Comentó que se sentía muy tranquilo. Le sorprendía que estuviera
"demasiado bien". No tenía recuerdos "feos" y estaba a gusto.
Por esos días surge un recuerdo que no había mencionado
antes, mismo q ue se trata de una visita al doctor cuando tenía 10
años, más o menos el momento de su ingreso a análisis. La visita
implicaba dejarse revisar atrás de los genitales por el méd ico para
evaluarle unas hernias. Este recuerdo se lo contó a la psicóloga de
su universidad. Ella d ijo: "eso no es normal". Desde ese entonces
/Inda 1111n artiwlació11 topológirn rou In d luira

191

estuvo mal. Pensó que quizá ese doctor le había hecho algo, eviden-
temente, anudado el recuerdo con la imagen de la computadora,
"como hombres con niños". Aunque dice no haberlo vivido como
un abuso, el evento llamó su atención.
Durante este momento se anudaron varias vivencias Esta pers-
pectiva topológica está vinculada con la lectura de la temporalidad
lógica. En ese tiempo Joaquín hacía preguntas a sus padres sobre
sexualidad. Ante eso, la posición de los padres, si la ubicamos en
tm discurso, trata de Librar en la medida de lo posible la angus-
tia. Se h·ataría del discurso de la universidad o del saber, ya que
los padres, ante el llamado de Joaquín, no tienen otra elección que
responder con saber. Recorden'IOs lo que Joaquín dice: "¡Queda es-
cucharlos! ¡Quería que ellos me hablaran de eso! ¡No quería infor-
mación!"
La petición de que ellos le hablaran puede leerse con relación a
lo que comentamos como un llamado. Este ll amado no era para ob-
tener más irúonnación sino para conocer su lugar como sujeto en el
deseo de ambos padres. Es decir, era un llamado al Otro. El llama-
do al Otro tiene tma relación cercana con el "¿qué quieres de mí?"
y la demanda ahí implicada. La pregunta se dirige a ser el objeto
de deseo del Otro y salvarse de ser el objeto de goce. La demanda
anuncia "me lo pregtmto-demando". El llamado introduce el limite
de la ley, en este caso del deseo, como un punto de basta al goce.
Hemos visto que en el seminario Los escritos téc11icos de Fre11d,
Lacan comenta los casos de Mekmie Klein, cuya di(icuJtad era la
liviandad con la que usaba las palabras. Lo que nos interesa de ese
comentario es q ue Lacan ubica a l llamado como la prueba de tener
acceso a la realidad humana, la cual ahora podemos pensarla como
el anudamiento de lo real, simbólico e imaginario.
Lacan sitúa enteramente al llamado del lado de lo simbólico,
no obstante, este llamado también involucra a la figura del analista.
Joaquín todo el tiempo hace el llamado al analista. Con esto no nos
referimos a las Uamadas telefónicas. Es claro que dicho acto - en
el sentido cotidiano de la palabra - apunta a la pregunta obturada
por los padres con libros, la cual, a través del análisis, queda abierta
para hacer otras más. De esta manera, la di rección de la cura no
/ lora StlW(hai1sky

192

implica responder esa pregunta, sino colocarla en relación con el


deseo del Otro y hacerla germinar en donde Joaquín organice los
recuerdos de aquella época. El momento en el que queda captura-
do por Ja imagen de la computadora.
Para deci rlo con las hen amientas Jacanianas, esa imagen que
prnviene de lo real sexual se le presenta como algo sin respuesta, lo
que en un primer momento lo captura y and a a esa escena en la que
se evidencia la no relación sexual y la presencia de la sexualidad en
relación con el padre, dejando en ese momento, como una posible
salida, la colocación pasiva frente a éste.
La posición del analista permite el despliegue tanto de lo ima-
gi nario como de lo simbólico. En este caso, la ley del deseo lo sos-
tiene fuera de la relación fa llida de los padres, que en un inicio
lo colocaba como resto que no tenía otra función más que ser un
deshecho. La ubicación del analista en posición de semblante del
objeto a, permite a Joaquín continuar llamando para hacer pregun-
tas dirigidas no al Otrn, sino a él mismo, por medio del Otro.
El acto de no responder a la demanda del analizante con sa-
ber permitió la apertura al saber del inconsciente, a diferencia del
inconsciente como un lugar o una atribución. Hablar de apertura
o cierre del inconsciente invita a la posición del ana lista, en tanto
formación del inconsciente, 1' a fungir corno ese objelo que causa el
deseo. Del mismo modo que la trans ferencia contribuye a la rela-
ción dispal' del disp ositivo analítico, el objeto a en la repetición de
la demanda hace repetir al deseo en tanto no puede ser dicho.
El cierre del inconsciente se ofrece como resistencia cuando el
analista posicionado como objeto a, obtura la misma en la repeti-
ción. Así lo problematiza t acan en 1964, en donde hace la separn-
ción de transferencia y repetición. La repetición, por el lado de la
demanda, no se agota si no se le responde. O mejor dicho, el deseo
es irreductible a la demanda. La h·ansferenci a no es la repetición,
sin embaxgo, a través de ella la transferencia revela los lugares por
donde el sujeto transita en la elaboración de dicha demanda. El in-

17
J. Lacan, f/ Seminario. Li/Jro 11. Los c11nlro conceplos f1111dn111e11fnles del psicon111í-
lisis. Buenos Aires, Paidós, 1987, p. 131.
/ lariq 1111a Arliru/aci6•1 1up11/6gir~ c~11 /q r//11im
193

consciente que pulsa - abre y cierra - invita a pensarlo en términos


topológicos, ya que si la exli midad suprime todo adentro-afuera
del mismo, estamos ante una lectura del decir del analizante, que
apunta al síntoma y al efecto de lo real que hay de éste en el sujeto
hablante.
El decir de Joaquín obliene como respuesta un acto que vacía
de sentido el síntoma y apunta a la repetición de la demanda que es
de amor al decir acerca del saber inconsciente. En efecto, es el saber
inconsciente de la inexistencia de la relación entre los sexos, puesto
que ni en sus padres ni en ningún otro referente de verdad la lo-
gra ubicar. El camino apunta a un saber-hacer-con-eso como bien lo
apunta Lacan en el seminario en el cual problematiza a Joyce.
Esa es la razón de la intervención que causa el equ ívoco y no el
sentido. Será tarea de Joaquín en tanto sujeto divido por el objeto
causa del deseo, hacer acto de ese saber-hacer. Joaquín asumirá la
fa lta del término del Lratamiento. La fa lta es una renuncia al goce.
Han tenido que pasar poco más de 10 años para que ese niño -aho-
ra hombre universitario- lograra hacer un llamado a la diferencia,
vía Ja función del deseo del analista.
En cuanto a mí, analista, el ocupar la posición de semblante de
objeto a, también me coloca en la posición ética de soltar amarras
y saber que el objeto a, además de ser ese pl11s de goce, es caída. Mi
postura ética como psicoanalista es asumir la parte de la fa lta que
me toca y permitir que este fin (necesario) sea un punto de corte en
la caaena significante de Joaquín. Habrá otros espacios en los que
él resolverá la vida que es soportada por la muerte.

......
Dando una vuelta más con el tejido de este escrito, surge una pre-
gunta en particula r para cerrar: ¿qué aporta nuestra lectura en la
topología y, a su vez, en la clínica? Contestar esta interrogante o
acercaTse a una posible respuesta permite dar un paso más. Lacan,
en los años cincuenta, recurrió al orden simbólico (metáfora y me-
tonimia) para acceder a una lectura del síntoma y así descifrar la
construcción clínica de Freud. Con ello mostró que la praxis freu-
194

diana era del significante porque ofrecía múltiples signHicantes.


Entonces, a partir de esta idea, ¿cómo pensar el caso Joaquín?
Como Jo hemos mostrado a lo largo de este escrito, se puede
hacer desde la topología, sin que la relación de esas dos escritu-
ras (Freud y Lacan) hayan sido matemáticamente resueltas. Para
decirlo de otra manera: acentuamos en la importancia del nudo
Borromeo como soporte ele la metáfora. A esta escritura hay que
producirla de dos maneras: matemáticamente y en su uso por el
psicoanálisis que no puede hacerse sin la clínica.
La lectura topológica del nudo Borromeo s igue siendo una clí-
n ica del significante, donde éste tol!la cuerpo. Este cuerpo no es el
de la imagen del otro, ni tampoco aquel que da entrada a la palabra,
ni ese cuerpo que se tifie con el objeto a. De lo que se trata es del
cuerpo de la cuerda bonoméica que da la consistencia al trazo de lo
escrito. El nudo es trazo y escritura; lazos que son nombr~dos como
simbólico, imaginario y real.
Para hacer una lectura topológica de la clínica puede no ser
necesario recurrir a los nudos como elementos representacionales.
Este punto concuerda con la idea de Lacan al decir que el nudo es
la estructura, ya que la lectura topológica permite colocar al ana-
lista en un lugar para leer el decir del analizante, en este caso de
Joaquín. Tejer la historia de Joaquín no fue tarea del ana lista, sino
empresa del mismo analizante. Y como toda historia singular está
atravesada por la d iscontinuidad, de este modo la lecL-ura a través
de los tres registros propuestos por Lacan para tejer lo infan til en
d icha historia del analizante no p retendió buscru· w1a estabilidad
emocional, ni tma adaptación o un desarrollo, sino interpeló las
certezas que poblaban su d ecir para hacer de su síntoma (dolor)
una apuesta por la vida y su deseo.
Índice

Prólogo por Pablo Peusner ................................................ 9

111trorl11cció11 Perspectiva: El des-pliegue de una clínica .... . ... 15

Capítulo 1 De psicoanálisis y otras historias .................... 33

Capítulo 2 Lo infantil y el niño en la teoría freudiana ......... 65

Capítulo 3 El sujeto en Lacan.


Apuntes para pensar el lugar
y la función del niño en psicoanálisis ......... .... 101

Capítulo 4 El lenguaje en la escucha


analítica con nifios .................................... 125

Capítulo 5 Hacia una articulación


topológica con la clínica .... .. ....... . .... .. ........ . 165
Tejiendo In c/f11icn. Entre el niiio y el Otro, se terminó de
imprimir el mes de octubre de 2012 en los Talleres
Gráficos de Grupo Editorial Elefante México, D. F.
Se tiraron 500 ejemplares en papel cultural de 90
gramos. Se utilizaron en su composición, elaborada
por Alejandra Torales M., tipos Palatino Linotype
10.5:13.2, 10:12.5.
Freud siempre consideró que lo inconsciente de la vida
anímica era lo infantil. No obstante, habrá que tener
cuidado de no reducir aquello inconsciente a una mera
cuestión del desarrollo infantil. En efecto, aquí tenemos un
libro que nos ayuda a entender la complejidad que surge
de aquello inconsciente, como vida anímica de lo infantil
plasmado dentro de la clínica. El valor de este texto e~
iniciar con una pregunta alrededor de la que giran las
reflexiones sobre la clínica psicoanalítica: ¿Por qué
recurrir a la topología lacaniana en el trabajo analítico
con niños? ¿Es posible pensar topológicamente el
psicoanálisis con niños? El propósito es poder dar cuenta
de otra escritura que se abre paso poco a poco, una
escritura de la topología, donde el compromiso recae en
leer a Lacan con Freud. Es una escritura que, por un lado,
se produce matemáticamente pero, por otro, no puede
hacerse sin la clínica: una clínica del significante donde
éste toma cuerpo. Si bien el niño no tiene por qué ser
recostado en un diván como el adulto, sí posee un
estatuto de sujeto por el simple hecho de tener un lugar
en su historia familiar, sitio que implica un entramado de
deseos que nos convoca al tejido clínico.

"La posición del inconsciente en fa a/fníca con niflos, fa fóglca de fa Intervención


y de la interpretación con nuestros anafizantes-niflos y sus padres, admiten ser
pensados topo/ógfcamente. Uo1a Stavchavsky lo pone de manifiesto en estas
páginas, en un libro generoso que extiende fa frontera móvil de la conquista
psicoanafflica".
- Pablo Peusner. psk;oanallsta argentino

"En este libro se lee, se discute, se problematiza y se propone sobre el


psicoanálisis con níflos. Se leen las elaboraciones de varios psicoanafistas, pero
principalmente los textos de Freud y la letra de Lacan. Se problematízan las
elaboraciones de Freud sobre la infancia y su concepto de niflo, aquella infancia
que se vincula con los sueflos, la represión y fa identificación. Por último, se
discute la pertinencia de un quehacer cffnico diferente cuando se trata de la
escuc/Ja de niflos, misma que es una lectura estructural. Un libro que propone
desentrañar la textura del entramado del deseo, el Otro, el fantasma y los
sfntomas en una artfculación refaclonal dentro de la c/fnica ps1coanalltlca".
- He// Morales Ascencfo, pstcoanatista meJdcano y autor de Olra historia de la sexualidad

(9 2012 Paradiso editores


www.paradiso-ed itores.com II][J

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