Para Spitz la depresión Anaclítica es un síndrome depresivo que sobreviene en el niño
privado de su madre después de haber tenido con ella una interacción cotidiana durante los primeros meses de vida. Esta puede desaparecer cuando el niño vuelve a tener contacto con ella. En cambio, el síndrome del hospitalismo refiere a la separación duradera de la madre y el niño, provocada por una estadía prolongada de este último en un medio hospitalario, y que entraña trastornos profundos de desorganización (marasmo), a veces irreversibles o de naturaleza psicótica. Spitz supone que en el desarrollo psíquico existen organizadores, es decir, estructuras de funcionamiento psíquico que resultan directrices en la integración incipiente, y que él denomina organizadores de la psique que se encuentran vinculados según una secuencia de desarrollo dependiente. El aporte fundamental de este investigador consistió en definir cuáles son estos organizadores, cómo se los puede detectar en la observación, y qué consecuencias tiene su aparición en el desarrollo de los siguientes. Etapa Pre-Objetal (0-3meses) El primer estadio descripto por Spitz abarca los primeros dos o tres meses de vida, y es denominado estadio de "no diferenciación", no objetal o anobjetal. En esta etapa no habría diferenciación "entre la psique y el soma, ni entre el Yo y el Ello" (Spitz, 1959). Considera tales conductas como presuntivamente inespecíficas, y supone que las respuestas frente a un estímulo determinado pueden producirse aleatoriamente. El estadio delimitado de aquella manera está caracterizado por la imposibilidad de postergar la gratificación y, por ende, por la ausencia del tiempo Primer Organizador: La Sonrisa Social En el curso del tercer mes se observa la aparición de una conducta afectiva específica que para Spitz resulta el indicador de que se ha establecido el primer organizador de la psique, dando lugar a un nuevo estadio. Esa conducta es la respuesta de sonrisa al rostro humano de frente. A partir del tercer mes, el bebé responde característicamente con una sonrisa a la presentación del rostro humano de frente. Este último hecho indica que el bebé no reconoce aún el rostro humano como objeto, sino más bien como una gestalt (forma)-señal privilegiada dentro del mundo caótico de las percepciones primarias. Esta gestalt-señal constituye un precursor del reconocimiento del objeto, y por ello el estadio que ahora se inicia es definido como pre-objetal o mejor del objeto precursor. Este estadio se extenderá hasta los seis u ocho meses de vida. Etapa del Objeto Precursor (3 – 7 meses) Es el comienzo de la segunda etapa, y esta comienza con la sonrisa. El objeto precursor en este caso sería el rostro humano, y se le llama precursor porque el niño/a no tiene un reconocimiento de lo que es el rostro determinado de una persona, sino que se siente atraido por lo que son los contornos, figuras, partes que resaltan del rostro como es la boca, nariz, ojos, etcétera. Es de esta forma en que la sonrisa se presenta como la primera manifestación activa, que es dirigida e intencional, y ahora pasa a tener un rol importante en lo que es su vida. Durante el primer trimestre, las gratificaciones más importantes (alimento y manipulación) han coincidido siempre con la visualización de un rostro humano de frente. Dicho estímulo se constituye entonces en una gestalt-señal afectivamente privilegiada entre las percepciones incipientes del mundo exterior. Los estímulos de desagrado resultantes de las pulsiones insatisfechas lo obligan a aceptar parte de ese mundo externo en tanto proveedora de lo necesario para eliminar aquel malestar. Así, la gestalt precursora, y luego la madre, llegan a ser aceptadas en tanto medios que eliminan la tensión. Puesto que se ha producido la experiencia repetida de que dichos objetos que brindan satisfacción, fueron obtenidos y perdidos numerosas veces, el bebé llega a aceptarlos como exteriores a él. Esta resultará, sí, reforzada por la experiencia de la previa satisfacción obtenida en el ámbito de dicha realidad, pero también por la de la previa frustración, que le permitirá al bebé salir gradualmente de la creencia omnipotente en su propia autosuficiencia, aceptando así la existencia independiente de los objetos externos. Las conductas, que antes eran aleatorias, se organizan ahora con un carácter direccional hacia un objeto específico de percepción: el objeto precursor. Este no es percibido todavía como una persona sino como un atributo gestáltico. Por eso no se habla de verdadero objeto libidinal, único e individual, sino de precursor del objeto, pero ya las respuestas a este objeto precursor no son aleatorias. Adquieren para este autor "el carácter de previsión y expectativa (...) indicado por la aparición de la respuesta sonriente, que representa una comunicación recíproca consciente. Es un intercambio de señales con el objeto...'' (Spitz, 1959). Las pulsiones, hasta aquí desorganizadas, se organizan y dirigen a un fin específico. La respuesta de sonrisa representa una conducta voluntaria, dirigida al mundo exterior. Como consecuencia de todo ello la experiencia psíquica del niño sufre un importante cambio cualitativo: ya no está dominada por la cenestesia, sino que a ella se le superpone la percepción sensorial del mundo exterior, que se tornará cada vez más discriminada. Segundo Organizador: La angustia del octavo mes Entre el sexto y el décimo mes se manifiesta una nueva conducta emocional, que el autor denominó angustia de los ocho meses. La misma señala el establecimiento de un segundo organizador de la psique. Spitz introduce esta etapa intermedia entre la supuesta ausencia de percepción de la realidad y la plena aceptación de ésta, que sobreviene durante este período con el establecimiento del segundo organizador, vinculando la realidad interna y la externa. La nueva característica del funcionamiento psíquico es consecuencia de que el niño ya distingue a la madre de los demás rostros humanos, y lo demuestra con su rechazo ante la aparición de un extraño. Tal rechazo se expresa por medio de conductas como el llanto, el mirar hacia otro lado, o el cubrirse la cara. Este comportamiento no se debe al temor a los desconocidos porque la misma experiencia produce interés si el desconocido aparece estando el niño junto a su madre. Además no es posible suponer un temor a lo desconocido, pues para el bebé lo desconocido es ese mundo al que está inclinado por una imperiosa necesidad evolutiva de exploración y control. Haber denominado esta reacción con el término angustia se debe a que se la interpretó como una consecuencia de la frustración provocada por no ser la madre esperada la figura que se presenta. La angustia manifestada como tal ante un desconocido indica el hecho de que el niño diferencia el semblante materno y le adjudica un lugar único entre todos los demás rostros humanos. Desde entonces y unos meses más adelante, el niño preferirá el rostro de su madre y rechazará todos los otros que difieran de él. Esto es, para el autor, lo que indica el establecimiento del objeto libidinal propiamente dicho. Esta exclusividad permite al niño crear vínculos estrechos que otorgan al objeto propiedades únicas e individuales. La angustia del octavo mes es la prueba de que el niño ha encontrado “la pareja con la cual puede formar relaciones de objeto en el verdadero sentido de la palabra” Etapa de Establecimiento del Objeto Libidinal (8-12meses): A consecuencia del establecimiento de este segundo organizador, se introduce un nuevo nivel de complejidad en el aparato psíquico, cuya consecuencia más notoria es que el niño puede distinguir entre conocidos y desconocidos. En esta etapa aparece el llanto ante extraños, lo cual es un indicador de que el bebé ya reconoce quien es la madre del resto de las personas. El bebé sabe bien que la mamá es quien cuida de el, quien le proporciona el alimento, lo ama y protege. Este hecho tiene importancia primordial en el desarrollo afectivo hacia el amor personal, ya que, como señala Spitz "un objeto de amor no puede existir hasta que no se haya vuelto distinguible de los demás". El niño comprende y responde a los gestos sociales, comprende y maneja el espacio más allá de la cuna, comprende las relaciones entre las cosas, que se transforman así en "instrumentos", distingue una cosa de otra (ya puede existir un juguete preferido), aparecen nuevos matices en la expresión afectiva, de manera que la misma se sitúa lejos de la primitiva polaridad aceptación-rechazo del estímulo. Ha habido progresos indudables en la memoria, la percepción, la comprensión del espacio y del gesto social, mientras se insinúan también los precursores evolutivos del proceso del pensamiento y de la facultad de juicio. Según este autor los procesos de maduración predominan en la constitución del primer organizador, de manera que su establecimiento se encuentra menos condicionado por la calidad de las relaciones objetales. En cambio, el segundo y el tercero resultan más vulnerables a las condiciones ambientales, que pueden facilitar o no su establecimiento. Tercer Organizador: Adquisición del NO Al rededor del primer año, es posible distinguir un tercer organizador, que Spitz identifica como el logro humano: el lenguaje verbal. El signo afectivo externo que anuncia al tercer organizador es el gesto "no", que aparece aproximadamente a los quince meses. Las consecuencias del establecimiento del mismo serían el desarrollo de la función semiótica y del lenguaje, lo cual implica la posibilidad del reemplazo de la acción por la comunicación semántica. El NO tiene un fin y es dar protección al bebé. Se trata de poner limites, para que cuando se verbaliza un NO el niño tenga la capacidad de obedecer, aunque obviamente es un proceso que en un inicio le va a costar entender. Logra aceptar el NO en el momento en que lo aprende por imitación del gesto.