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PUNTOS CRITICOS TASACIÓN DE COSTAS

SUMARIO
1. INTRODUCCIÓN: A) La costas procesales en la nueva LEC; B) Breve aproximación a la
regulación legal de la tasación de costas: entre la continuidad y la novedad.- 2. ALGUNOS
PUNTOS CRÍTICOS EN LA SOLICITUD, PRÁCTICA, IMPUGNACIÓN Y EJECUCIÓN DE
LA TASACIÓN DE COSTAS: A) La obligación de presentar los justificantes de pago de
las cantidades cuyo reembolso se reclama a través de la tasación; B) La legitimación para
solicitar la tasación la tiene la parte, no el profesional; C) La condena en costas al abogado
o perito cuando su minuta es considerada excesiva; D) Resolución que pone fin a la
impugnación por conceptos indebidos y recursos contra la misma; E) La ejecución por las
costas y el problema del título.

1. INTRODUCCIÓN

A) La costas procesales en la nueva LEC

En dos lugares se ocupa la nueva LEC de la materia relativa a las costas procesales. De
una parte, los arts. 241 a 246, que integran el Título VII del Libro I LEC, regulan la tasación
de costas. De otra, los arts. 394 a 398, que integran el Capítulo VIII del Título I del Libro II
LEC, hacen lo propio respecto de la condena en costas. Desde esta perspectiva, se
mantiene una incardinación sistemática similar a la que presentaba la LEC/1881 -arts. 421
a 429, para la tasación de costas, y art. 523 para la condena en costas-, incluida la
paradoja que suponía y supone regular en segundo lugar lo que es exigencia necesaria
para lo que se establece en primero: la tasación de costas, a la que, sabido es, sólo puede
accederse cuando hubiere un pronunciamiento firme de condena en costas (art. 242.1
LEC).
Junto a esta normativa, que constituye el núcleo básico en la materia que nos ocupa,
todavía cabe referir la existencia de una pléyade de preceptos sobre el régimen de
condena en costas en diversos supuestos, desde los más generales, como la previsión
contenida en el art. 539.2 LEC (para las costas y gastos de ejecución), hasta los más
específicos (sin ánimo exhaustivo: arts. 22.1.II, 240.3, 458, 471, o 481 LEC, entre otros
muchos).
Pues bien, si a la lógica limitación de estas líneas, sumamos la problemática que nos
sugiere la práctica cotidiana de una normativa como la apuntada, dos son las posibilidades
que se nos ofrecen. La primera, abordar una aproximación general y superficial a la nueva
regulación legal. La segunda, centrar el análisis en algunos aspectos y puntos concretos
que mantengan cierto hilo conductor. Como no podría ser de otra forma, ésta es la opción
por la que nos decantamos, y en su consecución pasamos a exponer una selección de
cuestiones relacionadas con la solicitud, práctica, impugnación y ejecución de la tasación
de costas en la nueva LEC, cuyo único mérito para presentarlas agrupadas no es otro que
el de suscitar una práctica controvertida que ya ha merecido la atención por parte de los
Juzgados y las Audiencias, aunque no siempre con respuestas homogéneas.
Sea como fuere, no parece prudente adentrarse en aspectos concretos sin ofrecer, si
quiera sea de forma breve, una panorámica general de la regulación de la tasación de
costas en la nueva LEC.

B) Breve aproximación a la regulación legal de la tasación de costas: entre la continuidad y


la novedad.

Como se apuntó, la nueva Ley Procesal Civil regula la tasación de costas en los arts. 241
a 246, que forman el Título VII del Libro I, que se ocupa de las disposiciones generales
relativas a los juicios civiles. Por su contenido, la nueva normativa transita entre las notas
de continuidad y novedad.
La continuidad se evidencia en el mantenimiento de exigencias tan lógicas como la
necesidad de un pronunciamiento firme de condena en costas previo a la tasación, o la
legitimación activa de la parte favorecida por la condena en costas (art. 242.1 LEC), junto a
la práctica de la tasación a cargo del Secretario Judicial que hubiera conocido del proceso
o recurso (art. 243.1 LEC), en la que no se podrán incluir los derechos correspondientes a
escritos y actuaciones que sean inútiles, superfluas o no autorizadas por la ley, así como
las partidas de las minutas que no se expresen detalladamente o se refieran a honorarios
no devengados en el pleito (art. 243.2.I LEC), la reducción a una tercera parte de la
cuantía del proceso de los honorarios de los abogados y demás profesionales no sujetos a
arancel, siempre que no se hubiera declarado la temeridad del litigante condenado en
costas (art. 243.2.II LEC), o la posible impugnación de la tasación por los conocidos
conceptos de excesivos e indebidos (art. 245.2 y 3 LEC), bien cierto que con algunos
matices por lo que respecta a su alcance y tratamiento procesal (de estas cuestiones ya se
ocupaba la LEC/1881 en los arts. 421 a 424, 427 y 429; cfr.).
En el apartado de novedades, cabe destacar:
1º) La definición de gastos del proceso como "aquellos desembolsos que tengan su origen
directo e inmediato en la existencia de dicho proceso"; género del que las costas
constituyen especie y de las que se ofrece una relación cerrada inspirada en el art. 6 LAJG
(art. 241.1 LEC).
2º) La facultad que tienen los titulares de créditos derivados de actuaciones judiciales para
reclamarlos de la parte que deba satisfacerlos sin esperar a que finalice el proceso y con
total desvinculación del eventual pronunciamiento sobre costas (art. 241.2 LEC).
3º) La necesidad de aportar -junto a la solicitud de tasación de costas- los justificantes
acreditativos de haber satisfecho las cantidades cuyo reembolso se reclama a través de su
inclusión en la tasación (art. 242.2 LEC), punto controvertido al que enseguida nos
referiremos.
4º) El traslado a las partes de la tasación de costas practicada por un plazo común de diez
días (art. 244.1 LEC), en lugar del sucesivo y preordenado de 3 días a que se refería el art.
426 LEC/1881.
5º) La expresa legitimación de la parte favorecida por la condena en costas para poder
impugnar la tasación por el concepto de indebidos por la no inclusión de los gastos
debidamente justificados y reclamados, o de la totalidad del importe las minutas de su
Abogado o profesional no sujeto arancel, y también por no haber incluido correctamente
los derechos de su Procurador (art. 245.3 LEC).
6º) La obligación de que el escrito de impugnación mencione las cuentas o minutas y las
partidas concretas a que se refiera la discrepancia y las razones de ésta, procediéndose a
su inadmisión caso contrario (art. 245.4 LEC).
7º) El establecimiento de un trámite de mantenimiento o modificación de la tasación de
costas a cargo del Secretario Judicial, cuando la misma hubiera sido impugnada por el
concepto de "excesivos" (art. 246.3.I LEC), trámite que no vincula al órgano jurisdiccional
como tampoco lo hace el informe o dictamen emitido por el Colegio al que pertenezca el
profesional minutante, con el agravante de que nada dice la norma acerca del instrumento
o forma de cumplimentar este trámite, si diligencia de ordenación, nueva tasación,
dictamen propiamente dicho, etc., y mucho menos sobre algo que entendemos
trascendente, el traslado a las partes de su contenido.
8º) En los supuestos de estimación total o parcial de la impugnación por el concepto de
"excesivos", se contempla la imposición de las costas del incidente al Abogado o al Perito
cuyos honorarios se hubieran considerado excesivos (art. 246.3.II LEC), con lo que se
llega al absurdo de condenar en costas a alguien que no ha sido parte en el incidente, a no
ser que pretendamos enmendar toda la jurisprudencia sentada sobre la titularidad de la
parte sobre el crédito en costas, que de no los profesionales que le defienden y
representan.
9º) La sustanciación del incidente de impugnación por el concepto de "indebidos" según
los trámites del juicio verbal (art. 246.4 LEC), remisión no exenta de controversia como
veremos. 10º) La tramitación simultánea de incidentes cuando una misma partida resulte
impugnada por "indebida" y "excesiva". En este caso, quedaría en suspenso la resolución
(no la tramitación) por este último concepto hasta tanto se decida si la misma es o no
debida (art. 246.5 LEC).

2. ALGUNOS PUNTOS CRÍTICOS EN LA SOLICITUD, PRÁCTICA, IMPUGNACIÓN Y


EJECUCIÓN DE LA TASACIÓN DE COSTAS

A) La obligación de presentar los justificantes de pago de las cantidades cuyo reembolso


se reclama a través de la tasación.

Como anotamos, una de las novedades de la nueva regulación se concreta en la


necesidad de aportar los justificantes acreditativos de haber satisfecho las cantidades cuyo
reembolso se reclama a través de su inclusión en la tasación de costas.
Sin un antecedente específico en la legislación que se deroga, establece el art. 242.2 LEC:
"La parte que pida la tasación de costas presentará con la solicitud los justificantes de
haber satisfecho las cantidades cuyo reembolso reclame".
Que esta previsión estaba destinada a ser protagonista de una controversia y casuística a
todas luces innecesaria, ya tuvimos ocasión de señalarlo con motivo de nuestra
intervención sobre "Costas", en la 2ª edición del Curso sobre la nueva Ley de
Enjuiciamiento Civil (Valencia, Bancaixa, mayo de 2001). La razón no era otra que lo
pretendido por la norma: que la parte favorecida por la condena en costas satisfaga
previamente todos aquellos gastos cuyo reembolso reclama a través de la tasación de
costas, gastos entre los que, obviamente, se encuentran los derechos del Procurador y los
honorarios del Abogado que han actuado a su instancia.
Ocioso resulta explicar que esta norma se encuentra en clara y evidente desconexión con
lo que ha venido siendo practica tradicional e inveterada desde la LEC/1881, y aún hoy: la
presentación de la cuenta y la minuta de los profesionales que han intervenido a instancia
de la parte que solicita la tasación de costas, sin mención alguna a la circunstancia de si
las mismas han sido o no previamente satisfechas, o de si ha mediado provisión de
fondos, excepto por lo que respecta a los gastos "suplidos", cuyo justificación de pago se
ha entendido necesaria para su inclusión en la tasación -caso de estimarse gasto útil o
necesario-, como ahora también lo es, no sólo por la vía del precepto que comentamos,
sino por la alusión del apartado núm. 3 del mismo art. 242, a la "cuenta detallada y
justificada de los gastos que hubieren suplido"; previsión predicable exclusivamente del
Procurador de los Tribunales, ex art. 26.2.7º LEC.
Quizá por ello, la controversia en la práctica no se ha centrado en todos aquellos gastos
procesales que, no obstante su consideración de costas (art. 241.1.II LEC), y por tanto
aptos para ser repercutidos en la tasación, han sido efectivamente suplidos por la parte
que la solicita. Más bien al contrario, la casuística se ha centrado casi en exclusiva en los
conceptos relativos a los derechos del Procurador y honorarios del Letrado (o perito),
cuando la parte que solicita la tasación de costas no justifica haber satisfecho previamente
dichos gastos procesales, no tanto por exigencia del órgano jurisdiccional, sino como
consecuencia de los recursos e impugnaciones que deduce la parte condenada en costas.
Desde un plano meramente exegético, el mandato del art. 242.2 LEC es coherente con la
obligación genérica que el art. 241.1 LEC impone a cada parte de satisfacer los gastos y
costas del proceso causados a su instancia -como sin duda lo son los de representación y
defensa- "a medida que se vayan produciendo". Si estos gastos deben satisfacerse a
medida que se van produciendo, ningún reparo se sigue para entender, como lo hace el
art. 242.2 LEC, que a la finalización del proceso, instancia o incidente, han de encontrarse
totalmente abonados, y que por tal motivo pueden (deben, al decir del la ley) adjuntarse
con la solicitud de tasación.
Y si a lo anterior, añadimos otras dos previsiones, la consecuencia no puede ser otra que
el cierre del sistema pergeñado por el legislador de presente. En primer lugar el art. 242.3
LEC, que posibilita la presentación en la Secretaría del órgano jurisdiccional de las minutas
y cuentas de aquellos profesionales que tuvieren algún crédito contra las partes que deba
ser incluido en la tasación de costas, una vez firme la resolución en que se hubiese
impuesto la condena en costas. En segundo lugar, el art. 241.2 LEC, por el que se faculta
a los profesionales para la reclamación de sus honorarios y derechos a la parte que
defienden o representan, sin necesidad de esperar a que el proceso finalice y con total
desvinculación de una hipotética condena en costas, ya sea por los cauces privilegiados
(arts. 34 y 35 LEC), ya por los cauces del juicio declarativo según la cuantía, o a través del
proceso monitorio. Pero una interpretación tan literal y estricta de la norma, además de
chocar con lo que ha sido y todavía es práctica cotidiana, puede resultar accidentada
desde una perspectiva procesal, como de hecho lo viene siendo, ya que o bien se recurre
la resolución que acuerda el trámite de tasación cuando con la solicitud no se acompañan
todos los justificantes, en especial los relativos al pago de minutas y cuentas, o bien se
impugna la propia tasación por entender indebidos los dichos conceptos en la medida que
no se ha justificado su previo pago. Más difícil resulta encontrar resoluciones judiciales por
las que se exija de oficio la estricta observancia de la norma a que hacemos referencia. En
todo caso, debe destacarse que los primeros pronunciamientos conocidos han venido a
mitigar el alcance de la previsión a que nos referimos.
Esta propia Revista, en su número inaugural, fue testigo de dos importantes resoluciones
de la Audiencia Provincial de Valencia: el Auto de 15 de mayo de 2001, de la Sección 9ª; y
la Sentencia de 4 de junio de 2001, de la Sección 10ª (véase el núm. 0/2001, págs. 168 y
169). Ambas resoluciones parten de una misma consideración: que si bien es cierto que el
art. 242.2 LEC exige la presentación de los justificantes de haber satisfecho las cantidades
cuyo reembolso se reclama mediante su inclusión en la tasación, también lo es que el
apartado 3 de dicho precepto posibilita que, una vez firme la resolución en que se hubiese
impuesto la condena, los profesionales que tengan algún crédito contra las partes que
deba ser incluido en la tasación, puedan presentar en la Secretaría del tribunal minuta
detallada de sus derechos u honorarios, y cuenta detallada y justificada de los gastos
suplidos. A partir de aquí difiere la interpretación de una y otra resolución, probablemente
porque tuvieron que entrar a resolver cuestiones planteadas en distintos momentos
procesales.
Así, en el caso resuelto por el Auto de 15-05-01, la dialéctica procesal se entabló desde la
resolución por la que se acordaba proceder a la práctica de la tasación de costas, no
habiéndose presentado los justificantes acreditativos del pago de la minuta y cuenta cuya
inclusión pretendía la parte favorecida. Entendía la parte condenada en costas que la
exigencia contemplada en el art. 242.2 era un requisito procesal de obligatoria
observancia, que al no cumplirse habría precluido, por lo que debía declararse la
inadmisión de la solicitud de tasación de costas, de forma análoga a lo previsto en el art.
269.2 LEC, que contempla la inadmisión de las demandas a las que no se acompañen los
documentos a que se refiere el art. 266 LEC en casos especiales (responsabilidad civil
contra Jueces y Magistrados, solicitud de alimentos, retractos, etc.). Lo cierto es que la
Sala estimó subsanable la omisión al amparo del art. 231 LEC y posibilitó su subsanación;
resolución contra la que se alzó en reposición la condenada en costas, dando lugar a la
solución recogida por el citado Auto de 15-05-01, en el que, no obstante estimar el recurso,
se acordaba la práctica de la tasación a la vista de la minuta de honorarios y cuenta de
derechos presentados, por entender que los justificantes tan solo deben ser solicitados "en
cuanto se trate de cantidades respecto de las que tenga derecho a reembolso".
El problema estriba quizás en que no se entra a concretar el alcance de la previsión, con lo
que se podría llegar a la conclusión de que sólo deben acompañarse los tan traídos
justificantes únicamente cuando previamente a la solicitud de tasación se hayan satisfecho
las cantidades a que los mismos se refieran, lo que vendría a suponer que no habiéndose
satisfecho previamente el gasto de que se trate no se viene obligado a presentar los
justificantes. De entenderse así -que es lo que parece interpretarse por la Sentencia de 4-
06-01-, habríamos llegado al punto de partida, es decir, que los justificantes que deben
acompañarse no son otros que los relativos a los gastos que efectivamente hubieran sido
suplidos por la parte que interesa su inclusión en la tasación, con el lógico fin de
reembolsarse de los mismos a través del pronunciamiento de condena a su favor.
Efectivamente, la Sentencia de 4-06-01 pasó a resolver la impugnación deducida por la
parte condenada en costas, que entendía indebidas las partidas relativas a la minuta de
honorarios del Letrado y cuenta de derechos del Procurador, dado que no se adjuntaban
los justificantes de haber satisfecho previamente las cantidades a que las mismas se
contraían, infringiendo por tanto lo dispuesto en el art. 242.2 LEC, precepto que, al decir de
la sentencia citada, "no es aplicable a los honorarios de los Abogados y de los
Procuradores, a los que se refieren los apartados 3, 4 y 5 del mismo artículo, y cuya
justificación proviene de su intervención en el pleito, acreditada a través de las propias
actuaciones, sino a los gastos conocidos con la denominación de "suplidos", a los que sí
afecta el régimen establecido en el apartado 2 del artículo 242 de la Ley procesal civil".
Sin embargo, no se agota en el plano procesal la casuística del precepto a que venimos
haciendo referencia, hasta el punto de haber sido objeto de una consulta a la Agencia
Estatal Tributaria, en especial por lo que hace: 1º) Al alcance del art. 112.3 de la Ley
General Tributaria, que establece que "los Juzgados y Tribunales deberán facilitar a la
Administración tributaria, de oficio o a requerimiento de la misma, cuantos datos con
trascendencia tributaria se desprendan de las actuaciones judiciales de que conozcan,
respetando, en todo caso, el secreto de las diligencias sumariales", así como las
consecuencias que recogen los arts. 78.1.b y 83.2 de la referida ley, en el plano de
infracciones y sanciones; 2º) La trascendencia fiscal por aquellas minutas en las que no
aparece repercutido el tipo del IVA, por la circunstancia de encontrarse el Abogado
minutante en régimen de relación laboral o de prestación de servicios mediante sistema de
iguala; y 3º) La trascendencia de la no acreditación documental del abono de honorarios a
letrados por entidades que, empero, si acreditan dicho concepto en la tasación de costas
por cantidades exorbitantes.
La consulta anteriormente extractada fue evacuada por D. Juan Luis Bañón, Secretario
Judicial del Juzgado de Primera Instancia de Instrucción de Orihuela, en fecha 23 de junio
de 2000, y no consta que hasta la fecha haya sido respondida; una reseña más completa
de la misma puede consultarse en la página Web del CGPJ (en Foro de debate para la Ley
de Enjuiciamiento Civil, apartado: "Condena en costas. Tasación de costas", epígrafe 5).

B) La legitimación para solicitar la tasación la tiene la parte, no el profesional.

Aunque la LEC es clara en este punto, a menudo se confunde lo que es la facultad para
solicitar la inclusión de honorarios, derechos y gastos, por los profesionales que tengan
pendiente algún crédito que deba ser incluido en la tasación, una vez firme la resolución en
que se hubiese impuesto la condena en costas (art. 242.3 LEC), con lo que es la
legitimación para solicitarla, que la ley atribuye en exclusiva a la parte favorecida por la
imposición de las costas, precisamente a su contraria (así se deduce explícitamente del
art. 242.1, al final, pero también del art. 242.2, en la medida que sólo puede solicitar el
reembolso de cantidades quien tenga derecho a ser resarcido de las mismas).
Lo anterior se trae a colación por la práctica, cada vez más extendida, de presentar
escritos encabezados por el Procurador de la parte que ha resultado favorecida por la
condena en costas, pero aclarando que se verifica en su propio nombre y derecho (en el
del Procurador presentante), para, acto seguido, realizar dos cosas, una coherente con la
previsión del art. 242.3, que es la de presentar la cuenta de derechos y gastos para su
inclusión en la tasación de costas, en atención a que todavía no le ha sido abonada por su
poderdante (y lo mismo cabría decir, cuando lo que se pretende es la inclusión de la
minuta del Letrado), y otra que no lo es a causa de la aclaración que se realiza al inicio del
escrito; nos referimos a la solicitud de que se practique la tasación de costas para que se
incluya la cuenta de derechos y minuta de honorarios presentadas, trance procesal que
únicamente puede ser solicitado por la parte vencedora en costas, parte a la que
precisamente representa el Procurador, pero de la que se hace expresa exclusión para el
trámite de tasación de costas, con lo que llegamos al absurdo de admitir la cuenta y
minuta, pero diferir la realización de la tasación al momento en que sea solicitada por parte
legitimada.
Los artículos apuntados ofrecen pocas dudas: la solicitud de tasación de costas se vincula
al concepto y cualidad de parte ("antes de que la contraria solicite dicha tasación" o "la
parte que pida la tasación", ex art. 242.1 y 2), reservándose a los profesionales
intervinientes en el proceso la mera facultad de presentar las minutas y cuentas para su
inclusión en la tasación de costas, una vez firme la sentencia o auto en que se hubiese
impuesto la condena ("podrán presentar", ex art. 242.3).
¿Qué ocurre si no se acuerda la práctica de la tasación porque no se solicita por la parte?,
¿Acaso queda perjudicado el derecho de crédito del profesional? Por supuesto que no, ya
que en todo caso va a poder reclamar de su cliente moroso lo devengado y debido en
virtud del vinculo obligacional existente entre ambos (contrato de mandato o arrendamiento
de servicios, en función de si se trata de Procurador o Abogado), con la única prevención
del plazo de prescripción, que será el de tres años (art. 1967.1ª CC).

C) La condena en costas al abogado o perito cuando su minuta es considerada excesiva.

No sólo de novedad, sino de extravagante, cabe calificar el singular régimen de condena


en costas para el incidente de impugnación de la tasación por el concepto de "excesivos",
en los casos de estimación total o parcial del mismo. A él se refiere el art. 246.3.II LEC,
que distingue en sus dos incisos entre la desestimación total, y la estimación total o parcial
del incidente.
Conforme al primero de sus incisos: "Si la impugnación fuere totalmente desestimada, se
impondrán las costas del incidente al impugnante". Nada que oponer hasta aquí, por la
sencilla razón de que esta previsión es coherente con el criterio objetivo o del vencimiento
recogido con carácter general por el art. 394.1 LEC ("en los procesos declarativos, las
costas de la primera instancia se impondrán a la parte que haya visto rechazadas todas
sus pretensiones..."), aunque, por otra parte, se eche a faltar en esta sede la excepción a
dicho principio, por la que se permite al tribunal no imponerlas, no obstante el vencimiento
total, en atención a la complejidad del caso ("salvo que el tribunal aprecie, y así lo razone,
que el caso presentaba serias dudas de hecho o de derecho"), como desde luego lo son
en alguna ocasión las impugnaciones por el concepto de "excesivos". Conviene retener, en
todo caso, que las costas se imponen a la "parte" impugnante.
Conforme al segundo: "Si fuere total o parcialmente estimada, se impondrán al abogado o
perito cuyos honorarios se hubieran considerado excesivos". Como avanzamos, este
precepto nos parece extravagante por los siguientes motivos:
1º) Porque una norma tal se aparta del régimen general de condena en costas del art. 394
LEC, sin razón alguna que lo justifique, agrupando en un solo supuesto lo que son dos
hipótesis perfectamente diferenciadas, de forma que a una de ellas sí le correspondería la
aplicación del criterio general del vencimiento -estimación total-, aunque con la facultad de
excepción atendida la complejidad del caso, pero no a la otra -estimación parcial-,
supuesto para el que el art. 394.2 LEC dispone la regla general de que "cada parte
abonará las costas causadas a su instancia y las comunes por mitad", pero no cuando
"hubiere méritos para imponerlas a una de ellas por haber litigado con temeridad".
2º) Porque, continuando con la argumentación anterior, la imposición de las costas de la
impugnación en los dos supuestos de estimación total o parcial deviene siempre
imperativa, sin que se conceda al órgano jurisdiccional facultad alguna para mitigar los
rigores de una previsión de estas características, cuando sin embargo si se le reconocen
con carácter general para los casos de vencimiento total e incluso parcial (cfr. art. 394.1 y
2 LEC). 3º) Porque se viene a establecer la condena en costas de alguien que no ha sido
parte ni en el proceso ni en el incidente: el Abogado o Perito, profesionales que tienen
como único merito para tamaño desatino el haber intervenido en defensa u ofreciendo sus
especiales conocimientos a la parte que ha resultado favorecido por la condena en costas
y que es la que pretende la inclusión de los honorarios de estos profesionales en la
tasación de costas. Si lo pretendido en realidad era evitar que vía tasación de costas se
repercutan honorarios desorbitados aprovechando la condena en costas del contrario,
distintas eran las posibilidades que se le ofrecían al legislador, ciertamente que complejas
y en las que debería haber ahondado antes de establecerlas, aunque en todo caso
mejores que el sin sentido de condenar en costas a alguien que no ha sido parte en el
proceso. Así, desde alguna formula arbitral en la que se propiciase la participación del
Colegio oficial al que perteneciese el profesional cuya minuta hubiese resultado
impugnada, junto a las Asociaciones de Consumidores y Usuarios, hasta sanciones o
multas por el abuso en la minutación o facturación, bien entendido que desligando lo que
habría de quedar en el plano colegial, de lo que continuaría en el ámbito de la jurisdicción.
Desgraciadamente no es esto lo que contempla la norma y por ello se vienen apuntando
las mil y una soluciones para mitigar el rigor desmesurado de la misma, como, por
ejemplo: a) Informar -con ocasión de rendir el Dictamen colegial a que se refiere el art.
246.1 LEC-, sobre la razonabilidad de la minuta impugnada a los efectos de que esta
circunstancia pueda ser valorada por el tribunal al resolver el incidente; b) Otorgar un valor
económico testimonial a las partidas y normas de honorarios profesionales que recojan
esta vicisitud; c) Cumplimentar un pacto previo entre profesional y cliente, por el que se
contemple el derecho del primero a reembolsarse del segundo, caso de resultar
condenado por defender la legitimidad de la cantidad minutada como honorarios
profesionales; d) La aceptación de la reducción de honorarios solicitada de contrario, ex
art. 246.1 LEC, con la única finalidad de evitar una eventual condena en el incidente; y e)
El auspicio del contraste de esta cuestión en sede constitucional, ya sea vía del recurso de
amparo, ya como cuestión de inconstitucionalidad (inéditas hasta lo que conocemos).

D) Resolución que pone fin a la impugnación por conceptos indebidos y recursos contra la
misma

Referir cuál es la resolución que debe poner fin a la impugnación de la tasación de costas
por el concepto de "indebidos" puede parecer cuestión extremadamente obvia y desde
luego nada controvertida, sobre todo si reparamos en la existencia de un buen número de
resoluciones de las Audiencias Provinciales que vienen a resolver los recursos de
apelación interpuestos contra las sentencias dictadas por los Juzgados de Primera
Instancia en incidentes de tasación de costas por el concepto de "indebidos". Y si a lo
anterior le añadimos una interpretación apresurada del art. 246.4 LEC, marcada por la
regulación pretérita sobre la materia, la conclusión no puede ser otra que la artificiosidad
de la cuestión que planteamos: el incidente de impugnación de la tasación de costas por
partidas indebidas se resuelve por sentencia, y contra la misma cabe interponer recurso de
apelación. Sin embargo, las cosas no son siempre lo que parecen, y no es esta la
interpretación que entendemos más exacta por lo que respecta a la remisión que realiza el
art. 246.4 LEC.
No obstante, antes de abordar una interpretación rigurosa de la norma de presente se
hace necesario recordar cuál era la situación con la ley anterior, ya que su lectura nos dará
la clave para deslindar una previsión que sí realizaba una remisión normativa precisa y
clara -como sin duda lo era el art. 429 LEC/1881-, de otra -como el art. 246.4 LEC- que
deja en la ambigüedad punto tan trascendente como el de la resolución que cabe dictar
para resolver la impugnación por "indebidos", aspecto que a su vez condiciona el de la
recurribilidad de la resolución en cuestión.
Establecía el art. 429 LEC/1881 que, cuando fuese impugnada la tasación por el concepto
de indebidos, "se sustanciará y decidirá esta reclamación por los trámites y con los
recursos establecidos para los incidentes". Así las cosas, ningún obstáculo se seguía para
entender que la remisión no se detenía en el cauce procesal que cabía reportar a la
tramitación del incidente, sino que, por el contrario, se extendía tanto a la decisión como a
los recursos; por lo que resultaba plenamente aplicable la previsión contenida en el art.
758 LEC/1881 (en sede de incidentes), que disponía que celebrada la vista o transcurrido
el plazo para solicitarla, sin haberlo hecho, "el Juez dictará sentencia dentro del quinto día.
Esta sentencia será apelable en un solo efecto". La norma en cuestión no podía ser más
clara. Pero esta claridad no se encuentra presente en el art. 246.4 LEC, al establecer que
cuando sea impugnada la tasación por haberse incluido en ella partidas de derechos u
honorarios indebidas, o por no haberse incluido en aquella gastos debidamente justificados
y reclamados "se convocará a las partes a una vista continuando la tramitación del
incidente con arreglo a lo dispuesto para el juicio verbal".
Dos son los hitos procedimentales a los que alude el precepto. El primero, la convocatoria
de las partes a una vista. El segundo, la prosecución de la tramitación del incidente
conforme a las normas del juicio verbal. Por lo que aquí interesa, conviene detenerse en la
segunda de las precisiones. En principio podría parecer superflua la precisión de que la
tramitación del incidente habrá de continuar conforme a lo dispuesto para el juicio verbal,
dado que el propio inciso aclara que se convocará a las partes en el incidente a una vista,
de forma análoga a lo que dispone el art. 440.1 LEC para el propio juicio verbal, pero la
precisión es del todo necesaria, dado que una cosa es la convocatoria a la vista, y otra
distinta la normativa que regula el desarrollo de dicho acto, de forma que la remisión
deviene imprescindible y, básicamente, alcanzaría al contenido de los arts. 442, 443 y 445
LEC, aunque, por el lugar en que nos detenemos, no creemos que la impugnación deba
resolverse por sentencia. A esta cuestión se refiere el art. 446 LEC, precepto que, a
nuestro juicio, no resulta aplicable por las siguientes razones:
1ª) Por que, a diferencia de lo que acontecía con la legislación pretérita, la remisión no se
extiende a la decisión de la reclamación por indebidos (aspecto éste que expresamente se
recogía en el art. 429 LEC/1881, junto con la mención a los recursos).
2ª) Por que el propio art. 246.4 LEC, en el inciso trascrito, nos recuerda la naturaleza de la
reclamación en cuestión, naturaleza que no es otra que la de un incidente. Y tanto por
aplicación de las normas generales relativas a la utilización de las distintas resoluciones
judiciales, como por las particulares propias de los incidentes, la conclusión es la misma: la
resolución debe revestir la forma de auto y no de sentencia.
En efecto, conforme al art. 206.2, regla 2ª LEC, "se dictarán autos cuando se decidan...,
cualesquiera cuestiones incidentales, tengan o no señalada en esta ley tramitación
especial", y a la misma conclusión cabría llegar por la vía del apartado núm. 3 del artículo
citado, para aquellos que consideran esta actuación como propia del proceso de ejecución,
y también por exclusión del art. 206.2, regla 3ª LEC, que recoge los casos en los que debe
dictarse sentencia, entre los que no se encuentra la resolución de incidentes.
Ya en sede de cuestiones incidentales, el art. 393.3 y 4 LEC dispone la convocatoria de las
partes a una comparecencia, que se celebrará conforme a lo dispuesto para las vistas de
los juicios verbales, tras cuya celebración (con formulación de alegaciones y práctica de
prueba, en su caso), si la cuestión fuere de previo pronunciamiento, habrá de dictarse auto
en el plazo de diez días. La ley únicamente autoriza la resolución de la cuestión incidental
por sentencia cuando esta fuere de especial pronunciamiento (art. 389 LEC), en cuyo
caso, "será resuelta, con la debida separación, en la sentencia definitiva" (art. 393.4 LEC),
lo que no acontece en el caso examinado.
De ninguna forma autoriza la ley que se dicte sentencia para resolver la impugnación de la
tasación de costas por indebidos. La resolución adecuada es aquella que reviste la forma
de auto. Es partir de aquí desde donde debe cuestionarse la impugnabilidad de la citada
resolución, o lo que es lo mismo, ¿qué recursos pueden interponerse contra este auto? En
principio, dos son las posibilidades: el recurso de reposición y el recurso de apelación. Que
nos decantemos por uno u otro va a depender del carácter definitivo o no que
reconozcamos al auto que pone fin al incidente que nos ocupa, y ello en la medida que el
art. 451 LEC dispone la recurribilidad mediante reposición de los autos "no definitivos",
mientras que el art. 455.1 LEC posibilita la apelación de los autos "definitivos y aquellos
otros que la ley expresamente señale". Con todo, la alternativa entre uno y otro recurso
sólo va a centrarse en el apuntado carácter del auto en cuestión (definitivo o no), habida
cuenta que, en este punto, la ley (art. 246.4 LEC) no señala expresamente que el auto sea
apelable.
¿Es o no definitivo el auto que resuelve la impugnación por indebidos? La solución nos la
ofrece el art. 207.1 LEC, al disponer: "son resoluciones definitivas las que ponen fin a la
primera instancia y las que decidan los recursos interpuestos frente a ellas". Pues bien, el
auto a que nos referimos ni pone fin a la primera instancia ni resuelve recurso alguno
interpuesto, precisamente, contra resolución que ponga fin a la primera instancia, de lo que
se sigue su consideración de resolución no definitiva y, consecuentemente, su aptitud para
ser recurrido en reposición, a tenor de lo que indica el art. 451 LEC, pero no a través del
recurso de apelación, dado que ni es auto definitivo, ni la ley señala expresamente esta
posibilidad, ex art. 455.1 LEC.
Hasta aquí la interpretación que entendemos más correcta, avanzada en parte en nuestra
intervención sobre Costas, en la 2ª edición del Curso sobre la nueva Ley de Enjuiciamiento
Civil (Valencia, Bancaixa, mayo de 2001).
Pero, ¿qué opinan los Juzgados y Audiencias Provinciales?, y más concretamente,
¿cuáles son las soluciones que ofrece la Audiencia de Valencia frente a esta disyuntiva, si
es que ha sido planteada? Bien, con carácter general y como aclaramos al principio de
este epígrafe, diríase que nada ha cambiado en nuestra normativa procesal civil, dado que
se mantiene el mismo estado de cosas que con la antigua ley: se siguen dictando
sentencias que resuelven recursos de apelación frente a sentencias de Juzgados de
Primera Instancia decidiendo impugnaciones de tasaciones de costas por conceptos o
partidas indebidas. Sin embargo, esta solución ya no es monolítica.
En efecto, el Auto de 1 de octubre de 2001, de la Sección 7ª de la Audiencia Provincial de
Valencia avanzó una línea interpretativa divergente con la siguiente argumentación:
"sustanciada la impugnación de la tasación de costas por los trámites de la nueva Ley de
Enjuiciamiento Civil artículos 246-4º, la resolución que pone fin a la misma no es
susceptible de apelación por cuanto la misma no prevé dicha posibilidad no estando
comprendida en las resoluciones recurribles en apelación establecidas con carácter
general en el artículo 455-2ª (sic), al no existir previsión expresa de recurso ante la
resolución que pone fin a la impugnación"; motivo por el que procedía declarar la
inadmisibilidad del recurso de apelación interpuesto contra dicha resolución. Pero una
cosa es el sentido de la decisión, claro por lo demás, y otra la exhaustividad en la
argumentación, máxime si reparamos en el giro copernicano que venía a comportar una
solución tal. Quizá por ello, posteriores resoluciones de la misma Sección 7ª han venido a
desarrollar su argumentación inicial, resoluciones entre las que cabe citar el reciente Auto
de 5 de diciembre de 2001, en el que se realiza un prolijo examen de la cuestión.
En primer lugar, se detiene el Auto citado en la regulación de las cuestiones incidentales
en la nueva LEC, distinguiendo dos grupos en orden a su tramitación. El primero,
comprensivo de las cuestiones de especial pronunciamiento y de las necesitadas de previo
pronunciamiento, que habrán de sustanciarse conforme a lo previsto en los arts. 392 y 393
LEC. El segundo, a tenor de lo dispuesto en el art. 388 LEC, comprendería a todo tipo de
cuestión incidental que no tenga señalada en la Ley Procesal Civil otra tramitación. Con lo
que todavía quedaría un tercer grupo, que comprendería a las cuestiones incidentales con
norma específica sobre su tramitación, grupo al que pertenecería, por tanto, el incidente
que nos ocupa, en la medida que para el mismo dispone la Ley una tramitación específica.
Así las cosas, "la primera conclusión a la que se llega es que el incidente de impugnación
de la tasación de costas por el concepto de indebidos no se tramita conforme a las normas
generales de los incidentes, sino por las específicas contenidas en el artículo 246-4º de la
L.E.C.".
Establecido lo anterior, se plantea el Auto que comentamos, "si la remisión a los trámites
del juicio verbal determina que el incidente deba concluir por sentencia o, por el contrario,
por auto", punto en el que se trae a colación la previsión contenida en el art. 206.2.2ª LEC
para llegar a la misma conclusión de que se dictarán autos "cuando se decida sobre
cualesquiera cuestión incidental, tengan o no señalada en esta ley tramitación especial",
citándose igualmente la norma de la regla 3ª del precepto citado, para el supuesto de que
se entendiera que el incidente lo es en un proceso de ejecución y no de declaración. Por lo
tanto -concluye el auto- "la resolución que pone fin al incidente es un auto y no una
sentencia".
Y desde esta perspectiva es desde la que se aborda la segunda cuestión: "si contra dicha
resolución es posible preparar e interponer recurso de apelación"; respuesta que, de forma
análoga a lo que argumentamos, se condiciona al carácter de definitivo o no del auto en
cuestión, y para ello se citan los arts. 455.1 y 207.1 LEC -no así el art. 451 LEC
(examinado supra), dado que la resolución que comentamos no se ocupa de discernir qué
recurso es el posible; únicamente si es admisible el recurso de apelación-, para llegar a la
conclusión de que no tiene naturaleza de resolución definitiva en la medida que no se
encuentra en las indicaciones del art. 207.1 LEC, por lo que no es posible la interposición
de recurso de apelación.
Se repara también en la previsión contenida en el art. 562.1.2º LEC, llegando a idéntica
conclusión de que no cabe recurso de apelación en la medida en que nada se indica
expresamente. A nuestro juicio, este precepto únicamente sería aplicable al supuesto de
que la impugnación se refiriese a costas de ejecución, ello por entender que la
determinación de las costas es un acto "ex ante" ejecución (argumento, ex art. 572.1 LEC).
Por último, señala el Auto de 5-12-01 de la Sección 7ª, que la conclusión a la que se llega
es similar a la prevista en otro incidente de similar naturaleza, como el previsto en el art. 35
LEC, que regula la reclamación de honorarios de los Abogados frente a la parte a la que
defienden, y que, en lo que aquí interesa, remite a lo dispuesto a los párrafos 2º y 3º del
art. 34.2 LEC, esto es, resolución del incidente de oposición por medio de auto "que no
será susceptible de recurso".
Se quiera o no, el incidente de impugnación de la tasación de costas por el concepto de
indebidos debe resolverse por medio de auto contra el que no cabe recurso de apelación
(pero si de reposición, argumento ex art. 451 LEC), habida cuenta su carácter "no
definitivo". Esta es la única conclusión posible a no ser que violentemos toda una serie de
preceptos legales, como los que hemos tenido ocasión de citar tanto por nuestra parte,
como en la exhaustiva argumentación del Auto de 5-12-01, cuyo exacto contenido puede
consultarse en el apartado de jurisprudencia civil de esta misma Revista.

E) La ejecución de las costas y el problema del título

La última de las cuestiones a tratar es la relativa al título para la ejecución de las costas, y
nuevamente podría concluirse en la artificiosidad de este pretendido problema, ya que el
órgano jurisdiccional competente para la ejecución no es otro que el que conoció del
asunto en primera instancia (art. 545.1 LEC), de forma que si fue éste el que condenó en
costas, pocos problemas se podrán plantear en la medida que la sentencia firme de
condena es el primero de los títulos que se relacionan en el art. 517.2.1º LEC, y lo mismo
cabría decir de resolución distinta a sentencia por vía del art. 517.2.9º LEC.
Obviamente, la cuestión no parece tan simple, como viene a demostrarlo la circunstancia
de las más variadas exigencias y respuestas judiciales en este punto, no exentas de
contradicción. Desde órganos que exigen como único título la resolución que contiene el
pronunciamiento firme de condena en costas (título ejecutivo, ex art. 517.2.1º y 9º LEC,
según se trate de sentencia firme de condena o resolución judicial distinta que lleve
aparejada ejecución), hasta los que reconocen esta cualidad tan solo al auto que aprueba
la tasación de costas (título ejecutivo, ex art. 517.2.9º, en relación con el art. 242.1, ambos
LEC) -no obstante olvidar que la actual LEC no contempla el trámite de aprobación de la
tasación de costas en los casos en los que no media impugnación, que son mayoría-,
pasando por los que exigen ambas resoluciones (la resolución que contenga el
pronunciamiento firme de condena en costas más el auto aprobatorio de la tasación, o
expresión de que no se ha formulado impugnación contra la misma una vez transcurrido el
plazo de diez días a que se refiere el art. 244.1 LEC. Es ésta última solución la que
entendemos más acertada si observamos la naturaleza dineraria de la ejecución por
costas, por lo que únicamente a través del trámite de la tasación costas puede llegarse a la
cantidad líquida que exige el art. 572.1 LEC para el despacho de ejecución. No bastará
pues con un título que condena, pero que no determina cuál es la cuantía a la que
condena y por la que debe ejecutarse.
Y todavía se complica más la cosa por la dicción del art. 242.1 LEC: "..., se procederá a la
exacción de las mismas por el procedimiento de apremio, previa su tasación", precepto
heredero del art. 421 LEC/1881, pero que hoy debe ser tamizado por el filtro del proceso
de ejecución, en el sentido de que no bastará para la ejecución por este concepto con que
la parte favorecida por dicho pronunciamiento solicite la tasación de costas, sino que, una
vez aprobadas, deberá solicitar su ejecución conforme a las reglas generales y particulares
de la misma.
Por supuesto que no hará falta aportar título ejecutivo alguno cuando los mismos hayan
sido dictados por el tribunal competente para conocer de la ejecución a tenor de lo que
dispone el art. 549.2 LEC. Sin embargo, sí que devendrá necesario en todos aquellos
supuestos en los que la condena y la tasación vengan impuestas y practicadas por tribunal
distinto (por ejemplo, condena en las costas de la apelación). En este punto adquiere
especial importancia la omisión normativa por lo que respecta a la aprobación de la
tasación de costas no mediando impugnación, supuesto del que nada dice la LEC, ni en el
lugar en que debía hacerlo (al regular la tasación de costas), ni tampoco en el art. 206
(relativo a las distintas clases de resoluciones judiciales, y los casos en que deben dictarse
unas y otras).
Desde la postura que estimamos más razonable -la necesidad no sólo de la resolución que
contenga el pronunciamiento firme de condena en costas, sino también de aquella que
determina la cantidad exacta en que las mismas han quedado aprobadas-, ésta
circunstancia de ausencia de previsión legal para dictar auto aprobatorio no mediando
impugnación ha venido a complicar las cosas, especialmente cuando se solicita la
ejecución ante órgano competente, pero distinto del que condena y tasa las costas, hasta
el punto de que conocemos prácticas que vienen a exigir un testimonio comprensivo de la
tasación de costas practicada y las actuaciones posteriores (traslado a las partes y
transcurso del plazo de diez días sin impugnación). Demasiadas complicaciones para algo
que puede resolverse dictando una resolución tradicional en la práctica, y desde luego no
prohibida. Esta es la solución que propugnamos.

Tres polémicas en las costas del proceso de ejecución

Por D. Alberto Martínez de Santos

Letrado de la Administración de Justicia

| 02.06.2017
I. Tres interminables polémicas en las costas del proceso ejecución

Pese al tiempo transcurrido desde la entrada en vigor de la Ley de


Enjuiciamiento Civil y a las voces que desde la práctica reclaman una regulación
clara -lo que no significa, rigurosa- de los costes en el proceso y no simples
retoques de los artículos que la Ley de 1881 –EDL 1881/1- dedicaba a la tasación
de costas, sucede que después de la fase declarativa del proceso, podemos
encontrarnos con alguna sorpresa perfectamente evitable en la liquidación de
aquellos, los costes y de estas. Dejando al margen el ya famoso domicilio del
aptdo. 5 del art.32 LEC-EDL 2000/77463-, sus relaciones con el art.51 LEC y a
la imposibilidad de su aplicación en el caso de sociedades que solo funcionan en
internet, así como los interrogantes que plantean las costas en la ejecución
provisional y en la oposición a la ejecución, nos ocuparemos en este trabajo de
tres interrogantes que en esa fase del proceso siguen sin solución o, que tienen
tantas como interpretes se han ocupado de su estudio, lo que solo puede
garantizar una indeseable falta de seguridad jurídica: la aplicación del límite del
art. 394.3 LEC en el proceso de ejecución, las costas en la ejecución de los
decretos o de los autos aprobatorios de tasaciones de costas y las costas en la
ejecución del proceso monitorio.

1. La aplicación del límite del art. 394.3 LEC -EDL 2000/77463- en el


proceso de ejecución

Dice el art.394.3 LEC -EDL 2000/77463- que cuando se impusieren las costas al
litigante vencido, éste sólo estará obligado a pagar, de la parte que corresponda
a los abogados y demás profesionales que no estén sujetos a tarifa o arancel, una
cantidad total que no exceda de la tercera parte de la cuantía del proceso, por
cada uno de los litigantes que hubieren obtenido tal pronunciamiento; límite
que no se aplicará cuando el tribunal declarase la temeridad del litigante
condenado en costas.

Y sobre la aplicación de este mandato al proceso de ejecución existen dos


posturas claramente encontradas. La primera señala que no sería aplicable por
lo dispuesto en el art. 539 LEC -EDL 2000/77463-. Esta norma recoge que
serán de cargo del ejecutado todas las costas de la ejecución, sin necesidad de
expresa imposición y, además resultaría injustificado aplicarlo de forma general
ya que supondría un perjuicio para el acreedor y un beneficio para quien
incumplió voluntariamente una resolución judicial firme, obligándole a acudir a
la vía de apremio(1).
Lo que sucede es que cuando el legislador ordena en el proceso de ejecución que
las costas sean a cargo del ejecutado es porque entiende que litiga con
temeridad, no habiendo necesidad de que así se declare. Por contra, cuando se
trate de incidentes con matizaciones en la imposición de costas, el límite
previsto en el art. 394.3 LEC -EDL 2000/77463- sería de aplicación, salvo que el
tribunal declarase la temeridad del litigante condenado a las costas del
mismo(2).

Una segunda postura parte del hecho que la ley no establece una regulación
específica para las costas en el proceso de ejecución (art. 539.2 LEC -EDL
2000/77463-). Falta de regulación que nos abocaría a la aplicación analógica del
art. 394.3 LEC o, a una aplicación extensiva que estaría en el ánimo del
legislador, pues si la razón de ser de la limitación se encuentra en evitar que la
condena en costas pueda servir de base para cometer abusos al facturar el
importe de los trabajos profesionales, en mayor medida quedaría justificada en
la ejecución, en la que el despliegue de la actividad profesional del letrado
normalmente es menos dificultosa. Pero es que los arts. 561.1 y 575 LEC nos
darían soporte normativo para esa aplicación analógica: el primero establece
que el auto que desestime la oposición (por motivos de fondo) condenará en las
costas de ésta al ejecutado conforme a lo dispuesto en el art. 394 LEC, por lo que
hace una remisión en bloque a la normativa que para las costas se establece en
la fase declarativa; el segundo, el art. 575 LEC, fija otro límite en el despacho de
la ejecución para la cantidad prevista para intereses y costas, que no podrá
superar el 30% de la que se reclame en la demanda ejecutiva(3).

Sentado lo anterior es innegable que el art. 394 LEC contiene los principios y
reglas generales sobre la condena en costas y en aquellos aspectos de su
normativa no recogidos en ningún precepto especial y que carezcan de
regulación específica, como sería el caso del límite cuantitativo del apartado
tercero, que no se contempla ni se contradice de ningún modo en el art. 539.2
LEC, tendrán plena vigencia y aplicación en toda clase de procesos y en
particular en los de ejecución(4).

Además, el espíritu y finalidad que informa la limitación del art. 394.3 LEC,
tiene el mismo sentido y obedece a igual necesidad en los procesos declarativos
que en los de ejecución, por lo que su aplicación a éstos se encontraría
justificada. Siendo así que la interpretación contraria conduciría de hecho a
imponer una sanción, encubierta y carente de respaldo legal, al ejecutado,
obligado a pagar la totalidad de las costas en una cuantía que, podría superar el
importe de las costas del proceso principal(5).

Más recientemente la AP Málaga, 4/13, sec 4ª, 14-1-13, (ROJ: SAP MA 6/2013) -
EDJ 2013/76836- sostuvo que el límite cuantitativo del art. 394.3 LEC –EDL
2000/77463- no se contradice en el art. 539.2 LEC y que en atención a su
espíritu y finalidad, encontraría totalmente justificada su aplicación en sede de
ejecución. En definitiva, el límite del art. 394.3 LEC completaría el art. 539
LEC(6).

Pese a todo lo dicho entiendo que la solución deberá darse en atención al


concepto de costa, que parece olvidarse cuando se trata del proceso de
ejecución, porque es inadmisible que los importes que se satisfacen por ese
concepto superen, en muchas ocasiones, a las cantidades reclamadas por el
principal, o mejor dicho, a las que fueron objeto de condena o, a las cantidades
reclamadas en la demanda de ejecución en concepto de principal e intereses
(art. 575.1 LEC –EDL 2000/77463-). En otras palabras: es evidente que si el
fundamento de la limitación del art. 394 LEC –EDL 2000/77463- es el de evitar
el abuso y el exceso en la minutación de honorarios al litigante vencido por la
parte vencedora, ese criterio de justicia y de ponderación será tan aplicable, y
aún más, en los procesos de ejecución(7).

Razonamiento teleológico que aunque fuera bastante para solventar el


interrogante, se completaría con la interpretación analógica del art. 561 LEC-
EDL 2000/77463- que más arriba cité.

Téngase en cuenta para terminar que la L 42/2015, de 5 de octubre, de reforma


de la L 1/2000, de 7 de enero, de Enjuiciamiento Civil –EDL 2015/169101-
modificó el art. 243.2 LEC –EDL 2000/77463- en el sentido que el importe del
IVA, que deberá incluirse en las tasaciones de costas, no se computará a los
efectos del art. 394.3 LEC (8).

2. Costas en la ejecución de los decretos o de los autos aprobatorios


de las tasaciones de costas

La separación de los procesos de declaración y de ejecución sin más nos lleva a


un problema práctico de notable interés, no tanto jurídico en su planteamiento,
como económico en su resolución y, que termina afectando a la propia
justificación de la vía de apremio. Me refiero a las costas de los decretos
aprobatorios de las tasaciones de costas, cuando originan un primer despacho
de ejecución, que se satisface, tasándose nuevas costas y así en una sucesión de
títulos ejecutivos que no parece tener fin.

La polémica vino provocada porque se generalizó el dictado de un auto de


aprobación de la tasación que ni se encontraba previsto en la ley ni devenía
necesario, por cuanto no precisaba ser mantenida o aprobada una tasación
frente a la que no se había formulado ninguna clase de oposición. Esta
afirmación de la AP Madrid, sec 10ª, auto 17-9-08, (ROJ: AAP M 14555/2008) -
EDJ 2008/270968-, se completaba con la siguiente: «la existencia de “títulos
ejecutivos” complejos es incuestionable, desde el entendimiento de que la voz
“título” se identifica con un supuesto de hecho (conjunto de hechos) y no
necesariamente con un documento, y menos aún único». Y ése sería el caso en el
que el crédito apareciera en la resolución definitiva que condenara al pago de las
costas y en la posterior que la concretara, fuera la propia tasación de costas o, la
resolución que desestimara la impugnación y aprobase definitivamente la
referida tasación.

Idéntico camino siguió la AP Pontevedra, sec 1.ª, 26-6-08, (ROJ: SAP PO


1701/2008) -EDJ 2008/188070- en la que se afirmó que la regulación de la
práctica de la tasación de costas (arts. 242 a 246 LEC -EDL 2000/77463-)
constituiría de por sí un auténtico procedimiento de ejecución, sin necesidad,
por tanto, de formular demanda, de forma que una vez aprobada aquella, si no
se hubiera abonado voluntariamente, el beneficiario se limitaría a denunciarlo
ante el órgano jurisdiccional que la aprobó, para que iniciara de oficio el
apremio contra los bienes del condenado al pago.

De hecho, no han faltado resoluciones que reprochaban a los órganos de la


instancia la falta de impulso de oficio en estos casos ya que «siendo cierto que
conforme a lo dispuesto en el art. 517.2.9.ª LEC –EDL 2000/77463- existen
resoluciones judiciales (distintas a las sentencia de condena) susceptibles de
despacho de ejecución, el auto cuya ejecución ahora es pretendido se ha
pronunciado en el seno de un proceso de ejecución en el que simplemente basta
para obtener el importe proceder (como sucede siempre en las tasaciones de
costas por mor de lo dispuesto en el art. 242 LEC -EDL 2000/77463-) a su
exacción por la "vía de apremio" sin necesidad de nuevo "despacho"»(9).

En sentido contrario al que se expone, esto es, a que los autos y los decretos
aprobatorios de las tasaciones siempre generarían nuevas costas, sólo
encontramos interpretaciones literales del art. 517 LEC –EDL 2000/77463- de
las que no se puede extraer ninguna conclusión: habrá ejecución, porque habría
un auto y despachada, habrá costas(10). Y evidentemente, la introducción del
decreto en el art. 244 LEC y la modificación del número 9 del apartado 2 del art.
517 LEC por la L 37/2011 -EDL 2011/222122-, que concedió fuerza ejecutiva a
las demás resoluciones procesales abundó en la interpretación literal de la
norma.

Planteado el debate y para darle respuesta, deberemos recordar que el


presupuesto básico de todo proceso de ejecución forzosa será el título ejecutivo,
que se encuentra conformado por un documento donde resultará concretada
una obligación que deberá cumplir quien se halle contenido en el mismo
(legitimación pasiva) frente a quien la exige (legitimación activa). En nuestro
caso el título ejecutivo lo constituiría la sentencia o la resolución definitiva en la
que se impusieran las costas, y tanto el decreto como el auto que, por vía de
recurso, aprobase la tasación no sería el que constituyera un título que
fundamentase una hipotética vía de apremio, porque las costas sería una parte
integrante de la resolución definitiva, no del auto o de cualquier otra resolución
que pudiera aprobarlas. Desde este punto de vista el decreto o el auto serían
resoluciones en las que se fijaría de manera definitiva el importe de la cantidad
a abonar por parte del condenado a su pago(11).

Y, aun en el supuesto que siguiéramos la dicción literal de la norma, del mismo


modo que para la práctica de la tasación de costas no sería necesario presentar
los justificantes del cobro de los honorarios del abogado y de los derechos del
procurador, para el despacho de ejecución independiente del auto o del decreto
aprobatorio de las costas con los incrementos del art. 575 LEC -EDL
2000/77463-, será imprescindible que la parte justificase la satisfacción a su
letrado y procurador del importe por el que se aprobó la tasación de costas y que
por ello interesa la vía de apremio para su reembolso del condenado en las
costas. Recuérdese que en el proceso declarativo la intervención documentada
en autos de estos profesionales será suficiente para que surja en ellos un
derecho a percibirlos y el correlativo deber en la parte representada de
satisfacerlos, pero eso no sucede cuando se acude al proceso de ejecución. En la
ejecución, el titular del crédito (la parte y no el profesional) reclamará lo pagado
y en tal caso, habrá derecho al despacho por el cálculo provisional o, reclamará
el pago de los honorarios de su abogado y procurador aprobados por el decreto y
no habrá derecho al despacho por el cálculo provisional, porque no se habrían
devengado nuevos honorarios, ni derechos (desaparecería la presunción de la
intervención del art. 242 LEC). En este último caso que es el habitual en la
práctica, satisfecho el título, se archivaría la ejecución; no habría, por tanto, una
segunda tasación de costas de la primera no pagada.

En el mismo sentido la ley no permite desglosar el proceso declarativo en tantas


ejecuciones como títulos formales se hayan obtenido en el primero, que es lo
que postula la tesis de una interpretación literal, siendo así que la garantía de
permanencia de los Decretos de los arts. 244 y 246 LEC -EDL 2000/77463-
(contra los que no cabe recurso) se verían desvirtuada si al condenado al pago se
le diera la oportunidad de poderse oponer a los autos despachando ejecución,
con los mismos medios de oposición que se dejan en manos del ejecutado para
oponerse al título ejecutivo (arts. 556 s LEC -EDL 2000/77463-).

Y por ello leemos en el TS, Sala 1ª, auto 7-9-10 (ROJ: ATS 9905/2010) -EDJ
2010/188470- y en doctrina que es vigente en la actualidad: «La práctica de la
tasación de costas por el Secretario Judicial no es un acto de ejecución forzosa
contra el condenado que incumple, sino una liquidación conforme a la ley del
quantum del importe que en concepto de costas puede repercutirse sobre la
parte condenada el pago. Cuantificación que la ley ordena al Secretario Judicial
y sin la que no existe una obligación dineraria susceptible de pago o
cumplimiento por parte del vencido en juicio. En definitiva, practicar la tasación
de costas no es susceptible de cumplimiento voluntario y por tanto tampoco de
ejecución forzosa, que requiera demanda ejecutiva».

3. Las costas en la ejecución del proceso monitorio

Dice la AP Albacete, sec 1ª, auto 22-5-08 -EDJ 2008/166888-(12) que la


petición inicial del monitorio que se transforma en demanda por la oposición
del deudor no podrá ser cobrada por el letrado(13).

Y con este incomprensible principio ¿qué quiero decir? Lo siguiente: el


procedimiento monitorio tiene una naturaleza opcional para el acreedor, que lo
elige y no el declarativo, por lo que el pronunciamiento condenatorio en costas
del último, no podrá incluir partida alguna devengada en el monitorio por
tratarse de dos procedimientos distintos(14).

Resumiendo los términos de este debate la AP Barcelona, sec 13ª, auto 15-11-05
(ROJ: AAP B 4777/2005) -EDJ 2005/252875- explica con mucha claridad la
razón por las que el proceso monitorio no genera costas cuando se transforma
en un proceso declarativo o termina por pago. El monitorio se configura como
un proceso especial, plenario y rápido, con ausencia total de formalismos en su
petición inicial cuya «tramitación» es radicalmente diferente en función de la
actuación del deudor ante el requerimiento, y así:

a) si no se opone al requerimiento de pago, se dictará auto (hoy decreto) que,


con efectos de cosa juzgada plena, constituiría el título ejecutivo;
b) si se opusiera se sustanciaría por los cauces del juicio declarativo que
correspondiera por razón de la cuantía y;

c) si pagase, se satisfaría el crédito reclamado, lo que se traduciría en una


«resolución» de archivo inmediato. Consecuentemente, no abriría,
propiamente, un «proceso» -viniendo a suponer un «instrumento procesal»
para formar un título ejecutivo e incluso, para excluir el proceso mismo-, lo que
supondría que no deberían aplicarse las normas de los declarativos (arts. 394 y
ss. LEC –EDL 2000/77463-, y entre ellas, las costas del allanamiento).

Partiendo de estas consideraciones el interrogante se trasladaría a la


determinación de cuando se tasarían costas en la ejecución derivadas de
procesos monitorios y, a la excepción de los procesos monitorios seguidos por
reclamaciones de gastos de propiedad horizontal.

Sobre el primer asunto es indudable que solo habría costas siempre que la
cantidad por la que se despachare ejecución fuera superior a 2.000 euros (ex.
art. 539.2 LEC–EDL 2000/77463-)(15), pero ¿qué conceptos incluiría dicho
importe? Aquí volvemos a encontrarnos con posturas enfrentadas. Mientras la
AP Barcelona 336/12, sec 16ª, 9-5-12 (ROJ: SAP B 4540/2012) -EDJ
2012/122346- sostiene el criterio de que deberá estarse a la suma total por la
que se despachó ejecución (siguiendo la literalidad de los arts. 539.1, 816.2 y
575.1 LEC), la AP Barcelona, sec 19ª, auto 18-5-05 (ROJ: AAP B 2793/2005) -
EDJ 2005/100785- sólo tiene en cuenta el montante de la deuda reclamada.

En una postura intermedia la AP Oviedo, sec 5ª, 23-7-08 (ROJ: SAP O


1183/2008) -EDJ 2008/194192-, sostiene que la explícita referencia del art.
816.1 LEC –EDL 2000/77463- al despacho de ejecución por la
«suma adeudada»(16), será la que haya de tenerse en cuenta a los fines de
decidir la preceptividad de la intervención o no de Letrado y Procurador en la
ejecución.

Teniendo en cuenta que la L 13/2009 –EDL 2009/238889- introdujo la


«merasolicitud» de ejecución, que se ha conservado con la reforma de la L
42/2015 -EDL 2015/169101- y que poco o nada tiene que ver esa
«mera solicitud» con la demanda de ejecución, una cuarta postura nos llevaría
al juicio de probabilidad del art.575 LEC que, en una interpretación literal, solo
se realizaría cuando se presentaran estas y no para aquellas o, en su defecto, a
que no se aplicara automáticamente el tope del 30% como en la actualidad se
hace, llevándonos -por la imposibilidad de formular una regla general- a cada
ejecución y, por tanto, a las actuaciones seguidas en el monitorio.

3.1. Las costas en la ejecución del proceso monitorio de propiedad


horizontal

En cuanto a las costas de los monitorios seguidos por reclamaciones de gastos


de propiedad horizontal debemos insistir en la idea de que no habría dos
procesos según el resultado del requerimiento de pago -monitorio y ejecución o
monitorio y declarativo- sino solo uno. Y eso es lo que vendrían a decir la AP
Valencia, sec 11ª, 29-3-16 -EDJ 2016/98683- (17) y la AP Cáceres, sec 1ª, 8-6-07
–EDJ 2007/162223- (18).
En consecuencia la voluntad del legislador es clara y doble: crear un monitorio
especial de la Ley de Propiedad Horizontal único donde se prevé la condena en
costas y uno general donde se excluiría(19). Ello supondría que al no existir
expresa previsión de condena en costas si el deudor pagase se archivaría el
proceso sin pronunciamiento alguno sobre las mismas (art.817 LEC -EDL
2000/77463-) y si el deudor se opusiera, las costas del declarativo subsiguiente
se impondrían, conforme a las normas generales de los arts. 394 y ss. LEC(20).
Por último, si el deudor no pagara, ni se opusiera, las costas de la ejecución se
impondrían conforme a las reglas generales del art. 539 LEC. No habría, por
tanto, un proceso monitorio autónomo a efectos de tasación de las costas(21).

La excepción en el caso del monitorio regulado por la Ley de Propiedad


Horizontal se fundaría en el propósito del Legislador de que con independencia
de la cuantía de la reclamación, la comunidad de propietarios tenga derecho a la
asistencia de abogado y de procurador en cualquier fase de la reclamación;
excepción que puede justificar la práctica de una tasación de costas, pero no que
la deuda se multiplique.

Obsérvese que mientras en el caso de oposición se aplicarían las reglas generales


en materia de costas y se fijaría una única cuantía para el proceso declarativo
posterior (art. 21.6 LPH –EDL 1960/55-) y, en el caso de pago se practicaría la
tasación de costas que correspondiera (art. 21.6 LPH); en el caso de silencio
podría practicarse una primera tasación de costas por la reclamación monitoria
y, cuando procediera una segunda con arreglo a la cantidad por la que se
hubiera despachado ejecución; en otras palabras el simple requerimiento de
pago habría multiplicado la deuda. Se entenderá mejor el razonamiento con un
ejemplo: en un requerimiento no pagado por 1.000,00€ se practicaría una
primera tasación de costas con el único límite del tercio del art.394.3 LEC –EDL
2000/77463- y, sin solución de continuidad -o, mejor dicho, con la previa
«solicitud» de ejecución- esa deuda originaría una segunda tasación de costas
en el proceso de ejecución sobre el importe de 1.300,00€. El simple
requerimiento de pago habría transformado -solo a efectos de costas- una deuda
de 1.000,00€ en otra de 2.300,00€ lo que cuando menos se antoja
sorprendente

Y ¿entonces qué sentido tiene el dictado del Decreto del art. 816.1 LEC –EDL
2000/77463- y su relación con el art. 21 LPH –EDL 1960/55-? Como en tantas
otras ocasiones la solución vuelve a pasar por la lógica. La finalidad de estas
resoluciones que, recuérdese se impusieron desde la práctica, es la de evitar
ejecuciones por deudas que se han satisfecho con posterioridad a su dictado, lo
que es muy frecuente en esta clase de reclamaciones y, por lo mismo el precepto
habla de «solicitud», no de «demanda» en el caso de incomparecencia del
requerido y, tampoco se aplica el plazo de espera del art. 548 LEC.

Pero demos un último paso. Quienes defienden la existencia de un segundo


proceso -el de ejecución posterior a la reclamación monitoria no pagada-
deberán tener en cuenta que el art. 21 LPH -EDL 1960/55- silencia sí en el
proceso de ejecución derivado de un juicio monitorio sin oposición que no
supere los 2000 euros, podrían también repercutirse en las costas el Abogado y
el Procurador aun cuando no fueran preceptivos y, pese a que no falten
opiniones a favor de su inclusión fundada en que la actuación del deudor que no
comparece en el procedimiento monitorio no puede ser de mejor condición que
la del que atendió el requerimiento de pago, pues en ambos casos habría
existido un incumplimiento de la obligación que llevó a la comunidad de
propietarios a acudir a la vía judicial(22), es lo único cierto que si se configuran
los procesos declarativos y de ejecución como independientes, le sería de
aplicación al supuesto que nos ocupa la regulación general de la Ley de
Enjuiciamiento y no la especial de la Ley de Propiedad Horizontal cuya
aplicación se limitaría a los procesos declarativos, no conteniendo tal
disposición regulación especial para la ejecución(23).

NOTAS:

1.-Consúltese AP Ciudad Real, sec 1ª, auto 6-6-07 (ROJ: AAP CR 408/2007) –
EDJ 2007/154540-. Ese argumento, que responde a una exégesis literal de los
art.394.3 y 539.2 LEC –EDL 2000/77463-, se repite en todas las resoluciones
que defienden la inaplicación del límite y así tenemos, entre otras, la AP León,
sec 2ª, 11-7-08 (ROJ: SAP LE 836/2008) –EDJ 2008/19179- y el AP
Guadalajara, sec 1ª, auto 6-2-08 (ROJ: AAP GU 18/2008) –EDJ 2008/100234-.

2.-Baena Ruiz, Eduardo «¿Resulta aplicable el límite de un tercio previsto en el


art. 394.3 de la Ley de Enjuiciamiento Civil 1/2000 –EDL 2000/77463- a la fase
de ejecución del proceso o tan sólo a la declarativa?», Encuesta Sepín,
Publicación: LEC-65, julio de 2006 (Referencia: SP/DOCT/2942).

3.-Romero Navarro, Ramón «¿Resulta aplicable el límite de un tercio previsto


en el art. 394.3 de la Ley de Enjuiciamiento Civil 1/2000 -EDL 2000/77463- a
la fase de ejecución del proceso o tan sólo a la declarativa?», Encuesta Sepín,
Publicación: LEC-65, julio de 2006 (Referencia: SP/DOCT/2942).

4.-AP La Coruña, sec 5ª, auto 27-11-07 (ROJ: AAP C 252/2007) –EDJ
2007/347345-.

5.-Vid. el AP Madrid, sec 12ª, auto 29-7-09 (ROJ: AAP M 12214/2009) –EDJ
2009/261990-. La limitación tiene su razón de ser en la intención por parte del
legislador de evitar que el coste del procedimiento declarativo resulte
excesivamente gravoso. Empero entendidos como todos aquellos
procedimientos en los que el juez resuelve la controversia suscitada entre las
partes sobre la base de lo alegado y probado en el procedimiento de que se trate,
también podrán darse en la fase de ejecución. Y precisamente porque dentro del
proceso de ejecución podrán existir procedimientos de carácter declarativo en el
sentido indicado es por lo que el art.539.2 LEC -EDL 2000/77463- se refiere a
las costas derivadas de las actuaciones del proceso de ejecución para las que la
Ley prevea un expreso pronunciamiento en costas, como serían las costas de la
oposición a la ejecución (art.559 y 561 LEC).

6.-AP Valladolid, sec 1ª, auto 13-2-09 (ROJ: AAP VA 13/2009) -EDJ
2009/49116-.

7.-Carreras Maraña, Juan Miguel, «¿Resulta aplicable el límite de un tercio


previsto en el art. 394.3 de la Ley de Enjuiciamiento Civil 1/2000 –EDL
2000/77463- a la fase de ejecución del proceso o tan sólo a la declarativa?»,
Encuesta Sepín, Publicación: LEC-65, julio de 2006 (Referencia:
SP/DOCT/2942).

8.-La modificación carece de origen y de justificación procesal y buena prueba


de ello es que el art. 394.3 LEC –EDL 2000/77463-, que no se modificó, no
habla de «minuta de honorarios» sino de la «parte que corresponda al abogado
y demás profesionales que no estén sujetos a tarifa o arancel» y, bajo tal amparo
normativo la minuta debería considerarse en su conjunto ya que sería
precisamente la parte que correspondería al abogado. Más aún, el citado
apartado 3 del art. 394 LEC no hace ninguna distinción conceptual, sino que fija
importes globales «para los abogados y demás profesionales que no estén
sujetos a tarifa o arancel», lo que tiene lógica si pensamos que la finalidad del
precepto es la de establecer un límite para las costas de cálculo sencillo y no la
de calificar la intervención de cada profesional, los vínculos contractuales que
puedan tener o, como es el caso, la condición de «recaudador» del IVA.

9.-AP Las Palmas de Gran Canaria, sec 4ª, auto 24-4-08 (ROJ: AAP CG
575/2008) -EDJ 2008/86849- y AP Las Palmas de Gran Canaria, sec 5ª, auto
22-9-11 (ROJ: AAP CG 1404/2011) –EDJ 2011/245726-.

10.-AP Barcelona, sec 16ª, auto 29-4-08 (ROJ: AAP B 2169/2008 -EDJ
2008/75618-) y AP Barcelona, sec 13ª, auto 5-12-07 (ROJ: AAP B 8327/2007) –
EDJ 2007/302028-.

11.-Ilustro el debate con un ejemplo que nos advierte del motivo del discurso: el
juicio cambiario que siga en un proceso de ejecución puede originar otros dos
títulos ejecutivos -las resoluciones que aprueben los intereses y las costas- y dos
nuevas ejecuciones separadas, y a su vez, éstas dos ejecuciones pueden causar
nuevas ejecuciones forzosas según las costas que se vayan postulando en cada
uno de los procesos. Esa «ejecución sin fin» que denuncia Martín Contreras
encuentra acomodo sin dificultad en la Ley de Enjuiciamiento Civil (Martín
Contreras, Luis y VV.AA., «Las costas procesales y la ejecución forzosa» en La
Ejecución Civil, Estudios de Derecho Judicial, núm. 53/2004, CGPJ).

12.-AP Albacete, sec 1ª, auto 22-5-08 (ROJ: AAP AB 20/2008) -EDJ
2008/166888-. El proceso analizado se inició como monitorio y por la oposición
del deudor, se «transformó» en juicio verbal. No era necesaria la intervención
de letrado, ni la representación por procurador en el monitorio, pero sí lo eran
ambas para el juicio verbal, dada su cuantía. Antes de la fecha señalada para la
vista, el demandante y el demandado se personaron en las actuaciones
valiéndose de abogado y procurador, pero el demandado se allanó siendo
condenado al pago de las costas. La Audiencia revocó la condena porque fue la
personación la única actuación del letrado.

13.-En el mismo sentido AP Barcelona, sec 16ª, 19-12-07 (ROJ: SAP B


13631/2007) –EDJ 2007/302138- y AP Palma de Mallorca, sec 3ª, 19-12-06
(ROJ: SAP PM 2331/2006) –EDJ 2006/375924-.

14.-AP Las Palmas de Gran Canaria, 139/12, sec 4ª, 29-3-12 (ROJ: SAP GC
1127/2012) –EDJ 2012/189640-.
15.-Achón Bruñen precisa con acierto que el hecho de que la cantidad por la que
se despache ejecución no exceda de 2000 euros no supone que no haya costas
en la ejecución, pues aunque no sería necesario Abogado ni Procurador, éstas
podrían provenir de la intervención de un perito tasador o de los gastos
registrales de anotaciones preventivas de embargo. (Achón Bruñen, María José,
«Intervención de abogado y procurador en el juicio monitorio, supuestos
conflictivos y nuevos problemas suscitados por la Ley de reforma 42/2015, de 5
de octubre –EDL 2015/169101- », Práctica de Tribunales, Nº 119, Marzo-Abril
2016, Editorial La Ley 820/2016).

16.-La idea central de la tesis que se defiende es la siguiente: «Y es que, como


con reiteración se apunta por la doctrina, el auto despachando ejecución en el
proceso monitorio aparece sin solución de continuidad ni intervención del
acreedor acto seguido de no oponerse ni comparecer el deudor ante el Tribunal
(art. 816.1 LEC -EDL 2000/77463-), es decir, sin que medie, como en otros
ordenamientos, demanda de ejecución en la que el ejecutante, al amparo del
precitado art. 575 LEC, pudiera fijar la suma del despacho de ejecución
comprendiendo, además del principal e intereses vencidos, otra cantidad
calculada provisoriamente para los intereses por vencer y las posibles costas de
la ejecución, es decir y en suma, una cantidad distinta de la deuda reflejada en
su petición inicial del procedimiento (art. 814 LEC)».

17.-La AP Valencia, sec 11ª, 29-3-16 (ROJ: SAP V 1464/2016) –EDJ


2016/98683- indica: «Y así lo ha venido entendiendo esta Sección tanto para el
juicio verbal (Ss. 8-5-02 ,12-9-03, 20-2-06, 29-3-06, 7-9-06, 13-10-10, 7-3-11)
como para el juicio ordinario (Ss. 18-7-11, 26-9-11, 7-10-11), asumiendo el
criterio plasmado en la Jornada de unificación de criterios del orden
jurisdiccional civil de esta Audiencia Provincial de 9 de junio de 2.011, en el
sentido de que el subsiguiente juicio al monitorio, sea verbal u ordinario, no es
autónomo e independiente del monitorio precedente, sino que es una
continuación del mismo, consecuencia de la oposición desplegada por el
deudor; y en armonía con lo anterior, si esa resistencia es precisamente la que
determina que se conceda un plazo para la interposición de la demanda de juicio
ordinario, lógico es que los motivos alegados por el demandado al oponerse al
monitorio, y no otros distintos, sean los que delimiten, junto a los hechos de la
demanda, el ámbito objetivo del debate litigioso (AP Valencia sec 8ª, 10-11-10)».

18.-La AP Cáceres, sec 1.ª, 8-6-07 (ROJ: SAP CC 445/2007) –EDJ


2007/162223- precisa que los dos criterios que claramente diferencia la ley -
según se haya suscitado o no oposición a la petición inicial de juicio monitorio-
no serían acumulativos, y el Abogado no podría minutar honorarios ni el
Procurador devengar derechos, tanto por la petición inicial de proceso
monitorio como por el trámite del juicio por el que hubiera de resolverse el
asunto si se hubiera suscitado oposición sino que, antes al contrario, dichos
criterios serían independientes, autónomos y excluyentes. Consiguientemente,
si no se suscitara oposición únicamente se aplicaría el inciso inicial del apartado
6 del art. 21 LPH -EDL 1960/55-, y si se suscitara oposición se aplicaría -
también de forma única y exclusiva- el inciso final del mismo precepto, porque
la oposición a la petición inicial de juicio monitorio no daría lugar a la existencia
de dos juicios -el monitorio y el declarativo- sino sólo a uno, exponente de lo
cual es que, el inciso inicial del apartado 2 del art. 818 LEC –EDL 2000/77463-
no establece que, en caso de oposición, se incoe un nuevo proceso, sino que
dispone que, si la cuantía de la pretensión no excediera del juicio verbal, el
Tribunal habrá de proceder, sin más y de inmediato, a convocar a la vista.

La introducción de un nuevo Decreto en el art. 818.2 LEC –EDL 2000/77463-


por la L 13/2009 –EDL 2009/238889-, que se ha conservado con la reforma de
la L 42/2015 –EDL 2015/169101-, no modifica este planteamiento en cuanto
acuerda «seguir la tramitación» y no iniciar un nuevo proceso.

19.-AP Jaén, 89/11, sec 1ª, 14-4-11 (La Ley 309077/2011) –EDJ 2011/377111-.

20.-Consúltese la AP León, sec 2ª, auto 25-3-10 (ROJ: AAP LE 185/2010) –EDJ
2010/64925-.

21.-Leemos en la AP Cádiz, 25/12, sec 2ª, 24-1-12 (ROJ: SAP CA 84/2012) -EDJ
2012/20919- que el problema que se suscita es si el régimen especial y
privilegiado que tienen las Comunidades de Propietarios cuando se utiliza la vía
del monitorio en materia de costas se aplicaría también cuando se optara por
acudir a la vía declarativa directamente. Pues bien, parece claro que la norma
especial solo será de aplicación a los supuestos expresamente afectos a ella, de
tal suerte que fuera de ellos habría que estar a las reglas generales en materia de
costas. Siendo preceptiva la intervención de Abogado y Procurador en función
de la cuantía reclamada, solo si se obtuviera una sentencia favorable a las
pretensiones de la Comunidad de Propietarios y aquella fuera superior al
referido límite, cabría incluir el coste de la intervención de los profesionales en
la correspondiente tasación.

22.-Achón Bruñen, María José, «Intervención de abogado y procurador en el


juicio monitorio, supuestos conflictivos y nuevos problemas suscitados por la
Ley de reforma 42/2015, de 5 de octubre», Práctica de Tribunales, Nº 119,
Marzo-Abril 2016, Editorial La Ley 820/2016.

23.-AP Alicante, 55/14, sec 5ª, auto 9-4-14 (ROJ: AAP A 92/2014) -EDJ
2014/295956-.

Este artículo ha sido publicado en la "Revista de Jurisprudencia", el 1 de mayo


de 2017.

(Puedes consultar Legislación y Jurisprudencia en nuestra Base de Datos).

El despacho de ejecución dineraria y la inclusión en él de


cantidades liquidadas unilateralmente por el acreedor en
concepto de intereses ordinarios y moratorios vencidos: el
art. 575,1 LEC
Por Julián Cabrero López

Magistrado del Juzgado de Primera Instancia núm. 4 de Fuengirola


08.03.2012

I. Introducción

Hace algo más de diez años que entró en vigor la nueva Ley de Enjuiciamiento
Civil -EDL 2000/77463- que ha supuesto, con los marices y objeciones que se
quieran, una innegable racionalización del sistema procesal civil español. Se
trata de un texto corto y sencillo, en comparación con la norma derogada de
1881 -EDL 1881/1-, cuya disposición y estructura permite una aplicación lógica
y coherente. No obstante, la experiencia acumulada durante este tiempo ha
revelado inconvenientes y disfunciones no previsibles en el momento de su
promulgación en 2000 pero que hoy ha fructificado en una primera gran
actualización por Ley 13/2009, de 3 noviembre, de Reforma de la Legislación
Procesal para la Implantación de la Nueva Oficina Judicial -EDL 2009/238889-
, entre cuyas modificaciones se incluye alguna con cierta incidencia en la
cuestión que pretendo tratar. Todo ello seguido de una Ley 37/2011 de medidas
de agilización procesal -EDL 2011/222122- que ha introducido también
importantes modificaciones en la fase de la ejecución civil.

Una aplicación de la oficina judicial, que, por cierto, ya se está llevando a cabo
en muchos partidos judiciales bajo un profundo cambio estructural y
organizativo de la sistemática de trabajo de los órganos judiciales bajo la idea de
hacerlo bajo servicios comunes en lugar de llevar a cabo las mismas actuaciones
juzgado por juzgado, lo que en la materia que aquí analizamos de ejecución se
pone en marcha organizando servicios comunes procesales de ejecución que son
más eficaces que dotar de más medios, uno por uno, a cada órgano judicial.
Además, tradicionalmente las medidas de refuerzo solo se adoptaban en
partidos judiciales referentes en cada provincia olvidando a los partidos
judiciales servidos por los denominados juzgados mixtos, lo que convertía a
estos en una especie de "cenicienta" dentro de la justicia. En la actualidad, pues,
vemos un panorama que se asienta sobre la idea de que esta fase de la ejecución
procesal civil se lleve a cabo y tramite en unos servicios especializados que den
un tratamiento unitario y uniforme a toda la ejecución que se debe afrontar en
cada partido judicial.

Pues bien, como toda reforma, ésta es fruto de una continua labor de revisión
que debe perseguir dos metas fundamentales: la previsibilidad y la seguridad en
la aplicación de la norma jurídica.

Creo que estas dos notas vienen particularmente al caso en materia de ejecución
forzosa, objeto de estas reflexiones, en cuanto fase del procedimiento civil con
mayores repercusiones sobre el patrimonio de los particulares; se debe exigir,
por tanto, un esfuerzo suplementario de orden, claridad y rigor en la
satisfacción de créditos documentados en títulos que llevan aparejada fuerza
ejecutiva precisamente porque sobre el fondo del crédito mismo no cabe ya
discusión alguna. Y si bien así sucede en líneas generales, la redacción de
determinados preceptos sobre la materia genera en ocasiones cierta confusión e
incluso la indefensión del ejecutado a quien, entiendo, en justa reciprocidad a la
imposibilidad en que se halla de discutir el crédito que se le reclama salvo por
las estrictas causas que contempla la Ley (concretamente, cuando se trata de
títulos extrajudiciales que no van precedidos de proceso declarativo
contradictorio), debe quedarle rigurosamente garantizado el derecho a no ser
ejecutado más que por las cantidades que estrictamente se desprendan del título
ejecutivo.

En mi opinión, ello no siempre sucede cuando, al determinar la cantidad líquida


por la que se despacha la ejecución, se incluyen de forma incorrecta partidas
adicionales en concepto de intereses ordinarios y moratorios vencidos, a causa
de una interpretación a mi juicio errónea del art. 575,1 LEC -EDL 2000/77463-
que no tiene en cuenta otros preceptos con los cuales debe ser entendido
conjuntamente.

Efectivamente, el art. 575,1 LEC -EDL 2000/77463- dispone que «[...] la


ejecución se despachará por la cantidad que se reclame en la demanda ejecutiva
en concepto de principal e intereses ordinarios y moratorios vencidos [...]. »
Suele entenderse, en consecuencia, al deducir demanda ejecutiva dineraria que
el ejecutante tiene derecho a que el auto de despacho comprenda no sólo el
principal reflejado en el título ejecutivo sino los intereses que dicha suma haya
generado hasta el momento de la presentación de la demanda, conforme a la
liquidación unilateral que él mismo practica. Esta interpretación, ciertamente
sustentada en la literalidad del precepto, puede hallar acomodo en la intención
manifestada por el Legislador en la Exposición de Motivos de la Ley:
efectivamente -se afirma-, la Ley «[...] contiene un conjunto de normas que [...]
protegen mucho más enérgicamente que hasta ahora al acreedor cuyo derecho
presente suficiente constancia jurídica [...]» por lo que la inmediata ejecutividad
de un crédito dinerario incrementado en la suma resultante de aplicarle un tipo
de interés cierto y comprobable no debería extrañar a nadie. Y así, sobre la
cantidad obtenida (principal más intereses ordinarios y moratorios vencidos) se
debería calcular la suma presupuestada provisionalmente en concepto de
intereses a devengar durante la sustanciación del procedimiento y las costas. De
esta forma lo entienden algunas Audiencias Provinciales, aunque no abundan
las resoluciones sobre la cuestión; en este sentido, cabe citar el Auto nº
10/2005, de 19 enero, de la sec. 1ª de la Audiencia Provincial de Ciudad Real:

« [...] En efecto, la práctica forense que, tras la sentencia, permitía una especie
de peculiar incidente tendente a concretar los intereses devengados, incidente
que tampoco estaba previsto en la Ley anterior aunque explicable al no
requerirse en rigor la demanda ejecutiva para iniciar el proceso de ejecución, es
con la nueva Ley de Enjuiciamiento Civil -EDL 2000/77463- absolutamente
rechazable. En ella se considera líquida la cantidad que aunque no se concrete
resulte de una simple operación aritmética realizada a partir de las bases
establecidas en la sentencia (artículo 219.1), o más ampliamente del título
ejecutivo (artículos 572 y 575) y como tal esa cantidad puede ser reclamada, sin
más que la realización de esa operación y especificación de las bases que se han
tenido en cuenta, en la demanda ejecutiva (artículos 571, 572 y 575). El deudor
que considere mal realizada la liquidación, una vez despachada ejecución, puede
oponerse mediante la pluspetición (artículo 575.2 y 558). Por ello, no hay
ningún procedimiento específico de liquidación, siendo particularmente
rechazable el que la Ley de Enjuiciamiento Civil prevé, para otros supuestos, en
los artículos 712 y siguientes, ya que el único cauce es, insistimos, la liquidación
en la demanda ejecutiva, con eventual oposición por pluspetición y resolución,
en el seno del proceso ejecutivo, de esa oposición [...] Por ello, las actuaciones
llevadas a cabo en este proceso declarativo tras la sentencia firme, son
superfluas y contrarias a la propia ordenación procesal, en cuanto dictada la
sentencia firme de condena, ninguna otra actividad puede realizarse que no sea
la pura y estrictamente ejecutiva, a salvo de la tasación de costas y de los
recursos de aclaración y de completación que prevé la LECiv (artículos 214 y
215) y que desde luego no son atinentes al caso que ahora nos ocupa. Sólo
respetando el cauce legalmente establecido se evita la duplicidad de actuaciones
que aquí, sin razón alguna, como no sea el seguimiento de una práctica forense
desterrada ya por la nueva Ley de Enjuiciamiento Civil, se ha producido [...]. »

Entiendo que no es así y que tal conclusión parte de una interpretación sesgada
de la norma, contradictoria con otros preceptos de la Ley, y hace sencillamente
inaplicables otros tantos concebidos con el fin de determinar la cantidad por la
que haya de despacharse ejecución en matera de intereses vencidos, tanto
ordinarios como moratorios, y cuya aplicación tras la reciente reforma entiendo
que está aún más fuera de duda (vid. nuevo texto del art. 715 LEC -EDL
2000/77463-, que identifica su ámbito natural de aplicación con los procesos en
que se haya dictado orden general de ejecución). En todo caso, sugiero una
primera objeción: es cierto que el título ejecutivo aparece revestido de unas
formalidades que conceden al acreedor la seguridad de que su crédito no es
susceptible de discusión: pero ello será así en la medida en que el crédito sea
cierto, o lo que es lo mismo, siempre que sus contornos se desprendan
indubitadamente de la simple lectura del título. Precisamente por ello la
primera actuación del Juzgado al incoar el procedimiento de ejecución es, sin
mayor trámite, el despacho, con requerimiento de pago o embargo de bienes
caso de que tal requerimiento no sea necesario. Sin embargo, por las mismas
razones formales que aconsejan conceder esa fuerza ejecutiva al crédito
especialmente documentado, no puede reconocerse tal efecto al crédito
accesorio, surgido de la obligación de abonar intereses por la cantidad debida,
cuya determinación no aparece revestida de aquellas formalidades sino que
nace de la declaración unilateral del acreedor: la suma así obtenida ni ha sido
fijada judicialmente ni aparece reflejada en documento cuya confección se haya
ajustado a las prescripciones de la Ley. En este caso, por tanto, se impone una
declaración judicial, accesoria o incidental si se quiere, pero en todo caso
respetuosa del derecho del deudor a intervenir, como pudo hacerlo en el proceso
declarativo previo o en la creación del título extrajudicial. Y sin que resulte
argumento suficiente, a mi entender, que este derecho quede preservado
mediante una eventual oposición por pluspetición pues ésta tendría lugar
siempre tras el despacho y embargo de bienes: insisto, el privilegio que para el
acreedor supone obtener medidas ejecutivas sobre el patrimonio del deudor
puede desplegar su eficacia sólo y exclusivamente respecto de cantidades
líquidas en el sentido de los arts. 520, 571 y 572,1 LEC, como ahora se verá, pero
nunca antes. El orden a seguir, en consecuencia, debería ser inverso: primero se
liquida (el principal ya aparece liquidado en el título) y luego se despacha
ejecución por esa cantidad líquida. En mi opinión, dejar al albur de una eventual
oposición por pluspetición la ejecución de un título ejecutivo más allá de sus
estrictos límites relaja indebidamente la forma, por ello se presta a abusos
contra el ejecutado y, por lo demás, es contrario al papel que la Ley reserva al
Juez en este aspecto: recuérdese que debe controlar al revisar la demanda
ejecutiva que los actos de ejecución que se soliciten sean conformes con la
naturaleza y contenido del título (art. 551,1 LEC) y si tal carencia puede dar
lugar a la denegación del despacho con mayor motivo ha de permitir una
decisión menos gravosa para el ejecutante, es decir, el ajuste del despacho a la
tutela ejecutiva que realmente se desprende del título.

Este apartado, sin embargo, no ha sido objeto de especial modificación en la


reciente reforma de la LEC -EDL 2000/77463- por Ley 37/2011 de medidas de
agilización procesal, ya que en la propia Exposición de motivos del texto se hace
constar que en cuanto a las modificaciones que se introducen en materia de
ejecución se recoge que: "En cuanto a la ejecución de sentencias, se aclaran
aspectos relativos a la relación entre la ejecución especial hipotecaria y la
ordinaria, precisando la forma en que la ejecución especial, dirigida contra
determinados bienes, pasa a convertirse en general, dirigida contra todo el
patrimonio de los responsables. Se reducen trámites en la sustanciación de las
tercerías de dominio y de mejor derecho, que ahora se ventilarán por los
trámites del juicio verbal, si bien esta última con contestación escrita, dada la
peculiaridad de su objeto. La remisión al juicio declarativo ordinario resulta
desproporcionada, y la nueva remisión al juicio verbal evitará dilaciones
indebidas en la ejecución."

En concreto se modifica el apdo. 1 del art. 556 -EDL 2000/77463- queda


redactado en los siguientes términos:

«1. Si el título ejecutivo fuera una resolución procesal o arbitral de condena, el


ejecutado, dentro de los diez días siguientes a la notificación del auto en que se
despache ejecución, podrá oponerse a ella por escrito alegando el pago o
cumplimiento de lo ordenado en la sentencia, que habrá de justificar
documentalmente.

También se podrá oponer la caducidad de la acción ejecutiva, y los pactos y


transacciones que se hubiesen convenido para evitar la ejecución, siempre que
dichos pactos y transacciones consten en documento público.»

Quiere esto decir que la novedad consiste en el segundo párrafo añadido ex


novo, pero sobre todo en poder alegar en ese instante la caducidad de la acción
ejecutiva prevista en el art. 518 LEC -EDL 2000/77463- y los pactos y
transacciones que se hubiesen convenido para evitar la ejecución, siempre que
dichos pactos y transacciones consten en documento público.

También se redacta de nuevo el art. 563,1 LEC -EDL 2000/77463- en los


siguientes términos: "1. Cuando, habiéndose despachado ejecución en virtud de
sentencias o resoluciones judiciales, el Tribunal competente para la ejecución
provea en contradicción con el título ejecutivo, la parte perjudicada podrá
interponer recurso de reposición y, si se desestimare, de apelación.

Si la resolución contraria al título ejecutivo fuere dictada por el Secretario


judicial, previa reposición, cabrá contra ella recurso de revisión ante el Tribunal
y, si fuera desestimado, recurso de apelación." Con ello, se añade en el párrafo
segundo una previa reposición ante el secretario judicial de la decisión de este y
adicionar un recurso de apelación que hasta ahora no estaba contemplado
específicamente.
II. La liquidez de la deuda como presupuesto de toda ejecución dineraria

La exigencia de liquidez formal de la suma pretendida por intereses ordinarios y


moratorios vencidos no es en modo alguna contraria al art. 575,1 LEC -EDL
2000/77463-. Por el contrario, la interpretación de este precepto en unión a los
arts. 219, 520, 571 a 574, 712, 715, 718 y 719 LEC debería conducir a otra
conclusión, la de que la inclusión en la demanda ejecutiva de tales cantidades
puede hacerse siempre y cuando su liquidez resulte tan determinada como el
principal reclamado. En primer lugar, porque así se desprende de los arts. 520,
571 y 572 LEC, que insisten en que la ejecución sólo podrá despacharse por "(...)
cantidad determinada que exceda de 300 euros (...)" -art. 520,1 LEC- (y esta
exigencia comprende todos los conceptos por los que se produce el despacho,
principal e intereses vencidos), "(...) en virtud de título ejecutivo del que, directa
o indirectamente, resulte el deber de entregar una cantidad de dinero líquida
(...)" -art. 571 LEC- y expresado en él con "(...) letras, cifras y guarismos
comprensibles (...)" (art. 572,1 LEC); y, de entrada, una demanda ejecutiva que
contiene una solicitud de despacho por los intereses vencidos que en ella misma
se liquidan incumple este requisito porque la propia necesidad de la liquidación
unilateral del ejecutante revela que el título ejecutivo no expresa tales conceptos
como cantidad determinada en cifras, letras o guarismos comprensibles: de ahí
que el acreedor supla esa carencia aportando al tribunal su particular
liquidación.

Que el propio legislador ha previsto esta eventualidad y ha querido solucionarla


para el caso de determinados títulos extrajudiciales a los que prima
especialmente en atención a sus especiales garantías de fehaciencia (los
previstos en el art. 517,1, apdos. 4º y 5º LEC -EDL 2000/77463-), lo demuestran
los arts. 572,2 y 573,1 LEC. Así, al tratar de conciliar su voluntad de mayor y más
rápida efectividad de los créditos documentados en escritura o póliza
intervenida con la necesaria participación del deudor en la liquidación de la
deuda de intereses, la Ley exige 1º) que así se haya pactado en el título ejecutivo,
2º) que la liquidación se haya practicado conforme a tal acuerdo, 3º) que
aquélla haya sido revisada por fedatario (art. 573,1,2 LEC), 4º) que así se
acredite acompañando al título certificado expedido por aquél en tal sentido, y,
por último, 5º) que esa liquidación haya sido notificada al deudor (art. 573,3).
De este modo, no se alcanza a comprender la razón por la que la Ley hubiera de
exigir todas estas cautelas para la ejecución de una deuda por principal e
intereses documentada con las máximas garantías si conforme al art. 575,1
bastase la simple liquidación unilateral del acreedor. Probablemente ello se
deba a que este último precepto se ocupa únicamente de los conceptos por los
que puede pedirse el despacho de la ejecución siempre y cuando, como es
natural, todos ellos cumplan con las exigencias de determinación y liquidez
establecidas por los arts. 520, 571 y 572,1 LEC. Así, en el caso de los créditos
formalizados en escritura pública o póliza intervenida por corredor en los que
concurran aquellos requisitos, conforme al art. 575,1 LEC, se despachará
ejecución por la cantidad fijada en el título como principal y por la que
corresponda por los intereses ordinarios y moratorios vencidos porque ambos
conceptos están liquidados de forma fehaciente y con intervención del deudor.
Se respetan de este modo las exigencias de liquidez y determinación de los arts.
520, 571 y 572,1 LEC. Por el contrario, los créditos documentados en la misma
clase de instrumento (escritura o póliza) que no contengan tal pacto o carezcan
de liquidación fehaciente o de notificación al deudor, permitirán el despacho
por el principal y por los intereses sólo, en cuanto a éstos últimos, si se han
liquidado fehacientemente por el medio que con carácter general prevé la Ley
fuera del supuesto especial de los arts. 572 y 573: el procedimiento para la
liquidación -que así se titula el Capítulo IV del Título V del Libro III de la Ley-
de daños y perjuicios, frutos y rentas (y los intereses son los frutos que genera el
dinero), que más que un procedimiento de ejecución es, por su objeto, un
incidente declarativo que se tramita durante la ejecución (art. 712 LEC).

III. La liquidación de intereses de cantidades incluidas en títulos ejecutivos


judiciales y extrajudiciales distintos a los contemplados en los arts. 517,1, apdos.
4 y 5 -EDL 2000/77463-, en relación con los arts. 572,2 y 573,1 LEC

Efectivamente, el procedimiento de los arts. 572 y 573 LEC -EDL 2000/77463-


constituye un supuesto especial de consideración como líquidas de cantidades
exigidas en concepto de intereses a los efectos del despacho de la ejecución y
como tal se circunscriben a los supuestos para los que están previstos. Se ha
apuntado más arriba lo absurdo que resultaría exigir que la liquidez tanto del
principal como de intereses en el caso de la escritura pública o de la póliza
intervenida se acredite del modo indicado para aceptar después como regla
general que el art. 575,1 permite el despacho de ejecución por intereses que el
acreedor liquida unilateralmente sin ninguna formalidad adicional: de ser ello
así, lo lógico sería que tal sistema se aplicase con prioridad a aquellos títulos,
cuyas mayores garantías de fehaciencia harían especialmente innecesarias las
cautelas que, sin embargo, contemplan los arts. 572,2 y 573,1 LEC. Ello debe
conducirnos a entender que esos supuestos constituyen una excepción a la regla,
explicitada por la Ley en los arts. 712 y ss. y aplicable a los restantes supuestos,
de que toda prestación no líquida precisa un previo incidente declarativo que se
sustancia durante la tramitación de la ejecución, como expresamente determina
el art. 712 LEC: "(...) se procederá del modo que ordenan los artículos siguientes
siempre que, conforme a esta Ley, deba determinarse en la ejecución forzosa el
equivalente pecuniario de una prestación no dineraria o fijar la cantidad debida
en concepto de daños y perjuicios o de frutos, rentas, utilidades o productos de
cualquier clase (...)". No se comparte, pues, la tesis de la resolución citada
(considera una mera práctica forense especialmente rechazable el
procedimiento de los arts. 712 y ss. LEC), sobre todo ahora, cuando tras la
reforma se incluye una referencia más (art. 715) al hecho de que el campo
natural de aplicación de este capítulo es la ejecución forzosa.

Esto último no supone contradicción alguna con el art. 219,1 LEC -EDL
2000/77463-. Esta norma, efectivamente, impide la presentación de demandas
por las que se pretenda sentencia meramente declarativa del derecho a percibir
una determinada cantidad de dinero: "cuando se reclame en juicio el pago de
una cantidad de dinero determinada [...] no podrá limitarse la demanda a
pretender una sentencia meramente declarativa del derecho a percibirlos, sino
que deberá solicitarse también la condena a su pago, cuantificando exactamente
su importe, sin que pueda solicitarse su determinación en ejecución de
sentencia, o fijando claramente las bases con arreglo a las cuales se deba
efectuar la liquidación, de forma que ésta consista en una pura operación
aritmética" y de ahí el apartado segundo, a cuyo tenor "...la sentencia de
condena establecerá el importe exacto de las cantidades respectivas, o fijará con
claridad y precisión las bases para su liquidación, que deberá consistir en una
simple operación aritmética que se efectuará en la ejecución ...". Sin embargo,
deducir de ello que este precepto convierte en líquidas cantidades no
determinadas por el mero hecho de ser liquidables mediante una simple
operación aritmética y que ello las asimila a las líquidas a efectos de ejecución
(como afirma aquella resolución), no sólo es contrario al propio precepto (que
no prohíbe todas las sentencias a reserva de liquidación sino sólo aquéllas que
no la permitan mediante simples operaciones, nótese la rúbrica del precepto:
"sentencias con reserva de liquidación") sino a la propia definición que de
cantidad líquida contiene el art. 572,1 LEC: la constituye toda cantidad de
dinero determinada expresada en el título en cifras, letras o guarismos
comprensibles, cosa que no se predica de los pronunciamientos ilíquidos por
muy sencillas que resulten las operaciones aritméticas necesarias para
liquidarlos, que en todo caso deberán efectuase en ejecución de sentencia, dice
el art. 219,2 LEC in fine. Porque una cosa es admitir un determinado tipo de
pronunciamientos ilíquidos y otra muy distinta es atribuirles liquidez por esa
sola razón. Pues bien, exactamente esto es lo que prevén los arts. 712 y ss. LEC:
la determinación, en fase ejecutiva, de la cantidad debida en concepto de frutos.
Y esto no supone perpetuar, contrariamente a lo afirmado por el Auto citado
más arriba, una corruptela contraria a la regla según la cual una vez dictada la
sentencia en primera instancia no han de tramitarse más incidentes que los de
tasación de costas y aclaración o rectificación pues expresamente remiten los
arts. 219,2 y 712 LEC, como se ha dicho, al trámite de ejecución. No se
entendería, pues, un auto de despacho de ejecución de una sentencia de
condena, en los supuestos de daños causados en accidentes de circulación, que
incluyera la ejecución del pronunciamiento relativo al devengo de intereses del
art. 20 LCS sin que previamente tal suma hubiera sido liquidada mediante
incidente contradictorio y la Ley no prevé otro que el de los arts. 718 y 719 LEC.
Tachar de corruptela la liquidación de los intereses del art. 20 LCS -EDL
1980/4219- por medio de incidente durante la ejecución es algo que la realidad
nos muestra inexacto. Por el contrario, una vez liquidada esa suma, no debería
existir inconveniente en ampliar la ejecución por las cantidades resultantes,
como se deduce de la referencia expresa del art. 718,1 al 571. Entiendo, por
razones obvias, que esto es aplicable a todo tipo de pronunciamientos ilíquidos,
se contengan en el título ejecutivo que se contengan.

Otro tanto sucede respecto del despacho de ejecución por título extrajudicial
que documente la obligación de abono de una suma determinada (principal)
cuando se pretenda extender el despacho a los intereses ordinarios o moratorios
legales o pactados, fuera de los casos de los arts. 517,1, apdos. 4º y 5º, 572,2 y
573,2 LEC -EDL 2000/77463-: la amplitud de la redacción del art. 712,1 así lo
permite entender pues, al ocuparse de la determinación de la cantidad debida
en concepto de frutos, no distingue según que la deuda resulte de título judicial
o extrajudicial: lo relevante es que tal determinación deba producirse durante la
ejecución forzosa, lógicamente, para que esa prestación cumpla los requisitos de
liquidez exigidos y pueda llevar aparejada ejecución, conforme al art. 575,1 LEC.

Este artículo ha sido publicado en la "Revista de Jurisprudencia", número 1, el 8


de marzo de 2012
¿Es aplicable el límite de la tercera parte de la cuantía del proceso en las costas
de ejecución? Cuestiones prácticas

Por Antonio Alberto Pérez Ureña

Abogado.

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| 18.07.2013

I. Las costas procesales en la fase de ejecución

La regla general sobre las costas de la ejecución se contiene en el art. 539.2 de la


Ley de Enjuiciamiento Civil (a partir de ahora, solo LEC) -EDL 2000/77463- en
cuya virtud: "...las costas del proceso de ejecución no comprendidas en el
párrafo anterior (es decir, todas las causadas por actuaciones en las que la Ley
no prevea expresamente pronunciamiento sobre costas) serán a cargo del
ejecutado sin necesidad de expresa imposición". El precepto se fundamenta en
la necesidad de desplazar hacia el deudor condenado, renuente al pago o
cumplimiento, las consecuencias perjudiciales de su actitud dilatoria, pues con
su incumplimiento da lugar al inicio de un procedimiento de ejecución, cuyos
gastos debe soportar (1). En esa misma línea, la LEC ha querido conceder al
deudor, condenado en sentencia, la oportunidad de cumplir voluntariamente
con la condena, evitando así el procedimiento de ejecución (y por ende las
costas), y a ese efecto el art. 548 LEC le otorga un plazo de veinte días.
Transcurrido ese plazo de cortesía, o de cumplimiento voluntario, retorna el
deber de soportar las costas del proceso de ejecución. Esa regla general cede en
los procesos de ejecución despachados por imperativo del título ejecutivo y no
por la falta de cumplimiento voluntario del ejecutado (2).

II. ¿Cuál es la función del Secretario judicial en esta fase?

En este punto cabe preguntarse sobre la función del Secretario judicial en la fase
de ejecución tanto a la hora de imponer las costas procesales devengadas como
en la posterior de tasación de las mismas.

a) El Secretario judicial como agente impositor de las costas. La Ley 13/2009, de


3 noviembre, de reforma de la legislación procesal para la implantación de la
nueva Oficina judicial (EDL 2009/238889) -que reformó la LEC (EDL
2000/77463)-, ha convertido al Secretario en sujeto activo de la imposición de
las costas en el procedimiento de ejecución, tal y como se colige de lo dispuesto
en el art. 539.2,I, según el cual el Secretario judicial, al igual que el Tribunal,
podrá establecer lo que proceda respecto de las costas de ejecución, en concreto
sobre el posible reembolso a quien hubiera soportado inicialmente las costas.
Así se potencia la función procesal del Secretario judicial, según la cual este
funcionario judicial no se va a limitar a aplicar la norma y de manera autómata
imponer unas costas por imperativo legal sin más, sino que podrá ir más allá y
determinar, tras un examen de legalidad, imponer las costas al ejecutado para
que abone incluso aquellas que no estuvieran así establecidas en la ley, sino que
podrán ser impuestas por el Secretario judicial (3).

b) Impuestas las costas, la función del Secretario en la tasación de costas es la de


estudiar la legalidad de las partidas minutadas y decidir sobre la inclusión o
exclusión de las mismas pues al Secretario corresponde una primera cognición
sobre las partidas que deben integrar la tasación, y esto por cuanto:

- El art. 243 LEC -EDL 2000/77463- confiere al Secretario la función de tasar


las costas "sujetándose a las disposiciones de este Título", y en el mismo se
contiene, cuando enumera los conceptos que éstas comprende, una importante
precisión, pues establece qué costas son los honorarios de la defensa y la
representación técnica "cuando sean preceptivos". Parece patente que si el
Secretario no los reputa preceptivos no debe incluirlos en la tasación.

- Las facultades del Secretario en orden a la exclusión de determinadas partidas


al hacer la tasación, sin esperar a la impugnación, resulta hoy indiscutible pues:

- No sólo se dice, como antes, que no se incluirán los derechos correspondientes


a escritos y actuaciones que sean inútiles superfluos o costas de los incidentes en
que hubiese sido condenada expresamente la parte favorecida.

- Se prevé ahora ya expresamente la impugnación de la tasación por haberse


excluido de ella determinados gastos o no haberse incluido la totalidad de los
honorarios devengados (art. 245.3 -EDL 2000/77463-), lo que carecería de
explicación si el Secretario hubiera de limitarse a practicar la tasación conforme
a lo pretendido por quien la insta.

Pues bien, entre las funciones de control del Secretario judicial en esta fase se
encuentra la contenida en el art. 243.2,III LEC -EDL 2000/77463-, es decir, la
reducción del importe de los honorarios de los abogados y demás profesionales
que no estén sujetos a tarifa o arancel, cuando los reclamados excedan del límite
a que se refiere el artículo 394.3º y no se hubiese declarado la temeridad del
litigante condenado en costas. Esta obligación del Secretario de comprobar que
no se supere el límite del tercio de la cuantía del proceso no ofrece duda de su
procedencia en la fase declarativa al tratarse de una norma de ius cogens, no
disponible por las partes, pero viene suscitando más problemas en el
procedimiento de ejecución: ¿Es o no aplicable a las costas de ejecución el límite
de la tercera parte del art. 394.3 LEC respecto de los honorarios de abogado?
Vamos a analizar esta cuestión a continuación.

III. La cuestión de si es aplicable el límite del tercio de la cuantía en el


procedimiento de ejecución

Ante la misma se vienen adoptando dos posiciones enfrentadas: la de quienes


sostienen la tesis negativa por considerar, en síntesis, que el art. 394 -EDL
2000/77463- se refiere solo a los procesos declarativos, mientras que el 539
sería el específico en materia de ejecución disponiendo ser de cargo del
ejecutado las costas sin mencionar el límite en cuestión, frente a aquellos otros
que estiman aplicable el límite del art. 394.3 a los casos de ejecución (4).

Se trata, efectivamente, de una cuestión polémica que carece por el momento de


una solución unívoca, y que se traslada a la praxis judicial, apreciándose dos
corrientes distintas que, a la hora de resolver el caso concreto enjuiciado, toman
partido por una u otra tesis, y que pasamos a extractar a continuación:

a) Tesis negativa: el límite de un tercio previsto en el art. 394.3 no es aplicable a


los procesos de ejecución. Este argumento responde a una interpretación literal
de los arts. 394.4 y 539.2 LEC -EDL 2000/77463-. En este sentido -mayoritario
en el sentir de la doctrina y de la jurisprudencia menor hasta hace poco tiempo
(5)- se encuentra la SAP A Coruña, sec. 6ª, de 30 enero 2006 -EDJ 2006/13401-
, para la que: "...también nos encontramos con que el art. 394 no es aplicable a
los incidentes que se planteen en fase de ejecución de sentencia, ya que el art.
539 establece un peculiar régimen a la hora de imponer las causadas. Por ello en
la resolución recurrida se ha acudido al planteamiento que remitiría la
regulación del límite del tercer párrafo, a la de la tasación de costas con carácter
general, amparándose en la dicción del art. 243, que no distingue según el
origen del pronunciamiento condenatorio, si de la fase declarativa o de la de
ejecución. Sin embargo, este precepto puede interpretarse en otro sentido
distinto, es decir, que impone al Secretario la obligación de aplicar el límite del
394.3, pero sólo cuando éste proceda, que no será en todo caso y en concreto no
en la fase de ejecución. En apoyo de esta interpretación tenemos que el propio
art. 243 dice literalmente que se aplicará el límite "cuando los reclamados
excedan del límite da que se refiere el apdo.3 del art. 394 y no se hubiese
declarado la temeridad del litigante condenado en costas", pues resulta que el
art. 539, específico de la ejecución como dijimos, no menciona para nada la
excepción de la temeridad del litigante, sino que en su régimen este término se
ha omitido. Ello obedece en principio a que en esta fase no existe temeridad o
no, sino que el condenado en una sentencia viene obligado a cumplirla
voluntariamente, de forma que si obliga a la otra parte a solicitar el auxilio
judicial, debe soportar sus consecuencias económicas. Con este razonamiento se
obvia también la llamada a la equidad que se hacía en la resolución recurrida, ya
que el litigante a favor de quien se ha realizado la interpretación, no ha actuado
en forma debida y obligada por la sentencia, sino sólo tras la actuación del
beneficiado. Por las razones antedichas entendemos que no es aplicable a los
honorarios de Letrado causados en fase de ejecución de sentencia, el límite del
tercio establecido en el art. 394.3 de la LEC...".

Esta resolución sigue declarando que: "...piénsese además que la tesis ahora
combatida puede llevar a resultados injustos, pues si el pronunciamiento a
ejecutar es de una cuantía económica no elevada y es precisa la intervención de
profesionales en el proceso a ejecutar, con el correspondiente devengo de
gastos, el incumplimiento de la condena por la parte ejecutada podría llevar a
que cuando los costos que el incumplimiento de lo ejecutoriado genera para la
defensa y representación del ejecutante sobrepasaran tal límite del tercio de la
cuantía del pronunciamiento a ejecutar, la obtención de la efectividad de la
tutela judicial reconocida en pronunciamiento ejecutorio se habría de hacer
materialmente a costa del propio patrimonio del ejecutante, que ya no podría
repercutir estos costos generados por la actuación incumplidora del ejecutado,
lo que implicaría un quebranto indirecto de tal derecho a la tutela...".

De otra parte, en el supuesto analizado por la SAP Cáceres, sec. 1ª, nº 211/2007,
de 22 mayo -EDJ 2007/154425- relativo a la ejecución de un auto que
homologaba una transacción judicial, la sentencia dictada por el juzgado de
instancia desestimó la impugnación por indebidos de los honorarios de letrado y
los honorarios del perito, aprobando la tasación de costas, y disconforme con tal
resolución, se alzó recurso de apelación alegando entre los motivos la infracción
de los arts. 243.2 y 394.3 LEC -EDL 2000/77463-, al entender la parte
recurrente que los honorarios de abogado y perito no pueden exceder de un
tercio de la cuantía del juicio por tratarse de profesionales no sujetos a arancel y
ello aunque estemos en presencia de un proceso de ejecución. La Sala ad quem
desestima el recurso por los siguientes motivos: "...respecto a la limitación de
los honorarios de letrado y perito, porque supera el límite cuantitativo
establecido en el art. 243.2 LEC en relación con el art. 394.3 LEC, las sentencias
de esta Sala de fecha 14 marzo 2005 -EDJ 2005/25070- y 23 noviembre 2004
tienes declarado que "Para resolver esta cuestión es necesario aclarar que
estamos ante un proceso de ejecución, y en estos supuestos, a partir del hecho
indiscutido de estar en presencia de la ejecución de una resolución judicial, en
virtud de la cual la parte ejecutada tenía la obligación de realizar determinadas
obras, y como no cumpliera voluntariamente dicha resolución, se inició el
proceso de ejecución, que culminó con el cumplimiento de la resolución judicial,
generando los correspondientes gastos y costas, cuya tasación se interesó una
vez concluida la fase de ejecución.

[[QUOTE2:"...los honorarios de abogado y perito no pueden exceder de un


tercio de la cuantía del juicio por tratarse de profesionales no sujetos a
arancel..."]]

Pues bien, en tales casos, la limitación prevista en el artículo 394.3 LEC -EDL
2000/77463- se concreta a la fase declarativa del proceso, como claramente se
infiere de su tenor literal, y se complementa con lo dispuesto en el art. 539.2
LEC, que impone a cargo del ejecutado las costas y gastos de la ejecución, sin
necesidad de expresa imposición, y sin el límite de la tercera parte de la cuantía
del proceso que establece el art. 394.3 para la fase declarativa, sin perjuicio,
claro está, que se pudieran impugnar por excesivos los honorarios del letrado tal
y como ha hecho el ejecutado.

Las costas de ejecución tienen un tratamiento legal independiente y distinto a


las costas de la fase declarativa, y ello es así, porque las costas de ejecución se
imponen siempre al ejecutado que no ha cumplido voluntariamente la
resolución judicial condenatoria, dando lugar a la vía de apremio, generando los
correspondientes gastos y costas, que siempre son de su cargo, por lo que el
motivo se desestima...".

Por su parte, la SAP Albacete, sec. 2ª, nº 27/2010, de 25 enero -EDJ


2010/26685-, ya mencionada en este artículo de opinión, conoció de un
supuesto de ejecución hipotecaria en el que se impugnaron por indebidas las
costas reclamadas por la entidad acreedora, declarando la Sala que no puede
decirse que sean indebidas pues tratándose de un procedimiento ejecutivo, sin
norma específica que diga otra cosa, las costas procesales corresponden al
ejecutado aunque no haya resolución específica que lo indique, máxime cuando
el acreedor se ha visto en la necesidad de reclamar judicialmente por impago del
deudor. Así se dice que: "...ha de partirse de la regulación procesal que la ley
establece respecto a quién debe abonar las costas procesales. En éste sentido, la
regulación es distinta si se trata de juicios declarativos a si es un juicio ejecutivo:
en aquéllos se regula en los art. 394 y ss de la LEC -EDL 2000/77463-, debiendo
existir resolución judicial expresa imponiendo las costas al litigante que vea
desestimadas sus pretensiones (con salvedades, como cuando hay dudas de
hecho y de derecho, o como cuando hay allanamiento antes de contestar a la
demanda, siempre que no haya habido mala fe, un supuesto del cual es haber
desatendido una reclamación extrajudicial obligando al acreedor a interponer
judicialmente demanda en cuyo caso, a pesar del allanamiento, el demandado
asume los costes que ha obligado a realizar al acreedor -art 395-); pero en casos
de juicios ejecutivos -como es el presente supuesto- no son aplicables dichas
normas, sino el arts. 539 y 583.2 de la LEC, según los cuales, las costas son a
cargo del ejecutado...".

Por último, destacamos en esta línea argumental la SAP Barcelona, sec. 1ª, nº
583/2005, de 31 octubre -EDJ 2005/231729-, cuya fundamentación es
interesante: "...la limitación referida, tan sólo es de aplicación a los juicios
declarativos, porque así lo establece el párrafo 1º del artículo citado, teniendo
tal consideración, por disposición expresa del artículo 248 de la ley citada -EDL
2000/77463-, el juicio ordinario y el juicio verbal, pero no así los juicios
ejecutivos, integrados en el Título III que regula la ejecución en general. No se
opone a esta consideración, el que el art. 243 del mismo texto legal, al regular la
práctica de la tasación de costas, imponga al Secretario judicial la obligación de
reducir el importe de los honorarios de los abogados y profesionales no sujetos a
tarifa o arancel, porque tras esta imposición remite a la concurrencia de los
requisitos a que se refiere el apartado tercero del art. 394, y ya hemos visto que
este apartado se remite, a su vez, al párrafo primero en el que se alude a los
juicios declarativos, por lo que esta referencia al indicado precepto se hace con
la finalidad de establecer la obligación de los Secretarios judiciales de aplicar la
referida reducción, pero que interpretado conjuntamente con el art. 394, nos
lleva a concluir que esta imposición tan sólo le viene impuesta al Secretario
judicial cuando el proceso de que se trate sea declarativo, pero no en los
procedimientos que no tengan esta naturaleza.

...si el legislador hubiera deseado que en el juicio ejecutivo operara la limitación


que el art. 394 -EDL 2000/77463- prevé para los declarativos, lo hubiera
dispuesto de manera expresa al regular los principios generales referidos a las
costas de la ejecución, que lleva a cabo en el art. 539, en donde dispone que las
partes deberán satisfacer los gastos y costas que les correspondan conforme a lo
previsto en el art. 241 de esta ley, tras lo cual no establece limitación alguna a la
indicada obligación...".

Por último destacamos la SAP Castellón, sec. 3ª, nº 78/2008, de 18 febrero -


EDJ 2008/83699-, para la que: "...no es aplicable el límite cuantitativo del
artículo 394.3 de la LEC -EDL 2000/77463- en las actuaciones del proceso de
ejecución, aceptando lo ya razonado en la sentencia apelada en base a lo
dispuesto en el artículo 539 de la LEC, precepto referido a costas y gastos en
ejecución. (...) en dicha norma se recoge que son de cargo del ejecutado todas
las costas que se originen como consecuencia de la ejecución, sin necesidad de
expresa imposición, por lo que nos parece lógico entender que no es de
aplicación el límite cuantitativo del artículo 394.3 de la LEC, cuando en dicho
precepto se exceptúa la aplicación del mismo para los supuestos en que el
Tribunal declare la temeridad del litigante condenado en costas, mientras que
como hemos dicho, en el proceso de ejecución es obligación del ejecutado
abonar todas las costas, y resultaría injustificado aplicar la limitación de forma
general a las costas de la ejecución en todas las actuaciones del proceso de
ejecución en que no se prevé en la Ley un pronunciamiento expreso sobre
costas, lo que supondría un perjuicio para el acreedor y un beneficio para quien
incumple voluntariamente una resolución judicial firme y le obliga a acudir a la
vía de apremio...".

A modo de resumen se puede decir que, para los defensores de esta tesis, el
límite que establece el art. 394.3 LEC -EDL 2000/77463- viene referido
exclusivamente al procedimiento declarativo, como así se infiere de su tenor
literal y se complementa con lo dispuesto en el art. 539.2, teniendo las costas de
ejecución un tratamiento independiente de las costas relativas al proceso
declarativo, y en cuya regulación la Ley ha tenido en cuenta la actitud del
condenado de no dar cumplimiento voluntario al contenido de la sentencia(6).

b) Tesis afirmativa: el límite de un tercio previsto en el art. 394.3 -EDL


2000/77463- se aplica también a los procesos de ejecución. Un buen sector de la
doctrina se posiciona en este sentido, por las siguientes razones (7):

- Aunque el art. 394 LEC -EDL 2000/77463-, al que se remite el específico


precepto de imposición de costas en el proceso de ejecución (art. 561 LEC), se
refiera a los juicios declarativos, se aplica también a los juicios especiales, por el
mero hecho de que éstos se sustancian por los trámites del juicio verbal.

- Debe significarse que el art. 575 LEC -EDL 2000/77463- señala que en la
demanda de ejecución se incluirán las cantidades previstas para intereses y
costas de la misma, sin que puedan exceder del 30%, lo que supone la
consideración de un criterio de limitación de las costas.

- Si el fundamento de la limitación del art. 394 LEC -EDL 2000/77463- en la


determinación de las costas debidas es evitar el abuso y el exceso en la
minutación de honorarios al litigantes vencido por la parte vencedora, ese
criterio de justicia y de ponderación es tan aplicable, y aún más, en los procesos
de ejecución como en los procesos declarativos.

Esta posición encuentra respaldo en cierto sector de la jurisprudencia menor,


entre la que se puede destacar la SAP A Coruña, sec. 4ª, nº 362/2009, de 23
julio -EDJ 2009/166851- en la que, planteada la cuestión, el Juzgado de
Primera Instancia se decantó por el criterio favorable a la aplicación del límite
fijado en el art. 394.3 -EDL 2000/77463- al proceso de ejecución en atención a
la redacción de dicho precepto, a la reducción dispuesta en el artículo 243 para
todas las tasaciones de los Secretarios y otras normas en ejecución que se
remiten al art. 394 (aunque sea en incidentes -artículos 561, 603, 736-).
La cuestión es tan polémica que la propia resolución de la Sala ad quem
reconoce que, incluso ha tenido respuestas diversas en esa misma Audiencia
Provincial defendiéndose uno y otro criterio (en sentido negativo, v. gr. las
Sentencias de la Audiencia Provincial de A Coruña citadas anteriormente). Así,
en el fundamento de derecho tercero de la resolución ahora citada, se dice
textualmente, lo siguiente: "...como se ha acordado en junta no jurisdiccional de
magistrados de las Secciones civiles y mixta de esta Audiencia Provincial del día
de hoy, el Tribunal se decanta por la otra tesis, mantenida en la sentencia
apelada y en la de la Sección 5ª de esta Audiencia de 5/12/2006, por las razones
de ésta: «Por ello, teniendo en cuenta que el art. 394 -EDL 2000/77463-
contiene los principios y reglas generales sobre la condena en costas, aquellos
aspectos de su normativa que no se encuentren recogidos en ningún precepto
especial y que carezcan de regulación específica, como es el caso del límite
cuantitativo de la condena establecido en el art. 394.3, que no se contempla ni
se contradice de ningún modo en el art. 539.2, tienen plena vigencia y aplicación
en toda clase de procesos, y en particular en los de ejecución. Además, el
espíritu y finalidad que informa la limitación contenida en el citado art. 394.3 de
la LEC, de reducir e imponer un límite máximo al importe de la condena en
costas, respecto a los honorarios y partidas de los profesionales que no están no
sujetos a una tarifa fija o arancel, para evitar que se puedan cometer abusos en
la minutación a cargo de la parte condenada, tiene el mismo sentido y obedece a
igual necesidad en los procesos declarativos que en los de ejecución, por lo que
su aplicación a éstos se encuentra totalmente justificada. Más allá del rigor que
supone ya para el ejecutado el art. 539.2, la interpretación contraria a la
aplicación del límite del art. 394.3 a los procesos de ejecución conduciría de
hecho a imponer una sanción, encubierta y carente de respaldo legal, al
ejecutado, obligado a pagar la totalidad de las costas, en una cuantía que, como
ocurre en este caso, podría incluso superar el importe de las costas del proceso
principal. (...) Se considera en definitiva que el límite del artículo 394.3 no
contradice sino que complementa el 539, por su espíritu y finalidad, como lo
corrobora el 243 y las remisiones expresas al 394 efectuadas en sede de
ejecución, aunque sea en incidentes..." (8).

También la SAP Tenerife, sec. 1ª, nº 34/2005, de 7 febrero -EDJ 2005/53558-,


que posiciona en esta tesis al señalar que: "...en todo tipo de procesos e
instancias la tasación de costas que deba de practicarse por el Secretario, se
reducirá el importe de los honorarios de los abogados cuando los reclamados
excedan del límite a que se refiere el art. 394.3 -EDL 2000/77463- y no se
hubiese declarado la temeridad del litigante condenado en costas", de lo que
"resulta que la limitación en la tasación de costas con carácter general, con
reducción del importe de los honorarios de los abogados la impone el art. 243
LEC, que es el de aplicación, al no existir otra norma específica en sentido
contradictorio a tales efectos en el proceso cambiario, con la limitación a una
cantidad total que no exceda de la tercera parte de la cuantía del proceso, por
cada uno de los litigantes que hubieren obtenido tal pronunciamiento, límite
establecido en el 394.3 LEC y aplicable por reenvío expreso del 243 LEC". Cabe
añadir, aunque, como ahora se verá, resulte irrelevante, que también en la
ejecución se prevé que, al despacharse, la cantidad prevista para cubrir los
intereses moratorios, los gastos y costas no supere el treinta por ciento de la que
se reclame en la demanda ejecutiva, sin perjuicio de la posterior liquidación.
Por último, la SAP Granada, sec. 5ª, nº 426/2010, de 22 octubre -EDJ
2010/322581-, resolviendo un asunto de Derecho de Familia, revoca el Auto
dictado por el Juzgado de Primera Instancia nº 3 de Granada (Familia),
afirmando que: "...el artículo 394 -EDL 2000/77463- contiene los principios y
reglas generales sobre la condena en costas, aquellos aspectos de su normativa
que no se encuentren recogidos en ningún precepto especial y que carezcan de
regulación específica, como es el caso del límite cuantitativo de la condena
establecido en el artículo 394.3 de la LEC, que no se contempla ni se contradice
de ningún modo en el artículo 539.2 de la LEC, tienen plena vigencia y
aplicación en toda clase de procesos, y en particular en los de ejecución...",
añadiendo que: "...la interpretación contraria a la aplicación del límite del
artículo 394.3 de la LEC a los procesos de ejecución conduciría de hecho a
imponer una sanción, encubierta y carente de respaldo legal, al ejecutado,
obligado a pagar la totalidad de las costas, en una cuantía que, podría superar el
importe de las costas del proceso principal...", por lo que concluye que la
Secretaria, al efectuar la tasación ha de aplicar la limitación contenida en el art.
394.3º de la LEC, y ello es así por disponerlo una norma imperativa.

c) A modo de conclusión a este apartado y teniendo en cuenta todo lo expuesto,


lo cierto es que en pocos casos como el presente se puede afirmar que una
generalización puede acarrear resultados abusivos, así que entendemos que se
habrá de estar al caso concreto enjuiciado para resolver de una forma justa en la
medida de lo posible.

Así, en principio, se puede entender que el límite del art. 394.3 -EDL
2000/77463- no contradice sino que complementa el art. 539, por su espíritu y
finalidad, pero lo cierto es que habrá que atender aquellos supuestos en los que
si el pronunciamiento a ejecutar es de una cuantía económica no elevada y es
precisa la intervención de profesionales en el proceso a ejecutar, con el
correspondiente devengo de gastos, el incumplimiento voluntario de la condena
por la parte ejecutada podría llevar a que cuando los costes que el
incumplimiento de lo ejecutoriado genera para la defensa y representación del
ejecutante sobrepasen el límite del tercio de la cuantía del pronunciamiento a
ejecutar, la obtención de la efectividad de la tutela judicial reconocida en
pronunciamiento ejecutorio se habría de hacer materialmente a costa del propio
patrimonio del ejecutante, que ya no podría repercutir estos costes generados
por la actuación incumplidora del ejecutado, lo que implicaría un quebranto
indirecto del derecho a la tutela.

Ahora bien, vía legislativa eso es lo que se pretende con la modificación de la


redacción del apdo. 1 del art. 539 de la LEC -EDL 2000/77463- operada en
virtud de la Ley 4/2011, de 24 marzo -EDL 2011/13540-, de modificación de la
LEC, para facilitar la aplicación en España de los procesos europeos y de escasa
cuantía (9) que dispone que: "El ejecutante y el ejecutado deberán estar
dirigidos por letrado y representados por procurador, salvo que se trate de la
ejecución de resoluciones dictadas en procesos en que no sea preceptiva la
intervención de dichos profesionales. Para la ejecución derivada de procesos
monitorios en que no haya habido oposición, se requerirá la intervención de
abogado y procurador siempre que la cantidad por la que se despache ejecución
sea superior a 2000 euros."
[[QUOTE2:"...cuando el legislador ordena categóricamente en el proceso de
ejecución que las costas serán a cargo del ejecutado es porque entiende que éste
litiga con temeridad,..."]]

Con independencia de lo expuesto, sí consideramos interesante la siguiente


reflexión: cuando el legislador ordena categóricamente en el proceso de
ejecución que las costas serán a cargo del ejecutado es porque entiende que éste
litiga con temeridad, en cuyo caso el meritado límite no se aplica, no habiendo
necesidad de que dicha temeridad la declare el tribunal (10).

Además -añadimos- en los supuestos de ejecución dineraria, cuando se cumplan


los presupuestos del art. 583.2 LEC -EDL 2000/77463- y el impago no se deba a
causa no imputable a la parte ejecutada, las costas -"todas las costas causadas"-
serán de su cargo (11). Esta previsión legal es terminante y en estos supuestos
entendemos que la moderación del art. 394.3 de la LEC no es admisible por
término general (12).

IV. ¿La reducción de los honorarios de los abogados y demás profesionales no


sujetos a tarifa o arancel la es de forma global o separadamente?

Pues bien, aceptando, con carácter general y las matizaciones expuestas en el


punto anterior, que la reducción de honorarios prevista en el art. 394.3 LEC -
EDL 2000/77463- puede ser de aplicación también a los honorarios de los
profesionales intervinientes en el proceso de ejecución no sujetos a tarifa o
arancel, procede ahora examinar si el límite de la tercera parte de la cuantía del
proceso se aplica de forma conjunta a los honorarios de los citados profesionales
o a las minutas de cada profesional de modo separado e individualizado. Un
ejemplo práctico de lo expuesto puede ser el siguiente: en un procedimiento de
cuantía 3.000 euros, se interesa la tasación de costas presentando la minuta de
letrado por un importe total de 1.000 euros y otra el perito interviniente en las
actuaciones por importe total también de 1.000 euros. De forma conjunta y
global ambas minutas superan el límite del tercio de la cuantía del
procedimiento y por tanto, según esta tesis, deberían reducirse ambas minutas a
500 euros para, entre las dos, no superar el importe de 1.000 euros totales. Por
el contrario, si entendemos que el límite del tercio se aplica de forma individual
para cada minuta resulta que ninguna de las dos minutas supera el tercio de la
cuantía del procedimiento, siendo por tanto ajustadas a derecho.

Pese a la existencia de ciertos pronunciamientos que se inclinan por la primera


de las soluciones, por nuestra parte entendemos que, por el contrario, debe
realizarse una interpretación conjunta de los arts. 394.3 y 243.2 LEC -EDL
2000/77463- deduciendo que el límite deba entenderse para cada uno de los
profesionales no sujetos a arancel por separado, puesto que si atendemos al
contenido del art. 243.2 que "El Secretario judicial reducirá el importe de los
honorarios de los abogados y demás profesionales que no estén sujetos a tarifa o
arancel, cuando los reclamados excedan del límite a que se refiere el apartado 3
del art. 394", de lo que resulta que la limitación legal establecida lo ha de ser
para cada uno de los profesionales sujetos a arancel separada e individualmente.
En estos términos se ha pronunció la SAP Barcelona, sec. 19ª, nº 97/2005, de 14
marzo -EDJ 2005/105480-, para la que: "...la correcta inteligencia del precepto
conlleva considerar por separado los honorarios reclamados según sean los del
abogado y los del perito, en definitiva en la determinación del límite del tercio
del principal no procede sumar los honorarios de todos los que los devengan
sino considerar los honorarios de cada uno de los profesionales por separado.
La condición es que el límite establecido en el artículo 394.3 de la LEC debe
entenderse para cada uno de los profesionales no sujetos a arancel por
separado, puesto que si atendemos al contenido del art. 243.2 en materia de
práctica de la tasación de costas resulta que su apartado segundo dispone que
"El Secretario judicial reducirá el importe de los honorarios de los abogados y
demás profesionales que no estén sujetos a tarifa o arancel, cuando los
reclamados excedan del límite a que se refiere el apartado 3 del art. 394; de lo
que resulta que la limitación legal establecida lo ha de ser para cada uno de los
profesionales sujetos a arancel separada e individualmente".

V. La impugnación de la tasación de costas por indebidas

En el caso que el Secretario judicial, en el trámite de tasación de costas, no lleve


a cabo la reducción de los honorarios de los profesionales no sujetos a tarifa o
arancel, o tal limitación se realice de forma insuficiente, cabe decir que la
cantidad excesiva debe entenderse como una partida "no autorizada por la Ley"
y por lo tanto dicha partida tendrá el carácter de indebida, quedando abierta a la
parte obligada al pago de las costas procesales la posibilidad de impugnar la
tasación de costas. En este sentido, la SAP Santa Cruz de Tenerife, sec. 4ª, de 9
mayo 2005 -EDJ 2005/287871- declara que: "...tiene declarado el Tribunal
Supremo que, cuando lo que se discute es la aplicación del tercio de la cuantía
del litigio, como límite de los honorarios del letrado, dicho motivo de
impugnación de la tasación debe tener la consideración de indebido y no
excesivo: "El control que se impone presenta el carácter propio de una norma de
derecho imperativo, lo cual determina que la omisión de su aplicación confiera
el carácter de indebida a la partida incorrectamente tasada...".

VI. Bibliografía

-Baena Ruiz: "¿Resulta aplicable el límite de un tercio previsto en el artículo


394.3 de la LEC a la fase de ejecución del proceso o tan sólo a la declarativa?".
SepinNET, julio/agosto de 2006. nº 65.

-Carreras Maraña: "¿Resulta aplicable el límite de un tercio previsto en el


artículo 394.3 de la LEC a la fase de ejecución del proceso o tan sólo a la
declarativa?". SepinNET, julio/agosto de 2006. nº. 65.

-Magro Servet: "Guía práctica y casuística de las costas procesales en el proceso


civil". La Ley. 2006.

-Martínez de Santos: "Cuestiones prácticas sobre la vía de apremio en el proceso


de ejecución civil". Las costas del proceso de ejecución. 1ª edición. La Ley.
Madrid, febrero 2010.

-Martín Contreras: "La tasación de costas y la liquidación de intereses y sus


impugnaciones en los órdenes jurisdiccionales civil, penal, contencioso-
administrativo y social". 6ª edición. Granada, 2010.
Notas

1.- En este sentido se pronuncia Alberto Martínez de Santos en “Cuestiones


prácticas sobre la vía de apremio en el proceso de ejecución civil”. Las costas del
proceso de ejecución. 1ª edición. La Ley. Madrid, febrero 2010.

2.- AAP Teruel, sec. 1ª, de 14 febrero 2008 -EDJ 2008/40090-.

3.- En estos términos se pronuncia Luis Martín Contreras, en “La tasación de


costas y la liquidación de intereses y sus impugnaciones en los órdenes
jurisdiccionales civil, penal, contencioso-administrativo y social”. 6ª edición,
Granada. 2010, págs. 259 y 260.

4.- El art. 394.3 LEC -EDL 2000/77463- se engarza con lo dispuesto en el art.
243 de la LEC.

5.- Tesis defendida, entre otros, por Luis Martín Contreras (en “La tasación de
costas y la liquidación de intereses y sus impugnaciones en los órdenes
jurisdiccionales civil, penal, contencioso-administrativo y social”. 6ª edición,
Granada, 2010, pág. 258), según el cual, refiriéndose a la tasación de costas en
la ejecución, afirma que: “no estará limitada por el tope cuantitativo regulado en
el artículo 394 de la LEC -EDL 2000/77463-, por lo que en su labor tasadora, el
Secretario únicamente podrá excluir de la misma aquellos conceptos que
puedan ser encuadrados dentro de los límites de exclusión del art. 243 de la
LEC…”. Así, algunas resoluciones de Audiencias Provinciales sostienen que el
límite es únicamente aplicable a los procesos declarativos, tal y como se recoge
en el apartado 1º, y no a la ejecución, respecto de la cual no se establece ninguna
remisión al precepto comentado [SAP Vizcaya de 23 febrero 2010 -EDJ
2010/52120-, SAP Lugo de 9 julio 2009 -EDJ 2009/152868-, entre otras].

6.- La pregunta nº 275 de la obra “Guía práctica y casuística de las costas


procesales en el proceso civil”, coordinada por Vicente Magro Servet, La Ley.
2006, pág. 227 es la siguiente: ¿Afecta a las costas de la ejecución el límite
cuantitativo que establece el artículo 394.3 de la LEC -EDL 2000/77463-, en
una tercera parte de la cuantía del proceso, por cada uno de los litigantes?
Respuesta: “La limitación que para la condena en costas establece el art. 394.3
de la vigente LEC afecta exclusivamente a las costas de la primera instancia en
los juicios declarativos, debiendo hacerse un tratamiento separado de las costas
relativas al proceso de declaración respecto de las generadas en la fase de
ejecución, y aunque ambas fases se lleven a efecto en Juzgado de Primera
Instancia, no puede sostenerse que la ejecución sea una fase de la primera
instancia. Así ya en el art. 539.2 de la LEC se establece que las costas de la
ejecución son de cargo del ejecutado, no estableciendo limitación alguna dicho
precepto, ni remitiéndose al ya citado 394.3 y a salvo de lo que pueda
disponerse respecto de los incidentes promovidos en esa fase procesal, no
pudiendo sostenerse que la fase de ejecución sea asimilable a la fase de primera
instancia, ni tampoco que las costas generadas durante la misma estén afectadas
por el límite que nos ocupa, pues ello conduciría a que en muchas ocasiones
debieran ser satisfechas por el ejecutante, lo que es contrario a toda lógica, pues
en la ejecución procesal sólo se persigue vencer la resistencia del condenado a la
efectividad de un derecho ya indiscutido y declarado, siendo la ejecución forzosa
la consecuencia de la voluntad renuente del condenado en juicio al
cumplimiento de la sentencia.”.

7.- Juan Miguel Carreras Maraña, en “¿Resulta aplicable el límite de un tercio


previsto en el artículo 394.3 de la LEC -EDL 2000/77463- a la fase de ejecución
del proceso o tan sólo a la declarativa?”. SepinNET, julio/agosto de 2006. núm.
65. pág. 5.

8.- Tesis reiterada por el AAP A Coruña, sec. 3ª, nº 197/2010, de 24 mayo -EDJ
2010/186959-.

9.- BOE, 72/2011, de 25 marzo.

10.- Así se pronuncia Eduardo Baena Ruiz, en “¿Resulta aplicable el límite de un


tercio previsto en el artículo 394.3 de la LEC a la fase de ejecución del proceso o
tan sólo a la declarativa?”. SepinNET, julio/agosto de 2006. nº 65. pág. 8.

11.- El AAP Murcia, sec. 5ª, nº 49/2009, de 15 septiembre -EDJ 2009/236089-,


se pronunció en los siguientes términos: “…de los antecedentes fácticos
expuestos se desprende, pues, que cuando se dicta el Auto de despacho de
ejecución habían sido abonados el principal y los intereses, pero no las costas
del procedimiento, que obviamente ya se habían devengado y por las que
también se procedió al despacho de ejecución. En este sentido, no debe
olvidarse que el artículo 583.2 de la LEC -EDL 2000/77463- establece que
aunque pague el deudor en el acto del requerimiento, serán de su cargo todas las
costas causadas, salvo que justifique que, por causa que no le sea imputable, no
pudo efectuar el pago antes de que el acreedor promoviera la ejecución, es decir,
antes de que el acreedor presentase la demanda ejecutiva, que, como es sabido,
es la que pone en marcha el proceso de ejecución, resultando con claridad, del
contenido de ese precepto, no sólo que una vez presentada la demanda ejecutiva
el deudor ha de hacerse cargo de las costas procesales a que dé lugar el proceso
de ejecución que con esa demanda se inicia, sino que, además, la generación de
costas se produce a partir de la presentación de la demanda ejecutiva y no sólo a
partir del despacho de ejecución propiamente dicho, que es lo que parece
sostener la parte ejecutada…”.

12.- Aunque el AAP Madrid, sec. 9ª, nº 194/2003, de 31 octubre -EDJ


2003/211318- llega a la conclusión contraria, es decir, que la reducción que
contienen los arts. 243.2 y 394.3 de la LEC -EDL 2000/77463- se aplican
también a los procesos de ejecución del artículo 583.2 de la LEC. En este caso,
por la representación procesal de Caja de Ahorros y Monte de Piedad de Madrid
se impugnó el auto dictado en primera instancia por entender que la tasación de
costas practicada, al haberse realizado en un proceso ejecutivo, no pude
entenderse aplicable la limitación que establecía el art. 523 de la LEC de 1881 -
EDL 1881/1-, ni tampoco el art. 394 de la vigente LEC dado que este precepto
viene establecido y limitada su aplicación a los procesos declarativos, dado que
el art. 583.2 de la vigente LEC que regula la condena en costas en los supuestos
de ejecución dineraria alude que se impondrán todas las costas.

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